Lo sublime es una categoría estética, derivada principalmente de la
célebre obra “Sobre lo sublime” del crítico o retórico griego Longino, y que consiste fundamentalmente en una "grandeza" o, por así decir, belleza extrema, capaz de llevar al espectador a un éxtasis más allá de su racionalidad, o incluso de provocar dolor por ser imposible de asimilar. El concepto de lo "sublime" fue redescubierto durante el Renacimiento y gozó de gran popularidad durante el Barroco, durante el siglo XVIII alemán e inglés, y sobre todo durante el primer Romanticismo. Según el concepto original de Longino, lo sublime, que se resume en la composición digna y elevada, se funda en cinco causas o fuentes, tanto innatas como de técnica perteneciente sobre todo a las figuras de dicción y metafóricas del lenguaje. Lo sublime es una elevación y excelencia en el lenguaje de que se sirvieron prosistas y poetas que han alcanzado la inmortalidad. Se trata de una "grandeza" de estilo cuya doctrina básica perviviría durante toda la Edad Media identificándose en el Virgilio superior de la Eneida. Dice Longino que lo sublime, usado en el momento oportuno, pulveriza como el rayo todas las cosas y muestra en un abrir y cerrar de ojos y en su totalidad los poderes del orador; que es grande realmente solo "aquello que proporciona material para nuevas reflexiones" y hace difícil, más aún imposible, toda oposición y "su recuerdo es duradero e indeleble". "Nada hay tan sublime como una pasión noble, en el momento oportuno, que respira entusiasmo como consecuencia de una locura y una inspiración especiales y que convierte a las palabras en algo divino". Siguiendo la tradicional oposición retórica virtud/vicio, explica Longino cómo "lo sublime reside en la elevación, la amplificación en la abundancia" En sentido técnico, "sublime" es una calificación que la Retórica antigua estableció en el marco de su "Teoría de los Estilos" como designación del más elevado o grande de estos. El concepto longiniano de "grandeza", de raíz neoplatónica, tiene su gran precedente de sentido más estético que retórico en el diálogo Fedro de Platón, donde se conceptúa la "elevación", relativa a la "manía" y al conjunto de la gama platónica de la inspiración. Esta tradición conduce, en términos retóricos, pero asimismo de proyección estética, a San Agustín, donde se cristianiza. Lo sublime, ya asociado también por Longino al "silencio" en sentido elocutivo, adquiere mediante este último término un desarrollo específicamente contemplativo y transcendental en el régimen de la mística europea y, especialmente, española (Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Francisco de Osuna). Esta es la base del moderno desarrollo kantiano, fundado en la "infinitud" y la "suspensión". SIGLOS XVI-XVII: EL REDESCUBRIMIENTO DE LO SUBLIME
El tratado de Longino sobre lo sublime y el concepto mismo
permanecieron escasamente identificados durante la Edad Media. Su gran notoriedad e influencia se alcanza en el siglo XVI, después de que Francesco Robortello publicase una edición de la obra clásica en Basilea en 1554, y Niccolò da Falgano otra en 1560. A partir de estas ediciones originales, las traducciones en lenguas vernáculas proliferaron. Durante el siglo XVII, los conceptos de Longino sobre la belleza gozaron de gran estima, y fueron aplicados al arte barroco. La obra fue objeto de decenas de ediciones durante ese siglo. La más influyente de ellas se debió a Nicolas Boileau-Despréaux (Tratado de lo sublime o de las maravillas en la oratoria, 1674), que situó nuevamente al tratado y al concepto en el centro del debate crítico de la época. La difundida versión de Boileau no es técnicamente relevante ni de especial comprensión del concepto, si bien contribuye a difundir un concepto retórico que “eleva, rapta, transporta” y se dirige al sentimiento más que a la razón. Durante este periodo todavía había quien consideraba De lo sublime una obra demasiado primitiva como para ser aceptable por el civilizado hombre moderno. EL SIGLO XVIII EN ALEMANIA: IMMANUEL KANT
