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Sinopsis
Helios Andreadis, el magnífico, rico y poderoso Presidente de Afxisi, hará todo
lo necesario para rescatar a la chica que ama. Ha sufrido tanto dolor, la mayor parte
de ello causada por su propia crueldad. La idea de que tenga que sufrir de nuevo, y
esta vez en manos de un sádico traficante con una fascinación despiadada y
espantosa por violar la carne humana…
Nunca dejaría que eso sucediera. Hará todo lo posible por recuperarla, aunque
eso signifique hacer una cosa por la que ella nunca podría perdonarle.
MJ Cartwright siempre ha hecho todo lo posible para llevar una vida soleada
y optimista, incluso cuando todas las fichas estaban abajo y ella estaba literalmente
negra y azul por todas las lesiones que había recibido de su "padre". Pero ahora,
siente imposible siquiera considerar la mera existencia de la esperanza, sin lugar a
donde correr, nadie que la ayude, y nada que haga su realidad menos verdadera.
Si todo lo que puede esperar es ser una esclava sexual de un monstruo, tal
vez… es hora de darse por vencida. Ella nunca podría volver con Helios después de
esto de todos modos.
Prólogo
Suelos húmedos, oscuridad negra y el hedor a la orina de varios días se
mezclaban con el olor del sudor y porquería humana. Cosas así hacían más fácil,
más seguro, volverse loca, especialmente cuando pensaba en el hecho de que era mi
orina… mi porquería… al lado de las que estaba sentada.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo y luché duro contra el insidioso impulso de
dar el paso y acabar con esto.
Respira. Relájate. Mantén tus ojos abiertos.
Repetí las palabras silenciosamente en mi mente mientras giraba mis tobillos y
mis muñecas. Todos estaban encadenados, pero quería mantener mis miembros
moviéndose. Mi piel se raspó contra el concreto mientras me revolvía en el suelo. En
algún lugar del camino, alguien me había quitado los pantalones, dejándome en
camiseta y bragas.
Mantente enfocada. Respira. Estate lista para cualquier cosa.
Por lo general, esas palabras eran suficientes. Pero en este momento, me sentía
más que un poco desesperada, forzándome a buscar consuelo en hacerme creer.
¿Helios?
Deberías haberme llamado antes, mocosa. Su voz era un gruñido amoroso, igual
que el verdadero Helios. La voz sonó en mi mente, como si Helios estuviera detrás
de mí… pero sin dejarme verlo. Sonaba tan cerca que me hizo llorar.
Quiero verte. Por favor.
No.
Eres tan egoísta.
Todavía no puedes verme.
¿Por qué?
Porque no quiero que te estropees demasiado. Necesitas ser más fuerte en este momento,
no más débil. Te dejaré verme desnudo…
Sólo quiero verte, ¡no "verte" así!
Silencio.
¿Estás segura? La voz de Helios era una burla y un ronroneo. Mi estómago se
retorció por una razón distinta al miedo, que últimamente era todo lo que había
estado sintiendo.
Cállate.
Silencio de nuevo.
No. Eso es lo que nunca haría en este momento. Siempre estaré aquí para ti, mocosa.
Te haré compañía mientras esperamos hasta que encuentre al bastardo que te llevó y…
—¿Estás despierta? —dijo una voz ronca, seguida por el sonido de las cadenas.
La voz de Helios desapareció como si nunca la hubiera oído. Como si no fuera
más que un producto de mi imaginación, lo cual era, pero estaba haciendo todo lo
posible por ignorar ese hecho.
—¿MJ?
Su nombre era No. O al menos así era como lo llamaban, había dicho. Ambos
estábamos seguros de que no era cierto. Al hombre que nos mantenía cautivas, el
género de sus víctimas no le importaba. Lo que le importaba era cuánta pelea le
pusieras. Pagaba muy bien por aquellos que se resistían y mataba a los que se
atrevían a darle algo débil.
Sabía todo sobre esto porque él había estado aquí por mucho tiempo, me había
dicho con orgullo. Se resistía siempre.
No tenía corazón para decirle lo equivocado que estaba de sonar tan orgulloso
de hacer lo que el hombre quería, no podía hacerle saber que tenía la sensación de
que ya había renunciado, incluso si él pensaba que todavía estaba luchando.
—Sí. —Mi voz era ronca y delgada. Una palabra, y me sentí como si hubiera
cortado mi seca garganta. Ojalá supiera cuántas horas se tardaba en sentirse
sedienta, pero como James nunca había pensado en torturarme de esta manera, no
tenía experiencia previa en la que confiar.
—¿Sabes lo que dicen sobre las personas desaparecidas? —Siguió sin esperar
una respuesta—. ¿Lo que dicen de la mayoría de las personas que se pierden por
más de tres días? ¿Setenta y dos horas? Rara vez se encuentran con vida… si es que
alguna vez los encuentran.
—Pero tú… todavía estás vivo —le señalé, más desesperadamente de lo que
quería. Dentro de mí, el pánico tomaba poco a poco la forma de una niña
monstruosa, titubeando al acercarse. Odiaba lo contraria que podía ser mi
imaginación, haciendo a Helios imposible de ver mientras mis pesadillas eran
demasiado vívidas.
El pánico se acercó cada vez más, pero la empujé. Ella retrocedió, todavía
titubeando.
—¿Lo estoy? —No sonrió, pero era la primera vez que algo que él hacía me
hacía sentirme nerviosa e inquieta.
—¿Estás diciendo que eres un fantasma? —me burlé, pero mi voz sonaba aún
más delgada y desesperada que antes. Quería llamar a Helios, pero no lo hice,
diciéndome que Helios tenía razón. Tenía que ser fuerte mientras lo esperaba.
—Mm-hmm…
—Detente —dije bruscamente.
—Soy bueno en contar horas, incluso en la oscuridad. ¿Sabías eso? —preguntó
con monótona—. Él me enseñó.
—Detente, No, lo digo en serio. —No sabía qué había entrado en No, pero no
me gustaba este lado psicótico de él. ¿Se había roto por fin? ¿Le había hecho olvidar
que las víctimas tenían que estar juntas?
—¿Sabes cuánto tiempo llevas aquí?
—No… —Pero no estaba segura de si estaba diciendo su nombre o si quería
que me callara—. Setentaiún horas. —Él empezó a reír, y en el fondo juré que pude
oír a Pánico jugando con él.
Sacudí la cabeza con furia. Mi cabello golpeó mi rostro y mis labios con cada
sacudida vigorosa, pero seguí sacudiendo la cabeza porque era la única manera de
evitar que Pánico me comiera entera.
—No importa —susurré ferozmente.
—¿No importa qué? —No me estaba provocando. ¿Por qué?
—¡No importa cuánto tiempo esté aquí! ¡Me encontrará!
—Nadie te encontrará…
—Sí, él lo hará…
—No, no, no —cantó, y Pánico cantó junto a él.
—Sí —grité—. ¡Me encontrará! Porque Helios me ama…
Respondió con su voz monótona:
—¿Quién es Helios? No conozco a Helios. Helios nos engañó a todos…
—Es Helios Andreadis, el Presidente de Afxisi…
Las luces se encendieron de repente, brillantes, cegándome por un segundo.
Por un segundo, estuve terriblemente desorientada, sintiéndome como si hubiera
sido trasplantada de una mazmorra a la sala de operaciones de un loquero.
Algo chasqueó, el ruido de las cadenas cayendo, y cuando me obligué a mirar
hacia el sonido, vi a un hombre liberarse tranquilamente de sus restricciones.
—¿No?
El hombre me miró, un ojo estirado por la piel hundida, la otra mitad un
laberinto de cicatrices, y los labios sonrientes y babeantes.
—Mi nombre es Manolito Chávez, MJ. Ha sido un placer conocerte, querida.
Tu fuerza me ha sorprendido todo este tiempo, pero sabía que tenía que haber una
razón para ello. Pensabas que alguien vendría detrás de ti, ¿verdad?
Sus labios se doblaron en una sonrisa, volviendo su rostro más grotesco. Pero
lo que realmente me hizo querer vomitar era la mirada en sus ojos. Quería
devorarme, poco a poco, y quería que llorara con cada centímetro que comía.
Algo me dijo que mi carne no sería la primera que este hombre probara,
literalmente.
—¿Y quién sabe? Tal vez podría haberlo logrado. Pero ahora que sé su nombre,
sé qué buscar. Sé de quién esconderte. Siento decirte, querida, que nunca te volverá
a encontrar.
No, no, no, no, no, no, no, no.
Grité la palabra dentro de mi mente. Prefería morir que hacerle saber cuánto
me había aterrorizado. Traté de convocar a Helios, pero parecía que incluso su
imagen, su voz, estaba bloqueada de mi mente.
¡NO, NO, NO!
Esta vez, supe que no estaba diciendo su nombre.
Esta vez, supe que no había escapatoria.
Swish.
Capítulo 1
—Creo que te habría vuelto a matar si te hubiera encontrado muerto, Rick.
Rick tragó saliva, sabiendo que todas las palabras pronunciadas por el hombre
enmarcando la puerta eran ciertas. Él era más que un par de años más joven que
Rick, pero solo el tonto más grande en la Tierra dejaría que algo así como la edad le
hiciera pensar que Helios Andreadis era inofensivo. A los dieciséis años, Helios le
había dado la espalda a su herencia y se trasladó al otro lado del mundo para
construir su propio club multimillonario de carreras clandestinas. Ese fue el menor
de sus logros.
De poco más de dos metros, de cabellos dorados, y con llamativos ojos
aleonados, Helios era a menudo comparado con el dios del sol. Debería haber sido
una analogía reconfortante, pero el rostro duro y frío del joven le hizo recordar a
Rick que los soles podían simplemente quemar fácilmente a las personas con su calor
y, en algunos casos, destruir planetas enteros y galaxias.
—Presidente —murmuró Kellion Argyros—. ¿Tal vez podemos dejar que Rick
baje sus manos primero y tener una discusión pacífica? —Normalmente, el
vicepresidente de Afxisi tendría una encantadora sonrisa maliciosa en su apuesto
rostro, pero no ahora. Habían pasado casi tres días desde el segundo que
descubrieron que MJ había sido secuestrada, y ellos habían estado en camino desde
entonces.
La tensión disminuyó del rostro de Kellion cuando Helios asintió lentamente,
bajando la pistola. Helios había sido como una bomba de tiempo todos estos días, y
no había forma de saber lo que lo podría desencadenar. Incluso ahora, el recuerdo
de cómo Helios había perdido los estribos al enterarse de que MJ había sido
secuestrada hizo que Kellion arrugara su rostro en una mueca de dolor. Él
definitivamente no quería que eso ocurriera de nuevo.
—¿Nos sentamos? —La voz de Yuri Athanas era tranquila y suave, el sonido
de la misma teniendo un efecto calmante en todo el mundo en la habitación. Helios
negó, pero Kellion tomó la silla de aspecto decrépito al otro lado de la cama estrecha
de Rick. Junto a él, Andreus Economou, tesorero impetuoso del club, se dirigió hacia
la ventana polvorienta, echando un vistazo afuera antes de posarse en el alféizar de
la ventana.
Echando una mirada a su alrededor, Yuri se percató de algunas cosas
interesantes acerca de la habitación que Rick había alquilado para la semana. Toallas
sin usar, una bolsa de envasar, y la cama limpia.
—¿Realmente no planeas quedarte aquí por una semana, verdad?
Rick negó.
—No. Los hombres tras de mi tienden a ser perezoso. Cuando se enteran de
que me registré por una semana, se tomaran su tiempo para llegar a mí. Para cuando
vengan aquí, ya habré cruzado varias ciudades. —Miró a Helios—. O eres un muy
buen rastreador… o estas más desesperado por encontrarme que los hombres de
James… o los de tu hermano Herod.
La mención del nombre de su hermano mayor hizo que Helios respirara
profundamente. Otro hombre cuya muerte estaba pendiente aún. Atraparía a Herod
pronto, pero por ahora, tenía que centrarse en lo que más importaba para él.
Helios dijo bruscamente:
—MJ ha desaparecido.
Rick palideció.
—¿Cómo?
Los puños de Helios se apretaron.
—Fue mi culpa…
—No —dijo Kellion bruscamente—. No lo fue. En todo caso, esto fue culpa
mía, dado que estoy a cargo de la seguridad cuando no estás disponible.
—Todo fue culpa de todos —dijo Yuri rotundamente—. Hemos subestimado
al enemigo, y no habíamos considerado apropiado dejar que MJ supiera el peligro
que corría. Y ahora, ella es la que paga por ello.
—¿Sabes por qué James se la llevó, Rick? —dijo Helios entre dientes—. ¿Qué
clase de bastardo enfermo le daría su propia hija a un psicópata como Manolito
Chavez?
—¿No lo sabes? —preguntó Rick cansadamente—. James no es el verdadero
padre de MJ. He hecho mi propia investigación antes de que me fuera de la ciudad,
y tuve la suerte de poder hablar con el abogado de Madeline Cartwright antes de su
fallecimiento. Se había hecho cargo de la adopción, la hizo legal, después, a petición
de James, se deshizo del rastro de los papeles para evitar que alguien supiera que
MJ no era su verdadera hija.
—¿Lo sabe MJ? —preguntó Helios.
Rick negó con la cabeza.
—No lo creo. Si lo supiera, no se habría quedado tanto tiempo en su casa.
—¿Sabes quién es su verdadero padre? Tal vez tenga algo que ver con el
secuestro. No podemos descartar eso —dijo Andreus.
—No… y tampoco el abogado. Todo lo que pudo darme fue un nombre que
seguía apareciendo cuando los padres de MJ peleaban en su oficina. El nombre es…
Vlahos.
***
—Esto va a ser muy rápido, lo prometo. —El médico tenía una sonrisa falsa
pegada a su rostro cuando dio su promesa. Falsa, no porque él no tuviera intención.
La tenía. Había estado haciendo esto durante años para Manolito Chavez, y su
destreza quirúrgica era la única razón por la que todavía estaba vivo.
La chica en la camilla no hablaba, ni siquiera parpadeaba o pedía ayuda con
sus ojos. Su fuerza lo conmovió, haciendo que el doctor se aferra a su sonrisa más
fuerte. No debía mostrar compasión o empatía por esta chica. Eso solamente hacía
que Manolito quisiera lastimarla más.
MJ yacía en la camilla, inmóvil como un cadáver y deseando que fuera así. Las
luces de operación por encima de ella parecían brillantes estrellas blancas. Ella
deseaba que murieran. Ellos lo hicieron tan fácil para que todos puedan ver su
cuerpo desnudo.
Su estómago se revolvió cuando el doctor miró hacia atrás para su aprobación.
Debería haber sabido que él estaba aquí.
Él dijo:
—Sin anestesia, doctor.
Ante esas palabras, Pánico apareció en el borde de la puerta, esbozando su
sonrisa maniaca.
—Claro, claro.
El doctor fue a los pies de la cama, y MJ ni siquiera pensó en resistir mientras
separaba sus piernas. Se dijo que estaba lista para todo, se dijo que no permitiría que
esto la rompiera, pero entonces vio los ojos del doctor.
En sus ojos, ella alcanzó a ver el dolor, transparente y puro dolor al recrear el
único regalo de una mujer, por lo que solamente un monstruo como él podría
violarlo.
Fue entonces cuando comenzó a luchar, pero para entonces ya era demasiado
tarde.
Clac. Clac. Clac. Clac.
Las esposas de metal se cerraban en sus muñecas y tobillos, sus piernas
forzadas a separarse en una amplia, amplia V.
Las manos del médico desaparecieron.
Y entonces ella estaba siendo “reparada”, el dolor de ello haciendo imposible
que incluso llorara o gritara.

Cuando MJ resurgió, el doctor estaba lavándose las manos ensangrentadas


junto a ella en un lavabo
—Tres meses sigue siendo lo habitual —murmuró el médico—. Si quieres que
ella sienta en su totalidad, tienes que esperar tres meses.
—¿No va a sangrar antes de eso?
El doctor captó las pestañas de MJ fluctuar ligeramente. Cuando sus miradas
se encontraron, parecía haber una petición inconsciente en el vacío de su mirada.
Por primera vez desde su cautiverio, se encontró mintiendo:
—No. Sería como si mi cirugía ni siquiera ocurrió. Si quieres que sangre como
si fuera su primera vez, tienes que esperar tres meses enteros.
Las pestañas de MJ se cerraron en un aleteo.
El médico le había dado tres meses enteros.
Tres meses completos para que Helios la salvara.
Por favor, por favor, por favor, que sea suficiente.
Capítulo 2
El pecho de Helios se agitó mientras observaba la escena desplegándose ante
él.
Una mano sobre la boca de la chica, impidiéndole hacer ruido. Pero por otra
parte, incluso si quisiera, habría sido imposible. Había perdido su voz esa noche, y
todavía no había logrado que volviera.
Ella trató de luchar, pero sus esfuerzos fueron inútiles, su fuerza débil cuando
se enfrentan a la de él. La arrastró por el cabello, los talones de sus zapatillas de
deporte haciendo senderos en el suelo ligeramente sucio. Cuando llegaron a la
furgoneta, la visión de ella hizo que sus ojos se dilataran del terror. Era una prueba
de que esto no era una pesadilla de la que podría despertarse. Ella realmente estaba
siendo secuestrada, y nadie podría encontrarla.
La pura desesperación le dio un golpe de energía. Ella fue capaz de liberarse,
y el corazón le dio un salto de alegría cuando su mano cayó de su cabello. Pero solo
había dado un paso adelante antes de que él estuviera tirando de ella hacia abajo de
nuevo.
—¡Heeeeeeeeeliooos!
Helios se sacudió al oír el nombre que salió de los labios de la chica. Y entonces
ella se giró hacia él. Oh Dios, oh Dios, era MJ, y estaba herida, sangrando, llorando,
y preguntándose por qué no estaba allí para ayudarla…
—Helios, despierta. Estás soñando.
Un sudor frío había envuelto su cuerpo cuando Helios salió de su pesadilla.
Por un momento, estuvo desorientado, respirando fuerte, su mirada salvaje
mientras trataba de buscar a MJ. Otro momento pasó, y los restos de su sueño se
desvanecieron, dejándolo con el crudo vacío de su realidad.
Estaba en el interior de su auto, un Range Rover blindado, con sus amigos, y
estaban de camino de vuelta a la escuela donde estaba Katya Vlahos. Helios miró
por la ventana, tratando de distraerse con su entorno. Pero todavía podía ver el
rostro devastado con lágrimas de MJ…
Los dedos de Helios se cerraron alrededor de la manija del auto, y su
inhumanamente fuerte agarre hizo que el mango se agrietara. Espérame, mi niña.
Espérame. Voy a buscarte.
La MJ de su mente solo le miraba con la acusación en sus ojos violetas.
Se estremeció ante la visión. Tuvo que recordarse a sí mismo que MJ no era así.
Ella estaba hecha de un material más fuerte, y no se rendiría sin luchar. Se fuerte para
mí. Por favor, mi amor, mi vida, por favor, espera por mí.
—¿Helios? He recibido noticias de los detectives que hemos puesto tras James
Cartwright. —Andreus hizo crujir sus puños, deseando que hubiera alguien a quien
pudiera golpear. Esta interminable espera lo estaba matando, pero también sabía
que lo que sentía no era nada comparado con cómo lo que el presidente de su club
estaba sintiendo—. El rastro que han estado siguiendo es un callejón sin salida.
—Diles que se ofrece más dinero. O si es necesario, contrata a alguien para
hacer el trabajo sucio por ellos.
—¿Te refieres a matar? —Yuki cuestionó con el ceño fruncido.
Helios devolvió la mirada de Yuri con una implacable.
—Sí. Me refiero malditamente a matar, y no me importa a quién maten. Las
personas que se llevaron a MJ deben pagar.
—Esa no es la forma en que hacemos las cosas…
La mano de Helios cortó en el aire en señal de protesta, cortando el otro
hombre.
—Desapareció hace cinco días, Yuri. Sabes… sabes malditamente lo que eso
significa. Si tengo que ir a la cárcel por esto y si tengo que matar a mil hombres para
encontrarla… lo haré.
En su mente, MJ todavía no estaba llorando. Ella estaba mirando fijamente
hacia él, preguntándose como una niña por qué la había dejado sola para enfrentarse
del mundo grande y malvado.
Su pecho se apretó. Donde quiera que estés, sigue pensando que te salvaré, mi niña.
No pierdas la fe en eso. Porque lo haré. No voy a parar hasta volver a encontrarte.
