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SEPTIEMBRE

EVANGELIOS DOMINICALES Y CELEBRACIONES DE IGLESIA

Familia, vive la Palabra de Dios


Domingo 03.09.2023

La Palabra (Extracto de Mt 16, 21-27)

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que


tenía que ir a Jerusalén y que tenía que sufrir mucho por causa de
los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley;
que lo matarían y al tercer día resucitaría.
Entonces Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderlo: “Dios no
lo quiera, Señor, no te ocurrirá eso.”
Pero Jesús, dirigiéndose a Pedro le dijo: “¡Colócate detrás de mí,
Satanás! Eres para mí un obstáculo, porque no piensas como Dios,
sino como los hombres.”
Y dirigiéndose a sus discípulos añadió: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie
a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la
perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará. Pues ¿de qué le sirve a uno
ganar todo el mundo, si pierde su vida? ¿O qué puede uno dar a cambio de su vida? El
Hijo de Dios va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles. Entonces tratará a
cada uno según su conducta.”

Una reflexión para la vida de familia

Jesús no quiso sorprender a sus discípulos con el anuncio de su muerte, por ello mientras
se desplazaban de un lugar a otro, aprovechó la ocasión para hablarles de aquello que le
esperaba una vez que estuvieran en Jerusalén, donde estaba el templo en que los judíos
rendían culto de adoración a su Dios. Pedro que lo escuchaba con atención lo tomó
consigo y apartándose del resto comenzó a reprenderlo, diciéndole: “Dios no lo quiera,
Señor, no te ocurrirá eso.”

Le parecía impropio que Jesús hablara de muerte, siendo tan joven y haciendo el bien del
que ellos eran testigos, pues eso podía desmotivar a sus seguidores. Pero Jesús
poniéndose serio, lo reprendió a su vez con palabras muy fuertes, diciéndole: “¡Colócate
detrás de mí, Satanás! Eres para mí un obstáculo, porque no piensas como Dios, sino como
los hombres.”

La sorpresa de Pedro debe haber sido mayúscula, toda vez que él pretendía hacerle el bien
con sus palabras y seguramente no lo pudo entender. Pero Jesús no se retractó y continuó
diciendo al resto de los discípulos: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí
mismo, cargue con su cruz, y me siga.”

Ahora los sorprendidos fueron todo el resto, pues no


comprendían el significado de la cruz a la que se refería,
pues la que ellos conocían era un castigo reservado a los
malhechores y ellos no se sentían tales. Pero Jesús en lugar
de aclarar sus dudas, fue más explícito: “Porque el que quiera
salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí,
la conservará.”

Entonces a lo que el Maestro se refería ¿era que a todos les

La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
aguardaba un final de muerte? Las palabras de Jesús así lo
confirmaban: “Pues ¿de qué le sirve a uno ganar todo el
mundo, si pierde su vida? ¿O qué puede uno dar a cambio de
su vida? Efectivamente seguirlo suponía eso, perder la vida.

Las palabras finales del discurso de Jesús fueron como una


luz de esperanza en medio de la agitación que pudieron
generar en ellos sus aseveraciones, pues dejó en manos de
Dios, la conclusión final para aquellos que le siguieran. Ciertamente ellos eran invitados
a asumir este camino y no quedarían sin reconocimiento de parte del Altísimo, a través
de su propio Hijo: “El Hijo de Dios va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles.
Entonces tratará a cada uno según su conducta.”

Esa invitación del Señor a seguirle sigue estando presente al día de hoy y cada cual es
libre de escucharla y hacerla suya. Pero debemos saber lo que ello implica y no nos lo
oculta, pues está presente en la Escritura, para que todo aquel que desee conocerla pueda
tener acceso a ella y hacerla vida.

