Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ALI HAZELWOOD - Loathe To Love You (The STEMinist Novellas)
ALI HAZELWOOD - Loathe To Love You (The STEMinist Novellas)
alguno.
2
Sinopsis
De la autora superventas del New York Times, The Love
Hypothesis, llega una colección de apasionantes novelas STEMinistas
que presenta a un trío de ingenieras y sus amores con odio, ¡con un
capítulo extra especial!
Below Zero
3
Índice
Sinopsis __________________________________ 3 Capítulo 7 _____________________________ 183
5
Para Becca, quien es la mejor y tuvo la mejor
idea.
6
Prólogo
De hecho, tacha eso. Ya sabía que estaba mal. Pero si no fuera así,
esto sería un claro indicio: el hecho de que no puedo mirar un colador y
doce tenedores sucios sin ver los ojos oscuros de Liam mientras se apoya
contra el mostrador, con los brazos cruzados sobre su pecho; sin escuchar
su voz severa pero burlona preguntándome: «¿Arte de instalación
posmoderna? ¿O simplemente nos quedamos sin jabón?».
Mi corazón es un idiota.
Pero dudo que él quiera nada de eso. Así que vuelvo a enjuagar un
tazón de cereal escondido debajo del colador.
—¿Liam?
—¿Liam?
9
Capítulo 1
—Esa es una opinión totalmente justa, Mara —dice Sadie con una
expresión desconcertada—, y te animo a que envíes tus, mmm, quejas muy
válidas a Madame Merriam-Webster o a quien esté a cargo de estos asuntos,
pero… literalmente solo te pregunté cómo estuvo el funeral. 10
—Sí, Mara… ¿cómo… estuvo… el funeral? —La calidad de la llamada
de Hannah es lamentable, pero así es siempre.
—Me alegro de que hayas podido estar con ella en los últimos días —
dice Sadie.
—Ella fue la peor hasta el final. Hizo trampa en nuestra última partida
de ajedrez. Como si no me hubiera destruido de todos modos. —La extraño.
1 On paper en el original, expresión que quiere decir “en teoría”. Realiza una analogía con
11
este término.
Una cantidad desmesurada. Helena Harding, doctora, mi consejera y
mentora durante los últimos ocho años, fue familia de una manera que a
mis fríos y distantes parientes de sangre nunca les importó serlo. Pero
también era anciana, sufría mucho y, como le gustaba decir, estaba ansiosa
por pasar a proyectos más grandes.
—Acerca de eso…
—Es… complicado.
—Bueno, ella era la dueña. Pero solo de una parte. Sólo… la mitad.
—No tengo ni idea. Imagino que sí, pero los Harding son una familia
tan rara. —Me encojo de hombros—. De dinero heredado. Un montón de
ello. Piensa en Vanderbilts. Kennedys. ¿Qué hay en los cerebros de las
personas ricas?
Asiento.
—Cocaína.
—Torneos de polo.
—Gemelos.
—¿Sí?
—Sip.
—Ay, Dios mío. ¿Él sabe que eres una científica ambiental?
—Estaré bien.
La miro. 15
—Suponiendo que un oso polar no te haya asaltado mientras tanto.
Tal vez por eso Helena me dejó la casa, porque sabía que formaría una
conexión inmediata. O tal vez saber que ella me quería aquí me tiene lista
para abrirle mi corazón. De cualquier manera, no importa: este lugar se
siente como si fuera un hogar, y Helena vuelve a ser su yo entrometido, esta
vez desde el más allá. Después de todo, ella siempre hablaba y hablaba sobre
cómo quería que yo realmente perteneciera a algo.
16
—Sabes, Mara, puedo decir que te sientes sola —me decía cada vez que
pasaba por su oficina para conversar.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Porque son todos idiotas que siguen preguntando cuándo dejaré los
estudios para ir a obtener un título en economía doméstica?
Un pecho.
17
Un pecho amplio y bien definido debajo de una camisa abotonada. Y
una corbata. Y una chaqueta de traje oscuro.
El pecho está unido a otras partes del cuerpo, pero es tan ancho que
por un momento es todo lo que puedo ver. Luego me las arreglo para mover
mi mirada y finalmente me doy cuenta del resto: Piernas largas y
musculosas llenando lo que queda del traje. Hombros y brazos estirados por
millas. Mandíbula cuadrada y labios carnosos. Cabello corto y oscuro, y un
par de ojos apenas un poco más oscuros.
Sonrío.
—Soy yo. Soy él. —Se aclara la garganta de nuevo. ¿Se está
sonrojando?—. Es decir, soy Liam.
—Oh. —Oh, no. Oh, no. No, no. No—. Soy Mara. Mara Floyd. La…
amiga de Helena. Estoy aquí por la casa.
Cierra brevemente los ojos, como lo haría uno ante una noticia trágica
e insuperable. Por un momento parece traicionado, como si alguien le
hubiera dado un precioso regalo solo para robárselo de las manos en el
momento en que lo desenvolvió. Cuando dice:
—Dinero.
—¿Dinero?
Asiente.
—No entiendo.
Miro el papel. Es más dinero del que he tenido en mi vida, o del que
tendré. ¿Ingeniería Ambiental? Aparentemente no es una elección de carrera
lucrativa. Y no sé mucho sobre bienes raíces, pero supongo que esta suma
está muy por encima del valor real de la casa.
—¿No crees?
—¿Cuánto más? 20
—¿Qué?
—¿Cuánto más?
¿Me está escuchando? ¿Por qué está siendo tan insistente? ¿Dónde se
ha ido su lindo rubor juvenil? En la puerta, parecía tan…
—No.
2 Fortune 500: Lista publicada de forma anual por la revista Fortune que presenta las 500
mayores empresas estadounidenses de capital abierto a cualquier inversor según su
volumen de ventas.
3 Dow 30: Las 30 mayores sociedades anónimas que cotizan en el mercado bursátil de
22
Estados Unidos.
—Necesito tomar esto. Quédate quieta —ordena, demasiado mandón
para mi gusto. Antes de salir de la sala de estar, me mira fijamente con sus
ojos fríos y severos y repite una vez más—: Esta no es y nunca será tu casa.
23
Capítulo 2
Voy tarde al trabajo. Tengo una reunión en media hora. Todavía tengo
que cepillarme los dientes y el pelo.
—¿Lo he estado?
—No eres tan sigiloso como crees, amigo. —Le doy mi mejor mirada—
. Y si se trata de algún tipo de táctica de intimidación, no está funcionando.
Esta vez levanta la vista. Sus ojos son tan fríos, todo mi cuerpo
tiembla.
Me sonrojo.
Me levanta hasta que estoy flotando sobre el piso, luego me mueve sin
esfuerzo unos centímetros hacia el costado del refrigerador. Como si fuera
tan liviana como una caja de Amazon, esas gigantes que por alguna razón
solo tienen una barra de desodorante dentro. Farfullo tan indignada como
puedo, pero él no me presta atención. En cambio, me pone de pie, abre la
nevera, coge un tarro de compota de frambuesa y murmura: «Entonces será
mejor que te pongas a ello», con una última mirada larga e intensa.
Hermoso.
—Nada.
—¿Qué?
27
4 Se refiere a la canción de John Lennon.
Trato de no vivir mi vida en un estado perenne de ira ardiente. Mis
padres eran el tipo de personas que probablemente no deberían haber tenido
hijos: desinteresados, poco cariñosos, impacientes porque me mudara para
que pudieran convertir el dormitorio de mi infancia en un armario de
zapatos. Sé cómo convivir con los demás y minimizar los conflictos, porque
lo he estado haciendo desde que tenía diecisiete años, hace diez años. Vive
y deja vivir es un conjunto de habilidades cruciales en cualquier espacio de
vida compartido, y tuve que dominarlas rápidamente. Y todavía las tengo
dominadas. Realmente lo hago. Simplemente no estoy segura de querer dejar
vivir a Liam Harding.
—¿Algo?
—Porque me gusta poner cara a las personas de las que hablo durante
varias horas a la semana.
Resoplo.
—Cuando lo miro, todo lo que puedo ver son todas las tazas de café
sin crema que he estado bebiendo desde el día que me mudé. —Y tal vez a
veces, solo a veces, recordaba esa mirada aturdida y asombrada que me dio
antes de saber quién era yo. La añoraba un poco. ¿Pero a quién estoy
engañando? Debo haberlo alucinado.
—¿Café negro?
Suspiro.
Querida Helena,
Esto es raro.
Pero divago.
Hace más de un mes que te fuiste, y las cosas son las mismas de
siempre. La humanidad todavía está en las garras de las cábalas
capitalistas; todavía tenemos que encontrar una manera de frenar la
catástrofe inminente que es el cambio climático antropogénico; siempre que
salgo a correr uso mi camiseta de “Salva a las abejas e Impuestos a los ricos”.
Lo normal. Me encanta el trabajo que estoy haciendo en la APA5 (muchas
gracias por esa carta de recomendación, por cierto; estoy muy agradecida de
30
5 APA: Agencia de Protección Ambiental.
que no hayas mencionado esa vez que nos sacaste a Sadie, a Hannah y a mí
de la cárcel después de esa protesta contra la represa. Al gobierno de los EE.
UU. no le hubiera gustado esa). Existe el pequeño problema de que soy la
única mujer en un equipo de seis, y que los tipos con los que trabajo parecen
creer que mi blando cerebro femenino es incapaz de captar conceptos
sofisticados como… la esfericidad de la Tierra, ¿supongo? El otro día, Sean,
el líder de mi equipo, dedicó treinta minutos a explicarme el contenido de mi
propia disertación. Tuve fantasías muy vívidas sobre golpearlo en la cabeza
y colocar su cadáver debajo de mi bañera, pero probablemente ya sepas todo
esto. Probablemente te sientas en una nube todo el día siendo omnisciente.
Comiendo galletas. De vez en cuando tocando el arpa. Vaga perezosa.
Creo que la razón por la que escribo esta carta que nunca leerás es
porque desearía poder hablar contigo. Si mi vida fuera una película, caminaría
hasta tu lápida y desnudaría mi corazón mientras una sinfonía de dominio
público en re menor suena de fondo. Pero te enterraron en California (¿un
tanto inconveniente?), lo que hace que escribir cartas sea la única opción
factible.
Segundo: Estoy tan, tan agradecida de que me hayas dejado esta casa.
Es el mejor y más acogedor lugar en el que he vivido, sin duda alguna. He
estado pasando mis fines de semana leyendo en la terraza acristalada.
Honestamente, nunca pensé que pondría un pie en una casa con un vestíbulo
sin ser escoltada fuera de las instalaciones por seguridad. Yo solo… Nunca
había tenido un lugar que fuera mío. Un lugar que va a estar allí pase lo que
pase. Un puerto seguro, por así decirlo. Siento tu presencia cuando estoy en
casa, incluso si la última vez que pusiste un pie aquí fue probablemente en
los años 70 cuando regresabas de una marcha por la liberación de la mujer.
Y no te preocupes, recuerdo con cariño tu odio por lo cursi y casi puedo oírte
decir: Corta esta mierda. Así que lo haré.
—No.
—¿Está en casa?
—¿Es tu marido?
Los odio. Incluso más de lo que odio a Liam. No solo me hace sentir
miserable en casa cortando el césped a las siete y media de la mañana el
único día de la semana que puedo dormir tarde, pero él agrega sal a la herida
al trabajar para uno de mis némesis profesionales. FGP Corp es uno de esos
grandes conglomerados que siguen causando problemas ambientales: un
grupo de tipos sobreeducados con trajes de 7 mil dólares que diseminan
biotoxinas por todo el mundo sin tener en cuenta a los pelícanos marrones
(y todo el futuro de la humanidad, pero personalmente estoy más apegada
a los pelícanos, que no hicieron nada para merecer esto).
—Realmente no lo es.
Me encojo de hombros.
—¿Quién lo sabe?
Él frunce el ceño.
34
—¿Estás segura de que no lo harás? Esto es envío exprés. Alguien
pagó mucho dinero por la entrega el mismo día. Probablemente sea una
mierda realmente urgente que William K. necesitará tan pronto como llegue
a casa.
Él silba.
Asiente.
Cruzo los dedos para que la respuesta no sea: Está cumpliendo cadena
perpetua en un centro penitenciario cercano por afeitarle el cabello mientras
dormía y tatuarle «Soy una mala persona» en el cuero cabelludo. Y, sin
embargo, lo que acaba diciendo el tipo de UPS es diez veces más inquietante.
35
Estoy soñando con un concierto, uno malo.
Muy baja.
—No.
—¿No?
Parpadeo.
—¿Yo… qué?
Me pongo rígida.
—No sé qué parece, pero suena a que solo estás golpeando sartenes.
37
—El ruido es un desafortunado subproducto de mi preparación de la
cena. —Debe haber terminado con el apio, porque pasa a cortar un tomate
en rodajas (¿es ese mi tomate?), y vuelve a ignorarme.
Liam finalmente levanta sus ojos hacia los míos, y hay algo
inquietante en su mirada. Parece tranquilo. Se ve tranquilo, pero sé que no
lo está. Está furioso, me digo. Está muy, muy furioso. Sal de aquí.
—Pero hoy, es decir, ayer, todo el equipo legal que dirijo terminó
teniendo que trabajar hasta pasada la medianoche. Debido a algunos
documentos faltantes muy importantes.
Hasta hace unos diez segundos estaba enojada de una manera fría y
razonable. De repente, estoy lista para quitarle el cuchillo de la mano a Liam
y cortarle la yugular. Solo un poquito. Sólo para hacerlo sangrar. No lo haré,
porque no creo que prospere en la cárcel, pero tampoco voy a dejar pasar
esto. Traté de tener reacciones comedidas cuando se negó a dejarme instalar
paneles solares, cuando tiró mi salteado de brócoli porque olía a “pantano”,
cuando me dejó fuera de la casa mientras corría. Pero esta es la última gota.
He terminado. El lomo de mi camello está partido en dos.
—¿Estás bromeando?
—Liam, te guste o no, Yo. Vivo. Aquí. ¡No puedes hacer lo que te dé la
gana!
—¿De qué estás hablando? Tú estás haciendo una tortilla a las dos de
la maldita mañana y yo te estoy pidiendo que no lo hagas.
—Al menos no amontono basura encima del bote como si fuera una
escultura dadaísta.
—¿Disculpa?
—¿Por qué estás aquí, Liam? La gente como tú vive en mansiones con
muebles beige incómodos y siete baños y obras de arte caras que no
entienden.
—Y dije que no, así que podrías haberte ahorrado unas novecientas
noventa y nueve de ellas. Liam, no hay razón para que quieras vivir en esta
casa.
Toma unos momentos para que las palabras de Liam se registren por
completo. Abruptamente apaga la estufa y luego se queda allí, semidesnudo
frente al fregadero, con las manos apretadas alrededor del borde del 40
mostrador y los músculos tan tensos como cuerdas de guitarra. No puedo
dejar de mirarlo, esta… esta víbora que acaba de mencionar la muerte de
una de las personas más importantes de mi vida con tanta desdeñosa y
enojada despreocupación.
Excepto que Liam hace algo que lo cambia todo. Aprieta los labios, se
aprieta la nariz y luego se pasa una mano grande y exhausta por la cara. De
repente, algo hace clic dentro de mi cabeza: Liam Harding, parado justo
frente a mí, está cansado. Y él odia esto, todo esto, tanto como yo.
Presiono las palmas de mis manos en mis ojos. Tal vez yo soy la
imbécil. O al menos, una de ellos. Dios. Oh, Dios.
—Yo… —Me devano los sesos buscando algo que decir y no encuentro
nada. Entonces se rompe un dique dentro de mí y las palabras estallan—.
Helena era mi familia. Sé que no te llevas bien con tu familia, y… tal vez la
odiabas, no lo sé. De acuerdo, ella podría ser realmente gruñona y
entrometida, pero ella… ella me amaba. Y ella era el único hogar real que he
tenido. —Me atrevo a mirar a Liam, medio esperando una mueca de burla.
Un comentario sarcástico sobre Helena que me hará querer golpearlo de
nuevo. Pero él me está mirando, atento, y me obligo a apartar la mirada y
continuar antes de que pueda cambiar de opinión—. Creo que ella lo sabía.
Creo que tal vez por eso me dejó esta casa, para que tuviera algún tipo de…
de algo. Incluso después de que ella se fuera. —Mi voz se rompe en la última
palabra, y ahora estoy llorando. No lloriqueo intenso como cuando veo El
Rey León o los primeros diez minutos de Up, sino lágrimas silenciosas,
escasas e implacables que no tengo esperanzas de detener—. Sé que
probablemente me veas como algún… usurpador proletario que ha venido a
apoderarse de la fortuna de tu familia, y créeme, lo entiendo. —Me limpio la
41
mejilla con el dorso de la mano. Mi voz está perdiendo calor rápidamente—
. Pero tienes que entender que mientras vives aquí porque estás tratando de
probar algún punto, o por algún tipo de concurso de meadas, esta pila de
ladrillos significa el mundo para mí, y…
—¿Qué?
