Está en la página 1de 284

Siempre Fuiste un recuerdo

Shelly Kengar
©shellykengar

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este


libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier
forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico,
incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de
almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del
propietario del copyright. Esta es una obra de ficción.
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y
diálogos en esta novela son o bien producto de la
imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de
manera ficticia.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación


pública o transformación de esta obra solo puede ser
realizada con la autorización de sus titulares, salvo
excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos
Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún
fragmento de esta obra (www.cedro.org; 91 702 19
70 / 93 272 04 45).
Portada: Shelly Kengar @shellykengar

Foto: Canva

Corrección: Dache Correcciones

Maquetación: Shelly Kengar @shellykengar


SINOPSIS
Marinet Legrand es una heredera, creció entre lujos y
un hermano demasiado autoritario. Reacia a enamorarse se
convierte en una auténtica novia a la fuga.

Su camino se cruza con el arrollador Kris Adagio, un


hombre que sabe bien lo que quiere que ha forjado su vida
a golpe de esfuerzo e ingenio.

Seis años después sus vidas vuelven a cruzarse, para


Marinet él siempre fue un recuerdo, para Kris ella fue su
ángel hechicero.

¿Podrán ser felices en esta ocasión?

¿Superaran los obstáculos y las mentiras que los rodean?

Atrévete a descubrirlo…
AGRADECIMIENTOS
Todos escondemos un guerrero dentro, ese que sale en la
situaciones más difíciles de nuestra vida. Este libro es en
honor a esos guerreros y guerreras invisibles que duermen
en nuestro interior, pero nos empujan a seguir “pa
adelante”.

Esta historia es mi séptimo trabajo, ¡¡guau!!!, nunca


imaginé poder llegar a publicar un libro y ya van siete. Por
eso quiero animar a todos a luchar, a soñar, por alcanzar lo
que imaginan, porque con trabajo duro todo es posible.

“Lucha por tus sueños, aprende a volar”

Ahora sí, empiezo mis agradecimientos, en primer lugar,


a mi madre, porque si de alguien aprendí al luchar como
una jabata fue de ella, te amo, no me pudo tocar una mamá
mejor. A mi papi también, por supuesto, porque he
aprendido mucho de ti y sigo haciéndolo.

A mi amor, a mi otra mitad, ese hombre que lleva a mi


lado desde hace muchos años y con el que tenemos a
nuestras minis (Carlota y Violeta), lo mejor.

Gracias a Laura, (loslibrosdelaura) por descontado,


porque es una de mis lectoras cero, pero también por ser mi
amiga desde el primer momento, porque parece que nos
conozcamos de siempre te adoro. A Dorcas como no, porque
es mi loquilla preferida, porque desde que nuestros caminos
se cruzaron la conexión fue brutal y por ser una tía de
verdad, pero de esa de la buena.

Gracias también a mi gran amiga Mari Sang, porque a


pesar de la distancia te siento familia y siempre está pa lo
bueno y pa lo malo.

A Isa (Bells Devis) porque me conquistó el corazón desde


el minuto cero y es la persona más especial que he
conocido, todo corazón, todo amor.

A Christine Tales, mi gemela digital como no, por ser mi


amiga, por estar siempre a mi lado a pesar de mis largas
temporadas de escaqueo mental.

A Myra Reda por ser mi amiga también, porque siempre


está ahí, gracias.

A Naiara porque he tenido el placer conocerla en persona


y es un magnífico ser humano, de esas personas amarillas
que tanto me gustan.

Todas ellas son guerreras, de esas de verdad, que luchan


cada dia por sus sueños y por seguir adelante en la vida con
energía y empuje.

También quiero agradecer a bookstragramers que


siempre me apoyan desde el principio:

Nladevoralibros

Estebeca_libros

Noemilibros

Quiero nombrar en especial a Loli por ser un amor, por


quererme tanto, por apoyarme desde que nadie me conocía.
También deseo hacer mención especial a
Anita(anitadevoralibros) porque es una lectora voraz que
ayuda a todos los escritores leyendo sus obras sin pedir
nada a cambio. Por esa luz que siempre la acompaña,
porque la quiero, gracias.

Agradezco y menciono todos los grupos de Facebook que


ceden su espacio para poder promocionar nuestros trabajos.

En especial;

Unidasxporloslibros

Lasautenticasdevoradorasdelibros
Prólogo
Castillo de Cheverny― 6 años antes.

Marinet Legrand
Por momentos el aburrimiento extremo se había
adueñado de mí, desde que mi mejor amiga, Ayleen
Macleod, salió huyendo de Cheverny hacía más de una
semana con la excusa de que su padre había enfermado.
Mis días en nuestra residencia de verano estaban resultando
de lo más tediosos. Sin contar que el autoritario de mi
hermano mayor, Adrién Legrand, a los dos días de
marcharse Ayleen, decidió darme una charla de esas, de las
suyas, indicándome, que mi amiga estaba vetada.
¿Razones? Ninguna y todas, añadiendo que era una mala
influencia para mí. Por lo que aconsejó que rompiera el
contacto con ella.

Era tonto si pensaba que iba a obedecerlo. Lo había


escuchado sin mucha emoción y haciendo acopio de todo
mi control, gracias a ello conseguí no contestarle. Lo cual,
en mi caso, era un logro de dimensiones titánicas.

No entendía bien la actitud de mi hermano para con mi


amiga. No obstante, con los años había aprendido que
Adrien Legrand dentro de su código de rectitud y honor,
algunas de sus decisiones y opiniones en ocasiones no eran
coherentes.

Nada era como había esperado, así que, allí me


encontraba, sentada en la terraza mientras observaba los
maravillosos jardines de Cheverny. En ese preciso momento
mi móvil sonó y me apresuré a descolgarlo.

―Hola, hermanita.

― ¡Guau!, el hermano pródigo, se ha acordado de su


gemela. ― contesté a modo de regaño.

Mateo emitió una carcajada que pude escuchar a través


del teléfono.

―Marinet, te estás volviendo más gruñona de lo normal.


― Apreció, Mateo.
Mateo gozaba de mucha más libertad que yo, porque a
fin de cuentas Adrien Legrand, nuestro hermano mayor y
tutor desde que fallecieron nuestros padres, no dejaba de
ser algo machista. Además, Mateo era un “escapista” todo
un artista en evitar la férrea mano dura de Adrien. A veces
lo envidiaba, aunque no podía quejarme, yo también
contaba con mis tretas para conseguir cierta libertad sin
tener que escuchar a Adrien.

―Será el fastidio―. Solté.

―Bueno, pues te llamo para sacarte de ese aburrimiento.


Tengo una gran proposición que hacerte.

―Soy toda oídos…―. Lo animé a que me explicara qué


era lo que quería proponerme.

―Estoy en Londres, los padres de mi amigo Paul están de


viaje y me alojo en su casa. Así que, he pensado que
podrías coger el avión privado y venirte aquí con nosotros,
lo que queda de vacaciones.

Durante breves segundos asimilé la invitación y a falta


de ningún plan mejor decidí aceptar.

―Ok Mateo. Esta tarde estaré allí. ― expresé.

Aterricé en el aeropuerto de Heathrow a las 17.00 horas,


maleta en mano. Lo que me había sugerido Mateo no era un
planazo. Porque tengo que decir que su amigo Paul no era
santo de mi devoción. Ser el blanco de su mirada libidinosa
cada vez que habíamos coincidido instalaba un sentimiento
repulsivo en mí. Sin embargo, a falta de un plan mejor para
lo que me quedaba de verano, decidí aceptar. Además,
Mateo estaría también, por lo que su amigo no sería un
problema o eso creía.
Al salir del aeropuerto cogí un taxi que me llevara al
Notting Hill, que era el barrio donde se encontraba la casa
de Paul. Mientras ocupaba el asiento del vehículo, envié un
mensaje a Mateo para hacerle saber que iba de camino.
Londres no era una ciudad que me gustara demasiado, su
clima lluvioso, mermaba mi optimismo, prefería las ciudades
bañadas por el sol y bordeadas por el mar mediterráneo.

Cuando llegué a casa de Paul, la puerta se abrió incluso


antes de que tuviera la oportunidad de llamar, ante mí
apareció esa cara que era tan conocida por mí, tan parecida
a la mía y a la vez tan diferente. La amplia sonrisa dibujada
en su rostro venía acompañada de un abrazo estrujante que
amenazaba con crujirme los huesos.

― ¡Qué alegría verte, hermanita! ―. Exclamó Mateo.

―Si ya puedo comprobar tu entusiasmo, pero suéltame o


mañana tendré una contractura ―. sermoneé medio en
broma medio en serio.

―Cuanto me alegra que hayas venido―. profirió


contento, acompañándome al interior de la casa. Era bonita,
el suelo de madera de roble natural la dotaba de una
sensación, junto a las puertas en blanco, de calidez. La
decoración recargada con sillas de estilo renacentista y las
paredes recubiertas de cuadros, no tanto, aunque no estaba
mal.

―Paul salió, volverá en un rato. Te enseño tu habitación y


te acomodas ―propuso Mateo subiendo las escaleras, yo
me limité a seguirlo. Por suerte mi hermano había cogido mi
equipaje porque los peldaños junto a las maletas y los
Jimmy Choo que calzaba no eran una buena combinación.
Podría caerme y acabar mis vacaciones en el hospital.
―La casa es bonita―. dije de soslayo fijándome en los
detalles.

―Sí, bueno, no está mal. Oye me tienes que aclarar eso


de que Ayleen se dio a la estampida. No acabo de
comprenderlo.

―Ni yo, aunque supongo que algún día mi amiga me


explicará sus razones. Lo más extraño es que nuestro
hermanísimo la ha vetado en todas nuestras residencias,
incluso tuvo los Santos… de prohibirme que me relacione
con ella―. expliqué resoplando.

― ¡No jodas!, ¿Discutió con ella? ―. preguntó


sorprendido.

―No, que yo sepa, aunque ya conoces Adrien, si vio o


imaginó algo que no estuviera dentro de su código de
rectitud y buenas maneras la crucificaría.

―Yo no pienso que la quiera crucificar, más bien, los


deseos de nuestro hermano irían por otros derroteros―.
Observó con un brillo malvado en su mirada.

―No entiendo a qué te refieres―. dije frunciendo el


ceño.

―A nada, son cosas de hombres―. Se limitó a decir


dando por zanjado el tema.

― ¡Ufff!, quién os entienda que os compre― anuncié


exasperada.

Mi hermano hacía gala de su carácter pícaro y


despreocupado. Además, conocía demasiado bien su
predilección por utilizar frases con doble sentido. Estaba
acostumbrada, así que solía omitir el noventa y nueve por
ciento de sus comentarios irónicos.

Decidí retirarme a descansar, a pesar de que el vuelo


había sido corto no me vendría mal una siestecita.

Cuando me levanté de dar una cabezada, mi humor se


tiñó un poco de negro, así que, decidí lavarme bien la cara y
cambiarme de ropa para bajar a comer algo. Mi estómago
rugía recordando que hacía horas que había ingerido unos
palitos integrales en el avión.

En la cocina me encontré a Mateo devorando un


sándwich que tenía muy buena pinta.

―Hola― saludé.

―Hola, ¿tienes hambre?

―Pues la verdad es que sí.

―Marchando un sándwich para mi hermanita.

Compartimos unos sándwiches charlando un poco de


todo como en los viejos tiempos cuando siempre estábamos
juntos.

Ahora Mateo pasaba largas temporadas, fuera


estudiando y yo también. Por lo que no nos veíamos mucho.

Mi hermano me había dicho que esa noche iríamos a un


local nuevo, que se encontraba en el centro de Londres. Al
parecer un amigo suyo y de Paul daría una fiesta privada
allí.
Capítulo 1
Marinet
Decidí ponerme un vestido negro brillante que se
adaptaba a mis curvas y dejaba mis largas piernas a la
vista. Me peiné mi cabello rubio, dejándolo suelto y me
maquillé de forma suave. Tampoco deseaba ir como una
puerta.

Cuando bajé las escaleras, ya arreglada, al pie de estas


me esperaban Mateo y su amigo Paul, el cual me brindó uno
de sus repasos lascivos que tanto odiaba. Hice de tripas
corazón para no soltarle una fresca por su descaro.

―Bienvenida Marinet―. Saludó Paul acercándose a mí


sin contención y plantándome dos besos demasiado cerca
de la comisura de mi boca.

Salimos juntos hacia al local, en el coche de Paul, yo iba


en la parte trasera y por el retrovisor observaba como no
me quitaba el ojo de encima.

‹‹Ufff, qué noche más larga me esperaba››. Suspiré en mi


mente.

El imbécil de Paul era un cerdo y por su actitud tendría


que deshacerme de él en cuanto tuviera oportunidad. No
deseaba que mi hermano interviniera, a fin de cuentas, era
su amigo. Pero no estaba dispuesta a aguantarlo, por lo que
le haría la cobra en cuanto tuviera la ocasión adecuada.

Llegamos al local y me fijé en el rótulo que adornaba su


fachada donde se podía leer el nombre de Edén Paradise.
Nos pusimos en la cola de la entrada para esperar nuestro
turno, con intención me coloqué detrás de Mateo, dejando a
Paul en primer lugar. Si dependía de mí y lo hacía, ese
gilipollas pervertido no me iba a rozar ni un pelo.

Una vez dentro, suspiré porque el local estaba tan lleno


que parecía una lata de sardinas. Era una entusiasta de salir
de marcha, no obstante, los sitios tan concurridos
conseguían agobiarme en exceso. Seguí a mi hermano y
subimos a la parte de arriba del local. Me fijé que había
varias puertas cerradas, por lo que supuse que eran
reservados. Accedimos a una de ella. ¡Bingo!, allí era la
fiesta, un montón de chicos y chicas bailando al son de la
música tecno con copas en la mano lo verificaban.

―Vamos Marinet, te presentaré a Phillip, es el


anfitrión. ―instó Mateo para que lo acompañara.

Nos abrimos camino entre la gente hasta llegar al fondo


de la sala. En unos sillones de color rojo intenso se
encontraba un chico al que una exuberante morena le
estaba metiendo la lengua hasta la campanilla.

‹‹Madre mía››. Pensé.

Mi hermano sin dudarlo tocó el hombro de su amigo y


este apartó a la morena sin mucho tacto.

―Mateo, ¡qué alegría!, me encanta que hayas venido.

―Si, gracias por la invitación, me he permitido la osadía


de traer a mi hermana. Marinet te presento a Phillip
Parrot―. dijo tirando de mi mano colocándome al frente, ya
que, hasta el momento, había permanecido detrás de él.

―Encantada― saludé y me adelanté plantándole dos


besos que él correspondió.
Mateo se quedó hablando con Phillip y yo logré
mezclarme con la gente y bailar un rato. Agarré una copa de
champaña de una de las mesas porque notaba mi garganta
seca.

Allí permanecí bailando, disfrutando de mover el


esqueleto como hacía semanas que no había hecho. La
música era la mejor medicina, porque conseguí abstraerme
de todo. Aunque reconocía que me faltaba mi compañera de
fiestas, mi querida amiga Ayleen.

Por el rabillo del ojo pude divisar a Paul en una esquina


del reservado con un vaso entre sus dedos, mirándome con
intensidad, con una fijación que no presagiaba nada bueno.
Su actitud me incomodaba, por lo que opté por ausentarme
al servicio. Busqué a Mateo el cual se mostraba muy
entregado bailando con una chica.

Más que danzar estaban dando todo un espectáculo de


comerse la boca, así que desistí en avisarlo, para no
interrumpirlo en su afán por devorar viva a su pareja.

Salí del reservado y bajé las escaleras. Según el cartel


indicativo que había visto, los aseos se encontraban en la
parte de abajo del local. Esperaba no tener que atravesar la
pista central hasta alcanzar el acceso a ellos porque la pista
estaba reventar.

No me apetecía nada sortear a tanta gente para ir al


lavabo.

Mil súplicas internas se vieron escuchadas porque los


baños, se encontraban al final de las escaleras a la derecha.
Lo malo era que la cola de gente esperando ya se veía.

Después de más de quince minutos conseguí acceso,


menos mal que no me estaba haciendo pis a saco, que si no
hubiera estado en serios problemas.

Antes de salir me refresqué un poco la nuca, pues, de


repente me sentí acalorada. Abandoné el lavabo mirando el
móvil que llevaba colgado a modo de bolso, con esos
cordones de colores que estaban tan de moda y a mí me
resultaban prácticos. Mi cuerpo chocó de manera inevitable
con alguien, porque iba despistada mirando el móvil.

―Perdón― me disculpé antes de levantar la vista, pero


un poco más y me atraganté con mi propia saliva al
comprobar quien estaba parado frente a mí. Paul se erguía
orgulloso con una sonrisa sardónica en su rostro.

‹‹ ¡Mierda! ››, esto sí que era un problema, porque tenía


que deshacerme de él sí o sí.

La mirada que exhibían sus ojos demasiado lúbrica y


sucia no auguraba una tarea fácil.

―Perdón Paul no te había visto ―dije haciendo ademán


de largarme.

Sin embargo, él tenía otros planes para mí porque noté


como sujetaba mi brazo impidiendo mi escaqueo.

―Suéltame ―ordené forcejeando, no obstante, apretó


más su agarre, acoplándose su cuerpo al mío, haciéndome
partícipe de su excitación que claramente la advertí pegada
a mi estómago.

‹‹Madre mía, este tío es un cerdo››, cavilé.

―Paul, no te lo digo más, que me sueltes, si no quieres


tener problemas.
―Tranquila gata, que hace mucho que te tengo ganas―
siseó entre dientes pegando su cara a la mía. Yo intenté
poner distancia, pero sus brazos me tenían acorralada
sujetos a mi cintura hasta tal punto que sentía el dolor de
sus dedos clavados en mi piel.

Sin brindarme ninguna opción me arrastró hacia uno de


los pasillos más oscuros del local y fue la primera vez en mi
vida que el pánico me embargó paralizándome. Ni siquiera
atiné a gritar cuando me sacó a la calle por una de las
puertas de emergencias. Sin miramientos lanzó mi cuerpo
hacia la pared y lo cubrió con el suyo. Intenté empujarlo con
todas mis fuerzas, incluso propinarle patadas en sus
espinillas acompañadas de mis gritos, a pesar de saber que
en ese maldito callejón nadie me escucharía.

―Capullo, suéltame.

―Gata, contrólate― gruñó él, mientras sujetaba mis


muñecas con fuerza, tanta que seguro que cuando las
liberara me quedaría una marca.

Fuera de mí le escupí en su cara y se cabreó mucho más


presionando sus caderas contra las mías. Soltó una de mis
manos y me propinó un guantazo tan fuerte que sentí como
la sangre resbalaba por mis labios. A continuación, sin
permitirme reaccionar, aún demasiado perpleja por la hostia
que me había arreado, se abalanzó sobre mí para besarme
con brutalidad.

Las náuseas comenzaron a subir por la boca de mi


estómago, acoplándose en el principio de mi garganta,
reteniendo varias arcadas seguidas. Tenía miedo, mucho,
jamás había sentido tanto pavor, aunque tampoco nunca
estuve en una situación como la que estaba viviendo. Unas
terribles ganas de llorar se adueñaron de mí, pero era
consciente de que no podía dejarme llevar por la
frustración, porque necesitaba defenderme. Si Paul quería
abusar de mí no se lo iba a poner fácil. Mordí con
premeditación su labio inferior notando el sabor a hierro de
su sangre. Solo entonces me soltó como si se quemara.
Aproveché para salir corriendo, pero no llegué lejos porque
Paul tiró de mi pelo haciéndome caer de bruces. Mientras
permanecía en el suelo, aturdida por el golpe, lanzó uno de
sus pies contra mi estómago.

―Puta, pagarás por esto―. gritó con su voz cargada de


cólera.

Experimenté un dolor atroz que casi cortó mi respiración


mientras me retorcía en el suelo. Paul siguió golpeándome
con saña, soltando mil y un improperios por su boca. Cerré
los ojos vencida por el dolor y la desesperación,
abandonándome a mi destino.

De repente, cesaron los golpes y de fondo escuché una


voz, pero nada más, porque todo se tiñó de negro…
Capítulo 2
Kris Adagio
La mujer que llevaba colgada de mi brazo era mi última
conquista, una modelo ucraniana con unos ojos grises
intensos y unas curvas que mi mente ya estaba imaginando
como las degustaría más tarde. Al pasar por el callejón
lateral del Edén Paradise mis ojos no podían creer lo que en
la oscuridad vislumbraban levemente. Con rapidez llamé a
la seguridad del local y sin pensarlo dejé colgada a Beatrix
para correr hacia el capullo que estaba golpeando con
inquina un cuerpo que se encontraba tumbado en el suelo.

―Cabrón, hijo de puta―. grité mientras lo agarraba con


fuerza por el cuello y apartándolo de su víctima. Lo elevé un
palmo del suelo y lo empotré contra la pared de cemento.

― ¡Eh, tío!, suéltame o te voy a meter un puro―.


Amenazó el tipo con los ojos inyectados en sangre. El hedor
a alcohol era evidente, sus iris dilatados lo delataban, por lo
que contaba con la seguridad de que había ingerido algo
más que bebida.

―El puro te lo voy a meter yo, capullo. Estabas


agrediendo a una persona en el suelo, y no en igualdad de
posibilidades―. mascullé con las mandíbulas apretadas.

―No te han enseñado a no meterte donde no te llaman,


gilipollas―. Provocó.

No pude evitar que uno de mis puños se estrellara con


fuerza sobre su cara.
Al minuto mis hombres de seguridad hicieron acto de
presencia, apartándome del tipo y haciéndose cargo de la
situación. Mis ojos volaron hacia el cuerpo inerte que aún
estaba en el suelo y tuve la imperiosa necesidad de
agacharme para comprobar en qué estado se encontraba.
Mis ojos se abrieron de par en par al percatarme de que era
una mujer y estaba inconsciente.

―Hijo de su madre― gruñí sin que nadie pudiera oírme,


pues mis hombres ya habían apresurado a desaparecer con
el agresor. Saqué mi teléfono y avisé a mi chofer que me
recogiera en el mismo callejón. Puse mis dedos en su
muñeca y verifiqué el pulso y sentí un alivio inmenso al
escuchar que latía con fuerza. Me quité mi americana y se
la eché encima cargando su cuerpo en mis brazos.

Cuando llegué al final del callejón, Will ya me esperaba


con la puerta trasera abierta, así que dejé el cuerpo en los
asientos y me subí en el lugar del copiloto.

Envié un WhatsApp a Beatrix avisando que tenía barra


libre toda esa noche, en mi local, en compensación por mi
abandono. Al minuto recibí una carita sonriente como
respuesta.

Ni yo mismo entendía la razón de llevar a una


desconocida a mi casa, pero eso era lo que había hecho. La
coloqué con delicadeza sobre el colchón de mi cama. Mis
ojos la repasaron de arriba abajo. A pesar del aspecto
malogrado, no pude evitar quedarme totalmente
absorto mientras sus curvas se grababan en mi mente
provocando cierto cosquilleo en mis manos. Decidí quitarle
el sucio y malogrado vestido. Al minuto me arrepentí porque
verla en ropa interior, a pesar de los moratones que ese
gran hijo de puta le había hecho en su abdomen, era
simplemente impactante. Era preciosa. La cabra tira al
monte que decían y yo era un venerador de mujeres, que
disfrutaba con plenitud de ellas y les regalaba placer. Por lo
que era un experto en reconocer la belleza extrema cuando
me tropezaba con ella.
Le coloqué una de mis camisetas de algodón y aparté la
maraña de pelo dorado que cubría su rostro. Al fijarme en su
cara, me quedé noqueado. Sus facciones eran perfectas a
pesar de la herida del labio, sus pómulos finos y bien
delineados junto a su piel blanca, la dotaban de un aspecto
angelical.
‹‹Un suculento bocado del cielo para un diablo como
yo››, dije en silencio.
No creía que tuviera más de veintiún años, no obstante,
no fue impedimento para que mi hombría reaccionara ante
esta mujer preciosa que conseguía remover mis entrañas.
Seguía inconsciente, lo cual me preocupaba.
El timbre de mi apartamento sonó y fui directo a abrir.
Estaba seguro de que sería mi gran amigo Robert Macnikols.
A pesar de las intempestivas horas había accedido a venir
en calidad de médico para revisar a la joven.
―Buenas noches― saludó mi amigo.
―Hola Robert. ―correspondí haciéndole un gesto con la
mano para que me siguiera hasta mi dormitorio.
―Gracias por venir a pesar de las horas― agradecí
mientras caminamos hacia la habitación.
Cuando abrí la puerta mis ojos se encontraron a una
joven despierta con la mirada fija en nosotros y en su rostro
reflejado el desconcierto.
Sus ojos azules como el mar, tan claros que parecían
transparentes, tan vivos que a pesar de la confusión que
había en ellos, lograban traspasarme.
― ¿Qué hago aquí? ― preguntó al fin.
―Tranquila te encontramos en el callejón cuando ese
malnacido te estaba dando una paliza. ―aclaré con voz
suave.
Una de sus manos tocó su cabeza y su mirada se perdió
seguramente en sus recuerdos.
―He traído al médico para que revise que no tengas
nada roto.
― ¿Quién eres? ― preguntó como si en aquel momento
fuera lo único importante.
―Soy Kris Adagio. ¿Cuál es tu nombre?
Desvió de nuevo sus ojos pensando una respuesta.
―Ninet ―susurró.
―Está bien Ninet, mi amigo Robert Macnikols es médico
ahora te examinará―. informé abandonando la habitación y
dándole la privacidad que necesitaba.
Marinet.
Al mirar al otro hombre no pude dejar de experimentar
una sensación apabullante, porque exhumaba peligro y sexo
por cada poro de su piel. Vestido con un traje a medida de
dos piezas en negro a juego con una camisa del mismo
color. Su pelo negro era brillante y lo llevaba bastante
arreglado, pero sus ojos, esos que en este mismo momento
no se apartaban de mí, eran intimidantes y a la vez
cautivadores. Su color verde oscuro me recordó a las
esmeraldas. Un leve escalofrío recorrió mi espina dorsal.
― ¿Qué hago aquí? ― decidí preguntar al fin.
―Tranquila, te encontré en el callejón cuando ese
malnacido te estaba dando una paliza. ―explicó.
Su timbre de voz rasgado provocó descargas
electrizantes en mi columna vertebral. En un loco intento
por no fijar mis ojos en ese hombre que me abrumaba; pasé
mis manos por mi pelo y no pude evitar que los recuerdos
de lo sucedido me embargaran.
―He traído al médico para que revise que no tengas
nada roto.
Sus palabras me arrancaron de mi limbo mental y clavé
mis pupilas en su rostro. Unas facciones duras y marcadas
junto a unos ojos brillantes y felinos lo dotaban de un
atractivo enloquecedor.
‹‹ ¿Dónde te has metido Marinet? ››, siseó mi
consciencia.
― ¿Quién eres? ― pregunté frotando mis manos,
nerviosa.
―Soy Kris Adagio. ¿Cuál es tu nombre?
Su modo de preguntar exigió más que interrogó. Todo en
conjunto, su porte recto y su mirada penetrante provocaba
en mí unas ansias locas de dejarme ir y confesar todos mis
secretos. Sacudí la cabeza y bajé de nuevo la mirada.
No era una persona titubeante, ni temerosa, más bien
impulsiva y temeraria. Pero en estos momentos sabía que
debía cuidar mis movimientos y actitudes, a fin de cuentas,
no tenía ni idea de donde me había metido.
Antes de contestar, me tomé mi tiempo. No podía darle
mi nombre real. No, cuando no sabía quién era, ni qué
pretendía. Lo único que tenía claro era que me había
salvado de las garras de Paul. ¿Y si me rescató de un capullo
para caer en la boca del lobo? Kris Adagio parecía más
peligroso que el gilipollas de Paul.
―Ninet ―susurré.
En ese momento mi mente decidió evocar el momento
en el que Paul me golpeó e intentó abusar de mí.
Exasperada pasé una de mis manos por mi cabeza
intentando refrenar las imágenes que pasaban como
diapositivas en mi mente.
―Está bien Ninet, mi amigo Robert es médico ahora te
examinará―. informó abandonando la habitación.
Una extraña sensación de tranquilidad se acopló en mi
alma al verlo abandonar la estancia.
Una vez solos el hombre al cual se refirió como Robert se
sentó en la cama y abrió su maletín.
―Ninet ahora voy a examinarte―. dijo con dulzura.
Lo único que fui capaz de hacer fue asentir.
―Túmbate. ―indicó, su tono era suave e invitaba a
obedecer.
Acaté y con movimientos lentos alzó mi camiseta para
palpar mi zona abdominal ante mi exhaustiva mirada.
―Ninet, ¿Qué es lo que te sucedió exactamente?
―preguntó mientras con sus manos presionaba las partes
amoratadas.
―Un amigo intentó abusar de mí, pero al parecer mi
negativa no le gustó y se ensañó conmigo―. relaté sin dar
muchos detalles.
Observé que él fruncía el ceño ante mis palabras.
―Por suerte no tienes nada roto, pero necesitas reposo.
Los hematomas desaparecerán con los días.
―Gracias― susurré mientras él acababa su inspección.
― ¿Cuántos años tienes? ― interrogó.
No esperaba la pregunta, no obstante, decidí mentir. En
el Edén Paradise, donde me encontraron, si no tienes
veinte años no puedes entrar y yo tan solo tenía dieciocho.
―Veintiún años.
―Te voy a dejar una crema para que te la apliques en los
golpes durante siete días...
―Gracias― Macnikols se levantó y salió de la
habitación dejándome sola.
¡Dios! estaba en un lío tremendo.
Una vez sola en mi habitación, barajé la manera de salir
de este lugar, aunque no estaba segura de poder regresar a
casa de Paul, tampoco tenía mi teléfono para avisar a
Mateo. Estaba sin dinero, sin documentación, sin móvil,
nada. Y no estaba segura de poder confiar en estos
hombres a pesar de que el doctor había sido correcto y
dulce conmigo. No podía olvidar al otro individuo, aunque
nuestras miradas se cruzaron cinco minutos. Pero habían
sido los más largos de mi vida, durante ese breve tiempo mi
pecho retuvo la respiración y mi estómago se
encogió expectante. Me fijé de nuevo en la camiseta de
algodón que llevaba puesta y caí en la cuenta, por primera
vez, que alguien me había desvestido.
¿Habría sido el doctorcito? ¿o tal vez...? No pude acabar
esa pregunta en mi mente, porque una sacudida recorrió mi
espina dorsal.
Madre mía, intenté desterrar las imágenes de ese tipo
que exhumaba sexo y riesgo desvistiéndome porque mis
partes bajas se estaban despertando, haciendo palmas. En
un auto reflejo junté mis piernas y apreté una contra la otra.
De repente la puerta se abrió y emití un grito de sorpresa
que retuve en mi garganta para no parecer una histérica. Su
mirada de nuevo se ancló en mí de forma evaluativa. Esas
pupilas verdes moteadas por llameantes puntitos amarillos
eran de las que prometían disfrute por un tubo. Por lo que
mi mente resaltó la etiqueta mental de “Atención peligro
inminente”.
En dos zancadas se acercó a la cama y se sentó con
naturalidad.
En las distancias cortas aún resultaba más arrebatador.
Pero como buena actriz camuflé todas las sensaciones que
despertaba en mí con mi pose tímida y expectante.
― ¿Cómo te encuentras? ya me ha informado Robert que
no hay ningún hueso roto que lamentar―. dijo rompiendo el
denso silencio que nos rodeaba.
―Si. ¿Cómo me encontraste? ― pregunté con
curiosidad.
―Gracias al destino. Porque si no ese malnacido te
hubiera matado a golpes―. contestó, bueno más bien,
gruñó reteniendo la ira que por un momento cruzó su
rostro.
¡Dios, tiene cara de modelo de Calvin Klein! Más de uno
mataría por una cirugía plástica de ese tipo.
―Gracias― susurré bajando la mirada avergonzada. No
por la situación sino porque si seguía mirándolo con tanta
atención tenía la ligera sospecha que incluso babearía ante
él.
―Descansa, si necesitas algo estaré en el salón.
―informó dejándome sola de nuevo.
Necesitaba descansar, dormir, aunque fuera un poco
para por la mañana salir de este piso, alejarme de este
hombre que se había proclamado mi salvador, aunque lo
que realmente exhumaba su cuerpo era peligro, peligro por
los cuatro costados. Su mirada felina y penetrante
provocaba que se encogiera cada fibra de mi ser. De
momento no había hecho demasiadas preguntas, yo
tampoco, a pesar de que la curiosidad por ese hombre
crecía en mi interior. Porque solo mirarlo era extasiante,
aunque reconocía que no era tonta sabía reconocer a un
tipo amenazante en cuanto lo veía y este tenía todos los
números. Atractivo a rabiar, con unos ojos de esos que eran
capaces de desintegrar tus bragas solo con mirarte de la
manera adecuada. Cuerpo de infarto, de esos que cualquier
cosa les quedaba bien y como no, un carácter endemoniado
que aún no me había mostrado, pero se podía sospechar al
observarlo. Por esas razones debía salir de su radio de
control en cuanto pudiera. Decidí tomarme los calmantes
que me había dado el doctor para descansar y levantarme
en plenas facultades.
Kris Adagio
Al salir del dormitorio Robert me esperaba con semblante
serio. Mi amigo consiguió ponerme nervioso, porque asumía
que lo estaba. No le permití acabar de informarme del
estado real de mi invitada, al escuchar que no tenía ningún
hueso roto. Salí disparado para verla. Sin embargo, ahora
necesitaba saber que llegué a tiempo y el ángel, si el puto
ángel de ojos cristalinos y pelo dorado que se encontraba
en mi dormitorio estaba en condiciones. Debía ver con mis
propios ojos que no tenía más que los moretones que había
podido comprobar.
― ¿Qué? ― pregunté demasiado borde.
Mi amigo levantó una ceja, sorprendido por mi estado
ansioso.
―Kris, por favor pareces un chiquillo nervioso y
descontrolado. Esto es algo nuevo para el rey del control.
―reprendió con una sonrisa pícara.
―No me toques los huevos Robert. ¿Cómo está? ―insistí.
―Bien, ya te he dicho antes que no tiene nada roto. Pero
no me has dejado acabar. Solo los hematomas, te dejo la
crema que debe ponerse durante siete días―. informó
tranquilo.
Esas palabras lograron calmar mi estado de agitación y
sin mirarlo puse rumbo a la habitación para comprobar
cómo estaba realmente y averiguar quién era esa chica que
desde el minuto cero me tenía subyugado
‹‹Joder››, siseé en mi mente.
―Gracias amigo― solté con intención de dar por
finalizada la conversación.
―Kris, esa chica dice que tiene veinte años y es una
niña. Y además creo que no nos está diciendo toda la
verdad.
Miré a mi amigo con atención valorando lo que acababa
de decir procesando la información en mi cabeza.
―Bueno, mi misión será averiguar qué es lo que no nos
está diciendo. ― aclaré para tranquilizarlo.
No me gustaba cuando Robert se ponía paternalista
conmigo, llevaba más de una década buscándome la vida
solo y cubriendo mis espaldas, por lo que una jovencita, a
pesar de ser un ángel, no iba a dejarme en jaque.
―Okey, Kris me largo, cualquier cosa no me llames―
dice Robert sin mirar atrás.
Yo regresé con intención de ver a la mujer que tenía
como invitada en mi casa.
Atravesé el umbral de la puerta y mis ojos la localizaron
con su apariencia divina sentada sobre mi colchón. No pude
evitar recrearme en su visión, resaltando sobre las blancas
sábanas con una de mis camisetas de algodón negro.
Capítulo 3
Kris Adagio
La imagen etérea de Ninet evitó que siguiera
presionándola para saber más cosas sobre ella. Mis sentidos
parecían estar aturdidos porque no conseguía retirar mis
ojos de ella. Debía confesar que hacía mucho que una mujer
no me afectaba de esa manera, bueno, rectificaba, una
jovencita. Porque si hacía caso a las palabras de Robert a
pesar de la edad que ella misma había confesado con
seguridad no era la real. Un sentimiento de protección había
nacido en mi corazón desde el primer momento en el que la
viera tirada en aquel oscuro callejón.
Todo eso era nuevo para mí porque a mis treinta años
podía presumir de no tener puntos débiles, de no conocer la
compasión, ni el altruismo. Cada pieza que elegía en mi
tablero de vida tenía una finalidad. Jaque al Rey Legrand. Sí,
destronar al heredero de los Legrand se convirtió en mi
hándicap en el mismísimo momento en el que mi adorada
madre, en su lecho de muerte, confesó quién era realmente
mi progenitor. Aún recordaba su mirada vidriosa, sus ojos
del mismo color que los míos siempre me habían
reconfortado al mirarme, desde niño. Juntos compartimos
penurias, que muy a su pesar intentó con desespero
evitarme, pero que no logró. Ser madre soltera en el
pequeño pueblo italiano donde vivíamos había sido un
suplicio. Pero no solo ese fue el estigma que nos marcaron
nuestros vecinos sino el rumor y las sospechas que mi
madre había pertenecido a la mafia italiana.
Sofia Adagio siempre lo negó delante de todos, incluido
yo. Porque cuando tuve la edad y el coraje suficiente le
pregunté qué había de cierto en aquel rumor.
―No siempre cuando el río suena agua lleva―. se limitó
a contestar ante mi cara de asombro.
Así era ella, a pesar de pasarlas canutas, su altivez y su
soberbia eran digna de una reina, una señora, de esas que
se vestían por lo pies. Y de esa manera me educó, para
defenderme de la gente malintencionada, de los
aprovechados. Me inculcó un código de honor cimentado en
el amor propio.
Por eso siempre ansié poder darle una vida mejor, una
que se merecía. Aunque llegué tarde. En mi cruzada por
construir un futuro mejor conseguí que los señores para los
que mi madre trabajaba, unos ricos del pueblo que no
tenían hijos se encapricharan conmigo y me hicieran su
obra de caridad. Su salvoconducto para cruzar las puertas
de San Pedro, así que dejé el orgullo a un lado, pues con ese
no se comía y acepté la beneficencia. Ellos se encargaron
de enviarme a las mejores escuelas para prepararme. Yo a
cambio les regalaba las mejores notas que se pudieran
sacar. Así me convertí en un experto en economía e
inversión.
Hoy por hoy podía presumir de dominar un imperio, no
solo con mi empresa de inversiones y transacciones sino
con los clubs de ocio que tenía repartidos por varias
ciudades europeas.
― ¿Necesitas que avise a alguien de tu paradero? ―
pregunté.
―No ―se limitó a contestar no sin sorprenderme la
seguridad con la que lo dijo.
Por alguna extraña razón, ese no tan rotundo me hacía
desconfiar, pero de momento le daría tiempo para
descansar, por la mañana intentaría recabar más
información.
―Bueno, descansa. Mañana hablamos―. dije
abandonando la habitación. Ella se limitó a dedicarme una
sonrisa más bien triste que estrujó mi alma sin remedio.
Al salir de la habitación saqué el móvil para hacer una
llamada.
― ¿Sí?
―Oso, necesito una lista de todos los que esta noche
asistieron a Edén Paradise ―exijo.
Oso era mi hombre de confianza, nos unía un pasado y
un presente, y era de los pocos que podía presumir de ser
beneficiario de mi confianza.
―Okay, Kris.
Acto seguido di por finalizada la conversación, así eran
nuestras llamadas, escuetas. Oso era único interpretando
mis ordenes por eso las explicaciones amplias eran
innecesarias.
Marinet
Abrí los ojos a pesar de que los párpados me pesaban
como si tuviera cemento en ellos, notaba la boca pastosa, al
parecer los calmantes no solo me ayudaron a dormir, sino
que me habían dejado demasiado atontada. Cuando
conseguí incorporarme en la cama, experimenté una
sensación de desorientación. Hasta que después de varios
pestañeos, logré situarme. Seguía en el mismo lugar que
anoche y tenía que salir de aquel penthouse en breve. De
un solo bote me levanté de la cama y abrí el armario que
había en la pared derecha de la habitación, pero mi gozo en
un pozo, porque solo encontré trajes y camisas negros y
grises. Con ese tipo de ropa no podía salir a la calle, sería
todo un espectáculo y no es lo que buscaba si quería pasar
desapercibida.
Opté por colocarme una camisa deshaciéndome de la
camiseta de algodón, al menos me sentiría un poco más
cómoda. En el mismo momento en el que estaba en ropa
interior, escuché como se abrió la puerta e instintivamente
coloqué las manos en mis pechos desnudos, porque en
aquel instante recordé que el vestido que llevaba anoche no
admitía sujetador.
― ¡Merde! ― aullé sin poder evitarlo.
Allí parado frente a mí estaba el mayor depredador con
el que me había topado. Sus ojos sin ningún ápice de
arrepentimiento me comían con voracidad y mi cuerpo
traidor respondió al minuto. Pude notar cierta humedad en
mis braguitas y mis pezones tapados por mis manos
amenazaban con pincharme.
―Perdón, no pensaba que estarías…
Creo que sus palabras se quedaron atascadas en su
garganta porque no finalizó la frase y desapareció por la
puerta sin más.
Inspiré una bocanada de aire por la nariz y finalicé el
gesto de abrocharme los botones de la camisa. Con una
seguridad fingida, abandoné el dormitorio y caminé
descalza, por un largo pasillo. Sentía el frío mármol en las
plantas de mis pies, aunque reconocía que me gustaba la
sensación. Al fondo se abrió ante mí un salón con una
cristalera inmensa por la que se podía ver todo Londres.
‹‹ ¡Joder!, menudas vistas››, admiró mi mente.
Mis ojos devoraron toda la estancia, los sofás grises
marengo ocupaban el centro del salón con todo su
esplendor a juego con cojines mullidos en blanco marfil.
Todo como sacado de una revista de decoración.
― ¿Te gusta lo que ves?
Aquella voz ronca, consiguió erizar los pelos de mi nuca.
Con lentitud me giré para verlo tras una enorme barra
americana. Mis ojos casi se saltaron de mis cuencas al
comprobar que no llevaba camiseta, sus pectorales bien
definidos y trabajados eran el espectáculo más sexi que
había visto en toda mi vida.
―Merde―. Siseé.
Por mucho que mi cerebro me gritaba que apartara mi
fija mirada de él, mis pupilas desobedecieron con descaro.
Por lo que le dediqué un exhaustivo repaso comiéndomelo
con mis ojos con desfachatez.
Kris Adagio podría protagonizar el sueño más húmedo de
cualquier mujer. Y en ese mismo momento yo era una de
esas muchas mujeres que barbearía por él.
―Buenos días. ―conseguí saludar saliendo de mi estado
de ensimismamiento.
Ahora era su turno en mirarme de arriba abajo y de abajo
a arriba, con descaro, sin pudor, acompañando su mirada
con una sonrisa sagaz que prometía cosas que no deseaba
conocer.
― ¿Cómo pasaste la noche? ―preguntó.
―Bien―. contesté mientras encaminaba mis pasos hacia
la barra. Ocupé uno de los taburetes de diseño.
― ¿Café?
―Si, gracias.
La taza de café que me sirvió fue el escudo perfecto para
disimular mis impulsos de no dejar de mirarlo. Porque debía
confesar que me era extremadamente difícil apartar mis
ojos de esa piel bronceada que provocaba que salivara en
exceso.
¿Qué me pasaba? Nunca había babeado por un hombre.
Con dieciocho años no era que contara con una amplia
experiencia, pero había hecho mis pinitos en lo que a
relaciones se refería. Ninguno de los chicos con los que
había tonteado se parecía en nada al hombre que tenía
enfrente.
Kris Adagio exhumaba sexo por cada poro de su piel. Era
como un gran imán que emanaba feromonas de sexo
caliente.
Sus pupilas verdes, intensas con un pequeño aro amarillo
bordeando sus iris, eran como los de una serpiente.
Hipnóticos y penetrantes.
―Si necesitas llamar a alguien puedes usar mi teléfono.
― se ofreció Kris colocando el aparato sobre el mármol de la
barra y acercándolo tentativamente hacia mí.
Por un instante, dudé, porque sabía que Mateo debía
estar preocupado. No obstante, algo en mi interior me
avisaba de que no era seguro que este hombre supiera
demasiado de mí.
―No, gracias. Tan solo necesitaría algo decente que
ponerme. ―anuncié mirándolo.
―Yo creo que así vestida estás encantadora. ―alabó
entornando los ojos que estaban anclados en mi rostro.
Un leve rubor subió por mi cuello y se instaló en mis
mejillas, ante sus frases y la vehemencia con la que lo
expresó.
―Mi vestido, por ejemplo, sería una mejor opción.
―propuse sin poder evitar que la voz titubeara.
―Está en la secadora― informó de forma
desinteresada― ¿Estás segura de que no quieres avisar a
nadie? ¿Estás sola en Londres? ―insistió exponiéndome a
un sutil interrogatorio.
Era listo, demasiado, podría decir. Kris Adagio me
recordaba a un lince no solo por su verde mirada sino por su
agilidad mental.
―Okay, cuando acabe la secadora me lo pondré. Y si
fueras tan amable de llamarme un taxi, ya no te molestaré
más. ― dije con amabilidad levantándome del taburete
después de acabar mi café.
En ese momento en el que yo ya había puesto dirección
a la habitación, noté como una mano fuerte aferraba uno de
mis codos, obligándome a girarme.
Nuestros cuerpos se pegaron más de lo que sería
correcto y su mirada atrayente logró paralizarme. Noté
como mi sangre empezó a burbujear, como si mis venas
fueran una olla a presión y el calor subió por los dedos de
mis pies descalzos acoplándose en mi abdomen.
― ¿Qué escondes Ninet? ―siseó y sus labios casi
rozaban mi boca.
Debería sentirme avasallada por su presencia, por su
cercanía, sin embargo, mi cuerpo tenía otros planes. Lo que
ahora mismo experimentaba era deseo, y mucho. Mis ojos
se clavaron en su boca de forma hipnótica e
involuntariamente mordí mi labio inferior.
―Joder. ―susurró Kris segundos antes de abalanzarse
contra mí y devorar mis labios con ansia.
A pesar del desconcierto, yo, no me quedé atrás porque
lo recibí con vehemencia y saqué mi lengua al encuentro de
la suya. Ambos nos enredamos en un tórrido beso que
caldeó mucho más el ambiente.
Envueltos en la vorágine del desespero por comernos
vivos, Kris colocó sus manos en mis nalgas y yo de un
saltito me encaramé a su cintura rodeándola con mis
piernas.
Como un experto nos guio hacia el sofá y me dejó con
toda la suavidad de la que fue posible sobre él. Sin cesar en
las caricias que sus manos estaban brindando a mi cuerpo,
mi cintura, mis nalgas, mis caderas…Y por supuesto, sin
separar su boca de la mía que lo instaba a continuar
inspeccionando con su lengua cada recóndito lugar de mi
cavidad bucal.
¡Dios!, me habían besado mucho, pero nunca como hasta
ahora. Este hombre era pura lava líquida y calentaba mi
cuerpo como nadie.
De un momento a otro tenía la seguridad de que
estallaría y más cuando los dedos de Kris rozaron el borde
mis braguitas. El corazón me latía a mil por hora y mi
cabeza enturbiada no veía la hora de tenerlo en mi interior.
El sonido del tono del móvil detuvo su caricia y de
repente me encontré sola en el sofá. De forma inexplicable
un vacío intenso se adueñó de mi alma desatando una
atmósfera de pánico en mi interior.
Jamás había sentido una sensación de esas
características, por lo que esto era demasiado peligroso
para mi estabilidad emocional. Al contrario, que Ayleen, yo
jamás soñé con un amor de película. Solo una pareja normal
que respetara mi espacio y poco más.
De un salto me puse en pie mientras al fondo localicé a
Kris hablando por el móvil, fruncía el ceño al hacerlo.
No podía quedarme ni un minuto más de lo necesario en
este lugar. La proximidad de Kris Adagio confundía mi
mente y desataba en mí, emociones que no quería explorar.
Así que fui directamente a la habitación, no sin antes
pararme en un cuarto que vi anteriormente, una especie de
sala de la colada. Abrí el bombo de la secadora y agarré mi
vestido el cual me apresuré a enfundarme.
Cuando regresé al salón, Kris se encontraba de pie en el
centro del salón, ya no hablaba por el móvil.
Elevó la mirada y no parecía sorprendido.
―Te vas―afirmó.
Me limité a asentir con la cabeza.
Kris Adagio se dio media vuelta para alcanzar su móvil y
llamar a un taxi.
El silencio mientras esperábamos a que llegara era
denso...
Una vez en la parte trasera del taxi, entrelacé mis manos
y la imagen de mi salvador emergió en mi cabeza sin poder
reprimirla.
Kris Adagio tocaba ciertas partes de mi alma que
sonaban al son de una balada romántica cada vez que
estaba a su lado. Por esa razón lo mejor era alejarme de él.
A pesar de que había necesitado de toda mi fuerza de
voluntad para abandonar su ático reprimiendo las ganas de
lanzarme sobre él para acabar lo que minutos antes
empezamos.
Pero no, Marinet Legrand no era imprudente en asuntos
del corazón. Eso lo tenía claro por eso era mejor largarme y
no mirar atrás.
A fin de cuentas, volvernos a encontrar sería como
buscar una aguja en un pajar.
Cuando el taxista se detuvo frente a la casa de Paul, un
escalofrío recorrió mi espalda. Inspiré una bocanada de aire
para insuflar fuerza y me apeé.
―Si se espera un segundo, le pagaré enseguida―. Le
informé.
―Tranquila señorita el señor que llamó ya a
abonó la carrera.
Pestañeé sorprendida, y asentí a la vez.
Parada frente a la puerta presioné el botón del timbre y
esperé con la cabeza bien alta. Esperaba que no abriera
Paul, aunque si por las casualidades de la vida fuera él me
iba escuchar el muy cerdo.
No más de un minuto fue el tiempo que transcurrió hasta
que la puerta se abrió. Mi cara se iluminó al ver a mi
hermano justo en el umbral de esta. Sin pensar me lancé a
sus brazos, no pudiendo reprimir las lágrimas.
―Marinet, ¿estás bien? Joder, llevo desde anoche en vela
intentando localizarte―. Anunció mi hermano sin soltarme
de entre sus brazos.
Kris Adagio
Allí me encontraba en el interior de mi todo terreno
negro con cristales oscuros, siguiendo a Ninet hasta la
puerta de una casa de estilo victoriano en el barrio de
Nothing Hill.
Mi comportamiento era desmesurado, sin embargo, por
alguna razón no podía evitar actuar como un obsesivo
cuando se trataba de ella. No hacía ni veinticuatro horas
que la conocía y me tenía completamente a sus pies. Ni que
decir que mantenía a cierta parte de mi anatomía izada
como el mástil de una bandera. Mi verga clamaba por
enterrarse en ella sin prisa, pero sin pausa.
De forma instintiva rocé mis labios con mis dedos, y
saboreé el resto de su sabor, aun impreso en mi boca.
“Maldito Oso, por su don de la oportunidad.”
Esa llamada había interrumpido nuestro magreo el cual
estaba seguro de hubiera dado mucho de sí. Mis
expectativas se quedaron en eso porque después de colgar
el teléfono el deseo se había esfumado de mi ángel.
Mis ojos volaron hacia la acera donde Ninet se dirigía
directa a la puerta de la casa, minutos después un hombre
abrió la misma y mi ángel se lanzó a sus brazos de forma
desesperada.
La rabia intensa amenazaba con desbordarse de mi alma
ante aquella escena amorosa. Apreté las manos sobre el
volante y mis nudillos se volvieron blancos.
Inspiré varias veces por la nariz en un desesperado
intento por calmarme, hasta que viendo que era inútil hice
lo único que podía hacer. Pisé el acelerador y salí disparado
de allí. Enterrando a esa joven desconcertante en el lugar
más recóndito de mi mente.
Marinet
Mateo me introdujo dentro de la casa sin separarse de mí
ni un milímetro. Cuando conseguí calmarme, sentada en
uno de los sillones frente a él, me percaté del aspecto que
lucía mi hermano. Las ojeras eran la prueba de que no había
dormido.
― ¿Dónde está Paul? ―me atreví a preguntar.
―Paul está detenido, al parecer hubo un altercado en el
local anoche y ha acabado en el calabozo.
Ante la explicación de Mateo me quedó claro que mi
hermano desconocía lo que en realidad había sucedido y el
motivo por el que su amigo estaba en la cárcel.
Decidí no contarle a Mateo lo que en realidad había
pasado, aunque debería encontrar una buena excusa para
justificar los moratones que adornaban mi rostro.
―Marinet, ¿Dónde has estado? ¿Cómo te has hecho
estos hematomas? ―interrogó Mateo.
Sus ojos rebosaban amor fraternal, pero sobre todo
mucha preocupación.
―Me encontré con una amiga de París. Una coincidencia,
la verdad. Salimos del local para ponernos al día. Y me
tropecé con algo y caí al suelo. Juliet me acompañó al centro
de salud.
Mateo entornó sus ojos cargados de desconfianza,
aunque asintió.
Capítulo 4
Seis años después…

Luna Noir
Kris Adagio
Allí me quedo de pie mirando la puerta por donde
Legrand acaba de salir con la mujer con la que albergaba
intención de que calentara mis sábanas esta noche.
‹‹El muy capullo, no se merece la suerte que tiene››.
Cierro mis manos en puños al pensar en ello.
Decido acercarme a las otras dos chicas que están
alternando con mis hombres entre copas de champaña y
entonces la veo. La miro con los ojos entornados. Mis
pupilas la revisan con exhaustividad, porque a pesar del
antifaz que luce podría reconocer esa boca con forma de
corazón y ese perfil junto con su sedoso e intenso pelo rubio
en cualquier lugar.
Ahí está la ladrona de mis sueños más calientes desde
hace seis años.
Mi verga la reconoce mucho antes que yo y se endurece
en el interior de mis pantalones. La observo ajena a mí, con
la mirada perdida en algún sitio del reservado mientras
acerca su copa para dar un suave trago al líquido
burbujeante.
“Madre mía, no puedo apartar mis ojos del movimiento
de su boca”
Permanezco hipnotizado más de lo que quiero reconocer
hasta que una voz sensual me arranca de mi estado.
―Kan, ¿crees que podrías mostrarme exactamente lo
que se esconde detrás de estás cortinas?
La joven morena se ha acercado demasiado a mi cuerpo
y la tela de mi chaqueta roza su piel desnuda. Su mirada
brillante promete placeres intensos, para mi desgracia, mi
atención ahora mismo está en la rubia con mirada
misteriosa que pasa desapercibida.
―Preciosa, no sé si estás preparada para el
espectáculo― provoco con una sonrisa ladina y ante su cara
de asombro la dejo allí plantada.

