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II.

La construcción social de la diferencia como desigualdad

1. Socialización de género.
La socialización de género comienza antes del nacimiento. Ej.: preferencia
por varones en muchas sociedades (infanticidio femenino). Es el proceso a
través del cual las personas van interiorizando los roles de género:
prácticas sociales aceptadas que van asociadas a un determinado género.
El aprendizaje se hace de forma inconsciente, recibiendo mensajes
preverbales: corte de pelo, aromas, cosméticos, forma de vestir, etc. A los
dos años se tiene conocimiento parcial del género. A los cinco o seis se
sabe que no es posible el cambio.
Jessie Bernard dice que, nada más nacer, se sumerge a las niñas en un
“mundo rosa” y a los niños en un “mundo azul”. Los padres, de forma
inconsciente, en su misma forma de comportarse trasladan a sus hijos
mensajes de género. Ej.: estudios sobre interacción entre padres y bebés,
el caso de Beth y Adam.
II. La construcción social de la diferencia como desigualdad

Socialización de género: proceso a través del cual interiorizamos los modelos


de feminidad y masculinidad de la cultura en la que vivimos. Así
interiorizamos el patriarcado, el principio de dominación de forma
naturalizada. La socialización y la educación funcionan como mecanismos
de reproducción del patriarcado. Hombres y mujeres desempeñamos
roles sociales de acuerdo a la jerarquía patriarcal. Cualidades femeninas:
afectividad, comprensión, sensibilidad, intuición, paciencia,
disponibilidad, obediencia, etc. Cualidades masculinas: valentía,
agresividad, competitividad, racionalidad, fortaleza, etc. La socialización
de género implica el aprendizaje de comportamientos físicos y psíquicos
que conforman nuestra personalidad. Ej.: “los niños no lloran”.
II. La construcción social de la diferencia como desigualdad

Se espera que se actúe de acuerdo a los roles de género propios de la cultura,


a los estereotipos sexuales y a los ideales de feminidad y masculinidad.
Madres, tías, abuelas, hermanas, amigas, mujeres en general, las que
aparecen en los libros, en la televisión, etc., constituyen un modelo para
las niñas. Padre, tíos, abuelos, hermanos, amigos, varones en general, son
un modelo para los niños. Los juguetes, los libros ilustrados, los
programas de televisión, con los que las personas entran en contacto los
primeros años de vida, tienden a destacar la diferencia entre los atributos
femeninos y los masculinos. Ej.: catálogos de juguetes, peluches cuentos
infantiles.
Es importante una diferenciación de género, pero no tiene por qué responder
a modelos rígidos que impidan un desarrollo personal pleno y equilibrado.
Las ideas de masculinidad y feminidad han variado a lo largo de la historia y
en las culturas, una constante es la subordinación del rol femenino.
II. La construcción social de la diferencia como desigualdad.

Agentes de socialización:

1. La familia: modelo de familia nuclear como único, legítimo y natural.


Familia formada por pareja heterosexual con hijos, en la que tiene
preponderancia el varón, cabeza de familia. Modelo de felicidad que
impone la división sexual del trabajo como una división legítima y las ideas
de masculinidad y feminidad equivalentes a superioridad e inferioridad
como natural. Niños y niñas interiorizan la distinta posición de la madre y
el padre en el núcleo familiar, identificando el espacio doméstico con la
madre y el público con el padre. También perciben la diferente valoración
social que tienen uno y otro en la escuela, en la televisión, etc. Desde muy
temprano interiorizan como lo normal y lo natural la desigual posición de
hombres y mujeres.
II. La construcción social de la diferencia como desigualdad.

Estudios sobre el aprendizaje concluyen que se estimula más físicamente a


los niños que a las niñas. A las niñas se las acaricia y se les habla más. Los
niños reciben un trato más brusco, con menos contacto físico, las niñas
reciben un trato más delicado y afectivo. Se potencia en los niños la
autonomía, la movilidad física y el desarrollo cognitivo. En las niñas se
favorece la dependencia, el ser en función de otros (gustar a otros, cuidar
a otros), se inhiben ciertos movimientos. Se le deja estar más pegada a la
madre, que llore, que tenga miedo. A un niño no se le tolera o no se le
refuerza ni la coquetería, ni la expresión de sus sentimientos, pero se le
permite y refuerza la violencia. Los niños, desde edades muy tempranas,
muestran menos sus sentimientos, se miran menos en el espejo, buscan
menos guarecerse en los mayores y se arriesgan más que las niñas. Desde
muy pronto, la niña aprende a seducir, a gustar el varón. El niño aprende
a conquistar (a ella y al mundo) con su acción.
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Los juegos y los juguetes refuerzan este aprendizaje: muñecos, cocinitas,


