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Jesús no quiso sorprender a sus discípulos con el anuncio de su muerte, por ello mientras
se desplazaban de un lugar a otro, aprovechó la ocasión para hablarles de aquello que le
esperaba una vez que estuvieran en Jerusalén, donde estaba el templo en que los judíos
rendían culto de adoración a su Dios. Pedro que lo escuchaba con atención lo tomó
consigo y apartándose del resto comenzó a reprenderlo, diciéndole: “Dios no lo quiera,
Señor, no te ocurrirá eso.”
Le parecía impropio que Jesús hablara de muerte, siendo tan joven y haciendo el bien del
que ellos eran testigos, pues eso podía desmotivar a sus seguidores. Pero Jesús
poniéndose serio, lo reprendió a su vez con palabras muy fuertes, diciéndole: “¡Colócate
detrás de mí, Satanás! Eres para mí un obstáculo, porque no piensas como Dios, sino como
los hombres.”
La sorpresa de Pedro debe haber sido mayúscula, toda vez que él pretendía hacerle el bien
con sus palabras y seguramente no lo pudo entender. Pero Jesús no se retractó y continuó
diciendo al resto de los discípulos: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí
mismo, cargue con su cruz, y me siga.”
La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
aguardaba un final de muerte? Las palabras de Jesús así lo
confirmaban: “Pues ¿de qué le sirve a uno ganar todo el
mundo, si pierde su vida? ¿O qué puede uno dar a cambio de
su vida? Efectivamente seguirlo suponía eso, perder la vida.
Esa invitación del Señor a seguirle sigue estando presente al día de hoy y cada cual es
libre de escucharla y hacerla suya. Pero debemos saber lo que ello implica y no nos lo
oculta, pues está presente en la Escritura, para que todo aquel que desee conocerla pueda
tener acceso a ella y hacerla vida.
De ahí la importancia de acudir a esta fuente cada vez que experimentemos sed del
conocimiento que allí se almacena como un tesoro. Lo que sí debemos tener claro es que
el seguimiento de Cristo no es la promesa del confort temporal, el renombre, los aplausos,
el reconocimiento y las alabanza de la gente o la promesa de bienes temporales, como el
placer y la riqueza material. Pero sí, nos asegura que es un medio de salvar la vida, si
somos fieles a sus insinuaciones y las ponemos en práctica
El mundo por su parte nos hará sus ofertas y el demonio se encargará de darles brillo,
aunque todo ello será temporal. En cambio, la vida que podemos rescatar, si hacemos
caso a las recomendaciones de Dios, tiene como retribución la vida eterna que, por los
méritos de Cristo, el Padre nos ofrece en su reino.
Nadie es obligado a seguir uno u otro camino, Dios nos ha dado la libertad para tomar
nuestras propias determinaciones y actuar conforme a ello. Pero de algo debemos estar
ciertos: que el Hijo de Dios vendrá en la gloria de su Padre, acompañado de sus ángeles y
dará a cada cual conforme a sus obras. Por lo tanto, lo que hagamos o dejemos de hacer
hoy, será considerado al momento de su venida. De allí la necesidad de ser coherentes
entre lo que creemos y hacemos, entre lo que anhelamos y el cómo lo construimos en el
día a día, pues la opción de estar con Cristo en la vida eterna, nos la jugamos en el
presente, durante nuestra vida terrenal.
Por lo tanto no debemos eludir las cruces del presente, sino con la ayuda de la gracia
asumirlas y llevarlas con un corazón disponible, siguiendo las huellas del Maestro que,
hizo el camino como hombre verdadero, para mostrarnos que nada hay imposible para
Dios y que lo que el mundo considera una pérdida, Dios nos señala que es señal inequívoca
de vida. Adhirámonos al Hijo cargando nuestra cruz y sigamos su huella que es la ruta al
cielo.
Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.
La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 10.09.2023
La posición de Jesús acerca del perdón pone en evidencia que el no hacerlo genera división
y alejamiento y como hijos de un mismo Padre debemos tender siempre a mantener la
unidad, porque sólo así podremos asumir el mandato del amor que nos ha legado.
Esa es la razón por la que, frente a una ofensa recibida, debemos buscar la corrección de
quien se ha equivocado y ha utilizado la ofensa para defender su punto de vista o
demostrar que es él quien tiene la razón.
Si ese es el caso nos dice que debemos actuar con serenidad y cordura y no responder
con una ofensa similar o violencia, sino a solas y de frente hacer la corrección fraterna
al ofensor, de modo tal que éste pueda reflexionar sobre su actuar y corregirse. Si no
hace caso, nos dice que tomemos a alguien que pueda servirnos de testigo de nuestro
actuar. Si aún así se resiste a hacerlo, nos queda un nuevo intento que es presentar su
caso a la comunidad. Y si nada de esto surte efecto, entonces no debemos insistir y
considerarlo como alguien que no conoce a Dios o tiene como fin en su vida la riqueza
material y los bienes de este mundo, lo que no nos impide seguir rogando a Dios por su
conversión.
