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II. Vida Urbana

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Apelando a la caridad y a las


diversiones
Una aproximación a la reconstrucción de la ciudad de Lima después del
terremoto de 1746*

Susy M. Sánchez Rodríguez

1 Durante la última década, las investigaciones histórico sociales han enfatizado en que los
desastres se constituyen en hilos conductores que debelan la dinámica económica y
política de las sociedades2. Normalmente están vinculados a términos como destrucción,
caos y ruina. En este sentido, sea cual fuere el nivel de vulnerabilidad social que lo
propició, los habitantes del área afectada se ven ante la imperiosa necesidad de restituir
su ritmo de vida previo3.
2 Para recuperarse del impacto de un sismo los habitantes de una ciudad colonial apelaban
a ciertas medidas. Éstas podían ser los arrendamientos de las propiedades, la innovación
en los sistemas de construcción, los préstamos pecuniarios e incluso trasladar la ciudad,
además de solicitar la venta de títulos nobiliarios.
3 El presente trabajo aborda el papel que cumplieron la caridad y las diversiones en la
reconstrucción de Lima después del terremoto de 1746. Cabe puntualizar que en el
transcurso de esta tarea, la población limeña afrontó otros problemas como epidemias y
fuertes avenidas del río Rímac. Asimismo, la reconstrucción –a semejanza de lo ocurrido
en otras urbes latinoamericanas– fue una labor lenta, en la cual también se manifestó el
proyecto borbónico. Nuestro punto de partida es la emergencia4 y sus huellas inmediatas.

1. La crisis urbana
1.1 Crónica de muerte y destrucción

4 En 1746, cuando la ciudad de Lima todavía mostraba las huellas telúricas de 1687, recibió
el impacto de un nuevo sismo. Es anecdótico el caso de la iglesia de los Huérfanos
estrenada en los primeros días de octubre de 1746 que, sin embargo, se derrumbó el

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fatídico 28 del mismo mes5. Eran las 10:30 de la noche cuando los limeños despertaron
sobresaltados por un fuerte movimiento telúrico que –de acuerdo a las fuentes– tuvo una
duración de tres minutos. Inmediatamente después el puerto del Callao "fue tragado" por
un tsunami. La furia del mar desapareció a 5.000 personas6.
5 El párroco de San Sebastián dejó un crudo testimonio del impacto del terremoto. El
religioso expresó: "Lima quedó hecha un corral sin ninguna casa donde habitar. Dios por
su misericordia nos de la gracia y tiempo para llorar"7.
6 La catedral, fue la iglesia que tuvo mayor perjuicio, al extremo que el cementerio "quedó
como fosa abierta mostrando los cadáveres"8.
7 Diferente fue la situación en el hospital de San Diego, cuya iglesia no colapsó porque el
maestro Santiago Rosales, optó por construir bóvedas de cerchería, hechas de madera,
caña y yeso, en lugar de ladrillo que usualmente se empleaba9. Otro conjunto
arquitectónico que resistió los embates del sismo, aunque se tuvieron que realizar
reparaciones, fue la iglesia y convento de San Francisco10.
8 Los daños en la infraestructura manifestaron los recursos limitados con que contaban el
gobierno y la sociedad colonial. En la construcción se empleaban materiales de poca
resistencia física, como el adobe, que si bien ofrecía la ventaja de una preparación simple,
tenía la desventaja natural de una menor resistencia a la humedad, elemento climático
del clima limeño11. Ramón Gutiérrez señala que después del terremoto de 1687 se empleó
la quincha con notoria aceptación entre los pobladores, porque ofrecía una resistencia
flexible a los movimientos sísmicos12. Al mismo tiempo, no fue una práctica común el
colocar bases de piedra de río, recomendadas en la construcción de viviendas en una
ciudad como Lima, cuyos suelos aluviales son desfavorables para afrontar fenómenos
telúricos13.
9 Con respecto al abastecimiento urbano el panorama de la mañana del 29 de octubre era
devastador. "Las panaderías arruinadas, ni podían amasar ni tenían que..." El ingreso de
barcos cargados de trigo, procedentes de Chile, permitió paliar el hambre de la ciudad14.
El precio del dorado cereal se duplicó a diferencia de lo sucedido después de 1687, cuando
se quintuplicó15. Pese a ello, los limeños tuvieron que conformarse en comer "una especie
de pan o mascóte que más se componía de tierra que de harina"16.

1.2 Intemperie, huida y violencia

10 Según nos refieren Peraldo y Montero, durante la secuencia sísmica de 1717 que afectó a
la antigua Guatemala, sus habitantes se alejaban de la ciudad, porque creían que ésta se
hundiría17. En Lima, las posibles inundaciones marinas y los continuos temblores hicieron
que gran parte de la población se sintiera más segura en las campiñas y cerros vecinos 18.
Como ya había ocurrido en 1687, se trastocó la vida urbana. La población buscó refugio en
los espacios abiertos de la ciudad, como huertas, alamedas y plazuelas, que se cubrieron
de chozas y barracas19. Se rompió la clausura en algunos recintos monacales, como
ocurrió con las religiosas de la Encarnación y la Concepción20. Se construyeron ranchos
temporales con materiales livianos, como caña y paja, en sitios periféricos de la ciudad,
tales como Acho, Los Naranjos y Cocharcas. Muchos de éstos perduraron hasta fines del
gobierno de Manso de Velasco. Incluso el virrey se cobijó en una incómoda barraca en la
plaza, compuesta de tablas y lonas21.

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11 Por otra parte, el hecho de vivir refugiado en las huertas, ocasionó problemas en el pago
de arrendamiento de casas. Fue el caso de Joseph Oblitas, quien afrontó un juicio de
Sinforosa Cordero, monja de velo negro del Monasterio de la Concepción, por los cinco
meses de arrendamiento impagos a partir del 28 de octubre22. Teniendo en cuenta esta
problemática, en marzo de 1747, la abadesa del monasterio de Santa Catalina, María
Leonor Fausto Gallegos, arrendó un "sitio hecho muladar". Antes de firmar el contrato,
ella fue muy clara en precisar, que "aunque esta ciudad vuelva a experimentar una ruina
como la presente de temblores, fuego, agua o cualquiera otras no pensada" no habría
rebaja23.
12 Las alteraciones de la vida cotidiana desembocaron en una dinámica social conflictiva. El
problema de la vivienda fue la variable social más involucrada en la generación de
violencia. El latrocinio se constituyó en la respuesta inmediata a la crisis. "Los negros y la
esclavitud se entregaron al robo de las desiertas ruinas"24. Ante el caos social, el virrey
nombró jueces con títulos de alcaldes de barrio. La elite asumió un papel preventivo-
represivo, pues llegó a tener una participación directa en el control social del escenario
urbano. Uno de los responsables fue el oidor Pablo de Olavide. Como alcalde debía evitar
cualquier disturbio, detener a los ladrones, rescatar los cadáveres de las ruinas y darles
cristiana sepultura, además de prevenir la inundación de las casas25.

1.3 Las huellas de la muerte

13 Los movimientos telúricos deterioraron el sistema hidráulico, que unido al hedor de los "
insepultos cadáveres de personas y animales"26, alteraron el paisaje urbano de la ciudad. A
lo que se sumó la presencia de El Niño en el verano de 1747, calificado como fuerte 27. La
mayoría de los hospitales quedaron arruinados, como se observó en toda su plenitud, en
el hospital de Santa Ana, para indios, donde "no quedó piedra sobre piedra". Pese a ello
debió seguir funcionando. Llano de Zapata precisó, que en el lapso de un año, los
hospitales de San Andrés, Santa Ana, de la Caridad, San Bartolomé y Santo Toribio,
atendieron un total de 5.578 enfermos28.
14 El tabardillo diezmó a la población. Las lluvias y vientos fuertes ocasionaron la
propagación de enfermedades bronco pulmonares y transtornos gastrointestinales29. En
esta situación aflictiva se aprecia una íntima relación entre las medidas sanitarias del
gobernante colonial, el comportamiento religioso y el papel de la Plaza Mayor. Manso de
Velasco ordenó que se "sacasen los cuerpos que estaban sepultados en las ruinas, y los
pasasen a lugar sagrado..." Los muertos se apropiaron del umbral de la urbe 30. La
intención era darles sepultura en la catedral. Un hecho que no fue factible ante la "ruina"
del recinto religioso. Para el entierro de los cadáveres se cavaron hoyos en las plazas 31.
Así, ante el gran número de personas fallecidas súbitamente, los ritos funerarios no se
cumplieron a cabalidad, pues una de las tareas para evitar ser parte del panteón
improvisado fue deshacerse de los cuerpos inertes. Definitivamente, en términos de
Marco León, la sociología mortuoria se alteró, pues de las tradicionales ceremonias
litúrgicas se pasó a encuentros mecánicos y forzados32.

