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Ex Ex
Ex Ex
★★★★★
Dúo icónico
★★★★★
Amor amor amor
★★★★
Perspicaz y empoderador
★
Basura
★★★★★
La mejor pareja del mundo
Hace meses, me convencí de que mentir estaba bien. Era una forma de
contar historias, ¿no? Y ahora la verdad nos ha alcanzado. No sé qué es
peor: que todo el mundo sepa que somos unos farsantes o que esto haya
destrozado tanto a Dominic que ni siquiera haya podido participar en la
conversación.
Él y yo teníamos un plan. Éramos copresentadores, compañeros,
aliados.
En el escenario no lo fuimos.
Estoy sentada en una de las camas matrimoniales de la habitación del
hotel mientras que Kent está apoyado en el escritorio de la esquina. A su
espalda, Twitter no deja de actualizarse en la pantalla del ordenador.
—Mirad —dice Kent tras cerrar por fin la tapa del portátil—. Solo
necesito un momento para explicarme.
Agito el brazo.
—Tienes la palabra. Empieza a hablar.
Como si estuviera sopesando exactamente cómo explicar su traición, se
tira de la corbata, la cual tiene como estampado hoy unos pequeños
micrófonos, y cada uno de ellos se está burlando de mí. Ruthie está con las
piernas cruzadas en la otra cama, sujetando con fuerza su maletín.
—El programa va bien —empieza Kent—. Tú y Dominic sois geniales,
y está claro que los oyentes os quieren.
No me molesto en decirle que todo eso debería estar conjugado en
pasado.
—La junta directiva lleva un tiempo teniendo ciertas preocupaciones.
Al principio hubo que endulzarles el oído para que se interesaran por el
programa, pero lo conseguí. Al final les entusiasmó la idea de traer algo
nuevo a nuestra radio, especialmente algo que tuviera atractivo más allá de
nuestra pequeña emisora. —Suspira y vuelve a tirarse de la corbata—. Pero
últimamente la junta directiva ha empezado a pensar que el programa es un
poco… sugerente para la emisora, para la radio pública en general. Que es
mucho más adecuado como pódcast. No podemos arriesgarnos a recibir una
infracción de la FCC.
—Vale —contesto—. Entonces, ¿por qué no simplemente suprimir el
programa en directo y hacer que solo seamos un pódcast? —Me cuesta
creer que la junta directiva no esté formada en su mayoría por hombres
viejos, blancos y cisheteros.
Niega con la cabeza.
—Tampoco querían eso. En sus mentes, la única opción era que se
dejara de asociar por completo el nombre de De ex a ex a la Radio Pública
del Pacífico.
Ruthie habla.
—Pero ¿por qué…? —Me mira con ojos inseguros tras sus gafas de
montura clara—. No consigo pasar por alto el hecho de que Shay y
Dominic estaban de acuerdo con mentir desde el principio. Que todos me
hayáis metido en este programa sin decírmelo.
—Ruthie, lo siento mucho —digo—. Sé que no hay excusa, pero…
quería decírtelo. Muchas veces.
—Éramos amigas. —Y eso duele más que cualquier cosa que haya
dicho Kent.
Aun así, hay algo que no cuadra.
—¿Pero por qué sabotearnos? ¿Por qué no sacarnos del aire y ya está?
¿Dejar que Dominic vuelva a ser reportero? —Su nombre me sabe agrio en
la lengua.
—Hubo… interés. De algunos distribuidores de pódcast importantes.
Sabía que os buscarían y que ofrecerían una cantidad de dinero que nos
sería imposible igualar. —Se pasa una mano por su rostro delineado y
desgastado por el tiempo—. Ahora entiendo que ha sido un error terrible,
pero no quería que la emisora os perdiera a ninguno de los dos. Hagas lo
que hagas en la emisora, Shay, tanto si produces como si presentas, eres una
empleada excepcional. No tenemos a nadie más como tú.
Es curioso que nunca me lo haya mencionado antes, ni cuando le
pregunté por mi programa sobre el duelo ni cuando Sonidos de Puget estaba
en la cuerda floja. ¡Qué conveniente es que surja ahora!