Estoy completamente seguro de que es ella, la


reconocería en cualquier lugar del mundo. Porque muy a mi
pesar la tengo impresa en mi sistema. Durante seis años mi
mente la ha atesorado como un recuerdo. He pasado todo
ese tiempo luchando con la tentación de buscarla. Decidido
me aproximo a ella y la abordo con elegancia.

―Señorita, veo que está un poco distraída.

Sus ojos cristalinos se clavan en mí mirándome como si


yo fuera un insecto insignificante y eso consigue cabrearme.
No veo reconocimiento en sus pupilas, por el contrario, más
bien indiferencia.

―No creo haber dado señales de necesitar compañía


caballero―. contesta de manera airada levantándose como
un resorte para que quedemos frente a frente.

La repaso con chulería de arriba abajo, de abajo a arriba,


posando mis ojos en sus curvas con premeditación y
tomándome mi tiempo. Su reacción no se hace esperar, sus
ojos se entornan mostrando su desacuerdo ante mi aptitud.

― ¿Alguna vez le han dicho que es demasiado


descarado? Porque si ahora mismo no fuera una chica con
educación, le dejaría mis cinco dedos marcados en su cara
dura―. gruñe molesta.
Disfruto de su frescura, su enfurruñamiento consigue
divertirme y a la misma vez provoca que la desee con más
intensidad.

Allí parada delante de mí, está Ninet, mi ángel…

―Pienso que no nos han presentado― suelto


comprobando que mi afirmación la sorprende sacándola de
su estado de ensimismamiento.
―No, gracias ―contesta dejándome descolocado.
―No te he ofrecido nada todavía― digo de forma
sugerente.
Ella alza su barbilla de manera altiva, su mirada se ancla
en mi rostro, pero no veo reconocimiento.
―Lo que tenga en mente caballero no me interesa―
rebate frunciendo sus labios, dejando la copa que mantiene
entre sus dedos en la mesa justo a su lado.
Si supiera que su actitud borde me atrae mucho más que
cualquier otra cosa, quizás se reprimiría.

Sonrío ante su cara de asombro.

―Mon dieu, tienes el ego del tamaño de todo el panteón


griego. ―exclama acompasando sus palabras con un
cabeceo de negación.

―No solo tengo el ego de grandes dimensiones, podría


enseñarte partes de mi anatomía que también están bien
dotadas. – me vanaglorio de forma arrogante.

Esas pupilas azules, casi translúcidas se varan en mí


pasmadas.

―Es increíble, no te das cuenta de que tus artes no


surten efecto en mí. ―reprocha colocando sus manos a
ambos lados de sus caderas en forma de jarra.
Sin darle tiempo a reaccionar, la agarro por su cintura y
pego su cuerpo al mío, colocando mi boca a su oreja.

―Tenemos algo pendiente mi bella Ninet. ―susurro…

Marinet
¿Sabéis lo que es un chiste del destino? Pues que seis
años después mi camino y el de mi salvador, Kris Adagio se
vuelvan a cruzar en la Luna Noir.

Si me pinchan no me saldría ni gota de sangre en este


mismo instante en el que aún resuena su ronca y sensual
voz en mi cerebro.

¿Cómo puede ser? Aquella noche, aquel encuentro y las


miles de sensaciones que ese hombre despertó en mí las
guardé a buen recaudo en mi baúl de los recuerdos mental.

Nunca me permití volver a pensar en él ni siquiera


imaginarlo en mi mente. Y ahora, como si la rueda de la
fortuna se riera de mí, lo coloca justo en el mismo lugar que
yo de nuevo.

No podía moverme apenas si podía respirar. Mis fosas


nasales se impregnan de su aroma almizclado despertando
sensaciones olvidadas.

Rebusco en mi cerebro, la excusa adecuada y


convencerlo de que está equivocado que jamás no hemos
visto. Aunque sé que Kris Adagio no es ningún tonto, así que
claudico mi lucha interna y acepto que debo coger el toro
por los cuernos.

―No te reconocí con la máscara. ― anuncio haciendo


esfuerzos para que mi voz no titubee ante su cercanía.
Su sonrisa malvada, esa que resalta la peligrosidad que
exhuma, provoca un leve escalofrío que recorre toda mi
espalda.

―Ninet, yo sería capaz de reconocerte entre una


multitud. ―suelta con arrogancia.

―Bueno, en un depredador como tú, eso no es un


halago, más bien es el punto rojo de una diana en mi
cuerpo. ― contesto dejando a mi lengua viperina hablar sin
pensar, sin medir mis palabras.

La carcajada que suelta sin más, se hace eco en la sala,


aunque amortiguada por la música del ambiente. La misma
ocasiona que tanto Valentine como el resto de los ocupantes
del reservado claven sus miradas curiosas en nosotros.

Intento zafarme de su agarre para poner distancia entren


nuestros cuerpos. Pero su mano en la parte baja de mi
espalda impone un férreo control y convierte mi gesto de
liberarme en una misión imposible.

―Veo mi ángel, que tienes una lengua rápida. Además


de una mente que juzga a la ligera. ―dice con una sonrisa
ladina que enmascara sus emociones reales.

Porque Kris Adagio es un experto embaucador y como tal


no conseguiré leer en él lo que él no desee.

― ¿Ángel? Me han llamado muchas cosas Señor Adagio,


pero nunca ángel. ― rebato con una sonrisa cargada de
picardía.

No entiendo por qué razón estoy tonteando. En


definitiva, aunque me empeñe en camuflar mi
comportamiento con la altivez y la soberbia. Estoy jugando,
lo sé, y lo peor de todo es que lo hago con fuego y del que
quema.

―Me alegra ser el único que te llame así. ― enfatiza con


más ímpetu de la cuenta. ―Ahora acompáñame, tenemos
que hablar.

No es una sugerencia, es más bien una orden, lo que me


cabrea y estoy a punto de decirle cuatro cosas cuando
Ayleen regresa al reservado. Como si fuésemos niños
pillados in fraganti nos separamos al verla.
Capítulo 5
Kris Adagio
De nuevo me encuentro en la casilla de salida, pues mi
ángel ha desaparecido junto con la bella morena de ojos
verdes que estaba con Legrand.
Los años se han portado demasiado bien con Ninet.
Cuando nos conocimos era una jovencita apetitosa y hoy
por hoy se ha convertido en una mujer subyugante. Seis
años atrás, sus veinte años la dotaban de un halo de
ingenuidad que conseguía ponerme cachondo. Ahora tenía
veintiséis años y yo doce más que ella. Si bien la diferencia
de edad seguía poniéndome demasiado ansioso para mi
propio bien.
Sus curvas, a pesar de su delgadez, podrían volver loco a
más de un hombre.
Ese pensamiento me atraviesa como un rayo desatando
cierta rabia. Porque no deseo contemplar cuántos
admiradores tiene mi ángel de lengua afilada.
Decido largarme de la Luna Noir, y lo hago solo, ante las
caras de suspicacia de mis hombres.
Sin embargo, esta noche no estoy de humor para pasarla
acompañado, más bien necesito pensar. Ordenar mi cabeza.
Tomar decisiones.
Mañana tengo una reunión con Sant Legrand para
hacerle una proposición de negocios.
Debo mantener la cabeza fría porque mi plan, el que
durante años he ido fraguando en mi cerebro, cada vez está
más cerca de cumplirse.
‹‹Ninet es una distracción inesperada››. Susurro al reflejo
de mí mismo que me devuelve el espejo del cuarto de
baño.
Necesito una ducha bien fría, a falta de sexo
desenfrenado, el agua helada deberá bastar.
Mientras el agua recorre mi espalda noto como mis
músculos se van relajando.

De fondo escucho la melodía de mi iPhone, por un


segundo mi estado de alivio se turba.

El teléfono era un incordio constante en mi vida, no


obstante, es primordial para mi trabajo.

Sin poder evitarlo, mi mente evoca otro momento años


atrás en el que le maldito teléfono me privó de un sexo que
prometía ser ardiente.

‹‹Ninet››, susurro apoyando las palmas de las manos en


los adoquines de la ducha.

Y una vez más, a pesar de que el agua que baña mi


cuerpo está fría como el hielo, mi verga se alza ante las
imágenes que pasan por mi cabeza de aquel día.

Castillo de Cheverny
Marinet
Llegamos a Cheverny y nos retiramos a nuestras
habitaciones sin más para poder descansar. En el fondo lo
agradezco, porque ahora mismo no tengo muchas ganas de
conversar ni siquiera con Ayleen.

Reencontrarme con Kris, ha logrado desestabilizar mi


cabeza. Saco un bote de analgésicos y me tomo dos de
golpe, a continuación, paso a desvestirme.

Es más guapo de lo que recordaba y eso en el fondo me


molesta, me cabrea. Porque si seis años atrás era el hombre
más irresistible con el que me había topado. Hoy por hoy lo
superaba. Y eso que en ningún momento de la noche se
retiró la máscara.
‹‹ ¡Gracias a Dios! ››, exclamo en la soledad de mi
habitación.

Agarro un cojín y presiono mi rostro con él para


permitirme el lujo de gritar de frustración.

Justo ahora, cuando mi boda con Phillip está tan cerca, el


destino se divierte cruzando de nuevo mi camino con el de
Kris Adagio.

‹‹Cálmate, él no sabe bien quién eres. Además, dudo de


que viva en París. Él vive en Londres››. Me digo hablando
sola.

Kris Adagio
He pasado una noche de mierda, si tal como es, de puta
pena. Por mucha ducha helada que me diera mi mente y mi
cuerpo han seguido rememorando a mi ángel.
Por eso ahora mismo gasto un humor de demonio
cabrón, a Dios gracias que de momento estoy solo en mi
habitación del hotel.
Mientras me visto para dirigirme a la reunión que tengo
programada hoy con mi acérrimo enemigo en los negocios,
el gran capullo Legrand, gruño de nuevo por no ser capaz
de arrancar de mi cabeza la imagen de Ninet.
Esa mujer está resultando una maldición para mis
sentidos. La deseo como a nadie nunca lo he hecho.
La melodía de mi móvil me arranca de mis divagaciones
―Sí ― contesto de forma parca.
―Señor Adagio soy la señorita Piaget del despacho del
señor Legrand. Siento informarle de la anulación de la
reunión que tenía programada para hoy. ― Informa la voz
femenina a través de la línea.
Con cada palabra que escucho mi sangre se va
alborotando más si es posible, ennegreciendo mi humor.
― ¿Se puede saber el motivo de porque su jefe anula una
cita que hace más de un mes programó? ―. pregunto con
poco tacto.
―Lo siento señor Adagio, el señor Legrand está en su
residencia de Cheverny para celebrar la fiesta de
compromiso de su hermana con el señor Parrot. ― Informa
la mujer en un intento por justificar a su jefe.
Aun así, sus palabras no logran calmar ni reprimir mi
humor taciturno. Porque este contratiempo en mis planes es
la guinda del pastel para un día que ha empezado como una
gran montaña de estiércol.
―Está bien, reprograme la cita para otro día― le digo a
la secretaria.
―Por supuesto le enviaré un mail con la nueva fecha―
Se limita a decir dando por finalizada la conversación.
Cuando cuelgo estoy en pleno estado de ebullición, casi
caigo en la tentación de estrellar mi iPhone contra la pared.
Intento aferrarme a la poca calma que me queda y poner
en orden mi cabeza.
‹‹Parrot››, siseo.
Conozco a esa familia porque en alguna ocasión he
hecho tratos empresariales con ellos. Por lo que si Legrand
piensa que puede librarse de mí tan fácil lo lleva claro. Soy
el peor grano en el culo que pueda tener si me lo propongo.
Phillip Parrot es el hijo de esa familia y lo conozco bien es
buen cliente de mis clubes así que ni corto ni perezoso lo
llamo para autoinvitarme a la que supongo que es su fiesta
de compromiso.
Menudo hijo de su madre, nada más y nada menos que
se va a casar con la hermana de Legrand. Eso sí que es un
braguetazo, aunque los Parrot están bien posicionados en la
sociedad. Phillip tiene fama de derrochador y demasiados
vicios que financiar.
Capítulo 6
Castillo de Cheverny
Como supuse Phillip no tuvo ningún reparo en invitarme
a su fiesta de compromiso. Una vez más los hilos de mi
influencia me proporcionan carta blanca para asistir a
Cheverny, la residencia de mi acérrimo enemigo.
Legrand siempre ha sido un tipo con suerte, desde la
cuna, lo tuvo todo. Mientras que yo todo lo que poseo me lo
he ganado a pulso con el sudor de mi frente y mi aguda
inteligencia.
Él tuvo un padre que le proporcionó todo lo que
necesitaba, sin embargo, yo no. Tan solo mi madre, que
luchó con uñas y dientes para sacarme adelante.
Reconozco que Cheverny es un lugar impactante. Al
llegar frente a la propiedad no puedo hacer otra cosa que
deleitarme con este castillo, que se alza entre un paisaje
con todos los tonos verdes de cualquier paleta de colores de
un pintor.
Una vez más reconozco que Legrand, a pesar de ser un
esnob capullo, tiene un gusto exquisito.
Al parecer la fiestecita se celebra en el jardín trasero de
la propiedad, por lo sigo al resto de invitados hacia el lugar.
Salimos por una gran puerta a la zona ajardinada.
Adornado con guirnaldas doradas y mesas de aperitivo,
decido localizar la barra para empezar a beber.
Odio este tipo de fiestas, aunque por mi trabajo me veo
obligado a asistir a más de las que me gustaría.
Localizo una barra al fondo de la terraza y me sirven un
wisky con hielo, mientras bebo localizo a una joven vestida
de verde que llama mi atención. Su cabello negro como la
noche brilla al son de los farolillos que cuelgan sobre su
cabeza.
―Bona nuit. ― digo colocándome justo a su lado.
Unos ojos verdes, como dos esmeraldas brillantes se
clavan en mí con asombro.
El reconocimiento me atraviesa en un segundo, porque
esa mirada felina es la misma que vi anoche en la Luna Noir.
La chica que de nuevo me arrebató Legrand, el destino la
trae de vuelta a mi lado, de manera involuntaria le dedico
una sonrisa pícara ante su ceño fruncido.
Por un momento la imagen de mi ángel enturbia mis
libidinosos pensamientos, porque la otra noche me quedó
claro que eran amigas. De momento destierro su recuerdo
al lugar oscuro de mi cerebro y pongo toda mi atención en
la morena que tengo al lado.
―Buenas noches. – contesta.
―Permítame la osadía de alabar su belleza― Piropeo
dedicándole una mirada cargada de anhelos y deseos.
― Creo que sigue siendo un vendedor de piropos, al igual
que anoche ―. Rebate la joven de forma airada.
―Veo que además de belleza le acompaña una gran
perspicacia. Señorita…―. Sonrío.
―Se aprovecha de que hoy sí podemos dar información
personal, y no duda en intentar averiguar mi nombre muy
audaz por su parte, Kan ―. Suelta coqueteando.
― Aquí soy Kris si no le importa.
― Encantada, yo soy Ayleen.
― Un precioso nombre para una belleza ¿Me hace el
honor de ser mi pareja de baile? ―. Invito haciendo una leve
inclinación caballeresca.
― Por supuesto, será un placer. ―acepta Ayleen
reglándome una sonrisa que sería capaz de iluminar
cualquier corazón oscuro.
Juntos nos dirigimos a la pista de baile que está en la
parte central del jardín.
La belleza de Ayleen es salvaje y a la vez cautivante, no
puedo apartar los ojos de ella.
―Kris, ¿De dónde es? ―interroga la joven.
―Has supuesto que no era francés, chica lista. Soy
italiano, pero llevo demasiado tiempo afincado en Londres.
―contesto con sinceridad.
―Bueno, Francia es un país hermoso, no obstante,
Inglaterra no tiene nada que envidiarle. ―comenta ella con
la mirada brillante.
―Tampoco eres francesa, ¿de dónde procedes, bella?
―me intereso guiñándole un ojo con picardía.
―De las tierras altas de Escocia. ―confiesa entre risas.
Noto que está más relajada que al principio como si se
hubiera olvidado de lo que le preocupada cuando tropecé
con ella.
No tengo claro la relación que une a esta chica con
Legrand, sin embargo, voy a averiguarlo. Quizás pueda
utilizarla en su contra.
Marinet
En la pista divisó a mi amiga bailando, no puedo ni tragar
cuando me percato con quien.
‹‹Merde››. Siseo mentalmente.
Vacío mi copa de champagne y la dejo sobre una de las
mesas altas con los canapés
¿Qué hace él aquí? Y yo que pensaba que no nos
volveríamos a ver. La vida es una puta ruleta rusa. Que al
parecer tiene fijación conmigo.
No puedo evitar admitir que es más impresionante si
cabe que la otra noche. Kris Adagio es un demonio sexi de
ojos verdes que podría pervertir a la más casta de las
mujeres.
‹‹Piensa Marinet››, me digo, no puedo permitir que
confraternice con Ayleen.
No estoy dispuesta a dar explicaciones, no deseo que ni
mi amiga ni nadie descubra que Kris y yo nos conocimos
años atrás.
Ese episodio está olvidado al igual que la agresión de
Paul, esa también está enterrada y olvidada en el lugar más
oscuro de mi alma.
Localizo a mi hermano a pie de pista, con cara de querer
asesinar a alguien
El comportamiento de Adrien estos días es un poco
inusual, pero bueno, a excéntrico no lo gana nadie.
Barajo la posibilidad de utilizar a mi hermano para
separar a Ayleen de Kris versus la animadversión de mi
amiga y Adrien.
Compruebo una vez más que como siempre Phillip está
alternando con conocidos olvidándose por completo de su
prometida.
Una puntada atraviesa mi corazón. Porque siento como si
realmente no existiera para mi prometido
‹‹ ¿Eso es lo que querías no? ››, aguijonea mi
consciencia.
Sí, en realidad quiero la libertad que me puede dar ser
una mujer florero de cara a la galería de la sociedad. Y así
lograr vivir mi vida como deseo sin tener que sufrir por las
atenciones de un marido, sin sentir el desamor.
‹‹Cuando no hay amor no hay lágrimas››, me repito.
Sorteando a la gente con una de mis mejores sonrisas
consigo colocarme justo al lado de mi hermano.
― Buenas hermanito―. saludo utilizando mi tono más
dulce y suave.
Adrien desvía sus ojos hacia mí y me regala su mejor
sonrisa.
A pesar de ser un hermano demasiado autoritario Adrién
siempre me ha tratado con cariño. El problema es que su
amor es como vivir en una puta jaula de cristal. Si fuera por
él me tendría expuesta para solo ser admirada sin que nada
ni nadie me rozara.
Ese sentido tan marcado de protección, que durante
años ha ejercido mi hermano mayor, ha provocado que mi
carácter rebelde buscara siempre una salida y brecha en su
cárcel de cariño.
―Estás preciosa hermana.
―Gracias, tú también estás muy guapo, pero eso ya lo
sabes ―. Adulo divertida.
― ¿Y Phillip? ― . pregunta Adrien.
― Bueno mi futuro esposo está más preocupado de
hacer de buen anfitrión que de mí ―. Informo de manera
despreocupada encogiendo mis hombros.
Aunque por un momento siento cierta opresión en el
pecho como si necesitara un abrazo.
No me gusta analizar la relación que mantengo con
Phillip porque durante estos años me había convencido de
que era lo que necesitaba.
Porque cuando me detenía a pensar en lo que tenía, las
garras de una soledad extrema me estrujaban el alma y
sentía ganas de salir corriendo.
―Marinet, aún estás a tiempo de mandarlo al diablo.
―propone Adrién analizándome con esos ojos cristalinos tan
parecidos a los míos.
― Eres muy gracioso ―observo― ¿Y Gabrielle? ― .
pregunto desviando el tema.
― Hemos roto.
― Curioso―. digo y observo como su mirada vuelve de
nuevo a la pista de baile.
― Curioso no, era de esperar. Ya me conoces, las relaciones
demasiado largas no son para mí.
― Lo sé, pero también sé que algún día conocerás a
alguien que te haga replantearte esa idea tuya de no
casarte.
―Ese deseo es demasiado romántico Marinet, soy más
bien realista. Ya tengo la familia que deseo. Un matrimonio
no entra en esa ecuación. ― Sentencia ratificando su
opinión con respecto a las relaciones amorosas.
Adrien es un escéptico del amor, yo también, aunque no
es lo que deseo para él. Me encantaría que mi hermano
encontrara a la mujer que logrará hacerlo feliz.
―Al parecer Ayleen ha encontrado un hombre que le
gusta. Extraño ―. dejo caer de soslayo.
Porque por alguna razón que aun no comprendo Adrién
no separa sus ojos de la escena que están protagonizando
Ayleen y Kris. En ese momento decido que quizás pueda
utilizar esa fijación a mi favor.
― ¿Por qué tendría que ser extraño? ― . pregunta sin poder
evitarlo.
― Bueno como nunca te ha caído bien, lo cual no
entiendo, no sabes que mi amiga es muy selectiva, nunca le
he conocido relaciones largas. A pesar de tener muchos que
matarían por estar con ella. Según Ayleen el amor y la vida
en familia no son para ella. ― . explico, pero la mirada que
me dedica es de detective.
― ¿Bailas conmigo, hermanito? ―. Pregunto
sorprendiéndolo sin darle tiempo a contestar, lo agarro
arrastrándolo con maestría a la pista.
―No me gusta bailar―. Gruñe, aunque me sigue el
ritmo.
―Lo sé, pero soy tu hermanita pequeña y hoy no puedes
negarme nada. ― informo con una sonrisa pizpireta.
Él se limita a menear la cabeza sabiendo que no tiene
otra opción que bailar.
Sin que se dé cuenta encamino nuestros pasos de baile
lo más cerca posible de Ayleen y Kris.
―Buenas noches, ¿cambio de pareja?
No les brindo tiempo para reaccionar, aferro a Kris con
determinación y me lanzo a bailar junto a él.
Kris Adagio
Tardo el tiempo justo de un pestañeo en darme cuenta de
que mi ángel me empuja hacia la pista alejándome de
Ayleen.
Bueno, como caída del cielo Ninet vuelve a estar entre
mis brazos.
Ayleen es atractiva y demasiado bella para su propio
bienestar, pero nada comparable a Ninet y las reacciones
que provoca en mi cuerpo sólo con estar cerca.
Está impresionante, con un vestido de gala del mismo
color que sus ojos. Resaltando su piel perlada y su melena
rubia cayendo por su espalda.
A pesar, del control del cual puedo presumir con ella
nada es común, por lo que noto como mi verga baila una
danza particular dentro de mis pantalones, entretanto nos
desplazamos por la pista.
―Buenas noches, ángel. Un placer tenerte entre mis
brazos―. Alabo sonriente.
―No te acostumbres, ha sido por una fuerza mayor―.
gruñe Ninet fulminándome con la mirada.
―Parece que tu humor está hoy como el mío y eso bella
tiene fácil solución. Hay que desestresarse. ―Propongo con
picardía ante su gesto de contrariedad.
―Estrés, dices, me río yo del estrés―anuncia de manera
sarcástica― ¿qué haces aquí? ― pregunta.
― ¿Bailar? ―Contesto intentando tomarle el pelo.
―No me tomes por idiota Kris―. Regaña.
―Soy invitado del novio. ― Confieso al fin.
En su rostro puedo determinar la curiosidad junto con la
inspección a la cual me someten sus ojos. Como si
realmente quisiera averiguar si miento.
‹‹Siempre fue un ángel muy listo››, aguijonea mi
conciencia.
― ¿Conoces al novio? ― interroga con los ojos
entornados.
―Si, Phillip y yo somos conocidos. He hecho negocios
con los Parrot en varias ocasiones.
― ¿Y a la novia? ―. Insiste en su interrogatorio.
―Todavía no.
Ninet suspira ante mi respuesta y ese simple gesto,
consigue plantar la desconfianza en mí.
―Bueno, dejemos de hablar de ellos. Hablemos de
nosotros―. invito.
―No hay un nosotros―. Sentencia con los labios
apretados en un rictus perfecto.
―Por ahora, bella. ―apunto―Ahora que he vuelto a
encontrarte, no tengo intención de perderte de vista
amore.
Marinet
Mi estómago da una suave voltereta ante la seguridad
pasmosa que trasmiten las palabras de Kris. Mis pupilas se
anclan en sus ojos, graso error, porque su verde mirada
hipnótica me atrapa, deleitándome en el aro amarillo que
rodea sus iris.
‹‹Dios que calor de repente››, pienso totalmente
obnubilada por su presencia.
Para mí desgracia Kris sigue despertando cada fibra de
mi ser como la primera vez que lo vi.
Sacudo la cabeza sin perder el paso de baile con la
intención de deshacerme de mi estado de ensoñación. Si no
voy con cuidado puedo caer en las redes de este Casanova.
―Olvídate de que nos hemos encontrado. No hay ningún
futuro juntos―. Decreto con firmeza, una que en el fondo no
siento, sin embargo, no voy a caer en su embrujo. Ya salí
corriendo en el pasado y ahora no tenía intención de actuar
de forma diferente.
Mi futuro ya estaba planificado y no cabía ningún
demonio adulador con mirada de hechicero.
― ¿Quién habla de futuro ángel? Tan solo acabaremos lo
que empezó seis años atrás y nos interrumpieron.
No puedo más que abrir los ojos como ventanas ante la
alusión de esa escena. En mi mente se vuelve a dibujar
como nos comimos con anhelo como si no existiera el resto
del mundo en el sofá de su penthouse en Londres.
Hoy día daba gracias a Dios de aquella llamada
inoportuna que hizo que recuperara el sentido común.
‹‹Mentirosa ››. Rebate mi consciencia.
―Hay oportunidades que solo se presentan una vez en la
vida. Así que asúmelo. ― Contrataco con un tono repelente
a lo, señorita Rotenmeger.
―No amore, en mi caso las oportunidades las genero yo.
― contesta arrogante coronando sus palabras con una
sonrisa lobuna.
― ¿Quién te crees? ¿Dios? ―. Disputo molesta.
―No, pero soy dueño de mis actos y esos forjan mi
destino.
―Madre mía, pareces un Dios todopoderoso anunciando
su valía. ― No puedo evitar reírme ante su actitud.
Él se limita a alzar una de sus cejas de forma
interrogante.
―Señor Adagio, será mejor que dejemos de bailar. Siento
decirle que no ha sido un placer.
Kris Adagio
Así que mi ángel etéreo podía convertirse en una
diablesa cuando quería. Como en este mismo momento
intentando deshacerse de mí de forma magistral.
Ni loco vamos, no iba a dejarla escapar de nuevo. No
hasta sacudirme toda esta excitación que se acumulaba
dentro de mis pantalones.
― ¿Dónde crees que vas, Ninet? ―siseo manteniendo mi
agarre en su cintura frustrando su tentativa de huida.
Con disimulo premeditado, sorteando al resto de parejas
consigo alejarnos de la pista de baile. Ninet sisea mil y una
maldiciones, aunque contenidas porque no desea dar el
espectáculo ante tanta gente.
Lejos del barrullo, tras unos altos árboles, sujeto con
fuerza a mi ángel que logra propinarme una patada en la
espinilla.
―Joder, Ninet cálmate. ― ordeno entre dientes
aguantando el tipo.
―Eres un capullo, ¿Quién te crees que eres para
arrastrarme? Da gracias que no deseo un escándalo, si no …
―. refunfuña enfadada sin frenar sus intentonas de
deshacerse de mis brazos.
Ninet ha resultado una fiera de cuidado, lo que no hace
más que alimentar mi fijación por esta mujer.
Así que, sin determinar otra opción para calmar sus
ataques, sin meditarlo en exceso, la sujeto con fuerza por la
cintura y pego su espalda al tronco del árbol donde nos
encontramos.
―No te atrevas. ― sisea con los ojos abiertos de par en
par.
Mi respuesta es una sonrisa socarrona que deja claras
mis intenciones.
No pienso darle ventaja a mi ángel crispado, por lo que
me abalanzo sobre ella dispuesto a devorar esa boca con
forma de corazón que me ha atormentado durante años.
En un primer momento Ninet aprieta con fuerza sus
labios para frenar mi beso, sin embargo, es cuestión de
segundos que la presión de mi boca se abra paso ante su
rendición. Nuestras lenguas enloquecidas se unen en un
bailoteo frenético que arrancan más de un gemido a Ninet.
Juntos nos dejamos llevar por la pasión que nos arrasa
como un tornado. Mis manos vuelan por toda la figura de la
joven manoseando con premura hasta alzar la vaporosa
falda de su vestido.
¡Joder!, esta mujer me enloquece, solo su aroma ya me
excita sin contar el sabor de sus besos.
Con maestría mis manos se cuelan bajo su vestido hasta
alcanzar el borde de sus braguitas las cuales acaricio con
suavidad y tentativa primero.
Sus gemidos ahogados en mi boca son la señal para que
continúe mi escrutinio dentro de sus bragas.
Capítulo 7
Marinet
A veces la realidad te da justo donde menos esperas, y
eso me está pasando en este mismo instante. Porque es
posar su boca en la mía y perder todo el sentido común que
tengo. Una vez más, Kris Adagio demuestra ser capaz de
convertirme en una sumisa hiper excitada que se muere por
sus caricias.
Hecho que me enfurece, aunque muy a mi pesar lo que
grita, mi cabeza lo ignora de forma deliberada, mi cuerpo y
mis hormonas están disfrutando de lo lindo ante la atenta
atención de este demonio casanova que es mi piedra en el
zapato.
Por un segundo me abandono y desconecto mi cerebro
disfrutando como nunca de ese beso arrollador que me
enciende como una cerilla.
Obnubilada ni siquiera soy consciente hasta que noto los
dedos de Kris rozando mi ropa interior, ocasionando que mi
sexo palpite ante la anticipación.
Maldición, este hombre es capaz de arrancarme un
orgasmo solo con sus besos, ni que decir de lo que puede
provocar con sus dedos en mi zona íntima.
Cuando su mano alcanza mis pliegues, la explosión de
placer estalla en mi interior como si fuese el cráter de un
volcán en erupción. De manera involuntaria alzo una de mis
piernas apoyándola en su cadera mientras balanceo mi
cuerpo para acelerar la fricción.
Kris asegura su otra mano en mi manteniendo mí
posición y pega también su cuerpo contra el mío. A pesar de
las ropas, puedo notar claramente la erección presionando
en mi conclave.
En el momento en el que uno de sus dedos se abre paso
a través de mis húmedos pliegues y entra en mi interior, no
puedo más que gemir como una loca. Menos mal que
seguimos besándonos como verdaderos adictos a nuestros
fluidos. Eso ayuda a amortiguar mis ruiditos, los cuales no
soy capaz de reprimir.
Siento que de un momento a otro mi cuerpo entrará en
combustión ante la intensidad de sensaciones que me
atraviesan como descargas eléctricas.
―Me enloqueces. ― susurra Kris separando sus labios
levemente de los míos.
Pero no estoy dispuesta a romper el contacto, por eso
dominada por la fiebre del deseo, vuelvo a atrapar su boca
con la mía lanzándome como una auténtica fiera.
Kris coloca sus manos en mis nalgas y con leve impulso
me alza y yo rodeo su cintura con mis piernas. El suave
sonido de cómo se rasga la tela de la falda del vestido
resuena en mi mente a lo lejos ignorándolo por completo...
No quiero pensar, no deseo plantearme la gran locura en
la que estoy enfrascada. Tan solo necesito disfrutar…
De repente una tos seca se oye de fondo a lo lejos, no
obstante, prefiero correr un tupido velo y proseguir con
nuestro magreo.
Otra vez esos el ruido de una tos logra colarse en mis
oídos y es como si mi consciencia se hiciera con las riendas
de mi cuerpo. Doy un respingo y me separo de forma brusca
de Kris ante el desconcierto dibujado en su rostro.
―Siento interrumpir.
¡Joder!, no puede ser, en definitiva, creo que Kris Adagio
me provoca una enajenación mental total. Al ver parado
frente a nosotros, a la mano derecha de mi hermano, a
Chandler, el viejo amigo de mi difunto padre, no soy capaz
de articular palabra. Siento demasiada vergüenza porque
nos haya pillado en una situación comprometida.
―Al parecer tienes el don de la oportunidad. ― critica
Kris con arrogancia.
Chandler se limita a arquear una de sus grisáceas cejas
con sus ojos clavados en mí.
Sé que está siendo benevolente, aunque no tenga fama
de serlo. Por eso en silencio se lo agradezco y sin mirar a
Kris ni un solo instante salgo disparada de su lado y
desaparezco de escena sin más.
Kris Adagio
Nos medimos con la mirada durante unos minutos en
silencio. Chandler y yo no es la primera vez que
coincidimos, en los negocios lo hemos hecho en varias
ocasiones. Por eso sé que no puedo fiarme de ese viejo con
vista de águila. Por algo es la mano derecha de Legrand.
―Al parecer no solo el Luna Noir te interesa de la familia
Legrand. ―observa Chandler al fin rompiendo el silencio.
Sus palabras me perturban, no obstante, no estoy
dispuesto a dejárselo entrever
― ¿Ahora eres el perro sabueso de Legrand? ― Interrogo
con sarcasmo.
Chandler no me gusta ni yo a él.
Por eso me disgusta en exceso que meta sus narices en mis
asuntos. Aunque reconozco que he perdido el control con
Ninet, al tocarla se me olvidó donde nos encontrábamos y
ahora tengo que paliar las consecuencias.
―Cuida bien tu espalda Adagio. No eres bienvenido aquí.
Así que te recomiendo que te evapores cuanto antes
mejor―. Aconseja con lengua viperina Chandler sin apartar
sus ojos que siguen fijos en mí.
‹‹No me complace››, me reitero en mi mente.
Este tipo es demasiado enrevesado y hermético para mi
gusto. Puede que Legrand confíe en él, no obstante, con
sinceridad yo no lo haría.
―Tranquilo Chandler tan solo voy a presentarle mis
respetos al hermano de la novia―. digo sonriendo de forma
malévola.
―Eres un pedazo de hipócrita―insulta furioso.
―Lo sé, pero es innato―. contesto alejándome de donde
nos encontramos
―Adagio, una última cosa. Yo desistiría en adquirir la
Luna Noir.
― ¿Por qué? ― pregunto, arqueando mis cejas.
―Porque es imposible que Adrien se deshaga de él. ―
anuncia.
―Cosas más improbables se han dado. Así que voy a
aferrarme al refrán que dice que, la esperanza es lo último
que se pierde. ― proclamo, dejándolo allí parado, sin más.
Busco con la mirada a mi ángel, sin embargo, como
viene siendo habitual, ni rastro de ella. Por lo que doy por
concluida la noche. Abandono Cheverny con una mochila
cargada de frustración porque nada de lo que planeé ha
salido como yo esperaba. Y además me he ganado un dolor
de huevos de campeonato.
Sacudo la cabeza para deshacerme de las imágenes
calientes de Ninet en mis brazos que no provocan más que
mi verga se ice con el mástil de un naviero.
Marinet
Regreso a la fiesta después de cambiarme el vestido.
Nadie se ha percatado de mi ausencia y he logrado
deshacerme de la prueba de mi locura, un vestido rasgado y
un aspecto desmelenado. Sin embargo, en mi interior aún
burbujea mi sangre calenturienta.
Es incomprensible que me haya dejado arrastrar a Kris a
una situación comprometida el mismo día de mi
compromiso con Phillip. Pero es que ese hombre es un
demonio, buenorro y excitante por eso.
Muerdo la cara interior de mi mejilla castigándome por
tener esos pensamientos. Sé que debería detestarlo,
aunque no es así. Inspiro una bocanada de aire para insuflar
el valor y resistencia y sobre todo calma. Una que ahora
mismo brilla por su ausencia.
Unas manos rodean mi cintura con fuerza y no puedo
evitar dar un leve respingo.
― ¿Dónde estabas??
La voz de Phillips me tranquiliza ante que el tono que
utiliza no acaba de agradarme.
―He tenido que cambiarme porque alguien derramó su
copa sobre mi vestido― respondo.
Él escrutinio de sus ojos consigue alterarme más, pero la
actriz que llevo dentro hace su entrada triunfal.
―Me extraña que te hayas dado cuenta de mi ausencia.
Has estado demasiado ocupado toda la velada―. Reprocho
acompañando mis palabras con leve mohín.
―Marinet, mi amor, te noto un poco molesta. Sabes que
es mi deber atender a los invitados. Mis futuros negocios y
los de mi familia dependen mucho de las relaciones
sociales―. Explica acortando la distancia y estrechándome
en sus brazos.
Su boca está casi pegada a la mía y sus ojos anclados en
mi rostro.
Una vez más la culpabilidad se adueña de mi interior
porque soy incapaz de sentir.
Nada de anticipación ni de excitación a pesar de que
Phillip es el hombre que he elegido para pasar el resto de
mis días a su lado.
Nuestra relación nunca ha sido de fuegos artificiales, más
bien descafeinada. No obstante, es lo que siempre he
buscado, seguridad para mi alma, protección para mi
corazón.
Aun así, mi mente lo compara con el hombre que hace
unos minutos ha puesto toda mi vida del revés con un
simple toque.
―Lo sé y lo entiendo. ―lo tranquilizo y a cambio Phillip
me besa y yo lo correspondo.
Lástima que mi cuerpo no se inmuta ante esa muestra
de cariño.
Capítulo 8
Kris Adagio
Mi móvil suena y lo cojo mientras suelto la taza de café
humeante sobre la mesa. Hoy decidí desayunar en la
terraza de la suite. Disfrutar del aire fresco de la mañana ha
sido una opción para relajar mi mente y mi cuerpo.
Sin embargo, de poco ha servido porque mi ingle me
tiene en un estado absoluto de tensión y eso me cabrea.
Porque aún desconozco dónde buscarla.
Anoche cuando llegué de la fiesta me maldije una y mil
veces por no aprovechar el momento para averiguar quién
era Ninet. Por el contrario, me dediqué a pensar con la
punta de mi mástil y pasar de los detalles.
Joder, siseo fustigándome de nuevo.
―Si.
―Señor Adagio, soy Martins. No tengo mucha
información. Lo que he averiguado hasta ahora es que
Ayleen Macleod es amiga de la hermana pequeña de Adrien
Legrand desde hace años, pero nada sobre la tal Ninet―.
explica el hombre a través del teléfono
―Martins, eso es una mierda de información, se bien
quien es Ayleen y no me interesa. Necesito que averigüe
quién es Ninet y donde cojones encontrarla para eso le
pago―. Gruño cabreado.
―De acuerdo señor Adagio pero no está siendo fácil―.
Se justifica.
―Nada lo es, señor Martins―. Sentencio colgando la
llamada
―Incompetente― exclamo al dejar el smartphone sobre
la mesa.
He contratado un detective para averiguar quién es
Ninet, no obstante, parece que no he elegido al mejor
profesional.
Cabreado e intranquilo decido salir y acercarme a la
oficina de Legrand, su secretaria aún no me ha remitido los
datos para nuestra nueva reunión lo cual me molesta. Así
que decido hacerle una visita de cortesía.
Con decisión me presento en el edificio Cowards,
propiedad de Adrien Legrand. Aquel capullo estaba podrido
en dinero. Por supuesto era dinero sucio, el patriarca de los
Legrand había amasado su fortuna de forma ilícita.
Subvencionando sus negocios respetables con su red de
vicio y prostitución.
Cuando murió, Adrien se quedó al frente de todo como
primogénito. Yo sería el encargado de devastar todo aquel
imperio, poco a poco iba a arrebatarle todos sus bienes a
Sant Legrand, porque tenía derecho. Porque el hijo de puta
de su padre también era el mío y me lo debía.
Años atrás intenté explicarle a Adrien la situación, pero
me tachó de oportunista.
―La verdad no tiene solo un camino ― me digo mientras
subo por el ascensor.
Las puertas se abren en el piso 69 donde está emplazada
la oficina de Legrand, lo sé porque no es la primera vez que
vengo.
Una mujer de unos cuarenta años largos me mira con
curiosidad desde un mostrador redondo que hay en mitad
del hall.
―Buenos días―. Saludo con firmeza.
―Buenos días. ― corresponde, la mujer un poco
contrariada.
―Quiero ver a Adrien Legrand. ― exijo.
― ¿Tiene cita? ― pregunta la mujer mirándome por
encima de la montura de pasta negra de sus gafas.
―No, tenía, pero su secretaria la anulo. Y aún estoy
esperando que me envié el mail con la nueva fecha. ―
informo clavando mi mirada más gélida en ella.
―Yo soy su secretaria, usted debe ser el señor Adagio. ―
anuncia al fin cayendo en la cuenta frente a quien está.
―Justo ha dado en el clavo. ―proclamo con arrogancia.
―El señor Legrand está fuera, pero ha dejado
instrucciones para que concierte una cita a su regreso―.
Informa la señorita Piaget de manera profesional.
De momento la respuesta de la secretaria me vale.
Marinet
Segunda noche de mierda, no logro entender cómo llevo
dos noches sin poder pegar ojo. Porque cada vez que
intento abandonarme a los brazos de Morfeo un diablo de
ojos verdes inunda toda mi cabeza encendiendo mi cuerpo.
Kris Adagio me persigue dentro y fuera de mi cama. Esta
obsesión comienza a pasarme factura, porque incluso
Ayleen se ha percatado de mi estado.
Como la buena actriz frustrada que soy yo he achacado
mi talante a los nervios de la boda. Ayleen me conoce bien y
creo que me ha seguido la corriente por lealtad, pero no se
ha tragado ni por un momento que sea esa la causa
principal de mi funesto humor.
Una vez mi gran amiga se monta en el coche que la
llevará al aeropuerto, subo a mi habitación para
prepararme. Tengo una cita con mi adorable suegra.
― ¡De adorable, nada! ― digo en voz alta en la soledad
de mi habitación mientras me visto.
La madre de Phillip es una esnob repelente a la que no le
caigo bien y yo apenas soporto. Sin embargo, ambas
ejecutamos nuestro papel de confraternidad fingida.
He quedado en el centro, cerca del centro de negocios
donde mi hermano tiene la sede de la empresa familiar.
Estoy recogiendo mi cabello en una cola baja cuando
suena la melodía de mi móvil.
Me aproximó a la cama donde lo he dejado y veo que es
un mensaje.
“Mi amor disfruta del día de compras”
El mensaje de Phillip me cabrea, porque, aunque estoy
segura de que quiere ser amable y atento por descuidarme
anoche durante toda la fiesta. Sabe bien que no soporto a
su madre.
Suelto con desgana el teléfono y acabo de coger el bolso
para salir hacia el centro.
Él chófer tiene instrucciones para recoger a la madre de
Phillip en el hotel en que se alojan. Al entrar en el coche la
mujer en primer lugar me repasa con sus ojos almendrados,
brindándome una mirada evaluativa que no me gusta nada.
A continuación, planta dos besos en mis mejillas sin rozar mi
piel a modo de saludo.
Odio la hipocresía y el esnobismo y esta mujer es el
súmmum de ambas.
―Marinet querida deberías haber tapado mejor esas
ojeras que delatan tu estado―. aprecia mientras alisa su
falda con las manos.
¡Joder!, ya estamos, la madre de Phillip siempre guarda
alguna crítica contra mí.
―No descansé bien― me justifico desinteresada.
Más bien mordiéndome la lengua, reprimiendo la
respuesta que en realidad se merece.
―Marinet, querida ya sabes que una mujer debe cuidar
su aspecto. Dormir ocho horas y descansar es primordial―.
Comenta con los ojos entornados.
‹‹No la soporto››, exclamo en mi mente.
No alcanzo a entender como Phillip puede soportar a su
soporífera madre siempre proclamando su buen hacer y sus
prácticas dejando al resto de mortales a la altura del betún.
Me limito a asentir sin ni siquiera molestarme y contestar
a sus consejitos que podría meterse por el agujero o donde
no le toca el sol.
Muerdo el interior de mis mejillas para no dejar a mi
lengua viperina atacar como si fuera una King cobra a la
yugular de mi adorable suegra.
El chófer nos deja en la puerta de la tienda de ropa
interior más famosa de París.
Juntas manteniendo cierta distancia para no rozarnos,
atravesamos la puerta de cristal biselado del local.
Tiene cojones que tenga que venir a comprar ropa
interior con mi suegra, esto ya es lo último. Pero como la
chica de alta sociedad educada que soy guardo silencio. En
cuanto nos ve la dependienta se lanza apresuradamente
hacia nosotras reconociendo a clientes potenciales.
Odio estos sitios a pesar de que los frecuento, aunque de
cara a mis amistades soy una adicta a las compras. Lástima
que todos vean en mí lo que llevo años queriendo mostrar.
De repente pienso en Ayleen, ella es la única junto a
Mateo que realmente me conocen, sin embargo, incluso a
ellos les oculto ciertas cosas.
― ¿En qué puedo ayudarlas? ― pregunta la joven
solicitante.
Mi suegra, con su porte habitual de reina del esnob, la
mira de soslayo como si fuera un simple piojo.
―Necesitamos algunas cosas exclusivas para mi futura
nuera―. proclama con rectitud.
“Madre mía como odio a esta mujer “.
―Sí señora han venido al lugar correcto―. dice la
dependienta señalándonos para que la sigamos a una
especie de reservado con unos sillones en beige y un gran
espejo de cuerpo entero.
‹‹No pienso probarme la ropa interior y exhibirme ante
mi suegra eso sí que no››, voceo en mi mente
Capítulo 9
Kris Adagio
Salgo del edificio, no satisfecho con las explicaciones de
la secretaría de Legrand, no obstante, de momento tendré
que conformarme.
Necesito que Legrand claudique y acepte mi proposición
de comprar la Luna Noir, esa es la pieza principal de mi
plan.
Justo cuando me dirijo a coger mi coche mis ojos se fijan
en una mujer parada a las puertas de cristal del edificio
frente a mí.
Sonrío al reconocerla.
‹‹Ninet››, susurro.
La providencia de nuevo está de mi lado, poniendo a mi
ángel al alcance de mi mano.
Marinet
En un despiste de mi suegra y la dependienta consigo
escabullirme fuera del establecimiento. Necesito aire, para
conseguir calmarme. La situación me supera por minutos.
Aún no alcanzo a comprender como me he dejado
enrolar en esta experiencia que está resultando un calvario
que se acerca a una tortura china.
Elegir mi ropa interior con mi suegra es denigrante y
aguantar sus aires de grandeza rancia pone a prueba mis
nervios.
Inspiro aire en la puerta de la tienda en un loco intento
de salir de esta situación sin armar un revuelo de
dimensiones épicas.
Lo mejor será recurrir a mi novio para que me libre de la
pesada y autoritaria de su madre.
Estoy a punto de sacar mi móvil para llamar a Phillip
cuando un escalofrío recorre cada fibra de mi ser al notar
unas manos en mi cintura.
Alzo mis ojos y se topan con esas esmeraldas tan
temidas por mi alma.
― ¿Me extrañaste, mi ángel?
Esa voz gutural, sensual, que provoca cada célula de mi
cuerpo y pone a bailar bachata mis hormonas.
“¡Merde!, ya tengo de nuevo frente a frente al rey
desintegra bragas.”
―No seas idiota ¿Qué estás haciendo aquí? ― siseo entre
dientes.
Miro hacia todos lados expectante, porque mi suegra
puede aparecer en cualquier momento.
Coloco mis manos abiertas en su pecho y lo insto a que
abandonemos la entrada principal de la tienda.
― ¿Qué sucede bella? Pareces nerviosa al verme.
―suelta Kris con esa arrogancia que le precede, de la que
siempre hace gala.
―No juegues conmigo. Lárgate, no puedo perder el
tiempo contigo en este preciso momento. ―informo furiosa
dándome media vuelta dispuesta a dejarlo allí parado y
volver al interior de la tienda.
Rezo en silencio porque mi suegra no me está echando
de menos.
Pero mi intento de huida es frustrado por una fuerte
mano que agarra uno de mis antebrazos arrastrándome
hacia el lateral del edificio.
― ¡Ah!, no mi ángel. No pienso irme a ningún lado sin ti.
Esta vez no. ―anuncia Kris aproximándose a mí.
Su cuerpo está pegado al mío y sus ojos me queman por
la intensidad con la que me atraviesan.
― ¡Suéltame! ―exijo ante si pasividad― ¿Qué demonios
quieres de mí? ―pregunto exasperada.
Este hombre es mi perdición porque mi piel clama por él
y mis entrañas arden cual cráter de volcán en erupción cada
vez que lo tengo cerca.
Y por mucho que me empeño en inhibir todas las
sensaciones que despierta en mi cuerpo, no lo consigo.
―Escucha Ninet con atención. No voy a alejarme de ti
hasta acabar lo que empezamos seis años atrás en Londres.
En aquel entonces no pudo ser, pero te aseguro que en esta
ocasión será. Comunica con una seguridad que me excita y
me asusta a partes iguales.
Obsesión, parece, porque Kris al parecer no ha olvidado
cuando nos conocimos. Mi ego salta de alegría en mi
interior, al contemplar la idea de que Kris Adaggio haya
pensado en mí durante el transcurso de estos seis años. Sin
embargo, logro que mi sentido común se imponga ante mi
corazón alborotado.
―Señor Adagio, no soy ninguna ilusa. No puede
pretender que me deje impresionar por su proclamo de que
no ha conseguido olvidarme. Además, no pienso dejarlo
todo para darme un revolcón con usted por los viejos
tiempos. ― Siseo con los ojos entornados.
―Me ofendes que taches ese insulso adjetivo lo que sería
el polvo del siglo mi ángel. ―sentencia con sus ojos llenos
de lujuria.
¡Joder!, con esa promesa velada en sus palabras ya ha
conseguido que moje mis bragas.! ¡Madre mía!, estoy
perdida.
Kris aprovecha mi ensimismamiento para arrastrarme
junto a él. Cuando advierto sus intenciones intento zafarme,
no obstante, me resulta inútil y no es recomendable que me
ponga a vociferar en mitad de la calle. Eso sería dar un
escándalo en mitad de la calle que no me conviene en este
momento. Acobardada por no llamar mucho la atención lo
acompaño a regañadientes hasta llegar a un parquing,
donde nos espera un flamante Mercedes negro biplaza.
―Entra. ―ordena de forma autoritaria mientras abre la
puerta del copiloto con caballerosidad.
Todo en Kris incita en mí contrariedad, sus modales y la
falta de ellos, su despotismo y su sarcasmo.
Despierta en mi interior la ira entremezclada con el
deseo y la excitación.
― ¿Qué parte de que no tengo tiempo para ti no has
entendido? ―pregunto alzando mis cejas en un arco
perfecto.
―La parte en la que tu lenguaje corporal no sintoniza con
tus palabras, ángel. ―afirma con seguridad.
El lupin mortal en el que se ven envueltas mis entrañas
cada vez que esa ronca y sensual voz suena me tiene en un
estado de confusión total. Mi cerebro despierto parece
mantequilla ahora mismo.
―En definitiva, estás loco. ―exhalo suspirando, a pesar
de que no ha sonado como pretendía.
Kris se aproxima atrapando mi cuerpo entre el suyo y la
carrocería de su vehículo. Su fragancia penetra en mis fosas
nasales. Este hombre es impactante, su porte, su pelo negro
como la noche, su mirada verde musgo y su aroma dulzón
con toques picantes. Obnubilada, excitada y derretida a eso
me reducía Kris Adagio.
―Ahora mírame a la cara y confiesa que tú cuerpo no
clama por mi toque. ―susurra pegando su boca a mi oreja.
Un escalofrío recorre cada fibra de mi ser, como si la
electricidad de mis células crepitara ante la expectación de
sus caricias.
Todo lo que despierta en mí me enfurece, porque mi vida
es demasiado controlada. Yo lo tengo todo planificado y Kris
es el plan inesperado que el destino ha colocado en mi
camino. Presiono con las palmas de mis manos su pecho
para generar espacio entre nuestros cuerpos, sin embargo,
no gano ni un ápice de distancia.
―Sepárate. ―gruño fulminándolo con mi mirada
incendiaria.
― ¿Qué sucede, bella? No luches, es preferible no perder
el tiempo. ―increpa Kris sin apartar sus verdes pupilas de
mí.
―Kris, ya te lo he explicado por activa y por pasiva. No
pretendas que deje todo para irme contigo. ―Utilizo un tono
meloso para conseguir que entre en razón.
Aun así, veo la determinación en las facciones de su
rostro, así que no tengo muchas opciones. La aprensión
porque mi futura suegra salga de un momento a otro es el
hecho concluyente para asentir e introducirme en el coche.
Una vez en el interior del vehículo antes de encender el
motor Kris me dedica una mirada traviesa. Las mariposas en
mi estómago revolotean nerviosas.
―No cantes victoria tan rápido. Tan solo he consentido
en acompañarte para solucionar este tema de una vez por
todas. ―Anuncio con seguridad.
Capítulo 10
Kris Adagio
Alcanzar la meta de persuadir a Ninet para
acompañarme no ha sido fácil. Mi ángel, no solo es una cara
bonita, por el contrario, tiene un carácter explosivo que me
vuelve loco y que invita a que ansíe domar esa vena
temeraria de llevarme la contraria.
Aprieto con fuerza el volante, reteniendo el leve
cosquilleo que recorre las yemas de mis dedos ante las
terribles ganas que tengo de acariciar cada centímetro del
cuerpo de Ninet.
Quince minutos después entramos al aparcamiento
privado del hotel donde me hospedo.
―Creo que lo tuyo no es la sutileza. ―critica Ninet
mostrándome un leve mohín infantil con su boca.
Sonrío sin apartar la mirada del frente.
―Pensé que ya te había quedado claro que soy un
hombre de acción. Detesto andarme por las ramas.
―recalco con arrogancia.
Nos bajamos del coche, rodeo el mismo para poder
abrirle la puerta y ayudarla a salir como un buen caballero.
Sin embargo, mi bella, ignora mi mano extendida y sale por
sí sola con altivez.
―Deja de interpretar el papel de caballero, señor Adagio,
que ya nos vamos conociendo. – amonesta con orgullo.
Fresca, excitante, intrigante, todas esas cualidades que
poco a poco me va mostrando, mi bella Ninet me mantiene
en un estado de excitación que hacía mucho no
experimentaba.
Coloco mi mano en su espalda para acompañarla
mientras atravesamos el vestíbulo del hotel.
Marinet
Ya no hay marcha atrás, lo sé, desde que decidí entrar al
coche con Kris sellé el destino de este día. Porque por
mucho que mantenga el tipo, reconozco que, si Kris Adagio
se ha propuesto tenerme en su cama, poco puedo hacer
para resistirme. Aunque lo intentaré, por orgullo quizás, por
dignidad o simplemente por lanzarme a una cruzada de
antemano perdida.
Entramos al ascensor y no puedo obviar la fuerte mano
de Kris en mi espalda, esa que desata que todos mis
músculos se tensen como las cuerdas de un violonchelo.
Destierro los miles de pensamientos que intentan
penetrar en mi mente, mi suegra buscándome como loca en
la tienda donde la he dejado plantada sin explicación.
Bueno, si tiene algo positivo, mi decisión es que me he
librado de exhibirme en ropa interior ante la mirada
evaluativa de la esnob de mi suegra.
Más tarde ya me enfrentaré a los resultados, prefiero no
pensar.
Las puertas se abren en el quinto piso y ambos salimos
en concordancia, recorriendo el pasillo hasta la habitación
de Kris. Acerca la tarjeta a la cerradura y la luz verde da la
señal para accionar la maneta y entrar en la misma.
Como era de esperar, la suite que tengo ante mis ojos es
de lujo, con una antesala coronada por una chaise longe
blanca y una alfombra a juego.
Kris Adagio
―Ponte cómoda. ― propongo mientras me aproximo al
mueble bar. Saco una botella de wisky y dos vasos con
hielo.
Me deshago de la americana y le ofrezco la bebida a
Ninet que se ha sentado en el sofá. No sin antes repasar las
torneadas piernas cruzadas que exhibe.
Noto como mi verga se tensa en el interior de mis
pantalones, no obstante, reprimo las ganas de lanzarme
como un depredador sobre ella. En esta ocasión quiero
tomármelo con calma, no deseo espantarla, ni que nada ni
nadie nos interrumpa. Porque tengo la intención de
saciarme de toda ella, impregnarme de su sabor, lamer su
piel y enterrarme en su feminidad hasta colmarla.
Sexo, es la única palabra que se dibuja en mi mente cada
vez que la miro.
―Bonita suite. ―alaba Ninet al tiempo que acerca el
vaso de cristal a sus acolchados labios.
Ese movimiento resulta demasiado hipnótico para poder
apartar mis pupilas de su boca. Salivo en exceso ante la
imagen de esos sensuales labios en otro lugar.
―Yo siempre me rodeo de lo mejor, mi ángel. ―contesto
recorriéndola de arriba abajo con ardor.
―No sé si de lo mejor, pero si algo es seguro es que
tienes un ego del tamaño del Kilimanjaro. ―Observa
dejando asomar en sus labios una suave sonrisa.
‹‹Es bonita, muy bonita. Cuando se enfadada, cuando
sonríe. Esta mujer me tiene hechizado todo lo que voy
descubriendo de ella me gusta más. ››, reconozco en el
interior de mi mente.
―Kris, en definitiva, eres un hombre muy interesante. Ha
sido un placer volver a encontrarme contigo. Lástima que
mis circunstancias actuales no me permiten más que
compartir este caro wisky contigo. ―anuncia Ninet de
repente poniéndose en pie. Deja el vaso sobre la mesa
delante del sofá, coge su bolso y se dispone a marcharse.
No doy crédito a sus movimientos, mi ángel está
empeñada en hacer que enloquezca. Aunque no voy a
permitírselo.
Sujeto su brazo y clavo mis ojos en su cristalina mirada.
― ¿Dónde crees que vas? ―Sin apartar toda mi atención
de su rostro. Alerta a cualquiera de sus expresiones para
poder anticiparme.
―Kris, tengo una agenda muy apretada, no me hagas
perder más tiempo. ― comunica con tenacidad.
La sorpresa se entremezcla con la frustración, porque
Ninet es demasiado hábil con sus palabras. Sin embargo, yo
soy un viejo zorro, mi gran experiencia en los negocios me
han entrenado muy bien para vencer en cualquier batalla
verbal.
Así que, en un segundo cruzan por mi mente infinidad de
posibilidades para conseguir que no se largue. Aunque solo
una es la que me convence.
Como el depredador que soy, acerco su cuerpo al mío
dando un leve tirón al brazo que aun sujeto y me abalanzo
contra su boca con decisión.
En un principio noto su desconcierto, la tensión de su
cuerpo y sus labios plegados en un intento desesperado por
resistirse a mi ataque.
No obstante, su obstinación solo dura unos minutos,
porque ante mi sorpresa mi dulce ángel se deja llevar
abriendo su boca para recibirme. Oportunidad que no dejo
pasar para arrasar todo lo que mi lengua encuentra a su
paso, saboreándola con desesperación, una que llevo seis
años cultivando.
Marinet
Resistirse a Kris nunca fue una opción, ¡que ilusa había
sido! Ahora lo podía ver tan claro. En el preciso momento en
el que me tropecé de nuevo con Kris, debería haber echado
a correr. Huir despavorida cual correcaminos cuando se
encontraba con el coyote.
A pesar de que lo he intentado, cuando su ruda boca
está presionando mis labios, he hecho acopio de toda mi
voluntad replegándome para no dejarme llevar. Sin
embargo, ha sido inútil. El calor de mi cuerpo se convierte
en llamarada y mi boca lo recibe como el más dulce vino
tentador.
La explosión en mi interior ante la conquista de su
lengua ha borrado de un plumazo el poquito autocontrol con
el que contaba.
Aquí estoy, saboreándolo como una sedienta sin
barreras, sin remordimientos, sintiendo como si los más
intensos fuegos artificiales estuvieran dando un espectáculo
privado en mi interior.
Mis manos vuelan a su cuello y presiono mi cuerpo
contra el suyo notando en mi bajo vientre la clara señal de
lo mucho que lo altero. Lo que hace sentirme poderosa,
como una diosa orgullosa ante el súbdito más fiel.
Las manos de Kris no tardan en amasar mis nalgas con
fuerza, desatando mi fogosidad. Lo agarro con impulso de
su camisa y estiro consiguiendo que los botones salgan
disparados en cadena.
Fogosa no sería uno de los adjetivos con los que nadie
me describiría, ni siquiera mis amantes. Siempre he sido
una mujer comedida. Reprimiendo en exceso mi naturaleza
salvaje e impulsiva, porque no quería acabar como mi
madre. No quería pasarme los días sumida en una depresión
por amor, amor no correspondido, amor dañino. Esa clase
de sentimiento que habían compartido mis padres y que
ocasionaron que mi madre se volviera un fantasma inmerso
en su dolor.
Con movimientos apresurados logro quitarle la camisa a
Kris. Desprovisto de ella, no puedo evitar comérmelo con los
ojos. Sus marcados pectorales sin rastro de vello junto con
su piel bronceada son una visión espectacular con la cual se
me hace la boca agua.
Kris no me deja mucho margen para deleitarme en la
vista de su cuerpo desnudo. Pues arremete contra mí y sin
prestar atención a mi estrecho vestido me insta
agarrándome de mis nalgas e impulsándome para que
rodee su cintura con mis piernas.
De nuevo hambriento se adueña de mi boca barriendo
todo al paso de su desenfrenada lengua y yo no me quedo
atrás, porque le correspondo como la tigresa que aúlla en
mi interior por poseerlo.
Con premura froto mi centro contra sus pantalones en un
balanceo rítmico que me enloquece. A lo lejos, mis oídos
detectan el sonido de mi móvil, el cual se ha quedado
olvidado en el interior de mi bolso. Creo recordar
vagamente que lo dejé sobre el sofá de la sala, pero no
podría afirmarlo con seguridad.
Pronto olvido ese detalle ante la destreza de Kris para
centrar mi atención en sus caricias. De manera brusca
coloca mi cuerpo sobre la cama y se mete entre mis
piernas. Alza mi vestido de abajo a arriba, sacándomelo por
la cabeza, con movimientos rápidos, pero libres de torpeza.
Kris recorre cada recoveco de mi cuerpo con sus
brillantes pupilas calentándome el alma. Bajo su mirada me
siento poderosa, nunca en mi vida ningún hombre me ha
hecho sentirme tan sexy y bella bajo su atención.
― ¡Eres hermosa! ―exclama Kris con auténtica devoción
en su mirada.
Sin pensarlo, elevo mis manos y rodeo su cuello para
aproximar su boca a la mía y besarlo con deseo. Aunque no
solo ese sentimiento lujurioso fluye en mis labios, una
emoción distinta intenta abrirse paso dentro de mí, una
para la que ahora mismo no estoy dispuesta a reconocer ni
ahondar.
Kris introduce cuál ladrón de guante blanco sus dedos en
el borde mi tanga, jugueteando con el encaje.
Mi cuerpo tiembla con la violencia ocasionada por el
deseo voraz que logra atravesarme a consecuencia de sus
caricias, lo necesito dentro y pronto. Jamás he sentido tanta
exigencia por tener a un hombre en mi interior, pero con él
todo es a modo superlativo. Junto a Kris, cualquier emoción
se eleva a la máxima potencia.
Levanto mis caderas a modo de invitación y él no la
rechaza. Con un brusco tirón se deshace de mi tanga
rasgándolo sin más.
―Te necesito dentro, ¡ya! ―exijo enfebrecida por la
pasión y las ganas.
Kris acata mis requerimientos de buen grado, introduce
sus dedos en mi interior y un placer absoluto atraviesa mi
cuerpo como un rayo.
Sin embargo, no son sus manos lo que mi sexo anhela,
sino algo más, arqueo mi espalda contra su mano dándole
acceso a que profundice más su caricia.
Kris no cesa en tocarme, tironeando de mi clítoris,
propiciándome un placer absoluto. Aun así, con la otra mano
logra deshacerse de sus pantalones y su slip, un verdadero
espectáculo para mis pupilas.
Frente a mí se enaltece esplendoroso en su toda su
desnudez. Yo nunca vi un hombre con un cuerpo tan
poderoso, fuerte, esculpido, esbelto y subyugante. Y lo
observo con admiración, como si fuera un helado de esos de
dos bolas que de normal me prohíbo comerme.
Kris me atrapa de nuevo bajo su peso y mete sus manos
tras mi espalda en busca del cierre del sujetador para hacer
desaparecer el mismo.
Ahora me encuentro a su merced, expuesta con mi
desnudez, hecho que hace que eleven más las ganas de
que me colme. Su boca lame mis pezones de manera
placentera, descendiendo en dirección a mi ombligo,
creando una cadena de pequeñas descargas tras su lengua.
Gimo sin poder evitarlo.
Separo mis muslos en una invitación directa. Kris me
lanza una mirada cargada de pasión y me embiste sin más
con su erección, sin piedad, arrancándome un grito gutural.
Capítulo 11
Kris Adagio
Seis años esperando reencontrarme con Ninet, para mí,
una obsesión. En algún momento de cada día de esos años,
Ninet ha ocupado mi mente, quizás más veces de las que yo
me hubiera permitido. Imposible reprimir que mi cabeza
evocara a mi ángel. Por el impacto que causó en mí cuando
la conocí.
Ahora permanece estirada entre mis sábanas con su
larga melena dorada cayendo por su espalda. Mi bello ángel
es un espectáculo digno de admirar, tan solo han pasado
unos minutos desde que he estado en su interior
colmándola con mi esencia y de nuevo vuelvo a desearla
como si nunca hubiera sido mía.
Ninet es mi obsesión, lo acepto, aunque no sé muy bien
cómo gestionarlo. Ahora que la he probado, estoy
convencido de que no le voy a facilitar que se escabulla
como hasta ahora ha hecho.

