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Uomo

d’onore
Lorena Fuentes
Serie Ley del Silencio IV
La amistad lo es todo,
la amistad vale tanto casi como
la familia
Uomo d’onore
Lorena Fuentes
Todos los derechos reservados
© Lorena Fuentes, 2021
Edición y revisión: Isaura Tapia
Diseño de cubierta: Lorena Fuentes
Diseño Interior: Lorena Fuentes
Primera edición: octubre 2021
ISBN: 9798748078696
Sello: Independently published
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del
copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o
parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la
fotocopia y el tratamiento informático.
Tabla de Contenido

PRÓLOGO

CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 8

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO 13

CAPÍTULO 14

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 16

CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18

CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 20

CAPÍTULO 21

CAPÍTULO 22

CAPÍTULO 23

CAPÍTULO 24

CAPÍTULO 25

CAPÍTULO 26

CAPÍTULO 27

CAPÍTULO 28

CAPÍTULO 29

CAPÍTULO 30

CAPÍTULO 31

CAPÍTULO 32

CAPÍTULO 33

CAPÍTULO 34

CAPÍTULO 35

EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS

SOBRE LA AUTORA
NOTA DE LA AUTORA: Este tipo de historia no es apta para todos, tiene
violencia y lenguaje explícito, por lo cual se recomienda no leer a menos de 21
años o personas sensibles.
Dedicatoria

Para las víctimas de Lucifer o Cruella,


Las quiero chicas.
El pasado es pasado...
Nunca vuelvas atrás, ni para buscar pretextos ni para buscar justificaciones o felicidad.
Eres lo que eres y el mundo es lo que es.
El Último Don, Mario Puzo.
Prólogo
Chiara San Filippo

Diez años antes…

Amar a alguien que sabes que ni te mira puede resultar doloroso, estoy
destinada a ser una mujer de la mafia, la madre de alguna familia, mi destino fue
sellado desde que nací, así como el de muchas que nacemos en el seno de la
Cosa Nostra. Mi padre decidió que me convertiría en la esposa de Matteo
Spadaro, todo está listo para que suceda cuando cumpla los diecinueve años,
apenas tengo quince y él me mira como si fuera una niña de unos nueve.
Entiendo que él ha visto miles de sábanas y cuerpos femeninos. La virginidad
es importante, es la prueba de la educación que tus padres te dan. Lo sé, claro
que lo sé, que en los varones no importa. Sin embargo, un hombre de honor debe
respetar y venerar a su pareja, serle fiel, ya que uno que sea infiel a la mujer que
cuida a sus hijos, no es fiel a ninguna organización.
Mis hermanas mayores saben cuáles son sus deberes, mi madre se encargó de
que tuviéramos la educación correcta. Allegra, mi hermana mayor por diez años,
está casada con Adriano, il sottocapo de mi padre, es el hijo que este no tuvo,
aunque muchos creemos que Valentino, su ahijado, puede tomar el puesto de
Don, cuando mi papá muera. Beatrice está comprometida con un político veinte
años mayor que ella, pronto se va a casar con Marco Puzo por supuesto que es
un corrupto que le debe favores a la mafia, este matrimonio es una transacción
comercial, ya que con ese acto mi padre afianza su ayuda en asuntos de los que
no tengo idea, pero que estoy segura ayudarán a la familia y la organización.
“Las mujeres nunca podrán intervenir en los negocios de los hombres…” Se
lo he escuchado tanto a mi padre como a Dante Spadaro en las cenas familiares.
El papel de la esposa es el hogar.
Por eso es que muchas veces envidio a Valentina Lombardo, la monarquía de
La Cosa Nostra como muchos se burlan, ellos han dejado que su hija menor viva
en paz, se rumorea que será la esposa de Angelo Vitale, solo porque su padre es
uno de los grandes amigos de Il Capo di tutti i capi, Vito Lombardo. Es de
conocimiento general que Angelo es amigo de Maurizio, el hermano de
Valentina.
Todos conocen a Vito con el sobrenombre Diabolik de su admirado personaje
de cómic italiano. Y los hermanos Lombardo —Alessandro que es ahora es
caporegimen y Maurizio que es un numerale—, son el premio mayor para todas
las mujeres de la mafia, pero ninguno de los dos se compara a él.
Matteo Spadaro.
Sus cerca de dos metros de altura, su piel bronceada, sus ojos de color negro,
su cabello casi de color ébano, su sonrisa que es capaz de desarmar a cualquier
mujer, tengo que respirar muy lento, recuperar los latidos de mi corazón el cual
parece que va a salirse de mi pecho. Y lo sé; lo sé, soy una niña consentida que
cree que está enamorada, pero de verdad lo estoy completamente, me pertenece,
soy suya desde el mismo día que anunciaron nuestro compromiso. Por supuesto,
él solo sonrió con lástima y me observó de arriba abajo, él, un hombre de casi
treinta comprometido con una joven a la cual le dobla la edad. Sin embargo,
nuestras familias saben que soy perfecta para él y que estoy educada para ser una
mujer de la mafia.
Nuestra familia no pertenece a las cinco que están a lo alto del concilio,
somos unos asociados, pero los más respetados. Los negocios son primero, hasta
para nosotras que somos mujeres, mi padre no tuvo herederos, sin embargo,
Adriano Bianco ha demostrado que puede ser ese hijo que no tuvo, es su ahijado
y algo que toman los italianos muy en serio, es el sagrado vínculo del
padrinazgo.
Mi madre entra a mi habitación y me informa:
—Los Spadaro están aquí.
Exhalo nerviosa y cierro los ojos por unos segundos, cuando vuelvo a abrirlos
me observo en el espejo. Hoy es mi cumpleaños número dieciséis, faltan tres
años para convertirme en la mujer de Matteo, cuento los días para saber que
estaré entre sus brazos.
—Ya bajo… —musito.
—Chiara —murmura molesta mi madre—, tengo que advertirte que la ha
traído, se ha atrevido a traerla.
Violleta Scordato, todos dentro de nuestra sociedad la tienen como una mujer
fácil y que no vale la pena. Desde hace unos meses se corren rumores de que
Matteo la está viendo, pero atreverse a traerla es mucho, esto es un insulto a
todos nosotros. Me levanto y aliso mi vestido, escondo mi corazón roto tratando
de sonreír, poniéndome la máscara de la italiana perfecta, se me da fácil, pues
algo que sé hacer desde niña es fingir que estoy bien, cuando en realidad es todo
lo contrario.
—Seguro tiene alguna buena razón para traerla.
—¡Por Dios, Chiara! —chilla mi madre irritada—. Esto es una falta de
respeto intolerable para nuestra familia.
No contesto, no quiero amargarme más un día que debería ser feliz, pero
ahora me temo lo peor. Bajamos y casi todas las familias más importantes de la
organización están aquí, menos los Lombardo que pasan días fuera de Sicilia por
negocios. Todos me felicitan, me entregan sobres con dinero en efectivo, hasta
que mis padres prácticamente me arrastran hasta donde está él, se encuentra de
espaldas discutiendo con su padre. Sin embargo, logro escuchar cuando le
asegura:
—Nunca haré a Chiara San Filippo mi esposa, padre. —Respira hondo y
Dante me observa percatándose de mi llegada—. No estoy interesado en criar a
una niña consentida.
Tres, dos y uno… Me quedo paralizada, mis padres se tensan a cada lado.
Observo a Violleta Scordato alejada y puedo darme cuenta qué ve en ella, todo
lo que en este momento yo no puedo ofrecerle. Me aclaro la garganta y tanto
padre como hijo nos prestan atención.
—Pequeña, feliz cumple… —me habla Dante, pero lo interrumpo.
—Tampoco quiero ser tu esposa, Matteo, pero a diferencia de ti, no tengo
elección.
—¡Chiara! —exclama mi madre horrorizada.
Levanto mi rostro, sus ojos negros se cruzan con los míos de color de
avellana y esboza una sonrisa burlona. Por dentro siento una opresión que no me
deja ni respirar, pero nunca me dejaré humillar por nadie. Le echo un vistazo a
Violleta y sonrío.
—Que sean muy felices… —Alzo mi rostro y dibujo en mi rostro la misma
sonrisa mordaz—. Espero que el compromiso se rompa ahora mismo, para que
puedas casarte con esa. —Señalo en su dirección y la miro de arriba abajo, soy
mejor mil veces—. Dante… —Me giro con la frente en alto y un corazón roto en
mil pedazos.
Si alguna vez imaginé que podría tener un amor platónico, no les miento,
nunca pensé que sería Matteo, porque no puedo dejar de mentir que sus dos
metros de altura y sus ojos negros me enamoraron desde hace años, cuando no
me era permitido amar. No obstante, soy una San Filippo y si él no puede verlo,
pues espero que tenga una vida larga y feliz junto a la mujer que ha escogido.
La cena de mi cumpleaños es la más amarga que puedo tener, cuando todos se
van, salgo corriendo a mi habitación. Me sigue Beatrice, me lanzo sobre mi
cama a llorar como nunca imaginé.
—¡Chiara! —me llama con voz preocupada y siento cómo se hunde la cama
por su peso—. Verás que nuestro padre…
—No, no, no… —sollozo y levanto mi rostro, observo a mi hermana que me
mira con lástima—. Matteo Spadaro ha muerto para mí.
Sentencio con la seguridad de que cuando me encuentre con él, voy a guardar
mis sentimientos, no demostraré que me ha humillado, pero sobre todas las
cosas, con el tiempo voy a demostrarle que nadie, absolutamente nadie,
desprecia a Chiara San Filippo.
Capítulo 1
MATTEO SPADARO
Actualidad
Detonaciones, disparos y todo lo que era tranquilo hasta hace un segundo, se
vuelve un caos. Los hermanos Lombardo se lanzan como unos linces sobre su
familia mientras ayudo a Salvatore a llevar a Alessio dentro de la casa.
—Estoy bien —nos asegura.
De su hombro emana sangre, se levanta tocándose y niega.
—¡Maldición! —vocifera Salvatore mientras sostiene a su mejor amigo—.
No es hora de hacerte el héroe, Alessio, estás herido.
—Me importa una mierda —contesta.
Alessandro aparece junto a Maurizio, las chicas y los niños. Se queda
mirándonos y exhala cansado.
—Las llevaremos a mi despacho, Giovanna sabe lo que tiene que hacer —nos
informa.
—Pero, Alessandro, por favor —rebate Giovanna asustada.
—Ve con Maurizio —le ordena, sé que debe estar pensando que ella espera a
su tercer hijo.
—Alessandro… —lo llama.
Su voz y toda ella demuestran que tiene miedo, entiendo completamente su
desesperación. El menor de los hermanos Lombardo toma a las mujeres y todos
cuidamos su espalda. Alessio entra con ellos y le murmura algo a Salvatore. Nos
quedamos junto a unos pocos numerales cuidando la puerta. Esta parte de la
finca es segura y parece que están a salvo, ya que el jardín parece una guerra.
—Quien sea voy a asesinarlo con mis propias manos —amenaza Alessandro
—. En mi casa nadie rompe la paz.
Salvatore me echa un vistazo mientras no dejo de ver los dos flancos por
donde pueden atacarnos. Maurizio sale sin Alessio, ahora comprendo que el
mejor amigo de Luciani no va a dejar a las mujeres tan fácilmente.
—¿Estarán bien? —pregunto.
—Lo estarán —asegura Alessandro.
Salimos y cuando cruzamos el pasillo que nos lleva al salón un grupo de
hombres comando se atraviesan.
—¡Maldita sea, son polis! —grita Salvatore.
Los cuatro nos miramos y asentimos al mismo tiempo. Sin miedo a nada
comenzamos a disparar. Esto nunca había sucedido, últimamente creíamos que
estábamos a salvo de la ley, hemos comprado a muchos políticos y la unión con
la ‘Ndrangheta ha dado buenos resultados.
Nuestros numerales no dejan de luchar por nosotros y eso es algo que nunca
dejaré de agradecer. Ellos están provistos de escudos y chalecos antibalas,
mientras nosotros tenemos trajes italianos hechos a la medida, pero nada eso nos
impedirá matarlos a todos y después sentarnos sobre sus cadáveres a tomar una
copa de un buen vino tinto.
Detonaciones de explosivos y disparos, muchos hombres caídos, pero hemos
llevado a los ilusos a nuestros terrenos. Alessandro ha logrado llamar a nuestros
aliados, cuando nos damos cuenta de que es parte de la policía italiana y su jefe
es nada más y nada menos que Flavio Ginoble.
—¡Alto al fuego! —grita.
Alessandro se abalanza sobre él y lo golpea, mientras nuestros numerales los
apuntan. Solo que no saben qué tipo de enemigo ha despertado. Flavio es uno de
nuestros hombres, así que ha cruzado el límite que lo mantenía con vida. En los
negocios no hay nada más divertido que cuando un policía no recuerda cuál es su
lugar. No hay nada escrito que nos diga que no pueda matarse a un policía. Es
como el refrán siciliano:
“Togliersi una pietra dalla scarpa”. [1]
—¿A qué coño juegas? —pregunta Maurizio cuando logra quitarle a su
hermano de encima.
—O tiran sus malditas armas o van a terminar con las cabezas empaladas y
mostradas en Palermo para que recuerden a la policía que con Alessandro
Lombardo nadie se mete.
Alessandro les advierte y yo sonrío.
—Era una pequeña broma a ver si estaban preparados —se burla Flavio
desafiándolo—. El FBI está pisándote de los talones.
Salvatore suelta una carcajada para mi asombro, esto no es una prueba, esto
es un desafío y Flavio desea demostrar algo. Sabía que aquí estarían ellos con
sus familias, lo más sagrado para Alessandro son su mujer y sus hijos, en el
preciso momento que se le ocurrió esa idea.
—Estás muerto, maldito —se burla Salvatore.
—Soy parte de la Cosa Nostra, no pueden…
—¡Neutralícenlos! —ordena Alessandro.
Una nueva ráfaga de disparos es liberada para que logremos lo que deseamos.
Alessandro se acerca a uno de los polis y para nuestra sorpresa saca un cuchillo,
el hombre tiembla cuando se posiciona detrás de él y lo toma por el cabello.
Flavio Ginoble está de rodillas frente a todos sus hombres. Sonrío cuando lo
degüella de un solo movimiento, preciso, certero, limpio… hermoso, la sangre
brota de su garganta y al terminar lo tira en el suelo, con un pañuelo que saca de
su traje, va limpiando la hoja mientras se acerca al maldito traidor. El ambiente
es tenso, con el pesar de la violencia que Lombardo irradia.
—Te pagaba para obtener información, nada más. —Lo apunta con el
cuchillo—. Nunca entenderán el poder que poseo, pero esta noche te lo voy a
demostrar.
Salvatore me da un codazo.
—De fiesta infantil a carnicería policial, un día con los Lombardo siempre es
divertido.
Pongo los ojos en blanco, pero esto es algo más y sé que no es Flavio Ginoble
tratando de desafiarnos, esto tiene un trasfondo, creo que a larga todo nos traerá
problemas.
*****
Torturar es lo de Maurizio, creo que a lo largo de los años Alessandro y yo
hemos tenido que aprender a ser más calmados, más analíticos, sabemos mostrar
nuestro lado oscuro cuando debemos para así demostrar que con nosotros no se
juega, pero en este tiempo con los hermanos y Salvatore, todos nos dimos cuenta
de que el menor de los Lombardo es un artista de la tortura.
Flavio está inconsciente en la silla mientras Maurizio se acerca a Ale, todo
sabemos que vendrá por instrucciones. Se prepara para hacer lo que su jefe le
indique, así como todos, podremos tener voz de mando, pero Il Capo di tutti
Capi es quien tiene la última palabra.
—No puedo creerlo, que Adriano… —murmura Maurizio.
Niego, si esto es cierto los San Filippo están en problemas. A mi mente se
viene una morena de ojos marrones, Chiara es el error más grande de mi vida.
Tengo que hacerme responsable de ella.
—¿Le dará un golpe a su propio suegro? —pregunto tratando de colocar el
beneficio de la duda.
—Hemos visto cosas peores a lo largo de los años —contesta seguro
Alessandro. «Espero que los San Filippo no sean traidores», pienso—. De Igual
forma espero que Adriano esté haciéndolo por sí solo, porque…
—Chiara está bajo mi protección —les advierto.
Los hermanos asienten, no sé de dónde salió eso, pero lo único de lo que
estoy seguro es de que si la Familia San Filippo es una traidora, por ella soy
capaz de irme al mismo infierno.
Maurizio se aclara la garganta.
—Algo no me cuadra, puedo torturarlo un poco más, pero… —Se rasca la
barbilla—. No sé, Flavio puede estar inculpándolos…
—Matteo, llama a Gianluca y ponlo en altavoz —me ordena Ale.
Asiento, el móvil cae directo a la contestadora, hasta que escuchamos los
gritos de Giovanna. Maldita mujer que no se puede quedar en la casa,
Alessandro tiene la paciencia de un santo para la esposa que escogió.
—Let me go! You fucking idiot! —Que hable en inglés solo puede significar
una cosa, está fuera de sí—. Soy Giovanna Lombardo.
Alessandro pone los ojos en blanco, se gira y cuando su mujer aparece se
acerca a ella para tomarla del brazo.
—Regresa a arriba —le ordena.
—Tienen a Chiara —informa en voz alta, se asoma y me mira—. Adriano
Bianco se ha alzado contra su padre y la tiene.
Cierro los ojos y maldigo mentalmente.
—Voy por ella.
Camino decidido, sin embargo, al pasar al lado de Alessandro me detiene y
niega mirándome a los ojos.
—Vamos, pero hay que reorganizarnos.
Exhalo cansado.
—Ella es mi problema ahora —afirmo provocando una sonrisa en Giovanna.
—¡Ay, por Cristo! —exclama cuando logra ver y se encuentra con Flavio.
—Ve a arriba —repite la orden Alessandro—. Y que no vuelva a suceder…
—Los negocios son de hombres —se mofa soltándose—, pues espero que los
hombres muevan su culo para rescatar a la familia San Filippo.
Se gira y todos la observamos mientras se pierde, los numerales están
acostumbrados a que ella meta sus narices en nuestros asuntos, pero al mismo
tiempo tratan de alejarla. Cuando se ha ido, les advierto:
—Tienen una hora para idear algo, no pienso perderla antes de tenerla…
Alessandro asiente y da dos órdenes, la primera que maten a Flavio Ginoble y
la segunda que debemos reagruparnos para ayudar a la familia San Filippo.
Capítulo 2
CHIARA

El maldito de Adriano golpea a Allegra delante de mi madre, mi hermana


Beatrice llora sobre el cuerpo de su esposo Marco. Desde hace veinte minutos mi
mamá solo observa a mi padre a sus pies, sin vida. Esto es la traición más sucia
que alguna vez pude imaginar, el hombre al que acogieron como a un hijo más,
nos ha apuñalado por la espalda. Me he mantenido alejada de todos, los
numerales del maldito me manosearon cuando me encontraron en mi habitación,
no me violaron porque se los impidió, pero estuvieron a punto.
La violación está prohibida en la Cosa Nostra, pero matar para ascender, NO.
Han neutralizado a los más cercanos a mis padres, pero cuando todo comenzó
le di aviso a Giovanna. Espero que los Lombardo estén en camino, sin embargo,
el salón de mi casa es una imagen dantesca. Dos hombres asesinados y cuatro
mujeres aterrorizadas, aunque no lo demuestre, tengo miedo, ya que fui educada
para no mostrar mis emociones en público. Mi madre me observa y asiento
haciéndole saber que estoy bien. Tengo que fingir y no paro de pensar que hemos
caído en desgracia.
—Eres una vergüenza, Adriano —le grita mi madre con rabia—. Te abrimos
la puerta de nuestra casa, te tratamos como a un hijo y mira cómo nos pagas. —
Escupe a sus pies—. Con traición,
Adriano se ríe.
—¿Cómo les pago? —averigua riéndose—. Nunca fui digno, ni trayendo al
mundo a los próximos capos.
—Asesinaste a Gianluca, lo pagarás caro —solloza mi madre—. Te lo haré
pagar caro.
Mi cuñado está fuera de sí, Allegra se levanta tratando de calmarlo, pero el
maldito la golpea y sin pensarlo grito:
—¡Quítale las manos de encima, pedazo de mierda!
Presta toda su atención en mí, había pasado desapercibida por él hasta ahora.
—La puta de los San Filippo ha hablado… —Pierdo todo el color por sus
palabras, mi madre esconde su rostro y él acentúa su sonrisa cuando mis
hermanas hacen lo mismo—.Todos lo pensamos y esto es tu culpa, tu padre
estaba analizando qué coño hacer contigo y tu estupidez de desear casarte con el
maldito de Matteo Spadaro. —Me apunta con el arma—. Nunca haces lo que
malditamente se te ordena, vas como una perra abriendo las piernas.
Abro los ojos y no me importa nada lo que mi familia piensa. Sé lo que soy,
mi único error fue Valentino Montalbano y él ha muerto, pero nunca le tuve
miedo a mi padre y menos se lo tendré a Adriano.
—¿Soy la puta? —Me río—. Eres un idiota al no entender que Matteo es mil
veces más hombre que tú —me burlo—. Eres un peón, un simple numerale, una
escoria que mi padre educó como a un hijo y le dio a su hija para mantenerlo
cerca, así son los perros, muerden la mano de su dueño. —Me levanto y escupo
hacia sus pies—. Solo se te olvida que a la puta que insultas, por sus venas corre
la sangre que has derramado y vas a pagarlo caro.
Mi cuñado se ríe y aplaude.
—Me equivoqué de mujer, debí follarte a ti y no a Allegra. —Empuja a mi
hermana al sillón y se acerca, lo observo con todo el odio que puedo llevar—.
Siempre supe que eras la mujer que necesitaba.
Mi madre me observa con terror, sabe que puede golpearme.
—Adriano —solloza mi hermana. «Cállate Allegra», le pido mentalmente
mientras meto mis manos en el bolsillo de mi falda, sus hombres cometieron un
error, no me revisaron antes de traerme ante su jefe y ahora…
—Siempre puedo asesinarla y tomarte a ti… —Se acerca y me acaricia la
mejilla—. Me encantará ver cómo te doblegas.
Sonrío.
—Nunca voy a doblegarme ante nadie. —Saco de mi bolsillo la pequeña daga
que me entregó mi padre al cumplir los dieciocho años y la clavo en su corazón
—. ¡Soy Chiara San Filippo, maldito pedazo de mierda!
Adriano abre los ojos cuando la retuerzo, puedo ver la sorpresa en su mirada
y al mismo tiempo cómo se apaga su vida. Mi hermana trata de lanzarse sobre
mí, pero mi madre la atrapa mientras todos los hombres accionan sus armas para
dispararme, mi cuñado cae de rodillas frente a mí mientras por su boca comienza
a salir sangre.
Mi madre y mis hermanas lloran asustadas, saben que están a punto de
asesinarme delante de sus ojos. Marco, el esposo de Beatrice se remueve, al
menos está vivo. Respiro hondo para tomar el valor suficiente, puede que sea
una mujer, pero vengo de una estirpe de mafiosos, me giro para enfrentarme a
los numerales.
—¡Qué vergüenza tener a traidores como ustedes, que se vendieron por
dinero y traicionaron al hombre que les brindó todo, que les dio la oportunidad
de ser algo más que ladrones ordinarios! —Todos me observan con los ojos
abiertos por mi valentía—. ¿Qué creían?, ¿que por ser mujer no sé defenderme?
—les pregunto—. La puta de los San Filippo como dijo la basura de Adriano
Bianco, fue educada para hacerle frente a todos ustedes, porque son tiempos de
cambio y los negocios ahora también son de las mujeres.
Se escuchan disparos a las afueras de la casa. Ellas se abrazan entre sí y me
agacho para resguardarme.
—Chiara —murmura mi madre.
—Es mejor que suelten las armas, por las buenas o por las malas todos van a
morir —grito en advertencia.
—¡Cállate, puta! —replica uno y me hace sonreír.
Alzo mis hombros y me quedo mirándolo para desafiarlo, que se atreva a
dispararme. Nunca me dieron miedo los hombres de mi padre y Valentino me
enseñó a defenderme. Últimamente papá acudía a mí para tomar ciertas
decisiones, creo que de cierta manera comenzaba a desconfiar de Adriano.
—A esta puta le debes respeto —lo desafío—, pero igual tu destino es la
muerte por ser un maldito traidor.
Matteo entra con su arma en la mano, al verme apuntada por diez hombres
palidece.
—¡No disparen! —grita Matteo.
Los hermanos Lombardo y Salvatore Luciani llegan después junto a varios de
sus hombres, se detienen apuntando a los numerales, quienes saben que sus
horas están contadas y que nada de lo que hagan podrá salvarlos de una muerte
segura.
Acentúo mi sonrisa.
—Si se rinden y me piden perdón de rodillas por asesinar a mi padre, puede
que sea benevolente y les perdone sus vidas.
Uno de los hombres se ríe.
—Prefiero morir, perra.
—Tus deseos son órdenes, ¡mátalos! —me dirijo hacia Matteo.
—Son los únicos que quedan, tiren sus armas… —les ordena Alessandro—.
¡Ahora!
El segundo al mando de Adriano, me apunta y acciona su arma. Escucho el
grito de mi madre y todo sucede tan rápido que no me doy cuenta cuando soy
impulsada por Matteo al suelo y él recibe la bala por mí. Todo en cuestiones de
segundos es una ráfaga nueva de disparos, grito cuando observo a Allegra caer
llena de sangre al lado del cuerpo de mi cuñado.
Me levanto para girar a Matteo, lo reviso desesperada, pero no tiene nada.
—Estoy bien —tose las palabras—, el chaleco detuvo la bala.
Cierro los ojos y exhalo, sin darme cuenta comienzo a temblar y a llorar.
Matteo me toma entre sus manos y me abraza.
—No soy una damisela en apuros —sollozo cuando toma mi barbilla entre
sus dedos y me regala una sonrisa que me roba el aliento.
—Ya veo que no… —susurra limpiando con sus pulgares mis lágrimas.
Sorbo un poco y me quedo mirando todo a mi alrededor, se fija en mi gesto y
sigue la misma dirección de mi mirada. Mi madre llora sobre el cuerpo de mi
padre mientras sus hombres sacan a Marco que al parecer sigue con vida.
—Papá… —musito.
—Chiara —me llama Matteo.
Lo ignoro y me levanto, camino con la cabeza en alto y me acerco a mi
madre. Ella se queda mirándome. Me agacho frente a ella y le susurro:
—La puta de los San Filippo fue la que te salvó el culo. —Abre los ojos—.
Solo te lo recuerdo, para que lo tengas en cuenta llegada la hora.
—Hija mía, yo…
—¡Vete a la mierda! —escupo cerca de su oído—. Al menos vengué a mi
padre.
Me levanto y cuando lo hago, Alessandro y Matteo nos observan y estoy
segura de que me han escuchado. Me acerco a ellos y sin pensarlo le pregunto a
Ale:
—¿Me aceptas en tu casa?
Alessandro asiente.
—Sabes que eres bienvenida.
Matteo niega.
—Te vienes a la mía… —sentencia.
—Lo siento, señor Spadaro, pero para mi familia soy una puta y si me mudo
con usted, les estaré dando la razón.
Pronuncio las palabras con amargura, sé que mi padre no estaba de acuerdo,
pero al parecer mi madre sí y es toda una decepción. Hoy no solo he perdido a
mi padre, sino también a toda mi familia
*****
Al llegar a la finca de los Lombardo me fijo que han sufrido un ataque,
Alessandro me insta a entrar y al cruzar la puerta me derrumbo, mi familia creía
que era una puta, casi comparable con cualquier mujer que se entrega por dinero.
En el salón están Giovanna y Marena que al verme se levantan, me acerco y me
lanzo a los brazos de la primera que me abraza. La rubia se une y tomo su mano,
soy una desterrada, no soy nadie.
—Estás en casa —me asegura.
Rompo a llorar ya que nunca me imaginé que ellos podrían pensar así. Gio
me lleva al sofá y me sienta a su lado. Cuando alzo mi mirada puedo ver a
Matteo que no me quita la suya, sus ojos castaños oscuros están llenos de algo
que no logro descifrar.
«Me mira, sé que lo hace», musito en mi mente.
Desde que volvió a la vida luego de su secuestro, ha tratado de conquistarme,
aunque lo amo, no puedo negarlo, ahora tengo miedo de lo que puede esperar de
mí. Durante de su convalecencia lo visitaba, le leía libros, a veces tomaba café
con él, pero era solo para demostrarle que podemos ser amigos. Siempre he dado
por hecho que nunca estará en mi vida como hombre, pero ahora cuando lo
tengo así, preocupado por mí, no sé cómo comportarme, me pone de nervios
pensar que pueda importarle y al mismo tiempo, el orgullo se levanta recordando
aquella humillación.
—Mañana vengo por ti —avisa.
Me separo de Giovanna y me seco las lágrimas.
—Te he dicho…
—Sé lo que dijiste, pero tu lugar es a mi lado y creo que es momento de que
te vayas acostumbrando.
—Eso debiste pensarlo hace diez años. —Palidece.
—Vendré por ti, la decisión está tomada y te recuerdo que por ahora no tienes
opciones.
No sé qué responder cuando se da vuelta, miro a Giovanna y a Marena que
me observan con una sonrisa en los labios.
—Tienes opciones —me asegura Giovanna—, siempre puedes quedarte aquí.
Niego con mi cabeza, lo sé, Matteo tiene razón y le confieso en voz alta:
—Asesiné a mi cuñado, mi padre y mi hermana Allegra están muertos, no
tengo a nadie más y él es…
—Él es el hombre que amas desde que eres una niña —finaliza por mí
Giovanna—, pero estás equivocada, tienes familia porque los Lombardo te
adoptamos desde el primer día, nos tienes…
Su sonrisa maternal me hace llorar, Marena toma mi mano.
—Ahora somos tu familia —afirma la rubia—. Es momento de que tus
nuevas hermanas cuidemos de ti.
Me acompañan arriba, me enseñan una habitación y me doy un baño, al salir
las encuentro conversando y con un vestido sobre la cama. Me visto en silencio,
recordando el momento exacto en que Adriano le disparó a mi padre, vaciando
en su pecho todo el cartucho de balas de su nueve milímetros. En mi mente se
repite cómo su cuerpo se estremecía por los impactos, cómo poco a poco se
desplomó en el suelo, golpeándose la cabeza con la mesa. Sus ojos sin vida se
quedaron fijos mirándome, los gritos de dolor de mis dos hermanas retumbaron
en el salón mientras mi madre solo miraba el cadáver en estado de shock. Me
siento por un momento, lloro en silencio cuando las dos me acompañan y me
abrazan.
—Chiara, te prometemos que vas a superarlo.
—Mi papá, mi papá confiaba en él y lo traicionó, lo traicionó…
—Y tú lo hiciste pagar, fuiste la mujer más valiente del mundo —asegura
Giovanna.
Me río, porque no puede estar más equivocada. Lo hice porque me llamó
puta, porque no soy nada de lo que dijo y la rabia me cegó. Mi padre me educó
para sentirme superior a cualquiera de sus hombres, hasta del propio Adriano.
Manejaba los negocios, sabía de qué se trataban, debido a él y a pesar de que no
debía inmiscuirme por ser mujer, lo hacía porque en el fondo creo que sabía que
iba a ser traicionado.
Respiro hondo tratando de calmarme, mañana tendré que enfrentarme a
Matteo y no; no me iré a su casa. Si cree que soy una mujer de la mafia común y
corriente, pues va encontrarse con la horma de su zapato, porque estoy decidida
a demostrarle que soy más que un florero bonito que puede exhibir cada vez que
sus socios lleguen a casa.
Lo amo, pero al mismo tiempo tengo una deuda pendiente que cobrarle.
Capítulo 3
MATTEO

Ni siquiera dormimos, porque el desastre que causó Adriano Bianco trajo como
consecuencia que una de las cinco familias deba reestructurarse. Alessandro está
gritando más que nunca, ha perdido completamente los estribos ya que, además,
atentó contra su familia y contra nosotros.
—Matteo, necesito saber quién más está detrás de esto…
Asiento y le contesto:
—Supongo que sabes que no soy yo…
Me fulmina con la mirada y se sienta en el sillón, pasamos meses difíciles,
pensamos que por fin habíamos limpiado la organización, pero supongo que no
sabemos quién es el verdadero traidor. Lo que no sabe él, es que todo en la mafia
es un maldito boomerang que se devuelve cuando menos lo piensas, para hacerte
pagar todo lo que haces.
—¿Qué sabes de Leonardi? —me pregunta.
—Ha presentado sus respetos, ha puesto a disposición sus hombres al igual
que el chico.
Asiente.
—Massimo es igual que Santino, es fiel a nosotros. Está de regreso de
Filicudi y me ha avisado que trae a más hombres.
La puerta se abre, los dos nos giramos, Maurizio y Salvatore entran riéndose,
a pesar de llevar ropa negra esta aún está mojada y sabemos que es sangre. Estos
dos hombres comparten la misma pasión, torturar.
—Maurizio… —lo llama Alessandro—. ¿Qué me traes?
Este sonríe y se sienta justo a mi lado, mientras Salvatore se queda a un lado
mirando su cuchillo.
—Adriano está asociado con unos idiotas de Corleone, así que no te
preocupes, que a los que han cantado como canarios los hemos engañado y les
hicimos creer que están a salvo, pero si esto es cierto, son los mismos que están
detrás de la muerte de Santino y ahora de Gianluca.
Me levanto y me quedo mirando a Alessandro.
—Me retiro, mañana vendré y luego me iré con Chiara.
Maurizio se ríe burlándose.
—Pensé que te había dicho que no —comenta con sorna.
—No tiene opción.
Salvatore suelta una carcajada y mofándose:
—Yo que tú duermo con un ojo abierto, la chica demostró que es capaz de
todo.
Cuando giro me encuentro a Alessandro riéndose también, los tres idiotas se
están burlando de mí. Exhalo cansado y me siento de nuevo.
—Ya que estamos los cuatro, puedes ofrecernos un buen coñac —le sugiero.
—No faltaba más —contesta Maurizio y se levanta—. No te preocupes,
hermanito, que sé muy bien dónde lo escondes…
El mencionado pone los ojos en blanco.
—Te sugiero que la dejes unos días aquí, además, creo que a estas alturas
tienes que haberte dado cuenta de que no la tienes fácil con Chiara —señala
Alessandro.
—Lo sé…
Maurizio le entrega un vaso a su hermano mientras Salvatore me entrega el
mío y tomo el asiento que dejó hace segundos el menor de los Lombardo.
—¿Estás enamorado de ella? —averigua Maurizio.
Y no tengo una respuesta para esa pregunta, sé que siento algo por Chiara,
que hace tiempo la considero algo más. Ella fue uno de esos pensamientos que
me sorprendieron cuando estuve a punto de morir, pero hace tiempo entregué mi
corazón y fui traicionado. Estoy seguro de que la chica es diferente, que no es
Violleta, solo que… que definitivamente estoy seguro que pueda amar de nuevo.
—No sé qué es lo que siento por Chiara, pero lo único de lo que estoy seguro
es que no supe reconocerla cuando tuve la oportunidad.
—Bueno, tengo que recordarte que Chiara ahora está bajo mi protección y la
de Giovanna, así que por tu bien, espero que sepas comportarte porque no sé
cómo vaya a reaccionar mi esposa.
Sonrío.
—Una vez te dije que me casaría con una mujer que tuviera las pelotas que
tiene tu esposa, pues creo que la he encontrado.
—Entonces es momento de que luches por ella.
Asiento y me tomo de un solo trago el coñac, coloco el vaso sobre el
escritorio y me levanto. Es momento de que regrese a mi casa, ya que en pocas
horas tenemos que estar activos. Además, desde que Wolfang me secuestró no
tengo paz, sé que es cuestión de tiempo que aparezca y trate de asesinarme, pero
antes lo haré pagar todo lentamente.
Los dos tenemos asuntos pendientes, nunca me imaginé que después de que
lo acogiera como a un hermano, siempre fuera él, el único que me había
traicionado. Violleta Scordato solo fue una pieza en el enorme tablero de ajedrez
que el maldito juega contra mí. Hace mucho tiempo aprendí que en esta vida
estaba solo, sin embargo, desde que asumí ser el Don de mi familia y trabajar
con los Lombardo, entendí que muchas veces sí es posible encontrar amigos en
este mundo.
*****
Mis hombres y las familias que integran la mía son fieles a los Spadaro, mis
ancestros provienen de una de las islas de Sicilia, nos establecimos en Palermo
por asuntos de negocios, pero de vez en cuando siempre volvemos a casa.
No he dormido en toda la noche pensando en lo que sucederá hoy en casa de
Alessandro, sé muy bien que Chiara se opondrá a venir a aquí, sin embargo,
pienso que para poder descubrir lo que siento por ella, necesito convivir y tenerla
a mi lado. No soy un hombre que ruega, así que va a tener que amoldarse a mis
modos, porque a final de cuentas me pertenece y solo es cuestión de que la tenga
en mi cama todas las noches para que se dé cuenta de ello.
Cierro los ojos imaginando sus labios en mi polla y me masturbo, imagino
que entro en su boca y sus ojos se escuecen cada vez que me clavo hasta que no
pueda respirar. Y en todo lo que pienso es tenerla debajo de mi cuerpo, poder
tocarla y hacerla mía, que me suplique que la haga llegar al placer. Me corro con
su nombre en mis labios, me levanto para tomar un baño y vestirme.
Tomo uno de mis trajes y recuerdo que debo ir a la ciudad para enviar a hacer
algunos con mi sastre en Roma, creo que Chiara se distraerá si puedo llevarla a
un viaje por el Mediterráneo, que olvide lo que sucedió en su casa y pueda
acostumbrarse a mi presencia.
Bajo hasta el comedor y me encuentro a mi primo Andrea tomando una taza
de café, tomo siento a la cabecera de la mesa.
—Tenemos problemas, la familia de la chica no desea que te acerques a ella.
Pongo los ojos en blanco.
—Su madre va a tener que aceptarlo, lo quiera o no, Chiara es mía.
Andrea niega.
—Suponiendo que todo lo que se dice ella es cierto, sería buena idea que
buscaras a una persona más idónea para ser tu compañera.
Fijo mi mirada en él, lo fulmino con ella y se remueve incómodo ya que sabe
que ha cometido el peor error de su vida, decirme qué debo hacer cuando no
debe.
—¿Qué se dice de ella? —pregunto alzando mi taza de ristretto.
—Matteo, te conozco desde hace muchos años y sé que nada de lo que te diga
te hará cambiar de opinión, pero se corre el rumor de que es igual que Violleta,
que estuvo con varios numerales de su familia y por supuesto que era el dolor de
cabeza su padre.
Asiento, tengo ganas de partirle la cara y me levanto, ajusto los gemelos de
mi camisa mientras lo observo.
—Chiara nunca será como Violleta, al próximo que vuelva a hablar de ella le
pegas un tiro, porque será la señora de Spadaro y es algo que debió hacerse hace
mucho tiempo.
No lo dejo decir nada más, cuando salgo me envía todo lo que ha averiguado
del ataque de anoche. Sé que solo hace su trabajo, por algo es mi consiglieri, sin
embargo, hay asuntos en los que no debe entrometerse y mi próxima relación
con Chiara es uno de ellos.
Me subo a mi auto, una de las cosas que más disfruto en el mundo es la
velocidad, me encanta apretar el acelerador hasta el fundo y perderme en las
carreteras serpenteadas de Sicilia.
Este es un Lamborghini, una serie limitada del modelo Aventador, su motor
V12 es increíble. Ya deseo tener a Chiara a mi lado mientras recorro las
autopistas. Nunca imaginé que después de Violleta podría si quiera pensar en
tener a una mujer a mi lado, pero esta chiquilla que me puso en mi lugar en su
momento cuando tuvo que alejarse de mí, ha sabido cómo meterse dentro de mí.
No supe reconocer a mi Bella cuando la tuve en frente de mí, pero, así como
la Bestia, haré todo lo que esté en mis manos para tenerla a mi lado.
El mundo me pertenece y Chiara San Filippo no será la excepción.
Capítulo 4
CHIARA

—No puedes seguir aquí —me reclama mi madre entre dientes—, tampoco
puedes acercarte a Matteo Spadaro.
Cuando vino a verme para avisarme que el funeral de mi padre será en una
semana, no pensé que se atrevería a tanto. No pienso volver, en el momento en
que esquivó mi mirada avergonzada cuando Adriano me dijo que era la puta de
la familia, ocasionó un dolor que me traspasó el alma. Al menos tengo la
satisfacción de que asesiné al maldito con mis propias manos, pero el que más
me duele por supuesto es la decepción.
—No puedes pedirme nada, madre, recuerda que soy la puta de la familia y
deberías saber que hago lo que deseo.
Palidece, consideraba a mi mamá mi mejor amiga.
—¡Chiara! —chilla y me toma por el brazo—. No puedes ser tan estúpida
como para acostarte con Matteo Spadaro, él te rechazó cuando debió ser tu
esposo.
Pongo los ojos en blanco y me río, mi madre reacciona de una manera que me
deja sin palabras. Me da una bofetada y caigo sobre el mueble. En ese preciso
instante entra Matteo que la asesina con su mirada.
Me levanto y le grito:
—¡Estoy muerta para ustedes! —Spadaro camina hacia mí—. ¡Muerta!
Repito y abre sus ojos sorprendida, siempre fuimos ella y yo, nunca he
escondido lo que soy. Mi padre me respetaba porque era capaz de mostrarme tal
cual, aunque digan que fui su dolor de cabeza más grande.
—Chiara… —musita haciéndose la víctima.
—Ya escuchó, señora, Chiara no irá con usted. —Matteo se acerca y se
posiciona a mi lado, me ayuda a levantarme y toma mi mano. Una corriente
eléctrica me traspasa, tan solo un toque y es capaz de estremecerme de los pies a
la cabeza—. Dadas las circunstancias de su familia, soy la mejor opción para
todos ustedes, así que esa actitud digna no le queda, su hija será mi mujer y
nadie podrá evitarlo. —Alza sus hombros—. Esto es lo que deseaban mi padre y
Gianluca.
Me suelto y comienzo reírme, pero se convierte en una carcajada estridente.
Giovanna entra en ese preciso momento y todos me observan como si me
hubiera vuelto loca.
—¿Recuerdas mi cumpleaños? —le pregunto a Matteo—. Porque yo sí y no
olvido tus palabras en las que asegurabas que nunca sería tu esposa. —Los
observo a ambos—. En este momento, no deseo tener cerca a ninguna de los dos.
Matteo palidece, pero como buen maestro del engaño vuelve a tener su rostro
impasible.
—Alessandro y yo hemos decidido… —Comienza a decirme Matteo, pero lo
interrumpen.
—Alessandro no ha decidido nada —lo desmiente Giovanna.
Pongo los ojos en blanco.
—Lo único de lo que estoy segura en este preciso momento es de que no
volveré a casa de los San Filippo y tampoco me iré contigo. —Lo miro en un
claro desafío—. Acabo de perder al único ser humano que me ha amado, así que
necesito estar con las personas que me ayudarán a superarlo. —Sonrío triste y
me dirijo a mi madre—: No te preocupes, voy a ser la hija perfecta para
mantener las apariencias, pero al terminar el funeral, no quiero saber más de
ustedes.
—Entonces no recibirás más dinero de nosotros —advierte ella.
Alzo mis hombros.
—No me importa.
—¡No creo que los Lombardo cumplan todos tus caprichos! —me grita
desesperada.
—No asegure nada, Chiara es una de nosotros ahora… —afirma Giovanna.
Salgo del salón mientras los escucho discutir, voy hasta el patio y me
encuentro con Marena que juega con Vito. No soy tan unida a ella como lo soy
con Giovanna, sin embargo, me gusta su compañía, muchas veces me sorprende
la madurez que posee. Percibe mi presencia y alza su mirada, sonríe, puedo
apreciar que el gesto es genuino.
—¿Ya se fue tu madre? —me pregunta.
Exhalo cansada y me siento a su lado.
—Está discutiendo con Gio y Matteo…
Pone los ojos en blanco.
—Supongo que le informaste que no volverías a casa —comenta dándole
papilla al niño—. No tienes por qué volver, aquí tienes un lugar, te lo hemos
dicho.
Asiento y suelto un sollozo.
—No puedo creer que mi familia…
—Muchas veces son ellos los primeros que nos traicionan, solo mira lo que
hizo mi tío…
Ella y yo crecimos en este mundo, sabemos cuál es nuestro lugar. A diferencia
de mí, Marena fue educada para otra misión de vida, pero la mía fue convertirme
en una matriarca de alguna familia importante.
—Marena, ¿podrías dejarme a solas con Chiara?
La voz de Matteo me hace temblar, nunca he llorado en público y desde la
muerte de mi padre algo abrieron en mí. Ella me sonríe y se levanta con Vito, se
acerca para darme un beso en coronilla y me susurra:
—Nos tienes, eres una de nosotras.
Esas palabras me calman, sé que puedo contar con Giovanna y con Marena,
pero se suponía que no debía estar llorando en este momento. Matteo espera
hasta que se aleja y se sienta a mi lado, me quedo mirando al frente.
—Sé que no soy lo que alguna vez pensaste, pero te estoy ofreciendo la
manera de salvar tu culo —espeta molesto y me toma del mentón para obligarme
a mirarlo, sus ojos castaños me traspasan y quiero golpearlo—. Todos
cometemos errores, no soy un Romeo, tampoco soy un hombre normal, pero tú
tampoco eres cualquier mujer. —Esboza una sonrisa—. Mi padre sabía que eras
la mujer para mí, no supe verlo en su momento, sin embargo, ahora lo puedo
notar, así que debes entender que no tienes escapatoria, porque serás la señora
Spadaro tarde o temprano.
Me zafo de su agarre.
—¿Sabes, Matteo? —reviro y presta toda su atención—. Cuando me enamoré
de ti, pensaba que eras para mí, pero aquella afirmación de hace años partió mi
corazón en miles de malditos pedazos y supe que eras un idiota, ahora me tratan
como lo hacían con ella, soy una puta según mi familia, ¿te vas a casar con una?
Se levanta y me toma del brazo con fuerza, me hala llevándome hasta
pegarme a su cuerpo, su aroma se cuela por mis fosas nasales cuando respiro
hondo. Puedo ver su pecho bronceado a través de la abertura de su camisa.
Matteo Spadaro huele a peligro y sangre combinado con pasión. Sé que soy una
loca, pero estoy segura de que este hombre es capaz de partirme el cuello si lo
engaño y también es capaz de hacerme volar.
—No vuelvas a llamarte puta en mi presencia —me ordena—. Recoge lo que
tengas, te vienes esta misma noche a mi casa. —Me sorprende cuando saca del
bolsillo de su pantalón un anillo, toma mi mano y lo desliza en mi dedo anular
—. Eres mi prometida, Chiara, y quiero que tomes tu lugar.
Me quedo estupefacta por unos segundos y trato de recobrar el control.
—¿Cuál es mi lugar? —averiguo.
—Ser mi mujer… —Se acerca lentamente y sus labios rozan los míos, cierro
los ojos esperando su beso y se ríe, el muy maldito se ríe burlándose de mí,
vuelvo a abrirlos y puedo ver la diversión reflejada en los suyos—. Va ser todo
un placer domesticarte.
—Eres un maldito…
—El maldito que te hará su mujer cada noche hasta el fin de tus días.
Se va dejándome con la palabra en la boca, maldigo mentalmente. No tengo
opción, he llegado al punto en que necesito de la protección Matteo para
sobrevivir. Mi madre va a quitarme todo y, para ser sincera, no sé ni freír un
huevo. Observo el anillo en mi mano, estoy aceptando al hombre que amo y odio
al mismo tiempo, porque no puedo negar que todavía siento ese amor juvenil que
nunca pudo ser.
De lo único que estoy segura es de que lo haré rogarme, será mi manera de
vengarme.
*****
—No tienes que irte —me asegura Giovanna.
Sonrío acariciando su vientre y mirando a Valentina —a esta edad me
imaginaba llena de niños—, la verdad es que es lo único que puedo hacer y es
que honestamente no tengo escapatoria. Fuimos educadas de forma diferente, a
mí me enseñaron a obedecer y saber diferenciar lo que me conviene de lo que
no. Llevo a mi cultura demasiado hondo.
—Tengo, aceptemos que ahora no tengo nada y si deseo que mi familia no
sufra por lo que hizo Adriano, me toca casarme con Matteo.
Ella pone los ojos en blanco cansada, se sienta en la cama para dormir a
Valentina.
—Adoro a Matteo, no voy a negar que mi idea era que ustedes estuvieran
juntos, pero ahora no sé si es lo mejor para ti.
Me siento a su lado y me quedo mirando al frente.
—Lo amo, Giovanna, pero me da terror que solo sea una obsesión para él,
que todo esto se acabe después de que le abra las piernas. —Respiro hondo—.
Los hombres de honor fueron educados para respetar a sus esposas, mas no para
amarlas.
—Alessandro me ama y estoy segura de que Matteo siente algo por ti.
—Los Lombardo son la excepción de la regla para todo, permíteme decirte
que cuando se supo que te habías casado con Alessandro, te convertiste en la
mujer más odiada de la organización.
Resopla.
—Son tonterías, Alessandro dista mucho de ser perfecto y si no me amara
como lo hace, ya me hubiera golpeado y matado.
—Bueno, tus padres te educaron para ser una señorita y no una mujer de
mafia, sin embargo, te has adaptado muy bien a tu puesto.
Suspira.
—Chiara, ten en cuenta algo… puedes quedarte aquí, tienes opciones y te las
estoy dando, Alessandro le ha dejado claro a Matteo que estás bajo nuestra
protección, pero te lo recuerdo porque parece que te niegas a entenderlo. —
Suelta un sollozo—. Yo no tengo más familia que ustedes, no tengo hermanos, a
mi madre se la ha tragado la tierra y sabes muy bien lo que sucedió con mi
padre. —Me quedo observándola, todo el peso de su historia ha ensombrecido su
rostro, todavía no puedo creer lo cruel que ha sido la vida con ella—. Marena y
tú son muy importantes para mí.
—Gracias, Giovanna, y ten por seguro que ustedes lo son para mí, pero me
toca aceptar mi destino, el mismo que fue planeado para mí al nacer.
Capítulo 5
GIOVANNA LOMBARDO

