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DERECHO COSTITUCIONAL I

DE LA DEMOCRACIA Y DE LA OLIGARQUIA.- DIVISIÓN DE LOS PODERES

CUALIDADES DEL LEGISLADOR

José Gell Bido


Facilitador

Cristal Núñez
100240850
Estudiante

Virtual-10
Sección

12-4-2023
Fecha
DE LA DEMOCRACIA Y DE LA OLIGARQUIA.
DIVISIÓN DE LOS PODERES

CUALIDADES DEL LEGISLADOR

Así, en el arte de la gimnasia, saber cuál es su naturaleza y utilidad, qué ejercicios


convienen a los diferentes temperamentos y edades, cuáles los medios para formar un
hombre bien constituido qué ejercicio puede convenir a todos los discípulos y cuál
solamente a las naturalezas privilegiadas, problemas son que este arte se propone.

Aun cuando los que se ejercitan en la gimnasia no pretendan todos adquirir el vigor ni
la destreza de un atleta, no deben por eso poseer menos la teoría de su arte. Lo mismo
puede decirse de la medicina, de la construcción de barcos o de cualquier arte.

Del mismo modo hay una ciencia de los gobiernos a la que corresponde determinar cuál
es la mejor forma de gobierno, cuál es su naturaleza, con qué condiciones será tan
perfecto como desear se puede, independientemente de todo obstáculo exterior. A ella
corresponde saber qué constitución conviene adoptar en los diversos pueblos, de los
cuales la mayor parte acaso no admitirá constitución alguna a ella determinar cuál es el
mejor gobierno en ab- soluto y en relación a los elementos que deben constituirle:

Tal es la política, ciencia necesaria al legislador y al hombre de Estado. Puede añadirse


que deben éstos ser, además, capaces de juzgar una constitución cualquiera y de asignar,
en vista de los datos que se les suministren, los principios que deben hacerla viable y los
hechos que han de asegurar su duración. De otro modo, una ciudad no tendrá un buen
gobierno, por haber descuidado esta ciencia.

Si es, pues, cierto que el legislador debe conocer la ciencia de los gobiernos y que debe
aplicarla a las ciudades, forzoso es confesar que ciertos escritores político.

Pero el primer principio político de todo gobierno es poder ser aceptado y puesto
fácilmente en práctica en la situación actual de los Estados. En esta ciencia es más
difícil reformar que crear, como es más fácil aprender lo que no se sabe que destruir lo
una vez aprendido.

Así, el hombre de Estado, además de las cualidades expuestas, debe ser capaz de
mejorar la Constitución de un gobierno ya organizado, para lo cual necesita ante todo
conocer las diversas formas de gobierno.

Algunos escritores no admiten sino una sola especie de oligarquía y de democracia,


cayendo así en un lamentable error; un verdadero político está obligado a conocer los
caracteres distintivos de los gobiernos, su número y sus combinaciones.

Debe, además, saber apreciar la perfección de las leyes, y distinguir las que son propias
a los diferentes sistemas de organización social, porque las leyes no son la Constitución,
ni la constitución las leyes, principio admitido por todos los legisladores. En efecto, la
Constitución es la organización de las magistraturas, la distribución de los poderes, la
atribución de la soberanía y el fin de toda sociedad política.

SUBORDINACIÓN DE LOS MALOS GOBIERNOS ENTRE SÍ

La república. Hemos hablado de la aristocracia y de la monarquía que se basan en la


virtud. Hemos además explicado las diferencias que existen entre la monarquía y la
aristocracia. Nos resta tratar del gobierno llamado propia- mente república, y de los
corrompidos, que son la tiranía, la oligarquía y la demagogia. Fácil es señalar en los tres
últimos su mayor o menor duración.

El peor de todos los gobiernos será ciertamente la corrupción del mejor y más noble. O
la monarquía es una palabra sin sentido, o el monarca debe atesorar la virtud más pura.

La tiranía es, pues, el peor de los gobiernos, y aquel cuya aberración es más
pronunciada. Le sigue la oligarquía, muy lejana de la aristocracia; en fin, la demagogia
es el gobierno menos degenerado. Si bien un escrito que nos ha precedido ha tratado el
mismo asunto, lo ha hecho bajo distinto punto de vista: ha pensado que todo gobierno
puede ser bueno y malo, que hay buena y mala oligarquía y tiranía, y que la demagogia
es el peor de los gobiernos buenos y el mejor de los malos. Pretendemos, por nuestra
parte, que estos tres gobiernos son esencialmente corrompidos y así no decimos que una
oligarquía es mejor que otra, sino que es menos mala. No insistiremos en este punto.

