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Table of Contents

Title Page

1. Revelando identidades

2. El chico nuevo

3. Regrésame mis neuronas

4. Qué clase de adolescente no tiene Instagram

5. Solo los locos no aman la oscuridad

6. Un alfa apareció frente a mí y me atacó con sus ojos lá ser

7. Mi omega ganaría en una pelea

8. Los omegas y las rubias mueren primero

9. Mi novio tiene todas sus vacunas

10. Será mejor que corran, que corran, má s rá pido que mi lobo

11. Se aprende má s en la Secció n Prohibida

12. Mi lobo me plantó así que almorcé con su mamá

13. Los pasos en la dieta lobuna

14. Salem al escabeche

15. Amor se escribe con «o» de hoyuelo

16. La mala suerte viene de tres en tres

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17. Es un maldito penthouse

18. Te escucho

19. Ruge má s alto

20. Cuando mi alfa sonríe

21. Había una vez un lobo bueno

22. Lo que veo cuando te miro

23. No pienso ordenar tu ropa

24. El lugar de las fauces

25. Me salió «vale otro»

26. He visto cuatro futuros posibles y todos son contigo

27. El consejo de ancianos no (solo) tiene ancianos

28. La raíz de nuestra herencia

29. No llego tarde, genero expectativa

30. El orden de los factores no altera lo eterno

31. Donde las fauces duermen

Fauces II y Extras

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Donde las fauces duermen (Fauces I) by S_Ciel

Category: Werewolf
Genre: alfa, boyslove, drama, fantasía, hombreslobo, juvenil,
kinktoberse2019, lgbt, mpreg, omega, omegaverse, original, romance,
wattys2020, yaoi
Language: Españ ol
Status: Completed
Published: 2019-10-02
Updated: 2022-08-19
Packaged: 2023-05-24 20:38:58
Chapters: 32
Words: 115,951
Publisher: www.wattpad.com
Summary: Solo el 2% de la població n mundial son omegas masculinos,
Jae es el ú nico de su instituto y no lo ha hecho popular, sino todo lo
contrario. Por lo mismo ha creado un plan de supervivencia, los pasos
son simples: ser invisible, graduarse, convertirse en bibliotecario,
obtener un gato negro, llamarlo Salem y vivir el resto de sus días
regañ ando a los que hacen ruido en la biblioteca. O al menos era el plan
hasta que apareció Arny. Es un alfa, parece salido de uno de sus libros y
oculta un secreto. Sus planes está n por desmoronarse por completo.
«Recuerdo el cuento de Pedro y el lobo demasiado bien, mi madre solía
leerme historias y aquella se quedó grabada en mi cabeza como si la
hubieran tallado en piedra, con todo y moraleja «no mientas demasiado,
o luego nadie va a creerte». Siendo el extremista que soy decidí que mis
palabras y acciones debían guardar siempre honestidad en ellas, me
propuse no decir mentiras, no actuar con falsedad, no hacer acciones en
vano. Y guardé mi llanto de omega para un lobo de verdad.» NOTA: La
palabra al inicio de cada capítulo es la inspiració n para este. Esta historia
es omegaverse, tiene contenido sobrenatural (hombres lobo), sexo entre
hombres, embarazo masculino, momentos difíciles y fuertes, y otros con

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altos contenidos de azú car. Está n advertidos.
Language: Españ ol
Read Count: 349,225

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1. Revelando identidades

Palabra del día: Omega

Siempre me habían dicho que era un niñ o extrañ o. Tal vez por mi
silencio o porque, cuando hablaba, no gustaba de mentir. Ese día solo
confirmó para los demá s lo diferente que era, les dio una excusa para
justificar la incomodidad que sentían al tratar conmigo. Teníamos doce
añ os cuando en el saló n de clases todo era revolució n y emoció n
constante. Era el día en que entregarían el resultado de las
clasificaciones del segundo género. Recuerdo como si fuera ayer el
bullicio que rodeaba los asientos contiguos al mío, con compañ eros
preguntá ndose los unos a los otros qué creían que diría el resultado de
su prueba.

—Seguro soy un alfa —la mayoría decía eso, algunos má s humildes (o


realistas) decían «beta». Pero siendo que éramos solo pre-adolescentes,
todos querían ser de la categoría má s «genial» de todas.
Estadísticamente era imposible que todos tuvieran razó n. Los alfas
componían un 12% de la població n, los beta un 81%, los omega un 7%.

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Era imposible que má s de la mitad de la clase cumpliera su cometido,
como mucho, uno o dos de ellos serían alfa. Si tenían suerte.

El segundo género entregaba un estatus en lasociedad, ademá s de


hombre o mujer podías ser alfa, beta u omega. Si eres beta,está s entre las
personas comunes sin habilidades o características físicas especiales;si
eres alfa, está s destinado al éxito, tendrá s má s habilidades
físicas(también se supone que son má s inteligentes aunque no está
comprobado) y ya seashombre o mujer podrá s preñ ar a quien tenga el
sistema reproductivo para ello;si eres omega es todo lo contrario, está s
hecho má s débil y para lareproducció n (seas hombre o mujer, podrá s
embarazarte si entras en tu período decelo) y, aunque tampoco está
comprobado, no falta el idiota que cree que suintelecto es má s bajo.

Entre aquel bullicio una de mis compañ eras se dirigió hacia mí, Vivian
me sonrió con su amabilidad perpetua, siempre tratando de incluir a
todo el mundo, incluso a alguien como yo, y preguntó :

—Jae ¿qué crees que te saldrá a ti? —los demá s a mi alrededor hicieron
silencio, probablemente impulsados por la curiosidad. En ese entonces
solía contestar las preguntas que me hacían cuando me las hacían,
siempre de forma honesta, no es que ahora mienta, pero he aprendido a
quedarme callado. El Jae que era en aquel entonces aú n no conocía aquel
truco.

—Omega —quise darles una respuesta realista porque lo de darme aires


de alfa no era lo mío. Empezaron a comentar al respecto en cuanto lo
dije. «Este chico está loco», «¿Quién querría ser omega?». Pero yo no
había dicho que quisiera ser omega, sino que era el resultado que
suponía obtendría. Aun cuando era improbable (ese 7% de omegas se
componía de un 5% de omegas femeninas y un 2% de omegas

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masculinos), yo no era ciego, veía la diferencia entre mi cuerpo y el de
mis compañ eros.

Ellos habían crecido mucho má s altos que yo, lo que podría ser solo una
coincidencia, pero también estaban las proporciones, mi cuerpo
evolucionaba delgado, delicado, con una figura frá gil, mientras que el de
mis compañ eros crecía con hombros amplios y voces cambiantes. El má s
avanzado de ellos incluso empezaba a mostrar má s pelo en las piernas y
axilas, mientras que mi cuerpo se mantenía sin evidenciar prá cticamente
nada de vello.

No quería ser omega, pero estaba bastante seguro de que ese sería mi
destino. Porque cuando me miraba al espejo, mi rostro no se había vuelto
anguloso y marcado como el de mi padre, mis facciones, aun cuando me
faltaba por crecer, lucían dulces, delgadas, las pestañ as oscuras que
enmarcaban mis ojos azules parecían rizadas y, tal vez era solo una
impresió n mía, pero mi cabello castañ o oscuro se sentía cada vez má s
suave. No lo estaba imaginando, estaba seguro de ello.

Y cuando me entregaron el resultado, no fue una sorpresa. Aun así todos


me miraron como bicho raro cuando, al día siguiente, llegué a clases con
un collar que protegía mi cuello. Recuerdo que traté de explicarle a mi
madre que nadie querría morderme ni por asomo, ya que la mordida en
la nuca se daba entre un alfa yomega para forjar un vínculo de pareja,
pero no aceptó mis palabras. Me convertí pú blicamente en un omega.
Aunque esa expresió n siempre me ha molestado, no me «convertí» en
omega, así como Liam no se había «convertido» en alfa, siempre lo
habíamos sido, solo que ahora teníamos la certeza de la informació n.

A pesar de todo, el resultado fue má s bien una sentencia. A los susurros


de mis compañ eros, las miradas de desprecio, los comentarios
despectivos. Mi naturaleza me volvió un condenado a la marginalidad y
por mucho tiempo estuve bien con ello. Porque mientras má s los

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ignoraba má s me ignoraban ellos a mí, y ser invisible era mejor que
cualquiera de las otras opciones. Podía hacer planes para mi vida, mi
futuro, y nada se interpondría en mi camino.

Mi sentencia no era tan terrible, porque un día saldría de aquella


pequeñ a ciudad, perdida entre montañ as, encontraría la biblioteca má s
grande que estuviera lejos de allí y viviría entre libros, haciendo callar a
niñ os impertinentes y disfrutando de aquello que jamá s puede mentir: el
silencio.

O eso creía.

Porque entonces apareció Arny. É l odiaba los planes y todo lo


organizado, ciertamente quiso desordenar los míos.

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2. El chico nuevo

Palabra del día: Amante

Pocas cosas ocurrían en Roscoe sin que todo el mundo se enterara, en la


ciudad el chisme era má s efectivo que el perió dico local o las redes
sociales, probablemente porque está bamos tan en medio de la nada que
la señ al de internet no era muy buena. El viernes pasado el hijo del
director ya había contado a todo el colegio que un nuevo alumno iba a
entrar al instituto y que, ademá s, era alfa. Ese lunes todos estaban
revoloteando en la entrada esperando verlo, como si fuese una
celebridad o algo así. Supongo que de cierto modo lo era, el instituto de
Roscoe tenía solo cuatro alfas, tres hombres y una mujer, Anastasia, la
ú nica del grupo, estaba en segundo y salía con Liam, en tercero (mi añ o).
Los otros dos alfa estaban en primero. No había ningú n alfa en cuarto y
se veía que las mujeres de ese curso estaban ansiosas por ver qué clase
de sujeto sería.

Yo agradecía que no fuera a mi saló n, significaba que, aun cuando todos


hablarían de él, el bullicio no sería tanto y no tendría que lidiar
directamente con ello. En mi escasa experiencia con alfas, estos tendían a

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menospreciar a los omega masculinos, o muchas veces se sentían con el
derecho de tratarnos como sirvientes. Era lo que Liam había hecho
cuando nos habían clasificado «esto significa que debes obedecerme en
todo», había dicho, tuve que ignorarlo insistentemente y aceptar un par
de golpizas, sin ceder, hasta que se dio cuenta de que ese no sería el caso
entre nosotros.

Me escabullí entre la multitud que esperaba en la entrada del colegio, un


edificio no muy grande, construido con madera hacía muchísimo tiempo,
tan firme que aguantaba cuando a la tierra le daba por temblar de
cuando en cuando. Subí las escaleras y el ruido de la multitud me hizo
detenerme a la mitad, escuché sus expresiones de sorpresa, murmullos, y
me giré para mirar, después de todo, no es que sea de piedra y
totalmente insensible, tenía curiosidad como cualquier ser humano.
Entendí de inmediato por qué los chillidos, el estudiante nuevo había
llegado conduciendo un jeep... negro con verde oscuro, no es como si
supiera qué clase de modelo era porque, ni idea de esas cosas, pero lucía
bastante rudo. Nadie iba conduciendo al colegio, principalmente porque
todos vivían lo suficientemente cerca como para caminar, los que no,
usaban bicicleta y los que no iban en bicicleta, sus padres los pasaban a
dejar. Los que tenían suficiente dinero como para conducir un auto no
iban al instituto Roscoe sino al colegio privado de la ciudad. Un alumno
con auto era má s que extrañ o, así que me detuve unos segundos má s
para verlo salir.

A primera vista era alto, má s que el jeep. Tenía un torso amplio, hombros
fuertes, su cabello negro, ni muy corto ni muy largo, estaba desordenado,
no sé si por el viento o era que lo usaba así. Su piel estaba suavemente
tostada por el sol, a esa distancia parecía que sus facciones no eran malas
del todo, pero la multitud que estaba cerca del estacionamiento
ciertamente estaba empezando a enloquecer por él, era un alfa distinto a
aquellos que teníamos en el colegio, eso parecía. Observé por un
momento má s có mo un grupo de chicas de cuarto se acercaban,

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probablemente a darle la bienvenida, ofrecerse a hacerle el tour o algo
por el estilo. Sentí que el viento helado de la mañ ana me revolvió el
cabello y me sacó la bufanda del hombro, me la acomodé y me dispuse a
mirarlo una vez má s antes de ya olvidarme del tema y entrar al calor del
instituto, solo para encontrar sus ojos fijos en mí, unos ojos amarillos y
penetrantes.

Todo mi cuerpo se puso tenso. De pronto fui capaz de sentir el palpitar


de mi corazó n, de escucharlo en mis oídos como cuando corría en
deportes hasta jadear de cansancio, solo que ahora no había ocurrido
ninguna marató n, el mú sculo simplemente había decidido empezar a
golpear en mis tímpanos como si fuera algo muy divertido, pateando mi
pecho con fuerza. No podía apartar mis ojos de los suyos, quería hacerlo,
necesitaba parar aquello o seguro mi corazó n iba a explotar de la
impresió n, porque una sola hora de entrenamiento a la semana no era
suficiente para que soportara esos ataques y, sin embargo, me era
imposible quitarle la mirada. Por suerte alguien le removió el brazo al
chico nuevo, él apartó la vista y aquel instante terminó .

Y yo arranqué.

Es decir, era lo má s ló gico a hacer. No tenía idea de por qué me había


sentido así ¿era porque se trataba de un alfa nuevo? No solía haber alfas
nuevo en la ciudad, tal vez era eso. Pero sea lo que sea que hubiera
ocurrido era má s que claro que lo mejor que podía hacer era
mantenerme lejos del chico nuevo, porque si tenía alguna clase de poder
por ser alfa, pues no quería que se le ocurriera usarlo conmigo. Ninguno
de los alfa del colegio podían usar la voz de alfa, , una que permitía a un
alfa darle ó rdenes acualquier omega no mordido y someterlo a su
voluntad, Liam, para no sentirse menos por el hecho de que no podía
hacerla, solía decir que esos eran mitos y tonterías y que realmente nadie
podía. Pero yo, ciertamente, no quería enterarme por las malas que el
chico nuevo tenía esa habilidad o alguna otra. No señ or.

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Agradecí aú n má s que no fuera a estar en mi añ o.

Corrí hasta mi primera clase (matemá ticas) y me senté al final del aula
en el puesto de siempre, junto a la ventana. Cuando mis compañ eros
entraron no hablaban de otra cosa que la nueva adquisició n del colegio,
«¿Viste qué espalda? Quién no querría afirmarse de ella», «No solo eso,
su voz, joder, está guapísimo», «¿Crees que se irá a unir a algú n deporte?
Seguro que sí, se nota que ejercita». Traté lo má s posible de no
escucharlos, en especial porque sabía que muchos querían verme
reaccionar, la llegada de un alfa inmediatamente llamaba la atenció n
hacia los omegas del colegio, que éramos dos, solo que Beatriz era mucho
má s comunicativa que yo (estaba en segundo) y seguro estaría
encantada de comentar con el resto de la clase su primera impresió n del
recién llegado. Yo no tenía ese interés así que me puse a mirar mis
ejercicios de matemá ticas para comprobar una vez má s si estaban bien.

Después del segundo receso decidí que definitivamente había sido el


peor día para olvidar mis audífonos en casa. No podía escuchar mú sica e
ignorar toda la informació n que resonaba por los pasillos y en mi aula
sobre el chico nuevo, que tenía diecisiete, pero en pocos meses cumplía
los dieciocho, que sus padres eran científicos y se mudaban mucho, que
no pensaba hacer ningú n deporte escolar precisamente porque se
mudaba demasiado. Para la hora de almuerzo no se hablaba de otra cosa,
lo ú nico que no había contestado, al parecer, era si tenía novia o amante,
o lo que fuera. Ciertamente había ya una fila de voluntarias ofreciéndose
para todos los papeles.

Yo fui a la línea de la cafetería y pedí los fideos con albó ndigas que
tocaban hoy.

—Ten, tesoro, está s muy delgado —Lila, la señ ora de la cafetería me dio
una albó ndiga má s para luego guiñ arme un ojo. Era amable conmigo y

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siempre me daba comida extra. Le sonreí y agradecí para luego ir a mi
sitio de siempre.

Las mesas en la cafetería eran, en su mayoría, grandes y circulares, para


acomodar a grupos entre seis y ocho personas. A mí me gustaba
sentarme en una mesa cerca del rincó n má s alejado de la puerta de
entrada, estaba junto a los ventanales, era rectangular, apegada a la
pared y usualmente solo tenía dos sillas. Pero era perfecta para
concentrarme en mi libro (o tarea atrasada) y comer sin que nadie se me
acercara. Lo cual era mi plan, ya que aun sin audífonos, la conversació n
incesante de la cafetería sonaba má s como ruido de fondo y era má s fá cil
de ignorar que las conversaciones cercanas en mi aula. Así que me dirigí
a mi pequeñ o oasis, acomodé la bandeja con fideos y limonada, saqué mi
libro del momento (Magnus Chase y los dioses de Asgard) y me dispuse a
leer mientras comía distraídamente.

Tan distraído que no noté el silencio que empezó a apoderarse del


comedor cuando una figura gigante se acercó hasta mi lugar y puso una
bandeja junto a la mía, que por cierto su torre de fideos era enorme
(¿quién comía tantísimos fideos?).

—Hey —era una voz que no reconocía, porque no la había escuchado


nunca y, sin embargo, se me hizo increíblemente familiar. Á spera,
acogedora, atrayente. Pero lo má s increíble fue el aroma, cuando aquella
figura se puso a mi lado pude sentir como todo en mí respiraba su
esencia, porque no lo estaba respirando solo con mi nariz, cada célula de
mi cuerpo quería absorberlo a él. Olía a bosque, lluvia, seguridad, fuerza.
¿Podía alguien oler a fuerza? É l ciertamente lo hacía, Hugo Boss podría
haber embotellado su aroma y haber llamado al perfume algo ultra
original como «Strong». De pronto me sentí estú pidamente pequeñ o... y
petrificado. Escuché la silla a mi lado moverse y como él se sentaba pero
no podía mirarlo, bá sicamente porque no lograba que ninguno de mis
mú sculos me respondiera, mi mano derecha apretaba el tenedor sobre

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los fideos mientras la izquierda aú n sostenía mi libro abierto en la pá gina
que leía.

El chico nuevo había ido a sentarse conmigo y todos en el comedor


estaban al pendiente. Pero yo no estaba pensando en eso o en las
posibles repercusiones que tendría, en ese instante solo quería recordar
có mo se respiraba o có mo era que se sentía respirar un aire sin su
aroma, porque de seguro el aire normal tenía un sabor horrible en
comparació n.

—Hey —me llamó de nuevo y esta vez reaccioné, volteé a mirarlo. Su


rostro parecía el de un jodido actor de película adolescente, una
mandíbula firme, bien marcada, labios ni muy gruesos ni delgados, pero
definitivamente notorios, nariz recta, cabello despeinado (o lo usaba así
o simplemente no tenía intensió n alguna de peinarse), y esos ojos
penetrantes e intensamente amarillos que parecían de otro mundo.
Marcados por pestañ as tan oscuras y pobladas que podrían llevar a creer
que se delineaba los ojos. Tragué duro aunque no tenía nada en la boca—
Soy Arnulf Hertz, pero mi nombre suena al de un anciano aburrido y
prefiero que me llamen Arny, tú y yo tenemos que hablar ¿no crees?

Todo lo que yo creía era que seguro me iba a dar un ataque porque mi
corazó n no iba a aguantar tanto estrés en un solo día.

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3. Regrésame mis neuronas

Palabra del día: Supresor

—¿Hablar? —la voz me salió difícil porque, la verdad, no me sentía en


mis cabales, no parecía que nada de aquello fuera real o posible. Sin
embargo, allí estaba, esa mole humana mirá ndome como si esperara que
yo dijera alguna otra cosa. Alzando ambas cejas oscuras, como si quisiera
incitar a mis neuronas a hacer sinapsis, pero estas habían decidido irse
de vacaciones a algú n lugar lejano.

Querido Jae, después de diecisiete añ os de arduo trabajo hemos decidido


irnos a la playa, sabemos que no eres faná tico del sol, pero es que nos
falta vitamina D.

Atentamente, tus Neuronas.

—Sí, hablar —se cansó de que yo no adivinara lo que estaba pensando, o


tal vez de que yo siguiera quieto como estatua—, hoy en la mañ ana,
cuando nos vimos, lo sentiste ¿no es verdad? No fue la mejor situació n,
pero debes haberlo sentido, por eso no entiendo por qué te fuiste o por

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qué no me estabas buscando... —ya estaba, seguro el chico nuevo había
perdido la cabeza, no entendía nada de lo que estaba diciendo. No
alcancé a preguntarle de qué hablaba, al parecer mi cara de total pasmo
lo hizo apresurarse a explicar—. Soy tu alfa, conectamos hoy cuando nos
vimos, es obvio que lo sentiste, tú eres mi omega.

Está bien, no insistas, regresaremos, nos tomaremos vacaciones otro añ o.

—¿Tu omega? —eso me regresó la voz. Era cierto que había sentido algo
raro al verlo por la mañ ana, pero de ahí a que viniera a decirme que yo
era «su omega», eso era otro asunto—, mira, no sé có mo sea que
funcione de dó nde tú vengas, en realidad, tampoco tengo muy claro
có mo lo hacen aquí, pero yo no soy omega de nadie —¿Qué clase de
broma era esa? Cerré mi libro porque era claro que aquello no iba a
terminar bien, y si él quería iniciar una pelea mi mejor opció n sería salir
corriendo y no pensaba abandonar a mi libro allí. Pero él no pareció
ofenderse.

—Claro que lo eres y yo soy tu alfa —remarcó el «tu» como si quisiera


hacerme entender algo que a mí se me escapaba—. Tú eres mi destino,
yo soy el tuyo, por eso deberíamos hablar —su voz ya sonaba como si
estuviera cansá ndose de lo obtuso que estaba demostrando ser. Me miró
con aquel rostro que parecía esculpido de perfecto y traté de entender lo
que intentaba decirme.

Destino. Era un concepto que solía lanzarse con facilidad cuando se


repasaban los géneros de alfa y omega, la idea de que había un
compañ ero ideal para cada alfa y omega en algú n lugar del mundo. En lo
personal siempre me había parecido un poco absurdo porque había má s
alfas que omegas, así que matemá ticamente, eso no parecía posible y,
ademá s, habían existido tan pocos casos documentados, que realmente
bien podría decirse que esas personas solo habían estado muy
enamoradas y se habían inventado toda esa joda del destino. Pero aquí

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estaba, Arny, el chico nuevo, diciéndome que está bamos destinados o
algo así.

Como si la vida fuera a ser tan generosa conmigo.

—¿Acaso alguien te dijo que sería divertido bromear conmigo? ¿Es


porque soy un omega masculino? —achiqué los ojos mientras lo miraba
acusador y él abrió la boca en una expresió n ofendida.

—¡Claro que no! Estoy hablando en serio ¿es que acaso no lo sentiste
cuando nos vimos? Como si el mundo se hubiese detenido un instante, no
poder quitar la mirada, como hechizados... —apreté los labios. No quería
decirlo, pero tampoco iba a mentir, no iba a empezar a hora.

—Es cierto, lo sentí, pero ¿có mo saber que eso es lo que tú crees? Podría
haber sido solo una reacció n rara al tipo de alfa que eres, es decir, eres
distinto de los que hay aquí —él miró hacia la cafetería que había
regresado a conversar, aunque claramente senguían pendientes de
nosotros, parecía querer encontrar a los alfa y ver la diferencia, como si
no fuera obvio que él lucía má s grande o má s... no sé, simplemente
distinto, su aura era... rara.

—Fue nuestra conexió n, habría sido ideal si no hubiese habido tantas


personas la primera vez que nos veíamos y no hubiéramos estado tan
lejos, pero fue real —hablaba a un volumen moderado, para que solo yo
pudiera oírlo, tal vez podría soportar un poco mejor la mirada intensa de
esos ojos amarillos. Observé mi almuerzo, no sentía que podía comer
frente a él cuando había aparecido de la nada a hablarme de cosas tan
aparentemente complicadas.

—No es algo fá cil de creer.

—Tus feromonas huelen a flores, libros, a río, dedicació n y honestidad...


sobre todo a río, uno en un bosque —abrí mucho los ojos y bajé la vista

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tratando de olerme disimuladamente ¿estaba fallando mi supresor?—.
No es tu supresor —me asustó que me leyera la mente cuando soltó
aquello—, lo sentí cuando nos vimos en la mañ ana, fue tu reacció n al
verme, porque el momento fue intenso, ahora llevas supresores y te
funcionan... pero lo sentí, sé que fue real, no lo hubiera olido si no tuviera
razó n.

Me llevé las muñ ecas a la nariz de todos modos, tratando de respirar mi


propio aroma pero no notaba nada, aunque aun si mi supresor estuviera
fallando no lograría olerme a mí mismo, necesitaría preguntarle a algú n
alfa y aun si era cierto, no sabía que eso realmente significara que
está bamos destinados. Necesitaba investigar, buscar informació n, hacer
un estudio o algo sobre el tema, no era como si fuera a tomar la palabra
del primer alfa que se presentaba frente a mí declarando que era mi
destinado, por muy guapo que fuera. Había decidido hacía mucho que
viviría una vida solitaria y tranquila, tal vez tendría un gato si me
alcanzaba el sueldo. Estaría solo por siempre, o algo así.

—Quiero leer sobre el tema, no puedo solo creerte así nada má s —


enfrenté mis ojos a los suyos y pareció aliviado de que no lo descartara
como había estado haciendo antes, incluso me sonrió , enseñ ando sus
perfectos dientes blancos que parecían de comercial, tenía los caninos
algo má s grandes de lo normal pero eso no quitaba que parecía
demasiado perfecto y esa sonrisa ladeada seguro haría a má s de alguien
desmayarse— ¿podrías dejarme almorzar? No podré comer tranquilo
contigo aquí —las personas solían ofenderse cuando decía aquellas
cosas, porque decía la verdad de forma, segú n muchos, demasiado
abrupta. Supongo que era por comentarios como aquellos que siempre
comía solo.

É l, sin embargo, tomó su bandeja y se puso de pie, con la misma sonrisa


en su rostro, sin afectarse por mi honestidad.

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—Genial, hablamos luego... —hizo una pausa— aú n no me has dicho tu
nombre —era cierto, él podría haberlo averiguado de cualquiera del
colegio, no era como si yo no fuera una pequeñ a celebridad al ser el
ú nico omega masculino del instituto (no había ningú n otro de mi edad en
toda la ciudad).

—Jae Seaver.

—Nos vemos, Jae —dijo mi nombre con la seguridad de alguien que lo ha


pronunciado siempre y me causó un escalofrío.

Porque se sintió bien que lo dijera. Algo dentro de mí se removió de


gusto cuando lo escuché pronunciarlo y decidí mejor concentrarme en
las albó ndigas porque ese sentimiento bien podría ser solo porque un
tipo como él había dicho mi nombre, es decir, cualquiera se emocionaría
al escuchar a un tipo guapo como aquel llamarlo con tanta casualidad, no
significaba que fuera el destino o algo así. Traté de convencerme de ello.

Durante el almuerzo hubo muchos ojos pegados a mi nuca, me sentí


demasiado observado y no logré terminarme los fideos, pero sí la
limonada. Miré la hora en mi celular, dejé la bandeja en su lugar y fui a la
siguiente clase. No volvería a olvidarme nunca los audífonos porque
ahora escuchaba mi nombre entre el chismoseo de los pasillos y no se
sentía nada agradable. Cuando llegué al saló n busqué con los ojos el
asiento de Liam. Le gustaba sentarse adelante, en primera fila y al centro
de la clase, así todos podían mirarle la espalda. Estaba ahora allí, en su
silla, solo. Era una rara oportunidad porque no solía estarlo. Me acerqué
y me puse frente a él.

—Liam —lo saludé y me observó con extrañ eza un momento antes de


ponerse la má scara de superioridad. Liam era alto, fuerte, de cabello
rubio, facciones cuadradas y ojos grises. Era guapo, no despampanante,
pero atractivo, si hubiese sido un beta habría sido un chico popular má s,

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como era un alfa, eso lo había vuelto el tipo má s popular del colegio...
hasta ahora.

Había sido un idiota conmigo en el pasado y, sin embargo, si yo no lo


molestaba me ignoraba limpiamente. En algú n momento creo que
habíamos hecho un mudo acuerdo de no entrar en el territorio del otro.
En especial cuando había empezado a salir con Anastasia, no porque ella
fuera mejor como alfa, sino porque mi celo era un peligro para él tanto
como para mí. É l sabía que no podría controlarse si yo entraba en celo
frente a él y, aun cuando yo no tenía ninguna intenció n de caer en algo
como eso, a él no le agradaba la idea de perder los estribos por mi culpa
y engañ ar a su novia, era un cretino, pero no era infiel (o eso había
escuchado que decía a su grupo de seguidores).

—Jae —dijo mi nombre con desdén y no pude evitar darme cuenta de


que sus palabras no me producían nada ni remotamente cercano a lo que
me habían causado las de Arny, aun cuando él también era un alfa y no
era feo.

—¿Podrías decirme si huelo a feromonas? —enarcó una ceja, le acerqué


mi muñ eca.

—Si está s en celo aléjate de mí —de inmediato echó su silla hacia atrá s,
mirá ndome con mal disimulado miedo y yo negué con la cabeza.

—No, no es eso, aú n falta, solo quiero comprobar que mis supresores


siguen funcionando, algo me hace pensar que no lo está n y si es así
tendría que cambiarlos o ajustar mi dosis —me observó con
desconfianza, miró que no había nadie má s en el aula y entonces jaló mi
muñ eca acercá ndola a su rostro y haciéndome casi tropezar. Su nariz
rozó mi piel, olfateó mi muñ eca y mi antebrazo, luego lo soltó y yo lo
miré, expectante.

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—Si tu supresor está fallando, yo no lo siento, no huelo tus feromonas —
suspiré aliviado y contrariado. Si Liam, habiendo olido directamente mi
piel, no las sentía, era que mi supresor aú n funcionaba, entonces ¿por
qué Arny había identificado mi aroma? ¿Me había dicho la verdad?
¿Realmente había algo entre nosotros?

—Está bien, gracias —no lo miré má s, fui a mi puesto al final del saló n y
anoté en el celular todas las cosas que el nuevo alfa me había dicho y que
quería investigar, sobre aroma, conexió n, destino.

Arnulf Hertz.

Tendría que buscarlo también a él, porque mientras má s pensaba, má s


me convencía de que, como adolescente, no parecía real.

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4. Qué clase de adolescente no tiene
Instagram

Palabra del día: Destino

Por lo menos cinco personas trataron de preguntarme de qué me había


hablado el chico nuevo, los ignoré lo mejor que pude con un silencio que
llevo practicando añ os y me dirigí a la biblioteca de la ciudad. Caminar en
el frío del invierno era una de mis acciones favoritas de todos modos.
Aun cuando me abrigaba bastante, sabía disfrutar del aire helado, había
algo extrañ amente hermoso en la forma en que el viento podía congelar
la piel, algo invisible que removía tu cabello, jugaba contigo. Me gustaba.

La biblioteca de Roscoe estaba en una casa antigua a dos calles de la


«avenida» principal. Estaba cubierta de tejuelas y pintada de un azul
desgastado por la lluvia. Entré y la madera crujió bajo mis pies. La
calefacció n estaba encendida así que me quité la bufanda y saludé a
Tamy con una sonrisa. Ella me respondió con un asentimiento distraído
pues estaba leyendo. Era lo má s cercano que tenía a una amiga. A sus 26
añ os, había sido mi niñ era má s de alguna vez cuando aú n era niñ o y ella

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estaba ahorrando para la universidad. Luego se había marchado y, hacía
solo un par de añ os, había vuelto a Roscoe a encargarse de la biblioteca,
yo no tenía ni idea de por qué, ya que siempre dijo que quería irse y no
volver. Pero allí estaba, con su cabello teñ ido de rosa chicle, sus labios
pintados de rojo fuerte y las orejas perforadas a má s no poder, con aquel
rostro determinado y demasiado llamativo para una ciudad como la
nuestra.

Como ella me ignoró no insistí en seguir hablando, su libro seguramente


estaba interesante, de otro modo, me habría preguntado có mo estaba,
teníamos el mutuo acuerdo de no interrumpir la lectura del otro a menos
que fuera estrictamente necesario. Prendí uno de los computadores de la
biblioteca, había cinco notebooks acomodados uno al lado del otro en un
mesó n largo. Me senté en el de la esquina má s alejada como siempre y
entré a internet. Yo no tenía acceso a la red en mi casa, era costoso
conseguir internet en Roscoe, el má s econó mico era por cable y era muy
lento y se caía cada dos por tres así que no valía la pena, y el satelital era
muy costoso y, aunque má s confiable, solía fallar cuando había tormenta.
La mejor opció n para alguien como yo era la biblioteca.

Me apuré a buscar lo que me interesaba: parejas destinadas. Los


primeros link eran sobre una película de los ochenta, una telenovela que
al parecer era muy popular y, finalmente, una entrada de Wikipedia,
claramente no la mejor fuente de informació n, pero era un inicio. Ignoré
la primera parte que hablaba de que la conexió n solo era posible entre
un alfa y omega, no necesitaba esas explicaciones, salté hasta el
encabezado que hablaba de có mo se identificaban un alfa y omega
destinados.

«En la actualidad, existe un nú mero indeterminado de casos de parejas


destinadas en el mundo. Se estima que son menos de cien, pero sin un
registro mundial es imposible estar seguros. De los casos conocidos, se
reconocen algunos elementos comunes:

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• El alfa y omega se reconocen desde el primer momento que se ven a los
ojos y sienten atracció n inmediata el uno hacia el otro, todo su cuerpo
reacciona ante su pareja, incluyendo sus feromonas.»

Detuve mi lectura, es decir, eso sonaba como lo que nos había ocurrido
pero bien podría decirse lo mismo de cualquier alfa sintiendo que le
gustaba un omega, no era muy especial.

«• La primera vez que se toquen, podrá n sentir que el mundo se detiene,


como si estuviera en cá mara lenta y experimentará n por completo al
otro.»

¿Qué se suponía que significaba aquello? «Experimentar por completo al


otro», sonaba extrañ o pero... ahora que me daba cuenta, no nos habíamos
tocado, si esto era cierto sería una buena forma de confirmar qué tan real
era todo esto del destino... y qué tan confiable eran las entradas de
Wikipedia, ya que está bamos en el negocio de comprobar cosas. Había
solo un punto má s.

«• El alfa no necesitará usar su voz para que el omega obedezca, podrá


usar sus feromonas para presionarlo y a este le será muy difícil
resistirse, prá cticamente imposible.»

—Pff... genial —lo solté con ironía y sin darme cuenta me salió fuerte, lo
suficiente como para que Tamy alzara la vista de su libro para fruncirme
el ceñ o y soltar un gruñ ó n «Shhh». Como ya la había distraído decidí que
era buen momento para acercarme—. Hey, Tamy... ¿hay algú n libro
sobre alfas, omegas y parejas destinadas aquí? —la biblioteca tenía dos
pisos, muy pocos libros modernos, y má s mesones que estantes, pero tal
vez tendría suerte. Ella enarcó una ceja y luego sonrió divertida.

—¿Esto tiene que ver con la nueva familia en la ciudad? Escuché que
tenían un hijo alfa —tiene una voz de husky, muy rasposa, le gusta

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molestarme y preguntarme cosas incó modas, porque sabía que yo no
mentía, me sonrojé, no quería contestarle.

—¿Hay un libro así o no?

—Ah, el viejo truco de no contestar la pregunta, eso quiere decir que hay
algo que ocultar —marcó el libro que aú n sostenía en su mano y se puso
a buscar en su ordenador—. Hay uno, espera —anotó el có digo y nú mero
del libro en un post-it rosa y me lo entregó —, segundo piso.

—Gracias Tamy, cuida mis cosas —pedí porque había dejado mi mochila
en el asiento del notebook que estaba ocupando, ella no respondió pero
supuse que lo haría. No es como si fuera necesario en realidad, no había
mucho vandalismo o crimen en Roscoe, éramos demasiado pocos como
para que no se supiera quién había sido rá pidamente. Subí al segundo
piso.

Lo cierto es que cuando no usaba el computador me gustaba estar allí


arriba, había grandes estantes de madera oscura y la ú nica luz que
entraba era de una pared con un ventanal largo. Pero en general era un
lugar oscuro, olía a libro antiguo y había un cuadro extrañ o de una
señ ora con ojos de loca y con ropa de muñ eca en una pared, así que
muchos se asustaban de subir allí. A mí me gustaba precisamente por
eso, la madera, el sonido de la casa crujiendo, el có modo sofá de una
persona junto al ventanal. Ojalá le siguieran teniendo miedo a ese
segundo piso para que no me interrumpieran nunca.

Busqué el libro, tenía una tapa verde, de tela, lo que indicaba que era
bastante viejo, las hojas estaban amarillentas y olían muy bien. Tenía
unas doscientas pá ginas pero como el papel era grueso, el libro pesaba
mucho má s que uno de ahora. Me senté en el sofá y busqué en el índice el
capítulo que indicaba lo que estaba buscando, porque no tenía tiempo
para leer todo el libro. Lo primero era bá sicamente lo mismo que había
leído en Wikipedia, solo algunas diferencias, pero en general lo mismo de

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la conexió n instantá nea. Avancé un poco en las pá ginas y entonces
encontré algo diferente. Lo de Wikipedia solo había hablado de la
influencia del alfa en el omega, no del omega en el alfa, y no se había
referido a casos... como el mío.

«Una pareja destinada será siempre capaz de concebir. Incluso en los


casos del omega masculino. Es sabido que estos solo son capaces de
embarazarse cuando copulan con un alfa en su ciclo de celo, sin embargo,
una pareja destinada, aun con un omega masculino, podrá embazar al
omega incluso fuera de su ciclo de celo».

No eran buenas noticias y definitivamente no íbamos a comprobar eso


empíricamente. Yo pensaba que me salvaría de preñ arme si me cuidaba
de no dejar que nadie me atacara en mi celo ¿y ahora resultaba que
porque había alguna clase de conexió n có smica entre nosotros él nuevo
alfa podría embarazarme cuando quisiera? No. Demonios no.

Lo siguiente era algo má s interesante, lo había escuchado antes, pero


nunca había pensado que se aplicaría a mí.

«El llanto del omega será escuchado por su pareja destinada aun si no
está n vinculados»

Llanto de omega, recibía ese nombre pero má s que un llanto era un grito.
Un grito que hacían los omega vinculados (o sea, mordidos en el cuello o
nuca) para hacerle saber a sus alfa que estaban en peligro. Se supone que
el alfa es capaz de «escuchar» el grito donde sea que esté. Se explicaba
como una conexió n nerviosa, como los perros que podían escuchar
frecuencias que los humanos no, el alfa podía sentir interiormente que su
omega estaba en peligro, podía escucharlo dentro de su cabeza (o eso
decían), esto sí estaba seguro que era real, porque había sido
comprobado por muchas parejas vinculadas. Si era cierto, significaba que
aun sin haber sido mordido, Arnulf Hertz sería capaz de escucharme si
yo lo llamaba en un estado de peligro. Pensé que nunca experimentaría

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aquello porque jamá s creí que me vincularía, esto cambiaba un poco las
cosas.

—Bien, tal vez no todo es malo —murmuré y dejé el libro en el lugar de


donde lo había sacado, lo habría pedido para llevá rmelo a casa pero ya
estaba en el límite de mi má ximo de libros y Tamy no doblaba las reglas
de los préstamos, ni siquiera por mí. Bajé las escaleras y volví al
computador. Iba a apagarlo cuando recordé que no lo había googleado a
él.

Puse su nombre... joder, de verdad lo entendía con lo de Arny, Arnulf


sonaba a un sujeto totalmente anciano y aburrido. Y sin embargo... nada,
ni en facebook, ni en instagram, ni en twitter, ni rastros de él ¿sería que
tenía algú n otro nombre? Probé con «Arny Hertz», ya que era el nombre
que prefería, pero ni con eso salió nada ¿qué clase de adolescente no está
en redes sociales? Hasta yo tenía redes sociales, y eso que no hablaba con
nadie ni tenía amigos (hay que ser honestos, Tamy apenas contaba).

Miré la hora y empecé a guardar mis cosas rá pidamente. Iban a dar las
siete, empezaría a oscurecer y mi madre odiaba saber que había vuelto
luego de que estuviera oscuro. Acomodé todo, me despedí de Tamy y
eché a correr. Mi casa estaba lejos del centro de la ciudad así que debía
apurarme, aun cuando sabía que me cansaría a mitad de camino y
terminaría caminando igual, que no se dijera que no me había esforzado
y había hecho el intento.

Cuando comenzó a llover el cielo se puso má s oscuro, me cambié a


caminar en la vereda que colindaba con el bosque para que los á rboles
me protegieran de la lluvia. Gracias a eso no me mojé tanto y me detuve
frente a casa. Me disponía a cruzar cuando el aullido de un animal resonó
lejano pero claro y potente... en todo el bosque.

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—¿Lobos? —miré hacia atrá s, los á rboles se perdían en la oscuridad de
la noche que caía. Negué con la cabeza antes de correr a meterme en
casa.

Qué tontería, no había lobos en Roscoe.

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5. Solo los locos no aman la oscuridad

Palabra del día: Cotidiano

No es extrañ o que la casa esté helada, mi madre suele llegar entre las
ocho y las nueve, ese frío es muy comú n.

Hay algo extrañ amente reconfortante en la oscuridad que me recibe,


camino entre las sombras, me sé el lugar de memoria, tiene un solo piso,
dos habitaciones, un bañ o. Al abrir la puerta de entrada poseo varias
opciones, seguir derecho por el pasillo hasta mi habitació n que era la
primera a la derecha, o pasar de largo y entrar al bañ o (junto a mi
habitació n). Frente al bañ o estaba el cuarto de mi madre. También podía
atravesar la entrada y doblar a la izquierda, allí encontraría una estancia
no muy grande pero larga, con un sofá para tres personas, acomodado
contra la pared frente a un televisor; en el mismo espacio una mesa
circular de madera con cuatro sillas que separaba el saló n de la cocina,
no había una pared ni nada por el estilo, todo se encontraba allí mismo.
El piso de cerá mica de un gris oscuro era lo que determinaba donde
terminaba el saló n y donde empezaba la cocina, los estantes de esta eran

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negros, con un refrigerador verde que no combina y rara vez estaba
lleno. Junto al refrigerador hay una puerta que da al patio trasero.

Realmente no tenía dó nde perderme. Caminé en la penumbra como si


esta pudiera abrazarme, como si fuera mi amiga. Doblé a la izquierda y
fui hasta el calentador eléctrico que descansaba junto al sofá , lo encendí
y me senté frente a él cruzando las piernas como Buda. Mi madre odiaba
encontrarme de ese modo, sentado frente al calentador, en medio de la
oscuridad. Para ella era demasiado extrañ o que a mí me reconfortara
má s la oscuridad que las luces.

Y es que la oscuridad no miente, la luz sí.

Cuando enciendo las luces, se forman sombras que pueden ser


engañ osas, dependiendo de la luz, un objeto puede lucir totalmente
diferente, hasta mis propios ojos cambian su tonalidad si les das con la
luz correcta. Me sabe demasiado a engañ o. La oscuridad en cambio
puede ocultar cosas pero no disfraza nada, no tiene preferencias, porque
es siempre la misma, constante, inamovible, una oscuridad completa
guarda lo desconocido, pero no trata de fingir que no es así. Me asusta
má s la luz, donde el peligro se disfraza de bondad y no soy capaz de
distinguir qué es cierto y qué no.

