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Jenika Snow - Suck and Blow
Jenika Snow - Suck and Blow
Cross
SUCK AND BLOW
JENIKA SNOW
Chica, no soy una niña, y realmente no quiero que este hombre sea un extraño.
Jesucristo.
...ver a mi pequeña muñequita correrse era casi tan bueno como
correrse uno mismo. Pero había estado al borde todo el tiempo, tan a
punto de correrme que no podía controlar ni mis palabras, ni mis
pensamientos, ni mis acciones.
La sentí correrse, su coño apretando mi gran polla y haciéndome
maldecir por lo bien que se sentía. Le golpeé el culo lo bastante fuerte
como para dejar la huella de mi mano en la suave carne con un
contorno rosa vibrante.
El sonido que emitió fue un maullido, una súplica, y yo me
aparté y vi cómo mi polla entraba y salía de su apretado coño. Su
carne estaba roja, húmeda e hinchada, y todo por mi culpa.
—Joder, cariño. — Estaba sudando, la puta máscara me
irritaba, pero no dejé de penetrarla para limpiarme. Me retiré y escupí
donde nuestras carnes se encontraban de nuevo, amando el rastro
resbaladizo que dejaba antes de empujarla dentro de su cuerpo con
mi polla. —Me corro. Te estoy llenando.
Y entonces no pude contenerme más. Me la follé bien duro hasta
que se me hincharon las pelotas y me rendí.
Una vez, dos veces, y a la tercera, me enterré dentro de ella todo
lo que pude. Me corrí tan fuerte que la llené con mi semen, haciendo
que lo tomara todo. Ni siquiera podía ver bien de lo bien que me sentía.
Mis músculos se tensaron, mi polla palpitó, y me aseguré de que
ella tomara hasta la última gota.
Me dejó seco.
Me desplomé sobre su espalda, su sudor era tan jodidamente
dulce que no pude evitar arrastrar mi lengua por sus omóplatos para
absorberlo.
Si crees que esto ha sido cosa de una sola vez, te equivocas, muñeca.
Habían pasado dos jodidos días desde que Pyper aceptó ser mía.
Cuarenta y ocho malditas horas desde que cerramos el trato con
un rapidito antes de volver al trabajo, donde yo había estado en
reunión tras reunión, y luego muerto para el mundo al final de esos
largos días, cuando me había estrellado.
Pero aquí estaba yo, sentado en mi despacho, mirando fijamente
la pantalla del ordenador, sabiendo que solo podía concentrarme en
una cosa, y con toda seguridad no era trabajar de verdad.
Llamé a mi asistente personal, le pedí una cosa y esperé.
Cinco minutos más tarde, tres suaves golpes llamaron a mi
puerta. Me enderecé en la silla, cerré el portátil y me agaché para
agarrarme la polla, que ya estaba dura como una piedra.
—Adelante. — grité, pero hubo una larga vacilación antes de que
obedecieran mi orden.
Por fin se abrió la puerta y entró lo único en lo que había podido
pensar desde que la vi.
Pyper entró, con aspecto de acercarse a la muerte. Parecía
asustada e insegura de lo que iba a pasar exactamente.
Estaba a punto de averiguarlo.
—Cierra la puerta. — Estaba acariciando mi polla dura que
empujaba contra mis pantalones, la longitud frotando a lo largo de la
cremallera y me enojaba. Solo quería la longitud fuera y enterrada en
uno de los agujeros de Pyper.
Cuando la puerta se cerró y nos quedamos solos, no dije nada
durante un minuto. Me excitaba mirarla a los ojos mientras recorría
mi despacho, se relamía los labios y me miraba fijamente.
— ¿Querías hablar conmigo?
Un mes después…
Había pasado un mes desde que Pyper y yo empezamos esta
relación cargada de erotismo.
Sabía que quería algo más que estar enterrado entre sus muslos.
Lo quería todo.
Había sido una atracción instantánea, una obsesión que lo
consumía todo. Y cada día que pasaba, cada momento que me
cambiaba el alma cuando estaba con ella, sentía que esa realidad se
instalaba en mí.
Era indescriptible, como si me faltara algo. Como si saliera de
casa y olvidara algo crucial. Y no necesitaba pensar qué era.
Sabía que era ella. Todavía no le había dicho que quería algo más
que un juguete sexual. Quiero decir, se lo había dicho con tantas
palabras esa primera noche en la sala de cigarros, y luego cuando la
tuve apretada contra el lateral del edificio después de nuestro primer
almuerzo juntos.
Pero esto... esto era real, y quería que ella lo tuviera claro.
No se trataba de estar hasta las pelotas en su pequeño y
apretado coño, que era el paraíso en sí mismo. Se trataba de encontrar
a alguien que me complementara tan perfectamente. Y esa era Pyper.
A decir verdad, no podía creer que hubiera sobrevivido cincuenta
años en este puto mundo sin tenerla en mi vida.
Y después de un mes follando como conejos -y yo cada vez más
necesitado y obsesionado con todo lo que formaba Pyper- sabía que la
complejidad de nuestra situación estaba a punto de hacerse aún más
profunda.
Y yo iba a asegurarme de que se volviera jodidamente profunda.
Fin…