Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
alguno.
5
Capítulo 1
Presente
Dato curioso: esta es la segunda vez que mi mundo llega a su fin esta
noche. La primera fue hace menos de un minuto. Cuando el ascensor en el
que viajo se detuvo en el decimotercer piso, y Erik Nowak, la última persona
que quería ver, apareció en toda su gloria rubia, grande y vikinga. Me
estudió por lo que pareció demasiado tiempo, dio un paso adentro y luego
me estudió un poco más mientras yo inspeccionaba con avidez las puntas
de mis zapatos.
Re-mierda.
O en absoluto.
Sí. No.
—No hay electricidad —dice, una declaración obvia, con esa voz
estúpidamente profunda que tiene. No ha cambiado ni un ápice desde la
última vez que hablamos. Ni desde esa cadena de mensajes que dejó en mi
1La mancha voraz: Es una película independiente estadounidense de los géneros de terror
y ciencia ficción del año 1958 que presenta un gigantesco alien similar a una ameba que
aterroriza las comunidades rurales de Downingtown y Phoenixville, Pensilvania.
teléfono antes de que bloqueara su número. Los que nunca me molesté en
responder, pero tampoco me atreví a borrar. Los que no podía dejar de
escuchar, una y otra vez.
Y otra vez.
Erik asiente.
—El Wi-Fi debería funcionar, pero no lo hace. Así que tal vez esto es…
Mierda.
9
Mierda, mierda, mierda. Mierda.
—¿Cuánto tiempo?
Se encoge de hombros.
¿Unas pocas qué? ¿Unas pocas horas? ¿En un ascensor que es más
pequeño que mi ya minúsculo baño? ¿Con Erik Nowak, la más melancólica
de las montañas escandinavas? Erik Nowak, el hombre que yo…
2 Jaula de Faraday: Se conoce como jaula de Faraday al efecto por el cual el campo
electromagnético en el interior de un conductor en equilibrio es nulo, anulando el efecto de
los campos externos.
3 Señal de RF: Señal de radiofrecuencia.
No, no hay manera.
Para ser clara: ni siquiera quiero un croissant. Sé que suena raro (todo
el mundo siempre debería querer un croissant; es una ley de la física, como
la paradoja de Fermi4 o la ecuación de campo de Einstein5), pero la verdad
4 La paradoja de Fermi: Es la aparente contradicción que hay entre las estimaciones que
afirman que hay una alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el
universo observable y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones.
5
Ecuaciones de campo de Einstein: Son un conjunto de diez ecuaciones de la teoría de
la relatividad general de Albert Einstein que relacionan la presencia de materia con la
curvatura del espacio-tiempo.
es que me gustaría prescindir de este croissant específico, si fuera un martes
normal por la mañana.
No.
No es que este tema mío sea algo que me guste admitir ampliamente.
En su mayoría solo a Mara y Hannah, mis supuestas mejores amigas. Nos
conocimos durante el primer año de nuestros doctorados y desde entonces
hemos estado luchando juntas a través de las tribulaciones de la academia
CTIM. En su mayor parte, tenerlas en mi vida ha sido mi única y verdadera
alegría, pero ha habido aspectos menos que sobresalientes. Por ejemplo, el
hecho de que durante los cuatro años que vivimos juntas ellas oscilaron
entre realizar intervenciones antisuperstición y bromear invitando gatos
negros callejeros a nuestro apartamento todos los viernes 13, (Incluso
terminamos adoptando uno durante unos meses, JimBob, hasta que nos
dimos cuenta de que el gatito de los folletos de Desaparecidos por todo el
vecindario se parecía sospechosamente a él; JimBob era, de hecho, la Sra.
Fluffpuff, y la devolvimos en silencio, en la mitad de la noche. Desde
entonces se la ha echado mucho de menos). De todos modos, sí: tengo
mejores amigas horribles, asombrosas y que no apoyan las supersticiones.
13
Pero ya no vivimos juntas. Ni siquiera vivimos en la misma ciudad: Mara
está en D.C. en la APA y Hannah ha estado trabajando para la NASA y
viajando entre Texas y Noruega. Puedo tirar sal por encima del hombro y
buscar frenéticamente madera para tocar a mi gusto.
¿Por qué, por qué soy así? No tengo ni idea. Solo culpemos a mi madre
agresivamente italiana.
—Ya veo. —Me muerdo el labio inferior, le ordeno a mi mala cara que
se deshaga y me obligo a sonreír. Después de todo, no es culpa de Faye si
mi mamá me inculcó en las neuronas de bebé que caminar debajo de las
escaleras es una manera segura de vivir una vida de desesperación. Voy a
terapia por eso. O lo haré. En algún momento—. ¿Estás, um, haciendo más?
¿A mí?
—Aquí.
—¿Por qué?
Croissant regalado.
—¡Oye! —lo llamo. El hombre está a unos veinte pasos por delante de
mí. Bueno, veinte pasos con mis piernas diminutas. Podría ser menos de
cinco con las suyas—. Oye, ¿podrías esperar un…?
7
Juego de palabras con el dicho popular “A caballo regalado no se le miran los dientes”.
que metí dentro de mis chinos8; el flequillo que realmente necesito recortar;
el cabello castaño hasta los hombros que también necesito recortar; y luego,
por supuesto, el croissant.
¡El croissant!
Ninguna respuesta.
—¿A-acabas de hablar?
8
Tipo de pantalón.
—Lo hice.
—¿En inglés?