cunas carritos para bebés, para las niñas; balones, pistolas coches y
garajes para los niñas. Ej.: “barbie” (guapa, delgada, seductora, débil, un
objeto para gustar) y “action-man” (violento, valiente, arriesgado, bruto,
fuerte, un sujeto que actúa). Estos modelos de feminidad y masculinidad
son muy explícitos en los videojuegos. Los niños y las niñas no eligen sus
juguetes por tendencias naturales.
Los juegos y los deportes separan a niños y niñas. Ellos juegan a juegos
propios de niños, excluyendo a las niñas. Ej.: predilección de los niños por
correr detrás de una pelota y de las niñas por los muñecos. A través de los
juegos y los deportes, los niños se relacionan con otros niños y se
identifican con lo masculino, ocupan un espacio y se afirman en él:
competitividad, violencia, rivalidad, movimiento expansivo y conquista,
cualidades necesarias para la afirmación de sí mismos.
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A la niña se le coartan los movimientos bruscos, expansivos, competitivos, se


inhibe el poder de ocupar un espacio con seguridad, incorporando
posturas bien vistas socialmente. Esto supone una pérdida de confianza en
su propio cuerpo y en sí misma, lo que se manifestará en timidez,
inseguridad, baja autoestima y dependencia. Los juegos colectivos o en
solitario, las conducen a la interiorización y el mundo privado. Aprenden a
cuidar, a responsabilizarse de otros, a proteger al débil, antepone el
cuidado de otros a sus logros personales, renunciando a su yo: su vida sólo
tiene sentido en función de otros. Se gestan sentimientos de compasión,
ternura, sacrificio. Todo esto supone un alejamiento de la autonomía y de
la libertad personal necesarias para un proyecto de vida propio.
Tanto niños como niñas interiorizan desde muy temprano que lo masculino es
mejor y superior a lo femenino. Para ellas supone una baja valoración de sí
mismas y para ellos un temor irracional a lo femenino.
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2. La escuela: en una sociedad democrática, la escuela no parece conseguir


una educación no sexista. En muchos casos domina la educación mixta y se
obvia el problema de la desigualdad pues se considera que somos iguales,
puesto que niños y niñas pueden acceder por igual a la educación. Pero
esta educación no es neutral, sino que ejerce una socialización diferencial
por sexos de acuerdo al orden patriarcal e impone el modo masculino de
enfrentarse al mundo. No podemos hablar de coeducación. Para conocer
el papel de la escuela, es importante analizar el curriculum oculto que nos
permite descubrir las discriminaciones por razón de sexo. Por ejemplo:
- Cargos de responsabilidad, representativos y de decisión. Los hombres
están en mayor medida al frente de la dirección de los centros, de la
jefatura de estudios, de las AMPAS. Ej.: menos de un 10% del profesorado
infantil son hombres.
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- Uso de los espacios e instrumentos. Las chicas ocupan en menos medida


las pistas deportivas, los medios audiovisuales, los laboratorios, el
gimnasio. Se habla de juegos de niños y juegos de niñas.
- Los contenidos curriculares y el lenguaje. Se aprecia un androcentrismo
en los contenidos y en la jerarquización de los saberes. La igualdad se
entiende como homologación de lo femenino a lo masculino. Se potencia
el desarrollo racional e intelectual, sin integrar con éste la educación
emocional, el desarrollo de la intuición y la creatividad. Se presenta una
cultura hecha por varones, convirtiendo en invisible la participación de las
mujeres. Muchas contribuciones de mujeres se nombran de forma
colateral, otras se desconocen. Se transmite una historia y una cultura
como una acumulación de hechos ocurridos en el espacio público. La
carencia de modelos femeninos y la poca importancia de las actividades
femeninas influye en la baja autoestima y en imitar modelos masculinos.
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Ej.: Los datos muestran que en educación secundaria los resultados


académicos son mejores los de las chicas que los de los varones y el
fracaso escolar es fundamentalmente masculino. Sin embargo ante los
malos resultados académicos, ellas los atribuyen a su falta de capacidad y
ellos a la falta de esfuerzo. Esto muestra que ellas tienen baja confianza
en si mismas que contribuye a inhibir su actividad en la vida social,
mientras que ellos tienen alta autoestima que potencia su intervención en
la vida pública.
En la escuela se siguen transmitiendo los roles de género y la división sexual
del trabajo. Los libros de texto muestran la imagen tradicional de la
jerarquía de género, la división sexual del trabajo y un sistema de valores
androcéntrico. Lo doméstico de desprecia y se trivializa invisibilizando a
muchas mujeres.
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El lenguaje con el que se transmiten los conocimientos en la escuela sigue


