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Hace 275 años ocurrió el peor terremoto de la historia de Lima

Miles de muertos y heridos dentro de las murallas de Lima; viviendas, iglesias e instituciones públicas colapsadas;
un maremoto que hundió el Callaos, todo ello ocurrió esa noche del 28 de octubre de 1746.

En enero de 1994, por el aniversario 459 de Lima, se exhibió en el local de la Biblioteca Nacional, en
la avenida Abancay, una serie de documentos de todo tipo, desde el manuscrito original de un libro
coral gregoriano de 1763, pasando por el original de la primera ópera americana de 1701, hasta una
“carta de relación” única: la que daba cuenta del terremoto de Lima de 1746.

Dicha carta debe haber sido una de las primeras narraciones históricas del funesto hecho y el primer
antecedente del periodismo en esos años. Era una obra maestra de la descripción detallada de lo que se
vivió en Lima y el norte chico, las zonas más afectadas por el terrible sismo colonial.

En su estudio “El terremoto de 1746 de Lima: el modelo colonial, el desarrollo urbano y los peligros naturales”
(1997), el investigador Anthony Oliver-Smith indicó que Lima tenía poco antes de sufrir el sismo de ese año,
una población estimada en 60 mil habitantes. Estos residían en unas tres mil casas, aproximadamente, todas
dentro del área que rodeaba las murallas de la capital.

El gran terremoto del 28 de octubre de 1746, con epicentro frente a la costa limeña, ocurrió en tiempos del
virrey José Antonio Manso de Velasco (1745-1761), conocido como Conde de Superunda, quien luego sería
llamado “el vencedor de los elementos”.

¿CÓMO FUE EL TERREMOTO DE LIMA DE 1746?


Eran las 10 y 30 de la noche, y la ciudad colonial que era Lima empezaba a descansar, cuando durante casi
4 minutos la tierra tembló sin misericordia. Templos, iglesias, casas, locales en general se sacudieron sin
cesar y no tardaron en colapsar. Oliver-Smith citó la memoria del Marqués de Obando, quien estaba cenando
en ese instante. Según él, el sismo empezó con un movimiento leve “con poco y sutil ruido”, pero que cambió
en segundos a un movimiento frenético que remeció los edificios y la tierra parecía abrirse, contaba el
marqués. La gente no podía mantenerse en pie.

En la oscuridad reinante de las 10 y 30 de la noche, uno puede imaginar la destrucción en cada cuadra y
manzana; los gritos y pedidos de auxilio no cesaron durante toda la madrugada. Todo ello generó un cuadro
tenebroso en que los limeños y chalacos parecían abandonados a su suerte.

El sismo del 28 de octubre de 1746 fue de 8.4 en la escala de Richter (otros cálculos llegan a 8.8 en la misma
escala, como dice el doctor Hernando Tavera, presidente del IGP). Para que se tenga una idea concreta del
desastre, debe indicarse que, de las 3 mil casas que había en Lima, solo quedaron en pie 25 que luego
fueron demolidas. Solo a la mañana siguiente, los vecinos pudieron ver la ciudad destruida, hecha añicos.

Sobre el número de víctimas mortales, las cifras difieren: unos calcularon en 10 mil las personas fallecidas;
pero el “relato oficial”, señaló Oliver-Smith, dijo que el terremoto dejó solo 1.141 muertos. Más allá de estos
extremos, ha habido versiones más centradas que indicaron que los fallecidos habrían llegado a las 6 mil
personas, esto es, el 10% de la población de Lima. También hubo muchos heridos con fracturas de todo
tipo. La razón fue el derrumbe total de los inmuebles, hechos con adobe y quincha.

Los testimonios redundaron en extraños ruidos que emergían desde la misma tierra. Fue una tremenda
energía liberada que hizo estragos físicos y marcó la psicología del limeño colonial. Y es que ver caer
grandes iglesias, bellos palacios, hospitales, la propia Universidad de San Marcos y el Tribunal del Santo
Oficio, todo eso afectó el ánimo capitalino.