—Oh.
—Yo… solo dijo que pasaba los veranos con su familia. Siempre
supuse que…
Su ceja se levanta.
Liam asiente.
—No. Al principio pensé que era algún tipo de broma. Uno de sus
caóticos juegos de poder. ¿Como cuando te hacía sentir culpable y te hacía
ver viejos programas con ella?
—The Twilight Zone. A pesar de que ella ya sabía todos los finales
inesperados. —Él rueda los ojos. Entonces su expresión cambia—. No sabía
que su salud había empeorado tanto. La llamé dos días antes de que
muriera, exactamente dos días, y me dijo… no debería haberle creído.
Por primera vez, me doy cuenta de cómo debe haber sido mi llegada a
D.C. desde la perspectiva de Liam: una chica de la que nunca había oído
hablar, una chica que había tenido el privilegio de estar con Helena durante
sus últimos días, y que de repente se mostraba y establecía a la fuerza su
lugar en su casa. Su vida. Mientras él intentaba aceptar su pérdida y llorar
al único pariente al que se sentía cercano.
Tal vez actuó como un imbécil. Tal vez nunca me hizo sentir
bienvenida o no fue particularmente agradable, pero estaba sufriendo, al
igual que yo, y…
—Yo… lo siento por lo que dije antes. No quise decir nada de eso. No
te conozco en absoluto, y… —Me voy apagando, sin saber cómo continuar.
—Una tregua. 44
—Sí. Quiero decir… yo podría… supongo que podría dejar de subir el
termostato a veinticinco grados tan pronto como te des la vuelta. Usar un
suéter, en su lugar.
—¿Veinticinco grados?
—¿Podrías?
—Sí.
—¿Incluso La Sirenita?
—Sí.
Levanto mi ceja.
Liam suspira.
—Bien entonces.
—Okey.
46
Capítulo 4
Hay muchas cosas que no esperaría que haga Liam Harding cuando
entra a la cocina.
Han pasado unas dos semanas desde que me di cuenta por primera
vez de que Liam es capaz de sentir emociones humanas. Y resulta que estar
en una tregua mientras vivimos juntos significa tener significativamente
menos peleas a gritos, pero aun así no hace que encontrar temas de
conversación sea más fácil. Lo cual está bien. La mayor parte del tiempo. Es
una casa grande, después de todo. Pero en las contadas ocasiones en que
nuestros horarios se superponen y acabamos juntos en el salón o en la
cocina…
Resulta incómodo.
Terriblemente.
—Ah… Entonces…
Se aclara la garganta.
Asiento.
—¿Mmm?
—Yo tampoco.
50
Capítulo 5
Sean: Ya veo. 51
Sean: Bueno, entonces puedes tomarte el día para responder correos
electrónicos y cosas así. Solo vamos a intentar solucionar el problema del
rociador electrostático hoy, por lo que realmente no te necesitamos.
No puedo recordar la última vez que estuve dentro todo el día. Siempre
he sido un poco inquieta, un poco demasiado inquieta. Demasiado activa,
decían mis padres mientras trataban de inscribirme en todos los deportes
de equipo posibles para mantenerme ocupada. No son malas personas, pero
dudo que quisieran un hijo, y estoy segura de que no eran fanáticos de los
cambios que mi llegada trajo a su estilo de vida. Probablemente la razón por
la que nunca fueron grandes fanáticos. Hablamos tal vez una o dos veces al
año ahora, y siempre soy yo quien llama.
Oh bien.
Además, no sale mucho. Están ese par de amigos suyos que vienen a
hacer cosas sorprendentemente nerds (lo que me recuerda demasiado a mí,
Sadie y Hannah haciendo brownies para un maratón de Parks and Rec, lo
cual a su vez es vagamente doloroso, así que finjo que no pasa). Sus días de
trabajo parecen ser de dieciséis horas, incluso cuando no estoy siendo un
gremlin mezquino respecto a firmar su correo, pero eso es todo. Me pregunto
si él sale. Me pregunto si mete a escondidas a una chica diferente en la casa
cada noche y le dice Shh, sé silenciosa. Mi pelirroja compañera de casa ocupa
pondrá bajo llave mi tocadiscos si hacemos demasiado ruido. Me pregunto si
simplemente no me doy cuenta de las orgías enmascaradas que tiene en la
cocina todos los fines de semana mientras estoy metida debajo de mi
54
edredón de abuela, redactando cuidadosamente las publicaciones de mi
blog.
Cuando bajo las escaleras para cenar, la casa está oscura y silenciosa.
Y fría. Honestamente, ¿cómo es que Liam no se está congelando? ¿Son las
setenta libras de músculos? ¿Se cubre con grasa de cría de foca? Sacudo la
cabeza mientras subo el termostato y caliento más comida de la que necesito
comer (pero, lo más importante: no más comida de la que puedo comer).
Por razones que no entiendo, Liam paga televisión por cable y unos
quince servicios de transmisión diferentes que nunca lo he visto usar. No
estoy de ninguna manera por encima de explotar el dinero manchado de
sangre de FGP Corp, así que encuentro una repetición de un episodio de la
temporada doce de The Bachelorette. No es mi favorito, por razones que
expliqué extensamente en mi blog (no me juzguen), pero decente. Me instalo.
Diez minutos más tarde, un idiota con una obvia adicción a las camas
de bronceado está peleando a puñetazos con un idiota que claramente
inhala proteína en polvo, todo bajo los ojos encantados de una chica, es
decir, la premisa del programa. Pero me doy cuenta de que no todos los
ruidos vienen del televisor. Cuando lo silencio, puedo escuchar otro
argumento. Desde arriba. En la voz de Liam.
Ah. A la mierda.
—Hoy no. Hace dos días. Siempre pido demasiado, porque las sobras
saben mejor. Especialmente el lo mein, realmente necesita empaparse en la
salsa para… —Me detengo. Y me sonrojo—. De todos modos, ¿te gustaría
un poco?
Sí, debería.
—Claro.
—¿En pantalla?
—¿Camisa azul?
—Sí. Lo apoyamos.
58
—Lo hacemos.
—Sí. Porque es de Michigan. Y fui a la U de M para mis estudios de
grado —explico, lamiendo una gota de salsa hoisin de mi pulgar. Sus ojos
se demoran en mis labios por un momento demasiado largo, luego se alejan
abruptamente.
—Ya veo.
Él asiente.
—Gracias.
—De nada.
—Mara.
—¿Sí?
—Hum… ¿Gracias?
Él asiente.
—Lo que no entiendo es, ¿por qué alguien tan inteligente como tú está
viendo esta mierda?
—Ya verás.
Una hora más tarde, cuando Sheryl dice: «Creo que nuestra relación
ha avanzado mucho, pero no estoy convencida de que pueda desarrollarse
más…», golpeo mi mano en mi reposabrazos y grito: «Oh, vamos, Sheryl»
justo cuando Liam golpea su reposabrazos y grita: «Sheryl. ¿Qué
demonios?».
60
Nos volvemos el uno al otro e intercambiamos una mirada breve y
desconcertada. Te lo dije, pienso hacia él con una sonrisa. Su boca se tuerce,
como si me hubiera escuchado alto y claro.
—Lo sé.
Tal vez sea la locura inducida por el aislamiento la que habla, pero
hay algo hipnótico al respecto. El rítmico ascenso y descenso de sus
hombros bajo el vellón negro. La forma aparentemente sin esfuerzo en que
lo ha estado haciendo durante horas, deteniéndose ocasionalmente para
secarse el sudor de la frente con la parte posterior de la manga. Presiono mi
frente contra la ventana y solo… miro fijamente. Casi puedo escuchar la voz
61
de Helena en mi cabeza (¿Te gustaría tomar prestados mis binoculares de
observación de aves?). La ignoro alegremente.
—Gracias.
—No hay problema. —Podría estar imaginándome esto, pero creo que
lo escucho inhalar lentamente antes de alejarse. ¿Mi cabello huele mal? Lo
lavé ayer. ¿Me ha fallado finalmente Garnier Fructis después de años de fiel
servicio? Me pregunto si es hora de cambiar a Pantene para cuando estamos
comiendo cortésmente en la mesa de la cocina, uno frente al otro, como si
fuéramos una familia joven en un comercial de Campbell.
—Oh, no.
—No, no es así…
Parpadeo. 64
—¿Qué?
—¿Las fotos?
—Sí. 65
—¿Significa que en realidad has estado en todos esos lugares?
Se encoge de hombros.
—No lo hará.
66
—Dijiste que realmente respetabas el trabajo de Helena. Y que ella era
tu tía favorita. Y que eran cercanos. Pero trabajas en FGP Corp, y me he
estado preguntando…
Me río.
—Bastante.
—Escondía los cuchillos afilados cada vez que ella me visitaba. Pero
ella se centró principalmente en enviarme mensajes de texto diarios sobre
todo el mal que FGP Corp está haciendo en el mundo. ¿Tal vez ella iba por
una rutina lenta?
—Es complicado.
—¿Complicado?
—¿Tu mentor?
—¿El de quién?
—Tu jefe. ¿Tal vez yo pueda hablar con él mientras tú hablas con Ted?
¿Alguna buena y vieja intimidación poderosa recíproca? ¿Advertencia
mutua? ¿Deja a mi amigo en paz?
Mientras sale, lo escucho reírse. Al otro lado del teléfono, una voz
femenina dice su nombre.
69
Capítulo 6
—¡Aaaaaaaaah!
—¿Mara? Qué…
—¡Aaah!
—¿Sí?
Mierda.
—¿Bob?
—Oh.
—Ya veo.
¿Quizás solo está avergonzado por mí? No es que deba estarlo. Soy
bonita. Quiero decir, creo que soy bonita. Linda, pecosa, desearía-ser-dos-
pulgadas-más-alta, un poco-consciente-de-esa-joroba-en-mi-nariz. A veces,
normalmente después de que Sadie me ha puesto delineador de ojos, incluso
creo que soy hermosa. Pero nunca seré tan atractiva como Liam. ¿Es por
eso por lo que está haciendo esta cosa extraña, mirando mientras
obviamente hace todo lo posible por no mirar?
Hago intento de irme. Excepto que Liam todavía está parado allí,
bloqueando la salida. La única salida, si no se cuenta la ventana, que
considero brevemente antes de reconocer que no es una opción factible. No
en mi actual estado de desaliño.
—Oh. Oh, cierto, yo… —Da un gran paso hacia un lado. Demasiado
grande, básicamente está pegado al lavabo ahora.
—Está bien.
—Oh. —Liam mira a todos lados menos a mí—. Solo tomo el primero
que veo en la tienda.
—Claro. Por supuesto. —Puede ser adorable, a veces—. Oye, solo para
tu información, no estoy avergonzada. Así que tú tampoco deberías estarlo.
—¿Qué?
Espero que responda con una broma, como suele hacer, pero no lo
hace. Él no responde en absoluto, de hecho. Simplemente aprieta los labios,
asiente una vez y, de repente, las cosas se sienten aún más incómodas.
Mierda.
—De nada.
74
Capítulo 7
Asiente.
Me pongo rígida. 75
—¿Estás preguntando porque soy mujer y, por lo tanto, no puedo
hacer nada remotamente científico sin causar contaminación radioactiva?
Porque si es así, yo…
Suspira.
—¿Qué hizo?
—¿Por qué?
—¿Practicar?
—Practicar decir…
Mi voz se calla. Porque Liam está estirándose para rozar sus dedos
contra mi pómulo, con una leve sonrisa en sus labios. Mi cerebro tiene un
cortocircuito. ¿Qué…? ¿Él…?
—¿Esto?
—De todos modos, me gusta mucho más esto. Ser amigos, supongo.
—La otra noche, Eileen le dio una rosa a Bernie y dijiste que era una
buena jugada. Eso no es algo que pueda aceptar de un amigo.
Me echo a reír.
Él resopla.
Liam se estremece.
Me sonrojo.
—Bueno, no. Está solicitando ser líder. Yo estaría entre la plebe, una
humilde miembro del equipo.
80
—¿No puedes liderar porque no tienes suficiente antigüedad?
—Mara…
—¡Oh vamos! 82
—… hasta que tenga otro en fila. Pero empezaré a buscar.
Sonrío lentamente.
—¿Qué es LinkedIn?
—Bien, te tomaré una foto. En el jardín. Donde hay una buena luz
natural. Ponte el traje de tres piezas color carbón y esa camisa azul, te queda
genial. —Arquea una ceja, e instantáneamente me arrepiento de haber dicho
eso, pero estoy demasiado emocionada con la idea de este extraño pacto de
suicidio profesional como para sonrojarme demasiado—. Esto es increíble.
Tenemos un trato.
83
Capítulo 8
Lo que más me gusta son las tormentas de verano, sus fuertes vientos
y su aire caliente, la forma en que me hacen sentir como si estuviera sentada
en el interior húmedo de un globo a punto de estallar. Cuando era niña,
salía corriendo en cuanto empezaba a llover para mojarme, lo que parecía
indignar a mi madre sin remedio alguno.
Liam y una chica. No: una mujer. Están en la cocina. Juntos. Él está
apoyado en la encimera. Ella está sentada en ella, a su lado, lo
suficientemente cerca como para apoyar su mejilla en su hombro mientras
le muestra algo en su teléfono que los tiene a ambos sonriendo. Es lo más
relajado que he visto a Liam con alguien. Claramente es un momento muy
íntimo que no debería interrumpir, salvo que no me atrevo a moverme.
Siento que se me hunde el estómago y permanezco clavada en el suelo,
incapaz de retroceder mientras la mujer sacude la cabeza y murmura algo
en el oído de Liam que no puedo escuchar, algo que hace que él se ría en
tonos bajos y profundos y... 84
Debo jadear. O hacer algún tipo de ruido, porque en un momento se
están riendo, con los brazos apretados el uno contra el otro y al siguiente
ambos están mirando hacia arriba. A mí.
Mierda.
Intento con todas mis fuerzas no dejar que mis ojos se fijen en lo
acogedor y cómodo que luce, tan familiar y tranquilo. No se parece en nada
a lo que ocurre cuando él y yo chocamos accidentalmente en el pasillo, a esa
tensión cargada de electricidad que parece crepitar entre nosotros cuando
nos olvidamos de nosotros mismos y nuestras manos se rozan. Pero de eso
se trata, ¿no? Cualquier contacto físico entre Liam y yo es probablemente
no deseado por su parte, mientras que esto...
Oh. Claro. Se suponía que yo también iba a tener una cita. Con Ted.
Algo que acepté hacer el otro día bajo el impulso de: meh, ¿por qué no? Esta
mañana le dije a Liam por qué llegaría tarde a casa, excepto que terminé
cancelando porque… realmente no tenía ganas de ir.
—No. Quiero decir, sí. Sí, lo iba a hacer. Pero... —Hago un gesto vago
en el aire. Es la mejor explicación que se me ocurre.
—Oh.
¿Una voz? Ah. Sí. Cierto. Hay una tercera persona en la habitación.
Una hermosa mujer de cabello largo y oscuro, que sigue sentada en el
mostrador, mirando con cautivador interés entre Liam y yo y...
Se ha ido.
De verdad.
—¿Qué? 87
—¿Tu presentación, hoy? ¿Para el puesto de líder?
—Ya veo.
—¿Tal vez?
—Probablemente.
Liam sonríe.
—¿Probablemente?
Le devuelvo la sonrisa.
—Casi seguro.
—¿Lo es?
—Si consigo este puesto, tú también vas a tener que dar un paso
adelante y buscar un nuevo trabajo.
—Ah. Sí.
88
—Hicimos un trato.
—Un trato es un trato.
—Claro.
—Lo único que me preocupa es tener que ver cómo Eileen toma
terribles decisiones yo solo.
—¿Mi amiga?
—Emma.
—Ah.
Él asiente.
91
Capítulo 9
Y aun así.
Sí.
—¿No va a entrar?
—¿Quién?
—Oh.
Puede ser que dos tragos fueran demasiados, o tal vez nunca me
acostumbré a los tacones altos. El hecho es que pierdo el equilibrio y
94
tropiezo justo cuando trato de pasar junto a él. Sus manos, grandes, sólidas
y cálidas incluso a través de mi vestido, se cierran alrededor de mis caderas
hasta que estoy estable de nuevo. Estoy de pie, y él está sentado, y así soy
varios centímetros más alta que él, y... es nuevo, verlo desde esta
perspectiva. Se ve más joven, casi más suave, y mi primer instinto de
borracha es acunarle la cara, trazar la línea de su nariz, pasar el pulgar por
su labio inferior.
—Cuidado, Mara.
Espera. ¿Qué?