***
—¿Por qué has hecho esto? —No era su primera vez para estar a solas con
James. Había estado allí cuando había salido de la sala de emergencia, y había sido
él quien la llevó de vuelta a casa de Manolito Chavez. Ahora, él estaba aquí dentro
de su habitación, actuando como un guardia para que ella, su propia hija, no pudiera
escapar de su cautiverio.
Como si eso fuera posible con sus piernas atadas abiertas sobre la cama de cuatro postes.
La idea era ridícula, y se habría reído si no estuviera tan asustada de que comenzará
a volverse histérica y, finalmente, volverse loca.
Desde su operación, a Manolito le gustaba visitarla a horas intempestivas del
día, ponerse un par de guantes quirúrgicos antes de insertar los dedos en su cuerpo.
Era como si quisiera garantía de que su himen, recientemente reconstruido,
realmente estaba allí, y que era tan frágil como el doctor dijo que era.
Una vez, él la había atrapado mirándolo, y le dijo:
—No quiero sentir tu piel contra la mía, querida. No todavía. Quiero que
nuestra primera vez sea especial.
El recuerdo de ello le hizo revolver el estómago, y miró hacia James con
desesperación. Estaba sentado junto a la puerta, fumando, con una mirada aburrida
en su rostro.
—¿Por qué? —exigió de nuevo, su voz rasposa por las lágrimas que no quería
derramar.
James finalmente la miró, y el odio en su rostro la dejó aturdida.
—Todavía no lo entiendes, ¿verdad? Perra estúpida. No eres de mi propia
carne y sangre. Eres el maldito recuerdo de los días de puta de tu madre, y siempre
he odiado el verte. Yo te habría dado por muerta… te habría matado con mis propias
manos si hubiera pensado que podría salirme con la mía.
Se levantó, y cuando James se le acercó, MJ sintió que se encogía para alejarse
de su padre… No, de James, incluso si ella no quería.
Sus dedos se envolvieron en su mandíbula en un agarre dolorosamente
apretado.
—Me dio muchísimas alegría torturarte. Era como joder a tu padre una y otra
vez, y él ni siquiera sabe una maldita mierda —se jactó James con una sonrisa
viciosa.
Cuando James la soltó y volvió a su asiento, MJ sintió algo negro y pesado
creciendo dentro de ella. Era… el odio, se dio cuenta, y le dio la bienvenida a la
emoción, sabiendo que puede ser otra manera de mantenerse con vida.
—Te odio —susurró. Y lo hacía. Realmente lo hacía. Pensando en todos los
años que había perdido tratando de ganar su amor cuando ni siquiera era su padre,
a MJ le daban ganas de llorar. Pero no podía. Había perdido la fuerza incluso para
que le importara, y su odio era solo una chispa fría en su interior. Lo único que sabía
era que solamente quedaba una causa de esperanza, una persona que realmente, de
verdad la amaba.
Helios.
Pero él no estaba aquí para ayudarla, ¿verdad?
Si quería vivir, tenía que aferrarse a lo que era real, y eso era su odio.
—Como si me importara una mierda. —James bostezó mientras tomaba su
asiento.
—Deberías —MJ le aconsejó con voz apagada. Mirando hacia él, ya no veía a
un hombre que podría haber sido capaz de amar o respetar. Lo miró y vio un cadáver
andante, lo miró y se imaginó cientos de formas en que podría haberlo matado—.
Antes de que esto termine, te haré pagar.
No hubo emoción detrás de las palabras, y de alguna manera fue esa misma
razón la que hizo que James se detuviera. Él trató de ignorar la sensación de alguien
caminando sobre su tumba, y se dijo que sólo estaba imaginando cosas cuando vio
su propia muerte en los ojos de la joven. Ella era una puta estúpida, siempre lo fue,
siempre lo había sido. No tenía nada de qué preocuparse.
Capítulo 3
—¿Quién carajo eres tú para MJ, Katya Vlahos?
La joven normalmente ordenada y bien vestida estaba desaliñada y
descuidada. Bolsas oscuras enmarcaban sus ojos, y lucia como si hubiera estado
usando el mismo conjunto de ropa durante días. Ella les había dicho que la
encontraran en el hotel en lugar de su residencia, lo que despertó sus sospechas.
Pero ahora que se habían encontrado, nada sobre la heredera griega cuadraba.
La perilla detrás de ellos giró, alguien desbloqueó la puerta desde afuera. Todo
el mundo se puso tenso, manos listas para sacar las armas que habían comenzado a
mantener con ellos desde que MJ había sido secuestrada. Para otros, podría parecer
como si fueran estudiantes universitarios jugando a policías y ladrones. Si solo fuera
así. En sus vidas, todos ellos, en un momento u otro, habían encontrado una mortal
necesidad de utilizar un arma de fuego. Había solo una insignificante cantidad de
personas en quien podían confiar cuando uno tenía mil millones de dólares en el
banco.
—Relájate. —La voz de Katia era cansada—. Es solo mi hermano.
Tan pronto como habló la puerta se abrió y un hombre alto, de cabello oscuro
entró. Su primera preocupación fue Katya, sus ojos enfocándose en ella con precisión
láser. La semejanza entre los dos era asombrosa, y Helios sabía que este debía ser
Ioniko Vlahos, uno de los solteros más codiciados de Grecia, además de ser un
multimillonario en su propio derecho.
—¿Estás bien? —murmuró Ioniko en griego.
Katya asintió.
—Están aquí preguntando por MJ. —Hizo un gesto hacia Helios—. Él es Helios
Andreadis, el novio de MJ.
Colocándose justo detrás del sillón donde estaba sentada Katya, Ioniko se tomó
su tiempo estudiando al hombre más joven. Observó el cansancio y la tensión en el
rostro de Andreadis, así como el feroz brillo de determinación en los ojos con motas
doradas. Bien, pensó. Este no era un hombre a punto de abandonar la búsqueda de la mujer
que amaba.
Katya tocó la mano apoyada en su hombro.
—Ioniko, Helios quiere saber sobre nosotros y MJ.
Ioniko dijo sin preámbulos:
—Somos sus medio hermanos.
Helios se sacudió.
—Nos hemos enterado de su existencia por los diarios que nuestro padre nos
dejó a su muerte.
—Vine aquí, queriendo saber quién es ella, queriendo odiarla por ser la hija de
la mujer que destruyó el matrimonio de mis padres. Papá y mamá siempre eran
felices, o por lo menos una vez lo fueron, pero entonces sucedió algo y simplemente
ya no fue lo mismo. —Katya tragó saliva—. Cuando conocí a MJ, simplemente supe
que no podía odiarla. Ella me contó un poco acerca de lo que había pasado y yo…
desee que hubiéramos estado allí para ella.
—Me hubiera gustado conocerla de antemano —Ioniko continuó—: pero Katya
me convenció de darle espacio a MJ porque ella acababa de ser sometida a una gran
cantidad de cambios turbulentos. —Miró a Helios significativamente ante la palabra
“turbulentos”.
El color tiñó las mejillas de Helios.
»Estamos muy preocupados por su desaparición —subrayó Ioniko—. ¿Es
verdad? ¿Que ha sido secuestrada?
—Sí. —La mandíbula de Helios se apretó ante la admisión. Incluso ahora, se
sentía culpable por lo que pasó—. Lo hemos mantenido en secreto para permitirnos
buscar a MJ de manera más eficaz.
—Me gustaría ayudar en la búsqueda. —Ioniko se ofreció con gravedad—. No
me importa ensuciarme las manos.
La sonrisa de Helios se hizo amenazante.
—A mi tampoco.
—Entonces vamos a llevarnos bien, ¿no es así? —Algo sobre la tensión del
hombre desconcertó a Ioniko, y le llevó un tiempo darse cuenta de que a Helios
seguía costándole verlo como el hermano mayor de MJ. Como cualquier hombre
griego de sangre caliente, Helios lo veía como otro hombre que se preocupaba por
la mujer que amaba, por lo tanto, haciendo de él un rival. Estaba claro que Helios
odiaba aceptar la ayuda de él, pero fue igual de claro que iba a tener la ayuda
ofrecida a causa de su deseo de ver a MJ a salvo.
—¿Helios? —Fue Katya quien rompió el silencio—. Cuando… encontremos a
MJ, quiero ser capaz de decirle la verdad. —Sus palabras fueron pronunciadas en
un tono feroz, una clara advertencia de que no toleraría que alguien se metiera en
su camino—. Yo… solo… simplemente me odio por no decírselo cuando tuve la
oportunidad. —Su voz se contrajo—. Cuando la vea, quiero decirle de inmediato,
¿de acuerdo?
—Lograras verla y decírselo —dijo de manera cortante Helios. Él sabía que
estaba siendo injusto, no gustándole la forma en que la duda y el dolor habían
matizado las palabras de Katya. Pero lo hizo. MJ estaba viva… y ella permanecería
con vida para él.
Los propios ojos de Ioniko destellaron en advertencia hacia Helios.
—No le hables de esa manera. Ella solamente se preocupa por MJ…
—Y te lo digo, no hay nada para que estés preocupado. Ella vivirá.
—Yo también quiero que esté viva, Andreadis. Pero también hay que ser
prácticos…
—No —Helios gruñó furiosamente—. Ella está viva. Está malditamente vida,
así que deja de decir estupideces. —Cerró los ojos, rebuscando profundamente en la
parte más oscura de su alma. Susurró—: MJ… es el tipo que se puede degustar,
incluso si solo quieres matarla. —Sus ojos se abrieron—. Y solamente por esa razón,
te lo estoy diciendo. Está viva, y está esperando que vaya a rescatarla.
***
—¿Cómo has estado, querida?
La voz de Manolito era tan agradable como siempre, y ella hizo todo lo posible
para coincidir con ella, asegurándose de encontrarse con la mirada de frente
mientras hablaba.
—Estoy bien. —Ella había estado con él durante doce días. Y durante los
últimos dos días, se le había permitido vagar libremente por su dormitorio, con sólo
un tobillo encadenado a la pata de la cama.
Él tomó asiento en el borde de su cama.
—¿Qué tienes para mí esta noche?
Ella tomó una rápida respiración profunda…
Querido Dios, por favor, deja que esto funcione de nuevo.
…y cuando exhaló, estuvo lista. Ella tomó su mano y la puso sobre su codo.
—Aquí, tuércelo. —Él lo hizo, y el dolor la hizo jadear. Lágrimas llenaron sus
ojos mientras le sonreía—. Eso es. Tuércelo un poco más.
Lo hizo, sonriendo como un niño feliz cuando con cada torcedura, sus jadeos
se volvían más superficiales y sus lágrimas fluían más rápido.
—¿Se siente bien? —susurró ella.
Lujuria ardía en sus ojos.
—Sí.
—Eso está muy bien —continuó en un susurro—. Me gusta cuando te sientes
bien.
—¿P-por qué?
—Porque es la única razón por la que estoy viva.
Quince minutos más tarde y Manolito se había vaciado en sus pantalones. Él
se inclinó cortésmente, besando sus nudillos antes de excusarse, dejándola con un
codo que se sentía como si hubiese sido atropellado por una cortadora de césped.
—Sé lo que estás haciendo, ¿sabes? —James se burló detrás de ella mientras se
acercaba al interior de la habitación, su único propósito siendo aún velar por ella.
No se molestó en contestarle a pesar de que tenía la sensación de que él lo sabía.
Más que nadie aquí, él estaba al tanto de cuanta era su tolerancia al dolor. Con los
años, una cosa en la que se había vuelto realmente buena era saber qué lesiones
mataban y cuales parecía que podría matar… pero no lo hacían. Fue esta última la
que utilizaba para mantener a Manolito entretenido para que no pensara tanto en
violarla. Tal vez, tal vez si seguía rompiendo sus huesos, él estaría satisfecho con
eso.
—Tarde o temprano, él verá a través de ti —escupió James—. Él me escuchará
y sabrá que he estado diciendo la verdad todo el tiempo. No puedes ser de fiar, eres
una puta estúpida, y una vez que él sepa que es verdad, te desgarrará muy bien.
Lo miró por encima del hombro.
—¿Entre tú y yo, James?
—¿Qué, puta?
—Creo que él te desgarrará a ti primero.
James se lanzó hacia ella con un rugido.
Para cuando los hombres de Manolito habían venido en su ayuda, él le había
arañado el rostro, dejándola con un labio magullado, y el hombro dislocado. Pero
hizo lo que ella quería. Estaba tan gravemente herida, que sabía que estaría
inconsciente a causa de ello. Manolito se enojaría con James, no con ella. Después de
todo, eso podría añadir otros dos días de retraso. Tal vez, si tenía suerte, podría
estirarse a tres.
A medida que el mundo nadaba sobre ella, MJ escuchaba a Helios decir por
detrás, Buen trabajo, mi niña.
Yo sabía que estarías orgulloso de mí.
Lo estoy. Muchísimo.
¿Puedo verte ahora?
No todavía. Pero pronto.
Te amo, Helios.
Te amo más de lo que posiblemente jamás podrías saber, mi niña. Así que aguanta allí
por mí.
Lo haré lo mejor que pueda.
Capítulo 4
Dahlia Andreadis se dio cuenta de que algo andaba mal cuando la limusina en
la que iba se le negó la entrada… a su propia casa. Ella se quedó boquiabierta
mientras escuchaba la voz que provenía del intercomunicador, incapaz de creer que
alguien pudiera ser tan idiota. ¿Que era esto? ¿Un intento de hacerse cargo de su
propia casa en plena luz del día?
Su chofer la miró por encima del hombro, con la preocupación grabada en la
cara.
—Lo siento, señora Andreadis. Dice que si quiere entrar, debe ir a pie.
Algo se deslizó sobre sus venas, como una serpiente traidora a punto de
golpearla. Sacó su teléfono y marcó el número del jefe de policía. Escuchó con
creciente consternación cuando el teléfono solo sonó y siguió sonando hasta que se
desconectó.
Campesino ingrato, pensó Dahlia furiosamente. Ella no le pagaba tanto cada mes
para ignorar sus llamadas. Abriendo la puerta, salió del coche y se dirigió
directamente a las puertas ornamentadas que estaban cerradas en su propia nariz.
Ella abrió la boca para gritar palabrotas a quienquiera que estuviera detrás de
esto, pero las palabras murieron en su garganta cuando las puertas se abrieron.
Cuando vio lo que había ante ella, las rodillas de Dahlia temblaron y solo el orgullo
la mantuvo de pie.
Todos sus hombres estaban en el suelo, la mayoría de ellos parecía haber
pasado por el infierno. Y la custodia de ellos eran una multitud de aspecto
desagradable, y ninguno de ellos era remotamente griego. ¿Cómo podían entrar en
su complejo y no hacer que sus propios vecinos dieran la alarma?
Le llevó un largo rato subir el sendero que conducía a la mansión. Cada paso
la hacía sentirse cada vez más nerviosa, las silenciosas miradas de los extranjeros en
busca de intrusos a su alrededor creando una atmósfera inquietante y misteriosa.
Todos sus guardias evitaron su mirada mientras los pasaba, como si simplemente
mirando Dahlia tendría sus cabezas cortadas.
Nada de esto tenía sentido, pensó Dahlia aturdida. Nada. ¿Por qué estaba sucediendo
esto?
No podía pensar en alguien que estuviera suficientemente enojado con su
familia para hacer algo tan drástico. Nadie excepto….
—¿Una palabra, señora Andreadis?
La cabeza de ella se sacudió y jadeó, su rostro moteado de furia cuando vio al
hombre parado en lo alto de la escalera.
— ¡Tú! —Era el propio jefe de policía—. ¿Que está pasando aquí? Cómo te
atreves…
—Me han pedido que le dé un mensaje, señora Andreadis.
—Me importa un bledo —gritó ella—. Pagarás por esto.
—Helios Andreadis dice, ojo por ojo.
Su corazón se le cayó al estómago ante las palabras, y Dahlia casi se balanceó
sobre sus pies. Helios. Estaba aquí otra vez, y esta vez se refería a negocios. Deja
quieto, lo que está quieto ¿No era así el dicho americano? Ah, pero Helios era más
como un depredador, un león dormido y ella estúpidamente lo había empujado y
despertado su temperamento.
Miró detrás de ella, viendo que todos sus guardias estaban todavía en el suelo,
cada uno de ellos desamparado por la poderosa fuerza que Helios había traído.
Dahlia volvió a mirar al jefe de policía, cuyo rostro estaba impávidamente tranquilo.
Helios debió haberlo establecido de por vida para ganar su lealtad tan
rápidamente. Pero entonces, él nunca había sido realmente leal con ella, ¿verdad?
Solo había sido leal al dinero, y lo que sucedía era que su hijastro era capaz de lanzar
más de él a su manera.
La cuestión era que todos, tal vez incluso sus vecinos, habían sido pagados
para desviar la vista el día de hoy, no importaba lo que pasara. El frío pensamiento
la hizo tragar. ¿Qué quería Helios ahora?
***
—¿Qué diablos haces aquí? —Herod se levantó de un salto cuando vio que el
bastardo de su hermano entraba en su despacho en casa, a su antojo, como si fuera
parte de la familia.
Helios lentamente crujió los nudillos. En su mente, podía ver a MJ, sus ojos
violetas llenos de demasiado dolor que le hacían imposible incluso llorar. En algún
lugar de este mundo, la mujer que más le importaba estaba sufriendo más allá de las
lágrimas, y Herod Andreadis era uno de los culpables por ello.
Si no fuera por el maldito truco que Herod y su maldita madre habían sacado
en ese tiempo, Helios no habría sido herido. No habría estado acostado en su cama,
descansando, mientras MJ era secuestrada, sus gritos silenciosos de ayuda no se
oyeron.
Herod estaba de pie frente a él ahora, un desprecio altivo en su rostro.
—¿Tienes algo que decir antes de que los guardias te echen?
—Esta vez no voy a jugar jodidamente bien. —Era toda la advertencia que
Herod Andreadis consiguió antes de su joven hermanastro procedió a tratar,
realmente tratar de batir el infierno fuera de él.
Herod nunca había visto a Helios enojado, ni siquiera cuando había hecho ese
truco con Odessa hace algunos años. Sus labios, sangrando por el golpe Helios le
dio, Herod queriendo alejarse, pero Helios no le dio la oportunidad.
Quince minutos más tarde, y el heredero legítimo del clan Andreadis no tenía
más pensamientos solo esperar que Helios perdiera la paciencia. No había nada que
perder, se dio cuenta Herod, ya que su hermano había sido sustituido por un loco.
Trató entonces de protegerse, pero fue inútil. Helios siempre había sido más
grande, más rápido y más fuerte. No había manera de protegerse de las patadas que
aterrizaban en su estómago, sus piernas y su espalda. No había manera de detener
ese golpe poderoso que tenía sus costillas crujiendo.
Trató de escapar, pero pronto se dio cuenta de que no había dónde ir, no
cuando su propia madre, Dahlia, gritaba fuera de la puerta. Madre. Trató de pedir
ayuda, pero el puño de Helios lo golpeó en la garganta y Herod cayó de rodillas. Se
ahogó, escupió, y para su horror, vio sus propios dientes caer sobre el suelo
alfombrado.
—Deja a mi hijo —le gritó Dahlia.
Alguien le respondió con una voz demasiado baja para que Herod oyera.
—¡Oh, Dios mío! —Dahlia empezó a gemir—. ¡Herod, Herod! —Y entonces su
voz comenzó a desvanecerse.
El miedo se agitó dentro de Herod mientras Helios lo empujaba con su pie
sobre su espalda. Dahlia siempre había sido una mujer monstruosamente fuerte, y
oír su sollozo como un ser débil, viejo e indefenso, no estaba bien. Nada en su mundo
iba a estar bien de nuevo. Cuando el hecho se hizo claro para él, Herod también
empezó a llorar. Helios iba a matarlo.
A su alrededor, la sala giró. Todas las paredes tenían enormes grietas en
zigzag, teñidas con manchas de sangre. Helios lo había lanzado a casi todos los lados
de la habitación. Lo único que le quedaba, pensó Herod, era el techo…
Una protesta sibilante salió de él cuando Helios lo levantó en el aire, con las
manos alrededor del cuello de Herod. Cuando la presión alrededor de su cuello se
tensó, Helios comenzó a ahogarse y el mundo se hizo más y más pequeño con cada
segundo.
—Detente, por favor —Herod se ahogó.
En el siguiente segundo, la empuñadura en forma de soga alrededor de su
cuello se desvaneció y cayó al suelo en un ruido sordo y desgarrador. Herod gruñó,
sintiéndose negro y azul por todas partes. Cuando abrió los ojos, Helios estaba
agachado en el suelo junto a él, la mirada despiadada en su rostro transformando al
hermano bastardo de Herod en alguien irreconocible.
—¿Eso llamó tu atención, hermano mayor?