Entro al despacho de Alessandro y lo encuentro entre papeles, recuerdo


perfectamente la segunda vez que lo vi, porque la primera me causa ahora mucha
gracia, ya que el destino juega de manera misteriosa con nuestras vidas. Ya han
pasado casi tres años desde aquella entrevista, Francesco Messina me había
eclipsado con su belleza.
Sabía muy bien que el hombre era pecado y yo me convertiría en pecadora
por él.
Qué ingenua fui al creer que saldría de la mafia, pero no me arrepiento de la
decisión que tomé al enamorarme de Alessandro, creo que ha sido la mejor de
mi vida y cada cicatriz en mi cuerpo es un mal recuerdo que me hace
comprender que la vida no es lo que muchos piensan.
—¿En qué piensas? —me pregunta sonriendo—. Tienes cinco minutos ahí…
Suspiro.
—En nada —miento.
Camino hasta su silla y él rueda su asiento, me coloco sobre sus piernas
acurrucándome en su regazo, mientras él coloca su mano en mi vientre, este será
mi tercer bebé, nuestra familia crece a pasos agigantados. Con el último ataque
no he sentido nada de paz y no le he dicho nada, pues sé que tiene miles de cosas
en su mente, entonces manifestarle que tengo miedo solo lo alterará un poco
más. Y tengo terror de perderlo, estoy harta de las despedidas, de los momentos
de tensión y esas ganas de ser un héroe, cuando es un hombre normal que sangra
como cualquier otro.
—Grande amore, no me mientas. —Besa mi cabello—. Algo está pasando
por tu cabeza y no quieres decirme.
Exhalo cansada y le confieso:
—Tengo miedo, parece que nunca vamos a tener un respiro, en tres años ha
sido un ataque tras otro, primero Mario, luego Valerio y Wolfang sigue suelto,
por su culpa casi te pierdo y quisiera tenerlo frente a mí para asesinarlo.
—Giovanna…
—Ale, sé que no debo meterme en los negocios y tampoco en tus decisiones,
pero estoy en desacuerdo con que hallamos dejado ir a Chiara, no se siente
segura con Matteo, tiene miedo y a la vez yo también temo por ella.
Me aleja un poco sosteniendo mi mentón para que lo mire. Sus ojos castaños
brillan con decisión, sé que nunca me dejará.
—Giovanna, nunca voy a dejarte y eso lo sabes, he bajado al infierno y he
regresado contigo.
Toco la herida de su traqueotomía, toma mi mano y la lleva a sus labios para
besarla.
—Te amo —musito.
—Te amo, grande amore… —contesta con seguridad—. Matteo y Chiara
deberán aprender a resolver sus asuntos, pero él sabe que no puede tocarle un
cabello en contra de su voluntad.
—Chiara lo ama, aunque al mismo tiempo lo odia.
Se ríe.
—Me recuerda a cierto punto de nuestra relación.
—Nunca te odié, me dolía todo lo que hiciste —le revelo.
Su rostro se contrae por el arrepentimiento, después de aquella llamada de
Maurizio todo cambió entre nosotros.
—No sabía lo que hacía, pensaba que estabas usándome y te pediré perdón
miles de veces, tanto por las humillaciones como por aquella bofetada, nunca lo
volvería a hacer.
Acaricio su rostro y estoy segura de que dice la verdad, que nunca me haría
daño con intención.
—Ale, tenemos que proteger a nuestra familia de todos aquellos que deseen
dañarla.
—Lo haré, protegeré a todos así muera en el intento.
Niego con mi cabeza.
—No…
Me besa, sus labios son capaces de calmarme. Mi vida cambió desde que él
llegó, sorprendiéndome con el poder que tiene nuestro amor, Alessandro es una
bendición en mi vida y nuestra familia es el resultado. Sus brazos son capaces de
hacerme sentir segura y cada vez que me toma dentro de ellos siento paz.
*****
Chiara me abraza y correspondo porque sé que tiene miedo. Esta noche se ha
anunciado su compromiso entre Matteo y ella. Su cuñado está estable y se espera
que asuma su rol como jefe de la familia San Filippo, sin embargo, mañana se
dictará el destino de ellos en un concilio.
Marena ha regresado a la finca que pertenece a Maurizio, ahora somos de
nuevo Ale, los niños y yo, porque Salvatore ha vuelto a Foggia y no sabemos
cuándo regresará.
—Sabes que estoy a la distancia de una llamada —le aseguro.
—Lo sé.
Matteo nos observa de manera impaciente, sé que está loco por llevarla a su
casa. Solo que esta vez tengo que hacerle una advertencia:
—Le haces daño y te cortaré la polla.
Alessandro y Alessio sueltan una carcajada, me giro para fulminarlos con la
mirada. Saben que no estoy jugando, que soy capaz de eso y más.
—Puedes estar tranquila, ella estará a salvo conmigo.
Chiara se lanza de nuevo a mis brazos y me susurra:
—Gracias…
—Siempre contigo.
Ella se va y me quedo mirándolos, sé que es lo mejor para mi amiga. Siento
de alguna manera que debo protegerla, es algo que la madre que hay en mí no
puede evitar.
—Me retiro por esta noche —anuncia Alessio.
Sonrío.
—Mañana iremos a Palermo, descansa —le aviso.
Asiente y sale dejándome con Alessandro, los dos caminamos hasta salir al
jardín trasero. Extraño visitar nuestra villa en La Toscana, pero estos últimos
días extraño a Alan más que a nada.
—Creo que, de alguna manera, siempre seremos tú y yo —musito.
—Nena, siempre somos una familia. —Me abraza—. Tengo la certeza de que
nací para amarte.
—Añoro estos momentos de calma, estos instantes en los cuales somos tú y
yo…
—Ella estará bien, Matteo la quiere…
Suspiro.
—Chiara le hará pagar por sus errores.
—Y Matteo no se quedará de brazos cruzados, trata de olvidar este asunto y
déjalos vivir. Ambos lo necesitan, llevan mucho tiempo resistiéndose a esto y es
hora de terminar de aclarar todo.
Caminamos un buen rato, me habla sobre la vinícola y lo mucho que desea
volver a casa, porque aquel pedacito de cielo es nuestro hogar, ahí podemos ser
nosotros olvidándonos de que el mundo puede arder bajo nuestros pies en
cualquier momento.
Tenemos la dicha de tener amigos, una familia, pero el mundo desea ver la
caída de Alessandro y cualquiera puede traicionarnos. Hace mucho tiempo sabía
que estaba dispuesta a todo por él, la vida es una, nosotros somos uno y siempre
estaremos el uno para el otro, porque así es nuestro amor, grande como el
universo entero.
Capítulo 6
WOLFANG NÓVIKOV
Algún lugar de Rusia…

La perra debajo de mí gime mientras me derramo dentro de ella, es idéntica a


Violleta, mi único gran amor y la persona que fue capaz de traicionarme. Salgo
de su interior y voy directo al baño, no me sigue ya que sabe muy bien cuál es
lugar. Abro las llaves dejando que el agua caliente borre sus caricias, me quedo
ahí mirando la pared mientras estoy pensando en todo lo que me queda
pendiente por hacer.
El idiota de Prieto me traicionó permitiendo que su hermanito salvara a
Matteo, estuve a punto de asesinarlo y sé que voy a degollarlo, lo voy a destrozar
y luego voy a mostrar su cuerpo desmembrado, se lo enviaré a Alessandro
Lombardo, le recordaré que con la mafia rusa nadie debe meterse.
Llevo diez largos años planeando esta maldita venganza, cuando por error mis
hombres asesinaron a Violleta, el objetivo era él, el hombre que me había
arrebatado lo único que valía la pena en mi vida. Asesinando a Matteo, me
vengaría de ella y la obtendría de nuevo, pero los malditos se equivocaron. Por
años pensé en dejar la mafia roja para unirme a Dante y a su hijo, pero aquella
idea desapareció la mañana en que la encontré en la cama de Spadaro sin ropa.
Salgo sin secarme, encuentro la habitación sola y me quedo mirando la cama.
Sin pensarlo busco dentro de mi valija, entre mi ropa y encuentro la foto de ella.
— Потому что ты выбрал его, а не меня? [2]
Acaricio el rostro de Violleta, maldigo su existencia y su muerte. Me visto
para salir, los negocios me esperan y no puedo seguir atormentándome por su
traición, estoy seguro de que arderé a su lado en algún lugar del infierno.
*****
La mafia rusa, Bratvá o mafia roja son muchos los nombres que nos dan en
Rusia y el mundo entero. Muchos de nuestros negocios están relacionados al
comercio ilegal de petróleo, tráfico de personas, narcotráficos, tráfico de armas y
de materiales nucleares, además del lavado de dinero.
El crimen organizado ha coexistido en Rusia desde la época de los Zares y la
Rusia Imperial en la forma de bandidaje y robo. En el período soviético nacieron
los Vor v Zakone o "ladrones en la ley". Esta clase de delincuentes tenían que
cumplir ciertas normas en el sistema penitenciario. Una de esas reglas era que
estaba prohibida la cooperación con las autoridades. Durante la Segunda Guerra
Mundial, algunos presos hicieron un trato con el gobierno para unirse a las
fuerzas armadas a cambio de una sentencia reducida, lo que incitó que a su
regreso a la cárcel fueran atacados y asesinados por los presos que persistieron
fieles a las reglas de los ladrones. Durante la época en que la economía soviética
tomó un giro hacia abajo, el Vory asumiría el control del mercado negro con la
ayuda de funcionarios corruptos.
Víktor Rostavili cree que estoy a su disposición, tuve que cumplir con sus
órdenes hace diez años, mis hombres debían asesinar a Matteo y hacerse con
Violleta, sin embargo, la asesinaron a ella. Era la puta de su hijo Sasha, también
era mi puta, mi mujer, pero el maldito italiano intervino. Con la muerte de su
hijo me he asociado de nuevo con él, necesito de sus recursos para vengarme.
Él está contando el dinero que le han pagado por el tráfico de material
radioactivo. En el bar los hombres beben vodka y se follan a las putas que han
dispuesto para servirle. Aquí solo entramos los hombres de confianza de Víktor.
—Tengo una noticia que puede parecerte interesante —comenta mientras
ordena el dinero.
—¿Qué será? —pregunto.
Me fastidia que desee manipularme, sabe muy bien que desde hace bastantes
años no le soy fiel como Pakhan, que dejé de ser su brigadier hace mucho
tiempo.
—Matteo Spadaro está comprometido.
Cuando pronuncia esas palabras me quedo mirándolo y es el momento
perfecto para atacar. Sonrío.
—Ha llegado el momento que tanto esperabas.
Niega.
—Decidí que este asunto es tuyo, los Scordato eran el mío y los asesiné,
Sasha era un estorbo, pero eso me pasa por follarme a mi hermana.
Aprieto el puño y él suelta una carcajada.
—Wolfang, hace mucho que dejaste de ser parte de la Bravtá, te perdoné la
vida por tu padre, pero no me tientes a partirte el cuello —me amenaza.
—¿No vengarás a tu hijo? —averiguo.
Mueve la mano con fastidio.
—¿Sabes todo el dinero que voy a perder en una maldita venganza? —
inquiere con desdén—. Muchísimo, nosotros no perdonamos, aunque sí voy a
esperar el momento preciso para joderle la vida, además, mis informantes me
han dicho que quien disparó fue Salvatore Luciani, entonces la deuda pendiente
la tengo con él.
Me levanto y hago el intento de sacar mi arma, pero en un segundo todos los
hombres apuntan.
—No tienes honor, maldita sea… —grito guardándola.
Suelta una carcajada.
—Nunca lo he tenido, los negocios son primero, lo que me recuerda que
tienes una deuda conmigo y debes pagarla.
Sus hombres me agarran y él saca un cuchillo, colocan mi mano en la mesa y
lo clava. Reprimo el grito de dolor.
—¡Maldito! —murmuro entre dientes.
—Te estoy regalando una información valiosa ¿quieres venganza?, pues es
toda tuya, además, tengo que recordarte que me debes alrededor de cinco
millones de euros.
—No te debo nada…
Víktor suelta una carcajada divertido, se queda mirándome y me muestra su
tatuaje de un Crucifijo donde Jesús está todavía con vida, me recuerda que es el
líder y que le debo respeto. Maldigo mentalmente por no tener el poder de
matarlos a todos.
—No estoy esperando que me desobedezcas una vez más, Wolfang, si deseas
vivir para vengarte de Matteo Spadaro, págame el dinero que me debes y vete de
Rusia.
Me escupe el rostro y sale protegido por sus hombres, grito al sacarme el
cuchillo y los demás que quedan se burlan. Tengo que averiguar qué es lo que
puedo hacer para salir de aquí sin pagar nada y saber más sobre Matteo y su
nueva mujer.
Capítulo 7
MATTEO

Chiara entra a mi casa y se queda mirando todo, lleva un hermoso vestido que
tapa sus piernas kilométricas, pero deja al descubierto toda su espalda. Su
cabello está recogido en una coleta alta. No sé cómo explicarlo, pero sé que ella
pertenece a este lugar.
¿Cómo no supe verlo?
Violleta abrió una ventana, una vía para entrar a mi corazón y como Adán
probé de la manzana prohibida pensando que estaba enamorado. La realidad es
que nada de lo que sentí por ella, se compara a lo que estoy sintiendo cada vez
que esta morena está cerca.
Me acerco sigilosamente a Chiara, colocando mis manos sobre sus hombros
desnudos, bajando en una caricia hasta las suyas, las entrelazo para abrazarla por
la cintura desde atrás. Suelta un suspiro y susurro en su oído:
—Estamos tan cerca y me muero por besarte… —Una mano sube y acaricio
con mis dedos su cuello—. Nunca me he sincerado de esta manera, pero te deseo
a mi lado, busco confiar en ti, necesito hacerlo y no me importa nada más que
tú… —Dejo un beso entre su oreja y su cuello—. Solo tú. —Su aroma es
embriagante—. Comienzo a perder la razón imaginándote, imaginándonos…
—Matteo… —balbucea mi nombre.
—Eres mía, Chiara, y no supe verlo cuando debía.
Se zafa de mi agarre y gira para mirarme, puedo ver en sus ojos la rabia que
le causan esas palabras. Entiendo que me odie, pero poco a poco irá cediendo,
puedo también leer esa lucha interna, me ama y al mismo tiempo desea hacerme
pagar.
—¿Dónde dormiré? —pregunta.
La tomo de la cintura y ella sostiene su respiración, el maldito escote me
muestra el nacimiento de sus senos. Acaricio el canalillo entre estos y me acerco
a sus labios.
—En mi cama —contesto.
Se ríe.
—Deberías esperar a la noche de bodas —se burla alejándose de nuevo.
Cierro los ojos y exhalo cansado, no estoy dispuesto a soportar sus niñerías y
creo que para la edad que tiene debería dejar esa actitud infantil.
—Vas a dormir en mi cama, en mi habitación y listo. —Me acerco a ella y la
tomo del brazo fuertemente—. No soy un niño y tampoco un hombre al que vas
a manipular con tus berrinches de niña consentida.
Me fulmina con la mirada mientras en su rostro esboza lentamente una
sonrisa.
—Como quieras, querido…
Se gira y va directo al salón, me masajeo la sien con mis manos. Cuando dejo
de escuchar sus pasos doy órdenes para que sus cosas estén en mi habitación.
Tengo asuntos que atender, ya lo haré con ella en su momento.
*****
Abro la puerta y cada célula de mi piel se enciende al encontrar a Chiara en
lencería mientras coloca crema hidratante en su piel. El batín de seda está
completamente abierto, me permite ver el valle de sus senos, la ropa no deja
nada a la imaginación y mi polla se despierta.
Al verme se lo cierra, se anuda la cinta alrededor de su cintura lo que provoca
que sonría. Me desanudo la corbata y la tiro en el piso, cierro la puerta.
—No te escuché —susurra nerviosa.
—¿Por qué te cubres? —pregunto dándome vuelta mientras me quito los
gemelos—. Deberías acostumbrarte, te veré así todos los días por el resto de
nuestras vidas.
Me desabotono con calma hasta despojarme de la camisa, abro el cinturón
bajo su atenta mirada. Muerde su labio inferior, me acerco lentamente y la tomo
por la cintura. Desato el nudo, abro su batín y mis manos recorren sus costados.
—Matteo… —gime cerrando los ojos.
Me acerco a su cuello y lo lamo, lo beso subiendo lentamente. Jadea echando
su cabeza hacia atrás y disfruto la sensación de poder que me da el que su cuerpo
reaccione ante mí.
—Eres perfecta, Chiara, y muero por tenerte…
—No —pronuncia de golpe y se suelta alejándose de mí—, no voy a abrirte
las piernas tan fácilmente, a pesar de lo que toda la maldita sociedad se encarga
de repetir, no soy una puta que cae rendida ante Matteo Spadaro.
Esa maldita palabra en sus labios me saca de mis casillas, trata de alejarse y
poner distancia, pero soy más rápido. La tomo por el brazo y ella gime de dolor
cuando clavo mis dedos, así que me controlo para no lastimarla.
—No vuelvas a repetir que eres una puta.
Trata de reírse y suelta un sollozo.
—Todos piensan que lo soy, así que no dudaría que tú también lo hicieras.
—Chiara, yo no…
—Me convertí en todo lo que odiaba.
Niego con mi cabeza sin entenderla, no me deja hablar cuando se abalanza
sobre mí y me besa con pasión desmedida. Me olvido de lo que estaba por
decirle y la levanto, Chiara enreda sus piernas a mi alrededor, todo se enciende y
a ciegas la llevo a la cama, porque me temo que, si dejo de corresponderle, huirá
lejos de mí.
He disfrutado de mi soledad por mucho tiempo, pero esta noche no pienso
dormir. La acuesto y ella gime cuando me muevo frotando mi polla contra su
coño. Mis manos viajan a sus tetas y las aprieto con fuerza, alza sus caderas en
respuesta. Me aventuro a romper el contacto de nuestros labios, sus ojos están
oscuros y sus labios hinchados, muerdo el inferior hasta sentir el sabor metálico
de su sangre. Desciendo dejando un reguero de besos, bajo las copas de su
brasier descubriendo sus pezones, tomo uno entre mis labios y lo muerdo.
Chiara gime, sus uñas se clavan en mis hombros mientras no despega su
mirada de la mía. Esto es todo lo que siempre quise, llevo meses masturbándome
pensando en ella. Lamo, chupo y muerdo sus pezones hasta que quedan
sensibles. Sin embargo, mi mente desea más, darle una clase magistral de placer,
disfrutar de cada rincón de su condenado cuerpo. Lamo su abdomen hasta llegar
al nacimiento de su monte de Venus, desgarro su tanga.
—¡Matteo! —jadea entre excitada y sorprendida.
Mi boca abre los labios de su coño y los míos van directo a su clítoris, lo
succiono provocando un grito de placer. Su humedad me hace saber que me
desea tanto como yo a ella, no puedo evitarlo, esta mujer es mi dulce favorito,
ese que no podía comer cuando me apetecía, pero ahora sí. Saboreo su sexo, mi
lengua la penetra mientras mi pulgar acaricia su botón, todo en coordinación.
Sus jadeos, sus gemidos y cada sonido que sale de su boca es exquisito,
levanta su cadera tratando de tener un poco más de placer y se lo doy cuando mis
dedos entran en su coño, tengo que controlarme al sentir lo apretado que está.
Deseo que se vuelva loca, que disfrute de todo lo que le doy. Chiara explota en
un orgasmo, gritando palabras obscenas. Me encanta verla desenfrenada y
sediento bebo de ella.
Cuando su cadera deja de moverse contra mi rostro, me pongo de rodillas
frente a ella y me abro el pantalón. Sus ojos se abren cuando me levanto y me lo
quito junto a mi bóxer, muerde su labio inferior. Ella se quita lo poco que tiene y
al terminar abre sus piernas, comienza a tocarse mientras observa que me pajeo.
—¿Vas a follarme? —me pregunta divertida.
Me encanta su descaro, subo a la cama y me poso frente a su cuerpo. Tomo su
mano y la llevo hasta mi boca, saboreo su esencia y Chiara gime. Su respiración
se entrecorta cuando chupo uno a uno sus dedos.
—Te voy a follar toda la noche y todo el día, porque necesito sacarte de mi
mente y sentirte realmente.
Abre sus piernas y tengo que reprimir el deseo de entrar.
—No soy virgen, si eso era lo que esperabas —me desafía—. No soy Marena
que fue educada para ser monja y no te iba a esperar toda la vida.
—¡Esa boquita!, me encantará follarla.
Gime y la penetro de una sola estocada, Chiara aguanta la respiración y me
quedo quieto tratando de acostumbrarme a su coño. A pesar de no ser virgen se
siente completamente apretada, sus músculos se contraen tratando de
acostumbrarse a mi intromisión.
—¡Maldita sea! —gimo—. Vas a ser mi perdición.
Me muevo mientras beso sus labios, la penetro con fuerza y beso cada parte
de su cuerpo, sin embargo, quiero dejar algo que le recuerde que es mía. Chupo
su cuello hasta dejarle una marca, no protesta, sus gemidos me alientan y mis
manos se posan en su cadera. Me quedo mirándola mientras entro y salgo de su
coño, ella me observa ebria del placer, sus labios entreabiertos, sus manos
acarician mi espalda y de vez en cuando sus uñas se clavan rasgando mi piel.
Vuelve a correrse y necesito más de ella, me giro con Chiara, quien suelta un
grito de sorpresa. Busco mi polla y la penetro, gime clavando sus uñas en mi
pecho. Comienza a moverse como una maldita amazona. Acaricio sus tetas
mientras se mueve.
—Eres mía, repítelo —le ordeno.
Ella me observa con una sonrisa y un brillo retador en la mirada, comienza a
subir y bajar, se escapa de mi garganta un sonido gutural. Necesito escucharla
decir que es mía, que me pertenece.
—¡Dilo! —demando clavándome profundo en su coño.
Gime lanzando su cabeza hacia atrás, lo hago varias veces y no obtengo nada.
Sé que me va a costar domarla, pero su cuerpo me pertenece. Alzo mis caderas
para penetrarla, su torso cae sobre el mío.
—Eres mía…
—Más, ¡por favor! —me suplica.
Muerde mi hombro y la complazco llevándola a un nuevo orgasmo, me dejo
ir derramándome dentro. Me abraza, espirando aceleradamente y mi mente se
vacía, pero mi cuerpo desea más de ella y la tomaré toda la noche. Cuando nos
calmamos, la sujeto del cabello y la obligo a mirarme.
—Tarde o temprano aceptarás que eres mía —afirmo.
Esboza una sonrisa.
—El mismo día en que te des cuenta de que me perteneces —me desafía.
Se acerca para besarme, la detengo halándola y cierra sus ojos gimiendo. Mi
polla se endurece de nuevo dentro de su coño. La pego a mis labios y la beso
salvajemente, me muerde, correspondo de la misma manera mientras ella se
frota en mi pelvis conmigo dentro.
La follo hasta que creo estar saciado de Chiara. Se duerme entre mis brazos,
no sé si sentí la misma paz con Violleta, tampoco deseo compararla con ella.
Todo esto me confunde, nunca he sido indeciso, sé que voy a respetar a la
mujer que esté a mi lado, pero a la única que pensé amar fue a la traidora de
Violleta, siento algo por Chiara, no supe ver que mi padre siempre tuvo la razón,
que me educó para ser un buen esposo, que tenía la razón al escogerla para mí.
La mujer que esté a mi lado debe tener este fuego que ella posee, me gusta
cómo es capaz de retarme y al mismo tiempo entregarse. Sé que me odia por
todo el rechazo que tuve para con ella, pero cuando trataban de meterla por mis
ojos apenas era una cría que aprendía a atar sus zapatos, creo que de alguna
forma todavía lo es.
El tiempo dirá, aunque su destino está sellado al mío, en menos de una
semana Chiara San Filippo será la señora Spadaro.
Capítulo 8
CHIARA

Despierto entre los brazos de Matteo, me giro y me quedo mirándolo. Debí ser
fuerte y no acostarme con él, pero, ¡maldita sea!, ¿quién en su sano juicio puede
resistirse a él? Trato de moverme, sin embargo, él me abraza más fuerte.
—¿Dónde vas? —pregunta somnoliento.
—Esto no puede suceder de nuevo…
Se ríe y abre los ojos, su mano trata de acariciarme, sin embargo, me alejo
tratando de razonar. Giro y me quedo quieta mirando el techo.
—Chiara, no tengo deseo discutir, no hoy, no después de hacerte mía.
Suelto una carcajada.
—¿Tuya? —lo desafío—. Matteo, no soy tuya, abrirte las piernas y gozar de
ti no significa que te pertenezco.
Me toma de la barbilla, gira mi rostro y su otra mano aprieta mi cuello, siento
un dolor inmenso. Sus ojos se oscurecen volviéndose casi de color negro. Me
excita y al mismo tiempo me asusta.
—No juegues conmigo, no voy a permitirlo —advierte con voz siniestra.
Liberándome de su agarre me siento en la cama, poniendo espacio entre él y
yo, dejando que la distancia me dé la valentía que necesito.
—Tampoco voy a permitir que juegues conmigo, Matteo —contesto
envalentonada—. Seré tu mujer, te estás adueñando de mi vida, de mi libertad,
pero no voy a darte mi espíritu.
—Pensaba que me amabas —rebate con un tono de voz que no logro
descifrar.
Me levanto de la cama completamente desnuda y giro para contestar. Sus ojos
me observan de arriba abajo abrasándome al mismo tiempo que de su garganta
se escapa un sonido gutural.
—Te amo, claro que te amo y no voy a negar que eres el hombre con el cual
pensé pasar el resto de mi vida, pero que te ame no me ciega, sé que te excito,
que me deseas, pero eso no es todo para pasar el resto de nuestra vida juntos.
—Chiara…
—Tú me respetas, pero yo te amo —afirmo con la voz rota—. Sé que no me
faltará nada, que vas a honrarme, que no vas a fallarme. —Respiro hondo
alejando el dolor—. Sin embargo, no sé si me llegues a amar, nada me lo
asegura.
—En este momento no puedo ofrecerte amor, sé que necesitas escuchar esa
palabra para ser feliz, pero no puedo, no sé si algún día pueda volver a hacerlo.
Niego.
—Entonces no me pidas ser sumisa y atenta, estaré de tu mano fingiendo ser
el matrimonio feliz, te cumpliré como esposa, pero te voy a pertenecer el día que
me ames, si ese día no llega, te voy a respetar, Matteo, no te voy a fallar…
pero…
—Chiara…
—No, no quiero hablar más, no deseo escuchar nada más.
—Serás mi esposa.
Asiento.
—Y hasta ese día necesito que me des privacidad, quiero una habitación para
mí, no me estoy negando a nada, solo necesito acostumbrarme a mi nueva
verdad.
—Pensé que serías feliz teniéndome…
—¿Te tengo? —pregunto.
—Me tienes, Chiara.
—No, Matteo, no te tengo y espero que lo entiendas.
—Maldita sea, Chiara…
—Chi vuol essere amato, conviene che ami.[3] —musito.
Salgo de la habitación entrando al cuarto de baño, no sin antes pasar el
seguro. Abro las llaves de la ducha y lloro en silencio. En ocasiones deseas algo
tanto que el universo te lo da, pero a veces llega de una manera que no deseas,
porque Matteo está ahí afuera asegurándome que es mío, pero no me vale, no es
lo que deseo, no así, necesito más.
Ojalá pudiera ver lo que siento, he esperado por años este momento y ahora
que lo tengo no estoy segura de si es lo que realmente he anhelado.
¿Ahora esto es mi vida? Una persona que no tiene hogar, que va entregarse a
otro sin saber si realmente va a funcionar, si es lo que desea. Esto es una historia
más de la Bella y la Bestia —como me dijo aquella noche en casa de los
Lombardo—, aunque si cree que soy como ella, frágil como una rosa, está
equivocado, porque él puede ser una bestia, esclavo de sus impulsos, pero no
voy a permitir que me arrastre con él.
Amare e non essere amato è tempo perso.[4]
*****
Desayunamos en perfecto silencio, él mirando las páginas del periódico y yo
mirando el plato completamente consternada.
—En el funeral de tu padre anunciaremos nuestro compromiso —informa
doblando Il Siciliano, el titular habla sobre el supuesto infarto que sufrió papá—.
Creo que es lo mejor, así todos sabrán que los San Filippo ahora están bajo mi
protección.
—Está bien —contesto jugando con el queso.
—He pedido que muden mis cosas, solo por el tiempo que seas mi prometida,
tú y yo seremos esposos en papel y en el lecho.
Pico mi fruta, solo levanto mi mirada sorprendida, pero necesito ser cruel con
él y respondo:
—Vale.
—Chiara, no te comportes como una niña malcriada, me tienes, esto no es de
la forma que soñaste, lo sé, pero me tienes y te veo, claro que te veo y sé que
cometí errores, pero nunca es tarde para hacer las cosas bien.
Suelto un resoplido.
—Comienza a hacerlas, porque este compromiso, la manera de obligarme a
casarme contigo, no es hacer las cosas bien.
Da un golpe en la mesa que me hace saltar.
—Lo hago porque se dicen cosas de ti que no deseo creer, aun así, no les
estoy prestando atención, te hago mi mujer para salvar a tu familia, pero también
porque ¡maldita sea, me vuelves loco desde haces meses!, porque estuviste ahí
cuando no podía levantarme.
—Matteo, por si no lo sabes se llama amor, es lo que haría cualquier persona
que ama a otra y, en cuanto a los rumores… —exhalo cansada—. Estuve con un
numerale de mi padre, nadie más, era una niña malcriada, dolida por tu maldito
rechazo, estuve con él y está muerto, mi padre se encargó de eso.
—¿Son mentiras? —pregunta sorprendido.
—Lo son, soy la culpable de esos rumores, siendo una zorra ningún hombre
me vería, porque no deseaba casarme con nadie.
—¿Por qué? —averigua.
Suelto una carcajada, me levanto para su sorpresa. No voy a seguir jugando a
esto, no me interesa si necesita una esposa o si me ve, en este momento mi
cabeza solo piensa en mi familia destruida, mi padre y hermana muertos.
—Porque me da la gana, Matteo, porque había decidido estar soltera, esto…
—Lo señalo—. Tu casa, tus reglas, tú dominando mi espacio, lo soñé, pero no
soy sumisa, ni soy idiota, conozco mi maldito puesto y lo creas o no, sé que debo
ser la esposa perfecta. —Respiro hondo—. No escarbes en mi pasado, no te
reprocho el tuyo, nunca lo hice, nunca lo haré.
Me retiro y escucho:
—No te juzgo, te protejo…
No pienso responderle, no deseo seguir haciéndome daño. Sé que en algún
momento tendré que ceder, que me olvidaré de lo que me hace daño y que podré
ver que estoy con el hombre con el cual soñé. Mientras unas mujeres sueñan con
el príncipe azul, nosotras, las mujeres de la mafia, anhelamos encontrar al
hombre de honor que nos ame y venere hasta el final de nuestros días.
*****
Llegamos a casa de los Lombardo y me voy a la sala de té que ha
transformado Giovanna en su lugar de soledad. Hay un concilio en pocas horas,
el cual mantendrá a todos ocupados. Al abrir la puerta no puedo evitar sonreír,
Marena juega con los niños, ahora Luciano es el hermano y primo mayor, verlo
interactuar con Valentina y Vito es precioso, los cuida como un halcón, al
parecer es algo de familia ya que su padre y tío se comportan así con las
personas que aman.
Valentina es mi ahijada, cuando Giovanna me lo pidió acepté, lo cierto es que
nadie en mi familia comprendía la amistad que nació entre ella y yo.
—Llegaste —susurra detrás de mí, Gio.
—Sí…
—¿Estás bien? —pregunta colocándose a mi lado.
—Mamma, Mamma —la llama Valentina.
Marena se levanta, la chica es preciosa, tiene una cabellera de color dorado
que llega debajo de su trasero, además, irradia una luz que deja ver su alma pura.
Camina dejando a los bebés sobre la manta y al llegar a donde estamos paradas
me abraza. Correspondo, aunque no estoy acostumbrada a este tipo de
demostraciones de afecto, mi madre nos crio recordándonos nuestros deberes.
Allegra mi hermana mayor muy pocas veces me demostraba que me quería y
Beatrice, la mediana, parece tener un témpano de hielo por corazón.
—¿Estás bien?
Me hace la misma pregunta, pero no tengo respuesta. Sin saberlo comienzo a
llorar sobrepasada, las chicas me abrazan y me quedo sin palabras. Respiro
hondo tratando de calmarme, casi puedo escuchar la voz de mi madre:
«Una mujer de la mafia se traga sus emociones, es fuerte y no se doblega
ante nadie».
Desde los quince años hago lo mismo, me trago mis emociones, callo, no
lloro en público, las veces que lo he hecho es delante de estas dos mujeres. Ellas
son la familia que escogí, las amigas que nunca pensé tener. Me llevan al mismo
mueble en el que lloré la primera vez y se sientan a mi lado.
—Mi padre murió, mi hermana también y vivo con el hombre que amo, sin
embargo, es un matrimonio arreglado, justo como iba a ser al principio, solo que
ahora no lo idealizo, sé que Matteo es un ser que tiene un pasado, pero él me
juzga por el mío.
—¡Por Dios! —exclama Giovanna—. ¿Qué ha pasado?
Y sin ningún tipo de censura, les cuento nuestra primera noche, lo que
hicimos y las discusiones, después del desayuno me siguió y me empotró contra
la puerta de la habitación, me rompió el vestido y me folló con fuerza, me
aseguró que era de él, me resistí a pronunciarlo, a pesar de que mi cuerpo le
decía la verdad.
—Creo que debes darle tiempo —sugiere Marena—, Maurizio pensaba que
solo deseaba follarme y, míranos ahora, estamos casados y con un hijo.
—Alessandro luchó en contra sus sentimientos por meses… —agrega Gio.
—Ellos no conocen el amor, se lo dije una vez a Giovanna, en nuestro mundo
un poco de luz es como un milagro, no lo defiendo y la verdad es que Matteo me
da miedo muchas veces, pero toda la historia con esa mujer y lo que ha
descubierto, imagino que es normal que deba desconfiar de todo.
Suspiro.
—No me aferraré a eso, no soy Violleta Scordato, no llegué virgen al
matrimonio como ustedes. —Marena se sonroja—. ¿Estuviste con Maurizio
antes?
Giovanna suelta una risita.
—Sí, lo amaba tanto que no dudé, muy a pesar de que mi padre deseaba que
fuera monja, mírame, solo tienes que ver a tu alrededor, el amor es como escalar
una montaña, siempre vas a encontrar algún obstáculo para llegar a la cima,
ahora tu mundo es un caos y nosotras te entendemos, pero no dejes que eso te
atormente.
—Sí, Chiara, llegará el momento en que los dos van a acostumbrarse y él verá
a la mujer que tiene en frente, no te ciegues, él salió corriendo a rescatarte
cuando sucedió todo, te protegió sin saber si eras una traidora, si eso no es amor,
no sé qué puede ser. Y tú solo te cierras porque necesitas escuchar una palabra.
—¿En serio? —pregunto sorprendida.
—Sí, Matteo puede ser cualquier cosa, pero me ha demostrado ser
transparente con sus sentimientos, él ve el fuego en tu interior y eso es lo que no
vio en aquel tiempo —comenta Giovanna.
—Soy más joven que ustedes, pero creo que al amor llega en el momento
justo, he leído tantos libros, que creo que hay personas que se topan en varias
ocasiones a lo largo de sus vidas, me recuerdan tanto a Lizzie y al señor Darcy
de Orgullo y Prejucio, muchas veces el tiempo no es el correcto, tú lo amabas a
los quince, pero no era momento para que los dos estuvieran juntos, sin
embargo, ahora sí lo es, tienes que ceder un poco, porque creo que Matteo lucha
con lo que siente por ti y al mismo tiempo con su miedo a ser traicionado.
Exhalo.
—Lo intentaré.
Las chicas cambian el tema y hablan sobre mi boda, Giovanna me cuenta que
Maurizio la ayudó a planificar la suya con Alessandro, mientras que ella fue la
que preparó la boda de Marena, los hermanos Lombardo decidieron
celebraciones privadas, sin embargo, Matteo desea una con bombos y platillos,
imagino que para apagar las habladurías y poder limpiar mi nombre de los
chismes.
—Aquí nos tienes, siempre contarás con nosotras —me asegura Giovanna.
Suspiro.
Jugamos con los niños mientras el concilio se realiza, cuando escuchamos el
sonido de un disparo nos sobresaltamos, pero sabemos que han encontrado al
traidor. Por un instante revivo el momento en el que asesiné a mi cuñado, sin
sentir remordimiento, lo volvería a hacer, mataría por las personas que amo.
Fui el niño que mi padre no pudo tener, era unida a él, por eso me duele saber
que murió pensando que era una zorra. En algún momento Alessio viene por
nosotras para salir de compras y me asegura que Matteo ha dado su autorización.
Pongo los ojos en blanco y contesto:
—No soy una niña, a ver si comprende eso…
Alessio solo sonríe, el foggiani se ha ganado nuestro respeto y cariño, para
nosotras es parte de la familia.
Capítulo 9
MATTEO