Camino descalzo por la habitación, poniendo cierta


distancia, quiero que mi bella descanse y estar cerca de ella
es una tentación demasiado grande que mi verga no
entiende y mi cerebro se esfuerza por controlarla.

Cojo la botella de wisky y me sirvo un trago, noto el


líquido ambarino rascando mi garganta.

Un tono insistente capta mi atención, camino hacia el


sofá de donde detecto que proviene el sonido del móvil.
Miro el bolso de Ninet y dudo en registrarlo y coger el móvil
que suena.

El pulso del hacer lo correcto contra la curiosidad que me


acecha por saber quién es realmente mi bella dura una
décima de segundo. Meto una de mis manos en el bolso y
saco el móvil, la pantalla iluminada muestra un nombre que
no me es desconocido.

“Phillip Parrot”

La llamada se corta y muestra que Phillip ha efectuado


más de quince llamadas perdidas.

La sospecha se instala en mi cerebro.

¿Por qué Phillip Parrot llamaría a Ninet?

Demasiado extraño, algo no acaba de encajar en Ninet.


Si recapacito desde el momento en el que nuestras vidas se
cruzaron y en la actualidad nos volvimos a encontrar no
conozco más de Ninet que su nombre.

‹‹Joder››, maldigo porque he estado demasiado


hechizado por mis ansias de poseerla y no he prestado
atención a los detalles.

Experimento una ira dirigida sobre todo hacia mí mismo.

Antes de permitirme el lujo de acercarme a Ninet, tengo


que realizar un ejercicio de autocontrol para no acorralar,
como en realidad ansío.

Necesito respuestas, porque miles de preguntas


bombardean mi mente y mezcladas con la furia que poco a
poco se va fraguando, en mi interior es una combinación
demasiado peligrosa para dejarme llevar y que todo salte
por los aires.

Las sospechas junto a las semillas de desconfianza van


echando raíces en mi alma.
Paseo por la habitación como un animal enjaulado y así
me siento. Porque yo, un hombre que siempre estoy alerta,
que jamás dejo nada a la suerte, sino que, por el contrario,
controlo cada mínimo detalle de mi vida. En esta ocasión he
fallado, dejándome llevar por el deseo, permitiendo que las
ganas de tener a mi ángel nublaran mi raciocinio.

Si mis dudas son ciertas la he cagado en dimensiones


estratosféricas.

De repente me paro en seco al ver a Ninet apoyada en el


vano de la puerta. Ha enrollado su cuerpo en una sábana
privándome de su desnudez. Sus ojos me observan con
atención.

La inspecciono con precisión, su rostro con sus labios


hinchados por mis besos junto a sus mejillas arreboladas y
su melena alborotada, son una imagen que provocan que mi
verga se ponga en posición de firmes en el interior de mis
pantalones. A pesar de la ira y el estado de humor en que
estoy inmerso, cada fibra de mi cuerpo reacciona igual que
antes.

Su imagen me deja sin palabras y sigue hechizándome


como cada vez que la miro.

‹‹Recién follada››, replica mi mente y mi pecho se hincha


orgulloso por ser el responsable.

―Hola―saluda con voz melosa.

El tono que utiliza en crispa de nuevo mis nervios y las


redes imaginarias con las que estoy reteniendo mi
malhumor se aflojan.

― ¿Quién eres? ―interrogo entrecerrando mis ojos.


Marinet
Cuando despierto experimento la sensación de estar
flotando entre nubes o algodones. La satisfacción sumada a
la emoción que embargan mi corazón me mantiene en un
eterno estado de adolescente ilusionada.

Siempre sospeché que acostarme con Kris Adagio sería


un conjunto de fuegos artificiales virtuales y no me
equivocaba.

Este hombre te hace tocar el cielo con la punta de los


dedos. Su maestría como amante era un regalo.

Palpo la cama en el lugar donde pocos minutos antes se


encontraba su cuerpo, aún emana su calor corporal, a pesar
de que no hay ni rastro de él.

Decidida me levanto, no sin antes estirar de la sábana


para cubrir mi cuerpo. Avanzo hasta la sala donde veo como
Kris casi ha agujereado la moqueta con sus pies de los
paseos que está dando.

A simple vista parece nervioso, aun así, me permito el


lujo de apreciar su espectacular físico. Por suerte o por
desgracia, todavía no sabría decidirme, se ha puesto un
pantalón largo de algodón que descansa sobre su cintura.
Mostrando parte de sus músculos piramidales
perfectamente marcados.

―Hola. ―Saludo al fin para hacer notar mi presencia.

― ¿Quién eres?

La pregunta me pilla fuera de juego, sin embargo, no


tanto como el tono autoritario con la que la fórmula.
― ¿Ahora te interesa saber más de mí? ―contesto con
otra pregunta. No me gustan nada las llamas que lanzan las
esmeraldas que tiene por ojos.

―No juegues conmigo, Ninet. ―advierte apretando con


fuerza su mandíbula.

― ¡Resulta gracioso! ¿Quién juega con quién? ―Lo ataco


aguantando de manera estoica el tipo. Porque su actitud
beligerante está hundiendo mi entusiasta corazón en la
miseria.

―Te lo advierto, no me trates por tonto. Te deseo, eso ha


quedado claro, pero ahora necesito respuestas. ―exige―
¿Por qué tienes un montón de llamadas de Phillip Parrot?

¡Merde! Ahora sí que estoy desconcertada, porque solo


existe una manera de que Kris tenga esa información. Ha
espiado mi móvil. Lo que me enfurece y entristece al mismo
tiempo.

― ¿Con qué derecho has mirado mi móvil? ―grito fuera


de mi― ¡Eres un capullo integral! Ya has conseguido de mí
lo que tanto querías. ―escupo las palabras dominadas por
la furia y la decepción.

No perderé el tiempo discutiendo con Kris, lo tengo claro,


ahora mismo lo único que anhelo es estrangularlo. Giro
predispuesto sobre mis pies con cuidado de no tropezarme
con la sábana que llevo enroscada.

A esto se reduce mi aventura de actuar guiada por mis


impulsos, a los que rara vez prestaba atención. Una vez más
mi mente me fustiga, porque seguir los dictados del corazón
solo trae dolor y desencanto.
Con movimientos apresurados y bruscos recojo mi ropa,
la cual sigue desparramada por el suelo de la habitación. Mi
intención es permanecer el tiempo mínimo en la misma
estancia que el arrogante y capillo de Adagio.

Reconozco las pisadas detrás de mí, aunque lo ignoro


con premeditación.

―Ninet, no voy a permitir que me ignores. Se sincera y


reconoce que has obviado darme tu verdadera identidad
desde el principio. ―reprocha enfadado.

―No pienso darte explicaciones. ―contesto irritada


mientras me visto.

―Hacerte la digna conmigo no te va a servir de nada. No


pienso permitírtelo. ―grita Kris agarrándome del brazo con
fuerza obligándome a quedar frente a frente.

Nos medimos con los ojos como dos enemigos en la


antesala de una batalla.

―Olvídame. Ya tienes lo que tanto querías. Soy una


nueva muesca en tu cabezal. ―opto por las palabras
adecuadas en un intento de darle donde más le duele.

― ¿Qué es para ti Phillip Parrot? ―insiste sin soltarme, a


pesar de mis intentos por zafarme de él.

Un sentimiento de angustia presiona mi pecho al ver su


rostro, el desprecio fundido con la ira que están impresos en
su ojo esmeralda.

Y duele, mucho…

No obstante, mi orgullo juega el papel decisivo para no


claudicar y mantenerme firme en mi lugar.
―Phillip Parrot es mi prometido. ¿Satisfecho? ―proclamo
elevando el tono de voz al máximo.

Al oír mis palabras, Kris retira su mano de mi brazo como


si se quemara.

Kris Adagio
Increíble, mi alma se niega a creer el significado de lo
que al final Ninet ha confesado.

La prometida de Phillip Parrot.

En este mismo instante siento como si miles de


escombros cayeran sobre mi cabeza ante la revelación.
Porque, a fin de cuentas, mi ángel me ha engañado.

Desde el primer día que nos cruzamos Ninet omitió su


identidad y yo no le presté atención a ese detalle. Por esa
misma razón ahora me encuentro en esta situación
dantesca.

No solo he follado con la hermana de mi acérrimo


enemigo, sino que eso significa que Marinet Legrand, no
solo es mi ángel deseado sino mi media hermana.

Froto mi sien con mis manos frustrado, reprimiendo las


ganas de asesinarla. Porque nos ha condenado a los dos sin
saberlo al incesto.

Paralizado sumido en mis funestos pensamientos, ni


siquiera soy consciente cuando Ninet acaba de vestirse y
abandona sin mirar atrás la habitación.
Capítulo 12
Marinet
El recorrido en taxi hasta llegar a Cheverny, resulta
borroso en mi mente, porque no hay espacio para nada más
que lo sucedido.

Siempre supe que ceder a mis deseos y largarme con


Kris Adagio sería un error. Y lo ha sido, porque en estos
momentos mi corazón aúlla de dolor a pesar de que reprimo
las enormes ganas de llorar y autocompadecerme. Es la
propia penitencia que me auto impongo porque no me
permito el lujo de sentir.

Todo de lo que llevo huyendo durante mi vida, lo he


tirado por la borda por un buen polvo.

‹‹Un polvo apoteósico››, rectifica mi mente.

Nada más entrar a mi hogar subo las escaleras con prisa


y me encierro en mi habitación. Allí es el único lugar donde
me permito gritar a la vez que lanzo uno de mis zapatos
contra la pared.

No pasan ni cinco minutos de mi ataque de ira cuando


unos golpes secos en la puerta me sobresaltan.

―Señorita Marinet.

La áspera y temblorosa voz de Gastón, uno de nuestros


mayordomos, se cuela a través de la puerta de mi
habitación.

Inspiro tres veces para insuflar aire a mis pulmones y con


ello calma, pero no lo consigo. Aun así, me dirijo hacia la
puerta y abro.

―Señorita Marinet, el señor Parrot la espera abajo insiste


en verla. ―informa con apatía.

Éramos poco y parió la burra que se dice. Si algo no


necesito en estos momentos es un confrontamiento con
Phillip.

Suspiro.

―Bajo en un momento.

Gastón asiente y desaparece por el pasillo para informar


a mi visitante.

Necesito recuperar algo de sosiego para poder enfrentar


a Phillip, lo que supongo no será tarea fácil.

Cuando me dispongo a cambiarme de ropa antes de


bajar y recibir a Phillip, la puerta se abre de par en par
acompañada de un estruendoso golpe al chocar contra la
pared.

Allí frente a mí, está mi prometido con la cara


desencajada por la ira y una mirada que no augura una
conversación distendida.

Sus ojos melados arden y finas venas enrojecidas


adornan lo blanco que rodean sus iris. Su cabello dorado, el
cual lleva repeinado a diario, luce alborotado como si se lo
hubiera estado mesando con sus manos de manera
nerviosa.

―Marinet…―sisea con los dientes apretados con fuerza


y las manos cerradas en puños a ambos costados de su
cuerpo.
―Phillip, ¿Quién te ha dado permiso para irrumpir en mi
habitación?

Decido que la mejor defensa es un buen ataque, por eso


opto por increparlo. Pero en esta ocasión no es buena idea
porque Phillip de forma inesperada se abalanza sobre mí.
Sus dedos se clavan con fuerza en la piel de mis brazos, y
nuestros rostros quedan separados por apenas unos
centímetros. El aroma a licor inunda mis fosas nasales, lo
que delata que mi querido novio ha estado bebiendo.

― ¡No me jodas Marinet! ―advierte fuera de sí


acentuando la presión de sus dedos sobre mis brazos. ―Has
dejado a mi madre plantada en una tienda, desapareciendo
sin rastro durante cuatro horas. Y ahora encima exiges
buenas maneras. ¡Ni de coña!

―Phillip, suéltame, me haces daño. ―solicito, sin dejar


de forcejear, para deshacerme de su agarre.

―Ya puedes explicar dónde cojones te has metido y con


quien. ―requiere acercando su nariz a mi cuello para
aspirar mi perfume.

Por primera vez en todos los años que llevamos juntos


percibo como se me revuelve el estómago por su contacto.

El miedo intenta abrirse paso en mi interior, porque


Phillip está fuera de control y mi sexto sentido me avisa de
que en ese estado es demasiado peligroso. Pero ahora no
debo titubear, porque él lo aprovecharía para pisotearme
como un insecto.

―Tengo derecho a agobiarme. ¿A quién se le ocurrió la


estupenda idea de que tu madre y yo fuéramos a comprar
juntas lencería? ―reprocho alzando la barbilla con dignidad.
―Tan solo tenías que sacrificar unas horas de tu tiempo,
no era tanto pedir. ―amonesta Phillip con elevando la voz
en exceso.

―Tu madre no es una mujer fácil. ―me justifico. Utilizo


un tono suave, ya que no tengo intención de empujar a
Phillip al extremo. Por el contrario, necesito que se calme.

―No tienes derecho a criticar a mi madre. No le llegas ni


a la suela del zapato. ―proclama con desprecio.

Mi orgullo se atasca en mi garganta en forma de nudo,


pero como siempre mis dotes de estratega y de actriz
logran hacerse con la situación.

―Amour, no es una crítica. Pero entiende que los nervios


previos al casamiento me tienen un poco desquiciada. ―
justifico brindándole una leve caricia en su mejilla con mis
dedos.

―Marinet, ¿Dónde has estado? Ni siquiera me has


contestado al móvil. ―insiste.

―Paseando mi amor, por las calles de París, sin rumbo,


meditando. ―comunico melosa.

Al escuchar mi explicación, la presión que ejerce Phillip


sobre mis brazos disminuye, lo que delata que mis palabras
han surgido el efecto que acometían. Sus pupilas siguen
ancladas a las mías expectante y alerta a cualquier
expresión que pudiera delatarme.

Sus manos se desplazan a mi cintura y aprieta mi cuerpo


contra el suyo. Permitiéndome que note su erección clavada
en mi abdomen.
―Marinet. ―musita segundos antes de aplastar sus
labios contra mi boca en fiero beso. La intención de este es
mostrarme su dominio.

Le correspondo obligada, muy a mi pesar, reprimiendo


las arcadas que se desatan en la boca de mi estómago.

El contacto dura más tiempo del que yo hubiera querido,


pero trago saliva y resisto estoicamente.

Phillip será sus labios de los míos y acerca su boca a mi


oreja.

―Amour, hueles a sexo, no creo que ese aroma lo hayas


cogido paseando por las calles de París. ―susurra.

Mis ojos se abren como platos ante de su revelación. Él


muestra un brillo peligroso en sus ojos y un
estremecimiento recorre mi columna vertebral.

Sin mirar atrás me deja allí parada como una estaca y se


marcha.

―Maldito. ―mascullo en la soledad de mi cuarto, cuando


sé que ya no puede escucharme.

Phillip es despiadado, egocéntrico y egoísta, esas


cualidades no son ninguna sorpresa para mí. Conozco bien a
la persona que he elegido para pasar el resto de mi vida.

Lástima que ese futuro ya no me resulta tan buena idea.

Después de vivir la pasión en estado puro, me resulta


difícil imaginarme mi vida a lado de una persona como
Phillip. Aun así, prefiero una vida insulsa que sufrir por un
amor turbulento.
Las imágenes de Kris robándome gemidos de placer
inundan mi mente. Sacudo mi cabeza para desterrar su
recuerdo.

Si soy sincera conmigo misma no será fácil conformarme


con los besos descafeinados de Phillip pues los compararé
siempre con los besos roba aliento del capullo de Kris
Adagio.

Kris Adagio
Veinticuatro horas han pasado desde que mi ángel
abandonara mi habitación. Y lejos de recuperar la paz, la
furia recorre ardiendo mis venas. Mi única compañía es la
botella de wisky que descansa a mi lado en el suelo de la
estancia.

Desde que se fue de aquí sigo sentado, lidiando con


frustración por no lograr recomponerme. Porque Marinet
Legrand es una hechicera de ojos claros y cara de ángel que
ha trastocado mi existencia.

Sé que no debo desearla, ni pensarla siquiera, por eso


recurro al alcohol. Necesito arrancarla de mis recuerdos,
borrar sus curvas de mi mente, olvidar el sabor de su boca…

― ¡Joder! ―grito desesperado lanzando el vaso de cristal


contra una de sus paredes.

La música de Craig Davis del tono de mi smartphone


inunda la habitación, y reticente alargo mi mano hacia el
sofá donde lo tengo.

―Si.

― ¡Dichosos los oídos, amigo! ―exclama Robert


Macnikols a través de la línea telefónica.
―Cualquiera diría que hace mucho que no hablamos.
―anuncio con mi voz desprovista de emoción.

―No, pero llevas demasiado tiempo en la ciudad del


amor. ¡No me dirás que al fin has encontrado a la mujer de
tu vida y te vas a asentar en París! ―se burla Robert en su
afán de sacarme de mis casillas.

Mi cerebro evoca la etérea imagen desnuda de Ninet, y el


enfado resurge de nuevo.

―No digas gilipolleces. Esa mujer aún no ha nacido.


―rebato mintiendo.

Porque la realidad es que esa mujer existe, es real, pero


inalcanzable. Porque el destino es un cabronazo y no solo
cruzó nuestros caminos, sino que nos dotó de unos lazos de
sangre que no puedo obviar.

―Kris, estoy en Niza en una convención médica. ¿Te


apetece hacer unos kilómetros y comer con un viejo amigo?
―propone Robert.

Dubitativo, mantengo unos segundos de silencio antes


de aceptar la invitación.

Como viene siendo habitual Robert gasta todos los


cartuchos disponibles para persuadirme de acompañarle a
Niza.

― ¡Okey!, nos vemos allí. ―anuncio al fin.


Capítulo 13
Marinet
Los dos días siguientes a mi encontronazo con Phillip los
paso en plan marmota, de la cama, al sillón y en algún caso
al jardín. Mi hermano debe estar de viaje de negocios,
porque no ha asomado la nariz por Cheverny, extraño, para
el rey del control, por lo que seguro que debe estar en algún
lugar cerrando un trato de negocios.

Mi estado de ánimo no mejora, por el contrario, mi humor


está por los suelos a pesar de atiborrarme a helado.

Phillip no ha dado señales de vida, lo que agradezco,


pero sí me ha bombardeado con mensajes.

“Buenos días, amor”

“¿Qué tal estás, bella?”

Bueno, no es que no aprecie sus atenciones, sin


embargo, levantan sospechas porque nunca fue un novio
atento, ni amoroso.

Además, también suspendió varios compromisos que


teníamos junto a sus padres, y ese detalle sí que lo
agradezco. Porque no tengo ni ganas de coincidir de nuevo
con la señora Parrot y su cara de buldog francés.

No creo que Phillip lo haya hecho de manera altruista,


por el contrario, segurísimo que le ha dado el gusto a su
adorada madre.

¡Puff!, no sé si lograré aguantar a mi futura suegra.


De Kris Adagio ni rastro, pero ya lo esperaba. Después de
la manera en la que nos despedimos, todo presagiaba que
don arrogante no se rebajaría a buscarme de nuevo.

En el fondo es lo mejor, porque ese hombre es una


tentación para los cimientos de mi estabilidad emocional,
construida durante años para no repetir los mismos errores
que mi madre.

No obstante, mi corazón no opinaba lo mismo.

Saco el móvil de mi bolso, hastiada de regodearme en


todos mis pensamientos. Necesito distraerme y visualizar
las noticias de la prensa rosa online podría ayudarme a
distraerme. La prensa rosa no tiene desperdicio, en alguna
ocasión yo he protagonizado alguna portada, aunque el
recto Adrien Legrand se ha encargado de retirar fotos mías
de la prensa en más de una ocasión.

Al pasar varios artículos de la realeza europea tropiezo


con una foto impactante junto a un titular más asombroso
todavía.

¡Madre mía! Ayleen y Adrien juntos en Niza.

Mi corazón salta de júbilo al comprobar que mi mejor


amiga y mi hermano mantienen una relación sentimental. Al
menos el descubrimiento consigue que deje de estar
mustia, la ilusión crea nuevas expectativas en mí.

Ayleen además de mi amiga, es como si fuera la


hermana que nunca tuve, por esa razón que este con Adrien
es lo mejor que pudiera desear para ambos.

Compruebo que la noticia de la exclusiva del tórrido


romance está fechada dos días atrás, por lo que calculo que
mi amiga estará de nuevo en su hogar. Mi hermano regresó
anoche a Cheverny. No lo sé porque Adrien se acercará a
saludarme, sino por los cotilleos del servicio. A veces pienso
que parecemos dos extraños compartiendo este pedazo de
castillo, porque pueden pasar días enteros sin cruzarnos.

‹‹Sería tan distinto si Mateo estuviera aquí››, anhela mi


mente.

Mi gemelo es un nómada, viajando de un sitio a otro. En


este mismo momento ni si quiera podría decir en que país
se encuentra. Despejo mi mente porque en estos momentos
no necesito embargarme del sentimiento de añoranza con
respecto a mi gemelo.

No pierdo ni un minuto, preparo varias mudas en una


pequeña maleta y aviso al hangar propiedad de mi familia.
En una hora el avión privado estará listo para despegar.

“Me voy a Escocia”

Ese escueto mensaje es el que le envío a Phillip para que


no monte en cólera cuando descubra que he desaparecido
del mapa.

Casi meto un pie en el vehículo de Jean Paul, cuando el


tono de mi móvil suena. Descuelgo sin mirar dejándome
caer sobre el asiento trasero del coche.

― ¿Dónde te crees que vas? Ni se te ocurra largarte de


Francia, Marinet. Mira que estás poniendo mi paciencia a
prueba. ―amenaza a través del teléfono mi prometido.

―Phillip, ¿En qué momento te he dado la impresión de


que podrías controlar mi vida? ―pregunto enfadada.

―Desde el momento en que decidiste ser una perra


infiel. ―acusa enfurecido.
Si algo tengo clarísimo es que no permitiré que Phillip ni
ningún hombre me ningunee con insultos, ni coartando mis
movimientos. Así que, me limito a colgar la llamada, sin
remordimiento.

Castillo de Elean Donan

Residencia del Clan Macleod

Al llegar a la residencia de Ayleen, ella no está según me


informa el personal de servicio ha salido a correr por los
alrededores. La espero en el recibidor.

―Buenos días, Ayleen. Cualquiera diría que has visto un


fantasma ―saludo bromeando al verla entrar con ropa
deportiva y observar su cara de espanto.

Una vez recuperada de la impresión, me abraza de


manera cariñosa y yo la correspondo, como si en realidad
hubieran pasado siglos desde que nos viéramos por última
vez.

― ¿Qué haces aquí? Deberías estar con los preparativos


de tu boda. ―comenta Ayleen extrañada por mi presencia.

―Bueno eso está controlado. Creo que me aburría y


decidí venir a desayunar contigo. ―explico sonriente.

Ayleen se muestra inquieta, pero decido no prestar


mucha importancia.

―! ¡Dios!, cualquiera que te escuche pensaría que vives


a una hora―. Exclama Ayleen al fin riendo.

Juntas pasamos al salón y allí ordena a Megan, una de las


mujeres del servicio, que nos sirva un desayuno para dos.
―Bueno, Marinet, confiesa que es lo que te ha hecho
venir a verme de manera tan fugaz―. Exige Ayleen con sus
cejas alzadas.

