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Excesiva onerosidad de la prestación causada

por acontecimientos sobrevinientes al contrato

César CARRANZA ÁLVAREZ(*)

INTRODUCCIÓN AL TEMA
La excesiva onerosidad de la prestación representa, sin hesitación
alguna, una de las instituciones fundamentales de la ley civil de 1984.
Regulada a partir del artículo 1440, tiene como propósito fundamental
morigerar los efectos del cumplimiento de una prestación que, por acon-
tecimientos extraordinarios e imprevisibles acaecidos con posteriori-
dad a la celebración del contrato, y que no pudieron ser considerados
de ninguna forma por los contratantes al momento de su concreción, se
torna desmesurada, dificultando su cumplimiento tal cual se la pactó.
Constituye una figura legal que colisiona a no dudar con el princi-
pio de la obligatoriedad del contrato; sin embargo, razones de justicia y
buena fe son generalmente opuestas para aceptarla como un mecanis-
mo útil para evitar el perjuicio económico del obligado a cumplir. Dijo
el legislador de entonces, que “si por principio el contrato nace para ser

(*) Abogado y profesor universitario. Magíster en Derecho de la Empresa por la Pontificia


Universidad Católica del Perú. Ha desarrollado estancia docente y de investigación en
la Facultad de Derecho de la Universidad de Medellín. Director del Estudio Carranza.
Consultor.

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cumplido en virtud de su fuerza vinculatoria, hay situaciones en que, por


excepción y a mérito de razones de equidad, puede y debe ser revisado
para evitar la ruina económica o el enriquecimiento desproporcionado
y para que se conserve lo que en doctrina se conoce como el equilibrio
contractual”, añadiendo que “la fórmula es bastante flexible, pues per-
mite la reducción de la prestación, el aumento de la contraprestación y,
si ello no fuere posible, conveniente o lo solicitara el demandado, la re-
solución del contrato”(1).
Tienen razón quienes dicen hoy que la palabra contrato parece ha-
ber cambiado de sentido, pues ya no se designa con ella a una institución
rígida y estática que logra imponerse a las partes y al juez de manera ab-
soluta, y que permanece invariable frente a los cambios de la situación
económica que regula; sino que más bien define una institución flexible,
resistente y adaptable a las múltiples vicisitudes que puedan presentarse
a lo largo de una relación económica de larga duración”(2).
El contrato está sometido durante el curso de su existencia a una
gama de eventos que pueden ocasionar no pocas consecuencias. Pién-
sese en la pérdida de su ineficacia originada por un desequilibrio ori-
ginario entre prestaciones, causado por el aprovechamiento injustifica-
do de uno de los contratantes de la necesidad apremiante del otro; en el
incumplimiento de la prestación ofrecida por uno de los celebrantes; o
cuando aquel acontece por razones de caso fortuito o fuerza mayor.
Y frente a ello el Derecho reacciona oponiendo los medios legales ten-
dientes a enfrentarlos.
Por otro lado, es cierto también que las partes logran en ocasiones
aprehender las circunstancias que podrían acaecer durante el curso de la
relación, y por ello diseñan mecanismos adecuados orientados a sopor-
tar su embate. Pero es difícil preverlo todo, aunque se piense que “no
existen acontecimientos imprevisibles sino únicamente acontecimien-
tos previsibles a un muy alto costo”, reduciéndolo todo a un problema,

(1) Proyectos y Anteproyectos de la Reforma del Código Civil. Pontificia Universidad Católica
del Perú, Fondo Editorial, Lima, 1980, pp. 500 y 501.
(2) MANTILLA ESPINOSA, Fabricio y TERNERA BARRIOS, Francisco. “Breves comenta-
rios sobre la revisión judicial de los contratos”. En: Los Contratos en el Derecho Privado.
Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario-Legis, Bogotá, 2007, p. 319.

