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Still Falling For You
Still Falling For You
2
Créditos
Traducción
Mona
Karikai y Mona
Diseño
ilenna
Índice
9
Parte I
Reformatorio
Unos años más tarde
10
1
Ryder
18
2
Zeta
E
stoy temblando mientras me alejo de los chicos. La sangre me retumba
en los oídos y el corazón se me acelera a toda velocidad detrás de la caja
toráxica. No puedo creer lo que acabo de hacer. Y sé exactamente lo que
he hecho.
Dibujar una diana en mi espalda.
Pero sabía al venir aquí que eso ocurriría de todos modos, y es mejor hacer el
primer disparo que esperar a que la bala venga hacia mí. Supongo que si hay algo
que puedo agradecer a mi madre es mi capacidad para nadar en un mar lleno de
tiburones.
No me hago ilusiones sobre mi futuro. Si no puedo salir del reformatorio, nunca
sobreviviré a la prisión de adultos.
Cuando mantuve la boca cerrada, no había tenido en cuenta esto en mi 19
planificación. Pensé que el reformatorio sería mi billete a la libertad, pero en lugar
de eso, es mi billete al infierno. Todo sucedió tan rápido que no he tenido tiempo de
asimilar esta nueva realidad, y mucho menos de considerar cómo puedo salir de esto
a largo plazo.
Lo único que importaba era alejarse de ese imbécil. En ese momento, cuando
se hizo evidente que iba a echarme toda la culpa a mí, ese era el único pensamiento
que se reproducía en bucle en mi mente. No podía quedarme allí con él por mi cuenta.
Nunca habría llegado a los dieciocho años con vida.
Así que aquí estoy, y tendré que pensar en alguna manera de evitar las
consecuencias.
Pero, por ahora, es un día a la vez. Un paso a la vez. Una pequeña victoria a la
vez.
N
o puedo dejar de pensar en Zeta, y cuando entra en la pequeña
biblioteca de la escuela, me encuentro gravitando a su lado. Se pone
rígida cuando me acerco a ella, casi imperceptiblemente. Un segundo
después, sus hombros se relajan, pero no mira a su alrededor. Tiendo la mano por
encima de su cabeza y selecciono el libro que quiero leer. La observo escudriñar los
estantes, sus ojos se acercan mientras sus dedos hojean los lomos, mientras la
mayoría de nuestros compañeros agarran sin pensar cualquier libro antes de volver
a la clase.
—Ese es bueno —digo cuando saca el libro azul desgastado que he leído de
principio a fin al menos cinco veces—. Si no te importa la temática depresiva.
Me mira por encima del hombro, levantando una ceja, antes de volver al libro,
leyendo la contraportada. 26
—Me sorprende que permitan libros como este —dice, un par de minutos
después, volviéndose hacia mí.
Me encojo de hombros.
—Creo que ayuda que el material sea relacionable. Leer sobre un tipo que
sufre de depresión y tendencias suicidas puede ayudar a poner las cosas en
perspectiva.
Sus preciosos ojos se clavan en los míos, como si escuchara lo que no digo, y
eso me hace sentir enormemente incómodo. Me muevo sobre mis pies, desviando la
mirada, fingiendo que leo el reverso del libro que tengo en la mano, aunque ya he
leído ese también. La biblioteca es pequeña y llevo demasiado tiempo aquí, así que
no hay nada que no haya leído ya.
Nunca fui un lector hasta que llegué al reformatorio, pero hago casi cualquier
cosa para pasar el tiempo y mantener mi mente ocupada, y de hecho he llegado a
disfrutarlo.
Pasan un par de minutos tensos antes de que se aclare la garganta y yo levante
la cabeza.
—No suelo leer libros de este tipo, pero quizá le dé una oportunidad.
—¿Qué tipo de libros lees normalmente? —Me apoyo en la estantería. Ahora
estamos solos aquí, y quiero aprovechar el momento de tranquilidad.
Sus mejillas se sonrojan un poco y ahora siento aún más curiosidad.
—Por lo general, romance contemporáneo —admite después de un tiempo.
—Oye, no hay nada malo en eso. Me gustó The Fault in Our Stars.
Sus labios se levantan en las esquinas.
—¿De verdad has leído The Fault in Our Stars?
—Y Everything Everything, y que We Wear Liars —añado, entregando
libremente mi tarjeta de hombre. Una hermosa sonrisa adorna su boca, y un maldito
y extraño dolor me apuñala en el pecho. Me inclino más hacia ella porque me siento
inexplicablemente atraído por ella y no puedo contenerme. Bajando la voz, le susurro
en la oreja—. Pero tendrás que guardar mi secreto. Tengo una reputación que
mantener. —Le guiño un ojo sin pensarlo, y ella se echa a reír.
—Oh, Dios mío. ¿En serio me acabas de guiñar el ojo?
Me enderezo, me froto la nuca y le dirijo una mirada tímida.
—¿Demasiado tonto?
Su sonrisa se expande, y esta chica podría pedirme cualquier cosa en este
momento, y yo sería incapaz de resistirme.
—Pervertido, más bien.
Finjo una mueca de dolor.
—Ay.
—Apuesto a que se lo haces a todas las chicas —se burla ella. 27
31
4
Zeta
M
e odio a mí misma por lo que acabo de admitir, pero no puedo dejar
que esa zorra se imponga. Aunque tiemblo por dentro, alzo la barbilla
y la miro fijamente. Puedo hacerlo. Puedo actuar como si nada ni nadie
me afectara hasta que ella entienda que no voy a dejarme avasallar. Entonces, con
suerte, se aburrirá y me dejará en paz.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Powell, acercándose a nuestra mesa.
—Tu chica dice que me va a destripar como hizo con su mamá —confirma
Valeria, con una mirada de incredulidad salpicada en su rostro—. ¿Por qué está aquí?
¿Ella hace eso?
—Eso no es de tu incumbencia —responde tranquilamente Powell—. Y necesito
que vengas conmigo, Zeta. Tu abogado está aquí para verte.
Sin mirar a ninguno de ellos, sigo a Powell fuera de la cafetería. Caminamos 32
una al lado de la otra en silencio, mi estómago se retuerce agriamente mientras mis
palabras se repiten en bucle una y otra vez en mi cabeza. Cuando llegamos a la sala
de entrevistas, se detiene con la mano en el pomo de la puerta y se vuelve hacia mí.
—Seguro que tienes tus razones para decir lo que has dicho ahí atrás, pero no
quieres meterte con esa chica.
Me esfuerzo por contener la bilis que sube por mi garganta.
—No tengo elección. Si no parezco capaz de defenderme, nunca me dejará en
paz. He conocido suficientes chicas como ella para saberlo.
—Cuida tu espalda. Y quédate con Ryder. Él sabe cómo sobrevivir aquí.
—¿Por qué estás siendo amable conmigo?
—Mantener la paz me interesa —dice crípticamente antes de abrir la puerta y
hacerme pasar al interior.
—Zeta. ¿Cómo estás? —pregunta mi abogada de oficio mientras tomo asiento
frente a ella.
Maravilloso. Simplemente maravilloso. Solo he usado a mi madre muerta como
una forma de probar que soy dura. Me he burlado de su muerte como si no me
molestara. Pero, por supuesto, no verbalizo ninguno de esos pensamientos. Me
encojo de hombros, actuando con despreocupación.
—Bien. —Apoyando los codos en la mesa, me inclino hacia delante.
Se sube las gafas por el puente de la nariz antes de abrir una carpeta que tiene
delante, hojeando las páginas, murmurando para sí misma y frunciendo el ceño
mientras hojea la carpeta en busca de lo que está buscando. Al cabo de unos minutos,
me pasa un par de hojas por la mesa junto con un bolígrafo.
—Necesito que firmes aquí y aquí. —Señala ciertas secciones en ambas
páginas.
—¿Qué es esto? Me niego a firmar nada sin entender en lo que estoy poniendo
mi nombre.
—Documentación judicial oficial que necesito registrar.
—¿Por qué?
—Porque es un procedimiento.
Me tomo unos minutos para leer los documentos antes de firmar, pero hay un
montón de jerga legal enrevesada que no entiendo del todo. De todos modos, no
parece que esté cediendo mis derechos a nada, así que garabateo mi firma y se la
devuelvo.
—Quería preguntarle qué pasará cuando cumpla los dieciocho años —
pregunto—. ¿Me quedaré aquí o me trasladarán a una prisión de adultos?
—Eso depende —responde ella, devolviendo las hojas a su expediente y
cerrándolo.
—¿De qué? 33
—De tu comportamiento, lo bien que estés respondiendo a tu programa de
tratamiento y lo que es mejor para tu salud mental una vez que seas mayor de edad.
En la vista judicial, se determinó que debo reunirme semanalmente con un
psicólogo para recibir asesoramiento individual. Debo empezar la semana que viene
y estoy nerviosa. Todavía estoy tratando de averiguar cómo debo actuar y cuán real
debo ser.
Se me seca la boca mientras me pregunto cuál es la mejor manera de formular
mi siguiente pregunta.
—¿Hay casos en los que se anula un veredicto? Y si quisiera, ¿podríamos
presentar un recurso antes de que cumpla los dieciocho años?
Su ceño se frunce y se pasa una fina mano por su cabello encrespado y
despeinado.
—En tu caso, solo podríamos presentar un recurso si tuviéramos motivos para
ello. Has confesado un homicidio voluntario y tu castigo está decidido. No veo cómo
tendríamos motivos para apelar, a menos que haya algo que no me hayas dicho.
Estoy tentada de decirle la verdad, pero es demasiado pronto para admitir que
he mentido. Si le cuento al tribunal cómo fue realmente, existe la posibilidad de que
no vaya a la prisión y de que me envíen de nuevo con él. Es preferible estar encerrada
a eso, así que niego y vuelvo a embotellar la verdad, decidiendo esperar hasta que
el momento correcto, con la esperanza de que para entonces no sea demasiado tarde.
—¿Has conseguido localizar a mi tía? —pregunto, cambiando de táctica.
—¿Tu tía? —Vuelve a fruncir el ceño, rascándose un lado de la cabeza.
—Sí. —Resisto el impulso de poner los ojos en blanco hacia el techo—. Me
preguntaste si había algún pariente cercano además de mi padrastro... y te dije que
mi madre tenía una hermana menor. Dijiste que intentarías encontrarla.
—Oh. —Sus mejillas se sonrojan—. Todavía no he tenido tiempo de investigar,
pero me pondré en ello enseguida.
No tengo ninguna fe en que lo haga, y probablemente sea una causa perdida
de todos modos. Lo único que sé de mi tía es su nombre. Nunca la conocí. O, si lo hice,
debe haber sido cuando era demasiado niña para recordarlo. Todo lo que sé es que
ella y mamá estaban distanciadas y que no se hablaban desde hacía años. Escuché a
mamá en el teléfono una vez, diciendo algo sobre su trabajo en el extranjero. Es una
exageración, pero si se la encuentra, tal vez, solo tal vez, el tribunal la acepte como
mi tutora, y me daría la oportunidad de confesar. Aunque no me quiera, es mejor que
seguir encerrada por un crimen que no he cometido.
Powell me lleva a la sala común cuando termina mi reunión, y mi corazón da un
pequeño salto cuando localizo a Ryder, metido en un rincón de la sala, con una
guitarra colgada al hombro. Está sentado con las piernas cruzadas en el suelo,
rasgueando ligeramente la guitarra con los ojos cerrados. Quiero ir hacia él, como
habíamos planeado, pero no sé si quiere tener algo que ver conmigo después de mi
revelación. Me quedo clavada en el sitio, ahogada en la indecisión, preguntándome 34
si debería pedir volver a mi celda y lamerme las heridas en privado.
Casi como si me sintiera, Ryder abre los ojos y levanta la cabeza, su cara se
ilumina cuando me ve. O, al menos, eso es lo que parece, pero es muy probable que
esté alucinando, queriendo leer más de lo que hay en su amistad.
Mueve los dedos en el aire, haciéndome un gesto para que me acerque, y yo
pongo lentamente un pie delante del otro, avanzando en su dirección. Una sensación
de ansiedad desciende por mi pecho y me muerdo el interior de la boca mientras me
acerco. Veo cómo se quita la guitarra y la deja suavemente en el suelo a su lado.
—Lo lograste —dice, cuando llego frente a él.
—Sí. —Me hundo en el suelo, apoyando la espalda en la pared y subiendo las
rodillas hacia el pecho. Me miro los pies, incapaz de mirarlo a los ojos. No parece
disgustado de verme, pero cómo no va a odiarme después de la bomba que he
soltado.
—Oye. —Su voz es suave—. ¿Estás bien?
Me muerdo el labio inferior mientras saco fuerzas de algún sitio y le miro. Lo
único que veo es compasión en sus ojos, y eso ayuda mucho a calmar mis nervios.
—¿Por qué no me odias? —susurro.
La comprensión le invade el rostro, pero se queda callado un par de instantes
antes de hablar.
—¿Crees que he cambiado de opinión por lo que has dicho?
Asiento.
—La mayoría de la gente lo haría.
Niega.
—No por aquí. —Sus ojos recorren inconscientemente la habitación—. Todos
los que están aquí han hecho algo que justifica que los encierren. Tú no eres diferente.
—Pero yo... era mi madre. Mi madre está muerta por mi culpa —Una lágrima
genuina se escapa por el rabillo del ojo, porque esa parte es cierta—. Es decir, no iba
a ganar ningún premio a la madre del año ni nada por el estilo, pero aun así me trajo
a este mundo.
Parece contemplativo mientras escudriña mi rostro.
—Supongo que hay más en la historia de lo que parece. Pero —añade
apresuradamente cuando abro la boca para hablar—, no hace falta que hablemos de
ello. Me doy cuenta de que estás arrepentida, y eso es todo lo que necesito saber. No
hace falta que lo discutamos. Ya estás bastante alterada. —Levanta el brazo, como si
fuera a tocarme, y luego lo deja caer sobre su regazo, como si lo hubiera pensado
mejor. O tal vez recuerda que dije que no me gusta que me toquen.
Pero yo haría una excepción en su caso. Cuando se trata de él, definitivamente
quiero que me toquen.
Estoy divagando, y soñar despierta con los chicos debería ser lo último en lo
que pienso. 35
—No me gusta tener que usar eso para construir una reputación aquí, pero no
parece que tenga muchas opciones.
Asiente en señal de comprensión.
—Me imaginé que era algo así, y podría funcionar. O podría significar que ella
se acerque a ti de una manera diferente.
Apoyo la cabeza en la pared.
—¿Por favor, dime que tiene casi dieciocho años y que le van a trasladar?
—Siento reventar tu burbuja, pero ya tiene dieciocho años y no hay señales de
que vaya a ir a ninguna parte.
—Grandioso. Bueno, mi otro plan es pasar desapercibida, y con suerte, se
aburrirá de mí.
—Sí, no veo que eso suceda. No hay manera de que los chicos te dejen en paz.
Eres nueva, y eres sexy, y eso es un combo ganador en sus mentes.
—¿Y qué hay de tu mente? —bromeo, tratando de parecer despreocupada y
no como si estuviera enormemente complacida por su cumplido.
Sonríe.
—Oh, no soy diferente de cualquier otro adolescente cachondo. Eres material
de primera para el banco de azotes, nena. Será mejor que te acostumbres.
Me quedo con la boca abierta.
—¡No me acabas de decir eso en la cara!
—¿Preferirías que te mintiera?
—Claro que no —balbuceo, sorprendida por su brusquedad, pero no
disgustada por ello.
—Bueno, porque una amistad construida con mentiras no vale la pena tenerla.
Su buen humor desaparece y un músculo se aprieta en su mandíbula mientras
mira hacia otro lado. No estoy segura de qué recuerdos han vuelto a atormentarlo,
pero sé que se ha ido a otro lugar, y mi misión es hacer que vuelva. Echo un vistazo a
la brillante guitarra negra que descansa en el suelo a su lado.
—¿Qué clase de guitarra es esa?
Su mirada se dirige a su guitarra y las líneas tensas de su rostro se relajan.
—Es una Fender CD-60S. —Pasa la mano con cariño por el cuerpo de la
guitarra—. Es lo único que me da alegría y paz por aquí. —Su rostro es un libro abierto
cuando me mira, y veo que la verdad brilla en sus ojos. Esta guitarra lo es todo para
él.
—¿Cuánto tiempo hace que la tienes?
—Desde que era un niño. Uno de los novios de mi madre la dejó cuando
rompieron, y la escondí antes de que pudiera venderla. La tengo desde entonces. 36
Percibo similitudes entre nuestras madres, pero no le interrogo al respecto.
Hemos terminado con lo pesado por hoy.
—Genial. —Paso las puntas de mis dedos por la fría y brillante madera—. Sí
que es una belleza.
—¿Has tocado alguna vez? —pregunta mirándome fijamente a los ojos,
resaltando lo cerca que estamos el uno del otro.
Hoy, sus ojos son más bien de un color amarillo verdoso, pero no por ello
menos hipnotizantes. Tengo que apartar físicamente mi mirada de la suya para poder
formar una frase coherente.
—No. Siempre quise aprender a tocar un instrumento musical, y mi profesora
de sexto grado le rogó a mi madre que me dejara tomar clases, pero no teníamos el
dinero. —Me encojo de hombros, como si no me hubiera roto el corazón—. Mi
profesor dijo que tenía buen oído, y siempre he sentido una verdadera conexión con
la música, pero supongo que no estaba destinada a ello.
—Todavía hay mucho tiempo. —Me tranquiliza—. Y puedo enseñarte a tocar, si
quieres.
—¿Aquí dentro? —Miro alrededor de la habitación. Mientras la mayoría están
ocupados, jugando a juegos de mesa, leyendo, charlando o viendo la televisión, más
de una cabeza observa en nuestra interacción—. No, gracias. Quiero pasar
desapercibida, no convertirme en el centro de atención.
—Como ya he dicho —dice, sonriendo mientras su mirada se dirige a mis
labios—. No hay ninguna esperanza de que pases a un segundo plano. Eres
demasiado guapa y demasiado interesante para pasar desapercibida.
—¿Estás coqueteando deliberadamente conmigo?
—¿Cuál sería tu respuesta si dijera que sí? —Ladea la cabeza y ondas de
cabello rubio oscuro caen sobre sus ojos. Me clavo los dedos en los muslos para
resistir el impulso de pasar los dedos por los mechones desordenados.
—Que no estoy en el mercado para un encuentro casual, así que, si ese es tu
plan de juego, es mejor que te des por vencido ahora. —Es mi mantra habitual cuando
me coquetean, y las palabras salen de mi boca antes de que haya tenido tiempo de
formar una respuesta diferente, porque, honestamente, no creo que lo rechace si está
coqueteando conmigo.
—Ese no es mi modus operandi —protesta—. Me gusta hablar contigo, y es
tan... jodidamente refrescante conocer a una chica con inteligencia y sin intenciones
ocultas.
—¿Cómo sabes que no tengo intenciones ocultas? —Alzo una ceja, tratando de
ignorar que su rodilla me roza ahora el muslo.
—No eres la única con una aguda capacidad de observación.
—¿Es esta la parte en la que dices que ves mi verdadero yo y compartimos una
conexión que nunca antes habías compartido con nadie? 37
Oh. Mi. Jodido. Dios.
¿Podría ser más patética?
Ahora estoy literalmente soltando mierda de los libros. Tal vez el aire es
demasiado pesado aquí, y está agotando mis células cerebrales. O este tipo está
jugando con mi cabeza de una manera seria.
Se ríe, y es una risa profunda y desde la barriga que me hace gracia por dentro.
—Puedo decir sinceramente, Zeta, que nunca he conocido a una chica que me
intrigue tanto como tú.
—Eso es solo porque las selecciones son escasas por aquí. Créeme, no soy tan
interesante.
—Creo que tendremos que acordar que no estamos de acuerdo. —Sus ojos
centellean cuando me mira, y me pierdo en sus profundidades ocultas y en la calidez
de su preciosa sonrisa. El aire cambia sutilmente, y ese escalofrío de electricidad que
he sentido antes en su presencia cobra vida, zumbando como algo tangible—. Zeta —
susurra, sin apartar los ojos de mi cara.
Me encanta la forma en que susurra mi nombre, y un dolor palpitante empieza
a crecer entre mis muslos.
—¿Qué? —le susurro.
—Creo que te necesito en mi vida. —Sus ojos se clavan en los míos mientras
levanta su mano, extendiéndola hacia mí—. ¿Amigos?
No hay vacilación ni indecisión por mi parte. Coloco mi mano en la suya, mucho
más grande, y siento que el corazón se me va a salir del pecho.
—Amigos. —Lo digo con la confianza y la determinación que me da un sentido
innato que me dice que Ryder va a ser una parte importante de mi vida.
Nunca he creído en el destino, ni en el karma, ni en ninguna de esas tonterías
supersticiosas, pero mientras estoy sentada en el frío suelo, al lado de un chico al que
acabo de conocer, un chico al que apenas conozco, tengo la fuerte sensación de que
estaba destinada a venir aquí, de que estaba destinada a conocerlo y de que estamos
destinados a ser amigos.
Y, muy posiblemente, algo más.
38
5
Ryder
Z
eta lleva aquí un mes, y ya me cuesta recordar cómo era mi vida antes de
que ella llegara. Nunca había tenido un amigo que fuera una chica, así
que no tengo nada con lo que comparar nuestra amistad, pero su
presencia en mi vida ha sido transformadora, y ya significa mucho para mí. No se
parece en nada a la amistad que tengo con Luc, y aunque no quiero menospreciar a
mi joven amigo, porque él también significa el mundo para mí, mi amistad con Zeta
ya es mucho más.
Estoy deseando levantarme cada mañana, sabiendo que voy a pasar mis días
con ella. Nos reímos durante el desayuno, compartimos apuntes y compañeros para
las tareas de clase, discutimos largamente sobre los libros que hemos leído, a
menudo entrando en un debate acalorado (lo que me encanta), corremos juntos por
el patio mientras intentamos hacernos tropezar el uno al otro, y vemos películas y
programas de televisión siempre que no me ruega que juegue para ella. Incluso 39
tenemos muchos gustos musicales similares. Cuando me dijo que le gustaban Green
Day y Clapton, estuve a punto de declararle amor eterno.
Es increíblemente fácil hablar con ella, y nunca hay momentos incómodos ni
conversaciones rebuscadas. Los únicos temas de los que no hemos hablado son
nuestros pasados, nuestras familias y la razón por la que estamos aquí.
Gracias a Valeria, sé que Zeta ha sido condenada por matar a su madre. Fue un
homicidio voluntario, y la han encerrado hasta los veinticinco años, al parecer.
Deberían despedir a Watson por revelar esa información a Valeria mientras estaba
de rodillas, sin duda. Eso no alteró, ni por un segundo, mi opinión sobre Zeta. Me
gusta pensar que ahora juzgo mejor el carácter, y sé que no es una mala persona. No
puedo probarlo, pero sé que es una buena persona atrapada en una situación de
mierda. Es la única explicación que tiene sentido.
Y sería hipócrita por mi parte juzgarla duramente dadas mis acciones pasadas.
Si no quiero ser definido por los errores de mi pasado, entonces no tengo derecho a
juzgar a nadie aquí por los suyos.
Podría preguntarle qué pasó, pero entonces tendría que abrirme a ella
también, y no quiero mentirle a esta chica. Así que evitamos conversar sobre nuestra
existencia antes del correccional, y estoy feliz de vivir en el país de la negación, si
eso significa que puedo pasar tiempo con ella.
—¿Ya has cogido eso? —pregunta López, lanzando una rápida mirada a Zeta
mientras camina en fila india con las otras cuatro chicas, en dirección al anexo de la
escuela. Los chicos estamos de cara a la pared, con las manos a la espalda, esperando
a que termine la inspección rutinaria de la mañana.
—Métete en tus putos asuntos —siseo en voz baja—. Y cierra la boca antes de
que nos atrape. —Price es el oficial de guardia hoy, y aunque no está en la escala de
Watson de la imbecilidad, se sabe que tiene sus momentos, así que quiero
mantenerme fuera de su radar.
—Si no estás en la labor, estaré encantado de quitártela de encima —dice,
ignorando por completo mis deseos.
Y qué mierda de broma. Como si dejara que López se acercara a ella.
—Oficialmente me la pido. —Me estremezco al decirlo, sabiendo lo herida que
estaría Zeta si se enterara de esta conversación. Pero ya he visto a López mirándola
de reojo durante mucho tiempo. Si no reclamo oficialmente mi derecho, irá por ella
con todas las armas, y solo pensar en que ponga sus manos cerca de ella me hace
temblar de rabia.
A pesar del programa “Enjaula tu rabia” al que he asistido durante años, sigo
siendo propenso a ataques de ira incontrolable. Soy bastante bueno en retirarme a mi
celda cuando la frustración y la agresión descienden, pero dudo que pudiera
contenerme si López hiciera una jugada seria por Zeta. Así que estoy haciendo lo que
tengo que hacer para evitar que eso ocurra. Y para mantenerla protegida. Valeria no
ha hecho mucho más que lanzar insultos y miradas mordaces, pero eso cambiaría si
López la dejara para buscar activamente a Zeta. 40
—Solo con mi permiso —afirma López con suficiencia mientras empezamos a
avanzar en fila. Está a mi espalda, susurrándome a la oreja, molestándome mucho,
pero aprieto los dientes y sigo el plan.
—Nunca te pido nada, hombre, y he hecho el trabajo de base. Ella está
preparada para tomarla. —Mi estómago se retuerce de desagrado, pero digo lo
necesario.
Se ríe, poniendo una mano en mi hombro cuando Price no está mirando.
—Sabía que había una razón por la que me gustabas. —Cree que estoy jugando
con sus afectos todo este tiempo solo para meterme en sus pantalones, y le permito
creerlo.
Una oleada de autodesprecio se apodera de mí. Aunque no es un sentimiento
desconocido, la presencia de Zeta en mi vida ha conseguido mantener a raya esas
emociones. Incluso las pesadillas y los flashbacks han sido menos frecuentes. Por lo
tanto, odio que esté traicionando su confianza y faltándole el respeto al pretender que
solo busco su cuerpo. Detesto que me obliguen a actuar así, pero no hay otra opción.
—Oye, tengo que decirte algo —le susurro a Zeta más tarde esa noche mientras
nos sentamos uno al lado del otro en el suelo de la sala común. Con cuidado, apoyo
mi Fender contra la pared para poder prestarle toda mi atención.
—Dime. —Se echa el cabello oscuro detrás de las dos orejas y me mira a los
ojos con evidente preocupación. Mi mirada se desvía hacia su exuberante boca, y me
apoyo en las manos para evitar agarrarle la cara y probar sus labios.
Estoy jodidamente obsesionado con esta chica, y no estaba bromeando con mi
anterior comentario sobre el banco de azotes. Ella es todo lo que veo cuando cierro
los ojos por la noche. Son sus labios los que imagino sobre mi piel caliente, su cuerpo
el que imagino empujando dentro de ella, mientras acaricio mi polla hasta una
poderosa liberación.
—¿Ryder? —Pone su suave mano en mi brazo, y hace falta una fuerza de
voluntad colosal para no acercarla y besarla.
Me repongo, recordando por qué he sacado el tema.
—He tenido que decirle una mierda a López hoy para que no vaya por ti.
—¿Qué clase de mierda?
Me aclaro la garganta y me paso una mano por la barbilla. Odio decírselo, pero
tampoco está bien mantenerla en la oscuridad, por lo que me hice la promesa de
confesarlo.
—Insinué que solo fingía ser tu amigo para poder follar contigo. 41
—Oh.
Zeta es buena para enmascarar sus sentimientos, pero normalmente puedo ver
detrás de ello, porque, en muchos aspectos, es muy parecida a mí. Mi declaración la
ha molestado, y necesito arreglar esto.
—Pero obviamente es una mentira total, y yo nunca te haría eso, así que no
tienes que preocuparte. —Ahora parece aún más dolida, y no puedo entender qué he
dicho que la haya ofendido—. Pero necesitaré que me respaldes si alguien pregunta.
Se queda callada un momento. Luego se vuelve hacia mí, con un músculo tenso
en la mandíbula.
—Solo quiero asegurarme de que lo he entendido bien. —Entrecierra los ojos
mientras me clava una mirada penetrante—. Eres mi amigo, y no tienes ningún interés
en enrollarte conmigo, ¿pero quieres que le diga a todo el mundo que no somos
amigos, y que solo estamos follando, si preguntan?
Asiento.
—Eso es más o menos todo, en pocas palabras.
—Correcto. Lo tengo. —Su tono es gélido mientras se pone de pie.
Me levanto de un salto.
—¿A dónde vas?
—Volver a mi celda. Tengo cosas que hacer.
—¿Qué cosas?
—Solo cosas. —Se aleja, sus largas piernas hacen un rápido trabajo en la
habitación.
Me quedo clavado en el sitio, completamente confundido por lo que acaba de
pasar. Al salir de mi asombro, salgo tras ella y la alcanzo justo fuera de la habitación.
Valeria y las otras chicas la tienen rodeada y la empujan, aprovechando que Powell y
Price están discutiendo acaloradamente en la sala común, sin saber que nos hemos
ido, y que Watson está hablando con alguien por su radio, con la barbilla baja, sin
prestar atención a lo que está pasando aquí en el pasillo.
—Apártense, joder. —Paso entre Valeria y Zeta.
—Oh, mira, es el enamorado al rescate —se burla Valeria, y Sam, Camila y Sofía
se ríen, como si estuvieran compartiendo alguna broma interna.
—Es una pena —añade Camila, acercándose a mí y pasando su mano por mi
pecho—. Un cuerpo tan jodidamente sexy y sin saber qué hacer con él.
Las chicas se ríen de nuevo, y Zeta sale de detrás de mí, agarrando la muñeca
de Camila y apartándola.
—Guarda tus putas manos, y tus estúpidos insultos, para ti.
—Posesiva, ¿no? —se burla Valeria de mí.
—Tú lo sabes todo. La forma en que persigues a López es patética —replica
Zeta con frialdad. 42
—Sabes, podrías haber aceptado mi oferta. —Valeria ignora a Zeta, empujando
su pecho contra el mío y buscando mi polla—. Sé cómo hacer pasar un buen rato a un
hombre. La oferta siempre está abierta para ti, precioso. —Agarro su muñeca antes
de que su palma toque mi polla, haciendo una mueca mientras la alejo. Zeta se
estremece y yo retrocedo al instante, arrastrándola conmigo. Por instinto, tomo su
mano, sujetándola firmemente para que no pueda soltarla.
—No me gustas, y nunca me gustarás —le digo a Valeria, y me hago el bueno
al no decirle lo que realmente pienso.
Valeria se ríe, como si la idea de que alguien rechace su coño fuera ridícula.
—¿Te dan miedo los coños, o tiras para el otro lado? —pregunta Sam, sonriendo
mientras pasea su mirada por todo mi cuerpo.
—No juguemos. —Valeria lanza a Zeta una mirada de suficiencia antes de fijar
su mirada firmemente en la mía—. Sé por qué tienes dudas. Sé que le dijiste a López
un montón de tonterías que se creyó, pero la verdad es que sigues sacando tu tarjeta
V, ¿no? No hay vergüenza en eso, Ryder. Creo que es bastante bonito.
—Me parece una puta lástima —dice Camila, enviándome una mirada
burlona—. Está claro que te pasa algo.
—¿Por qué? —Zeta se mete en la conversación mientras me aprieta la mano—.
¿Porque tiene suficiente autoestima para evitar acostarse con zorras como tú?
—¿Quién coño eres tú para mirarme por encima del hombro? —grita—. Y no
eras tú la que decía que habías tenido más pollas que cenas calientes.
Zeta pone los ojos en blanco.
—Si vas a arrojar sombra a alguien, al menos recuerda hacerlo correctamente.
—Interesante —dice Valeria, haciendo retroceder a Camila—. Lo que has
dicho lo has dicho literalmente. —Una sonrisa socarrona se dibuja en su cara, y luego
se ríe a carcajadas—. Oh, esto no tiene precio. ¿Tú también eres virgen?
Estoy tentado de mirar a Zeta, para ver su reacción, para saber si es cierto, pero
no quiero darle a Valeria la satisfacción de saber que tiene razón, en ambos casos, así
que mantengo la mirada fija en la ardiente perra que tengo delante.
—Seguro que a López le va a encantar —comentó Sam, ganándose una mirada
despiadada de Valeria.
—Nadie le dice una palabra a López. —Empuja a Sam—. Si le dices algo, te
cortaré el cuello mientras duermes.
Sam palidece, sonriendo débilmente.
—Solo estaba bromeando.
—Cuidado. —Valeria le lanza una mirada amenazante y Sam asiente
dócilmente. Cuando Valeria se vuelve hacia nosotros, esa mirada de suficiencia
vuelve a ser transparente en su rostro—. Me importa una mierda lo que hagan o
pretenden hacer. Guarden esa estupidez para ustedes, y yo tampoco se lo diré. 43
—Trato —responde Zeta antes que yo—. Ahora vete a la mierda y déjanos en
paz.
Valeria le hace un gesto de desprecio antes de caminar en dirección a los
dormitorios. Watson mira con desprecio a Valeria y le manosea el culo mientras
acompaña a las chicas de vuelta a sus celdas.
La tensión es densa en el aire mientras Zeta y yo permanecemos en silencio en
el lugar, ambos luchando por encontrar algo que decir
—¿Es cierto? —pregunta en voz baja unos instantes después. Maldigo
interiormente a Valeria por haber sacado el tema. Cuando no respondo al instante,
Zeta se gira para quedar frente a mí. Nuestras manos siguen entrelazadas, y si pudiera
pegar su palma a la mía, para mantener su piel pegada a la mía, lo haría sin dudarlo.
Me mira a través de los ojos entrecerrados, con una tímida sonrisa en el rostro—. Soy
una zona libre de juicios, y no voy a pensar menos de ti si lo eres o no.
—Nunca he tenido sexo —digo, soltando las palabras.
—Tampoco yo —admite con una sonrisa más amplia.
—¿No lo has hecho? —Arqueo una ceja—. Supuse que te estabas con tipos a
diestra y siniestra.
Se ríe, su risa tintineante llena el espacio vacío.
—No exageremos mis encantos. Los chicos se me han insinuado, pero no es
algo que ocurra a diario.
—¿Por qué diablos no? ¿Qué les pasa a los chicos de Garden Grove? ¿Están
jodidamente ciegos, o aún no les han bajado las bolas?
Se ríe más fuerte.
—Oh, definitivamente les han bajado las bolas. Los chicos de mi escuela son
unos completos cachondos, y tienen el sexo en la cabeza las veinticuatro horas del
día.
—Entonces, ¿cómo te las arreglaste para evitar la espeleología?
—Es muy sencillo. No quiero ser una muesca en el poste de la cama de algún
imbécil ni entregarla en un encuentro sudoroso de borrachos en una fiesta o en un
festival de toqueteos bajo las gradas. Quiero que mi primera vez sea especial. Que
sea con alguien que me importe. No quiero que sea solo un encuentro físico, porque
entonces no soy mejor que... —Se corta bruscamente, pero creo que sé lo que iba a
decir.
No mejor que mi madre.
Tengo la sensación de que la madre de Zeta tenía mucho en común con la mía.
La idea me pone insoportablemente triste, y desearía tener una máquina del tiempo
para poder volver atrás y borrar la historia de ambos, forjando otra forma de
encontrarnos. 44
—Eso solo hace que te respete aún más —le digo, haciéndole saber que no voy
a entrometerme. Si quiere hablar de ello, sabe que siempre estoy aquí para
escuchar—. Y coincide bastante con lo que yo siento. —Si no estuviera enprisiónado
aquí, estoy seguro de que lo habría dejado hace mucho tiempo, y a pesar de lo
jodidamente cachondo que estoy, todo el maldito tiempo, no tengo ningún interés en
un momento precipitado y fugaz con la amenaza de ser descubiertos cerniéndose
sobre nosotros.
El año pasado estuve a punto de ceder, cuando una estudiante en prácticas que
trabajaba con el doctor Blaufeld se me insinuó después de una sesión, sugiriendo que
nos desviáramos hacia la lavandería de vuelta a las celdas. Solo la rechacé porque me
temo que una vez que le tome el gusto al sexo no podré parar, y prefiero atragantarme
con mi propia polla que follar con alguna de las chicas de aquí.
Al menos, así es como me sentía yo.
Con Zeta aquí ahora, es completamente diferente.
Ahora quiero tener sexo. Con ella. Pero todavía no lo haré.
Porque si alguna vez tengo la suerte de compartir esa experiencia con ella,
seguro que no será un polvo sudoroso y apresurado a espaldas de los guardias.
No, si alguna vez se nos ocurre eso, será fuera de este lugar.
Algún lugar increíble para poder darnos a los dos un recuerdo que podamos
atesorar para siempre.
6
Zeta
M
e doy la vuelta en la cama, con el cuerpo cubierto de una ligera capa
de sudor, la camiseta y los pantalones cortos pegados a la piel como
un adhesivo. Una sensación de cosquilleo me roza la pierna y mi
cuerpo sufre espasmos que casi me sacan del sueño. Entierro la cabeza en la
almohada, con los párpados pesados por el cansancio. La sensación en mi pierna se
intensifica, subiendo cada vez más, y una presión familiar se instala en mi pecho. La
adrenalina recorre mi cuerpo y mi respiración se vuelve agitada. Detrás de mis ojos
cerrados, me estoy adaptando lentamente a la realidad. La presión en mi pierna se
solidifica cuando llega a mi muslo, y me paralizo mientras el miedo me recorre la
columna vertebral. Mi corazón late detrás de mi pecho, y entonces soy consciente del
calor en mi estómago y...
¡¡Ahhh!!
45
Me levanto como un rayo y grito mientras me subo a la cama, apoyando la
espalda en la pared, con la mirada perdida en la habitación.
Lentamente, mi visión se aclara, mi pequeña celda se enfoca y mi pánico
empieza a remitir. Un fuerte sollozo se desprende de mi pecho y se me escapa un
grito ahogado. Las lágrimas corren por mi cara mientras observo las paredes de
bloques grises, el frío suelo de hormigón, el inodoro de acero inoxidable sin asiento
y el pequeño lavabo. El único otro elemento de la habitación es una pequeña mesita
de noche donde guardo mi ropa y los pocos artículos de aseo que me permiten. Está
atornillada al suelo de la habitación sin ventanas. Fijarme en lo que me rodea siempre
me ayuda a tranquilizarme después de una pesadilla. Poco a poco, mi respiración se
recalibra y me quito el cabello de la cara. El sudor brilla en mi piel mientras me pongo
de pie con las piernas tambaleantes.
Solo fue una pesadilla, me digo a mí misma una y otra vez, mientras me quito la
ropa húmeda, salpicando agua sobre mi piel acalorada. Me vuelvo a poner el
sujetador y la ropa interior de repuesto (la única ropa de repuesto que tengo) y me
meto de nuevo bajo las sábanas, temblando a pesar de la humedad de la habitación.
Las pesadillas han sido frecuentes y brutales desde que todo se vino abajo,
pero no he tenido ninguna desde hace una semana, y creía que las estaba superando,
pero supongo que me equivoqué. Esta ha sido la peor de todas. Apretando los ojos
cerrados, veo inmediatamente su cara. Vuelvo a gritar, sollozos fuertes y angustiosos
que nacen directamente de mi alma. Abriendo los ojos, me acurruco en posición fetal
mientras se me escapan más lágrimas.
—¡Cállate, puta! —grita Camila, golpeando la pared desde la celda que
comparte con Sofía—. Algunas intentamos dormir.
La bloqueo, obligando a mis ojos a permanecer abiertos mientras evito
conscientemente el sueño. Aunque sospecho que la Dra. Reynolds me interrogará
sobre ello en mi sesión de terapia más tarde, prefiero soportar sus preguntas
indiscretas antes que otra de esas pesadillas.
Apenas puedo mantener los ojos abiertos durante el desayuno y tengo la boca
abierta en un bostezo perpetuo.
—Tienes una pinta de mierda —dice Luc, dejándose caer en la silla a mi lado.
Ryder golpea su nuca.
—Hay formas mucho más agradables de decir eso.
—¿Como qué? —pregunta sobre un bocado de huevos revueltos gomosos, con
cara de perplejidad.
Ryder se inclina sobre la mesa, luchando contra una sonrisa.
—Hoy te ves cansada, Zeta. ¿Tuviste problemas para dormir?
Me río a carcajadas, sin poder evitarlo, y sonríe, ofreciéndome un guiño
descarado antes de meterse un tenedor lleno de huevos en su preciosa boca.
—Sin duda tenías razón, Luc —digo, sonriendo a mi único otro amigo—. Ryder
tiene posibilidades. 46
—Aparte de las bromas —dice Ryder, una fracción de segundo después—,
¿estás bien? —Su cara rezuma preocupación, y el calor inunda mi cavidad torácica.
Hacía tanto tiempo que nadie se preocupaba por mí que había olvidado lo increíble
que se siente al saber que no estás sola.
Quiero decírselo, pero no aquí. No delante de Luc y al alcance de la cafetería.
—Estoy bien. Gracias por preguntar. —Lo inmovilizo con una mirada y asiente,
dejándolo ir al instante. Es tan extraño lo compenetrados que estamos el uno con el
otro. Me asusta constantemente, pero en el buen sentido.
—Entonces, ¿qué pasa? —me pregunta Ryder cuando estamos en la biblioteca
un par de horas después. Este se ha convertido en nuestro lugar. Tenemos una media
hora asignada en la biblioteca todos los días, durante el horario escolar, y la mayoría
de nuestros compañeros se dedican a lo suyo y nos dejan prácticamente en la
intimidad. A veces, un par de los otros chicos merodean para leer, pero apenas nos
prestan atención. Ryder y yo hemos tenido algunas de nuestras mejores charlas en
esta sala.
—No es para tanto —digo, tratando de restarle importancia—. Es que tengo
pesadillas, y anoche fue una especialmente mala. No pude volver a dormir.
—¿Son pesadillas aleatorias o las mismas recurrentes? —Me toma de la mano
y nos dirige hacia los pequeños pupitres del fondo de la sala.
No creo que se haya dado cuenta, pero últimamente me toma mucho de la
mano. No es que me queje. Me encanta la sensación de su mano grande engullendo
la mía más pequeña, y nunca deja de provocar una ráfaga de mariposas en mi pecho.
—Pesadillas recurrentes —admito, hundiéndome en la silla con un audible
suspiro. Me desplomo sobre el escritorio, apoyando la cabeza en los brazos
extendidos.
—¿Relacionado con acontecimientos anteriores de tu vida? —pregunta en voz
baja, inclinándose hacia mí y manteniendo la voz baja. Asiento lentamente con la
cabeza. El silencio nos envuelve durante unos instantes—. Yo también tengo ese tipo
de pesadillas —susurra.
Me sorprende que lo haya admitido, porque es notoriamente reservado cada
vez que sale algo de nuestro pasado en la conversación. No voy a mentir y decir que
no tengo curiosidad por su pasado. Específicamente, lo que lo trajo aquí. Pero respeta
mi privacidad, así que quiero mostrarle el mismo respeto. Además, hay una
pequeñísima parte de mí que se preocupa de que piense diferente de él una vez que
lo sepa. Lo cual es una estupidez, porque lo que haya hecho es el pasado, y todos
cometemos errores. Sé que es un tipo decente, y eso es lo único que importa. No he
tenido un amigo de verdad desde el jardín de infantes, la condición de mamá y el
trabajo de mi padrastro se encargaron de ello, y estoy disfrutando demasiado de la
amistad de Ryder como para arriesgarla indagando en su pasado. Así que dejo que
las preguntas duerman, diciéndome a mí misma que no tiene importancia.
47
—¿Cómo las manejas? —Ahogo otro bostezo.
—Elaboré algunas estrategias con el Dr. Blaufeld. Una vez que tengo una rutina,
y me siento más en control de las cosas, mi mente está menos preocupada. —Mira al
techo y su pecho se agita, casi dolorosamente. Cuando baja la cabeza y fija su mirada
en mí unos minutos después, su tormento queda al descubierto. Su disposición a
exponer su vulnerabilidad ante mí solo hace que lo aprecie más. Confía en mí de una
forma que no confía en nadie más. Ni siquiera en Luc, y esos dos son cercanos. Pero
lo que compartimos va más allá de eso.
—Pero en realidad no hay nada que pueda hacer para detenerlas del todo —
añade en voz baja—. Solo es manejar el resultado de una manera más controlada. —
Apoya su cabeza en los brazos, reflejando mi posición, y nuestros rostros están tan
cerca que casi se tocan. Nos miramos fijamente con tantas cosas sin decir, pero a
veces, las palabras son redundantes, y hay más significado en la comprensión sin que
se verbalice nada. En este momento, su dolor es mi dolor y viceversa. No necesitamos
articularlo. Esa verdad resuena entre nosotros como si hubiéramos pronunciado las
palabras en voz alta.
Puedo decir honestamente que nunca me he sentido más conectada con otra
alma viviente que con Ryder en este momento.
Haría cualquier cosa para aliviar su dolor, y sé, sin duda, que él haría lo mismo
por mí.
Mis ojos se desvían hacia sus labios y mi ritmo cardíaco se acelera. Me
pregunto qué haría si me inclinara y lo besara. ¿Me devolvería el beso o me
rechazaría? A veces, creo que Ryder comparte el mismo deseo intenso que yo, un
deseo de llevarnos más allá del ámbito de la amistad a algo más. Otras veces, parece
tan despreocupado que estoy segura de que solo me ve como una buena amiga. Y,
seamos sinceros, en un lugar como este, es fácil aferrarse a alguien, hacer cualquier
cosa que haga que se sienta como una experiencia menos solitaria, y es fácil
convertirlo en algo que no es.
—Zeta —su susurro me saca de mis pensamientos. Me doy cuenta de que he
estado perdida en mis pensamientos, solo mirando su boca. Gracias a Dios, no soy de
las que se sonrojan, o mi cara estaría probablemente escarlata ahora mismo.
—¿Qué? —Mi voz suena ronca, como si hubiera desarrollado un dolor de
garganta instantáneo.
—¿Te han besado alguna vez?
Parpadeo profusamente y mis labios se estiran en una suave sonrisa.
—Tengo diecisiete años, no siete, Ryder. Por supuesto, me han besado.
Su ceño se frunce, sus ojos se arrugan en las esquinas.
—Te refieres a dieciséis años, ¿verdad?
Niego.
—No, quiero decir diecisiete. La semana pasada fue mi cumpleaños. 48
—¿Qué? —Levanta la cabeza de golpe, sentándose en la silla—. ¿Por qué
demonios no dijiste nada? —Parece profundamente infeliz.
Me encojo de hombros, enderezándome también.
—¿Qué sentido tiene? No es como si pudieras hacerme un pastel de
cumpleaños o llevarme a celebrar.
—Tu cumpleaños es definitivamente algo para celebrar, y yo... tengo un regalo
para ti —admite tímidamente mientras su tímido alter ego hace una reaparición.
Inclino la cabeza hacia un lado.
—¿Sí? ¿Qué?
Sus ojos brillan y me complace ver cómo se le dibuja una sonrisa en la boca.
—Te lo enseñaré más tarde, cuando termines tu sesión. Volverás a tu hora
habitual, ¿verdad?
—Por supuesto. —Ryder es riguroso con el tiempo y la rutina, cualquier cosa
que se salga de lo normal lo desconcierta, me he dado cuenta—. ¿A qué otro lugar
podría ir? —lo tranquilizo.
—¿De qué se trató la pesadilla esta vez? —me pregunta la doctora Reynolds
durante nuestra sesión de terapia programada. Juraría que fue una espía o una
interrogadora en una vida anterior. Su capacidad de manipularme para que le cuente
cosas que no tenía intención ni deseo de revelar es enormemente impresionante,
aunque me preocupa enormemente.
Una parte de mí quiere decirle la verdad con la esperanza de que tenga alguna
idea sobre mis opciones, pero hay una parte más grande de mí que todavía tiene
demasiado miedo de abrirse. Con sus locas habilidades manipuladoras, creo que es
solo cuestión de tiempo que ocurra lo inevitable.
—Fue el mismo —miento—. Sobre esa noche.
—Háblame de nuevo.
—No quiero. Solo me pone de mal humor.
—Tienes que hablar de ello. No va a desaparecer hasta que proceses todos tus
sentimientos relacionados con tu madre y esa noche. —Se pone de pie, rodeando el
escritorio y cerniéndose sobre mí—. Sé que no es fácil revivir estas cosas, pero no
puedes centrarte en el futuro hasta que no hayas lidiado con el pasado.
El dolor me apuñala en el pecho.
—Duele demasiado revivirlo, y realmente no veo cómo va a ayudar. No es
como si pudiera cambiar lo que pasó.
La expresión de su rostro se suaviza y se acerca a paso lento, tomando por el 49
camino una caja de Kleenex de su escritorio.
—Por favor, siéntate conmigo. —Hace un gesto hacia el sofá apoyado en la
pared.
Sentada en el borde del sofá, se pasa una mano por la falda lápiz negra, hecha
a medida, antes de tocar el espacio vacío a su lado. Me siento, manteniendo una
distancia razonable entre nosotras.
—Voy a ser directa, porque necesitas escuchar esto. Vienes aquí, Zeta, y haces
un papel. Esta es nuestra quinta sesión juntas, y no tengo conocimiento de quién eres.
No puedo ayudarte si no te abres. Cualquier cosa que discutamos en esta sala es
confidencial, y puedes confiarme cualquier cosa.
—La confianza hay que ganársela. No es algo que se pueda dar gratuitamente.
—¿Te he dado alguna razón para dudar de mí? —Espera mi respuesta, pero no
digo nada. El hecho es que no ha sido más que agradable conmigo. La razón por la
que esto no está funcionando es por mi culpa. Suspira—. Estoy de tu lado. Solo quiero
ayudar.
—No puedo hablar de esa noche. Todavía no. Por favor, no me obligues a
hacerlo. —Atraigo las rodillas hacia el pecho, rodeando mi cuerpo con los brazos para
evitar los escalofríos que me recorren.
—Nunca te obligaría a hacer nada que no quisieras. —Su expresión seria
contribuye a tranquilizarme—. Hablemos un poco más de tu relación con tu madre.
La última vez me contaste lo triste que se puso tras la muerte de tu padre y cómo
cambió todo entonces. ¿Te sientes cómoda compartiendo lo que pasó después de
eso?
Me humedezco los labios secos, asintiendo.
—Tenía seis años cuando mataron a mi padre en Afganistán. Recuerdo que me
sentía muy triste y quería que mi madre me consolara, pero ella se quedaba sentada
en pijama todo el día, llorando. Luego tuvimos que mudarnos y nos trasladamos a una
nueva ciudad donde no conocíamos a nadie. Estaba muy disgustada porque me alejó
de todos mis amigos. Empecé en un nuevo colegio, y lo odiaba porque los niños
habían crecido todos juntos y yo era la forastera. Se burlaban de mí porque mi madre
se presentaba en la puerta del colegio en zapatillas y pijama, normalmente borracha
y balbuceando cosas que nadie quería escuchar. Nadie quería jugar conmigo y me
condenaban al ostracismo. Solía llorar hasta quedarme dormida cada noche, rezando
para que me oyera y viniera a consolarme. Pero nunca lo hizo. También podría haber
sido invisible.
—¿Cómo te hizo sentir eso?
Me encojo de hombros, frunciendo brevemente los labios. —Perdida.
Asustada. Solitaria. Necesitada. Sin amor. —Las palabras se deslizan por mi lengua
sin vacilar, porque ese dolor me acompaña siempre. Un dolor punzante me oprime el
pecho. Puede que solo tuviera seis o siete años, pero los sentimientos fueron tan
intensos que no me cuesta recordarlos de nuevo.
50
—¿Cambiaron las cosas cuando conoció a tu padrastro?
Todos los huesos de mi cuerpo se vuelven rígidos. La bilis inunda mi boca y mi
estómago se revuelve violentamente. —Sí, pero no en el buen sentido.
Sus ojos penetran en los míos y me sostiene la mirada mientras formula su
siguiente pregunta. —¿En qué sentido cambiaron las cosas después de que él entrara
en tu vida?
Respiro con fuerza, componiendo cuidadosamente mis palabras. Sería muy
fácil soltarlo todo, pero tengo que ser prudente hasta que sepa que puedo confiar
plenamente en ella. —Era muy controlador, y mamá lo dejaba salirse con la suya. Por
supuesto, no era así al principio. Salieron, y él la sedujo adecuadamente. Al principio,
las cosas iban mejorando. Ella no bebía tanto durante el día, y dejó de salir en ropa
de dormir. Se esforzaba por ducharse y estar presentable, empezó a prestar más
atención a la casa y a mí. Pero luego nos mudamos con él y, poco a poco, empezó a
cambiar de nuevo.
—¿Cuántos años tenías entonces?
—Acababa de cumplir once años. —Recojo un hilo suelto en el dobladillo de
mi polo, luchando contra la oleada de recuerdos desagradables.
—¿Es tu padrastro la razón por la que tu madre se dedicó a la prostitución?
El sórdido estilo de vida de mi madre había tenido mucho protagonismo
durante la vista judicial, así que es consciente de que mamá vendió su cuerpo por
dinero. Tragando sobre el doloroso nudo en la garganta, asiento.
—¿Cuándo te diste cuenta de que se acostaba con otros hombres por dinero?
—Cuando los niños del colegio empezaron a burlarse de mí por ello. A menudo
llegaba a casa de la escuela y me encontraba con hombres extraños saliendo de la
casa, y cuando le preguntaba, decía que eran amigos del imbécil de mi padrastro.
Pero cuando crecí, me di cuenta de que eran hombres que le pagaban por sexo.
—¿Cómo te hizo sentir eso?
—Avergonzada y confundida. Intenté hablar con ella sobre el tema y se portó
fatal conmigo. Me dijo que era una niña ingenua que no entendía. Después de eso, no
trató de ocultar lo que hacía, y cada vez más hombres rondaban por la casa. Vi cosas
que nunca quise ver. Y no era sólo sexo. Todos abusaban de las drogas y el alcohol,
nuestra casa se hizo conocida por las fiestas salvajes y las orgías furiosas.
—¿Cómo te afectó eso en la escuela?
Aprieto los ojos, intentando ignorar los recuerdos que inundan mi mente.
Aprieto los puños hasta convertirlos en pelotas cuando encuentro el valor para volver
a abrir los ojos y seguir descargando. —Los chicos me hacían proposiciones
constantemente. Parecían creer que era aceptable agarrarme y meterme mano, y
siempre me defendía de ellos. Pero las chicas eran las peores. No les gustaba la
atención que recibía, me intimidaban y me molestaban todo el tiempo. Estaba 51
constantemente en el despacho de la directora por pelearme, aunque nunca empecé
una sola pelea. Siempre fue en defensa propia.
—¿Por qué no le dijiste a nadie lo que estaba pasando?
—Lo hice. Se lo dije a la directora, ¿y sabes lo que hizo? —Me reí—. Llamó a mi
madre y a mi padrastro para una reunión y me obligó a contarles todo lo que le había
dicho. Ellos lo refutaron todo, por supuesto, y le contaron un montón de mentiras
sobre mi comportamiento revoltoso y sobre cómo se esforzaban por domar mis
maneras salvajes.
La ira se revuelve en mis entrañas. —La directora se lo tragó todo y me dijo que
no volviera a pasar su puerta con mentiras tan atroces. No parecía importar que fuera
la mejor de todas mis clases, que no me tirara a ningún chico y que nunca iniciara
ninguna pelea. —Mi aliento rezuma en chorros dolorosos mientras la ira renovada
alimenta la sangre que fluye por mis venas. El sistema me ha fallado constantemente,
así que ¿es de extrañar que mintiera bajo juramento? Nunca me habrían creído
aunque hubiera dicho la verdad.
La ira subraya mis palabras cuando le cuento cómo fue. —La directora tenía
claro que yo era la problemática, y nada de lo que le dije la hizo cambiar de opinión.
Mamá se puso furiosa conmigo y me encerró en casa durante unos días, obligándome
a dormir en el cobertizo del jardín. Después de eso, renuncié a los adultos. ¿De qué
servía decir la verdad si nadie me creía?
7
Ryder
Z
eta está inusualmente callada cuando se reúne conmigo después de su
sesión de terapia. Supongo que ha sido una sesión agotadora, y me
identifico con ella. He pasado cientos de horas en terapia, y abrir viejas
heridas que siguen supurando nunca es fácil.
El doctor Blaufeld es consciente de mi verdadera historia y ha intentado
diligentemente ayudarme a dejar atrás mi autodesprecio y mi ira, pero es una tarea
imposible. No veo cómo podré perdonarme por lo que orquesté. Y no creo que
merezca ser perdonado. Ese es el quid de la cuestión y la principal discusión entre el
buen doctor y yo. Me dice que tengo que perdonarme para poder amarme y que si
no puedo amarme a mí mismo, nunca podré amar a otra persona.
Pero no lo entiende.
No me merezco nada de eso. 52
No soy digno de amor, y no debería estar alentando esta supuesta amistad con
Zeta, porque estamos patinando sobre hielo fino, y ambos sabemos que es mucho más
que eso, y ella se merece algo mucho mejor que yo.
La miro y está claro que está a un millón de kilómetros de distancia. Sus mejillas
están sonrojadas, sus ojos distantes, y es obvio que no está realmente presente. Mi
deseo de borrar su tristeza y eliminar su dolor es la principal razón por la que me
aferro a mi plan, a pesar del deseo contrario que me dice que debería dejarla ir y
terminar con esto antes de que ambos salgamos heridos.
Le acaricio suavemente un lado de la cara y la obligo a mirarme. Su piel es tan
suave y tersa bajo mi contacto que me cuesta apartar la mano, pero lo hago, porque
a ella no le gusta que la toquen, y estoy cruzando demasiados límites con la frecuencia
con que la toco últimamente. —¿Quieres hablar de ello o quieres que te ayude a
olvidarlo?
Tiene la expresión más triste en su rostro, y nunca he querido más estrecharla
entre mis brazos y consolarla tanto como ahora. —¿Me ayudas a olvidar? —susurra,
acercándose un poco más a mi lado.
A pesar de mi buen juicio, me inclino y le doy un suave beso en la parte
superior de la cabeza. Su cabello huele como el champú habitual, pero en ella, el
enfermizo aroma a fresa resulta agradable, no nauseabundo. No me aparta y sigo
apoyando la barbilla en su cabeza, con ella apretada a mi lado, disfrutando del
estrecho contacto humano, hasta que noto que López y Torres nos miran. De mala
gana, me alejo, deslizo la guitarra por encima del hombro y empiezo a tocar las
cuerdas, calentando.
—Escribí esto para ti —le digo en voz baja—. Feliz cumpleaños, Zeta.
Mantengo mis ojos clavados en los suyos mientras le pongo la canción. No le
canto, salvo en mi cabeza, porque la letra es demasiado personal y delataría mis
sentimientos. Además, si empiezo a cantar, atraeré la atención de la sala, y no quiero
que nadie más que ella lo escuche. A estas alturas, todo el mundo está acostumbrado
a que me siente en el rincón más alejado, rasgueando, y la mayoría ha aprendido a
ignorarme. Young se une a nosotros con regularidad, y un par de los otros chicos a
veces se juntan con nosotros, pero la mayor parte de las veces nos dejan solos, lo que
me viene muy bien.
Pongo mi corazón y mi alma en la música, tarareando suavemente, sin dejar de
mirarla. En su rostro revolotean muchas emociones mientras escucha
obedientemente. Sus ojos parecen más soleados y mi corazón se eleva a medida que
su estado de ánimo mejora. Tengo toda su atención y es un momento enormemente
privado a pesar de nuestro entorno. Me mira profundamente a los ojos y me ahogo en
la exquisita profundidad de sus hermosos ojos marrones, ese tono ámbar-rojizo que
resplandece mientras nos refugiamos en una burbuja solitaria en la que no existe
nada ni nadie más.
Imagino que estamos sentados con las piernas cruzadas en una playa vacía
mientras toco. Las olas golpean la orilla detrás de nosotros y el sonido es el
53
acompañamiento perfecto para mi guitarra. Lleva un vestido blanco informal que se
agita con la suave brisa. No lleva maquillaje y su cabello está largo y suelto, como
ahora, ondeando suavemente sobre su exuberante rostro. El sol se refleja en su
rostro, resaltando su belleza natural, y yo canto a pleno pulmón, sin preocuparme, en
ese entorno imaginario, de que nadie más la oiga. Cuando termino, se lanza por mí,
me rodea el cuello con los brazos y acerca sus labios a los míos. Su boca es suave y
cálida contra la mía y enrosco los dedos en su cabello, acercando aún más su cara,
desesperado por estar lo más cerca posible de ella.
—Es hermoso. —La voz asombrada de Zeta me saca a patadas y a gritos de mi
ensoñación. La decepción me golpea y podría llorar por la pérdida de ese beso
imaginario.
Carajo. Estoy mal.
Componiendo rápidamente mis facciones, antes de que adivine a dónde se me
ha ido la cabeza y huya gritando del tipo loco que sueña con darle una serenata en la
playa, pongo los brazos encima de mi Fender y sonrío. —¿Te gustó de verdad?
—¿Gustarme? —Sus cejas suben hasta la línea del cabello—. Me ha encantado.
No puedo creer que hayas escrito eso para mí. Muchas gracias. Es el mejor regalo de
cumpleaños que me han hecho.
—Aunque eso me hace increíblemente feliz, espero seriamente que no sea
cierto.
Una mirada de dolor desgarrador recorre su rostro y sé que está diciendo la
verdad. Diablos. Odio que sus buenos momentos parezcan tan escasos como los míos.
—Tengo otro regalo para ti —digo, improvisando. Solo quiero devolverle la sonrisa.
—¿Lo tienes?
Retiro mi guitarra, la apoyo con cuidado junto a la pared y abro los brazos
tímidamente. El corazón me da un vuelco en el pecho y el estómago se me revuelve
de los nervios. La expresión de su cara no tiene precio. Parece medio hipnotizada,
medio aterrorizada, y me siento identificado. —Todo el mundo se merece un abrazo
en su cumpleaños. Ven aquí. —Me mira ansiosa, mordiéndose el labio inferior de
forma totalmente sexy—. No muerdo, Zeta. Es un abrazo. Eso es todo.
Su pecho se infla, y una sonrisa exuberante se dibuja en sus labios mientras se
acerca, recostando suavemente su cabeza en mi pecho. Mis brazos la rodean como si
fuera lo más natural del mundo. Cuando sus manos se deslizan alrededor de mi
cintura, rodeando mi espalda, un pequeño suspiro de satisfacción se escapa de mi
boca antes de que pueda detenerlo. Apoyo la barbilla sobre su cabeza, saboreando
el calor de su cuerpo contra el mío.
Si hubiera premios para el mejor abrazador, Zeta ganaría, sin duda. Su abrazo
es firme pero tierno, y mientras recorre lentamente su mano por mi columna
vertebral, me dejo caer.
Mi corazón rebota en mi pecho como si bailara un tango. Con su oreja tan cerca,
estoy seguro de que es consciente de cada latido hiperactivo, pero no me importa. 54
Por fin está entre mis brazos, y es todo lo que había soñado.
—Aw, no es esto lindo. —El comentario burlón de Valeria me hace volver a la
tierra con dureza. López, Torres, Sam, Camila y Sofía están de pie junto a nosotros, y
odio este maldito lugar y la completa falta de privacidad. Zeta se aparta lentamente
de mí, y me dan ganas de estrellar mi puño contra la cara de López y borrarle esa
mirada engreída y condescendiente. Zeta se pone de pie y la sigo—. Amor de
cachorro en su máxima expresión —añade Valeria en tono despectivo.
—¿No tienes lugares en los que estar y gente con la que follar? —replica Zeta.
López se ríe. —Tienes rabia en las entrañas, muñeca.
—No. Me. Llames así. —Zeta lo fulmina con la mirada—. No soy tu bebé, ni tu
muñeca, ni tu nada.
Sus ojos se mueven lentamente por su cuerpo y mis manos se hacen puños a
los lados. Me invade una oleada de ira que me resulta familiar, y sé que no podré
contenerla si ese imbécil sigue mirando lascivamente a mi chica.
—¿Qué tal si tú y yo llevamos esto a otro lugar, te daré un regalo de cumpleaños
que nunca olvidarás? —Empujando sus caderas hacia delante, López se agarra la
entrepierna, asegurándose de que la oferta sea clara como el agua. Zeta me mira, y
le digo con la mirada que no fui yo. Nunca le diría nada a ese imbécil sobre ella.
—¿Estás hablando jodidamente en serio en este momento? —Valeria echa
humo, golpeando sus manos en el pecho de López.
—Piérdete, V —dice López, sin apartar los ojos de Zeta—. Nunca te prometí
exclusividad.
En los ojos de Valeria brilla un destello de astucia cuando se da la vuelta, de
cara a mí. Antes de que tenga la oportunidad de pensar en su próximo movimiento,
está encima de mí, con su fea boca pegada a la mía mientras me aprieta las tetas en
el pecho.
La empujo al mismo tiempo que Zeta la agarra de la espalda de su polo. Al
perder el equilibrio, Valeria agita los brazos y cae hacia atrás, llevándose a Zeta con
ella. La cabeza de Zeta se estrella contra el suelo con un ruido sordo al caer primero
con Valeria desparramada sobre ella.
El horror me invade como un balde de agua fría. —¡Levántate, carajo! —rujo,
agarrando a Valeria por las muñecas y alejándola de Zeta. Caigo de rodillas junto a
ella, pero está inconsciente, y una mano helada me aprieta el corazón—. Zeta. —
Pongo mis manos en sus mejillas, inclinándome cerca de su oído—. Zeta, cariño,
¿puedes oírme?
