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De La Democracia y de La Oligarquia Trabajo Final
De La Democracia y de La Oligarquia Trabajo Final
Cristal Núñez
100240850
Estudiante
Virtual-10
Sección
12-4-2023
Fecha
DE LA DEMOCRACIA Y DE LA OLIGARQUIA.
DIVISIÓN DE LOS PODERES
Aun cuando los que se ejercitan en la gimnasia no pretendan todos adquirir el vigor ni
la destreza de un atleta, no deben por eso poseer menos la teoría de su arte. Lo mismo
puede decirse de la medicina, de la construcción de barcos o de cualquier arte.
Del mismo modo hay una ciencia de los gobiernos a la que corresponde determinar cuál
es la mejor forma de gobierno, cuál es su naturaleza, con qué condiciones será tan
perfecto como desear se puede, independientemente de todo obstáculo exterior. A ella
corresponde saber qué constitución conviene adoptar en los diversos pueblos, de los
cuales la mayor parte acaso no admitirá constitución alguna a ella determinar cuál es el
mejor gobierno en ab- soluto y en relación a los elementos que deben constituirle:
Si es, pues, cierto que el legislador debe conocer la ciencia de los gobiernos y que debe
aplicarla a las ciudades, forzoso es confesar que ciertos escritores político.
Pero el primer principio político de todo gobierno es poder ser aceptado y puesto
fácilmente en práctica en la situación actual de los Estados. En esta ciencia es más
difícil reformar que crear, como es más fácil aprender lo que no se sabe que destruir lo
una vez aprendido.
Así, el hombre de Estado, además de las cualidades expuestas, debe ser capaz de
mejorar la Constitución de un gobierno ya organizado, para lo cual necesita ante todo
conocer las diversas formas de gobierno.
Debe, además, saber apreciar la perfección de las leyes, y distinguir las que son propias
a los diferentes sistemas de organización social, porque las leyes no son la Constitución,
ni la constitución las leyes, principio admitido por todos los legisladores. En efecto, la
Constitución es la organización de las magistraturas, la distribución de los poderes, la
atribución de la soberanía y el fin de toda sociedad política.
El peor de todos los gobiernos será ciertamente la corrupción del mejor y más noble. O
la monarquía es una palabra sin sentido, o el monarca debe atesorar la virtud más pura.
La tiranía es, pues, el peor de los gobiernos, y aquel cuya aberración es más
pronunciada. Le sigue la oligarquía, muy lejana de la aristocracia; en fin, la demagogia
es el gobierno menos degenerado. Si bien un escrito que nos ha precedido ha tratado el
mismo asunto, lo ha hecho bajo distinto punto de vista: ha pensado que todo gobierno
puede ser bueno y malo, que hay buena y mala oligarquía y tiranía, y que la demagogia
es el peor de los gobiernos buenos y el mejor de los malos. Pretendemos, por nuestra
parte, que estos tres gobiernos son esencialmente corrompidos y así no decimos que una
oligarquía es mejor que otra, sino que es menos mala. No insistiremos en este punto.
Nos atrevemos a afirmar, sin embargo, que todas estas especies pueden agruparse en
dos principales, y que así como los físicos no admiten sino dos vientos principales, el
Aquilón y el de Mediodía, de que todos los demás son derivaciones, los políticos no
deben admitir sino dos Constituciones.
Hemos, pues, demostrado que las Constituciones pueden Ahora bien: el naturalista que
quiere conocer las especies de los animales, clasifica ante todo las partes esenciales a
todo animal. Los órganos de los sentidos, los que sirven a la nutrición y a la
locomoción, son el primer objeto de sus estudios. Al encontrar diferencias sensibles
entre los órganos de la boca, del estómago, de los sentidos o del movimiento, los
clasificará definiendo por ellos individuos y especies; porque es imposible que los
animales del mismo género tengan diferente organización.
Todas las combinaciones posibles de los órganos bastan para agrupar a los animales en
especies múltiples. Este principio lo es también en poli- tica, porque el Estado se forma
de muchos elementos; así, los obreros trabajan en las artes y oficios indispensables.
