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DERECHO DE OBLIGACIONES

Profesor: Ricardo Aguilar


TEMA 2.- LAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES.

Cuando se habla de fuente desde el punto de vista jurídico se hace en un sentido


metafórico, porque en el lenguaje usual, fuente es el lugar por donde mana el agua.
No obstante, para el material de nuestro estudio, por fuente se entiende el origen o
causa de cualquier asunto. Así, “se denomina fuente de las obligaciones a aquellos
hechos jurídicos de los que éstas se originan o nacen; aquellos hechos a los que el
ordenamiento jurídico reconoce esta virtualidad vinculante” (LACRUZ BERDEJO
2003)

Nuestro Código civil establece en el art. 1831 C que “Las obligaciones nacen de la
ley o de hecho obligatorio que puede ser lícito o ilícito.

 Es un hecho obligatorio lícito el contrato y el cuasicontrato.


 Es un hecho obligatorio ilícito el delito y el cuasidelito.
 Las obligaciones que nacen de la ley, se expresan en ellas”.

Esta clasificación de las fuentes de las obligaciones obedece a la concepción


tradicional que la doctrina ha planteado. Tiene su germen en un texto propio del
Derecho romano, en el que GAYO derivaba todas las obligaciones del contrato, del
delito y de otras varias causas de Derecho. El código italiano de 1865 siguiendo la
tendencia del Código francés añade la ley y de estos se inspira el Código español
para dejar sentado esta quíntuple clasificación de las fuentes (CASTÁN TOBEÑAS
1978)

En la actualidad tal clasificación ha sido objeto de severos cuestionamientos, por


ejemplo, se crítica la ausencia de toda referencia a los actos de última voluntad
como fuente de obligación, tal es el caso del testamento, se alega la falta de similitud
entre el contrato y cuasicontrato, se discute la separación entre delitos y cuasidelitos
(LACRUZ BERDEJO 2003).

Para solventar tal situación, se propone reducir las fuentes en dos: el negocio
jurídico y la ley; es decir, se restringe el origen de las obligaciones a dos categorías:
a) hechos consistentes en la libre manifestación de la voluntad que produce el
nacimiento del vínculo obligacional, como el contrato, cuando haya un acuerdo de
voluntades y el cuasicontrato cuando se carece de esa voluntad concertada, sino
que hay un simple declaración unilateral de voluntad (como el testamento): b) las
obligaciones derivadas de la ley se puede originar de causas muy disímiles, por
ejemplo, un hecho lesivo ilícito causa la obligación de reparar el daño; un hecho
lícito, cuyas consecuencias impliquen un enriquecimiento injusto de un patrimonio
a costa de otro patrimonio, cuyas consecuencias deben ser removidas como la
gestión de negocios ajenos, pago de lo indebido, el enriquecimiento injusto; así
como también las múltiples relaciones de Derecho familiar sucesorio o real que
generan un sinnúmero de obligaciones de hacer o no
hacer entre parientes, cónyuges, herederos, legatarios, propietarios colindantes,
copropietarios, etc (R. DE RUGGIERO).
El tema no es pacífico, aun reduciendo las fuentes de las obligaciones al negocio
jurídico (unilateral y bilateral) y la ley, para una postura aún más drástica, hay que
fundir las fuentes de todas las obligaciones en la ley. El jurista GRANDMOLIN
(1892) resulta ser un paradigmático exponente de esta línea de pensamiento ya
que sostiene que la ley y el contrato, desde un punto de vista tanto filosófico como
jurídico, se encuentran unificados bajo una misma concepción, por una parte la ley
es el reflejo de un acuerdo de voluntades de personas cuyo agrupamiento crea un
Estado; por otra parte, el contrato es ley entre las partes. En este sentido se
pregunta este autor ¿No es terminante y formal el art. 1134 del Code (francés) [que
corresponde al art. 1091 del Código Civil español y 1836 del Código civil
nicaragüense30]. Plantea el jurista AUBÍN (1897), que ley es un contrato público y
que el contrato es una ley privada.