El decálogo del perfecto mafioso, los derechos y deberes para formar parte de la
Cosa Nostra, la mafia siciliana, era uno de los documentos que mi padre Dante
Spadaro cargaba siempre consigo. En el maletín de piel que siempre llevaba con
él, podías encontrar una hoja escrita a máquina y en mayúsculas, con el escueto
y preciso título de Derechos y Deberes. Abajo, una lista con los diez
mandamientos, las reglas que jamás se pueden transgredir para tutelar la
organización y para garantizar la fidelidad, obediencia, moderación y sobriedad
que caracterizan a un "hombre de honor".
El primer mandamiento prohíbe "prestar dinero directamente a un amigo" y
sugiere, si es necesario, hacerlo a través de una tercera persona. El segundo es
que "no desearás a la mujer del prójimo".
El tercer mandamiento prohíbe cualquier tipo de relación con la policía y,
además, el verdadero "hombre de honor" tampoco se deja ver por bares y
círculos sociales, como explica el cuarto. Y, si el deber le llama, tiene que estar
disponible en cualquier momento, incluso, cita el quinto mandamiento, "si su
mujer está a punto de parir".
El decálogo mafioso demanda a los hombres de la Cosa Nostra rectitud y el
respeto de manera categórica de todas las citas. En el séptimo, tras prohibir
desear a la mujer del prójimo, se exige "el respeto a la esposa". El octavo obliga
a "decir la verdad" a cualquier pregunta y en cualquier situación.
Mientras, el noveno hace referencia a una de las normas de la decencia
mafiosa: se puede matar, extorsionar, traficar, pero nunca robar el dinero de otras
personas o de otros clanes mafiosos.
El mandamiento más complejo es el último, en el que se dan indicaciones
precisas sobre quién puede formar parte de la Cosa Nostra o, más bien, quién no
podrá jamás entrar en la familia. La organización no permite la entrada de quien
tiene un familiar en las fuerzas del orden, quien ha traicionado sentimentalmente
a la mujer, tiene un mal comportamiento o no demuestra valores morales.
Alessandro da inicio al concilio dando un discurso de bienvenida, sin
embargo, al terminar me da la palabra y leo cada uno de los mandamientos. Al
terminar hago énfasis en el último:
—Desde la muerte de Vito y la nueva reorganización hemos visto con
desagrado los intentos que han resultado fallidos en contra de nuestro Capo di
tutti Capi, quiero dejar constancia del juramento que hice cuando apenas era un
crío y que compartí con Alessandro. —Abro el papel y puedo transportarme a
aquella noche oscura, frente a mí estaban Vito y mi padre—. Juro ser fiel a la
Cosa Nostra y, si la traiciono, que se quemen mis carnes como se quema esta
estampita. —Saco la estampita de Santa Rosalía, una aguja para pinchar mi dedo
y dejo que caigan unas gotas de sangre sobre ella, al terminar saco un
encendedor—. Soy fiel a ti, mi familia es fiel a ti, a la Cosa Nostra y todo lo que
nos hace llamar hombres de honor.
Quemo la estampita y la coloco en medio de la mesa, todos se me quedan
observando pues una vez más estoy demostrando lo que soy, soy fiel a
Alessandro Lombardo, su amistad vale para mí. Aprendí que es real, que a pesar
de vivir en este mundo tan asqueroso podemos contar con personas que valen la
pena.
Maurizio se levanta y se queda en silencio varios segundos, sabemos que si
fuera por él estaría abriendo en canal a todos para averiguar quién osó perpetrar
la paz de los Lombardo.
—Adriano Bianco no ha actuado solo, todos sabemos a lo que nos exponemos
al trabajar con policías, nuestro padre nos enseñó que a los amigos debemos
tenerlos cerca, pero a lo enemigos más cerca. —Sonríe—. Además, ¿dónde dice
que no podemos matar a los policías? —Risas—. Aquí el asunto es que ese día
no solo casi asesinan a mi familia. —Fulmina a todos con la mirada—. Adriano
asesinó a Gianluca San Filippo, misteriosamente solo un miembro de las cinco
familias se mantiene al margen de todo lo que sucede.
Alessandro asiente en dirección de Fabio Leonardi, abro los ojos sorprendido
por el giro que ha tomado la reunión. Sus hombres lo apuntan con las armas, se
accionan las de la familia Leonardi y me levanto.
—Fabio da la orden de que bajen las armas —le advierto.
Alessandro se levanta y se acerca a Fabio quien tiembla a verlo, niego ya que
era uno de los grandes amigos de mi padre. Está aquí por los favores recibidos y
me paga traicionándonos. Lombardo mira su reloj y sonríe.
—A menos que equivoque, toda tu familia está ya muerta. —Fabio se
remueve.
—¡Maldito! —murmura y uno de los numerales lo golpea.
Alessandro se ríe.
—Han hecho todo lo posible para destruirnos, así que sé que es alguien muy
cercano, de adentro, muy, muy temeroso de ser descubierto, así como trabajan en
joderme, yo lo hago para devolverles el golpe mil veces más fuerte y todo me
llevó a una sola persona. —Se acerca y le da una palmada en el rostro—. A ti…
—Por favor, ten clemencia, solo hacía lo que muchos no se atreven.
Esas palabras son la sentencia de muerte de Fabio Leonardi, me levanto y sin
pensarlo saco mi arma. Fui yo quien lo trajo a la mesa del concilio y seré yo
quien le quite la vida. Apunto en su sien, Alessandro asiente en mi dirección y
disparo. El cuerpo sin vida de Fabio cae sobre la mesa derramando sobre ella la
sangre del traidor.
—La clemencia no existe, no debe existir para los traidores —enuncia
Alessandro—. Pude haber perdonado, pero aquel que comete delitos que rompen
nuestro código de honor, nunca se ha perdonado, así que piensen bien antes de
quebrantarlos, así como lo hacen, simplemente se convierten en un peligro para
nosotros.
Maurizio lo interrumpe, por ser el segundo al mando muestra respeto a
Alessandro y se acerca a mí y me susurra:
—Lo descubrimos anoche y supusimos que no debíamos interrumpir tu luna
de miel. —Me da dos palmadas y luego grita—: Por ahora seremos cuatros
familias las que tomaremos las decisiones, hasta encontrar y exterminar toda
aquella fruta podrida que tenga la organización.
Se escuchan voces de protesta.
—Hay hombres de honor que se pasan toda la vida preparando un supremo
acto de traición, Fabio ha estado detrás de muchos atentados —interrumpe
Alessandro—. La traición es la mayor ofensa, me lo enseñó mi padre cuando me
preparaba para asumir el cargo. La familia del traidor debía asumir las
consecuencias, su círculo de amistades y todo su mundo debían ser destruidos,
esa es la manera de dejar en claro que los traidores no son aceptados en nuestra
organización.
Y sin pensarlo expreso en voz alta:
—Hay muchos hombres dispuestos a jugarse la vida a cambio de un
beneficio, pero otros se lo piensan dos veces antes de poner en peligro a sus
seres queridos. —Alessandro asiente y es momento de dejar claro algo—: Chiara
San Filippo se convertirá en mi esposa, los San Filippo están bajo mi protección
hasta que Marco Puzo pueda asumir el cargo como Don, ¿queda claro?
Nadie se atreve a responder, saben que no me ando con juegos. Al terminar
salimos y dejamos a los hombres limpiando el desastre. Las mujeres han ido de
compras, ahora comprendo la insistencia de Alessandro en que dejara ir a Chiara
con ellas. Nos dirigimos al jardín y me siento una de las sillas del comedor que
ahí se encuentra. Todavía no puedo creer lo que acaba de suceder.
—Mi papá me enseñó que la amistad lo vale todo, incluso tiene el mismo
valor que la familia —comenta Alessandro sentándose frente a mí—. Este
tiempo me has demostrado ser mi amigo, sabemos que no tienes nada que ver.
Niego en silencio.
—Yo lo propuse, pensé que era la mejor opción y… era uno de los traidores.
—Cierro mis ojos—. Alessandro, sabes que yo nunca…
—Me traicionarías —interrumpe afirmando eso y siento alivio—. Matteo,
anoche Alessio junto a varios hombres barrieron Sicilia entera buscando quién
era el maldito, yo llevaba un tiempo sospechando de Fabio.
—Te debo la vida, nunca traería el peligro a la organización —le aseguro.
—Todos nos debemos algo, pero quiero que sepas que tú y Salvatore son mis
hermanos, al igual que Maurizio, daría la vida por ustedes, y Fabio supo
engañarte a ti, así como Adriano lo hizo con Gianluca, nuestros padres nos
educaron para negociar, para no pensar antes de actuar, escuchar antes de hablar
y ser hombres que cumplan con cada maldito mandamiento de la organización,
pero si algo he descubierto este último tiempo siendo el Capi di tutti Capo, es
que quien menos piensas puede ser un traidor.
Asiento con mi cabeza mientras exhalo todo el aire contenido de mis
pulmones.
—¿En algún momento tendremos paz? —pregunto.
Maurizio llega sentándose entre los dos y saca la cajetilla de cigarrillos.
Extrae uno y lo enciende mientras nos mantenemos en silencio. Desde que
descubrí la traición de Wolfang y Violleta, ya no me sorprende nada y es que la
gente es capaz de venderse por cualquier cosa.
—La verdad no lo sé, pero anoche me divertí torturando y espero seguir
haciéndolo, porque casi tocan a mi hijo y a mi mujer, así que seré el maldito
diablo —contesta Maurizio—. No creo que Marco Puzo sea un buen Don, pero
para eso estás tú, querido Matteo, para enseñarle, ya que la política es igual de
sucia que nuestro mundo.
—Mi padre era un hombre de honor que a lo largo de su vida era diferenciado
de los demás jefes por su justicia e imparcialidad, su ayuda a los necesitados y su
implacable castigo a todos aquellos que se atrevían a oponerse a su voluntad, al
igual que su padre —les recuerdo tomando un cigarrillo—. Nosotros fuimos
educados por verdaderos hombres de honor, por eso valoro su amistad y es por
eso que nunca te voy a traicionar, temo que al paso que vamos no logremos
nunca restructurarnos.
—Muéstrame al jugador y te podré mostrar a un perdedor, muéstrame a un
traidor y te mostraré un cadáver —formula con decisión Alessandro—. No me
importa ser el último Don, pero haré de nuestra organización una digna de los
años dorados.
Maurizio sonríe.
—Don Lombardo.
Niego y me levanto de la mesa.
—Tengo todavía un asunto pendiente con Wolfang y mis informantes me han
avisado que está en el país, no quiero seguir trayéndole problemas a la
organización, creo que tendrás que encontrar a otro consiglieri.
—Tu problema con la Bravtá es nuestro, así que sigues estando en tu puesto,
no pienso alejarte como consejero, un error lo comete cualquiera.
«No uno que pudo valer tu vida», contesto en mi mente.
—¿Cómo sé que no desconfías de mí? —pregunto.
—Fácil, así como yo sé que nunca me traicionarías.
Alessandro me sorprende por sus palabras, ni siquiera contesto. Cambiamos
de tema radicalmente cuando las damas entran. Chiara está distante, a pesar de
pasar la noche juntos, en la mañana me pidió estar en una habitación aparte
mientras se convierte en mi mujer. Su rechazo es como un puñal, pero la dejo en
paz sabiendo que no pasará mucho tiempo para que se convierta en mi esposa.
Capítulo 10
CHIARA

Mi madre es una mujer de armas tomar, fue educada para ser un ama de casa
perfecta, su mundo puede estar roto, pero ella no lo va a demostrar. Ha hecho un
funeral digno de un mandatario de estado, tengo que destacar mi padre era más
que un don de la mafia, mi familia por años ha sido la cara limpia ante la
sociedad, nosotros tenemos las conexiones políticas, mi padre era capaz de ser
un ciudadano ejemplar ante la sociedad y un asesino a sangre fría en la
oscuridad, la versión oficial es que ha muerto de un infarto y su última voluntad
fue que su féretro estuviera cerrado.
Estoy sentada en la fila delantera en medio de mi madre y mi hermana
Beatrice, ayer mamá cremó los restos de Allegra sin nadie, estuvo sola, lo que se
traduce en que fue una traidora a la sangre, temo por el destino de mis sobrinos,
sé muy bien que Marcella San Filippo puede ser capaz de cualquier cosa, por lo
que no me extrañaría que ellos desaparecieran.
Debo confesar que este es un dolor que no he sentido nunca, uno que me
ahoga y que debo tragarme para ser perfecta, no estaba preparada para ver a mi
padre ahí dentro del cofre y saber que nunca más lo veré, que no volveré a
escuchar su voz, que no pasaremos tiempo en su despacho él con sus negocios y
yo aprendiendo de cada uno de sus consejos. Veo bajarse a Alessandro junto a
Giovanna de su automóvil, Matteo está muy cerca vigilándome como un halcón.
El sacerdote comienza a hablar y todos los recuerdos felices que tengo junto a mi
papá pasan por mi mente, suelto un sollozo y mi hermana toma mi mano
apretándola fuerte, debe ser un acto de solidaridad, cierro los ojos y respiro
hondo. Mi madre me ha informado que debo dar unas palabras y no sé si pueda
hacerlo, vuelvo a abrirlos pensando en todos los momentos que he vivido con mi
padre y que debo hacerlo.
Me levanto y Matteo se acerca para acompañarme, tomo su mano y sé que
esto es una declaración, soy la futura señora Spadaro. Mi madre está oculta bajo
un manto negro, todo un espectáculo su atuendo, observo el féretro y cierro los
ojos.
—Mi padre era un gran hombre, siempre quiso a un hijo varón y tuvo tres
preciosas hijas, eso nos decía con amor. —Trago el nudo de emociones que me
embarga—. A veces no nos detenemos a pensar que la vida es un segundo, que
hoy estamos y mañana no. Sin embargo, él vivió cada día como si fuera el último
de su existencia. —Cierro los ojos—. Papá, sé que todos vamos a extrañarte,
sobre todo yo, extrañaré cada tarde que pasamos juntos en tu despacho, ahora
atesoraré cada momento, cada consejo y cada palabra. —Suelto un sollozo y
Matteo me toma de la mano y me aferro al hombre que amo para no
derrumbarme—. Ojalá tuviera el poder de devolver el tiempo, para darte un
último abrazo.
Cuando abro los ojos me sorprendo al ver entre los presentes a Valentino
Montalbano. Siento un mareo, pero Matteo me sostiene entre sus brazos.
«Maldita sea, estoy soñando», digo en mi mente cuando se quita sus lentes de sol
y se queda mirándome, todo me da vueltas.
—Te tengo, pequeña, te tengo… —me susurra mi prometido.
—Necesito que esto acabe —musito con dolor.
—Entonces haz que acabe.
Asiento y trato de recomponerme, toma mi mano para llevarme de vuelta a mi
silla. El sepelio continúa y antes de descender el ataúd, las tres nos acercamos
para dejar una rosa roja, mi madre coloca dos y sé que es por Allegra. El
momento más duro ha llegado y si de algo estoy segura, era del amor tan
inmenso que sentían mis padres. Mi hermana sostiene a mi madre y yo la imito
ya que por primera vez pierde el control de sus emociones, llorando sin
consuelo. Me quedo mirando el acto hasta que simplemente la distancia no nos
deja ver más el ataúd. Nos alejamos y subimos al automóvil, doy gracias que
Matteo no haya subido y cuando arrancamos, le reclamo a mi madre:
—Me mintieron, me aseguraron que Valentino estaba muerto…
Mi madre se levanta el velo y se queda mirándome con decepción. Me duele,
claro que me duele ahora ser la oveja negra de la familia y que demuestren su
desagrado, creo que el único que realmente me amó en esta familia fue mi papá.
—Gianluca no pudo hacerlo, era su ahijado de bautismo y sabes que lo educó
después de la muerte de su padre. —Niega—. Valentino sabía muy bien que no
debía volver a acercarse a ti, no debió venir.
—¿Te estás escuchando? —pregunto.
—Chiara, por favor —me ruega mi hermana.
—Cállate, Beatrice —le ordeno—. Ustedes han decidido por nosotras desde
que nacimos, mira cómo terminó Allegra y no hablemos de Beatrice que oculta
su infelicidad, pero la estrategia que usaron terminó con mi padre muerto.
Mi madre me da una bofetada, acaricio mi rostro y me contengo por respeto.
—¡Cállate! —grita ella—. Tu padre sabía lo que hacía y ahora tienes lo que
tanto quisiste, no me digas que no estás feliz al convertirte en la esposa de
Matteo Spadaro, ni pienses en acercarte a Valentino, no vas a joder a la familia
de nuevo.
Niego y sonrío, tristemente amo a Matteo de la misma manera en que deseo
hacerle pagar todas las humillaciones.
—Madre, no te preocupes que me educaste muy bien, no voy a joder el futuro
de mi familia por nadie. —Respiro hondo para tomar valor y le advierto—:
Ahora las cosas cambiarán y te recuerdo que tengo el poder de destruirlos, los
hijos de Allegra y Adriano quedarán bajo mi custodia, estoy harta de que sigas
decidiendo por mí, ahora exijo yo.
—Chiara, no eres quién para exigir nada —me interrumpe ofendida mientras
mi hermana me observa sorprendida—. Todavía soy tu madre.
Me río amargamente.
—Soy la que abrirá las piernas para que los San Filippo puedan seguir en la
organización, soy la que te mantendrá, los negocios los llevaré junto a Matteo y
Marco será la cara pública. —Cierro los ojos—. Eres mi madre y la abuela de los
niños, cuando vayas a visitarlos tienes que avisarme un día antes para no estar en
la casa, pero considérate muerta para mí.
—Alleva corvi e un giorno ti cavaranno gli occhi[5]
Y como digna siciliana declara ese proverbio, sin embargo, no pienso caer
más en su juego. El auto se detiene en la casa y las tres bajamos, Matteo se une a
nosotras para la recepción, recibimos a todos incluyendo a Valentino. Si algo
hizo bien mi madre fue educarme para esto y estoy haciendo muy bien mi papel.
*****
Ahogada con las emociones salgo de la casa y saco de mi bolso de mano la
cajetilla de cigarrillos. Lo enciendo con manos temblorosas, todos me dan el
pésame y me felicitan por mi próxima boda. Cierro los ojos cuando le doy la
primera calada, escucho su voz y mi cuerpo se tensa.
—Veo que no has perdido el hábito de escapar cuando todo te sobrepasa. —
Mi corazón late apresurado y cierro los ojos—. Amada mía…
Quiero morir, literalmente esto me va a traer problemas. Conozco a Valentino
y ahora que mi padre no está creerá que podemos volver. Siento deseos de huir,
todo lo que vivo es una pesadilla y esas dos palabras las pronunció cuando me
quitó la virginidad. Me giro lentamente y abro los ojos, ahí está Valentino.
—Valentino —pronuncio su nombre.
Sonríe mientras se balancea con sus manos metidas en los bolsillos de sus
pantalones. Se nota que ya no es un simple soldado, un numerale que no vale
nada.
—Estás hermosa —me halaga—, estás hecha toda una mujer. —Niego con mi
cabeza, ya sé por dónde irán sus palabras—. Pensé mucho en si era correcto
venir o no, pero tu padre me dio una segunda oportunidad, solo que a un precio
muy alto.
Sonrío.
—No deberías estar aquí —señalo—. Ese precio todavía está en pie, tu vida
por no acercarte a mí.
—Lo sé, pero me ganó la desesperación de saber si estabas bien, si
necesitabas algo y la verdad es que necesitaba volver a verte. —Pasa su lengua
por sus labios, no es Matteo, pero es muy guapo, el típico siciliano, moreno, alto,
ojos verdes y con la elegancia de un hombre de honor—. Todos tenemos
debilidades y tú eres la mía.
—Valentino, no debes acercarte a mí.
—Huye conmigo. —Sus palabras me hacen abrir los ojos—. Tengo ganas de
besarte, de abrazarte, de demostrarte que te amo como aquel amor de verano, por
aquel entonces no tenía nada y ahora te puedo bajar el cielo, fúgate conmigo, la
vida pasa lentamente desde que tuve que dejarte, pero ahora que tu padre ha
muerto, sé que puedo regresar el tiempo y hacerte mía.
Me río y no es por burlarme, la verdad es que no es justo cómo han movido
los hilos de mi vida.
—Es muy fácil decir algo así, pero la verdad es que sabes muy bien que
nunca te amé. —Valentino sonríe manteniendo la distancia entre los dos—.
Siempre estuve enamorada del hombre, justo con el cual me voy a casar.
—Chiara, te conozco mejor que nadie y sé que tu vida sigue igual que antes,
que no eres feliz con nada, quiero asegurarme de que sepas que tienes la opción
de elegir, que si me eliges haré lo imposible para hacerte feliz, me jugaré todo y
la verdad es que aún te amo, no sé si soy un iluso, pero me enamoré de la chica
con el corazón roto, la que se metió en mi cama y no tuvo miedo de pedirme que
le robara la virginidad.
—Solo trataba de olvidarlo —aseguro en respuesta—, me alegra saber que
sigues con vida, porque vivía con el peso de tu muerte sobre mis hombros, pero
para mí sigues estando muerto.
—Igual eres mía, tu virginidad me pertenece.
Me río.
—Los hombres de la mafia tienen que aprender que algunas mujeres no
tenemos dueño.
—Chiara, he vuelto por ti, pronto lo entenderás.
Exhalo cansada y le contesto:
—Te usé, hice lo que deseé contigo y no, no eres mi dueño, yo solo le
pertenezco a él, lo nuestro era solo sexo, sentía cariño por ti, pero nada más. —
Suspiro—. Para mí eres un bonito recuerdo, sin embargo, eso no significa que te
haya amado.
Valentino niega sonriendo.
—Siempre me gustó que fueras capaz de desafiarme, solo te recuerdo que
haré todo para tenerte de nuevo —me advierte.
Voy a contestarle, solo que me callo cuando Matteo sale y se queda
mirándonos, se acerca con un plato lleno de comida. Me da un beso en la
coronilla y saluda con un gesto a Valentino.
—No sabía que se conocen —comenta—. Valentino Montalbano es uno de
nuestros asociados.
Asiento.
—Mi padre era su padrino bautismal —respondo—. Nos conocemos desde
hace años y la verdad tenía mucho tiempo sin verlo.
—Chiara, recuerda lo que te acabo de decir —me recuerda y se despide.
Me quedo mirándolo hasta que desaparece, Matteo me quita el bolso de la
mano y me habla con voz amenazadora:
—¿Fue él?
Su pregunta me hace fruncir el ceño y alzo mi rostro para mirarlo.
—¿Fue él qué? —indago con tono cortante.
—Sabes muy bien a lo que me refiero, fue él quien te quitó la virginidad.
No me pregunta, ya que de hecho su voz y su gesto han cambiado, porque la
oscuridad se ha apoderado de él.
—Matteo, ya me tienes, estoy cumpliendo el papel para el que fui educada,
mi pasado es mío, soy incapaz de sacarte el tuyo en cara.
Tira el plato con fuerza y me toma de la muñeca, me hala hacia él. Sus ojos se
han oscurecido llenos de rabia, sé que le cuesta confiar. Posa su mano libre en mi
cuello y me aprieta lentamente.
—No sé perdonar, Chiara, y si tengo que partir tu lindo cuello, no dudes que
lo haré…
Abro los ojos cuando pega sus labios a los míos y en un beso salvaje me
come la boca. Se escapa un gemido de mi garganta, no puedo creerlo, me excita
esto. Me besa sin decoro, la mano que me sujetaba la muñeca me suelta y va a
uno de mis senos. Al terminar, me lleva dentro para alimentarme y no se aleja de
mí, ni siquiera cuando Giovanna y Marena tratan de que nos deje a solas.
Matteo tiene mi corazón y mi cuerpo, es el dueño de mi entera existencia y lo
sé, sé que este amor puede ser mi destrucción, pero no puedo negar que amarlo
no fue una opción, fue lo que me tocaba. Al subirnos al automóvil toma mi mano
y la coloca en su muslo. Me quedo mirándolo mientras maneja, escucho la
canción de Fabrizio Moro, Portami via y cuando se da cuenta de que no lo he
dejado de mirar, se lleva mi mano a sus labios y expresa:
—Deja de pensar en lo que pudo haber pasado y vive la oportunidad de estar
juntos. —Sonríe—. Te lo dije, tal vez la bestia que hay en mí no supo ver a la
bella que tenía frente a él.
Suspiro y cierro los ojos, me quedo callada y volteo mi rostro para mirar el
mar Mediterráneo camino a su casa, pensando en todo lo que he descubierto,
todo lo que ha sucedido en cuatro días y que no me deja procesar el cambio de
ciento ochenta grados que mi vida ha dado.
Capítulo 11
MATTEO

Chiara se baja del automóvil, no la sigo, todavía tengo la ira contenida de


encontrarla hablando a solas con Valentino Montalbano, nunca he sido un
hombre celoso, pero la vida me ha dado tantas lecciones, que necesito y deseo
confiar en ella, solo que todo el dolor del pasado me lo impide.
Andrea está esperándome y le da una mirada de odio a mi prometida. Me
acerco a mi primo.
—Vuelves a mirarla así y te pego un tiro…
No voy a permitir que nadie le falte el respeto a mi mujer. Andrea palidece,
sin embargo, se recompone de manera rápida.
—Hay un problema con el cargamento de armas —me informa.
—Aquí no…
Vamos directo a mi despacho para hablar de negocios, me comenta que el
barco que salió con el cargamento legal, el cual era una tapadera para la
ilegalidad, fue tomado por piratas. Escucho lo que me informa poniendo
atención a todos los detalles, sin embargo, me fijo que está nervioso y que su
comportamiento últimamente es extraño y errático.
—¿Todo está bien? —pregunto—. Tu mujer, lo niños… ¿Todo marcha bien?
Andrea sonríe, me quedo mirándolo. Se aclara la garganta.
—Todo bien —asegura levantándose—. Dado que has anunciado tu
compromiso y próxima boda, creo que debemos hacer ciertos arreglos,
considerando que tu dinero limpio puede ser un problema.
—Chiara tiene fortuna.
—Matteo, soy el que limpia normalmente tus desastres.
Me quedo mirándolo y algo no anda bien con mi primo, lo noto nervioso,
esquiva mi mirada, me huele a azufre.
—Me encargaré de mi vida privada, ocúpate solo de ser el consejero que
necesito, ya he decidido y sabes muy bien que esto es lo que deseaba mi padre.
—Acaricio mi rostro, mi mejilla de la oreja a la boca, que significa una amenaza
de muerte—. No quiero olvidar que eres lo único que me queda de familia.
Su rostro se ensombrece.
—Ya veo que no tendré manera de resolver esto, solo quería que estuvieras
preparado.
Se va dejándome en mi despacho, me levanto y busco la botella de licor.
Regreso sobre mis pasos y saco de mi bolsillo una llave, abro la gaveta central y
ahí puedo ver su foto. La tomo y me quedo mirándola por un rato.
Es cierto, Chiara nunca me ha juzgado por mi pasado, a pesar de todos mis
errores ese amor que pensaba infantil, se mantuvo, creció y evolucionó. Violleta
Scordato sonríe mirándome, esa fue la foto que tomaron el día que nos casamos.
La he guardado por años, atormentándome con su pérdida, pidiéndole que me
diera la fuerza para continuar, cuando en una traidora. Me quedo observándola
mientras tomo de la botella, ya no es dolor —es algo que no logro descifrar—,
pero me enfurece pensar todo el tiempo que he perdido con la mujer que está
arriba.
Escuchar sus gemidos fue la peor tortura, Wolfang supo cuál era mi talón de
Aquiles. Resulta peligroso amar cuando la venganza es parte de tu vida, muchas
veces te quitan la vida, pero otras simplemente van atormentándote al arrancarte
poco a poco lo que amas. Me río, ¿realmente la amé? Suena cruel, sin embargo,
es mi realidad y maldita sea siempre ella por todo lo que me hizo y los errores
que cometí por pensar que la amaba, dejo la foto sobre el escritorio. Busco mi
encendedor, lo abro y observo la llama por un buen rato.
Convencido de que tengo que hacer la cosas bien por Chiara, la tomo de
nuevo y la quemo, la observo arder como ese amor alguna vez sentí por Violleta,
pero con ella se van todas mis dudas y el pasado.
Chiara es el comienzo de algo nuevo, estoy seguro de que a su lado puedo ser
feliz, puedo ser un tonto por aferrarme a esa esperanza, pero mis sentimientos
cambian cada vez que la tengo cerca y sé que he luchado con ellos, solo que hoy
lo supe, no podría perderla, no podría soportar que ella también me traicionara.
Cuando el fuego se ha extinguido, salgo de ahí y no pienso dormir sin Chiara.
Voy hasta la habitación que le he dejado. Abro sigilosamente la puerta, todo está
a oscuras y sin darme cuenta de que ella es mi guía, camino hasta su cama. Está
dormida y me siento a su lado, acaricio su cabello con cuidado, pero se remueve.
—Matteo —musita.
Cierro los ojos confirmando que mis sentimientos han cambiado, que
realmente es la mujer que deseo a mi lado. Ahora necesito entrar a su vida,
necesito que entienda que aunque no lo digo en voz alta, es importante para mí,
ella es la princesa de mi cuento. Chiara supo tocar mi corazón y de alguna forma
sé que he tocado el suyo, lo menos que deseo es lastimarla. Me acerco y le
susurro al oído:
—Te sueño, te pienso y te anhelo, amor mío… —Respiro hondo—. Te quiero,
Chiara…
*****
Leo el periódico mientras desayuno, anoche luego de confesarle mi amor, fui
a nuestra habitación a dormir. Ella aparece con un vestido de flores que cubre
sus piernas, su cabello trenzado.
—Buenos días —saluda.
—Buenos días…
Se sienta a mi lado y toma fruta para comenzar a comer. Me quedo mirándola,
ella frunce el ceño. No dice nada, entiendo que esté cohibida, soy un troglodita
cuando lo deseo, ¿cómo va a saber lo que siento si no se lo expreso?
—¿Dormiste bien? —pregunto.
—Sí, ¿y tú? —Me observa con una sonrisa y me contagio.
—No dormí mal, pero creo que te prefiero en mi cama…
—Matteo… —musita a modo de advertencia.
Tomo su mano y la aprieto, «no seas cobarde, dile lo que sientes, dile que la
amas», pienso.
—Il amore nuovo va e viene, ma il vecchio si mantiene[6] —recito un
proverbio.
—Tengo que ponerme con lo de la boda, necesito la lista de invitados —me
comenta cambiando el tema.
Suelto su mano, porque si ella cree que puede rechazarme, también puedo
hacerlo. ¡Al diablo mis intenciones iniciales! Alzo de nuevo mi periódico, lo
abro y finjo leer.
—Te la estaré enviando, pensé que Giovanna podría ayudarte ya que tu
familia no lo hará.
Me arranca el periódico y lo arruga.
—Odio este desayuno informal —expresa con una sonrisa—, a mí me ves a la
cara cuando me hablas, también es tu boda, deberías preocuparte por lo que voy
a hacer, podría poner una cabra como sacerdote solo para molestarte.
Tengo que morder mi labio para no reírme.
—Daría todo el dinero que tengo por verle la cara a tu madre si haces eso. —
Me levanto y me acerco para darle un beso en labios, pero para castigarla beso
su coronilla, resopla frustrada—. Vuelve a mi cama.
—No —contesta decidida.
—En poco tiempo serás mi esposa.
—Estoy contando lo días… —añade irónica.
Sé que lo hace a propósito, me despido informándole que estaré ocupado unos
días, lo más seguro es que no nos veamos muy seguido, alza sus hombros y antes
de salir del comedor me pide:
—Aleja a Andrea de mí, tu primo me da mala espina.
No contesto, pero creo que los dos pensamos lo mismo y si mi futura esposa
no desea a mi consiglieri cerca, me parece que es mejor que vaya pensando en
uno nuevo.
Capítulo 12
ALESSANDRO LOMBARDO

Maurizio y yo subimos a mi Ferrari, coloco Black in Black de AC/DC y arranco


haciendo rechinar los neumáticos. Giovanna está de pie en las escaleras junto a
Marena, no sabemos a qué hora volveremos, debido a que hay negocios que no
esperan y mi hermano ha decido asumir su papel de sottocapo de la mejor
manera. Esto me recuerda a cuando éramos jóvenes y nos encantaba demostrar
que con nosotros no se podía jugar.
Él mueve sus dedos sobre su muslo al ritmo de la música mientras yo hago lo
mismo con mis manos en el volante, las curvas de la vía casi no se sienten a la
velocidad en la que voy. Siempre me ha gustado el peligro, hay algo en sentir ese
chute de adrenalina que viaja por tus venas cuando estás corriendo, cuando me
convertí en numerale, le había perdido el miedo a la muerte hacía mucho tiempo.
Mi hermano le baja el volumen a la próxima canción y me pregunta:
—¿Confías en Matteo?
Su mosqueo me pilla por sorpresa, pero he aprendido en este tiempo a tener
un poco de confianza en aquellos que me demuestran lealtad, sin embargo,
entiendo su desconfianza luego de la traición de Angelo.
—Confío en él —contesto—. ¿Por qué?
Cierra los ojos negando.
—Este tiempo me ha enseñado que solo puedo confiar en ti, todo esto de
Leonardi y los ataques repetidos, tal vez deberíamos cerrarnos un poco más.
—Mau, no todos son como Angelo.
Cierra los ojos.
—¿Crees que nuestro padre lo sabía y por eso acudió él?
Cuando Maurizio se pone melancólico debo temerle, porque es cuando
comete la mayoría de los errores y en este momento no puedo dejar que lo haga.
—No lo sé, nuestro padre conocía a todos y por dónde podían traicionar, tal
vez lo sabía, pero nos hubiera advertido.
«Mi padre tiene más secretos de los que piensas».
—Lo sé…
—¿Qué sucede?
Maurizio se queda callado por unos segundos y esa es la respuesta que
necesito, ahora tengo la certeza de que sucede algo más y que toda esta
preocupación es por algo.
—Marena me ha informado que esperamos otro bebé.
—¡Enhorabuena! —lo felicito—. Ahora somos hombres completos,
¿recuerdas que padre nos repetía que un hombre no estaba completo sin conocer
el significado de una familia?
Asiente con su cabeza.
—Tengo miedo, ya todos hemos estado al borde de la muerte —confiesa—,
Giovanna, tú, ella y yo, seamos sinceros, para lograr la felicidad hemos
atravesado el Cocito[7] tantas veces que sentimos miedo de perderla.
—Te entiendo, pero no podemos vivir con miedo y el mismo Matteo ha ido al
infierno por nosotros, no es el traidor, creo que con Fabio ya hemos limpiado la
organización.
Exhala cansado.
—A veces creo que estamos viviendo un sueño, luego de la muerte de Tina
ninguno levantaba cabeza, tú exiliado, yo tratando de sacar adelante a la familia,
creo que al fin respiramos y estamos aprendiendo cosas nuevas.
—Maurizio —lo llamo y sé que me observa mientras conduzco—. Entiendo
que desconfíes de todos, yo estuve ahí, sé a lo que te refieres, sin embargo, estoy
seguro de que Matteo es nuestro amigo.
—Lo sé.
Estaciono frente a los almacenes vacíos y bajamos, mi hermano se quita su
cazadora de cuero y comienza a remangarse la camisa. Cuando entramos
encontramos a Matteo golpeando al hijo de Fabio Leonardi, aprendimos que
nadie debe quedar vivo, pero antes vamos a hacerlo hablar.
Mi consejero, al que no le gusta mancharse, parece un vengador oscuro. Ya
no lleva puesta su camisa, su torso está lleno de sangre y los cuerpos que yacen
guindados me hacen saber que ha pasado la noche aquí.
—Joder, no dejó nada para mí —refunfuña mi hermano como un niño
pequeño y pongo los ojos en blanco.
Los dos tienen sus maneras de torturar, mientras Maurizio disfruta de hacerlos
sufrir e ir lentamente, Matteo es rápido, le gusta usar la electricidad y sus puños
para hacerlos hablar. Hace años que no lo hago, pero era metódico al hacerlo, me
gustaba alternar varios estilos y en el fondo todos tenemos algo de psicópatas.
Disfruto cuando mis enemigos suplican llorando que tenga piedad, me
encanta escuchar su respiración trabajosa, saber que la adrenalina corre por sus
venas por miedo y por las mías en manera de excitación. Tener el poder es
divertido, escuchar los huesos rompiéndose uno a uno por los golpes y los gritos,
esos son los mejores porque cuando estás cerca de la muerte tienes dos opciones,
hacerte el valiente y morir en silencio, pero está la de los cobardes que en el
sufrimiento terminan contando lo que deseamos y lo que no.
—¡Ya, ya, para! —le ruega Gian Piero—. Las familias son: los Montalbano y
Cassia.
Matteo se ríe mientras le arroja agua y uno de sus hombres lo baja
lentamente. Lanza el cable de electricidad y le grita:
—Nos vemos en el infiero, Gian Piero…
Al contacto con la electricidad y el agua el hombre se electrocuta delante de
nosotros, Matteo se da vuelta y camina limpiándose la sangre del rostro. A veces
creo que Dante forzó tanto a su hijo a hacer negocios con la mafia rusa, que de
alguna manera se convirtió en uno de ellos, muchos de sus tatuajes tienen
significados rusos, solo que tiene el mismo que mi hermano y yo, un San Miguel
Arcángel, los tres hicimos la misma promesa por protección. Al acercarse me
anuncia:
—Quiero a Valentino Montalbano para mí.
Asiento.
—Es tuyo —contesto.
—Me has quitado mi trabajo —le reprocha Maurizio.
Matteo se gira y se queda mirando lo que tenemos delante de nosotros, esto es
la muerte en persona. Cuerpos desmembrados, hombres sentados sin vida. La
familia Leonardi está completamente destruida, hasta los niños y es que algún
día ellos crecerán, nos buscarán y tomarán su venganza.
—Lo siento, pero debía limpiar mi nombre y recuperar su confianza.
Maurizio se queda observándolo mientras hago lo mismo con los dos. Al
parecer nuestro amigo necesitaba demostrarnos que es fiel a nosotros.
—No tienes que demostrar nada, eres mi consejero —le afirmo convencido a
Matteo.
—Muy bien, ahora nos puedes decir la razón del porqué deseas manejar a
Valentino…
—Es por Chiara —responde en voz baja mientras cabecea—. No estoy seguro
de lo que ella me hace, pero me estoy volviendo loco y no logro sacarla de mi
miente.
Maurizio silba y le da una palmada en la espalda a manera de camarería y se
burla:
—Eso, amigo, significa que te tiene atrapado por las pelotas.
Niega con su cabeza y exhala cansado.
—Después de Violleta no pensé encontrar a una mujer que me hiciera sentir,
irónicamente la única que ha despertado algo en mí, es la única a quien le he
hecho un daño terrible.
—Según me cuenta Gio, Chiara te ama, Matteo, y puede que a lo largo del
camino no te la ponga fácil, pero recuerda que las mujeres en Sicilia, son más
peligrosas que una escopeta.
Maurizio suelta una carcajada.
—Me iré a casa con ella, tengo que contarle que Valentino es uno de los
traidores.
Lo detengo.
—Los negocios son para nosotros, déjala fuera de esto.
Matteo niega.
—Él fue su primer hombre, si lo mato no va a pensar que lo hice por
negocios, pensará que lo hice para salir de él y lastimarla.
Cierro los ojos.
—Hazlo, pero no hoy, déjala dormir… —Exhala cansado—. Vio morir a su
padre y hermana, asesinó al traidor, Chiara debe estar abrumada y si le sumas
que prácticamente te las ha llevado en contra de su voluntad…
—¿Le ha contado algo a Giovanna? —pregunta.
—No y si lo hizo ella no va decirme…
Caminamos saliendo hacia el pequeño despacho, los numerales nos saludan.
Muchos están cargando sus municiones, también están haciendo sus tareas
cotidianas. Aquí funciona el corazón de la Cosa Nostra, aquí conviven a mi lado
los hombres de confianza. Cada uno de ellos ha demostrado que son capaces de
dar su vida por mí y no miento, hace un año perdí bastantes cuando rescatamos a
Matteo.
A muchos de ellos los vi crecer en los confines de la finca, también en la
pequeña isla que le pertenece a mi familia, otros son de la entera confianza de
Spadaro. Aquí no hay traidores, quien se atreva, sabe que no tendremos piedad.
Me siento mientras Matteo entra al baño a lavarse, mi hermano sirve tres
vasos con coñac, necesitamos un poco. Mirando en retrospectiva, mi vida ha
cambiado tanto que a veces no sé si puedo reconocerme. Aquel Alessandro que
odiaba la organización, ahora daría la vida por ella.
—Si ellos son los traidores, quiero su cabeza…
—¿Si lo traemos con la promesa de una propuesta que no podrán rechazar?
—pregunta Matteo.
Sonrío.
—¿Le insinuarías que los quiero para entrar en el concilio? —indago.
—Sí, creo que sería buena idea —acepta mi hermano dándole el vaso a
Spadaro—. Tendremos una nueva carnicería, pero me tienes que dejar algo.
Matteo se ríe.
—Prometo que te dejaré toda la parte divertida.
Puedo ver cómo centellean los ojos de Maurizio, me quedo preparando
papeleo y la distribución de la droga. Mientras ellos planifican el nuevo golpe,
cuando tenga tiempo hablaré con Matteo personalmente, deseo que sepa que lo
considero un hombre de honor.
Capítulo 13
WOLFANG

Me encuentro en una casa en las Islas Egadas, específicamente en Levanzo. Una


de las tantas joyas que tiene el Mediterráneo y también el lugar perfecto para
esconderme, para planear mi golpe contra Spadaro.
Todo cambió entre nosotros el mismo día en que se fijó en la mujer que
amaba, tenía que soportar que la trataran como a una perra, porque sus padres le
debían mucho dinero a Víktor, Sasha era el encargado de cobrar todo y se fijó en
ella. Violleta pensó que acostarse con él era la mejor de las opciones, pero
terminó violada cada vez que el maldito se drogaba y hacía lo que deseaba con
ella. Y la noche que la conocí, lo supe, algo en mí cambió y aunque le rogaba
que dejara todo, estaba atada por su familia.
Esa noche estaba cansado de las perras que se sentaban sobre mis piernas,
se restregaban contra mi polla y luego me las follaba delante de todos. Había
crecido en un bar de la Bravtá, mi padre era un ladrón, había dado muchos
golpes y llamó la atención de aquellos que tenían poder. Mi madre había
muerto, eso me dijo él, siempre fuimos él y yo, también las putas que se follaba
en el sofá de nuestra casa mientras yo jugaba con los carritos de juguete.
Había crecido entre putas, cuando me inicié en la mafia roja pensaba que era
una buena idea subir rápido y ganar dinero, mi padre nunca lo tuvo, a pesar de
robar a los hombres más ricos de Rusia; yo no deseaba el mismo destino que él,
morir por la infección de sus enfermedades sexuales.
Salí agobiado, me estaba gustando estar en Italia, era una manera de
escapar de Rusia y de crear mi propio dinero mientras le entregaba las
ganancias justas. Dante Spadaro era como el padre que nunca tuve, y Matteo un
hermano. Estaba pensando en dejar la Bravtá, aunque era imposible, pero
quería intentarlo así la vida se me fuera en ello. Cada vez que Sasha venía por
negocios me planteaba más la idea de ir alejándome, así me consideraran un
traidor.
La brisa veraniega acariciaba mi rostro y decidí caminar por la playa que
tenía aquella casa, ahí teníamos a las mujeres que secuestrábamos para la trata
de blancas. En ese momento me tropecé con algo y ese algo gimió en respuesta.
Saqué mi móvil y activé la pantalla para ver de quién se trataba, confirmar si
era alguna chica que estaba tratando de escapar y fue cuando la reconocí por
las fotos que me había dejado Víktor, ella era Violleta Scordato, su rostro estaba
golpeado y su ropa completamente destruida. Algo dentro de mí emergió, me
agaché para tomarla entre mis brazos, pero la chica se resistió golpeándome e
insultándome en italiano. Sonreí sin poder creer que todavía tuviera fuerzas
para pelear y defenderse. La levanté y escuché su sollozo de derrota, la llevé a
la pequeña cabaña que poseía. Ahí estaba a salvo, podría lavarse y luego la
llevaría a casa de sus padres.
—¡Mátame! —me rogó halándome de la camisa—. Mátame y ahórrame el
sufrimiento.
Aquellas palabras me hicieron respetarla, pero al mismo tiempo emergió la
necesidad de cuidarla. Al llegar, la metí en la regadera y abrí el agua fría, gritó
y me insultó.
—¡Lávate! —ordené tosco.
No sabía cómo ser educado, no había crecido entre mujeres y la verdad es
que ella tenía poco valor para mí en ese momento. Le arrojé una toalla limpia y
la dejé asearse, saqué una camiseta y un pantalón deportivo, le vendría grande,
pero era lo único que podía ofrecerle. Dejé todo encima de mi cama y fui por un
vaso de vodka, estaba tratando dejar la cocaína ya que Dante me recordaba que
con la mente limpia podría lograr más en los negocios y me daba cuenta de que
tenía razón.
Salió con el cabello aun goteando y mirándome con ojos asustados. Me
quedé observándola, entendía la obsesión de Sasha, la chica era realmente
hermosa. Le señalé el sillón, sin embargo, se quedó de pie.
—¿Por qué me ayudas? —preguntó con voz altiva, lo que me hizo sonreír.
—Tienes una deuda pendiente con la roja y debes pagarla —contesté, aunque
no era por esa razón.
Ella cerró los ojos.
—Ya tu jefe tomó lo que deseaba de mí, mi virginidad…
Una virgen, aquello era el paraíso, enterrarse en un coño prieto, a diferencia
de Sasha a mí no me ponía violar a las mujeres, me gustaba sentir la humedad
de su deseo así fuera por dinero.
—El día que pagues, lo sabrás. —Me levanté y le ofrecí de mi trago, ella lo
tomó y se lo bebió entera, su rostro se contrajo por el escozor y fue cuando la
sentencié—: Lo sabrás porque estarás muerta.
—Son unos malditos —sollozó.
Me giré riéndome, me gustaba que tuviera el fuego suficiente para
enfrentarme. Las italianas eran capaces de muchas cosas y al menos esta
parecía que no se la pondría fácil a Sasha.
—Te recomiendo que te acostumbres a tu nueva realidad.
Por el rabillo del ojo la vi aproximarse a mí, me giré y logró golpearme con
el vaso, lo que me excitó. Sus labios mullidos me llamaban a besarla y lo hice
olvidándome de que las perras de mi jefe no debían ser tocadas, ella gimió en
respuesta y se separó de mí como un cachorro asustado.
—¡No, no! —Lloró.
Cerré los ojos y la dejé sola, me senté afuera para fumarme un cigarrillo
mientras todavía podía sentir el calor de sus labios en los míos.
Abro mis ojos y me quedo mirando el mar, el mismo que muchas veces fue
testigo de lo que ella y yo sentimos. Matteo logró arrebatármela, finalmente la
convirtió en suya, y ella prefirió al italiano rico que al ruso pobre.
Capítulo 14
CHIARA

