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Vértigo bajo

l a luna lenaa

Javier Arévalo

ALFAGUARA
ALFAGUARA

Del xto: 1997, Javier Arévalo


De esta edición:
1997, Santillana S.A.
Av. San Felipe 731, Lima 11 - Perú

Grupo Santillana de Ediciones. S.A.


Tonelaguna 60. 28043 Madrid
Vértigo bajo
Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.
Beazley 3860. 1437 Buenos Aires

Santillana de Ediciones, S.A. Arce 2333. La Paz


la luna lena
Aguilar Chilena de Ediciones Ltda.
Dr. Anibal Ariztia 1444. Providencia

Santillana S.A. Prócer Carlos Argüello 228. Asunción

Editorial Santillana S.A. Javier de Viana 2350. 11200 Montevideo

Diseño de la colección:
RAFA SANUDO, Rano, S.L.
Ilustración de carátula:
JULIO GRANADOS
Edición:
ALESSANDRA CANESSA

ISBN: 9972-00-208-X o
Hecho el depósito legal Ley N° 26905 Registro N' 98-1721

Segunda reimpresión: marzo 2004 Tiraje: 2000 ejemplares


Impreso en el Perú
Quebecor World Perú S.A.
Av. Los Frutales 344 Ate lima 3 - Perú
Una editorial del grupo Santillana que edita en:
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sin el permiso previo por escrito de la editorial.
A las dos
Betty,
madre e hija,
que me siguen cuidando
aunque ya sea viejo.

A Gabriel,
que me lee las palabras mágicas
con las que se abren las puertas

de Fantasia.
ÍNDICE

Vértigo bajo la luna llena 15


Un feo aprieto 19
Cucurucho-man al rescate 27
Un pacto con los espíritus 33
Fuga del colegio militar
39
El amor se llama Rosa
51
La soledad de Marcelo
61
Un reto de sangre
65
La muerte de un hermano
71
Golpes a una mujer
75
Un cariño mal
ganado 79
Nadie tiene fe en el plan de Marcelo
83
El amor es una vez
más Rosa
93
Vamos a capturarlos
107
Por qué demora la policía?
111
El peligro no termina
117
Al borde del abismo
121
Epílogo
127
Vertigo bajo la luna llena

Nouularon las sirenas de los patrulleros cuando avanzaron por


las calles vacías, apenas lanzaron unos latigazos de ruido, una
descarga violenta de sirena que murió al instante, sólo bulla para
anunciar a quien estuviera en los alrededores la presencia de la
policía.
La zona industrial, a esa hora de la noche, estaba siempre tan
silenciosa, tan abandonada, apenas un perro cruzaba una calle, o
algunos obreros del último turno caminaban por allí, rumbo a casa,
aburridos, cansados.
Vigilantes particulares, parados en una esquina, también en los
torreones de las fábricas, se acurrucaban en sus abrigos, de pie o
sentados, sobre algún banco o silla incómoda.
El comisario había pedido a sus hombres
que no se expusieran
por las puras, que ajustaran sus chalecos antibalas, que revisaran
sus armas.

La fábrica de muebles, de donde se


suponía que habían llamado
para pedir auxilio, lindaba por detrás con una vía del tren, un
descampado, y treinta metros más allá, con un río. Por el costado
derecho, pasaba una avenida de dos vías que desembocaba en un
puente; por la izquierda, la limitaba una fábrica de oxígeno. Y al
frente, había una calle estrecha y oscura, casi un callejón con cuatro
portones de entrada a las fábricas vecinas.
El policía conocía la zona, había visitado todas las fábricas del
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lugarpara saber a qué atenerse en un caso como
éste, también
para que los gerentes, los dueños, los -ETú que crees, Sandoval? -le preguntó
a su alférez, que conducía
funcionarios,
comanche del distrito, y supieran que estaba conocieran al
preocupado por su la patrulla.
seguridad; era una cuestión de relaciones broma -respondió el alférez-, pero si es así, nos
públicas. -Quizá es una

Sabía que en esa fábrica no había nada damos un paseíto, comisario.