Continuando con esta línea de pensamiento, el profesor FERRANDIS VIELA (1958)


describe los argumentos esgrimidos por quienes tienden a resaltar la
preponderancia de la ley, así explica el referido autor, “...muchos autores
entendieron que, en cierto sentido, todas las obligaciones son legales, ya que
solamente pueden ser invocadas en cuanto que hayan sido consagradas por la ley;
se dijo que también las obligaciones procedentes de los contratos serían legales,
pues si producen efectos es por orden del legislador, quien quiere que las
convenciones sean leyes entre quienes las celebraron. Y todavía recientemente se
ha afirmado que todas las obligaciones pueden ser consideradas como derivadas
de la ley, pues es la ley la que determina los efectos de los contratos, de los delitos,
de los cuasidelitos, etc.

Por otra parte, se afirma que las obligaciones no nacen de la ley sino de los hechos
que la ley cataloga como fuente generadora de obligaciones. En este sentido
expresa el catedrático de Derecho civil DE COSSÍO Y CORRAL: “… aunque dentro
de nuestro sistema positivo, la fuerza de las obligaciones ha de reconducirse
siempre, y en último término, a la ley, éstas no nacen nunca, como obligaciones
concretas e individualizadas directamente de ella, sino cuando se reduce un acto
específico que determina la aplicación de la norma general al caso concreto. Es
decir, que no es lo mismo decir que la ley tiene fuerza de obligar que afirmar que
las obligaciones nacen directamente de la ley: cuando la ley dice, por ejemplo, que
el comprador está obligado a pagar el precio, no afecta con esta obligación a todos
los ciudadanos, sino tan solo a aquellos que hayan celebrado un contrato de
compraventa, cuando determina que del acto ilícito surge la obligación de
indemnizar daños y perjuicios, no crea una obligación de indemnizar en la cabeza
de toda ciudadano, sino solamente en la de aquellos que hayan cometido un acto
delictual, de donde se sigue que las obligaciones no nacen directamente de la ley,
sino de los actos concretos lícitos o ilícitos que cada uno pueda haber realizado, en
cuanto la ley atribuye a tales actos y omisiones concretos una determinada
trascendencia jurídica (LACRUZ BERDEJO 2003).

Existen aún más posturas y nuevas clasificaciones, sin pretender agotarlas,


coincidimos con el jurista LACRUZ BERDEJO que la discusión es estéril y carece
de eficacia práctica. Lo único importante es saber cuándo la obligación es
verdaderamente tal por recibir protección del Derecho: la respuesta es
independiente de la posibilidad o no de incluir el deber el concreto en el marco de
una de las fuentes de la obligación enumeradas en el Código civil.

Concluimos entonces que las fuentes de las obligaciones consisten en aquellos


hechos jurídicos que la ley califica con la atribución de generar vínculos jurídicos.

2.1.- El planteamiento de las fuentes de las obligaciones en nuestro Código.

Al margen de la discusión anterior, como hemos visto, nuestra legislación civil


reconoce cinco fuentes de las obligaciones: la ley, el contrato, los cuasicontratos,
los delitos y cuasidelitos. Vamos a desarrollar cada una de estas fuentes.

2.1.1.- El contrato.

Se afirma, debido a su persistente aplicación, que el contrato es la principal fuente


de las obligaciones. Nuestro cuerpo codicial regula el contrato en Tomo II, Libro
Tercero: “De las obligaciones y contratos”, Titulo VII: “De los contratos” arts. 2435-
2505 C.

De esta manera el art. 2435 C define el contrato en los siguientes términos:


“Contrato es un acuerdo de dos o más personas, para constituir, regular o aclarar
entre las mismas un vínculo jurídico”.

El profesor ALBALADEJO (2002) define al contrato en un sentido estricto como un


“acuerdo de voluntades de dos o más partes por el que se crean, modifican o
extinguen obligaciones”

Es indiscutible la naturaleza del contrato como fuente generadora de obligaciones,


así, de acuerdo al art. 1836 C: “las obligaciones que nacen de los contratos, tienen
fuerza de ley entre las partes contratantes, y deben cumplirse al tenor de los
mismos”. Esta aptitud obligatoria de los contratos es recogida por el famoso adagio
romano Pacta sunt servanda (Los pactos han de observarse) ULPIANO.

2.1.2.- El cuasicontrato.

Además del contrato, existen otros hechos obligatorios lícitos: los cuasicontratos.
Nuestro Código civil en el Título VII, Libro III, Tomo II, le dedica a los cuasicontratos
el Capítulo V. El art. 2506 C los define de la siguiente manera: “El cuasicontrato es
un acto voluntario y lícito, del cual resulta una obligación respecto de un tercero o
una obligación recíproca entre las partes”. De este precepto se debe entender que
de un cuasicontrato resulta su autor obligado respecto de un tercero y a veces
resultan recíprocamente obligados los interesados.

