Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2. EL PODER DE DIOS
Negar la existencia de Dios como solución al problema del mal plantea dos
inconvenientes:
Dios no está obligado a revelarse a los hombres. Lo ha hecho por amor.
Si Dios no existe, no hay defensa contra el mal, y este se hace más irracional
y terrible.
Hablar del mal es algo que depende de la existencia del bien y, en último
término, de Dios.
¿Dios puede hacer cualquier cosa?
¿Dios tiene poder para haber creado un mundo mejor?
Dios no puede hacer nada que sea intrínsecamente imposible.
Que Dios es omnipotente significa que puede hacer todo aquello que es
intrínsecamente posible.
Sí, pero quiso crear un mundo «en estado de vía» hacia su perfección, con el
concurso de las criaturas.
Las limitaciones de la vida pueden contribuir a acrecentar y embellecer la
propia vida.
6 LA GRANDEZA DE LA LIBERTAD
5. LA MALDAD HUMANA
LA GRANDEZA DE LA LIBERTAD
El hombre moderno parece haber perdido la conciencia de culpa, que ha
estado presente en todas las religiones desde la Antigüedad.
Dios no está obligado a revelarse a los hombres. Lo ha hecho por amor.
La grandeza de la libertad
A través del testimonio de los santos, de los humildes, de las personas
generosas, descubrimos la trascendencia de la libertad humana: si amamos a
Dios es porque queremos. Un santo es máximamente libre: no quiere a Dios
por miedo al castigo, sino porque quiere entrar en comunión con Él y con los
demás hombres. A la vez, Él nos ha amado primero y nos ofrece, mediante el
perdón y la gracia, una alianza de amor. Por ello, en el cristianismo está
siempre abierta la puerta del perdón, pues si el malvado se convierte de
todos los pecados cometidos [...] ciertamente vivirá y no morirá (Ez 18, 27).
A menudo se confunde la bondad con «no hacer daño a nadie», evitando el
compromiso personal en la búsqueda del bien.
Debemos aceptarnos como somos y ponernos en manos de Dios para que
nos ayude a mejorar.
Los seres humanos estamos inclinados a la maldad, pero no sujetos a ella.
Con ayuda de la gracia divina podemos transformar nuestra vida y hacernos
semejantes a Dios.
6. LA DOCTRINA DE LA CAÍDA
CRISTO VENCIÓ AL MAL
Dios quiso la bondad de todas las criaturas y que existieran en dependencia
unas de otras.
El primer hombre fue constituido en amistad con su Creador, en armonía
consigo mismo y con el resto de la Creación.
Esta armonía se rompió con el pecado original.
Dios no está obligado a revelarse a los hombres. Lo ha hecho por amor.
Cristo venció al mal
«¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las
comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del
encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de “sentido”, de verdad y
amor, de alegría y esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en espera
pasiva en nuestros templos, sino que urge acudir en todas las direcciones
para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el
amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la victoria
pascual del Señor de la historia» (Aparecida, n.º 548).
El pecado original
Fue un pecado de orgullo y de idolatría, por el que la criatura antepone su yo
a Dios.
Acá se muestra el misterio de la libertad. Dios no quiso esclavos, sino hijos.
Con el pecado se quebró el dominio del espíritu sobre el cuerpo.
Las relaciones entre los hombres pasaron a ser de deseo y de dominio.
El dolor y la muerte entraron en el mundo.
El mal, el pecado y la muerte no son obra de Dios, sino del hombre.
Dios no abandonó al hombre. Él nos llama y nos anuncia la victoria sobre el
mal.
1.La Palabra de Dios afirma de forma clara y perentoria que «la maldad no
triunfa contra la sabiduría (de Dios)» (Sab 7, 30) y que Dios permite el mal en
el mundo con fines más elevados, pero no quiere ese mal. Hoy deseamos
ponernos en actitud de escuchar a Jesucristo, quien en el contexto del
misterio pascual, ofrece la respuesta plena y completa a ese atormentador
interrogante.
Reflexionemos antes de nada sobre el hecho que San Pablo anuncia: Cristo
crucificado como «poder de Dios y sabiduría de Dios» (1 Cor 1, 24), en quien
se ofrece la salvación a los creyentes. Ciertamente el suyo es un poder
admirable, pues se manifiesta en la debilidad y el anonadamiento de la
pasión y de la muerte en cruz. Y es además una sabiduría excelsa,
desconocida fuera de la Revelación divina. En el plano eterno de Dios y en su
acción providencial en la historia del hombre, todo mal, y de forma especial el
mal moral --el pecado-- es sometido al bien de la redención y de la salvación
precisamente mediante la cruz y la resurrección de Cristo. Se puede afirmar
que, en El, Dios saca bien del mal. Lo saca, en cierto sentido, del mismo mal
que supone el pecado, que fue la causa del sufrimiento del Cordero
inmaculado y de su terrible muerte en la cruz como víctima inocente por los
pecados del mundo. La liturgia de la Iglesia no duda siquiera en hablar, en
este sentido, de la «felix culpa» (cfr. Exsultet de la Liturgia de la Vigilia
Pascual).