Me pregunto si «excepcional» en realidad significa «obediente».
—Y tú querías quedarte con Dominic.
Esboza una sonrisa cargada de culpabilidad.
—Esto… Sí, claro.
—Así que nos saboteaste justo antes del mayor programa de nuestras
carreras. Si la RPP no puede tenernos, entonces que no nos tenga nadie. ¡Tú
eras el que tenía que tomar esa decisión! —Me he puesto de pie de un salto,
con la ira corriéndome por las venas. Nunca había conocido una rabia como
esta—. ¿Cómo puedes ser tan vengativo?
—No sabía que iba a suceder así —insiste. Tiene el descaro de parecer
avergonzado—. Shay, lo siento mucho. No pensaba que el público fuese a
reaccionar como lo hizo.
No le creo. Creo que planeó que sucediera exactamente así. Siempre lo
he visto como una persona que tiene buenas intenciones; un poco
prepotente, pero un buen tío, a fin de cuentas. Un buen tío que quería lo
mejor para su emisora y para sus empleados. Y, sin embargo, aquí está,
capaz de destruir mi carrera con un solo clic.
Un solo clic después de meses de mentiras que apenas cuestioné.
—No sabes lo duro que es mantener esta emisora a flote —continúa—.
¿Crees que todos los medios de comunicación son tan nobles como
Dominic quiere que sean? ¿Crees que a todo el mundo que pertenece a este
campo le motiva obrar bien? Lo único que la gente quiere son clics. Ya
nadie quiere contenidos. Así es como nos mantenemos vivos, Shay.
Me acerco a él, deseando tener al menos unos centímetros de la altura
de Dominic.
—No. No todo el mundo. Me niego a creerlo. El periodismo no es eso.
—Tú estuviste de acuerdo en hacerlo. Si sigues teniendo una idea noble
de lo que es el periodismo, te estás vendiendo una mentira a ti misma al
igual que hiciste con tu audiencia. Ahí fuera no hay ni una puta pizca de
piedad, y lo que hacemos todos no es más que intentar sobrevivir.
El programa le quitó esa integridad a Dominic también. Y puede que
fuera cómplice, puede que lo arrinconaran, pero siguió adelante. Ambos lo
hicimos.
—¿Qué hacemos ahora? —pregunta Ruthie en voz baja. Casi me había
olvidado de que seguía aquí, y me odio por ello.
Kent saca una silla y se sienta bajo un sereno paisaje de acuarelas con
toda la calma que le es posible. Si pudiera redecorar esta habitación, la
cubriría de rojos y naranjas y les clavaría un cuchillo a los cojines. Lo
destrozaría todo.
—Aquí es donde la cosa se pone más difícil, y creedme, odio tener que
hacer esto, pero viene de la junta. Yo solo soy el mensajero. —Otra puta
mentira descarada—. No puedo manteneros a los tres en nómina. No ahora
que el programa ha desaparecido. Podría hallar la forma de contratar a
Dominic como investigador, al menos hasta que todo esto se acabe, y luego
volver a ponerlo en el aire como reportero. Pero lo más probable es que solo
pueda contrataros a una de vosotras como productora a tiempo parcial… —
Su mirada pasa de la una a otra, expectante.
Quiero quemar hasta el último cimiento. Al parecer, no soy lo bastante
«excepcional».
—¡Cómo no, para Dominic tienes espacio! —escupo—. ¿Hablas en
serio? ¿Estás diciendo que Ruthie y yo podemos elegir quién se queda con
tu trabajo especial de productora a tiempo parcial? Le he dado diez putos
años a esta emisora ¿y te conformas con darme un premio de consolación
mientras que Dominic consigue este cómodo trabajo por el que cientos de
personas matarían? ¿Alguna vez pensaste que tal vez la emisora está
sufriendo por tu culpa, Kent, y la forma en que la manejas?
—Sé que estás un poco frágil ahora mismo —dice Kent con la voz
serena, como si estuviera intentando razonar con un niño pequeño en plena
rabieta—. Todos estamos conmovidos…
—No estoy frágil, y puedes meterte tu puto lenguaje sexista codificado
por el culo. —Me dirijo hacia la puerta—. Se acabó. Aunque tuvieras más
de medio trabajo para mí, no lo quiero.
