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FEBRERO

EVANGELIOS DOMINICALES Y CELEBRACIONES DE IGLESIA

Familia, vive la Palabra de Dios


Domingo 04.02.2024

La Palabra (Extracto de Mc 1, 29-39)

Al salir de la sinagoga, Jesús se fue inmediatamente a casa de Simón y


de Andrés, con Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba en cama con
fiebre. Se lo dijeron a Jesús y Él se acercó, la tomó de la mano y la levantó.
Se le quitó la fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaron todos los
enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta.
Él sanó entonces a muchos enfermos de diversos males y expulsó a
muchos demonios, pero a éstos no los dejaba hablar, pues sabían quién
era.
Muy de madrugada, antes de amanecer, se levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí
comenzó a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca. Cuando lo encontraron, le
dijeron: “Todos te buscan.” Jesús les contestó: “Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos,
para predicar también allí, pues para esto he venido.”
Y se fue a predicar en las sinagogas judías por toda Galilea, expulsando los demonios.

Una reflexión para la vida de familia

En el comienzo de su actividad pública, Jesús, predicó en la sinagoga de su pueblo y allí


expulsó a un demonio, lo que produjo gran admiración y fue motivo para que la noticia
cundiera como reguero de pólvora por toda la región.

Simón y Andrés, los primeros llamados a seguirle vivían allí, razón por la cual, al salir de
la sinagoga se dirigió hacia allá, acompañado por los hermanos Santiago y Juan que
también habían experimentado el llamado de Jesús.

Llegados a la casa les informaron que la suegra de Simón estaba en cama con fiebre.
Jesús, sin que se le hubiese pedido expresamente, se acercó al lecho de la enferma y
cogiéndola de la mano la levantó y al instante el mal que la aquejaba desapareció. Ella,
agradecida, comenzó a servirles.

Jesús permaneció con ellos en la casa y al atardecer una muchedumbre, producto de la


noticia de la expulsión del demonio en la sinagoga, se agolpaba en la puerta de la casa,
Había entre ellos enfermos, curiosos algunos que experimentaban alguna posesión
demoníaca. Jesús, saliendo, restituyó la salud de los enfermos, expulsó a los demonios y
satisfizo la curiosidad de aquellos que le vieron y escucharon su palabra. Luego
permaneció en casa para pasar la noche.

Al otro día, antes que amaneciera, salió una vez más de la casa, para buscar un lugar
solitario en el que poder hacer oración a solas. Cuando
comenzaba a aclarar y una vez más comenzaba a reunirse
gente frente a la casa, Simón y sus compañeros salieron en
su busca y al encontrarlo le dijeron: ““Todos te buscan.” Pero
Jesús les respondió: “Vamos a otra parte, a los pueblos
vecinos, para predicar también allí, pues para esto he
venido.”

Desde un comienzo Jesús les hace ver que la misión de Él no

La Palabra en mi Vida
Febrero 2024
consiste en hacer milagros, sino que ésta radicaba en hacer
llegar el mensaje de Dios, del que era portador, a todos los
hombres sin distinción. La buena noticia del reino debía
llegar a todos, para que su llamado a la conversión
estuviera disponible para todos cuantos abrieran su
corazón para acogerlo, pues era el requisito indispensable
para que el reino de Dios se instaurase entre los hombres.

Pero el corazón de los hombres no siempre está disponible para acoger esta noticia y aún
el día de hoy hay muchos que no la han recibido o habiéndola escuchado no han aceptado
la invitación a la conversión y siguen empotrados en sus malas costumbres prestando
oídos a la oferta de un mundo que cierra sus ojos y oídos ante la presencia de Dios, para
vivir según sus ganas, sus antojos, negando la verdad que sin Dios no hay destino posible,
salvo la perdición.