Su ceja se levanta.
—¿Una cosa?
—Cuidado.
Miro a mi alrededor para ver qué quiere decir justo cuando un tipo
casi me atropella con su patineta. Es una decisión difícil: entre el preciado
croissant sobre el que claramente me siento ambivalente y mi bolso, casi
pierdo el equilibrio, y ahí es donde interviene Thor Corporativo. Se mueve
mucho más rápido de lo que alguien de su tamaño debería ser capaz de
hacer y se desliza entre el chico de la patineta y yo, enderezándome con una
mano alrededor de mi bíceps.
Oh, mierda.
—¿Estás bien?
20
Capítulo 3
Presente
A mí misma.
(Es decir, si uno no cuenta las veces en el último mes que lo vislumbré
alrededor del edificio y rápidamente me di la vuelta para cambiar de
dirección. Lo cual no hago).
Wow. Wow wow wow. ¿Qué fue eso? He estado en este ascensor
durante aproximadamente nueve minutos y mi cerebro ya está
desarrollando agujeros tipo queso suizo. Agárrate fuerte, Sadie Grantham.
Felicidades por tu fortaleza emocional. La manera de estar excitada por una
persona realmente horrible.
—No es necesario —le digo, sacudiendo la cabeza demasiado
ansiosamente—. ¿Estás seguro de que deberíamos esperar? —pregunto—.
Solo, ¿no hacer nada y esperar?
—¿Gritar?
Como: minúsculo. Sabía que era diminuto, pero no hay nada como
darse cuenta de que este podría ser el lugar donde moriré para registrar
cuán diminuto es. Si estiro los brazos, me choco con Erik. Si estiro las
piernas, me choco con Erik. Si me retuerzo en el suelo como deseo
desesperadamente, también chocaré con Erik. Qué dilema.
—Sí.
—¿Mejor?
—Lo sé. Estoy tomando respiraciones profundas, eso es. —O tal vez
no lo estaba. Porque ahora, con algo de aire en mis pulmones, mi cerebro
está un poco más tranquilo.
—¿Respirando?
—Tercera.
—¿Tercera?
Asiente.
Me pongo rígida.
—Sadie… 25
—Estoy bien —lo interrumpo—. Lo prometo. Pero ¿podríamos
callarnos, por favor? ¿Por un momento? —Odio lo débil que suena mi voz.
No puedo creer que lo admití. Dios, él ya sabe que soy un bicho raro.
Aunque, para su crédito, parece estar tomándoselo con calma.
—Me gusta pensar en ello como… más una forma de unirme y celebrar
las tradiciones de mis éxitos anteriores, ¿sabes? Y menos como establecer
una conexión causal empírica entre el color de mi ropa interior y los eventos
futuros.
—¿Qué?
—¿Morado?
Ay, Dios mío. ¿Qué está mal conmigo? Este pobre hombre me acaba
de dar su croissant.
—De todos modos —me apresuro a agregar—, tal vez hay mucha gente
comprando croissants de buena suerte, porque no estoy sola en mi…
pensamiento mágico, buena manera de decirlo, por cierto. Por ejemplo, mi
amiga Hannah trabaja en la NASA y dice que los ingenieros allí han tenido
rutinas complejas que involucran cacahuetes Planters y lanzamientos de
misiones durante los últimos cincuenta años. Y soy ingeniera. Básicamente,
estoy profesionalmente obligada a…
—No lo estoy.
Mi ceño se profundiza.
Nos miramos el uno al otro, yo calculando su edad, él… no sé. Tal vez
él también esté calculando. Debe ser seis o siete años mayor que yo. No es
que sea de ninguna manera relevante. Solo estamos charlando. Nos iremos
por caminos separados en doce segundos.
—GreenFrame. ¿Tú?
—ProBld.
—No. ¡No! Quiero decir, sí. Un poquito. Pero no lo dije de una manera
ofensiva. Simplemente no parecen adoptar un enfoque de sistemas
completos para la resolución de problemas cuando se trata de desafíos
ambientales… —Sus ojos brillan. ¿Se está burlando de mí? ¿Se burla Thor
Corporativo?—. Quiero decir, ahora voy más de veinte minutos tarde al
trabajo. Siendo realistas, probablemente me despedirán y terminaré
rogándoles un trabajo.
Erik Nowak.
Me río.
—Por supuesto.
Él asiente.
—Pero seguramente no la a?
Su boca está crispada. Otra vez. Me está tomando el pelo. Otra vez. Lo
odio.
—¿Oh? 32
—También tienen una panadería.
—¿Sí?
Agarrando un croissant.
Pregúntame, pienso hacia él. Porque quiero probar ese bistró francés
que tú conoces. Contigo. Y hablar más sobre el lavado de dinero y un enfoque
de sistemas completos para la ingeniería ambiental y la ropa interior morada
que en realidad es lavanda.
Presente
—¿No qué?
—No va a suceder.
Arrugo la frente.
Lo odio. Mucho.
—Estarías a salvo aquí. Solo tendrías que esperar a que llame a ayuda,
y…
—¿En serio, Sadie? ¿No ves por qué no? No entiendes por qué no
estaría bien dejarte, de entre todas las personas… —Aparta la mirada
bruscamente, con la mandíbula tensa y un músculo palpitando en la mejilla.
Su cabello, me doy cuenta, es más corto que cuando lo toqué. Y creo que él
podría haber perdido un poco de peso. Y no puedo, realmente no puedo
soportar lo guapo que es—. ¿Realmente preferirías hacer algo tan idiota e
imprudente que estar aquí conmigo por unos minutos más? —pregunta,
volviéndose hacia mí, su voz helada y tranquila de nuevo.