A esta clase de obligaciones pertenecen, entre otras, la agencia oficiosa, la


administración de una cosa en común, la guarda voluntaria y el pago indebido” (art.
2507 C). Además de estos cuasicontratos, nuestra legislación agrega el depósito
necesario conforme al art, 3504 C: “El depósito necesario de que se hace cargo un
adulto que no tiene la libre administración de sus bienes, pero que está en su sana
razón, constituye un cuasicontrato que obliga al depositario sin la autorización de
su representante legal.

2.1.3.- Los delitos.

Entre los hechos obligatorios ilícitos, los delitos constituyen una fuente de
obligaciones, en este sentido dice el art. 121.1 del Código penal (Cp): “Toda persona
penalmente responsable de un delito o falta, lo es también civilmente si del hecho
se derivan daños y perjuicios…”. Hay que destacar que toda persona responsable
criminalmente lo es también civilmente, siempre y cuando exista un daño; si la
responsabilidad civil se define como la obligación de reparar el daño, entonces, este
elemento constituye su fundamento, tanto es así que algunos autores prefieren
hablar de Derecho de daños en vez de responsabilidad civil. De manera que si
ciertos comportamientos delictivos llevan aparejada una sanción penal pero no
causan ningún perjuicio o daño, desde el punto de vista civil, no hay ninguna
responsabilidad, por ejemplo, en los casos de tentativa de homicidio, tenencia ilegal
de armas, hay tipos delictivos pero sin ningún daño civil que reparar. Esto determina
que en vez de hablar de responsabilidad civil derivada del delito, tiene más precisión
técnica referirse a la responsabilidad civil derivada del daño ocasionado por un
delito, se le conoce también como responsabilidad delictual; en efecto, los delitos y
las faltas que ocasionan daños generan la obligación de restituir las cosas objeto de
delito y la obligación de indemnizar los daños y perjuicios (Art. 115 CP). Una
característica que diferencia a los delitos del los cuasidelitos, la encontramos en la
intencionalidad que surge en los primeros de causar el daño.

Art. 115 Cp: “Alcance.- La responsabilidad establecida en el artículo anterior


comprende:

a) La restitución; b) La reparación de los daños materiales o morales; o c) La


indemnización de perjuicios. Art. 116 Restitución.- Deberá restituirse, siempre que
sea posible, el mismo bien, con abono de los deterioros y menoscabos que el Juez
o Tribunal determinen. La restitución tendrá lugar aunque el bien se halle en poder
de tercero, dejando a salvo su derecho de repetición contra quien corresponda y,
en su caso, el de ser indemnizado por el responsable civil del delito o falta.

Esta disposición no es aplicable cuando el tercero haya adquirido el bien en la forma


y con los requisitos establecidos por las leyes para hacerlo irreivindicable.
Art. 117 Reparación del daño.- La reparación de los daños materiales o morales
consistirá en la obligación de dar, de hacer o de no hacer que el Juez o Tribunal
establecerá, en atención a su naturaleza y a las condiciones personales y
patrimoniales del culpable, y determinará si han de ser cumplidas por él mismo o
pueden ser ejecutadas a su costa.-

Art. 118 Indemnizaciones.- La indemnización de perjuicios materiales y morales


comprenderá no sólo los que se causaron al agraviado, sino también los que se
ocasionaron a sus familiares o a terceros.

2.1.4.- Los cuasidelitos.

Como decían antes, en los cuasidelitos no existe la intención (dolo) de causar el


daño, pero este se ocasiona por negligencia, es decir, por un comportamiento
descuidado sin la diligencia debida, por ejemplo, el inquilino descuidado que permite
que sus hijos manipulen sustancias inflamables y ocasionan un incendio.

2.1.5.- La ley.

Hemos visto que para muchos autores la ley es la única fuente mediata de todas las
obligaciones. El art. 1831.4 especifica que “Las obligaciones que nacen de la ley,
se expresan en ellas”. El carácter expreso de estas obligaciones se nota en el art.
1835 C: “Las obligaciones derivadas de la ley no se presumen. Sólo son exigibles
las expresamente determinadas en este Código o en las leyes especiales, y se
regirán por los preceptos de la ley que las hubiere establecido, y en lo que ésta no
hubiere previsto, por las disposiciones del presente Libro”.

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