Herod solo consiguió un asentimiento brusco, sin querer arriesgarse a decir la
palabra equivocada.
—Eso es bueno. Si no me dices algo más que la verdad, significa que solo
quieres más de mi atención. Pero no creo que quieras eso, ¿cierto?
Sacudió la cabeza vigorosamente.
—Cuando enviaste a los hombres detrás de Rick, ¿encontraste algo sobre
Manolito Chávez?
—Y… sí.
—¿Y?—
—Él quiere tú… tu mujer. Mal. Tiene al padre de la mujer con él.
—¿Sabes dónde está el?
—Es un fantasma. Nadie sabe dónde está… —El grito de Herod fue cortado a
la mitad cuando Helios nuevamente agarró su cuello y comenzó a estrangularlo.
—Mírame —dijo Helios en voz baja, sin molestarse en aliviar la presión,
obligando a Herod a luchar por su vida como si MJ estuviera luchando por ella.
Cuando la mirada de Herod se encontró con la suya, dijo fríamente—: Necesito
respuestas concretas. Si dices algo que no sabes, golpearé tu cabeza contra el suelo.
No te hará más tonto de lo que eres ahora, pero te garantizo que podría mantenerte
paralizado o incluso atascado en coma por el resto de tu vida. ¿Quieres eso?
Helios dejó que sus dedos se relajaran alrededor del cuello de Herod.
Herod jadeó:
—N… no.
—Excelente. Ahora, te lo preguntaré una vez más. Y quiero que pienses muy
duro. ¿Qué sabes de Manolito Chávez que me pueda ayudar?
La necesidad de sobrevivir obligó a Herod a pensar furiosamente.
—Podrías… podrías averiguar dónde está a través de su hija. —Alivio estalló
dentro de él cuando vio la mirada fruncida de Helios—. Sí —dijo con impaciencia—
, es un secreto con el que tropecé accidentalmente cuando aa un socio de negocios
se le deslizó. Su nombre es Gracie Langley. Ella está en el mismo negocio de su
padre, pero se aseguran de que no esté conectada con él de ninguna manera. Ella
sirve como el rostro de sus empresas legales.
Helios se levantó lentamente.
—¿Hay algo más que deba saber sobre esta mujer?
—Oí… —Herod se lamió los labios con miedo—. Oí a la gente decir que ella es
lo opuesto a su padre. Que es masoquista. Si un hombre no puede hacerla gritar de
dolor, haría que sus hombres lo mataran en su lugar.
Capítulo 5
—Afxisi —le murmuró Kellion justo antes de que se pusiera el casco y se fuera.
Uno por uno, los otros oficiales, Yuri y Andreus, dijeron lo mismo a Helios, antes de
montar hacia la noche. Los otros miembros del club siguieron hasta que Helios
estuvo solo. Esta era su lucha, su honor, su mujer, en juego, y no quería que su club
se involucrara en lo que resultaría ser los días más oscuros de su vida.
Durante un largo momento, Helios se mantuvo al pie de la escalera que
conducía al Grecia, el club secreto más exclusivo, una estructura palaciega que solo
acogía a los más ricos y más malvados del país. Todos los miembros de este club
gastaban millones de dólares para saciar la sed de sus deseos más oscuros, una parte
de ellos, el cual celosamente mantienen ocultos del público. Incluso los miembros de
sus propias familias no sabían de sus depravaciones, de su hambre por llevar a cabo
atroces actos de maldad y ver la sangre derramada por el bien del entretenimiento.
Afxisi, Helios se dijo a sí mismo mientras tomaba una respiración profunda.
Esto significaba “Crecer” en griego, y la palabra servía como la piedra angular de la
fundación de su club.
Una vez más, cerró los ojos, su mente evocando una imagen de MJ, la cual
sirvió para recordarle por lo que estaba poniendo su vida de objetivo. Estaba a medio
camino a vaciar su cuenta bancaria por ahora, quinientos millones de dólares
quemados en el suelo, todo ello desaparecido para sobornar y contratar a casi todos
los malditos expertos en el mundo, cualquier persona que pudiera ayudarle a
descubrir dónde estaba MJ antes de que fuera demasiado tarde.
Esta vez, sin embargo, fue golpeado con el cambio en su imaginaria MJ. Ella
estaba parada, vestida con su habitual plaid a cuadros de hombre, camiseta, y
pantalones vaqueros. Parpadeó furiosamente, la visión de ella tan jodidamente viva
y pura, Dios, era tan, tan pura. ¿Cómo es posible que alguien tan puro estuviera en
manos de un monstruo?
Su imaginaria MJ sonrió.
Eso casi puso a Helios de rodillas. No me sonrías, mi niña. Soy la razón de que
desaparecieras. Debería haber estado allí para ayudarte. Debería haber sabido…
Pero MJ siguió sonriendo, con los ojos brillantes de amor por él.
Y susurró: Afxisi.
Crecer.
Todavía tienes nuestra historia que contar. Una tragedia que superar. Y una jaula que
romper para liberarme.
Las palabras que su MJ dijo fueron el juramento que todos los miembros de
Afxisi tomaban para unirse al club, una promesa que se hacían a sí mismos y entre
sí. ¿Podría la verdadera MJ realmente saber de la misma cosa? Tal vez. Tal vez no.
Pero no importaba. En este momento, la MJ en su mente se lo dijo, y le dio a Helios
la fuerza para hacer lo que había venido a hacer aquí.
Tirando hacia abajo la máscara veneciana para ocultar parcialmente su
identidad, Helios subió las escaleras y llamó a las enormes puertas, con sus
superficies de roble impresionantemente talladas con diseños intrincados. Se
abrieron lentamente, una criatura parecida a una ninfa parada a cada lado. Llevaban
trajes de cuero que dejaban al descubierto más de lo que ocultaban, llamativamente
sus labios rojos formando una sonrisa, incluso cuando sus ojos gritaban por la
degradación que sufrían.
Se inclinaron ante la vista de Helios, y mientras daba un paso hacia adelante,
las puertas se cerraron detrás de él. Fue solo entonces que vio a la pareja silenciosa
de hombres haciendo guardia, y se movieron hacia él al unísono, dándole un
chequeo de cuerpo entero en busca de armas.
El gran vestíbulo del club era opulento con buen gusto, con un magnífico
candelabro que colgaba de su techo abovedado, sus brillantes luces destellando
sobre las alfombras turcas de felpa con su remolino de colores y patrones.
Otro individuo se deslizó hacia Helios. Estaba vestido como un maître, y su
tono era apropiado cuando preguntó:
—Buenas noches señor. ¿Creo que esta es la primera vez que le damos la
bienvenida a nuestro club?
—Asumes correctamente —murmuró Helios—. Creo que la mayoría de la
gente aquí sabe quién soy.
—Por supuesto. —Pero el hombre se quedó dónde estaba, sonriendo y
bloqueando la ruta de Helios—. Usted es Helios Andreadis… —El hombre se detuvo
en confusión ante el movimiento negativo de la cabeza de Helios—. ¿No?
—Cuando digo que sabes quién soy, creo que es por otro nombre. —Se
detuvo—. Algunos de ustedes pueden haber escuchado a la gente llamarme…
Thanato. —En el momento en que dijo la palabra, cambió todo lo que le hacía ser
Helios y en su lugar abrazó la oscuridad que residía dentro de él.
Por MJ, él sería Thanato, el hombre que todo el mundo llamaba Muerte, y por
buenas razones.
***
—Tengo las más deliciosas noticias, cara —murmuró Evangeline mientras
recuperaba el asiento junto a Gracie. Una morena esbelta varios años menor que
Gracie, Evangeline era conocida cariñosamente como Belt por los otros miembros
del club, en honor a su herramienta de “formación” favorita de los esclavos (el
cinturón).
Gracie bostezó.
—¿Estás segura de que estaría interesada en ellas? —Una hermosa rubia
ceniza, era conocida como la Princesa de Hielo del club porque era una de las
masoquistas más duras de hacer una sub. A diferencia de la mayoría de los
miembros, Gracie también tenía una sádica racha en ella, una que salía cada vez que
un hombre no podía hacerla llorar de dolor. Fiel a su apodo, el cual tenía un sentido
de doble filo, a Gracie le gustaba congelar los testículos de los hombres hasta que
cayeran como castigo.
—Oh, con toda seguridad. Debido a que nunca adivinarías quién acaba de
entrar en el club.
Una fina ceja se arqueó.
—¿El Presidente?
Evangeline se rió.
—Casi. Es un Presidente, pero no el Presidente.
—Estás hablando innecesariamente en acertijos, Eva.
Su amiga hizo un puchero.
—No eres en absoluto divertida. —Hizo un gesto hacia la entrada del bar
privado del club—. Ahí. ¿Lo ves? —Su voz bajó—. El Presidente de Afxisi, Helios
Andreadis.
Gracie se puso rígida por la sorpresa. Nunca en su vida se habría imaginado
que el hijo bastardo del clan Andreadis tendría las mismas inclinaciones que ella.
—¿Estás segura? —exigió.
—Pero eso no es lo que va a hacer que tus bragas se retuerzan —murmuró
Evangeline—. He oído de buena fuente que Helios no es otro que Thanato.
Gracie casi, casi se queda boquiabierta, lo que habría sido vergonzosamente
grosero. Su mirada revoloteó de vuelta a Helios Andreadis, que había terminado de
hablar con el gerente del club y caminaba hacia el escenario, donde una docena de
mujeres desnudas retozaban en desenfreno. Todas ellas estaban sangrando en
diferentes partes del cuerpo, el olor de su sangre aromatizaba el aire y alimentaba el
hambre de todos.
¿Podría realmente ser Thanato? Se preguntó Gracie, y el pensamiento de que
fuera Helios Andreadis en verdad le había retorcido las bragas, como Evangeline
tan vulgarmente dijo.
En su pequeña sociedad depravada, Thanato era una leyenda, un hombre que
supuestamente ocupaba una posición tan exaltada en su vida real que él dependía
de las técnicas más paranoicas para mantener su identidad en secreto. Pero aun así,
la noticia de sus perversidades se extendió. Se suponía que mataba a una mujer cada
semana, a veces tres al mismo tiempo, y se decía que solo podía tener un orgasmo
cuando tenía la cara moribunda de una mujer ante él.
Gracie cruzó las piernas. Oh Dios, si eso era cierto…
Miró a Helios de nuevo. Era tan increíblemente alto, y su cuerpo era tan fuerte.
Si él realmente quería matarla, ella no sería capaz de luchar contra él. No sería capaz
de impedir que la matara. La idea tuvo a Gracie cruzando las piernas una vez más.
Oh Dios, estaba tan jodidamente mojada.
Esperaba que fuera cierto. Porque si no, su decepción no conocería límites y
podría simplemente matar a Helios ella misma por destrozar sus sueños.
Capítulo 6
Helios le dio una palmada en el trasero desnudo de la mujer, con los dientes
apretados mientras la cogía con fuerza por detrás. La fuerza de sus empujes la hizo
gritar incluso mientras la obligaba a bajar sobre la cama, con los dedos encorvados
contra las sábanas.
En cuestión de minutos, ella estaba jadeando su nombre cuando se venía.
Bilis se elevó dentro de él, cada parte de Helios se rebeló contra el acto de
traición, pero él la obligó a bajar, se obligó a concentrarse en empujar su pene más
rápido y más duro en su trasero hasta que él también se vino, sus dientes rechinando
cuando derramó su semilla en su trasero.
Cuando hubo terminado, él la empujó lejos y la muchacha borracha gimió en
protesta, cayendo sobre su espalda. Estaba tumbada en las sábanas mojadas por el
sudor y su venida, pero no parecía importarle.
—No te vayas. —Se quejó mientras observaba a Helios ponerse el pantalón—.
Podemos hacerlo un poco más.
Helios se quitó la camisa.
—Ya te lo dije, no hago lo de quedarme a pasar la noche.
—Entonces, ¿qué somos?
—Somos una follada de una noche. —Salió de la habitación del hotel sin mirar
atrás.
Cuando llegó a su casa, vomitó de inmediato.
El sonido de los vómitos que provenían del baño privado de la oficina hizo que
Yuri, Kellion y Andreus intercambiaran sombrías miradas. Cuando Helios emergió,
recién bañado, pero con el rostro blanco por la tensión, Yuri dijo rotundamente.
—No puedes continuar esto por mucho tiempo, Presidente.
Helios se arrojó al sofá. Incluso después de la jodida ducha más larga, todavía
se sentía sucio, su piel se arrastraba por el mero recuerdo de tener otra mujer tocando
lo que debería haber pertenecido solo a su MJ.
—A menos que uno de ustedes pueda llegar a alguien que pueda pasar como
mi gemelo, esto es lo único que puedo hacer por ella.
Nadie habló entonces, las palabras de Helios eran la verdad indiscutible. Los
cuatro habían estudiado todos los movimientos de Manolito Chávez desde que
había subido su prestigio como uno de los traficantes de seres humanos más exitosos
del mundo. Era un hombre cuidadoso hasta la exageración, no dejando nada al azar.
La única manera de que Chávez cometiera un error sería creer que Helios ya no se
preocupaba por MJ.
Helios miró a Kellion.
—¿El fotógrafo ha conseguido algunas buenas fotos?
La sonrisa de Kellion no le llegó a los ojos.
—La mejor.
Helios asintió.
—Asegúrense de que aparezca en la portada de tantos tabloides como sea
posible. —Miró a Yuri—. ¿Alguna noticia sobre James?
—Estoy en la última de los diarios que el padre de Ioniko Vlahos escribió.
Parece que él y James Cartwright fueron buenos amigos, Vlahos fue uno de los
patrocinadores regulares de James. Habla de los muchos clubes que solían
frecuentar en todo el mundo cuando James solía correr. Es posible que James caiga
en uno de ellos. La gente como él suele hacerlo. Ellos quieren recordar sus días de
gloria y se amarga cuando nadie realmente los recuerda, excepto ellos.
—¿Puedes seguir haciendo esto? —preguntó Andreus, incapaz de contenerse.
Helios estaba tan cerca de su punto de ruptura. Estaba arrepentido de que MJ
hubiera sido llevada, pero no tenía mucha esperanza de que todavía estuviera viva.
Manolito Chávez era un monstruo, y hacía dos meses que había tomado a la mujer
de Helios. Desafortunadamente, también se había dicho que ninguna mujer duró
más de unas semanas al cuidado del traficante.
—Haré lo que tenga que hacer —dijo Helios con voz dura—, y por el tiempo
que dure hasta que la recupere.
—Pero, ¿y si…?
—No lo digas —gruñó Helios—. No lo jodas. MJ está viva.
En su mente, MJ lo miraba y sonreía, y trató de no pensar en cómo aparecía
más y más luminosa con cada día que pasaba, más fantasma que humano.
Afxisi.
Crecer.
Levantarse contra todo lo que iba contra ellos.
Su mandíbula se apretó.
—Está viva, ¿de acuerdo? Puedo sentirlo aquí. —Golpeó su pecho—. Este
seguirá latiendo mientras ella esté viva. Así que confía en mí. Me está esperando.
—Digamos que está viva entonces. —Andreus ignoró la mirada de advertencia
que los demás le dispararon. Tal vez estaban contentos de dejar que su hermano
hiciera algo imprudente, respetando su decisión como presidente, pero siempre le
había gustado vivir peligrosamente su vida. Incluso si Helios terminaba
expulsándole de Afxisi, maldito era él sí solo iba a mantenerse al margen y dejara
que uno de los pocos hombres a los que le importaba arriesgara su vida con tanta
imprudencia—. ¿Puedes decir que estás tomando todas las precauciones para estar
vivo y estar allí para rescatar a MJ cuando llegue la oportunidad?
Helios no dijo nada.
—Estás arriesgando demasiado. Estás usando tu corazón, no tu cabeza, y eso
no es lo que tú nos enseñaste a hacer para sobrevivir. Estás jugando un juego
peligroso con esa perra Gracie. Si descubre que la has estado controlando desde el
primer momento, te va a hacer pagar… y a MJ también.
—¿Qué diablos quieres que haga entonces? —gritó Helios—. Solo sentarme
aquí y no hacer nada…
—Joder, no —gritó Andreus, también poniéndose de pie—. Estoy diciendo que
te ayudemos. No puedes jodidamente esperar que tengamos que verte matarte así y
no hacer nada.
Helios se pasó la mano por el rostro, sintiendo que cada segundo sin MJ a su
lado estaba chupándole la vida.
—No puedo tener a ninguno de ustedes más involucrado de lo que ya están.
Esta es mi lucha…
—Esta es la lucha de Afxisi. Y nos guste o no, somos parte de ella como tú. —
Andreus miró a Kellion y a Yuri.
—Daríamos nuestras vidas por ti sin que nos lo pidieras —dijo Kellion.
—Como mierda les voy a pedir eso.
—Permítenos al menos ayudar con los costos —dijo Yuri en voz baja—. ¿Estás
abajo de… qué? ¿Dos, trescientos mil? Eso no va a durar para siempre, Helios, no
con la velocidad que estás comprando a casi todos los políticos del mundo en busca
de MJ. Tenemos más dinero del que necesitamos. Utilicemos también nuestros
recursos.
Helios quería discutir, pero podía ver en los rostros de sus amigos que no le
serviría de nada.
—Haz lo que quieras entonces.
Una sonrisa agrietó el rostro de Kellion.
–Amable como siempre, Presidente. Por cierto, también de nada. —La burlona
provocación sirvió para aliviar algo la tensión en la atmósfera. Y todos ellos se
relajaron.
—Hay otra cosa que puedes hacer para acelerar las cosas —dijo Andreus.
Helios miró a su tesorero con burlona irritación.
—¿Otra maldita sugerencia? ¿No solo dices más de unas pocas palabras
cuando estás con Hailey?
Andreus ignoró la indirecta.
—Ioniko Vlahos.
Helios se puso tenso.
—¿Qué hay de él?
—Si alguno de nosotros hiciera un movimiento contra el negocio de Manolito
Chávez, sabrían que estamos en ello. Pero si fuese Ioniko quien lo hiciera, y si puede
usar su influencia sin involucrarse directamente, podría explotarlo y entrar como
salvador en el momento adecuado. Tú podrías ofrecer tu ayuda…
Los ojos de Kellion brillaron en comprensión.
—Por el precio justo, por supuesto.
El precio justo… siendo la chica que poseía la llave de su corazón, pero ahora
estaba atrapada en la jaula de otro hombre.
En su mente, MJ todavía sonreía.
Pero esta vez, sus ojos estaban llenos de lágrimas no derramadas, y su voz era
más suave, más ronca.
Date Prisa.
***
MJ se arrodilló frente a Manolito, cada uno de sus movimientos serviles.
—¿Qué es esto? —Manolito podría estar genuinamente sorprendido, pero
tampoco había disimulado el entusiasmo en su voz.
La repugnancia la hizo querer vomitar, pero lo obligó a retroceder, sabiendo
que ésta era la única manera de mantenerse viva e intacta. Dos meses. Sesenta y tres
días para ser exactos. Eso era lo mucho que se había ido, y cada día se hacía más y
más difícil creer que Helios sería capaz de encontrarla.
Complacer a Manolito también se había vuelto más difícil. Había tantas
maneras de hacerse sangrar y romper sus huesos hasta que ella terminara
matándose. Cada día, ella podía ver el interés disminuir en sus ojos, poco a poco
siendo reemplazado por un escalofriante aburrimiento.
Aquella falta de interés la aterrorizaba. Manolito, loco de aburrimiento, no le
importaría lo que le pasara, y no podía permitirse que eso sucediera.
Tragando, MJ forzó sus manos a moverse, desabotonándole el pantalón y
tirando de su cremallera. Pronto, su polla semi-erecta salió libre, una longitud
flácida y cicatrizada de carne que era casi tan grotesca como el rostro desfigurado
de Manolito.
Una vez más, la necesidad de vomitar la golpeó, y de nuevo lo obligó a
retroceder.
Por favor Dios, por favor, por favor, por favor déjame pasar por esto.
—¿Qué… qué estás haciendo? —La excitación hizo que la saliva de Manolito
golpeara su rostro.
Ella mantuvo su sonrisa en su lugar, incluso cuando ella sintió su rastro de
baba por su mejilla. De muchas maneras, Manolito Chávez no era diferente de
James. Para obtener la aprobación de James, había aprendido a hacer lo que él
quería. Y para Manolito, para mantenerlo feliz y ganar otro día para vivir, solo tenía
que quedarse… dañada.
—Abofetéame.
Sus ojos se ensancharon.
—¿Qué… qué?
—Abofetéame… —Apenas había terminado de hablar cuando él la abofeteó,
lo suficientemente fuerte como para hacer que su cabeza gire hacia un lado. Le dolía,
pero sabía que el dolor no sería suficiente para él.
