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10 Virtudes Virgen María San Luis María de Montfort
10 Virtudes Virgen María San Luis María de Montfort
María de Montfort
Estas son 10 virtudes de la Virgen María que resalta san Luis María Grignion en su
libro «Tratado de la Verdadera Devoción». Una de las herramientas más hermosas
con las que cuenta un cristiano católico para conocer y ejercitar el amor hacia
nuestra Madre.
El detalle y las palabras con que se dirige este santo a la Virgen María denotan un
amor enorme que se desborda y llega a todo aquel que lo lee.
En uno de sus numerales, el 108, san Luis María, nos menciona rápidamente 10 de
las principales virtudes de nuestra madre.
Lo que no significa que no hayan más, hay muchísimas más porque ella es solo
virtud. Pero estas virtudes las menciona en el contexto de la santidad de la devoción
hacia nuestra Madre.
Así haya muchas más, hemos querido detenernos y reflexionar en torno a estas 10
virtudes como camino de santidad personal.
Con motivo del mes de María, estas 10 virtudes que el santo nos apunta, son
virtudes a imitar en nuestra propia realidad y en nuestro propio contexto, en
nuestro quehacer diario.
1. Humildad profunda
La humildad de Nuestra Madre, su obediencia plena al Padre, tiene que ver con el
conocimiento de ella misma, con saber quién es.
Ella comprende que es la hija de Dios, su criatura, aquella que ha sido formada a su
imagen y semejanza y que tiene un lugar crucial en la historia de la Salvación.
Esta actitud de la Virgen ilumina nuestra vida. Nos invita a preguntarnos quiénes
somos, a entender un poco mejor de quién venimos. A comprender que, así como
ella, tenemos también un lugar especialmente designado por Dios.
Un lugar que por muy pequeño que nosotros podamos considerar, es inmensamente
importante y amado por Dios. La humildad de sabernos pequeños, tiene que ver con
saber que venimos de aquel que es grandeza y a quien estamos llamado a volver.
2. Fe viva
¡Qué gran lección nos deja María! La fe se vive en los actos concretos de amor, de
amor a Dios, en nuestras oraciones, en nuestra piedad personal, y también (y sobre
todo) en los actos concreto de amor al prójimo.
Pidámosle a Nuestra Madre que nos eduque en poder vivir la fe en nuestro día a
día, de maneras concretas, entregadas y sobre todo amantes.
3. Obediencia ciega
Hablar de obediencia en nuestros días es casi insólito. Creo que ni con nuestros hijos
nos atrevemos a pronunciar la palabra.
Parece que todo lo que tuviera que ver con sometimiento tiene una connotación
negativa, teñida por el abuso que muchas figuras de autoridad, en distintos ámbitos,
han tenido.
Aquel que no solo le dio la vida sino que ¡también confió en ella! Entregándole lo
más preciado, su Hijo unigénito para la salvación de los hombres.
Y la autoridad que podamos ejercer nosotros tiene que ver con el servicio, la
responsabilidad por los otros y la confianza que en ellos también sembremos.
4. Oración continua
De María no conocemos mucho por las escrituras, pero sus múltiples apariciones
nos hablan siempre, sin excepción, de la importancia enorme de la oración.
La vida misma de la Virgen fue una constante oración. Un diálogo vivo con el Verbo
que llevó en su seno. Es por esto que María es escuela de oración.
Busquemos a María, para que sea ella la que nos ayude a atesorar todo en nuestro
corazón, para que estemos en diálogo constante con el creador y vayamos
conformando nuestro corazón a su voluntad.
5. Mortificación universal
«Y una espada atravesará tu propia alma» (Lc 2:35). El «sí» de María nunca estuvo
exento de sufrimiento, al contrario. María sabía que la misión que se le
encomendaba era por demás exigente.
Un amor que se probó a fuego ardiente. Las dificultades que atravesó la Sagrada
Familia no fueron menores, y el dolor que ella soportó fue magno.
Quedó viuda y vio torturara y morir a su Hijo una muerte de cruz. Quedó sola, a
cargo del apóstol querido, quedando ella como protectora e intercesora por la
Iglesia Universal.
María lo entregó todo y lo sufrió todo. Su sufrimiento fue un dolor con sentido,
sabía que cada sacrificio, cada molestia y mortificación era para gloria de Dios y bien
de la Iglesia.
A veces, nuestros dolores y circunstancias nos parecen únicos. Parece que nuestro
dolor es insoportable, incomparable al de cualquiera. Y en cierto sentido lo son,
porque son personales.
Pero si en los momentos de dolor intenso miramos a la Virgen, ella que conoce de
dolor, nos educará en el sentido. No solo nos ayudará en ese caminar, sino que
también cargará con nosotros esos pesares intensos, aligerando nuestra carga.
6. Pureza divina
La pureza divina de la Virgen María tiene que ver en primer lugar con su inmaculada
concepción. Ella fue creada, al igual que Eva, sin pecado original.
El mérito enorme de María es haber mantenido esta pureza durante toda su vida en
la tierra y por ende para toda la eternidad. María es el modelo de pureza original.
Aquel sello que el creador puso en el ser humano desde el origen de su creación,
ella lo mantiene intacto. Es hacia ahí donde apuntamos luego de la segunda venida
de Cristo, recobrar esa pureza sin mancha.
María nos enseña con esa pureza divina que ella escogió y supo mantenerla toda la
vida, que es posible mantenerse puro. Que el amor, todo lo puede.
María, Virgen fiel es camino seguro para ir recobrando esa pureza que no solo
perdimos en la caída original, sino que seguimos perdiendo con nuestros propios
actos y decisiones.
7. Caridad ardiente
El amor al prójimo que experimentaba la Virgen María era un amor ardiente. Que la
consumía sino lo entregaba. Muestra de eso, como hemos visto, es esa respuesta
casi impulsiva por salir a asistir a su prima Isabel incluso estando ella también
embarazada, y del Hijo de Dios.
María siempre estuvo atenta a las necesidades de los demás, tanto en su vida en
la tierra como ahora desde el cielo. El amor de María no tiene fin porque ama con
el amor de Dios.
Es en estos momentos, en los que nos cuesta tanto salir de nosotros para
entregarnos el otro, recurramos a Nuestra Madre para que nos eduque en esta
caridad ardiente.
8. Paciencia heróica
María esperaba a su Salvador desde niña, la tradición nos cuenta que tal vez María
pertenecía a las jóvenes vírgenes que servían en el templo, de las cuales se esperaba
que naciera el Salvador.
9. Dulzura angelical
La dulzura tiene origen en la bondad que derrama el corazón. La bondad del corazón
de la Madre es enorme porque su fuente es inagotable, es el mismo Dios.
No hay consuelo humano más grande que la ternura del corazón dulce de Nuestra
Madre, que delicadamente nos llama sin descanso a volver a su Hijo.
María en cada uno de sus llamados aparece dócil, tierna y suave. Incluso cuando la
llamada de atención es grave, incluso cuando nos encuentra tan desobedientes de
la voluntad del Padre.
«Hagan todo lo que Él les diga» (Jn 2:5). La sabiduría de María radica en la atención
y su adhesión completa a la voluntad de Dios.
Solo un corazón en sintonía e iluminado por el espíritu podría haber discernido los
tiempos de Dios.
Jesús, en las bodas de Caná, sigue lo que María le pide, incluso afirmando que aún
no había llegado su hora, confiado en que la voluntad de su Madre era inspirada por
la voluntad del Espíritu de Dios.
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