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FUENTES DE LAS

OBLIGACIONES

Sebastián Nicolás Campos Micin


CARÁCTER EXCEPCIONAL DE LAS
OBLIGACIONES

En tanto una obligación importa una restricción a la libertad personal (pues el deudor
debe ejecutar una prestación aun en contra de su voluntad), se requiere un antecedente
que justifique su existencia.

De ahí que la regla general sea que las personas no estén obligadas, pues, mientras no
concurra un antecedente justificativo, no es legítimo que un particular exija a otro ningún
tipo de prestación.

Excepcionalmente, si concurre alguno de los antecedentes que contempla la ley, nace una
obligación.

Estos antecedentes justificativos se denominan fuentes de las obligaciones.

En consecuencia, las fuentes de las obligaciones pueden definirse como aquellos


antecedentes jurídicos que justifican la existencia de una obligación.
¿FUENTES O CAUSAS DE LAS OBLIGACIONES?

Desde un punto de vista lógico, la obligación requiere una causa eficiente, esto es, un
antecedente que la haya generado.

De ahí que en el derecho romano, en vez de hablar de fuentes, se hablase de causas de las
obligaciones.

No obstante, desde la perspectiva de la teoría del acto jurídico, la causa no se concibe


como el elemento generador de un efecto (causa-eficiente), sino como el motivo directo,
abstracto e invariable que induce a la celebración del acto jurídico (causa-final; teoría
clásica) o como el motivo indirecto, subjetivo y variable que induce a la celebración del
acto jurídico (causa-ocasional; teoría del móvil o motivo determinante).

De ahí que, a fin de evitar confusiones, hoy en día sea más propio hablar de fuentes de las
obligaciones.
BREVE RELACIÓN HISTÓRICA SOBRE EL DESARROLLO
DE LAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES.
Según entendía Gayo (jurista romano del siglo II D.C.), las obligaciones pueden nacer ya
“sea de un contrato (ex contractu), sea de un maleficio (ex delicto), sea por causa de
varias otras figuras (ex variis causarum figuris)" (Digesto, libro 44, título 7, ley 1
principium).

La enunciación propuesta por Gayo es bastante comprensiva, pues es una enunciación


abierta, sin ánimo de taxatividad. En efecto, si bien en la enunciación se contempla
expresamente al contrato y al delito, en la fórmula “por causa de varias otras figuras”
podrían comprenderse diversas fuentes, tales como el enriquecimiento injustificado, la
protección a la apariencia, la declaración unilateral de voluntad, etc.

No deja de ser curioso que una tesis tan antigua (pero sabia) sea replicada, con muy
pocas precisiones, por parte de códigos modernos. Así, por ejemplo, el Código Civil
italiano de 1942 establece que "las obligaciones derivan del contrato, del hecho ilícito, o
de todo otro acto o hecho idóneo para producirlas en conformidad al ordenamiento
jurídico" (artículo 1173).
No obstante, atendido el desarrollo del derecho romano hasta ese entonces, la
enunciación de Gayo presentaba un problema: ¿qué estatuto podía aplicarse
respecto a esas “varias otras figuras”?

En efecto, el contrato y el delito se encontraban suficientemente regulados, por lo


que existía claridad respecto al objeto, el alcance, el sujeto pasivo, y, en general,
la mayor parte de los aspectos de las obligaciones generadas por esas fuentes. En
otras palabras, existía un régimen jurídico aplicable, por lo que se hacía más fácil
determinar la estructura básica de la obligación y la forma de hacerla cumplir.

En cambio, la remisión a “varias otras figuras” quedaba, por así decirlo, “en el
aire”. No se sabía qué reglas aplicar a estas “varias otras figuras”, siendo difícil la
determinación de la estructura básica de la obligación y la forma en que ésta era
exigible.
Ante este problema, los romanos optaron por una solución simple y eficaz: se
distinguió si estas “varias otras figuras” constituían hechos lícitos o ilícitos. Si el
hecho era lícito, se aplicaban las reglas de los contratos; si el hecho era ilícito,
las de los delitos. Por eso se hablaba de obligaciones quasi ex contractu y quasi ex
delicto (Esta solución usualmente se atribuye a Justiniano).