—Una bofetada más —se obligó a mendigar tímidamente—. Hazme sangrar.
—Las palabras salieron de la nada, el pensamiento detrás de ella nació de su deseo
de seguir viviendo—. ¿No querrías que sangrara mientras yo te chupo la…
No se necesitaban más palabras.
Él la abofeteo, repetidamente, hasta que perdió la cuenta. Y entonces él estaba
pellizcando su nariz cerrada, forzándola a jadear y a abrir su boca. Empujó su polla,
y las lágrimas le picaron los ojos antes de que comenzaran a caer.
En su mente, podía sentir al Helios imaginario que salía de la oscuridad.
No, gritó dentro de su mente. No quiero que me veas así.
No importa, mocosa. Te amo.
No, por favor, le suplicó. Por favor. Por favor. Por favor. No me mires ahora. Por
favor.
Y cuando el espectro de Helios comenzó a desvanecerse, Manolito forzó su
cabeza más abajo, su polla empujando la parte posterior de su garganta. En
segundos, él se venía, lágrimas, sangre y semen se mezclaban dentro de su boca.
Capítulo 7
James miró con odio mal disimulado mientras Manolito Chávez acariciaba
cariñosamente la cabeza de MJ, que estaba tendida en su regazo. El coño estúpido
pensó que tenía a Manolito envuelto alrededor de su dedo meñique, pero no por
mucho tiempo. Aguardó su tiempo, esperando que el millonario siciliano saliera de
la habitación antes de levantarse de su puesto y acosar a MJ.
Sacó el periódico que guardaba en el bolsillo trasero de sus vaqueros y se lo
tiró a MJ.
—Pensé que te gustaría leer por la mañana —se burló.
MJ se obligó a abrir los ojos mientras algo le golpeaba el rostro. Lo recogió con
cautela, dándose cuenta de que era un tabloide del día anterior. Desplegándolo,
aspiró su aliento cuando vio los titulares. Sosteniendo el papel entre las manos, se
dirigió a la papelera y fue allí que rompió la ofensiva cosa en pedazos. Algo dentro
de ella le susurró que estaba cometiendo un gran error… que estaba perdiéndose de
algo aquí, pero MJ tenía mucho dolor para escuchar la parte más sensata de ella.
Incluso con los ojos cerrados, las imágenes del tabloide todavía ardían en su
mente. No puede ser él, pensó febrilmente. Debe ser una vieja foto, tomada por
Herod Andreadis. O tal vez era…
Un sollozo le atravesó la garganta.
La foto tenía a Helios dentro del ático de un hotel, que solo se había terminado
este mes. La familia Christopoulos era propietaria del hotel, y ella y Helios habían
sido invitados a asistir a su gran lanzamiento. Ahora sabía que Helios podía asistir…
pero no con ella.
No, no, no, no…
Pánico volvió a su imaginación, repitiendo burlonamente las palabras que MJ
gritaba dentro de su mente.
Fue solo cuando escuchó a James riéndose por encima de ella que MJ se dio
cuenta de que se había hundido hasta las rodillas.
—No es cierto —susurró, pero la falta de convicción en su voz la hizo
estremecerse.
—Es cierto, coño estúpido —replicó James—. ¿Quieres que te traiga viejas
ediciones? Todas ellas tienen a Helios en ella, con diferentes mujeres en sus brazos
cada semana. —La miseria en su rostro lo llenó de júbilo, y cuando él la miró, él
realmente no vio a MJ.
Era el rostro del padre de MJ que vio, arrugado de dolor y derrota.
Lástima que Vlahos estuviera muerto. Habría sido mejor si hubiera estado
vivo. James habría enviado instantáneas de las lesiones de MJ a lo largo de los años,
y esto habría sido su gloria.
—Deberías levantarte —dijo James bruscamente—. No querrías que Manolito
te viera así, ¿verdad? Podría darse cuenta de que todavía amas a Helios Andreadis,
y…
La puerta detrás de ellos se abrió.
MJ se congeló, el sonido de ello llenó su mente de terror.
—Si me doy cuenta de que mi chiquitina aún quiere a su amante griego, ¿qué
haría yo?
Los dientes de MJ se hundieron en sus labios mientras Manolito tiró su cabeza
hacia atrás por el cabello. Sus ojos se encontraron justo antes de que la mirada de
Manolito se volviera salvaje de rabia. Él le escupió la cara, y ella ni siquiera podía
reaccionar, cada parte de ella inmovilizada por el miedo.
No estaba solo enojado, pensó MJ, aturdida. Estaba mortalmente lívido.
Él la escupió de nuevo, y ni siquiera parpadeó.
—¿Pensabas mentirme mientras esperas a que tu joven amante griego te
rescate?
Ella comenzó a sacudir la cabeza, pero esto solo parecía irritarlo más. Lo último
que vio fue el pie de Manolito cubierto de bota que se dirigía hacia su rostro.
Mientras todo se oscurecía, el imaginario Helios cayó de rodillas.
Déjame verte, mocosa.
Oh, cómo había querido escuchar esas palabras de él durante tanto tiempo.
Pero ahora no significaban nada.
***
James miró el cheque que tenía en sus manos. Un millón de dólares. Era suyo.
Y todo fue gracias a Vlahos y a la mocosa de Madeline. Volviendo a meterlo en el
bolsillo de la camisa, se encogió de hombros en su chaqueta de cuero y sacó su bolsa
de la cama. Era hora de irse. Sabía cómo funcionaban las cosas en el mundo de
Manolito. Los depósitos regulares en su cuenta bancaria significaban que Manolito
mantendría a MJ hasta que se rompiera. ¿Pero un pago único como este? Dudaba
que durara más de una semana.
Cuando llegó al aeropuerto, James decidió tomar un vuelo a Nassau por
capricho. Solía ir allí de vacaciones entre carreras, y de vuelta en el día, las fiestas
allí habían sido salvajes. Hacía años que no había estado allí. ¿Seguramente alguien
lo reconocería? Cualquiera que lo hiciera, pensó James magnánimamente, él lo
trataría como un rey.
Mientras pagaba su pasaje en el mostrador, James estaba completamente
inconsciente de los ojos que seguían cada uno de sus movimientos. Era tan
inconsciente cuando una azafata tomó su foto de detrás del carro de licor, demasiado
perdido en sus fantasías de reivindicar sus días de gloria como un célebre piloto de
carreras.
Desafortunadamente para él, sus sueños estaban condenados a no realizarse.
En el momento en que salió del aeropuerto, un par de hombres vestidos
casualmente lo acorralaron, atrapando a James entre sus cuerpos. Abrió la boca para
protestar, pero se quedó en silencio cuando sintió la culata de un arma apretada
contra su costado. No le dijeron que viniera con ellos tranquilamente después de
eso. Ellos sabían que no tenían que hacerlo. Alguien como James estaba seguro de
conocer las reglas.
Lo empujaron dentro del asiento trasero de un coche de aspecto indescriptible,
y de nuevo James se mantuvo entre sus dos captores. Frente a él había otros dos
hombres, que llevaban camisas hawaianas, y no hubieran parecido diferentes de los
turistas ordinarios si no fuera por los cañones colocados debajo de sus camisas.
La realidad de su situación se hizo mucho más clara cuando el hombre de su
izquierda comenzó a atarle las muñecas.
—¿A dónde me llevas? ¿Qué quieres? —Su sangre se enfrió como un
pensamiento se le ocurrió—. ¿Estás trabajando para Chávez? No es culpa mía que
él…
—Hablas demasiado —dijo el hombre a su derecha en voz baja. Cuando se
quitó las gafas oscuras, su rostro le pareció vagamente familiar a James. Un segundo
después, se dio cuenta de que era uno de los amigos del motociclista griego que MJ
había conectado en la universidad.
Antes de que pudiera pensar en protestar por su inocencia, el hombre más
joven lo golpeo dejándolo fuera de combate.
Yuri miró reflexivamente sobre el moretón en su puño.
—Si lo hubiese golpeado con más fuerza —murmuró—, podría haberlo
matado.
—Me alegro de que no lo hicieras —gruñó Andreus desde el otro lado de
James—. Podemos tomar turnos después de que Helios lo haya interrogado.
Helios los esperaba en el cobertizo, con el rostro estoico mientras miraba a los
otros oficiales de Afxisi descargar a James del asiento trasero. El hombre mayor
permaneció inconsciente incluso cuando lo ataron por los tobillos y lo colgaron boca
abajo de un gancho. Ante su asentimiento, Andreus comenzó a darle vueltas y se
detuvo cuando James estaba a la altura de los ojos de Helios.
Helios abrió los puños. Solo el sentido común y la pura preocupación por MJ
lo habían mantenido en el cobertizo de los botes, esperando a que los demás le
trajeran al hombre que había torturado a su mujer casi cada año de su vida. Con
ellos tan cerca de encontrar pistas sobre el paradero de Manolito Chávez, Helios
sabía que tenía que tener más cuidado y no dejar que Gracie lo sospechara. En este
momento, Gracie y el mundo entero no eran ni siquiera conscientes de que MJ
existía, mucho menos el estrago que su secuestro había creado en su vida. Pero eso
podría cambiar en cualquier momento. Todo lo que necesitaba, Helios sabía, era un
estúpido error, y podría costarle la vida a MJ.
Cogió el encendedor del escritorio y lo abrió con un chasquido, y lo acercó con
calma a los brazos de James Cartwright. En segundos, James despertó gritando ante
el olor y la sensación de su piel quemada. Se encontró mirando directamente a los
ojos de Helios, el mundo alrededor de cabeza. James tardó otro segundo en ardiente
agonía en comprender que él era el que colgaba de cabeza.
—¿Sabes quién soy? —preguntó Helios.
James solo lo miró, sabiendo que no tenía sentido pedir misericordia.
—Puedo ver en tus ojos que lo sabes. —Helios mostró los dientes con una
sonrisa—. Entonces comprenderás si te hago esto, ¿no?
Los ojos de James se dispararon, siguiendo el movimiento de la mano del
hombre. Sus ojos desencajados en alarma al ver hacia dónde se dirigía.
—Vete a la mierda —bramó. Pero sus palabras terminaron en un gemido de
dolor insoportable cuando Helios Andreadis le cortó los pantalones y puso su polla
en llamas.
Helios solo arrojó el encendedor cuando la carne de la masculinidad de James
se había vuelto de un color diferente. El hombre probablemente estaba
convulsionando en la más infernal agonía de dolor en este momento, pero no era
suficiente. Quería que James Cartwright sufriera el tipo de amenaza mortal a la que
había sometido a MJ cada maldito día de su vida. Quería ver como violadores
ultrajaban a James de la misma manera en que James había vendido a MJ para ser
violada, querían ver la luz salir de los ojos del hombre cuando Helios aplastara
lentamente su tráquea,
Kellion apretó el hombro de Helios en señal de advertencia.
—Lo que sea que esté pensando, Presidente, no merece la pena. Necesitamos
respuestas, y nos estamos quedando sin tiempo.
Las palabras lo golpearon como un cubo de agua fría, y Helios luchó duro para
controlar sus emociones. Frente a él, James seguía gritando lanzando insultos a él y
a MJ. Pero las protestas del hombre murieron cuando Helios se agachó para recoger
el encendedor.
—Si no quieres que siga quemando tu polla hasta que se caiga, vas a responder
a mis preguntas de forma clara y completa.
Kellion agarró un bate de acero que estaba escondido y lo utilizó para “golpear
ligeramente” un lado de la cabeza de James, lo justo para tener sangre corriendo
hacia abajo del lado de su sien.
—¿Entiendes eso, imbécil?
James trató de escupirle, pero Kellion dio un rápido paso atrás.
Andreus se acercó y usó la culata de su arma para golpear el otro lado de la
sien de James. Una vez más, la sangre corría por el lado de su cabeza.
—¿Entiendes lo que dijo nuestro Presidente? Seguiremos golpeándote hasta
que lo entiendas bien, ¿sabes?
—Sí. —Se obligó a decir, sabiendo que no sobreviviría si sus captores seguían
golpeándolo en la cabeza. El dolor de su piel quemada y su polla hacía que su cabeza
estuviera más mareada. Comenzó a alucinar, sintiendo como un centenar de MJs lo
rodeaban en círculos. Y todas se reían de él.
Maldita sea, coño estúpido.
Cada uno de las cien MJs no respondió, solo seguían riéndose como si no
valiera la pena desperdiciar sus voces.
Otro golpe duro y doloroso en la cabeza hizo que James se girara hacia Helios
y los otros hombres. Las paredes del cobertizo parecían estar encogiéndose cada vez
más cerca de él, pero ¿no podía ser? Era su imaginación, igual que las cientos de MJs
que todavía se burlaban de él con su risa.
—¿Dónde está MJ en este momento, James? —Ni siquiera pensó en preguntar
si MJ estaba viva, y Helios podía sentir alivio explotar dentro de él cuando James no
respondió con una negativa, no le dijo que su amada mocosa estaba muerta.
—En Las Vegas. —Su voz era confusa cuando contestó. ¿Por qué estaba
pronunciando mal?
—¿Estarán allí indefinidamente?
Cuando James tomó demasiado tiempo para responder, Kellion lo golpeó con
el bate una vez más.
James se despertó con una sacudida, y el dolor en su polla le aseguró de estar
alerta una vez más.
Helios repitió su pregunta.
—N… no. —Podía sentirse babeando y se preguntaba si era porque había
perdido el control de su boca. Se sentía un poco raro—. Le mostré… —Se dio cuenta
de lo que estaba a punto de revelar y calló.
Helios encendió su mechero.
—Ni siquiera pienses en mentir, Cartwright. Escúpelo.
El pánico burbujeó dentro de James. Haciendo todo lo posible para alejarse de
la llama ardiente cerca de su rostro, James dijo:
—Le mostré a MJ tus fotos en el periódico.
Helios crujió los puños, sabiendo que no era hora de que matara a James
todavía. Maldito bastardo. Maldito sea, maldito sea por siempre querer herir a MJ.
—Ella estaba… afectada por lo que vio y Manolito lo vio. Lo vio todo.
Todo su cuerpo se enfrió por lo que esas palabras podrían significar. De todo
lo que había oído hablar del traficante, Manolito Chávez era un ser extremadamente
posesivo y volátil, que no apreciaría si su víctima favorita tenía algún sentimiento
por otro hombre.
En su mente, MJ apareció, de pie tan quieta que era como si se hubiera
convertido en una estatua. La luz la rodeaba, y Helios maldijo en silencio ante la
vista, sin gustarle lo que presagiaba. No, carajo, quédate aquí conmigo, mocosa. Quédate
conmigo. Espérame.
Tomó un increíble esfuerzo centrarse en James, y tuvo que obligarse a hablar
más allá del nudo en su garganta.
—Si Chávez se enteró de mí, ¿qué pasaría con MJ?
James tragó saliva.
—Oí… que le gusta que sus hombres se den un festín con las mujeres que lo
desagradan… ¡aaaaaaah! —De repente, estaba siendo empujado hacia abajo, más
rápido que una montaña rusa, y antes de saberlo se había caído al suelo.
Helios miró a sus amigos. Se terminó. La vida de James Cartwright había
terminado. Había sido ejecutado en el momento en que había vendido a MJ a un
monstruo como Manolito Chávez, y era hora de que Cartwright pagara por sus
pecados.
Cuando James abrió los ojos, vio a los hombres subir en sus motocicletas.
Luchó por liberarse, pero las cuerdas alrededor de sus muñecas y tobillos ni siquiera
le dieron un centímetro. Alguien aceleró su moto, y cuando James levantó la vista,
vio que la motocicleta se dirigía hacia él.
Un grito silencioso de horror salió de su garganta cuando la motocicleta voló
justo sobre él, sus ruedas quemando la piel de su nariz.
—¡Detente! —Finalmente logró gritar—. Vete a la mierda, deja de… —Pero
rápidamente cerró la boca cuando otra moto llegó corriendo hacia él.
Él cerró los ojos, pensando que disminuiría el horror. Pero fue el mayor error
que cometió, permitiendo que las ruedas arrancaran la piel de sus párpados. Gritó,
lloró y suplicó, pero ya sabía que ninguno de ellos estaba dispuesto a escucharlo. En
la parte más profunda de él, se dio cuenta de que le estaban haciendo pagar por lo
que había hecho a MJ, haciéndole revivir cada segundo de su agonía.
La tercera moto vino desde el otro lado, dejando escalofriantes marcas de
deslizamiento en su pecho antes de que su rueda trasera aplastara su polla.
—¡Aaaaaaaaaah!
Pero no había terminado, se dio cuenta cuando oyó una última moto
acelerando, ronroneando, gruñendo, burlándose de James para mirar a su último
atormentador.
Helios Andreadis.
Él miró con creciente terror como Helios se ponía lentamente el casco.
Y entonces Helios estaba volando.
Antes de aterrizar directamente en el cráneo de James, pulverizando el hueso
con la rueda delantera de su motocicleta en miles de piezas.
***
Era una hora más tarde cuando los oficiales de Afxisi volaron de Nassau en un
jet privado, dejando atrás un viejo cobertizo quemado hasta la tierra. Los registros
de ese día mostrarían que ninguno de ellos había visitado la isla. Era como si nunca
hubieran estado allí, y era como si James Cartwright nunca hubiera existido
tampoco.
En la intimidad y la comodidad de su avión, Helios se apoyó cansadamente en
su asiento y cerró los ojos. Trató de buscar en su interior sentimientos de pesar por
lo que había hecho al padre adoptivo de MJ, pero no había ninguno. En todo caso,
deseaba haber podido hacer más, podría haber prolongado la tortura durante años,
porque durante tanto tiempo James Cartwright había jugado a la ruleta rusa con su
vida.
MJ. Él llamó a su gemela imaginaria en su mente, pero ella no apareció. Él la
llamó una y otra vez en su mente, y su cuerpo se tensó cada vez más cuando el
silencio en su mente solo se alargó. Una voz astuta y siniestra le susurró que podía
ser la prueba de que MJ se había ido, realmente desaparecido, pero Helios se negó a
creer eso.
No habían llegado tan lejos para que le quitaran a MJ así.
No. No podía creer eso. Él no creería eso.
En algún lugar de este mundo, todavía lo esperaba.
Capítulo 8
—Llegas tarde, caro —dijo Gracie con un puchero, mirando con ojos de
pesados párpados mientras Helios Andreadis entraba en la habitación. Se dirigió
directamente a la barra privada, ni siquiera dio una mirada a su forma desnuda en
la cama. Esta falta de interés supremo del motorizado griego lo hacía repugnante e
increíblemente atractivo a los ojos de Gracie. Él era el único hombre que alguna vez
había conocido que la trataba de esta manera, tan insensiblemente, como si no le
importara una mierda ella. Pero de alguna manera, eso era precisamente lo que hacía
que lo deseara tanto.
Todo sobre él era tan hermoso. Su cabello bañado por el sol, sus ojos dorados
centelleantes, su piel bronceada, y oh, su cuerpo de más de dos metros, lleno de
músculos poderosos. La fuerza en ese cuerpo adorable nunca dejó de secarle los
labios, y la idea de Helios usando tal fuerza para joderla, tal vez joderla hasta que
empezara a sangrar…
Oh, cómo deseaba a este hombre.
—Me he retrasado —respondió Helios de manera cortante mientras
descuidadamente arrojaba su reloj sobre la mesa.
Gracie se incorporó a una posición sentada y balanceó sus piernas por el borde
de la cama. Tenía la esperanza de que atraería la atención de Helios, pero todo lo
que parecía importarle era servirse una copa. El temperamento despertó, ella caminó
hacia él, agarrando el vaso de whisky de sus manos y arrojándolo contra la pared.
Cuando se rompió en pedazos, ella gritó:
—No me faltes el respeto…
Sus palabras fueron cortadas con un jadeo cuando Helios tiró de su cabeza
hacia atrás por el cabello, cubriendo su boca con un beso brutalmente duro. Ella trató
de besarlo, pero el momento en que lo hizo, la apartó, lo suficientemente fuerte como
para que cayera de nuevo en los cojines.
—No me digas lo que debería o no hacer —dijo con voz áspera—. Los dos
sabemos que te gusta cómo te trato. —Y era verdad. Pero lo que Gracie nunca
debería saber era cómo cada segundo que pasaba en su compañía lo enfermaba. La
información de James había sido muy valiosa, permitiéndoles determinar con
precisión dónde se ocultaba Manolito Chavez actualmente.
Pero era una puta fortaleza, y la única forma en que podían conseguir que
alguien entrara sin arriesgar la seguridad de MJ era si uno de ellos era invitado
personalmente para hacerlo.