Sentarme frente a ese calentador, cerrar los ojos y dejarme bañ ar por el
calor me ayuda a pensar. Hay demasiado en lo que pensar, bien, tal vez
no «demasiado» solo una cosa, pero era importante, así que se sentía
como demasiado. Tener una pareja destinada implicaba un cambio de
vida completo, siempre pensé que pasaría el resto de mi existencia solo,
es decir, con mi gato negro al que llamaría Salem, pero exiliado de
amantes o compañ ía. Una pareja destinada significaba una vida juntos,
una vida junto a un sujeto que no conocía de nada, que quién sabe qué
mañ anas tenía, al que tal vez ni le gustaban los gatos. Aú n necesitaba
comprobar si era cierto, debía tocarlo, ver si aquello confirmaba las

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cosas pero ¿quería confirmarlas? No sonaba a que tuviera una opció n
real con lo de «pareja destinada». Tal vez eso me creaba resistencia, que
esto del destino se sentía como perder mi opció n de elegir, puede que yo
no tuviera pretendiente alguno, pero aun así, estar solo había sido mi
decisió n, lo que yo había elegido para mi futuro. Arny era como una
bofetada de la vida diciéndome que debía obedecerle, quisiera o no. Y es
que Arny no parecía estar para nada en contra de la idea, claro, no podía
estar seguro, pero por có mo se me había acercado, suponía que no me
equivocaba. Sería otra cosa a comprobar.

—¡Jae! —me distraje tanto en mis pensamientos que no escuché la


puerta abrirse, la voz aguda de mi madre me hizo abrir los ojos para
volver a cerrarlos cuando encendió las luces de golpe—, te he dicho que
no me gusta que estés con la luz apagada.

—También te quejas de que la cuenta sube en invierno —le comenté y


ella puso los ojos en blanco pero se contuvo de regañ arme.

Mi madre es bastante «atractiva», tal vez por eso le molesta lo poco que
me parezco a ella. Es alta, tiene el cabello de un rubio cenizo, la piel
rosada, labios carnosos, rostro delgado, alargado y unos ojos azules que,
segú n ella, son lo ú nico que heredé de su parte. Lo cual es debatible
porque mi padre también tiene los ojos azules así que no es como si ella
realmente pudiera tomar todo el crédito al respecto. Traía bolsas, así que
me puse de pie para apurarme a desocuparlas y guardar lo que había
comprado en su lugar. Leche, cereal, eso me animó , llevaba una semana
recordá ndole que faltaba, habría pasado a comprarlo yo mismo, pero ella
se negaba a darme dinero.

—¿Es cierto que la nueva familia que llegó tiene un hijo en tu instituto?
—puse agua a calentar en el hervidor para que tomara su típico té antes
de dormir, igual que yo.

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—Sí, es alfa —agregué el otro detalle porque sabía que era lo que
preguntaría después, enarcó una ceja con interés.

—Así que era cierto, con razó n tantas jovencitas de tu instituto se


pasaron a la peluquería de la señ ora March hoy —mi madre trabajaba en
una florería en el centro de la ciudad, había estudiado botá nica— ¿es
má s o menos guapo que Liam?

—Má s —ella sabía que yo no mentía nunca y conocía mis trucos de


evitar las cosas simplemente no contestando, así que era difícil no decirle
la verdad porque insistía hasta que le decía lo que pensaba. Tal vez por
eso no encontró que había nada raro en mi respuesta, no pensó en
molestarme con la idea de un nuevo alfa en el instituto que tal vez podría
fijarse en mí, de hecho, apostaría que eso ni se le pasó por la cabeza. Y
me lo confirmó con sus siguientes palabras.

—Seguro se emparejará con Penny, ella es la beta má s bonita de tu


colegio —agradecí que no me hiciera una pregunta porque me habría
obligado a responder. Me pregunto qué diría mi madre si le dijera que el
chico nuevo no tenía interés en Penny sino en mí ¿se pondría contenta?
¿Le daría envidia? Era difícil de saber cuando se trataba de ella. Pero sé
que sus relaciones favoritas son las de alfas con betas, le gustan las
telenovelas donde el alfa de alta clase elige a la beta comú n y corriente. Y
le encanta saber los chismes de parejas de la ciudad, lo cual no era difícil
cuando almorzaba con la señ ora March que tenía la «mejor» peluquería
de Roscoe (má s bien la ú nica). Por eso sabía nombre de tantos de mis
compañ eros y podía pensar en sus posibles parejas de ensueñ o.

Supongo que lo de alfa y beta le gusta porque se «parece» a la historia


que tiene con mi padre, o eso cree ella. Mi padre es un alfa, se conocieron
fuera de Roscoe, en su segundo añ o de universidad, él estudiaba
comunicaciones y periodismo, ella botá nica. A los pocos meses de
conocerse mi madre se quedó embarazada de mí, segú n ella un

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«accidente», yo la verdad no podría estar seguro. Se casaron mientras
aú n estaban en la universidad, por mí, para darme un hogar y todo eso,
pero cuando terminaron de estudiar, la versió n oficial es que mi padre,
que quería dedicarse a la televisió n, ser un presentador, tendría má s
oportunidad de tener éxito si estaba soltero y no se sabía que tenía un
hijo. Así que se divorciaron, mi madre se vino conmigo a Roscoe
habiendo firmado un acuerdo de confidencialidad para no revelar que yo
era hijo de quien era y con una pensió n alimenticia que cubría poco y
nada, porque el contrato fue hecho antes de que mi padre fuera famoso.
Ella esperaba implícitamente que el regresaría.

No fue así.

Mi madre me echa la culpa de que él no volviera por nosotros. En su


acuerdo de divorcio decía que si yo era alfa, sería criado por él en la
ciudad cuando me manifestara, ella aú n cree que si yo hubiese sido alfa
él nos habría llevado a los dos consigo. Pero desde muy corta edad se
fueron haciendo evidentes mis características y mi padre perdió aú n má s
el interés, segú n mi madre. La verdad yo aú n creo que nunca estuvo muy
interesado. Que para él, simplemente era muchísimo má s fá cil
escondernos en Roscoe, no tener que preocuparse de un hijo o esposa,
fingir que no tenía familia y recordar que tenía un hijo una vez al añ o.
Porque visitaba para mi cumpleañ os, aunque este añ o no había venido
(fue hace tres meses). Ella no lo ve así, creo que aú n piensa que mi padre
recuperará sus cabales y volverá por ella... o que cualquier alfa vendrá
por ella en realidad, le gusta inventarse esas historias en su mente.
Supongo que eso es algo que sí tenemos en comú n, a ambos nos gustan
las historias.

Tal vez mi madre era uno de los motivos por los que había querido
permanecer solo, la había visto tantas veces quedarse mirando anhelante
la televisió n mientras mi padre conversaba con alguna celebridad que se
me habían quitado las ganas de siquiera intentar enamorarme. No quería

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terminar como ella «Helena, la de la florería, que tuvo un hijo sola y
nadie sabe quién es el padre». Eso decían de ella, a mí me había parecido
un mejor título «Jae, el gruñ ó n de la biblioteca» o «Jae, el solteró n con un
gato», al menos no sonaba a que me habían desechado de pronto.

—Gracias —tomó la taza de té que yo le había preparado sacá ndome de


mis divagaciones y solo asentí, terminé de preparar mi propia taza de té
mientras la observaba seguir su rutina de siempre, sentarse frente al
televisor con su taza para perder la consciencia por un hombre que ni la
escuchaba ni la veía. Lo má s cotidiano por la noche en la casa Seaver.

—Voy a acostarme —me hizo un gesto con la mano y caminé hasta mi


cuarto con mi taza humeante en las manos. Terminé mi libro, mi té y me
obligué a dormir.

Mi cabeza se llenó de Arny, su sonrisa ladeada, su aroma penetrante, sus


ojos ambarinos.

—Voy a tocarlo —lo había decidido. Destino o no, tenía que conocer la
verdad.

No podría tomar decisió n alguna si no estaba cien porciento seguro.

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6. Un alfa apareció frente a mí y me
atacó con sus ojos láser

Palabra del día: Enlace

Nunca me había preocupado qué ropa usaba. Tengo cinco atuendos que
repito sin culpa alguna cuando voy a clases, mi repertorio consistía
bá sicamente de jeans, camisetas, y un nú mero de suéteres que podía
variar dependiendo del nivel de frío que hubiese sido pronosticado para
el día. Los martes me ponía jeans azules, mi camiseta pú rpura que decía
«Don't interrupt me. I'm reading» (No me interrumpas, estoy leyendo). Y
un suéter gris bastante grueso que me quedaba grande, pero me gustaba.
En realidad, la mayoría de mis suéteres me quedaban grandes porque
habían sido los que mi padre dejó olvidados alguna vez. Pero sabía que
mis jeans negros me quedaban mejor, menos sueltos... y que mi suéter
azul marino con rombos celeste resaltaba mis ojos. No quise pensar en
por qué me había puesto el atuendo del viernes un día martes, solo lo
hice y me convencí de que no tenía nada que ver con cierto alfa que había
llegado de improviso a revolver mi plan de futuro solitario y perfecto.

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Me llené de leche con cereal, me puse un abrigo color azul oscuro con
botones a ambos lados que me llegaba hasta las rodillas y me apretaba
como un taco por las capas de ropa. Había sido de mi madre, pero qué
má s daba, la ropa no tenía género, en especial cuando falta dinero.
Completé el atuendo con una bufanda gris y salí de casa. Habría sentido
má s frío en los pies por las zapatillas de lona si no llevara triple calcetín.
No sé para qué me había molestado con el suéter y los pantalones si
entre tanta ropa ni se notaban.

Emprendí camino a clases. No voy por la vereda de la carretera cuando


es temprano, ese camino solo lo tomaba cuando venía de la ciudad. Por
las mañ anas, tomo atajo por el bosque. Hoy no había olvidado mis
audífonos así que avanzo al paso de alguna canció n melancó lica, entre
los á rboles por el camino que me sé de memoria. La lluvia de la noche
anterior había dejado un agradable aroma a naturaleza hú meda. Salgo
del bosque a dos calles del instituto mientras me pregunto cuá l sería el
mejor momento para hablarle a Arny y decirle lo de probar tocarnos.
Entre clases probablemente no, tal vez en el almuerzo. Era una
proposició n extrañ a para hacer, «hey, vamos a tocarnos» tenía que haber
una mejor forma de decirlo.

Nada má s atravesar el arco de la entrada lo veo, de pie junto a la puerta,


rodeado por Melanie y Penny, ambas de cuarto, como él. Mi madre había
tenido razó n en suponer que Penny iría tras Arny y su cabello
ciertamente lucía distinto. Pensaba subir las escaleras y hacerme el
invisible hasta que el momento fuera mejor pero, para mi sorpresa
(horror quizá ), se despidió de ellas y fue a encontrarme con una sonrisa
tentativa que me hizo darme cuenta de que se le formaba un hoyuelo en
la mejilla derecha.

¡Un hoyuelo!

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Joder, no, la vida era muy injusta, no le bastaba con hacerlo alfa, alto,
atractivo y con dientes perfectos, ademá s le daba un hoyuelo, había que
protestar cosas como aquella, có mo era posible tanto desnivel en la
sociedad, tanto atractivo en una sola persona, no debería ser legal algo
como eso, lo pillaba a uno desprevenido. Me bajé los audífonos (eran tipo
casco) y estos descansaron en mi cuello mientras le ponía pausa a la
mú sica en mi celular.

—Jae —lo miré a los ojos tratando de ignorar el escalofrío que me


recorrió al escuchar su voz llamar mi nombre. Tal vez no había mejor
momento que el presente.

—Arny —respondí y su sonrisa se volvió má s amplia, casi me deja ciego,


en serio—, leí sobre el tema que hablamos, pero aú n no estoy seguro,
para comprobar y antes de decidir nada o de conversar lo que sea que
tengamos que conversar, me gustaría que nos diéramos la mano, al
parecer sería buena forma de estar seguros —traté de sonar lo má s
clínico posible, iba a sacar la mano de mi bolsillo para ofrecérsela, pero él
enarcó ambas cejas y dio un paso atrá s.

—¿Aquí? —ladeé el rostro.

—Claro ¿por qué no? —lo vi rascarse la nuca nervioso y solo entonces
(porque fui capaz de ver sus bíceps flexionados), me di cuenta de que
llevaba solo una camiseta manga corta color rojo con letras amarillas ¡Es
que no tenía frío! Ademá s sus jeans estaban rotos en las rodillas (eran de
esos jeans gastados) y se notaba que no llevaba nada debajo (como yo,
que tenía otra capa de ropa bajo los pantalones).

—Pues... es que ya tuvimos nuestro primer encuentro de forma


inconveniente, pú blica y... —se veía nervioso, no entendía por qué, solo
le estaba pidiendo darnos la mano—, no sé, quiero poder sentirlo bien
¿sabes? No aquí, donde cualquiera nos verá y podrá interrumpirnos.

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Tal vez tenía un punto, si mis feromonas reaccionaban o si alguien nos
veía podrían pensar algo raro, no quería crear rumores. Aunque él
parecía decirlo por motivos romá nticos. No lo entendía, era como si me
estuviera diciendo «quiero que sea especial», definitivamente era
distinto de los alfa que conocía, y es que aquí había muy pocos, por lo
que eran tratados como celebridades y se les subía a la cabeza muy
rá pido. Supongo que él, viniendo de fuera, no había sido tratado de aquel
modo y eso lo hacía distinto.

—Está bien ¿qué propones?

—Pues... ¿saltarnos las clases e ir a algú n sitio? —ya sabía yo que algú n
defecto tenía que tener.

—Yo no me salto las clases —creo que notó mi tono de desaprobació n


porque no se quejó , en cambio soltó una risa divertida.

—Vale, vale ¿entonces?

—Después de clase —respondí luego de pensarlo y ya sintiéndome


nervioso, muchas personas pasaban a nuestro lado para entrar al
instituto y nos miraban. No me gustaba que me observaran tanto—, nos
encontramos en el bosque detrá s del colegio, a dos cuadras de aquí hay
una entrada, un sendero, justo frente a la panadería «Panquequito», te
esperaré dentro del bosque, en el sendero —pareció gustarle la idea
porque sonrió enseñ ando todos los dientes y de nuevo casi me deja
ciego. Para peor, mi corazó n no hacía má s que latir, es decir, ya sé que si
se detenía yo me moría ¿pero tenía que hacerlo tan ruidosamente?—.
Nos vemos.

Me despedí y aceleré el paso para subir las escaleras y evitar miradas


curiosas. Pero mis poderes de invisibilidad fallaron ese día, aun cuando
tenía los audífonos puestos y estos no es que fueran disimulados (usaba
unos grandes a propó sito), un grupo de mis compañ eras me arrinconó

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para que les contara qué me había dicho el nuevo alfa en el almuerzo;
empezaron a empujarme con un poco de violencia hasta que Vivian,
dulce y tan inclusiva como cuando éramos pequeñ os, las detuvo y les dijo
que dejaran de ser tan tó xicas, que el bullying no estaba bien. Esto había
logrado que ellas empezaran a protestar diciendo que ellas no hacían
bullying y cosas por el estilo. Por suerte ninguno de los hombres tenía
interés en saber qué me había dicho Arny, es decir, probablemente
tenían curiosidad pero no tanta como para molestarme.

En la hora de almuerzo no me salvé, Penny y su grupo de amigas


(Melanie, Tara y Rebeca) me agarraron cuando iba saliendo de clase.
Melanie (que era má s alta que yo), me arrastró hasta el closet del
conserje que estaba en ese piso (el segundo), solía estar cerrado porque
solo podía abrirse con la llave pero por algú n motivo ahora estaba
abierto y allí dentro, aquella pelirroja de ojos verdes y rostro de corazó n
se cruzó de brazos mirá ndome con desprecio.

—¿Por qué te andas pegando tanto a Arny? —era curioso lo que la gente
se inventaba. El alfa y yo habíamos hablado un par de minutos en el
almuerzo anterior y otro par hoy en la mañ ana, de pronto eso se había
convertido en «el omega apegá ndose al alfa» o algo así.

—No me he pegado a él —eso la hizo enojar, me arrancó los audífonos


del cuello y los arrojó contra el suelo, menos mal que se desconectaron
de mi celular o este habría caído también. Vi como mis audífonos se
rompían, porque una de las orejas se salía de su lugar.

—Penny... —Tara miró los audífonos y jaló la ropa de la pelirroja, como


queriendo decirle que tampoco había que pasarse, Penny solo se sacudió
su mano.

—¿Crees que no tengo ojos? Te vi flirtear con él —negué con la cabeza,


no iba a hacerla entender, estaba viendo lo que quería y no entendería
razones.

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—Solo quiero ir a almorzar —me incliné a recoger lo que quedaba de mis
audífonos y ella aprovechó para patearme el hombro y hacerme caer al
suelo, aplastando todo mi costado izquierdo. Lo hizo con fuerza, algú n
beta se habría molestado y defendido, aun siendo ella mujer. Para mí no
se trataba de género, yo no utilizaba violencia con nadie y ella
probablemente lo sabía.

—Penny te está s pasando —Tara de nuevo, pero la muchacha volvió a


ignorarla. Hay que decirlo, por muy beta que fuera, tenía espíritu de alfa.

—Creo que necesitas saber el lugar que te corresponde, ¿por qué no


reflexionas al respecto? Mantente alejado de él —y con eso salieron y me
empujaron antes de cerrar la puerta tras de ellas, dejá ndome encerrado.

Tenía algunas opciones, gritar, pero todo el mundo estaría en el comedor


ahora, o simplemente sentarme a esperar que el conserje regresara y
abriera la puerta. Me senté en el suelo y saqué mi teléfono, podría
escribirle a alguien, pero mi plan de celular solo cubría llamadas y
mensajes, no internet, con red podría haber escrito a alguno de mis
compañ eros por instagram o facebook pero no tenía el nú mero personal
de nadie para llamarlos o enviar mensaje de texto directo. De todos
modos ¿quién enviaba mensajes hoy en día?

—Esperar será .

Traté de ver si mis audífonos tenían arreglo pero cuando se desprendió


la «oreja» el cable interno se había cortado. Eran los ú nicos que tenía...
ahora me tendría que esperar hasta navidad, lo peor es que solo los
había disfrutado un tiempo muy corto porque los había recibido para mi
cumpleañ os. ¿Qué tenía la gente en la cabeza? Jamá s comprenderé por
qué a alguien podía parecerle aceptable intimidar a alguien má s solo
porque las cosas no salían como había querido. Tal vez porque soy
omega, y estoy al final de la cadena alimenticia y todos se sienten con el
derecho a intimidarme y yo no tengo derecho de intimidar a nadie má s,

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tal vez si fuera beta o alfa pensaría como ella, creería que es mi derecho
exigirle a otros que dejen de hacer algo, incluso algo imaginario, de
romperle las cosas, de lastimarlos.

El mundo estaba demasiado jodido.

El conserje apareció casi al final de la hora de almuerzo y me miró


extrañ ado. Yo recogí mis audífonos rotos, me puse en pie y me dirigí a la
siguiente clase. Ninguno dijo nada, no era necesario. Podía adivinar que
no terminabas como conserje del instituto pú blico de Roscoe porque
estabas muy arriba en la cadena de liderazgo invisible que había en la
sociedad, así como él podía adivinar que yo era el omega masculino que
probablemente había sido empujado allí dentro. É l entendía que no
ganaría nada comentando mi situació n.

En la tarde solo tenía dos clases, pero era tortura no poder escuchar
mú sica y ausentarme de todo. Para el final del día, quería solo irme a
casa, pero habíamos hecho un trato, Arny y yo. Así que hice el camino de
vuelta, me metí al sendero del bosque que estaba frente a la pastelería y
avancé hasta el punto del camino donde yo normalmente me salía del
sendero establecido para doblar en direcció n a mi casa. Arriba de los
á rboles el cielo estaba nublado, pero no parecía que fuera a llover otra
vez.

—¡Jae! —su voz me sobresaltó , no noté que se había acercado, me


distraje mirando. Estaba a unos diez metros, corrió hasta encontrarme
—, no te vi en el almuerzo

—No fue voluntario —comenté tranquilo y él achicó los ojos, como si


quisiera entender a lo que me refería.

—Creo que me va a costar un tiempo comprenderte del todo, pero me


gusta que no mientes —sonaba tan animado, emocionado con todo eso.

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—¿Có mo sabes que no miento? —su sonrisa se volvió misteriosa y sus
ojos se achicaron con alegría.

—Ya te contaré, tenemos tiempo... una vida entera —daba nervio cuando
lo decía allí, tan tranquilo, dá ndolo todo por sentado. Puede que Arny
fuera distinto de los alfa que conocía pero tenía la seguridad con que
caminaban todos ellos, aquella de que el mundo les pertenecía, que las
cosas le saldrían bien, incluso si no parecía así.

—Veremos —nos miramos, sus ojos atrapaban los míos, sus pestañ as
eran demasiado oscuras y realmente me hacía sentir que el amarillo era
má s intenso. Alzó la mano derecha en el aire, como si fuera a chocar los
cinco y yo saqué la mía del bolsillo y la acerqué a la suya. Estaba nervioso
¿y si no pasaba nada? ¿Y si pasaba algo? Mi mano y la suya estaban a solo
un par de centímetros de distancia, ambos esperando algo que nos jalara
el uno al otro. Un viento helado pasó entre nosotros y no sé quién se
acercó a quién, pero nuestras pieles se tocaron.

Y el mundo se detuvo.

Las hojas entre los á rboles se movían en cá mara lenta, el viento que
corría en el bosque ahora parecía caminar, en ese instante sería capaz de
descubrirlo y adivinar cada uno de los pasos que bailaba. Y Arny. Su
corazó n estaba latiendo al ritmo del mío. Desde el calor de su mano
podía sentirlo entero, có mo bombeaba vida a todo su cuerpo. Mientras
mi propio mú sculo latía casi con cansancio, el suyo lo hacía repleto de
determinació n, gritá ndole al mundo que estaba vivo, esforzá ndose en
cada pá lpito por probarlo. Su respiració n estaba agitada, podía
saborearla, era cá lida, cá lida como él mismo. É ramos tan distintos, su
cuerpo no parecía experimentar frío, cada mú sculo vibraba de la
emoció n, cá lido, incapaz de permitir que el mundo le contaminara de
frío. Todo él ardía, tanto que dejé de sentirme helado.

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Pronto está bamos en sincronía, mi respiració n y la suya, mi corazó n y el
suyo, incluso templamos a la misma temperatura. Lo sabía, lo sentía. Era
real. Tanto como su mirada oscurecida por la dilatació n de sus pupilas. El
á mbar se había vuelto solo un delgado borde en sus ojos. En medio del
bosque, el trance en que caímos se sintió má gico, íntimo. Podía
comprender con cada latido que nos pertenecíamos.

Que yo era suyo.

Demasiado suyo. Tan suyo, tan perdido, que nada nos traía de vuelta, ni
la lluvia que empezó a caer de sorpresa ni el paso del tiempo. No estoy
seguro de qué nos hizo despertar del trance, pero de pronto me encontré
notando la lluvia y que el cielo oscurecía. Parpadeé regresando, mis
dedos estaban entrelazados a los suyos.

—Sabía que eras tú —él también había vuelto. No supe ni có mo


reaccionar, no me dio tiempo, me tomó en brazos, me levantó del piso
sujetá ndome del torso y giró conmigo mientras reía, me afirmé a él
porque no quería caerme.

—Hey, hey... —quería que parara, lo hizo, me dejó en el suelo y me tomó


el rostro, me miraba fascinado, yo no podía creer que eso hubiese sido
real ¿Có mo podía haber sido real? No le aparté las manos pero me puse a
hablar, nervioso—, aú n tenemos que hablar y planear como llevaremos
esto y lo que...

Me besó .

Quisiera poder decir que lo detuve, que lo aparté para terminar mi


punto, pero el punto y los pensamientos y todo lo demá s se me olvidó
cuando de pronto sus labios interrumpieron los míos. Se sintió como si la
tormenta eléctrica me hubiese golpeado a mí, un choque recorrió todo
mi cuerpo, empezando por mis labios, un hormigueo placentero los

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estremeció , podía sentir la sonrisa en los suyos mientras acariciaban los
míos que no atinaban a responder.

—Somos uno... —un beso, y otro beso, y otro beso, se estaba


aprovechando de mi inhabilidad para pensar cuando me besaba, trataba
de mirarlo, su rostro estaba pegado al mío y sus ojos estaban como
absorbidos por mis labios, los miraba como si fueran lo má s genial del
mundo y me besaba y besaba—. Podemos ser pareja —otro beso— y
conocernos —uno má s— quién necesita planes —y allí lo detuve.

Y es que había ido demasiado lejos.

—¿Có mo que...? —otro beso, ahora sí lo aparté— Detente un momento


que no me dejas pensar —podía sentir mis mejillas calientes ¿estaba tan
rojo como pensaba que estaba? Seguramente sí. Finalmente paró y me
miró como un cachorro confundido, como si fuera un perrito al que
acababan de regañ ar—, claro que necesitamos planes y... —bajé la voz—
que dejes de besarme, apenas nos conocemos.

—Pero estamos destinados ¿qué importa lo demá s? —puse los brazos en


jarra.

—Importa porque hasta hace dos días pensaba que iba a salir de aquí,
estudiar bibliotecología y pasar mis días solo, en una biblioteca, entre
libros, tranquilo, era mi destino, el que había elegido... —la voz me salió
entrecortada, lo templado se me había pasado y empezaba a sentir el frío
de estar mojá ndome bajo la lluvia—, y ahora resulta que mis planes
deben cambiar, que tengo un destinado. Necesito procesarlo ¡Y apenas te
conozco! No sé có mo sea de donde tú vienes pero yo no voy y beso a
cualquiera —de hecho, no había besado a nadie, pero tampoco iba a
pensar en eso ahora.

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—Eres muy raro, Jae —sonaba divertido. A mí me indignó un poco. É l
estaba con una camiseta manga corta, bajo la lluvia helada, como si fuera
verano, y el raro era yo.

—No digo que vaya a negarme a ti —lo que habíamos sentido me había
dejado claro que eso no era posible—. Solo digo que quiero... hablar y
todo eso... esto no es como princesa Disney que se pone el zapato y se
casa al día siguiente, solo porque somos destinados no significa que no
tengamos que conocernos antes de llegar a los besos —y lo que sea que
viniera después. É l hizo un gesto raro con la boca, como apretando los
labios y moviéndolos a un lado mientras soltaba el sonido «Mhh».

—Bien, puedo entenderlo, no voy a forzar besos si no quieres —eso era


bueno—, pero sí quiero que empecemos como novios. Después de todo,
estamos destinados, podemos conocernos siendo novios —suponía que
esto era un dar y recibir, me iba a dar mucho dolor de cabeza aquel título
en el colegio, pero él había aceptado no besarme si no quería.

—Novios entonces, pero mejor no decir que somos destinados —en este
punto no puso nada de resistencia.

—Sí, de hecho es mejor que nadie sepa —asentí y miré hacia arriba, de
verdad se había hecho tarde, quién sabe cuá nto tiempo habíamos estado
en ese estado de conexió n raro.

—Debo irme, a mi madre no le gusta que vuelva cuando está oscuro —


señ alé la direcció n en que quedaba mi casa. É l miró hacia donde había
indicado y estiró su mano para entrelazar nuestros dedos de nuevo.

—Te acompañ o —no quería admitirlo, pero su mano cá lida me


reconfortaba.

—Vale.

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—Así podemos hablar un poco del futuro, ya que te gustan los planes
¿qué piensas de enlazarnos? —¿Qué acaso ser destinados no había sido
revelació n suficiente? Hablar de un enlace después de eso era demasiado
para una sola tarde.

—Pienso que para unos chicos que recién se hicieron novios, es una
conversació n muy seria.

Su risa se escuchó en todo el bosque y yo traté de convencerme de que


aú n podría tener mi gato, que aú n existiría en mi biblioteca, que mi
futuro no sería tan distinto. Que esa mano que apretaba la mía no
cambiaría tanto las cosas.

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7. Mi omega ganaría en una pelea

Palabra del día: Alfa

Arny

Quería besarlo cuando nos despidiéramos, pero me contuve, podía notar


que no estaba listo. Lo dejé frente a una casa pequeñ a, cercada con
madera gastada, totalmente a oscuras, me quedé de pie en la vereda del
bosque y lo vi entrar sin encender la luz. Como si se lo tragara la
oscuridad.

—Jae.

El nombre se me escapa de los labios, hoy siento que lo comprendo


muchísimo má s que ayer. Aú n hay demasiado que desconocemos el uno
del otro, pero hoy, cuando conectamos, cuando pude sentirlo. Entendí
que aun cuando se protege del frío, este le gusta, que tiene dolor dentro,
que alguien lo había lastimado y que, yo tenía razó n, él no decía
mentiras. Volví al colegio a buscar mi jeep, podría haber regresado por el

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bosque, pero dejar el vehículo en el instituto no era buena idea. Conduje
hasta casa. La transferencia de mis madres había llegado antes de lo
esperado, usualmente el dinero para investigació n no se adelantaba sino
que se retrasaba, así que cuando habían aprobado el presupuesto para
su investigació n del bosque nativo de Roscoe, habían saltado ante la
oportunidad y nos habíamos mudado.

Tenía experiencia en mudanzas, mis madres trabajan, en palabras


simples, investigando naturaleza. Estudian, flora y fauna, han trabajado
para diferentes laboratorios como consultantes y son parte del grupo
internacional «Conservació n medioambiental». Bá sicamente íbamos de
un sitio a otro, ellas estudiaban los ecosistemas, escribían ensayos,
informes y tomaban medidas para proteger zonas o para entregar planes
de reforestació n.

Me detuve frente a mi nuevo hogar, el jeep había recorrido un camino sin


pavimentar hasta llegar aquí, está bamos en medio de la montañ a, en una
casa de dos pisos de grandes ventanales, con paneles solares en el techo.
Era un lugar hermoso y cá lido, tenía un laboratorio en el só tano y había
sido cedido para que mis madres pudieran hacer su trabajo. Me bajé y
fruncí el ceñ o al ver a un enano de cabello largo y rubio de pie en la
puerta. Sus ojos oscuros me miraron con demasiada travesura y corrió al
interior de la casa.

—¡Mamá ! ¡Arny se mojó en la lluvia! —puse los ojos en blanco. Mi


hermano menor era un bocazas, pero lo quería demasiado. No alcancé a
poner un pie dentro de casa cuando mi mamá se apareció frente a mí, era
bajita, me llegaba al hombro, tenía su largo cabello castañ o recogido en
una trenza y sus ojos verdes, normalmente amables, destilaban
desaprobació n, traté de sonreírle, pero su expresió n no cambió , sentía
que se parecía a un animalito del bosque, pero al mismo tiempo me daba
miedo porque no había nada como verla enojada de verdad. Solo que
ahora no estaba enojada de verdad.

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—¡Ni te atrevas a entrar con esos zapatos! ¡Está s empapado! —me
rasqué la nuca y probé a sonreírle de nuevo para que se ablandara, pero
no funcionó , solo negó con la cabeza en lo que mi pequeñ o delator
llegaba con mis zapatillas de casa mientras se reía. Decidí obedecer y
solo ponerme las que me había traído el enano traidor—. ¿Qué andabas
haciendo que vienes tan mojado? —me dejó entrar al fin y yo abrí la boca
para contestar pero el enano lo hizo por mí.

—Estaba besá ndose con un chico —lo soltó en tono burló n y mi mamá
enarcó ambas cejas.

—¿Qué? —ella estaba sorprendida, mis ojos se volvieron rendijas hacia


mi hermano.

—¿Qué estabas haciendo tú en el bosque? —no me había dado cuenta de


que andaba cerca. Mi mamá carraspeó para que volviera mi atenció n a
ella—, es el chico del que les hablé.

—Oh... —sabía que eso la calmaría—, ya veo... pues, ve primero por una
ducha. Luego hablamos.

—Vale, pero dile al enano que no debería andarme espiando ni andar tan
lejos de la casa. Está bamos bastante cerca de la carretera mamá —fui
derecho al bañ o como buen hijo y tomé aquella ducha. Me dio tiempo a
pensar en Jae. Me preguntaba si tal vez debería ir a buscarlo a su casa
por la mañ ana... probablemente no, seguro querría conversarlo o
planearlo antes o algo así, igual podía llamarlo para preguntar...

Mierda.

Había olvidado pedirle su teléfono. Definitivamente lo haría mañ ana.


Necesitaba saber má s de él, que hablá ramos má s, quería empezar
nuestra vida juntos lo má s rá pido posible, sé que había dicho que
teníamos tiempo y así era, pero quería aprovecharlo todo ahora que lo

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tenía. Entré a mi cuarto con mis joyas familiares envueltas en una toalla
solo para encontrar al enano en mi cama.

—V ¿qué haces? —me saqué la toalla y me puse unos pantalones de


pijama mientras su mirada me seguía. Sus ojos eran grandes y negros, su
cabello rubio casi blanco y su rostro redondito porque apenas si tenía
siete añ os.

—¿Por qué besaste a ese chico? —no pensaba ponerme parte de arriba
de pijama, hacía demasiado calor, el enano estaba usando un pijama de
una sola pieza celeste con dinosaurios rosa, saltó de la cama a mis brazos
y lo atajé mientras él se encaramaba a mi cuerpo, ya no era un bebé, no
era liviano, pero tampoco particularmente pesado para mí.

—Porque es mi destinado —me miró con sorpresa, abrazado a mi cuello.

—¿Có mo mamá y má ?

—Exacto, como mamá y má —lo miré y cambié mi tono a uno má s formal


—, pero en serio, V, estabas muy lejos de casa, no vuelvas a hacerlo, ni
siquiera porque me huelas, no deberías solo ir ciegamente porque
sentiste mi olor.

—Perdó n —le revolví su cabeza rubia con la mano.

—Mientras lo entiendas, todo bien —fui hasta la cocina, era amplia y


teníamos una mesa donde solíamos comer, mi má había llegado también.
Su cabello era tan negro como el mío, lo llevaba en una melena
desordenada por su naturaleza ondulada. Su piel tostada y ojos amarillos
me dieron la bienvenida.

—Así que besaste a un chico —soltó con burla y yo puse los ojos en
blanco, a mi má le encantaba bromear y molestarme, teníamos la misma
sonrisa, en realidad, nos parecíamos mucho, yo era como su versió n

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masculina solo que con la piel má s clara. V era el que se parecía má s a
mamá , pero solo un poco en el rostro porque había sacado el cabello y
ojos de nuestros abuelos.

—Mi destinado.

—¡Yo quiero una destinada! —dejé a V en su silla y este empezó a atacar


de inmediato su emparedado.

—Seguro encontrará s una, tesoro —mamá le acarició el cabello y yo me


serví algo de café mientras me sentaba frente al enano en la mesa
redonda.

—Así que, está confirmado —mi má se puso má s seria mientras bebía


café de su propia taza. Yo asentí.

—Somos novios, o sea, acordamos conocernos y eso, creo que le gusta


mucho seguir planes...

—Qué bien, todos sabemos que te hace falta algo de organizació n —


mamá me interrumpió y bufé.

—El punto es que no va a rechazarme ni nada, eso quedó claro luego de


tocarnos, creo que él hubiese preferido empezar dos pasos má s atrá s,
pero le dije que podíamos conocernos siendo novios, es decir, creo que lo
molestan en la escuela, si es mi novio, al menos puedo cuidarlo un poco
má s —mi má asintió comprensiva.

—Está bien proteger a tu omega —como si quisiera demostrarlo besó la


mejilla de mamá haciéndola sonreír y V soltó un encantador «puaj»,
porque a su edad ver a nuestras mamá s besá ndose le provocaba esa
reacció n.

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—Estoy pensando en cuá ndo contarle de... —miré a má —, ya saben, no
es algo que pueda posponer demasiado pero recién aceptó ser novios.

—Mejor que le digas cuá nto antes, sé que parece contraproducente, pero
es de la clase de cosas que uno prefiere saber de entrada —mi mamá me
miró , ella hablaba con conocimiento de causa—, ¿Por qué no lo traes?
Aquí es seguro y así podrá s mostrarle con libertad.

—Sí, ademá s V ya lo vio, yo también quiero echarle un ojo, será parte de


la familia después de todo —má sonreía con la misma expresió n traviesa
que solía poner V.

—El viernes no tenemos clases por la tarde, le diré que venga ese día
¿bien?

—Perfecto —má alzó su taza como haciendo un salud de celebració n, yo


negué con la cabeza y seguimos la cena.

La comida continuó como siempre, V contando lo que había visto en el


bosque, mamá y má discutiendo sobre alguna cosa de su investigació n.
Tal vez yo era lo má s distinto de esa escena. Normalmente estaría
hablá ndoles de las clases, de lo que había visto, de lo que había
encontrado tan interesante en mis compañ eros, de la forma en que se
hacían grupos, en que se protegían y exiliaban. Solía ser espectador,
porque llegaba como el nuevo y reconocía nuevas diná micas en cada
lugar, distintas e iguales en muchos sentidos.

Hoy guardaba silencio.

Mis madres no dijeron nada, me dejaron perderme en mi cabeza, V, por


supuesto, no estaba tan conforme, no veía a otros niñ os muy seguido y
solía reclamar mi atenció n. Así que a la hora de dormir me tomó tres
intentos sacarlo de mi cama y dejarlo durmiendo en la suya. É l no lo
entendía ahora, pero lo haría má s adelante, eso era seguro.

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Mi mente estaba repleta de Jae. Siempre supe que mi pareja sería un
omega. Lo había estado buscando. El destino solo se daba entre alfas y
omegas y en clanes como el mío no solíamos conformarnos con menos
que eso. Podía imprimar de un beta, pero a mí me gustan los hombres,
tenía que ser un omega masculino y había tenido bastante suerte de
encontrarlo tan joven.

Jae me cautiva.

No soy ciego, sabía lo que mi llegada había provocado en el instituto, no


era la primera vez que me pasaba, me había convertido en el tipo má s
popular de entrada y eso solía provocar dos reacciones: desagrado, de
aquellos que envidiaban mi posició n, mi género o, simplemente, les
parecía injustificada la admiració n que estaba recibiendo (lo cual no
dejaba de tener un poco de razó n). La segunda reacció n era la del resto,
admiració n, deseo y, sobre todo, ganas de aliarse conmigo. En má s de
otro colegio algú n omega había tratado de acercarse con la intenció n de
elevar su estatus social, lo mismo con betas e incluso alfas. Jae no era así.

Cuando se escapó de mí luego de nuestro primer encuentro, pensé que


tal vez sería del primer grupo, pero me bastó con observarlo un poco
má s para darme cuenta que no era eso. Yo no le desagradaba, pero
tampoco tenía intenció n alguna de intentar usarme de ningú n modo.
Porque Jae vivía en su propio mundo y no tenía interés de dejar a nadie
entrara en él: ni siquiera yo.

Era fascinante, en solo dos días lo había observado a la distancia,


absorbido en sus propios pensamientos, abstraído de todos los demá s.
Era claro el ostracismo que recibía por parte de sus compañ eros, pero a
él parecía no importarle, quiero creer que se ha hecho tan fuerte que ya
no le duele y eso me cautiva, porque yo había nacido en una familia, en
una comunidad unida que me había enseñ ado la importancia de
permanecer juntos. No me imaginaba existiendo sin los soportes que me

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afirmaban, sin mis madres, sin mi hermano, sin mis amigos. Eran mi
manada, en má s de un sentido, y me habían levantado cada vez que me
caía. A Jae nadie lo había levantado. Había sido evidente cuando nos
tocamos, pude sentirlo dentro de él, una soledad perpetua, como
impregnada en los poros de su piel, una soledad que en lugar de hundirlo
se había convertido en escudo. No había soportes, él era su propio
soporte, no necesitaba de otros, no necesitaba de mí.

Mi omega es má s fuerte que yo.

Esta es una verdad que se me presenta clara. Y quiero luchar contra ella,
quiero hacer que me necesite, que se apoye en mí, que se deje caer para
poder levantarlo, proteger cada paso que camina. Es mi instinto, soy un
alfa. Soy su alfa. Pero me doy cuenta también, que má s que desear que
me necesite, lo que realmente anhelo es que él me quiera a su lado.
Quiero que él desee estar conmigo, aun si no me necesita en lo absoluto.

Cuando la mañ ana llega he dormido poco, me pongo unos jeans


cualquiera, azul oscuro y una camiseta verde que dice «Wild» en letras
amarillas con el estampado de un á rbol. Creo que alguna de mis madres
me la consiguió en una convenció n. Nada má s salir al pasillo encuentro a
V en su pijama, con su cabello todo revuelto, caminando medio dormido
a tomar el desayuno. Lo agarré en brazos.

—¡Anímate enano! —le besuqué el cuello y comenzó a darme manotazos


mientras luchaba con la risa.

—¡Para, Arny! ¡Para! —tenía pésimo humor durante las mañ anas y a mí
me daba demasiada risa có mo se le inflaban los cachetes para luego
fruncir sus rubias cejas. No le mejoraba el humor hasta que no había
comido algo, lo senté en su asiento y le preparé una leche con chocolate
mientras hacía café para mí, mi mamá apareció con el mismo rostro de
mal humor que V. No estoy seguro si el mal humor matutino de mi
hermanito era heredado o aprendido, pero fruncían el ceñ o igual y mi má

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y yo solíamos alimentarlos rá pidamente para que se les pasara. Era una
mañ ana comú n en la casa Hertz.

—Arny, necesito usar el jeep hoy —mi má mordía una tostada con
mantequilla.

—Sin problema, así me regreso por el bosque, pero me pasas a dejar


¿no? —ella asintió . Podría acompañ ar a Jae luego de las clases y desde el
mismo bosque volverme a casa, eso era genial.

Al momento de salir de casa V ya estaba del todo despierto y me miraba


con los labios temblorosos. No le gustaba cuando me iba a clases, lo
entendía, recordaba haber tenido su edad, solo que yo no tenía un
hermano mayor, no le gustaba quedarse solo con mamá y má . Pero
estaba seguro que pronto podría empezar a ir a clases y haría amigos.
Era inteligente y má s centrado que yo a su edad. Se estabilizaría pronto.

El camino a clases fue silencioso, má se detuvo frente al instituto y me


miró con sus ojos tan iguales a los míos. No nos dijimos nada, me despedí
con un gesto y ella solo me sonrió . Decidí esperar a Jae en la entrada,
como había hecho ayer. Antes que él aparecieron varias de mis
compañ eras de saló n se apuraron a acercarse.

—Hola Arny —la pelirroja que dirigía el grupo me sonrió .

—Hola Penélope —escondió su desconformidad lo mejor que pudo.

—Te dije que puedes llamarme Penny —yo fingí que me acordaba recién
de eso.

—Ah, cierto, hola Penny —miré a las demá s y las saludé con un gesto, no
les pregunté nada, un claro signo de que podían seguir su camino al
interior sin esperarme, pero ella era insistente.

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—¿Por qué no entras con nosotras? —ladeé el rostro para observarla,
objetivamente era bonita, prototípicamente bonita.

—Estoy esperando a alguien... —le di una sonrisa bien falsa, quería que
se notara que la estaba fingiendo. Eso pareció incomodarla porque su
expresió n se volvió bastante nerviosa. Suponía que su belleza hacía que
las personas no le respondieran con una ironía tan evidente.

