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LONGINO BURKE LO SUBLIME
LONGINO BURKE LO SUBLIME
Por:
http://lexicos.free.fr/Revista/numero11articulo5.htm
Sin duda alguna, las nociones de lo bello y lo sublime son las más
fundamentales de toda teoría estética. En el caso de lo bello, tenemos a partir
de Platón una de las más profundas y matizadas reflexiones, que influyeron
todo el pensamiento estético de la antigüedad y medioevo. Pero la noción de lo
sublime fue menos abordada, y aunque sin duda alguna hay consideraciones
importantes en el medioevo como las de San Agustín, no era un tema que fuese
relevante.[1] No será hasta Kant que la noción de lo sublime adquiera un papel
protagónico en la discusión estética, debido principalmente a su contribución
de dividir este sentimiento estético siguiendo las categorías de su pensamiento
teorético. Incluso hoy día, Jean-Marie Schaeffer destaca que la influencia de
Kant en este sentido fue tan profunda que la corriente del vanguardismo tiene
sus orígenes precisamente en las paginas de la “Analítica de lo Sublime” de la
Critica de la facultad de Juzgar.
Y si nos remontamos más atrás del empirismo inglés, la deuda de las ideas
de Kant en torno a lo sublime nos conducen al pensador neo-platónico
conocido como Cayo Casio Longino, o también como Pseudo-Longino o
simplemente Longino (213-273 d.c.) Los fragmentos de su tratado “De lo
elevado” o “De lo sublime” -como se traduce con más frecuencia-, dan cuenta
de importantes reflexiones sobre la literatura y la naturaleza, cuyos nutridos
aportes y distinciones se han mantenido vigentes -inclusive luego de la
sistematización de las nociones estéticas que se llevan a cabo en la
modernidad.[4] A este respecto, Angel Cappelletti enfatiza la relevancia para el
desarrollo del pensamiento de Kant de este tratado de Longino:
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El gran cambio respecto a lo sublime se suele atribuir a
Kant. Este, sin embargo, más que destruir y suplantar las
tesis del Pseudo-Longino, las corrige, desarrolla y
complementa en sus Beobachtungen über das Gefühl des
Schönes und Erhabenen.[5]
I. Longino
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aquellas cosas que agradan siempre y a todo el mundo.
[15]
4
Para Longino, esta oda muestra los elementos con los que caracteriza lo
sublime. En su interpretación del poema, acentúa el valor que tiene la elección
de los instantes más extremos de las contrariedades físicas y espirituales, la
manera en la que se sopesan todos los momentos de vulnerabilidad con el de
dominio de sí.[18] Por nuestra parte, notamos que el punto más elevado
aguarda en el último verso, cuando llama no sólo a soportar y resistir, sino a
apostar y “arriesgar todo”. Así, lo sublime mora en la valía que se exige Safo
en la última frase, con el fin de resistir ante la gravedad que la belleza de
Anactoria ejerce en ella. A partir de aquí, y haciendo uso de una metáfora usual
en los antiguos, Longino insta a emular a los grandes poetas como Safo;
diciendo que aunque imitarlos sea como la lucha injusta entre los Dioses y el
hombre, entre Zeus y Homero, en la que siempre vence el Dios, “se trata de un
combate hermoso y digno de ser ganado, en que incluso el ser vencido por los
antepasados no es una deshonra”.[19]
Pero este terror debe entenderse como un terror placentero.[29] Para aclarar
esto, hay que diferenciar la “idea de dolor y peligro” del verdadero dolor y
peligro. Notemos, por ejemplo, lo que quiere decir Burke en la siguiente frase:
“Lo que hace de ordinario que el dolor sea más doloroso, si es que esto puede
decirse, es que se considera como un emisario del rey de los terrores”.[30]
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Enfocando nuestra atención en la primera parte de la oración, puede
distinguirse fácilmente dos niveles de dolor: el que efectivamente se padece y
la idea que se tiene de él. En el primer nivel, ese dolor no generaría ningún
placer; pero en el segundo, donde sólo nos merodea la idea de dolor y no
llegamos a sufrirlo, si es posible despertar un terror placentero.
Para Burke esto se explica porque “el verdadero terror” esta conectado con
el hecho de que podemos evidentemente salir dañados. Por lo que, al reconocer
que tenemos frente únicamente la “idea de terror” y no uno real, podemos
distanciarnos y sentir placer. Se conectan así, diversos elementos que dan pie a
una segunda y más completa definición de lo sublime:
En cuanto a lo bello, basta con que señalemos que se considera como tal,
todo aquello que genera un sentimiento de placer fundado en el apego o amor
que produce, y no ya en la idea de terror como en el caso de lo sublime.[32]
Las propiedades en los objetos que se consideran bellos deben ser
completamente aprehensibles por los sentidos: tamaños relativamente
pequeños, luz suficiente para apreciar los colores, texturas lisas, delicadeza,
fragilidad, entre otras.[33]
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“Echen abajo todo, arrásenla hasta los mismos
cimientos”
[1] Cf. Barnaouw, Jeffrey “The morality of the sublime: Kant and Schiller” en
Studies in Romanticism, 19:4, (1980:Winter), extracted fron PCI Full Text.