qué robar. Sólo lo
guardaban materia prima: madera, fierro, marroquín, cuero, y Eso loanimó, la idea de refrescarse, paseando por la noche,
las fábricas verían las patrullas,
productos terminados en el almacén. Ni siquiera tenían caja fuerte, estimuló. Los vigilantes de
allí la policía,
los sueldos eran depositados de frente en las
cuentas bancarias de comentarían al otro día que había esttado por
los obreros y los cobros los ofreciendo la seguridad de su presencia.
manejaban en las oficinas una de las
administrativas, en el centro de la ciudad. Quizá por eso, en lugar El comisario dispuso que una patrulla entrara por
así tendrían cerrada la calle.
de huachimanes entrenados y
profesionales, la empresa confiaba esquinas, é entraría por la siguiente,
en un trío de vigilantes flacos y Ordenó que las otras dos patrullas estuvieran alertas en la tercera
desgarbados, que se turnaban para
cuidarla. No eran vigilantes,
más bien porteros. punta de la cuadra.
Minutos antes había llamado a la comisaría un sujeto que dijo Coordinaron por radio sus movimientos. Unos segundos
ser el vigilante de la noche, lo hizo desde un celular,
y dijo que después, simultáneamente, los haces de luz de los faros cortaron
estaba debajo de un carro, que tenía miedo, que "ellos", los la penumbra del lugar. Una figura se movió en el centro de la calle,
asaltantes, estaban allí, que habían entrado por el techo, y que eran había estado apoyada contra al portón de la fábrica. De pronto, la
figura hizo sonar un pito, se paró en el centro de la calle, y esperó.
cinco.
Los patrulleros ulularon. El comisario conectó el megáfono y
El policía que atendió el pedido de auxilio le pidió el número de
ordenó a la figura que se tendiera en el suelo, pero ésta no hizo
su teléfono para confirmar la llamada.
caso; tenía algo en la mano, lo levantó, era un arma, comenzó a
salgo vivo de acá, ino se da cuenta?
-

-Si suena este aparato no


disparar.
dijo el vigilante. El comisario ordenó al otro patrullero que retrocediera, que no
La situación era especial. El operador de la central consultó con disparara porque iban a cruzar el fuego. La patrulla hizo caso,
el comisario. chirriaron sus llantas, y dio marcha atrás hasta desaparecer detrás
--dijo el policía-, tendremos que ir a
ver. la A la vez, el comisario y el alférez abrieron las puertas
-iMierda!
la llamaba de esquina.
Podía ser una broma, sucedía muchas veces que gentese notaba
de su patrulla y se tumbaron en los asientos, salieron del auto
lo menos rampando, se eseudaron tras las puertas abiertas, contaron hasta
para fastidiar, pero el tipo parecía asustado, por
tres y
que estaba tenso.
se asomaron, empuñando sus armas, apuntando a la figura,
y dispararon.
Así, salieron las patrullas.
robar esa fábrica. El La figura produjo un grito agudo, un lamento de fiera
herida,
Tenia que ser una broma, quién iba a
cayó al suelo pesadamente, se retorció, arqueó la espalda, y luego
comisario casi ordena media vuelta. se quedó inmóvil.
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El comisario,
oculto detrás de su portezuela. pidió.
apoyo a otra
delegación.
-iTira el y no te muevas!
-gritó por el Un feo aprieto
arma

minutos llegarían más de diez


megáfono
Encinco unidades.
El o
subió al auto, sacó el cuerpo por la ventana, la mano
estirada, el cañón del arma dirigido.al cuerpo que derecha
echa
piso. También avanzó la patrulla de la otra esquina, estaba sobre
re elel
iPon las manos en la cabeza! -gritó el comisario,
Pero el sujeto no se movió.
minutos. Como todos
par de
Miró su reloj. Sólo le quedaban
un
Baiaron de la patrulla, el arma estaba a un metro del ctueme
cuadernos y lapiceros, sin prisa.
comisario se acercó, lo movió con la punta de su bota, sin deiav El en clase, comenzó a guardar sus
dado para
de Sifuentes repitió las indicaciones que había
apuntarle, el cuerpo no respondio en forma alguna, el policía
cía bina
hincó El profesor
Marcelo ignoró sus palabras,
la rodilla en el suelo. hacer untrabajo de investigación.
o tal vez sí. Miró por
la ventana, a través
Cúbreme Sandoval -le dijo al alferez. Sacó sintió angustia, no miedo,
una linterna do.su dos palomas luchaban en el aire,
como