López se agacha sobre ella desde atrás. —Mierda, amigo, ¿está bien?
—¡Qué carajo parece! —grito—. Todo esto es tu maldita culpa. ¡Déjala en paz
de una puta vez!
—Apártense. —La voz de Powell es imponente, y la multitud reunida se separa,
dejándola pasar a ella y a Price. Powell se arrodilla a mi lado, presionando su dedo
en el cuello de Zeta antes de colocar su palma sobre su frente—. Llama a Carina. Dile 55
que traiga su botiquín de primeros auxilios —le indica a Price. Se marcha con la boca
pegada a su walkie-talkie, y unos minutos después, la enfermera entra corriendo en
la habitación.
—Necesito un poco de espacio —dice, mirándome fijamente. Price y Watson
ya han desalojado la sala, escoltando a todos los demás de vuelta a las celdas, donde
están encerrados, pero le rogué a Powell que me dejara quedarme y,
sorprendentemente, ninguno discutió conmigo.
—Ryder. Deja que Carina la revise. —Powell me pone de pie, empujándome
un poco hacia atrás mientras veo a la enfermera comprobar las constantes vitales de
Zeta.
—Puede tener una conmoción cerebral. Me gustaría mantenerla en la
enfermería durante la noche para poder vigilarla.
—¿Deberíamos llamar a una ambulancia? —pregunta Powell, haciendo que
fragmentos de terror se desborden en mi interior.
Carina niega con la cabeza. —No creo que sea necesario, pero si algo cambia,
te lo haré saber.
Me veo obligado a ver cómo los guardias deslizan a Zeta en una camilla y la
sacan de la sala. Le rogué a Powell que me dejara sentarme con ella, pero no puede
saltarse las reglas por mí. Insiste en que debo volver a mi celda, pero promete pasar
más tarde para informarme sobre el estado de Zeta.
Ha caído la noche y aún no hay noticias. Me estoy volviendo loco de
preocupación. Agarrándome los mechones de cabello, camino de un lado a otro de
la pequeña celda, agradeciendo que no estemos a plena capacidad y que tenga mi
propio espacio. He tenido que compartir una celda innumerables veces en el pasado,
y no siempre es una experiencia agradable. A veces, tener compañía es agradable,
siempre que el tipo no sea un completo imbécil, pero otras veces, como ahora, me
alegro de que no haya nadie más en esta habitación para presenciar mi
desmoronamiento.
Todo esto es culpa mía. Todo lo que hago es herir a la gente. Si Zeta no fuera
mi mejor amiga, y la chica por la que estoy loco, el interés de López por ella ya se
habría desvanecido. Pero él sigue molestándola para meterse en mi cabeza. Lo que
pasó esta noche nunca habría sucedido si Zeta se hubiera mezclado en las sombras
como había planeado todo el tiempo.
La imagen de ella tumbada en el suelo, con la cara pálida, los ojos cerrados y
el cuerpo inmóvil, se repite en mi cabeza, alimentando mi odio a mí mismo, mi ira y
mi frustración.
Me abalanzo sobre la pared de hormigón, con la necesidad de sentir dolor
físico, agradeciendo el dolor crudo y palpitante mientras golpeo con los puños,
desgarrando mis nudillos y haciendo sangrar la piel. Golpeo la pared, imaginando
que es la cara de López, hasta que me quedo sin aliento y agotado, con los miembros
exhaustos, el cuerpo sudoroso y sin fuerzas mientras caigo al suelo, consumido por
un manto de remordimientos. 56
Y, mientras grito en sueños, asaltado por imágenes que he logrado evitar estas
últimas semanas, sé que este es mi castigo por atreverme a tener esperanza.
8
Zeta
M
e sigue doliendo la cabeza y tengo un bulto evidente en la parte
posterior del cráneo, pero tengo suerte de que sólo sea una
conmoción cerebral leve y no algo peor. Supongo que debería
agradecer que tengo la cabeza dura. Carina, la enfermera, llamó a un médico del
centro para asegurarse de que no necesitaba hospitalización. Me recetó fuertes
medicamentos para el dolor y dos días de reposo en cama, así que hoy es el primer
día que vuelvo a la rutina normal.
Estoy bastante acostumbrada a mi propia compañía, y he pasado la mayor
parte del tiempo durmiendo o leyendo en la cama, pero tengo poco concepto del
tiempo aquí, y los dos días me han parecido más bien dos semanas. He echado mucho
de menos a Ryder, y tengo muchas ganas de verlo mientras me dirijo a nuestra mesa
habitual en la cafetería.
57
Soy la primera en llegar, así que me dejo caer en una silla, agachando la cabeza
mientras desayuno. —¡Estás viva! —bromea Luc, acercando la silla que tengo
enfrente y sentándose—. ¿Te encuentras bien? —añade con más solemnidad.
—Tengo un dolor de cabeza mortal, pero por lo demás estoy bien. —Miro hacia
el mostrador y por encima de mi hombro. —¿Dónde está Ryder?
La nuez de Adán de Luc se balancea en su garganta y se retuerce en su asiento.
—Él, ah, no se estará sentando con nosotros hoy.
Un mal presentimiento me invade y mi estómago se hunde hasta los pies. ¿Por
qué no? ¿Está enojado porque intenté quitarle a Valeria de encima? Estoy bastante
segura de que no le gustó que lo besara, aunque en ese momento reaccioné por
instinto, con la rabia como incentivo. La imagen de ella besándolo me hacía hervir la
sangre, y tampoco me gustaba pensar que se aprovechara de él de esa manera. ¿Pero
tal vez lo leí mal? No. No, no lo leí mal. Sé que a Ryder no le gusta y que nunca la
besaría voluntariamente.
—Porque es un idiota —responde Luc, lanzándome una sonrisa comprensiva.
Justo en ese momento, veo la desordenada cabeza rubia de Ryder al otro lado
de la habitación. Mi apetito se desvanece mientras el dolor y la rabia me acribillan
por dentro. Está de vuelta en la mesa con López, Valeria y su pandilla, con aspecto de
no haberse ido nunca. —¿Los eligió a ellos antes que a mí? —Soy incapaz de evitar la
nota de traición en mi voz.
—Cree que te está protegiendo al mantenerse alejado. Como dije, es un idiota.
—Luc se acerca a la mesa y me aprieta la mano.
—No entiendo.
—Yo tampoco, Zeta. Ryder es profundo, ¿sabes? —Su nariz se frunce—. Y eso
es todo lo que me dijo.
—¿Por qué estás aquí? —pregunto, mi tono es más duro de lo que debería. No
es con Luc con quien estoy enfadada. Sólo es el que está atrapado en la línea de fuego.
—Porque soy tu amigo.
—Eres su amigo, y deberías ir a sentarte con él. No te necesito. Y no lo necesito
a él —siseo, clavando mis ojos en los suyos, tristes. No lo digo en serio, pero es la
rabia la que habla, y alejarlo antes de que decida marcharse le dolerá menos al final.
Fui una tonta al pensar que las cosas serían diferentes aquí. Una vez solitaria,
siempre solitaria. Sé cómo lidiar con eso porque he tenido mucha práctica.
¿Pero esto?
Este rechazo frío y cruel es algo con lo que no estoy preparada para lidiar,
especialmente con el dolor que me golpea el cráneo.
—No voy a ir a ninguna parte —proclama obstinadamente Luc, agarrando su
tenedor de plástico y clavándome una mirada decidida—. No me importa si lo quieres
o no. Me quedo aquí.
58
En el transcurso de la semana siguiente, Luc es como un cachorrito fiel, y lo
quiero y lo odio por ello. No quiero que se pelee con Ryder por mi culpa, pero eso es
exactamente lo que ocurrió. Después de que se me pasara el enfado inicial, intenté
hablar con Ryder al día siguiente, pero me apartó, diciéndome que no quería seguir
saliendo conmigo. Luc se puso furioso con él y casi llegaron a las manos.
Ahora desearía no haberme hecho nunca amiga de Ryder, porque tener su
amistad y luego perderla es diez millones de veces peor que no haberla tenido nunca.
Mi vida es gris y monótona sin su presencia más grande que la vida en ella.
El aburrimiento es un verdadero problema, porque tengo mucho tiempo libre
y odio cómo mi mente divaga cuando no estoy ocupada o distraída. He dejado de ir a
la sala común en mi tiempo libre porque me duele demasiado verlo en un rincón solo,
tocando su guitarra e ignorando a propósito mi mirada.
Valeria me lanza sonrisas de satisfacción cada vez que puede, y necesito una
enorme fuerza de voluntad para no atacarla en represalia. Pero agacho la cabeza y
me encierro en mí misma, como debería haber hecho desde el primer día.
Luc sigue sentándose conmigo en la cafetería a pesar del inexistente diálogo
entre nosotros. Admiro su lealtad y me gustaría poder decirle lo mucho que se lo
agradezco, pero solo quiero que arregle las cosas con Ryder y me deje lamerme las
heridas sola.
Siento muchas cosas diferentes y vuelvo a mi forma habitual de desahogo. Las
emociones salen de mí en forma de palabras y garabateo furiosamente letras en mi
cuaderno cada vez que puedo. Siempre ha sido uno de mis mecanismos de
supervivencia. Cada vez que necesitaba alejarme del mundo real, me sumergía en la
música, y escribía canción tras canción, con mi agonía sangrando en las páginas. He
escrito cientos de canciones a lo largo de los años, pero no tengo ni idea de qué pasó
con mis cuadernos. Si siguen en su casa, si se los confiscaron como prueba o si los tiró
junto con el resto de mis cosas. Pero al ritmo que voy, no tardaré en reponerlos.
La canción que Ryder escribió para mí suena en un bucle continuo en mi
cerebro, y ahora le he puesto letra. Por la noche, cuando más lo extraño, me
adormezco con esas palabras resonando en mi subconsciente.
Mis pesadillas vuelven a ser nocturnas y no consigo dormir más de unas horas
antes de despertarme llorando y gritando. Sé que estoy entrando en una espiral de
oscuridad, y no estoy segura de tener la capacidad de luchar contra ella esta vez.
—Pareces agotada —dice la doctora Reynolds cuando entro en la sala para
nuestra sesión semanal.
—Hola a ti también —digo con tono inexpresivo, desplomándome en el sofá
con un suspiro.
—¿Cuánto duermes por la noche? —pregunta, abriendo una carpeta en su
escritorio.
—Alrededor de tres o cuatro horas —admito con sinceridad, demasiado
cansada para mentir.
59
—No puedes funcionar con tan poco sueño, Zeta. Estás muerta de cansancio.
Sé lo que vendrá después y me preparo para ello.
—Y la única manera de controlar tus pesadillas es si hablas de lo que pasó esa
noche.
—No. —Crucé los brazos sobre el pecho, sacando los labios en un mohín.
—¿Qué es lo que te da tanto miedo? —Se inclina hacia adelante sobre sus
codos—. He leído las transcripciones del tribunal. Sé lo que pasó...
—¿Entonces por qué necesitas que lo diga?
—Porque quiero escucharlo de ti. Quiero entender exactamente cómo sucedió.
—Discutía con mi madre porque era una puta que hacía desfilar a una fila de
imbéciles malhablados por nuestra casa cada maldito minuto del día y de la noche, ¡y
estaba tan harta! Sólo quería que se acabara.
—¿Así que la apuñalaste por esa razón? ¿Para hacerla parar?
—¡Sí! —miento, lanzando las manos al aire.
Junta las manos delante de ella. —No te creo. Sé que hay algo más que eso.
—Cree lo que quieras —sollozo, poniéndome de pie—. Ya terminé por hoy.
Quiero volver a mi celda.
Esa noche sollozo contra la almohada, y siento como si hubiera un charco
interminable de lágrimas creciendo dentro de mí que nunca se agotará. Mis
sentimientos con respecto a mamá son muy contradictorios. La odiaba, pero la quería,
y odiaba el quererla.
No siempre fue una mala madre.
Cuando era más joven, cuando mi padre aún vivía, me adoraba y era tan feliz
como deben ser las niñas. Todo cambió después de que papá muriera en combate.
Ahora sé que estaba deprimida y afligida, pero de niña no lo entendía. Lo sentía como
un abandono. Y después de que conoció al imbécil de mi padrastro, cambió por
completo.
Ahora veo que todo es culpa suya.
Se aprovechó de una mujer vulnerable.
La hizo adicta a las drogas y empezó a prostituirla.
Odiaba a mamá por ser tan débil, y nunca tuve una palabra amable para ella,
pero estaba demasiado destrozada para luchar por ella o por mí. Odio que haya
muerto con la idea que pensaba lo peor de ella.
Ya no puedo retirar nada de eso, y ojalá pudiera. Porque merecía mi amor y mi
comprensión. Mi apoyo. Tal vez si me hubiera tomado el tiempo de mirar detrás de 60
mi dolor y mi ira, habría visto la verdad.
Es una víctima tanto como yo.
Y pagó el precio máximo con su vida.
Me desahogué y enfurecí con la persona equivocada.
Mi padrastro es el que se merece toda mi ira. Arruinó la vida de mi madre, y
ahora estoy dejando que arruine la mía.
Quiero hacer esto bien.
Por mamá y por mí.
Pero me aterra pensar que al tratar de arreglar las cosas sólo pueda
empeorarlas mil veces.
9
Ryder
H
a pasado un mes desde la última vez que hablé con Zeta, y parece que
ha sido toda una vida. Decir que la extraño es un maldito eufemismo.
Nunca he conocido una pérdida como ésta. Cada día, estoy tentado de
tirar la cautela al viento. De mandar todo al diablo y pedir su perdón. Pero entonces
me acuerdo de su rostro ceniciento en el suelo, y me acuerdo de por qué estoy
haciendo esto.
Si se asocia conmigo, sólo conseguirá que le hagan daño. De esta manera, no
tendré la oportunidad de arruinar su vida, y puedo mantener tanto a López como a
Valeria lejos de ella. No ha sido fácil, y las mentiras que he dicho se me han atascado
en la garganta mientras las decía, pero si eso la mantiene a salvo, las repetiré tantas
veces como sea necesario.
No quiere decir que no me arrepienta o que desee que las cosas sean 61
diferentes, porque lo hago.
—Todavía no puedo creer que tenga gonorrea —murmura López, con aspecto
desolado, mientras observa a Zeta trotar por el patio.
—Dímelo a mí. Apesta —Estoy de acuerdo, manteniendo la mentira viva.
—Al menos lo descubriste antes de que te contagiara —dice Valeria,
interrumpiendo nuestra conversación—. Y si te sientes solo, cariño, puedo ayudarte
a quitarte el dolor. —Pasa su mano por mi pecho, y vomito un poco en mi boca.
López la fulmina con la mirada, alejándole la mano. —Como el infierno lo harás.
—Le da una palmada en el trasero—. Este culo es mío. —Le agarra la entrepierna—.
Este coño también es mío.
Parece haber olvidado al oficial Watson en su pequeña aclaración. Hizo un trato
con él el año pasado que todavía está en juego. Si Watson deja la lavandería sin cerrar
y distrae a los otros guardias mientras López y Valeria follan allí, entonces recibe un
paseo o una mamada por sus esfuerzos.
Valeria aparta a López de un manotazo. —Tú fuiste quien dijo que no éramos
exclusivos.
López la atrae hacia su pecho. —Eso sólo se aplica a mí. No se te permite follar.
Es un maldito perro, pero tengo que reconocer que sabe cómo manipularla.
Se retuerce contra su pecho, y el vapor sale prácticamente de sus orejas
mientras intenta liberarse de su agarre. —Puto estúpido. Terminé con esto. Terminé
contigo.
—Terminarás cuando yo diga que termines. —Le desabrocha el botón del
pantalón y le mete la mano en las bragas; treinta segundos después, jadea y se
retuerce contra él. Desvío la mirada, no quiero ver cómo le mete los dedos a plena
luz del día.
Tiene suerte de tener a Watson de su lado, o nunca se saldría con la suya con
la mitad de la mierda que hace. Los gemidos y gritos que salen de su boca me
revuelven el estómago, y desearía poder irme. —Y, si quiero follar con otras chicas,
follaré con otras chicas —añade, un par de minutos después, depositando su trasero
en el banco a mi lado mientras Valeria grita en un ataque de rabia.
Su pesada respiración se entrecorta, y está claro que no la dejó terminar como
forma de castigo por atreverse a desafiarlo. Se pone delante de él como una bomba
de relojería a punto de estallar. —Te odio, carajo. Vete a follar a la puta enferma, a
ver si me importa. —Se marcha arrastrando a las otras chicas con ella, mientras López
se ríe.
—Si ya no estás... —Torres no llega a decir más que eso.
—¡No! —gruñe López—. V está fuera de los límites.
—Ah, vamos, hombre. Eso no es justo —interviene Kelly, como el imbécil
descerebrado que es—. Los coños son escasos por aquí. Si no quieres follártela más, 62
al menos deja que uno de nosotros lo haga.
—¿Estás totalmente descerebrado? —se burla López, poniéndose de pie.
Me pongo de pie, dispuesto a intervenir, cuando algún sentido innato arrastra
mi mirada hacia el extremo del patio, justo a tiempo para ver cómo Valeria saca la
pierna y levanta el pie cuando Zeta pasa corriendo. Zeta tropieza, cayendo de cara al
suelo. Ya estoy corriendo antes de que mis piernas hayan registrado el movimiento.
Veo, atónito, cómo Zeta cae de cara al asfalto sin que nada amortigüe su caída.
Powell hace sonar su silbato, y la veo correr hacia Zeta por el rabillo del ojo.
Sin embargo, llego a ella primero. Está acurrucada de lado en el suelo, gimiendo y
meciéndose suavemente mientras acuna su cara entre las manos. La sangre se cuela
por los huecos de sus dedos, lo que hace que mi corazón se tambalee.
—Zeta. —Caigo de rodillas cuando el déjà vu me golpea con fuerza—. Déjame
ver. —Pongo mi mano sobre una de las suyas, desplegando suavemente sus dedos.
—Aléjate de mí —grita.
—Déjame ayudarla, Ryder —exige Powell, agachándose a mi lado.
De mala gana, me hago a un lado. Powell la ayuda a sentarse y mi estómago se
revuelve cuando veo el estado de la cara de Zeta. La sangre brota de su nariz y está
claramente hinchada, incluso podría estar rota. Los cortes y rasguños cubren su
hermoso rostro, y la sangre gotea por su barbilla, empapando su polo blanco.
—Oh, querida. Mira qué desastre has hecho con tu bonita cara —se burla
Valeria.
Estoy en su cara antes de que se dé cuenta. —¡Cierra la boca, perra estúpida!
—¡Ryder! —Powell me envía una mirada de advertencia mientras ayuda a Zeta
a ponerse de pie—. Retírense.
—Fue su culpa. —Clavo el dedo en el pecho de Valeria—. Hizo tropezar
deliberadamente a Zeta.
—Fue un accidente, cara de imbécil —escupe Valeria, manteniendo el engaño.
—No lo hagas peor, chica. —Powell la mira a los ojos—. Vi todo lo que pasó.
Price llega entonces, agarrando el codo de Valeria. —Hora de un pequeño
aislamiento.
Una sonrisa de satisfacción se extiende por su boca. —Valió la pena —se burla
antes de ser llevada.
—Déjame ayudar —digo, devolviendo mi atención a Zeta. Tiene un brazo
colgado de los hombros de Powell y cojea, con una mueca de dolor evidente. Tiene
cortes en las rodillas y en las espinillas, la sangre le corre por las piernas.
—No me toques. —Sus ojos brillan con dolor—. Ya no somos amigos, y no
necesito ni quiero tu ayuda. Ya has hecho más que suficiente.
Me lo merezco. Realmente lo merezco. Pero sigue siendo una mierda. 63
—Mierda, tiene la cara muy estropeada —dice López, apareciendo a mi lado.
—Cierra la boca —dice Luc antes de que tenga la oportunidad—. Todo esto es
culpa tuya por irritar a Valeria.
—¿Qué carajo me dices, muchacho? —López se arremolina contra él, pero
agarro a Young, empujándolo detrás de mí mientras actúo como barrera entre él y el
imbécil. Powell escolta a Zeta a través del patio, y cojea todo el camino.
Miro a López a los ojos, haciendo tiempo extra para intentar contener mi rabia.
—Puede que se haya pasado de la raya, pero no se equivoca. —Rechino los dientes
con fuerza, y mi mandíbula se aprieta dolorosamente—. Valeria se la tiene jurada a
Zeta, y todos sabemos que es porque quieres estar en sus pantalones. Tienes que
arreglar esto.
—¿Cómo carajo es este mi problema?
—Será tu problema si vuelve a acercarse a Zeta porque la próxima vez no me
contendré.
López se apoya en la valla, restregando una mano sobre su mandíbula. —
Conseguiré que sea amable —dice después de unos latidos—. Pero te costará.
—Dime tu precio. Es tuyo.
Una mirada astuta se desliza por sus rasgos. Acercándose a mí, sonríe. —La
Fender, hombre. —Toda la sangre se drena de mi cara—. Dame tu guitarra y te juro
que tu chica no tendrá más problemas con V.
—Ni siquiera sabes tocar —murmuro, con la sangre retumbando en mis oídos.
—Quiero aprender. ¿Qué tan difícil puede ser? Si aprendiste a tocar por ti
mismo, será pan comido —añade con arrogancia.
—Ryder, no. —Luc me tira del codo—. Zeta no querría que hicieras eso.
—Se acabó, Young. —Le quito la mano de encima. Clavando los ojos oscuros
en López, fuerzo mi frustración a un lado mientras entro en negociaciones—. Tanto tú
como Valeria la dejaran en paz. No más miradas lascivas, ni comentarios sórdidos, y
mantendrán las manos quietas. Valeria se abstendrá de mirar siquiera de reojo a Zeta.
Nada de burlas, acoso, ni agresiones físicas. —López asiente, y no me fío de la sonrisa
socarrona que juega en sus labios—. Mientras ella esté aquí dentro. —Apunto al final,
porque no siempre voy a estar cerca.
—Siento que también estaría justificado pedir tu primogénito. —López sonríe—
. ¿Algo más, o tenemos un trato? —Escupe en su mano y me la tiende.
—Valeria deja de coquetear conmigo.
López se ríe pero su mandíbula está tensa mientras asiente.
Me escupo en la palma de la mano y nos damos la mano.
Acabo de hacer un trato con el diablo y tengo la sensación de que va a volver
a morderme el trasero a lo grande.
64
—¿Por qué demonios tiene López tu guitarra? —exige Zeta, al día siguiente, de
pie junto a mí mientras miro la televisión en la sala común, intentando fingir que mi
corazón no se destruye dentro de mi pecho al escuchar a ese imbécil destrozando a
mi bebé mientras intenta tocar.
—No importa eso. ¿Cómo de mal estás? —pregunto.
Me alegré de verla entrar en la escuela esta mañana, agradecido de que no se
hubiera roto ningún hueso en la desagradable caída, pero esa felicidad duró poco
cuando le di un vistazo a su cara. Tiene la nariz hinchada al doble de su tamaño y la
piel llena de moretones y cortes. Sus labios están agrietados y resecos, tiene un
pequeño corte en el labio inferior que parece doloroso. Las rodillas y las piernas
también están cubiertas de costras y hematomas.
La rabia que no había sentido en años se hinchó dentro de mí, y me senté sobre
las manos para resistir el impulso de golpear algo o a alguien.
—Me duele todo, y la novia de Frankenstein me miraba por el espejo esta
mañana, pero viviré. Ahora deja de desviar la atención y responde a mi pregunta —
exige.
—No.
—¿No? —Planta las manos en sus delgadas caderas.
—Nooo. —Alargo la palabra para darle más efecto, arqueando una ceja—. Ya
no somos amigos, ¿recuerdas?
—Tú lo decidiste. No yo.
—No parecías descontenta con eso ayer.
—¡Porque me dolía, carajo! Y no estoy hablando sólo de mis lesiones obvias.
La mirada afligida de su rostro me provoca un verdadero dolor físico.
Quiero recuperarlo todo.
Confesar y decirle la verdad, pero esa vocecita en mi oído me recuerda lo
destructivo que soy, que siempre estropeo las cosas, y renueva mi determinación.
Endurezco mi corazón y le pido perdón en silencio mientras tuerzo los labios
en una mueca. —Lo que sea. Como si me importara.
Sus fosas nasales se agitan y sus ojos se oscurecen mientras me mira. —No
puedo creer que haya creído en tú acto de chico bueno. Eres igual que todos los
imbéciles que he conocido. Sólo te interesaba una cosa, pero fuiste más listo en eso.
—Sus palabras me atraviesan el corazón, pero reprimo mis rasgos en una expresión
de desinterés, asegurándome de que no tiene ni idea de lo mucho que me mata oírla
proclamar que lo que compartimos es falso cuando es lo más real que he conocido—
. No quiero volver a hablar contigo.
Se aleja y la veo marcharse con un bulto de piedra en el pecho en lugar de
donde debería estar mi corazón. 65
—Hombre, la estás cagando totalmente —suministra Young, negando con la
cabeza—. Se va a dar cuenta y se va a enojar mucho contigo.
—Ahora no —grito, frotando un punto tenso entre mis cejas—. Sabes por qué
lo hice, y no me arrepiento. Puede que me odie, pero al menos está protegida.
—Espero que tengas razón, amigo, y que valga la pena.
Las próximas semanas son unas de las peores de mi vida. Sin Zeta y mi Fender,
he perdido las ganas de vivir.
Los flashbacks y las pesadillas me asaltan casi a diario, y estoy volviendo a
hundirme en un territorio peligroso. Es un recordatorio oportuno de que no hay
solución a largo plazo para mis problemas. Es algo con lo que viviré el resto de mi
vida, y cada vez que ocurre algo traumático o perturbador en mi vida, me arriesgo a
caer de nuevo en ese agujero negro.
El doctor Blaufeld se dio cuenta, y cuando no me abrí, fue a indagar por su
cuenta. Powell claramente habló de la guitarra y de Zeta, pero mantengo mis labios
sellados mientras intenta persuadirme para que hable. De ninguna manera le voy a
contar lo que pasó, porque hablar con las figuras de autoridad nunca acaba bien. Sé
que no es así.
La cara de Zeta está casi completamente curada, y López ha sido fiel a su
palabra, asegurándose de que la dejen en paz, así que eso me reconforta un poco en
los momentos en que Zeta me mira como si me odiara más que a nada en el mundo.
Que me hayan arrancado una oportunidad con la chica de mis sueños de una
forma tan cruel es también un recordatorio oportuno.
Que no merezco la felicidad.
Que siempre me sentiré solo y solitario.
Que soy un estúpido por albergar cualquier esperanza porque ya sé lo que me
depara el destino.
Pero nada de eso pudo prepararme para lo que aprendí a continuación.
Zeta lleva semanas lanzando dagas en mi dirección, por lo que noto la
diferencia casi de inmediato. Ha pasado de mirarme fijamente cada vez que puede a
evitar mirarme a toda costa. Ambas reacciones me duelen, pero al menos con la
primera, todavía puedo mirar su hermoso rostro. Ahora, agacha la cabeza, evita la
sala común como la peste y huye de la biblioteca con el primer libro que cae en sus
manos antes de que tenga tiempo de mirar en su dirección.
El segundo caso extraño ocurre unos días después, cuando López me devuelve
la guitarra. —¿Por qué? —pregunto, con la sospecha subrayando mi tono.
—Relájate, amigo. —Me aprieta una mano en el hombro—. No voy a incumplir
el trato. Es que me aburre. Sé lo mucho que te gusta, hombre, así que hazlo. Es tuya.
Haz lo que quieras.
Sospecho muchísimo de sus motivos, pero he echado demasiado de menos a
mi bebé como para desafiarlo, así que me dirijo a mi rincón y toco durante horas hasta 66
que me sangran los dedos y se me acaba el tiempo libre.
Esa noche, por primera vez en meses, duermo sin interrupción.
Al día siguiente, después de las clases, estoy de un humor jodidamente
brillante, porque mi corazón es más ligero ahora que he recuperado mi guitarra;
además, he decidido sincerarme con Zeta. Sólo me quedan unos meses más aquí, y
no quiero desperdiciarlos ignorándola deliberadamente cuando anhelo tanto su
compañía. La amenaza que suponían López y Valeria ha pasado, y no hay ningún
impedimento para nuestra amistad.
Salvo la verdad.
Supongo que se enojará, pero una vez que se calme, se dará cuenta de que lo
hice todo, lo dije todo, para mantenerla a salvo.
Pienso acercarme a ella en la sala común después de que termine nuestra hora
de actividad física. Silbo, con las manos metidas en los bolsillos, mientras paseo por
el patio hacia los chicos. El sol de agosto es gloriosamente cálido en mis brazos, y me
siento en la cima del mundo. Estoy nervioso por la reacción de Zeta, pero confío en
nuestro vínculo y sé que podemos recuperar lo que teníamos. Ese hecho, y el hecho
de que casi puedo saborear la libertad, ha levantado mi espíritu de una manera que
no he sentido en años.
López, Torres y Kelly están apiñados, hablando y riendo cuando me acerco.
Kelly se acerca y le da una palmada en la espalda a López. —Eres el hombre,
hermano.
En cuanto me ven, dejan de hablar y se miran con complicidad. —¿Qué está
pasando? —pregunto frunciendo el ceño.
—Nada, amigo. —La sonrisa de López es de suficiencia extrema, y se me pone
la piel de gallina en los brazos.
—¿De qué estabas hablando? —López frunce los labios, pero le cuesta
contener la sonrisa. Torres y Kelly intercambian sonrisas divertidas—. ¿Qué carajo
pasa? —espeto, con la paciencia agotada.
Kelly tose, lanzando a López una falsa sonrisa de disculpa. —¿Pensaste en serio
que te devolvería tu Fender a cambio de nada?
—¿Qué demonios estás diciendo? —Una línea de sudor recorre mi columna
vertebral y sé que esto no me va a gustar.
—Zeta debe sentir algo por ti. —Kelly sonríe. La bilis me sube por la garganta
y mi estómago se retuerce en dolorosos nudos, mientras mi mente se dirige a un lugar
que preferiría que no lo hiciera.
—O le gusta la polla de López —dice Torres, riéndose.
Toda la sangre se filtra de mi cara. —¿Qué mierda hiciste? —Presiono mi cara
contra la de López, y una vena me palpita en el cuello mientras la furia recorre mis
venas, llenándome de testosterona.
—Amigo, cálmate. —Levanta las palmas de las manos—. Todo fue idea suya,
así que si quieres señalar el dedo acusador, puedes apuntarle a ella. 67
—¿Cuál fue su idea? —grito. Sé que le estoy entrando en su juego, pero ya no
me importa. Sólo necesito saberlo.
—Dijo que me la chuparía si te devolvía la guitarra.
Me tambaleo hacia atrás como si me hubiera dado un puñetazo. Todo el aire
huye de mis pulmones y el dolor me golpea en el pecho, haciendo picadillo mi
corazón. —¿Y lo hizo? —No tengo ni idea de cómo mi voz consigue sonar tan
contenida. No cuando quiero golpear mi puño en su cara engreída.
—Claro que sí. —Se frota una mano en la entrepierna y me da asco ver el bulto
que le crece en los calzoncillos—. La muñeca me chupó muy bien, y traga como una
profesional. Me la hubiera follado, pero no quiero que me dé gonorrea. Val me
cortaría la polla si le contagiara una ETS.
Le doy un puñetazo en la cara, enormemente satisfecho cuando la sangre le
brota de la nariz y se tambalea hacia atrás, cayendo al suelo, totalmente
desprevenido. Entonces me abalanzo sobre él, le golpeo la cara y el cuerpo con
fuerza, apartando con facilidad a Torres y a Kelly cuando intentan separarme de él,
impulsado por una agresividad que no había sentido en años. Oigo vagamente un
silbido de fondo, pero me pierdo en la rabia y sigo golpeándolo una y otra vez a través
de la niebla roja que me cubre los ojos.
Alguien me tira al suelo y arremeto contra él, agitando los brazos y las piernas
mientras le grito obscenidades a López. —¡Te mataré si vuelves a tocarla! Te voy a
destripar, maldito imbécil. No pararé hasta que...
—¡Ryder! —Powell me da una fuerte bofetada en la mejilla, y el dolor punzante
me devuelve al momento—. ¿Qué demonios te pasa? —pregunta, sacudiendo la
cabeza, con una mirada de decepción grabada en su rostro—. Estás en la recta final,
muchacho! Por tu bien, espero que no le hayas hecho ninguna herida grave. —Watson
me levanta del suelo y me ata las manos a la espalda.
Bajo los ojos al suelo y aspiro mientras mi mirada pasa por encima de López.
Está inconsciente, aunque es difícil decirlo porque tiene los ojos hinchados y la
sangre cubre casi toda la piel de su cara. Su camisa está tan manchada de sangre que
no se puede decir que sea blanca. Torres y Kelly me miran con una mezcla de miedo
y respeto en sus ojos. La multitud reunida empieza a disolverse y mi cabeza se mueve
hacia un lado, como si fuera arrastrada por una fuerza invisible.
Mis ojos se fijan en los de Zeta, y leo cada emoción en su rostro desnudo.
Pero es demasiado tarde.
Me da asco y repugnancia lo que ha hecho, y la mirada encendida que le dirijo
transmite todo eso y más.
Una lágrima asoma por el rabillo del ojo mientras me guían esposado, pero
estoy insensible a ella. La ira y la rabia han hecho mella en mi interior y soy inmune a
sus ojos tormentosos y a su expresión suplicante.
Lo que teníamos se terminó antes de empezar.
68
10
Zeta
N
o tengo que culpar a nadie más que a mí misma por mi situación actual,
pero eso no hace que las cosas sean más fáciles de digerir. Sabía que
volvería a perseguirme, pero aun así lo hice. Después de que Luc me
contara todo lo que Ryder había hecho para protegerme, me sentí abrumada por la
emoción, y tan consumida por el amor hacia él, que lo único en lo que podía pensar
era en recuperar su querida guitarra. Todavía no puedo creer que la haya cambiado
a cambio de mi seguridad. Nunca nadie había hecho algo así por mí y me dejó
boquiabierta.
Pasé un par de días preguntándome cuál era la mejor manera de enfocar esto,
pero no tenía nada que ofrecer a López excepto mi cuerpo. De ninguna manera le iba
a dar mi virginidad a ese imbécil, pero sabía que Ryder le había dicho que tenía
gonorrea, así que lo utilicé a mi favor, sabiendo que rechazaría mi oferta de follar con
él y me pediría que se la chupara. 69
No es que quisiera hacerlo, porque me dan náuseas cada vez que lo pienso,
pero era la única manera de recuperar la Fender de Ryder, así que me tragué mi
orgullo, mi desagrado, y me arrodillé por él.
Estuve extrañamente adormecida todo el tiempo, bloqueando con éxito lo que
estaba haciendo, que era la única forma en que podía hacerlo. Había visto a mamá
hacerlo suficientes veces como para saber cómo había que hacerlo, pero odio que el
recuerdo de esa primera vez quede empañado por siempre para mí.
Definitivamente no es mi momento de mayor orgullo, y a pesar del hecho de
que López faltó a su palabra y se lo dijo a Ryder, lo volvería a hacer, porque significa
que Ryder no estará sin su guitarra, la única cosa que lo ayuda a mantener la cordura
aquí.
Ryder ha sido puesto en aislamiento durante una semana. Afortunadamente,
López no sufrió ninguna rotura de huesos ni lesiones graves, por lo que Powell dice
que es poco probable que afecte a la fecha de liberación de Ryder, especialmente
cuando su historial está limpio hasta ahora. Y en una buena noticia, López fue
trasladado. No volverá aquí cuando le den el alta del hospital porque ha sido
reubicado en la Prisión Central de Hombres del Condado de Orange. Me dieron
ganas de hacer una fiesta cuando me enteré.
Valeria está enfurecida y habla a gritos cada vez que puede. Ella y su pandilla
aprovechan cualquier oportunidad para empujarme, y es sólo cuestión de tiempo que
lleguemos a los golpes. Pero me lo espero y estoy en guardia.
Cuando Ryder regresa a la escuela, vuelve a ignorarme. No me sorprende,
pero sí me decepciona. Esperaba que entendiera por qué lo hice. Le doy un par de
días para que se calme, pero cuando sigue evitándome, decido que es hora de tomar
cartas en el asunto.
Lo acorralo en la biblioteca, poniéndome directamente en su camino para que
no tenga más remedio que hablar conmigo. —Ryder, ¿podemos hablar? Por favor. —
Suplico con los ojos, deseando que al menos me mire.
Un músculo salta en su mandíbula cuando baja su cara hacia la mía. El dolor
brilla en el fondo de sus ojos. —No tengo nada que decirte —dice en tono cortante.
Se mueve para rodearme, pero le pongo la mano en el brazo, deteniéndolo. —
No quería hacerlo —susurro—. Pero no me arrepiento de haberlo hecho porque
tienes tu Fender de vuelta, y eso es todo lo que quería.
—¿Crees que la quería de vuelta así? —suelta, el dolor transformándose en ira.
—Sé lo mucho que significa esa guitarra para ti, y sé lo que hiciste por mí, y
quería demostrarte lo mucho que me importas, lo mucho que te extraño.
Resopla. —¿Chupando la polla de otro tipo? —Su tono grita incredulidad
mientras aparta mi mano—. Tienes una forma jodidamente retorcida de demostrar
que te importa.
—Por favor, Ryder. —Las lágrimas pinchan mis ojos—. Sé que me equivoqué,
pero ¿no puedes encontrar en tu corazón la forma de perdonarme? Te perdoné por 70
toda la mierda que dijiste de mí y por todo el dolor que me hiciste pasar. ¿Por qué no
puedes hacer lo mismo por mí?
—¡Porque no me puse de rodillas como una puta de mierda! —grita, lo
suficientemente alto como para que todos en la habitación lo escuchen.
Me echo hacia atrás como si me hubieran abofeteado. La verdad de sus
palabras me desgarra, y me siento desolada cuando por fin dejo libres los
pensamientos que rondan en el fondo de mi mente.
Soy exactamente como mi madre, y no me extraña que Ryder me haya perdido
el respeto. Al notar la mirada de asco en sus ojos, sé que nunca me va a perdonar.
Lo he perdido, y no hay nada que pueda hacer para cambiar eso.
Después de hablar con él, me hundí en un pozo sin fondo. Luc es un encanto
absoluto, se esfuerza por ser leal a los dos, intenta hacer de pacificador, pero le digo
que lo deje pasar. No le guardo ningún rencor a Ryder, y entiendo por qué no puede
superarlo. Anoche, después de despertarme de otra pesadilla, me imaginé cómo
sería si se hubiera tirado a Valeria en un trato para mantenerme a salvo, y me dio un
asco tremendo.
Así que lo entiendo. No me gusta, pero lo entiendo. La jodí espectacularmente,
y ahora estoy pagando el precio.
Valeria se ha propuesto atormentarme cada vez que puede, y eso incluye
arrojarse sobre Ryder en cualquier oportunidad que tenga. Él no la anima de ninguna
manera, y rechaza constantemente sus avances, pero aun así me mata, y ella lo sabe,
así que continúa haciéndolo. Según Luc, se está follando a Kelly y a Wright ahora que
López se ha ido, y también sigue rebotando sobre la polla de Watson, y aunque
espero que se aburra pronto de molestarme, no soy tan ingenua como para creer que
no está planeando algo.
La observo mientras hago mi habitual trote por el patio al día siguiente. Nunca
he podido relajarme aquí, sintiendo constantemente los ojos pegados a mi espalda,
plenamente consciente de que los susurros y los dedos acusadores se dirigen en mi
dirección. Aunque se supone que el ejercicio afloja los músculos, los míos están
permanentemente tensos en este patio, ya que todo mi cuerpo se mantiene en alerta
máxima.
La valla de diez metros de altura coronada con alambre de púas, y la torre de
vigilancia, me recuerdan que estoy en un serio aprieto, y eso tampoco ayuda a mi
estado de ánimo. Hoy estoy especialmente enfurecida y el comportamiento
sospechoso de Valeria me tiene en vilo.
Está susurrando en un rincón con Sam y Sofía, y cada pocos segundos lanzan
una mirada en mi dirección. Se me erizan los cabellos de la nuca al preguntarme qué
estarán tramando. Disminuyo un poco el ritmo, no quiero agotarme si están planeando
atacarme hoy.
Los gritos en el otro extremo del patio atraen mi atención y reduzco la
velocidad hasta detenerme al ver cómo se produce una pelea entre Torres, Kelly y
Wright. Los puños vuelan en todas las direcciones y algunos otros chicos se unen a la
71
pelea. Mis ojos buscan a Ryder y Luc, respiro aliviada cuando los veo de pie junto a
la valla observando lo que ocurre.
—Zeta.
Me doy la vuelta al oír la voz de Valeria y me pongo en guardia al instante.
Respiro mientras un intenso dolor me atraviesa el vientre y me atraviesa las
entrañas como un tornado mortal. Me mareo al instante y me balanceo sobre mis pies
mientras un frío glacial sube de puntillas por mi columna vertebral. Se me corta la
respiración en la garganta, y jadeo en busca de aire mientras mis manos se dirigen
instintivamente a mi estómago.
La mirada de Valeria es la encarnación del mal cuando se pone delante de mí,
flanqueada por su grupo de zorras. —Esto es por chupársela a mi novio —gruñe. Me
clava el cuchillo más profundamente, y un líquido caliente sube por mi garganta—. Y
esto es sólo por ser tú.
Mis párpados se abren y se cierran, me tambaleo hacia atrás, con las manos
acunando mi estómago. Miro hacia abajo y apenas oigo sus risas mientras el horror
me envuelve al ver la cantidad de sangre que rezuma de la profunda herida.
Me arranca bruscamente el cuchillo y grito mientras un dolor indescriptible me
atraviesa el cuerpo. La sangre sale a borbotones de mi estómago como un río que se
desborda, y me desplomo en el suelo. Caigo de costado con un golpe seco y mi
cabeza se estrella dolorosamente contra el asfalto.
La sangre sale a borbotones de mi boca mientras me tapo el estómago con las
manos, intentando desesperadamente detener la pérdida de sangre. De fondo, el
sonido de las pisadas que se acercan se mezcla con el estridente timbre de un silbato,
pero por encima de todo, oigo a Ryder gritar repetidamente mi nombre.
Mis párpados se cierran y tiemblo mientras un viento frío y furioso me cubre,
congelándome desde la cabeza hasta los pies. La oscuridad me llama, me hace señas
con una promesa seductora de no más dolor.
Antes de desmayarme, siento sus manos en mi cara. —Nena, por favor, abre
los ojos. —Su voz está plagada de tormentos—. Quédate conmigo, Zeta. Abre los ojos.
—Forzando a abrir los ojos, porque odio escuchar el dolor en su voz, siento una
inmediata sensación de paz al mirar fijamente sus hermosos ojos dorado-verdosos.
Las lágrimas se derraman por sus mejillas mientras susurra mi nombre.
—Ryder. —Intento hablar por encima de la sangre que hace espuma en mi
boca, pero mi voz es apagada e indistinta—. Lo siento.
—Cariño, guarda silencio. No intentes hablar.
Un gorgoteo sale de mi garganta y me cuesta respirar. Mis ojos se abren de par
en par por el miedo al darme cuenta de que me estoy muriendo. Las lágrimas brotan
de mis ojos mientras lo miro fijamente, deseando que su rostro sea lo último que vea,
sabiendo que es el único consuelo que puedo tener en este momento.
—No te rindas, Zeta —suplica, con la voz quebrada—. Necesito que luches
porque lo eres todo para mí. —Una mirada de determinación se dibuja en su rostro— 72
. Te amo. Te amo mucho. Por favor, no mueras porque no puedo existir en un mundo
sin ti en él.
La oscuridad me invade, convocándome con un alcance invisible que no puedo
evitar. Intento luchar contra ella. Intento forzar las palabras que salen de mi boca para
hacerle saber a Ryder que también lo amo, pero no soy lo suficientemente fuerte para
resistir.
Lo último que oigo mientras mi mundo se vuelve negro es el sonido de Ryder
llorando y suplicándome que no muera.
11
Ryder
E
l viaje en auto desde el reformatorio hasta el hospital parece eterno, y mi
ansiedad aumenta con cada segundo que pasa. Tengo los pies y las
manos esposados, y estoy sentada rígido como un atizador en el asiento
trasero junto a Powell. El imbécil de Watson está conduciendo. Sólo estoy aquí porque
Zeta le rogó que me permitiera visitarla. Al parecer, tuvo un pequeño episodio
cuando su padrastro se presentó en el hospital hoy temprano, y su terapeuta, la
doctora Reynolds, habló con la administración, explicando que mi presencia la
ayudaría a calmarse.
No puedo esperar a verla. Anoche me pasé varias horas pensando que estaba
muerta y casi me vuelvo loco. Me paseé por mi celda sin parar, entre ataques de llanto
y golpeando inútilmente la pared con mis puños desnudos. Tengo los nudillos
destrozados, pero agradezco el dolor. Toda la noche me he estado castigando por
haberla alejado durante tanto tiempo. Me castigo por mis sentimientos de celos y 73
amargura. Sé que hizo lo que hizo por mí, pero cada vez que cierro los ojos, la veo de
rodillas, chupando su polla en su hermosa boca, y me enfurezco.
Pero su casi muerte pone las cosas en perspectiva.
No podemos cambiar el pasado, pero podemos salvar nuestro futuro.
Un futuro que estuvo a punto de ser arrancado cuando estuvo a punto de morir.
He terminado de castigarnos a los dos, y espero que me dé la oportunidad de
compensarla.
—¡Ryder! —me llama en cuanto pongo un pie en la habitación, su cara se
ilumina mientras me arrastro hacia ella tan rápido como puedo con mi piernas sujetas.
Lleva una bata de hospital y está sentada en la cama, apoyada en un montón de
almohadas. Está pálida y agotada, pero sigue siendo la chica más hermosa que he
visto nunca.
—Zeta —digo, con la voz embargada por la emoción. Quiero abrazarla, pero
las esposas me limitan. Clavo ojos suplicantes en Powell.
Se acerca a mí con una expresión de desconfianza. —No hagas que me
arrepienta de esto.
—No lo harás, y no es que pueda hacer nada contigo en la habitación.
—Eres imprevisible, últimamente —murmura, soltando las ataduras de mis
tobillos antes de pasar a mis muñecas.
—Estoy aquí por Zeta. No hay otra agenda. Lo juro.
—Muy bien. —Vuelve su mirada a Zeta mientras me siento en la silla,
acercándola a la cama—. Me alegro de que estés bien. Anoche nos diste un susto a
todos.
—Gracias por traerme aquí a tiempo. —Zeta extiende la mano, estrechando la
de Powell.
—Puedo darte una hora, no más. Esto no es exactamente el protocolo estándar.
—Lo agradezco —dice Zeta, lanzando una rápida mirada hacia mí—. Gracias
por traerlo aquí.
Powell se pone los auriculares en los oídos. —No puedo salir de la habitación,
pero te daré toda la intimidad que pueda. —Arrastra una silla hasta la puerta, de cara
a la pared, y se sienta, conectando los auriculares a su iPod, dándonos espacio para
hablar a solas. No es la primera vez que me siento muy agradecido por esa mujer y
por todas las formas en que ha intentado ayudarme a lo largo de los años. No sé por
qué lo hace. Tal vez sea un ser humano increíble, pero sé que mi experiencia en el
reformatorio podría haber sido mucho peor sin su presencia en mi vida.
Le presto a Zeta toda mi atención. —¿Estás bien?
—Ahora sí —susurra, sonriendo suavemente.
Tomo su mano entre las mías sin vacilar, y bombeo mentalmente el puño
cuando enhebra sus dedos entre los míos. —¿Cuánto te duele? 74
—Me dieron analgésicos fuertes, así que no es tan malo. Intento no moverme
demasiado, porque siento que el estómago se parte en dos cada vez que me muevo.
—Pensé que te había perdido. —Se me quiebra la voz y me tomo un segundo
para recomponerme—. Y me arrepentí de tantas cosas. Por haber sido tan imbécil.
Por no aceptar tus disculpas. Por seguir dejando que López y Valeria se interpusieran
entre nosotros. Pero sobre todo por no haberte dicho lo mucho que te extraño. —
Trago saliva sobre el nudo nervioso de mi garganta—. Lo mucho que te amo —
susurro.
—Pensé que había soñado eso —murmura ella, con la cara ligeramente
sonrojada.
Sonrío. —No, estoy bastante seguro de que todo el patio me escuchó declarar
mi amor.
Sus ojos rebosan de emoción mientras aprieta con fuerza mi mano. —Ryder,
también te amo, y eso me aterra.
Mi corazón se eleva. —Conozco la sensación. —Froto mi pulgar en círculos
tranquilizadores por el dorso de su mano—. Nunca se lo había dicho a nadie ni nadie
me lo había dicho a mí —admito.
—Nunca he amado a ningún otro chico más que a ti —confirma, y tengo tantas
ganas de besarla—. Pero mis padres me decían que me amaban todo el tiempo
cuando era pequeña, antes de que todo se volviera una mierda.
Desvía la mirada y me siento en el borde de su cama, con cuidado de no hacerle
daño. —Oye. —Repaso mi pulgar contra su mejilla—. Siempre estoy aquí para ti si
quieres hablar de ello.
La expresión de angustia en sus ojos cuando se encuentra con mi mirada casi
me deshace. —Estoy asustada, Ryder, y no sé qué hacer.
—Habla conmigo. Deja que te ayude a entenderlo. —Continúo frotando su
mejilla con el pulgar, y ella parece reconfortarse con ello—. ¿Tiene esto algo que ver
con que tu padrastro haya venido antes?
Asiente. —Es mi tutor y la razón por la que me encerraron por la muerte de mi
madre.
La miro a los ojos y veo todo lo que quiere que vea. —No mataste a tu madre,
¿verdad? —Niega con la cabeza—. ¿Lo hizo él? ¿Tu padrastro?
Hace una pausa y luego asiente. —No he sabido nada de él desde aquella
noche, pero se ha presentado aquí esta mañana porque figura como mi tutor oficial y
el alcaide le avisó. —Sus labios se tensan en una fina línea y sus ojos brillan de ira—.
Sólo vino a advertirme que mantenga la boca cerrada.
Un montón de emociones confusas se apoderan de mí en ese momento, pero
me concentro en Zeta. No se trata de mí; se trata de ella. —¿Por qué lo estás
encubriendo?
—Porque temía que, si decía la verdad, él se saldría con la suya y yo me vería 75
obligada a vivir con él hasta que cumpliera los dieciocho años. Aquella noche, cuando
todo ocurrió, que me enviaran al reformatorio me pareció el menor de los males, pero
no me di cuenta de que me condenarían por homicidio voluntario y que eso podría
significar el traslado a una prisión para adultos. No quiero ir a la prisión, Ryder, pero
no sé cómo arreglar el lío en el que estoy.
—¿Te animas a contármelo?
Apoya la cabeza en el marco de la cama y suspira profundamente. Cuando
vuelve a mirar hacia mí, asiente con el pecho agitado. —Quiero decírtelo. Necesito
decírselo a alguien, porque me está comiendo por dentro.
—Puedes confiar en mí. Te prometo que no se lo diré a nadie.
—Ya lo sé. —Sonríe, levantando la mano y acunando mi cara. Mi mano baja
hasta la cama—. Antes de empezar, quiero darte las gracias. Por cuidar de mí desde
el primer día. Por ser mi amigo y darme una razón para abrir los ojos cada mañana.
Por dejar tu guitarra por mí. Sé que esa guitarra lo es todo para ti, y aún no puedo
creer que hayas hecho eso por mí.
—Mi Fender no significa todo para mí. —Pongo mi mano sobre la suya en mi
cara—. Tú lo significas todo para mí. Eres todo mi mundo, y lo que sea que tengamos
que hacer para arreglar esto, lo vamos a hacer, porque quiero que estemos juntos,
que construyamos una vida juntos fuera de esas malditas paredes.
—También me gustaría, pero no sé si es posible. ¿Cómo puedo hacer que
alguien crea que digo la verdad cuando mentí bajo juramento?
—Porque estabas asustada, y tu madre acababa de morir.
—¿Será suficiente?
—No lo sabremos hasta que lo intentes. —Me inclino hacia delante, apretando
un beso en su frente—. Dime qué pasó, cariño.
Deja caer su mano sobre su regazo y vuelvo a enhebrar mis dedos en los suyos.
—Mamá no fue siempre una mala madre, pero después de que mi padre muriera en
combate en el extranjero, cambió. Tenía el corazón roto y era incapaz de cuidar de
mí. Sólo tenía seis años, pero tenía que crecer rápido. Vivíamos en una casa que nos
proporcionó el ejército, así que tuvimos que mudarnos. Sé que no fue culpa suya, pero
me alejó de todos y de todo lo que conocía y amaba. No tenía amigos en mi nueva
escuela, y me acosaban porque mamá era un desastre borracho. Entonces conoció a
Bob. —Su cara se contorsiona en una mueca y aprieta la mandíbula con fuerza.
—¿Tu padrastro?
Asiente. —Al principio era amable. Le traía flores a mamá, me traía caramelos,
cada vez que venía a cenar. Bromeaba conmigo y le estaba devolviendo las sonrisas
a mamá. No quería un papá sustituto, pero las cosas fueron mejor durante un tiempo.
Sin embargo, todo cambió después de que se mudara, y especialmente después de
que se casaran. Entonces mostró sus verdaderos colores.
Una lágrima resbala por su mejilla y la limpio con mi pulgar.
—Era un proxeneta, y consiguió que mi madre fuera adicta a las drogas y la 76
engatusó para que se prostituyera. Al principio era demasiado joven para saber
exactamente lo que estaba pasando. Todo lo que sabía era que algo no estaba bien.
Todos esos hombres extraños que entraban y salían de mi casa me asustaban. Cuando
tenía trece años, uno de los chicos del colegio me hizo una proposición. Dijo que
quería saber si yo era tan buena para follar como mi madre.
Me duele el corazón por ella y le aprieto la mano con fuerza.
»Se complacía en contarme cómo su padre había pagado para que le quitara la
virginidad. Tenía catorce años, Ryder. Catorce. —Negó con la cabeza—. Me dio asco,
pero no lo negué, porque todo encajaba. Me enfrenté a ella cuando llegué a casa, y
me ignoró. Después de eso, no hizo ningún intento por ocultar nada. Los imbéciles
estaban constantemente en mi casa drogándose, emborrachándose, haciendo fiestas
y follándose a mi madre y a otras mujeres.
Las lágrimas caen en cascada por su cara, y me gustaría poder quitarle el dolor.
—Cuando llegué a casa el día de mi decimoquinto cumpleaños, Bob me estaba
esperando; dijo que tenía preparada una sorpresa de cumpleaños. —Sus ojos arden
de ira—. Su regalo consistió en obligarme a ver a tres hombres follando con mi madre
mientras ella se drogaba. Me observó todo el tiempo, sonriendo mientras yo
temblaba de miedo y asco.
Mi estómago se tambalea al adivinar hacia dónde puede ir esta historia.
—Dijo que mi regalo era el hecho de permitirme esperar hasta los dieciséis
años antes de entrar en el negocio familiar. Dijo que me dejaría vivir bajo su techo
gratis si observaba y aprendía.
Su labio inferior tembló. —Me escapé esa noche, pero me encontró durmiendo
a la intemperie bajo el puente dos noches después y me arrastró de vuelta. Me dio
una paliza y me dijo que si volvía a intentarlo me mataría. Me dijo que le pertenecía y
que me acostumbrara.
—Mierda, Zeta. —Me inclino suavemente y la abrazo, con cuidado de no
presionar su estómago—. Siento mucho que hayas tenido que vivir con eso. —
Entiendo lo que es, más de lo que cree—. ¿No tenías ningun otro familiar al que
pudieras recurrir?
Apoya su cabeza en mi hombro. —Los padres de mamá murieron en un
accidente de auto cuando tenía veinte años, y los de mi padre son mayores y viven en
Florida. Hacía años que no los veía, y no sentía que pudiera acercarme a ellos con
esto. La única era la hermana menor de mi madre, pero tuvieron una gran pelea
cuando era una niña pequeña, y no la conozco en absoluto. Sólo sé que trabajaba en
el extranjero y que se llama Jillian Roberts. No hay nadie. Estoy completamente sola.
Mira hacia el espacio, y sólo puedo empezar a imaginar los horrores que
juegan con su mente. Unos minutos más tarde se sacude y continúa. —Me volqué en
la escuela y en mis estudios porque era la única manera de evitar los horrores que se
repetían en mi mente. Todos los días me veía obligada a mirar y escuchar a mamá
77
mientras se follaba a un sinfín de tipos diferentes. Y ellos me miraban con deseo,
algunos intentaron tocarme, pero Bob siempre los echaba. No me hacía ninguna
ilusión. Sabía que no lo hacía por la bondad de su corazón, y eso me aterraba.
Me cuesta mantener mis emociones bajo control al escucharla. Odio que haya
crecido así. Que haya sido privada del amor. No es de extrañar que sintiéramos una
conexión tan fuerte el uno con el otro la primera vez que nos conocimos. Tenemos
tantas experiencias similares. Le paso los dedos por el cabello y le doy un beso en la
cabeza. Sólo quiero arroparla y protegerla de todo el mal del mundo, pero sé que es
demasiado tarde.
Ya ha visto más de lo que le corresponde.
Coloca su mano contra mi pecho, mirándome a los ojos mientras continúa
explicando. —No pude comer durante semanas en el período previo a mi
decimosexto cumpleaños y pensé en huir de nuevo, pero no tenía a dónde ir y sabía
que existía la posibilidad de que cumpliera su amenaza de matarme, así que me sentía
atrapada. Le supliqué a mamá. Le rogué que lo dejara, pero ni siquiera sabía si me
había escuchado. Vivía en un estado de drogadicción permanente, y ya había perdido
toda esperanza.
Acaricio su mejilla, necesitando tocarla, reconfortarla.
—Pero no se acercó a mí, y a medida que las semanas se convirtieron en meses,
empecé a relajarme poco a poco. Seguía haciéndome mirar, y sabía que sólo era un
respiro, pero aproveché las victorias en lo que podía. Me apunté a clases de defensa
personal después del colegio, y también puse un candado en la parte trasera de la
puerta de mi habitación porque, cada vez más veces, los bastardos entraban en mi
cuarto mientras dormía.
Un escalofrío la recorre y su rostro se retuerce de dolor. Se me revuelve el
estómago al pensar en lo que está recordando, y quiero golpear con mi puño a esos
asquerosos bastardos por atreverse a hacerla sentir insegura en su propia casa.
Se sacude los recuerdos y vuelve a apoyar la cabeza en mi hombro, rodeando
mi cintura con los brazos. Tiembla contra mí y casi puedo oler su ansiedad en el aire.
Le paso la mano por la espalda. No hace falta que sigas si es demasiado doloroso.
Se aferra a mí, y cierro los ojos, saboreando la sensación de su cuerpo
calentando el mío.
—Todo llegó a su punto crítico esa noche —susurra, echándose hacia atrás y
mirándome fijamente—. Me desperté en mitad de la noche con un hombre extraño
que me pasaba las manos por las piernas desnudas. —Aprieta los ojos y se estremece.
Vuelvo a abrazarla contra mí—. Mi padrastro estaba en la esquina de la habitación, y
dijo que era hora de renunciar a mi tarjeta V. Que había subastado mi virginidad al
mejor postor, y este hombre estaba aquí para reclamar lo que era suyo.
Un sollozo desgarrador sale de su boca, y la abrazo más fuerte, casi sin poder
respirar por miedo a lo que va a decir a continuación.
—Era repugnante, Ryder. Por lo menos de cuarenta años, con sobrepeso y feo,
con un peinado ridículo y mal aliento. Estaba completamente desnudo, acariciándose 78
la polla y lamiéndose los labios mientras intentaba tirar de mí hacia la parte baja de
la cama. Le di una patada y grité con todas mis fuerzas. Bob me agarró por el cabello
y me abofeteó tan fuerte en la cara que casi me desmayo. Me arrancó la ropa y me
inmovilizó los brazos. Gritaba pidiendo ayuda, llamando a mi madre, rogándole que
me rescatara, aunque sabía que era inútil. Pero entonces ella apareció allí, de pie en
la puerta deshecha, con un cuchillo en la mano y gritándoles que me dejaran en paz.
Sus sollozos se transforman en un llanto total, y Powell se acerca, alertada por
su angustia.
—Estoy bien —le dice—. Lo prometo. Es que... Esto es difícil de revivir, pero
quiero que Ryder lo sepa.
Asiente, llenando silenciosamente un vaso de papel con agua y
entregándoselo. Los ojos de Powell se encuentran con los míos mientras Zeta bebe
un sorbo, y no veo más que compasión en ellos. Es la única guardia que me ha
mostrado algo de amabilidad, la única que se ha preocupado por mí, la única
dispuesta a mirar más allá de mis crímenes y ver algo más. —Gracias —le digo por
encima de la cabeza de Zeta, y asiente antes de volver a su asiento y a su iPod.
—Tu madre fue a ayudarte al final —digo, acomodándole el cabello detrás de
las orejas.
—Lo hizo, o al menos lo intentó. También sospecho que ella fue la razón por la
que eso no había ocurrido en mi decimosexto cumpleaños. Supongo que todavía
había una parte de ella que intentaba protegerme, aunque no fuera coherente ni
estuviera sobria la mayor parte del tiempo. Le dijo al tipo que me dejara en paz, y yo
me bajé de la cama, yendo a su lado. Bob intentaba calmarla, mientras se acercaba a
ella. Le temblaba la mano y sabía que no era lo suficientemente fuerte como para
luchar contra él, pero me sorprendió. Cuando Bob se abalanzó sobre ella, opuso una
resistencia impresionante. Me quedé clavada en el sitio, aterrorizada e incapaz de
moverme. Lucharon, pero ella se aferró al cuchillo incluso cuando él tiró de su
muñeca, intentando que lo soltara. El cliente decidió que era un buen momento para
salir de allí, y los empujó en su prisa por salir por la puerta.
Las lágrimas caen por sus mejillas. —No estoy muy segura de lo que pasó,
porque mientras el imbécil huía, vi a Clive, el mejor amigo de Bob, descansando en
el pasillo, observando tranquilamente todo lo que ocurría. No había ocultado su deseo
por mí, y un nuevo pánico me recorrió. Sus ojos recorrían mi cuerpo desnudo con
evidente intención, y volví a sentirme aterrorizada. Entonces mamá gritó, y fue el peor
sonido que jamás había oído. Nada más importó entonces. Me di la vuelta y me quedé
helada. De alguna manera, ella había perdido el cuchillo y Bob lo agarró cuando se
volvió hacia mí. Nunca olvidaré sus gritos cuando el cuchillo se le clavó en el pecho.
Aulló de dolor, cayendo de rodillas y poniéndose blanca. La sangre brotaba de su
pecho y yo no podía dejar de gritar.
Hace una pausa durante unos segundos, respirando profundamente y
enjugando sus lágrimas. —Estaba agachada sobre su cadáver, sollozando, un par de
minutos después, cuando llegó la policía. Uno de los vecinos había oído mis gritos
anteriores y había llamado a la policía, así que Bob no había tenido tiempo de salir de 79
allí. Les dijo a los policías una sarta de mentiras, y cuando les dijo que yo lo había
hecho, no refuté sus afirmaciones porque no pensé que me creerían. Y pensé que
estaría más segura en el reformatorio.
Mira hacia abajo, deslizando una mano por su vientre vendado. —Pero no estoy
a salvo en ningún sitio. —Me mira con ojos desolados—. Y ahora estoy atrapada. Esa
única mentira va a arruinar mi vida, y no veo que tenga ninguna salida.
12
Zeta
D
urante años, he deseado acelerar el tiempo, y ahora lo único que quiero
es ralentizarlo. Las próximas semanas con Zeta son algunas de las
mejores semanas de mi vida. Y no lo digo a la ligera. Porque aún
estamos en el reformatorio, con una privacidad inexistente y mínimas oportunidades
de ser una pareja normal, pero el solo hecho de compartir el mismo espacio aéreo
que ella me tiene flotando en una nube.
Soy muy consciente de que parezco un completo marica. Pero me importa un
carajo.
Por primera vez, estoy jodidamente feliz. Incluso el Dr. Blaufeld ha notado los
cambios. Y, aunque se alegra por mí, sobre todo porque mis pesadillas y flashbacks
son cada vez más infrecuentes, me ha advertido de que no debo depender demasiado
de mi novia, diciéndome que tengo que responsabilizarme de mi propia felicidad, 85
porque aprender a controlar y gestionar mi salud mental no debería basarse en cómo
me hace sentir otra persona. Entiendo su preocupación, y sé que viene de un buen
lugar, pero nadie me va a quitar esto.
Zeta y yo pasamos todo el tiempo que podemos juntos, y ahora que la amenaza
de victimización ha desaparecido, ambos somos mucho más libres. Mi mini crisis en
el patio, cuando le di una paliza a López, fue suficiente para convencer a todo el
mundo de que se mantuviera alejado de mí, y ahora que Zeta es mi chica, esa
protección también se aplica a ella. Pero esa no es la única razón de su nuevo
optimismo.