—¿A Jae Seaver de nuevo? —no me molesté en contestarle, ella lo tomó


como un sí—. No deberías juntarte con él ¿sabes? Todos saben que usa
sus feromonas para seducir a los tipos que le interesan, deberías tener
cuidado con él, no sale nada bueno de juntarse con omegas como ese —
yo no necesitaba recordar el sonrojo de mi omega el día anterior cuando
me pedía que dejara de besarlo porque apenas nos conocíamos para
saber que me estaba mintiendo. Lo olía, podía oler la mentira en cada
palabra, así como podía oler la diversió n de Melanie, los celos de Rebeca
y la incomodidad de Tara.

—Lo que no debería hacer es juntarme con mentirosas como tú —se


echó para atrá s, sorprendida, no estaba para juegos. Que dijera esas
cosas de Jae me molestaba y no lo oculté ni un poco, mi expresió n se
volvió seria, helada.

—¡No soy mentirosa! —la risa me salió cargada de ironía.

—¿Có mo debería decirte entonces? ¿«Víbora»? Tu boca está llena de


veneno —me crucé de brazos, sus amigas no apartaban los ojos de mí.
Rebeca se estaba aguantando la risa, vaya grupito—. No mientas sobre
Jae, a él probablemente ni le importe, pero a mí sí, no quiero que le
causes problemas.

—¿Qué? ¿Acaso prefieres a ese omega que a mí? —ahora sacaba sus
verdaderos colores, ella se había cruzado de brazos también, orgullosa,
molesta, encaprichada. En ese momento, no era nada bonita.

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—Prefiero a cualquier hombre antes que a ti —le regalé mi mejor sonrisa
de comercial y me regocijé en su expresió n sorprendida, ella y sus
compañ eras necesitaban que les cerraran la boca—. Pero no te engañ es,
aun si no fuera gay, no te habría elegido. Me gusta la gente honesta.

Y hablando de gente honesta, un aroma a libros inconfundible me llegó


desde la entrada, mi cabeza se movió por si sola hacia su direcció n y ni
me molesté en despedirme de ellas. Corrí a encontrar a Jae, mi Jae. Hoy
llevaba el mismo abrigo de ayer pero sus jeans eran celestes, ¿de qué
color era el resto de su ropa? No tengo idea, no se veía bajo el abrigo, me
preguntaba cuá ntas capaz de ropa traería, me encantaría descubrirlo,
quitá rselas una a una.

—Hola —me provocaba sonrisas amplias verlo, lo tomé de la mano y me


regocijé en el sonrojo de sus mejillas, su mano estaba helada y saber que
no la había tenido en su bolsillo me hizo pensar que probablemente la
trajo fuera de allí precisamente para que yo pudiera tomarla.

—Hola... —quería besarlo, maldició n, es tan bonito. Sus labios se ponen


má s rojos con el frío y resaltan mucho en su pá lida piel, son preciosos,
son una jodida tentació n, todo él es irresistible y no se da ni cuenta.

—Te acompañ o a tu clase —achicó los ojos, como si me evaluara.

—¿Tengo opció n? —me reí.

—No creo.

—Vamos entonces —subimos las escaleras e ignoré a Penny y su grupito,


Jae ni las miró así que no sé si realmente notó que estaban allí. Yo me
sentía demasiado feliz de sostener su mano.

—¿Almorzamos juntos? —asintió como toda respuesta—, genial —nos


detuvimos antes de llegar a la puerta de su sala y él alzó el rostro para

63
mirarme, era como si quisiera leerme, tal vez quería saber si mi felicidad
era genuina o tal vez quisiera entender por qué eso me parecía genial.
Pero así como yo lo había entendido mejor el día anterior al tocarnos, él
también debería haberme entendido a mí, él debería saber que era
sincero.

—Ayer no almorcé porque alguien me encerró en el armario del conserje


—me sorprendió , sabía que algo había pasado pero no el qué. Me atrapó
desprevenido que me diera la informació n tan de la nada. Su honestidad
me pasmaba ¿Por qué me estaba contando eso? No me estaba pidiendo
ayuda, podía notarlo por su voz... ¿entonces qué? Busqué la respuesta en
sus ojos azules y entendí.

Me estaba avisando para que no lo esperara si él no lograba llegar.

—Iré por ti a tu clase —no le pregunté quién había sido, si hubiese


querido decírmelo, lo habría hecho. No quise hacer un escá ndalo
tampoco, ahora no tenía sentido. Lo que podía hacer era acompañ arlo—.
Así si algo pasa, al menos no estará s en el armario solo —y mi broma se
ganó una sonrisa.

No podía creerlo. Jae había sonreído. Una sonrisa tenue, sus labios se
curvaron instantá neamente, sus ojos se achicaron un poco, todo en él
pareció volverse brillante, no necesitaba enseñ ar los dientes para
demostrar su felicidad completa, me sentí enriquecido. É l podría haber
iluminado una habitació n entera con esa sonrisa... podría iluminar el
mundo.

—Gracias.

Mierda, mierda, mierda, de verdad quiero besarlo. Debo aguantarme.


Resiste Arny, resiste, dijiste que esperarías, dijiste...

Me besa.

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No estoy soñ ando.

Se alza y me deja un beso en los labios, tan maravilloso como breve, un


roce simple y casto, pero tan intenso que creo que podría derretirme.
Quiero tomarlo del rostro y besarlo de nuevo. Pero se me escapa
corriendo a su saló n y yo solo lo veo, petrificado por sus superpoderes,
porque lo que me hace sentir no es de este mundo. Me había leído la
mente, me había leído entero, había escrito una investigació n sobre mí
con todo y marco teó rico y me había expuesto con todas sus armas.

Caminé a mi clase, no tengo idea de có mo, porque él aú n hormigueaba en


mis labios.

Jae... mi omega, es totalmente increíble.

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8. Los omegas y las rubias mueren
primero

Palabra del día: Nido

No podía creer que lo había besado ¿qué tenía en la cabeza? Nada má s


ayer estaba yo, bajo la lluvia, diciéndole que apenas nos conocíamos y
que no debíamos besarnos sin conocernos primero, y hoy llegaba y lo
besaba en medio de un pasillo del instituto. Seguro pensaba que era el
tipo má s contradictorio de la vida. Pero había sido en parte su culpa, no,
no estaba bien culpar a la víctima... ¡Pero es que era muy injusto! Ahí
estaba él, aroma delicioso, hoyuelo en la mejilla, haciéndome sonreír y
sentir tan cá lido por dentro.

Y es que Arnulf Hertz, alfa e imponente, no había dado por sentado que
iba a protegerme, no me había dicho que iba a impedir que todos se
metieran conmigo. Se había ofrecido a acompañ arme, a soportar a mi
lado. Realmente es distinto, muy distinto. No se hizo el superior en
ningú n momento, para no hacerme sentir inferior a mí. Probablemente

66
para él no fue nada, pero para mí fue increíble y simplemente tuve que
besarlo, me lo pedían mis huesos, no besarlo habría sido mentirme a mí
mismo y a mis deseos. Aun así... no sé qué estaba pensando.

Consecuencia de ese beso, o tal vez de que habíamos entrado tomados de


la mano, todo el mundo estaba hablando de nosotros y sin audífonos no
podía ignorarlo. Mis compañ eros no se rendían en preguntarme qué
ocurría entre Arny y yo, aunque después de nuestro «espectá culo» era
má s que evidente, aunque ya deberían saber por experiencia que yo no
me inclinaba a darle informació n a nadie. No había soltado nada y
pensaba seguir así, hasta que antes de empezar la tercera clase de la
mañ ana (la ú ltima antes del almuerzo) se me acercó Vivian. No éramos
amigos, pero era de las pocas personas en el aula que podía decirse que
me caía bien. No se metía con nadie y siempre se preocupaba por otros.

—Hola Jae.

—Hola Vivian —la profesora aú n no llegaba.

—Quería preguntarte... —en ese momento me di cuenta de que no iban a


parar hasta que lo confirmara o negara, y si Arny iba a llevarme de la
mano por la vida (como parecía ser su intenció n) lo má s simple para
deshacerme de las interrogantes, era responderlas. Al menos podía
decirle a Vivian, que no me caía mal.

—Sí, estamos saliendo —su expresió n se volvió de pasmo.

—¿Qué?

—Estamos saliendo, Arny y yo, nos hicimos novios, eso querías


preguntarme ¿no? —ella se sonrojó un poco pero terminó por asentir. Yo
me sentí extrañ o, era la primera vez que lo decía en voz alta a alguien
má s, Arny y yo somos «novios».

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—¿Y có mo pasó ? —ladeé el rostro, igual sentía que me estaba pidiendo
demasiada informació n.

—¿Importa? —ella me observó un segundo y luego pareció decidir que


no, no importaba en lo absoluto, y me regaló una sonrisa de las suyas.

—Pues felicidades por tu noviazgo —sonaba extrañ o puesto así, y era la


primera persona que me felicitaba.

—Gracias —la profesora llegó , ella regresó a su asiento y el mundo


volvió a su curso. Suponía que Vivian le contaría a alguien má s lo que yo
había dicho y este alguien a otro alguien y así sucesivamente. Esperaba
que con eso dejaran de molestarme. Para el final de la clase mi cabeza no
estaba pensando para nada en historia sino en el alfa de casi dos metros
que había dicho que vendría por mí ¿sabía siquiera dó nde tenía clases?
Tomé mi mochila y nada má s salir por la puerta allí estaba, con su
sonrisa perpetua y ojos brillantes.

—Hey —estiró su mano hacia mí y la tomé con la mía. No comprendía


có mo lograba tener la piel tan tibia cuando apenas si llevaba ropa.

—Hey —sus dedos entrelazaron los míos y sentí que mis mejillas se
entibiaban. Me preguntaba si eso de las manos era realmente necesario,
no era como si fuera a perderme camino a la cafetería.

No. Estoy siendo iró nico, no se trata sobre guiarnos el uno al otro, se
trata de la necesidad de tener contacto. Me toma de la mano porque
quiere tocarme y hoy por la mañ ana yo hice todo el camino hasta aquí
con mi mano fuera del bolsillo porque quería que él la tomara. No podía
hacerme el tonto.

—¿Có mo estuvieron tus clases? —su curiosidad era novedosa, nadie


solía tener interés en mi día, pero era de aquello a lo que tendría que
acostumbrarme.

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—Normal, aunque muchas personas me preguntaron qué pasaba contigo
—nos pusimos en la línea de la cafetería.

—¿Y qué les dijiste? —nos soltamos de las manos para tomar bandejas
de almuerzo.

—A la mayoría, nada, a Vivian, que somos novios —quise ver su reacció n,


lo encontré enseñ ando todos los dientes en aquella expresió n de
felicidad plena. É ramos muy distintos, él parece de la clase de persona
que tiene facilidad para ser feliz. Me preguntaba si eso podía
contagiarse... nunca me había planteado cambiar pero ¿quién no querría
ser un poco má s feliz? Deseaba que su alegría fuera contagiosa.

—A mí también me preguntaron —detuvo su historia para mirar a la


señ ora de la cafetería—, señ ora Lila ¿me da doble porció n por favor? —la
señ ora Lila le sonrió toda amabilidad y mentalmente Arny sumó puntos,
llevaba tres días y sabía el nombre de la señ ora de la cafetería, había
tipos que llevaban aquí casi cuatro añ os y no se habían enterado.

—Claro tesoro —y ella le dio doble porció n de pollo y puré de papas


llenando hasta arriba su bandeja, luego me miró a mí.

—Hola señ ora Lila, porció n normal por favor —ella sonrió y negó con la
cabeza mientras me servía.

—Por eso está s en los huesos —me puso pollo extra de todos modos, le
agradecimos y luego de llenar mi vaso con limonada (Arny rellenó con
jugo de frutilla) nos fuimos a sentar en la mesa que yo solía ocupar
siempre.

Por un rato solo nos dedicamos a comer, yo tenía bastante hambre así
que lo hacía con ganas, igual que Arny, que tragaba a grandes bocados.
Cuando me sentí un poco má s lleno bajé la velocidad para observarlo con
má s cuidado, así, con calma y bajo la luz del día, no en un bosque oscuro,

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era má s fá cil. Noté entonces que tenía una cicatriz en el cuello, en su
costado izquierdo, delgada y de unos cinco centímetros de largo, estaba
blanca, lo que significaba que era antigua.

—¿Có mo te hiciste esa cicatriz? —instintivamente se llevó la mano al


cuello.

—Jugando con un amigo, de niñ os, nos pasamos en la pelea, pero yo gané
—me guiñ e un ojo, sonaba confiado, tranquilo—, por cierto ¿qué haces el
viernes por la tarde?

—Suelo ir a la biblioteca ¿por qué?

—Pero no tienes ninguna cosa importante o algo así... —enarqué una


ceja.

—Pues, me gusta ir a la biblioteca, pero no, no es que tenga un


compromiso específico —le agradó escuchar aquello, asintió con la
cabeza antes de tomarse de un solo trago la mitad de su vaso de jugo.

—Me gustaría que vinieras a mi casa, mis mamá s quieren conocerte y yo


tengo algo que me gustaría contarte —me atrapó por sorpresa. Conocer
a sus madres. Ni sabía que tenía dos madres, lo que significaba que al
menos una era alfa, tal vez las dos, solo una mujer alfa podía embarazar a
otra.

—Siento que es algo pronto para conocer a tu familia, me pone nervioso


—no quería mentir, tampoco sabía bien có mo hacerlo, así que le dije la
verdad mientras mi mano sujetaba mi vaso y lo hacía girar en la bandeja
sin decidirme a beberlo.

—De verdad es importante, sé que puede parecer abrumador conocer a


la familia tan pronto, pero es que tengo algo que contarte y es mejor que

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lo sepas antes que después —podía ver en su expresió n contrariada que
realmente le preocupaba.

—¿Pero ellas ya saben de nosotros? —yo ni se lo había mencionado a mi


madre la noche anterior y no pensaba decirle, esperaría a que alguien se
lo contara y ella llegara a preguntarme.

—Sí, claro que saben —por su tono, le parecía que era obvio contarles—,
ellas son como nosotros, contaban con que te encontrara.

—¿Como nosotros? —¿me estaba diciendo lo que creía que estaba


diciendo?

—Ajá , por eso sabía lo que éramos y reconocí la sensació n cuando te vi.

Me quedé con la boca abierta (literal). Se suponía que las parejas


destinadas eran una cosa muy rara, había poquísimos casos
documentados y Arny me decía con toda tranquilidad que sus madres
también lo eran, que en su familia habían encontrado su destino, no una,
sino dos veces (con él), o tenían mucha suerte o pasaba algo extrañ o. Sin
embargo, si eran como nosotros, eso significaba que una de sus madres
era omega, tal vez podría hablar con ella, no soy el má s parlanchín del
mundo pero me gustaría poder preguntarle qué de lo que había leído en
el libro era real y qué no, ciertamente tendría informació n importante.

—Está bien —faltaban solo dos días para eso— ¿có mo hacemos? Los
viernes el colegio no da almuerzo así que yo suelo almorzar alguna cosa
en casa y luego voy a la biblioteca ¿nos juntamos a alguna hora en la
ciudad?

—No, no, yo voy por ti ¿qué tal a las tres?

—Perfecto —me esforcé en terminar el pollo, no tenía mal sabor, las


señ oras de la cocina condimentaban bien. Aclaré mi garganta con un

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poco de limonada. Había mucho que desconocía de Arny, y todo eso de lo
que «tenía que contarme» solo despertaba mi curiosidad—¿Qué quieres
hacer luego de terminar el colegio?

—No estoy seguro, o sea, seguir estudiando sin duda, pero también
viajar —segú n había escuchado él se mudaba mucho, viajar ademá s de
eso, sonaba extrañ o.

—¿Qué quieres estudiar? —se encogió de hombros.

—No lo sé, a veces pienso que me gustaría ser científico como mis
madres, pero otras pienso que me gustaría algo distinto, o sea, me gusta
su causa de proteger los bosques y la naturaleza, y quisiera ser parte de
eso, pero no sé si ser científico sea el camino para mí —habla con mucha
calma, mientras con su tenedor junta lo ú ltimo que le queda de su puré
de papas para llevá rselo a la boca. Luego de tragar me mira—. Lo que sé
es que me gustaría un trabajo donde pueda viajar, tú quieres
bibliotecología ¿no?

—Sí, siempre quise un trabajo tranquilo en una biblioteca —apreté los


labios, eran caminos distintos—, no había viajes en mis planes.

—Seguro encontraremos la forma ¿no? Lo resolveremos de algú n modo


—era un optimista. Me di cuenta de que él creía sus palabras, que creía
que tendríamos una solució n para todo y yo quise creer también.

Nos dio tiempo de lavarnos los dientes en el bañ o y luego nos


despedimos. Esta vez sin un beso, lo cual me alivió porque notaba a
personas mirá ndonos y no quería convertirme en espectá culo de nadie.

Ese día y el siguiente me acompañ ó a casa, comimos juntos. Cuando


caminá bamos por el bosque sentía que él se veía má s libre, yo también
de algú n modo. Entre á rboles, lejos de miradas curiosas, aun si la
iluminació n era pobre, sentía que podía verlo má s claro. A mí, que me

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gustaba la oscuridad, observarlo en penumbra me parecía perfecto. Y me
gustaba escucharlo hablar, decirme que le encantaba correr en la
naturaleza, que se había mudado má s veces de las que podía contar, que
tenía dos amigos cercanos que eran sus primos. Que odiaba el helado de
pasas al ron y que no quería que los bosques desaparecieran. Al mismo
tiempo me había escuchado hablarle del helado de mentas con chispas
de chocolate, de mi gusto por la oscuridad y de mi fascinació n por las
historias donde el mundo que presentaban no tenía alfas u omegas.

—¿Por qué te gustan las historias de ese tipo? —me miró curioso, antes
de despedirnos.

—Porque nadie tiene ventaja o desventaja solo por haber nacido con un
género u otro —sus manos tomaron mi rostro y me sonrojé, porque de
verdad sentía que su mirada no debería brillar tanto cuando me miraba.
Porque sentía que me quería y era pronto, daba miedo.

—¿Puedo besarte? —era trampa que me preguntara ya medio inclinado


y con sus labios casi rozando los míos. Pero asentí y mi boca respiró de la
suya por un largo instante, me gustaba la suavidad de sus labios, lo bien
que me hacían sentir, mi rostro se movía para experimentar diferentes
á ngulos de su boca mientras él procuraba atrapar mi labio inferior con
los suyos para morderlo y tirarlo despacio. Me dio un beso má s y nos
separamos. Mi pecho no podía má s, en serio iba a tener que empezar a
hacer ejercicio si no quería morirme de un patatú s con tanta emoció n—.
Nos vemos mañ ana.

El viernes había llegado.

Emocionante, terrorífico, esperado... mayoritariamente terrorífico. Luego


de almorzar estuve mirando mi ropa muchísimas veces. No tenía idea de
qué se supone que uno debía usar para conocer a las madres de su novio,
y lo peor era que había usado mi ropa del viernes el martes, así que
ahora estaba totalmente perdido. Mi mejor opció n siempre eran mis

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pantalones negros, pero ahora estaban sucios. Terminé por ponerme mi
segundo par de pantalones negros. No los usaba nunca, porque eran de
hace un par de añ os y, aunque de largo me quedaban bien, sentía que me
ajustaban. Pero era mejor eso que los jeans azules que me quedaban
volando. Me puse una camiseta de cuello alto color café y un suéter azul
oscuro con una línea de rombos grises y negros en el pecho. Sí, me
gustaban los rombos. Con solo diecisiete añ os ya me vestía como todo un
bibliotecario.

Solo tenía un par de zapatillas así que esas me puse y agradecí que no
hacía tanto frío, no necesité ponerme abrigo. A las tres en punto Arny
tocó la bocina afuera y yo me alegré de que mi madre no estuviera
porque habría averiguado de inmediato lo que estaba pasando y era
milagro que aú n no me preguntaba por Arny. Salí y me subí al jeep, era
bastante alto y sentí que casi se necesitaba escalera para entrar a esa
cosa. Me puse el cinturó n y lo miré.

—Hola —en cuanto estuve amarrado él echó a andar.

—Hola ¿nervioso?

—Sí —ni aunque hubiera querido podría haberlo ocultado, me


temblaban las manos.

—Tranquilo, les caerá s bien, aunque antes de conocerlas quiero que


hablemos de lo que quiero decirte —ahí estaba, la «cosa» que tenía que
contarme.

—Tienes mi atenció n —él no apartó los ojos de la carretera.

—Ahora no, cuando lleguemos —tal vez él también estaba nervioso con
lo que tenía que contarme, porque no dijo nada por el resto del camino,
yo observé con atenció n como nos metíamos en un sendero de tierra y el
vehículo saltaba un poco por la irregularidad que pisaba. Está bamos

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subiendo a la montañ a, perdidos del mundo ¿debía asustarme? O sea,
seguro que si fuera una película de terror, esta sería la parte donde nos
quedá bamos varados a mitad de camino y aparecía un asesino, o donde
llegá bamos a un lugar desierto y él me decía que era caníbal y su platillo
favorito eran omegas masculinos. Entonces bien podía darme por
muerto y ni esforzarme en correr porque no valía la pena cansarme si me
iba a atrapar igual...

Finalmente nos detuvimos frente a una casa preciosa, de dos pisos, vi a


una mujer bajita a lo lejos salir de la casa con lo que parecía un puñ ado
de ropa y meterse a otro lugar, recién notaba una pequeñ a cabañ a junto
a la casa, má s hacia la parte de atrá s.

—Mi mamá está arreglando la cabañ a de invitados —explicó , aú n no nos


bajá bamos del vehículo.

—¿Tendrá s visitas?

—No, se acerca su celo y le gusta preparar su nido con anticipació n —me


sonrojé un poco ante la menció n de aquello. Así que la ropa debía ser de
su alfa. Miré a Arny, aú n faltaba tiempo para mi siguiente celo, yo los
había pasado siempre con supresores y me funcionaban bien. Pero ahora
que estaba Arny... es decir, yo también soy adolescente, no soy de piedra
y mi novio es guapísimo y alfa, me daba mucho que pensar. Pero igual no
quería arriesgarme. Tal vez sí tendría que hablar con mi madre pronto
para que me recetaran anticonceptivos—. Bajemos.

Estamos en medio del bosque, la casa está rodeada de á rboles, o sea,


tiene unos diez metros de pasto a su alrededor y luego á rboles, bosque
espeso. Empecé a caminar hacia la entrada pero Arny me detuvo
tomá ndome del brazo.

—Te diré aquí —notaba que estaba nervioso y eso me contagiaba.

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—Te escucho —tomó mucho aire, se acercó y sujetó mis dos manos con
las suyas.

—Esto será difícil de creer... pero soy un hombre lobo —la voz le salió
ronca y lo soltó de una sola vez, a mi me dio por reír, porque pensé que
bromeaba... pero se me congeló la sonrisa en la cara cuando vi su
expresió n seria y me di cuenta que no.

No. Era. Una. Maldita. Broma.

¿Difícil de creer? ¡Era jodidamente imposible! Quise soltarme de sus


manos pero me sujetó con fuerza ¿es que acaso era divertido burlarse?
Traté de apartarme, no cedió ¿Por qué se estaba inventando esas cosas?
¡De verdad me había tocado el destinado loco! ¡Iba a hacerme omega al
escabeche!

Pero entonces lo miré a los ojos. Sus jodidos y hermosos ojos amarillos
que no parecían de este mundo y casi podía leerle el pensamiento; había
visto a tantas personas mentir, mentirle a otros, mentirse a sí mismas.
Arny no mentía, o al menos no creía que estaba mintiendo. Dejé de
intentar soltarme y lo miré fijo, buscando el engañ o, pero no lo había.
Arny creía que era un hombre lobo.

¿Y no era yo el chico que amaba las historias de fantasía?

•••

NOTA: ¡Hola! No sé si sea adecuado poner notas al final del capi, pero
quería agradecer a todos ustedes que está n leyendo y recordarles
apretar la estrellita en los capítulos y votar. Aú n estoy descubriendo
Wattpad y no entiendo del todo có mo funciona, pero parece que eso
ayuda(?). No tengo la seguridad, pero quise decirlo por si acaso. De todos
modos gracias por leer, por sus votos y comentarios (ノ◕ヮ◕ )ノ*.✧

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9. Mi novio tiene todas sus vacunas

Palabra del día: Embarazo

—¿Remus Lupin o Jacob Black? —probablemente otra persona habría


tenido cosas má s elocuentes que decir, pero después del shock inicial,
eso fue lo que se me pasó por la cabeza, fuera o no real lo que me estaba
diciendo, esa era una pregunta muy importante. A él no le pareció tanto
porque de pronto me miraba totalmente confundido.

—¿Qué?

—Dime por favor que conoces Harry Potter —porque una cosa era que
se creyera lobo, otra muy distinta que no supiera de Harry Potter, es
decir, yo podía aceptar lo primero pero imposible tolerar lo segundo.

—¡Oh! ¡Claro! Remus Lupín. Sí, sí, leí los libros solo que se me dan mal los
nombres y... espera —detuvo su explicació n para ladear el rostro
frunciendo un poco el ceñ o pero con una sonrisa extrañ a—, en serio eso
es lo primero que sale de tu boca luego de que te digo que soy un hombre

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lobo ¿No vas a preguntarme si me drogo? ¿O decirme que no me invente
cosas? ¿O salir corriendo porque tu novio perdió la cabeza?

—Pues, correr había sido mi primera reacció n pero... —señ alé nuestras
manos con la mirada y entonces él se dio cuenta de que me había estado
sujetando y me soltó —, vi tu cara, realmente no crees que me estés
mintiendo y yo no soy dueñ o de todas las verdades de la vida, pero aun si
perdiste la cabeza, al menos debería comprobar ¿no crees? Y necesito
saber qué tipo de lobo eres, si de los que se transforman con la Luna
llena, como Remus, o los que se transforman a voluntad propia, como
Jacob Black, ya sabes, de Crepú sculo.

Se echó a reír. No una risa suave, una carcajada en toda regla, su risa se
extendió por todos lados mientras yo lo observaba con total confusió n y
él se doblaba (literalmente) de la risa, apretá ndose el estó mago. Tal vez
sí estaba loco de verdad, tenía lá grimas en su mirada.

—¿Arny? —mi voz lo calmó , se limpió la humedad de los ojos y me miró


aú n sonriendo mientras yo seguro tenía cara de que él necesitaba un
psiquiatra pero ya.

—Solo tú serías capaz de escuchar que soy un lobo y en lugar de gritar


por ayuda me preguntarías por personajes literarios —así que eso le
había dado risa. Ladeé el rostro aú n a la espera porque... pues no me
había contestado—. Má s como el de Crepú sculo, pero sin lo de leer la
mente con la manada y sin la obligació n de seguir ciegamente las
ó rdenes del alfa de la mía, es decir, se considera una regla, pero no es que
deba revelarme o me salga de la manada si desobedezco —me
preguntaba si había leído el libro o visto la película, probablemente no
era el pensamiento má s importante en este momento.

—¿Entonces qué poder especial tienes? —soltó otra risa, má s breve esta
vez.

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—¿Transformarme en lobo no te parece suficiente?

—O sea, sí, pero igual quisiera saber si hay algo má s ¿Si muerdes a
alguien este se transforma en hombre lobo también? ¿Vives má s o menos
que un humano comú n? ¿Te gusta que te rasquen tras de la oreja o en tu
panza? —le sonreí, solo un poco—, ya sabes, cosas importantes.

—Veamos, no, no puedo transformar a nadie al morderlo. Sí, vivo má s


que un humano comú n, o sea, no tanto má s, pero sí envejezco má s lento.
Sin embargo, cuando los lobos nos vinculamos a alguien, la vida de
nuestra pareja se nivela con la nuestra, cuando formamos el enlace —eso
era interesante ¿significaba que si nos enlazá bamos yo iba a vivir má s?
—, también no somos como los alfa comunes, que pueden romper su
vínculo con un primer omega mordiendo a un segundo omega. Nuestros
vínculos son de por vida —tenía sentido con lo de que su omega
cambiaba... y explicaba que sus madres fueran destinadas, seguramente
se habían buscado—, y me gustan ambos lugares, la panza y tras la oreja
—enseñ ó todos sus dientes y esta vez me reí yo. Sentía que estaba en
alguna clase de película o, má s bien, un juego, que está bamos jugando a
hablar de eso con naturalidad, como cuando los niñ os se inventan
historias y se las cuentan como si fuesen ciertas, con castillos, batallas y
caballeros.

Naturalizando nuestra locura.

—Entonces... ¿hay muchos lobos por todas partes y nadie se ha


enterado? —quería seguir jugando.

—Hay bastantes, pero guardamos nuestros secretos bien —tenía má s


preguntas, pero nos quedamos en silencio. Mirá ndonos en una pausa
luego de aquel tsunami de informació n. Creo que ambos está bamos
esperando a que yo me atreviera a hacer la pregunta, que le pidiera
transformar su locura, traer el juego a la realidad.

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—¿Vas a mostrarme? —no había sonrisa en su rostro, sus facciones se
veían má s duras cuando se ponía serio.

—Sí —para mi sorpresa, comenzó a sacarse la ropa—. Ten —me entregó


su camiseta y la sujeté sorprendido, era la primera vez que lo veía de ese
modo y sus mú sculos estaban marcados bajo la ropa, me sentí sonrojar
muy rá pidamente y él dejó su expresió n seria para guiñ arme un ojo—,
no quiero destrozar mi ropa —se quitó las zapatillas y los calcetines y los
dejó a un lado, entonces puso las manos en sus pantalones para bajarlos
y me quedé sin aire.

—¿No vas a pedirme que mire a otro lado? —no podía apartar los ojos de
su entrepierna, se detuvo un momento.

—¿Quieres mirar a otro lado? —justo en ese instante, quise ser la clase
de sujeto que mentía. Me sentí estú pidamente tímido, abrazando su
camiseta y queriendo esconderme detrá s de la tela.

—No.

—Entonces mira —y se sacó los pantalones junto a la ropa interior,


mirá ndome fijo mientras lo hacía. Se acercó , me entregó los jeans y yo
tragué duro mientras mis ojos se desviaban a su... aparato. Y me forzaba
a mí mismo a cerrar la boca.

Querido Jae. Vas a morir virgen, no pensamos recibir esa monstruosidad


dentro. No entrará . Imposible. Nos partiría.

Con amor, tus nalgas.

Habría continuado un debate mental, porque lo que tenía entre las


piernas no debería ser legal, cuando su ropa fue a dar al césped porque la
dejé caer. El cambio fue rá pido, sus ojos estaban fijos en los míos y de
pronto su rostro se volvió alargado, peludo, sus manos cayeron al suelo y

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se convirtieron en patas. Su cuerpo se cubrió de un pelaje negro como la
noche misma y sus ojos se volvieron má s grandes y penetrantes, pero del
mismo amarillo. Retuve el aliento.

Era un lobo.

Un. Jodido. Lobo.

No era gigante como los de la película aquella, pero tampoco pequeñ o, en


sus cuatro patas me llegaba casi al hombro. Olvidé preguntarle cuanta
consciencia conservaba en esa forma, pero... no pensé que aquello sería
posible, no realmente ¿o tal vez sí? ¿Es que me había convertido en uno
de los protagonistas de las novelas que leía? Tal vez todo lo de mis libros
era real, tal vez todo era posible en el universo adecuado. Porque mi
novio, destinado y... lo que sea, estaba allí, frente a mí, con una cabeza
gigante, como un imponente lobo negro. Mis piernas no me respondían,
pero tal vez era para mejor porque no estaba seguro de si quería
acercarme o correr.

—Eres hermoso —lo dije sin darme cuenta. Pero lo era. Totalmente
grande, increíble, su pelaje brillaba en su oscuridad, era como la
personificació n de una noche cerrada. Es magnífico.

Mis palabras lo animaron a acercarse, debería estar asustado, pero aun


cuando mi corazó n palpitaba a mil por hora no creía que fuera de miedo.
Su cabeza chocó contra mi pecho y sentí el calor del animal que era,
mientras se apegaba a mí, oliéndome. Mi cerebro debería estar por
explotar, los hombre lobo existían, mi novio era uno de ellos, mi
destinado era uno de ellos y acaba de transformarse frente a mí, sin
embargo, en ese preciso instante lo ú nico que quería era vivir ese
momento, rescatarlo por completo en mi memoria, cada detalle de él. Me
puse de rodillas para que nos «mirá ramos de frente», aunque de esa
forma él quedaba má s alto que yo. Sentí la humedad de su nariz en la
porció n de piel de mi cuello que no era cubierta por el collar de omega y

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me dio cosquillas y un escalofrío recorrió toda mi espina, má s aú n
cuando su lengua lamió mi piel, mi barbilla, mi mejilla, dejando su
humedad y haciéndome reír, su lengua era cá lida. Me atreví a estirar los
brazos para tocarlo, mis dedos se perdieron en su pelaje oscuro, el del
costado de su torso, el cabello era grueso y no tan suave, pero aun así se
sentía bien y no olía a perro, es decir, tenía un aroma animal pero no me
desagradaba en lo absoluto. Apoyó su cabeza en mi hombro y sonreí, lo
abracé y descansé mi mejilla contra el pelaje de su cuello.

No tengo idea de por qué me sentía tan bien con él de ese modo, tal vez
porque está bamos destinados y él era mi alfa, tal vez porque siempre me
había sentido má s có modo con los animales que con las personas, pero
en ese instante solo quería abrazarlo y probar si realmente le gustaba
que le rascara la oreja, así que aparté mi rostro y me dispuse a probarlo,
le rasqué tras la oreja derecha y se inclinó hacia mi mano sacando la
lengua, demostrando que claramente lo disfrutaba y, como bonus,
enseñ á ndome sus aterradores colmillos.

—Wuau —solté, pero él no se dio por enterado, en cambio se echó en el


suelo, aplastando parte de su ropa, no se puso panza arriba pero sí de
lado, como invitá ndome, y yo me sentí como niñ o con cachorro nuevo y
simplemente le obedecí, me senté en el pasto hú medo sin preocupació n
alguna y comencé a rascar su panza con una mano mientras con la otra le
rascaba tras la oreja, no podía no sonreír al mirarlo. Había cerrado sus
ojos entregá ndose por completo a mis caricias, moviendo su pata trasera
involuntariamente por la forma en que lo rascaba.

Es precioso.

—¡Arnulf! —el grito vino desde la puerta de la casa e hizo que él se


parara tan rá pido que casi me caigo hacia atrá s, afirmé las manos en el
pasto hú medo para no hacerlo y miré a la mujer que había reconocido
antes a la distancia. Pequeñ a, con un rostro muy lindo y dulce, aunque en

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ese momento tenía los brazos en jarra y una expresió n de
desaprobació n. A mí, con la sorpresa, se me había olvidado que había ido
allí a conocer a sus madres. Me puse rá pidamente de pie y me limpié la
tierra de la ropa, sonrojado y avergonzado, ella, sin embargo, miraba al
lobo—. Se supone que le mostrarías y luego nos lo presentarías, no que
te ibas a distraer dejando que te rasque las pulgas. Ve a vestirte —sus
ojos se apartaron de su hijo y el lobo echó a correr hacia la parte trasera
de la casa, lo perdí de vista. Entonces me miró a mí, yo estaba bastante
intimidado, pero su expresió n se volvió totalmente dulce—. Lo siento,
tesoro, este muchacho no tiene modales ¿conoces la expresió n «criado
por lobos»? Pues es eso —asentí y ella se acercó a mí para recoger la
ropa que había quedado en el suelo, a mi lado pude notar que medíamos
casi lo mismo, yo era solo unos pocos centímetros má s alto que ella—.
Soy Amelia, tú debes ser Jae.

—Sí, disculpe por los inconvenientes —llevaba su cabello castañ o (má s


claro que el mío) recogido en una trenza que caía al costado derecho de
su rostro, cuando me dio la espalda para guiarme a casa pude ver la
marca en su nuca, aunque nada má s viéndola creo que habría adivinado
que ella era la omega.

—Ningú n inconveniente, estamos muy contentas de que Arny te


encontrara, Saskia está en el bosque recolectando algunas muestras pero
llegará para la merienda —entramos a la casa. El piso era de madera
vitrificada, una mezcla te tablas claras y oscuras que se veía muy bien, los
espacios eran amplios y luminosos gracias a los grandes ventanales.
Pasamos a un saló n con sofá s grandes color granate. A mí me habían
regresado los nervios de conocer a su familia, y má s ahora que sabía que
eran lobos y que todo esto tenía tintes sobrenaturales—. Debe haber
sido una sorpresa lo de Arny, yo ciertamente no lo creí cuando Saskia me
lo dijo, en mi caso, ella tuvo que perseguirme en su forma de lobo y
lamerme hasta que le creí, ademá s de cambiar un par de veces frente a

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mis ojos hasta que salí de la sorpresa y acepté que no eran efectos
especiales.

—Oh... así que usted es... —ella asintió , acomodá ndose en un sofá y
señ alá ndome el de al lado, má s grande, para que yo me sentara. Lo hice,
casi hundiéndome en lo mullido de los cojines.

—Humana, sí, no es muy comú n que los lobos tengan hijos omega, así
que entiendo el shock que debe haber sido, por lo mismo me sorprendió
verte tan có modo, rascando a Arny —me sonrojé al pensar que ella nos
había estado mirando ¿desde cuá ndo? ¿Desde que su hijo se desnudó ?

—Es que me gustan mucho las historias de fantasía —ella lo tomó como
una respuesta decente.

—Ya veo... —se escuchaban voces del pasillo y reconocí una de ellas.

—Vamos enano, quiero que lo conozcas —apareció en la entrada del


saló n Arny, ahora llevando unos short negros, sin zapatillas, y una
camiseta café. En sus brazos traía... un niñ o lobo. Es decir, no era un lobo
cachorro, era una versió n humana de un lobo, no parecía tener cuatro
patas sino brazos y piernas, pero todo él era de pelaje blanco, era del
tamañ o de un niñ o y de hecho llevaba short rojo y camiseta celeste.
Cuando me vio escondió su rostro en el cuello de Arny—. Jae, este es mi
hermano, Vulfgang, porque mis madres adoran los nombres
complicados. Todos le decimos V. Está atorado en su forma de lobo
humanizada porque aú n no puede controlarlo y se pone nervioso.

¿Forma de lobo humanizada? ¿Arny tenía un hermano?

—¿Puedes tú también ponerte en esa forma? —él asintió , se acercó a


nosotros y vi esos brazos cubiertos de vello blanco aferrarse al cuello de
su hermano aú n má s. Decidí no molestarlo, cuando era niñ o, odiaba que
los adultos me presionaran (aunque yo no era adulto, pero igual).

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—Sí, es decir, preferimos la forma que te mostré, porque si alguien nos
ve simplemente creerá que es un lobo má s grande de lo comú n, pero en
la otra forma podemos hablar, o sea, má s rudimentariamente, pero
podemos, se usa en reuniones con otros clanes... ya te contaré —asentí y
él se acercó para sentarse a mi lado, cuando lo hizo pude ver el cuerpo de
su hermano menor. Si su pelaje era blanco, me preguntaba có mo luciría
él de humano.

—No sabía que tenías un hermano —en otro momento eso habría sido
un shock, ahora me parecía una sorpresa mínima considerando todo lo
que había descubierto.

—En nuestra raza los niñ os no suelen integrarse al mundo «humano»


hasta má s tarde, once o doce añ os, usualmente después de que se han
manifestado como alfas, betas u omegas —me explicó —, porque nuestra
transformació n está muy ligada a nuestras emociones, cuando niñ os no
podemos controlarlo y nos descubrirían muy fá cil si nos
transformá ramos en el jardín de infantes porque alguien nos quitó un
juguete —mientras hablaba acariciaba la espalda de su hermano—,
luego de que nos manifestamos es muchísimo má s fá cil el control y ya no
es problema.

—Vaya, comprendo, creo... todo esto es una gran sorpresa Arny, aunque
eres un lobo muy bonito —lo alabé y él movió las cejas juguetonamente.

—Ni que lo digas, siento que te gusté demasiado como lobo, en forma de
persona, nunca me has abrazado —qué vergü enza có mo lo dijo, no sabía
si debía justificarme o no, pero su mamá decidió intervenir, tal vez
porque notó que me apenaba.

—V, Arny dejó que Jae lo rascara —el pequeñ o lobo sacó su cabeza del
cuello de su hermano y pude ver su rostro... no humano, pero menos lobo
que el que Arny me había mostrado, su hocico no era tan largo y sus ojos
no lucían tan animales, tal vez porque era un niñ o. Miró a su mamá .

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—¿De verdad? —su voz salió ronca y difícil, una mezcla de humanidad y
gruñ ido. Su mamá asintió divertida y yo me di cuenta de que ahora el
avergonzado era Arny y no entendí por qué.

—¿Es eso raro? —miré a su mamá .

—Mucho. Los cachorros se dejan rascar por sus madres, o los niñ os, pero
los lobos crecidos no se dejan rascar, se supone que lo encuentran
«indigno»...

—Oh... —busqué los ojos de Arny, sin éxito, apartaba el rostro pero le
veía el rojo en las mejillas, recordé de inmediato có mo había movido su
patita cuando lo rasqué ¿sería eso lo «indigno»?

—¡Es porque él se veía como que quería rascarme! Solo por eso, quería
darle en el gusto —su mamá se echó a reír divertida y su hermano
también, entonces el pequeñ o me miró y yo aproveché a presentarme.

—Hola, soy Jae —el aflojó las manos del cuello de su hermano y dejó que
este lo sentara sobre sus piernas.

—Soy V —de pronto cambió él, frente a mí, su cabello desapareció y sus
brazos se volvieron má s delgados, su piel má s tersa. Frente a mí
encontré a un precioso niñ o de cabello rubio platino, largo hasta sus
codos y de enormes ojos oscuros.

—Yo le digo enano —soltó Arny interrumpiendo la sorpresa y el


pequeñ o frunció el ceñ o.

—¡No soy enano! Creceré y seré má s grande que tú —su voz era mucho
má s clara ahora, también má s aguda y dulce.

—Já , sigue soñ ando...

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—No se peleen —la voz de su madre no se alzó ni un poco, pero el tono
de advertencia en ella hizo que ambos se detuvieran. Era extrañ o, no los
conocía pero me sentía muy a gusto allí, mirá ndolos interactuar,
observando a Arny en su elemento, haciéndose caras como un niñ o con
su hermano menor—. ¿Por qué no llevas esto a la ropa sucia? —su mamá
le extendió a Arny la ropa que se había quitado fuera de la casa— y
aprovechas de enseñ arle a Jae un poco del lugar, seguro aú n deben
hablar, los llamaré cuando las galletas y el té estén listos —él dejó a su
hermano sentado en el silló n, tomó su ropa con una mano y con la otra
tomó la mía.

—Vamos —lo seguí, no sin antes mirar a su madre para darle un gesto de
despedida. Nos perdimos por un pasillo, pasamos a una lavandería
donde Arny dejó su ropa y luego caminamos hacia otro lado, hasta que él
abrió una puerta y supe de inmediato que era su habitació n. Toda una
pared era un ventanal tipo puerta deslizante y daba hacia el bosque,
tenía cortinas color granate oscuro blackout, una cama amplia de
cobertor gris y cojines rojos, se notaba que la cama había sido estirada a
la rá pida por las arrugas que tenía. Ademá s había un escritorio con un
notebook, un closet cerrado de madera oscura, una foto de él y su
hermano sobre su mesita de noche, un equipo de mú sica en un mueble a
los pies de la cama, una guitarra acú stica colgada sobre el escritorio.
Pero ninguno de aquellos detalles fueron los que me hicieron saber que
ese era su cuarto.

—Huele a ti —allí dentro estaba colmado de su aroma. En lugar de


acelerarme el pulso, me hizo sentir calmado, seguro, protegido. Giré
sobre mí mismo buscando má s detalles— ¿tocas? —pregunté señ alando
la guitarra y él negó .

