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2 Siempre Fuiste Un Recuerdo - Shelly Kengar
2 Siempre Fuiste Un Recuerdo - Shelly Kengar
Shelly Kengar
©shellykengar
Foto: Canva
Atrévete a descubrirlo…
AGRADECIMIENTOS
Todos escondemos un guerrero dentro, ese que sale en la
situaciones más difíciles de nuestra vida. Este libro es en
honor a esos guerreros y guerreras invisibles que duermen
en nuestro interior, pero nos empujan a seguir “pa
adelante”.
Nladevoralibros
Estebeca_libros
Noemilibros
En especial;
Unidasxporloslibros
Lasautenticasdevoradorasdelibros
Prólogo
Castillo de Cheverny― 6 años antes.
Marinet Legrand
Por momentos el aburrimiento extremo se había
adueñado de mí, desde que mi mejor amiga, Ayleen
Macleod, salió huyendo de Cheverny hacía más de una
semana con la excusa de que su padre había enfermado.
Mis días en nuestra residencia de verano estaban resultando
de lo más tediosos. Sin contar que el autoritario de mi
hermano mayor, Adrién Legrand, a los dos días de
marcharse Ayleen, decidió darme una charla de esas, de las
suyas, indicándome, que mi amiga estaba vetada.
¿Razones? Ninguna y todas, añadiendo que era una mala
influencia para mí. Por lo que aconsejó que rompiera el
contacto con ella.
―Hola, hermanita.
―Hola― saludé.
―Capullo, suéltame.
Luna Noir
Kris Adagio
Allí me quedo de pie mirando la puerta por donde
Legrand acaba de salir con la mujer con la que albergaba
intención de que calentara mis sábanas esta noche.
‹‹El muy capullo, no se merece la suerte que tiene››.
Cierro mis manos en puños al pensar en ello.
Decido acercarme a las otras dos chicas que están
alternando con mis hombres entre copas de champaña y
entonces la veo. La miro con los ojos entornados. Mis
pupilas la revisan con exhaustividad, porque a pesar del
antifaz que luce podría reconocer esa boca con forma de
corazón y ese perfil junto con su sedoso e intenso pelo rubio
en cualquier lugar.
Ahí está la ladrona de mis sueños más calientes desde
hace seis años.
Mi verga la reconoce mucho antes que yo y se endurece
en el interior de mis pantalones. La observo ajena a mí, con
la mirada perdida en algún sitio del reservado mientras
acerca su copa para dar un suave trago al líquido
burbujeante.
“Madre mía, no puedo apartar mis ojos del movimiento
de su boca”
Permanezco hipnotizado más de lo que quiero reconocer
hasta que una voz sensual me arranca de mi estado.
―Kan, ¿crees que podrías mostrarme exactamente lo
que se esconde detrás de estás cortinas?
La joven morena se ha acercado demasiado a mi cuerpo
y la tela de mi chaqueta roza su piel desnuda. Su mirada
brillante promete placeres intensos, para mi desgracia, mi
atención ahora mismo está en la rubia con mirada
misteriosa que pasa desapercibida.
―Preciosa, no sé si estás preparada para el
espectáculo― provoco con una sonrisa ladina y ante su cara
de asombro la dejo allí plantada.
Marinet
¿Sabéis lo que es un chiste del destino? Pues que seis
años después mi camino y el de mi salvador, Kris Adagio se
vuelvan a cruzar en la Luna Noir.
Castillo de Cheverny
Marinet
Llegamos a Cheverny y nos retiramos a nuestras
habitaciones sin más para poder descansar. En el fondo lo
agradezco, porque ahora mismo no tengo muchas ganas de
conversar ni siquiera con Ayleen.
Kris Adagio
He pasado una noche de mierda, si tal como es, de puta
pena. Por mucha ducha helada que me diera mi mente y mi
cuerpo han seguido rememorando a mi ángel.
Por eso ahora mismo gasto un humor de demonio
cabrón, a Dios gracias que de momento estoy solo en mi
habitación del hotel.
Mientras me visto para dirigirme a la reunión que tengo
programada hoy con mi acérrimo enemigo en los negocios,
el gran capullo Legrand, gruño de nuevo por no ser capaz
de arrancar de mi cabeza la imagen de Ninet.
Esa mujer está resultando una maldición para mis
sentidos. La deseo como a nadie nunca lo he hecho.
La melodía de mi móvil me arranca de mis divagaciones
―Sí ― contesto de forma parca.
―Señor Adagio soy la señorita Piaget del despacho del
señor Legrand. Siento informarle de la anulación de la
reunión que tenía programada para hoy. ― Informa la voz
femenina a través de la línea.
Con cada palabra que escucho mi sangre se va
alborotando más si es posible, ennegreciendo mi humor.
― ¿Se puede saber el motivo de porque su jefe anula una
cita que hace más de un mes programó? ―. pregunto con
poco tacto.
―Lo siento señor Adagio, el señor Legrand está en su
residencia de Cheverny para celebrar la fiesta de
compromiso de su hermana con el señor Parrot. ― Informa
la mujer en un intento por justificar a su jefe.
Aun así, sus palabras no logran calmar ni reprimir mi
humor taciturno. Porque este contratiempo en mis planes es
la guinda del pastel para un día que ha empezado como una
gran montaña de estiércol.
―Está bien, reprograme la cita para otro día― le digo a
la secretaria.
―Por supuesto le enviaré un mail con la nueva fecha―
Se limita a decir dando por finalizada la conversación.
Cuando cuelgo estoy en pleno estado de ebullición, casi
caigo en la tentación de estrellar mi iPhone contra la pared.
Intento aferrarme a la poca calma que me queda y poner
en orden mi cabeza.
‹‹Parrot››, siseo.
Conozco a esa familia porque en alguna ocasión he
hecho tratos empresariales con ellos. Por lo que si Legrand
piensa que puede librarse de mí tan fácil lo lleva claro. Soy
el peor grano en el culo que pueda tener si me lo propongo.
Phillip Parrot es el hijo de esa familia y lo conozco bien es
buen cliente de mis clubes así que ni corto ni perezoso lo
llamo para autoinvitarme a la que supongo que es su fiesta
de compromiso.
Menudo hijo de su madre, nada más y nada menos que
se va a casar con la hermana de Legrand. Eso sí que es un
braguetazo, aunque los Parrot están bien posicionados en la
sociedad. Phillip tiene fama de derrochador y demasiados
vicios que financiar.
Capítulo 6
Castillo de Cheverny
Como supuse Phillip no tuvo ningún reparo en invitarme
a su fiesta de compromiso. Una vez más los hilos de mi
influencia me proporcionan carta blanca para asistir a
Cheverny, la residencia de mi acérrimo enemigo.
Legrand siempre ha sido un tipo con suerte, desde la
cuna, lo tuvo todo. Mientras que yo todo lo que poseo me lo
he ganado a pulso con el sudor de mi frente y mi aguda
inteligencia.
Él tuvo un padre que le proporcionó todo lo que
necesitaba, sin embargo, yo no. Tan solo mi madre, que
luchó con uñas y dientes para sacarme adelante.
Reconozco que Cheverny es un lugar impactante. Al
llegar frente a la propiedad no puedo hacer otra cosa que
deleitarme con este castillo, que se alza entre un paisaje
con todos los tonos verdes de cualquier paleta de colores de
un pintor.
Una vez más reconozco que Legrand, a pesar de ser un
esnob capullo, tiene un gusto exquisito.
Al parecer la fiestecita se celebra en el jardín trasero de
la propiedad, por lo sigo al resto de invitados hacia el lugar.
Salimos por una gran puerta a la zona ajardinada.
Adornado con guirnaldas doradas y mesas de aperitivo,
decido localizar la barra para empezar a beber.
Odio este tipo de fiestas, aunque por mi trabajo me veo
obligado a asistir a más de las que me gustaría.
Localizo una barra al fondo de la terraza y me sirven un
wisky con hielo, mientras bebo localizo a una joven vestida
de verde que llama mi atención. Su cabello negro como la
noche brilla al son de los farolillos que cuelgan sobre su
cabeza.
―Bona nuit. ― digo colocándome justo a su lado.
Unos ojos verdes, como dos esmeraldas brillantes se
clavan en mí con asombro.
El reconocimiento me atraviesa en un segundo, porque
esa mirada felina es la misma que vi anoche en la Luna Noir.
La chica que de nuevo me arrebató Legrand, el destino la
trae de vuelta a mi lado, de manera involuntaria le dedico
una sonrisa pícara ante su ceño fruncido.
Por un momento la imagen de mi ángel enturbia mis
libidinosos pensamientos, porque la otra noche me quedó
claro que eran amigas. De momento destierro su recuerdo
al lugar oscuro de mi cerebro y pongo toda mi atención en
la morena que tengo al lado.
―Buenas noches. – contesta.
―Permítame la osadía de alabar su belleza― Piropeo
dedicándole una mirada cargada de anhelos y deseos.
― Creo que sigue siendo un vendedor de piropos, al igual
que anoche ―. Rebate la joven de forma airada.
―Veo que además de belleza le acompaña una gran
perspicacia. Señorita…―. Sonrío.
―Se aprovecha de que hoy sí podemos dar información
personal, y no duda en intentar averiguar mi nombre muy
audaz por su parte, Kan ―. Suelta coqueteando.
― Aquí soy Kris si no le importa.
― Encantada, yo soy Ayleen.
― Un precioso nombre para una belleza ¿Me hace el
honor de ser mi pareja de baile? ―. Invito haciendo una leve
inclinación caballeresca.
― Por supuesto, será un placer. ―acepta Ayleen
reglándome una sonrisa que sería capaz de iluminar
cualquier corazón oscuro.
Juntos nos dirigimos a la pista de baile que está en la
parte central del jardín.
La belleza de Ayleen es salvaje y a la vez cautivante, no
puedo apartar los ojos de ella.
―Kris, ¿De dónde es? ―interroga la joven.
―Has supuesto que no era francés, chica lista. Soy
italiano, pero llevo demasiado tiempo afincado en Londres.
―contesto con sinceridad.
―Bueno, Francia es un país hermoso, no obstante,
Inglaterra no tiene nada que envidiarle. ―comenta ella con
la mirada brillante.
―Tampoco eres francesa, ¿de dónde procedes, bella?
―me intereso guiñándole un ojo con picardía.
―De las tierras altas de Escocia. ―confiesa entre risas.
Noto que está más relajada que al principio como si se
hubiera olvidado de lo que le preocupada cuando tropecé
con ella.
No tengo claro la relación que une a esta chica con
Legrand, sin embargo, voy a averiguarlo. Quizás pueda
utilizarla en su contra.
Marinet
En la pista divisó a mi amiga bailando, no puedo ni tragar
cuando me percato con quien.
‹‹Merde››. Siseo mentalmente.
Vacío mi copa de champagne y la dejo sobre una de las
mesas altas con los canapés
¿Qué hace él aquí? Y yo que pensaba que no nos
volveríamos a ver. La vida es una puta ruleta rusa. Que al
parecer tiene fijación conmigo.
No puedo evitar admitir que es más impresionante si
cabe que la otra noche. Kris Adagio es un demonio sexi de
ojos verdes que podría pervertir a la más casta de las
mujeres.
‹‹Piensa Marinet››, me digo, no puedo permitir que
confraternice con Ayleen.
No estoy dispuesta a dar explicaciones, no deseo que ni
mi amiga ni nadie descubra que Kris y yo nos conocimos
años atrás.
Ese episodio está olvidado al igual que la agresión de
Paul, esa también está enterrada y olvidada en el lugar más
oscuro de mi alma.
Localizo a mi hermano a pie de pista, con cara de querer
asesinar a alguien
El comportamiento de Adrien estos días es un poco
inusual, pero bueno, a excéntrico no lo gana nadie.
Barajo la posibilidad de utilizar a mi hermano para
separar a Ayleen de Kris versus la animadversión de mi
amiga y Adrien.
Compruebo una vez más que como siempre Phillip está
alternando con conocidos olvidándose por completo de su
prometida.
Una puntada atraviesa mi corazón. Porque siento como si
realmente no existiera para mi prometido
‹‹ ¿Eso es lo que querías no? ››, aguijonea mi
consciencia.
Sí, en realidad quiero la libertad que me puede dar ser
una mujer florero de cara a la galería de la sociedad. Y así
lograr vivir mi vida como deseo sin tener que sufrir por las
atenciones de un marido, sin sentir el desamor.
‹‹Cuando no hay amor no hay lágrimas››, me repito.
Sorteando a la gente con una de mis mejores sonrisas
consigo colocarme justo al lado de mi hermano.
― Buenas hermanito―. saludo utilizando mi tono más
dulce y suave.
Adrien desvía sus ojos hacia mí y me regala su mejor
sonrisa.
A pesar de ser un hermano demasiado autoritario Adrién
siempre me ha tratado con cariño. El problema es que su
amor es como vivir en una puta jaula de cristal. Si fuera por
él me tendría expuesta para solo ser admirada sin que nada
ni nadie me rozara.
Ese sentido tan marcado de protección, que durante
años ha ejercido mi hermano mayor, ha provocado que mi
carácter rebelde buscara siempre una salida y brecha en su
cárcel de cariño.
―Estás preciosa hermana.
―Gracias, tú también estás muy guapo, pero eso ya lo
sabes ―. Adulo divertida.
― ¿Y Phillip? ― . pregunta Adrien.
― Bueno mi futuro esposo está más preocupado de
hacer de buen anfitrión que de mí ―. Informo de manera
despreocupada encogiendo mis hombros.
Aunque por un momento siento cierta opresión en el
pecho como si necesitara un abrazo.
No me gusta analizar la relación que mantengo con
Phillip porque durante estos años me había convencido de
que era lo que necesitaba.
Porque cuando me detenía a pensar en lo que tenía, las
garras de una soledad extrema me estrujaban el alma y
sentía ganas de salir corriendo.
―Marinet, aún estás a tiempo de mandarlo al diablo.
―propone Adrién analizándome con esos ojos cristalinos tan
parecidos a los míos.
― Eres muy gracioso ―observo― ¿Y Gabrielle? ― .
pregunto desviando el tema.
― Hemos roto.
