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OBLIGACIONES
En tanto una obligación importa una restricción a la libertad personal (pues el deudor
debe ejecutar una prestación aun en contra de su voluntad), se requiere un antecedente
que justifique su existencia.
De ahí que la regla general sea que las personas no estén obligadas, pues, mientras no
concurra un antecedente justificativo, no es legítimo que un particular exija a otro ningún
tipo de prestación.
Excepcionalmente, si concurre alguno de los antecedentes que contempla la ley, nace una
obligación.
Desde un punto de vista lógico, la obligación requiere una causa eficiente, esto es, un
antecedente que la haya generado.
De ahí que en el derecho romano, en vez de hablar de fuentes, se hablase de causas de las
obligaciones.
De ahí que, a fin de evitar confusiones, hoy en día sea más propio hablar de fuentes de las
obligaciones.
BREVE RELACIÓN HISTÓRICA SOBRE EL DESARROLLO
DE LAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES.
Según entendía Gayo (jurista romano del siglo II D.C.), las obligaciones pueden nacer ya
“sea de un contrato (ex contractu), sea de un maleficio (ex delicto), sea por causa de
varias otras figuras (ex variis causarum figuris)" (Digesto, libro 44, título 7, ley 1
principium).
No deja de ser curioso que una tesis tan antigua (pero sabia) sea replicada, con muy
pocas precisiones, por parte de códigos modernos. Así, por ejemplo, el Código Civil
italiano de 1942 establece que "las obligaciones derivan del contrato, del hecho ilícito, o
de todo otro acto o hecho idóneo para producirlas en conformidad al ordenamiento
jurídico" (artículo 1173).
No obstante, atendido el desarrollo del derecho romano hasta ese entonces, la
enunciación de Gayo presentaba un problema: ¿qué estatuto podía aplicarse
respecto a esas “varias otras figuras”?
En cambio, la remisión a “varias otras figuras” quedaba, por así decirlo, “en el
aire”. No se sabía qué reglas aplicar a estas “varias otras figuras”, siendo difícil la
determinación de la estructura básica de la obligación y la forma en que ésta era
exigible.
Ante este problema, los romanos optaron por una solución simple y eficaz: se
distinguió si estas “varias otras figuras” constituían hechos lícitos o ilícitos. Si el
hecho era lícito, se aplicaban las reglas de los contratos; si el hecho era ilícito,
las de los delitos. Por eso se hablaba de obligaciones quasi ex contractu y quasi ex
delicto (Esta solución usualmente se atribuye a Justiniano).
Así las cosas, hasta ese momento de la historia, se reconocían cuatro fuentes: el
contrato, el cuasicontrato, el delito y el cuasidelito. Se desechó, en
consecuencia, la fuente residual propuesta por Gayo: “ex variis causarum figuris”
(por causa de varias otras figuras).
La clasificación cuatripartita (contrato, cuasicontrato, delito y cuasidelito) se
mantuvo incólume durante mucho tiempo. Recién en el siglo XVII la clasificación es
revisada y criticada por la Escuela del Derecho Natural Racionalista. Grocio postula
que las obligaciones pueden tener su fuente en un contrato o en la inequidad. A su
turno, la inequidad, que es un concepto tomado de Tomás de Aquino y de la Escuela
de Salamanca, puede ser de dos tipos: por un lado, puede estar causada por otra
persona, como ocurre en los hechos ilícitos; por el otro, puede estar causada por la
circunstancia de que, sin título alguno, se retenga algo que constituya o pueda
constituir un beneficio para quien retiene (enriquecimiento injustificado).
Artículo 578: “derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de ciertas personas,
que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído las obligaciones correlativas...”
Artículo 1437 “Las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos o más personas,
como en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona que se obliga, como en
la aceptación de una herencia o legado y en todos los cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho
que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los delitos o cuasidelitos; ya por disposición de
la ley, como entre los padres e hijos de familia”.
Artículo 2284: “las obligaciones que se contraen sin convención, nacen o de la ley, o de un hecho
voluntario de una de las partes. Las que nacen de la ley se expresan en ella. Si el hecho de que nacen
es lícito, constituye un cuasicontrato. Si el hecho es ilícito, y cometido con la intención de dañar,
constituye un delito. Si el hecho es culpable, pero cometido sin la intención de dañar, constituye un
cuasidelito”.
Artículo 578: “derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de
ciertas personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han
contraído las obligaciones correlativas...”
Esta norma, según la lectura tradicional, también distinguiría entre las cinco
fuentes tradicionales de las obligaciones: contrato, cuasicontrato, delito,
cuasidelito y ley. Por lo demás, la norma hace la misma distinción romana entre
hechos lícitos e ilícitos, para efectos de calificar a tales hechos como cuasicontratos
(hechos lícitos) o delitos y cuasidelitos (hechos ilícitos).
