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Elección de pruebas

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de-pruebas-i/

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• ¿Cuántas veces, a lo largo de nuestra vida, nos
hemos preguntado por qué nos suceden ciertas
cosas, por qué hemos nacido en un país y no en otro,
por qué vinimos al mundo en una determinada familia,
por qué nuestra salud es precaria o vigorosa, por qué
tenemos un aspecto físico concreto, por qué nuestra
capacidad intelectual es la que es y muchas más
cuestiones para las que aparentemente no hallamos
explicación?

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• Para los que conocemos el Espiritismo, estos
interrogantes quedan despejados al estudiar la
Doctrina, pero esto no deja de ser una mera
“comprensión” intelectual, todavía lejana en muchos
casos, de una verdadera asunción o aceptación de
estos hechos, lo que exige un auténtico trabajo interior
de reconsideración y por ende, una genuina reforma
moral.
• La “reforma moral” es el fin último para el que hemos
encarnado en este tosco planeta llamado Tierra.

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• Es necesario un cambio interno, metamorfosis
personal que ha de llevarnos a la verdadera
transformación de nuestro ser.
• Si a la pata intelectual no se le une la moral,
andaremos renqueantes por tiempo indefinido y así, es
verdaderamente difícil avanzar en el camino del
progreso.
• Las experiencias de vida o pruebas a las que nos
enfrentamos en la presente vida, son solo el desarrollo
de la “programación” efectuada con anterioridad a
nuestro retorno a la esfera carnal.
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• Una vez reintegrados a la esfera inmaterial y merced a la
intervención de los espíritus elevados, tomamos conciencia
de lo que hicimos en la anterior vida, de cuáles fueron
nuestros fallos y aciertos, qué aspectos desarrollamos y qué
otros abandonamos y cuáles deben ser las áreas sobre las
que deberemos trabajar especialmente en la siguiente
encarnación.
• He aquí entonces que se nos devuelve a la dimensión física
para que llevemos a cabo todo ese conjunto de tareas.
• Cualquiera que piense que los avatares de esta existencia
son azarosos, es que desconoce por completo cómo
funciona la ley de causa y efecto.
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• Somos tan dueños de nuestro destino como lo somos
de recibir los frutos de aquello que previamente hemos
sembrado.
• Como nuestro peregrinaje es infinito y el proceso de
crecimiento tan amplio, hay mucho tiempo para recoger
los efectos de aquello que en su día realizamos.
• A veces, esta “recolección” a la “plantación” realizada
con nuestros actos puede esperar a la siguiente vida.
• La superioridad moral y cognoscitiva de quienes nos
supervisan en la esfera espiritual, les lleva a “programar”
nuestro actual paso por la superficie terrenal con el
mayor de los esmeros.
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• La sabiduría divina está detrás de todas aquellas
pruebas por las que tenemos que atravesar en la
senda actual
• Puede ser la salud física que limita enormemente los
movimientos, además de implicar a las personas que
lo rodean.
• Las inquietudes intelectuales se intensifican, pero se
tendrá el mayor de los impedimentos al haber nacido
en una familia, región y circunstancias que lo único
que van a servir es de obstáculo para desarrollar las
facultades de erudición.
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• Ante este tipo de coyonturas, cabe adoptar dos posturas.
• Por un lado, la actitud de “rebelión” y se subleva ante el hecho de
tener que enfrentar unas circunstancias que ha propiciado con la
actuación en el pasado lejano.
• Cuanto menos acepto la situación que me viene dada, mayor
sufrimiento se genera en mi interior.
• La otra actitud es radicalmente diferente : en vez de resistir las
circunstancias adversas de la existencia, se aprovecha ese impulso
desafiante y se aprende la lección.
• Se acepta el desafío con menos quejas y mayor trabajo y
finalmente, lo que era todo un mapa de obstáculos, se convierte en
una auténtica contienda llena de retos de la que salgo victorioso.

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• Entonces, los efectos se muestran patentes: prueba
superada, avance seguro.
• Como vemos, la ley de causalidad (acción-reacción) se
presenta implacable a nuestro encuentro, a fin de que
no perdamos la memoria de que todo lo “cultivado” en el
pasado acaba por producir una “cosecha” de resultados
en el presente.
• ¿Acaso encontramos en el Universo una disposición
más justa y más imparcial que la concebida en el origen
de los tiempos por el Creador?