—Mi mamá me la regaló porque quería que aprendiera pero no hubo


caso, le gusta mucho la mú sica pero hasta ahora ni V ni yo demostramos

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ningú n talento —se sentó en la cama y palmeó el colchó n a su costado,
me fui a sentar junto a él y por un largo momento guardamos silencio.

—De verdad eres un lobo... —tomó mi mano entre las suyas y entrelazó
nuestros dedos.

—De verdad lo soy ¿te molesta? —lo pensé un momento antes de


responder, sé que él no quería una respuesta dada a la ligera.

—No —la honestidad se palpaba en mis palabras—, pero sí siento que


me causa muchas preguntas y que debo re-evaluar todo lo que pensé
para un futuro, es decir, siempre me imaginé solo y ahora está s tú , y tu
familia de lobos...

—Es curioso, yo llevo una vida imaginá ndote, mi má buscó a mi mamá


hasta encontrarla y sabía que yo haría lo mismo algú n día. Cuando nos
mudá bamos desde que me manifesté, mis madres elegían lugares donde
supieran que había omegas masculinos, porque desde pequeñ o demostré
gusto por los hombres. Te estaba buscando Jae —me mira tan serio, sus
ojos sí que son de otro mundo, son animales, son de la naturaleza, está n
má s vivos que los de cualquiera que haya conocido—, imaginá ndote en
cada lugar que pisaba, añ orá ndote. Siempre, imaginé mi futuro contigo,
aun si no te conocía. Es curioso porque tú nunca pensaste siquiera en la
posibilidad de tenerme a tu lado —no me lo dijo como una acusació n,
pero lo sentí como una.

Parecía demasiado má gico y romá ntico que había existido en el mundo


alguien que siempre había estado buscá ndome, pensando en mí,
imaginá ndome, parecía egoísta de mi parte no haber siquiera barajado la
posibilidad de que existiera alguien para mí, tal vez no un destinado,
pero alguien. Nunca lo consideré. Pero si lo pensaba má s profundamente,
no era extrañ o, sabiendo la historia de sus madres, entendiendo el
entorno en que había crecido y pensando en el mío. Viendo nuestra
sociedad. No era raro que yo me imaginara solo.

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—Pero tú confiabas en que yo existía. Yo no sabía de ti y aun si tus
madres no fueran destinadas, aun si no fueras un lobo, eres un alfa —mis
ojos se fijaron en los suyos con la oscuridad de una vida diferente a la
que él había experimentado—, habrías encontrado pareja de todos
modos. Pero yo soy un omega. Un omega masculino. Debes haber notado
có mo me tratan las personas, el mundo en que tú creciste es diferente al
mío, no porque seas un lobo, sino porque eres un alfa, toda la admiració n
y atenció n que tú has recibido por tu género, yo la he recibido, solo que
en forma de rechazo —apreté su mano—. No me atreví ni a soñ ar con la
posibilidad de tu existencia, porque dolería demasiado si nunca te
hallaba. Estoy acostumbrado a la soledad... porque de otro modo no
habría podido soportarlo. No sobrevives estando solo si te la pasas
añ orando compañ ía, no funciona así.

Bajó la vista, parecía que sus ojos miraban nuestros dedos entrelazados
pero sabía que estaba mirando sin ver, reflexionando, pensando qué
sería adecuado decir y qué no.

—Supongo que todo lo que importa es que nos encontramos —me da


una sonrisa tentativa y se la devuelvo.

—Supongo que sí —me sentía mucho má s cercano a él, aun sabiendo que
nos conocíamos hace tan poco, pero las circunstancias no eran normales,
en ningú n sentido. Noté el calor de sus manos y se me ocurrió — ¿es
porque eres lobo que no tienes frío? —enseñ ó dientes y hoyuelo.

—Sí, tenemos temperatura alta —su pulgar acariciaba el dorso de mi


mano. Quería saber má s cosas de los lobos, de có mo funcionaba su
manada o lo que fuera, pero también quería má s informació n de él en
todo aquello.

—¿Entonces tus primos? —me había dicho de sus dos primos que eran
sus amigos.

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—Ah, sí, de hecho son un primo y una prima, pero suelo hablar de ellos
como hombres porque suena feo si digo que peleaba con mi prima de
pequeñ o, ella es la má s cercana a mi edad y luchá bamos bastante —
señ aló con su dedo la cicatriz en su cuello—, con ella me hice esta.

—Oh, ya veo —así que había sido una prima, me preguntaba si había
estado peleando en una forma de lobo similar a la de V, y si tendría fotos,
seguro era una bola peluda muy bonita—. ¿Y te dan pulgas o rabia o algo
así?

—No, tengo todas mis vacunas —me miró serio ¿de verdad le pondrían
vacunas de animal? Pero se echó a reír y supe que estaba bromeando—.
Lo siento, lo siento... tienes muchas preguntas.

—Pues es que no es normal que el novio de uno sea un lobo, tengo


mucho que pensar y preguntar... tú has tenido tiempo para imaginar un
futuro pero yo no —me preguntaba, acerca de ese futuro que había
imaginado— ¿qué hubieras hecho si no me hubieras encontrado? —me
parecía poco probable que todos los lobos encontraran a sus parejas
destinadas, es decir, seguro si buscaban mucho encontrarían, pero tal
vez no todos tenían suerte.

—Mh... —apretó los labios—, a los treinta y cinco hubiese tenido un bebé
y me habría resignado con otra pareja, aunque probablemente no me
habría enlazado con nadie, es raro que nos enlacemos si no es nuestra
pareja destinada —pero eso no era lo que me había choqueado de la
informació n.

—¿Un bebé? —no parecía entender mi desconcierto.

—Sí, o sea, algú n clan ha muerto en el pasado porque sus miembros se


negaban a tener hijos si no era con sus destinados, por eso es casi una
regla, que si para los treinta y cinco no lo encontramos debemos tener
descendencia para asegurar que el clan permanezca. Continuar la estirpe

91
es muy importante, está en nuestra naturaleza, por eso sabía que mi
pareja sería un omega, no había otro hombre al que podría embarazar —
su mano acarició mi mejilla, yo seguía ató nito—, pero no importa nada
de eso, porque te encontré y podremos tener muchos hijos.

—Muchos hijos... —susurré—, en serio, no puedo creerlo —me solté de


su mano y me puse de pie. De pronto me sentía molesto, bastante, ya
sabía que Arny no podía ser tan perfecto y tenía el descaro de mirarme
con total desconcierto.

—¿Qué te pasa? —me crucé de brazos y lo miré enojado.

—Me pasa que está s solo asumiendo que, en algú n futuro, tendremos
hijos, que vas a embarazarme, me cuentas esta historia de que si no me
encontrabas habrías tenido hijos con cualquiera —no sabía qué me
molestaba tanto, o tal vez sí, pero no lograba ponerlo bien en palabras—:
o sea que si no quiero tener hijos o no te doy hijos para esa edad ¿vas a
dejarme e ir a embarazar a alguien má s? —estaba desconcertado, yo
también.

—¡No! O sea... —se rascó la nuca mostrá ndome una expresió n


confundida—, si a esa edad pasara tendría que... es mi deber y... pero... —
se le atoraban las frases y yo las sentía como puñ aladas— ¿es que acaso
no quieres tener hijos?

—¡No sé! Ese es mi punto, no lo sé —bajé los brazos—. Te dije que pensé
que pasaría mi vida solo, claramente tener hijos nunca estuvo en mis
planes y ahora me entero que para ti es casi como una obligació n y lo das
por sentado, pero ni siquiera me preguntaste, no me preguntaste si
quería o no, lo asumiste porque eres un alfa y obtienes lo que quieres y
yo se supone que debo dá rtelo, porque soy un omega —de pronto su
mirada se volvió muy triste y me dolía verlo así, pero yo también estaba
herido.

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—No es así, es decir, sí lo asumí sin preguntarte pero... no fue porque no
quisiera, es que no se me pasó por la cabeza que no querrías. Pero nunca
te forzaría si no quieres, no soy ese tipo de alfa —dio un paso hacia mí y
yo di uno hacia atrá s.

—Pero si yo no te doy un bebé para esa edad lo tendrá s con alguien má s


¿no? ¿Y có mo funcionaría eso? Nosotros juntos, con tu hijo de alguien
má s... ¿te irías con el padre de tu bebé? ¿Lo criarías con él? ¿có mo? —no
podía evitar ir al peor escenario, era omega, la vida me había dado ya el
peor escenario de todos, era lo que siempre asumía que pasaría.

—¿De verdad está s tan negado a la idea que asumes que pasará ? —nos
miramos, su tristeza y la mía enfrentá ndose en nuestros ojos y la suya
me dolía má s que la propia.

—No es eso... es que necesito pensarlo, sé que tú te enfrentas a la vida sin


plan alguno, de un salto... pero yo necesito pensar un poco má s, es mucho
a procesar —nos acercamos, él y yo, tomé sus manos y él sujetó las mías
con fuerza.

—¿Quieres que te lleve a casa? —asentí despacio, necesitaba estar solo


en ese instante y no parecía el mejor momento para una comida con sus
madres.

—¿Me disculpas con tus mamá s? —pedí suave y él asintió , no nos


soltá bamos, no se trataba de querer soltarnos lo que estaba pasando en
ese momento, lo cierto es que me daba cuenta de que no quería soltarlo
nunca, y era parte del problema.

Salimos de su casa y él solo le dijo a su mamá que había salido algo


urgente y que le contaría luego. El camino de vuelta lo hicimos en
silencio y cuando estacionó frente a mi casa lo miré, estaba desanimado y
me pesaba en el pecho verlo así.

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—Aú n faltan añ os... —susurró y yo apreté los labios.

—Lo sé.

—¿No está s molesto? —mirá ndolo me parecía imposible.

—No, solo quiero pensar, es algo serio, y sé que faltan añ os... pero
considerando que es algo que tú sí o sí tienes que hacer... no quiero
encontrarme a esa edad dá ndome cuenta que debemos separarnos
porque no te di un hijo. Quiero pensarlo bien, sopesar todas las opciones
—no era solo mi futuro, era el suyo, y quería decidirlo bien antes de que
nos hundiéramos má s en nuestra necesidad por el otro.

—Está bien —apretó mi mano—. Nos vemos el lunes.

—Nos vemos el lunes.

Y aunque el beso fue suave, cuando me bajé del vehículo, sentí que mi
corazó n se había quedado con él, en sus labios.

•••

Muchas gracias a todos los que leen, comentan y votan la historia, el


capítulo de hoy es el má s largo hasta ahora. Espero que lo disfrutaran

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10. Será mejor que corran, que corran,
más rápido que mi lobo

Palabra del día: Marginado

Estaba a media tarde y todo lo que deseaba era que cayera la noche,
refugiarme en una oscuridad completa, donde fuera imposible encontrar
la diferencia entre mis ojos cerrados o abiertos. Pero me conformé con
sentarme en el suelo de mi habitació n, con la cabeza apoyada en el borde
de la cama. Era casi irrisorio el hecho de que mi novio era un lobo y eso
no me alteraba tanto como la idea de que tendría que tener hijos con él.

Y es que la sociedad estaba demasiado jodida. Aun cuando había


hombres (como yo) que podían embarazarse, como las mujeres podían
tener hijos siendo alfa, beta u omega, muchos pensaban que en realidad
ese era un rol mayoritariamente femenino y que los sujetos como yo
éramos un «error». Que un hombre de verdad no debería preñ arse, que
las mejores relaciones eran entre hombres y mujeres y, ciertamente, que
un alfa debería buscar como pareja a otra alfa, mujer, o una beta. Que

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Arny me haya buscado a mí era inaudito, la sociedad hubiese aceptado
mejor que tuviera una mujer omega a que me tuviera a mí. Y sí, lo que las
personas dijeran debería de importar una mierda, pero así no era como
funcionaban las cosas. No me imaginé teniendo hijos no solo porque la
posibilidad de una pareja fuera algo imposible, no me imaginé teniendo
hijos ni siquiera en el caso de que alguien hubiese abusado de mí, no
porque odiara al perpetrador (que seguro así sería) sino porque ¿qué
clase de vida iba a vivir ese hijo o hija? Yo había aceptado mi destino de
discriminació n y soledad, pero imponerle aquello a alguien má s,
sabiendo que un hijo sería aislado por mi culpa, por tener un padre
omega... siempre me pareció incorrecto condenarlo solo por el vientre en
que había sido engendrado.

—No es justo... —susurré al aire y descansé las manos en mi abdomen


vacío.

Podía imaginar a Arny diciéndome que lo superaríamos de algú n modo.


Y tal vez era cierto, nuestro supuesto hijo no entraría a la sociedad
«humana» hasta que fuera má s grande, hasta que se hubiera manifestado
¿y no había dicho la mamá de Arny que rara vez tenían omegas? En el
mejor de los casos sería una alfa, tal vez un beta. Tendría una vida
tranquila, sería un lobo, como su padre y correría por el bosque o lo que
fuera que los hombre lobo como Arny hacían. Tal vez era posible. Arny
no había realmente querido asumir cosas, eso había dicho, le creía y no
podía culparlo por tener un deber con los de su clase, es decir, aú n no sé
ni có mo funciona todo aquello ¿lo sacarían de su manada, de su clan, si
no tenía un hijo? Pero también estaba el punto de sentir que debíamos
tener un hijo, porque era un deber y no porque queríamos. Yo, como el
producto de un «accidente» y habiendo sido bastante no-deseado por
uno de mis padres, necesitaba estar seguro de que tener un hijo era algo
que quería y no que me veía obligado a hacer.

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No deberían pedirle esa clase de decisiones a un adolescente de
diecisiete añ os, es cierto que soy maduro para mi edad pero hasta yo
creo que es demasiado. Lo del novio sobrenatural era una cosa, era
tó pico de muchos libros juveniles y mis incontables horas de lectura
entre novelas y novelas adolecentes me habían preparado un poco para
este desenlace, pero esto...

—¡Jae! —la voz de mi madre me interrumpió . Miré la hora en mi celular,


pasaban de las cinco, los viernes ella salía má s temprano de trabajar,
pero yo solía estar en la biblioteca, me sorprendía que supiera que
estaba en casa. Estaba por ponerme de pie cuando abrió la puerta y me
enfrenté a un rostro bastante molesto ¿qué pasaba ahora?

—Hola —saludé en lo que me levantaba y me sentaba en la cama.

—Pasé a buscarte a la biblioteca y no estabas allí —así que había ido por
mí, qué sorpresa, antes de que preguntara por qué, ella ofreció la
informació n— ¿qué es eso que escuché de que le robaste el novio a la
pobre de Penny con tus feromonas?

Lo que me faltaba.

—¿Es esta tu forma de preguntarme si estoy saliendo con Arny? —


enarqué una ceja, estaba molesta. Golpeaba el suelo con la punta de sus
tacones como quien cuenta segundos.

—¿Lo está s?

—Sí, somos novios —ella puso los brazos en jarra y negó con la cabeza.

—No puedo creerlo ¡En serio hiciste algo como eso! Pensaba que te
importaba un poco mi reputació n, que no me harías quedar mal frente a
la gente, pensaba que eras má s sensato —solo mi madre podría hacer mi
noviazgo acerca de ella.

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—No le «quité el novio a Penny», acaba de llegar ¿crees que se hizo novio
un día de ella y al siguiente se decidió por mí? —alzó los brazos molesta.

—Pues el prospecto de novio, como sea, sabías que le gustaba, su madre


fue a decir a la florería que la pobre había estado inconsolable y todo por
culpa del «omega ofrecido», me miraron horrible todo el día —no tenía
tiempo para estas cosas.

—Arny es gay, aun si no hubiese salido conmigo, no habría salido con


Penny y él me pidió ser novios a mí, no yo a él —nos miramos fijo, sus
ojos azules enfrentando la molestia en los míos.

—No me mientas, como si un alfa fuera a...

—¿Es en serio? —corté su frase antes de que la terminara y me puse de


pie frente a ella— ¿Cuá ndo te he mentido, madre? Nunca, sabes que no
miento, pero supongo que tú prefieres creer que es má s probable que yo
esté mintiendo, aun cuando nunca lo he hecho, a creer que un alfa me
quiere a mí como su novio —su silencio me hizo seguir hablando, aun
cuando veía que le temblaban las manos de la rabia—. Solo porque mi
padre no me quiso no significa que otro alfa no pueda quererme.

La cachetada me dio vuelta el rostro y sentí el ardor en la mejilla. Mis


ojos se voltearon hacia ella que aú n tenía la mano alzada, la mirada
ardiendo de rabia y ni una pisca de culpa.

—No hables así de tu padre —ahí estaba, defendiendo lo indefendible,


aú n obsesionada con él como si fuera a regresar—, él es un buen
hombre, tienes suerte de ser su hijo —me preguntaba si ella algú n día
abriría los ojos—. Quiero que dejes de juntarte con ese alfa, lo que sea
que tengan, termina con él.

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—Y yo quiero una madre que no me golpeé pero eso tampoco va a pasar
—alzó la mano de nuevo, yo di un paso atrá s. Entonces empuñ ó un
segundo y luego me apuntó con el dedo.

—Te lo digo en serio, Jae, deja de avergonzarme.

—Pensaba que te gustaría que estuviera con un alfa.

—¿Para qué? ¿Para que todos hablen de mi hijo omega? —negó con la
cabeza—, disimula, pensaba que en eso eras bueno.

Cerró de un portazo mi habitació n y me dejé caer sobre la cama. Aú n me


palpitaba la mejilla. Mi madre había llegado casi como caída del cielo en
un golpe de realidad para probar mi punto, omegas, sociedad. Mi propia
madre creía que yo debería ser invisible. Eran momentos como ese los
que me hacían odiarla un poco. Si tuviera amigos les habría preguntado
si ellos también odiaban a veces a sus padres. O tal vez no es que la odie
a ella, sino a algunas de sus actitudes.

Odio cuando hace cosas como esta, cuando solo le preocupa lo que dirá n
de ella los demá s, cuando le importan má s las apariencias que su propio
hijo. Odio cuando se queda mirando la televisió n como si esperara que
mi padre saliera de ella y le dijera que no iba a dejarla nunca. Odio que lo
ame tanto aú n, má s que a mí. Odio que cuando me manifesté como
omega se avergonzó de mí. Odio que nunca le han importado mi soledad
o mi silencio.

Pero al mismo tiempo amo que cuando niñ o me leía cuentos y leyendas
para dormir, que me haya introducido a un mundo de historias que se
volvió mi refugio. Amo que, aun si nunca me lleva con ella cuando me
compra ropa y a veces equivoca la talla, siempre elige cosas que sabe que
me gustarían a mí, colores que irá n bien conmigo. Amo que tararee
canciones mientras riega sus plantas, que siempre me dé un libro para
mi cumpleañ os, o cuando, sin que se lo pidiera, compró cantidades

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industriales de popcorn para que yo disfrutara la marató n de Harry
Potter que estaban pasando por la tv.

Me preguntaba si todo el mundo se sentía de ese modo o si aprendería


con el tiempo a tolerar las faltas de mi madre y a amarla incluso con
ellas, si sus palabras o miradas dejarían de afectarme y la miraría má s
neutralmente. No era mala, ni especialmente buena, era simplemente
una persona, con virtudes y defectos.

Pero en este preciso instante, es solo la madre que me hizo dañ o.

Incluso para mí, ese fin de semana fue una tortura, terminé de leer dos
libros solo para distraer mi mente de la tensió n. Mi madre y yo no
hablamos ni una palabra, lo que sería bueno, de no ser porque podía
sentir su rabia cuando me miraba, su desaprobació n. Y me encerré en mi
cuarto tratando de ignorar su descontento que parecía extenderse por
toda la casa. Leer era lo ú nico que me ayudaba a escaparme y, gracias a
eso, pensar en los temas que debía pensar no fue nada fá cil. Mi posible
prole con Arny había pasado a segundo plano y, cuando llegué al
instituto el lunes me di cuenta de que no sabía qué hacer, no había
pensado en absoluto en nuestro dilema y tal vez él esperaba una
respuesta ¿si lo saludaba con un beso pensaría que era un sí? Si no lo
besaba ¿pensaría que era un no? No estaba seguro, pero allí estaba Arny,
de pie en la entrada, y cuando me vio corrió hacia mí, yo no estaba listo
para ninguna respuesta, pero él se enfocó en otra cosa.

—¿Qué te pasó ? —tocó la mejilla que mi madre había abofeteado y me


sorprendió , porque estaba seguro que casi ni se notaba, es cierto que soy
algo pá lido y mi piel se marca fá cil, pero aquella mañ ana al verme al
espejo podría haber jurado que no se notaba prá cticamente nada. Tal vez
era instinto lobuno.

—Mi madre —su mano se entrelazó con la mía haciéndome sentir seguro
—, no le gusta que estemos saliendo.

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—¿En serio? Pero ni me conoce —sonaba bastante sorprendido,
probablemente nada acostumbrado a no gustarle a alguien, pero podía
relajarse, este no era el caso.

—No eres tú , soy yo... que la avergoncé al usar mis feromonas para
robarte de la pobre de Penny —lo comenté en tono iró nico, no iba a
ocultá rselo, no tenía caso, si mi madre se había enterado es que algú n
rumor andaba corriendo y al final se enteraría él también se lo dijera o
no. Mejor antes que después. É l frunció las cejas.

—Pero si le dije a ella que no me gustan las mujeres.

—Pero eso no la habría hecho quedar bien, supongo, con esto ella queda
como la pobre víctima y el culpable de que no la eligieras es el omega
masculino seductor de alfas —comenzamos a caminar hacia la entrada.

—Pfff —sonó a un «pf» molesto, apreté su mano para que viera que no
me importaba mucho. Si algo se rompía entre nosotros no iba a ser por
mi madre o Penny, no serían el motivo, tal vez no hubiera motivo, tal vez
seguiríamos juntos, aú n no había decidido sobre nuestro importante
tema— ¿Quieres que vaya a presentarme con tu mamá ? Tal vez eso la
calme.

—Seguro le gustarías, te digo que el problema no eres tú , soy yo, pero


quién sabe, tal vez no sea mala estrategia del todo —me había dado
cuenta de que Arny nivelaba sus pasos a los míos, cuando lo he visto
andar solo camina mucho má s rá pido, a grandes zancadas, con
determinació n, cuando vamos juntos camina conmigo, no me apura de
ningú n modo.

—Jae, sobre lo del viernes... tó mate tu tiempo, sin presiones —justo


como ahora. No me urgía por una respuesta. Detenidos junto a mi saló n
busqué sus sobrenaturales ojos amarillos y solté su mano para poder
rodearle el cuello con los brazos, alzá ndome para alcanzar su rostro

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mientras él se inclinaba. Descansé la mejilla en su oreja y lo abracé así, de
ese modo. Aparte de él en su forma de lobo, había pasado mucho tiempo
desde que no abrazaba a nadie y la forma en que sus enormes brazos
sujetaron mi torso y apretaron mi espalda me hizo sentir seguro, aun
cuando sabía que alguien como él probablemente tendría la fuerza para
abrazarme hasta dejarme sin aire, me sentía seguro porque sabía que no
lo haría. Que me abrazaría con cuidado.

—Gracias —le susurré y entonces me atreví a dejarle un beso en los


labios, que no era un sí ni un no, eran solo mis ganas de besarlo, de
sentirme bien cuando nos acariciá bamos de aquel modo.

La primera campana sonó y aflojamos los brazos al mismo tiempo, yo


dejé de alzarme y él se irguió por completo, con una sonrisa que sin
darme cuenta había estado extrañ ando.

—Nos vemos al almuerzo —desapareció por el pasillo y yo entré a mi


aula. Notaba los ojos acusadores y despreciativos de mis compañ eros,
probablemente por el rumor de Penny. Pero la verdad es que me
importaba muy poco. Siempre había sido una paria, pero nunca lo había
tenido a él. Y podía aguantarme susurros y comentarios mientras él me
siguiera sonriendo.

Para la hora del almuerzo me habían pasado a dar empujones de hombro


mientras cambiaba de clase má s de una vez, me habían botado los libros
al suelo y habían pasado a mi lado para susurrarme «zorra» al oído. Yo
hubiese preferido «zorro», soy hombre y, ademá s, estaba la película
aquella. Pero no dije nada, aquello pasaría, se detendría, las personas se
aburrirían como suelen hacerlo y encontrarían otra cosa con qué
obsesionarse. Cuando Arny pasó por mí, caminamos juntos a la cafetería
entre el cuchicheo estudiantil, pero a él parecía no afectarle, me contaba
del problema que había resuelto en matemá ticas y luego de servirnos la

102
comida yo iba a tomar mi bandeja hasta nuestra mesa de siempre pero él
me detuvo.

—Solo por hoy, ven, confía en mí —nos llevó hasta una de las mesas
circulares del centro de la cafetería, si no me hubiera dicho «confía en
mí» me habría volteado nada má s llegar, en esa mesa estaba Penny, dos
de sus amigas, Liam, Anastasia, y otros miembros de la má s alta jerarquía
social del colegio y Arny nos sentó en esa mesa con total naturalidad—.
Hola —él saludó como si nada, yo no quería estar allí, todos me miraban
como un bicho raro. El grupo se había quedado callado y podía sentir que
el resto de la cafetería también nos prestaba atenció n.

—Hola —la primera en devolverle el saludo fue Anastasia, como era la


ú nica alfa mujer del colegio se mantenía muy tranquila ante su presencia,
la popularidad de Arny no la afectaba en lo absoluto. Cuando todos
empezaron a saludar yo solo hice un gesto con la cabeza. Arny al parecer,
tenía má s que el saludo en mente.

—Quise que nos sentá ramos aquí para que me dijeran de frente lo que
andan diciendo a mis espaldas —me quedé tan sorprendido como los
demá s, abrí mucho los ojos y lo observé preocupado, pero él no me
miraba a mí sino a Penny—. Vamos Penélope, dime de frente lo que
andas diciendo. Que elegí a Jae en lugar de ti porque usó sus feromonas
—entonces desvió sus ojos hacia Anastasia que había quedado sentada a
mi lado— dime ¿tú lo hueles? —ella parecía encontrar todo eso
divertidísimo, así que se acercó a mí y yo no me alejé má s que porque
aú n estaba demasiado intimidado.

—No. No huele a feromonas.

—Exacto, entonces, dime Penélope ¿de dó nde sacaste eso?

—No sé de qué me hablas —ella agachó la cabeza nerviosa, Arny era


todo tranquilidad y sonrisa.

103
—Oh, pero sí sabes, porque te lo dije, sin embargo fue má s fá cil echarle la
culpa a mi novio. Pero vamos a aclararlo para ustedes —miró al resto de
la mesa y entonces se inclinó hacia mi oído—. No te enojes por favor —
susurró antes de ponerse en pie— ¡Vamos a aclararlo para todos! —su
voz resonó en todo el lugar. Como la mayoría estaban sentados, él podía
mirarlos desde arriba y yo quise encogerme en mi sitio ¿es que estaba
loco? É l por sí mismo ya habría llamado la atenció n, pero gritando todos
se callaron para escuchar lo que tenía que decir. El comedor fue silencio
y yo contuve el aliento en mi boca—. Para todos los que han escuchado
cosas —habló fuerte, sin gritar, haciéndose escuchar por todos—, no he
rechazado a nadie ni nadie me ha robado. Soy gay y no lo he ocultado, se
lo he hecho saber a las personas que han tenido intenciones conmigo —y
en ese momento miró a Penny que estaba roja de la vergü enza o la rabia,
dejando claro a quién se refería—. Y mi novio, Jae, no me sedujo con sus
feromonas, simplemente me gustan los castañ os guapísimos de ojos
azules. Así que agradecería que dejaran de meterse con él.

Y con eso se sentó , empezó el bullicio, Penny salió corriendo indignada


de la mesa, perseguida por sus amigas y yo quise hundirme en un hoyo
de la vergü enza porque todos nos estaban mirando.

—No puedo creer que hicieras eso —susurré mirá ndolo aú n nervioso. É l
tomó mi mano sobre la mesa y la apretó un poco.

—No creo en dejar a los bullies ser bullies —solté despacio el aire que
estaba reteniendo—, y en este caso, lo ú nico que hice fue decir la verdad.

—Eres muy Gryffindor —se rió .

—Y tú eres muy Ravenclaw.

No sé qué me gustó má s, que hubiera enfrentado a todos por mí. O que


adivinara bien mi casa de Hogwarts.

104
•••

Gracias a todos los que leen y comentan y aprietan la estrellita, me


animan a seguir <3

105
11. Se aprende más en la Sección
Prohibida

Frase del día: Cuento de hadas

Después de la declaració n pú blica de Arny las cosas no se arreglaron


má gicamente, la gente no me empezó a tratar con amabilidad o algo así.
Yo seguía siendo un omega masculino y Penny una de las chicas má s
populares del colegio, pero sí volvieron má s o menos a ser como antes, la
mayoría bá sicamente me ignoraba o me trataba con la cortesía mínima
requerida. Lo cual me parecía natural, si de pronto todos hubiesen
empezado a querer hablar conmigo, me habría sentido bastante
abrumado. Con que Arny me hablara era perfecto. En su caso, el pú blico
estaba dividido, algunos pensaba que era muy romá ntico y valiente que
hubiese enfrentado a todo el colegio para defender a su novio (aunque
seguro creían que podría haber conseguido un novio mejor), y otros
pensaban que era un desperdicio que un alfa como él fuese gay. Había de
todo.

106
Arny se había disculpado el mismo día de la declaració n, cuando me
encaminaba de vuelta a casa me había dicho que sabía que esa clase de
atenció n no me gustaba, pero que no había podido quedarse callado. Yo
no sabía có mo sentirme, aú n no sé. Por una parte, el que me protegiera,
que diera la cara por mí, cuando nadie lo había hecho, se sintió
increíblemente bien y cá lido. Sin embargo, también sentía que caía en un
cliché de ser «protegido» en el que nunca había querido verme, porque
me había imaginado independiente de todos, sin una necesidad de que
un héroe má s fuerte y mejor situado que yo que viniera a rescatarme, me
había convencido de que ese rescate no era necesario, que sobreviviría
solo. Pero aquella era un de las tantas cosas que tenía que aprender a
adaptar a mi realidad, que Arny existe, que está en mi vida, que no quiere
marcharse, que si las cosas funcionan no va a marcharse nunca y ese
futuro donde siempre debo valerme por mí mismo no va a existir. No
porque quiera usarlo o tenga muchos deseos de que me mantenga, sino
porque tendré que aprender que puedo aceptar ayuda, su ayuda, porque
no estaré solo.

El siguiente par de días mi madre está má s que imposible y yo practico


con ella la que era comú nmente mi estrategia con mis compañ eros:
silencio perpetuo. Aun cuando me grita, no respondo, le dejo decir lo que
quiere y me voy a un mundo en mi cabeza, había estado entrenando para
eso mucho tiempo, si ella creía que podría lograr que dejara a Arny con
ese tipo de presiones, estaba muy equivocada; seguíamos comiendo
juntos, caminando juntos, pequeñ os momentos que no parecían mucho
pero lo eran todo para mí. El jueves, sin embargo, tuve que cambiar los
planes.

—Tengo que ir a la biblioteca, si no regreso mis libros hoy me toca multa


—por eso mi mochila estaba inusualmente pesada, y por mucho que
Tamy me conociera desde niñ o, no me perdonaría la multa, era muy
estricta con esas cosas. No creo que le perdonara la multa ni a la abuelita
Alma, que la había criado y a la que amaba má s que a nadie.

107
—Te acompañ o —así que por primera vez nos desviamos del camino
habitual, fuimos en la direcció n contraria hasta llegar al centro de mi
pequeñ a ciudad, aunque claro, procuré que no pasá ramos fuera de la
florería donde trabaja mi madre. Cuando entramos a la biblioteca el
suelo crujió má s de lo usual, no digo que mi novio esté gordo, pero sí que
debe pesar como el doble que yo. Tamy despegó su cabeza de chicle de
un libro para buscar quién era el originario del ruido y miró a Arny
primero. Como toda reacció n enarcó una ceja y luego desvió los ojos
hacia mí.

—¡Ajá ! Te decidiste a volver... pensaba que habías muerto y nadie me


había contado, que tendría que ir a rescatar los libros a tu casa como
ninja o algo así —bromea y supongo que tenía razó n, no había ido en
muchos días cuando solía hacerlo antes todo el tiempo.

—Hola Tamy —nos acercamos al mesó n—, este es Arny, mi novio. Arny,
esta es Tamy, la bibliotecaria.

—También fui tu niñ era cuando eras crío, no te olvides —remarcó ahora
mostrando un poco má s de interés en Arny, luego de que lo mencionara
como mi novio porque, la verdad, creo que con la primera impresió n no
podría haberle importado menos, a Tamy solo le gustaban los personajes
2D—. Así que tú eres el culpable de la constante ausencia de mi mejor
cliente —Arny se rascó la nuca, hacía eso cuando estaba nervioso, a mí
me encantaba porque flexionaba el brazo y se le veían los mú sculos de
los bíceps, lo cual, en toda honestidad, era un espectá culo que me
gustaba mucho ver.

—Creo que lo soy —Tamy sonrió divertida y yo comencé a sacar los


libros de mi mochila dejá ndolos sobre el mesó n.

—Ah, muy bien, pensé que te pasarías de la fecha, sabes que no lo


hubiera perdonado —asentí y tomé la mano de Arny.

108
—Vamos —lo llevé a los computadores primero—, aquí suelo hacer los
trabajos de clase, este es el lugar donde me siento siempre —señ alé la
silla y luego lo guié hasta las escaleras para subir al segundo piso. La
tarde estaba nublada y las luces opacas daban un baile de sombras allí
arriba. Lo primero que mi novio miró fue el cuadro de la señ ora con ropa
de muñ eca.

—Eso es muy creepy.

—Sí, me gusta mucho —sonreí divertido, él me miró con cara de «mi


novio está chalado»—, porque a la gente le da miedo —expliqué—,
entonces casi nunca suben y puedo tener este lugar para mí solo.

—Ah... —se soltó de mi mano para pasear curioso por el lugar y yo me fui
a los estantes en busca de un libro que quería enseñ arle—. Pues este sofá
sí es có modo —encontré el libro y cuando volteé a mirarlo estaba en mi
sofá . Mis ojos se volvieron dos rendijas azules y acusadoras mientras él
sonreía fingiendo que no se enteraba de nada.

—Sí, es mi sofá —y marqué la palabra para que se diera cuenta de su


sacrilegio, todo lo que hizo fue removerse y reclinarse má s
có modamente en la espalda acolchada del mueble.

—No tiene tu nombre.

—Porque se llama cuchi —contuvo la risa.

—¿Es en serio? —para este punto ya debería saber que yo no mentía, se


tapó la boca para no reírse fuerte y que Tamy nos echara, aun con la
biblioteca vacía, era estricta sobre esas cosas, Arny parecía haberse dado
cuenta.

—¿Y ahora dó nde me siento yo? —el sofá era el ú nico asiento junto a la
ventana, má s lejos solo habían mesas con duras sillas. A él le pareció una

109
excelente idea palmearse las piernas como respuesta, sonriéndome con
su hoyuelo irresistible.

Así que me senté, con las mejillas calidad de rubor, pero me senté. De
lado sobre sus piernas, en cuanto lo hice él me rodeó con los brazos y yo
dejé que mi costado reposara sobre su pecho, apoyé el libro sobre mis
propias piernas y alcé mi rostro solo para encontrar el suyo. Tan cerca...
cuando está bamos de pie no era tan fá cil, porque nuestras alturas no
ayudaban, pero de ese modo está bamos casi iguales. Levanté la mano
para acariciarle la mejilla y deslizar la punta de mis dedos hacia su
cabello oscuro que, como humano, era muy suave. Cerró los ojos
mientras apretaba un poco el abrazo que sostenía en mis caderas,
apegá ndome má s a él. Yo me quedé fascinado por sus pá rpados, por lo
poblado de sus pestañ as. Sus detalles me dejaban sin aliento, como la
forma en que se inclinaba casi imperceptiblemente hacia la palma de la
mano con que le repartía caricias, buscá ndome, necesitá ndome como
nadie lo había hecho. Sin decir nada, me atraía hacia sus labios, porque
ellos eran un centro de gravedad creado solo para mí.

Nos besamos.

Despacio, como hacíamos siempre, reconociendo la suavidad de su boca


y la mía, el hormigueo de placer que cada día se me hacía má s preciado.
El roce era delicado, nuestro. Entonces dejó una pequeñ a lamida entre
mis labios, haciendo un pedido mudo, porque aquello no lo habíamos
hecho antes, y yo lo dejé entrar, aun sabiendo que tal vez sería torpe e
inexperto. Pero aprendería con él, era un paso que muchos veían simple
de dar a nuestra edad, pero se sintió profundo para mí. No estaba solo
bebiendo de su aliento, lo estaba dejando entrar, entrar en mi cuerpo,
pidiendo permiso para responder, para entrar en el suyo. Para muchos
sería solo un beso con lengua, pero para mí era un nivel má s de
intimidad, porque hasta ahora solo nos habíamos acompañ ado... y ahora
nos está bamos compartiendo.

110
Su sabor era increíble, intenso sin ser molesto, embriagante. La humedad
de su lengua y la sensació n que me recorrió cuando tocó la mía fue lo
mejor que había experimentado en mis diecisiete añ os de vida. El
temblor recorrió todo mi cuerpo y él me sujetó má s firme como si
temiera que sucumbiera. Yo lo necesitaba, esos brazos afirmá ndome, sin
querer dejarme ir. Mi lengua probó la calidez de su boca y me maravillé
de ella, quería conocer cada parte de su dulce cavidad, perderme horas
para memorizar las suaves curvas de su paladar, y jugar con su lengua
hasta que no supiera la diferencia entre la suya y la mía.

Hicimos aquello lento, no quería besarlo desesperado, como si fuera a


perderlo, quería besarlo como si tuviera todo el tiempo del mundo,
deseaba creer que lo teníamos, tener fe. Así que me entregué a ello
completamente y recibí su propia entrega, descubriéndonos despacio,
frotá ndonos suave, maravillado por la humedad que no se acababa, que
vivía eternamente en su lengua; maravillado por lo bien que se sentía
cuando contrastaba sus partes má s á speras contra las má s suaves en mí.

Nunca nos habíamos besado así antes y quiero creer que esperó a
besarme de este modo porque quería encontrar el lugar correcto. Quiero
creer que esperó hasta que estuvimos aquí, en el refugio que yo
consideraba mío, el lugar que me hacía sentir má s seguro, má s en casa.
Mi lugar má s íntimo, mi atalaya. Quiero creer que esperó , porque quiso
que fuera perfecto, y para mí no había lugar má s propio que este,
rodeados de aroma a libros y oscuridad inminente.

No era un cuento de hadas, él no era un príncipe y yo no estaba


sumergido en un sueñ o eterno, éramos dos adolescentes que se querían
y deseaban má s allá de la magia o lo sobrenatural. Pero saberlo no lo
hacía menos má gico, sobrenatural o de ensueñ o.

Respirá bamos a ratos, tomá bamos aire y volvíamos a reconocernos.


Hasta que en un acuerdo silencioso comenzamos a disminuir la

111
intensidad, besá ndonos solo con los labios de nuevo, besos largos que se
fueron acortando poco a poco, hasta que nuestro ú ltimo beso terminó
con su frente apoyada en la mía, y nos miramos con sonrisas gemelas en
el rostro. No era su típica sonrisa amplia, era modesta, pero la má s
intensa que me había mostrado, el amarillo brillaba, como de otro
mundo y una de sus manos subió hasta mi rostro para acariciar con su
pulgar mi mejilla, mientras yo descansaba mis dedos en su hombro.

No dijimos nada, no fue necesario. Por un largo momento solo nos


observamos, yo fascinado por sus ojos brillantes y él encantado con los
míos. Hasta que finalmente bajó la mirada al libro en mis piernas y
decidió que debíamos regresar a la realidad. Fue una decisió n
inteligente, creo que de no ser por él nos habríamos convertido en
estatuas incapaces de apartar la vista.

—¿Y este libro? —tuvo que carraspear un poco antes de hablar. Yo tomé
el volumen con ambas manos.

—No es mi libro favorito ni nada, pero tiene una parte que me gusta
mucho, quería leértela —sus manos volvieron a descansar en mi cadera.

—Vamos a escucharla entonces —busqué la pá gina que me sabía de


memoria (171) y comencé a leer.

—«Y soñ ó un sueñ o tan, tan increíble, que fue demasiado para su propio
cerebro. No podía vivir solo en su imaginació n. Su sueñ o increíble
atravesó sus pá rpados, dejó lo onírico y se volvió realidad. Porque esos
sueñ os son los má s poderosos, los que son tan increíbles que volvemos
reales» —era un pá rrafo muy breve, pero siempre me pareció
importante, ahora pienso que me gustaba por alguna clase de
superpoder o conexió n mística entre nosotros. Ahora creo que ese
pá rrafo me gustaba por Arny, porque representaba su sueñ o, su creencia,
no la mía. Yo nunca soñ é con él, pero él me soñ ó a mí, él volvió su sueñ o
realidad y ahora está bamos juntos. Yo no me atreví a soñ ar y él soñ ó por

112
nosotros. Y ese pá rrafo siempre me había gustado, aun cuando yo no
soñ aba, la ú nica explicació n para ello es que tal vez de alguna forma
má gica lo sabía, que en algú n lugar del mundo estaba él, soñ á ndome a
mí.

Si mi novio era un lobo, esto también podía ser cierto.

—Me gusta —susurró en mi oído y yo descansé la cabeza en su hombro,


dejando que la punta de mi nariz rosara su cuello, disfrutando de su
aroma.

Se estaba haciendo muy tarde, teníamos que marcharnos. Dejé el libro en


su estante y cuando bajamos las escaleras Tamy me miró , estaba de pie,
frente a su mesó n, probablemente había estado acomodando los libros
que había devuelto. Así de pie se notaba que ella era unos diez
centímetros má s alta que yo.

—¿No te llevas nada?

—No esta vez —con toda la «distracció n» no me había dado tiempo—,


nos vemos Tamy.

—Jae —me detuvo y la miré—, cuando seas bibliotecario y un día


encuentres un par de jovencitos besá ndose en tu biblioteca, recuerda
este día, y déjaselos pasar —pude sentir mi rostro calentarse mientras
ella me miraba con cara de astucia, totalmente divertida—, tus labios
está n rojos —me toqué la boca con la mano libre y ella se rió suave.

—Adió s Tamy —susurré.

—Adió s —escuché a Arny, y Tamy nos respondió con un «ya vá yanse.


Esta juventud de ahora...».

113
Afuera estaba cada vez má s oscuro, comenzamos a caminar hacia mi casa
y nos alejamos de la ciudad cuando una voz conocida llamó mi nombre.

—Jae —era mi madre. Llevaba su cabello recogido, su suéter celeste,


pantalones negros y botines, observó mi mano entrelazada a la de Arny
como desafiá ndome, esperando que lo soltara.

—Madre —la saludé de ese modo y la mano de mi novio apretó la mía


mientras, por el rabillo del ojo, lo vi poner una mirada totalmente amable
hacia ella.

—Señ ora Seaver, es un gusto conocerla, soy Arnulf Hertz, el novio de Jae
—estiró una mano hacia ella, todo cortesía y perfecció n. Mi madre miró
esa mano un segundo antes de estrecharla, tal vez impresionada por él.

—Puedes llamarme Helena —lo dijo como si nada, como si no se hubiese


estado oponiendo a nosotros todo el tiempo— ¿Qué estaban haciendo?
—no miró nuestros labios, al menos eso fue bueno, aunque nuestra
sesió n de besos era má s evidente en los míos.

