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Elementos de Teoría Constitucional

Los elementos de teoría constitucional que estudiaremos son:

1. Jerarquía constitucional y efecto irradiatorio.


2. Constitucionalismo y democracia.
3. Interpretación constitucional.
Jerarquía constitucional y efecto irradiatorio
Jerarquía de la Constitución

Siguiendo a Kelsen, en la estructura piramidal del sistema jurídico las normas constitucionales se
encuentran en la parte superior. Puesto que de la Constitución deriva la validez de todas las normas
del sistema, toda antinomia entre cualquier norma y una norma constitucional se resuelve en favor de
esta última.

Como estudiaremos, hay otras normas no constitucionales que tienen al menos la misma jerarquía, ya
que también limitan la voluntad soberana: son las normas sobre derechos humanos establecidas en
tratados internacionales ratificados por Chile.

¿Qué es lo que se desprende, en cuanto política legislativa, de la jerarquía constitucional? ¿Qué


materias o regulaciones debiesen tener el honor de mirar desde arriba al resto del sistema?
Las normas constitucionales tienden (o deberían tender) a regular los aspectos más importantes de la
vida en sociedad (económicos, políticos, sociales, culturales, etc.). Esto, por cuanto van a prevalecer
sobre toda regulación legal y también, como veremos, porque son normas más rígidas y difíciles de
modificar. Son “políticas públicas permanentes”.

La gran pregunta es qué materias son las más importantes (o cual es su parte esencial) para ser
incluidas en la Constitución. En otras palabras, ¿existe un límite a la competencia de la potestad
constituyente?
Algunos ejemplos… (Constitución actual)
El artículo 9, relativo al terrorismo, contiene un conjunto de sanciones accesorias a la pena: “Los responsables
de estos delitos quedarán inhabilitados por el plazo de quince años para ejercer funciones o cargos públicos,
sean o no de elección popular, o de rector o director de establecimiento de educación, o para ejercer en ellos
funciones de enseñanza; para explotar un medio de comunicación social o ser director o administrador del
mismo, o para desempeñar en él funciones relacionadas con la emisión o difusión de opiniones o
informaciones; ni podrá ser dirigentes de organizaciones políticas o relacionadas con la educación o de carácter
vecinal, profesional, empresarial, sindical, estudiantil o gremial en general, durante dicho plazo.”.

El artículo 19 N° 6, luego de regular el derecho fundamental de libertad religiosa, señala que: “Los templos y
sus dependencias, destinados exclusivamente al servicio de un culto, estarán exentos de toda clase de
contribuciones”.

El artículo 19 N° 24, que regula el derecho de propiedad y las bases del juicio de expropiación, señala a
propósito de la necesidad de indemnizar que: “A falta de acuerdo, la indemnización deberá ser pagada en dinero
efectivo al contado”.
Algunos ejemplos… (Proyecto CC)

Artículo 29: “El Estado reconoce la neurodiversidad y garantiza a las personas neurodivergentes su derecho a
una vida autónoma, a desarrollar libremente su personalidad e identidad, a ejercer su capacidad jurídica y los
derechos reconocidos en esta Constitución y los tratados e instrumentos internacionales de derechos humanos
ratificados y vigentes en Chile”.

Artículo 81.1: “Toda persona tiene derecho, en su condición de consumidora o usuaria, a la libre elección, a la
información veraz, a no ser discriminada, a la seguridad, a la protección de su salud y el medioambiente, a la
reparación e indemnización adecuada y a la educación para el consumo responsable”

Artículo 90: “Toda persona tiene derecho a la educación digital, al desarrollo del conocimiento, pensamiento y
lenguaje tecnológico, así como a gozar de sus beneficios. El Estado asegura que toda persona pueda ejercer sus
derechos en los espacios digitales, para lo cual creará políticas públicas y financiará planes y programas
gratuitos con tal objeto.”.
Algunos ejemplos… (Derecho comparado)

Artículo 32 Constitución de España:


1. El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica.
2. La ley regulará las formas de matrimonio, la edad y capacidad para contraerlo, los derechos y deberes de los
cónyuges, las causas de separación y disolución y sus efectos.