2. La piedad sacraliza el espacio urbano


15 En estas circunstancias, ante la ocurrencia de un fenómeno incontrolable, la mejor
protección fue Dios. Así, Lima se convirtió en escenario de un peregrinar religioso:

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"en las grandes plazuelas y plaza mayor de esta corte, varias procesiones públicas,
en que (...) muchos sacerdote descalzos, ceñidas sus sienes con espinas, sus cuellos
oprimidos con sogas, sus pies sujetos con duras y pesadas cadenas" 33.
16 Los mercedarios tuvieron la iniciativa y sacaron a la Virgen de las Mercedes para
contener "el movimiento de la tierra que no cesaba". Los integrantes de esta orden fueron
los más "apocalípticos" en sus penitencias. Quizás en ello influyó el hecho de que su
templo se arruinará tanto en 1687 como en 174634. Consecuentemente, ante las
inquisidoras miradas de la población eran los más pecadores. De igual forma hicieron su
paso por la ciudad las urnas de santo Toribio, san Francisco Solano, santa Rosa y las
imágenes de la Virgen del Rosario y del Santo Cristo de Burgos35. La sacralización del
espacio urbano también se apreció cuando san Judas y san Simón, cuya fiesta se celebra el
28 de octubre, fueron designados como santos tutelares de la nueva población de
Bellavista36.
17 El placer por las fiestas quedó mediatizado en 1747 cuando "no hubo toros por ser tiempo
de llanto" pues, de acuerdo a la mentalidad apocalíptica, era necesario aplacar la ira
divina. Ese mismo año "nadie jugó bacanales" en la mayor parte del reino 37. Es bien
conocido que tanto en Europa como en Latinoamérica el carnaval representa el trastorno
del orden social38. A modo de comparación cabe mencionar que también se restringieron
las diversiones en España, especialmente en Cádiz, después del fuerte sismo que en
noviembre de 1755 remeció Europa39. Dichas restricciones resultan comprensibles, ante la
estrecha asociación entre catástrofe y pecado propio de la época y al hecho que ya en la
metrópoli se regulaba la participación de la población durante estas fiestas, en especial lo
referente al atuendo, los bailes y las máscaras40.
18 A pesar de todo, en una urbe derruida, el poder colonial se hizo sentir. Las autoridades
virreinales no dejaron de conmemorar las fiestas reales. En 1747 la ciudad acreditó su
duelo por la muerte de Felipe V y su fidelidad al nuevo soberano. En setiembre se celebró
la jura de Fernando VI. Para tan regia ocasión, se privilegió el ámbito público al privado.
Fue más importante reparar el casco central de la ciudad que sería el soporte físico del
itinerario festivo –cuatro plazas y 23 calles– que reconstruir las viviendas afectadas 41.
Asimismo, la serie de espectáculos que se sucedieron en tan magno evento sirvieron para
que la población empezara a superar el síndrome del desastre que padecía42.
19 Un mes después, y a un año de la tragedia, la imagen del Señor de los Milagros recorrió las
calles limeñas durante cinco días43. Con este acto, se explicita lo formulado por América
Molina del Villar, quien plantea que las fiestas y procesiones organizadas por el gobierno
virreinal y la iglesia, durante la primera mitad del siglo XVIII, en respuesta a estos
momentos de emergencia, pudieron servir para canalizar los ánimos de las masas
multiétnicas44. Efectivamente, el mencionado acto religioso se ligó directamente a los
objetivos del gobierno por recuperar el orden perdido. Así, un Cristo Moreno recorrió
espacios que un mes antes habían servido para jurar fidelidad al Rey de España. Desde la
perspectiva del poder, la procesión representaba el comportamiento idóneo de la plebe.
Los negros pasaban de ladrones a fieles. De una relación conflictiva con el poder, ahora
ocupaban un lugar definido, estable, ante las miradas de las autoridades. A partir de
entonces, el mes de octubre quedó estigmatizado por los avatares telúricos. En 1752, se
celebró el jubileo. Por esta razón las diversiones públicas se cancelaron y las solicitudes
de permisos para representar comedias no fueron admitidas45. Este ritual católico estuvo
definido por un calendario cargado de simbolismo. Se inició el día de Santa Rosa, que tuvo
como fecha cumbre la segunda quincena de octubre, en recuerdo a los estremecimientos

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terráqueos que habían azotado a la ciudad. Debemos anotar que la santa limeña, según
Ramón Mujica, ya era reconocida como protectora de sismos desde el siglo XVII, atributo
que fue representado en la iconografía criolla. La primera escultura de la santa exhibida
en 1669 la mostraba sosteniendo la ciudad sobre un ancla. Este instrumento de hierro,
según Flores Araoz, es "el símbolo clásico de la estabilidad", además de la tranquilidad y
seguridad46. Por ello no resulta extraño que el virrey Manso de Velasco, declarara que le
debía la vida47.

3. Caridad y fama pública


20 Complementando a lo anterior, en este tiempo y en los años venideros, la limosna jugó un
papel importante en el sostenimiento de instituciones de "asistencia social" 48. Frédérique
Langue y otros autores han demostrado la constancia de las elites latinoamericanas a la
hora de demostrar su piedad. El objetivo que los motivaba era la salvación de sus almas 49.
En este aspecto Lima no fue la excepción. Se vigorizaron determinados escenarios, que
simbolizaban la caridad, tales fueron: El hospital de la Caridad, para mujeres españolas, la
Casa de los Niños Huérfanos y el hospital de San Lázaro destinado a los leprosos.
21 Con relación al primer caso, observamos la actitud de Juan Lucas Camacho, Mayordomo
del Hospital. Este personaje condonó a la mencionada institución cerca de 90.000 pesos 50.
Otro ejemplo fue el del rico comerciante navarro, Diego Ladrón de Guevara, quien asumió
la reconstrucción de la Casa de los Niños Huérfanos. Años más tarde fundaría el hospicio
para pobres51. Conectado a estas actitudes verificamos que el sermón se constituye en una
fuente para reconstruir la atmósfera urbana52, como lo demostró el jesuita Juan Sánchez
durante el estreno del Hospital de San Lázaro. En su discurso religioso increpó a una
mayor misericordia. El expresó: "No hay mancha que la limosna no limpie". Subrayó que
si los ricos construían hospitales para los pobres aquí en la tierra, éstos en
agradecimiento los recibirían en carros de triunfo en el cielo53.
22 También el donativo se constituyó en un medio eficaz para obtener un mayor
reconocimiento social, el cual se hizo más explícito durante el funeral. Un buen ejemplo
de ello fue el I conde de San Isidro, quien en premio a su beneficencia fue enterrado "tres
veces". Tanto dominicos, franciscanos y agustinos quisieron guardar su cuerpo y su
memoria54. Por otra parte, el mes de octubre se convirtió en una oportunidad ideal para
desarrollar prácticas humanitarias. En efecto, en octubre de 1756, las mujeres más
adineradas de la ciudad hicieron una "demostración piadosa de ir en público, y a pie"
desde la iglesia de la compañía de Jesús hasta el hospital de la Caridad. Ellas mismas
portaban "todo género de alivio"55. Del mismo modo, resultaron eficaces los argumentos
de protección celestial antisísmica, como lo demostraron las madres del Monasterio de las
Nazarenas. En mayo de 1760, colocaron mesas petitorias en nombre a la eficacia del Señor
de los Milagros en la protección de la ciudad de los temblores. En un día recogieron la
suma de 10.500 pesos56.
23 Si bien se colocaron cajetas en las puertas de iglesias y hospitales con el afán de recolectar
limosnas, y la población daba muestras de solidaridad colectiva, éstas no fueron
suficientes. Sus limitaciones fueron percibidas desde un inicio por las autoridades
virreinales y la elite limeña involucrada en el proceso reconstructivo. Se apeló entonces a
otros medios para obtener ingresos monetarios, recurriéndose a la realización de
espectáculos, como fueron: las corridas de toros, las peleas de gallos, las comedias, y las
suertes.

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4. Diversión asegurada
24 En la ciudad de Lima después de lo acontecido en 1746, se hizo evidente el afán de los
borbones de buscar la sedentarización de las diversiones públicas, como se apreció con las
corridas de toros y las comedias57.