Y algo muy importante nos agrega, que es la certeza de que hemos actuado con rectitud
y Dios lo tomará en cuenta el día que nos llame a rendir cuentas de nuestra existencia y
de lo que hemos hecho o dejado de hacer por motivos contrarios a lo que son los principios
que nos ha expuesto en su doctrina, a través de su Hijo amado o que los hemos trastocado
por nuestra soberbia, al sentir que “soy yo quien impongo las normas en mi vida”.
Por otra parte, nos entrega un mensaje de gran esperanza, pues aún cuando sean muy
difíciles las situaciones que debamos enfrentar y en el
transcurso de las mismas, las ofensas que podamos recibir,
no estamos solos frente al mundo, ya que, cada vez que junto
a otro u otros nos pongamos en oración, hemos de tener la
certeza de que Él está en medio nuestro.
La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
los unos a los otros, entre los que figuran nuestros
enemigos que, explícitamente, nos pide incluir. Por
lo tanto representan una invitación cierta a
examinar nuestro comportamiento en el trato con
los demás. No basta, como nos dice en otro pasaje
de su enseñanza, invocarlo cuando las cosas no
suceden como quisiéramos: “¿Por qué me llaman:
<Señor, Señor>, y no hacen lo que les digo?” Lc 6, 46.
Porque es muy cierto que, en momentos de aprieto
o dificultades que nos superan, brotan de nuestros
labios estas palabras, pero está lejos de nuestro
corazón y nuestra mente, aquello que nos pide con toda la claridad de su palabra.
Corregir al hermano cuando se ha excedido en el trato con nosotros, pareciera ser una
cosa muy simple, pero no lo es tanto en la práctica, pues nos cuesta mucho aceptar
nuestros errores y más aún que nos lo recuerden y nos hagan ver que hemos ofendido a
alguien. Nuestra primera reacción instintiva es a protegernos y para ello utilizamos un
adagio muy común: “el ataque es la mejor defensa”, con lo que estamos enarbolando una
bandera de lucha, aún cuando no es necesario, pues un verdadero diálogo jamás debe
darse en estas condiciones.
Por ello tenemos la oración en común para que podamos hacerlo en la presencia de Dios
que estará gustoso de regalarnos su paz, para que podamos enfrentar la situación con
esa disponibilidad de espíritu, y así podamos escuchar al otro con serenidad, oír sus
razones y como bien nos dice el Señor: “habremos ganado un hermano y mantenido la
unidad, lo que constará a nuestro favor en el cielo”.
Si los hombre (v.-m.) fuéramos capaces de acoger la enseñanza del Maestro, ¿cuántas
discusiones sin sentido evitaríamos? ¿Cuánta violencia irracional desaparecería?
¿Cuántas rupturas matrimoniales no existirían y no tendríamos la lacra de los divorcios
que dejan tantas víctimas inocentes? Por nuestra incapacidad de enfrentar las
situaciones, conforme a lo que el Señor no se cansa de pedir; aunque hayamos cerrado
los oídos del alma a su voz.
Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.
La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 17.09.2023
. Después que Jesús les había hablado de la corrección fraterna Pedro se acercó para
preguntarle: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando me ofenda?
¿Siete veces?” Pedro había entendido bien lo que el Maestro les había explicado, pero se
quedó pegado a la letra de un procedimiento y no era capaz de ver más allá el alcance
que tenían las palabras de Jesús. Si ya había cumplido con los tres pasos de los que el
Señor les pedía dar, le parecía que eso era todo. Por eso, ante la duda que se le presentaba,
le planteó lo que no lograba comprender.
Jesús, conocedor del fondo del alma de su discípulo y sabiendo de su buena voluntad se
lo aclaró: “No te digo siete veces, sino setenta veces siete.” Que era lo mismo que decirle
siempre, pues esa es la actitud del Padre celestial con cada una de sus criaturas.
Algo similar nos ocurre a nosotros cuando decimos perdonar, pero ante la reincidencia
nos parece justo decir ¡basta! Y se nos hace más difícil
entregar el perdón frente a los yerros de los demás. Pero,
Jesús, es claro en repetírnoslo, que debemos hacerlo
siempre, pues es lo que esperamos haga Dios con nosotros.
Y Él no pone límites a su misericordia, ya que siempre le
encontramos dispuesto a acogernos y a brindarnos su
perdón, siempre y cuando nuestra actitud sea de sincero
arrepentimiento y no simple palabrería no respaldada por
una actitud interior de conversión.
La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
cuentas con ellos. Llamado el primero que tiene
una deuda impagable, el señor determina sea
vendido con toda su familia y bienes, para
solventar lo adeudado. Éste, arrojándose a sus
pies le implora misericordia y el señor accede a
perdonarle la totalidad de la deuda y le deja libre.
La conclusión que Jesús entrega a sus discípulos les deja muy claro cuál será el
comportamiento de Dios en su reino: “Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial si no
se perdonan de corazón unos a otros.”