―Ayleen me conoces bien. Vengo porque estaba


demasiado contenta para solo felicitarte por teléfono,
además de regañarte por supuesto ―. comento entretanto
me llevo a mi boca uno de los mini cruasanes, que nos han
servido para desayunar.

El rostro de Ayleen muestra el desconcierto ante mis


palabras, es como si mi amiga no supiera a lo que me
refiero.

―Marinet al grano por favor―solicita exasperada.

Dejo mi desayuno sobre el plato y con movimientos


gráciles saco mi móvil del bolso. Toco la pantalla con mi
dedo índice y en pocos minutos se lo ofrezco para
enseñarle, las fotos que han salido publicadas de ella y
Adrien.

Lo agarra con desgana y mira la pantalla con atención.


En ese momento sus ojos casi se salen de sus cuencas, al
ver la imagen que le devuelve la pantalla.

―Ayleen, ¿cuándo pensabas decirme que tenías una


relación con mi hermano? ― pregunto. Mi tono tiene toques
de regaño, aunque no estoy enfadada. Porque la noticia no
podría alegrarme más, aunque la aptitud desconcertada,
temerosa junto a la culpabilidad que puedo ver en los ojos
de mi amiga me descolocan.

―Marinet yo…
―Ayleen no estoy enfadada, al contrario, estoy
rebosante de alegría porque no solo eres mi amiga, sino que
a partir de ahora seremos familia también―. explico
emocionada.

―Marinet, creo que te equivocas―. logra decir. ―Adrién


y yo no estamos juntos.

La sorpresa se adueña de mi rostro.

― ¿Qué es lo que quieres decir exactamente? Él rompió


con Gabrielle antes de mi fiesta de compromiso. Lo sé,
porque él mismo me lo dijo. Por lo que entiendo que la
consecuencia de su ruptura de la barbie silicona fue para
empezar algo contigo.

―No, solo ha sido una relación esporádica. Es demasiado


complicado para poder explicarlo ―. Confiesa Ayleen.

―Soy toda oídos.

―Marinet yo…, lo siento. Ha llegado la hora de que te


sea completamente sincera. La historia con Adrién se
remonta años atrás. Seis, para ser exactos. Él fue mi primer
amante, ese verano en Cheverny. Pero no salió bien y
decidimos no volver a cruzarnos jamás. Sin embargo, el
destino es caprichoso y volvimos a encontrarnos. Donde
hubo brasas quedan rescoldos ese refrán define muy bien
nuestra relación... Y una vez más volvimos a ser amantes.
Pero ya está, no hay un felices para siempre.

No consigo dar crédito a toda la historia que me cuenta


Ayleen. ¿Cómo he podido ser tan ilusa? No darme cuenta de
lo que pasaba entre Adrien y Ayleen delante de mis narices.

―Ayleen, me estás diciendo que tanto tú mi mejor amiga


como mi hermano me habéis engañado durante seis años
―. Mi tono es demasiado elevado sin llegar a resultar
chillón.

Ayleen baja la mirada, su rostro denota culpabilidad. Pero


su actitud no me sirve, mis emociones dominan mi alma,
porque me siento como una idiota traicionada por mi mejor
y amiga y por mi hermano. Me levanto de golpe agarrando
mi bolso con fuerza.

―Nunca hubiera esperado algo así por tu parte―.


sentencio de forma altiva.

―Marinet espera, te ruego por favor que me escuches.


Tenía 18 años, estaba asustada y destrozada a la vez ―.
Explica Ayleen agarrando mi brazo para que no me marche
enfadada. Pero en ese momento una voz infantil detrás mío
me paraliza.

―Mami, ¿estás bien?

De manera involuntaria giro sobre mis pies para clavar


mis ojos en el niño que hay parado frente a mí.

―Aidan, si tranquilo, mamá está bien―. Se apresura a


contestar Ayleen colocando su cuerpo entre el niño y yo.

Por mucho que mi amiga intente esconder al niño de mi


mirada, lo he visto lo suficiente para resultarme demasiado
familiar. El parecido es brutal.

―No, esto sí que es demasiado―. Exclamo espantada.

―Aidan, cariño ves a la cocina a avisar a Maggie que te


prepare la leche, mamá irá enseguida. El niño se limita a
asentir y obedece sin más.
―Ayleen, esto ya es la gota que colma el vaso. Has
mentido en todo ―. grito furioso.

―Marinet, por favor ―. Suplica Ayleen con los ojos


llorosos.

―Es de él ―. Es una afirmación no una pregunta.

Mi amiga permanece frente a mí, petrificada.

―No contestas. Bueno, sé sacar mis propias


conclusiones. Ese niño con esos ojos turquesa y cabello
negro no puede ser otro que mi sobrino ―. De mi boca sale
una risa nerviosa ―. Qué pena que no pueda alegrarme
porque me has privado de disfrutarlo durante seis años.

―Marinet tienes que comprender, Adrién…―. No puede


acabar la frase.

―Adrién no lo sabe, Eso ha sido demasiado temerario


por tu parte, Ayleen. Porque te recuerdo que mi hermano es
una persona muy recta y no te perdonará jamás que le
hayas ocultado la existencia de su hijo ―. amenazo.

―Tenía mis razones―. Dice titubeante.

―Ninguna razón te justifica. Te digo que Adrién tarde o


temprano lo descubrirá y entonces amiga mía, espero que
estés preparada ―. dicho esto, me marcho.
Capítulo 14
Niza

Kris Adagio
―Discúlpame Robert, he tenido que saludar a unos
conocidos. ― alego ocupando la silla frente a mi amigo en el
restaurante.

―Legrand si no me equivoco, ¿no? ―comenta Robert sin


apartar su mirada de la carta.

Robert es la única persona en el mundo que me conoce a


la perfección. Nos conocimos en la universidad, y a pesar de
cursar diferentes carreras, desde ese día no nos hemos
separado.

Yo elegí económicas y él, la rama de medicina, su afán


por ayudar a los demás marcó desde el principio su
vocación. Para alguien tan desconfiado como yo, no resulta
fácil contar con un amigo como Robert. A él podría confiarle
mi vida sin pensarlo.

―Sí, Legrand está aquí. ―confirmo entretanto cato le


vino que el camarero acaba de verter en mi copa.

―Y bien acompañado, por lo que he podido observar.


Tengo que reconocer que tu hermanito tiene buen ojo
cuando se trata de mujeres.

Una vez Robert emplea todo su ingenio para provocarme.

―Sí, Ayleen es demasiado hermosa para ese patán.


―aseguro chasqueando la lengua.
―Bueno, si afirmas eso es que la chica te dio calabazas.
―suelta Robert entre risas.

―Sí, aunque no insistí demasiado. Mi atención se desvió.


―explico recordando aquella noche en la Luna Noir cuando
tropecé con Ayleen.

Una noche que hoy por hoy estaría dispuesto a borrar de


mis recuerdos, porque para mí desgracia fue ese momento
en que el destino volvió a colocar frente a mis narices a mi
ángel.

―Interesante, otra mujer captó tu atención, eso sí que


resulta una novedad. Debe ser una fémina excepcional.
―insiste Robert con curiosidad.

―Ninet…―musito ante la mirada de extrañeza total de


Robert.

― ¡Joder!, pensé que a esa niña se la había tragado la


tierra. ―exclama Robert desconcertado.

―Ojalá hubiera sido así. ― menciono frunciendo los


labios.

― ¡Hostias! Ahora veo cual es la razón de ese humor de


perros que te gastas. ―anuncia Robert.

―No voy a hablar de esa embustera. ―digo clavando el


tenedor en el entrecot con más énfasis del que debiera.

―Disculpa amigo, pero ahora que has despertado mi


curiosidad me es difícil parar. ―comunica Robert atento.

― ¿Sabes cuál es la verdadera identidad de nuestra


chica en apuros? ―pregunto entrecerrando los ojos.
―Ilústrame. ―invita Robert.

―Marinet Legrand. ―confieso al fin y su nombre quema


en mi boca.

― ¡Guau!, eso sí que es una putada. ―pronuncia Robert,


esta vez muestra seriedad en su rostro.

―Como comprenderás, no me entusiasma hablar de ello.

―Tan solo una pregunta más. ¿Su identidad cambia tus


planes?

―No. ―respondo con frialdad.

―Kris, siempre te he apoyado, sin embargo, creo que tu


cruzada personal ya dura demasiado. Debes tomar las
riendas de tu vida, olvidarte de esa familia. Vive amigo,
encuentra una mujer que te ame y formar la familia que
siempre añoraste. Robert sabía bien cuales eran mis
sueños, pero de momento no podía retomar esa parte.
Primero necesitaba cerrar temas, uno de ellos la adquisición
de la Luna Noir.

―Legrand se ha enriquecido más si cabe gracias al


legado del hijo de puta de su progenitor. Pagará por no
escucharme. Su maldita arrogancia no lo dejó ni siquiera
dudar cuando acudí a explicarle lo que nuestro padre había
hecho a mi madre. ― Recuerdo el momento exacto en que
irrumpí en la oficina de Adrien.

Mi intención de relatarle a mi medio hermano todas mis


penurias infantiles no sirvió de nada. El gran todopoderoso
Adrien Legrand me obligó a abandonar su despacho como
un perro.
―Kris de verdad, no quisiera que te lamentarás de tus
decisiones. ―advierte Robert.

―Ahora no puedo dejarlo. Me encuentro demasiado


cerca de firmar el acuerdo con Legrand para ser el único
dueño de la Luna Noir.

Marinet
El vuelo de regreso a París no es agradable, la opresión
en el pecho no cesa en todo el trayecto.

La traición es dolorosa al igual que las penas de amor.


Que Ayleen no haya confiado en mí es algo tan importante
que parte mi alma.

‹‹Madre mía, mi amiga, tiene un hijo con mi hermano y lo


ha ocultado durante seis años››, exclama mi mente.

Mi hermano también tiene culpa, porque el recto,


disciplinado y autoritario de Adrien Legrand está liado con
mi mejor amiga mientras proclama lecciones de rigor.

Cuando atravieso la puerta principal de Cheverny, uno de


los motivos de mi monumental enfado me está esperando.
Su mirada cargada de censura penetra mi corazón como un
puñal.

Lo conozco también, que puedo leer en su rostro, mi


hermano sabe de dónde vengo y ese dato consigue
enfurecerme más si cabe.

—Dichosos los ojos —. Dice de forma sarcástica.

―Dichosos los ojos ―. dice de forma sarcástica.

Mis ojos lo atraviesan de manera inquisidora.


―Te levantas de buen humor.

―Marinet, ¿de dónde vienes? ―. pregunta abordando lo


que le interesa con precisión.

―No creo que deba darte explicaciones ―. reprocho de


forma airada poniendo rumbo a las escaleras sin mirarlo.

―Marinet Legrand, aún estás bajo mi responsabilidad. No


voy a permitir que me conteste de esa forma —regaña.

―Tu no vas a permitirme…―ironizo mientras bajo los dos


escalones que había subido y giro sobre mis tacones.

Me aproximo a Adrien con los ojos achicados y brillantes,


concentrado toda mi ira en mis pupilas haciéndolo partícipe
de mi enfado.

―Mira hermano, voy a decírtelo solo una vez. Soy mayor


de edad, no te debo nada por lo que no tienes derecho a
pedirme explicaciones, ya que tú no me las das.

―Marinet Legrand, todavía me debes un respeto.


―amonesta mi hermano.

—El mismo que has tenido tú engañándome durante


años. Haciéndome creer que no soportabas a mi amiga,
cuando la realidad es que te la estabas tirando —. La ira
hace mella en mis palabras.

Al parecer mi hermano se ha quedado sin palabras, lo


cual me produce una gran satisfacción.

―No hablas, porque sabes que tengo más razón que un


santo. Por lo que ya está todo dicho―. sentencio
marchándose.
― ¿Te lo ha dicho Ayleen?

Me giro y lo miro con una sonrisa maléfica.

―Es gracioso, ahora es Ayleen cuando lleva años siendo


Macleod―. dicho esto, desaparezco escaleras arriba.
Capítulo 15
Kris Adagio
Agradezco el rato compartido con Robert en Niza, porque
esos momentos han arrojado algo de paz a mi alma. No
obstante, después de mucho deliberar, preciso acelerar las
negociaciones con Legrand para firmar la adquisición de la
Luna Noir. Necesito regresar a mi vida, a Londres, porque el
hecho de seguir en París solo multiplica las posibilidades de
tropezarme con Marinet.

Dos días después de mi regreso de Niza recibo la llamada


más esperada.

―Sí.

―Señor Adagio soy la secretaria del señor Legrand, es


para indicarle que mañana tiene una cita en las oficinas de
Adrien Legrand―expone con profesionalidad.

―Allí estaré.

Al colgar una sonrisa cargada de satisfacción dibuja mi


rostro. Al fin podré finiquitar este asunto y volver a mi vida.

Marinet
Sentada en el jardín con el móvil sujeto entre mis manos.
Observo las veinticinco llamadas perdidas de Phillip con el
ceño fruncido. También tengo dos llamadas de Ayleen sin
contestar. Aun así, tomo una decisión y decido ignorar
ambas.
Con Ayleen de momento no me apetece hablar, aunque
estoy segura de que en algún momento lo haré. Necesito
macerar todo lo que mi amiga del alma me ha ocultado y
entonces valorar si puedo volver a retomar nuestra relación.

Respecto a Phillip, es harina de otro costal, porque su


actitud beligerante, agobiante y controladora que se gasta
últimamente no me gusta. Nuestra relación siempre
funcionó de forma tranquila, yo gozaba de libertad de
movimientos, sin embargo, en la actualidad, no me siento
de la misma forma.

Soy consciente de que tengo una conversación


pendiente con él. Si deseo proseguir con nuestros planes de
boda, debemos dejar claros ciertos puntos.

Maggie sirve mi desayuno, entretanto yo sigo sumida en


mis divagaciones.

―Gracias. ―alcanzo a decir.

―Señorita, disculpe mi osadía, pero lleva unos días un


poco ausente. Si necesita algo, aquí estoy. ―Se ofrece
Maggie con preocupación en sus ojos.

―Gracias Maggie por tu preocupación, pero no te


inquietes, los nervios de la boda me tienen un pelín
ausente. Aun así, te agradezco. ―justifico regalándole una
sonrisa que no llega a mis pupilas.

―No se merecen, señorita. ―Se despide Maggie


volviendo a sus quehaceres.

Mientras disfruto de mi humeante café con leche y


devoro con los ojos los panecillos de leche recién horneados
aparece por la puerta del fondo Phillip.
Las facciones de su rostro se muestran demasiado
rígidas en discordancia con la sonrisa que exhibe en sus
labios.

Fachada, pura fachada, grita mi mente, entretanto


inspecciono con exactitud cada uno de sus movimientos al
aproximarse.

―Hola amour, ¿no te alegra verme? ―saluda con ese


tono que tan bien conozco de encantador de serpientes.

―Phillip, ¿qué haces aquí? ―contesto mostrando mi


desagrado ante su visita.

Él se limita a ocupar la silla a mi derecha obviando el


hecho de que no lo he invitado.

― ¿No puedo visitar a mi novia? ―interroga con


sarcasmo―Creo que tengo derecho a venir a casa de mi
futura esposa.

―Ahora te interesa las palabras bonitas, la amabilidad


fingida. La verdad me resulta extraño, cuando tengo el
WhatsApp repleto de mensajes vejatorios que me dejan a la
altura del betún.

― ¡Ay princesa! No hagas caso a lo que uno puede decir


en un momento de calor. El enfado escribía por mí. ―dice
en un intento de camelarme.

Los fulmino literalmente con mis ojos. Porque es un idiota


cobarde.

―No cuela Phillip, crece, madura. No puedes insultarme


porque no acate tus deseos. Nunca hemos tenido ese tipo
de relación. ―recrimino seria.

Noto el instante exacto en el que su semblante cambia y


muestra su verdadera cara. Con un movimiento rápido clava
sus dedos en mi brazo y me acerca a su silla de un tirón que
provoca que de un respingo.

― ¿Qué crees que estás haciendo? No juegues conmigo


Marinet. No soy un hombre paciente y sobre todo no soy un
hombre que lleve bien la infidelidad. ―gruñe con la voz
ronca dominada por la ira.

― ¡Suéltame si no quieres que grite! ―amenazo


forcejeando.

Si algo he heredado de los Legrand es el carácter


endemoniado cuando me pinchan. Otra de las cosas que
arrastro de mis descendientes es la temeridad.

―No me hagas lastimarte. ―advierte Phillip sin soltarme,


por el contrario, amplifica su agarre.

―Phillip no voy a permitir este abuso por tu parte. No soy


propiedad de nadie, el reclamo de mi persona por tu parte
es retrógrado. Deja esa imaginación tan fantasiosa que
gastas. ―replico a pesar de ser consciente de que mis
palabras son como pequeñas bombas que pueden detonar
su iracundo carácter.

― ¡Se acabó! ―grita y desata mi miedo. ―No vas a


tomarme por tonto. Tus intentos por proclamar tu inocencia
no sirven. Ahora, escúchame bien, espero de ti un
comportamiento impoluto hasta el dia de la boda. Si no es
así toda la prensa sabrá lo zorra que es la heredera Legrand.

―No tienes pruebas. ―rebato.


―Ponme a prueba. ―gruñe soltándome sin reparo y se
larga sin mirar atrás.

― ¡Gracias a Dios! ―exhalo en voz alta y las lágrimas


que he reprimido frente a él bañan mis mejillas.

La frustración, la importancia y el dolor desatan mis


emociones. Como he podido estar tan ciega, para no ver la
verdadera naturaleza del carácter de Phillip. Me fustigo por
haber elegido a ese capullo como compañero de vida. Seco
mis lágrimas con el dorso de mi mano e inspiro.

Necesito pensar bien mis próximos pasos, porque no


estoy dispuesta a seguir adelante con esta farsa que lo
único que me aportará será desgracia.

Con determinación decido que necesitaré la ayuda de mi


hermano para salir de este problema.
Capítulo 16
Kris Adagio
Puntual como un reloj inglés, a las diez en punto
atravieso las puertas biseladas de las oficinas de Legrand.

―Buenos días, señor Adagio. ―saluda la recepcionista, al


verme.

―Buenos días―correspondo con amabilidad.

―Ya puede pasar, el señor Legrand lo está esperando.


―informa con profesionalidad.

Entro al despacho de Adrien y no es ninguna sorpresa


para mí que hermanastro me mire de soslayo, entretanto
juguetea con un Montblanch entre sus dedos, pero no se
digna a levantarse.

―Siéntate. ―ordena con tono autoritario.

Las ansias de partirle su bonita cara se acumulan en mis


puños, pero me retengo.

Ocupo la silla frente a su escritorio y lo desafío con mi


mirada.

―Adagio, quiero dejar claro que esto son negocios. A


nivel personal no tengo ninguna intención de que se me
relacione contigo. ―expone con soberbia.

‹‹Cabrón, hijo de su madre››, pienso para mis adentros.

Adrien es digno sucesor de nuestro progenitor. Un


hombre con fama de carecer de escrúpulos y contar con un
grado de soberbia del tamaño del Everest.
―Destierra tu preocupación, no tengo intención de tener
ningún trato contigo fuera de este despacho. ―afirmo
impetuoso.

―Disculpa, que no te crea. ―comenta Adrien con ironía.

―No es una novedad para mí―rebato con


sarcasmo―Aunque te repito que una vez solucionado
nuestro acuerdo regresaré a Londres. ―anuncio con tono
indiferente enmascarando mis verdaderos sentimientos.

―Pues vayamos al grano. He leído con atención tu


propuesta, sin embargo, tengo algo mejor que ofrecerte.
―informa Adrien.

En sus ojos observo como bailotea la llama de la


diversión porque es consciente que ahora sí me ha
sorprendido.

―Soy todo oídos.

―Te vendo todos los locales de los cuales soy propietario.


No solo la Luna Noir, si no también La Tentación de Zar en
Sant Petersburgo y La joya prohibida en Madrid.

No puedo dar crédito a lo que Adrien acaba de revelar.


Qué iluso he sido al dar por hecho que la familia Legrand
solo poseía La Luna Noir.

―No entiendo muy bien este cambio, disculpa si


desconfío. ―expongo con sinceridad.

―Bueno, pienso que es lo justo. A fin de cuentas, ese


imperio vicioso y decadente lo fundó mi padre, que según tu
versión también fue tuyo. A fecha de hoy todos funcionan
de manera legal, menos el de Sant Petersburgo. ―comunica
Adrien sin mucho énfasis, más bien dejando entrever el
hastío que siente.

―Esto sí que es sorprendente, el gran Legrand ahora


contempla mi versión de la historia. ¡Es increíble!
―proclamo con una sonrisa sardónica.

―No te equivoques, no siento ninguna curiosidad por


verificar o no tu verdad. Tan solo ha llegado el momento de
deshacerme de esa parte de mi herencia que no me atañe,
la cual no tiene cabida en mi nueva vida. ―justifica.

― ¡Un poco de sinceridad por tu parte! Esto sí que es


inusual. ―alabo reprimiendo las ganas de aplaudir.

No tengo necesidad de provocar a Adrien, pues necesito


que firmemos el acuerdo y ya.

―Dejémonos de hablar y decide. ¿Te interesa? ―.


Apremia mientras pone frente a mí el contrato y la pluma
estilográfica para que plasme la firma en el mismo.

Reviso el documento con atención ante la atención de


Adrien y una vez lo tengo claro firmo.

Marinet
Hoy he madrugado ante la atenta mirada de Maggie.
Pero es que no he podido pegar ojo en toda la maldita
noche. Tras la visita del idiota de Phillip, mi cabeza parecía
una olla a presión a punto de estallar.

Salgo de Cheverny enfundada en un traje negro sin


mangas que se adhiere a mi figura, sobrio y elegante, es el
atuendo ideal para visitar las oficinas en el centro de París,
donde se encuentra mi hermano.
Al subir el auto, me percato que en el brazo izquierdo se
aprecia una leve marca amoratada. Los dedos de Phillip
están impresos en la piel de mi antebrazo. Ahora
comprendo que mi atuendo es poco adecuado, porque deja
a la vista esas feas marcas, pero poco puedo hacer, así que
lo único rezar para que mi hermano protector no se fije en
ellas.

Jean Paul detiene el vehículo en la misma puerta del


edificio de las oficinas donde se encuentra la sede central
de las oficinas de mi hermano. Le indico que se vaya, pues
ya lo avisaré cuando esté lista.

Atravieso el vestíbulo en dirección a los ascensores, llego


justo cuando la gente se va bajando del mismo. Espero a
que salga la última persona para poder acceder al interior
del ascensor.

Elevo mi mirada y avanzo hacia adelante y mis pies


parecen quedarse pegados al suelo de mármol bajo ellos.

Experimento un impacto semejante a como si en realidad


me golpearan en mitad de mi abdomen. Frente a mí,
parado, exhibiendo todo su esplendor, enfundado en un
traje a medida que lo hace más arrebatador todavía, está el
culpable de mis sueños más candentes.

¡Vaya suerte la mía!

Efectúo un esfuerzo casi colosal y recupero la movilidad


de mis piernas, así que opto por seguir adelante con la
cabeza bien alta, ignorándolo con alevosía. Casi he
alcanzado mi destino, pero una mano rodea mi muñeca
derecha e insta a que me detenga.

―Marinet…
Escuchar por primera vez mi nombre real en su boca
ocasiona que cada fibra de mi ser se tense y casi se
desintegran mis bragas. Porque Kris Adagio tiene un tono
tan peculiar, que lo convierte en inolvidable. Su extraña
forma de arrastrar con suavidad entre sus clientes las emes
logra despertar mis más secretos anhelos.

‹‹Vas mal Marinet, muy mal››, regaña mi mente afilada.

Recobro el control de mis sentidos y de un tirón me


deshago de su mano, pillándolo desprevenido.

Pero es un error porque mi gesto provoca que sus verdes


ojos se fijen en mi antebrazo, y como no, aprecie las marcas
enrojecidas en él.

Sin mediar palabras y con una agilidad digna de admirar


rodea mi cintura con sus brazos y a rastras me introduce en
el ascensor, presionando el botón de stop.

Kris Adagio
Al verla no puedo apartar la mirada, mi ángel está
preciosa, pero no es algo anormal, siempre lo está. Intento
desterrar esos pensamientos pecaminosos de mi mente,
recordando que Ninet, ahora es Marinet legrand y nos une la
misma sangre. Al menos el 50%.

La lucha interna que se desata en mi interior es brutal y


me mantiene parado frente a ella.

Ella es mi obsesión, lo fue durante seis años, al menos su


recuerdo, sin embargo, ahora debo deshacerme de esa
fijación que me une a ella.

No obstante, mi cuerpo va por libre, en el preciso


momento que Marinet camina con paso firme por mi lado,
mi mano rodea su muñeca.

―Marinet…

‹‹ ¡Dios!, solo tocar su piel despierta mi erección y eso no


es correcto, pero inevitable››.

Extasiado, obnubilado, mi ángel es una hechicera con


ojos color cielo que deja mi cerebro en standby, babeando
por ella. Mi ángel aprovecha mi estado de ensimismamiento
para darme un fuerte tirón para soltarse y lo consigue.

Mis ojos se fijan en su brazo y veo unas feas marcas de


dedos en él.

Tardo menos de dos segundos en identificar una lesión


en él y mi ira resurge en mi interior, sin pensar, siguiendo
mis impulsos, dejando atrás mi estimado control. Rodeo su
cintura con mis brazos y la arrastro al interior del ascensor.
Se cierran las puertas y presiono el botón de stop.
Capítulo 17
Marinet
― ¿Cómo te atreves? ―grito una vez estamos aislados
de todos en el interior del ascensor.

Es increíble, Kris es el hombre más desconcertante del


mundo. Primero, me echa de su hotel de malas maneras
después de mantener el mejor sexo de mi vida. Segundo,
desde ese día no ha dado señales de vida. Y ahora me
arrastra contra mi voluntad encerrándome en este maldito
ascensor.

―Marinet, ¿Quién te ha hecho esas lesiones? ―interroga


obviando con premeditación mi propio reclamo.

―Ahora te interesa lo que me pase, es increíble.


―exclamo colocando mis brazos en mi cintura en forma de
jarra, desafiante.

―Marinet, siempre me ha interesado lo que pueda


sucederte. Deja a un lado el rencor. Lo único que no soporto
son las mentiras y tú mentiste. ―reprocha y por un minuto
creo ver en sus pupilas una chispa de tristeza.

―Hace seis años no tenía ni idea de quien eras estaba


asustada. ―me justifico.

―No quiero hablar sobre eso. Ahora dime quien cojones


te lastimó. ―exige furioso.

Mi corazón salta ante su actitud protectora, porque soy


una tonta, porque ese hombre sacude mi existencia con
solo una palabra. Me reprendo por ello, pero es inútil.
―Kris es mejor dejarlo estar. No quiero que te
inmiscuyas, voy a recurrir a mi hermano para poder arreglar
el asunto. ―digo con sinceridad e involuntariamente
muerdo mi labio inferior.

―Marinet, habla―increpa con voz autoritaria.

La verdad es que sus manos apretadas y su rostro tenso


intimidan.

―Phillip está convencido de que le fui infiel. Y eso lo ha


enloquecido, su carácter se ha vuelto irascible. Nunca pensé
que mi futuro esposo se comportará de esa manera.

Kris Adagio
¡Mierda! Así que el gilipollas de Phillip exige a su novia lo
que ni por asomo cumple. Es un hipócrita. Y ahora mismo
tengo unas ganas tremendas de partirle la cara.

― ¡Será hijo de puta! ―exclamo sin poder


evitarlo―Escúchame bien Marinet, esto es lo que vamos a
hacer. Phillip es un capullo, mantiene una doble vida como
una doble moral. Porque todas las noches las pasa en la
Luna Noir, donde no juega al parchís. Es un miembro activo
de los locales Swinger, donde prueba todo lo que se ofrece.
Por lo tanto, siento ser yo, quien te diga que tu perfecto
novio es un adúltero de cuidado. ―relato alterado.

Soltar toda esa información a mi ángel a bocajarro no era


mi primera opción, pero me dejo llevar por las emociones.
Porque Marinet no puede ser mía, no obstante, no permitiré
que ese desecho de Phillip comparta su vida con ella.

Los traslúcidos ojos de Ninet se abren de par en par ante


mi explicación. Por su rostro pasan miles de sensaciones,
parece confusa.
―No me lo puedo creer. ―dice suspirando, colocando sus
manos sobre su rostro.

―Me hago cargo de que es difícil, pero es la verdad.


―añado y resisto las imperiosas ganas que tengo de
estrecharla entre mis brazos.

‹‹Eso no sería responsable››, vocea mi mente.

― ¿Por qué debería creerte? ―anuncia clavando sus ojos


vidriosos en mí.

―Sé que te creo dudas, por esa razón te daré pruebas.


Hasta entonces te pido que no le expliques nada a Adrien.
―solicito.

― ¿Crees que Adrien lo sabe? ―pregunta con voz


temblorosa.

Esa pregunta me molesta, porque estoy seguro de que el


todopoderoso Legrand sabe perfectamente lo que sucede
en sus locales. Lo que no alcanzo a entender es como el
arrogante de mi hermano ha permitido que Marinet esté con
ese tipo y además se vaya a casar.

Marinet toma mi silencio como una respuesta.

―Está bien, aunque me parece una locura, confiaré en ti.


Marinet
Los siguientes días, tras mi encuentro con Kris en el
ascensor, no tengo noticias de él. Y mi querido hermano se
embarca en uno de sus viajes de negocios, así que es fácil
resistir la tentación de no contarle lo de Phillip.

La posición adoptada por Phillip es extraña, porque no


vuelve a tocar el tema de la infidelidad. Sin poder
rechazarlo tengo que aceptar varias invitaciones para cenar
junto a sus padres. Dejándome caer sobre mi mullida cama,
suspiro y determino que estoy satisfecha por como estoy
manejando la situación

El sonido de mi teléfono me saca de mis conclusiones. Al


mirar la pantalla, me extraña el número que aparece en
ella.

―Si.

―Marinet, soy Dana.

―Hola Dana, ¿Ayleen está bien? ―alcanzo a preguntar,


porque a pesar de que durante años he visitado la casa de
Ayleen y allí he podido coincidir con Dana Fraser. La
intuición me avisa que esa llamada no es por cortesía.

―No, Marinet. Ayleen está hundida, secuestraron a


Aidan, están buscándolo. Pero si eso no fuera lo peor tu
hermano está aquí. ―explica Dana apesadumbrada.

― ¡Madre mía Dana! ¿Cómo fue lo del secuestro? ¿Se


sabe quién fue? ―interrogo de manera apresurada incitada
por el nerviosismo.

―De momento están investigando. Yo creo que Ayleen te


necesita. Ya sé que estás un poco distanciadas Marinet, pero
para Ayleen siempre has sido como una hermana. Precisa
de tu apoyo en este momento.

―Dana, no te preocupes, tengo que cuadrar varias cosas


y allí estaré. ―Anuncio con calma.

¡Maldición!, Ayleen debe estar destrozada y la presencia


de mi hermano no la ayudará nada. Decido marcar el
número de Adrien.

―Si.

―Hermano, soy Marinet.

―Bueno esto sí que es una sorpresa, ya se te ha pasado


el enfado —. Comenta con tono divertido.

El tono distendido de Adrien me sorprende, porque o


todavía no sabe nada del secuestro o es un desalmado, opto
por lo primero.

―Déjate de chorradas. ¿Estás con Ayleen? ―pregunto.

―Ahora me dirijo a su casa, ¿Por qué? ― comunica.

Ahora entiendo, Adrien todavía no sabe nada.

―Por nada, solo quería saber si está bien. ―respondo


evitando dar más explicaciones, prefiero que se entere por
mi amiga.

― ¿Ya arreglaste las cosas con tu amiga? ― pregunta.

―No, pero en breve pienso arreglarlo―confiesa ―


Cuídala hasta entonces.

—Marinet Legrand, ¿sabes algo que yo deba saber? —.


increpa con sospecha.
―De momento no, hermano. Nos vemos―. finalizo
colgando sin más.

Adrien Legrand puede ser insistente a niveles máximos,


por esa razón prefiero colgar.

Me apresuro a organizar mi salida hacia Escocia.

Envío un Whats App a Phillip.

“Tengo que viajar a casa de Ayleen es un asunto familiar.


Chao.”

También contemplo la posibilidad de avisar a Kris, sin


embargo, no tengo su teléfono.
Capítulo 18
Kris Adagio
Al fin tengo todas las pruebas de las actividades sexuales
de Phillip, no obstante, me resulta imposible localizar a mi
ángel. Parezco un puto desquiciado dando paseos sin
sentido por mi habitación. He estado en su residencia, pero
el servicio me informó de que estaba de viaje

La verdad es que en ningún momento baraje la idea de


pedirle el número de móvil a Marinet y ahora me fustigo por
ser tan imbécil. En mi desesperación he contactado con el
detective a ver si le puede conseguir el número.

Dos golpes secos en la puerta de la habitación me


arrancan de mis elucubraciones.

Enfilo en dirección a la puerta para averiguar de quién se


trata, no estoy esperando a nadie, por lo que me extraña la
interrupción.

Mi sorpresa es mayúscula al comprobar quien está


parado frente a mi puerta.

―Pareces sorprendido―proclama Chandler sin ni siquiera


esperar a que lo invite a pasar.

―Adelante, aunque creo que lo digo tarde. ―comento


con sarcasmo.

Él ni se inmuta, no obstante, lo intuía.

Chandler Dubais es la mano derecha en los negocios de


Adrien Legrand, como lo fuera años atrás del padre. Un
hombre oscuro y peligroso que siempre estuvo al tanto de
todas las atrocidades que hizo el viejo Legrand.

―Veo que te rodeas de lujo Adagio. ―alaba, aunque


suena más bien como un insulto.

― ¿Qué te trae por aquí Dubais? ―pregunto directo.

―Okey, vayamos al grano. Necesito que firmes estos


papeles. ―expone sacando unos documentos de su maletín
y los coloca sobre la mesa delante del sofá.

En silencio me aproximo y los sujeto entre mis dedos, los


leo con atención.

‹‹Joder, este tío está mal de la cabeza si quiere que


firme››

―No sé si reírme o enfadarme, Chandler. Porque estos


documentos son un insulto a mi inteligencia. ―anuncio
tirando los papeles al suelo.

Los ojos de Chandler se entornan de forma peligrosa.

―Esos locales son de la familia Legrand, no tienes


derecho a tenerlos. ―Al fin el recto y encorsetado Dubais
empieza a perder los nervios.

―Te rectifico, soy el propietario porque el mismísimo


Adrien Legrand ha firmado la venta de estos a mi favor.

―Adrien, no está en sus cabales en estos momentos. Por


eso espero que los firmes por las buenas sino nos
embarcaremos en una batalla legal titánica. ―amenaza.

Soy un experto jugador de póker, a pesar de que


Chandler no lo sabe, y detecto un farol como el suyo a
leguas. Me aproximo a la puerta y la abro invitándolo a salir.

―Adagio, eres un iluso. Estás declarando la guerra a un


gigante de los negocios que te aplastará como una mosca.
No permitiré que esos locales pertenezcan a alguien que no
sea de la familia Legrand. ―proclama fuera de sí.

―Bueno, entonces puedes estar tranquilo. Mi madre me


aseguró en su lecho de muerte que Legrand era mi padre.
―anuncio con una pasmosa serenidad.

―Tu madre era una zorra que se acostaba con todos, por
lo que su credibilidad con respeto a tu paternidad es muy
dudosa. ―incita con los ojos inyectados en ira.

No lo pienso, mi vista se nubla lo agarro del cuello


levantándolo del suelo empotrándolo contra la pared.

―Escúchame bien, hijo de puta, no permito que nadie


falte a la memoria de mi madre. Me importa una mierda lo
que tú digas, yo creo que ella me dijo la verdad y si quieres
que lo verifiquemos con una prueba de ADN bastaría.
Aunque opino que tu jefe, Adrien Legrand no estaría de
acuerdo. Y ahora lárgate de aquí. ―gruño y lo suelto sin
cuidado provocando que aterrice contra el suelo del pasillo.

Cuando cierro la puerta estrello mi puño contra la pared


y a continuación grito de dolor.

‹‹Seré idiota››, exclamo en voz alta.

Mis nudillos sangran y el dolor punzante palpita en mi


mano. Las consecuencias de mi impulsividad me pasan
factura, así que me dirijo al mueble bar, saco hielo para
ponérmelo en la mano y además me lleno el vaso de wisky.
El teléfono como siempre, elige ese momento para sonar,
lo alcanzo y descuelgo.

―Sí.

―Señor Adagio, ya tengo lo que me pidió. El teléfono de


la Señorita Marinet Legrand. Se lo acabo de enviar por
mensaje.

―Perfecto detective, buen trabajo.

No espero ni un minuto para comunicarme vía WhatsApp


con Marinet.

Marinet

Aterrizo en el aeropuerto y llamo a mi hermano para que


me recoja. Al pisar la terminal mi móvil vibra con los
mensajes que no han llegado durante el vuelo.

Uno de ellos capta en especial mi atención, porque


proviene de un número desconocido.

“Ninet, soy Kris, ya tengo toda la recopilación de pruebas


incriminatorias. ¿Cuándo podemos vernos?”

“Okey, Kris. Ahora estoy fuera de París, cuando regrese


te envío un mensaje. Gracias…”

Respondo de inmediato antes de que el coche de Adrien


aparezca en la puerta de la terminal.
Capítulo 19
Marinet
Los acontecimientos de los últimos días han sido
intensos, pero gracias a Dios mi sobrino Aidan está a salvo.
Adrien es harina de otro costal, porque el cabezota de mi
hermano parece un alma en pena.

Su orgullo no lo deja ver más allá de nada y ha


abandonado a Ayleen amenazándola con quitarle la
custodia de su hijo.

En el vuelo de regreso a París, mi hermano se ha


concentrado en su portátil para no tener que hablar
conmigo.

Es un capullo y sé que tardará en retroceder y rectificar


con respecto Ayleen, de momento no lo increparé más

Tengo una boda que acabar de perfilar y un plan junto


con Kris para desenmascarar al gilipollas de Phillip.

Envío un WhatsApp a Kris para que nos veamos en la


Boheme un pequeño local que está cerca de Sacre Coeur.

Kris Adagio
A las diez en punto atravieso las puertas de la Boheme,
una típica cafetería francesa. Su terraza llena de flores está
bastante concurrida de gente. Pero para el asunto que
tenemos que tratar prefiero tomarlo dentro.

El lugar es encantador, con ese aire renacentista que lo


dota de un ambiente distendido. Elijo una de las mesas
redondas del fondo y espero a Marinet.
Antes de abandonar el hotel me he prometido una y mil
veces que esta será la última vez que nos veamos. Porque
tenerla cerca es cada vez una tentación más grande, muy a
mi pesar.

Mi cabeza es fría con respecto al tema de que somos


medio hermanos, sin embargo, mi verga rebelde no
entiende. Cada vez que la pienso o la evoco, esta reacciona
endureciéndose igual que el mástil de una bandera.

Dios no soy capaz de olvidar las curvas de su cuerpo ni la


sensación de tenerla entre mis brazos. Nervioso meso mis
cabellos en el mismo momento en el que el camarero se
acerca para tomarme nota.

―Café. ―solicito y mis ojos vuelan en dirección a la


entrada para ver aparecer a la culpable de mi estado de
tensión.

Casi se me olvida respirar al verla, enfundada en un


vestido rojo intenso que se adhiere a cada curva de su
figura.

De forma literal babeo ante su presencia.

Marinet

Hago mi entrada triunfal en la cafetería, digo esto porque


la mirada encendida de Kris no se aparta de mí, lo que
provoca que un cosquilleo intenso se instale en mi
estómago.

Como siempre, está arrebatador, este hombre creo que


se vuelve más guapo cada día. Su cabello negro como la
noche repeinado y brillante junto con esas esmeraldas
chispeantes que tiene en sus pupilas resultan hechizantes.
La anticipación se presenta en mí con unas piruetas en
mi intestino, aunque como buena actriz exhibo una
esplendorosa sonrisa y camino con paso firme hasta la
mesa que ocupa Kris.

―Buenas Kris. ―saludo ocupando la silla justo frente a


él. Es preferible tenerlo frente que al lado. Mi cuerpo no
entiende de resistencia cuando de roces con Kris Adagio se
trata.

―Hola. ―contesta con su rostro serio.

Ahí está de nuevo la sensación de que Kris alza sus


barreras frente a mí para que no pueda leer en su cara
ninguna emoción.

―Bueno, vayamos al grano. ¿Qué tienes? ―Abordo con


decisión.

Kris saca su smartphone del bolsillo de su americana y


mientras lo observo pienso:

‹‹Este hombre nunca viste casual››

―Aquí tienes un reportaje fotográfico de las actividades


de Phillip. Te aviso que puede ser impactante. ―comunica
ofreciéndome el aparato.

Con la yema de mi dedo índice paso la primera foto, la


segunda y así sucesivamente.

No tiene desperdicio y aunque muchas de las fotos


consiguen sorprenderme, no siento nada.

No es raro, porque el amor nunca ha estado presente en


la ecuación formada por Phillip y yo. Pero tengo material
suficiente para mandarlo a freír espárragos. Deshacerme de
él y de su familia snob.

―Gracias Kris. ―digo mirándolo con fijación.

―Te envío ahora mismo todas las fotos. Hay material


suficiente para anular la boda. ―dice entretanto trastea el
móvil enviándome los archivos.

―Kris, no voy a anular la boda, además necesito un


último favor. ―anuncio ante la mirada contrariada de él.

― ¡Estás loca! Después de todo lo que te he enseñado de


esa rata asquerosa, piensas seguir adelante con esa
pantomima. ―exclama escandalizado.

―Kris, necesito que confíes en mí, no como mujer, sino


como amiga. Quiero que acudas a la boda, allí
comprenderás todo. ―solicito sin apartar mis ojos de su
rostro.

Sé que después de lo que ha pasado entre nosotros, de


haberle ocultado mi identidad real, lo que le pido es un acto
de fe y dudo si Kris aceptará.

―Está bien, Ninet, allí estaré. ―proclama y se pone en


pie dispuesto a marcharse.

―Kris, no he tenido oportunidad de pedirte disculpas por


ocultar mi identidad real. De verdad que lo siento. ―digo
con sinceridad.

Él asiente en silencio y se marcha apresurado.


Capítulo 20
Marinet
El gran día ha llegado, el castillo de Cheverny parece un
hervidero de gente arriba y gente abajo.

Está todo calculado al milésimo detalle, el diseñador del


vestido da los últimos ajustes a su obra mientras estoy
absorta en el reflejo que me devuelve el espejo.

Un halo de tristeza se instala en mi mirada, porque todo


podría haber sido distinto. Pero al segundo me reprendo, ya
que lo mejor que ha podido pasar es descubrir qué clase de
persona era en realidad Phillip Parrot.

Unos golpes en la puerta de mi habitación captan mi


atención, a continuación, se abre y aparece mi gran amiga.

Su presencia es un soplo de aire fresco para mí.

―Ayleen—exclamo lanzándome a sus brazos― ¡Estás


preciosa!

―Tú sí que estás hermosa ―alaba Ayleen emocionada,


repasándome de arriba abajo.

En la habitación está la maquilladora y el estilista


intentando acabar de arreglarme, por lo que sus caras
parecen mapas por la interrupción.

El momento preciso es este, así que me giro hacia los


empleados.

―Necesito un poco de intimidad. Diez minutos. ―Pero,


señorita Legrand no nos dará tiempo ―. Se queja el
estilista.

―Claro que sí, Rudolf no sufras.

Una vez solas, miro con fijación a Ayleen, estás hermosa


a pesar de las sombras oscuras bajo sus ojos que ha
intentado disimular con el maquillaje.

― ¿Cómo estás? ―pregunto invitándola con la mano


para que se siente junto a mí en la cama.

―Bien―contesta, sin embargo, no parece convencida.

―Sabes que cuando te vea mi hermano le va a dar un


ataque al corazón con ese escote que te has
puesto―comento divertida.

―Ya me ha visto y para tu información me ha ignorado


—. Confiesa Ayleen.

―Es buen actor, pero apenas come, solo trabaja y


cuando no se encierra en su despacho con su amiga la
botella― explico ante la escéptica mirada de Ayleen.

―Marinet por favor. Él ya ha tomado la decisión, debes


aceptarla, yo lo intento. Por lo que te pido que no te metas.
No quiero que la relación que tienes con tu hermano se
empañe porque culpa de lo nuestro ― Pide mi amiga en
sinceridad.

―Bueno… No te preocupes que no llegará la sangre al


río. Además, debo explicarte algo. No creo que sea
realmente lo tuyo con mi hermano, lo que enturbie mi
relación con él…

Los ojos de Ayleen se abren con sorpresa esperando que


le explique.
―Descubrí que Phillip no es el hombre que creía.
―comunico, pero Ayleen no parece sorprendida.

Arqueo las cejas con interrogación.

―Verás Marinet, sé que esto que te diga es una razón


más que te voy a dar para dejar de ser mi amiga. ―Empieza
a explicar Ayleen apesadumbrada.

―Ayleen, habla. ―exijo.

―Descubrí que Phillip no era el tipo que predicaba la


noche de la Luna Noir, pero él me amenazó para que no te
lo explicara.

―Está bien Ayleen, no te preocupes, sé bien cómo se las


gasta mi futuro marido. ―proclamo en un intento de que mi
amiga se tranquilice.

No pienso tomar en cuenta que Ayleen haya guardado


silencio porque soy consciente que Phillip es capaz de todo.

―Marinet, aun sabiendo lo capullo que es Phillip, ¿vas a


seguir adelante con esta boda? ―interroga mi amiga
escandalizada.

Una sonrisa ladina se dibuja en mi rostro, ante el


desconcierto de Ayleen.

―Todo a su debido tiempo, amiga…

Kris Adagio
Permanezco entre los invitados, mi misión es pasar
desapercibido en esta pantomima, pero no puedo contener
la tentación de acercarme Adrien Legrand. Está junto a la
barra y al parecer su aspecto deja mucho que desear. Mi
naturaleza traviesa me impulsa a tentarlo.

―Empiezas pronto, Legrand. ―expreso de manera


altanera.

El rostro de Adrien se contrae molesto, ni siquiera se


digna a mirarme, mantiene sus ojos hipnóticos en el vaso de
licor que sostiene con una de sus manos.

―No todos los días se casa mi hermana


pequeña―exclama como justificación.

Ahora me toca a mí crisparme, porque el recordatorio de


la boda de mi ángel me cabrea, aunque ella me ha
solicitado que confíe. Pero no puedo evitar sentirme como
una bestia cada vez que imagino al gilipollas de Phillip a su
lado.

― ¡A la salud de tu hermana, entonces! ―proclamo


alzando mi copa y opto por desaparecer entre los invitados.

Al fondo veo a Ayleen y decido ir a saludarla, como


siempre, la amiga de mi ángel está esplendorosa.

―Hola belleza, ¿qué tal? ―saludo con una sonrisa


amable.

―Hola Kris, bien un poco nerviosa. ―contesta alegre.

No podemos profundizar mucho en la conversación


porque como salido de la nada se acerca Adrien.

―Te la robo un minuto.

Y sin más arranca literalmente a Ayleen de mi lado. Entre


estos dos está claro que sucede algo, sin embargo, prefiero
no saber.

Adrien gasta un carácter de mil demonios cuando se


trata de Ayleen, así que lo mejor es no inmiscuirme.

Marinet
Por el pasillo coronado por flores avanzo colgada del
brazo de Adrién, arrebatador como siempre. Noto como
muchas de las invitadas posan sus ojos en él embelesadas.