Estoy sentada leyendo un libro que me prestó Giovanna, pero estoy fastidiada
de la trama falsa de la mafia. Me levanto de la cama, sé que desde hace dos días
Matteo no viene a dormir a casa, los hombres vigilan constantemente las
entradas. La servidumbre me trata con cierto recelo, me siento prisionera en el
lugar que será mi nuevo hogar.
Suspiro, recojo mi cabello en un moño alto y decido buscar algo que ponerme
para ir a casa de los Lombardo. Creo que ha llegado el momento de demostrar
que esto no me está afectando, mi vida parecía un castillo de naipes que se
destruyó luego de la muerte del rey —mi padre—, mi ropa ya ha sido trasladada
en su totalidad aquí. Tomo un pantalón de vestir negro y un body de encaje con
un bléiser del mismo color, me desvisto y me coloco la prenda de lencería.
Escucho la puerta abrirse y cerrarse, los pasos acercarse por lo que me
apresuro a vestirme.
—¡Maldita sea! —gruñe entre dientes Matteo.
Cierro los ojos nerviosa, mi corazón se desangró mucho tiempo por el amor
que sentía por él. Respiro hondo y me giro con el pantalón en mi mano. Abro los
ojos cuando lo observo, su camisa está manchada de sangre, se me hace un nudo
en la garganta llena de terror.
—¿Estás herido? —pregunto asustada.
Niega con su cabeza mientras se acerca a mí, mi corazón se acelera y mi
cuerpo traicionero se vuelve una gelatina. Este hombre es capaz de volverme
masa inestable, mi verdad es que he estado enamorada de él y no era mío, ahora
que estamos juntos me cuesta creerlo, porque el despecho y el dolor me ciegan.
Me toma por la cintura y me pega a su cuerpo, retengo la respiración cuando su
mano sujeta mi mentón para subirme el rostro. Sus ojos están oscuros, sé que
dentro de su alma hay oscuridad. Matteo es letal, es veneno para mi resistencia,
para mí, porque muero por él.
—¿Te preocuparías por mí?
Su voz es melodiosa y con un toque de seducción, pero su pregunta ya tiene
respuesta: las veces que lo visité en su casa luego de su secuestro. Respiro hondo
tomando valentía, porque me toca tener valor para confesarle mi verdad.
—Me preocupas, te amo y te he amado por lo que parecen cientos de años…
Suelta el aire contenido en sus pulmones y me besa con urgencia, no me
resisto y me entrego a lo que siento. Me alza haciendo que mis piernas lo rodeen,
percibo que nos movemos y me pega contra la pared del vestidor. Sus labios se
mueven con hambre, sus manos me acarician con necesidad y correspondo,
porque este es mi sueño hecho realidad, Matteo entregándose a mí.
Rompe el contacto bajando su mirada a la pieza de lencería que tengo puesta,
la rasga exponiendo mi cuerpo y su mano atrapa uno de mis pechos.
—Eres mía —asegura con voz ronca—. Me perteneces…
Asiento y trago el nudo de emociones que se forma en mi garganta. Tomo su
rostro con mis manos y su mirada me traspasa.
—Soy tuya, Matteo, te pertenezco desde hace mucho tiempo… —Exhala el
aire de sus pulmones y me atrevo a decirle—: Pero no seré tu juguete sexual, soy
tuya porque te amo, no voy a permitir a nadie más entre nosotros y te mataré si
te acercas a otra mujer.
Sonríe y lleva sus labios tentadoramente a mi pezón, no me dice nada, todo lo
demuestra cuando comienza a darme placer. Todo se me olvida cuando lo
muerde y grito su nombre, mis manos vuelan a su pantalón, lo abro desesperada
por sacar su polla. Cuando muevo mi mano, gime y lo llevo hasta mi abertura.
Él es la única llama capaz de encenderme.
Matteo es pasión, pero también es peligro, muerte y sangre.
Me penetra lentamente y gimo, su mirada busca la mía. Me folla contra la
pared, esto es primitivo, es una necesidad, no obstante, es lo que necesitamos.
Exploto en un orgasmo que me hace temblar y él se derrama dentro en mi
interior.
Sin hablarme y todavía dentro de mi cuerpo nos dirige al baño y me sienta
sobre el lavabo, sale de mí y se queda observando cómo su semen escurre de mi
sexo. Exhala como si tuviera todo el peso del mundo sobre sus hombros. Matteo
es un enigma que muchas veces me muero por descifrar, quiero descubrir qué
hay dentro de su mente, deseo que me diga al menos que soy importante para él.
Se aleja para abrir las llaves del jacuzzi, lo deja llenando y se desviste ante
mis ojos. Muerdo mi labio cuando se da vuelta, Matteo Spadaro es un maldito
Adonis, una escultura, y es entonces cuando veo las heridas que le causaron
durante su secuestro. Me bajo y lo abrazos desde atrás, su cuerpo se tensa,
intento alejarme de él pensando que no me desea cerca, atrapa mis manos y me
jala para pegarme más.
—No estoy acostumbrado a decir lo que siento. —Su voz sale atropellada—.
Eres importante para mí y… —Se gira para mirarme—. Estoy en tus manos,
Chiara, tú tienes el control sobre mí, no sé amar, porque cuando lo hice me
traicionaron, pero te pertenezco.
—Matteo —pronuncio su nombre porque es lo único que me sale, me siento
sobrepasada por sus palabras.
—Tengo miedo de que me traiciones. —Coloca su mano en mi cuello y lo
aprieta sin llegar a hacerme daño—. Te mataría, Chiara, te asesinaría así eso me
destruya.
Me besa y trato de comprender la magnitud de su confesión, porque si eso no
es una declaración, no sé qué otra cosa pueda ser. Se separa de mí, entra al
jacuzzi y me ofrece la mano para entrar, la tomo y nos sentamos, yo delante de
él, recargo mi cabeza en su pecho y me quedo ahí, tratando de entender esto que
tenemos.
—Valentino Montalbano está detrás de la muerte de tu padre…
Me tenso cuando escucho sus palabras, cierro los ojos y no puedo creerlo, mi
padre le perdonó la vida y así le pagó.
—¿Lo vas a matar? —pregunto.
—Sí, sin embargo, antes debía decírtelo —responde—. Son negocios, pero
esto te corresponde saberlo.
Cierro los ojos y respiro hondo, reconozco este acto, pues como su mujer no
tengo derecho a estar informada de nada. La vida es una ruleta rusa cuando estás
en la mafia y lo sé, aprendí que cualquier puede traicionarte, hasta la propia
familia. Esto es un juego de estrategia que lleva a cometer crímenes incluso
sobre las personas que amas.
—Hazlo —sentencio—, Valentino ha estado muerto para mí desde hace
mucho tiempo.
Matteo me gira sentándome sobre sus piernas, puedo sentir su erección. Me
toma por el cuello y acaricio su rostro.
—No quiero seguir jugando —confieso—, me entregaré a ti, seré lo que
estaba destinada a ser, te amo con toda mi alma. —Toma mi muñeca apretándola
con fuerza—. Yo no soy ella, no puedo pagar por los pecados de otra mujer.
—Chiara…
Me muevo sobre su polla y gime, necesito que entienda que esto es
verdadero, que no hay marcha atrás. Si tengo que demostrar que lo amo, lo haré,
solo necesito que confíe en mí, alza su cadera y su capullo se posiciona en la
entrada de mi sexo, bajo lentamente hasta tenerlo completamente dentro. Los
dos contenemos la respiración, me sostengo de sus hombros y musito su nombre
cuando comienza a moverse dentro de mí.
Todos los sentimientos que tengo por él se exteriorizan en forma de lágrimas.
Matteo las lame y me susurra:
—Enséñame a amar de nuevo, Chiara, muéstrame que puedo ser feliz a tu
lado…
Me separo quedándome quieta mientras lo observo, este hombre es lo que
siempre soñé y ahora lo tengo a mi lado. Lo beso hasta olvidarme de mis propios
temores, comprendiendo que solo tiene miedo a ser lastimado de nuevo.
*****
Estoy entre sus brazos, pero lo siento tan cercano y lejos a la vez, intento
descifrar lo que trata de decirme con sus caricias. Matteo siempre fue
inalcanzable, era ese amor imposible al que me aferré.
—Necesito que nos casemos cuanto antes —me dice rompiendo el silencio—,
tienes que ser mi esposa cuando mate a Valentino Montalbano.
Cierro los ojos y me tenso a su lado.
—Lo que quieras —contesto.
Me alejo de él sentándome en la cama. Respiro hondo y me levanto, me
coloco la bata y él observa mis actos sin entenderme.
—¿A dónde vas? —averigua.
—¿Vas matar a Valentino por su traición o porque fue mi primer hombre? —
le pregunto molesta.
—Chiara…
—Contesta, Matteo —exijo—, porque a ti te molesta que hubiera tenido a
alguien antes de que llegaras, pero te recuerdo que fuiste tú quien me rechazó
hace diez malditos años,
Se levanta y se acerca a mí tan rápido que me sorprendo, me toma por la
muñeca apretándome.
—No me desafíes, sabes que no soy un hombre de juegos —advierte.
Me río y abre los ojos sorprendido.
—A ver, no era virgen, supéralo —respondo con una sonrisa en mis labios—.
¿Vas a matar a todos los hombres con lo que me acosté?
Su respuesta me sorprende, me besa con rabia, muerde mi labio hasta
hacerme sangrar y se separa.
—¿Qué quieres de mí? —pregunta.
—Que me ames, maldita sea, que olvides el maldito pasado y que me mires
realmente, porque si vamos a ser rivales, terminarás matándome o yo a ti, porque
solo quiero convertirme en tu paz, pero deseo la verdad y necesito que me digas
¿si vas a asesinar a Valentino por mí o por su traición?
—Chiara, yo te miro…
—No lo haces… —Se me rompe la voz—. Piensas que voy a traicionarte…
Niega con su cabeza y me abraza, suelto un sollozo cuando siento el calor que
me transmite su cuerpo.
—No puedo aceptar el hecho de que otro estuvo dentro de ti —confiesa.
—No tengo la culpa, ninguno de los dos podemos borrar el pasado…
Toma mi rostro entre sus manos observándome de una manera que me hace
temblar, cierro los ojos aguantando las ganas de llorar.
—Abre los ojos… —pide en un susurro y obedezco—. Eres lo más bonito
que va a sucederme, porque si tu amor ha aguardado tanto tiempo para ser
correspondido, es un amor de verdad, no está en mi naturaleza decir palabras
bonitas, pero te demostraré con hechos que confío en ti, cuidaré de ti, te
protegeré y espero algún día hacerlo con nuestros hijos.
—Matteo…
—Tú y yo escribiremos nuestra historia, solamente nosotros, y nadie puede
juzgarnos, porque esto es nuestro. —Cierro los ojos—. Respira lento, sopesa mis
palabras, hace diez años no era nuestro momento, pero vivamos el aquí y el
ahora. Mírame, por favor, cara mia… —Abro los ojos y hay un brillo especial en
los suyos—. Lo voy a matar porque ha traicionado a la organización, solo por
eso y espero que me creas.
—Te creo…
—Te dije que la bestia no supo reconocer a su bella, ahora solo puedo decirte
que cuando te tengo cerca hay algo en mí que arde, que cuando supe que estabas
en peligro necesité ir por ti, que ahora que probé tu cuerpo me he vuelto adicto a
ti. —Besa mi coronilla—. Mi mente se hace muchas preguntas, tal vez fui un
idiota hace diez años, pero ahora sé que eres la mujer con la que deseo pasar el
resto de mi vida.
Capítulo 15
MATTEO

Sicilia entera arde en llamas mientras buscamos a los traidores, por las calles de
Palermo corren ríos de sangre, somos titulares en periódicos y noticieros. La
Cosa Nostra está asesinando a todos, demostrando su poder. Volvimos a lo
clásico, estamos atentando contra ellos de manera pública, evidenciando a
empresarios y políticos, dejando claro que la única prenda que aceptaremos es la
sangre.
Estoy en la parte de atrás del auto, mi primo y yo estamos esperando que
Luca salga y los hombres se hagan con él. Me entrega la portada de La Sicilia y
sonrío al leer el titular:
LA COSA NOSTRA, NUEVO ATENTADO.
El juez Carlo Saturno asesinado en la entrada de su edificio,
esta nueva ola de asesinatos nos recuerda los atentados a los jueces de los años
noventa, la mafia siciliana luego de años en el anonimato, ha vuelto con fuerza
para demostrar que Sicilia le pertenece.
—Esto no puede ser bueno —comenta Andrea.
—Esto es lo que debimos hacer desde que Valerio se atrevió a tanto…
—¿Qué esperamos? —pregunta.
—Eso… —Señalo.
Abro la puerta y me bajo para que Luca Montalbano me vea mientras mis
hombres le disparan a los suyos y él recibe un tiro en el hombro. Gritos son la
antesala a las personas corriendo despavoridas, estamos en pleno centro de
Palermo, cuando mis numerales lo sostienen se percata de mi presencia, saco la
cajetilla de cigarrillos de mi bolsillo para extraer uno, lo enciendo y le doy una
calada, cuando termino expulso el aire sonriendo, puedo escuchar claramente
cuando me grita:
—¡Maldito!
Lo suben a uno de los autos, fumo de nuevo y vuelvo al mío.
—¿Has perdido la cabeza? —me pregunta mi consejero.
—No, pero voy a perderla…
—Matteo, no puedes asesinar a Luca Montalbano.
Suelto una carcajada.
—Debo y puedo. Andrea… —lo llamo.
—¿Qué? —espeta molesto.
—No hagas que olvide que eres mi primo y te pegue un tiro, sabes que no me
gusta que me cuestionen y mucho menos que me desobedezcan…
—Lo siento, lo siento… —musita más asustado que arrepentido.
—Llévanos a la base de operaciones —le ordeno al chofer.
Arranca el auto y envío un mensaje a Alessandro, le informo que lo tenemos.
Su respuesta es que nos vemos en el lugar acordado. Andrea se tensa a mi lado,
pero lo que no recuerda es que puedo oler la traición y algo me hace confirmar
que tengo que asesinar a mi propio primo.
*****
Estoy sentando en mi escritorio, aquí es el lugar en donde soy el rey y señor.
Mi familia tiene un negocio formal de armas para los gobiernos del mundo, pero
también somos mercenarios y le vendemos al mejor postor, sin importarnos
nada. En las profundidades de este lugar está mi reino de terror, el mismo que
antes fue de mi padre, este edificio guarda la sangre de muchos que han tratado
de traicionarnos.
La puerta se abre y Alessandro entra, mi secretaria sabe que él es el único que
puede osar hacer algo así. Junto a él están Maurizio y Salvatore, hace mucho
tiempo que no confiaba en nadie, pero ellos…, ellos son otra historia.
—¿Lo tienes? —confirma Ale.
Asiento levantándome.
—Está abajo.
Maurizio choca su puño contra su mano y sonríe.
—Solo te pido un poco de diversión —advierte señalándome.
Salvatore suelta una carcajada.
—Es mío… —contesto.
Maurizio pone cara de niño que no soporta que le quiten lo que es de él, pero
lo siento, necesito vengar a Gianluca por Chiara.
—Antes de que se diviertan tengo que saber dónde está su hermano —nos
advierte Alessandro.
Se sienta mientras Salvatore juguetea con un pisapapeles de mi escritorio,
Maurizio se sienta en el otro sillón.
—Le quitas la diversión a todo —murmura el menor de los Lombardo.
Exhalo cansado.
—Todavía no puedo creer que todo apuntaba a Valerio, pero resulta que todo
estaba sucediendo desde el mismo seno de la organización —comento—.
Observo alrededor, no sé por qué, pero creo que aquí no es seguro hablar.
Alessandro frunce el ceño.
—¿Sospechas algo? —averigua Salvatore.
Recuerdo que puede ayudarme a encontrar micrófonos, así que les envío un
mensaje de texto a los tres.
Creo que Andrea me está traicionando.
El foggiani alza su rostro y sonríe maquiavélicamente. Este es el hombre que
le juró lealtad a Alessandro, a su hermano y al que le debo la vida, porque
irónicamente Prieto fue quien me ayudó a tener una oportunidad más.
—No, pero siempre es bueno tener cuidado —contesto mientras tecleo.
Salvatore:
Puedo matarlo…
Matteo:
Necesito seguirlo.
Maurizio:
Eso dalo por hecho.
—Tienes razón —afirma Alessandro—. Si debo destruir toda Sicilia para
demostrar mi poder, lo haré.
Asiento, conversamos teniendo cuidado de no hablar de más. En el momento
en que me avisan que todo está listo bajamos, cuando mi padre compró este
edificio justo debajo de unas catacumbas se aseguró de tener una fachada para su
verdadero negocio. Al salir entramos al pequeño cuarto de tortura, Luca
Montalbano está sentado, esposado a una mesa.
Cuando abro la puerta palidece al verme junto a los hermanos Lombardo y a
Luciani. Sonrío con seguridad, esta vez la pelota está de nuestro lado.
—Así que tu hermano ha mordido la mano que le dio de comer —canturreo
tranquilo, dominando mi espacio.
—No les diré nada —responde tratando de ser indiferente, pero fracasando
estrepitosamente, su cuerpo tiembla.
Maurizio va hasta la mesa y comienza a hurgar entre todo lo que
normalmente uso para torturar. El hecho de que no me ensucie las manos
regularmente, no significa que no sepa lo que hago. Toma una pinza, nos la
muestra abriéndola y cerrándola, Luca se paraliza y en sus ojos brilla el pánico.
—Yo que tú hablaba, porque sabes de lo que es capaz Maurizio, pero no
tienes idea de lo que soy capaz yo —lo amenazo—. A mí me gusta que la agonía
sea larga en ocasiones como esta. —Me acerco a él y saco mi encendedor, lo
abro para prenderlo y me percato de que se estremece cuando la llama se asoma,
la paso fugazmente por su rostro y meto el dedo en su herida en su hombro, al
hacerlo el hombre grita—. Me gusta ver cómo se retuercen mientras lo hago.
—¡Joder! —murmura Salvatore.
Saco mi dedo y cierro mi encendedor, lo regreso a mi bolsillo y tomo un
pañuelo con el que me limpio la sangre.
—¡¡Habla!! —ordena Alessandro.
—¡No les diré nada, son unos malditos! —contesta en un pésimo intento de
valor.
Me río.
—Maurizio, enséñanos para qué sirven esas pinzas —le pido.
—Te estabas tardando. Aunque estoy muy ofendido porque hace falta música
para crear ambiente. —Una sonrisa macabra cruza por su rostro.
Maurizio se acerca a Luca, saca una navaja, le rompe el pantalón y sin ningún
tipo de asco le toma los testículos entre gritos. Coloca la pinza, y el hombre grita
de dolor cuando el acero corta la piel de su escroto. El menor de los Lombardo
se ríe y me acerco yo de nuevo.
—¿Duele? —pregunto tomándolo del cabello, lágrimas corren por sus
mejillas—. Valentino no podrá esconderse, lo vamos a encontrar.
Luca me escupe en el rostro.
—Se nota que no aprendiste nada de tu secuestro, están jodidos, pueden
destruirnos, pero le hemos entregado sus secretos a la roja y a todo aquel que
desee destruirlos.
Me limpio el rostro con el pañuelo, voy hasta la mesa y tomo una navaja, la
examino contra la luz. Regreso sobre mis pasos, le abro la camisa y sé que
podría sacarle la verdad a golpes, pero de esta forma es más divertido. Dibujo
sobre su pecho letra por letra, primero la te, luego la erre y así sucesivamente
hasta formar la palabra:
TRADITORE[8].
Sus gritos se ahogan en este lugar, percibo cómo se orina en mis pies. Lo
observo con asco y busco en la mesa una toalla, me limpio el zapato.
—Tendré que tirar estos zapatos —escupo con malestar exagerado, observo
un soplete y sonrío—. Retomando tu discurso, claro que aprendí del secuestro, y
eso fue que las alimañas como ustedes siempre terminan descubiertas y que
tengo verdaderos amigos.
Observo a los tres hombres que movieron cielo y tierra para que regresara.
Enciendo el artefacto y la llama sale. Regreso y me quedo mirándolo, puedo ver
el terror reflejado en sus ojos, me río burlándome de él. Mientras recorro el trazo
de la letra te con la llama, escucho su alarido de dolor hasta que se desmaya, el
olor a carne humana quemada entra mis fosas nasales. Al terminar, me quedo
mirando su cuerpo inconsciente frente a mí.
—¡Joder, tengo una erección! —suspira Maurizio recolocándose el pantalón.
Salvatore estalla en una carcajada, me giro y sonrío mientras niego
cabeceando. Alessandro siempre se mantiene estoico, pero sabe que esto es algo
que debemos hacer y muchas veces lo vi hacerlo.
—Necesito que hable —espeta molesto—. Acaba de afirmar que no es solo la
organización, tenemos a la Bratvá en nuestra contra.
—Ya cometió el primer error, si seguimos así terminará por hablar —le
aseguro.
Alessandro asiente.
—Haz que hable, yo iré a casa…
—Te entiendo.
—¿Ustedes se quedan? —les pregunta a Maurizio y a Salvatore.
—Me quedo —contesta Maurizio.
—Te acompaño, tenemos cosas de que hablar que luego lo sabrán ustedes —
responde Salvatore—. Mañana te buscaré en tu oficina.
—Gracias —murmuro.
Esa palabra encierra todo lo que no les he dicho a los tres desde hace muchos
meses, salen del cuarto y Maurizio busca un cubo con agua, se lo lanza a Luca.
Este se despierta y me quedo mirándolo. Fiel a la fama que me antecede y
haciendo un homenaje a mis gustos, el menor de los Lombardo coge un teaser y
le da una pequeña descarga eléctrica. Grita, porque mojado debe ser brutal el
choque. Maurizio se ríe burlándose.
—No es muy machito cuando lo torturamos —se mofa divertido—. A ver, si
hablas prometo que no te pondré a Barney, aunque esa música me pone a tono.
—Prefiero morir antes de hablar.
Nos reímos al unísono.
—Ya hablaste, solo que ahora necesitamos que termines de hacerlo.
Luca se me queda mirando, en un ataque de valentía me grita:
—Chiara es la puta de mi hermano, ellos nunca se han alejado, tienes a tu
propia traidora en casa.
Me abalanzo sobre él y lo golpeo, sé que miente porque confío en ella, porque
pude ver en sus ojos que no le importa que Valentino muera. Lo golpeo hasta que
mis manos comienzan a sangrar y su rostro se desfigura. Maurizio me toma de
los hombros y me aleja, porque todavía queda escuchar la verdad de sus labios.
—¡Cálmate! —me ordena y me saca de la habitación.
Algunos de mis numerales están custodiando el lugar. Me zafo de su agarre y
lo desafío con mi mirada.
—No voy a permitir que hablen así de ella —le advierto.
—Te entiendo, pero solo lo hace para provocarte —contesta tratando de
hacerme ver lo que pasa—, no pierdas los estribos. La pelota está de nuestro lado
ahora, no está a su favor, matar a Luca sería un golpe que hará salir a Valentino.
—Lo sé…
Exhalo cansado.
—Matteo, Chiara te ama y lo sé por todo lo que me cuenta Marena. —Sonríe
—. Ella no es para nada alguien fácil, tiene una pinta de ser toda una fiera, pero
te ama…
Respiro mirando el techo y le confieso:
—Me cuesta confiar, hasta en ustedes.
Me da una palmada.
—Mi hermano casi muere por salvarte, cualquiera de nosotros daría la vida
por ti y, sí, te entiendo, después de Angelo no sé confiar, pero en ustedes sí lo
hago.
Me alejo y entro de nuevo, tomo el soplete y dejo salir mi vena artística
volviendo a quemarlo. No sé por qué grita, si viera la obra en que se está
convirtiendo su cuerpo se sentiría orgulloso de ser arte, en fin, llora y se lamenta
hasta quedar inconsciente. Salgo junto a Maurizio, cuando me topo con mi primo
Andrea quien me informa que Valentino Montalbano lo ha contactado, era lo que
necesitaba para confirmar que tengo a un traidor en mi propia familia.
Montalbano pide encontrarnos y me hará llegar con Andrea la información del
lugar, el día y la hora, pero necesita una prueba de que su hermano está vivo. Le
envío una foto a mi primo, quien palidece al ver lo que he hecho ¡otro que no
valora mis cualidades!, pongo la mano sobre su hombro ejerciendo un poco de
presión.
—Los traidores tendrán el mismo destino de todos los que han muerto.
—¿Qué tratas de decirme? —indaga Andrea mirándome y luego a Maurizio.
—Que no tendré piedad con nadie…
Salimos, recibo un mensaje de Chiara quien se encuentra con Giovanna
comprando el vestido de novia y me informa que nos veremos en casa. Doy
órdenes a los hombres que la protegen de que nadie se le acerque y a los que
están con Luca que lo muevan al centro de operaciones de los Lombardo, si con
esa prueba lo consigo, su hermano pronto saldrá de su agujero y yo tendré la
oportunidad de asesinarlo con mis propias manos.
Capítulo 16
SALVATORE LUCIANI

Alessandro y yo llegamos a su casa, Alessio sabe lo que está sucediendo y ahora


es momento de que se lo cuente a él, después de todo, la vida nos ha enseñado
que de alguna manera todo está conectado.
—¿Qué te atormenta? —me pregunta.
Exhalo cansado.
—Le hice una promesa a Marena y busqué a la hermana de Juanito, hace
meses tengo a alguien siguiéndola y protegiéndola, pero… —Alessandro me
observa con los ojos como platos—. La chica se acercó a mi hombre y le rogó
saber de su hermano. Sin embargo, no se le ha informado nada.
—¿Está en peligro? —pregunta.
Asiento.
—Descubrimos que hay hombres siguiéndola, he ordenado que la traigan
contigo.
Alessandro pone los ojos en blanco y pasa sus manos por el rostro.
—¿Ahora soy una ONG?
Me río por la ironía, normalmente no soy del tipo de persona que se preocupa
por otro, sin embargo, llevo meses siguiendo los pasos de la chica en Londres.
Vive para ayudar a los demás, a pesar de que muchas personas son
despreciables, ella tiene un corazón noble pese al recordatorio que lleva en
rostro, del maldito que la marcó para siempre. Le prometí a Marena que la
protegería, que no dejaría que nada le sucediera, creo que de alguna manera la
rubia cree que le debe algo al hermano.
—Tampoco soy Franciscano y mírame, no sé cómo, pero la mujer de tu
hermano me convenció de proteger a alguien que no conozco.
—Giovanna y Marena son ángeles —murmura—. Si la tomo bajo mi
protección a qué voy a enfrentarme.
Me siento frente a él.
—Estará aquí solo por un tiempo, la llevaré a Foggia conmigo. —Frunce el
ceño por mis palabras—. La persigue la roja, nos seguimos enfrentando al
mismo peligro y creo que Valerio tejió una red muy grande a su alrededor.
—Maldito, espero que esté en el Cocito pagando sus pecados —gruñe
sirviendo dos vasos de coñac.
—Además…
—Salvatore, sabes que puedes confiar en mí —me asegura cuando se da
cuenta de que estoy titubeando.
—Confío en ti, solo que he aprendido que la vida me hizo solo, mira a mi
hermano, en un intento de ayudarme dio la vida por mí.
—Estuve en tu lugar, me viste cuando casi pierdo a Maurizio, pero estoy
seguro que algo más te atormenta y sé que tiene que haber algo más que la chica.
Exhalo cansado.
—A veces me pregunto si vale la pena esto de jugarnos la vida por dinero,
somos criminales, por lo menos a mí me divierte asesinar y no lo niego, sé que
estoy enfermo, porque me excita ver a mis víctimas sufrir, pero entonces veo a
las personas inocentes que sufren, tu mujer, la rubia, mi madre… —Exhalo
cansado para respirar hondo—: En este último tiempo solo pienso en que todo lo
que hacemos es lo que provoca este maldito karma, las personas que amamos
pagan por nuestros crímenes.
Alessandro se sienta frente a mí y toma un trago de coñac, lo imito y ese valor
líquido que da el alcohol baja por mi garganta.
—Te entiendo, cuando me di cuenta a lo que se dedicaba mi padre, me dio
terror, pero con el tiempo fue desapareciendo, no conocía la luz, Valentina mi
hermana la daba, aun así, ella tenía ese lado oscuro, en mi caso fui educado para
ser lo que soy, un asesino, un hombre que no posee alma.
—Debes tener un vestigio de ella, para amar a tu familia como lo haces —
afirmo, me levanto y me acerco a la ventana, afuera están Giovanna y Marena
jugando con sus hijos—. Tienes algo que no me puedo permitir, yo he cometido
el pecado más grande que es parricidio, disfruté arrancarle la vida con mis
propias manos y lo haría de nuevo…
—Salvatore.
Niego cabeceando.
—Necesito que protejas a esa chica, algo me dice que todo lo que hemos
hecho terminará afectándola, luego de leer su historia supe que el tal Juanito y
ella son víctimas de las circunstancias. —Me aclaro la garganta—. ¿Cuántos
como ellos tendremos en nuestra vida?
Paso mis manos por el cabello y me hago un moño, cuando me giro encuentro
que Alessandro me observa con atención. Termina su trago y se levanta.
—Las consecuencias de nuestras acciones nos llevarán al infierno, pero no
puedes ir por la vida atormentado, sé que te culpas por la muerte de tu hermano,
sé que te traicionó y lo perdonaste, cada hombre debe ser consciente de sus
pecados, aceptar las consecuencias de sus actos y vivir con ellos. —Sonríe—.
Muchas personas nos juzgan por creer en Dios, por estar involucrados en la
iglesia, afirman que todos los mafiosos son herejes, pero en Dios encontramos
cierto consuelo, sabemos que nuestros delitos son pecados, pero eso no nos
detiene, somos lo que somos, no te atormentes y vive tu vida., no te atormentes y
vive tu vida.
—Tengo que volver a Foggia, pero antes pasaré por ella.
—Aquí estaremos esperándote siempre —afirma.
Sonrío.
—Gracias.
Me da un abrazo y luego me expresa:
—Te aseguro que siempre tendrás un hogar aquí en Palermo.
Asiento y me despido de él, salgo unos minutos después y me acerco a
Giovanna y a Marena, la rubia al verme me pregunta por Rosa y le cuento la
verdad. Antes de irme me acerco a mi pequeña ahijada Valentina y a Vito, saco
un colgante con una cruz de oro y se la coloco a la niña.
—Gracias —me agradece Giovanna emocionada.
—Era de mi madre…
Ella no me dice nada y asiente, sin decir nada más me alejo. Atormentado por
todo lo que sucede en Foggia, no le he contado a Alessandro que cada familia ha
decidido independizarse y los he dejado, es un lugar muy pequeño para una
guerra y tampoco tengo deseos de una. He buscado refugio en el lugar que
despertará mis demonios, la caída del hombre que me engendró, el mismo que
me hizo lo que soy, al que le arrebaté la vida, ese que odié y seguiré odiando
hasta el día en que exhale mi último aliento.
*****
Caminar por Chelsea tiene su magia y peso propio al saber que en algún
momento vivieron en él integrantes de The Rolling Stones y The Beatles. Con
los auriculares en mis oídos escuchando a Paul cantarle a Jude, sigo de cerca a
Rosa que trabaja como cuidadora de un niño en casa de una familia pija.
Su cabello vuela por el viento, en este maldito lugar llueve a diario, no
soportaría vivir así. Ella se gira y se fija en mí, no es tonta y me lo ha
demostrado, llevo tres días siguiendo sus pasos y sé que lo sabe. Aminoro mi
andar, cruza en la esquina y vuelvo a apresurarme para no perderla cuando me
sorprende con una navaja y me apunta.
—¿Quién eres y por qué me sigues? —me pregunta clavando el filo en mi
cuello.
Me río porque me causa gracia, es pequeña, no debe medir más de un metro
cincuenta y se atreve a enfrentarme, a mí que mido casi dos metros y triplico su
peso.
—Baja el arma y te digo… —me burlo.
—¡No! —contesta y tomo su mano clavando la navaja hasta que me corta—.
¿Eres amigo de Juanito?
Niego con mi cabeza, «yo maté a tu hermano», pienso en mi mente.
—No, pero tampoco esperes más noticias de él —expreso finalmente y bajo
su mano—. Rosa, vengo a protegerte.
—¡No necesito que nadie me proteja! —espeta con tristeza—. Aléjate de mí o
te asesinaré.
No suelta la navaja cuando un automóvil se detiene y unos rusos bajan, la
atraigo a mi cuerpo y le susurro:
—Ellos vienen por ti, pero necesito que confíes en mí, estás a salvo conmigo.
Tiembla entre mis brazos y sus ojos castaños me observan llenos de terror,
acaricio la cicatriz que surca el lado derecho de su rostro y la beso, sus labios
son dulces, su piel es tersa. Cuando rompo el contacto, me doy cuenta de que los
hombres esperan impacientes a que nos despidamos. Aquí no puedo sacar el
arma y matarlos.
—Sígueme, prometo que solo intento protegerte. —Le ofrezco mi mano y ella
la observa con suspicacia, da un vistazo a los dos hombres que nos miran al otro
lado de la calle—. Confía en mí.
Exhala cansada y la toma, la jalo contra mi cuerpo. Caminamos alejándonos,
sé que no harán nada para llamar la atención, al doblar tomo un taxi y observo
que maldicen. Rosa hace lo mismo.
—¿Víktor? —pregunta.
—No lo sé, solo sé que estás en peligro…
Indico al conductor que nos lleve a un pequeño aeropuerto privado, hago las
llamadas pertinentes y hablo en italiano para que no puedan entenderme. Doy
órdenes de salir lo más pronto posible, al colgar Rosa me advierte:
—Ya fui la puta de alguien… —Toca su cicatriz y algo me dice que esa marca
es un recordatorio de su pasado—. No volveré a serlo.
«Nunca has sido una puta». Susurro en mis pensamientos, pero no le
contesto. La obligo a bajar y mis hombres la suben al jet. Dos autos derrapan
dentro del hangar y todos sacamos nuestras armas, se bajan varios hombres y
puedo intuir por sus tatuajes que son de la mafia rusa, pero uno habla en francés,
lo que me confunde. Uno dispara y respondemos, ellos me cubren hasta que me
subo y tranco la puerta, me acerco al piloto.
—Es mejor que esto alce vuelo… —le advierto apuntándolo.
—Es un peligro, si algo le da a una turbina…
—Despega…
Lo golpeo con mi arma y lo hace, cuando por fin despega y estamos lejos del
peligro, salgo para ver si está bien. La chica está hecha un ovillo en uno de los
sillones, se me cae el alma a los pies, un fugaz recuerdo de mi madre llorando así
pasa por mi mente. Me acerco y coloco una mano en su hombro, se sobresalta y
grita:
—¡No me toques!
Me acuclillo frente a ella, la obligo a mirarme.
—No te haré daño, solo estoy cumpliendo una promesa…
Rosa se echa llorar y algo en mi interior me hace desear abrazarla, sin
embargo, me levanto y me siento alejado. Escucho su llanto, nunca he sido un
hombre de manifestar dulzura, parece callarse y me acerco para verla.
La siento como un capullo a punto de florecer, es realmente hermosa, no del
tipo al que estoy acostumbrado. Su piel es oscura, su pelo es negro y lacio, lo
lleva largo y me imagino que con él intenta tapar su cicatriz. Coloco su cabello
detrás y con mi dedo trazo lo que algún animal trató de joder.
—È la donna più bella del mondo…[9]
Se remueve y me alejo, nuestro mundo puede ser lo más horrible para una
mujer, Ilaria lo sufrió cuando de repente en su vida irrumpió el maldito Gianluigi
D’Amico. Le prometí a Marena que ayudaría a esta chica por una sola razón, se
lo debo a Ilaria, a los pocos recuerdos que tengo de ella.
Soy un monstruo, no conozco el amor, sé que existe porque lo observo en los
ojos de Alessandro cuando mira a Giovanna, lo puedo casi que palpar cuando
Marena está con Maurizio, pero no sé si soy capaz de darlo.
Me siento de nuevo alejado de la chica, tal vez no sean tan buena idea
llevármela a Foggia, debería dejarla con los Lombardo, total, mi juramento fue
mantenerla a salvo y lo he hecho.
Cuando aterrizamos me levanto y la encuentro despierta, me observa con
miedo y eso me molesta, ya que no deseo que me tema. Le ofrezco mi mano y le
aseguro en italiano:
—Qui sei al sicuro[10]
—Nunca estaré a salvo —contesta y se levanta—. Nunca estaré a salvo
mientras él viva.
—¿Hablas italiano? —pregunto.
Se ríe.
—Hablo cinco idiomas, si me tomas por tonta, te has equivocado conmigo y
solo te advierto que no me importará matarme si acaso intentas hacerme daño.
—¿Quién te rompió, Rosa?
—Un maldito como tú, porque el destino termina acercándome a criminales.
Pasa por mi lado, la acompaño, cuando del auto bajan Maurizio y Marena
Lombardo. La rubia se acerca a Rosa y se quita un colgante en forma de Rosario
que la chica parece reconocer. Asiento en dirección de Lombardo y me giro para
subir de nuevo, tengo que volver a Foggia, antes echo un vistazo y me sorprendo
cuando nuestras miradas se cruzan.
Rosa Tapia es una flor marchita con una belleza inexplicable.
Capítulo 17
CHIARA

Giovanna llega a mi nueva casa junto a Marena, con ellas viene una chica que
no reconozco. En pocas horas es mi unión con Matteo, sin embargo, desde hace
más de una semana que pasa días sin verme.
Sé que Palermo es un pandemonio en este momento, las dos chicas están
cumpliendo el papel que hubieran cumplido mis dos hermanas. Beatrice apenas
me dirige la palabra y Allegra debe estar en algún lugar descansando —espero
que su alma encuentre la salvación—, ellas me saludan y la joven se mantiene al
lado de Marena.
—Ella es Rosa, es nuestra protegida —me informa la rubia—, se lo debía a su
hermano.
Asiento.
—Bienvenida y llegas justo a tiempo para mi boda.
Ella solo sonríe, lleva un hermoso vestido color naranja que resalta el color de
su piel. Me acerco porque su cabello color ébano tapa su hermoso rostro y
cuando intento tocarla, toma mi mano con terror y espeta:
—No…
—Eres hermosa, no deberías ocultarte…
—Chiara —me llama Giovanna mientras la chica ríe con amargura.
—¿Esto lo consideras hermoso? —increpa descubriendo una cicatriz que
surca su rostro—. No es hermoso.
Marena se acerca y la abraza.
—Todas llevamos distintos tipos de cicatrices —le asegura.
Respiro hondo y sonrío, no tengo idea quién es ella, pero la manera en que la
rubia la protege me hace pensar que es alguien que tiene que ver con ese
momento oscuro de su vida. Sonrío y le digo:
—Aquí, para mí y para todos eres hermosa, no tienes por qué ocultarte. —Le
quito el cabello del rostro y sonrío—. Eres preciosa…
Ella niega y exhala cansada, se aleja de nosotras y le pide a Marena salir a
caminar por los jardines. La deja irse mientras me siento en la cama, las chicas
son mis amigas y lo más cercano que tengo a una familia. En dos horas me
casaré con Matteo Spadaro, no puedo creer que lo que tanto anhelé, hoy sea real.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta Giovanna.
Suspiro.
—Feliz, pero tengo miedo de que este matrimonio no sea lo que siempre
soñé. —Marena me observa.
—¿No eres feliz? —averigua la rubia.
Cierro los ojos, ¿qué es la felicidad? No la conozco, pensaba que ir a comprar
ropa era lo que me hacía ser feliz, sin embargo, me di cuenta de que tuve una
vida vacía, sí, ahora comprendo que fui una niña consentida y si lo que siento
por Matteo es solo un capricho, como aseguró Valentino, él me asesinará
cumpliendo sus amenazas. Me permito dudar, pero sé que lo amo, que nunca
pensé amar a alguien así y espero que podamos dejar atrás el veneno de los celos
e intentar ser felices.
—No sé lo que soy, por años esperé este momento y ahora que llega no sé qué
puede suceder —contesto—, Matteo no confía en mí, cada vez que tiene
oportunidad me recuerda que puede matarme si lo traiciono. —Niego con mi
cabeza—. Lo amé en silencio y en secreto, era como si estuviera prohibido
manifestar que amaba al hombre que me rechazó, pero ahora que vivo a su lado,
que duermo a su lado y que comparto con él…
—Tienes dudas de si lo amas —me interrumpe Giovanna—. Te dije una vez
que tenías opciones, que nos tenías a nosotras y vuelvo a recalcarlo, si piensas
que no serás feliz con este matrimonio, solo dímelo, que paro todo este circo en
un instante.
Les sonrío a las dos y tomo las manos de cada una. Suelto todo el aire de mis
pulmones como si así pudiera botar todos mis miedos.
—Gracias por ofrecerme su amistad, no saben lo mucho que aprecio que me
apoyen en este momento.
—Chiara —me llama Marena—, lo que te dice Giovanna es cierto, tienes
opciones.
Asiento y sonrío.
—Voy a arriesgarme…
Ellas niegan y sin decir nada más, me ayudan a prepararme. Cuando escogí el
vestido supe que era para mí, tiene corte sirena con un escote corazón. Las
chicas me colocan el velo frente al espejo y me quedo mirándome por un buen
rato.
—Estás preciosa —murmura Giovanna.
Respiro profundo cuando Marena me entrega el ramo de rosas. Las dos se
miran y Giovanna se aleja, cuando me giro observo que tiene dos cajitas en su
mano.
—Este es nuestro regalo, en cuanto lo vimos Marena y yo pensamos en ti. —
Me enseña la otra—. Este es un regalo de Matteo, quien me preguntó cómo era
tu vestido ya que deseaba regalarte algo.
Me acerco y tomo la que ellas me han comprado, cuando la abro sonrío, es un
hermoso brazalete con signos de infinitos entrelazados.
—Nuestra amistad es infinita, no lo olvides —expresa Marena sacando la
pieza y le ofrezco mi muñeca.
—Gracias… —musito emocionada, Giovanna abre el estuche del regalo de
Matteo y sostengo la respiración al ver que son unos pendientes, la eme de su
inicial entrelazada con la ce de la mía—. Dios mío…
—Te ama, tal vez solo necesites enseñarle a confiar en ti y a que vea que todo
lo que sucedió fue una pesadilla.
Me ayudan a quitarme lo que previamente escogí y me colocan mis nuevos
regalos. Las palabras de Giovanna me dan esperanza, me llevan a pensar que
podemos ser felices y que solo tengo que demostrarle que lo amo desde niña, sé
que es una locura, pero nunca he dudado de lo que siento y ahora que estamos
juntos, solo puedo confirmar que siempre fue el hombre que he amado. Toco una
de mis orejas, esto es real y está sucediendo, me casaré con Matteo Spadaro en
pocos minutos. Tocan a la puerta y Alessandro se asoma.
—Es hora, chicas. —Entra y se acerca a mí—. ¿Me darías el honor de
entregarte en el altar?
Ahogo un sollozo, mi papá no está y todo ha sucedido tan rápido que no logro
todavía aceptar mi nueva realidad.
—Sí…
Sonríe y me ofrece el brazo, respiro hondo. Salimos y de camino nos topamos
con mi madre que trata de aproximarse, pero giro el rostro rechazando el
acercamiento. Seguimos nuestro andar y cuando estoy frente a la pequeña capilla
cierro los ojos y llega un pensamiento a mi cabeza.
«Lo amo, soy parte él y él parte de mí».
—¿Lista?
—Lo estoy…
El Ave María comienza a sonar y los dos entramos, cuando miro al frente creo
que estoy soñando. Matteo vestido con chaqué y una corbata azul claro, su
cabello todo patinado y poco a poco va dibujándose una sonrisa en su rostro que
hace que se acelere mi corazón.
Cuando ya estoy acercándome los acordes cambian y reconozco la melodía,
es la canción de la Bella y la Bestia. Creo que voy a desmayarme cuando al fin
llegamos, Matteo se acerca y toma mi mano, la lleva lentamente hasta sus labios
para dejar un delicado beso.
—Hermosa, eres la mujer más hermosa del mundo…
—Matteo…
Sonríe y me lleva hasta el altar, me quedo mirándolo mientras el sacerdote
inicia la ceremonia. De repente se acerca y me susurra:
—Brillas, Chiara, brillas y me arrepiento porque no lo supe ver…
Me atrevo a besarlo y cualquiera que nos mire, pero no conozca nuestra
historia, creería que estamos completamente enamorados. Todo transcurre
tranquilamente, hacemos los votos tradicionales, puede que yo le haya jurado
amor eterno, sin embargo, sé que él no me ama y esa es mi dura verdad. Cuando
nos declaran marido y mujer afuera se escuchan detonaciones.
Me quedo mirándolo, todo sucede muy rápido. Los Lombardo se lanzan sobre
sus mujeres y para mi asombro Salvatore hace lo mismo con Rosa. Matteo se
antepone delante de mí y las puertas de la capilla se abren. Contengo la
respiración cuando Valentino entra con una sonrisa en los labios.
—¡Bravo, bravo! —grita aplaudiendo—. Aquí tengo todo lo que estaba
buscando, a la mujer que amo y a los hombres que voy a asesinar.
Matteo se tensa y niego con mi cabeza, Valentino se ha vuelto loco, mientras
tanto los numerales se forman protegiéndonos.
—Chiara —me llama Matteo cuando doy un paso al frente y me toma del
brazo.
Lo miro y luego miro al frente, Valentino sonríe imaginado que voy a correr a
su lado y solo deseo pegarle un tiro.
—¿Qué haces aquí? —pregunto.
Se ríe burlándose de mí, todos me observan como si me hubiera vuelto loca.
Sin embargo, sé lo que hago y a quién me estoy enfrentando.
—Extraño nuestros momentos en cada amanecer, así que ¡aquí estoy,
atreviéndome a buscarte para convertirme de nuevo en tu gran amor! —grita
fuera de sí—. Demuéstrales a todos que soy el único que te conoce, esperaba
paciente para volverte a ver y aquí estoy, escógeme, Chiara, entrégame tu
corazón de nuevo.
Matteo me sostiene cuando bajo un escalón en dirección a Montalbano, me
giro y le susurro:
—Confía en mí… —le ruego.
—¿Qué intentas hacer? —pregunta en un hilo de voz.
—Te amo…
Abre los ojos cuando me suelto y camino en dirección a Valentino que
comienza a carcajearse, solo puedo verlo y sentir que lo aborrezco.
Matteo me sigue y me toma por la cintura, grito molesta:
—Te voy a matar, Valentino…
Quien fue mi amante abre los ojos y todos lo que han venido a la boda están
disfrutando de un espectáculo.
—¡Disparen! —ordena Alessandro.
Matteo me arrastra hacia atrás al mismo tiempo que me resisto con deseo de
correr hacia Valentino y matarlo con mis propias manos. Me entrega a Alessio
quien trata de llevarme, gritos, las mujeres corriendo, los niños en el piso, el día
que iba ser el más feliz de mi vida se está convirtiendo en escena de horror,
afuera comienza a llover. Valentino se abre paso hasta Matteo, veo todo como si
fuera en cámara lenta. Ale le lanza un revolver a mi esposo, pero Valentino lo
apunta. Mi única reacción es darle un codazo en la boca del estómago a Alessio,
para luego pisarlo, me suelta y corro lo más rápido.
—¡¡Chiara!!
Alguien me llama, pero solo observo cómo Valentino dispara y llego justo a
tiempo. Siento que soy impulsada y un dolor lacerante me hace tocar mi
abdomen, bajo la mirada y percibo cómo una mancha roja se extiende por la tela.
—Chiara… —Matteo me toma entre sus brazos al desplomarme, toso cuando
lo observo—. Chiara, ¿qué has hecho?
—Salvarte —toso alzando mi mano y mi visión comienza a nublarse—, solo
deseaba demostrarte que te amo.
—Chiara, por favor, no me dejes…
Y sonrío por esa súplica, si él supiera que antes de que le suceda algo prefiero
morir. Matteo me carga, varios hombres lo rodean, cuando llegamos a la sacristía
escucho a lo lejos la voz de Giovanna desesperada y todo comienza a darme
vueltas.
—No puedes soltarme, no puedes dejarme… —me ruega—, no puedo
perderte, Chiara…
Sujeta mi mano y me dejo ir. Matteo hace diez años me soltó y mi error fue
buscar en otro ese amor, pero en este momento hay algo que me lleva. Siento sus
labios en los míos y escucho el susurro de su voz:
—No me dejes, Chiara, no lo hagas…
Capítulo 18
MATTEO