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precisamente, de costos(3). Así, no debe llamar la atención que el contra-


to sea objeto de revisión cuando el escenario que rodeó su celebración
de pronto resulta alterado por hechos que los contratantes no pudieron
considerar al momento del negocio, con el efecto de volver demasiado
gravosa la prestación del comprometido a ella. El Derecho presta, de esta
forma, una ayuda invaluable a las partes de cualquier contrato particular.
El problema de la alteración de las circunstancias y su impacto en
las prestaciones asumidas por las partes, es una cuestión de larga data
que se remonta a los albores de nuestra disciplina. Un primer ejemplo lo
tenemos en la cláusula rebus sic stantibus, cuya inserción se consideraba
tácita en todo acuerdo contractual. Los estudios doctrinarios han regis-
trado como sus antecedentes principales textos de Cicerón [De Officis.
De los deberes] y Séneca [De beneficiis], en tanto otros la aprecian en
unas líneas de Neratius en el Digesto [rebus sic stantibus loquimur: se
habla estando así las cosas, ley 8a, Libro VII, título 4º, de condictio cau-
sa data, causa non secuta] y en un pasaje de Marcelo [Digesto, 45-I,
párr.. 98]; aunque se reconozca que su formulación más clara se encuen-
tra en una expresión de los posglosadores, según la cual contractus qui
habent tractum successivum et dependentiam de futurum, rebus sic stan-
tibus intelliguntur(4)(5).
Tiempo después, un fallo del Consejo de Estado francés, de 1916,
permitió que el contrato celebrado entre la Compañía de Alumbrados de
Burdeos y la Municipalidad de esa ciudad, fuera revisado por haber so-
brevenido un hecho imprevisto –la Primera Guerra Mundial– que supu-
so el encarecimiento del carbón, materia prima del servicio prestado por
tal compañía(6). Posteriormente, y siempre en suelo galo, la Ley Failliot

(3) PATRÓN SALINAS, Carlos A. “¿Mentiras verdaderas?: Reflexiones en torno de la regu-


lación del derecho contractual”. En: ¿Por qué hay que cambiar el Código Civil?, Freundt-
Thurne, Úrsula (editora), Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, Lima, 2001, p. 151.
(4) REZZÓNICO, Luis María. La fuerza obligatoria del contrato y la teoría de la imprevisión
(Reseña de la cláusula “rebus sic stantibus”). Editorial Perrot, 2ª edición actualizada y
aumentada, Buenos Aires, 1954, pp. 21 y 22.
(5) Para un recuento más pormenorizado de la cláusula, véase BATTISTA FERRI, Giovanni.
“De la cláusula ‘rebus sic stantibus’ a la resolución por excesiva onerosidad”. En: Estudios
sobre el Contrato en General. Por los sesenta años del Código Civil italiano [1942-2002],
selección, traducción y notas de Leysser L. León, Ara editores, Lima, 2003, p. 1015 y ss.
(6) Los detalles de este caso pueden revisarse en: MOISSET DE ESPANÉS, Luis. “Imprevisión.
Legislación de América del Sur”. En: Estudios de Derecho Privado Contemporáneo-Teoría

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de 1918 contempló la posibilidad de rescindir o suspender la ejecución