No es que Jesús haya fracasado en su misión, es todo lo contrario, pues en el acotado


tiempo que pasó entre nosotros nos demostró con creces cual había de ser el
comportamiento correcto, y con su entrega generosa, puso su vida como precio para
permitir que ese reino, que nos mostró en su palabra, se haga una feliz realidad.
Abriéndonos de paso las puertas de su reino eterno, para que después de esta vida,
concluido nuestro ciclo vital, podamos gozar eternamente en su presencia, sin las
ataduras de una naturaleza perecible.

Por lo tanto, la misión no está concluida y todo aquel que esté dispuesto a seguirle, debe
asumir la parte que le compete en ella, por el hecho de haberse hecho un seguidor de su
doctrina. Es cierto que con el correr de los tiempos hay muchos que queriéndole seguir,
cuando se sienten tocados en sus intereses particulares se apartan del camino que Él nos
ha señalado y renuncian a hacerse responsables. Otros tienen la osadía de querer dar una
libre interpretación, modificando su doctrina con el argumento que ésta debe adaptarse
a las corrientes modernas, aunque se transgredan los principios fundamentales de la ley
natural, inscrita por Dios mismo en la naturaleza humana.

Debemos preguntarnos entonces: ¿Hasta qué punto estoy disponible para asumir el
seguimiento del Señor y hacerme un propagador de su buena noticia, para comunicarla
a quienes no la han recibido o que la han escuchado, pero no están dispuestos a acoger
su llamado?

Jesús, el Cristo que se hizo ofrenda viva al Padre para ganar para nosotros, pecadores, la
salvación, sigue haciendo oír su voz en su Palabra, tan vigente hoy como el primer día de
su actividad pública. También nos llama por nuestro nombre, para trabajar con Él en esta
misión de llegar a todos los rincones del orbe y así nadie quede excluido por desconocer
la verdad, emprendiendo un camino de destino incierto. Si hemos sido bautizados,
estamos inscritos en el corazón de Dios y por los méritos de su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo, hemos sido adquiridos por Él como hijos de adopción y, como tales, hemos
recibido el llamado a hacernos parte de la misión que encomendó a su Hijo amado. ¿Nos
restaremos de hacernos parte de ella por comodidad? ¿Estamos dispuestos a recibir los
beneficios de su paternidad, sin un mínimo gesto de agradecimiento? Seamos coherentes
con la gracia de nuestro bautismo y respondamos con fidelidad de hijos, siguiendo los
pasos de Jesús.

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Cuáles son nuestros intereses al buscar a Jesús? ¿Los mismos que de los judíos?
¿Qué peso tiene su mensaje y su invitación a la conversión, en mi vida?
¿Estoy cierto que el bautismo recibido me compromete a ser parte de su misión?
¿He sido coherente con la gracia recibida en el bautismo o peco de indiferencia?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Febrero 2024
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 11.02.2024

La Palabra (Extracto de Mc 1, 40-45)

En aquel tiempo: Se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas: “Si


quieres, puedes limpiarme.” Jesús, compadecido, extendió la mano, lo
tocó y le dijo: “Quiero, queda limpio.” Al instante le desapareció la lepra
y quedó limpio.
Entonces lo despidió, advirtiéndole seriamente: “No se lo digas a nadie;
vete, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó
Moisés, para que les conste que has quedado sano.”
Él, sin embargo, tan pronto como se fue, comenzó a divulgar
entusiasmado lo ocurrido, de modo que Jesús no podía ya entrar
abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse fuera, en lugares despoblados, y aún
así seguían acudiendo a Él de todas partes.

Una reflexión para la vida de familia

Hay dos hechos que resaltan en esta escena del evangelio de San Marcos. Por una parte,
está el leproso que, en aquellos tiempos, eran apartados de la sociedad, porque podían
contagiar a otros, pero también porque se les consideraba pecadores y que el mal que
padecían, era como el justo castigo por sus faltas. La imagen del Dios castigador estaba
muy presente en sus creencias.

