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Teoría de la imprevisión: entre el equilibrio perdido


y la ley del contrato
Víctor Vial, Hernán Corral y Cristóbal Jimeno analizan desde distintas posturas la figura que
permite revisar un contrato cuando las prestaciones se han hecho excesivamente onerosas para una
de las partes. No está expresamente reconocida en la legislación, la jurisprudencia ordinaria no la
ha regogido en forma consistente, pero sí existen fallos arbitrales a su favor.
Viernes, 14 de junio de 2013 a las 9:29 | Actualizado 9:29

Sofía Martin Leyton

Haga memoria y váyase a aquellos años cuando Argentina le cortó el gas a Chile; recuerde la seguidilla de juicios que
debieron enfrentar a este lado de la cordillera las empresas que querían mantener los precios de energía eléctrica que les
habían comprometido otras empresas chilenas en contratos a largo plazo, proveedores que comenzaron a trasparentar
que el mercado spot estaba carísimo, pues no sólo no había gas, sino que el petróleo había alcanzado máximos históricos.
En pocas palabras, el mercado había cambiado y no se podían mantener los precios.

Haga memoria —no tan atrás— y váyase a mediados de abril de 2013, cuando el alcalde de La Florida revocó el permiso
que había otorgado para que se hiciera en su comuna una feria del libro que estaba programada con bastante
anticipación y por la cual había contratos celebrados y pasajes aéreos comprados, entre otros compromisos.

En ambos casos ¿Se trató de un caso de fuerza mayor, un acto de autoridad imposible de resistir? ¿O fue un hecho que
cae dentro de la teoría de la imprevisión, pues de alguna manera se podría haber cumplido esos contratos, pero a costos
que superaban cualquier estimación previa?

Entendamos, a modo de resumen, que la imprevisión ocurriría cuando por circunstancias que no eran previsibles al
momento de contratar, el contrato se torna excesivamente oneroso para una de las partes.

Tres entrevistados: dos opiniones a favor y una en contra. ¿Qué debe primar: la equidad o la certeza jurídica? ¿El
reconocimiento de situaciones que alteran la equivalencia en las contraprestaciones o el contrato como ley para las partes
contratantes?

Como nuestra legislación no consideró la teoría de la imprevisión en forma expresa, algunos acuden a figuras que ya
existen dentro del sistema y otros confían en que, si se trata de un árbitro arbitrador, acoja la teoría de todas maneras. La
jurisprudencia de los tribunales no ha sido uniforme.

Pacta sunt servanda y caso fortuito

Víctor Vial, profesor de derecho civil de la U. de Chile y juez árbitro, es partidario de la teoría de la imprevisión e indica
que la doctrina europea hace mucho tiempo que la tiene muy presente.

Para él “la fuerza obligatoria de los contratos” (pacta sunt servanda) es un “viejo concepto rígido”, donde las causales
para no caer en incumplimiento contractual deben estar establecidas en la ley. Y la causal por excelencia es el caso
fortuito o fuerza mayor.

“Pero el caso fortuito o fuerza mayor supone dos elementos. Primero, que el hecho sea imprevisto, que racionalmente no
se pueda prever que ocurra; y, segundo, que el hecho sea irresistible”, dice. El problema estaría en que al buscar
ejemplos, siempre se puede cumplir el contrato recurriendo a otras fuentes, pero que le representarían a una de las
partes un costo muchísimo más alto.

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Cristóbal Jimeno, socio de Gutiérrez, Waugh, Jimeno & Asenjo, considera que para el tráfico económico el artículo
1.545 del Código Civil es muy importante, la piedra angular del sistema contractual chileno, pero que también es cierto
que hay situaciones que las partes no pudieron prever y que afectan la entidad económica de las prestaciones.

Para él, la mayor importancia de esta teoría se encuentra en contratos de ejecución diferida o de tracto sucesivo. Y, entre
ellos, “donde más puede ser importante es en los contratos de construcción”, dice.

Explica que en legislaciones extranjeras existe el hardship, una cláusula que permite estudiar el contrato si se hace muy
oneroso para una de las partes. “Pero normalmente esos contratos tienen jurisdicción y leyes extranjeras”, advierte.

Jimeno recuerda que Claudio Illanes del Río fue el primer árbitro que se atrevió a aplicarla en la década de los 90, pero se
trataba de justicia arbitral. “En la justicia ordinaria ha habido fallos a favor y en contra. Y la doctrina tampoco está de
acuerdo si es necesario o no legislar”, sostiene.