de los contratos anteriores al 1 de agosto de 1914, que comportaran la
entrega de mercaderías o artículos u otras prestaciones sucesivas o solo
diferidas, mientras durara la guerra y hasta tres meses después de ce-
sadas las hostilidades, si se “(…) establecía que a causa del estado de
guerra la ejecución de las obligaciones de uno de los contratantes com-
portaría cargas o le causaría un perjuicio cuya importancia excedería en
mucho las previsiones que razonablemente pudieron tenerse en el mo-
mento del contrato”(7).
De igual modo, encontramos diversas teorías que han intentado ex-
plicar tal tesitura: la presuposición de Windscheid; la de la imprevi-
sión; la relativa a la excesiva onerosidad de la prestación; o la refe-
rente a la desaparición de la base del negocio.
En el plano legislativo, en cuanto a países de habla hispana se refie-
re, encontramos un tratamiento dispar. Ecuador, Chile, Uruguay y Co-
lombia no contemplan en sus Códigos Civiles soluciones referentes a la
alteración de las circunstancias del contrato; aunque tratándose de este
último país, encontramos en su Código de Comercio una disposición
–el artículo 868– que permite la revisión –o su terminación– de un con-
trato de ejecución sucesiva, periódica o diferida, cuando circunstancias
extraordinarias, imprevistas o imprevisibles alteren o agraven la pres-
tación de futuro cumplimiento a cargo de una de las partes, en grado tal
que le resulte excesivamente onerosa. Por el contrario, los Códigos Civi-
les de Bolivia (art. 581 y ss.), Brasil (art. 478 y ss.), Paraguay (art. 672),
Argentina (art. 1198, segundo párrafo y ss.) y Cuba (art. 80), contienen
prescripciones precisas sobre el particular.
No obstante, no han faltado voces discrepantes –tanto en la acade-
mia extranjera como nacional– contra esta solución del Derecho. Se ha
puesto atención en su incidencia respecto al principio de obligatoriedad

General, Contratación Predispuesta, de Consumo y Financiera, Oviedo Albán, Jorge y


César Carranza Álvarez (Directores), Editorial Industria Gráfica Libertad, Trujillo, 2005,
p. 165.
(7) REZZÓNICO, Luis María. Ob. cit., p. 17. Se suele referir, como uno de los casos em-
blemáticos, lo acontecido con el cierre del canal de Suez que supuso el alza anormal de
precios en el mercado petrolífero.

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Excesiva onerosidad de la prestación

del contrato, el respeto a la palabra empeñada, o la seguridad del tráfi-


co económico, entre otros argumentos. En su libro Soberanía y Crisis
del Contrato en nuestra legislación civil, Marco Aurelio Risolía escri-
bió que “[l]os contratos por antonomasia, son un acto de previsión”, que
se conciertan “como definitivos y se presume su irrevocabilidad, porque
por encima del interés de los contratantes está la seguridad del tráfico, la
confianza recíproca, la palabra empeñada, el estímulo de una ventaja fu-
tura, que son el alma del comercio” (8); y en otra obra cuyo título es más
que elocuente –La Decadencia del Contrato–, su autor, luego de reco-
nocer que la excesiva onerosidad sobrevenida en los contratos o teoría
de la imprevisión está ya fuertemente enraizada en el Derecho moder-
no, sentenciará que “[b]ien con base en principios generales de equidad
y reciprocidad, bien con apoyo en reglas generales, o en disposiciones
específicas, el hecho cierto es que la obligatoriedad de los contratos ha
sufrido un grave quebranto, cuyo alcance es de tal naturaleza que rom-
pe con toda la teoría del contrato”, para terminar diciendo que “[d]onde
se tenga en cuenta la imprevisión, el contrato quedará a un lado”(9).
Por último, en nuestro país, desde los predios del Análisis Econó-
mico del Derecho, se ha dicho que: “incluso el evento más impensable
puede ser previsto usando nuestra imaginación, si es que tenemos tiem-
po suficiente para dejarla correr en el mundo de las posibilidades”,(10)

(8) RISOLÍA, Marco Aurelio. Soberanía y Crisis del Contrato en nuestra legislación civil,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1958, pp. 188 y 189.
(9) DE BUEN LOZANO, Néstor. La Decadencia del Contrato, con un apéndice Veinte años
Después. 2ª edición, Editorial Porrúa S.A., México, 1986, pp. 246 y 247. Reminiscencia
de aquello que en su momento escribieran los Mazeaud respecto al rechazo de la imprevi-
sión por parte de la Corte de Casación francesa. Dijeron entonces que, “la jurisprudencia,
firmemente apegada al principio ‘pacta sunt servanda’, se niega a tener en cuenta la
imprevisión. (…) La posición de la Corte de Casación parece extremadamente rigurosa;
pero es necesaria para hacer que reinen, con el respeto de la palabra dada, la moralidad y
la seguridad en los contratos”. MAZEAUD, Henri, León y Jean. Lecciones de Derecho
Civil. Parte Segunda, volumen III, traducción de Luis Alcalá-Zamora y Castillo, Ediciones
Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1960, pp. 24 y 25.
(10) Así, Alfredo Bullard, cit. por CASTILLO FREYRE, Mario y VÁSQUEZ KUNZE, Ricardo.
“Y seréis como dioses. Omnisciencia, previsión, excesiva onerosidad de la prestación y
dinosaurios”. En: Analizando el Análisis. Autopsia del Análisis Económico del Derecho por
el Derecho Civil. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú-Estudio
Mario Castillo Freyre, Lima, 2004, p. 83.

