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Pablo Buchbinder (1998)

CAUDILLOS Y CAUDILLISMO: UNA PERSPECTIVA HISTORIOGRÁFICA

Hacia las primeras décadas del siglo pasado las cuestiones relativas al surgimiento de la autonomías provinciales, el
federalismo y el accionar de los caudillos fueron convirtiéndose en tema de central interés para los historiadores. Este énfasis
iba a cobrar nuevo impulso hacia fines de la década del 20. Probablemente, este creciente interés tuviera alguna vinculación
con los conflictos derivados de las numerosas intervenciones federales dispuestas por las autoridades nacionales en las
provincias. Las controversias históricas sobre el caudillismo conservaron una relación estrecha con las polémicas relativas al
funcionamiento del sistema federal. Éste ingresó en una profunda crisis en la primera década del siglo y, en particular, a
partir del ascenso del radicalismo al poder en 1916. La defensa del federalismo se articuló así con la de los valores de la
Constitución de 1853. Estos acontecimientos impulsaron la “revisión” de muchas de las ideas prevalecientes sobre el origen
del sistema federal y sobre los caudillos. De esta forma la cuestión del caudillismo iba a convertirse en uno de los principales
puntos de controversia historiográfica. El objetivo del trabajo es examinar la evolución de la imagen del rol y accionar de los
caudillos entre mediados del siglo XIX y principios del XX en ciertas vertientes de la historiografía argentina. Se procura
subrayar las líneas de una evolución cuyos rasgos centrales están dados por una progresiva revalorización del rol de los
caudillos y de su contribución a la conformación del ordenamiento constitucional argentino.

Las obras fundadoras

La cuestión del caudillismo se encuentra ya en los orígenes de la literatura política argentina. El punto de partida insoslayable
es el Facundo de D. F. Sarmiento. El análisis de la figura de Facundo se articulaba con una concepción que partía de la
dicotomía entre civilización y barbarie y de la contraposición entre el mundo rural y el de las ciudades. La peculiaridad
sobresaliente del trabajo de Sarmiento consistía en su articulación del proceso de surgimiento de los caudillos con un análisis
profundo del marco regional y social que le había dado origen. La óptica de Sarmiento privilegiaba entonces una perspectiva
que buscaba develar las raíces sociales del caudillismo que encontraba, por otra parte, en la descomposición del tejido social
posterior a las luchas por la independencia. Desde esta visión también se establecía una división tajante entre los actores
centrales del proceso revolucionario y los caudillos. Esta división constituiría uno de los elementos centrales de las
discusiones que en torno al fenómeno del caudillismo se establecería en la historiografía argentina. Poco más de diez años
después de la primera edición del Facundo apareció la primera versión de la Historia de Belgrano de Bartolomé Mitre. Esta
obra se insertaba en el marco de una colección de biografías, la llamada Galería de Celebridades Argentinas. Ésta era
concebida por Mitre no como una biografía, ni siquiera como una historia sino “…como un monumento erigido a nuestros
antepasados que consagraron su vida y sus afanes a la felicidad y gloria de la patria”. Sólo celebridades de este tipo eran para
Mitre acreedoras a la gratitud de sus descendientes. Estas figuras tenían su contrapartida en otras que, por sus valores y
acciones, no merecían el reconocimiento de aquellos. En esta lista quedaban incluidos prácticamente todos los caudillos
regionales de la primera mitad del siglo XIX. El primer juicio vertido por Mitre partía entonces de la clara contraposición
entre éstos y los héroes de las guerras revolucionarias. La obra de Mitre partía de la idea de la preexistencia de la Nación
Argentina a los estados provinciales. Esta ya estaba prefigurada desde los antiguos tiempos virreinales y a través de las
guerras suscitadas a partir de 1810 había cristalizado en un estado independiente. ¿En qué medida habían contribuido los
caudillos a las luchas por la independencia y a la configuración de un nuevo estado? ¿Era éste acaso un resultado exclusivo
de la acción del gobierno central con sede en Buenos Aires? En este sentido Mitre introduciría algunos matices en las
sucesivas reediciones de su obra. La carga negativa que afectaba al conjunto de los líderes provinciales, iba a concentrarse
gradualmente en la figura de José Artigas. El caudillo oriental era el prototipo del líder segregacionista. El cuestionamiento a
la figura de Artigas fue progresivamente acompañado de una clara revaloración de los otros dos principales líderes del
Litoral, Estanislao López y Francisco Ramírez. Quizás la principal razón de este cambio estribaba en la necesidad de no
construir una historia excesivamente porteña, incorporando así el aporte provincial al proceso de conformación de la Nación.
El rotulo de “anarquista antinacionalista” que usaba Mitre para referirse a Artigas procuraba subrayar precisamente lo que
concebía como el propósito de apartarse del cuerpo de la Nación para seguir un camino distinto. A través de estos conceptos,
Mitre privilegiaba, en su análisis del caudillismo, las cuestiones relacionadas con el devenir y la evolución de la vida política

