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Teleología
Para Aristóteles el ser humano busca la felicidad, busca vivir bien. Pero los seres
humanos no están de acuerdo sobre en qué consiste vivir bien y cómo lograrlo. Algunos
identifican la felicidad con tener muchos bienes, otros con placer, aún otros con recibir
muchos honores, o sea, ser bien considerado por los demás (los políticos, por ejemplo).
Para llegar a una determinación de lo que verdaderamente constituye el bien para el ser
humano, y, por consiguiente, su felicidad, Aristóteles indaga sobre lo que distingue el ser
humano, lo constituye el acto propio del ser humano. Es decir, basándose en la
concepción teleológica del mundo, busca determinar el rol natural del ser humano dentro
de la totalidad teleológica de la naturaleza. La felicidad del ser humano, entonces,
consiste en realizar ese rol, más, realizarlo bien, con excelencia, con virtud. La palabra
αρετη (aretē) en griego significa excelencia, mérito, perfección, virtud. De aquí viene la
designación de la ética de Aristóteles como una ética de las virtudes. Como veremos más
adelante, Aristóteles hablará en detalles sobre las distintas excelencias o virtudes del ser
humano. Por supuesto, este modo de ver la felicidad presupone la benevolencia de la
naturaleza, es decir, que el bien ordenamiento de la totalidad conduce hacia la felicidad
de las partes, incluyendo a los seres humanos.
Para determinar el acto propio del ser humano, Aristóteles indaga sobre lo que lo
distingue de otros cosas y seres en la tierra. El ser humano tiene vida, pero las plantas y
los otros animales también tienen vida. El ser humano tiene sensibilidad, pero otros
animales también son sensibles. Lo que distingue el ser humano, entonces, es, según
Aristóteles, que tiene la capacidad de logos. La mayoría de las traducciones en este
contexto utilizan la palabra «racional» para traducir a la palabra «logos», y hablan del ser
humano como un ser racional. Pero el significado de la palabra «logos» es más amplio y
más profundo de que lo que comúnmente llamamos racional. Logos indica no solamente
la capacidad de pensar de forma racional, de raciocinio, sino también tiene que ver con
palabra, expresión, formar explicaciones y teorías, etc. Por ejemplo se dice que los
delfines son animales inteligentes, pero nadie se atreviera decir que tienen o son capaces
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de logos. Por supuesto, los delfines hacen sonidos y aparentemente se comunican unos
con los otros, como también lo hacen algunos otros animales, pero no hacen ciencia, no
hacen matemática, no hacen filosofía, ni tampoco escriben literatura y poesía. Además,
no guían su vida por los resultados de tales quehaceres, por su idea de lo que representa
una buena vida. Decir, entonces, que el ser humano se distingue por ser un animal con
logos implica mucho más que afirmar que simplemente tiene la capacidad de pensar y
racionar; implica también que tiene la capacidad de guiar su vida por el resultado del
raciocinio.
Tener la capacidad de logos no es un acto, sino una capacidad. Acto requiere
actuar. Así que el acto propio del ser humano será algún tipo de actividad, a saber,
actividad de acuerdo con logos. Aristóteles identifica el acto propio del ser humano como
la “actividad del aspecto animadador o alma en acorde con logos” (εστιν έργον άνθρωπου
ψυχης ενέρεια κατα λόγον). (EN I, viii, 1098a) 1
Así que, el bien del ser humano, que es lo que le proporciona la felicidad, se
consigue llevando a cabo la vida utilizando logos o de acuerdo con logos, y haciéndolo
con aretē, excelencia o virtud; o, de haber varias excelencias, de acuerdo con la mejor y
la más perfecta (το άνθρωπινον αγαθον ψυχης ενέργεια γίνεται κατ’ αρετην, ει δε πλίους
αι αρεταί κατα την αρίστεν και τελειοτάτην) (EN I, viii, 1098a).
Habiendo establecido que el bien del hombre consiste en la actividad del alma
conforme con logos y con excelencia o virtud, Aristóteles habla en más detalles de las
distintas virtudes del ser humano. Divide las virtudes en dos tipos básicos: virtud
intelectual (τας διανοητικάς – las dianoeticás) y virtud moral (τας ηθικάς – las eticás).
Esta división está basada en dos modos de llevar a cabo la capacidad de logos. Un modo
consiste en tener y ejercer logos directamente, el otro modo en dejarse llevar por u
obedecer a logos. Algunos ejemplos del primer tipo son sabiduría, inteligencia y
prudencia, mientras que algunos ejemplos del segundo son la templanza y la valentía
(luego consideraremos más ejemplos en detalles).
Una manera alterna de introducir esta división es hablando de las partes del alma,
pero aquí hay que tomar en cuenta de que el alma aquí no se refiere a algo físico concreto
como si fuera un órgano del cuerpo, sino que alma se refiere al principio de vida, a lo que
le da ánimo al ser humano. Puede hablarse de dos partes del alma: la parte de logos y la
parte sin logos, mayormente identificados en las traducciones como la parte racional y la
parte irracional del alma. Pero también puede hablarse de una división en tres: la parte
que se ocupa del aspecto vegetativo y nutritivo, la parte desiderativa o apetitiva de la cual
emanan los deseos, y la parte racional o de logos en el sentido propio. Según Aristóteles a
la parte que se ocupa del aspecto vegetativo y nutritivo no le corresponde una virtud
humana específica. Las virtudes morales están relacionadas con el aspecto desiderativo y
si se deja o no guiar por logos, mientras que las virtudes intelectuales son las excelencias
del aspecto de logos en el sentido estricto de la palabra.