No obstante, este leproso se atrevió, contra todo riesgo, a acercarse a Jesús, para
presentarle una súplica que denotaba una gran confianza. Lo hace con extrema humildad,
arrojándose a los pies de Jesús y desde allí expresarle los sentimientos de su alma: “Si
quieres, puedes limpiarme.” Ni siquiera le hace una petición explícita, sólo está como el
necesitado que apela a los sentimientos de aquel en quien confía ciegamente.

Por otra parte, está la actitud del mismo Jesús que ve en primer lugar la disposición del
alma del necesitado, y su propio corazón se conmueve por la fe expresada por el enfermo,
dejando aflorar su compasión por la situación de aquel que estaba postrado a sus pies.
Extendiendo su mano toca las heridas del enfermo, al tiempo que le expresa en palabras
la respuesta de su propio corazón: “Quiero, queda limpio.” Y al instante el mal
desapareció, liberando a la víctima de ese flagelo.

Pero, el Señor, a fin de dejar muy claro que su venida no es para hacer milagros, da al
sanado una orden perentoria: “No se lo digas a nadie.” Luego lo envía al templo, para
ofrecer la oblación de acción de gracias a Dios, cumpliendo el rito que le reintegra a la
sociedad: “Vete, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés,
para que les conste que has quedado sano.”

La alegría y la euforia del que había sido beneficiado por la acción de Jesús fue tal que se
imposibilitó de cumplir el mandato de silencio que Jesús le había dado y mientras iba al
templo, contaba a cuantos encontraba, el milagro de su recuperación. La reacción de
quienes le escuchaban diseminó la noticia por todos lados, al extremo de que Jesús ya no
podía entrar en los pueblos o ciudades, pues todos le
rodeaban pidiendo un milagro particular. Por lo que
Jesús buscó lugares apartados para seguir su misión
de anunciar la buena noticia de la que era portador.
No obstante, hasta allá llegaban muchedumbres, a
las que Él predicaba, poniendo el acento en lo
realmente importante: la conversión.

Cierto es que los milagros producen mayor impacto

La Palabra en mi Vida
Febrero 2024
inmediato que las palabras, pero la venida de
Jesús no tenía la finalidad de hacer milagros para
satisfacer las inquietudes materiales de las
personas, sino restablecer la armonía con el
Creador, rota por la soberbia del hombre que se
había apartado de Él y con su actitud,
clausurando las puertas del reino eterno. Por ello,
junto con mostrar las bondades del reino, insistía
en el cambio del corazón. Sus acciones
milagrosas eran producto de la sensibilidad de su propio Corazón que asumía el dolor
ajeno como suyo. Por eso alaba la fe de los que acuden a Él y mira por sobre todo la
disponibilidad de aquellos que, dentro de su dolor, le miran como su Salvador.

Y esto que nos narra San Marcos, sigue siendo la actitud de ese Corazón dispuesto a
decirnos “quiero”, cuando acudimos a Él con la humildad suficiente, para mostrarle
nuestras heridas y descansar en Él, pues sabemos que nos sostendrá en nuestro calvario,
aún cuando nada hicimos o nada hacemos para alivianar su propia cruz, cuando no somos
fieles a lo que nos pide, nos ha enseñado y nos indica como ruta segura para alcanzar el
reino.

¡Cuánto se ha alejado el hombre de ese Dios bondadoso que se conduele de nuestras


miserias y que está dispuesto a perdonar nuestra soberbia! Si tan solo abriéramos las
puertas de nuestro endurecido corazón, para reconocer nuestros errores y el daño que
hemos causado con nuestra actitud que ha sido motivo de contagio para otros.

Si somos capaces de hacerlo y nos acercamos, sin altanerías, para expresarle nuestro
arrepentimiento solicitando su perdón. Podemos estar ciertos que Él restaurará la salud
de nuestra alma y podremos experimentar la alegría y euforia del leproso sanado.