EL TSUNAMI DEL CALLAO Y LOS EFECTOS DEL SISMO EN OTRAS ZONAS


Como si el azote de la tierra no hubiera sido suficiente, otro peligro cayó sobre la gente de Lima y
especialmente el Callao. Treinta minutos después del sismo, un maremoto se aproximó al Callao y se llevó
de encuentro lo poco que aún estaba en pie. Las olas fueron muy elevadas y se deslizaron con una fuerza
incontrolable.

El 18 de agosto de 2007, luego del sismo de Pisco e Ica, el doctor Ronald Woodman, entonces presidente
del IGP, dijo a El Comercio que, aparte de destruir Lima, el sismo de 1746 “produjo un tsunami que el Callao
sufrió. El mar se levantó como si fuera una marea muy rápida, 7 metros más alto que su tamaño normal.
Inundó todo el Callao rápidamente y todos sus habitantes perecieron”.

El maremoto llegó a destruir casi todos los barcos y botes que estaban anclados en el terminal chalaco. De
23 naves solo se salvaron de la destrucción cuatro de ellas. El tsunami avanzó tierra adentro un poco más
de 5 kilómetros. Por momentos, parecía que esa masa de agua quería llegar al centro de la ciudad, y muchos
salieron de ella rumbo a los cerros del este con el temor de la catástrofe total. Además, la falta de agua,
alimentos y una inevitable proliferación de epidemias, convirtieron a la capital en una zona de desastre total.

Pero, no solo fue Lima cuadrada y el puerto del Callao los que sufrieron. El “sismo de la centuria” afectó
también a todo el norte de Lima (norte chico): Chancay, Huara, Barranca, Supe y Pativilca quedaron tan
dañados como Lima. En tanto, al sur, en Cañete, los efectos fueron menos violentos; lo mismo en Ica y en
las zonas de la costa arequipeña.

TRAS EL SISMO, EL SEÑOR DE LOS MILAGROS Y LA HUELLA DE LA CRISIS


Durante los siguientes cinco meses, pasando las fiestas navideñas y todo el verano de 1747, la tierra de la
costa central del Perú no dejó de estremecerse. Los cientos de temblores fueron continuos. Hasta que en
marzo de 1747 fue menguando, poco a poco, devolviendo una relativa paz a los sufridos limeños, quienes
debieron enfrentar no solo una lenta reconstrucción sino también encarar los males sociales derivados de la
situación como la delincuencia, la escasez y la corrupción colonial.

Cuenta el historiador Rubén Vargas Ugarte en su libro “Historia de la Iglesia en el Perú (tomo III)”, que la
imagen del Señor de los Milagros salió por primera vez en Lima en “procesión de rogativa”, a raíz del sismo
anterior a este, es decir, el del 20 de octubre de 1687. Sin embargo, no era aún parte de la tradición religiosa
que la imagen del Cristo Moreno saliera en marcha anualmente.

Tras el terremoto del 28 de octubre de 1746 (hace 275 años) no solo se confirmó el temor limeño por los
sismos en octubre y su vínculo con la venerada imagen, sino que, al año siguiente, el 28 de octubre de 1747,
la procesión del Señor de los Milagros, acompañada de una multitud vestida de penitente, empezó su
tradición.

Esa salida duró cinco días, y desde entonces la procesión anual en octubre se convirtió en una costumbre y
parte indisoluble de la veneración al Cristo Moreno.

En 1759, el gran filósofo francés Voltaire, con el seudónimo de “Monsieur le docteur Ralph”, publicó el libro
“Cándido o el optimismo”, una novela filosófica, en cuyo capítulo V se refirió al terremoto de Lima de 1746.
Noventa años después, en un aviso breve del 19 de setiembre de 1849, El Comercio promocionaba un drama
en cuatro actos y un prólogo titulado: “El terremoto de Lima en 1746″.

Pero no todo fue arte y filosofía tras el megasismo colonial, también hubo denuncias de corrupción, como lo
señaló el historiador Carlos Contreras (El Comercio, 13/05/2017): en la reconstrucción de Lima colonial post
sismo, “el limeño Pablo de Olavide fue acusado de malversaciones en la tragedia de 1746. Entonces Olavide
se marchó a España apenas pudo, donde hizo una carrera exitosa”.