Artículo 169 Constitución de Colombia:


“El título de las leyes deberá corresponder precisamente a su contenido, y a su texto precederá esta fórmula: ‘El
Congreso de Colombia, DECRETA’”
Algunos ejemplos… (Derecho comparado)

Artículo 93 Constitución de Argentina:


“Al tomar posesión de su cargo el presidente y vicepresidente prestarán juramento, en manos del presidente del
Senado y ante el Congreso reunido en Asamblea, respetando sus creencias religiosas, de: ‘desempeñar con
lealtad y patriotismo el cargo de presidente (o vicepresidente) de la Nación y observar y hacer observar
fielmente la Constitución de la Nación Argentina’”.

Artículo 56 Ley fundamental de Alemania:


“Al tomar posesión de su cargo, el Presidente Federal prestará ante los miembros reunidos del Bundestag y del
Bundesrat el siguiente juramento: «Juro consagrar mis fuerzas al bien del pueblo alemán, acrecentar su
bienestar, evitarle daños, salvaguardar y defender la Ley Fundamental y las leyes de la Federación, cumplir mis
deberes escrupulosamente y ser justo con todos. Que Dios me ayude». El juramento puede prestarse también
sin la invocación religiosa”.
En rigor, no existe un límite a la competencia de la potestad constituyente: toda materia es
susceptible de constitucionalizarse. El problema de las constituciones maximalistas (esto es, que
incluyen muchas materias propiamente legislativas en el texto constitucional), propias del
neoconstitucionalismo, es doble.

Por una parte, las normas constitucionales prevalecen jerárquicamente sobre toda otra norma, lo que
inhibe y restringe a la potestad legislativa.

Por otra parte, como veremos a continuación, las normas constitucionales irradian su contenido a
todo el sistema jurídico, lo que genera que todo juez rediriga su labor interpretativa a una
interpretación constitucional.
Efecto irradiatorio de la Constitución

En virtud de la vinculación directa de la Constitución, las normas constitucionales pueden y deben ser
directamente aplicadas por la judicatura.

Esto puede ser relativamente pacífico a propósito de las acciones constitucionales que cautelan
derechos fundamentales. Pero considerando que las normas constitucionales son directamente
aplicables, ¿qué ocurre (o debería ocurrir, en consecuencia con esta teoría) con el resto de acciones
judiciales (por ejemplo, acciones civiles o penales)?

El efecto de “irradiación” de la Constitución, desarrollado especialmente a partir del caso Lüth,


determina que todo el ordenamiento jurídico debe interpretarse y adecuarse a la Constitución,
cualquiera sea la sede procesal de su aplicación.
Caso Lüth (1958)

Veit Harlan fue un actor, productor y director de cine alemán, que


colaboró activamente con el ministro de propaganda Nazi Joseph
Goebbels. Sus películas tenían un fuerte componente antisemita.

Terminando la guerra, fue el único artista del Régimen Nazi en ser


procesado como criminal de guerra. Luego fue absuelto tras declarar que
se vio obligado a colaborar.

El año 1951 estrena su primera película posterior al nazismo,


Unsterbliche Geliebte.
Caso Lüth (1958)

Al estrenarse esta película, Eric Lüth, periodista, escritor y


activista por la paz y la reconciliación entre Alemania e Israel,
realizó un llamado público a boicotear la película (a los cines, que
no la exhibieran, y al público en general, que no concurriera a
verla) debido al oscuro pasado de Harlan.

Harlan demandó a Lüth por constituir sus acciones un delito civil


(en resumidas cuentas, el perjuicio económico que le significaba
al menos potencialmente el boicot). El tribunal de instancia le dio
la razón y condenó a Lüth aplicando una disposición del Código
Civil (artículo 826).
Caso Lüth (1958)

Sin embargo, el Tribunal Constitucional Federal invalidó la sentencia de primera instancia, señalando
que Lüth estaba legitimado a realizar el boicot.