Al fondo me espera Phillip con un esmoquin y a su lado la


snob de su madre, con un peinado demasiado cardado y un
tocado de flores imposibles.

Adrien me entrega en el altar a Phillip y hace un gesto


cortés con su cabeza. A continuación, mi hermano se dirige
a su lugar en la primera fila y para mi sorpresa se coloca
junto Ayleen, lo que provoca que no pueda reprimir una
sonrisa.

La ceremonia empieza con el juez de paz.

Nos hemos reunido aquí para que Philip y Marinet se


unan en matrimonio, a continuación, los novios leerán los
votos que ellos mismos han escrito. Comenzará el novio,
Phillip.

Marinet, prometo amarte siempre, contar contigo,


respetarte y serte fiel cada día de mi vida. Por eso te solicito
que me aceptes.

Las palabras de Phillip penetran en mi cerebro y tengo


unas ganas terribles de romper en carcajadas, pero me
contengo.

Cuando el juez me da paso hago un gesto con mi mano


ante la sorpresa de todos.
Unos camareros aparecen arrastrando en una plataforma
de ruedas una pantalla de setenta pulgadas.

―Bueno, yo, no voy a leer los votos, he pensado que


sería mejor dedicarte un video―explico sonriente, con un
extraño brillo en mis ojos.

Saco un pequeño mando y presiono el botón del play.

‹‹ ¡Que empiece el espectáculo! ››, declaro en mi mente.

Las caras de estupor de los padres de Phillip al ver a su


hijo participando activamente en una orgía, son dignas de
admirar. El mismo novio no da crédito a lo que ve en la
pantalla. Esa satisfacción no se paga con dinero.

―Marinet―. gruñe rabioso Phillip y se lanza contra mí


para arrebatarme el mando.

Resistirme no es una opción, así que se lo facilito de


buena gana, sonriente, eso sí. Él se apresura en su intento
de parar el video ante los miles de ojos que lo observan con
reprobación.

―Bueno, quiero dar las gracias a todos por asistir, como


comprenderán no va a haber boda, pero si baile y comida,
disfruten ―. proclama satisfecha.

―Eres una zorra…―sisea Philip con los ojos encendidos


en sangre, lanzándose directo a agredirme.

En un acto de reflejo, retrocedo, sin embargo, de la nada


emerge Kris, no me da tiempo a mucho más porque sin
pensar me carga en sus brazos y desaparecemos de allí.
Capítulo 21
Marinet
Un mes después

Atrás he dejado mi vida, cuando sucedió lo de la boda


fallida con Phillip, huí con Kris. Tomé la decisión de
instalarme en Londres lejos de mi vida cotidiana. Pues la
imperiosa necesidad de empezar de cero me empujó a
hacerlo.

No obstante, nada ha acaecido como imaginé, confieso


que albergué la esperanza de que Kris y yo mantuviéramos
una relación, pero eso no ha pasado. Porque desde que me
instalé en Londres, no lo he visto ni un solo día.

Pronto descubrí el lugar donde quizás se escondiera.


Edén Paradise, un local swinger muy en alza en una de las
mejores zonas nocturnas de Londres. Así que, con decisión,
me vestí para matar, con un vestido plateado bastante más
corto de los que solía llevar y llamé a un taxi.

“Si la montaña no venía a Mahoma, pues Mahoma iría a


la montaña”.

Kris tuvo un mes de margen para ponerse en contacto


conmigo y no lo hizo, no obstante, yo no me definía como
una mujer paciente, más bien al contrario.

Pago la carrera al taxista que no se reprime al darme un


repaso exhaustivo, lo que lejos de molestarme me satisface.
Porque hoy es la impresión que quiero dar, ansío que a Kris
se le caiga la mandíbula al verme.
Observo que hay gente esperando para entrar, no es la
primera vez que estoy aquí, hace seis años también me
encontré en este lugar. Pero no ha sido hasta hace poco que
he descubierto que amo y señor de este sitio es Kris Adagio.

Cuando me llega el turno uno de los gorilas, me mira con


más atención de la habitual, lo que me extraña. Es el más
corpulento, con una cicatriz que atraviesa desde el lado
izquierdo de su frente atravesando su párpado hasta llegar
al mentón. Sin embargo, no era solo la cicatriz lo que capta
la atención, sino unos ojos grises saltones que parecían
acero líquido. Su repaso dura unos segundos más de lo
habitual, aun así, no pone problemas para que entre.

Una vez dentro, sé que encontrar a Kris no va a ser tarea


fácil. Primero, porque el local parece una gran lata de
sardinas. Segundo, porque Kris es un tipo escurridizo.

Opto por aproximarme a una de las barras laterales del


local, de repente me ha entrado algo de sed.

Mientras disfruto de mi cóctel apoyada a la barra en el


escenario central anuncian un espectáculo. En segundos,
una mujer engalanada con un vestido de lentejuelas verdes
del cual cuelga una cola de plumas empieza a cantar.

No puedo retirar los ojos de la actuación, la mujer canta


genial, además me causa cierta envidia porque siempre me
ha gustado cantar. Ser cantante ha sido mi profesión
frustrada. Pero es que naciendo en el seno de una familia
como la mía eso no tenía cabida.

―Veo que estás disfrutando, ¿Conoces a Lulu?

La voz proviene de mi espalda, me giro para comprobar


que es el barman quien me habla.
Antes no le presté demasiada atención, pero ahora que
lo tengo frente a frente mirándome, me doy cuenta de que
no está nada mal. Su piel morena a juego con sus ojos
grises y su pelo de colores que descansa en su cabeza en
forma de cresta resultan excitantes.

―Sí, canta muy bien. ―contesto acompañando mis


palabras con una suave sonrisa.

―Pues es una lástima, ya no podrás disfrutar más de su


voz en este local, porque es su última actuación. Ha dado el
salto al estrellato firmando un contrato con una
discográfica. ―explica el barman animado.

―Bueno, una lástima para vuestro local, una suerte para


ella, ¿no? ―observo guiñándole un ojo pizpireta.

La cara de póker del chico provoca que casi no pueda


reprimir una carcajada, porque queda claro que no esperaba
esa respuesta.

―Me gusta tu forma de ver las cosas. ―anuncia una vez


repuesto de la sorpresa inicial y coloca un vaso de chupito
sobre la barra― ¡A este invita la casa!

Lo acepto de buena gana, acercando el vaso a mis labios


para vaciarlo de golpe.

―Gracias.

― ¿Y tienes nombre, beautiful?

―Te veo audaz unicornio. ―exclamo riéndome.

Pestañea seguido y lleva su mano al pecho ofendido,


pero la sonrisa que se dibuja en su rostro, lo delata, lejos de
enfadarse por el apodo que he utilizado está más que
divertido.

―Me has cautivado beautiful, ¿eres de Londres? ―se


interesa el chico.

―Llevo poco viviendo aquí, pero espero quedarme algún


tiempo. ―explico.

La verdad es que me gusta tener conversación, ya que


llevo un mes enclaustrada en mi apartamento hablando con
las paredes.

―Bueno, espero que podamos vernos a menudo


beautiful, soy Marrow para servirte. ―se presenta haciendo
un gesto reverencial con una de sus manos.

Cuando estoy a punto de confesarle mi nombre una


compañera lo avisa para que atienda el otro lado de la barra
y me quedo con la palabra en la boca.

Kris Adagio
Un mes, un maldito mes resistiendo la tentación de
llamarla, visitarla…

Sin embargo, mi autocontrol ha prevalecido ante mis


anhelos. Cuando la saqué de Cheverny ese maldito día,
alejándola de esa basura de Phillip, no calculé las
consecuencias.

Porque Marinet ahora vivía en la misma ciudad que yo, lo


que significaba que la tentación me llamaba de cerca.

Me pasaba escondido, prácticamente, entre mi oficina y


el club, como esa noche. En el despacho de la planta
superior oteando de vez en cuando las cámaras que tengo
instaladas en el mismo. Siempre me ha gustado saber lo
que pasa en mi casa. Por eso cuando reformé el Edén
Paradise di indicaciones explícitas para que instalaran un
equipo audiovisual en mi oficina.

Ahora mismo con un vaso de tequila entre mis dedos


miro hastiado las imágenes que devuelven las ocho
pantallas que tengo. De repente algo brillante capta toda mi
atención, me alzo de la silla donde hasta el momento
permanecía sentado y me aproximo a la imagen.

Mis ojos no pueden despegarse, la sorpresa me tiene en


estado de parálisis total. No doy crédito a lo que veo en este
mismo instante.

Allí apoyada en una de las barras del club, está mi


hechicera, mi ángel…

‹‹Mi medio hermana››, obligo a mi mente a hacer


hincapié en ese dato esencial que mi cuerpo parece haber
obviado.

Porque noto como si una descarga eléctrica recorriera


cada fibra de mi ser. Mi verga reacciona ante la imagen de
mi ángel enfundada con un vestido extra corto que no deja
a la imaginación sus torneadas piernas.

Espectacular y extra follable, son las únicas palabras que


evoca mi mente.

¡Madre mía!, esta mujer es mi condena, porque por


mucho que no debo desearla lo hago como a ninguna otra.
Paso mis manos desesperado por mi pelo y casi me meto en
el interior del monitor cuando la veo sonreír y coquetear con
uno de mis empleados.

La ira ciega toda coherencia en mí. Salgo disparado de


mi despacho y enfilo escaleras abajo para estrangular con
mis propias manos a esa hechicera de mirada marina que
es mi obsesión.
Capítulo 22
Marinet
Marrow sigue enfrascado en su tarea, la barra está en
pleno auge ahora que la actuación de lulú ha finalizado.
Decido esperar un poco más, porque necesito aprovechar la
sabiduría de mi nuevo amigo arcoíris para sonsacarle
información sobre su ilustrísimo jefe.

― ¿Qué haces aquí?

Esa pregunta que suena más a gruñido gutural que a


otra cosa, pone los pelos de punta de mi nuca. Porque no
tengo necesidad de darme la vuelta para comprobar que
está pegado a mi espalda. Mis bragas casi se han volatizado
solo de escucharlo.

Inspiro para insuflarme el coraje y así evitar que perciba


que en el mismo momento de su aparición me he
convertido en un flan. Y entonces me permito el lujo de
girarme con lentitud.

― ¡Alabado se Dios! Por fin apareces, pensé que te


habías volatilizado o algo así. ―ataco con ironía mirándolo
con fijación.

Como siempre Kris Adagio va vestido con un traje a


medida que le sienta como un guante y que lo convierte en
espécimen de esos que cortan la respiración.

― ¡Maldita sea, no juegues conmigo! ―gruñe Kris


agarrándome de un brazo para arrastrarme a través de la
gente.
No pienso resistirme porque con el ruido que hay en la
zona donde nos encontramos no podemos hablar. Subimos
unas escaleras y atravesamos un largo pasillo hasta llegar a
una puerta negra con una placa plateada que exhibe un
letrero donde se puede leer:

Dirección.

Entramos al despacho y cierra sin cuidado la puerta,


dando un sonoro portazo.

Solo con ese gesto Kris delata su actual estado de ánimo,


no obstante, nunca me he caracterizado por ser asustadiza,
más bien lo contrario. Tengo una vena temeraria e impulsiva
que suele hacer acto de presencia en momentos como este.

― ¿Se puede saber que cojones haces en el club? ―grita


sin preocuparle alzar la voz.

― ¿Esto sí que es gracioso, no puedo acudir a un club


nocturno sin tu beneplácito? ―encaro alzando ambas de
mis cejas.

―No manipules Marinet, te lo advierto. Lo que quiero


decir es que no puedes venir a mi club sin mi permiso. ―se
justifica, esta vez, su tono es más bajo.

―Pues conseguir tu permiso puede ser una ardua tarea


mi querido Kris. Desde que me mudé a Londres te has
esfumado como el humo. ―mientras hablo acorto la
distancia que nos separa, exagero mi balanceo de caderas y
me coloco casi pegada a él.

Elevo mis ojos y los fijo en los suyos que me están


fulminando como si quisieran asesinarme o tal vez comerme
entera.
Sonrío para mis adentros, porque ir en plan guerrero,
parece que frena a la bestia que minutos antes era Kris.

―Sabes Kris, tengo la impresión de que te doy un poco


de miedo―expreso con tono susurrante mientras con mi
dedo índice recorro el camino del cuello de su camisa hasta
la cintura de su pantalón.

Percibo como aguanta la respiración ante mi osadía.

Kris Adagio
―Marinet―alcanzo a decir con voz estrangulada. ―Soy
un hombre ocupado, no puedo estar pendiente de tu
adaptación a la nueva ciudad. ―miento vilmente.

Esta mujer es una diosa que me vuelve el cerebro chicle,


tan solo puedo pensar en empotrarla en la pared y
hundirme en ella como un animal hasta sacarla de mi
cabeza. Pero eso no puede pasar, lo sé. Aun así, mi erección
parece que todavía no lo ha asumido.

Doy un paso atrás para poner distancia ante la mirada


entornada de ella, escéptica ante mi actuación. Es necesario
mantenerme a una distancia prudencial, porque mi
autocontrol se resquebraja por momentos.

―Agradece que aún te estoy agradecida por ayudarme


con el tema de Phillip, porque si no ahora mismo te llevabas
una hostia del tamaño de una alud de nieve. ―increpa
perdiendo un poco la seguridad que hasta el momento la
acompañaba.

―Si necesitas trabajo e incluso dinero para mantenerte,


puedo ayudarte, pero nada más. Hasta aquí llega nuestra
interrelación. ―Tras pronunciar esa frase me doy cuenta de
que la he cagado a base de bien, no obstante, es tarde para
rectificar.

La veo alzar la barbilla con dignidad y sus ojos echan


fuego en mi contra.

―No gracias, no necesito nada de ti.

Dicho esto, abre la puerta y desaparece de mi despacho.

Todos mis actos desde que la viera tonteando en la barra


del club con uno de mis empleados han sido una cadena de
errores garrafales de quinceañero cachondo y celoso. Por
eso ahora mismo estoy bebiendo tequila de la botella
directo a mi boca para que el líquido transparente, me nuble
la consciencia y me permita olvidarme de todo, sobre todo
de mi ángel.

Marinet
Salgo como un vendaval del despacho del capullo de
Kris. Lástima que creyese que volver a verlo era una idea
genial, porque estaba equivocada.

Una vez más Kris Adagio me ha dado una lección, porque


por mucho que he desplegado mis armas de mujer para
increparlo a reconocer que se muere por mi como yo por él,
lo único que ha hecho ha sido poner distancia.

El corazón me bombea mil por hora mientras bajo las


escalera, fustigándome en mi cabeza por ser tan ingenua. Él
nunca va a ceder, es un orgulloso.

Cuando llego de nuevo a la barra, necesito algo fuerte.

―Tequila. ―solicito.

― ¿Qué pasa beautiful, pareces alterada?


Al minuto reconozco a Marrow y algo de paz se abre
camino en mi tormentoso estado de ánimo.

―Sí por favor.

―Si necesitas hablar, mi turno acaba en diez minutos.


―se ofrece.

―Okey te acepto la oferta.

Apuro mi tequila un poco más calmada entretanto


aparece Marrow que ya ha acabado su jornada y juntos
abandonamos el Edén Paradise.

―Hasta mañana Oso. ―se despide del gorila de la


cicatriz.

Caminamos quinientos metros donde según mi nuevo


amigo multicolor hay una cafetería nocturna. Nos sentamos
en una mesa y pedimos.

―A ver beautiful aún me debes tu nombre. ―bromea


Marrow acercándose la taza humeante café a su boca.

Marrow me arranca una sonrisa sincera.

―Marinet es mi nombre.

―Hasta el nombre lo tienes bonito beautiful. Y ahora


cuéntame tu historia. ―propone atento.

En ocasiones nos encontramos con personas en la vida,


que, a pesar de no conocerlas desde hace mucho, te
inspiran a contarles tus más negros secretos. Feeling lo
llaman algunos, conexión otros.
Marrow genera ese vínculo conmigo y allí me veo de
madrugada explicándole mis andanzas desde que
descubriera que mi prometido era un cerdo y a la vez me
reencontrara con el único hombre en mi vida que me ha
hecho vibrar. Omitiendo nombres por supuesto, no necesito
que Marrow sepa que el capullo de su jefe en mi caramelo
ansiado.

― ¡Guau!, es una historia peculiar. Pero míralo por el lado


bueno, ahora tienes la oportunidad de forjarte un nuevo
destino, Marinet. ―anuncia dándome ánimos.

―Si tienes razón, es la mejor manera de verlo.


―corroboro.

―Podrías trabajar conmigo en el club, pagan


bien―propone de repente.

― ¿De camarera? ―pregunto espantada.

No sería capaz de servir ni una copa, pero ese dato lo


omito.

―Si, cantante hay una vacante.

Estoy segura de que Marro dice lo de cantante de broma,


sin embargo, ese puesto si me interesa. Porque es hora de
pensar en mí y en mis sueños.

―Bueno, lo de cantante me interesa, ¿Cuándo es la


audición de prueba? ―exclamo alegre.

―No estás de broma, ¿verdad? ―indaga Marrow


sorprendido.

―Nunca he hablado más en serio unicornio. ―anuncio y


ambos rompemos en carcajadas.
Capítulo 23
2 meses después

Kris Adagio
Después de dos meses sin pisar Londres, es hora de
regresar, y aquí estoy volando en mi avión.

Tras la noche en la que Marinet visitó el Edén Paradise,


se convirtió en una necesidad poner distancia, así que
decidí revisar mis otros negocios en el resto de los países.

Decidí huir, si, no obstante, me quedé sin opciones,


porque estar cerca de mi ángel dinamitaba mi control.

En este tiempo ni siquiera he sabido de ella, tampoco


contacté a mi detective para hacerlo.

Me propuse aplicar el antiguo refrán que dice:

“Ojos que no ven, corazón que no siente”

Y de momento me siento en paz, aunque la prueba de


fuego será encontrarla de nuevo. Porque estoy casi seguro
de que nuestros caminos seguirán cruzándose. Las brujas
del destino me la tienen jurada en ese tema.

Lo positivo de mis dos meses de tour, era que los locales


adquiridos en el trato que firmé con mi medio hermano eran
sitios selectos que funcionaban como relojes suizos, todos
menos el de Sant Petersburgo.

Aun así, de momento este último lo dejaría para más


adelante. Porque si mi olfato no fallaba, contaba en mis filas
con el hombre adecuado para dirigir aquel antro y
transformarlo.

El primer lugar al que me dirijo nada más aterrizar es mis


oficinas centrales para comprobar que todo está en orden.
Mi segundo al mando, Bennett Carson, es muy eficiente, no
obstante, siempre disfruto revisando todo yo mismo.

Marinet
Cuelgo la llamada con Ayleen porque si no me apresuro
llegaré tarde al club. Salto del sillón donde estaba
repantigada charlando con mi amiga, bueno, más bien
cuñada, aunque me cuesta acostumbrarme a dirigirme a
ella de esa forma.

Una vez más el cabezota de mi hermano ni siquiera ha


querido ponerse, aún no me ha perdonado por largarme de
mi boda fallida. Lo peor es que tampoco me ha brindado la
oportunidad de explicarme.

Ayleen siempre lo disculpa y solicita que tenga paciencia


en el tema. Quien mejor que yo sé cómo es el autoritario
Adrien Legrand.

Con más prisa de la que quisiera salgo de mi


apartamento en dirección al club.

Agradezco a diario ese primer día que pisé el suelo del


Edén Paradise, porque ahí cambió mi vida.

El tiempo pasa rápido, dos meses han transcurrido desde


que me contrataron como cantante en Edén Paradise y la
verdad es lo mejor que me pudo pasar.

A veces me pregunto por qué Kris permitió que eso


sucediera, sin embargo, no le dedico ni dos minutos de
pensamientos. Para mí el capullo de Kris solo es un mal
recuerdo.

Pasadas las siete atravieso la puerta del local, saludo a


Oso, ese grandullón y yo al final nos hemos hecho colegas.
A pesar de su aspecto intimidatorio es como un gran osito
de peluche con cicatriz incluida.

A continuación, me aborda mi unicornio o chico arcoíris


como lo llamo a veces para arrancarle una de sus
maravillosas sonrisas.

―! Beautiful!, pensaba que te había pasado algo, llegas


más tarde de lo normal.

―No te preocupes Marrow, las mujeres solemos hablar


demasiado. Me enredé charlando con Ayleen.

Veo como Marrow suspira y menea la cabeza de un lado


al otro.

―Okey, a veces se me olvida lo mucho que te gusta


hablar. ―comenta sonriente. ―prepárate beautiful, que hoy
la gente está más agitada de lo normal. El jefe regresa
después de dos meses.

¡Madre mía!, no sé si alcanzo a escuchar correctamente,


pero mis ojos parecen saltar de mis cuencas.

― ¿El jefe? ―interrogo pasmada con la esperanza que


Marrow llame jefe a cualquiera de los subordinados del
capullo que no considero ni nombrar.

Marrow me mira como si de repente me hubieran crecido


siete cabezas.
―Marinet, el jefe, el amo, el dueño de este club, el que
nos paga la nómina a final de mes. ―explica de manera
acelerada.

‹‹Joder››, sisea mi mente.

―Vamos Marrow relájate hombre y deja de atosigar a


nuestro ángel―La voz de Oso a mis espaldas me
tranquilizan.

―Está bien, Oso. Vamos Marinet hoy será tu gran


presentación ante el Señor Adagio. ―proclama guiñándome
uno de sus ojos cómplices.

Paralizada, aterrada, estática, no encuentro el adjetivo


exacto para definir como me siento en este mismo
momento tras escuchar de los labios de mi amigo en
nombre que no quería.

“¡Joder, estoy muerta!”

―Vamos ángel, seguro que conquistas a Kris como has


hecho con todos nosotros. ―anima Oso palmeando mi
espalda.

Al parecer lo dije en voz alta.

Me limito a esbozar una tenue sonrisa a mi amigo que


me mira con verdadera adoración y desaparezco en los
camerinos.

Cuando empiezo a desvestirme un temblor inusual


asedia mis manos. Tan solo pensar en volver a encontrarme
a Kris, todas las fibras de mi cuerpo zumban como si
estuvieran en una rueda cubana.
―Hola Ángel, ¿ya sabes la noticia?, el gran jefe estará
esta noche. ―exclama Margot mientras se coloca las
pestañas postizas.

Aquí todos se refieren a mi como ángel, así me


bautizaron el primer dia que me escucharon cantar y todos
mis compañeros me llaman “Ángel”. Margot es una de las
bailarinas de pódium central, son los que están en la pista.

―Sí lo sé. ―contesto con despreocupación.

― ¡Sabes que ese hombre es como un Dios!, ¡oh


papasito! Lo devoraría de cabeza a pies. ―proclama
relamiéndose frente al espejo.

El aguijón de los celos penetra en mi corazón en un


segundo al escucharla, sin embargo, muerdo el interior de
mi mejilla para retener mi lengua viperina.

Margot no ha dicho nada que no sea real, porque Kris


está como quiere, cualquier mujer babearía por todos sus
huesos, bueno, más bien por la materia que recubre los
mismos.

―Margot, hay muchos hombres como él, pero ellos


pueden tener a la mujer que deseen. ―comento de soslayo.

―Pues ojalá me elija a mí algún día, mi amor. ―responde


Margot soltando una risilla divertida.

No puedo más que sonreír por las ocurrencias de mi


compañera.

Kris Adagio
Decido llegar pronto al club, revisar que todo esté en
orden, aunque Oso seguro que como siempre ha realizado
un trabajo ejemplar.
―Buenas, jefe. ―saluda Oso y nos estrechamos las
manos con cordialidad.

Son muchos los años que llevamos trabajando juntos y,


además, de ser empleado y jefe, una amistad se ha forjado
entre nosotros.

―Oso, qué alegría estar de nuevo aquí―anuncio porque


así me siento.

Edén Paradise es mi niño bonito en los negocios, fue el


primer local que abrí e invertí el poco dinero que tenía. Por
suerte cumplió y superó mis expectativas iniciales, en la
actualidad está entre los mejores locales swingers europeos.

―Es un placer tenerte de nuevo por aquí. ―informa Oso


con sinceridad.

―Si, se agradece, además, has hecho un gran trabajo


amigo, por lo que dicen que el club ha elevado su
concurrencia.

―Bueno, no es responsabilidad mía, más bien de un


ángel. Esa chica ha sido el mejor acierto. Embruja a todos
con su magnífica voz y con su presencia. ―comunica Oso
enumerando las virtudes de la chica.

Por un momento al escuchar el nombre de ángel, miles


de recuerdos bombardean mi mente que lucha por evocar la
imagen de mi anhelado ángel. Despejo todos esos
pensamientos y regreso a la conversación que me ocupa.

―Supongo que todas esas alabanzas son para la nueva


cantante. Estoy deseando conocerla en persona. ―contesto.
Es verdad, durante mi ausencia muchos conocidos me
comentaron lo excepcional del nuevo fichaje de Edén
Paradise. Por esa razón las ansias de conocerla crecían.

―Sí, Kris ella te va a encantar.

―Estoy seguro amigo. ―afirmo y lo dejo para enfilar las


escaleras que dan acceso a mi despacho.
Capítulo 24
Marinet
Durante unos minutos permanezco embobada, mirando
el reflejo que el espejo de mi camerino me muestra. El
vestido de color azul brillante se adhiere a mi cuerpo como
una segunda piel, la abertura central deja mis piernas a la
vista. El escote son dos tiras que solo tapan mis pezones.
He decidido recoger mi pelo en una cola alta que cae hasta
mitad de mi espalda.

Me encanta todo el conjunto, me siento sexy con el


atuendo, lástima que por dentro soy un manojo de nervios.

Vacío el botellín de agua que tengo de un solo trago e


inspiro varias veces.

―Ángel, cinco minutos. ―avisa Becca, la coordinadora.

Alzo el pulgar en señal de confirmación mientras efectúo


los ejercicios de garganta previos.

Reviso el reloj que tengo sobre el tocador del camerino


para contabilizar los cinco minutos Una vez transcurridos,
pongo dirección al escenario.

Kris Adagio
Unos golpes en mi despacho me sobresaltan sacándome
de mi concentración en las facturas que están esparcidas
sobre mi escritorio.

―Adelante. ―invito.
Al minuto mi gran amigo Robert Macnikols aparece
sonriente en el vano de la puerta. Me levanto contento de
verlo y nos fundimos en un leve abrazo.

― ¡Me alegro un montón de verte, amigo! ―exclamo.

―No hace falta que lo jures, casi me provocas una


contractura con tu abrazo. ―bromea.

Me alejo para recoger un poco los papeles esparcidos


ante la mirada de Robert.

― ¿Qué has estado matándote en el gym estos dos


meses? ―pregunta sarcástico sentándose frente a mí.

―Negaré haber dicho esto, pero incluso he echado de


menos tus bromitas a mi costa. ―comento.

―Bueno, apresúrate, tenemos toda la noche para que


cuentes tus andanzas de estos dos meses. No obstante, la
actuación de la estrella del club empieza en cinco minutos y
no me la quiero perder. ―comunica Robert comprobando su
reloj de muñeca.

―Okey, tranquilo amigo que llegamos. ¿Ya la conoces?


―Le pregunto a mi amigo con curiosidad. La verdad es que
tanta expectación por la nueva cantante me tiene intrigado.

―No, hemos tenido mucho ajetreo en el hospital los


últimos meses y no he pisado el club. Pero la gente la adora.
Y tengo curiosidad. ―confiesa Robert.

―Ya somos dos. ―admito antes de salir del despacho.

Como siempre nos colocamos en el reservado que tengo


asignado, donde la vista del escenario es privilegiada. Los
focos disparan su blanca luz sobre la figura que está de
espaldas y las primeras notas musicales acompañan sus
movimientos al girarse de forma sensual hacia los
espectadores.

Frente a mí está la mujer más hermosa y sexy que jamás


he visto. Mis ojos casi se salen de mis cuencas cuando las
luces dan justo en su cara.

No doy crédito a lo que veo. En mitad del escenario, casi


desnuda, con un vestido que enseña más que tapa, está mi
hechicera, la bruja que me tiene en estado de celibato
desde que tres meses atrás la probara.

‹‹ ¡Joder!, me cago en la puta››, voceo en mi mente a


grito pelado.

¡No puede ser! Marinet, mi ángel y resulta que también


es la cantante que tiene a todos embelesados en el Edén
Paradise.

La tensión consigue que todos mis músculos


permanezcan rígidos en mi asiento y mis manos que
descansan en los apoyabrazos aprietan con tal fuerza que
mis nudillos se tornan blanquecinos. El fuego corre por mis
venas y las ganas de lanzarme al escenario y cargar a Ninet
sobre mi hombro llevándomela sin más crecen en
desproporción.

Mi cuerpo sigue sus impulsos y hago el intento de


levantarme, pero el brazo de Robert me lo impide.

―Kris mantén la calma―aconseja.

Y recurriendo al poco control que me queda decido por


una vez hacer caso de su recomendación.
Me concentro en la actuación, veo como todos los
asistentes escuchan embelesados la dulce voz de mi ángel.
Es como un canto de sirena que te envuelve en su red de
conquista postrándote a sus pies.

Si su imagen es la de una diosa, su voz es la de un ángel,


ahora comprendo por qué todos están contentos con ella.
Pero en mi fuero interno odio a todos y cada uno de los
presentes por mirarla, por adorarla, porque siento celos
hasta de mi amigo que disfruta de la actuación
deslumbrado.

Marinet
Cuando acabo la actuación me dirijo al camerino. No he
visto a Kris entre el público, al parecer las luces hoy eran
más intensas que nunca y limitaban mi visión.

Quizás sea algo bueno que no lo haya visto, con suerte él


tampoco a mí.

‹‹Si claro y los burros vuelan››, reprende mi conciencia.

La puerta del camerino se abre de forma abrupta y


consigue que dé un respingo. Al girarme mis ojos se quedan
fijos en él. Sin apenas pestañear, lo devoro, lo imprimo con
mis pupilas, como si necesitara memorizarlo de nuevo.
Grabar en mi cabeza cada parte de su formidable presencia.

Mis rodillas amenazan con ponerse a temblar, mala idea


contando que me encuentro subida en unas sandalias de
plataforma de más de quince centímetros. Así que aprieto
mis piernas para mantenerlas a raya.

‹‹ ¡Dios, como lo he echado de menos! ››. Y me reprendo


por dejar volar en mi mente ese arraigado pensamiento.
Sus ojos, los mismos que durante noches me han
perseguido en mis sueños más candentes, no pierden
detalle, porque desde que irrumpiera no se han despegado
de mi cuerpo.

La puerta vuelve abrirse y la cabeza de Becca se asoma.

― ¡Upps! Lo siento señor. Ángel, tus admiradores


esperan para saludarte. ―informa.

―Está bien, dame diez minutos. ―solicito ante el


asentimiento de Becca que por su mirada expresiva se hace
cargo de la situación.

Una vez solos, las cejas alzadas de Kris me interrogan en


silencio.

Decido ignorarlo. Si quiere empezar una conversación


que sea él el primero.

Desinteresada me aproximo al espejo de mi tocador y


opto por retocar mi maquillaje. En segundos noto su cuerpo
pegado a mi espalda. Mis fosas nasales inspiran su aroma a
tequila y menta como si fuera una adicta a ese perfume.
Sentirlo tan cerca, dispara todas mis alertas, pero sobre
todo inicia el fuego ardiente entre mis piernas.

―Explícame, ¿Qué cojones haces trabajando para mí?


―murmura con ese tono de voz gutural tan característico
que araña las paredes de mi alma.

―Kris, verás, me contrataron, yo no sabía que no eras


consciente. ―me justifico entre jadeos, porque tenerlo tan
pegado a mí me enloquece y por mucho que intento
resistirme, no lo estoy consiguiéndolo.
―Pues no tenía ni idea, además, jamás te hubiera
contratado. ―gruñe malhumorado.

― ¿Tan mal lo hago? ―Lanzo mi pregunta punzante para


comprobar su reacción.

Una sonora carcajada resuena en el interior del


camerino.

―No mi ángel, no es porque lo hagas mal, lo haces


realmente bien. Pero en qué cabeza cabe que yo iba a
permitir que todos te comieran con los ojos mientras cantas
sobre un escenario casi desnuda. ―masculla, entretanto
coloca una de sus manos en mi barriga.

Al sentir su contacto la humedad entre mis piernas se


presenta. Este hombre me tiene a sus pies, aunque no
parece consciente, porque su mirada esmeralda
chisporrotea no solo de deseo sino de rabia.

― ¿Y a ti qué más te da? ―provoco.

Lo escucho respirar de forma profunda.

―Maldita sea, no quiero que te exhibas de esa forma.


―reniega y acompaña sus palabras con un gesto de su
mano bajando unos centímetros más debajo de mi
abdomen, casi rozando mi monte de venus.

El movimiento de Kris me roba un gemido involuntario.

―No hagas eso. ―ordena y noto como su cuerpo se


endurece detrás de mí.

Necesito salir de esta situación, retomar mi consciencia


que parece haberse esfumado en el mismo momento en el
que nuestros cuerpos se han rozado. Poner distancia para
enfrentar a Kris, porque de otra manera tan solo actúo como
una gatita en celo ronroneando.

Jugar este juego lo único que me trae es dolor y estoy


harta de esta maldita relación de tira y afloja. Ahora te
deseo ahora ya no.

Así que agarro su mano con la mía y la aparto de mi


cuerpo, aprovecho su sorpresa para escabullirme de entre él
y el tocador y gano distancia.

Kris Adagio
El gesto de Marinet me pilla desprevenido y consigue
separarse de mí, mi cuerpo aúlla ante el sentimiento de
vacío que se instala en mi interior.

‹‹ ¡Hostia puta! ››, maldigo en el interior de mi cabeza,


porque de nuevo me he dejado arrastrar por el embrujo de
esta mujer. Por el imperioso deseo que me azota cada vez
que nos encontramos.

―A ver Kris tengamos la fiesta en paz. Necesito que


dejes de actuar conmigo como si fuera algo que te
importara. ―regaña Marinet parada frente a mí, a cierta
distancia, con las manos colocadas en su cintura a modo de
jarra.

―Marinet, yo nunca he dicho que no me importaras.


―aclaro ante la mirada escéptica que ella me dedica.

―Me da igual. Hago mi trabajo y de momento no creo


que tengas quejas, así que, si vas a despedirme por razones
egoístas y equivocadas, adelante. ― suelta Marinet.

La provocación y su veneno están implícitos en cada


sílaba.
Y la tentación de despedirla se balancea en mi mente
durante unos segundos, porque el Kris que está enloquecido
por su embrujo no soporta que todos la deseen, que todos
la miren. Sin embargo, debo dejar a un lado mis
sentimientos, que no son sanos, porque debería no sentirlos
y ser razonable. Marinet lo hace estupendamente como
cantante.

―Está bien, tú ganas, de momento…―claudico.

―Bien y ahora si me lo permites tengo que atender a mis


fans. ―informa alzando su mano en un gesto de invitación a
salir.

En vez de largarme decido sentarme en una silla que


está justo al lado de su tocador. Cruzo una de mis piernas
sobre la otra y coloco una de mis manos sobre mi mentón.

Marinet me mira espantada al ver cómo me pongo


cómodo.

― ¿Qué crees que estás haciendo? ―interroga


abrasándome con su mirada encendida.

Lástima que el fulgor de esta sea ira y no deseo, porque


muy a mi pesar me encanta ver cómo sus pupilas azules se
oscurecen por el anhelo cuando la toco.

‹‹No vamos bien, Kris››, reprende mi conciencia.

―Como amo y señor de este club, quiero ver qué tipo de


fans tienes, análisis de mercado se llamaría de manera
técnica. ―Es la excusa más tonta que he podido
inventarme, pero aun así me mantengo firme.
―! Mon dieu! Dame paciencia porque me queda poca.

Reprimo una sonrisa ante la suplica de Marinet ante mi


comportamiento.
Capítulo 25
Marinet
El sonido repetitivo del despertador martillea mi cabeza,
porque anoche acabé bebiendo más de la cuenta después
de que Marrow acabara su turno.

Porque las penas se ahogan en alcohol y yo seguí esa


indicación al pie de la letra. El encuentro con Kris había sido
intenso. Descubrir que mis sentimientos por él no habían
disminuido ni un ápice me cabreaba.

Marrow intentó frenarme, porque era consciente que yo


no era de las que se emborrachaban. Pero sus intentos
resultaron inútiles.

Al final creo que incluso desvelé el nombre de mi amor


imposible ante la sorpresa de mi amigo arcoíris.

Tiro el despertador del suelo de un manotazo para que


cese en su insistencia.

Me obligo a levantarme y me meto directo a la ducha.


Introduzco la cabeza bajo el chorro de agua y así
permanezco unos segundos.

Madre mía, parece como si mi cabeza fuera a explotar de


un momento a otro.

Al salir no dudo en tomarme un par de analgésicos y me


hago un café bien cargado.

Justo en el momento en el que llevo la taza humeante a


mis labios suena el timbre.
Entorno los ojos extrañada y dejo el café sobre la
encimera para ir a abrir.

―Buenos días, Marinet.

No alcanzo a dar crédito a quien estoy viendo frente a mi


puerta.

―Chandler, ¿Qué haces aquí? ―pregunto sin cuidar mi


tono molesto.

―Muchacha, ¿no me invitas a pasar? ―se limita a


preguntar, no obstante, suena a regaño.

Chandler siempre ha formado parte de mi familia,


primero como mano derecha de mi padre y cuando este
falleció de mi hermano. Pero confieso que nunca ha sido
santo de mi devoción, porque en esa mirada lechosa a
veces he vislumbrado lujuria y maldad. Por lo que he crecido
evitándolo lo máximo posible.

Quizás lo haya enviado Adrien para comprobar cómo me


van las cosas, apelando a esa idea le permito que pase y
cierro la puerta tras él.

―Veo que tu nueva vida nada tiene que ver con tu vida
anterior de niña rica. ―comenta mirando mi apartamento,
aunque noto cierto desprecio en su voz.

―Al grano Chandler, no soy una niña y tampoco somos


amigos. ¿Qué quieres? —abordo sin mucha dilación.

—Creo que además de los lujos también has dejado atrás


la buena educación que te han dado—critica con alevosía.

—No voy a permitir que vengas a mi casa a criticarme,


Chandler. —advierto.
—Quiero que convenzas a tu amigo Kris Adagio que
devuelva todos los locales que ha adquirido que eran de la
familia Legrand. —expone.

—No entiendo a qué te refieres con que los devuelva. Si


los compró sería porque mi hermano se los vendió. ¿Qué
tengo yo que ver en eso?

—Kris Adagio es un malnacido que engañó a Adrien para


firmar esa compra. —proclama con el odio en su mirada.

No tenía la más remota idea de los negocios ni de mi


hermano ni por supuesto de Kris. Por lo que ahora mismo
me explicaba Chandler me sonaba a chino.

—¿Desde cuándo necesitas mi ayuda en los negocios,


Chandler? Resulta un poco sospechoso. —transmito sin
pelos en la lengua.

—Mira Marinet, no necesito darte explicaciones de los


porqués, tan solo acata mis órdenes y punto. —anuncia
elevando la voz.

Ya no parece tan tranquilo, por el contrario, está a punto


de perder los nervios, lo sé, lo conozco.

—¿Desde cuándo yo debo acatar tus órdenes? —


cuestiono.

En un segundo da dos pasos y sujeta mi brazo con fuerza


arrancándome un grito de dolor.

—Escúchame bien, niñita mimada, conmigo no se juega.


Así que harás lo que te he dicho a no ser que desees que
todo el mundo sepa que la princesita de la alta sociedad es
una zorra promiscua. —amenaza con ira.
¡Joder!, debería haberlo visto venir, pero mi vena
temeraria no permite que mantenga mi boca cerrada.
Chandler está totalmente fuera de sí.

—¿Crees que a esos snob les importa lo que yo haga? Y a


mí menos. —siseo entre dientes aguantando el dolor que
me está produciendo al torcer mi brazo.

—Bueno, a lo mejor no les interesa con quien te


acuestas, pero sí que te acueste con tu propia familia. —
acierta a decir captando toda mi atención.

—¿A qué mierda te refieres? ¡Estás loco! —grito.

—¡Ah! Al parecer tu amante no te ha confesado que


compartís algo más que la cama. Kris Adagio es un
bastardo, en el sentido literal de la palabra. Porque tu padre
lo engendró con una zorra italiana.

Sus palabras atraviesan mi cerebro como dagas afiladas


y cada una de ellas me produce un dolor atroz.

No puede ser cierto, Kris no puede ser mi hermano, eso


sería…

Catastrófico, porque a pesar de que solo en una ocasión,


nos hemos acostado. Pero no solo eso, sino que lo amo, lo
amo como jamás amé a nadie. Por esos mi corazón aúlla
como un animal herido ante esa verdad.

—¿Qué muchacha?, no dices nada, lo sabía. Kris es un


tramposo y no te lo ha dicho—se regodea—Así que harás lo
que te he dicho persuadirlo para que devuelva los locales.
—insiste.
—Está bien. —claudico para que me suelte porque ya no
soporto más dolor físico.

Chandler consiente en soltarme y se dispone a


marcharse.

—Mantendremos el contacto. —advierte antes de cerrar


la puerta tras su espalda.

‹‹Mierda, joder››, maldigo arrodillada en el suelo de mi


salón.

Porque Chandler es el cabrón que siempre intuí.

De nuevo mi mente se concentra en lo que, acaba de


revelar, que Kris es mi medio hermano y que él siempre lo
ha sabido.

El dolor en mi pecho se intensifica y permito a las


lágrimas rodar por mis mejillas.

Kris Adagio
Como si una noria se hubiera instalado en mi cabeza. Así
me siento después de la pedazo de borrachera de tequila
que cogí anoche. No recuerdo la última vez que me
emborraché, creo que aún estaba en la universidad y por
supuesto Robert estuvo conmigo.

‹‹Soy un gilipollas››, me digo en voz alta.

No obstante, la noche ya empezó mal porque descubrir


que mi ángel era la cantante principal del club, desestabilizo
todo pensamiento coherente en mí. A continuación, cuando
la fui a buscar al camerino, fui más imprudente, tocándola,
acercándome a ella. Anhelándola como un loco.
Porque por mucho que quisiera borrarla de cada fibra de
mi ser era imposible, la deseaba con una intensidad que
aniquilaba cualquier raciocinio en mí.

Y para colmo de males, yo mismo me impuse verla,


actuar con esos fans que querían saludarla. Hombres que se
la comían con sus ojos alabando todas sus virtudes en el
escenario, pero que yo pude ver cuáles eran las virtudes
que de verdad querían disfrutar. Y eso me enloqueció más
todavía. Así que abandoné como alma que lleva el diablo el
lugar y me encerré en mi despacho con una botella de
tequila.

Gracias a que mi fiel amigo Robert de nuevo intentó


persuadirme y caso lo logró.

Sin embargo, cuando fui testigo de cómo mi ángel


abandonaba el club con Marrow uno de mis empleados. Mis
celos tomaron las riendas de mi cerebro y eché casi a
patadas a Robert de mi oficina.

Marinet era mi deseo prohibido, no obstante, por muy


claro que lo tuviera, mi cuerpo no atendía a razones.

‹‹No desearás a tu hermana››, esa frase resuena en mi


cabeza en mitad del embotamiento de la resaca que tengo.

Me siento como un pedazo de mierda, porque sé que ella


tiene derecho a vivir su vida, a ir con el hombre que quiera.
Pero como convenzo a la bestia que se retuerce de rabia en
mi interior cada vez que la imagino en brazos de otro
hombre. A pesar de los remordimientos no puedo hacer otra
cosa que acariciar mi dura verga pensando de nuevo en
ella, hasta deshacerme de esta puta erección del tamaño de
la trompa de un elefante.
Capítulo 26
Marinet
Una vez consigo recomponerme de la visita del cabrón
de Chandler, alcanzo mi móvil y marco el número de Adrien.
Necesito corroborar la información que me ha lanzado
Chandler con respecto a Kris.

Conociendo a Adrien y su afán por controlarlo todo, estoy


convencida de que mi hermano tiene que saber si esa
información es correcta.

Como era de esperar, el capullo de Adrien no me coge la


llamada. Así que pruebo mi plan B porque no voy a parar
hasta hablar con él.

―Marinet, que gusto hablar contigo.

―Ayleen necesito que le transmitas un mensaje urgente


al capullo de mi hermano―profiero furiosa.

―Marinet, me estás asustando, ¿Qué sucede? ―se


preocupa Ayleen.

―No te preocupes Ayleen. Solo dile que me llame o me


coja el puto teléfono si no se va a arrepentir. ―anuncio y
cuelgo sin más.

No estoy para las averiguaciones de Ayleen, necesito


respuestas y ella no puede facilitármelas.

Parezco una fiera enjaulada, nerviosa paseo por el salón


de mi casa.
Las afirmaciones que Chandler me ha escupido en la cara
derrumban cualquier cimiento de cordura de mi cabeza.
Porque si Kris resulta ser mi hermanastro, mis sentimientos
por él no tiene lugar. ¿Como convenzo a mi alma y a mi
corazón a que debo amarlo con un hermano?

Cojo las llaves en un arranque impulsivo y decido salir a


correr, pero estoy casi cerrando la puerta cuando mi móvil
suena y en la pantalla aparece el nombre de mi hermano.

Sin pensar descuelgo.

―Adrien.

―Espero que tengas una razón de peso para alertar a mi


esposa de la manera en lo que has hecho. ―regaña mi
hermano.

Su voz autoritaria que llevo tantos meses sin escuchar


provoca que se encoja mi corazón, porque en ese momento
me percato de lo mucho que lo he echado de menos.

―Voy a ser clara, hermano. ¿Kris Adagio es nuestro


hermanastro? ―abordo sin irme por las ramas.

La carcajada que suena a través de la línea de teléfono


me desconcierta.

―Marinet, llevas tres meses viviendo con ese tipo, ¿y


ahora te preocupa ese dato? No comprendo nada. Kris es un
trilero, huiste con él sin mirar atrás. Ni siquiera te acordaste
de tu hermano para poder solucionar el tema de la
sabandija de Parrot. Pero ahora sí acudes a mí para
preguntarme si Adagio comparte un poco de nuestras
sangre. ―reprocha Adrien enfadado.
―Adrien, por favor, el tema de la boda y Phillip me
gustaría aclararlo contigo en persona, si me das la
oportunidad que hasta ahora tu obcecada cabecita no me
ha permitido. ―rebato porque llevo meses intentando
aclarar con mi hermano mi fuga de la boda y él no se ha
dignado a escucharme.

―Marinet, si tanto te preocupa que el capullo de Adagio


sea nuestro medio hermano, realiza la prueba de ADN
pertinente. ―propone mi hermano despreocupado.

Adrien siempre consigue sorprenderme, parece como si


le importara un rábano si Kris es hijo de nuestro padre o no.

―Adrien, ¿no te importa si lo es o no? ―interrogo


extrañada.

―Marinet, no me interesa. Padre fue un díscolo adúltero


y sádico que folló con todo lo que andaba. Sus locales de
vicio y extorsión que heredé eran antros de perversión y
sadomasoquismo así que si me preguntas si creo que Kris
Adagio puede ser una consecuencia de una de esas
acciones de nuestro padre, pues sí. Sin embargo, no me
interesa, no quiero tener nada que ver con las acciones de
nuestro progenitor, por eso me deshice de los locales.

― ¡Madre mía, Adrién! ―exclamo entre escandalizada y


asombrada por todo lo que mi hermano ha revelado de mi
progenitor.

Que era un adúltero siempre lo he sabido, ver a mi


madre sufriendo sola por las noches entre sollozos fue la
prueba de ello. Pero el resto lo desconocía.

―Marinet, el único consejo que te voy a dar es que no


des nada por hecho. Si quieres llegar al fondo de algo
compruébalo y punto.
―Gracias Adrien―contesto y damos por finalizada la
conversación.