Por supuesto que no, casi suelto. No soy una chica de película de terror
que no llega al final y que sigue el cartel de MUERTE AQUÍ solo para quedar
estupefacta cuando un asesino con hacha le corta la pierna. Usualmente
soy una persona responsable y sensata, usualmente siendo ser la palabra
clave, porque en este momento estoy un poco tentada de encontrarme con
37
el amoroso pecho de un asesino en serie que empuña un hacha.
Racionalmente, sé que Erik tiene razón: no estaremos atrapados aquí por
mucho tiempo, y alguien vendrá a buscarnos. Pero luego recuerdo lo
traicionada y decepcionada que me sentí en los días posteriores a lo que
hizo. Recuerdo llorar al teléfono con Mara. Llorar al teléfono con Hannah.
Llorar al teléfono con Mara y Hannah.
Estar aquí con él parece tan imprudente como cualquier otra cosa,
sinceramente. Así es como me encuentro encogiéndome de hombros y
diciendo:
Espero que Erik se enfade de nuevo. Que me diga que estoy siendo
tonta. Que haga uno de esos chistes secos suyos que siempre me hacían
reír. En lugar de eso, me toma por sorpresa: aparta la mirada con aire de
9 FOMO: Es una patología psicológica descrita como «una aprensión generalizada de que
otros podrían estar teniendo experiencias gratificantes de las cuales uno está ausente».
Este tipo de ansiedad social se caracteriza por «un deseo de estar continuamente conectado
con lo que otros están haciendo».
culpabilidad. Luego se presiona los ojos con el índice y el pulgar, como si de
repente estuviera abrumadoramente exhausto, y murmura en voz baja:
38
Capítulo 6
Y juro que no digo esto para presumir. Hay una simple razón por la
que no me he convencido de que necesite tomar un Capri Sun o hacer siete
saltos de tijera antes de salir con alguien, y esa es que no tengo citas. Jamás. 39
Solía tenerlas, por supuesto. Hace tiempo. Con Oscar, el Amor de Mi Vida.
—Lo siento. Lo silenciaré. —Lo hace, pero no sin antes poner los ojos
en blanco. Lo cual está tan lejos de su onda estoica y desconcertada
habitual, que no puedo evitar estallar en carcajadas—. Por favor, no te
burles de mi dolor —dice inexpresivo, tomando asiento frente al mío. No
estoy segura de cómo, pero sé que está bromeando. Tal vez estoy
desarrollando poderes telepáticos.
—¿Trabajo? —pregunto.
—Morada.
—Lavanda. 43
—Cierto. Sí. —Aparta la mirada y creo que esto es agradable. Estoy
sentada frente a alguien que no es Oscar, y no me siento demasiado nerviosa
ni mucho más rara de lo habitual. A pesar de que es un rubio con una
montaña de músculos de acero, es sorprendentemente fácil estar cerca de
Erik.
Ladeo mi cabeza.
—¿Sigues el fútbol?
—Una cantidad digna de intervención, según mi familia y amigos. Pero
no te preocupes, tengo otros temas de conversación. Como pasteles. O la
implementación práctica de la tecnología de fábrica inteligente. O… eso es
todo.
—¡No! No, yo… —Ni siquiera sé por dónde empezar—. Amo el futbol.
En verdad, amo amo. Me quedo despierta hasta horas ridículas para ver los
partidos de Europa. Mis padres siempre me regalan camisetas elegantes
para mi cumpleaños porque ese es, literalmente, mi único interés. Fui a la
universidad con una beca de fútbol.
Frunce el ceño.
—También yo.
—¿Pero?
Asiente.
—¿Qué te detuvo?
Me río.
—Entonces, ¿cuál es tu equipo y a quién cambiaron?
—Halvorsen.
—Sí, nunca van a ganar otro juego, ni por toda la ropa interior morada
del mundo. Pero no iban a ganar mucho con él, de todos modos.
Sinceramente, necesitan un mejor entrenador. Sin ofender.
Asiente. 45
—Orgulloso partidario de OL Reign desde 2012.
—Sí.
—Indignante.
—Solo tienes celos porque podemos permitirnos comprar jugadores
decentes.
Sonrío. Él… no sonríe, pero cerca, y eso me hace sonreír aún más.
Creo que esto podría haber sido lo más divertido que lo he pasado en
años. Está bien, falso: sé que lo es.
—¿Qué?
—Tu discurso.
Sonrío.
—¿Tú?
—Y mi jefa, sí. Aunque dos de sus hijos han tenido cólicos, así que
por ahora sobre todo yo.
Me encojo de hombros.
—Se reunirán con alguien más mañana, así que aún no lo sé. Pero
dijeron que hasta ahora somos su primera opción, así que soy optimista.
—Yo… ¿qué?
—Espera… ¿tú?
—ProBld —corrige.
Frunzo el ceño. Habla de ProBld como si tuviera mucho que decir en
sus elecciones administrativas, y me pregunto si tiene un puesto gerencial.
Eso explicaría el traje. Y el hecho de que claramente vino a cenar
directamente del trabajo, a pesar de que nos conocimos a las ocho. Lleva la
misma ropa que esta mañana, aunque sin corbata ni chaqueta, y la camisa
arremangada hasta los antebrazos. Que se ven fuertes y extrañamente
masculinos, y he estado tratando de no mirarlos mucho. Estoy a punto de
preguntar cuál es exactamente la descripción de su trabajo, pero me
distraigo cuando el mesero trae la cuenta y se la entrega a Erik. Quien la
acepta fácilmente.