Pero, nos privamos de ello cuando no le reconocemos como nuestro Dios y Señor, cuando
somos indiferentes a sus enseñanzas y orientaciones, cuando nos acercamos Él para
canjear su ayuda por algo que hagamos para retribuir el favor concedido, cuando sólo
tenemos súplicas de requerimientos y hay cero reconocimiento a todo cuanto ha hecho
por cada uno y que aceptamos como logro personal, negando nuestra dependencia de Él.

En nuestro actuar debiera primar la actitud de aquel leproso que, habiendo sido
despreciado por la sociedad, no reclama un derecho a ser considerado, tan sólo se humilla
al extremos ante aquel en quien confía, apelando tan sólo a su voluntad, pues está cierto
que, si Él lo dispone, todo será según su querer, lo que expresa diciendo: “Si quieres, puedes
limpiarme.”

No ocurre lo mismo con nuestras solicitudes, las que exponemos con un “para que”, como
si Dios estuviera a nuestro servicio, sin reconocer su bondad y misericordia que se hacen
presentes cuando nos concede lo que anhelamos. Aún así, lejos está la actitud de acción
de gracias que debiera estar presente por el sólo hecho de ser oídos por su majestad
infinita. El amor con amor se paga, dice un refrán popular. ¿Por qué no hacerlo con Dios
que nos muestra su amor a cada instante? Piensa por un momento en tu vida y en todo
cuanto has recibido en el transcurso de ella. ¿Lo merecías?

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Cuándo buscamos al Señor? ¿En la necesidad, el dolor, un problema, la enfermedad?
¿Le digo: me fio de ti, te quiero, te adoro, te doy gracias, te pido perdón, estoy para ti?
¿Tengo como práctica de piedad las mandas, las ofrendas, las limosnas?
¿Creo merecer el reconocimiento de Dios por actuar bien o es mi deber hacerlo?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Febrero 2024
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 18.02.2024

La Palabra (Extracto de Mc 1, 12-15)

Después del bautismo de Jesús, el Espíritu lo impulsó hacia el desierto,


donde Satanás lo puso a prueba durante cuarenta días. Estaba con las
fieras y los ángeles le servían.
Después del arresto de Juan, Jesús se fue a Galilea, proclamando la
buena noticia de Dios. Decía: “El plazo se ha cumplido. El reino de Dios
está llegando. Conviértanse y crean en el evangelio.”

Una reflexión para la vida de familia

El evangelista San Marcos, siguiendo los pasos de la vida de Jesús, da testimonio de que
Éste, después de haber sido bautizado por Juan el Bautista en las aguas del Jordán, a
impulsos del Espíritu Santo, dirigió sus pasos hacia el desierto para madurar en la
reflexión y contemplación, la misión que sentía le había encomendado su Padre eterno.

No debemos olvidar que Jesús era el Hijo de Dios encarnado en el seno virginal de María
virgen. Por lo tanto, su nacimiento fue el de un hombre verdadero y como tal debió
emprender el desarrollo de su ser humano, como uno más, hasta lograr comprender y
asumir que su Padre real era el mismo Dios que, a través de su persona, se acercaba a
los hombres; razón por la cual debía cumplir su ciclo humano, para mostrar, a un mundo
que se había apartado de Él, el rostro paternal de ese Dios del que se habían separado por
soberbia.

El demonio que no descansa en su afán de enfrentar a Dios, al ver la condición humana


de Jesús, aprovechó la instancia para acercarse a Él y desplegar sus artimañas con el fin
de hacerle tropezar. Marcos no nos narra en detalles estas artimañas, como sí lo hacen
Mateo y Lucas, por lo que sabemos que lo tentó como lo hace con el resto de los humanos,
instándolo a hacer uso de su poder para solventar sus necesidades temporales, las
riquezas sin límites y el dominio sobre los demás, con la única condición que se postrara
ante él para adorarle. La respuesta de Jesús fue categórica: “No sólo de pan vive el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. No tentarás al Señor tu Dios.
Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él darás culto.” Con esto derrotó al tentador que
rumiando su derrota se alejó.