Zeta se confesó con la Dra. Reynolds, lo que resultó ser una buena decisión,
porque la doctora siempre creyó que había algo más en la historia, y no dudó en creer
esta nueva versión de los hechos. Contar con su apoyo ha reforzado la confianza de
Zeta, especialmente porque su abogada le falló, negándose a aceptar la verdad y
aconsejando a Zeta que no apelara. Con la ayuda de la Dra. Reynolds, Zeta ha
presentado nuevos documentos para que su abogada sea sustituida. Pero, debido a
que es designado por la corte, y hay una tonelada de burocracia que atravesar, va a
tomar tiempo antes de que un nuevo abogado sea asignado a su caso, y no hay
garantía de que él o ella sea mejor que la anterior, pero al menos es algún progreso.
—Estas letras son muy buenas —dice Zeta, devolviéndome el bloc de notas.
—Eso es sólo porque tengo la mejor inspiración —digo, picoteando sus labios
súper rápido antes de que alguno de los guardias de guardia en la sala común se dé
cuenta.
—Nunca seré tan buena como tú, y eso me da mucha envidia. —Aparece una
pequeña arruga entre sus cejas—. ¿Es normal tener celos de tu novio?
—Cuando es tan caliente, sexy y supremamente talentoso como yo, supongo
que sería un sí. —Darle cuerda es demasiado fácil.
Me golpea en el pecho. —¿Qué te he dicho sobre el control de ese ridículo ego
tuyo? —Niega con la cabeza, intentando disimular su sonrisa. Se le da muy bien
provocarme, y es otra cosa que me encanta de ella.
—No es ego si es verdad.
—Dice el ególatra.
Miro rápidamente a los guardias antes de capturar su boca de nuevo, sólo que
esta vez no puedo ser breve. Me encanta besarla, y me gustaría que pudiéramos ir
más allá, pero no voy a hacerlo aquí, porque Zeta se merece algo más que un polvo
rápido a espaldas del guardia, y estoy decidido a hacer que nuestra primera vez sea
lo más especial posible. Pero es difícil contenerse, sin saber cuánto tiempo tendré
que esperar por ella, especialmente cuando me excita tanto que masturbarme dos
veces al día se ha convertido en la norma.
Watson, como era de esperar, hace sonar su silbato y se dirige hacia nosotros
como una manada de elefantes. Me preparo para ello. —Sin besos. Nada de tocar. Ya
conoces las reglas —suelta, mirándome fijamente, antes de que sus ojos caigan sobre
las tetas de Zeta. Su mirada se dirige a la mía, y me advierte con una de sus miradas.
86
—Lo siento, oficial Watson —dice Zeta, sonriéndole dulcemente—. No volverá
a ocurrir.
—Mejor que no. Odiaría tener que separarlos de forma más permanente. —
Cada cierto tiempo, cuando nos descuidamos y nos dejamos llevar por las caricias,
Watson se empeña en separarnos como castigo. Me enfurece, porque se ha salido con
la suya al acostarse con las reclusas durante años. Pero sé que su amenaza es una
amenaza vacía, así que aprieto los dientes y espero a que se aleje antes de abrir los
puños.
—Cariño, no dejes que te afecte —dice Zeta, enredando discretamente sus
dedos en los míos mientras Watson está de espaldas—. Quiere que lo golpees sólo
para conseguir retrasar tu liberación. No le des la satisfacción. No merece la pena.
—Lo sé, pero la forma en que te mira me llena de mucha rabia.
—Puede mirar todo lo que quiera, pero el único que me va a tocar eres tú. —
Me taladra con una mirada sugerente, y casi funciona para distraerme.
—Si se acerca a ti después de que me haya ido, no seré responsable de mis
actos. —Es uno de mis mayores temores: qué le pasará cuando esté aquí sola.
—Eso no va a suceder. Powell no lo permitirá. Te dio su palabra, y sé que
confías en ella.
Finalmente cedí y fui a Powell por Watson. Era arriesgado, pero estoy cansado
de verlo mirar de reojo a mi novia, cansado de que se salte las normas y se salga con
la suya. Powell me dijo que siempre ha sospechado de él, pero que sin pruebas
concretas, la administración no investigará ninguna denuncia. En cambio, lo mantiene
a raya amenazando con denunciarlo. Prometió asegurarse de que no se acerque a
Zeta después de que yo me vaya, y confío en que mantendrá a mi chica a salvo. Sin
embargo, no deja de preocuparme.
—Lo sé, pero sigo preocupado. —Toco las cuerdas de mi guitarra, una nueva
melodía flota en mi mente.
—Bueno, detente, porque sé cómo defenderme, y sinceramente no creo que
nadie vaya a meterse conmigo después de que te hayas ido. Y tengo a Luc.
Dejo de jugar, lanzándole una mirada. —Luc no podría proteger a una mosca.
El chico es demasiado blando. Alguien tiene que protegerlo cuando me vaya, y serás
tú quien lo haga.
—Creo que lo subestimas.
—Nena, quiero a Luc como a un hermano, así que no pienses que lo critico,
porque no lo hago. Me encanta que Luc tenga un gran corazón, y espero que nunca
cambie.
—¿Es algo nuevo? —pregunta, entrecerrando los ojos en señal de
concentración. No me había dado cuenta de que había estado tocando distraídamente
mientras hablábamos.
—Acaba de llegar a mí.
—Dame la libreta. —Me tiende la mano para tomarla—. Sigue tocando —me 87
anima después de dársela, y me dejo llevar por la melodía, cerrando los ojos mientras
ella empieza a garabatear furiosamente.
Cuando termino, abro los ojos y se me derrite el corazón al ver la emoción en
su rostro, la pasión que brilla en sus ojos, mientras anota palabras en mi cuaderno.
Siempre he creído que Zeta y yo somos almas gemelas, pero descubrir que escribe
canciones en su tiempo libre me ha dejado boquiabierto.
Esta chica me habla en muchos niveles diferentes.
Cuando me enseñó todas las canciones que ha escrito, quedó claro que tiene
un talento enorme, y eso me hizo sentir vértigo. Aunque sé que es una quimera, mi
objetivo es vivir de la música algún día. Me imagino arriba de un escenario, los fans
gritando, las luces cegando, conectado con el ritmo de mi banda, y eso es todo. La
música y Zeta son mi vida, y cuando tenga las dos cosas, seré un hombre feliz.
Descubrir que el amor de mi vida comparte esta vena creativa conmigo me produjo
la erección más dura de mi vida. Juro que ese día me masturbé cuatro veces sólo de
pensarlo.
Ahora, cada tarde, cuando no estamos hablando o robando besos a escondidas,
trabajamos en las canciones. Escribo la música y ella la letra, luego las retocamos
juntos.
Es lo mejor de mi día.
Saber que somos un equipo, en todo el sentido de la palabra, sólo reafirma mi
creencia de que encontré a la persona con la que estoy destinado a compartir mi vida.
Sé que es mi primera novia, mi primer todo, pero no necesito una vasta experiencia
con el sexo opuesto para saber que es la indicada para mí.
Lo siento en cada parte de mi ser con todo lo que soy.
Zeta es la única chica para mí, y voy a trabajar incansablemente para que se
anule su condena, porque vivir mi vida sin ella no va a ser posible. Ella pertenece a
mí, como yo pertenezco a ella, y voy a hacerlo realidad.
Sólo hay una cosa en mi mente que tiene el potencial de descarrilar lo que he
conseguido con Zeta, y es mi pasado. Ella se ha abierto a mí, y quiero devolverle su
confianza y su fe, pero no puedo. Porque me aterra que si sabe quién soy realmente
se aleje. Al mismo tiempo, ¿cómo puedo esperar que se comprometa a una vida
conmigo si no entiende la oscuridad que reside en mi interior? He estado dándole
vueltas a cómo manejar esto a medida que nuestras semanas juntos empiezan a
disminuir a un ritmo rápido, pero ella acaba tomando la decisión por mí.
Faltan cuatro semanas para que me den la libertad, y estamos solos en la
biblioteca, cuando ella aborda el tema. —¿Ryder? —Levanté la cabeza que
descansaba en su cuello, escuchando la incertidumbre en su voz.
—¿Qué pasa? —Escudriño su rostro, buscando pruebas de lo que le preocupa.
—No pasa nada, es que necesito preguntarte algo y creo que te puedes
enfadar.
Enrollo mis dedos en su cabello, agarrando su nuca. —Puedes preguntarme 88
cualquier cosa, Zeta. Nunca debes tener miedo de decirme lo que piensas. —Digo
eso, y lo digo en serio, incluso cuando mi corazón empieza a golpear en mi pecho
mientras la ansiedad asoma su fea cabeza.
—Sabes por qué estoy aquí, y me preguntaba cuál es tu historia. —Se muerde
el labio inferior de una forma que siempre hace que mi polla se agite en mis
pantalones—. No va a cambiar nada entre nosotros —asegura—, pero tengo
curiosidad por tu pasado porque has dicho algunas cosas de pasada, y creo que
hemos tenido una educación similar. —Hace una pausa, retorciéndose un poco en su
asiento—. Esto no está saliendo como yo quería. —Suspira—. Sólo que tú me has
ayudado mucho y yo quiero ayudarte a ti. Sé que tienes cosas en la cabeza, y quiero
entender para poder ayudarte.
Veo la verdad de su declaración escrita en su cara. No hay ningún motivo
oculto. Sólo quiere entenderme más, y lo entiendo. Quiero decírselo, pero el riesgo
de perderla es demasiado grande, así que le digo todo lo que puedo,
convenciéndome de que no es mentira si se ocultan partes de la verdad.
—Mi historia no es agradable. ¿Segura que quieres oírla? —Le doy una última
salida.
—Quiero saber todo lo que hay que saber de ti —confirma en voz baja,
picoteando mis labios—. Y no hay nada que puedas decir que me haga amarte menos.
Te amaré hasta el fin de los tiempos, Ryder. Nunca dejaré de amarte.
Me abalanzo sobre su boca y la beso apasionadamente, dejando que todo lo
que me gustaría decir se convierta en un beso. Cuando me retiro, los dos estamos
jadeando.
—Dios, te deseo tanto —susurra—. Me duele por ti, Ryder.
—También me duele por ti, nena, y lo conseguiremos. Una vez que ambos
estemos libres de este infierno.
Asiente, completamente de acuerdo conmigo en esto, aunque anhele mi
cuerpo tanto como yo el suyo.
Me recuesto en la silla, tomo su mano y encierro sus dedos en los míos mientras
empiezo a explicarle. —Nunca conocí a mi padre. Sólo fue uno de los muchos
hombres con los que mi madre se acostó. No entiendo por qué mi madre me conservó.
Por qué no me abortó o me dio en adopción, porque un niño no encajaba con su estilo
de vida. —Me encuentro con su mirada—. Mi madre también fue prostituta, sólo que,
a diferencia de tu madre, nadie la obligó a ello. Básicamente me crie solo. Pasé gran
parte de mi juventud merodeando por las calles, cualquier cosa para evitar ir a casa.
Vi muchas de las mismas cosas que tú, y odiaba estar allí. Crecimos en un barrio
pobre, y me metí en el grupo equivocado, me uní a una pandilla y empecé a hacer
todo tipo de cosas ilegales.
Esta es la parte que tengo que esquivar, y odio no ser totalmente sincero
aunque no tengo otra opción. Es mejor que no sepa de lo que soy realmente capaz. Y,
creo firmemente, con ella a mi lado que puedo dejar eso atrás y ser un hombre mejor. 89
Si no lo hiciera, no consideraría ninguna noción de un nosotros.
—¿Qué pasó? —Me frota el brazo en un gesto tranquilizador.
—Fue un robo que salió mal y ... y alguien murió. Fuimos responsables, y todos
caímos por ello.
—Oh. —Su voz es tranquila, y me pregunto si dije demasiado aunque no haya
dicho lo suficiente.
—¿Ahora me odias?
—¿Qué? No. Claro que no. —Me besa—. Te amo. Nunca podría odiarte.
—Famosas últimas palabras —murmuro, sintiéndome mal del estómago.
—Ryder, mírame. —Fuerza mi cara hacia la suya—. No te odio. En absoluto. —
Su nariz se arruga mientras intenta encontrar las palabras adecuadas—. Sólo me duele
por ti. —Me acaricia la cara y me inclino hacia su tacto—. Sé que eres una buena
persona, un buen hombre, y ahora entiendo por qué a veces desapareces en tu
cabeza. Vi cómo mataban a mi madre, y es algo que nunca me abandonará. Sé que
tendré que lidiar con ello mientras viva.
—Yo también. Solía ver su cara cada vez que cerraba los ojos, pero
últimamente no tanto. —Levanté nuestras manos unidas a mi boca, besando sus
nudillos—. Tú haces que todo sea mejor, Zeta. Me haces creer que soy capaz de ser
bueno, de ser digno de ser amado.
—Oh, Ryder. Eres esas dos cosas y mucho más. —Las lágrimas se clavan en sus
ojos, y me mira con tanto amor en su corazón que casi me deshace—. Sólo eras un
niño. Un niño abandonado a su suerte. No es de extrañar que tomaras algunas malas
decisiones —Me pasa el pulgar por la boca—. Un hombre muy talentoso, muy sexy y
muy sabio me dijo una vez que no nos definen los errores de nuestro pasado, sino
cómo elegimos afrontar las consecuencias.
Se lo dije una vez, cuando intentaba que se sintiera mejor por lo de su madre,
pero nunca he pensado eso conmigo.
Quizá sea hora de que empiece a practicar lo que predico.
Aunque no tengo ni idea de cómo empezar a superar mi pasado para hacerlo.
90
14
Ryder
He estado en una cuenta atrás los dos últimos meses, intentando no frustrarme
por el tiempo que está tardando el nuevo abogado de Zeta en conseguir anular su
condena. Me he reunido con su tía Jillian varias veces, y también ha visitado a su
sobrina. Parece que se preocupa mucho por Zeta, y se ha esforzado por organizar las
cosas para que Zeta tenga un hogar cariñoso al que volver ahora que se le ha
concedido la tutela de su sobrina. Poco a poco se van conociendo, y aunque Jillian no
está al tanto de todos los hechos de la infeliz infancia de Zeta, es lo suficientemente
inteligente como para llenar los vacíos. Se nota que se siente muy culpable por haber
abandonado a su sobrina, y creo que hará todo lo posible por compensar a Zeta.
Zeta no cumple los dieciocho años hasta dentro de cuatro meses, lo que
significa que no podrá vivir conmigo desde el principio de su liberación, pero puedo
esperar. Al menos, podré verla todos los días, y me dará más tiempo de ahorrar para
un lugar más bonito. Me las he arreglado para conseguir turnos extra en el restaurante
la mayoría de las semanas, y he estado tocando en la calle todos los sábados por la
tarde en el centro de la ciudad, reuniendo a un pequeño y leal grupo de seguidores
que están encantados de darme algo de dinero. Cada centavo cuenta, y me llevo muy
poco para mí, reservando todo lo que puedo para tener lo suficiente y poder cuidar a
mi novia cuando salga.
Jillian me llamó mientras estaba en el autobús de camino hacia aquí para darme
la buena noticia, y estoy tan jodidamente emocionado por ver a mi chica, sabiendo
que va a salir pronto. Tengo la sonrisa más tonta en los labios mientras me siento
frente a la pantalla de plexiglás, levantando el teléfono.
—¿Te enteraste de la noticia? —Zeta sonríe y me mira con mucha alegría en la
cara.
—¡Dos semanas, cariño! Vas a ir al juzgado dentro de dos semanas, y tu tía dice
que el abogado está cien por ciento seguro de que te concederán la libertad
inmediatamente.
—Gracias a ti. —Pone la palma de la mano en la pared que nos divide, y mi
mano se alinea instantáneamente a la suya.
—Mierda. Necesito tanto besarte. Extraño besarte. Te extraño. Punto. 94
—También te extraño, y cuando salga, nunca dejaré de besarte.
—Lo dices como si fuera algo malo —me burlo.
—Gracias, Ryder. —Sus ojos se abren—. Sé que encontraste a Clive. Sé que
fuiste tú quien le convenció para que dijera la verdad sobre lo que pasó aquella
noche.
Me encojo de hombros. —Te dije que haría cualquier cosa para sacarte de aquí,
y lo dije en serio. Clive sabe que tendrá el control del negocio de Bob una vez que
esté encerrado, así que no me costó mucho convencerlo. Estuvo afuera de la puerta
el tiempo suficiente para escuchar exactamente cómo fue, y vio lo que Bob le hizo a
tu madre. Está abierto y cerrado ahora.
Las lágrimas se derraman por sus mejillas. —¿Tienes idea de cuánto te amo,
Ryder Stone? No existen palabras en este idioma para describir adecuadamente lo
lleno de amor que está mi corazón por ti. Nunca podré recompensarte por esto.
—Claro que sí. Puedes aceptar ser mi esposa. —No pensaba proponérselo,
pero lo he pensado mucho. Se queda con la boca abierta y la sorpresa salpica sus
preciosas facciones—. No digo que quiera que nos casemos inmediatamente —me
apresuro a asegurarle—, porque aún no estoy en condiciones de mantenerte, pero en
cuanto pueda darte el estilo de vida que te mereces, te pondré un anillo, a menos que
me digas que no quieres eso conmigo... —Un dolor agudo me atraviesa el pecho
mientras espero su respuesta.
—¡Claro que quiero eso contigo! Nada me haría más feliz que ser tu esposa.
Aprieto mis labios contra el plexiglás y hace lo mismo. Cerrando los ojos, casi
puedo fingir que siento su boca moviéndose contra la mía. —No puedo esperar a
enterrarme hasta las pelotas dentro de ti —susurro al teléfono—. Voy a adorar cada
centímetro de tu cuerpo y hacerte gritar mi nombre toda la noche.
Se estremece y sus pupilas se oscurecen. —Te deseo tanto que me duele todo
el tiempo.
—Créeme, cariño, lo sé. Pero no nos queda mucho tiempo de espera.
Hacemos planes para el día en que salga, y le prometo que estaré fuera de esas
puertas, esperando para tomarla en mis brazos. Luego le digo una y otra vez lo mucho
que la amo antes de que Powell tenga que sacarme físicamente de la habitación.
Silbo mientras salgo de las puertas, caminando en dirección a la parada de
autobús, sintiéndome en la cima del maldito mundo. El anochecer se acerca y el cielo
que se oscurece proyecta sombras en la acera mientras avanzo hacia la parada de
autobús con un nuevo resorte en mi paso.
Sin previo aviso, me tiran de lado a un callejón y me empujan con fuerza contra
la pared. —Bueno, bueno, mira quién es —dice la voz de mis pesadillas. Me agarra
por el cuello con ambas manos antes de que tenga tiempo de reaccionar.
Mis pulmones se estrechan y jadeo mientras su asfixia se hace más fuerte. Me
golpea la cabeza contra la pared de ladrillos, haciendo sonar mis huesos. Llevo años 95
esperando este día. —Sus labios se curvan en una mueca, su penetrante aliento me
golpea en la cara mientras abre la boca, mostrando sus dientes amarillentos—.
Debería acabar contigo ahora mismo. —El odio quema el fondo de sus ojos mientras
me hace un agujero en el cráneo.
Mis pulmones se agarrotan y mis miembros se agitan mientras lucho por
liberarme. Me suelta bruscamente, y me desplomo en el suelo, golpeando mi cadera
contra el pavimento aunque apenas lo siento, porque estoy demasiado ocupado
aspirando aire hacia abajo. —Levántate, imbécil. —Me da una patada en el estómago
y, como no me levanto, me agarra de la camisa y él lo hace.
—Jodete. —Empujo su pecho, agradeciendo que he estado levantando pesas y
tengo una fuerza decente en la parte superior del cuerpo. Nos enfrentamos, los dos
mirándonos fijamente—. ¿Qué mierda quieres y cómo carajo me encontraste?
—Un reembolso, y eso es para que yo lo sepa.
—¿Reembolso? ¿Me estás jodiendo? —Mis fosas nasales se agitan.
Me golpea con su puño en el estómago, dándome varios puñetazos más,
dejándome sin aire. —¿Parece que estoy jodiendo? —gruñe—. Nos jodiste a todos, y
ahora es el momento de pagar.
—Piérdete, imbécil. No te debo nada —jadeo. Me enderezo y saco fuerzas de
alguna parte, le doy varios empujones en el pecho y le gruño en su fea cara mientras
lo empujo hacia el callejón—. Los términos de nuestra liberación estaban
condicionados a mantenernos alejados el uno del otro. Puedo denunciarte y hacer
que te encierren de inmediato. —Chasqueo los dedos en el aire.
Me da un puñetazo en la cara y un dolor cegador me atraviesa el cráneo
mientras retrocedo, agarrándome la nariz ensangrentada. —Si yo fuera tú, no estaría
lanzando amenazas. —La mirada que me lanza es de pura maldad, y un escalofrío me
recorre la espina dorsal. Saca un móvil de su bolsillo trasero y me lo pone en la cara—
. No querrás que tu chica pague el precio de tus errores, ¿verdad?
Mi estómago se revuelve mientras miro la imagen de Zeta en el patio. Tiene la
fecha de esta semana. La adrenalina me recorre, alimentada por la ira y el miedo. Lo
agarro por la cabeza y lo estampo contra la pared, con la rabia golpeando mis
entrañas. —¡La dejarás fuera de esto, carajo! —grito—. ¡Si se le daña un solo cabello
de la cabeza, acabaré contigo!
Me clava el codo en la caja torácica y todo el aire huye de mis pulmones. Me
empuja de nuevo contra la pared y me rodea la garganta con la mano. —No estás en
condiciones de exigir nada.
—¿Qué quieres? —Escupo, agarrándome a sus brazos y tratando de aflojar su
agarre sobre mí.
—Todo. Lo quiero todo. Me perteneces, Ryder.
—No la chica —digo con aspereza, sintiendo que el último hilillo de aire se
escapa de mis pulmones. La sangre me resbala por la barbilla desde la nariz,
colándose bajo el cuello de mí camiseta. Me mira con esos ojos fríos e insensibles 96
antes de dejarme ir. Me apoyo en la pared, aspirando ávidas bocanadas de oxígeno
en mis pulmones mientras lucho por mantener mis miembros de pie—. Haré lo que
quieras, pero déjala al margen. Ella no sabe nada. —Mi tono es resignado.
Me mira fijamente, con un músculo tintineando en su mandíbula, mientras su
cerebro se pone en marcha. —Podemos hacer un trato y dejar a la chica fuera de la
mesa. Pero si metes la jodes, si me dices que no, si intentas engañarme, la chica se
lleva una bala.
15
Zeta
—B uena suerte, Zeta. Buena suerte a los dos —dice Powell mientras
abre las puertas y se aparta.
Por instinto, la rodeo con mis brazos en un abrazo. —
Gracias. Por todo.
—Me alegro de que haya funcionado, y espero que sean muy felices, porque
se merecen toda la felicidad. Cuida a mi chico.
—Lo haré —prometo, echándome el bolso al hombro y saludándola con la
mano. Corro hacia el aparcamiento, tal es mi deseo de ver a mi novio, pero la cara
sonriente de mi tía es el primer rostro familiar que veo.
Me abraza tímidamente y enseguida rompe a llorar. —Estoy tan feliz de que te
hayas librado de ese lugar —dice, riendo un poco entre sus lágrimas.
97
Me desprendo de su abrazo, un poco incómodo. Aunque Jill me ha visitado
todas las semanas desde que regresó a Estados Unidos, seguimos siendo
prácticamente desconocidas. Me va a costar un tiempo sentirme natural a su lado,
aunque le esté enormemente agradecida. —Muchas gracias por todo lo que has
hecho por mí. No sé cómo podré pagarte.
—Cariño. —Me toma la cara con ternura y suelta la mano cuando me encojo un
poco. Su sonrisa vacila, pero la oculta rápidamente—. Somos una familia. No es
necesario dar las gracias ni pagar. Solo quiero que vivas tu vida y seas feliz. Dios sabe
que te lo has ganado. —Su labio inferior tiembla—. Siento mucho no haber estado ahí
para ti mientras crecías. Nunca me perdonaré haberte abandonado.
Me mojo los labios secos. —Está bien. No lo sabías. Ella te obligó a salir de
nuestras vidas e ignoró todos los intentos que hiciste para arreglar las cosas. Lo que
pasó no es tú culpa.
Se quita una lágrima. —Sé que no me has contado lo peor, y no puedo imaginar
lo que viviste. Odio haber estado al otro lado del mundo viviendo mi vida en una feliz
ignorancia mientras tú eras abandonada y abusada. No sé cómo puedes soportar
mirarme.
—Me ayudaste cuando te necesité. Eso es lo único que importa —admito en voz
baja.
Jill renunció a un lucrativo trabajo en la gestión de las tecnologías de la
información para volver a Estados Unidos. Lo dejó todo sin dudar en cuanto se enteró
de mi situación. Desde entonces, se ha comprado una casa en Newport Beach y ha
conseguido un nuevo y lujoso puesto en una importante empresa tecnológica.
Recoge mi bolsa y vuelve a sonreír. —Vamos. Vamos a casa. Me muero por
enseñarte tu habitación, y Liam está muy emocionado por conocerte.
—Tenemos que esperar a Ryder. Me prometió que estaría aquí.
—Sí, mira, sobre eso. —Me lanza una mirada de disculpa, y mi estómago se
hunde hasta los dedos de los pies, luego da una voltereta hasta el pecho y vuelve a
bajar—. Estaba muy disgustado cuando llamó, pero tenía que hacer doble turno y no
podía librarse. Prometió que te visitaría más tarde.
—Oh, qué pena. —Respiro profundamente, obligando a mi repentina oleada
de ansiedad a calmarse. Naturalmente, me decepciona que no esté aquí. Me lo
imaginaba esperando con los brazos extendidos, y a mí, corriendo hacia él como la
patética tonta enamorada que soy. No me visitó la semana pasada, porque también
estaba trabajando, y es la primera vez que paso tanto tiempo sin verlo. Sinceramente
no puedo esperar ni un minuto más—. ¿Podemos pasar por el restaurante de camino
a casa? Quiero darle una sorpresa.
—No hay problema. Vamos.
Jill conversa animadamente en el auto sobre la nueva casa y su nuevo trabajo
entre líneas para preguntarme cuáles son mis planes. Me gradué del instituto al
mismo tiempo que Ryder, y siempre soñé con estudiar música, con una
especialización en composición de canciones, pero nunca pensé que pudiera ser 98
posible.
Ahora se me ofrece la oportunidad de ir a la universidad, y es como si todo lo
que siempre he querido estuviera a mi alcance. Es un poco abrumador, aunque
emocionante. Quiero hablar con Ryder antes de tomar cualquier decisión, porque sé
que él también ha estado haciendo planes para nosotros, y no aceptaré nada sin
discutirlo con él para saber que podemos hacer que todo funcione.
No es que piense que me va a desanimar de ir a la universidad. Todo lo
contrario, pero quiero incluirlo en mis planes, porque así es como deben ser las
relaciones. Sonrío mientras miro por la ventana. Escúchame, actuando cómo una
adulta y toda esa mierda.
El restaurante es mucho más bonito de lo que esperaba. Es un restaurante de
carne de la vieja escuela, con cabinas y respaldos de cuero, iluminación baja y música
country de fondo. Estoy un poco nerviosa al entrar, pero el amable hombre de la
recepción nos sonríe ampliamente a mí y a Jill, lo que ayuda a calmar mis nervios. —
¿Mesa para dos, señoras? —pregunta, sacando un par de menús.
—Oh, no. No vamos a comer —lo corrige Jill.
—Sólo pasé a saludar a Ryder, si te parece bien —digo, sonriendo.
Todo su comportamiento cambia, y parece un poco nervioso. Se aclara la
garganta. —Permítanme un momento. —Lo veo retroceder por la habitación,
entrando por una puerta marcada como Solo Para El Personal, con una renovada
oleada de ansiedad. Se me erizan todos los vellos de la nuca, y una ominosa nube
negra desciende, presionando sobre mí, elevando mi ansiedad a niveles coronarios.
Algo está mal.
Algo está muy mal.
Lo siento en mis huesos.
Un hombre mayor con una mata de cabello negro azabache y un bigote grueso
a juego se acerca a nosotras. —Debes ser Zeta —dice, y sólo puedo asentir—. Soy
Stan, y este es mi restaurante.
—Encantada de conocerte. —Le estrecho la mano, mientras intento sofocar mi
creciente histeria.
—Ryder dejó esto para ti. —Me entrega un sobre blanco con mi nombre
garabateado en la parte delantera con la desordenada letra de Ryder.
—¿Lo dejó para mí? —Mi voz sale aguda y chillona, pero estoy demasiado
asustada como para preocuparme.
Sus rasgos se suavizan. —Supongo que no te lo dijo.
—¿Decirme qué? —Mi corazón golpea contra mi caja torácica y las mariposas
se vuelven locas en la boca del estómago. Siento que voy a vomitar.
—Se fue, cariño. Apenas si me avisó.
—¿A dónde se fue? —susurro, segura de que la conmoción y el horror se 99
muestran plenamente en mi rostro.
—No lo dijo, sólo que tenía que irse. Me dio mucha pena verlo partir. Era un
gran trabajador, y lo echamos de menos en el lugar.
La sangre me retumba en los oídos y me cuesta contener las lágrimas mientras
recorro con los dedos las letras del frente del sobre que tengo en la mano. Oigo
vagamente a mi tía dar las gracias al hombre antes de que me rodee con su brazo y
me acompañe de vuelta al auto.
Estoy completamente conmocionada mientras me abrocho el cinturón de
seguridad, limpiando las lágrimas que se escapan silenciosamente de mis ojos.
—No reacciones todavía —dice Jill, acercándose y apretando mi mano—. No
hasta que hayas leído la carta.
—Me dejó. —Miro fijamente hacia adelante, apenas capaz de ver a través de
las lágrimas que empañan mis ojos.
—Zeta, cariño. Mírame. —Fuerza mi mirada hacia la suya—. Estoy segura de
que hay una explicación razonable para esto y que no te ha dejado. Al menos no de
forma permanente. Lo conozco lo suficientemente bien a estas alturas como para
saber que ese joven adora el suelo que pisas. Nunca he visto a nadie más entregado
ni tan enamorado. Estoy segura de que está bien. ¿Por qué no abres la carta y lo
averiguas? —sugiere.
Niego con la cabeza. —Prefiero esperar hasta que lleguemos a casa. —Así
podré derrumbarme en la intimidad de mi propio dormitorio si esta carta dice lo que
creo que va a decir.
Enciende la radio, esforzándose por mantener mi ánimo mientras conducimos
hacia Newport Beach, pero soy una pésima compañía y apenas reconozco su charla.
La casa es una gran y hermosa casa familiar situada en un lugar privilegiado
con vistas a la magnífica playa, pero apenas me doy cuenta de lo que me rodea o
reconozco adecuadamente al prometido de Jill, Liam, cuando nos encontramos por
primera vez. Ha preparado la cena y tengo que obligarme a comerla para no ser
maleducada. Después, insisto en limpiar y Jill me muestra mi dormitorio.
Es precioso. Pintado en azul huevo de pato y crema, con una gigantesca cama
con dosel, un enorme vestidor, un baño en suite y mi propio sofá y televisor. Le doy
las gracias y le aseguro que me encanta cuando veo su cara de escepticismo. Antes
de irse, me dice que vaya a buscarla si la necesito para algo.
Dejo el sobre en la mesilla de noche, me despojo de la ropa y me doy una larga
ducha caliente, pero ni siquiera puedo disfrutar del lujo de hacerlo porque no puedo
quitarme la carta de la cabeza y no puedo erradicar la horrible sensación de miedo
que siento.
Pero no puedo evitar leerla para siempre, así que una vez que estoy en pijama,
arropada en la cama, con una taza de té de manzanilla, cortesía de mi atenta tía,
deslizo el dedo bajo la solapa del sobre y saco el contenido. 100
Miro fijamente el papel doblado en mi regazo hasta que el té se enfría. Tengo
el corazón en la garganta cuando por fin me armo de valor para hacerlo. Con dedos
temblorosos, empiezo a leer.
Zeta,
Escribir esta carta es una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer. No
hay una manera fácil de decirte esto, pero he dejado el Condado de Orange, y no voy a
volver. Siento haber roto todas las promesas que te hice, pero tenías razón: las cosas han
cambiado. He cambiado, y con el tiempo y la distancia, me he dado cuenta de que las
cosas que quiero son diferentes de las que planeamos juntos. Siempre te querré y
siempre recordaré nuestro tiempo juntos como un periodo feliz de mi vida, pero he
seguido adelante. Conocí a otra persona y me voy a mudar para estar con ella. Lo último
que quería hacer era herirte, y me odio por ello. Estás destinada a grandes cosas, Zeta.
Sé que vas a tener una vida increíble. Sé feliz porque te mereces toda la felicidad del
mundo.
Ryder.
Miro fijamente la carta, releyéndola varias veces, hasta que ya no puedo ver a
través de las lágrimas que cubren mis ojos.
No lo entiendo.
Todo estaba bien hace dos semanas. Cuando me declaraba su amor y me
proponía matrimonio. ¿Todo fue una mentira? ¿Quería decir algo de lo que decía? ¿O
fue sólo la lástima lo que lo llevó a ayudarme?
Estoy muy confundida y todavía en estado de shock. Espero que salga de
debajo de la cama y se ría de mi angustia, como si se tratara de una broma enfermiza
y pervertida. O una prueba para demostrar mi lealtad, pero sé que sólo es mi estúpido
y tonto corazón el que habla.
No puedo creer que se haya enamorado de otra tan pronto, pero ¿es realmente
tan sorprendente? Tal vez sea uno de esos tipos que se enamoran a la primera de
cambio, pasando de una chica a otra, profesando un amor eterno hasta que alguien
nuevo capta su atención. Esa es la única explicación que tiene algún peso y el
escenario más probable. Prefiero pensar así que aceptar que nunca me ha amado.
Unas gruesas lágrimas caen sobre la página, manchando su desordenada letra.
Me hago un ovillo bajo las sábanas y envuelvo mi cuerpo con los brazos, como si eso
fuera a mantener a raya el dolor. Unos sollozos desgarradores me sacuden el pecho
y entierro la cara en la almohada, tratando de amortiguar el sonido de mi dolor. Lloro
hasta que la garganta está en carne viva y me arden los ojos.
Hoy debería haber sido uno de los días más felices de mi vida, pero Ryder ha 101
conseguido destruir todo sentimiento de alegría.
En algún momento, Jill entra en la habitación, se mete en la cama conmigo y
rodea mi cuerpo congelado con sus brazos. Me susurra palabras tranquilizadoras,
diciéndome lo mucho que me quiere y que está aquí para mí, pero no puede
ofrecerme ningún consuelo que llene el enorme agujero que tengo en el pecho.
Nunca antes había experimentado un dolor tan intenso, y el dolor de mi pecho penetra
en lo más profundo de mi célula, invadiendo cada parte de mí, asegurando que
ningún órgano, ningún tejido, ninguna célula, queden indemnes. Las cicatrices de mi
corazón son amplias y profundas, y sé que las llevaré conmigo para siempre.
Ryder se ha ido, y se ha llevado parte de mí con él.
La parte que creía en los sueños.
En el poder curativo del amor.
Puede que su amor haya sido efímero, que me haya superado y seguido
adelante, pero sé, sin ninguna duda, que es mi único y verdadero amor, y que nunca,
nunca lo superaré.
Y, mientras viva, nunca le perdonaré que me destruyera así.
PARTE II
OCHO AÑOS DESPUÉS
102
16
Ryder
V
uelvo en mí lentamente, consciente de que algo caliente y pesado me
presiona la espalda. Ignorando el sordo latido de mi cabeza, levanto la
parte superior de mi cuerpo, mirando por encima del hombro y
frunciendo el ceño ante la chica desnuda que utiliza mi espalda como su almohada
personal. Está roncando y babeando sobre mi piel, y un desagradable escalofrío
recorre mi cuerpo mientras me deslizo por debajo de ella.
—Mike —canturreo, con la garganta irritada por las secuelas de la noche
anterior—. Mike —grito, esta vez más fuerte, mientras balanceo las piernas sobre el
lado de la cama y busco la botella de agua que hay encima de mi mesita de noche. La
chica gime y se gira sobre su espalda, abriendo los ojos.
—Hola, sexy —ronronea, incorporándose mientras reprime un bostezo. Su
rímel negro y espeso se corrió y sus ojos están inyectados en sangre cuando se fijan 103
en mí. La bilis se mezcla con el desagradable sabor a papel de lija que tengo en la
boca cuando se arrastra sobre las manos y las rodillas hacia mí, lamiéndose los labios
y escudriñando mi cuerpo desnudo con ojos hambrientos.
—¿Me buscas, jefe? —Mike asoma la cabeza por la puerta del dormitorio.
—¡Deshazte de ella! —Grito, molesto porque sigue aquí.
Mi guardaespaldas estrecha los ojos al entrar en la habitación. —¿También a
las dos del suelo? —pregunta, levantando una ceja.
Miro hacia el otro lado de la cama y maldigo al ver a una chica con curvas y
cabello rubio corto siendo acurrucada por la pelirroja de piernas largas. Las dos están
desnudas y profundamente dormidas.
—Deshazte de todas las zorras. Ya sabes lo que hay que hacer. —Veo una
botella de JD escondida a un lado de la cama, la recojo y le doy un trago,
agradeciendo el ardor al deslizarse por mi garganta seca.
La chica de la cama me agarra del culo mientras me pongo de pie, y veo rojo.
—Quita tus putas manos de encima y lárgate de mi ático. —Me quito sus manos de
encima y recojo una prenda de ropa de mujer del suelo enmoquetado y se la arrojo—
. No olvides esto. No me gustaría que hicieras el paseo de la vergüenza sin ropa.
—Eres un maldito imbécil —escupe, apretando el vestido contra su pecho.
Sonrío. —¿Crees que eso es nuevo para mí, cariño? —Sus fosas nasales se
agitan y me río mientras me dirijo al baño—. Me voy a duchar y quiero que ya no
estén cuando termine.
—Estoy trabajando en ello —suelta Mike, sacudiendo a las dos chicas en el
suelo por los hombros en un intento de despertarlas.
Decido ayudarle. Tomo una jarra vacía de la mesa que hay junto a la pared, la
lleno en el lavabo del cuarto de baño y vuelvo a mi habitación, arrojando agua fría
sobre las dos chicas comatosas sin dudarlo un instante. Se levantan como un rayo,
gritando y chillando, mirándome fijamente mientras se apartan los mechones de
cabello empapado de la cara. Mike me mira mal, se tira de la camisa empapada y
parece querer matarme a sangre fría.
Tiro la jarra vacía sobre la cama y me dirijo al baño sin mirar atrás.
De pie bajo el agua caliente y humeante, cierro los ojos y me imagino su cara.
La única mujer que he amado. La única que siempre amaré.
Por mucho que lo intente, no puedo olvidar a la mujer de la que me vi obligado
a alejarme, aunque me destrozó dejarla atrás. Han sido ocho largos y solitarios años
sin Zeta a mi lado. Pensé que sería más fácil, pero sólo se está volviendo jodidamente
más difícil. Nunca dejaré de extrañarla. Ni dejaré de amarla. No hasta mi último
aliento.
Apoyando un brazo en la pared, deslizo la otra mano por mi cuerpo, 104
acariciando mi polla dura como una roca mientras los impresionantes ojos marrones
de Zeta me miran a través de mi mente.
Me permito pensar en ella cada mañana cuando me ducho. Para darme este
capricho.
Imagino que la tengo inmovilizada contra la pared, con las piernas rodeando
mi cintura, y que se retuerce y gime mientras la penetro con fuerza, follándola como
nunca antes lo había hecho. Casi puedo oír sus gritos mientras la libero, y no pasa
mucho tiempo antes de que me masturbe con fuerza en mi mano, rociando semen por
todas partes.
Me apoyo en la pared, presionando mi frente contra el fresco azulejo, deseando
que el sueño sea una realidad aunque pensar así siempre me hace entrar en una
espiral.
¿Es posible amar tanto a alguien que sienta que me muero cada día que paso
en este planeta sin ella en mis brazos?
—Jefe, ¿estás bien? —Los ojos preocupados de Mike se encuentran con los
míos a través de las puertas de cristal vaporizadas.
Me separo de la pared y cierro la ducha con un suspiro. —Estoy de maravilla.
Soy como un maldito melocotón, Mike.
—Atento. Rod está en camino. Llega en cuarenta minutos.
Me entrega una toalla y me la envuelvo firmemente en la cintura. —Gracias.
Enloquecerá cuando vea el estado del lugar.
—No te preocupes. Maggie ya hizo su magia.
—Recuérdame que le dé a esa mujer un aumento de sueldo. —Paso junto a él,
agradecido de que al menos mi ama de llaves sepa hacer su trabajo—. Y que te
reduzcan el tuyo —añado, estrechando los ojos hasta convertirlos en rendijas.
—No me atribuyas esa mierda, Stone. —Mike se cruza de brazos, desafiándome
con su mirada. Aunque Mike es un profesional consumado, también es uno de mis
mejores amigos, y a veces las líneas se difuminan. Me conoce demasiado, y
probablemente debería reprenderlo, pero valoro demasiado su papel en mi vida
como para arriesgarme a hacerlo. Además de Rod, es la única persona que me
entiende, aunque la mayor parte del tiempo ignoro los consejos de ambos, y por eso
mi vida es un desastre tras otro.
—¿Qué mierda hacían todavía aquí? —Agarro el cepillo de dientes y empiezo
a cepillarme enérgicamente los dientes.
Mike ha sido mi guardaespaldas personal el tiempo suficiente para conocer el
procedimiento. Las chicas nunca se quedan por la noche. Tan pronto como me las
follo, quiero que se vayan. No quiero ningún recuerdo del encuentro, y nunca vuelvo
por más. Es una liberación física solamente. Una forma de bloquear los pensamientos
destructivos en mi mente y nada más. Lo último que necesito es despertarme al lado
de una mujer. Porque si no es Zeta, entonces no tiene nada que hacer en mi cama. 105
—¿Por qué crees? —dice, justo cuando otras voces empiezan a hacer ruido
afuera.
—Maldito Garrett —refunfuño, preguntándome cómo dejé que mi compañero
de banda me convenciera de la sesión improvisada de anoche.
Ya sabes por qué. Dejo a un lado esa molesta voz interior.
Tengo que concentrarme en tener un aspecto semihumano antes de que llegue
nuestro manager, porque si descubre que volví a estar de fiesta, me colgará de las
pelotas. O me enviará a rehabilitación de nuevo.
Rod es el mejor hombre que conozco. Me salvó literalmente él solo, y nuestra
banda, Torment, ha recibido fama mundial gracias a su experta gestión y sus
inteligentes habilidades comerciales.
Le debo mucho.
Le debo todo.
Por muy mal que esté, me estremezco al pensar en lo peor que estaría si no me
hubiera encontrado ese día trabajando en la calle. Si no se hubiera arriesgado
conmigo. Si no me hubiera llevado a Nueva York y me hubiera dado tantas
oportunidades.
Defraudarlo sólo aumenta mi sentimiento de culpa, y me gustaría poder decir
que nunca lo hago, pero estoy encerrado en un círculo vicioso en el que la culpa y los
remordimientos impulsan mis acciones, y sólo añaden más mierda al montón.
Tengo la carrera musical que siempre he deseado, una riqueza que supera mis
sueños más salvajes y mujeres que se me echan encima allá donde voy. Debería estar
en la cima del jodido mundo, pero me siento como si estuviera atrapado en el fondo
del océano, con los pies atados al suelo marino, con la boca abierta en un grito
silencioso, con arcadas mientras me ahogo en un mar de odio a mí mismo, con mi
cuerpo sacudiéndose mientras me absorbe hacia abajo en un vacío oscuro sin fin que
se niega a dejarme ir.
—Todavía está por ahí con sus amigas de juerga —suministra Mike,
arrastrándome de nuevo al momento.
Mi ira se dispara al instante. —¿Realmente quieres que te despida? —Gruño,
empujándolo hacia mi habitación.
—Intenté que se fueran, y una de ellas gritó que la estaba maltratando. Garrett
se limitó a sentarse sobre su trasero y a reírse. —Él, al menos, tiene la decencia de
parecer arrepentido—. Sabes que no las toco.
Mi ira se desvanece al instante. Tuvimos un incidente, hace un par de años,
justo antes de que me descarrilara por completo, cuando Mike fue acusado de
agresión por una de las groupies después de una fiesta en mi piso de Los Angeles.
Todo lo que intentaba hacer era ayudar a la chica a salir, pero estaba jodidamente
destrozada, y se cayó mientras la acompañaba por el pasillo. La mitad superior de su
vestido se había abierto en el proceso, y ella gritó como una loca, acusándolo de
desvestirla con intención a pesar de que él no le había puesto un dedo encima. Hice
106
un cheque y la hice desaparecer, pero ahora Mike no se atreve a tocar a ninguna de
las chicas, y no puedo decir que le culpe.
Irrumpo en mi sala de estar de planta abierta, con el cráneo protestando por el
ruido que emite el televisor montado en la pared. Garrett Jones, guitarrista y vocalista
de Torment, mi compinche habitual y mi mejor amigo, está tirado en mi sofá de cuero,
solo en calzoncillos, con una chica con poca ropa en cada brazo y otra de rodillas
entre sus pies.
Arranco el mando de la mesa, silencio el televisor y me dirijo a mi amigo. —
¡Sácalas de aquí ahora mismo! —Gar sabe lo que siento por esto, y me molesta que se
aproveche—. Rod viene hacia acá.
Me paso una mano por el cabello, olvidando que ahora es mucho más corto,
lamentando al instante la pérdida de mis mechones más largos. —¿Estás jodidamente
loco? Nos va a destrozar si sabe lo que pasó aquí anoche.
—Amigo. Relájate. —Garrett pasa por encima de la chica a sus pies y se agarra
a mis hombros—. No se enterará de nuestro ocho por mí. —Sus penetrantes ojos
verdes se ríen mientras levanta la mano para que le toque los nudillos.
Ignorándolo, me desplomo en el sofá detrás de mí, negando con la cabeza. —
Jodeme.
Es un nuevo récord incluso para nosotros.
Juré que dejaría las orgías después de la última. Una de las chicas había
grabado en secreto con su móvil y no perdió tiempo en publicarlo. Se hizo viral en
minutos y colapsó Twitter. Una mierda como esa hace maravillas para la banda, pero
esa noche lloré como una nenaza imaginando a Zeta viéndolo. No es que deba
importar. Debe odiar mis entrañas después de la forma en que terminé las cosas,
abandonándola así sin otra palabra.
—He estado allí, he hecho eso, y tengo los dolores para probarlo —dice la
morena de las bragas y el sujetador de encaje negro, sentándose a mi lado y pasando
su mano por mi pecho.
Le quito la mano de un manotazo, más irritado que de costumbre. —Vete a la
mierda ahora.
—Amigo. —Gar aparta la boca de la rubia con la que está besándose y me
mira—. Relájate, no es que Rod no sepa cómo de profundo caes. Y la pelirroja que
Mike acaba de echar ya publicó fotos en internet.
Entierro la cabeza entre las manos, gimiendo. Sé que ahora voy a recibir el
discurso de rehabilitación.
—Sólo sácalas de aquí, Gar. Lo digo en serio. Quiero que se vayan.
Vuelvo a entrar en mi habitación dando un violento portazo. Mis manos se
cierran en un puño y tengo muchas ganas de golpear algo.
Controlar mis frecuentes estallidos de ira es cada vez más difícil. Cada pequeña
cosa parece desencadenarme estos días, y sé que estoy perdiendo el control de mi
cordura. 107
Entro en mi vestidor, dejo caer la toalla y me paso quince minutos dándole una
paliza a mi saco de boxeo. Después de otra ducha rápida, me pongo algo de ropa, y
cuando salgo de mi habitación, Garrett está vestido, tomando un café mientras
coquetea con Maggie en la cocina. No le molesta que ella tenga más de cincuenta
años y que sus hijos sean mayores que nosotros.
—Toma —Maggie me entrega una taza de su brebaje especial de miel y limón
en el instante en que mi pie toca el suelo de la cocina—. Supongo que lo necesitas.
—Gracias. —Beso la parte superior de su cabeza—. Y gracias por limpiar el
lugar.
Toma mi mejilla. —No quieres volver a hacer esto, Ryder. Recuerda lo que pasó
la última vez. Puede que no tengas tanta suerte otra vez.
El estómago se me cae hasta los dedos de los pies al recordarlo, y odio haberla
defraudado a ella también.
Vino a trabajar para mí poco después de que comprara este lugar, hace siete
años, y ha soportado muchas locuras a lo largo de los años, pero nunca juzga. Sólo se
preocupa. Es lo más parecido a una figura materna que he tenido en mi vida, y no me
gusta decepcionarla aunque sea algo habitual.
No tengo la oportunidad de ofrecer falsos tópicos que ambos sabemos que son
mentira porque Micah y Scott eligen ese momento para hacer una gran entrada. ——
Qué hay, imbéciles —grita Micah, sonriendo al entrar en la habitación como si fuera
el dueño.
—¿Por qué eres todo sol y arco iris? —pregunto, dando un sorbo a la deliciosa
bebida de miel, sintiendo que alivia el dolor de mi garganta.
—Bella finalmente me dejó tomar su trasero anoche. El maldito polvo más
caliente de mi vida.
Gar se acerca a Micah para chocar los nudillos mientras Scott rodea a Maggie
con sus brazos y la abraza mientras me sacude la cabeza. Golpeo a Micah en la parte
superior del brazo. Con fuerza. —No puedes decir una mierda así delante de Maggie.
Muestra algo de respeto.
—Maggie, cariño. —Le pasa el brazo por el hombro, alejándola de Scott—. Eso
se ha pasado de la raya, por favor, disculpa mi excitación y acepta mis más sinceras
disculpas.
—Ustedes serán mi muerte —murmura pellizcando su mejilla y alborotando su
cabello rubio—. Y espero que trates bien a esa joven. Es una chica dulce. No pierdas
a ésta. —Mientras que Gar y yo somos los estereotipos de los hombres-puta de la
banda, Micah rebota entre groupies y novias cuando le conviene. Scott es el único
atado. Lleva con su mujer Linda desde el instituto, y hace poco dieron la bienvenida
a su primer hijo. Él no lo sabe, pero le tengo mucha envidia.
Hablamos durante unos minutos mientras tomamos café y pastas hasta que
llega Rod.
Nos reunimos de nuevo en el salón mientras Maggie prepara café recién hecho.
Los demás toman asiento en los sofás, pero yo apoyo mi trasero en el borde del 108
aparador, cerca de la ventana que va del suelo al techo y que ofrece unas magníficas
vistas de la ciudad de Nueva York en la distancia. Me encanta vivir en Greenwich
Village, aunque viviría a tiempo completo en mi casa de los Hamptons si pudiera
elegir. Pero este lugar está más cerca del estudio y del aeropuerto, así que tiene más
sentido vivir aquí, aunque me escapo a mi propiedad frente al mar cada vez que
puedo.
Rod se muestra muy serio mientras hablamos de los planes de grabación de
nuestro próximo álbum de estudio en los próximos meses, así como de algunos
eventos programados para las próximas semanas. Me animo cuando surge el tema de
nuestra próxima biografía. —¿Has pensado más en la idea? —pregunta.
—Me encanta —asiento—. Es una visión diferente de las habituales biografías
de rock, y creo que funcionaría.
Rod nos propuso la idea en nuestra última reunión. Ya tenemos una biografía
oficial de la banda, escrita un año después de nuestra irrupción en la escena, y es la
típica historia de la pobreza a la riqueza, contada en la misma línea que todas las
biografías de rockeros. Esta vez, Rod propone una mirada más íntima a la banda,
centrándose en nuestra vida profesional y en cómo ha evolucionado nuestra carrera
a lo largo de los años. Nos sugirió que invitáramos a un periodista para que nos viera
creando y grabando nuestro próximo álbum, para que el mundo tenga una visión de
todo el proceso creativo que implica la producción de un álbum de Torment.
Los otros chicos asienten y sé que también están de acuerdo con la idea.
—¿Y les parece bien que una periodista viva con ustedes mientras graban?
—Si sigue siendo esa chica caliente de RockOut, Kayla, demonios, sí. Puede
vivir en mi habitación, sin ningún problema —ofrece Gar, sonriendo.
—Eso es exactamente lo que me temo —responde Rod—. Si seguimos adelante
con esto, será una relación estrictamente profesional, es decir, no puedes ligar con
ella. La agenda es apretada, y no tendremos tiempo de encontrar un escritor de
reemplazo si la alejas.
—Se comportará —le digo a Rod—. Y Kayla sabe cómo darle un golpe en el
trasero si intenta algo.
—No te pongas celoso, hombre. No es mi culpa que te haya echado a la calle
en favor de mi culo que es más sexy —dice Gar, sonriendo, recordándome aquella
vez que se enrolló con la rubia peleona.
—Nunca le he coqueteado —reconozco sinceramente, y no es una palabra de
mentira, aunque sea preciosa y seductora.
—Mierda —dice Gar, fingiendo que tose.
—Lo que sea, hombre. —Miré a Rod con los ojos, terminando con todas las
posturas—. Kayla nos conoce, y es una chica genial, además de una reportera de
mierda. Puede usar la casa de huéspedes, así que no lo veo como un problema.
Estoy decidido a dar este proyecto a la revista RockOut, ya que sé que necesitan
el negocio. Rod entiende en parte la razón de mi lealtad, pero nunca le he hablado a 109
ninguno de los chicos de la banda sobre Zeta, y tengo la intención de mantenerlo así.
Rod vuelve a guardar su iPad en su maletín junto con algunos papeles. —Si
estamos de acuerdo, sugiero que se lo propongamos a Kayla en la rueda de prensa.
Creo que es mejor sondearla a ella primero, y luego podemos presentarlo
oficialmente a Harrison Meadows para RockOut.
Todos estamos de acuerdo, y luego los chicos se dirigen a casa para hacer la
maleta antes de nuestro vuelo de esta tarde. Rod se queda atrás, pero ya sabía que lo
haría.
—Estoy preocupado por ti —dice una vez que estamos a solas, sentados en la
terraza de mi casa, dando un sorbo al té helado que Maggie preparó antes de irse a
pasar el día.
—Estoy bien.
—Esto no está bien. —Me pone el móvil en la cara y miro la foto en la que
aparezco desnudo, acostado boca abajo en la cama.
Esa maldita perra.
Supongo que debería agradecer que la foto no muestre ninguna evidencia de
la coca que nos metimos por la nariz o las líneas que Gar y yo esnifamos de las tetas
de la chica. —Este eres tú recayendo.
—No estoy recayendo. —Me clavo las uñas en los muslos—. Ya sabes por qué
necesitaba un golpe de efecto. Cuando termine el concierto y vuelva a Nueva York,
me mantendré limpio, lo juro.
—No me trates como si fuera estúpido. Es a mí a quien le estás hablando. El tipo
que te encontró trabajando en la calle cuando no tenías ni un centavo en el bolsillo ni
comida en el estómago.
—Confía en mí, no lo he olvidado.
—Podrías haberme engañado. —Se gira en su silla hasta quedar frente a mí—.
Eres como un hijo para mí, Ryder. Cindi y los niños te adoran y te consideran parte
de la familia. Sé los demonios que tienes, y sé lo mucho que luchas con tu pasado y
con lo que le pasó a Lucas…
—No lo hagas. Por favor, no vayas allí. No puedo hacer esto hoy. —Me vuelvo
a meter en la casa y me sirvo un gran whisky solo.
Rod aparece a mi lado, arrastrando una mano por su cabello canoso. —Sé que
no quieres tocar en el local del condado de Orange, pero es una sola noche y con
fines benéficos. Voy a fletar el avión para que te lleve directamente a casa.
—No es necesario cambiar los planes. Gar y Micah querrán ir a la fiesta
posterior, y Scott y yo ya hemos acordado pasar el rato con Sawyer Weston en el bar
de su hermano. Nos quedaremos en casa de Sawyer y Noah y nos reuniremos con los
chicos en el aeropuerto a la mañana siguiente.
110
Sawyer y Noah Weston son gemelos que forman la mitad de Bastards and
Dangerous, también conocidos como BAD. Llegaron a la escena más o menos al
mismo tiempo que nosotros, y aunque hay una cierta rivalidad competitiva entre
ambas bandas, todos nos llevamos bien y disfrutamos socializando después de los
festivales y eventos del grupo.
Sawyer y yo entablamos una estrecha amistad, hace un par de años, y hace
tiempo que le prometí visitar Just an Illusion, el bar que tiene su hermano Jordan. Esta
noche es la oportunidad perfecta para aceptar su oferta, porque detesto estar de
vuelta en el Condado de Orange, y quiero salir de allí en cuanto termine el
espectáculo. El bar de Jordan también está en el sur de California, pero está en el
condado de Los Angeles y me da la distancia que necesito desesperadamente.
—Bien. —Rod recoge sus cosas—. Pero cuando vuelvas, quiero que programes
una cita con el doctor Fleming. Sé que has dejado de ir a terapia, pero la necesitas,
Ryder. Sabes que la necesitas.
—La terapia no va a arreglar el desorden de mi cabeza. Ambos lo sabemos.
Estoy jodido, y es mi penitencia. Es el castigo con el que viviré cada día de mi vida, y
ya lo he aceptado. —Devuelvo el whisky de un trago, lo apago de un tirón.
Sólo hay una persona que ha sido capaz de traerme algo de paz, y es la única
persona que está completamente fuera de mis límites.
17
Zeta
117
18
Ryder
121
19
Zeta
L
as palabras de Gar me transportan de vuelta al reformatorio, y la voz de
López resuena en mi cabeza al oírle decir exactamente lo mismo a Zeta
hace tantos años.
He permanecido en el pasillo de la suite estos últimos minutos intentando que
mis piernas se muevan, pero están clavadas en el suelo de mármol, congeladas por
la sorpresa y la incredulidad. Al principio creí que estaba alucinando cuando escuché
su sensual y seductora voz, y no me sorprendería porque ha estado en mi mente
continuamente desde mi visita a Orange County la semana pasada.
Escuché a Gar y a Micah coquetear con ella, y una sonrisa orgullosa se dibujó
en mis labios cuando Zeta desvió sin esfuerzo sus intentos de flirteo.
Mi corazón se vuelve loco detrás de mi caja torácica y me inundan emociones
que me ha costado mucho enterrar. Me debato entre entrar corriendo y tomarla en 129
brazos o huir por la puerta.
No debería estar aquí.
He hecho todo lo posible para que nuestros caminos no se crucen nunca, pero
sospecho que el destino me está jodiendo de nuevo.
Ahora sé por qué estuve tan nervioso durante toda la rueda de prensa.
La sentí en la habitación.
Sé que vuelvo a sonar como una nenaza, pero juro que sentí que estaba allí. No
podía precisar por qué cada molécula de mi cuerpo estaba en alerta máxima, por qué
la electricidad estática palpitaba en el aire, o por qué mis ojos recorrían la habitación,
buscando y rebuscando.
Sé lo que pasará cuando entre en esa habitación. Y sé que no puedo desviarlo
por mucho tiempo. También sé que no tengo ninguna intención de huir de este lugar.
No soy lo suficientemente fuerte como para alejarme de ella otra vez.
Mientras mi mente se agita, mis pies se mueven por sí solos. Entro en el salón
mientras la mano de Gar se cierne sobre el pecho de Zeta. —Vamos, nena. Deja que
te toque.
El calor rojo me invade, y estoy a dos segundos de cargar contra el imbécil
cuando Rod acude al rescate. —Es un placer que por fin te unas a nosotros, Ryder.
Zeta está de cara a Gar, de espaldas a mí, y veo cómo su columna vertebral se
endurece mientras el aire cruje de electricidad. Recorriendo con la mirada su
curvilínea figura, me doy cuenta de que sigue teniendo una hermosa y larga melena
oscura, un culo de infarto y esas largas piernas, enfundadas en un par de botas para
follar que no me importaría enrollar alrededor de mi cuello.
Mientras yo babeaba, y Zeta estaba evidentemente distraída, Gar hizo un
movimiento, y su mano ahora toca su teta izquierda. La ira arde en mis venas, y mis
manos se cierran en puños. —Quita tus malditas manos de ella, Gar.
Gar retira su mano, sonriendo. Zeta baja la barbilla durante una fracción de
segundo y su pecho se agita. La tensión flota en el espacio que nos separa, y la
necesidad de consolarla me golpea con fuerza y rapidez. Cruzo la habitación hacia
ella sin dudarlo.
Levantando la cabeza, se da la vuelta lentamente y mi mundo se desplaza hacia
un lado.
Me detengo de golpe, casi de rodillas. Trago con fuerza mientras mi corazón
se hincha hasta reventar. Todo lo que he sentido por ella me golpea como un rayo
mientras nos miramos fijamente. Mi corazón late dolorosamente, y siento como si todo
el aire fuera exprimido de mis pulmones. Un sonido extraño y estrangulado escapa
de mis labios, y una única y solitaria lágrima rueda por su mejilla.
Los chicos intercambian expresiones de desconcierto, observando el
intercambio entre Zeta y yo con ávida curiosidad. 130
Me muevo hacia ella involuntariamente, como si una cuerda invisible me
atrajera. —Zeta —digo con voz entrecortada por la emoción. Sólo puedo imaginar lo
que se muestra en mi cara.
Mi voz parece sacarla de cualquier momento emocional compartido en el que
nos encontremos. Levantando los brazos delante de ella, mantiene las palmas de las
manos a escasos milímetros de mi pecho. —Detente ahí, estrella de rock.
No hay mucho espacio entre nosotros, y mis ojos recorren sus rasgos
familiares, mientras me ahogo en un cúmulo de emociones encontradas.
Cuando la dejé, todavía era una niña, pero ahora es toda una mujer. He visto
fotos de ella durante nuestra separación, pero ninguna foto se acerca a la realidad. Es
aún más hermosa de lo que recordaba, ha crecido en su piel con una facilidad
impecable. Es la mujer más increíblemente hermosa que he conocido, y el tiempo
que hemos pasado separados no ha hecho nada para apagar mis sentimientos por
ella.
Sigue siendo mi todo.
Sus ojos arden con una emoción indescifrable, y no puedo contenerme. —No
puedo creer que estés aquí —canturreo, luchando por contener mis sentimientos—.
Estás increíblemente hermosa.
Un músculo de su mandíbula hace tictac y mira a propósito por mi cuerpo. —
Tienes la cremallera abierta.
Su tono frío hace juego con su expresión gélida, y trago saliva por el nudo que
de repente me obstruye la garganta. Gar resopla y Micah se ríe mientras Rod y Scott
me miran con la habitual decepción. La vergüenza me mata mientras me subo la
cremallera y me doy cuenta de que sabe exactamente por qué llego tarde. Podría
decirle que todo es culpa suya por ponerme tan al límite abajo que necesitaba la
liberación.
Cuando la reportera de Blazing Trail me hizo una proposición en el pasillo, a la
salida de la conferencia, no me planteé rechazarla y dejé que me llevara al cuarto de
baño, accesible para sillas de ruedas, donde se arrodilló y me la chupó con tanta
fuerza que le disparé mi carga hasta la garganta.
Algo de lo que ahora me estoy arrepintiendo seriamente porque la cara de asco
de Zeta me revuelve las entrañas.
—No es tan malo como estás pensando —suelto, queriendo quitar esa mirada
de su rostro.
—A quién le metas la polla no me importa —afirma con frialdad—. Estoy aquí
por una sola razón, y es por la entrevista. Tengo una agenda apretada, así que
preferiría que empezáramos. Ya vamos con retraso.
Me duele el corazón. Como si me doliera de verdad. Me pregunto si esto es lo
que se siente justo antes de tener un infarto masivo.
—Siéntate, Ryder. —Rod me lanza una mirada cargada, señalando el sofá frente
a Zeta, y me muevo hacia él en cámara lenta, dejándome caer junto a Micah y Scott 131
como si estuviera en trance.
Por supuesto, Gar se ha colocado justo al lado de ella con Rod sentado en la
silla frente a la chimenea. Miro fijamente a mi amigo, advirtiéndole con los ojos. La
sonrisa de satisfacción que me devuelve no me tranquiliza. Voy a matarlo si la mira
de forma extraña.
Rod inicia la reunión, explicando nuestra idea para la nueva biografía y
confirmando que teníamos la intención de ofrecer la oportunidad a Kayla, pero como
ella ya no está disponible, nos gustaría explorar la posibilidad de que Zeta ocupe el
lugar.
Sus ojos se desvían hacia los míos mientras habla, y debo decir que me
sorprende que no me haya apartado para avisarme. Sabe que es mi ex y que es
importante para mí. No sabe las circunstancias exactas de cómo rompimos ni que me
siguen chantajeando por mi pasado. Sé que si se lo dijera pondría a un investigador
privado o a la policía, y no puedo correr ese riesgo. Me meterían en la prisión por
romper los términos de mi acuerdo de liberación, y entonces ¿quién protegería a mi
chica? Siempre ha sido muy ingenioso, y no voy a correr ningún riesgo cuando se
trata de la vida de Zeta, por lo que no podemos dejarla hacer esto.
¿O podemos?
Me desconecto un poco mientras lo sopeso todo. Si Zeta aceptara hacer esto,
viviría con nosotros en mi casa de los Hamptons mientras escribimos y grabamos
nuestro nuevo álbum. Tengo el mejor sistema de seguridad que el dinero puede
comprar, y puedo aumentar la seguridad. No hay manera de que él sea capaz de
acercarse a ella mientras esté allí.
La emoción empieza a crecer cuando pienso en esto como una oportunidad. Si
Zeta viviera conmigo durante los próximos meses, quizá podríamos recuperar lo que
hemos perdido. Si está dispuesta a darme una oportunidad, y si todavía me quiere
tanto como yo a ella, estoy preparado para ser un hombre y contarle la verdad sobre
mi pasado y por qué la dejé hace ocho años.