Su ceja se levanta.
Me aclaro la garganta.
—Tal vez no lo sea. Yo… —No quería que fuera raro. Tal vez solo
piensas que soy una buena chica y deseabas a alguien con quien cenar y
entendí mal la situación y lo siento mucho. Es solo que creo que me gustas
mucho. ¿Más de lo que recuerdo que me gustara alguien? Es posible que haya
proyectado y…
—Eh, claro. 50
—No sé si esto es una cita —dice, serio—, pero si no lo es, ¿irás a una
conmigo?
—¿Por qué?
—Son suecos.
—Maldita sea.
Ya es tarde.
—Bien.
—¿Bien?
—Bien.
Frunzo el ceño.
—Es un peaje de diecisiete dólares, amigo mío.
Se encoge de hombros.
—Está bien.
No tengo idea de lo que estoy haciendo aquí. Ni idea. Pero Erik está
parado justo frente a mí, la farola brilla suavemente detrás de su cabeza, la 53
cálida brisa primaveral sopla suavemente entre nosotros, y algo hace clic
dentro de mí.
Sí. Bueno.
Presente
—Yo… —Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano—. No. No sé.
Me reí húmedamente.
—Es posible que esté tratando de llamarte para reconocer lo que hizo
y disculparse —dijo, pensativa—. Pero tal vez eso sería aún peor. Porque
entonces sabrías que él sabía exactamente el daño que estaba haciendo,
pero siguió adelante de todos modos.
Creo que eso es exactamente. Creo que por eso odiaba el “lo siento” de
Erik, y por eso odio que no me haya mirado en varios minutos. Me hace
preguntarme si es consciente de que arruinó algo que podría haber sido
grandioso por codicia. Y si ese es el caso, entonces no me lo imaginé: la
noche que pasamos juntos fue tan especial como la recuerdo, y él aun así
la tiró al vertedero de basura, al estilo de la princesa Leia en Una Nueva
Esperanza.
—Sí. Hace dos, no, tres noches. —Bajo la mirada hacia mi mano,
raspando lo poco que queda del esmalte de uñas de la semana pasada—.
Dos uno. Así que tal vez tenías razón sobre Neuer…
—Sadie.
—Sadie.
¿Qué? quiero gritar. ¿Qué más quieres? En lugar de eso, solo lo miro,
sintiendo como si el ascensor se hubiera encogido de nuevo, esta vez en el
espacio entre mis ojos y los suyos.
—Estamos hablando.
—Sadie.
—Sadie…
—Te odio.
—Lo sé.
Él traga.
—Por la forma en que tuve sexo contigo. Estuve contigo toda la noche.
Pedí demasiado. No lo disfrutaste. —De repente, se ve tan confundido como 58
yo me siento. Como si ambos estuviéramos en medio de una historia que no
tiene mucho sentido narrativo—. Sadie. ¿No es esa la razón?
—¿Cómo se llama?
—Gato.
—¿Gato? ¿Así como…?
—No estoy segura del por qué, pero te consideraba más bien una
persona de perros.
—Lo soy.
—¿Cuál? —Tiene cuatro. Todos más jóvenes. Y está claro, por la forma
en que habla de ellos, a menudo y con ese tono medio malhumorado, medio
divertido, que son uña y mugre. Mi yo de hija única «Toma este libro para
colorear mientras mamá y papá ven El ala oeste de la Casa Blanca» arde de
envidia. 60
—Anders. El más joven. Se graduó en la universidad y ahora está...
en algún lugar. En Gales, creo. Descubriéndose a sí mismo. —Erik viene a
ponerse a mi lado. Él y Gato se miran fijamente—. Mientras yo cuido
temporalmente a su gato.
—¿Qué es temporalmente?
—Muy lentamente.
—Sí.
—Bien.
Me río suavemente.
El nudo se aprieta.
—No es eso.
Me muerdo el labio.
—Yo… ¿Qué?
Se mueve tan rápido que apenas puedo seguirle la pista. Sus manos
se cierran alrededor de mi cintura, me levantan y un segundo después estoy
sentada en la estantería de la entrada. La diferencia de altura entre nosotros
es mucho menos dramática y…
Está duro. Puedo sentir exactamente cuán duro. Creo que quiere que
lo sienta, porque su mano se desliza hasta mi trasero y me atrae hacia él.
Me retuerzo, girando las caderas de forma experimental y él gime con fuerza
en mi boca.
Me pasa una mano por debajo del trasero y me lleva por el pasillo,
como si no pesara más que su gato. Cuando enciende el interruptor de la
luz, la cama es enorme y no está tendida, y la habitación huele tanto a él
que tengo que cerrar los ojos brevemente. Me pone de pie y estoy a punto de
preguntarle si esto es necesario, si por favor podríamos hacerlo en la
penumbra, pero ya se está desabrochando la camisa, con los ojos fijos en 64
mí. Se me seca la boca. Pensándolo bien, la luz está bien. Probablemente.
Levanto la vista. Erik está de pie frente a mí, desnudo, alto y grande
y como... como una deidad menor de algún panteón nórdico, una deidad
reservada a la que le gusta ser retraída pero que aun así tendría un par de
islas del Mar Báltico con su nombre. Es gloriosamente poco consciente de
su desnudez. A mí, en cambio, me da demasiada vergüenza quitarme la
camiseta blanca de tirantes o mirar más abajo de su ombligo.
