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Publicado en: Vestu. Akad. Med. Nauk, 1966, 21 (1): 34-40. SSSR.

Acerca de la correlación entre los conceptos “causa”,


“condición”, “etiología” y “patogénesis”.

Sagatovski, V. N. y Antipov, I. G.

En este trabajo nosotros queremos someter a un análisis filosófico los términos “etiología”
y “patogénesis”, y la correlación existente entre ellos, apoyándonos en la concepción
materialista dialéctica moderna acerca de las categorías de la causa, la condición y la
correlación entre ellas existente. “Indudablemente, en torno al concepto de la etiología -
señala acertadamente I.V. Davidovski- están concentrados los problemas centrales de la
teoría y la práctica de la medicina. Es más, el estudio profundo de este problema nos lleva
más allá de los límites de la medicina, allí donde los problemas de la biología y las ciencias
naturales se encuentran en estrecho contacto con la filosofía. Esto simultáneamente indica
que el problema de la etiología no puede solucionarse en el plano de los estrechos
conceptos médicos profesionales”.

En realidad, los conceptos filosóficos, en su evolución, reflejan el desarrollo de los


conceptos de las ciencias en particular.

Todos saben que el concepto “causa” del siglo XVIII es cualitativamente diferente al del
siglo XX. Pero también en la actualidad las ciencias naturales se desarrollan de manera
impetuosa e ininterrumpida. De acuerdo con esto tiene lugar también una especificación
ininterrumpida, un perfeccionamiento de las categorías filosóficas y, en particular, una
promoción de nuevas. Sustentan posiciones muy equívocas los especialistas que, como
S.M. Pavlenko que se pronuncia contra I.V. Davidovski, presuponen que los conceptos
filosóficos superficiales asimilados en la juventud proporcionan una garantía eterna para
intervenir con ellos “a título del materialismo dialéctico”. Muchos de los problemas
relacionados con el concepto de causalidad, promovido en la medicina por I.V. Davidovski,
no constituyen sin embargo, un patrimonio exclusivo de una ciencia dada y mucho menos
el fruto de las reflexiones de uno de sus representantes. Problemas similares se producen en
física, psicología, ciencias jurídicas, etc. (V.N. Saragotovski; G.A. Svechnikov; A.I.
Urnioj). Y, si algunos problemas científicos particulares relacionados con alguna categoría
general textualmente “flotan en el ambiente”, entonces en filosofía, naturalmente, aparecen
las nuevas concepciones que generalizan y encaminan metodológicamente estas búsquedas
de los especialistas.

El concepto formado de la causalidad en nuestra literatura médica, la cual refleja el estado


actual de la ciencia, constituye el fruto de la labor de múltiples autores que han desarrollado
de manera independiente sus diversos aspectos (I.V. Davidovski, 1962; V.N. Sagatovski;
G.A. Svedinikov; A.I. Uemov). En un artículo especial nosotros (1964) intentamos
delimitar sus contornos generales. Antes de emplear este concepto en el análisis de los

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términos “etiología” y “patogénesis”, nosotros haremos una exposición del mismo en un
plano filosófico general.

Corrientemente se entiende por causa un fenómeno que necesariamente provoca otro


fenómeno (consecuencia, efecto). Es cierto que, a veces, se dice que la causa sencillamente
provoca una consecuencia -sin señalar la necesidad, el carácter inevitable de esta
provocación- o agregan, que la causa necesariamente provoca una consecuencia
exclusivamente ante determinadas condiciones.

Más adelante nosotros demostraremos que tales rodeos no hacen más que convertir el
concepto de “causa” en algo ambiguo. Partiremos de esta definición y trataremos de
demostrar que la causa que satisface semejante definición debe: 1) constituir la unidad de
todas las condiciones internas y externas, y 2) ser simultánea con su efecto (consecuencia).
La primera de estas condiciones fue convincentemente demostrada en base a la física por
G.A. Svechnikov, en medicina la desarrolla I.V. Davidovski. Lo segundo ha sido planteado
y minuciosamente argumentado por A.I. Nemov.