¿Es necesario legislar? Si se hiciera, opina que debiera ser muy residualmente. “Nadie está de acuerdo en se legisle a
rajatabla, pero sí se podría regular de forma muy acotada”.

Distintas soluciones

Víctor Vial cuenta que el apoyo a la consideración de las nuevas circunstancias, tradicionalmente se han inclinado por
apoyarse en dos elementos centrales: que habría abuso del derecho —pues una parte no toma en cuenta circunstancias
que destruyen a la otra parte— y la buena fe: una parte que quiere ejecutar el contrato que se volvió excesivamente
oneroso para la otra, no está actuando de buena fe, no cumple el “deber de cumplimiento decente” de un contrato y con
ello obtiene un aprovechamiento injusto.

Pero para él, el sistema jurídico prevé otra solución: el “principio de integración contractual”, recogido en el artículo 1.546
del Código Civil: “La buena fe permite incorporar al contrato, con la misma fuerza y valor de declaraciones de voluntad,
obligaciones no expresadas”, dice.

Así, se integraría una condición resolutoria si el cumplimiento torna excesiva para una de las partes la obligación y la otra
se aprovecha de ello. “Importaría una reducción o rebaja de la prestación que resultó excesiva, o un aumento de aquella
que resultó muy baja, de manera de restablecer de alguna manera el equilibrio que se vio alterado”, explica.

Cristóbal Jimeno, por su parte, afirma que son dos las formas de atacar esa despropoción en las contraprestaciones. Una
de ellas es legislando, pero el juez podría llegar a adquirir mucho poder; la otra —que es recurrente en los litigios sobre la
materia— es utilizar mecanismos que provee la misma legislación: el grado de diligencia exigible y la verdadera intención
de las partes.

De acuerdo al primero, cuando una obligación se vuelve tan onerosa para una de las partes por causa sobreviniente, lo
que ocurre es que se excede el nivel de diligencia al que se comprometió esa parte, y por lo tanto la obligación no le sería
exigible.

De acuerdo al otro argumento, el artículo 1.560 del Código Civil permitiría entender que la vredadera intención de las
partes nunca fue tener desproporciones tan abultadas en sus contraprestaciones.

Una voz contraria

Hernán Corral, profesor de derecho civil de la U. de Los Andes, es crítico de la teoría de la imprevisión, pues en su
opinión los contratos deben respetarse incluso ante variaciones imprevistas. “De algún modo para eso sirven los
contratos, para ‘domesticar’ los eventos de un futuro incierto. Si tuvieran que estar adaptándose a las circunstancias que
son siempre cambiantes, nadie contrataría”, dice.

Pero hace la salvedad de que se refiere a los contratos entre partes simétricas, con poderes equivalentes de información y
negociación, pues “las mismas partes, si así lo quieren, pueden introducir una cláusula para encomendar la revisión del
contrato a un tercero (cláusula hardship)”.

En su respaldo estaría la jurisprudencia de la justicia ordinaria: “En el 2006 la Corte de Apelaciones de Santiago, por
sentencia de 14 de noviembre pareció dar un respaldo a la teoría, porque le dedicó varios considerandos, pero lo cierto es

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que las partes no la alegaron ni tampoco fue la razón de la decisión. En cambio, la Corte Suprema por sentencia de 9 de
septiembre de 2009 declaró expresamente que en el orden legal vigente no era posible aceptar la revisión de un contrato
por la modificación de las circunstancias que hicieran más onerosa la prestación de una de las partes”, explica.

¿Otro argumento? Corral da el caso de la Ley de Concesiones de Obras Públicas, donde se estableció expresamente que la
concesionaria puede pedir revisión del contrato si hay imprevistos o hechos sobrevinientes que lo justifiquen (artículo19,
D.S. 900). “Esta misma excepción, como otras que existen en el ordenamiento, ratifican que la regla general es que el
contrato debe cumplirse pese a que las circunstancias existentes a la época de su celebración hayan variado”.
.

Artículos relevantes del Código Civil


Art. 1545. Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su
consentimiento mutuo o por causas legales.

Art. 1546. Los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa,
sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre
pertenecen a ella.

Art. 1560. Conocida claramente la intención de los contratantes, debe estarse a ella más que a lo literal de las palabras.

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