No es que él parezca darse cuenta. Sus ojos vuelven a estar vidriosos,
mirando la forma en que mis bragas negras se extienden alrededor de mis
caderas como si quisiera que se grabaran en sus retinas. Estoy tentada de
volver a ponerme los jeans.
—¿Qué?
—No es morada.
—Oye —dice, echándose hacia atrás sobre sus rodillas como para
dejarme más espacio. Su tono es suave, como si se acercara a un animal
salvaje, asustado y herido. Una buena parte de mi pánico se desvanece y…
Ay por Dios. ¿Qué me pasa? Estábamos pasando un buen rato, él se estaba
66
comportando perfectamente bien, y tenía que ir yo y ser una jodida rara.
—Lo siento. Es que… No sé por qué estoy asustada. Es solo que eres
tan grande y yo apenas si… no estoy acostumbrada a esto. Lo siento.
—No. No, no lo está. Creo… creo que el problema es que sólo he hecho
esto con mi ex y yo…
—¡No! No, Oscar nunca lo haría. Era bueno. Es solo que él era…
diferente. A ti. —Me río nerviosamente. Espero no echarme a llorar—. No es
que sea malo. Quiero decir, todo el mundo es diferente. Es sólo que…
—Es que no creí que esto fuera a ser… aterrador. Me imaginé que
sería mucho más genial. Más fácil, supongo
—¿Por qué?
—¿Arruinar qué?
Él suspira.
Ay no.
—¿Qué es?
Una pausa.
—Dudo que no querer tener sexo contigo sea algo de lo que tengamos
que preocuparnos, Sadie.
—No lo eres.
—No lo creía. Pensaba que estaba bien. Quiero decir, normal. Pero tal
vez…
69
—Sadie. —Con una mano en mi cintura me acerca un poco más. Lo
suficiente para que sus ojos se encuentren con los míos y para que todo mi
mundo se enfoque en él—. Tomémoslo con calma. Ya llegaremos ahí —me
dice, como si supiera, solo supiera que ésta es la primera noche de muchas.
—¿Estás seguro?
—¿En serio?
—Sí. ¿A ti?
Exhala.
—¿De qué?
No se explica mejor.
70
—Estoy feliz de hacer esto hasta el amanecer.
Se encoge de hombros.
—Creo que deberíamos esperar para eso. Tomarlo con calma. Salir
unas cuantas veces más hasta que te acostumbres al hecho de que soy…
tan grande, aparentemente.
Me sonrojo.
—Pero estaba pensando… ¿y si estoy encima? ¿Así no me sentiré
atrapada?
—Eso sería… —Traga con fuerza. Sus dedos aferran mis caderas como
si sencillamente no pudiera soltarlas—. Sí. Me gustaría. Si es que esa es la
palabra para ello.
—Erik, yo…
Grito.
—No puedo creer que pensaras que eras mala en esto —me dice riendo
y siento todas y cada una de las sílabas atravesarme como un cuchillo. Me
obligo a respirar hondo, a mantenerme erguida, a mirarlo. Y es entonces
cuando sus ojos se encuentran con los míos y empieza a chupar con fuerza
mi clítoris.
—¿Erik?
—¿Comprar qué?
—El croissant de Faye. Si sabías que era tan asqueroso, ¿por qué lo
compraste?
—¿De qué?
Suelto una risita y lo abrazo con más fuerza mientras se hincha dentro
de mí, una oleada de felicidad, adoración y algo confuso, algo esperanzador
y joven que aún no puedo definir del todo. Su pene se estremece contra el
interior de mi muslo. Me eleva más para pretender que no ocurrió y me atrae
para darme otro beso perezoso. Mmm.
—¿Acaso no…?
—Pero tú…
Se ríe suavemente.
—Sadie…
—Creí que habías dicho que podía estar a cargo —lo provoco,
meciéndome en su pene como lo hice en su boca. Los labios de mi núcleo
rodean su eje, regordetes e hinchados. Miramos la escena al mismo tiempo.
El sonido que él suelta es feroz.
Me petrifico. Mierda.
—¿Debería…?
—No.
—Sadie. Quiero coger contigo y necesito que te guste que te coja. Así
que tú estás arriba por ahora.
—¿Qué quieres?
—Te he visto.
—¿Me has visto? —Me desabrocho el cierre del sujetador. Él se
estremece dentro de mí. Su mandíbula se sacude con represión.
—¿Qué viste?
—Y… —Aprieto las rodillas y muevo las caderas en círculo dos veces
para introducirlo un poco más. Una fracción de pulgada, pero la fricción, la
sensación de plenitud… mis ojos giran hacia atrás en mi cabeza. No sabía
que algo pudiera estar tan dentro de mí y sentirse tan bien. No podría
haberlo imaginado—. ¿Y qué pensaste? 77
—Oh, joder. —Un sonido desesperado sale de la garganta de Erik—.
Esto. Esto y más. —Traga—. Muchas otras cosas y… Sadie, vas a tener que
darme un minuto para adaptarme o voy a… —Erik parece tan sorprendido
como yo me siento. Tiene los ojos cerrados y sus manos me agarran con
fuerza, y sus dientes se hunden en mi hombro—. Sadie, estoy a punto de…
Utiliza una maquinilla de afeitar parecida a las que compro para mis
piernas (es decir, la más barata del supermercado). Si le molesta la chica
soñolienta que ha dormido menos de dos horas y que en este momento está
sentada envuelta en una toalla en la encimera de su baño, lo disimula bien.