― Curioso―. digo y observo como su mirada vuelve de
nuevo a la pista de baile.
― Curioso no, era de esperar. Ya me conoces, las relaciones
demasiado largas no son para mí.
― Lo sé, pero también sé que algún día conocerás a
alguien que te haga replantearte esa idea tuya de no
casarte.
―Ese deseo es demasiado romántico Marinet, soy más
bien realista. Ya tengo la familia que deseo. Un matrimonio
no entra en esa ecuación. ― Sentencia ratificando su
opinión con respecto a las relaciones amorosas.
Adrien es un escéptico del amor, yo también, aunque no
es lo que deseo para él. Me encantaría que mi hermano
encontrara a la mujer que logrará hacerlo feliz.
―Al parecer Ayleen ha encontrado un hombre que le
gusta. Extraño ―. dejo caer de soslayo.
Porque por alguna razón que aun no comprendo Adrién
no separa sus ojos de la escena que están protagonizando
Ayleen y Kris. En ese momento decido que quizás pueda
utilizar esa fijación a mi favor.
― ¿Por qué tendría que ser extraño? ― . pregunta sin poder
evitarlo.
― Bueno como nunca te ha caído bien, lo cual no
entiendo, no sabes que mi amiga es muy selectiva, nunca le
he conocido relaciones largas. A pesar de tener muchos que
matarían por estar con ella. Según Ayleen el amor y la vida
en familia no son para ella. ― . explico, pero la mirada que
me dedica es de detective.
― ¿Bailas conmigo, hermanito? ―. Pregunto
sorprendiéndolo sin darle tiempo a contestar, lo agarro
arrastrándolo con maestría a la pista.
―No me gusta bailar―. Gruñe, aunque me sigue el
ritmo.
―Lo sé, pero soy tu hermanita pequeña y hoy no puedes
negarme nada. ― informo con una sonrisa pizpireta.
Él se limita a menear la cabeza sabiendo que no tiene
otra opción que bailar.
Sin que se dé cuenta encamino nuestros pasos de baile
lo más cerca posible de Ayleen y Kris.
―Buenas noches, ¿cambio de pareja?
No les brindo tiempo para reaccionar, aferro a Kris con
determinación y me lanzo a bailar junto a él.
Kris Adagio
Tardo el tiempo justo de un pestañeo en darme cuenta de
que mi ángel me empuja hacia la pista alejándome de
Ayleen.
Bueno, como caída del cielo Ninet vuelve a estar entre
mis brazos.
Ayleen es atractiva y demasiado bella para su propio
bienestar, pero nada comparable a Ninet y las reacciones
que provoca en mi cuerpo sólo con estar cerca.
Está impresionante, con un vestido de gala del mismo
color que sus ojos. Resaltando su piel perlada y su melena
rubia cayendo por su espalda.
A pesar, del control del cual puedo presumir con ella
nada es común, por lo que noto como mi verga baila una
danza particular dentro de mis pantalones, entretanto nos
desplazamos por la pista.
―Buenas noches, ángel. Un placer tenerte entre mis
brazos―. Alabo sonriente.
―No te acostumbres, ha sido por una fuerza mayor―.
gruñe Ninet fulminándome con la mirada.
―Parece que tu humor está hoy como el mío y eso bella
tiene fácil solución. Hay que desestresarse. ―Propongo con
picardía ante su gesto de contrariedad.
―Estrés, dices, me río yo del estrés―anuncia de manera
sarcástica― ¿qué haces aquí? ― pregunta.
― ¿Bailar? ―Contesto intentando tomarle el pelo.
―No me tomes por idiota Kris―. Regaña.
―Soy invitado del novio. ― Confieso al fin.
En su rostro puedo determinar la curiosidad junto con la
inspección a la cual me someten sus ojos. Como si
realmente quisiera averiguar si miento.
‹‹Siempre fue un ángel muy listo››, aguijonea mi
conciencia.
― ¿Conoces al novio? ― interroga con los ojos
entornados.
―Si, Phillip y yo somos conocidos. He hecho negocios
con los Parrot en varias ocasiones.
― ¿Y a la novia? ―. Insiste en su interrogatorio.
―Todavía no.
Ninet suspira ante mi respuesta y ese simple gesto,
consigue plantar la desconfianza en mí.
―Bueno, dejemos de hablar de ellos. Hablemos de
nosotros―. invito.
―No hay un nosotros―. Sentencia con los labios
apretados en un rictus perfecto.
―Por ahora, bella. ―apunto―Ahora que he vuelto a
encontrarte, no tengo intención de perderte de vista
amore.
Marinet
Mi estómago da una suave voltereta ante la seguridad
pasmosa que trasmiten las palabras de Kris. Mis pupilas se
anclan en sus ojos, graso error, porque su verde mirada
hipnótica me atrapa, deleitándome en el aro amarillo que
rodea sus iris.
‹‹Dios que calor de repente››, pienso totalmente
obnubilada por su presencia.
Para mí desgracia Kris sigue despertando cada fibra de
mi ser como la primera vez que lo vi.
Sacudo la cabeza sin perder el paso de baile con la
intención de deshacerme de mi estado de ensoñación. Si no
voy con cuidado puedo caer en las redes de este Casanova.
―Olvídate de que nos hemos encontrado. No hay ningún
futuro juntos―. Decreto con firmeza, una que en el fondo no
siento, sin embargo, no voy a caer en su embrujo. Ya salí
corriendo en el pasado y ahora no tenía intención de actuar
de forma diferente.
Mi futuro ya estaba planificado y no cabía ningún
demonio adulador con mirada de hechicero.
― ¿Quién habla de futuro ángel? Tan solo acabaremos lo
que empezó seis años atrás y nos interrumpieron.
No puedo más que abrir los ojos como ventanas ante la
alusión de esa escena. En mi mente se vuelve a dibujar
como nos comimos con anhelo como si no existiera el resto
del mundo en el sofá de su penthouse en Londres.
Hoy día daba gracias a Dios de aquella llamada
inoportuna que hizo que recuperara el sentido común.
‹‹Mentirosa ››. Rebate mi consciencia.
―Hay oportunidades que solo se presentan una vez en la
vida. Así que asúmelo. ― Contrataco con un tono repelente
a lo, señorita Rotenmeger.
―No amore, en mi caso las oportunidades las genero yo.
― contesta arrogante coronando sus palabras con una
sonrisa lobuna.
― ¿Quién te crees? ¿Dios? ―. Disputo molesta.
―No, pero soy dueño de mis actos y esos forjan mi
destino.
―Madre mía, pareces un Dios todopoderoso anunciando
su valía. ― No puedo evitar reírme ante su actitud.
Él se limita a alzar una de sus cejas de forma
interrogante.
―Señor Adagio, será mejor que dejemos de bailar. Siento
decirle que no ha sido un placer.
Kris Adagio
Así que mi ángel etéreo podía convertirse en una
diablesa cuando quería. Como en este mismo momento
intentando deshacerse de mí de forma magistral.
Ni loco vamos, no iba a dejarla escapar de nuevo. No
hasta sacudirme toda esta excitación que se acumulaba
dentro de mis pantalones.
― ¿Dónde crees que vas, Ninet? ―siseo manteniendo mi
agarre en su cintura frustrando su tentativa de huida.
Con disimulo premeditado, sorteando al resto de parejas
consigo alejarnos de la pista de baile. Ninet sisea mil y una
maldiciones, aunque contenidas porque no desea dar el
espectáculo ante tanta gente.
Lejos del barrullo, tras unos altos árboles, sujeto con
fuerza a mi ángel que logra propinarme una patada en la
espinilla.
―Joder, Ninet cálmate. ― ordeno entre dientes
aguantando el tipo.
―Eres un capullo, ¿Quién te crees que eres para
arrastrarme? Da gracias que no deseo un escándalo, si no …
―. refunfuña enfadada sin frenar sus intentonas de
deshacerse de mis brazos.
Ninet ha resultado una fiera de cuidado, lo que no hace
más que alimentar mi fijación por esta mujer.
Así que, sin determinar otra opción para calmar sus
ataques, sin meditarlo en exceso, la sujeto con fuerza por la
cintura y pego su espalda al tronco del árbol donde nos
encontramos.
―No te atrevas. ― sisea con los ojos abiertos de par en
par.
Mi respuesta es una sonrisa socarrona que deja claras
mis intenciones.
No pienso darle ventaja a mi ángel crispado, por lo que
me abalanzo sobre ella dispuesto a devorar esa boca con
forma de corazón que me ha atormentado durante años.
En un primer momento Ninet aprieta con fuerza sus
labios para frenar mi beso, sin embargo, es cuestión de
segundos que la presión de mi boca se abra paso ante su
rendición. Nuestras lenguas enloquecidas se unen en un
bailoteo frenético que arrancan más de un gemido a Ninet.
Juntos nos dejamos llevar por la pasión que nos arrasa
como un tornado. Mis manos vuelan por toda la figura de la
joven manoseando con premura hasta alzar la vaporosa
falda de su vestido.
¡Joder!, esta mujer me enloquece, solo su aroma ya me
excita sin contar el sabor de sus besos.
Con maestría mis manos se cuelan bajo su vestido hasta
alcanzar el borde de sus braguitas las cuales acaricio con
suavidad y tentativa primero.
Sus gemidos ahogados en mi boca son la señal para que
continúe mi escrutinio dentro de sus bragas.
Capítulo 7
Marinet
A veces la realidad te da justo donde menos esperas, y
eso me está pasando en este mismo instante. Porque es
posar su boca en la mía y perder todo el sentido común que
tengo. Una vez más, Kris Adagio demuestra ser capaz de
convertirme en una sumisa hiper excitada que se muere por
sus caricias.
Hecho que me enfurece, aunque muy a mi pesar lo que
grita, mi cabeza lo ignora de forma deliberada, mi cuerpo y
mis hormonas están disfrutando de lo lindo ante la atenta
atención de este demonio casanova que es mi piedra en el
zapato.
Por un segundo me abandono y desconecto mi cerebro
disfrutando como nunca de ese beso arrollador que me
enciende como una cerilla.
Obnubilada ni siquiera soy consciente hasta que noto los
dedos de Kris rozando mi ropa interior, ocasionando que mi
sexo palpite ante la anticipación.
Maldición, este hombre es capaz de arrancarme un
orgasmo solo con sus besos, ni que decir de lo que puede
provocar con sus dedos en mi zona íntima.
Cuando su mano alcanza mis pliegues, la explosión de
placer estalla en mi interior como si fuese el cráter de un
volcán en erupción. De manera involuntaria alzo una de mis
piernas apoyándola en su cadera mientras balanceo mi
cuerpo para acelerar la fricción.
Kris asegura su otra mano en mi manteniendo mí
posición y pega también su cuerpo contra el mío. A pesar de
las ropas, puedo notar claramente la erección presionando
en mi conclave.
En el momento en el que uno de sus dedos se abre paso
a través de mis húmedos pliegues y entra en mi interior, no
puedo más que gemir como una loca. Menos mal que
seguimos besándonos como verdaderos adictos a nuestros
fluidos. Eso ayuda a amortiguar mis ruiditos, los cuales no
soy capaz de reprimir.
Siento que de un momento a otro mi cuerpo entrará en
combustión ante la intensidad de sensaciones que me
atraviesan como descargas eléctricas.
―Me enloqueces. ― susurra Kris separando sus labios
levemente de los míos.
Pero no estoy dispuesta a romper el contacto, por eso
dominada por la fiebre del deseo, vuelvo a atrapar su boca
con la mía lanzándome como una auténtica fiera.
Kris coloca sus manos en mis nalgas y con leve impulso
me alza y yo rodeo su cintura con mis piernas. El suave
sonido de cómo se rasga la tela de la falda del vestido
resuena en mi mente a lo lejos ignorándolo por completo...
No quiero pensar, no deseo plantearme la gran locura en
la que estoy enfrascada. Tan solo necesito disfrutar…
De repente una tos seca se oye de fondo a lo lejos, no
obstante, prefiero correr un tupido velo y proseguir con
nuestro magreo.
Otra vez esos el ruido de una tos logra colarse en mis
oídos y es como si mi consciencia se hiciera con las riendas
de mi cuerpo. Doy un respingo y me separo de forma brusca
de Kris ante el desconcierto dibujado en su rostro.
―Siento interrumpir.
¡Joder!, no puede ser, en definitiva, creo que Kris Adagio
me provoca una enajenación mental total. Al ver parado
frente a nosotros, a la mano derecha de mi hermano, a
Chandler, el viejo amigo de mi difunto padre, no soy capaz
de articular palabra. Siento demasiada vergüenza porque
nos haya pillado en una situación comprometida.
―Al parecer tienes el don de la oportunidad. ― critica
Kris con arrogancia.
Chandler se limita a arquear una de sus grisáceas cejas
con sus ojos clavados en mí.
Sé que está siendo benevolente, aunque no tenga fama
de serlo. Por eso en silencio se lo agradezco y sin mirar a
Kris ni un solo instante salgo disparada de su lado y
desaparezco de escena sin más.
Kris Adagio
Nos medimos con la mirada durante unos minutos en
silencio. Chandler y yo no es la primera vez que
coincidimos, en los negocios lo hemos hecho en varias
ocasiones. Por eso sé que no puedo fiarme de ese viejo con
vista de águila. Por algo es la mano derecha de Legrand.
―Al parecer no solo el Luna Noir te interesa de la familia
Legrand. ―observa Chandler al fin rompiendo el silencio.
Sus palabras me perturban, no obstante, no estoy
dispuesto a dejárselo entrever
― ¿Ahora eres el perro sabueso de Legrand? ― Interrogo
con sarcasmo.
Chandler no me gusta ni yo a él.
Por eso me disgusta en exceso que meta sus narices en mis
asuntos. Aunque reconozco que he perdido el control con
Ninet, al tocarla se me olvidó donde nos encontrábamos y
ahora tengo que paliar las consecuencias.
―Cuida bien tu espalda Adagio. No eres bienvenido aquí.
Así que te recomiendo que te evapores cuanto antes
mejor―. Aconseja con lengua viperina Chandler sin apartar
sus ojos que siguen fijos en mí.
‹‹No me complace››, me reitero en mi mente.