Parpadeo para salir de lo que sea que haya sido eso, justo mientras
Liam me suelta. Dice: «Cuidado, Mara», y doy un paso atrás antes de que
pueda humillarme con algo estúpido y completamente vergonzoso.
—Todavía no.
95
—¿Sabes qué? —Me paso una mano por el cabello. Es una decisión
de una fracción de segundo—. En realidad, tampoco tengo tanto sueño.
¿Debería jugar contigo?
Él ríe.
—¿De verdad?
—Sí. ¿Qué? —Me quito los zapatos, agarro una manta, la que me puso
la primera noche, la que ha estado en esta habitación desde entonces, y me
dejo caer en el sofá, justo a su lado. Un poco demasiado cerca, tal vez, pero
Liam no se queja—. Tengo un doctorado. Puedo hacer de cuenta que mato
a los malos usando un... ¿joystick?
—Una cita.
Tarareo.
Me lanza una mirada que no puedo descifrar del todo. Como si hubiera
algo catastróficamente mal en lo que dije.
—Entonces podrías salir con alguien más —le espeto. Para poner fin
a lo que está pasando en mi cabeza.
—Solo quise decir… —Estoy nerviosa—. Puede que disfrutes salir con
la persona adecuada.
Me río.
—¿Qué?
98
Capítulo 10
Cuando Liam llega a casa, apenas puedo sentir los dedos de mis pies,
me castañetean los dientes y soy más una manta que un ser humano. Me
estudia desde la entrada de la sala de estar mientras se quita la corbata,
con los labios apretados en lo que se parece mucho a diversión.
Imbécil.
—Estás debajo de tres batamantas. ¿Por qué tus labios están azules?
—De hipotermia.
Vacilo.
—Ven aquí.
—¿Qué?
—Ven aquí.
Oh.
Esto es nuevo.
—Es tan injusto. —El pulgar de Liam está trazando patrones en la piel
de mi garganta, y no tengo más remedio que suspirar. Ya me siento mejor.
Estoy brillando.
—Sí. —Me entierro más cerca de su pecho—. Tal vez mis padres son
en secreto cambiaformas de tiburones. De la variedad poiquilotérmica de
sangre fría. Se olvidaron de advertirme que heredé cero habilidades de
termorregulación y que nunca debería vivir en tierra firme.
—Yo… a medio cocer. —Mi voz tiembla. Me digo que es por el frío y no
porque se acuerde de las cosas que le conté de mi familia.
—Jum. —No tiene sentido discutir con él, no cuando tiene razón. No
cuando su mano sube y baja por mi brazo; un gesto cálido y tranquilizador, 101
incluso a través de las mantas—. ¿Crees que podrá arreglar el fusible esta
noche?
—El electricista.
—De acuerdo.
103
Capítulo 11
No se le escapa nada.
—Sí.
104
Su sonrisa es cegadora. Luego dice: «Te devolveré la llamada», a
quienquiera que esté en la línea, ignora por completo el hecho de que su
respuesta es: «Señor, este es un problema urgente…» y arroja el teléfono en
la silla más cercana.
No quiero ignorarlo.
No, detente.
Jadeo.
—Oh, Dios mío, ¿qué crees que está haciendo Sean en este momento?
—¿Mara?
—¿Sí?
Oh.
Oh.
Las cosas… ¿No han cambiado las cosas con nosotros? ¿Entre
nosotros?
106
Por un momento, no puedo hablar. No sé qué decir ante el hecho de
que su primer pensamiento fue que me mudaría… No, eso es poco caritativo.
Él estaba feliz por mí. Genuinamente feliz. Su segundo pensamiento fue que
finalmente volvería a vivir solo.
Si Liam quiere vivir solo, está bien. Le gusto a él. Él se preocupa por
mí. Es un gran tipo… sé todo eso. Pero ser amigo de alguien no equivale a
querer pasar cada momento de tu vida con esa persona y... sí.
107
Capítulo 12
Sadie acaba de pasarse una hora contando con todo lujo de detalles
que hace poco tuvo una cita con un ingeniero que luego resultó ser un
completo idiota, un problema, dado que a ella le gustaba el tipo (realmente
le gustaba mucho, mucho). Aunque ella está siendo inusualmente esquiva
al respecto, estoy 97 por ciento segura de que hubo sexo, 98 por ciento
segura de que el sexo fue excelente, 99 por ciento segura de que el sexo fue
el mejor de su vida. Parece que está alimentando sus planes de mezclar el
café del tipo con veneno de sapo, lo cual, si conoces a Sadie, es bastante
natural en ella.
Así que tal vez eso sea lo que ocurra también esta vez. Estoy a punto
de quedarme sin hogar, mi corazón se siente como una piedra, y quiero estar
con alguien mucho más de lo que ese alguien quiere estar conmigo. Pero
Sadie y Hannah están (más o menos) aquí y por lo tanto las cosas saldrán
(más o menos) bien.
—A veces son útiles —señala Sadie—. Como aquel tipo con una
camiseta de Korn que me ayudó a abrir un bote de rábanos en vinagre en
2018.
109
—Podría ser —digo. Sé positiva, solía decirme Helena. La negatividad
es para los viejos como yo—. Realmente, todo podría ser. Podría ser que nos
seleccionaran al azar para un suministro de Nutella de por vida.
Sadie resopla.
—Oh, claro. Umm, podría ser que Liam viniera a casa y me pidiera
que no me mudara y luego me doblara sobre el mueble más cercano y me
follara duro y rápido. —Para cuando he terminado la frase, Sadie se está
riendo y Hannah está silbando.
—Creía que habíamos acordado que fantasear con ser doblada sobre
el fregadero de la cocina sí constituye, de hecho, un enamoramiento.
celebra a micrófono abierto para cualquier tipo de poeta. El público se implica de dos
formas: primero, forman el jurado, segundo, el micrófono abierto hace que todos tengan la
110
oportunidad de recitar.
Resoplo.
—Claro —asiente Sadie, sin que parezca que esté muy de acuerdo.
—Estoy segura.
—Solo necesito que él... nunca se entere de las fantasías con los
muebles —explico.
—Mm.
—Porque haría las cosas raras para nosotros —explico—. Para él.
—Sí.
—Y no se lo merece.
—No.
—Sí.
—De todos modos. —Mis mejillas se sienten calientes. Debe ser todo
el vino—. Deberíamos hablar de otra cosa.
—De acuerdo.
—Bien.
—Claro.
Frunzo el ceño.
—¿Qué amiga?
—Ah... Sarah.
—¿Sarah?
—Sarah.
—Adiós, Hannah.
—Son unas amigas de mierda y no sé por qué las quiero tanto. —Les
cuelgo, riéndome a pesar de querer evitarlo. Tiro el teléfono lejos y me
levanto para rellenar mi copa de vino, pensando que cuando Hannah y Sadie
se enamoren de alguien me burlaré de ellas sin piedad y me inventaré
historias falsas sobre gente falsa, y entonces sabrán lo que se siente, ser...
—Mara.
Oh, mierda.
—¿Liam?
—Hola.
—¿C-cuándo llegaste?
—Justo ahora.
—Bien, creo.
—Ah. Bien.
—No quiero.
Frunzo el ceño.
—No quiero.
Me río.
—¿Estás borracha?
Le saco la lengua.
115
Capítulo 13
—Soy yo. —Me está besando. Allí—. ¿Esto está bien? 116
Estoy asintiendo. Sí, a qué, no lo sé. Sí, eres Liam. Sí, esto está bien.
Sí, estoy a punto de derretirme en el suelo.
Vaya.
No.
Espera.
Quédate.
—¿Las...?
—Quería... ¿qué?
—Dijiste que querías ser follada. Duro y rápido. —¿He dicho eso? No
puedo recordar No puedo recordar mi propio nombre, y luego las cosas
empeoran aún más: detrás de mí, él se arrodilla. ¿Qué está por…?— Fuera.
—Liam tira de mis jeans y bragas hasta que se acumulan alrededor de mis
tobillos, luego los arroja al otro lado de la habitación una vez salgo de ellos—
. Buena chica.
Fricción.
Que tal vez deberíamos mantener. Esto debería parar ahora mismo,
tal vez. Tan bueno como ha sido, y acabando de redefinir el sexo para mí,
no estoy muy segura de por qué Liam quiere esto, y si es solo un polvo
improvisado que no significa nada para él, pero que me tiene reservado un
montón de angustias... ¿Quizás deberíamos parar aquí?
En realidad no tengo elección: quiero decir que sí, así que asiento con
la cabeza. Lo que quieras, puedes tenerlo, Liam.
—Ven aquí. Mara, tú... mierda. Ven aquí. —Su mandíbula está tensa
mientras me levanta y me lleva a su habitación. Mi primera vez aquí, pero
conozco este lugar porque conozco a Liam. Colores oscuros. Fotografías
enmarcadas de naturaleza medio hostil de los viajes de los que me habló.
Muebles escasos. Una pila de libros en su mesita de noche. Los anteojos
para leer, con los que me burlo de él, están desplegados en medio de su
escritorio. Quiero explorar cada rincón, pero no hay tiempo. El colchón
rebota debajo de mi espalda y luego él ocupa todo mi campo de visión.
—¿Estás seguro?
Es muy bueno en eso. No... Tal vez no muy hábil, pero está
completamente perdido en ello, tan minucioso, tan ruidoso en su absoluto
y asombrado disfrute del acto, de mí. Mis caderas se arquean y él tiene que
sujetarme, llevarme a través del placer. Dura más de treinta segundos. Dura
más de tres minutos, tal vez más de diez, pero mis muslos están temblando
y mi coño tiene espasmos y empiezo a correrme como una ola del océano, y
cuando creo que el placer finalmente está disminuyendo, desliza dos dedos
dentro de mí y mis caderas se estiran hacia arriba, porque no ha terminado.
Mi mundo entero da vueltas. Oficialmente he tenido más orgasmos en los
últimos veinte minutos que en el último año.
122
Con los dedos todavía dentro de mí, mira hacia arriba, los ojos suaves
y serios y tragados por sus pupilas.
—Gracias.
Vaya.
—Esto es tan bueno, Mara. Tú eres muy buena. ¿Por qué quieres que
sea rápido? —Se inclina para besarme de nuevo, lamiendo el interior de mi
boca, mordisqueándome la garganta—. Yo solo quiero hacer que dure —
raspa contra mi piel.
No tengo idea de a qué se refiere. No quiero que esto sea rápido. Nunca
he dicho que lo quisiera, pero él sigue diciéndome eso...
—Me escuchaste.
—No sé.
—¿Saber qué?
—Qué difícil ha sido, joder, mantener mis manos lejos de ti. Cuánto
he querido esto, casi desde el principio.
Vaya. 124
Oh, Dios.
No voy a decirle que no. No voy a decirme a mí misma que no. En lugar
de eso, sonrío y tiro de él sobre mí, con los brazos entrelazados alrededor de
su cuello mientras digo en silencio contra la carne de su hombro cuánto me
gusta, cuánto amo esto, y Liam nos acomoda y se inclina hasta que está
casi dentro de nuevo, caliente y húmedo y... se me ocurre el pensamiento
más molesto. Mierda.
Liam gime.
125
¿Cómo es que no lo sabe? Estiro el brazo para mantener quieto su
antebrazo. El problema es que todavía puede curvar los dedos. Sus largos y
hermosos dedos.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo? ¿Puedes... eh, por favor,
por favor, dejar de hacer eso?
—No tengo ni idea. —Liam saca sus dedos. Por un segundo, la fricción
me distrae. Entonces mi coño se aprieta en señal de protesta—. No tengo
sexo, Mara.
—Sí. Pero en realidad no. Es solo... —Me sostiene la mirada. Sus ojos
son de un marrón oscuro y hermoso—. Tú me gustas mucho, Mara. Me
gusta hablar contigo. Me gusta verte hacer yoga. Me gusta la forma en que
siempre hueles a protector solar. Me gusta cómo te las arreglas para decir 126
casi todo lo que quieres sin dejar de ser increíblemente amable. Me gusta
estar en esta casa contigo y todo lo que hacemos aquí. —Su garganta se
mueve—. No creo que sea una sorpresa que de verdad, de verdad me guste
la idea de follarte.
Ay, dios mío. Ay, Dios mío, ay, Dios mío, ay, Dios mío, ay, Dios mío…
No.
Asiento, demasiado cerca para hablar, y dejo que nos haga rodar.
Se tensa.
—Sí, Liam.
129
Epílogo
—Gente.
—Mucha gente.
—Nombra una.
—Yo.
—Nombra dos.
Silencio.
—¿Ves?
Liam suspira.
—Vainilla.
130
Pongo dos botellas en el carrito. Luego me pongo de puntillas y planto
un beso en la boca de Liam, breve y fuerte. Liam me sigue un poco cuando
doy un paso atrás, como si no quisiera dejarme ir.
Liam examina la lista que escribí hoy, sentada entre sus muslos
mientras estaba ocupado matando a los malos en la PlayStation. Él
entrecierra un poco los ojos ante mi terrible letra y trato de no reírme.
131
Stuck with You
132
Para Marie, mi Elizabeth Swann favorita.
133
Capítulo 1
Mierda.
Dato curioso: esta es la segunda vez que mi mundo llega a su fin esta
noche. La primera fue hace menos de un minuto. Cuando el ascensor en el
que viajo se detuvo en el decimotercer piso, y Erik Nowak, la última persona
que quería ver, apareció en toda su gloria rubia, grande y vikinga. Me
estudió por lo que pareció demasiado tiempo, dio un paso adentro y luego
me estudió un poco más mientras yo inspeccionaba con avidez las puntas
de mis zapatos.
Re-mierda.
O en absoluto.
Sí. No.
de terror y ciencia ficción del año 1958 que presenta un gigantesco alien similar a una
135
ameba que aterroriza las comunidades rurales de Downingtown y Phoenixville, Pensilvania.
actualmente mira hacia la luz de emergencia con el ceño ligeramente
fruncido.
—No hay electricidad —dice, una declaración obvia, con esa voz
estúpidamente profunda que tiene. No ha cambiado ni un ápice desde la
última vez que hablamos. Ni desde esa cadena de mensajes que dejó en mi
teléfono antes de que bloqueara su número. Los que nunca me molesté en
responder, pero tampoco me atreví a borrar. Los que no podía dejar de
escuchar, una y otra vez.
Y otra vez.
Erik asiente.
—El Wi-Fi debería funcionar, pero no lo hace. Así que tal vez esto es…
Mierda.
—¿Cuánto tiempo?
Se encoge de hombros.
¿Unas pocas qué? ¿Unas pocas horas? ¿En un ascensor que es más
pequeño que mi ya minúsculo baño? ¿Con Erik Nowak, la más melancólica
de las montañas escandinavas? Erik Nowak, el hombre que yo…
Son las 10:45 de un viernes por la noche. Y por tercera vez en menos
de diez minutos, mi mundo se derrumba.
138
Capítulo 2
Para ser clara: ni siquiera quiero un croissant. Sé que suena raro (todo
el mundo siempre debería querer un croissant; es una ley de la física, como
139
la paradoja de Fermi10 o la ecuación de campo de Einstein11), pero la verdad
es que me gustaría prescindir de este croissant específico, si fuera un martes
normal por la mañana.
10 La paradoja de Fermi: aparente contradicción que hay entre las estimaciones que
afirman que hay una alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el
universo observable y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones.
11 Ecuaciones de campo de Einstein: conjunto de diez ecuaciones de la teoría de la
No.
No es que este tema mío sea algo que me guste admitir ampliamente.
En su mayoría solo a Mara y Hannah, mis supuestas mejores amigas. Nos
conocimos durante el primer año de nuestros doctorados y desde entonces
hemos estado luchando juntas a través de las tribulaciones de la academia
CTIM. En su mayor parte, tenerlas en mi vida ha sido mi única y verdadera
alegría, pero ha habido aspectos menos que sobresalientes. Por ejemplo, el
hecho de que durante los cuatro años que vivimos juntas ellas oscilaron
entre realizar intervenciones antisuperstición y bromear invitando gatos
negros callejeros a nuestro apartamento todos los viernes 13, (Incluso
terminamos adoptando uno durante unos meses, JimBob, hasta que nos
dimos cuenta de que el gatito de los folletos de Desaparecidos por todo el
vecindario se parecía sospechosamente a él; JimBob era, de hecho, la Sra.
Fluffpuff, y la devolvimos en silencio, en la mitad de la noche. Desde
entonces se la ha echado mucho de menos). De todos modos, sí: tengo
mejores amigas horribles, asombrosas y que no apoyan las supersticiones.
Pero ya no vivimos juntas. Ni siquiera vivimos en la misma ciudad: Mara
está en D.C. en la APA y Hannah ha estado trabajando para la NASA y
viajando entre Texas y Noruega. Puedo tirar sal por encima del hombro y
buscar frenéticamente madera para tocar a mi gusto.