Lo cual era la razón de que estuviera allí, a punto de hacer lo malditamente
impensable.
Gracie estaba de rodillas, susurrando palabras dulces mientras trabajaba en los
botones de su pantalón. Lo acarició y él cerró los ojos, fingiendo que era MJ quien lo
acariciaba. Era la única manera de que pudiera conseguir una erección.
—Deja que te haga sentir bien —ronroneó.
Helios hizo su movimiento antes que su pantalón estuviera completamente
bajado, haciéndola girar en el suelo. Se dejó caer de rodillas y empujó su pene en su
culo, sin preocuparse si estaba lo suficientemente húmeda para recibirlo.
Ella gritó, el sonido mezclado con el dolor y la emoción. Sus uñas se clavaron
en la alfombra mientras Helios la desgarraba con su grande y vibrante pene. Las
lágrimas de placer y agonía corrían por su rostro y ella jadeó:
—Más.
Sin decir una palabra, Helios envolvió sus manos alrededor de su cuello.
Gracie se congeló.
—¿Qué estás… ? —Ella comenzó a ahogarse, y cuando los dedos se apretaron
alrededor de su cuello, ella comenzó a luchar. Increíblemente, Helios no dejó de
empujar en ella. Él estaba tirándosela mientras trataba de matarla, pensó Gracie, y
la idea le hizo jadear por otra razón, su coño inundándose con la humedad.
Las embestidas de Helios eran cada vez más contundentes, pero la presión
alrededor de su cuello no se alivió.
Su sentido nadaba, y sus manos cayeron lentamente del agarre asfixiante de
Helios.
De lejos, oyó a Helios rugir su liberación y de repente estaba libre. Gracie
respiró con dificultad, pero incluso mientras lo hacía, sus dedos ya serpenteaban por
su cuerpo, frotando su clítoris frenéticamente porque casi morir fue el más poderoso
afrodisiaco que jamás había experimentado.
En cuestión de segundos, llegó al orgasmo, llegando, llegando, y sus ojos
buscaron los de Helios mientras lo hacía. Él estaba sonriendo. Casi la había matado,
y estaba sonriendo.
Gracie lentamente le devolvió la sonrisa.
Lo hicieron tres veces más antes de que Helios se fuera, Gracie también volvió
a cambiar su ropa. Habían acordado dejar el hotel juntos, con Gracie invitándolo a
cenar por primera vez. En sus encuentros anteriores, solo se había dignado a
reunirse con él, ya sea en el club o con una cita como esta noche en un hotel. La
invitación marcó un cambio en su relación, y Helios sabía que tenía que tomar
ventaja de ello en este momento.
—¿Cómo va tu negocio? —preguntó él, adoptando un tono despreocupado
mientras se abrochaba los vaqueros.
Gracie se acercó hacia él, dándose la vuelta para que pudiera cerrar la
cremallera de la parte posterior de su vestido. Arrugando la nariz, dijo:
—Horrible. Algunos trepadores de Rusia compiten con mi negocio aquí. El
bastardo está tratando de derrotarme, consiguiendo que los bancos se metan con mis
préstamos…
—Puedo ayudarte si quieres.
Gracie se calmó. Ella había jugado con la idea de pedirle a Helios Andreadis
un préstamo. Todo el mundo sabía que estaba cargado, después de todo. Pero al
final, había vetado la idea misma. Ella realmente no lo conocía muy bien, y odiaba
estar en deuda a cualquier extraño.
Pero después de lo que pasó hace un rato…
Tal vez él no era extraño en absoluto. Tal vez era un alma gemela.
—¿Qué tienes en mente?
Helios acarició un hombro desnudo.
—Estaba pensando… ya que teníamos los mismos gustos… es posible que
puedas ayudarme con algo que siempre he querido.
Se quedó sin aliento al ver la expresión intensa en sus ojos.
—¿Qué es?
—Estaba pensando… tal vez tú y yo… podríamos buscar a alguien para jugar.
Alguien a quien pudiéramos hacer lo que queramos, y a nadie le importe lo que le
pase a esa persona.
Él quería a alguien a quien pudieran matar, Gracie se dio cuenta. Ese era uno
de los pocos tabúes en el club, junto con no revelar los nombres de otros miembros.
La violación de cualquiera de estas reglas significaba la muerte, razón por la que
nunca había hablado de su tiempo allí, ni siquiera a su padre. Afortunadamente,
desde que era un miembro de un club similar en Sicilia, Manolito Chavez nunca
había pensado preguntarle tampoco.
Lo que Helios quería era imposible en el club… pero no en el mundo de su
padre. Se humedeció los labios.
—¿De cuánto estamos hablando?
—¿Cuánto necesitas para mantener tu negocio fuera de problemas? —Helios
devolvió con voz sedosa.
Conteniendo la respiración, dijo una cantidad que era mucho más de lo que los
bancos estaban demandando de ella.
—Hecho. —Sus ojos brillaban—. Y si me encuentras a alguien para mañana,
voy a doblar la cantidad.
—¿Mañana? —Ella trató de no dejar que Helios viera cómo la demanda la
ponía nerviosa—. Eso es demasiado pronto…
Los dedos de Helios rodearon su cuello.
—No puedo evitarlo, cara. Me haces querer matar. Muchísimo. —Sus dedos se
cerraron alrededor de su cuello—. Pero no quiero correr el riesgo de hacerte daño.
Es tan raro para mí encontrar a alguien que coincida con mis gustos. Quiero
conservarte para siempre, bella mia, pero necesito matar. Tú me vas a ayudar con
eso, ¿verdad?
Realmente era Thanato. Muerte. Su nombre le sentaba muy bien. En un ataque
de deseo imprudente, susurró:
—Sí.
La lujuria brillando en los ojos de Gracie fue desagradable, pero sabía que si
no actuaba como tal, Gracie comenzaría a sospechar de él. Le quitó su vestido,
haciéndola jadear. Ella abrió la boca para replicarle, pero él tomó sus labios en otro
beso devastador, mordiéndole los labios y la lengua para que ambos saborearan la
sangre. Ella pasó las uñas por su espalda y él se estremeció, sabiendo que Gracie
confundiría su repulsión por deseo.
Una noche más, pensó Helios sombríamente incluso mientras metódicamente
trabajaba en excitar a la mujer en sus brazos. Una noche más y sería capaz de salvar
a MJ del infierno en el que se encontraba.
Capítulo 9
Olga Samaras quería correr cuando vio quiénes eran sus últimos visitantes del
día. Pero porque ella tenía su orgullo, se obligó a permanecer inmóvil en su asiento,
levantando su barbilla dijo:
—No tienes ningún negocio aquí.
Helios y los otros oficiales ignoraron la respuesta petulante del viceministro de
Finanzas del país, en vez de cruzar la vasta oficina para sentarse cerca. A los
cincuenta y tres años, Olga parecía por lo menos una década más joven, su cabello
oscuro sin manchas blancas y su rostro liso y sin arrugas. Nadie que mirara su rostro
inocente y engañoso llegaría a suponer que bajo su manto de servidumbre pública
ocultaba una vena horriblemente sádica, que le había ganado el apodo de Thanato.
—Esta será nuestra última vez para visitarte —murmuró Yuri.
—Eso fue lo que dijiste la última vez, también —dijo Olga amargamente.
Los labios de Kellion se retorcieron cuando él se apoyó en el borde del
escritorio del ministro.
—Incluso si lo fuera, no estás en posición de quejarte, ¿verdad?
La amenaza implícita no se perdía en ella. De alguna manera, estos jóvenes
habían descubierto su secreto mejor guardado, y lo habían utilizado a su favor,
amenazando con exponerla si no cooperaba con ellos.
—Hice todo lo que me pediste —replicó ella—. Me aseguré de que todo el
mundo pensara que realmente eres Thanato.
—No es suficiente ahora, por desgracia —comentó Andreus con una voz
dura—. Mañana, Helios ha sido invitado a una fiesta privada por Manolito Chávez.
Ella abrió los ojos.
—¿El siciliano traficante de personas? —Ella negó—. Esa persona es peor que
yo. Me mantengo alejada de los niños, pero ese loco…
Tratando de ignorar la agitada sensación dentro de su estómago ante la
revelación involuntaria de Olga sobre el apetito de Manolito Chávez, Helios
preguntó abruptamente:
—Necesito que me digas la verdad. ¿Alguien que posiblemente pueda asistir a
la fiesta, te reconozca y por lo tanto sepa que no soy el verdadero Thanato?
Ella sacudió su cabeza.
—Nadie. Te lo dije, siempre he actuado sola…
—Perdónanos si no te creemos de inmediato, ya que se ha demostrado que
tienes un significado bastante flexible de la palabra “sola”. —En el caso de una de
sus víctimas más recientes, Olga había estado sola, de acuerdo. Había sido la
instigadora solitaria del secuestro y la tortura de una inmigrante irlandésa en Grecia,
pero había muchos hombres que la acompañaban en ese viaje, y todos ellos habían
tenido el privilegio de golpear y violar a la pobre muchacha.
—Es diferente a mí —insistió ella—. Nunca abusé de niños. Él… hizo.
Y allí Helios pensó sombríamente, era su 32° razón para matar a Manolito
Chávez. Alguien que atacaba a niños inocentes era el más bajo de los bajos, y Helios
sabía que no podía ser responsable de sus acciones si alguna vez se quedaba solo
con el siciliano.
—¿Qué pasa durante las fiestas como esa? ¿Hay algo que debería y no debería
hacer, así no me delato?
—Solo sé quién pertenece a quién, y no toques los reclamados sin permiso.
—¿Qué hay de los no reclamados?
—Son para el deporte. Cualquiera puede tenerlos excepto los nuevos. Por lo
general, es el amo quien hace eso y en este caso, eso sería… —Su voz
inconscientemente baja—. Sería Manolito Chávez, porque lo oí decir que le gustaba
romper a una chica aparte durante su primera vez… una y otra vez.
Helios se puso de pie lentamente.
—¿Te gusta hacer eso también? —se escuchó preguntar, pensando todo el rato
que desde que había conseguido matar a James Cartwright, tal vez también podría
matar a la perra sentada a su lado. Le hacía sentirse enfermo, sabiendo que la mujer
se había alejado de lastimar y matar a tantas mujeres inocentes por su posición en el
gobierno.
Olga sonrió.
—¿Qué piensas?
No hubo respuesta. Ella levantó la vista y gritó mientras Helios se lanzaba
hacia ella sobre el escritorio. La habría estrangulado si Kellion y Yuri no hubieran
reaccionado de inmediato, quitándole de encima a la política.
—Helios, maldita sea —gruñó Andreus—. Esto no es lo que acordamos.
—Mírala —gruñó Helios, esforzándose contra el agarre de Yuri y Kellion—.
Quería malditamente matarla y romperle el cuello para librar al mundo de uno de
sus mayores males. Ella tiene la culpa por pensar en ello como los recuerdos felices,
el torturar a las muchachas, mientras que MJ todavía pierde…
—Serás el que muera si reaccionas así cada vez que te encuentres con los más
grandes jodidos del mundo.
Olga, todavía acurrucada detrás del escritorio, observó como el aspecto más
amenazante de los cuatro ubicados entre ella y Helios Andreadis. Ella ni siquiera
pensó en golpear el botón de pánico debajo del escritorio, sabiendo que todo sería
peor si esto saliera en las noticias. El dominio combinado de estos hombres sobre los
medios de comunicación estaba más allá, incluso de su poder, y ella sabía que la
noticia de sus inclinaciones más oscuras saldría antes de que pudiera hacerlos
arrestar.
—He conocido a personas peores que esta perra en mi línea de trabajo para el
club, Helios. Confía en mí, no puedes arriesgar perder la cabeza sobre esto. Si matas
a una perra de alto perfil como ella, no será bueno para ti o para el club. No será
bueno para MJ tampoco, porque entonces Chávez podría saber que tenemos algo
planeado.
Helios se esforzó por escuchar a Andreus, sabiendo que su amigo tenía razón.
Tenía que concentrarse en lo que más importaba, y eso era sacar a MJ de cualquier
lugar en el que estuviera… viva.
—Estoy bien —dijo finalmente Helios. Y él lo estaba, por el momento—.
Podemos dejar este lugar ahora. Hemos conseguido lo que queríamos. —Kellion y
Yuri lo soltaron lentamente, pero ambos estaban tensos, esperando cualquier señal
de que su presidente pudiera estallar de nuevo.
Andreus se movió solo cuando Helios se dirigió hacia la puerta.
Helios oyó el grito de Olga justo cuando salía de la habitación. Su cabeza se
giró bruscamente, y su mirada aturdida encontró a Andreus limpiando su hoja
mientras Olga sollozaba mientras sacudía el teléfono con un dedo menos.
Andreus dejó caer el dedo cortado en la papelera antes de cerrar la puerta tras
él.
—¿Por qué diablos hiciste eso? —preguntó Kellion.
Andreus se encogió de hombros.
—Es lo que siempre he hecho para el club cuando la gente no quiere pagar.
Helios podía verlo en los rostros de los demás, esas palabras no eran noticias
solo para él.
—Nunca tienes que hacer algo así por Afxisi.
La sonrisa de Andreus no alcanzó sus ojos.
—Por el contrario, Presidente, lo hago. Afxisi es la única familia que tengo. No
voy a dejar que ningún gilipollas nos cague, y eso incluye asegurarnos de que la
gente nos pague sus deudas… de una forma u otra.
—No es justo que hayas tenido que soportar este tipo de carga por sí solo —
afirmó Helios—. Cuando volvamos a casa… con MJ, vamos a cambiar un par de
reglas. —Sus ojos se estrecharon contra su tesorero—. Y una advertencia justa, amigo
mío. Probablemente serás castigado.
Andreus fingió mirar asustado.
—No, presidente. Todo menos eso.
Cuando Helios y Kellion subieron a sus motocicletas, Yuri se detuvo,
esperando a que los otros dos se fueran antes de preguntarle a Andreus:
—¿Es por eso?
Andreus fingió ignorancia incluso cuando su cuerpo se tensó ante la pregunta
del joven.
—¿Es por eso qué?
—¿Sabe mi hermana que esa es la razón por la que piensas que no eres lo
suficientemente bueno para ella?
Andreus exhaló. Maldito Yuri por ser tan sincero como siempre.
—No —dijo finalmente.
—Deberías decírselo —sugirió Yuri con calma—. De lo contrario, seguirá
pensando lo contrario.
—¿Por el contrario? —repitió sin expresión.
—Que creas que ella no es lo suficientemente buena para ti porque está dañada.
Capítulo 10
Gracie miró a su novio con una agradable sorpresa cuando llegó con estilo a la
puerta de su casa. En el pasado, Helios Andreadis había venido a ella vestido con su
camisa y pantalones vaqueros habituales, pero esta noche definitivamente se había
vestido. Llevaba un traje elegante, el diseño que ella reconocía como algo que
probablemente le habría costado varios miles de dólares.
—Te ves maravilloso, caro —murmuró.
Un placer malicioso brillaba en sus leoninos ojos.
—Pensé que debía vestirme para esta ocasión tan especial.
Ella trajo sus labios para un beso de bienvenida y otra vez, sus labios eran
violentamente apasionados, haciendo que su cuerpo entero temblara de excitación.
Esto era lo que ella más amaba de Helios, la forma en que no perdía la calma, sin
importar cuántas veces se habían venido. Con los otros hombres con los que había
salido en el pasado, se iban poco a poco suavizando y volviéndose pegajosos,
forzándola a romper con ellos… o a que los hombres de su padre los desecharan.
Dentro de la limusina, Gracie trató de acercarse a él, pasándole la mano por el
muslo. Él sabía que debía tomar la carnada, pero estaba harto de su pasión. Con
ganas de acabar con las cosas, la acercó bruscamente hacia él hasta que estaba boca
abajo en su regazo.
—Mira si puedes ponerme duro.
Ella le abrió la cremallera.
—Siiiiiii…
Cuando Gracie tomó su polla en la boca, la mano de Helios se deslizó por
debajo de su largo y escurridizo vestido negro, los dedos se deslizaron por su cuerpo
hasta que encontró sus bragas. Las arrancó de su cuerpo y hundió sus dedos en su
coño. Era la primera vez que la había jodido de esta manera, pero sabía que estaba
empezando a tener preguntas y tenían que ser atendidas antes de que llegaran al
lugar de su padre.
Los gemidos de Gracie alrededor de su polla llenaron la limusina.
Sus dedos se movieron rápidamente, Helios usando todas las habilidades que
tenía en su poder para llevarla a un poderoso orgasmo.
En el momento en que llegaron a su destino, Gracie se volvió a aplicar su
maquillaje, y estaba alisando los pliegues de su vestido. Al mirar a Helios, vio su
ceño fruncido mientras contemplaba la fachada del almacén abandonado.
—No te dejes engañar por su apariencia. Tenemos las mejores instalaciones
abajo.
—¿Debajo? —preguntó Helios mientras se colocaba la máscara que Gracie le
había entregado, un requisito para tales reuniones. Él salió de la limusina primero y
cuando él le ofreció su mano, la vio tener el apuro de sostener su vestido y bolso al
mismo tiempo—. Déjame que te lo sostenga.
Gracie le entregó su bolso.
—Gracias. —Miró hacia abajo a sus pies al salir, perdiendo la forma en que
Helios deslizó su cuchillo suizo en su bolsa. Era la única forma en que podía
introducir un arma en el complejo de Manolito Chávez.
—Esta fábrica fue una vez un hospicio mental. —Ella le retransmitió con una
risita—. Tiene su propia mazmorra, que papá cree que es genial.
—Que cool —acordó—. ¿Hay algunas cadenas originales, abandonadas?
—Eso y más —prometió Gracie.
El rubor en sus mejillas le hizo preguntar con suavidad.
—¿Recibiste el regalo que te envié?
El placer brillaba en sus ojos.
—Oh, sí —dijo alegremente. Tomé un sorbo de él justo antes de salir. Fue
maravilloso.
Si eso era cierto, entonces debería estar inconsciente en treinta minutos.
Seguramente ese era el tiempo suficiente para que él encontrara a MJ y la sacara de
aquí. El almacén abandonado estaba tan fuertemente custodiado como siempre lo
había sido, los hombres patrullaban las instalaciones cada cinco minutos, pero a
diferencia del pasado, ninguno de ellos se preocupaba de esconder el hecho de que
estaban completamente armados.
Helios observó que se habían sacado muchas cuerdas para el evento de esta
noche. ¿Cuántos políticos habían sido sobornados para que esta supuesta
celebración sucediera? Peor aún, ¿cuántos de ellos estaban dentro de este mismo
lugar, todos ellos poseían almas depravadas en sus cuerpos, deseando darse un
“banquete” con la carne de mujeres poco dispuestas?
El labio de Helios se curvó ante la palabra “banquete”, que era lo que Olga y
James habían utilizado para describir lo que Manolito Chávez y sus mecenas hacían
durante reuniones como ésta.
—¿Helios? ¿Hay algo malo? —preguntó Gracie preocupada, viendo el ceño
fruncido en el rostro de su cita.
Se obligó a encogerse de hombros.
—Solo estoy un poco impaciente. Después de todo, no puedes decir que he sido
lento en enviarte el dinero que necesitabas…
Ella se sonrojó.
—Gracias por eso. Y te lo prometo, esta noche valdrá la pena. Papá siempre
tiene los espectáculos más maravillosos preparados para noches como esta. Y
cuando se entere de lo mucho que me has ayudado, estoy seguro de que no solo nos
regalará una chica. Nos dará un harén completo. —Hizo una pausa—. ¿Siempre que
no tengas ninguna preferencia?—
—Alguien joven y blanco, preferiblemente. Tengo lo que ellos llaman un
complejo de hermanas menores. —Era la única explicación en la que podía pensar,
para asegurarse de que alguien que se ajustara a la descripción de MJ para que se la
enviaran.
—¿Tienes una hermana menor? —preguntó ella sorprendida.
—La hermana de un amigo —confirmó, disculpándose mentalmente con Yuri
mientras se encontraba inadvertidamente hablando de Hailey.
—Interesante —murmuró Gracie, pero ya estaba jurando secretamente que iba
a averiguar quién era esa chica. Esa perra, quienquiera que fuera, tenía que irse. No
era del tipo de compartir a su hombre con nadie más, especialmente cuando era del
calibre de Helios.
Dentro del almacén, Helios fue sometido a un cuidadoso control corporal, y lo
permitió sin siquiera parpadear, sabiendo que su arma estaba a salvo en el bolso de
Gracie. Como él había esperado, Gracie podía navegar dentro del lugar como una
pequeña princesa mimada, los guardias eran respetuosos con ella.