El boicot calzaba exactamente con el tort del artículo 826, pero el tribunal estimó que junto al Código
Civil era aplicable una norma constitucional: la libertad de expresión de Lüth.

“Por mandato constitucional, el juez debe examinar si las prescripciones materiales de derecho civil
que tiene que aplicar están influenciadas iusfundamentalmente en la manera descrita; si tal es el caso,
entonces, en la interpretación y aplicación de estas prescripciones, tiene que tener en cuenta la
modificación del derecho privado que de aquí resulta”.
De acuerdo con este desarrollo, las normas constitucionales no son aplicables únicamente en sede
constitucional (protección, amparo, etc.), sino también en cualquier conflicto jurídico.

Todo juez (el juez civil, el penal, el tributario, el laboral, etc.) deben aplicar las normas
constitucionales pertinentes en algún caso sometido a su consideración.

Esto transforma el control de constitucionalidad concentrado (en el Tribunal Constitucional) en un


control difuso. ¿Por qué? Lo veremos a continuación…
Constitucionalismo y democracia
Cuando revisamos la tensión entre constitucionalismo y democracia, hay al menos cuatro
subelementos que distinguir:

1. Control de constitucionalidad.
2. Rigidez de la Constitución.
3. Cambio constitucional y poder constituyente (lo estudiaremos a propósito de la Constitución
chilena).
4. Constitución del pueblo vs. Constitución de los expertos.
El problema del control constitucional

Ya sabemos que desde Kelsen, para que las normas constitucionales se consideren normas jurídicas,
se requiere un órgano que las aplique, un Tribunal que determine cuándo las normas de rango inferior
están en contradicción con las normas constitucionales. Es el Tribunal Constitucional (en los sistemas
de la familia Romano-Germánica).

El Tribunal Constitucional realiza el control constitucional: si una norma de rango legal es contraria a
la Constitución, esa norma es eventualmente eliminada del Sistema Jurídico. Como estudiaremos más
adelante, el Tribunal Constitucional chileno, que tiene facultades muy amplias y polémicas en la
práctica constitucional, realiza cuatro tipos de control de constitucionalidad: un control preventivo
necesario, un control preventivo eventual, un control represivo con efectos particulares y un control
represivo con efectos generales.
En EE.UU., el control constitucional (llamado judicial review) es incluso anterior a Kelsen y tiene
características distintas. Es un control difuso que realiza toda la judicatura, y en última instancia la
Corte Suprema. Este judicial review surge a partir del precedente Marbury vs. Madison.

En Inglaterra, además del problema que significa no tener un texto constitucional único, sino muchas
normas dispersas que, por el derecho consuetudinario del Common Law, tradicionalmente se
reconocen en su conjunto como normas constitucionales, no existe judicial review. Producto del
principio de soberanía del Parlamento que surge en el Bill of Rights, no existe un órgano que pueda
invalidar leyes emanadas del Parlamento.
El sistema inglés (absolutamente excepcional, por cierto) nos llama la atención respecto de un
problema de filosofía política que surge con el control constitucional.

El Parlamento, o el Congreso en nuestro caso, representa la voluntad soberana: lo que el pueblo


democráticamente ha señalado debe ser una ley de la República.

Adicionalmente, existe un órgano conformado por miembros no electos democráticamente (sea el


Tribunal Constitucional o la Corte Suprema), que puede dejar sin efecto una ley que ya fue aprobada
por la voluntad soberana.

¿Cuál es el problema?
Aunque en principio, y siguiendo el paradigma kelseniano, pueda parecer razonable que las normas
legales no pueden contradecir la Constitución, y que debe haber un órgano encargado de ese control,
sucede que un órgano sin legitimidad democrática puede invalidar leyes democráticamente creadas.