La reacción de Jesús ha de ser la de todo aquel que busca al Señor y que con seguridad
encontrará las piedras de la tentación en su camino, pues el demonio no descansa y sus
falsas promesas de bienes temporales, si son escuchadas, obnubilan la mente y atrapan
el alma de los incautos que le escuchan.

Jesús, así como lo hará más adelante, al exponer su doctrina, ratificará con su propia
vida que aquello que nos muestra como el camino hacia la vida eterna, es todo cuanto
ha vivido en esta etapa de hombre verdadero y no es un
engaño o algo imposible de vivir. Porque Él es el único que
no defrauda y como lo dijo al demonio: “su Palabra es vida,
pues todo cuanto sale de boca de Dios es para nuestro
bien.”

Pero somos libres para aceptar o rechazar sus postulados


y con ello estamos fijando nuestra posición hacia la
eternidad. Una eternidad en la presencia de Dios, si somos
fieles a su Palabra y la hacemos vida durante nuestro ciclo
vital y una eternidad sin Dios si hoy la rechazamos y
vivimos conforme a los criterios puramente humanos que
nos alejan de Él y nos auguran sólo las tinieblas al no estar
en la Luz de Dios.

La Palabra en mi Vida
Febrero 2024
Al volver del desierto, del retiro espiritual que había
llevado a cabo y enterándose del arresto de Juan por
parte de las tropas de Herodes, determina dejar su
casa para trasladarse a Galilea y comenzar su
misión de predicador. Allí comienza su labor de
predicador, comenzando por las sinagogas de los
judíos, donde éstos se reunían para escuchar las
Escrituras, las que eran interpretadas por los
maestros de la ley y los más eruditos y letrados,
como los fariseos que ostentaban una buena
educación.

Pero la naturaleza humana de Jesús que se condolía de la miseria humana le llevó


primero, a hablar con claridad y sencillez, lo que produjo gran admiración entre sus
oyentes; segundo, realizó algunos milagros, con lo que su fama se extendió rápidamente,
al extremo de no poder entrar en pueblos y ciudades, a causa de las muchedumbres que
se agolpaban a su alrededor para escucharle o recibir un beneficio particular, ya sea en
el cuerpo o en el alma.

Su mensaje seguía siendo claro y sencillo: “El plazo se ha cumplido. El reino de Dios está
llegando. Conviértanse y crean en el evangelio.”

Cuando Jesús habla del plazo cumplido, ciertamente se está refiriendo a la promesa hecha
por Dios de enviar un Mesías Salvador, pues su pueblo le había sido infiel a la alianza
pactada con Él, de seguir sus mandamientos, con lo que se aseguraban, no sólo el ver
cubiertas sus necesidades temporales, sino su destino que, era la tierra prometida que
manaba leche y miel. Así ocurrió en aquel tiempo memorable, cuando el Señor, por medio
de su caudillo Moisés, liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto.

Ya antes Dios había pactado una primera alianza con su siervo Abrahán a quien prometió
hacer cabeza de un gran pueblo que sería de su propiedad. Pero los descendientes de
Abrahán no se mantuvieron fieles. Por eso, liberados de la esclavitud del Faraón, Moisés
presentó al pueblo una nueva alianza sellada con la sangre del sacrificio de acción de
gracias, en el que éste se comprometía a mantenerse fiel, respetando los mandamientos
que el mismo Dios entregó a Moisés y adorándolo como al Dios único y verdadero. Pero
una vez más incumplieron el juramento y estaban a la espera del Mesías, pues Dios es
fiel a su Palabra.