4.1 Aprovechando la pasión por los toros

25 Los ingresos obtenidos por la asidua concurrencia a los entretenimientos públicos


hicieron posible la reedificación de diversos escenarios urbanos, convirtiéndose al mismo
tiempo en mecanismos de recuperación psicológica para la población limeña. Las alegrías
colectivas actuaron como catalizadores pues permitieron distender angustias y
preocupaciones58. Más aun si los temblores eran parte de la vida cotidiana limeña. Sus
pobladores mantenían vigente la idea de otra ruina, como aconteció en enero de 1761,
cuando se registró el temblor más fuerte desde 174659.
26 La gran afición de los limeños por la fiesta brava fue utilizado, al igual que en Chile, en la
tarea reconstructiva60. Con autorización del superior gobierno, se organizaron corridas de
toros durante dos carnavales consecutivos, a favor del hospital de San Lázaro, que
reportaron la suma de 13.660 pesos. Dicha cantidad permitió concluir la reedificación de
la mencionada institución en abril de 175861. Este hecho sirvió de argumento para
combatir las opiniones de los teólogos hispanos que promocionaban su prohibición. El
oidor Pedro Bravo de Lagunas, defendió la lidia de toros con fines religiosos y caritativos.
Él había construido una plaza de madera para llevar a cabo las corridas a beneficio de San
Lázaro62. En estos momentos todavía los borbones, permitían las fiestas taurinas "allá
donde tuviera privilegio o aplicación útil"63. Por ello, ante la posibilidad de obtener
mayores ganancias se optó por la edificación de una plaza permanente, en Acho, proyecto
que recién se materializó cuando el virrey Amat firmó un contrato con Agustín
Landaburu64. En dicha construcción invirtió la suma de 85.000 pesos. Él era un rico
hacendado de Cañete, en cuyas propiedades casualmente se criaban toros de lidia65. A su
vez, Landaburu aprovechó esta oportunidad para ocupar un cargo estratégico. Fue elegido
alcalde de la ciudad en 1766 y en cumplimiento de sus funciones autorizó la construcción
de un puente de madera frente al beaterio de Viterbo, el cual facilitaría el acceso al coso
taurino. Cada transeúnte debía abonar "por el beneficio" tan sólo medio real. Los ingresos
que se obtuvieron fueron destinados a la reconstrucción del puente principal de la ciudad
66.

27 De tal manera que en las corridas de toros confluyeron la caridad, el negocio, la diversión,
la reafirmación del status social y la legitimación del poder67. Esta última característica se
manifestó cuando el cabildo gastó 4.050 pesos solamente en "toros", para recibir al virrey
Amat. Al considerar que Lima era una ciudad en constante reconstrucción, pues no sólo
debía "repararse de los sismos", dicha suma pudo destinarse al arreglo del tajamar de
Acho que fue dañado por las fuertes avenidas del verano de 1761 o también para la obra
de la nueva cañería de la Alameda de los Descalzos. Lo paradójico de la situación fue que
meses después el Cabildo pidió a su Excelencia "adelantar el arbitrio de cinco corridas de
toros", para cancelar el importe de la última obra68.
28

La fiesta taurina significó ganancias en un tiempo de reconstrucción, también simbolizó la

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máxima expresión de la alegría citadina. Fue una genuina fiesta social, con gran consumo
de bebidas estimulantes como aguardiente y chicha, que intensificaban las relaciones
sociales y promovían los desórdenes. La autoridad virreinal era consciente de ello, por
esta razón al lado de la Plaza de Acho se mandó construir un cuartel para vigilar los
excesos69.

4.3 El teatro: las comedias y los títeres

29 Otro ejemplo ilustrativo sobre el papel de las diversiones en la reconstrucción de Lima lo


constituye el Coliseo de las Comedias. Este lugar fue uno de los primeros recintos en ser
reedificado. Se reinauguró 18 meses después de ocurrido el sismo a un costo de 32 000
pesos70. La rapidez de la obra tuvo como argumento, los ingresos que se habían recaudado
en los meses anteriores al terremoto. Al igual que en Nueva España los beneficios que se
obtenían de las representaciones teatrales tenían un destino caritativo. En este caso el
beneficiado era el hospital de San Andrés, destinado a la curación de españoles pobres 71.
Pero las funciones no tuvieron el éxito esperado ¿Cuáles fueron las causas de la ausencia
de público en el teatro?
30 En primer lugar, destaca la fuerte competencia que significaron las lidias de toros, que
tres años después del terremoto se realizaban en chacras inmediatas a la capital 72. La
gente optó por divertirse en espacios abiertos. Se había desarrollado un síndrome
claustrofóbico en la población. Más aun si el recinto teatral no inspiraba seguridad ante la
posible ocurrencia de movimientos sísmicos, pues ante el alza de los materiales de
construcción había sido reconstruido con maderas extraídas del arruinado hospital de
San Andrés. A lo que se agrega el hecho de ser uno de los lugares donde la población se
sentiría más proclive a contagiarse de enfermedades, como se demuestra cuando la
clausura del local a fines de 1758, coincidió con la propagación de una epidemia de viruela
en la ciudad73.
31 Con el afán de revertir estas adversidades, en 1761 se llevaron a cabo las reformas
necesarias, a fin de ofrecer espectáculos más llamativos. Tales como representar óperas
que comúnmente eran conocidas como Máquina Real de Muñecos74. Y ante la
imposibilidad de seguir administrándolo, se optó por alquilar el Coliseo. En 1767 se fijó en
3 000 pesos anuales el valor del arrendamiento, siendo el arrendatario el músico italiano
Bartolomé Massa. A su vez hay que recalcar que en dicha acción contractual se
expresaron las huellas del sismo. El hospital se reservaba para sí las ganancias que
producían los volatines o juegos de cometa y las diversiones que se efectuaban durante la
Cuaresma y el mes de octubre, un tiempo estigmatizado por la ocurrencia de fuertes
movimientos telúricos75. Massa a su vez debía asumir los costos y los riesgos, excepto de "
algun terremoto u otro motibo... publico". Sólo en este caso habría rebaja.

4.4 El gusto por el tabaco también sirvió

32 Ante la necesidad de reconstruir la infraestructura urbana, uno de los recursos al que


apeló el cabildo limeño fue solicitar a la metrópoli, el arbitrio sobre los limpiones de
tabaco. Éstos eran unos mazos que empleaban las limeñas, en su afán por poseer una
dentadura limpia y olorosa. La solicitud fue denegada76. Obviamente esta respuesta
concuerda con los planes borbónicos de una mayor centralización administrativa y el
objetivo de incrementar los recursos fiscales. El tabaco era un producto de alto consumo,

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pues era considerado como un "excelente preservativo de pestes"77. Cabe resaltar que el
gobierno colonial, antes del sismo, ya tenía proyectado su destino fiscal: el estanco. Pero
tuvo que esperar a raíz de "la grande inversión que causó el terremoto"78. Seis años
después del evento, se aperturaron en Lima los estanquillos. Dichos lugares se
convirtieron en puntos nodales de la urbe, pues en ellos convergían gran número de
personas con la finalidad de obtener los mazos procedentes de Saña, Guayaquil, Jaén,
entre otras zonas, con los cuales se elaboraban los cigarrillos. Estos establecimientos se
ubicaron en calles próximas a la Plaza Mayor y por supuesto en los alrededores del
Coliseo de las Comedias79. Un lugar que tenía capacidad para 1500 personas y que se
cubría de humo durante las representaciones teatrales a causa de la gran cantidad de
fumadores, entre varones y mujeres, que acudían a divertirse al referido recinto80.
33 Los beneficios líquidos de la renta de tabacos entre 1752 y 1762 ascendieron, sólo en el
Perú a 274,174 pesos81. Esta suma resulta significativa, si tenemos en cuenta que el
gobierno colonial, gastó cerca de 80.000 pesos en la reedificación de la estratégica Casa de
la Moneda. Y solamente las refacciones del Palacio durante el gobierno del virrey Guirior
reportaron un costo de 30.000 pesos82.

4.5 Apostando a la suerte

34 A su vez los pobladores de Lima en esta etapa tenían múltiples necesidades que suplir.
Una de ellas era el importe de los alquileres, como fue el caso de los inquilinos de la
huerta del hospital de San Andrés, quienes debían abonar, por cada uno de sus ranchos,
alrededor de 20 pesos al año83. Por todo ello apostar fue una buena opción. El virrey
Abascal en su Memoria refiere que la primera lotería semanal se dio el año 1746 84. El
hospital de San Bartolomé destinado a la curación de negros, se constituyó en uno de los
mejores ejemplos de utilización de esta diversión, la cual usufructuó desde 1759 85. Dos
personajes de la elite limeña desempeñaron un papel crucial en dicha reedificación que
fue avaluada en 60.000 pesos86. El primero, Pablo Matute de Vargas, fiel de la Casa de la
Moneda87, asumió el cargo de mayordomo; mientras que Cristóbal Messía y Munive, oidor
de la Audiencia y conde de Sierra Bella, actuó como juez protector88.
35 El éxito de las loterías radicó en la medida que hizo posible la participación de todos los
sectores sociales, pues el precio de cada suerte oscilaba desde un real hasta un peso. Los
sorteos se desarrollaban los martes y domingos y los premios podían alcanzar sumas
elevadas como 1000 pesos, con el objetivo de compensar a un mayor número de personas,
se reducían los montos. Por ejemplo el 18 de abril de 1762 salieron 11 suertes de 60 pesos.
Las "razones" por las cuales la gente compraba estos boletos, revela claramente la
inquietud religiosa propia de la época. Santos y vírgenes fueron requeridos
insistentemente. Aunque también aludían a las necesidades cotidianas de alimentación,
vestido y vivienda. Aquí algunas de ellas: "Los ricos quieren plata los pobres como no
quedran", "Para vestir a un desnudo", aunque no faltó alguien que manifestase "Ya estoy
aburrido con tantas suertes"89. También se beneficiaron con la venta de billetes de lotería,
la Casa de las Amparadas, la Casa de los Niños Expósitos, el Colegio de la Caridad, el
hospital de Santa Ana, y la iglesia de San Marcelo, que obtuvo alrededor de 60 mil pesos 90.
36 Otras alternativas para tentar la suerte fueron las carreras de caballos y las peleas de
gallos. Uno de los sitios más concurridos para presenciar las competencias ecuestres fue
el callejón de Matamandinga, en las cercanías de la hacienda Santa Beatriz. Los
espectadores se agolpaban en este estrecho emplazamiento y ante la arremetida de los