El interior era tan llamativo como cualquier burdel del siglo XIX, que
supuestamente atraía grandemente a Chávez y a su gente. Las miradas fijas los
seguían a Gracie y él dondequiera que fueran. A estas alturas, la gente lo reconocería
como Thanato, aunque sabía que solo los miembros del club de Gracie lo conocerían
también como Helios Andreadis. Alguien que era tan depravado como Thanato no
se preocuparía por lo que estas personas pensaban, y fue eso lo que le permitió
encontrarse con la mirada fija de todos y cada una de las personas, sin fisuras.
Cuando descendieron a las mazmorras, fue cuando se probó el temple de
Helios. En cada celda que pasaron, dos o más individuos estaban dentro, y todos
ellos estarían involucrados en un acto de degradación. Quería cargar cada maldita
celda y matar a los clientes de Chávez, pero se contuvo, sabiendo que había una
mejor manera de salvar a todos en este lugar.
Cuando llegaron a una celda desocupada, Gracie se detuvo y abrió la puerta.
Observó cautelosamente mientras entraba.
Gracie encontró a Helios todavía de pie afuera de la celda.
—¿Qué estás esperando, caro? —preguntó ella con voz gutural. Dejó que su
mano corriera cariñosamente a través del surtido de látigos colgando de la tira de
ganchos en la pared—. Podemos hacer algo muy rápido aquí. ¿No querrías azotarme
un poco, ver mi sangre corriendo por mis muslos como una pequeña virgen
asustada?
No.
Él no quería eso porque eso le recordaría demasiado lo que MJ podría estar
pasando.
Pero se oyó diciendo:
—Ni siquiera tienes que preguntar.
Sabía lo que tenía que hacer.
Dentro, no buscó ninguno de los látigos. En cambio, se desabrochó lentamente
el cinturón.
—Ponte en la cama sin ropa.
Gracie se desnudó apresuradamente y se puso a cuatro patas en la estrecha
cama, que chirrió bajo su peso. Observó con creciente excitación a medida que Helios
avanzaba hacia ella, la mortífera mirada que la emocionaba hasta el apasionante
final. Parecía que estaba dispuesto a matarla, pensó Gracie, soñadora. Oh, esto iba a
ser taaaannn…
Ella gritó, la agonía de tener su carne destrozada diciéndole que no era un azote
ordinario. Helios había comenzado a azotarla con la hebilla más que con el extremo
de cuero de su cinturón.
Azote.
Azote.
Azote.
Tomó un tiempo, pero el placer vino a ella, haciendo que el dolor ardiente en
su espalda sea más dulce.
***
—Ahí, allí, casi pareces bella como siempre —le dijo Manolito con cariño
mientras sus hombres presentaban a MJ. Él la tenía vestida con indumentaria
nupcial, un viejo vestido blanco de encaje con mangas largas, un escote alto y una
falda de gala.
—Ahora, para el toque final. —Manolito se levantó, su sonrisa haciendo su
rostro aún más grotesco. Mientras caminaba hacia MJ, alguien le entregó una fila de
perlas—. Esto no es cierto, por supuesto. Después de todo, tú tampoco fuiste fiel a
mí, ¿verdad?
MJ hizo todo lo posible para mantenerse quieta mientras Manolito envolvía las
perlas alrededor de su cuello, trató de no estremecerse cuando las perlas tocaron su
piel aún quemada. Anoche, el regalo nupcial de Manolito para ella había sido que
alguien dejara marcas de cigarrillo en todo su cuello, como un collar
permanentemente tatuado.
En su mente, la voz de Helios se había quedado ronca. Todo va a terminar pronto,
mocosa. Créeme.
Ella no respondió porque ya no sabía qué pensar.
Todos los días, a Manolito le gustaba torturarla con chismes sobre Helios que
salía con mujeres diferentes todos los días de la semana. ¿Cómo un hombre
empeñado en encontrar el amor perdido de su vida hacia eso? Oh, todavía oía hablar
que los hombres de Helios venían tras él, le dijo Manolito, pero era más que por
venganza. Helios había renunciado a ella para siempre, había llegado a un acuerdo
con su muerte, ¿y quién era ella para estar en desacuerdo con él?
—Si tu amado griego piensa que estás muerta, entonces te entregaré así.
Incluso tendré nuestra ceremonia de boda grabada para su beneficio visual. ¿Te
gustaría eso?
Recordar las palabras de Manolito la hizo estremecerse, haciendo que Manolito
perdiera su control sobre las perlas. Se estrellaron contra el suelo, y Manolito maldijo
antes de darle un revés, lo suficientemente fuerte para que ella siguiera adónde iban
las perlas.
El dolor le picó el lado izquierdo de su cara, pero antes de que pudiera abrir
los ojos, Manolito ya estaba allí, tirando de ella bruscamente.
—Ahí, ahí, te dije que no te movieras innecesariamente, ¿verdad, querida? ¿No
te he enseñado nada?
Ella susurró:
—Lo siento.
—Lo sé, lo sé. No lo harás de nuevo, ¿verdad?
Ella negó aunque una parte de ella sabía que lo haría de nuevo. Y seguiría
haciéndolo hasta que Manolito finalmente la rompiera y la matara de una vez.
No digas eso, mocosa. No pierdas la esperanza.
Cerró los ojos a la voz de Helios.
No me dejes fuera.
Estoy tan cansada, Helios. Ya no sé qué pensar.
Solo piensa en mí. Piensa en cuánto me amas, y cuánto te amo. Eso es todo lo que
necesitas pensar.
Solo quiero que esto termine.
¿Recuerdas el lema de Afxisi?
MJ frunció el ceño. Afxisi significaba “Crecer” y…
Una historia para contar, una tragedia para superar, y una… jaula para
liberarse de…
Sí, su imaginario Helios dijo con ferocidad. Estaba destinado a sacarte de esa jaula,
así que quédate conmigo un poco más. Espérame.
Vagamente, MJ sintió que los hombres de Manolito la empujaban hacia
adelante, y ella comenzó a caminar. Alguien empujó un ramo de flores muertas en
sus manos y ella lo tomó. Trató de cerrarse a todo, trató de concentrarse en las
palabras de Helios en su mente.
Sí, pensó secamente. Tenía que seguir viva. Ella tenía que esperar. Tenía que
creer.
Mientras bajaban a la mazmorra, MJ apartó los ojos de las parejas dentro de las
celdas, bloqueando cada grito de dolor porque no podría soportarlo, sabiendo que
no podía hacer nada para ayudar a las otras mujeres.
De pronto se vio obligada a detenerse a medio camino hacia el pasillo al final
de las mazmorras, donde ella y Manolito debían tomar los votos entre el Maestro y
su ofrenda. Escuchó sin oír realmente mientras Manolito saludaba al ocupante de la
celda con un calor inusual.
Y entonces…
No.
No podría ser.
Seguramente no era él.
Manolito tiró de ella hacia adelante y, al caer al lado de Manolito, el hombre
empezó a acariciar su pecho vestido de seda.
—Esta es mi nueva recluta —decía Manolito—. No planeo deshacerme de ella,
pero si lo que mi hermosa hija dice es cierto, entonces tal vez ella será un regalo
apropiado para ti. Ella te dará una pelea maravillosa. Es una chica feroz, esta chica.
—Manolito levantó la barbilla—. ¿Cierto, querida?
MJ asintió.
—Ahora, ahora, no seas demasiado obediente. Me darás una mala reputación
con eso. —Cuando Manolito la hizo girar hacia la gente con la que estaba hablando,
fue cuando empezó a luchar. Algo dentro de ella gritaba ante la idea de tener que
ver la verdad, de confirmar que lo que ella oía era realmente real.
—¿Ves? —murmuró Manolito con aprobación—. Una luchadora, justo como te
decia.
No importaba lo que hiciera, su fuerza era insignificante contra la suya, y
pronto Manolito la había obligado a enfrentar a los demás. La primera que vio fue
una mujer rubia ceniza, medio desnuda, con sangre corriendo por su espalda y
muslos. Pero ella tenía la sonrisa del gato-se-comió-la-crema jugando en sus labios,
como si ella disfrutara el hecho de que estaba sangrando.
Lentamente, MJ levantó la mirada para encontrarse con el hombre que estaba
junto a ella.
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
Helios.
Helios.
Helios.
No quería que él la viera así.
—¿Qué te parece, Thanato? ¿Te gusta este regalo? Solo voy a usarla una vez.
Gasté una fortuna en reconstruir su himen, ¿sabes?
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
—De hecho, estás invitado a ver la ceremonia. Tengo algo realmente especial
preparado para esta aquí. —Manolito ajustó el pezón de MJ, y fue la última gota
justo antes de que la mente de MJ se rompiera.
Capítulo 11
MJ estaba llorando.
En su mente, estaba llorando y lo destrozó porque sabía cuánto odiaba llorar,
cuánto odiaba ser débil.
Estoy aquí ahora, nena. ¿Por qué no me miras?
Pero no dejó de llorar, ni siquiera lo miró.
Gracie le apretó el brazo.
—¿Estás listo? —Su voz estaba emocionada y arrastrada al mismo tiempo. Las
drogas que había puesto en la botella de vino que él le había enviado empezaban a
surtir efecto. Todo el tiempo perfecto, ya que Gracie totalmente alerta arruinaría sus
planes.
Jalándola a su lado, jugaba con sus pechos mientras miraba distraídamente la
diminuta cámara que había clavado en el escote de su vestido mientras ellos estaban
follando dentro del coche. Lo vio parpadear una vez, una pequeña luz roja que se
perdió en el resplandor de las luces se centró en la etapa ceremonial delante de ellos.
Con la cámara encendida, sus hombres podrían posicionarse alrededor del
recinto y asegurarse de que no matarían a nadie inocente.
Ahora que estaba hecho, la parte más difícil lo esperaba.
Respirando hondo, Helios se obligó a mirar el escenario. Manolito estaba
tumbado de espaldas sobre una mesa de mármol, desnudo. Un momento después,
MJ fue empujada, y ella no estaba luchando. La mirada vacía en sus ojos lo rasgó, y
Helios tuvo que recordarle que era por su bien que no podía hacer una maldita
cosa… todavía.
Diez segundos.
Cuando empezaron a desnudarla, ella no hizo nada. Él quería llorar por ella, y
sabía que cuando todo esto terminara, lo haría. Maldición, ¿por qué? ¿Por qué
alguien tan puro e inocente como MJ tuvo que sufrir algo así?
Nueve segundos.
Los hombres levantaron a MJ y la colocaron lentamente encima de Manolito.
Pero todavía no movió un músculo.
—Mírala —susurró Gracie con odio—. Ella parece tan tranquila. ¿Ella piensa
que puede fingir que esto no está sucediendo? —Se rió de la idea—. ¡Qué perra
estúpida! Hay más…
Seis segundos.
Helios se quedó inmóvil ante las últimas palabras de Gracie.
Y fue entonces cuando vio a otro hombre, construido como un buey, subir en
la parte superior del pedestal y arrastrarse hacia MJ. Solo entonces MJ se movió, solo
cuando vio que su pesadilla era peor, que empezó a luchar, con lágrimas corriendo
por sus ojos.
Cuatro segundos.
—Nooooooooooooooooo.
Helios sabía que nunca olvidaría ese sonido en su vida, nunca olvidaría la
mirada de desesperación en el rostro de MJ mientras se encontraba atrapada entre
dos monstruos.
Tres segundos.
—Tu primero —Manolito le dijo al hombre encima de MJ.
Que se joda el plan, pensó Helios. Incluso si acababa matándose por no seguir
el plan, no importaba. Todo lo que sabía era que no podía soportar prolongar la
agonía de MJ.
Dos segundos.
Sacando el bolso de Gracie mientras avanzaba, sacó el cuchillo que había
escondido, lo abrió y lo dejó volar.
El cuchillo golpeó a Manolito en la frente, matándolo al instante.
El caos estalló, seguido por el sonido de balas detrás de él mientras los hombres
de Manolito intercambiaban fuego con los hombres de Helios fuera del recinto.
Helios no dejó de moverse, corriendo tan rápido como pudo para llegar a MJ.
***
La visión de un cuchillo que salía de la cabeza de Manolito sorprendió al
hombre encima de MJ tanto que perdió el control total. En su prisa por alejarse del
camino, inadvertidamente empujó su pene hacia delante, y MJ gritó.
Su violación fue completa.
Ella gritó y gritó y gritó.
De repente, el hombre encima de ella se convirtió en un peso muerto, y luego
fue sacado del camino.
Todavía gritaba, deseando poder gritar fuera de la pesadilla en la que se había
encontrado.
Alguien la estaba sacudiendo, llamándola por su nombre.
¡MJ! MJ! ¡Abre tus ojos! ¡Estás a salvo!
Helios
¿Era Helios?
Si era…
No quería verlo.
Así no.
Jamás.

Alrededor de Helios, el sonido de los disparos estaba muriendo. Estaba


vagamente consciente de los hombres de Manolito, los pocos que todavía estaban
vivos, gritando para sacar a Gracie. Sabía que debería dar la vuelta y matarla ahora,
antes de que pudiera causar más problemas. Era el tipo de hacer eso, el tipo que
guardaba rencor a día de su muerte.
Pero Helios no lo hizo.
Solo tenía ojos para MJ.
—Por favor —susurró con voz ronca—. Mírame. Estás a salvo ahora. Créeme.
Pero no dejó de gritar.
La cogió cerca de él, se quitó la chaqueta y la puso alrededor de ella, dejando
detrás de él dos cadáveres sobre la mesa de mármol. El otro hombre había muerto
con un disparo en la cabeza, Helios logró agarrar una pistola de uno de los hombres
de Manolito mientras cargaba hacia MJ.
Él le dio un beso en la frente.
—Estoy aquí ahora, nena. ¿Me escuchas? Ya nadie te va a lastimar.
Pero ella solo le respondió con más gritos.
Helios miró su rostro y el devastador dolor en sus ojos lo hizo tragar. Las
lágrimas le picaban los ojos, las lágrimas que quería derramar por ella, porque
parecía que ni siquiera quería permitirse el alivio de las lágrimas, no quería
permitirse escapar del mundo de pesadilla en que se había exiliado.
—MJ, estoy aquí. —Su voz se quebró—. Por favor vuelve a mí. Por favor.
Pero no tenía más respuestas que gritos.
Capítulo 12
—Te ves cada vez más fuerte —dijo Katya con una sonrisa mientras besaba a
su hermana en la mejilla antes de sentarse junto a la cama.
MJ forzó una sonrisa.
—Me alegro. —Pero una parte de ella creía que la verdad era todo lo contrario.
Cuanto más fuerte era su cuerpo, más débil se volvía su mente. Cada día, las
pesadillas empeoraban, pero ella hacía todo lo posible para mantenerlo oculto a todo
el mundo, tragando sus gritos.
Había pasado un mes desde que la habían llevado al hospital. Un mes tratando
de olvidar el tiempo que pasó con Manolito Chávez… y fallando. Un mes de rehusar
ver o incluso oír de Helios Andreadis… y tener éxito. ¿Pero hasta cuándo?
Era la pregunta que más la preocupaba, por lo que MJ estaba decidida a hablar
con Katya hoy.
—¿Katya?
—¿Sí? —Ella trató de no mostrar lo sorprendida que estaba de que MJ había
tomado la iniciativa de hablar con ella.
No era que MJ se sintiera incómoda con ella ahora que sabía que eran medio
hermanas. Solo que MJ había cambiado, y la mayor parte del tiempo pasaba sus días
mirando y sin decir nada.
—¿Crees que tú… tú y Ioniko pueden sacarme de aquí?
Katya abordó la petición.
—Sí, pero… ¿hay un lugar al que quieras ir?
Mirando hacia otro lado, ella susurró:
—Cualquier lugar… cualquier lugar en el que Helios no podría llegar a mí.
El corazón de Katya rompió con las palabras de su hermana.
MJ apretó el dobladillo de las cobijas en un montón alrededor de su cintura.
—Sé que parece ingrato, pero no puedo… —Ella cerró los ojos—. Todo lo que
puedo ver es su rostro, observándome mientras otro hombre… —Un jadeo arrancó
de su garganta cuando se encontró incapaz de completar la frase.
Con la mano temblando, tomó la mano de MJ y la apretó.
—Lo siento —susurró Katya—. Dios, siento mucho por lo que te pasó.
Ella se ahogó
—A veces, le digo eso, ya sabes. ¿Por qué tenía que pasarme? ¿Qué hice tan
horriblemente mal que tenía que pasarme?
—No lo sé —dijo Katya, quebrada—. Ojalá supiera cuál es la respuesta para
eso, pero no lo sé. Todo lo que sé es que… las cosas pasan por una razón. Siempre
lo hacen.
—No hay razón para esto —dijo MJ amargamente.
Katya no habló, sabiendo que lo que ella tenía que decir no sería capaz de curar
el dolor de su hermana.
—¿Tú y Ioniko me llevarán, Katya? —Su voz atrapada—. ¿Por favor?
—Por supuesto. Todo lo que quieras. En cualquier momento. —Ella dudó—.
Pero MJ, ¿no crees que deberías dejar que Helios al menos sepa lo que estás
planeando? Te conozco… ya no sientes lo mismo por él, pero te ama terriblemente.
Quería decir que no, pero sabía que solo era egoísta si lo hacía.
—Está bien. Hablaré con él… y después, ¿nos iremos?
Katya asintió.
—Tan pronto como estés lista.
***
Helios llamó a la puerta dos veces, su corazón se estrechó cuando escuchó la
voz encantadora de MJ indicándole que entrara. Ella levantó la vista en el momento
en que entró, los ojos violetas se encontraron con el oro. Los suyos eran cautelosos y
obsesionados, los suyos eran inescrutables.
Se había vestido para esto, se dio cuenta MJ con una punzada. No tenía camisa
de cuello redondo, tenía algo gris y elegante con un cuello. No jeans, también. En su
lugar, tenía un par de pantalones de pana. Probablemente era el estudiante más chic
de la universidad de Christopoulos en este momento, superado solo por Kellion o el
propio Derek Christopoulos, a quien todo el mundo molestaba como el más fashion
de Grecia.
—Éstas son para ti —dijo Helios, desigualmente, presentándole un ramo de
flores. Lo había elegido él mismo, asegurándose de que nada de eso le recordaría el
ramo que había tenido… esa vez.
—Gracias. —Ella tuvo cuidado de no tocarlo accidentalmente cuando aceptó
el ramo y lo colocó en la mesa de noche. Cuando Helios se sentó en el asiento junto
a la cama, trató de no estremecerse ante lo cerca que estaba.
Cuando levantó la vista, se dio cuenta de que había notado su tensión de todos
modos.
Sus labios se torcieron.
—¿Soy yo o son los hombres en general?
Se encogió de hombros.
El rostro de Helios se volvió más pálido.
—Solo yo entonces.
Al oír sus palabras, levantó la cabeza.
Al ver la conmoción en su rostro, preguntó en tono brutal:
—¿De verdad pensabas que teniendo que pasar tiempo lejos me haría
conocerte menos? —Él se dijo a sí mismo que no continuara después de eso, pero no
pudo evitarlo. Todos los días no podía sostenerla en sus brazos lo estaba matando,
y él exigió con voz ronca—: ¿Y realmente creías que lo que pasó me haría quererte
menos?
Apretó las manos contra la boca, tratando de evitar llorar.
—Lo siento. —Fue todo lo que pudo decir.
Sacudió la cabeza.
—Háblame.
Ella sacudió la cabeza, presionando sus manos más fuertes a su boca para
suprimir sus sollozos.
Su voz se hizo débil y delgada.
—¿Es por lo que hice? ¿Qué maté a… James?
Ella sacudió la cabeza, deseando poder decirle que si se le hubiera dado la
oportunidad, tal vez habría matado al hombre. A alguien como James no se le debe
permitir vivir, y definitivamente no debería haber sido confiado al cuidado de una
niña.
Helios tragó saliva. Quería estirar la mano, abrazarla y tranquilizarla, pero se
reprimió con esfuerzo. Parecía que estaba a punto de romperse en cualquier
momento, su cuerpo frágil y dolorosamente delgado. Se había roto tantas veces que
no podía permitirse ser otra razón para que ella se rompiera, ni siquiera si eso
significaba que él era a el que rompería en su lugar.
—¿Entonces es por… las mujeres? James me dijo… tu sabías.
Sacudió la cabeza una vez más. Kellion y los otros oficiales le habían contado
todo sobre el plan de Helios. No había nada que perdonar. Había hecho lo que tenía
que hacer para encontrarla.
Los puños de Helios se cerraron de frustración.