Pero estoy casi segura de que no lo hace. Sobre todo porque es él quien me
puso aquí.
Su boca se tuerce.
—Tú no.
—Cállate —le digo suavemente, lo que sólo lo divierte aún más. Deja
la maquinilla de afeitar y se acerca, deslizando sus manos dentro de mi
78
toalla y colocándolas en la parte baja de mi espalda, cálidas, instintivas e
imposiblemente familiares. Como si fuera algo que ha estado haciendo todos
los días durante toda su vida. Como si fuera algo que planea hacer todos los
días durante lo que le queda de vida.
—Más o menos.
—Conejillo de Indias.
Presente
Voy a decir lo que pienso. Voy a decirle exactamente lo idiota que es.
Voy a liberar tres semanas de llanto en la ducha sobre él. Voy a destrozarlo
por arruinar el helado de pistache y los gatos naranjas para mí. Voy a
aniquilarlo.
Él se burla.
Me ruborizo.
—Tú eres el que sacó el tema.
—¿En verdad? Sabes qué… está bien. Correcto. Bueno. —Su garganta
se mueve. Luce… no exactamente molesto, pero definitivamente lo más
afectado que lo he visto. Algo molesto, tal vez—. Hace cerca de tres semanas
estoy tomando mi usual y ligeramente asqueroso desayuno, y conozco a esta
realmente hermosa y asombrosa mujer. Me salto mis reuniones matutinas
e ignoro mi teléfono (mi equipo esta así de cerca de enviar a un equipo de
búsqueda) porque todo en lo que puedo pensar es en lo divertido que sería
sentarme con ella en una banca de parque cubierta de mierda de pájaro y
hablar acerca de… ni siquiera lo sé. Ni siquiera importa. Es así de bueno
con ella. Y porque aparentemente es mi día de suerte, me las arreglo para
convencerla de salir a cenar conmigo, y no solo es adorable, inteligente y
divertida, también se siente que los dos tenemos más cosas en común de
las que creí posibles, y… bueno, es una primera vez para mí. No soy un
experto en relaciones, pero reconozco lo raro que es. Como algo de una vez
en la vida. Quiero tomarlo despacio porque la idea de arruinar esto me
aterra, pero ella me pide venir a mi casa —exhala una sola y amarga risa.
81
—Debería poner un freno, pero tengo cero autocontrol cuando se trata
de ella, así que digo que sí. Pasamos una noche juntos, y follamos, mucho,
y si, Sadie, es real y malditamente fenomenal de una forma altera vidas que
nunca pensé que tendría que explicar. Es obvio que ella no suele hacer esto,
hay algunos tropiezos, pero… sí. Estabas ahí. Tú sabes. —Presiona los
labios juntos y aleja la mirada—. Ella se queda dormida y yo la miro y
pienso, Esto no es como nada más. Casi aterrador.
—Te desprecio.
—¿Por qué? —Está fría y silenciosamente furioso, pero no le tengo
miedo. Solo quiero herirlo. Herirlo tanto como me hirió a mí.
—¿Lo soy?
—Pensé que sí, pero aparentemente no, ¿Por qué no lo deletreas para
mí?
—Me alegra ver que estás de vuelta. —Le sonrío a Gianna, que está
recargada de mi escritorio. Debe haber entrado a mi oficina mientras estaba
soñando despierta—. ¿Cómo está Presley?
—Mejor. Pero ahora Evan y Riley tienen algún tipo de bicho que
implica una cantidad muy divertida de diarrea. Pero te vi en el recibidor con
un chico alto… ¿era Erik Nowak?
—¿Sí?
—¿Son amigos?
—Así que no son como, amigos —parece aliviada—. Está bien. Bueno.
Se estaban riendo juntos, así que quería asegurarme.
—¿Por qué tendría que… —Frunzo el ceño, girando mi silla para verla
mejor. Esta conversación es muy extraña, y me estoy preguntando si debería
tomarme otro café antes de que continúe—. ¿Qué quieres decir con a salvo
y discreta?
—Y JKC. Sí. Pero ProBld fue algo… insistente. —Rueda los ojos—. La
razón por la que nos querían a bordo es que están tratando muy duro de
expandirse al mercado ecológico y sustentable, pero no han tenido mucho
éxito en atraer a personas realmente calificadas como… bueno, como tú. Ya
que la mayoría prefiere ir a firmas más especializadas. No me
malinterpretes, han estado contratando ingenieros prometedores, pero no
tienen la experiencia que necesitan aún. Así que me hicieron una muy
buena oferta, dije no, gracias, prefiero ser mi propio jefe, y por unos meses
pareció que todo seguiría como siempre —se detiene—. Entonces comenzó.
—¿Qué comenzó? 85
—Un montón de pequeñas cosas de mierda. La peor fue que trataron
de que algunos de nuestros clientes se cambiaran a ProBld. Escuché que
algunos de su equipo estaban merodeando en nuestros sitios, también. No
exactamente cosas honorables.
—Bueno, él es un socio.
Parpadeo.
—Él… ¿disculpa?
—Dijiste que fuiste a cenar con él. ¿me estás diciendo que no
mencionó que es uno de los socios fundadores? —Debe leer la respuesta en
mi rostro, porque su expresión cambia a algo que parece lástima—. Él
comenzó ProBld al salir de la escuela con dos de sus colegas. Y el resto es
historia.