¿Por qué, por qué soy así? No tengo ni idea. Solo culpemos a mi madre
agresivamente italiana.
—Ya veo. —Me muerdo el labio inferior, le ordeno a mi mala cara que
se deshaga y me obligo a sonreír. Después de todo, no es culpa de Faye si
mi mamá me inculcó en las neuronas de bebé que caminar debajo de las
escaleras es una manera segura de vivir una vida de desesperación. Voy a
terapia por eso. O lo haré. En algún momento—. ¿Estás, um, haciendo más?
—Aquí.
143
Parpadeo durante varios segundos, preguntándome si se trata de un
espejismo inducido por la superstición. Luego me giro lentamente para
mirar al hombre que depositó el croissant en el mostrador.
—¿Por qué?
Croissant regalado.
—¡Oye! —lo llamo. El hombre está a unos veinte pasos por delante de
mí. Bueno, veinte pasos con mis piernas diminutas. Podría ser menos de
cinco con las suyas—. Oye, ¿podrías esperar un…?
144
13 Juego de palabras con el dicho popular “A caballo regalado no se le miran los dientes”.
Escandinavo, tal vez. Al estilo vikingo. Nórdico. Como sus ancestros
que retozaban bajo la aurora boreal en su camino hacia la financiación de
Ikea. Es tan grande como un yeti, con ojos azul claro y cabello rubio pálido
corto, y apostaría mi croissant de regalo a que su nombre contiene una de
esas geniales letras nórdicas. La a y la e aplastadas juntas; esa extraña o
cortada por la mitad; la gran b que en realidad son dos s apiladas una
encima de la otra. Algo que requiere mucho conocimiento de HTML para ser
escrito.
¡El croissant!
Ninguna respuesta.
Ooooh.
145
14 Tipo de pantalón.
—Gra-cias —digo, muy, muy lentamente, como cuando el lado de la
familia de mi madre, el que nunca emigró a los EE. UU., intenta hablar
italiano conmigo—. Por… —Levanto el croissant frente a mi cara—, esto.
Gracias, —Señalo al vikingo—, a ti. Eres muy… —Inclino la cabeza y arrugo
la nariz felizmente—, agradable. —Él me mira aún más, pensativo. No creo
que lo entendiera—. No entiendes, ¿verdad? —murmuro para mí misma,
abatida—. Bueno, gracias de nuevo. Realmente me hiciste un favor allí. —
Levanto el croissant por última vez, como si estuviera brindando por él.
Luego me doy la vuelta y empiezo a alejarme.
—¿A-acabas de hablar?
—Lo hice.
—¿En inglés?
Su ceja se levanta.
—¿Una cosa?
—Cuidado.
Miro a mi alrededor para ver qué quiere decir justo cuando un tipo
casi me atropella con su patineta. Es una decisión difícil: entre el preciado
croissant sobre el que claramente me siento ambivalente y mi bolso, casi
pierdo el equilibrio, y ahí es donde interviene Thor Corporativo. Se mueve
mucho más rápido de lo que alguien de su tamaño debería ser capaz de
hacer y se desliza entre el chico de la patineta y yo, enderezándome con una
mano alrededor de mi bíceps.
Oh, mierda.
—¿Estás bien?
148
Capítulo 3
A mí misma.
(Es decir, si uno no cuenta las veces en el último mes que lo vislumbré
alrededor del edificio y rápidamente me di la vuelta para cambiar de
dirección. Lo cual no hago).
Wow. Wow wow wow. ¿Qué fue eso? He estado en este ascensor
durante aproximadamente nueve minutos y mi cerebro ya está
desarrollando agujeros tipo queso suizo. Agárrate fuerte, Sadie Grantham.
150
Felicidades por tu fortaleza emocional. La manera de estar excitada por una
persona realmente horrible.
—¿Gritar?
Como: minúsculo. Sabía que era diminuto, pero no hay nada como
darse cuenta de que este podría ser el lugar donde moriré para registrar
cuán diminuto es. Si estiro los brazos, me choco con Erik. Si estiro las
piernas, me choco con Erik. Si me retuerzo en el suelo como deseo
desesperadamente, también chocaré con Erik. Qué dilema.
—¿Mejor?
—No. No lo creo. —¿Lo soy, sin embargo? Eso explicaría mucho. Las
paredes cerrándose. Esta sensación grasosa y vomitiva en mi estómago. La
forma en que me encantaría arañar este lugar porque es tan pequeño y Erik
ocupa mucho espacio dentro de mi cabeza y puedo oler su jabón y solo
quiero olvidar todo sobre él y tal vez pensé que lo había hecho pero ahora
está aquí y todo está volviendo y yo…
—Lo sé. Estoy tomando respiraciones profundas, eso es. —O tal vez
no lo estaba. Porque ahora, con algo de aire en mis pulmones, mi cerebro
está un poco más tranquilo.
—¿Respirando?
—Tercera.
—¿Tercera?
Asiente.
Me pongo rígida.
—Sadie…
153
Capítulo 4
No puedo creer que lo admití. Dios, él ya sabe que soy un bicho raro.
Aunque, para su crédito, parece estar tomándoselo con calma.
—Me gusta pensar en ello como… más una forma de unirme y celebrar
las tradiciones de mis éxitos anteriores, ¿sabes? Y menos como establecer
155
una conexión causal empírica entre el color de mi ropa interior y los eventos
futuros.
—¿Qué?
—¿Morado?
Ay, Dios mío. ¿Qué está mal conmigo? Este pobre hombre me acaba
de dar su croissant.
—De todos modos —me apresuro a agregar—, tal vez hay mucha gente
comprando croissants de buena suerte, porque no estoy sola en mi…
pensamiento mágico, buena manera de decirlo, por cierto. Por ejemplo, mi
amiga Hannah trabaja en la NASA y dice que los ingenieros allí han tenido
rutinas complejas que involucran cacahuetes Planters y lanzamientos de
misiones durante los últimos cincuenta años. Y soy ingeniera. Básicamente, 156
estoy profesionalmente obligada a…
—¿Eres ingeniera? —Sus ojos se abren con sorpresa.
—No lo estoy.
Mi ceño se profundiza.
Nos miramos el uno al otro, yo calculando su edad, él… no sé. Tal vez
él también esté calculando. Debe ser seis o siete años mayor que yo. No es
que sea de ninguna manera relevante. Solo estamos charlando. Nos iremos
por caminos separados en doce segundos.
—ProBld.
—No. ¡No! Quiero decir, sí. Un poquito. Pero no lo dije de una manera
ofensiva. Simplemente no parecen adoptar un enfoque de sistemas
completos para la resolución de problemas cuando se trata de desafíos
ambientales… —Sus ojos brillan. ¿Se está burlando de mí? ¿Se burla Thor
Corporativo?—. Quiero decir, ahora voy más de veinte minutos tarde al
trabajo. Siendo realistas, probablemente me despedirán y terminaré
rogándoles un trabajo.
—¿Ah sí?
Erik Nowak.
Me río.
—Por supuesto.
Él asiente.
—Pero seguramente no la a?
159
—Uh, bueno, supongo que la a es…
Su boca está crispada. Otra vez. Me está tomando el pelo. Otra vez. Lo
odio.
—¿Oh?
—¿Sí?
Agarrando un croissant.
Pregúntame, pienso hacia él. Porque quiero probar ese bistró francés
que tú conoces. Contigo. Y hablar más sobre el lavado de dinero y un enfoque
de sistemas completos para la ingeniería ambiental y la ropa interior morada
que en realidad es lavanda.
161
Capítulo 5
—No.
—¿No qué?
—No va a suceder.
—Bueno —le digo—, eres mucho más grande y más pesado. Así que
tú no puedes hacerlo. —Además, no estoy segura de confiar en él para no
dejarme aquí. He confiado en él antes y lo he lamentado mucho.
Arrugo la frente.
Lo odio. Mucho.
—Estarías a salvo aquí. Solo tendrías que esperar a que llame a ayuda,
y…
—¿En serio, Sadie? ¿No ves por qué no? No entiendes por qué no
estaría bien dejarte, de entre todas las personas… —Aparta la mirada
bruscamente, con la mandíbula tensa y un músculo palpitando en la mejilla.
Su cabello, me doy cuenta, es más corto que cuando lo toqué. Y creo que él
podría haber perdido un poco de peso. Y no puedo, realmente no puedo
soportar lo guapo que es—. ¿Realmente preferirías hacer algo tan idiota e
imprudente que estar aquí conmigo por unos minutos más? —pregunta,
volviéndose hacia mí, su voz helada y tranquila de nuevo.
Por supuesto que no, casi suelto. No soy una chica de película de terror
que no llega al final y que sigue el cartel de MUERTE AQUÍ solo para quedar
estupefacta cuando un asesino con hacha le corta la pierna. Usualmente
soy una persona responsable y sensata, usualmente siendo ser la palabra
clave, porque en este momento estoy un poco tentada de encontrarme con
el amoroso pecho de un asesino en serie que empuña un hacha.
Racionalmente, sé que Erik tiene razón: no estaremos atrapados aquí por
mucho tiempo, y alguien vendrá a buscarnos. Pero luego recuerdo lo
traicionada y decepcionada que me sentí en los días posteriores a lo que
hizo. Recuerdo llorar al teléfono con Mara. Llorar al teléfono con Hannah.
Llorar al teléfono con Mara y Hannah.
Estar aquí con él parece tan imprudente como cualquier otra cosa,
sinceramente. Así es como me encuentro encogiéndome de hombros y
diciendo:
15FOMO: patología psicológica descrita como «una aprensión generalizada de que otros
podrían estar teniendo experiencias gratificantes de las cuales uno está ausente». Este tipo
de ansiedad social se caracteriza por «un deseo de estar continuamente conectado con lo
165
que otros están haciendo».
—Más o menos, sí.
Espero que Erik se enfade de nuevo. Que me diga que estoy siendo
tonta. Que haga uno de esos chistes secos suyos que siempre me hacían
reír. En lugar de eso, me toma por sorpresa: aparta la mirada con aire de
culpabilidad. Luego se presiona los ojos con el índice y el pulgar, como si de
repente estuviera abrumadoramente exhausto, y murmura en voz baja:
166
Capítulo 6
Y juro que no digo esto para presumir. Hay una simple razón por la
que no me he convencido de que necesite tomar un Capri Sun o hacer siete
saltos de tijera antes de salir con alguien, y esa es que no tengo citas. Jamás.
Solía tenerlas, por supuesto. Hace tiempo. Con Oscar, el Amor de Mi Vida.
—Lo siento. Lo silenciaré. —Lo hace, pero no sin antes poner los ojos
en blanco. Lo cual está tan lejos de su onda estoica y desconcertada
habitual, que no puedo evitar estallar en carcajadas—. Por favor, no te
burles de mi dolor —dice inexpresivo, tomando asiento frente al mío. No
estoy segura de cómo, pero sé que está bromeando. Tal vez estoy
desarrollando poderes telepáticos.
—¿Trabajo? —pregunto.
—Ojalá fuera eso. —Niega con la cabeza, resignado—. Cosas mucho 170
más importantes.
Oh. Tal vez no bromeaba.
—Morada.
—Lavanda.
Ladeo mi cabeza.
—¿Sigues el fútbol?
—¡No! No, yo… —Ni siquiera sé por dónde empezar—. Amo el futbol.
En verdad, amo amo. Me quedo despierta hasta horas ridículas para ver los
partidos de Europa. Mis padres siempre me regalan camisetas elegantes
para mi cumpleaños porque ese es, literalmente, mi único interés. Fui a la
universidad con una beca de fútbol.
Frunce el ceño.
—También yo.
—¿Pero?
Asiente.
—¿Qué te detuvo?
172
Se ríe entre dientes. Suena como un abrazo.
—No fui lo bastante bueno.
Me río.
—Halvorsen.
—Sí, nunca van a ganar otro juego, ni por toda la ropa interior morada
del mundo. Pero no iban a ganar mucho con él, de todos modos.
Sinceramente, necesitan un mejor entrenador. Sin ofender.
Asiente.
—Indignante.
Sonrío. Él… no sonríe, pero cerca, y eso me hace sonreír aún más.
Creo que esto podría haber sido lo más divertido que lo he pasado en
años. Está bien, falso: sé que lo es.
—¿Qué?
—Tu discurso.
—¿Quién es el cliente?
—¿Tú?
—Y mi jefa, sí. Aunque dos de sus hijos han tenido cólicos, así que
por ahora sobre todo yo.
Me encojo de hombros.
—Se reunirán con alguien más mañana, así que aún no lo sé. Pero
dijeron que hasta ahora somos su primera opción, así que soy optimista. 175
Erik no responde. En lugar de eso, solo me estudia, serio, atento,
como si fuera un modelo particularmente intrigante. ¿Me hace sentir
incómoda? No lo sé. Debería. Estoy saliendo con un chico. Por primera vez
en un millón de años. Y él está mirando fijamente. Puaj, ¿verdad? Pero… No
me importa.
—¿Qué?
—Espera… ¿tú?
—ProBld —corrige.
Me aclaro la garganta.
—Tal vez no lo sea. Yo… —No quería que fuera raro. Tal vez solo
piensas que soy una buena chica y deseabas a alguien con quien cenar y
entendí mal la situación y lo siento mucho. Es solo que creo que me gustas
mucho. ¿Más de lo que recuerdo que me gustara alguien? Es posible que haya
proyectado y…
—Eh, claro.
—No sé si esto es una cita —dice, serio—, pero si no lo es, ¿irás a una
conmigo?
178
El helado de pistacho se derrite en mi cono mientras explico por qué
Neuer es mucho mejor portero de lo que parece. Caminamos alrededor de
Tribeca uno al lado del otro sin tocarnos ni una sola vez, cuadra tras cuadra
tras cuadra, el aire de la noche es agradable y las luces borrosas. Mis
zapatos no son nuevos, pero puedo sentir una desagradable ampolla
formándose lentamente en mi talón. No importa, porque no quiero parar.
—¿Por qué?
—Son suecos.
Ya es tarde.
No responde.
—Bien.
—¿Bien?
—Bien.
Frunzo el ceño.
Se encoge de hombros.
—Está bien.
No tengo idea de lo que estoy haciendo aquí. Ni idea. Pero Erik está
parado justo frente a mí, la farola brilla suavemente detrás de su cabeza, la
cálida brisa primaveral sopla suavemente entre nosotros, y algo hace clic
dentro de mí. 181
Sí. Bueno.
182
Capítulo 7
—Yo… —Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano—. No. No sé.
Me reí húmedamente.
—Es posible que esté tratando de llamarte para reconocer lo que hizo
y disculparse —dijo, pensativa—. Pero tal vez eso sería aún peor. Porque
entonces sabrías que él sabía exactamente el daño que estaba haciendo,
pero siguió adelante de todos modos. 184
Creo que eso es exactamente. Creo que por eso odiaba el “lo siento” de
Erik, y por eso odio que no me haya mirado en varios minutos. Me hace
preguntarme si es consciente de que arruinó algo que podría haber sido
grandioso por codicia. Y si ese es el caso, entonces no me lo imaginé: la
noche que pasamos juntos fue tan especial como la recuerdo, y él aun así
la tiró al vertedero de basura, al estilo de la princesa Leia en Una Nueva
Esperanza.
—Sí. Hace dos, no, tres noches. —Bajo la mirada hacia mi mano,
raspando lo poco que queda del esmalte de uñas de la semana pasada—.
Dos uno. Así que tal vez tenías razón sobre Neuer…
—Sadie.
—Sadie.
¿Qué? quiero gritar. ¿Qué más quieres? En lugar de eso, solo lo miro,
sintiendo como si el ascensor se hubiera encogido de nuevo, esta vez en el
espacio entre mis ojos y los suyos.
—Estamos hablando.
—Sadie.
—Sadie…
—Te odio.
—Lo sé.
Él traga.
—Por la forma en que tuve sexo contigo. Estuve contigo toda la noche.
Pedí demasiado. No lo disfrutaste. —De repente, se ve tan confundido como
yo me siento. Como si ambos estuviéramos en medio de una historia que no
tiene mucho sentido narrativo—. Sadie. ¿No es esa la razón?
187
Capítulo 8
—No estoy segura del por qué, pero te consideraba más bien una
persona de perros.
—Lo soy.
—¿Cuál? —Tiene cuatro. Todos más jóvenes. Y está claro, por la forma
en que habla de ellos, a menudo y con ese tono medio malhumorado, medio
divertido, que son uña y mugre. Mi yo de hija única «Toma este libro para
colorear mientras mamá y papá ven El ala oeste de la Casa Blanca» arde de
envidia.
—¿Qué es temporalmente?
—Religiosamente.
—Bien.
Me río suavemente.
El nudo se aprieta.
—No es eso.
190
Me muerdo el labio.
—Yo… ¿Qué?