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y el estado. Pero de todos modos los condicionantes sociales ocupaban un lugar importante en la interpretación de Mitre. El
caudillismo era, para Mitre, un producto genuino de las sociedades provinciales. Tal como se habían expresado en la primera
mitad del siglo XIX los caudillos encarnaban las pasiones de las multitudes y eran reflejo de una “democracia bárbara” y
popular en su estado rudimentario. Destacaba que las nociones políticas que animaban a esas masas iban a convertirse en
principios fecundos de gobierno más adelante. Esta clara distinción con la que Mitre procuraba integrar al núcleo de los
caudillos litorales en el proceso de construcción de la nación, está ausente en otra de las obras considerada también fundadora
de la historiografía argentina y que conserva una óptica fuertemente porteñista: la de Vicente Fidel López. Éste privilegiaba
el rol de Buenos Aires en las luchas por la independencia y defendía con vehemencia las posiciones del gobierno central.
Frente a éste situaba al localismo provincial que calificaba de antinacional. La ligazón entre mundo rural y caudillismo era
señalada con la misma insistencia que en Mitre. También compartía una visión en la que la acción de los caudillos era
considerada en función de su contribución a la construcción de un nuevo estado. Para López los caudillos conformaban un
bloque homogéneo cuyas diferencias internas debían ser minimizadas siendo equiparados a delincuentes. El localismo era
así identificado con las tendencias que procuraban disolver la nación sin percibir allí, como lo había hecho Mitre, los
principios embrionarios de gobierno que cristalizarían en el ordenamiento constitucional de 1853.

La tradición escolar
Un repaso de la manualística escolar y académica revela la gran difusión que adquirieron, en torno a los caudillos, juicios
similares a los vertidos por López. Esta literatura escolar y didáctica asignó claramente el papel de villanos en la historia
política argentina del siglo XIX, a los caudillos. Esta imagen predominó entonces en muchos de los textos para la enseñanza
básica y también en obras de historia y derecho constitucional.