DIFERENCIA DE LOS ELEMENTOS SOCIALES COMO ORIGEN DE LAS


CONSTITUCIONES

A diversidad de elementos da lugar en el Estado a diferentes constituciones. Las bases


primeras de la ciudad son las familias, cuya agregación mutua forma un pueblo, en que
hay necesariamente ricos acomodados y pobres. Ricos y pobres, unos disponen de
armas y otros no; los pueblos se dividen en labradores, mercaderes y artesanos; los
mismos ricos lo son muy diversamente, según la extensión de sus riquezas y
propiedades.

Nos atrevemos a afirmar, sin embargo, que todas estas especies pueden agruparse en
dos principales, y que así como los físicos no admiten sino dos vientos principales, el
Aquilón y el de Mediodía, de que todos los demás son derivaciones, los políticos no
deben admitir sino dos Constituciones.

Una oligárquica y otra democrática de que derivan la aristocracia, forma de oligarquía y


la república, forma de democracia, como el défiro y el vulturno son formas derivadas de
los dos vientos principales. No de otro modo, en la armonía no hay propiamente sino
dos géneros: dorio y frigio, de que todos los demás son intermedios. Dejando, pues, a un
lado las divisiones arbitrarias que con frecuencia se adoptan, no admitiremos sino dos
Constituciones, o, mejor, una sola bien organizada, de que todas las demás derivan
como corrupciones, ya sean oligarquías concentradas con tendencia despótica, ya
democracias de tendencia más moderada y dulce.
LEMENTOS DEL ESTADO.-CRÍTICA DE PLATÓN. LA RIQUEZA Y LA
POBREZA

Hemos, pues, demostrado que las Constituciones pueden Ahora bien: el naturalista que
quiere conocer las especies de los animales, clasifica ante todo las partes esenciales a
todo animal. Los órganos de los sentidos, los que sirven a la nutrición y a la
locomoción, son el primer objeto de sus estudios. Al encontrar diferencias sensibles
entre los órganos de la boca, del estómago, de los sentidos o del movimiento, los
clasificará definiendo por ellos individuos y especies; porque es imposible que los
animales del mismo género tengan diferente organización.

Todas las combinaciones posibles de los órganos bastan para agrupar a los animales en
especies múltiples. Este principio lo es también en poli- tica, porque el Estado se forma
de muchos elementos; así, los obreros trabajan en las artes y oficios indispensables.

DIVERSAS CLASES DE DEMOCRACIA

La diversidad de clases que se observa dentro de la de los ricos y la de los pobres es el


fundamento de la multiplicidad de democracias y oligarquías. En la muche dumbre
están los labradores, artesanos, comerciantes y marineros, ya sean militares, pilotos,
pescadores o especuladores, como en Atenas, Tenedos, Bizancio y Tarento, o Egina y
Chio, respectivamente. Están en la muchedumbre además los obreros, los que tienen
fortuna, pero tan corta, que no les permite vivir sin trabajar, los que han nacido de padre
o madre libre solamente, y, en fin, todos aquellos que tienen medios análogos de
existencia. La clase elevada se divide en razón de las riquezas, del nacimiento, de la
instrucción y de toda otra prerrogativa.

ESPECIES DIVERSAS DE OLIGARQUÍAS

Pueden distinguirse cuatro oligarquías. La primera se caracteriza por la fijación de un


censo para ser elegible a las magistraturas, bastante elevado para que la mayoría no
pueda pagarle. En la segunda, la ley no exige sino un corto censo, pero el cuerpo de los
magistrados nombra los que han de ocupar las plazas vacantes. Si todos, sin distinción,
son admisibles, el régimen es aristocrático si no, es realmente oligárquico. Se distingue
la tercera especie por ser las magistraturas hereditarias. La cuarta une al principio
hereditario el de la soberanía de los magistrados sustituida a la de la ley. Esta última
forma corresponde a la tiranía en los gobiernos monárquicos y en las democracias a la
última especie, y se llama dinastía o gobierno de la fuerza.