Hablar con mi hermano resulta un bálsamo para parte de


mi inquietud, no obstante, la duda que ha sembrado
Chandler aún sigue palpitando en mi interior.

La causa por la que mi hermano le ha vendido los locales


a Kris también la sé ahora y si soy sincera yo hubiera hecho
lo mismo.

Kris Adagio
Hoy tengo la firme decisión de no acudir al Edén
Paradise, para resistir la tentación lo mejor es no ver a mi
ángel. Me refugio en mis oficinas con la determinación de no
pensar en ella ni un segundo.

Incluso he citado a Oso aquí para comentar varios temas


con él por tal de no pisar el club.

Los toques en la puerta de mi despacho anuncian que mi


amigo ya ha llegado.

―Adelante.

― ¡Hey Kris! ―saluda Oso tomando asiento, cruza sus


piernas y clava su mirada evaluativa en mí.

―Oso, siento que haya tenido que venir aquí, pero


confieso que estoy demasiado liado para ir al club.
―justifico mintiendo, como el vil mentiroso que soy.

―No hay problema. Anoche te busqué para hablar


contigo, pero no te encontré. ―informa Oso.

―Bueno, estuve liado―miento de nuevo― ¿Qué querías?


―Nada importante, quería saber si te gustó nuestra
cantante estrella. ―comenta Oso, no obstante, en sus ojos
hay un brillo que indica que hay algo más.

Decido que tengo que ser sincero con él, porque no


necesito que Oso se entere, por otro lado, que Marinet y yo
ya nos conocemos.

―Oso, verás Marinet y yo nos conocemos hace muchos


años. Aunque no sabía que el ángel del Edén Paradise y ella
eran la misma persona. ―relato ante la atenta mirada de mi
amigo.

―Te confieso que ella me explicó anoche que os


conocéis. Pero la noté inquieta y nerviosa, por esa razón me
gustaría aclarar contigo ciertos puntos. Esa chica Kris, es
una buena chica.

Los celos estallan en mi interior al ver como Oso habla


con tanta familiaridad de mi ángel.

¡Joder!, por mucho que lo intente la ira burbujea por mis


venas. Me levanto tirando la silla tras de mí.

―Veo que tenéis mucha confianza―increpo y son los


espinas de la rabia los que hablan.

―Kris, ¿Qué cojones insinúas? Tan solo quería advertirte


que ella no es como las demás chicas, lo digo, por tu
tendencia a que todas calienten tu cama. ―se defiende Oso
desconcertado por la intensidad de mi comportamiento.

¡Maldita sea! Yo mejor que nadie sé que ella no es como


el resto. Casi me he convertido en un monje tibetano por su
causa.
―Oso, ¿Qué es lo que tienes con Marinet? ―pregunto,
aunque suena más a gruñido que a otra cosa.

―Siéntate amigo y recupera la calma. ―invita Oso con


tranquilidad.

Por primera vez acato la indicación de mi amigo, pongo


la silla bien, después de haberla arrojado contra el suelo e
inspiro aparentando un sosiego que para nada siento.

―Habla. ―exijo porque me importa una mierda si se lo


toma bien o no necesito saber hasta qué grado de intimidad
tiene con Marinet. Porque no soporto más dejar volar mi
enferma imaginación.

―Marinet y yo somos amigos, nada más. ―aclara―Y te


contesto primero, porque eres mi amigo y jamás te había
visto así y segundo, porque eres mi puto jefe.

Al escuchar las explicaciones de Oso alcanzo a poder


respirar con normalidad de nuevo.

―Ahora me toca a mí contarte esta historia que empieza


seis años atrás. ―Empiezo, porque sé que le debo la
verdad.

A continuación, relato cómo conocí a Marinet en el


callejón del Edén Paradise hace seis años ante la atenta
mirada de Oso. No oculto nada incluso le explico que
mantuvimos relaciones sin saber yo su identidad real.
Tampoco me guardo que sospecho que nos une un lazo
sanguíneo que por esa misma razón casi me estoy
volviendo loco.

―Perdóname amigo, pero no envidio nada tu situación.


―anuncia Oso una vez acabo mi relato.
Paso las manos por mi pelo y suspiro más fuerte de lo
normal.

―Lo sé y lo entiendo.
Capítulo 27
Marinet
“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” y con
ese refrán resonando en mi mente salgo de mi apartamento
vestida de forma casual, tejanos de color añil y camiseta de
algodón blanca.

De noche sabía que podía encontrar a Kris en el club, sin


embargo, la conversación que tengo pendiente con él no me
apetece mantenerla en el Edén Paradise. Por esa razón
marco el número de mi fiel amigo Oso, y sin preámbulos le
pregunto dónde puedo encontrarlo.

―Ángel, no te aconsejo que lo disturbes en su morada de


ejecutivo. Kris gasta malas pulgas. Lo que tengas que
discutir con él es preferible que lo hagas en el club. ―como
siempre Oso intenta aconsejarme y protegerme, pero estoy
decidida.

―No le tengo miedo. ―proclamo―Además, quiero


solucionar un tema que tenemos pendiente y punto.

―Ángel, esa vena temeraria tuya con respecto a Kris, me


preocupa. ―se sincera Oso.

Su voz suena con inquietud impresa y una punzada de


culpabilidad atraviesa por un momento mi alma.

―Tranquilo Oso, somos adultos―reitero con seguridad.

―Está bien, llámame si me necesitas. ―finaliza mi amigo


y cuelga.
Decido que la mejor opción para trasponer hasta las
oficinas de Kris es hacer uso de un taxi y así lo hago.

En mi mente aún resuenan las palabras de Oso, en


realidad me pareció que su preocupación era más que en
otras ocasiones. Quizás sabía algo que yo no, porque la otra
noche cuando le confesé que Kris y yo nos conocíamos no lo
vi tan inquieto.

Cuando atravieso el hall del edificio me cuelo en el


ascensor que va lleno de trajeados concentrados en sus
teléfonos móviles. Por una vez en mi vida me siento un pelín
incómoda, porque mi atuendo no va muy acorde para visitar
estas oficinas.

Me apeo en el piso diecinueve y me acerco al mostrador


donde una joven morena, me sonríe.

―Buenos días―saluda.

―Buenos días, quisiera ver al Señor Kris Adagio.


―informo, aunque sé lo que viene después.

― ¿Tiene cita señorita…? ―indaga la joven sin perder la


sonrisa.

―Señorita Legrand, avíselo por favor, solo le robaré unos


minutos. ―solicito cruzando los dedos en silencio para que
acepte.

La joven manipula su teclado y coge el auricular del


teléfono para avisar a su jefe, cinco minutos después me
indica:

―Está bien, el Señor Adagio la recibirá. Siga por ese


pasillo segunda puerta a la derecha.
―Gracias―exclamo sonriente y pongo rumbo hacia
donde me ha indicado.

Al llegar a la puerta donde en la misma se puede leer,


Ceo Kris Adagio, golpeo con mis nudillos para avisar de mi
llegada.

―Adelante.

Entro en el despacho y mis ojos se abren de par en par


ante lo que ven. Allí está Kris sentado tras su escritorio, la
americana de su traje azul noche cuelga del respaldo de su
silla. Su camisa gris merengo tiene tres de los primeros
botones desabrochados, dejando entrever su piel morena y
no puedo evitar salivar en exceso. Las mangas
arremangadas hasta los codos mostrando sus antebrazos.
Luce sexy y arrebatador y solo me falta babear mientras lo
observo.

La pared detrás suyo son unos cristales que van desde el


suelo hasta el techo ofreciéndote una maravillosa vista del
paisaje urbano de Londres.

No me he dado cuenta, pero sigo parada en el umbral del


despacho absorta devorando todo lo que veo.

―Marinet, ¿piensas entrar o hablamos desde la puerta?


―comenta atravesándome con la mirada.

―! Ahh! Si disculpa. ―contesto cerrando la puerta tras


de mí.

Una vez en el interior me siento decidida en la silla frente


a su escritorio.

―Tú dirás, Marinet. ¿Qué es eso tan importante que no


podía esperar? ―insiste y cada una de sus palabras suenan
cortantes.

Una vez más el deseo que siento por él se entremezcla


con la ira que desata en mí.

―Quiero que nos hagamos una prueba de ADN.

― ¿Perdón?

Acabo de pillarlo fuera de juego, lo que provoca que me


relama en mi interior. ¡El gran Kris Adagio desconcertado,
todo un espectáculo digno de admirar!

―Quiero tener la certeza que somos hermanastros.


―aclaro al fin, aunque al decir la palabra “hermanastro” en
voz alta me quema los labios.

Kris Adagio
Las palabras de Marinet causan el mismo efecto que un
puñetazo en mis entrañas. Al parecer al fin se ha enterado
de nuestra relación.

Esto sí que no me lo esperaba, quizás Adrien se lo ha


dicho.

Y ahora insiste en hacernos una prueba para verificar lo


que mi madre me confesó en el lecho de su muerte. Esa
proposición desata mi furia como nunca y me levanto de un
golpe ante la mirada asustada de mi ángel.

― ¿Estás insinuando que mi madre mintió? ―grito


dominado por el enfado.

―No, tan solo quiero que una prueba médica lo


certifique. Es solo eso. Además, te recuerdo que hemos
mantenido relaciones, por esa razón para mi tranquilidad
mental prefiero saber la verdad de manos de un examen.
―explica Marinet con calma manteniéndose sentada.

― ¿Crees que el resultado de un examen te dará


tranquilidad mental? ¡Qué suerte la tuya entonces! Porque
esa tranquilidad a la que te refieres, yo no soy capaz de
alcanzarla. Pues aun sabiendo que eres mi medio hermana
no puedo dejar de recordarte gimiendo entre mis brazos.
―mascullo acercándome a la silla donde está sentada,
fulminándola con mi mirada llameante.

De repente ella se levanta y pone distancia entre


nosotros, lo cual me enfurece más todavía.

―No he venido a discutir, Kris.

La sujeto por uno de sus brazos y pego su cuerpo al mío,


rozando mi erección contra su vientre. En sus ojos entreveo
deseo, pero pronto lo enmascara entornando sus párpados.

―Kris, suéltame. ―solicita.

Marinet es mi billete al infierno, porque por mucho que


intente resistirme a ella mi cuerpo la anhela como un animal
en celo. Y cuando está cerca, soy incapaz de pensar en otra
cosa que no sea volver a follármela.

―No lo entiendes, ¿verdad? Por mucho que una prueba


diga que soy tu hermano o no, para mí no tiene validez.
Porque no existe nada en el mundo que evite que deje de
desear meterme entre tus piernas. ―confieso ante la
mirada asombrada de Marinet.

―Kris, esto no es sano. No te das cuenta de que


debemos realizar esa prueba y después cada uno podrá
seguir su camino. Poner distancia entre nosotros. ―propone
Marinet mirándome con sentimiento.
En un momento de lucidez, teniéndola aun pegada a mi
cuerpo, asiento claudicado a lo que ella me pide. Porque en
este mismo momento soy incapaz de negarle nada.
Capítulo 28
Un semana después

Marinet
Desde que Kris accedió a realizarnos las pruebas de ADN
para determinar nuestro grado de parentesco, tan solo nos
vimos en el laboratorio al cual acudimos para que nos las
hicieran. Desde ese día no lo he vuelto a ver. En el fondo lo
agradezco, porque verlo me desestabiliza.

Ahora entiendo tantas cosas, el comportamiento de Kris


cuando averiguó mi identidad después de habernos
acostado. Su enfado perpetuo cada vez que nos
encontramos.

Llego al club a la hora de siempre, no veo a Oso por


ningún lado, lo que me resulta un poco extraño.

Me aproximo a la barra donde Marrow, como siempre,


está entreteniendo a todos sus compañeros con sus chistes.

―Hola chico arcoíris. ―saludo brindándole una de mis


sonrisas y un guiño de ojos.

―Ángel ya llegaste, qué alegría verte. ―saluda saliendo


de la barra para estrecharme en uno de sus abrazos.

Como cada día comparto unos diez minutos con mis


compañeros, entre risas y confidencias, para luego dirigirme
a mi camerino y poder prepararme. Antes de meterme de
lleno en la preparación de mi imagen, compruebo los
mensajes del móvil, dos mensajes de Ayleen, y un mensaje
de un número desconocido.
“Tenemos un trato”

Esas tres palabras me recuerdan mi conversación con


Chandler, al parecer, él no se ha olvidado de mí. Mis manos
empiezan a sudar, porque todavía no tenemos los
resultados de las pruebas. En el fondo, la esperanza de
averiguar que Kris no es mi hermano, por muy remota que
fuera, es mi plan B para deshacerme de la extorsión de
Chandler.

Intento recuperar la calma y olvidarme del mensaje,


ahora me toca trabajar.

Kris Adagio
Por primera vez en semanas no puedo eludir el
compromiso de acudir al club. Varios de mis clientes van a
asistir y no puedo negarme acompañarlos. Hacemos la
entrada al local y a pesar de que apenas hace veinte
minutos que ha abierto ya está lleno.

Los hermanos Clinton y la Señorita Payton Burns son


socios de una de las mayores petroleras americanas. Ellos
están interesados en invertir en mi negocio de gasolineras
europeas.

Payton camina colgada mi brazo, reconozco que es una


mujer exuberante, con unas curvas redondeadas y un
cabello pelirrojo que cae por su espalda desnuda. Muy a mi
pesar, mi verga ni siquiera ha saltado en el interior de mis
pantalones cuando Payton ha rozado sus grandes tetas con
mi brazo.

‹‹Kris estás jodido››, certifica mi conciencia.


No me dice nada nuevo porque desde que Marinet y yo
estuvimos juntos, no he probado ninguna otra mujer. No por
no intentarlo, sino porque no soy capaz. Parezco un eunuco
castrado. Si no fuera porque cada vez que veo a mi ángel
compruebo que mi polla sigue viva saltando de pura alegría
dentro de mis slips, pensaría que había pasado a mejor
vida.

Nos acomodamos en mi reservado principal y al minuto


una de las camareras nos sirve una botella bien fría de moet
chandom.

―Kris, el Edén Paradise, tiene una fama


exquisita―comenta Ethan Clinton.

―Si, la verdad, no me puedo quejar, el Edén Paradise es


unos de los clubes más exclusivos de Londres. ―reitero con
orgullo.

―Un amigo me comentó que tiene una cantante


preciosa, con una voz excepcional. ―añade Bill Clinton―
¡Estoy deseando conocerla!

Mi cuerpo se tensa, porque está hablando de mi ángel y


eso me molesta. Porque no llevo bien que todos la miren y
la anhelen frente a mis narices, eso no ha cambiado.
Aunque permito que siga trabajando en el Edén cuando lo
que realmente quiero es mantenerla solo para mí

‹‹Lástima que sea tu medio hermana››, espolea mi mente


avispada.

Solo asiento, porque soy incapaz de contestar ante la


emoción de Bill, mis mandíbulas están tan apretadas que
me cuesta articular palabra.
Las luces del escenario se encienden y son el pistoletazo
de salida para anunciar la entrada en escena de Marinet.

Contengo la respiración hasta que la veo hacer acto de


presencia, con ese porte de elegancia que solo ella tiene.
Esta noche el verde es el color elegido por mi ángel para el
vestido que luce. Cuando se da la vuelta de cara a todos,
casi me atraganto con mi propia saliva. Porque el vestido
que lleva es largo por detrás, sin embargo, por delante la
tela solo llega a tapar un poco de sus muslos, exhibiendo
unas piernas de infarto.

― ¡Joder! ―siseo entre dientes.

―Kris, ¿te encuentras bien? ―se interesa Payton, que


está sentada a mi lado y al parecer me ha oído.

―Sí, tranquila, estoy bien. ―contesto algo apurado.

El tiempo que dura la actuación de mi ángel, todos y


cada uno de mis músculos se mantienen tensos como una
cuerda.

Solo consigo respirar con normalidad al acabar la


interpretación.

―Kris, ¿podemos saludar a la artista? Es espectacular.


―solicita Bill.

Frunzo el ceño ante la insistencia de mis posibles socios,


por mucho que lo que ansío es negarme, sé que no sería lo
correcto. Aviso a Oso para que vaya en busca de Marinet y
la traiga al reservado.

Marinet
Bajo del escenario tras completar mi canción con un mal
sabor de boca, porque hoy por primera vez en semanas Kris
está en el club. Pero para mí intranquilidad, acompañado de
una pelirroja que se ha pasado toda la actuación acariciando
su brazo.

La rabia se ha apoderado de mí en el mismo momento


en mis ojos se han cruzado con la imagen de la pareja feliz.
La desilusión casi está devastándome por dentro y unas
terribles ganas de llorar y gritar al unísono se agolpan en mi
interior.

―Ángel―me llama Oso interceptándome cuando me


dirijo a mi camerino.

―Oso, ¿qué sucede? ―pregunto colocando toda mi


atención en mi amigo.

―Ángel, Kris quiere que te lleve a su reservado. ―Noto


como se queda mirándome más de lo normal, esperando mi
respuesta.

Kris está loco si piensa que voy a ir para que me


refriegue por la cara a la prima de Jessica Rabbit.

― ¡Ni de coña! ―contesto de forma airada y continúo mi


camino.

―Ángel, por favor. No provoques problemas. Kris es el


jefe. ―recalca centrado en mí.

Como siempre Oso tiene razón, porque Kris Adagio es


quien me paga y debo obedecer sus órdenes, me gusten o
no. ¡Por Dios!, no voy a darle el gusto de verme sufrir.

Soltando un bufido, giro sobre mis zapatos y acato la


invitación del amo y señor.
Una oleada de rabia me embarga nada más pisar el
reservado. La imagen de la pelirroja bien encaramada a su
lado, acariciándole el cuello mientras él habla con los otros
dos hombres, me golpea en mi fuero interno.

Suplico en silencio que alguien me preste las fuerzas


necesarias para aguantar el tipo.

―Kris, me ha dicho Oso que querías verme. ―anuncio


para hacer notar mi presencia y surte efecto.

Los hombres que lo acompañan se giran al escuchar mi


voz.

Sus ojos no pierden detalle de mi figura, repasándome


con descaro y sonrientes. Yo mantengo mis ojos fijos
también de manera altiva.

―Señorita Ángel, es usted preciosa, perdone mi osadía,


desde que ha salido a ese escenario noche no he podido
apartar mis ojos de usted. ―alaba uno de los hombres
adelantándose para coger mi mano y posar sus labios en el
dorso de la mía.

Reconozco que siento un poco de repulsión ante el gesto,


aunque me armo de paciencia.

Bill, uno de los conocidos de Kris, con disimulo se acerca


demasiado a mí, la tela de su camisa roza mi piel desnuda,
entretanto parlotea sin cesar. Yo me limito a asentir, porque
en realidad no me estoy enterando de nada. Mi cabeza está
ausente en otro lugar y mis ojos se desvían con disimulo al
objetivo de mis anhelos. Kris Adagio permanece de pie, con
su mirada impasible y evaluativa no pierde detalle de la
escena. No obstante, la pelirroja que cuelga de su brazo es
otro tema. Sin importarle lo más mínimo, el resto de las
personas ronronea su cuerpo con disimulo al lado de Kris, al
compás de sus dedos que acarician el brazo del cual, está
colgada.
La actitud de la mujer me molesta. Soy consciente de
que no debería, aunque es inevitable que la ira intensa me
atraviese. Los celos que experimento tienen vida propia, a
pesar de que mi cerebro intenta convencerlos de que no
tengo derecho.
Porque lo que siento por este hombre es enfermizo y a la
vez imposible. A pesar de que aún no tenemos los
resultados de las pruebas de ADN, las posibilidades de que
seamos hermanos son demasiado altas.

‹‹Eso díselo a tu alma››, susurra mi mente.

No es fácil convencer a mi corazón y a mi cuerpo de que


obvien todo lo que Kris despierta en mí, sobre todo ese
sentimiento de posesión que grita ante el manoseo de la
pelirroja.
―Entonces Ángel, ¿Acepta mi invitación a comer
mañana? ―pregunta Bill con expectación.
Me limito a asentir, sin embargo, demasiado tarde me
percato que no he estado atenta a la conversación y acabo
de aceptar comer con Bill sin por supuesto tener ningunas
ganas de hacerlo
‹‹Merde, Marinet pareces idiota››, me reprendo.
―Muy bien, entonces deme su teléfono para poder
quedar de acuerdo en recogerla― insiste con una sonrisa de
oreja a oreja.
Mis ojos vuelan hacia Kris y por un minuto veo el enfado
en sus pupilas luchando, pero como buen actor lo
enmascara.
Consigo verme contra la espada y la pared por mi idiotez,
así que no me queda otra opción que darle mi número. A
continuación, me disculpo para marcharme.
Giro sobre mi cuerpo y cuando ya casi me estoy
moviendo escucho.
―Kris amor, enséñame el primer piso, como la última vez
tengo ganas de divertirme―. Solicita la pelirroja con voz
melosa.
Aprieto los puños reprimiéndome ante la punzada de
rabia que amenaza con provocar una escena de mujer
celosa delante de todos y me marcho con más ímpetu del
que pretendo.
Entro en el camerino dando un fuerte portazo al cerrar, a
Dios gracias estoy sola.
‹‹Idiota, Casanova, mujeriego››
Los improperios salen de mi boca como una cascada sin
control.
Dominada por la furia y la frustración, me miro al espejo
y no me reconozco.
Capítulo 29
Kris Adagio
Bill Clinton ha jugado bien sus cartas y ha conseguido
una cita para comer con Ninet, lo cual me cabrea al igual
que los roces despistados que le ha propinado durante toda
la puta conversación.
El enfado domina cada célula de mi cuerpo, porque está
loco si piensa que voy a permitir que coma con ella.
‹‹No es nada tuyo, no tienes derecho››, vocea mi mente,
aunque la ignoro.
Por mucho que sea una locura, no voy a permitir que Bill
Clinton intente nada con Marinet, porque me enferma el
solo hecho de que la mire.
Solo consigo soltar el aire que llevo reteniendo en mis
pulmones durante todo el rato cuando Marinet se despide
para marcharse.
Y entonces Payton propone:
―Kris amor, enséñame el primer piso, como la última vez
tengo ganas de divertirme―. Solicita la pelirroja con voz
melosa.
Asiento sin apartar la mirada de mi ángel que camina de
regreso a su camerino. Noto como su cuerpo se tensa justo
antes de largarse.
Obviando todas las alarmas que se disparan en mi
cabeza, he decidido perseguirla.
―Discúlpame un momento, Payton ahora vuelvo―. Me
disculpo y salgo disparado.
Atravieso los pasillos entre bambalinas hasta llegar al
camerino de Marinet a tiempo para escuchar cómo se cierra
la puerta con fuerza.
Lejos de amilanarme ante ese gesto, del que estoy
seguro de que la responsable es mi bello ángel, coloco mi
mano en la maneta y abro la puerta con ímpetu.

Marinet se gira ante mi entrada triunfal, su mirada


asombrada se posa en mí y su boca con forma de corazón
se entreabre.

― ¿Qué haces aquí? ―alcanza a preguntar.

No contesto, porque parezco una estatua de pie allí


mirándola. Deleitándome con devorarla con mis ojos, solo
yo. En este momento el zumbido de la adrenalina
entremezclado con el imperioso deseo que provoca en cada
fibra de mi ser nubla mi mente.

Doy un paso, luego, otro y en dos zancadas me planto


justo pegado a ella. Nos separa tan solo un suspiro.
Nuestros alientos se entremezclan, no obstante, ninguno de
los dos damos un paso atrás. Yo porque estoy loco.

―Kris…―empieza a decir, aunque la silencio colocando


mi dedo índice sobre sus labios.

―Ángel, no hables, no necesito escuchar de nuevo todas


las razones por las que no puedo ni debo acercarme a ti.
Estoy cansado de luchar contra mis instintos―hablo sin
dejar de acariciar con suavidad sus labios con mi dedo. Con
mi otra mano aferro el dobladillo de su vestido por la parte
delantera y lo levanto.

Ella emite un casi imperceptible suspiro. Ese simple


gesto me enturbia más todavía.

―No vas a comer con Bill―sentencio sin cesar en mi


tarea de meter mis dedos en sus bragas. Cuando alcanzo a
tocar sus pliegues, ella arquea su cuerpo hacía el mío y mi
verga se endurece más todavía.

―Y tú, no vas a enseñarle la puta planta de arriba a la


prima de Jessica Rabbit. ―sisea entre dientes entornando
sus ojos y mordiendo su labio inferior.

Una sonrisa bobalicona se dibuja en mi boca, mientras


mis dedos acarician el encaje de sus braguitas. Las palabras
de mi ángel dejan entrever que está celosa y certificarlo
hincha mi pecho de satisfacción.

No puedo parar, no quiero tampoco. Necesito tocarla,


sentirla como mía, porque a pesar de que es una locura es
inevitable.

Doy un fuerte tirón y la tela de su ropa interior cede ante


mi mano cayendo al suelo.

Mis dedos se aventuran entre sus pliegues, jugueteo con


su clítoris ante los gemidos cortos, pero seguidos de mi
ángel. Inclina la cabeza hacia atrás y cierra sus párpados.

Me muero por arrasar sus labios, sin embargo, por alguna


razón interior me lo prohíbo. Porque lo que estoy haciendo
está mal, muy mal, no obstante, no puedo detenerme. Al
menos no profanaré su boca, lo auto prohíbo en mi cerebro.

―Kris, más, por favor…―suplica dominada por la pasión.

― ¿Más dedos mi ángel, más rápido, más qué...?


―interrogo de forma sugerente sin cesar mis caricias.

―Te quiero dentro de mí ya. ―demanda enloquecida por


los movimientos de mis dedos en el interior de su vagina.
Soy consciente que no debemos, que meterme de nuevo
en su feminidad, poseerla, solo me acarreará problemas,
porque sin tocarla ya resulta una tortura resistirme.

Aun así, decido ignorar todas y cada una de las razones


por las que no debo follármela.

Las manos de mi ángel vuelan con desespero al cinturón


de mis pantalones y ella cruza la línea antes que yo
apresurada por bajármelos hasta la cadera y liberar mi dura
polla. La misma da un brinco al ser libre.

La anticipación apremia mis movimientos y sin pensar,


cegado por el electrizante deseo que me embarga, la
empalo, hundo mi polla en su interior y al unísono mi ángel
emite el más lindo sonido que puedan escuchar mis oídos,
un largo e intenso gemido.

Empiezo a bombear con impulso, como un adicto que


necesita de cada embate para hallar la tranquilidad.
Dejándome arrastrar por la imperiosa necesidad de
reclamarla como mía, a pesar de que sé que no es lo
correcto. Mi cabeza ahora mismo no está para pensar
porque se encuentra en la mismísima punta de mi polla. La
cual está inmersa en alcanzar en el más puro éxtasis
después de meses de abstinencia.

Mi ángel no se queda atrás porque me está deleitando


con una música celestial, repleta de gemidos y suspiros que
enaltecen mi hombría al sumun máximo de la excitación.

Soy consciente que en cualquier momento la puerta del


camerino se puede abrir y pillarnos en una situación de lo
más comprometida, lejos de reprimirme ese dato me excita
mucho más si es posible.
Acelero mis embestidas porque mi clímax está cerca,
hundiéndome en las profundidades de mi ángel con frenesí.

―Estoy cerca Kris…―masculla Marinet.

En ese mismo momento me entierro con fuerza en su


canal robándole un grito a mi ángel que culmina el orgasmo.

Segundos después me retiro con premura y acondiciono


mis pantalones ante la enturbiada mirada de ella.

Ahora mismo me siento como un pedazo de mierda,


porque después de practicar el mejor sexo de mi vida, la
realidad me golpea de nuevo con sus reglas y con una
verdad que no puedo dejar de obviar.

‹‹Te has follado a tu hermana, gilipollas››, resuena en mi


mente.

Marinet se levanta y observo como se tambalea sobre


sus tacones, aunque consigue mantener el equilibrio.

―Kris, deberíamos hablar. ―propone Marinet sin apartar


sus ojos de mí.

―Ahora no. ―sentencio dándole la espalda, porque no


quiero que vea el tumulto de emociones discordantes que
se acumulan en mi rostro.

― ¡Eres un capullo! ―insulta cabreada.

La ignoro, porque tiene razón, no está diciendo nada que


no sea cierto. Avanzo hasta la puerta con decisión. Antes de
abrirla y largarme de allí proclamo.

―Móntatelo como quieras, pero anula la cita de mañana


con Bill.
― ¡Vete a la mierda!

Sus palabras quedan amortiguadas por el golpe que


propino al cerrar la puerta.

Marinet
Otra vez sola en mi camerino me dejo caer en la silla
delante de mi tocador, ni siquiera soy capaz de mirarme la
espejo. Me niego a ver mi cara en este preciso momento.
Paso mis manos por mi rostro reprimiendo las ganas de
llorar que de repente pugnan con apremio.

Kris Adagio es un capullo insensible, sin escrúpulos, que


folla como nadie, que provoca que mi cuerpo vibre como
nunca, pero a fin de cuentas un cabrón regala orgasmos.

Y yo soy una tonta incapaz de resistirme a sus encantos,


porque para mi desgracia es el único hombre que hace
sentirme viva.

El sonoro ruido de palmas provoca que dé un respingo en


la silla poniéndome en pie de inmediato.

― ¿Quién anda ahí? ―pregunto a la oscuridad, revisando


cada ángulo muerto en el interior de la estancia para
detectar de donde viene ese ruido.

No recibo ninguna contestación y las palmas cesan. Por


un instante creo que estoy loca y me acabo de imaginar lo
que he oído.

Viro de nuevo, en dirección al tocador y veo mi cara en el


reflejo del espejo.

¡Madre mía! Estoy hecha un desastre, mi pelo


enmarañado y mis ojos turbulentos.
Absorta en mi aspecto, no lo veo llegar, pero de repente
detrás de mí la imagen de Phillip me arranca un leve gritito
junto a un sobresalto.

― ¿No te alegras de verme, amour?

¡No me lo puedo creer!, Phillip está aquí. Sus ojos me


atraviesan como puñales acompañados por sonrisa ladina
cargada de maldad.

―Phillip ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?


―interrogo nerviosa e intento poner distancia entre
nosotros.

Porque el hecho de tenerlo pegado a mi espalda


consigue inquietarme.

Soy una ilusa en mi afán por separarme de él. Phillip


adivinando mis intenciones se aferra a mis brazos con
fuerza.

―Te veo demasiado nerviosa, Marinet. Lástima, creí que


nuestro amigo en común Kris te había desestresado.
―comenta con sarcasmo.

¿Cuánto tiempo llevaba Phillip escondido en mi


camerino? Esa pregunta penetra en mi cerebro al oír sus
palabras.

Necesito deshacerme de su agarre y salir disparada,


porque Phillip Parrot no es de fiar y menos si tenemos en
cuenta que lo ridiculicé tres meses atrás delante de mil
invitados.

―Suéltame Phillip, si no quieres que avise a seguridad.


―amenazado con la esperanza de que me suelte.
―Ni de coña Marinet. Grita, si es lo que deseas, te
aseguro que antes de que nadie sea capaz de llegar aquí te
partiré ese lindo cuello que tiernos. No te olvides que soy un
hombre desesperado. No tengo nada que perder. Por tu
culpa mi familia me ha dado la espalda, incluso los que
durante años se prodigaron como mis amigos no quieren
saber nada de mí. ―asevera incrementando la fuerza de sus
dedos sobre mi piel para infligirme dolor.

Por una vez mi carácter impulsivo se reprime, porque sé


que Phillip es más peligroso hoy por hoy que tres meses
atrás.

― ¿Qué es lo que quieres? ―demando a la espera de que


Phillip muestre sus cartas.

Si quisiera matarme, ya lo habría hecho, por lo que


sospecho que sus intenciones son otras.

―Lo quiero todo, Marinet. Ajustaremos cuentas. Mañana


a las 10.00 en el Sant James’s Park. No tengo que recordarte
que acudas sola y que nadie puede saber de nuestro
encuentro. ―propone sin dejar de escrutar mi rostro con sus
ojos.

―Está bien, tú ganas. ―asiento.

No cuento con más opciones que aceptar verme con él a


pesar de que mi intuición me avisa de forma latente que no
es buena idea.

―Yo siempre gano. ―proclama Phillip solándome al fin.


Capítulo 30
Kris Adagio
Sin dormir, sin afeitarme y con un aspecto que da pena
atravieso las puertas de mi oficina ante la mirada extrañada
de mi secretaria.

Es que la nochecita que he pasado no se la deseo ni al


peor de mis enemigos. Después de follar con mi ángel, la
noche fue en declive. Por supuesto, Payton no aceptó mi
negativa de no subir al piso de arriba del Edén Paradise.

No participé activamente en los juegos de las diferentes


habitaciones en las que estuvimos. Porque fui incapaz de
tener sexo cuando aún perduraba el perfume de mi ángel en
mi cuerpo. Pero si participé como voyager mientras Payton
disfrutaba como una loca con diferentes de los clientes
habituales del Edén Paradise.

Muy a mi pesar, cuando atravesé las puertas de mi


apartamento, la sensación de haber traicionado a Marinet
aullaba en mi interior.

Era un canalla y de los grandes por follármela y luego


dejarla en su camerino sin una palabra.

El intercomunicador de mi despacho suena y meneo mi


cabeza para despejar todos esos pensamientos
autodestructivos que flashean mi mente.

―Señor Adagio, el señor Macnikols. ―informa mi


secretaria.

Robert atraviesa mi despacho y por primera vez en días


siento satisfacción. Porque la última vez que nos habíamos
visto fue días atrás, cuando decidí emborracharme y él
intentó persuadirme, pero como siempre mi carácter
endemoniado tomó las riendas y lo echó a patadas.

Verlo de nuevo era un signo esclarecedor que certificaba


que Robert era y siempre sería mi amigo.

―Das pura pena. ―dice mientras se sienta frente a mí.

Esbozo una sonrisa ladeada ante su comentario.

―No sabes lo mucho que me alegra verte.

―Bueno, confieso que no estaba seguro de que fuera así.


―manifiesta.

―No sé la mejor manera de disculparme, es algo que no


tengo como norma hacer. Pero creo que te debo una
disculpa. ―explico y mi tono es titubeante.

―Disculpa aceptada. ―se limita a decir Robert―Y ahora,


¿dime que o quien es la causante de ese aspecto de
vagabundo que exhibes?

Una sensación de incomodidad se instala entre nosotros


y en un gesto involuntario paso una de mis manos por mi
rostro.

―No es ninguna novedad. Y es la misma mujer de


siempre, la única que no puedo tener. ―me sincero.

Robert mueve la cabeza en señal de negación.

―Sabes que resulta enfermizo, ¿no? ―recalca e


introduce una de sus manos en el bolsillo de su americana.

A continuación, desliza entre sus dedos un sobre blanco


y lo coloca sobre mi escritorio. Mis ojos se abren de par en
par ante el gesto de Robert.

― ¿Qué es esto? ―interrogo con extrañeza.

Una sospecha flota alrededor de mi cabeza durante un


instante, aunque prefiero que sea Robert quien me verifique
lo que en realidad contiene ese sobre.

―Los resultados de las pruebas de ADN―comunica con


calma, Robert.

Noto su escrutinio posado en mí, atento, mis dedos


acarician el sobre durante unos segundos.

―Kris, ¿no piensas abrirlo? ―pregunta Robert


enalteciendo sus cejas.

―No.

―Kris, hay tienes la solución a tus problemas, y ahora no


quieres abrirlo. No te entiendo.

Yo tampoco alcanzo a entender la determinación, a no


abrir ese sobre. Porque ahí está la verificación de que
Marinet y yo somos hermanos. Pero no puedo, no tengo
valor, porque si en realidad veo en un papel escrito esa
verdad enloqueceré aún más.

―Robert, no quiero saberlo. Nunca quise una prueba, me


basta con la palabra de mi madre. Y con respecto a mis
problemas, esos no tienen solución―explico devastado.

―Kris, la has vuelto a tocar.

No es una pregunta, es una afirmación que emiten los


labios de mi amigo porque me conoce demasiado bien.
No contesto, soy incapaz de decir en voz alta que me
follé a mi ángel, y que por consecuente fue el sexo más
satisfactorio.

‹‹Te follaste a tu hermana, no a tu ángel››, rectifica mi


consciencia.

―Kris, necesitas tomar las riendas de nuevo. Siento ser


yo quien te diga esto, pero estás irreconocible. Mi amigo
jamás ha sido un cobarde y ahora mismo no lo veo cuando
te miro. ―reprocha Robert alzándose en la silla con
expresión funesta.

No puedo culparlo, todo lo que ha dicho es una verdad


como un puño y como tal duele.

Marinet
Froto mis manos nerviosa al bajarme del taxi que me ha
dejado en el Sant James´s Park. Por un lado, agradezco que
el idiota de Phillip haya elegido un sitio tan emblemático
para nuestra cita, porque eso significa que sus intenciones
no son demasiado macabras.

Atravieso el mismo hasta llegar al puente que cruza el


lago que hay en el parque, al que llaman St James´s Lake.
En ese punto exacto es donde me paro esperando que
aparezca Phillip.

La gabardina que he elegido ahora me parece


inadecuada porque allí de pie noto la fría brisa
atravesándome.

Mis ojos otean con precisión buscando entre la gente al


capullo de mi ex. Solo cuando giro hacia la izquierda lo veo
acercarse con tranquilidad.
―Buenos días, amour―saluda sonriente.

Siempre he odiado que se dirigiera a mí con la palabra


“amour” aunque nunca se lo dije.

―Al grano Phillip, como comprenderás no salto de


emoción de estar aquí contigo. ―amonesto instándolo a que
diga lo que quiere y acabemos con todo esto en breve.

―Pues siento decirte que tendrás que acostumbrarte.


―suelta con una sonrisa.

―Vamos Phillip, no me gustan los secretos, así que di lo


que quieres. ―demando.

―A ti, por supuesto. Verás te explicaré lo que vas a


hacer. Primero, dejarás ese maldito trabajo de cabaretista
en el Edén Paradise. Segundo, regresaremos juntos a París.
Tercero, nos vamos a casar.

No consigo reprimir la sonora carcajada que sale de mi


boca tras escuchar a Phillip.

“¡Está completamente loco!”

―Más quisieras―anuncio sin evitar seguir riéndome.

Phillip entorna los ojos y muestra su molestia ante mis


risas.

―Marinet, creo que no me has entendido. ―advierte y


saca del bolsillo trasero de su pantalón tejano el móvil, lo
trastea durante unos segundos y me lo cede.

Mi respiración se corta al momento de ver la pantalla del


móvil de Phillip. La imagen que me devuelve es yo en mi
camerino mientras Kris me folla sin compasión.
¡Joder! Una vez más he subestimado a Phillip como
jugador, porque el muy capullo tenía un as en la manga que
lo cambia todo. Sigo sin apartar mis pupilas del video que se
reproduce en el móvil.

Incluso llego a sentir la humedad entre mis piernas


mientras lo miro y me cabreo por ello. Porque esa puta
prueba es otra de las malas jugadas del destino que me va
a encadenar a la rata inmunda de Phillip Parrot.

― ¿Ahora no te ríes tanto amour? ―ironiza.

―Eres un cabrón―ataco sin soltar el móvil de entre mis


manos.

―En el amor y en la guerra todo vale Marinet.


―proclama con arrogancia.

Tiene la sartén por el mango y a mí no me queda otra


que aceptar sus condiciones. Porque si ese video viera la luz
sería una catástrofe, no solo nos afectaría a mí y a Kris, sino
a Adrien y Ayleen e incluso al perdido de mi hermano Mateo
a pesar de estar viviendo en Australia.

― ¡Eres un hipócrita! ―despotrico, furiosa e impotente.

―Nuestro avión sale esta noche a las diez, te espero en


el aeropuerto. ―sentencia quitándome el teléfono de mis
manos con malas formas y dispuesto a marcharse.

―Pero…―intento decir, pero su mirada asesina provoca


que guarde silencio.

De regreso a mi apartamento parezco un ente andante,


perdida en mi cerebro, asimilando todo lo sucedido. Porque
desde que Kris y yo diéramos rienda suelta después de
meses de resistencia, todo se había derrumbado como si
fuera un castillo de naipes.

Tanto huir de Phillip y ahora volvía a estar en el mismo


punto que tres meses atrás. Y esta vez no podía idear
ningún macabro plan para deshacerme de él. Una lágrima
solitaria recorre mi mejilla, entretanto meto la llave en la
puerta de mi apartamento.

Después de una ducha más larga de lo habitual me


coloco unos jeans y recojo toda mi ropa en una maleta de
mano. Más adelante haré las gestiones pertinentes para
envíen el resto de mis cosas a París.

Me da la impresión como si mi tiempo en Londres


hubiera sido solo un sueño etéreo. Y un nudo se instala en
mi garganta, porque este periodo ha sido el mejor de mi
vida a pesar de mi problema con Kris. El resto, trabajar en el
Edén Paradise, mis amigos Oso y Marrow, ellos habían
contribuido a sentirme como si realmente este lugar hubiera
sido mi hogar.

Sacudo la cabeza y destierro todos esos recuerdos para


recuperar el sosiego.

‹‹Eres una valiente, Marinet››, me digo infligiéndome


valor.

Oso es el primero que veo como siempre está de pie en


la puerta principal del club. Su sonrisa sincera encoge mi
corazón.

―Ángel, vienes temprano, ¿sucede algo? ―atina a


preguntar.

El siempre súper observador Oso nada escapa a su radar,


detecta cualquier cambio de todo tipo en los trabajadores
del Edén Paradise.

―Esto bien Oso, solo quiero deciros algo a todos. ―atajo


intentado parecer despreocupada.

El rostro de mi amigo muestra preocupación. Asiente y


entra junto a mí al interior del local.

Una vez en el interior del club, Marrow y Oso me miran


con curiosidad e inquietud.

Trago con dificultad e inspiro varias veces seguidas.

―Chicos, esto es una despedida―digo ante las caras


asombradas de mis amigos―ha surgido algo y tengo que
regresar a París, mi hogar, junto a mi familia. Quiero
agradeceros todo lo que habéis hecho por mí en estos
meses.

―Beautiful, pero aquí eres feliz, ¿Qué ha cambiado?


―exclama Marrow acercándose para acariciar mi mejilla con
su morena mano.

Las lágrimas luchan por aflorar de mis ojos ante el cariño


que expresa Marrow en sus pupilas.

―Si he sido muy feliz, pero chico arcoíris tengo una


familia, unas responsabilidades. ―aclaro bajando mi mirada.

No soy capaz de enfrentarlo cara a cara sin derrumbarme


en un llanto sin fin.

Marrow comprende al fin y me estrecha entre sus brazos


susurrando en mi oreja.

Siempre estaré para ti beautiful, suerte.


Salgo del Edén Paradise y me apresuro a montarme en el
taxi que me espera. Una vez en su interior no puedo
aguantar más y rompo en un llanto desesperado.
Capítulo 31
Kris Adagio
Embobado con el sobre blanco de nuevo entre mis
manos y frente a mí un vaso con tres dedos de wisky. En
esta ocasión no he dejado la botella demasiado cerca, no
quiero emborracharme. Solo necesito soledad, pensar,
volver a encontrarme porque me siento perdido.

La fijación que siento por Marinet, tiene consecuencias,


porque en el proceso de intentar resistirme, de olvidarla, de
recomponerme, me he extraviado completamente y lo más
importante me he convertido en un puto cobarde.

Sentado en el suelo de mi apartamento, intento decidir si


estoy dispuesto a descubrir la prueba definitiva de que
Marinet y yo somos hermanos.

Mi móvil suena y aunque no tengo ganas de hablar con


nadie lo cojo al ver el nombre de Oso iluminando la pantalla.

―Sí

―Kris, ¿No piensas venir hoy al club? ―pregunta Oso de


sopetón.

―No, ¿algún problema? ―pregunto extrañado.

―No tenemos cantante. ―comunica.

‹‹Ángel››, susurra mi voz interior.

Tan enfadada está que ni siquiera se ha dignado a


aparecer por el club, lo entiendo y no puedo evitar sentirme
culpable.
―Oso, quizás Marinet se encuentra mal dobla la
actuación de las bailarinas y punto. ―informo restándole
importancia.

―No tienes ni puta idea ¿Verdad? ―gruñe Oso.

Su actitud logra desconcertarme.

―Hostia puta Oso, habla. Porque ahora mismo tengo


serios problemas para recordar porque somos amigos.
―demando elevando la voz.

―Ángel se ha largado, vino a despedirse. Ha regresado a


París.

Esa información golpea mi mente paralizando todo mi


cuerpo.

“Se ha ido”

Incluso el teléfono se cae de mi mano y mi mirada se


pierde en algún punto de la pared blanca de mi
apartamento.

Marinet
Una semana después

Ha transcurrido una semana desde que volví a pisar


Cheverny ante las miradas asombradas de Adrien y Ayleen.
Mi amiga ha estado bombardeando a preguntas desde que
llegué.

Reconozco que no le he explicado toda la verdad, por


ejemplo, de momento no he abordado el tema de que en
unos días me casaré con el capullo de Phillip. Él insiste a
diario por acelerar los trámites y que le diga de una vez por
todas a mi familia que volvemos a estar juntos.

Con mucho esfuerzo lo he disuadido de que me dé más


margen.

Bajo las escaleras de Cheverny para acceder al salón


principal, allí me esperan Ayleen y Adrien para cenar.

Mi sobrino ya está dormido es época escolar y tiene que


madrugar, así que sus padres lo obligan a irse a la cama
temprano.

Reconozco que Aidan ha sido un bálsamo para poder


olvidarme durante los ratos que hemos compartido de todo
lo que tengo sobre los hombros.

―Buenas. ―saludo ocupando la silla vacía frente a


Ayleen a mi izquierda presidiendo la mesa Adrien parece
concentrado en su móvil.

―Marinet he pensado que podríamos escaparnos a


Londres de compras mañana. ―propone mi amiga con
entusiasmo.

Sé que Ayleen pretende animarme, pero es imposible.


Además, no tengo intención de volver a pisar Londres
porque allí está mi corazón y volver a verlo me hundiría.

―Lo siento Ayleen, pero no me apetece. Y confieso que


tengo varios asuntos que arreglar antes de mi boda.
―suelto de tirón, a bocajarro, provocando que mi autoritario
hermano deje el móvil y centre su mirada en mí.

Ayleen apenas puede pestañear al escuchar la bomba


que acabo de soltar.
―Marinet Legrand Vitret, espero que el tema de tu boda
sea una de tus bromas de mal gusto. ―Adrien hace hincapié
en cada una de sus palabras.

Alzo mi copa de vino acompañada de un leve suspiro


ante la expectativa de cuatro pares de ojos que no se
apartan de mí.

―No es ninguna broma. Será una boda íntima en un par


de días.

‹‹Dios que difícil está siendo››

―Marinet, no entiendo nada. ¿Con quién vas a casarte?


―pregunta Ayleen contrariada.

Porque mi amiga sabe que tengo el corazón roto. Yo


misma se lo expliqué cuando llegué, aunque omití ciertos
aspectos. Sí, confesé que amaba a Kris y que era un amor
imposible porque éramos medio hermanos.

―Con Phillip Parrot. ―decirlo en voz alta no es fácil.

Mi hermano se levanta de repente tirando la silla en la


cual está sentado. Doy un respingo en mi sitio ante el
estruendo.

― ¡Por encima de mi cadáver! ¿Qué cojones estás


diciendo? ―grita Adrien fulminándome con su mirada.

―Adrien, soy mayor de edad, tengo veinticuatro años. Yo


decido. Siento mucho que no te gusten mis decisiones.
―anuncio sin mirarlo.

No me veo capaz de mirarlo a los ojos porque temo que


vea las dudas en ellos. No puedo olvidarme de que Adrien
es mi hermano y como tal me conoce a la perfección.
―Marinet, ¿te has vuelto loca? Phillip es una rata
miserable, te espera una vida de mierda. Permíteme que me
niegue a que mi hermana pequeña sea infeliz. ―proclama
entre gritos.