—No me dejes, Chiara, no lo hagas…


Le ruego llorando, se escuchan detonaciones y en mis brazos de nuevo está la
mujer que amo y lo sé, ahora comprendo que estoy enamorado de Chiara.
—Matteo, Matteo —musita casi sin fuerzas.
—Resiste, mi princesa, resiste por nosotros… —Sigo implorando.
Los disparos afuera cesan, mientras mi pasado y mi presente parecen
cruzarse. Alessandro abre la puerta junto a Maurizio, cuando me observan creo
que pueden intuir qué puede estar pasando por mi mente.
—Ayúdame —le ruego—, te juro lealtad —sollozo—, pero ayúdame a
salvarla…
—Tómala, Maurizio —le ordena Alessandro.
Pero me aferro a su cuerpo, su respiración casi se extingue y no puedo creer
que esto me esté pasando de nuevo a mí, toda la desesperación que viví con
Violleta se repite. Deseo morirme, cuando el menor de los hermanos Lombardo
se acuclilla para tomarla, niego con mi cabeza.
—La vamos a salvar, te lo prometo —me asegura—. Si nosotros volvimos de
la muerte, Chiara lo hará, necesito que la sueltes para poder ayudarla.
Me la quita de los brazos y sale, Alessandro me ofrece la mano y la tomo
cuando noto que está manchada de la sangre de mi esposa.
—Dime que está vivo —le ordeno.
—Lo está…
Exhalo todo el aire contenido en los pulmones y ahora me toca ser el verdugo
que lo asesine.
—Lo asesinaré yo —le advierto—, y lo haré ahora.
No me contesta nada, salgo y todo es una masacre. Hay heridos, sangre y en
el medio están cinco de los numerales de la organización rodeando a Valentino
Montalbano. Escucho la discusión entre Giovanna y Alessandro, sin embargo,
frente a mí está mi objetivo. Cuando imaginé casarme aquí con Chiara, lo hice
porque en este lugar se han casado todos mis antepasados por amor, imaginaba
que así nuestra vida podría ser lo que ella deseaba, un cuento de hadas ocultando
los horrores de mi verdadera naturaleza.
—¡La asesiné, todo esto es tu culpa, solo quería matarte a ti! —brama fuera
de sí Valentino al verme.
No le contesto, dos de los numerales de la familia Lombardo se abren para
darme una visión perfecta de mi objetivo arrodillado frente a Dios, por Santa
Rosalía que voy a hacerlo arder. Me quito el chaqué y me enrollo las mangas.
—Ahora te asesinaré yo a ti —contesto finalmente, mi voz es un susurro
mortal—. Levántelo.
Obedecen mi orden y le doy un puñetazo el estómago, comienza a reírse y eso
solo me alienta. Lo golpeo mientras mis hombres lo sostienen, descargo en su
cuerpo toda mi ira, miedo y dolor. Chiara es la mujer correcta y perfecta para mí,
no me teme, sabe ponerme en mi lugar y si la pierdo ahora que me di cuenta de
que siento algo más por ella, no sé si lo soportaría. Valentino grita, pero no me
pide que me detenga.
—¡Por Dios! —vocifera Giovanna—. Lo va a matar en una iglesia.
Solo en ese momento me detengo, me giro y puedo ver cómo es arrastrada
por Alessio. Marena ni mira hacia donde estoy.
—Temes asesinarme en una iglesia —se burla Valentino—, si aquí todos
somos unos malditos sin alma.
—¡Cállate! —le ordena Alessandro acercándose—. Valentino Montalbano
has traicionado a la organización y sabes que el único castigo es la muerte.
Se ríe.
—Mátame, ¡hazlo! Ya no tengo deseos de vivir si maté a Chiara. —Tose y
comienza a emanar sangre de su boca.
—Llévenlo a la cueva —indico—. Y quiero a Andrea encadenado a su lado.
Los hombres hacen lo que les ordeno, Valentino grita incoherencias mientras
lo sacan. Observo todo a mi alrededor, miro mis manos manchadas de sangre.
Alessandro se acerca a mí.
—Matteo —me llama.
—No puedo perderla, no a ella…
Creo que estoy a punto de colapsar, nunca he sido un creyente, después de
cometer tantos crímenes sé que mi alma no tendrá salvación. Me giro y camino
hacia al altar, miro la cruz que está ahí, frente a mí, él se burla de una manera
muy cruel, sé que todo el mundo desaprueba lo que hago, pero nací para ser un
maldito, un hombre de honor y que cree en sus principios.
Caigo de rodillas y me rindo ante Dios, «No puedes llevártela, no puedes
quitármela a ella también, no merezco tu maldita gracia, pero hazlo por Chiara,
porque no tiene la culpa de haber nacido en este mundo».
No lloré por Violletta, no lo hice ni por mi madre, sin embargo, percibo el
calor de las lágrimas en mi rostro. Paso mis manos llenas de su sangre y la del
maldito que le ha hecho daño, me las seco con ira, me levanto y vuelvo sobre
mis pasos.
—Antes de saber sobre Chiara, los negocios son primero —puntualizo hacia
Alessandro.
Niega cabeceando y coloca una mano en mi hombro.
—Te aseguro que cuando vuelvas, Valentino estará esperando y serás tú quien
le arrebate la vida, pero ve con Chiara, esto es una orden.
Respiro hondo y para mi sorpresa me da un abrazo, no sé cómo reaccionar,
pero en el fondo estoy seguro de que puedo contar con el hombre al que le he
jurado lealtad hasta el día que muera.
*****
Chiara está conectada a miles de cables, un monitor suena indicando sus
signos vitales, su piel olivácea está pálida. Su condición es crítica, ya que tuvo
un infarto en la mesa de operaciones y creen que puede tener daño cerebral. Por
unos minutos mientras el doctor me explicaba lo que podía suceder si despierta,
pensé en lo idiota que fui.
—Nunca pensé que te meterías en mi cabeza, siempre te vi como a una niña
consentida que tuvo un ataque de malcriadez luego de que la rechazara, tuve una
imagen tuya incorrecta, muy a pesar de que a lo largo de los años mi padre
siempre hablaba sobre ti. —Tomo una respiración profunda, y temeroso e
lastimarla tomo su mano—. No niego que sí noté tu conversión de niña a una
hermosa mujer, pero fue en este último año que vi a la verdadera Chiara, a la
mujer que es capaz de dejarme sin palabras, la que me vuelve loco, la única que
es capaz de enfrentarme.
Cierro los ojos, no puedo aceptar que también se vaya, la necesito y sé que
siento algo por ella, pero no tengo idea. No puedo hablar de amor, no conozco
ese sentimiento, ya que analizando mi relación con Violleta, solo fue sexo y nada
más.
—Te ruego luches, si de verdad me amas, lucha por ti y por nosotros, porque
no puedo perderte, no a ti, no de la misma manera, ayúdame a encontrar la
redención en tus brazos, Chiara, ayúdame a conocer el amor. —Aprieto su mano
—. Vuelve, prometo que será diferente, que voy a creer en ti, que dejaré a un
lado toda esa lucha interna que tengo, por favor, despierta, despierta…
Me echo sobre su mano, lloro en silencio y dejo salir el miedo que siento.
Nunca me imaginé que Chiara San Filippo iba a convertirse en algo más para mí
y que mi vida entera iba a cambiar después de estar al borde de la muerte, que
iba a ver lo que supe en su momento.
Mi padre tenía razón, me arrepentiría toda la vida de la decisión que tomé,
porque Chiara era la mujer correcta para mí.
*****
Me enseñaron que los negocios eran primero, que el deber debía imponerse
ante cualquier situación. La lealtad es la virtud que más se valora cuando
estamos en un ambiente como este. Eso aprendí para convertirme en un hombre
de honor, no tengo escrúpulos a la hora de matar, trato de no mostrar esa parte de
mí, esa bestia interna que duerme en las profundidades de mi ser y que cuando
despierta destruye todo a su paso.
La he encerrado en una prisión por muchos años, mi padre nunca me dejó
vengar a Violleta, ahora me doy cuenta de que no había por qué hacerlo, murió
como lo que era, merecía ese final por ser una maldita traidora, aun así, ese
monstruo que habita en mí quiso saciar su sed de sangre, cuando torturé a Luca
estuve a punto de asesinarlo con mis propias manos, me gusta golpear hasta que
mi enemigo no pueda hacer nada más, para luego tomar un cuchillo y abrirlos,
apuñalar su corazón y sacar cada órgano, me gusta cerciorarme de que mis
víctimas estén realmente muertas. La electricidad es un plus que suelo dar a mis
invitados, un toque de adrenalina que los sacude y espanta, un momento de
suspenso como antesala a los horrores que saben puedo propiciarles. Cuando
torturo, el hombre de traje queda de lado. Cuando torturo, el decálogo se graba
en mi mente alimentando cada acción. Cuando torturo emerge lo peor de mi
persona. No me vanaglorio de hacerlo, porque cuando torturo… dejo parte de mi
alma en cada acto atroz.
Valentino cuelga del techo, su ropa está rasgada, su espalda destrozada por los
azotes que le dio Maurizio Lombardo, viaja entre la inconsciencia y la
consciencia por las heridas. A su lado, están empaladas las cabezas de los
traidores y sentado frente a mí, con las manos esposadas tras su espalda, está la
única persona que pensé que nunca me traicionaría, mi primo Andrea Spadaro,
sangre de mi sangre, la misma que pienso derramar esta noche.
—¡Habla! —le ordeno.
Se ríe.
—¿Qué quieres saber? —pregunta demostrando una falsa valentía—. ¿Que te
traicioné? ¿Que te entregué a Wolfang? ¿Que ayudé a Valentino? —Se ríe—.
Creo que eso ya lo sabes y sería ridículo que respondiera a tus exigencias.
Suelto una carcajada, tiene toda la razón y él se contagia. Sin embargo, le doy
el primer golpe en el rostro, no se lo espera. Me quedo mirando la manopla, mis
nudillos están destrozados de la primera paliza que le propiné a Valentino.
—Sabías que si no te mataba yo, lo haría cualquiera de ellos —contesto—,
me traicionaste, yo que confié en ti, que confiaba en tus malditos consejos. —
Cierro los ojos—. Yo que soy tu maldita familia.
Comienza a reírse histéricamente, lo vuelvo a golpear y esta vez escupe mi
rostro, solo que es sangre, pues le he roto la boca.
—Los rusos pagan mejor que tú…
La bestia que hay dentro de mí rompe sus cadenas, le doy una patada en el
pecho que lo tumba haciendo que caiga de espaldas, escucho el golpe seco, pero
no puedo ver más allá de la ira, todo se convierte en sangre, ni todo el dinero del
mundo me haría traicionar a mi familia. Camino hasta él y lo levanto cogiéndolo
por los brazos de manera brusca, el giro antinatural de estos hace que se
disloquen sus hombros, escucho el sonido que hacen al romperse y es como
música para mis oídos. Lo arrastro por el suelo lleno de piedras, sangre y todas
las inmundicias. Grita de dolor cuando me detengo, lo suelto y le piso las manos.
Me arrodillo y alzo su cabeza.
—¡Mírame! —le ordeno—, soy tu maldita sangre, tu familia…
Se ríe.
—Siempre me viste como a un sirviente, mientras a los Lombardo los ves
como tu familia.
Golpeo su frente contra el suelo y grito:
—¡Se llama lealtad!
He perdido completamente la razón, mi cuerpo se siente lleno de energía, hay
un huracán en mi interior dispuesto a acabar con todo. Lo sigo arrastrando hasta
llegar a la mesa donde Maurizio coloca todas sus herramientas de tortura. Tomo
un látigo que tiene puntas de metal.
—Esto es por traicionarme. —Primer latigazo y un alarido de dolor—. Esto
es por Chiara. —Lo azoto dos veces—. Esto es por traicionar a la organización.
Lo hago tantas veces que mis brazos duelen y no puedo respirar, lo hago hasta
que dejo de escucharlo, alguien me detiene y cuando me doy vuelta es
Alessandro.
—Creo que está muerto —interviene.
Suelto el látigo y me acuclillo a su lado, toco su cuello y no percibo sus
signos vitales. Le doy vuelta y saco la daga que ha pertenecido a mi familia por
generaciones, la clavo varias veces en su corazón. Me levanto de nuevo y me
dirijo a Alessandro:
—Quiero matar a Valentino. —El aludido despertó en algún momento de mi
intercambio con Andrea, solo lo escuché vomitar, al parecer mi espectáculo no
fue de su agrado. Espero que esto solo atormente lo que resta de su existencia,
que imaginar cuál será su final no lo deje respirar.
—Lo harás, solo lo necesito vivo por más tiempo.
—Entonces, déjame golpearlo —le pido.
Niega.
—Sé lo que sientes, comprendo que lo necesitas, pero si te permito golpearlo
en este momento, vas a asesinarlo y no podré hacer nada más.
—Mi mujer…
—Lo sé, Matteo, y lo harás, porque tiene una deuda de sangre contigo y no
vamos a tomar ese derecho, Valentino va a morir de tu mano.
Me quita la daga y la coloca en la mesa, necesito sangre, asesiné a todos los
numerales que me traicionaron anoche. Corté sus cabezas y las dejé en la entrada
de mi casa para que se dieran cuenta de que conmigo nadie debe meterse.
—Ve a casa, te cambias de ropa y después vas con tu mujer.
—Alessandro…
—Es una orden, Matteo, piensa con la cabeza, ahora lo que importa es que
Chiara despierte y que esté bien. —Coloca una de sus manos en mis hombros—.
Ella te necesita.
—¡Espero que muera! —grita Valentino envalentonado, parece que ha
recobrado su actitud—. Así los dos seremos felices en el infierno.
Trato de abalanzarme sobre él, pero Alessandro me detiene y Maurizio llega a
sujetarme.
—No caigas, solo desea que termines con su vida antes de tiempo —me
susurra el menor de los Lombardo—. Eres más inteligente que eso, eres el
maldito Matteo Spadaro, no caigas en su juego.
Valentino se ríe, me suelto del agarre de mis amigos y camino lentamente
hasta acercarme a Montalbano, le doy un puñetazo en el estómago. Gime de
dolor, sabe que tiene las de perder, que está muerto, acaba de comprobar con sus
propios ojos lo que soy capaz de hacer. Me acerco a su oído y le comento:
—Después de que saque tus órganos, picaré tu corazón y me lo comeré, para
demostrar que hagan lo que hagan, nunca podrán destruirme.
—Nunca podrás borrar que la hice mía primero —se burla.
Lo golpeo de nuevo.
—Nunca fue tuya, porque pudo abrirte las piernas, pero siempre me amó a
mí.
Y con esa afirmación obedezco, salgo del recinto con deseo de matarlo,
Alessandro me acompaña subiendo al automóvil conmigo.
—Matteo, cuentas conmigo…
—Lo sé, pero hay momentos en que no soy yo y solo pienso con la bestia que
habita en mí.
Capítulo 19
MATTEO

Paso día y noche con Chiara, nos han informado que no hay nada que hacer, que
no hay actividad cerebral, que ella se ha ido, sin embargo, me aferro a la idea de
que su amor por mí es más poderoso que la maldita ciencia, que va a volver a
mí, que podremos vivir lo que ella siempre soñó, un maldito cuento de hadas y
que seremos felices hasta la eternidad.
Esto debe ser amor, porque no le encuentro explicación a lo que siento desde
hace meses, solo pienso en Chiara, vivo por saber de ella, por complacerla,
aunque sea seco y hasta agresivo, solo es Chiara la única capaz de hacerme
sentir vivo.
Me acuesto a su lado y la abrazo con cuidado de no hacerle daño, respiro
hondo llenándome con su aroma dulce, sé que no soy hombre de palabras, pero
en este momento me aferro a la idea de que puede escucharme:
—Dime que no te voy a perder, no puedes marcharte y dejarme aquí, necesito
que vivas por nosotros, ahora que te tengo no puedo… —sollozo—. Chiara, te
amo, te amo y ahora lo veo, que todo ese rechazo que alguna vez sentí era el
miedo de enamorarme de ti, pero desde que te vi aquella vez con Giovanna, algo
cambió en mí, era como si tú estuvieras ahí para demostrarme que solo tenía
miedo de encontrar el verdadero amor. —Tomo su mano y la llevo a mi pecho—.
Mi corazón late por ti, solo por ti y me niego, me niego a perderte ahora que
tengo, eres mía, pero soy tuyo en cuerpo y alma…
Lloro en silencio, no puedo permitir que la historia de mi amor sea llena de
tragedia, si la pierdo creo que volveré al frío invierno en el que estuve antes de
darme cuenta de que ella estaba para mí.
Chiara es la mujer perfecta para estar a mi lado.
—No quiero vivir estar pensando constantemente imaginándote,
escuchándote o sintiéndote, porque aunque no lo digo, te amo, Chiara… —La
abrazo—. Vuelve, amor mío, te lo ruego, vivamos juntos lo que soñaste, lo que
necesito —lloro—, te ruego y nunca le he rogado nadie, ni a Dios. —Acaricio su
rostro y muero por besar sus labios de nuevo—. No quería amarte y sé que
tuviste que odiarme, porque lo eché a perder, pero me tienes… Regresa a mí…
Y lloro pidiéndole perdón a Chiara por todos los errores del pasado, porque es
mi culpa por no escuchar a mi padre, por obsesionarme con Violleta, por pensar
que no iba a encontrar a una mujer que fuera lo suficientemente buena para mí,
sin imaginar que la tenía en frente, que siempre estuvo ahí, esperando paciente a
que la mirara, que me diera cuenta de su valor y que era todo lo que necesitaba.
Recuerdo aquel baile, aquel momento que supe verla, sus nervios, los míos y
por supuesto, los momentos en que ella me acompañó cuando convalecía, sus
visitas, sus cestas llenas de comida, su sonrisa cuando me miraba.
He sido el hijo de puta más grande con la única mujer que me ha amado
realmente. Tomo su mano y rezo, le ruego a Dios que me la regrese, si los
milagros existen, que este sea el que me dará.
«No me la quites, Dios, porque si le hubiera dicho que la amo tal vez nuestra
historia sería una llena de recuerdos, acepto que me asustaba no decirlo bien,
por favor, te lo ruego, Dios, necesito a Chiara, por favor… No dejes que
muera».
—Perdóname, amor mío. —La abrazo fuerte—. Vive por nosotros, te lo
ruego, vuelve y prometo que todo será diferente, no quiero dormir en una cama
llena de un millón de clavos sin ti.
*****
Ha llegado el momento de la ejecución de Valentino y como lo prometió
Alessandro seré su verdugo. Estamos reunidas las cuatro familias sobrevivientes,
Massimo Vella es el más joven de nosotros y está herido, pero se encuentra aquí
demostrando su fidelidad a la Cosa Nostra. Marco, el cuñado de Chiara está
presente, pálido al ver que el maldito traidor prácticamente está muerto.
—Es una lástima tener que repetir este maldito discurso. —Inicia Alessandro
su disertación—. Tengo dos años siendo il capo di tutti capi de la organización,
recibiendo ataques constantes desde entonces y todos, absolutamente todos los
he ganado. —Señala a Valentino—. Si aún hay alguien que cree que puede
destruirme, solo mire lo que hacemos con los traidores. Valentino Montalbano,
por tu traición tu castigo ha sido la muerte, toda tu familia ha muerto, ¿te
arrepientes de tus pecados?
—Son unos malditos, nos veremos en el infierno —murmura riéndose.
Alessandro se acerca a mí y me da dos palmadas, pienso en Chiara y todo el
dolor que siento por culpa de este maldito.
—¿Puedes hacerlo? —averigua.
—Es lo único en lo que pienso.
Mi amigo y jefe asiente en mi dirección, me deshago de la chaqueta de mi
traje y camino rumbo a la mesa de instrumentos. Doblo las mangas de mi camisa
mientras observo todo lo que tengo en frente, tomo un hacha de leñador. Hago
todo con calma, metódico, controlado, respirando, lo que no saben es que esto es
la antesala al infierno que pienso desatar. Regreso sobre mis pasos y me detengo
frente a Valentino.
—Te dije que iba a ser yo, que te iba a hacer pagar todo.
—Hazlo, igual nunca vas a ser feliz con ella —escupe.
Tiro el hacha y comienzo a golpearlo, grita de dolor. Cada golpe es mi agonía
hablando y ahora sé qué tan ciego puede volverte este sentimiento. Vuelvo a
tomar el hacha y corto la soga que lo sostiene. Cae de rodillas ante mí, no puede
sostenerse y se desploma de lado gimiendo. Lo tomo por el cabello y lo obligo a
mirarme.
—Mírame —le ordeno y abre los ojos—. Es momento de que conozcas a tu
verdugo.
Se ríe.
—Hazlo, ¿o tienes miedo de que nunca te perdone?
Lo arrojo al suelo de nuevo, sé que algún día mi fin será igual. Paso el hacha
de una mano a otra y Valentino se arrastra cuando nota que no estoy jugando,
que voy a asesinarlo. Maurizio se acerca y lo patea, todos los miembros de las
cuatro familias lo hacen. Marco se acerca con duda hasta que finalmente lo hace.
El menor de los Lombardo lo arrastra ante mí, Valentino me observa con
rabia y de un solo movimiento lo decapito. Su cabeza queda en las manos de
Maurizio mientras su cuerpo se desploma cayendo contra el piso, pero no es
suficiente, un alma llena de dolor no tiene límites, para asombro de todos lo
pateo y sin mirar a los lados hago del hacha mi amante y con frenesí la impacto
sobre su tronco hasta picar su cuerpo en pedazos, nadie me detiene y hago lo
impensable, hurgo entre su vísceras sacando su corazón.
Lo muestro ante todos como si fuera un trofeo y luego lo llevo a mi rostro,
recordando las palabras dichas a Valentino, honrando la promesa de una muerte
digna de un verdugo de la mafia le doy una mordida al órgano. Todos me
observan como si me hubiese vuelto loco, pero cada hombre que está en este
lugar tiene un grado de psicopatía. Marco Puzo se desmaya cuando expulso el
pedazo y me acerco a Alessandro.
Si un miembro de una familia mafiosa no está capacitado para vengar su
propio honor ofendido, deja de ser considerado un hombre de honor. Aquel que
no está preparado para responder con acciones violentas a las ofensas, será
siempre objeto de tales vejaciones. Respeto y violencia van de la mano, al igual
que van unidos respeto y protección. Quien no es capaz de responder con
violencia será siempre ultrajado y quien recurra a la justicia será considerado un
espía, un infame. El asesinato es el instrumento de honor por excelencia, que
consiente a su autor ganar el control sobre la gente.
—He cumplido.
—El honor es tuyo, Matteo Spadaro. —Coloca su mano en mi hombro—. Has
demostrado que por tu familia eres capaz de todo.
—Soy leal a ti y la organización —afirmo.
Alessandro sin ningún miramiento me abraza, haciéndome saber que puedo
contar con él, que estaremos juntos. Esta es la nueva Cosa Nostra, la que
mantiene el valor y los decálogos de un mafioso.
Los cimientos de la mafia tradicional se encuentran en el amor por la propia
familia y en su defensa y protección, el mayor ejemplo que tengo es el amor
entre los hermanos Lombardo, el amor a sus mujeres y cómo son capaces de
todo por proteger a sus seres queridos. Mi padre me enseñó que el mafioso se
considera a sí mismo como el verdadero y único hombre y su comportamiento es
por definición un comportamiento honorífico. Es el único capaz de defender los
valores de su familia o de una familia amiga. Este debe hacerse respetar sin
necesidad de recurrir a la ley, aunque tenga que quebrantarla. Este código de
honor no solo está presente en el modo de actuar un mafioso, sino que es
conocido por la cultura siciliana tradicional. Cada jefe de familia deberá vivir
bajo tres preceptos:

1.- Vivir de acuerdo con las propias condiciones sociales.


2.- Garantizar la tutela del patrimonio familiar.
3.- Velar por la integridad sexual de las mujeres de la familia.

Estos tres elementos están estrechamente vinculados a los sicilianos. El


prestigio del mafioso se basa en sus acciones, en su honor intachable y en el
respeto. Esta fama se adquiere y se fundamenta en los rumores que el pueblo va
levantando.
—¡¡Aquí tenemos a un verdadero hombre de honor!!
Grita Alessandro y puedo sentir el orgullo en su voz, pero en este momento
solo pienso en Chiara, recojo mi ropa y salgo dejándolos. No puedo seguir aquí
mientras en un hospital está la mujer que amo. He cumplido con mi venganza,
sin embargo, eso no me da consuelo, pues me atormenta saber que en cualquier
momento puedo perderla, que todo lo que quiero es que vuelva a mí, que regrese
a mi lado.
Subo a mi automóvil y manejo sin rumbo, corro tratando de borrar la
ansiedad que me provoca saber que la puedo perder. Y los años que he vivido me
han enseñado que el hubiera no existe, ojalá pudiera borrar el pasado para volver
a hacer las cosas de otra manera. Me detengo en uno de los miradores, mis
hombres estacionan detrás respetando mi espacio.
—¡Maldita sea! —grito al vacío.
La brisa del Mediterráneo acaricia mi rostro mientras el dolor amenaza con
volverme loco. Ha pasado una maldita semana desde que ella duerme como la
Bella Durmiente, como mi malditamente hermosa Blanca Nieves, pero no soy un
príncipe encantado que pueda despertarla con un beso, y al parecer ella se ha ido.
Chiara, Chiara, Chiara, maldita seas mil veces si mueres, porque necesito que
estés aquí, que me ames, que estés a mi lado. Desearía borrar todo lo que hice
entre las sábanas, hacerle sentir cuánto la quiero, que la necesito como el aire
para poder vivir.
Subo de nuevo al automóvil, manejo por todo por Palermo hasta estacionar en
la clínica. Aquí todos saben quiénes somos, nadie se atreve a cuestionarme
cuando me ven entrar lleno de sangre. Voy directo a la habitación de mi esposa,
afuera está la bruja de su madre rezando, sonrío cuando me paro frente a ella.
—¿Rezando para que muera? —pregunto arrancándole el Rosario.
—¡Matteo! —jadea—, ella es mi hija.
El tono de voz que emplea es de ofensa y no sé si reírme en su cara o tal vez
golpearla.
—Vete, maldita bruja, ni tu hija ni yo te queremos cerca.
Marcella se levanta, me da una mirada furibunda y se va dejándome con mi
dolor, abro la puerta y me arrastro hasta la silla que está a su lado. Me siento al
mismo tiempo que tomo su mano.
—Te amo, si te mueres, seré tu Romeo que se suicidará para irse contigo. —
Beso su mano—. Está muerto, te he cumplido, amor mío.
Por un momento me transporto a la primera noche que la tuve entre mis
brazos, ¿por dónde empiezo para flagelarme con su recuerdo? Tal vez por sus
caricias, o quizás por sus labios que me besaban con pasión, puede ser por su
piel, maldita sea, la extraño tanto. Lloro en silencio, porque todo este tiempo me
parece eterno, quisiera que ella estuviera bien y cuidarla.
—Este dolor por el que me hace pasar, me hace extrañarte como un loco —
confieso—. Nunca pensé que te amaría tanto, Chiara, por favor…
Cierro los ojos imaginándola, rogándole a Dios que vuelva, pensando que ella
es todo lo que necesito para ser feliz y percibo que aprieta sus dedos. Vuelvo a
abrirlos y solo puedo ver sus ojos castaños mirándome aterrorizada.
—Chiara…
Lágrimas corren por su rostro, me levanto para buscar ayuda y cuando trato
de volver entrar a la habitación no me lo permiten.
Ella ha vuelto, ha vuelto a mí.
Capítulo 20
WOLFANG

Todos dicen que vivo atrapado en el pasado, con la amargura del cuento de
hadas que terminó con la muerte de Violleta. Mi padre se revolcaría en su tumba
por saber que pierdo la vida por una puta italiana, pero es lo que he estado
haciendo a la largo de estos años.
Los hombres me hablan de la muerte de la familia Montalbano, mis
protectores en estas tierras me creen perdido, pero a diferencia de ellos, creo que
la venganza es un plato que se cuece lento, mientras ellos ponen a arder Sicilia y
hacen correr ríos de sangre, yo me quedo observando sus puntos débiles.
Lo más importante para los Lombardo es su familia, sus mujeres y sus hijos,
pero qué sucedería si me hago con Alessandro, sería como un efecto dominó,
todas las fichas caerían llevándome a mi objetivo principal que es destruirlos.
Matteo era el principio para un fin, sabía que, al asesinarlo, les daría un gran
golpe a las cinco familias, él fue educado para ser el mafioso ideal, su padre
tenía la idea de que eran hombres de honor, que ellos eran mejores que muchas
familias, eran leales como nadie, por eso fue fácil fingir, cuando en realidad
siempre ayudé a Valerio.
Entramos hasta las raíces de la organización, he ejecutado los planes más
atroces. La violación de Valentina Lombardo, pensamos que aquello sería el
final de los malditos que han destruido la vida de tantas personas. Violleta fue un
milagro entre mis planes, pensaba que, destruyendo a los Spadaro, podría llegar
más rápido a ellos, pero perdí tanto que me destruyeron.
El italiano habla con rapidez mientras tomo el primer café de la mañana,
necesito saber un punto débil hasta que me dice:
—Hay una nueva mujer con los Lombardo, no es de aquí, nuestros
informantes nos dicen que la ha traído el foggiani.
—¿Tienen fotos? —pregunto.
—Sí.
Me entrega un sobre y logro ver a Giovanna y a Marena junto a una mujer
morena, frunzo el ceño ya que me parece conocida. Tomo la siguiente fotografía
y maldigo carcajeándome.
—Maldito Valerio, tu red de mierda sigue tejiéndome alrededor de los
Lombardo.
El italiano no sabe lo que digo, porque lo hago en ruso. Rosita Tapia, la hija
del maldito Juan Andrés Tapia, gobernador del estado de Jalisco y nada más y
nada menos que la hermana del amante de Valerio. Ella es del interés de los
mexicanos y los rusos, es el único testigo que haría refundir en la cárcel al capo
mexicano y a Víktor.
Acaricio mi barbilla, observo a un guardaespaldas que la sigue de cerca e
intuyo que es el encargado de cuidarlas. Las tres salen de una clínica privada en
Palermo, señalo a la foto y le ordeno:
—Deseo un informe detallado de las mujeres, ¿qué hacen? ¿A dónde van?
Estudien cada movimiento y lo deseo lo antes posibles.
—Sí, señor —obedece y se levanta de la mesa, pero antes de retirarse me
advierte—: Creo que es momento de moverse.
También creo lo mismo, pensándolo mejor necesito algo más que me lleve a
mi verdadero objetivo.
—Iré a Palermo, ahí tengo un pequeño piso. —Tomo un sorbo de mi espresso
—. Te informaré cuando llegue.
—Estaremos en contacto —me indica.
—También necesito un informe detallado de Alessandro Lombardo, mueve lo
que tengas que mover, policías, numerales que se vendan por dinero, quiero
saber cuándo y dónde puedo hacerme con él.
Sale sin decirme nada más. Estos días de retiro frente al mar Mediterráneo me
han regalado el suficiente tiempo para darme cuenta de que estaba haciendo las
cosas mal. Si me hago con Alessandro, llegaré a Matteo y mataré a dos pájaros
de un solo tiro. Los malditos que mataron a mi papá en una espantosa explosión
en Roma y al hombre que me robó a la mujer que amaba.
*****
El piso está limpio, al menos las personas encargadas de la higiene y orden
del lugar hacían su trabajo. Desde aquí puedo lograr más objetivos, encadenada a
una silla está una puta abierta para mí, ha sido un regalo. Una linda virgen que
voy a follar hasta saciarme, tiene unas tetas y unos labios de vicio, mirarla me
pone la polla dura, me acerco y ella se estremece al mirarme.
—Voy a follarte la boca y luego a romperte ese coñito —me burlo mientras
lamo sus lágrimas—. Si eres una buena puta, te voy a regalar ropa y joyas.
Niega con su cabeza.
—Prefiero que me dejes volver al convento.
Suelto una carcajada.
—¿Convento? ¿Acaso Dios existe? —La señalo—. Mírate, ahora vas a
conocer el mismo infierno.
—Esto es una prueba —me contesta.
Me burlo, qué estúpidas pueden llegar a ser las personas creyendo que existe
un ser inmortal e invisible que puede cuidarlas y protegerlas. Me alejo de ella
para salir de la habitación, primero los negocios y luego la diversión. Cojo el
teléfono satelital y le marco a Víktor, puede que no desee ayudarme, pero ahora
que los Lombardo tienen a su puta favorita, estoy seguro de que cambiará de
opinión.
—No estoy para juegos —me contesta el móvil.
—Tengo noticias que cambiarán tus planes de no joder a Lombardo.
Se ríe.
—¿Qué tiene Alessandro que yo no posea? —pregunta divertido—. ¿Putas?
Porque de esas tengo por montón, ahorita estoy enterrado en el culo de una
negra. —Se ríe—. Habla.
—Rosa Tapia.
Y exhala todo el aire contenido de sus pulmones, cuando se la entregó a
Valerio lo hizo de mala gana, no sin antes marcarla, le dejó un recordatorio de
que esa libertad era momentánea.
—Estaba en Londres…
—Está en Palermo en casa del mismísimo Alessandro Lombardo.
Escucho ruido de fondo y un sollozo, este es el único maldito que respondería
el teléfono mientras folla.
—Necesito pruebas, porque es la única manera en que te ayudaría.
—Lo sé, pero las cosas han cambiado, si te consigo a Rosita, tú me das a
Alessandro y, por supuesto, a Matteo.
—Hecho.
Y con el intercambio perfecto, cuelgo la llamada. Sin perder tiempo vuelvo a
la habitación, la chica al verme abre los ojos, comienzo a desvestirme frente a su
cuerpo, me pajeo delante de ella y como un niño desesperado por un gelato, le
follo la boca hasta que vomita y me burlo de su desesperación.
Capítulo 21
CHIARA

Todo me da vueltas, desde que desperté creo que estoy viviendo una pesadilla.
No recuerdo nada, solo que me puse al frente de Matteo y que mi vestido se
llenó de sangre. Soñé escucharlo que me amaba, pero como la canción de
Rihanna, Love me on the brain, pago un precio muy alto por su amor.
Él se mantiene a mi lado, sin saber qué decirme, cuando es incapaz de darme
lo único que he deseado toda mi vida y ahora entiendo que estoy condenada a un
matrimonio sin amor, puede que haya deseo y respeto, pero Matteo no me ama y
es algo que acabo de comprender después de volver.
—Quiero ir a casa —le ruego—, si voy a recuperarme, no importa dónde lo
haga y deseo que sea ahí.
Se levanta del sofá cama y cuando se acerca a mí creo que voy a quedarme
sin respiración. Me da un beso en la coronilla y deseo llorar.
—Lo que desees.
Y en cuestión de minutos me ayuda a vestirme, me saca del maldito hospital
en sus brazos, pego la cabeza en su pecho escuchando los latidos de su corazón.
Me han hecho miles de exámenes, los médicos aseguran que me han dado una
oportunidad de vivir y que soy un milagro, qué suerte la mía, Dios me ha
enviado de nuevo al lado de un hombre que no me ama.
—A casa —le ordena al conductor.
Las chicas me han visitado junto a Rosita que resultó ser dulce, también una
persona muy abierta, aunque intente esconder ese hermoso rostro. Ella lleva
cicatrices que nunca se borrarán y algo me dice que las tres comparten más de lo
que desean decirme. Dormito entre los brazos de Matteo. Todo parece perfecto
entre nosotros cuando en realidad ninguno de los dos es feliz. Suspiro y me
despierto intuyendo que pronto llegaremos a su finca.
—Deseo dormir sola —manifiesto con miedo.
Toma mi barbilla entre sus manos y me obliga a mirarlo, quiero llorar y sé
que tengo que cumplir mi papel como esposa, tengo que traer herederos que
perpetúen la tradición en la cual los dos salimos.
—No me desafíes de nuevo, Chiara —pide con voz dulce—, no quiero ser la
bestia, deseo ser el hombre contigo. —Roza su nariz con la mía y sostengo la
respiración, nunca ha sido así conmigo—. Comencemos de nuevo.
—¿Qué quieres decir? —pregunto.
—Eres preciosa. —Sus labios rozan los míos provocando que cierre los ojos
—. Lleguemos a casa y hablemos, prometo que voy a intentar hacer las cosas
bien.
Me da un beso casto que hace vibrar cada célula de mi ser, cuando finalmente
llegamos toda la servidumbre nos espera a los pies de la escalera que nos llevará
a la residencia, yo permanezco en sus brazos, sonríe y me dice con voz ronca:
—Bienvenida a casa, señora a Spadaro. —Me da un beso que me corta el
aliento y el personal nos aplaude, creo que estoy viviendo en un mundo paralelo,
que esto es mentira y no puedo creerlo. Cuando rompe la conexión sube y
atraviesa el portal de nuestro hogar, una vez hecho esto susurra en mi oído—:
Este es el comienzo de todo.
*****
Después de colocar la cabeza en la almohada, me quedé dormida enseguida.
La cama está caliente y mullida, no como la del hospital. Soñé con niños
corriendo por el jardín trasero, que estaba lleno de rosas blancas y ellos me
llamaban mamá. Todos vestíamos de blanco, parecía algo idílico, pero cuando
Matteo apareció mi vientre se cubría de sangre haciéndome saber que estaba
muriendo.
Abro los ojos sintiéndome completamente asustada, me cuesta darme cuenta
de que estoy a salvo, que estoy con vida. Abro mi blusa para observar la cicatriz
que surca mi abdomen. Cierro los ojos para respirar profundo por unos
segundos, este tiempo como adulta me ha enseñado que nunca estaré a salvo,
que podrá sucederme cualquier cosa. Percibo cómo la cama se hunde y toma mi
mano.
—Estás despierta —afirma emocionado y sus labios rozan sutilmente el dorso
de mi mano hasta dejar un beso, abro lo ojos y me encuentro con los suyos que
brillan de una manera especial—. ¿Te sientes bien? —pregunta con voz
preocupada.
Al despertar en el hospital, lo vi llorando mientras sostenía mi mano. Su
rostro estaba lleno de sangre y sus manos también, Matteo de alguna manera
parecía un ángel vengador. Pasaron horas hasta que pude verlo nuevamente y lo
primero que hizo fue susurrarme un gracias mientras besaba mi frente. Todo
estaba confuso para mí, estuve inconsciente una semana, me daban por muerta.
—¿Y Valentino? —averiguo con miedo.
—Muerto —contesta seguro—, como toda la familia Montalbano.
—Gracias —musito.
Matteo se acerca y para mi sorpresa me abraza, instintivamente busco refugio
en su pecho. Su corazón late apresurado como si tuviera miedo de esto, yo
también tengo miedo, porque estar cerca está haciéndome daño.
—Chiara, no sé si escuchabas cuando estabas inconsciente, pero tengo que
confesarte algo. —Retengo la respiración con miedo de que suelte mi mano para
dejarme ir, porque se dio cuenta de que lo nuestro no puede ser—. Sin embargo,
voy a repetirte lo que te dije, porque estar a punto de perderte me mostró que mi
desconfianza solo me estaba volviendo ciego.
—Matteo…
—Shhh… —Coloca sus dedos en mis labios para callarme—. Mírame —me
pide con voz tierna, tengo miedo de hacerlo, pero como la mujer valiente que
siempre he sido, lo hago—. Violleta y las personas en las que creí me
traicionaron, confiar para mí es algo imposible.
—No soy ella —lo interrumpo tratando de alejarme, pero se aferra a mí.
—Quiero conocerte mejor, volver a lo que nos negué, porque traerte aquí
como lo hice no fue lo correcto. —Niega cerrando los ojos—. No lo vi, estaba
ciego porque pienso que todos van a traicionarme, sin embargo, te interpusiste
entre una bala y yo demostrándome que ese amor es real.
—Yo…
Me besa callándome y creo estoy viviendo un sueño, no puedo creerlo.
Matteo me tiene entre sus brazos, está intentando mostrarme a su verdadero yo,
cuando rompe la conexión de nuestros labios pega su frente a la mía.
—Eres tú, Chiara, ahora lo veo, que eres la mujer de mi vida. —Suelto un
sollozo—. No llores, te dije que el monstruo que soy no supo verte, pero la
verdad es que solo tenía miedo a que me traicionaran de nuevo. —Toma mi
mano en donde están mis anillos, anoche después de que dejaron de hacerme
exámenes se sacó una cadena en donde los llevaba colgando. Los besa y sonríe
—. El amor duele a veces, el destino es cruel y me equivoqué contigo, pero
nunca es tarde para tratar de hacer las cosas bien.
—¿Qué tratas de decirme? —pregunto con miedo.
—Si lo hago todo bien quizás algún día me perdones, porque todo el daño que
te causé fue sin culpa. —Acaricia su nariz con la mía—. Mientras estuviste
conectada, solo deseaba escuchar tu voz, me estaba ahogando y volviéndome
loco, porque la simple posibilidad de perderte me dolía, Chiara, te amo y quiero
olvidar todo, déjame mostrarte al verdadero Matteo, deja que te adore como
mereces.
Y no puedo evitarlo, me sujeto a la pretina de su camisa llorando. Sus
palabras son como un sueño.
—No llores, amor mío, porque yo te esperaba y por fin te encontré. —Toma
mi barbilla entre sus dedos.
—¡Pellízcame! —le pido.
Se ríe.
—Creo que puedo hacer algo mejor.
Me besa y me hace olvidar, bebe de mis lágrimas. Me susurra que es mío, que
nos pertenecemos. Nos acostamos y nos quedamos mirándonos, acaricia mi
cabello y sus ojos brillan de una manera especial. De vez en cuando toma mi
mano para besar los anillos, si esto es cielo, tal vez estoy muerta y esto es lo que
deseo vivir en él. Matteo sonríe y confirmo que tiene la sonrisa más hermosa del
mundo, en un acto de valentía me acerco a él y me abraza.
—Esto es verdad —musito.
—Sí, que trataras de dar tu vida por la mía. —Se ríe—. Nunca vuelvas a
hacerlo, porque no valgo nada sin ti.
Suspiro, beso su pecho y me pega tratando de unirnos. Me quejo, mi herida
duele y me aleja.
—Te miro y puedo decir que te he amado desde siempre, podría morir y
esperarte en otra vida, porque te amaré por miles de años.
—Me estoy atreviendo, te amo, te voy a cuidar y no hago promesas en vano,
porque voy a alejar el miedo para poder amarte —promete.
—Matteo…
—Chiara, eres la mujer perfecta para mí y a veces somos ciegos, y es hasta
que nos toca creer que vamos a perder lo que tenemos, que nos damos cuenta de
su valor. —Respira hondo—. Te acercaste, te metiste en mi vida, cuando me
leías mientras estaba convaleciente, escuchaba tu llanto cuando creías que
dormía, pero confiar es mi más grande miedo.
—Confía en mí, no voy a traicionarte.
Exhala asustado al mismo tiempo que retengo la respiración.
—Creo en tu amor por mí, nunca creí que fueras tú lo que siempre esperé. —
Me besa la coronilla—. Te amo, cierra los ojos y descansa, que voy a cuidar de
tus sueños.
Respiro hondo y me abrazo a su cuerpo, coloco su mano en mi pecho y me
relajo. Los dos nos quedamos en silencio, mi corazón late como si fuera a
salírseme mientras mis pensamientos están en él.
—Viviré para hacerte feliz, lo prometo.
No hablo, solo me quedo ahí disfrutando de la magia del momento, mirando
la luz y viendo cómo se va disipando la oscuridad que me abrazaba.
—Chiara… —me llama cuando comienzan a cerrarse mis ojos—. Repararé lo
que rompí, porque te necesito.
Suspiro cerrando mis ojos, dejo que el calor de sus brazos me envuelva con su
amor. Estoy viviendo el sueño, me encuentro aterrada, pero cuando amas a
alguien abres tu corazón incluso con riesgo a ser lastimado, aunque el amor es
perfecto, quienes amamos no lo somos. Sin embargo, las palabras de Matteo se
sienten reales.
Dejo que el sueño me lleve, me encuentro en ese estado en que todavía estoy
consciente de mi alrededor, cuando lo escucho.
—Te voy a dar amor, porque has esperado mucho tiempo por ello.
—Te amo —suspiro.
Capítulo 22
ROSITA TAPIA