En un principio, esta asimilación solamente tuvo por objeto determinar el


estatuto aplicable a las fuentes diversas al contrato y el delito. No obstante, con
posterioridad, en el Derecho Bizantino, las expresiones quasi ex contractu (como
o similar a un contrato) y quasi ex delicto (como o similar a un delito) se
vulgarizaron y modificaron por ex quasicontractu (cuasicontrato) y ex quasidelicto
(cuasidelito). De esta manera, comenzó a hablarse de cuasicontratos (ex
quasicontractu) o cuasidelitos (ex quasidelicto) como si fuesen categorías
autónomas, distinguibles de las demás.

Así las cosas, hasta ese momento de la historia, se reconocían cuatro fuentes: el
contrato, el cuasicontrato, el delito y el cuasidelito. Se desechó, en
consecuencia, la fuente residual propuesta por Gayo: “ex variis causarum figuris”
(por causa de varias otras figuras).
La clasificación cuatripartita (contrato, cuasicontrato, delito y cuasidelito) se
mantuvo incólume durante mucho tiempo. Recién en el siglo XVII la clasificación es
revisada y criticada por la Escuela del Derecho Natural Racionalista. Grocio postula
que las obligaciones pueden tener su fuente en un contrato o en la inequidad. A su
turno, la inequidad, que es un concepto tomado de Tomás de Aquino y de la Escuela
de Salamanca, puede ser de dos tipos: por un lado, puede estar causada por otra
persona, como ocurre en los hechos ilícitos; por el otro, puede estar causada por la
circunstancia de que, sin título alguno, se retenga algo que constituya o pueda
constituir un beneficio para quien retiene (enriquecimiento injustificado).

Más tarde, en el período de la codificación francesa, el autor más influyente fue


Pothier, quien siguió la clasificación cuatripartita (contrato, cuasicontrato, delito y
cuasidelito) y agregó la ley.

De esta manera, a la época de dictación del Código Civil francés la clasificación en


boga era entre contratos, cuasicontratos, delitos, cuasidelitos y ley. Esta es la
clasificación que hoy en día suele denominarse como “clasificación tradicional (o
clásica) de las fuentes de las obligaciones”.
FUENTES DE LAS OBLIGACIONES EN EL
CÓDIGO CIVIL CHILENO
Nuestro Código Civil regula esta materia en tres artículos, a saber: 578, 1437 y 2284.

Artículo 578: “derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de ciertas personas,
que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído las obligaciones correlativas...”

Artículo 1437 “Las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos o más personas,
como en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona que se obliga, como en
la aceptación de una herencia o legado y en todos los cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho
que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los delitos o cuasidelitos; ya por disposición de
la ley, como entre los padres e hijos de familia”.

Artículo 2284: “las obligaciones que se contraen sin convención, nacen o de la ley, o de un hecho
voluntario de una de las partes. Las que nacen de la ley se expresan en ella. Si el hecho de que nacen
es lícito, constituye un cuasicontrato. Si el hecho es ilícito, y cometido con la intención de dañar,
constituye un delito. Si el hecho es culpable, pero cometido sin la intención de dañar, constituye un
cuasidelito”.
Artículo 578: “derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de
ciertas personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han
contraído las obligaciones correlativas...”

Esta norma ha sido interpretada en dos sentidos:

a) Cierta parte de la doctrina (de la mano de Alessandri), en base a esta norma, ha


entendido que las fuentes son únicamente el contrato y la ley. Según esta
posición, la fórmula “hecho suyo” se referiría al contrato, mientras que “la sola
disposición de la ley” comprendería al cuasicontrato, delito y cuasidelito. Se
sostiene por esta doctrina que en el caso de los cuasicontratos, delitos y
cuasidelitos es la ley la que establece la obligación, determinando su objeto y
alcance, por lo que es irrelevante la voluntad del deudor. En cambio, el objeto y
alcance de las obligaciones contractuales está determinado justamente por la
voluntad de quienes las contraen. Por ende, se interpreta la expresión “hecho
suyo” como hecho ejecutado con la voluntad de obligarse.
b) Otros (por ej, Abeliuk) han interpretado la fórmula “hecho suyo” como referida a
todo hecho personal que tenga la aptitud de producir obligaciones, sea o no
ejecutado con la voluntad de quedar obligado. De esta manera, se comprendería
en esta fórmula a los contratos, los cuasicontratos, los delitos y los cuasidelitos.
Artículo 1437 “Las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos o
más personas, como en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la
persona que se obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos los
cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra
persona, como en los delitos o cuasidelitos; ya por disposición de la ley, como entre
los padres e hijos de familia”.