Esta enseñanza que Jesús entrega a sus discípulos alcanza a todos los que Dios, en su
munificencia infinita les ha otorgado el don de la vida y que somos siervos inútiles de su
majestad. En un gesto sublime de su generosidad, no sólo ha perdonado nuestro pecado
de soberbia, sino más aún, por los méritos de su Hijo amado nos ha acogido, adoptándonos
como hijos de su predilección.
Si somos conscientes de esta verdad, ¿cómo entonces no otorgar el perdón ante una
ofensa recibida; cuya envergadura, por muy grande que sea, jamás superará a la cometida
por el hombre contra su Hijo amado y nuestra rebeldía que se hace presente en cada uno
de nuestros pecados? No obstante su misericordia infinita siempre está presente,
esperando nuestra reacción, cuando arrepentidos nos dirigimos a Él implorando su
perdón.
Por lo tanto, será necesario revisar nuestro propio comportamiento en relación a sus
mandatos, tan claramente explicitados en el decálogo entregado a Moisés y que siguen
teniendo tanta vigencia, que el mismo Jesús lo pone como condición sine qua non, para
obtener la vida eterna.
Si somos sus seguidores o queremos seguir su huella, nos muestra claramente la ruta
que debemos asumir. No podemos escudarnos en un “no sé cuál es el camino o nunca lo
había escuchado”, porque al entrar a ser parte de su Iglesia u oír hablar de Él, esta verdad
se presenta a nuestro entendimiento. Otra cosa es que no le demos importancia o nos
hagamos indiferentes a ello, pero no es argumento válido decir: “no tenía idea”.
Si somos seres inteligentes, con razón, libertad y voluntad, debemos buscarle, pues no se
oculta, y ser consecuentes con lo que nos pide.
Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.
La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
Familia, vive la Palabra de Dios
Domingo 24.09.2023
Después que Jesús tuvo aquel encuentro con el joven rico que anhelaba hacer lo bueno a
los ojos de Dios y al que Jesús le invita a cumplir los mandamientos de la ley. Ante la
respuesta afirmativa de éste acerca del cumplimiento Jesús le propone abandonar las
riquezas materiales y seguirle. Ello acabó con los anhelos de seguimiento del Maestro.
Jesús, conocedor del corazón de los hombres, mira a sus seguidores y sabe cuáles son sus
sentimientos, por eso les plantea una comparación del reino eterno de Dios con lo que
sucede con un hacendado que posee una gran viña.
Necesitado de mano de obra, sale a la plaza de su pueblo y encuentra gente sin trabajar
y los contrata por un valor determinado, en este caso un denario. Ellos van gustosos a
cumplir sus labores. Pero el dueño vuelve a salir a media mañana, al medio día y a media
tarde y contrata otros tantos que han estado sin hacer
nada; a éstos no les da el valor de su trabajo.
La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023
El dueño del predio se acercó a uno de ellos y le dijo:
“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos
en un denario? Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero dar a
este último lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer lo que
quiera con lo mío? ¿O es que tienes envidia porque yo
soy bueno?”
A esto postulamos cuando nos hacemos parte de quienes siguen al Señor, por lo que no
debemos estar preocupados por lo que sucederá con nosotros cuando debamos abandonar
este cuerpo que nos ha otorgado, para hacer nuestro peregrinar por esta vida.
Cierto es que resulta muy esperanzador pensar así, pero topamos en el apego que
sentimos por las cosas tangibles que nos hacen olvidar lo que realmente es importante.
Y sin dejar de ocuparnos de la naturaleza que nos ha confiado, utilizarla para adherirnos
más plenamente a Él, pues así tendremos la seguridad que no seremos defraudado por su
amor.
A esto se refería Jesús cuando decía: “Los últimos serán primeros, y los primeros serán
últimos.” Pues ya había adelantado a los suyos que: “Todo el que haya dejado casas,
hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mi causa, recibirá cien veces más
y heredará la vida eterna.” Mt 19, 29.
Por todo esto es que resulta bueno cuestionarnos: ¿Sigo al Señor porque espero me dé un
lugar en su reino, al concluir mi vida terrenal o lo sigo y me adhiero a Él porque le amo
y he puesto mi vida a su disposición para hacer todo cuanto me ha mostrado con su
enseñanza y su propia vida? De nuestra respuesta a este cuestionamiento deben surgir
nuestro estilo de vida y nuestros futuros proyectos, utilizando los dones con que ha
adornado nuestra existencia y poniéndolos a disposición, con humildad y sencillez, de
aquellos que los necesitan, pues su divina voluntad no se los ha concedido.
Cada uno de nosotros está invitado a trabajar en su viña, en la especialidad humana que
poseamos, pero con conciencia cierta de que si alguna cualidad tenemos, no es para
nuestra vanagloria, ni para explotar a los demás, sino para ponernos al servicio del campo
de nuestro Dios y Señor; la vida.
Y para quien ha leído con atención estas líneas: ¡Que la bendición de Dios que es Padre,
que es Hijo y que es Espíritu Santo, descienda abundantemente sobre ti y los tuyos y les
acompañe siempre!
Diácono Ronal Salvo Olave.
La Palabra en mi Vida
Septiembre 2023