correa y alumbró. del vidrio empolvado:


una sobre la otra, se
aviones de la primera guerra mundial, caían
iMierda! -bramó--, ies sólo un chico! las alas. No podía
o quizá se golpeaban sólo con
aplicaban picotazos,
Sandoval se acercó, tambien con su hnterna encendida, apuntó estar seguro, estaban lejos. Miró su reloj, nuevamente, contó: cinco,
al rostro y constató que era un niño. estalló en su cabeza, como un
cuatro, tres, dos, uno. El timbre
Las patrullas llegaron, rodearon la fábrica, el comisario, a través mazazo, sintió las miradas de sus compañeros
de aula, nadie era
del megáfono, ordenó a quienes estuvieran dentro que salieran con su amigo,nadie lo acompañaría, sabían que su pellejo, al menos

las manos en alto, que se rindieran. Esperó, miró hacia atrás, vio la en los próximos minutos, no valía un centavo.

mueca grotesca del muchacho muerto, entonces recordó a su hijo, Todos se pusieron de pie, también él. Salió al pasillo. Escuchó
una voz en su nuca: Vete por el muro de atrás, no se volvió a ver el
que tendría la misma edad.
iMierda!-volvió a decir, con rabia. rostro de quien le daba el consejo. Ya lo había pensado, es más, lo
había hecho antes y fue terrible
Aquella vez, de pronto, se encontró en medio de diez muchachos
de su edad, desarrapados, sucios, que habían estado fútbol
jugando
enla pista y que empezaron a silbarle y a tirarle piedritas apenas lo
descubrieron descolgándose del muro. La calle tenía las pistas
destruidas, y las casas todas parecían a medio construir.
Uno dijo, amenazó, que la mochila que Marcelo traía en la

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espalda era muy bonita. Otro demando peaje porutilizar su calle
atropellados.
mo vía de escape. Lo cercaron, Marcelo se dio cuenta de que
calle
no arriesgándose a
ser

nueva esquina, dobló, sintió que


sus piernas
círculo que se cerraba Marcelo llegó a una
tenía posibilidad
alguna de huir al sobre el, sus pulmones
reventarían en cualquier
no le
darían para másy que
robo de su mochila, quizá una golpiza, tal vez su camisa
estaban totalmente empapadas
presupuestóel
encajar un puñete en la cara de alguno de grara
esos imbécilgtara
una momento. Su
frente y
concurrida.
La nueva avenida era ancha, distinta, bastante
patada enlas pelotas delpimero que lo tocara. Pero perdería,y de sudor. tiendas. Marcelo eligió una
calle había todo tipo de
no Alo largo de la
telas y cortinas. Marcelo fingió
había nada qué hacer. al azar y se metió
en ella. Vendían
señoras.
la gorda, providencial, usaba el fondo y se paró detrás de dos
tranquilidad, caminó hasta
apareció sandas
Entonces
vestia una bata
gruesa, floreada
alias, vendedor bajito, subido de peso, y
de bigotes, que
levaba ruleros en los pelos, de Las atendía un
centímetro de plástico
a la cintura por una banda de tela roia blanca y levaba un
fondo celeste, ajustada vestía una pulcra camisa
debajo usaba un camisón dormir, escotado,
de sus grandes
Senos colgado del cuello.
parecían una amenaza. Ademas traia una gruesa correa de cuero vendedor miraron a Marcelo, 'extrañados,
Las señoras y el
en la mano. No esperaron tenerla cerca dos de los muchachos del las manos en la cintura, aspiró
cuando se dobló sobre sí y, con
circulo, que huyeron de inmediato apenas la vieron. La gorda los dio cuenta, entonces dijo: iQué bien
profundamente. Marcelo se
persiguió, furiosa, agitando en el aire la correa, Maldiciendo, huelen las telas!