Esta es la norma fundamental en lo que respecta a la regulación de las fuentes de las


obligaciones. Según la lectura predominante, en el artículo 1437 se precisa que las
obligaciones pueden nacer de un contrato, de un cuasicontrato, de un delito, de un
cuasidelito o de la ley.

En otras palabras, esta norma recogería la clasificación clásica o tradicional (recordar


diapositivas anteriores).

En una interpretación diversa, Barrientos sostiene que Bello habría seguido


principalmente la obra de Savigny y que habría consagrado como fuentes el concurso
real de voluntades, el hecho voluntario de la persona que se obliga, el hecho que
infiere injuria o daño a otra persona y la ley. En opinión del autor, todas estas fuentes
o causas concretas pueden reconducirse a la voluntad, la que, a su turno, podría ser
general (en cuyo caso está expresada en la ley) o individual (como ocurre en las
convenciones y contratos, en el hecho lícito voluntario y en el hecho ilícito voluntario).
Artículo 2284: “las obligaciones que se contraen sin convención, nacen o de la ley,
o de un hecho voluntario de una de las partes. Las que nacen de la ley se expresan
en ella. Si el hecho de que nacen es lícito, constituye un cuasicontrato. Si el hecho
es ilícito, y cometido con la intención de dañar, constituye un delito. Si el hecho es
culpable, pero cometido sin la intención de dañar, constituye un cuasidelito”.

Esta norma, según la lectura tradicional, también distinguiría entre las cinco
fuentes tradicionales de las obligaciones: contrato, cuasicontrato, delito,
cuasidelito y ley. Por lo demás, la norma hace la misma distinción romana entre
hechos lícitos e ilícitos, para efectos de calificar a tales hechos como cuasicontratos
(hechos lícitos) o delitos y cuasidelitos (hechos ilícitos).

Además, la norma permite constatar la preeminencia que el Código le asigna al


contrato o convención como fuente de las obligaciones (pareciera distinguir entre
las obligaciones que nacen de convención y las que nacen de otras fuentes).
En definitiva, teniendo a la vista el artículo 22 inciso 1 del Código Civil, todo
pareciera indicar que la intención de Bello fue recoger la clasificación tradicional
de las fuentes de las obligaciones.

Por lo demás, no es casual que el artículo 1437 sea la primera norma del libro IV,
denominado justamente “de las obligaciones en general y de los contratos”;
nuestro Código sigue un orden lógico, pues alberga un afán de sistematicidad y
coherencia entre todas sus normas.

Recordemos que la regla general es que las personas no se encuentren obligadas.


De ahí que el libro IV comience estableciendo precisamente cuáles son las fuentes
de las obligaciones (debe existir un antecedente jurídico que justifique la
existencia de una obligación).
CRÍTICAS A LA CLASIFICACIÓN TRADICIONAL

En doctrina, existen al menos tres críticas a la clasificación tradicional:

a) Contemplar a los cuasicontratos y los cuasidelitos como fuentes autónomas es una


deformación histórica, pues los romanos postulaban simplemente que ciertas
obligaciones nacían quasi ex contractu o quasi ex delicto. Como vimos, esta
asimilación se hacía para determinar el estatuto aplicable y no con el ánimo de
postular fuentes autónomas.
b) Según una opinión más o menos generalizada, las obligaciones nacen únicamente o
del contrato o de la ley (postura de Alessandri)
c) Por último, se agrega que clasificación tradicional es incompleta, pues no contempla
al enriquecimiento sin causa ni a la declaración unilateral de voluntad.
CRÍTICA DE ARTURO ALESSANDRI

Según Alessandri, si bien tradicionalmente las fuentes se clasifican en cinco (contrato,


