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CAPÍTULO XI

ACTOS PROCESALES

97. ¿Qué diferencia hay entre hechos y actos procesales?


Los hechos que dan lugar a un conflicto que se plantea ante la justicia para que
los resuelva (v.gr..: una colisión de tránsito que necesite encontrar un culpable para que
pague a la víctima el derecho a la reparación de los perjuicios sufridos) son aquellos que
constituyen una relación jurídica de carácter sustancial. Es decir, son acciones
voluntarias (contractuales) o no (extracontractuales) que se dan con anterioridad al
proceso y se hechos y actos jurídicos.
En cambio, los actos procesales suceden únicamente dentro del proceso.
Algunos están predispuestos y se reglamentan con el principio de legalidad de las
formas (v.gr.: redacción de la demanda); otros acontecen como actuaciones que
transcurren en audiencias o escritos.
Hay un problema común de los actos (jurídicos y procesales) que no reciben
igual explicación. Es el tema de los vicios del consentimiento, y desde allí observar
como se tratan las cuestiones de la voluntad en cada uno de ellos.
Ahora bien, tanto los actos jurídicos como los procesales se ocupan de traer los
hechos al proceso. Para ello, los actos procesales registran una forma determinada y una
guía o tutor que les impide vulnerar el orden preestablecido por las modalidades
asignadas (v.gr.: principio de legalidad de las formas; preclusión de los actos;
publicidad, etc.), de manera que el obrar de los sujetos debe ajustarse a dicho régimen.
Pero los hechos, por sí mismos, son diferentes a los actos, porque mientras los
primeros suceden fuera del proceso; los segundos, podrán ser jurídicos o procesales.
Los hechos son jurídicos cuando el cambio que operan conlleva a una diversidad
en el mundo jurídico83, o como dice Guasp: “cuando la realidad sobre la que el hecho
opera es una realidad jurídica, el suceso que la determina es, a su vez, un hecho jurídico
[…] por tanto, cualquier suceso o acaecimiento que produce una modificación de
cualquier clase...es un hecho jurídico”84.
Como se aprecia, estos sucesos son extraños a la vida del proceso, se dan fuera
de él para radicarse en el mundo de los hechos exteriores y las realidades.
El hecho es procesal, entonces, cuando ocurre en el mundo del proceso
influyendo en la relación jurídica trabada entre los sujetos intervinientes.
Por ejemplo, la muerte del magistrado actuante; la ausencia voluntaria o
incomparecimiento; el caso fortuito; el tiempo y sus contingencias, etcétera, son hechos
del mundo exterior que transmitidos al litigio son procesales porque provocan un
cambio en la relación procesal o en la situación procesal.
Dado que la variedad de los hechos ajenos y anteriores al proceso, como los
vinculados y contemporáneos al mismo, son de múltiples expresiones, suelen

83
GUASP, Jaime, Derecho Procesal Civil, op. cit., p. 280.
84
Ibidem, p. 279.

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clasificarse por su incidencia en: hechos constitutivos (o formativos de la relación
jurídica procesal); hechos modificativos (o que incitan una transformación de la realidad
sin ocupar al aspecto puramente jurídico, aun cuando sobrevenga la incidencia por obra
de la consecuencia); hechos extintivos (o cancelatorios de la situación jurídica) y hechos
impeditivos (que son defensas que se interponen para evitar que progrese el proceso
comenzado).
La fusión entre el hecho y el acto procesal origina distintas situaciones que
transitan por la iniciación, el desarrollo y la extinción del proceso; y el punto diferencial
entre ambos radica en la voluntad del que lo emite. Así, mientras en el acto procesal
podemos hablar de decisiones humanas deducidas en el proceso; en los hechos
procesales, referimos a aquellas situaciones que repercuten en las instancias del
procedimiento con prescindencia de que sean o no la consecuencia de una expresión de
la voluntad humana85.

98. ¿Cómo se clasifican los hechos en el proceso?