Es por eso que su llamado explícito es a la conversión, al cambio del corazón, dado que
es la única forma de recibir el reino de Dios que, en la persona de su Hijo amado, se hace
real y patente entre los hombres que, con su soberbia y anhelos de autonomía, desprecian
la acción de Dios, el Padre que se ocupa hasta de los cabellos que caen de nuestra cabeza.

¿Cuál fue la respuesta de los hombres y cuál es la nuestra en el presente? En el tiempo


de Jesús, rechazo absoluto de su persona y del mensaje del que era portador, al extremo
de llegar a la aberrante e ignominiosa muerte de Jesús, enclavado en una cruz. En el
presente indiferencia y rechazo de su propuesta, privilegiando la propuesta de un mundo
que pretende negar a Dios. ¿Cuál es tu postura ante el llamado de Jesús?

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Cómo respondemos hoy ante los ídolos: del poder, la riqueza y el placer?
¿Soy consciente de que es el demonio quien nos impulsa a seguir a uno u otro ídolo?
¿Me siento llamado a construir el reino de Dios en familia o ambiente que frecuento?
¿Qué peso adquiere en mí el llamado a la conversión? ¿Lo hago personal o no?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Febrero 2024
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 25.02.2024

La Palabra (Extracto de Mc 9, 2-10)

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo únicamente a Pedro, a Santiago y


a Juan, los llevó a solas a una montaña muy alta y se transfiguró en su
presencia. Sus vestidos se volvieron de una blancura deslumbrante, como
nadie en el mundo podría blanquearlos. Se les aparecieron también Elías
y Moisés, que conversaban con Jesús.
Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: “Maestro, ¡que bien estamos aquí!
Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.”
Estaban tan asustados que no sabía lo que decía.
Vino entonces una nube que los cubrió y se oyó una voz desde la nube:
“Este es mi Hijo amado, escúchenlo.”
De pronto, cuando miraron a su alrededor, vieron sólo a Jesús con ellos. Al bajar de la
montaña, les encargó severamente que no contara a nadie lo que habían visto hasta que
el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos.
Ellos guardaron el secreto, pero discutían entre sí sobre que podía significar aquello de
resucitar de entre los muertos.

Una reflexión para la vida de familia

Jesús, tenía por costumbre buscar lugares solitarios y tranquilos para hacer oración y
hablaba largo tiempo con su Padre Dios. En esta ocasión se hizo acompañar de Pedro,
Santiago y Juan, subiendo a lo alto de una montaña que fue el lugar elegido.

Llegados a dicho lugar se adelantó a sus discípulos para hacer oración y de pronto su
figura se transformó. Todo su ser adquirió un aspecto sobrenatural y sus discípulos
pudieron ver que aparecían Moisés y Elías conversando con Él.

Arrobados por la visión sobrenatural de la que eran espectadores privilegiados tuvieron,


en un primer momento, gran temor. Pedro expresó en palabras los sentimientos que le
embargaban ante lo que sus ojos podían apreciar y exclamó: “Maestro, ¡que bien estamos
aquí! Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” En su
arrobamiento no sabía lo que decía, pues era producto de lo que su alma experimentaba
y trataba de expresarlo en palabras.

De pronto fueron cubiertos por una nube y desde ella surgió una voz: “Este es mi Hijo
amado, escúchenlo.” Al oír la voz ocultaron su rostro en tierra y al alzar la cabeza no
vieron a nadie sino a Jesús.

Al bajar de la montaña y aún conmovidos por la experiencia vivida, Jesús los conminó a
no contar a nadie lo vivido hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los
muertos. Ellos cumplieron el pedido de su Maestro, pero no
comprendieron el sentido de ello, pues no tenían experiencia de
alguna resurrección.