Todo fenómeno para su avance o ausencia del mismo, está condicionado por algo. Por
condición se entiende cualquier otro fenómeno relacionado con el dado, que se encuentre
fuera de él (condiciones externas), o entre su composición, siendo uno de los elementos del
fenómeno dado (condiciones internas). El concepto de “causa” es mucho más estrecho que
el concepto de “condición” en el sentido de que cualquier causa es condición, pero no
cualquier condición es causa.

Las condiciones pueden dividirse en casuales (aquellas sin las cuales puede producirse el
fenómeno) y necesarias (aquellas sin las cuales no se produciría el fenómeno). La causa
pertenece a estas últimas. La importancia de la labor teórica y práctica consiste en saber
identificar con nitidez la causa entre el conjunto de condiciones necesarias. Hay que tener
en cuenta además que las condiciones pueden ser infinitamente muchas y que la gente
siempre ha tenido tendencia a encontrar algo sencillo y unitario que sea responsable de
ocasionar cualquier suceso.

En los primeros tiempos el conocimiento humano comenzó a entender por causa ante todo
aquello que salta a la vista: el factor externo. No es casual que G.A. Svechnikov e I.V.
Davidovski denominen antropomorfa semejante interpretación de la causa propuesta por
analogía con la actividad del hombre, cuya actividad salta a la vista, eclipsa el factor de la
interacción con el objeto de la actividad y parece, en un enfoque superficial, el único factor
determinante.

Naturalmente, el monocausalismo abierto no requiere ya crítica en la actualidad. Pero,


declarando el neumococo causa de la neumonía, el bacilo de la tuberculosis causa de ésta,
etc. y agregando aquí mismo que estas causas actúan de manera diversa en diferentes
condiciones, nosotros no salvamos de hecho la situación. ¿Qué sentido, qué significación
tiene una interpretación de la causa, según la cual la causa a veces actúa, otras no actúa y lo
que es más, no siempre constituye el factor principal?.

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“El médico quiere saber -escribe I.V. Davidovski- por qué enfermó de tuberculosis un
hombre dado y por qué enfermó precisamente de esto y no de otra variante de enfermedad.
La fórmula inexpresiva -la causa (los bacilos de la tuberculosis) y las condiciones (medio,
intercambio, herencia, etc.)- no ofrece idea alguna acerca de la correlación verdadera entre
la causa y las condiciones; y es más, que precisamente las condiciones, por ejemplo
sociales, pueden resultar de una importancia inconmensurablemente mayor que la causa”.
Si por causa se entiende el factor principal, “la condición determinante” (G.P. Sajarov),
¿entonces por qué no considerar como tal en el caso determinado a las condiciones
sociales?. La cuestión, evidentemente, radica en que, aunque la tuberculosis requiere toda
una serie de condiciones (un agente, un determinado carácter del medio social y una
predisposición interna), ninguna de ellas puede considerarse absolutamente principal de una
vez y por todas.

La tendencia a llamar causa a aquel factor, que en los casos por nosotros conocidos resulta
el principal con mayor frecuencia, es totalmente comprensible y resulta útil desde el punto
de vista práctico en los primeros tiempos (mientras no se observen directamente casos
contrarios). Pero resulta metafísico elevar semejante interpretación provisional “de trabajo”
a la categoría de concepto científico. Ello contradice el carácter concreto de la verdad. “No
existen factores causales -señala I.V. Davidovski- que tengan por naturaleza la propiedad
de provocar “efecto patógeno”... . No existen, se sobreentiende, factores que por su
naturaleza sean incapaces de efecto patógeno. Patógenas son exclusivamente las
situaciones, naturales y sociales y, además, las específicas e individuales”.

La causa, entendida como factor externo, no es más que una de las condiciones
indispensables que juega a veces (mas no siempre) el papel principal.