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con lo cual la figura de la excesiva onerosidad de la prestación no ten-


dría razón de ser(11).
Sea cual fuere el argumento esgrimido para atacarla, lo cierto es que
no puede negarse que la excesiva onerosidad de la prestación mantiene
en nuestros días plena vigencia, pues a pesar que comporta, como se ha
visto, la vulneración de la fidelidad absoluta del contrato, la justicia del
mismo y su sumisión al principio de buena fe exigen la detención de la
ejecución de lo pactado si por diversas circunstancias –cuya naturaleza
debe señalar puntualmente la norma– se altera el equilibrio del negocio
provocando un grave detrimento para una de las partes.
El contrato representa el medio más eficaz para facilitar el tráfico
comercial, además de satisfacer intereses diversos de las personas; pero
bajo ningún punto de vista puede convertirse en instrumento que pro-
duzca el daño económico de un contratante y el enriquecimiento de otro
a expensas de su perjuicio. Por ello, a pesar de su negación por quienes
pretenden hacer prevalecer el cumplimiento fiel del contrato por sobre su
justicia, no hay duda que la figura –cuya excepcionalidad representa su
rasgo más saltante– ha logrado asentarse sobre bases sólidas, como un ba-
luarte más, vale repetir, de la justicia y la buena fe que deben presidirlo.
Es por esta razón que nos interesa analizar el diseño regulatorio que
se ha brindado a la excesiva onerosidad de la prestación en sede del
Código Civil de 1984; tarea que efectuaremos a partir de su cobertura
contractual, la naturaleza del hecho que altera la prestación prometida,
los remedios ofrecidos para contrarrestarla, plazo concedido para su in-
vocación, y renuncia a la acción.

(11) Desde el Derecho Civil se ha respondido que “en el mundo óptimo de las fantasías, en el
que nada puede cambiar porque todo está en general equilibrio, todo puede ser conocido
y, por ende, todo también preverse. Es el mundo de los dioses omniscientes a los que nin-
gún hecho escapa por más futuro e incierto que sea. Y, precisamente, como nada escapa
a la vista divina, como todo es aquí previsible, ninguna falta hay, pues, de que derecho
alguno arregle entuerto alguno, porque entuerto alguno puede producirse cuando todo es
previsible”. Ídem.

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Excesiva onerosidad de la prestación

I. COBERTURA CONTRACTUAL
Si la onerosidad excesiva de la prestación acontece con posteriori-
dad a la celebración del contrato, es lógico pensar que la figura solo po-
drá invocarse en aquellos contratos cuyas prestaciones deban cumplirse
en el tiempo. Nos encontramos entonces frente a un desequilibrio pres-
tacional “sobreviniente”, diferente al producido por la lesión [art. 1447
y ss. del Código Civil], cuya causa generadora, el aprovechamiento por
una de las partes de la necesidad apremiante de la otra, aparece en la
génesis del negocio.
De tal manera ha sido entendida por la doctrina y las legislaciones
que la han cobijado en su seno; aunque sea posible encontrar algunas
con un sentido bastante singular. Es el caso del Código Civil paraguayo,
cuyo artículo 672 limita la figura a los contratos de ejecución diferida y
a los de prestación unilateral(12); y del cubano, cuyo artículo 80 al pres-
cribir que “[p]rocederá también la rescisión de toda obligación cuando
circunstancias posteriores, extraordinarias e imprevisibles al momento
de su constitución, la hagan tan onerosa para el deudor que pueda pre-
sumirse, razonablemente, que este no la hubiera contraído de haber po-
dido prever oportunamente la nueva situación sobrevenida”, ofrece el
expediente de la excesiva onerosidad sin ninguna cortapisa(13).
El Código Civil nacional ha delimitado correctamente la cobertu-
ra contractual de la excesiva onerosidad de la prestación. La ha pre-
visto para los contratos conmutativos cuya ejecución sea continuada,
periódica o diferida. La ejecución de un contrato es continuada cuan-
do se produce durante un periodo previamente fijado por las partes. Lo