prometiendo despellejarlos en cuanto los tuviera en sus manos -iDesea algo? -preguntó el vendedor.
Los chicos esquivaron correazos, usaban a sus amigos de escudos. Las señoras lo miraban con impertinencia.
Los otros reían. itiene raso?
pero voy a ver, aunque
-Si, algo,
Marcelo respiró hondo, aprovechó el desconcierto, la algarabía,
Si, ide qué color?
uno de los chicos que no le había quitado la vista de encima lo vio
escabullirse, pero no lo delató, Marcelo se lo agradeció con el alma,
-Rojo?
entonces se escurrió.
Rojo?
Si, hacen raso rojo?
Usó trancos largos. La mochila, que rebotaba en su espalda, le
-Lo hacen de varios colores.
estorbaba. Ganó la esquina y miró hacia atrás. Allí estaban, venían
por él. &Negro?
Dobló la esquina, cruzó la calzada. La luz roja del semáforo -Sí, hay negro, claro.
contenía a tres largas filas de autos. Las calles que seguían, hacia -Y azul?
cualquier dirección, eran tan macabras como las que había dejado -iLo quiere normalode doble ancho?-preguntó el dependiente
atrás. Ninguna ofrecía esperanzas. De -iSeñor!-dijo una de las mujeres.
pronto, los autos comenzaron
a moverse. Desde el
frente, sus perseguidores no lo perdían de vista. Espéreme un momento, joven, enseguida lo atiendo.
Los autos en movimiento formaron
móvil, una frontera
una tranca Qué era doble ancho, es más, qué era raso. Había oído por allí lo
impenetrable. Pero algunos eran avezados, y retaron a los autos, del raso, y le dio gracia que hubiese soldados rasos y una tela
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alguna relac1on? No la descubrió cincuenta metros, por


Habria .
llamada raso.
la cabeza. Deambuló por lattiend ahora
pero ahora de pie. Miró a ambos
costados. A unos
Entonces
tener ese
dato en puso
al resto de los chicos.
le servía miró izquierda, distinguió
Ningún enemigo. Se acomodó la mochila en l , la mano
a la calle. hacia el extremo opuesto.
hacia la salida, mirando una y otra tPalda.
correr
comenzó a comenzaban
Lentamente caminó corno aprovechó que los autos
le interesaran. A mitad
de camino, se Marcelo cruzó u n a pista, y de coches
si realmente paró er tráfico estuvo a su favor. Un río
seco: Una vez más el
frente la tienda, dos de sus perseguidores escrutaban
a la calle.
calle.
a moverse.
escudo.
talones, con pasitos cortos regresó al f le sirvió de desaparecer detrás
Giró sobre sus
se veían a Marcelo aparecery
detrás de las señoras. Sus perseguidores de
escondió
camiones, 4 x 4, luego tras un camión gaseosas,

acordé-dijo-. Mi madre lo quiere de doble anchho. de camionetas, hasta que tras el paso
Ya me
una grúa. Siempre
aparecía y desaparecía,
entrecerrando los ojos-, Si me volvió a aparecer más.
Bien dijo el vendedor, de un gran
camión de basura no
momento, lo atiendo. uno de los
muchachos que lo perseguía.
-No puede ser -dijo
un

No se apure, tómese tiempo.su


seco.
Todos pararon en
Otra vez paseó por la tienda, tocando telas como si enteendiera -iEstá allá!
éA dónde se fue?
de eso. Se sentía seguro. Lo rodeaban piezas de tafetán y de franela del camión-basurero, colgado
Marcelo iba en la parte posterior
allí durante mncha
de gasa y batista. Estaba dispuesto quedarse
a
de un estribo.

rato, examinando disenos, pero


el vendedor se
desocupó al po alejado algunas cuadras, luego
se apeó y
El camión lo había
tiempo. enrumbó hacia su casa.

-Bien -dijo el de los bigotes-, qué quería? tendría que hacer lo mismo ahora.
Así escapó aquella vez, y quizá
otra ocasión, había salido del colegio
verdad es que ahora ya no estoy segurO. Pero voy a
-La No lo había decidido. En
en esta oportunidad,
no
preguntarle bien a mi madre lo que quiere y regreso. No vaya a rodeado de profesores; pero el recurso,
saldría del colegio en... por lo
molestarse porque me equivoco. Ningún profesor
tenía posibilidades.
una reunión para
coordinar un simulacro
menos, una hora. Tenían
El vendedor frunció el ceño, quizá sospechó que burlaban de
se
en el último
Marcelo respiró hondo y se lanzó a la de sismo. Una cabeza rota y una pierna partida,
él, tal vez no le importaba. temblor, habían obligado a la dirección a
tomar esta medida.
calle. multitud de chicos
de omnibuses. Marcelo llegó al patio y se confundió en la
Caminó pegado a las paredes, hacia un paradero Más de cuatro mil alumnos estudiaban
en

de la zona, aunque después que se iban a sus casas.


