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El universo de las dos

esferas.
Pese a la existencia de cosmologías anti-estáticas en la
antigüedad, para la mayor parte de los filósofos y
astrónomos griegos, desde el siglo –IV, el universo
estaba delimitado por una esfera gigantesca que se
encontraba en rotación y que arrastraba consigo a las
estrellas, que mantenían inalterables sus posiciones
relativas a lo largo de la rotación de la esfera (por lo
que le llamaron esfera “de las estrellas fijas”), y en
cuyo centro geométrico se encontraba la Tierra, que era
otra esfera, mucho más pequeña que la anterior, que
permanecía inmóvil en dicho centro.
En definitiva, podemos afirmar que los tres
presupuestos básicos en los que se fundará la
astronomía clásica se encuentran enunciados
en la concepción del universo de las dos
esferas: 
* El geocentrismo,
* La existencia de dos
esferas homocéntricas
* La afirmación del movimiento circular y
uniforme como propio de los orbes celestes.
El problema de los planetas en la
astronomía clásica
El movimiento aparente del Sol
era doble: un movimiento diario
de este a oeste que completaba
un giro sobre la Tierra cada 24
horas, y un movimiento anual;
de oeste a este, que se
desplazaba sobre el fondo de la
esfera de las estrellas fijas (que
gira, a gran velocidad, en
dirección contraria a la del Sol)
a casi 1 grado diario de la
bóveda celeste.
Este desplazamiento anual del Sol se realiza
con regularidad siguiendo una trayectoria
circular conocida con el nombre de
“eclíptica”, que corta el ecuador celeste con
un ángulo de 23 grados y medio.
Sin embargo, no todos
los astros gozan de la
regularidad y sencillez
de los movimientos de
la esfera de las
estrellas fijas y del
Sol. Del resto de planetas, el que ofrecía el movimiento
más regular era la Luna, pese a las variaciones de los
intervalos de algunas fases lunares, lo que permitió
incluso elaborar calendarios lunares, aunque no
exentos de problemas (ya que no podían, sin la
introducción de complejos cálculos derivados de
observaciones a lo largo de varias generaciones, dar
cuenta de las variaciones climáticas estacionales, tan
indispensables para la actividad agrícola).
La teoría de Eudoxo
La teoría de Eudoxo
Eudoxo supone la existencia de esferas intermedias homocéntricas, para
solucionar el problema de los planetas, de acuerdo con los presupuestos
señalados anteriormente. Calipo, discípulo de Eudoxo, añade aún más
esferas intermedias.
Esta teoría, consistía
en un sistema de 27 esferas homocéntricas (=con el mismo centro), con
las que se pretendía explicar el movimiento de los cuerpos celestes. Estas
esferas se disponían en torno a la Tierra, siendo la primera la que
contenía a la Luna y la última la de las “estrellas fijas”.