Mi vida ha sido una tragedia desde que nací, fui la hija no deseada de mi padre,
la bastarda que tuvo que reconocer, su esposa me odió desde que llegué y
siempre me recordó cuál era mi lugar, muy separado al de Juan, el único que me
amó y cuidaba de mí.
Ante los ojos de la sociedad el gobernador Juan Andrés Tapia y su esposa
Regina Salinas de Tapia eran el matrimonio perfecto, bendecidos con dos hijos,
mi padre era el rey del cobre y tenía una de las corporaciones más grandes del
país, ella la hija del heredero del imperio del tequila, pero mi papá era de todo
menos un santo, soy fruto de una relación prohibida con su secretaria, a veces
pienso que de alguna manera me amaba, porque Regina a modo de burla me
decía que me rescataron de un destino cruel.
Ahora me río, porque aquella noche en la hacienda de mi padre todo cambió,
mi hermano y yo pagamos la deuda que él tenía. A Regina la asesinaron frente a
mis ojos, mi hermano fue marcado con los hierros del ganado en el pecho y a
mí…, a mí me violaron frente a ellos dos y cuando mancillaron mi honor,
Antonio “El Chapo” Guzmán, uno de los hombres más peligrosos del mundo
tomó una coa con la que los jornaleros cortan el agave y mató a mi padre.
Desde entonces comenzó mi pesadilla, el hombre nos llevó con él, muy lejos,
a Tijuana —desde ahí, en la frontera, era más fácil controlar sus negocios y
recibir a sus socios—, ahí fui su mujer, era el trofeo que exhibía como el mayor
de los premios. Una noche conocí a Valerio, me prestó a él y este me violó
dándome una golpiza, pero fue él quien salvó a Juan de una muerte segura,
llevaba meses secuestrado en el calabozo, lo habían obligado a violar y matar
mujeres, poco a poco mi verdugo nos succionaba el alma —mi hermano se vio
forzado a violarme—, cada vez que nos hacía daño nos dejaba vacíos,
respirábamos y hacíamos cosas, pero era por inercia, por aquel entonces me sentí
muerta en vida.
Mi pesadilla solo estaba comenzando, no podía creerlo, porque seis meses
después y tres luego de que Juanito se fuera a Italia, llegaron otros socios y ahí
comenzó mi verdadero infierno, esa noche conocí al mismo diablo, bajo mi ropa
oculto las cicatrices, mi rostro es un recordatorio. Víktor Rostavili es ese terror
nocturno, esa pesadilla recurrente, cuando me vendieron a él, supe que lo que
había vivido era una historia de suspenso, que iba a conocer el verdadero horror.
Odié a Valerio, pero de alguna manera me salvó, me ayudó a alejarme de
Víktor, a un costo muy alto, eso sí, nunca podría volver a ver a mi hermano,
debía desaparecer y él se encargaría de lo demás, era un trato justo.
Recuerdo cuando llegué a Londres, tenía una cicatriz fresca, me había robado
mi belleza y me aseguró que volvería a él. Me costó hacer mi vida de nuevo,
lejos de los recuerdos, de mi hermano y de lo que creía era mi mundo entero.
Y si me encuentra, si me encuentra me hará volver con él…
Coloco los audífonos en mis orejas y busco a Andrea Bocelli, me encanta
escucharlo cantar, pero siempre he amado la canción Bésame Mucho. Tomo el
libro de Isabel Allende y comienzo a leer mientras los hombres de los Lombardo
me vigilan, de vez en cuando sé que Alessio me echa un vistazo cuando estoy
fuera, desde que el rubio lleno de tatuajes, que parece dios nórdico me dejó con
mis nuevos ángeles protectores, no ha venido, he soñado con él, que me
rescataba de las garras de Víktor antes de que desfigurara mi rostro. Sin pensarlo
empiezo a tararear, antes mi voz era lo que más me gustaba, me aplaudían y mi
padre presumía de mis habilidades.
Bésame, bésame mucho
Como si fuera esta la noche
La última vez.
Bésame, bésame mucho
Que tengo miedo a tenerte.
Y perderte después.
Quiero tenerte muy cerca
Mirarme en tus ojos
Verte junto a mí
Piensa que tal vez mañana
Yo ya estaré lejos
Muy lejos de aquí

Alguien coloca su mano en mi hombro y me sobresalto, cuando giro y me


encuentro con él me estremezco. Su cabello está suelto y vuela con el viento de
otoño, está vestido con un jean negro, una camiseta del mismo color y una
cazadora de cuero, además de unas botas de motero. Sonríe cortándome la
respiración, acerca su mano y quita uno de mis audífonos.
—Bella, pensavo a te, ma ora se che gli angeli esistono, perché ne ho sentito
uno cantare.[11]
Pongo los ojos en blanco, aunque su acento italiano es lo más sexy de este
mundo, no puedo dejar de pensar que es lo más ridículo que me han dicho.
Domino cinco idiomas, el italiano siempre me pareció el idioma del amor, no el
francés, pero esa es otra cosa.
—¿Estás de visita? —le pregunto en inglés, aunque sé que es parte de esta
familia un poco peculiar.
Se ríe.
—Habla en italiano, me han informado que lo dominas muy bien —bromea
—, debí llegar antes, pero había negocios que me detuvieron.
Sonrío.
—Bienvenido —contesto.
Me levanto tomando mis cosas para irme, por los altavoces se escucha el
inicio de Quizás, Quizás, Quizás. Toma mi airpod y se lo coloca en su oído,
cuando se acerca a mí me asusto. Me toma de la cintura y me obliga a moverme
al ritmo de la música, baja su rostro a oído y en un muy mal español tararea:
—Quizás, quizás, quizás…
Toda mi piel se eriza como nunca imaginé, sus dedos se entrelazan con los
míos cuando la canción está a punto de terminar. Nunca en mi vida me había
pasado algo así, me robaron todas mis primeras veces a los quince años. Cuando
la canción termina, con su otra mano trata de acercarse a mi rostro y comienzo a
temblar de ansiedad.
—Rosa, no tapes tu belleza —susurra bajito cuando retira el cabello de mi
rostro y con su dedo índice acaricia mi marca—. Eres hermosa.
Niego con mi cabeza, logro soltarme y salgo corriendo. Atravieso la casa y
choco con Marena y Maurizio, que cuando me ven gritan:
—¿Está todo bien?
No contesto y subo corriendo las escaleras, me encierro en mi habitación y
paso el seguro, pego el cuerpo a la puerta y me dejo caer llorando. Nunca me
habían dicho algo así, nunca nadie me había quitado la respiración, pero ese
hombre… desde la primera vez que sus labios tocaron los míos, me hizo sentir
que el mundo giraba más rápido.
Lloro en silencio, escucho pasos afuera y alguien toca con delicadeza la
puerta. Marena.
—Rosa, ¿estás bien? —pregunta.
—Sí —musito—. Me duele la cabeza.
Escucho que suspira y se aleja, quiero regresar el tiempo, que mi padre esté
vivo, vivir lo que me tocaba, estudiar medicina, viajar a África, borrar todo el
pasado. Me levanto quitándome el suéter frente al espejo, observo las cicatrices
de mi abdomen, abro mi pantalón y me quedo mirando la que recorre mi vientre
bajo.
Escucho su llanto, puedo escucharlo de nuevo, puedo recordar las palabras de
Víktor pidiendo que lo maten, cómo su llanto se acrecentó hasta que
simplemente dejó hacerlo y lloré, lloré muchísimo y ese día supe que había
muerto, que mi alma me la habían arrebatado, que solo seguía existiendo porque
era muy cobarde para acabar con mi vida.
Nadie había bailado conmigo, nadie había visto la rosa marchita que vivía
dentro de mí, pero hoy el dios nórdico volvió a ver lo que siempre he intentado
esconder.
Capítulo 23
MARENA

Maurizio se sienta en la mesa junto a Alessandro, Giovanna y Salvatore. Rosita


no quiso unirse a nosotros. Ellos vinieron a vernos apenas les informamos que
nuestro amigo había llegado, para el asombro de mi cuñado, no llegó a su casa,
sino que vino directo a la nuestra y algo me dice que todo tiene que ver con esa
flor que se niega a florecer.
Mi esposo toma mi mano, estos días apenas lo he visto, me fijo en sus
nudillos y prácticamente están en carne viva, me he acostumbrado tanto a verlo
de esa manera, que ya no me preocupo, tampoco pregunto ya que nunca me
contará qué ha hecho para tenerlos así.
—¿Cuánto tiempo te quedas? —le pregunta Alessandro.
Salvatore toma su copa de vino mientras esperamos a que coloquen el primer
plato, Giovanna me sonríe y es como una cena más en familia, los tres hermanos
y las esposas. Cuando Savina se acerca, le susurro:
—Por favor, llévale la comida a Rosa y pon una porción extra de postre.
Savina asiente sonriendo.
—Sí, señora Lombardo.
Pongo los ojos en blanco, he tratado de que el ama de llaves me llame por mi
nombre de pila sin conseguirlo, pero estoy acostumbrándome. Salvatore se salta
la pregunta y se queda mirándome.
—¿Y Rosa? —averigua.
—Está indispuesta, creo que tiene migraña —miento descaradamente.
No me quedé feliz después de escuchar su voz rota y entré a su habitación
para ver cómo estaba, la encontré hecha un ovillo en el piso. Mi alma se cayó a
mis pies cuando la levanté y me percaté de las cicatrices que cubren todo su
cuerpo, solo un maldito animal pudo hacerle algo así.
—Mientes, rubia, pero no te preocupes, entiendo que me tenga miedo. —
Toma su copa de vino en el mismo momento en que Alessio aparece y toma
asiento junto a él, es la única manera de que tome alguna comida con nosotros
—. Y respondiendo tu pregunta, vine por ella y me iré cuando esté lista.
Me remuevo en la silla, Maurizio se percata de mi incomodidad y Salvatore
también.
—Debemos reunirnos los cuatro —anuncia Alessandro y se dirige a Alessio
—. Tú también debes escuchar lo que tengo que informarles.
—Entendido —contesta.
Alessio es alguien de pocas palabras, pero es más noble que todos los
hombres que conozco, daría la vida por Giovanna o por mí, lo ha demostrado
más de una vez y también sé que siente un inmenso amor por Salvatore, muy a
pesar de que no lo demuestre.
—Dudo que logremos sacar a Matteo de su casa, no quiere despegarse de
Chiara —comenta Maurizio picando su bistec a la florentina—. Es de
entenderse. —Toma mi mano—. Tampoco me quiero despegar de Marena.
Sonrío y por el rabillo del ojo logro ver cómo Alessandro toma la mano de
Giovanna. Lo que sucedió con Chiara no tiene punto de comparación, ahora más
que nunca creo en Dios después de que ella volviera a la vida.
—Podrían reunirse en su casa y así podemos visitarla nosotras —sugiere
Giovanna.
—Me parece muy buena idea, además, necesito sacar a Rosita de aquí —digo
y lo último se me escapa.
Salvatore centra su atención en mí.
—¿Sucede algo con ella? —me pregunta.
Suspiro.
—Todo y nada a la vez, pero es algo que tanto Giovanna como yo estamos
tratando de descubrir.
—La chica está traumada por su cicatriz y no soporta estar cerca de hombres
mucho tiempo —agrega Giovanna—. Creo que de cierta manera, el maldito de
Valerio la rescató de un infierno.
Maurizio y Salvatore aprietan los cubiertos de la misma manera, cada vez que
nombran a Valerio siento náuseas, pero trato de respirar y no decir nada. Aún
poseo la duda de si es mi hermano, sin embargo, después de ver a mi padre
convencido, sé que viví la peor de las trasgresiones, él no tenía escrúpulos y sus
ansias de vengarse lo llevaron a cometer el crimen de la violación y el pecado
del incesto.
—Tengo que ir a comprar unas cosas en Palermo, me gustaría comprarle ropa
a Rosa, deberíamos ir.
Salvatore saca su billetera y para mi asombro me entrega una tarjeta de
crédito.
—Todo lo que le compres hazlo con esto y puedes comprarle algo a mi
ahijado. —Sonríe—. Me he dado cuenta de que soy un padrino algo descuidado,
nunca le doy nada a Vito.
Asiento, cenamos con tranquilidad. Ellos hablan de cosas triviales evitando
los temas que saben que no podemos oír, a diferencia de Giovanna, no me
interesa saber más de lo que ellos dicen a cuenta gota, pienso que enterarme de
algo solo nos pondría en peligro. A veces me salto las reglas como cuando le
pedí a Salvatore buscar a Jude y a Rosa, a la primera solo deseaba saber si pudo
encontrar la paz que perdió por culpa de mi hermano y la segunda era por la
deuda que tenía con Juanito.
Sentía que de alguna manera me protegió anteponiéndose, evitó por mucho
tiempo lo que al final de todas maneras terminó haciendo Valerio. A veces rezo
por la salvación de sus almas y espero que mi hermano lograra alcanzar la paz
después de muerto, lo único que pude entender en los recuerdos vagos que llegan
a mi mente es que Juanito fue la única persona que le importaba.
Al terminar, Salvatore me aleja de todos entregándome una cajita de
terciopelo. Me quedo mirándola y me pide toscamente:
—Ábrela.
Lo hago y encuentro un hermoso colgante, una rosa bañada en oro, la admiro
maravillada.
—Es para ella —murmuro.
—Sí, pero que no sepa que la he traído yo —me advierte—, miente y dile que
es un regalo de tu marido y tuyo, pero…
—Te gusta, ¿verdad?
Niega con su cabeza.
—No soy hombre de enamorarme…
Sonrío.
—Eso dices, pero me parece que hay algo de ella que te está llamando y te
niegas verlo. Además, yo no hablé de amor, solo dije que te gustaba.
—Me recuerda a mi madre —confiesa y me tenso—. Miras sus ojos y puedes
ver lo rota que está, ni tú ni Giovanna con todo lo que les sucedió están así.
Suspiro.
—Porque el amor curó nuestras heridas, pero ella se ha lamido las suyas, no
las ha cicatrizado. —Cierro la cajita y se la devuelvo—. Estoy segura de que
apreciaría más que se la dieras tú.
Me alejo y lo dejo reflexionando, me despido de Giovanna y Alessandro.
Quedamos en ir de compras al día siguiente, me acerco a Alessio para darle un
abrazo. Nos despedimos, Salvatore sube a su habitación y me informa que irá
con nosotras, Maurizio sonríe y cuando entramos en nuestra habitación me dice:
—Eso será interesante…
Me quito la ropa y Maurizio hace lo mismo, junto al hombre que amo había
descubierto que no debía tener vergüenza por mostrar mi cuerpo. Se acerca y se
arrodilla, besa mi vientre que ya está abultado, habíamos escondido la gran
noticia con todo lo que estaba pasando en la familia.
—Ya me muero por que sepan que son gemelos. —Sonrío—. Voy a llenarte
de niños que corran en nuestra casa.
Me río.
—Estás loco —contesto mientras besa mi vientre.
Me acuesto en la cama y me quedo mirando al techo mientras él hace varias
cosas, algo que descubrí de mi esposo es que odia el desorden, mientras yo dejo
la ropa donde me la quito, él se dedica a recogerla, doblarla y dejarla en un
taburete. Luego busca un libro y me lee algún pasaje, a veces me besa hasta que
los labios me quedan hinchados, en otras me hace el amor lento.
Maurizio es luz y oscuridad, es fuego y también nobleza, es amor y lealtad.
Nunca había sido tan feliz como lo soy con él. Esta noche después de ordenar
todo, se sienta a mi lado y toma mi mano.
—Tengo un mal presentimiento —confiesa—. No sé si debas salir mañana.
Frunzo el ceño, me acerco a él y lo obligo a acostarse junto a mí. Me abraza y
comienzo a trazar con mis dedos su cicatriz, la cubrió con un tatuaje de Santa
Rosalía, pero sé que ahí está el recordatorio de cuando bajó al infierno.
—Tengo que comprar cosas para el bebé, irá Salvatore y deberías venir tú…
Se ríe y me da un beso en la coronilla.
—Me encantaría verte gastar dinero, pero tengo un compromiso en Palermo,
lo que sí puedo hacer es pasar con Alessandro y recogerlos para ir a comer a mi
restaurante.
Me emociono.
—Y podemos visitar a Matteo, deseamos ver a Chiara, ya que desde que salió
del hospital no nos deja verla.
—Creo que Matteo solo está pasando tiempo de calidad con su esposa. —Se
sube sobre mí y comienza a besar mi cuello—. Que, por cierto, yo debo hacer lo
mismo.
—Maurizio…
Sus labios atrapan uno de mis pezones y en repuesta a su atención arqueo mi
cuerpo, cuando lo deja bien sensible, repite con el otro. Gimo su nombre como
una letanía cuando sus dedos acarician mi vulva, su pulgar masajea
circularmente mi clítoris y cuando me estremezco entre sus brazos, baja para
hacer con su boca lo que puede llegar a volverme loca. Deprisa me hace vibrar y
es único, me siento como si estuviera volando.
—Por favor —le ruego.
Suelta una risita.
—¿Qué deseas? —me pregunta divertido.
—A ti dentro de mí…
Exhala todo el aire contenido en sus pulmones y me besa comiéndome la
boca, pierdo la razón cada vez que lo hace. Maurizio no se hace del rogar, se
posiciona en mi entrada y suavemente me penetra. Me hace el amor lento,
cuidando sus movimientos y me entrego a él como si fuera la primera vez.
Llegamos al mismo tiempo, cae a un lado de mí y me abraza. Me quedo ahí,
esto es lo que nunca me imaginé tener. Me da un beso en mi coronilla.
—Te amo, Marena.
Suspiro.
—Te amo más…
Me acurruco contra su cuerpo, espero que todas las noches de mi vida sean
así, junto a él. Suspiro y le digo:
—Rosa tiene cicatrices en su cuerpo. —Se tensa—. Creo que detrás de ella
hay algo más.
Exhala cansado.
—¿No te ha dicho nada? —averigua.
—No, las veces que he tratado de hablar me confiesa que recordar el pasado
la hunde en una pesadilla y eso ha pasado hoy.
—¿Deseas ayudarla?
—Sí, sé que odias cuando te digo que se lo debo a su hermano, pero él trató
de evitar lo inevitable. —Cierro los ojos—. Fue mi escudo muchas veces y de
alguna manera estoy viva por él, me ayudó a estar contigo.
—Marena…
—Déjame hacer algo bueno, Rosa tiene el alma rota, creo que le han hecho
tanto daño, que vive sin ganas, no tiene una razón que valga la pena a la cual
sostenerse, perdió todo al morir Juan. —Suspiro cansada y vuelvo a abrir mis
párpados—. La salvamos de la vida normal que llevaba, solo que a un precio
alto, no la dejamos salir, está custodiada por los hombres.
Me da un beso en la coronilla, toma mi rostro entre sus manos y sonríe, se le
forman unos hoyuelos sexis y quiero morirme, porque a veces olvido la
diferencia de edad entre nosotros y cuando le digo que estoy enamorada como
una niña, se ríe diciéndome que todavía soy una.
—¿Cómo deseas ayudarla?
—Creo que Giovanna y yo podemos lograrlo, poco a poco sacarla de ese
caparazón. —Suspiro—. Habla cinco idiomas, yo apenas puedo pronunciar
algunas palabras en inglés.
—Hablas italiano y es lo que me importa —me asegura—. Creo que tú y
Giovanna lo lograrán, pero Salvatore está decidido a llevarla a Foggia.
Resoplo frustrada.
—Creo que nuestro amigo debe fomentar más la virtud de la paciencia,
porque llevándola así no logrará nada.
Se ríe.
—Pues te lo dejo a ti, porque creo que en el fondo está más interesado en ella
de lo que desea admitir.
Lo beso dejándome llevar, cambiando el tema radicalmente. Hacemos el amor
de nuevo, como dos colegiales según dice él, no tenemos suficiente del uno del
otro. Al llegar al éxtasis, me quedo despierta abrazada a su cuerpo, recapitulando
todo lo que ha sucedido entre nosotros y confirmando que, de alguna manera, mi
destino era terminar en sus brazos.
Reflexiono todo lo que hizo mi hermano, muchas veces pienso que lo
subestimaron y que realmente Valerio era más inteligente de lo que ellos creen,
sigo pensando que todas esas traiciones dentro la organización fueron
orquestadas por él. Sé que muchos odian a Alessandro y a Maurizio, pero así
como los detestan, he visto con mis propios ojos el amor que muchas personas
les tienen, ellos son como una especie de Robin Hood, ladrones que le dan a su
pueblo protección.
La Cosa Nostra es completamente diferente a la ‘Ndrangheta, a veces me
cuesta recordar todo lo que conocí y poco a poco me voy volviendo una mujer
de la mafia, una mujer siciliana.
Capítulo 24
SALVATORE

Antes de irnos a Palermo, alejo a Alessio de todos, mi amigo y la única familia


que me queda. Estos meses después de perder a mi hermano he estado pensando
en que él y los Lombardo son lo único que tengo.
Prieto fue un traidor, era sangre de mi sangre, pero era mi hermano. Lo
amaba, aunque es un sentimiento que no puedo tener, amar te hace débil y les da
a tus enemigos un punto débil dónde atacar.
—Estás pensativo desde que llegaste —me comenta.
Exhalo el humo de mi cigarrillo y asiento, me conoce mejor que nadie. Soy
de los que escucha susurros en la oscuridad y son los gritos de mi madre
mientras mi padre la violaba. No puedo creer que los pocos recuerdos que tengo
de mi infancia se remonten al terror que sufrí.
—Te necesito en Foggia —confieso—. Han tratado de joderme tantas veces,
que necesito a mi mano derecha conmigo.
—Pensé que me querías aquí —contesta y su respuesta me pilla por sorpresa
—. Iré a donde me digas.
—¿Lo haces por mí o porque te lo ordeno?
Cierra los ojos.
—Salvatore, a donde vayas, yo iré, seré tu escudo y tú el mío. —Se acerca y
me da una palmada en la espalda—. Pero…
—Pero, ¿qué?
Me sorprende que titubee, si bien es verdad que lo envié para ayudar a
Alessandro, sé que les ha tomado cariño a las mujeres, no puedo creer que esté
dudando de irse conmigo.
—Conocí a una chica, creo…
Me río y no es que me esté burlando, es que nosotros nunca fuimos hombres
de amar. Esta influencia siciliana nos ha vuelto débiles.
—Estás enamorado de una siciliana —completo su frase riéndome—. No
puedo creerlo, ¿la conozco? ¿Es de una familia?
—No —responde serio—. Iré a Foggia, pero voy a regresar.
Exhalo cansado y me acerco, le doy un abrazo y Alessio se sorprende.
Termina abrazándome y cuando rompo la conexión lo animo:
—Quédate, puedo solo con esto. —Pongo mi mano en su hombro—. Alguno
de los dos debemos conocer el amor.
Pone los ojos en blanco.
—Sé que Rosa te gusta, te conozco muy bien.
Niego con mi cabeza, enciendo otro cigarrillo y le doy una calada profunda.
Me quedo mirándolo.
—No sé de qué hablas.
—Lo sabes muy bien, ayer llegaste directo a verla y estás decidido a llevarla a
Foggia sabiendo que las cosas no están fáciles allá.
Me río nervioso.
—Soy un monstruo para ella, creo que la han roto tantas veces que no soporta
tenerme cerca.
—Todos en la mafia somos unos malditos psicópatas, pero lo aceptamos,
afuera hay personas que se visten de cordero y hacen cosas peores que nosotros,
nosotros matamos por venganza, hay otros que lo hacen porque lo desean.
Termino mi pitillo y paso las manos por mi cabello, lo recojo en un moño
alto. Alessio parece un hombre de honor, atrás quedaron los días de usar
cazadoras y botas de motero.
—Gracias por estar siempre ahí, no lo digo muy seguido, pero eres lo más
parecido que tengo a una familia.
—Cuentas conmigo hasta el día que dé mi último respiro.
Voy a responderle, pero Maurizio llega informándonos que las chicas desean
irse y Alessandro nos verá en el centro de Palermo junto a Matteo y Chiara.
Cuando nos encontramos con ellas, me quedo mirando a Rosa, me acerco y rozo
su mano con mi dedo, sostiene la respiración.
Por primera vez voy a ir de compras, lo cual es algo que me parece de
mujeres, Alessio sube con las chicas en el todoterreno, al parecer de alguna
manera es su nuevo objetivo, protegerlas. Maurizio y yo subimos al Maserati. A
los hermanos Lombardo les gusta la velocidad, al igual que a mí. Sorteamos las
intrincadas curvas con el Mar Mediterráneo de fondo, escuchando a Skillet mi
grupo favorito.
Si pudiera dejar todo y quedarme aquí, tal vez sería tan diferente, quizás
podría alcanzar la paz que nunca he poseído. Sin embargo, tengo la vida que
escogí, me hice lo que soy, apenas sabía leer y escribir, ahora manejo mis
negocios como imperio, me he obligado a educarme, a aprender de todo.
Pasé de robar para comer, a comer los platos más exquisitos del mundo ¿y
para qué? Matar al maldito que me dio la vida y después me echó a la calle, no
me dio lo que pensé.
Cuando bajamos, me acerco a Rosa y tomo su mano para sorpresa de todos
los presentes. Voy a proteger a esta chica, lo haré porque sé que la han roto más
veces de lo que han hecho conmigo. No me rechaza, pero tampoco me habla.
Coloco su cabello detrás de su oreja y acaricio su cicatriz.
—No escondas tu belleza —le pido.
Abre sus labios tentadoramente, tengo que hacer acopio de todas mis fuerzas
para no besarla y olvidarme de que tengo que tratarla con delicadeza. Suspira y
me dice:
—No soy bella.
—Lo eres, Rosa, y solo tienes que verte con los ojos que te vemos todos.
Me acerco un poco más y dejo un beso sobre su coronilla, aprieto su mano
para seguir a los demás. Por primera vez siento nervios por estar cerca de una
mujer, pero ella es diferente y me gusta, me gusta cómo se siente.
*****
Todos en la calle podrían vernos como personas normales, las chicas no dejan
de mimar a Chiara quien después de volver de la muerte, resplandece. Estamos
en una hermosa terraza, no soy de estar en lugares públicos, pero al parecer este
restaurante pertenece al menor de los hermanos Lombardo y por ende es seguro
estar aquí.
Palermo celebra a su Santa y la patrona de la Cosa Nostra, nunca he creído
mucho en Dios, aunque la mayoría de mis hombres sí. Me quedo mirando
alrededor y cualquiera que nos ve cree que somos un grupo de amigos y no unos
asesinos. Aquí, después de semanas de terror, está sentando el jefe de todos los
jefes, siempre me he reído con las leyendas sobre los mafiosos.
Muchas veces nos idealizan, pero somos personas normales con tradiciones
más arraigadas, simplemente somos hombres.
—¿Cuándo te vas? —pregunta Alessandro.
—Creo que la semana que viene, tengo que convencer a la chica de que debe
irse conmigo.
Maurizio suelta el humo de su pitillo riéndose.
—No la tienes fácil y ella puede quedarse con nosotros —me advierte
burlándose y agrega reafirmando—: La chica puede quedarse el tiempo que
desee.
—Me la voy a llevar —afirmo—. Rosa Tapia es mi problema.
Alessio se queda mirándome.
—Quiero comentarte unas cuantas cosas, al menos te quedas una semana —
me expresa Alessandro.
Tomo mi trago y me dirijo a Matteo:
—¿Qué tal la vida de casado?
Sonríe.
—Pues ahora que trato de hacer las cosas de manera correcta, vamos de
maravilla y esperando su recuperación.
Las chicas se ríen y todos volteamos a verlas. Giovanna salta sobre Marena y
Chiara aplaude, Rosa las observa con una sonrisa desde su silla.
—Creo que les ha dicho —murmura Maurizio.
—¿Decirles qué? —pregunta Matteo.
El menor de los Lombardo exhala dramáticamente, toma un poco de su trago
y con toda la calma del mundo antes de encender otro pitillo anuncia:
—Tendremos gemelos.
Ahora lo entiendo, la felicidad de un matrimonio es traer hijos que completen
ese amor que tanto se profesan los padres. Lo felicitamos y las chicas comienzan
a hacer planes, son ellas tres y ahora han recibido a Rosa quien le comenta a la
rubia que estaría feliz de bordarle las iniciales en una manta.
Esto es algo que ni Alessio ni yo hemos vivido, una camaradería, una
hermandad que va más allá de todo lo creíble. Mi vida cambió radicalmente
cuando Alessandro Lombardo fue a Foggia a pedirme ayuda.
Al terminar decidimos ir a la finca Lombardo, Matteo accede ir siempre y
cuando su esposa pueda descansar. Alessio se adelanta mientras nosotros
prácticamente las custodiamos, todo sucede en fracciones de segundos. Un
automóvil frena en frente de nosotros e instintivamente nos lanzamos sobre ellas.
Alessio junto a otros soldados sacan sus armas, sin embargo, lo que tengo
ante mis ojos es una masacre. El sonido ensordecedor de los disparos de una
ametralladora.
—¡Alessio! —grito levantándome. Mientras a mi hermano por elección le
vacían todos los cartuchos.
Llego justo cuando se desploma y lo tomo entre mis brazos. El auto arranca y
me fijo en él, en su traje manchado de sangre, los ojos abiertos, pero sin vida.
—¡Noooooooooooooo! —Vuelvo a gritar lleno de dolor—. Vendetta… —Le
doy palmadas en su mejilla—. Alessio.
Escucho los sollozos de las chicas, alzo mi mirada mientras Maurizio y
Matteo dan órdenes. Alessandro se arrodilla frente a mí, me quedo mirándolo sin
poder decir nada.
—¡Alessio! —bramo—. No, tú no.
Mi cuerpo se estremece por el dolor, ni cuando encontré a Prieto muerto sentí
tanto dolor.
—Salvatore —me llama Alessandro. Tratan de quitarme a mi hermano, pero
lo pego contra mi cuerpo y lloro. Lo único que me quedaba, mi familia, mi
amigo—. Déjame ayudarte.
—Dios mío —musita Giovanna.
—Vendetta…
Logran quitármelo, las personas corren y la policía ni aparece, saben dónde
ha sido todo y no se atreven a venir. Alessandro me ayuda a levantarme y me
abraza. Aprieto los puños mientras lloro en silencio.
—Estoy aquí —me asegura.
—Venganza.
Es lo único que repito, es lo único que me interesa.
—Lo vengaremos, te lo juro, Salvatore —jura alejándome y puedo ver en sus
ojos que dice la verdad—. Somos familia.
Me alejo de todos, Maurizio grita mi nombre y subo al Maserati, lo enciendo
y manejo ciego del dolor. Casi no puedo ver por lágrimas, en mi mente se repiten
los segundos en que todo sucedió, cómo el cuerpo de Alessio se estremecía
mientras un maldito disparaba.
Se reproducen ante mí los recuerdos por las calles de Foggia, mi amigo, mi
hermano. Las veces que robamos para comer. Suena una corneta y derrapo
perdiendo el control del automóvil, logro estabilizarlo y estaciono. Atrás
estacionan un vehículo.
Me bajo del auto como si me hubieran arrancado el alma, él era mi escudo y
cuidó de mí. Unos hombres se bajan y no los reconozco.
—Entrega a los Lombardo y no te seguiremos quitando lo que amas.
—Los mensajeros nunca llegan vivos —contesto.
Desenfundo mis armas y les disparo a los dos. Primero a uno en la cabeza y
luego a otro, siento el impacto de una bala, sin embargo, eso no me detiene y
vuelvo a disparar a matar. Cuando caen me acerco y tomo a uno por la cabeza
golpeando esta contra el piso. Me levanto e insatisfecho les descargo los
cartuchos de mis armas.
Dos automóviles derrapan y bajan Maurizio y Matteo. Me giro, pero me
tambaleo y uno de ellos me coge.
—Salvatore —me habla Maurizio—. Vamos a casa.
Asiento, percibo que comparten unas palabras y lo único que logro escuchar
antes de perder el conocimiento es son rusos.
Capítulo 25
MATTEO

Chiara se lanza a mis brazos apenas llegamos a casa de Alessandro. Después de


este ataque, recuerdo que tengo deudas pendientes y me hizo viajar al pasado. La
reviso tratando de asegurarme de que está bien.
—¿Y Salvatore? —pregunta Giovanna.
—Está herido —contesto.
Observo cómo Rosa se levanta y sale de la habitación, Alessandro asiente en
mi dirección y beso a mi mujer antes de irme a una nueva batalla. Marena y Gio
lloran la muerte de Alessio y Chiara está en estado de shock.
—¿Fue la gente de Valentino? —pregunta asustada.
Niego y tomo su rostro entre mis manos.
—Ve con ellas, recuerda que Alessio era parte de la familia.
—Te amo…
Me besa y dejo que lo haga, me he vuelto adicto al sabor de sus labios y ahora
creo que no podré vivir sin ellos. Me despido y voy directo al despacho de
Alessandro, lo encuentro dando vueltas con un vaso lleno de brandy.
—Por eso nunca salgo con Giovanna —me comenta—. ¿Quiénes fueron?
—Rusos —contesto.
—¡Maldición! —grita estampando el vaso contra la pared—. ¿Lo viste? Ellos
fueron los malditos escudos que evitaron que fuéramos nosotros.
—Alessandro.
—¡Estoy harto! —Abro los ojos cuando se sienta derrotado—. He hecho
arder a toda la maldita Sicilia y siguen atentando contra mí.
—Fueron los rusos, la organización te es fiel —le informo.
—Ve pensando en llamarlo… —me pide.
Niego con la cabeza, es la peor decisión que puede tomar, porque es un
traidor.
—Alessandro, la única manera de hacerlo es que tú faltes y tu hermano
necesite que lo oriente, pero es muy mala idea.
—A este punto no sé cuál es buena o no…
—Esa no es la mejor…
Las puertas se abren y Maurizio entra, observa a su hermano y luego a mí.
Ninguno de los dos hemos visto así a Alessandro, ni siquiera cuando parecía
todo perdido con Giovanna. Esto es el cansancio del peso del poder, la
demostración de que somos humanos.
—Salvatore está bien —informa—, sedado, pero bien.
Se acerca al bar para servir tres vasos de whisky, le entrega uno a su hermano
y luego el mío.
—Esto fue en recordatorio de que tenemos una deuda con los rusos —
advierte con seriedad el menor de los hermanos—. Sin embargo, ellos tienen
deudas todavía más grandes con nosotros, los rusos estaban detrás de lo que hizo
Valerio y él tejió su venganza con un solo objetivo.
—Nosotros —afirma Alessandro.
Me aclaro la garganta.
—Esto fue como el atentado en el cual mataron a Violleta, esto tiene el sello
de Wolfang.
Los dos se quedan mirándome y me acerco a ellos, dejo mi vaso en el
escritorio. Cierro los ojos, porque hurgar en el pasado siempre trae dolor y
consecuencias.
—Hace muchos años mi padre recibió a Wolfang en nuestra casa, se
encargaría de los negocios del tráfico de armas, ya que mi padre decía que las
drogas eran dinero sucio y prefería morir ahogado en mierda antes que tocarla.
—Respiro hondo—. Él se convirtió en nuestra mano derecha, prácticamente era
un hijo más para mi padre y un hermano para mí.
—¿Pertenecía a la Bratvá? —pregunta Alessandro.
—Era un ladrón o eso nos hizo creer el maldito, ya ven, no solo los han
traicionado a ustedes.
—Matteo, tengo que saber a qué me enfrento —reprocha Alessandro.
Asiento.
—Víktor es un maldito a quien solo le importa una cosa, el dinero y las putas.
Vive drogado y no le gusta que se metan con lo de él, Wolfang estaba infiltrado,
atando cabos creo que era parte de esa red que ayudaba a Valerio a conocernos, a
saber cuál era cada uno de nuestros pasos.
—¿Estás diciendo que tu familia le abrió las puertas a los rusos para
jodernos? —espeta Maurizio—. Esto es una puta mierda.
—Les juro que ni mi padre y yo no teníamos idea, pensábamos que
estábamos obrando bien. Por años me hizo creer que era mi amigo y que la
muerte de Violleta fue accidental, pero ella y él eran amantes, eran amantes y me
usaron por años para tener información.
Respiro hondo.
—Matteo —me llama Alessandro.
—Nunca te traicionaría, tu amistad es importante para mí, no suelo decir esto,
pero ustedes son lo más parecido que tengo a una familia.
Alessandro se pasa las manos por la cara y luego por la cabeza, todos estamos
frustrados. Ver la reacción de Salvatore, fue como ver a Alessandro después de
creer que perdía a su hermano.
—Te creo —afirma—. Te creemos.
Maurizio se queda mirándome y por un momento puedo ver la sombra de la
duda en sus ojos. Los cierra y cuando vuelve a abrirlos me asegura:
—Te creo, pero tienes que entender…
—Que dadas las circunstancias, te cuesta hacerlo y te doy la razón por ello.
Exhala cansado.
—Todo es un desastre, tenemos que darles un golpe que nunca olviden, que
sepan que no deben meterse con los Lombardo.
Asiento.
—La única manera de joderlos es interceptando algo que les duela, sé que
aquí tienen una casa donde reciben a las mujeres de trata de blancas —explico
—. Podría averiguar dónde y saber cuándo.
—Salvatore no va a quedarse tan tranquilo, solo gritaba venganza—asegura
Maurizio.
El mayor de los Lombardo se levanta y camina en silencio, entiendo que
pueda desconfiar en este momento, yo mismo lo haría, soy el culpable de toda
esta mierda. Los rusos quieren algo que nosotros tenemos, ahora me toca
averiguar qué es eso.
Sé muy bien que Wolfang me quiere a mí, si Víktor hubiera querido vengar a
su hijo, hace meses hubiera atentado contra nosotros. Tengo que encontrar al que
un día consideré mi amigo y así llegaré a la cabeza de todo.
—Quiero saber todo sobre Víktor Rostavili y Wolfang Nóvikov, deben tener
un punto débil.
—¿Sasha no era su hijo? —pregunta.
—Era un bastardo, pero cuidaba de él.
La puerta se abre y Giovanna entra sin pedir permiso. Acostumbrado a que
ella haga este tipo de cosas cuando algo sucede, todos nos quedamos
expectantes.
—Salvatore se ha ido.
—¿Cómo que se ha ido? —escupe Alessandro.
Ella lanza un suspiro.
—Rosa estaba en la puerta. —Todos compartimos una mirada—. Vale,
también lo pensé y sacando eso de contexto, son unos cotillas, lo único que me
preocupa es que me ha confesado que le dijo que regresaría por ella, pero que
necesitaba encontrar a un tal Víktor.
—Iré a informarle a Marena que por ahora vamos a quedarnos de nuevo aquí
—anuncia Maurizio.
—Voy a ir por Chiara.
—No. —Giovanna niega y me quedo mirándola—. Aquí todos somos uno
solo y no te irás, creo que ahora más que nunca tenemos que estar todos juntos.
Alessandro me observa y asiente.
—Creo que tiene razón, unidos podemos pensar mejor las cosas.
Giovanna suspira.
—Creo que es momento de que todos tengamos un rastreador, incluyendo a
nuestros hijos, fue lo que le salvó la vida a Matteo y es lo que nos puede salvar a
todos.
Paso mi mano por mi rostro, no puedo quedarme aquí, puedo pasar aquí unos
días hasta que todo se calme.
—Voy a hablar con Chiara y buscaré quién coloque los chips...
—Matteo —me llama Alessandro antes de salir.
—Hay que buscar a Salvatore.
Cierro los ojos y pienso por unos segundos en dónde puede estar, pero la
verdad me golpea y contesto:
—La morgue, debe estar con Alessio.
Alessandro asiente y busca su chaqueta, le da un beso a Giovanna. Se acerca
a mí y me pide:
—Acompáñame.
—Claro. —Me dirijo a Giovanna—: Dile que volveré por ella.
Asiente mientras se abraza, todos estamos conmocionados por el atentado y la
muerte de Alessio, parecía que de alguna manera habíamos encontrado la paz,
pero al parecer nunca la tendremos.
*****
No tenemos que ir muy lejos ya que Alessandro en su finca tiene todo.
Encontramos a dos de los numerales golpeados.
—Está aquí —asegura.
Asiento y lo sigo, entramos a la pequeña morgue y funeraria. Sé que aquí los
Lombardo han preparado a sus muertos desde hace años. Alessio era parte de la
familia y será tratado como todos. Bajamos en el ascensor en silencio y al abrirse
encontramos una escena que nunca pensé ver.
Salvatore sostiene a Alessio entre sus brazos mientras llora, el dolor que
refleja es el de cualquier persona que ha perdido a un ser querido. Alrededor
están los cuerpos de los hombres que hoy masacraron, ellos dieron su vida por la
causa, pero Alessio solo trataba de protegernos.
—Perdóname, hermano —solloza—, perdóname…
Alessandro se acerca a Salvatore lentamente, mientras este relata momentos
de su niñez. Me mantengo alejado, pero realmente afectado por toda esta
situación.
—Salvatore —lo llama, pero este lo ignora sumido en su dolor.
—¿Ahora qué hago solo? —le pregunta al cuerpo sin vida de su amigo—.
Éramos Prieto, tú y yo, pero ahora los dos se han ido.
—Salvatore —lo llama de nuevo Alessandro.
—¡Tu venganza me ha quitado todo! —le recrimina—, primero Prieto y ahora
Alessio.
Alessandro tensa su espalda, le han dolido sus palabras, todo esto comienza a
afectarlo.
—Perdón… —Me asombro cuando el hombre que no se arrodilla ante nadie,
lo hace ante un amigo—. Juro que Alessio era parte de nosotros, como tú, como
Matteo…
Salvatore lo observa con rabia.
—¿Qué voy a hacer sin mi hermano? —increpa con una dureza que me
sacude.
—Nos tienes a nosotros, somos tu familia y te repito… —Se acerca y logra
quitarle el cuerpo de Alessio, me señala y camino hasta ellos—. Lo vamos a
vengar, vamos a vengar a Prieto, te lo aseguro, pero ahora habla el dolor y no el
hombre justo que conozco.
Entre los dos tomamos el cadáver y lo colocamos en la mesa. Salvatore se
levanta, está pálido, con los ojos rojos y hay algo en él que me dice que todo ha
cambiado, que ahora conoceremos otra cara suya. Se recoge el cabello en un
moño alto y nos habla:
—Quiero al maldito culpable y cuando lo tenga frente a mí, voy a matarlo.
Alessandro lo abraza y el foggiani suelta un sollozo. Es la primera vez que lo
veo flaquear, todos tenemos un talón de Aquiles por más que deseamos
ocultarlo. Nuestra familia es todo lo que queremos.
Salimos de la morgue y lo llevamos de nuevo a la finca, Salvatore toma una
botella y sube a su habitación. Alessandro niega mientras lo vemos subir.
—¿Van a quedarse? —pregunta.
—Solo por esta noche.
—Matteo, confío en ti.
—Lo sé, sin embargo, eso no borra que sea el culpable de todo.
*****
Chiara está dormida en la habitación que nos han dejado los Lombardo,
pasamos la noche tratando de calmar a todos. Maurizio ha estado un poco
extraño, pero entiendo que después de mi confesión crea que soy un traidor,
también desconfiaría de una persona que les abrió la puerta a los verdugos.
Me quito la camisa y me acuesto al lado de mi mujer con el jean puesto,
pensando que desde la muerte de mi padre siempre tuve sospechas de que
alguien dentro de la familia filtraba mis movimientos y todos los planes que
tenía.
Parece sentirme y se pega a mi cuerpo buscando mi calor. La abrazo
pensando que ojalá entre ellos pudiera mantenerla a salvo.
—Matteo —murmura mi nombre.
—Estoy aquí, amor mío…
La observo y abre sus ojos, pestañea varias veces. Ella es la mujer más
hermosa que he visto en mi vida, acaricio con mi pulgar su labio inferior y
Chiara suelta un suspiro.
—¿Dónde estabas? —pregunta, cierro los ojos deseando responderle cuando
siento que da un beso en mi pecho—. No tienes que responderme.
Exhalo cansado.
—Quisiera contarte todo, pero en este momento creo que ni siquiera nosotros
sabemos a lo que nos enfrentamos.
—Matteo, entiendo que las mujeres no pueden entrometerse en los negocios.
Me río abriendo los ojos, tomo su mano para besar sus alianzas. Si ella
supiera que por mí esa regla puede irse a la mierda. Busco mi móvil y trasteo un
rato, hasta encontrar una canción que le diga lo mucho que la amo.
—No tenemos una canción —comento antes de apretar el botón de
reproducir, sé que le gusta Il Volo, pero esto un clásico—. Esta canción dice lo
mucho que te amo.
Los acordes de Caruso comienzan y cierro los ojos para cantarle bajito a la
mujer que amo.
Qui dove il mare luccica,
E tira forte il vento,
Sulla vecchia terrazza
Davanti al golfo di Surriento,
Un uomo abbraccia una ragazza
Dopo che aveva pianto.
Poi si schiarisce la voce,
E ricomincia il canto.

Te voglio bene assai


Ma tanto, tanto bene, sai,
È una catena ormai,
Che scioglie il sangue dint’e vene, sai.

—Matteo… —susurra llorando y beso su nariz.