Es lo que se llama el “poder contramayoritario” del Tribunal Constitucional.

En Chile el problema es aún más claro. Un ejemplo fue lo que ocurrió con la aprobación de ley que
autoriza el aborto en tres causales, que vulneró el paradigma kelseniano del Tribunal Constitucional
como “legislador negativo”. En la práctica, se ha dicho figuradamente, pero de manera
lamentablemente muy precisa, que el Tribunal Constitucional se ha transformado en una “tercera
cámara” legislativa, y a mayor abundamiento, sin legitimidad democrática.
El jurista neozelandés Jeremy Waldron ha sido uno de los
principales críticos del judicial review.

Señala Waldron que, además del problema de legitimidad


democrática de un Tribunal Constitucional y la vulneración
de la voluntad soberana popular ejercida por los
representantes (el Congreso o Parlamento), no hay buenas
razones para pensar que los jueces están mejor preparados
que los parlamentarios para argumentar o decidir en debates
o casos difíciles que involucran normas constitucionales
(pensemos en el aborto, la eutanasia o la pena de muerte).

Tampoco es cierto que los jueces están menos expuestos que


los parlamentarios a la presión de la opinión pública que
implica decidir estos casos difíciles.
Ahora podemos entender por qué el control de constitucionalidad concentrado se transforma en un
control difuso en virtud del efecto irradiatorio: todo juez pasa a realizar un control de
constitucionalidad al aplicar y preferir normas constitucionales o una interpretación favorable a dichas
normas.

El gran problema de nuestro sistema (y de todos los de la familia Europeo-Continental) es que, en


virtud del efecto relativo de las sentencias, no existe un órgano jurisdiccional que uniforme este
control difuso (como sí lo es la Corte Suprema de EE.UU.).
Rigidez de la Constitución

Ya mencionamos que, considerando que las normas constitucionales van a prevalecer sobre las legales
(y por lo mismo, son un límite a la voluntad soberana del poder legislativo), la técnica legislativa en
principio ideal es que el texto constitucional sea lo más breve posible, aunque esta necesidad también
se combina con el cuestionamiento por la rigidez de la Constitución, esto es, que tan difícil debe ser la
modificación de ésta en relación a la modificación legislativa común.

¿Qué tan rígida debe ser una Constitución? (Mientras más difícil de modificar sea, hablamos de
constituciones rígidas. Mientras más similar sea a la modificación legislativa, hablamos de
constituciones flexibles)
La Constitución actualmente vigente es rígida (2/3 y 3/5 + eventual intervención de la ciudadanía a
través de un plebiscito vinculante), aunque la rigidez constitucional no es excepcional en el derecho
comparado.

Como puede apreciarse, el problema del ejercicio de la potestad constituyente y su límite a la potestad
legislativa se relativiza cuando una Constitución es flexible, como la Constitución de 1925.

Por otra parte, la tensión de un texto constitucional rígido con la voluntad soberana tiende a generar,
paradójicamente, mayores reformas constitucionales. Esto es muy claro en el caso chileno al
comparar la Constitución de 1925 con la Constitución actualmente vigente.
Se discute acerca de la mejor opción para la rigidez constitucional.

La potestad constituyente toma decisiones normativas de tal importancia que su rigidez puede ser, en el
mejor de los casos, similar al mito de Ulises y las sirenas: evitar que una decisión futura permita la
llamada “tiranía de la mayoría”. Todo esto, naturalmente, en el contexto de una potestad constituyente
ejercida con legitimidad política.

Desde otro punto de vista, cuando una Constitución está redactada de una manera “fragmentaria”
(Böckenförde), esto es, dejando un gran margen de concretización a la potestad legislativa, no hay
razones para limitar aquellos principios sobre los que hay un acuerdo más o menos transversal.
Volveremos sobre este punto.
Las llamadas “cláusulas pétreas”

En algunos textos constitucionales comparados existen disposiciones constitucionales que no son sólo
rígidas, sino derechamente inmodificables.