No hay dudas de que las tragedias humanas traen consigo lo mejor y peor del sentimiento humano.
El terremoto y tsunami del 13 de agosto de 1868
Hace 151 años se produjo frente a las costas de Arica, actual capital de la Región de Arica y Parinacota,
en Chile un terremoto de magnitud 9,0 en la escala de Ritcher.
El evento telúrico arrasó gran parte del sur del Perú, especialmente las ciudades
de Arequipa, Moquegua, Tacna, Islay, Arica e Iquique (estas dos últimas actualmente en Chile).
El fenómeno produjo un posterior maremoto con una ola de quince metros de altura que afectó la costa
peruana y la del Pacífico de Sudamérica, llegando a California, las Islas Hawaii,
las Filipinas, Australia, Nueva Zelanda y Japón.
El terremoto dejo a más de 600 muertos en toda la costa peruana y chilena.

— Arequipa —
El terremoto de 1868 fue uno de los más fuertes y destructores, en la ciudad de Arequipa no había edificación
que no se salvara de tener grietas o destrozos. Al siniestro se le sumaron robos, pillajes, desabastecimiento
y escases de alimentos.

Muchos campos sembrados terminaron por secarse, dada la inutilización del sistema de acequias de
regadío.

La población se quedó sin agua.

— Arica —
La ciudad de Arica tenía alrededor de 1500 a 2000 habitantes en aquella época. Cerca de las 4 de la tarde,
un fuerte sismo afectó la ciudad y destruyó las construcciones de adobe.

El terremoto que azotó la ciudad provocó una gran cantidad de muertos y heridos.

— Iquique —
En Iquique el terremoto de igual manera fue devastador, pues también ocurrió un tsunami que destruyó los
edificios principales del puerto.

— Tacna —
Sama y Locumba fueron destruidos. Las grietas que aparecieron en la tierra malograron las cosechas.

— Cobija —
El principal puerto boliviano de la época, Cobija situado a 60 km al sur de Tocopilla, registró el 50% de sus
edificaciones totalmente destruidas con una gran pérdida de vidas humanas.

Terremoto de Arica, el terremoto más fuerte de Perú


El 13 de agosto de 1868, frente a las costas de Tacna (Perú) un terremoto de magnitud 9,0 en la escala
Ritcher dejó más de 600 muertos en toda la costa peruana y chilena. El movimiento sísmico, conocido como
el Terremoto de Arica, produjo un posterior tsunami con olas que registraron los 18 metros de altura y arraso
con la ciudad de Arica, peruana por aquella época.

En Arica, que actualmente pertenece a Chile, en aquel momento vivían más de 2.000 personas y fue la
ciudad que recibió el mayor impacto del terremoto y posterior tsunami, aunque afectó a toda la costa
sudamericana del Pacífico. De acuerdo con los registros de la catástrofe solo en Arica el terremoto dejó 300
personas fallecidas y grandes daños materiales.

La ciudad no recibió ayuda hasta tres semanas después, primero desde la ciudad de Tacna y después
directamente del gobierno peruano, que se encargó de planificar la reconstrucción de Arica donde se estimó
que más del 85 por ciento de la ciudad fue destruida.
Moquegua, otro de los pueblos afectados, informó al día siguiente del terremoto de los daños que habían
sufrido a través de una carta dirigida al prefecto general.

"Los movimientos de tierra fueron tan recios y repetidos que no ha habido casa que haya podido resistir,
templos, hospital y colegio todo ha quedado derribado, incluso el reloj público (...) Las pérdidas son de pronto
incalculables y muchos años pasarán sin poder recuperarse, nótense igualmente en el comercio perjuicios
de gran consideración", rezaba el escrito.

Respecto a las víctimas, la carta apuntó que "lamentablemente no es posible por ahora fijar el número de
las que habrían perecido en las casas derribadas, pues no existiendo en la policía una fuerza competente,
no se ha podido levantar los escombros, además de que los movimientos de la tierra hasta ahora mismo se
repiten amenazándonos mayor ruina".

La carta finaliza con una petición de dar a conocer al Supremo Gobierno lo que pasó en Moquegua y que de
ese modo se aliviase del pago de la contribución semestral, ya que lo juzgaba como "imposible".