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corceles destrozaban las tapias y alfalfares de las chacras colindantes, conocida como
Santa Teresa. Por esta razón su propietario Fernando Lince, trató en 1769, de evitar dicha
diversión, pues se producían muchas "contiendas y desgracias". A pesar de la protesta de
Lince, el alcalde marqués de Santa María, no prohibió las competencias, pues la población
hallaba en ella "desaogo de sus afanes"91.
37 Por otro lado, si en Panamá los recursos provenientes de las peleas de gallos servían para
auxiliar a las monjas cuyas rentas disminuían por efecto de los incendios que se desataban
en la ciudad92, en Lima postterremoto, el cabildo limeño solicitó "como propios el estanco
del juego de gallos", en razón a la gran predilección que por ellos se tenía. La respuesta
metropolitana fue negativa93. Años más tarde, durante el gobierno de Amat, se construyó
una "Casa pública a imitación de la de México". El encargado de ejecutar dicha obra en la
Plaza de Santa Catalina fue el catalán Juan Bautista Garriel94, quien se comprometió a
proporcionar 500 pesos para obras públicas e igual cantidad para el hospital de San
Andrés, "porque se creía disminuyesen sus ingresos por la concurrencia de gente al circo
de gallos"95.

5. Luces en la ciudad
38 En la segunda mitad del siglo XVIII el espacio urbano de Lima lució una nueva cara. La
ciudad sería escenario de una serie de reinauguraciones. Las cofradías y los gremios
participaron activamente en dichas ceremonias. Estas instituciones corrieron con los
gastos que significaron la presentación de danzas, músicos, salvas de fuego y la
construcción de la arquitectura festiva, como altares y castillos. En este contexto el sello
militar borbónico se hizo evidente. Las compañías adquirieron un rol protagónico en tales
eventos96. A su vez el comportamiento de los gobernantes, corrobora lo afirmado por
Jesús Pereira, pues demostraron ser conscientes del poder de la calle y lo utilizaron en la
celebración de espectáculos para enaltecer a la monarquía97. La autoridad colonial se
vinculó nítidamente con el gran temor de sus subditos: los temblores. El mejor ejemplo
fue el virrey Amat, quien participó directamente en la reconstrucción de la Iglesia de las
Nazarenas, donde se veneraba al Protector de los sismos. Durante el estreno de la referida
iglesia, ocurrido en 1771, su figura quedó perennizada en la memoria del público por "su
espíritu benéfico y patriota"98.
39 Por otra parte, el fuego se constituyó en tiempos coloniales en el modo más rápido y
visible de manifestar júbilo99, pero los limeños no disfrutaron plenamente de los fuegos
artificiales y las luminarias, que eran elementos imprescindibles durante los festejos por
los estrenos de los edificios de la urbe virreinal. El miedo y la prohibición se lo
impidieron. De igual forma que en Chile, según lo precisado por Isabel Cruz, después de
un gran sismo, cundía el temor al fuego100. En lo que atañe a las prohibiciones se conoce
que desde mediados del siglo XVIII, los borbones restringieron el uso de artificios y en
1772 se dieron reiteradas prohibiciones para el uso de cohetes y fuegos por parte de la
plebe101. Estas medidas tenían en cuenta, como lo manifestó el virrey Teodoro Croix, los
materiales con que se habían construido las casas de la ciudad. Las que "por cautelar los
estragos de los terremotos, eran compuestas de quinchas de cañas y telares de maderas".
La expresión del virrey tenía un apoyo real. En 1760 se había incendiado la Casa del Conde
las Torres, hecho que conmocionó a la ciudad en pleno102.
40 Para concluir tenemos precisar que en líneas generales, la tarea reconstructiva fue lenta,
al menos en lo que se refiere a edificios públicos, tal como sucedió en otros ámbitos

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latinoamericanos. Guatemala y Chile son tal vez los casos más evidentes103. En el último
tercio del siglo XVIII la ciudad estaba "apenas reparada" del terremoto que padeció en
1746. Esta afirmación corresponde a Hipólito Ruiz y las fechas de las reconstrucciones que
presentamos corroboran su afirmación104:
Coliseo de Comedias: 1749
Monasterio de Santa Teresa: 1750
Iglesia y Monasterio del Carmen: 175
Iglesia de Santa Rosa: 1757
Hospital de San Lázaro: 1758
Templo de la Encarnación: 1763
Iglesia del Sagrario: 1763
Iglesia del Patrocinio: 1764
Iglesia del Carmen Alto: 1764
Iglesia de San Marcelo: 1764
Palacio Arzobispal: 1765
Iglesia de los Huérfanos: 1766
Iglesia de la Buena Muerte: 1766
Iglesia parroquial de los indios del Cercado: 1767
Iglesia de la Merced: 1768
Puente de Montesclaros: 1770
Recoleta de Belén: 1770
Iglesia de las Nazarenas: 1771
Hospital de San Bartolomé: 1773
Iglesia Nuestra Señora de Cocharcas: 1777
Catedral de Lima: 1778 (pero sin torres).
Colegio de Santo Tomás: 1783.
Reparación de murallas: 1783 y 1805.
Monasterio de la Concepción: 1782-1783
Palacio del Virrey: 1788.
Monasterio de la Trinidad: 1790.
41 Como se desprende del listado que hemos presentado, la tarea reconstructiva abarcó la
segunda mitad del siglo XVIII. Resulta explicable que los procesos reconstructivos
comprendan lapsos de tiempo importantes, por cuanto dicha labor demanda una serie de
procedimientos: desde la limpieza de desmontes hasta la edificación de la fábrica. Además
de replantear las técnicas de construcción que mitiguen los efectos de futuros embates
sísmicos. Al respecto un caso digno de resaltar fueron los mercedarios, quienes
aprendieron la lección después de 1746. Su convento llegó a ser considerado como el más
seguro en Lima. Por este motivo, el virrey Guirior se refugió en sus claustros ante los
continuos temblores que asustaron a la ciudad en enero y febrero de 1777105.

Apreciación final

42 Generalmente un sismo a causa de su impacto, goza de una letal reputación, pues altera
de manera drástica la vida cotidiana de los actores sociales. Si bien el trabajo que he
presentado ha tenido como protagonista al terremoto que afectó a la ciudad de Lima de
1746, espero haber demostrado que no fue un hecho episódico y aislado, sino por el
contrario, como todo desastre fue un proceso social que se gestó con anterioridad y, cuyas
huellas marcaron la vida urbana limeña durante la segunda mitad del siglo XVIII.
43 En este contexto reconstructivo, la caridad y las diversiones cumplieron el papel de
catalizadores individuales y colectivos, y también de estrategias económicas que
posibilitaron que Lima colonial recuperara su ritmo urbano. Además debemos

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puntualizar, que en una coyuntura de crisis urbana como se dio a raíz del sismo de 1746,
el poder colonial privilegio la opción de reforzar sus resortes de control, como se
evidenció en los festejos reales y en las ceremonias de reinauguración.
44 Finalmente, a pesar de la distancia temporal, hay elementos comunes que comparten la
Lima del XVIII y la que se apresta a recibir el nuevo milenio. Éstos son: la procesión del
Señor de los Milagros, los juegos de lotería, las corridas de toros, el temor a los
movimientos sísmicos especialmente en el mes de octubre. Ante lo cual surge una
inquietud ¿Está preparada una urbe latinoamericana como nuestra ciudad capital para
afrontar un gran sismo, epidemias y un Niño fuerte tal como tuvo que soportar hace 255
años? Sin embargo, tengamos en cuenta que los limeños a mediados del siglo XVIII
hallaron en las huertas refugio público, espacios que no tendríamos oportunidad de usar,
de producirse un sismo de similar magnitud en este momento.

