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Sumarios: Para emitir un juicio en la sentencia, el magistrado utiliza el material

informativo que le proporcionan las partes, que procesa teniendo en consideración el


carácter de las relaciones que resultan del contrato de trabajo, según la ley de
contrato de trabajo, y las modalidades y circunstancias personales de cada caso (art.
242, in fine, ley de contrato de trabajo -DT, 1974-805, t. o. 1976-238-). Conforme lo
normado por el art. 277 del Cód. Procesal, el tratamiento de cuestiones inéditas para
el proceso se encuentra vedado a la Cámara de Apelaciones. No constituiría
aplicación válida de las normas legales a los hechos de la causa, tener por
acreditados los hechos relevantes a través de las opiniones expuestas por los
testigos acerca de la calificación que estos hechos merecen pues ello implicaría
delegar en los testigos la facultad de juzgar. La ley de contrato de trabajo (DT, 1974-
805, t. o. 1976-238) ha instituido un sistema de libertad de despido y en nada
desmerece a un trabajador despedir ad nutum cuando, aún convencido de la
existencia de una justa causa, considera imposible o poco probable la prueba en
juicio de los hechos en que se funda esa convicción. En el sistema legal, se pueden
distinguir un momento subjetivo, que tiene lugar en la conciencia del contratante y
se expresa en la comunicación del despido y otro objetivo en la evaluación de la
injuria, que es la convicción del juez expresada en la sentencia. Si los testigos
declararon que el trabajador emitió un insulto, expresaron una opinión, lo que obsta
a la admisión de sus declaraciones en tanto no se refirieron a un hecho. Si en el
despido se invoca como injuria la emisión de un "epíteto irreproducible", el
sentenciante no puede conocer cuál fue exactamente el vocablo ni está en
condiciones de juzgar su entidad imposibilitante de la continuación de la relación de
trabajo (art. 242 ley de contrato de trabajo -DT, 1974-805, t. o. 1976-238-). Por
disposición del art. 243 de la ley de contrato de trabajo (DT, 1974-805, t. o. 1976-
238) la empleadora queda vinculada definitivamente a los términos de la
comunicación del despido que, a la vez, predeterminan el contenido del debate
judicial acerca de la procedencia de la medida (en el caso, la demandada al
comunicar la decisión del despido, enfatizó la emisión de un "epíteto irreproducible",
de significado inequívocamente insultante, a un funcionario de nivel gerencial).

Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, sala VIII

Partes: Hauret, Marcelo D. c. Orígenes A.F.J.P.

Fecha de Sentencia: 19/10/2001

Citas: TR LALEY AR/JUR/1514/2001

Publicado en: DT 2002-A, 518

Buenos Aires, octubre 19 de 2001.

El doctor Morando dijo:

I. La sentencia de primera instancia hizo lugar a la demanda por cobro de


indemnizaciones por despido. Para así decidir, el señor Juez a quo hizo mérito de

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que, despedido el actor porque, según la respectiva comunicación, se dirigió en
forma manifiestamente inaceptable respecto del gerente de la empresa, utilizando
"un epíteto irreproducible y de contenido insultante", se probó que la reunión existió,
que en ella se trataba una modificación de las modalidades de comercialización de
créditos hipotecarios, que el actor objetó el cambio, que afectaba al área de ventas
de la cual era jefe, que se produjo una fuerte discusión en la que participaron varios
de los presentes, pero no qué "insulto o epíteto irreproducible" habría proferido el
demandante; que si bien la actitud general del actor pudo justificar la aplicación de
sanciones disciplinarias, pero que, al no haberse establecido con la claridad
necesaria los hechos en los que se fundó el despido, no es posible apreciar si hubo o
no injuria, "si al aludirse a insultos no se especifica en términos claros y precisos cuál
ha sido el término empleado. Aplicó, para determinar el tope de la indemnización del
art. 245 L.C.T., el correspondiente a la C.C.T. 264/95, aplicable a la actividad de
seguros.