«Espera… ¿tú?».
«ProBld».
Me aclaro la garganta. 86
—Sí. Le dije que trabajaba para GreenFrame.
—Oh, Sadie. —El mismo tono que antes, ahora con más lastima—.
Pero no le dijiste nada específico sobre nuestros proyectos, estrategias o
clientes, ¿verdad?
—No, él…
Sí. Sí lo hizo.
Él no dijo que era socio. ¿Por qué? ¿Por qué me siento mareada?
Miro los mensajes por mucho tiempo, y entonces me levanto para ver
la copiadora, que ha estado sonando por su usual atasco de papel. Hago
bola la ofensiva hoja de papel y la lanzo al bote de reciclaje, sin ver lo que
está frente a mí.
Mis ojos se quedan cerrados. No los abro por un largo, largo tiempo.
Todo está girando. Solo estoy tratando de estar quieta.
Presente
—Vamos Erik.
—¿Qué clientes?
—Puedes dejarlo.
—¿Qué clientes?
—¿Qué. Clientes?
—Milton.
—Sí.
—Jódete Erik.
Él bufa impacientemente.
Suspiro.
—Esto es… muy extenuante, Erik. Gianna me dijo todo. Sé que ProBld
trató de comprar GreenFrame. No sé si saliste conmigo tratando de lastimar
a la compañía, o tomaste la oportunidad una vez que se te presentó, pero sé
que usaste lo que te dije en la cena para dar una propuesta muy similar a
la mía, porque el cliente, tu cliente, lo admitió.
—No lo hice.
—Sí. Seguro.
—Deben serlo. Ni siquiera sabía que teníamos a ese cliente hasta este
momento.
—Maldición.
—¿Qué?
—Mierda.
—Tienes razón.
—¿Sobre qué?
—Fui yo. Fue mi culpa que no consiguieras al cliente. Pero no por la
razón que crees.
—¿Qué?
—El día después de que nosotros… —Pasa una cansada mano por su
rostro—. Esa mañana tuve una reunión con uno de los gerentes ingenieros
que superviso. Me dijo que estaba refinando la propuesta de un proyecto
que específicamente había pedido rasgos sustentables. No dio detalles y no
los pedí, pero ya que no es nuestro fuerte quiso saber si yo tenía algunos
recursos. Le envié un artículo académico. —Su garganta se mueve—. Fue el
que tú escribiste.
—Porque tú la escribiste.
—No. —Su tono deja caer algo de culpa y vuelve a ser tres partes firme,
una parte indignada—. Quería leer lo que escribiste porque estoy interesado
en el tema, porque en la cena fue muy obvio que eres mejor ingeniera que la
mayoría de las personas en ProBld, incluido yo, y porque cerca de cinco
minutos en el trabajo me di cuenta de que, si no iba a dejar de pensar en ti, 93
bien podía ser de forma productiva. Y mientras leía, me di cuenta de que tu
trabajo es más que bueno, y compartirlo con los demás fue sin dudarlo. No
pensé que le estaba dando tu propuesta a toda mi compañía y… maldición.
No pensé. —Frota el dorso de su mano contra su boca—. Fue mi cupa. No
fue a propósito, pero tomo toda la responsabilidad. Voy a hablar con mi
gerente de ingeniería y con el cliente y… voy a resolver esto. Vamos a
encontrar la forma de asegurarnos de que obtengas el crédito que mereces.
¿Disculpa?
—No mentí.
—No es eso. Yo… —Por primera vez desde que lo conocí, este seguro
y severo hombre parece algo avergonzado, y yo… no puedo alejar la mirada—
. No estaba seguro de si sabías. La mayoría de las personas que conozco
parece ya saberlo… sí, se cómo suena. Y entonces en la cena me contaste lo
diferente que era de la vida académica trabajar para una firma. Cuánto
extrañabas a tus amigas. Me imaginé que presumir sobre cómo me gradué
y conseguí hacer la transición con mis amigos podría esperar un par de días.
—Incompleto.
—Erik…
—No estoy exagerando. —Esto sería mucho más fácil si su tono fuera
acusador. Pero no. Tenía que sonar razonable, lógico, ansioso y sincero, y
quería gritar—. Desmenucé cada minuto, cada segundo de cada interacción,
y después de hacerlo pedazos, la única conclusión que pude alcanzar es que 95
lo que sea que hiciera mal debió haber pasado después de que me pediste
que te llevara a mi casa, lo que solo dejó en realidad lo que hicimos ahí.
—Eso no es…
Hacen que el piso se mueva y tiemble, las palabras de Erik. Hacen que
caiga duro y rápido debajo de mis pies, llenan mi cerebro con un cegador
rayo de luz, y ellas… espera.
Esperen.
Gimo 97
—No. No sé. Sí. ¿Quizás?
Se encoge de hombros.
—Cierto. Sí. —Cierro los ojos, deseando por decimoséptima vez en las 98
últimas dos horas poder desaparecer en la nada. Tal vez desde la última vez
que me fijé, apareció un portal a otra dimensión en mi armario. Tal vez
pueda viajar a Sinconsecuenciaspormispropiasaccioneslandia—. En
realidad no pensé que sería utilizado por mis competidores directos.
—Me doy cuenta de eso —dice, con un tono que sugiere un fuerte
pero—. Pero tampoco estoy segura de que sea culpa de Erik.