Por lo demás, no es casual que el artículo 1437 sea la primera norma del libro IV,
denominado justamente “de las obligaciones en general y de los contratos”;
nuestro Código sigue un orden lógico, pues alberga un afán de sistematicidad y
coherencia entre todas sus normas.
a) En los contratos por adhesión sólo una de las partes predispone el contenido del contrato, limitándose la otra a
aceptar el clausulado en bloque (adherir). No podría sostenerse (al menos no con fuerza) que es la voluntad del
adherente la que ha determinado el objeto y alcance de las obligaciones que contrae en virtud de ese contrato.
b) En los contratos dirigidos el legislador, por razones de orden público, no solamente limita la autonomía privada de las
partes, sino que derechamente establece un contenido mínimo irrenunciable e indisponible por las partes, de manera
que en estos contratos el rol que juega la voluntad está bastante restringido. Pareciera que en estos casos la
determinación del objeto y alcance de las obligaciones viene dado, en gran medida, por la ley, y sólo de manera
residual por la voluntad de las partes. Piénsese en las obligaciones que surgen como consecuencia del contrato de
trabajo.
c) En los contratos forzosos heterodoxos sencillamente no hay ejercicio alguno de la voluntad, por lo que en estos es
sólo la ley la que determina el objeto y alcance de las obligaciones. Los contratos forzosos heterodoxos son contratos
en que el vínculo jurídico entre las partes y el contenido de las obligaciones se determina de manera heterónoma por
el legislador. Por ejemplo, si un vehículo motorizado no está asegurado contra el riesgo de accidentes personales
señalados en la ley 18.490, queda gravado con prenda sin desplazamiento para responder de los daños personales y
materiales causados por un accidente de tránsito (la prenda sería el contrato forzoso heterodoxo).
OTRAS CLASIFICACIONES DE LAS FUENTES DE
LAS OBLIGACIONES
Como podrán imaginar, existen múltiples clasificaciones de las fuentes. Nosotros nos limitaremos a
exponer tres (además de la tradicional y la de Alessandri):
Son fuentes voluntarias aquellas en que es precisamente la voluntad la que determina el objeto, alcance y
extensión de las obligaciones. Entre estas fuentes podemos encontrar al contrato y la declaración
unilateral de la voluntad.
A su vez, son fuentes no voluntarias aquellas en que la voluntad no determina el objeto, alcance y
extensión de las obligaciones. Entre estas fuentes encontramos al delito, el cuasidelito, el cuasicontrato y
el enriquecimiento sin causa.
2) Clasificación propuesta por Emilio Betti.
El autor sostiene que las obligaciones nacen ya sea por obra de la autonomía
privada o por obra de la ley.
Las obligaciones que nacen por obra de la ley las clasifica en:
a) aquellas que tienen por objeto restablecer el equilibrio patrimonial que ha
sido destruido por un acto carente de causa (enriquecimiento sin causa);
b) las que tienen por objeto reparar daños injustamente causados (delitos y
cuasidelitos);
c) y aquellas estrictamente legales, en que la ley liga una obligación a un cierto
estado de hecho o situación (por ej, obligación de alimentos)
3) Clasificación propuesta por Enrique Barros.
De ahí que el Código, en su afán de sistematicidad y coherencia, defina contrato (art. 1438 CC) inmediatamente después
de establecer las fuentes de las obligaciones.
Técnicamente, el contrato es un acto jurídico bilateral que tiene por objeto crear derechos y obligaciones correlativas.
En este sentido, en una definición no exenta de críticas, el artículo 1438 señala que “contrato o convención es un acto
por el cual una parte se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa”.
Corolario de que es ésta la fuente fundamental de las obligaciones es que buena parte del Libro IV del Código Civil
clasifica a los contratos y regula pormenorizadamente a los más importantes.
EL CUASICONTRATO
Sin perjuicio de ser ésta la fuente más resistida y criticada en doctrina (las críticas que se
hacen a esta fuente las revisaremos oportunamente), a partir de la lectura del artículo
2284, puede definirse como un hecho voluntario, lícito, no convencional, que genera
obligaciones.
El artículo 2285 establece que “hay tres principales cuasicontratos: la agencia oficiosa, el
pago de lo no debido y la comunidad”. La disposición pone de manifiesto que, además de
los nombrados, existen otros cuasicontratos, como el depósito necesario de que se hace
cargo un incapaz (art. 2238).
DELITOS Y CUASIDELITOS
En atención a lo establecido en el artículo 2284, los delitos y cuasidelitos son, ante todo,
hechos ilícitos.
El delito es un hecho ilícito que causa daño, cometido con la intención positiva de dañar.
El cuasidelito es un hecho ilícito que causa daño en que, si bien no concurre una intención
positiva de dañar, existe negligencia.
En ambos casos, para que surja una obligación, se requiere que efectivamente el hecho
ilícito cause daño. Si no hay daño, no hay obligación.