Immanuel Kant publicó en 1764 el breve
Beobachtungen über das Gefühl des Schönen und Erhabenen ("Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime"), solo verdaderamente desarrollado más tarde en su Crítica del Juicio (1790). Kant investigó el concepto de lo sublime, definiéndolo como “lo que es absolutamente grande” o solo comparable a sí mismo, lo cual vendría a sobrepasar al contemplador causándole una sensación de displacer, y puede darse únicamente en la naturaleza, ante la contemplación acongojante de algo cuya mesura sobrepasa nuestras capacidades. El sublime kantiano es en el sujeto, si bien ha de mantener concordancia con la naturaleza. "El sentimiento de lo sublime es, pues, un sentimiento de displacer debido a la inadecuación de la imaginación en la estimación estética de magnitudes respecto a la estimación por la razón, y a la vez un placer despertado con tal ocasión precisamente por la concordancia de este juicio sobre la inadecuación de la más grande potencia sensible con ideas de la razón, en la medida en que el esfuerzo dirigido hacia estas es, empero, ley para nosotros." Así, lo bello es una tranquila contemplación, un acto reposado, mientras que la experiencia de lo sublime agita y mueve el espíritu, causa temor, pues sus experiencias nacen de aquello que es temible, y se convierte en sublime a partir de la inadecuación de nuestras ideas con nuestra experiencia. De tal manera, para sentir lo sublime, a diferencia de para sentir lo bello, es menester la existencia de una cierta cultura: el hombre rudo, dice Kant, ve atemorizante lo que para el culto es sublime. El poderío de esta experiencia estética invoca nuestra fuerza, y la naturaleza es sublime porque eleva la imaginación a la presentación de los casos en que el ánimo puede hacer para sí mismo sensible la propia sublimidad de su destinación, aún por sobre la naturaleza. De tal modo, Kant interpretó la naturaleza como fuerza, y en ella está lo sublime: "Rocas audazmente colgadas y, por decirlo así, amenazadoras, nubes de tormenta que se amontonan en el cielo y se adelantan con rayos y con truenos, volcanes en todo su poder devastador, huracanes que van dejando tras de si desolación, el océano sin límites rugiendo de ira, una cascada profunda en un río poderoso, etc, reducen nuestra facultad de resistir a una insignificante pequeñez, comparada con su fuerza. Llamamos gustosos sublimes a esos objetos porque elevan las facultades del alma por encima de su término medio ordinario". Para Kant lo sublime es la ilimitación de magnitud o de fuerza: así como la belleza es forma, lo finito y limitado, lo sublime es lo informe, infinitud. La belleza comporta gusto, lo sublime atracción. Lo sublime es “aquello absolutamente grande”, aquello no imaginable. Es lo que gusta inmediatamente, pero por la resistencia que opone al interés de los sentidos: una música muy alta, un sabor muy fuerte, un olor muy intenso. Kant distinguió un sublime “matemático” (del intelecto) y otro “dinámico” (de los sentidos) o del poder; el matemático se opone a la comprensión, mientras que el dinámico puede amenazar nuestra integridad física (por ejemplo, una tormenta de mar). LA ÉPOCA ROMÁNTICA Y SCHOPENHAUER
De hecho y en sentido estricto, la formación de la teoría de lo sublime
