La ética, desde una perspectiva particular, se concibe como una práctica de
cuidado de sí, donde el individuo se preocupa por su propia constitución y configuración como ser humano. Este enfoque se basa en una entrevista realizada a Michel Foucault, titulada "La ética del cuidado de sí como práctica de libertad", publicada en el tercer volumen de las obras esenciales del autor. Foucault cuestiona la relación entre el sujeto y la verdad, así como la manera en que se establece lo verdadero en una época determinada. Rechaza cualquier idea de una esencia humana fija, argumentando que el individuo se construye a través de sus acciones y en interacción con su entorno histórico y cultural. Esto implica que cada persona está condicionada por su contexto, lo que determina diferentes formas de ser humano. La ética, entonces, implica cuidar de uno mismo en este proceso de construcción, entendiendo que la verdad y la identidad son conceptos dinámicos y contextualizados.
El individuo no se forma en aislamiento, sino que su identidad se construye en
interacción con su entorno histórico y social. El ser humano, al ingresar al mundo, no lo hace en un vacío, sino en un mundo ya existente o, mejor dicho, en construcción. Este mundo en movimiento marca las formas de pensar, hacer y cuestionar propias de su tiempo. Es importante resaltar la diferencia entre el individuo y el ser humano como especie. El individuo está situado en una época y condiciones específicas, pero también es parte de la humanidad, un conjunto más amplio que trasciende las fronteras individuales. La humanidad, en su totalidad, comprende a hombres y mujeres de diversas razas, etnias, culturas y tiempos. Sin embargo, esta totalidad no es simplemente la suma de las partes; la humanidad se construye y redefine constantemente a través de la interacción de sus componentes.
En este contexto, observamos que históricamente ha habido grupos privilegiados
que han tenido una mayor presencia, voz y capacidad de acción en la construcción de la humanidad. Esta situación se ha basado en la exclusión y marginación de otros grupos, creando una jerarquía de ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría. En sociedades democráticas y libres, supuestamente fundamentadas en la igualdad, esta exclusión persiste, incluso en formas sutiles como la clasificación estratificada de la población. Por lo tanto, lo que hoy se considera verdadero no siempre fue así, y a menudo proviene de errores del pasado. Esta idea, planteada por un otro francés, nos invita a reflexionar sobre cómo lo que hoy se percibe como normal o verdadero puede haber sido, en su momento, patológico o incorrecto. En retrospectiva, lo que hoy consideramos verdadero no siempre fue así. Incluso, en muchos casos, lo que ahora es verdad alguna vez fue considerado un error. Esta idea, tan profundamente explorada por Nietzsche y retomada por Foucault en obras como "La verdad y la moral en un sentido extraño", nos invita a reflexionar sobre cómo las verdades actuales emergieron de cosas que, en otro tiempo, fueron proscritas, perseguidas, excluidas, marginadas e incluso impensadas. Cada época proporciona a sus habitantes los instrumentos para pensar, preguntar y comprender el mundo que les rodea. Por ejemplo, el concepto de infancia, tal como lo entendemos hoy, o el papel de la mujer en la sociedad, han experimentado transformaciones significativas a lo largo del tiempo. Incluso aspectos tan fundamentales como la familia, la sexualidad o la pobreza tienen historias complejas que reflejan cómo las ideas cambian y evolucionan. El poder de definir lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, está intrínsecamente relacionado con las relaciones de poder en una sociedad. A lo largo de la historia, hemos visto cómo ciertos grupos sociales han sido privilegiados mientras que otros han sido marginados o excluidos. Esto se refleja en la manera en que se concibe y se trata a los diferentes estratos de la sociedad, desde los niños hasta los pobres, desde los marginados hasta los desplazados. Incluso conceptos fundamentales como la soberanía territorial o la identidad nacional son construcciones históricas que han cambiado con el tiempo. La idea de fronteras y desplazamientos, que hoy en día es tan central en muchos debates políticos, no siempre fue un problema de la misma magnitud ni se consideró verdadera en todas las culturas y épocas. Freire nos recuerda que el ser humano es un ser condicionado por su época, por su presente, por su pertenencia a la humanidad, pero esto no determina su acción, simplemente la condiciona y le otorga el lugar desde el cual proyectar su acción. Somos seres capaces de incidir en la historia, en esa entidad dinámica que llamamos humanidad, en nuestro entorno, para orientar y transformar.