DE LA REPÚBLICA
La clase media está menos expuesta a estos excesos, por razones que expondremos al
tratar de las revoluciones. Otra ventaja inapreciable de la clase media es que jamás se
insubordina; doquiera está en mayoría y así no conoce las inquietudes ni las reacciones
violentas que quebrantan el gobierno. Los grandes Estados deben su tranquilidad a la
clase media, que es en ellos numerosa; en los pequeños, por el contrario, la masa entera
se divide fácilmente en dos enemigos.
La clase media hace también a las democracias más duraderas que las oligarquías, en
que es menos poderosa y tiene menos participación en el poder; porque aumentando el
número de los pobres y no la clase media, el Estado experimenta trastornos que le
acarrean la muerte. Los hechos nos dicen que los legisladores más sabios, Solón, que
nos lo enseña en sus versos; Licurgo, que no era rey, y Carondas, han salido de la clase
media.
Lugar es éste a propósito para examinar cuál debe ser la naturaleza de los gobiernos en
los diversos pueblos. Un principio general se aplica a todos los gobiernos: la porción de
la ciudad que quiere el mantenimiento de las instituciones debe ser más fuerte que la
que quiere su tras- torno. Debe distinguirse en todo Estado la cantidad y la cualidad de
los ciudadanos. Llamo cualidad a la libertad, la riqueza, la ciencia, la nobleza; y
cantidad, a la preponde rancia del número.
La cualidad puede pertenecer a un elemento político y la cantidad a otro. Asi, las gentes
humil- des pueden exceder en número a las de nacimiento ilustre, los pobres a los ricos,
sin que esta superioridad pueda, sin embargo, compensar la diferencia cualitativa.
Alli donde los pobres son tantos que exceden en número a los ricos, habrá democracia y
su especie será análoga a la profesión dominante; por ejemplo: si la clase de los
labradores es la más numerosa, habrá la primera especie de democracia; si los obreros y
mercenarios dominan, habrá demagogia.
Las demás clases darán por resultado especies intermedias. Si los ricos y los nobles
aventajan más en cualidad a la clase pobre que a ellos ésta en número, se constituye del
mismo modo la oligarquía con todas sus variedades, según la tendencia particular de la
clase oligàrquica que prepondera. Pero un legislador sabio debe basar siempre su
gobierno en la clase media y pensar sólo en ella, lo mismo al constituir una oligarquia
que una democracia.
Vamos a examinar ahora cuáles son los poderes constituidos en la república en general
y en cada especie particular de organización política, enunciando ante todo un principio
fundamental.
En todo Estado existen necesariamente tres poderes que un legislador sabio debe
procurar armonizar entre sí y con la especie de gobierno. De la acertada combinación de
estos poderes depende la menor o mayor bondad de los gobiernos y aún puede decirse
que los Estados no difieren sino en esta organización. Estos poderes son: el deliberante,
el ejecutivo, considerado en las atribuciones y en la elección de los magistrados, y el
judicial.
El pueblo entonces no se reúne en la asamblea general sino para la sanción de las leyes,
los negocios generales y el juicio y responsabilidad de los magistrados. Puede el pueblo,
en segundo lugar, reunirse en masa; pero sólo para la elección de los magistrados, la
sanción legislativa, la declaración de la guerra y la aprobación de las cuentas públicas.
¿Qué son, ante todo, las magistraturas? La asociación política exige muchas clases de
funcionarios y sería un error considerar como verdaderos magistrados a todos los que
reciben algún poder, ya por elección, ya por suerte.
Los pontífices, por ejemplo, los heraldos, los embajadores, aunque nombrados de este
modo, no pueden ser considerados como magistrados políticos.
Otros funcionarios, como los generales, tienen autoridad sobre todos, pero en un solo
respecto; otros ejercen inspección sobre una sola clase, como los censores que velan por
las mujeres y los niños; hay, en fin, funciones puramente económicas, como las de
intendentes de víveres, también electivas y otras que se confían a los esclavos, cuando el
Estado puede pagarles. Pero buscamos aquí al magistrado en un sentido riguroso: llamo
magistrado al funcionario público investido del derecho de deliberar, de juzgar y de
mandar apoyo.