Ahora tengo los medios para mantenerla a mi lado y asegurarme de que esté
bien protegida, algo que no pude hacer entonces. Es una estrategia egoísta y
arriesgada, porque puede que le haya hecho demasiado daño o ya sea demasiado
tarde, y no hay garantía de que no me odie cuando descubra todo el sórdido secreto
de mi juventud, pero tengo que intentarlo.
Porque estoy harto de apenas existir. Harto de extrañarla hasta el punto de
sufrir constantemente.
La recompensa potencial vale el riesgo, porque si significa que tengo una
oportunidad de tenerla de nuevo en mi vida, entonces tengo que intentarlo. Nunca
me perdonaré lo contrario.
—A ver si lo entendí bien —dice, arrastrándome de nuevo a la conversación—
. Te gustaría que viviera con la banda, en la casa de Ryder —escupe las palabras como
si fueran venenosas— durante los próximos dos o tres meses, para seguirlos mientras
escriben y graban su nuevo álbum, y te gustaría que los entrevistara juntos y por 132
separado durante ese tiempo, para construir una imagen más amplia de su evolución
personal y profesional a lo largo de los años desde que la banda comenzó. —No ha
dejado de gruñir, y por la forma en que gesticula salvajemente con las manos y cómo
su voz se eleva más y más con cada palabra, sé que está gravemente enfadada.
Definitivamente no va a hacer esto fácil. Pero siempre he amado un buen
desafío.
—Y quieres que lo documente para las actualizaciones mensuales en RockOut
y que luego escriba una biografía formal para su publicación mundial —añade.
—Sí. —Rod asiente, sonriéndole mientras se inclina sobre sus rodillas—. Eso
es todo en pocas palabras. Obviamente, lo harías como empleada de RockOut, pero
hemos preparado una oferta que pagará a tu empleador una lucrativa suma por el
contenido de la revista, además de cubrir tu salario y todos los gastos de manutención
mientras dure el proyecto, y obtendrás todos los créditos de escritura de la biografía.
Todos los derechos ganados se dividirán en los porcentajes especificados entre la
banda y tú. —Le entrega un sobre—. Tómate su tiempo para leer la oferta, pero creo
que estarás de acuerdo en que es muy generosa.
Se lo devuelve. —Gracias, Rod. Has sido muy amable, pero no necesito mirarlo.
—Se pone de pie—. La respuesta es no.
Me levanto de un salto. —Bebé, espera.
La mirada que me lanza podría cortar el cristal. —No soy tu bebé.
—Lo fuiste una vez. —La reto a que no esté de acuerdo.
—¿Ya te la follaste? —interviene Gar, enviándome una mirada agria. Siempre
ha sido competitivo conmigo, sobre todo cuando se trata de mujeres.
—Deja de fastidiar, Gar. Esto no te concierne. —Rechino los dientes hasta las
muelas, mientras la frustración me recorre.
Zeta se vuelve hacia Gar. —Para que conste, no me folló. Me dejó antes de que
tuviéramos la oportunidad.
—¿Estás jodidamente loco, hombre? —exclama, moviendo las manos de arriba
abajo por su cuerpo—. Al menos dime que te follaste sus tetas.
Exploto, salto sobre la mesa de café y me abalanzo sobre él. Lo golpeo con el
puño y le doy un gancho de derecha en la mandíbula antes de que Scott y Rod me
aparten. Micah está doblado, riendo como si fuera la hora de la comedia. —Si no
cierras la maldita boca, serás el siguiente —gruño.
—Y tú. —Señalo con el dedo a Gar. En estos momentos tiene la mandíbula
hinchada y me lanza dagas—. No vuelvas a hablar así de la mujer que amo.
Sí, lo suelto. Mi boca se ha separado completamente de mi cerebro, y no se
sabe lo que voy a decir a continuación. Los chicos emiten algunos improperios y
jadeos sorprendidos, pero Zeta guarda un silencio revelador. La miro, y sus rasgos se
han convertido en una expresión neutra, por lo que no puedo saber lo que está
pensando. 133
Se aclara la garganta y me mira con una mirada burlona que solo reservaría
para los enemigos. —Buen intento, Rock Star, pero si crees que con eso conseguirás
que diga que sí, estás muy equivocado.
¿Qué es toda esta mierda de Rock Star? ¿Ahora es alérgica a mi nombre? Si está
tratando de irritarme, está funcionando. —No lo dije por eso. —Me froto una mano en
la nuca—. Mira, podríamos ir a la otra habitación y hablar en privado.
—No tengo nada que decirte. —Recoge sus pertenencias, metiéndolas en su
bolsa.
—Bueno, tengo mucho que decirte.
—No me interesa nada de lo que tengas que decir. —Se echa el bolso al
hombro y frunce los labios.
—Por favor, Zeta. Por favor, déjame explicarte.
—Tus acciones lo dicen todo. —Enviándome una última mirada letal, se dirige
a Rod, estrechando su mano—. Muchas gracias por la oportunidad, pero tendré que
rechazarla educadamente. —Se vuelve hacia los chicos con una sonrisa—. Ha sido un
placer conocerlos a todos. Deberías ponerle hielo a eso cuanto antes —le dice a Gar.
—Llámame. —Le pone en la mano un papel con su número. No puedo decir si
me está molestando deliberadamente o si realmente está interesado en ella. En
cualquier caso, nunca ocurrirá.
Arrugando el papel en su puño, se lo devuelve. —Ni aunque me pagaras. —
Girando sobre sus talones, me ignora mientras camina hacia la puerta.
La ira salta y me atraviesa. —¿Qué? ¿No hay despedida para mí?
—Te escribiré una carta —escupe por encima del hombro, partiéndome el
corazón en dos de nuevo. Sabía que probablemente me odiaba, pero este nivel de ira
habla de un dolor profundamente arraigado que nunca se ha curado. Necesito
desesperadamente una oportunidad para arreglarlo, y que acepte hacer esto esto es
la única manera de tener una oportunidad para llegar a ella.
—Vas a hacer esto, Zeta. Esto no es lo último que has visto de mí.
Se da la vuelta, pone las manos en sus delgadas caderas y me mira con una
mirada de la que el diablo estaría orgulloso. —No hay nada que puedas decir o hacer
que me haga aceptar esto.
—Pronto te comerás tus palabras. Una pequeña charla con tu jefe debería ser
suficiente. —No puedo evitar sonreír porque sé que la tengo donde quiero.
—Está claro que no conoces a Harrison Meadows si crees que puedes
intimidarlo con cualquier cosa.
—Estará de acuerdo si soy su jefe.
Eso la sacude.
—¿Qué?
134
—Compraré la maldita revista si es necesario, pero recuerda mis palabras, lo
harás, bebé.
La expresión de su cara es clásica. Parece que quiere estrangularme con sus
propias manos, y me encanta. Me siento vivo, bastante vivo, por primera vez en años,
y no quiero dejar de pelearme con ella, así que la molesto un poco más.
Acercándome a ella con una sonrisa de satisfacción, le digo: —Prepararé tu
habitación, o podemos ahorrarnos todas las idas y venidas, puedes instalarte
directamente en la mía.
Estoy siendo un imbécil. Lo sé. Pero tomaré su ira sobre la indiferencia
cualquier día.
Se queda con la boca abierta, se le engrosan las venas del cuello y su cara se
enrojece de rabia. Creo que podría golpearme, pero se contiene. —Compra la
revista, a ver si me importa. La dejaré y me buscaré otro trabajo. —El desafío brilla
en sus ojos y, mientras me meto en su espacio personal, lo único que deseo es besarla
hasta la saciedad.
Mis ojos se dirigen a su exuberante boca y recuerdo lo increíble que fue
besarla. Antes de desviarme, le doy el golpe de despedida. —Ve por ello, cariño.
Compraré dondequiera que trabajes. Y si te vuelves a cambiar, haré lo mismo allí. No
hay forma de que puedas escapar de esto o de mí. —Paso mi pulgar por sus labios
carnosos—. El destino nos separó y ahora nos vuelve a unir. Deja de luchar contra lo
inevitable.
—Te odio —dice, pero no lo dice en serio. Ni siquiera se da cuenta de que su
cuerpo se arquea hacia el mío, y sus ojos siguen bajando hacia mi boca. Puede
negarlo a los cuatro vientos todo lo que quiera, pero no puede ocultarme la verdad.
Nunca pudimos ocultar nuestros sentimientos el uno del otro.
Todavía me ama.
Lo veo en sus ojos, y mientras esa verdad siga ahí, no me voy a rendir. La quiero
de vuelta, y esta vez, voy a luchar con uñas y dientes para retenerla.
—Los dos sabemos que eso es mentira. —Presiono mi boca contra su oído—. Si
deslizara mis dedos dentro de ti ahora mismo, ¿Qué tan mojada estarás?
Me empuja el pecho. —Tú... tú... cerdo.
Me río, disfrutando enormemente de esto. Se puso nerviosa, y eso es obra mía.
Tengo ganas de darme una palmadita en la espalda por un trabajo bien hecho.
—Puedes seguir negándolo, pero ambos sabemos que esto está sucediendo.
Acostúmbrate, nena, porque esto está en marcha. —Le doy una palmada en el culo, y
esta vez estoy convencido de que va a golpearme, pero se limita a salir de la
habitación, completamente agitada, antes de volver dos segundos después.
—Niega esto, imbécil —me dice, enseñándome violentamente el dedo medio.
Ahí está mi chica, y esta vez no voy a huir de ella. Si tengo que ser un imbécil
para asegurarme de que vuelve a mi vida, que así sea. Porque no voy a dejar que me
asusten para alejarla de nuevo. Voy a protegerla y mantenerla a salvo, voy a 135
demostrarle que estamos destinados a estar juntos.
No me rendiré hasta que vuelva a estar en mis brazos.
21
Zeta
A
cuno el teléfono bajo el cuello mientras utilizo las manos libres para
abrir una botella de vino, sirvo una copa grande y doy un rápido sorbo.
Mi plan es quedar completamente destrozada para no recordar ni mi
nombre. Tal vez así pueda dejar de pensar en el espectáculo de mierda que fue mi
vida hoy. —Lo odio de verdad, carajo.
—No, no es así —protesta tranquilamente Kayla—. Lo amas. Siempre ha sido él.
Por eso nunca has contemplado la idea de una relación con nadie más.
—No me digas eso —suplico, engullendo más vino.
—La verdad duele, cariño, pero es hora de que la afrontes. Y sabía que todavía
te amaba. Simplemente lo sabía.
—No voy a comprar esa mierda. Es una estratagema para llevarme a su cama
porque la última vez no ocurrió. Eso es todo lo que es esto. 136
—Bueno, no lo sabrás a menos que te arriesgues, y la oportunidad es
demasiado buena para dejarla pasar. Piensa en todas las otras ofertas que llegarán
una vez que seas una autora publicada. Y piensa en el dinero, nena. Yo no me
apresuraría a rechazarlo.
—Tal vez deberías hacerlo tú. Te lo iban a ofrecer a ti primero, y tú eres la que
tiene responsabilidades familiares. Necesitas el dinero más que yo.
—Chica, ¿estás drogada? ¿De verdad crees que Gage me va a dejar vivir con
Torment conociendo su reputación?
Abro la boca para decirle que no ligarían con ella sabiendo que está
comprometida y tiene un bebé con su prometido, pero ¿a quién quiero engañar? Algo
así no le importaría a Garrett Jones.
—Y dudo mucho que Ryder vaya a echarse atrás ahora que has entrado de
nuevo en su vida. Parece decidido.
—No puede comprar la revista, ¿verdad?
—Claro que puede —confirma sin ánimo de lucro, bostezando—. Esos
bastardos extravagantes pueden comprar lo que quieran. Todo está disponible por
un precio.
La culpa me abofetea en la cara. —Has tenido un día agotador, y no debería
cargarte con mi mierda. Ve a estar con tu familia. Iré a visitarte mañana.
—Zeta. —Usa su tono de adulta.
—¿Qué?
—Sé que estás asustada, y sé que te hizo daño, pero quizá tenga razón. Tal vez
sea el destino. Tal vez esto es donde los últimos ocho años los han estado
conduciendo. Y si no sale nada de esto, al menos tendrás un cierre. Y esto podría ser
increíble para tu carrera. Si lo dejas pasar, podrías acabar dándote una patada en el
culo. —Hace una pausa, y dejo que sus palabras se asienten—. Al menos tómate un
tiempo para pensarlo. No puedes tomar una decisión lógica cuando estás tan
emocional.
—Pensaré en ello —lo prometo—. Ahora ve a darle a ese adorable niño un gran
beso de mi parte.
Me duermo en el sofá a mitad de la segunda botella de vino.
Algún tiempo después, me despierta el incesante ruido del timbre. Miro la hora
en mi móvil con los ojos medio cerrados. No son ni siquiera las once. Supongo que el
vino combinado con mi estado emocional exagerado ha sido suficiente para
mandarme a dormir mucho antes de mi hora habitual.
Me froto los ojos cansados mientras me dirijo a la puerta, bostezando. Miro por
la mirilla y me sobresalto, la visión de Ryder de pie en mi pasillo es suficiente para
inducir un rápido caso de revoloteo en mí estómago.
—Zeta, abre. —Golpea la puerta con los puños—. No me voy a ir hasta que me 137
hables. Me quedaré aquí sentado toda la noche. —Creo que es lo suficientemente
terco como para hacerlo.
Ignorando las mariposas que me recorren el pecho, abro la puerta y lo miro
con el ceño fruncido. Bueno, era eso o desmayarme, porque parece completamente
follable con su combinación de vaqueros, camiseta blanca, chaqueta de cuero negra,
botas y gorro. También podría haber escrito Dios del Rock en su frente para
completar el look. —¿Qué quieres?
—Vaya. ¿Así es como sueles saludar a tus invitados? —Sus ojos centellean de
alegría y sus labios se mueven.
—Sólo los no deseados. —Su sonrisa cae, y me siento un poco perra. Alguien
abre la puerta de enfrente y suspiro—. Pasa. —Me hago a un lado para dejarlo entrar
porque no quiero tener esta conversación con público. Se agacha, recuperando una
caja en la que no había reparado antes de entrar en mi modesto piso.
—Bonita pijama. —Sus ojos hacen un rápido repaso a mi atuendo de pantalón
corto de dormir y camiseta de tirantes de Frozen, y maldigo a mi yo adormecido por
abrir la puerta sin tener en cuenta mi estado de desnudez.
Cruzo los brazos sobre mi pecho sin sujetador, y se esfuerza por mantener sus
ojos en mi cara. No le debo nada, y probablemente sea mejor no entablar una
conversación con él, pero de todos modos encuentro que mí boca se abre. —A mi
prima Kendall, de cinco años, le encanta Frozen, y Jill nos compró conjuntos de pijama
a juego para Navidad porque fui yo quien la enganchó a la película.
—¿Cómo está Jill? —pregunta, cerrando la puerta con su pie calzado.
Entrecierro los ojos hacia él, y se encoge de hombros inocentemente—. Había una
corriente de aire.
—Está muy bien. Ahora está casada, ella y Liam también tienen un hijo. Kyle
tiene cuatro años y es un auténtico amor. —Sonrío al pensar en mis dos adorables
primos.
—Me alegro mucho de que las cosas le hayan salido bien. —Sonríe, y a
diferencia de hoy, es cálida y genuina, llega a sus ojos. Me quedo muda por un
momento, hasta que salgo de dudas. Es demasiado fácil caer bajo el hechizo de
Ryder, pero ya no soy una adolescente ingenua. Y no he olvidado cómo me rompió el
corazón al dejarme por otra persona.
—Por qué no te sientas en el salón mientras me pongo algo más cálido. —
Señalé en dirección a la sala de estar.
—No sientas la necesidad de hacerlo por mí. —Sus ojos brillan
sugestivamente—. Estoy bastante contento con la vista.
—Vaya. Original. Apuesto a que le das a Garrett una carrera por su dinero.
La chispa en sus ojos se apaga. —No me compares con ese imbécil.
—Pensé que eran amigos y compañeros de crimen.
—Lo somos, pero no significa que no sea un idiota.
Pongo los ojos en blanco. —Siéntete cómo en tu casa. Vuelvo en un momento. 138
Prácticamente corro hacia mi dormitorio, cierro la puerta de golpe y me apoyo
en ella mientras respiro profundamente en un intento de calmar mi libido hiperactivo.
El hecho de que Ryder sea ardiente como el pecado no perdona su
comportamiento pasado.
Parece que mi cuerpo necesita recordarlo.
Odio que todavía me afecte de forma tan potente, y desearía que no lo hiciera.
Excederme con el vino tampoco ha ayudado, pero no voy a dejar que me afecte. Es
obvio por qué está aquí. Tiene la misión de convencerme de que lo haga, y aunque
Kayla estuvo a punto de persuadirme antes, lo he pensado mejor y no hay forma de
que me comprometa con esta locura.
Me hirió. Tan profundamente como si hubiera tomado un cuchillo y rebanado
mi corazón. Sonreír, coquetear y profesar su amor no puede borrar esa verdad. Y
necesito recordarlo siempre. Mi prioridad es proteger mi corazón de una mayor
aniquilación y la única manera de hacerlo es alejándome de él.
Lo que pasó hoy me ha obligado a afrontar algunos hechos. Uno: Todavía estoy
completa, totalmente e irrevocablemente enamorada de Ryder Stone. Dos: Todavía
me siento innegablemente atraída por él en todos los niveles concebibles. Tres: Mi
fuerza de voluntad se pone a prueba en su presencia, y dudo que sea lo
suficientemente fuerte como para resistir su encanto si me enfrento a toda esa belleza
a diario. Y cuatro: Soy patética a más no poder y me avergüenzo seriamente de lo
jodidamente débil que soy cuando se trata de él.
Me pongo unos pantalones de yoga y me subo la cremallera de una sudadera
con capucha sobre mi endeble camiseta antes de salir al salón.
No me siento y no le ofrezco nada de beber porque no se va a quedar mucho
tiempo. —Sé por qué estás aquí, y estás perdiendo el tiempo. No lo estoy haciendo.
Su chaqueta de cuero está colgada sobre el respaldo de mi sofá, y está
recostado con una pierna cruzada sobre la otra, como si fuera el dueño del lugar. Me
mira fijamente durante unos segundos antes de responder, y su mirada concentrada
me eriza todos los pelitos de la nuca.
—Vamos a sentarnos y hablar un poco.
Vuelvo a cruzar los brazos sobre el pecho. —No lo haré.
—Por favor, Zeta. —Su voz es suave, y se sienta más erguido, apoyando los
brazos en las rodillas. Sus bíceps se mueven y flexionan con el movimiento, y hace
falta una fuerza de voluntad colosal para no babear. Ryder tiene unos brazos muy
calientes, y ese pensamiento me envía una inyección de lujuria líquida directamente
a la ingle. Me doy una palmada en la cabeza, recordándome que no es bueno para
mí.
—Sé que te hice daño, pero si alguna vez signifiqué algo para ti, por favor, sólo
dame unos minutos de tu tiempo —suplica. 139
Su expresión seria coincide con su tono sincero, y asiento de mala gana,
sentándome en el otro extremo del sofá, poniendo toda la distancia posible entre
nosotros.
Se aclara la garganta y, si no lo supiera, diría que está nervioso. —Ha sido muy
bueno verte hoy, y me ha hecho darme cuenta de lo mucho que he extrañado tu
compañía y tu amistad. —Su manzana de Adán se balancea en su garganta. —He
querido acercarme a ti tantas veces...
—¿Por qué no lo hiciste? —suelto, interrumpiéndolo.
—Tenía miedo de que no quisieras tener nada que ver conmigo, y no estaba
seguro de poder soportar el rechazo.
Eso escuece, y quiero que lo sepa. —¿Temes que te dé a probar tu propia
medicina?
Sus ojos dorados-verdosos se clavan en los míos, y están llenos de culpa y
arrepentimiento. —Me lo merecía, y si sirve de algo, lo siento muchísimo, Zeta.
—No importa. —Me encojo de hombros, añadiendo otra capa al muro que
rodea mi corazón—. Es el pasado, y sólo éramos niños ingenuos con nociones tontas.
—No hagas eso. —Niega con la cabeza—. No descartes lo que compartimos.
—No fui yo quien lo hizo. Todo eso es culpa tuya, Rock Star.
Suspira, arrastrando una mano por su cabello rubio. —Mira, no vine a discutir
contigo.
—¿Por qué has venido? —Juego con la pulsera de mi muñeca, confusa y en
conflicto, preguntándome por qué demonios estoy manteniendo esta conversación
con el tipo que me rompió el corazón y me dejó desangrándome con heridas abiertas
que nunca han cicatrizado.
—Acepta el trabajo, Zeta. Es una fantástica oportunidad de carrera, y el dinero
es genial. No quiero que lo rechaces por mi culpa. Te doy mi palabra de que me
comportaré. No te pondré un dedo encima —sus labios se levantan en las esquinas—
, a menos que me lo pidas.
—No creo que sea una buena idea que trabajemos juntos, Ryder. No veo cómo
pueda terminar bien.
Se restriega una mano sobre su barbilla con barba. —Solíamos trabajar muy
bien juntos, ¿recuerdas? —asiento, pensando en cómo solíamos pasar casi todas las
tardes escribiendo canciones—. Y a ti te apasiona la música. Estarás en el centro de
todo el proceso creativo, y sé que te encantará. —Su voz es animada, sus ojos
brillantes, mientras continúa—. Y te fascinará la casa. Está justo en la playa, y es
completamente privada, y puedes nadar, correr o caminar todos los días, diablos,
incluso puedes hacer tu yoga en la playa, y...
—¿Cómo sabes que hago yoga? —La sospecha subraya mi tono.
—Hablaba en términos generales. —Se encoge de hombros con indiferencia— 140
. A muchos neoyorquinos les gusta el yoga, no era una exageración sugerirlo.
Parece que no se le derretiría la mantequilla en la boca, y no tengo ni idea de
si me está mintiendo o no. Pero en el gran esquema de las cosas, no importa, así que
lo dejo pasar. —La casa suena increíble, y estoy agradecida por la oportunidad, pero
no es algo que pueda aceptar. Lo siento. —Me pongo de pie, dejando claro que esta
discusión ha terminado.
Se levanta, mirándome fijamente a través de la mesa de café. —Zeta, por favor,
sólo piénsalo. Consúltalo con la almohada. —Sus ojos conmovedores me suplican, y
odio que empiece a absorberme—. Podríamos renovar nuestra amistad. Ayudar a
sanar los errores del pasado. Puede que tú no lo necesites, pero yo sí.
—No intentes culparme de esto, porque eso sólo tendrá el efecto contrario.
—No es eso lo que pretendo. —Se acerca a mí, deteniéndose a unos
centímetros de mi cara—. Éramos los mejores amigos antes de ser cualquier otra
cosa, y lo he echado de menos. Eras la única amiga que tenía que me comprendía de
verdad. Y también te conozco a ti. Sé que quieres hacerlo, pero te estás conteniendo
a propósito.
—Conociste a la chica que era, pero no conoces a la mujer en la que me he
convertido.
—Eso puede ser cierto, pero me gustaría tener la oportunidad de conocerla.
Me froto un punto tenso entre las cejas. La intensidad de esta conversación me
está dando dolor de cabeza. O es posible que sea el vino. —Lo consultaré con la
almohada —digo, con el único fin de librarme de él. Estoy aún más decidida a no
hacerlo ahora.
Tentativamente, estira la mano y me pasa los dedos por el cabello. Siento su
contacto desde la cima de mi cabeza hasta la punta de los dedos de mis pies, y el más
intenso deseo se infiltra en cada rincón de mi cuerpo. Me alejo de él antes de hacer
algo que pueda lamentar. —Gracias por venir, pero es tarde y mañana tengo que
trabajar.
Una mirada de increíble tristeza aparece en su rostro, y asiente. Se inclina
sobre la caja que hay en el suelo y la abre, sacando mi chaqueta, mi bufanda y el
sobre con la oferta escrita. —Te los he traído —dice, colocándolos sobre la mesa.
Luego saca un precioso ramo de flores de colores, entregándomelas tímidamente—.
Y esto es una disculpa por haberme comportado como un imbécil antes.
Nadie me había regalado flores antes, y la oleada de alegría que ilumina mis
entrañas me recuerda que estoy en terreno movedizo. —Gracias. Son preciosas.
Nuestros dedos se rozan cuando le quito las flores, lo que me produce un
intenso cosquilleo en el brazo. La electricidad crepita en el espacio que nos separa y,
por su sutil respiración, supongo que él también la siente. No debería sorprenderme
porque no es que haya dejado de sentir lujuria o amor por él. Pero lo hace...
Mi cabeza está hecha un lío mientras le acompaño a la puerta, y sé que tengo 141
que preguntar esto. —¿Quién era la chica?
—¿Qué chica? —Frunce el ceño.
—Por quien me dejaste. —Odio lo lastimosamente triste que sueno y cómo se
me aprieta la garganta, me late el corazón y se me revuelve el estómago en dolorosos
nudos. Incluso después de todo este tiempo, saber que no fui suficiente para él y que
no pude retenerlo sigue doliendo.
Se toma su tiempo para responderme, frotándose las palmas de las manos por
la parte delantera de sus vaqueros y arrastrando nerviosamente los pies. En voz baja
dice. —No había ninguna chica, Zeta. Mentí sobre eso. Sólo has sido tú.
Retrocedo como si me hubieran abofeteado, con la mandíbula desencajada por
la sorpresa. Al mirarlo a los ojos, veo que la verdad me ilumina y me quedo perpleja.
Siempre he tenido montones de preguntas sin respuesta debido a la forma en
que rompimos, pero nunca dudé de que hubiera alguien más, porque yo no era el
partido del siglo y él era tan increíble, hermoso y atento, sabía que las chicas
debieron haberse lanzado por él mientras yo aún estaba en el reformatorio. También
sabía que era virgen por aquel entonces, y que estaba muy cachondo, así que supuse
que alguna chica lo había tentado con su mágica vagina y que por eso se había ido.
Ese conocimiento, y el dolor que lo acompañó, me atormentó durante años, y me
costó mucho tiempo seguir adelante.
Su declaración ha puesto todo de cabeza, y no sé qué pensar, cómo sentirme.
No sé si esto cambia algo o no.
El mundo gira y me balanceo un poco. Extiende la mano y me agarra por el
codo, manteniéndome de pie, mientras en sus ojos aparecen la preocupación, el
remordimiento y el arrepentimiento.
—¿Por qué entonces? ¿Por qué lo hiciste?
Me mira fijamente, sin ocultar nada, y es tanto lo que pasa entre nosotros en
ese momento que casi me deshace. Sus ojos irradian dolor cuando responde. —Tenía
miedo y creía que estarías mejor sin mí.
Las lágrimas me pinchan los ojos, y apenas puedo hablar por la emoción que
se me atasca en la garganta. —Me dejaste fuera de la decisión, y ni siquiera tuviste el
valor de romper conmigo en persona. Simplemente te fuiste.
—Porque sabía que una sola mirada a tu cara haría añicos mi determinación y
no seguiría adelante. También sabía que vendrías a buscarme, por eso mentí sobre
la chica, pero no hubo nadie. Lo juro.
Me toma las dos manos, con los ojos desorbitados. —La verdad es que nos hice
daño a los dos intencionadamente porque creía que estaba haciendo lo correcto por
ti. Te amaba lo suficiente como para alejarme aunque me matara, y si tuviera que
volver a hacerlo, seguiría tomando la misma decisión, porque entonces no podía
cuidar de ti. Pero ahora puedo, y todo lo que pido es una oportunidad para conocerte
de nuevo. Sin ataduras ni expectativas. Hagamos esto y veamos a dónde nos lleva.
Me frota el pulgar por el dorso de la mano con movimientos circulares
relajantes, como solía hacer siempre, y la sensación de su piel callosa contra la mía 142
hace que los recuerdos se agolpen en mi mente.
—Me hiciste mucho daño, Ryder, y no sé si podré perdonarte alguna vez. No
sé si esto supone alguna diferencia —respondo con sinceridad.
Por una fracción de segundo, creo que podría llorar, pero se recompone. —
Todo lo que dije antes sigue en pie. No rechaces esta oportunidad por mí. Te prometo
que no haré nada que te incomode, y quizá esto nos ayude a los dos a olvidar el
pasado, porque creo que lo necesitas tanto como yo.
22
Ryder
M
i corazón se siente pesado cuando salgo del edificio donde vive Zeta.
Subiendo el cuello de mi chaqueta y manteniendo la cabeza baja,
atravieso la calle hasta donde Mike tiene aparcado el todoterreno.
Subo a la parte trasera y pone en marcha el motor. —¿A dónde, jefe?
—A casa. —Miro por la ventana, sin ver realmente nada. Cuando venía para
hablar con ella estaba muy animado, pero ahora me siento definitivamente
deprimido.
Lo va a rechazar.
Ha construido una jaula alrededor de su corazón, y está decidida a mantenerme
fuera.
El hecho de que me siga amando no tiene importancia si no puedo llegar a ella.
Saco la petaca del bolsillo interior de la chaqueta y tomo unos cuantos tragos de 143
vodka.
—¿Estás bien, Ryder? —pregunta Mike, dando una breve mirada a través del
espejo.
—Nunca me perdonará —murmuro, manteniendo los ojos clavados en la
ventanilla mientras salimos de Queens.
—¿Qué pasa con esta mujer? —Mike ya debe haber adivinado que es
importante para mí, pero nunca me había preguntado por ella.
Me encuentro con su mirada en el espejo. —Ella es mi única, Mike. Significa el
mundo para mí.
Asiente. —Me lo imaginaba.
Ya no hablamos de Zeta, y esa es una de las razones por las que Mike es tan
condenadamente bueno en su trabajo. Es discreto, y sabe cuándo poner un calcetín
en él.
Mi inclinación es ahogar mis penas de la manera habitual, y sería fácil bloquear
todos mis sentimientos, pero no puedo abatirme al primer obstáculo. Nada por lo que
merece la pena luchar en la vida es fácil, y tengo que dejar de compadecerme de mí
mismo y hacer por fin algo para recuperar el control de mi vida.
Saco el móvil y llamo a mi contador. No me importa que sea casi medianoche.
Le pago lo suficiente para que atienda mi maldita llamada sin importar la hora del día
o de la noche. Contesta al quinto timbre. —Sr. Stone. ¿Qué puedo hacer por usted?
—Dos cosas. La transacción financiera que te pedí que hicieras hace unos
meses, ya está hecha, ¿no?
—Lo manejé. La deuda se ha saldado, y el pago mensual de la hipoteca se está
redirigiendo a una cuenta con intereses.
—Bien. Hay algo que necesito que hagas por mí ahora, y no puede esperar.
—Cualquier cosa que necesite, considérala hecha.
—Necesito que compres la revista RockOut.
—T
ienes un aspecto de mierda —le digo en cuanto le abro la
puerta.
—¿Sigues enfadada? —responde Ryder, bostezando
mientras se coloca sus gafas de diseñador encima de la cabeza.
—Estaré eternamente enfadada después de la maniobra que hiciste —siseo,
sacando mi maleta al pasillo y cerrando la puerta de mi apartamento tras de mí. Todo
el resto de mis cosas se trasladó a los Hamptons a principios de semana, así que esta
es la única pieza de equipaje que traigo hoy.
—Eres jodidamente sexy cuando te enfadas, así que enfádate todo lo que
quieras. Lo único que hace es excitarme. —Me guiña un ojo, se relame los labios y
mueve las caderas.
Lo fulmino con la mirada. —¿Estás hablando en serio ahora mismo? Creí que 149
no ibas a hacer nada que me incomodara.
—Mentí.
Mis fosas nasales se agitan y quiero golpear algo. Preferiblemente a él, pero
como ahora es mi jefe oficial, en más de un sentido, no sería inteligente. Empiezo a
contar hasta diez en mi cabeza mientras se inclina hacia mí, acercando su boca a mi
oído. —Además, no estás incómoda. Estás jodidamente excitada.
—No, no lo estoy. —Paso junto a él, dirigiéndome hacia el apartamento de la
señora Peabody.
—Mentirosa. —Me agarra y me atrae hacia su pecho. Su aliento me abanica la
cara, y los vapores son lo bastante penetrantes como para tumbar a un elefante.
—Y tú estás borracho. —Me zafo de su agarre y lo observo bien. Hay sombras
oscuras bajo sus ojos inyectados en sangre, sus labios están agrietados y secos, su
piel parece un poco gris tras la barba de unos días en la barbilla y las mejillas. Creía
que se había limpiado tras su paso por rehabilitación hace un par de años, pero
viéndolo ahora, está claro que ha vuelto a caer en los viejos hábitos.
Una gran parte de mi rabia se disipa y un instinto de afecto desconocido ocupa
su lugar. Siento un deseo insano de abrazarlo, de pasarle las manos por el cabello, de
susurrarle palabras tranquilizadoras y de hacer desaparecer su dolor.
—¿Qué te importa? —pregunta en tono beligerante, y el instinto se me pasa.
—Nada. No tiene nada que ver conmigo. Ahógate en alcohol por lo que me
importa.
Su mandíbula se tensa y levanta mí maleta. —Vamos. —Empieza a caminar
hacia el ascensor.
—Nos vemos afuera —digo, dirigiéndome a la casa de mi vecina mayor sin
mirar atrás.
Golpeo tres veces su puerta, para que sepa que soy yo.
—¿Qué haces? —pregunta Ryder, apareciendo a mi lado—. La salida es por
aquí. —Me señala el pasillo.
—Sé muy bien dónde está la salida en mi propio edificio de apartamentos. —
Pongo los ojos en blanco—. Es que tengo que hacer algo antes de irnos.
La puerta se abre lentamente y sonrío al ver a la glamurosa mujer de cabello
gris que me mira. Louise está conviviendo con las hadas la mayor parte del tiempo,
pero nunca deja de estar inmaculadamente arreglada. Años de tener que lucir lo
mejor posible, en todo momento, han sido claramente inculcados en ella. Hoy lleva
un cárdigan blanco claro sobre un vestido lila veraniego, y su larga melena gris está
sujeta con dos clips de diamantes. Unas sandalias planas de plata adornan sus pies.
—Hola, preciosa. —Se aferra a mi mano con su frágil agarre—. ¿Ya te vas?
Asiento, inclinándome para besar su mejilla. —Lo hago, pero solo quería darte
algunos números de contacto antes de irme. —La ayudo a entrar, consciente de la 150
presencia de Ryder detrás de mí.
Una vez sentada en su cómodo sofá, rebusco en mi bolso el sobre que he
preparado antes.
—Oh Dios Mío. Eres un diablo guapo —dice Louise, que de repente se fija en
mi acompañante. Levanto la cabeza y ella se lleva una mano al pecho mientras mira
por encima de mi hombro—. Podría estar todo el día mirándote a la cara y morirme
de gusto —le ronronea con un tono de voz soñador, y ahogo mi carcajada. Mirándome
fijamente, añade—: Por favor, dime que estás tocando eso.
Me quedo con la boca abierta por la risa baja de Ryder, que me hace gracia
por dentro. Se acerca a ella, le toma la mano y le besa suavemente la piel arrugada.
—Soy suyo, pero no me quiere —responde, dándole más información de la que me
gustaría.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Tienes fiebre? —me pregunta—. ¿O simplemente
estás loca?
—Podría preguntarte lo mismo —murmuro, negando con la cabeza mientras
encuentro el sobre, extrayéndolo de mi bolso—. ¿Te has tomado la medicación hoy?
Su labio inferior sobresale y hace un mohín. —Esa perra mandona me hizo
tomarlas antes.
—Esa perra mandona está siendo pagada para asegurarse que la tomes, y me
alegra saber que está haciendo su trabajo.
—Te preocupas demasiado, cariño. Soy perfectamente capaz de acordarme de
tomar mis pastillas. —Pone los ojos en blanco hacia Ryder, como si yo fuera la
demasiado dramática.
—Uh-huh. —Entrecerré los ojos hacia ella—. Entonces, ¿no fuiste tú a quien
tuve que llevar a urgencias el mes pasado para que te hicieran un lavado de estómago
porque te olvidaste de tomar las pastillas y te tomaste una dosis doble?
EMe agita las manos. —Eso fue un accidente, y exageraste.
—Claro que sí. —Sacudo la cabeza, antes de sentarme a su lado y repasar la
lista de números—. Kayla se pasará una vez a la semana, y es tu segundo punto de
contacto después de Shirley si hay alguna emergencia.
—Shirley es una perra. No me gusta.
—Ya dijiste eso, y tienes que darle una oportunidad. Además, no es por mucho
tiempo. Volveré antes de que te des cuenta.
Me levanto, forzando mi mirada hacia Ryder. Se ha comportado muy bien,
quedándose atrás y observando nuestras interacciones con una sonrisa divertida. —
Puedes hacerle compañía un momento. Tengo que comprobar algunas cosas.
Louise chilla, dando una palmada en el asiento de al lado, y un destello de
preocupación aparece en la cara de Ryder.
—Cuidado con sus manos manoseadoras —susurro mientras lo rozo, sin poder
resistirme a burlarme de él. 151
Me dirijo a la cocina, comprobando que Shirley ha dejado la comida y la cena
de Louise preparadas y que el frigorífico y la despensa están bien surtidos.
Compruebo los grifos del fregadero y luego los del baño para asegurarme de que
todos están cerrados. Louise puede ser muy olvidadiza a veces, y ha inundado el lugar
en más de una ocasión. Todo está en orden, así que vuelvo a la sala de estar,
mordiéndome el labio para contener la risa al verla flirtear con Ryder.
Nos despedimos y, cuando se inclina para besar a Ryder en la mejilla, desvía
sus labios en el último momento y le planta uno en los labios. Consigo contener la risa
hasta que salimos al pasillo y se cierra la puerta, entonces me doblo de risa, histérica,
con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Has terminado ya? —dice en voz baja.
—Eso ha sido lo más divertido que he visto en años. —Sigo su ritmo mientras
caminamos hacia el ascensor.
—No sé si sentirme halagado o insultado —admite—. Estoy acostumbrado a
que las mujeres se lancen sobre mí, pero eso fue otra cosa. No tengo palabras.
Su referencia a otras mujeres tiene el efecto deseado en mi buen humor, y mi
risa se detiene. Un silencio incómodo se filtra entre nosotros, sólo roto por el ping del
ascensor cuando llega.
Entramos con Ryder llevando mi maleta. Nos quedamos uno al lado del otro
mientras el ascensor desciende, ambos con la mirada fija en el frente. —¿Te molesta
mi estilo de vida? —pregunta, girando la cabeza para mirarme de reojo.
—No es asunto mío —respondo, negándome a establecer contacto visual con
él.
Me sobresalto cuando me toca la mejilla, forzando mi mirada hacia la suya. —
Ninguna de esas mujeres significó nada para mí, y con la única que he tenido una
relación es contigo.
—Si eso es realmente lo que tuvimos —suelto.
Baja la mano, apretando la mandíbula. —¿Por qué dices algo así? Sabes lo que
tuvimos, y tratar de negarlo continuamente sólo me molesta.
—Éramos tan jóvenes, Ryder. ¿Qué demonios sabíamos?
—¡Sé que te amaba! —grita, mientras se abren las puertas del ascensor—.
Puedes mentirte todo lo que quieras, pero sé que lo que teníamos era real.
—No es lo suficientemente real como para justificar quete aferre a él —
respondo, mientras salgo del ascensor a toda prisa, molesta por el hecho de que
saque el tema. Si piensa actuar así, van a ser dos meses muy largos en los Hamptons.
Siguiéndome, se detiene de golpe y me empuja contra la pared del vestíbulo.
Su cuerpo se aprieta contra el mío mientras me sujeta las muñecas por encima de la
cabeza. —¿Así es como va a ser? ¿Vas a seguir castigándome por intentar hacer lo 152
correcto? Seguirás negando lo que veo en tus ojos cada vez que me miras.
Resoplo y lo miro fijamente, mientras intento zafarme de su agarre. —Estás
lleno de mierda. Lo único que ves en mis ojos es resentimiento por obligarme a esto.
Si crees que algo de esto te hará ganar un lugar en mi cama o un lugar en mi corazón,
estás loco.
Se acerca, con sus labios a centímetros de los míos. —No soy yo el que está
lleno de mierda. Me deseas tanto, pero eres demasiado cobarde para admitirlo.
Vuelvo a intentar apartarlo, pero es demasiado fuerte, y cada vez que intento
zafarme de su agarre, soy consciente de que me aprieta íntimamente, y mi cuerpo
responde a ello. Tengo que alejarme de él antes de hacer algo estúpido.
Como besarlo.
—Se te nota el ego, Rock Star. No soy una de tus groupies, y no me arrodillaré
ni abriré las piernas solo porque tú lo exijas.
Su respuesta es balancear sus caderas contra las mías, empujando su erección
hacia mi bajo vientre. —Te he dicho que tu boca inteligente me excita, así que sigue,
nena. Puedo hacer esto todo el día. —Vuelve a empujar su pelvis contra la mía, y un
pequeño gemido sale de mi boca.
Se levanta de mí al instante, clavándome una expresión de suficiencia mientras
retrocede. —Como he dicho. Me quieres.
Su sonrisa arrogante me enfurece, y me alejo de la pared, instando a mis
hormonas fuera de control a que se calmen. —Quiero al antiguo Ryder. El chico que
era dulce, cariñoso y considerado. Ese chico nunca me habría hecho una bajeza así
ni habría ignorado mis sentimientos.
Sus hombros se desploman y suspira, dando una patada a un lado de mi maleta
con el pie. Después de unos segundos, levanta la cabeza y me mira con seriedad. —
Lo siento si me estoy equivocando. Sólo quiero que vuelvas a mi vida. ¿Es tan difícil
de creer?
Un dolor punzante se desliza por mi pecho. —Es que... mira, ¿podemos no
hacer esto? ¿Podemos intentar que esto sea profesional, porque sinceramente no
puedo hacerlo si vas a presionarme en cada oportunidad?
—¿Hay alguien más? —pregunta en voz baja—. ¿Es eso?
Niego con la cabeza. —No hay nadie más. Sólo quiero que esto sea sobre el
trabajo, y todo lo demás va a estorbar. Tienes que grabar un álbum, y a mí me toca
documentar todo el proceso. Y hay que tener en cuenta a otras personas. Lo último
que quiero hacer es interrumpir las cosas con la banda, y si seguimos haciendo esto,
eso es exactamente lo que pasará.
Asiente. —Tienes razón, y estoy siendo un imbécil otra vez. ¿Me perdonas? —
Me ofrece la mano.
—Eso está por ver —digo, rechazando su mano y caminando hacia la puerta
principal. 153
156
24
Ryder
L
os chicos se dirigen a sus habitaciones para deshacer las maletas mientras
yo conduzco a Zeta por la zona de estar y hacia el piso superior. El
arquitecto diseñó esta casa con todos los espacios habitables en el
segundo nivel y los dormitorios, el gimnasio y la sala de cine en el nivel inferior.
—Vaya, este lugar es magnífico. —Zeta se inclina sobre la barandilla para
contemplar la inmensa piscina que parece infinita, el patio que la rodea, los jardines
y las pistas de baloncesto y tenis. Un puente de madera conduce al otro lado del
jardín, hasta una serie de estrechos escalones y directamente a la playa de arena
privada. Y las vistas son espectaculares. —Ahora entiendo por qué utilizaron tanto
cristal en el diseño de la casa.
—Esa fue la idea del arquitecto —explico, apoyándome en la barandilla junto
a ella—. Le dije que quería algo moderno pero hogareño y práctico, luego le di rienda 157
suelta.
—Bueno, hizo un gran trabajo. —Señala con el dedo la estructura de madera
que hay al lado de las pistas de tenis—. ¿Qué es ese edificio?
—Ese es el estudio de grabación.
Se gira hacia mí y el sol la tiñe de un glorioso tecnicolor que resalta las pecas
de su nariz y los sutiles tonos rojizos de su cabello. No lleva mucho maquillaje y su
vestido negro hasta la rodilla es discreto, pero es tan hermosa que casi me hace caer
de rodillas. Como suele ocurrir en su compañía, suelto mis pensamientos sin
detenerme en aplicar un filtro. —Tantas veces te he imaginado aquí, Zeta. Me alegro
mucho de que estés aquí ahora.
Una delicada sonrisa dibuja las comisuras de su regordeta boca. —Yo también
—admite suavemente. Sus ojos penetran en los míos y mi corazón se vuelve loco. Esta
chica me hace cosas que no entiendo—. Lo has hecho muy bien, Ryder, y estoy
orgullosa de ti.
—¿Sí? Pensé que me odiabas —Esta vez no bromeo, porque necesito saber
cómo se siente y si hay alguna posibilidad de que volvamos a estar juntos. No puedo
hacerme ilusiones sólo para verlas frustradas.
—Nunca podría odiarte. —Parece avergonzada pero sincera—. Lo intenté.
Cuando me dejaste con el corazón roto, tenía muchas ganas de odiarte, pero te amaba
demasiado como para hacerlo.
—Odio haberte hecho daño. Odio tanto eso. —Agacho la cabeza,
preguntándome cómo sigue hablándome.
—Ryder. —Mi nombre es un susurro ronco en su lengua, y mi polla se
estremece. No he tenido sexo en más de dos semanas, lo cual es un nuevo récord para
mí. No es por falta de ofertas, pero desde el momento en que reapareció en mi vida,
sólo he tenido ojos para ella. La idea de follar con otra mujer me hace sentir mal.
Garrett y Micah se mearían en los pantalones si escucharan mis pensamientos
ahora mismo.
Levanto la vista cuando sus dedos recorren la barba incipiente de mi
mandíbula, un escalofrío me recorre. Su tacto me enciende la sangre y me despierta
el deseo, y no pasa mucho tiempo antes de que mi polla haga fuerza contra la
cremallera de mis pantalones. —¿Podemos sentarnos allí? —pregunta con ese tono
hipnótico suyo, señalando la acogedora zona para sentarse, y solo puedo asentir.
Le tomo la mano y enrosco mis dedos en los suyos mientras nos conduzco al
sofá. Siempre me ha gustado tomarla de la mano, y eso era probablemente lo único
bueno del reformatorio. Como no podíamos tener relaciones sexuales ni darnos el
gusto de besarnos, los pequeños momentos de intimidad entre nosotros eran muy
especiales y llegaron a significar mucho para mí. Nunca he tenido esa intimidad con
nadie más, y nunca he querido tomar la mano de alguien o simplemente abrazarla y
oler su cabello como lo hago con Zeta.
—¿Puedo ofrecerte algo de beber? —pregunto, abriendo la tapa de la nevera. 158
—Un agua estaría bien, gracias.
Saco dos botellas y le doy una. Luego me siento junto a ella en el sofá de
mimbre, me quito las Vans y pongo los pies descalzos en el reposapiés.
Inclina su cuerpo de forma que se gira hacia mí con las piernas recogidas. —
Te debo una disculpa. Me he comportado como una mocosa insolente, lo cual es
vergonzoso de admitir, pero es la verdad.
—Está bien. Me he comportado como un completo idiota, así que diría que
estamos en paz. —Desenrosco el tapón de mi botella y doy un trago. El líquido helado
es como un bálsamo para mi garganta seca y la termino de un trago, acercándome a
la nevera por otro.
—Me gustaría volver a empezar —dice, y asiento, animándola en silencio a
seguir—. Es que he estado muy confundida estos últimos días.
Me preocupa su labio inferior entre los dientes, y estiro la mano, soltando
suavemente su labio antes de darme cuenta de que lo estoy haciendo. —Te vas a
hacer daño —murmuro, sintiendo que se me calientan un poco las mejillas.
—¿Podemos ser sinceros uno con otro?
—Absolutamente. Nunca quiero ser más que honesto contigo.
Hipócrita.
Alejo mi voz interior y la culpa que la acompaña.
—Hay muchas cosas que quiero contarte. Algunas pueden doler, pero no lo
digo para ser cruel —continúa—. Quiero que entiendas de dónde vengo, porque si
no hablamos de esto abiertamente, me temo que seguiremos el uno sobre el otro, y
eso hará que la tensión sea insoportable por aquí.
—Puedo manejarlo, y prefiero saber qué pasa por esa bonita cabeza tuya.
Se humedece los labios en un relato nervioso. —Cuando me dejaste, quedé
destrozada. No me di cuenta de que cuando la gente hablaba de tener el corazón roto
era físicamente cierto. Es decir, no digo que mi corazón se rompiera literalmente,
pero el dolor que sentía en el pecho cada día era lo más parecido a ello que se puede
tener sin morir. Tu pérdida fue un desgarro físico que sentí en cada parte de mi
cuerpo, y me llevó mucho tiempo encontrar la manera de vivir sin ti.
Nunca me he odiado más que en este momento, y eso es decir mucho, porque
me odio casi todo el tiempo. —Lo siento mucho —corté—. Y si te sirve de consuelo,
mi corazón estaba igualmente roto.
Enlaza sus dedos con los míos, mirándome con ojos vidriosos. —Nunca pensé
eso. Pasé ocho años creyendo que te habías ido porque te enamoraste de otra
persona. Me culpé por no ser lo suficientemente buena para ti.
—No, no, no, bebé. —Me acerco a ella y enlazo nuestras manos—. Eso no
podría estar más lejos de la realidad. Siempre fuiste demasiado buena para mí.
—Cuando me dijiste la verdad la otra noche, reescribiste nuestra historia de
una manera que nunca contemplé, y no sé cómo procesar todos estos nuevos 159
sentimientos. Saber que estabas sufriendo tanto como yo sólo me entristece más.
Saber que te alejaste porque pensabas que estaba mejor sin ti me pone tan
jodidamente furiosa que podría gritar. Y eso es sólo la punta del iceberg.
Me mira profundamente a los ojos. —Mi cabeza es un caos ahora mismo, y
arremeto contra ti porque en el fondo te culpo por haber creado este desastre.
Traga saliva y una sola lágrima le resbala por la cara. Se la quito, besando
suavemente la mancha húmeda de su mejilla. Su pecho se agita y un pequeño gemido
se escapa de su preciosa boca.
Tengo tantas ganas de besarla que parece que voy a morir si no puedo
saborear sus labios. Pero contengo mis hormonas, porque quiere hablar, y siento que
por fin estamos llegando a algo. Besarla podría hacer que volviera a perder los
estribos, así que le doy a mi polla una charla silenciosa para que se calme. —Deberías
culparme a mí. La culpa es mía.
—No quiero jugar al juego de la culpa, Ryder. Lo hecho, hecho está, y no
podemos cambiarlo. Esa es la cuestión. —Aparta la mirada, contemplando el océano
en la distancia cercana, y le froto pequeños círculos en el dorso de la mano mientras
agrupa sus pensamientos. Los mechones de su cabello oscuro se levantan y se
arremolinan alrededor de su cara, y no puedo creer que esté celoso porque quiero
ser yo quien acaricie su piel sedosa y suave. Cuando me devuelve la mirada, me
sorprende la gran cantidad de emociones que brillan en sus ojos.
—Me cerré, Ryder. Puse barreras a mi corazón y nunca me permití sentir,
porque no quería volver a pasar por ese tipo de dolor. —Un brillo acerado aparece
en sus ojos, casi como si estuviera esperando que la desafiara. Levanta la barbilla y
me mira con seguridad—. Soy sexualmente promiscua, porque lo necesito para
liberar todas las emociones reprimidas que tengo enterradas en mi interior, pero sólo
se trata de sexo. Sólo es un acto físico. Uno que suelo instigar y controlar. Rara vez
vuelvo a repetir, porque no quiero arriesgarme a encariñarme, y no es que sea un
problema porque nunca he sentido una conexión con nadie como la que siento
contigo.
Mi cerebro se revuelve para procesar todo eso. He sospechado que podría ser
como yo, que utiliza el sexo para enterrar sus sentimientos, pero que ella lo confirme
ha dispersado mis emociones al viento. No estoy siendo hipócrita cuando digo que
odio que sea así, porque no la estoy juzgando por su estilo de vida. Es que nunca quise
eso para ella. Siempre he querido más para ella, y luché con mis sentimientos a lo
largo de los años cuando me di cuenta de lo que hacía, dividido entre alegrarme por
el hecho de que no se hubiera enamorado de nadie más y odiar la idea de que se
sintiera tan sola como yo.
Me mira con expectación, esperando mi respuesta. Acaricio su mejilla. —
Nunca he sentido una conexión con nadie más que contigo. Nunca he compartido la
intimidad con nadie más que contigo. Y, mierda, nena, he vivido mi vida exactamente
como tú. Poniendo mis sentimientos bajo llave y usando el sexo como una forma de
sentirme en control, pero la idea de que te sientas tan jodidamente sola como yo me 160
duele mucho el corazón, porque no deseaba eso. Se suponía que el dejarte, iba a
hacer tu vida mejor, no más difícil.
—Ryder —suelta, las lágrimas ruedan por su rostro sin proponérselo—. Me he
sentido tan sola, pero nadie más podría estar a tu altura.
Me desprendo de la precaución y la atraigo a mis brazos. —Lo sé, cariño. Lo
sé. —La abrazo con fuerza y suspiro satisfecho cuando sus brazos me rodean la cintura
y su cabeza se apoya en mi pecho. Cierro los ojos, acurruco mi cara en su cabello e
inhalo profundamente. Su cabello huele ahora de forma diferente, a melocotón y
vainilla, pero sigue oliendo a casa.
Como mi único lugar de paz y felicidad.
Extrañé este contacto humano cercano, esta intimidad con ella, y si fuera por
mí, ya seríamos pareja, pero no puedo menospreciar sus sentimientos. De cómo la he
hecho sentir. Paso mi mano por su espalda mientras solloza intermitentemente. —Te
amo, Zeta —le susurro al oído. Aprieto un tierno beso en su sien—. Todavía te amo
mucho.
Se queda rígida en mis brazos y me pregunto si he presionado demasiado, si
la he vuelto a perder. Con un resoplido, se echa hacia atrás y me mira a través de sus
ojos llenos de lágrimas. —Yo también te sigo amando, pero...
No la dejo terminar la frase, sino que acallo sus palabras apretando mis labios
contra los suyos. La beso suavemente y su boca responde al instante, moviéndose
contra la mía sin esfuerzo. Paso la lengua por el borde de sus labios y se abre para mí
de buena gana. La atraigo hacia mi regazo y me recuesto en el sofá, sujetándola
firmemente por la cintura mientras la beso hasta la saciedad.
Mi corazón se ahoga en sensaciones, mi cuerpo arde, y mi cabeza... Mi cabeza
está por fin en paz mientras me concentro en la euforia de tenerla de nuevo entre mis
brazos, de saborear su dulce sensualidad en mis labios.
Levantando las caderas, le presiono la polla en la pelvis, haciéndole saber lo
que me hace. Arranca su boca de la mía, saliendo de mi regazo y cayendo
rápidamente de culo en el suelo. —Zeta. —Mi corazón late con miedo mientras me
pongo de pie, ayudándola a levantarse.
—No deberíamos haber hecho eso —dice, negando con la cabeza, con cara de
estar completamente nerviosa, y tratando de apartarse de mí.
—Por favor, no hagas esto. No me digas que no lo deseas porque sé que sí. —
Me arrastro las manos por el cabello mientras un gran peso se asienta en mi pecho.
—Ryder. —Suspira, recomponiéndose. Da un paso hacia mí, me quita las manos
de donde están apretando mi cabello, me rodea el cuello con los brazos y me abraza.
Un bulto de emoción del tamaño de una pelota de golf me obstruye la garganta.
Mi presión sanguínea se recalibra y mis niveles de estrés se reducen mientras me
inclino hacia su abrazo.
—Lo deseo. Te deseo a ti. Lo hago —me tranquiliza, antes de zafarse de nuestro
abrazo. Me clava una mirada de pena—. Pero no puedo superar ocho años de angustia 161
de la noche a la mañana. Ahora sé que intentabas hacer lo correcto, pero aún siento
tanto daño, tanto dolor, todo ello innecesario. Pasé años sintiéndome traicionada.
Pensando que me habías engañado, pensando que todo lo que habíamos compartido
había sido una mentira, y eso me caló hondo. No es algo que pueda dejar de lado
como si no tuviera importancia. —Niega con la cabeza, y un velo de tristeza envuelve
sus bonitas facciones—. Si hubieras esperado y hablado conmigo.
Se frota una mano en el pecho y me gustaría poder decirle toda la verdad.
Olvida eso. Sé que tengo que decirle toda la verdad, pero tiene que ser en el momento
adecuado, y aún no lo hemos conseguido. Además, tengo que armarme de valor para
admitirlo porque aún no soy lo suficientemente fuerte para afrontar el rechazo. Si me
deja para siempre después de descubrirlo, no creo que sobreviva a perderla de
nuevo. Acabamos de reconectarnos y ya la he golpeado con muchas cosas pesadas.
Necesito dejarla procesar eso primero antes de soltar una bomba tan cargada. —
Entonces, ¿qué estás diciendo? —Pregunto, necesitando saber a qué atenerme.
—Digo que necesito un poco de tiempo y espacio.
—Puedo darte eso. —Estiro la mano, enroscando mis manos en su cabello—.
Pero quiero dejar una cosa clara. Quiero que vuelvas, Zeta. Eres mi chica, y me
perteneces a mí.
Las lágrimas brillan en el fondo de sus ojos y sonríe con cautela. —¿Podemos
acordar dejar atrás el pasado y empezar de nuevo como amigos?
Le doy un beso en la frente, respirando profundamente. —Puedo estar de
acuerdo con eso una vez que aceptes no cerrar tu mente a más. Te escucho, y te daré
tiempo y espacio, lo prometo. Pero no me cierres las puertas así, por favor.
—No lo haré. —Apoya su cabeza en mi pecho—. Te lo prometo.
162
25
Zeta
R
yder está afuera asando filetes mientras charla con una cerveza en la
mano con Micah y Garrett. Scott, Linda y su hijo pequeño no vendrán
hasta mañana por la mañana, así que esta noche sólo cenaremos nosotros
cuatro. Preparé una ensalada verde, ensalada de col fresca, patatas fritas de boniato,
puré de patatas y una tarta de queso de postre. Ryder entraba de vez en cuando para
comprobar si necesitaba algo, pero lo eché, diciéndole que disfrutara del sol con sus
amigos.
Me siento más ligera después de nuestra charla, y definitivamente ha ayudado
a despejar el aire. Todavía no estoy en el lugar donde puedo esperar más con él, pero
las capas alrededor de mi corazón ya se están derritiendo. Me sentí tan natural al
besarlo, al estar de nuevo en sus brazos, y estuve muy tentada de dejarlo ir hasta el
final, pero afortunadamente, entré en razón antes de que las cosas se intensificaran.
163
Si tuviera sexo con él hoy, no sería diferente de cualquier otro encuentro, y no
quiero que nos pase eso. El pasado que comparto con Ryder es único para él y para
mí, y si volvemos a encontrarnos en ese espacio, entonces dejaré con gusto que me
lleve a la cama, pero quiero que me haga el amor. Ambos hemos estado usando el
sexo como una especie de muleta, y si hubiera dejado que me follara hoy, ¿qué tan
diferente habría sido?
Sé que estaba decepcionado, pero creo que tenemos que dar un paso atrás y
tomarnos las cosas con calma. No puedo lanzarme de cabeza a una relación con él,
hasta que no sepa que es lo que quiero, y todavía estoy tan mal por todo. Profesar mi
amor ya es un gran paso adelante para mí, y tal vez no fue la decisión más inteligente,
pero hablaba en serio cuando dije que quería ser honesta.
Hemos admitido que ambos seguimos sintiendo algo por el otro, pero eso no
significa que nada haya cambiado o que vayamos a volver a estar juntos. Sé que Ryder
quiere ir allí, pero uno de nosotros tiene que ser sensato al respecto, y supongo que
esa tarea me corresponde a mí. Por ahora, estoy feliz de tenerlo de nuevo en mi vida
como amigo. Ambos somos diferentes. Más viejos y supuestamente más sabios. Y
tenemos mucho que ponernos al día el uno con el otro. Lo máximo que puedo esperar
ahora es renovar nuestra amistad, y en eso me voy a concentrar.
Llamo a Garrett y a Micah al interior, pidiéndoles que me ayuden a llevar la
comida y la vajilla a la zona de asientos del exterior. Estaremos comiendo en la planta
baja, en la hermosa zona del patio, que tiene vistas a la piscina y a los jardines.
Cuando la mesa está puesta, Ryder emplata los filetes y nos sentamos a comer.
Una brisa suave y agradable nos rodea y me tomo un minuto para disfrutar de las
vistas. La casa de Ryder es impresionante y el colmo del lujo, pero me ha sorprendido
lo hogareña y cómoda que es. Esperaba un típico apartamento de soltero con una
decoración mínima, muebles de cuero y pocas posesiones personales, pero no unos
cómodos sofás, paredes de colores vivos, una preciosa cocina de estilo Shaker y
pequeños toques personales por todas partes, desde los cojines y mantas diseñados
a mano hasta los cuadros de inspiración musical y las fotos enmarcadas en la pared.
La mayoría de las fotos son con los chicos de la banda, algunas con Rod y su
familia, y el resto son fotos casuales tomadas con otras estrellas del rock que son
claramente amigos. Señalé una foto de Ryder y Garrett con los miembros de BAD. Soy
un gran fan de su trabajo, y ver esa foto, con toda esa belleza combinada, me dio un
poco de emoción. Ryder explicó que Sawyer Weston es un buen amigo suyo, y me
alegro de que tenga buena gente en su vida.
La única ausencia flagrante son las fotos personales de la familia, pero eso no
requiere explicación. Sin embargo, me duele el corazón por él. Tengo suerte de que
Jill me haya acogido en su familia, o también sería así para mí.
A lo largo de los años, he odiado el hecho de no tener fotos de Ryder y de mí
juntos. No estoy segura de si me habría servido de consuelo o habría aumentado mi
dolor, pero no tener ningún registro de nuestra relación, salvo las cicatrices
permanentes en mi corazón, me entristecía increíblemente.
164
—Diablos, esto es bueno —murmura Garrett, con la boca llena de comida.
Micah le da una palmada en la nuca. —¿No tienes modales, bruto? —sonrío,
dando un sorbo a mi cerveza—. Pero tiene razón por una vez en su vida. Esto es
fantástico. ¿Dónde aprendiste a cocinar así?
—Me enseñé a cocinar a una edad temprana porque era aprender a
alimentarme o morir de hambre —respondo sinceramente.
—Mierda. Eso suena duro. —Las facciones de Micah se suavizan mientras me
mira desde el otro lado de la mesa—. Ryder mencionó que te conoció en el
reformatorio, pero no explicó las circunstancias.
El tenedor de Ryder golpea la mesa. —Por el amor de Dios, hombre. Te lo dije
para que no le preguntes nada que la incomode.
Coloco mi mano sobre la suya, sonriendo. —Está bien, de verdad. —Me giro y
miro a los otros dos chicos—. Voy a husmear en todos los aspectos de sus vidas
mientras escribo esta biografía, así que es justo que sepan lo que quieran saber de
mí.
—¿Qué talla de sujetador eres? —bromea Garrett, ganándose una mirada
despectiva de Ryder.
—No respondas a eso —dice Ryder entre dientes apretados.
—Relájate. —Le doy una palmadita en la mano—. Sólo intenta molestarte. —
Apunto mi tenedor en dirección a Garrett—. Las preguntas de carácter sexual están
prohibidas.
—Además de coquetear, tocar, hablar o respirar el mismo aire que Zeta —
añade Ryder.
Niego la cabeza, luchando contra una sonrisa, preguntándome qué dice de mí
que me guste su celosa posesividad. —No exageremos. Lo que dije antes iba en serio.
Ryder se relaja visiblemente y solo me doy cuenta de que nuestros dedos están
entrelazados cuando veo a Micah mirando nuestras manos enlazadas. Es extraño que
volver a estar en su presencia parezca tan natural. Cómo nos acercamos el uno al otro
sin siquiera pensarlo.
Con una sonrisa, retiro mi mano de la de Ryder y recojo mi cerveza. —Ya que
estamos siendo francos, quiero que sepan que Ryder y yo hemos hablado las cosas, y
que cualquier problema que tengamos no afectará la grabación del disco. Y siento
toda esa mierda de antes en la limusina. No volverá a ocurrir.
—No hace falta que te disculpes con nosotros —dice Micah, sirviéndose otra
ración de ensalada—. Y Ryder ya lo ha explicado. Sabemos que tienen una historia
especial, y no queremos entrometernos en ella.
Asiento y me meto un trozo de carne en la boca.
—¿Por qué estuviste en el reformatorio? —pregunta Garrett, y por una vez, no 165
hay calidad de broma en su tono.
Espero que Ryder se lance a criticarlo, pero no se entromete y agradezco que
me deje decidir lo que quiero compartir. No es algo que suela surgir en las
conversaciones, pero no tengo ningún problema en decir la verdad. Me he esforzado
mucho por superar mis antecedentes, y años de terapia me han ayudado a aceptar
que no hice nada malo y que no tengo nada de qué avergonzarme.
Tengo toda su atención mientras les explico sobre mi madre, mi padrastro y las
circunstancias que llevaron a mi condena y posterior liberación. Me hablan un poco
de sus pasados, y me cuentan historias de su primer encuentro, después de que Rod
hiciera una audición para buscar miembros de la banda para apoyar a Ryder, y
algunos relatos censurados de sus primeros días en la carretera.
Cuando terminamos de comer, Micah y Garrett limpian mientras Ryder y yo
damos un paseo por la playa. La luz del día empieza a desvanecerse y el cielo es de
un hermoso color rosa oscuro mientras caminamos descalzos uno al lado del otro por
la orilla de arena.
—Parece que tienen un fuerte vínculo —digo—. ¿Siempre ha sido así?
