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Infección
Respiratoria Aguda
La Infección Respiratoria Aguda (IRA) constituyen un
grupo de enfermedades que se producen en el aparato
respiratorio, causadas por diferentes microrganismos
como virus y bacterias, que comienzan de forma
repentina y duran menos de 2 semanas.

La mayoría de estas infecciones como el resfriado común


son leves, pero dependiendo del estado general de la
persona pueden complicarse y llegar a amenazar la vida,
como en el caso de las neumonías. 
Las enfermedades respiratorias crónicas afectan a una parte importante de
la población. Las más frecuentes son el asma, la enfermedad pulmonar
obstructiva crónica, la fibrosis quística, la apnea del sueño, el cáncer de
pulmón y la fibrosis pulmonar. La dificultad para respirar y la limitación de
la calidad de vida pueden afectar el estado de ánimo de los pacientes y de
sus familiares.

Los factores de riesgo más conocidos son el


tabaquismo, la exposición laboral a ciertas sustancias
sin protección (como el humo) y algunos factores
hereditarios. 
Estas patologías pueden afectar a personas de cualquier edad,
algunas empezando en la infancia (como el asma o la fibrosis
quística) y otras más habituales en la edad adulta, como
el cáncer de pulmón o la enfermedad pulmonar obstructiva
crónica. En algunas de ellas la causa es desconocida, como
ocurre con la fibrosis pulmonar idiopática.

El asma es una inflamación de los bronquios (las vías aéreas de los pulmones) que
obstruye el paso del aire. Provoca dificultad respiratoria, sibilancias, sensación de presión
en el pecho y tos. Los síntomas se manifiestan por episodios, que pueden ser entre varios
al mes y varios al día. Los episodios se pueden presentar cuando se hace ejercicio físico,
en momentos de gran emoción, o al respirar humo o elementos que provocan alergia
(polvo, polen, etc.). El tratamiento es farmacológico (inhaladores para las crisis y un
preventivo para reducir la frecuencia) y psicológico (educación para la salud).
La enfermedad pulmonar obstructiva crónica es una obstrucción de la entrada y la salida
del aire de los pulmones. Se trata de una enfermedad progresiva, que comienza con tos,
fatiga y sensación de ahogo, y presenta agotamiento, falta de concentración e inflamación
de los tobillos y las piernas cuando avanza. Su principal factor de riesgo es el tabaco: el
80% de pacientes han sido fumadores. Su tratamiento
es farmacológico (broncodilatadores) y psicológico (educación para la salud).

Las personas con fibrosis quística producen una mucosidad que obstruye los conductos de
los pulmones, los intestinos y el páncreas. Al afectar a los pulmones produce tos con
expectoración, infecciones respiratorias frecuentes y deterioro pulmonar progresivo. Tiene
un componente genético. Su tratamiento es farmacológico, dietético (alimentación
hipercalórica e hiperproteica), e incluye ejercicio físico y fisioterapia respiratoria. Cuando
la enfermedad está muy avanzada puede ser necesario un trasplante de pulmón.
El psicólogo con personas con enfermedades respiratorias crónicas
Todas las formas de enfermedad respiratoria crónica necesitan tratamiento
médico. El psicólogo no interviene en su curación, pero sí puede ayudar a
mejorar la calidad de vida. El campo de especialización en este caso es
la Psicología de la Salud: el área de la psicología que se centra en la promoción
y el mantenimiento de la salud, la prevención y el tratamiento de las
enfermedades, las disfunciones asociadas a las enfermedades y la mejora del
sistema sanitario.

El tratamiento de cualquier enfermedad respiratoria crónica incluye


la educación para la salud: las medidas que promueven que las personas se
impliquen tanto en su salud como en el tratamiento de sus enfermedades.
Tenemos un buen ejemplo con la dificultad respiratoria, un síntoma que,
cuando se presenta, puede venir acompañado de ansiedad. Y esta ansiedad, a
su vez, agrava la dificultad respiratoria. Pues el psicólogo de la salud puede
enseñar técnicas de relajación, de respiración y de mantenimiento de la calma
para detener estas situaciones, que generan preocupación en el paciente y su
entorno.
Desde antes de que se presente la enfermedad hasta el final del proceso el psicólogo puede
hacer varias contribuciones:

•En la prevención: ayudar a dejar de fumar, consolidar hábitos que requieren motivación como
el ejercicio físico, el mantenimiento de una dieta equilibrada, promover el seguimiento del
estado de salud propio, etc.

•En el tratamiento: Ayudar a manejar emocionalmente la enfermedad y sus consecuencias,


contribuir a recuperar la calidad de vida perdida, facilitar la aceptación de la dependencia de
otras personas, reducir la desesperanza, hablar con el paciente de lo que prefiere no hablar con
nadie más, promover el seguimiento de las recomendaciones del médico, ayudar a mejorar la
comunicación con la familia, preparar el final de la vida, etc.

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