Tomaría cualquiera que lo sacara
la 2020, la Gran Unidad Escolar tenía la arquitectura
de un cuartel:

tuyiera que caminar. enormes bloques de


los pabellones de aulas, cuatro en total, eran
de frío.
Miró su las seis de la tarde. Sintió un poco
reloj: eran cemento, angulosos y severos, donde
funcionaban varias docenas
estaba envolviendo en tenía tres salidas
Abrió su mochila y sacó una bufanda. Se la de salones y oficinas administrativas. El colegio
a un par de
sus
de albañiles y
el cuello cuando descubrió, en la calle del frente, una de ellas estaba clausurada porque un pelotón
se
índice. Marcelo maldijo,
perseguidores, uno lo señaló con su
24

estaba arreglando. 25
carpinteros la
estuviesen apostados en una de las dos
Lo más seguro e r a que
Salamandra tenía meioras
Se volvió, y lo fulminó con sus
pupilas hechas brasas de odio.
estaban? &Y si
puertas. Pero y si no -Dígame-dijo Sifuentes, divertido-, den qué libro leyó usted eso?
desfigurarla? -Sólo las niñas leen libros -dijo Salamandra.
cosas que hacer que
lo había dejado en Se puso de
No, la que pensaba era totalmente ingenua, fue de la clase. Al salir tiró la puerta. pie y se
de todos, en clase. Y lo había puesto
delante
ridículo, otra vez, Sifuentes no agregó nada. Miró la puerta, luego
furioso, de eso no había duda alguna; le había hecho broma
una
movió la cabeza, de un lado
a Marcelo,
sus amigos. Sifuentes
a otro, con desánimo.
demasiado para Salamandra y En
inteligente, ese momento, Marcelo supo que se había metido en un feo
el nombre del autor de la
había preguntado por la nacionalidad y aprieto.
Colmena. Salamandra había mirado hacia u n costado.
novela La
no porque le importara realmente
sólo para ver si alguien le soplaba,
le temía al ridículo. Pero nadie salía
responder bien, sino porque
más c e r c a n o s o eran tan bestias cómo
en su auxilio. Sus compañeros
existía.
él o preferían olvidar que
Salamandra devolvía la mirada al frente para responder, como
era su costumbre, que no
conocía la respuesta, cuando descubrió

que Marcelo le hacía unas señales:


en su cuaderno, abierto de par
en par y en grandes letras, Marcelo había escrito: A. B. JONN,
inglés.
Seguro de sí mismo, Salamandra respondió al profesor.
-El autor de La Colmena es inglés y su nombre es A. B. JONN.

Las risas reventaron contra los vidrios de las ventanas y las


paredes. Salamandra entrecerró los ojos y frunció el ceño.
-iSabe de qué se ríen sus compañeros? -preguntó el profesor
Sifuentes.
-Es que son imbéciles -dijo Salamandra, con furia, y todos
volvieron a reir.
-Puede repetir el nombre del autor de La Colmena? o - A. B.

JONN.
-iPara usted fue A- be-jón quien escribió La Colmena?
Sólo entonces Salamandra se dio cuenta de la broma de Marcelo.
Cucurucho-man al rescate

Un mar de muchachos avanzaba hacia la salida del colegio.


Marcelo pensó que podría camuflarse y escabullirse entre los de
quinto. Algunos eran de su tamaño, aunque la mayoría le llegaba a
la mitad de la frente.
A veces, pensó Marcelo, ser alto es una limitación.
Flexionó las rodillas y caminó como un pato, siempre detrás de
algún grupo que no conocía y que lo miraba como si estuviera loco.
Llegó a la esquina del colegio sin dificultad, zigzagueando,
ocultándose.