De ahí la importancia de acudir a esta fuente cada vez que experimentemos sed del
conocimiento que allí se almacena como un tesoro. Lo que sí debemos tener claro es que
el seguimiento de Cristo no es la promesa del confort temporal, el renombre, los aplausos,
el reconocimiento y las alabanza de la gente o la promesa de bienes temporales, como el
placer y la riqueza material. Pero sí, nos asegura que es un medio de salvar la vida, si
somos fieles a sus insinuaciones y las ponemos en práctica

El mundo por su parte nos hará sus ofertas y el demonio se encargará de darles brillo,
aunque todo ello será temporal. En cambio, la vida que podemos rescatar, si hacemos
caso a las recomendaciones de Dios, tiene como retribución la vida eterna que, por los
méritos de Cristo, el Padre nos ofrece en su reino.

Nadie es obligado a seguir uno u otro camino, Dios nos ha dado la libertad para tomar
nuestras propias determinaciones y actuar conforme a ello. Pero de algo debemos estar
ciertos: que el Hijo de Dios vendrá en la gloria de su Padre, acompañado de sus ángeles y
dará a cada cual conforme a sus obras. Por lo tanto, lo que hagamos o dejemos de hacer
hoy, será considerado al momento de su venida. De allí la necesidad de ser coherentes
entre lo que creemos y hacemos, entre lo que anhelamos y el cómo lo construimos en el
día a día, pues la opción de estar con Cristo en la vida eterna, nos la jugamos en el
presente, durante nuestra vida terrenal.

Por lo tanto no debemos eludir las cruces del presente, sino con la ayuda de la gracia
asumirlas y llevarlas con un corazón disponible, siguiendo las huellas del Maestro que,
hizo el camino como hombre verdadero, para mostrarnos que nada hay imposible para
Dios y que lo que el mundo considera una pérdida, Dios nos señala que es señal inequívoca
de vida. Adhirámonos al Hijo cargando nuestra cruz y sigamos su huella que es la ruta al
cielo.

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Cuál es nuestra respuesta frente al sufrimiento? ¿Rebelarnos o decir sí?
¿Puede ser el cristianismo el consuelo para los débiles o un desafío?
¿Dónde radican las cruces que se nos hace difícil o imposible cargar?
¿Soy consciente que es hoy cuando debemos pronunciarnos y no mañana?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 10.09.2023

La Palabra (Extracto de Mt 18, 15-20)

Dijo Jesús: “Por eso, si tu hermano te ofende, ve y llámale la atención


a solas. Si te hace caso, habrás ganado a tu hermano. Si no te hace
caso, toma contigo a uno o dos, para que cualquier asunto se
resuelva en presencia de dos o tres testigos. Si no les hace caso a
ellos, díselo a la comunidad; y considéralo como un pagano o como
uno que recauda impuestos para Roma. “Les aseguro que lo que aten
en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desaten en la tierra,
quedará desatado en el cielo. También les aseguro que, si dos de
ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, la obtendrán de mi
Padre del cielo. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos.”

Una reflexión para la vida de familia

La posición de Jesús acerca del perdón pone en evidencia que el no hacerlo genera división
y alejamiento y como hijos de un mismo Padre debemos tender siempre a mantener la
unidad, porque sólo así podremos asumir el mandato del amor que nos ha legado.

Esa es la razón por la que, frente a una ofensa recibida, debemos buscar la corrección de
quien se ha equivocado y ha utilizado la ofensa para defender su punto de vista o
demostrar que es él quien tiene la razón.

Si ese es el caso nos dice que debemos actuar con serenidad y cordura y no responder
con una ofensa similar o violencia, sino a solas y de frente hacer la corrección fraterna
al ofensor, de modo tal que éste pueda reflexionar sobre su actuar y corregirse. Si no
hace caso, nos dice que tomemos a alguien que pueda servirnos de testigo de nuestro
actuar. Si aún así se resiste a hacerlo, nos queda un nuevo intento que es presentar su
caso a la comunidad. Y si nada de esto surte efecto, entonces no debemos insistir y
considerarlo como alguien que no conoce a Dios o tiene como fin en su vida la riqueza
material y los bienes de este mundo, lo que no nos impide seguir rogando a Dios por su
conversión.