Ryder asiente, metiendo las manos en los bolsillos. —Después de que Rod me
descubriera tocando en la calle, me llevó a Nueva York para que me reuniera con
algunos de los mejores productores de discos, y pasé unas semanas grabando mi
propio material. Cuando Rod envió la maqueta, recibimos mucho interés, pero el
mensaje era claro: las discográficas querían contratar a un grupo, no a un solista, así
que Rod me habló de ello y organizó audiciones. Seleccioné a los chicos, tanto por su
personalidad como por su capacidad musical. Sabía que íbamos a vivir en el bolsillo
de los demás, y era importante que todos congeniáramos.
—Pero no eligió a Scott desde el principio. —Estoy al tanto de la historia de la
banda, ya que ha sido bien documentada, y aunque me he mantenido al margen de
los relatos de los medios de comunicación sobre la vida personal de Ryder, porque
verlo con una sucesión de mujeres hermosas me arrancó tiras del corazón, he seguido
con avidez la carrera de la banda, y he escuchado todos los álbumes que han
publicado.
—Sí, Marwen no pudo con la vida en la carretera, así que lo dejó después de
seis meses y la discográfica nos envió a Scott como solución temporal. Me
preocupaba que no encajara al principio porque el resto de nosotros estábamos
solteros y disfrutábamos de las ventajas del trabajo —se pasa una mano por la nuca,
con cara de vergüenza—, mientras que Scott era unos años mayor y ya estaba
comprometido con Linda, pero es un tipo con el que es fácil llevarse bien, y en
realidad ayudó que fuera más maduro. Ha conseguido disuadirnos de algunas locuras
a lo largo de los años. —Una sonrisa cómplice aparece en su rostro mientras me
aparta de la orilla del mar cuando el agua entra. —Congeniamos y le ofrecimos un
puesto permanente en la banda, y aquí estamos. —Se encoge de hombros,
sonriéndome.
—Me alegro de que hayas podido vivir tu sueño, y no importa cómo hayan
acabado las cosas entre nosotros, siempre he estado muy orgullosa de ti. 166
El aire sale a borbotones de su boca mientras nos hace retroceder unos metros.
Se deja caer en la arena, palmea el espacio a su lado y me siento. Los dos nos
acercamos las rodillas al pecho, contemplando la luz del sol que se aleja y se desliza
por las olas. —No todo es lo que parece —dice—. Aunque no me quejo, porque es
una vida increíble, pero no todo es arco iris y unicornios.
Mis labios se crispan ante sus palabras. —¿De qué manera?
—Las giras son duras. Me encanta tocar en directo, me encanta el rugido del
público, me encanta oírlos cantar nuestras canciones, pero es agotador, y todo el
mundo quiere un trozo de ti. Esta parte es la que más me gusta. Escribir y grabar
nuevo material. Tener una base permanente durante un tiempo. —Engancha su dedo
meñique en el mío. —No soy excesivamente materialista, y muchas veces me siento
culpable por el dinero, pero me di el gusto con este lugar porque quería un sitio
especial al que llamar hogar, y me encanta venir aquí. Me encanta la privacidad y la
soledad, simplemente me llega al alma. Si pudiera vivir aquí todo el año lo haría, pero
no es práctico ni posible.
—¿Por qué te sientes culpable por el dinero? Has trabajado mucho para
conseguirlo. Y sé que donas mucho a la caridad.
Su pecho se infla y se desinfla, su mandíbula se flexiona, mientras mira
fijamente el océano. Ryder y yo siempre nos sentimos cómodos con el silencio, y sé
que hablará cuando esté preparado, así que le espero pacientemente.
—Se siente mal —dice en tono bajo unos minutos después—. Se siente mal
tener tanto cuando fui responsable de que alguien perdiera la vida prematuramente.
El dolor está grabado en su rostro y sólo quiero borrarlo. Enhebro mis dedos
entre los suyos y me estrecha la mano con firmeza. —Sólo eras un niño, fue un
accidente, y no fuiste el único implicado.
—Pero nada de eso importa. —Se vuelve hacia mí con lágrimas en los ojos—.
Todavía lo revivo todo el tiempo, y la culpa nunca desaparece. No creo que lo haga
nunca.
Mis ojos buscan los suyos y no soporto verlo sufrir, así que lo rodeo con mis
brazos, sin dudarlo, abrazándolo con fuerza.
Los amigos abrazan a los amigos, ¿verdad?
Apoya su cabeza en mi hombro y lo continuo abrazando. —Algunos días, creo
que toda la culpa que arrastro me comerá vivo. Algunos días, es una lucha para salir
de la cama. Después de perderte, la música se convirtió en mi única salvación.
Sinceramente, no sé si seguiría aquí si no fuera músico.
—No digas eso. —Le abrazo más fuerte—. No soporto pensar en un mundo sin
ti en él.
—Puedo decir lo mismo de ti, y no quiero que te vayas nunca, Zeta, pero soy
así de egoísta.
—Ya estoy aquí. —Presiono un beso en la parte superior de su cabeza, y 167
suspira—. ¿Has pensado alguna vez en acudir a un terapeuta?
—He visto montones de ellos a lo largo de los años. Hago algunos avances, y
luego tengo que irme de gira, y todo el progreso se deshace.
—Un buen terapeuta te dará herramientas para usar cuando las cosas se
vuelvan demasiado pesadas. E incluso tenerlos al final de un teléfono puede ayudar.
Tal vez no hayas encontrado el adecuado. Puedo darte los datos de mi terapeuta si
quieres.
Levanta la cabeza. —¿Todavía ves a un terapeuta?
Asiento, pasando los dedos por los suaves vellos de la base de su cuello. —Voy
todos los meses, y creo que muy probablemente siempre lo haré.
—¿Por mi culpa? —Sus facciones están tensas, su boca se vuelve hacia abajo.
—Hemos hablado de ti —admito—, pero son principalmente mi infancia jodida
y los problemas con mi madre mis principales problemas.
—¿Y tu padrastro?
—Sigue encerrado, gracias a Dios, y con suerte, han tirado la llave.
Cierra los ojos un momento. —Qué bien se siente —murmura mientras le paso
los dedos por el cabello.
—Acuéstate —sugiero, y se recoloca de modo que su cabeza está en mi regazo.
Me mira fijamente, y le paso los dedos por el cabello mientras hablamos—. Lloré por
tu cabello largo cuando te lo cortaste, pero también te queda bien así de corto.
Frunce el ceño. —Casi lloré el día que me lo cortaron, pero no tuve más
remedio. Una zorra decidió que sería divertido cortarme el cabello cuando estaba
borracho. Me desperté con el aspecto de una película de terror. Mi cabello tenía
diferentes longitudes y estaba cortado muy disparejo a los lados. Gar se rió tanto que
se meó encima.
—Eso te pasa por tirarte a las groupies. Probablemente quería tu cabello como
recuerdo, o lo vendió al mejor postor en eBay.
—Oh, mi maldito Dios. ¡Nunca pensé en eso!
Sigo pasándole los dedos por el cabello mientras el suave flujo y reflujo del
mar resuena en el fondo. Ya oscureció y somos las únicas personas en la playa.
—¿Mi historia con las mujeres va a ser un problema para ti? —pregunta,
pasando la punta de un dedo por mi brazo.
—No voy a mentir. Verte con tantas mujeres me ha hecho daño en el pasado. Y
ni siquiera empecemos con las cintas sexuales. —Una mirada de horror abyecto
aparece en su rostro, y sé por qué—. No las he visto —suelto, estremeciéndome ante
la idea—. Pero el solo hecho de saber que existían fue suficiente para destruirme.
—Lo siento, y ojalá pudiera retractarme, pero por lo que dices, tampoco has 168
sido un santa.
—Lo sé, y no estoy siendo crítica. Estabas soltero y eras libre de follar con
quien quisieras, pero odio a las groupies que rondan la escena musical, porque todas
tienen una agenda. Tratan de atrapar a una estrella del rock con un bebé, o quieren
presumir o tener fotos y vídeos que puedan vender a un tabloide. Son manipuladoras
y se aprovechan, desprecio a ese tipo de chicas, pero admiro a las que toman el
control de su sexualidad y no tienen miedo de abrazarla —añado, para que entienda
lo que quiero decir.
—Si dijera que no estoy en desacuerdo, ¿eso me haría repulsivo a tus ojos?
Sacudo la cabeza. —Nunca podrías ser repulsivo para mí. Jamás. —Un destello
de dolor parpadea en sus ojos—. ¿Qué?
—Nada. —Fuerza una sonrisa, pasando el dedo por la tinta de mi brazo—.
¿Significan algo en particular? —pregunta, señalando las imágenes pintadas en mi
piel.
—Son antiguas representaciones gráficas chinas que significan fuerza,
sabiduría y valor.
—¿Y la partitura en tu muslo?
Mis ojos se abren de par en par. —¿Cuándo te diste cuenta de eso?
—Llevabas esos minúsculos pantalones cortos el día que me pasé por tu
apartamento, y vi la tinta.
Creo que vio mucho más que eso, pero no aliento la dirección que parece
tomar esta conversación. —Son letras de canciones.
—¿Tuyas? —pregunta, y asiento. Se incorpora, con la cara emocionada—.
¿Puedo ver?
—Te enseñaré algún día —digo, poniéndome de pie—. Pero es tarde, y me
gustaría empezar temprano con el trabajo por la mañana. —Le ofrezco mi mano y lo
ayudo a ponerse en pie.
—Buen desvío —dice sin rastro de sarcasmo—. Pero tengo curiosidad por una
cosa. —Empezamos a caminar de vuelta hacia la casa. —¿Cómo acabaste estudiando
periodismo cuando tenías tu corazón puesto en la composición de canciones?
Sabía que me iba a preguntar esto en algún momento, y le prometí sinceridad,
pero esto sólo se sumará a la considerable culpa que arrastra, así que soy
deliberadamente vaga a propósito, con la esperanza de que lo deje. —Me aceptaron
en el programa de la USC, pero me cambié al curso de periodismo con
especialización en música en mi primera semana en el campus.
Frunce el ceño. —¿Por qué? Tienes mucho talento, y sé que es lo que querías
hacer.
Miro su hermoso rostro, odiando lo que tengo que decir a continuación. —La
escritura de canciones se había convertido en algo que hacíamos juntos, y no podía
desvincularlo de ti.
169
Deja de caminar, con el dolor cruzando su rostro. —¿Cambiaste de rumbo por
mí?
Asiento, pateando la arena bajo mi pie. —No escribí ninguna canción durante
años. No podía. Tenía el peor caso de bloqueo de compositor.
Se pasa una mano por la barbilla y empieza a caminar de nuevo. —Hombre, sí
que lo arruiné todo, ¿no?
—No vamos a hacer esto, ¿recuerdas?
Se mete las manos en los bolsillos, con cara de profundo descontento.
—Empecé a escribir de nuevo hace dos años, y últimamente he pensado en
hacer algo al respecto. Me encanta mi trabajo, pero tal vez podría vender algunas
canciones. —Me encojo de hombros, sintiéndome un poco tonta al contarle a uno de
los mejores compositores de Estados Unidos mis tontos planes.
—Me encantaría ver algo de tu material —dice, levantando por fin la cabeza—
. Nadie lo sabe todavía, porque hemos hecho todo lo posible por mantenerlo en
secreto, pero la banda va a crear su propio sello. El año que viene se nos acaba el
contrato y queremos tener el control total de nuestras carreras. Ninguno de nosotros
está rejuveneciendo y estamos cansados de pasar tanto tiempo en la carretera, así
que se nos ocurrió la idea y Rod nos ayudó a ponerla en marcha. Hemos contratado a
un par de bandas prometedoras, y vamos a contratar a más. Definitivamente vamos a
necesitar compositores, así que tal vez haya una manera de que puedas trabajar con
nuestro sello en el futuro.
—¿Hablas en serio? —Me detengo de golpe, con el corazón dando volteretas
en el pecho.
—Como un ataque al corazón —bromea, y le doy una palmada en el brazo.
—No bromees con esa mierda.
Me pasa el brazo por el hombro cuando tiemblo, y absorbo parte de su calor
corporal mientras seguimos caminando, acercándonos al camino de entrada a su
casa. —Tienes talento, Zeta, y odio ver cómo se desperdicia el talento. —Me sonríe,
y mis rodillas se convierten en gelatina al quedar atrapada en su mirada hipnótica—.
Creo que esta oportunidad se ha vuelto mucho más interesante para ambos.
170
26
Ryder
C
uando paramos en Denver para repostar, otra azafata sustituye a Sarah,
para su furia y disgusto. Ryder me explicó que había enviado un
mensaje a Rod cuando estábamos en el aire para que la sustituyera, y
me emociona que se haya tomado tantas molestias para tranquilizarme. No voy a
mentir. Quería cortar a la perra, pero logre contenerme y sobrevivir. No será la última
vez que me topé con una de las conquistas de Ryder, y tendré que endurecer la piel
y aprender a lidiar con ello. Odio la idea de que esté con otras chicas, especialmente
con esas desagradables groupies, pero no puedo criticarlo por tener una vida cuando
estábamos separados. Ha dejado claro que ninguna de ellas era más que sexo sin
sentido, así que estoy intentando no ponerme nerviosa por ello. No cuando sé que lo
que tenemos es algo especial.
Cuando le dijo a la perra que yo era su novia, me hizo saltar de alegría en
silencio. Sé que le dije que quería tomarme las cosas con calma, pero no puedo 179
contenerme más.
Lo amo.
Lo amo tanto, carajo, y las cosas que me molestaban hace un par de semanas
ya no me molestan tanto.
Aunque mis hormonas aprobarían con gusto cualquier plan que implicara saltar
sobre los huesos de Ryder, todavía quiero contenerme en ese frente. Sé que cuando
hagamos el amor nada volverá a ser igual, y quiero asegurarme de que no haya
ningún obstáculo entre nosotros cuando lo hagamos.
Ahora tengo que centrarme en lo importante, como descubrir el resto de la
historia con Luc. Me las arreglé para quedarme dormida durante unas horas en el
avión, así que no pudimos terminar nuestra conversación. Mike nos está llevando al
hospital donde está Luc, así que Ryder me está poniendo al corriente del resto.
—Fue hace dos años, estábamos dando un concierto en el Staples Center —
dice—. Se armó un buen lío en la fiesta posterior, y Luc quedó destrozado, pero aun
así lo dejé solo para volver a mi habitación de hotel. Odiaba estar de vuelta en
California. Me traía tantos recuerdos traumáticos, y siempre saca todo a la superficie.
Mi pasado, dejarte, mi jodida infancia. Todo ello.
Me desabrocho el cinturón y me pongo a su lado. Me pasa el brazo por el
hombro, se desabrocha el cinturón y lo vuelve a abrochar ahora a los dos en él. Me
acurruco a su lado, amando lo protector que es conmigo. Ryder es el único que me ha
hecho sentir tan segura, tan protegida, tan querida.
—¿Qué pasó con Luc?
Cierra los ojos y todo su cuerpo se tensa a mi lado. Recorro su brazo con la
mano, presionando mi cara contra su pecho, empapándome de su calor y su delicioso
olor, queriendo absorber el dolor que siento que rezuma por cada uno de sus poros.
Sea cual sea la verdad, puedo decir que esto es algo más de lo que Ryder se siente
responsable. Algo más de lo que se culpa.
—Estuvo a punto de morir, Zeta. Casi mato a uno de mis mejores amigos. —Lo
susurra en voz tan baja que no estoy segura de haberle oído bien.
—¿Qué? —trago saliva por el doloroso nudo en la garganta.
Abre los ojos y el dolor que se refleja en su mirada me destroza. Me doy cuenta
de que el dolor de Ryder es aún más profundo que el mío, ya que está sentado a mi
lado, desnudo y vulnerable, sin ocultarme nada.
—Tomó un coctel de drogas y quedó completamente fuera de sí. Se lanzó desde
la azotea del hotel porque se creía que era Superman y estaba convencido de que
podía volar. —Su nuez de Adán se balancea en su garganta y las lágrimas se acumulan
en sus ojos—. Se desmayó tres veces de camino al hospital en la ambulancia, y pensé
que lo había perdido. Los médicos consiguieron salvarlo, pero está paralizado de
cintura para abajo y ahora está en una silla de ruedas.
180
Me tapo la boca con una mano y mis propias lágrimas vuelven a aparecer. El
horror y la vergüenza me envuelven. He pensado mucho en Luc durante estos años.
Levanté el teléfono innumerables veces para llamarlo. Pero nunca lo hice por la
conexión con Ryder.
—Te llamé —susurra Ryder, sacándome de mis casillas—. Estaba paseando por
los pasillos del hospital mientras esperaba la llegada de su hermana, y la única
persona en la que pensaba era en ti. Te quería allí. Te necesitaba. Y sabía que querrías
saberlo, aunque no hubieras tenido ningún contacto con él durante años.
—¡Eras tú! —exclamo, recordando claramente la noche en que recibí una
extraña llamada, y una extraña sensación se había apoderado de mí—. Escuché todo
ese ruido de fondo. Sirenas sonando. Gente gritando. El sonido de pasos —digo,
recordándolo vívidamente—. No paraba de saludar, y nadie respondía.
—Quería hablar, pero no podía obligarme a hacerlo —dice, abrazándome más
fuerte—. Estaba de pie en medio del pasillo del hospital mientras el caos reinaba a
mi alrededor, con las lágrimas cayendo por mi cara, escuchando tu voz y
extrañándote tanto que deseaba ser yo quien estuviera en el quirófano, no Luc,
porque el dolor que me invadía era más de lo que podía soportar.
—Oh, Ryder.
—Te quedaste en la línea durante mucho tiempo —susurra, mirando hacia
abajo.
Le miro fijamente a los ojos. —No podía explicarlo entonces, y no puedo
explicarlo ahora, pero sabía que no era una llamada de broma. Creo que,
inconscientemente, sabía que eras tú. Lo único que puedo decirte es que fui incapaz
de colgar, y me quedé en la línea hasta que me colgaste.
—Tenía muchas ganas de hablar contigo, pero luego me dio vergüenza.
Avergonzado de decirte cómo había defraudado a Luc. Cómo había herido a alguien
más. Y eso me recordó por qué necesitaba alejarme de ti.
—Jesús, Ryder. No es tu culpa. —Agarro su cara con firmeza—. Tú no pusiste
esas drogas en la boca de Luc. No lo obligaste a subir al tejado y lo empujaste. Es un
hombre adulto y tomó esas decisiones él mismo.
—¡Nunca habría estado allí si no fuera por mí! —Mira hacia otro lado, pero no
antes de que vea la agonía y el tormento en su rostro.
Obligo a su cara a volver a la mía. —Le diste una oportunidad. Si se hubiera
quedado en casa, en el condado de Orange, ¿quién sabe qué habría pasado? Podría
haber acabado de peor manera. Le diste un trabajo y la oportunidad de una vida
diferente. El hecho de que tomara esas decisiones fue sólo suya. Hiciste lo mejor que
pudiste por él.
—¿Pero lo hice? —grita, y Mike me mira con preocupación a través del
espejo—. Se suponía que era su amigo, y no lo cuidé como es debido.
Le agarro firmemente de las mejillas. —Escúchame, y escúchame bien. La
única razón por la que Luc Young sobrevivió al reformatorio fue gracias a ti. No 181
podrías haber hecho más de lo que hiciste por ese chico. Y cuando fue liberado y te
necesitó, estuviste ahí para él. Le diste un trabajo, un propósito, y el hecho de que no
estuvieras vigilándolo las veinticuatro horas del día no es un fallo tuyo. Estabas muy
ocupado con tu carrera musical y no era tu trabajo cuidarlo. Esto no es culpa tuya.
Mike se aclara la garganta. —Siento interrumpir, pero estamos aquí.
Asiento, manteniendo la mirada fija en Ryder. —Por favor, no te hagas esto. Ya
cargas con suficiente culpa, y puede que no conozca a Luc tan bien como antes, pero
sé que él no querría que te culparas por algo que él hizo.
Me besa suavemente, manteniendo sus brazos envueltos firmemente alrededor
de mí. Luego apoya su barbilla sobre mi cabeza, simplemente abrazándome, y es un
momento profundo.
No sé lo que me espera dentro de las paredes de este hospital, sólo sé que no
será agradable. Sin embargo, estoy decidida a ser fuerte por Ryder, porque no
soporto verlo torturarse así, y si puedo ayudar a aliviar algo de la carga, aunque sea
un poco, quiero ser eso para él.
Mike y yo nos quedamos a un lado mientras Ryder charla con el médico fuera
de la habitación de Luc en el hospital. Ryder pidió a Rod que se encargara de trasladar
a Luc a una habitación privada, y se encargó de ello mientras estábamos en el aire.
—Estuviste muy bien con él allá atrás —dice Mike, cruzando los brazos y sin
quitarle los ojos de encima a Ryder—. Se lo hemos dicho, una y otra vez, pero nunca
lo asimila. Me alegro de que hayas vuelto a su vida, y tal vez te escuche, porque no
tienes ni idea de hasta dónde llega ese hombre para torturarse. Es doloroso verlo.
—Te preocupas por él.
—Sí. Este trabajo es más que un trabajo para mí. —Me mira brevemente
mientras Ryder termina su conversación con el médico—. Es un buen hombre, y hace
muchas cosas buenas. Sé que si alguna vez necesitara algo, él estaría ahí para mí, y
no hay mucha gente que pueda decir eso de su jefe. Daría mi vida por ese tipo, y me
mata ver cómo se tortura por cosas que no puede controlar.
—Yo también, y ojalá lo hubiera entendido. Podría haberle tendido la mano
hace años si hubiera sabido que también sufría.
Me aprieta la mano. —Ya estás aquí. —Mira a Ryder que se acerca a nosotros a
grandes zancadas y baja la voz—. Ten paciencia con él, y si la caga, perdónalo. Nunca
he visto a Ryder mirar a ninguna mujer como te mira a ti, y nunca he sabido que sea
tan cariñoso como lo es contigo.
—Sé que tiene un buen corazón, y sé que siente las cosas profundamente. No
voy a ir a ninguna parte. Estoy en esto a largo plazo. —Y mientras las palabras salen
de mi boca, sé que no hay ningún otro lugar donde preferiría estar que al lado de este
hombre.
182
28
Ryder
A
garro su mano entre las mías y lanzo una mirada inquisitiva a Mike.
Parecían cómodos, y me pregunto qué le habrá dicho. Si le ha dicho algo
sobre el servicio de seguridad a lo largo de los años, lo voy a noquear.
—Relájate. —me dice Mike, sabiendo al instante a dónde ha ido a parar mi
cabeza, su mirada confirma que no le ha dicho nada. Tengo que ser yo quien le
explique todo eso. Seguramente se va a asustar cuando se entere, pero ya me
encargaré de eso cuando llegue el momento. Ahora mismo, tengo que prepararla
para esto.
—Zeta. —Le doy la vuelta frente a la puerta de Luc para que esté de cara a mí—
. El médico dice que Luc está en un estado muy depresivo y que no responde en gran
medida. Tienes que prepararte. No se parece en nada al tipo que recuerdas.
Asiente. —Haremos esto. Juntos. 183
Juntos tiene que ser la palabra más dulce conocida por el hombre, y escucharla
salir de sus preciosos labios es la cereza del pastel.
—Carajo, te amo. —La atraigo hacia mis brazos. Parece que no puedo dejar de
hacerlo. Parece que no puedo dejar de tocarla. Temo que desaparezca si no puedo
sentirla.
Mike sonríe y sé que se alegra de que la tenga en mi vida. Sé que todos lo están
porque estas últimas semanas he estado más tranquilo y en paz que en años.
—Vamos. —Rompe el abrazo primero—. Vamos a verlo.
La gran habitación está inundada de luz cuando entramos. Está pintada en tonos
azules y tiene una zona de estar con un sofá, dos sillas y un televisor montado en la
pared, así como un baño en suite con ducha y bañera. Luc está acostado en la cama
de la parte superior de la habitación, de lado, con la mirada perdida en la ventana.
Tiene un par de tubos conectados a una mano y una máquina emite un pitido
silencioso en un rincón. No levanta la vista cuando nos acercamos a su cama, pero ya
me lo esperaba.
La última vez que intentó suicidarse, estaba así. Cerrado. Atrapado en su propia
cabeza. Con el mundo cerrado. Me mata verlo así. Saber que desprecia tanto su vida
que sigue intentando quitársela. Y sé lo que se siente. He estado allí más veces de las
que me importa contar, lo que sólo hace que esto sea peor, porque entiendo
exactamente por lo que está pasando.
Todo el mundo cree que el accidente de auto fue sólo eso, pero sé la verdad.
Quería terminar esa noche, y sólo quería que la miseria terminara. Ella me salvó esa
noche, y ni siquiera lo sabe.
Me sacudo de esos pensamientos porque no voy a ser egoísta. Estamos aquí
por Luc, y voy a intentar ser un amigo para él.
Se ve como una mierda, y puedo decir por la expresión horrorizada de Zeta
que está sorprendida por su aspecto hinchado. Es por lo menos el doble del tamaño
que tenía la última vez que lo vio. No se ha cortado el cabello en mucho tiempo, y le
cuelga en mechones enmarañados por la espalda. Su barba nudosa no está mejor.
Pero lo peor es la mirada vacía y apagada de sus ojos y el tono grisáceo de su piel.
Parece un muerto viviente. Como si tuviera un pie en este mundo y otro en el
siguiente.
Me golpea el habitual cóctel de emociones. A pesar de lo que cree Zeta, le he
fallado a mi amigo. Yo le hice esto, y no merezco ni una pizca de la felicidad que he
experimentado estas últimas semanas. Soy un ser humano despreciable, y merecía
morir aquella noche en la I-605.
—Luc. —Zeta acerca una silla junto a su cama, bajando la cara hasta quedar a
la altura de sus ojos—. Luc, soy yo, Zeta. Estoy aquí con Ryder. —Toma su mano en la
suya, apretándola. Él sigue mirando insensiblemente hacia delante, y me duele
mucho el corazón. Zeta me mira, con la agonía grabada en su rostro, mientras
extiende su mano libre hacia mí.
184
Camino a cámara lenta hacia ella, acercando otra silla y tomando su mano entre
las mías. —Oye, amigo. Odio verte aquí de nuevo. Ojalá me hubieras llamado.
Zeta lleva nuestras manos unidas a sus labios y me da un suave beso en los
nudillos. Con la otra mano mantiene agarrado a Luc. Le hablamos, pero no hay
respuesta. No hay indicios de que sepa que estamos aquí. De vez en cuando, Zeta me
mira con una expresión de tristeza en su rostro, y me gustaría saber qué hacer para
consolarla.
La puerta se abre, y la hermana de Luc, Kat, entra. Le presento a Zeta, y la
envuelve en un abrazo. —Luc habla a menudo de ti —le dice—. Sé que se alegrará de
que hayas venido de visita.
—Siento haberlo dejado tanto tiempo. No tenía ni idea.
La atraigo a mi lado, besando su sien.
—Hace tiempo que no está en un buen lugar —explica Kat—. Intentamos
mantener su ánimo elevado, pero es difícil cuando alguien ha perdido la voluntad de
sobrevivir. —Las lágrimas ruedan por su cara, y enormes sollozos desgarradores
agitan su pecho. La rodeo con los brazos y le paso la mano por la espalda, tratando
de consolarla.
—Debería haber hecho más —digo, más a mí mismo que a ella, pero me oye y
deja de llorar.
Me empuja el pecho. —Deja de hacer eso, Ryder Stone. ¡¿Me oyes?! Nadie
podría haber hecho más por mi hermano que tú. Lo has mantenido vivo todos estos
años. Sin ti, sinceramente no creo que siguiera con nosotros. No tenía nada por lo que
vivir hasta que le diste ese trabajo, y luego le compraste una casa y un auto, te has
asegurado de que a ninguno de nosotros nos falte nada.
Agita sus manos. —Y mira esto. Te aseguras de que tenga los mejores cuidados.
No podrías hacer más por él. —Me agarra la barbilla y, para ser una mujer pequeña
y delicada, tiene un agarre muy fuerte—. Basta ya. Deja de culparte. Así no es como
se siente Luc, y no es como me siento yo, así que, por favor, deja de hacerlo.
Salimos del hospital una hora después, y estoy mental y físicamente agotado.
Kat insiste en que no tiene sentido que nos quedemos, y el médico está de acuerdo.
La última vez que Luc cayó en una profunda depresión, no habló con nadie durante
dos semanas. Pero sigo sintiéndome culpable e inquieto mientras subimos al jet
privado para el viaje de vuelta.
Zeta bosteza y le digo que se vaya a la habitación. Mike ya está reclinado en su
asiento con una pesada manta encima, y yo pienso hacer lo mismo.
Su única respuesta es tomarme de la mano y arrastrarme al dormitorio con ella.
Su mirada rebota entre la cama y yo. —Sé que no es precisamente la cama más grande
del mundo, pero cabemos los dos. —Me acaricia la mejilla—. No quiero estar sola, y
creo que tú tampoco deberías estarlo.
—No me oirás quejarme. —Le doy un beso en la frente. 185
—Sólo para dormir, Ryder —añade, y asiento, sin esperar nada más. Con
dormir a su lado es más que suficiente.
Va al baño a cambiarse, y yo me quito las Vans, los vaqueros, la camiseta, y me
meto bajo las sábanas sólo en calzoncillos.
—He estado pensando —dice Zeta mientras se desliza bajo las sábanas con su
pijama de seda de pantalones cortos. Intento por todos los medios no bajar la mirada
a su impresionante aspecto, pero es un reto.
—¿Qué tienes en mente? —La atraigo hacia mi pecho, rodeando su cintura con
los brazos.
Apoya sus brazos en los míos y una profunda sensación de satisfacción se
apodera de mí. Aprieto la nariz contra su cabello y lo absorbo todo.
—Un cambio de escenario podría ser bueno para Luc. Tal vez necesita un
descanso lejos del Condado de Orange. Podría venir y quedarse conmigo por un
tiempo.
—Con nosotros, querrás decir. —Me apoyo en un codo y me inclino para
mirarla directamente a la cara.
—Su hermana dijo que es probable que esté en el centro psiquiátrico durante
unos meses, como mínimo, así que...
No puedo decidir si su incertidumbre es linda, delirante o si ya tiene dudas. —
Así que estarás conmigo y él podrá venir a vivir con nosotros. La gira por Estados
Unidos no empieza hasta el año que viene, y aunque habrá algo de promoción con el
lanzamiento del nuevo disco en noviembre, no me llevará más que una o dos noches.
Se da la vuelta para que estemos frente a frente. —No sé si podré estar tanto
tiempo en los Hamptons. Tengo trabajo y...
—Y yo soy el jefe de tu jefe. Hará lo que yo le diga.
Frunce el ceño. —¡No puedes hacer eso!
—¿Por qué no?
—Es nepotismo, y está mal. No se me puede tratar de forma diferente a
cualquier otro empleado.
Le beso la punta de la nariz. —Nena, salir con el dueño tiene que tener alguna
ventaja.
Levanta una ceja. —¿Es eso lo que estamos haciendo?
Frunzo el ceño. —En realidad es mucho más que eso, pero sé que quieres ir
despacio, así que las citas me vienen bien.
Traza patrones en mi pecho con su dedo. —Creo que ya he superado eso.
Mi corazón tartamudea y el pánico me espera. —Por favor, no me digas que has
cambiado de opinión.
—¡No! —me rodea el cuello con los brazos y atraigo su cuerpo caliente contra
el mío—. Es demasiado tarde para proteger mi corazón. Los dos estamos demasiado 186
comprometidos.
Atrapo sus labios entre los míos, atrayéndola contra mí, y mi erección se
endurece hasta el punto de dolor cuando sus pezones tensos me presionan el pecho.
Pero mantengo las manos sueltas sobre su columna y resisto el impulso de empujar
mis caderas hacia su pelvis, besándola lenta y apasionadamente, volcando todo lo
que siento en cada roce de nuestros labios, en cada movimiento de nuestras lenguas.
Cuando llego al punto de no retorno, rompo suavemente el beso, rodeando su
hombro con mis brazos y acercando su cara a mi pecho. —Te amo.
—Yo también te amo —susurra, apretando un delicado beso en mi pectoral
izquierdo.
La cama se balancea suavemente mientras el avión acelera, despegando hacia
el cielo.
—Duerme, cariño. Hablaremos más de ello cuando lleguemos a casa, y
podemos llamar a Kat para ver qué piensa. Si mudar a Luc con nosotros ayuda a su
recuperación, entonces estoy a favor. Pero sólo contigo a mi lado.
—Juntos —murmura en un tono somnoliento, y me duermo meciéndola
suavemente en mis brazos, memorizando mi nueva palabra favorita.
29
Zeta
M
e levanto como un rayo, despertada por los gritos y el movimiento en
la cama. Ryder se revuelve, con las piernas enredadas en las sábanas,
gritando y gimiendo, con evidente angustia. —¡Es mi culpa! Todo es
culpa mía. Lo siento mucho. —Las lágrimas brotan de sus ojos, y el grito más
agonizante atraviesa el aire, como si hubiera nacido directamente de su alma.
—Ryder. —Sacudo suavemente sus hombros, sin querer alarmarlo pero
necesitando que se despierte—. Despierta, Ryder. Estás teniendo una pesadilla. No
es real. —Le acaricio la cara, murmurando continuamente la misma frase, hasta que
sus ojos parpadean. Jadea frenéticamente, como si acabara de salir a la superficie en
busca de aire, le susurro palabras de seguridad mientras paso mis manos suavemente
de arriba abajo por sus brazos, su cara y el pecho.
La sábana que tenemos debajo está pegada a su espalda, y gotas de sudor se 187
pegan a su frente, humedeciendo los bordes de su cabello. —Siéntate —le insto,
ayudándole a apoyarse en el cabecero de la cama, antes de sacar las piernas por el
lateral de la cama. Continúo sosteniéndolo, observando cómo su respiración se
recalibra a niveles más normales. Cuando siento que es seguro dejarlo por un minuto,
le doy un beso en la frente y me pongo de pie—. Vuelvo enseguida.
Salgo de la habitación y busco a la azafata, pidiéndole suministros. —
¿Necesitas ayuda? —pregunta Mike, enderezando su asiento mientras me mira con
ojos preocupados.
Niego con la cabeza. —Vuelve a dormir. Yo me encargo.
Tomo las botellas de agua y la ropa de cama de repuesto de la encargada,
dándole las gracias antes de volver con Ryder. Tiene las piernas dobladas por las
rodillas y está encorvado sobre su cuerpo, llorando suavemente. Mi corazón sangra
por él. Colocando las mantas frescas, me siento a su lado, rodeando su cuerpo
tembloroso con mis brazos. —Está bien, cariño. Déjalo salir. —Lo sostengo mientras
solloza, mi corazón se rompe por él.
Cuando sus lágrimas se secan, le doy la botella de agua, instándolo a que se la
beba toda. Se dirige a trompicones al baño y cambio las sábanas, haciendo un ovillo
con las fundas sudadas en un rincón de la habitación.
—Siento que hayas tenido que ver eso —susurra, volviéndose a subir a la cama,
mirándome con los ojos inyectados en sangre.
—No lo estés. Estamos juntos. Eso significa que estamos el uno para el otro tanto
en los malos como en los buenos momentos. —Le retiro los mechones de cabello
húmedos de la frente—. Y entiendo mejor que la mayoría cómo los recuerdos del
pasado pueden atormentar tu sueño.
—¿Te pasa a ti?
Asiento. —No con tanta frecuencia como antes, pero, sí, a veces me despierto
habiendo tenido un sueño vívido con mi madre. La veo desangrándose. Apretando
sus dedos contra el pecho, tratando de sofocar el flujo de sangre. —Aprieto los ojos
para cerrarlos.
Me besa los labios, suavemente, unas cuantas veces hasta que mis hombros se
relajan.
—Intenté suicidarme un mes después de que Luc saltara del tejado —dice en
voz baja, y al instante me vuelvo a tensar. Me duele el corazón cuando tomo sus
manos, entrelazando nuestros dedos—. Mi vida ya era un desastre, y lo que le ocurrió
a él fue mi punto de ruptura. Me excedí con las drogas y el alcohol, saqué el auto de
la carretera en mitad de la noche. Puse el pie en el acelerador, empujando el auto
hasta el límite, sabiendo que haría una voltereta sin control y dándole la bienvenida.
Lucho contra las lágrimas, no quiero que esto sea sobre mí. Necesita quitarse
esto de encima.
Los medios de comunicación informaron durante días de los detalles de su
accidente de auto, y he querido preguntarle por esa noche, pero no quería 188
presionarlo para que me lo contara. Sabía que me lo contaría a su debido tiempo. Lo
que dice a continuación me sorprende muchísimo.
—Me salvaste, Zeta. —Mis ojos se abren de par en par. Me agarra la cara con
sus grandes manos—. Perdí el control del auto, y estaba girando hacia la barrera, de
frente, cuando tu cara apareció en mi mente, tan claramente como si estuvieras allí
mismo, y supe en ese instante que no podía dejarte. Conseguí girar el volante para
que el lado del pasajero se llevara la peor parte del impacto. Si me hubiera estrellado
de cabeza contra la barrera, habría muerto al instante. Tal y como estaba, cada parte
de mi cuerpo se destrozó por haber chocado a tan alta velocidad. Tenía muchos
huesos rotos y estuve en coma un par de días.
—Me acuerdo. —Me agarro a la parte superior de sus brazos—. Me derrumbé
cuando vi la cobertura televisiva. Cuando vi lo destrozado que estaba tú auto, no pude
dejar de llorar. —Me mojo los labios secos—. Fui al hospital. Intenté verte. Sólo
necesitaba saber que estabas vivo, pero por supuesto, no me dejaron entrar.
Dejé que mi mente volviera a esa noche. —Me uní a los fans que acampaban
fuera del hospital, y no me fui durante tres días. Dios mío, Ryder había tantos. La
policía tuvo que poner barricadas para controlar a la multitud mientras miles de
personas llegaban para estar cerca de ti. Encendieron velas, levantaron pancartas,
tocaron la música de Torment y rezaron. Mientras viva, nunca olvidaré esos días. La
camaradería y el apoyo no se parecen a nada que haya experimentado. Ayudaba
saber que te querían tanto. Saber que tanta gente rezaba para que salieras con vida.
Cuando un portavoz nos dijo que te habías despertado y que ibas a estar bien, hubo
un alivio colosal. Todos nos abrazamos y lloramos, fue la primera vez en días que
respiré bien.
—Te sentí allí —dice, sorprendiéndome de nuevo.
—¿Qué?
—Cuando me desperté, lo primero que pensé fue en ti. Casi podía sentir tus
brazos a mi alrededor, casi podía ver tu sonrisa, casi podía oler el aroma a fresa de tu
cabello. La sensación fue intensa, pero después la descarté, culpando a mis deseos y
al cóctel de drogas al que me habían conectado. Pero fue real. —Chocó su boca con
la mía, besándome ferozmente—. Estabas allí. Fue real, y sentí la conexión.
¿Comprendes lo que tenemos, Zeta? ¿Lo entiendes de verdad? —Su voz es casi
frenética.
—Somos almas gemelas, Ryder. Es lo que mi subconsciente siempre ha creído.
Asiente, y sus labios se levantan. —Creo que he erradicado toda evidencia de
mi tarjeta de hombre. —Me arrastra con él mientras se vuelve a acomodar bajo las
sábanas—. Porque esa palabra hace que mi corazón cante.
Me río. —Confía en mí, creo que eres el mejor. La tarjeta de hombre de la nueva
era te permite abrazar tus sentimientos y seguir manteniendo tu masculinidad. —
Presiono un beso en su pecho desnudo, inhalando el aroma almizclado de su piel—.
Eres todo un hombre, cariño.
189
—Nuestro vínculo me salvó la vida aquella noche —añade, la conversación
vuelve a ponerse más seria—. Y me obligó a enfrentarme a algunos hechos duros de
mi vida. Rod llevaba mucho tiempo insistiendo en que abordara mi dependencia a las
drogas y el alcohol, así que me metí voluntariamente en rehabilitación cuando me
dieron el alta del hospital. Pasé noventa días desintoxicándome, tratando de
reconciliarme con mi pasado.
—¿Y lo lograste? —Me acurruco bajo el hueco de su brazo.
—No realmente. Me sentí más en control, y el psicólogo que vi en rehabilitación
me dio algunas estrategias para lidiar con mis ataques de pánico y pesadillas, pero
no desaparecieron, y no creo que lo hagan nunca.
—¿Y qué hay de lo demás?
Me besa la parte superior de la cabeza. —Ahora puedo admitir que estaba
cayendo en un agujero oscuro de nuevo. Últimamente, había estado de fiesta
demasiado tiempo y volví a caer en mis viejas costumbres, pero me decía que lo tenía
controlado. Estas últimas semanas han ayudado enormemente. Volver a la casa de los
Hamptons siempre ha sido mi salvación. Me mantengo al margen, me sumerjo en la
música y evito cualquier otra tentación. Nunca invito gente a mi casa. Es mi único
santuario. Mi única privacidad. Y tenerte de vuelta en mi vida me ha dado un
propósito. Me ha dado una razón para limpiar mis acciones. —Inclina mi cara hacia la
suya—. Porque quiero ser el tipo de hombre que te mereces.
—Ya lo eres. —Me estiro y le beso los labios.
—Estoy roto, cariño, y una parte de mí siempre lo estará. —Se ve tan
insoportablemente triste, quiero borrar todo rastro de tristeza de su rostro.
—Yo también estoy rota, Ryder. Tal vez por eso funciona entre nosotros.
Se queda pensativo durante unos minutos. Luego me mira, y un cúmulo de
emociones parpadea en sus ojos. —Antes de llegar a casa, necesito saber que eres
mía. Necesito saber que estás en esto a largo plazo, porque hay más cosas que tengo
que contarte, y no puedo hacerlo si todavía tienes dudas. Necesito saber que estás
dispuesta a trabajar conmigo en esto. Para construir algo juntos. Algo que deberíamos
haber tenido todos estos años pero que se nos negó.
Me apoyo en un codo, pasando los dedos por su hermoso y espeso cabello. —
Estoy comprometida contigo. Con nosotros. Al cien por ciento. Sé que todavía
tenemos cosas que resolver, y sé que no todo va a ser fácil, pero no voy a ir a ninguna
parte. Soy tuya, Ryder. Siempre he sido tuya, y siempre lo seré.
Las cosas se calman en los días siguientes, aunque Ryder tiene horribles
pesadillas todas las noches y se despierta con un sudor frío. Ver a Luc le ha hecho que
regrese todo. Me mudé a su habitación, a su cama, para poder consolarlo, y ayudar a
Ryder a lidiar con sus demonios está manteniendo los míos a raya. Me siento muy
190
culpable por haber sacado a Luc de mi vida, y aunque no puedo cambiarlo, estoy
decidida a estar aquí para él ahora.
Ryder y yo todavía no hemos tenido sexo. Todavía no hemos ido más allá de los
besos y las caricias, pero ninguno de los dos tiene mucha prisa, aunque los dos hemos
admitido que estamos cachondos como adolescentes. Pero esto se siente normal.
Como si estuviéramos haciendo las cosas de la misma manera que si hubiéramos
seguido juntos después del reformatorio.
Sigo teniendo llamadas semanales por Skype con Harrison, poniéndole al día
sobre los progresos de la biografía y enviándole mi informe regular para la revista, y
los artículos están siendo bien recibidos. El hecho de compartir pequeños fragmentos
de las letras del nuevo álbum hace que los fans se vuelvan locos por más, y está
ayudando a crear expectación por el álbum y la biografía.
Estar en el estudio con los chicos y ver cómo se desarrolla su proceso creativo
delante de mí ha sido uno de los mejores momentos hasta ahora. Ryder es su principal
compositor y, aunque normalmente se le ocurren las letras, la melodía es algo en lo
que trabajan todos juntos. Me asombra cómo Ryder se encuentra con una melodía
suelta, rasgando en su guitarra, y luego Gar viene con la línea de bajo, Micah sin
esfuerzo recogerá el ritmo en su guitarra, y Scott comenzará a golpear la batería en
sincronía con el ritmo.
He estado tan perdido en la música, que la mitad de las veces me olvido de
grabar cosas que debería. Pero todo está bien. He estado haciendo fotos y vídeos,
pienso enlazarlos en la edición del libro electrónico de la biografía para ofrecer a los
fans una visión realmente íntima del proceso de composición y producción de un
álbum. También dedico un tiempo semanal a cada miembro de la banda, haciéndoles
preguntas sobre su vida personal, y estoy conociendo mejor a todos.
Son un gran grupo de chicos; aunque todavía me cuesta conectarme con Gar,
porque tiene predilección por hablar antes de pensar y una mente firmemente fijada
en el sexo. Ayer mismo me dijo que se estaba masturbando tanto que creía que tenía
una lesión por esfuerzo repetitivo. Puse los ojos en blanco con tanta fuerza que es un
milagro que no se me salieran de las órbitas. Por las sórdidas historias que insiste en
compartir conmigo, está claro que la vida en los Hamptons es un mundo aparte de su
rutina habitual en la ciudad, donde trabajan duro y salen de fiesta a partes iguales.
Me preocupa la influencia de Gar en Ryder una vez que volvamos a Nueva York, y es
algo que me quita el sueño.
Ryder habló con Kat, proponiéndole el plan de que Luc viniera a vivir con
nosotros cuando se animara un poco, se mostró entusiasmada con la idea, sugiriendo
que un cambio de aires le vendría de maravilla a su hermano. En última instancia,
será la decisión de Luc, y aún no está en su sano juicio para tomar esa decisión, pero
realmente espero que venga aquí con nosotros por un tiempo, con la esperanza de
tener la oportunidad de renovar nuestra amistad y apoyarlo como debería haber
hecho todos estos años.
Es viernes por la mañana y estoy en la cocina preparando huevos y tocino para
el desayuno con los chicos agrupados en torno a la encimera detrás de mí. El pobre
Mattie está enfermo, así que Linda y Scott se han quedado en la casa de huéspedes 191
cuidando del pequeño. Louise está en el altavoz, coqueteando con Ryder, Micah y
Garrett. La he estado llamando un par de veces a la semana para comprobarla, y ya
se tutea con todos los chicos.
—Garrett, querido —ronronea esta, mientras emplato nuestra comida—.
Necesito otro favor.
—¿Otro más? —Gar se burla—. Eres una chica sucia, y traviesa, Louise.
Tres pares de ojos se dirigen instantáneamente a Garrett.
—¿De qué clase de favor estamos hablando? —Digo, haciendo una pausa en lo
que estoy haciendo.
—Ya, ya, preciosa —dice Louise—. No me estropees la diversión. Puede que
sea vieja, pero aún no estoy muerta. ¿Cuándo más voy a tener la oportunidad de
babear por hombres jóvenes y calientes? Mi querido Garrett lo entiende, así que me
envió una foto de su polla, pero la borré accidentalmente cuando intentaba ampliarla,
y ahora, no tengo nada con lo que excitarme.
Micah escupe su café por todo el mueble de la isla mientras yo me quedo
mirando a Gar atónita, y Ryder se dobla, riendo y agarrándose el estómago como si
le doliera.
—¿Le enviaste una foto de tú polla? —grito, rodeando la isla—. ¿Estás
jodidamente loco? ¡Le vas a provocar un infarto! —No sé si reír o llorar.
—Cálmate. Sólo estoy cumpliendo con mi deber cívico. —Mueve las cejas,
ahogando una sonrisa—. Ayudar a los ancianos es un noble uso de mi tiempo.
Sacudo la cabeza repetidamente. —No le envíes otra. La próxima vez que
intente ampliarla, probablemente la publicará accidentalmente en Internet.
—Puedo oírte, y no soy una niña —suelta Louise, pero todos la ignoramos.
—El público en general está bien acostumbrado a mi polla —dice Gar con una
sonrisa de regodeo. Se vuelve hacia Ryder—. ¿Recuerdas el vídeo que publicó la
conejita? En él había primeros planos de nuestras dos pollas en plena exhibición, y
sé de buena fuente que nuestras pollas tienen sus propias cuentas de Twitter e IG. —
Hincha el pecho como si fuera algo de lo que estar orgulloso.
—Gracias. Eso es algo que realmente necesitaba saber —digo con tono
inexpresivo, colocando los trozos de tocino quemado que iba a tirar en el plato de
Gar y dándole su ración original a Micah en su lugar.
Reparto los platos mientras Ryder golpea a Gar en el brazo mientras le promete
a Louise que le enviará una foto de sustitución. Nos despedimos, y la tensión es densa
en el aire mientras comemos. Ryder me roza el muslo por debajo de la mesa, pero
alejo su mano. Sé que estoy siendo irracional, pero detesto la idea de que las fotos y
los vídeos íntimos de mi novio se difundan. Sé que es algo del pasado y que no
significa nada, pero no puedo evitar lo que siento, y ahora mismo estoy celosa y
enfadada, solo quiero escabullirme y lamerme las heridas.
Dejando a los chicos para que se aseen después del desayuno, me doy una 192
larga ducha caliente, tratando de desestresarme y dejar que todo se vaya. Cuando
salgo del baño, vestida sólo con una toalla, Ryder está sentado en la cama
esperándome. Lleva puesta su ropa de entrenamiento, con su tinta a la vista.
—Ven, sexy. —Se da una palmadita en el regazo, y niego con la cabeza.
—Necesito vestirme, Ryder, y me gustaría tener algo de privacidad. —No
quiero ponerme en plan molesta con él, pero no puedo evitarlo.
Suspira, se pasa una mano por el cabello y camina hacia mí. —Cariño, si
pudiera borrar mi pasado, sabes que lo haría. Si pudiera eliminar esos vídeos, lo
haría, pero es imposible una vez que se hacen virales. Nos gastamos cientos de miles
de dólares en honorarios legales cuando salieron los primeros vídeos, y también
podríamos haber tirado el dinero por el retrete. Es imposible atrapar a estas personas
y hacerlas responsables, pero si quieres que vuelva a poner a mi abogado en el caso,
lo haré.
Apoyo mi cabeza en su pecho y sus brazos me rodean automáticamente. —No,
no hace falta que hagas eso. —trago saliva sobre la bola de emoción desordenada
que tengo en la garganta—. Sólo cuéntame lo de la conejita.
—Ella no es nadie, nena.
—Ryder. —Mi tono es cáustico, y no admite discusión.
Suspira. —Después de lo que le pasó a Luc, me descarrilé por completo. Estaba
colocado, drogado, borracho, o una combinación de todas, prácticamente las
veinticuatro horas del día. Ashley se había unido recientemente al sello, y dejó claro
su interés. Follamos algunas veces, y Gar se unió a nosotros una vez. Luego terminé
en rehabilitación, y cuando salí, ella empezó a presionarme para que pusiera una
etiqueta a nuestra relación. Le dije que nunca habíamos sido más que compañeros de
sexo y que no estaba interesado. No lo manejó bien. Se puso muy pegajosa y empezó
a aparecer en mi casa sin ser invitada. Le advertí que la denunciaría a la discográfica
si no se retiraba. Amenazó con filtrar el video de nuestro trío a los medios. Pensé que
era un farol. Pensé que la amenaza de perder su trabajo sería suficiente, pero no lo
fue. Vendió el vídeo, ganó mucho dinero y no le importó que la despidieran. No he
hablado con ella desde entonces. Fin.
—Qué perra.
—Sí. Y odio que siga intentando joderme la vida. —Sostiene mi cara entre sus
manos—. Por favor, no te enfades. Sinceramente, ella no merece la pena.
Asiento. —Lo intentaré, pero es difícil escuchar constantes recordatorios de tu
pasado. Es que estoy muy emocional porque pronto me llegará la regla. No te
preocupes por mí. Ya se me pasará.
Me abraza con más fuerza y cierro los ojos, apoyándome de nuevo en su pecho,
disfrutando de lo querida que me siento entre sus brazos. —No te disculpes por lo
que sientes, y siempre querré saber lo que pasa por tu cabeza, aunque me haga sentir
la mayor de las mierdas.
Deslizo mi mano por su pecho. —Sabía a lo que me comprometía cuando 193
acepté estar juntos. Y puedo soportarlo, la mayor parte del tiempo.
—Entiendo completamente si no lo haces. La idea de que haya mierda como
esa sobre ti y sea del dominio público me pone tan celoso que podría gritar. Sé que
no lo manejaría bien, y trato de no pensar en esos tipos con los que has estado.
Lo miro de reojo. —Nunca he hecho un video sexual, así que puedes disipar
ese miedo.
Me besa suavemente. —¿Me permites que te compense? —Sus ojos se
oscurecen y siento que se endurece contra mi estómago. Me amasa los músculos
abultados de los hombros—. Estás tensa. Deja que ayude a relajarte.
Las mariposas se dispersan en mi pecho y mi núcleo se inunda de calor. —¿Qué
tienes pensado hacer, Rock Star? —murmuro con mi voz más seductora, mirándolo a
través de los ojos encapuchados.
—Suelta la toalla, ponte en la cama y déjame enseñarte.
30
Ryder
C
ierro la puerta de la habitación, me quito las zapatillas y me giro para
mirarla. Fija sus ojos en los míos, sus pupilas ardiendo de expectación,
sosteniendo mi mirada con seguridad mientras se lame los labios y
mueve la mano hacia el nudo de su toalla. Mi polla se endurece y el deseo me invade.
Muy lentamente, suelta la toalla y la deja caer al suelo, dejándola de pie ante mí
completamente desnuda.
Respiro mientras mis ojos la absorben, recorriendo sus voluptuosas tetas, sus
pezones rosas, grandes y tensos, su piel que se estremece mientras mi mirada se
desplaza hacia su vientre plano, a lo largo de la suave curva de su cadera, y hacia la
mancha de vello pulcramente recortada sobre su coño antes de deslizarse por esas
largas y torneadas piernas. Es perfecta, y me muero de ganas de probarla por
primera vez.
194
Me acerco a ella con decisión y le pongo las manos en los hombros. —Eres tan
jodidamente hermosa que duele. —Beso su boca antes de recorrer su mejilla, la línea
de la mandíbula y el punto sensible que tiene bajo la oreja. Le doy un pellizco en el
lóbulo de la oreja, y gime, sus piernas se doblan. Le rodeo la cintura con el brazo,
acercándola, deseando que estemos piel con piel, pero aún no podemos llegar a eso.
No hasta que sepa toda la verdad.
Y no se trata de eso.
Se trata de hacerla sentir bien. Apreciada. Amada. Para que sepa que es la
única. Para que todas esas dudas y celos en su cabeza desaparezcan.
La tomo de la mano, la conduzco a la cama y la empujo tiernamente hacia las
almohadas. Se acuesta de espaldas mientras me subo la camiseta por la cabeza y me
arrastro por encima de ella con solo mis pantalones cortos de correr. Me cierno sobre
su cuerpo, disfrutando de la vista, amando cómo se balancean sus tetas mientras su
pecho sube y baja. Sus ojos arden de lujuria, y capturo su boca en un beso abrasador,
mi lengua saqueando su boca, gimiendo en el fondo de mi garganta mientras la lamo.
Continúo mi exploración, rozando con mis dientes la columna de su cuello,
rozando con mis labios su clavícula mientras recorro con un dedo el hueco entre sus
pechos. Juego con sus tetas, amasando su carne y haciendo rodar sus duros pezones
entre el pulgar y el índice. Los sonidos que salen de su boca son casi suficientes para
que me corra en los pantalones como un adolescente cachondo. Bajo mi boca a una
teta mientras acaricio la otra. Chupo y muerdo, tirando de su pezón hasta que grita,
con la espalda curvada sobre la cama.
—Ryder, por favor. —Se apoya en sus codos, mirándome lamer sus tetas—.
Necesito tu polla dentro de mí.
Me arrastro de nuevo por su cuerpo, besándola apasionadamente. —Todavía
no, bebé. Pero pronto. Te lo prometo.
Un suspiro de frustración sale de sus labios hinchados y vuelvo a devorar su
boca. —Sé cómo cuidarte, te lo prometo.
—Bueno, enséñame lo que tienes entonces, Rock Star, antes de que me dé una
combustión espontánea.
—Dímelo a mí. Mi polla está tan dura que podría golpear el metal.
Vuelvo a bajar por su cuerpo, y mis manos, mi boca y mi lengua exploran cada
centímetro de su piel suave y dorada. Cuando llego a la cicatriz dentada de su bajo
vientre, le doy un beso reverencial a lo largo de la piel fruncida, recordando lo
asustado que estaba el día en que Valeria la apuñaló en el patio, aterrorizado por
poder perderla. Levanto la vista y miro a Zeta mientras mis labios rozan el recuerdo
permanente de aquel día.
—Lo sé —susurra, comprendiendo enseguida los pensamientos que giran en
mi cerebro. Me pasa los dedos por el cabello—. Te amo.
—Yo también te amo. —Apoyo mi cabeza en su estómago—. Tanto, carajo. —
Me quedo así un par de minutos, hasta que me quito los recuerdos de encima. Con
una sonrisa socarrona, le entierro la lengua en el ombligo y se retuerce, chillando 195
mientras una cálida sonrisa se extiende por mi boca. Grita, maldiciéndome, cuando
paso por alto la tierra prometida, lamiendo en su lugar la pierna. Me río y miro la
expresión furiosa de su cara—. Paciencia, cariño.
Da un respingo antes de tumbarse de espaldas, gimiendo de frustración.
Levanto su pie y vuelvo a subir mis labios por su pierna, lenta y tortuosamente,
disfrutando de cada movimiento de mi lengua, ahogándome en su olor y su sabor, sin
tener nunca suficiente. Cuando llego a la tinta de la parte superior de su muslo,
recorro con los dedos las pequeñas líneas de la escritura y leo las palabras que ha
impreso en su piel con un nudo en la garganta.
—Zeta. —Me ahogo con la palabra, las lágrimas brotan de mis ojos.
Se sienta y se acerca para acariciar mi mejilla. —Siempre has sido tú, Ryder, y
siempre lo serás. Sólo tú.
Aprieto mis labios contra los suyos en un beso feroz y necesitado, haciendo
rechinar mis caderas contra las suyas, deseando desesperadamente ser uno con ella
pero sabiendo que debo contenerme. —Te amo. —Levanto la cabeza y la miro
fijamente a sus hermosos ojos, que nadan de emoción como los míos—. Y necesito
que entiendas que cada canción que he escrito, cada palabra que he puesto en el
papel, siempre ha sido sobre ti. —Señalo la tinta que se arrastra desde mi brazo
izquierdo hasta la parte superior del pecho, trazando con un dedo las imágenes
pintadas en mi piel hasta que sus ojos se abren de par en par en señal de
reconocimiento—. Quería que tu nombre estuviera sobre mi corazón, pero lo quería
en privado, sólo para mí, así que lo enterré detrás de estas imágenes. —Atraigo su
mano a mi pecho, colocándola sobre su nombre—. Cada vez que me sentía perdido,
cada vez que me sentía solo, presionaba mi mano sobre mi corazón, me ayudaba a
encontrar el camino de vuelta.
—Ryder. —Ahora, le toca a ella atragantarse, y presiona sus labios contra la
tinta, besándola con reverencia.
Nos besamos durante mucho tiempo, volcando todas nuestras emociones en él,
hasta que se calienta de nuevo, y mi polla se tensa contra mis calzoncillos. Hace ruidos
guturales mientras se retuerce debajo de mí, tengo que ocuparme de mi chica.
Deslizando mi mano entre nosotros, introduzco dos dedos en su cálido y
húmedo coño, gime en mi boca, casi haciéndome correr. —Acuéstate, cariño. Es hora
de cumplir mi promesa. Se hunde en el colchón con un suspiro mientras me deslizo
por su cuerpo, todavía metiendo y sacando los dedos lentamente. Abriendo sus 196
piernas, me arrodillo en el vértice de sus muslos y la separo con los pulgares,
mientras mi polla palpita dolorosamente al verla reluciente y preparada. Paso un
dedo por su raja y sus caderas se agitan. Bajo la boca y lamo su raja, mientras gime y
grita, retorciéndose en la cama como si no pudiera controlarse.
Su sabor es tan dulce y adictivo, su seductor aroma me hace sumergir la lengua
en su canal mientras mi dedo frota círculos en su tenso clítoris. Sigo acariciándola con
la lengua antes de acercar mi boca a ese sensible manojo de nervios, deslizando mis
dedos índice y corazón en su coño al mismo tiempo que introduzco mi meñique en su
culo.
Explota al instante, empujando las caderas y arqueando la espalda mientras
grita mi nombre. Permanezco con ella, mientras aguanto su clímax, bombeando mis
dedos y chupando su clítoris hasta que se derrumba en la cama, completamente
saciada. Me arrastro junto a ella y la estrecho entre mis brazos, acribillando su
hermoso rostro a besos.
Se aparta el cabello desordenado de la cara y se inclina, apoyando los brazos
en mi pecho. —Eso fue jodidamente increíble. —Recorre su nombre en mi pecho con
el dedo, sonriendo, con la cara sonrojada por el resplandor—. Tienes habilidades,
Rock Star, y estoy deseando ver qué más tienes para mí.
—Oh, cariño. Eso era sólo el entremés. —Aprovecho para acunar su cara,
mirándola fijamente a los ojos—. Cuando te haga el amor, olvidarás que ha habido
alguien más que yo.
—Ya eres todo lo que veo —susurra, sus ojos recorren mi cuerpo.
Desliza la mano hacia mis calzoncillos, pero le agarro la muñeca y la detengo.
—No tienes que hacerlo. Esto es para ti. No para mí.
Se pone de rodillas en el suelo, tirando de mis piernas hacia el borde de la
cama. —No te voy a dejar con una erección furiosa, y no eres el único que quiere
probar.
Mi polla salta dentro de mis calzoncillos y sonríe, tirando de mis calzoncillos
hacia abajo. Los deja a un lado y frota su mano por encima de mis calzoncillos, contra
mi polla en tensión, mojando sus labios con la lengua. —Mierda, Rock Star. ¿Escondes
una serpiente ahí dentro? Sus labios se mueven divertidos.
—Sácalo y averígualo.
Agarrando el extremo de mis bóxers, me los baja de un tirón, y mi polla sale
disparada, dura y ya goteando líquido preseminal. Estoy tan excitado que
probablemente me corra en el momento en que su caliente boca me acoja.
—Mierda. Sólo estaba bromeando. No me di cuenta de que realmente estabas
escondiendo una serpiente.
Sonrío. —Estoy bien dotado, ¿qué puedo decir?
Levanta una ceja y sonríe mientras saca la lengua, lamiendo el semen que sale
de la punta de mi polla. Gimo, con la polla palpitando de necesidad. Me lame de
arriba a abajo mientras rodea la base con su mano y me acaricia lentamente. Las 197
estrellas estallan detrás de mis ojos y un cosquilleo familiar empieza a crecer en la
base de mi columna vertebral. —No voy a durar mucho, nena.
Abriendo bien la boca, me atrae hacia dentro, deslizando sus labios por mi
longitud mientras sigue bombeando en la base. Sacudo las caderas hacia delante,
agarrándola por detrás de la cabeza mientras le follo la boca, con las pelotas
apretadas y un cosquilleo en la columna vertebral a medida que aumenta mi
liberación. —Ahora, nena. —Intento retirarme, pero sigue succionando, trabajando
con su boca y su mano cada vez más rápido, y exploto, disparando chorros calientes
de semen por su garganta. No me suelta, y se aprovecha de mi clímax hasta que se
traga la última gota.
—Jodido infierno. —La subo a mi regazo y la rodeo con mis brazos mientras
beso sus labios brillantes. Ha sido la mejor mamada de mi vida. El sabor de mi esencia
en su lengua hace que mi polla se endurezca de nuevo debajo su trasero—. Nunca
voy a tener suficiente de ti, nena. Ya soy insaciable, y aún no te he follado.
—Podríamos rectificar eso ahora —dice, moviendo las caderas y
recolocándose para que mi polla esté en el ángulo adecuado para hundirse en su
interior. Y es tentador. Tan jodidamente tentador. Pero no puedo hacerle el amor
hasta que sepa la verdad. Hasta que sepa quién soy realmente. Lo irónico es que en
este momento tengo el valor suficiente para decírselo todo, pero no podemos tener
esta conversación ahora, no con la sorpresa que tengo preparada para ella más tarde,
así que, de mala gana, la deslizo fuera de mi regazo, sentándola a mi lado.
—Cuando follemos por primera vez, pienso estar dentro de ti toda la noche —
digo, llevándome su mano a los labios para darle un beso—. Ahora no tenemos
tiempo, pero pronto, cariño. Te lo prometo.
—¡Oh, Dios mío! —grita Zeta cuando regreso a la casa desde el aeropuerto más
tarde esa noche con mi sorpresa a cuestas. Kayla y su prometido, Gage, entran
trotando tras de mí, con los ojos desorbitados al ver mi lugar. Kayla corre hacia su
amiga y se abrazan la una a la otra, gritando y llorando.
—Creo que acabo de perder la audición en mis tímpanos —dice Gage
haciendo una mueca, sosteniendo a su adormecido hijo, Lennon, en sus brazos.
Me río entre dientes. —Me alegro de que Zeta tenga una amiga como Kayla y
de que pueda hacer esto por ellas.
—Sí, y gracias, hombre. Kayla estuvo muy emocionada toda la semana. La
extraña mucho.
Suena el timbre y dejo a Gage con Micah y Gar mientras voy por la comida para
llevar que pedí.
