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El hombre llamado a la comunión con

Dios
Gracia y pecado
El Catecismo que hemos citado vemos nos da la entrada a esta
sección:

el hombre “es capaz de conocerse, de poseerse y de darse


libremente y entrar en comunión con otras personas” (CEC 357),
ya que es imagen de Dios, y por tanto, es persona.
El hombre debe responder al llamado que le hace Dios (cfr.
CEC 357).

Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha.

Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al
Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces
vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas
a entrar para tomar posesión de ella.

Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante


otros dioses para servirlos, yo les anuncio hoy que ustedes se perderán
irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después
de cruzar el Jordán (Dt 30, 15-18).
El Pecado Original
La realidad del pecado es
una cuestión difícil de
abordar.

Presenta diversas
dificultades que en la época
actual se hacen
especialmente complejas:

¿Por qué nacemos afectados por el pecado de Adán?


¿Por qué un niño que nada ha hecho carga con un pecado que no es suyo?
¿Cómo se relaciona este pecado con mi pecado?
¿Qué relación tiene esto con la buena noticia del evangelio?

Daremos una mirada a esta realidad para indagar en el misterio del mal y la
inclinación al pecado que vemos en el hombre y es palpable en nuestra historia.
El Catecismo nos da un buen punto de partida al exponer la dificultad que
experimenta el hombre ante el misterio del mal.

Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas.

Sin embargo, nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los


males en la naturaleza —que aparecen como ligados a los límites
propios de las criaturas—, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De
dónde viene el mal? Quaerebam unde malum et non erat exitus
("Buscaba el origen del mal y no encontraba solución") dice san
Agustín (Confessiones, 7,7.11), y su propia búsqueda dolorosa sólo
encontrará salida en su conversión al Dios vivo.

Porque “el misterio [...] de la iniquidad” (2 Ts 2,7) sólo se esclarece a la


luz del “Misterio de la piedad” (1 Tm 3,16).

La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la


extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm 5,20) (CEC
385; cfr 387).
El Pecado en el AT
Lo que encontramos en el AT no es un pensamiento sistemático sobre el mal o
el pecado, sino una exposición de la experiencia de Israel que se encuentra en
su experiencia histórica con esta realidad.

No existe un término para definir el pecado en el AT. De hecho la multitud de


ellos hace ver la conciencia de pecado que tiene Israel. Varios son sacados de
la vida ordinaria.
Los términos principales son:

Hatta’: expresa una deficiencia. Por ejemplo fallar un objetivo (Jc 20,16); no
encontrar lo que se busca (Job 5,24), dar paso en falso (Pr 19,2). En sentido
moral, el término indica la transgresión de un uso, o regla establecida. (ej: Gn
20,9). En sentido religioso, denota la transgresión de una ley divina (Ex
9,27).

Awon: proviene de un verbo que significa cometer una injusticia en sentido


jurídico: el término indica una acción conciente contra la norma recta. Por
esto significa pecado (Sal 31,1; Mi 7,19; Is 65,7); culpa, estado de culpa: por
ej. el estado de culpa de los padres (Ex 20,5). A veces designa consecuencia del
pecado (Gn 4,13).

Pasa: indica rebelión contra un superior político (1R 12,19; 2R 8,20) y se


aplica a la rebelión contra Dios (Is 12 1,2; 50,5; Dt 1,26.43;Ez 5,6).
Con esto solo designamos los principales. Nos muestran que el pecado supone
una relación previa de amistad, fruto de la oferta libre de gracia y amor de Dios
al pueblo elegido. No es la mera transgresión de una ley externa. El decálogo
y el derecho en general tienen en Israel como función asegurar la fidelidad a
la alianza. La actitud del hombre frente a aquello es la obediencia y total
entrega.

El pecador es el que no escucha la voz de Dios, el que actúa contra la alianza y


contra la paz que es consecuencia de aquélla.

El pecado es ruptura con Dios y será ruptura con la comunidad pues es destrucción de
la armonía que en ella reina. El concepto de pecado en el AT implica necesariamente
una relación con la comunidad.

Al pecado sigue la “culpa”, aquella situación en que el pecador se coloca y a la que


inevitablemente arrastra a otros, de modo particular, aunque no único, a los
descendientes (cf. Ex 20,5; 34,7; Nm 18,18).
El sujeto primario de esta actitud es todo el pueblo de Dios, quien puede,
por la fidelidad, vivir y participar de la bendición y la paz.

De ellos participa el individuo en cuanto miembro de la colectividad.