Y algo muy importante nos agrega, que es la certeza de que hemos actuado con rectitud
y Dios lo tomará en cuenta el día que nos llame a rendir cuentas de nuestra existencia y
de lo que hemos hecho o dejado de hacer por motivos contrarios a lo que son los principios
que nos ha expuesto en su doctrina, a través de su Hijo amado o que los hemos trastocado
por nuestra soberbia, al sentir que “soy yo quien impongo las normas en mi vida”.
Por otra parte, nos entrega un mensaje de gran esperanza, pues aún cuando sean muy
difíciles las situaciones que debamos enfrentar y en el
transcurso de las mismas, las ofensas que podamos recibir,
no estamos solos frente al mundo, ya que, cada vez que junto
a otro u otros nos pongamos en oración, hemos de tener la
certeza de que Él está en medio nuestro.

¡Qué mayor consuelo para el alma! que descansa en su amor


que no abandona ni defrauda.

Estas palabras del Señor, no son sólo un consejo, son mucho


más que eso, pues son parte del amor que debemos tenernos

La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
los unos a los otros, entre los que figuran nuestros
enemigos que, explícitamente, nos pide incluir. Por
lo tanto representan una invitación cierta a
examinar nuestro comportamiento en el trato con
los demás. No basta, como nos dice en otro pasaje
de su enseñanza, invocarlo cuando las cosas no
suceden como quisiéramos: “¿Por qué me llaman:
<Señor, Señor>, y no hacen lo que les digo?” Lc 6, 46.
Porque es muy cierto que, en momentos de aprieto
o dificultades que nos superan, brotan de nuestros
labios estas palabras, pero está lejos de nuestro
corazón y nuestra mente, aquello que nos pide con toda la claridad de su palabra.

Corregir al hermano cuando se ha excedido en el trato con nosotros, pareciera ser una
cosa muy simple, pero no lo es tanto en la práctica, pues nos cuesta mucho aceptar
nuestros errores y más aún que nos lo recuerden y nos hagan ver que hemos ofendido a
alguien. Nuestra primera reacción instintiva es a protegernos y para ello utilizamos un
adagio muy común: “el ataque es la mejor defensa”, con lo que estamos enarbolando una
bandera de lucha, aún cuando no es necesario, pues un verdadero diálogo jamás debe
darse en estas condiciones.

Por ello tenemos la oración en común para que podamos hacerlo en la presencia de Dios
que estará gustoso de regalarnos su paz, para que podamos enfrentar la situación con
esa disponibilidad de espíritu, y así podamos escuchar al otro con serenidad, oír sus
razones y como bien nos dice el Señor: “habremos ganado un hermano y mantenido la
unidad, lo que constará a nuestro favor en el cielo”.

Si los hombre (v.-m.) fuéramos capaces de acoger la enseñanza del Maestro, ¿cuántas
discusiones sin sentido evitaríamos? ¿Cuánta violencia irracional desaparecería?
¿Cuántas rupturas matrimoniales no existirían y no tendríamos la lacra de los divorcios
que dejan tantas víctimas inocentes? Por nuestra incapacidad de enfrentar las
situaciones, conforme a lo que el Señor no se cansa de pedir; aunque hayamos cerrado
los oídos del alma a su voz.

Hagamos de la oración en común nuestro baluarte frente a la adversidad, pidiendo en


ella la humildad y sencillez necesarias para perdonar o solicitar el perdón, pues ello no
nos empequeñece, muy por el contrario, nos hace enaltecer a los ojos de Aquel que no se
opuso a la voluntad de su Padre y con su entrega generosa ganó para todos los mortales
el perdón de Dios, al extremo de abrir su corazón y hacernos hijos adoptivos de su amor
providente.