Los positivistas

En gran medida, estos trabajos remitían a las primitivas claves sarmientinas. En todo caso, había aquí un interés menor por
explorar la relación entre el surgimiento de los caudillos y la conformación del estado que por generar un nuevo marco que
privilegiase una explicación sociológica del caudillismo. Muchos de estos trabajos procuraron develar las raíces del
caudillismo en la peculiar evolución histórica rioplatense. Juan Álvarez insistió en las formas en que las decisiones de
política económica, desde 1810, habían afectado a los pueblos del interior, para explicar la popularidad de figuras como
Artigas o López Jordán. José María Ramos Mejía insistió en caracterizar al ascenso de los caudillos como fruto del
predominio de las masas rurales. Los interrogantes que inspiraban la obra de Ramos Mejía se referían al problema de las
bases sociales del caudillismo y a la relación entre el caudillo y las “multitudes” que constituían su sustento político. Éstas se
habían desarrollado en forma especial, sin contacto con la civilización de las ciudades, sin ninguna vinculación con el tipo
europeo eran resultado de la fusión de las antiguas tribus indígenas con “…gauchos mestizos…”. Sobre ellas se construía el
poder del caudillo basado en la supremacía derivada de la impresión que sobre ellas ejercía una determinada personalidad a
partir de su aspecto físico, su habilidad en el lazo, su vestimenta, etc. El elemento étnico era también el eje de la explicación
que adoptaba Lucas Ayarragaray. El caudillismo era para Ayarragaray una característica sustancial del régimen político
argentino, derivado, por otra parte, de la heterogeneidad de la estructura étnica, producto de la mestización de las razas
conquistadoras e indígenas.

Los constitucionalistas y la Nueva Escuela Histórica

En 1904 se publicó el Facundo de David Peña, obra que cumpliría un papel esencial en la “revisión” de las interpretaciones
dominantes sobre el tema. La imagen histórica de los caudillos se había configurado para Peña en base a prejuicios y rencores
que no resistían un riguroso análisis histórico. Peña encarnaba en Quiroga un conjunto de valores que consideraba positivos:
hidalguía, valor en la guerra, patriotismo. Pero uno de los aspectos esenciales de la obra de Peña radicaba en la asociación
estrecha que establecía entre los principios de organización política y constitucional sustentados por Quiroga y el orden
jurídico impuesto en la Argentina a partir de 1853. La obra de Peña introducía algunos de los ejes sobre los cuales a partir de
principios de siglo iban a revisarse determinados aspectos de las imágenes del caudillismo imperantes. La discusión iba a
desarrollarse en varias direcciones. Por un lado, a partir de una negación de la identidad entre barbarie y caudillismo, ligando

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así a los caudillos con los sectores cultos y urbanos de las provincias y, por otro, a partir de la insistencia en el aporte de los
líderes provinciales a las guerras de independencia y a la construcción del orden institucional argentino consolidado a partir
de 1853. Probablemente haya sido Juan A. González Calderón quien en forma más tajante se refirió a la personalidad de los
caudillos insistiendo en el carácter nacional de su acción y en el hecho de que habrían sido verdaderos transmisores de los
sentimientos y aspiraciones de los pueblos provinciales. No es casual que la aparición de estas obras se haya efectivizado en
un marco signado por la crisis del sistema federal de gobierno producida a fines del siglo XIX y principios del XX. En el caso
de Ravignani y otros constitucionalistas como González Calderón, el estudio y la reivindicación de los caudillos se articulaba
con una firme defensa de los principios políticos que habían inspirado el diseño de la Constitución de 1853. Emilio
Ravignani dedicó una parte importante de su obra al análisis de los vínculos interprovinciales y a las ideas constitucionales
de muchos de sus principales líderes. Incluso fue la figura de Artigas uno de los principales ejes de su interés historiográfico.
Su análisis de la acción del caudillo oriental es interesante ya que era considerado el prototipo del caudillo segregacionista.
Ravignani analizó el proyecto de Constitución para la Banda Oriental orientado por Artigas. De este análisis se desprendía
que Artigas había comprendido claramente el concepto de provincia y, a través de esta constitución, había desarrollado la
noción de autonomía local. Los caudillos habían, para Ravignani, sostenido ideas federales claramente compatibles con el
concepto de nación. Los caudillos, de acuerdo con esta concepción, no habían impulsado ideas segregacionistas sino de
autonomía provincial en un marco nacional. La defensa que elaboraba así Ravignani de la figura de los líderes provinciales
no apuntaba meramente a una cuestión de actitudes o valores morales en juego sino, fundamentalmente, a subrayar su
contribución esencial a la conformación del moderno estado argentino.