Después de comer, llevo a Kayla y a Gage a la casa de huéspedes y les presento
a Scott y a Linda. Me alegraba que se quedaran en la casa principal, pero Linda tiene
todo tipo de parafernalia para bebés aquí, lo que hace que sea una mejor opción. 198
Gage se queda para acomodar a Lennon en su cuna mientras Kayla vuelve a la casa
con Zeta y conmigo. Gar y Micah han abierto unas cervezas y nos sentamos afuera a
charlar hasta la madrugada.
Cuando por fin nos vamos a la cama, Zeta y yo no perdemos tiempo en
desnudarnos el uno al otro, pasamos horas conociendo bien nuestros cuerpos. El sexo
todavía no está en las cartas, pero encontramos muchas maneras inventivas de hacer
que el otro se corra, y me quedo dormido sintiéndome feliz y satisfecho.
—¿De verdad tiene que venir con nosotros? —Zeta hace un mohín a la mañana
siguiente, con las manos en las caderas—. No quiero ofenderte, Mike —se apresura a
asegurar mi guardaespaldas—, pero no creo que necesitemos protección. Sólo vamos
a llevar al bebé a dar un paseo, y haremos unas pocas compras, tal vez tomaremos un
helado. Dudo que corramos ningún peligro.
—No tiene sentido arriesgarse —responde educadamente Mike—. Y seré
discreto. Ni siquiera sabrás que estoy allí.
—Bebé. —Atraigo a Zeta en mis brazos, mirándola a los ojos—. Esto no es
negociable. Esta es mi vida, y tú eres parte de ella ahora. Ya no puedes salir sola. Hay
muchos locos por ahí, y no voy a arriesgar tu seguridad.
—Nadie sabe quién soy para ti, Ryder. Y esto es los Hamptons. No es la capital
del crimen del mundo.
—Por favor, Zeta. No quiero pelear contigo por esto. Sólo tienes el fin de
semana con Kayla, y quiero que lo disfrutes. No podré relajarme si sales sin
protección.
Sus rasgos se suavizan inmediatamente. —Bien. No quiero que te preocupes.
—Me besa rápidamente, pero me aferro a ella, le agarro la nuca y profundizo el beso,
adorando su boca con mis labios y mi lengua, necesitando que entienda lo mucho que
significa para mí.
—Mis ovarios acaban de explotar viéndolos —Kayla suministra
voluntariamente—. Si no puedo tener más bebés, te culparé totalmente. —Me mete
el dedo en el pecho, pero sonríe.
—Creo que lo lograras, Kayla. El súper esperma de Gage no te defraudará —
dice Zeta, guiñando un ojo.
Mi cara se contorsiona cuando mi chica menciona el esperma de otro tipo, pero
se limita a reír. —Nos vemos luego, Rock Star. Intenta no extrañarme mucho. —Me da
una palmada en el trasero, y los dos se ríen mientras salen de la cocina con el bebé
Lennon en su cochecito y Mike guardando fielmente la retaguardia.
Me quedo en la piscina con Gage, Micah y Gar. Scott y Linda se han ido a la
playa con Mattie. Abro la tapa de un par de cervezas y le doy una a Gage. Micah y
Gar se sirven. —Zeta ha estado hablando maravillas de su grupo —le digo a Gage—.
Y no nos importaría escucharlos alguna vez. —Asiento a mis chicos. Ya se lo había
comentado esta mañana—. Todavía no es de dominio público, pero estamos 199
montando nuestro propio sello y estamos buscando nuevos talentos para firmar.
Los ojos del grandullón se iluminan—. ¿De verdad?
—Diablos, sí. —Gar choca su botella contra la de Gage antes de recuperar su
Fender—. Por qué no nos tocas una de tus canciones. Zeta dice que tu material original
es grandioso.
Sin sudar, Gage se echa la guitarra al hombro, prueba algunas cuerdas y
empieza a tocar. Cierra los ojos mientras canta, y hay una cualidad cruda y ronca en
su voz y un sonido rústico en la melodía que interpreta para nosotros. Sonreímos,
asentimos y le damos una palmada en la espalda cuando termina, la sonrisa del tipo
es tan amplia que amenaza con partirle la cara.
—¿Tienes algún concierto programado para el próximo fin de semana? —
Pregunto.
Asiente. —Tocamos regularmente todos los viernes por la noche en Queens.
—Vamos a ir a la ciudad para los VMAs esa noche, pero podemos pasarnos y
ver tu espectáculo después.
Las chicas vuelven poco después y se unen a nosotros en la piscina. Gage va a
llamar a su hermano y a los demás miembros de su banda para contarles lo del viernes
por la noche, ver la expresión de pura emoción en su cara me hace sentir bien.
Recuerdo la emoción cuando las cosas empezaron a suceder para mí y cómo era lo
único que me distraía de extrañar a mi chica. Mis ojos la buscan automáticamente y
mi polla se anima al instante.
Zeta se ve completamente follable en un bikini negro y dorado que deja muy
poco a la imaginación. Está chapoteando en la piscina con Kayla y Lennon, no puedo
dejar de mirarla. Gar se acuesta en la tumbona a mi lado, dando un sorbo a su cerveza
mientras no hace nada por ocultar que está mirando a mi chica con la misma
intensidad.
Le doy un golpe en el brazo. —Por favor, deja de mirarla.
Se frota el brazo y se gira para mirarme. —Lo siento, amigo. No puedo evitarlo.
Llama la atención, lo sabes.
—Desgraciadamente, sí. —Se me escapa el aire con una mueca, mis celos se
disparan ante la idea de que cualquier tipo se folle a mi mujer con los ojos.
—Amigo, esa es la menor de tus preocupaciones. Ayer por la mañana se volvió
loca cuando mencioné a la conejita, así que ¿cómo va a manejar a las mujeres cuando
volvamos a la ciudad?
—Lo llevaría mucho mejor si un imbécil dejara de divagar sobre mierdas
pasadas que deberían estar muertas y enterradas desde hace tiempo.
—Se va a enterar, Stone. No puedes evitar que eso ocurra. No es que hayas sido
un maldito santo ni nada que se le parezca.
—Es una periodista musical, Gar. Sabe cómo funciona la industria, y lo está 200
manejando bien hasta ahora.
Se pone las gafas de sol encima de la cabeza. —¿Así que le parece bien que
firmes tetas y culos? ¿Con que hagas sesiones de fotos semidesnudo con
supermodelos? ¿Con que simules sexo con mujeres desnudas en nuestros vídeos?
¿Con que las chicas se lancen a ti aunque sea al brazo? ¿Con que los medios de
comunicación tergiversen situaciones inocentes hasta convertirlas en infidelidades?
Aunque lo que dice es verdad, me enoja más de lo que puedo explicar. —
Confía en mí, y no la voy a defraudar —digo entre dientes apretados.
Levanta las palmas de las manos en un gesto conciliador. —Sólo estoy cuidando
de ti, hombre. Siempre habrá zorras que quieran meterte en líos, siempre habrá
bebés que quieran colgarte. Sólo trato de prevenirte, así que no hace falta que te
alteres.
Le hago un gesto justo cuando Kayla y Zeta salen de la piscina, caminando hacia
nosotros. Con su figura curvilínea, sus largas piernas, su piel bañada por el sol y sus
sexys tatuajes, es como un sueño andante. El agua le cae por los hombros y se desliza
por el hueco entre sus gloriosas tetas, recorriendo sus turgentes pezones, y mi polla
está en plena forma en mis pantalones de baño.
—Mierda. Hombre —exclama Gar, con los ojos pegados a su pecho, y le doy
una palmada en la nuca—. No podría odiarte más ahora mismo aunque lo intentara.
—Te voy a noquear —creo—. Lo digo en serio.
—¿Tenemos un problema, chicos? —pregunta Kayla con una sonrisa de oreja a
oreja, posando a su hijo pequeño en una cadera mientras lucha contra una sonrisa.
Sabe muy bien lo que está pasando.
—El único problema es este coño de aquí. —Gar me da un codazo en las
costillas—. Es peor que cualquier chica con la regla.
Le vuelvo a dar un tirón de orejas. —Vete a la mierda y búscate tu propia chica
por la que babear. —Abro mis brazos para Zeta—. Mi chica está ocupada. —Se
arrastra hasta mi regazo, a horcajadas sobre mis caderas, y se inclina para besarme.
No me importa que esté goteando agua sobre mí. La forma en que me reclama me
excita muchísimo, pero sé que tenemos público y no voy a darle a Gar un espectáculo.
De mala gana, rompo el beso y la agarro por la cintura. —Te amo, nena —le digo,
mordisqueándole el lóbulo de la oreja mientras la recoloco de forma que oculte la
monstruosa erección de mí bañador. Se retuerce en mi regazo, la pequeña
provocadora, sonriendo mientras se recuesta contra mí.
—Carajo. Son ardientes juntos —dice Kayla, sonriendo en señal de aprobación
mientras coloca con cuidado a su hijo en su cochecito, subiendo la funda para
protegerlo del sol.
—No fomentes esa mierda, Kayla. Tengo el peor caso de bolas azules a este
lado del Atlántico, y un espectáculo porno en vivo no ayudará —Gar refunfuña.
—Eso nos pasa por vivir como monjes desde que nos mudamos aquí —asiente
Micah, dejándose caer en la tumbona al otro lado de Kayla—. Creo que es hora de 201
que hagamos algo al respecto. —Supongo que eso significa que acaba de romper con
su última novia. Me preguntaba por qué Bella no había aparecido.
Gar le choca la mano y pongo los ojos en blanco cuando los dos me miran.
—Sólo déjame a mí y a los míos fuera de tus planes, y podrás hacer lo que te
dé la gana.
Zeta y yo nos duchamos juntos más tarde esa noche para preparar nuestros
planes de cena con Gage y Kayla. Scott y Linda se ofrecieron amablemente a hacer
de niñera para que los cuatro pudiéramos salir. Micah y Gar declinaron, diciendo que
tenían planes más emocionantes, y no pregunté por los detalles. No echo de menos
ese estilo de vida, y no me arrepiento de haberle dado la espalda.
Muevo el pesado y húmedo cabello de Zeta hacia un hombro para poder
chupar su cuello, y sé que estoy exactamente donde quiero estar. Aunque cada vez
es más difícil mantenerse célibe cuando todo lo que quiero es meter mi polla dentro
de ella y mecerla hasta el feliz olvido.
Necesito hablar con ella, y pronto. Tengo un miedo atroz de que al decirle la
verdad la pierda para siempre. Pero mantenerlo en secreto, y que ella se entere más
adelante, es una garantía segura de perderla, así que tengo que ser valiente, y
necesito tener fe en ella y acabar de una vez por todas.
El lunes, prometo en silencio, mientras mis manos enjabonadas recorren su
tentador cuerpo.
Le contaré todo lo que he estado ocultando el lunes.
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Zeta
L
os nervios se desatan en mi vientre y las piernas me tiemblan tanto que
me pregunto si me sostendrán cuando salgamos de la limusina. —Respira,
nena —me susurra Ryder al oído, poniendo su mano en mi muslo.
—Tal vez debería ir por la entrada de los medios de comunicación —murmuro,
mientras los nervios se apoderan de mí.
—¿Y perder la oportunidad de mostrar al mundo lo jodidamente sexy que estás
esta noche? —Ryder sacude la cabeza—. Cariño, estás hermosa, y quiero ir de tú
brazo cuando caminemos por la alfombra roja. Quiero que todo el mundo sepa que
eres mía.
Le miro a los ojos. —¿Estás seguro? ¿Qué pasa con tus fans y...?
Capturando mis labios en un beso que me hace sentir el pulso hasta la punta
de los dedos de los pies, acalla al instante mi balbuceo nervioso. Es fácil olvidar que 211
no estamos solos cuando me besa así, porque el mundo exterior deja de existir y solo
estamos él, yo y la multitud de sensaciones que invoca en mi cuerpo con su suave
tacto y sus ardientes besos.
Cuando por fin rompe nuestro beso, me acaricia la mejilla, mirándome a los
ojos con tanto amor que casi me deshace. —¿Mejor? —Sólo puedo asentir—. Lo tienes,
nena, y me voy a asegurar de que te cuiden esta noche para que no tengas nada de
qué preocuparte. Relájate y disfruta.
—Aquí tienes —Gar me entrega una copa de champán mientras sus ojos
recorren rápidamente mi cuerpo, incomodándome—. Tómate unas cuantas más,
sexy, y estarás bien. —Abro la boca para reprocharle su comentario, pero lo pienso
mejor y cierro los labios. No quiero provocar una discusión entre los chicos esta
noche, así que me guardo mis pensamientos y mis palabras.
—Tienes esto —dice Micah, sonriendo, tratando de tranquilizarme.
—Gracias. No es que no haya estado en este evento antes, pero no suele ser
con un foco sobre mí. Y sé que habrá un gran foco sobre mí una vez que salga del
brazo de Ryder. Rara vez lleva a sus citas a las galas de premios o a otros eventos
importantes de la industria, así que esto es algo grande y la prensa se nos echará
encima como un sarpullido.
—Los dejarás boquiabiertos, Zeta —añade Micah.
—Linda solía odiar venir a estos eventos al principio —suministra Scott,
recostándose en el asiento mientras da un sorbo a una cerveza—. Pero se acostumbró.
La verdad es que estaba triste por perderse esta noche, pero no quiere dejar a Mattie
con sus padres tan pronto después de que se enfermó.
—Hubiera estado bien tener una compañera, pero lo comprendo
perfectamente, y hace bien en dar prioridad a su hijo.
La limusina reduce la velocidad cuando nos acercamos al Radio City Music Hall
y nos unimos a la fila de limusinas que esperan para entrar en el recinto. Me tomo el
champán de un trago y respiro profundamente, dándome una pequeña charla de
ánimo. Tengo que acostumbrarme a esto, ya que forma parte de la vida de Ryder, y
no quiero que se preocupe por mí esta noche. Torment compite por uno de los
principales premios, y además actúan a mitad del espectáculo, y eso es lo único en lo
que debe centrarse Ryder. Parecía un poco distraído hoy, y me pregunto si los nervios
lo están afectando o si alguno de ellos todavía se pone ansioso antes de los grandes
eventos.
Me vuelvo a aplicar rápidamente una nueva capa de brillo de labios, me echo
el cabello largo por encima del hombro y me paso una mano por el traje. Me siento
segura y sexy, eso me ayuda a calmar mis nervios.
Llevo una chaqueta de cuero roja ajustada sobre un top negro ajustado de
cuero y encaje con una falda de tutú y botines de tacón. Mis piernas están bronceadas
por las semanas que pasé al aire libre, así que no me molesté en ponerme medias.
212
Kayla me ayudó a elegir el traje el fin de semana pasado y hoy vino al magnífico ático
de Ryder para ayudarme a prepararme. Me maquillé con ojos profundamente
oscuros, pero mantuve los labios neutros para equilibrar el look. Me gustaría que
Kayla estuviera aquí esta noche, pero no pudo conseguir una niñera, así que sólo está
aquí conmigo en espíritu.
—¿Preparada, nena? —pregunta Ryder cuando la limusina se detiene y se abre
la puerta desde afuera. Colocaron una pequeña alfombra roja sólo para este evento,
y puedo ver las puertas de entrada desde esta distancia, así que me digo que será
pan comido. Le muestro una sonrisa confiada, ignorando el nerviosismo de mi
vientre—. Vamos a hacerlo.
—Te amo. —Presiona un rápido beso en mis labios—. Estoy muy contento de
que estés aquí conmigo esta noche.
Los flashes estallan en mi cara mientras Ryder me ayuda a salir del auto. Me
agarro a su brazo, sonriendo y concentrándome en poner un pie delante del otro en
lugar de dirigir mi atención a la miríada de periodistas que nos gritan preguntas. Los
fans se alinean en la corta pasarela, gritando y llorando, algunos de ellos sosteniendo
carteles de Torment. Micah, Gar y Scott se detienen para hacer algunas fotos rápidas,
pero Ryder no se aparta de mí, sólo saluda, sonríe y sopla besos a algunos de sus fans.
Un par de reporteros saben quién soy y me llaman por mi nombre, esperando
que me detenga para darles una exclusiva, pero ya he acordado que cualquier
conversación que se haga esta noche la hará Ryder. Cuando llegamos a las puertas
principales, los chicos se detienen para hablar con el reportero de Entertainment
Tonight, y Ryder confirma mi identidad, incluida mi condición de novia. Las preguntas
que nos hacen se intensifican, pero las ignoramos y nos dirigimos al interior del
auditorio y tomamos asiento en la segunda fila.
Antes de que nos demos cuenta, el anfitrión ha subido al escenario y comienza
la ceremonia. A mitad del evento, los chicos se van a prepararse para su set. Ryder
se inclina y me besa firmemente en los labios. —Si necesitas una bebida o ir al baño,
ve con Mike o con uno de los guardaespaldas. No te vayas por ahí sola.
Le picoteo los labios. —No lo haré, lo prometo. Me quedaré con Mike. Ahora
ve a hacer lo tuyo, Rock Star.
Los chicos aparecen en el escenario quince minutos después, y mis ojos están
clavados en Ryder durante toda la canción. Es la primera vez que los veo en directo.
Siempre supe que Ryder tenía un gran talento, pero se adueña del escenario como
ningún otro músico de nuestra generación. Su carisma y su presencia en el escenario
son extraordinarios, y no es de extrañar que el público se vuelva loco. Me mira con
frecuencia, cantando algunas de las palabras directamente a mí, y cuando me señala,
moviendo las caderas y gesticulando salvajemente, siento las miradas concentradas
y envidiosas de todas las mujeres del lugar.
—¿Qué te pareció? —pregunta cuando los chicos regresan a sus asientos
después de esa actuación alucinante.
—Eso fue increíble. Estuviste increíble. —Le doy un beso en los labios—. Estoy
tan jodidamente orgullosa de ti. 213
Sus ojos están ligeramente desenfocados cuando se inclina para devolverme el
beso, y al instante sé que tomó algo. Al mirar a los chicos, veo que Micah y Gar
también están colocados. Pero no digo nada, porque es su noche, y no es que yo no
haya fumado hierba o esnifado algunas líneas de coca en el pasado, aunque me
preocupa que Ryder haga cosas así cuando admitío tener problemas de adicción.
Los chicos ganan el premio al mejor vídeo de rock, y para cuando volvemos a
la limusina de camino al bar para ver tocar a la banda de Gage, todo el mundo está
en modo fiesta. Estoy muy relajada gracias a unas cuantas copas de champán y varios
chupitos de vodka, estoy deseando ver lo que los chicos piensan del hombre de
Kayla. Ryder bebe whisky directamente de una botella, engulléndolo como si fuera
agua, antes de pasárselo a Gar, que a su vez se lo pasa a Micah. Gar saca una bandeja
con líneas limpias de cocaína repartidas en ella, y observo con creciente
incomodidad cómo los tres se dan el gusto. Rechazo cuando me ofrecen un poco, y
Scott niega con la cabeza, continuando con un sorbo de su cerveza mientras me
observa con el ceño ligeramente fruncido. Unas punzadas de aprensión me suben por
el cuello, pero las ignoro. Los chicos están en modo de celebración, y no es nada raro.
Se merecen soltarse y disfrutar de su victoria.
Hay un poco de emoción en la puerta del club cuando llegamos, pero Gage
había notificado a la seguridad la inminente llegada de Torment, y también había
reservado una cabina en la parte superior de la sala, cerca del escenario. La banda
ya comenzó, y los ritmos pesados reverberan en el espacio mientras nos abrimos
paso por la sala poco iluminada.
Mike se abre paso entre la multitud, y se oyen varios gritos cuando la gente se
da cuenta de que hay dioses del rock entre ellos. Ryder me pone delante de su
cuerpo, mientras manos se agarran a él y a los chicos intentando tocarlos, pero Mike
y el equipo de otros tres guardaespaldas que están de servicio esta noche se abren
paso hasta la cabina sin ningún problema.
Ya hay una cubitera sobre la mesa, llena de una botella de vodka, mezcladores
y botellas de cerveza. Ryder me hace pasar a la cabina, se desliza a mi lado y me
rodea el hombro con un brazo protector mientras Gar reparte las cervezas.
Nos acomodamos para ver el espectáculo. Gage saluda a los chicos desde el
escenario, y un enorme rugido resuena en la sala. Los chicos levantan las manos,
saludando a los fans, y luego Savage Mania comienza a tocar su canción más conocida,
y la multitud comienza a rockear y cantar.
—Son buenos —dice Micah al otro lado de la mesa a Ryder, entregándole otra
cerveza.
—Muy buenos —Gar está de acuerdo.
—Creo que podríamos estar ante un ganador —conviene Ryder, vaciando la
mitad de su cerveza de un trago—. Y todo gracias a ti —me susurra al oído antes de
pegar sus labios a los míos. Me devora la boca mientras su mano se desliza por debajo
de mi falda y sube por mi muslo. Su lengua saquea mi boca y me besa como si quisiera
engullirme, sujetando firmemente una mejilla con la mano mientras ataca mis labios
con una pasión febril que me excita y me asusta a la vez. 214
Cuando sus dedos rozan la entrepierna de mis bragas, aparto su mano. —
Compórtate. —Murmuro, tirando del lóbulo de su oreja.
—Estoy tan jodidamente caliente por ti —gruñe, tirando de mí sobre su regazo
y apretando su erección contra mi culo—. Podría apartar tus bragas y estar dentro de
ti, nadie se enteraría —dice, jugueteando con las capas de tul de mi falda. Es cierto
que serviría de escudo eficaz, pero de ninguna manera voy a follar con él por primera
vez en una cabina de un bar público rodeada de los chicos de su banda.
—O podríamos ir a follar al baño —sugiero, en compromiso.
Me coloca a horcajadas sobre él, y mueve sus caderas hacia las mías. Trato de
recordar por qué quería esperar, y no se me ocurre ninguna buena razón en este
momento, ronronea, deslizando sus manos bajo mi falda y apretando mi trasero. El
grupo ha terminado su actuación y se está despidiendo del público. —Necesito estar
dentro de ti, nena —me dice Ryder al oído—. Estoy tan jodidamente caliente.
Quitando las manos de Ryder de mi culo, lo inmovilizo con una mirada de
advertencia. —No voy a follarte aquí delante de todo el mundo, así que quítate esa
idea de la cabeza.
Vuelve a deslizar su mano hacia mi culo, deslizando su dedo bajo mis bragas y
empujándolo dentro de mí. —Estás jodidamente empapada, nena.
Le agarro la muñeca, sacando su mano de debajo de mi falda, mientras Gage y
los chicos se acercan a la mesa. —Ryder —siseo—. Corta esta mierda. —Está
empezando a molestarme. Intento zafarme de su regazo, pero me sujeta la cintura con
las manos, manteniéndome en el sitio.
—Sé que me deseas, nena, así que deja de jugar.
Me entierra la cabeza en el pecho y me horrorizo al darme cuenta.
Me trata como una de sus groupies.
Como a una de esas chicas a las que claramente le importa una mierda si las
manosea en público.
Una neblina roja cubre mis ojos, mientras la ira y la humillación libran una
guerra en mi interior. —Ryder, detente. —Le empujo la cabeza, pero sigue
basándome el pecho, mordiéndome y chupando la carne a través de los huecos del
encaje de mi top.
—¿Estás bien, Zeta? —pregunta una voz familiar, la preocupación subraya el
tono de Gus.
—Está bien —suelta Ryder, levantando la cabeza de mi pecho y girándose para
ver quién preguntó.
—Hola, Ryder —dice Gage, con aspecto un poco inseguro, su mirada rebota
entre mi novio y yo—. Me alegro de volver a verte, hombre.
—Lo hicieron genial —dice Ryder, y el aire sale de mi boca como un alivio.
Aprovecho la oportunidad para intentar deslizarme fuera de su regazo, pero me
sujeta firmemente por las caderas y me mantiene en el sitio. 215
—Ryder —susurro—. Deja que me siente.
—Relájate, cariño. —Ryder me aprieta el culo por encima de la falda, sonriendo
a los chicos que están delante de nuestra cabina—. No es nada que estos chicos no
hayan visto antes.
—Ryder, estás incomodando a Zeta —interviene Scott—. Deja que la chica se
vuelva a sentar.
—Vete a la mierda y métete en tus asuntos, Blanco —ladra Ryder, y he llegado
a mi punto de inflexión.
—Suéltame, carajo —siseo, intentando de nuevo deslizarme de su regazo, pero
la mesa está a mi espalda y no hay mucho espacio para zafarme, sobre todo con lo
bien que me agarra Ryder por la cintura.
—Amigo, tienes que dejarla ir —dice Gus, empujando a su hermano y
encarando a Ryder con una mirada peligrosa.
—Gus, no —advierto, porque no sé cómo reaccionará Ryder ante un tipo
extraño que viene a rescatarme. Ahora mismo es imprevisible y está a un millón de
kilómetros del Ryder que conozco y amo. Si así es como ha estado viviendo su vida,
me alegro de no haber estado cerca para presenciar esto, porque me está rompiendo
el corazón.
—¡Tú! —Ryder señala con el dedo a Gus, sus ojos se oscurecen. Finalmente me
desliza fuera de su regazo y salta de la cabina, lanzándose sobre Gus y empujándolo
en el pecho. Veo con horror cómo Ryder levanta el brazo, con el puño cerrado,
girando y apuntando directamente a la cara de Gus.
216
33
Zeta
G
us es un tipo grande, pero Ryder lo atrapa desprevenido, así que no
reacciona con la suficiente rapidez, y el gancho de izquierda de Ryder
le roza el costado de la mandíbula, haciéndolo retroceder. Los flashes
de las cámaras se disparan y me tapo la boca con una mano, horrorizada, cuando
Ryder vuelve a golpear a Gus. —No te acerques a mi chica, carajo. Te voy a noquear
si la tocas. —Vuelve a golpear a Gus, pero éste se ha estabilizado y le devuelve el
golpe, dándole a Ryder en la nariz. Ryder se tambalea hacia atrás, cayendo sobre
Mike, con la sangre brotando de su nariz.
Salgo corriendo de la cabina y me planto entre Ryder y Gus. —¡Alto! Esto se
está saliendo de control.
—¿Estás en serio con este tipo? —pregunta Gus, frunciendo el ceño—. Es un
imbécil irrespetuoso, y te mereces algo mejor. 217
—Como tú, supongo —ruge Ryder, limpiándose la sangre de la nariz.
—Estás jodidamente en lo correcto —replica Gus, mientras Gage se acerca a
su hermano, tirando de él hacia atrás y susurrándole al oído—. Me da igual, Gage. De
todas formas no quiero tener nada que ver con ese maldito imbécil.
—¿Podemos salir de aquí? —le suplico a Mike, y mira a Ryder.
Ryder me atrae hacia él y me besa con fuerza en los labios, y quiero darle un
rodillazo en las pelotas por tener la audacia de intentar reclamarme para demostrarle
algo a Gus. Arranco mis labios de los suyos, empujando su pecho. —No me beses,
joder. Ni siquiera me mires. Estoy muy enfadada contigo ahora mismo.
—¡Yo! —grita—. ¿Qué mierda hice?
—Vamos, hombre —dice Scott—. Sólo déjalo. Esto va a estar en todas las redes
sociales en una hora.
—Como si me importara una mierda. —Ryder me pasa el brazo por el
hombro—. Vamos, nena. Vamos a follar en la limusina.
Gus empuja a su hermano, plantándose delante de mí. —No tienes que irte con
él, Zeta. Me aseguraré de que llegues a casa sana y salva.
Ryder me empuja y golpea a Gus en la boca antes de que tenga tiempo de
protegerse. Gus pierde completamente el equilibrio y se agarra a la mesa mientras
cae al suelo. La mesa se tambalea y el contenido se desliza por el borde, cayendo
encima de él. —¡Oh, Dios mío! Me agacho sobre él mientras los cristales se rompen
por todas partes—. ¡Gus! ¿Estás bien?
—Tenemos esto, Zeta —dice Gage, levantándome por encima de los
escombros rotos—. Creo que lo mejor es que lo saques de aquí.
—Lo siento mucho, Gage.
—No tienes nada por lo que disculparte. Ve. Haré que Kayla te llame mañana.
Mike tiene que arrastrar prácticamente a Ryder fuera del local mientras Scott
me acompaña afuera. Meto la barbilla en el pecho, evitando los teléfonos móviles que
se alzan mientras nos vamos.
Cuando subimos a la limusina, estoy más que enfadada, así que cuando Ryder
se gira y me mira fijamente, me deslizo por el asiento, tan lejos de él como puedo,
apoyándome en las manos para evitar darle un puñetazo. El auto se desliza hacia el
tráfico, y la tensión es densa en el aire. Micah desenrosca el tapón del whisky y Gar
prepara más cocaína. Les lanzo dagas mientras Scott deja escapar un suspiro de
cansancio.
—¡Oh Dios mío, Gus! ¿Estás bien? —Ryder imita mis palabras y mi tono de voz
mientras arranca la botella de whisky de las manos de Micah, vaciando el contenido
en su garganta.
—No empieces a fastidiarme, Ryder —me enfurezco, cruzando los brazos sobre
el pecho y fulminándolo con la mirada. 218
—¡Yo! —Grita Ryder—. Tú eres la que estaba adulando a ese imbécil.
—¿Perdón? —grito, sin importarme que tengamos público—. Todo esto
empezó porque me estabas tratando como una de tus putas!
Me envía una mirada mordaz, sus ojos recorren mi cuerpo. —Bueno, si la gorra
te queda.
Las lágrimas se clavan en mis ojos, pero las aparto. No voy a llorar delante de
él.
—Que te den, Ryder. Eres un borracho horrible, o tal vez son todas las drogas
en tu sistema jodiendo tu cerebro, pero si esto es lo que tu estilo de vida te hace,
entonces no quiero ser parte de ello.
Da un trago a la botella y una fea mueca tuerce las comisuras de su boca. —No
hay problema, cariño. Hay una fila de chicas esperando para montar mi polla, y no
me darán esta mierda.
—Puede parar el auto, por favor. —Cruzo los ojos con el conductor a través del
espejo.
—Zeta, no —interviene Scott—. Si no quieres venir a la fiesta posterior, me
quedaré en la limusina contigo y te acompañaré de vuelta sana y salva.
—Que se vaya, carajo, si es lo que quiere —espeta Ryder, agitando las manos,
con el whisky chapoteando en la botella, sobre los pantalones y en la parte delantera
del asiento—. ¡Eh, tú! —grita, inclinándose hacia delante y señalando al conductor—
. Detente de una puta vez.
—Ryder, realmente no creo que quieras...
—Tú también puedes irte a la mierda, Scott, si vas a seguir actuando como un
aburrido de mierda —suelta Ryder.
—Por mí, bien, amigo —Dice Scott.
El auto se detiene en la acera y Scott abre la puerta rápidamente, sin esperar a
que el conductor se dé la vuelta. Me ofrece la mano y dejo que me ayude a salir.
—No me esperes despierta, cariño —exclama Ryder antes de añadir con
crueldad—: Estaré demasiado ocupado follando con mis putas como para acordarme
de tu nombre.
Cierro la puerta con fuerza y me alejo del bordillo. Trago saliva mientras veo
cómo se aleja la limusina, con mis emociones alteradas. —Eso no es lo que realmente
es —dice Scott en voz baja.
—No lo defiendas. Por favor. No quiero escucharlo.
Me pasa el brazo por los hombros, apretándome. —No sé qué demonios
persiguen a Ryder, pero algo debió haber pasado esta noche para que tenga una
regresión. Nunca lo he visto tan feliz como lo ha sido contigo estas últimas semanas.
—Bueno, si lo hizo, no me lo dijo. Se supone que somos una pareja. Debería
haber hablado conmigo en lugar de tratarme como una de sus groupies. —Me limpio 219
las lágrimas calientes que me ruedan por la cara—. Nunca me había sentido tan
humillada.
—Se va a odiar a sí mismo mañana por esto.
—No parecía que le importara una mierda —digo, sacando el móvil para llamar
a un Uber que venga a recogernos. En ese momento, un todoterreno negro se acerca
a la acera y Mike sale del asiento del conductor.
—¿Qué pasó ahora? —pregunta en tono resignado.
—Ryder está en espiral —dice Scott—. Y fue un imbécil aún más grande en el
auto. ¿Tienes alguna idea de lo que está pasando?
Niega con la cabeza y suspira. —Sé que no tengo derecho a decir esto, Zeta,
pero esas cosas que dijo e hizo allí no son el verdadero Ryder. Se va a torturar así
mismo por esto cuando baje de su subidón. —Inclina la cabeza hacia un lado—.
¿Recuerdas lo que te dije antes? —Asiento—. Sé que no es fácil. Sé que es pedir
mucho, pero te necesita, solo que no se da cuenta.
—No pongas esa culpa en Zeta, Mike. Eso no es justo.
—Es su peor enemigo, y cuando se dé cuenta de lo que ha hecho esta noche,
me temo que va a descarrilar totalmente. —Pasando el dedo por su móvil, me lo
entrega en silencio.
Veo el reportaje de vídeo de TMZ con un dolor en el corazón. Acaban de añadir
una imagen de los chicos llegando al local para la fiesta posterior. Ryder sale
tambaleándose del auto, casi cayendo al suelo. Lleva la botella de whisky medio vacía
en la mano y suelta una serie de improperios a los paparazzi que lo esperan. Ni
siquiera reconoce a sus fans mientras entra a trompicones en el hotel. El reportero
sugiere que el comportamiento de Ryder indica que ha recaído y cuestiona mi
ausencia.
—Te necesita —reafirma Mike en voz baja.
Scott abre la boca para volver a intervenir, pero lo agarro del brazo para
entretenerle. —No, está bien. —Sacudo la cabeza, suspirando—. No puedo dejarlo
así. Si le pasa algo, nunca me lo perdonaré.
Estoy enojada y dolida, me cuestiono todo lo que creía saber sobre Ryder y
nuestra relación, pero no puedo abandonarlo, no después de ver eso. Él es su peor
enemigo ahora mismo, y si las cosas cambiaran, sé que no me dejaría.
Así es como me encuentro escoltada en la fiesta posterior, flanqueada por Scott
y Mike, media hora después. Se celebra en un elegante hotel de Manhattan y se han
colocado barricadas en la entrada para mantener a raya a la multitud. Los periodistas
gritan mi nombre y hacen preguntas sobre Ryder, mientras pasamos, pero los ignoro.
—Se hizo viral lo suyo —confirma Mike, guiándome por el pasillo hacia el ascensor—
. Puedes esperar más de eso en tu futuro.
Llegamos al salón de baile, en la tercera planta, unos minutos después. La sala 220
se ha construido en torno a una gran pista de baile circular. Hay dos largas barras en
cada extremo de la sala, empotradas en la pared, y enormes lámparas de araña
cuelgan de numerosos puntos del techo. Las cabinas con respaldo de terciopelo están
dispuestas en círculo alrededor de la pista de baile, con mesas altas y taburetes en
fila detrás de ellas. La sala está repleta de fiesteros con ganas de pasarla bien. El
aroma de la bebida, los perfumes caros y las sustancias ilegales es penetrante en el
aire. Las luces estroboscópicas atraviesan a la multitud que se retuerce al ritmo de un
famoso DJ mientras escudriño la sala, tratando de localizar a Ryder.
Mike es bastante más alto que yo y ve a Micah al lado de la pista de baile, así
que nos dirigimos en esa dirección. Al acercarnos, veo que está bailando con una
conocida actriz de una de esas populares series para adolescentes. Aunque llamarlo
baile no es estrictamente cierto. Simular un acto porno en vivo sería más adecuado
para describir cómo se están moliendo y manoseando el uno al otro.
—¡Zeta, nena! Ya estás aquí. —Gar me grita al oído desde atrás, y entonces me
levanta y me pone sobre su hombro antes de saber lo que está pasando.
—¡Gar, bájame, imbécil! —Mis puños golpean en su espalda, suplicando a
Mike y Scott que me ayuden.
—Oh, mierda. —Mike mira hacia adelante, cerrando los ojos y suspirando.
—Mira a quién encontré —proclama Gar, posando su culo en un reservado
conmigo en su regazo. Su polla está dura como una piedra, clavándose en mí, y vomito
un poco en mi boca. Antes de que pueda apartarme de él, me agarra por las caderas
y me coloca de cara a la mesa.
El estómago se me cae hasta los pies y la bilis me inunda la boca mientras miro
fijamente a la chica que ocupa actualmente el regazo de Ryder. —¿Quién diablos eres
tú? —Suelto, lanzándole dagas.
—Todo lo que tú nunca serás —proclama, rodeando el cuello de Ryder con su
brazo mientras bebe champán de una botella con una pajita.
Si Ryder quería salir a buscar mi opuesto exacto, ciertamente lo ha logrado. Es
diminuta, con una cintura inexistente y unas tetas pequeñas y alegres. Su largo
cabello rubio blanco cuelga en líneas rectas por su espalda, y está llena de joyas
caras. Lleva un vestido sin tirantes de color crema y dorado con piedras, es lo más
alejado de mí.
Y, definitivamente, de alguna groupie.
Ryder se pasa los dedos por el cabello y un gran peso me oprime el pecho,
restringiendo mi suministro de aire y dificultando la respiración. El dolor se aloja en
mi garganta y me pica el fondo de los ojos.
—¿Qué carajo les pasa a ustedes dos, imbéciles? —Scott le ladra a Gar—.
¡Cómo mierda pueden dejar que esa zorra se acerque a él!
—Amigo, relájate. Ashley está bien ahora. —Gar agita las manos, con los ojos
en blanco. Se mueve debajo de mí, levantando las caderas, y su erección me pincha 221
el culo.
—¿Tú eres Ashley? —Suelto.
—Veo que mi reputación me precede —ronronea.
—Sí, seguro que tu madre está orgullosa. —Entrecierro los ojos hacia ella,
intentando ignorar el hecho de que Ryder está ahora pasando sus manos por sus
brazos.
—Los celos son muy impropios, y tan comunes —dice, apoyándose en el pecho
de Ryder. Gira el brazo, pasándole los dedos por el cabello, y quiero arrancarle los
ojos con las uñas y arrancarle cada mechón de cabello sedoso de la cabeza.
Cuando empieza a darle pequeños besos a lo largo de la mandíbula y él no la
detiene, algo muere dentro de mí. Un dolor agudo me atraviesa el corazón, y siento
que se rompe, que se rompe literalmente, todavía demasiado frágil desde la última
vez que Ryder lo aniquiló.
No puedo ser testigo de esto. No puedo sentarme aquí y ver cómo arruina todo
lo que hemos compartido. Salgo del regazo de Gar y me agarro al brazo de Mike para
estabilizarme mientras salgo de la cabina. —Esto fue un error —le digo, luchando
contra las lágrimas—. No puedo hacer esto. Ya no puedo más.
No miro atrás mientras me alejo, sofocando las lágrimas todo el tiempo. Un
nudo del tamaño de una pelota de béisbol se me atasca en la garganta, taponando mis
sollozos, pero sé que es sólo temporal. El dolor que me oprime el pecho es
insoportable y solo quiero llegar a casa y olvidar que alguna vez me reencontré a
Ryder Stone.
Una cara conocida se cruza en mi camino, frunciendo el ceño al notar mi
angustia. —¿Qué ocurre? —pregunta Brody, examinando atentamente mi rostro. No
lo he visto en mucho tiempo, ya que no he pisado las oficinas de RockOut desde el día
en que Ryder anunció que la había comprado.
—Soy una idiota. Eso es lo que pasa —me enfurezco, tan furiosa conmigo misma
por volver a caer en los brazos de Ryder con tanta facilidad.
—Oye, no llores. —Brody me pasa el brazo por el hombro y me apoyo en él
para tomar fuerzas.
—No voy a llorar por ese imbécil —digo, más bien para mí—. Ya lo hice
bastante en el pasado y no merece ni una sola lágrima más. —Camino hacia adelante,
y Brody me sigue el ritmo, todavía agarrado a mí.
—Zeta, espera. —Mike se acerca a mi lado, lanzando una mirada recelosa en
dirección a Brody. No me molesto en presentarle a mi colega—. Deja que te lleve de
vuelta al ático.
Sí, como si fuera a volver a pisar ese lugar. Abro la boca para protestar pero lo
pienso mejor. Es imposible que Mike me lleve a mi casa o me deje salir de aquí sola
o con Brody. Las instrucciones que Ryder le haya dado antes de esta noche le impiden
claramente abandonarme. Rápidamente urdo un plan de fuga—. De acuerdo, gracias.
222
—Zeta, yo...
Desprecio la expresión de lástima en su rostro, así que le corto. —Por favor, no
lo digas. No quiero oírlo.
Asiente, sus rasgos son tristes mientras me acompaña afuera de la habitación.
Me despido de Brody en el pasillo, asegurándole que estoy bien con Mike. Me besa
en la mejilla y mira a Mike con desconfianza antes de alejarse de mala gana. Mike no
dice nada mientras entramos en el ascensor y bajamos a la planta baja.
He estado en este hotel en otra ocasión para una conferencia de prensa, y
recuerdo que el baño de la planta baja da al aparcamiento, así que cuando le digo
que necesito ir al baño antes de irnos, ya he decidido lo que voy a hacer.
Espero en el cuarto de baño hasta que todo el mundo se ha ido y entonces
cierro la puerta, corro hacia la ventana y la abro. Me lastimo un poco, pero consigo
abrirme paso. En el aparcamiento, camino con decisión, lo más rápido que puedo con
mis botas de tacón alto, queriendo poner la mayor distancia posible entre mí y la
carnicería de ahí atrás.
No puedo creer que haya sido tan ingenua.
Qué estúpida.
Sabía que una vez que nos retiráramos de nuestra pequeña burbuja de los
Hamptons las cosas serían un reto, pero no tenía ni idea de lo rápido que las cosas se
convertirían en una mierda o lo rápido que Ryder volvería a sus costumbres.
Fui estúpida al confiar tan ciegamente en él. Por haber cedido tan fácilmente.
No es el mismo chico que recuerdo, porque ese chico nunca me habría dado
un machetazo en el corazón como lo acaba de hacer ese hombre.
No pertenezco a este mundo, y supongo que es mejor que lo descubra ahora
antes de invertir aún más mi tiempo y mi futuro. Es un lío, y voy a ser el hazmerreír
cuando los medios descubran que Ryder ya me dejó por la chica que lo traicionó.
Tendré que dejar la revista y buscar un nuevo trabajo. Probablemente encontrar una
roca donde esconderme hasta que todo el furor mediático se haya calmado. Tal vez
me quede con Jill y Liam por un tiempo. No los he visto en años, y hace tiempo que
debería haberlos visitado. Y, si alguien entiende la facilidad con la que me destrozo
cuando me decepciona ese hombre, es mi tía.
Estoy distraída, repasando opciones en mi cabeza, así que no presto atención
a mi entorno.
Me estoy acercando a la entrada del aparcamiento cuando un hombre con un
traje negro a medida sale de las sombras justo delante de mí. Tiene la cara
completamente cubierta con una de esas espeluznantes máscaras blancas. Asustada,
grito por instinto y él me tapa la boca, me agarra por la fuerza y me arrastra hasta la
pared.
La sangre me retumba en los oídos y la adrenalina recorre mis venas cuando el
corazón empieza a latir con fuerza en mi pecho. Aunque estoy aterrorizada, levanto la
pierna y estiro la mano hacia atrás, dispuesta a poner en práctica años de lecciones 223
de defensa personal cuando algo frío y afilado me presiona la garganta.
—Yo no haría eso si fuera tú. —Su voz es áspera y profunda, su aliento
maloliente llega cuando acerca su boca a mi oído—. No me gustaría que Ryder te
encontrara con ese bonito cuello abierto de par en par y desangrándose por el suelo.
Siento un pinchazo en el cuello cuando presiona el cuchillo en mi carne. Un
escalofrío sube de puntillas por mi espina dorsal y el miedo se apodera de mí. —¿Qué
quieres? —Pregunto, odiando cómo me tiembla la voz y casi se me doblan las rodillas,
pero soy incapaz de detener la reacción natural de mi cuerpo ante la situación.
—¿Qué quiero? —Manteniendo el cuchillo presionado contra mi garganta,
sube su otra mano por la curva de mi cadera y más arriba—. Es una pregunta
interesante. —Su mano sigue subiendo hasta que me toca el pecho derecho. Aprieto
los ojos, rezando para que Mike se dé cuenta de que escapé y me encuentre antes de
que sea demasiado tarde—. Ryder sí que tiene buen gusto para las mujeres —repite,
deslizando el cuchillo hacia abajo, haciendo un corte limpio en la parte delantera de
mi top. Las tiras de tela flotan en el suelo, dejándome de pie con mi chaqueta de cuero
y mi sujetador sin tirantes. Vuelve a acercar el cuchillo a mi garganta mientras su otra
mano se desliza dentro de mi sujetador y sobre mi piel desnuda. Se me escapan las
lágrimas al pensar en cómo he evitado esto durante años mientras crecía, a pesar de
las amenazas diarias de agresión sexual, y todo fue en vano, porque este tipo va a
violarme o a matarme, quizá a hacer ambas cosas. Sus dedos me pellizcan el pezón y
un sollozo sale de mi boca.
Se ríe, y es la risa más amenazante de la que he sido testigo. Si esto fuera una
película, no podría ser más cliché. Una serie de escalofríos me recorre el cuerpo, se
me agarrota la garganta, los pulmones dejan de funcionar y me cuesta respirar,
mientras un intenso ataque de ansiedad se apodera de mí.
—Estoy casi tentado de llevarte conmigo —dice, retirando lentamente su mano
de mi pecho—. Pero dejarte vivir, por ahora, sirve a un propósito mayor. —Su mano
se desliza por mi culo y tira de mi falda, rasgando las capas de tul para tocar las
mejillas desnudas de mi culo antes de agarrar mi entrepierna por detrás. Me clava los
dedos, frotando su erección contra mi culo, y casi vomito. Las lágrimas ruedan
silenciosamente por mis mejillas y quiero morirme. En ese momento, me planteo
seriamente pedirle que me clave el cuchillo en la carne y acabe con todo.
Sigue frotándose contra mí, manoseando mi coño, y las lágrimas recorren mi
cara.
—Dile a Ryder que la próxima vez que me ignore, no tendrás tanta suerte.
Jadeo cuando un dolor agudo y tirante me atraviesa el cuello. Me agarra de la
garganta y me levanta del suelo con las piernas colgando en el aire. Aprieta con
fuerza y unos puntos negros distorsionan mi visión. Cuando me suelta, caigo en
picada y mi visión se nubla al estrellarme contra el asfalto, con una sacudida de dolor
que me atraviesa el cráneo y me sube por la columna vertebral.
Me acuesto de lado, gimiendo mientras mis manos vuelan automáticamente
hacia mi cuello. Un líquido cálido me cubre los dedos y tiemblo, más aterrorizada que 224
nunca en mi vida. Retiro una mano y me examino los dedos ensangrentados,
conmocionada.
¡Me cortó! ¡El bastardo me cortó!
Ese es el último pensamiento consciente que tengo, y con el sonido de sus
pasos en retirada resonando en el fondo, escapo a la oscuridad.
34
Ryder
232
35
Zeta
U
nos rayos de sol dorados se cuelan a través de las persianas del
dormitorio de Ryder mientras me siento en una silla y lo veo dar vueltas
en la cama. Intenté dormir un poco, pero fue inútil. No podía desconectar
mi cerebro, así que me levanté, me preparé un té de manzanilla y una tostada, luego
volví a su dormitorio, ocupando esta silla y tratando de dar sentido al desorden de mi
cabeza.
Kayla llamó hace un par de horas y subí a la azotea para informarle. Quería
venir directamente, pero le dije que se quedara en casa con su bebé. No soy una
buena compañía en este momento, y aunque sé que ella quiere dar apoyo moral,
necesito hablar con Ryder, y eso es algo que tengo que hacer sola.
Doy una mirada a la cama con el corazón encogido. Parece tan vulnerable e
inocente cuando duerme, y me duele el corazón por él. Por mí. Por nosotros. Aunque 233
sigo enfadada, no puedo evitar que me duela por él. Su dolor es palpable. Esa
espantosa demostración de rabia de anoche lo confirma.
Creo que debo estar en estado de shock o de negación, porque cada vez que
pienso en ese hombre del hotel, siento una especie de extraña aceptación
adormecida. Sea lo que sea lo que está pasando, sé que es algo con lo que Ryder está
lidiando por sí mismo. Por eso no le dije a la policía lo que dijo ese hombre ni
mencioné nada mientras los demás estaban cerca. Sé que, en el fondo, tengo nuevas
cicatrices y que llevaré el ataque conmigo durante algún tiempo. Pero, en este
momento, los únicos pensamientos en los que me concentro, los que ocupan el centro
del escenario en mi cerebro, son tratar de averiguar quién es, cómo conoce a Ryder
y qué poder tiene sobre mi novio.
Si eso es lo que Ryder sigue siendo. Porque los otros eventos de anoche no han
sido olvidados. Debería estar más disgustada por haber estado a punto de ser violada
o asesinada, pero mi cerebro está seriamente jodido, porque estoy mucho más
disgustada por las acciones de Ryder. La imagen de esa zorra tocándolo y besándolo
está grabada en mi cerebro, clavándome pequeñas dagas en el corazón cada vez que
pienso en ello.
Ryder se revuelve, gritando un poco, y me pregunto si debo despertarlo.
Necesito respuestas y me las va a dar hoy, le guste o no. Inclino la cabeza hacia abajo,
cerrando los ojos cansados, sintiéndome emocional y físicamente agotada.
—Zeta. —Llevo lentamente la cabeza hacia arriba, abriendo los ojos, viendo
cómo Ryder se incorpora en la cama, bostezando y frotándose los ojos—. ¿Cuánto
tiempo llevas despierta?
—Nunca me dormí —admito, metiendo las rodillas en el pecho bajo la manta.
—¿Cómo te sientes? —Se restriega una mano sobre su mandíbula llena de
barba, clavando en mí unos ojos tristes y arrepentidos—. ¿Estás bien?
El aire sale a borbotones de mi boca mientras pienso en cómo responder a su
pregunta. Mi garganta está seca cuando finalmente hablo. —Entumecida. Molesta.
Confundida. Triste. —Me encojo de hombros, porque eso solo araña la superficie—.
¿Cómo te sientes?
—Estoy bien. —Intenta alejar mi preocupación.
—No finjas que estás bien. Ese arrebato de agresividad de anoche no es la
acción de alguien que está bien. Nunca te he visto perderlo así.
—Lo siento si te asusté. —Parece instantáneamente arrepentido.
—Sólo me asusté porque estoy preocupada por ti. ¿Qué te hizo reaccionar así?
Y no digas que es porque me atacaron al azar, cuando ambos sabemos que es mucho
más que eso.
Asiente lentamente, con el dolor incrustado en sus rasgos. —Sé que tengo que
dar algunas explicaciones y voy a contártelo todo, pero antes te debo una disculpa.
—Se arrastra por la cama, llegando a arrodillarse en el suelo ante mí. Lleva el cabello 234
muy suelto y está desnudo, salvo los calzoncillos, pero estoy demasiado agotada para
hacer algo más que reconocerlo. Une mis manos con las suyas y lo dejo. Le brillan las
lágrimas en los ojos mientras me mira fijamente—. Mientras viva, nunca me
perdonaré haberte tratado así anoche. Estoy muy avergonzado.
—Me humillaste. —Las lágrimas brotan de mis ojos, derramándose por mis
mejillas—. Y me dolió mucho.
—Me equivoqué. Me volví un idiota y perdí de vista la realidad. Incluso
mientras decía esa mierda, mientras te alejaba, gritaba por dentro. —Me frota
círculos en el dorso de la mano—. Pero no hay excusas que lo hagan aceptable de
ninguna manera, y no hay nada que pueda hacer para retractarme. Lo único que
puedo hacer es prometerte que no volverá a ocurrir y demostrarte lo serio que soy
con mis palabras y mis acciones. Ni siquiera te pido que me perdones, porque no lo
merezco. Pero sí te pido que no te rindas. Sé que no merezco otra oportunidad, pero
por favor dame una. Por favor, no te vayas porque te amo, te necesito, y quiero
demostrar que puedo cuidar de ti mejor de lo que lo hice anoche.
—¿Qué pasa con ella? —Escupo—. ¿Cómo pudiste dejar que se sentara allí, te
tocara y me dijera esas cosas? —Se me quiebra la voz y se me escapa un sollozo
atrapado—. ¿Te la follaste?
—¡No! Lo hacía para darte celos, pero me deshice de ella en cuanto te fuiste.
—Bueno, supongo que eso hace que esté bien entonces —me burlo, con
sarcasmo en mi tono.
Parece completamente avergonzado, y me alegra verlo. —Fue inmaduro, cruel
y completamente estúpido. Lo siento mucho, cariño. —Sus ojos me suplican—. Me
odio por haberla utilizado para molestarte así. Soy un novio de mierda, pero te juro
que lo haré mejor. Haré lo que quieras que haga para demostrarte que ese imbécil
que conociste anoche no es quien realmente soy. Sé que tengo que hacerlo mejor
para demostrar que soy digno de ti, y te prometo que haré lo que sea necesario para
demostrártelo. Lo de anoche no volverá a ocurrir.
Trago sobre el nudo ardiente de mi garganta. —Puse mi confianza en ti, y me
decepcionaste. Eso no es algo que pueda superar sólo porque prometas que no
volverá a ocurrir. Tienes la costumbre de prometerme cosas y luego defraudarme.
—Eso es completamente justo, y no puedo defenderme. Sé que no tengo
derecho a pedirte que me des otra oportunidad, pero ya sabes que soy un imbécil
egoísta, así que esto no debería sorprenderte.
Podría decirle que es una sorpresa porque su comportamiento de anoche
parecía confirmar que su amor por la fiesta tenía prioridad sobre mí. Y aunque es
bonito oírle decir estas cosas, sólo son palabras. Las palabras no tienen sentido si no
son verdaderas. Si no puedes respaldarlas con tus acciones. Pero no articulo estos
pensamientos porque hay un panorama más amplio aquí, uno que necesito entender,
así que cualquier discusión sobre nuestra relación tendrá que pasar a un segundo
plano. Por ahora.
—¿Quién era ese hombre, Ryder, y cuál es tú relación con él?
235
Quitando sus manos de las mías, se sienta en el borde de la cama y entierra la
cabeza entre las manos. Lo espero. Viendo cómo su pecho se agita y su cuerpo se
tensa, sigo amando cada parte de él con cada parte de mí a pesar de que me aplastó
anoche.
Cuando levanta la cabeza y me mira fijamente a la cara, parece un niño
asustado. Más vulnerable de lo que nunca le he visto. Las ganas de consolarle me
invaden con fuerza, pero no muevo un músculo, porque necesito que sea sincero
conmigo.
—Siempre había planeado decírtelo. Me había armado de valor para admitirlo
el lunes, pero aún estabas enfadada por la fiesta, así que lo pospuse. —Sacude la
cabeza—. Debería habértelo dicho desde el principio, pero tenía miedo, porque
existe un riesgo muy real de que no quieras tener nada que ver conmigo después de
saberlo.
—Sólo escúpelo, Ryder. Cuéntame todo. No te guardes nada.
Asiente lentamente. —Te mentí. —Su nuez de Adán se balancea en su garganta,
y mi estómago se contorsiona agriamente—. Llevo mintiendo a todo el mundo
prácticamente toda mi vida. —Se pasa una mano por la nuca, respirando
profundamente—. Cuando te conté la razón por la que estaba en el reformatorio, no
te dije toda la verdad. —Me mira directamente a los ojos, y veo tantas emociones
encontradas en ellos—. ¿Recuerdas haber oído hablar de Cory Barnes?
El nombre me suena, pero frunzo el ceño mientras busco en mi memoria más
información. —Vagamente, pero no recuerdo ningún detalle.
—Yo tenía diez años, así que tú sólo tendrías nueve cuando se publicó la
historia. —Se agarra una mano en el muslo para detener la sacudida de su pierna. No
pierde el contacto visual mientras empieza a contarme cómo ocurrió todo—. Todo lo
que te conté sobre mi madre era cierto, y cómo vagaba por las calles antes que volver
a casa con esa mierda. Mencioné que empecé a juntarme con la gente equivocada,
pero no me explayé por una razón. Las pandillas proliferaban en nuestro vecindario
y todo el mundo quería formar parte de la Z-Crew, pero eran muy cerradas y rara vez
dejaban entrar a alguien. Hasta el día de hoy, no sé por qué Ren se acercó a mí en
primer lugar. Era su autoproclamado líder, y la mayoría de los chicos del barrio le
tenían un miedo atroz. Yo nunca lo tuve. Era alto para mi edad, hábil con los puños y
tenía un desprecio temerario por mi propia vida.
Hace una pausa durante un minuto, con aspecto pensativo. —Quizá fue eso, o
vio algo en mí que le recordaba a él. —Se encoge de hombros—. Me pidió que me
uniera, y ni siquiera me planteé rechazarlo. Al principio, me encantó. Había que tener
catorce años para entrar en la Z-Crew, así que pensé que era el mejor por haberme
incorporado a tan temprana edad. Al principio lo admiraba. Tenía diecisiete años y le
encantaba presumir de todo lo que había hecho. Al cabo de unos meses, empecé a
ver una faceta suya que no me gustaba, pero entonces ya estaba atrapado, así que me
aguanté y seguí adelante.
Se estremece, cerrando brevemente los ojos. —Cory Barnes vivía a unas 236
manzanas de mí. Su madre también era prostituta, bajo el control del mismo
proxeneta que mi madre. Había seis años que nos separaban a Cory y a mí, pero eso
no impedía que su madre lo dejara conmigo durante horas cuando estaba trabajando.
Empezó cuando era un bebé. Sólo era un maldito niño y no tenía ni idea de cómo
cuidar a un recién nacido, pero hice lo que pude.
Juega con el labio inferior entre los dientes, y me doy cuenta de lo difícil que
es para él, así que lo dejo hablar sin interrumpirlo. —Se mudaron durante un tiempo,
pero cuando volvieron, su madre empezó a sacarlo de casa cuando quería entretener
a Juan. Sólo tenía cuatro años, así que lo cuide como pude. No era un problema hasta
que me uní a Z-Crew. Siempre intentaba seguirme, pero no podía tenerlo metido en
la mierda que hacíamos. Lo intenté todo para que dejara de aferrarse a mí, incluso
sobornando a algunas de las chicas del lugar para que se ocuparan de él, pero
siempre encontraba la forma de escabullirse.
Le tiembla el labio inferior y respira bruscamente varias veces antes de
continuar. —El día que ocurrió todo, estaba con mi pandilla cuando robamos en una
tienda de comestibles local. Ren se alejaba de la caja con una bolsa llena de dinero
cuando uno de los cajeros sacó un arma de debajo de la caja registradora. Su segundo
al mando, Johnny, vio lo que ocurría, luchó contra el cajero en el suelo y agarró el
arma. Ren era un maldito loco, así que no dudó. Le disparó tres balas. Todavía
recuerdo lo paralizado que estaba por el miedo. Los otros chicos se reían, todos
menos Vincent y yo. Vincent era el segundo más joven de la banda, con catorce años,
y era lo más parecido a un amigo que tenía.
Se frota una mano en el pecho, y apenas respiro a estas alturas, con las entrañas
revueltas, temiendo a dónde va a parar esta historia. —El sonido de los sollozos acalló
las risas de todos. Entonces Cory se precipitó desde su escondite dentro de la puerta
principal, abrazando mi pierna y llorando por su mami.
Una sola lágrima rueda por su cara, y es difícil no agarrarlo en mis brazos y
consolarlo, pero me contengo, necesitando escuchar el resto.
—Ren estaba furioso. Agarró a Cory por el cuello y le dio un puñetazo en la
cara. Se desmayó enseguida, tenía mucho miedo de que estuviera muerto. —Mira sus
manos—. Habría sido mejor para él si hubiera ido así.
Me tapo la boca con una mano, preparándome para lo que vaya a decir a
continuación.
Se quita otra lágrima y me mira mientras continúa. —Ren lo llevó con nosotros
a nuestra base, que era un gran almacén en una pista de aterrizaje abandonada.
Intenté suplicarle en la camioneta de camino ahí, diciéndole que Cory sólo tenía
cuatro años y que no entendía realmente lo que había visto. Le aseguré que lo
convencería para que no dijera nada, pero me dijo que me callara. Sin embargo, no
podía callarme. Tenía que seguir intentándolo, porque ese niño me importaba como
si fuera mi hermano pequeño, así que seguí hablando y suplicando hasta que Ren
perdió la paciencia y me atacó. Los demás vieron cómo me golpeaba repetidamente,
y al final me di cuenta de que no había nada que pudiera hacer o decir para detenerlo,
así que desistí de intentarlo. Estaba enfermo del estómago, Zeta —susurra, frotando
237
una mano de un lado a otro de su vientre—. Cory se despertó poco después de llegar
a la base, y los chicos empezaron a atacarlo. Le dieron patadas y puñetazos. Cuanto
más lloraba, más fuerte le pegaban.
Aprieta los ojos, su cuerpo se estremece, y no puedo mantenerme alejada por
más tiempo. Me siento a su lado y le paso el brazo por la espalda, pero me empuja y
se aleja de la cama hasta que su columna vertebral choca con el cabecero. —No hagas
eso. No me consueles, porque no me lo merezco.
—Recuerdo quién era ahora —admito en voz baja—. Recuerdo haber visto
todos los reportajes en la televisión y haber llorado.
Lágrimas silenciosas salen de sus ojos. —Intenté detenerlo de nuevo. Le rogué
a Ren que dejara ir a Cory, pero me inmovilizó contra la pared, me dejó claro lo que
me pasaría si no estaba de acuerdo, así que me callé después de eso.
Un sonido estrangulado brota del fondo de su garganta, y las lágrimas caen
silenciosamente por mis mejillas ahora también. —Observé cómo lo mataban a
golpes. Vi cómo su pequeño pecho se inflaba con su último aliento. Vi cómo se
extinguía su fuerza vital. —Me mira con una mirada de puro tormento, y siento su
dolor tan agudamente como si fuera el mío propio—. Me quedé quieto como un
cobarde. No hice nada mientras golpeaban a ese inocente niño hasta la muerte.
Inclina la cabeza hacia atrás, mirando al techo, respirando con dificultad.
Cuando vuelve a hablar, suena diferente, perdido y como si ya no estuviera aquí. —
Ren nos advirtió que no le dijéramos a nadie, pero no podía vivir con ello. No cuando
la madre de Cory empezó a buscarlo. No le importaba un carajo cuando estaba vivo,
pero cuando desapareció, involucró a la policía y dio entrevistas a los periodistas
como si fuera una especie de celebridad. —Sacude la cabeza con disgusto—. Me
desperté gritando cada noche durante una semana después de su muerte. Cada vez
que cerraba los ojos, veía la cara de Cory, y sabía que no estaba bien, así que fui a la
comisaría local y les conté todo. Detuvieron a todos los chicos y fue entonces cuando
la historia se hizo viral. El mundo entero estaba conmocionado. Asqueado por el
asesinato de un niño inocente a manos de otros niños.
Me mira de reojo, pero bien podría estar mirando a través de mí. —Quería que
me mataran, porque no quería vivir con lo que había hecho. En lugar de eso, nos
dieron a todos nuevas identidades, para protegernos, porque todavía éramos
menores, y nos enviaron a diferentes reformatorios. A los mayores les impusieron
penas más largas, y algunos de ellos siguen en prisiones para adultos, pero, como yo
era el más joven, no participé en el asesinato real y acudí voluntariamente a las
autoridades, me impusieron una condena más corta y me liberaron a los dieciocho
años. A Vincent también lo dejaron salir entonces, aunque no he hablado con él. Parte
de nuestras condiciones de liberación era no tener más contacto entre nosotros. No
debemos revelar nunca nuestras verdaderas identidades, y tengo que visitar a un
agente de libertad condicional cada dos años para reportarme.
Deja de hablar y el silencio nos envuelve. Estoy en completo shock y no sé
cómo me siento ni qué decir. No hablamos, pero ninguno de los dos se mueve. Me
vienen muchos pensamientos a la cabeza y quiero llegar a él, pero no sé por dónde 238
empezar.
—¿Me odias ahora? —pregunta en voz baja tras lo que parece una eternidad
de silencio.
Inmediatamente niego con la cabeza, volviéndome para mirarlo. —Nunca
podría odiarte, Ryder. Y aunque no voy a fingir que esto no me ha impactado y
disgustado, no cambia lo que eres para mí. En todo caso, me ayuda a entenderte un
poco mejor.
—¡Maté a un niño pequeño, Zeta! ¿Cómo puedes siquiera soportar mirarme?
—No lo mataste, y tú también eras sólo un niño pequeño. Abandonado y
privado de amor. Intentaste cuidar de él. E hiciste lo correcto al confesar a las
autoridades.
—¡Me quedé sin hacer nada! —grita, con la voz quebrada al final—. Y sólo
estuvo allí en primer lugar por mí.
—Eso no significa que seas responsable, y que hayas cumplido tu condena.
Sigues cumpliendo condena —añado, porque ahora todo tiene sentido. Las
pesadillas, el alejarme, la ira que parece estallar sin motivo, su adicción a la bebida
y a las drogas como intento de borrar la realidad—. ¿Cuál es tu verdadero nombre?
—pregunto suavemente.
La tensión se dibuja en su rostro mientras pronuncia las palabras. —Jack Hill,
pero ese ya no es quién soy. Soy Ryder Stone. No quiero volver a ser Jack Hill.
—Es una parte de ti, y siempre lo será, sobre todo si sigues odiándote por el
papel que jugaste en la muerte de Cory.
—Nunca va a terminar, Zeta. Siempre recordaré quién era Jack Hill. —Suspira
fuertemente—. Ren se asegurará de ello.