Se mueve tan rápido que apenas puedo seguirle la pista. Sus manos
se cierran alrededor de mi cintura, me levantan y un segundo después estoy
sentada en la estantería de la entrada. La diferencia de altura entre nosotros
es mucho menos dramática y…
191
Es el mejor beso de mi vida. No: es el mejor beso del mundo. Por la
forma en que presiona una mano en mi omóplato para arquearme hacia él.
Por como raspa su barba contra mis mejillas. Porque empieza lentamente,
sólo su boca sobre la mía, y se queda así por mucho tiempo. Incluso cuando
le rodeo el cuello con los brazos, incluso cuando se inclina hacia mí y empuja
mis muslos para abrirse espacio, incluso cuando estamos pegados el uno al
otro, con mi corazón latiendo como un tambor contra su pecho, sólo son sus
labios y los míos. Cerca, rozando, compartiendo aire y calor. Dolorosamente
cuidadoso.
Está duro. Puedo sentir exactamente cuán duro. Creo que quiere que
lo sienta, porque su mano se desliza hasta mi trasero y me atrae hacia él.
Me retuerzo, girando las caderas de forma experimental y él gime con fuerza
en mi boca.
Me pasa una mano por debajo del trasero y me lleva por el pasillo,
como si no pesara más que su gato. Cuando enciende el interruptor de la
luz, la cama es enorme y no está tendida, y la habitación huele tanto a él
que tengo que cerrar los ojos brevemente. Me pone de pie y estoy a punto de
preguntarle si esto es necesario, si por favor podríamos hacerlo en la
penumbra, pero ya se está desabrochando la camisa, con los ojos fijos en
mí. Se me seca la boca. Pensándolo bien, la luz está bien. Probablemente.
—¿Qué?
—No es morada.
—Oye —dice, echándose hacia atrás sobre sus rodillas como para
dejarme más espacio. Su tono es suave, como si se acercara a un animal
salvaje, asustado y herido. Una buena parte de mi pánico se desvanece y…
Ay por Dios. ¿Qué me pasa? Estábamos pasando un buen rato, él se estaba
comportando perfectamente bien, y tenía que ir yo y ser una jodida rara.
—Lo siento. Es que… No sé por qué estoy asustada. Es solo que eres
tan grande y yo apenas si… no estoy acostumbrada a esto. Lo siento.
—No. No, no lo está. Creo… creo que el problema es que sólo he hecho
esto con mi ex y yo…
195
—Ya veo. —Su rostro se vuelve pétreo de una manera impersonal y
aterradora—. ¿Te hizo daño?
—¡No! No, Oscar nunca lo haría. Era bueno. Es solo que él era…
diferente. A ti. —Me río nerviosamente. Espero no echarme a llorar—. No es
que sea malo. Quiero decir, todo el mundo es diferente. Es sólo que…
—Es que no creí que esto fuera a ser… aterrador. Me imaginé que
sería mucho más genial. Más fácil, supongo
—¿Por qué?
—¿Arruinar qué?
Él suspira.
Ay no.
197
—¿Qué es?
Una pausa.
—Sí. —Su mano se acerca a mi mejilla—. Esto es, Sadie. No creo que
se pueda arruinar esto.
—Dudo que no querer tener sexo contigo sea algo de lo que tengamos
que preocuparnos, Sadie.
—No lo eres.
—No lo creía. Pensaba que estaba bien. Quiero decir, normal. Pero tal
vez…
—¿Estás seguro?
—¿En serio?
—Sí. ¿A ti?
Exhala.
—¿De qué?
No se explica mejor.
Se encoge de hombros.
—Creo que deberíamos esperar para eso. Tomarlo con calma. Salir
unas cuantas veces más hasta que te acostumbres al hecho de que soy…
tan grande, aparentemente.
Me sonrojo.
—Eso sería… —Traga con fuerza. Sus dedos aferran mis caderas como
si sencillamente no pudiera soltarlas—. Sí. Me gustaría. Si es que esa es la
palabra para ello.
—Erik, yo…
Grito. 201
—No puedo creer que pensaras que eras mala en esto —me dice riendo
y siento todas y cada una de las sílabas atravesarme como un cuchillo. Me
obligo a respirar hondo, a mantenerme erguida, a mirarlo. Y es entonces
cuando sus ojos se encuentran con los míos y empieza a chupar con fuerza
mi clítoris.
—¿Erik?
—¿Comprar qué?
—El croissant de Faye. Si sabías que era tan asqueroso, ¿por qué lo
compraste?
—¿De qué?
Suelto una risita y lo abrazo con más fuerza mientras se hincha dentro
de mí, una oleada de felicidad, adoración y algo confuso, algo esperanzador
y joven que aún no puedo definir del todo. Su pene se estremece contra el
interior de mi muslo. Me eleva más para pretender que no ocurrió y me atrae
para darme otro beso perezoso. Mmm.
—¿Acaso no…?
—Pero tú…
Se ríe suavemente.
203
—Créeme, no se sintió como un cero…
—Sadie…
—Creí que habías dicho que podía estar a cargo —lo provoco,
meciéndome en su pene como lo hice en su boca. Los labios de mi núcleo
rodean su eje, regordetes e hinchados. Miramos la escena al mismo tiempo.
El sonido que él suelta es feroz.
—¿Por qué?
Me petrifico. Mierda.
—¿Debería…?
—No.
—Sadie. Quiero coger contigo y necesito que te guste que te coja. Así
que tú estás arriba por ahora.
—¿Qué quieres?
—Te he visto.
—¿Qué viste?
—Y… —Aprieto las rodillas y muevo las caderas en círculo dos veces
para introducirlo un poco más. Una fracción de pulgada, pero la fricción, la
sensación de plenitud… mis ojos giran hacia atrás en mi cabeza. No sabía
que algo pudiera estar tan dentro de mí y sentirse tan bien. No podría 206
haberlo imaginado—. ¿Y qué pensaste?
—Oh, joder. —Un sonido desesperado sale de la garganta de Erik—.
Esto. Esto y más. —Traga—. Muchas otras cosas y… Sadie, vas a tener que
darme un minuto para adaptarme o voy a… —Erik parece tan sorprendido
como yo me siento. Tiene los ojos cerrados y sus manos me agarran con
fuerza, y sus dientes se hunden en mi hombro—. Sadie, estoy a punto de…
Utiliza una maquinilla de afeitar parecida a las que compro para mis
piernas (es decir, la más barata del supermercado). Si le molesta la chica
soñolienta que ha dormido menos de dos horas y que en este momento está
sentada envuelta en una toalla en la encimera de su baño, lo disimula bien.
Pero estoy casi segura de que no lo hace. Sobre todo porque es él quien me
puso aquí.
Su boca se tuerce.
—Tú no.
—Cállate —le digo suavemente, lo que sólo lo divierte aún más. Deja
la maquinilla de afeitar y se acerca, deslizando sus manos dentro de mi
toalla y colocándolas en la parte baja de mi espalda, cálidas, instintivas e
imposiblemente familiares. Como si fuera algo que ha estado haciendo todos
los días durante toda su vida. Como si fuera algo que planea hacer todos los
días durante lo que le queda de vida.
—Más o menos.
—No suelo almorzar —le digo—. Soy más bien del tipo “un gran
desayuno y luego cuarenta refrigerios repartidos a lo largo del día”.
—Conejillo de Indias.
209
Capítulo 9
Voy a decir lo que pienso. Voy a decirle exactamente lo idiota que es.
Voy a liberar tres semanas de llanto en la ducha sobre él. Voy a destrozarlo
por arruinar el helado de pistache y los gatos naranjas para mí. Voy a
aniquilarlo.
Él se burla.
—¿En verdad? Sabes qué… está bien. Correcto. Bueno. —Su garganta
se mueve. Luce… no exactamente molesto, pero definitivamente lo más
afectado que lo he visto. Algo molesto, tal vez—. Hace cerca de tres semanas
estoy tomando mi usual y ligeramente asqueroso desayuno, y conozco a esta
realmente hermosa y asombrosa mujer. Me salto mis reuniones matutinas
e ignoro mi teléfono (mi equipo esta así de cerca de enviar a un equipo de
búsqueda) porque todo en lo que puedo pensar es en lo divertido que sería
sentarme con ella en una banca de parque cubierta de mierda de pájaro y
hablar acerca de… ni siquiera lo sé. Ni siquiera importa. Es así de bueno
con ella. Y porque aparentemente es mi día de suerte, me las arreglo para
convencerla de salir a cenar conmigo, y no solo es adorable, inteligente y
divertida, también se siente que los dos tenemos más cosas en común de
las que creí posibles, y… bueno, es una primera vez para mí. No soy un
experto en relaciones, pero reconozco lo raro que es. Como algo de una vez
en la vida. Quiero tomarlo despacio porque la idea de arruinar esto me
aterra, pero ella me pide venir a mi casa —exhala una sola y amarga risa.
—Te desprecio.
—¿Lo soy?
—Pensé que sí, pero aparentemente no, ¿Por qué no lo deletreas para
mí?
212
Capítulo 10
—Me alegra ver que estás de vuelta. —Le sonrío a Gianna, que está
recargada de mi escritorio. Debe haber entrado a mi oficina mientras estaba
soñando despierta—. ¿Cómo está Presley?
—Mejor. Pero ahora Evan y Riley tienen algún tipo de bicho que
implica una cantidad muy divertida de diarrea. Pero te vi en el recibidor con
un chico alto… ¿era Erik Nowak?
—Oh. Um… —Creo que tal vez me estoy ruborizando. Realmente no 213
tengo una razón, Gianna es genial y no del tipo que juzga, pero lo que pasó
anoche se siente tan… privado. Y novedoso. Ni siquiera les he contado a
Hannah y Mara (si no cuentas los emojis de berenjena y corazones que envié
en respuesta a sus setenta «¿Cómo te fue?» que encontré esta mañana en
mi teléfono). Se siente extraño hablarlo con mi jefa. Aunque mentir al
respecto sería aún más extraño, ¿verdad?—. Sí, ¿lo conoces?
—¿Sí?
—¿Son amigos?
—Así que no son como, amigos —parece aliviada—. Está bien. Bueno.
Se estaban riendo juntos, así que quería asegurarme.
—No por completo, no. Quiero decir, ni soñaría con decirte con quién
deberías o no pasar el rato. Pero ustedes dos parecían… íntimos, y solo
quería asegurarme… tú sabes. —Mueve la mano restándole importancia—.
Si fueran amigos y hablaran regularmente, querría recordarte que estuvieras
a salvo y fueras muy, muy discreta cuando hables de la tienda con él. Pero
ya que solo son conocidos, entonces…
—¿Por qué tendría que… —Frunzo el ceño, girando mi silla para verla
mejor. Esta conversación es muy extraña, y me estoy preguntando si debería
tomarme otro café antes de que continúe—. ¿Qué quieres decir con a salvo
y discreta?
—Bueno, fue antes de que te contratara. ¿Hace dos, tres años? Antes
de los niños. Y para ser honesta, no fue la primera ni última oferta que
recibí.
—Y JKC. Sí. Pero ProBld fue algo… insistente. —Rueda los ojos—. La
razón por la que nos querían a bordo es que están tratando muy duro de
expandirse al mercado ecológico y sustentable, pero no han tenido mucho
éxito en atraer a personas realmente calificadas como… bueno, como tú. Ya
que la mayoría prefiere ir a firmas más especializadas. No me
malinterpretes, han estado contratando ingenieros prometedores, pero no
tienen la experiencia que necesitan aún. Así que me hicieron una muy
buena oferta, dije no, gracias, prefiero ser mi propio jefe, y por unos meses
pareció que todo seguiría como siempre —se detiene—. Entonces comenzó.
—¿Qué comenzó?
—Él… ¿disculpa?
—Dijiste que fuiste a cenar con él. ¿me estás diciendo que no
mencionó que es uno de los socios fundadores? —Debe leer la respuesta en
mi rostro, porque su expresión cambia a algo que parece lástima—. Él
comenzó ProBld al salir de la escuela con dos de sus colegas. Y el resto es
historia.
«Espera… ¿tú?».
«ProBld».
Me aclaro la garganta.
—Oh, Sadie. —El mismo tono que antes, ahora con más lastima—.
Pero no le dijiste nada específico sobre nuestros proyectos, estrategias o
clientes, ¿verdad?
«¿Quién es el cliente?».
Él no dijo que era socio. ¿Por qué? ¿Por qué me siento mareada?
Mis ojos se quedan cerrados. No los abro por un largo, largo tiempo.
Todo está girando. Solo estoy tratando de estar quieta.
218
—Yo… lo arruiné —digo, apenas un susurro. Estoy llorando. Por
supuesto que estoy llorando. Soy jodidamente estúpida y mi maldito corazón
está roto y por supuesto que estoy llorando.
219
Capítulo 11
Buen intento.
—Vamos Erik.
—¿Qué clientes?
—Puedes dejarlo.
—¿Qué clientes?
—¿Qué. Clientes?
—Milton.
220
Él niega con la cabeza, como si el nombre no le dijera nada. Si tuviera
un cuchillo a la mano probablemente lo apuñalaría. A través de los
músculos, justo hasta su corazón.
—Sí.
—Jódete Erik.
Él bufa impacientemente.
Suspiro.
—Esto es… muy extenuante, Erik. Gianna me dijo todo. Sé que ProBld
trató de comprar GreenFrame. No sé si saliste conmigo tratando de lastimar
a la compañía, o tomaste la oportunidad una vez que se te presentó, pero sé
que usaste lo que te dije en la cena para dar una propuesta muy similar a
la mía, porque el cliente, tu cliente, lo admitió.
—No lo hice.
—Sí. Seguro.
221
—En serio no.
—No, es en serio. ¿me estás diciendo que la razón por la que dejaste
de hablarme es que coincidentemente terminamos consiguiendo a uno de
tus clientes?
—Deben serlo. Ni siquiera sabía que teníamos a ese cliente hasta este
momento.
—Maldición.
—¿Qué?
—Mierda.
222
—¿Qué… por qué estás haciendo eso?
Me mira, sin un gramo de su previa exasperación en su expresión.
—Tienes razón.
—¿Sobre qué?
—¿Qué?
—El día después de que nosotros… —Pasa una cansada mano por su
rostro—. Esa mañana tuve una reunión con uno de los gerentes ingenieros
que superviso. Me dijo que estaba refinando la propuesta de un proyecto
que específicamente había pedido rasgos sustentables. No dio detalles y no
los pedí, pero ya que no es nuestro fuerte quiso saber si yo tenía algunos
recursos. Le envié un artículo académico. —Su garganta se mueve—. Fue el
que tú escribiste.
223
—El articulo estaba en Google Académico. Para la tesis… —Presiona
sus labios juntos—. Hice que alguien de la biblioteca de Caltech me enviara
un enlace de descarga.
—¿Por qué?
—Porque tú la escribiste.
—No. —Su tono deja caer algo de culpa y vuelve a ser tres partes firme,
una parte indignada—. Quería leer lo que escribiste porque estoy interesado
en el tema, porque en la cena fue muy obvio que eres mejor ingeniera que la
mayoría de las personas en ProBld, incluido yo, y porque cerca de cinco
minutos en el trabajo me di cuenta de que, si no iba a dejar de pensar en ti,
bien podía ser de forma productiva. Y mientras leía, me di cuenta de que tu
trabajo es más que bueno, y compartirlo con los demás fue sin dudarlo. No
pensé que le estaba dando tu propuesta a toda mi compañía y… maldición.
No pensé. —Frota el dorso de su mano contra su boca—. Fue mi cupa. No
fue a propósito, pero tomo toda la responsabilidad. Voy a hablar con mi
gerente de ingeniería y con el cliente y… voy a resolver esto. Vamos a
encontrar la forma de asegurarnos de que obtengas el crédito que mereces.
224
Lo miro, estupefacta. Esto es… no se supone que esté diciendo esto.
Se supone que él… no lo sé. Lo niegue. Defienda sus propias acciones de
mierda. Me haga odiarlo más.
¿Disculpa?
—Seguro, porque eres uno de ellos. —Mi ira está de regreso. Bien.
Perfecto—. Otra mentira tuya, por cierto.
—No mentí.
—No es eso. Yo… —Por primera vez desde que lo conocí, este seguro
y severo hombre parece algo avergonzado, y yo… no puedo alejar la mirada—
. No estaba seguro de si sabías. La mayoría de las personas que conozco
parece ya saberlo… sí, se cómo suena. Y entonces en la cena me contaste lo
diferente que era de la vida académica trabajar para una firma. Cuánto
extrañabas a tus amigas. Me imaginé que presumir sobre cómo me gradué
y conseguí hacer la transición con mis amigos podría esperar un par de días.
—Incompleto.
225
—Yo solo… —Levanto las manos—. ¿Por qué siquiera estamos
haciendo esto, Erik? Es obvio que tenías algún motivo oculto para pedirme
salir. ¡Incluso trataste de ofrecerme trabajo!