es esencialmente anterior al Romanticismo. El concepto se incorporó a la cultura artística prerromántica y romántica desde sus orígenes, tanto en Reino Unido como en Alemania. La concepción panteísta de algunos de los primeros románticos, o la visión arrebatada y violenta de la naturaleza propia del Sturm und Drang, se corresponden muy bien con los últimos estadios de lo sublime tal y como los definió Schopenhauer. Johann Christoph Friedrich Schiller, tras Kant el más importante pensador de esta categoría, compuso, entre otros elementos importantes relativos al concepto, dos ensayos fundamentales (De lo sublime, 1793, y Sobre lo sublime, 1801). Cabría decir que distingue tres fases: “sublime contemplativo”, el sujeto se enfrenta al objeto, que es superior a su capacidad; “sublime patético”, peligra la integridad física; y “superación de lo sublime”, en que el hombre vence moralmente, porque es superior intelectualmente. Schiller, que se sobrepone a Kant mediante la reconfiguración de la relación bello/sublime y conduce este último a teoría de la tragedia ampliamente desarrollada, se mantiene básicamente kantiano cuando piensa que el sentimiento de lo sublime es un sentimiento mixto "compuesto por un sentimiento de tristeza, que en su más alto grado se expresa a modo de escalofrío, y por un sentimiento de alegría, que puede llegar hasta el entusiasmo y, si bien no cabe sea entendido precisamente como gozo, las almas refinadas lo prefieren con mucho a cualquier placer" Schiller conduce la teoría de lo sublime, como en general todo el núcleo de su pensamiento, a una teoría de la libertad. Según Schiller, y esto es muy importante para la concepción de lo sublime, el arte ofrece todas las ventajas de la naturaleza y ninguno de sus inconvenientes. En general, es de notar que el pensamiento poskantiano, sobre todo a partir de Herder, centró el problema sobre la dificultad de la radical distinción bello/sublime. El pensamiento romántico alemán propiamente dicho, comienza sobre lo sublime, tras Herder, con Schleiermacher, Schelling y Jean Paul Richter, quien muy avanzadamente conduce el "humorismo" a "sublime destruido". Por su parte, Hegel, que acepta la base kantiana, sin embargo, historiza y traslada lo sublime al mundo originario del arte simbólico anterior a la cultura clásica griega. Esto ha de entenderse sobre todo en razón de que hegelianamente el arte, como la religión, queda confinado al pasado y constituye una realidad conclusa, es decir sin futuro, a diferencia de lo propuesto por Kant, referible tanto al pasado como al futuro. El anti hegeliano Arthur Schopenhauer hizo una lista de las etapas intermedias desde lo bello hasta lo más sublime en su El mundo como voluntad y representación (capítulo 39). Para este filósofo, el sentimiento de lo bello nace simplemente de la observación de un objeto benigno. El sentimiento de lo sublime, en cambio, es el resultado de la observación de un objeto maligno de gran magnitud, que podría destruir al observador. Las fases entre uno y otro sentimiento serían por tanto las siguientes:
• Sentimiento de lo bello - La luz reflejada en una flor (placer por
la percepción de un objeto que no puede dañar al observador). • Sentimiento muy débil de lo sublime - La luz reflejada en unas rocas (placer por la observación de objetos que no suponen una amenaza, pero carentes de vida). • Sentimiento débil de lo sublime - Un desierto infinito sin movimiento (placer por la visión de objetos que no pueden albergar ningún tipo de vida). • Sentimiento de lo sublime - Naturaleza turbulenta (placer por la percepción de objetos que amenazan con dañar o destruir al observador). • Sentimiento completo de lo sublime - Naturaleza turbulenta y abrumadora (placer por la observación de objetos muy violentos y destructivos). • Sentimiento más completo de lo sublime - La inmensidad de la extensión o duración del universo (placer por el conocimiento del observador de su propia insignificancia y de su unidad con la naturaleza).