En el centro y sur de Chile también se registraron marejadas, siendo la ciudad de Constitución, en la región
del Biobío, la más afectada. La fuerza del terremoto produjo además crecidas en el mar en países tan
alejados como Australia y Nueva Zelanda.

SE REPITE LA HISTORIA

Nueve años más tarde, el 9 de mayo de 1877, Arica fue nuevamente asolado por un gran terremoto y un
tsunami de características similares. En la ciudad de Iquique, según los registros, el movimiento telúrico tuvo
una duración de dos minutos, lo que produjo un incendio que consumió gran parte de la zona sur de la
ciudad.

Lo que quedó en pie de la ciudad, fue destruido por la posterior acción del mar. También, el principal puerto
boliviano de la época situado en Chile, Cobija, que se estaba recuperando del terremoto anterior quedó
prácticamente borrado del mapa.

Según el portal 'Perú', el terremoto de Arica está en el ranking de los terremotos más fuertes jamás
registrados en la historia.
Archivo histórico: el terremoto de 1940 en Lima y Callao
Hace más de 80 años un devastador sismo sacudió la capital. Tuvo una intensidad de 8,2 en la escala de Richter.
El Comercio publicó ediciones extraordinarias.

Era el viernes 24 de mayo de 1940. Un día de otoño más en Lima. En los colegios estaba a punto de culminar la
jornada de la mañana al igual que en oficinas, algunas tiendas, fábricas y talleres. En “El Comercio” el director y
jefes de sección se preparaban para la reunión del mediodía y dar el visto bueno al material de la edición
vespertina. En los talleres, entonces ubicados en el mismo edificio, los linotipistas habían comenzado sus labores.
En esas circunstancias se produjo el intenso y devastador terremoto, solo superado por el de 1746.

El Comercio, que tres horas más tarde estaría en las calles, lo describió así: “A las 11:35 minutos de la mañana
de hoy, se produjo en Lima un fuerte movimiento sísmico de grave intensidad y de duración prolongada. A esa
hora un sordo rumor anunció la llegada del fenómeno, el que continuó con extraordinaria violencia, hasta sacudir
las paredes de los edificios. Segundos más tarde era fácil advertir cómo las molduras, cornisas y aplicaciones, se
desprendían de las casas para caer con impresionante estrépito. A la vez se levantaba una polvareda,
consecuencia del material arrancado de las construcciones de quincha y tierra. La población sorprendida por el
recio temblor, se echó a las calles. En pocos instantes las aceras y calzadas fueron literalmente invadidas por las
familias que salían de sus residencias en busca de refugio. Los jardines y avenidas anchas sirvieron de lugar de
espera”.

“El fenómeno sísmico de esta mañana —continuaba El Comercio— es uno de los más intensos que se recuerda
en Lima. Ha sido más fuerte que el de marzo de 1904 y que el habido en la noche del 19 de enero de 1931. Por
su duración y gravedad puede catalogarse entre los peores que se han registrado. Así pudimos observar que
muchas calles ofrecen un aspecto desolador por la gran cantidad de escombros de muchas fincas que habían
caído hacia la calzada, algunas de las cuales estaban vigiladas por la policía que desviaba el tráfico por otras
calles de las acostumbradas por cuanto era peligroso traficar debido a que quedaban de pie paredes y cornisas
colgantes amenazando derrumbarse”. Inmediatamente después del terremoto quedó suspendido el servicio de
luz eléctrica y de teléfonos. Con el correr de las horas se fueron reparando y volvieron a funcionar. Diversas familias
levantaban carpas en parques y plazuelas porque ya no tenían casa o temían regresar a ella.

Edición extraordinaria

De inmediato se decidió sacar una edición extraordinaria de la tarde formándose rápidamente el cuadro de
comisiones y todo el personal de Redacción partió en busca de noticias. Esta segunda edición salió a las 7:00 de
la noche. En ella se leía: “Minutos antes de las 4:00 de la tarde, iniciamos un nuevo recorrido por algunos sectores
de la ciudad con el objeto de captar impresiones respecto a las consecuencias del fortísimo temblor de la mañana.
Nos dirigimos, primero, a los barrios bajopontinos. Al pasar por la Plazuela de San Francisco, acampaba allí mucha
gente, en su mayoría mujeres y niños; y, parándose frente a la fachada de la iglesia, la torre de la derecha yacía
en tierra”.