En algunos casos las mismas constituciones declaran algunas disposiciones como inmodificables,
mientras que en otras los requisitos de modificación son tan inviables, que configuran una
imposibilidad práctica de modificación.

Éstas son las llamadas “cláusulas pétreas”, escritas “en piedra”.


Una cláusula pétrea de inviabilidad política era la contenida en el texto original de la Constitución
chilena de 1980, en su artículo 118 inciso final.

Para modificar las normas de los capítulos I (BI), VII (TC), X (FF.AA.) y XI (COSENA), además del
quórum de 2/3, se requería esperar a la renovación del Congreso en la elección siguiente para ratificar
la reforma, con el mismo quórum.

Afortunadamente, esta cláusula pétrea fue derogada en la reforma de 1990, lo que posibilitó todas las
reformas que se le han realizado a la Constitución hasta nuestros días.
Una cláusula pétrea directa es la del artículo 79.3 de la Grundgesetz:

“No está permitida ninguna modificación de la presente Ley Fundamental que afecte la organización
de la Federación en Länder, o el principio de la participación de los Länder en la legislación, o los
principios enunciados en los artículos 1 (dignidad humana y vinculación directa) y 20 (soberanía
popular y Estado de Derecho)”.

¿Es realmente inmodificable?


El mismo artículo 79.3 podría ser modificado de acuerdo a las reglas generales (2/3 votos del
Bundestag y del Bundesrat).

Considerando los procesos constituyentes revolucionarios y la paradoja recién explicada, en rigor no


existen normas inmodificables, ya que no hay una norma superior en el sistema.

(A propósito del proceso constituyente chileno de 2019-2022, estudiaremos una “cláusula pétrea
impropia” que tenía características muy curiosas: el artículo 135 inciso final)
Constitución del pueblo vs. Constitución de los expertos
Al igual que la potestad legislativa, el poder constituyente reside en el pueblo. Bruce Ackerman
señala que es -por excelencia- el momento en el que se pronuncia el pueblo (We, the People).

¿Quién debiese redactar una Constitución? ¿Quién debiese elegir la técnica legislativa para el texto
constitucional?

El debate sobre este punto se ha vuelto tendencia en los tres últimos procesos constituyentes. Muchos
han abogado por una composición lo más plural y popular posible, y excluyendo a los partidos
políticos del proceso, lo cual fue muy notorio en el proceso de 2019-2022.

Pero también hay muchas opiniones –respaldadas por encuestas de opinión pública- que prefieren que
la Constitución sea redactada por un “panel de expertos”.
El ideal democrático es que todo ciudadano pueda ser el representante del pueblo, sin más requisitos
que los básicos para ejercer los derechos políticos.

Pero también es efectivo que muchas regulaciones en la sociedad actual requieren la intervención de
expertos. Pensemos en el área tributaria, regulaciones energéticas, mercado financiero, entre otras
áreas. En muchos casos los expertos no sólo intervienen, sino que derechamente redactan las leyes
que luego votan los parlamentarios.

La gran pregunta es hasta que punto la Constitución participa de estas necesidades técnicas o es,
derechamente, un “Código político” en el que no debiesen intervenir expertos.
Interpretación de las disposiciones constitucionales
Como todo texto normativo, la Constitución es objeto de hermenéutica: debe ser interpretada.

No obstante, por sus especiales características, la interpretación constitucional tiene algunos


elementos particulares. Entre ellos, cabe destacar:

1. La “lectura moral” de la Constitución.


2. El carácter fragmentario de la Constitución.
3. La interpretación de la “Sociedad abierta”.

*Las disposiciones constitucionales relativas a derechos fundamentales tienen reglas de


interpretación aún más específicas, que revisaremos más adelante.
La “lectura moral” de la Constitución

Las normas constitucionales están


redactadas en términos amplios. Su
estructura no es la de las reglas, sino de
principios.