cuasicontrato, delito, cuasidelito y ley), clasificación que recogería nuestro Código en el
artículo 1437, la verdad es que solamente existen dos fuentes: el contrato y la ley. Si bien
varios autores hablan del hecho voluntario y de la ley, lo cierto es que el contrato es la única
fuente en la que realmente la voluntad es determinante: en virtud del contrato, el deudor
efectivamente ha querido contraer una obligación (es la voluntad la que determina el objeto y
el alcance de la obligación; la ley solamente sanciona dicha voluntad y establece los límites de
la misma, esto es, el orden público y las buenas costumbres). En cambio, en los delitos,
cuasidelitos y cuasicontratos no es realmente la voluntad la que justifica el nacimiento de la
obligación; el deudor en estos casos no ha querido contraer la obligación, sino que ésta le ha
sido impuesta por la ley. El autor señala que en estos casos la ley ha establecido la existencia
de la obligación a fin de reparar una lesión injusta. En los delitos y cuasidelitos la lesión injusta
proviene de un hecho que ha causado daño, cometido culpable o intencionalmente En los
cuasicontratos, en cambio, la lesión injusta proviene de un enriquecimiento sin causa.
Alessandri completa su tesis señalando que las obligaciones estrictamente legales, es
decir, aquellas cuya fuente directa e inmediata es la ley (como la obligación de
alimentos), están basadas en consideraciones de orden público, anticipándose la ley
al acaecimiento de un hecho que causa daño; en sentido amplio, estas obligaciones se
imponen justamente para prevenir un daño o lesión mayor y no requieren el
acaecimiento de ningún hecho. Generalmente tienen lugar en el derecho de familia.
RÉPLICA A LA CRÍTICA DE ALESSANDRI

La doctrina ha reaccionado contra la tesis de Alessandri, arguyendo que ésta


presenta al menos tres falencias:

a) Es difícil sistematizar las obligaciones cuya fuente es la ley. Si solamente se


distingue entre obligaciones convencionales y legales, la ley como fuente sería
demasiado heterogénea.
b) Es una clasificación incompleta, pues no comprende a la declaración unilateral de
voluntad. Ésta no puede subsumirse en el contrato (pues todo contrato supone
consentimiento) ni en la ley (pues el objeto y alcance de una obligación que
emana de una declaración unilateral está determinado por la voluntad, no por la
ley).
c) Siguiendo la lógica de Alessandri, se podría aducir que la única fuente es la ley,
pues incluso en el caso de los contratos, es ésta la que los reconoce y les otorga
eficacia.
DEFENSA DE LA TESIS DE ALESSANDRI
a) Señalar que la ley es una fuente demasiado heterogénea, si bien es un argumento certero desde un punto de vista
lógico y teórico, la verdad es que pierde fuerza si se considera que la ley efectivamente regula de manera
meridianamente pormenorizada las obligaciones que surgen de un delito, de un cuasidelito y de un cuasicontrato;
en otras palabras, la ley dispone estatutos específicos para tales casos, por lo que sigue siendo consistente sostener
que es ella la que determina el objeto, alcance y extensión de esas obligaciones.
b) En cuanto a que la clasificación propuesta por Alessandri no comprende a la declaración unilateral de voluntad,
estamos de acuerdo. Creemos que ésta es quizá la crítica más poderosa a la tesis del autor. Con todo, esta crítica
presupone admitir a la declaración unilateral como una fuente de las obligaciones, tesis que, si bien compartimos,
no es pacífica en doctrina. De ahí que haya un sector de la doctrina que proponga una nueva clasificación entre
fuentes voluntarias y no voluntarias.
c) Decir que la única fuente de las obligaciones es la ley es un buen argumento lógico-formal, pero desde un punto de
vista sustantivo es sumamente impotente y vacío. Por lo demás, es falso que el criterio de Alessandri permita
alcanzar la conclusión de que la única fuente es la ley, pues él basa su distinción justamente en el rol que le cabe a
la voluntad en la determinación del contenido de la obligación. En consecuencia, su fundamentación es sustantiva,
no formal.
NUESTRA CRÍTICA A LA TESIS DE ALESSANDRI
Es impreciso (y en ciertas ocasiones falso) postular que en las obligaciones contractuales es la voluntad la que determina
el objeto, alcance y extensión de las obligaciones.

a) En los contratos por adhesión sólo una de las partes predispone el contenido del contrato, limitándose la otra a
aceptar el clausulado en bloque (adherir). No podría sostenerse (al menos no con fuerza) que es la voluntad del
adherente la que ha determinado el objeto y alcance de las obligaciones que contrae en virtud de ese contrato.
b) En los contratos dirigidos el legislador, por razones de orden público, no solamente limita la autonomía privada de las
partes, sino que derechamente establece un contenido mínimo irrenunciable e indisponible por las partes, de manera
que en estos contratos el rol que juega la voluntad está bastante restringido. Pareciera que en estos casos la
determinación del objeto y alcance de las obligaciones viene dado, en gran medida, por la ley, y sólo de manera
residual por la voluntad de las partes. Piénsese en las obligaciones que surgen como consecuencia del contrato de
trabajo.
c) En los contratos forzosos heterodoxos sencillamente no hay ejercicio alguno de la voluntad, por lo que en estos es
sólo la ley la que determina el objeto y alcance de las obligaciones. Los contratos forzosos heterodoxos son contratos
en que el vínculo jurídico entre las partes y el contenido de las obligaciones se determina de manera heterónoma por
el legislador. Por ejemplo, si un vehículo motorizado no está asegurado contra el riesgo de accidentes personales
señalados en la ley 18.490, queda gravado con prenda sin desplazamiento para responder de los daños personales y
materiales causados por un accidente de tránsito (la prenda sería el contrato forzoso heterodoxo).
OTRAS CLASIFICACIONES DE LAS FUENTES DE
LAS OBLIGACIONES
Como podrán imaginar, existen múltiples clasificaciones de las fuentes. Nosotros nos limitaremos a
exponer tres (además de la tradicional y la de Alessandri):

