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LOS DIEZ MANDAMIENTOS

7° de Los Diez Mandamientos

“No robar”

¿Cuál es el significado de esto?

Aun cuando los matices sean diversos, todos


coincidimos en que robar es tomar algo que no
nos pertenece y sí, es propiedad de otro. Y esto
que parece tan simple se ha transformado en
una gran lacra de la sociedad en que vivimos.
Razón tenía Dios al entregar este mandato a
Moisés, pues siendo el pueblo que guiaba
conformado por diversas tribus que vivían en
carpas, los límites entre una propiedad y otra
eran un dilema no fácil de resolver. De allí que este mandato encierra el uso del
criterio y la voluntad para mantenerse en lo que nos pertenece respetando la
posesión del otro, pues es su derecho.

Lamentablemente la justicia de los hombres carece de ciertos principios que


respeten el derecho fundamental del ser humano de manera tal que, el
delincuente que se apropia indebidamente de lo que no le pertenece atropellando
al legítimo dueño, no es sancionado, en perjuicio de la víctima a quien se
sustrajo su legítima propiedad. Y esto es apreciable en nuestros días.

Hay quienes por hacerse justicia en determinadas materias, como lo es en el


comercio que, muchas veces, a través de los precios de carácter usurero,
atropella los derechos del consumidor, frente a lo cual éstos responden de la
misma manera y ello se transforma en un círculo vicioso bajo la premisa de un
dicho popular: “Quien le roba a un ladrón, tiene cien años de perdón.”
Ciertamente que ello no tiene relación con el querer de Dios cuyo mandato
apunta lisa y llanamente en otra dirección.

Dios ha querido sean los hombres quienes regulen su convivencia. Él nos ha dado
los Mandamientos como los parámetros que nos permitan hacer de esa
convivencia un lugar apropiado para la vida que nos ha regalado, pero vemos
con tristeza, como las malas prácticas en la convivencia pacífica nos han llevado
a vivir en guardia, mirando al otro como enemigo y sin darnos la posibilidad de
asumir que somos hijos de un mismo Padre que nos ha dado el ser y nos
mantiene en él, sin considerar nuestras actitudes. Así hace salir el sol sobre
buenos y malos y caer la lluvia sobre justos e injustos. Todos podemos
usufructuar de sus dones

Y, ¿qué hemos hecho de este mundo? Un lugar inseguro, donde caminamos con
cautela, pues a cada paso nos espera una sorpresa. Debemos estar alertas para
proteger las propias pertenencias, si debemos concurrir a un lugar donde circula

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mucha gente. No hay un lugar seguro, pues hasta el hogar debemos fortalecerlo
con candados y cadenas, pues los maleantes no respetan, ni siquiera, dicha
propiedad. Aun viajando en vehículo corremos el riesgo de ser asaltados para
robarnos, incluso, el medio de transporte que estamos utilizando.

La impunidad ha llegado al extremo en que, por buscar la corrección no punitiva


de los maleantes se considera prioritaria su reinserción, en lugar de hacer
justicia y aplicar las sanciones que correspondan. Por eso, se opta por la puerta
giratoria, tantas veces mencionada y los delincuentes, luego de ser aprendidos
se van a sus casas sin recibir siquiera un tirón de orejas, con lo que se avala su
mal proceder.

Hay un refrán popular que dice: “El pez más grande se come al pequeño.” Hoy
que la delincuencia tiene más poder
sobre el ciudadano común, pues la
aplicación de la ley es más rígida con
los afectados por la rapiña de grupos
antisociales o grupos de poder, el
ciudadano común sufre las
consecuencias de esta suerte de
indolencia de quienes administran la
justicia.

Un caso patético que más de alguno ha


sufrido es como se manejan los precios
de viajes interprovinciales. Los grandes capitales siempre tienen una excusa
para cubrir su rapiña. Por mencionar una situación digamos que en la Semana
Santa del 2015 los precios de los pasajes tuvieron un alza que en algunos casos
llegó hasta el 250% y nadie tomó el toro por las astas para decir oficialmente
que aquello era un desfalco a los recursos con que contaban quienes querían
visitar a un ser querido que estaba en otra ciudad. Este es un robo enmascarado.
Por otra parte, están las Isapres, que crecen como la espuma y se quejan de lo
poco que ganan, en cambio es cosa de mirar sus construcciones para darse
cuenta de que allí no hay ninguna consideración con el costo de la salud. ¿Quién
paga esos edificios?

Y si de ello se trata es cosa de ver cuánto ganan las clínicas aprovechándose de


la desgracia ajena, pues nadie se enferma por placer y así le cueste la vida, de
igual forma se ha de cancelar cifras estratosféricas por prestaciones que a
simple vista se aprecia no tienen el costo real que dicen se ha de cancelar y si
no está el dinero el paciente puede morir sin que a nadie le importe, salvo a sus
familiares directos.

Y así se puede continuar hablando de otros robos que no tienen el título de tales,
pero sí lo son en la práctica. Ejemplo: las carreteras para desintoxicar las vías
urbanas fueron una gran solución, pero luego alguien pensó que se podría
recaudar mucho más inventando la hora pick. Y eso es un robo legalizado.

Es cierto que no se puede juzgar a quienes legítimamente hacen una inversión


y conforme a ello recaudan una utilidad, pero de allí a especular con aquellos

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que no pueden defenderse y están al
arbitrio de un régimen o una banda de
precios que van más allá de lo
razonable, es una ofensa para quienes
no tienen otra opción. Dios no está en
contra del ejercicio honesto de una
profesión, pero cuando se emplea ésta
para extorsionar a otros, ya estamos
entrando en una materia de injusticia
y ésta no es concebible en quienes
manejan la situación sin considerar
otra alternativa que la utilidad personal que
puede llegar a atentar contra la vida de quien
carece de los medios necesarios.

Los padres tienen el grave deber de educar a


sus hijos para que no adquieran malas
costumbres. Cuando un niño vuelve del colegio
y trae algo que no es de su propiedad, los padres han de procurar sea restituido
a quien pertenezca, así el hijo que, en principio pudo tomarlo por curiosidad, se
dará cuenta de que eso no es lo correcto. Lo mismo ocurre cuando van al
supermercado, si para librarse de la insistencia del niño para que le compren
esto o aquello, los padres toman un chocolate, un yogurt, o una bebida y se la
dan sin pagarlo al pasar por caja, le estarán enseñando que eso no es robo, sino
viveza de su parte y él lo aceptará.

Reflexión para compartir:

¿Dejamos que nuestros hijos tomen golosinas sin pagar?


¿Llevamos a casa cosas del trabajo, sin autorización?
¿Cómo reaccionamos al ser víctimas de un robo?
¿Comentamos los dictámenes de los jueces, en familia?
¿Buscamos alternativas si sentimos somos extorsionados?

Diácono Ronal Salvo Olave.

Marzo 2024

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