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EL PAÍS, domingo 28 de diciembre de 2008 25

LA CUARTA PÁGINA OPINIÓN

La aventura colonial
PIEDRA DE TOQUE. Catorce naciones regalaron en 1885 un inmenso territorio al rey de los belgas, Leopoldo II.
Congo vivió un horror comparable al Holocausto, sin que haya recaído sobre el monarca ninguna sanción moral
Por MARIO VARGAS LLOSA

D
urante muchos siglos, la empresa investigaciones, estudios y publicaciones torio de más de un millón de millas cuadra- los que los caciques y jefes indígenas, que
colonial fue transparente: un país, sobre las condiciones de vida de las tribus das, es decir unas 80 veces el tamaño de no tenían idea de lo que firmaban, cedían
aprovechándose de su fuerza, inva- africanas que todavía practicaban el cani- Bélgica, para que “abriera ese territorio al la propiedad de sus tierras a la Asociación
día a otro más débil, se apoderaba de él y lo balismo y eran diezmadas por los trafican- comercio, aboliera la esclavitud y cristiani- Internacional del Congo, se comprometían
saqueaba. Nadie ponía en cuestión seme- tes árabes que, partiendo de la isla de Zan- zara a los salvajes”. No había un solo africa- a dar hombres para que trabajaran en las
jante estado de cosas porque se trataba de zíbar, practicaban la trata, y peroró sin tre- no presente en aquel Congreso y no hay un obras públicas que aquella institución em-
algo que se venía practicando desde la no- gua, en orquestadas manifestaciones públi- solo indicio de que alguien en Europa o prendiera —caminos, depósitos, puentes,
che de los tiempos y todos, colonizadores y cas, exigiendo a las grandes potencias que Estados Unidos —político, periodista o embarcaderos—, cargadores para transpor-
colonizados, aceptaban o se resignaban a tar los bultos y materiales, a proveerla de
esta cruda realidad como a una fatalidad brazos para la recolección del caucho y a
inevitable, consustancial a la historia. alimentar a los peones, funcionarios y sol-
El descubrimiento y conquista de Amé- dados y policías que vinieran a instalarse
rica por los europeos introduce una impor- en sus dominios. De manera que cuando
tante variante. Por primera vez y por razo- las grandes potencias le entregaron el Con-
nes religiosas el colonizador se interroga a go, Leopoldo II ya tenía en sus manos 450
sí mismo sobre la justicia de la empresa “tratados” en los que los congoleses legiti-
colonizadora y, en acalorados debates de maban mediante sus firmas aquella dona-
juristas y teólogos, se arma de razones, hu- ción y le entregaban sus vidas y haciendas.
manas y divinas, para justificar sus con- A diferencia de otras colonizaciones, en
quistas. Desde entonces, sin dejar de ser lo que los invadidos resistieron de alguna for-
que fue siempre, es decir, un acto de fuerza ma al colonizador y le infligieron algunos
y de rapiña, la colonización se atribuye a sí daños, en el Congo prácticamente no hubo
misma una misión evangelizadora y civili- resistencia. Los congoleses no tuvieron
zadora: desanimalizar a quienes viven en tiempo ni posibilidades de resistir a un sis-
estado feral y humanizarlos gracias al cris- tema que cayó sobre ellos —una miríada
tianismo y a la cultura occidental que de culturas y pueblos desconectados entre
aquél inspira. Para que este objetivo tenga sí— como una malla inflexible en la que
algún viso de realidad es imprescindible perdieron, desde el principio, toda libertad
establecer como un hecho indiscutible, de iniciativa y movimiento, y en el que fue-
científico, que el colonizado carece de los ron sometidos a una explotación inicua, las
conocimientos y luces indispensables para 24 horas del día, hasta su extinción. Los
juzgar por sí mismo lo que más le convie- castigos, para los recolectores que no entre-
ne, pues se trata de un ser desvalido y pri- gaban el mínimo exigido de látex, eran bru-
mario cuyos intereses y conveniencias son tales. Iban desde los chicotazos hasta las
mejor percibidos por la potencia que a par- mutilaciones de manos y pies —a las muje-
tir de ahora ejercerá sobre él la tutela colo- res y a los niños primero, y luego a los
nial, una forma de autoridad benévola. propios trabajadores— hasta el exterminio
Sin embargo, en el siglo XIX, las empre- de aldeas enteras, cuando se producían fu-
sas coloniales europeas en el África y el gas masivas o aquellas comunidades no
Asia olvidan casi este prurito de justifica- cumplían con la obligación de alimentar a
ción religiosa y moral e invaden y ocupan sus verdugos como éstos esperaban. Hace
territorios, que empiezan a explotar de in- un año que leo testimonios diversos —de
mediato, sin otra explicación que la necesi- misioneros, viajeros, aventureros o de los
dad de proveerse de materias primas, am- propios colonos— sobre estos años del Con-
pliar sus mercados o contrarrestar el creci- go y todavía no me cabe en la cabeza que