NOTAS
2. Para ello se pueden consultar los artículos de Virginia García Acosta (coord.). Historia y
desastres en América Latina. Bogotá: La Red. Ciesas, Vol. I, 1996.
3. Al respecto, Fernando Pliego Carrasco en su artículo "Estrategias de desarrollo social ante
situaciones de desastre", sustenta una interesante propuesta que gira en torno a "la conversión
de desastres en herramientas de desarrollo social", Desastres y Sociedad. Enero-Julio, 1994, No. 2:
51-62.
4. La emergencia es entendida de dos maneras: La primera como el momento en que el fenómeno
del desastre se manifiesta con toda claridad y la segunda como la "etapa en la cual la sociedad
histórica y espacialmente determinada entra en otra etapa que se concibe generalmente fuera de
lo normal". Jesús Manuel Masías. "Perspectivas de los estudios sobre Desastres en México", en
Andrew Maskrey (comp.). Los desastres no son naturales. Bogotá: La Red. ITDG. Tercer mundo
editores, 1993, p. 102.
5. Javier Prado. Lima: Arquitectura y escultura religiosa virreinal. Lima: Ignacio Prado Pastor Editor,
1996, p. 59.
6. José Eusebio Llano de Zapata. "Carta o diario que escribió a su más venerado amigo y docto
corresponsal el Dr. D. Ignacio Chirivoga y Daza. Canónigo de la Santa Iglesia de Quito", en Manuel
de Odriozola. Terremotos. Colección de las relaciones más notables que ha sufrido esta capital y que la han
arruinado. Lima: Imp. Alfaro, 1863, p. 71. Los tsunamis son ondas generadas por bruscos
desplazamientos submarinos o litorales, erupciones y explosiones. Es el concepto que nos da
Gustavo Laos Cruzado. "Tsunamis", Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, 1990, Vol. 104, No. 6.
Victorino Montero. "Relación de la catástrofe de 1746", en Quiroz, Francisco. Las imágenes del
Callao. Lima, 1990, p. 99.
7. A.A.L. Parroquia de San Sebastián. Libro de bautizos de españoles (1733-1759) No. 5, f. 167v.
Agradezco a Laura Gutiérrez por haberme proporcionado esta referencia.
8. Jorge Bernales. Lima, la ciudad y sus monumentos. Sevilla: CSIC. Escuela de Estudios
Hispanoamericanos. 1972, p. 295.
9. Emilio Harth-Terré. "Santiago Rosales", Arquitecto Peruano, abril, 1942.
10. Jorge Bernales. Lima, la ciudad y sus monumentos, p. 296.

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11. Víctor Pinto y Miguel Tenorio. "El sismo como factor condicionante para el diseño
arquitectónico". Trabajo de investigación presentado para optar el título profesional de
arquitecto. Lima: Universidad Nacional de Ingeniería, 1980, p. 12.
12. Ramón Gutiérrez. "Ciudades del Perú. Urbanismo durante el período virreinal", en Estudios
sobre urbanismo iberoamericano. Siglos XVI al XVIII. Junta de Andalucía: Consejería de Cultura y
Asesoría Quinto Centenario. Sevilla 1990, p. 250.
13. Víctor Pinto. "El sismo como factor condicionante...", p. 12; Jorge Bernales. Lima, la ciudad y
sus monumento, p. 189.
14. Conde de Superunda. Relación y documentos de gobierno del Perú. 1745-1761. Edición y estudio de
Alfredo Moreno Cebrián. Madrid, 1983, p. 260.
15. En 1740, el precio por fanega, establecido por el cabildo era de 4 pesos. En diciembre de 1746,
el precio quedó fijado en 8 pesos, pero se conseguía a 10 pesos. A.G. N. Superior Gobierno. Leg. 9,
Cuad. 172, f. 5. Cabildo Gremios. Leg. 2, Cuad. No. 11, 1746, f. 2v. Para 1748, el cabildo dispuso que
el precio por fanega fuese de 5 pesos 4 reales. A.H.M.L Libros de Cabildo. (1730-1756) f. 176.
Francisco Quiroz. Gremios, razas y libertad de industria. Lima: UNMSM, 1995. Nos indica que las
alteraciones producidas en los precios del trigo, sufridas a partir del sismo de 1687, recién fueron
resueltas en 1717, año en el que se hizo el cómputo del pan. Este documento ha sido publicado
por Yolanda Mejía. "Panaderías coloniales del siglo XVIII", Sequilao, 1993, No. 4-5. Otro autor que
ha trabajado sobre el alza del precio de trigo, en coyunturas de crisis es Jhon Melzer. "La subida
del precio de trigo en Lima para las panaderías en la calle de la pescadería en la ciudad de Lima
(1812-1821)", Revista del Archivo General de la Nación, 1993, No. 10. El precio subió en 1200%.
16. José Eusebio Llano de Zapata. "Carta o diario...", p. 73. Un ilustrativo marco teórico como
sugerentes propuestas metodológicas sobre este tema lo ha realizado Francisco Solano. "
Introducción al estudio del abastecimiento de la ciudad colonial", en Jorge Hardoy y Richard
Schaedel (comps.) Las ciudades de América latina y sus áreas de influencia a través de la historia.
Buenos Aires, 1975.
17. Giovanni Peraldo y Walter Montero. "La secuencia sísmica de agosto a octubre de 1717 en
Guatemala. Efectos y respuestas sociales", en Virginia García Acosta. Historia y desastres en América
Latina..., p. 307.
18. En el mes de octubre se registraron 220, en noviembre 113, el ritmo sísmico fue
disminuyendo. En octubre de 1747 se sintieron 10 temblores. Llano de Zapata, "Carta o diario...",
pp. 95 y siguientes. "Carta que escribió el marqués de Obando...", en Manuel de Odriozola.
Terremotos. Colección de las relaciones..., pp. 47-48.
19. Jorge Bernales. Lima, la ciudad, p. 295 y J.E. Llano de Zapata. "Observación diaria critico
histórico-metereológica. Contiene todo lo acaecido desde el 1 de marzo de 1714 hasta el 28 de
octubre del mismo", en Manuel de Odriozola. Terremotos. Colección de las relaciones..., p. 130 Las
huertas fueron Venturosa, Magdalena, Recoleta de Belén, Guadalupe, Matamandinga, y en las
plazas de la Inquisición, San Juan de Dios, Santa Ana y Santa Catalina. Este comportamiento
también se había registrado ante la ocurrencia de movimientos sísmicos del siglo XVI y XVII.
María Antonia Durán Montero. Lima en el siglo XVII. Arquitectura, urbanismo y vida cotidiana. Sevilla:
Exma. Diputación de Sevilla, 1994, pp. 36-40.
20. Jorge Bernales. Lima, la ciudad..., p. 299.
21. Ibid., p. 311. Conde de Superunda, Relación y documento, p. 261. Con respecto similares
comportamientos registrados en otros escenarios latinoamericanos, contamos con el trabajo de
Peraldo y Montero, "La secuencia sísmica...", p. 308.
22. A.G.N. Real Audiencia - Causas Civiles - Leg. 104, Cuad. 881, 1747.
23. A.A.L. Monasterio de Santa Catalina: Leg XXII: 1740-1759. Estaba latente, el pleito entre la
ciudad y el estado eclesiástico por la rebaja de censos. Con el terremoto se desarrolló "una
verdadera batalla campal" entre la institución eclesiástica y los propietarios. Quien ha tratado
esta problemática sobre los censos incobrables es Susana Aldana. "¿Fenómenos naturales?