Las normas constitucionales están


llenas de los llamados “conceptos
esencialmente controvertidos”. Para
realizar una adecuada interpretación
jurídica de la constitución el juez no
puede meramente recurrir a los
“elementos tradicionales” de
interpretación, sino tomar una decisión
moral a propósito de cada concepto.
En otras palabras, la interpretación judicial de la Constitución debe ser una “lectura moral”. Esta
doctrina ha sido propugnada por el influyente Ronald Dworkin, de inspiración antipositivista.

La Constitución es un conjunto de principios morales que representan el universo valorativo de una


sociedad determinada. En virtud de esto, lo que diferencia a las normas morales de las normas
jurídicas es que las primeras evolucionan espontáneamente.

Pensemos, por ejemplo, en el concepto de “familia” del artículo 1° inciso 2° de nuestra Constitución.
¿Qué significa actualmente? ¿Qué significaba para los comisionados que redactaron el precepto?
¿Qué consecuencias se derivan de esto?
Además de las decisiones morales que muchas veces toma un juez, la Constitución está repleta, como
ya mencionamos, de conceptos éticamente densos o esencialmente controvertidos. Por ejemplo:

“Toda persona tiene derecho a la libre contratación y a la libre elección del trabajo con una justa
retribución” (art. 19 N° 16 inc. 2°).

“En ningún caso la ley podrá establecer tributos manifiestamente desproporcionados o injustos” (art.
19 N° 16 inc. 2°).

¿Es positivo que exista una “lectura moral” de la Constitución por parte de sus intérpretes?
El problema es que, si las normas constitucionales son directamente aplicables por los jueces, son
ellos quienes deciden cual es la “lectura moral” más adecuada: los jueces iluminados tienen el
“código secreto” del derecho y lo aplican a su antojo.

En otras palabras, pasamos del “Estado legislativo” al “Estado jurisdiccional”. El parlamento pasa a
ser una figura decorativa.
Carácter fragmentario de la
Constitución

Según Ernst Böckenförde, jurista alemán muy influyente en el


constitucionalismo, la Constitución tiene un “carácter
fragmentario”. La Constitución contiene “principios que
requieren el rellenado y concretización para ser realizables”.
Sólo fija “condiciones marco y reglas procedimentales para la
acción política”. La Constitución “no contiene ninguna regla
singular susceptible de ejecución en sentido judicial o
administrativo”.
Desde cierto punto de vista, la Constitución de un país es un marco para las políticas públicas.
Muchas normas constitucionales son directa o indirectamente programáticas. No obstante, las
políticas públicas debe definirlas el legislador.

Esto deja varias interrogantes. Por ejemplo: ¿qué ocurre cuando el legislador no ejecuta una política
pública programada en la Constitución?

Y lo más importante para efectos de la interpretación constitucional: ¿Qué ocurre cuando la ley que
ejecuta la política pública restringe o amplía en exceso la norma constitucional?
Un ejemplo muy interesante a nivel comparado: la Decimoctava Enmienda a la Constitución de
EE.UU. (1919), norma de rango constitucional, prohibió la venta y fabricación de alcohol en todos los
Estados de la Unión.

El texto de la enmienda señala: “After one year from the ratification of this article the manufacture,
sale, or transportation of intoxicating liquors within, the importation thereof into, or the exportation
thereof from the United States and all territory subject to the jurisdiction thereof for beverage
purposes is hereby prohibited” (“Un año después de la ratificación de este artículo quedará prohibida
la fabricación, venta, transporte, importación o exportación de licores intoxicantes dentro de los
Estados Unidos y de todos los territorios sometidos a su jurisdicción”).
El problema es que esta disposición constitucional no definía “licores intoxicantes”. La segunda
sección de la Enmienda facultaba al Congreso y a los Estados para concretizar la enmienda a través de
“legislación apropiada”

Esta “legislación apropiada” fue la Ley Volstead (llamada así por su impulsor, Andrew Volstead), que
definió “licor intoxicante” como “cualquier bebida con 0,5 grados de alcohol o más”.