Los templos limeños fueron severamente afectados. Las torres de la Catedral estaban cuarteadas. La iglesia de
Santo Domingo, la Basílica del Rosario, las iglesias de San Agustín, la Merced y San Pedro sufrieron graves
daños. Igual ocurrió con muchas construcciones de vieja data que estaban por tierra y otras con evidentes daños
estructurales. Casas y edificios modernos, mostraban daños menores o estaban en perfecta situación.

Las noticias de lo ocurrido en el Callao eran alarmantes y dramáticas. El puerto estaba en ruinas. Las
informaciones sobre Chorrillos no eran menos angustiantes; se decía que el balneario estaba seriamente afectado
con alto número de víctimas personales. Miraflores y Barranco, aunque también sufrieron daños, no fueron de
gran magnitud. Las caras de muchas personas tenían un rictus de angustia al no saber nada sobre el paradero
de alguno de sus familiares.
Muertos y heridos

La primera página de la edición de El Comercio del sábado 25 de mayo era impactante: Un “collage” de fotografías
que daban lúgubre testimonio de la tragedia vivida horas antes. La descripción de lo ocurrido en el Callao,
estremece: “En un instante el aspecto normal de la ciudad se cambió adquiriendo la fisonomía de las grandes
catástrofes en que la vida humana corre el peligro de desaparecer. Cuando pasó el terremoto todas las calles y
plazas se vieron invadidas por enorme muchedumbre que clamaba por sus desaparecidos y por haberse quedado
en un instante sin hogar. En los primeros momentos de aturdimiento no se pudo apreciar la magnitud de la
catástrofe; pero cuando el polvo de los derrumbamientos se fue disipando se pudo ver con horror que casi todas
las casas o estaban medio derruidas o resquebrajadas, en forma peligrosa. A los primeros y recios sacudimientos,
cayó por tierra de su alto pedestal la estatua de Grau, que se levantaba en el centro de la plaza de su nombre,
rompiéndose un brazo”.

El lacerante relato continuaba: “En las casas de vecindad, callejones, escuelas y centros de acumulación humana,
el número de muertos y heridos fue grande. La policía se encargaba de conducirlos a la Asistencia Pública, donde
tres médicos, varios practicantes y enfermeras atendían a los heridos, cuyo clamor se escuchaba desde la calle.
A la vez los muertos y aquellos que morían en la Asistencia eran rápidamente conducidos a la Morgue, donde
hasta el momento que escribimos estas líneas el número de muertos asciende a 100. El número de heridos y
contusos pasa de dos mil”.

El terremoto de 1940 tuvo una intensidad de 8.2 en la escala de Richter y puede repetirse, con igual o mayor
fuerza, en cualquier momento. Vivimos en una zona altamente sísmica, en el Cinturón de Fuego del Pacífico. Por
eso El Comercio viene llevando adelante la campaña Estemos Listos que salvará muchas vidas. Sigamos con
seriedad sus recomendaciones.
50 años tras el terremoto de Áncash: ¿qué aprendió Perú?
El 31 de mayo de 1970 un terremoto y un posterior alud, convertido en aluvión, dejaron una estela de muerte
y destrucción al norte de Lima. ¿Qué ha cambiado en el país desde entonces?

El día fue, como en este 50 aniversario, domingo. A las 3:23 de la tarde, la tierra comenzó a temblar en Lima.
Muchos acababan de ver el partido inaugural del mundial de fútbol México '70, donde la selección peruana
debutaría dos días después, recuerda la prensa capitalina.

Vivieron 45 segundos de pánico. Pero, ni el terremoto de magnitud 7,9 en la escala de Richter y máximas
intensidades entre VIII y IX en la de Mercalli afectaría gravemente a la capital peruana, ni el desastre de ese día
terminaría con él.