miento y poderío de los imperios rivales. fuera posible una monstruosidad tan
Cuando Hitler, en Mi lucha, explica que en atroz, un genocidio en cámara lenta seme-
el programa del Partido Nacional Socialis- jante, sin que el mundo llamado civilizado
ta figura en lugar prominente la adquisi- se diera por enterado. Cuando aparecen
ción, por las buenas o las malas, de colo- las primeras denuncias en Europa, por bo-
nias para instalar los excedentes demográ- ca de pastores bautistas norteamericanos,
ficos del pueblo alemán, no hace más que hay una incredulidad general. Y los plumí-
poner sobre papel lo que casi todas las feros alquilados por Leopoldo II actúan de
grandes potencias europeas habían venido inmediato en la prensa hundiendo en la
haciendo, cierto que sin decirlo con tanta ignominia a aquellos denunciantes y lle-
claridad, desde el siglo XV. vándolos ante los tribunales por calum-
La excepción era la pequeña Bélgica, fernando vicente nias.
país más bien reciente y, ay, sin colonias. Durante un cuarto de siglo por lo me-
Esta condición entristecía y desmoralizaba intelectual— se preguntara siquiera si era nos el Congo fue desangrado, esquilmado y
a su soberano, Leopoldo II, cuya energía, Leopoldo II convirtió aceptable que la suerte de ese inmenso destruido en una de las operaciones más
crueles que recuerde la historia, un horror
ambiciones y sobresaliente inteligencia país fuera decidida de este modo, por 14
desbordaban por los cuatro costados las Bélgica en una gran naciones advenedizas, sin que un solo con- sólo comparable al Holocausto. Pero, a dife-
fronteras del diminuto reino que le había potencia colonial sin golés hubiera sido siquiera consultado al rencia de lo ocurrido con el exterminio de
asignado la Providencia. Entonces, él, sin respecto. seis millones de judíos por el delirio racista
amilanarse, se dio maña para conseguir disparar un solo tiro Seguro de lo que iba a ocurrir en el y homicida de Hitler, ninguna sanción mo-
mediante la astucia, la paciencia, la intriga Congreso de Berlín, Leopoldo II ya se había ral comparable a la que pesa sobre los na-
y la diplomacia lo que los grandes países adelantado, desde un año antes, a operar zis ha recaído sobre Leopoldo II y sus crí-
colonizadores habían logrado a través de Hace un año que leo en el territorio que de la noche a la maña- menes, al que muchos europeos, no sólo
los ejércitos y la matanza. Por increíble testimonios y no me na lo convirtió en el amo de un formidable belgas, todavía recuerdan con nostalgia, co-
mo un estadista que, venciendo las limita-
que parezca, Leopoldo II convirtió a Bélgi- imperio. Para ello había contratado al céle-
ca en una gran potencia colonial sin dispa- cabe en la cabeza una bre explorador galés-norteamericano Hen- ciones que la historia y la geografía impuso
rar un solo tiro. monstruosidad tan atroz ry Morton Stanley, el primer europeo en a su país, hizo de Bélgica por unos años un
Para ello, primero, en un trabajo diligen- recorrer los varios miles de kilómetros del país imperial. La verdad es que detrás de la
te y genial que le tomó muchos años, se río Congo, desde sus nacientes, en el África behetría y las violencias en que se debate
fraguó una imagen de monarca humanita- intervinieran para poner fin a aquella la- Oriental, hasta su desembocadura en el At- todavía ese desdichado país se delinea la
rio, altruista, condolido por la suerte de los cra indigna que era el comercio de carne lántico. En una expedición que es una mez- mortífera sombra de ese emperador que
salvajes y paganos de este mundo, que se- humana en los mares del mundo. cla de grotesca pantomima cínica y proeza conquistó el Congo sin disparar un solo
dujo a la opinión pública de Europa y de La campaña dio el resultado que espera- etnológica y geográfica, entre 1884 y 1885, tiro y consiguió en menos de 20 años ani-
los Estados Unidos. Invirtiendo en ello el ba. En febrero de 1885, catorce naciones los expedicionarios enviados por Leopoldo quilar a por lo menos 10 millones de sus
dinero de su reino y el suyo propio, fundó reunidas en Berlín, y encabezadas por II recorrieron buena parte del Alto y Medio súbditos africanos.
asociaciones benéficas y centros para com- Gran Bretaña, Francia, Alemania y los Esta- Congo repartiendo cuentecillas de vidrios
batir la esclavitud que hacía estragos en el dos Unidos, le regalaron a Leopoldo II, a de colores y retazos de tela en 450 aldeas y © Mario Vargas Llosa, 2008.
África Occidental, costeó el viaje de misio- través de la Asociación que él había creado villorrios africanos y haciendo “firmar” © Derechos mundiales de prensa en todas las
neros a esas regiones bárbaras, impulsó para ello, todo el Congo, un inmenso terri- contratos —los llamaban “tratados”— en lenguas reservados a Diario EL PAÍS, SL, 2008.

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