Si no se insiste en que la causa es un fenómeno que siempre por necesidad provoca un


efecto, entonces no se puede ofrecer otra definición de la misma que no sea la que viene en
el renglón anterior. Pero ella resulta bastante indefinida y en las situaciones complejas sirve
más como fuente de confusiones, que como guía. Evidentemente, no es posible afirmar en
absoluto fuera de una situación determinada, que uno u otro factor (el externo o el interno)
constituye la condición determinante, “la causa”.

A propósito, I.V. Davidovski se contradice al afirmar en varias partes la preponderancia


obligatoria de lo interno sobre lo externo, esto es otro extremo. En este aspecto P.N.
Vecelkin resulta más consecuente.

La causa no es una acción unidireccional de lo interno a lo externo, sino una interacción tal
de los mismos, que necesariamente provoca un efecto. La causa de la aparición de la
tuberculosis es la interacción del bacilo de la tuberculosis, del medio social (lo externo) y el
estado del organismo (lo interno). La causa de que se produzcan los rayos cósmicos
secundarios es la interacción de los rayos cósmicos primarios y la atmósfera terrestre. La
causa de la intoxicación con una dosis de cloroformo tal que usualmente no provoca
intoxicación, es la interacción del cloroformo con el organismo. La causa del contagio de
una gallina con ántrax, siendo la misma absolutamente inmune en condiciones normales, es
la interacción del bacilo con el organismo, cuyo estado interno ha sido alterado por
enfriamiento artificial. La causa de que la piedra rompa el cristal es la interacción entre la

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fuerza de choque de la piedra y la fuerza de resistencia del cristal. “No siempre -señala
Williams- se dan cuenta totalmente de que cuando un medicamento provoca un
determinado efecto fisiológico, este efecto es el resultado de la interacción entre el
medicamento y algún otro elemento (o elementos) del sistema reaccionante. Con frecuencia
la química del propio medicamento ha sido suficientemente bien estudiada, pero el
quimismo del sistema vivo, con el cual reacciona, permanece confuso en la mayoría de los
casos”. Esto último, por lo visto, explica el reemplazo de la interacción por el influjo
exterior.

El enfoque de la causa como interacción de lo externo y lo interno actúa igual


aparentemente en cualesquiera condiciones. Por ejemplo, G.P. Zajarov, plantea que el
cianuro de potasio en dosis no mortífera es sólo una condición obligada y no causa de un
determinado efecto sobre el organismo, por cuanto el carácter de este efecto depende de la
capacidad absorbente en la región del aparato gastrointestinal, de la función secretora de los
riñones, etc.; indudablemente, una dosis mortal de cianuro de potasio será en opinión de
Zajarov, causa de muerte, por cuanto provoca la muerte a cualquier persona. En el último
caso lo principal será, naturalmente, el factor externo. Pero también aquí lo externo no
actúa en un espacio vacío, sino sencillamente de manera igual en límites de fenómenos de
una sola clase. Aquello que actúa de igual forma sobre todas las personas, no actuará
necesariamente igual sobre todos los seres vivientes; lo que actúa igual sobre todo lo vivo
no actuará de igual manera sobre lo inanimado, etc. Admitir un efecto que no se altere
absolutamente ante ningún substrato es prácticamente lo mismo que admitir la presencia de
un milagro. Las mismas reflexiones pueden aplicarse para el caso del factor interno
principal (por ejemplo, las enfermedades hereditarias).

También el reconocimiento de la simultaneidad de la causa y el efecto constituye una


condición para mantener el carácter necesario de la relación causa/efecto. Esto parece a
primera vista un planteamiento paradójico. Pero ya Engels señalaba que “la causa que no
actúa, no es causa”. En realidad, si la causa necesariamente provoca un efecto y si ella está
a la vista, entonces debe producirse simultáneamente un efecto. Por ejemplo, el movimiento
caótico de las moléculas no puede anteceder al propio calor como causa del mismo; el
volumen del gas varía a la par de la variación de presión y no después de ella; una
determinada alteración del estado del organismo se produce simultáneamente con una
interacción de determinado carácter entre el microbio y el organismo.