Cada uno de los astros se movía según un


sistema de varias esferas, “pegado” en la
cara interna de la esfera más interior de su
sistema. El modelo de Eudoxo, que
Aristóteles recogió y perfeccionó, era como
sigue:
1 esfera para las estrellas fijas, la más exterior, que se movía de
este a oeste (es en esa dirección como vemos moverse a las
estrellas desde la Tierra), empleando 23h 56min en dar la vuelta
completa. Su eje se orienta en dirección norte-sur, lo mismo que
el de la Tierra.
3 esferas para el Sol, que posee tres movimientos (siempre visto desde la
Tierra): el diurno, el anual y un leve movimiento latitudinal (N-S) sobre
su propia órbita. Para explicar el primer movimiento, se propone una
esfera idéntica a la de las estrellas fijas, que gira de este a oeste con el eje
orientado en dirección N-S. Pero, según se observa, el sol se “retrasa”
levemente con respecto a la esfera de las estrellas fijas, pues tarda
exactamente 24h en dar una vuelta entera. Esto es explicado con un
segundo movimiento y por tanto con una segunda esfera, que se mueve
lentamente en dirección contraria a la anterior, esto es, de oeste a este.
Resultado: el sol se “retrasa” con respecto a las estrellas de referencia
cada día un poquito, y tardará un año en volver a estar sobre el mismo
fondo estelar. El eje de esta segunda esfera, además, está inclinado 23,5º
con respecto al de las estrellas y a la Tierra. Eudoxo añade una tercera
esfera al sol para explicar el leve movimiento latitudinal (N-S) sobre su
propia órbita, de la que hubiera podido prescindir.
3 esferas para la Luna, que realiza un
movimiento diario igual al de las estrellas fijas;
otro, igual que el Sol, retrasándose hacia el este y
completando una vuelta cada 27,32 días, y por
último un movimiento N-S en torno a su órbita de
unos 5º.
4 esferas para cada planeta, que poseían un movimiento “errante”,
esto es, mucho más complejo de explicar a través de la teoría de las
esferas. El problema que planteaban era el de su “retrogradación”,
esto es, que en determinados momentos de su trayectoria parecían
retroceder en su órbita y acercarse al observador (pues aumentaba su
brillo), disminuyendo a la vez su velocidad y recuperándola cuando
retomaban su dirección habitual. Este movimiento de “ocho” es
explicado por Eudoxo con una cuarta esfera.
Apolonio de Perga (-262 Hiparco de Nicea ( -161
a – 190) a-127)
Apolonio e Hiparco sustituyeron las esferas homocéntricas
por el sistema de epiciclos y deferentes (aunque el origen
exacto de estos dos elementos nos sea desconocido). En el
siglo -III Apolonio, famoso también por sus estudios de
geometría, especialmente sobre las secciones cónicas,
propuso explicar el movimiento de retrogradación de los
planetas basándose en los "epiciclos" y los "deferentes".
Según esta explicación, el planeta no tiene su centro de
rotación en la Tierra, sino sobre una circunferencia (a la
que llamó epiciclo) cuyo centro se sitúa sobre una nueva
circunferencia que gira alrededor de la Tierra (a la que
llamó deferente), desplazándose así con ella. La
combinación de estos dos movimientos circulares y
uniformes permitía explicar el movimiento de
retrogradación sin tener que prescindir de situar a la Tierra
en el centro del universo.
Hiparco introdujo otro
mecanismo adicional, el
"deferente", Según esta
explicación, el movimiento
de los planetas es la
resultante de dos
movimientos circulares y
uniformes: el del epiciclo,
sobre el que gira el planeta y
cuyo centro de rotación gira,
a su vez, sobre otra
circunferencia cuyo centro se
encuentra en la Tierra, el
deferente.
Claudio Ptolomeo
Claudio Ptolomeo, astrónomo,
matemático y geógrafo greco-
egipcio nace en Tolemaida
Hermia, en el Alto Egipto,
alrededor del año 100.
Heredero de la concepción del
universo dada por Platón y
Aristóteles, vivió y trabajó
como astrónomo en
Alejandría, Egipto (se cree que
en la famosa biblioteca de
Alejandría)
Tolomeo fue el último gran representante de la astronomía griega y, según
la tradición, desarrolló su actividad de observador en el templo de Serapis
en Canopus, cerca de Alejandría. Su obra principal y más famosa, que
influyó en la astronomía árabe y europea hasta el Renacimiento, es
la Sintaxis matemática, en trece volúmenes, que en griego fue calificada
de grande o extensa (megalé) para distinguirla de otra colección de textos
astronómicos debidos a diversos autores.
Con todo, la Tierra ocupa una posición
ligeramente excéntrica respecto del centro
de las circunferencias sobre las que se
mueven los demás cuerpos celestes,
llamadas círculos deferentes. Además,
únicamente el Sol recorre su deferente con
movimiento uniforme, mientras que la
Luna y los planetas se mueven sobre otro
círculo, llamado epiciclo, cuyo centro gira
sobre el deferente y permite explicar las
irregularidades observadas en el
movimiento de dichos cuerpos.
Hay que distinguir, pues, dos tipos de epiciclos: Los
epiciclos “menores”, que sirven para corregir
desacuerdos entre los datos empíricos observados y
los presupuestos teóricos, y los epiciclos “mayores”
que explican irregularidades notables, como la
retrogradación. Todos los sistemas ptolemaicos
utilizan 5 epiciclos mayores, ya que son 5 los
planetas que retrogradan, y un número variable de
epiciclos menores (12 o más). (Es de notar que
Copérnico eliminó los epiciclos mayores de su
cosmología, pero mantuvo el uso de epiciclos
menores).

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