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No olvides la serpiente

Elisa de Armas

Quarks
Ediciones Digitales
No olvides la serpiente
Serie
Máximo Minúsculo
5
No olvides la serpiente

Elisa de Armas

Quarks
Ediciones Digitales
No olvides la serpiente
Serie: Máximo minúsculo Nro. 5
Primera edición digital: febrero de 2021

© Elisa de Armas, 2021


© Vásquez Guevara Corporación Editorial E.I.R.L., 2021
para su sello Quarks Ediciones Digitales
RUC 20607237248
Corbacho 383, Urb. Santa Luzmila.
Lima 15314, Perú
Telef. +51977384130
E-mail: quarks.edicionesdigitales@gmail.com
Web: http://quarksedicionesdigitales.wordpress.com

Diseño de portada: Antonio Paz Fernández


Detalle de portada: freepik.es
Diagramación: Unidad de diseño

Hecho el Depósito Legal en la


Biblioteca Nacional del Perú N° 2021-02022

Libro electrónico disponible en:


https://quarksedicionesdigitales.wordpress.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier


medio, sin el permiso por escrito de los autores y/o de la editorial.

Todos los derechos reservados.


A Minjvs, que me acompaña.
No olvides la serpiente

Microrrelato al minuto

DENTRO DE un mínimo envoltorio introducir los ingredientes


justos para que, al tirar de la anilla del título, le estalle el final entre
las manos. Y aspirar a que, cuando el lector se cure de la herida,
aún queden dentro fragmentos de metralla.

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Elisa de Armas

Salir de pobres

CADA VEZ QUE nos encontrábamos en apuros enviábamos a mi


hermana Conchi a pedir un crédito al banco. Sus ojos violeta, sus
hombros carnosos, su busto amplio y su cintura de avispa, unidos
a una expresión entre soñadora y voluptuosa que copiaba de las
actrices de los cincuenta, la hacían irresistible. A cambio de
préstamos que nunca seríamos capaces de devolver, concedía una
cita en el paseo del río a los sucesivos directores de la sucursal.
Uno a uno los fue dejando plantados, entre los helechos, en el
momento en el que se atrevían a introducirle la mano en el escote.
La tierra era buena y sus pies no tardaban en enraizar, pero por
más que los sacudíamos no desprendían más que una lluvia de
caspa, balances descuadrados y listas de morosos. Fue mamá la
que tuvo la idea de sembrarlos bocabajo. Los cabellos y los dedos
de las manos también han arraigado con facilidad, pero ahora les
brotan a pares lustrosos zapatos italianos que cosechamos a
escondidas y vendemos los domingos en el mercadillo.

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No olvides la serpiente

Los otros

AUNQUE se dejan ver en raras ocasiones, esas criaturas siguen


habitando entre nosotros. De costumbres nocturnas, duermen
hasta altas horas de la mañana y permanecen refugiadas en sus
escondrijos durante el día. Al caer el sol salen a merodear con sus
congéneres y no regresan hasta que los alertan las primeras luces
del amanecer. En esos últimos momentos de actividad antes de
dejarse caer rendidos los oímos arrastrar muebles, abrir y cerrar
cajones o dejar correr el agua de grifos y cisternas. Una desaforada
voracidad los lleva a atacar nuestras reservas de provisiones
dejando tras de sí un rastro de migas, cáscaras y mondas que me
veo obligada a recoger sin desmayo. A veces encuentro,
esparcidos por el salón o los baños, otros despojos nauseabundos
que confirman su presencia. Solo los veo el viernes por la tarde,
cuando antes de marchar me acechan en el pasillo y murmuran
entre dientes: «Mami, la paga».

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Elisa de Armas

Caprichos

UNOS DIJERON que era la alegría del cincuentón por haber


conquistado a la más bella damita de todo el oriente; otros, que
pretendía hacerse perdonar los remotos orígenes de la niña
Gloria, que se traslucían en el canela claro de la piel y en los
salvajes rizos negros; los más, que quería dejar claro quién era el
más rico hacendado de la zona. El caso fue que Fabricio Curet
hizo traer para su boda la última novedad de París, un globo
aerostático desde el cual los invitados podrían admirar los
cafetales que cimentaban su fortuna. Pero los pulsos de la novia
se alteraron cuando Fabricito, el sobrino del patrón, recién llegado
de Francia, se inclinó a besarle la mano. El mismo día de la
ceremonia, de madrugada, la niña Gloria burló la vigilancia de su
madre para encontrase con él en la barquilla del globo. Cuentan
que no encendieron el horno, que el solo ardor de los jóvenes
amantes elevó la temperatura del gas y que ascendieron a una
altura tal que ni las águilas lograron ver hacia dónde los
arrastraban los vientos.