—Erik…
—No estoy exagerando. —Esto sería mucho más fácil si su tono fuera
acusador. Pero no. Tenía que sonar razonable, lógico, ansioso y sincero, y
quería gritar—. Desmenucé cada minuto, cada segundo de cada interacción,
y después de hacerlo pedazos, la única conclusión que pude alcanzar es que
lo que sea que hiciera mal debió haber pasado después de que me pediste 226
que te llevara a mi casa, lo que solo dejó en realidad lo que hicimos ahí.
—Eso no es…
Hacen que el piso se mueva y tiemble, las palabras de Erik. Hacen que
caiga duro y rápido debajo de mis pies, llenan mi cerebro con un cegador
rayo de luz, y ellas… espera.
Esperen.
228
Capítulo 12
—Esperen. Esperen, esperen, esperen, esperen, esperen. Esperen,
esperen, esperen. Esperen. —En el centro del monitor de mi Mac, Mara
levanta ambos dedos índices para llamar la atención de Hannah y mía. A
pesar de que ya la tenía—. Esperen. Lo que estás diciendo es que todo este
tiempo hemos estado haciendo círculos de invocación semanales para darle
a este tipo verrugas genitales que desfiguran, hongos en las uñas de los pies
y esos granos subcutáneos gigantes que la gente elimina quirúrgicamente
en YouTube... pero, en realidad, ¿no se merecía nada de eso?
Gimo
Se encoge de hombros.
—Cierto. Sí. —Cierro los ojos, deseando por decimoséptima vez en las
últimas dos horas poder desaparecer en la nada. Tal vez desde la última vez
que me fijé, apareció un portal a otra dimensión en mi armario. Tal vez
pueda viajar a Sinconsecuenciaspormispropiasaccioneslandia—. En
realidad no pensé que sería utilizado por mis competidores directos.
—Me doy cuenta de eso —dice, con un tono que sugiere un fuerte
pero—. Pero tampoco estoy segura de que sea culpa de Erik.
—No, espera, nada de disolver, yo… —Me froto los ojos con las palmas
de las manos—. ¿De qué lado están?
Ella sonríe.
—Oh, sí. Tal vez haya algo de compras. ¿Crees que él nos llamará
desde un Claire’s de algún centro comercial de D.C. para preguntarnos qué
anillo preferiría Mara?
—Oh, Dios mío, ¿saben qué? La semana pasada leí en alguna parte
que Costco vende anillos de compromiso. Oh, hola, Liam.
—¿En serio, chicas? —pregunta, todo ceñudo, oscuro y con los brazos
cruzados—. ¿Claire’s? ¿Costco?
Hannah y yo jadeamos.
—Costco es increíble.
—Porque lo arruiné.
La jodí. Solo... la jodí. Y ahora tengo que vivir con esa certeza. Debo
continuar en un mundo en el que ningún hombre jamás se comparará con
Erik Nowak. Ningún hombre jamás me hará reír, y hará que mi cuerpo
cante, y que mi alma se indigne por completo con sus escandalosas
opiniones sobre el Galatasaray, todo a la vez.
Gimo. 234
—De verdad desearía tener la fortaleza emocional para colgarles.
—Pero no la tienes. Lo que digo es que tal vez Erik decida que eres
una terrible novia que reacciona de forma exagerada y es más problemática
de lo que vale. Tal vez decida que quiere quejarse de ti en el subreddit de
relaciones. Pero si lo eliminas como lo hiciste hace tres semanas, solo
estarías tomando esta decisión por él.
Hannah sonríe.
—Bueno, en realidad son las, ¿qué, una A.M. en Nueva York? Estaba
pensando más en una llamada telefónica mañana por la mañana.
Aproximadamente a las diez.
—¿Sadie?
—No. Sí. No. Yo... —Doy un paso atrás. Otro. Otro. Erik se queda justo
donde está y me arden las mejillas. ¿Lo estoy alucinando? ¿Está de verdad
aquí en Astoria? ¿En mi apartamento? Escucho un fuerte golpe y mis llaves
están en el suelo de linóleo. Necesito una siesta. Necesito una siesta de siete
años.
—Aquí. —Se agacha para recoger las llaves, hace una pausa por un
segundo para estudiar mi llavero con un balón de fútbol y me lo ofrece—.
¿Puedo entrar por cinco minutos? Solo para hablar. Si te sientes incómoda,
el pasillo también está bien…
—Gracias.
Estaba yendo hacia ti, abro la boca para decirlo. Iba de camino a
contarte muchas, muchas cosas confusas. Pero la sorpresa de verlo aquí ha 236
congelado mi valentía, y en lugar de inundarlo con el discurso apasionado
que habría escrito en mi aplicación de Notas en el Uber, solo lo miro.
Silenciosa.
¿Eh?
Miro su rostro.
Bufo.
Suspira.
Hago un puchero pero hago lo que dice. Sobre todo por puro
desconcierto.
—Hecho.
Él asiente.
237
—Si haces clic en mi aplicación de correo electrónico, encontrarás mi
correspondencia de trabajo. La mayoría de esos mensajes son altamente
confidenciales, por lo que te pediré que no los leas. Pero quiero que busques
tu apellido.
Pero por ahora, hay algo más que necesito hacer. Lo que consiste en
ofrecerle mi propio teléfono. Lo mira con escepticismo, hasta que digo:
—Desbloquéalo, por favor —digo entre sollozos. Erik tiene los ojos
muy abiertos, alarmado por las lágrimas, tratando de acercarse y atraerme
hacia él, pero no lo dejo—. Desbloquea mi teléfono, Erik. Por favor.
—¿Qué?
—Creo que realmente apesto en las aventuras de una noche —le digo,
atenuada contra la suave tela.
—Yo he tenido suficientes por ambos, y algunas más. —Se aleja para
mirarme y repite—: Nosotros no tuvimos una aventura de una noche.
—P-puedes quedártelo.
—Bueno.
—¿Bueno?
—Para que quede asentado. —Me siento tan llena que apenas puedo
hablar—. Pensé que el sexo fue bueno. —Es un eufemismo. Es todo lo que
soy físicamente capaz de decir en este momento.
—¿Sí?
—Conejillo de indias.
244
Epílogo
—Está bien —le digo, decidida. Miro primero mi obra maestra y los
restos de mi arduo trabajo, y luego repito, más fuerte—: ¡Está bien, estoy
lista! ¡Prepárate para quedarte boquiabierto!
—Se ve bien.
—Me doy cuenta. —Con una pequeña sonrisa, observa cómo las tres
cuartas partes de su cocina están cubiertas de harina.
Más masticación.
—¿Comestible?
—Está...
Silencio.
—¿Cierto?
—¡No! Yo... ¿Es peor que el de Faye? —Él piensa en ello. Lo que es
toda la respuesta que necesito—. Te odio.
—¿Qué? —Frunzo el ceño—. Creo que el problema eres tú. Creo que
simplemente no te gustan los croissants.
247
Below Zero
248
Para Shep y Celia.
249
Prólogo
Quiero decir, todo esto es casi risible. Soy una científica de la NASA.
Tengo un doctorado en ingeniería aeroespacial y varias publicaciones en el
campo de la geología planetaria. En cualquier momento dado, mi cerebro es
250
un torbellino confuso de pensamientos perdidos sobre vulcanismo masivo,
dinámica de fluidos cristalinos y el tipo exacto de equipo anti-radiación que
uno necesitaría para comenzar una colonia humana de tamaño mediano en
Kepler-452b. Juro que no estoy siendo engreída cuando digo que sé
prácticamente todo lo que hay que saber sobre Marte. Incluyendo el hecho
de que no hay océanos en él, y la idea de que alguna vez los hubo es muy
controvertida entre los científicos.
—Dra. Arroyo.
252
Capítulo 1
Tuve este sentimiento, toda mi vida, de que nunca iba a ser suficiente.
Interioricé bastante pronto que nunca iba a ser tan buena, tan inteligente,
tan adorable, tan querida como mi perfecto hermano mayor y mi impecable
hermana mayor, y después de varios intentos fallidos de estar a la altura,
decidí dejar de intentarlo. También dejar de preocuparme. Cuando estaba
en mi adolescencia, solo deseaba… 254
Bueno. Hasta el día de hoy, no estoy segura de lo que deseaba a los
quince. Que mis padres dejaran de preocuparse por mis deficiencias, quizás.
Que mis compañeros dejaran de preguntarme cómo podía ser la hermana
de dos ex valedictorians estelares. Quería dejar de sentir que me estaba
pudriendo en mi propia falta de objetivos y quería que mi cabeza dejara de
dar vueltas todo el tiempo. Estaba confundida, contradictoria y, viéndolo
ahora, probablemente fui una adolescente de mierda con quien estar. Lo
siento, mamá, papá y el resto del mundo. Sin resentimientos, ¿eh?
De todos modos, fui una niña bastante perdida. Hasta que Brian McDonald,
un estudiante de tercer año, decidió que invitarme a la fiesta de bienvenida
comenzando con «Tus ojos son tan azules como una puesta de sol en Marte»
podría hacer que dijera que sí.
NASA.
No se aceptan devoluciones.
Así que me giro para mirar a Alexis. Esta vez, su collar de la NASA, su
camiseta, su tatuaje, me sacan una sonrisa sincera. Ha sido un largo viaje
hasta aquí. El destino nunca fue algo seguro, pero he llegado, y estoy
atípicamente, sinceramente, satisfactoriamente feliz.
Perfecto.
260
Capítulo 2
262
16 JPL: Siglas en inglés para Laboratorio de Propulsión a Chorro.
Marte cuando estábamos en la escuela secundaria. Se llamaba algo así
como… Contingencia, o Carpintería, o Crudeza…
—¡Sí! ¿Quizás?
—Creo que sí. ¿Las fechas calzan? ¿Tal vez fue algún tipo de pasantía
de verano? Pero, sinceramente, podría ser solo la tradición de la familia
Floyd. Tengo una tía que insiste en que somos parientes de la realeza
finlandesa y, según Wikipedia, no hay miembros de la realeza finlandesa.
Así que. —Se encoge de hombros y se mete otro puñado de Cheez-Its en la
boca—. Sin embargo, ¿quieres que pregunte por ahí? ¿Para la tarea?
Levanto la ceja.
—¿Quién?
Ian: Claro
Hasta el borde.
—¿Hannah?
No tengo idea de qué tan alto es Ian, pero está mucho más cerca de
los dos metros y medio que del metro. Y me parece muy interesante que
Mara diga que apenas lo conoce, considerando que parecen hermanos, no
solo por el pelo rojo agresivo, sino también por los ojos azul oscuro, las pecas
sobre la piel pálida y…
—No hay problema. —Su voz es grave pero clara. Timbre profundo.
Confidente; educado pero no demasiado amistoso. Por lo general, soy
bastante buena para leer a la gente, y supongo que él no está muy
entusiasmado por estar aquí. Probablemente preferiría estar haciendo lo que
sea que vino a hacer a California, pero es un buen tipo y está planeando
hacer un valiente esfuerzo para evitar que me entere.
Se aleja sin decir una palabra y miro a Ian una vez más. Tengo ganas
de enviarle un mensaje de texto a Mara: Tu primo parece una versión un poco
jorobada del príncipe Harry. ¿Tal vez deberías haberte mantenido en
contacto?
Inclina la cabeza.
—¿Ella?
267
—La tía abuela Delphina. —Parpadea dos veces. Sonrío y continúo—:
Quiero decir, es un jueves por la tarde. Estás en California por un puñado
de días. Estoy segura de que tienes algo mejor que hacer que reunirte con
la amiga de tu prima perdida hace mucho tiempo.
—Está bien.
—Yo…
—Es malo.
Suspira, impasible.
—Naturalmente.
—Pero ¿cómo chantajeas a alguien con esto? ¿Cuánto peor puede ser?
—¿En serio?
Él asiente.
—¿Pruebas en…?
—Un rover.
—Marte.
—¿Trabajas en un giroscopio?
—Sólo yo.
—Yo… no estoy seguro —dice, aunque puedo decir que está seguro, y
que es excepcional, y que aunque lo sabe, la idea lo incomoda un poco. Me
imagino diciéndole algo coqueto e inapropiado en respuesta (Guau, guapo e
inteligente) y me pregunto cómo reaccionaría. Probablemente no muy bien.
—¿Qué?
Ian se vuelve hacia mí, lejos del trozo de código de programación que
me ha estado mostrando. Estamos sentados frente a su computadora de
triple monitor, uno al lado del otro en su escritorio, que es una extensión
gigante y prístina con una vista impresionante de la llanura aluvial en la
que se construyó el JPL. Cuando mencioné lo limpio que estaba su espacio
de trabajo, señaló que es solo porque es una oficina para invitados. Pero
cuando le pregunté si su escritorio habitual en Houston estaba más
desordenado, desvió la mirada antes de que la comisura de su labio se
torciera.
Estoy casi segura de que está empezando a pensar que no soy una
total pérdida de tiempo.
La sección está en C++. Que resulta ser el primer lenguaje que aprendí
en la escuela secundaria, cuando cada búsqueda en Google de “Habilidades
+ Necesarias + NASA” llevó al triste resultado de “Programación”. Python
vino después. Luego SQL. Entonces HAL/S. Para cada lenguaje, comencé
convencido de que masticar vidrio seguramente sería preferible. Entonces,
en algún momento en el camino, comencé a pensar en términos de
funciones, variables, bucles condicionales. Un poco después de eso, leer el
código se volvió un poco como inspeccionar la etiqueta en la parte posterior
de la botella de acondicionador mientras te duchas: no es particularmente
divertido, pero en general es fácil. Aparentemente tengo algunos talentos.
—Sí.
Inclino mi cabeza.
—¿Malas preguntas?
Silencio.
Me río.
—¿Todavía la tienes?
—¿Eras un interno?
277
Hace una pausa antes de negar con la cabeza, pero no da más
detalles.
Silencio.
—Ambas.
—Ya veo.
—Así que… ¿Eras uno de esos niños que estaban muy avanzados para
su edad y se saltaron media docena de grados? ¿Y luego terminaron
uniéndose a la fuerza laboral cuando todavía eran ridículamente jóvenes? Y
tal vez tu desarrollo psicosocial todavía estaba en curso, pero nunca
compartiste entornos profesionales o académicos con personas de tu grupo de
edad, solo con personas mucho mayores que probablemente te evitaban y
estaban un poco intimidados por tu inteligencia y éxito, lo cual significó ser el
278
hombre extraño durante la totalidad de tus años de formación y tener un
401(k)17 antes de tu primera cita?
Me río.
—Oh, no. Yo era una tonta total. Todavía lo soy, en su mayor parte.
Solo pensé que podría ser una buena suposición. —Se adapta a la persona,
también. No parece inseguro, no del todo, pero es cauteloso. Tímido.
No. Es fascinante.
Él parpadea.
—¿Así de bueno?
—Sí. Fue… Sí. —Se ríe de nuevo. Dios, realmente suena genial.
—¿Lo viste?
—Sí. Estaba en la costa este, así que me quedé despierta hasta tarde
y todo eso. Miré al cielo desde la ventana de mi habitación y lloré un poco.
—La NASA puede hacer un gran uso de tus habilidades para resolver
laberintos. —Su hoyuelo está de vuelta, y me río.
—¿De verdad estarías dispuesta a repasar el resto del código conmigo? 280
—pregunta con cautela, sorprendiéndome aún más. El contraste entre su
tono suave y cuán… grande y cauteloso es casi me hace sonreír—. Es el
método para solucionar el retraso de dos segundos en el problema de
señalamiento. Iba a pedirle a uno de mis ingenieros en Houston que hiciera
la depuración, pero...
—No. —Él deja escapar una pequeña risa. Su perfil es un trabajo casi
perfecto, incluso con la nariz rota—. Arañé mi camino allí, en realidad.
—¿En serio?
—¿Te gustó?
—¿Tú sí?
—¿Por qué todos querían ser parte de ese equipo, de todos modos?
Se encoge de hombros.
—No estoy seguro de por qué todos los demás lo hicieron. Asumo que
porque es desafiante. Muchos proyectos de alto riesgo y alta recompensa.
Pero para mí fue… —Mira por la ventana, a un arce en el campus del JPL.
En realidad, no: creo que podría estar mirando hacia arriba. Al cielo—.
Simplemente se sintió como… —Se apaga, como si no estuviera seguro de
cómo continuar.
—Está bien, tengo una pregunta profesional para ti. Para guardar
nuestras apariencias en entrevistas informativas.
—Dispara.
—No tanto. Así que me gradúo y decido que quiero trabajar en la NASA
y no para un bicho raro multimillonario que trata la exploración espacial
como si fuera su propio remedio casero para agrandar el pene.
—Sabio.
Lo sopesa.
Sonríe.
