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¿Eliminar las notas de la escuela?

Creado el 02/01/2011 - 05:00

Por Luis Jaime Cisneros

Gran discusión en Francia en las escuelas primarias. Discusión de los


maestros. Discusión de los padres. Silencio, por ahora, en los
muchachos, ignorantes en realidad de si pueden ser sujetos de enmienda.
¿De qué se trata? De las calificaciones. ¡Las notas! ¿Vale la pena
suprimirlas en primaria? Se oyen voces de protesta en varias direcciones.
“¡La maestra nos castiga con mala nota!”.

“¡Se burlan en clase de mi mamá cuando me entregan las notas!”. “¡Dice


la maestra que debo repetir el año!”. Que nos digan estas cosas en
clase, ciertamente, no es nada agradable cuando uno tiene once años. ¡Y
que se lo digan a los dos meses de iniciado el año escolar no anuncia
ciertamente buen manejo pedagógico del aula.

Más de diez mil estudiantes como este ha registrado la Fundación de


Estudiantes para la ciudad, creada en 1991 por tres estudiantes que
buscaban reducir la fractura social. Opiniones de psicopedagogos, de
maestros, se escuchan a fin de año y se renueva la conversación.

Hay dos primeros síntomas de que el alumno está avanzando en su


escuela primaria. Comprende y aprovecha lo comprendido, por lo que
puede aplicarlo espontáneamente. Sean números o letras, ese es el
ritmo. Por lo pronto, la discusión de esta calificación no cabe discutirla
con los padres de familia. En todo caso, la discutimos con el alumno,
como fruto de un análisis cordial de su rendimiento. ¿Calificamos este
rendimiento con números o con letras? Con letras no parece castigo sino
premio. Al interesar a los alumnos en el aprendizaje de cada uno
procuramos interesarnos en el mayor o menor aprovechamiento del grupo,
y los vamos entrenando para juzgar el rendimiento de uno y otros. No se
trata de ver quién logra más sino quién logra mejor: es cuestión de
esfuerzo personal. Aprobado o muy bien son, así, las primeras
calificaciones logradas con lo que se ha comprendido. Excelente es lo que
es fruto de la aplicación personal que el alumno hace de sus
conocimientos. Se califica en primer lugar esfuerzos y, más tarde,
resultados; y se va colaborando con la propia estima del estudiante.

Hacen bien los maestros primarios franceses en preocuparse por el tema.


Solo que no es tema inherente a la escuela primaria. Es un asunto que
interesa a todo nivel de estudios. Calificador y calificado deben estar
vivamente interesados en las razones y en los criterios con que se les
califica. No es cuestión exclusiva de los calificadores, ni lo es de los
calificados. Los calificadores (no lo olviden) son también clasificables y
calificables. A mí, como calificador, me interesa averiguar hasta dónde
he llegado a interesar en temas determinados a mis estudiantes y hasta
dónde he sabido movilizar su capacidad de búsqueda y de reflexión. Y
nada mejor que conversarlo con él, que puede revelarme, en esa
conversación, cuán apresurado estuve en solicitarle opinión sobre asuntos
que todavía no podía encarar. Por eso a mí no me interesan tanto las
notas de un solo alumno sino las de su salón, que me muestran el rasero
con que son medidos.

Cuando en la universidad uno descubre cuántos estudiantes han ido


superando lo aprendido y lo han recreado y perfeccionado hasta alcanzar
la maestría, sabe que en aquellas conversaciones sobre los trabajos
primeros se fue adquiriendo, conversación tras conversación, esa libertad
con que hoy se mueven los corazones.

Uno de los objetivos de la escuela primaria es preparar al estudiante


para apreciar y gozar su propia estima. Las notas constituyen un
importante elemento formador. Los especialistas franceses están
llamando hoy la atención sobre las notas en primaria

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