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Ocurrencias del tiempo", en Historia y desastres, pp. 177-182. Siendo una fuente de primer orden
sobre este punto, el "Voto Consultivo" de Pedro Bravo de Lagunas y Castilla. Documento
publicado por José de la Puente Candamo. La emancipación en sus textos II: el estado del Perú. Lima:
Instituto Riva-Agüero, 1962. Similar situación también se dio en Panamá después del voraz
incendio que devoró la ciudad en 1737. Para ello se puede consultar el artículo de María del
Carmen Mena García. "Censos eclesiásticos y propiedad urbana: una relación conflictiva",
Caravelle, 1996, No. 66: 5-26.
24. "Desolación de la ciudad de Lima y diluvio del puerto del Callao", en Terremotos, p. 174. Lo
mismo aconteció en Guatemala, a raíz del terremoto de 1773 que afectó esta ciudad. En un
informe enviado al rey en 1776, el cabildo guatemalteco "se lamentaba amargamente del pillaje y
de los saqueos perpetrados por los malhechores fugados de las cárceles". André Saint-Lu. "
Movimientos sísmicos, perturbaciones psíquicas y alborotos socio-políticos en Santiago de
Guatemala", Revista de Indias, 1982, XLII, No. 169-170: 555.
25. Olavide fue alcalde de barrio "desde la puerta principal de la Encarnación hasta la puerta de
su casa y desde la esquina de Nuñez hasta la puerta falsa de la Encarnación". Jorge Bernales. Lima,
la ciudad y sus monumentos, p. 312. A.G.N. D1. 1-7. Año 1746. Ha investigado sobre este personaje
Fernando Iwasaki Cauti. "El pensamiento ilustrado de Pablo de Olavide y los ilustrados peruanos",
Histórica, diciembre de 1987, Vol. XI, No. 2: 134-135. Cabe señalar que en Madrid en 1768, se hizo
efectivo el cargo de alcalde de barrio. Para ello se puede consultar el trabajo de Fernando
Hernández Sánchez. "La corte envidiable (Delincuencia y represión en el Madrid de Carlos III,
1759-1788)", en Carlos III, Madrid y la Ilustración. Contradicciones de un proyecto reformista. Madrid:
Equipo de Estudios Históricos. Siglo XXI de España Editores, 1988, p. 340.
26. Llano de Zapata, "Carta o diario...", p. 78.
27. Anne-Marie Hocquenghem y Luc Ortlieb. "Eventos del Niño y lluvias anormales en la costa del
Perú: siglos XVI-XIX", Bulletin de Institut Français d’Etudes Andines, Tome 21, No. 1: 206.
28. Juan Lastres. "Terremotos, hospitales y epidemias en Lima colonial", Revista del Museo
Nacional, T. IX, Nro. 2: 249. Una mejor aproximación sobre lo ocurrido en este recinto
hospitalario, nos lo ofrece Domingo Angulo. "Información que dan el Mayordomo y diputados del
Real hospital de Santa Ana acerca del estado que tuvo y tiene al presente...", Revista del Archivo
Nacional, 1939, T. XII, Entrega II; Llano de Zapata, "Observación diaria..." en Terremotos, pp.
143-144.
29. Francisco Guerra, nos señala que con el nombre de tabardillo o tabardete se conocía al tifus, "
una enfermedad infecciosa exantemática del hombre y algunos roedores causada por las
rickettsias". Epidemiología Americana y Filipina. 1492-1898. Ministerio de Sanidad y Consumo.
Madrid. 1999. Sobre las otras enfermedades, Juan Lastres. "Terremotos, hospitales...", pp. 250 y
251.
30. Conde de Superunda, Relación y documentos..., p. 261. Con respecto al papel de la Plaza Mayor
como escenario protagonista de la vida urbana tenemos una serie de publicaciones. Gabriel
Ramón. "En el umbral de la urbe: usos de la Plaza Mayor de Lima", en Augusto Ruiz (ed.). Lima:
Nuevos estilos de historia y arqueología. Lima: Universidad Federico Villarreal, 1998. Ramón
Gutiérrez y Jorge Hardoy. "La ciudad hispanoamericana en el siglo XVI", en La ciudad
iberoamericana. Actas del Seminario de Buenos Aires de 1985. Ministerio de Obras públicas y
Urbanismo, CEHOPU y CEDEX, p. 108.
31. Conde de Superunda, Relación..., p. 261.
32. Sobre este punto tenemos el motivador trabajo de Marco León. "Un simple tributo de
amorosa fe: la celebración de la Fiesta de los Difuntos en Santiago de Chile. 1821-1930", Historia,
1995-1996, Vol. 29:159-184. En este artículo el autor aborda las principales formas de contacto
social creados en función a las visitas al cementerio y el recuerdo del día de Todos los Santos, que
ha denominado como "sociabilidad mortuoria".
33. J.E. Llano de Zapata, "Carta o diario...", p. 79.

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34. Javier Prado. Lima: Arquitectura y escultura..., p. 78.


35. J.E. Llano de Zapata, "Carta o diario...", p. 107.
36. Manuel de Mendiburu. Diccionario Histórico y Biográfico del Perú. Lima: Imprenta Gil, 1933, T.
VII, p. 175.
37. Diego Esquivel y Navia. Noticias cronológicas de la gran ciudad del Cuzco. Edición, prólogo y notas
de Félix Denegri, con la colaboración de Horacio Villanueva y César Gutiérrez. Lima: Banco
Wiesse. Ltdo. 1980, T. II, pp. 375 y 378.
38. Al respecto se puede consultar los trabajos de Ángel López Cantos. Juegos, fiestas y diversiones
en la América española. Madrid: Colecciones MAPFRE, 1992, pp 82-83; Juan Pedro Viqueira. "
Diversiones públicas y cultura popular en la ciudad de México durante el siglo de las Luces",
Anuario de Estudios Americanos, 1987, T XLV1V: 4-5. Un interesante análisis sobre "el mundo al
revés" lo ofrece Robert Randall. "Los dos vasos. Cosmovisión y política de la embriaguez desde el
incanato hasta la colonia" en Thierry Saignes (comp.). Borrachera y memoria. La experiencia de lo
sagrado en los Andes. La Paz: HISBOL/ IFEA, 1993, p. 98.
39. Gaceta de Lima: de 1756 a 1762 de Superunda a Amat. Compilación y prólogo de José Durand.
Lima: COFIDE, 1982, Vol. 1, Año 1756, Nro. 5, pp. 39-40.
40. María José del Rió. "Represión y control de fiestas y diversiones en el Madrid de Carlos III", en
Carlos III, Madrid y la Ilustración. Contradicciones de un proyecto reformista. Madrid: Equipo de
Estudios Históricos. Siglo XXI de España Editores, 1988, p. 310.
41. "Noticia analítica y estado, que tiene el puerto del Callao, y la ciudad de Lima, a el año
cumplido de su desolación y ruina, que lo hace en este mes de Octubre de 1747", en Terremotos, p.
186. Para un detallado análisis del universo simbólico ceremonial y su vinculación con las
metáforas discursivas sobre orden y subordinación se puede consultar Carole Leal Curiel. El
discurso de la fidelidad. Construcción social del espacio como símbolo de poder regio (Venezuela siglo XVIII).
Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1990.
42. Este síndrome con profundas depresiones, apatía, indiferencia, limitación de movimientos,
agitación, estrés, llanto incontrolable y expresiones de pesar. Así como una incesante
preocupación por la reubicación. Jhon Seamann. Epidemiología de desastres naturales. Con la
contribución de Sally Leivesley y Christine Hogg. México, 1989, p. 114.
43. J.E. Llano de Zapata, "Observación diaria...", pp. 127-128. Sobre la historia de esta venerada
imagen tenemos los libros de Rubén Vargas Ugarte. Historia del Señor de los Milagros. Lima. 1954.
María Rostowrowski. Pachacamac y el Señor de los Milagros. Una historia milenaria. Lima: IEP, 1992.
44. América Molina del Villar. Por voluntad divina. Escasez, epidemias y otras calamidades en la ciudad
de México. 1700-1762. México: Ciesas, 1996, p. 89.
45. Gaceta de Lima, Año 1752, No. 28.
46. Ramón Mujica. "El ancla de Santa Rosa de Lima: mística y política en torno a la patrona de
América", p. 180 y Flores Araoz, José. "Iconografía de Santa Rosa", en Santa Rosa de Lima y su
tiempo. Colección Arte y tesoros del Perú. Lima: Banco de Crédito del Perú, 1995, p. 256.
47. Jean Descola. La vida cotidiana en el Perú en tiempos de los españoles (1710-1820). Buenos Aires:
Librería Hachette S.S., 1962. El autor reproduce una ofrenda del virrey donde se aprecia la efigie
de la santa limeña.
48. Con respecto a este tema se puede consultar el artículo de Jesús Pereira Pereira. "La
religiosidad y la sociabilidad popular como aspectos del conflicto social en el Madrid de la
segunda mitad del siglo XVIII" en Carlos III, Madrid y la Ilustración. Contradicciones de un proyecto
reformista. Madrid: Equipo de Estudios Históricos. Siglo XXI de España Editores, 1988. Un trabajo
de larga duración para el caso peruano, aunque básicamente descriptivo, es el de Enma Mongrut
Bazo. "Instituciones de asistencia social en el Perú durante la colonia". Tesis para optar el grado
de doctora en Historia. Lima: PUCP, 1938.
49. Frédérique Langue. "Desterrar el vicio y serenar las conciencias: mendicidad y pobreza en la
Caracas del siglo XVIII", Revista de Indias, 1994, Vol. LIV, No. 201: 359. La autora menciona por