Diez años, y ya no le importo a la emisora. Kent nunca ha tenido
ninguna lealtad hacia mí.
Salgo de la habitación, dispuesta a desatar mi furia sobre la única
persona que debía tenerla.
Está en nuestra habitación.
Está en nuestra habitación metiendo tranquilamente la ropa en su maleta
como si nuestras carreras profesionales no acabaran de implosionar.
—Buenas noticias —le digo, sorprendiéndome de lo firme que suena mi
voz—. Todavía tienes trabajo.
Deja caer el par de calcetines que tiene en la mano y se gira para
mirarme. Tiene las mejillas rosadas y los hombros rígidos y, de alguna
manera, parece tan pequeño, como si se hubiera metido en la maleta junto a
sus camisas y su champú en miniatura.
Anoche pensé que estaba enamorada de él.
Hoy, quizá lo peor de todo esto es que sigo estándolo.
—Shay —dice—, lo siento muchísimo. No…
—He hablado con Kent —lo interrumpo, porque por mucho que quiera
una explicación, tengo que ponerle al día de la reunión que se ha perdido
porque huyó del escenario después de avergonzarme delante de cientos de
personas. Miles en las redes sociales—. Él fue el responsable de los tuits.
Resulta que la junta directiva quería sacar el programa del aire, y a Kent le
preocupaba que algún distribuidor nos fichara. Así que nos la metió
doblada. Pero, como he dicho, sigues siendo más que bienvenido a quedarte
a bordo como investigador, mientras que a Ruthie y a mí nos ofrece
pelearnos por un puesto de productora a tiempo parcial.
Dominic se queda con la boca abierta.
—Pero ¿qué…? ¿Cómo?
Me dirijo hacia mi maleta a medio abrir, colocada sobre la cama a
medio hacer en la que dormimos anoche, y empiezo a meter cosas en ella de
cualquier forma. Estoy demasiado confusa, demasiado furiosa como para
mantener algo organizado.
—Eso no es ni siquiera lo peor. Me la suda el programa. —Los ojos me
escuecen de las lágrimas—. Lo único que me importaba era sentir que no
estaba sola ahí arriba mientras que el público nos destrozaba. ¡Y tú apenas
fuiste capaz de decir ni una sola palabra!
—Lo siento mucho —repite, todavía con cara de asombro, y pierde otro
centímetro de altura. Como si fuese a ganarse mi perdón si fuera capaz de
empequeñecerse lo suficiente. Sin embargo, la disculpa me parece plana,
vacía—. De verdad que pensaba que iba a estar bien. Lo teníamos todo
planeado, y tú estabas genial, y entonces… Y entonces se fue al traste. Y no
tenía ningún guion. No estaba en desacuerdo con nada de lo que dijiste. Ya
lo sabes. Me quedé petrificado. Quería decir algo, pero no pude. No podía
ni respirar una vez que empezaron las acusaciones.
—¡Yo tampoco podía! —grito—. Me humillaste. Anoche… —Me
interrumpo, me subo las gafas y me presiono los ojos con los dedos para
evitar que las lágrimas me resbalen por la cara—. Dijimos que íbamos a
intentar tener una relación de verdad. Sé que eres algo inexperto en esto,
pero adivina qué, las parejas no se abandonan así.
Sin embargo, la verdad es esta: por debajo de toda la rabia, puede que
sea capaz de perdonarlo. En algún momento. Él no es su miedo escénico, y
sería capaz de verlo con más claridad cuanto más tiempo pase desde la
PodCon. Necesitaría tiempo para lamerme las heridas, pero a lo mejor
podríamos recuperar una parte de lo que teníamos. Estábamos tan bien
juntos antes de hoy… Estaba tan segura de que íbamos a durar…
—Podría volver, hablar con Kent…
—¿Vas a aceptar ese trabajo? —pregunto—. ¿De verdad quieres seguir
trabajando para ese pedazo de imbécil?
Y se limita a quedárseme mirando, como si no aceptar el trabajo fuera
algo que nunca se le hubiera pasado por la cabeza.