Es posible alegar que existen efectos a largo plazo, que no se manifiestan inmediatamente.
Naturalmente, pero sólo que entre tales efectos y sus causas no existirá una relación
absolutamente necesaria; ella puede producirse y puede no producirse y su grado de
probabilidad puede aproximarse mucho a 1, pero no será nunca igual. Esta afirmación es
correcta, incluso si el intervalo de tiempo entre la causa y el efecto se mide en fracciones de
segundos. La cuestión radica en que cualquier relación entre fenómenos no simultáneos
puede ser cualitativamente alterada o totalmente interrumpida a consecuencia del
surgimiento de factores casuales. Y estos últimos no pueden considerarse con absoluta
certeza, no sólo debido a la imperfección de los medios del conocimiento, sino como
consecuencia de la infinita complejidad tanto del medio ambiente exterior como de la
configuración interna de los fenómenos interactuantes. Precisamente en la consideración de

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este factor radica la diferencia fundamental entre el determinismo contemporáneo y el
determinismo mecanicista.

¿Significa entonces lo dicho, que la interpretación propuesta de causa como simultánea con
el efecto, rompe totalmente con el empleo tradicional de este término?. No. Sencillamente
nosotros aquí tropezamos con un factor bastante corriente en las ciencias: se descubre un
fenómeno nuevo, pero debido a su similitud con otro ya conocido, se le denomina con el
mismo término durante algún tiempo; esto con frecuencia provoca polémicas insólitas
acerca de palabras. Para evitar esto subrayaremos, en primer lugar, que corno quiera que se
llame la interacción descrita por nosotros de lo interno y lo externo, simultáneo con su
efecto, ello existe y su conocimiento no es de poca importancia, en segundo lugar,
propondremos el empleo de dos términos: causa genética y causa estructural.

Entenderemos por causa genética el fenómeno que precede a un fenómeno dado (efecto) y
que es necesario para su aparición. En rigor, la causa genética total comprende un número
infinito de condiciones. Antes de enfermar el hombre debió nacer necesariamente pero para
ello debieron aparecer alguna vez los hombres sobre la tierra, lo cual a su vez está
condicionado por la evolución de los seres vivos, la aparición de los mismos sobre la tierra,
la formación de nuestro planeta, etc. Por eso, la causa genética es más bien una condición,
un conglomerado de condiciones, necesarias, pero insuficientes, para provocar un efecto. Si
a este conglomerado se agrega, por ejemplo, otra condición necesaria, cuya presencia hace
suficiente este conglomerado para producir el efecto, entonces éste se produce
simultáneamente con la presencia de este conglomerado. Y semejante conglomerado o
conjunto no será ya genético (precedente en tiempo). Lo llamaremos causa estructural.

La causa estructural es un conjunto de condiciones interactuantes, necesarias y suficientes


para que se produzca cualquier fenómeno. Si está presente la causa estructural, entonces
estará presente su acción (efecto).

Genéticamente puede llegarse por diferentes vías a un mismo resultado, un mismo efecto
puede ser condicionado por diversas condiciones genéticas. Pero la causa estructural es
siempre la misma. El vómito, por ejemplo, puede ser provocado por la irritación mecánica
de la mucosa de la parte superior del aparato gastrointestinal, por una excitación del aparato
vestibular, por vía del reflejo condicionado, etc. Sin embargo, en presencia de estas
condiciones el mismo puede producirse, pero puede también no producirse. Pero si algunas
condiciones precedentes crearon las circunstancias tales que con el esfínter cardiaco abierto
tenga lugar una contracción bastante fuerte del diafragma y los músculos abdominales que
oprimen el estómago, entonces será inevitable el vómito inmediato.

Con otras palabras, la causa estructural es e1 mecanismo interno de un fenómeno y su


efecto -el indicador, el cual revela la existencia del mecanismo dado. En este sentido... “la
causa y el efecto constituyen los dos lados diferentes de un mismo proceso”.

