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Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
(Lc 1,38)
La vocación de María…
El servicio de María es haber estado siempre dispuesta a obedecer el mandato del Señor.
Tal vez nunca se imaginó que esto pasaría en su vida, tal vez no pasó por su mente el llegar
a ser una persona tan importante para la humanidad, pero ella siempre estuvo dispuesta a
servir a Dios con la vocación de ser madre de su Hijo, y no solamente de su Hijo, sino
también estar al servicio de las personas que rodeaban a Jesús. Leemos en los evangelios
como los discípulos de Jesús hablaban de ese gran amor de María hacia ellos y hacia las
demás personas. María siempre estuvo dispuesta al servicio de los demás y con toda
humildad y sin esperar nada a cambio, solo con la seguridad de que sus buenas obras han
sido recompensadas con las gracias ganadas y obtenidas en el cielo. María nos da una
muestra del servicio que debemos tener para ayudar y acompañar a aquellos que más nos
necesitan, ser serviciales con aquellos que sufren o pasan por una enfermedad o tribulación;
y con ello estaremos sirviendo a Dios.
La Humildad de María…
En ella podemos reconocer una total humildad al atender con un «sí» al llamado de Dios.
Cuando María le dice al enviado de Dios: «He aquí la esclava del Señor», la Madre de Dios
acepta que se cumpla la voluntad del Padre, pese a lo que pueda pasar. Ella sabía de las
consecuencias a las que podía enfrentarse, incluso estar en peligro de muerte, pero eso no le
importo, al final quiso cumplir la voluntad de Dios y enfrentar todo. La humildad de María
es una clara muestra de la respuesta que cada uno de nosotros debemos tener para atender al
llamado que Dios nos hace hoy en día. Los ministros ordenados aprenden de María, a ser
fieles a la vocación, a atender con celo a la Iglesia y a transmitir con responsabilidad el
evangelio; los laicos, a tomar el ejemplo de María en el cuidado de sus familias, a inculcar
a los suyos en valores cristianos y a fomentar la fe y la oración para seguir siendo fuente de
vocaciones; los consagrados, a esforzarse por vivir una vida santa y a realizar obras de
caridad en beneficio de los más vulnerables.
En las diferentes vocaciones, debemos ser conscientes de todo aquello que nos ayude a un
buen cumplimiento de cada una de ellas. La vocación a la que Dios nos llama siempre debe
estar acompañada de los dos pilares fundamentales que sostendrán nuestra vocación: Jesús
y María. ¡Oremos por las vocaciones!