—Ren era el hombre del aparcamiento. El tipo que me atacó —supongo, y él
asiente—. ¿Por qué no está en la prisión?
—Descubrí después de ser liberado que todos los demás se habían
confabulado para dejarlo fuera. Le dijeron a la policía que no estaba allí ese día, y
Johnny asumió la culpa por él. Confesó haber disparado al cajero también. —Sacude
la cabeza repetidamente—. Ren no ha cumplido ninguna condena, y eso me pone
enfermo.
—¿Y ahora te está chantajeando? —Supongo.
Vuelve a asentir. —Él es la razón por la que te dejé —admite, y le insto a
continuar con la mirada—. Me estaba esperando afuera del reformatorio la última vez
que fui a visitarte. Me dijo que tenía una deuda que pagar porque yo era la razón por
la que todos fueron enviados a la prisión. Tenía fotos tuyas, y dejó claro que buscaría
venganza a través de ti si no empezaba a darle dinero. Me aterrorizaba que te hiciera
daño, y no tenía nada que ofrecerle entonces. No había forma de protegerte, así que
pensé que si me iba, si ponía distancia entre nosotros y cortaba todos los lazos, vería
que no me importabas y te dejaría en paz. Y funcionó, hasta que reapareciste en mi
vida, y fui demasiado débil para mantenerme lejos. Me convencí de que ahora sería 239
diferente. Que tenía los recursos para protegerte. Que sería más seguro para ti estar
conmigo que no estarlo. Creí tontamente que el hecho de haberle pagado millones
en concepto de silencio para mantener mi identidad en secreto ante mis fans sería
suficiente. Pero me equivoqué.
Entierra la cabeza entre las manos y sus hombros se agitan dolorosamente. No
puedo ver cómo se golpea a sí mismo por más tiempo, así que me arrastro por la cama
y lo rodeo con mis brazos, simplemente abrazándolo, apoyando mi mejilla en su
espalda, en una especie de estado de aturdimiento.
Después de un rato, levanta la cabeza, mirándome a los ojos. —Te amo, Zeta,
aunque haya hecho un trabajo pésimo para demostrarte cuánto. No tengo palabras
para describir cuánto lamento haberte arrastrado a todo esto. —Suavemente, roza con
sus dedos el vendaje de mi cuello—. Te hizo daño por mi culpa, y nunca me lo
perdonaré. —Cierra los ojos y me da un beso feroz en la frente—. Sé que lo más
probable es que te haya perdido, y no lucharé contra ti si eso es lo que quieres, pero
te prometo ahora que, pase lo que pase entre nosotros, tu seguridad es mi prioridad
número uno. Me voy a asegurar de que no se acerque a ti de nuevo, y esa es una
promesa que no voy a romper por nada ni por nadie.
36
Zeta
V
olvemos a los Hamptons esa noche, y el ambiente es tranquilo en el
avión y en el todoterreno. Me siento junto a Ryder, pero no hablamos ni
nos tocamos. Me dijo que no había pasado nada con Ashley, y le creo,
pero eso no erradica el dolor ni la sensación de traición. También me ocultó su
pasado, poniéndome en peligro al no revelar la verdad. Aunque una parte de mí
entiende por qué lo hizo, y no puedo negar que tomó medidas para tratar de
mantenerme a salvo, todavía me molesta que no haya confiado en mí. Le dije que
necesito espacio para ordenar mis sentimientos, y accedió a darme todo el tiempo
que necesite. Creo que esperaba que me fuera en cuanto me enterara de la verdad,
pero no voy a huir sin pensarlo bien.
Las cosas también están tensas entre los chicos y, el martes, no puedo soportar
el ambiente incómodo en el estudio, así que me excuso durante el resto de la semana
y prefiero trabajar en la biografía desde la terraza del piso superior. Escribir me 240
ayuda a distraerme, y ahora lo necesito.
Todas las mañanas me llega una entrega de flores frescas con una nota
romántica diferente de Ryder. Mi habitación huele a florería y nunca dejan de
sacarme una sonrisa, pero va a hacer falta algo más que flores para convencerme de
que debo perdonarlo por completo y volver a intentarlo.
Las redes sociales se vuelven locas cuando Ryder publica un comunicado en el
que se disculpa por haberme decepcionado. Terminó con una sincera declaración de
amor eterno para mí, lo que hizo que sus fans se desmayaran aún más por él. Aunque
agradezco que haya aclarado las cosas, no cambia nada.
El jueves, Ryder sube la apuesta y me sorprende con una cena romántica en la
playa. Los chicos le ayudaron a construir un pequeño cenador improvisado y él mismo
cocinó la cena. Después de comer, toca una nueva canción que escribió para mí,
explicando cómo, en el reformatorio, solía soñar con darme una serenata en la playa.
Esa noche lloro hasta quedarme dormida, con el corazón desgarrado y en
conflicto. Una parte de mí quiere ceder. Decir que se joda todo. Que se merece otra
oportunidad.
Pero la parte de mí que pasó años endureciendo mi corazón no es tan
indulgente.
Juré que nunca dejaría que otro hombre me destrozara el corazón como lo hizo
Ryder Stone. Ahora, encontrarme en una situación similar, gracias al mismo hombre,
me hace sentir débil y sin determinación. Entonces pienso en la intensa conexión que
compartimos, en la fuerza del amor que existe entre nosotros, en lo mucho que
lamenta los errores que ha cometido, en todas las formas en que me ha demostrado
que se preocupa, y me siento tonta por haber dado la espalda al amor de toda una
vida.
Doy vueltas y vueltas. Pensando y Pensando. Sin ninguna resolución.
Volví a la habitación de invitados, porque dormir al lado de Ryder cuando
nuestra relación está en crisis no me parece bien, pero estoy más sola que nunca.
Ryder tiene pesadillas, casi todas las noches, y voy a él, abrazándolo hasta que
se vuelve a dormir, y luego vuelvo a mi habitación. Duermo lo mínimo, porque no
puedo desconectar con todo lo que me pasa por la cabeza.
Todas las noches, como un reloj, me despierto a las cuatro de la mañana
mientras las terroríficas visiones del asalto de Ren infligen en mi mente. Me quedo
despierta después de eso, normalmente leyendo, a veces escribiendo, u
ocasionalmente horneando, porque estas cosas me ayudan a aliviar mi mente.
—Diablos, son deliciosas —declara Gar, metiéndose en la cara otra magdalena
de arándanos. Las saqué del horno hace solo veinte minutos, así que aún están
esponjosas y calientes—. Si rompes con Stone, puedes venir a vivir conmigo, con la
condición de que hornees estas magdalenas todas las mañanas.
Aunque no puede verme desde este ángulo, pongo los ojos en blanco ante la
sugerencia. Apenas puedo tolerar estar en la misma habitación que Gar estos días. Si 241
sigue diciendo tonterías, es probable que le meta esa magdalena por la garganta
hasta que se ahogue. Miro a Ryder, pero su cabeza sigue inclinada. El tamborileo de
sus dedos sobre la mesa es el único indicio de que el comentario de Gar le afectó.
Si esto hubiera pasado antes, Ryder le habría arrancado la cabeza a Gar, pero
esta semana ha estado bastante retraído y huraño. Sospecho que pensó que su gesto
romántico de anoche en la playa haría que volviera a caer en sus brazos, y está
abatido porque no fue así. Quiero decirle que está bien, que podemos superar esto,
pero no le voy a mentir, todavía no lo sé.
Sin embargo, espero que el hecho de que siga aquí le diga que no me he
rendido con lo nuestro. Que todavía estoy procesando todo. A pesar de lo que piensa,
sé que no es un mal hombre.
Estoy conmocionada por lo que pasó con Cory, pero cualquiera que mire a
Ryder puede ver la abrumadora culpa y el remordimiento con el que lucha a diario.
Está siendo castigado todos los días, y yo no le reprocho eso. Es más bien su
incapacidad para revelar todo el panorama y su comportamiento destructivo e
hiriente la noche de los premios lo que me hace dudar de nuestro futuro.
—Jefe. —Mike entra en la cocina con tres extraños hombres siguiéndolo. Por
su complexión y sus expresiones estoicas, sé que forman parte del nuevo equipo de
seguridad. Ryder se ha puesto en modo súper protector desde el fin de semana
pasado, duplicando el tamaño del equipo de guardaespaldas, instalando nuevas
cámaras en las zonas de estar y los pasillos de la casa, insistiendo en que tenga dos
guardaespaldas cada vez que pongo un pie fuera de la propiedad, poniendo
dispositivos de vigilancia en mi móvil y mi portátil, comprobando la aplicación de
localización de mí móvil incesantemente cuando cree que no estoy mirando. Lo
entiendo, y no voy a criticarlo, sobre todo porque me ayuda a sentirme más segura.
—Quiero presentarles a las nuevas caras del equipo —añade Mike.
Frunzo el ceño mientras miro fijamente al tipo conocido de cabello rubio como
la fresa. —Te conozco.
La alarma recorre la cara de Ryder mientras Mike maldice en voz baja.
Rodeo la isla, mi mirada rebota entre el nuevo, Mike, y Ryder. —Fuiste quien
acudió en mi auxilio la noche en que ese tipo me perseguía —suministro, recordando
el incidente de hace tres años con tanta claridad como si fuera ayer.
Después de lo sucedido aquella noche, dejé de correr por el parque cercano a
mi casa al anochecer. Estaba corriendo por mi ruta habitual cuando un tipo apareció
por detrás de mí y me puso nerviosa. Con la intención de dejarlo atrás, aceleré el
ritmo, pero él también lo hizo y pronto se hizo evidente que me perseguía.
El hombre que estaba frente a mí, con un aspecto aterrador, debo añadir, se
había materializado a mi lado, diciéndome rápidamente que no quería hacerme daño,
aconsejándome que se encargaría del tipo que me seguía, y que corriera a casa. No
necesité más ánimos y apenas me detuve a respirar durante todo el camino de vuelta
a mi apartamento. En las semanas siguientes pensé a menudo en mi salvador, pero
luego lo olvidé por completo. 242
Hasta ahora.
—¿Qué está pasando? —Me doy la vuelta, mirando a Ryder, que parece estar
manteniendo una especie de conversación silenciosa con Mike.
—A mí también me gustaría saberlo —dice Ryder, mirando a Mike y al nuevo—
. ¿Por qué es la primera vez que me entero de esto?
Mike dirige una mirada directa a Ryder. —Lo siento, jefe. Lar me informó del
incidente en su momento, pero pensé que era mejor retener esa información. Zeta
estaba a salvo, y tú habrías enloquecido como lo hiciste cuando...
Ryder lo hace callar con una mirada cargada.
—¿Puede alguien decirme qué está pasando? —Cruzo los brazos sobre el
pecho, empezando a formar una idea.
Ryder extiende su mano hacia mí. —Vamos a dar un paseo.
No quiere hablar delante de los demás y yo tampoco, así que lo tomo de la
mano y salimos en completo silencio de la casa y bajamos a la playa.
Es una hermosa mañana de verano, y el sol calienta mis hombros desnudos
mientras recorremos un camino a través de la suave y cálida arena. Ryder comparte
esta franja de playa privada con algunos de sus vecinos, y puedo distinguir a unos
cuantos niños jugando más adelante mientras caminamos.
—Puede que te haya dejado atrás, Zeta, pero nunca me olvidé de ti —comienza
a explicar, entrelazando sus dedos más firmemente con los míos—. Una vez que la
banda lo logró, y el dinero comenzó a entrar, tuve los recursos para vigilarte. —Se
detiene frente a mí, enlazando mis dos manos entre las suyas—. Probablemente vas a
enloquecer cuando te diga esto, pero créeme cuando te digo que todo lo que hice fue
para mantenerte protegida.
—¿Qué hiciste, Ryder?
—He estado pendiente de ti a lo largo de los años. Quería saber que eras feliz.
Y que estabas a salvo. Cuando te mudaste a Nueva York, entré en pánico, porque
sabía que Ren aparecía cada tres meses para cobrarme dinero, y era muy probable
que viviera en la ciudad. Así que contraté guardaespaldas para que te siguieran.
—¿Guardaespaldas? ¿En plural? —Mis ojos casi se salen de sus órbitas.
Asiente. —Uno para vigilarte durante el día y otro para protegerte por la noche.
—Yo... eso es... ¿cómo no me di cuenta? —exclamo finalmente.
—Porque estos tipos son buenos en su trabajo, y se les paga para mezclarse en
las sombras.
Quito mí mano de la suya, arrastrándola por el cabello mientras contemplo lo
que esto significa exactamente. —¿Y ellos, qué, te informaban sobre mí?
Asiente, teniendo al menos la decencia de parecer avergonzado. —Mike
recibía informes semanales, que compartía conmigo. 243
Colocando las manos en las caderas, lo veo fijamente. —¿Qué había en esos
informes, Ryder? Y ni siquiera intentes mentirme.
Se encoge un poco. —Resúmenes de tus rutinas diarias, lugares que visitaste,
gente con la que saliste... —Se interrumpe, metiendo las manos en los bolsillos de los
pantalones, esperando a que estalle.
—¡Oh, Dios mío! ¿Tienes informes sobre los hombres con los que tuve sexo?
—Necesitaba saber que estabas a salvo. Te había amenazado, y no me
extrañaría que intentara ligar contigo —murmura.
Le meto el dedo en el pecho. —No me vengas con esa mierda. Si estabas tan
preocupado por Ren, seguro que todos los guardaespaldas tenían al menos una
descripción de él.
—Lo hacían —admite libremente—, aunque ninguno de ellos sabía quién era o
por qué era una amenaza. Mike incluido. Nadie sabe de Ren más que tú.
Un pensamiento aterriza en mi mente y mi mandíbula se abre al darme cuenta.
Mis ojos se abren de par en par y mis puños se cierran a los lados. —¡Por eso te
volviste loco con Gus la otra noche! Sabías quién era. Sabías que me había acostado
con él.
—No me lo recuerdes, carajo. —Frunce el ceño—. Pero sí, por eso fui por él. La
idea de que cualquier tipo te ponga las manos encima me enfurece.
—¡Eres un maldito hipócrita! —Ruño—. Las muescas de mi cabecera fracasan
estrepitosamente en comparación con las tuyas, ¡y he tenido que ver los reportajes
de los medios de comunicación sobre tus conquistas durante años! Incluso alardeaste
de esa puta de mierda delante de mí en la fiesta posterior, y no fui tras ella de la forma
en que tú fuiste tras Gus.
No necesita saber que lo he pensado.
—Lo siento, Zeta. Atacar a Gus estuvo completamente fuera de lugar. Pero no
voy a disculparme por querer mantenerte a salvo.
—¡Es una enorme invasión de mi privacidad! —Lanzando los brazos al aire,
completamente en conflicto. A una parte de mí le encanta que acabe de demostrar
sus palabras. Que sepa, categóricamente, lo mucho que se ha preocupado por mí
durante el periodo de nuestra separación. Que se haya tomado tantas molestias y
gastos para mantenerme protegida lo dice todo. Pero hay otra parte de mí que ve esto
como un acoso al límite, y no me siento cómoda con ello.
—No lo veo así. Sólo quería saber que estabas bien, y me ayudó a sentirme más
cerca de ti. Me gustaba saber sobre tu vida.
—Esto es muy jodido. —Suspiro, volviendo a meter las manos en el cabello—.
Por favor, dime que esto es todo. Que no hay más secretos que me ocultas.
Arrastra nerviosamente los pies, y el hielo sustituye la sangre que fluye por mis
venas. —¿Qué más, Ryder? ¿Qué más no sé? —Envuelvo los brazos alrededor de mi
torso, protegiéndome instintivamente. 244
—Pague tu hipoteca. El pago mensual que depositas va a una cuenta de
ahorros. Y soy un inversor en el negocio de tu tía.
Se me cae la mandíbula al suelo. Antes de que pueda responder, añade: —Oh,
y el mes pasado pagué las deudas de Louise, te compré un auto nuevo, que te iba a
regalar como sorpresa, y puse RockOut a tu nombre.
—¿Qué hiciste qué? —grito.
—¿Qué demonios quiero con una revista? —Se encoge de hombros, como si no
fuera gran cosa—. Tú eres la escritora, no yo. Y todo esto te lo iba a contar en su
momento.
Me pellizco el puente de la nariz. —Por favor, dime que no has tenido nada que
ver con obtener de mi trabajo en RockOut, porque, te juro que si has manipulado mi
carrera, te voy a golpear.
Sacude la cabeza con vehemencia. —No tuve absolutamente nada que ver con
eso. Ganaste ese trabajo por tus propios méritos. Jamás interferiría de esa manera.
Sólo intenté aliviarte la carga, eso es todo.
Me tumbo en la arena, apoyando la barbilla en las rodillas dobladas, mirando
al agua, completamente atónita. Se sienta a mi lado y me mira a la cara mientras miro
al frente.
—Di algo —suplica.
—No sé qué decir —respondo sinceramente, girando la cabeza hacia él—. Mi
cerebro está sobrecargado con todo esto, y no creo que pueda soportar mucho más.
—Todo lo que he querido es hacerte feliz, pero terminé haciendo lo contrario.
Sé que es una forma de mierda para decir que te amo, pero te amo.
Suspirando, enlazo mi meñique con el suyo. —Sé que lo haces —digo
suavemente—, y yo también te amo. No voy a negar eso, pero no sé si es suficiente, y
no puedo darle sentido al desorden que tengo en mi cabeza. —Una idea flota en mi
mente y no sé por qué no se me ha ocurrido antes—. Voy a visitar a Jill durante un
tiempo. Creo que a los dos nos vendría bien un poco de distancia ahora mismo.
—No te vayas. Por favor. —La agonía vuelve a pintar sus rasgos, y odio haberla
puesto ahí, pero no le mentiré.
—Lo necesito. Necesito espacio para pensar si voy a entender lo que significa
todo esto.
Me pongo de pie, y hace lo mismo, con los ojos desorbitados y frenéticos
mientras me toma la cara. —No me dejes, Zeta. Por favor, no me dejes.
La vulnerabilidad ha vuelto, y es difícil negarle algo, pero uno de nosotros tiene
que ser fuerte. Le doy un breve beso en los labios y me retiro antes de que pueda
devolvérmelo. —Voy a volver. ¿De acuerdo? —Le paso los dedos por el cabello—.
Sólo necesito tiempo a solas, pero volveré. —No le mentiría en la cara, y hablo en
serio. Le da pánico la idea de perderme, y lo último que quiero es que esté aquí
sentado preocupándose de que haya desaparecido. 245
—¿Lo prometes?
La agonía en su tono y su cara me está matando, pero debo permanecer fuerte.
—Lo prometo, Ryder. Te prometo que volveré.
Jill, Liam y los niños están encantados de verme, y me siento culpable por no
haberlos visitado en tanto tiempo. Llevo a Kendall y a Kyle a la playa durante unas
horas, y de camino a casa compro hamburguesas y patatas fritas para llevar. Después
de darles de comer, los ayudo a bañarse y luego me turno para leerles cuentos antes
de dormir. Jill y yo tenemos por fin la oportunidad de hablar una vez que los dos están
profundamente dormidos.
—Diviértanse, señoras —dice Liam, colocando sobre la mesa una cubitera con
una botella de sauvignon blanc fría y dos copas de vino. Se inclina para besar a su
mujer—. No llegaré demasiado tarde —promete antes de salir para reunirse con sus
amigos en un bar local.
—Hacen que parezca tan fácil —digo, sirviendo vino en nuestras dos copas.
—Trabajamos en ello —dice, chocando nuestras copas—. Y cualquiera que te
diga que las relaciones son fáciles es un maldito mentiroso.
Me quito los zapatos, metiendo los pies descalzos bajo las piernas, mientras me
llevo el vaso a los labios. Mi tía me da unas palmaditas en la rodilla. —Cuéntame qué
pasa entre tú y Ryder. Creía que las cosas iban bien.
La he puesto al día durante nuestras llamadas telefónicas semanales, pero no
le he mencionado lo que ocurrió en la ceremonia de entrega de premios ni el hecho
de que me atacaron después de la fiesta posterior. Una vez que me ocupo de su
preocupación, le cuento todo lo que puedo sobre lo que está pasando. No le digo que
Ryder conoce al tipo que me atacó ni que fue una forma de venganza, porque ese no
es mi secreto, así que lo evito, dándole lo suficiente para que se haga una idea de lo
mal que estoy. Cuando llego a la parte de la protección-acoso, se tensa un poco.
—Lo sabías —digo, diciendo lo obvio.
—No al principio. —Pone su copa en la mesa—. Sé que probablemente estés
enfadada, pero escúchame. —Asiento, tomando un gran trago de mi vino—. Cuando
Liam y yo dejamos nuestros trabajos para crear nuestra propia empresa, sabíamos
que nuestros ahorros no serían suficientes para desarrollar el sistema como habíamos
planeado, así que contratamos a un financiero para que buscara inversores de capital
riesgo adecuados que estuvieran interesados en invertir en una empresa tecnológica
emergente. Nos consiguió tres inversores. A dos de ellos los conocimos en persona,
ya que querían hacernos preguntas cara a cara. El tercer inversor quería permanecer
en el anonimato, y aunque es inusual, no hizo saltar ninguna alarma. Estábamos
encantados de que personas ajenas a la empresa creyeran en nuestra idea lo
suficiente como para respaldarnos con su dinero. 246
Se aclara la garganta a propósito. —Hace dos años, descubrimos que el
inversor anónimo era Ryder. Me quedé atónita, para ser sincera. —Se agarra las
manos en el regazo—. Me puse en contacto con él y quedamos en vernos en Nueva
York la próxima vez que estuviera en la ciudad para visitarte. —Trago de golpe mi
vino, atónita ante lo que estoy escuchando—. Quería decírtelo. Tenía muchas ganas
de decírtelo, pero me explicó que había tenido que dejarte porque su pasado había
vuelto a perseguirlo y te ponía potencialmente en peligro.
Vaya. Me sorprende que Ryder haya admitido tanto, sabiendo lo arriesgado
que es divulgar algo.
—Me dijo que había asignado guardaespaldas para vigilarte y me aseguró que
te mantendría a salvo. No tenía motivos para dudar de él porque la expresión de su
cara cuando hablaba de ti lo decía todo. —Agarra mi mano libre—. Él te ama, Zeta.
Como un alma gemela, un amor verdadero, un tipo de amor loco. Intenté persuadirlo
de que se pusiera en contacto contigo, pero se había convencido de que no era digno
de ti, de que te merecías algo mejor, y eso me rompió el corazón.
Su sonrisa es triste. —Hablé con Liam de ello cuando llegué a casa, y lo
hablamos durante horas, preguntándonos si debíamos intervenir, pero, al final,
decidí no hacerlo, porque tenía la fuerte sensación de que ustedes encontrarían el
camino de vuelta el uno al otro. —Me aprieta la mano—. Sabía que no lo habías
superado. Sabía que tu reticencia a salir se debía a lo que aún sentías cosas por él.
Sabía que esas letras en tu muslo estaban escritas para él.
—Lo amo, Jill. Es el único hombre al que he amado, pero hay tanto daño y dolor
entre nosotros, ambos estamos rotos de diferentes maneras, y no sé si podremos
superarlo alguna vez. —De repente necesito contarle todo, porque necesito que me
ayude a descifrar mis sentimientos y no puede hacerlo con la mitad de los hechos. Así
que le envío un mensaje rápido a Ryder, pidiéndole permiso para revelar la verdad,
que él me da de buena gana.
Le cuento a Jill el resto de la historia, y escucha con la mano sobre la boca, igual
que yo cuando Ryder me lo contaba.
—Oh, Dios mío. —Se lleva toma el vino de un golpe cuando termino de hablar,
y se mueve para rellenar nuestras copas—. Recuerdo muy bien ese caso. Tenía
veintiún años y me preparaba para irme a Australia cuando se conoció la noticia. —
Sus ojos se llenan de lágrimas—. Cory Barnes tenía la edad de Kyle cuando fue
asesinado. La idea de que alguien le hiciera daño a mi pequeño... —Su voz se
interrumpe, se le escapa un sollozo, y me pregunto si fui egoísta al contarle esto.
—Ese fue uno de los primeros pensamientos que tuve cuando Ryder me lo dijo
también —admito.
—Aún puedo ver la carita de Cory. Nunca me ha abandonado. Ese cabello
rubio, esos preciosos ojos color avellana, esos bonitos hoyuelos. —Se echa hacia atrás
contra el brazo del sofá—. Jesús, Zeta.
Me inclino hacia atrás, suspirando. —Ryder se ha culpado toda su vida, Jill. Lo
veo en su comportamiento. En todas las cosas que hace. Y ha tratado de retribuir. 247
Hace un trabajo increíble para la caridad, y ha donado millones, principalmente para
ayudar a los niños o a cualquiera que sufra de abuso o de los efectos de un crimen
violento.
Levanta la cabeza. —Es un buen hombre, Zeta. Escuchar esto no cambia mi
opinión sobre él.
—Estoy de acuerdo.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
—¿Cómo puedo confiar en él cuando me ha ocultado tantas cosas? Cuando
hace cosas movido por esa rabia y frustración contenidas que ha llevado consigo
durante años?
—Tú lo ayudas a lidiar con ello, Zeta.
—No sé cómo.
Se sienta y se acerca a mí. —Lo amas, y lo apoyas a través de él mismo, así es.
—Se inclina y me besa la mejilla—. Sé que lo amas profundamente. Y sé que él siente
lo mismo. Lleva años demostrándotelo. Sólo que tú no lo sabías. Ahora te toca a ti
hacerlo para él.
Asiento. —Quiero estar ahí para él. Sólo tengo miedo. Miedo de que le haga
daño y de que él me haga daño a mí.
—Es natural, pero ahora no hay nada entre ustedes. Todas las cartas están
sobre la mesa, y depende de ti cómo gestiones la mano que te ha tocado. El amor
verdadero es desordenado, complicado, y duele. A veces, es necesario sentir ese
dolor para recordarnos por qué debemos luchar por el amor, especialmente si se ha
ganado con esfuerzo, como tú y Ryder.
Se me acumulan las lágrimas en los ojos. —Debería dejar a mi psiquiatra y
tenerte a ti en la marcación rápida —me burlo, moqueando.
Me limpia las lágrimas. —Cariño, siempre estoy aquí para ti. Puedes llamarme
todas las veces que quieras porque me encanta escuchar tu voz. El día que volviste a
mi vida fue uno de los más felices que he vivido. Sé que nos perdimos los primeros
dieciocho años juntas, pero para mí, en todos los sentidos, eres mi hija más que mi
sobrina, y tu felicidad me importa.
Unos sollozos desgarradores se desprenden de mi pecho y me atrae hacia sus
brazos. —Ryder es un buen hombre atrapado en una mala situación. No ha sido capaz
de salir de ella porque no te ha tenido en su vida durante los últimos ocho años, pero
ahora te necesita, cariño. Necesita que lo ayudes a luchar.
—No voy a ir a ninguna parte —resoplé—. Siempre lo he sabido.
—Bien. —Me quita el cabello de la cara—. Porque el verdadero amor es estar
ahí para tu pareja tanto en los malos como en los buenos momentos. Es cuidar de tu
pareja cuando es incapaz de cuidarse a sí misma. Es ser su fuerza en los momentos de
necesidad. Pero, sobre todo, se trata de perdonar. Y, tal vez, sólo tal vez, si puedes
perdonarlo, él pueda empezar a perdonarse a sí mismo.
248
37
Ryder
L
a cama se hunde y un cuerpo cálido se enrosca alrededor de mi espalda,
despertándome del sueño. —Vuelve a dormir —murmura Zeta—. No era
mi intención despertarte.
Me giro hasta quedar frente a ella, me froto los ojos y rodeo su cintura con los
brazos para asegurarme de que no estoy soñando.
—¿Cómo estás aquí? —Mike no me dijo que volvían antes, y no la esperaba
hasta dentro de unos días. No es que me queje de ninguna manera.
—Te extrañé demasiado —dice, acercando su cuerpo caliente. Pone su pierna
sobre la mía y mi polla empieza a endurecerse.
—También te extrañé. —No tiene ni idea del infierno por el que he pasado estos
últimos cinco días, torturándome por pensar que la había perdido. Tenerla de nuevo
en mis brazos es más de lo que me atrevía a esperar. 249
—Siento haberte hecho pasar un infierno —dice, como si tuviera línea directa
con mis pensamientos internos—. Pero no quería decir nada ni prometer nada hasta
procesar todo.
—¿Y ahora sí?
Asiente, sonriendo ampliamente. —Te amo, Ryder Stone. Y amo a Jack Hill, el
chico que no conocí, el chico que creció hasta convertirse en el hombre que amo.
Mis ojos penetran en los suyos, preguntándome si lo dice en serio, porque
cómo puede decir que ama al verdadero yo cuando sabe lo que hice. —No puedes
decirlo en serio.
Coloca su mano en mi pecho, mirándome fijamente a los ojos. —Amo cada
parte de ti, y sé quién eres. Eres una buena persona. Un buen hombre que se vio
atrapado en una situación desagradable, pero eso no cambia lo que sé que hay en tu
corazón. —Recorre con su dedo el tatuaje de su nombre en mi pecho—. Querías a
Cory Barnes. Cuidaste de él lo mejor que pudiste. Intentaste salvarlo y, cuando no
pudiste, te aseguraste de que se hiciera justicia. Te aseguraste de que la gente de
todo el mundo supiera quién era ese niño tan especial, y has hecho muchas cosas
buenas en su nombre. Si hay un cielo, entonces Cory Barnes está allí, y te está mirando
desde arriba, diciéndote que te perdones. —Ni siquiera me doy cuenta de que estoy
llorando hasta que me limpia las lágrimas—. Y si todavía no estás preparado para
perdonarte, no pasa nada, porque yo te voy a ayudar a conseguirlo.
—No te merezco —susurro.
—Te mereces todo el amor del mundo, y yo te lo voy a dar. —Presiona sus
labios contra los míos—. Te amo y no me voy a ir a ninguna parte. Lo único que te pido
es que nunca me faltes al respeto ni a nuestro amor, porque no voy a tolerar que me
trates como me trataste en esa fiesta. Eso es algo que rompe el trato para mí.
—Eso no volverá a ocurrir. —Enrollo mis dedos en su cabello—. Mientras
estabas afuera, me puse en contacto con tu terapeuta, y ella me puso en contacto con
un programa local de rehabilitación ambulatoria. He estado viendo a un terapeuta a
diario, y me he comprometido a mantenerme alejado de las drogas. Me hacen hacer
cosas que no quiero volver a hacer, así que las estoy dejando. Puedo tolerar algunas
cervezas, pero tampoco voy a beber en exceso.
—¿Vas en serio con esto? —La esperanza brilla en sus ojos.
—Cien por ciento. Lo hago por mí, por nosotros, porque quiero ser un hombre
mejor, el tipo de hombre que te mereces, pero necesitaré tu apoyo, porque no será
fácil.
—Lo tienes. Cualquier cosa que necesites. Estoy ahí para ti.
Una enorme capa de estrés se desprende de mis hombros mientras nos
sonreímos el uno al otro. —¿De verdad has vuelto? ¿Para quedarte por siempre?
Se apoya en un codo. —Estoy en esto a largo plazo. Soy tuya. Y no te
abandonaré de nuevo. —Pasa sus dedos alrededor de mi cara—. A partir de ahora, 250
somos un equipo, y nada nos va a separar.
—Juntos —digo.
—Juntos. —Se inclina hacia mí y me besa profundamente, tanteando mi boca
con la lengua. Mi polla se tensa contra mis calzoncillos y la atraigo hacia mí,
necesitando sentir su cuerpo contra el mío. Empuja sus caderas hacia delante,
gimiendo mientras mi erección presiona su vientre—. ¿Ryder? —Se queda sin aliento
cuando se retira, inspeccionando mi rostro—. Todos los secretos están al descubierto
ahora, y quiero que no haya nada más entre nosotros. —Se levanta y se sube el
camisón de seda por la cabeza. No lleva ropa interior, y mi polla palpita de
necesidad—. ¿Puedes hacerme el amor?
La empujo suavemente hacia la cama, arrastrándome sobre ella. —Será un
absoluto placer para mí. —Nunca he hecho el amor con una mujer. He follado. Duro y
rápido. Una liberación puramente física sin ninguna emoción, y mientras adoro el
cuerpo de Zeta, lamiendo, chupando y besando de la cabeza a los pies, sé, sin
ninguna sombra de duda, que esta experiencia va a ser diferente.
Salgo de la cama y abro el cajón superior de la mesita de noche mientras me
quito los calzoncillos.
—Estoy tomando la píldora —confirma Zeta—. Y estoy limpia. Si tú también lo
estás, quiero hacerlo sin condón. Quiero sentirte todo, Ryder.
El líquido preseminal sale de mi polla ante sus palabras. —También estoy
limpio. ¿Estás segura? —Me arrastro de nuevo a la cama.
Asiente, rodeando mi nuca con la mano y tirando de mí para que me ponga
encima de ella. —Nunca he estado más segura de nada. Y nunca he hecho esto con
nadie más.
—Yo tampoco.
La mayor sonrisa se dibuja en su rostro mientras engancha sus piernas
alrededor de mi cintura. —No hemos tenido muchas primeras experiencias juntos,
pero me alegro de que podamos compartir esta.
—Yo también, bebé. —Dejo caer mi boca en la suya, besando sus labios
mientras nos balanceamos el uno contra el otro. Sigo una línea de besos por su cuello
y su clavícula, y me detengo para adorar sus preciosas tetas. Casi se levanta de la
cama cuando le tiro de los pezones, mordiéndolos y lamiéndolos. Mi boca explora
cada centímetro de su suave carne mientras desciendo por su cuerpo, colocándome
entre sus piernas.
Lamo su raja de arriba abajo, enterrando mi nariz en su coño y empapándome
de su esencia. Huele divino. Sabe divino. Y estoy demasiado excitado para esperar.
Devoro su coño con mi lengua y mis dedos, cuando deslizo mi dedo meñique en su
culo, se vuelve loca, gritando y retorciéndose mientras se corre en mi cara. Sin
dejarle tiempo para recuperarse, me deslizo dentro de ella de un solo golpe. Los dos
gemimos, y no me muevo, manteniéndome perfectamente quieto, disfrutando de la
sensación de estar dentro de ella por primera vez sin ninguna barrera entre nosotros.
—Ryder —llora, las lágrimas escurren por su cara al verse superada por la 251
emoción. Lo sé, porque yo también lo siento. Me inclino y beso sus lágrimas, luchando
contra mis propias emociones—. Me encanta sentirte dentro de mí —añade, metiendo
las manos en mí cabello—. Pero necesito que te muevas, cariño. Quiero sentir cómo
te mueves dentro de mí.
Sujeto sus manos por encima de la cabeza y enhebro mis dedos con los suyos
mientras empiezo a moverme lentamente dentro de ella por primera vez. Nuestros
ojos se fijan en los del otro, y todo lo que siento me lo devuelve su mirada de
adoración. Nos movemos suavemente el uno contra el otro, de una manera que nunca
había experimentado, y mi mente se desborda, mi corazón está tan lleno de amor por
esta mujer, la única mujer que ha significado algo para mí. —Me completas —susurro
contra su boca, atrapando sus labios en los míos—. Eres la otra mitad de mi corazón
y de mi alma, quiero estar contigo para siempre.
Sus manos suben y bajan por mi columna vertebral y emite los ruiditos más
deliciosos mientras nos balanceamos el uno contra el otro. —Nadie más me ha hecho
sentir como tú —me dice—. Te amaré cada día durante el resto de mi vida.
Después no hablamos, pero no hacen falta palabras. Le hago el amor, suave y
lentamente, ahogándome en las emociones que se filtran entre nosotros, disfrutando
de cada empujón, de cada caricia, sintiendo que nuestro vínculo se intensifica
mientras nos miramos con nada más que amor entre nosotros. Y cuando ambos
alcanzamos un punto álgido, chocando juntos, sé que esta noche me ha cambiado, ha
reconstruido algo dentro de mí que hacía tiempo que estaba roto, y que nunca volveré
a ser el mismo.
Despertar con Zeta envuelta en mí, toda desnuda y caliente, es la mejor
sensación del mundo. —Buenos días, preciosa —susurro cuando por fin se despierta
media hora después. Me muero por orinar, pero no quería despertarla. No quería
arrancarme de sus brazos. Si supiera que he estado mirándola sin cesar, como el tonto
enamorado que soy, empezaría a replantearse sus teorías de acosador.
Nos refrescamos y nos retiramos a la cama. Mi polla ya está durísima y, cuando
le meto los dedos, está tan excitada como yo. Se arrastra hasta mi regazo, baja
lentamente hasta mi polla y veo las estrellas. Empieza a moverse lentamente,
subiendo y bajando suavemente, con sus tetas rebotando y sus pezones en punta, y
me meto dentro de ella, gimiendo mientras sacude mí mundo.
Cuando acelera el ritmo y se abalanza sobre mí, la agarro por las caderas y la
penetro con más agresividad, antes de sentarme y penetrarla mientras me clava los
dedos en los hombros y me cabalga con fuerza. Nuestros besos son frenéticos, y
nuestras manos se exploran frenéticamente mientras follamos, el crescendo aumenta
dentro de mí hasta que un cosquilleo familiar en mi columna vertebral me indica que
estoy cerca. Los dos estamos sudando y jadeando cuando explotamos juntos,
gimiendo y agarrándonos el uno al otro mientras las olas de éxtasis nos inundan.
Después, la acaricio por detrás y empezamos a hacer planes para el futuro,
hablando durante horas de todo lo que queremos ver y hacer juntos, cuando 252
finalmente salimos del dormitorio, a última hora de la tarde, soy como un hombre
diferente.
Las semanas que siguieron fueron muy felices. Pasar los días y las noches con
la mujer de mis sueños es algo que nunca pensé que llegaría a disfrutar. Nos hemos
perdido muchas cosas, y no doy nada por sentado.
Pero no podemos evitar la realidad para siempre. Los chicos hacen las maletas
y se marchan a la ciudad una vez que el disco está terminado. Nosotros decidimos
quedarnos aquí por el momento, ninguno de los dos tiene prisa por volver a la ciudad.
Zeta está ocupada escribiendo la biografía, y eso me da mucho tiempo para pensar
hacia dónde voy, pero me cuesta sacar conclusiones.
Nunca me he perdido una entrega con Ren antes, pero no me presenté la última
vez. No hay manera de que le dé a ese monstruo más de mi dinero ganado con
esfuerzo, y después de lo que le hizo a Zeta, no me fío de él. No confío en que no
mataré al bastardo con mis propias manos. Está furioso, enviando copiosos mensajes
al móvil desechable que me dio hace tantos años. Estoy tentado de tirarlo al mar, pero
no lo haré, porque es una prueba. Pruebas que espero, algún día, poder usar en su
contra.
—Pareces estar a un millón de kilómetros de distancia —dice Zeta,
rodeándome con sus brazos por detrás mientras doy los últimos toques a nuestra
cena.
Apagando el fuego de la estufa, me doy la vuelta, atrayéndola para darle un
largo beso. Como siempre, mi polla se excita y no puedo evitar presionar mi semi
erección contra ella.
—Eres insaciable —dice, pellizcando mi labio inferior.
Le agarro el culo, dándole un firme apretón. —El sexo contigo es increíble, y
no me canso. —Estoy teniendo más sexo del que he tenido en mi vida, y no podemos
dejar de tocarnos. Nunca había tenido este nivel de intimidad, y soy adicto a esta
mujer.
Me besa. —Lo mismo digo, cariño. Estaría encantada de pasar todas las horas
de vigilia en la cama contigo. —Se echa hacia atrás y me mira con seriedad—. Pero
no te desvíes. ¿En qué piensas?
Empiezo a emplatar la cena y se apoya en la encimera, mirándome con
preocupación. —Intento decidir qué hacer con Ren. —No dudo en decirle la verdad,
porque ser completamente sinceros el uno con el otro es una de nuestras nuevas
reglas.
—También he pensado mucho en eso. —Abre la nevera, saca una botella de
agua con gas y toma dos vasos del armario superior—. Vamos a discutir nuestras
opciones después de la cena.
Salimos a la zona del patio para comer. —La cena está lista —le digo a Mike al
pasar, sabiendo muy bien que recalentará su pasta más tarde, en lugar de dejarnos a
Zeta y a mí desprotegidos aquí afuera. Es un buen líder, siempre cuidando de su 253
equipo antes de atender sus propias necesidades.
—Puedes comer con nosotros —dice Zeta, como todos los días, sabiendo que
la rechazará.
—Gracias por la oferta, pero comeré después de que terminen.
Zeta se inclina para besar su mejilla, y juro que el grandullón se sonroja. Le
envío una sonrisa divertida y, una vez que Zeta le da la espalda, me hace una mueca.
Todavía me estoy riendo mientras me siento. —¿Qué es tan gracioso?
—Hiciste que el grandote se sonrojara, y odia que lo haya notado.
Me da un golpe en el brazo. —Se amable.
—Siempre soy amable. —Le pellizco el lóbulo de la oreja—. Especialmente
contigo.
—Esta mañana fuiste especialmente amable conmigo —asiente con un brillo en
los ojos. Arrastra a propósito el labio inferior entre los dientes, sabiendo que eso me
excita.
Y ahora estoy pensando en repetir la actuación de esta mañana.
—Estaba. —Le meto la lengua en la oreja, y ella chilla—. Y volveré a ser amable
contigo. Después de comer —le arremolino un tenedor con pasta y se lo acerca a los
labios, abre obedientemente para mí, haciendo que mi polla palpite en mis
pantalones—. Mierda, haces que hasta comer sea sexy.
Coloca sus brazos alrededor de mi cuello. —Eso es sólo porque estamos
calientes el uno por el otro todo el tiempo.
—Malditamente cierto, nena. —Beso la punta de su nariz—. Pero no me pasé
una hora esclavizándome sobre una estufa caliente para que dejemos de lado la
comida en favor de la cama, por muy tentadora que seas, así que come.
Nos terminamos rápidamente la pasta y luego bajamos a la playa para dar un
paseo como siempre hacemos después de la cena. Mike se queda a una discreta
distancia que nos permite hablar con privacidad. —He estado pensando en la
situación —dice— y creo que tienes razón. Ren no se va a ir. Va a mantener
constantemente la amenaza de revelación sobre tu cabeza a menos que recuperes el
control.
—Estoy de acuerdo, y por eso he decidido que voy a hacer una declaración
pública. Voy a decirle al mundo quién soy realmente.
Deja de caminar, examinando mi cara para ver si hablo en serio. Me toma de
la mano y me tira a la arena. Se queda callada mientras lo considera. —Si revelas tu
verdadera identidad, estarás rompiendo los términos de tu acuerdo de liberación.
Podrían enviarte de nuevo a la prisión.
Trago sobre el nudo de emoción que obstruye la base de mi garganta. —Lo sé,
pero es un riesgo que creo que debo correr. Si lo hago, elimino la amenaza que ha
mantenido sobre mi cabeza durante años, y ya no podrá chantajearme. También
significa que puedo denunciarlo a la policía, y esa es la mejor manera para 254
mantenerlo alejado de ti, de mantenerte a salvo. Tengo pruebas del chantaje, y puedo
decirles que él es el verdadero responsable de la muerte de esa cajera y de la muerte
de Cory.
No aparta sus ojos de los míos mientras ofrece otra sugerencia. —O podrías
contratar a un sicario y meterle una bala entre los ojos. —Examino su rostro para ver
si está bromeando, pero está muy seria.
—He pensado en eso a lo largo de los años —reconozco—. Pero lo que siempre
me ha frenado es el hecho de que eso me convertiría en un asesino, igual que él, y no
me parezco en nada a ese imbécil.
—No lo eres. No hay comparación. —Los dos miramos al mar, y le paso el brazo
por el hombro mientras se inclina hacia mí—. ¿Crees que estoy loca por sugerirlo?
—No. Como dije, la idea ha surgido en más de una ocasión, pero no es una
opción viable. Confesar es la única solución que tiene sentido, aunque me manden a
la prisión por ello. —Naturalmente, no quiero que eso ocurra, pero estoy cansado de
vivir una mentira. Esta es la mejor manera de proteger a la mujer que amo, y eso es
lo único que importa. La preocupación por las represalias de Ren me quitan el sueño,
y me sentiré más seguro sabiendo que las autoridades están al tanto de todos los
hechos.
—Tus fans se levantarían en armas si hicieran eso —dice Zeta, pensándolo
bien—. Estoy segura de que eso no ocurrirá, aunque, si vamos a hacerlo,
necesitaríamos asesoramiento legal. Creo que el hecho de que entregues al
verdadero culpable anulará cualquier posible consecuencia para ustedes.
—Los fans podrían volverse contra mí. Contra nosotros. He pensado mucho en
esto, y es una preocupación muy real.
Se endereza, inclinando mi cara hacia la suya. —Sinceramente, creo que
estarían a tu lado. Te quieren. Y si se lo explicas como me lo explicaste a mí, lo
entenderán.
—Puede ser, pero traerá mucho calor en un momento en el que debemos lanzar
nuestro próximo álbum, salir de gira y anunciar nuestro propio sello. Si esto sólo me
afectara a mí, lo haría ahora mismo, pero no puedo arruinar todo para los chicos.
Tendré que alejarme de Torment, pero si eso significa que puedo mantenerlos a
salvo, entonces vale la pena.
Niega con la cabeza. —No te voy a dejar hacer eso, y no creo que los chicos lo
hagan tampoco. Tienes que hablar con ellos. Contarles todo. Incluso si no seguimos
adelante y hacemos esto, creo que deberían saberlo. Creo que te sentirás más
tranquilo cuando toda la gente que te quiere sepa la verdad.
Me encanta cómo todo es, nosotros, y tenerla en esto conmigo significa más de
lo que puedo decir. —¿Y si me odian? ¿Y si me dan la espalda?
—Entonces no son realmente tus amigos. Y si no lo son, que se jodan. No los
necesitamos. —Me rodea con sus brazos. —Sólo nos necesitamos el uno al otro.
255
—Juntos —decimos los dos al mismo tiempo y sonreía mientras me incliné para
besarla.
Nos tomamos unos días para discutirlo largamente, debatiendo todos los pros
y los contras, hasta que finalmente decido que es el curso de acción correcto. Es la
única manera de sacar a Ren de nuestras vidas. Antes de abordar el tema con Rod y
los chicos, visitamos a mi abogado en la ciudad para que nos asesore legalmente. Una
vez que tiene todos los datos, cree que el riesgo de que me procesen es mínimo, pero
no puede garantizar que no haya algún tipo de castigo.
Nos quedamos en el ático esa noche, hablando de ello, y ambos estamos de
acuerdo en que vale la pena el riesgo. Al día siguiente, llamo a Rod y a los chicos y
les cuento todo con Mike en la habitación, porque él también merece saber la verdad.
Los chicos están visiblemente sorprendidos, pero a mí me sorprende el motivo.
Están molestos porque he llevado esta carga yo solo durante tanto tiempo. Y están un
poco enojados porque no lo compartí con ellos antes. Rod, por supuesto, sabía la
mayor parte de esto, pero no era consciente del chantaje, y está lívido conmigo por
no haberlo involucrado desde el principio.
Zeta nos deja para ayudar a Maggie con la cena, y hablamos de ello, en
particular de las posibles ramificaciones para la banda si sigo adelante con mi plan.
Los chicos me apoyan unánimemente y, a decir verdad, soy un desastre emocional.
Estos chicos son como los hermanos que nunca tuve, y su lealtad inquebrantable
significa el mundo para mí.
Es más de medianoche cuando damos por terminada la noche, estoy bastante
agotado por haber revivido las partes más traumáticas de mi vida, pero también me
siento más libre, como si me hubieran quitado un gran peso de encima.
Esa noche, después de una maratónica sesión de sexo que nos dejó a ambos
sudados y exhaustos, duermo más profundamente que en años, y no puedo evitar
preguntarme cómo habrían sido las cosas si hubiera hablado antes.
Me despierto antes que Zeta, para variar, y me siento en la silla junto a mi cama,
sonriendo a mi bella durmiente, tan agradecido de que haya vuelto a mi vida. Sin
ninguna duda, sé que es la única que querré a mi lado para la eternidad.
Debería esperar.
Planificar esto adecuadamente.
Que sea romántico y algo de lo que pueda hablar con nuestros hijos.
Pero ya no me reten en mi vida. Ahora que he decidido que voy a revelar la
verdad al mundo, y que Rod está poniendo en marcha las ruedas hoy, la quiero
conmigo en la conferencia de prensa, de pie a mi lado como mi esposa.
Abro la cajita negra que he tenido en mi caja fuerte durante años, y sonrío al
ver el anillo de compromiso hecho a medida que cree especialmente para ella. Lo
hice por capricho, sin creer que estaría en condiciones de dárselo. Este momento es 256
un momento que he deseado durante años, y estoy rogando en silencio a mi novia
dormida que se despierte de una maldita vez, porque no puedo esperar ni un minuto
más para proponerle matrimonio. No puedo esperar a llamarla mi prometida.
38
Zeta
—H
te amo.
ey, cariño. —Levanto la cabeza y observo a Ryder con ojos
borrosos. Retiro las sábanas y acaricio el espacio vacío a mi
lado—. Vuelve a la cama y deja que te demuestre lo mucho que
—¿Qué es todo eso? —pregunto unos días después, cuando Mike llega a la
cocina cargando cuatro enormes sacos grises.
—Correo de fans enviado desde la disquera.
Frunzo el ceño, preguntándome si es prudente mostrárselo a Ryder. Ha estado
muy melancólico y cerrado los últimos días. —Creo que debería revisar algo antes
de que Ryder regrese de su carrera. No quiero que se altere si hay algo desagradable
ahí dentro.
La historia de la verdadera identidad de Ryder se ha hecho viral y el debate
público es dividido. Sus fans se han mantenido fieles a su lado, defendiéndolo en
Internet, mientras que varios psicólogos infantiles expertos discuten sobre el caso en
entrevistas televisivas programadas. Algunos se ponen del lado de Ryder, explicando
que era un niño vulnerable que fue presa de chicos mayores y que ya ha cumplido su
condena, mientras que otros argumentan que su juventud y su falta de participación
en el asesinato real no niegan su culpabilidad. Los grupos de padres arremeten contra
él por ser un mal modelo para sus hijos, y los llamamientos a su dimisión de Torment
son generalizados.
Intento protegerlo de los medios de comunicación, pero es propenso a tener
un comportamiento autodestructivo y lo he atrapado mirando cosas en su móvil en
innumerables ocasiones. Le he suplicado que no lo mire, pero no puedo obligarlo a
ignorarlo, y sé que es más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo cuando sabes que
todo el mundo habla de ti y te juzga.
Estoy tratando de mantener las cosas lo más normal posible en casa, y
mantener la conversación lejos de esos temas difíciles, pero es un reto. El Sr. Jenkins
confirmó que las órdenes de alejamiento están activas, pero Ren está libre. La policía
dice que no hay ningún registro oficial de Ren Winters después de los diecisiete años,
y que claramente está usando una identidad falsa.
Han tomado nuevas declaraciones a algunos de los otros miembros de Z-Crew,
y confirmaron la verdad. Parece que languidecer en una celda durante ocho años ha
hecho que renuncien a su supuesta lealtad a su antiguo líder de pandilla. Vincent, el
único amigo de Ryder por aquel entonces, y el único otro miembro que actualmente
está libre, también ha corroborado el relato de los hechos de Ryder. Todas las
declaraciones son confidenciales, para proteger las identidades de los implicados y
evitar que los medios de comunicación lo conviertan en una tormenta de mierda aún
mayor.
—Buena idea —dice Mike, apoyando la primera bolsa en el mueble de la isla y
sacando un taburete—. Te ayudaré.
Cuando Ryder regresa, ya tengo una buena pila de cartas y regalos abiertos
delante de mí. Se me saltan las lágrimas al leer cada uno de los sinceros mensajes.
—¿Qué pasa? —pregunta Ryder, usando la parte inferior de su camiseta para
frotarse el sudor de la frente. 265
Me levanto de un salto y le rodeo con mis brazos. —He estado leyendo el correo
de tus fans. Tú también deberías hacerlo. Tienes que ver lo querido que eres. Lo
mucho que te apoyan tus fans.
Ryder se libera de nuestro abrazo. —Estoy todo sudado y asqueroso, nena.
Vuelvo a rodear su cuello con los brazos, atrayéndolo hacia mí. —Resulta que
me gustas todo sudado. —Muevo las cejas de forma sugerente.
Mike tose con fuerza. —No necesito escuchar esa mierda. Ya es bastante malo
escuchar los gemidos y gritos que salen de su habitación por la noche.
—Tienes que echar un polvo —bromea Ryder.
—¿Cierto? —se lamenta Mike con un suspiro lastimero, mientras se toca con
los dedos el auricular, sintonizando.
Ryder mira las bolsas en el suelo. —Eso es un montón de correo de fans.
—Puedo revisarlo por ti si quieres, pero realmente creo que deberías leerlo.
Creo que te ayudará. Todos están de tu lado.
—Sinceramente, nena —dice, yendo a la nevera y sacando una botella de
agua—. Las dos únicas cosas que me ayudarán son saber que ese imbécil está entre
rejas y saber si me van a procesar por algo. —Sé que está en vilo esperando descubrir
si piensan acusarlo de algo. El Sr. Jenkins está en contacto diario con las autoridades
del Condado de Orange tratando de suavizar las cosas.
—Eh, jefe. —Mike se frota la nuca, poniéndose de pie—. Tenemos una pequeña
situación en la puerta principal.
—¿Qué tipo de situación? —Pregunto antes de que Ryder pueda hacerlo.
—Hay un hombre desconocido que pide que lo dejen entrar.
—Sólo dile que se vaya a la mierda —dice Ryder—. Probablemente sea un
paparazzi. —Hemos tenido reporteros y equipos de televisión acampados frente a la
puerta principal desde que se publicó la historia. Una cadena muy conocida incluso
envió drones sobrevolando el lugar tratando de capturar imágenes. No tienen sentido
de la decencia. No hay brújula moral en absoluto.
Mike se acerca a Ryder, mirándolo con evidente preocupación. —Afirma que
es tu padre.
266
39
Ryder
R
etrocedo a trompicones, mirando a Mike con asombro. —Está mintiendo
—digo entre dientes—. Nunca he conocido a mi padre. No estoy seguro
de que mi madre supiera siquiera quién era.
—Dice que tiene fotos y papeles que prueban que es tu padre.
Niego con la cabeza. —Yo... no. Tiene que ser una treta. Algún paparazzi
creativo intentando colarse en la casa.
—Den estaba en la puerta cuando llegó, y ya verificó su identidad con su
contacto de la policía. No es un periodista ni un paparazzi. En realidad es un médico.
Un exmédico del ejército estadounidense. Sus credenciales son estelares. No creo
que esté mintiendo.
Me quedo con la boca abierta y mil pensamientos pasan por mi mente.
267
—Bebé. —Zeta me toca la cara—. Mírame, Ryder. —La miro fijamente a los ojos
y parte de mi estrés se evapora. Su tacto y su creencia en mí me dan fuerzas cada
día—. Por qué no bajo a la puerta con Mike y hablamos con el hombre.
Determinaremos su agenda y te llamaremos entonces.
Me encuentro asintiendo. —Sí, de acuerdo. —Miro hacia Mike—. Den está
seguro de que no es Ren. —No me extrañaría que ese imbécil apareciera por aquí. Es
una de las razones por las que he vuelto a aumentar la seguridad. Dudo que incluso
el presidente esté tan bien protegido como nosotros. Pero no voy a correr riesgos.
Ren quiere mi sangre. No tengo ninguna duda al respecto.
Mike asiente. —Utilizó el comprobador de software de imagen en él. No es Ren.
Es demasiado viejo de todos modos.
Saco aire por la boca. —Bien. —Atrayendo a mi mujer en mis brazos, le digo:
—Ten cuidado. Esperaré tu llamada.
Zeta se va con Mike y, tras una ducha rápida y una muda de ropa, me paso
quince minutos ansioso paseando por el salón esperando su llamada. Cuando suena
el móvil, contesto inmediatamente.
—Bebé, creo que necesitas sentarte —dice Zeta.
Me desplomo al suelo en el acto. —¿Es cierto?
—En el momento en que pusimos los ojos en él, lo supimos. Eres la viva imagen
de él, Ryder. Es como ver una versión más vieja de ti. En las fotos que tenía de él con
tu madre, es como ver a tu doble. Tiene algunas cartas que intercambiaron, y parece
ser legítimo. —Hace una pequeña pausa. —¿Qué quieres hacer? ¿Lo llevo a la casa o
necesitas tiempo para procesar esto?
—¿Qué quiere de mí?
—Sólo quiere hablar. No sabía dónde estabas, Ryder. Ha pasado años tratando
de encontrarte. Tiene un grueso archivo de un investigador privado que confirma sus
esfuerzos. Creo que sólo quería encontrar a su hijo.
—¿Cómo puede querer conocerme después de descubrir lo que hice?
—Por lo que dijo, se siente mal porque hayas estado expuesta a una infancia
tan horrible, y no te culpa.
Me arrastro una mano por el cabello, mi corazón golpeando salvajemente
contra mi caja torácica. —No sé, Zeta. No sé qué hacer. ¿Qué piensas?
—Es tu decisión, Ryder. Pero creo que deberías hablar con él. Lleva más de
una hora en la puerta, y esos periodistas imbéciles han estado husmeando, como
sabuesos. Es seguro asumir que van a descubrir quién es y a tergiversar la historia.
Sería mejor hablar con el hombre primero, y ... parece encantador, genuino. No creo
que haya ninguna intención maliciosa.
—Bien. Tráelo a la casa. —Cuelgo bruscamente, corro al baño y vomito las
entrañas. Después de enjuagarme la boca con agua, vuelvo a la habitación principal
y me paseo por el suelo mientras espero. Me tiemblan las manos cuando se acercan 268
los pasos y me quedo clavado en el suelo, con los ojos fijos en el punto de entrada a
la sala de estar abierta. La sangre me retumba en los oídos; el corazón me late a toda
velocidad y me sudan las palmas de las manos. Oigo la voz de Zeta y otra más grave,
vuelvo a tener ganas de vomitar. Llegan a la vuelta de la esquina, entrando en mi
campo de visión, y todo se bloquea dentro de mí.
Mierda.
Zeta tenía razón.
Es como mirarse en un espejo futurista y ver una imagen de mí mismo dentro
de veinte años.
Es alto como yo, con el cabello rubio oscuro mucho más corto que el mío y los
mismos ojos color avellana. Incluso la forma de su mandíbula y sus altos pómulos son
idénticos a los míos. Lleva pantalones caqui, una camisa blanca abotonada y una
americana azul marino. También está clavado en el sitio, y nos quedamos mirando del
uno al otro en la habitación. Zeta se lleva la mano a la boca y tiene lágrimas en los
ojos. Mike ha retirado discretamente a los hombres que hacían guardia en la sala,
dándonos privacidad.
Mi corazón late dolorosamente, mi respiración es agitada, mientras lucho por
lidiar con esto. Me invaden muchas emociones diferentes y me siento abrumado, sin
saber cómo manejar esto. Mis ojos deben mostrar mi pánico porque Zeta está al otro
lado de la habitación en un instante, con las manos en mi cara, forzando mi mirada
hacia la suya. —Respira, cariño. Bien y profundo. Inhala y exhala. —Respira conmigo,
manteniendo sus ojos en los míos, hasta que mi ansiedad se apaga.
—Ryder. ¿Estás bien? —Pregunta el hombre, mi padre.
—No sé —canturreo, con la garganta seca.
—No he venido a causarte dolor, y puedo volver en otro momento si esto es
demasiado ahora.
Me quedo mudo mientras lo miro fijamente. Cuando era pequeño, solía
imaginar cómo era mi padre. Deseaba que apareciera y me llevara. Pero nunca lo
hizo. —¿Por qué no te preocupaste por mí? —digo a gritos—. Nunca viniste.
—No supe que eras mío hasta que fue demasiado tarde. —Sus ojos se vuelven
vidriosos—. Si lo hubiera sabido, nunca te habría dejado con Brenda.
—Por qué no te sientas, nos prepararé un café —sugiere Zeta, tirando de mí
hacia el sofá y haciéndole un gesto para que la siga. Me empuja hacia el sofá,
besándome en los labios—. Ryder, tienes que escuchar lo que Noel tiene que decir.
Créeme. Quieres oírlo.
Nos deja para ir a por las bebidas, y me paso una mano por la mandíbula. —
Bien. Vamos a escucharlo.
—Crecí a la vuelta de la esquina de tu madre. Estaba muy enamorado de ella
cuando crecí y empecé a fijarme en las chicas.
—Supongo que sobre gustos no hay nada escrito. —Mi tono mordaz revela mi 269
amargura.
Se mueve un poco en el extremo del sofá, con aspecto desolador. —No siempre
fue así. Brenda era realmente dulce cuando la conocí. Salimos durante unos años, y
las cosas iban bien entre nosotros hasta que cambió. Se volvió reservada y empezó a
dejarme de lado muchas veces. Descubrí que se drogaba al mismo tiempo que
descubrí que me engañaba. Me rompió el corazón romper con ella, pero no era la
chica de la que me había enamorado. Resulta que el tipo por el que me dejó era un
proxeneta, y pronto, ella estaba... bueno, creo que ya lo sabes.
—Abriendo las piernas para cualquier imbécil. Sí, conozco esa parte. —Un
sabor agrio inunda mi boca.
—Me enteré de que estaba embarazada unos meses después de separarnos —
continúa—. Fui a verla. Le pregunté directamente si el bebé era mío, y se rió en mi
cara, me dijo que no. Había estado teniendo sexo con un hombre mayor y rico.
Alguien que su proxeneta le había conseguido, y me dijo que era el padre del bebé.
No tenía ninguna razón para dudar de ella, y se me rompió el corazón al conocer el
alcance de su traición.
Aprieta las manos en su regazo, mirándome con ojos sinceros. Es difícil mirar
su cara y ver mis propios rasgos reflejados. —Me alisté en el ejército justo después
de eso, estuve en el extranjero durante unos años. Hice un par de misiones en el
extranjero antes de que me ascendieran y me destinaran a la base militar de Boston.
Zeta vuelve a entrar en la habitación y reparte cafés antes de sentarse a mi lado.
Coloca su mano libre sobre mi muslo, frotando mi pierna en un gesto tranquilizador,
y yo la acerco a mi lado. —Felicidades por tu boda, por cierto. He visto los informes
en Internet. Me alegro por ustedes. —Su sonrisa es sincera, pero no voy a ponerme
en plan amigable hasta que tenga todos los datos.
—Gracias —dice Zeta—. Hemos esperado mucho tiempo para estar juntos.
—¿Cuándo descubriste que era tu hijo? —pregunto, interviniendo antes de que
la conversación se desvíe.
—Tu madre me llamó cuando estabas en juicio. —Un músculo hace tictac en mi
mandíbula—. Me sorprendió su total falta de remordimiento cuando admitió que
había mentido. Me confirmó que eras mi hijo. Te había utilizado para chantajear a ese
otro hombre con el que se había estado acostando. Llevaba unos años pasándole la
manutención antes de pedir una prueba de paternidad. La cortó cuando descubrió
que no eras su hijo. Me dijo que intentó encontrarme, sin duda para extorsionarme
también, pero no tuvo éxito, hasta que Monica le dio mis datos.
—¿La madre de Cory? —Frunzo el ceño.
Una mirada de dolor se extiende por su rostro. —Sí.
Estoy a punto de preguntarle por qué demonios tendría ella sus datos, cuando
vuelve a hablar, continuando su explicación. —Le dije a Brenda que si la prueba de
paternidad confirmaba que eras mi hijo, me haría responsable de ti. Le gustó mucho
decirme lo que había pasado y que lo más probable era que te enviarían al 270
reformatorio. Le colgué cuando me dijo eso. Estaba en completo shock. Yo… —
Respira entrecortadamente, sus ojos se llenan de lágrimas.
—Me odiabas —suministro—. Te alegrabas de no haber tenido nada que ver
conmigo. —Zeta me rodea con su brazo, y dejo mi café ya frío.
—No, yo... bueno, estaba muy confundido, y fue un momento enormemente
intenso para mí. Me devastó que estuvieras involucrado. Me costó unos meses
asimilar las... implicaciones, pero Clare, que entonces era mi prometida, me ayudó a
afrontarlo. Eras sólo un niño, y sabía que no habías tenido una orientación positiva en
tu vida. Hablé con Monica, y me contó cómo solías protegías a Cory, cómo lo
cuidabas, y eso me ayudó a aceptarlo.
—Sin embargo, seguiste sin hacer nada —digo con los dientes apretados—. Así
que, realmente no lo habías asumido. Y, sabes qué, lo entiendo. Tu hijo era un
monstruo. Nadie te culparía por querer mantener las distancias. —Zeta me pasa la
mano por el brazo.
Niega con la cabeza. —No es así como sucedieron las cosas. —Deja su taza de
café vacía sobre la mesa—. Tu madre llevaba meses enviándome mensajes y
llamadas amenazantes. Me dijo que si no le daba diez mil dólares iría a la prensa y
revelaría que yo era tu padre. En ese momento, acababa de montar mi consultorio
médico y Clare y yo íbamos a casarnos pronto. No quería la atención de la prensa, ni
para mí ni para ti, pero tampoco quería abandonarte. Así que hice un trato con ella.
Le dije que le daría el dinero si me conseguía tu ADN para una prueba de paternidad.
—Por eso me visitó. —Niego con la cabeza—. Sólo vino esa vez, y nunca entendí
por qué me limpió la boca. —Mis ojos arden con renovada ira—. Sólo lo hacía porque
había algo para ella.