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No olvides la serpiente

Sin retorno

A ESTA HORA solo puede ser él. Los golpes resuenan con la
urgencia de tantas veces en las que ha vuelto para exigirle dinero
o para llevarse medio a la fuerza las pocas cosas por las que le
darían algunos euros en el mercadillo. Había jurado no volver a
abrirle, pero algo en el golpeteo nervioso la obliga a acercarse y
desatrancar la puerta.
—Mama, me vienen siguiendo. Traigo un navajazo en la
pierna.
Por el hueco a medias abierto asoma la cara pálida, sin
afeitar, y tras ella el cuerpo vacilante, la sangre que desde la ingle
empapa el vaquero gastado. La mujer lo deja pasar y cierra deprisa,
mientras él se derrumba en el sofá desvencijado.
—Tráeme la merienda —le pide zalamero.
Debería llamar a un médico, es una herida fea. Sin
embargo marcha hasta la cocina arrastrando los pies y vuelve con
un trozo de pan con chocolate. El muchacho devora y, al tiempo,
la sombra oscura de la barba se vuelve pelusa dorada y se le
redondean las mejillas.
—Cuéntame un cuento, anda.
La mujer se sienta en la mecedora, el niño se le acurruca
en los brazos. La historia de la luna y el lobo, que tanto le gusta,
lo hace sonreír y entre los labios tiernos asoma la mella de una de
las paletas. Pronto no se oye más que la respiración acompasada
del bebé, el runrún de los balancines y el susurro bajito de la nana.
Dos nuevos aldabonazos la sobresaltan cuando está a punto de
quedarse dormida. Tres tipos entran en tropel en busca del hijo y
escudriñan violentos cada rincón de la casucha. Ella, de pie,
curvando la espalda para contrapesar el abultado vientre, los deja
hacer con una mezcla de tristeza y desprecio en la mirada. Hasta

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Elisa de Armas

que al fin se marchan, convencidos de que allí no pueden


encontrarlo.
Dejándose caer de nuevo en la mecedora, la mujer abraza
su cintura fláccida. Mañana sin falta irá a pedirle al ginecólogo que
le ligue las trompas.

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No olvides la serpiente

El aprendiz

GRACIAS a que las manos de mi padre acudían en mi ayuda cada


vez que una cola de milano se me atravesaba o que la labor de la
taracea exigía una destreza minuciosa, la ebanistería mantuvo el
prestigio después de su muerte. De noche también se aparecían,
aunque al menos tenían la decencia de esperar a que hubiésemos
soplado la vela. A Lisetta no parecía sorprenderle que, a oscuras,
mis torpes manazas se multiplicasen por dos, ni que la hicieran
estremecerse como nunca antes; y yo habría disfrutado con ella si
sus agradecidos gemidos no se empeñaran en gritar una y otra vez,
en lugar de Tonnello, la palabra maestro.

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Elisa de Armas

Racha de suerte

LA SERPIENTE me quedó demasiado gorda, en el centro, sacando


la lengua partida. Adán y Eva me habían salido mejor, desnudos,
tapándose sus partes con las manos. Ya nadie encarga las pinturas
de los milagros para dejarlas en las iglesias, prefieren fotografías,
y los guerrilleros han ahuyentado a los turistas, así que los
doscientos pesos que me dio la señora me cayeron como del
cielo. «Era un capricho que tenía desde chiquita», me contó, «de
cuando estudiaba el catecismo». Aquella noche les dimos a los
niños tamales de pollo y durmieron con la panza llena.
Cuando, a los pocos días, le picó a la doña la víbora barba
amarilla mientras sembraba fríjoles en la milpa y el veneno la
mató, maldije mi mala suerte; la chingaste, viejo, pensé, no vuelves
a vender ni uno. No podía imaginar que empezaría a tener más
encargos que nunca. Siempre Adán y Eva saliendo del
Paraíso. «No olvides la serpiente», me decían. De repente todos
tenían suegras, cuñados, hermanos o vecinos a quien regalar
cuadritos.