―Lo siento Adrien, me casaré con o sin tu bendición.


―anuncio.

Adrien sale disparado del salón entre maldiciones. Solo


cuando estoy a solas con Ayleen me permito el lujo de
cerrar mis parpados y soltar el aire de mis pulmones con
más fuerza de lo que es habitual.

―Marinet…

Levanto mi mano abierta y le hago un gesto para que no


continúe.

―Por favor, Ayleen. No necesito más sermones. Es mi


decisión en cinco días Phillip y yo nos casaremos y no
espero que lo entiendas. ―Con mis palabras no le doy
opción a mi amiga a poner objeciones, aunque olvido que
Ayleen Macleod es escocesa y a empecinada no la gana
nadie.

―¿Te vas a casar con el perro infiel de Phillip? ¿y dónde


queda tu amor por Kris? ―increpa.

Sabe bien donde disparar con sus palabras, es mi amiga,


me conoce bien.

―Ayleen, lo mío con Kris no es posible. Y te lo dije.


―insisto y me pongo de pie porque de repente no tengo
apetito.
―Bueno, si no es Kris encontrarás el amor en otro lugar.
Pero no encadenes tu vida a un sucio tramposo como Phillip.
―Ayleen elige las palabras adecuadas para persuadirme.

Lástima que nada ni nadie puede persuadirme de no


casarme con Phillip, porque estoy atada a él sin remedio.
Capítulo 32
Kris Adagio
Transcurre una semana desde que mi ángel se dio a la
fuga. A pesar de que reconozco que poner distancia entre
nosotros es la mejor opción. No evita que la eche de menos.

Echo un vistazo al reloj, para comprobar que tengo una


reunión en diez minutos. El trabajo ha sido mi refugio para
no pensar.

Agrupo las carpetas que necesito y me dispongo a


abandonar mi despacho directo a la sala de juntas.

El sonido de mi móvil frena mis movimientos, entrecierro


mis ojos al comprobar que el número que me llama no lo
tengo agendado.

―Sí.

―Adagio

‹‹Madre mía el mismísimo Sant Legrand llamándome››,


confieso que me pone nervioso. Porque si Adrien Legrand se
ha tragado su orgullo y ha marcado mi número, puede que
sea porque Marinet le ha explicado nuestra tormentosa
relación.

― ¿Dónde estás? ―interroga con exigencias.

―Adrien, ¿qué mierda quieres? Vivo en Londres no finjas


inocencia, sabes bien donde resido. ―Lo ataco porque no
tengo mucha paciencia y cuando se trata del capullo de mi
medio hermano más.
―Deberías estar aquí. Mi hermana está aquí.

Lo escucho y no logro descifrar a donde quiere llegar.

―También es mi hermana, no lo olvido. ―contesto


porque sé que recordarle nuestro parentesco lo cabrea.

―Todavía estás con esa mierda, pensé que eso ya lo


habíais aclarado, aunque veo que no. Bueno, tú mismo
Marinet anda liándola así que si te interesa ven a buscarla.
―dice con desinterés como si no importara.

Aunque sé que no es así porque Marinet es el ojito


derecho de Adrien, la ha protegido y cuidado siempre.

Cuelga sin dilación dejándome desconcertado al máximo


y cabreado por supuesto.

Tiro las carpetas contra la pared dominado por mi enfado


y comunico a mi secretaria que anule la reunión

¿Qué ha querido decir con lo de que Marinet la está


liando? ¿Qué es lo que está haciendo? No puede ser tan
grave. Solo hace una semana que se largó.

Joder, miles de imágenes de mi ángel borracha de


discoteca en discoteca y de hombre en hombre me asedian
encendiendo mi sangre.

Otra llamada suena en mi teléfono y me apresuro al


descolgar.

―Sí.

―Jefe, te he pasado un enlace mira el teléfono.


―comunica Oso serio.

― ¿Qué cojones pasa?


―Míralo―. dicho esto, cuelga.

Hoy es el día de las llamadas extrañas y todas entran en


mi maldito teléfono.

Accedo al Whats app para ver el enlace al que ha hecho


referencia Oso y pincho sobre él. Se abre la ventana
emergente de la prensa internacional.

Comunicado Familia Legrand

Después de tres meses la joven heredera Marinet


Legrand y su prometido Phillip Parrot han conseguido
arreglar sus diferencias y se casarán el próximo día
dieciséis, en esta ocasión la pareja ha optado por una boda
íntima con solo la familia.

Al final la novia a la fuga francesa ha sido cazada.

No puedo dar crédito a lo que mis ojos leen. En mi


interior se fragua una lucha interna entre la furia y la
incertidumbre. Porque no entiendo como mi ángel ha corrido
a los brazos de esa sabandija de Phillip.

Aprieto los puños y grito en la soledad de mi despacho.

‹‹Esto no puede estar pasando››, chilla mi mente.

Fuera de mí, sin control, levanto una de las sillas de mi


escritorio y la tiro contra la pared.

La puerta de mi despacho se abre y la cara pasmada de


mi secretaria aparece en el umbral de esta.

―Todo está bien―me limito a decirle y ella desaparece


de la misma forma en la que ha aparecido.
Levanto el auricular del teléfono para avisar al hangar
que preparen mi jet privado.

Marinet tiene muchas cosas que explicar y por teléfono


no me sirve. Necesito mirarla a los ojos y que me certifique
que ese puto comunicado que acabo de leer no es un bulo
de la prensa rosa.

En dos horas me encuentro sentado en el sillón de mi


avión con el sobre blanco que descansa entre mis dedos.
Sigue cerrado, aunque las dudas de abrirlo o no continúan
en mi interior.

Marinet
Los días pasan tan lentos que morderme las uñas se ha
convertido en uno de mis pasatiempos preferidos. El
ambiente en mi casa está enrarecido desde que solté la
bomba de mi inminente boda con Phillip.

Adrien ni siquiera me mira, las pocas veces que nos


hemos cruzado sus ojos llameantes me han mirado con
reproche.

Me parte el alma la situación porque amo a mi hermano


y no quiero que me odie, pero no tengo otra opción. La
extorsión de Phillip me tiene contra la espada y la pared y
no veo ninguna salida para librarme de él.

Ayleen si me dirige la palabra, aunque está demasiado


fría. Sigue sin entender mi decisión, yo lloro por dentro al
ser incapaz de sincerarme con mi amiga del alma.

Suelto el bolso sobre la colcha de mi cama y suspiro.


Acompañar a Phillip al club de campo no era mi idea de
pasarlo bien. Aun así, he tenido que hacerlo. Aguantarlo
mientras aplicaba sus dotes de buen embaucador con la
alta sociedad llevándome colgada de su brazo había sido un
suplicio. Porque cada vez siento más animadversión por el
que en pocos días será mi esposo.
Solo pensar en ello se me cae el mundo a los pies.
Porque no solo influye que mi futuro marido es un ser
miserable, sino que toda esta mentira será mi cárcel
durante años.
Además, me preocupa el hecho de que he intentado
abordar el tema de la intimidad con Phillip para dejar las
cosas claras y me ha dado largas.
Una cosa es que acepte ser su esposa empujada por su
extorsión y otra es que le permita que me ponga un dedo
encima, eso sí que no.
Moriría en el intento de resistirme si me llego a ver en
esa tesitura no tengo duda.
La melodía de La mejor versión mí de Naty Natasha sale
de mi teléfono notificándome una llamada.
Soy patética al elegir ese tipo de canciones que cada vez
que suenan oprimen mi pecho, porque siento que vivo en
una jaula de donde me resulta imposible salir.
―Hello hermanita
La voz de Mateo a través de la línea hunde mi corazón en
la miseria, porque escuchar al desaparecido de mi gemelo
después de tanto tiempo merma mi fortaleza y las lágrimas
asoman en mis ojos.
― ¡Madre mía!, ya pensaba que te habías olvidado de
que tienes una familia―. Regaño tragando con fuerza para
reprimir el nudo en mi garganta.
―Sigues siendo una exagerada Marinet. Sabes que a
veces en los lugares en los que estoy no hay cobertura―. Se
justifica con su tono agradable.
―Excusas― susurro.
― ¿Cómo estás? ― pregunta e intuyo que su llamada no
es fortuita.
― ¿Y eso ahora a que viene, Mateo? ―. Indago
frunciendo mi ceño.
―Alguien me ha dicho que vuelves a poner en marcha tu
boda―. Aborda.
―Sí, ¿vas a venir? ― comento con ironía.
―Si pudiera, sabes que estaría a tu lado, ―
anuncia―pero me preocupas, Marinet, porque anulaste tu
boda con el hijo de puta de Phillip y ahora vuelves con
él. ¿Qué me he perdido? ― pregunta.
―Mucho, hermano, te has perdido mucho―. Mi voz
apenas suena.
―Marinet, por favor recapacita. Eres joven, puedes
encontrar a un hombre que te ame como te mereces, no a
una basura como Phillip―. Aconseja dulcificando su voz.
―Es mi decisión― proclamo intentando parecer firme.
Porque ese hombre ya lo he encontrado, pero está fuera
de mi alcance y la veracidad de esa realidad me sobrepasa.
―Hermanita, no estás sola, debes pensar bien lo que
haces. Déjate aconsejar por los que te quieren. ―Insiste
Mateo.
― ¿Has hablado con Adrien verdad?, él te ha pedido que
me convenzas, ¿no? ― reprocho enfadada.
Porque conozco a mi gemelo demasiado bien y a mi
autoritario hermano mayor también.
―Adrien solo desea lo mejor para ti―. Anuncia Mateo.
―Sí por eso se pasa los días mirándome como si fuera la
peor de las mujeres―. digo alzando la voz.
Porque odio que Adrien no sea lo suficientemente
valiente para sentarse a mi lado y hablarme con cariño, por
el contrario, que manipule a todos a mi alrededor para
convencerme de algo que yo sé, pero que no puedo evitar.
―Mateo mi decisión está tomada, te quiero y espero que
a pesar de que no me comprendas me apoyes. Y dile al
idiota de nuestro hermano que deje de enredar.
Decido colgar sin esperar la respuesta de mi hermano
porque no aguanto más y sé que de un momento a otro se
puede desatar mi llanto.
Kris Adagio
Aterrizo en el aeropuerto de Charles de Gaulle donde me
espera el chófer que he contratado. El viaje me ha resultado
eterno porque el enfado que domina mi cuerpo ha ido in
crescendo al unísono de mis funestos pensamientos
Aún no puedo creer que Marinet sea tan irresponsable de
volver a enredarse con Phillip y por supuesto no lo voy a
permitir. Aunque de momento no se bien que le diré.
‹‹Primero pedirle explicaciones››
‹‹ ¿En calidad de qué? ››, espolea mi conciencia.
‹‹Como hermano››, me respondo a mí mismo.
‹‹Mentiroso››, sisea de nuevo mi mente
Definitivamente, he enloquecido. La lucha interna de
sentimientos contradictorios que experimento desde que mi
ángel y yo nos volvimos a encontrar me están pasando
factura.
Decido pasar por el hotel antes de poner rumbo a
Cheverny, aunque no estoy seguro de que Marinet se
encuentre allí.
En la soledad de mi habitación con una toalla que rodea
mis caderas camino cavilando, dudando si llamar o no al
capullo de Legrand.
Al final decido tragarme mi orgullo y recurrir a él para
verificar donde puedo encontrar a Marinet.
Al segundo tono Adrien descuelga.
―Sí.
―Legrand, soy Adagio.
―Adagio, si me llamas para decirme que has cogido un
puto avión y estás en Francia perfecto, pero si no es así no
te molestes en seguir hablando. ―Las palabras de Adrien
son duras y arrogantes.
‹‹Capullo, hijo de puta››, insulto en mi cabeza. Porque mi
medio hermano tiene la capacidad de sacarme de quicio
solo con escuchar su voz.
―Estoy en París. ―confirmo―Necesito que me digas
donde encontrar a Marinet.
El silencio se instala en mitad de nuestra conversación
durante unos segundos.
―Asistirá a una gala benéfica esta misma noche te paso
la ubicación. ―informa al fin.
―Bien ―contesto parco.
―Adagio, solo tienes una oportunidad
aprovéchala―señala antes de colgar.
Adrien Legrand no deja de sorprenderme, y aunque lo
detesto en el fondo lo admiro.
No entiendo bien lo que espera de mí con respecto a
Marinet. Si es que evite que mi ángel cometa la locura de
atar su existencia a un despojo humano como es Parrot,
puede contar con ello.
Lástima que no pueda refregarle por la cara que Marinet
es mía, que soy yo quien la va a hacer feliz.
Ese anhelo que sigue arraigado en mi alma es la peor de
las condenas. Desear algo que no puedes tener.
Capítulo 33
Shangri―La Hôtel

Marinet
Al bajar de la limusina, Phillip estrecha mi mano en un
gesto caballeroso, nada típico en él, pero pronto diviso la
cantidad de paparazzi apostados a la entrada del Hotel
Shangri. Ninguno de los actos de Phillip son fortuitos de eso
ya me he dado cuenta.

Sus esfuerzos porque la alta sociedad se olvide su vida


de excesos que yo revelé a los ojos de todos en nuestra
fallida boda, son titánicos.

Como buena actriz estrecho sus dedos y sonrío a la


cámara a pesar de que las náuseas suben por la boca de mi
estómago ante el contacto.

Miro maravillada la fachada del hotel, porque reconozco


que la majestuosidad del Hotel Shangari es inigualable, no
hay hotel en París que pueda hacerle sombra.

Nada más penetrar en la elegante entrada dos hombres


con pinganillo nos solicitan nuestras invitaciones. Phillip las
entrega y a continuación autorizan nuestra entrada.

―Te he dicho que estás hermosa hoy, amour. ―alaba


Phillip con falsedad.

―Cállate, no necesito de tus alabanzas. ―critico entre


dientes sin dejar de sonreír representando a la perfección el
papel de prometida feliz.
En la enorme sala donde se celebra la gala de
recaudación ya hay muchos invitados, oteo con interés
porque sé de buena fuente que Adrien y Ayleen también van
a asistir. No quiero que mi hermano y Phillip protagonicen
ningún altercado.

―Phillip acuérdate que, si te tropiezas con Adrien, lo


ignores. ―le recuerdo ya que en la limusina le advertí de
que por favor ignorara a mi hermano.

―Relájate, amour. ―se limita a contestar con la mirada


al frente.

Sin soltarme me insta a atravesar la sala para saludar a


unos conocidos y yo como la sumisa que debo ser claudico
sin chistar.

Kris Adagio
Conseguir que me inviten a la gala benéfica no ha
resultado difícil, tengo la suerte de contar con muchos
contactos que me deben favores. Por lo que no he dudado
en recurrir a ellos.

Lo que ha resultado difícil ha sido no perder los nervios


cuando la lagartija de Phillip ha hecho su entrada triunfal
con mi ángel colgado de su brazo, como si fuera un trofeo.

Mis ojos siguen a la pareja sin perder detalle, como


siempre Marinet está espectacular. Con un vestido dorado
de gala que se adhiere a sus extraordinarias curvas. Solo
con verla se me hace la boca agua.

Mi ángel es única en elegancia, su forma de caminar y su


porte exhuman clase por todos los poros de su piel, pero
cuando mis ojos se fijan en su mirada el mundo cae a mis
pies.

Sus ojos cristalinos siempre han tenido un fuego


chispeante que te atraía como la polilla a la luz. Por
desgracia esa luz la ha perdido. La tristeza envuelve el azul
de sus pupilas.

El descubrimiento activa más la ira que me domina


además de una punzada de culpabilidad que intenta abrirse
paso a través de mi alma.

Hago acopio de la poca paciencia que me queda y


espero. Necesito que el desviado de Phillip se separe de ella
para abordarla sola. No busco un enfrentamiento con Parrot,
eso sería desesperado y temerario. Necesito tener a Marinet
frente a frente para saber el por qué ha provocado toda esta
pantomima con Phillip.

Diez minutos después observo como mi ángel se disculpa


con su acompañante y le susurra algo al oído para luego
marcharse.

Este es mi momento, espero los minutos de rigor para


que nadie se percate que estoy siguiendo a Marinet y justo
cuando voy a ir tras ella una escena llama mi atención.

Chandler se acerca a Parrot, le susurra algo en su oreja y


se palpa complicidad entre ellos.

‹‹Raro, muy raro››, se hace eco mi mente.

A pesar de que siento la tentación de quedarme para


examinarlos con más hincapié, no puedo demorar más
perseguir a mi ángel para abordarla.

Marinet
Necesito aire fresco, aunque a Phillip le he soltado una
pequeña mentira diciéndole que iba al baño. Atravieso el
pasillo dejando atrás los lavabos y saliendo a una pequeña
terraza.

Al salir noto la fresca brisa golpear con suavidad mis


mejillas y tomo una larga bocanada de aire.

Lo necesitaba, porque estar tanto rato al lado de Phillip


es extenuante. Lo odio, lo detesto a pesar de que lo tengo
que soportar.

―Marinet.

La voz áspera con ese acento, el cual podría reconocer


en cualquier lugar junto con una fuerte inspiración, suena a
mis espaldas. Mi cuerpo tiembla y coloco mis brazos
acariciando mis antebrazos para paliar la repentina
sensación de frío.

Increíble y desconcertante a la misma vez. Porque no


había contemplado la idea de encontrarme con Kris tan
pronto.

‹‹ No estoy preparada››, chilla mi mente.

Con lentitud me doy la vuelta para mirarlo, al segundo sé


que es un error. Respiro hondo. Debería haberme preparado
para verlo, para tenerlo cerca de nuevo, tan compuesto,
arrebatador y apuesto.

A pesar de su aspecto, bajo sus ojos luce unas sombras


negras y sus labios prensados delatan su talante.

Kris también está mal, el destino nos la había jugado a


ambos, y las consecuencias están presentes en los dos.
―Kris, ¿qué haces aquí? ―pregunto pasando una de mis
manos por mi cabellera.

― ¿Tú qué crees? ―responde con otra pregunta.

Sus ojos incendiarios no se apartan de mí y el aro oscuro


que puedo ver en ellos delata que no está muy contento
qué digamos.

―Yo no creo nada. A estas alturas prefiero no intentar


entender tus acciones―Es una pulla nacida del dolor y la
impotencia.
Porque con Kris Adagio nunca se sabe, sus actos y sus
palabras la mayoría de las veces son contrarias.
Veo cómo su pecho se hincha al respirar con si estuviera
haciendo un esfuerzo inmenso.
―No quiero discutir, solo quiero entender. ¿Por qué,
después de librarte del gilipollas de Phillip vuelve a sus
brazos? ―Su pregunta es lenta, se toma su tiempo,
eligiendo bien las palabras, lo sé, lo percibo.
Lejos de tranquilizarme me cabrea, porque me gustaría
que me exigiera, que me gritara al menos así podría saber
que se siente como yo. De esta forma tan solo demuestra
imparcialidad y lo odio.
Porque estoy cabreada, con él, con el destino y con
todos.
―Lo que haga con mi vida no te interesa. ―Suelto de
forma airada.
Su rostro se endurece y sus manos caen a ambos
costados cerradas en un puño.
―No sé porque pensé que sería fácil, contigo nunca lo
es. ―dice más para sí mismo que para mí.
―Lárgate Kris aquí no tienes nada que hacer. Pronto seré
una mujer casada y no quiero problemas con mi futuro
marido. ― Anuncio y cada palabra que pronuncio me
atraviesa el alma como la punta de un puñal.
Mi provocación no cae en saco roto y en el fondo lo
esperaba porque Kris da dos zancadas plantándose frente a
mí a un milímetro de mi cara.
―No voy a permitir que destroces tu vida casándote con
esa basura. ― Masculla con las mandíbulas apretadas.
―No, claro, prefieres que la destroce como hasta ahora.
Deseando al hombre prohibido. Alguien a quien nunca podré
tener. Un hombre con el cual he cruzado tantas veces la
línea de lo correcto que, siento que estoy perdida... ― Dejo
salir todos mis sentimientos encontrados, enfrentándolo con
ira y con frustración, pero sobre todo con demasiada
impotencia.
―Ángel…― Suspira demasiado cerca de mi boca.
―No me llames ángel, deja de hacerlo. Para ti soy
Marinet Legrand. ― Enfatizo mi nombre para encontrar el
equilibrio y no perderme en su proximidad.
Kris tan solo apoya su frente en la mía y sujeta mis
brazos con suavidad.
Su contacto desata mis temblores y las lágrimas asoman
a mis ojos.
―No puedo dejarte, no quiero, aunque no es posible,
pero siento que soy incapaz de olvidarte. Marinet yo no
elegí esto. Aun así, no puedo permitir que seas infeliz.
Sus palabras duelen más que cualquier herida, por el
peso de la realidad de estas.
―Maravillosa imagen.
La voz de Phillip penetra en mi cabeza y me apresuro a
separarme de Kris.
Kris entorna sus ojos verdes y se gira para enfrentar al
idiota de Phillip.
Kris Adagio
La presencia de Phillip actúa como un jarro de agua fría
despejando mi mente del torbellino de emociones que me
inundaban hasta el momento. Ahora pasa a tomar las
riendas mi cultivado control, me giro con una lentitud
aplastante y lo encaro con mi rostro impasible.
En su cara una sonrisa endiablada a juego con unos ojos
que bailotean satisfechos. El muy gilipollas parece
encantado de habernos interrumpido, lo cual me cabrea.
No puedo obviar que Phillip Parrot es un vicioso, adicto a
todo tipo de juegos, y al parecer cree que está en uno de
ellos.
―Phillip, qué pena pensé que no volvería a verte desde
la última vez. ― proclamo con sarcasmo.
―Mataros si queréis yo me largo―sentencia Marinet
abandonando el lugar sin mirar atrás.
―Adagio, por mí te hubiera borrado de la faz de la tierra.
Lástima que no sea Dios. ―provoca prensando su labios y
abriéndolos, emitiendo un sonoro chasquido.
―Yo no necesito a Dios para fulminarte―. Amenazo.
―No te tengo miedo. Yo ya tengo lo que deseo,
recuérdalo cuando estés en tu cama solo. Porque Marinet es
mía. Ya he ganado, porque tengo la seguridad que cuando
me la follo y grita mi nombre, ni siquiera se acuerda del
tuyo. ―Phillip elige las palabras adecuadas para mermar mi
férreo control y casi lo consigue.
Despejo cualquier imagen de mi ángel y en dos zancadas
lo tengo sujeto por la camisa.
―No cantes victoria tan pronto, moveré cielo y tierra
para evitar que te cases con ella. ―proclamo y lo suelto
empujándolo.
‹‹Que pena que no consigo que pierda el equilibrio y
caiga de espaldas››
Capítulo 34
Marinet
Abandono la terraza dejando atrás a Kris y Phillip.
No pienso aguantar la pelea de gallitos, si se quieren
matar que lo hagan.
Una vez más mi corazón galopa en mi pecho con frenesí
a consecuencia de mi encuentro con Kris.
Este hombre siempre remueve todo mi cuerpo como si a
su lado estuviera en el interior de una coctelera.
Además, ¿por qué tiene que lucir siempre como un
modelo de esos de Emporio Armani?
‹‹! Merde! ››, gruñe mi mente.
Camino a través del salón reprimiendo las ganas de
largarme de la gala, aunque opto por ser prudente. No
quiero dar un espectáculo y si Phillip descubre que me he
marchado sin él es capaz de tomar represalias.
―Marinet.
La voz de mi cuñada y amiga me sacan de mis
divagaciones, elevo mi mirada para toparme con ella y los
ojos entornados de Adrien.
‹‹Lo que me faltaba››
―Hola Ayleen. ― saludo ignorando con premeditación a
mi hermanito que permanece a su lado.
― ¿Dónde vas?, pareces alterada― Se interesa mi amiga
con la preocupación instalada en sus verdes ojos.
―Voy a ver si tomo un poco de champagne. Tan solo es
que odio las escenas de macho alfa y acabo de vislumbrar
una ―suelto y al minuto me arrepiento. Porque ahora voy a
tener que dar explicaciones.
―Es Phillip, ¿qué sucede? ― interroga Ayleen.
―Nada que no resuelva. Se ha encontrado con Adagio―.
Informo parca.
Porque he metido la pata y no quiero dar información a
pesar de que conociendo como la conozco, Ayleen no va a
parar hasta que cante como un jilguero.
Mi mirada vuela de, soslayo hacia Adrien y no detecto en
su rostro ni una pizca de extrañeza. Una loca idea aborda mi
mente.
―Adrien… tú. ¿Sabías que iba a venir no? ―Reprocho
asesinando con la mirada.
―Marinet, tienes la extraña manía de pensar siempre en
lo malo de mí. ― Se defiende mi hermano, pero con un tono
distendido.
―No me vendas la moto. No eres un santo. Sé que tú
tienes algo que ver en la presencia de Kris.
Ayleen nos mira como si estuviéramos en una partida de
tenis de uno a otro.
―Te advertí que no permitiría que te casases, antes
muerto. Por lo que voy a utilizar todo lo que esté en mi
mano para evitarlo―. Proclama con una seguridad
aplastante.
En otra ocasión ese manifiesto por parte de Adrien
hubiera encogido mi alma de amor fraternal, pero ahora
mismo no. Porque su declaración de intenciones es
peligrosa, no puedo poner en peligro a mi familia, incluido a
él porque son mi debilidad.
Si finalmente Phillip hace uso del vídeo que tenía donde
salíamos Kris y yo todo saltaría por los aires, la sociedad se
ensañaría con cada miembro de nuestra familia por mi
debilidad y no estaba dispuesta a permitirlo.
―Adrien te pido por última vez, apártate y deja de usar
tus tretas.
Allí los dejo plantados y pongo rumbo al fondo de la sala
para alejarme lo máximo posible.

Kris Adagio
“Mecagüenenlamadrequelopario” al idiota de Phillip.
Ardo de furia solo con recordar nuestro encuentro porque
muy a mi pesar he tenido que hacer de tripas corazón para
no partirle la cara.
Reviso la sala llena de gente para localizar a Marinet, no
hemos acabado. Sospecho que detrás de esa determinación
a casarse con el gilipollas de Parrot, esconde algo que no
alcanzo a averiguar. Porque conozco bien a mi ángel, y a
pesar de todo lo que nos rodea, era feliz en el Edén
Paradise.
‹‹Hasta que volviste a follártela››, perpetúa mi mente
avispada.
―Adagio…
Enfrascado en mis elucubraciones, no atisbo a prever mi
encontronazo con Adrien hasta que escucho su voz.
Nuestras miradas se cruzan de manera evaluativa.
―Legrand. ―saludo adoptando una pose retadora.
―Creía que se te daban mejor las mujeres―. Provoca.
― ¡No me toques los huevos! Porque tengo ganas de
matar a alguien y tienes todos los números―. Amenazo.
―Adagio estás demasiado alterado. Marinet produce ese
efecto en los que la amamos. ―Proclama con una sonrisa de
medio lado.
Es la primera vez que Legrand deja entrever alguna
emoción en su rostro.
―Nuestra hermana en ocasiones los tiene cuadrados. ―
Suspiro enfatizando la palabra hermana, porque necesito
recordarme ese vínculo una vez más.
―Y dale con la cantaleta. Pensé que tu presencia aquí
demostraba que ya habías despejado tus dudas―.
Recrimina Adrien chasqueado su lengua.
― ¿Qué quieres decir?, no tengo dudas a no ser que
Marinet no sea hija de su padre. Mi madre me contó su
verdad y para mí es lo único que vale―. Me reitero.
―Kris, a veces lo más difícil es aceptar que nuestros
progenitores no eran perfectos. Y si yo fuera tú me haría
unas pruebas de ADN y saldría de dudas. ¿Por qué de qué
manera contemplas tener a Marinet si no lo haces? ―
Plantea.
¿En qué momento he dejado de ser Adagio para
convertirme en Kris a los ojos de Legrand? Ni idea porque
Adrien Legrand es un zorro estratega que siempre tiene un
as bajo la manga.
―Nadie ha dicho que yo desee tenerla―. Insisto
‹‹Mentiroso››, recrimina mi cabeza.
―Bueno, tú mismo la cosa pinta mal, por lo que si no
consigues que Marinet deje al imbécil de Parrot seré yo
quien tome cartas en asunto ―sintetiza con la arrogancia
que le caracteriza.
Ni siquiera me da opción a réplica, se larga sin más
dejándome allí parado entre la multitud.
Capítulo 35
Marinet
Phillip decide que nos marchemos antes de que acabe la
gala y en silencio lo agradezco. Abandonamos el hotel con
discreción sin despedirnos, lo que me extraña porque Phillip
no pierde oportunidad de hacerse notar.
La limusina nos está esperando, el chofer abre la puerta
y me apresuro a meterme.
Mi mirada se ancla en la ventanilla que tengo a mi
derecha, paso breves segundos me pierdo en mis
pensamientos.
Solo cuando el vehículo arranca regreso a la actualidad,
mis ojos siguen fijos en la entrada del hotel y entonces lo
veo.
Allí parado con una mano metida en el bolsillo de su
pantalón y agarrando el puro que sale de sus labios. Su
boca se curva de punta a punta y su mirada diabólica
centellea.
El pánico recorre mi cuerpo a modo de escalofrío.
‹‹Chandler››, su nombre hace eco en mi cabeza.
Otro problema más a añadir a mi lista, porque si en algún
momento pensé que me había librado de Chandler, ahora
mismo tengo claro que desde las sombras ese viejo
desquiciado espera el mejor momento para meter cuchara
en lo que más quiere.
―Marinet, después del numerito de esta noche, debemos
acelerar nuestros planes de boda.
La sugerencia de Phillip consigue que el desconcierto se
dibuje en mi rostro.
―No veo por qué. ― digo restándole importancia.
Porque no tengo ningunas ganas de hablar sobre lo que
ha pasado, cuando sé que se refiere a la presencia de Kris.
Phillip no tarda ni un segundo en pegar su cuerpo al mío
en el interior de la limusina, atrapando uno de mis brazos
con ahínco.
―La presencia de Kris, no te salvará amour. No pienso
darle la oportunidad de volver a acercarse a ti―. Masculla
pegando su boca ni oreja.
―Suélteme― gruño forcejeando.
―Marinet vas a pagar muy caro todo lo que me hiciste.
Me ridiculizaste, me engañaste con ese hijo de puta. Tú y él
vais a sufrir.
Sus amenazas consiguen ponerme los pelos de punta,
porque en su cara veo reflejada la determinación.
―Phillip calma, ya te dije que me casaría contigo, así que
deja tus paranoias y olvídate de Kris―. Aconsejo no alzando
la voz.
No hay necesidad de provocarlo por lo que mi opción es
apaciguarlo.
Su lengua acaricia mi mejilla bajando hasta mi mentón,
mientras permanezco completamente quieta. Las náuseas
se arreglan en mi estómago ante ese gesto tan íntimo que
no deseo, pero no puedo parar. Acaba atrapando mi labio
inferior entre sus dientes, causando un pinchazo de dolor.
―Haz tu maleta nos largamos―. Informa ganando
distancia regresando a su asiento.
― ¿Cómo? ― pregunto asombrada.
― ¡Que hagas tu maleta!, pasaré a buscarte en dos
horas, nos vamos. Intenta que tu familia no note tu
ausencia―. Advierte con la mirada entornada.
El resto del trayecto hasta Cheverny lo realizamos en
silencio. Phillip sumido en sus pensamientos y yo en los
míos.
A cada minuto todo se enrevesa más, la presencia de
Kris lo había trastocado todo.
‹‹Como era habitual››, fustiga mi vocecilla interior.
En el mutismo de mis pensamientos resuena de fondo
una pregunta.
‹‹ ¿Te trastocó a ti también? ››
Por supuesto, porque por muy duro que lucho por matar
mis sentimientos, estos resurgen como un ave fénix entre
las llamas.
Enamorada, lo estaba, lo supe en el momento en el que
me alzó en sus brazos, sacándome de mi boda fallida con
Phillip.
Sin embargo, había llovido mucho desde entonces y ese
amor intenso resultaba más un castigo que un sentimiento
eufórico porque era imposible.
Tanto que luché construyendo mi vida con murallas
emocionales para evitar acabar mustia y deprimida como mi
madre, que sufrió por amor hasta el final de sus días.
Un amor traidor.
Pero el que yo sentía crecer en mi corazón no era una
emoción hacia un hombre mentiroso y mujeriego, sino un
amor prohibido y vetado que me consumía a cada paso.
La limusina me deja en mi hogar y Phillip ni se digna a
bajar para ayudarme. Ya se han acabado los gestos
caballerosos porque no hay público para mosteárselos
Es el peor hipócrita con el que me haya encontrado.
―Dos horas, Marinet― reitera.
Asiento y cierro la puerta del vehículo con más ímpetu
del que debiera
‹‹Que te jodan››, pienso.
Kris Adagio
En la soledad de la habitación de mi hotel divago en una
mano sujeto una botella de tequila y en la otra el sobre
blanco.
Observo como ya no está tan terso como al principio,
llevo demasiados días magreándolo entre mis dedos
intentando encontrar la iniciativa necesaria para abrirlo.
Porque la barrera imaginaria que yo mismo he creado en
mi mente me impide rasgarlo. El peso de estar traicionando
el recuerdo de la mía mamma, la principal razón por la que
aún no he abierto el puto sobre.
Ella me contó su verdad en su lecho de muerte y yo la
creí a pies juntillas porque era mi madre, porque me crío y
luchó como una jabata para sacarme adelante.
No podía traicionarme y mirar esos resultados significaba
eso mismo.
Empino la botella sin molestarme en utilizar un vaso y
doy un largo trago.
Suelto el sobre sin ni siquiera mirar donde cae, me
levanto del sillón para irme directo a la cama. Ya tumbado,
mis ojos se pierden en algún punto imaginario del techo.
Mis párpados se cierran con lentitud vencidos por el
cansancio. Entonces la imagen de mi ángel vestida de verde
en su camerino del Edén Paradise se pasea por mi mente y
mi cuerpo reacciona con una erección monumental.
La tensión se introduce en cada fibra de mi cuerpo y
aprieto con fuerza los ojos que aún permanecen cerrados.
Dios, no consigo aislar la imagen de mi hechicera...
Me incorporo sentándome en la cama y pinzo con dos de
mis dedos el puente de mi nariz.
Necesito encontrar la forma de que Marinet entre en
razón y se aparte del cabronazo de Phillip.
Las palabras de ese mamón se cuelan en mi mente sin
permiso.
“Porque Marinet es mía. Ya he ganado, porque tengo la
seguridad que cuando me la follo y grita mi nombre, ni
siquiera se acuerda del tuyo”.
Joder, la sola idea de que ese cabrón la toque perturba
cada célula de mi cerebro que aún tiene cordura.
Miro el móvil y veo que son las cuatro de la mañana, pero
el sueño brilla por su ausencia.
Opto por darme una ducha rápida y sacudirme toda la
tensión que me embarga.
Al salir del baño tengo la determinación de visitar a
primera hora de la mañana a Legrand. Por mucho que mi
orgullo se vea afectado sé que necesito de su ayuda para
persuadir a mi ángel de se aleje de su ex como del agua
hirviendo.
Marinet
Sentada en el avión con Phillip a mi lado mira por la
ventanilla. Lo raro es que Phillip tenga acceso a un jet
privado porque como era de esperar no ha consentido
utilizar el de mi familia.
Todas sus acciones cada vez me tienen más inquieta.
Porque trama algún plan retorcido que desconozco y me
preocupa.
Que no quiere que mi familia sepa mi paradero está
claro.
Muy a mi pesar también me ha obligado a entregarle mi
móvil por lo que aquí estoy volando y no tengo ni idea hacía
que destino sin teléfono y sin que nadie de los que quieren
sepan dónde demonios estoy.
Abandonar Cheverny de madrugada me proporciona el
margen de que hasta por la mañana nadie notará mi
ausencia. Un sentimiento de congoja se instala en mi pecho
al pensar en lo que pensarán Adrien, Ayleen e incluso Kris
de mi repentina desaparición.
Prepárate para aterrizar es lo único que se digna a
decirme Phillip sin ni siquiera mirarme.
Y aterrizamos, descendemos por las escaleras y entonces
es cuando descubro donde estamos.
Sant Petersburgo
¡Joder!, esto sí que no me lo esperaba.
Jamaica, Isla Mauricio o cualquier destino paradisíaco es
lo que en realidad hubiera esperado. Porque Phillip es un
snob al que le gustan los destinos exóticos. Por eso,
encontrarnos en Rusia me descoloca mucho.
― ¿Qué hacemos aquí? ―Sondeó alzando mis cejas.
Phillip una vez más guarda silencio reacio a brindarme
explicaciones.
El coche que nos espera en el aeropuerto nos sumerge
en el centro de la ciudad por lo que puedo ver a través de la
ventanilla.
Quince minutos más o menos es lo que tarda en
detenerse y nos apeamos del mismo. Frente a nosotros se
alza un edificio con una fachada de ladrillo con motivos
ornamentales. Phillip coloca una de sus manos en la parte
baja de mi espalda y me insta a que entre en el mismo.
No pongo objeciones a pesar de que no soporto su
contacto. Nos adentramos en el interior caminando por un
pasillo angosto y poco iluminado.
Por inercia sigo los pasos de Phillip que avanza delante
de mí. Al fondo una puerta roja nos espera, él coloca una de
sus manos en el pomo de acero y lo acciona abriendo con
decisión.
Ante nosotros, un hombre trajeado con el pelo repeinado
hacia atrás de unos cincuenta años se levanta de detrás de
su escritorio ante nuestra presencia.
―Bienvenido señor Parrot. ―saluda.
― ¿Todo listo? ―pregunta impaciente Phillip.
―Sí.
De la nada emerge una mujer con el pelo canoso
recogido en un terso moño que descansa en su nuca. De su
mano pende una percha con una funda de traje.
―Marinet acompaña a la señora, debes cambiarte.
―ordena Phillip sin molestarse en mirarme.
Obedezco y salimos de la habitación para entrar en la
estancia de al lado. La mujer solo me entrega la percha en
silencio sin abrir la boca.
En el interior no puedo evitar que mi alma caiga a mis
pies al visualizar el vestido blanco que esconde la funda que
me ha entregado.
Prenso mis labios con fuerza mientras descuelgo la
prenda.
¡Una boda!, una que no quiero, a la que voy obligada,
instada a casarme bajo amenazas. El tumulto de
desasosiego me golpea al tener el vestido puesto.
Agradezco no tener ningún espejo a mano porque no me
veo capaz de poder contemplarme sin llorar.
Dejo escapar un largo suspiro en un gesto por hallar el
valor necesario para continuar con esta pantomima que va
a sellar mi vida al lado de un cabrón sin escrúpulos como es
Phillip Parrot.
Salgo de la habitación, la mujer silenciosa me está
esperando.
El resto de los acontecimientos los vivo como si en
realidad estuviera viendo una película a cámara lenta, el
tipo de detrás del escritorio, resulta ser un juez y el mismo
nos casa sin mucha parafernalia.
Tan solo cuando debo pronunciar las temidas palabras,
Phillip estruja mi costado para asegurarse que las diga.
― ¡Enhorabuena! ― exclama el juez con una risita
sardónica en su regordeta cara.
Las náuseas revolotean en mi estómago, incluso tengo la
sensación de mareo. Philllip escruta mi rostro y sin esperarlo
aplasta mi boca con la suya para sellar nuestro matrimonio.
El agua salada de mis lágrimas cae por mis mejillas sin
poder reprimirme.
―Límpiate las putas lágrimas―masculla Phillip pegado a
mi oreja.
Con mis manos seco la humedad de mi rostro.
―Sonríe amour. ―enfocando la cámara del teléfono para
inmortalizar un selfie.
Capítulo 36
Kris Adagio
A primera hora atravieso las puertas de las oficinas de
Legrand ante la mirada atónica de su secretaria.
―Señor Adagio, si no tiene una cita, no pue…―recita de
forma apresurada saliendo de detrás de su mostrador para
poder detenerme.
Nadie podría detenerme porque la decisión que me
empuja a acelerar el paso e irrumpir el despacho de mi
medio hermano es monumental.
Ante mí, Adrien tan solo eleva sus cejas sin moverse de
detrás de su escritorio.
―Señor Legrand he intentado…―suena la voz de su
secretaria a mis espaldas justificándose.
―Está bien, señorita, puede retirarse. ―informa Adrien
haciendo un leve gesto con su mano para que nos deje
solos.
La puerta se cierra tras de mí.
― ¿Se puede saber por qué cojones entras en mi
despacho como un miura? Te recuerdo Adagio, que existen
los teléfonos. ―Adrien cabecea al soltar esas palabras.
―Sácate el palo del culo Adrien y escucha con atención.
―rebato acompañando mis palabras con un golpe de mi
mano sobre la mesa.
―No te pases Adagio, puedo coserte a puñetazos a pesar
del palo metido en mi culo. ―masculla fulminándome con
sus ojos azules tan parecidos a los de mi ángel.
―Adrien, dejemos de lado nuestra animadversión.
Centrémonos en el tema que nos ocupa. Marinet…
―acompaño mi proposición al sentarme en la silla frente a
Adrien.
―Habla, soy todo oídos.
―No creo que Marinet se quiera casar con Phillip por
gusto. ―explico por qué esa es la conclusión a la que he
llegado después de pasar toda la noche en duermevela.
La cara de Legrand no muestra ninguna expresión, es
una mago camuflando emociones. Sus manos permanecen
entrelazadas sobre el escritorio.
― ¿Insinúas que está coaccionada? ―interroga.
―Sí. Piénsalo con detenimiento. Desde que Marinet
abandonara Londres de la noche a la mañana, todas sus
acciones han sido desconcertantes. ―Apelo a ser sincero,
no es hora de ser desconfiado si de verdad quiero evitar que
mi ángel se case con el gilipollas de Phillip.
―Tus teorías no tiene sentido Adaggio. Si mi hermana
estuviera pasando por una situación como la que planteas
acudiría a mí, estoy seguro―. Proclama con firmeza.
Me percato de que remarca las palabras, mi hermana, y
eso me cabrea, porque obvia de nuevo nuestro parentesco.
―Adrien, Marinet no acudiría a ti. Estoy seguro. Ni a ti ni
a mí tampoco. Intentaría llevar la carga sobre sus hombros
ella sola. ―anuncio con una seguridad que consigue captar
toda la atención de Legrand.
―Vale, supongamos que creo en tu alocada teoría. ¿Cuál
es tu plan? ―aborda con interés.
En el preciso instante en el que voy a contestar el móvil
de Adrien vibra sobre la mesa y él desvía sus ojos. Lo sujeta
entre sus manos y en un segundo veo su cara de estupor.
― ¡Hostias, no puede ser! ―exclama levantándose de su
sillón.
Su expresión junto a la reacción desmesurada provoca
que, sospeche que acaba de recibir algo que no le gusta.
― ¿Qué pasa? ―me envalentono a preguntar.
Adrien se limita a pasarme su teléfono para contemplar
la imagen que acaba de recibir.
Mis ojos impactan con la foto y casi se salen de mis
cuencas.
‹‹Imposible, no puede ser››, niega mi cabeza.
La foto de Marinet y el idiota de Phillip se graba a fuego
en mi cabeza desatando toda mi ira. Al pie de esta un
mensaje que releo varias veces.
“Adrien, siento que nos hayamos tenido que fugar para
casarme, pero no me has dejado opción. Deséame suerte y
felicidad. Ahora a disfrutar de nuestra luna de miel”
― ¡Hostia puta! El trilero de Phillip se nos ha
adelantado―grita Adrien caminando de un lado al otro con
las manos revolviendo su pelo.
Elevo mis ojos y los clavo en mi medio hermano.
―Te juro que lo va a lamentar. ―sentencio y dejando el
teléfono de Adrien sobre el escritorio saco el mío.
―Martins, necesito que averigües como ha salido Phillip
Parrot del país y rápido―ordeno con una voz que no deja
lugar a contradecir.
Al colgar, Adrien me dedica una de sus miradas
interrogantes.
― ¿Qué? Tengo mis contactos. Averigua si salieron del
país con tu avión privado que no creo. Porque al final resulta
que el idiota vicioso de Phillip ha resultado más listo de lo
que creíamos.
Marinet
De nuevo Phillip casi me saca a rastras del lugar donde
he sellado mi destino a su lado. Sin explicaciones, con malas
formas.
Justo después de mandar un selfie a mi hermano para
certificar que nos habíamos casado.
No quiero ni imaginar la cara de Adrien al recibirlo,
prefiero no pensar.
De nuevo el coche nos espera el vehículo en la puerta.
Nuestro próximo destino es un local al que llegamos
treinta minutos después, el mismo se encuentra emplazado
en pleno de centro de la ciudad.
Son las cinco de la tarde, a pesar de que el sol ya ha
comenzado a esconderse tras el horizonte.
Nos bajamos del coche y Phillip saca mi maleta del a
parte trasera del vehículo…Acto que me extraña, aunque
guardo silencio.
Bordea el coche y me hace entrega de mi pequeño
equipaje.
―Todo un caballero―mascullo a sabiendas de que Phillip
me va a ignorar.
Phillip entra en el local de fachada oscura y letras rojo
sangre donde se lee a la perfección:
La joya del Zar.
Este lugar tiene todos los números de ser un local de
alterne tipo la Luna Noir o el Edén Paradise.
A pesar del desconcierto, no tengo otro remedio que
seguir a mi recién estrenado marido al interior del local.
Cada vez que pienso en que ya no hay marcha atrás
porque Phillip y yo estamos casados, un escalofrío feroz
recorre cada vértebra de mi columna.
El club está vacío a excepción del equipo de seguridad
que están apoyados en la barra charlando animadamente
con los pocos camareros que ya han llegado.
No pierdo detalle, el sitio es muy parecido al Edén
Paradise y la nostalgia me embarga al rememorar los
tiempos en el local con mi chico arco iris y mi Oso…
Nos adentramos por los angostos pasillos y enfilamos
unas escaleras metálicas que dan acceso a la planta baja
del local. Parece un gran sótano o almacén, unas bombillas
rojas colocadas de manera estrategia iluminan de forma
tenue el lugar repleto de habitaciones con puertas metálicas
y ventanas circulares tipo camarote de barco.
Todo es demasiado lúgubre, mi intuición palpita
desatando una mal augurio en mi interior.
Después de varios giros nos sumergimos en otro de los
pasillos, este más oscuro si cabe que los anteriores. Phillip
se para en una de las puertas y saca una llave del bolsillo
trasero de su pantalón.
La introduce en el paño de la cerradura de la puerta y el
crujir de las bisagras inunda mis oídos.
―Adelante amour―. Invita mirándome por primera vez
en mucho rato con una chispa demasiado maléfica
danzando en sus pupilas.
― ¿Y si no quiero? ―suelto de forma chulesca, porque no
entiendo nada.
―Marinet, si no entras te entro yo y reza porque no te
muela a palos. ―amenaza aferrando uno de mis brazos y
empujándome con sarna hacia el interior de la habitación
oscura.
Entre la maleta y el empellón pierdo el equilibrio y caigo
de bruces.
― ¿Para eso querías casarte conmigo? Para encerrarme
en este calabozo. ―grito sin amilanarme
Porque no tengo nada que perder, y mi vena temeraria
no me permite guardar silencio ante el mamón de Phillip.
La fantasmagórica carcajada resuena en las cuatro
paredes la estancia.
―Marinet, no te creía tan ilusa. Eres una zorra, te dije
que pagarías por ser una perra infiel. Así que disfruta de tu
luna de miel preciosa. ―contesta con sarcasmo.
La rabia sube por mi esófago, las uñas se clavan en las
palmas de mis manos. Phillip está actuando como el hijo de
perra que es y yo me he metido de cabeza en la boca del
lobo.
Entre aquellas cuatro paredes me encuentro, tras
largarse y dejarme, la mierda inmunda de Phillip. El llanto se
desata sin que pueda reprimirlo. Nunca debí aceptar el
chantaje de Phillip, ahora soy consciente. Debería haber
acudido como siempre a Adrien, pero quise ser la mujer
valiente e independiente que resolviera sus propios
asuntos.
Los hipidos de mi estado resuenan en el interior de mi
cárcel de cemento, aún sigo en el suelo sin encontrar las
fuerzas necesarias para ponerme en pie.
No puedo determinar el tiempo que permanezco tirada
en el suelo llorando. Intento ponerme en pie e inspecciono
la habitación, a fondo un camastro el cual no vive sus
mejores momentos junto a una mesa de madera con las
patas carcomidas por las termitas.
El asco se instala en mi estómago y una arcada rebelde
sube por mi esófago dejándome un gusto ácido y amargo en
la boca.
Kris Adagio
Adrien comprueba que Marinet no ha utilizado el avión
privado de su familia, por lo que estamos en el mismo punto
de partida. Phillip no tiene acceso al dinero de su familia
porque verifico que le cortaron el grifo a raíz de la boda
fallida con Marinet. Salgo del despacho de Adrien con el
compromiso de mantenerlo informado con lo que alcance a
averiguar.
Me apresuro a volver a llamar a Martins, el detective que
tengo en nómina ante la pura ansiedad de averiguar algo.
Comunica y maldigo entre dientes justo en el momento en
el que entro en mi coche. Agarró el volante y aprieto con
fuerza en un alocado intento de constreñir las colosales
ganas de asesinar Phillip Parrot por haberme arrebatado a
mi ángel.
El beep de mi móvil resuena en el interior del habitáculo
y lo cojo pensando que es un aviso de disponibilidad de
Martins.
Pero me equivoco.
Un mensaje de un número desconocido emerge de la
pantalla.
“Si quieres recuperar a tu joya, ven a Sant Petersburgo”.
Tardo unos segundos en reaccionar y releo el mensaje
una y otra vez. No puede ser según la información, debo
reunirme en la Joya del Zar y no informar a nadie de mi
entorno para poder recuperar a Marinet.
Mi maldito local, ese que hasta la fecha no he podido
controlar, porque como muy bien me informó Adrien, está
controlado por gente corrupta que se han atrincherado de
tal manera que es imposible desmantelarlo. Situación que
evidencié meses atrás cuando estuve allí.
Envío un mensaje a Oso y a continuación, dudo si
informar tal como he prometido a Adrien.
Antes de tomar una decisión, el teléfono vuelve a sonar.
Descuelgo.
―Sí.
―Adagio ya sé cómo salieron de París. ―La voz de Adrien
emerge del teléfono con su habitual tono autoritario.
Capítulo 37
Marinet
Mis ojos se han acostumbrado a la tenue iluminación del
lugar y mi nariz al olor putrefacto también. Desconozco el
tiempo que llevo aquí encerrada, pero tengo frío, hambre y
ganas de mear. Aunque he descubierto una raída cortina y
tras ella lo que en algún momento fue un inodoro. ¡Ni loca!,
pienso hacer ahí mis necesidades.
En un acto de rebeldía extrema me acerco a la puerta
metálica y golpeo con mis puños al compás de mis gritos.
― ¡Ey!, ¿Hay alguien ahí?
Me desgañito gritando y aporreando la puerta con saña,
todo para que mis esfuerzos caigan en saco roto porque allí
no aparece ni Dios.
Concluyo desesperada en mi intento de llamar la
atención y abandono la puerta para sentarme en el
camastro a pesar del asco que me da poner mi culo en él.
No pasan ni cinco minutos cuando el chirriar de la puerta
al abrirse consigue que de un bote y me ponga en pie.
Una figura oscura se para en el umbral y con la poca
iluminación no soy capaz de vislumbrar sus facciones.
―Espero que tu estancia sea de tu agrado.
Esa voz lúgubre y áspera me arranca unos suspiros de
terror al reconocerla...