Es una mirada que echa por tierra cualquier esperanza que tenía de
reconciliación. Por esto no quería profundizar demasiado. Amo demasiado
y demasiado pronto, y la otra persona no es capaz de corresponderme.
Siempre me decepcionan. Esos imbéciles innovadores siguen encontrando
formas nuevas de hacerlo.
—N-No lo sé —responde—. ¿Puede? Ahora mismo no puedo pensar
con claridad.
—No, no. Deberías aceptarlo. Tú eres el auténtico reportero, ¿verdad?
Ve a hablar con tu colega Kent. Es un tío súper honrado. De todas formas,
siempre te ha preferido a ti antes que a mí.
—¡Joder! —Se pasa una mano por el pelo, por la cara. Su pelo es ese
caos por el que me hubiera gustado deslizar las manos ayer—. ¡Joder, Shay!
Solo quiero compensarte. Por favor, dime cómo hacerlo.
—Claro. ¿Por qué no vas corriendo al escenario y le dices a todo el
mundo que tú también formabas parte de esto, que yo no era la única puta
idiota que estaba ahí arriba? —Cuando se queda en silencio, sacudo la
cabeza—. Lo peor es que —continúo mientras lanzo un cepillo de dientes
en la maleta, sin saber si es suyo o mío— pensaba que me estaba
enamorando de ti. Pero supongo que fue mi estúpido corazón el que una vez
más me hizo aferrarme a alguien que no vale la pena.
Observo su rostro, pues una parte masoquista de mí busca un indicio
que me indique que siente lo mismo. Percibo un destello de emoción, pero
estoy bastante segura de que es solo tristeza. No amor.
—No sé qué decir. —Se hunde en la cama, entre nuestras maletas.
—Parece que es algo que te ocurre a menudo. —Intento subir la
cremallera de mi maleta, pero lo he guardado todo tan mal que no se cierra
—. Tal vez esto era lo que llevabas queriendo todo este tiempo. Tú eras el
que al principio estaba tan inseguro en cuanto a lo del programa. Bueno, te
has librado de eso.
—Puede que me sintiera así al principio —admite—, pero me encantaba
hacer el programa. Me encantaba hacer el programa contigo.
—Aunque eso fuese cierto, el programa ha sido una mala decisión
desde el principio. —Vuelvo a empujar la maleta. Vamos, vamos,
cremallera de los cojones. Haz tu trabajo—. Todo ha sido una mentira.
Incluyéndonos a nosotros.
—No puedes decirlo en serio. Que no éramos reales. Ven, déjame
ayudar…
—Yo puedo —digo con los dientes apretados mientras dejo caer todo mi
peso sobre la maleta para cerrarla a la fuerza. Me quedo sin aliento una vez
que lo consigo.
Tengo tantas ganas de decirle que por supuesto va en serio todo lo que
le he dicho… Claro que quiero volver a la cama y dejar que me abrace hasta
que deje de sentirme tan desesperada y completamente perdida. Claro que
éramos reales.
Pero, francamente, ya no estoy segura.
—Volvamos a Seattle y démosle un poco de tiempo a las cosas —dice
—. ¿Podemos hablar de ello cuando ambos estemos tranquilos?
—Estoy tranquila. —Tiro la maleta al suelo con un golpe—. Y he
terminado de hablar. Así que supongo que la próxima vez que te escuche
será cuando vuelvas a la RPP.
Las lágrimas comienzan a caer en cuanto cierro la puerta tras de mí.
33
No recuerdo el trayecto hasta el aeropuerto, ni el vuelo que conseguí
tomar antes, ni el viaje de vuelta a casa. Estoy aturdida cuando recojo mi
maleta de la cinta de equipajes, aturdida cuando recojo a Steve de la
guardería de perros, aturdida cuando actualizo las redes sociales una y otra
vez hasta que al final tengo que desactivar mis cuentas porque todo es
demasiado como para soportarlo.
Mi nombre es un hashtag.
Soy un chiste.
El hazmerreír de la radio pública.
Dominic tiene el descaro de mandarme mensajes.
Shay, no sé ni cómo empezar a decirte lo mucho que lo
siento.
Quiero arreglarlo.
¿Podemos hablar?