La solidaridad no solo se encuentra en el mal, sino también en el bien. La


bendición de Abraham es para todos los pueblos (Gn 12, 3), la mediación de
Moisés es en beneficio de todo el pueblo (cf. Ex 32,10.14.30-32); el propio
pueblo de Israel tiene una función de mediación para todas las gentes (cf. Is
42,4; 45,18-25; 49,1ss; 55,3-5).
El origen del pecado
Todo este cuadro permite una constatación
fáctica del pecado que hace al autor bíblico
preguntarse sobre el origen del pecado y del
mal.

El relato de Gn 2-3 es fruto de esta reflexión.

No es una indagación histórica, sino una


reflexión teológica donde lo histórico juega un
rol esencial.

Su tema es la justicia y bondad de Dios, y el


Lo quedel
origen haymal.
al inicio es con
El tono unaque
relación de amistad
se desarrolla es y paz primordial con Dios en la
que fue constituido el hombre. La imagen del jardín, signo de la cercanía de Dios
sapiencial.
que pasea con la brisa de la tarde, es signo de una relación de intimidad.
Estado original: Dios es inocente
El estado original, nos interesa saber que
representa el estado del hombre creado en
amistad con Dios.
Significa que el hombre ha sido creado en
gracia, o en “santidad y justicia”, como afirma
Trento.

El hombre estuvo llamado a crecer en esta


amistad en gracia, de modo que el progreso en
esta gracia supone la respuesta del hombre
(libertad humana).
“Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre de comer del árbol
del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que comieres de él,
morirás sin  remedio" (Gn 2,17)” (CEC 396).

No sabemos si el hombre rechazo la gracia desde el primer momento, o


después; es importante que fue creado en gracia y no perseveró.

El crecimiento tiene su culminación en la unión con Cristo, que se da por


el don del misterio de la Encarnación.
El pecado original
Este estado de gracia en que el hombre ha
sido creado, se quebró por su pecado,
quedando éste en el estado actual que es el
de ‘hombre caído’.

La dificultad mayor viene cuando se debe


explicar la universalidad del efecto que
produce este primer pecado.

Aquella situación del comienzo es la que


llamamos “pecado original”.
Para leer el relato de la caída

El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de


imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un
hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del
hombre (cf. GS 13,1).

La Revelación nos da la certeza de fe de que toda la


historia humana está marcada por el pecado original
libremente cometido por nuestros primeros padres
(cf. Concilio de Trento: DS 1513; Pío XII, enc. Humani
generis: ibíd, 3897; Pablo VI, discurso 11 de julio de
1966) (CEC 390).
La relación del hombre con Dios tiene como referentes
característicos los árboles que están a centro del jardín.

Uno el árbol de la vida, símbolo de la invitación que


se hace al hombre, frágil y efímero, a superar su
caducidad constitutiva, alcanzando la vida plena (el
mito de la planta de la inmortalidad era bien conocido
en la tradiciones populares de la región, y se conserva
aun en el ultimo libro de la Biblia, Ap 2,7; 22,2).

La vida se debe entender siempre en un sentido


teológico, más que biológico: es la perfecta comunión
con YHWH. Esto supone que el hombre viva según la
radical dependencia que tiene de su Creador, y acota
como don la vida ofrecida.
El otro árbol es el del conocimiento del bien y del
mal.

Este conocimiento, según los exégetas, es un


conocimiento práctico que implica cierta posesión
de lo conocido, y por tanto un poder. Dicho poder
se extiende a la totalidad de lo real. Se trataría de
una prerrogativa sobrehumana, divina (propia de
Dios) o semi-divina (propia de los elohim). Este
árbol del conocimiento va a ser objeto del
mandamiento divino: no comerás de él (cfr. vv 16-
17).

Nótese que es un mandato, y no simplemente un tabú sacro ni una prohibición. Un


mandato es algo que tiene sentido solo si se dirige a un ser libre, en una esfera
de relaciones interpersonales. Así se expresa la verdadera autonomía del hombre:
libertad relativa (no absoluta). Esto conlleva una responsabilidad en Adán frente
a lo que se le ha dado.
No hay un autoritarismo arbitrario, sino la manifestación de la condición
creatural de Adán. También destaca la armonía entre hombre y mujer.
En el cap. 3 comienza el relato de la tentación
de la serpiente, símbolo del mal que más
adelante será identificada con el demonio (Cf.
Sb 2,24).
Existe una fuerza contraria a Dios que tienta al
hombre y hace su aparición antes del pecado.
La tentación consiste en desobedecer el
mandato divino mediante lo cual hombre y
mujer serán iguales a Dios, conocedores del
bien y el mal:

esta es la tentación fundamental, la


pretensión de la autonomía absoluta.
El hombre tiende a sobrepasar su naturaleza
para trascender su limitación, vivir siempre,
conocer y dominar todo. Aspira en definitiva a
ser humano en la forma consumada de lo
divino.
Al ceder, Adán y Eva, haciendo uso de su libertad, rompen la paz original y rompen
con Dios. Esto es la esencia de este primer pecado y de todo pecado. Es
paradigmático.
La conclusión es que el pecado tiene su causa en la misma libertad humana.