La diferenciación de las causas genética y estructural permite liberarse de los extremos del
monocausalismo y el condicionalismo. No existe tal factor, que siempre y en todas partes
aparezca como verdad absoluta. Partiendo de este totalmente justo rechazo al
monocausalismo es que los condicionalistas diluyen la causa en una infinidad de

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condiciones. El pensamiento tiene aquí un camino puramente metafísico. Así vemos, por
ejemplo, la frase característica: “en cualquier parte donde busquemos las relaciones
causales, aquello que se entiende bajo el término “efecto” depende en realidad de múltiples
condiciones, de modo que no puede siquiera hablarse de efecto por parte de algo único”
(Shuppe, cita de G.P. Zajarov, pág.71). Nosotros, por nuestra parte, no hablamos acerca de
una cantidad infinita de condiciones necesarias, sino solamente acerca de un conjunto tal de
las mismas, que sea evidente simultáneamente con su efecto, que sea necesaria y suficiente
para que se produzca el efecto. El número de tales condiciones es muy definido y, aunque
naturalmente son muchas, ellas actúan como un todo único, corno un mecanismo único.

Apliquemos ahora la interpretación expuesta de la causalidad al análisis de los conceptos


“etiología”, “patogénesis” y su relación mutua.

I.V. Davidovski llegó a la acertada conclusión de que la causa es una interacción. Pero por
cuanto el concepto médico de etiología se opone al concepto filosófico de causa, él
extendió también esta característica a la etiología... “la causa externa, tomada por separado,
de un fenómeno mórbido (trauma, cancerógeno, infecto) no constituye aún su “etiología”;
etiología es ante todo la interacción, o sea la relación mutua de los factores externos e
internos, y no sencillamente el efecto”.

Todo va resultando normal, hasta que I.V. Davidovski llega a la patogénesis. Al examinar
la patogénesis como un mecanismo interno, históricamente preparado, de aparición de la
enfermedad, él busca, naturalmente, criterios para diferenciar los factores genéticos y
patogenéticos. Y los encuentra en lo siguiente: “...la etiología es lo externo, la patogénesis
lo interno, o sea, el organismo que rompe a su manera lo externo”; la etiología,
fundamentalmente y ante todo, está constituida por factores del medio externo, que actúan
sobre los organismos en el proceso de la vida individual de los mismos. Por consiguiente,
desde el punto de vista histórico los mecanismos patológicos están preconcebidos, y los
factores etiológicos externos de la actualidad no son más que “factores desencadenantes o
de arrancada”. Pero si precisamente tal enfoque anula su concepción acerca de la etiología
como una acción mutua de lo interno y lo externo.

La solución a esta contradicción puede encontrarse, a nuestro parecer, en primer lugar,


precisando el concepto de patogénesis y, en segundo lugar, resolviendo el problema de con
qué causa (o momentos de la causa) deben confrontarse la etiología y la patogénesis.

Tanto en la característica tradicional de la patogénesis, como en la forma que nos presenta


I.V. Davidovski, puede palparse la discordancia entre dos momentos. Por una parte la
patogénesis se caracteriza como un mecanismo: “Todos los fenómenos naturales están
condicionados causalmente de una forma o de otra, determinados, y esta determinación a
fin de cuentas de cualquier efecto presupone uno u otro mecanismo de este efecto, su
biomecánica, o sea, su patogénesis”. Ante semejante enfoque se impone evidentemente la
confrontación de la patogénesis con la causa estructural. Pero, por otra parte, la propia
etimología del término “patogénesis” habla del carácter genético de este fenómeno. “La
patogénesis es el estudio de la aparición (devenir) de la enfermedad”. ¿Qué debe destacarse
entonces?. ¿La biotécnica, el mecanismo (enfoque estructural), la aparición, el proceso de
formación (enfoque genético)?. Están presentes también, sin embargo, alusiones a la

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conjugación de ambos enfoques: “la patogénesis determina la aparición, desarrollo del
proceso, su ciclo y terminación”.