Vienen en apelación ambas partes. La demandada se queja por la valoración de la


prueba. Dice, en lo sustancial, que elementales normas de buen gusto le impidieron,
al igual que a los testigos, reproducir literalmente ante los estrados judiciales las
palabras del actor, que, al parecer, es criterio del sentenciante que el tenor de las
palabras utilizadas define la entidad de la injuria, concepción que juzga contraria a la
dignidad de las personas. Invoca, a los fines del tope del art. 245 L.C.T., la C.C.T.
187/96 "E", celebrada por Claridad AFJP S.A., empresa a la que absorbió por fusión,
por lo que asumió todos los derechos y obligaciones de aquélla. El actor, por la
aplicación de un tope, ya que la demandada reconoció, en la contestación de
demanda, la inexistencia de convenio colectivo de actividad o de empresa.

II. El agravio principal de la demandada es improcedente. Se ha probado que en la


reunión ya mencionada se suscitó una fuerte discusión y que el actor participó
activamente, incluso con vehemencia, del altercado. El sentenciante de grado, sin
desconocer que, en cuanto los cambios propuestos afectaban al área a su cargo y a
los ingresos de é1 mismo y de sus subordinados, resulta atendible su ofuscación,
admitió que, según los elementos de prueba disponibles, pudo merecer una sanción
disciplinaria. La demandada eligió despedirlo y, al comunicar su decisión, enfatizó la
emisión de un "epíteto irreproducible", de significado inequívocamente insultante, a
un funcionario de nivel gerencial. Por disposición del art. 243 L.C.T., quedó vinculada,
definitivamente, a los términos de la comunicación, que, a la vez, predeterminaron el
contenido del debate acerca de la procedencia de la medida. Es respetable su
decisión de no repetir la probablemente desagradable palabra empleada, ni exigir a
los testigos que la verbalizaran crudamente. El acento está en "probablemente". El
señor Juez a quo, sin conocer cuál fue exactamente, el vocablo, no estuvo en
condiciones de juzgar -nada menos- su entidad imposibilitante de la continuación de
la relación de trabajo (art. 242 L.C.T.). No es que no resulte, en general, confiable la
capacidad de los testigos para distinguir un insulto de lo que no lo es. Lo que obsta a
la admisión de sus referencias inespecíficas es que no refirieron un hecho. Emitieron
una opinión. En el sistema legal, se pueden distinguir un momento subjetivo y uno
objetivo en la evaluación de la injuria. El primero tiene lugar en la conciencia del
contratante, y se expresa en la comunicación de despido. El segundo, en la
convicción del juez, y se expresa en la sentencia. Para emitir este juicio, el
magistrado utiliza el material informativo que le proporcionan las partes, que
procesa teniendo en consideración el carácter de las relaciones que resultan del
contrato de trabajo, según la L.C.T., y las modalidades y circunstancias personales de

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cada caso (art. 242 cit. in fine). No constituiría aplicación válida de las normas
legales a los hechos de la causa, tener por acreditados los hechos relevantes a
través de las opiniones expuestas por los testigos acerca de la calificación que esos
hechos merecen. Ello implicaría delegar en los testigos la facultad de juzgar.

No sólo es respetable, sino altamente encomiable la delicadeza que, según el escrito


en examen, motivó la reticencia de la demandada. Estrictamente, más le hubiera
convenido, en ese marco, despedir al actor sin expresión de causa y pagarle las
indemnizaciones. Para eso nuestra ley ha instituido un sistema de libertad de
despido y en nada desmerece a un empleador despedir ad nutum cuando, aún
convencido de la existencia de una justa causa, considera imposible, o poco
probable, la prueba en juicio de los hechos en que se funda esa convicción.

