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Renato D. Alarcón **
* Conferencia dictada con motivo del 25o. Aniversario del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, México, DF., septiembre 26, 2003.
** Profesor de Psiquiatría, Mayo Clinic College of Medicine; Director Médico, Mayo Psychiatry and Psychology Treatment Center, Rochester,
Minnesota, Estados Unidos.
Psicoterapia. Para muchos educadores, la psicoterapia La respuesta a esta pregunta parecería ser simple. De-
continúa siendo la actividad que otorga una definida y ben enseñar ciertamente psiquiatras, otros profesiona-
distintiva identidad profesional al psiquiatra. De he- les de la salud mental, médicos no psiquiatras con inte-
cho, tal parece ser también todavía la razón subyacente rés en el trabajo conjunto y multidisciplinario; los resi-
a la elección de la especialidad por parte de la mayoría dentes mismos, en función de su experiencia y avance
de jóvenes graduados de escuelas de medicina que ac- en el programa participarán en la enseñanza a sus cole-
ceden a programas de residentado, aun cuando este gas más jóvenes y a estudiantes de medicina que rotan
parámetro parece estar disminuyendo en los dos últi- en psiquiatría (Tharyan y cols, 2001; Hafler, 2003;
mos años. Hebert y cols., 2003). Puede (y debe) invitarse también
En los Estados Unidos, la significativa declinación a otros profesionales cuya actividad se vincula con la
del psicoanálisis y la emergencia de varias otras escue- salud mental y la psiquiatría (juristas, científicos socia-
las o técnicas psicoterapéuticas, ha conducido a una les, miembros del clero, investigadores), así como a
reformulación de los tipos de psicoterapia que deben políticos, activistas, pacientes recuperados. El
enseñarse en programas de adiestramiento; esta curriculum debe incluir entrenamiento y práctica en
reformulación es a la vez una toma de posición de colaboración multidisciplinaria, crear modelos de tra-
numerosos sectores de la comunidad docente de la tamiento interdisciplinario. Es obvio, sin embargo, que
psiquiatría norteamericana para “rescatar” la vigencia deberá existir en cada centro de adiestramiento un
de la psicoterapia en los programas y su manejo por núcleo de docentes genuinamente interesado en la ac-
psiquiatras y no por el grupo mayoritario de psicólo- tividad, experimentado y capaz, con tiempo suficiente
gos (Bagwell, 1999). Las destrezas psicoterapéuticas para el desarrollo de su labor y, deseablemente, bien
del psiquiatra graduado en Estados Unidos deberán remunerado. Y es precisamente aquí donde radica el
incluir entonces entrenamiento certificado en psicote- problema y lo que hace dificil el responder rápida-
rapia dinámica, cognitivo-conductual, de apoyo, bre- mente a la pregunta y pasar al siguiente tópico.
ve y “combinada con farmacoterapia” (Mutha y cols., Parte de la crítica situación de la educación psiquiá-
2002; Ruiz, 2003). Por otro lado, junto con entrena- trica en el continente es la escasez de docentes y −digá-
miento en terapia asistida por computadora (para al- moslo de una vez− de una masa crítica de docentes
gunos la “revolución” del siglo XXI) (Jerant, 1999; bien capacitados. Hay excepciones, por cierto, y la ins-
Finfgeld, 1999), se deberá enseñar la psicoterapia “ba- titución en la que nos encontramos es una de ellas a lo
sada en la evidencia” (Henningsen y Rudolf, 2000; largo del continente. Pero, lamentablemente, las ex-
Crowley y cols., 2003) de una literatura científica cada cepciones no pueden mitigar la seriedad de la situa-
vez más convincente que obedece a los siguientes cri- ción. Más importante aún, en muchos países, es el he-
terios: diagnóstico cuidadoso de las condiciones a tra- cho de que muchos profesionales, con alta capacidad
tarse, validación de eficacia mediante ensayos clínicos y calidad docente, no tienen ni el tiempo ni el sosiego
controlados y especificación manualizada de la técnica necesario para participar en la tarea de manera consis-
y de los requisitos o credenciales de adiestramiento del tente. Su interés en la enseñanza se disipa −no sin pesar−
terapeuta (Vakoch y Strupp, 2000; Petry y Simcic, 2002). al conjuro de obligaciones y responsabilidades más
Estimo que en Latinoamérica estas condiciones se- elementales. La enseñanza, la preparación y el dictado
rían aceptables, pero al mismo tiempo debería aña- de clases, las rondas clínicas, la asistencia a las confe-
dirse una exposición sistemática del residente a técni- rencias o a la revisión de revistas, la supervisión en
cas locales o “folklóricas” (Seguin, 1979) orientadas psicoterapia (para no hablar de intereses en investiga-
más a su familiarización con símbolos, significados y ción) son sólo a veces elocuentes muestras de un au-
contextos en gruesos sectores de pacientes no nece- téntico “amor al arte” cuando no jalones dolorosos
sariamente vinculados a su práctica cotidiana. Después de una aspiración truncada.
de todo, aun en algunos programas norteamericanos ¿Qué hacer para mejorar esta situación? La primera
existen cursos de las llamadas “terapias complementa- tarea es la de identificar profesionales que hagan de la