[4] Si bien es cierto que se suele atribuir la autoría de este tratado a Longino,
hay indicios de que su autor puede ser otro pensador antiguo llamado Dionisio
de Halicarnaso. De igual forma, como dice Francisco de P. Samaranch esto es
“…un difícil problema sin solución por ahora y aun quizá insoluble” y en
cualquier caso irrelevante para nuestros propósito. De igual forma, si se desea
una aproximación a este problema véase Samaranch, F., “Nota preliminar” en
Longino, De lo sublime, Buenos Aires, Aguilar, Biblioteca de iniciación
filosófica, 1era edición, 1972 (1554), pp. 9-34.
[7] La idea de que los antiguos aunque reflexionaban sobre el arte, la belleza y
lo sublime no podían haber desarrollado una “estética” como una disciplina
con una fundamentación y lógica propia es señala por García M., M., en “La
estética de Kant”…, cit. pp. 17-23.
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[9] Sobre un efecto superior a la persuasión logrado por lo sublime Longino
dice: “Las cosas sublimes no llevan a los oyentes a la persuasión, sino al
éxtasis. Siempre en todas partes lo admirable, unido al pasmo o la sorpresa,
aventaja a lo que tiene por fin persuadir o agradar” en Longino, De lo
sublime…, cit., p. 39 (Cáp. I)
[10] En realidad esta afirmación debe ser vista con cierto matiz, pues si bien es
cierto que Longino dedica más parte de su reflexión a la segunda parte, dice
que será en otra obra que trabaje el problema del pathos ante lo sublime (cáp.
IX). Además, una fracción del texto se da por perdida y existen fuertes indicios
para los especialistas que en esos fragmentos perdidos se encuentre un
desarrollo más amplio de la primera parte, ya que sólo se tiene el texto que se
refiere a la segunda fuente de lo sublime pero no a la primera. En torno a esta
discusión, véase: Samaranch, “Nota preliminar”…, cit., pp. 18-22.
[16] Permítase hacer una aclaración respecto al uso del término “agradable”
que aquí se hace. Si comparamos este fragmento con el citado en la nota 10,
veremos que allí lo “agradable” se considera en una especie de rango menor
que lo sublime, mientras que en esta cita “agradable” se refiere a una
complacencia que esta al mismo nivel, ya que permite identificar lo sublime.
No es lugar aquí para desarrollar estas distinciones que son poco claras incluso
en el mismo texto de Longino, por lo tanto, concédase un manejo flexible de
este término. Como veremos luego, serán pensadores posteriores quienes
establezcan diferencias más claras entre lo agradable, lo bello y lo sublime.
[18] Ibidem.
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[20] Sobre las faltas que se comenten en lo sublime se dedica específicamente
en los capítulos III al VIII. Aunque en toda la obra se pueden conseguir
diversos ejemplos de los posibles errores. Cf. Ibid.
[22] En este sentido véase Bayer, Historia de la estética, México, FCE, 1998,
pp. 212 y 255. También el análisis introductorio que hace Menegue Gras
Balaguer, “Estudio preliminar” en Burke, Indagación sobre el origen de
nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, Madrid, Tecnos, 1987, pp.
XI-XXII.
[25] Con razón suficiente, se nos puede objetar la validez de la lectura que
proponemos, pues la obra de Burke no se estructura exactamente así.
Particularmente en cuanto a los rasgos sobre la relación sujeto-objeto que no
están no tan claramente separados como lo planteamos, sino que muchas veces
están mezclados en los diversos pasajes de la obra. Sin embargo, pedimos al
lector ensayar nuestro punto de vista ya que por el momento sólo nos interesa
un acercamiento panorámico al texto, y a partir de allí destacar ciertos
aspectos.
[26] Todos estos rasgos y sus combinaciones (por ejemplo, los efectos de
sucesión, mezcla de silencios y sonidos tenues, ciertos colores, entre otros),
son analizados detalladamente en toda la segunda parte. Inclusive, cada aspecto
contiene por lo menos un parágrafo de desarrollo. Cf. Burke, Indagación sobre
el origen…, cit., pp. 42-66.
[28] Burke, Indagación sobre el origen…, cit., p. 29. Las cursivas pertenecen
al original.
[30] Ibidem.
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[34] Ibid., p. 84.
[38] Cf., Schiller, “De lo sublime” en Escritos sobre estética, Madrid, Tecnos,
1991, pp. 218-20.
[41] Literalmente Nietzsche dice: “En las más altas manifestaciones musicales
sentimos muchas veces la grosería de cualquier imagen, y de cualquier efecto
alegado analógicamente”. Más adelante da como ejemplo el último tiempo de
novena sinfonía de Beethoven en conjunción con la poesía de Schiller, la que
según su juicio no hace sino “estorbar, incomodar y hasta ofender la ardorosa
melodía.” En esta idea basa también su conocido desprecio a la ópera. En
Nietzsche, Sobre música y palabra, fragmento de 1871, pp. 5 y 6.
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