Los hechos procesales no son iguales a los hechos comunes. Tampoco se
relacionan con los hechos jurídicos, porque cada uno tiene una repercusión e
importancia diferente.
La distancia se profundiza cuando se pretende encontrar una clasificación de
ellos tomados desde los que el código procesal menciona.
Por ejemplo, la afirmación de cómo ocurrieron las cosas que se demandan, tiene
importancia para fijar la competencia; estos hechos conocidos son determinantes para
saber la causa de recusación por enemistad, odio o resentimiento; si esos hechos son
reconocidos habrá que hacer lugar a la recusación con causa; sin olvidar que estas
causales obligan a la exactitud de los hechos, para lograr esclarecer la verdad de los
hechos controvertidos.
También se mencionan hechos ficticios o irreales para definir la conducta
temeraria o maliciosa.
Hay hechos urgentes que facilitan la presentación del gestor procesal.
En el juego sofista que el sistema procesal propone, existe una presunción de
verdad sobre los hechos lícitos a que la demanda se refiera, cuando la parte debidamente
notificada no responde adecuadamente. O bien, cuando no contesta la demanda,
agregándose aquí un reconocimiento sobre los hechos pertinentes.
Siguiendo el orden de aparición en el código, la prueba en la rebeldía –aunque
contingente– obliga al esclarecimiento de la verdad sobre los hechos.
Así mencionados, sin ningún otro aditamento, se enuncian en el beneficio de
litigar sin gastos que solamente indica los hechos expresados y la falsedad de los
mismos que llevan a una multa procesal por violentar el principio de actuar con lealtad
y buena fe.
La sentencia se debe pronunciar sobre los hechos reales y probados y haciendo
mérito sobre los hechos controvertidos, modificativos y extintivos.

85
PALACIO, Derecho Procesal Civil, tomo IV, op. cit., p. 12.

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También hay hechos nuevos y nuevos hechos. Existen hechos en los incidentes y
hechos controvertidos en el recurso de reposición que puede tomar el trámite de los
incidentes.
Tangencialmente, en la etapa probatoria, se encuentran hechos que no fueron
objeto de prueba en la confesión, los que se pueden replantear con el recurso de
apelación.
Hay hechos anteriores y posteriores que se ponen como extensión y límites para
la potestad jurisdiccional.
Otros hechos se tienen por ciertos cuando no se responden en forma asertiva, y
existen otros que se deben fundar, explicados claramente al tiempo de redactar la
demanda.
Los hechos que no se invocan en la demanda y después se agregan en las
contestaciones pueden ampliar la prueba documental del actor.
Como regla o pauta común, el objeto de la prueba son los hechos controvertidos,
siempre que no estén admitidos o reconocidos, en cuyo caso los que sean pertinentes y
lícitos quedarán fuera de la obligación a verificar.
Los hechos deben ser expuestos con claridad. Para encontrar como objeto de la
audiencia preliminar a los hechos conducentes, en los cuales no hay conformidad entre
las partes; los hechos articulados que sean conducentes se fijarán a los fines
probatorios, de manera que, tal como reza el artículo 364, la prueba únicamente versará
sobre los hechos articulados.
Algunos más se presentan con un marco de inseguridad respecto a su categoría,
como la referencia a los hechos que están en contraposición al hecho nuevo.
Luego, en cada medio de prueba, tiene repercusiones distintas. En la prueba
informativa son objeto de la misma los hechos concretos, claramente individualizados y
controvertidos; deben ser hechos que surjan de la documentación, y que se han de
responder como hechos ajustados a lo que se requiere en el medio probatorio.
En la prueba de confesión, se habla de hechos donde se haya intervenido
personalmente, o realizado en nombre de sus mandantes, para poder deponer en nombre
de una persona jurídica representada. Aquí se encuentra, una vez más, la mención a los
hechos anteriores. Las consecuencias sobre la ignorancia de los hechos que debiera
conocer por la calidad invocada al representar, son un efecto de la absolución de
posiciones.
Otra vez están los hechos que se tienen por ciertos cuando en la prueba de
confesión prestada por el Estado no se satisface en tiempo o con plenitud respecto a lo
solicitado.
Hay hechos personales sobre los que debe contestar en la prueba de posiciones.
Suceden hechos que no se pueden probar por expresa disposición legal, o por
estar prohibida su investigación.
Se clasifican algunos (en la prueba confesional) como hechos impeditivos,
modificativos y extintivos.
En la prueba pericial se indican hechos que deben explicarse; mientras que en la
testimonial se enuncian los hechos gravitantes.