(12) Lamentablemente no hemos encontrado en nuestras pesquisas algún estudio de la doctrina


paraguaya que analice este dispositivo, motivo por el cual no ahondamos en él.
(13) Ha denunciado un sector de la doctrina de este país que “[e]l artículo de referencia establece
que procede para toda obligación, lo cual es erróneo, puesto que es solo para aquellas
obligaciones de tracto sucesivo o ejecución diferida, sobre las que nada dice el Código,
abriendo la puerta a cualquier obligación sea cual sea su naturaleza jurídica, esté o no
cumplida (…)”. OJEDA RODRÍGUEZ, Nancy de la C. “Justicia contractual: principios de
la buena fe y del justo equilibrio de las prestaciones en la contratación”. En: Derecho de
Contratos. Editorial Félix Varela, tomo I, La Habana, 2003, p. 50. Al respecto, efectuamos
algunos comentarios en CARRANZA ÁLVAREZ, César. “La imprevisión contractual.
Breves comentarios a propósito del artículo 80 del Código Civil cubano”. En: Revista
Oficial del Poder Judicial. Corte Suprema de Justicia de la República. Año 2, N° 1, Lima,
2008, pp. 269-284.

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periódico, según el significado dado por la Real Academia Española, im-


plica una acción que se repite con frecuencia a intervalos determinados;
por ende, un contrato será de ejecución periódica cuando las prestacio-
nes precisamente se cumplan en fechas establecidas o intermitentes, es
decir, con intervalos iguales o desiguales(14). El contrato es de ejecución
diferida cuando el momento de inicio de aquella se difiere en el tiempo.
La excesiva onerosidad aplica también en aquellos contratos en los
que si bien la ejecución es inmediata, la prestación a cargo de una de las
partes ha sido diferida por causa no imputable a ella; en los aleato-
rios, en los que no obstante sus efectos quedan sometidos al azar, cuan-
do la prestación se torna fuertemente gravosa por causas extrañas al
riesgo propio del contrato; y en aquellos en los cuales una sola de las
partes ha asumido obligaciones.
Tanto el acreedor como el deudor pueden ser los afectados con la
onerosidad excesiva de sus correspondientes prestaciones. No existe una
“preferencia” por la parte deudora, como lo contemplan las legislacio-
nes civiles atrás referidas. Así se desprende del articulado del Título VIII
del Libro VII, en el cual se alude genéricamente a la noción de “parte”,
tal como lo hace también el Código Civil italiano [art. 1467], el argen-
tino [art. 1198, segundo párrafo], y otros de la región.

II. EL HECHO SOBREVINIENTE, EXTRAORDINARIO E IM-


PREVISIBLE, PRODUCTOR DE LA EXCESIVA ONEROSI-
DAD DE LA PRESTACIÓN
Establecida la cobertura contractual de la figura, conviene anali-
zar la causa que origina que la prestación de una de las partes se tor-
ne excesivamente gravosa, dificultándole su cumplimiento en la forma
comprometida.
En primer lugar, se trata de un evento sobreviniente y no anterior
a la celebración del contrato, en cuyo acaecer las partes no tienen in-
jerencia alguna, y que necesariamente debe tener la doble calidad de

(14) ARIAS-SCHREIBER PEZET, Max, con la colaboración de Carlos Cárdenas Quirós,


Ángela ARIAS-SCHREIBER y Elvira MARTÍNEZ COCO. Exégesis del Código Civil
peruano de 1984. Tomo I, Gaceta Jurídica, Lima, 1995, p. 70.