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• ¿Qué sería de nosotros si desde el principio no se nos hubiera
garantizado el equilibrio natural en todo, gracias a la sabiduría
infinita contenida en las leyes divinas?
• Incluso esas circunstancias aparentemente dificultosas, pueden
llegar a convertirse en improvisada palanca que nos conduce a
grandes y merecidos triunfos si es que se sabe gestionarlas.
• Pero las cosas pueden complicarse sobremanera si atendemos
también a otro tipo de situaciones que se observan a menudo.
• En este apartado, podríamos incluir a la persona que por
nacimiento, herencia o “fortuna”, recibe una gran cantidad de
“dones” que le facilitan supuestamente su actuación en la
dimensión de la materia en la que nos desenvolvemos.

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• Gente acaudalada desde su origen, sujetos que surgen
en una posición social de privilegio o simplemente, aquel
que nace con una inteligencia excepcional, vienen
también al mundo a crecer, a evolucionar.
• Estos no se nos proporcionan para esconderlos bajo
tierra sino para hacer buen uso de ellos y que den fruto.
• Cuanto más se te dé para la actual encarnación, más se
te va a exigir cuando abandones el envoltorio de la
carne.
• ¿Acaso alguien pensaba que esas facultades tan solo se
nos iban a entregar para el disfrute de los sentidos?
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• Somos libres para tomar decisiones pero si el objetivo
último es el progreso, no podemos perder el tiempo
dedicándonos al cultivo de las cosas más banales.
• Si desperdiciamos nuestros dones o si los utilizamos
para la obtención de fines contrarios a las leyes divinas,
el resultado es concluyente: estancamiento.
• Quizás aquí, atrapados por las formas materiales, no
nos demos cuenta. Sin embargo, más adelante y
liberado el espíritu de su prisión terrenal, podrá
examinar con atención lo realizado en el plano físico.

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• Serán momentos de exasperación consigo mismo, al
contemplar el alma la oportunidad dilapidada de
progreso.
El dolor causado por esta experiencia no puede ni
siquiera equipararse al peor de los suplicios soportados
en la vida terrenal.
La pregunta clave que nos hacemos ahora es si el
espíritu, antes de retornar a la materia, puede elegir sus
futuras pruebas. La respuesta es sí, aunque con
matices.

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• Si el alma no participara de esa “programación” que elabora
antes de descender a este plano, su facultad de libre albedrío
quedaría mermada y si existe una causa fundamental en el
desarrollo de la vida humana, es precisamente la capacidad
del sujeto para elegir.
• Sin asumir este concepto, nada tendría sentido, porque
resultaría no solo inútil sino también desesperanzador creer en
la fatalidad como auténtica conductora de nuestra existencia.
• Ahora bien, la facultad del espíritu para escoger las pruebas
que cruzará en la Tierra no es absoluta.
• Como en otros aspectos, no se trata de aplicar un criterio de
todo o nada sino de grado.

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• Acorde a la ley de causa y efecto, el alma precisa de una
serie de ajustes que no pueden ser eliminados o
ignorados.
• Tal es el caso de las expiaciones, coyunturas que muchos
deben atravesar de forma obligatoria para adecuar sus
parámetros evolutivos conforme a la legislación divina.
• Si el alma no participara de esa “programación” que
elabora antes de descender a este plano, su facultad de
libre albedrío quedaría mermada y si existe una causa
fundamental en el desarrollo de la vida humana, es
precisamente la capacidad del sujeto para elegir.