Si el prerromanticismo había sido temprano en algunos países, sobre
todo en Inglaterra, el Romanticismo, fuera de Alemania fue en distinto grado un fenómeno de expansión más tardía. En Francia, el mayor valedor del concepto de lo sublime fue Victor Hugo, tanto en sus poesías como en el prefacio a su obra de teatro Cromwell, donde definió lo sublime como una combinación de lo bello y lo grotesco, opuesta a la idea clásica de perfección. Además, tanto El jorobado de Notre Dame (en Nuestra Señora de París), como muchos de los elementos de Los Miserables pueden ser considerados propiamente dentro de la categoría de lo sublime. En Italia, para la teoría de lo sublime son de considerar sobre todo las obras de Martignoni y Tommaseo. En España, el gran filólogo romántico Manuel Milá y Fontanals es quien formula (Principios de Estética y Estética y teoría literaria) el mejor tratamiento teórico de esta categoría. EL SIGLO XVIII: REINO UNIDO
La recuperación moderna del concepto de lo sublime se produjo
notablemente en el Reino Unido, en el siglo XVIII, dentro de la filosofía empirista. Ya Anthony Ashley Cooper, 3er conde de Shaftesbury, y John Dennis, tras un viaje por los Alpes, expresaron su admiración por las formas sobrecogedoras e irregulares de la naturaleza exterior, apreciaciones estéticas que Joseph Addison sintetizó en su revista The Spectator (1711) en una serie de artículos titulados “Pleasures of the Imagination”. En Los placeres de la imaginación, Addison introdujo el gusto por cosas que estimulan la imaginación, distinguiendo tres cualidades estéticas principales: grandeza (sublimidad), singularidad (novedad) y belleza. También creó una nueva categoría, lo “pintoresco”, aquel estímulo visual que aporta una sensación tal de perfección que pensamos que debería ser inmortalizado en un cuadro. Addison relacionó la belleza con la pasión, desligándola de la razón: la belleza nos afecta de forma inmediata e instantánea, como un golpe, actuando de forma más rápida que la razón, por lo que es más poderosa. Al retomar el concepto de lo sublime esbozado por Longino, lo elevó de categoría retórica a general, trasladándolo del lenguaje a la imagen. "Los ojos tienen campo para espaciarse en la inmensidad de las vistas, y para perderse en la variedad de objetos que se presentan por sí mismos a sus observaciones. Tan extensas e ilimitadas vistas son tan agradables a la imaginación como lo son al entendimiento las especulaciones de la eternidad y del infinito". Joseph Addison, Los placeres de la imaginación (1711) Esta obra de Addison, en la que el concepto de grandeza se une al de sublimidad, junto con la obra de Edward Young Night Thoughts (1745), suelen considerarse como los puntos de partida de Edmund Burke a la hora de escribir su “A Philosophical Inquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and Beautiful” ("Una investigación filosófica sobre el origen de nuestras ideas de lo sublime y lo bello") (1756). La importancia de la obra de Burke radica en que fue el primer filósofo en argüir que lo sublime y lo bello son categorías que se excluyen mutuamente, del mismo modo en que lo hacen la luz y la oscuridad. La belleza puede ser acentuada por la luz, pero tanto una luz demasiado intensa como la total ausencia de luz son sublimes, en el sentido de que pueden nublar la visión del objeto. La imaginación se ve así arrastrada a un estado de horror hacia lo "oscuro, incierto y confuso". Este horror, sin embargo, también implica un placer estético, obtenido de la conciencia de que esa percepción es una ficción. Burke describió lo sublime como un temor controlado que atrae al alma, presente en cualidades como la inmensidad, el infinito, el vacío, la soledad, el silencio, etc. Calificó la belleza como “amor sin deseo”, y lo sublime como “asombro sin peligro”. Así, creó una estética fisiológica, ya que para Burke la belleza provoca amor y lo sublime temor, que pueden sentirse como reales. Introdujo igualmente la categoría de lo “patético”, emoción igualable al placer como sentimiento, que proviene de experiencias como la oscuridad, el infinito, la tormenta, el terror, etc. Estos sentimientos producen una “purgación”, recogiendo de nuevo la teoría de la “catarsis” de Aristóteles. LO SUBLIME EN EL ARTE