—Te amo, Chiara Spadaro.
Suspira.
—Y yo te amo, Matteo Spadaro.
—Quiero sepas que esto es para siempre… —Asiente—. Voy a irme por un
tiempo, pero volveré a ti.
—No, por favor… —solloza.
—Para tener un final feliz, tengo que encargarme de algunas cosas.
—No puedes irte. —Tomo sus manos y las sostengo.
—Prometo que volveré a ti…
—Apenas estoy disfrutando de ti.
La beso haciéndole sentir mi amor, Chiara es todo lo que necesito para ser
feliz y no voy a negar que irme será doloroso. Ella pinta una sonrisa en mi rostro
todas las mañanas, es capaz de hacerme sentir vivo. Cuando me separo me doy
cuenta de que está llorando.
—Yo te amo y este es solo el comienzo de este amor…, de nuestro amor.
—Matteo…
—Prometo que volveré a ti, pero tengo que demostrarle a Alessandro mi
lealtad.
Cierra los ojos y asiente, no dormimos hablando, conociéndonos, volviendo a
lo básico. Chiara es adorable cuando ríe, miramos el amanecer abrazados y
sabiendo que en cualquier momento nos separaremos. Ella es mi alma y estaré
ella su lado para siempre.
Capítulo 26
CHIARA

En un lugar lejano dentro de la finca de los Lombardo, cerca de las tumbas de


los padres y de Valentina, estamos sepultando a Alessio. A diferencia del funeral
de mi padre, este es privado y solo estamos los más allegados a Salvatore.
Para sorpresa de todos Rosa está a su lado mientras el sacerdote recita las
últimas palabras con el ataúd abierto. Todos estamos conmocionados con esta
muerte, he aprendido a lo largo de los años que esto es el inicio de una guerra,
una en la cual no conocemos al enemigo.
Giovanna y Marena están completamente conmocionadas, Alessio era quien
las custodiaba desde su llegada a la Cosa Nostra, pero en realidad las tres
logramos mucho más. Conocimos al hombre que apenas hablaba, uno que se
sentía menos que todos nosotros por sus humildes orígenes. Sin embargo,
consiguió ganarse nuestro cariño y respeto; cuando el sacerdote termina de
hablar, todos vemos cómo Salvatore toma un puño de tierra y pronuncia con
dolor:
—Polvo somos y en polvo nos convertiremos. —La coloca en el ataúd y lo
cierra—. Nos veremos en el infierno, hermano.
Las chicas y yo lanzamos sobre él rosas blancas, cada una abrazamos a
Salvatore quien llora en silencio. Giovanna es la última en hacerlo y le entrega
una pequeña cajita de terciopelo.
—Salvatore, cuando te escogimos como padrino de nuestros hijos, te
encargamos los que más amamos. —Sonríe—. Mi esposo y yo consideramos que
eres un Lombardo. —Abre la cajita—. Es una hermosa coincidencia que tu
apellido y el nuestro tenga la misma inicial, pero esta medallita de Santa Rosalía
y la ele, son un regalo que te hacemos para recordarte que eres parte de nosotros.
Salvatore la toma y abraza a Giovanna, me refugio en los brazos de Matteo
ocultando mis lágrimas. No puedo creer que ellos sean capaces de recibirnos,
aprendí que la familia muchas veces es la que escogemos y los Lombardo
definitivamente son la familia que hemos elegido.
Salimos del pequeño cementerio, caminamos hasta los todoterrenos y
subimos. Matteo me abraza mientras rodamos de vuelta a casa.
—Vas a quedarte en la finca de los Lombardo —indica mi esposo—, llegado
el momento que tenga que dejarte, prefiero que estés aquí que en la casa sola.
Suspiro.
—Los hijos de mi hermana…
—Esa es otra cosa que iba a conversar contigo, entiendo que desees
protegerlos, pero los enviaré a un internado en Suiza y estarán con nosotros en
vacaciones. —Respira hondo—. No quiero a la bruja de tu madre cerca.
Me remuevo incómoda y exhalo cansada.
—Yo tampoco, pero quisiera…
—Chiara, voy a enfrentar una guerra y no sé si dure una semana o años, no
puedo preocuparme por ti, por tus sobrinos, por la familia y los negocios.
¿Entiendes? —Me toma de la barbilla y me obliga a mirarlo—. Llegado el
momento también deseo hijos, tuyos y míos, nuestros. —Sonríe—. En este
momento pienso solo en protegerte, en cuidarte y que estés a salvo cuando me
vaya.
Respiro hondo y me quedo callada hasta que bajamos, los hombres se van al
despacho y las chicas vamos al jardín. El cielo está gris, parece que el clima sabe
que en esta casa estamos todos tristes.
—Ahora entiendo lo que ustedes sentían cuando ellos se iban —comento.
Giovanna y Marena se quedan mirándome, Rosa está absorta bordando.
—Al parecer es una guerra tras otra y nos toca sentarnos en casa a esperar que
todo pase —se lamenta frustrada Giovanna—. Estoy harta de las reglas, de que
no nos tomen en cuenta para las decisiones.
—En mi casa era igual y mi padre era un criminal de cuello blanco. —
Guardamos silencio, ya que Rosa no habla nunca sobre su pasado—. Mi padre
era gobernador, mi madre y yo éramos solo un adorno decorativo en las cenas,
pero nunca teníamos opción de escoger. —Se ríe—. Sé tocar piano porque así lo
quiso mi padre, hablo cinco idiomas porque así lo quiso mi padre, monto a
caballo porque así lo quiso mi padre, ahora que lo pienso nunca he hecho algo
porque yo lo deseo, así que no es diferente mi cultura de esta, veo que las
mujeres somos el sexo débil.
—¿Eras hija de un político? —curiosea asombrada Giovanna.
Rosa se ríe.
—Y tú de un Capo de la mafia, no es mucha la diferencia en mi país, mi
padre blanqueaba el dinero del capo mexicano más grande de México y cuando
dejó de hacerlo, pagamos las consecuencias.
—No te estoy juzgando —aclara Gio.
—Ni yo a ustedes, son los primeros criminales que me parecen normales. —
Se ríe—. Las bestias que me violaron y luego me vendieron a otro monstruo, no
tenían alma o familia.
—Lo siento —murmura Marena.
—Deja de pedirme disculpas por algo de lo que no tienes la culpa, me
contaste tu historia, puede que Valerio fuera tu verdugo, pero me salvó de las
garras del mío.
Marena se remueve incómoda en su silla.
—Ahora estás bajo mi protección —le asegura—, se lo debo a Juan.
Rosa suelta un sollozo.
—Si Salvatore no me hubiera rescatado, tal vez estaría muerta. —Respira
hondo—: El día que Víktor me encuentre, ese día me quitaré la vida.
—No si antes lo mato —le asegura Salvatore.
Todos están de vuelta con nosotras y no nos habíamos percatado de ello,
Matteo coloca sus manos en mis hombros. Veo cómo Alessandro tiene el rostro
desencajado, han tomado una decisión.
—Matteo, Salvatore y yo saldremos de viaje —anuncia Ale—. Maurizio
cuidará de ustedes.
—¡No! —grita Giovanna—. No, otra vez no…
—Giovanna… —advierte.
Yo me estremezco, sé qué significa esto. No hay vuelta atrás, deja a su
sucesor a salvo en la casa, lo que significa que si el muere, Maurizio estará para
tomar su puesto. Él sujeta a su mujer y se la lleva lejos de nosotros.
Marena observa a todos y se levanta, los sigue de cerca y Maurizio hace lo
mismo. Me quedo en silencio y Salvatore se acerca a Rosa. Le entrega una cajita
de terciopelo.
—Es para ti —le dice—, lo compré estando en Foggia.
Rosa la abre y saca un hermoso dije con la flor que lleva su nombre. Siento
que estoy viviendo un momento incómodo.
—¿Por qué? —pregunta.
—Porque así como mataron tu alma una vez, lo hicieron con mi madre…
Me levanto sin decir nada, Matteo toma mi mano y caminamos en silencio
hasta la casa, esta noche me despediré de él. No pensé que sería todo tan rápido,
quiero morirme por dentro. Todos a nuestra manera estamos viviendo el dolor de
decir adiós sin saber si volveremos a ver a esa persona. Entramos a la habitación
y me echo a llorar, me toma entre sus brazos.
—No me entierres todavía… —me pide.
—No te vayas —le ruego—, no me dejes…
Matteo me gira y sin decirme nada me besa, necesito sentirlo. Estoy
convaleciente todavía, pero si se va, deseo que me haga el amor. Acaricio su
pecho mientras él entierra sus dedos en mi cabello. Lentamente danzamos hasta
que siento la cama y me acuesta delicadamente sin romper el contacto.
—Te necesito —confieso—, hazme el amor...
Se aleja de mí y toma mi rostro entre sus manos. Sus ojos me estudian
tratando de leerme, atrapo el suyo con las mías y le expreso:
—Si vamos a despedirnos, tendremos que hacerlo bien…
—Chiara, todavía... —Pongo mis dedos en sus labios callándolo.
—Te necesito, quiero sentirte y poderte decir adiós como debo…
—Amor mío…
Me besa y borra con sus labios mis lágrimas, me quita lentamente la ropa
mientras hace lo mismo con la suya. Cuando estamos completamente desnudos
se dedica a adorarme, gimo bajito cuando atrapa uno de mis pezones con sus
dientes. Acaricio su cabello, nuestras miradas no se despegan ni una sola vez.
Matteo deja un reguero de besos desde mis pechos hasta llegar a mi abdomen,
se queda mirando la herida y me confiesa:
—Nunca pensé que podrías dar la vida por mí…
—Lo haría una y mil veces…
—Chiara…
—Te amo, Matteo, te amo tanto que duele, te amé cuando era una niña, te
amo siendo una mujer y te amaré cuando mi cabello sea blanco.
—¿Qué hice yo para merecer tu amor?
—Para amar no tienes que hacer nada, el amor es un sentimiento que se da de
forma natural, así nació el mío por ti…
No contesta nada, sube de nuevo hasta mis labios para besarme, siento su
polla en la entrada de mi sexo, me muevo un poco y parece entenderlo, poco a
poco va entrando en mí hasta que estoy completamente llena de él. Me hace el
amor lentamente, juntando nuestras almas, convirtiendo nuestros cuerpos en uno
solo. Y sé que mañana cuando el sol salga lloraré, porque tal vez esta sea la
última vez que estemos así.
Y vivimos nuestro amor sin prisas, solo él y yo dueños del momento. El
remanso de paz que me dan sus brazos es capaz de detener el tiempo, lloro en
silencio, porque esta es la primera vez que lo siento tan mío.
—No llores —me pide—, voy a volver a ti.
—Te amo… —musito cuando el cosquilleo me avisa que estoy a punto de
correrme—. Me voy a correr…
—Hazlo cuando te lo pida. —Asiento—. Mírame, Chiara —me ordena—, soy
tuyo…
—Soy tuya…
—Córrete para mí…
Y el orgasmo me asalta como nunca antes, Matteo me sigue y cae sobre mí.
Permanezco en silencio, nos da vuelta y quedo sobre su torso. Me abrazo a su
pecho, escuchando los latidos de su corazón.
—Nunca pensé sentir algo así, llegaste para enseñarme lo que es el amor —
murmura tomando mis manos—. Poco a poco fui enamorándome de ti, voy a
volver, lo prometo.
—Abrázame —le pido, nunca antes había sentido tanto miedo y él me
envuelve entre sus brazos—. ¿Por qué tú? —pregunto.
—Soy quien conoce mejor a lo que nos enfrentamos.
—Matteo…
—No voy a mentirte, no deseo dejarte, sin embargo, tengo que hacerlo y lo
hago por el honor que algún día tendrá nuestra familia, lo hago para tener un
poco de paz, no sé por cuánto será, pero trataré de tener el tiempo a nuestro a
favor…
—Bésame…
Lo hace lentamente y frenando el tiempo, porque mañana tal vez el mundo se
acabará y será este instante el que podremos atesorar para siempre. Pasamos la
noche así, haciendo el amor, sintiéndonos, prometiéndonos un futuro. Mi
corazón cada vez se asusta más con lo que puede suceder, porque no estoy
preparada para ello.
—Te amo, Matteo —susurro cuando los primeros rayos del sol se cuelan por
la ventana.
Me quedo mirándolo mientras duerme, respiro hondo alejando el llanto y el
miedo, para esto fui preparada, sabía que en algún momento podía suceder.
Acaricio su cabello y grabo en mi mente los rasgos de su rostro. A veces me
pregunto cómo puede ser un asesino a sangre fría y a la vez un hombre dulce, tal
vez todos en la mafia estamos locos, tanto hombres como mujeres.
Una vez escuché una conversación entre dos chicas, hablaban de una película
de moda y era sobre un mafioso, ellas se hacían la misma pregunta. Yo no tengo
respuesta, pero Matteo es lo que soñé la vida entera, lo que deseaba y fue la
ilusión que por años me mantuvo fuerte.
—Duerme un rato, amor mío —me pide.
—No puedo dormir, porque sé que cuando lo haga te irás para no verme
llorar…
—Chiara…
Suspiro.
—Lo sé, todo este drama es innecesario.
Matteo me atrae hasta su cuerpo y no me dice nada más. Me abraza y me
quedo ahí, hasta que el sueño me vence. Sabiendo que mi corazón guardará el
secreto de decirle adiós, porque cuando despierte, quizá él ya no esté a mi lado y
esté cumpliendo con su deber de hombre de honor.
Capítulo 27
ALESSANDRO

Giovanna llora desconsolada, es la primera vez que reacciona de esta manera a


mi partida. Anoche le hice el amor, traté de memorizar su aroma, su piel y el
sabor de sus besos. Se abraza a mi cuerpo y es como si de alguna manera deseara
sostenerse a él, para no dejarme ir. Su vientre está abultado, en tres meses llegará
nuestro hijo y tal vez no pueda estar a su lado.
—Te lo ruego, deja de llorar —le pido acariciando su cabello.
Ella respira hondo y se levanta un poco, su rostro está rojo y borro las
lágrimas que lo surcan.
—Tengo miedo, Alessandro —confiesa y toca su corazón—. Algo me dice
que no volverás.
Exhalo cansado, ya que de alguna manera tengo el mismo presentimiento y
no puedo decirlo en voz alta, no puedo dejarla en casa llena de miedo, necesito a
la mujer fuerte que es capaz de asesinar a cualquiera con sus propias manos.
Tomo su mano y la entrelazo con mía.
—Por ti soy capaz de todo, hasta volver del maldito infierno y lo sabes. —
Ella suelta un sollozo—. No llores, Giovanna, porque no he muerto y necesito a
la mujer que cuida de todos, la matriarca de la Cosa Nostra.
Ella suelta una risa triste.
—Déjame ser la esposa del hombre que va a exponerse a un peligro
desconocido —reclama—, cuando cruce esa puerta seré todo lo que desees, pero
déjame ser la mujer que tiene miedo de perder a su esposo, no me niegues eso,
Alessandro.
La beso sin responderle, porque por Giovanna seré capaz de todo para
regresar a su lado. Gime bajito y aprovecho la oportunidad para subirla sobre mi
cuerpo, nunca puedo saciarme de su cuerpo. Se posiciona sobre mi polla y
cuando poco a poco va bajando sobre ella, los dos rompemos la conexión para
mirarnos.
—Eres mía, solo mía —le aseguro.
—Tuya por siempre.
Giovanna es mi alfa y mi omega, mi principio y mi fin, mi infinito… nunca
pensé amar a nadie como la amo. Pensaba que en mi mundo no llegaría nunca
una persona capaz de enamorarme, así como mi mujer lo ha hecho. A través de
su cuerpo creo que la muerte no existe, vivo por ella.
—Alessandro —gime mi nombre cuando está cerca de alcanzar el orgasmo.
—Grande amore…
Ella explota con su orgasmo y cae sobre mi cuerpo exhausta, se estremece
cuando me corro en su interior. Beso sus labios y la dejo sobre mi pecho, su
respiración poco a poco se va calmando, hasta que me doy cuenta de que se ha
dormido. Salgo de su cuerpo y la acuesto en la cama.
Me quedo mirándola dormir y cierro los ojos para memorizarla, solo
Giovanna y mis hijos son lo que me darán fuerza para volver con vida. Me
levanto de la cama, voy hasta el cuarto el baño y me quedo mirándome en el
espejo. El peso de la responsabilidad está matándome, porque ahora que tengo a
una familia, unos hijos a los cuales cuidar, estos son los momentos que
realmente me afectan.
Anoche fue una agria despedida, entre besos nos dijimos adiós y por primera
ocasión pensé que esta podría ser la última vez. La entiendo, claro que entiendo
a mi esposa, porque el gran temor que ambos tenemos es a perdernos.
Me doy un baño, quisiera no hacerlo para tenerla cerca de mí. Salgo y voy al
vestidor, me quedo mirando lo mucho que ha cambiado todo, ahora está su ropa
y la mía, también juguetes de nuestros hijos regados por el piso. Me siento en la
banqueta por unos segundos, esta será la última batalla, sé que después de esto
vendrán tiempos de paz.
Valerio fue el gran error de mi padre, si hubiera asesinado al maldito cuando
debió, tal vez Valentina viviera, mi madre conocería a sus nietos y a Giovanna.
Sería todavía el Sottocapo de mi padre, pero ahora soy el Don, el jefe de todos,
el patriarca de las cinco familias y los asociados, devolvimos el honor a mi
familia y por eso ellos muestran su respeto, por más que quieran destruirme, no
pueden.
Escojo un traje de tres piezas de color negro, me estoy terminando vestir
cuando ella aparece en el vestidor.
—Me dejaste sola —reprocha.
—Tengo que estar listo y tú necesitas descansar —contesto.
Sé que no es la manera, me giro colocándome los gemelos y ella se acerca.
Coloca la mano donde están las alianzas en mi pecho.
—Todos pensarán que estoy loca, huía de la mafia y ahora soy la mafia. —
Cierra los ojos respirando hondo—. Prometo que seré fuerte, que voy a ser lo
que necesitas y cuando vuelvas a mi lado, te estaremos esperando.
Abre los ojos y se queda mirando la alianza, tomo su barbilla entre mis dedos,
la obligo a mirarme, con mi otra mano borro sus lágrimas silenciosas.
—Regresaré a ti, te lo juro, ¿lo sabes verdad? —Asiente con su cabeza y dejo
un beso en su coronilla—. Tu amor es la fuerza que necesito para luchar contra
todo, te amo, eres el amor más grande que pude imaginar.
—Alessandro…
—Esto no es una despedida, esto es un hasta luego, porque siempre buscaré la
manera de regresar a ti.
Sonríe.
—¿Y por qué tengo tanto miedo? —pregunta.
—Porque me amas…
La beso transmitiéndole un poco de valentía, el amor de Giovanna y de mis
hijos es mi guía para volver a casa. Sé que han sido muchas batallas para el poco
tiempo que tenemos juntos, pero los dos nacimos para amarnos, para estar juntos
y entiendo que tenga miedo, sin embargo, en una familia normal en la que todos
salen a trabajar y no saben si van a regresar, esto no lo vivirían, llevamos tres
años en una guerra eterna y vamos a ciegas, enfrentándonos a lo que no
sabemos.
Este es mi deber, este es mi trabajo.
—Cree en mí y sé que volveré.
Asiente.
—Creo en ti.
Suspira.
—Ve a cambiarte, antes de irnos van a colocarles un chip de rastreo y a
nosotros también.
—¿A los niños?
—Todos, Giovanna, tenemos que protegernos y estar atentos a todo.
—Esto no me gusta…
—¿Confías en mí? —inquiero.
—Con mi vida entera…
—Entonces obedéceme, ahora ve a bañarte y sé la mujer que me da fuerzas
para luchar.
Giovanna asiente y me da un beso que me hace dudar si es una buena
decisión irme, cuando sale del vestidor voy hasta la caja fuerte y saco las tres
cosas que me importan. La foto de mis padres y hermanos, la foto de mi familia
y la medalla de San Miguel Arcángel, estos son mis escudos para volver a casa.
Capítulo 28
ROSA

Y todos están preparándose para una guerra que no entiendo, todo esto de la
mafia parece sacado de una película, El Padrino, era la favorita de mi hermano y
la verdad que las miles de veces que la vi con él, siempre pensé que Michael
Corleone estaba destinado a la desgracia, a diferencia de su padre que murió en
paz, este lo hizo solo. Por lo que veo Alessandro es una combinación entre Vito
y Michael, su familia lo es todo, como lo era para el patriarca en la primera
película y no tiene piedad como el hijo en la transición final.
Tengo miedo de volver con Víktor, prefiero estar entre criminales y sentirme
protegida, que volver al maldito infierno.
El dios nórdico cada vez que puede es capaz de robarme las palabras, ver el
dolor en él luego de perder a su amigo, me hizo comprender que estas personas
realmente tienen sentimientos y que luchan por sus ideales, por más bizarros que
puedan parecernos a los demás. Lo vi dormir mientras estaba sedado, parecía
apacible y hasta inofensivo, pero me da terror cada vez que me toca, en cada
momento que se acerca. Su proximidad me da paz y al mismo tiempo una
inquietud que no logro comprender.
Salgo de la habitación, supongo que ellas necesitan de mí. Nunca tuve
amigas, a veces me cohíbo y soy tosca con ellas. La primera vez que vi a Chiara,
fue justo a horas de su boda y de ese episodio tan horrible, mi cicatriz es un
recordatorio del momento en el que fui un pedazo de basura, alguien que no
valía, al menos para esa persona y que ella tratara de verme el rostro me dio
coraje, cuando las tres parecen sacadas de la revista VOGUE. Sin embargo, estos
días cortitos me han servido para conocerlas.
Marena es tímida y dulce, su amor es maternal y al mismo tiempo te transmite
paz.
Giovanna es un como una tormenta, pero al mismo tiempo es un remanso de
tranquilidad, contradictorio, lo sé, pero ella es capaz de todo y a veces me río a
escondidas cuando se le enfrenta a Alessandro.
Chiara es un poco parecida a mí, atrapada con el destino que le trazaron sus
padres. Tiene un corazón noble y al mismo tiempo sé que es capaz de todo por
las personas que ama.
Creo que las tres complementan a sus esposos, siempre he sido una lectora
empedernida, ellos me recuerdan tanto a esas novelas del llamado dark romance,
donde el amor es capaz de dar luz a las almas más oscuras.
Camino mirando el colgante que me ha regalado Salvatore y voy distraída
pensando en que desearía conocer más al dios nórdico. Choco con alguien, no
tengo que adivinar quién es, mi cuerpo lo percibe, toma mi rostro y susurra:
—Rosa… —Cierro los ojos y tiemblo—. No me temas, solo quiero
cuidarte…
Suspiro.
—¿Por qué? —indago, quiero saber qué es lo que lo ata a mí.
—Porque a las cosas bonitas hay que atesorarlas, también es válido para las
personas.
—¿Y tú crees que soy bonita? —pregunto.
No sé si reírme o llorar, en Londres hasta los niños que cuidaba me veían con
asco y ahora estas personas me hacen sentir que soy la Rosa Tapia que era feliz
en Jalisco.
—Eres hermosa. —Sube mi rostro y acaricia con sus dedos mis labios—. La
belleza no es solo lo física, Rosa, también es lo interno y puedo asegurarte que la
belleza de tu alma, resalta la exterior.
Se acerca a mí peligrosamente, estoy muriendo lento, ya que nunca había
deseado tanto que alguien me besara. Su nariz acaricia la mía y estoy a punto de
tener un infarto.
—Rosa, déjame llevarme el sabor de tus labios… —me ruega—, déjame
besarte para que te quedes en mí… —Suspiro—. ¿Eso es un sí…?
Y no respondo, pero es un sí y él parece entenderlo. Salvatore me besa y por
primera vez lo hacen dulce y bonito para mí. Este hombre tan tosco y tan grande
es capaz de ser sutil, delicado y mi corazón late apresurado como un caballo
desbocado. Mi lengua sale tímida a responderle, escucho que de su garganta se
escapa un sonido gutural y así, así es como me he imaginado toda la vida los
besos que le dan los protagonistas a las chicas de los libros. Cuando se aleja creo
que voy a caerme, me ataja entre sus brazos y me abraza.
—Volveré por más besos, Rosa, y también por ti —susurra en mi oído—, y
como la canción, te voy a besar mucho.
Al romper el abrazo sonrío.
—Cuídate —le pido bajito.
—Lo haré.
Me promete y se aleja. Cuando bajo todos están sentados y alguien les está
colocando alguna cosa.
—Rosa —me llama Giovanna—. Tienes que venir, es para protegernos.
—¿Qué es eso? —pregunto.
—Un chip de rastreo.
Me quedo mirándolos, esta gente al parecer lleva al extremo todo. Busco con
la mirada a Salvatore quien asiente en mi dirección. Me acerco a Marena y me
siento a su lado, ella toma mi mano cuando un doctor hace un corte en su pierna
y le coloca el aparato. A cada uno nos los colocan en lugares diferentes. Al
terminar, me quedo sentada esperando alguna acción, todos me observan cuando
Salvatore se acerca y me toma la mano, no se la retiro y escondo mi mirada
avergonzada por la atención.
—Regresaré por esos besos.
Siento que la sangre se me sube a la cabeza, se acerca y deja un beso en mi
mejilla. Se levanta y lo veo partir. Cierro los ojos y pienso:
«Dios, me enseñaron a creer en ti, fuiste mi sostén mientras vivía mi
pesadilla, permite que estos hombres regresen sanos y salvos, te lo ruego».
Capítulo 29
MATTEO

Toda despedida es dolorosa, pero parece que las chicas están convencidas de
que no vamos a volver. Y me hace preguntarme si alguno de nosotros va a
sobrevivir. Salimos con rumbo a un aeropuerto en Palermo.
Salvatore observa la ventana mientras Alessandro habla con Maurizio
dándole las indicaciones de todo lo que debe hacer. Cuando giro mi rostro ellas
están de pie mirando cómo nos perdemos en el camino que nos llevará a la
desolación. Exhalo cansado y veo cómo se desdibuja mi esposa.
—Dejé a mi esposa cuando apenas había dado a luz, puedo asegurarte que sé
cómo te sientes.
Alessandro me habla y giro mi rostro, sé que no es fácil. Dejaría cuanto tengo
y conozco por quedarme a su lado, mis principios y mi credo, dejaría de ser un
hombre de honor por Chiara, pero la lealtad lo es todo en este mundo.
—He aprendido a lo largo de los años, que la lealtad no es una palabra, es un
estilo de vida —expreso—. Estoy contigo.
—Lo sé, Matteo, y no sé cuántas veces voy a repetirte que estoy
completamente seguro de que eres uno de los hombres más leales que tengo.
—Tengo información sobre Wolfang, está en Palermo.
Salvatore choca su puño contra su mano y sonríe diabólicamente.
—¿Me van a dejar matarlo? —pregunta.
—Tenemos que ir con cuidado, lo conozco muy bien —les advierto—, sé que
todos tenemos deseo de sangre, que deseamos matarlo con nuestras propias
manos, pero Wolfang no da un paso sin antes estar seguro de que todo saldrá
bien.
—Me importa una mierda si es el mismísimo Hitler o Napoleón como
estratega, todos ellos terminaron muertos —me responde de mala gana Luciani
.
—¿Qué piensas que debemos hacer? —pregunta Alessandro.
—Dar un paso en falso significaría alertarlo, como les dije vamos a una de las
casas de los rusos, ahí manejan el tráfico de mujeres, darles un golpe con su
principal mercancía los hará enojarse y estoy seguro de que tanto Víktor como
Wolfang saldrán buscando venganza.
Maurizio se remueve.
—Mis instintos me dicen que esto no va a terminar bien —habla mirándonos
—. Debería ir yo y no tú, Alessandro.
—Está decidido —sentencia Ale, todos nos callamos—. Requiero que
protejas a la familia y eso incluye a Chiara y a Rosa, no necesito que sigas
cuestionando mis decisiones.
—Alessandro —reprocha su hermano preocupado.
—¡Basta, Maurizio! —Ninguno se atreve a hablar—. No tengo idea de qué le
hicimos exactamente a los rusos, si esto tiene que ver con Valerio, no tengo idea
a qué nos enfrentamos y necesito ser yo quién solucione esto.
—Puedo tratar de contactar con Víktor —le sugiero—. Tal vez te diga algo.
Niega con la cabeza.
—No, aprendí con Valerio que estos tipos están locos, los mueve el dinero y
sus intereses, necesito acabar con el problema de raíz.
—Si no le hubiese disparado yo mismo en la frente, pensaría que el maldito
de Valerio está vivo —agrega Salvatore.
—Maurizio, tienes que vigilar a Giovanna —le recuerda a su hermano, el
mayor de los Lombardo—. La dejé realmente alterada.
—Voy a proteger a todas las mujeres, lo prometo…
—Gracias —murmuro.
Maurizio respira hondo.
—Sé que soy un maldito, que dudé de ti y estoy arrepentido. —Se queda
viéndonos y agrega—: Alessandro y yo creemos que tenemos la suerte de
habernos cruzado con ustedes.
—La suerte es mía —contesta Salvatore—. Ustedes me han abierto las
puertas de su organización y de su casa, me dieron la oportunidad de conocer a
una familia, de ver qué es realmente el amor.
Todos guardamos silencio, a veces hay que decir ciertas cosas y este tipo de
manifestaciones normalmente me incomodan, pero la verdad es que Salvatore
está en lo cierto, la suerte es de nosotros. No somos diferentes a los hombres
poderosos o a los políticos, nos atenemos a las consecuencias de nuestros actos y
los actos de nuestros familiares. La diferencia radica en que aquí la traición es un
acto que se paga con sangre.
En momentos como estos, recuerdo mis inicios en la Cosa Nostra. La primera
vez que vi un arma y descubrí que mi papá era un hombre peligroso. La
organización bajo el mandato de Vito Lombardo, tuvo momentos buenos y
malos, sin embargo, la justicia en sus manos era implacable, los mayores
asesinatos de mafiosos y políticos se hicieron bajo sus órdenes. Alessandro
busca inclusión, no distingue entre familias y asociados, desea que todo sea un
ganar y ganar para todos.
Recuerdo las veces en que Wolfang se burlaba de mí, señalaba que quedaría
bajo el mando de un niño bonito. Sin embargo, también conocí los inicios de los
hermanos Lombardo, su padre a diferencia del mío los hizo escalar, probar su
valor para la organización. Creo que fue la manera correcta, porque si conoces
aquellos que son inferiores a ti, conoces al corazón de la organización.
Como Jefe de todos los Jefes ha demostrado aprenderse los nombres de sus
numareles, darle el valor a aquellos que lo ganan e impartir justicia con mano
dura. Ser su consiglieri ha sido uno de los honores más grandes de mi vida. La
limosina estaciona en el aeropuerto sacándome de mis pensamientos.
Todo sucede muy rápido, comienzan a disparar contra a nosotros.
—¡Qué carajo! —exclama Salvatore y abre la puerta para bajarse.
Lo detengo volviendo a trancarla.
—Lo rusos —les advierto.
Todos sacamos nuestras armas, esto es una emboscada. Alessandro asiente
hacia nosotros y nos da la orden directa de bajarnos. Lo hacemos y disparamos,
alrededor están los cuerpos de nuestros hombres, vamos a los extremos
contrarios para cubrirnos las espaldas. Maurizio comienza a dar órdenes, pero
nadie contesta y disparamos tratando de resguardarnos de las balas usando el
automóvil como escudo.
—¡Maldita sea, son demasiados! —maldice Maurizio.
—Necesito subirme a ese puto avión —le grita Alessandro.
—No vamos a poder con ellos —le informo mientras Salvatore trata de
disparar.
—¡Joder, me dieron! —profiere el foggiani.
—Es mejor que se rindan —grita un ruso burlándose—. Queremos a su jefe.
Todos miramos a Alessandro y observo a su hermano negar. Nunca lo
entregaremos, en un movimiento sorprendente el mayor de los Lombardo trata
de entregarse.
—¡Ni se te ocurra! —le grita Maurizio arrastrándose al asiento del piloto,
abre la puerta y saca el cadáver del chofer—. Entren, los voy a sacar de aquí.
Para sorpresa de todos, Alessandro tira el arma y levanta sus manos.
Inmediatamente cesa el fuego, todos miramos la escena como la vez en que
Giovanna se entregó a Mario. El menor de los hermanos maldice y se levanta, un
ruso le dispara y recibe el impacto en el hombro. Me levanto para disparar, pero
observo cómo Wolfang Nóvikov aparece y apunta directamente a Alessandro.
Todo sucede en cámara lenta, vemos cómo le da y cae, mi reacción es
ordenarle a Salvatore que agarre a Maurizio que grita y trata de correr para
salvar a su hermano. Subo al volante y tomo el control del asunto cuando me doy
cuenta de que estamos perdidos. Trato de maniobrar bajo una nueva ráfaga de
tiros, me dan en el hombro y una pierna y no entiendo por qué razón escogieron
este vehículo sin blindaje antibalas. Los gritos del menor de los Lombardo son
de odio, puedo ver por el retrovisor cómo atrapan a Alessandro. Tomo mi móvil
y aprieto un número que juré que nunca volvería a llamar. Lo llevo a mi oído y le
informo:
—Tienen a Alessandro, la guerra ha iniciado…
Capítulo 30
MAURIZIO

Cuando estaciona en el centro de operaciones, lo primero que hago es echarme


encima de él y golpearlo.
—Es mi hermano, maldito bastardo. —Matteo recibe mis golpes sin decir
nada, Salvatore me agarra por los hombros para separarme—. ¿En qué coño
estabas pensando?
—En que tenía que salvar tu culo, ¡para algo eres su maldito sottocapo! —me
grita—, aquí es como una monarquía, ¿recuerdas? A rey muerto, rey puesto y tu
hermano ha decidido por todos nosotros.
—¡Maldito traidor! —bramo.
Me zafo de su agarre, no sé qué coño estaba pensando Alessandro. Ese
maldito complejo de héroe, cuando aquí somos villanos, somos los malditos
malos de la historia. Entro y comienzo a dar órdenes, esos malditos no saldrán de
Sicilia o de la maldita Italia sin vida, de eso me encargaré yo.
—El chip de rastreo —me recuerda Salvatore.
Al volver Alessandro mi padre nos obligó a colocarnos uno, esta mañana se
lo colocamos a nuestra familia pensando en un posible secuestro y después de
nuestra experiencia era la mejor decisión, así que voy hasta mi oficina y abro mi
computadora. La enciendo y busco el programa, pongo el código de mi hermano,
maldigo cuando veo que está volando en dirección a Roma. Spadaro entra a la
oficina con dos enfermeros.
—Es mejor que te quites de mi maldita vista —le advierto.
Matteo me observa como si supiera algo que yo no. Alessandro y sus malditas
ideas, esto no puede estar sucediendo.
—Tu hermano me dio instrucciones, tal vez no voy por el mundo creyendo
que cuatro contra una centena de hombres es posible, eso solo pasa en 300 y te
recuerdo que Leónidas murió con su ejército.
—Ese fue el hombre al que le cortaron la garganta por salvarte —le recuerdo
—, tú dejaste que los malditos rusos se lo llevaran.
—¡Basta! —gritan. Abro los ojos con sorpresa, sé que no es mi padre, pero
podría jurar mil veces que es igual a él. Entra cojeando con ayuda de un bastón,
se detiene frente a mí y me da una palmada—. Me recuerdas tanto a mí con ese
ímpetu, pero eres igual que tu madre…
—¿Papá? —pregunto sorprendido.
Se ríe.
—No sabía que los muertos regresaran del infierno. —Se acerca a Matteo y le
da dos palmadas en el rostro—. Hiciste bien.
—¿Qué está pasando?
—Soy tu tío, Maurizio —anuncia el hombre—: Soy Lucio Lombardo, el
hermano gemelo de tu padre.
—¡Me están jodiendo! —murmura Salvatore.
—En todas las familias hay secretos, los Lombardo no somos la excepción.
—Camina hasta sentarse—. Tu padre tuvo que ocultarme o estuviera muerto a
estas alturas, supuse que Alessandro te había informado de mi existencia.
—Matteo —me dirijo al consiglieri de mi hermano que parece estar
familiarizado con este hombre.
—Lucio es el hermano menor de tu padre por unos minutos—me informa—.
Cuando asesinó al Capo di tutti capi anterior, Lucio cometió un error y fue
sentenciado al exilio en Ravena, pero Alessandro hace una semana lo trajo de
vuelta.
—Él murió antes de que nosotros naciéramos —rebato—. ¿Qué es esto?
—Yo me veo más vivo que nunca —se burla—, he venido aquí porque ha
llegado el momento, tu hermano pensó que si algo le sucedía alguien debería
ayudarte con la carga que significa ser el jefe, tu fama te precede.
—Mi hermano no está muerto, es cuestión de tiempo para que esté entre
nosotros.
Lucio se levanta, se acerca de nuevo a mí. Juro que estoy viendo a mi padre,
tal vez más robusto con algunas diferencias, como la cojera y el bastón. «Jodidos
secretos, Alessandro está loco, ¿cómo pudo ocultarme algo así?».
—Actúas por impulsos, así como yo estabas destinado a ser el que ejecutara
las órdenes y ahora tienes que darlas, Alessandro necesita que tengas la cabeza
en donde debes, necesitamos que seas el jefe, tu hermano sabe lo que hace.
Niego con mi cabeza.
—Matteo, no puedo creer esto. —Me dirijo a Lucio—. Tú estás muerto para
mí, haré las cosas como las he hecho toda la vida.
—En eso te equivocas, Maurizio —me corrige Lucio—. Harás lo que hace un
Don, nada de poner música infantil y esas idioteces, si quieres rescatar a tu
hermano, harás lo que haría él y quiero que te calmes.
—Va vía Roma, si lo pierdo voy a matarlos a los dos —les advierto—.
Salvatore trae a Giovanna, antes de irme tengo que decirle todo y que sepa qué
es lo que sucede.
—No creo que sea buena idea.
—No te estoy preguntando, haría lo mismo por cualquiera de ustedes.
—Ve por ella, por favor —le pide Matteo.
Salvatore sale y me quedo mirando a los dos hombres que tengo frente a mí,
vuelvo al escritorio y me fijo en punto rojo que vuela lejos de Sicilia.
—Voy a rescatarte así dé mi vida, para conseguirlo.
*****
Están limpiándome la herida del hombro cuando Giovanna entra junto a
Marena, las dos están pálidas y llorosas. Me levanto y las dos me abrazan, cierro
los ojos ahogando la pena y miedo de perder a mi hermano.
—Tienen a Alessandro —anuncio.
—¡No! —grita Giovanna.
Marena se aleja de mí y la detiene pues se lanza a golpearme, me reclama que
he dejado que atraparan a su esposo. Gio pierde la cabeza por el dolor de saber
que puede perder a Alessandro. Matteo y Salvatore entran para tratar de
calmarla, me maldice en inglés y sé que tengo la culpa.
—Tu hermano daría la vida por ti, la daría y dejas que unos malditos se lo
lleven.
Marena se acerca y para sorpresa de todos le da una bofetada, todos nos
quedamos en silencio. Nunca en mi vida imaginé que mi esposa sería capaz de
algo así.
—¡Basta! —brama Marena—. No es momento de ver quién es culpable y
quién no, tenemos que rescatarlo y nada más, esta no es la Giovanna que
conozco, ni la que Alessandro necesita.
Mi cuñada abre los ojos y se zafa del agarre de Matteo y Salvatore,
acomodando su vestido. Se seca las lágrimas, acercándose lentamente a Marena
a la par que yo me aproximo temiendo que pueda hacer alguna locura. Toma las
manos de mi esposa, y respira hondo alejando las lágrimas.
—Tienes razón.
—Perdona —musita Marena.
—Lo necesitaba —asegura Giovanna y la suelta, se acerca a mí y me toma de
las manos—. Trae a tu hermano de vuelta, él ha dado todo por la familia, es
momento de que nosotros le demostremos que estamos a la altura.
Aplausos, todos giramos nuestros rostros y Giovanna se desmaya de la
impresión. La atrapo entre mis brazos, Marena se queda mirándome sin entender,
ha visto fotos de mi padre.
—Creo que la muchacha está impresionada.
—¡Maldita sea! —murmuro.
Mi tío se acerca mi esposa y le da dos besos, mientras trato de que mi cuñada
reaccione. Cuando logro hacerlo musita.
—Vito…
Respiro hondo.
—No, Giovanna. —Tomo su rostro entre mis manos cuando trata de voltear a
verlo—. Mírame —le ordeno—. Mi papá y mi hermano escondían un secreto, él
no es mi papá, es mi tío.
Niega con su cabeza al borde las lágrimas.
—Es Vito, míralo, está vivo —solloza.
—No, Giovanna, ¿confías en mí?
Asiente.
—Sí, confío en ti.
—Entonces créeme cuando te digo que no es mi papá.
Logro sentarla en una silla y Marena toma asiento a su lado tomándole la
mano. Le contamos los hechos y ella maldice cuando se da cuenta de que
Alessandro se entregó por decisión propia. Matteo le explica que hace un año m
hermano le encomendó la tarea de traer de Ravena a Lucio, con la única
condición de que no podía salir a la luz. Se encontraba en Corleone, ahí estaba
viviendo la vida que le había sido negada. Ya que después de que mi padre se
convirtiera en el Jefe de todos los jefes, mi tío había cometido el error de matar
al hijo de un jefe de una de las cinco familias —que con la guerra dejó ser parte
del consejo—, mi padre decidió fingir una muerte y enviar lejos a su hermano.
Tanto mi cuñada y esposa se quedan mirando al hombre que se parece a Vito
Lombardo, sin embargo, no lo es. Cuando Matteo termina, Giovanna se queda
muda.
—Mi hermano fue muchas cosas, pero amaba a su familia —comenta Lucio
levantándose—, es palpable el amor que sienten entre ustedes. —Se acerca a
Giovanna—. Una mujer de la mafia no llora, asume su papel de matriarca y
cumple con sus funciones. —Luego se acerca a Matteo—. Un consiglieri es
incapaz de alzar un arma, tú eres la voz de la conciencia del Don, eres el que
debe traer la paz a la familia. —Se da vuelta y me señala con el bastón—. El
sottocapo es fiel a su jefe, lo respeta y obedece. —Respira hondo—. Entiendo
que todos estén conmocionados, ahora tienen que organizarse, me ha contado tu
hermano que eres un estratega, que eres su escudo y que cuando de operaciones
se trata, te confiaría la vida.
Asiento.
—Giovanna, ve a casa —ordeno, va a rebatirme y le hago una señal para que
calle—. No es el momento, te juro por lo más sagrado que tengo que son mi
esposa e hijos, que voy a traer a Alessandro de vuelta, así eso me cueste la vida.
Ella asiente y Marena esconde la mirada.
—Estaré esperando en casa —me informa—. Quiero que Massimo Vella se
quede conmigo.
—Lo hará —confirmo—, seguimos con el plan inicial, nos iremos Matteo,
Salvatore y ahora yo. —Me dirijo a Lucio—. Te daré un voto de confianza, pero
no confío en ti, eres un extraño para mí y por mí puedes irte de nuevo a
Corleone, pero si mi hermano te quiere cerca de mí, voy a obedecer.
Lucio asiente.
—Tienes todo el derecho de desconfiar, es normal que lo hagas, haría lo
mismo si estuviera en tu lugar.
Las chicas se van en compañía de Salvatore, quedamos Matteo, Lucio y yo.
Mi tío se sienta y me dice:
—Es momento de brillar, Maurizio, y traerle honor a los Lombardo.
No me hago esperar, comienzo a planear un despliegue de hombres para
rescatar a mi hermano. Matteo organiza a las familias y a los asociados,
anunciando que mientras Alessandro no vuelva con vida soy el Don, todos
parecen aceptarlo
Escojo a los mejores numerales, a los que he entrenado personalmente y los
organizo. Contacto con nuestro asociado y le pido los principales locales que
puedan pertenecer a los rusos. Ellos han despertado la furia italiana, contacto con
Dante y le pido los mejores hombres que posea la ‘Ndrangheta.
Cuando tengo todo a punto, escucho los aplausos de Lucio, todos nos giramos
y me quedo mirándolo.
—Algo me decía que no eras el tonto de la familia.
Me coloco el chaleco antibalas bajo su atenta mirada y le contesto:
—No, yo soy el maldito señor de la guerra.
Capítulo 31
CHIARA