Este tipo es demasiado enrevesado y hermético para mi
gusto. Puede que Legrand confíe en él, no obstante, con
sinceridad yo no lo haría.
―Tranquilo Chandler tan solo voy a presentarle mis
respetos al hermano de la novia―. digo sonriendo de forma
malévola.
―Eres un pedazo de hipócrita―insulta furioso.
―Lo sé, pero es innato―. contesto alejándome de donde
nos encontramos
―Adagio, una última cosa. Yo desistiría en adquirir la
Luna Noir.
― ¿Por qué? ― pregunto, arqueando mis cejas.
―Porque es imposible que Adrien se deshaga de él. ―
anuncia.
―Cosas más improbables se han dado. Así que voy a
aferrarme al refrán que dice que, la esperanza es lo último
que se pierde. ― proclamo, dejándolo allí parado, sin más.
Busco con la mirada a mi ángel, sin embargo, como
viene siendo habitual, ni rastro de ella. Por lo que doy por
concluida la noche. Abandono Cheverny con una mochila
cargada de frustración porque nada de lo que planeé ha
salido como yo esperaba. Y además me he ganado un dolor
de huevos de campeonato.
Sacudo la cabeza para deshacerme de las imágenes
calientes de Ninet en mis brazos que no provocan más que
mi verga se ice con el mástil de un naviero.
Marinet
Regreso a la fiesta después de cambiarme el vestido.
Nadie se ha percatado de mi ausencia y he logrado
deshacerme de la prueba de mi locura, un vestido rasgado y
un aspecto desmelenado. Sin embargo, en mi interior aún
burbujea mi sangre calenturienta.
Es incomprensible que me haya dejado arrastrar a Kris a
una situación comprometida el mismo día de mi
compromiso con Phillip. Pero es que ese hombre es un
demonio, buenorro y excitante por eso.
Muerdo la cara interior de mi mejilla castigándome por
tener esos pensamientos. Sé que debería detestarlo,
aunque no es así. Inspiro una bocanada de aire para insuflar
el valor y resistencia y sobre todo calma. Una que ahora
mismo brilla por su ausencia.
Unas manos rodean mi cintura con fuerza y no puedo
evitar dar un leve respingo.
― ¿Dónde estabas??
La voz de Phillips me tranquiliza ante que el tono que
utiliza no acaba de agradarme.
―He tenido que cambiarme porque alguien derramó su
copa sobre mi vestido― respondo.
Él escrutinio de sus ojos consigue alterarme más, pero la
actriz que llevo dentro hace su entrada triunfal.
―Me extraña que te hayas dado cuenta de mi ausencia.
Has estado demasiado ocupado toda la velada―. Reprocho
acompañando mis palabras con leve mohín.
―Marinet, mi amor, te noto un poco molesta. Sabes que
es mi deber atender a los invitados. Mis futuros negocios y
los de mi familia dependen mucho de las relaciones
sociales―. Explica acortando la distancia y estrechándome
en sus brazos.
Su boca está casi pegada a la mía y sus ojos anclados en
mi rostro.
Una vez más la culpabilidad se adueña de mi interior
porque soy incapaz de sentir.
Nada de anticipación ni de excitación a pesar de que
Phillip es el hombre que he elegido para pasar el resto de
mis días a su lado.
Nuestra relación nunca ha sido de fuegos artificiales, más
bien descafeinada. No obstante, es lo que siempre he
buscado, seguridad para mi alma, protección para mi
corazón.
Aun así, mi mente lo compara con el hombre que hace
unos minutos ha puesto toda mi vida del revés con un
simple toque.
―Lo sé y lo entiendo. ―lo tranquilizo y a cambio Phillip
me besa y yo lo correspondo.
Lástima que mi cuerpo no se inmuta ante esa muestra
de cariño.
Capítulo 8
Kris Adagio
Mi móvil suena y lo cojo mientras suelto la taza de café
humeante sobre la mesa. Hoy decidí desayunar en la
terraza de la suite. Disfrutar del aire fresco de la mañana ha
sido una opción para relajar mi mente y mi cuerpo.
Sin embargo, de poco ha servido porque mi ingle me
tiene en un estado absoluto de tensión y eso me cabrea.
Porque aún desconozco dónde buscarla.
Anoche cuando llegué de la fiesta me maldije una y mil
veces por no aprovechar el momento para averiguar quién
era Ninet. Por el contrario, me dediqué a pensar con la
punta de mi mástil y pasar de los detalles.
Joder, siseo fustigándome de nuevo.
―Si.
―Señor Adagio, soy Martins. No tengo mucha
información. Lo que he averiguado hasta ahora es que
Ayleen Macleod es amiga de la hermana pequeña de Adrien
Legrand desde hace años, pero nada sobre la tal Ninet―.
explica el hombre a través del teléfono
―Martins, eso es una mierda de información, se bien
quien es Ayleen y no me interesa. Necesito que averigüe
quién es Ninet y donde cojones encontrarla para eso le
pago―. Gruño cabreado.
―De acuerdo señor Adagio pero no está siendo fácil―.
Se justifica.
―Nada lo es, señor Martins―. Sentencio colgando la
llamada
―Incompetente― exclamo al dejar el smartphone sobre
la mesa.
He contratado un detective para averiguar quién es
Ninet, no obstante, parece que no he elegido al mejor
profesional.
Cabreado e intranquilo decido salir y acercarme a la
oficina de Legrand, su secretaria aún no me ha remitido los
datos para nuestra nueva reunión lo cual me molesta. Así
que decido hacerle una visita de cortesía.
Con decisión me presento en el edificio Cowards,
propiedad de Adrien Legrand. Aquel capullo estaba podrido
en dinero. Por supuesto era dinero sucio, el patriarca de los
Legrand había amasado su fortuna de forma ilícita.
Subvencionando sus negocios respetables con su red de
vicio y prostitución.
Cuando murió, Adrien se quedó al frente de todo como
primogénito. Yo sería el encargado de devastar todo aquel
imperio, poco a poco iba a arrebatarle todos sus bienes a
Sant Legrand, porque tenía derecho. Porque el hijo de puta
de su padre también era el mío y me lo debía.
Años atrás intenté explicarle a Adrien la situación, pero
me tachó de oportunista.
―La verdad no tiene solo un camino ― me digo mientras
subo por el ascensor.
Las puertas se abren en el piso 69 donde está emplazada
la oficina de Legrand, lo sé porque no es la primera vez que
vengo.
Una mujer de unos cuarenta años largos me mira con
curiosidad desde un mostrador redondo que hay en mitad
del hall.
―Buenos días―. Saludo con firmeza.
―Buenos días. ― corresponde, la mujer un poco
contrariada.
―Quiero ver a Adrien Legrand. ― exijo.
― ¿Tiene cita? ― pregunta la mujer mirándome por
encima de la montura de pasta negra de sus gafas.
―No, tenía, pero su secretaria la anulo. Y aún estoy
esperando que me envié el mail con la nueva fecha. ―
informo clavando mi mirada más gélida en ella.
―Yo soy su secretaria, usted debe ser el señor Adagio. ―
anuncia al fin cayendo en la cuenta frente a quien está.
―Justo ha dado en el clavo. ―proclamo con arrogancia.
―El señor Legrand está fuera, pero ha dejado
instrucciones para que concierte una cita a su regreso―.
Informa la señorita Piaget de manera profesional.
De momento la respuesta de la secretaria me vale.
Marinet
Segunda noche de mierda, no logro entender cómo llevo
dos noches sin poder pegar ojo. Porque cada vez que
intento abandonarme a los brazos de Morfeo un diablo de
ojos verdes inunda toda mi cabeza encendiendo mi cuerpo.
Kris Adagio me persigue dentro y fuera de mi cama. Esta
obsesión comienza a pasarme factura, porque incluso
Ayleen se ha percatado de mi estado.
Como la buena actriz frustrada que soy yo he achacado
mi talante a los nervios de la boda. Ayleen me conoce bien y
creo que me ha seguido la corriente por lealtad, pero no se
ha tragado ni por un momento que sea esa la causa
principal de mi funesto humor.
Una vez mi gran amiga se monta en el coche que la
llevará al aeropuerto, subo a mi habitación para
prepararme. Tengo una cita con mi adorable suegra.
― ¡De adorable, nada! ― digo en voz alta en la soledad
de mi habitación mientras me visto.
La madre de Phillip es una esnob repelente a la que no le
caigo bien y yo apenas soporto. Sin embargo, ambas
ejecutamos nuestro papel de confraternidad fingida.
He quedado en el centro, cerca del centro de negocios
donde mi hermano tiene la sede de la empresa familiar.
Estoy recogiendo mi cabello en una cola baja cuando
suena la melodía de mi móvil.
Me aproximó a la cama donde lo he dejado y veo que es
un mensaje.
“Mi amor disfruta del día de compras”
El mensaje de Phillip me cabrea, porque, aunque estoy
segura de que quiere ser amable y atento por descuidarme
anoche durante toda la fiesta. Sabe bien que no soporto a
su madre.
Suelto con desgana el teléfono y acabo de coger el bolso
para salir hacia el centro.
Él chófer tiene instrucciones para recoger a la madre de
Phillip en el hotel en que se alojan. Al entrar en el coche la
mujer en primer lugar me repasa con sus ojos almendrados,
brindándome una mirada evaluativa que no me gusta nada.
A continuación, planta dos besos en mis mejillas sin rozar mi
piel a modo de saludo.
Odio la hipocresía y el esnobismo y esta mujer es el
súmmum de ambas.
―Marinet querida deberías haber tapado mejor esas
ojeras que delatan tu estado―. aprecia mientras alisa su
falda con las manos.
¡Joder!, ya estamos, la madre de Phillip siempre guarda
alguna crítica contra mí.
―No descansé bien― me justifico desinteresada.
Más bien mordiéndome la lengua, reprimiendo la
respuesta que en realidad se merece.
―Marinet, querida ya sabes que una mujer debe cuidar
su aspecto. Dormir ocho horas y descansar es primordial―.
Comenta con los ojos entornados.
‹‹No la soporto››, exclamo en mi mente.
No alcanzo a entender como Phillip puede soportar a su
soporífera madre siempre proclamando su buen hacer y sus
prácticas dejando al resto de mortales a la altura del betún.
Me limito a asentir sin ni siquiera molestarme y contestar
a sus consejitos que podría meterse por el agujero o donde
no le toca el sol.
Muerdo el interior de mis mejillas para no dejar a mi
lengua viperina atacar como si fuera una King cobra a la
yugular de mi adorable suegra.
El chófer nos deja en la puerta de la tienda de ropa
interior más famosa de París.
Juntas manteniendo cierta distancia para no rozarnos,
atravesamos la puerta de cristal biselado del local.
Tiene cojones que tenga que venir a comprar ropa
interior con mi suegra, esto ya es lo último. Pero como la
chica de alta sociedad educada que soy guardo silencio. En
cuanto nos ve la dependienta se lanza apresuradamente
hacia nosotras reconociendo a clientes potenciales.
Odio estos sitios a pesar de que los frecuento, aunque de
cara a mis amistades soy una adicta a las compras. Lástima
que todos vean en mí lo que llevo años queriendo mostrar.
De repente pienso en Ayleen, ella es la única junto a
Mateo que realmente me conocen, sin embargo, incluso a
ellos les oculto ciertas cosas.
― ¿En qué puedo ayudarlas? ― pregunta la joven
solicitante.
Mi suegra, con su porte habitual de reina del esnob, la
mira de soslayo como si fuera un simple piojo.
―Necesitamos algunas cosas exclusivas para mi futura
nuera―. proclama con rectitud.
“Madre mía como odio a esta mujer “.
―Sí señora han venido al lugar correcto―. dice la
dependienta señalándonos para que la sigamos a una
especie de reservado con unos sillones en beige y un gran
espejo de cuerpo entero.
‹‹No pienso probarme la ropa interior y exhibirme ante
mi suegra eso sí que no››, voceo en mi mente
Capítulo 9
Kris Adagio
Salgo del edificio, no satisfecho con las explicaciones de
la secretaría de Legrand, no obstante, de momento tendré
que conformarme.
Necesito que Legrand claudique y acepte mi proposición
de comprar la Luna Noir, esa es la pieza principal de mi
plan.
Justo cuando me dirijo a coger mi coche mis ojos se fijan
en una mujer parada a las puertas de cristal del edificio
frente a mí.
Sonrío al reconocerla.
‹‹Ninet››, susurro.
La providencia de nuevo está de mi lado, poniendo a mi
ángel al alcance de mi mano.
Marinet
En un despiste de mi suegra y la dependienta consigo
escabullirme fuera del establecimiento. Necesito aire, para
conseguir calmarme. La situación me supera por minutos.
Aún no alcanzo a comprender como me he dejado
enrolar en esta experiencia que está resultando un calvario
que se acerca a una tortura china.
Elegir mi ropa interior con mi suegra es denigrante y
aguantar sus aires de grandeza rancia pone a prueba mis
nervios.
Inspiro aire en la puerta de la tienda en un loco intento
de salir de esta situación sin armar un revuelo de
dimensiones épicas.
Lo mejor será recurrir a mi novio para que me libre de la
pesada y autoritaria de su madre.
Estoy a punto de sacar mi móvil para llamar a Phillip
cuando un escalofrío recorre cada fibra de mi ser al notar
unas manos en mi cintura.
Alzo mis ojos y se topan con esas esmeraldas tan
temidas por mi alma.
― ¿Me extrañaste, mi ángel?
Esa voz gutural, sensual, que provoca cada célula de mi
cuerpo y pone a bailar bachata mis hormonas.
“¡Merde!, ya tengo de nuevo frente a frente al rey
desintegra bragas.”
―No seas idiota ¿Qué estás haciendo aquí? ― siseo entre
dientes.
Miro hacia todos lados expectante, porque mi suegra
puede aparecer en cualquier momento.
Coloco mis manos abiertas en su pecho y lo insto a que
abandonemos la entrada principal de la tienda.
― ¿Qué sucede bella? Pareces nerviosa al verme.
―suelta Kris con esa arrogancia que le precede, de la que
siempre hace gala.
―No juegues conmigo. Lárgate, no puedo perder el
tiempo contigo en este preciso momento. ―informo furiosa
dándome media vuelta dispuesta a dejarlo allí parado y
volver al interior de la tienda.