Lo sublime tuvo gran relevancia en el romanticismo: los románticos
tenían la idea de un arte que surge espontáneamente del individuo, destacando la figura del “genio” –el arte es la expresión de las emociones del artista–. Se exalta la naturaleza, el individualismo, el sentimiento, la pasión, una nueva visión sentimental del arte y la belleza que conlleva el gusto por formas íntimas y subjetivas de expresión, como lo sublime. También otorgaron un nuevo enfoque a lo oscuro, lo tenebroso, lo irracional, que para los románticos era tan válido como lo racional y luminoso. Partiendo de la crítica de Rousseau a la civilización, el concepto de belleza se alejó de cánones clásicos, reivindicando la belleza ambigua, que acepta aspectos como lo grotesco y lo macabro, que no suponen la negación de la belleza, sino su otra cara. Se valoró la cultura clásica, pero con una nueva sensibilidad, valorando lo antiguo, lo primigenio, como expresión de la infancia de la humanidad. Asimismo, se revalorizó la Edad Media, como época de grandes gestas individuales, en paralelo a un renacer de los sentimientos nacionalistas. El nuevo gusto romántico tuvo especial predilección por la ruina, por lugares que expresan imperfección, desgarramiento, pero a la vez evocan un espacio espiritual, de recogimiento interior. En arte, lo sublime corrió en paralelo con el concepto de lo pintoresco, la otra categoría estética introducida por Addison: es un tipo de representación artística basada en unas determinadas cualidades como serían la singularidad, irregularidad, extravagancia, originalidad o la forma graciosa o caprichosa de determinados objetos, paisajes o cosas susceptibles de ser representadas pictóricamente. Así, sobre todo en el género del paisaje, en el arte romántico se aúnan sublime y pintoresco para producir una serie de representaciones que generen nuevas ideas o sensaciones, que agiten la mente, que provoquen emociones, sentimientos. Para los románticos, la naturaleza era fuente de evocación y estímulo intelectual, elaborando una concepción idealizada de la naturaleza, que perciben de forma mística, llena de leyendas y recuerdos, como se denota en su predilección por las ruinas. El paisaje romántico cobró predilección por la naturaleza grandiosa: grandes cielos y mares, grandes cumbres montañosas, desiertos, glaciares, volcanes, así como por las ruinas, los ambientes nocturnos o tormentosos, las cascadas, los puentes sobre ríos, etc. Sin embargo, no solo el mundo de los sentidos proporciona una visión sublime, también existe una sublimidad moral, presente en acciones heroicas, en los grandes actos civiles, políticos o religiosos, como se podrá ver en las representaciones de la Revolución francesa. Igualmente, existe la sublimidad pasional, la de la soledad, la nostalgia, la melancolía, la ensoñación, el mundo interior de cada individuo. Los románticos encontraron cierta sublimidad –con efectos retroactivos– en la arquitectura gótica o en la “terribilità” de Miguel Ángel, que para ellos era el genio sublime por excelencia.6 Sin embargo, el arte sublime se debe circunscribir al realizado en los siglos XVIII y XIX, sobre todo en Alemania y Reino Unido. Dos de los más grandes representantes de lo sublime, entendido como grandeza y como sentimiento desbordante, como un sublime moral más que físico, fueron William Blake y Johann Heinrich Füssli. Blake, poeta y pintor, ilustraba sus propias composiciones poéticas con imágenes de desbordante fantasía, personales e inclasificables, mostrando una imagen paroxística de lo sublime por el carácter épico, místico y apasionado de los personajes y las composiciones, de movimiento dinámico y exacerbado, de influencia miguelangelesca, como en su poema simbólico Jerusalén (1804-1818) –Blake elaboraba a la vez imagen y texto, como en las miniaturas medievales–. Füssli, pintor suizo afincado en Gran Bretaña, realizó una obra de temática basada en lo macabro y lo erótico, lo satírico y lo burlesco, con una curiosa dualidad, por una parte los temas eróticos y violentos, por otra una virtud y sencillez influida por Rousseau, pero con una personal visión trágica de la humanidad. Su estilo era imaginativo, monumental, esquemático, con cierto aire manierista influido por Miguel Ángel, Pontormo, Rosso Fiorentino, Parmigianino y Domenico Beccafumi. El sentido de lo sublime en Füssli se circunscribe al ámbito emocional, psíquico, más que al físico: es la sublimidad del gesto heroico, como en Juramento en el Rütli (1779); del gesto desolado, como en El artista desesperado ante la grandeza de las ruinas antiguas (1778- 80); o del gesto terrorífico, como en La pesadilla (1781). OBRAS CONCLUSIÓN PERSONAL
