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Nuestro Código civil establece en el art. 1831 C que “Las obligaciones nacen de la
ley o de hecho obligatorio que puede ser lícito o ilícito.
Para solventar tal situación, se propone reducir las fuentes en dos: el negocio
jurídico y la ley; es decir, se restringe el origen de las obligaciones a dos categorías:
a) hechos consistentes en la libre manifestación de la voluntad que produce el
nacimiento del vínculo obligacional, como el contrato, cuando haya un acuerdo de
voluntades y el cuasicontrato cuando se carece de esa voluntad concertada, sino
que hay un simple declaración unilateral de voluntad (como el testamento): b) las
obligaciones derivadas de la ley se puede originar de causas muy disímiles, por
ejemplo, un hecho lesivo ilícito causa la obligación de reparar el daño; un hecho
lícito, cuyas consecuencias impliquen un enriquecimiento injusto de un patrimonio
a costa de otro patrimonio, cuyas consecuencias deben ser removidas como la
gestión de negocios ajenos, pago de lo indebido, el enriquecimiento injusto; así
como también las múltiples relaciones de Derecho familiar sucesorio o real que
generan un sinnúmero de obligaciones de hacer o no
hacer entre parientes, cónyuges, herederos, legatarios, propietarios colindantes,
copropietarios, etc (R. DE RUGGIERO).
El tema no es pacífico, aun reduciendo las fuentes de las obligaciones al negocio
jurídico (unilateral y bilateral) y la ley, para una postura aún más drástica, hay que
fundir las fuentes de todas las obligaciones en la ley. El jurista GRANDMOLIN
(1892) resulta ser un paradigmático exponente de esta línea de pensamiento ya
que sostiene que la ley y el contrato, desde un punto de vista tanto filosófico como
jurídico, se encuentran unificados bajo una misma concepción, por una parte la ley
es el reflejo de un acuerdo de voluntades de personas cuyo agrupamiento crea un
Estado; por otra parte, el contrato es ley entre las partes. En este sentido se
pregunta este autor ¿No es terminante y formal el art. 1134 del Code (francés) [que
corresponde al art. 1091 del Código Civil español y 1836 del Código civil
nicaragüense30]. Plantea el jurista AUBÍN (1897), que ley es un contrato público y
que el contrato es una ley privada.
Por otra parte, se afirma que las obligaciones no nacen de la ley sino de los hechos
que la ley cataloga como fuente generadora de obligaciones. En este sentido
expresa el catedrático de Derecho civil DE COSSÍO Y CORRAL: “… aunque dentro
de nuestro sistema positivo, la fuerza de las obligaciones ha de reconducirse
siempre, y en último término, a la ley, éstas no nacen nunca, como obligaciones
concretas e individualizadas directamente de ella, sino cuando se reduce un acto
específico que determina la aplicación de la norma general al caso concreto. Es
decir, que no es lo mismo decir que la ley tiene fuerza de obligar que afirmar que
las obligaciones nacen directamente de la ley: cuando la ley dice, por ejemplo, que
el comprador está obligado a pagar el precio, no afecta con esta obligación a todos
los ciudadanos, sino tan solo a aquellos que hayan celebrado un contrato de
compraventa, cuando determina que del acto ilícito surge la obligación de
indemnizar daños y perjuicios, no crea una obligación de indemnizar en la cabeza
de toda ciudadano, sino solamente en la de aquellos que hayan cometido un acto
delictual, de donde se sigue que las obligaciones no nacen directamente de la ley,
sino de los actos concretos lícitos o ilícitos que cada uno pueda haber realizado, en
cuanto la ley atribuye a tales actos y omisiones concretos una determinada
trascendencia jurídica (LACRUZ BERDEJO 2003).
2.1.1.- El contrato.
2.1.2.- El cuasicontrato.
Además del contrato, existen otros hechos obligatorios lícitos: los cuasicontratos.
Nuestro Código civil en el Título VII, Libro III, Tomo II, le dedica a los cuasicontratos
el Capítulo V. El art. 2506 C los define de la siguiente manera: “El cuasicontrato es
un acto voluntario y lícito, del cual resulta una obligación respecto de un tercero o
una obligación recíproca entre las partes”. De este precepto se debe entender que
de un cuasicontrato resulta su autor obligado respecto de un tercero y a veces
resultan recíprocamente obligados los interesados.
Entre los hechos obligatorios ilícitos, los delitos constituyen una fuente de
obligaciones, en este sentido dice el art. 121.1 del Código penal (Cp): “Toda persona
penalmente responsable de un delito o falta, lo es también civilmente si del hecho
se derivan daños y perjuicios…”. Hay que destacar que toda persona responsable
criminalmente lo es también civilmente, siempre y cuando exista un daño; si la
responsabilidad civil se define como la obligación de reparar el daño, entonces, este
elemento constituye su fundamento, tanto es así que algunos autores prefieren
hablar de Derecho de daños en vez de responsabilidad civil. De manera que si
ciertos comportamientos delictivos llevan aparejada una sanción penal pero no
causan ningún perjuicio o daño, desde el punto de vista civil, no hay ninguna
responsabilidad, por ejemplo, en los casos de tentativa de homicidio, tenencia ilegal
de armas, hay tipos delictivos pero sin ningún daño civil que reparar. Esto determina
que en vez de hablar de responsabilidad civil derivada del delito, tiene más precisión
técnica referirse a la responsabilidad civil derivada del daño ocasionado por un
delito, se le conoce también como responsabilidad delictual; en efecto, los delitos y
las faltas que ocasionan daños generan la obligación de restituir las cosas objeto de
delito y la obligación de indemnizar los daños y perjuicios (Art. 115 CP). Una
característica que diferencia a los delitos del los cuasidelitos, la encontramos en la
intencionalidad que surge en los primeros de causar el daño.
2.1.5.- La ley.
Hemos visto que para muchos autores la ley es la única fuente mediata de todas las
obligaciones. El art. 1831.4 especifica que “Las obligaciones que nacen de la ley,
se expresan en ellas”. El carácter expreso de estas obligaciones se nota en el art.
1835 C: “Las obligaciones derivadas de la ley no se presumen. Sólo son exigibles
las expresamente determinadas en este Código o en las leyes especiales, y se
regirán por los preceptos de la ley que las hubiere establecido, y en lo que ésta no
hubiere previsto, por las disposiciones del presente Libro”.