Rezo en silencio porque mi suegra no me está echando
de menos.
Pero mi intento de huida es frustrado por una fuerte
mano que agarra uno de mis antebrazos arrastrándome
hacia el lateral del edificio.
― ¡Ah!, no mi ángel. No pienso irme a ningún lado sin ti.
Esta vez no. ―anuncia Kris aproximándose a mí.
Su cuerpo está pegado al mío y sus ojos me queman por
la intensidad con la que me atraviesan.
― ¡Suéltame! ―exijo ante si pasividad― ¿Qué demonios
quieres de mí? ―pregunto exasperada.
Este hombre es mi perdición porque mi piel clama por él
y mis entrañas arden cual cráter de volcán en erupción cada
vez que lo tengo cerca.
Y por mucho que me empeño en inhibir todas las
sensaciones que despierta en mi cuerpo, no lo consigo.
―Escucha Ninet con atención. No voy a alejarme de ti
hasta acabar lo que empezamos seis años atrás en Londres.
En aquel entonces no pudo ser, pero te aseguro que en esta
ocasión será. Comunica con una seguridad que me excita y
me asusta a partes iguales.
Obsesión, parece, porque Kris al parecer no ha olvidado
cuando nos conocimos. Mi ego salta de alegría en mi
interior, al contemplar la idea de que Kris Adaggio haya
pensado en mí durante el transcurso de estos seis años. Sin
embargo, logro que mi sentido común se imponga ante mi
corazón alborotado.
―Señor Adagio, no soy ninguna ilusa. No puede
pretender que me deje impresionar por su proclamo de que
no ha conseguido olvidarme. Además, no pienso dejarlo
todo para darme un revolcón con usted por los viejos
tiempos. ― Siseo con los ojos entornados.
―Me ofendes que taches ese insulso adjetivo lo que sería
el polvo del siglo mi ángel. ―sentencia con sus ojos llenos
de lujuria.
¡Joder!, con esa promesa velada en sus palabras ya ha
conseguido que moje mis bragas.! ¡Madre mía!, estoy
perdida.
Kris aprovecha mi ensimismamiento para arrastrarme
junto a él. Cuando advierto sus intenciones intento zafarme,
no obstante, me resulta inútil y no es recomendable que me
ponga a vociferar en mitad de la calle. Eso sería dar un
escándalo en mitad de la calle que no me conviene en este
momento. Acobardada por no llamar mucho la atención lo
acompaño a regañadientes hasta llegar a un parquing,
donde nos espera un flamante Mercedes negro biplaza.
―Entra. ―ordena de forma autoritaria mientras abre la
puerta del copiloto con caballerosidad.
Todo en Kris incita en mí contrariedad, sus modales y la
falta de ellos, su despotismo y su sarcasmo.
Despierta en mi interior la ira entremezclada con el
deseo y la excitación.
― ¿Qué parte de que no tengo tiempo para ti no has
entendido? ―pregunto alzando mis cejas en un arco
perfecto.
―La parte en la que tu lenguaje corporal no sintoniza con
tus palabras, ángel. ―afirma con seguridad.
El lupin mortal en el que se ven envueltas mis entrañas
cada vez que esa ronca y sensual voz suena me tiene en un
estado de confusión total. Mi cerebro despierto parece
mantequilla ahora mismo.
―En definitiva, estás loco. ―exhalo suspirando, a pesar
de que no ha sonado como pretendía.
Kris se aproxima atrapando mi cuerpo entre el suyo y la
carrocería de su vehículo. Su fragancia penetra en mis fosas
nasales. Este hombre es impactante, su porte, su pelo negro
como la noche, su mirada verde musgo y su aroma dulzón
con toques picantes. Obnubilada, excitada y derretida a eso
me reducía Kris Adagio.
―Ahora mírame a la cara y confiesa que tú cuerpo no
clama por mi toque. ―susurra pegando su boca a mi oreja.
Un escalofrío recorre cada fibra de mi ser, como si la
electricidad de mis células crepitara ante la expectación de
sus caricias.
Todo lo que despierta en mí me enfurece, porque mi vida
es demasiado controlada. Yo lo tengo todo planificado y Kris
es el plan inesperado que el destino ha colocado en mi
camino. Presiono con las palmas de mis manos su pecho
para generar espacio entre nuestros cuerpos, sin embargo,
no gano ni un ápice de distancia.
―Sepárate. ―gruño fulminándolo con mi mirada
incendiaria.
― ¿Qué sucede, bella? No luches, es preferible no perder
el tiempo. ―increpa Kris sin apartar sus verdes pupilas de
mí.
―Kris, ya te lo he explicado por activa y por pasiva. No
pretendas que deje todo para irme contigo. ―Utilizo un tono
meloso para conseguir que entre en razón.
Aun así, veo la determinación en las facciones de su
rostro, así que no tengo muchas opciones. La aprensión
porque mi futura suegra salga de un momento a otro es el
hecho concluyente para asentir e introducirme en el coche.
Una vez en el interior del vehículo antes de encender el
motor Kris me dedica una mirada traviesa. Las mariposas en
mi estómago revolotean nerviosas.
―No cantes victoria tan rápido. Tan solo he consentido
en acompañarte para solucionar este tema de una vez por
todas. ―Anuncio con seguridad.
Capítulo 10
Kris Adagio
Alcanzar la meta de persuadir a Ninet para
acompañarme no ha sido fácil. Mi ángel, no solo es una cara
bonita, por el contrario, tiene un carácter explosivo que me
vuelve loco y que invita a que ansíe domar esa vena
temeraria de llevarme la contraria.
Aprieto con fuerza el volante, reteniendo el leve
cosquilleo que recorre las yemas de mis dedos ante las
terribles ganas que tengo de acariciar cada centímetro del
cuerpo de Ninet.
Quince minutos después entramos al aparcamiento
privado del hotel donde me hospedo.
―Creo que lo tuyo no es la sutileza. ―critica Ninet
mostrándome un leve mohín infantil con su boca.
Sonrío sin apartar la mirada del frente.
―Pensé que ya te había quedado claro que soy un
hombre de acción. Detesto andarme por las ramas.
―recalco con arrogancia.
Nos bajamos del coche, rodeo el mismo para poder
abrirle la puerta y ayudarla a salir como un buen caballero.
Sin embargo, mi bella, ignora mi mano extendida y sale por
sí sola con altivez.
―Deja de interpretar el papel de caballero, señor Adagio,
que ya nos vamos conociendo. – amonesta con orgullo.
Fresca, excitante, intrigante, todas esas cualidades que
poco a poco me va mostrando, mi bella Ninet me mantiene
en un estado de excitación que hacía mucho no
experimentaba.
Coloco mi mano en su espalda para acompañarla
mientras atravesamos el vestíbulo del hotel.
Marinet
Ya no hay marcha atrás, lo sé, desde que decidí entrar al
coche con Kris sellé el destino de este día. Porque por
mucho que mantenga el tipo, reconozco que, si Kris Adagio
se ha propuesto tenerme en su cama, poco puedo hacer
para resistirme. Aunque lo intentaré, por orgullo quizás, por
dignidad o simplemente por lanzarme a una cruzada de
antemano perdida.
Entramos al ascensor y no puedo obviar la fuerte mano
de Kris en mi espalda, esa que desata que todos mis
músculos se tensen como las cuerdas de un violonchelo.
Destierro los miles de pensamientos que intentan
penetrar en mi mente, mi suegra buscándome como loca en
la tienda donde la he dejado plantada sin explicación.
Bueno, si tiene algo positivo, mi decisión es que me he
librado de exhibirme en ropa interior ante la mirada
evaluativa de la esnob de mi suegra.
Más tarde ya me enfrentaré a los resultados, prefiero no
pensar.
Las puertas se abren en el quinto piso y ambos salimos
en concordancia, recorriendo el pasillo hasta la habitación
de Kris. Acerca la tarjeta a la cerradura y la luz verde da la
señal para accionar la maneta y entrar en la misma.
Como era de esperar, la suite que tengo ante mis ojos es
de lujo, con una antesala coronada por una chaise longe
blanca y una alfombra a juego.
Kris Adagio
―Ponte cómoda. ― propongo mientras me aproximo al
mueble bar. Saco una botella de wisky y dos vasos con
hielo.
Me deshago de la americana y le ofrezco la bebida a
Ninet que se ha sentado en el sofá. No sin antes repasar las
torneadas piernas cruzadas que exhibe.
Noto como mi verga se tensa en el interior de mis
pantalones, no obstante, reprimo las ganas de lanzarme
como un depredador sobre ella. En esta ocasión quiero
tomármelo con calma, no deseo espantarla, ni que nada ni
nadie nos interrumpa. Porque tengo la intención de
saciarme de toda ella, impregnarme de su sabor, lamer su
piel y enterrarme en su feminidad hasta colmarla.
Sexo, es la única palabra que se dibuja en mi mente cada
vez que la miro.
―Bonita suite. ―alaba Ninet al tiempo que acerca el
vaso de cristal a sus acolchados labios.
Ese movimiento resulta demasiado hipnótico para poder
apartar mis pupilas de su boca. Salivo en exceso ante la
imagen de esos sensuales labios en otro lugar.
―Yo siempre me rodeo de lo mejor, mi ángel. ―contesto
recorriéndola de arriba abajo con ardor.
―No sé si de lo mejor, pero si algo es seguro es que
tienes un ego del tamaño del Kilimanjaro. ―Observa
dejando asomar en sus labios una suave sonrisa.
‹‹Es bonita, muy bonita. Cuando se enfadada, cuando
sonríe. Esta mujer me tiene hechizado todo lo que voy
descubriendo de ella me gusta más. ››, reconozco en el
interior de mi mente.
―Kris, en definitiva, eres un hombre muy interesante. Ha
sido un placer volver a encontrarme contigo. Lástima que
mis circunstancias actuales no me permiten más que
compartir este caro wisky contigo. ―anuncia Ninet de
repente poniéndose en pie. Deja el vaso sobre la mesa
delante del sofá, coge su bolso y se dispone a marcharse.
No doy crédito a sus movimientos, mi ángel está
empeñada en hacer que enloquezca. Aunque no voy a
permitírselo.
Sujeto su brazo y clavo mis ojos en su cristalina mirada.
― ¿Dónde crees que vas? ―Sin apartar toda mi atención
de su rostro. Alerta a cualquiera de sus expresiones para
poder anticiparme.
―Kris, tengo una agenda muy apretada, no me hagas
perder más tiempo. ― comunica con tenacidad.
La sorpresa se entremezcla con la frustración, porque
Ninet es demasiado hábil con sus palabras. Sin embargo, yo
soy un viejo zorro, mi gran experiencia en los negocios me
han entrenado muy bien para vencer en cualquier batalla
verbal.
Así que, en un segundo cruzan por mi mente infinidad de
posibilidades para conseguir que no se largue. Aunque solo
una es la que me convence.
Como el depredador que soy, acerco su cuerpo al mío
dando un leve tirón al brazo que aun sujeto y me abalanzo
contra su boca con decisión.
En un principio noto su desconcierto, la tensión de su
cuerpo y sus labios plegados en un intento desesperado por
resistirse a mi ataque.
No obstante, su obstinación solo dura unos minutos,
porque ante mi sorpresa mi dulce ángel se deja llevar
abriendo su boca para recibirme. Oportunidad que no dejo
pasar para arrasar todo lo que mi lengua encuentra a su
paso, saboreándola con desesperación, una que llevo seis
años cultivando.
Marinet
Resistirse a Kris nunca fue una opción, ¡que ilusa había
sido! Ahora lo podía ver tan claro. En el preciso momento en
el que me tropecé de nuevo con Kris, debería haber echado
a correr. Huir despavorida cual correcaminos cuando se
encontraba con el coyote.
A pesar de que lo he intentado, cuando su ruda boca
está presionando mis labios, he hecho acopio de toda mi
voluntad replegándome para no dejarme llevar. Sin
embargo, ha sido inútil. El calor de mi cuerpo se convierte
en llamarada y mi boca lo recibe como el más dulce vino
tentador.
La explosión en mi interior ante la conquista de su
lengua ha borrado de un plumazo el poquito autocontrol con
el que contaba.
Aquí estoy, saboreándolo como una sedienta sin
barreras, sin remordimientos, sintiendo como si los más
intensos fuegos artificiales estuvieran dando un espectáculo
privado en mi interior.
Mis manos vuelan a su cuello y presiono mi cuerpo
contra el suyo notando en mi bajo vientre la clara señal de
lo mucho que lo altero. Lo que hace sentirme poderosa,
como una diosa orgullosa ante el súbdito más fiel.
Las manos de Kris no tardan en amasar mis nalgas con
fuerza, desatando mi fogosidad. Lo agarro con impulso de
su camisa y estiro consiguiendo que los botones salgan
disparados en cadena.
Fogosa no sería uno de los adjetivos con los que nadie
me describiría, ni siquiera mis amantes. Siempre he sido
una mujer comedida. Reprimiendo en exceso mi naturaleza
salvaje e impulsiva, porque no quería acabar como mi
madre. No quería pasarme los días sumida en una depresión
por amor, amor no correspondido, amor dañino. Esa clase
de sentimiento que habían compartido mis padres y que
ocasionaron que mi madre se volviera un fantasma inmerso
en su dolor.
Con movimientos apresurados logro quitarle la camisa a
Kris. Desprovisto de ella, no puedo evitar comérmelo con los
ojos. Sus marcados pectorales sin rastro de vello junto con
su piel bronceada son una visión espectacular con la cual se
me hace la boca agua.
Kris no me deja mucho margen para deleitarme en la
vista de su cuerpo desnudo. Pues arremete contra mí y sin
prestar atención a mi estrecho vestido me insta
agarrándome de mis nalgas e impulsándome para que
rodee su cintura con mis piernas.
De nuevo hambriento se adueña de mi boca barriendo
todo al paso de su desenfrenada lengua y yo no me quedo
atrás, porque le correspondo como la tigresa que aúlla en
mi interior por poseerlo.