Dos desastres en uno: terremoto y alud-aluvión

El epicentro del movimiento telúrico se ubicó en el mar de Chimbote, en el departamento de Áncash, a 375 km de
Lima. Y desató además un alud: "una gran masa del glaciar del Huascarán cayó sobre su cara sur. Originó una
gigantesca masa de tierra, rocas, árboles, barro, que se convirtió en aluvión” y arrasó localidades enteras como
Yungay y Ranrahirca, cuenta a DW Néstor Coral, hoy director en Áncash del Instituto Nacional de Defensa Civil
(INDECI).

Los efectos destructivos de estos fenómenos cubrieron un área de 65.000 km cuadrados. Afectaron prácticamente
a todo el departamento de Áncash y el sur del de La Libertad: más de 3 millones de habitantes sufrieron
consecuencias. 186.000 fueron considerados como damnificados. Y al menos 150.000 resultaron heridos, según
un noticiero de la época.

De 38 poblaciones, 15 quedaron con más del 80 por ciento de las viviendas destruidas, el resto sufrió daños de
consideración. En 18 poblaciones con más de 300.000 habitantes en total y 81 pueblos pequeños con casi 60.000,
los alcantarillados quedaron inhabilitados.

La capacidad de generación de energía eléctrica de los departamentos de Áncash y La Libertad quedó reducida
al 10%. El 77% de sus caminos se interrumpieron, así como el 40% de los de Chancay y Cajatambo, al norte del
departamento de Lima. Y más de 6.500 aulas de centros educativos quedaron destruidas, resume un informe-
testimonio del fallecido geofísico y asesor científico del INDECI Mateo Casaverde.

El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) lo considera como "uno de los terremotos más destructivos del
mundo”, con al menos 70.000 muertes. El novelista ancashino, Marcos Yauri, a quien el sismo le arrebató dos
hijos en Huaraz, refiere un recuento "memorial” mayor, de hasta 120.000 muertos, asegura a DW.

Refugios: el cementerio, el circo, las adopciones

Yungay, que a Marcos Yauri le recuerda a Pompeya, quedó totalmente sepultada por el alud. Sólo unos 300 de
sus 20.000 habitantes sobrevivieron: 92 corrieron hacia su peculiar cementerio, circular y elevado, con varios
niveles de terrazas, sobre el lado oriental de una colina. Entre ellos estaba el geofísico Casaverde. El resto fueron
niños que visitaban el circo itinerante Verolina, instalado en lo alto del cerro Atma, desde donde vieron desaparecer
a sus familias y las vidas que habían llevado hasta entonces.

"Muchos de estos niños que quedaron huérfanos fueron adoptados en el extranjero, en EE. UU., Canadá y
diferentes países de Europa. Después de muchos años, han regresado a intentar localizar sus casas. Han
levantado referencias, mausoleos, y se han organizado para conmemorar esta hecatombe”, confirma el director
del INDECI en Áncash.
Reasentamiento, reacción y prevención

"El país no estaba preparado para afrontar un evento de esta magnitud”, dice la arquitecta Guadalupe Masana,
especialista del Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (CENEPRED).
No había protocolos de actuación. Así que Yungay fue reubicada a escasa distancia al norte de su localización
original. Y otras poblaciones como Ranrahirca y Huaraz se reconstruyeron prácticamente en el mismo lugar.

Eso sí, en 1972 se crea el Sistema Nacional de Defensa Civil, con el INDECI como ente rector, como una
consecuencia directa de la tragedia. Aún "se tenía una concepción reactiva”, de gestión de desastres, explica
Coral. Y no es hasta después del terremoto de Pisco, en 2007, que se comprende la necesidad de trabajar en la
prevención, precisa.

Pero no sería hasta esta década que "evolucionamos hacia un Sistema Nacional de Riesgo de Desastres,
consecuente con el avance de otros países del mundo hacia una cultura de la prevención”, relata este experto del
INDECI.

Desde 2011, se involucra gradualmente a las autoridades distritales, provinciales y regionales. El Gobierno
nacional interviene, previa declaratoria del estado de emergencia, cuando se ven superados todos los niveles de
respuesta. Y además de la gestión reactiva, se incorporan la prospectiva y la correctiva (para estimar y reducir el
riesgo de desastres, respectivamente). Es así que se crea el CENEPRED, encargado de las nuevas gestiones.

A mayores riesgos, ¿mayor preparación?