Nos falta hablar del poder judicial, tercero de los poderes que hemos enumerado. Para
su examen seguiremos el mismo método. Todas las diferencias entre los tribunales
descansan en tres puntos: su personal, que puede ser elegido entre todos los ciudadanos,
o sólo entre algunos; sus atribuciones, que pueden ser diversas; su designación, que
puede ser por suerte o por sufragio.
Ocho pueden ser los tribunales que se ocupen, respectivamente: 1, de las cuentas y
administración; 2.0, de las lesiones que los particulares causan a la república; 3. de los
delitos contra el Estado; 4. de las acciones entre los magistrados y los particulares por
indemnizaciones; 5. de los juicios importantes en materia civil; 6. de las causas de
homicidio. Estas pueden corresponder a varios tribunales, según que este delito es
casual o voluntario, según que se confiesa o no, o hay duda en la aplicación de la ley, o
el acusado es reincidente: tal es, por ejemplo, en Atenas el tribunal de los Pozos.
Felizmente estos crímenes son raros, aun en las grandes ciudades; 7. de los asuntos en
que intervienen extranjeros; 8. de todos los demás asuntos de menor importancia en que
la cosa litigiosa no excede de cinco dracmas; asuntos que deben juzgarse de otro modo
y no someterse a los tribunales ordinarios. pre superior al de los senadores.
Los jueces pueden ser elegidos, o entre todos los ciudadanos, para juzgar todos los
asuntos, por sufragio y por suerte; o parte por sufragio y parte por suerte, o bien pueden
ser elegidos entre todos para conocer de ciertos asuntos, con las mismas combinaciones
de suerte y de elección. De las diferencias de estos cuatro sistemas nacen otros cuatro
porque los jueces pueden ser elegidos entre algunos ciudadanos para todos los asuntos
por sufragio, o entre algunos para todos los asuntos por suerte, o parte por sufragio y
parte por suerte.
Estos diferentes modos de organización presentan los resultados y las dobles combi-
naciones que hemos ya expuesto. Así, algunos jueces pueden ser elegidos entre todos
los ciudadanos, y otros sólo entre ciertas clases, siguiendo las diversas combinaciones
de suerte y de elección y estas diferencias y combinaciones pueden encontrarse entre los
miembros de un mismo tribunal.
Estos son los diferentes sistemas que pueden adoptarse en la organización judicial. Las
elecciones hechas entre todos, para juzgar de todo, son democráticas porque con- ceden
la jurisdicción general a la universalidad de los ciudadanos. La organización que declara
elegibles sólo a ciertos individuos, para juzgar de todo, es oligàrquica. Por último, todo
sistema que combina los dos anteriores y declara elegibles a todos los ciudadanos para
formar parte de todos los tribunales, o sólo a algunos para formar parte de otros, es
aristocrática y republicana.
A la hora de organizar el poder político, existen tres alternativas muy generales: que
gobierne uno (tiranía), que gobiernen algunos (oligarquía) y que gobiernen todos
(democracia). En nuestros tiempos, la democracia se ha convertido no solo en el sistema
político predominante dentro del mundo occidental, sino en un sistema político
hiperlegitimado tan es así que, apelando a la carta democrática, no solo se justifica su
superioridad intrínseca frente a otros sistemas políticos rivales, sino también la
extensión de sus ámbitos competenciales.
No solo se trata de que la democracia sea mejor que la tiranía o que la oligarquía, sino
que además es el receptáculo último de soberanía y, por tanto, posee la legitimidad para
hacer lo que le dé la gana. El liberalismo reconoce que la democracia tiene ventajas
formales frente a otras formas de organización del poder político en esencia que, bajo
ciertas condiciones, permite una tutela más inmediata de los gobernantes por parte de
los gobernados y, en su caso, una sustitución pacífica de los primeros tras la censura de
los segundos, pero también pone de manifiesto sus riesgos la ilusión de que el pueblo es
un sujeto soberano de derecho que se autogobierna y, por tanto, la consecuente
necesidad de establecer estrictos límites al funcionamiento de la democracia para que no
degenere en una tiranía de la mayoría separación de poderes y carta de derechos
fundamentales del individuo.