Con premura froto mi centro contra sus pantalones en un
balanceo rítmico que me enloquece. A lo lejos, mis oídos
detectan el sonido de mi móvil, el cual se ha quedado
olvidado en el interior de mi bolso. Creo recordar
vagamente que lo dejé sobre el sofá de la sala, pero no
podría afirmarlo con seguridad.
Pronto olvido ese detalle ante la destreza de Kris para
centrar mi atención en sus caricias. De manera brusca
coloca mi cuerpo sobre la cama y se mete entre mis
piernas. Alza mi vestido de abajo a arriba, sacándomelo por
la cabeza, con movimientos rápidos, pero libres de torpeza.
Kris recorre cada recoveco de mi cuerpo con sus
brillantes pupilas calentándome el alma. Bajo su mirada me
siento poderosa, nunca en mi vida ningún hombre me ha
hecho sentirme tan sexy y bella bajo su atención.
― ¡Eres hermosa! ―exclama Kris con auténtica devoción
en su mirada.
Sin pensarlo, elevo mis manos y rodeo su cuello para
aproximar su boca a la mía y besarlo con deseo. Aunque no
solo ese sentimiento lujurioso fluye en mis labios, una
emoción distinta intenta abrirse paso dentro de mí, una
para la que ahora mismo no estoy dispuesta a reconocer ni
ahondar.
Kris introduce cuál ladrón de guante blanco sus dedos en
el borde mi tanga, jugueteando con el encaje.
Mi cuerpo tiembla con la violencia ocasionada por el
deseo voraz que logra atravesarme a consecuencia de sus
caricias, lo necesito dentro y pronto. Jamás he sentido tanta
exigencia por tener a un hombre en mi interior, pero con él
todo es a modo superlativo. Junto a Kris, cualquier emoción
se eleva a la máxima potencia.
Levanto mis caderas a modo de invitación y él no la
rechaza. Con un brusco tirón se deshace de mi tanga
rasgándolo sin más.
―Te necesito dentro, ¡ya! ―exijo enfebrecida por la
pasión y las ganas.
Kris acata mis requerimientos de buen grado, introduce
sus dedos en mi interior y un placer absoluto atraviesa mi
cuerpo como un rayo.
Sin embargo, no son sus manos lo que mi sexo anhela,
sino algo más, arqueo mi espalda contra su mano dándole
acceso a que profundice más su caricia.
Kris no cesa en tocarme, tironeando de mi clítoris,
propiciándome un placer absoluto. Aun así, con la otra mano
logra deshacerse de sus pantalones y su slip, un verdadero
espectáculo para mis pupilas.
Frente a mí se enaltece esplendoroso en su toda su
desnudez. Yo nunca vi un hombre con un cuerpo tan
poderoso, fuerte, esculpido, esbelto y subyugante. Y lo
observo con admiración, como si fuera un helado de esos de
dos bolas que de normal me prohíbo comerme.
Kris me atrapa de nuevo bajo su peso y mete sus manos
tras mi espalda en busca del cierre del sujetador para hacer
desaparecer el mismo.
Ahora me encuentro a su merced, expuesta con mi
desnudez, hecho que hace que eleven más las ganas de
que me colme. Su boca lame mis pezones de manera
placentera, descendiendo en dirección a mi ombligo,
creando una cadena de pequeñas descargas tras su lengua.
Gimo sin poder evitarlo.
Separo mis muslos en una invitación directa. Kris me
lanza una mirada cargada de pasión y me embiste sin más
con su erección, sin piedad, arrancándome un grito gutural.
Capítulo 11
Kris Adagio
Seis años esperando reencontrarme con Ninet, para mí,
una obsesión. En algún momento de cada día de esos años,
Ninet ha ocupado mi mente, quizás más veces de las que yo
me hubiera permitido. Imposible reprimir que mi cabeza
evocara a mi ángel. Por el impacto que causó en mí cuando
la conocí.
Ahora permanece estirada entre mis sábanas con su
larga melena dorada cayendo por su espalda. Mi bello ángel
es un espectáculo digno de admirar, tan solo han pasado
unos minutos desde que he estado en su interior
colmándola con mi esencia y de nuevo vuelvo a desearla
como si nunca hubiera sido mía.
Ninet es mi obsesión, lo acepto, aunque no sé muy bien
cómo gestionarlo. Ahora que la he probado, estoy
convencido de que no le voy a facilitar que se escabulla
como hasta ahora ha hecho.
“Phillip Parrot”
― ¿Quién eres?
Y duele, mucho…
Kris Adagio
Increíble, mi alma se niega a creer el significado de lo
que al final Ninet ha confesado.
―Señorita Marinet.
Suspiro.
―Bajo en un momento.
Kris Adagio
Veinticuatro horas han pasado desde que mi ángel
abandonara mi habitación. Y lejos de recuperar la paz, la
furia recorre ardiendo mis venas. Mi única compañía es la
botella de wisky que descansa a mi lado en el suelo de la
estancia.
―Si.
―Marinet yo…
―Ayleen no estoy enfadada, al contrario, estoy
rebosante de alegría porque no solo eres mi amiga, sino que
a partir de ahora seremos familia también―. explico
emocionada.
Kris Adagio
―Discúlpame Robert, he tenido que saludar a unos
conocidos. ― alego ocupando la silla frente a mi amigo en el
restaurante.
Marinet
El vuelo de regreso a París no es agradable, la opresión
en el pecho no cesa en todo el trayecto.
―Sí.
―Allí estaré.
Marinet
Sentada en el jardín con el móvil sujeto entre mis manos.
Observo las veinticinco llamadas perdidas de Phillip con el
ceño fruncido. También tengo dos llamadas de Ayleen sin
contestar. Aun así, tomo una decisión y decido ignorar
ambas.
Con Ayleen de momento no me apetece hablar, aunque
estoy segura de que en algún momento lo haré. Necesito
macerar todo lo que mi amiga del alma me ha ocultado y
entonces valorar si puedo volver a retomar nuestra relación.
Marinet
Hoy he madrugado ante la atenta mirada de Maggie.
Pero es que no he podido pegar ojo en toda la maldita
noche. Tras la visita del idiota de Phillip, mi cabeza parecía
una olla a presión a punto de estallar.
―Marinet…
Escuchar por primera vez mi nombre real en su boca
ocasiona que cada fibra de mi ser se tense y casi se
desintegran mis bragas. Porque Kris Adagio tiene un tono
tan peculiar, que lo convierte en inolvidable. Su extraña
forma de arrastrar con suavidad entre sus clientes las emes
logra despertar mis más secretos anhelos.
Kris Adagio
Al verla no puedo apartar la mirada, mi ángel está
preciosa, pero no es algo anormal, siempre lo está. Intento
desterrar esos pensamientos pecaminosos de mi mente,
recordando que Ninet, ahora es Marinet legrand y nos une la
misma sangre. Al menos el 50%.
―Marinet…
Kris Adagio
¡Mierda! Así que el gilipollas de Phillip exige a su novia lo
que ni por asomo cumple. Es un hipócrita. Y ahora mismo
tengo unas ganas tremendas de partirle la cara.
―Si.
―Si.
―Tu madre era una zorra que se acostaba con todos, por
lo que su credibilidad con respeto a tu paternidad es muy
dudosa. ―incita con los ojos inyectados en ira.
―Sí.
Marinet
Kris Adagio
A las diez en punto atravieso las puertas de la Boheme,
una típica cafetería francesa. Su terraza llena de flores está
bastante concurrida de gente. Pero para el asunto que
tenemos que tratar prefiero tomarlo dentro.
Marinet
Kris Adagio
Permanezco entre los invitados, mi misión es pasar
desapercibido en esta pantomima, pero no puedo contener
la tentación de acercarme Adrien Legrand. Está junto a la
barra y al parecer su aspecto deja mucho que desear. Mi
naturaleza traviesa me impulsa a tentarlo.
Marinet
Por el pasillo coronado por flores avanzo colgada del
brazo de Adrién, arrebatador como siempre. Noto como
muchas de las invitadas posan sus ojos en él embelesadas.
―Gracias.
Kris Adagio
Un mes, un maldito mes resistiendo la tentación de
llamarla, visitarla…
Dirección.
Kris Adagio
―Marinet―alcanzo a decir con voz estrangulada. ―Soy
un hombre ocupado, no puedo estar pendiente de tu
adaptación a la nueva ciudad. ―miento vilmente.
Marinet
Salgo como un vendaval del despacho del capullo de
Kris. Lástima que creyese que volver a verlo era una idea
genial, porque estaba equivocada.
―Tequila. ―solicito.
―Marinet es mi nombre.
Kris Adagio
Después de dos meses sin pisar Londres, es hora de
regresar, y aquí estoy volando en mi avión.
Marinet
Cuelgo la llamada con Ayleen porque si no me apresuro
llegaré tarde al club. Salto del sillón donde estaba
repantigada charlando con mi amiga, bueno, más bien
cuñada, aunque me cuesta acostumbrarme a dirigirme a
ella de esa forma.
Kris Adagio
Decido llegar pronto al club, revisar que todo esté en
orden, aunque Oso seguro que como siempre ha realizado
un trabajo ejemplar.
―Buenas, jefe. ―saluda Oso y nos estrechamos las
manos con cordialidad.
Kris Adagio
Unos golpes en mi despacho me sobresaltan sacándome
de mi concentración en las facturas que están esparcidas
sobre mi escritorio.
―Adelante. ―invito.
Al minuto mi gran amigo Robert Macnikols aparece
sonriente en el vano de la puerta. Me levanto contento de
verlo y nos fundimos en un leve abrazo.
Marinet
Cuando acabo la actuación me dirijo al camerino. No he
visto a Kris entre el público, al parecer las luces hoy eran
más intensas que nunca y limitaban mi visión.
Kris Adagio
El gesto de Marinet me pilla desprevenido y consigue
separarse de mí, mi cuerpo aúlla ante el sentimiento de
vacío que se instala en mi interior.
―Veo que tu nueva vida nada tiene que ver con tu vida
anterior de niña rica. ―comenta mirando mi apartamento,
aunque noto cierto desprecio en su voz.
Kris Adagio
Como si una noria se hubiera instalado en mi cabeza. Así
me siento después de la pedazo de borrachera de tequila
que cogí anoche. No recuerdo la última vez que me
emborraché, creo que aún estaba en la universidad y por
supuesto Robert estuvo conmigo.
―Adrien.
Kris Adagio
Hoy tengo la firme decisión de no acudir al Edén
Paradise, para resistir la tentación lo mejor es no ver a mi
ángel. Me refugio en mis oficinas con la determinación de no
pensar en ella ni un segundo.
―Adelante.
―Lo sé y lo entiendo.
Capítulo 27
Marinet
“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” y con
ese refrán resonando en mi mente salgo de mi apartamento
vestida de forma casual, tejanos de color añil y camiseta de
algodón blanca.
―Buenos días―saluda.
―Adelante.
― ¿Perdón?
Kris Adagio
Las palabras de Marinet causan el mismo efecto que un
puñetazo en mis entrañas. Al parecer al fin se ha enterado
de nuestra relación.
Marinet
Desde que Kris accedió a realizarnos las pruebas de ADN
para determinar nuestro grado de parentesco, tan solo nos
vimos en el laboratorio al cual acudimos para que nos las
hicieran. Desde ese día no lo he vuelto a ver. En el fondo lo
agradezco, porque verlo me desestabiliza.
Kris Adagio
Por primera vez en semanas no puedo eludir el
compromiso de acudir al club. Varios de mis clientes van a
asistir y no puedo negarme acompañarlos. Hacemos la
entrada al local y a pesar de que apenas hace veinte
minutos que ha abierto ya está lleno.
Marinet
Bajo del escenario tras completar mi canción con un mal
sabor de boca, porque hoy por primera vez en semanas Kris
está en el club. Pero para mí intranquilidad, acompañado de
una pelirroja que se ha pasado toda la actuación acariciando
su brazo.
Marinet
Otra vez sola en mi camerino me dejo caer en la silla
delante de mi tocador, ni siquiera soy capaz de mirarme la
espejo. Me niego a ver mi cara en este preciso momento.
Paso mis manos por mi rostro reprimiendo las ganas de
llorar que de repente pugnan con apremio.
―No.
Marinet
Froto mis manos nerviosa al bajarme del taxi que me ha
dejado en el Sant James´s Park. Por un lado, agradezco que
el idiota de Phillip haya elegido un sitio tan emblemático
para nuestra cita, porque eso significa que sus intenciones
no son demasiado macabras.
―Sí
“Se ha ido”
Marinet
Una semana después
―Marinet…
―Sí.
―Adagio
―Sí.
Marinet
Los días pasan tan lentos que morderme las uñas se ha
convertido en uno de mis pasatiempos preferidos. El
ambiente en mi casa está enrarecido desde que solté la
bomba de mi inminente boda con Phillip.
Marinet
Al bajar de la limusina, Phillip estrecha mi mano en un
gesto caballeroso, nada típico en él, pero pronto diviso la
cantidad de paparazzi apostados a la entrada del Hotel
Shangri. Ninguno de los actos de Phillip son fortuitos de eso
ya me he dado cuenta.
Kris Adagio
Conseguir que me inviten a la gala benéfica no ha
resultado difícil, tengo la suerte de contar con muchos
contactos que me deben favores. Por lo que no he dudado
en recurrir a ellos.
Marinet
Necesito aire fresco, aunque a Phillip le he soltado una
pequeña mentira diciéndole que iba al baño. Atravieso el
pasillo dejando atrás los lavabos y saliendo a una pequeña
terraza.
―Marinet.
Kris Adagio
“Mecagüenenlamadrequelopario” al idiota de Phillip.
Ardo de furia solo con recordar nuestro encuentro porque
muy a mi pesar he tenido que hacer de tripas corazón para
no partirle la cara.
Reviso la sala llena de gente para localizar a Marinet, no
hemos acabado. Sospecho que detrás de esa determinación
a casarse con el gilipollas de Parrot, esconde algo que no
alcanzo a averiguar. Porque conozco bien a mi ángel, y a
pesar de todo lo que nos rodea, era feliz en el Edén
Paradise.
‹‹Hasta que volviste a follártela››, perpetúa mi mente
avispada.
―Adagio…
Enfrascado en mis elucubraciones, no atisbo a prever mi
encontronazo con Adrien hasta que escucho su voz.