—Lo siento, Ryder. Siento que hayas tenido que crecer así. Si lo hubiera sabido,
habría peleado con ella por la custodia. Ese era mi plan cuando finalmente me dijera
la verdad, pero primero quería pruebas de que eras mío porque para entonces no me
fiaba ni de una palabra de su boca.
—Entonces, ¿qué pasó? —pregunta Zeta.
—Brenda sufrió una sobredosis al día siguiente de recibir los resultados que
confirmaban que eras mi hijo. Ya estabas en el sistema, y tu identidad había sido
cambiada, no sabía cómo encontrarte. No había completado ninguno de los trámites
antes de morir, así que contraté a un abogado para que me ayudara, pero nos topamos
con la burocracia y con un muro de ladrillos. Tu identidad estaba sellada y me dijeron
que no se podía revelar esa información. Lo único que aceptaron las autoridades fue
que se te notificara y se te dieran mis datos de contacto al ser liberado.
—Nadie me dijo nada.
—Zeta acaba de mencionarlo, y estoy furioso. Recibí la confirmación de que
habías sido notificado, y voy a enviar una queja enérgica a través de mi abogado
exigiendo la verdad. Todos estos años, creí que sabías quién era pero que no querías
tener nada que ver conmigo. Pensé que tal vez tenías miedo de que no fuera capaz de
amarte después de lo que le pasó a él, pero no es el caso. He gastado miles de dólares 271
contratando a varios investigadores privados para intentar encontrarte, porque
quería hablar contigo cara a cara, para decirte que te amo y que te perdono. Que eso
no significa que no podamos tener una relación por lo que pasó con tu hermano. Mis
hijos estaban viendo tu conferencia de prensa y me llamaron a la sala. No podía creer
que fueras tú aunque no se podía negar el parecido. Wilder y Wes estaban muy
emocionados, porque sabían el tiempo que llevaba intentando encontrarte. He
venido aquí en cuanto localicé tu paradero porque me gustaría mucho tener la
oportunidad de conocerte. A Clare y a los chicos también les gustaría. De hecho, no
pueden creer que Ryder Stone de Torment sea su hermano mayor.
Estoy aturdido por la noticia de que tengo medios hermanos, pero me
preocupa más otra cosa que ha dicho. —¿Qué quieres decir con lo de mi hermano?
—No tiene mucho sentido.
Da un largo suspiro y se pasa la mano por el cabello en un gesto extrañamente
parecido al mío. —Está bien, Ryder. No te culpo. Ya no. Después de hablar con
Monica, me reconfortó el hecho de que lo quisiste mientras estaba vivo, y sé que
hiciste todo lo posible para que no ocurriera ese día. He cometido muchos errores en
mi vida, y fueron esos errores los que llevaron a tu hermano a morir ese día. Acepto
el papel que jugué en todo ese horrible lío.
Un escalofrío me recorre y me cala hasta los huesos, mi cerebro se niega a ir
allí. —No lo entiendo. —Zeta se levanta de golpe, con los ojos muy abiertos por la
alarma. La bilis sube por mi garganta, y el hielo ha sustituido a la sangre que fluye por
mis venas.
—No estarás diciendo... —La voz de Zeta está mezclada con sorpresa y
preocupación, se aferra a mí con fuerza.
Las cejas de Noel suben hasta la línea del cabello y sus ojos se abren de par en
par. —Oh, Dios mío. ¿No lo sabes? —Se levanta y empieza a pasearse por el salón. El
horror le invade la cara.
Estoy inmóvil. No puedo moverme. Todos mis músculos se han tensado.
Esto no puede estar pasando.
No es real. No es real. No es real.
Me limpio las palmas de las manos sudorosas en la parte delantera de mis
vaqueros y mi corazón late tan rápido que parece que estoy a punto de sufrir un
infarto.
Noel se agacha frente a mí. —Ryder, pensé que lo sabías, pero nunca te lo
dijeron, ¿verdad?
—¡No! ¡No! ¡Fuera! —Zeta se agarra al brazo de Noel, gritando a Mike—. No
puedes venir aquí y soltar una bomba así! No puedes hacerle eso!
De alguna manera, encuentro la fuerza para mirarlo a los ojos. Estoy
temblando, gritando dentro de mi cabeza, pero ya no puedo negar la verdad. Sus
palabras encajan en su sitio. —Cory también era tu hijo, ¿verdad?
Asiente con lágrimas en la cara.
272
Oh, mierda, no.
El corazón me late con fuerza y la sangre me llega al cerebro, dejándome
mareado. La habitación da vueltas y se desdibuja. La dulce carita de Cory pasa por
delante de mis ojos y los cierro con fuerza, deseando que se vaya. Cuando los vuelvo
a abrir, él ya no está, pero también todos los demás. Existo en un vacío, y nada ni
nadie está aquí para mí. Estoy solo con esto. Ahogándome. Asfixiándome.
Aferrándome al aire.
Envolviendo mis brazos alrededor de mi cintura, comienzo a balancearme
hacia adelante y hacia atrás mientras la magnitud de la revelación de Noel se hunde.
—Lo maté. Yo lo maté. Maté a mi propio hermano.
40
Zeta
R
yder ha perdido el control por completo. Tiene la mirada perdida, se
balancea de un lado a otro, se rodea con los brazos y murmura una y otra
vez: —Yo lo maté. —Cada pocos segundos, tiembla profusamente, pero
no detiene el movimiento de balanceo, y me está destruyendo verlo así. Noel solloza
y sigo en estado de shock cuando Mike entra en la habitación, examinando
rápidamente la escena. —Mierda. ¿Qué pasó?
—Necesito que acompañes a Noel a la salida. —Me sorprende lo educada que
sueno cuando estoy gritando y llorando por dentro.
—Zeta, lo siento mucho. Todos estos años, asumí que lo sabía —la voz de Noel
se tiñe de angustia—. Monica nunca dijo que no lo supiera, y supuse que por eso
Ryder se mantuvo alejado de mí todos estos años. Que pensaba que lo odiaba porque
estaba involucrado en el asesinato de mi otro hijo. Cuando habló en la conferencia de 273
prensa, pensé que había aceptado todo. Que finalmente tendría la oportunidad de
conectar con mi hijo. Nunca habría venido aquí así si lo hubiera sabido.
—Noel, no sé qué creer, y no estoy siendo grosera, pero mi principal
preocupación ahora mismo es Ryder.
Los dos miramos a mi marido, y me duele el corazón al verlo abrazado a sí
mismo, con la mirada perdida en el espacio. Sus espasmódicos movimientos de
balanceo atestiguan su frágil estado de ánimo.
—Trata de hablar con él —dice Noel, entornando los ojos y poniéndose de pie.
Le entrega un juego de llaves a Mike—. Sé que quieres estrangularme ahora mismo,
pero te prometo que no quiero hacerle daño. Es mi hijo y quiero ayudarlo. ¿Puedes
hacer que alguien tome mi bolsa médica del maletero de mi auto? Me temo que está
teniendo un brote disociativo, y puedo ayudar a conseguirle la atención que necesita.
—Zeta. —Mike me mira en busca de orientación.
Miro a Noel mientras me arrodillo frente a Ryder. En la cara de Noel no hay más
que genuino remordimiento y preocupación, no tengo ni puta idea de cómo ayudar a
Ryder, así que necesito que se quede. —Trae la bolsa.
—Ryder, cariño. —Pongo suavemente mis manos sobre su cara, y su piel se
siente fría—. Cariño, estoy aquí. ¿Qué necesitas que haga? —Sigue meciéndose,
mirando directamente a través de mí, como si no existiera—. Ryder, ¿puedes oírme?
—Presiono un beso en su frente—. Te amo. —Sigue meciéndose, con la mirada
perdida en el aire, como si ya no fuera consciente de su entorno.
—¿Qué hago? —Suplico a Noel.
—Exactamente lo que estás haciendo. Quédate con él y hazle saber que estás
aquí para él. Hazle saber que lo amas. Comprobaré sus signos vitales, y podemos
esperar un poco para ver si se recupera.
—¿Y si no lo hace?
—Entonces tendremos que llamar a un especialista para que nos ayude.
Me froto un punto tenso entre las cejas mientras tomo las manos de Ryder entre
las mías, esforzándome por mantener la calma. Quiero gritarle a Noel. Gritar que todo
esto es culpa suya. De rebobinar el tiempo y no sugerir que lo dejemos entrar en la
casa. Pero no quiero hacer nada de eso por miedo a que pueda asustar a Ryder.
Cuanto más tiempo pasa sentado allí, en un aturdimiento catatónico,
balanceándose de un lado a otro, sin comunicarse y sin concentrarse, más me
preocupa. Lleva mucho tiempo lidiando con muchas cosas, y ya estaba bastante
estresado por su reciente conferencia sin que esto se añadiera a la pila. Estoy muy
preocupada por su estado mental.
Cuando Mike regresa con la bolsa de Noel, compartimos expresiones de
preocupación mientras Noel realiza unas cuantas pruebas rápidas. —Ryder, cariño.
Estoy aquí contigo. ¿Puedes avisarme si me oyes? —imploro, esperando
pacientemente algún tipo de señal, pero no hay nada. Mike me aprieta el hombro en
señal de solidaridad mientras Noel teclea en su móvil.
274
—Zeta. —Miro a Noel—. Creo que deberíamos considerar remitir a Ryder a
este lugar.
Me acerco a su lado, aceptando el móvil y pasando las imágenes de un hospital
psiquiátrico privado a una hora de distancia. —¿De verdad crees que es necesario?
—Odio la idea de enviarlo a un lugar así.
—Míralo.
Mientras Noel dice eso, Ryder se levanta gritando, y empieza a pasearse por la
habitación, agarrándose el cabello a puñados. —¡No! No! No! —Golpea la pared con
el puño repetidamente, y se me rompe el corazón—. Déjalo en paz. Déjalo en paz. —
Cuando se gira hacia nosotros, su rostro está pálido, gotas de sudor salpican su frente
y sus ojos buscan maníacamente algo que no podemos ver—. ¡Dije que lo dejes en
paz! —Ruge, corre por la habitación y se estrella contra la pared de cristal antes de
que ninguno de nosotros pueda detenerlo. Cae al suelo y se acurruca en posición
fetal, gimiendo y llorando, me precipito a su lado con lágrimas en la cara. Le sale
sangre de la nariz y se le hincha un pequeño bulto en la frente. Se aferra a sí mismo,
hecho un ovillo, meciéndose en el suelo.
—Haz la llamada, Noel —digo mientras Mike se deja caer de rodillas a mi lado,
conteniendo apenas las lágrimas. Me rodea el hombro con su brazo, consolándome
mientras observo impotente cómo mi marido se desmorona ante mis ojos.
Varias horas después, Ryder ha sido ingresado para ser evaluado en el hospital
psiquiátrico en la costa sur. Como no estaba lo suficientemente lúcido como para
ingresar él mismo, tuve que hacerlo yo. Es una de las cosas más difíciles que he tenido
que hacer, pero no veo que tenga otra opción. Ryder ha pasado las últimas horas
alternando entre episodios maníacos y catatónicos, no sé cómo ayudarlo, porque
ahora no está en el mundo real. Su mente está claramente colapsada, y tengo que
confiar en que está en el mejor lugar para ayudarlo.
En el transcurso de las siguientes setenta y dos horas, sólo salgo del hospital
para ir a casa y tomar una ducha rápida y algo de ropa limpia, luego vuelvo a estar al
lado de mi marido.
Lo sedaron las primeras veinticuatro horas, por su propia seguridad, y desde
entonces ha sido visitado por una sucesión de diferentes médicos y psicólogos, que
han confirmado que está en medio de una crisis mental. Va a necesitar una
intervención a largo plazo para tratar los síntomas y los efectos causales, para ayudar
a restablecer su salud mental.
Aunque es una cáscara de lo que era, su comportamiento se ha estabilizado y
ahora es consciente de su entorno. Pero llora todo el tiempo y se aferra a mí, odio
verlo así. Mike y yo somos los únicos que hemos estado con él. Noel volvió
voluntariamente a Boston, entendiendo que ver a su hijo ahora podría desencadenar
otro episodio. Tomé sus datos de contacto y le prometí que lo llamaría pronto.
Mi propia terapeuta ha sido un salvavidas. Voló para reunirse conmigo y hemos
discutido las opciones para la recuperación de Ryder. Me ayudó a conseguir un
fantástico centro en Florida que ofrece un tratamiento residencial holístico y
275
experimental en un entorno sereno especialmente adaptado a los pacientes que
necesitan recuperarse del trastorno de estrés postraumático. Se centran en los
problemas subyacentes, llegando a la raíz del asunto, y ayudan a los pacientes a
trabajar a través de una variedad de programas diferentes. Está situado en una
extensa finca con cabañas al aire libre, y se ofrecen muchas actividades físicas y
diferentes opciones de terapia, lo que creo que le vendrá bien a Ryder.
Me resisto a dejarlo en un hospital como éste, donde el enfoque es una
combinación de medicamentos y terapia. Aunque eso puede funcionar para algunos
pacientes, con los antecedentes de abuso de drogas de Ryder, quiero probar un
método alternativo. El centro de Florida parece perfecto. La parte difícil es el hecho
de que estaremos separados mientras recibe el tratamiento, pero no puedo ser
egoísta. Sólo quiero que reciba la ayuda que necesita. Me siento culpable por no
haber visto que tenía problemas serios y no haberle recomendado algo así antes de
que tuviera una crisis, pero lo único que importa es conseguirle la ayuda adecuada
ahora y apoyarlo en todo lo que pueda.
Ryder es enormemente reacio a aceptar, al principio, pero finalmente lo
aprueba, porque sabe que necesita la ayuda, y me alegro de que quiera mejorar en
lugar de volver a caer en sus comportamientos adictivos habituales.
El día que lo dejo es un día horrible. Nos aferramos el uno al otro. Él llora y yo
me esfuerzo por no hacerlo. Siento que se me va a romper la mandíbula de tanto
forzarme a sonreír. No lo veré hasta dentro de seis semanas y ya lo extraño.
En el momento en que Mike se aleja del centro, rompo a llorar y no puedo
parar. Todo lo que he estado conteniendo en los últimos días se suelta, y unos aullidos
de angustia me arrancan del fondo de la garganta. Mike se detiene a un lado de la
carretera y me rodea con sus brazos. —Estás haciendo lo correcto, y Ryder también
lo sabe. Si no fuera así, nunca habría aceptado. Esta es la mejor manera de ayudarlo.
—Lo amo tanto —sollozo—. Y me siento tan inútil.
—Sólo tienes que estar allí esperándolo, Zeta. Esa es la mejor manera en que
puedes ayudarlo. Y asegúrate de cuidar de ti misma también.
Mientras volamos de vuelta a los Hamptons, pienso en las palabras de Mike
mientras hojeo el material educativo que la amable mujer del centro me dio para leer
antes de partir. En él se describe la semana familiar de cuatro días que podré
compartir con Ryder una vez que haya superado las primeras seis semanas. Hay
sesiones educativas especiales para los miembros de la familia con el fin de
proporcionar herramientas que nos permitan apoyar a nuestros seres queridos
cuando vuelvan a casa. También hay sesiones de terapia de grupo y otras actividades
que podemos hacer juntos para ayudar a su recuperación. En los folletos se habla de
que cuidar de mi propia salud mental y mi bienestar es igual de importante, y me
comprometo a hacer todo lo posible para asegurarme de que soy lo suficientemente
fuerte como para ayudar a Ryder a superar esto.
Una de las primeras cosas que hago es organizarlo todo para que Luc se quede
con nosotros. Ryder había estado haciendo planes con su hermana Kat antes de tener
276
su crisis nerviosa. Viaja con él en el jet privado que Rod organizó, quedándose un par
de días para ayudarlo a instalarse.
Me encanta tener a Luc cerca, y me ayuda a sentirme más cerca de Ryder. No
me siento tan sola con él aquí, y me proporciona el consuelo que tanto necesito. Nunca
olvido que Ren sigue ahí afuera, en algún lugar, y aunque este lugar es como el Fort
Knox, no puedo imaginar que nadie entre, mentiría si dijera que no me despierto
constantemente durante la noche, sintiéndome sola y asustada.
Luc también me ofrece un estímulo inestimable porque acaba de salir de un
programa de tratamiento de salud mental, y entiende, hasta cierto punto, por lo que
está pasando Ryder. Pasamos horas recorriendo los terrenos de la inmensa finca de
Ryder, lo empujo su silla de ruedas por el paseo marítimo de la ciudad mientras
hablamos y nos ponemos al día.
—Estoy tan feliz de que estés aquí, Luc. Creo que me volvería loca sin tu
compañía —admito, mientras nos sentamos en la terraza una tarde. Los dos estamos
tapados bajo una gruesa manta de cuadros, bebiendo a sorbos mientras vemos cómo
las olas se estrellan en la orilla a lo lejos. Ahora que estamos en octubre, el tiempo se
ha enfriado y ya no es temporada de pantalones cortos y camisetas. Las multitudes
han disminuido considerablemente en la ciudad y muchas tiendas y restaurantes han
pasado a tener un horario de menor actividad. Por lo que me ha contado Ryder, en
esta época del año suele volver a la ciudad y sólo se aventura a venir los fines de
semana cuando tiene tiempo libre. Pero no me importa que sea así. Me encanta esta
casa, y me siento muy asentada aquí.
—Estoy encantado de servirle, señora —bromea Luc, chocando su vaso contra
el mío—. Esto también me está ayudando. Es exactamente lo que necesitaba, y ha
sido estupendo ponernos al día. Te extrañaba.
Me inclino y le beso la mejilla. —Yo también te extrañé, y siento no haber
estado a tu lado cuando me necesitabas.
Aleja mi preocupación. —Deja de disculparte. No es necesario, y ya lo hemos
hablado. Pasé mucho tiempo en terapia intentando dejar atrás mis remordimientos.
Es una emoción negativa y que tiene el potencial de arrastrarme, así que estoy
intentando vivir más el momento.
—¿Y te sientes bien ahora? —No quiero entrometerme ni presionarlo para que
hable si no quiere.
Asiente, sonriendo lentamente. —Por primera vez en años, me estoy centrando
en el futuro. En todas las cosas que todavía puedo hacer en lugar de fijarme en todas
las que no puedo. —Me aprieta la mano—. Por favor, no te preocupes por mí porque
estoy bien. Ryder debería ser tu única preocupación. Estoy aquí para aliviar tu carga,
no para aumentarla.
Vuelvo a besar su mejilla. —Nunca podrías ser una carga. Nunca. Me encanta
que estés aquí conmigo.
—Podrías arrepentirte de haber dicho eso cuando llegue la hora de irme y no
quiera hacerlo —bromea, dando un rápido sorbo a su refresco.
277
Me siento más erguida, mirándole directamente a los ojos. —Aquí no hay un
reloj que corra, Luc. Puedes quedarte con nosotros todo el tiempo que quieras. Para
siempre si quieres. —Le hago un gesto con la cabeza en dirección a la casa de
huéspedes—. Tenemos mucho espacio, y sé que a Ryder le encantaría que te
quedaras, así que no te preocupes por eso. Eres libre de ir y venir cuando quieras.
—Gracias. —Se vuelve hacia mí con lágrimas en los ojos—. No me había dado
cuenta de lo mucho que te necesitaba de nuevo en mi vida.
—Conozco bien la sensación. —Me acurruco con los pies debajo de mí,
apoyando la cabeza en su hombro—. Hoy lo extraño mucho.
—Sé que lo haces, cariño. —Presiona un beso en la parte superior de mi
cabeza—. Pero sólo faltan dos semanas para que vuelvas a verlo.
—No puedo esperar, aunque sé que podría no ser él mismo. No me importa.
Sólo quiero abrazarlo y decirle que lo amo.
—Estoy tan feliz de que se hayan casado. Siempre supe que sucedería, y tú eres
buena para él, Zeta. Fuiste la única que puso una sonrisa en su cara.
—Espero que esté contento con el trabajo que hemos hecho en la organización
benéfica.
—Por supuesto, lo estará. Estará orgulloso de lo bien que lo estás llevando. No
es fácil tratar con los fans y los medios de comunicación, escribir la biografía de
Torment, ayudar a crear la organización benéfica y dirigir una revista desde aquí.
Tomo un sorbo de mi vino. —No soy yo quien dirige una revista. Es Harrison
Meadows. —Cuando llamé al director general hace unas semanas para aconsejarle
que contratara a alguien nuevo en mi puesto, me di cuenta de que su nariz estaba
fuera de lugar por el hecho de que Ryder me transfiriera la propiedad de RockOut.
Hice todo lo posible por tranquilizarlo, confirmándole que no tenía planes de volver
en este momento ni de interferir en su competente gestión del negocio, mientras me
ponga al día semanalmente, me parece bien por ahora. No estoy segura de sí querré
tener un papel más activo una vez que Ryder esté de vuelta, pero mi prioridad es
ayudarlo a readaptarse, y sólo quiero estar aquí para él.
Hice grandes progresos en la biografía estas últimas semanas, y tendré mi
primer borrador para el editor antes de lo previsto, lo que me quita algo de presión.
Quiero poder dedicarle a Ryder toda mi atención cuando vuelva a casa y voy a hacer
lo que sea necesario durante nuestra separación para allanar el camino.
Después de lo que parece una eternidad, pero que en realidad son tres meses,
Ryder por fin vuelve a casa. Mientras estoy de pie en el asfalto de la pista privada,
viendo cómo el avión de Ryder se arrastra hasta detenerse, estallo de emoción y
felicidad al pensar en tener a mi marido en casa. Miro a Luc y levanta la mano para
chocar los cinco, como solía hacer cuando estábamos en el reformatorio. Echo la
cabeza hacia atrás y me río cuando nuestras palmas se unen.
278
Estoy mirando el avión como un halcón, desesperada por ver el hermoso rostro
de mi marido. Aunque pude visitarlo dos veces, en dos estancias familiares de cuatro
días, extrañé a ese hombre más de lo que jamás pensé que fuera posible extrañar a
una persona. En cierto modo, me recordó lo que fue cuando me dejó después del
reformatorio, y odié los viejos sentimientos que resucitó. Pero lo superé porque podía
ver lo mucho que estaba ayudando a Ryder. El centro hizo maravillas con él, y está en
un lugar mucho mejor, aunque todavía tiene que procesar muchas cosas. Por eso
continuará con un programa de tratamiento local con todo mi apoyo y respaldo.
Mi pulso se acelera cuando se abre la puerta del jet, y contengo la respiración
mientras espero ver a mi amor. En el momento en que su pie calzado aterriza en el
último escalón, salgo corriendo, con el corazón latiendo a toda velocidad y la
adrenalina recorriendo mi cuerpo. También corre hacia mí y nos encontramos a
medio camino, chocando el uno con el otro.
Acariciando mi cara, pega sus labios a los míos mientras mis brazos se
enroscan en su cuello. Nuestros besos son voraces, hambrientos, necesitados, y nos
aferramos el uno al otro, temiendo separarnos por si no es real. El suave zumbido de
la silla de ruedas de Luc me recuerda que no estamos solos, y rompo nuestro beso,
manteniendo los brazos alrededor de mi marido mientras nos giramos para mirar a
nuestro amigo.
—Amigo. —Ryder sonríe, acercándose para hacer lo del abrazo de hombre—.
Me alegro de verte. Gracias por cuidar de mi chica otra vez. Te lo debo.
—Es un placer, pero no apuntemos a una tercera vez, ¿de acuerdo?
Me da un beso feroz en la sien y me abraza más fuerte. —Nunca volveré a
dejarla.
Ryder baja la ventanilla del todoterreno cuando salimos del aeropuerto y
saluda a la legión de fans que se alinean en la carretera.
Aunque intentamos mantener los detalles de su tratamiento fuera de los medios
de comunicación, alguien filtró la noticia y sentí la necesidad de abordarla. Tras
consultar con Rod y Ryder, me hice cargo de las cuentas de las redes sociales de
Ryder y publiqué actualizaciones periódicas. No revelé nada privado, pero hice saber
a sus fans que estaba bien y que peleaba también por ellos. Las muestras de cariño
me animaron en los días malos, y sé que Ryder estará impresionado por todos los
mensajes, publicaciones, las montañas de correos de fans y regalos que ha recibido.
—Es jodidamente bueno estar en casa —dice Ryder una vez que estamos de
vuelta en la casa—. Te extrañé —añade, atrayéndome a sus brazos—. Y tenemos
mucho tiempo perdido que recuperar. —Se acerca discretamente tocando mí vientre
con su erección, y mi corazón palpita de necesidad.
—Lo haremos, mí amado esposo. —No puedo contener mi sonrisa radiante al
pensar en la feliz noticia que tengo que darle. Llamé a su terapeuta en el centro antes
de que se fuera, porque me preocupaba que el momento no fuera el adecuado, pero
él cree que esto es exactamente lo que Ryder necesita para centrarse en el futuro en
lugar de quedarse atrapado en el pasado. 279
Después de que comemos la carne asada que preparé, Luc se retira a su
habitación, sabiendo que necesitamos un rato a solas. Ryder corre hacia el dormitorio
y me río cuando me arrastra adentro, cierra la puerta y me aprieta contra la pared. —
Sé que tenemos muchas cosas de las que hablar, pero necesito estar dentro de ti,
cariño, porque nunca has estado más hermosa que hoy. —Me acuna la cara—. No
puedo empezar a explicar lo mucho que he sufrido sin ti. Bien podría haberme
cortado un miembro. Estar lejos de ti fue la peor clase de desgarro físico y emocional,
y estoy decidido a evitarlo de nuevo a toda costa.
Su mano se desliza lentamente por mi muslo y por debajo de mi vestido, pero
le agarro la muñeca, apartándolo suavemente. Tomando su mano, nos acercamos a la
cama, nos sentamos en el borde y acaricio el espacio a mi lado. Frunce el ceño,
parece un poco dolido, y no puedo evitar sonreír. —No te preocupes, pronto estaré
desnuda y gimiendo debajo de ti. Sólo tengo que decirte algo antes.
—Bien.
El ceño sigue fruncido, y froto mis pulgares por su frente arrugada, sonriendo
mientras las lágrimas me queman desde fondo de la garganta. —Esto es algo bueno,
cariño. —O al menos, espero que lo sea. Ya hemos hablado de formar una familia y
sé que tiene algunas dudas, pero nunca ha dicho que no quiera tener hijos. Beso su
preciosa boca y, cuando me retiro, una lágrima furtiva se ha colado por el rabillo de
mí ojo—. Estoy embarazada, Ryder. Vamos a tener un bebé.
41
Ryder
P
arpadeo rápidamente mientras miro fijamente a mi mujer. Mis ojos bajan
hasta su vientre y me fijo en el pequeño bulto que tiene. Al menos ahora
sé por qué está radiante y por qué no he podido apartar los ojos ni las
manos de ella desde que salí del avión.
—Di algo.
Levanto la cabeza ante la vacilación de su voz. —¿Mi bebé está creciendo
realmente dentro de ti? —pregunto, con un tono incrédulo, mientras mis manos se
deslizan por su vientre—. ¿Esto está ocurriendo de verdad?
—Sí —susurra—. ¿Estás feliz? —Escucho de nuevo la incertidumbre y salgo
disparado de mi cabeza. No quiero causarle a mi mujer ni un momento más de dolor,
y ya estoy jodiendo esto.
La atraigo hacia mi regazo, rodeando su cintura con mis brazos. —Estoy 280
delirantemente feliz. ¿Cómo podría no estarlo? Un trocito de ti y un trocito de mí están
creciendo dentro de ti. —Beso sus labios con ternura—. Querer una familia contigo
ha sido mi sueño durante mucho tiempo, pero también estoy un poco asustado. ¿Qué
diablos sé yo sobre ser padre?
—Todo lo que sé sobre ser madre —admite—. Pero creo que eso nos convierte
en el material ideal para ser padres, porque sabemos exactamente cómo no serlo. —
Sus manos se dirigen a su vientre y sonríe—. Vas a ser el bebé más amado del planeta
—canturrea, y carajo, si eso no dispara mis emociones.
—Maldita sea. —Apoyo mis manos sobre las suyas, y su sonrisa es cegadora
cuando levanta la cabeza para mirarme—. La amo, señora Stone, y me ha hecho
increíblemente feliz.
Me empuja hacia la cama y se sienta a horcajadas sobre mí con una mirada
pícara. —Bueno, hoy es tu día de suerte, Rock Star —dice, desabrochando el botón
de mis vaqueros—. Porque estoy a punto de hacerte aún más feliz.
Nos quitamos la ropa en un tiempo récord, y un minuto más tarde estoy
empujando dentro de su cálido calor, deleitándome con la sensación y el tacto de
nuestros cuerpos mientras nos balanceamos el uno contra el otro. Parece que he
esperado toda una vida para volver a hacer el amor con mi mujer, y aunque quiero
tomármelo con calma, mi codiciosa polla tiene otras ideas. —No te estoy haciendo
daño a ti ni al bebé, ¿verdad? —Le subo las piernas por encima de los hombros,
inclinando sus caderas hacia arriba y sacudiendo mi polla hasta el fondo dentro de
ella mientras la follo febrilmente, metiéndola y sacándola, con mi orgasmo ya en
marcha.
—No es posible —gime—. Le pregunté a mi ginecóloga y me dijo que el sexo
normal estaba bien. Está bien, cariño. Fóllame con fuerza.
¿Y quién soy yo para negarle algo a mi mujer?
Pasamos horas alternando entre hacer el amor y hablar, tener a mi mujer de
nuevo entre mis brazos parece casi demasiado bueno para ser verdad. —Creo que
deberíamos volver al ático —digo después de discutir nuestros planes—. Es más
seguro y está menos aislado en invierno. Estarás cerca de la revista, y yo necesito
estar en la ciudad para la promoción del nuevo disco y poner en marcha nuestro sello.
—Los chicos lo dejaron todo en suspenso por mí, y no puedo pedirles que esperen
más.
—Me encanta estar aquí, y odio pensar en volver a la ciudad, pero tienes razón,
es lo más lógico. Pero ¿podemos mudarnos en enero, ya que me gustaría mucho pasar
la Navidad aquí?
—A mí también. —Le acaricio la nariz en el cuello—. Estaba pensando que
podrías invitar a Jill, Liam y los niños, tal vez Luc podría invitar a Kat y su familia, si
quieren venir a celebrar la Navidad con nosotros. Y tal vez los chicos, Kayla y Gage
podrían venir unos días más tarde, podríamos celebrar esa fiesta de boda que no
hemos podido hacer?
Se retuerce en mis brazos, sonriendo. —Me encantaría. Podríamos hacer una 281
fiesta conjunta de boda y baby shower?
Le pellizco la nariz, mis ojos vuelven a revolotear hacia su pequeño bulto de
bebé. —¿Te he dicho lo mucho que te amo? —Murmuro, paseando mis labios por su
cuello.
—Puede que lo hayas mencionado una o veinte veces. —Se burla, girando para
besar mis labios. —Pero podrías decírmelo mil veces y nunca pasaría de moda.
—Pienso decírtelo millones de veces porque lo que siento por ti nunca
envejecerá.
La Navidad y el Año Nuevo van y vienen, y pronto estamos empacando y
mudándonos a la ciudad. Sé que a Zeta no le gusta mucho mi ático, y sospecho saber
la razón, así que contraté a un agente inmobiliario para que nos encuentre un lugar
nuevo. —No tienes que hacer eso, Rock Star —me dice, entregándome un plato con
huevos y tocino. Maggie sólo viene cada dos días ahora porque a Zeta le gusta hacer
la mayor parte de la cocina ella misma y todavía tiene un problema con que alguien
recoja lo que ella hace—. Sé que tienes mucho que hacer con el lanzamiento del
álbum y el sello. Podemos buscar casa después de la llegada del bebé.
Me levanto y la rodeo con mis brazos por la espalda, frotando mis manos sobre
su notable bulto. Está de dieciocho semanas y el mundo sabe que voy a ser padre.
Por supuesto, eso desató otra ronda de debate con muchos que afirman que no
estoy capacitado para ser padre, pero invoqué mis nuevas estrategias para evitar leer
cualquier cosa que pudiera hacerme retroceder. Mis sesiones semanales de terapia
me ayudan a mantenerme en el buen camino, pero hay ciertas cosas que tengo
cuidado de evitar por si desencadenan una recaída.
Mi padre es uno.
Ren Winters es otro.
Sigo con los nervios de punta porque sé que está por ahí, tramando su
venganza, y ahora tengo una mujer y un hijo que proteger.
Zeta nunca se queja.
Ni siquiera cuando la asfixio con mi sobreprotección. Tres guardaespaldas la
acompañan a todas partes, hice instalar chips localizadores en todos sus dispositivos
técnicos y en el flamante todoterreno antibalas que le compré por Navidad. No voy a
correr riesgos cuando se trata de ese imbécil.
—No es ninguna molestia, cariño. —Le aparto el cabello y le beso el hombro.
Se estremece y sonrío contra su piel, amando lo sensible que es su cuerpo a mis
caricias—. Quiero que seas feliz, y sé que estás incómoda en mi piso de soltero.
Se gira en mis brazos. —Lo siento si te hago sentir así. No pasa nada.
Le lanzo una mirada, mientras su móvil suena en el mostrador detrás de ella. —
Nena. Honestidad, ¿recuerdas?
Levanta su móvil y suspira. —Sé que es sólo una casa y que estoy siendo tonta,
pero a veces, el pensamiento de todas las fiestas y las chicas me afecta. Odio dormir 282
en nuestra cama imaginando todas las cosas que hiciste con otras mujeres en ella.
Le acomodo el cabello detrás de las orejas. —Y por eso tenemos que mudarnos.
No quiero que nunca te sientas así. Eso fue otra vida y un yo diferente. Eres la única
mujer que ha tenido mi corazón. La única mujer que conoce mi verdadero yo.
—Lo sé, bebé. —Frunce el ceño mientras lee su nuevo texto.
—¿Qué pasa? —Levanto su barbilla con un dedo, obligándola a mirarme. Se
muerde el interior de la mejilla en un evidente gesto de desprecio, y casi puedo oír
cómo se le revuelve el cerebro—. Dímelo.
—Quería mencionarlo, pero no lo has sacado a colación, y no quiero
disgustarte.
Mis hombros se endurecen al instante, comprendiendo a quién se refiere. —
¿Te estás mensajeando con Noel? —Tengo problemas para referirme a él como mi
padre.
—Lo mantuve al tanto cuando estabas en el centro de rehabilitación. No quería
ocultártelo, pero tu terapeuta temía que hablar de él te hiciera retroceder. Me dijo
que esperara hasta que tú sacaras el tema, pero nunca lo mencionas, así que no estaba
segura de qué hacer.
—No lo menciono porque sigue siendo lo único con lo que realmente estoy
luchando —admito, porque le debo esta honestidad. Hablamos un poco de esto
durante nuestras sesiones de terapia familiar en el centro, pero no he hablado de ello
desde que llegué a casa por una razón.
Duele demasiado pensar en ello.
Recogiendo su plato, la acerco a la mesa, la ayudo a sentarse en una silla y le
pongo un tenedor en la mano. —Tienes que comer, cariño. —Le doy un beso en la
cabeza y me siento frente a ella. Nos quedamos en silencio durante unos minutos—.
¿Qué clase de hombre engendra hijos con dos mujeres diferentes, mujeres que eran
amigas, y luego las abandona a ambas? —pregunto, negando con la cabeza.
—No fue así. Me habló de ello.
—¿Has hablado con él? —No puedo ocultar mi sorpresa.
Asiente, masticando lentamente mientras contempla cómo decirme esto. —Luc
y yo fuimos a verlo a Boston. Fue después de haber hablado con tú terapeuta. Noel
me llamaba casi a diario y necesitaba conocer el panorama completo antes de poder
confiarle los detalles de tu recuperación.
Mi tenedor golpea la mesa. —¿Has estado en su casa? ¿Conociste a su mujer
y....? —Soy incapaz de decirlo, porque todo está ligado a mi culpa. Mis hermanastros
son inocentes, y al dejar fuera a Noel, también los estoy dejando fuera a ellos, y eso
no me gusta. Pero no sé cómo tener una relación con ellos si no la tengo con nuestro
padre—. ¿Y quieren tener una relación conmigo sabiendo lo que pasó con Cory?
—Conocí a Clara y a tus hermanos. —Me ofrece una sonrisa temblorosa—. 283
También se parecen a ti. Wilder tiene quince años, y él... —Se detiene, notando
obviamente mi expresión—. No tengo que decírtelo si prefieres no saberlo.
—Me gustaría saber —susurro.
Extiende la mano a través de la mesa y mi mano se encuentra con la suya a
medio camino. Enlazamos los dedos y ese pequeño contacto, ese roce de piel con
piel, me recuerda que ya no estoy solo en esto. —Wilder me recuerda mucho a ti. No
sólo físicamente, sino que está loco por la música y los ordenadores, toca la guitarra
y escribe canciones. Aunque es el típico adolescente —se ríe—. Te juro que hace más
pucheros que cualquier otra chica que haya conocido. Wes es un bomboncito. Tiene
doce años y adora a su hermano mayor. También está muy emocionado por
conocerte. Juega fútbol y baloncesto, es un niño muy feliz y completo. Clare fue muy
cálida y acogedora, se preocupó por ti.
Su sonrisa se desvanece cuando ve el dolor en mis ojos. Se acerca y se sienta a
mi lado, apretando mis dos manos. —¿Estás enfadado conmigo por no habértelo
contado? Porque, te lo juro, quería hacerlo, pero en el centro me aconsejaron que no
te presionara para hablar de nada, que te guíe y que intente que las cosas vuelvan a
la normalidad. Te juro que no te estoy ocultando nada más, y sólo intentaba...
La callo con un beso, atrayéndola a mis brazos y volcando todas mis emociones
en nuestro abrazo. —Bebé. No estoy enfadado contigo. En absoluto. Nadie ha hecho
más por mí que tú, podría vivir mil vidas y no poder agradecértelo lo suficiente. —
Agarro su hermoso rostro entre mis manos—. Eres mi roca, Zeta. Has mantenido todo
en marcha en mi ausencia. Mis fans te adoran. La banda te adora. Luc te adora. —Froto
una mano por su vientre—. Nuestro bebé te adora. Yo te adoro. Así que, no, no estoy
enfadado contigo. Sólo me siento... en conflicto. Quiero conocer a mis hermanos, pero
Noel...
—Espera un segundo —dice levantándose—. Tengo algo que podría ayudar.
Sale de la habitación y vuelve unos minutos después con algo en las manos.
Recuperando su asiento, me entrega los objetos. —Son de tus hermanos. Me pidieron
que te los diera.
Trago saliva por el nudo en la garganta cuando abro la tarjeta hecha a mano
por Wes, y se me saltan las lágrimas al ver su letra infantil y el sentimiento inocente
que hay detrás de sus palabras. Miro a Zeta mientras abro la segunda página. —
Wilder te escribió una canción —explica suavemente, y las lágrimas ruedan por mi
cara mientras leo por encima.
—Es bueno. El chico tiene talento —Carraspeo, mis labios se rompen en una
sonrisa.
—Está en su ADN. —Me acaricia la cara—. Puedo organizar una reunión con
ellos si quieres. No tienes que reunirte con Noel. Puedo explicárselo y lo entenderá.
Creo que es un buen hombre, Ryder. Solo quiere conocerte, y entiende que puede
llevar tiempo, pero creo que sería un error apartarlo de tu vida permanentemente.
—¿Por qué quiere conocerme? ¿Cómo puede perdonarme por las cosas que
hice? —Ese es el quid de la cuestión para mí—. ¿Cómo puedo enfrentarme a él
sabiendo que participé en la muerte de Cory? 284
—No tengo todas las respuestas, Ryder. Tienes que preguntárselo tú mismo.
Todo lo que puedo decirte es que lo aceptó y te ha perdonado. Tengo la sensación de
que también se culpa a sí mismo. Por no estar ahí para ninguno de los dos.
—Dime lo que te dijo. Sobre la madre de Cory.
Gira en su silla hasta quedar frente a mí. —¿Seguro que estás dispuesto a
escucharlo? —Asiento, y me besa los labios—. Te amo, Rock Star.
Le devuelvo el beso. —Yo también te amo.
Respirando hondo, comienza a explicar. —Me dijo que, después de alistarse
en el ejército, le costó olvidar a tu madre incluso después de todo lo que le había
hecho. Creo que en algún momento la amó de verdad.
Parece triste y le beso la frente. Incluso después de todo lo que ha visto y
pasado en su vida, mi mujer cree firmemente en el amor verdadero, y le entristece
que no todo el mundo consiga ser feliz para siempre como nosotros.
—De todos modos —continúa—, hacía más de cinco años que no la veía, pero
seguía ocupando sus pensamientos, así que decidió hacerle una visita. Acababa de
salir de una misión especialmente difícil, había visto muchas cosas horribles y no
estaba en un buen momento. Tu madre no estaba en casa, pero Monica lo vio salir de
la casa y lo acorraló. Lo esencial es que él estaba vulnerable y ella era manipuladora.
Terminaron teniendo sexo, y él se alejó más asqueado de sí mismo.
—Parece que no soy el único propenso a momentos de absoluta estupidez —
admito.
—Está bastante jodido. Como si la historia se repitiera. Monica le escribió a
través del ejército, pero él estaba en el extranjero en una gira, y sólo recibió su carta
cuando regresó. Le dijo que había tenido un niño y que necesitaba ayuda. La llamó y
organizó su viaje a Boston. Una vez que confirmó que Cory era suyo, la instaló en un
apartamento y los cuidó. No estaba con ella, pues ya había conocido a Clare, pero le
dijo que los mantendría a ambos hasta que Cory cumpliera dieciocho años.
—Ahí es a donde desaparecieron —digo, recordando el período en que Cory
no estaba.
Asiente. —Noel tuvo que ausentarse unas semanas, y cuando volvió, Monica se
había ido. Supuso que había vuelto al antiguo barrio, y le disgustó descubrir que
también volvió a su antiguo estilo de vida. Estaba en proceso de solicitar la custodia
total de Cory cuando... cuando murió —añade en voz baja.
—Carajo. —Apoyo la cabeza en su hombro y me pasa los dedos por el cabello.
El dolor me atraviesa al pensar en lo cerca que estuvo Cory de salir de allí. De tener
una vida normal.
—Noel cree ahora que Monica le mintió a tu madre sobre quién era el padre de
Cory y que sólo le entregó sus datos de contacto mientras estabas en el juicio para
clavarle más el cuchillo.
—Qué perra. 285
—Sí. Aunque es posible que Brenda tampoco le haya dicho a Monica la verdad
sobre tu padre y que todo haya salido a la luz después. —Zeta se encoge de hombros,
pasando una mano por mi espalda, no hablamos durante mucho tiempo.
Cuando levanto la cabeza, su cara está llena de preocupación. Le beso la
mejilla. —Estoy bien. No sé qué hacer con Noel ni con mis hermanos, pero supongo
que ayuda que tampoco haya abandonado a Cory deliberadamente.
—No los abandonó voluntariamente a ninguno de los dos, y sé lo suficiente de
él como para creer que los habría sacado a los dos de esa situación si se hubiera dado
cuenta a tiempo.
—Eso sí cambia las cosas, pero sigo sin creer que pueda encontrar en su
corazón el perdón suficiente para querer tener una relación conmigo. Estoy
avergonzado, y no sé si puedo enfrentarme a él, enfrentarme a cualquiera de ellos.
—No necesitas tomar una decisión al respecto ahora. Piénsalo. Hazme saber si
quieres hablar más sobre ello o discutirlo con tu terapeuta. Nadie te está apurando.
Seguirán esperando, ya sea dentro de un mes o de un año. —acuna mi cara entre sus
manos—. Y yo estaré contigo, en cada paso del camino, apoyando tu decisión, sin
importar lo que decidas.
42
Zeta
M
e doy la vuelta cuando Zeta grita el nombre de Ren, el horror me
envuelve cuando miro a mi némesis. Giro para correr hacia mi esposa
cuando Ren cambia su enfoque, dirigiendo el arma hacia Zeta. —¡No!
—grito, empujando a Gar y a Micah a un lado para llegar a mi mujer.
Suena un disparo, como si estuviera aislado, porque lo oigo claramente a pesar
de los gritos de pánico de la multitud. Mi corazón se ralentiza al ver cómo la bala entra
en el cuerpo de mi mujer. Veo sus ojos vidriosos parpadear mientras cae al suelo.
Mike la alcanza antes que yo, atrapando su cabeza en su regazo antes de que impacte
en el suelo. Apenas oigo los disparos que se intercambian detrás de mí, y no me
preocupa mi propia seguridad. Me concentro en un solo punto: Llegar hasta mi mujer
y mi bebé.
Caigo de rodillas cuando llego a ellos. Mike está acunando la cabeza de Zeta 289
en su regazo, con los dedos apretados en el punto de pulso de su cuello mientras grita
por teléfono.
—Zeta, cariño, ¿puedes oírme? —Tiemblo mientras agarro la mano de mi
mujer. Su piel está fría y estoy aterrorizado. La sangre rezuma de la herida de su
pecho y presiono mis manos sobre ella en un débil intento de detener el flujo.
—¡Déjenme pasar! ¡Soy médico! —Levanto la cabeza al oír su voz.
—¡Mike! —Asiento en dirección a Noel—. Tráelo aquí ahora mismo.
Asiente, indicando a su chico que deje pasar a mi padre. —La ambulancia está
en camino.
Noel se arrodilla a mi lado, mirándome a la cara. —¡No me mires! —grito—.
Mírala! Ayúdala. —La sangre sigue saliendo de su pecho, cubriendo mis dedos.
Le toma el pulso a Zeta y acerca la oreja a su boca. —Su pulso es débil, pero
aún respira. —Sacando un manojo de gasas de su bolsa médica, me lo entrega—. Pon
esto sobre la herida y mantén la presión. —Coloco las vendas enrolladas sobre su
pecho, presionando con fuerza como se me ha indicado. Que alguien me traiga una
manta! —grita Noel, mirando en dirección al pequeño grupo de personal que se ha
reunido en la entrada del local.
Le toco la mejilla con un dedo ensangrentado. —Zeta, por favor, aguanta. Por
favor, no me dejes. Te necesito. Nuestro bebé te necesita. —Las sirenas suenan,
acercándose, y rezo a un Dios en el que hace tiempo que dejé de creer, rogándole
que no se lleve a mi mujer y a mi bebé.
Una joven se acerca corriendo con una fina manta azul. Noel le da las gracias
antes de cubrir a Zeta con ella mientras yo sigo presionando la herida. —¿Puedes
revisar al bebé? —suplico.
Saca un estetoscopio de su bolsa, protegiendo a Zeta con su cuerpo mientras le
sube el vestido con cuidado, colocando el instrumento sobre su vientre desnudo.
Escucha durante unos minutos, con el ceño fruncido, y le pido a la ambulancia que se
dé prisa. Sus ojos se dirigen a los míos y se me forma un nudo del tamaño de una
piedra en el fondo de la garganta. Ni siquiera puedo formar palabras.
—Los latidos del corazón son elevados. El bebé podría estar en peligro.
—¿Pero está vivo? —pregunta Mike, y nunca he estado más agradecido porque
no puedo formar las palabras.
Noel asiente. —Sí, pero tenemos que llevarla al hospital lo antes posible.
Una oleada de actividad en el otro extremo del recinto me llama la atención y
casi me derrumbo al ver a los médicos del servicio de emergencias correr hacia
nosotros. Detrás de ellos, veo varios autos de policía acercándose a la escena.
Me hago a un lado, sintiéndome absolutamente inútil y completamente
destruido, mientras el personal médico conversa con Noel, y suben a Zeta a una
camilla. —Vamos. —Mike me empuja hacia delante—. Hablaré con la policía y me
encargaré de lo que sea necesario, y me reuniré contigo en el hospital.
—¿Ren? —Gruño. 290
—Muerto. Denver le disparó.
Ni siquiera puedo sentir alivio porque me siento muerto por dentro, pero me
obligo a salir de ello, encerrando mis emociones porque mi mujer y mi hijo necesitan
que sea fuerte.
Zeta no recupera la consciencia en la ambulancia, y mientras sostengo su mano,
mirando su piel pálida, la sangre que cubre su cuerpo inmóvil y los tubos y cables a
los que está conectada, rezo como nunca antes lo había hecho.
En el hospital, la apartan de mí y me quedo paseando por el pasillo, solo con
mis miedos, hasta que llegan Rod y los chicos. Rod se encarga de trasladarnos a una
sala de espera privada, lejos de los curiosos. Me estoy volviendo loco de
preocupación y nadie me dice nada.
Cuando Noel llega con un chico alto que supongo que es Wilder, me precipito
hacia él. —No me dicen nada. No sé qué está pasando. —Mi voz se quiebra, mis
emociones se desvían por todas partes mientras mi mente se desplaza a lugares a los
que no quiero que vaya.
Tentativamente, pone su mano en mi hombro. —Veré lo que puedo averiguar.
Sé que es difícil, pero intenta mantener la calma. —Mira al niño a su lado—. Sé que no
es el momento ni el lugar, pero tu hermano quería venir. Este es Wilder. Wes volvió
al hotel con mi mujer.
Trago con fuerza, mirando a mi hermano por primera vez, instando a Noel a
marcharse con un destello de mis ojos.
—Siento lo que pasó, y espero que Zeta esté bien —dice con una voz
sorprendentemente profunda.
—Gracias. Siento que hayamos tenido que conocernos en estas circunstancias.
—Me restriego una mano por la barbilla—. ¡Qué hacían todos allí?
—Venimos a ver el espectáculo. —Sus ojos se iluminan—. Hombre, estuviste
de puta madre. Mi mamá se puso a llorar cuando cantaste esa canción para Zeta.
—Me alegro de que hayas venido —digo, sorprendido por la sinceridad de mi
respuesta—. La próxima vez, avísame y te conseguiré entradas VIP y pases para el
backstage.
—¿De verdad? —El chico parece que va a colapsar de la emoción.
—Por supuesto. ¿De qué sirve tener un hermano en una banda si no recibes un
trato especial?
Un sonido estrangulado me alerta de la presencia de Noel. Tiene lágrimas en
los ojos mientras nos mira a los dos.
—¿Conseguiste algo?
Rápidamente se recompone. —Está en el quirófano, y aunque está en estado
crítico, está estable. El médico vendrá a hablar contigo cuando pueda.
—¿Y el bebé? —susurro.
Su rostro se suaviza. —El bebé estaba en peligro, porque el cuerpo de Zeta 291
entró en shock, así que tuvieron que sacarlo.
—¿Qué? ¡Sólo está de veintiocho semanas! Es...
Me pone una mano en el hombro. —Tu hijo es un luchador, Ryder. Está en la
UCI, pero está tan bien como se puede esperar. Puedes verlo ahora si quieres.
Me pongo a llorar. Mis hombros se agitan mientras los sollozos me sacuden el
cuerpo. Noel me atrae hacia sus brazos y dejo que me abrace, sollozando en su
hombro mientras el dolor y el alivio me atraviesan.
—Ryder, ¿qué pasó? —pregunta Scott, y yo miro las caras preocupadas de mis
compañeros de banda y mejores amigos.
—Tengo un hijo. ¿Quieren venir a verlo conmigo?
Noel nos lleva afuera, donde una enfermera nos acompaña hasta la unidad de
bebés de la sala de la UCI. Gar, Micah, Scott, Noel y Wilder me rodean mientras doy
un primer vistazo a mi hijo. No se nos permite entrar en la habitación porque todavía
están realizando algunas comprobaciones, pero podemos ver a mi pequeño a través
del cristal mientras duerme en una incubadora. Aprieto la nariz contra la ventana para
ver cada una de sus partes perfectamente formadas. Es tan pequeño y tiene un
aspecto tan frágil, pero mientras observo el pequeño ascenso y descenso de su
pecho, sé que es un luchador, un superviviente, y que saldrá adelante. Me siento
abrumado por un amor tan poderoso que es como si me dieran diez mil voltios. La
única vez que he sentido un amor tan intenso, un vínculo tan inmediato, fue en el
momento en que vi a su madre. Ojalá Zeta estuviera aquí para compartir esta
experiencia conmigo, y odio que ese cabrón le haya robado este momento.
Me quito de la cabeza todos los pensamientos sobre Ren, porque ese imbécil
no va a ocupar más espacio en mi cabeza, y vuelvo a centrarme en mi hijo. Aunque
odio ver su pequeño cuerpo conectado a tantos tubos y cables y no es la forma en que
quería que nuestro primer hijo viniera al mundo, estoy muy agradecido de que esté
vivo y mi corazón está hinchado de amor por él.
Tres horas más tarde, el médico aparece por fin en la sala de espera y contengo
la respiración, preparándome para lo que podría oír. Kayla engancha su brazo al mío,
su labio inferior se tiembla mientras lucha por mantener sus emociones a raya. Me
aferro a su brazo, necesitando apoyarme en ella para tener fuerza.
—Su mujer ha salido del quirófano y su estado es estable —dice, y una pizca de
esperanza brota en mi interior—. Hemos extraído la bala, le hemos drenado el pecho
y la estamos tratando con antibióticos intravenosos para evitar la infección. Se va a
recuperar completamente. —Sonríe—. Ha tenido mucha suerte. Es casi milagroso.
Alguien ahí arriba estaba pendiente de ella.
Lágrimas de agradecimiento salen de mis ojos. —Gracias, doctor. Muchas
gracias. ¿Cuándo podré verla?
—Está en recuperación ahora mismo, pero cuando la hayamos trasladado a su
suite privada, haré que una de las enfermeras venga por usted.
La enfermera asoma la cabeza por la puerta cuarenta minutos después, y la sigo 292
como un cachorro excitado. Antes de entrar en la habitación, la agarro por el codo
para detenerla. —¿Pueden traer a nuestro hijo en su incubadora? Sé que mi mujer
querrá verlo.
—Dudo que eso sea posible, Sr. Stone, pero lo preguntaré.
—Si no, puede arreglar que lleven a mi esposa. Necesita ver a su bebé.
—Déjelo en mis manos. Veré lo que puedo hacer.
Entro en la habitación y me dirijo directamente a la cama. Los ojos de Zeta están
cerrados y el único sonido de la habitación es el pitido intermitente de una máquina.
Tomo asiento junto a su cama y envuelvo su mano, agradecido por sentir el calor de
su piel. Me inclino y le beso la frente, contento de estar con ella hasta que se
despierte.
—¿Ryder? —Abre los ojos lentamente unos minutos después.
—Estoy aquí, cariño. —Le aprieto la mano—. Estoy aquí.
Gira la cabeza, con el ceño fruncido en su bello rostro mientras observa su
entorno. El pitido de la máquina se eleva mientras sus ojos se abren de par en par y
su mano se desliza hacia su vientre. —¡No! Nuestro bebé.
—Está bien —me apresuro a tranquilizarla, poniéndome de pie e inclinándome
sobre ella—. Nuestro hijo está bien. Tuvieron que traerlo al mundo porque estaba en
apuros, pero está bien.
—¿De verdad? ¿No me mientes?
Niego con la cabeza. —Nunca mentiría sobre algo así. Está bien, cariño. Lo he
visto. Es diminuto y de aspecto frágil, pero es un luchador. —Me inclino y le beso la
frente—. Igual que su madre.
—¿Qué pasó? —pregunta—. Sólo recuerdo haber visto a Ren y haber corrido
hacia ti.
—Te disparó, cariño. —Pierdo el tenue control de mis emociones,
derrumbándome y sollozando, pero me recompongo rápidamente, queriendo ser
fuerte por ella—. Lo siento. Es que estaba muy preocupado. Pensé que te había
perdido. Que habíamos perdido a nuestro bebé.
Alarga la mano, acariciando su pulgar a lo largo de mi mejilla. —No puedes
librarte de mí tan fácilmente, Rock Star —se burla.
Incapaz de resistirme, bajo mi boca, depositando un suave beso en sus labios.
—Te amo, Zeta. Tanto, tanto.
—También te amo, bebé —dice, reprimiendo un bostezo, luchando contra sus
pesados párpados.
—Vuelve a dormir. Te prometo que no voy a ninguna parte y que estaré aquí
cuando te despiertes.
Sacude la cabeza. —Quiero ver a nuestro hijo.
—Descansa, nena. Me encargaré de ello mientras duermes. 293
Zeta duerme unas horas más y, cuando se despierta, ayudo a la enfermera a
subirla a una silla de ruedas y llevo a mi mujer a la unidad de la UCI a la que nuestro
hijo llama casa actualmente.
Esta vez nos dejan entrar y a los dos nos saltan las lágrimas mientras nos
sentamos junto a su incubadora, maravillados por sus pequeñas manos y pies, con sus
rasgos pequeños pero perfectamente formados.
Mientras llevo a mi adormecida esposa de vuelta a su habitación un rato
después, me pregunto si el médico tiene razón.
Si alguien allá arriba realmente estaba cuidando a mi familia hoy.
Y no puedo evitar preguntarme si ese alguien era mi hermano Cory.
Epílogo
Ryder — Cinco años después
—T u hermano está tan loco como nuestro hijo —dice Zeta con una
carcajada, agarrándose a mis manos mientras vemos a Wes
compitiendo con Zander en el mar. Estamos a mediados de mayo
y el agua aún está fría, pero eso no impide que los dos payasos se lancen a través de
las plácidas olas como si estuvieran a sesenta grados.
Nuestro hijo de cinco años es un pequeño loco con una personalidad más
grande de lo normal y un entusiasmo aún mayor por la vida. Tal vez sea por la forma
alocada en que llegó a este mundo, pero nuestro hijo es tan travieso como se puede
ver y siempre se mete en problemas. Pero no lo querría de otra manera. Es un espíritu
libre. Siempre feliz y riendo, espero que su vida siga siendo despreocupada.
Apoyo mi barbilla en el hombro de Zeta, frotando nuestras manos unidas por
su creciente estómago. —Wes es genial con él. 294
—Lo es. —Zeta se gira para mirarme, rodeando mi cuello con sus brazos—.
¿Alguna vez pensaste que tendríamos todo esto? —Hace un gesto detrás de mí, y nos
giro para observar la locura que es la fiesta del tercer cumpleaños de Etta.
Mi pequeña princesa está gritando mientras Gar la persigue por el castillo
inflable. Los dos hijos de Scott y Linda se unen a los dos de Jill y Liam, al hijo de Gage
y Kayla y a la hija de Micah en el castillo, todos se divierten, turnándose para saltar
sobre la espalda del tío Gar cuando creen que no está mirando.
—Soñé con todo esto —digo, abrazando a mi mujer—. Pero la realidad es
mucho mejor.
Mi madrastra, Clare, se acerca con una gran sonrisa, ofreciendo una botella de
agua a Zeta y una cerveza fría a mí. —Pensé que tendrían sed.
La intervención de Noel para ayudar a Zeta la noche en que le dispararon acabó
siendo un punto de inflexión en nuestra relación. Su rapidez mental ayudó a salvar a
mi mujer. Pero fue Zander quien realmente puso todo en perspectiva. El amor que
sentí por mi hijo fue instantáneo y lo consumió todo, en los días siguientes comprendí
la capacidad de amor de un padre. Pase lo que pase, siempre estaré ahí para mis
hijos, y no hay nada que no pueda perdonar o superar en nombre del amor.
Fue un momento decisivo para mí, y me permitió abrir mi corazón, y mi vida, a
mi padre, su mujer y mis dos hermanastros. Mi vida es infinitamente más rica con
ellos.
—Gracias. —Zeta deja mis brazos para abrazar a la mujer de mi padre—. Y
gracias por aceptar ser la niñera esta noche para que podamos salir con los demás.
—No hay problema. —Clare acaricia el bulto de Zeta—. Para eso está la familia.
—Me sonríe—. ¿Estás bien, Ryder?
—Estoy perfecto. —Beso su mejilla—. Me tomo un momento para apreciar todo
esto. Nunca pensé que tendría esto, y no quiero darlo nunca por sentado.
—Si no estuviera ya felizmente casada, me escaparía con éste —bromea con
Zeta—. Es un amor.
—Atrás, mujer. Es mío. —Mi mujer sonríe, deslizando su brazo alrededor de mi
espalda y bajando más, dándome un descarado apretón en el culo.
—¿Qué me perdí? —pregunta Noel, pasando el brazo por los hombros de su
esposa mientras se acerca a ella por detrás.
—Lo mismo de siempre. Lo mismo de siempre. —Meneo las cejas—. Controla
a tu mujer, papá.
Pone los ojos en blanco. —¿Ha vuelto a ligar contigo, hijo?
—Maldita sea. Es simplemente vergonzoso a estas alturas.
Todos nos reímos de las bromas familiares. —Gracias por venir. Nos alegramos
de que hayas podido venir —digo con toda seriedad.
—No me perdería el cumpleaños de mi nieta por nada del mundo —dice—. Y 295
no te vemos lo suficiente.
Es cierto. La vida es bastante agitada estos días. Entre dos hijos y otro en
camino, la supervisión del gran trabajo que Luc está haciendo con la organización
benéfica, la gestión de la disquera y un nuevo álbum de Torment que promocionar,
hay poco tiempo de inactividad. Zeta también está tan ocupada como yo. Aunque
compartimos las tareas de crianza, ella es la que está con los niños la mayoría de los
días. Sigue supervisando la revista, aunque su aportación es mínima ahora que Kayla
es la directora general. La mayor parte de su tiempo lo dedica a escribir y producir
canciones.
Hay muchas razones por las que estoy orgulloso de mi mujer, pero uno de mis
momentos de mayor orgullo fue cuando ganó un Grammy a la Canción del Año por
una canción que escribió para Savage Mania. La canción estuvo veinte semanas en el
Top Ten de Billboard y fue un sencillo de venta multiplatino en más de cuarenta países
de todo el mundo. Los chicos han escalado alturas que ni siquiera Torment ha
alcanzado y son el mayor éxito de la disquera.
—Es una lástima que Wilder no haya podido estar aquí hoy —digo, extrañando
al imbécil.
Clare se aprieta el pecho mientras Noel dice:
—No menciones a Wilder, Ryder. Clare lo extraña.
—No me malinterpretes —interviene Clare—. Estoy muy orgullosa de él y de
la banda, pero le extraño, y me preocupa con todas esas drogas y groupies rondando
por ahí.
—Es parte del negocio, Clare —digo, negándome a mentirle—. Pero me he
asegurado de que esté rodeado de buena gente que tiene sus mejores intereses en
el corazón. Ellos velarán por él.
Mi hermano Wilder toca la guitarra en Ruminate, otra de nuestras bandas.
Aunque son una adquisición relativamente nueva para la disquero, ya están causando
sensación como uno de los actos de apoyo en la actual gira mundial de Savage Mania.
Auguro grandes cosas para su futuro.
—Y Ryder habla con él al menos un par de veces a la semana —la tranquiliza
Zeta—. Lo ayudará a mantenerse en el buen camino.
No estoy seguro de que pueda o deba hacerlo. Tiene veintiún años y vive el
sueño del rock and roll. Aunque pudiera evitar que se exceda, no creo que me
corresponda decirle lo que tiene que hacer. Cuando me pide consejo, lo que hace
regularmente, se lo digo directamente, pero es él quien debe tomar sus propias
decisiones. Y cometer errores forma parte del crecimiento. Todo el mundo sabe que
yo he cometido bastantes, y las cosas no me han salido mal.
Después de estar a punto de perder a Zeta, hice un gran examen de conciencia,
y algo cambió dentro de mí. Tal vez fue el hecho de que Ren ya no era una amenaza
y que las autoridades habían confirmado que no se me perseguiría, pero sea lo que 296
sea, algo cambió en mí ese día y no he vuelto a mirar atrás desde entonces.
—Es un buen chico —digo, rodeando a mi mujer con los brazos—. Y encontrará
su propio camino.
Al mirar a mi alrededor, a mi familia y a mis amigos, sé que por fin he
encontrado a los míos. Aprendí a dejar el pasado en el pasado y a centrarme en el
presente y planificar el futuro. Mi padre, mi mujer y mis hijos me han dado una gran
lección sobre el amor. Me han mostrado la capacidad de amar que tiene el corazón y
que nada es insuperable, incluso los obstáculos que parecían imposibles de escalar.
Nunca olvidaré a Cory, y llevaré una parte de él conmigo cada día que viva.
He llegado a aceptar que el mejor honor que puedo concederle a mi hermano
es vivir la mejor vida que pueda. Aceptar todas mis bendiciones y vivir mi vida al
máximo.
Y esta mujer en mis brazos lo ha hecho todo posible. Sin el amor de Zeta, no sé
si estaría donde estoy hoy. Ella me salvó de todas las maneras posibles. Ella me ha
dado una vida que no me atrevía a esperar. Y, cuando miro hacia atrás, a ese primer
día que nos conocimos, a ese fuego que se encendió en el instante en que nos
miramos, sé que ese día vislumbré mi futuro.
Y tan seguro como sabía esa verdad entonces, al mirarla a los ojos ahora
mismo, sé que estoy mirando los ojos de la única mujer a la que amaré siempre. La
mujer que estará a mi lado hasta mi último aliento.
Siempre ha sido ella.
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Sobre la Autora
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Siobhan Davis es una escritora romántica de USA Today, Wall Street Journal
y Amazon Top 10. Siobhan escribe historias emocionalmente intensas con romances
dignos de desmayo, personajes complejos, y un montón de giros inesperados de la
trama que te harán voltear las páginas más allá de la hora de dormir! Ha vendido más
de 1,5 millones de libros, y sus títulos están traducidos a varios idiomas.
Antes de convertirse en escritora a tiempo completo, Siobhan se forjó una
exitosa carrera empresarial en la gestión de recursos humanos.
Vive en el Garden County de Irlanda con su marido y sus dos hijos.
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