—Claro que sí. —Lo miro directamente a los ojos. Me inclino medio
centímetro más cerca—. Entonces, ¿tal vez aún pueda ir a tu casa, y
podríamos hacer algo más?
—¿Hacer qué?
18Cards Against Humanity: juego de fiesta para adultos en el que los jugadores completan
declaraciones en blanco usando palabras o frases típicamente consideradas ofensivas,
285
atrevidas o políticamente incorrectas impresas en naipes.
—Lo siento, no te sigo. —La expresión de Ian es toda confusión
detenida, como si de repente hubiera empezado a hablar con acento
australiano—. ¿Mala en qué?
Mierda.
—Lo siento. —Me enderezo y ruedo mi silla hacia atrás, dándole unos
centímetros de espacio—. Te estoy haciendo sentir incómodo.
Y... no.
—En serio. —Mi tono es helado. ¿Está Ian Floyd tratando de insinuar
que está fuera de mi alcance? Porque si es así, lo abofetearé—. ¿Cómo me
veo, entonces?
—Las mujeres como yo. —Guau. Parece que en realidad tendré que
abofetearlo—. ¿Qué es eso? Porque…
Ian, por ejemplo. Ian, que probablemente podría hacer buen dinero
como modelo fotográfico de colección, etiquetado: Tipo Caliente, Pelirrojo,
Macizo. He visto a unas cuatro personas mirarlo mientras veníamos hacia
aquí, pero aparentemente no tiene ni idea de que podría ser elegido por los
fanáticos para interpretar al hermano Weasley sexy. Absolutamente cero
conciencia de lo glorioso que es.
—Yo... —Me mira fijamente. Luego parpadea. Luego dice algo que no
es una palabra.
Mi sonrisa se ensancha.
—No. —Sacude la cabeza. Sus ojos están fijos en mis labios, el negro
de sus pupilas tragando el azul—. No lo es.
Como si realmente quisiera que lo besara. Así que cierro ese último
centímetro y lo hago. Y es...
—¿Puedo? —pregunta.
Exhala, agudo.
—¿Alguien más usa esta oficina? —pregunto. No soy tímida, pero esto
es... bueno. Bueno en el sentido: Sin interrupciones, por favor. No quiero
esperar hasta que lleguemos a casa. Voy a correrme en unos dos minutos.
—Sí —exhalo.
291
Me río contra su mejilla, con voz aflautada y baja. Mis muslos están
empezando a temblar. Hay un líquido, un calor apremiante que se expande
en mi abdomen.
Sonríe.
Está bien. Así que tiene una polla grande. Exactamente lo esperado.
Este hombre va a ser fantástico en la cama. Fenomenal. El mejor sexo que
he tenido con un tipo. Y he tenido mucho.
—¿Qué? —Me inclino hacia atrás para mirarlo a la cara—. ¿Por qué?
—No es necesario.
19Cake pop: forma de pastel con el estilo de una piruleta. Las migas de pastel se mezclan
con glaseado o chocolate y se les da forma de pequeñas esferas o cubos de la misma manera
que las bolas de pastel, antes de cubrirlas con glaseado, chocolate u otras decoraciones y
294
unirlas a los palitos de piruleta.
Da un paso atrás, uno grande, como si quisiera poner un poco de
espacio físico entre nosotros. La parte delantera de sus jeans es... un
desastre. Quiero limpiarlo.
—Me gustas.
Tal vez podrías salir con él. Solo esta vez. Una excepción. Tal vez
podrías probarlo. Tal vez podría funcionar. Tal vez ustedes dos...
Oh.
296
—Bueno, si tú cambias de opinión sobre follar...
Exhala una risa, que suena un poco como un gemido doloroso, y por
un momento siento la compulsión de explicarme. Quiero decirle: No eres tú.
Soy yo. Pero sé cómo sonaría eso, y sé que es mejor no soltar esas palabras.
Así que nos miramos durante unos segundos y luego... no hay nada más
que decir, ¿verdad? Mi cuerpo se mueve automáticamente. Me deslizo fuera
del escritorio, me tomo un momento para enderezar los monitores detrás de
mí, el ratón, los teclados, el cable, y cuando paso junto a Ian por la puerta,
él me sigue con sus ojos solemnes y tristes, pasándose la palma de la mano
por la mandíbula.
Bueno.
298
Capítulo 3
—El clima no es tan malo. —Una ola de estática casi agota la voz al
otro lado de la línea.
—Es una... es una tormenta, Ian. Estás... por favor, dime que no estás
paseando al aire libre cuando la peor tormenta del año está a unas horas de
empezar.
—¿Qué?
No puedo sentir las piernas; me castañetean los dientes; cada vez que
respiro, siento la piel como si la hubieran masticado una horda de pirañas.
Y, sin embargo, encuentro fuerzas para poner los ojos en blanco. Al menos,
la perra malhumorada que hay en mi corazón se mantiene firme. 300
—Te encantaría eso, ¿verdad? Si estuviera ocupada dando el tiempo
en las noticias locales en lugar de estar en la NASA contigo.
—No lo han hecho. —Cada vez que la estática baja, escucho un ruido
bajo y extrañamente familiar a través del teléfono satelital. La respiración
de Ian, sospecho, pesada, fuerte y más rápida de lo normal. Como si
estuviera gruñendo en un terreno peligroso—. Estás a unos treinta minutos
de mi ubicación actual. Una vez que llegue a ti, tendremos un trayecto de
sesenta minutos hasta la seguridad. Lo que significa que deberíamos ser
capaces de apenas evitar la tormenta.
Mierda.
Una pausa.
Miro mis botas. Los cristales de hielo han comenzado a formar una
costra alrededor de las suelas.
—¿Tienes ascensores?
302
—Tú... Es demasiado peligroso. El terreno alrededor del borde podría
derrumbarse y tú también te caerías. —Dejo escapar una respiración
entrecortada—. Ian, no puedo dejarte.
—Yo tampoco.
—Hannah.
303
Capítulo 4
Lo que sea.
Pero eso no viene al caso, el cual es: Sé bastante sobre los logros de
la carrera de Ian Floyd, y soy muy consciente de que todavía está en la NASA.
Por lo tanto, no tiene sentido que me sorprenda verlo. Y no lo hace.
Realmente no lo hace.
Se detiene un momento, con los ojos muy abiertos. Luego se abre paso
entre los grupos de personas que charlan alrededor de la mesa y se acerca
a mí a grandes zancadas. Sus ojos se quedan fijos en los míos y parece
confiado y agradablemente sorprendido, como un tipo que recoge a su novia
en el aeropuerto después de haber pasado cuatro meses en el extranjero
estudiando los hábitos de cortejo de la ballena jorobada. Pero no tiene nada
que ver conmigo. No es por mí.
—Hannah.
—Hola, tú.
Quizá sea porque esto debería ser raro. ¿Cierto? Hace cuatro años, me
acerqué a él. Luego me acerqué hacia él. Luego lo rechacé cuando me pidió
que pasara un tiempo sin orgasmos ni exploración del espacio con él. Eso
es lo que quería evitar: la reacción masculina, torpe y con el ego herido que 306
estaba segura de que tendría Ian.
Pero ahora está aquí, sorprendentemente contento de verme y me
siento feliz de estar en su presencia, como cuando codificamos nuestra
tarde. Parece un poco más viejo; la barba de un día ya tiene una semana y
tal vez haya crecido aún más. Por lo demás, es él mismo. El cabello es rojo,
los ojos azules, las pecas están por todas partes. Forzosamente recuerdo su
inicialización uniforme en C++ y sus dientes en mi piel.
Me echo a reír.
—¿Qué? ¿Solo porque me viste, con tus propios ojos, poner cero
esfuerzo en mi tarea?
—Ah, sí. ¿Qué ETS tuve que combatir para llegar a donde estoy hoy?
—Oh, Ian, esta es Alexis. Ella también empieza hoy. Alexis, este es...
—Ian Floyd —dice ella, sonando vagamente sin aliento—. Soy una
fanática.
—Oh no, no me refería a ese tipo de cosa. Hicimos una especie de...
una de esas... ¿cómo se llaman...?
—Sí. Algo así. Se convirtió en un... —¿En un qué? ¿En que casi follamos
en la propiedad de la NASA? Ya quisieras, Hannah.
—Claro. Eso.
—Lowe's. He oído que está resurgiendo desde que tío Mitch empezó a
organizar Acción de Gracias.
Me río.
Se ríe.
—Más o menos.
—Bien, esto es muy... —Alexis, de nuevo. Los dos nos volvemos hacia
ella: sus ojos están entrecerrados y suena estridente. Sinceramente, sigo
olvidando que está aquí—. Nunca he visto a dos personas... —Hace un gesto
entre nosotros—. Ustedes claramente están... —Ian y yo intercambiamos
una mirada de desconcierto—. Voy a dejarlos con ello —dice sin emoción.
Luego se da la vuelta y Ian y yo nos quedamos solos.
—¿Esto?
Ladea la cabeza.
—¿Por qué?
—A & EP.
—Sí, un tipo que conocí una vez me dijo que era el mejor equipo.
—Sabias palabras.
—AMASE.
—Sí.
—He estado allí dos veces, en invierno y en verano. Las dos fueron
geniales. El invierno fue considerablemente más miserable, pero... —Se
detiene—. Espera, ¿la próxima expedición no se va...?
—En tres días. Durante cinco meses. —Lo veo asentir y digerir la
información. Sigue pareciendo feliz por mí, pero está un poco... apagado.
¿Una fracción de segundo de decepción, tal vez?—. ¿Qué? —pregunto.
—Claro. —La verdad es que las cosas han cambiado. No es que ahora
tenga citas, sigo sin tenerlas. Y no es que me haya convertido por arte de
magia en una persona emocionalmente disponible; sigo sin estarlo. Pero en
algún momento de los últimos dos años, todo el juego de Tinder se volvió...
primero un poco viejo; luego un poco fastidioso; luego, finalmente, un poco
solitario. En estos días, me concentro en el trabajo o en Mara y Sadie—. Sin
embargo, sí tomo café —digo por impulso. A pesar de que el café me da asco.
Mi corazón se hunde.
Oh. Oh.
Y poco más de seis meses después, cuando por fin vuelvo a verlo, lo
odio.
313
Capítulo 5
Pero el equipo está siendo cubierto por una capa de nieve. Y el sol se
va a poner pronto. El mini-rover se encuentra en una situación muy
estresante, con poca luz solar y baja entrada de comandos, y desde un punto
de vista científico, esta misión no fue un completo desastre. En algún
momento de los próximos días, alguien en AMASE (probablemente el Dr.
Merel, ese imbécil) intentará activarlo, y entonces sabremos si mi trabajo fue
realmente consistente. Bueno, ellos lo sabrán. Para entonces,
probablemente solo seré una paleta helada con una expresión muy
cabreada, como Jack Torrance al final de El resplandor.
314
—¿Sigues bien?
—¿Por qué estás aquí? —Sé que sueno como una perra desagradecida,
y aunque nunca me preocupé por parecer lo segundo, no pretendo ser lo
primero. El problema es que su presencia no tiene ningún maldito sentido.
He tenido veinte minutos para pensar en ello, y simplemente no lo tiene. Y
si este es el lugar y el momento donde finalmente estire la pata… Bueno, no
quiero morir confundida.
—Solo salí a pasear. —Suena un poco sin aliento, lo que significa que
la escalada debe haber sido difícil. Ian es muchas cosas, pero estar fuera de
forma no es una de ellas—. Contemplar el paisaje. ¿Y tú? ¿Qué te trae por
aquí?
Así que… Ian debe haber estado aquí por un puñado de días. ¿Pero
por qué? Es jefe de ingeniería en varios proyectos de rover, y el equipo de
Serendipity se acerca a la hora de la verdad. No tiene sentido que uno de 315
sus empleados clave esté en otro país en este momento. Además, el
componente de ingeniería de este AMASE es mínimo. De hecho, solo el Dr.
Merel y yo. Todos los demás miembros son geólogos y astrobiólogos, y…
¿Por qué diablos está Ian aquí? ¿Por qué diablos la NASA enviaría a
un ingeniero superior a una misión de rescate que ni siquiera se suponía
que iba a suceder?
Casi gimo.
—¿Lo ves? —dice la voz profunda de Ian, solo un poco sin aliento. Se
baja la cuellera antes de agregar—: Eso no fue tan difícil, ¿verdad?
317
Capítulo 6
Pero. Cada descanso. Cada segundo libre. Cada fin de semana. Cada
pizca de tiempo que pude encontrar, me centré en finalizar la propuesta de
mi proyecto, creyendo que era una puta gran idea. Y ahora esa propuesta
ha sido rechazada. Lo que se siente como ser apuñalada con un cuchillo
santoku.
No me molesto en mirarlo.
(AMASE)…
320
de la misión y fallos del temporizador de recuperación de
—¿Hannah? ¿A dónde…?
Ignoro a Karl y avanzo por los pasillos hasta encontrar la oficina que
busco.
Frunzo el ceño.
—Es intrascendente.
—Sí. Por supuesto que habría sido conveniente que hubieras tenido
esos fondos a tu disposición, pero ya lo he discutido con dos de mis colegas
que están de acuerdo en que tu trabajo es meritorio. Ellos tienen el control
de otros fondos que Floyd no será capaz de vetar, así que…
—Esto es, por supuesto, confidencial —dice tras una breve vacilación.
—Muy bien. —Merel asiente—. Floyd formó parte del comité que cribó
tu solicitud y fue él quien decidió vetar tu proyecto.
Él… ¿qué?
¿Él qué?
No puede ser.
La encontré cerrada.
—Es difícil de decir. Ha estado allí durante un mes más o menos para
trabajar en la herramienta de muestreo para Serendipity.
Suspira.
—¿Qué?
Me pongo rígida.
—¿Disculpe?
Cierro los ojos, de repente con náuseas. No puedo creer que Ian hiciera
esto. No puedo creer que fuera semejante imbécil traicionero y miserable.
324
Tal vez no seamos amigos cercanos, pero después de nuestro último
encuentro, pensé que él… No lo sé. No tengo ni idea. Creo que tal vez yo
tenía expectativas de algo, pero esto pone un rápido fin a ellas.
—Voy a apelar.
—¿Qué?
—No. No, yo… —Una vez monté su pierna. Fue fantástico—. Apenas.
Sólo de pasada.
—Ya veo. Sólo tenía curiosidad. Eso explicaría por qué estaba tan
decidido a negar tu proyecto. Nunca lo había visto tan… inflexible para que
una propuesta no fuera aceptada. —Agita la mano, como si esto no fuera
importante—. Pero no deberías preocuparte por esto, porque ya he
conseguido una financiación alternativa para tu proyecto.
—¿Financiación alternativa?
—¿En serio?
—Por supuesto.
—¿Y qué hay de la ayuda que pedí? Necesitaré otra persona que me
ayude a construir el mini-rover y que esté en el campo. Y tendré que viajar
bastante lejos de la base, lo que podría ser peligroso por mi cuenta.
—Yo estaré allí, en el campo contigo, por supuesto —dice el Dr. Merel.
Estoy un poco sorprendida. En los meses que estuvimos en Noruega, lo vi
hacer muy poco en la recogida de muestras y en el laborioso trabajo en la
nieve. Siempre lo consideré más bien un coordinador. Pero si se ofreció, debe
ser en serio, y… sonrío.
326
Lo veo antes de que él me vea a mí, por el color rojo, por su tamaño
general y por el hecho de que está subiendo mientras yo estoy bajando. Hay
unos cinco ascensores aquí, y no sé por qué alguien elegiría voluntariamente
someter su cuerpo al estrés de las escaleras ascendentes, pero me sorprende
demasiado que sea Ian quien lo haga. Es el tipo de distinción sin gloria que
he llegado a esperar de él.
—Vete a la mierda.
—¿Quién te lo dijo?
Su expresión es pétrea.
—¿Cuántas veces?
Parpadea en mi dirección.
—¿Qué?
—¿Qué incidentes?
Una pausa.
—Claro —me burlo—. Por supuesto que debería aceptar la palabra del
tipo que fue a mis espaldas por encima de la palabra del tipo que salió en
mi defensa y se aseguró de que mi proyecto fuera financiado de todos modos.
Una elección muy difícil de hacer.
—Quiero decir exactamente lo que dije. —Me inclino hacia él, con los
ojos clavados en los suyos, y durante una fracción de segundo la sensación
familiar de estar cerca, aquí, junto a él, me invade como una ola. Pero se
desvanece con la misma rapidez y todo lo que queda es una extraña
combinación de tristeza vengativa. Tengo mi proyecto, lo que significa que
330
gané. Pero también... Sí. Él sí me gustaba. Y aunque siempre estuvo en la
periferia de mi vida, creo que tal vez había esperado…
Cierra los ojos. Luego los abre y murmura en voz baja algo que suena
mucho a mierda, seguido de mi nombre y otras explicaciones apresuradas
que no me interesa escuchar. Libero mi brazo de sus dedos, lo miro a los
ojos por última vez y me alejo jurándome a mí misma que se acabó.