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La prueba pericial asume que el objeto son los hechos controvertidos que
necesitan explicarse por tener quien lo haga, conocimientos especiales en alguna
ciencia, arte, industria o actividad técnica especializada.
También encontramos hechos a reconstruir en el reconocimiento judicial.
En la prueba pendiente de producción suele dividirse el espacio entre hechos
esenciales y no esenciales, para poder clausurar la etapa y permitir una agregación
extemporánea.
En el arbitraje se repiten algunos conceptos, surgiendo otra vez hechos
posteriores a la sentencia o laudo; y las demás menciones indicadas.
Hay hechos confesados, hechos consolidados que no se pueden controvertir (en
los interdictos); hechos que se acreditan con las constancias médicas en la declaración
de demencia; hay hechos determinados para acreditar la enemistad manifiesta con el
amigable componedor, y finalmente se castiga la ocultación de hechos en el juicio de
desalojo.
En fin, la profusión de adjetivos que toman los hechos en general obliga a tener
que aclarar cuales son, de todos ellos, los que deben ser expresados con la verdad,
teniendo en cuenta que son estos a los que queremos apuntar el objeto de este
comentario.
Recuerda Goldschmidt que el fin de la prueba es lograr el convencimiento del
juez; siendo la verdad que se persigue solo relativa, es decir, simple verosimilitud; por
eso el tema probatorio es siempre una afirmación de hecho86.

99. ¿Cuáles son los hechos a probar?


El proceso civil se rige en nuestro sistema por el principio dispositivo, según el
cual, la instancia se inicia y desarrolla a pedido de parte (nemo iudex sine actore); es el
actor, en principio, quien aporta los hechos y ofrece la prueba para demostrarlos;
también, le corresponde al demandado resistir la versión que trae el demandante,
afirmando otros hechos, modificando los expuestos con una versión distinta, u
oponiendo excepciones que impidan, obstaculicen o extingan la procedencia de la
pretensión, provocando en cada actitud un efecto singular.
Estos hechos que enunciamos en el punto anterior son constitutivos porque la
causa de pedir la presenta el actor, aunque son también constitutivas las razones que
tiene el demandado para oponerse; son hechos modificativos los que dan una versión
diferente a la que se afirma en la demanda; son extintivos los que cancelan
inmediatamente la procedencia del reclamo (v.gr..: el pago documentado); y son
impeditivos aquellos que alegan una causa jurídica que posterga el comienzo de la etapa
probatoria por faltarle un elemento necesario para la debida integración del proceso
(v.gr..: falta de legitimación; nulidades; excepciones; etc.).
Sin embargo estos hechos no son los que determinan el objeto probatorio, toda
vez que en la mentalidad del legislador continúa la idea de ver al litigio como una lucha
entre partes con derechos contrapuestos, de tal forma que solo los hechos donde exista
esa contradicción deben ser probados, pues los que no se alegan, se admiten o