III. Los agravios relacionados con el tope de la indemnización por despido consienten
ser tratados conjuntamente.

La cuestión de la aplicación correspondiente a la C.C.T. 187/96 constituye una


cuestión inédita para el proceso, cuyo tratamiento se encuentra vedado a esta
Cámara por el art. 277 C.P.C.C.N. Por lo demás, ninguna prueba se ha producido
acerca de la alegada absorción de la sociedad celebrante de ese convenio de
empresa, ni, por supuesto, de las modalidades convenidas por las partes del
negocio. Resulta esencial, en especial, conocer si la absorbente era una sociedad
existente pero aún inactiva, que adquirió a través del acto una estructura
empresarial en función de la cual comenzó su propia actividad, o si ya actuaba en el
mercado y expandió su propia actividad con la adición de nuevas áreas geográficas,
o nuevas actividades o una cartera de clientes. En el primer caso, los trabajadores -
no necesariamente la sociedad empleadora- podrían haber sostenido, con fuente en
los arts. 225 y ss L.C.T., la aplicabilidad del convenio que regulaba sus relaciones con
la absorbida. El segundo supuesto abre un abanico de posibilidades indefinido. De
todos modos, lo que determina la inadmisibilidad de esta queja es que, como bien
dice el actor en el escrito de réplica, no existió controversia al respecto, porque fue
la propia demandada quien sostuvo la inexistencia de convención colectiva de la
actividad, e, implícitamente, no encontrarse ligada por una de empresa por ella
celebrada.

Ello determina la procedencia del recurso del actor. En un caso similar, se desechó la
alegación de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires de que se aplicara el tope de la
C.C.T. 130/75 -que no aplica-, entre otras razones, porque el art. 16 L.C.T. proscribe
la aplicación extensiva o analógica de las convenciones colectivas de trabajo. La
sentencia en examen, comprobada la inexistencia de convención colectiva aplicable
en el ámbito de la sociedad demandada, ha fundado en un precedente de esta Sala
la aplicación analógica -esto es, integrativa- de la vigente en la actividad
aseguradora. La sentencia de este tribunal resolvió un conflicto de encuadramiento
sindical entre diversas asociaciones que se disputan la representación del personal
de administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones. Confirmó, con alcances
que especificó, la resolución administrativa que la atribuyó al Sindicato del Seguro,
decisión que no conduce a afirmar la vigencia de la C.C.T. 264/95 ni otras que ese
sindicato pueda celebrar sin participación de dichas administradoras, sino la de la
aptitud negocial de dicho sindicato para intervenir en el futuro en la negociación
colectiva para la actividad, en los términos de la Ley 14.250.

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IV. Por lo expuesto, considero que corresponde confirmar la sentencia apelada en lo
principal que decide y fue materia de agravios, y elevar el capital nominal de
condena a $ 28.439,95, suma que resulta de sustituir la de $ 12.949,95, fijada en
origen para la indemnización del art. 245 L.C.T., por la de $ 19.335,90 -que
corresponde, según este voto, por cinco años de antigüedad a razón de $ 3.867,18
por año, que es la mejor del último año de trabajo- en la liquidación de fs. 359. Las
costas de alzada estarán a cargo de la parte demandada (art. 68 C.P.C.C.N.). Las
regulaciones de honorarios, ajustadas a la legislación arancelaria, serán mantenidas.
Los porcentajes en que han sido expresadas se aplicarán sobre el monto resultante
de la liquidación del art. 132 de la Ley 18.345. Estimo los de los letrados firmantes
de los escritos dirigidos a esta Cámara en el 25 % de los que deban percibir por los
trabajos cumplidos en la instancia anterior (art. 14 de la Ley 21.839).

El doctor Billoch dijo:

Que, por compartir sus fundamentos, adhiere al voto que antecede.

Por ello, el Tribunal resuelve: 1) Confirmar la sentencia apelada en lo principal que


decide y fue materia de agravios; 2) Elevar el capital nominal de condena a $
28.439,95; 3) Imponer las costas de alzada a la parte demandada; 4) Mantener las
regulaciones de honorarios conforme a la legislación arancelaria, y aplicar los
porcentajes en que han sido expresadas sobre el monto resultante de la liquidación
del art. 132 de la Ley 18.345; 5) Regular los honorarios de los letrados firmantes de
los escritos dirigidos a esta Cámara en el 25 % de los que deban percibir por los
trabajos cumplidos en la instancia anterior. - Juan C. E. Morando. - Horacio V. Billoch.

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