DE LA REPÚBLICA

Debemos aún tratar de lo que se llama vulgarmente república y de la tiranía. Si hemos


adoptado este orden de discusión, no es porque la república y las especies de
aristocracias de que acabamos de hablar sean gobiernos corrompidos, por más que
todos, sin excepción, son corrupciones de la Constitución perfecta.
Las hemos, pues, colocado en el número de los gobiernos degenerados, de los que
hemos probado que eran combinaciones. La tiranía debe ocupar el último lugar, por ser
de todos los modos de organización el que menos merece el nombre de gobierno. En
cuanto a la república, hemos debido diferir su examen hasta ahora, por ser indispensable
conocer la oligarquía y la democracia para conocer la república, que es una mezcla de
las dos.

Consiguientemente a las consideraciones que preceden, debemos examinar ahora cómo


la república propiamente dicha se forma al lado de la oligarquía y de la democracia y
cuál debe ser su Constitución. De este modo podremos fijar los límites de la democracia
y de la oligarquía, puesto que la república debe formarse de la reunión de ambas, como
se forma reuniendo las sortijas de los amantes el símbolo de su cariño.

APOLOGÍA DE LA CLASE MEDIA

Al decidir qué Constitución es preferible, debe tenerse en cuenta la mejor organización


para los Estados en general y para la mayoría de los hombres, sin hablar de esta virtud
que excede a las fuerzas ordinarias de la humanidad, ni de una instrucción que exige
disposiciones naturales y circunstancias dichosas.

Los hombres no aspiran a la república perfecta ideal, contentándose con un género de


vida conveniente al mayor número, y con un gobierno que, aunque menos perfecto,
pueda plantearse en los diversos Estados. Así, las instituciones políticas que llamamos
aristocracias, demasiado perfectas para la mayor parte de los pueblos, se modifican para
acercarse a la república.

La clase media está menos expuesta a estos excesos, por razones que expondremos al
tratar de las revoluciones. Otra ventaja inapreciable de la clase media es que jamás se
insubordina; doquiera está en mayoría y así no conoce las inquietudes ni las reacciones
violentas que quebrantan el gobierno. Los grandes Estados deben su tranquilidad a la
clase media, que es en ellos numerosa; en los pequeños, por el contrario, la masa entera
se divide fácilmente en dos enemigos.

La clase media hace también a las democracias más duraderas que las oligarquías, en
que es menos poderosa y tiene menos participación en el poder; porque aumentando el
número de los pobres y no la clase media, el Estado experimenta trastornos que le
acarrean la muerte. Los hechos nos dicen que los legisladores más sabios, Solón, que
nos lo enseña en sus versos; Licurgo, que no era rey, y Carondas, han salido de la clase
media.

RINCIPIOS GENERALES APLICABLES A TODOS LOS GOBIERNOS

Lugar es éste a propósito para examinar cuál debe ser la naturaleza de los gobiernos en
los diversos pueblos. Un principio general se aplica a todos los gobiernos: la porción de
la ciudad que quiere el mantenimiento de las instituciones debe ser más fuerte que la
que quiere su tras- torno. Debe distinguirse en todo Estado la cantidad y la cualidad de
los ciudadanos. Llamo cualidad a la libertad, la riqueza, la ciencia, la nobleza; y
cantidad, a la preponde rancia del número.

La cualidad puede pertenecer a un elemento político y la cantidad a otro. Asi, las gentes
humil- des pueden exceder en número a las de nacimiento ilustre, los pobres a los ricos,
sin que esta superioridad pueda, sin embargo, compensar la diferencia cualitativa.

Alli donde los pobres son tantos que exceden en número a los ricos, habrá democracia y
su especie será análoga a la profesión dominante; por ejemplo: si la clase de los
labradores es la más numerosa, habrá la primera especie de democracia; si los obreros y
mercenarios dominan, habrá demagogia.

Las demás clases darán por resultado especies intermedias. Si los ricos y los nobles
aventajan más en cualidad a la clase pobre que a ellos ésta en número, se constituye del
mismo modo la oligarquía con todas sus variedades, según la tendencia particular de la
clase oligàrquica que prepondera. Pero un legislador sabio debe basar siempre su
gobierno en la clase media y pensar sólo en ella, lo mismo al constituir una oligarquia
que una democracia.

DIVISIÓN DE LOS PODERES. PODER LEGISLATIVO

Vamos a examinar ahora cuáles son los poderes constituidos en la república en general
y en cada especie particular de organización política, enunciando ante todo un principio
fundamental.