Lo sublime consiste en la grandeza, es aquello que personalmente o
en conjunto se considera bello, lo sublime nos hace sentir emociones distintas ya sea felicidad, entusiasmo, tristeza, angustia, etc. En ocasiones el sentimiento que nos provoca lo sublime es imposible de asimilar. Según Logino, lo sublime es una elevación y excelencia que llega a alcanzar tal grandeza que puede inmortalizar al artista que lo lleve a cabo. Lo sublime pulveriza todas las cosas y muestra en un abrir y cerrar de ojos los poderes que puede tener este, ya sea el artista o aquello que es bello ante nuestra perspectiva personal. El concepto de Logino sobre lo sublime permaneció inidentificado durante la edad media y se dio a conocer y alcanzo su mayor influencia en el siglo XVI después de que dos personajes destacados publicaron su obra. Fue en XVIII que los conceptos de Logino lograron gran importancia y se aplicaron principalmente en el arte barroco, el cual es un arte extremadamente bello, que ha aportado muchísimo y enriquecido a la arquitectura, asi como a otras artes como la pintura, escultura, teatro, literatura, etcétera. El concepto de lo sublime llega a popularizarse en Alemania en el siglo XVIII por Immanuel Kant quien investigó el concepto y lo descubrió como algo absolutamente grande, es algo que puede darse en la naturaleza, ante contemplar algo que sobre pasa nuestras capacidades emocionales, además describe lo sublime como un sentimiento de displacer debido a que no se adecua a la imaginación en la estimación estética y al mismo tiempo se lo describe como un sentimiento que nos da placer debido a sensibilidad emocional que nos provoca. Hay diversas construcciones alemanas que me parecen sublimemente bellas, las percibo de una manera que me causan muchísimo interés como lo es el Neue Schloss el cual fue el ultimo castillo barroco construido en Alemania, su composición le da armonía y me transmite emociones distintas que se relacionan perfectamente con la descripción de Kant sobre el concepto de lo sublime. Este concepto también tuvo gran desarrollo en el Reino Unido, tiene su origen con la filosofía empirista cuando se hace una expresión y se resalta la admiración por los Alpes, por sus formas irregulares y sobrecogedoras y naturales. Addison realizo una revista llamada “Los placeres de la imaginación” e introdujo ahí su gusto por las cosas que estimulan su imaginación y destaca tres cualidades esteticas principales: grandeza, singularidad y belleza. Expresa también que la belleza nos afecta de forma inmediata, como un golpe que actúa de forma mas rápida que la razón por lo que es más poderosa. Mientras tanto, Burke describe lo sublime como un temor consolado que atrae al alma, presenta cualidades como la inmensidad, el vacio y la soledad, y describe la belleza como amor sin deseo y lo sublime como asombro sin peligro. La manera en que estos grandes pensadores describen lo sublime complementan el propio concepto que le doy a este concepto, ya que cada persona lo experimenta de forma distinta y se puede describir lo sublime y lo bello de manera individual, pero el impacto y fascinación es un sentimiento que puede compartirse entre un conjunto de personas. Es grandioso todo aquello que nos proporciona nuevas reflexiones, lo sublime es aquello que nunca se olvida, nos da abundancia y emociones que desconocíamos en su totalidad, además cambia la manera de percibir las cosas y la manera en que nos sentíamos con respecto a algo. En lo personal considero que el concepto de lo sublime es muy extenso, se ha descrito de muchas maneras, unas mas bellas que otras, pero al final lo que lo sublimemente bello nos provoca, no se puede describir ya que es algo grande. Se puede encontrar en cualquier lugar, lo encuentro principalmente en la arquitectura, la pintura, escultura, en la naturaleza, las personas, incluso en momentos. FUENTES DE INFORMACIÓN
Kant, I. (2013). Lo bello y lo sublime. Editorial Minimal.