Nuestras miradas se cruzan de manera evaluativa.
―Legrand. ―saludo adoptando una pose retadora.
―Creía que se te daban mejor las mujeres―. Provoca.
― ¡No me toques los huevos! Porque tengo ganas de
matar a alguien y tienes todos los números―. Amenazo.
―Adagio estás demasiado alterado. Marinet produce ese
efecto en los que la amamos. ―Proclama con una sonrisa de
medio lado.
Es la primera vez que Legrand deja entrever alguna
emoción en su rostro.
―Nuestra hermana en ocasiones los tiene cuadrados. ―
Suspiro enfatizando la palabra hermana, porque necesito
recordarme ese vínculo una vez más.
―Y dale con la cantaleta. Pensé que tu presencia aquí
demostraba que ya habías despejado tus dudas―.
Recrimina Adrien chasqueado su lengua.
― ¿Qué quieres decir?, no tengo dudas a no ser que
Marinet no sea hija de su padre. Mi madre me contó su
verdad y para mí es lo único que vale―. Me reitero.
―Kris, a veces lo más difícil es aceptar que nuestros
progenitores no eran perfectos. Y si yo fuera tú me haría
unas pruebas de ADN y saldría de dudas. ¿Por qué de qué
manera contemplas tener a Marinet si no lo haces? ―
Plantea.
¿En qué momento he dejado de ser Adagio para
convertirme en Kris a los ojos de Legrand? Ni idea porque
Adrien Legrand es un zorro estratega que siempre tiene un
as bajo la manga.
―Nadie ha dicho que yo desee tenerla―. Insisto
‹‹Mentiroso››, recrimina mi cabeza.
―Bueno, tú mismo la cosa pinta mal, por lo que si no
consigues que Marinet deje al imbécil de Parrot seré yo
quien tome cartas en asunto ―sintetiza con la arrogancia
que le caracteriza.
Ni siquiera me da opción a réplica, se larga sin más
dejándome allí parado entre la multitud.
Capítulo 35
Marinet
Phillip decide que nos marchemos antes de que acabe la
gala y en silencio lo agradezco. Abandonamos el hotel con
discreción sin despedirnos, lo que me extraña porque Phillip
no pierde oportunidad de hacerse notar.
La limusina nos está esperando, el chofer abre la puerta
y me apresuro a meterme.
Mi mirada se ancla en la ventanilla que tengo a mi
derecha, paso breves segundos me pierdo en mis
pensamientos.
Solo cuando el vehículo arranca regreso a la actualidad,
mis ojos siguen fijos en la entrada del hotel y entonces lo
veo.
Allí parado con una mano metida en el bolsillo de su
pantalón y agarrando el puro que sale de sus labios. Su
boca se curva de punta a punta y su mirada diabólica
centellea.
El pánico recorre mi cuerpo a modo de escalofrío.
‹‹Chandler››, su nombre hace eco en mi cabeza.
Otro problema más a añadir a mi lista, porque si en algún
momento pensé que me había librado de Chandler, ahora
mismo tengo claro que desde las sombras ese viejo
desquiciado espera el mejor momento para meter cuchara
en lo que más quiere.
―Marinet, después del numerito de esta noche, debemos
acelerar nuestros planes de boda.
La sugerencia de Phillip consigue que el desconcierto se
dibuje en mi rostro.
―No veo por qué. ― digo restándole importancia.
Porque no tengo ningunas ganas de hablar sobre lo que
ha pasado, cuando sé que se refiere a la presencia de Kris.
Phillip no tarda ni un segundo en pegar su cuerpo al mío
en el interior de la limusina, atrapando uno de mis brazos
con ahínco.
―La presencia de Kris, no te salvará amour. No pienso
darle la oportunidad de volver a acercarse a ti―. Masculla
pegando su boca ni oreja.
―Suélteme― gruño forcejeando.
―Marinet vas a pagar muy caro todo lo que me hiciste.
Me ridiculizaste, me engañaste con ese hijo de puta. Tú y él
vais a sufrir.
Sus amenazas consiguen ponerme los pelos de punta,
porque en su cara veo reflejada la determinación.
―Phillip calma, ya te dije que me casaría contigo, así que
deja tus paranoias y olvídate de Kris―. Aconsejo no alzando
la voz.
No hay necesidad de provocarlo por lo que mi opción es
apaciguarlo.
Su lengua acaricia mi mejilla bajando hasta mi mentón,
mientras permanezco completamente quieta. Las náuseas
se arreglan en mi estómago ante ese gesto tan íntimo que
no deseo, pero no puedo parar. Acaba atrapando mi labio
inferior entre sus dientes, causando un pinchazo de dolor.
―Haz tu maleta nos largamos―. Informa ganando
distancia regresando a su asiento.
― ¿Cómo? ― pregunto asombrada.
― ¡Que hagas tu maleta!, pasaré a buscarte en dos
horas, nos vamos. Intenta que tu familia no note tu
ausencia―. Advierte con la mirada entornada.
El resto del trayecto hasta Cheverny lo realizamos en
silencio. Phillip sumido en sus pensamientos y yo en los
míos.
A cada minuto todo se enrevesa más, la presencia de
Kris lo había trastocado todo.
‹‹Como era habitual››, fustiga mi vocecilla interior.
En el mutismo de mis pensamientos resuena de fondo
una pregunta.
‹‹ ¿Te trastocó a ti también? ››
Por supuesto, porque por muy duro que lucho por matar
mis sentimientos, estos resurgen como un ave fénix entre
las llamas.
Enamorada, lo estaba, lo supe en el momento en el que
me alzó en sus brazos, sacándome de mi boda fallida con
Phillip.
Sin embargo, había llovido mucho desde entonces y ese
amor intenso resultaba más un castigo que un sentimiento
eufórico porque era imposible.
Tanto que luché construyendo mi vida con murallas
emocionales para evitar acabar mustia y deprimida como mi
madre, que sufrió por amor hasta el final de sus días.
Un amor traidor.
Pero el que yo sentía crecer en mi corazón no era una
emoción hacia un hombre mentiroso y mujeriego, sino un
amor prohibido y vetado que me consumía a cada paso.
La limusina me deja en mi hogar y Phillip ni se digna a
bajar para ayudarme. Ya se han acabado los gestos
caballerosos porque no hay público para mosteárselos
Es el peor hipócrita con el que me haya encontrado.
―Dos horas, Marinet― reitera.
Asiento y cierro la puerta del vehículo con más ímpetu
del que debiera
‹‹Que te jodan››, pienso.
Kris Adagio
En la soledad de la habitación de mi hotel divago en una
mano sujeto una botella de tequila y en la otra el sobre
blanco.
Observo como ya no está tan terso como al principio,
llevo demasiados días magreándolo entre mis dedos
intentando encontrar la iniciativa necesaria para abrirlo.
Porque la barrera imaginaria que yo mismo he creado en
mi mente me impide rasgarlo. El peso de estar traicionando
el recuerdo de la mía mamma, la principal razón por la que
aún no he abierto el puto sobre.
Ella me contó su verdad en su lecho de muerte y yo la
creí a pies juntillas porque era mi madre, porque me crío y
luchó como una jabata para sacarme adelante.
No podía traicionarme y mirar esos resultados significaba
eso mismo.
Empino la botella sin molestarme en utilizar un vaso y
doy un largo trago.
Suelto el sobre sin ni siquiera mirar donde cae, me
levanto del sillón para irme directo a la cama. Ya tumbado,
mis ojos se pierden en algún punto imaginario del techo.
Mis párpados se cierran con lentitud vencidos por el
cansancio. Entonces la imagen de mi ángel vestida de verde
en su camerino del Edén Paradise se pasea por mi mente y
mi cuerpo reacciona con una erección monumental.
La tensión se introduce en cada fibra de mi cuerpo y
aprieto con fuerza los ojos que aún permanecen cerrados.
Dios, no consigo aislar la imagen de mi hechicera...
Me incorporo sentándome en la cama y pinzo con dos de
mis dedos el puente de mi nariz.
Necesito encontrar la forma de que Marinet entre en
razón y se aparte del cabronazo de Phillip.
Las palabras de ese mamón se cuelan en mi mente sin
permiso.
“Porque Marinet es mía. Ya he ganado, porque tengo la
seguridad que cuando me la follo y grita mi nombre, ni
siquiera se acuerda del tuyo”.
Joder, la sola idea de que ese cabrón la toque perturba
cada célula de mi cerebro que aún tiene cordura.
Miro el móvil y veo que son las cuatro de la mañana, pero
el sueño brilla por su ausencia.
Opto por darme una ducha rápida y sacudirme toda la
tensión que me embarga.
Al salir del baño tengo la determinación de visitar a
primera hora de la mañana a Legrand. Por mucho que mi
orgullo se vea afectado sé que necesito de su ayuda para
persuadir a mi ángel de se aleje de su ex como del agua
hirviendo.
Marinet
Sentada en el avión con Phillip a mi lado mira por la
ventanilla. Lo raro es que Phillip tenga acceso a un jet
privado porque como era de esperar no ha consentido
utilizar el de mi familia.
Todas sus acciones cada vez me tienen más inquieta.
Porque trama algún plan retorcido que desconozco y me
preocupa.
Que no quiere que mi familia sepa mi paradero está
claro.
Muy a mi pesar también me ha obligado a entregarle mi
móvil por lo que aquí estoy volando y no tengo ni idea hacía
que destino sin teléfono y sin que nadie de los que quieren
sepan dónde demonios estoy.
Abandonar Cheverny de madrugada me proporciona el
margen de que hasta por la mañana nadie notará mi
ausencia. Un sentimiento de congoja se instala en mi pecho
al pensar en lo que pensarán Adrien, Ayleen e incluso Kris
de mi repentina desaparición.
Prepárate para aterrizar es lo único que se digna a
decirme Phillip sin ni siquiera mirarme.
Y aterrizamos, descendemos por las escaleras y entonces
es cuando descubro donde estamos.
Sant Petersburgo
¡Joder!, esto sí que no me lo esperaba.
Jamaica, Isla Mauricio o cualquier destino paradisíaco es
lo que en realidad hubiera esperado. Porque Phillip es un
snob al que le gustan los destinos exóticos. Por eso,
encontrarnos en Rusia me descoloca mucho.
― ¿Qué hacemos aquí? ―Sondeó alzando mis cejas.
Phillip una vez más guarda silencio reacio a brindarme
explicaciones.
El coche que nos espera en el aeropuerto nos sumerge
en el centro de la ciudad por lo que puedo ver a través de la
ventanilla.
Quince minutos más o menos es lo que tarda en
detenerse y nos apeamos del mismo. Frente a nosotros se
alza un edificio con una fachada de ladrillo con motivos
ornamentales. Phillip coloca una de sus manos en la parte
baja de mi espalda y me insta a que entre en el mismo.
No pongo objeciones a pesar de que no soporto su
contacto. Nos adentramos en el interior caminando por un
pasillo angosto y poco iluminado.
Por inercia sigo los pasos de Phillip que avanza delante
de mí. Al fondo una puerta roja nos espera, él coloca una de
sus manos en el pomo de acero y lo acciona abriendo con
decisión.
Ante nosotros, un hombre trajeado con el pelo repeinado
hacia atrás de unos cincuenta años se levanta de detrás de
su escritorio ante nuestra presencia.
―Bienvenido señor Parrot. ―saluda.
― ¿Todo listo? ―pregunta impaciente Phillip.
―Sí.
De la nada emerge una mujer con el pelo canoso
recogido en un terso moño que descansa en su nuca. De su
mano pende una percha con una funda de traje.
―Marinet acompaña a la señora, debes cambiarte.
―ordena Phillip sin molestarse en mirarme.
Obedezco y salimos de la habitación para entrar en la
estancia de al lado. La mujer solo me entrega la percha en
silencio sin abrir la boca.
En el interior no puedo evitar que mi alma caiga a mis
pies al visualizar el vestido blanco que esconde la funda que
me ha entregado.
Prenso mis labios con fuerza mientras descuelgo la
prenda.
¡Una boda!, una que no quiero, a la que voy obligada,
instada a casarme bajo amenazas. El tumulto de
desasosiego me golpea al tener el vestido puesto.
Agradezco no tener ningún espejo a mano porque no me
veo capaz de poder contemplarme sin llorar.
Dejo escapar un largo suspiro en un gesto por hallar el
valor necesario para continuar con esta pantomima que va
a sellar mi vida al lado de un cabrón sin escrúpulos como es
Phillip Parrot.
Salgo de la habitación, la mujer silenciosa me está
esperando.
El resto de los acontecimientos los vivo como si en
realidad estuviera viendo una película a cámara lenta, el
tipo de detrás del escritorio, resulta ser un juez y el mismo
nos casa sin mucha parafernalia.
Tan solo cuando debo pronunciar las temidas palabras,
Phillip estruja mi costado para asegurarse que las diga.
― ¡Enhorabuena! ― exclama el juez con una risita
sardónica en su regordeta cara.
Las náuseas revolotean en mi estómago, incluso tengo la
sensación de mareo. Philllip escruta mi rostro y sin esperarlo
aplasta mi boca con la suya para sellar nuestro matrimonio.
El agua salada de mis lágrimas cae por mis mejillas sin
poder reprimirme.
―Límpiate las putas lágrimas―masculla Phillip pegado a
mi oreja.
Con mis manos seco la humedad de mi rostro.
―Sonríe amour. ―enfocando la cámara del teléfono para
inmortalizar un selfie.
Capítulo 36
Kris Adagio
A primera hora atravieso las puertas de las oficinas de
Legrand ante la mirada atónica de su secretaria.
―Señor Adagio, si no tiene una cita, no pue…―recita de
forma apresurada saliendo de detrás de su mostrador para
poder detenerme.
Nadie podría detenerme porque la decisión que me
empuja a acelerar el paso e irrumpir el despacho de mi
medio hermano es monumental.
Ante mí, Adrien tan solo eleva sus cejas sin moverse de
detrás de su escritorio.
―Señor Legrand he intentado…―suena la voz de su
secretaria a mis espaldas justificándose.
―Está bien, señorita, puede retirarse. ―informa Adrien
haciendo un leve gesto con su mano para que nos deje
solos.