Si Dios en su infinita misericordia perdona nuestros yerros, ¿cómo no perdonar nosotros


los yerros de nuestros hermanos? Contamos para ello con el auxilio del Espíritu Santo
que procede del Padre y del Hijo y nos fortalece

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Cuál es nuestra primera reacción cuando nos sentimos ofendidos?
¿Soy capaz de mantener la serenidad para luego hablar a solas con el otro?
¿Me apoyo en la oración para enfrentar las diversas situaciones de mi vida?
¿Tengo experiencia de la oración en común o privilegio la solitaria?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 17.09.2023

La Palabra (Extracto de Mt 18, 21-35)

Entonces se acercó Pedro y le preguntó: “Señor, ¿cuántas veces tengo


que perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿Siete veces?” Jesús
le respondió: “No te digo siete veces, sino setenta veces siete. Porque
con el reino de los cielos sucede lo que con aquel rey que quiso ajustar
cuentas con sus siervos. Al comenzar a ajustarlas, le fue presentado
uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el señor
mandó que lo vendieran a él, a su mujer y a sus hijos, y todo cuanto
tenía, para pagar la deuda. El siervo se echó a sus pies suplicando:
<¡Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo!> El señor tuvo
compasión de aquel siervo, lo dejó libre y le perdonó la deuda. Nada más salir, aquel siervo
encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello,
diciendo: <¡Paga lo que me debes!> El compañero se echó a sus pies, suplicándole:<¡Ten
paciencia conmigo y te lo pagaré!> Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel
hasta que pagara la deuda. Al verlo sus compañeros se disgustaron mucho y fueron a
contar a su señor lo ocurrido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: <Siervo miserable, yo
te perdoné toda aquella deuda, porque me lo suplicaste. ¿No debías haberte compadecido
de tu compañero como yo me compadecí de ti?> Entonces su señor, muy enojado, lo
entregó para que lo castigaran hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con
ustedes mi Padre celestial si no se perdonan de corazón unos a otros.”

Una reflexión para la vida de familia

. Después que Jesús les había hablado de la corrección fraterna Pedro se acercó para
preguntarle: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando me ofenda?
¿Siete veces?” Pedro había entendido bien lo que el Maestro les había explicado, pero se
quedó pegado a la letra de un procedimiento y no era capaz de ver más allá el alcance
que tenían las palabras de Jesús. Si ya había cumplido con los tres pasos de los que el
Señor les pedía dar, le parecía que eso era todo. Por eso, ante la duda que se le presentaba,
le planteó lo que no lograba comprender.

Jesús, conocedor del fondo del alma de su discípulo y sabiendo de su buena voluntad se
lo aclaró: “No te digo siete veces, sino setenta veces siete.” Que era lo mismo que decirle
siempre, pues esa es la actitud del Padre celestial con cada una de sus criaturas.

Algo similar nos ocurre a nosotros cuando decimos perdonar, pero ante la reincidencia
nos parece justo decir ¡basta! Y se nos hace más difícil
entregar el perdón frente a los yerros de los demás. Pero,
Jesús, es claro en repetírnoslo, que debemos hacerlo
siempre, pues es lo que esperamos haga Dios con nosotros.
Y Él no pone límites a su misericordia, ya que siempre le
encontramos dispuesto a acogernos y a brindarnos su
perdón, siempre y cuando nuestra actitud sea de sincero
arrepentimiento y no simple palabrería no respaldada por
una actitud interior de conversión.

Por esta razón les expone la parábola en que asemeja el


reino de Dios a un señor que tiene siervos que le sirven y
están endeudados con él, por lo que los llama para ajustar

La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
cuentas con ellos. Llamado el primero que tiene
una deuda impagable, el señor determina sea
vendido con toda su familia y bienes, para
solventar lo adeudado. Éste, arrojándose a sus
pies le implora misericordia y el señor accede a
perdonarle la totalidad de la deuda y le deja libre.

El recién perdonado, al salir se topa con un


compañero que le debe una insignificancia, en
proporción a lo que le había sido perdonado y
actúa de una forma despótica, sin compasión, pidiendo a la justicia que se encargue de
él hasta que le pague lo adeudado. Enterado el señor de la deleznable actitud del
perdonado, deja sin efecto el perdón concedido y lo entrega al castigo de los hombres, sin
contemplaciones.

La conclusión que Jesús entrega a sus discípulos les deja muy claro cuál será el
comportamiento de Dios en su reino: “Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial si no
se perdonan de corazón unos a otros.”