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No olvides la serpiente

La unión hace la fuerza

LO ENROLLAMOS despacito, como hace mamá con la alfombra


del salón, lo cargamos a hombros entre todos y lo tiramos al río.
Fue un robo sonado. Después tuvimos cinco meses de
vacaciones: el tiempo que tardaron los mayores en construir de
nuevo el camino hasta la escuela.

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Elisa de Armas

A escondidas

EN LOS RAROS MOMENTOS en que no la contemplan traslada la


antorcha al brazo izquierdo, baja el derecho y lo activa para
desentumecerlo. Vuelta a su posición inicial, contempla con
envidia los barcos que se alejan por el Hudson. Nadie sabe tan
bien como ella que no hay esclavitud mayor que la de convertirse
en símbolo.

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No olvides la serpiente

Seísmo

LA ISLA se estremeció. En su piel virginal los pasos del náufrago


hacían las primeras cosquillas.

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Elisa de Armas

Traditore

—MAESE JUAN —pregunta el poeta con su voz atiplada—, ¿a


cuál de vuestros cajistas encomendasteis las páginas de mi
Cancionero?
—A mi hijo Tomás, señor, que acabó sus estudios de
bachiller y anda aprendiendo el oficio. ¿Acaso no quedasteis
satisfecho?
Fingiendo concentración el joven Tomás se inclina sobre
el chibalete e intenta disimular el rubor que le quema en el rostro.
Él solo pretendía corregir un verso mal medido, mas no pudo
evitar compadecerse de la linda muchacha que yacía en el mármol
de aquel manojo de poemas. En el mismo soneto XVII le soltó el
cabello dorado, que se esparció fundiendo la nieve de su rostro;
en el XXV, mudó la sonrisa de ángel por una risa pícara, llena de
cascabeles; y en el XLII, cuando al fin se atrevió a besarla, arrancó
de sus labios un suspiro que aún resuena entre aliteraciones.
—Bien al contrario, señor maese, bien al contrario.—El
poeta carraspea, coloca un nuevo manuscrito sobre el mostrador
y añade, casi en sordina—: Quisiera que fuese él, y ningún otro,
quien componga esta segunda parte de mi obra.

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No olvides la serpiente

La ciudad y sus ecos

EL VIAJERO que al anochecer arribe al puerto de Lavinia y decida


recorrer sus calles podrá contemplar, a través de las pantallas de
papel de arroz que cubren las ventanas, las siluetas de sus mujeres,
que se peinan antes de acostarse. Si la noche es calma y aguza el
oído, la vibración del papel le traerá el tañido impaciente del
cabello de las muchachas que no conocen el amor; la música de
los rizos al desenroscarse en manos de los amantes; los ásperos
lamentos de la melena de las abandonadas; el crepitar que
producen las ancianas al trenzarse las canas mientras ruegan al
ángel de la muerte que no las señale aún con su dedo implacable.
Los dedos de ese navegante no volverán a acariciar la cabellera de
una mujer amada sin que lo desasosiegue el recuerdo de las
melodías que escuchó en Lavinia.

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Elisa de Armas

Leyenda del salón dorado

VIVIÓ en Zaragoza un rey moro que ansiaba levantar en su


palacio una sala que en nada envidiase a las del Paraíso, mas
ninguno de los proyectos presentados por sus alarifes satisfizo al
exigente monarca. Finalmente, se presentó en la corte un
extranjero asegurando que, si le permitía contemplar la danza de
las mujeres del harem, edificaría para él la más hermosa estancia
que jamás nadie hubiera contemplado.
Dudó el rey, pues era celoso y posesivo, pero al fin aceptó
la propuesta. Al atardecer, en un solar anexo al patio del palacio,
Aixa, la favorita, y el resto de sus compañeras bailaban ante el
monarca y el forastero. Esperó este a que las jóvenes se
emparejaran y cuando alzaron sus brazos, curvándolos
airosamente, pronunció un conjuro en su lengua desconocida. Al
instante, los cuerpos esbeltos quedaron convertidos en columnas,
los brazos se entrelazaron formando arcos caprichosos y surgió
sobre ellos una hermosa techumbre decorada con versos del
Corán.
El rey lloró y suplicó, pues no quería conseguir sus deseos
a tal precio, y el extranjero, antes de desvanecerse como humo,
accedió a comunicarle que, entre las que formaban los versos,
había diez palabras escondidas. Si las encontraba y las ordenaba
debidamente, se desharía el hechizo. Cuentan que el rey perdió la
razón trenzando infinitas combinaciones, y que las bellas
muchachas del harem esperan aún que un mortal acierte con la
fórmula que les permita continuar su danza.