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ejemplo al conde de Santiago de la Laguna (aristócrata de Zacatecas) quien "convidada todos los
domingos a su mesa a los pobres de la ciudad, y todos los poderosos del lugar tenían un día
reservado al efecto". Eduardo Ciafardo. "La práctica benéfica y el control de los sectores
populares de la ciudad de Buenos Aires, 1890-1910", Revista de Indias, 1994, Vol. LIV, No 201: 386.
Asimismo, la caridad dio prestigio a la monarquía española pues le proporcionó "tanta fama o
mas que los éxitos militares", como lo plantea Jesús Pereira, "La religiosidad y la sociabilidad...",
p. 240.
50. Gaceta de Lima, Año 1757, p. 104.
51. Manuel de Mendiburu, Diccionario histórico y biográfico...,T VI, p. 393. "Noticia histórica de la
fundación, progresos y actual estado de la Real Casa Hospital de Niños Expósitos de Nuestra
Señora de Atocha", Mercurio Peruano. Del 21 y 25 de agosto de 1791, T II, Lima (1964). Gaceta de
Lima..., Año 1760, p. 267.
52. Francisco Solano. "Fiestas en la ciudad de México" en La ville en Amérique espagmole coloniale.
Marie-Cécile et André Saint-Lu (coords.). Press de la Sorbonne Nouvelle, 1995, p. 244. El autor
llama la atención sobre los medios impresos que sirvieron para perennizar acontecimientos en el
escenario urbano.
53. Sermón dado por M.P Juan Sánchez de la Compañía de Jesús, por la reedificación o nueva construcción
total del hospital de San Lázaro de la ciudad de Lima. 23 de Abril de 1758.
54. Gaceta de Lima. Reproducción del microfilm de los ejemplares existentes en la Biblioteca John
Carter Brown. Año 1752. Nro. 24. En Santo Domingo se enterró su cuerpo, en San Agustín se
colocó su corazón en el muro de la capilla del Santo Cristo de Burgos con una lápida de bronce. Y
en San Francisco por los diamantes que dono le hicieron un túmulo en el Altar Mayor.
55. Gaceta de Lima..., Año 1756, No. 5, p. 43.
56. Rubén Vargas Ugarte. Historia general del Perú. Virreinato (1700-1790) Lima: Carlos Milla Batres,
1981, Tomo IV, pp. 107-108.
57. Sobre este punto tenemos los trabajos de Mónica Ricketts. "El teatro en Lima y la
construcción de la nación republicana (1820-1850)". Tesis de Licenciatura. Lima: PUCP, 1996. La
autora considera que a pesar de las coincidencias entre reformas borbónica e ilustración, ella
prefiere mantener las distancias entre los dos fenómenos, pues aunque en muchos casos las
nuevas ideas les calzaron como anillo al dedo para la consecución de sus planes no cedieron
cuando atentaba con su afán de control absoluto. También sobre el proyecto urbano borbónico ha
escrito Gabriel Ramón. "Urbe y orden: Evidencias del reformismo borbónico en el tejido limeño",
en Scarlett O’Phelan Godoy (comp.). El Perú en el siglo XVIII. La era borbónica. Lima: PUCP-IRA, 1999,
pp. 295-324. Y para México Juan Pedro Viqueira. ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida
social en la ciudad de México durante el siglo de las Luces. México: Fondo de Cultura Económica, 1987.
58. Comunicación personal de la psicóloga Eliana Sánchez. Sobre el papel psicológico de las
fiestas ver el trabajo de Rosa María Acosta. "Aproximación al estudio de la fiesta colonial en el
Perú (Fiestas oficiales urbanas)". Tesis para optar el grado de Bachiller en Historia. Lima: PUC,
1979. Que posteriormente fue publicado bajo el título Fiestas coloniales urbanas (Lima-Cuzco-Potosí).
Lima: Ediciones Otorongo, 1997.
59. Gaceta de Lima de Superunda a Amat. Año 1761, p. 283.
60. Isabel Cruz de Aménabar. La fiesta: Metamorfosis de lo cotidiano. Santiago de Chile: Ediciones
Universidad Católica de Chile, 1995. La referida autora refiere que miembros de la Cofradía de
Nuestra Señora del Socorro de la Viña, organizaron corridas en la Chimba con el fin de recoger
fondos para reparar los estragos producidos por el terremoto en 1730. Dicha actividad se llevó a
cabo durante días de culto. El obispo los excomulgó porque desobedecieron su orden, pero a
solicitud de la autoridad civil retiró su sentencia, p. 106.
61. Pedro José Bravo de Lagunas y Castilla. Discurso histórico jurídico del origen, fundación,
reedificación, derechos y excenciones del hospital de San Lázaro de Lima. Lima: Oficina de los huérfanos,
1761, pp. 168-170.

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62. Fernando Iwasaki. "Toros y sociedad en Lima colonia", Anuario de Estudios Americanos, 1992,
Tomo XLIX: 11; Sánchez Ramos, Valeriano "Prohibiciones de fiestas de toros en el reino de
Granada", Demófilo, Revista de Cultura Tradicional de Andalucía, 1998, No. 25: 89-103. Dígame.
Rotativo Gráfico Semanal, No. 1360, Madrid, 25 de enero de 1966.
63. Esto es planteado por Andrés Oyola Fabián para el caso español en su artículo "Estrategias de
supervivencia de las fiestas de toros populares" Demófilo, Revista de Cultura Tradicional de
Andalucía, 1998, No. 25: 111. Con respecto a las medidas borbónicas tenemos la "Prágmatica
Sanción" prohibiendo los toros es de 1785 y está reproducida exactamente en la ley VI de la
Novísima Recopilación; se excluía de la prohibición "a los pueblos del Reyno en que hubiera
concesión perpetua o temporal con destino público de sus productos, útil o piadoso". Hay otras
disposiciones prohibitivas anteriores, de los años 1754, 1757 y de 23 de marzo de 1778. Gaspar
Melchor de Jovellanos. Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones
públicas, y sobre su origen en España, en Espectáculos y diversiones públicas. Informe sobre la Ley
Agraria. José Lage (ed.). Madrid: Catedra, Letras Hispánicas, 1992, p. 91.
64. Jorge Bernales. Lima, la ciudad..., p. 314. La construcción fue tardía pues de acuerdo a lo
afirmado por el propio Amat "lo que era de sumo costo por las maderas de que se componía su
formación, y lo que es mas se perdía mucho tiempo, que ocupaban los jornaleros que deberían
emplearlo en útiles aplicaciones". Manuel Amat y Juniet. Memoria de gobierno. Edición y estudio de
Vicente Rodríguez Casado y Florentino Pérez Embid. Sevilla: Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, 1947, p 170.
65. Rubén Vargas Ugarte. Historia general del Peni, p. 306. "El bicentenario de la Plaza de Acho de
Lima. Realidades y esperanzas de que surja una figura peruana", Fiesta, 15 de febrero de 1966.
Aurelio Miro Quesada. "Los dos bicentenarios de Acho", Oiga, 4 de febrero de 1966. En: Museo
Taurino de la Plaza de Acho. Bicentenario. 1766-1796.
66. Juan Bromley. "Alcaldes de la ciudad de Lima en el siglo XVIII", Revista Histórica, 1960-1961,
XXV: 336. A.G.N. Superior Gobierno. Leg. 13, Cuad. 285, 1766, Fol. 1, 4, 44, 45, 49. Este puente sería
el antecesor de los puentes Balta y Ricardo Palma.
67. Juan Pedro Viqueira. ¿Relajados o reprimidos?…, p. 35 Desde la perspectiva antropológica,
Manuel Delgado Ruiz ha señalado que la construcción de recintos cerrados, sirvió en España para
estimular un sentimiento de identidad nacional capaz de legitimar al nuevo estado centralizado.
Este planteamiento fue mencionado por María José del Río en su artículo "Represión y control de
fiestas", p. 328.
68. A.H.M.L. Libro de Cabildos, No. 36, 1762, Fol. 72v, 73v, 85, 85v.
69. Comprendía el derroche de castillos, galas circenses, carros alegóricos, luminarias,
pantomimas y comedias. Antonio Garland. Lima y el toreo. Lima: Librería Internacional del Perú
S.A., 1948, p. 18. Gaceta de Lima, Año 1765, No. 18, p. 224. Sobre el papel de la bebida se puede
consultar. Dwight B. Heath. "Borrachera indígena, cambio de concepciones. Comentario en torno
a borrachera y memoria"; Thierry Saignes. "Borracheras andinas: ¿Por qué los indios ebrios
hablan en español?" en Borrachera y memoria.
70. Guillermo Lohmann Villena. El arte drámatico en Lima durante el virreinato. Madrid: Estades,
1945, p. 405.
71. Archivo Central de la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana. Libros de Cabildos del
Hospital de San Andrés. 1748-1794. En adelante A.S.B.L.M. Cuaderno Nro. 9004 folio lv.; López
Cantos, Juegos, fiestas y diversiones..., p. 205.
72. Apenas un año después de reinaugurado el recinto teatral, el mayordomo de San Andrés se
quejaba del perjuicio que ocasionaban los toros a la principal finca que la había quedado al
hospital "para sufragio de sus necesidades después de la ruina del grande terremoto". Las chacras
donde se lidiaban toros eran las que pertenecían al licenciado Agustín Calderón Breña. Además
de la hacienda Santa Cruz, Surco, Miraflores y Barbosa. B.N.L. Archivo Astete Concha. Z. 750, Año
1750.