—Arny me acompañ ó a la biblioteca a devolver unos libros —lo miré


fascinado, sin poder evitar que se me notara lo mucho que sentía por él
en los ojos. É l me regaló una sonrisa cargada de afecto antes de regresar
la mirada a mi madre.

—Se nos hizo un poco tarde, por eso quería llevar a Jae de vuelta a casa,
no quería que anduviera solo —mi madre enarcó una ceja.

—Vaya, gracias por eso —miró su reloj—, pero ahora puede caminar
conmigo, estoy segura de que te deben esperar también en tu casa —
prefería mil veces caminar con Arny a hacerlo con ella, pero él solo
asintió y se volteó a verme.

—Ve con cuidado.

114
—También tú —puso su mano tibia en mi mejilla y se inclinó a dejarme
un breve y cá lido beso

—Nos vemos mañ ana —miró a mi madre—, un gusto Helena.

—Un gusto —él se marchó y por un par de segundos lo observé caminar


antes de emprender mi propio camino a casa.

Mi madre no dijo nada durante todo el trayecto, lo cual fue un buen


cambio porque esperaba gritos o reclamos. Pero llegamos a casa y ella
encendió las luces, yo fui a preparar el té de siempre, dispuesto a dejarle
el suyo e ir a beber el mío a mi cuarto cuando estuvieran listos. Sin
embargo, ella tomó el tazó n con una mano, sujetando el control remoto
de la televisió n en la otra, pero antes de encender su ventana a lo
imposible, habló sin mirarme, interrumpiendo nuestro silencio perpetuo.

—De verdad le gustas —su voz sonaba blanda, desconocida para mí.

—Sí.

—Y a ti te gusta él —esta vez buscó mis ojos, queriendo encontrar algú n


rastro de duda en los míos.

—Sí —no la había, no estaba mintiendo.

—Está bien —y con eso encendió la televisió n, se perdió en su mundo y


no me gritó de nuevo. Y supe con certeza que no me pediría terminar mi
relació n otra vez. Tal vez porque reconoció mi cariñ o real, tal vez porque
le había gustado mucho Arny, tal vez porque le recordé una época
cuando ella quiso a alguien que la quería a ella. No lo sé. Solo supe que la
pelea había terminado.

Y pensé en Arny, mi Arny, con los labios suaves de besos hú medos. Pensé
en có mo quería una vida con él y en como deseaba que ojalá existieran

115
má s como él en el mundo, porque él hacía todo mejor; pensé en lo
maravilloso que sería tenerlo dentro, una pequeñ a parte de él, un
pequeñ o pedazo de su existencia fusionada con la mía. Pensé en una
criatura que correría por los bosques, que lloraría a gritos por las noches
porque los lobos como él no callaban ante injusticias y hacían oír sus
reclamos, ya sea por hambre o pañ ales sucios. Pensé en leerle para que
soñ ara como su padre, para que soñ ara miles de mundos y los hiciera
realidad, pensé en lo duro que sería reñ ir ojos ambarinos cuando su
cará cter voluble lo hiciera perder el respeto. Pensé en lo hermoso y lo
difícil que sería, en los desafíos que enfrentaríamos todos. No había
estado viendo el cuadro completo, no sería solo mío, no sería solo del
«omega masculino», sería de su padre también, increíble y má gico en sí
mismo.

Sería nuestro.

—Lo quiero —abracé mi vientre y sonreí contra la almohada.

Realmente lo quiero.

•••

Sé que en este capítulo no pasaron muchas cosas, pero lo que ocurrió fue
importante. Estuve mucho tiempo peleando con la parte del beso, sé que
un beso de ese tipo normalmente no es un hito tan grande en las
historias, pero quería que lo fuera para ellos, lo tenía muy claro en mi
cabeza y luche para ponerlo en palabras, para proyectar todo lo que
había imaginado (no creo haberlo logrado por completo). Lo importante
era que estaban dejá ndose entrar el uno en el otro...

En fin, muchísimas gracias a todos ustedes que leen y dejan comentarios


y estrellitas. Espero que sigan disfrutando esta historia tanto como yo.

116
12. Mi lobo me plantó así que almorcé
con su mamá

Palabra del día: Beta

Por supuesto que cuando tengo má s ganas de ver a mi novio para darle
una buena noticia, él decide faltar a clases. Pensé que tal vez solo se
había quedado dormido cuando, al llegar no me estaba esperando afuera
del instituto como siempre, pero lo esperé en la entrada hasta que sonó
el timbre y nada, ni rastro de él, y cuando fui a su saló n uno de sus
compañ eros me dijo que no había aparecido en clase. Me pregunté si le
habría pasado algo, el día anterior se veía bien (má s que bien). Así que
nada má s salí al medio día lo llamé por teléfono.

Me contestó su mamá .

—Jae, estaba esperando tu llamada —me detuve frente a la panadería


donde cruzaba para entrar al bosque.

117
—¿En serio? —al otro lado del teléfono la mamá de Arny sonaba
tranquila.

—Sí, Arny olvidó avisarte ayer que hoy no iría a clases... dijo que algo lo
distrajo —menos mal que su mamá no podía ver que me había sonrojado
al pensar en el «algo» que lo había distraído.

—¿Entonces no está enfermo? —pregunté al fin, esperando que no fuera


así.

—Nada de eso, es que hoy es Luna llena.

—Oh... —miré a todos lados viendo que nadie estuviese cerca y crucé al
bosque donde podría hablar con má s libertad—, pensaba que eso no le
afectaba.

—No le afecta y sí le afecta —contó con voz tranquila, yo no entendí,


pero ella se apuró a explicar—, no es que se transforme a la fuerza en
lobo estos días, pero es tradició n para ellos pasar la mayor parte del día
como lobos y luego a la noche salir a aullar a la Luna. Ahora él, Saskia y V
andan en el bosque, me dejó su teléfono con instrucciones de explicarte
cuando llamaras.

Así que era eso, una de las tantas cosas de tener un novio sobrenatural,
mientras avanzaba por el bosque me pregunté si estaría por ahí cerca,
pero probablemente no, estaría en lo má s profundo, lejos de humanos.

—Quiero verlo —lo solté sin pensar, porque lo extrañ aba.

—Oh, pues ¿por qué no vienes a almorzar conmigo? —su mamá sonaba
muy tranquila—, yo estoy por terminar de analizar unas muestras,
pensaba ir al centro a por algo de comida ¿por qué no paso por ti y
vienes conmigo? Arny y los demá s regresará n a cenar antes de volver a
salir así que podrá s verlo.

118
La oferta me sorprendía e intimidaba, por un lado no sabía si podía estar
solo con su mamá , pero por otro lado realmente quería verlo, quería
contarle lo que había decidido y no quería esperar a mañ ana. Ademá s, de
pronto recordé que había cosas que quería preguntarle a su mamá ,
porque era una omega, con su pareja destinada.

—Si no es molestia para usted... —comencé a decir pero me interrumpió .

—¡Ninguna! Me harías un favor, se vuelve muy aburrido comer sola


cuando todos está n fuera.

—Entonces lo agradecería mucho ¿dó nde la espero? —ella me dijo un


local en el centro y yo deshice lo andado y me encaminé al centro de
Roscoe, pensando que aprovecharía de pasar a la florería a decirle a mi
madre que iría a cenar a la casa de Arny.

Mi madre no se opuso, solo me dijo que esperaba que me trajeran de


vuelta a casa, le dije que probablemente una de sus mamá s lo haría.
Mientras la esperaba pensé en que ese sería yo en un futuro, pasando el
día solo mientras Arny y nuestra prole salían a correr y aullar por la
Luna llena. Ella no tardó mucho en llegar, ese día llevaba su cabello en
una coleta alta y un vestido pú rpura, largo hasta los tobillos que le
quedaba muy bien. Conducía el jeep que usualmente usaba Arny y me
hizo un gesto para que subiera, dentro olía un poco a comida.

—Hola Jae ¿có mo está s? —le sonreí y me puse el cinturó n—, espero que
te guste el pollo con papas fritas.

—Me gusta, y estoy bien ¿có mo está usted? —ella frunció un poco los
labios.

—Iba a decirte esto la vez pasada y no alcancé, por favor tesoro, há blame
de tú , puedes llamarme Amelia —conducía con los ojos en la carretera—
confío en que seremos familia así que está bien ser má s coloquial,

119
honestamente, me hace sentir algo vieja cuando me hablas de «usted» y
aun con un hijo de casi dieciocho, deberías saber que lo tuve muy joven.

—Está bien —acepté mientras ella sonreía conforme. Nos adentramos


por el camino de tierra.

—Arny se pondrá feliz de verte, estaba muy preocupado esta mañ ana
porque olvidó avisarte que no estaría.

—Me sorprendió —admití—, pero me alegra que no fuera que le había


pasado algo —ella me miró un segundo y reconocí que sus ojos verdes
tenían una amabilidad muy similar a la de Arny.

—Eres un buen chico.

—Gracias —miré un segundo mis manos—, lamento haberme ido la vez


pasada sin despedirme —ella le quitó importancia con un gesto
despreocupado.

—Me hubiese sorprendido que te hubieras quedado, no es solo lo del


lobo, es mucho que asimilar, entiendo que necesitaras tiempo para
procesarlo —supongo que era cierto, después de todo, ella había pasado
por lo mismo.

—Señ ... —me detuve—, Amelia ¿puedo hacerte preguntas? Leí un libro
sobre diferencias de la relació n de alfas y omegas destinados y no sé qué
es cierto y qué no —detuvo el vehículo frente a la casa. Se estiró para
sacar unas bolsas del asiento trasero (la fuente del olor a comida) y me
sonrió .

—Claro, tesoro, te contaré lo que sepa, tenemos tiempo —dentro de la


casa fuimos a la cocina donde imaginé que Arny desayunaría todos los
días con sus madres y su hermanito. Había un par de ventanas porque
todo en esa casa tenía ventanas y miré hacia el bosque preguntá ndome

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dó nde estaría corriendo mi novio. Antes de empezar las preguntas ella
sirvió dos platos con pollo y papas fritas, ademá s puso jugo de naranja y
nos sentamos a comer. Estaba bastante bueno—. Cuéntame, qué quieres
saber.

—Pues —traté de recordar—, pues decía que un alfa podría usar sus
feromonas má s fá cil para dominarme —bebió algo de jugo antes de
contestar.

—Medio cierto, medio no. Es cierto que sus feromonas afectan, pero no
que te fuercen o dominen, sino que hacen que quieras obedecer. Te dan
ganas de hacer caso si te está n pidiendo algo —vaya, no sabía si me
gustaba la idea de perder mi voluntad—, esto, claro está , si esa es su
intenció n. Puede que Arny esté liberando sus feromonas simplemente
porque siente deseos de ti en ese instante y si, en ese momento, te pide
«salta en un pie», pero no está liberando sus feromonas porque quiere
hacerte saltar en un pie, eso no pasará . O sea, no sentirá s la necesidad de
saltar porque no está liberando las feromonas con esas intenciones, no lo
está haciendo para someterte —me mira—, y un alfa necesita mucho
control y prá ctica para aprender a usar las feromonas de ese modo —eso
me aliviaba mucho, aunque no creía que Arny fuera a hacerme algo así,
pero de todos modos quería saberlo.

—Ya veo... también decía que aun sin estar enlazados, él sería capaz de
escuchar si yo emitiera mi llanto de omega, ya sabes, en peligro —corté
un poco del pollo y sonreí al sentir el sabor. Ella asintió .

—Eso es cierto, y como Arny es un lobo, será aú n má s sensible, los lobos


tienen una conexió n muy profunda con sus destinados —eso era un
alivio, no sabía qué clase de peligro podría enfrentar en Roscoe, que era
una ciudad pequeñ a donde nunca pasaba nada, tampoco quería ser el
cliché de omega rescatado por su alfa, pero era mejor tener la opció n y
no necesitarla, que necesitarla y no tenerla.

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—También... —me sonrojé un poco, no sabía si podía preguntar aquello.

—Dime, no me avergonzará s, Saskia y yo somos mujeres de ciencia —


trató de animarme como si adivinara que quería preguntar algo
vergonzoso.

—Decía que, en nuestro caso, Arny siempre será capaz de embarazarme,


esté en celo o no. Aun cuando los omegas masculinos nos embarazamos
solo en celo —sentí mis mejillas arder, pero ella no se rió ni nada, solo
apretó los labios hacia un costado haciendo el mismo «mhh» que Arny
hacía cuando pensaba.

—Pues... no me acuerdo si... —entonces pareció recordar algo— ¡Sí!


Cierto... no hay muchos omegas masculinos, el clan de mi familia de
hecho es uno de los pocos que es má s femenino que masculino, pero sí
recuerdo haber conocido un omega que mencionó esto. Creo que es
cierto —para ella no debía haber sido un tema comú n ya que cualquier
mujer, en celo o no, podía embarazarse, para mí era todo un
acontecimiento.

—Vaya —seguía sonrojado, lo sentía. Pero eso me recordó que


necesitaba anticonceptivos de algú n tipo o condones extra-grandes para
cuando algú n día lo hiciera con Arny.

—¿Alguna otra duda? —en ese instante, no se me ocurría nada.

—Es lo que leí ¿hay algo má s que no esté? —esa era una posibilidad.
Comí de mis papas mientras ella parecía intentar recordar.

—Creo que en general es eso, aunque sí diría que tenemos una necesidad
del otro má s fuerte que la de parejas enlazadas comunes —la veo
terminar sus papas, acomodar los tenedores y observarme—, no es solo
que esté enamorada de Saskia, nos amamos, pero también necesitamos
estar juntas, las otras parejas destinadas que conozco son igual. Nos es

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difícil pasar tiempo sin vernos porque estamos llamadas la una a la otra
—me sonríe—, un par de días no es difícil pero má s... se vuelve...

—¿Complicado? —traté de entregarle la palabra que parecía estar


buscando, ella asintió .

—Algo así. No es que no podamos estar separadas de verdad, pero es


como si hubiese una molestia constante en el fondo de tu cabeza que no
desaparece hasta que tu pareja está contigo. Tu destinado te calma —me
sonríe—, para los omegas, nuestro alfa nos da seguridad, nos hace sentir
tranquilos. Para ellos, al menos para Saskia... lo que la acosa es
desesperació n, nosotros nos sentimos molestos por una inseguridad
difícil de definir, ellos son atacados por desesperació n, ausencia. Sienten
que algo les falta. Como omegas, les damos paz y, de cierto modo, refugio
también. Aun si es el omega quien ha tenido que marcharse un tiempo, el
alfa siente que su casa está donde su omega esté, así que aun si se
encuentra en el lugar donde ha vivido toda su vida, no se sentirá «en
casa» hasta que su omega no esté con él. Su omega es su hogar.

—Vaya —sonaba codependiente y extrañ o. Ella sonrió suave.

—No es que no puedan vivir separados, uno puede aprender a vivir con
esas sensaciones y se vuelven soportables con el tiempo, pero lo mejor es
estar juntos. Ademá s... no veo nada malo en estar con quien amas —en
eso tenía razó n—. Por eso es ideal tomar decisiones juntos, de modo que
puedan avanzar en la vida sin necesidad de alejarse demasiado. Por
cierto, esto es después de enlazarse —aclaró y yo entendí, porque yo no
me había sentido tan necesitado de Arny los fines de semana, lo
extrañ aba, sí, pero no de ese modo—, antes de enlazarse los destinados
se necesitan, pero no es un llamado tan fuerte.

—Ya veo —era bueno saberlo, así podríamos decidir el mejor momento
para formar el enlace. Si, por ejemplo, íbamos a la universidad en
diferentes ciudades, tendríamos que esperar a terminar nuestra

123
educació n para enlazarnos porque de no ser así sería muy difícil
soportarlo.

Luego de eso ella lavó los platos y yo los sequé. Me enseñ ó las muestras
de su investigació n en su laboratorio y la ayudé a organizar las que le
faltaban en sus estantes. Me parecía fascinante el trabajo que hacía, me
contaba sobre la pasió n que sentía por la naturaleza, que siempre le
había parecido algo tan importante, algo que necesitaban cuidar y había
sido demasiado afortunada al ver que Saskia compartía una pasió n tan
similar a la suya. Me enseñ a sobre ecosistemas y para cuando salimos del
laboratorio ya está atardeciendo. Descubro que la parte de atrá s de la
casa está rodeada por un piso de madera con asientos que miran al
bosque, nos sentamos a esperar y la observo un instante, sus ojos verdes
se pierden en la lejanía, añ orando que su familia regrese.

—No debe ser fá cil... —susurré y ella sonrió un poco.

—Me he acostumbrado, me habría gustado poder estar con ellos, pero no


pudo ser. Y estoy bien con ser la humana de la familia —algo de lo que
dijo llamó mucho mi atenció n.

—¿A qué te refieres con que «no pudo ser»? —ella volteó hacia mí.

—Oh, pues... cuando decidimos que tendríamos a Arny, Saskia me contó


de la posibilidad de convertirme en lobo. Porque aunque es raro que
ocurra, un hijo entre un lobo y un humano podría no nacer lobo, en tal
caso, el clan tendría que despertarle la naturaleza de lobo a la fuerza, lo
que no es ideal —explicó y yo me quedé pasmado ¡Arny me había dicho
que no podía cambiar a nadie!

—Pensé que no podían transformar gente —interrumpí y ella asintió .

—No a cualquiera, en mi caso no se pudo, es decir, tienes que tener


sangre de lobo relativamente reciente en tu familia. Uno de tus

124
bisabuelos tiene que haber sido lobo, por lo que tus abuelos deben haber
sido de esos casos en que no nacieron como lobos, pero no les
despertaron. Ya sea intencionado o no, la familia decidió quedarse en el
lado «normal» —explicó —, pero cuando buscamos, ninguno de mis
bisabuelos venía de un clan de lobos, incluso analizamos mi adn a ver si
había algú n rastro, pero no hubo suerte —todo eso era informació n
nueva para mí ¿si había sangre de lobo en mi familia podría
transformarme? ¿Podría salir a correr con Arny en Luna llena? ¿Podría
correr con él y nuestros cachorros?—. Si hubiese tenido sangre, el clan
habría estudiado la posibilidad de despertar mi sangre de lobo para que
pudiera cambiar. Así que Arny no te mintió , él no puede transformar
gente —me miró —, pero el clan podría, si quisieras y tuvieras el linaje.

—No tenía idea —ella rió un poco.

—Me doy cuenta por tu cara de sorpresa —quería intentarlo, necesitaba


intentarlo, si podía ser un lobo como Arny, si podía acompañ arlo, quería
hacerlo, no tenía ninguna duda.

—¿Có mo pudiste saber que tus bisabuelos no eran lobos? —dudaba que
hubiesen estado vivos todos.

—Busqué sus nombres, Saskia pidió el registro a la líder de su clan,


porque cada líder tiene un registro con los nombres de los miembros de
su propio clan y otro de los otros clanes. Incluyendo los nombre de los
clanes que han desaparecido por un motivo u otro —me mira—, si
quisieras intentarlo Arny tendría que pedir el registro actual, yo tengo la
copia que nos dieron en esa época pero está desactualizada porque la
actualizan cada siete añ os en la reunió n de clanes —todo eso abría un
mundo nuevo de preguntas.

—¿Me podrías prestar tu registro para revisarlo? —ella asintió .

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—Claro, luego te lo dejo —si era una posibilidad quería intentarlo,
porque si alguien era capaz de tener un hijo no-lobo porque uno de sus
padres no era lobo, con mi suerte, ese sería yo. Y sobre todo... quería
sentir lo que Arny sentía, quería comprenderlo má s, ser parte de su raza,
quería que nuestras diferencias no fueran tantas, quería acercarme a él
un poco má s.

Los ojos de Amelia voltearon hacia el bosque con atenció n y traté de ver
lo que ella estaba mirando, pero tal vez no era que había visto nada, sino
que los había sentido acercarse. Noté movimiento a la distancia y me
puse instintivamente de pie, dando pasos hacia el bosque, me quedé de
pie a unos cinco metros de los á rboles y mi sonrisa se volvió amplia
cuando vi a un lobo negro aparecer, era él, lo reconocía, corrió directo a
mí y me saltó encima haciéndome caer al suelo, me alcancé a afirmar con
las manos mientras él ponía sus patas delanteras junto a mi rostro y
comenzaba a lamer mi cara y mi cuello con desesperació n, haciéndome
cosquillas y sacá ndome carcajadas.

—Arny... para —le pedí porque no me dejaba respirar, me miró y casi


pude entender que decía «qué haces aquí, no te esperaba» y luego volvió
a lamerme y yo estiré los brazos para rodearlo, sintiendo que su pelaje
estaba algo hú medo. Eso lo calmó un poco y me dejó ponerme en pie.
Pude ver otro lobo negro, probablemente su má , Saskia, junto a Amelia, y
un lobo blanco que sin duda era V, esta vez estaba en su forma de lobo
completa, así que lucía como un cachorro.

—Vamos, Arny, ve a vestirte —lo apuró Amelia y él se apartó de mi lado


para ir hasta la ventana tipo puerta de su cuarto, se transformó ante mis
ojos en humano, pude ver su espalda desnuda y entró a su cuarto
haciendo que me sonrojara mucho. Su mamá me miraba divertida— ¿Por
qué no vas con él? Luego podrá s ver a todos —me daba cuenta de que ni
V ni su mamá se habían transformado y era porque aparecerían

126
desnudos. No estaría bien espiar así que solo acepté y seguí a Arny a su
cuarto. Me alivió un poco que ya tenía los bó xer puestos.

—¡Hey! —su cabello estaba desordenado, peinado hacia cualquier sitio,


revuelto, sus mú sculos me parecían má s marcados que de costumbre, tal
vez por su casi desnudez. É l sonreía amplio de verme y se acercó de
inmediato a abrazarme—, pensaba que no te vería hasta después, qué
bueno que viniste —descansó sus manos en mi cadera y yo lo abracé por
el cuello mientras me daba un beso que había estado necesitando. El
beso fue hú medo, sus labios succionaron mi labio inferior y yo mordí su
labio superior suavemente antes de jugar un poco con su lengua.
Entonces se apartó y pude ver un sonrojo en sus mejillas—. Estoy
demasiado desnudo para esto, es demasiada tentació n cuando casi no
llevo ropa —me reí suave y lo solté.

—Bueno —lo observé mientras recogía un par de shorts celestes del


suelo y se los ponía, su cama estaba deshecha pero igual me senté sobre
ella—. En realidad vine porque quería decirte algo —lo observé recoger
una camiseta, llevá rsela a la nariz, y luego arrojarla a lo que parecía un
montoncito de ropa sucia.

—¿Qué querías decirme? —abrió la puerta de su closet y vi que tenía


colgadores con muchas camisetas, sacó una blanca con alguna clase de
estampado en rojo y se volteó a verme sin ponérsela aú n.

—Que... —tomé mucho aire, pensé que sería difícil, que estaría nervioso
de decírselo, que sentiría que tal vez me estaba amarrando o cometiendo
un error. Pero lo cierto es que lo ú nico que sentía era emoció n buena y
ganas de ver su reacció n—... quiero hacerlo, quiero tener hijos contigo.

No me preguntó si estaba seguro, sabía que no era necesario. En cambio


dejó caer la camiseta y saltó sobre mí muy similar a como lo había hecho
de lobo, haciéndome caer hacia atrá s en la cama mientras me abrazaba
con fuerza y comenzaba a repartir besos por todo mi rostro.

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—Gracias, gracias —repetía aquello entre cada beso, haciéndome
cosquillas y haciéndome sentir tan cá lido. Abracé su espalda desnuda y
él apoyó su cuerpo má s sobre mí, aú n abrazá ndome por la cadera. Puso
su frente sobre la mía y me miró con sus ojos má gicos—. Eres increíble.

Y el beso que me dio era má s que un «gracias», era una declaració n de


afecto, de deseo. Mi boca se perdió en la suya mientras mis manos
luchaban por no resbalar de su espalda, mi aliento se vio invadido
mientras su cuerpo presionaba contra el mío un poco má s y quise jadear
pero no pude porque sus labios no querían darme tregua. La
temperatura comenzó a subir demasiado.

—Arny —alcancé a decir en un momento que buscó aire pero luego


volvió a besarme y yo medio protesté medio no, porque también soy un
adolescente, también tengo necesidades, y joder, mi novio está muy pero
muy bueno. No es solo que sea un lobo, eso era lo de menos en este
instante, era que olía increíble y sus besos me derretían y quería ser
consumido por él. Pero de algú n lugar salió un poco de cordura y me
aparté lo mejor que pude de sus labios— ¡Arny! —eso lo hizo despertar
de su transe—. Dije que quiero tener hijos, no me refería a empezar
ahora —solté casi sin aliento y él se rió , se levantó un poco y escondió
sus ojos en mi hombro, riendo suave.

—Lo siento, me emocioné —pero podía escuchar la sonrisa en su voz. No


me molestaba, se terminó de levantar, lo solté y me senté, mirá ndolo
sonreír ampliamente—. Es la mejor Luna llena de la vida, en serio... estoy
demasiado feliz, hoy voy a aullar tan fuerte que me escuchará s en tu casa
—me reí, pero luego negué con la cabeza.

—Por favor no lo hagas, no quisiera que a algú n loco le dé por salir a


cazar lobos —se puso la camiseta blanca y regresó a mí.

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—Gracias por venir a verme solo para decirme... te extrañ aba —se puso
de rodillas frente a mí y yo aproveché de acariciarle el cabello ya que
sentado en la cama quedaba má s arriba de él.

—También yo... no era solo decirte, quería verte —perdí mis manos en
su pelo y él me mostró una expresió n de relajació n absoluta.

—Un día viviremos juntos y será increíble, no tendremos que separarnos


nunca —sonreí.

Y si tenía suerte, también correría junto a él cuando saliera la Luna llena.


Tenía que encontrar la forma de averiguar los nombres de mis
bisabuelos, a mi madre podía preguntarle, pero el que me interesaba era
mi padre. É l es un alfa, lo que me hace pensar que hay má s posibilidad de
que haya sangre de lobo en su familia, pero conseguir la informació n de
él seguro sería difícil. No sentía mucha esperanza en el linaje de mi
madre que, después de todo, era Beta. Pero no lo descartaría solo por
eso. Tenía que empezar en algú n lado, sabía que mis abuelos eran todos
beta pero de mis bisabuelos no sabía nada.

La dulce voz de V nos llamó a cenar con un «DICE MAMÁ QUE PAREN DE
BESARSE Y QUE VENGAN». No nos está bamos besando, solo le estaba
acariciando a mi novio el cabello porque, como lobo o humano, parecía
gustarle mucho.

—¡Cá llate enano! —y con ese grito tomó mi mano y nos unimos a la cena.

•••

Gracias a todas las personas que leen, comentan y dejan estrellita.


Espero que disfrutaran este capítulo.

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13. Los pasos en la dieta lobuna

Palabra del día: Mitoló gico

Arny no me había contado lo mucho que se parecía a su madre alfa. Ojos,


cabello, expresiones. Me pidió que la llamara Saskia, como había hecho
Amelia y tenía una actitud de confianza que se expandía fá cilmente en
cualquier lugar donde estaba. La cena la había hecho ella, al parecer, la
noche anterior y ahora la habían calentado. Amelia me comentó que a
ella se le daban bien las cosas dulces pero no tanto la comida en sí, por lo
que Saskia se encargaba de aquellas cosas. La carne ciertamente estaba
deliciosa, tanto como el acompañ amiento de arroz con verduras.

—De verdad es bueno al fin conocerte, aunque siento que ya te conocía,


Arny no para de hablar de ti —su mirada era penetrante y yo observé a
mi novio, que sonreía orgulloso de mí (o algo así)—. Arny cuenta que te
gusta mucho leer.

—Sí, me encantan las historias en general, pero disfruto mucho leyendo


—ella sonreía.

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—Ciertamente debe haber ayudado a que reaccionaras bien a nuestro
«secreto familiar» —ella bromeaba, se notaba en su voz—, mi querida
esposa aquí se asustó bastante —sonreía y miraba a Amelia, ella no se
vio afectada, tal vez acostumbrada a que le recordara aquello.

—Te transformaste en loba, Saskia, no sé qué esperabas de mí —Arny le


da un suave codazo a su má .

—Mi omega no se asusta fá cil —soltó presumiendo, aunque se notaba


que lo decía en broma, su mamá rodó los ojos y yo me sonrojé un poco.

—Porque eres un lobo muy bonito —comenté y él alzó sus cejas


sugerentemente, yo reí.

Era extrañ o, aun cuando los conocía tan poco me sentía a gusto con ellos,
escuchando las bromas que sus madres se hacían, la pequeñ a pelea de
Arny y V por el mismo pedazo de carne. No me hacían sentir fuera de
lugar, me gustaba mirarlos, me gustaba má s que nada mirar a mi novio
relajado y contento con su familia, tan increíblemente natural y feliz. Era
muy diferente del escenario de mi casa, pero me gustaba. Creo que si lo
hubiera imaginado sin vivirlo me habría abrumado, pero una vez allí... no
era abrumador en lo absoluto, tal vez porque disfrutaba mirando a Arny
o escuchando a su hermanito contar lo mucho que había corrido en el
bosque. Afuera comenzaba a oscurecer y Saskia miró por la ventana.

—Tenemos que ir pronto —eso significaba que debíamos despedirnos.


Ya habíamos acabado de comer. Terminamos de sacar la mesa y Arny me
dijo que lo acompañ ara a su cuarto un momento, pero antes de eso me
despedí de Saskia—. Vuelve pronto.

—Lo haré —tenía intenció n de cumplir mi palabra. V me hizo un gesto


con la mano y luego Arny me llevó a su habitació n.

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—Gracias por venir —el beso que compartimos fue intenso pero breve
—, te llamaré mañ ana —entonces se apartó para desnudarse y yo decidí
salir al balcó n de afuera para darle privacidad porque por mucho que
deseaba verlo, no se sentía apropiado con sus madres en casa. Afuera
estaba Amelia, mirando a Saskia y V que ya se encontraban en su forma
de lobo. Arny no tardó en unírseles y lo observé adentrarse en el bosque,
grande e increíble como era. La Luna comenzaba a coronarse en el cielo.
Amelia y yo compartimos una sonrisa.

—Vamos, te llevo a casa —entramos para que yo buscara mi mochila y


Amelia me entregó un libro impreso en hojas blancas, anillado, antes de
salir—, es el registro.

—Lo imaginaba distinto —ella rió .

—Pues, sí, el original tiene un encuadernado precioso y está escrito en


papel que huele a añ ejo, pero este es solo una copia —lo abrí y me di
cuenta de que sí, en cada hoja lo que había era una foto de la pá gina
correspondiente al libro original.

—Gracias —lo miré con interés, pero lo revisaría con má s atenció n en


casa.

Durante el camino de vuelta conversamos un poco má s, escuché sobre


có mo Amelia y Saskia se turnaban para educar a V, del mismo modo que
habían hecho con Arny. Me dejó frente a casa y le agradecí por la velada.
Era la primera vez en mucho tiempo que volvía después que mi madre, al
llegar la casa estaba iluminada.

—Ya estoy —dejé mi mochila en mi cuarto y luego fui al saló n a


prepararme un té, mi madre estaba frente a la televisió n, aunque a esta
hora no pasaban el programa de mi padre, así que miraba otra cosa.
Cuando llegué me observó con curiosidad.

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—Es tarde.

—Me trajo la mamá de Arny...

—¿Có mo son? No se pasan mucho por la ciudad y nunca se ha visto a


ambas juntas —probablemente porque una siempre se quedaba con V en
casa.

—Son muy amables, ambas son científicas, está n analizando la flora y


fauna, trabajan para proteger el medio ambiente —esperaba que con esa
informació n no preguntara mucho má s de ellas, no había tanto que
pudiera decir.

Pensé en el libro que aun quería revisar. Sabía los nombres de mis
abuelos maternos, aunque mi abuelo había fallecido antes de que yo
naciera y mi abuela cuando yo tenía ocho añ os. Aun así la recordaba con
mucho afecto porque siempre fue amable conmigo y me daba dulces a
escondidas. Robert Seaver y Paris Seaver (originalmente Paris Smith)
ambos betas, pero necesitaba los otros nombres.

—Madre —a ella nunca le gustó que la llamara «mamá »— ¿có mo se


llamaban los padres del abuelo?

—Valerie Robbins y Luca Seaver —bebí un poco de mi té.

—¿No se casaron? —me sorprendía que me hubiera dicho el nombre de


soltera de su abuela.

—No, la abuela Valerie no creía en el matrimonio, decía que los papeles


no mantendrían a nadie a tu lado —puso sus ojos azules en mí, antes de
que preguntara algo, me adelanté.

—¿Y de la abu? —ella ladeó el rostro.

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—Melanie Smith y Claude Lowell —otra sorpresa.

—¿Tampoco se casaron?

—Sí se casaron —mi madre apartó la vista, como si no quisiera mirarme


—, pero la abuela Melanie conservó su apellido para que sus hijos
pudieran tener el apellido de ella.

—¿Por qué? —entonces desvió la mirada hacia mí solo un instante.

—Porque el abuelo era como tú —un omega masculino. Casi se me cae la


taza de té. Tragué duro.

—¿Y todos los demá s eran beta?

—Sí ¿por qué tanta curiosidad de pronto? —buscaba saber si ocultaba


algo... y lo hacía.

—Realmente quería saber —no era una mentira—, me iré a la cama


primero —la mejor opció n era hacer retirada. Así que llegué a mi cuarto
procurando no olvidar los cuatro nuevos nombres en mi mente. Los
anoté en un papel y entonces miré el libro. Tenía por lo menos
trescientas pá ginas y al abrirlo, las fotos del libro original estaban
escritas a mano, dentro encontraba á rboles familiares que seguían por
hojas y hojas, arriba de cada á rbol contaba un poco de cada clan, luego
venían los nombres y, a veces, alguna explicació n junto a estos.

Revisar cada nombre de los primeros dos á rboles familiares me tomó


má s de una hora. No hubo suerte, me tomaba tanto tiempo porque a
veces la letra no se entendía del todo o me detenía a leer las pequeñ as
anécdotas de los costados. Había algunas graciosas a veces junto a algú n
nombre como:

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«Ronan "del agua" Gamble» y al costado «Aclarar que el apodo "del agua"
no se ganó por ser gran nadador, sino porque no creía en los bañ os y
había que arrojarle agua cada cierto tiempo para que los tomara»

Pequeñ as cosas por el estilo animaban la lectura, pero luego de una hora
el sueñ o atacó . Escondí el libro bajo la cama y decidí descansar, no sin
antes mirar hacia la Luna llena que brillaba alto en el cielo. Podía
imaginar a mi lobo aullando en medio del bosque, el solo pensar en él,
poderoso, me hacía vibrar.

Y cuando dormí soñ é con él. Tal vez porque me había acostado pensando
demasiado en mi novio, o simplemente porque ú ltimamente Arny
siempre llena mi cabeza, el resultado fue que me despertara má s
temprano de lo comú n para hacerme cargo de la necesidad entre mis
piernas. No debería avergonzarme, era algo natural, yo era un
adolescente saludable, pero aun así me hacía sentir pudor esa clase de
cosas y la sola idea de hablar con Arny y que por algú n motivo lo
adivinara.

Desayuné rá pido para seguir con la tarea de la noche anterior, no me


preocupé de desayunar con mi madre porque trabajaba sá bado por
medio en la florería y este sá bado era su turno, ya se había marchado y
volvería hasta después de las cinco. Debía ahora buscar alguno de los
nombres de mis bisabuelos. Sabía que si no los encontraba tendría que
hallar la forma de que mi padre me dijera los nombres de sus padres y
abuelos y empezar todo el proceso nuevamente, pero tampoco es que
hubiera tanto apuro.

Y justo cuando me decido a tomarlo con calma lo encuentro...

—Claude Lowell —reconocí el nombre de inmediato, era el nombre de


mi bisabuelo omega, estaba al final del á rbol familiar de ese clan y era el
primer clan que encontraba que de hecho tenía una leyenda abajo que
explicaba por qué este había desaparecido.

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«El clan Viento Nocturno desapareció paulatinamente. Su ú ltimo líder
murió sin dejar descendencia pues se negó a enlazarse sin su destino.
Los descendientes que quedaban decidieron no elegir un nuevo líder, en
cambio abandonaron el clan. Un clan sin cabeza deja de andar.»

Mi bisabuelo habría sido uno de esos miembros que solo dejaron el clan,
no lo conocí así que no sabía sus motivos pero nada importaba, porque él
había sido un lobo. Su sangre estaba en la mía y yo necesitaba contarle a
Arny.

—¡Arny! —estaba emocionado, me contestó el teléfono y escuché un


gruñ ido.

—Jae... —su voz sonaba a que había estado durmiendo y yo me quise


golpear porque olvidé completamente que había pasado la noche
anterior corriendo por el bosque y seguro hoy quería dormir hasta tarde.

—Lo siento, lo siento, te desperté, es que estaba emocionado —me apuré


a disculparme porque en serio me supo mal—, sigue durmiendo, te llamo
luego.

—No, no —escuché que carraspeaba y se aclaraba la voz—, ya me


desperté y pasan de las diez, no te preocupes... ¿pasa algo? —me debatí
un instante entre solo decirle que siguiera durmiendo y contarle. Al final
ganaron mis ganas de decirle.

—Tu mamá me habló ayer de la posibilidad de cambiar a lobo, lo de la


sangre de lobo y eso, me prestó la copia del registro de cuando ella trató
de cambiar y uno de mis bisabuelos está en la lista —lo dije todo rá pido,
con un solo respiro, al otro lado de la línea por un par de segundos solo
se escuchó silencio, ni siquiera Arny respirando, me preocupó que le
hubiese dado algo.

—¡Que mi mamá hizo qué! —no entendí el grito.

136
—Que me mostró el...

—Voy para tu casa ¿está s solo? —no sonaba contento.

—Sí.

—Llego en media hora —y con eso colgó y yo miré mi teléfono sin


comprender nada. Pero sabía que en cuanto Arny llegara me explicaría.
Aproveché de vestirme porque llevaba mi pijama nada má s. Dentro de
casa la temperatura era agradable así que me decidí por una camiseta
verde y mis jeans del día anterior. Arreglé mi cama, revisé que no
hubiera nada sucio o algo por el estilo, mi casa no era como la de Arny,
pero al menos siempre estaba limpia.

Escuché el jeep estacionarse fuera y me acerqué a la puerta, Arny no


alcanzó a tocar cuando yo ya estaba abriéndole. Llevaba una camiseta
negra y pantalones cortos verde caqui y me reí.

—Combinamos —él sonrió solo un poco por mi observació n y me dio un


beso.

—Hola —no sonaba como siempre. Lo dejé entrar.

—Bienvenido, vamos a hablar —me preocupaba, tomé su mano—, este


es el saló n, ahí está la cocina —lo señ alé pasando por afuera y lo llevé
directo a mi cuarto—, esta es mi habitació n —lo dejé entrar, era pequeñ a
y simple.

—Jae... —ahora lucía distinto—, aquí huele a feromonas.

—Oh —lo había olvidado por completo, yo tomaba mis supresores cada
mañ ana con mi desayuno (los había tomado hoy) pero en la noche
perdían el efecto mientras dormía, así que obviamente mi cuarto tendría
el aroma de mis feromonas, solo que yo no me daba cuenta—. Se me

137
olvidó por completo, nunca había traído a nadie aquí ¿quieres hablar en
el saló n mejor?

—No... —su voz salió algo ronca. Sus ojos se veían oscuros, su pupila se
había dilatado hasta casi cubrir su mirada por completo. Pero negó con la
cabeza, respiró hondo y soltó despacio el aire—. Estoy bien, solo me
atrapó por sorpresa... desde que nos vimos por primera vez que no
sentía tus feromonas y esa vez fue muy de lejos, pero estoy bien, no está n
viniendo de ti ahora —asentí.

—Está bien... pero si te es difícil me avisas —nos miramos un instante—


¿me vas a decir qué pasa? ¿Por qué reaccionaste así cuando te llamé?

—Mi mamá no debió decirte lo de convertirte en lobo, no debió darte


ilusiones —fruncí el ceñ o.

—¿Ilusiones? Pero si te digo que el nombre de mi bisabuelo está en el


libro, Arny —lo busqué para enseñ á rselo y lo abrí en la pá gina que
recordaba—. Sé que no es solo una coincidencia, aquí dice dó nde solía
vivir este clan y está en la ciudad donde mi abuela me contaba que iba
siempre de vacaciones. Puedo sentirlo —le señ alé el nombre con una
sonrisa, pero mi novio seguía sin responderla.

—Es má s que solo tener un bisabuelo lobo no basta, Jae, hay que
presentar la solicitud al clan, el clan debe evaluarte y decidir si no será s
un peligro para nuestro secreto y si aceptan, el proceso no es fá cil, en
nuestro clan se ha hecho solo dos veces, porque no es algo comú n que
pase todos los días que justo tu destinado humano sí pueda cambiar a
lobo y... —para mí eso solo sonaba a burocracia ¿es que creía que no me
iban a aceptar?

—¿Crees que no me aceptará n porque soy omega? —no sería la primera


vez que me discriminarían, pero Arny negó y bajó la cabeza.

138
—Temo que te acepten.

—¿Qué? —me quedé anonadado.

—¡Es peligroso! ¿Está bien? Es peligroso... por eso no te lo había


mencionado —comenzó a dar vueltas en mi pequeñ o cuarto, no tenía
mucho lugar a donde ir, se rascó la nuca y por primera vez no me
concentré en sus bíceps—, es un proceso difícil y, en nuestro clan no ha
salido mal, pero en otros clanes, otras veces... hay historias, algunos no
han podido sobrellevar el cambio, su cuerpo no lo soportó .

—Oh —así que estaba preocupado por mí. Aun así se sentía un poco
ofensivo— ¿no crees que mi cuerpo vaya a soportarlo?

—No lo sé —me mira con sus ojos ambarinos cargados de preocupació n


—, no quería tener que averiguarlo, recién te encontré, no quiero
perderte —podía entender su ló gica, si supiera que él tenía que pasar
alguna clase de operació n para volverse humano conmigo y esta fuera
riesgosa, tampoco querría que la tomara. Y sin embargo...

—Pero quiero ser un lobo —nos enfrentamos—, quiero sentir lo que tú


sientes, quiero entender todo lo que experimentas cuando cambias y
quiero... quiero correr contigo cuando haya Luna llena y acompañ arte
para que incluso cuando salgas a correr en el bosque, no estés solo —
podía pensar que era un deseo de convertirme en uno de los seres
mitoló gicos y sobrenaturales de mis libros, pero realmente no era eso, es
decir, aquello era un plus, pero no era ni de lejos la razó n principal.
Porque la razó n principal estaba justo frente a mí—, quiero ser tu
compañ ero en todo, estar contigo en todo.

Y me mira por un largo momento, puedo sentir que me está leyendo el


alma, no duda de mí, él nunca lo hace, pero está buscando má s allá de
mis palabras o mis pensamientos. Lo dejó perderse en la claridad de mi

139
vista y acepto con calma su mirada que quema. Finalmente niega y
suspira.

—¿Por qué me haces esto? —mientras preguntaba eso volvía a sonar


como el Arny que yo conocía, mucho má s relajado—, cuando me dices
esos motivos no puedo decir que no —sonreí y él me envolvió en sus
brazos, sus manos descansaron en mi cadera y yo paseé las mías por su
espalda, hundiendo mi nariz en su pecho.