1) Fuentes voluntarias y fuentes no voluntarias:

Son fuentes voluntarias aquellas en que es precisamente la voluntad la que determina el objeto, alcance y
extensión de las obligaciones. Entre estas fuentes podemos encontrar al contrato y la declaración
unilateral de la voluntad.

A su vez, son fuentes no voluntarias aquellas en que la voluntad no determina el objeto, alcance y
extensión de las obligaciones. Entre estas fuentes encontramos al delito, el cuasidelito, el cuasicontrato y
el enriquecimiento sin causa.
2) Clasificación propuesta por Emilio Betti.

El autor sostiene que las obligaciones nacen ya sea por obra de la autonomía
privada o por obra de la ley.

En el caso de las obligaciones que nacen por obra de autonomía privada, la


voluntad tiene un rol determinante en lo que respecta al objeto, alcance y
extensión de las obligaciones. Están comprendidos en esta fuente el contrato y
la declaración unilateral de voluntad. También el autor comprende a la agencia
oficiosa.

Las obligaciones que nacen por obra de la ley las clasifica en:
a) aquellas que tienen por objeto restablecer el equilibrio patrimonial que ha
sido destruido por un acto carente de causa (enriquecimiento sin causa);
b) las que tienen por objeto reparar daños injustamente causados (delitos y
cuasidelitos);
c) y aquellas estrictamente legales, en que la ley liga una obligación a un cierto
estado de hecho o situación (por ej, obligación de alimentos)
3) Clasificación propuesta por Enrique Barros.

El autor sostiene que las obligaciones nacen por obra de:

a) la autonomía privada (contratos, declaración unilateral de voluntad). Como ya se ha


señalado tantas veces, en este caso la voluntad juega un rol preponderante, pues
determina el objeto, alcance y extensión de las obligaciones.
b) por hechos que causan daño (delitos, cuasidelitos, casos de responsabilidad
estricta). Se trata de situaciones en que ante hechos propios o ajenos que producen
daños se debe responder ante el perjudicado. En otras palabras, se trata de casos
de responsabilidad extracontractual.
c) por un enriquecimiento sin causa. En este caso surge una obligación restitutoria
tendiente a restablecer el equilibrio patrimonial.
d) por otros hechos jurídicos a los que la ley atribuye un efecto obligatorio. Esta es una
fuente residual, que comprende hechos que no caben en las categorías anteriores.
El típico ejemplo (ya tantas veces mencionado) es la obligación de dar alimentos en
favor de ciertas personas.
EL PROBLEMA DE LA MEDIATEZ O INMEDIATEZ DE LA
LEY EN LAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES
En principio, si una fuente distinta a la ley tiene la aptitud de generar obligaciones, esto es así justamente porque
la ley misma reconoce su eficacia. En consecuencia, la ley siempre desempeña un rol en la generación de las
obligaciones, incluso en aquellas que no son estrictamente legales. En este sentido, se discute si en el caso de las
obligaciones que no son estrictamente legales, la ley es su fuente mediata o inmediata.
Trasladada la cuestión a nuestro Código Civil, se discute cuál es el rol que desempeña la ley respecto a las
obligaciones que surgen de los contratos, cuasicontratos, delitos y cuasidelitos: ¿Es la ley la fuente mediata o
inmediata de esas obligaciones?
Quienes entienden que la ley es fuente mediata, señalan que ésta simplemente se limita a reconocer cuáles
hechos tienen la aptitud de generar obligaciones, de manera que una vez acontecido uno de estos hechos, es éste
el que sirve de fuente inmediata.
Por el contrario, quienes entienden que la ley es fuente inmediata argumentan que una vez que acontece uno de
los hechos previstos por la ley, es ésta la que genera la obligación. Según esta postura, los hechos previstos por la
ley serían las fuentes mediatas, pues la obligación surge en última instancia por disposición de la ley.
Con todo, más allá de lo bizantino de la discusión, nuestro Código Civil parece establecer que las obligaciones que
no son estrictamente legales derivan directamente del contrato, cuasicontrato, delito o cuasidelito. En efecto, el
artículo 1437 señala que “las obligaciones nacen”, lo que da a entender que la ley desempeña en estos casos
únicamente el rol de fuente mediata.
IMPORTANCIA DE DETERMINAR LA FUENTE DE
UNA OBLIGACIÓN