siendo sexista: el uso del masculino para designar colectivos, prejuicios
sexistas, determinados significados del léxico, denominación de las
profesiones, etc. El lenguaje oculta el amor, no nombra las relaciones
afectivosexuales, no expresa emociones, ni vínculos vitales y
trascendentes. El lenguaje en la escuela oculta el modo femenino de
acercamiento a la realidad desde la emoción y la creación de vínculos
afectivos.
- Relaciones personales y expectativas sociales. La interacción entre docentes
y alumnado es diferente en función del sexo de éste. Existe más
interacción con los alumnos que con las alumnas, por lo que les están
otorgando un papel más activo que a las niñas. Este trato va
predisponiendo diferentes expectativas sociales para las niñas y los niños.
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Diversos estudios sobre prácticas docentes concluyen que a partir de un


estereotipo sexual clásico se presupone una responsabilidad y esfuerzo en
las niñas que lleva a una desatención de sus logros. Por otro lado,
actualmente, aunque se empuje tanto a niños y a niñas a realizar
actividades, juegos y deportes menos sexistas (juegos que fomentan el
razonamiento lógico y la imaginación, o deportes más cooperativos y de
equipo), a las niñas se les perdona más que a los niños que no lo hagan
bien, señal de la menor expectativa de éxito para ellas que para ellos.
Todo esto repercute en la imagen que se está construyendo de ellas
mismas: responsables, buenas, ordenadas, trabajadoras, obedientes, etc.,
pero menos capaces.
3. Los medios de comunicación: manipulan nuestro pensamiento porque
fabrican y controlan nuestra opinión de forma explícita. Imponen criterios
emocionales, la forma de percibir la realidad y a nosotros mismos.
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Son los agentes de socialización que más contribuyen a extender estereotipos


y roles de género patriarcales. Modelos de hombre y mujer desde los
ideales de masculinidad y feminidad más estereotipados y androcéntricos
aparecen tanto en películas como en programas de televisión, en
videojuegos, Internet y, sobre todo, en publicidad.
- Los diarios: la mayoría de las noticias referidas a mujeres se concentra en las
secciones de Sociedad, Cultura-Espectáculos y Gente-Mundo. Es poco
frecuente ver la imagen de una mujer en secciones como economía,
política o deportes. Se publican pocas noticias relacionadas con
acontecimientos deportivos, intelectuales y políticos protagonizados
exclusiva o principalmente por mujeres. Es más frecuente que a las
mujeres se les pregunte por temas personales y estéticos. El tratamiento
de la información se acompaña de fotografías en las que a las mujeres se
las intenta captar en posturas con connotaciones sexuales.
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- Las revistas: hay revistas dirigidas fundamentalmente a hombres y a


mujeres, y menos frecuentemente a los dos sexos. Las dirigidas a los
hombres tratan contenidos de carácter económico, político, científico,
etc. Entre las revistas dirigidas a las mujeres, destacan por su nº, las
pertenecientes a la prensa rosa o del corazón, en las que no se suelen
tratar temas relacionados con la inteligencia, la autonomía, la política, etc.
Otro grupo numeroso de revistas es el constituido por las dedicadas a la
moda y la belleza. Además se hace un tratamiento desigual a mujeres y
hombres en las portadas de las revistas. Los hombres aparecen en roles
muy diversos: deportistas, empresarios, viajeros, políticos, hombre sexy.
Sin embargo, las mujeres aparecen generalmente en el rol de modelo,
como si lo único importante en el mensaje fuese lograr agradar y atraer a
través de su cuerpo.
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- La radio: las personas más mencionadas son hombres: políticos,


deportistas, artistas. También se les dedica más tiempo.
- La televisión: los hombres aparecen con más frecuencia como
protagonistas de las noticias. Se tiende a mostrar primeros planos de las
mujeres con connotación sexual, sin que esté justificado por la noticia.
Son frecuentes los primeros planos detenidos del escote y piernas de las
mujeres a las que se entrevista, o los enfoques de las mujeres que toman
el sol en la playa cuando se ofrece una noticia sobre los destinos
vacacionales, etc. Se insiste en la fragilidad femenina como si fuera un
atributo natural, en la tendencia a la “histeria”, en que la felicidad de una
mujer depende de que un hombre la ame o presentando a un hombre
como “salvador” de las desgracias de una mujer.
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En los programas de entretenimiento predomina un fuerte componente de


juicio por las apariencias, donde se da protagonismo a las mujeres
atendiendo a su estética o a su relación amorosa/afectiva con hombres
populares. Otra variante de estos programas es la aparición de mujeres
víctimas de violencia de género narrando sus vivencias. A los hombres se
les suele entrevistar para temas relacionados con su profesión o sus éxitos
en el ámbito profesional y familiar o con las mujeres.
- Las tecnologías de la información y la comunicación: en Internet, son
muchas las páginas en las cuales las mujeres aparecen degradadas y
utilizadas. En los informativos on-line, los hombres tienen un mayor
protagonismo.
- La publicidad: se dirige de forma diferente a las personas, en función de
su sexo, aunque el producto anunciado sirva para satisfacer las
necesidades comunes.
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La publicidad presenta mujeres y hombres totalmente encasillados en