Kris Adagio
Adrien es un cabezota de cuidado por muchas razones
que le haya brindado de porque no debe acompañarme, él
ha hecho caso omiso.
Así que, estamos sentados en un avión en primera clase,
desestimando el jet privado de Legrand porque nuestro
enemigo, ese que ha ayudado a Phillip a raptar a Marinet
puede estar vigilándonos.
―Te recuerdo que no es buena idea. ―recalco con los
labios prensados en una mueca de desagrado.
―Adagio, no seas nenaza, jamás pondría en peligro a mi
hermana. ¿Acaso lo dudas? ―reprocha.
―Demasiada seguridad Legrand. Puedes estar
equivocado, este tío está un pelín loco para montar todo
este circo por recuperar los locales de alterne. ―observo
frotando mis manos para reprimir el sudor que me provocan
los nervios.
―Siempre ha sido peligroso, aunque hasta hace poco nos
entendíamos. Todo empeoró cuando Ayleen y yo nos
casamos y vendí los locales. Eso lo enloqueció y por un
tiempo desapareció. ―explica Adrien con una pasmosa
calma que pone a prueba mis desquiciados nervios.
―No entiendo como has estado tantos años teniendo
una mano derecha podrida. ―critico abiertamente.
―Adagio, en ocasiones no todo es o blanco o negro.
Cuando aterrizamos en el aeropuerto internacional de
Púlkovo nos está esperando mi fiel amigo Oso.
―Jefe. ―saluda desviando sus ojos a mi acompañante
inspeccionándolo.
―Oso, te presento a Adrien Legrand, es el hermano
mayor de nuestro ángel. ―hago las presentaciones
oportunas y Adrien extiende su mano para estrecharla con
la de mi hombre.
Veo como Oso cambia su actitud a la defensiva en el
momento en el que he nombrado a mi ángel. Reprimo una
imagen de sus ojos cristalinos que evoca mi mente.
Necesito de todo mi control y concentración para sacarla
de donde demonios la tengan sana y salva.
Cogemos un taxi que nos lleva al hotel que hemos
elegido para hospedarnos.
―Kris, he estado observando los alrededores de La Joya
del Zar. En ese lugar pasan cosas sospechosas. ―confiesa
Oso, aunque no me sorprende en mi anterior visita, ya
detecté que bajo la fachada de local swinger algo más
peligroso se cocía en La Joya del Zar.
―Trata de blancas, prostitución y trapicheos varios.
―interviene Legrand, para colmo de la misma manera
tranquila, como si estuviera hablando de cotizaciones en
bolsa.
― ¡Joder! ¿Y si sabes todo eso, porque no lo has
frenado?, a fin de cuentas, era uno de tus
locales―amonesto frunciendo mis cejas.
―Adagio, durante años la praxis habitual de mi
progenitor era esa en todos sus locales. Cuando el viejo
estiró la pata, me enfrasqué en una cruzada personal por
sanear todos esos locales. A pesar del desacuerdo de sus
socios y amiguitos. Sin embargo, con La Joya no lo logré
porque incluso atentaron contra mi vida. Ahora empiezo a
entender que este club siempre lo ha manejado Chandler.
―explica Adrien colocando su mano en su mentón
concentrado en sus palabras.
‹‹Chandler››, sisea mi mente.
Porque en cuanto lo tenga frente a frente va a desear no
haberse cruzado en mi camino.
―Parece que el tal Chandler es una joyita. ―exclama Oso
ganándose una mirada asesina por mi parte.
Una vez registrados en el hotel, trazamos nuestro plan.
A continuación, espero caminando por la habitación
como un león enjaulado. Necesito que los minutos pasen
con rapidez, pero al parecer el reloj no está muy por la
labor.
Marinet
El aire me falta y doy un paso atrás. Porque la figura da
un paso hacia adelante y entonces es el momento justo
donde mis ojos chocan con su rostro. Esa cara que durante
años la vi formar parte de mi familia.
―Chandler. ―susurro con voz estrangulada.
Las piezas del rompecabezas de Phillip y sus planes
ahora empiezan a encajar. Porque el idiota de mi ex ahora
marido no es capaz de trazar un plan como el que han
planeado solito.
Chandler es la cabeza pensante, ahora no tengo dudas.
― ¿No te alegras de verme, pequeña?
Siento puro pavor ante sus palabras, porque nunca fue
santo de mi devoción. Pero hoy más que nunca creo que
además es un hombre muy peligroso.
―Eres un patán. ―escupo asesinándolo con mis ojos
encendidos.
―Marinet, vuelves a hacer gala de la pérdida de tus
modales.
―Calla, ¿cómo has podido? Durante años has formado
parte de mi familia y ahora te prestas a esto. ―increpo con
ira.
―En los negocios no hay lazos familiares. ―sentencia y
en su voz no encuentro ni un ápice de sentimiento o
emoción.
―Todo por los clubes, ¡no me lo puedo creer! ―profiero
espantada.
A Chandler no le da tiempo a contestar porque tras él,
irrumpe Phillip enloquecido.
―Chandler! ―chilla Phillip encarándose. ―Me la has
jugado.
Observo la escena como en una película, Chandler gira
sobre sus pies y lo mira de frente.

―Me prometiste que podría disponer del dinero de


Marinet. Que sus tarjetas estarían a mi disposición. Que
Adrien no tomaría ningunas represalias. Y mira tú por donde
el grandísimo hijo de puta ha bloqueado todo. ―reprocha
elevando la voz.
Ahora entiendo lo que Dubais le ha prometido para
confabularlo en sus planes. El viejo amigo de mi padre y ex
mano derecha de mi hermano es un viejo zorro, se ha
aprovechado de la debilidad de Phillip por el dinero, por
ostentar con una vida repleta de lujos.
La actitud de Chandler ante los reproches desmedidos de
Phillip es de una tranquilidad asombrosa. Ante los gritos, e
improperios, mantiene sus manos metidas en los bolsillos
de su pantalón y lo encañona con la mirada.
Todo sucede demasiado rápido para mi retina porque en
el sumun de los gritos de Phillip como salida de la nada, una
pistola aparece en la mano de Chandler y lo apunta directo
a la cabeza.
Ojipláctico Phillip se calla de golpe y tras su silencio la
explosión del proyectil siendo disparado y penetrando entre
sus cejas se adueña de la habitación.
El cuerpo inerte de Phillip Parrot cae a peso plomo sobre
el sucio suelo.
Y ese es su fin…
Estoy en shock, no doy crédito a lo que acaba de
suceder. La sensación de ahogo me embarga y mi mente se
detiene en la escena que acabo de ver.
A Chandler no le ha temblado la mano, frío como el hielo
le ha metido una bala entre ceja y ceja a Phillip sin más, sin
brindarle oportunidad.
El temor se abre paso a zancadas entre mi estado de
asombro, porque ante mí tengo a un hombre sin escrúpulos
que no dudará en matarme, al igual que ha hecho con mi
marido.
―Bueno, Marinet ahora estás en deuda conmigo otra
vez. Por librarte de títere de tu maridito. ― anuncia
estirando las comisuras de sus labios en una sonrisa
maquiavélica.
― ¿Otra vez? ―pregunto sin pensar y mi voz sale de mi
boca con un quejido.
―Sí porque también te libraré del que nunca tuvo que
nacer.
No es menester que pregunte a quién hace alusión.
Tengo la total certeza de que se refiere a Kris y en sus ojos
veo el odio intenso que profesa al que es el amor de mi
vida.
Y temo, sí, temo por él.
Y rezo, sí, rezo por él.
Mis ojos son incapaces de apartarse de Chandler y tras él
veo una sombra acercarse. Le susurra algo al oído y a
continuación, arrastra el cuerpo sin vida de Phillip fuera de
la habitación. En menos de dos segundos de nuevo me
quedo sola en la mugrienta habitación.
Madre mía, he pasado de mujer casada a viuda en menos
de lo que dura el canto de un gallo. Aún me resulta increíble
la escena que acabo de ver a manos de Chandler. Años
siendo el hombre de confianza de mi hermano y jamás
hubiera imaginado que era un asesino desquiciado, porque
eso era con todas las letras.
Ahora solo me toca suplicar, porque si me mantiene con
vida es porque me necesita, aunque ignoro como encajo yo
en sus planes.
Capítulo 38
Kris Adagio.
A la hora fijada atravieso las puertas de la Joya del Zar, a
pesar de ser el dueño nadie se voltea a mirarme, aquí soy
un cliente más. Ya me pasó la otra vez que estuve aquí.
De pie justo en la entrada reviso y compruebo que pese
a la hora está concurrido.
Con naturalidad me acerco a la barra y pido un tequila y
me dedico a esperar aparentando una paciencia que no
tengo.
Solo pasan unos minutos cuando un hombre de casi dos
metros se acerca y se coloca a mi derecha en la barra. Lleva
la cabeza afeitada, desconozco si por moda o para ocultar
su calvicie. Sus facciones duras resaltan sus ojos demasiado
pequeños.
Amusgo mis ojos clavados en el individuo, manteniendo
un duelo virtual que dura unos segundos más.
―Señor Adagio, sígame si quiere recuperar a su joyita
―propone acompañándose de un gesto con su mano para
que arranque a andar.
Dudo durante un instante, aunque tengo pocas opciones
así que lo acompaño.
Nos sumergimos en las entrañas del local hasta llegar a
una puerta metálica de doble hoja custodiada por dos fieros
matones.
Enfilamos al interior de un angosto pasadizo hasta otra
puerta, en ese momento el hombre que desde el principio
me ha acompañado se adelanta y la abre.
En mi cabeza he memorizado todo el camino, al parecer,
La Joya del Zar tiene una zona clandestina que yo no
conocía.
Entro en la estancia a oscuras y escucho el graznido de
la puerta al cerrase detrás mío.
De repente se enciende la luz y ante mí se muestra la
basura de Chandler Dubais.
―Ya era hora italiano.
Me envaro ante el sonido áspero de su voz, apretando las
manos aferrándome al control para no lanzarme sobre él y
molerlo a palos.
―La paciencia no es una de mis virtudes, así que habla.
¿dónde está Marinet? ―bisbiseo con las mandíbulas tan
apretadas que mis dientes amenazan con romperse.
―Por pasos, Adagio. ―dice colocando unos papeles sobre
el escritorio que nos separa.
No es preciso que me informe de que se trata porque sé
que su objetivo es recuperar los clubes que Legrand me
vendió.
Si cree que sé lo voy a poner fácil está muy equivocado,
además el plan es averiguar dónde está Marinet y ganar
tiempo para que mis dos cómplices actúen.
―Chandler, no voy a firmar nada hasta que no veo con
mis ojos a Marinet. ―anuncio.
La risa endemoniada que emite consigue revolverme las
tripas.
― ¿Y si te digo que Marinet está con su dulce marido en
una de las salas vip de nuestro local? ¿Qué harías? ―reta
con sus palabras cargadas de sarcasmo.
―Ver lo que indicas con mis propios ojos antes de
firmarte cualquier mierda de papel. ―ratifico.
No pierdo de vista cada mínimo movimiento de Chandler,
no me fio de él, nunca lo he hecho, pero ahora mucho
menos.
―Y si te pego un tiro y se acaba el juego. ― profiere
sacando un arma del bolsillo de su americana.
No titubeo, no puedo hacerlo, y si quiere disparar que lo
haga.
La firmeza de mi cuerpo se mantiene y mis ojos se
anclan a la mirada grisácea del gran hijo de puta que tengo
delante.
Las comisuras de su boca se abren en una sonrisa
satisfecha
‹‹Primera prueba superada››, me digo.
―Está bien te acompañaré a ver a Marinet y después
firmarás las putas cesiones de los locales. ―ratifica con
frialdad.
Voltea el escritorio y se aproxima a mí, constriño las
ganas de molerlo a palos porque necesito saber dónde tiene
escondido a mi ángel.
―Vamos― insta quedándose en mi retaguardia.
‹‹El viejo zorro sabe mucho y es precavido››
Enfilo a andar fuera de la habitación y él me va guiando
con su voz. Recorremos varios metros entre los pasillos que
parecen un laberinto oscuro repleto de puertas metálicas.
‹‹ ¿Qué esconderá Chandler detrás de esas puertas? ››
Me pregunto y mis sospechas se intensifican.
Adrien habló de trata de blancas, por lo que es seguro
que utiliza esta zona del club para su negocio sucio.
Espero que todo salga bien, de momento ni siquiera me
ha registrado al entrar, aunque es poco probable que
detecte el micro que llevo encima.
―Detente― ordena y de nuevo empuña su pistola. Se
coloca delante de mí apuntándome para con la otra mano
abrir la puerta que tenemos frente a nosotros.
El cañón de su arma se clava en mi espalda para que
avance al interior de la habitación y lo hago.
La iluminación es demasiado floja, tan solo una bombilla
de luz amarilla cuelga del techo alumbrando sólo el centro
de la estancia. Al momento una figura se acerca y se coloca
para que pueda verla.
‹‹Ángel ››, susurra mi cabeza.
La alegría se mezcla con la impotencia de verla en esta
precaria situación, aunque agradezco que a simple vista
esté ilesa.
Sus pupilas se cruzan con las mías y veo terror en ellas,
lo que me cabrea todavía más.
―Kris, ¿qué haces aquí? ― Atina a preguntar.
Él leve cimbreo que denota su voz, deja entrever sus
nervios.
― ¿Estas bien?,¿y Phillip? ―contesto bombardeándola a
preguntas a pesar de que no es lo correcto, pero me resulta
inevitable.
Al nombrar al capullo de su ex, los ojos de Marinet vuelan
directos hacia Chandler que permanece a mis espaldas.
Marinet
Cuando el sonoro crujir de la puerta me envaro. Atenta
no pierdo detalle de las dos figuras que se paran en el
umbral de la puerta.
Reuniendo valor avanzo dos pasos hacia delante,
colocándome justo debajo de la tintineante bombilla que
cuelga del techo.
El hombre que permanece en el vano también da dos
pasos y entonces mis ojos se encamaran a él.
El aire se atasca en mi garganta ante el reconocimiento.
‹‹No puede ser, Kris››
La sorpresa dura segundos y me inunda el miedo, el
terror, porque Kris está aquí y tras el Chandler.
―Kris, ¿qué haces aquí? ― Atino a preguntar.
― ¿Estás bien?, ¿y Phillip? ―pregunta Kris con
preocupación, puedo leerla en su mirada amusgada.
― ¡Qué bonito reencuentro!
El repelús recorre cada fibra de mi cuerpo y mis piernas
cimbrean ante la gélida voz de Chandler.
―Kris, lárgate, no te he pedido en ningún momento que
vengas. ―Mis palabras las elijo para echarle en cara que se
haya presentado aquí.
Porque lo conozco y soy consciente que herirán su ego. Y
en realidad eso es lo que espero.
―Marinet―bisbisea mostrando su enfado.
―Cuanto me alegra ver pelea de enamorados. ―se jacta
Chandler avanzando para colocarse entre nosotros como el
que ve una obra de teatro.
Balanceando su arma de un lado al otro y exhibiendo una
sonrisa de oreja a oreja que en su rostro se antoja maléfica.
―Nada de enamorados, Chandler, en todo caso
hermanastros. ―recalca Kris asesinando con la mirada a
Chandler.
Su aclaración es como si me golpearan en el centro de
mis entrañas. Porque, aunque es la realidad, duele, duele
como el fuego ardiente al contacto de la piel. La esperanza
de que todo sea un mal sueño sigue latente en mí.
―Ves, Marinet, te dije que este tipo no debió nacer.
―provoca Chandler.
Cruzo los dedos para que Kris no se deje pinchar.
―Es gracioso italiano, esa chulería que gastas será tu
propia condena. Pero antes voy a hacer que sufras. ¿Quieres
saber cómo era tu madre en realidad? ― Sus palabras
provocan que el cuerpo de Kris se tense.
Temo por su vida porque ya he comprobado de lo que es
capaz Chandler y el pánico fluye a borbotones en mi
interior.
― ¡Cállate, no tienes derecho a nombrarla! ―. Masculla
Kris.
―Claro que sí, ella era una de nuestras chicas, Legrand
la adoraba, y yo la veneraba, pero a fin de cuentas una
zorra que siempre se vuelve ansiosa. Así que no le bastó
con que la folláramos, quiso más. La muy puta se atrevió a
buscar a la esposa de Legrand para confesarle que estaba
embarazada. Pero que ilusa fue, porque en realidad no
podía certificar que Legrand era tu padre. ¿Sabes por qué?
―Maldito―. Sisea
―Bueno, pues no podía porque cada noche que fornicaba
con Legrand también lo hacía conmigo Así que mi arrogante
Adagio yo no estaría tan seguro de ser hermanastro de
Marinet, porque tienes las misma posibilidades de ser mi
hijo que las de mi difunto amigo―. Confiesa de forma
teatral satisfecho porque sembrar las dudas en Kris.
Dios, todo lo que acaba de soltar Chandler por su boca
de forma deprecativa es una granada sin seguro lanzada
justo contra Kris.
Lo conozco demasiado para esperar que no enloquezca
ante tales revelaciones.
Y así sucede en una milésima de segundo Kris se arroja
sobre Chandler pillando lo desprevenido y caen ambos al
suelo. Yo no puedo reprimir un grito estrangulado que emite
mi garganta.
Forcejea, aunque como hay poca luz me es imposible
saber qué lleva ventaja. Dudo si intervenir para poder salvar
a Kris, froto mis manos nerviosa sin apartar mis ojos de la
escena.
De forma inesperada la puerta se abre y aparece el
matón de Chandler.
― ¡Jefe redada! ――exclama, aunque cuando se da
cuenta de la escena corre hacia los dos hombres que
forcejean en el suelo.
Me quedo estática presenciando como agarra a Kris por
el cuello y lo separa con violencia de Chandler.
―Hijo de puta, vas a morir―amenaza Chandler con la
pistola apuntando a Kris.
La sensación de dejavú embarga mi mente, porque de
nuevo vuelvo a revivir las imágenes de Chandler pegando
un tiro a Phillip. Siguiendo mis impulso me lanzo como una
loca para evitar que Kris muera a manos de ese monstruo.
El clic del gatillo suena y yo casi he llegado para
colocarme a modo de pantalla entre le arma y Kris.
A continuación, lo único que siento es una ardiente
laceración en mi abdomen que dobla mi cuerpo en dos por
la intensidad.
―No, Marinet.
Los gritos de Kris son lo último que escucho antes de que
todos se vuelva negro.
Capítulo 39
Kris Adagio
Cegado por la ira pierdo el control y me lanzo sobre
Chandler sin pensar en las consecuencias inmiscuyéndome
en una pelea por arrebatarle el arma y molerlo a hostias.
Este tipo es un hijo de puta que ha osado ensuciar el
nombre de la mía mamma.
Me abstraigo de todo lo demás, de Marinet, de mi plan
por sacarla a salvo de este antro, de todo. Encendido por el
odio que quema mi garganta.
Casi me he hecho con el arma cuando me veo arrancado
literalmente de encima de Chandler.
―Hijo de puta, vas a morir―amenaza Chandler con la
pistola apuntándome.
Sujeto como estoy por el gorila a mis espaldas, Chandler
lo tiene fácil y ni lo piensa quita el seguro del arma y la
enfoca a mi cabeza.
Pero justo cuando sé que va a disparar y no tengo
ninguna oportunidad de vivir veo por el rabillo del ojo como
el cuerpo de marinet se coloca delante de mí entre el
proyectil y yo.
―No Marinet. ―Alcanzo a grita casi desgañitándome.
Su cuerpo se dobla sobre sí mismo y cae al suelo ante la
mirada sorprendida de Chandler y la mi mía llena de terror.
Solo de ver como el cuerpo ensangrentado de mi ángel
cae al suelo mi corazón sangra y aúlla roto de dolor. Intento
arrodillarme a su lado, pero el capullo que me tiene aferrado
por mi espalda me lo impide. Grito, grito hasta que noto el
dolor de mi garganta.
―Marinet, siempre fue una ilusa. ―ratifica Chandler y su
boca se curva en una sonrisa maléfica.
Aprieto las manos y los dientes ante su poca empatía,
que no esperaba.
―Eres un demonio―bisbiseo pugnando para soltarme.
―No me dices nada nuevo. ―dice satisfecho o alzando
de nuevo su mano para termina lo que mi amado ángel ha
evitado.
―Chandler Dubais, suelte el arma y alce las manos.
La orden y el revuelo que escucho detrás mío me
confirman que los refuerzos han llegado.
La cara de contrariedad de Chandler provoca que sonría
y ría a la vez.
En cuestión de minutos la habitación se llena de agentes
armados.
Uno de ellos se aproxima y le toma el pulso al cuerpo
inmóvil de Marinet.
Con rapidez avisa por le pinganillo que lleva a
emergencias y con una señal de su dedo índice dos de sus
compañeros carga el cuerpo de marinet sacándolo fuera.
Yo simplemente rezo, porque estén a tiempo de salvarla.
Chandler ni loco, ha bajado el arma, tan solo observa la
estampa de verse rodeado con sus ojos entornados.
El matón aún sigue sujetándome con fuerza. No me
soltará, soy su mejor baza.
― ¡Bravo, Chandler! Menudo espectáculo has montado.
La gélida voz de Legran inunda la habitación.
‹‹Este hombre es el rey del control, no entiendo cómo
puede››, analiza mi mente.
Con pasos firmes avanza entre los agentes hasta
colocarse a una distancia prudencial de Chandler y por
consecuente mía.
―Adrien, no me sorprende que estés ´aquí. Porque
después de correr como un adolescente tras las faldas de la
escocesa, has dejado de ser el hombre que eras. ―pincha
Chandler con chulería.
―Dirás el hombre que a ti te convenia. ―le echa en cara
sin perder un ápice de su control.
― ¿Te crees más listo que yo? creo que no. Porque no me
importa morir, aunque me llevaré por delante la puto
italiano. ―sentencia sin dejar de apuntarme.
El sonido de las palmas al chocar de forma repetida
sorprende a todos los ocupantes. Ante todos Adrien ríe y
aplaude desatando la furia de Chandler.
―Te veo deseoso de borrar del mapa a Adagio, te
reconozco que el tipo no me cae bien, pero es gracioso que
quieras llevarte a la tumba a tu propio hijo.
Las palabras que acaba de soltar Legrand penetran en mi
mente como una bomba arrasando con todo lo que he
creído durante años.
― ¡Ay, Adrien! No me dices nada nuevo este malnacido
tiene el cincuenta por ciento de posibilidades de ser mi puto
bastardo, y aunque lo fuese, eso no cambia las
irremediables ganas de matarlo que tengo. ―anuncia
Chandler con saña.
―Señor Dubais, no se lo digo más veces que suelte el
arma.
La voz del que parece el agente al mando me arranca de
mis elucubraciones.
―Ni loco agente―grita Chandler con la intención de
dispararme.
Por suerte, el cabrón es abatido antes de que su dedo
presione el gatillo.
El revuelo siguiente de agentes alrededor del cuerpo y
esposando al matón que me tiene aferrado pasa ante mis
pupilas como si yo no estuviera allí realmente.
―Jefe, ¿Estás bien?
Oso sale de la nada abriéndose paso ante el tumulto de
policías.
―Sí―. Afirmo.
Mis ojos se enfilan a Adrien que está hablando con el
detective al frente del operativo.
Las conclusiones en mi mente desfilan a velocidad de la
luz. Adrien es un manipulador. Sin embargo, jamás habla en
vano, eso lo sé.
―Kris, vamos al hospital. A comprobar cómo está ángel.
―insta Oso para que lo acompañe.
―Ve tirando, yo iré después. ―sentencio.
Oso me hace el favor de no cuestionar mi decisión y
desaparece en silencio. No espero mucho más para abordar
a Adrien.
―Señor Adagio, le agradezco su colaboración. Hemos
desmantelado toda la planta baja de la Joya del Zar. La
chicas que mantenían en las habitaciones ya están en el
hospital y volverán con sus correspondientes familias.
―informa el detective.
―Me alegra oír eso.
―Bueno, vamos a seguir con la redada. ―se excusa el
detective dejándonos solo.
―Adagio, al final salvaste el cuello. ―bromea.
―No estoy par bromas Legrand. ¿Explícame a que te
referías con que ese hijo de su madre podía ser mi padre?
―exijo abordando el tema de frente.
―Adagio, no hay nada que explicar. Chandler era tu
padre y gracias a la policía nos hemos librado de ese
Caronte. ―dice Legrand impasible.
―Legrand, te aviso no puedes jugar con el tema de mi
paternidad. Se que nunca te ha gustado compartir nada
conmigo y menos tu sangre. Pero no puedes sembrar ese
tipo de dudas porque está en juego la veracidad de las
palabras de la mía mamma. ―acompaño mi advertencia
con mi dedo incide señalándolo casi tocando su semblante.
―Baja el puto dedo, Adagio. Yo no digo nada que no haya
comprobado de antemano. ―certifica, la vena de su cuello
palpita lo que me indica que lo estoy cabreando.
―Escúchame bien, niño de papa. ¡!Si eres capaz de
decirme que siempre has sabido que ese diablo era mi puto
padre sin pestañear te hincho a hostias!! ―Amenazo
gritando enloquecido.
―Deja la agresividad, Adagio. Yo siempre supe esa
verdad. Pero no soy tu niñera, ni si quiera tu amigo.
―confiesa sin que le tiemble la voz.
― ¡Eres un hijo de puta! ―aúllo lanzando uno de mis
puños contra su rostro.
Capítulo 40
Marinet
Dos semanas trascurren desde de que el demonio de
Chandler casi me mata. Tuve suerte de que la trayectoria de
la bala no fue recta sino en transversal.
Al fin hoy me darán el alta lo que consigue que me
alegre. En todo el tiempo que he estado ingresada, ni rastro
de Kris. Lo que en el fondo parte mi alma.
El que no se ha separado de mi es Oso, desde el primer
dia ha estado a mi lado aguantando mi mierda de
autodestrucción.
Ayleen también, ella ha ayudado a que poco a poco mi
depresión vaya remitiendo.
Por ellos, necesito volver a tomar las riendas de mi vida.
Dejar de esperar que Kris reaccionará y regresará a mí.
―Hola, Marinet. ¿Preparada para volver a casa?
―exclama Ayleen abriendo la puerta con ímpetu.
La ilusión dibujada en su rostro provoca que las
comisuras de mi boca se tensen en una suave sonrisa.
―Sí.
―Bueno, pues va señorita melindrosa. ―bromea
acercándose para recoger la bolsa de mis pertenencias.
A la salida del hospital nos espera mi fiel amigo Oso al
volante del Mercedes.
― ¿Hemos prescindido del chofer? ―pregunto con
sarcasmo alzando mis cejas en dirección a Ayleen, ella se
limita a guiñarme un ojo.
Desde mi traslado del hospital de Sant Petersburgo al de
París, Oso no se ha separado de mi lado. Al parecer incluso
se ha instalado en la ciudad por un tiempo, lo que me
extraña. Sin embargo, cuando le pregunto si su trabajo en el
Edén Paradise no se vería afectado por su larga ausencia, él
insiste en que su jefe le debía muchos días de vacaciones.
Su jefe… Kris, el que ha desaparecido sin más.
El trayecto de la ciudad a Cheverny me antoja corto,
quizás las ganas de volver a ver a mi sobrino y a mi
hermano contribuyen.
―Ya hemos llegado ángel. ―anuncia Oso.
Al salir del vehículo me espera una gran pancarta de
bienvenida y un comité de recepción.
Lo encabezan mi hermano y mi sobrino, el globo que
sujeta en una de sus manos con el eslogan “Bienvenida tita”
lo hace encantador.
Adrien avanza y me estrecha en un abrazo que desata un
nudo de congoja en mi garganta.
‹‹Lo he echado de menos››, vocea mi mente.
―Bienvenida Marinet. ―susurra Adrien en mi oreja.
A pesar de que Adrien ha tomado decisiones con las que
no estoy de acuerdo, es mi hermano y lo quiero por esa
razón corro un tupido velo a nuestras tensa relación de
estas últimas semanas y le sonrío mostrándole todo el
cariño que siento por él.
En los jardines del castillo mi familia ha preparado toda
una recepción de recibimiento, han venido amigos de la
familia, incluso Dana y Brodick el hermano y cuñada de
Ayleen ha acudido.
También la loca de nuestra amiga Valentine que ya tiene
copa en mano corretea a estrecharme entre sus brazos, con
el riesgo de volcar el contenido de su bebida sobre mí.
― ¡Que alegría verte, Marinet! ―exclama Valentine.
―Yo también estoy contenta de verte.
Kris Adagio
Poner un pie dentro del castillo de Cheverny es toda una
proeza para mí, porque llevo dos semanas sin salir de la
habitación del hotel de París, donde me he atrincheré
después de que sucediera todo lo de Chandler. Durante ese
tiempo casi enloquecí, porque todo lo sufrido desde el
mismo momento en el que mi madre me confesó en su
lecho de muerte, la identidad de mi padre ha sido un error.
Porque cegado por el amor que le profesé a la mía
mamma desencadené cada uno de los acontecimientos que
vinieron después.
El horror de amar a mi propia hermana. El daño que le
infligí a mi ángel con mi terquedad por no abrir el puto
sobre de los resultados de ADN.
Ahora todo encaja a la perfección, no era insano sentir
este inmenso sentimiento que creció en mi desde que mi
camino se cruzó con Marinet Legrand.
Atravieso el hall y accedo al jardín donde se está
celebrando la fiesta de la recuperación de Marinet. A lo lejos
mis ojos localizan a mi ángel, y mis entrañas se encojen.
Bella se queda corta para definir el aspecto de Marinet.
Agarro una copa de una de las bandejas y doy un largo
sorbo mientras mis pupilas no se despegan de Marinet.
―Jefe―la voz de oso inclina a mi mente a abandonar mis
pensamientos.
―Oso.
—Por mucho que la mires no vendrá a ti con los brazos
abiertos. —informa Oso.
—Lo sé, pero no es fácil. —declaro.
—Nada lo és amigo. —anima Oso palmeando mi espalda.
Me deshago de mi copa y a pesar de que no he
conseguido reunir el valor suficiente para acercarme. Sé que
debo hacerlo, avanzo entre la gente hasta donde se
encuentra Marinet.
Marinet
Mi amiga Valentine parlotea sin parar, hace rato que he
perdido el hilo de su conversación. Ella siempre habla de los
mil y un hombres que han pasado por su vida. Porque
Valentine lleva el adjetivo de enamoradiza al riguroso
significado del diccionario.
—¡Ostras me acabo de enamorar! —exclama con la
mirada fija detrás mío.
Hago le intento de voltearme, pero Valentine es más
rápida y sujeta mi brazo.
—No te gires, viene directo hacia nosotras. ¡Joder!, es un
buenorro que quita el hipo.
Valentine consigue que esté intrigada, a pesar de que no
me interesan los hombres en este momento. De todas
maneras, con la cara de besugo ojipláctico que tiene mi
amiga debe ser un hombre impactante.
—¿Podemos hablar?
Esa voz, áspera, aguda, y sexy que pone de punta cada
poro de mi piel. Mi estómago se encoje y mi corazón brinca
tan fuerte que temo que se salga de mi pecho.
Valentine me mira como si no se creyera que el buenorro
se haya dirigido a mí.
Me doy la vuelta con lentitud y mi respiración se atasca
hasta tal punto que debo carraspear para recuperar la
normalidad.
Frente a mí se encuentra Kris, con tejanos y camiseta
negra, es la primera vez que lo veo de esa guisa y está más
arrebatador que con sus trajes hechos a medida.
‹‹ ¡Dios dame voluntad! ››, para no lanzarme a sus
brazos suplico en mi interior.
—No tenemos nada que hablar. —contesto con un leve
mohín de mis labios.
—Por favor…— suplica y casi consigue desarmarme.
Como aparecido por arte de magia irrumpe mi hermano
Mateo que se acerca con decisión y no puedo reprimir que
mi boca se abra en un sonrisa. Dejando a Kris allí parado me
lanzo a los brazos de mi gemelo con ímpetu.
—¡Marinet, cuanto te he extrañado! ― anuncia mateo
oprimiéndome.
—¡Que alegría verte! — Le digo y acaricio una de sus
mejillas con mi mano.
Mi hermano está cambiado una barba recorre su mentón
y su cabello esta más largo que la última vez que nos
vimos.
—Estás muy bonita, nadie diría que has estado al borde
del otro lado. —comenta guiñándome un ojo con su habitual
sentido del humor.

Kris Adagio
Quizás me merezco que mi ángel me deje como un
pasmarote con la palabra colgada en mi boca viendo como
corre a lanzarse en brazos de otro.
Aun así, el veneno de los celos se presenta rápido, justo
en el momento en el que esos dos se abrazan casi
fundiéndose el uno con el otro.
—¿Te apetece una copa? —propone la amiga de Marinet.
—No. —respondo con brusquedad y la dejo allí para ir
directo hacia la parejita feliz que me está tocando los
cojones.
Reconozco que me merezco que mi ángel me ignore por
mi comportamiento, pero no pienso permitir que tire en
brazos de otro por despecho.
Cuando llego donde Marinet, tan solo el rubiales con
barba que está con ella advierte con rapidez de mi
interrupción y sus ojos se entrecierran desconfiados y fijos
en mí con desaprobación.
‹‹Me importa una mierda››, me digo.
—Marinet. —mascullo.
Mi ángel gira media cara y me mira de soslayo como si
tan solo fuese un insecto lo que consigue que alcance el
punto extremo de furia. Así que, si medir las consecuencias
de mis actos la agarro y echo su cuerpo sobre mi hombro
ignorando sus gritos.
—¡Suéltame, eres un capullo!
Por el rabillo del ojo capto el intento fallido del rubio que
me mira como si deseara asesinarme, pero Adrien sujeta su
brazo y lo impide.
Con grandes zancadas me introduzco en el interior de la
casa para dejar de protagonizar la escena que todos los
invitados miran absortos.
En la primera puerta que localizo la abro ignorando los
berridos de Marinet que amenazan con reventarme los
tímpanos.
Una vez en el interior de la estancia que parece un
despacho dejo a mi ángel sobre sus pies con cuidado.
—¡Eres un cabronazo!, ¿no podías resistirte a dar el
espectáculo? Estoy harta. —chilla con las manos en su
cintura fulminándome con su cristalinos ojos.
A pesar de su enfado, mi ángel provoca que me
empalme solo con su actitud beligerante.
—Marinet, necesito que me escuches. —solicito con voz
queda.
—¡Es gracioso! Ahora apareces y pretendes que te brinde
mi atención. ¿Dónde estabas cuando realmente te
necesitaba? —reprocha.
—Ángel, por favor, no he actuado de la mejor manera…—
empiezo y me interrumpo tragando el nudo que de repente
noto en mi garganta.
—No creo que esfumarte como el humo sea una manera
perfecta de comportarte. Pero no me debes ninguna
explicación. —Sentencia con rabia, incluso puedo ver la
chispa de odio y dolor entremezcladas en sus iris.
Detectar esas emociones me parte el alma, porque en
ese momento ratifico que mis actos, son los culpables de
ellas. Separarme de ella para lidiar con mis diablos
personales quizás no fuera lo más inteligente.
—Marinet, yo solo quiero la oportunidad de explicarte. —
insisto.
—No gastes saliva, no me importa. —sentencia.
La miro y me guardo las intensas ganas de estrecharla
contra mi pecho y colmarla de besos suplicando su perdón.
—Entonces no tenemos muchas más cosas que hablar. —
sentencio y giro sobre mis pies abandonando la habitación
cabizbajo.
Capítulo 41
Marinet
Permanezco en el despacho de Adrien, después de que
Kris se haya marchado. Mis piernas cimbrean y las lágrimas
se acumulan en el borde de mis ojos.
Duele, porque he sido dura con Kris. Aunque es lo que se
merece lástima que mi corazón no esté de acuerdo con mi
cabeza.
No soy capaz de perdonar que se evaporara mientras yo
me debatía entre la vida y la muerte por recibir una bala
que iba destinada para él.
Aun así, mi amor por él no entiende de razones y lucha
en mi interior por fluir, aunque lo reprendo con las cadenas
de mi mente.
La puerta entreabierta se mueve y en el umbral de esta
aparece Oso.
—Si vienes a abogar por la salvación de tu amigo, ya
puedes largarte. —suelto con enfado limpiando una lágrima
que ha escapado de mi ojo sin permiso.
—Vengo en son de paz, ángel—declara colocando las
palmas de sus manos hacia arriba en señal de paz.
—No sé por qué no te creo. —insisto, aunque Oso es mi
fiel amigo y lo ha demostrado, no deja de ser amigo de Kris.
—Quizás porque te ciega el despecho o el dolor a pesar
del amor. —proclama Oso eligiendo cada palabra.
Mi amigo me conoce, mucho y eso no es conveniente en
mi actual estado. Porque mi cabeza burbujea como un
jacuzzi.
—¿Amor? Es gracioso. Ese amor del que hablas tu
amiguito se encargó de matarlo cuando desapareció del
mapa mientras yo luchaba por vivir a causa de recibir una
bala por salvarlo.
Oso cabecea con las manos metidas en sus bolsillos y
una leve sonrisa en su boca.
‹‹ ¿Qué me estoy perdiendo? ››, interroga mi mente
plantando dudas.
—Ángel, Kris no actúo bien, pero estás equivocada. Él
jamás se separó de tu lado mientras estuviste en coma.
Estuvo noche y día a los pies de cama hasta que
despertaste. En ese momento fue cuando sí que se esfumó,
aunque no sin antes ordenarme que lo mantuviera al día de
tu estado.
¡No puedo creerlo! La versión que acaba de soltar Oso es
imposible que sea cierta. No porque si no he sido injusta con
Kris, ni si quiera le he dado la oportunidad de que se
explique.
Oso se aproxima a mí y acaricia mi mejilla con su mano,
acompañando el gesto con un mechón de mi pelo que pasa
por detrás de mi oreja.
—Ángel, tú y Kris sois dos de las personas más valiosas
para mí. Por eso quiero que dejéis de luchar como bestias
para no estar juntos. Cuando lo natural es que os amáis y
estéis juntos.
—Yo… no quise escucharlo lo eché casi a patadas, Oso.
—me fustigo paseándome por la habitación como un animal
enjaulado.
—Ángel, siempre hay tiempo para escuchar y para
perdonar. —sentencia Oso.
A continuación de nuevo me encuentro sola en el
despacho, estrujándome los sesos para saber lo que debo
hacer para enmendar las cosas.
Kris Adagio
Unos ojos tan azules como las aguas de Jamaica se
cuelan en mi mente. Meto la cabeza debajo del chorro de
agua para deshacerme de esa imagen.
Es inútil, cada fibra de mi ser clama por ella. Y lo peor es
que creo que esta vez sí que la he perdido.
Al salir de la ducha coloco una toalla alrededor de mis
caderas a tiempo de que unos golpes secos en la puerta de
mi habitación resuenan.
No me preocupo en vestirme antes de abrir la puerta. Mis
ojos casi saltan de su sitio al ver parada en el vano de mi
puerta a mi ángel.
—¿Puedo pasar?
—Sí, claro. —contesto apenas reaccionando ante su visita
inesperada.
No me lo creo Marinet está en la habitación de mi hotel
después de que casi me echó a patadas de Cheverny.
El júbilo se abre paso en canal a través de mi alma.
Marinet pasea por la habitación ante mi mirada felina.
Esta mujer no sabe que la bestia que vive en mi interior
está a un segundo de saltar sobre ella y devorarla sin
mediar palabra.
—¿No dices nada? —interroga alzando una de sus
delineadas cejas.
—¿Ahora estás dispuesta a escucharme? —respondo,
aunque tarde me percato que ha sonado demasiado
arrogante.
—Bueno, definitivamente, venir fue un error. —suelta de
repente Marinet dispuesta a largarse.
Al vuelo la agarro del brazo y pego su espalda a la pared
inmovilizándola.
—Ni de coña me dejas de nuevo con la palabra en la
boca. —advierto con mi boca demasiado cerca de la suya.
—Pues habla o calla para siempre. —dice de forma
chulesca.
—Perdón, por desaparecer, por no estar a tu lado cuando
era lo que realmente quería. Antepuse mis demonios
personales a lo que siento por ti. —Aplico la sinceridad a
cada palabra, arrancándome la máscara de control de mi
rostro para que mi ángel pueda ser partícipe de cada una de
mis emociones.
—Kris, yo…
Empieza, pero la silencio colocando uno de mis dedos
sobre sus acolchados labios, por miedo, auténtico pavor a
que me rechace.
—Si no quieres saber nada de mí lo entenderé, aunque
no puedo evitar amarte. No puede cuando creía
fervientemente que compartíamos la misma sangre. Ahora
con más razón cuando sé que no nos une ningún
parentesco. —Tomo una bocanada de aire al notar la
dificultad por respirar. —Si deseas hacer tu vida a lado del
rubio que abrazaste en la fiesta, me matarás en vida, sin
embargo, lo aceptaré. Porque por encima de todo anhelo
que seas feliz.
—¿Te refieres a Mateo? —pregunta contrariada.
Me limito a afirmar con leve movimiento de mi cabeza.
Porque ya no puedo hablar, necesito toda mi concentración
cerebral en mantener a raya bajo la toalla a mi polla que se
muere por colarse entre las piernas de mi ángel.
—Mateo es mi hermano.
Y su confesión me pilla desprevenido, aunque no puedo
más que sentir un inmenso júbilo en mi pecho.
—Y entonces mi ángel, ¿me perdonas? —insisto
dedicándole una sonrisa ladina que le promete mil
momentos de placer y felicidad.
Marinet entorna su mirada para segundos después
rodear mi cuello con sus brazos.
—Señor Adagio, creo que ya te había perdonado hace
rato.
Al coronar esa frase se lanza a devorar mi boca que le da
la bienvenida gustosa, abriéndose para recibirla. Nuestras
lenguas se enroscan en una lucha por saborearse. Con
premura mis manos se aferran a sus nalgas y la insto a que
de un pequeño bote y atornille sus piernas en mi cintura.
‹‹ ¡Dios, como la he echado de menos! ››, entona mi
mente.
Me apresuro a moverme sin separarme de mi ángel hacia
la cama.
La deposito sobre el colchón y es la imagen más sensual
que jamás he vislumbrado. Enfebrecida con los labios
enrojecidos por mis besos y lista para ser devorada por mi
ansia de poseerla.
—¿Piensas quedarte ahí parado mirándome mucho
tiempo? —provoca de manera juguetona.
—Calma mi ángel, tengo toda una vida para saborearte.
—contesto lanzándome sobre ella.
Epílogo
Edén Paradise
Marinet
Enfilo las escaleras de acceso a la pista central del club.
Mi boca se ensancha en una satisfecha sonrisa la comprobar
como en primera fila se encuentra mi familia, Adrien y
Ayleen, Mateo, Oso y ¡cómo no! mi chico arcoíris.
Hoy actuare para ellos y los nervios están presentes en
cada terminación de mi cuerpo. Una vez tras el escenario
unas fuertes manos rodean mi cintura desde atrás.
—Ya te he dicho que estás hermosa.
La voz de Kris, como siempre, sigue poniéndome la piel
de gallina. Este hombre me tiene a sus pies. Es el dueño de
mi amor. El que vela mis sueños, el que me acompaña y me
cuida.
—Unas mil veces. —contesto sonriendo y riendo a la vez.
Qué equivocada estuve durante años, prohibiéndome a
mí misma sentir. Huyendo del amor, porque de forma
errónea interpreté que si mi madre sufrió en la vida por un
mal amor yo también lo haría.
Hoy por hoy no cambio mi vida al lado de este regalador
de éxtasis, que se ha convertido en mi pareja de vida.
—¿Preparada? —pregunta con auténtica devoción
destilando por sus ojos.
Cabeceo y sonrío no sin antes girarme para quedar
frente a él. Enmarco su cara entre mis manos y lo beso.
—Te amo, Señor Adagio.
—Yo también, mi ángel.
Y esa es la fuerza que necesito para salir al escenario a
realizar la mejor actuación de mi vida.
Fin.
Sígueme en redes
@shellykengar

También podría gustarte