Los revisionistas

El tema del caudillismo no fue central en el primer revisionismo, más preocupado, en todo caso, por generar una
interpretación en torno a las consecuencias provocadas por el vínculo anudado por la Argentina con Gran Bretaña o por la
reivindicación de la figura de Rosas. En realidad, las primeras interpretaciones que los revisionistas realizaban en torno a este
tema retomaban los argumentos vertidos por los historiadores de la Nueva Escuela Histórica. Manuel Gálvez negaba la
identificación entre barbarie y caudillismo. Ricardo Font Ezcurra atribuía la responsabilidad de las guerras civiles a los
gobiernos centrales con sede en Buenos Aires. Los mismos motivos retomaba Julio Irazusta en un artículo centrado en la
crisis política del año XX. En La historia falsificada, Ernesto Palacio criticó con particular énfasis la identificación del
caudillismo con la barbarie, propia de obras clásicas de la historiografía argentina y cuestionó el tratamiento de su accionar
en los libros de texto. Negaba también Palacio la dicotomía entre un conjunto de hombres capitalinos, conocedores de las
tendencias políticas modernas y un grupo de bárbaros caudillos provinciales. La inserción de éstos en la “burguesía decente y
afincada de las provincias” era un hecho indubitable. La imagen de los caudillos elaborada por los revisionistas no introducía
innovaciones significativas en relación a lo sostenido por los autores vinculados a la Nueva Escuela Histórica.

Conclusiones

Parece importante insistir en la existencia de diferentes objetos y ejes de indagación. Ciertas vertientes historiográficas
centraron sus análisis en las condiciones que hicieron posible la emergencia de un liderazgo político sustentado en las masas
rurales de la campaña. Esta interpretación se constituyó recuperando la dicotomía entre mundo urbano y rural como una
matriz esencial de análisis. No fue este tipo de preguntas, sin embargo, el que predominó en los análisis sobre la cuestión de
los caudillos en las obras históricas surgidas desde mediados del siglo XIX. En cambio, se privilegió la cuestión relativa al rol
de los caudillos en el proceso de construcción de un estado independiente y un nuevo orden institucional durante la primera
mitad del siglo XIX. También aquí se destacan la coexistencia de interpretaciones divergentes. Por un lado se configuró una
tradición que sustentó juicios fuertemente negativos, estableciendo una clara dicotomía entre los héroes de la revolución y los
caudillos de la etapa posindependentista. Es notable la fuerza de esta interpretación ya que gran parte de las polémicas
historiográficas sobre el tema la tienen como referencia central. Pero, en realidad, estas interpretaciones tan negativas sobre
el rol de los caudillos fueron matizadas e incluso recusadas mucho antes del surgimiento del llamado “revisionismo
histórico”. En este sentido también es importante subrayar cómo interpretaciones notablemente contrapuestas circulaban en
los medios académicos y culturales de la Argentina desde principios de siglo. Los amplios márgenes del pluralismo cultural

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imperantes por entonces favorecían esa coexistencia. Pero esta situación se iba a modificar a partir de los últimos años de la
década del ’30 cuando la creciente relevancia que el discurso histórico cobró en el debate político generó una nueva
sensibilidad ante la “revisión” de temas como el del caudillismo y su rol en la configuración del nuevo estado independiente.
De todas maneras, también en este caso, la perspectiva política e institucional en la interpretación del caudillismo pareció
fortalecerse desde las décadas del ’20 y el ’30, sobre las que privilegiaban un análisis de tipo sociológico, lo que revela como
las líneas y preguntas diseñadas a mediados del siglo anterior por Mitre y López seguían constituyendo una fuente central de
referencia en la discusión y las controversias historiográficas sobre el tema.

[Pablo Buchbinder, “Caudillos y caudillismo. Una perspectiva historiográfica”, en Noemí Goldman – Ricardo
Salvatore (compiladores), Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba, 2005
(1998), pp. 31-50]

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