—No, espera, nada de disolver, yo… —Me froto los ojos con las palmas
de las manos—. ¿De qué lado están?
Ella sonríe.
—Oh, sí. Tal vez haya algo de compras. ¿Crees que él nos llamará
desde un Claire’s de algún centro comercial de D.C. para preguntarnos qué
anillo preferiría Mara?
—Oh, Dios mío, ¿saben qué? La semana pasada leí en alguna parte 100
que Costco vende anillos de compromiso. Oh, hola, Liam.
—¿En serio, chicas? —pregunta, todo ceñudo, oscuro y con los brazos
cruzados—. ¿Claire’s? ¿Costco?
Hannah y yo jadeamos.
—Costco es increíble.
—Porque lo arruiné.
La jodí. Solo... la jodí. Y ahora tengo que vivir con esa certeza. Debo
102
continuar en un mundo en el que ningún hombre jamás se comparará con
Erik Nowak. Ningún hombre jamás me hará reír, y hará que mi cuerpo
cante, y que mi alma se indigne por completo con sus escandalosas
opiniones sobre el Galatasaray, todo a la vez.
Gimo.
—Pero no la tienes. Lo que digo es que tal vez Erik decida que eres
una terrible novia que reacciona de forma exagerada y es más problemática
de lo que vale. Tal vez decida que quiere quejarse de ti en el subreddit de
relaciones. Pero si lo eliminas como lo hiciste hace tres semanas, solo
estarías tomando esta decisión por él.
Hannah sonríe.
—Bueno, en realidad son las, ¿qué, una A.M. en Nueva York? Estaba
pensando más en una llamada telefónica mañana por la mañana.
Aproximadamente a las diez.
—¿Sadie?
—No. Sí. No. Yo... —Doy un paso atrás. Otro. Otro. Erik se queda justo
donde está y me arden las mejillas. ¿Lo estoy alucinando? ¿Está de verdad
aquí en Astoria? ¿En mi apartamento? Escucho un fuerte golpe y mis llaves
están en el suelo de linóleo. Necesito una siesta. Necesito una siesta de siete
años.
104
—Aquí. —Se agacha para recoger las llaves, hace una pausa por un
segundo para estudiar mi llavero con un balón de fútbol y me lo ofrece—.
¿Puedo entrar por cinco minutos? Solo para hablar. Si te sientes incómoda,
el pasillo también está bien…
—Gracias.
Estaba yendo hacia ti, abro la boca para decirlo. Iba de camino a
contarte muchas, muchas cosas confusas. Pero la sorpresa de verlo aquí ha
congelado mi valentía, y en lugar de inundarlo con el discurso apasionado
que habría escrito en mi aplicación de Notas en el Uber, solo lo miro.
Silenciosa.
Miro su rostro.
Bufo.
Suspira.
Hago un puchero pero hago lo que dice. Sobre todo por puro
desconcierto.
—Hecho.
Él asiente.
Pero por ahora, hay algo más que necesito hacer. Lo que consiste en
ofrecerle mi propio teléfono. Lo mira con escepticismo, hasta que digo:
Su boca se tuerce.
—Desbloquéalo, por favor —digo entre sollozos. Erik tiene los ojos
muy abiertos, alarmado por las lágrimas, tratando de acercarse y atraerme
hacia él, pero no lo dejo—. Desbloquea mi teléfono, Erik. Por favor.
—¿Qué?
—Creo que realmente apesto en las aventuras de una noche —le digo,
atenuada contra la suave tela.
—Yo he tenido suficientes por ambos, y algunas más. —Se aleja para
mirarme y repite—: Nosotros no tuvimos una aventura de una noche.
—Lo prometo.
—P-puedes quedártelo.
—Bueno.
—¿Bueno?
—Para que quede asentado. —Me siento tan llena que apenas puedo
hablar—. Pensé que el sexo fue bueno. —Es un eufemismo. Es todo lo que
soy físicamente capaz de decir en este momento.
—¿Sí?
—Conejillo de indias.
Un mes después
—Está bien —le digo, decidida. Miro primero mi obra maestra y los
restos de mi arduo trabajo, y luego repito, más fuerte—: ¡Está bien, estoy
lista! ¡Prepárate para quedarte boquiabierto!
—Se ve bien.
—Me doy cuenta. —Con una pequeña sonrisa, observa cómo las tres
cuartas partes de su cocina están cubiertas de harina.
Más masticación.
—¿Comestible?
—Está...
Silencio. 113
—¿Cierto?
—¡No! Yo... ¿Es peor que el de Faye? —Él piensa en ello. Lo que es
toda la respuesta que necesito—. Te odio.
—¿Qué? —Frunzo el ceño—. Creo que el problema eres tú. Creo que
simplemente no te gustan los croissants.
Se encoge de hombros.
114
Próximo libro
Se necesitará el terreno
helado del Ártico para mostrarles a
estos científicos rivales que su
química arde.
Ian ha sido muchas cosas para Hannah: el villano que trató de vetar
su expedición y arruinar su carrera, el hombre que protagoniza sus sueños
más deliciosamente espeluznantes... pero nunca interpretó al héroe.
Entonces, ¿por qué está arriesgando todo para estar aquí? ¿Y por qué su
presencia parece tan peligrosa para su corazón como la tormenta de nieve
que se avecina?
Ali Hazelwood
Moderación
Mari NC
Traducción
Flochi
117
Lauuz
Mari NC
Otravaga
Pole
Vero
Diseño
Bruja_Luna_
118