Giovanna parece un ánima en pena, Marena apenas prueba comida mientras que
Rosa y yo intentamos que ellas traten de comer al menos. Solo vi a Salvatore
cuando vino a buscarlas, pero al menos sé que Matteo por ahora está a salvo. No
puedo creer que sigamos viviendo una pesadilla, primero Marena, luego fue mi
propio esposo, yo, Alessio y ahora Alessandro.
A veces pensamos que Dios nos da una segunda oportunidad para no sufrir, el
mismo Alessandro parece un gato, tiene siete vidas y como diría mi padre si
estuviera vivo, le quedan pocas. No entiendo nada de lo que sucede, no
conocemos al enemigo, al menos no tengo idea a lo que se enfrentan. Durante
parte mi vida viví muchas de las guerras entre familias, patéticamente
terminaban con madres y viudas llorando, mucha sangre derramada y una falsa
paz que duraba en lo que los jefes de otras familias fallaban.
El periodo más largo que la organización estuvo en paz, fue después del
asesinato de Valentina Lombardo, muchos cuestionaron la decisión de Vito de
buscar a los verdaderos culpables. Supongo que de cierta manera tuvo razón,
para nadie es un secreto lo que sucedió con Giovanna, pero era parte de esa
guerra y cuando regresó con vida, fue como el final feliz que no tuvieron Romeo
y Julieta.
Estoy acostumbrada a esto, sé que mi madre pasó muchas noches sin dormir
esperando a que mi padre regresara, pero así como ella, fui educada para no
perder la compostura, la matriarca de una familia vela por sus hijos y los hijos de
los asociados, es una figura venerada y respetada.
—¿Te ha escrito? —le pregunta Giovanna a Marena.
—No —musita.
Exhala cansada.
—Voy a volverme loca —expresa con tristeza.
—Ustedes creen en Dios, deberíamos orar para que regresen a salvo.
Rosa les sugiere mientras me quedo mirando la cantidad de hombres que se
encuentran en la propiedad, todos pasean por la casa y fuera de ella con armas
completamente visibles. Hace mucho que no lo veía.
—Mi papá una vez nos contó que el mismo Vito fue secuestrado por
asociados enemigos, todos lo daban por muerto y mira lo mucho que vivió, los
Lombardo tienen una manera particular de escaparse de la muerte. —Sonrío—.
Debes confiar en que Alessandro estará bien.
Suelta un sollozo.
—Hace algunos meses lo vi en una cama casi sin vida, con un tubo saliendo
de su cuello y creían que no iba a hablar de nuevo, ahora que pensé que
viviríamos tranquilos, tengo otra razón para creer que voy a perderlo —reprocha.
Marena toma su mano.
—Tú estuviste con un pie al borde de la muerte y tu amor te devolvió a la
vida, Maurizio estuvo muerto y regresó a mí. —Sonríe—. Apuesto todo lo que
poseo a que Alessandro buscará la manera de volver a ti.
Massimo Vella se asoma y asiento en su dirección, me levanto con la excusa
de ir al baño. Me está esperando en el hall, eso quiere decir que tiene noticias.
—Están en Roma —me informa—, pero perdieron el rastro.
Cabeceo negando, no puedo decirle eso a Giovanna.
—No digas nada. —Asiente—. Sé que eres un Don y que no debería estar
ordenándote nada, pero hazlo por ella.
—Lo entiendo, señora.
—¿Y Matteo? —pregunto.
Su móvil suena y me lo entrega. Activo la llamada y me alejo.
—Matteo… —musito.
—Amor mío. —Escucho que respira hondo—. Prometo que al volver vamos
a ver el amanecer a diario, jugaré a seducirte y te haré el amor en el sillón de la
sala.
—Matteo…
—Tienes que ser fuerte, no sé cuánto tiempo voy a estar afuera, pero prometo
que trataré de volver.
—Eso espero, dime qué sabes de Alessandro. —Exhalo cansada—. Giovanna
está fuera de sí y me da miedo que se le ocurra tomar un avión para tratar de
rescatarlo.
—Nada, estamos barriendo con todo lo que encontramos de los rusos, pero
sin frutos…
—Matteo, no entiendo esta guerra. —Y me atrevo a emitir mi opinión—.
¿Qué le hicieron a la roja para molestarlos tanto?
Resopla.
—Los negocios…
—Sí, que se jodan los negocios, Alessandro está secuestrado y tú estás
exponiendo tu vida, puedes morirte mañana y no sabré la razón.
Escucho que maldice y que dice que soy una bendita mujer.
—No sé qué hicieron los Lombardo, pero yo me metí con la mujer de un ruso
y Salvatore por cuidarme mató al hijo del jefe de la roja.
—¡Joder! —gimo—. ¿Esto es por ella?
Se ríe amargamente.
—Todo lo malo que pasa en mi vida tiene su nombre…
Cierro los ojos.
—Rezaré para que regreses a mí, apenas he descubierto que me amas y no
puedo perderte.
—No lo harás, te amo, Chiara.
Cuelga la llamada, Massimo se aclara la garganta. Me giro para entregarle el
móvil.
—Gracias.
—Estoy redoblando la seguridad —me informa—, le voy a rogar que no
salgan ni siquiera al jardín.
Asiento, cuando regreso encuentro a Rosa bordando. Ella levanta la mirada y
me pregunta sin ningún tipo de filtro:
—¿Qué te dijo tu esposo?
—¿Cómo sabes que hablaba con él? —averiguo.
Se ríe.
—Vi que el chico te llamaba, supuse que era Maurizio o tu esposo, así que
puedes decirme. —Continúa bordando sin mirarme a la cara—. Es mejor que
traigan a Alessandro de vuelta o en esta casa tendremos dos sepelios.
Suspiro.
—Lo mismo pienso —concuerdo—. Están en Roma, siguiendo el rastro —
miento—, pero los hombres que tiene a Alessandro se mueven muy rápido.
—Nadie se merece pasar por lo que está viviendo Giovanna —suspira—.
¿Saben quién lo secuestró?
—La Bratvá —contesto mirándola.
Se pincha el dedo y se congela, niega mirándome y se echa llorar para mi
sorpresa.
—Víktor viene por mí…
—¿Qué dices?
Rosa se levanta y sale corriendo, paso mis manos por mi cabello sin entender
nada. Parece que todas nuestras vidas están conectadas de alguna manera.
Capítulo 32
MATTEO

Hacemos arder Roma con la esperanza de encontrar a Alessandro, hasta ahora


solo obtenemos a un montón de muertos y ni rastro de él. Maurizio está cada vez
más fuera de control. Entiendo que desea encontrar a su hermano, pero cuando
se comporta de esa manera lo único que hace es cometer errores.
Salvatore y yo tratamos de que entre en sí, pero está decidido a matar a
cualquier persona que se le atraviese por el camino. Se niega a hablar con
Giovanna o con Marena, y nosotros necesitamos que lo haga, a ver si logran
calmarlo.
—¡Maldita sea! —grita destrozando todo a su paso.
Los rusos a diferencia de nosotros prefieren morir antes de decirnos el
paradero de su jefe. Chiara cree que Rosa tiene algo que ver, dice que nombró a
Víktor y Salvatore nos cuenta que un grupo de la roja estaba tras ella en Londres.
Creo que cada vez la red de acontecimientos se hace más grande, no logro
entender qué es lo que sucede. Sé que Wolfang me quiere a mí, pero la pregunta
es:
¿Qué desea de los Lombardo?
Observo cómo Maurizio corta la garganta de los vorys de un bar ruso que
encontramos en las afuera de la ciudad. Saca su móvil y sé que es para ver si
enciende de nuevo la ubicación de Alessandro.
—Deben tenerlo bajo tierra. —Deduce uno de los hombres de Dante De
Luca.
«Joder», mascullo en mi mente.
—Maurizio, ¿podemos conseguir los planos de los búnkeres de Roma? —
indago.
Levanta la mirada de su móvil, frunce el ceño extrañado por mi pregunta.
—Puedo conseguirlos —asegura—, ¿por qué?
—Creo saber dónde tienen a Alessandro.
Sus ojos se llenan de esperanza, hace unas llamadas mientras reorganizamos a
nuestra gente. Salvatore está barriendo la ciudad con sus hombres en busca de
alguna pista, pero sin saberlo esa es la única esperanza que tengo, que esté bajo
tierra y por ende no pueda encontrarlo.
Salimos del bar no sin antes incendiarlo, hay que dejar en claro que vamos a
acabar con ellos y que estamos decididos a encontrar a Alessandro. Al subir al
auto, me sorprende que Maurizio lo haga de copiloto y es que desde que se
llevaron a su hermano no soporta verme.
—Qué bueno que pensaste en eso —halaga emocionado.
—Yo no lo pensé, fue Dante —respondo.
—No importa, igual me lo dijiste tú. —Exhala cansado—. No dejo de
escuchar las palabras de reproche de Giovanna, que Alessandro daría la vida por
mí y sé que tiene razón, pero yo daría la vida por mi hermano, si tan solo pudiera
cambiarme de lugar.
Respiro hondo.
—Alessandro había tomado la decisión mucho antes de que todo esto
sucediera. —Me aclaro la garganta—. Cuando me habló por primera vez de tu
tío, te juro que no podía creerlo, sin embargo, me aseguró que era inofensivo,
creo que ustedes pagan los pecados de su padre y a eso le sumamos muchas
cosas más.
—¿Qué cosas? —me exige molesto—. Ahora soy el jefe, dime qué tanto
sabes que yo no estoy enterando.
Y le cuento mi relación con Wolfang, le relato toda la verdad y Maurizio
escucha atento, también le comento sobre Rosa, que tal vez Víktor o algún
lugarteniente de la roja la deseen y concluyo con lo que siempre pensado, somos
víctimas de todo lo que Valerio fue haciendo con tal de vengarse de ellos.
—¿Crees que hasta los traidores dentro de la organización fueran orquestados
por Valerio? —pregunta.
—Lo creo, a final de cuentas si los destruía desde adentro todo sería mucho
más fácil.
—No puedo creerlo —murmura.
—Nos enfrentamos a hombres que no les importa morir, lo estás viendo, esos
tipos han vivido cosas peores y que nosotros los torturemos es normal para ellos.
Suspira hastiado.
—¿Por qué se entregó? —pregunta—. Nos iba a sacar de ahí, necesitaba
salvarlos a todos.
—Alessandro siempre va un paso adelante de nosotros, la decisión de irnos
no solo fue por Alessio, hace días me ordenó que investigara a los rusos.
—¡Joder! —grita pegándole un golpe a la guantera—. Pienso y pienso en todo lo
que sucede y me doy cuenta de que se comporta como mi padre, solo mira cómo
murió… —Se quiebra ante mis ojos, el hombre que se divierte haciendo a sufrir
a otros, me demuestra que tiene alma—. Si pierdo a Alessandro…
—Vamos a encontrarlo, así sea lo último que hagamos, tenemos que hallarlo.
Maurizio niega con su cabeza, no responde nada, esta es la segunda vez que
puedo constatar que ellos realmente se aman, que su vínculo es muchísimo
mayor a lo que muchos pensamos. Si Alessandro llegara a faltar, el menor de los
hermanos subiría a jefe y estoy seguro de que no resistiría todo el peso de la
corona.
Al llegar al piso estudiamos los planos que nos han enviado, hacemos un
perímetro con los bares rusos cerca. Admiro la capacidad del hombre que tengo
frente a mí de formar una estrategia, así como puede matar al primero que se le
atraviese en el camino, es capaz de organizar una táctica militar impecable.
Ahora puedo ver la razón por la cual Alessandro confía tanto en él. Organiza
una expedición y por lógica vamos al primero de los búnkeres que están cerca
del último bar que acabamos de destruir. Mi móvil suena y frunzo el ceño al ver
que es un número oculto, sospechando lo peor contesto:
—Hola, Matteo, tanto tiempo.
Reconozco esa voz, el acento ruso marcado cuando me hablan. Las veces que
reí junto a él.
—Wolfang…
Maurizio alza su cabeza de los planos y le hago una señal para que guarde
silencio.
—Tengo a alguien que quiere hablarte —se burla—, Víktor te manda saludos
y te advierte que como sigas destruyendo sus negocios, va a ir por tu esposita.
—Pásame a Alessandro —le exijo.
Se ríe.
—Matteo, Matteo —balbucea mi nombre Alessandro y el alma se me cae a
los pies—. Dejen de buscarme, donde estoy no podrán encontrarme.
—¡Cállate, maldito! —grita Wolfang—. Te lo advertí.
—Cuando te tenga al frente te voy a matar… —lo amenazo.
—Te estaré esperando, pero ya que hablas de eso… —Se ríe—. Te llamo para
un trato, realmente sabes muy bien que te quiero a ti y Víktor desea algo que es
suyo, si ustedes nos dan esas dos cosas, puede que il capo di tutti capi viva.
—¿Qué quiere Víktor? —pregunto.
—Una flor que le han robado.
Cuelga la llamada, me quedo mirando el móvil. Maurizo maldice al darse
cuenta de que no ha podido rastrear la llamada. Me siento frente a él tomando
una decisión, si no encontramos a Alessandro, sé lo que tengo que hacer.
*****
Si alguna vez han pensado que los criminales vamos haciendo emboscadas
sin tácticas, no pueden estar más equivocados. Maurizio hace un despliegue de
organización digna de un ejército, por algo nos llaman crimen organizado. Todos
llevamos uniformes de campañas y equipos cortesía de un traficante de armas,
que es muy buen socio comercial. Vamos en todoterrenos blindados y va
recitando órdenes por la radio.
Somos veinte hombres, escogió a aquellos que sabe son capaces de atenerse a
las directrices y están dispuestos a todo. Salvatore va jugando con una granada
que me pone de nervios, mientras se escucha Iron Maiden a todo volumen, si no
lo conociera tan bien, podría asegurar que están drogados.
Le atrapo la muñeca a Salvatore y este se queda mirándome, me desafía y
entiendo todo el odio que pueda sentir. Si alguien desea la sangre de Wolfang,
ese soy yo.
—Puedes volarnos —le advierto.
Suelta una carcajada.
—¿Tienes miedo? —averigua.
—Me pones de nervios —confieso.
—Matteo —me llama Maurizio mientras Salvatore dibuja una sonrisa.
—Dime…
—Necesito que la segunda brigada llegue después de que estemos adentro, si
Alessandro está ahí, tengo que sacarlo y llevarlo a que lo revisen.
—Cuando me des la orden la ejecuto.
—¿Y yo? —averigua Salvatore—. Tengo unas ganas de tomar sangre de
rusos.
Saco la medalla de Santa Rosalía y la beso, me persigno pensando en Chiara.
Dios, la amo y quiero gritar. Mi corazón está ella su lado mientras mi mente solo
está con el pensamiento de rescatar a mi amigo, pero a veces se cuela ella como
un recuerdo lejano.
Estos días he pensado en Violleta y todo lo que descubrí, todo ese amor que
creí sentir por ella se resquebrajó y no deseaba odiarla, pero ahora es el único
sentimiento que me provoca. Tuvo la muerte que merecía y por más que estuve
muerto en vida por su culpa, repetiría cada error, porque de ellos he aprendido y
me han traído hasta aquí.
Estacionamos lejos para no llamar la atención y todos tapamos nuestros
rostros con pasamontañas y las máscaras antigás con visión nocturna. Ajusto mi
radio y Maurizio habla:
—El objetivo es Alessandro, pero si no está dentro vamos a destruir todo lo
que encontremos.
Todos asentimos, Salvatore, el menor de los Lombardo y yo, entramos en
medio de los hombres. Los primeros lanzan bombas de gas lacrimógeno y se
escuchan los gritos de sorpresa, los disparos mientras nos acercamos derrapando
el suelo.
—¡Ahora! —ordena Maurizio.
Los tres nos levantamos junto a otros y nos dispersamos mientras los demás
comienzan a disparar. Salvatore va adelante liderando, porque además de todo es
uno de los mejores tiradores. Nos enfrentamos a varios hombres, disparamos y
caen muertos, vamos dejando una estela de desolación. Colocamos bombas de
menor alcance en las puertas y abrimos, maldecimos al encontrar mujeres,
muchas de ellas inconscientes.
—Esto es una prisión —murmura Maurizio.
—Señor, se acercan al sitio que tienen mayor profundidad —nos informa uno
de nuestros hombres que está en uno de los automóviles.
—Que venga el otro equipo —ordeno.
Salvatore toma una granada cuando nos disparan desde el flanco izquierdo.
Todos nos lanzamos al suelo cuando explota. Maldigo mentalmente por el
sonido ensordecedor. Seguimos nuestro recorrido y hay una única puerta, que
estaba custodiada por un montón de hombres. Maurizio se apresura a
derrumbarla y cuando lo hacemos, corre, alzo la mirada y palidezco. Alessandro
cuelga del techo, desnudo y lleno de heridas. Todos corremos a auxiliarlo,
mientras se crea una nueva ola de disparos y explosiones. Nos apresuramos para
sacarlo, me quito los guantes mientras cortan las cadenas y toco su pulso.
—Tenemos que acelerarnos —advierto.
Lo tomo del torso cuando logran soltarlo, me tambaleo cuando lo tengo en
mis brazos. Maurizio se acerca y me arranca a su hermano.
—¿Está despejado? —averigua.
—He de suponer que eres el menor de los hermanos…
Y me tenso de escuchar la voz de Wolfang por uno de los radios. Se ríe y
trago el nudo de la ira.
—Te superamos en número —le advierto—, la jugada esta vez está nuestro
favor, Wolfang.
Se ríe.
—¿De verdad crees eso? —pregunta—. Yo solo pido algo, tu vida por la de
Alessandro, me parece un intercambio justo.
—Te daré lo que quieras —acepto.
Salvatore me toma de la muñeca.
—¿Te has vuelto loco? —brama con la voz llena de ira.
—Por favor, le dicen a Chiara que la amo.
—Les daré cinco minutos, es todo lo que les otorgaré para irse mientras tú y
yo nos vemos afuera.
—No voy a dejarte atrás —me asegura Maurizio.
—Vamos, sé que me cuidarán la espalda.
Salimos del maldito laberinto y emergemos a la superficie de nuevo, me quito
la máscara junto al pasamontañas. Dos todoterrenos derrapan frente a nosotros,
los reconozco como lo nuestros y suben, apunto tratando de disimular. Cuando
Salvatore y Maurizio junto a Alessandro están a salvo, declaro:
—Espero encontrarnos en otra vida, porque fue un placer estar en esta con
ustedes.
—¿Qué dices? —pregunta Maurizio.
—¡Arranca! —le ordeno a mi hombre que asiente.
Tiro la puerta, los automóviles se alejan de aquí. Me doy vuelta y hablo por la
radio:
—Aquí estoy…
—Veo que te gusta ser el héroe —me comenta Wolfang.
Un sonido limpio, precede a un dolor que me hace gritar, otro disparo y caigo
de rodillas. Mi vida pasa como un fotograma, como un millón de recuerdos y él
último, la única persona que alguna vez he amado.
Chiara San Filippo.
Otro disparo y todo se vuelve negro, muero como lo que soy, un hombre de
honor.
Capítulo 33
MAURIZIO

Subo a la parte de atrás del todoterreno, Salvatore y Matteo me ayudan a meter a


mi hermano conmigo.
—Espero encontrarnos en otra vida, porque fue un placer estar en esta con
ustedes —pronuncia Matteo.
—¿Qué dices? —pregunto mirando al consiglieri.
—¡Arranca! —le ordena al chófer y tira la puerta.
El maldito obedece y pasa los seguros, Salvatore trata de detenerlo, pero
Matteo ha tomado una decisión. Arranca el motor y giro mi rostro, mientras nos
alejamos observo cómo le disparan, primero cae de rodillas y después su cuerpo
se desploma. Me quedo mirando al mismo tiempo que Luciani le ordena:
—Regresa, maldito, lo asesinaron.
—Yo solo cumplo las órdenes, que son ponerlos a salvo.
Salvatore y yo nos miramos, luego a Alessandro que está inconsciente en mi
regazo. Quiero llorar, pero me trago el dolor, Matteo ha hecho lo que nunca
pensé que algún hombre haría por uno de nosotros, ha demostrado el mayor acto
de lealtad a la organización indicándoles a todos lo que un hombre de honor
puede hacer.
—Maurizio —me llama Salvatore.
Niego respirando hondo.
—Es muy tarde, ya no está…
—¿Lo dejaremos atrás? —pregunta asombrado.
—Lo buscaré en el infierno.
—¡Virgen Santa, todos ustedes son unos malditos locos! —murmura
contrariado.
—Tenemos que resguardar a Alessandro y traer a las mujeres —ordeno.
—Maurizio, ¿te estás escuchando?
—Sí…
—No puedo aceptar que lo dejes morir…
—Le está dando honor a su nombre…
Matteo y su familia siempre poseyeron todas las características de la mafia
tradicional siciliana, la basada en las reglas de honor, en la familia, en las
costumbres arraigadas en los sicilianos. Esos fundamentos clásicos que son una
forma de vida, una conducta, una manera de concebir la amistad y la existencia.
Muchos de nuestros hombres han perdido todo, se han trastocado profundamente
en los últimos años, ahora damos la imagen de una organización basada en la
violencia gratuita, el asesinato y el secuestro que ha corrompido los viejos
valores, junto a Alessandro quisimos hacer lo que mi padre tanto deseó rescatar,
por eso ocupó mi lugar como consiglieri, porque sabía que el actuar por
impulsos no era adecuado...
Matteo sabía que el honor, la amistad, la exaltación de la violencia como
instrumento de ascenso social, la "omertà" y la capacidad de venganza, son
algunos de los valores básicos que guían el comportamiento de un "uomo
d'onore" y constituyen un sistema de normas no escritas que se utiliza para
juzgar las acciones de los individuos.
Tomo la mano de mi hermano y la aprieto:
—'Ntra greci e greci nun si vinni abbraciu [12]—le susurro—. Matteo se ha
ido para salvarte. —Respiro hondo—. Vive, Alessandro, vive para justificar su
muerte.
*****
Alessandro está sedado con varias fracturas en su cuerpo y una maldita
septicemia que podría llevárselo al mismo infierno. Salvatore fue por las mujeres
y tengo que enfrentarme al peor momento de mi vida, sé que Giovanna me
culpará de todo, no tengo fuerzas para contarle a Chiara que Matteo está muerto,
su rastreador está desactivado y vi con mis propios ojos cómo se desplomaba.
Roma parece un lugar maldito para nosotros, todos creen que soy un
desalmado, pero nunca había apreciado tanto la amistad de dos hombres después
de descubrir la traición de Angelo, después de saber que todo en lo que creía
ardía en fuego mientras tratábamos de hacer lo que nos habían enseñado. El
dolor, uno que solo experimenté cuando me alejaba de mi hermano, se repite con
Matteo.
¡Joder! ¿En qué pensaba?
Podíamos salir, podíamos irnos y salvar a Alessandro y si no morir los cuatro
en el intento. Ahora tengo sobre mis hombros la misma responsabilidad que tuvo
mi hermano cuando asesinaron a mi hermana. No puedo imaginar el dolor que
va a sentir Chiara, ellos que apenas estaban disfrutando de su amor.
Entro a la habitación de mi hermano y tomo su mano, me preguntó qué haría
él en mi lugar. Viví sin responsabilidades, pensando que mi papá y Alessandro
eran invencibles, viví a mi manera, la misma que siempre pensé que era la
correcta.
—No puedes morirte, no soportaría este peso, no sé cómo ser un Capo —le
hablo con la esperanza de que me escuche—. Nosotros pensamos que somos
invencibles, pero míranos, todos hemos estado a un paso de la muerte. —Me
quito la medalla de San Miguel Arcángel, es igual a la que llevaba puesta el día
que lo secuestraron y se la coloco—. Matteo era nuestro amigo, creo que él y
Salvatore son los únicos amigos que tenemos, ahora no está, ¿vas a perdonarme
por perder a tu consiglieri?
La puerta se abre y Giovanna entra sin decir nada, se echa a llorar sobre el
cuerpo de mi hermano. Me quedo escuchando las palabras de amor que le
susurra mi cuñada, me observa con los ojos azules llenos de lágrimas:
—Gracias, gracias por regresármelo
Cierro los míos asintiendo, no le digo nada y salgo de la habitación. Al
verme, Marena corre y se lanza sobre mí besándome, observo a Chiara buscar
con su mirada a Matteo. Me separo de mi mujer sin decirle nada y camino
lentamente hacia ella.
Parece leerme el pensamiento porque comienza a llorar, sabe que tengo malas
noticias. Tomo sus manos y percibo que está temblando.
—¿Y Matteo? —pregunta con voz rota—. ¿Dónde está Matteo?
—Chiara, lo siento…
—No. —Se zafa de mi agarre privada por las lágrimas y me golpea—.
¿Dónde está Matteo? —repite.
—Lo siento, Chiara —le pido perdón y se me rompe la voz—. Matteo ha
muerto.
—¡No, no! —grita y la sostengo entre mis brazos—. ¡Matteo no puede estar
muerto!
Y me permito quebrarme, lloro por el amigo, por el hombre de honor que nos
acompañó, el que fue capaz de dar su vida para salvarnos. Mientras su esposa
grita y maldice víctima del dolor, mi alma jura vengarlo.
Capítulo 34
CHIARA
Un mes después…

Despierto en la oscuridad y busco a Matteo en nuestra cama, tomo su almohada


y puedo asegurar que logro olerlo. Grito desesperada y lloro, toda nuestra
relación quedó como un eco en este lugar. No tengo ni una tumba para llorar, no
pude abrazar su ataúd, no tengo nada que pueda asegurarme que está vivo.
Mi vida ya no es vida, estoy muerta, no tengo ganas de nada. Siento que mis
amigas se desgastan mientras solo pienso en una cosa, morir. Dios me dio una
segunda oportunidad, se suponía que iba a ser feliz, que todo terminaría como el
cuento de hadas perfecto.
Matteo era todo lo que pedía y por un efímero momento fuimos felices, hoy
se cumple un mes de su muerte y no puedo creer que renunciara a estar conmigo,
porque en ese momento no pensó en mí. Me he roto en dos, estoy dañada,
destruida y el pequeño paraíso que viví junto a él se ha convertido en un maldito
infierno. Treinta días en los cuales el único pensamiento que he tenido es él, en
todo lo que pudimos tener y lo que perdimos.
Esa noche lo supe, cuando no lo vi, el rostro de Maurizio me lo anunció y
quise morirme ese preciso momento, necesitaba morir para alcanzarlo.
—¿Por qué? —pregunto a la nada y creo poder verlo—. Me dejaste, me
dejaste y no voy a poder olvidarte —sollozo—. Te necesito, Matteo…
Me levanto de la cama y comienzo a destruir todo lo que encuentro a mi paso.
Voy hasta el vestidor y saco sus trajes, me abrazo a ellos y lloro.
—¡Te odio! —Lloro—. Te odio por irte y no pensar en mí, yo siempre te
quise y me dejaste, maldito.
Grito y la puerta se abre, el ama de llaves me encuentra. Se acerca para
ayudarme, pero no puedo, no puedo vivir sin Matteo. Esa noche fue una
despedida, la última vez que lo vi deseé que el reloj detuviera la hora.
Me abraza y me aferro a ella como si la vida se me fuera. Matteo se ha ido, no
puedo volver a él. Era la razón de mi existir y adorarlo se convirtió en mi
religión, comprendí a su lado que el amor es algo que se da de forma natural, que
hay personas que son almas, pero se encuentran en el momento equivocado,
algunas tienen la oportunidad de reencontrarse y otras simplemente no vuelven a
estar juntas.
La historia de nuestro amor nunca será igual, su muerte ha apagado mi vida,
no creo que vaya a sobrevivir sin él.
—Señora, tiene que descansar —me pide.
—Me quiero morir —sollozo.
—No diga eso, señora…
Me levanta del suelo y me lleva hasta la cama sorteando los cristales en el
suelo, observo nuestra habitación y todo luce tan triste. Sola, estoy condenada a
la soledad. ¿Qué será de mi vida? Ya no estará a mi lado, se suponía que nuestro
amor era eterno y me tengo que sostener a algo, estoy a la deriva en un mar de
desolación, y el amor de Matteo es lo único que me puede ayudar a vivir, lo
necesito.
«Ayúdame, amor mío, ayúdame a vivir», le ruego mientras lloro en silencio
abrazada a la única persona que parece comprenderme.
*****
Voy vía a la finca de los Lombardo, Alessandro ha pedido que me presente ya
que desea hablar conmigo. Desde que murió Matteo solo escucho Lay me down
de Sam Smith, porque ahora lo siento y lo encuentro en cada canción, pero si
hay alguna canción que puede explicar lo que siento, es esta y lloro cuando llega
al estribillo y la segunda estrofa.

Can I lay by your side?


Next to you, you
And make sure you're alright
I'll take care of you
I don't want to be here
If I can't be with you tonight
I'm reaching out to you
Can you hear my call?
This hurt that I've been through
I'm missing you, missing you like crazy

¿Puedo tumbarme a tu lado?


Junto a ti, a ti,
y asegurarme de que estás bien,
cuidaré de ti.
No quiero estar aquí
si esta noche no puedo estar contigo.
Estoy llegando hasta ti,
¿puedes escuchar mi llamada?
Este dolor por el que he pasado,
te echo de menos, te echo de menos de una forma loca.

Estacionamos y en las escaleras me esperan Marena, Giovanna y Rosa. De


cierta manera entiendo que deseen ayudarme, ¿pero si yo no quiero? Solo
quisiera la oportunidad de verlo con vida y se quede a mi lado para siempre.
Subo y ellas simplemente me arropan abrazándome, me quiebro de nuevo y
lloro, pero como fui educada para comportarme, me recompongo antes.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Marena.
—Igual que ayer, anteayer y todos estos malditos treinta días, como si
estuviera muerta.
Giovanna cierra los ojos.
—De cierto modo me siento culpable —me confiesa.
Y niego, sé con qué clase de hombre me casé, que sus principios eran todo.
Estoy segura de que esto fue una decisión propia, por mucho que intente
encontrar culpables.
—Nadie tiene la culpa de las decisiones que tomó Matteo…
—Chiara… —suspira Giovanna.
—Son mi soporte, si ustedes se quiebran, no podré resistir…
Ellas asienten, Rosa me sorprende dándome un abrazo. Ella hace pocos días
me contó su verdad y supe que era víctima de todo lo que hacemos. Ahora me
doy cuenta de que todos esos principios que nos enseñan junto a nuestros
negocios terminan dañando a personas inocentes, por más que nos justifiquemos,
somos criminales, todos tenemos algo oscuro dentro de nuestro corazón.
Entramos a la casa y ellas me escoltan al despacho de Alessandro, Giovanna
abre la puerta sin tocar y cuando entramos, me quedo sin palabras. El concilio en
pleno está aquí, incluido mi cuñado representando a mi familia.
Mi amiga toma mi mano y la observo, sus ojos azules se anegan de lágrimas.
Deseo llorar, deseo gritar, quiero lamer mis heridas y nunca salir de la casa. Sin
embargo, sé que a Matteo no le gustaría. Me acompaña hasta donde está
sentando Alessandro, a su derecha está de pie Maurizio y Salvatore a su lado. A
su izquierda está Massimo Vella y mi cuñado, hay un puñado de hombres que
son parte de la familia Spadaro.
Al estar frente a frente, Alessandro se levanta con la ayuda de su hermano y
toma mi mano. Desde mi regreso he evitado encontrármelos, pero esto ya es
diferente.
—Una vez mi padre me dijo que la amistad lo es todo, que valía tanto casi
como la familia. —Respiro hondo y él sonríe—. Matteo demostró valor al dar su
vida por nosotros, tanto que nunca podré agradecerle la oportunidad que me ha
dado. —Toma mi mano—. Eres de la familia, eres una Spadaro y he tomado la
decisión de que la familia siga siendo parte del concilio.
—Pero… —musito.
—Soplan vientos de cambio, Chiara Spadaro, eres la jefa de tu familia, tu
padre en confianza siempre dijo que en secreto fuiste su mano derecha, Matteo
era fiel precursor de que se hicieran cambios en nuestro reglamento, así que
estoy seguro de que vas a saber tomar decisiones como lo hacía tu esposo. —
Respira hondo y me da dos besos—. Bienvenida al concilio
Siento un vahído, Salvatore logra sostenerme y observo cómo el menor de los
hermanos ayuda a sentar a Alessandro. Me ofrecen agua y la tomo, todos
presentan sus respetos ante mí. Este es el funeral al que me negué por días.
Al terminar, solo quedamos Maurizio, Alessandro, Salvatore, las chicas y yo.
Siempre he respetado la autoridad de la Cosa Nostra, el mayor de los hermanos
Lombardo se aclara la garganta y lo observo.
—Matteo fue el amigo que nunca pensé tener —me comenta—. Sé que los
dos guardamos muchos secretos, los dos sabíamos que alguno no iba a volver
cuando salimos, lo hablamos el día que asesinaron a Alessio.
—¿Por qué? —pregunto—. No pensó en mí, por qué me habló de un futuro
cuando pensaba que iba a morir.
—Porque nosotros siempre nos sostenemos al amor que sentimos por nuestras
esposas e hijos para volver —contesta—. Matteo te amaba, pero murió como un
hombre de honor y por todo lo que lo aprecio… —Se le quiebra la voz—. Voy a
cuidar de ti.
Asiento secándome las lágrimas, paso un rato con las chicas en el salón
destinado para nosotras. Marena me pide ser la madrina de sus niños junto a
Rosa y acepto.
—Se lo iba a pedir a Matteo —solloza—, pero…
—No te preocupes —le aseguro tranquilizándola.
—Maurizio se siente culpable y está decidido a vengar su muerte.
Resoplo.
—Ojalá esa venganza lo trajera de vuelta, pero solo será más muerte y eso no
me dará paz.
—Chiara, estamos para ti, tienes que saberlo.
Asiento.
—Me iré de viaje un tiempo, Sicilia es un recordatorio de que no lo veré más,
necesito un tiempo a solas.
Rosa se acerca y se quita un Rosario, me lo entrega. Me quedo mirándolo, es
de oro.
—Era de mi hermano, se lo dio a Marena para que tuviera fuerzas y ella a mí,
ahora te lo doy, porque entiendo tu dolor.
Asiento tragándome las lágrimas, Giovanna me abraza y me ruega antes de
irme volver a vernos. Me despido de ellas con esa promesa, antes de salir nos
topamos con Alessandro y Maurizio que lo empuja en la silla de ruedas, debido a
la septicemia algunos de sus miembros quedaron comprometidos y le costará
recuperarse. El mayor de ellos me ofrece un sobre y cuando lo tomo puedo leer:
Chiara.
No tengo que preguntar a quién pertenece la letra, con solo verla la
reconozco. Salgo de la casa para poder leer en la soledad de mi habitación.
Capítulo 35
MATTEO

Amor mío:
Si esta carta ha llegado a tus manos, he muerto, pero no quiero que pienses
que he sido egoísta, que he tomado la decisión de dejarte sola. Lo primero que
te pido es perdón, me hubiese gustado poder morir a tu lado, tal vez despedirme
de ti y estoy seguro de que los dos nos hubiéramos roto tratando de separarnos.
Hay amores que son cortos, pero que dejan un gran significado. Me costó
darme cuenta de que eras la mujer que me pertenecía, perdí mucho tiempo y no
pude hacerte feliz como me lo había propuesto, te aseguro que ese será mi
martirio en el infierno, porque ahí el diablo me atormentará con el sabor de tus
besos. Fuiste lo más puro y bonito que tuve en mi existencia.
Las decisiones que he tomado en mi vida han sido basadas en lo que creo, he
conocido la traición de mi propia familia, de los que consideré mis amigos y de
la mujer que alguna vez pensé que amaba. Mi padre me educó con el sentido de
la lealtad, los principios no escritos, que, sin embargo, él sí llevaba en su
maletín, esos mandamientos que tan orgullosamente defendemos eran como la
oración que repetía todas las mañanas, con eso crecí. El día que murió y tomé el
mando de mi familia, tu padre me dijo que sabía que estaba destinado a cosas
grandes, nunca imaginé llegar a ser el consiglieri del Jefe de todos los jefes de
la Cosa Nostra, de por sí sobre mis hombros caía la responsabilidad ser el Capo
de la familia Spadaro. Los hermanos Lombardo me recibieron con recelo y poco
a poco me gané su confianza, vi a Alessandro llorar por Giovanna, también
pude constatar la valentía de ella al entregarse a Mario. Estuve con Maurizio
cuando el dolor lo cegaba, lo hice ver que hay que aprender a pensar en frío.
Cuando el foggiani llegó, pensaba que era un traidor más, sin embargo,
Salvatore recibió balas por cuidarnos las espaldas. Éramos cuatro hombres con
caracteres diferentes, pero que sin siquiera intentarlo, nos hicimos amigos. Los
tres fueron capaces de buscarme y salvarme, les devolvería el favor, así mi vida
tenga que extinguirse.
Eso es la lealtad…
Y me dirás, ¿por qué no fui leal a ti? Tienes toda la razón en reprocharme
eso, pero el honor a la familia era todo y era mi deber mantenerlo. Necesito que
veas una cosa, eres la razón de todo, si tomé la decisión, fue para protegerte,
Wolfang no iba a detenerse hasta vengarse y mi gran temor era que llegara a ti.
Eres la razón por la que no estoy ahora, pero todo se sostiene en una la
palabra, AMOR, ese que me enseñaste que es paciente, que es capaz de superar
los miedos. Fuiste capaz de derrumbar mis paredes, de enseñarme qué es el
amor y te lo agradezco.
Te amo, Chiara, te amo tanto que doy mi vida para que puedas vivir.
Siempre serás la princesa de esta bestia.
Tuyo por la eternidad.
Matteo…
Epílogo
CHIARA

Un año después…

—Te voglio a bene, Matteo…


Abrazo y beso a mi hijo, estando en Florencia descubrí que Matteo me había
dejado el regalo más grande. Estaba embarazada, esa última noche tuvo sus
frutos, entre la soledad y el dolor, este pequeño remanso de paz fue lo que me
dio las fuerzas para vivir.
Regresar a Palermo fue una decisión difícil, la finca Spadaro me recodaba
todo lo que pude tener al lado de mi esposo. Todas las noches leo su carta, para
recordar la razón por la cual me ha dejado y por Dios, desearía que volviera,
pero entiendo que no puede. Los muertos no resucitan, eso solo lo hizo Jesús.
La Cosa Nostra está en guerra, se dice que esta es la más larga en mucho
tiempo. Alessandro busca la paz mientras los rusos nos han atacado
sorpresivamente, toda Italia arde, al parecer no era una venganza contra mi
esposo, aún no conocemos el verdadero objetivo de la mafia roja, pero intuimos
que son los Lombardo.
Al volver, valoré el significado de la palabra amistad, entendí a Matteo, hoy
estamos bautizando a los gemelos de Marena, son varones, me sorprendieron
con el regalo de llamar a uno Luca como mi padre y a otro Enzo como el padre
de ella, decidimos hacerlo juntas, así que Matteo recibe este sagrado sacramento,
Alessandro y Giovanna son sus padrinos.
Estos son los instantes que nos hacen ver la luz, cuando la familia que
escogimos nos encontramos celebrando. Salvatore ha dejado definitivamente
Foggia, se ha trasladado con sus hombres para ayudarnos, mientras Dante De
Luca ha demostrado que la mafia calabresa no permitirá que los extranjeros
traten de interferir en nuestros negocios.
Así como esa tarde anunció Alessandro que dentro de la organización hay
vientos de cambio, no soy la jefa, pero sí la matriarca de mi familia. Un primo de
Matteo ha asumido ser el Capo, pero antes de tomar cualquier decisión, debe
consultarme.
La brisa mediterránea acaricia mi rostro mientras observo el atardecer con mi
hijo en brazos, escucho unos pasos y Maurizio se detiene a mi lado:
—Si pudiera devolver el tiempo…
—No lo digas —susurro.
—¿Por qué decidieron hacerlo hoy?
—Porque Matteo vive en todos nosotros, porque cuando Wolfang Nóvikov
esté frente a ustedes vengarán a su amigo.
—Chiara, yo no soy de jurar en vano, pero no descansaré hasta poder
derramar su sangre. —Sonrío triste—. Nunca había conocido a un hombre de
honor como Matteo.
—Mi padre supo escoger al hombre que iba a ser mi esposo…
Pone su mano en mi hombro y se va, me quedo mirando a mi bebé:
—Cuenta la leyenda que tres hermanos que provenían de España y llevaban
por nombre: Osso, Mastrosso y Carcagnosso, llegaron a las costas italianas
huyendo de la justicia de Toledo que les acusaba de asesinato. Pertenecían a la
misteriosa Hermandad de la Garduña.
Acaricio la nariz de mi bebé para contarle la fábula que tantas veces escuché
del padre de Matteo. Esa de tres hermanos que se habían visto obligados a
fugarse tras vengar con sangre el honor de su hermana violada. Lograron
escapar de Castilla y se embarcaron hacia Italia, pero naufragaron en
Favignana, una pequeña isla próxima a Trapani, en el extremo occidental de
Sicilia. Osso, el mayor de los tres hermanos, permaneció en la isla y creó a la
Cosa Nostra. Mastrosso cruzó el estrecho de Messina y se estableció en
Calabria, donde surgió la 'Ndrangheta, mientras que Carcagnosso, el más
ambicioso de los tres, consiguió llegar a Nápoles, para fundar la Camorra.
Los tres hermanos fueron los creadores de los códigos de honor basados en
valores como valentía, lealtad y fidelidad que representan a las
organizaciones italianas.
—Tuo padre era un uomo d’onore e giorno lo sarai anche tu…[13]
No podemos renegar de dónde venimos, los mafiosos que llegan a ser jefes,
sus comienzos son humildes, demostrar su valor es lo que los hace un hombre de
honor. Las mujeres de la mafia aprendemos que un hombre que no es leal, no es
buen esposo, mi vida no es la misma, pero mientras viva, esos mismos ideales
que tuvo Matteo, se los transmitiré a mi hijo.

Fin…
Y la historia de los hermanos Lombardo llegará a su fin en el quinto libro de la Serie Ley del
Silencio…
Agradecimientos
A Dios y la Virgen, Santa Teresita del Niño Jesús por estar en mi vida
guiando mis pasos y llevando con cada respiro. Por concederme lo que con
fervor estos días les he pedido.
A mi familia por el apoyo infinito. Quiero agradecerle a mi mamá que es la
mujer de mi vida, gracias por estar en mi vida y ayudarme en todo.
A unas personitas que son muy especiales que son los que me ponen los pies
en la tierra, mis amigos.
A Joanna y a Isaura, hace un año comenzó este trío que coño, maricas,
ustedes son parte de mi día a día, los buenos días, los chistes, los chismes, se han
convertido en mi familia. Gracias por apoyarme, escucharme, por todo.
A Isaura, eres mi alma gemela en lo oscuro, gracias marica, gracias por tanto
y retarme, porque tú me haces explotar mis habilidades.
A Joa, maricaaaaaaaaaa, gracias por tanto y por ser ese apoyo cuando no veo
salidas.
A mis lectoras cero, Ceci, Sabrina, Génesis, Lucy, Glorialys, Joa y Pau. Son
las mejores, inserten emoji lleno de corazones.
Quiero darles las gracias a las siguientes cuentas por ayudarme en el
lanzamiento de este libro, son las mejores, aunque me llamen Cruella, Lucifer,
pero esa es Glorialys que las contagia con sus apodos. Algunas me conocen
años, otras desde Omertà y algunas desde Fuego, pero son las mejores: Joanna
de Con_un_Vino, Pau de Perséfone Books, Ceci de Coffee2019books, Nico de
Rayitodeluz, Génesis de Manicomio de los libros, Nalle de Lee libros con Naii,
Sabrina de Una loca lectora, Glorialys de Perdida entre páginas y Itzel de
Booksrc, Bet de Amorporloslibros, Antonieta de Millibroporleery Leidys
We.are.bibliophiles por siempre apoyarme cuando más lo necesito. Mis
Víctimas, oficialmente este libro es para ustedes.
Siempre voy agradecer a las cuentas de Instagram, creo que sin su trabajo
nosotros los autores no podríamos proyectarnos, gracias por todo su apoyo. En
especial a: Con_un_vino, Amorporloibros62, Pérdida entre páginas,
We.are.bibliophiles Leer es Increíble, Locas por la lectura, Libros Mentirosos,
Kinkybookshenry y Las Chicas del Reiki, Mil libros por leer, Libros que dejan
huella por todo lo que hacen por mí. Y a las nuevas chicas que están uniendo:
Surcando en Letras, Booksrc, Manicomio de Libros, Lee Libros Con Naii,
Perséfone Books, Reading Without Stopping, Blog Indie.
A los grupos Facebook: Lucy Amante de la Lectura, en especial a Lucy por
organizar las lecturas conjuntas, gracias por leerme y apurarme siempre para
publicar. La Caja de los Libros y Olimpo entre Libros, el año 2020 y parte del
2021 he vivido las mejores experiencias junto a ustedes.
Gracias por el apoyo que he recibido de ustedes mis lectoras, son las mejores
de verdad, nunca tendré palabras para apreciar su apoyo.
No por último a Irene, Dayana, Nela y Lilibeth sé que la falta de tiempo no
les ha permitido ser más mis lectoras cero, pero por siempre lo serán. Las amo.
¡Mil veces gracias!
Sobre la Autora
LORENA DEL VALLE FUENTES P. (Maracay, Venezuela,
1985) nació en la Ciudad Jardín de Venezuela, es Administradora mención
Tributaria y desde pequeña le gusta leer. Su primer libro fue Platero y yo, pero
se enamoró de la historia de niños que enseña a los adultos: El Principito, la
obra más famosa del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry.
Amante de las Artes en todas sus expresiones, pertenece al movimiento
Coral del Edo. Aragua y también al Movimiento Guías Scouts de Venezuela.
Siempre trazándose metas, entre ellas el proyecto de Leyendo con Lorena
Fuentes, donde tuvo la oportunidad de compartir entrevistando a grandes
autores de la rama de la literatura romántica.
Con Soy Tuya incursiona por primera vez en el mundo de la literatura que
tanto le deleita, manteniéndose en los primeros lugares de venta por más de
seis meses seguidos.
Redes Sociales:
Facebook: https://www.facebook.com/lorenafuentesescritora/
Instagram: @lorenafuentes2
Twitter: @lore2811
[1]
Quitarse una piedra del zapato.
[2]
¿Por qué lo escogiste a él y no a mí?
[3]
Quien quiere ser amado, le conviene amar.
[4]
Amar y no ser amado, es tiempo perdido.
[5]
Cría cuervos y un día te sacarán los ojos.
[6]
El nuevo amor va y viene, pero el viejo sigue.
[7]
es un río del Hades, el país de los muertos, por cuyas orillas vagaban los que no podían pagar a Caronte,
según la mayoría de las fuentes, durante 100 años. Era un afluente del Aqueronte (y trae el agua de la
Estigia) y era alimentado por las lágrimas de los ladrones, los pecadores y de todos aquellos de mala
conducta. Presumiblemente su padre era, como con los demás ríos, océano.
[8]
Traidor.
[9]
Es la mujer más hermosa del mundo.
[10]
Aquí estás a salvo.
[11]
Bella, he estado pensando en ti, pero ahora sé que los ángeles existen, porque he escuchado a uno cantar.
[12]
Hay honor entre mafiosos
[13]
Tu padre era un hombre honor y algún día tú también lo serás…

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