Nos surge entonces una pregunta: ¿Por qué Jesús permitió que
estos discípulos vivieran esta experiencia, si luego les prohibió
darla a conocer? Una vez más demuestra con ello la importancia
de su misión que no era mostrarse como un ser extraordinario,
sino resaltar el motivo de su venida, que los hombres, ante la
perspectiva de acceder al reino eterno de Dios, emprendieran el
proceso de conversión, como era claramente estipulado en su
prédica. Él no quiere centrar la atención en su persona, sino en el
corazón del hombre herido por la soberbia que le aleja del reino
de Dios.

La Palabra en mi Vida
Febrero 2024
Por otra parte, era necesario confirmar en la fe a quienes debían
continuar con la misión que les dejaría como herencia: “Vayan
por todo el mundo y proclamen la buena noticia a toda criatura.
El que crea y se bautice, se salvará, pero el que no crea, se
condenará.” Mc 16, 15.

Hoy nosotros somos confirmados en la fe por los testigos


directos de estos acontecimientos que llegan a nosotros
dándonos una prueba fehaciente de la divinidad de Jesús que
compartió nuestra historia, como uno más, sin hacer
ostentación de su divinidad, para certificar con ello que, el
camino que nos indica para acceder al reino es verdadero, pues
Él lo encarnó en su vida de manera tal que nadie pueda decir
que es imposible vivirlo en nuestro tiempo.

Pero hoy, nos hemos alejado de la ruta trazada por Él y hemos elegido como norte y guía
nuestros propios criterios y los que el mundo en que vivimos nos presenta, con ciertos
postulados que nada tienen que ver con la voluntad de Dios, pero que, al ser libres de
escoger entre el bien y el mal, optamos por lo más gratificante en el momento, sin
considerar su costo a largo plazo. Es así como despreciamos la ley natural inscrita en la
naturaleza humana, dejándonos atrapar por las redes del mal que impresionan a nuestros
sentidos, bajo el cariz prometedor del placer fácil e inmediato.

El Señor no nos quiere como marionetas, sino como personas, por lo cual nos da la
capacidad de discernimiento y el poder elegir entre el bien y el mal, libre y
voluntariamente. Para ello debemos emplear la capacidad de discernimiento con que el
Creador adornó nuestra naturaleza.

El seguimiento del Señor no es fácil, ni como dice el léxico popular “pan comido”. Tampoco
es un camino cuesta arriba, para el que nos faltan fuerzas y “hacer cumbre”. Por eso el
Señor ha procurado dejarnos todo aquello que nos ayude a recuperar las energías, cuando
sintamos que es un peso superior a nuestras débiles fuerzas. Uno de estos refuerzos es
el testimonio creíble de algunos testigos que Él pone en nuestro camino que nos
muestran con claridad a quien seguimos y que cuanto nos ha enseñado es la voluntad
explícita de Dios, su Padre y por sus méritos, nuestro Padre.

En cierta ocasión conversando con un creyente que había abandonado nuestra religión,
me daba como razón el que un sacerdote no fue capaz de mostrarle con claridad por qué
Jesús era considerado Hijo de Dios; habiendo recibido como respuesta que era un misterio.
En esto podemos apreciar la importancia que adquiere un testigo cuando no se es capaz
de dar razones de nuestra fe, que puedan guiar al otro a reforzar su apego, al Hijo amado
de Dios. Despreciando las Escrituras, su doctrina que no es un legajo de mandatos, sino
un modelo de vida que nos asegura vivir en la presencia viva del Padre. Y si eso no fuera
suficiente, está su generosidad extrema que, sin tener culpa alguna, “se hace pecado,
para pagar con su propia vida nuestro desamor a Dios”.

Él es nuestro Redentor, nuestro Salvador, “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de
Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre”.

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Soy capaz de dar razones de mi fe o la tengo por herencia o apego a una costumbre?
¿Tengo alguna experiencia en mi vida que sea testimonio de lo que creo?
¿Procuro aclarar mis dudas cuando éstas se presentan o simplemente las acallo?
¿Qué cosas me confirman en la fe y me llevan a comprometerme con ella?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Febrero 2024

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