Olía tan bien... en ese momento sentí que odiaba la obsesió n de la


sociedad con oprimir a los omegas, no era justo que solo yo pudiera
disfrutar del aroma de mi novio con sus controladas feromonas. É l solo
podía sentir mi aroma, pero no mis feromonas. Si él se sentía la mitad de
bien que me sentía yo oliéndolas, era realmente injusto que solo yo
disfrutara de este manjar. Sentí su nariz en mi cabello y suspiré.
Abrazarlo era increíble.

—¿Có mo funcionará con la petició n? —pregunté luego de respirarlo por


un buen tiempo. Le señ alé la cama y nos sentamos juntos, su mano se
entrelazó a la mía—, no vi tu clan en el libro, por cierto, aunque aú n me
faltaban hojas.

—Tampoco lo ibas a encontrar porque el clan tiene su propio libro


aparte para los miembros. El de los otros clanes es una versió n resumida,
casi solo vienen nombres. El familiar tiene historias de las personas,
mucha má s informació n —sonaba a algo increíble, me gustaría leerlo—.
Sobre tu pregunta, tendré que hacer una petició n oficial a mi abuela, la
líder del clan. Estas peticiones solo puede hacerlas un miembro del clan a
favor de su pareja destinada, no se puede pedir para el mejor amigo que
tiene sangre o algo así, debe ser tu destinado. Recibida la petició n mi
abuela lo hablará con su hermana y el mayor de mis tíos. Evaluará n tu
linaje de lobo primero —me explica mientras acaricia el dorso de mi
mano con sus dedos—, eso no debería ser problema, solo verá n que tu

140
abuelo realmente haya sido lobo, una vez comprobado aquello, verá n
que no seas un peligro para nuestro secreto, tendrá s una sesió n con el
consejo y, luego de eso, si te aprueban, el clan podría convertirte.

—¿Y có mo te convierten? —se encogió de hombros.

—Ni idea, esa informació n solo la manejan los ancianos del clan... que no
necesariamente son ancianos ¿eh? —se apresuró a explicar—, a mi tío le
molesta mucho el término, dice que está joven —sonríe y me muestra el
hoyuelo que había estado extrañ ando. Me surgían muchísimas ideas con
todo eso.

—No me habías dicho que tu abuela es la líder del clan ¿eso te hace
sucesió n a líder del clan? —negó .

—No... o sea, sí y no —se llevó nuestros dedos entrelazados a los labios y


dejó un beso que me hizo estremecer un poco—. Técnicamente todos los
hijos de mi abuela, mi tío, mi mamá , su hermana; todos ellos y sus hijos, o
sea, mis primos, estamos en línea de sucesió n. Pero mi clan es un clan
que suele tener líderes femeninas. Es decir, ha habido hombres líderes
en el pasado, pero en general estamos liderados por mujeres, y tenemos
mayoría femenina —pensé en él y en V, pareció leerme la mente—,
nosotros somos raros, usualmente los del clan no tienen solo hijos
hombres, y en parte sospecho que mis madres tuvieron a V en espera de
que fuera una niñ a —se ríe—, en fin, no es que nos amen menos, solo es
algo raro.

—Pero có mo se decide quién se convierte en líder entonces.

—Es decisió n de la líder actual designar a su sucesor o sucesora,


entrenarle y enseñ arle. Normalmente es uno de sus hijos o sobrinos,
pero a veces salta una generació n —ladeé el rostro.

—¿Y no crees que tu abuela te elegiría a ti? —negó con la cabeza.

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—No. Aunque sí creo que va a saltar una generació n, pero para elegir a
mi prima —señ alé la cicatriz en su cuello.

—¿Esa prima? —se tocó la piel de allí.

—Sí. Dalia ha deseado ser líder desde siempre y es muy buena con todo
lo que implica, la organizació n, el velar por los otros, la diplomacia —me
acaricia la mejilla y me siento tibio cuando peina mi cabello hacia atrá s
—, como comprobamos en la cafetería, yo no soy muy diplomá tico —me
reí.

—Eso es cierto.

—Y ademá s no quiero ser líder, es muchísimo trabajo y responsabilidad


y te ata a las necesidades del clan. Mi abuela no me elegiría. No he
escuchado nunca que elijan a alguien que no quiera ser líder —todo eso
era muy interesante.

—Pensaba que sería algo como «el guerrero má s fuerte» o algo así.

—En algunos clanes es así, no creas, pero en general, los clanes má s


longevos son como el nuestro. Los que practican el liderazgo por
combate suelen perder demasiados miembros de ese modo —sentía que
estaba aprendiendo muchísimo.

—Tu vida lobuna es muy interesante —comenté y solté el agarre de


nuestras manos para poder rodearle el cuello—, pero ahora que está s
aquí, que ya conversamos... —acerqué mi rostro al suyo, me sentía
atrevido en ese momento, tal vez porque está bamos en mi cuarto y sabía
que no había nadie en casa y porque... adolescencia— ¿te parece si nos
distraemos?

142
Entendió claro el mensaje, mi lobo lee la mente, estoy seguro. Su mano
derecha se afirmó a mi cadera y me atrajo hacia él mientras la otra se
perdió en el cabello sobre mi nuca.

—Me parece perfecto.

Y con su boca atacando la mía, me olvidé de lobos y clanes por el


momento.

•••

Gracias a todas las personas que leen, comentan y dejan estrellita.


Espero que disfrutaran este capítulo, la verdad me costó un kilo
escribirlo y por eso salió má s tarde. No por la temá tica ni nada por el
estilo, sino porque simplemente hoy me costó sacar las palabras. De
todos modos, espero que les gustara.

143
14. Salem al escabeche

Palabra del día: Encuentro

Probablemente no era lo má s sensato hacer aquello en mi habitació n,


donde olía a mis feromonas, a las que Arny no está realmente
acostumbrado. Pero a veces la vida se trataba de no ser sensato, sino de
dejarse llevar por el exquisito sabor de la boca de tu novio que no te deja
ni respirar de lo mucho que te besa. Y es que estoy convencido de que
Arny pone algo en sus labios para hacerlos tan adictivos. Estaba
completamente perdido en la humedad de su lengua y lo bien que se
sentía cuando la frotaba con la mía. Metí mis dedos entre su cabello,
quería tocarlo má s, sentirlo má s cerca. É l debía estar pensando lo mismo
porque una de sus manos bajó hasta mis glú teos y apretó el costado
derecho de mi trasero, haciéndome jadear contra sus labios.

La temperatura estaba subiendo. Con su otra mano me agarró de la


espalda para atraerme contra su pecho y pude sentir su calor abrazador,
quería esa cercanía, quería disfrutar del ardor que emanaba de su piel y
se me hacía tan excitante. Finalmente creo que no aguantó má s y solo

144
bajó ambas manos a mis nalgas, me levantó y me hizo sentarme a
horcajadas sobre él. Dios, es tan inteligente, gracias a los dioses por
darme un novio tan listo, así era mucho má s fá cil, era perfecto. Mi rostro
quedaba solo un poco má s arriba del suyo, podía tocarlo, podía
estremecerme cuando sus dedos apretaban mis glú teos haciéndome
vibrar de placer.

—Jae —me habló , mientras yo me distraía besá ndolo má s. Su boca es tan


deliciosa.

—¿Mh? —succioné su labio inferior y luego me incliné para besar su


barbilla y bajar a su cuello... realmente era demasiado exquisito, podía
sentir un leve salado mezclado con la esencia misma de Arny. Lamí su
cuello y me fasciné cuando lo sentí estremecerse y lo escuché jadear de
la sorpresa.

—Si seguimos... —¿si seguíamos? ¿Quién quería parar? Me regresé a sus


labios aú n cuando estaba tan fascinado lamiendo su cuello para callar
esas palabras necias, pero él me detuvo—, precioso —dijo contra mis
labios y sonreí, no me había dicho así antes—, si no paramos —otro beso
— me pondré duro en serio —eso me detuvo.

—Oh —yo igual me estaba excitando bastante, podía sentir el calor de su


entrepierna presionando contra mis piernas abiertas que lo rodeaban,
presionando contra mi propio calor—, es que... —lo miré casi haciendo
un puchero—, sabes muy bien —sonrió de lado enseñ á ndome su
hoyuelo.

—Tú también, es parte del problema; me sabes delicioso, y aquí huele


mucho a ti, y realmente me estoy volviendo un poco loco entre tu aroma
y tus besos, no digo que vaya a aprovecharme, pero joder, que se me hará
difícil contenerme si seguimos —aprieta con sus manos mis nalgas como
queriendo indicarme a qué se refiere y me sonrojé. Es decir, ya estaba

145
medio sonrojado por nuestra acalorada sesió n, pero eso me hizo
avergonzar má s.

—No estamos preparados para eso —acepté y negó .

—No, no lo estamos... —sí, éramos destinados, lo haríamos algú n día, y él


era casi mayor de edad y yo lo sería el añ o siguiente, pero habíamos
empezado a salir hacía muy poco y ademá s no teníamos lubricante, yo
técnicamente lubricaba pero dudaba que con su tamañ o fuera suficiente
y tampoco creo que él tuviera condones.

—Vaya —suspiré y descansé mi frente en la suya. Luego me acomodé


mejor sobre sus piernas, pero ahora sin pegarme tanto a su pecho, subí
mi mano derecha y, resignado, peiné su cabello hacia atrá s. Tiene un
rostro tan hermoso, no quería que nada lo cubriera—. Es tu culpa
¿sabes? Por ser demasiado guapo...

—¿Yo? —se ríe—, tú eres precioso, me provocaste y me dejaste al


alcance tus esponjosas nalgas, me las ofreciste —y las apretó como para
demostrarlo y yo le jalé despacio el pelo en venganza—. Ouch...

—No te ofrecí mis nalgas...

—Hey, se supone que tú no mientes —lo dijo en broma y yo rodé los


ojos.

—No miento y no te las ofrecí —regresé a seguir acariciá ndole el cabello,


mi pulso que antes había estado a mil por hora, comenzaba a
regularizarse y regresar al ritmo de gente normal.

—Por cierto, eso me preocupa —enarqué una ceja.

—¿Qué la gente crea que ofrezco mis nalgas? —negó .

146
—No, creo que dejé claro a todos que son mías...

—No son tuyas, son mías —piqué su costado con mi dedo y dio un
pequeñ o brinco.

—Vale, vale... pero... aunque amo tu honestidad, Jae. Mi familia, somos


lobos, si cambias a lobo... en algú n punto tendrá s que mentir —se me
pasó toda la excitació n, aunque tenía claro que no lo decía con mala
intenció n, me sabía horrible.

—¿No puedo solo guardar silencio o evitar la pregunta? —apretó los


labios y me miró con algo de culpa, como si supiera que para mí, lo que
pedía era mucho.

—¿Y si alguien te pregunta «es tu novio una creatura sobrenatural»? O,


cuando cambies, si pasara algo y por algú n motivo alguien sospechara de
ti, y te preguntara «¿Eres un lobo?» —me mira fijo—. Te das cuenta de
que debes decir que no ¿verdad? Debes negarlo.

—No me agrada —susurré aú n cuando entendía su razonamiento,


descansé las manos en sus hombros y él besó mi frente.

—Sé que no te agrada, nunca me has dicho la razó n, pero creo entender
por qué no mientes, porque quieres que la gente te crea siempre —me
perdí en su mirada—, pero hay cosas má s importantes que lograr que
cualquier persona te crea... y una de esas es la seguridad de tu familia —
toma mi rostro entre sus manos—, y yo voy a creerte, Jae, las personas
que son importantes en tu vida, que confían en ti, esas van a creerte y
esas son las que deberían importar —sus pulgares acarician mis mejillas,
me hacen sentir tranquilo—. Necesito que pienses en lo que es má s
importante.

—Protegerte es má s importante —susurro y él asiente.

147
—No solo a mí, a mi madre, mi hermano, mi familia entera, mi clan,
muchos otros —me da una sonrisa tentativa—. Harry no va y le dice a
todo el mundo muggle que es mago, porque sabe que muchos querrían
hacerles dañ o —sabía có mo convencerme, aun cuando llevá bamos tan
poco tiempo juntos, se sentía como si hubiésemos estado siempre de ese
modo. Asentí.

—Está bien.

—Ademá s... cuando tengamos hijos está todo lo de Santa Claus y esas
cosas, alguna mentira les tendremos que decir —me reí.

—Supongo.

—Por cierto, el enano aú n cree en Santa, no vayas a decirle lo contrario


—me miró preocupado y asentí.

—No lo haré —quería creer que era cierto, que de verdad podía mentir y
nada malo ocurriría, pero sí me daba algo de inquietud, no recordaba la
ú ltima vez que había dicho una mentira. Literalmente, no se venía nada a
mi mente.

—¿Salgamos? Vamos a comer a algú n lugar —suponía que tenía hambre


así que acepté y me salí de encima de su cuerpo, busqué un suéter en mi
closet y me puse el azul con rombos.

—¿Tienes mucha hambre? —negó con la cabeza.

—No tanta, pero sé que me dará má s pronto —me reí.

—Eres como un pozo sin fondo —salimos del cuarto y luego de la casa. El
jeep nos esperaba afuera y subimos aunque la ciudad no estaba tan lejos.

—Estoy en crecimiento.

148
—Me asusta que eso sea verdad —soltó una carcajada, yo hablaba en
serio. É l era ya bastante alto y grande, en demasiados sentidos. Me puse
el cinturó n.

—Oye ¿por qué no vamos a la playa? —su sugerencia llegó de pronto.

—¿Con este frío?

—No hace tanto frío, pero podría ser un picnic o algo, en la playa, ya
sabes, una cita —sonreí.

—¿No es esto una cita? —me miró con su sonrisa que enseñ aba todos los
dientes por un par de segundos antes de volver a mirar el camino.

—Pero quiero llevarte a algú n lado. Salir de Roscoe, me gusta correr por
el bosque pero me siento un poco enjaulado sin salir de aquí tanto
tiempo —éramos muy distintos.

—Yo la ú ltima vez que salí de Roscoe fue hace dos añ os —se quedó ,
literal, con la boca abierta.

—¿Es en serio? No. Espera, no respondas. Por supuesto que es en serio


—bufó mientras negaba con la cabeza y se respondía solo—, es
definitivo, te llevaré a la playa ¿Mañ ana?

—No. Tengo que estudiar, hay exá menes esta semana, no quiero bajar
mis notas.

—El otro entonces —no lo iba a hacer cambiar de opinió n. Aunque,


pensá ndolo bien, tampoco quería, salir con él sonaba má s que bien.

—Es una cita —acepté y estacionó en el centro de Roscoe para invitarme


a almorzar.

149
La semana estuvo difícil, en general a los profesores les gustaba
acumular los exá menes en alguna semana, cosa de hacer má s difícil el
estudio y que uno tuviera que sufrir porque tenía tres pruebas en un
mismo día. Me la pasé estudiando y diciéndole a Arny que estudiara y no
se distrajera (sus notas no eran malas pero al parecer le costaba
concentrarse). Para cuando llegó el viernes solo quería olvidarme de
todo y nuestra cita era la mejor forma de hacerlo, habíamos acordado ir
después de clase, para celebrar que la semana del horror había
terminado. Así que gustoso me subí al jeep y me desparramé en el
asiento.

—Qué alivio que se terminara, en serio —él se veía tan animado,


energético, tranquilo. Lo odiaba un poco—. Te odio un poco.

—No es verdad —se reía, desgraciado.

—Sí es verdad, está s ahí, todo sonriente ¿es que no te preocupan tus
resultados? ¡Ni estudiaste mucho!

—Bah, lo que tenga que ser será —negué con la cabeza. Lo cierto es que
le envidiaba su actitud relajada, quería ser má s como él y que me
importara menos.

Había una salida al océano a unas dos horas de Roscoe, Arny lo había
buscado y nos dirigíamos hacia allá . De fondo había puesto alguna radio,
pero con volumen bajo, tal vez porque preferíamos hablar.

—Arny ¿has pensado lo que hará s cuando te gradú es? —frunció el ceñ o.

—Es un día hermoso ¿por qué quieres arruinarlo? —era verdad, hoy
había salido el sol. Pero mi intenció n no era esa.

—No me refiero a lo que vayas a estudiar... me refiero a que eres un añ o


mayor, a que aun si no vas a estudiar y te vas de viaje... o aun si te vas a

150
estudiar. Mi punto es ese —había estado pensando mucho en ello esa
semana, porque incluso cuando estudiaba en silencio, lo hacía con él a mi
lado, me acompañ ó a la biblioteca má s de un día. Almorzá bamos juntos
en la cafetería y cuando había visto que mis ojos estaban cansados, me
había hablado para distraerme y darle un descanso a mi abrumada
cabeza. Me estaba volviendo adicto a su compañ ía—. Que yo tengo un
curso má s por delante, pero tú no... y pase lo que pase, tú te marchará s, y
estaremos lejos.

—Odio esto, tenemos la misma edad.

—Solo por ahora, en nada cumplirá s dieciocho —pero era cierto, como
por cuatro meses ambos teníamos la misma edad, no alcanzá bamos a
tener un añ o de diferencia entre nosotros, pero nuestros cumpleañ os
habían quedado mal situados en el corte del añ o escolar y habíamos
terminado en añ os distintos. Yo sí había estado pensando en ello, en
especial en la semana que había pasado.

—No sé, supongo que pospondré viajar y la universidad y me quedaré


contigo, podemos viajar juntos en las vacaciones, porque aun sin estar
enlazados ya me es difícil estar lejos de ti —eso era demasiado dulce. No
me aguanté y me estiré para dejarle un beso en la mejilla.

—¿Y si te dijera que no tienes que hacer eso? —enarcó una ceja.

—¿Có mo?

—Pues, como no he tenido nada de vida social...

—Ellos se lo pierden.

—Escucha —lo regañ é por interrumpir, aunque su comentario me hizo


sonreír—, como decía, como no he tenido vida social, pues lo que he
hecho es tomar clases, claro tomé mis clases bá sicas con mi saló n pero

151
también he tomado muchas avanzadas y, técnicamente, tengo los
suficientes créditos para graduarme a final de añ o... si hiciera la solicitud
ahora —de pronto orilló el jeep en la carretera y apagó el motor. No
esperé que reaccionaría así, pensé que se pondría contento, en cambio,
me miró muy serio.

—¿Está s seguro? Sé que te preocupa estudiar y las calificaciones y estoy


seguro de que adelantaste tanto para que el otro añ o pudieras tener lo
mínimo de clases y dedicarte solo a estudiar para dar el ECN.

Era cierto, el ECN (Examen de Calificació n Nacional), se rendía en el


ú ltimo añ o de instituto, medía diferentes á reas de conocimiento y con el
puntaje que se recibía en cada á rea se postulaba a la universidad. Ese
puntaje determinaba si entrarías a una buena universidad o no, si
tendrías la oportunidad de recibir una beca.

—Tú está s dispuesto a quedarte un añ o por mí, de este modo nadie se


atrasa, podemos estudiar para el examen juntos desde ahora en adelante
y si nos va mal, al menos ya me habré graduado y podremos dedicar el
otro añ o a estudiar para rendirlo de nuevo —enfrenté mis ojos celestes a
los suyos, quería que entendiera que estaba hablando en serio—, yo
tampoco puedo estar sin ti.

Soltó su cinturó n de seguridad y me envolvió en sus brazos. Sonreí y


respondí, acariciá ndole la espalda.

—No te merezco. Eres demasiado listo para mí —me reí.

—Bueno, entonces mi trabajo será ser el cerebro de la relació n y el tuyo


será verte bonito —soltó una carcajada mientras se apartaba y volvía a
ponerse el cinturó n de seguridad.

—Hecho, seré tu esposo trofeo —me guiñ ó un ojo y mis mejillas me


dolían de tanto sonreír.

152
Desde que lo conozco creo que me ha hecho reír má s de lo que me he
reído en toda mi vida. Algunos libros me han causado mucha gracia, pero
no sé si me he reído y sonreído tanto como con él. Quiero una vida a su
lado, quiero una vida de sonrisas, bromas y juegos.

—Pero, sé que no te gusta el tema pero debes pensar bien lo que deseas
hacer, así podremos armar mejor un futuro juntos. Yo no tengo ninguna
universidad soñ ada —siempre había solo querido una que estuviera
lejos de Roscoe, nada má s—, así que mientras elijas una que también
tenga un buen programa de literatura, estaremos bien.

—Ya sé —conducía de nuevo, tranquilo.

—A veces he pensado en reportero ¿sabes? —el recuerdo de mi padre


hizo que deseara decirle que no de inmediato, pero él siguió hablando—,
de los que van por el mundo reportando lo que ocurre, me especializaría
tal vez, como mis madres, y podría dedicarme a reportar los lugares que
está n siendo desforestados, o trabajar en documentales sobre los lugares
que debemos salvar, donde aú n hay naturaleza —eso no sonaba tan mal
en realidad, no era solo estudiar comunicaciones por la fama como lo que
mi padre había hecho—. Pero pienso que me haría muy famoso y eso
sería malo.

—Tus mamá s también son muy importantes en su campo ¿no? Y llevan


bien el secreto —sonrió .

—Pero son científicas, no es que aparezcan en cá mara todas las semanas.


Si me convirtiera en reportero, podría llegar a ser famoso y sería
peligroso —era cierto.

—Sí, con lo guapo que eres seguramente te harías popular muy rá pido y
podrían seguirte —no se rió ni yo me reí, porque no era una broma, era
en serio. Arny sabía que era guapo, yo sabía que era guapo, cualquiera

153
con una cá mara lo sabría también y podría ganar popularidad solo por
eso.

—Realmente no sé —era un problema.

—Es una pena que no te apasione la fotografía, los fotó grafos pueden
viajar mucho, podrías dedicarte a hacer fotografía ambientalista, y con
ellos suele pasar que no les gusta ser fotografiados así que, aun si te
hicieras conocido, se entendería que no quieres que te tomen fotos. Ellos
suelen decir que no quieren que se trate de ellos sino de sus fotos —lo
dije porque de pronto se me había pasado por la cabeza. No esperé que
Arny aprovechara que íbamos en una recta despejada para voltearse y
besarme— ¡Arny! —beso— Mira... —beso— adelante.

—Lo siento, es que... —beso—, eres un genio —al fin se apartó .

—¡No hagas eso! Se supone que tenemos que vivir nuestra vida juntos,
una vida larga, no estrellarnos en carretera —sonreía, eso me quitaba la
molestia, se aprovechaba porque sabía que su hoyuelo me era
irresistible.

—Es que me sorprende todo el tino que tienes.

—Solo dije lo que se me ocurrió .

—Tienes las mejores ocurrencias —se veía feliz, suponía que iba a
intentarlo—. Voy a darle a la fotografía una oportunidad, pero quiero
que tú también lo pienses.

—¿Pensar qué? —yo sabía lo que quería hacer.

—Tu futuro. Elegiste bibliotecario cuando pensabas que tendrías una


vida solitaria, que pasarías el resto de tus días leyendo, entremedio de
libros —apreté los labios—, si eso es realmente lo que quieres te

154
apoyaré y procuraré hacer siempre viajes cortos para regresar a tu lado
lo má s pronto posible, pero si tu sueñ o venía solo de tu necesidad de
soledad... quiero que lo pienses, Jae. Si realmente quieres quedarte
siempre encerrado entre libros o si ese fue solo tu mecanismo de
protecció n, tu armadura. Si es lo que amas, genial, pero igual quiero que
lo pienses.

—Porque quisieras que pudiera viajar contigo —sonrió .

—Sí, quisiera. Pero no te obligaré, como te dije, nos las arreglaremos de


algú n modo si es lo que quieres —me preguntaba si tenía razó n. Había
elegido bibliotecario porque era un buen lugar para el silencio, para
esconderse. Lo que amaba eran las historias, pero no estaba seguro de
có mo podría vincularlo con un sueñ o si no era dentro de una biblioteca.

—Lo pensaré —se conformó con eso y por lo que restaba del viaje (que
no era mucho), reflexioné al respecto.

No estaba seguro de nada. Amaba los libros, amaba leer má s que nada y
perderme en los mundos de historias, pero esa no era una profesió n, no
realmente. El lugar que había imaginado para satisfacer mi necesidad de
historias había sido la biblioteca. Sí, la había elegido como refugio, no
había mucha duda en ello, pero no significaba que no amara las
bibliotecas. Mientras pensaba llegamos a la playa, Arny estacionó en el
suelo má s firme de piedra, antes de que empezara la arena. Nos bajamos
y él sacó de la parte de atrá s del vehículo una caja con lo que supuse era
comida, y una manta. Había un poco de viento pero no estaba realmente
helado. Había algunas parejas por ahí. Comenzamos a caminar tomados
de la mano, alejá ndonos para buscar un lugar má s vacío. Pensé en mis
sueñ os, que nunca incluyeron a Arny, pero ahora era lo mejor que había
ocurrido. Y pensé en aquello que había soñ ado que no tenía nada que ver
con usarlo de armadura ni nada por el estilo, sino algo que siempre había
querido tener.

155
Creo que no lo había mencionado antes porque me había dado algo de
miedo preguntar, pero había llegado el momento.

—¿Te gustan los gatos? —mi voz tal vez lo sorprendió un poco. Me miró
confundido por un segundo y luego se encogió de hombros.

—¿Los gatos? No sé, nunca me he comido uno... —¿eh?—, creo que tal
vez Dalia se comió un gato montés alguna vez, tendría que preguntarle
—y seguía—, tenemos un paladar similar...

—¡No te puedes comer a Salem! —ni me di cuenta que había gritado.

—¿Eh? ¿Quién es Salem? —por su sonrisa vi que estaba jugando conmigo


y le quise pegar.

—¡Mi gato! Siempre quise tener un gato negro y llamarlo Salem...

—Ah... —se hizo el que recién entendía—, lo siento, cariñ o, tienes que
especificar esas cosas, es confuso cuando lo preguntas así —nos
detuvimos, está bamos ya bastante lejos de la gente. Arny extendió la
manta a cuadros roja con café, acomodó la caja y nos sentamos.

—Solo tú podrías pensar que preguntaba por comerlo —lo acusé y se rió .

—No es cierto, discrepo, protesto —me besó y se me pasó un poco la


molestia—. Podemos conversarlo después ¿no? O sea, nunca he tenido
mascota, con V me basta y me sobra —negué mientras él se reía de su
propio chiste—, pero si quieres uno prometo no comerlo.

—Está s loco.

—Nah, solo tengo hambre.

Sacó unos emparedados de la caja y me extendió uno. Miré hacia el mar.


Arny tenía razó n, si podía decidir tener hijos con él, pasar nuestra vida

156
juntos y convertirme en un lobo... lo demá s no debería ser tan difícil.
Encontraríamos un camino juntos.

•••

Gracias a todas las personas que leen, comentan y dejan estrellita. Me


hacen feliz c:

157
15. Amor se escribe con «o» de
hoyuelo

Palabra del día: Amor

Arny se sacó la camiseta. Porque estaba demasiado có modo con su


propia desnudez y porque le encantaba hacerme babear. O sea, segú n él
era porque tenía calor pero ¿quién creería esas cosas? Viéndolo comer su
sá ndwich parecía mentira la definició n de los mú sculos en su abdomen.
Yo terminé de comer el mío en lo que él ya iba por su tercero.

—Me sorprende que no te atores mientras engulles —se rió y me recosté


sobre la manta, cerré los ojos, el viento estaba agradable y pensé en lo
bueno que sería una vida así, con salidas a la playa, con la seguridad de la
presencia de Arny a mi lado. Porque aun si no me estaba tocando podía
sentirlo junto a mí y saber que estaba allí me daba una extrañ a sensació n
de tranquilidad. Junto a él estaba completo.

158
De pronto sentí su cabeza sobre mi estó mago, se había recostado
también solo que apoyá ndose de aquel modo en mí. Estiré la mano para
aprovechar de acariciarle el cabello ya que lo tenía justo allí y disfrutaba
de la sensació n de pasear mis dedos entre las hebras oscuras. Seguí
acariciá ndolo por un buen rato hasta que me dio algo de sueñ o y, porque
no quería dormirme en nuestra primera cita fuera de la ciudad, intenté
moverme.

—Arny, me estoy durmiendo —era en parte el cansancio de la semana de


exá menes también. Se sentó para poder mirarme y yo estiré los brazos
para que me ayudara a sentarme también. Me tiró con má s fuerza de la
necesaria, apegá ndome a él y robá ndome un beso en el proceso.

—A veces quisiera que no usaras supresores —enarqué una ceja, sentí


que su comentario venía de la nada, pero tal vez no era así, tal vez venía
de la sesió n de besos que habíamos tenido en mi casa una semana atrá s,
o tal vez solo quería poder oler mis feromonas como yo podía hacerlo
con las suyas.

—Cuando nos enlacemos puedo dejar de usarlos —porque mis


feromonas dejarían de afectarle a cualquiera, una vez enlazados solo le
afectarían a él, mi alfa.

—Genial, hagá moslo ahora —me enseñ ó todos los dientes pero ni con
hoyuelo me convencería.

—Amelia me dijo có mo era cuando una pareja destinada se enlazaba, no


nos sentiríamos bien estando separado el uno del otro —lo miré—,
preferiría esperar hasta que ya estemos camino a la universidad, o
vayamos a vivir juntos o, al menos, hasta que ambos seamos mayores de
edad —hizo un puchero, maldito lobo atractivo, daban ganas de decirle
que sí.

159
—Eso suena a mucho tiempo —lo besé para calmarlo, era lo que él hacía
conmigo y creo que funcionó porque pronto se encontraba
mordiéndome suavemente el labio y tirá ndolo antes de dejarme una
lamida—¿Cuá ndo es tu celo?

—¿Eh? —me aparté un poco porque la pregunta era algo íntima, y sí,
habíamos hablado de muchas cosas pero sentí que llegó algo de la nada.

—No te estoy pidiendo que lo pasemos juntos —se apuró a aclarar—,


solo quiero saber para estar preparado y tal vez no estar cerca y todo
eso, seguro me afectaría má s que a otros si te siento —supongo que tenía
sentido, pero no tenía de qué preocuparse.

—Seguro nos veremos, cae día de semana —frunció sus cejas hasta que
casi se juntaron en una sola.

—¿Me está s diciendo que vas a clases en tu celo? —asentí.

—Mis supresores funcionan bastante bien, nunca he tenido un problema,


usualmente ni se dan cuenta que estoy en celo, mientras me inyecte el
supresor no pasa nada —era una de las cosas en que había tenido suerte
como omega, los supresores me funcionaban muy bien.

—Pero tienes clases con un alfa —se cruzó de brazos, con el ceñ o aú n
fruncido, su voz sonaba má s a gruñ ido que palabras.

—Pero mis supresores funcionan bastante bien.

—No me gusta.

No quería enojarme con él, sabía que me lo estaba diciendo desde su


preocupació n, me lo estaba diciendo porque su conexió n conmigo era
profunda y supongo que alguna vez había enfrentado las feromonas de
alguien en celo y había sido difícil. O tal vez no lo había hecho, pero le

160
habían enseñ ado lo suficiente como para que pudiera imaginarlo. Si me
mordiera estaría muchísimo má s tranquilo, obviamente, mi celo solo le
afectaría a él. Pero de momento no era así. Traté de explicar.

—Mi celo es regular, llega cada 3 meses sin falta, tengo la fecha anotada
en un calendario y alarma en mi teléfono. No me toma por sorpresa y,
aun cuando sé la fecha exacta, los días antes siempre cargo un supresor
inyectable conmigo —hablé muy calmado, para que viera que no era algo
que yo tomaba a la ligera—, si fuera peligroso para mí me quedaría en
casa, pero he pasado muchos celos desde que me manifesté, y créeme, no
es peligroso —mi tono de voz parecía funcionar porque su rostro se
relajó .

—Aun si es solo un poco, muy leve, voy a sentirlo, Jae, soy un lobo, puedo
oler lo que otros no —no había pensado en eso.

—Tendremos que ver cuando ocurra —no había forma de comprobar lo


que pasaría. Busqué mi celular y miré las fechas—, mi siguiente celo es
en... —conté— seis semanas, usualmente dura tres días con los
supresores —lo inhibían bastante, sin supresores probablemente
duraría má s—, así que en seis semanas podremos comprobar
empíricamente có mo lo llevas.

—Seis semanas, justo después es mi cumpleañ os —comentó y yo sonreí,


lo tenía anotado también, una semana después de mi celo.

—No puedo darte mi celo de regalo pero ¿qué quieres? —estiré la mano
para entrelazar mis dedos con los suyos.

—Pasarlo contigo —rodé los ojos.

—¿A dó nde podría ir? Obvio que lo pasaremos juntos, dime algo que
quieras ¿no hay algú n libro o algo así? —podría intentar hablar con mi
padre y pedir dinero como compensació n por no haber venido para mi

161
cumpleañ os este añ o. Si tenía suerte, tal vez hasta me alcanzara para
comprar unos audífonos, aunque con Arny a mi lado no los había
extrañ ado.

—Si se me ocurre algo te diré.

—Es un trato —me gustaba que no me presionaba, aun cuando teníamos


prá cticamente la misma edad y sé que sus deseos eran tantos como los
míos y que por supuesto que quería hacerlo, por supuesto que quería
estar con su omega en su celo, era un adolescente saludable con
necesidades. Me gustaba que no me lo pedía porque estaba esperando
que yo se lo ofreciera y no me acusaría por no estar listo.

Me hace quererlo aú n má s.

—Anda, vamos —se puso de pie de pronto, se sacó las zapatillas y las
dejó sobre la manta, sorprendiéndome.

—¿Vamos a dó nde? —señ aló el mar—. Nop. No voy —negué y sonrió


travieso, se arremangó los pantalones y entonces sentí que era momento
de huir, me levanté rá pido y eché a correr pero solo alcancé a dar como
cuatro zancadas en la arena cuando me estaba agarrando del abdomen y
me levantaba— ¡No! ¡Ni siquiera traemos traje de bañ o!

—No te arrojaré —no sé có mo hizo de maniobra pero me encontré


cargado estilo «princesa» en sus brazos, negando con la cabeza y
tratando de removerme mientras má s se acercaba al agua.

—No... Arny —se reía.

—Si te sigues moviendo te vas a caer y mojar en serio —sus pies tocaron
el agua, estaba seguro, chillé bajito y dejé de pelear, aun cuando sabía
que él no me dejaría caer.

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—Qué clase de perro loco eres.

—¡Hey! —se quejó y se adentró dos pasos má s al interior del agua,


probablemente se estaba mojando las pantorrillas— no es muy
inteligente llamar «perro» a quien te sostiene en brazos —lo dijo en tono
de «podría soltarte», y supuse que tal vez sí era alguna clase de ofensa así
que terminé agarrá ndome con las manos a su cuello.

—No te entiendo a veces —seguía sin comprenderlo pero él miró hacia


el mar, hacia el horizonte donde todo se perdía.

—Vamos, deja de pensar tanto y sal de tu cabeza un momento —susurró


—, solo siente, escucha.

Entonces me dejé ir, apoyé la cabeza en su pecho, mi mejilla descansó


justo sobre su corazó n y pude sentir su pulso contra mi piel, no fue difícil
notar que aquel corazó n parecía latir al mismo ritmo que lo hacían las
olas, que cada que escuchaba el mar golpeando la playa, parecía que su
pecho golpeaba también, no era que estuviera latiendo tan lento, pero
parecía que los latidos má s definitivos golpeaban con el mar. Me perdí en
la belleza rítmica de su palpitar y el océano, respiré hondo y llené mis
pulmones de la brisa marina, salada, y dejé que mis ojos miraran lo que
él estaba viendo. Había una belleza muda en el horizonte, en el lugar
donde cielo y mar dejaban de distinguirse ¿y no era yo quien gustaba del
silencio? Ese era un escenario hermoso y nosotros éramos parte de ello,
del mar en ese instante, del aire, del suave sonido, lo experimentá bamos
má s fuerte porque está bamos allí, justo donde ocurría.

Realmente creo que Arny puede capturar momentos.

—¿Te gustó ? —habló un buen tiempo después, me miró con una sonrisa
menos traviesa, má s apreciativa, como respuesta dejé un beso en su
mejilla ¿có mo era que mis labios estaban helados y su piel tibia? É l tenía
los pies descalzos en el agua helada. Nos sacó del mar y cuando ya

163
íbamos en la arena pensé que me bajaría y me dejaría caminar, pero no
lo hizo, me llevó hasta la manta y me depositó allí cual divina majestad.
Pude ver que sus pantalones se habían mojado un poco en la parte
doblada, ciertamente sus pies ahora estaban llenos de arena.

—Ya sé por qué no te da frío pero aun así me sorprende —soltó un


resoplido de risa y luego achicó los ojos.

—Di la verdad, quieres ser lobo para no pasar frío —la idea era graciosa
y me hizo soltar una carcajada.

—Pues sería un plus —me acerqué a él cuando se sentó en la manta y lo


rodeé con los brazos, incluso sin camiseta su pecho estaba cá lido—, pero
aun si no cambiara no necesito eso para no pasar frío —lo apreté má s y
pude sentir la vibració n de su risa contra mi mejilla mientras lo
abrazaba, él me apretó también.

—Soy un novio multiuso.

Besé sobre la piel de su pecho, en su costado izquierdo, besé allí, donde


su corazó n pulsaba para mantenerlo con vida. Besé allí para darle las
gracias por seguir latiendo, por dejarme conocerlo, por permitirme saber
lo que era estar junto a él. Arny se había vuelto el ser má s preciado para
mí en todo el universo.

Quería que supiera que estoy enamorado de él. Que aun en ese corto
tiempo me ha hecho enamorarme de cada uno de sus detalles, de sus
gestos, incluso de los lados impulsivos que me provocan mini-infartos de
vez en cuando porque no sé có mo las cosas van a resultar. Quería que
supiera que me había enamorado con sus ojos ambarinos, con sus
caricias, con sus palabras de á nimo, con su silencio, con sus lamidas
como lobo, con la forma en que movía la patita cuando lo rascaba, que
me había enamorado de cada detalle. Tal vez por la magia de ser
destinados... tal vez por el hoyuelo en su mejilla (probablemente el

164
hoyuelo). En cambio lo que hice fue dejar ese beso, sobre su corazó n y
enfrentar su mirada ambarina en silencio y regocijarme en la sonrisa de
satisfacció n tenue que brillaba en sus labios, totalmente comprensiva,
como si pudiera entender el detalle y el significado de mis gestos.

Y dejé de sentir frío cuando, a modo de respuesta, me besó él a mí, en los


labios, haciendo que la calidez tan suya se extendiera por todo mi
cuerpo.

Fue casi cinco semanas después que lo puse en palabras. Era un


miércoles por la tarde, está bamos en la biblioteca, estudiando, y mis ojos
estaban demasiado cansados porque incluso en nuestra hora de
almuerzo había estado leyendo para un examen gigante que tenía al día
siguiente. Y él, tan increíble y perfecto. Tomó el libro y mi mano, me llevó
al segundo piso de la biblioteca y allí, en mi silló n favorito, me dejó
acomodarme sobre sus piernas de nuevo y comenzó a leer. Por largo rato
leyó para mí, despacio y claramente todo lo que mis ojos estaban
demasiados cansados para leer. Leyó hasta terminar el capítulo y sentí
que ya no podía ocultarlo má s dentro de mi garganta, si seguía
guardá ndome esas palabras atrofiarían el espacio de mis cuerdas vocales
y me dejarían mudo.

—Te amo —y probablemente mis ojos estaban somnolientos, con ojeras,


totalmente rojos y cansados. Pero él me miró como si yo fuera el ser má s
perfecto del universo.

—Te amo también

Y decidí que lo amaría siempre, aun si un día, por algú n motivo extrañ o,
perdía su hoyuelo.

•••

165
Gracias a todas las personas que leen, comentan y dejan estrellita. Sé que
este capítulo fue muy dulce, no me hago responsable por los niveles de
azú car de nadie (lo digo por motivos legales(?)), también fue má s corto
que los capítulos anteriores, un poco má s similar a la extensió n que
había en el inicio, aun así espero que lo disfrutaran mucho.

166
16. La mala suerte viene de tres en tres

Palabra del día: Género

Mi corazó n se sentía ligero, por primera vez había dicho a Arny que lo
amaba. Nos despedimos en la puerta de mi casa con sonrisas similares.
Cuando entré estaba de buen humor, mi madre ya había llegado y se
encontraba frente a la televisió n bebiendo té, en el ú ltimo mes nos
habíamos acostumbrado a esa rutina, yo llegaba después que ella; como
hacía menos frío paseaba con Arny, o nos juntá bamos a estudiar; los
fines de semana lo visitaba al menos un día y estudiá bamos, o nos
besá bamos la mitad del tiempo. No habíamos vuelto a ir a la playa, Arny
había sugerido un viaje al cine pero yo quería que nos tomá ramos en
serio el estudio, a sus mamá s eso les gustaba bastante. Arny no lo
disfrutaba tanto pero era increíble lo inteligente que demostraba ser
cuando sí se esforzaba, y lo hacía por mí, aunque yo quería que se
esforzara por sí mismo, porque la verdad mi ú nico deseo era verlo
triunfar.

167
Las cosas estaban en movimiento en nuestra vida, a él le habían regalado
una cá mara y se divertía bastante tomando fotografías, estaba
estudiando sobre lentes, enfoques, muchas cosas que a mí me sonaban a
chino, pero que a Arny comenzaban a apasionarle. Lo ú nico malo era
cuando quería fotografiarme a mí, que no me sentía tan có modo con ello.
También había enviado su solicitud a la líder de su clan para convertirme
y se encontraban estudiando mi caso, al mismo tiempo, yo había
entregado la solicitud a mi colegio para rendir el ECN este añ o. Mi madre
había tenido que firmar para demostrar que aprobaba que yo fuera a
adelantarme. Esa había sido una conversació n incó moda, pero había
terminado aceptando. Entendía, tal vez, que no quisiera separarme de mi
alfa, aunque no supiera la razó n real. Lo que le desagradaba era que me
iba a marchar de casa antes y que, como iba a adelantar mi examen y este
técnicamente no era mi añ o, la prueba no sería gratis, tenía que pagarla.
Si rindiera el ECN el otro añ o, el gobierno pagaba por el examen, pero
cualquiera que quisiera rendirlo fuera de su añ o (o por segunda, tercera,
cuarta vez) debía pagar por la prueba. No era una suma menor, tampoco
era carísima, pero había que conseguir el dinero.

Así que había llamado a mi padre. Y él había aceptado pagar y hacer él


mismo el depó sito a mi nombre. Tenía que hacerlo en el banco a la
cuenta que el gobierno tenía designada para el ECN dando mi nú mero de
seguridad social.

—¿Te avisó ya si hizo el depó sito? —la fecha límite para este era en un
par de semanas, mi madre le había dicho hace tres semanas que
necesitaba hacerlo y él había contestado que lo haría y que enviaría el
comprobante. Así que ahora, todos los días llegaba y le preguntaba a mi
madre si había ya enviado la boleta. Si no lo hacía estos días tendría que
llamarlo y recordá rselo.

—No... —me preparé el té y apreté los labios. Ella desvió un momento los
ojos hacia mí—, ten paciencia, está ocupado.

168
—Si el lunes no ha hecho el depó sito lo voy a llamar —le avisé porque
usualmente era ella quien se comunicaba con él, si mi padre no iba a
hacer el depó sito, tendríamos que encontrar otra forma de conseguir el
dinero. Tal vez poner a la venta algunos de mis libros, odiaría perderlos,
pero era lo que se me ocurría de momento.

—Está bien, seguro que solo ha estado ocupado —no quise pelear con su
fe ciega por él.

—Voy a mi cuarto, estoy cansado, pasé la tarde entera estudiando con


Arny —ella me miró y sonrió . Me atrapó por sorpresa, mi madre no solía
sonreírme.

—Es bueno que estudien juntos.