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Excesiva onerosidad de la prestación

extraordinario e imprevisible. De esto se sigue que si el hecho es ex-


traordinario pero previsible por las partes, la excesiva onerosidad no po-
drá invocarse. Es que, como es obvio, el Derecho no puede amparar la
negligencia ni la torpeza de los celebrantes del negocio, con el riesgo
grave de hacerle perder todo su sentido.
“Los hechos extraordinarios e imprevisibles, deben ser además, pos-
teriores a la celebración del contrato. Es claro, si tales circunstancias son
anteriores o concomitantes con la celebración del contrato y de fácil ac-
ceso al conocimiento de los contratantes, ya no puede hablarse de im-
previsión sino, probablemente, de descuido, puesto que se construye el
acuerdo a espaldas de una realidad que las partes, por supuesto, pueden
investigar fácilmente”(15).
De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, la ex-
presión extraordinario denota algo “fuera del orden o regla natural o
común”. Quiere decir que su ocurrencia no se produce regularmente, o
con efecto reiterado en el tiempo. Es algo, en fin, que escapa “a lo que
es común, habitual u ordinario en la vida del hombre”(16).
La exigencia del hecho sobreviniente extraordinario debe enlazar-
se con su carácter imprevisible. Es imprevisible lo que no puede razo-
nablemente conocerse con anticipación; denota la inexistencia de seña-
les acerca de su producción inmediata o futura. Su trascendencia es tal
que sin su concurso la figura de la excesiva onerosidad de la presta-
ción queda a un lado(17); y a su evaluación debe acudir el juzgador con
supremo cuidado, atendiendo para ello a las partes del contrato y a la
materia del mismo.

(15) BOHÓRQUEZ ORDUZ, Antonio. De los negocios jurídicos en el Derecho Privado


colombiano-Generalidades contractuales. Ediciones Doctrina y Ley Ltda., volumen 2,
Bogotá D.C., 2004, p. 204.
(16) MOSSET ITURRASPE, Jorge. Interpretación económica de los contratos. Justicia Con-
tractual. Rubinzal Culzoni editores, Santa Fe, 1994, p. 305.
(17) En el mismo sentido, CAPRILE BIERMANN, Bruno. “La imprevisión”. En: La Ter-
minación del Contrato. GAITÁN MARTÍNEZ, José Alberto y Fabricio MANTILLA
ESPINOSA [directores académicos], Universidad del Rosario, Bogotá D.C., 2007, p. 208.
Vide, entre otros, BIGLIAZZI GERI, Lina; BRECCIA, Umberto; BUSNELLI, Francesco
D.; NATOLI, Ugo. Derecho Civil [hechos y actos jurídicos]. Traducción de Fernando
Hinestrosa, Universidad Externado de Colombia, tomo I, volumen 2, Bogotá D.C., 1995,
p. 1096 y ss.