En todo Estado existen necesariamente tres poderes que un legislador sabio debe
procurar armonizar entre sí y con la especie de gobierno. De la acertada combinación de
estos poderes depende la menor o mayor bondad de los gobiernos y aún puede decirse
que los Estados no difieren sino en esta organización. Estos poderes son: el deliberante,
el ejecutivo, considerado en las atribuciones y en la elección de los magistrados, y el
judicial.

La asamblea general decide soberanamente de la paz y de la guerra, celebra o rompe las


alianzas, hace las leyes, estatuye acerca de las penas de muerte, de confiscación y del
destierro, y exige la responsabilidad a los magistrados. Es necesario aquí que todos
legislen sobre todo, o uno solo, o todos; o bien que algunos legislen sobre ciertos
asuntos y algunos sobre otros.

El pueblo entonces no se reúne en la asamblea general sino para la sanción de las leyes,
los negocios generales y el juicio y responsabilidad de los magistrados. Puede el pueblo,
en segundo lugar, reunirse en masa; pero sólo para la elección de los magistrados, la
sanción legislativa, la declaración de la guerra y la aprobación de las cuentas públicas.

Se abandona entonces el resto de los negocios a magistraturas especiales nombradas


por suerte o por la universidad de los ciudadanos. En tercer lugar, se puede,
conservando la asamblea general para la elección de las magistraturas ordinarias, para
las cuentas públicas, para la paz o los tratados, dejar todos los demás negocios que
exigen talento o experiencia a magistrados especiales nombrados especialmente.

DEL PODER EJECUTIVO

No varía menos el poder de los magistrados y su organización que el poder y


organización de la asamblea deliberante, según los diversos gobiernos y pueblos. La
duración de este poder es de seis meses.

¿Cuál debe ser su verdadera duración? ¿Serán las magistraturas perpetuas o


temporales? ¿Podrán los mismos magistrados ser más de una vez elegidos? ¿Cuáles
serán las condiciones de las elecciones, de los electores y de los elegibles? Forzoso es
conocer todas las soluciones posibles de estas diversas cuestiones y aplicarlas luego
según el principio y utilidad de los diferentes gobiernos.

¿Qué son, ante todo, las magistraturas? La asociación política exige muchas clases de
funcionarios y sería un error considerar como verdaderos magistrados a todos los que
reciben algún poder, ya por elección, ya por suerte.

Los pontífices, por ejemplo, los heraldos, los embajadores, aunque nombrados de este
modo, no pueden ser considerados como magistrados políticos.

Otros funcionarios, como los generales, tienen autoridad sobre todos, pero en un solo
respecto; otros ejercen inspección sobre una sola clase, como los censores que velan por
las mujeres y los niños; hay, en fin, funciones puramente económicas, como las de
intendentes de víveres, también electivas y otras que se confían a los esclavos, cuando el
Estado puede pagarles. Pero buscamos aquí al magistrado en un sentido riguroso: llamo
magistrado al funcionario público investido del derecho de deliberar, de juzgar y de
mandar apoyo.

Es claro que algunas magistraturas son exclusivamente esenciales a un sistema tal es la


de los guardianes de las leyes, que no conviene a la democracia.

El gobierno popular necesita de un poder senatorial, que se ocupe en los negocios,


mientras los ciudadanos se ocupan en sus trabajos. Si este consejo fuese poco numeroso,
sería conforme al sistema oligárquico pero es necesario que los guardianes de las leyes
sean un corto número: esta magistratura es propia, pues, de la oligarquía.

DEL PODER JUDICIAL

Nos falta hablar del poder judicial, tercero de los poderes que hemos enumerado. Para
su examen seguiremos el mismo método. Todas las diferencias entre los tribunales
descansan en tres puntos: su personal, que puede ser elegido entre todos los ciudadanos,
o sólo entre algunos; sus atribuciones, que pueden ser diversas; su designación, que
puede ser por suerte o por sufragio.

Ocho pueden ser los tribunales que se ocupen, respectivamente: 1, de las cuentas y
administración; 2.0, de las lesiones que los particulares causan a la república; 3. de los
delitos contra el Estado; 4. de las acciones entre los magistrados y los particulares por
indemnizaciones; 5. de los juicios importantes en materia civil; 6. de las causas de
homicidio. Estas pueden corresponder a varios tribunales, según que este delito es
casual o voluntario, según que se confiesa o no, o hay duda en la aplicación de la ley, o
el acusado es reincidente: tal es, por ejemplo, en Atenas el tribunal de los Pozos.
Felizmente estos crímenes son raros, aun en las grandes ciudades; 7. de los asuntos en
que intervienen extranjeros; 8. de todos los demás asuntos de menor importancia en que
la cosa litigiosa no excede de cinco dracmas; asuntos que deben juzgarse de otro modo
y no someterse a los tribunales ordinarios. pre superior al de los senadores.