Le devolví la sonrisa, me acosté y mi té se enfrió sobre la mesa de noche


porque estaba demasiado cansado para terminarlo. A la mañ ana
siguiente me quedé dormido. Me levanté al filo de la hora, tomé mis
supresores, me puse el collar, mi ropa del día jueves (jeans gastados,
camiseta roja y suéter borgoñ a) y corrí sin pasar por la cocina mientras
me maldecía a mí mismo por no haberme despertado con la alarma.
Cuando llegué al instituto fue casi al toque del timbre, Arny estaba
afuera.

—Casi no llegas —nos saludamos con un beso y yo solo asentí porque me


faltaba el aire, correr hasta allí había hecho que me doliera el estó mago.
Aunque tal vez era la falta de comida por haberme saltado el desayuno
—. Ten —me entregó un snicker y yo lo miré.

—Eres el mejor novio del mundo —se rió , yo comencé a comer la barra
de inmediato porque no quería enfrentarme al examen que tenía a
primera hora con el estó mago vacío, no quería que la falta de alimento
fuera el motivo por el que mi cerebro decidiera fallar y recibiera una

169
mala calificació n. Nos detuvimos en mi saló n mientras yo devoraba el
ú ltimo bocado de la barra en mi mano.

—Te ves adorable con los cachetes llenos de comida —me besó y no
pude responderle, porque tenía la boca llena—, éxito.

Lo vi correr por el pasillo a su propia clase y entré a rendir mi examen


mientras masticaba lo ú ltimo del snicker salvavidas que me había
regalado y me daba cuenta, en ese instante, que seguramente me había
dado su snack de la mañ ana... que probablemente él comía ese snicker,
ademá s de su desayuno y luego el almuerzo... lo amaba un poco má s solo
por eso. Pero ya luego me concentré en el examen porque era una gran
parte de la nota final y porque, siendo honestos, seguro Arny tenía má s
de uno y comida no iba a faltarle, ya lo conozco, sé que siempre tiene
algo extra para engullir.

Salí del saló n mirando las caras de mis compañ eros, me dolía la muñ eca
de tanto escribir, todos parecían medio derrotados, había sido brutal, el
profesor de ciencia realmente parecía querer jodernos, pero sentía que
había respondido bien, en su mayoría.

—¿Có mo te fue? —Vivian pasó a mi lado mientras todos nos


encaminá bamos como cadá veres andantes a nuestra siguiente clase. No
se veía tan cansada. Tal vez porque su enfoque era artes, y ciencias nunca
le había interesado mucho.

—Creo que bien...

—Qué bueno, yo creo que aprobé justo —le sonreí, pero de pronto algo
llamó mi atenció n, mi cabeza simplemente se volteó al escuchar un
nombre que se repetía mientras nos cruzá bamos con personas de otros
añ os en los pasillos.

Matthew Burton... Matt Burton.

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Se me heló la espalda. Vivian se había apartado a preguntarle a otros
compañ eros sobre su posible resultado, me acerqué a ella.

—Hey, Vivian ¿qué es lo que hablan todos sobre Matthew Burton? —ella
me miró confundida un segundo, tal vez no era nada, tal vez solo había
tenido alguna clase de show o algo así. Pero entonces pareció recordar y
arrugó la nariz.

—Oh, sí ¿no te enteraste? Lo estaban pasando por los canales de


fará ndula y todo eso, hoy por la mañ ana ya estaba en todas las redes
sociales —mierda—, se ve que se filtró un video donde sale hablá ndole
horrible a una de sus asistentes omegas, una maquillista. La prensa lo
está condenando muy duro, se supone que él siempre ha dicho que es
tolerante y todo eso, entrevistando famosos de toda clase, fue una cosa
muy fea ¿no te enteraste?

—Me quedé dormido —¿lo habría visto mi madre? Seguramente sí ¿por


qué no me había avisado?

Tal vez lo hizo, tal vez me dejó una nota y no la vi porque no pasé por la
cocina.

—Ya veo, qué mal... gracias Vivian —pero no tenía que ver conmigo. No
tenía nada que ver conmigo. Por un segundo pensé que tal vez habían
descubierto la existencia de mi madre, la mía, no quería verme en el ojo
del huracá n, no cuando las cosas comenzaban a ir bien.

Supongo que era bueno que nadie supiera que él era mi padre.

Aun así, estuve nervioso toda la mañ ana, cuando llegó la hora de
almuerzo y Arny apareció frente a mí lo abracé con fuerza, respirando su
aroma para calmarme. Creo que lo sorprendí porque tardó unos
segundos en abrazarme de vuelta.

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—Hey ¿qué pasa? No me digas que te fue mal —negué, aú n con el rostro
hundido en su pecho— ¿te sientes bien?

—Solo estoy nervioso —tomé su mano y comenzamos a caminar a la


cafetería.

No le había contado a Arny quién era mi padre, principalmente porque


nunca hablaba a nadie de él y tampoco es que formara parte de mi vida
má s que una vez al añ o. Ademá s, estoy seguro de que ese escá ndalo
pasaría, había mucha gente que pensaría que lo que fuera que hubiese
dicho no era para tanto, que esa omega se lo merecía. Era horrible, pero
era como funcionaba la sociedad. Nos pusimos en la fila, hoy había
legumbres. Miré a Arny ¿habría escuchado de mi padre? Probablemente
sí, era el presentador má s conocido de su canal. Hacía el show nocturno
«El Show de muy, muy noche, con Matt Burton», hacía entrevistas a
famosos, hacía humor, de todo. Tendría que al menos haber escuchado
de él.

—¿Seguro que solo son nervios? Está s pá lido —ni me di cuenta de que
me habían servido la comida. Miré a Arny y no dije nada, no iba a decirle
que estaba bien, no lo estaba.

—Solo... bueno, debería contarte una cosa, luego —le diría cuando
saliéramos de clase, no tenía sentido ocultarlo y era mejor que lo supiera
antes que después. No era realmente que hubiese estado «ocultá ndolo» a
propó sito, simplemente no se me ocurría pensar en mi padre cuando
estaba con Arny.

—¿Algo malo? —ladeé el rostro.

—Algo curioso supongo —nos sentamos en nuestra mesa de siempre y


llevaba dos cucharadas de legumbres, pensando en contarle a Arny la
pregunta má s difícil de mi examen cuando alguien llamó mi nombre.

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—¡Hey, Jae! —volteé sorprendido, era alguno de los compañ eros de
Arny. Lo miré con curiosidad— ¿Crees que podrías pedirle a tu padre el
nú mero de Emma Watson para mí?

—¿Qué? —pude sentir mi corazó n acelerá ndose en mi pecho como si lo


tuviese en frente, como si pudiera mirarlo y, al mismo tiempo, todo
pareció ocurrir en cá mara lenta, comenzaron a acercarse má s personas a
mí, que si mi padre me visitaba, que si conocía a algú n famoso, «Jae,
siempre me has agradado ¿podrías...?», cosas como esa se repetían, de
pronto me rodeaban y me sentí mareado. Arny estaba tan confundido
como yo, me comenzaron a temblar las manos, no sabía qué hacer.

Arny sí.

—¡De qué diablos hablan! —entonces una chica sacó su teléfono y nos lo
enseñ ó .

—Mathew Burton acaba de anunciarlo —puso play y en aquella pantalla


de celular se materializó mi padre, sentado tras su escritorio, con un
traje azul oscuro, camisa blanca, corbata gris. Miraba a la cá mara con un
rostro de disculpa y seriedad, con unos ojos azules demasiado iguales a
los míos, con su cabello castañ o, igual al mío, tan similares y al mismo
tiempo tan diferentes porque mi rostro era mucho má s delicado que el
suyo, porque aunque estaba el parecido, éramos totalmente distintos
dentro de la similitud.

—Quiero empezar este anuncio disculpá ndome —su voz era á spera,
ronca, la voz de un alfa, yo la había escuchado en persona—, deben saber
que nunca tuve intenciones de tratar mal a la maquillista, había tenido
un mal día y exploté, como todos podemos hacerlo, dije palabras
desafortunadas y lo lamento —pude verlo cerrar los ojos un instante,
sentía una gota de sudor helado recorrerme la espalda—, pero deben
saber que jamá s discriminaría a alguien por ser omega. Esto será un
shock para todos, pero tengo un hijo —no—, su nombre es Jae, vive en

173
una pequeñ a ciudad llamada Roscoe, con su madre... tiene diecisiete
añ os, su madre y yo decidimos cuando era apenas un bebé que no
queríamos que viviera acosado en este mundo de fará ndula, pero ahora
es grande, puede soportarlo —cómo pudiste—. Mi propio hijo, al que
amo, es un omega, así que no, jamá s discriminaría intencionadamente
contra ellos.

No podía respirar. El video terminó y sentía como si todo el mundo se me


viniera encima, no solo por la multitud.

—¿Jae? —la voz de Arny sonaba lejana, abrí los labios pero nada salía.
Me estaba quedando sin aire—, mierda...

De pronto fui levantado por sus brazos y pude sentir como me sacaba de
allí, al exterior, afuera, donde no había personas, donde había aire. Me
sacó del colegio, me llevó a su jeep y me sentó en el asiento trasero, con
la puerta abierta se quedó de pie frente a mí mientras yo trataba de
respirar. Me temblaban las manos y él las tomó entre las suyas. Aun
cuando había sol me sentía helado.

—¿Está s bien? —negué con la cabeza y él apretó mis manos entre las
suyas, tratando de darles calor—, oh, mi vida —me abrazó ,
acurrucá ndome contra su pecho, yo me dejé envolver por su aroma, por
su calor, mientras sentía mis ojos llenarse de lá grimas— ¿dijo la verdad?
¿Es tu padre? —asentí sin apartarme ni un milímetro, él frotaba mi
espalda con sus manos.

Arny me abrazó por mucho tiempo, tanto que escuché el timbre que daba
inicio a las clases de la tarde, indicando que el almuerzo había
terminado, pero por una vez no me importó en lo absoluto. Quería
quedarme allí, detenido en ese lugar seguro. Esperé hasta sentir que mi
temperatura regresaba a un nivel razonable y me aparté para mirar a mi
novio, él se apuró a limpiar las lá grimas de mis mejillas.

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—Es un mentiroso... no me ama, nunca me ha amado. Se casó por
obligació n —comencé a contar—, por mí, pero luego cuando quiso
hacerse famoso y seguir su carrera decidió que lo mejor sería ocultarnos
aquí —apreté los labios—. Nunca ha pasado una navidad conmigo, solía
venir para mi cumpleañ os pero este añ o ni siquiera apareció para eso y...
joder —negué con la cabeza—, no puedo creerlo, no puedo creer que dijo
que yo existía solo para salirse del apuro.

—Tal vez no fue por eso... —las ganas de Arny de ser positivo no me
sabían bien en ese momento, negué y lo miré a los ojos.

—Mi madre ha pasado una vida esperá ndolo, él ha tenido escá ndalos con
modelos y demá s, ella siempre lo ha justificado, se ha enojado y lo ha
perdonado sola —me cubrí los ojos—, no sé qué va a pasar ¿y si viene la
prensa? ¿Y si tienen curiosidad sobre el hijo del presentador ese? Es un
egoísta de mierda, có mo pudo... ni siquiera me preguntó , como si yo
quisiera ser reconocido por todo el mundo como su jodido hijo perdido.

—Pasará ... tal vez sí venga prensa o algo así, pero sabes como son estas
cosas, joderá n un poco y luego pasará n a otro tema —entrelacé mis
manos a las suyas, toda mi cordura venía de esas manos—. Si te hace
sentir mejor... a mis madres siempre les cayó mal, nunca vieron su
programa, lo veían como un tipo falso.

Realmente sabía hacerme sentir mejor, me conocía.

—Te amo, en serio te amo —se inclinó y me besó despacio, calmá ndome
también con esos labios tan suaves y deliciosos suyos. Abracé su cuello y
dejé que me hiciera sentir mejor de aquel modo, solo Arny podría
haberme aliviado en ese instante.

—Jae.

Este día no puede ponerse peor.

175
—Madre —me aparté de los labios de mi novio cuando escuché su voz.
Estaba junto al Jeep, al lado de Arny, mirá ndome seria, pero había má s
emoció n en sus ojos de la comú n y dudaba que fuera por haberme visto
besá ndome con mi alfa. Solo una persona podía poner brillo en su
mirada y ese no era yo. Me había equivocado, mi día estaba por ponerse
muchísimo peor.

—Tu padre llamó , vamos a casa, necesito que empaques —me hizo un
gesto con la mano para que la siguiera y yo ni intenté moverme.

—¿Empacar? ¿A dó nde se supone que voy? —sus labios se apretaron y


me miró con impaciencia.

—¿A dó nde crees? ¿Acaso no viste el video? Tu padre te necesita, quiere


que vayas a pasar unos días con él, tal vez aparecer en televisió n... —esto
no podía estar pasando.

—Tengo clases.

—Te las está s saltando ahora —enarcó una ceja y yo negué con la cabeza
mientras Arny apretaba mi mano, tal vez tratando de calmar mi pulso
que comenzaba a acelerarse de nuevo.

—Porque me alteré por ese maldito video, madre, no voy... o sea... no,
tengo clases, la otra semana es mi celo, no pienso dejar la ciudad ¿es que
está loco? —negué con la cabeza—, no sé qué diablos espera que haga.

—Tu padre te necesita —me dijo insistentemente y, perdiendo la


paciencia, se acercó y me tomó de la mano libre bajá ndome de un tiró n
del jeep donde estaba sentado. Si no es porque Arny me sujeta, me habría
caído de cabeza al suelo—. Vamos.

—No —Arny me ayudaba, me sujetaba firme, ella lo miró con


exasperació n por primera vez.

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—Suéltalo, este es un problema familiar.

—Si él no quiere ir, no deberías obligarlo —entonces los ojos de mi


madre me enfrentaron.

—Quería que hicieras esto por tu deseo de ayudar a tu padre, pero está
bien... Matt dijo que si no ibas no pagará por tu inscripció n al ECN, pero si
vas, no solo pagará por el ECN, sino por tu universidad —después de
haber dicho por televisió n lo mucho que amaba a «su hijo» pagar por mi
universidad era lo mínimo que esperaban de él. Pero negué con la
cabeza.

—Venderé mis libros. Conseguiré una beca —miré a Arny, a mi madre—.


No voy.

—Jae —y de pronto los ojos de mi madre suplicaban, ya no sabía có mo


convencerme, yo no cedería, no por dinero, no por él. Sus ojos se
volvieron horrorosamente anhelantes, una mirada que le conocía
demasiado bien—, sería el primer paso... será má s fá cil ahora, todos
saben la verdad así que podría recuperar su familia.

En ese instante quise recordar lo peor de ella, las veces que me había
tratado con indiferencia, cuando había tomado el lado de otros en lugar
del mío, cuando se había negado a darme dinero para cosas pequeñ as,
cuando me había forzado a quedarme en casa aquellas veces que la clase
completa iba de paseo al zooló gico o el acuario. Quise recordar esas
cosas, todo lo malo. Pero solo pude recordarla a ella, comprá ndome
medicinas, el collar de omega cuando me manifesté, corriendo por
supresores cuando llegó mi primer celo... anhelando al hombre que podía
darle una felicidad que yo nunca le había otorgado.

—Bien —un amago de sonrisa dibujó su rostro.

177
—Fantá stico, despídete, debes tomar un bus para ir al aeropuerto, tu
padre compró tu pasaje online, te vas hoy mismo —soltó mi mano y yo
me volteé hacia Arny.

—¿Está s seguro? —asentí y lo abracé con fuerza una vez má s.

—Trataré de volver lo má s pronto posible, no me perderé tu cumpleañ os


—faltaba un poco má s de una semana, pero confiaba en que no perdería
tantas clases. Besé sus labios una vez má s y sus manos apretaron las
mías.

—Te amo —me susurró respirando mi aliento y yo asentí.

—Y yo te amo a ti —me aparté y seguí a mi madre.

Aun cuando todo mi cuerpo me pedía que me quedara con mi alfa. Aun
cuando cada célula me estaba gritando que cometía un error.

•••

Las cosas se ponen «interesantes», pasamos hoy la mitad de la historia, al


menos en nú mero de capítulos. Llevamos ya má s de la mitad, no parece
real, pero lo es. Espero que les esté gustando tanto como a mí.

Gracias a todas las personas que leen, comentan y dejan estrellita <3

178
17. Es un maldito penthouse

Palabra del día: Infértil

Deseaba regresar. Deseaba volver en mis pasos, correr hasta Arny, solo
refugiarme en él y no estar haciendo una maleta para pasar un nú mero
indefinido de días con mi padre. Odiaba que solo tenía un pasaje de ida y
no de vuelta. Porque no tenía una cuenta de ahorro, no tenía dinero para
pagar mi propio pasaje de regreso si deseaba volver antes. Si tuviera el
pasaje de vuelta podría adelantarlo si lo deseaba, pero supongo que por
lo mismo era que mi padre no lo había comprado. La idea de ser una
clase de prisionero por mi incapacidad de marcharme me desagradaba
muchísimo.

—No quiero faltar mucho tiempo a clases —mi madre me había llevado
en taxi hasta la estació n de buses. Llevaba una maleta negra en la mano
con demasiada ropa para mi gusto.

—Tomará el tiempo que tenga que tomar —su despreocupació n me


exacerbaba.

179
—No tendrá sentido que pague por mi ECN si no he estudiado —dejamos
mi maleta en la parte de abajo del bus, me dieron un ticket y nos
detuvimos en la puerta.

—Haz lo que tu padre te diga —me habló como si no hubiese escuchado


mi protesta. Entonces me entregó el pasaje de avió n impreso—. Pó rtate
bien.

—Nos vemos —subí al bus y ocupe mi asiento junto a la ventana. Me


dirigía al aeropuerto que estaba entre Roscoe y la ciudad vecina.

«Te llamaré por la noche»

Era un mensaje de Arny. Apreté mi teléfono. Era lo típico del omega que
quería estar con su alfa, no quería ser un cliché, pero joder, mientras má s
nos alejá bamos de Roscoe má s lo extrañ aba y, la verdad, cliché o no,
comenzaba a sentir el peso de su ausencia demasiado fuerte y ¿por qué
debería sentirme culpable por extrañ arlo? Arny es genial, amable, dulce,
fuerte, huele increíble, tiene un hoyuelo cuando sonríe y me hace feliz
¿quién no extrañ aría su felicidad? Yo ciertamente lo hacía.

Tomé un avió n sin tener idea de quién me estaría esperando cuando


llegara a mi destino ¿habría uno de esos choferes con un cartel con mi
nombre? ¿Una conferencia de prensa? ¿Mi padre? ¿Su asistente? ¿Nadie?
Aquel viaje había sido hecho con tal apuro que no tenía idea de lo que me
iba a encontrar cuando arribara en el aeropuerto central. Durante el
viaje en avió n esperé sentirme asustado o algo, después de todo, era mi
primera vez volando, pero lo ú nico que pasó fue que me dolieron los
oídos. Llevaba un cuaderno en mi mochila así que traté de distraerme y
estudiar, funcionó un poco, pero mi cabeza seguía desviá ndose hacia
Arny, hacia lo que pasaría cuando me encontrara con mi padre, a có mo lo
convencería de que no quería aparecer en televisió n. Mi conversació n
con Arny hacía má s de un mes no dejaba de darme vueltas en la cabeza,
él no quería ser famoso porque pondría en peligro su secreto, se suponía

180
que el clan estaba evaluá ndome ¿qué iban a pensar si de pronto aparecía
en cá maras de televisió n como el hijo de un presentador? No quería que
determinaran que yo era peligroso para el secreto del clan, no quería que
creyeran que yo no debía convertirme.

Quería ser un lobo con Arny, quería correr con él. No quería que
fuéramos solo una familia, quería que fuéramos una manada, nuestra
propia manada, con él y nuestros cachorros.

El avió n aterrizó y seguí a la multitud para recuperar mi maleta. Con mi


mochila en la espalda, mi celular en una mano y mi maleta en la otra, me
dispuse a salir del á rea de retiro de equipaje, afuera había grupos de
personas, choferes, familias, personas con carteles. Busqué algo que me
fuera familiar, el rostro de mi padre, má s que nada, aunque suponía que
no estaría allí, ya que no había una multitud de reporteros en la zona.
Entonces lo vi, un sujeto solo un poco má s alto que yo, de cabello entre
rubio y pelirrojo, corto, con pecas y gafas grandes y de marcos circulares,
vestido con un traje violeta y un cartel que leía mi nombre.

—Hey —señ alé el nombre en su cartel, estaba impreso en papel blanco


«Jae Seaver»— ¿te envió mi padre? —sus ojos verde agua me miraron de
arriba abajo, primero serio y luego con una sonrisa de cortesía.

—Vaya, ustedes realmente se parecen —bajó el cartel y trató de tomar


mi maleta pero no lo dejé. Negué con la cabeza y él siguió sonriendo de
aquella forma tan falsa mientras comenzaba a caminar y yo lo seguía a
quién sabe dó nde.

Me desagradaba que tenía razó n, la gente no solía pensarlo, porque nadie


había asociado mi nombre al suyo ¿a quién se le ocurriría pensar en mí
como el hijo de ese presentador? Pero viéndonos uno al lado del otro, era
evidente, yo me parecía a él, como una versió n omega de mi padre, lo
cual supongo que para este caso le funcionaba perfecto, nadie podría
decir que me había inventado, nadie dudaría que yo era su hijo.

181
—¿A dó nde vamos? ¿Y quién eres? —mi voz sonó bastante dura, fue
intencionado, el sujeto se volteó , debía tener veinticinco añ os o algo así,
no lucía mucho mayor. Me observó con disculpa.

—Oh, cierto ¿no te dijo tu padre? Oh, claramente no, como sea —hablaba
muy rá pido, respondiéndose a sí mismo, su voz era algo aguda—, soy
Kevin, uno de los asistentes de Matt, tengo ó rdenes de llevarte a su
departamento.

—Ok —porque esto de seguir a un desconocido solo porque tenía un


cartel con mi nombre me parecía bastante estú pido, pero supongo que
nadie má s tendría mi nombre completo y de todos modos su historia sí
sonaba real y tampoco es como si tuviera muchas otras opciones.

Llegamos hasta un vehículo gris, él abrió la cajuela, acomodé mi maleta y


finalmente me subí en el asiento junto al chofer. Nunca había estado allí,
condujo desde el aeropuerto a una ciudad repleta de luces y edificios
gigantes, en Roscoe ni siquiera había edificio alguno que tuviera má s de
cuatro pisos, el hospital tenía tres y era el ú nico lugar con un ascensor.
Aquí había trá fico y ruido y carteles gigantes con luces de neó n. Me
mantuve en silencio por todo el viaje, creo que Kevin quería
preguntarme cosas, no sé, me miraba cada par de minutos como si fuera
a desaparecer o algo. Finalmente llegamos a un edificio que lucía
exageradamente alto, Kevin condujo hasta el estacionamiento
subterrá neo y con mi maleta y mochila tomamos un ascensor hasta el
piso 26. Allí arriba solo habían dos puertas. 2601 y 2602, el asistente
sacó unas llaves y abrió la primera puerta.

No pude evitar sentirme molesto.

—Mierda —susurré bajo porque el lugar era gigante. Entraba al saló n


que tenía unos amplios ventanales con una vista despejada hacia la
ciudad y un balcó n, el piso era de alguna clase de material gris oscuro
que se notaba costoso, tenía unos sofá inmensos color gris, adornados

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con mantas y cojines blancos, un televisor gigante, se veía la cocina desde
allí, en un concepto abierto y moderno y, sí, joder, tenía escaleras hacia
un segundo piso donde, imagino, estaban las habitaciones.

Mientras tanto mi madre tenía tan poco dinero que no podía pagar ella
misma por mi ECN y yo no podía costear audífonos nuevos.

—Matt me dijo que la habitació n de arriba, al fondo a la derecha, había


sido acomodada para ti —miré hacia las escaleras y luego al pelirrojo.

—¿Dó nde está él?

—En el canal, no es que llegue todos los días por la noche a hacer el
show, se prepara desde temprano —de todos modos ni era temprano ya,
pasaban de las seis.

—Vale —tomé mi maleta para ir a la habitació n aquella, la voz de Kevin


me detuvo.

—Tenemos media hora para salir, así que acomoda tus cosas, la
contraseñ a del wifi está en tu mesa de noche —fruncí las cejas.

—¿Salir?

—Sí, Matt te espera en el canal, el equipo de vestimenta y maquillaje está


ya preparado para hacerse cargo de ti.

—Oh... —¿es que acaso estaba loco?

No dije nada, tomé mi maleta, subí las escaleras, había varias puertas, fui
a la indicada. El cuarto era má s grande que nuestro living en Roscoe.
Tenía una cama grande, otro gran ventanal, un closet y una puerta a lo
que, presumo, era un bañ o. Dejé mi maleta y miré la puerta. Justo lo que
había supuesto, podía ponerse el cerrojo por dentro. Cerré y fui hasta la

183
cama, me acosté sobre el cobertor azul marino, casi daba rabia lo mullido
y có modo que era. En la mesa de noche efectivamente estaba la clave del
wifi. Me conecté, nunca usaba internet en mi celular porque... pues no
tenía internet en casa ni un plan mó vil con red, pero mi modelo no era
tan antiguo así que aproveché la señ al y descargué la aplicació n que
sabía que Arny usaba para enviarse mensajes con sus madres y le escribí.

«Ya estoy en casa de mi padre. No está pero se supone que vaya con su
asistente al canal»

No tardó casi nada en responder.

«¿Puedes hablar ahora? ¿Está el asistente molestá ndote?»

«Estoy en el cuarto, cerré con llave. Pero seguro vendrá pronto a decirme
que vayamos. Te aviso cuando pueda hablar»

«Estaré atento».

Solo leer sus palabras me hizo sentir un poco mejor, porque aun con la
suavidad del colchó n, ese lugar me ponía incó modo. Claro que no duró
demasiado porque Kevin comenzó a tocar la puerta y cuando no
contesté, intentó abrirla.

—Jae ¿pasa algo? ¿Está s bien? Tenemos que marcharnos pronto, tu


padre está esperando —podía escuchar la ansiedad en su acelerada voz.

—No iré.

—¿Qué? —escuché como movía la manija de la puerta sin lograr abrirla,


seguramente por fuera solo se abriría con la llave—. Matt está
esperando, quiere hacer el primer segmento del show de hoy contigo,
presentarte celebridades.

184
—Pues si quiere llevarme a algú n lado tendrá que venir él mismo. No iré
y no vas obligarme —lo escuché tratar de empujar la puerta.

—Jae, tu padre cuenta contigo —no era culpa de Kevin, era culpa de mi
padre, me sabía mal que fuera a tener problemas pero no iba a cambiar
de opinió n—, sal de allí.

—Mi padre es un bastardo egoísta que me anunció al mundo sin


consultarme, por su propio beneficio, que me ha visitado solo una vez al
añ o desde que tengo memoria, que está nadando en dinero y le envía una
miseria a mi madre, no quiero hacerle ningú n favor —Kevin no dijo nada,
así que seguí hablando, tal vez así entendería que llevarme con él sería
una mala idea—. Tenía un trato con mi madre de que si yo era alfa,
entonces él me iba a criar, como fui omega, me ocultó con mi madre. Si
tratas de hacerme ir, se lo diré a todo el mundo frente a las cá maras, no
lo dudes. No me conoces, pero te puedo asegurar que no miento.

Un silencio largo siguió a mi monó logo.

—Iré a hablar con Matt. Diremos que estabas cansado por el viaje.

—Me da igual —lo escuché alejarse de la puerta y bajar las escaleras.

«Ya puedo hablar»

Mi teléfono sonó casi al instante, contesté con el corazó n acelerado.

—Jae.

—Arny —era muy bueno escuchar su voz, aun si no está bamos


enlazados... era difícil estar lejos. Me había acostumbrado a su presencia
constante... no, era má s que solo costumbre, era un disfrute, un placer
increíble que me volvía adicto. Lo necesitaba conmigo. No. Tampoco era
correcto llamarlo adicció n, porque las adicciones hacen dañ o, y tener a

185
Arny conmigo era lo má s sano que había hecho en mi vida, él me hacía
demasiado bien.

—¿Có mo está s? ¿Có mo fue el viaje en avió n? —sonaba preocupado,


podía distinguirlo en su voz, como si lo tuviera en frente.

—El viaje normal, supongo, me dolieron un poco los oídos, pero bien. Me
esperaba el asistente de mi padre —le conté có mo me había llevado al
apartamento, có mo era el lugar, la habitació n, lo que me había dicho—.
Por suerte se marchó , o creo que se marchó , planeo no salir de este
cuarto hasta que escuche a mi padre venir a reclamar.

—Por favor no dejes de comer... —suspiré, escucharlo en mi oído no era


suficiente—, al menos tienes internet, eso es bueno.

—Sí, mientras esté aquí en la casa podré escribirte por la aplicació n,


aunque prefiero escucharte —casi podía imaginarlo, acostado en su
cama también, con el teléfono en el oído y una sonrisa tenue,
probablemente sin camiseta porque si por él fuera andaría por la vida
como su madre lo trajo al mundo.

—Envíame tu ubicació n, quiero saber dó nde está s —miré el celular.

—¿Có mo se hace eso? —lo puse en alta voz para poder seguir sus
instrucciones mientras me las daba y logré enviarle la ubicació n en la
aplicació n.

—De este modo si esto se vuelve un secuestro, sabré dó nde ir a


rescatarte —sonreí deseando que aquello no tuviera que cumplirse.

—El caso es que escapé de las cá maras hoy, pero me hará aparecer, y
puedo seguir diciendo que no, pero estoy seguro de que no me dejará
marcharme hasta que lo haga —y có mo diablos iba a conseguir un pasaje
de vuelta si él no lo compraba.

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—Siempre puedo pedirle a mis madres...

—No podría aceptarlo, Arny —pero si ocurría lo peor tendría que


considerarlo, podía conseguir un trabajo o algo, no era que hubiese
muchos en Roscoe pero podría intentarlo para devolverles el dinero, si
llegá bamos a ese extremo.

—Solo avísame si algo pasa —estaba preocupado, yo también.

—Lo haré. Te extrañ o, se siente horrible saber que no te veré mañ ana,
que no me levantaré para ir a clases y que al llegar estará s ahí —me dolía
el pecho de las ganas de verlo, mis mú sculos parecían tensarse de la
necesidad y todo se me hacía horriblemente incó modo.

—Nos veremos pronto —lo dijo con tanta seguridad, pero al mismo
tiempo sonaba como algo que decía porque él mismo quería creerlo.

—Nos veremos pronto —yo también quería creer.

Luego de terminar la llamada me levanté para ponerme el pijama. Me


metí entre aquellas sá banas y cerré los ojos, no era mentira que estaba
cansado, el viaje en bus, las horas de vuelo, no era solo mi necesidad de
Arny, mis mú sculos dolían por el cansancio. Había cerrado los ojos y
estaba por dormirme cuando mi celular sonó de nuevo.

—¿Por qué no viniste? —reconocí la voz grave de mi padre al otro lado


de la línea.

—Porque no quise ir —realmente solo quería dormir.

—Hablaremos de esto cuando llegue a casa.

—Genial, podemos hablar de todo el dinero que claramente tienes y de


có mo tuve que rogarte para que pagues mi ECN y ni eso hiciste ¿Por qué

187
no se lo decimos a tus espectadores?—gruñ í enojado y él colgó el
teléfono.

Si no hubiese sido por el cansancio, esa pequeñ a interacció n no me


habría dejado dormir, pero realmente sentía el peso del viaje y terminé
durmiéndome de todos modos. Lo ú nico bueno que tenía aquel lugar era
que las cortinas eran de las que bloqueaban completamente la luz así que
podía dormir a oscuras, lo cual era bueno porque de otro modo las luces
de la ciudad me hubiesen molestado demasiado. Cuando abrí los ojos era
de mañ ana, miré mi celular y pasaban de las ocho, má s tarde de mi hora
usual. La puerta de mi cuarto estaba abierta, o sea que mi padre había
llegado, había usado la llave para abrir la puerta, no me había
despertado, pero la había dejado de par en par para dejarme en claro que
podía abrirla.

Me levanté en pijama (uno de franela celeste) y bajé a la cocina a


preparar un té, me costó un poco encontrar las cosas, pero finalmente lo
logré. No sabía si mi padre estaba en casa pero tampoco me importaba.
Miré mi teléfono, quería llamar a Arny, pero sabía que dada la hora,
seguramente ya estaría en clases. Decidí mirar el video del escá ndalo de
mi padre, peleaba con la maquillista, le decía que estaba haciendo un
trabajo pésimo y finalmente «no sirves para nada, todos los omegas
deberían ser operados para hacerlos infértiles y que no se reproduzcan».
Cerré el video y negué con la cabeza, era realmente un idiota, pero
entendía aú n má s por qué me había hecho ir, necesitaba limpiar su
imagen y no me dejaría marcharme hasta que no lo hubiese ayudado a
hacerlo.

Estaba bebiendo mi té cuando escuché a alguien bajar la escalera y frente


a mí apareció mi padre, el sujeto del video. Llevaba un pijama de ceda
negro de dos piezas, con botones. Tan alto como lo recordaba, con su
cabello castañ o desordenado, su rostro firme y anguloso, muy serio, y
aquellos ojos azules demasiado desesperantes.

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—Buenos días, Jae —me saludó como si nada, tratando de sonreír,
probablemente pensando que si me trataba mejor eso lo ayudaría a
ponerme de su lado.

—Padre —me puso una cara amable que yo no me creí ni un poco.

—Puedes llamarme «papá ».

—Já —la risa iró nica se salió de mis labios como si nada y él frunció el
ceñ o.

—No veo por qué está s teniendo esta actitud —no se podía ser má s
cínico.

—¿Quieres dejar de actuar como el padre incomprendido o algo así?


Aquí no hay cá mara, sé real, joder, para de mentir un poco —yo podía ser
una persona muy tranquila, pero este era el sujeto que había mentido a
mi madre muchísimas veces, que podría habernos ayudado y no lo había
hecho, y que me había expuesto al mundo por su mera conveniencia.

—Pero Jae, yo realmente te aprecio —trató de tomar mi mano y la


aparté.

—Corta el rollo ¿quieres? Le dijiste a mi madre que si no venía no


pagarías por mi ECN, que ofrecías pagar por mi universidad. No
pretendas ahora que estoy aquí porque tenemos una excelente relació n
—mi voz salió repleta de sarcasmo. No iba a decirle que había ido por mi
madre y no por el dinero, si podía pagar por mi ECN, mejor—. Así que
solo ve directo al punto y dime qué se supone que debo hacer para
largarme lo má s pronto de aquí.

Su actitud cambió por completo. De pronto podía ver el rostro que


conocía mucho mejor, la mirada calculadora y helada, la sonrisa se
desvaneció , frente a mí estaba solo un hombre de negocios.

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—Bien. Quiero que aparezcas en el show de esta noche —era una
negociació n, sabía que con la joda de las cá maras no iba a ceder, tendría
que hacerlo yo, por má s que no quería aparecer frente a ellas, por má s
que sería inconveniente por mi relació n con el clan, no podía cambiar el
hecho de que era hijo de mi padre, si no aparecía en el show tal vez la
curiosidad alrededor de mí persona crecería y periodistas tratarían de
encontrarme. Tal vez lo mejor era hacer una aparició n para que me
vieran y pudieran luego olvidarse de mí.

—Lo haré solo si es por esta noche, luego no quiero volver a aparecer
nunca má s y quiero que digas que deseo una vida normal y que pidas que
nadie me moleste —enarcó una ceja de un modo demasiado similar al
mío y me odié un poco al notar el parecido.

—Puedo hacer eso... pero deberá s ser... amable —sonrió falso y yo ladeé
el rostro.

—Puedo ser amable, pero no voy a mentir, así que no me hagas


preguntas que te dejen en evidencia —apretó los labios.

—Quiero que digas que soy un buen padre —me habría reído, solo que
no era gracioso.

—Te dije, no voy a mentir, sé que solo nos vemos una vez al añ o, pero al
menos eso deberías saber de mí —se cruzó de brazos en lo que su
cafetera rellenaba una taza con café.

—Entonces quiero que al menos desvíes el tema y hables de otra cosa. Si


salen preguntas sobre nuestra relació n o mi relació n con tu madre
déjame responder—me desagradaba, pero era mejor que ser forzado a
mentir.

—Bien. Quiero que pagues por mi ECN ahora, o no iré, haz el depó sito —
tomó su teléfono, lo vi mover sus dedos sobre la pantalla, y finalmente

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me enseñ ó el comprobante electró nico del depó sito hecho a mi nombre.
Sentí un pequeñ o peso menos, mi celular vibró , me había enviado el
comprobante.

—Pero solo pagaré por tu universidad si lo haces bien —eso me daba


igual, podía conseguir una beca, pero no pensaba decírselo. Bebí un
sorbo de mi té y lo observé.

—Si aparezco hoy en tu show, puedo marcharme mañ ana ¿no?


Có mprame pasajes para el sá bado temprano —me observó con genuina
curiosidad, lo cual era raro en él, no la curiosidad, sino el sentimiento
genuino.

—Pensaba que querrías quedarte algo de tiempo, aprovechar de ver la


ciudad o algo así, o disfrutar del departamento con lujos ¿no es algo que
le gustaría a los jó venes? —bufé.

—Quiero volver lo má s pronto posible —achicó los ojos, mirá ndome,


evaluá ndome, entonces soltó un «ah» y una sonrisa de haber recordado
algo.

—Helena mencionó que tenías novio ahora, un alfa —así que mi madre le
había contado. No me digné a comentar al respecto, mi padre no
necesitaba saber de Arny—, quieres volver para verlo ¿no? ¿Debo
suponer que también es el motivo de que estés rindiendo el ECN antes?
¿Es un añ o mayor? —aunque no le contesté, tomó mi silencio como un sí
—. Conocerá s otros alfa, no deberías encariñ arte mucho a uno, seguro
está divirtiéndose con otros mientras tú está s aquí, podrías hacer lo
mismo —lo dijo con tanta soltura. Mi rabia se hizo evidente y no logré
contenerla.

—No te atrevas a hablar de él —gruñ í—, Arny no es como tú . No hables


de él como si lo conocieras, vuelve a comentar algo de mi novio y todo el
trato que acabamos de hacer se va a la mierda, me importa una joda tu

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maldito show o tu reputació n, yo mismo buscaré a los medios y les diré
que clase de padre eres —me miró , sonreía divertido.

—Oh, qué tierno eres —bebió de su café que estaba listo y me soltó
aquello con condescendencia—, pero está bien, no diré nada de tu novio
—se encogió de hombros—, solo lo comentaba por los alfas que conozco.

—É l no es como los que conoces —gruñ í enojado aú n y solo me miró con


una sonrisa.

—Bien por ti, entonces —hablaba tranquilo y me irritaba. Volví a bufar


dejando en claro que no le creía—. Hey, aunque actú e así, tú sí eres mi
hijo, Jae, si alguien te hace feliz, me parece perfecto.

Podía ser verdad o mentira, lo ú nico que sí sabía era que mi padre, aun si
de verdad me apreciaba, se elegiría a sí mismo primero en cada ocasió n,
era la clase de hombre que era. Terminó su café y yo terminé mi té en
total silencio. Subí al cuarto y me eché sobre la cama con uno de mis
libros de texto para estudiar cuando él se apareció frente a mi puerta.

—Voy a trabajar, hay comida en el refrigerador. Mandaré a Kevin por ti


má s tarde. No vuelvas a encerrarte, Jae —puse los ojos en blanco.

—Bien. Solo recuerda nuestro trato. Esto será solo por hoy —asintió y
desapareció de mi vista.

Quería poder teletransportarme, era viernes, me tocaba ponerme los


jeans negros y Arny no estaba conmigo para verlos.

•••

Espero que disfrutaran el capítulo. Gracias a todas las personas que leen,
comentan y dejan estrellita <3

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18. Te escucho

Palabra del día: Solitario

Arny

Hay algo completamente incorrecto en nuestra distancia. En Jae


marchá ndose a casa con su madre a hacer las maletas, en mi estú pido
cuerpo congelado como estatua, dejando que se marche. Regresé a clases
solo porque sabía que él no hubiese querido que faltara, pero en realidad
quería correr tras él, no dejarlo ir, o acompañ arlo. Cuando llegué a casa
todo mi cuerpo se sentía pesado, incó modo. Saber que Jae estaba todo el
tiempo a una transformació n y una carrera de distancia me daba paz,
aun en mi casa, sabía que podría correr a la suya y encontrarlo si lo
deseaba, si me necesitaba. Pero en ese mismo instante se encontraría
volando para ir hasta la capital y allí no podía alcanzarlo.

—Arny —entré a casa y mi mamá me miró con preocupació n—, vuelves


temprano, vimos la noticia ¿está bien Jae? —mi má estaba en el sofá , con
V sentado entre sus piernas, dejando que le trenzara el cabello.

193
—No está bien, su padre lo mandó a llamar y él fue, aunque estoy seguro
que no quería ir, debe estar en un avió n hacia Orville ahora —mi mamá
se acercó y me acarició los brazos.

—Tranquilo, estoy segura de que regresará pronto —gruñ í molesto, no


hacia ella, hacia la situació n.

—No me gusta.

—Lo entiendo —comentó mi má , enfrentando sus ojos a los míos,


haciéndome saber que de verdad comprendía. Pero no era suficiente.

Tenía ganas de correr, el problema es que el destino al que quería llegar


estaba demasiado lejos. Quería correr hacia Jae, encontrarlo, apretarlo
entre mis brazos hasta que me abrazara de vuelta y me sonriera con la
dulzura que tiene siempre. Creo que ni él mismo es consciente de la
dulzura que enseñ a cuando sonríe, de que sus ojos celestes brillan con la
honestidad que lo caracteriza, que me fascina que, aun cuando se siente
avergonzado, se pide a sí mismo decir la verdad siempre, decir lo que
siente.

—Al clan no va a gustarle —enfrenté sus ojos ambarinos.

—No es su culpa de quién es hijo, él no quiere ser famoso, joder, lo ú nico


que quiere es una biblioteca —me salió má s molesto de lo que era mi
intenció n, por suerte, ella no se ofendió .

—Te lo menciono para que lo tengas en cuenta, vas a tener que


mencionar esas cosas a la abuela cuando sea hora de su audiencia —lo
sabía, pero no podía pensar en aquello en este instante, por mucho que sí
quería que Jae se convirtiera en un lobo, que corriera conmigo, como era
su deseo, que nuestros hijos fueran lobos y nuestra manada se moviera
junta por el bosque, lo que má s me importaba en este instante era que
estaba fuera de mi alcance, fuera de dó nde podría ayudarlo si me

194
necesitaba y sé, sé que Jae es fuerte, que ha enfrentado discriminació n y
probablemente situaciones difíciles él solo, pero quería poder apoyarlo.
Aun en una casa con las dos madres que me adoran y el hermano que me
idolatra (porque lo hace, aunque finja que no) me sentía horriblemente
solo.

Cuando me escribió me volvió parte del alma al cuerpo, estaba en mi


cuarto y cuando al fin pude escuchar su voz se oía cansado, demasiado.
Me preocupaba que su padre quisiera forzarlo a asistir a su show, pero
procuré apoyarlo, no presioné por má s, cuando volviera podríamos
hablar de su familia, podría contarme de su padre si lo deseaba, su
silencio al respecto demostraba que no era un tema placentero, porque
aunque no lo parecía, cuando el tema le agradaba Jae podía hablar
durante horas. Podía sumergirse en un discurso sobre uno de los autores
que le gustaban, sobre por qué amaba tanto cuá l libro, sobre los detalles.
Me fascinaba escucharlo, verlo mientras me hablaba de lo que le
apasionaba, de su deseo por hacer que má s personas conocieran esos
mundos.