papeles de género estereotipados y caducos. Así se nos trasmite que el
ideal de felicidad es llegar a ser esa mujer o ese hombre. A ellos se dirigen
principalmente mensajes vinculados al ocio y al éxito profesional. A ellas,
como responsables del cuidado de otras personas y de la gestión del
hogar, así como el cuidado exagerado del propio cuerpo (para agradar a
los demás). La imagen de la mujer se sigue utilizando como reclamo
publicitario por muchas de las empresas anunciadoras. La publicidad sigue
presentando a la mujer como un sugerente objeto sexual. Se utiliza su
cuerpo para vender más y mejor cualquier tipo de producto. Se presenta
una mujer para la casa, reina de la casa, preocupada de los problemas
domésticos, otra para la diversión, frívola e independiente, pero siempre
una compañera perfecta para el varón, trofeo y símbolo de su posición.
Ideal de belleza: delgada, joven y de rostro casi perfecto.
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Bombardeo publicitario de productos de belleza femeninos. Consecuencias:


complejos de todo tipo, baja autoestima, inseguridad, frustración,
enfermedades (anorexia), operaciones quirúrgicas. Configuración de la
existencia de las mujeres por y para la mirada de los demás,
fundamentalmente para la mirada masculina, lo que conduce a una
dependencia simbólica. La devaluación de la imagen de la mujer las incita
a que se valoren a sí mismas en función de sus atributos físicos, más que
en sus capacidades como sujetos, favoreciendo la poca confianza en sí
mismas. Esta cosificación es interiorizada por parte de los hombres y
algunos aprenden a ver en ellas sólo un cuerpo bonito, un objeto de
deseo.
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Lenguaje: es el vehículo de la cultura y su aprendizaje nos transmite el


contenido de la cultura dominante. El lenguaje conforma nuestra
percepción del mundo. Existe aquello que nombramos y no existe aquello
que no designamos con palabras. Las palabras tienen un significado
cargado de valores. El lenguaje desarrollado en el orden patriarcal ha
generado un orden simbólico que identifica el mundo del hombre con el
mundo, produciéndose la masculinización del pensamiento y la ocultación
de la mujer y lo femenino.
Sexismo lingüístico: el lenguaje eterniza mitos y estereotipos sexistas
ayudando a mantener la discriminación sexual y las relaciones de
dominación entre los sexos. Se utilizan expresiones y formas gramaticales
discriminatorias para las mujeres porque la invisibiliza o porque la presenta
de forma devaluada. Ej.: existen expresiones que llevan implícitas
representaciones estereotipadas de ambos sexos, y expresiones con
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connotaciones negativas o despectivas hacia la mujer. Zorro-zorra, verdulero-


verdulera, guarro-guarra, etc. También encontramos formas de
tratamiento a las personas que indican una diferencia de estatus entre
mujeres y varones. En contextos laborales se usa frecuentemente el
nombre de pila o diminutivo para mujeres, frente al uso del apellido
(señor..) o del nombre precedido de don para varones. En algunos
contextos se utiliza el apelativo “niña” para referirse cariñosamente a una
compañera de trabajo cuando nunca se utiliza “niño” para nombrar a un
compañero. Algunas expresiones también presentan estereotipos
asociados a hombres y mujeres con connotaciones androcéntricas y
sexistas. EJ.: el adjetivo “listas” se atribuye mucho a las mujeres cuando a
los hombres se les adjetiva como “inteligentes” o a ellas como “histéricas”
y a ellos como “estresados”.
Vacíos léxicos: palabras referidas únicamente al varón. Ej.: hombría,
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“hombre de bien”, “hombre de Estado”. Existe un problema a la hora de


nombrar un referente que es mujer.
Vocablos androcéntricos: cuyo significado sólo tiene sentido en una sociedad
dominada por varones. Ej.: “hijo ilegítimo”. Para una mujer su hijo
siempre es legítimo.
Campos léxicos: se muestra la asimetría y desigualdad de género. En los
insultos es donde más claramente se muestra una imagen devaluada y
desprestigiada de la mujer. Algunos estudios muestran cómo los insultos
son más extensos hacia la mujer y cómo atribuyen el universo de lo
positivo al género masculino. Ej.: el término “cotilla” se atribuye más a las
mujeres que a los hombres. Otro campo léxico es el del lenguaje sexual
que muestra una sexualidad de y para el varón. Refranes como “A la
mujer casta, Dios le basta” o “La mujer y el vino sacan al hombre de tino”
o “La mujer en la casa y con la pata quebrada”.

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