Esta enseñanza que Jesús entrega a sus discípulos alcanza a todos los que Dios, en su
munificencia infinita les ha otorgado el don de la vida y que somos siervos inútiles de su
majestad. En un gesto sublime de su generosidad, no sólo ha perdonado nuestro pecado
de soberbia, sino más aún, por los méritos de su Hijo amado nos ha acogido, adoptándonos
como hijos de su predilección.

Si somos conscientes de esta verdad, ¿cómo entonces no otorgar el perdón ante una
ofensa recibida; cuya envergadura, por muy grande que sea, jamás superará a la cometida
por el hombre contra su Hijo amado y nuestra rebeldía que se hace presente en cada uno
de nuestros pecados? No obstante su misericordia infinita siempre está presente,
esperando nuestra reacción, cuando arrepentidos nos dirigimos a Él implorando su
perdón.

Por lo tanto, será necesario revisar nuestro propio comportamiento en relación a sus
mandatos, tan claramente explicitados en el decálogo entregado a Moisés y que siguen
teniendo tanta vigencia, que el mismo Jesús lo pone como condición sine qua non, para
obtener la vida eterna.

Si somos sus seguidores o queremos seguir su huella, nos muestra claramente la ruta
que debemos asumir. No podemos escudarnos en un “no sé cuál es el camino o nunca lo
había escuchado”, porque al entrar a ser parte de su Iglesia u oír hablar de Él, esta verdad
se presenta a nuestro entendimiento. Otra cosa es que no le demos importancia o nos
hagamos indiferentes a ello, pero no es argumento válido decir: “no tenía idea”.

Si somos seres inteligentes, con razón, libertad y voluntad, debemos buscarle, pues no se
oculta, y ser consecuentes con lo que nos pide.

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿He pensado que las ofensas que me hacen son menores que mis pecados?
¿Qué me impide perdonar en la forma como me lo muestra Jesús?
¿Cuál ha sido la mayor ofensa recibida y qué huellas ha dejado en mí?
¿Cómo considero el decálogo: un mandato, un auxilio, un invento de hombre?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 24.09.2023

La Palabra (Extracto de Mt 19, 30-20, 16)

Dijo Jesús: “Hay muchos primeros que serán últimos y muchos


últimos que serán primeros. Por eso con el reino de los cielos sucede
lo mismo que con el dueño de una hacienda que salió muy de mañana
a contratar trabajadores para su viña. Después de contratar a los
trabajadores por un denario al día, los envió a su viña. Salió a la
media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les
dijo: <Vayan también ustedes a la viña, y les daré lo que sea justo>.
Ellos fueron. Salió de nuevo a medio día y a primera hora de la tarde
e hizo lo mismo. Salió por fin a media tarde, encontró a otros que estaban sin trabajo y
les dijo: <¿Por qué están aquí todo el día sin hacer nada?>. Le contestaron: <Porque nadie
nos ha contratado>. El les dijo: <Vayan también ustedes a la viña>. Al atardecer, el dueño
de la viña dijo a su administrador: <Llama a los trabajadores y págales el jornal,
empezando por los últimos hasta los primeros>. Vinieron los de media tarde y recibieron
un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaron recibirían más; pero también
ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, se quejaban contra el dueño, diciendo:
<Estos últimos han trabajado sólo un rato y recibieron los mismo que nosotros, que hemos
soportando el peso del día y del calor>. Pero él respondió a uno de ellos: <Amigo, no te
hago ninguna injusticia. ¿No quedamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero
dar a este último lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer lo que quiera con lo mío? ¿O es que
tienes envidia porque yo soy bueno?>. Así los últimos serán primeros, y los primeros serán
últimos.”

Una reflexión para la vida de familia

Después que Jesús tuvo aquel encuentro con el joven rico que anhelaba hacer lo bueno a
los ojos de Dios y al que Jesús le invita a cumplir los mandamientos de la ley. Ante la
respuesta afirmativa de éste acerca del cumplimiento Jesús le propone abandonar las
riquezas materiales y seguirle. Ello acabó con los anhelos de seguimiento del Maestro.

Jesús, conocedor del corazón de los hombres, mira a sus seguidores y sabe cuáles son sus
sentimientos, por eso les plantea una comparación del reino eterno de Dios con lo que
sucede con un hacendado que posee una gran viña.