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César Carranza Álvarez

Según el Código civil, el evento sobreviniente, extraordinario e


imprevisible, debe convertir a la prestación de una parte en excesiva-
mente onerosa. El legislador patrio toma distancia, en el presente caso,
de lo que previó para el contrato atacado por lesión, en el cual estable-
ció dos fórmulas matemáticas para determinar el desequilibrio entre las
prestaciones: la primera, consistente en una desproporción mayor a las
dos quintas partes [art. 1447], y la segunda, una desigualdad igual o su-
perior a las dos terceras partes [art. 1448], que acciona la denominada
presunción de aprovechamiento.
Se apela aquí a una formulación genérica que, sin embargo, deberá
precisarse con suma cautela. No debe tratarse, en principio, de una one-
rosidad cualquiera sino de una que, como señala Moisset de Espanés,
“debe tener cierta entidad y, si bien no torna imposible el cumplimien-
to de la prestación, lo torna excesivamente gravoso para una de las par-
tes, que no encuentra compensación en la prestación que le ha efectua-
do o prometido a la otra”(18).
En El Contrato en General, el profesor de la Puente ha grafica-
do cómo la doctrina ha hecho denodados esfuerzos para definir la one-
rosidad excesiva. Por un lado, estableciéndola desde un punto de vis-
ta matemático [Candil], según el cual hay desequilibrio en el valor de la
prestación si supera el 30% en los contratos civiles y el 50% en los mer-
cantiles, hasta apelando a criterios más generales, como aquel que señala
que la onerosidad sobreviniente debe resultar groseramente repugnante
a la equidad [Borda]. Pero a renglón seguido nos dice que “[l]amenta-
blemente, no parece posible llegar a una definición concreta, porque se
trata precisamente de un concepto que hay que apreciar caso por caso”,
y que además “depende de las circunstancias de cada contrato y de la si-
tuación de cada contratante”(19).
Refiriéndose al artículo 1467 del Código Civil italiano, que igual
menciona a la onerosidad excesiva, ha dicho calificada doctrina italiana
que aquel “se abstiene oportunamente de fijar la medida para que se pue-
da considerar excesiva la desproporción de las prestaciones. La solución

(18) MOISSET DE ESPANÉS, Luis. Ob. cit., p. 173.


(19) DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. El Contrato en General. Comentarios a la Sección
Primera del Libro VII del Código Civil. Tomo II, Palestra, Lima, 2007, p. 607.

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Excesiva onerosidad de la prestación

queda al prudente arbitrio del magistrado, quien deberá ponderar, caso


por caso, si la onerosidad de la prestación [que también podrá depender
de la disminución del valor de la otra prestación] llegó o no a una mag-
nitud tal como para comprometer gravemente el equilibrio contractual”,
para luego concluir que la norma “se preocupa por puntualizar en su in-
ciso 2 que no se puede nunca considerar excesiva la onerosidad que en-
tra en el álea normal de cada tipo de contrato y que hace parte del ries-
go que las partes asumieron desde el comienzo”(20).
Lo concreto es que las partes, tratándose de un contrato en particu-
lar, son conscientes de los riesgos que pueden tolerar o soportar duran-
te la pervivencia del vínculo. Existe un cierto margen de contingencia
que los contratantes asumen como tal, dentro del cual pueden manejar-
se sin mayor complicación. Y con ello, no escapa a su consideración que
el estado de cosas actual puede sufrir cierta variación que podría ocasio-
nar la modificación de lo originalmente prometido, por lo que si frente a
esta eventualidad deciden contratar, oponiendo las medidas necesarias,
nada habrá que reprochar más adelante. Sin embargo, la situación cambia
cuando el hecho al que hemos aludido rompe abruptamente con esa pla-
nificación, con esa contingencia previamente aceptada, desbordándola.
Por tal razón, nos alineamos sin reservas con la posición doctrinal
que considera que la excesiva onerosidad debe entenderse como aque-
lla que escapa al álea normal del contrato(21), que se encuentra fuera de
lo razonablemente considerado para el tipo de negocio que los sujetos
contratantes deciden concretar; siguiendo así la línea trazada por el le-
gislador italiano. En consecuencia, corresponderá al juzgador manejarse
dentro de esta tesitura, teniendo en cuenta, asimismo, el carácter excep-
cional de la figura, y los requisitos que hacen a su configuración legal,
según la regulación prevista en nuestro Código civil. Confiemos que su
actuación no escape a estas exigencias.

(20) SCOGNAMIGLIO, Renato. Teoría General del Contrato. Ttraducción de Fernando


Hinestrosa, Universidad Externado de Colombia, segunda reimpresión revisada, Bogotá
D.C., 1996, p. 285.
(21) DE LA PUENTE y LAVALLE, Manuel. Ob. cit., p. 610.

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