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• Existe una norma al respecto que es muy clara: a
mayor nivel de progreso del espíritu, mayor es la
capacidad que tiene para confeccionar su propia
programación
• El tipo y número de tribulaciones terrenales por las que
pasará. Si nos fijamos bien, este fenómeno tiene su
lógica y resulta comparable a las distintas etapas de la
vida humana.
• Un niño no posee la misma autonomía para tomar
decisiones respecto a su futuro que un adolescente y
este, menos que un adulto.
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• Pero incluso en el mundo de los mayores, no todos tienen
ni el mismo nivel intelectual ni el mismo desarrollo moral. De
aquí que los más avanzados, al contar con más “méritos”,
muestren mayor claridad a la hora de entrever el género de
pruebas que les corresponde en la próxima vida.
• ¿Y qué ocurre si el espíritu sucumbe o no supera las
pruebas que él mismo ha escogido?
• La posibilidad de reencarnar de manera ilimitada contesta a
esta pregunta.
• Las almas no retrogradan en su trayecto evolutivo, al igual
que el niño que ha aprendido a andar no olvida esta
habilidad jamás.
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• El término estancamiento, desde el punto de vista espiritual,
tiene un significado muy diferente al que se le otorga en el
plano físico.
• El alma, una vez errante, puede analizar con mucha mayor
lucidez tanto lo que ha realizado en la anterior encarnación
como la situación de su estado progresivo actual, una vez sin
la atadura orgánica.
• En la fase terrenal existe una gran preocupación por todo lo
que afecta a la propia subsistencia como la salud o la
economía, estos aspectos son apreciados por el
“desencarnado” desde un escalón más elevado, lo que aporta
al ser una mayor amplitud de miras y sobre todo, una mejor
comprensión del significado de la vida.
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• No evaluamos las cosas de la misma forma en libertad
como espíritus que “aprisionados” en la carne.
• Esta comparación puede asemejarse a la
contemplación de un paisaje desde el suelo o desde la
cima de una colina. En este último caso, la perspectiva
se amplifica y se logra una mejor visión del asunto,
que en nuestro caso, implica un entendimiento de por
qué estamos aquí y hacia dónde debemos dirigirnos.
• Esto es justamente lo que busca el espíritu al
proyectar su programación: enfrentarse a las pruebas
más convenientes que le sirvan para adelantar en su
progreso. Ni más ni menos.
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• Las expiaciones aunque provocan sufrimiento son
necesarias para reajustar los ciclos del alma.
• El espíritu tiene todavía un gran margen de mejora por
delante y fija una regla evidente: los errores han de corregirse.
• Si el espíritu no se inclina por enfrentar dichas
equivocaciones, Dios, en su infinita sabiduría y valiéndose de
sus colaboradores, determinará lo necesario para “rectificar”
las desviaciones de ese camino individualizado que todos
debemos recorrer.
• Tras la muerte física , al espíritu le son mostradas las
imágenes más relevantes de su anterior existencia, tanto las
que han contribuido a su progreso como las que lo han
demorado.
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• Este proceso implica también enseñar al sujeto los “rostros”
de todos aquellos seres implicados o afectados por sus actos.
• Una vez “actualizado” el pasado del individuo y comprobado
que este ha entendido la situación en la que se halla con
respecto a su senda evolutiva, nuestros queridos y sabios
hermanos (a los que denomino cariñosamente
“programadores”) se encargarán de ofrecerle al alma en
espera de “descender”, todo un conjunto de opciones entre
las que elegir para proseguir con su adelantamiento.
• Es el supremo instante de escoger las pruebas por las que
pasar una vez asociado a un nuevo cuerpo.

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• Es ahí cuando entra en acción la labor de consejo y guía
de los hermanos programadores, los cuales invitan a la
persona a seleccionar aquellas pruebas que dentro de un
amplio rango le sirvan para adelantar.
• Así es la jerarquía espiritual, atenta a los méritos de cada
cual, lo que permite a unos, aconsejar y a otros, ser
guiados.
• Qué grandiosa universidad de la vida en la que los
profesores más afamados tan solo lo son por sus
merecimientos, sirviendo de ejemplo a todos sus alumnos
y donde no hay lugar para el engaño o la injusticia.
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• Las opciones donde elegir, los campos de acción, son
tan numerosos que el alma, dentro de su libre albedrío,
puede escoger entre muchas coyunturas concretas
propicias para su avance, si son superadas y siempre
acordes al principio de acción-reacción.
• Cuando regresamos al mundo espiritual es cuando
“comprendemos” realmente el significado de nuestros
actos y las consecuencias que han supuesto sobre
nuestro crecimiento como almas en perpetuo desarrollo.

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Robert Schwartz explica en su libro El plan de tu alma

“Planeamos las dificultades de la vida, para nuestro propio


crecimiento personal o para el beneficio de toda la sociedad.
• Como almas, aprendemos mucho entre las
encarnaciones, pero asimilamos las lecciones más
profundamente en el plano físico.
• Aprender mientras estamos en espíritu es similar a un
trabajo de clase; la vida en la Tierra es el campo de estudio
en el que aplicamos, probamos, y perfeccionamos ese
conocimiento.
• Lo que se planifica , antes de volver a encarnar, son las
directrices generales, las líneas maestras que habrán de
orientar el guion de la película vital que vamos a
protagonizar y en la cual, curiosamente, somos el actor
principal.
• Todo ello, ateniéndose al escrupuloso respeto a la ley
de causa y efecto.

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Finalmente

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