Pero en esa esquina casi todos hacían un alto porque allí se


estacionaban los vendedores ambulantes que ofrecían golosinas,
sánguches, stickers, revistas, figuritas, y los muchachos
postergaban un momento su camino a casa para comprar algo 0
sólo para curiosear.
Otra porción de alumnos seguía de largo, pero la aglomeración
se raleaba, dejaba muchos claros y esto lo hizo sentir vulnerable.
Continuó, sin embargo, mirando al piso, quitando el rostro,
tratando de desaparecer en el cuello de su camisa. No quería mirar
a ninguna parte, se sentía ratón, yesperaba que no hubiese ningún
gato cerca.
de
pasaba nada, ni rastros de Salamandra, ni
sus
Pero no
Era cierto?
esbirros, no los olía, no los veía, no los escuchaba.
Los había burlado? No lo habían visto?

27
28

A cien pasos estaba el paradero del bus. Siete


Siete cales
calles separaban 29
su casa del colegio, pero no había motivos para
arriesgars debía aprender a defenderse. O era una niñita? Marcelo terminaba
mejor pagar el pasaje que caminar expuesto durante tantas los ojos inundados de lágrimas, la cara hinchada, las costillas
cuadras
Metió las manos en los bolsillos, levantó los ojos, no la col
ras. con
adoloridas. Vicente lo llamaba mariquita, y le aseguraba que nunca
Una bandada de pelícanos eruzÙ el cielo, parecían una for sería como su hermano mayor.
de Fokkers, volaban pesadamente, pero con gracia. ción Salamandra era casi de su mismo peso, pero era mayor, decían
A lo lejos, vio el paradero, sintió ganas de correr, que tenía dieciocho años, y que había repetido una y otra vez para
no tenía ane
hacerlo, para qué comportarse como un loco, llamar la atención quedarse en el colegio porque ese era su territorio.
Una tercera cachetada lo descontroló, y a pesar del miedo, de
inútilmente; entonces se le ocurrio que era un cobarde, que siempre
saberse perdido, se abalanzó sobre Salamandra, o lo intentó, pero
había huido, que siempre huiría.
En ese momento, una garra lo tomo del cuello. Tres
Sortija y Pajaloca lo sostuvieron por los brazos y atenazaron su
muchachos cuello.
lo rodearon. Los conocía a todos: Flaquito, Sortija y
Pajaloca, no -&Crees que puedes tocarme, imbécil? -gruñó Salamandra,
eran nada, esperpentos desadaptados, con evidentes muestras de lanzando un puñete al estómago de Marcelo.
retraso mental, pero eran varios. Y Salamandra estabacon ellos. El matón retrocedió un paso, Marcelo entreabrió la boca, sus
-Estoy harto de que te creas muy inteligente -dijo Salamandra dientes estaban teñidos de rojo.
Le habló a la cara, a unos centímetros de distancia, sus frentes -IYa ves lo que te pasa por ser tan inteligente! &Te gusta mi puño?
casi chocaban, Marcelo le olió el aliento a ron, también la Por qué me jodes? Qué te he hecho, huevón? Te perdoné una
acidezde
Su sudor, vio la mugre del cuello de su camisa. Y cuando
iba vez, sabes por qué, no? Sabes que tu hermano era mi amigo, no?
volteó el Tu eras su amigo? &Y por eso lo dejaron solo? -Qué dices?
responder, una cachetada le rostro.
en su ojo -iUstedes no estaban allí cuando lo mataron! -De qué habla
Sintiófuego en su mejilla, brillaron fuegos artificiales
este cretino?
derecho. Regresó la cara y miró con odio al matón.
-i Por quéestaba solo?!
-iQué miran -gritó Salamandra los curiosos que le hacian
a
Sintió que la presión sobre sus brazos disminuyó, entonces hizo
rueda-, sapos de mierda, lárguense de acá o los mutilo! un movimiento brusco, soltó un brazo, lanzó un codazo hacia atrás
-iVas a
Losalumnos, atemorizados, siguieron su camino. que le aflojó un diente a Sortija y un golpe hacia adelante que
pedirme perdón de rodillas, payaso! Salamandra esquivó. Sortija, Pajaloca y esta vez Flaquito saltaron
Otra cachetada estalló en su rostro, ahora
la otra ejilla.
en sobre él y lo sujetaron nuevamente.
enseñaba
le
Marcelo cerró los puños y recordó a Vicente c u a n d o sus
-Estás frito -dijo Salamandra y lanzó un puñete.
hacerlo, perd
pelear. Golpéame, le decía y Marcelo intentaba
manotazos se perdían en el aire, y por cada golpe e n el vacío, recibía
n el Marcelo clavó la mirada en el suelo. Veía estrellas, sentía furia,
el las piernas le flaquearon. Vio, entre brumas, que más alumnos se
aglomeraban alrededor Salamandra los echaba
uno en alguna parte de su cuerpo: en la cara, donde a que y que nuevamente
le
estomago, que lo doblaba por la mitad. Su padrastro
de
30