86
GOLDSCHMIDT, James, Derecho Procesal Civil, Labor, Barcelona, 1936, p. 256.

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reconocen, estarán fuera de la necesidad probatoria porqué respecto a ellos no hay
controversia.
Además, hay hechos que por sus características quedan exentos de prueba, los
que dependen de la discrecionalidad judicial que los puede nomenclar como hechos
impertinentes, inoficiosos o inconducentes. Lo mismo sucede con los hechos cuya
prueba está prohibida por la ley (v.gr.: indagación de la maternidad cuando tenga por
objeto atribuir el hijo a una mujer casada; prueba de testigos cuando se impugna el
contenido de un documento que se dio en blanco, etc.); o que se presumen conocidos
por su notoriedad o habitualidad del suceso; o por ser simplemente hechos normales.
Con tal precisión los hechos se clasifican en:
a. Hechos alegados que son neutros en relación con el objeto de la prueba,
porque se refieren a la simple enunciación de circunstancias, sin que
ninguno tenga más explicación que el suceso ocurrido. Son importantes
para el sistema escriturario porque el hecho que no se escribe y describe,
no está en el proceso y, por eso, queda fuera de toda posibilidad de
confirmación o negación. Se relacionan con los hechos articulados;
hechos relatados; hechos expuestos; hechos concretos e
individualizados; hechos explicados, que se enunciaron al comenzar el
trabajo.
b. Hechos afirmados son los que obtienen en el relato una versión
determinada. Se vinculan con aquellos que el código indica como hechos
exactos, hechos verdaderos, hechos reales, hechos fundados, hechos
explicados claramente, entre otros. En esta categoría hay una zona gris
con los llamados hechos negativos, que son en realidad hechos que se
afirman a partir de una negación (v.gr.: no le presté el dinero reclamado;
no tengo la cosa cuya restitución persigue, etc.), y que por lo implícito
que contienen, deben ser probados por quien los expone.
c. Hechos controvertidos o afirmados por una parte y negados por la otra;
son los que más veces se enuncian en el código, demostrando claramente
que son el objeto principal de la prueba.
d. Hechos conducentes o necesarios para la solución de la diversidad de
problemas que el conflicto judicial debe resolver. No basta con el
carácter controversial del hecho para que deba probarse, es necesario que
se complemente con la conducencia o utilidad probatoria. La
conducencia se relaciona con otros hechos enumerados como necesarios,
esenciales, superfluos, gravitantes, o trascendentes.
e. Hechos pertinentes que se vinculan con la necesidad probatoria y con la
posibilidad de quedar admitidos o reconocidos. Su antónimo, el hecho
impertinente no es objeto de prueba, porque está prohibido por la ley, o
por interpretarse que es formalmente improcedente (arts. 414, 442). Se
ligan con los hechos que no afectan la moral, la libertad personal de los
litigantes o de terceros, o que no estén expresamente prohibidos para el
caso (art. 378); también con los hechos que deben probar el presupuesto
que funda la aplicación de un derecho determinado (art. 377 párrafo
segundo) .
f. Hechos lícitos e ilícitos. Esta es una división poco referida en el código,
pero de suprema importancia para la prueba porque el artículo 356 inciso

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1º solamente involucra en la posibilidad de tener por reconocidos, los
hechos pertinentes y lícitos que no se contesten expresa y
categóricamente, o directamente se omitan con el silencio, o bajo
respuestas evasivas o con una negativa meramente general.
g. Consecuencia de las actitudes del demandado son los hechos admitidos o
reconocidos. La presencia efectiva de un contradictor expone claramente
la voluntad del acto, por eso, puede decirse que un hecho está reconocido
cuando quien contesta la demanda no niega todos y cada uno de los
argumentos del actor. Mientras que la incomparecencia necesita
esclarecer los efectos subsiguientes, según el proceso continúe en
ausencia o rebeldía, a petición del interesado. Sin embargo, tanto el
reconocimiento como la admisión son actos propios del derecho antes
que de los hechos.

100. ¿Cuál es el problema que presenta la voluntad en los actos procesales?