En la actualidad, los niveles de riesgo y especialmente la vulnerabilidad de las personas se han incrementado. Por
un lado, está la explosión demográfica en el país. Por otro, la corrupción o desidia de algunas autoridades a lo
largo de los años, que permitieron que se construyera en zonas de riesgo; el crecimiento explosivo de
construcciones sin una adecuada planificación territorial; o las viviendas autoconstruidas en contextos de pobreza,
confirma la arquitecta del CENEPRED.

Y está también el calentamiento global, que ha provocado la desglaciación y la formación de cientos de nuevas
lagunas, como la de Palcacocha, sobre las principales ciudades del Callejón de Huaylas, advierte el experto del
INDECI.

"Las lagunas están controladas, con diques, sistemas de compuertas y desagües. Pero no dejan de ser un riesgo,
no inminente, pero sí latente”, subraya. De ahí que las autoridades trabajen en sistemas de alerta temprana, para
permitir a la población resguardar sus vidas, a través de alarmas, rutas de evacuación, zonas seguras, etc.

Además, suele recordarse el terremoto de 1970 con un Simulacro Nacional de Sismo y Tsunami, que estaba
programado este año para el 29 de mayo y quedó suspendido por el coronavirus. Y el sistema de educación tiene
un programa para formar a las nuevas generaciones. "Va a tomar muchos años”, advierte Coral, "pero es la única
forma porque, lamentablemente, no tenemos asentada una cultura de la prevención”.
Pisco: hace 12 años se registró uno de los terremotos más
destructivos del Perú
El 15 de agosto del 2007, un terremoto de magnitud 8ocurrió en Pisco (Ica). Se registraron 434 mil damnificados y
596 fallecidos.

El 15 de agosto del 2007, a las 6:40 p.m., en Pisco (Ica) se registró uno de los terremotos más destructivos de la
historia del Perú. Según el Instituto Nacional de Defensa Civil, este sismo causó daños en Ica, Lima, Ayacucho,
Huancavelica y Junín.

El terremoto dejó más de 434 mil damnificados, la mayoría en Ica; 221 mil personas se vieron afectadas, 52 mil
viviendas se derrumbaron y 596 personas fallecieron producto del derrumbe de los edificios.

Varios tramos de la Panamericana Sur fueron destruidos por el movimiento, el cual provocó también la caída de un
puente y el colapso de los servicios de agua, luz, teléfono e internet en varias zonas del país. Asimismo, la torre y
buena parte del techo de la iglesia de Luren se vio afectada.

El terremoto de magnitud 8 en la escala conocida como magnitud de momento (Mw) originó también un fuerte
maretazo en la costa sur. Además, varios pabellones del cementerio de Pisco se derrumbaron.

El sismo tuvo una duración de 120 segundos en el punto de ruptura. Los estudios precisaron también que el
terremoto de Pisco tuvo en total 41 réplicas desde su primer movimiento hasta el 5 de setiembre.

Pisco 2007: 13 años de un sismo devastador


Pisco, 6:40 p. m. del 15 de agosto de 2007. Mientras en Arequipa celebraban al ritmo de carnavales su aniversario,
las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana se sacudían violentamente frente a la región Ica dando origen al
último de los grandes terremotos que ha afectado a nuestro país. En el momento del sismo, estaba en el Centro
Sismológico Nacional (CENSIS), y por el sacudimiento del suelo, lo primero que se me vino a la mente fue que el
terremoto de Arequipa del año 1868 se estaba repitiendo. Logré comunicarme con mi madre, quien me dio
tranquilidad al decirme: «hijo, aquí en Arequipa acaba de ocurrir un temblor».

Minutos después de analizar los datos que recibíamos de las estaciones sísmicas, supimos que el sismo ocurrió
frente a la ciudad de Pisco, en el mar, con una magnitud de M7.9. Inmediatamente, empezamos a realizar las
evaluaciones de siempre teniendo en cuenta que en las ciudades y áreas urbanas circundantes uno de los grandes
problemas era la calidad de sus construcciones.