Nota: La cuestión de si el alma tiene dos o tres partes y a qué parte pertenece el
aspecto desiderativo cuando sigue logos puede traer confusión. Para no caer en confusión
debemos recordarnos de lo que se acaba de enfatizar en cuanto a que el alma no debe
interpretarse como algo concreto, como un órgano físico, sino como el principio de vida,
el aspecto animador de vida. Además, debemos de tomar en cuenta seriamente lo que
dice Aristóteles sobre la precisión que puede esperarse en cada quehacer e indagación.
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Virtud moral
Las virtudes morales, como indica la palabra que se traduce aquí como «morales»,
«ηθικάς» (eticás), están relacionadas con el modo de ser o carácter de una persona. Según
Aristóteles, a diferencias de las virtudes intelectuales que son productos de la enseñanza,
las virtudes morales se adquieren por costumbre, por acostumbrase a realizar ciertas
acciones. Por ejemplo, uno se hace justo haciendo actos de justicia, temperante haciendo
actos de templanza, valiente haciendo actos de valentía, y así por el estilo. Aristóteles
hasta hace referencia a la conexión etimológica entre la palabra «eticás» y la palabra
«έθος» (etos) que significa costumbre, hábito, uso. Esto es un punto muy significativo
para el desarrollo de la ética porque asocia la virtud moral con el entrenamiento y
habituación, algo que se tiende a olvidarse más y más hoy día en nuestro sistema
educativo visto del punto de vista social. También es significativo porque sienta las bases
para poder hablar de ejemplares morales, de esas personas dignas de imitar porque
ejemplifican las virtudes. Repetidamente Aristóteles dice que el comportamiento virtuoso
es lo que haría un ser humano virtuoso o prudente en tal o cual circunstancia.
Pero ¿qué es lo que distingue esas costumbres que llamamos virtuosas? ¿En qué
sentido podemos decir que están de acorde con logos? Aristóteles nota que podemos
observar que las cosas humanas se debilitan o malogran tanto por exceso como por
defecto. Por ejemplo, tanto el comer excesivo como el comer muy poco resulta dañino a
la salud, o bien, tanto mucho ejercicio como poco ejercicio son perjudiciales para el
cuerpo. De forma análoga, tanto el que se enoja por todo y muy fácilmente como el que
no se enoja bajo ninguna circunstancia son percibidos como obrando mal, pues el primero
es irascible y el segundo es apático o flemático. Tanto uno como el otro trae problemas
para el diario vivir: uno porque siempre está enojándose con todo el mundo y formando
líos, y el segundo porque no se motiva por nada. O considere valentía: tanto el que tema
todo, el cobarde, como el que no tema nada, el temerario, son percibidos como obrando
mal. En el término medio se encuentra el buen camino. La virtud moral consiste en el
término medio, en poder escogerlo en cada circunstancia. Pero el término medio asociado
con la virtud moral no es sólo un asunto de aritmética. Si bien en toda cantidad continua
se puede distinguir lo más y lo menos y lo igual, y el término medio es lo que está entre
lo más y lo menos, en cuanto a los asuntos humanos hay que tomar en cuanta el ser
humano y las circunstancias particulares. Por ejemplo, consumir 4000 calorías (= 16,730
kilojulios) diarias generalmente se considera mucho para la persona promedio y consumir
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1000 calorías (4,184 kilojulios) muy poco, pero eso no quiere decir que lo correcto es el
promedio aritmético, o sea, 2500 calorías (7,960 kilojulios) diarias. Para una persona
delgada y con una vida de poca actividad física, 2500 calorías puede resultar demasiado.
Pero para un atleta profesional que está en constante actividad física, 2500 resultaría muy
poco; para ésta persona lo mas probable es que las 4000 calorías diarias o hasta más no
sean excesivas. Para Aristóteles, entonces, hay que considerar el término medio en
relación a la circunstancia, en relación a nosotros. La virtud moral consiste en la posición
media en relación a nosotros.
No se considera virtuosa a la persona que escoja el término medio por casualidad.
La persona virtuosa tiene que tener una disposición análogo al hacer el acto, pues es
menester que tenga conocimiento de lo que está haciendo, que proceda por elección, que
la elección sea por los actos mismos, y que actúe en base de una disposición firme e
incambiable. Las virtudes morales no consisten ni de pasiones ni de capacidades o
facultades. El deseo, la cólera, el temor, la audacia, la envidia, la alegría, el odio, etc. se
consideran pasiones, y obviamente tenemos la capacidad o facultad de sentirlos. La
virtud, sin embargo, trata de nuestra disposición o carácter con respecto al cual actuamos
o nos comportamos en vista de las pasiones. Así que se puede definir formalmente la
virtud moral del siguiente modo: una disposición de carácter que prefiere y escoge
intencionalmente la posición media con respecto a nosotros, en acorde con logos y como
lo determinaría el hombre prudente.
Como ya vimos, basándose en dos modos distintos que tiene el ser humano de
cómo relacionarse con la capacidad de logos, Aristóteles divide las virtudes en dos tipos
básicos: virtud moral y virtud intelectual. Virtud moral consiste en obedecer o guiarse por
logos en conducir la vida. La virtud intelectual consiste en el ejercicio directo de la
capacidad de logos. Aristóteles especifica cinco tipos principales de virtud intelectual:
arte o técnica (τέχνη - techne)
prudencia (φρονησις - fronesis)
ciencia o conocimiento científico (επιστήμη - episteme)
inteligencia (ηους - nous)
sabiduría (σοφία - sofía)
La vida contemplativa