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No olvides la serpiente

Separación

AL DESPEDIRSE intercambiaron sus almas. Él la esperó prisionero


en un cuerpo de doncella. Ella, vuelta caballero, eligió la libertad.

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Elisa de Armas

Huella divina

CONVENCIDOS DE que el primer amor marca para siempre a la


mujer, los habitantes de Céfiros rivalizan en ofrecer a Dánae joyas
y objetos labrados en el oro más fino. Muchos, desde el tirano
Policdetes hasta algún humilde pastor, se vanaglorian de haberla
seducido. Mas lo cierto es que ella solo goza del sexo cuando,
desnuda sobre el suelo de la azotea, introduce su mano entre las
piernas y separa con delicadeza los labios para que la lluvia la
penetre hasta lo más profundo.
Por temor a herir el orgullo de Zeus y desencadenar su
venganza, la hermosa Dánae guarda su afición en el mayor
secreto. Nadie debe saber que no es el aguacero violento,
sembrador de truenos, el que la hace estremecerse hasta
desfallecer, sino ese calabobos manso y menudo que los astures
llaman orvallo.

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No olvides la serpiente

Impronta

TRAS EL PRIMER celo perdió aquel trotar de corza juguetona, se


le hincharon los pezones como uvas maduras y empezó a caminar
con una gravedad desconocida. Pronto volcó todo su afán en el
deslucido patito de goma que apareció en el armario cuando Fran
se emancipó. Lo apretaba contra su costado y lo trasladaba de un
lugar a otro sosteniéndolo primorosa entre los dientes, los
mismos dientes con que se revolvía si pensaba que alguien
amenazaba al objeto de sus desvelos. Aunque el veterinario
insistió en que debíamos hacerlo desaparecer, arrebatárselo nos
partía el alma casi tanto como verla desplegar aquel esfuerzo
inútil.
Ayer nos despertó una agitación inusitada. Gala avanzaba
por el pasillo con aire de matrona. La seguía el patito sobre sus
nuevos pies palmeados. Revoleaba una cola de apariencia perruna
y lanzaba, desde su pico abierto, un alegre guau, guau.

25
Índice

Microrrelato al minuto…………………………………9
Salir de pobres…………………………………………10
Los otros…………………………………..……….…..11
Caprichos……………………...………………………12
Sin retorno...……………………...……………………13
El aprendiz…………………………………………….15
Racha de suerte…….……………...………………...…16
La unión hace la fuerza…………….…………………..17
A escondidas…………………………………..…….…18
Seísmo………………………...……………………….19
Traditore………………………………………………..20
La ciudad y sus ecos………………………….................21
Leyenda del salón dorado…………………………........22
Separación…………………………………………......23
Huella divina…………………………………………..24
Impronta………………………………………….........25
Esta edición digital de No olvides la serpiente,
de Elisa de Armas, se terminó de
diagramar en Lima – Perú
en febrero de 2021.
Elisa de Armas
(Sevilla - España)

Licenciada de Geografía e Historia. Ha sido profesora


de Lengua y Literatura en la enseñanza secundaria. Ha
ganado los concursos de microrrelatos Caperucita Roja
en Tiempos de Twitter (2010), el IX Certamen de
Microcuento Fantástico miNatura (2011) y en el III
Concurso de Microrrelatos Realidad Ilusoria (2016).
Participa como coordinadora y tallerista en La Marina,
taller de minificciones. Sus microrrelatos han sido
publicados en diversas antologías. asimismo, administra
el blog Pativanesca (http://pativanesca.blogspot.com).

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