Y así fue. Según la evaluación de daños del INDECI, el sismo produjo la muerte de 600 personas y generó lesiones
en 1300 habitantes, además de dejar como saldo 450 000 damnificados y 48 000 viviendas destruidas. En
localidades como Tambo de Mora, un gran número de viviendas se hundieron al surgir del subsuelo agua, lo que
dio lugar a un acelerado proceso de licuación de suelos. La mayoría de viviendas colapsadas fueron de adobe y
quincha, incluyendo la iglesia de Pisco; en otras áreas, viviendas de material noble de varios niveles prácticamente
se hundieron en el suelo. Aquí el aprendizaje es claro: casas mal construidas y sobre suelos no compactos son
altamente vulnerables ante la ocurrencia de sismos.

Técnicamente, el sismo de Pisco destacó por su gran magnitud y duración; por ello, el tiempo de percepción del
sacudimiento del suelo por las personas fue mayor. Este sismo fue producto de dos rupturas aleatorias separadas
por un tiempo de 60 segundos. La mayor ruptura y liberación de energía ocurrió en torno a la península de Paracas,
por lo que el tsunami fue más destructivo en esta área. El proceso de ruptura en conjunto se desarrolló en dirección
sureste: se inició frente a Pisco y concluyó al sur de la península de Paracas.
15 de agosto del 2007: El terremoto que develó la falta de
prevención en el Perú
Al recordarse los siete años del terremoto de 7,9 grados que afectó las localidades de Ica y Pisco el año
2007, OXFAM y PREDES llaman a la reflexión en torno a las lecciones aprendidas a raíz de este suceso,
con miras a trabajar conjuntamente en una cultura de gestión del riesgo de desastres en nuestro país.

Lima, 15 de Agosto de 2014.- Un día como hoy hace ya siete años, a las 18:40:57 (hora local), el Perú
sufrió uno de los sismos más perjudiciales de los últimos años, con una duración cerca de 210 segundos y
epicentro localizado en la costa central del Perú, a 40 kilómetros al oeste de Chincha Alta y a 150 km al
suroeste de Lima, y su hipocentro se ubicó a 39 kilómetros de profundidad, Fue sin duda uno de los sismos
más violentos y poderosos en cuanto a intensidad y a duración.

El siniestro, que tuvo una magnitud de 7,9 grados magnitud momento y VIII de intensidad en la escala
modificada de Mercalli, dejó 595 muertos, 1.800 de heridos, 76.000 viviendas totalmente destruidas e
inhabitables y cientos de miles de damnificados. Las zonas más afectadas fueron las provincias de Ica, Pisco
y Chincha en el departamento de Ica y la provincia de Cañete en el departamento de Lima.

Luego del impacto ocurrido por el sismo, se presentaron una serie de problemas a la salud, producto de
la insuficiente atención de necesidades básicas de techo, seguridad alimentaria, nutrición, agua,
saneamiento e higiene, entre otras.

¿Qué no se hizo? o ¿qué se hizo mal después del terremoto?, debe ser la pregunta que tendríamos que
hacernos y que debemos plantear a las actuales autoridades, a los futuros gobernantes y toda la población
en general. La preparación es fundamental para reducir los daños a la salud ante la ocurrencia de un
desastre, y es un proceso que implica: tener una buena organización, contar con planes operativos de
emergencias, desarrollar capacidades, participar en ejercicios de simulación y simulacros, son acciones que
permitirán actuar de forma adecuada, eficiente y eficaz ante un terremoto.

La preparación ante desastres no solo consiste en evacuar de forma oportuna, también consiste en
desarrollar capacidades para poder enfrentar los efectos adversos que se presentan después de un desastre,
organizarnos, capacitarnos, sensibilizarnos y cambiar algunos hábitos que pueden ser nocivos para nuestra
salud, como el consumo de agua sin tratamiento, y la falta de saneamiento e higiene personal, son
responsabilidades que debemos de asumir, desde las autoridades hasta cada uno de nosotros.

Tengamos en cuenta, que aún se espera el "gran terremoto", que no sabemos cuándo se dará (día y hora)
y para el cual tendremos que estar preparados para enfrentarlo de manera organizada y oportuna, para así
no lamentar daños y pérdidas de vidas humanas como lo ocurrido el 15 de agosto del 2007.

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