En nuestra opinión, determinar la fuente de una obligación es importante en un doble sentido:

a) Da cuenta de un antecedente jurídico que justifica la existencia de la obligación. Se debe


ser majadero en la idea de que si no concurre una fuente no hay obligación (las obligaciones
son excepcionales).
b) Permite determinar el estatuto jurídico aplicable a una obligación. Una vez determinada la
fuente, se deberá atender a la regulación que el legislador hace respecto a ella. Por
ejemplo, si la fuente es un contrato de compraventa, se deberá atender al título XXIII del
libro IV (denominado “de la compraventa”), ya que ahí existen un cúmulo de normas que
permiten precisar el contenido de las obligaciones que emanan de este contrato. Además,
más allá de las reglas propias de la compraventa, se debe atender también a las reglas
generales contenidas a lo largo de todo el libro IV (el título XII es particularmente
importante).
BREVE DESCRIPCIÓN DE LAS FUENTES
CLÁSICAS DE LAS OBLIGACIONES
EL CONTRATO: LA FUENTE FUNDAMENTAL DE
LAS OBLIGACIONES
Como señala Meza Barros, “la fuente normal y más fecunda de obligaciones es el contrato, esto es, el concierto de
voluntades encaminado a crearlas.”

De ahí que el Código, en su afán de sistematicidad y coherencia, defina contrato (art. 1438 CC) inmediatamente después
de establecer las fuentes de las obligaciones.

Técnicamente, el contrato es un acto jurídico bilateral que tiene por objeto crear derechos y obligaciones correlativas.

En este sentido, en una definición no exenta de críticas, el artículo 1438 señala que “contrato o convención es un acto
por el cual una parte se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa”.

Corolario de que es ésta la fuente fundamental de las obligaciones es que buena parte del Libro IV del Código Civil
clasifica a los contratos y regula pormenorizadamente a los más importantes.
EL CUASICONTRATO

Sin perjuicio de ser ésta la fuente más resistida y criticada en doctrina (las críticas que se
hacen a esta fuente las revisaremos oportunamente), a partir de la lectura del artículo
2284, puede definirse como un hecho voluntario, lícito, no convencional, que genera
obligaciones.

El artículo 2285 establece que “hay tres principales cuasicontratos: la agencia oficiosa, el
pago de lo no debido y la comunidad”. La disposición pone de manifiesto que, además de
los nombrados, existen otros cuasicontratos, como el depósito necesario de que se hace
cargo un incapaz (art. 2238).
DELITOS Y CUASIDELITOS

En atención a lo establecido en el artículo 2284, los delitos y cuasidelitos son, ante todo,
hechos ilícitos.

El delito es un hecho ilícito que causa daño, cometido con la intención positiva de dañar.

El cuasidelito es un hecho ilícito que causa daño en que, si bien no concurre una intención
positiva de dañar, existe negligencia.

En ambos casos, para que surja una obligación, se requiere que efectivamente el hecho
ilícito cause daño. Si no hay daño, no hay obligación.

La obligación que generan los delitos y cuasidelitos se denomina responsabilidad, y tiene


por objeto reparar los daños que hayan sido una consecuencia necesaria y directa del hecho
ilícito.
LA LEY COMO FUENTE DE LAS OBLIGACIONES

Siguiendo a Alessandri, son obligaciones estrictamente legales aquellas cuya fuente


directa e inmediata es la ley. Estas obligaciones están basadas en consideraciones
de orden público, anticipándose la ley al acaecimiento de un hecho que causa daño;
en sentido amplio, estas obligaciones se imponen justamente para prevenir un daño
o lesión mayor y no requieren el acaecimiento de ningún hecho. Generalmente
tienen lugar en el derecho de familia.

El ejemplo típico es la obligación que la ley atribuye a ciertas personas de dar


alimentos en favor de otras.

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