—¿Entonces qué? —Intentó mantener la voz baja y firme incluso si algo dentro
de él amenazaba con explotar por la distancia que MJ mantenía de él—. ¿Es por lo
que tuve que ver con Gracie Langley? ¿Es así?
La agonía de su rostro era insoportable, obligándola a hablar.
—No. Es… Eso no es. —De todas las personas en el mundo, Helios no debería
sufrir por lo que le sucedió. Había sacrificado tanto por ella. No era su culpa que
esto la había cambiado, la había enfriado por dentro y por fuera.
—¿Entonces qué? Dime —le suplicó—. Háblame.
—No eres tú. —Ella lentamente señaló a sí misma—. Soy yo. No puedo… Ya
no puedo amarte más.
Su rostro se llenó de dolor ante sus palabras.
—¿Por qué?
—Porque… —Su voz cayó en la vergüenza—. Estoy sucia. —Tan pronto como
ella dijo las palabras, no pudo detener las lágrimas que había retenido durante tanto
tiempo—. Estoy… S…sucia. Las c…cosas que yo t…tenía que hacer… Yo no
p…puedo… yo no q…quiero…
Intentó estirar la mano por ella, pero se detuvo cuando se volvió loca, casi
cayendo de la cama en su prisa para mantenerse fuera de su alcance.
—Lo siento —susurró ella, sollozando—. Simplemente no puedo. Siempre me
sentiré sucia. Y mientras me sienta de esta manera, ni siquiera puedo pensar en
a…amarte.
—No me importa…
—Pero a mí sí —gritó—. ¡A mí sí! Cada noche, lo siento violándome. Cada
noche, estoy de rodillas, chupando su polla. —Sus sollozos sacudieron su cuerpo—
. No creo que lo olvide, Helios. —Ella lo miró con los ojos oscuros de terror—.
Siempre seré su… incluso si está muerto.
Capítulo 13
—Tienes que renunciar a ella, Presidente.
Tal vez tenía que hacerlo. Debido a todas las personas que se lo podían decir
en su cara, no había esperado que fuera Yuri Athanas. Era el más cercano a MJ, el
que sabía de todo lo que MJ había pasado. Si Yuri le estaba diciendo que se rindiera
ahora, entonces tal vez tenía que hacerlo.
Helios bebió otro shot.
—No mientras todavía estoy respirando. —Estaban en el salón privado del
club nocturno Christien di Luca, el único establecimiento en Miami que aún no tenía
a Helios Andreadis en la lista negra.
—Tienes que aceptar el hecho de que ella nunca podrá recuperarse de lo que
ha sucedido —dijo Kellion.
—Hiciste lo que pudiste. La sacaste viva. Pero eso es todo. Termina allí. No
puedes seguir haciéndote a ti mismo… —Andreus sacudió la cabeza, con disgusto,
mientras observaba a Helios beberse otro shot. El Helios Andreadis que él conocía
nunca había sido el tipo de emborracharse, pero desde que MJ se había negado a
reunirse con él, Helios había pasado todas las noches ahogándose en licor.
Eventualmente, los amigos de Helios lo obligaron a salir del club, llevándolo a
su casa. Les permitió hacer lo que querían, fingiendo que estaba completamente
intoxicado.
Si solo eso fuera cierto.
Noche tras noche, era su objetivo número uno. Emborracharse hasta olvidar.
Pero cuando llegara a su cama, su mente estaría dolorosamente clara, y todo en lo
que podía pensar era en el vacío enorme delante de él. Así sería la vida sin MJ.
Cuando estaba seguro de que sus amigos se habían ido todos, Helios salió
rápidamente de su cama y se dirigió al garaje. Saltando a su motocicleta, se dirigió
al hospital, donde sabía que MJ pasaría anoche. Él se lo probaría, pensó Helios
obstinadamente. Les mostraría que estaban equivocados. MJ no estaba rota. Él sabría
si lo estaba. Y ella no lo estaba. Era la razón por la que vivía, de la misma manera
que ella era la razón por la que vivía. Podría haberlo olvidado, pero no lo había
hecho.
Cuando llegó al hospital, comenzó a gritar:
—MJ.
***
—¿Sra. Cartwright? Lamento mucho despertarle, pero creo que necesitas
saber…
Aturdida, MJ se levantó.
—¿Qué ocurre? —preguntó, preocupada, al ver la expresión nerviosa en el
rostro de la enfermera. En la cama junto a la suya, MJ vio a Katya despertar agitada
ante la conmoción. Ella había insistido en que estaba bien por su cuenta, pero Katya
e Ioniko todavía se turnaban para dormir con ella. Era la sensación más humillante,
sabiendo que después de todos estos años, finalmente tenía una verdadera familia.
Si solo…
Pero ella no se permitió continuar el pensamiento.
La enfermera se apresuró hacia las ventanas y tiró de las cortinas hacia atrás,
dijo:
—Tal vez… ¿te gustaría ver por ti misma? No creo que el señor Andreadis se
detenga hasta que él lo oiga de usted.
MJ estaba aturdida.
—¿Helios? —Sus ojos volaron al reloj de pared. Eran las tres y media de la
mañana. ¿Qué estaba haciendo Helios Andreadis aquí?
Ella y Katya caminaron hacia las ventanas, y MJ palideció cuando vio a Helios
agitando una pistola, forzando a todo el mundo a mantener la espalda.
—¿Cuánto hace que está haciendo eso? —susurró.
—Unos cinco minutos —respondió la enfermera con un tono medio envidioso
y medio preocupado. Estaba claro que ella encontró la idea de que Helios le hiciera
a MJ una llamada a medianoche era muy romántica. Loco, también, pero todavía
romántica.
Helios gritaba de nuevo su nombre. Cuando miró hacia abajo, vio que Helios
la miraba.
—Te amo, MJ.
Oh no.

Helios esperó con el corazón en la mano a que MJ respondiera, pero ella solo
lo miró desde el segundo piso, con los ojos llenos de miseria.
Ah, Dios, pensó Helios. La vista de esos miserables ojos violetas lo iba a enviar
a una tumba temprana. ¿Era él la razón por la que estaba triste? ¿Era él quien le
impedía seguir adelante? ¿Era él el egoísta aquí, forzándose a sí mismo cuando
claramente todo lo que le recordaba eran los peores recuerdos?
Solo una oportunidad más, se dijo. Una oportunidad para hacerla darse cuenta
de que lo amaba y si ella todavía no lo hacía.
—MJ —gritó de nuevo cuando la vio a punto de darle la espalda.
Casi creía que ella iba a ignorarlo cuando volviera a enfrentarse con él. Le había
tomado tanto tiempo aparecer por la ventana. Adivinando que tenía dos, tres
minutos, máximo, para hacer lo que vino aquí, antes de que llegara la policía, gritó—
: Voy a demostrarte que te amo.
MJ no dijo nada.
Señaló las paredes de diez pies del hospital.
—¿Ver qué? —gritó—. Voy a sobrevolar eso por ti, MJ. Es mi manera de
demostrarte que te amo—. Al decir las palabras, una parte de Helios le advirtió que,
aunque pudiera haberlo hecho sobrio, no estaba exactamente sobrio ahora mismo.
Dejó de lado la preocupación.
—Aquí voy, mocosa. Mírame volar por tiiiiiiiiiiiiiiiii.
Con el corazón en la garganta, MJ observó a Helios maniobrar su motocicleta
para hacer frente a la pared.
Katya estaba angustiada.
—¿No tratarás de detenerlo?
Lentamente, MJ susurró:
—No tengo derecho a detenerlo.
—¡Pero lo está haciendo por ti!
—No le pedí que lo hiciera.
Katya sacudió la cabeza.
—¿Por qué te has vuelto tan fría, MJ? No te entiendo. —Caminó apurada hacia
la puerta—. Si no vas a detenerlo, yo lo haré. Por ti. Es el hombre que una vez amaste.
No puedo creer que lo hayas olvidado.
La puerta se cerró tras Katya.
Debajo de ella, Helios estaba volando.
El hombre que una vez amó.
Era como si ella estuviera viendo una escena de cine desplegarse cuando Helios
perdió el control de su motocicleta y comenzó a caer. Todo parecía suceder a cámara
lenta, y una parte de ella no vio a Helios cuando cayó. Lo que vio en cambio fue a
ella misma, cayendo, abajo, abajo, abajo cuando ella, también, una vez trató de ganar
su amor de esta manera.
La espalda de Helios se estrelló contra el suelo.
Una multitud instantáneamente lo rodeó, y pronto vio a Helios ser levantado
en una camilla.
Mirándolo tendido en la camilla, moviéndose ligeramente, se dio cuenta de
algo dolorosamente cierto.
Al permitirle ganar su amor cuando ni siquiera tenía que hacerlo, se había
convertido en la única persona que no quería ser.
Se había convertido en James.
Swish.
El pensamiento la hizo derrumbarse en la cama, y ella miró fijamente las
paredes, incapaz de creer lo mucho que había cambiado. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por
qué había cambiado tanto?
Permaneció allí, inmóvil, durante horas, tratando de pensar en una forma de
hacerse humana… aunque solo fuera por el amor de Helios. Pero no podía. Era como
si su corazón se hubiera convertido en piedra, protegiéndose a sí misma para no
magullar a nadie excepto a sí misma.
Cuando Katya regresó a la habitación de MJ, vio a su hermana sentada en la
cama, con una expresión vacía en la cara.
—¿MJ?
—¿Él está bien?
—Sí. Es realmente fuerte o muy afortunado. Solo salió con un par de
moretones.
Un fantasma de sonrisa se deslizó sobre los labios de MJ.
—Me rompí las costillas cuando hice lo mismo.
Katya le devolvió la sonrisa.
—¿Te gustaría verlo? —Los ojos de ella se dirigieron hacia la puerta—.
Preguntó por ti, ¿sabes?
Lentamente, MJ sacudió la cabeza.
—No. Creo que… es mejor así. Tiene que entender que no soy la misma MJ que
él… antes conocía.
Katya dijo con vehemencia:
—No hagas eso. Helios Andreadis no solo te conocía, MJ. Te amaba, y estás
siendo injusta, fingiendo que no lo sabes.
MJ dijo dolorosamente:
—Realmente creo que está mejor sin mí. Y cuanto más fría actúe hacia él, es
como si me sintiera mejor. —Un sollozo ahogado escapó de ella—. No entiendo qué
me está pasando, Kat. Todo lo que sé es que es por su bien, tengo que quedarme
lejos antes de que él descubra que estoy feliz… Estoy feliz cuando está sufriendo.
Fuera de la habitación de MJ, Helios bajó lentamente el puño y se apoyó contra
la pared, con el rostro dibujado.
Había oído cada palabra.
Capítulo 14
—¿Lista para ir? —preguntó Ioniko gravemente a pesar de que sabía que era
una pregunta inútil. Katya le había dicho que su hermana no había pegado ojo,
pasando el resto de la noche empacando sus cosas y haciendo llamadas para
asegurarse de que ya no tendría necesidad de regresar a Miami.
MJ asintió.
—Preparada como alguna vez estaré. —Ella forzó una sonrisa, diciéndose que
tenía que aprender a hacerlo tarde o temprano de todos modos.
Katya le devolvió la sonrisa, pero la de su hermana era aún más falsa. El
corazón de MJ se estremeció, sabiendo lo mucho que Katya se preocupaba por ella.
Pero era como si no pudiera simpatizar completamente con nadie. Las paredes
alrededor de su corazón habían salido de la nada, impidiéndole sentir tanto como
ella quería.
Podía sonreír, pero no podía reír. Podía susurrar, pero no podía gritar. Y ella
podría preocuparse, pero ella nunca podría amar.
Entraron en el ascensor, el silencio entre ellos sin romperse. Ella cerró los ojos.
Respirar. Respirar. Respirar.
Ella estaba haciendo lo correcto.
Ella lo estaba.
MJ abrió los ojos cuando el ascensor resonó, y las puertas se abrieron al
vestíbulo. Ioniko salió primero y Katya lo siguió. Solo cuando salió vio al hombre de
pie en el centro, con el pelo desaliñado, la ropa arrugada, pero todavía parecía el
hombre más hermoso del mundo.
Oh Dios, Dios, Dios.
¿Por qué sigues haciéndome esto, Dios?
¿Por qué?
—MJ —dijo con voz ronca.
Su voz la sacó de su ensoñación y, levantando la barbilla, se obligó a caminar.
—MJ…
Sin embargo, no vaciló, forzándose a pasar por delante de él. Pero antes de que
pudiera, él tenía sus dedos alrededor de su muñeca. La giró y ella abrió la boca para
decirle que la dejara marchar. Pero él la golpeó al hablar, y las palabras que le dijo
destrozaron su mundo.
—He oído lo que dijiste anoche.
MJ casi retrocedió.
Oh, Dios, no.
Helios no apartó la mirada de ella.
—Y no me importa un carajo. Quédate conmigo y tortúrame si te hace feliz.
Solo quédate conmigo. No te vayas. —Su voz se quebró.
Ella apretó los ojos cerrados ante el tormento en la mirada de Helios. No era
correcto tener a alguien tan fuerte y orgulloso como Helios que le suplicaba así.
—Por favor —dijo ella en voz baja—, por favor, déjame ir.
—¿No me oíste? —gruño—. Te quiero conmigo, sea cual sea el resultado, no
importa qué.
Trató de alejarse, desesperada por poner cierta distancia entre ellos.
—Nunca permitiré que eso suceda. Si realmente me escuchaste… —MJ jadeó.
Ella tenía que hacerlo. Ella simplemente no podía respirar, el dolor dentro de su
burbuja era de tales proporciones, que era como si ya no pudiera respirar sin
lastimar.
—No puedo hacer eso contigo —ella se ahogó—. No puedo. No quiero hacerlo.
—Pero quiero que lo hagas —dijo con fuerza—. Te necesito. Porque la
alternativa es peor. No quiero perderte.
Ella negó y las lágrimas comenzaron a caer.
—Por favor. Solo déjame ir.
La desesperación en su voz lo enfrió y lo debilitó, pero él se levantó, sabiendo
que lucharía por ella hasta su aliento. Se había enfrentado a una puta nación de
criminales por ella. Él no se rendiría ahora.
—Dime —la urgió con fuerza—. Solo dime qué quieres.
Incluso sabiendo que estaba siendo injusta, gritó:
—Ioniko.
En un segundo, su hermano estaba allí, alejándola de Helios.
Helios se volvió loco cuando se encontró rodeado por los hombres de Ioniko
Vlahos, todos ellos con la intención de mantener alejada a la mujer que él amaba.
—¡MJ, no! ¡No me dejes!
Pero aun así, la vio llorando mientras le daba la espalda.
Si ahora desapareciera de él, tenía la sensación de que nunca volvería a verla.
El pánico se lo comió, arrojándose de rodillas.
—¿Qué diablos quieres que haga? —gritó—. ¿Necesito que me violen solo para
hacernos iguales? Porque si eso es lo que se necesita para estar juntos de nuevo,
entonces es lo que voy a hacer. —Su pecho se alzó, sus emociones salieron en espiral
fuera de control—. ¿Cuántos hombres quieres? ¿Cinco? ¿Diez?
MJ se estremeció hasta detenerse, llorando tan fuerte que ya no podía moverse.
Sus palabras eran tan, tan viles, pero también eran palabras de amor, y ella lo sabía.
Detrás de ella, la voz de Helios estaba ronca y con pánico.
—Dime —gritó—. ¿Quieres que se haga con un maldito GoPro? Cualquier
cosa. Solo… —Su voz se quebró—. No me dejes.
Y cuando Helios Andreadis se derrumbó delante de todos, también lo hicieron
las paredes alrededor de su corazón. Todo simplemente hizo clic, y se hizo tan
maravillosamente y dolorosamente claro.
Todo este tiempo, ella lo había empujado lejos porque en el fondo, tenía miedo
de él que lo hiciera. Había tenido miedo de que se lo hicieran a ella. Eso si se
permitiera creer que todo el mundo la seguiría amando… eso era cuando le daban
la espalda.
Era cuando ellos comprenderían que ella nunca podía ganar su amor.
Y así antes de que eso pudiera suceder, ella había obligado a todos a ganar su
amor en su lugar. Katya, Ioniko y Helios.
—Por favor… MJ… ¿qué necesitas que haga para que pueda merecerte?
Con un grito, MJ giró alrededor y corrió a Helios, cayendo de rodillas y tirando
de él en sus brazos. Él jadeó y se estremeció en el círculo de su abrazo. El sonido y
la sensación de su alivio la hicieron gritar más fuerte. Le hizo abrazarlo con más
fuerza también.
—Lo siento —susurró ella—. Lo siento mucho. Lo siento. Lo siento. Lo
lamento. —Ella lloró más fuerte cuando lo sintió tiernamente acariciando su rostro,
y cuando sus miradas se encontraron y ella vio el amor incondicional en sus ojos,
ella sollozó—. Lo siento mucho.
Levantó una mano temblorosa para apartar los mechones húmedos de pelo
que se aferraban a sus mejillas devastadas por las lágrimas.
—Nunca tienes que disculparte, mocosa. Mientras no me dejes.
Ella negó, presionando sus labios contra los suyos.
—Nunca.
Su control se rompió, y él la acarició con fuerza incluso cuando él tomó sus
labios en un beso.
—Te amo.
Ella lloraba y reía, amando la manera en que su corazón se emocionaba ante
sus palabras. Iba a estar bien ahora. Ella realmente iba a estar bien. Envolviendo sus
brazos firmemente alrededor de su cuello, ella lo besó de nuevo, susurrando:
—Te amo.
Capítulo 15
Helios Andreadis, presidente de Afxisi, estaba aterrorizado.
Normalmente, tendría un problema para admitirlo, pero hoy era diferente. Un
hombre solo podía casarse una vez en su vida si podía hacerlo, y Helios sabía que
en su caso eso sería verdad. Así que, por supuesto, pensó con irritación, se sentiría
un poco… aterrorizado. Ansioso. Nervioso como la mierda.
A su lado, Kellion le dio una palmada en el hombro.
—Respira, Presidente.
Inhaló, exhaló, y después dijo:
—Vete a la mierda.
Kellion se echó a reír, atrayendo la atención de la multitud. Y era toda una gran
concurrencia, con la capilla de la universidad llena hasta las vigas. Más estudiantes
esperaron afuera, todos esperando ver a una pareja que ahora era materia de
leyendas y mitos urbanos.
El aliento de Helios se detuvo cuando vio que dos auxiliares abrían lentamente
las puertas de la capilla. En algún lugar al lado, el famoso pianista que habían
invitado a su boda comenzó a tocar Stay with Me, una versión más lenta de lo que
originalmente había realizado Sam Smith.
Después de unos momentos, Ioniko apareció, sosteniendo la mano de la novia
de Helios mientras la guiaba por los escalones. Su corazón se hinchó al verla por
primera vez. Perfecta. El sumun de la perfección, y no podía creer que ella era
realmente suya.
No tenía ningún velo que cubriera su rostro, y personalmente le gustaba de esa
manera. Su largo pelo castaño fluía libremente por su espalda desnuda, y su rostro
era una imagen resplandeciente de felicidad aunque sus ojos color violeta mostraban
más que un poco de miedo.
En toda la longitud de la capilla, sus miradas se encontraron. Te ves preciosa, le
dijo en silencio.
Ella hizo una mueca. Solo espero no tropezar con mi vestido.
Él sonrió. Su vestido era de seda blanca, con un corsé y una cola de seis metros,
en el cual su propia hermana había insistido. Había acordado de todo corazón con
la elección de Katya, ya que la alternativa era la preferencia de MJ, una falda corta
para asegurarse de no tropezar.
¡Ja!
Como si alguna vez la dejara usar algo tan escaso.
Había pasado un año desde que habían sobrevivido a la peor prueba de su
relación, y estaba seguro de que no había nada peor que eso. Un año, y MJ se había
vuelto a encontrar lentamente. Había momentos en que ella tenía una mirada vacía
en sus ojos, pero él ahora sabía cómo dar vuelta eso, sabía cómo traerla de vuelta al
presente y recordarle a MJ que todavía tenían un futuro largo y feliz que esperar.
Cuando Ioniko entregó a MJ a su cuidado, su esposa estaba llorando
profusamente.
—Cuida de ella, Andreadis —dijo Ioniko con sobriedad.
El asintió.
—Lo haré. —Lo quería decir con su vida. Y él podría tratarla suavemente,
demasiado. Tratarla como si fuera un pedazo de joyería frágil, porque era tan
preciosa para él.
Pero cuando MJ siguió inhalando y sollozando junto a él mientras caminaban
hacia sus asientos, se oyó gruñir:
—Deja de llorar.
—Estoy intentándolo. —Pero ella solo terminó sollozando más fuerte de todos
modos.