La puerta se cierra tras de mí.
― ¿Se puede saber por qué cojones entras en mi
despacho como un miura? Te recuerdo Adagio, que existen
los teléfonos. ―Adrien cabecea al soltar esas palabras.
―Sácate el palo del culo Adrien y escucha con atención.
―rebato acompañando mis palabras con un golpe de mi
mano sobre la mesa.
―No te pases Adagio, puedo coserte a puñetazos a pesar
del palo metido en mi culo. ―masculla fulminándome con
sus ojos azules tan parecidos a los de mi ángel.
―Adrien, dejemos de lado nuestra animadversión.
Centrémonos en el tema que nos ocupa. Marinet…
―acompaño mi proposición al sentarme en la silla frente a
Adrien.
―Habla, soy todo oídos.
―No creo que Marinet se quiera casar con Phillip por
gusto. ―explico por qué esa es la conclusión a la que he
llegado después de pasar toda la noche en duermevela.
La cara de Legrand no muestra ninguna expresión, es
una mago camuflando emociones. Sus manos permanecen
entrelazadas sobre el escritorio.
― ¿Insinúas que está coaccionada? ―interroga.
―Sí. Piénsalo con detenimiento. Desde que Marinet
abandonara Londres de la noche a la mañana, todas sus
acciones han sido desconcertantes. ―Apelo a ser sincero,
no es hora de ser desconfiado si de verdad quiero evitar que
mi ángel se case con el gilipollas de Phillip.
―Tus teorías no tiene sentido Adaggio. Si mi hermana
estuviera pasando por una situación como la que planteas
acudiría a mí, estoy seguro―. Proclama con firmeza.
Me percato de que remarca las palabras, mi hermana, y
eso me cabrea, porque obvia de nuevo nuestro parentesco.
―Adrien, Marinet no acudiría a ti. Estoy seguro. Ni a ti ni
a mí tampoco. Intentaría llevar la carga sobre sus hombros
ella sola. ―anuncio con una seguridad que consigue captar
toda la atención de Legrand.
―Vale, supongamos que creo en tu alocada teoría. ¿Cuál
es tu plan? ―aborda con interés.
En el preciso instante en el que voy a contestar el móvil
de Adrien vibra sobre la mesa y él desvía sus ojos. Lo sujeta
entre sus manos y en un segundo veo su cara de estupor.
― ¡Hostias, no puede ser! ―exclama levantándose de su
sillón.
Su expresión junto a la reacción desmesurada provoca
que, sospeche que acaba de recibir algo que no le gusta.
― ¿Qué pasa? ―me envalentono a preguntar.
Adrien se limita a pasarme su teléfono para contemplar
la imagen que acaba de recibir.
Mis ojos impactan con la foto y casi se salen de mis
cuencas.
‹‹Imposible, no puede ser››, niega mi cabeza.
La foto de Marinet y el idiota de Phillip se graba a fuego
en mi cabeza desatando toda mi ira. Al pie de esta un
mensaje que releo varias veces.
“Adrien, siento que nos hayamos tenido que fugar para
casarme, pero no me has dejado opción. Deséame suerte y
felicidad. Ahora a disfrutar de nuestra luna de miel”
― ¡Hostia puta! El trilero de Phillip se nos ha
adelantado―grita Adrien caminando de un lado al otro con
las manos revolviendo su pelo.
Elevo mis ojos y los clavo en mi medio hermano.
―Te juro que lo va a lamentar. ―sentencio y dejando el
teléfono de Adrien sobre el escritorio saco el mío.
―Martins, necesito que averigües como ha salido Phillip
Parrot del país y rápido―ordeno con una voz que no deja
lugar a contradecir.
Al colgar, Adrien me dedica una de sus miradas
interrogantes.
― ¿Qué? Tengo mis contactos. Averigua si salieron del
país con tu avión privado que no creo. Porque al final resulta
que el idiota vicioso de Phillip ha resultado más listo de lo
que creíamos.
Marinet
De nuevo Phillip casi me saca a rastras del lugar donde
he sellado mi destino a su lado. Sin explicaciones, con malas
formas.
Justo después de mandar un selfie a mi hermano para
certificar que nos habíamos casado.
No quiero ni imaginar la cara de Adrien al recibirlo,
prefiero no pensar.
De nuevo el coche nos espera el vehículo en la puerta.
Nuestro próximo destino es un local al que llegamos
treinta minutos después, el mismo se encuentra emplazado
en pleno de centro de la ciudad.
Son las cinco de la tarde, a pesar de que el sol ya ha
comenzado a esconderse tras el horizonte.
Nos bajamos del coche y Phillip saca mi maleta del a
parte trasera del vehículo…Acto que me extraña, aunque
guardo silencio.
Bordea el coche y me hace entrega de mi pequeño
equipaje.
―Todo un caballero―mascullo a sabiendas de que Phillip
me va a ignorar.
Phillip entra en el local de fachada oscura y letras rojo
sangre donde se lee a la perfección:
La joya del Zar.
Este lugar tiene todos los números de ser un local de
alterne tipo la Luna Noir o el Edén Paradise.
A pesar del desconcierto, no tengo otro remedio que
seguir a mi recién estrenado marido al interior del local.
Cada vez que pienso en que ya no hay marcha atrás
porque Phillip y yo estamos casados, un escalofrío feroz
recorre cada vértebra de mi columna.
El club está vacío a excepción del equipo de seguridad
que están apoyados en la barra charlando animadamente
con los pocos camareros que ya han llegado.
No pierdo detalle, el sitio es muy parecido al Edén
Paradise y la nostalgia me embarga al rememorar los
tiempos en el local con mi chico arco iris y mi Oso…
Nos adentramos por los angostos pasillos y enfilamos
unas escaleras metálicas que dan acceso a la planta baja
del local. Parece un gran sótano o almacén, unas bombillas
rojas colocadas de manera estrategia iluminan de forma
tenue el lugar repleto de habitaciones con puertas metálicas
y ventanas circulares tipo camarote de barco.
Todo es demasiado lúgubre, mi intuición palpita
desatando una mal augurio en mi interior.
Después de varios giros nos sumergimos en otro de los
pasillos, este más oscuro si cabe que los anteriores. Phillip
se para en una de las puertas y saca una llave del bolsillo
trasero de su pantalón.
La introduce en el paño de la cerradura de la puerta y el
crujir de las bisagras inunda mis oídos.
―Adelante amour―. Invita mirándome por primera vez
en mucho rato con una chispa demasiado maléfica
danzando en sus pupilas.
― ¿Y si no quiero? ―suelto de forma chulesca, porque no
entiendo nada.
―Marinet, si no entras te entro yo y reza porque no te
muela a palos. ―amenaza aferrando uno de mis brazos y
empujándome con sarna hacia el interior de la habitación
oscura.
Entre la maleta y el empellón pierdo el equilibrio y caigo
de bruces.
― ¿Para eso querías casarte conmigo? Para encerrarme
en este calabozo. ―grito sin amilanarme
Porque no tengo nada que perder, y mi vena temeraria
no me permite guardar silencio ante el mamón de Phillip.
La fantasmagórica carcajada resuena en las cuatro
paredes la estancia.
―Marinet, no te creía tan ilusa. Eres una zorra, te dije
que pagarías por ser una perra infiel. Así que disfruta de tu
luna de miel preciosa. ―contesta con sarcasmo.
La rabia sube por mi esófago, las uñas se clavan en las
palmas de mis manos. Phillip está actuando como el hijo de
perra que es y yo me he metido de cabeza en la boca del
lobo.
Entre aquellas cuatro paredes me encuentro, tras
largarse y dejarme, la mierda inmunda de Phillip. El llanto se
desata sin que pueda reprimirlo. Nunca debí aceptar el
chantaje de Phillip, ahora soy consciente. Debería haber
acudido como siempre a Adrien, pero quise ser la mujer
valiente e independiente que resolviera sus propios
asuntos.
Los hipidos de mi estado resuenan en el interior de mi
cárcel de cemento, aún sigo en el suelo sin encontrar las
fuerzas necesarias para ponerme en pie.
No puedo determinar el tiempo que permanezco tirada
en el suelo llorando. Intento ponerme en pie e inspecciono
la habitación, a fondo un camastro el cual no vive sus
mejores momentos junto a una mesa de madera con las
patas carcomidas por las termitas.
El asco se instala en mi estómago y una arcada rebelde
sube por mi esófago dejándome un gusto ácido y amargo en
la boca.
Kris Adagio
Adrien comprueba que Marinet no ha utilizado el avión
privado de su familia, por lo que estamos en el mismo punto
de partida. Phillip no tiene acceso al dinero de su familia
porque verifico que le cortaron el grifo a raíz de la boda
fallida con Marinet. Salgo del despacho de Adrien con el
compromiso de mantenerlo informado con lo que alcance a
averiguar.
Me apresuro a volver a llamar a Martins, el detective que
tengo en nómina ante la pura ansiedad de averiguar algo.
Comunica y maldigo entre dientes justo en el momento en
el que entro en mi coche. Agarró el volante y aprieto con
fuerza en un alocado intento de constreñir las colosales
ganas de asesinar Phillip Parrot por haberme arrebatado a
mi ángel.
El beep de mi móvil resuena en el interior del habitáculo
y lo cojo pensando que es un aviso de disponibilidad de
Martins.
Pero me equivoco.
Un mensaje de un número desconocido emerge de la
pantalla.
“Si quieres recuperar a tu joya, ven a Sant Petersburgo”.
Tardo unos segundos en reaccionar y releo el mensaje
una y otra vez. No puede ser según la información, debo
reunirme en la Joya del Zar y no informar a nadie de mi
entorno para poder recuperar a Marinet.
Mi maldito local, ese que hasta la fecha no he podido
controlar, porque como muy bien me informó Adrien, está
controlado por gente corrupta que se han atrincherado de
tal manera que es imposible desmantelarlo. Situación que
evidencié meses atrás cuando estuve allí.
Envío un mensaje a Oso y a continuación, dudo si
informar tal como he prometido a Adrien.
Antes de tomar una decisión, el teléfono vuelve a sonar.
Descuelgo.
―Sí.
―Adagio ya sé cómo salieron de París. ―La voz de Adrien
emerge del teléfono con su habitual tono autoritario.
Capítulo 37
Marinet
Mis ojos se han acostumbrado a la tenue iluminación del
lugar y mi nariz al olor putrefacto también. Desconozco el
tiempo que llevo aquí encerrada, pero tengo frío, hambre y
ganas de mear. Aunque he descubierto una raída cortina y
tras ella lo que en algún momento fue un inodoro. ¡Ni loca!,
pienso hacer ahí mis necesidades.
En un acto de rebeldía extrema me acerco a la puerta
metálica y golpeo con mis puños al compás de mis gritos.
― ¡Ey!, ¿Hay alguien ahí?
Me desgañito gritando y aporreando la puerta con saña,
todo para que mis esfuerzos caigan en saco roto porque allí
no aparece ni Dios.
Concluyo desesperada en mi intento de llamar la
atención y abandono la puerta para sentarme en el
camastro a pesar del asco que me da poner mi culo en él.
No pasan ni cinco minutos cuando el chirriar de la puerta
al abrirse consigue que de un bote y me ponga en pie.
Una figura oscura se para en el umbral y con la poca
iluminación no soy capaz de vislumbrar sus facciones.
―Espero que tu estancia sea de tu agrado.
Esa voz lúgubre y áspera me arranca unos suspiros de
terror al reconocerla...
Kris Adagio
Adrien es un cabezota de cuidado por muchas razones
que le haya brindado de porque no debe acompañarme, él
ha hecho caso omiso.
Así que, estamos sentados en un avión en primera clase,
desestimando el jet privado de Legrand porque nuestro
enemigo, ese que ha ayudado a Phillip a raptar a Marinet
puede estar vigilándonos.
―Te recuerdo que no es buena idea. ―recalco con los
labios prensados en una mueca de desagrado.
―Adagio, no seas nenaza, jamás pondría en peligro a mi
hermana. ¿Acaso lo dudas? ―reprocha.
―Demasiada seguridad Legrand. Puedes estar
equivocado, este tío está un pelín loco para montar todo
este circo por recuperar los locales de alterne. ―observo
frotando mis manos para reprimir el sudor que me provocan
los nervios.
―Siempre ha sido peligroso, aunque hasta hace poco nos
entendíamos. Todo empeoró cuando Ayleen y yo nos
casamos y vendí los locales. Eso lo enloqueció y por un
tiempo desapareció. ―explica Adrien con una pasmosa
calma que pone a prueba mis desquiciados nervios.
―No entiendo como has estado tantos años teniendo
una mano derecha podrida. ―critico abiertamente.
―Adagio, en ocasiones no todo es o blanco o negro.
Cuando aterrizamos en el aeropuerto internacional de
Púlkovo nos está esperando mi fiel amigo Oso.
―Jefe. ―saluda desviando sus ojos a mi acompañante
inspeccionándolo.
―Oso, te presento a Adrien Legrand, es el hermano
mayor de nuestro ángel. ―hago las presentaciones
oportunas y Adrien extiende su mano para estrecharla con
la de mi hombre.
Veo como Oso cambia su actitud a la defensiva en el
momento en el que he nombrado a mi ángel. Reprimo una
imagen de sus ojos cristalinos que evoca mi mente.
Necesito de todo mi control y concentración para sacarla
de donde demonios la tengan sana y salva.
Cogemos un taxi que nos lleva al hotel que hemos
elegido para hospedarnos.
―Kris, he estado observando los alrededores de La Joya
del Zar. En ese lugar pasan cosas sospechosas. ―confiesa
Oso, aunque no me sorprende en mi anterior visita, ya
detecté que bajo la fachada de local swinger algo más
peligroso se cocía en La Joya del Zar.
―Trata de blancas, prostitución y trapicheos varios.
―interviene Legrand, para colmo de la misma manera
tranquila, como si estuviera hablando de cotizaciones en
bolsa.
― ¡Joder! ¿Y si sabes todo eso, porque no lo has
frenado?, a fin de cuentas, era uno de tus
locales―amonesto frunciendo mis cejas.