de alli, amenazando con


golpearlos a todos.
desmayarse. Entonces escuchó una voz familiar. Pensó
s. Penet
que ibaa a
31

Los otros rodearon a Cucurucho, pero éste comenzó5 a


-Alguien quiere un helado?
desplazarse entre sus atacantes, ágil, veloz, era muy pequeño y al
Quizá estaba sofñando, tal vez ba
distinguir entre la realidad y el ensueño. desmayado y popodía noo
encorvarse parecía caminar con la cabeza a la altura de la cintura
del resto, hizo una serie de movimientos circulares agitando sus
-iAlguien quiere un helado? -repitió la voz. dos fierros, golpeándolos contra el piso, como si diera un solo de
Era Cucurucho, el viejo vendedor de helados del batería, pero no golpeaba el piso únicamente, también las canillas
eabía su nombre, le decían asi porque colegio. Nad
pregonaba sus helados y los pies de sus atacantes, que en unos pocos segundos
fresa, vainilla y chocolate gritando "rico da acompañaron a su jefe, en el suelo, aullando de dolor.
cucurucho". Era ha
delgado, de brazos filbrosos, y las arrugas de su frente jito,
ter
-Vamos, muchacho.-dijo Cucurucho. -De qué película de kung
todos los años del mundo encima. Pero exhibía parecían tener fu saliste?.
iuvenil. Era un excéntrico, para llamar la atención se
una
vitalidad No hables, muchacho. Puedes caminar? -Si, claro. Ya pasó. A
cabeza, hacía aspas de molino, daba saltos mortales haciaparaba de dónde vamos?

y hacia atrás. Tras un movimiento de sus


adelante Ami casa, hay que ponerte hielo en esos moretones. Pero vamos
brazos, hacía aparecer
como del aire, dos fierros en sus manos. Eran , rápido antes de que se levanten.
una
especie de
grandes tijeras, eje que las uniera, que Cucurucho hacía chocar
sin Unos pasos más allá estaba la carretilla de helados. -Vamos a
entre ellas, con una sola mano, mientras daba ir en eso?

saltos de rana, pero con las piernas cruzadas.


unos
brincos, como -Es la mejor forma de volar.

-iVete, Cucurucho! iO te cae! -ladró Salamandra. -Puedo ir a mi casa. No tienes que preocuparte por mí -dijo
-Pero es que no quieres un heladito? Marcelo.
-Me hubieras dicho eso antes.
iCarajo con los chistosos! Tiene demasiados esta ciudad.
Salamandra estiró el brazo, aprisionó por las solapas a
-No podía -dijo Marcelo-, estaba ocupado comiendo puñetes.
Marcelo miró hacia atrás, no los seguían. Miró a Cucurucho,
Cucuruchoy lo atrajo hacia í.
era pequeño, tenía la
Ya te
piel cobriza, era delgado y musculoso, tenía
fregaste, viejito! -dijo Salamandra. una nariz de
aguilucho, pequeñita, los cabellos largos y negros, a
De pronto, el heladero pesar de
latigueó los brazos en el aire, y su edad, ojos.
como sus
aparecieron sus fierros y con una velocidad de mono, estrelló uno -No poder volver al colegio -le dijo Marcelo.
vas a
en la cabeza de
Salamandra y el otro se lo encajó justo en el medio -Qué bueno, no me gustaban las matemáticas -agregó
de las piernas. Cucurucho.
Flaquito, Sortija y Pajaloca soltaron a Marcelo, que se tambale0
bastante grogui, mientras Salamandra caía al suelo, agarrando
la cabezay los testículos.

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