No es un fin fatal del hombre, sino una opción.

Vemos además que en la ejecución del pecado se aprecia una responsabilidad colectiva,
comunitaria.
Las consecuencias del
Pecado
Las consecuencias: dán y Eva se dan cuenta de que están desnudos, signo de la ruptura
interior. Temen ser vistos por Dios y se esconden de Él. No reconocen su culpa (relación
Dios hombre).

Se produce la fractura de la relación entre el hombre y la mujer, y el primero culpa a su


esposa (relación prójimo)

Ella a su vez lo hace con la serpiente (relación hombre creación).

Castigo por el pecado = expulsión del paraíso y la condición penosa que marcan:
maternidad, trabajo, sexualidad. Las consecuencias del pecado no son entonces externas
o arbitrarias.

El pecado trae consigo una nueva situación objetiva (expulsión del paraíso), irreparable
desde el punto de vista del hombre. Esta situación no es solo de Adán y Eva, sino de su
Las observaciones del yavhista sobre la acción de Dios con el pueblo de Israel y el
pecado del mundo lo llevan proyectar esta escena en el exordio de la historia al futuro:
es el comienzo de una historia que está marcada y en cierto modo determinada por él.

Desde este primer pecado veremos crecer en la


historia el pecado y la muerte, desde Caín y Abel.

Siempre el pecado contra Dios, tendrá una


consecuencia contra el hombre. Gn 1-11 son
descripción de todo esto, de modo que Gn 3 es la
clave de interpretación para todo este texto que
concluye con la torre de Babel.

De este modo podemos decir que este pecado del


origen de algún modo es heredado a los hijos de
Adán.

Las consecuencias de este pecado en las


generaciones posteriores es fruto de una solidaridad
más allá de lo biológico. Aunque J describe el
origen de este pecado y su presencia en las
El pecado original en el resto del AT
La visión universalista de J es atenuada por corrientes teológicas posteriores que
luego de la división del reino de Salomón se vuelven más nacionalistas. Así
ubican el origen de la condición pecadora del pueblo de Israel en la historia del
pueblo de la alianza.

Para E (cf. Ex 32) y D (cf. Dt 9), la idolatría habría sido el comienzo de los
males que aquejan al pueblo, que marca la tendencia siempre renovada del pueblo
aparatarse de su Dios. Otra caída es la petición de un rey de modo de equipararse
a las demás naciones (cf. 1S 8). Con ello se menosprecia la especial providencia
El
de testimonio
Dios sobre de
su la universalidad del pecado se constata en la literatura sapiencial.
pueblo.
Proverbios pregunta “¿Qué hombre puede decir: purifiqué mi corazón, estoy
limpio de mi pecado?” (20,9); o en otro libro: “no hay ningún justo en la tierra que
haga el bien sin pecar nunca” (Ecl 7,20; cf. Jb 4,17, 14,4; Sal 143,2). Un lugar
frecuente del estudio sobre el pecado original en el AT es Sal 51,7: “en la culpa
nací, pecador me concibió mi madre”. Vemos la confesión de un estado pre-
personal, anterior a la posibilidad de decidir libremente. Solo Dios puede salvar de
esa situación.
La relación entre la universalidad del pecado y Adán no es constante en el AT.
Aun así, vemos en la redacción del Pentateuco (s. V a.C.), que destaca la
complementariedad de las diversas corrientes al juntar los relatos de creación de P y J
la relación entre paraíso y caída.

Más adelante habrá significativas menciones a la relación entre muerte y pecado


primero (Eclo 25,24; Sb 2,23s). Pero no existe la especificación de esta relación, ni
menos su vínculo al pecado de Adán. Existe una situación de pecado primordial que
ha marcado la posteridad con la presencia de la muerte del hombre.

Como conclusión diremos:

1. Es bastante general la convicción de una situación universal de pecado. Situación


que no es querida por Dios, sino fruto de la libre decisión del hombre.
2. Unos la atribuyen al origen de la humanidad, otros a los pecados de las sucesivas
generaciones. Pero siempre está la presencia de una comunidad, ya sea la pareja
humana, o el pueblo de Israel.
3. Por fin, no es posible encontrar en el AT todos los elementos para elaborar la
doctrina del pecado original. Sin embargo, se puede decir que en el AT se
encuentran los elementos básicos de la doctrina del pecado original que se
elaborara en el cristianismo.

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