Los jueces pueden ser elegidos, o entre todos los ciudadanos, para juzgar todos los
asuntos, por sufragio y por suerte; o parte por sufragio y parte por suerte, o bien pueden
ser elegidos entre todos para conocer de ciertos asuntos, con las mismas combinaciones
de suerte y de elección. De las diferencias de estos cuatro sistemas nacen otros cuatro
porque los jueces pueden ser elegidos entre algunos ciudadanos para todos los asuntos
por sufragio, o entre algunos para todos los asuntos por suerte, o parte por sufragio y
parte por suerte.

Estos diferentes modos de organización presentan los resultados y las dobles combi-
naciones que hemos ya expuesto. Así, algunos jueces pueden ser elegidos entre todos
los ciudadanos, y otros sólo entre ciertas clases, siguiendo las diversas combinaciones
de suerte y de elección y estas diferencias y combinaciones pueden encontrarse entre los
miembros de un mismo tribunal.

Estos son los diferentes sistemas que pueden adoptarse en la organización judicial. Las
elecciones hechas entre todos, para juzgar de todo, son democráticas porque con- ceden
la jurisdicción general a la universalidad de los ciudadanos. La organización que declara
elegibles sólo a ciertos individuos, para juzgar de todo, es oligàrquica. Por último, todo
sistema que combina los dos anteriores y declara elegibles a todos los ciudadanos para
formar parte de todos los tribunales, o sólo a algunos para formar parte de otros, es
aristocrática y republicana.

ANALISIS DEL TEXTO


Que entendemos por oligarquía
La oligarquía es, para las ciencias políticas, la forma de gobierno en la cual el poder es
ejercido por un grupo reducido de personas que pertenecen a una misma clase social.
Por extensión, el término se utiliza para nombrar al conjunto de empresarios y sujetos
acaudalados que suelen actuar en conjunto para la defensa de sus intereses.

El concepto nació en la Antigua Grecia para referirse a la degeneración de la


aristocracia. Cuando el sistema aristocrático comenzó a perpetuarse por la descendencia
sanguínea y la dirección del Estado dejó de estar en manos de las mentes más brillantes,
comenzó a hablarse de oligarquía.

A la hora de organizar el poder político, existen tres alternativas muy generales: que
gobierne uno (tiranía), que gobiernen algunos (oligarquía) y que gobiernen todos
(democracia). En nuestros tiempos, la democracia se ha convertido no solo en el sistema
político predominante dentro del mundo occidental, sino en un sistema político
hiperlegitimado tan es así que, apelando a la carta democrática, no solo se justifica su
superioridad intrínseca frente a otros sistemas políticos rivales, sino también la
extensión de sus ámbitos competenciales.

No solo se trata de que la democracia sea mejor que la tiranía o que la oligarquía, sino
que además es el receptáculo último de soberanía y, por tanto, posee la legitimidad para
hacer lo que le dé la gana. El liberalismo reconoce que la democracia tiene ventajas
formales frente a otras formas de organización del poder político en esencia que, bajo
ciertas condiciones, permite una tutela más inmediata de los gobernantes por parte de
los gobernados y, en su caso, una sustitución pacífica de los primeros tras la censura de
los segundos, pero también pone de manifiesto sus riesgos la ilusión de que el pueblo es
un sujeto soberano de derecho que se autogobierna y, por tanto, la consecuente
necesidad de establecer estrictos límites al funcionamiento de la democracia para que no
degenere en una tiranía de la mayoría separación de poderes y carta de derechos
fundamentales del individuo.

La división de poderes un fenómeno novedoso en la historia política del mundo. Para


definir el concepto de división de poderes tenemos que tener bien en claro que el mismo
es muy novedoso si lo comparamos con la historia política mundial.

Aunque ya lleva más de doscientos años existiendo, la división de poderes resulta


siendo la punta de una larga historia mundial de monarquías y poderes absolutos. Ahí
radica su importancia ya que comporta una nueva manera de entender la política y el
gobierno en la cual el poder ya no esté concentrado totalmente en una persona sino que
nacen diversas instituciones que se lo repartirán y deberán ejercerlo con las mismas
responsabilidades.

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