Necesitado de mano de obra, sale a la plaza de su pueblo y encuentra gente sin trabajar
y los contrata por un valor determinado, en este caso un denario. Ellos van gustosos a
cumplir sus labores. Pero el dueño vuelve a salir a media mañana, al medio día y a media
tarde y contrata otros tantos que han estado sin hacer
nada; a éstos no les da el valor de su trabajo.

Al caer la tarde, llama a su administrador y le pide


pagar el jornal que él había fijado en la mañana, pero
empezando por los últimos, hasta llegar a los primeros
contratados. Esto generó falsas expectativas en los
primeros que se imaginaron recibirían más, pero llegado
el momento recibieron lo acordado a primera hora. Tal
situación generó entre ellos críticas acerca de la
injusticia.

La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
El dueño del predio se acercó a uno de ellos y le dijo:
“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos
en un denario? Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero dar a
este último lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer lo que
quiera con lo mío? ¿O es que tienes envidia porque yo
soy bueno?”

Fue una clase magistral acerca del comportamiento


de Dios que, sí, es bueno y reparte sus dádivas
conforme a su beneplácito y munificencia, y no,
conforme a nuestros méritos, que frente a Dios son nada, sino por amor y los méritos de
su Hijo amado. Por lo tanto, lo que cuenta y tomará en consideración es nuestra actitud
para hacer aquello que debemos hacer; figurando en el primer lugar “el amor a su Persona:
con todo nuestro corazón, toda nuestra alma, toda nuestra mente y toda nuestra fuerza
y al prójimo como a uno mismo. Si así lo hacemos, podemos estar ciertos que nos dará
lo mejor para cada uno en su reino, pues no sabemos lo que nos conviene.

A esto postulamos cuando nos hacemos parte de quienes siguen al Señor, por lo que no
debemos estar preocupados por lo que sucederá con nosotros cuando debamos abandonar
este cuerpo que nos ha otorgado, para hacer nuestro peregrinar por esta vida.

Cierto es que resulta muy esperanzador pensar así, pero topamos en el apego que
sentimos por las cosas tangibles que nos hacen olvidar lo que realmente es importante.
Y sin dejar de ocuparnos de la naturaleza que nos ha confiado, utilizarla para adherirnos
más plenamente a Él, pues así tendremos la seguridad que no seremos defraudado por su
amor.

A esto se refería Jesús cuando decía: “Los últimos serán primeros, y los primeros serán
últimos.” Pues ya había adelantado a los suyos que: “Todo el que haya dejado casas,
hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mi causa, recibirá cien veces más
y heredará la vida eterna.” Mt 19, 29.

Por todo esto es que resulta bueno cuestionarnos: ¿Sigo al Señor porque espero me dé un
lugar en su reino, al concluir mi vida terrenal o lo sigo y me adhiero a Él porque le amo
y he puesto mi vida a su disposición para hacer todo cuanto me ha mostrado con su
enseñanza y su propia vida? De nuestra respuesta a este cuestionamiento deben surgir
nuestro estilo de vida y nuestros futuros proyectos, utilizando los dones con que ha
adornado nuestra existencia y poniéndolos a disposición, con humildad y sencillez, de
aquellos que los necesitan, pues su divina voluntad no se los ha concedido.

Cada uno de nosotros está invitado a trabajar en su viña, en la especialidad humana que
poseamos, pero con conciencia cierta de que si alguna cualidad tenemos, no es para
nuestra vanagloria, ni para explotar a los demás, sino para ponernos al servicio del campo
de nuestro Dios y Señor; la vida.

Examinemos nuestra vida teniendo presente la Palabra del Señor:


¿Sigo al Señor y me esfuerzo por hacer el bien por una recompensa?
¿Me siento un trabajador de la viña del Señor, dispuesto a hacer su querer?
¿Siento que mi vida es una realización de la vocación a la que me ha llamado?
¿Es mi vida lo que Dios esperaba de mí o debo cambiar por amor a Él?

Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.

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Septiembre 2023

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