La actividad que las partes, terceros y juez cumplen en el proceso son, en
definitiva, manifestaciones de voluntad. Siguiendo una secuencia lógica, si el acto
procesal es una categoría de los actos jurídicos, quedarían comprendidos, en
consecuencia, entre aquellos que se pueden contaminar por los denominados vicios de
la voluntad.
Sin embargo esta conclusión resulta un tanto forzada, ni bien se observan los
requisitos y condiciones que se imponen al acto procesal en su forma y expresión.
No se trata, entonces, de enfrentar al acto jurídico con el acto procesal sino de
diferenciarlos convenientemente para elaborar, a partir de sus principios, las
consecuencias propias que tiene cada uno.
La utilización de las normas materiales (v.gr.: Código Civil y Comercial de la
Nación), no obstante, deben ser prudentes porque, aun cuando el acto procesal sea
indudablemente un hecho voluntario que le da vida, es evidente que esa manifestación
no persigue otro efecto que no sea aplicable en y para el proceso, y en esto radica su
principal diferencia con la voluntad contractual que pretende producir consecuencias
jurídicas.
Basados en ello puede constatarse que la voluntad del acto procesal está
condicionada para su ejercicio, de manera que obraría relevante la ausencia de ella por
cuanto no sería propiamente un acto de libre expresión.
Guasp elabora una respuesta a esta problemática, dando preeminencia a la
voluntad declarada sobre la real, toda vez que “dada la presencia de un órgano del
Estado en el proceso, los actos que ante él se realizan cuando aparecen exteriormente
del modo exigido, son eficaces, aunque la disposición interna de su autor no coincida
con la que de hecho revela”87.
A partir de allí podrán analizarse los supuestos en que la discrepancia entre la
voluntad interior y la expresión realizada son productos de actuaciones intencionadas o
no. En los primeros, si el acto exterior es adecuado formalmente ha de tenerse por
válido. Si el acto, en cambio, no es intencional, se habrá de encontrar el tipo de vicio
que lo invalida. Si fuese la ignorancia o el error, según Guasp, han de seguirse las reglas

87
GUASP, Derecho Procesal Civil, p. 294; Comentarios..., tomo I, op. cit., p. 686.

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del derecho privado; si fuese violencia o intimidación, como no existen normas que lo
sancionen en el proceso, han de guiarse por los principios generales88.
La ausencia de una regulación expresa sobre el aspecto interno del acto procesal
nos lleva a la utilización de las normas de fondo, sin perjuicio de las adaptaciones que
exige el caso. De ello surge que el acto procesal puede viciarse por error, dolo o
violencia, y aun provocar la indagación de la causa que porta la pretensión.
Si el acto procesal es una especie indiferenciada del acto jurídico, parece lógico
pensar que las nulidades que encuentre el primero deben regirse por disposiciones
sustantivas. Pero, hemos de coincidir con Peyrano en que “el acto procesal viciado
intrínsecamente (por ejemplo, por error) es también un acto jurídico sujeto como tal a
las normas insertas en el Código Civil y Comercial de la Nación(v.gr.: delimitación de
si existe o no intimidación), pero por formar parte de un proceso, necesariamente queda
sometido al régimen de impugnación vigente en este, que no es otro que el de las nuli-
dades procesales89.
La duplicidad de criterios, o el brazo alternativo que abre la senda impugnativa,
nos lleva al análisis de posibilidades. La utilización del régimen civil de nulidades y
anulabilidades tiene un reglamento particular que impide la aplicación de ciertos
principios procesales que estructuran el proceso (v.gr.: trascendencia, convalidación,
etc.); en otra cara, el ejercicio exclusivo del sistema adjetivo de las nulidades procesales
deja en el camino la certeza que produce el modelo de fondo en cuanto predice las
normas aplicables con sus referentes específicos.
La alegación del vicio en el acto procesal no tiene necesariamente que
encuadrarse en una tipificación sustantiva o bajo un régimen procesal. La adaptación se
muestra más coherente con la flexibilidad del derecho, evitando los aprisionamientos
rígidos que no otorgan soluciones equitativas, postergando la justicia en manos de la
seguridad.
Cuando los defectos provengan del sujeto que emite el acto, habrá de
investigarse el origen del desvío, es decir, encontrar el elemento psicológico que lo
vicia, sea por error, engaño, culpa, dolo o mala fe. Hecha la interpretación, el ajuste
podrá completarse con los principios sustantivos y tipificar el error consecuente. Luego
de la intelección se han de aplicar los correctivos procesales, sea por la vía de la
impugnación, o del incidente autónomo de anulación.
La ausencia de normas expresas que regulen el caso, o la pobreza de ellas para
enmarcarlo en su reducida óptica no convalidar el vicio, y la analogía podrá servir de
integración a las normas objetivas con las procesales.