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73. A.S.B.L.M. Libros de Cabildos del Hospital de San Andrés, f. 3v.; Gaceta de Lima. Año 1759, No. 2,
p. 179.
74. Con este nombre se conocían las marionetas de gran tamaño, que pretendían en lo posible
igualar las representaciones teatrales humanas. Para ello se desplegaba un complejo aparato
escenográfico: vestuario, alambres, luces, acompañamiento musical entre otros. Cabanne, Pierre.
Diccionario universal del arte. Barcelona: Argos-Vergara. S.A., 1979, T.V, pp. 1556-1557.
75. Guillermo Lohmann. El arte dramático..., pp. 431, 433 y 435. El otro terremoto devastador que
padeció la ciudad sucedió el 20 de octubre de 1687.
76. Conde de Superunda. Relación y documentos..., p. 363.; A.G.I. Lima, Leg 509. Gregorio de Cangas.
Descripción en diálogo de la Ciudad de Lima entre un peruano practico y bisoño chapetón. Camilo Vicente
y José Lenci (eds.) Lima: Banco Central de Reserva del Perú, 1997, p. 37.
77. Hipólito Unanue. "Disertación sobre la naturaleza y efectos del tabaco, con una breve idea del
origen y progreso del real estanco de Lima", en Obras científicas y literarias. Barcelona: Tipografía
la Académica, 1914, Tomo II. Esta protección se daba "porque al fumarse forman alrededor del
cuerpo una atmósfera particular que impide el contacto de los corpúsculos pestilenciales".
Aunque también reconoció sus efectos nocivos debido al pésimo cultivo de la planta.
78. Conde de Superunda. Relación..., p. 363.
79. Guillermo Céspedes del Castillo. "La renta del tabaco en el virreynato del Perú", Revista
Histórica, 1954, XXI: 139. Julio Oliveira. "La renta del tabaco en el Perú. Siglo XVIII". Tesis de
Bachiller en Historia. Lima: UNMSM, 1970, p. 20.
80. Manuel Moncloa y Covarrubias. Diccionario teatral del Perú. Lima, 1905, p. 121.
81. Guillermo Céspedes del Castillo. "La renta del tabaco...", p. 160. Esta renta era solo superada
por los tributos indígenas, las aduanas, diezmos, cobos y Casa de la Moneda, como lo precisó
Mauro Escobar Gamboa en su trabajo "El tabaco en el Perú colonial". Tesis de Bachiller en
Historia. Lima: UNMSM, 1973, p 28. Esta gran afición al consumo de cigarros justificaría la
construcción de la mayor fábrica colonial y del estanco del tabaco. Ver Francisco Quiroz. "
Artesanos y manufactureros en Lima colonial". Tesis para optar el grado de Magíster en Historia.
Mención en Historia económica. Lima: UNMSM, 1998, p. 243.
82. Conde de Superunda. Relación, p. 89. Hipólito Ruiz y Joseph Pavon. Relación histórica del viaje...,
p. 16.
83. A. S. B. L.M. Hospital de San Andrés. Cuad. 9005, f 19.
84. Según Ernesto Ascher la lotería se practicaba desde inicios de la colonia ya sea con fines
particulares o de ayuda social. Lima, Callao y sus loterías (1907-1982) Lima: Edit. Imp. Desa. 1982, p
13. José Fernando de Abascal y Sousa. Virrey del Perú (1806-1816). Memoria de gobierno. Edición
preparada por Vicente Rodríguez Casado y José Antonio Calderón Quijano. Sevilla: Escuela de
Estudios Hispanoamericanos, 1944, Tomo I, p. 248.
85. A.G.N. D 1. 82.1929. Año 1779.
86. Marqués de Avilés. Memoria del virrey del Perú. Publicada por Carlos A. Romero. Lima: Imprenta
del Estado, 1901, p. 15.
87. Manuel de Mendiburu. Diccionario histórico-biografico..., T. VII, p. 255.
88. Ibid., p. 384.
89. A.G.N. D1. 78-1917. Años 1759-1763.
90. Gaceta de Lima, Año 1764, No. 13, p. 173; A.G.N. D 1.82.1929. Año 1779. Sobre la reedificación de
la Casa de las Amparadas se tiene el "Examen histórico-crítico de la fundación y actual estado de
la Real Casa o Recogimiento de las Amparadas de la Concepción", Mercurio Peruano, 5 de abril de
1792, folio 231, T IV. Lima (1964). Bravo de Lagunas y Castilla. Discurso histórico jurídico del origen...,
p. 168.
91. A.G.N. Cabildo Causas Civiles. Leg. 23, Cuad. 388, Año 1769.

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92. María Justina Sarabia. El juego de gallos en Nueva España. Madrid: Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, 1972, p. 72. La autora presenta la significación económica de dicha renta así
como los destinos de ella, uno de los cuales fueron las obras de caridad.
93. A.G.I. Lima. Leg. 509.
94. Manuel Amat y Juniet. Memoria, p. 171. Rubén Vargas Ligarte. Historia general del Perú, Tomo
IV, p. 307. Manuel de Mendiburu, Diccionario, T. V, p. 353.
95. Gaceta de Lima..., No. 26, Año 1762, p. 369. Manuel de Mendiburu. Diccionario, T. V, p. 353.
96. La Gaceta de Lima registró el júbilo de la población. Una de las variadas descripciones
corresponden a la inauguración de la iglesia de San Marcelo, No. 13.1764, p. 173. Sobre el papel de
las cofradías en las fiestas ha trabajado Diez Hurtado, Alejandro. Fiestas y cofradías. Asociaciones
religiosas e integración en la historia de la comunidad de la comunidad de Sechura (Siglos XVII al XIX).
97. Jesús Pereira Pereira. "La religiosidad y la sociabilidad popular...", p. 249.
98. Felipe Colmenares. El día deseado. Relación de la solemnidad con que se estreno la Iglesia del Santo
Cristo de los Milagros, Patrón Jurado por esta ciudad contra los temblores de que es amenazada. Lima,
1771, p. 33.
99. Rafael Ramos Sosa. Arte festivo en Lima virreinal. Siglos XVI-XVII. Junta de Andalucía, 1992, p. 272.
Estos elementos fueron los símbolos de poder durante el barroco. Sobre la fiesta barroca para el
caso español tenemos por ejemplo el artículo de Jorge Bernales Ballesteros. "Fiestas de Sevilla en
el siglo XVII: Arte y espectáculo". Priego de Córdova. 1983.
100. Isabel Cruz de Amenábar. La fiesta. Metamorfosis de lo cotidiano. Santiago de Chile : Ediciones
Universidad Católica de Chile. 1995, p. 55. Después del terremoto de 1730 la autoridad santiaguina
limitó el uso de los disparos de artillería "para evitar el derrumbe de los edificios".
101. Mónica Ricketts. "El teatro en Lima", p. 17, nota 10.
102. "Memoria de gobierno de Teodoro de Croix" en Manuel Atanacio Fuentes. Memoria de los
virreyes que han gobernado el Perú durante el tiempo del coloniaje español. Lima: Librería Central de
Felipe Bailly, 1859, T V, pp. 146-151. Francisco Quiroz ha señalado que el Cabildo limeño había
intentado trasladar las coheterías a los extramuros en 1780, luego en 1786. Incluso después del
incendio de la fábrica de la pólvora ocurrido en 1792, "que irónicamente si estaba fuera de la
ciudad al pie del cerro San Cristóbal". "Artesanos y manufactureros en Lima colonial", p. 81. El
incendio en la casa del conde de las Torres fue catalogado como el mayor desde la fundación.
Comenzó a las 7 de la noche y pudieron apagarlo cinco horas después. La ciudad se consternó
pues "el ruido de las campanas, hacia mas crecido el incendio en su imaginación". Gaceta de
Lima..., No. 15, Año 1761, pp. 280-281.
103. Gellert, Gisela. "Ciudad de Guatemala: factores determinantes en su desarrollo urbano (1775
hasta la actualidad)", Mesoamérica, Nro. 27, Junio de 1994, 1-21. Armando de Ramón. Santiago de
Chile. Madrid: Colección Maphre, 1992.
104. El listado ha sido elaborado en base a los textos de Bernales. Lima, la ciudad y sus
monumentos..., pp. 295, 300, 313, 320, 321, 323, 324, 331, 335,339, 340. Prado. Lima: Arquitectura, pp.
25, 26, 66,166. Gaceta de Lima...,. No. 5 (1757), No. 6 (1758), No. 4 (1763), No. 7 (1763), No. 9 (1764),
No 13 (1764), No. 17 (1765).
105. Jorge Bernales. Lima, la ciudad y sus monumentos..., p. 332.

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NOTAS FINALES
*. Mi sincero agradecimiento a la Dra. Scarlett O’Phelan y a Gabriel Ramón, por sus invalorables
aportes. Este trabajo lo dedico a mis hermanas Eliana y Alina, por su identificación con el tema.

AUTOR
SUSY M. SÁNCHEZ RODRÍGUEZ
Pontificia Universidad Católica del Perú

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