Si la patogénesis es un mecanismo, entonces también su formación y su efecto pueden


considerarse solamente como una acción mutua de lo externo y lo interno. Ahora bien, si se
considera que la patogénesis pertenece sólo a la esfera de lo interno, entonces no es aún el
mecanismo actuante, sino solamente una condición preconcebida de su efecto. La
existencia y el carácter del efecto dependerán además del factor externo y sólo la
interacción de lo interno y lo externo nos proporciona el mecanismo verdadero. Pero
semejante mecanismo es una causa estructural. Desde nuestro punto de vista la patogénesis
es una causa estructural de los procesos, tanto pasados como actuales, que tienen lugar en el
organismo.

I.V. Davidovski (1964) propone dividir la patogénesis en dos etapas: la génesis


(surgimiento) y la cinesis (desarrollo de lo surgido en un sentido determinado). Parece
conveniente agregar a esto una tercera etapa: la patogénesis como mecanismo del
funcionamiento del proceso en un momento dado. Entonces las tres etapas de la patogénesis
podrán considerarse como causas estructurales que provocan el surgimiento, curso y
funcionamiento del proceso en la actualidad. De ese modo, se elimina lo contrario a las
características “genética” y “biotécnica”. En las tres etapas la patogénesis responde a la
pregunta “¿cómo?”: ¿Cómo se realiza el proceso observado, cuál es su mecanismo?. (A la
vez la patogénesis constituye una respuesta más profunda a la pregunta “¿por qué?”, ya que
la respuesta a esta interrogante presupone precisamente el conocimiento del mecanismo y
no sencillamente de la condición empírica, tras la cual habitualmente sigue el efecto. Desde
el punto de vista de la teoría del conocimiento resulta inexacto confrontar la patogénesis
exclusivamente con la respuesta a la pregunta “¿cómo?” y la etiología con la respuesta a la
pregunta “¿por qué?”. En realidad: “¿Cuándo respondemos con más profundidad y
exactitud a la pregunta “por qué?” -en el caso en que decimos que “el hombre enfermó
porque en su organismo, que se encontraba debilitado, penetró un microbio”, o cuando
esclarecernos el mecanismo de la aparición y funcionamiento del proceso patológico?).

Descubrir la interacción significa mostrar el mecanismo de esta interacción. Sin el


conocimiento de este mecanismo sólo se dispone del conocimiento de los componentes de
la interacción, su resultado, etc., pero permanece confuso el carácter de esta interacción. Si
se examina la etiología sencillamente como una interacción, sin especificaciones ulteriores,
entonces surge el riesgo de confundirla con la patogénesis. Evidentemente al notar dicho
riesgo, y tratando de evitarlo, I.V. Davidovski incurrió en la contradicción antes indicada.
La etiología debe examinarse a la luz de la interacción, pero no confundirla con ella.

Los factores etiológicos son aquellos elementos, cuya interacción provoca un determinado
efecto. Los componentes de la interacción constituyen la etiología, su mecanismo es la
patogénesis. Los factores etiológicos, que anteceden a la aparición de la enfermedad son las
causas genéticas. Los factores etiológicos, cuya interacción produce simultáneamente un
efecto patológico, son los componentes de la causa estructural, pero aún no es la propia
causa (la causa no es la simple suma de los momentos que la componen, sino la interacción
de los mismos, un determinado mecanismo actuante).

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Las ideas expuestas no significan que nosotros subestimamos la importancia de una
clasificación ulterior de los factores etiológicos componentes de la causa. Naturalmente,
estos factores no son equivalentes y la metodología para evaluarlos en situaciones concretas
requiere una labor muy seria. Poro nosotros no podemos estar de acuerdo conque alguno de
estos factores (externo o interno) se declare, de una vez y por todas y en cualquier situación
el “principal” o “provocador”, “el predispositor”, etc.

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