101. ¿Quiénes son los sujetos en los actos procesales?


Los actos procesales provienen del órgano jurisdiccional, de las partes y de los
terceros que son convocados al proceso a cumplir una actuación determinada.
Cuando referimos al órgano judicial, comprendemos a los auxiliares de la
justicia, como secretarios, ujieres, oficiales notificadores, funcionarios del Ministerio

88
Ibidem, p. 296 y 686, respectivamente.
89
PEYRANO, Jorge Walter, El proceso civil, Astrea, Buenos Aires, 1978. Del mismo autor: Nulidades
por vicios intrínsecos del acto procesal (vicios de la voluntad del sujeto autor del acto), J.A.
semanario 5516 del 20.05.87, p. 15.

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Público, entre otros. Con relación a las partes, involucran la actividad de sus
representantes legales o convencionales.
La diferencia estriba en la característica de sus respectivas actuaciones, porque
en tanto al juez y sus auxiliares les corresponde obrar en ejercicio de un deber
constitucional, cual es el de asegurar la justicia garantizando el debido proceso; a las
partes y terceros solo los moviliza un inter‚s personal, y los deberes y obligaciones
procesales que han de respetar en sus actuaciones.
Los terceros, por su parte, responden al cumplimiento de una carga pública
(v.gr.: testigos e informantes). En cambio, las actuaciones de las partes se subordinan a
los recaudos que estos deben reunir para su postulación. Ellos se denominan aptitudes y
consisten en la capacidad para ser parte, y para realizar actos procesales; la legitimación
y la representación suficiente para actuar en juicio.
La irregularidad de estas condiciones vicia el acto tornándolos nulos o anulables
según la gravedad que presenten.

102. ¿Cuáles son los requisitos de los actos procesales?


El proceso tiene un gobierno para la actividad procedimental que procura
alejarlo de vicios invalidantes y de la ineficacia.
Cuando la reunión de recaudos se dirige a la unidad que el proceso significa, se
habla de presupuestos procesales; en cambio, el análisis particular de cada actuación
lleva a establecer las condiciones del acto para provocar efectos jurídicos.
En principio, solo se ejecutan actuaciones procesales una vez que se instauró la
demanda y se presentó la pretensión, por lo tanto no serían actos procesales los
preparatorios de la instancia (v.gr.: otorgamiento de mandato a un abogado,
documentación que se entrecruza para la constitución en mora, etc.); los convenios
preestablecidos para obtener efectos procesales (v.gr.: pacto de foro prorrogado;
renuncia al derecho de apelar; honorarios pactados; etc.), ni todo otro acto que no sea
producto de la relación jurídica ya trabada.
Ahora bien, estas actuaciones deben resolver su admisibilidad, es decir, la
correspondencia que adecua la actuación con el efecto perseguido prescindiendo del
resultado final; y su fundamento, esto es, los valores intrínsecos que reportan utilidad al
acto e impiden su nulidad.
En lo que importa a los sujetos, debe observarse que al órgano judicial se le
exige jurisdicción, esto es, la atribución legal del poder-deber para resolver con
autoridad e imperio. Asimismo, ha de ser competente, que significa la posibilidad de
intervenir con preferencia en el asunto sometido a litigio.
Con relación a las partes, para que sus actos sean jurídicamente válidos, será
preciso que aquellos reúnan los citados compromisos con la aptitud para lograrlos
(capacidad, legitimación y representación suficiente). Pero para adquirir eficacia, estos
actos deben estar dotados de idoneidad o fundamentación bastante para lograr el fin que
aspiran, sin que el resultado desfavorable o la sentencia en contrario, los desvirtúe como
actos procesales.
La causa no es elemento ni condición del acto, porque la finalidad es un hecho
contingente que no incide en la eficacia misma de la actuación para obtener un
resultado.

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