―Adagio, durante años la praxis habitual de mi
progenitor era esa en todos sus locales. Cuando el viejo
estiró la pata, me enfrasqué en una cruzada personal por
sanear todos esos locales. A pesar del desacuerdo de sus
socios y amiguitos. Sin embargo, con La Joya no lo logré
porque incluso atentaron contra mi vida. Ahora empiezo a
entender que este club siempre lo ha manejado Chandler.
―explica Adrien colocando su mano en su mentón
concentrado en sus palabras.
‹‹Chandler››, sisea mi mente.
Porque en cuanto lo tenga frente a frente va a desear no
haberse cruzado en mi camino.
―Parece que el tal Chandler es una joyita. ―exclama Oso
ganándose una mirada asesina por mi parte.
Una vez registrados en el hotel, trazamos nuestro plan.
A continuación, espero caminando por la habitación
como un león enjaulado. Necesito que los minutos pasen
con rapidez, pero al parecer el reloj no está muy por la
labor.
Marinet
El aire me falta y doy un paso atrás. Porque la figura da
un paso hacia adelante y entonces es el momento justo
donde mis ojos chocan con su rostro. Esa cara que durante
años la vi formar parte de mi familia.
―Chandler. ―susurro con voz estrangulada.
Las piezas del rompecabezas de Phillip y sus planes
ahora empiezan a encajar. Porque el idiota de mi ex ahora
marido no es capaz de trazar un plan como el que han
planeado solito.
Chandler es la cabeza pensante, ahora no tengo dudas.
― ¿No te alegras de verme, pequeña?
Siento puro pavor ante sus palabras, porque nunca fue
santo de mi devoción. Pero hoy más que nunca creo que
además es un hombre muy peligroso.
―Eres un patán. ―escupo asesinándolo con mis ojos
encendidos.
―Marinet, vuelves a hacer gala de la pérdida de tus
modales.
―Calla, ¿cómo has podido? Durante años has formado
parte de mi familia y ahora te prestas a esto. ―increpo con
ira.
―En los negocios no hay lazos familiares. ―sentencia y
en su voz no encuentro ni un ápice de sentimiento o
emoción.
―Todo por los clubes, ¡no me lo puedo creer! ―profiero
espantada.
A Chandler no le da tiempo a contestar porque tras él,
irrumpe Phillip enloquecido.
―Chandler! ―chilla Phillip encarándose. ―Me la has
jugado.
Observo la escena como en una película, Chandler gira
sobre sus pies y lo mira de frente.
Kris Adagio
Quizás me merezco que mi ángel me deje como un
pasmarote con la palabra colgada en mi boca viendo como
corre a lanzarse en brazos de otro.
Aun así, el veneno de los celos se presenta rápido, justo
en el momento en el que esos dos se abrazan casi
fundiéndose el uno con el otro.
—¿Te apetece una copa? —propone la amiga de Marinet.
—No. —respondo con brusquedad y la dejo allí para ir
directo hacia la parejita feliz que me está tocando los
cojones.
Reconozco que me merezco que mi ángel me ignore por
mi comportamiento, pero no pienso permitir que tire en
brazos de otro por despecho.
Cuando llego donde Marinet, tan solo el rubiales con
barba que está con ella advierte con rapidez de mi
interrupción y sus ojos se entrecierran desconfiados y fijos
en mí con desaprobación.
‹‹Me importa una mierda››, me digo.
—Marinet. —mascullo.
Mi ángel gira media cara y me mira de soslayo como si
tan solo fuese un insecto lo que consigue que alcance el
punto extremo de furia. Así que, si medir las consecuencias
de mis actos la agarro y echo su cuerpo sobre mi hombro
ignorando sus gritos.
—¡Suéltame, eres un capullo!
Por el rabillo del ojo capto el intento fallido del rubio que
me mira como si deseara asesinarme, pero Adrien sujeta su
brazo y lo impide.
Con grandes zancadas me introduzco en el interior de la
casa para dejar de protagonizar la escena que todos los
invitados miran absortos.
En la primera puerta que localizo la abro ignorando los
berridos de Marinet que amenazan con reventarme los
tímpanos.
Una vez en el interior de la estancia que parece un
despacho dejo a mi ángel sobre sus pies con cuidado.
—¡Eres un cabronazo!, ¿no podías resistirte a dar el
espectáculo? Estoy harta. —chilla con las manos en su
cintura fulminándome con su cristalinos ojos.
A pesar de su enfado, mi ángel provoca que me
empalme solo con su actitud beligerante.
—Marinet, necesito que me escuches. —solicito con voz
queda.
—¡Es gracioso! Ahora apareces y pretendes que te brinde
mi atención. ¿Dónde estabas cuando realmente te
necesitaba? —reprocha.
—Ángel, por favor, no he actuado de la mejor manera…—
empiezo y me interrumpo tragando el nudo que de repente
noto en mi garganta.
—No creo que esfumarte como el humo sea una manera
perfecta de comportarte. Pero no me debes ninguna
explicación. —Sentencia con rabia, incluso puedo ver la
chispa de odio y dolor entremezcladas en sus iris.
Detectar esas emociones me parte el alma, porque en
ese momento ratifico que mis actos, son los culpables de
ellas. Separarme de ella para lidiar con mis diablos
personales quizás no fuera lo más inteligente.
—Marinet, yo solo quiero la oportunidad de explicarte. —
insisto.
—No gastes saliva, no me importa. —sentencia.
La miro y me guardo las intensas ganas de estrecharla
contra mi pecho y colmarla de besos suplicando su perdón.
—Entonces no tenemos muchas más cosas que hablar. —
sentencio y giro sobre mis pies abandonando la habitación
cabizbajo.
Capítulo 41
Marinet
Permanezco en el despacho de Adrien, después de que
Kris se haya marchado. Mis piernas cimbrean y las lágrimas
se acumulan en el borde de mis ojos.
Duele, porque he sido dura con Kris. Aunque es lo que se
merece lástima que mi corazón no esté de acuerdo con mi
cabeza.
No soy capaz de perdonar que se evaporara mientras yo
me debatía entre la vida y la muerte por recibir una bala
que iba destinada para él.
Aun así, mi amor por él no entiende de razones y lucha
en mi interior por fluir, aunque lo reprendo con las cadenas
de mi mente.
La puerta entreabierta se mueve y en el umbral de esta
aparece Oso.
—Si vienes a abogar por la salvación de tu amigo, ya
puedes largarte. —suelto con enfado limpiando una lágrima
que ha escapado de mi ojo sin permiso.
—Vengo en son de paz, ángel—declara colocando las
palmas de sus manos hacia arriba en señal de paz.
—No sé por qué no te creo. —insisto, aunque Oso es mi
fiel amigo y lo ha demostrado, no deja de ser amigo de Kris.
—Quizás porque te ciega el despecho o el dolor a pesar
del amor. —proclama Oso eligiendo cada palabra.
Mi amigo me conoce, mucho y eso no es conveniente en
mi actual estado. Porque mi cabeza burbujea como un
jacuzzi.
—¿Amor? Es gracioso. Ese amor del que hablas tu
amiguito se encargó de matarlo cuando desapareció del
mapa mientras yo luchaba por vivir a causa de recibir una
bala por salvarlo.
Oso cabecea con las manos metidas en sus bolsillos y
una leve sonrisa en su boca.
‹‹ ¿Qué me estoy perdiendo? ››, interroga mi mente
plantando dudas.
—Ángel, Kris no actúo bien, pero estás equivocada. Él
jamás se separó de tu lado mientras estuviste en coma.
Estuvo noche y día a los pies de cama hasta que
despertaste. En ese momento fue cuando sí que se esfumó,
aunque no sin antes ordenarme que lo mantuviera al día de
tu estado.
¡No puedo creerlo! La versión que acaba de soltar Oso es
imposible que sea cierta. No porque si no he sido injusta con
Kris, ni si quiera le he dado la oportunidad de que se
explique.
Oso se aproxima a mí y acaricia mi mejilla con su mano,
acompañando el gesto con un mechón de mi pelo que pasa
por detrás de mi oreja.
—Ángel, tú y Kris sois dos de las personas más valiosas
para mí. Por eso quiero que dejéis de luchar como bestias
para no estar juntos. Cuando lo natural es que os amáis y
estéis juntos.
—Yo… no quise escucharlo lo eché casi a patadas, Oso.
—me fustigo paseándome por la habitación como un animal
enjaulado.
—Ángel, siempre hay tiempo para escuchar y para
perdonar. —sentencia Oso.
A continuación de nuevo me encuentro sola en el
despacho, estrujándome los sesos para saber lo que debo
hacer para enmendar las cosas.
Kris Adagio
Unos ojos tan azules como las aguas de Jamaica se
cuelan en mi mente. Meto la cabeza debajo del chorro de
agua para deshacerme de esa imagen.
Es inútil, cada fibra de mi ser clama por ella. Y lo peor es
que creo que esta vez sí que la he perdido.
Al salir de la ducha coloco una toalla alrededor de mis
caderas a tiempo de que unos golpes secos en la puerta de
mi habitación resuenan.
No me preocupo en vestirme antes de abrir la puerta. Mis
ojos casi saltan de su sitio al ver parada en el vano de mi
puerta a mi ángel.
—¿Puedo pasar?
—Sí, claro. —contesto apenas reaccionando ante su visita
inesperada.
No me lo creo Marinet está en la habitación de mi hotel
después de que casi me echó a patadas de Cheverny.
El júbilo se abre paso en canal a través de mi alma.
Marinet pasea por la habitación ante mi mirada felina.
Esta mujer no sabe que la bestia que vive en mi interior
está a un segundo de saltar sobre ella y devorarla sin
mediar palabra.
—¿No dices nada? —interroga alzando una de sus
delineadas cejas.
—¿Ahora estás dispuesta a escucharme? —respondo,
aunque tarde me percato que ha sonado demasiado
arrogante.
—Bueno, definitivamente, venir fue un error. —suelta de
repente Marinet dispuesta a largarse.
Al vuelo la agarro del brazo y pego su espalda a la pared
inmovilizándola.
—Ni de coña me dejas de nuevo con la palabra en la
boca. —advierto con mi boca demasiado cerca de la suya.
—Pues habla o calla para siempre. —dice de forma
chulesca.
—Perdón, por desaparecer, por no estar a tu lado cuando
era lo que realmente quería. Antepuse mis demonios
personales a lo que siento por ti. —Aplico la sinceridad a
cada palabra, arrancándome la máscara de control de mi
rostro para que mi ángel pueda ser partícipe de cada una de
mis emociones.
—Kris, yo…
Empieza, pero la silencio colocando uno de mis dedos
sobre sus acolchados labios, por miedo, auténtico pavor a
que me rechace.
—Si no quieres saber nada de mí lo entenderé, aunque
no puedo evitar amarte. No puede cuando creía
fervientemente que compartíamos la misma sangre. Ahora
con más razón cuando sé que no nos une ningún
parentesco. —Tomo una bocanada de aire al notar la
dificultad por respirar. —Si deseas hacer tu vida a lado del
rubio que abrazaste en la fiesta, me matarás en vida, sin
embargo, lo aceptaré. Porque por encima de todo anhelo
que seas feliz.
—¿Te refieres a Mateo? —pregunta contrariada.
Me limito a afirmar con leve movimiento de mi cabeza.
Porque ya no puedo hablar, necesito toda mi concentración
cerebral en mantener a raya bajo la toalla a mi polla que se
muere por colarse entre las piernas de mi ángel.
—Mateo es mi hermano.
Y su confesión me pilla desprevenido, aunque no puedo
más que sentir un inmenso júbilo en mi pecho.
—Y entonces mi ángel, ¿me perdonas? —insisto
dedicándole una sonrisa ladina que le promete mil
momentos de placer y felicidad.
Marinet entorna su mirada para segundos después
rodear mi cuello con sus brazos.
—Señor Adagio, creo que ya te había perdonado hace
rato.
Al coronar esa frase se lanza a devorar mi boca que le da
la bienvenida gustosa, abriéndose para recibirla. Nuestras
lenguas se enroscan en una lucha por saborearse. Con
premura mis manos se aferran a sus nalgas y la insto a que
de un pequeño bote y atornille sus piernas en mi cintura.
‹‹ ¡Dios, como la he echado de menos! ››, entona mi
mente.
Me apresuro a moverme sin separarme de mi ángel hacia
la cama.
La deposito sobre el colchón y es la imagen más sensual
que jamás he vislumbrado. Enfebrecida con los labios
enrojecidos por mis besos y lista para ser devorada por mi
ansia de poseerla.
—¿Piensas quedarte ahí parado mirándome mucho
tiempo? —provoca de manera juguetona.
—Calma mi ángel, tengo toda una vida para saborearte.
—contesto lanzándome sobre ella.
Epílogo
Edén Paradise
Marinet
Enfilo las escaleras de acceso a la pista central del club.
Mi boca se ensancha en una satisfecha sonrisa la comprobar
como en primera fila se encuentra mi familia, Adrien y
Ayleen, Mateo, Oso y ¡cómo no! mi chico arcoíris.
Hoy actuare para ellos y los nervios están presentes en
cada terminación de mi cuerpo. Una vez tras el escenario
unas fuertes manos rodean mi cintura desde atrás.
—Ya te he dicho que estás hermosa.
La voz de Kris, como siempre, sigue poniéndome la piel
de gallina. Este hombre me tiene a sus pies. Es el dueño de
mi amor. El que vela mis sueños, el que me acompaña y me
cuida.
—Unas mil veces. —contesto sonriendo y riendo a la vez.
Qué equivocada estuve durante años, prohibiéndome a
mí misma sentir. Huyendo del amor, porque de forma
errónea interpreté que si mi madre sufrió en la vida por un
mal amor yo también lo haría.
Hoy por hoy no cambio mi vida al lado de este regalador
de éxtasis, que se ha convertido en mi pareja de vida.
—¿Preparada? —pregunta con auténtica devoción
destilando por sus ojos.
Cabeceo y sonrío no sin antes girarme para quedar
frente a él. Enmarco su cara entre mis manos y lo beso.
—Te amo, Señor Adagio.
—Yo también, mi ángel.
Y esa es la fuerza que necesito para salir al escenario a
realizar la mejor actuación de mi vida.
Fin.
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