La concretización de la norma constitucional terminó por radicalizar el contenido de la XVIII


Enmienda, ayudado por la estructura federal de EE.UU. y su forma de creación de las normas
constitucionales.
Interpretación de la sociedad
abierta
Peter Häberle señala que al ser la Constitución un producto
cultural, no puede quedar limitada por la interpretación de la
“sociedad cerrada” de los intérpretes constitucionales (los jueces),
sino sujeta al escrutinio de la “sociedad abierta”.
El problema es cómo puede en la práctica participar la “sociedad abierta” en los procesos judiciales
que involucran una interpretación constitucional.

La regla general, que estudiarán en derecho procesal, es que para actuar en juicio se requiere una
legitimación para participar en el proceso. Esa legitimación generalmente se traduce en un interés
pecuniario y una afectación directa a un derecho.

Si una persona o grupo de personas no tiene esa legitimación, por mucho que lo vaya a afectar el
resultado del juicio, no pueden participar en éste ni ser escuchados.
En algunos países, y especialmente en Cortes internacionales, existe una figura jurídica que permite
intervenir a personas o grupos que, no obstante no tener legitimidad para actuar en el juicio (esto es,
son terceros), igualmente pueden intervenir (y su intervención ser tomada en cuenta por el tribunal)
por tener un interés en la cuestión jurídica que se está discutiendo.

A esto se le conoce como Amicus curiae (“amigo de la curia”, es decir, “amigo del tribunal”).

Generalmente algunas ONG y Fundaciones actúan ante tribunales internacionales como Amicus
curiae, y su intervención, además de los alegatos orales, queda plasmada en un Amicus brief.
En Chile, el Amicus curiae no tiene una aplicación general. El único estatuto que lo contempla es el
de los procedimientos ante tribunales ambientales (Ley 20.600), en su artículo 19.

“El Tribunal dará a conocer la resolución que admite a tramitación la reclamación o la demanda por
daño ambiental mediante la publicación de un aviso en su sitio electrónico. El aviso deberá incluir los
datos necesarios para identificar la causa.
Dentro de los treinta días siguientes a la publicación de dicho aviso, cualquier persona, natural o
jurídica, que no sea parte en el proceso, que posea reconocida idoneidad técnica y profesional en
la materia objeto del asunto sometido al conocimiento del Tribunal Ambiental y que invoque la
protección de un interés público, podrá presentar, por escrito y con patrocinio de abogado, una
opinión con sus comentarios, observaciones o sugerencias.
[…]
La presentación de la opinión escrita no conferirá a quien la haya emitido la calidad de parte, ni le
otorgará ninguna posibilidad de actuación adicional en el proceso.”
En la práctica, ¿cómo se interpreta la Constitución en nuestro país?
Dentro de los elementos tradicionales de interpretación jurídica, son muy utilizados en la
interpretación constitucional:

1. El elemento teleológico.
2. El elemento histórico, manifestado en las actas de la “Comisión Ortúzar”.
El proyecto de nueva Constitución de la Convención Constitucional del proceso constituyente de
2019-2022 (en adelante, “Proyecto CC”) contenía 3 elementos especiales muy interesantes de
interpretación constitucional relativos a la actividad del Tribunal Constitucional: el principio de
deferencia al órgano legislativo, la presunción de constitucionalidad de la ley y la búsqueda de una
interpretación conforme con la Constitución.

La deferencia al legislador y la presunción de constitucionalidad están íntimamente relacionadas e


implican que el estándar para declarar una inconstitucionalidad es alto: hasta donde sea posible debe
respetarse la voluntad del legislador y quien quiera cuestionar la validez de esa voluntad tiene la
carga de la argumentación.

El último elemento, en tanto, funciona como una directiva secundaria de preferencia: ante dos
posibles interpretaciones para una disposición, debe preferirse aquella que sea compatible con el
texto constitucional.

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