—Si no dejas de llorar…
Ella lo miró inocentemente.
—¿Q… qué?
Murmuró en voz baja:
—Tú también me tendrás con jodidas lágrimas.
Ella abrió los ojos.
Él la fulminó con la mirada.
—Y si eso pasa, te mataré.
Pero su amenaza, en lugar de asustarla, terminó haciendo sonreír a MJ. Al
menos sus lágrimas se detuvieron, pensó Helios. Cuando tomaron asiento, él agarró su
mano y la apretó con fuerza, la tensión dentro de él solo se alivió cuando ella le
apretó la mano. En estos días, tenía una necesidad patológica de saber que ella estaba
realmente allí con él.
Cuando fue su turno de pronunciar sus votos, ella se levantó, sorprendiendo a
Helios porque inicialmente habían acordado que no estarían haciendo votos
personales. Pero ella siempre había tenido la intención de decir esto, como una
manera de agradecerle por amarla durante sus días más oscuros.
Ella lo miró y su magnificencia le quitó el aliento, como siempre. Su cabello
había crecido un poco más, lo suficiente para que tuviera que atarlo a mitad de
camino, haciéndolo parecer sexy y descarado. Combinado con su maravilloso traje
blanco y negro, y parecía un cruce entre James Bond y un pirata, garantizado para
hacer que toda chica elegible en la iglesia se desmaye.
Tomando un profundo suspiro, dijo:
—Cuando conocí a Helios Andreadis, pensé que no era humano. No era
porque él era la persona más gruñona que conozco…
La risa de la multitud la hizo detenerse y sonreír, pero continuó
apresuradamente cuando vio la mirada de Helios.
—No fue eso, en realidad. Fue porque… me quitó el aliento con su coraje, su
fuerza, su compasión. Él no es… —Cerró los ojos, recordando la vez que Helios
había salvado a Rick de los hombres que lo habían secuestrado.
—Él no es el tipo de retroceder en una pelea, de dejar de luchar por la gente
que ama… —Recordó el momento en que se había dejado vencer para demostrarle
que podía ser normal para MJ—. Y con la misma facilidad, se permitiría ser
derrotado si es lo que se necesita para proteger a los que ama.
Se enjugó los ojos y dijo—: Fue por estas cosas que me enamoré de él e hice
todo lo posible por entrar en esta escuela. Quería verlo, ser parte de su vida, y tal
vez si tuviera suerte, tal vez incluso podría hacer que se enamorara de mí.
—Quieres decir seducirlo. —Kellion escupió no tan sutilmente desde la
primera fila.
MJ se puso roja, pero Helios solo sonrió.
—Estaba tan emocionada cuando estaba a punto de reunirme con él por
primera vez aquí en la escuela. Tenía muchas cosas que quería decir pero cuando
finalmente llegó el momento… —Sonrió tímidamente a Helios—. Terminé
enojándolo porque le estaba hablando así. Hacer. Tú. Entender. Qué. Estoy. ¿Diciendo?
Helios frunció el ceño, lo cual hizo que la multitud rugiera de risa.
—En mi defensa, no era como si quisiera hacerle sentir estúpido. Solo pensé
que quizá no era tan fluido en inglés.
Helios pasó lentamente un dedo por su garganta.
Ella tragó saliva.
—De todos modos, mi tiempo como voluntaria en Afxisi fue especial porque
tuve que despertarlo la mayoría de los días. Las veces que no estaba solo, preferiría
no recordarlo. —Esta vez, sus aburridos ojos lo atravesaban mientras el color le
manchaba las mejillas.
—Llegué a ver lados de él que no todo el mundo puede ver y todo lo bueno y
lo malo, solo me hizo amarlo más. —Ella le sonrió a Helios, articulando Te amo. Las
lágrimas le picaron los ojos mientras él devolvía las palabras. El viejo Helios nunca
habría hecho esto por ella, pero desde que la habían llevado, era como si Helios
estuviera decidido a hacerla sentirse amada y apreciada cada segundo de su vida,
sin importarle si significaba que su orgullo se debilitara de vez en cuando.
Pero hoy, era su turno de devolver.
—Helios es el hombre más magnífico de la tierra. Y en retrospectiva, nunca
habría sabido lo mucho que me amaba, nunca habría sido capaz de comprender
cuánto me amaba, si no fuera por el tiempo… que fui tomada.
El silencio descendió sobre la multitud mientras asimilaban sus palabras.
Helios se quedó inmóvil en su asiento. Aunque no tenía problemas para
esconder lo que había sucedido, nunca se había abierto al respecto, no queriendo
causarle a MJ más angustia.
—MJ…
Ella sacudió su cabeza.
—Está bien. Tengo esto. —Y la sonrisa que le dio fue 100% la vieja MJ, la que
siempre trabajó duro para buscar el lado bueno a cada nube—. Solía preguntarle a
Dios por qué dejó que eso me sucediera. ¿Por qué yo? ¿Qué hice tan horriblemente
mal que tuviera que pasar por eso? Pero cada día Helios me hacía sentir amada, me
hacía sentir como la persona más importante de su vida, finalmente entendí que…
tal vez, tal vez si eso nunca me hubiera sucedido, más mujeres habrían sufrido el
mismo destino, o tal vez algo peor si Helios no habría venido a salvarme y poner fin
a toda la operación. Pero más que eso… si no hubiera sucedido, tal vez yo nunca
podría haber aprendido a amarlo tanto como lo amo ahora. —Se secó las lágrimas y
continuó trémula—. Si eso no hubiera sucedido, nunca habría sabido lo mucho que
Helios me importaba, nunca me habría permitido amar libremente y abrirme
completamente al riesgo de ser herida. Pero porque eso pasó… Yo puedo ser el tipo
de mujer que puede entregarse completamente al hombre con quien me casaré.
Puedo mirarlo directamente a sus ojos… —Levantó la mirada hacia Helios—. Y
decirle —ella se ahogó—, que realmente lo amo con todo dentro de mí y todo lo que
puedo ser. Lo amaré hasta mi último aliento, y si significa morir ahora para hacer su
vida más larga por apenas un segundo, lo haría. Porque cada respiración me
pertenece. Porque Helios Andreadis es mi vida, y nunca olvidaré eso…
Helios la tenía en sus brazos antes de que se derrumbara por completo, y sus
labios atraparon los suyos antes de que pudiera decir otra palabra. Se sintió
humillado más allá de la imaginación por lo que había revelado, sabiendo que era
cierto. Ella ya no miraba lo que le había pasado con pesar, porque para ella, cada
segundo de ello había valido la lección de aprender a amar libremente.
—Te amo —dijo con ferocidad contra sus labios. Y la amaría para siempre.
Diez minutos más tarde, el sacerdote fue finalmente obligado a levantarse e ir
a la pareja besándose. Golpeó el hombro del novio.
—La ceremonia aún no ha terminado, señor Andreadis.
***
Cuando Helios salió del cuarto de baño del dormitorio principal de su yate,
encontró a su esposa en el balcón, vestida con un camisón de seda con su bata a
juego. La mirada en su rostro lo hizo cruzar la habitación rápidamente, y envolver
sus brazos alrededor de su cintura, él la atrajo hacia atrás, haciéndola apoyarse
contra su pecho.
Cuando sus ojos se encontraron, él le dijo con calma.
—Te ves como la mierda.
La mirada vacía en sus ojos desapareció.
—¡No lo hago!
Él se rió, y después de un segundo, ella hizo una mueca, dándose cuenta de
que había hecho una jugada sobre ella de nuevo. Era su manera, se había dado
cuenta hace tiempo, de hacerla parar de pensar en los recuerdos que eran mejor
olvidar.
Sintiendo que sus labios se deslizaban por su piel, arqueó su cuello para darle
un mejor acceso.
—Te quiero, señor Andreadis —susurró tímidamente.
Dejó de besarla, levantando la cabeza para mirarla con una sonrisa cómplice.
—Me estás llamando así para que pueda llamarte Sra. Andreadis, ¿no?
Su sonrisa de respuesta fue vergonzosa.
—¿Un poquito?
Riéndose, él la hizo girar para mirarlo y mientras la besaba, murmuró contra
sus labios:
—Te quiero también, señora Andreadis. —La levantó en sus brazos y la llevó
de vuelta al dormitorio, creyendo que serviría para cumplir la tradición de llevar a
su novia a través del umbral.
Desconcertando para todo el mundo, él y MJ no habían hecho el amor desde
su secuestro, Helios dándole su tiempo y espacio para sanar y tomar la decisión más
importante sobre su cuerpo.
Lo había matado al oírla hablar acerca de lo que había vivido cuando ella narró
su terrible experiencia a su terapeuta. Si tuviera la oportunidad de matar a todos en
ese maldito almacén de nuevo, él habría dado toda su fortuna para aprovechar esa
oportunidad. Morir una vez no era suficiente para lo que Manolito Chávez había
obligado a MJ a someterse.
Mirando a MJ, se juró a sí mismo que esperaría todo el tiempo que le llevara a
MJ confiar en él con su cuerpo. Cuando abrió la boca para hablar, se preparó para el
rechazo, pero en su lugar todo lo que dijo fue:
—No puedo creer que vas a tomar mi virginidad de nuevo.
Se le escapó una risa cansada.
—¿De verdad acabas de decir eso, mocosa?
Ella asintió, una sonrisa medio tímida y medio burlona en su rostro.
—Pero lo digo en serio. Estoy asombrada, de que… tendremos algo especial
para celebrar de nuevo. Porque si dependiera de mí, nunca habría hecho algo así.
Pero sucedió y ahora… —Ella puso tiernamente una mano sobre una mejilla bien
afeitada—. Creo que todo está predestinado, ¿no crees?
—Lo que digas, mocosa. —Se inclinó hacia ella, con cuidado de no aplastar su
cuerpo bajo el de él—. Todo lo que sé es que tengo suerte de tenerte en mi vida.
Ella envolvió sus miembros de seda alrededor de su cuello.
—Yo también, presidente —susurró—. Yo también.
Él gruñó.
—Deja de llamarme así.
Ella se rió.
—Creo que es sexy ahora.
—Yo no. Me hace pensar que estás gritando por Obama cuando te jodo.
Ella jadeó.
—¿Por quéééééé…? —Ella le golpeó el pecho—. Oh, Dios mío, ¿por qué tienes
que decir algo así? Ahora no puedo llamarte presidente en la cama o siempre
pensare en eso.
Él sonrió.
—Eso es exactamente mi plan. —Antes de que pudiera quejarse de su
desatención, comenzó a besarla y las protestas de MJ se convirtieron en gemidos.
Ella saboreó cada beso y caricia, amando el hecho de que no hubo ni un solo
segundo que se sintiera rehuir del contacto de Helios. El pasado estaba realmente
desaparecido y enterrado, dejándola con solo los días más prometedores en los
brazos de Helios para mirar hacia adelante.
Suspiró y gimió cuando Helios comenzó a chuparle los pechos, suavemente al
principio, pero cuando ella tiró de su cabello, recordándole que no era una frágil
muñeca, comenzó a chupar con fuerza. Y cuando le mordió los pezones, gritó, su
cuerpo se arqueó hacia el suyo porque quería más. Mucho, mucho más.
MJ se torcía y se retorcía bajo Helios mientras besaba su camino más abajo,
deteniéndose justo encima de sus pliegues para burlarse de ella. Ella intentó
empujarlo hacia abajo, sus inhibiciones desapareciendo por la fuerza de su deseo
por él, pero se resistió, levantando incluso la cabeza para sonreírle.
—Por favor —le suplicó ella.
—Con el tiempo —le prometió, su voz áspera de necesidad.
Se burlaba de sus pliegues con ligeros toques de sus dedos, burlándose de ella
una y otra vez hasta que estaba sollozando y empapada. Y justo cuando pensaba
que no podía soportarlo más, su boca estaba de repente allí, chupando su clítoris al
mismo tiempo que empujaba dos dedos dentro de ella. Sus empujones eran suaves
y firmes al mismo tiempo, trabajando para relajar sus músculos internos.
Sus uñas se clavaron en sus hombros.
—Por favor —susurró ella—. Por favor, tómame ahora.
Su súplica fue dicha en un susurro tan sexy que era imposible para él ignorar,
y con un gruñido Helios se levantó. Apartando las piernas, deslizó una mano debajo
de ella, preparándola para tomarlo todo.
—Esto es probable que vuelva a doler —le advirtió.
—Lo sé. Pero estoy tan contenta… de que seas tú otra vez.
—Yo también, mocosa. —Él presionó un beso en su frente—. Te amo.
—Te amo… —Ella jadeó, dándose cuenta de que Helios la había distraído para
que pudiera deslizar su polla en ella completamente, sin que ella estuviera tensa al
respecto. Dentro de ella, sintió que algo se rompía, otra vez, y cerró los ojos, con
lágrimas resbalando por su rostro.
Para ella, lo que sucedió era un milagro de Dios, lo que le permitió
experimentar de nuevo la belleza de perder su virginidad con Helios. Pero a
diferencia de antes, esta vez ambos sabían que se amaban.
Ella apretó su abrazo alrededor de su cuello.
—Tómame.
Sus labios cubriendo los de ella, Helios procedió a hacer lo que ella quería, lo
que ambos querían. Él la tomó como suya, completamente suya, cada uno de sus
empujones recordaba a cada célula de su cuerpo que le pertenecía. Pronto, sus
empujes se volvieron un poco más salvajes, solo un poco más duros y rápidos. Trató
de retrasarse, trató de ser amable, pero Dios, había sido tan puto tiempo…
Ella le clavo las uñas en las nalgas.
—Más —exigió MJ.
Su control se rompió. Sus empujes se volvieron frenéticos, aumentados por su
necesidad y amor por ella. Te amo. Te quiero. Te necesito. Cada golpe empujó la
verdad de sus sentimientos hacia ella, y se estremeció cuando el hermoso cuerpo de
MJ le dio la bienvenida con calidez, sus músculos internos se apretaron alrededor
de su polla tan deliciosamente que tenía sus ojos rodando hacia atrás.
—Vamos a venirnos juntos, cariño —invitó.
Sus ojos estaban confusos de deseo, sus labios se separaban mientras ella le
respondía con un impotente gemido.
Helios buscó entre sus cuerpos para frotar su clítoris con fuerza.
Ella se separó con un grito, y cuando su cuerpo entero se estremeció, oyó que
Helios se venía con un gruñido sobre ella, sus empujones cada vez más rápidos
mientras la llenaba con su semilla. Ella envolvió sus piernas firmemente alrededor
de su cintura, deseando todo. Si tuvieran suerte, tal vez, solo tal vez habrían creado
algo especial esta noche.
***
Esa noche soñó con Pánico.
Había pasado mucho tiempo desde que había visto a la monstruosa niña, y
aunque MJ se dijo a sí misma que Pánico no era real, que Pánico era solo un invento
del pasado de pesadilla, no pudo evitar tensarse cuando Pánico saltó y saltó hacia
ella, viéndose más loca y aterradora cuanto más se acercaba.
Cuando estaba a solo quince centímetros, los ojos de MJ se cerraron
involuntariamente.
Pero en lugar de las risas ensordecedoras de Pánico, oyó… nada.
Sus ojos se abrieron lentamente.
Y ella jadeó… y después de un rato, ella comenzó a reír.
Helios estaba golpeando la mierda fuera de Pánico, pataleando hasta que la
niña monstruosa fue golpeada a cenizas.
—¿MJ? —Helios trató de no sonar demasiado preocupado mientras sacudía a
su esposa para que despertara—. Estás teniendo un mal sueño.
Poco a poco, MJ se encontró cayendo de nuevo en la conciencia. Sus ojos se
abrieron y vio a Helios mirándola, con una mirada grave en su rostro.
—Has tenido una pesadilla —reiteró.
Ella sacudió la cabeza somnolienta.
—No. Fue un buen sueño —murmuró, cerrando los ojos—. Estabas golpeando
a una niña.
Silencio.
—Oh. Espera. Eso no salió bien, ¿verdad? —Abrió los ojos de nuevo y vio a
Helios boquiabierto.
—Estoy golpeando a una niña… ¿y es un buen sueño?
—No es así —dijo rápidamente—. Es porque esta chica, yo la llamo Pánico…
—Se detuvo cuando se dio cuenta de que solo la hacía sonar como una lunática—.
Es un buen sueño, de verdad —dijo MJ con dureza—. Lo prometo.
Helios sacudió la cabeza.
—No lo sé. Creo que esto puede ser un efecto de nuestro amor. Creo que es
demasiado pronto.
¿Demasiado pronto? Que…
Habían estado célibes durante un año. Habían hecho el amor una sola vez
anoche, ¿y ahora tendrían tener que ser célibes de nuevo?
Ella sacudió la cabeza profusamente.
—No, no, no, no es demasiado pronto.
—No estoy seguro, cariño. Sabes que te amo…
—Y te amo —dijo rápidamente.
—Así que no quiero hacer nada para asustarte. Tal vez viendo mi polla…
—¡Me encanta tu polla!
Silencio.
Y entonces vio que los hombros de Helios comenzaban a moverse.
MJ jadeó.
—Oh, Dios mío, estabas tomándome el pelo de nuevo, ¿verdad?
Lo suficientemente inteligente como para no darle una respuesta, todavía
riendo Helios eligió besar a MJ y hacerle el amor una vez más. Mientras le cubría los
labios con los suyos, agradeció a Dios en su mente que MJ estuviera realmente de
vuelta. Tal vez ella ahora era más sabia más allá de sus años, pero no importaba,
siempre y cuando ella fuera la misma inocente MJ con la que siempre podía bromear.
Capítulo 16
Kellion Argyros estaba dejando la recepción de la boda para encontrarse una
chica con la que follar por la noche cuando tropezó con algo muy interesante. A
través de la puerta parcialmente abierta de la cocina, vio a una chica a mitad de
camino de agacharse y abrazando sus hombros.
Un momento después, el chico con el que estaba hablando canturreó
triunfalmente:
—¡Pesado! ¿Estás diciendo que es demasiado pesado como para llevarlo por tu
cuenta, así que quieres que te ayude con las cajas?
La muchacha asintió, sonriendo.
El tipo le mostró un pulgar hacia arriba.
—Claro, no hay problema. Voy a hacer las maletas mientras esperas a que
Bobby vuelva con el pago.
Ella le mostró su propio pulgar.
Cuando el tipo se fue, Kellion entró en la cocina y golpeó a la chica en el
hombro. Ella se giró de inmediato, y la primera mirada de ella fue todo lo que él
había imaginado que era. Rubia, hermosa y de pechos grandes, ella era su mujer
ideal, y, afortunadamente para ella, no tendrían ningún problema para comunicarse.
A diferencia del asno con el que había estado hablando antes, sabía jodidamente
hablar lenguaje de señas, ya que había sido una de las consecuencias que tuvo que
pagar cuando perdió una apuesta contra la manipuladora novia de Leandro
Christopoulos.
Señaló con rapidez, deseando impresionarla con su velocidad y conocimiento.
Pero ella sólo lo miró.
Mierda. ¿Tal vez había hecho algunas palabras mal?
Él volvió a señalizar, pero aun así ella se le quedó mirando.
Detrás de ella, la puerta de la cocina se abrió y Bobby asomó la cabeza.
—¿Aria?
La chica se dio la vuelta.
Bobby agitó el cheque antes de colocarlo en la encimera de acero junto a la
puerta.
—Gracias por todo tu trabajo duro esta noche. ¡MJ quería que te dijera que amó
todo lo que preparaste! Tengo que irme, hubo un fiasco con el pastel de bodas y le
prometí a MJ que no dejaría que nada le pasara. —Bobby hizo una pausa, su mirada
se dirigió a Kellion—. Umm, ¿qué estás haciendo aquí? Oh, no importa. Realmente
tengo que irme. ¡No coquetees con ella, Kellion!
Aria seguía mirando a Bobby alejarse cuando detrás de ella oyó al hombre
decir:
—Bueno, mierda. No eres sorda, ¿verdad?
Deseaba poder irse, pero se obligó a girarse de nuevo.
Kellion se encontró siendo el receptor de la mirada más seria a la que había
sido sometido en toda su vida.
Finalmente, con una voz tan áspera como si no hubiera hablado en años, la
chica dijo:
—No. —Y entonces se apresuró a alejarse, arrebatando el cheque del mostrador
y dejándolo sin mirar hacia atrás.
Bueno, mierda, pensó Kellion de nuevo. ¿Su corazón saltaba un poco al ser
ignorado?

Fin
Sobre la autora
¡Hola! Me encanta hablar de libros tanto como el próximo bibliófilo, no
importa qué libros, así que siéntete libre de chatear conmigo en goodreads. :)

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