331
Capítulo 7
A estas alturas ya está casi oscuro, la nieve cae sin cesar y cada vez
que miro hacia el borde de la grieta, enormes copos de nieve se lanzan
directamente a mis ojos. Pero incluso entonces, me doy cuenta: Ian no lleva
el equipo que la NASA suele entregar a los científicos de AMASE.
Decir que estoy en un ligero aprieto en este momento o que tengo unos
cuantos problemas entre manos, sería una subestimación inmensa. Y sin
embargo, mirando fijamente desde el lugar donde estaba segura de que
estiraría la pata hasta hace unos cinco minutos, todo lo que puedo pensar
es que la última vez que hablé con este hombre, yo… 332
Le dije que se fuera a la mierda.
Repetidamente.
Siempre supe que era una imbécil, pero nunca me había dado cuenta
de hasta qué punto lo era.
Ian me ignora.
—Una vez que tengas la cuerda, haré un ancla —dice, con un tono
calmado y objetivo, sin ningún rastro de pánico. Es como si estuviera
enseñando a un niño a atarse los cordones de los zapatos. Ninguna urgencia
aquí, ninguna duda de que esto saldrá como está planeado y ambos
estaremos bien—. Prepararé el borde y te levantaré sobre mi hombro.
Asegúrate de que todo está enganchado a tu nudo de freno. ¿Puedes tirar
del lado fijo?
333
Es sólo un esguince, estoy bastante segura. Pero en lo que respecta a
los esguinces, este es uno malo.
Excepto que.
Excepto que esas dos lágrimas solitarias han abierto las compuertas.
Detrás de mí, Ian mete su equipo de escalada en su mochila, sus
movimientos practicados y económicos y yo… no logro ofrecer ninguna
ayuda. Me limito a quedarme de pie torpemente, tratando de evitar mi tobillo
palpitante, sobre un pie, como un flamenco. Mis mejillas están calientes y
mojadas por la nieve que cae, y miro hacia abajo a mi estúpida grieta 334
pensando que hasta hace un minuto —hasta el jodido Ian Floyd— iba a ser
el último lugar que viera. El último trozo de cielo.
—En serio tenemos que irnos. Te cargaré a la costa. Tengo una férula
ligera para tu tobillo, solo para evitar estropearlo aún más.
—¿La costa?
—¿Tu bote?
336
Ian me carga casi todo el camino.
Aun así, no puedo olvidar la relativa facilidad con la que se abrió paso
a través de las mesetas glaciares durante más de una hora, vadeando la
nieve vieja y la fresca, esquivando las formaciones rocosas y las algas del
hielo, sin quejarse ni una sola vez de mis brazos fuertemente enroscados en
su cuello.
Frunzo el ceño.
—Ahora mismo. Por favor. —Me mira fijamente hasta que compongo
y envío un mensaje a todo el grupo de AMASE, de una manera que me
recuerda que es todo un líder. Acostumbrado a que la gente haga lo que él
dice—. Tenemos un calentador, pero no va a hacer mucho con esta
temperatura. —Se quita la chaqueta, dejando al descubierto una prenda
térmica negra debajo. Su cabello está desordenado, brillante y hermoso. Ni
de lejos está tan asquerosamente espachurrado por el gorro como el mío, un
fenómeno inexplicable que debería ser objeto de varios estudios de 337
investigación. Quizá solicite una beca para investigarlo. Entonces Ian me
vetará y volveremos al punto de partida del Odio Mutuo—. Los vientos son
más fuertes de lo que me gustaría, pero a bordo sigue siendo una opción
más segura que en tierra. Estamos anclados, pero las olas podrían ponerse
feas. Hay medicamentos contra el mareo junto a tu litera y…
—Ian.
Se queda callado.
—¿Teníamos?
—No, en serio… ¿por qué estás aquí? ¿En este bote? No eres parte de
AMASE de este año. Ni siquiera deberías estar en Noruega. ¿No te necesitan
en el JPL?
—¿Solíamos?
—Contrabandeaba drogas.
—¿Que él qué?
—Sí.
Frunzo el ceño.
Me río.
—Lo sé.
¿Lo sabe?
—¿Lo sabes?
—De acuerdo —acepto—. Sí. Pero sigo sin entender cómo puedes estar
aquí solo si…
341
El ladrido del viento y el rítmico balanceo del bote me sacan del sueño,
pero lo que me mantiene despierta es el frío.
—¿Hannah?
—Yo sólo… —Me castañetean los dientes. Otra vez—. No puedo entrar
en calor.
Él no duda. O tal vez sí, pero sólo una fracción de segundo. Abre los
brazos y me atrae hacia su pecho y… encajo dentro de ellos tan
perfectamente, que es como si hubiera un lugar preparado para mí todo el
tiempo. Un lugar de cinco años, familiar y acogedor. Un rincón delicioso y
cálido que huele a jabón y a sueño, a pecas y a piel pálida y sudorosa.
—Seis días.
—¿Por qué?
—Ian. —Se siente tan íntimo, decir su nombre tan cerca de él.
Presionarlo en su pecho mientras mis dedos se curvan en su camisa—.
¿Cómo lo supiste?
—¿Supe qué?
—¿Qué? —Me muevo sobre mi codo para mirarlo a los ojos. El azul es
negro como el carbón en la noche—. ¿Por qué?
—No… ¿por qué estabas sola, Hannah? Se suponía que debías tener
a alguien más contigo. Eso es lo que decía la propuesta.
—Oh. —Trago con fuerza—. Se suponía que Merel iba a venir como
refuerzo. Pero no se sentía bien. Me ofrecí a esperarlo, pero dijo que
perderíamos días valiosos de datos y que debería ir sola, y yo… —Aprieto
mis dedos alrededor de la tela de la camisa de Ian—. Yo fui. Y luego, cuando
pedí ayuda, me dijo que el clima estaba cambiando y…
—¿Te enfadas?
Asiente.
Tiene razón. Los dos deberíamos. Así que empujo una pierna entre las
suyas y él me deja. Como si su cuerpo fuera una cosa mía.
—Calla.
Me río, llorosa.
20 JAG: (En España: JAG: Alerta Roja, en Perú: JAG: Justicia Naval, y en Argentina
—Supongo que ikke significa “no”, entonces —me dice Ian mientras
conduce a mi yo aún herido a través del aeropuerto de Frankfurt. Me vuelvo
para mirarlo, desconcertada—. ¿Qué? Yo también estaba viendo JAG. Es un
buen programa. Me recuerda a mi infancia.
—¿Así cómo?
Lo pienso.
—Lo sé. —No puedo ver su rostro, pero su voz es baja y amable.
—¿Cómo lo sabes?
—Te conozco.
—¿En qué?
Su ceja se levanta.
—¿Lo hiciste?
—Ian, lo sien...
—No mucho.
352
—¿Cuántos dedos del pie amputados?
—Tres.
—No está mal —dice Mara con un resoplido—. Pedicuras más baratas.
—De verdad, chicas, ¿qué están haciendo aquí? ¿No tienen, por
ejemplo, trabajo que hacer?
—No te disculpes —le digo—. Pensó que tu nombre era Melissa hasta
hace veinte minutos.
—Las peores.
Ian sonríe.
—Suena genial.
—¿Lo hizo? —Mi nevera está llena, a pesar de que la desenchufé antes
de irme a Noruega. Hay varias cajas nuevas de cereales encima, y fruta
fresca en una canasta que no sabía que tenía. Me pregunto cuál de los
adultos confiables en mi vida es responsable por esto—. ¿Tiene espacio?
—Mentira.
—Por como funcionan los “Te lo dije”, este es uno excelente —dice
Mara.
Le mando un beso.
—Es el o algo así lo que me atrapa cada vez. Realmente puedes sentir
los lazos familiares inquebrantables.
—¿Podría?
356
—Sí. Si le dieras una oportunidad a Ian.
—No, no lo son.
—¿Estás diciendo que sientes que tienes que salir con él por eso?
—Siempre lo logro.
—No es cierto.
Frunzo el ceño.
—Ni hablar.
—Yo sí.
—Touché.
Se quejan en coro. Como niños de diez años a los que se les pide que
limpien sus habitaciones.
Sadie asiente.
360
Capítulo 9
Ian me lleva a casa después de dejar a todos en el aeropuerto, luego
de un inquietante intercambio de números de teléfono entre los chicos y
algunas lágrimas de Mara y Sadie. Definitivamente me siento más como yo
misma, porque las envío a través de TSA con un severo «Dejen de lloriquear»
y leves palmadas en sus traseros.
—Ya veo por qué las amas tanto —me dice mientras conduce de
regreso a mi casa.
Respiro hondo.
Mierda.
Ladea la cabeza.
—¿Por qué?
—No lo sé. Solo… —Podría mentir una respuesta para él. Pero parece
injusto. Ha ganado más de mí—. Simplemente no puedo creer que alguien
haría eso por mí.
—Oh. Oh, yo… —Siento calor subir por mi cara. ¿Me estoy
sonrojando? Ni siquiera sabía que mi cuerpo era capaz de hacer eso—. En
realidad, no te estaba pidiendo que vinieras solo por… Quiero decir, tal vez
eso también, pero sobre todo… —Cierro los ojos con fuerza—. Me expresé
mal. Te estaba invitando porque me encantaría cenar. Contigo —espeto.
—Del tipo con el que la gente disfruta estar por cualquier cosa que no
sea… bueno, sexo. O relacionadas con el sexo. O directamente conducentes
al sexo.
363
—Hannah. —Me da una mirada escéptica—. Tienes dos amigas que lo
dejaron todo para estar contigo. Y asumo que el sexo no estuvo involucrado.
—No lo estuvo. Y yo… yo dejaría todo por ellas, pero son diferentes.
Son mi gente, y… —Mierda, en verdad estoy a punto de llorar. ¿Qué diablos,
casi mueres una vez y tu estabilidad mental se jode?—. Hay mucha gente
que no estaría de acuerdo. Como mi familia. Y tú… Probablemente termine
sin que te guste.
Sonríe.
—Entonces dejaré de gustarte. Tú… —Me paso una mano por el pelo,
deseando que lo entienda—. Cambiarás de opinión.
—Si eso sucede, te pondré a trabajar. Tendrás que quitarle los errores
a parte de mi código.
—Estoy de acuerdo.
—¿Lo estás?
365
—Um, podría hacernos un… —Me rasco la cabeza, estudiando el
contenido de mi nevera abierta. Bien, está repleta. El problema es que está
repleta exclusivamente de cosas que necesitan ser cocinadas, picadas,
horneadas, preparadas. Cosas que son saludables y no saben
particularmente bien. Ahora estoy 93 por ciento segura de que Mara fue la
que estuvo de compras, porque nadie más se atrevería a imponerme el
brócoli—. ¿Cómo puede uno siquiera… ¿Podría hervir el brócoli, supongo?
¿En una olla? ¿Con agua?
No, Ian. No quiero comer brócoli. Ni siquiera tengo hambre, para ser
honesta. Pero me he comprometido con esto. Soy una persona que es capaz
de cenar con otro humano. Y te lo demostraré.
—¿El cereal?
Se retira.
—Cena primero.
Exhala.
—Lo prometí.
—¿Lo hiciste?
Creo que está dándose la vuelta para arrancar dos uvas del mismo
racimo que me comí a medias esta mañana. Presiona una contra mis labios
hasta que la muerdo, mete la otra en su boca. Ambos masticamos por un
instante, con los ojos cerrados. Aunque termina antes que yo, empieza a
besarme de nuevo y… un desastre. 367
Somos un desastre.
—¿Pelirrojo? ¿Y pecoso?
—Sí.
—Dios, te ves tan… ¿Qué funciona mejor para ti? —pregunta entre
respiraciones—. ¿Para tu tobillo?
368
—No te preocupes, en realidad no due… —Me detengo cuando se me
ocurre algo—. Tienes razón. Estoy lastimada.
Él asiente.
—Hannah —dice.
—¿Sí?
Mi ceño se frunce.
—¿No te gusta?
—¿Qué?
Hago un puchero.
—Pero yo…
—¿Tienes condones?
Creo que le gusta la idea de que lo hagamos sin nada. Creo que le
encanta la idea, porque primero me besa hasta dejarme sin aliento, luego se
pone a trabajar en quitarnos todo, hasta la última capa, de los dos.
—¿Por qué?
Cierro los ojos y gimo. Es un sí, y él debe ser capaz de notarlo. Porque
gruñe tan pronto como la cabeza de su polla comienza a empujar dentro de
mí, un poco demasiado grande para mi comodidad, pero muy decidido a
hacerse un hueco. Me ordeno relajarme. Y luego, cuando golpea un punto
perfecto dentro de mí, me ordeno no correrme de inmediato.
Los ojos de Ian pierden el foco. Se ensanchan y sostienen los míos, sin
ver. Y entonces sonríe y comienza a moverse de verdad, con un pequeño
susurro en mi oído.
374
Epílogo
375
—Nos dirigimos directamente al objetivo. El rover está a unos quince
metros de la superficie, y... estamos recibiendo algunas señales de MRO. La
UHF se ve bien.
Alargo la mano para rozar mis dedos con los suyos por debajo de la
mesa. Se supone que sea solo un toque fugaz y tranquilizador, pero su mano
se cierra alrededor de la mía y decido quedarme.
376
Capítulo Extra
377
Algún tiempo después
Sí. No.
—¿Cuando me dijeras…?
379
—Espera. —Sacude la cabeza, persiguiendo el otro hilo de
pensamiento menos agradable—. ¿Cómo puede Hannah saber sobre el
bebé?
—¿Cuándo le dijiste?
Liam frunce el ceño. Luego pone mala cara. Luego un sonido sale de
él, y Mara se detiene en seco para mirarlo. Ella es hermosa y todavía se ve
feliz, pero también tiene los ojos entrecerrados de repente.
—¿Consideraste… a mí?
—No podía decírtelo por teléfono. —Sus manos llegan a sus caderas,
generalmente la señal de Liam para dejar de lado una discusión.
Él no la deja de lado.
380
—Es totalmente diferente. Y, de todos modos, Hannah y Sadie han
estado pidiendo actualizaciones todos los días desde que les dije que lo
habíamos estado intentando, así que…
Sus amigas saben todo sobre su vida sexual durante los últimos dos
meses.
—¿Qué pasa con Ian y Erik? ¿Saben que voy a tener un bebé?
Demasiado evasiva.
—Mara.
Pero mientras Mara le trae la cena (medio croissant que se parece más
a un tercio), él revisa su teléfono, pasa por el chat grupal que comparte con
los amigos de Mara y sus parejas, y se concentra en el hilo de texto con Ian
y Erik. Estaba sonando hoy mientras estaba ocupado en la corte. Ian,
tratando de convencer a Erik de que compre una PS5 para jugar el juego
FIFA 22. Claro.
382
El teléfono vibra en el bolsillo de Erik, pero él no comprueba por qué.
Miedo abyecto.
383
Sí. Erik puede imaginarlo. Al igual que puede imaginarse a Anders
cagándose mientras Sadie se inclina sobre la mesa de la cocina para
sisearle:
Anders parpadea.
—Las cosas han cambiado por aquí, Anders. —El tono de Sadie es tan
cortante que el hermano de Erik, de un metro noventa y de ochenta kilos,
se acurruca más en la silla. Sí, piensa Erik, viendo pequeños mechones de
cabello que se sueltan de su moño y enmarcan su rostro. Ella es aterradora.
Y linda—. Especialmente entre Erik y Gato. Ahora están unidos.
—Maullar.
El teléfono de Erik vuelve a vibrar. Esta vez quita los ojos de Sadie
para revisar sus mensajes de texto.
LIAM: 100%.
386
Las palabras salen de la boca de Ian antes de que las haya procesado
por completo. Cuando se da cuenta de las cejas levantadas de Hannah y su
expresión dudosa, ya es demasiado tarde para retractarse.
—¿Disculpa?
—Nada. —Él niega con la cabeza—. Vámonos a casa. Olvida que yo…
—¿Ah?
—Te pones así cuando hablas con ellos. —Ella sonríe y agarra su
manga, empujándolo hacia el estacionamiento.
—No.
—Sí, lo haces.
—Lo será.
—Está bien, lo será. Pero era una pregunta sin relación. Solo me
preguntaba si…
—¿Si? —El auto de Ian es… bueno, el auto de Ian. Pero Hannah le
arranca las llaves de los dedos y se desliza por el lado del conductor.
—¿Hipotéticamente?
—Supongo que tendrás que probar y ver —es todo lo que dice.
390
Sobre la autora
391
Créditos
Mari NC
Âmenoire Pole
Flochi Vero
Mari NC Otravaga
Flochi Steefyyh
Mari NC
Mari NC
Bruja_Luna_
392
393