Esa noche cerré las cortinas. Normalmente dormía con las cortinas
abiertas, mirando hacia el bosque, iluminado por la tenue luz del manto
nocturno. Pero hoy quería dormir en oscuridad, porque quería sentir
como lo estaría haciendo Jae, quería entender su fascinació n con la
negrura y lo espeso de una ceguera voluntaria.

No lo entendía.

Tal vez le gustaba porque Jae nunca había tenido a nadie realmente. Pero
a mí la oscuridad me asustaba, porque puedes perder a alguien en la
oscuridad, porque dejará s de verlos y ¿qué ocurre si se pierden para
siempre? ¿Qué ocurrirá si no logras alcanzarlo y no vuelves a tocarlos en
esa oscuridad? Jae no había sentido miedo de perder a alguien en la
negrura, pero ahora me aterraba perderlo a él.

195
Cuando mi teléfono sonó nada má s salir de clase me apuré a contestarlo.

—Jae ¿có mo está s? ¿Está s bien? —me subí al jeep desesperado por saber
su respuesta.

—Arny, estoy bien, hice un trato con mi padre, si todo sale bien, viajaré
de vuelta mañ ana —un suspiro de alivio salió de mis labios pero se
detuvo a la mitad.

—¿Qué quieres decir con «si todo sale bien»? —al otro lado de la línea
casi podía verlo, con su rostro resignado y algo molesto.

—Acepté aparecer hoy en su show, solo por hoy, acordamos que no me


hará muchas preguntas y luego de aparecer me dejará en paz, se supone
que ademá s pedirá que me dejen tranquilo —sabía que no quería
aparecer en cá mara—, lo pensé y creo que es la ú nica forma de salir de
esto, aun si no salgo, sigo siendo su hijo, saben que existo, no quiero que
alguien me persiga o busque para sacarme fotos o algo para tener la
exclusiva de quién soy.

—Tienes razó n —si solo daba una declaració n y se los sacaba de encima
era lo mejor.

—Te extrañ o —Jae no miente, él nunca miente. Pero aun si lo hiciera,


pude escuchar en su voz que de verdad me añ oraba.

—Yo te extrañ o también, cuando vuelvas voy a abrazarte por una buena
cantidad de horas...

—Suena a un plan excelente —podía oír que estaba sonriendo. Al menos


aun en la distancia podía hacerlo sonreír—. No sé, incluso estando tan
arriba hay demasiadas luces, voy a ocultarme contra ti y dejaré que me
envuelvas y protejas mis retinas.

196
—¿En qué piso está s?

—Veintiséis, departamento 2601.

—Vaya, muy arriba —Jae no sonaba entusiasmado al respecto.

—Como sea, pronto podré irme y no volver.

—Ese es mi chico —joder, quería abrazarlo, besarlo, hartarme de sus


labios tan suaves. Quería regocijarme en su boca, que mi lengua
masajeara la suya hasta cansarse, hasta dormirse en aquella cavidad,
hú meda, suya y repleta de su increíble sabor.

—¿Vas camino a casa?

—No, pero estoy en el jeep.

—Ve, hablamos má s tarde, si no puedo llamar te escribo... con algo de


suerte nos veremos mañ ana.

—Te amo —lo dije con todo el sentimiento del mundo, con lo mucho que
lo necesitaba en cada nota de mi voz.

—Yo también te amo.

Jae

Soy bueno con la soledad.

No.

Solía ser bueno con la soledad.

Solía ser increíblemente talentoso en el arte de comer solo, de


sumergirme en mis pensamientos, de encontrar confort en los libros que

197
me fascinaban demasiado y que eran la ú nica compañ ía que necesitaba.
Pero ahora estaba Arny, mi Arny. Increíble, fuerte y sonriente Arny. Me
gustaba tanto, él sonreía muchísimas veces al día, suficientes para perder
la cuenta, sonrisas que no eran falsas en lo absoluto. Realmente deseaba
refugiarme en su pecho, cerrar los ojos y bañ arme no solo en la
seguridad de sus brazos sino en la intensidad de su aroma que parecía
haber sido hecho para mí. Tan de él y tan fascinante.

Comer la comida congelada que había encontrado en el refrigerador de


mi padre, solo en ese apartamento... era muy lejano a mi almuerzo ideal.

Me forcé a no llamar a Arny durante la tarde, realmente quería marcarle,


pero si lo hacía él y yo gastaríamos todos los minutos en mi plan de
celular. No eran muchos y prefería guardarlos por si ocurría algo, no
quería encontrarme en una emergencia y sin minutos para llamar. Pero
nos escribimos, lo animé a estudiar y él me envió fotografías de lo que
estaba mirando en ese momento. Cerca de las seis Kevin apareció , hoy
llevaba un traje rosa, camisa blanca y corbata celeste. Yo llevaba mi ropa
de viernes.

—No te escapes por favor —me dijo a modo de saludo, con los labios
rígidos y un claro rostro de circunstancia.

—Hicimos un trato mi padre y yo. No quise causarte problemas ayer,


pero créeme, él no es inocente —Kevin suspiró como respuesta y me
sacó de allí, nos subimos al mismo vehículo del día anterior, para alguien
que le gustaba vestirse tan colorido, su auto no llamaba para nada la
atenció n.

Pensaba que íbamos a conducir en silencio como el día anterior, pero al


parecer hoy Kevin se sentía má s comunicativo.

—Esto será bueno para Matt, ese video fue muy desafortunado —
enarqué una ceja.

198
—«Desafortunado» —negué con la cabeza—, desafortunado es que esa
pobre muchacha probablemente fue despedida mientras mi padre
conserva su trabajo, que el agresor fue él, que a la que humillaron fue a
ella, solo por ser omega, y que mi padre va a salir con las manos limpias
solo porque el hijo que abandonó es omega también —sus ojos se
voltearon hacia mí escandalizados, pero yo solo mantuve mi expresió n
fría—. Eso es lo «desafortunado», el video no lo fue.

—Espero que no hables así en el show —me encogí de hombros.

—No te preocupes, quiero regresar a mi ciudad pronto y sé que no me


comprará el pasaje si no me comporto —miré por la ventana. Está bamos
entrando al edificio del canal de televisió n.

—De verdad no es tan malo —él se estacionó en un lugar que tenía su


nombre y yo lo miré fijo.

—No tengo có mo saberlo, se separaron cuando tenía dos y después de


eso solo lo he visto una vez al añ o, 15 veces lo he visto, por un día,
durante toda mi vida, si restamos los añ os que ni recuerdo, pues he
pasado con mi padre menos de dos semanas —lucía incó modo—, he
visto má s al señ or de la panadería que a él.

—Por favor no digas eso aquí.

—No lo haré —me llevó por el edificio, lo seguí por pasillos donde nos
cruzá bamos con gente que me miraba con curiosidad hasta que
finalmente llegamos a un camerino donde esperaban mi padre y dos
mujeres con mucha ropa en colgadores.

—Aquí está , mi adorado hijo —me molestaba su sonrisa, su actitud tan


falsa mientras me abrazaba y yo me quedaba tieso como estatua.

—Hola —fue todo lo que dije y él se volteó hacia las mujeres.

199
—Es un poco tímido, pero confío en que lo hará n lucir presentable para
el show —apreté los labios, no quería decir nada desagradable, había
dicho que no lo haría, así que me quedé callado—. Jae, estas son Tania y
Karen, ellas van a elegir tu ropa y maquillarte.

—Bien —palmeó mis hombros.

—Yo tengo que ir a supervisar algunas cosas, quedas en buenas manos


—con eso él y Kevin salieron de la habitació n, esta era blanca, con luces
blancas, sentía que me causaría dolor de cabeza. Las dos mujeres se
acercaron a mí de inmediato.

Tania era la encargada del maquillaje pero conversaba con Karen


mientras ella buscaba la vestimenta, que si mis ojos esto, que mi piel
aquello y que mi cabello tal cosa. No parecían malas personas solo...
interesadas en cosas que a mí no me importaban demasiado. Karen era
mayor, má s de treinta, era de piel oscura, su cabello era negro y en un
afro que le quedaba muy bien, llevaba aretes grandes, tenía ojos
almendrados y era empíricamente bella, llevaba un vestido amarillo
mostaza que le quedaba como guante. Tania por su parte era en extremo
pá lida, tenía el cabello teñ ido de azul eléctrico, los ojos café, un rostro ni
bonito ni feo y su edad debía rondar la de Kevin. Finalmente eligieron un
pantaló n de vestir gris oscuro con delgadas líneas plateadas, casi
imperceptibles, una camisa blanca y una corbata azul. Me vestí en el
bañ o y sentía que todo me apretaba, o sea, no me apretaba pero estaba
mucho má s acostumbrado a ropa que no me marcaba el trasero o el
torso, sentía que me hacía ver raquítico de delgado.

—Per-fec-to —soltó Karen nada má s verme y yo apreté los labios.

—Me veo muy delgado —me pidieron que me sentara frente a un espejo
y Tania comenzó a poner cosas en mi cara.

200
—No tienes muchas imperfecciones, tienes una piel fabulosa... —no dije
nada, ella siguió apretando una esponja contra mi cara y luego empezó a
hacerle algo a mis ojos porque me hizo mirar hacia arriba— ¿no tienes
otro collar? El negro no va del todo con este atuendo.

—No me quitaré mi collar de omega —casi gruñ í, me protegía, no


pensaba quitá rmelo, pero ella no se lo tomó a mal, solo se encogió de
hombros.

—Era una idea —hizo unas cuantas cosas má s, puso polvos o algo así y
cuando me miré al espejo sentí que era un desconocido. Es decir, era
claramente yo, no había diferencia tan abismal, pero mis ojos estaban
muy destacados, había alguna clase de bá lsamo en mis labios
resaltá ndolos un poco. Ella ademá s había puesto alguna clase de aceite
en sus manos mientras me peinaba el cabello hacia atrá s, despejando mi
rostro—. Luces increíble.

—No parezco yo...

—Te ves fabuloso —comentó Karen—, seguro tendrá s muchos


pretendientes después de esto —yo no quería pretendientes, ni los
necesitaba—, Carter Nox seguro quedará como loco al verte.

—¿Qué? —mi confusió n era evidente, ellas sonrieron.

—¿No sabías? Tu padre planeó el segmento tuyo para incluirlo con


Carter Nox ¿no es emocionante? Es guapísimo, y está soltero.

Carter Nox era un alfa, actor de cine, famoso, conocido por haber salido
del closet y ser todo carisma y películas de acció n. ¿Qué diablos estaba
planeando mi padre?

—No me interesa Carter Nox —ellas se rieron como lo harían las niñ as
de primero del instituto.

201
—Pues nosotras escuchamos que tu padre lo invitó especialmente para ti
—¿para mí?

—Necesito hablar con él —salí de ese lugar y comencé a buscarlo, no


conocía los pasillos pero pregunté y me indicaron donde estaba su
oficina. Entré sin tocar, estaba sentado detrá s de un escritorio y al verme
llegar solo enarcó una ceja pero luego sonrió .

—Luces excelente.

—¿Qué es esa mierda de que la entrevista es con Carter Nox y que lo


trajiste «para mí»? —se puso de pie y salió de detrá s del escritorio, di un
paso atrá s.

Porque pude sentirlo, de pronto se había vuelto peligroso, yo necesitaba


correr, huir de allí, lo sentía en mis huesos. Di otro paso atrá s y me giré
para salir por la puerta. Pero no pude.

—Detente —todo mi cuerpo se congeló en su lugar. Jadeé, era su voz, la


voz de alfa. Ni siquiera sabía que podía usarla, nunca la había sentido,
nunca lo había experimentado. Fue como si cada mú sculo de mi cuerpo
dejara de responderme, la gravedad en sus tonos me detuvo de
inmediato, y todo mi ser ya no me respondía, me volteó con una mano y
mis ojos se deformaron en horror al verlo sonreír—. No quería tener que
usar esto hasta que llegara el inicio del show, en fin —soltó un suspiro y
señ aló un sofá de su oficina— siéntate —no podía ni resistirme, mis
piernas se movieron solas hasta ese sofá .

—Para —no fue un pedido, estaba demasiado enojado para pedirlo,


demasiado asustado. Le estaba ordenando que parara, que me
devolviera mi cuerpo, mi voluntad.

202
—Jae ¿no sabes en qué situació n está s? Supongo que es mi culpa, tu
madre es una beta, no puede realmente entender la cosa entre alfas y
omegas —sonrió como si nada.

—Cá llate, no hables de ella —hizo un gesto de total desinterés con la


mano, como quien espanta una mosca.

—No pelees conmigo Jae, eres mi hijo, pero no vas a arruinar esto para
mí —yo nunca había odiado a alguien, no realmente, pero en ese
momento lo odié a él—. Quiero que te calles —y de pronto fui incapaz de
decir nada, podía abrir la boca pero no emitir sonido. Era como una
marioneta cuando su voz cambiaba, cuando sonaba como venida de
ultratumba y me quitaba la voluntad, era horrible y aterrador, el corazó n
me palpitaba en los oídos y sentía sudor frío corriendo por mi espalda.
Tenía demasiado miedo, necesitaba a Arny, lo necesitaba conmigo—.
Quería que hicieras esto por voluntad propia, en serio que sí, lá stima lo
de tu novio, o sea, pensaba que tal vez no eras serio, pero lo de la mañ ana
me dejó claro que sí. Pensaba darte un par de ó rdenes cuando llegaras
aquí, pero ahora, supongo que tendré que ordenarte todo —sus ojos se
veían muy claros, transparentes casi, me parecieron horribles y quise
arrancarme los míos—. Te quedarás aquí, callado, hasta que debas salir.
Cuando sea el show vas a sonreír, vas a actuar amable y sumiso, dirás que
soy un excelente padre, no dirás nada malo de mí y serás totalmente
encantador con Carter Nox, no mencionarás a tu novio en ningún
momento. Asiente si entendiste —y mi cabeza se movió sola. Asiéndome
sentir violado, enfermo, traicionado por mi propio cuerpo—. Perfecto. Te
veré luego Jae.

Salió de la oficina dejá ndome allí.

Nunca odié ser un omega. No realmente. Era difícil y había sido una
condena, pero no odiaba lo que era, mucho menos cuando conocí a Arny,
mucho menos cuando descubrí que gracias a mi naturaleza tenía una

203
pareja destinada, lo tenía a él. Pero en ese instante odié ser un omega,
odié que mi cuerpo me traicionara, odié que mi voluntad pudiera ser
sometida por un alfa cualquiera, por mi padre. Quería salir de allí, quería
llorar, mi garganta me dolía de guardar silencio.

En ese instante, el silencio era horrible, ensordecía.

Arny

V estaba durmiendo, yo estaba con mis mamá s sentado frente a la


televisió n mirando un programa que no solíamos poner nunca en casa. El
padre de Jae apareció en la pantalla. Pude reconocer el parecido, el
mismo cabello, los mismos ojos, pero había algo demasiado diferente,
aun cuando podía entender la similitud, sentía que no se asemejaban en
lo absoluto, era algo en su aura, en su presencia. Ellos eran totalmente
distintos.

—Mi primer invitado de la noche es Carter Nox —fruncí el ceñ o apenas


vi al actor aparecer, era un sujeto alto, de piel tostada, ojos verdes y
cabello oscuro. Un alfa. El padre de Jae le saludó con una sonrisa
mientras el actor le respondía del mismo modo y yo sentía que cada
cabello de mi cuerpo se erizaba, algo no estaba bien.

—Un gusto estar aquí de nuevo Matt.

—El gusto es mío, Carter, hay alguien que quiero que conozcas, mi
segundo invitado y, seré algo parcial con esto, el má s especial de todos
los que he tenido en el show —sonreía y parecía natural, pero no podía
creerle la sonrisa—, mi hijo, Jae —mi corazó n se detuvo. No porque
luciera hermoso y despampanante en ese traje que acentuaba su figura y
con lo que fuera que hubiesen hecho para destacar sus ojos. Para mí Jae

204
siempre lucía hermoso. Mi corazó n se detuvo porque nada má s verlo
supe que algo andaba mal.

—Algo pasa.

—¿Qué dices? Está sonriendo —mi má no entendía pero yo sí. Nunca


había visto a Jae sonreír de ese modo. No era normal, mi Jae no sonreía
así, lo estaban forzando. Estaba preparado para verlo aparecer serio,
correcto, no sonriendo, no de ese modo, todo cordialidad y amabilidad.
No mi Jae, no el Jae honesto hasta la médula, no aquel que apenas oculta
sus sentimientos. Algo estaba mal podía sentirlo.

—Hola hijo...

—Hola papá —su voz sonaba demasiado ligera, su sonrisa no era real.

—Algo está mal, muy mal... —me levanté del asiento, desesperado—, él
nunca lo hubiera llamado papá . Se llevan pésimo... no él, no Jae, él no
miente, llamarlo papá sería una mentira para él —lo conocía, conocía a
mi novio, conocía al omega que amaba. Conocía a mi Jae. Mis madres
comenzaron a mirar la entrevista con sospecha.

—Un gusto —Carter estrechó la mano de mi amado, mirá ndolo con


demasiada atenció n, sonriéndole con clara coquetería y Jae... Jae
simplemente sonrió como si nada.

—Bien, tienes razó n, Jae está actuando raro —comentó mi mamá . Ella
sabía, ella había hablado con Jae mientras nosotros está bamos en forma
de lobo, habían bromeado mientras Jae me rascaba la panza los fines de
semana. Me había llevado jugo y galletas a la habitació n en que habíamos
estado estudiando uno al lado del otro. Ella sabía, debía de saber que mi
novio no actuaba así, que no actuaba de ese modo jamá s.

205
—Esto está mal —gruñ í sintiendo que todos mis instintos se disparaban,
de alfa, de lobo, todo me pedía que corriera a buscar a mi omega y lo
sacara de allí.

—Arny, cá lmate, veamos hasta el final —mi má me miró fijo. Si no


hubiese sido mi madre la hubiese mandado a la mierda. Pero sabía que
me lo decía por su preocupació n por mí.

Las cosas no mejoraron.

—Jae, he tenido muchas entrevistas con Matt pero hasta ahora nunca
había dejado escapar que era padre ¿có mo es de papá ? —Jae le sonrió
¡Sonrió a ese idiota! Lo sentí como una patada en el estó mago aun
cuando sabía que aquello no podía ser real, que estaba pasando algo
horrible.

—Es un muy buen papá .

—Ya está . Tengo que ir —mi má se puso de pie para detenerme.

—Hey, hey calma —la risa de Jae resonó en el saló n, una risa falsa y
hueca que era totalmente desconocida.

—No. Puedo. Calmarme —me tomó de los hombros.

—Vas a terminar transformá ndote, debes calmarte, no encontrará s un


vuelo ahora —tomó mi rostro—, espera, espera a que el show termine,
espera a que te escriba, que explique, si para mañ ana en la mañ ana no
sabes nada, yo misma te llevaré al aeropuerto —no quería esperar. Miré
a la pantalla, el actor ese estaba tomando la mano de Jae y este no la
apartaba.

—Si algo le pasa...

206
—Es fuerte —mi mamá se acercó a apretar mi muñ eca—, si estuviera en
verdadero peligro lo sentirías.

La entrevista terminó y en mi cuarto me era imposible dormir, le enviaba


un mensaje tras otro a Jae pero ninguno era respondido.

«¿Está s bien?»

«Por favor di algo»

«Dime que está s bien»

Y entonces pude sentirlo. En todo mi cuerpo, un dolor agudo que me


sacudió hasta el alma, helado como una espada. Cada célula de mí
pareció comprimirse y en el silencio de la noche sentí que mis oídos
explotarían. Aun si tenía que transformarme y correr hasta Orville nada
me detendría. El dolor era sordo, agudo, intenso.

—Voy Jae, ya voy, estoy contigo —no había tiempo que perder.

El llanto de mi omega me había sacudido entero.

•••

Espero que no me odien, pienso que el capítulo salió menos malo de lo


que había pensado... o sea, eso creo. Aish, estuvo difícil. No tengo mucho
má s que decir, solo que tengamos confianza en Arny y Jae.

Gracias a todas las personas que leen, comentan y dejan estrellita.

207
19. Ruge más alto

Palabra del día: Salvaje

Estaba prisionero dentro de mi propio cuerpo, de pronto era como si


tuviera dos consciencias, como si existiera una parte de mí, un instinto
que se apoderaba de mis acciones, que manejaba mis brazos, mis
mú sculos, mi cara, mi sonrisa. Y estaba yo, Jae, el real, queriendo
arañ arme las entrañ as, tratando de salir de la jaula que las ó rdenes de mi
padre me habían impuesto, miraba a través de mis ojos, escuchaba pero
no podía moverme, estaba atado por cadenas y no era lo suficientemente
fuerte para romperlas. Era patético y doloroso sentirme tan jodidamente
débil. Sentir la repugnancia de que aquel alfa tomara mi mano y yo no la
apartara, de sonreírle como si me agradara cuando no tenía interés
alguno, de actuar como un omega sumiso que deseaba ser admirado de
esa forma tan patética.

Cuando terminó el segmento del show quería correr, huir, las ó rdenes de
mi padre habían hablado solo de eso, tenía que poder correr de él,
escapar, llamar a Arny, mi madre, quien fuera. Me escondería en las

208
calles o en cualquier lugar necesario. Pero en cuanto cortaron a
comerciales con el final del segmento mi padre se acercó a hablarme al
oído.

—Ahora vas a ir en silencio a mi despacho y me vas a esperar allí


totalmente tranquilo y callado hasta que lleguemos a mi apartamento —
no alcancé a hacer nada, no alcancé a pedir ayuda cuando mis piernas se
movieron y mi boca se cerró nuevamente, privada de sonido, de
voluntad.

Nunca debí ir.

Nunca debí ir a esa maldita ciudad, a la casa de mi padre. Nunca. Nunca


debió importarme. Debí seguir mi primer instinto, debí quedarme con
Arny. Mi Arny. Mierda, mierda. Había mentido. Había mentido frente a
todo el mundo, mi boca estaba sucia ¿quién iba a creerme ahora? Miré el
marco de un poster de mi padre en la pared, de su maldito show, con su
falsa sonrisa. Quería romperlo, quería levantarme y arrojarlo, destrozar
la mentira que era él. Pero no era má s que una estatua detenida allí en
miedo, un muñ eco vacío de voluntad y acciones. Odiá ndolo como nunca
había odiado a nadie.

Tardó al menos dos horas en aparecer, sonrisa en la cara, satisfacció n


completa. Lo miré con tanto odio que la sonrisa se le congeló en el rostro.

—Vaya, có mo exageras, no me quites el buen humor —no podía hablar,


la orden seguía latente «callado hasta que lleguemos a mi apartamento».
Tomó su abrigo mientras me observaba— sonríe.

Y me hizo salir a su lado como si estuviera feliz de caminar junto a él,


como si no lo detestara, como si no sintiera asco cuando me tocaba para
guiarme a algú n lado. Quería arrancarme la piel, arrancarme el cabello,
los ojos, todo lo que había heredado que era suyo. Quería parecerme a mi
madre, quería no ser su maldito hijo.

209
—A la gente le encantaste, ya está n hablando de ti en las redes sociales,
por supuesto, de mí también —hablaba como si yo lo estuviera
escuchando por voluntad propia, como si todo aquello fuera comú n—.
Incluso hay quienes ya los emparejan a Carter y a ti, los «shippean» como
dicen los jó venes —se rió y yo sentí deseos de vomitar. Necesitaba
escapar, no tenía idea de có mo pero necesitaba hacerlo—. Si eso despega
evaluaré dejarte tener una relació n con él.

Lo observé con horror.

—Oh ¿no esperas que te deje ir después de esto, verdad? —se detuvo en
un semá foro a mirarme—, eres demasiado bueno para mi imagen y si
ponerte de pareja con Carter te vuelve má s popular, es lo que haremos.
Será perfecto, te quedará s aquí conmigo y haré de ti una celebridad que
levante mi popularidad.

No.

Arny no lo permitiría, él vendría por mí. Me miró como si me leyera el


pensamiento.

—Apuesto a que está s pensando en tu novio ese ¿crees que sigues


importá ndole después de verte coquetear con otro alfa en televisió n? Por
favor —soltó una risa divertida e iró nica, y yo sentí un nudo en el
estó mago.

No. Creo en Arny, él sabrá que algo está mal, él me ama, él me conoce.

—No sé quien sea el muchachito ese pero no será mejor partido que
Carter y de todos modos terminará olvidá ndote cuando cortes
comunicació n con él —estacionó en el subterrá neo de su edificio—. No
volverás a llamarlo o escribirle. No le dirás a nadie lo que está pasando.

210
Era como si cada nueva orden me impusiera una nueva cadena, pesada
sobre mi garganta, mis muñ ecas, mis tobillos, era como estar
asfixiá ndome por una voluntad demasiado fuerte y cada nueva orden
volvía má s difícil tratar de luchar, de pensar. Pero no podía rendirme.
Necesitaba hacer algo. Necesitaba pedir ayuda.

Y cuando entramos al departamento pude sentirlo, el peso de la cadena


desvaneciéndose, mi voz regresando. Era tarde, afuera la ciudad tenía las
luces encendidas pero el cielo brillaba oscurecido por completo. Ni
siquiera tuve que esforzarme. Pensé que si alguna vez ocurría tendría
que intentar concentrarme, que tendría que buscar dentro de mí la
forma de sacar lo que hacía esa voz especial. Pero fue como si todo en mí
lo supiera, me recorrió el temblor aterrorizado de mi propio cuerpo que
sentía el peligro, no lo pensé, fue puro instinto. Mis labios se abrieron y
solté un chillido agudo que me sacudió por completo, caí de rodillas
mientras apretaba mi abdomen sin dejar de gritar con una voz que yo
mismo nunca me había escuchado. Todo en mí dolía, mis ojos
derramaban lá grimas de desesperació n mientras mi voz salía como los
gritos de un animal siendo asesinado, desesperado por ayuda.

—Llanto de omega —mi padre habló pero yo seguí gritando mientras él


se ponía de pie frente a mi cuerpo. Me encogí má s sobre mí mismo sin
parar de gritar. Me dolía todo el cuerpo, tal vez le llamaban llanto porque
el esfuerzo era tan grande cuando gritabas de ese modo que tus ojos se
llenaban de lá grimas, o tal vez porque de verdad me abrumaba el terror
y la tristeza.

Escú chame, Arny, escú chame.

—Ú til para un omega enlazado, inú til para ti.

Tú no sabes nada, Arny va a escucharme.

211
Tenía que seguir gritando, tenía que llorar mi desesperació n porque en
algú n minuto iba a silenciarme. Mis manos se enterraban contra mi
propia piel, contra mis brazos, desesperado, mi dolor era má s que solo
físico, quería arañ arme el alma por completo, la suciedad que cargaba
por las ó rdenes de mi padre, era como si cada orden suya se hubiera
mezclado con mi esencia contaminá ndome el alma, de él, de su
perversidad.

—¿No es esto demasiado dramatismo, Jae? Puedes llorar si quieres pero


aquí nadie va a escucharte —no quise mirarlo, traté de pensar en los ojos
ambarinos de Arny, en la paz que me daba su aroma a bosque, en la
fuerza de sus brazos, en la calidez de su cuerpo. Sentía que si lo pensaba
a él podría escucharme, me creería.

Una parte de mí sí tenía miedo. Me aterraba que ahora que había


mentido nadie me creyera, porque había pasado mi vida diciendo la
verdad para este momento, para el momento en que necesitara con
desesperació n acusar de peligro y que me escucharan, que supieran que
decía la verdad. No acusaría a mi madre del lobo, quería al lobo,
necesitaba que él me salvara del horrible cazador, necesitaba que el lobo
viniera, que mi amado viniera a encontrarme porque solo no podía,
porque por má s que lo intentaba, no tenía la fuerza.

—Oh, rayos... cállate —fue como si de pronto me robaran la voz, mi grito


se atoró en mi garganta y murió antes de salir de mis labios, solté aire
agó nicamente, lamentando el sonido que se había perdido—. Me da igual
si lloras y eso, pero me dará s dolor de cabeza.

Levanté el rostro y lo miré, observá ndome con un desinterés total. Me


levanté, me temblaban las piernas, todo mi cuerpo se sentía demasiado
débil, como si esos gritos equivalieran a diez vueltas a la cancha del
campo de fú tbol de Roscoe. Me ardía la mirada, no por las lá grimas sino
por el odio ¿có mo podía mi madre amarlo tanto? ¿Có mo podía amar a ese

212
sujeto? Subí a la habitació n y me metí al bañ o. Pero por má s que arañ aba
mi piel bajo el agua caliente, nada me quitaba la sensació n de suciedad,
de un alma manchada. Mi cuerpo había sido tocado contra mi voluntad,
mis mú sculos utilizados contra mí. Toda mi piel ardía bajo el agua
caliente pero eso no calmaba mi desesperació n.

Salí del bañ o pero no me metí en la cama, en cambio me senté en el suelo,


junto a la ventana, mirando hacia aquel manto nocturno contaminado
por las luces y el smog, ni siquiera podía consolarme de pensar que Arny
estaba viendo el mismo cielo. Me puse pantaló n y un suéter, sujeté el
collar que aú n estaba en mi cuello, que aú n me protegía, aunque no sabía
por cuá nto tiempo. Me vestí porque tenía la idea de que tal vez cuando
mi padre se durmiera las ó rdenes se debilitarían y yo podría salir
corriendo.

Pero eso no pasó , abría mis labios y nada salía de ellos, ni siquiera
gemidos ahogados, la orden había sido demasiado absoluta «cá llate». Caí
dormido en el suelo alfombrado, frente a esa ventana, el cansancio
venció . No solo de mi llanto, me cansaba mi silencio, me cansaba el
aguantar las palabras que querían explotar en mi garganta, que se
contenían dentro de mí y parecían pelear en mi cuerpo, removiendo
todo, desgarrá ndome de dolor.

—¡JAE! —me sobresalté.

Abrí los ojos para encontrar que había amanecido, volteé con miedo a
ver a mi padre en la puerta del cuarto. Sonriendo, si él sonreía eso no
podía ser bueno. Me arrastré para tratar de alejarme, aun cuando no
tenía a dó nde huir.

—Oh, deja de mirarme como un villano, sé que te obligo, pero también es


por tu bien, un alfa como Carter seguro te hará feliz, te dará lujos —me
temblaban las manos de la rabia—. Y le interesaste, es lo mejor, ustedes
ya está n en todas las redes sociales, a la gente le encantan como pareja y

213
me contactó hoy porque quiere una cita contigo, le dije que para no
hacerlo tan pú blico se reunieran aquí... —así podría controlarme—, pero
por supuesto sacaremos algunas selfie o algo. Esto es perfecto —miró mi
maleta con cosas—. Por cierto... no uses supresores —mis ojos se abrieron
ante la sorpresa y el horror—, quiero que pueda olerte, seguro tienes un
buen aroma, después de todo, eres mi hijo.

No recordaba la ú ltima vez que había pasado un día sin supresores.


Mucho menos cuando estaba cerca de mi celo. Mi cuerpo se sentía
horrible, no sabía si era por la falta de supresores o las ó rdenes
constantes de mi padre, de arreglarme, de comer, de hacer esto o lo otro.
Tal vez una combinació n de las dos cosas, me convertía en una
marioneta sin vida. Pasaban de las una cuando apareció Carter, mi padre
me había ordenado ser amable con él, sonreír, coquetear, mostrarme
interesado, las ó rdenes se habían acumulado tanto que no podía ni
reconocerme a mí mismo. El alfa me saludó todo cortés, besó mi mejilla y
sonrió .

—Vaya, Jae, hueles muy bien.

—Gracias —era la primera palabra que decía desde la noche anterior,


solo había tenido permiso de hablar cuando aquel hombre llegara. Mi
padre sonrió con su falsedad natural al mirarnos.

—No sabes lo feliz que me hace verlos, siempre he querido que mi Jae
encuentre a alguien bueno y digno —Carter lo miró con una sonrisa
amable.

—Pues me halaga que pienses eso, conmigo ciertamente estaría seguro


—sus ojos verdes no tenían malicia pero aun así quería arrancar de él, si
era amigo de mi padre, no podía ser bueno.

—Eso espero... pues, los dejaré comer juntos para que puedan hablar,
estaré arriba si me necesitan —se fue subiendo las escaleras y yo

214
observé a Carter que me sonreía y encontraba una respuesta amable en
mi cara, no sabía que estaba gritando por dentro.

—Quiero saber má s de ti, Jae, cuéntame, qué te gusta hacer, cuá l es tu


color favorito.

—Leer me gusta mucho... mi color favorito es el amarillo á mbar —como


los ojos de Arny. La orden de mi padre resonaba en mi cabeza «dale en el
gusto».

—Vaya, también me gusta mucho leer, aunque con lo de actuar no tengo


tiempo, me la paso leyendo libretos... pero mi deseo de actuar nació de
mi gusto por las historias —y casi pensé que si no fuera amigo de mi
padre no sería un mal sujeto, pero dijera lo que dijera no me sentía bien,
quería salir corriendo.

Y entonces lo sentí.

Todo mi cuerpo se sacudió por un pá lpito caliente, estremecedor,


certero. Un ardor que solo había alcanzado a atisbar porque siempre
tenía mis supresores conmigo.

Había llegado mi celo.

Jadeé y me estremecí, nunca lo había sentido de ese modo, nunca lo


había dejado llegar tan lejos. Necesitaba mis supresores, necesitaba
inyectarme, el alfa frente a mí abrió sus ojos y pude ver sus pupilas
dilatarse y vi aquel verde volverse casi por completo negro. Me
estremecí y me caí al suelo. Comenzaba a temblar, todo mi cuerpo ardía,
mi entrada palpitaba, me sentía húmedo, necesitado. Gemí con
desesperació n.

No. No. No. Todo menos esto.

215
Quería llorar pero no podía, no podía correr, no podía ir contra mis
ó rdenes y lo que era peor era que me sacudía el deseo.

—Jae... ¿no tienes supresores? —no podía responder «no le hables de lo


que te he ordenado, no puede saberlo»—. Mierda... Jae... joder, hueles...
—se acercó a mí, no pude detenerlo, no pude, me abrazó —... tan bien —
no quiero, para, no quiero—... déjame tenerte.

«Dale en el gusto».

Me odié cuando asentí, todo mi ser chilló por dentro, dolía como la peor
de las traiciones, quería morir, quería arrancarme la piel, quería que lo
que se rompía en mi interior destrozara con su punta má s filosa el
mú sculo que latía y mantenía mi cuerpo viviendo.

Pero la puerta fue abierta de golpe, el golpe duro y seco de una patada
muy fuerte.

—Arny —lo vi, sus ojos eran má s animales que humanos.

Está s aquí, está s aquí.

Quería correr hacia él pero no podía. Quería besarlo, pedirle que me


tomara, que no me dejara nunca, que aliviara el ardor de mis entrañ as,
que me hiciera suyo, que no dejara que nadie me tocara jamá s. Que
pusiera toda la rabia que sentía venir de él dentro de mí, todo dentro.
Carter se puso delante de mí, protegiéndome.

—¿Quién eres? —Arny dio un paso, imponente, inmenso hacia mí, Carter
tal vez pensaba que me estaba protegiendo o tal vez solo eran sus
instintos de alfa queriendo marcar territorio sobre el omega en celo.

216
—Soy su novio. Déjalo —la voz de Arny salía a gruñ idos, fuerte, difícil,
veía las aletas de su nariz dilatarse al respirar mi aroma, sus mú sculos
agrandarse por la presió n.

—Jae no tiene novio ¿no es cierto?

«Dale en el gusto».

Casi me dolió sentir las palabras salir de mis labios, no quería decirlo, no
quería sonreír. No frente a Arny.

—No tengo... novio —Arny me miró a los ojos, no hubo duda, no hubo
dolor siquiera, solo enojo y entendimiento.

—Jae, perdó name... —susurró antes de abrir los labios y hablar con una
voz vibrante y poderosa que yo le desconocía— Jae, deja de obedecer
cualquier orden que te hayan dado.

Se desvaneció .

Todo el peso, todas las cadenas se fueron.

No tuve que pensarlo siquiera, mi cuerpo reaccionó antes que mi mente


y ya estaba corriendo, saltando a sus brazos.

—Arny, Arny —lloré desesperado. Me abracé a él con brazos y piernas


mientras Arny me sujetaba con fuerza, quería que lo hiciera má s fuerte,
que me sostuviera y nunca me dejara ir. Chillé de dolor, todo el llanto
que no había podido soltar salía de mis labios entre espasmos de
desesperació n, me temblaba el cuerpo, todo lo que había ocupado sufría
alivio y dolor al mismo tiempo.

—Oh... dios, joder, joder... lo siento, lo siento... no sabía, de verdad no


sabía —la voz de Carter sonaba lejana. No me importaba. Mi alfa estaba

217
conmigo, lo olía, lo necesitaba. Su refugio, su confort. Entonces escuché a
alguien bajar las escaleras y a mi amado gruñ endo.

—¿Qué está pasando aquí? —la voz de mi padre resonó en la instancia y


yo temblé de miedo, me apreté má s contra los brazos que me sostenían y
chillé de desesperació n. El terror me recorrió todo el cuerpo, se liberó
por mis poros, mi alfa podía olerlo y lo escuché gruñ ir de rabia.

—No te hará dañ o.

Era el lobo quien estaba rugiendo.

•••

Había pensado extender un poco má s su separació n, pero luego de


meditarlo, me pareció imposible imaginar que Arny no haría lo imposible
para llegar lo má s rá pido que pudiera junto a Jae. Espero que les gustara
este capítulo.

Gracias a todas las personas que leen, comentan y dejan estrellita.

218
20. Cuando mi alfa sonríe

Palabra del día: Celo

Nunca me he aferrado a alguien tan fuerte como lo hice en ese momento,


mis dedos estaban enterrados en la espalda de Arny, lo escuchaba
gruñ irle a mi padre mientras me sujetaba firme. Necesitaba esa firmeza,
necesitaba saber que nunca me dejaría ir.

—¿Quién eres y qué haces en mi casa? —su voz me aterraba ahora, un


sollozo se escapó de mis labios y pude sentir la rabia que mi alfa emitía.
Creo que si no había saltado a atacarlo era ú nicamente porque me tenía a
mí en sus brazos, porque era incapaz de soltarme y dejarme ir— ¡Suelta
a mi hijo! —negué con la cabeza, me aferré má s a él— ¿qué es ese olor...?
Está s en celo... —chillé desesperado—. Jae, apártate de él.

No quería hacerlo, la desesperació n me consumió al escucharlo pero me


puse de pie, bajando las piernas y comencé a empujar a Arny para
apartarme, él no me soltó .

219
—Jae, no obedezcas una orden suya nunca más —pude dejar de apartarlo
y de inmediato me aferré de nuevo, me quedé de pie abrazá ndolo.

—¿Qué mierda...? ¡Jae, suéltalo! —pero no pudo hacerlo, su orden no


pudo moverme. Porque la de Arny era má s fuerte, porque sus feromonas,
su nivel de alfa, era má s alto que el de mi padre, su orden ya no me
afectaba y un alivio inmenso me recorrió de pies a cabeza, al mismo
tiempo que comenzaba a llorar aferrá ndome a Arny y arrugando su ropa.

—Voy a llamar a la policía —solo eso me obligó a apartar el rostro del


pecho de mi alfa, miré a Carter que había sacado su teléfono y marcaba
un nú mero.

—Eso, diles que hay un intruso en mi casa —interrumpió mi padre pero


Carter lo miró molesto.

—No los estoy llamando por él, sino por ti. No pienso ser parte de esto
¿qué mierda estabas pensando forzando a tu hijo de este modo? ¡Es ilegal
usar tu voz de alfa de esta forma! —mis ojos seguían derramando
lá grimas mientras miraba al actor de cine fulminar a mi padre, su mirada
parecía una llamarada verde, estaba muy molesto—. No soy un violador,
maldito desgraciado ¡Estuviste a punto de convertirme en uno! —lucía
genuinamente enojado, pero yo cada vez podía pensar menos, mi
desesperació n se volvía calor en los brazos de mi alfa.

—Debería matarte —Arny me aferraba contra su cuerpo, yo no quería


mirar a mi padre a los ojos.

—La policía viene en camino —anunció Carter y yo gemí, respirando de


mi alfa.

—¡Có mo te atreves! ¡Te recibí en mi show!

220
—¡Yo acepté ir antes de saber que estabas mal de la cabeza! —temblaba
de la desesperació n—. Mierda, sá calo de aquí, sá calo, de verdad su
aroma me está afectando —Carter nos miró a Arny y a mí. Arny no sé de
dó nde sacó la cordura para apartarme un poco y mirarme a los ojos.

—Mi vida, dó nde está n tus supresores... —no quería supresores, lo


quería a él, dentro de mí, palpitando, llená ndome.

—Arriba —aun así contesté porque lo necesitaba, eran demasiadas mis


ganas de obedecerle, de darle en el gusto. Me tomó en brazos de nuevo,
haciendo que lo abrazara con las piernas para llevarme consigo y subir
las escaleras. Miró entonces a Carter y a mi padre, que escribía en su
teléfono a quién sabe qué personas—. No lo dejes marcharse —le dijo al
actor y este asintió .

—De aquí no se mueve hasta que la policía llegue —subimos las


escaleras y creo que Arny se guió por mi aroma porque no tuve que
indicarle qué habitació n era. Allí cerró la puerta y finalmente pude sentir
que está bamos solo los dos, que podía tenerlo, que podía entregarme al
deseo que ardía tanto dentro de mí, me aferré a su cuello y busqué sus
labios.

Al fin podía besarlo de nuevo, mi boca chocó contra la de él, mis labios se
abrieron, mi lengua buscó la suya y gemí de placer al sentirlo, al sentir su
sabor intenso, su necesidad, la fuerza de su cuerpo, el deseo y la
desesperació n con que sus labios se movían contra los míos y como su
lengua se frotaba y me dominaba, quería que me dominara. Mis piernas
apretaron el abrazo de mis caderas, necesitaba que me tocara, quería su
piel, su maravillosa piel. Busqué tironear y arrancarle la ropa.

—Arny... Arny —gemí contra sus labios, mis feromonas comenzaban a


inundarlo todo, el calor ardía, mi entrada palpitaba, nunca me había
sentido de ese modo, nunca había respirado el aroma de mi alfa así de
intenso. Necesitaba estar con él, necesitaba ser suyo, que se coronara en

221
mis entrañ as, que me llenara de su semilla hasta que cargara sus
cachorros.

—Jae... —miré sus ojos, su mirada cargada de deseo—, Jae... tus


supresores —negué con la cabeza, no quería supresores, lo quería a él.

—Tó mame... —rogué y entonces me apartó , sus brazos me despegaron


de su cuerpo y me sentó en la cama.

—No así, Jae... tus supresores, no podré parar si seguimos.

—No paremos —no quería separarme de él, lo necesitaba, él me


necesitaba, quería que fuéramos uno, no podía soportar su rechazo.

—No, Jae ¡Tus supresores! —y aunque no usó su voz de alfa me congeló


por completo. Señ alé mi maleta con el dedo y mis ojos se llenaron de
lá grimas.

É l fue a mi equipaje y rebuscó hasta encontrar las inyecciones, sacó una


volteó a mirarme solo para encontrar mi rostro sollozante. No podía
soportar que me rechazara ¿era porque ese alfa me había tocado? ¿Era
por eso? ¿Era porque había mentido? Se acercó y me acarició el rostro.
Me inyectó el supresor en el antebrazo y besó mi frente, yo seguía
temblando de desesperació n.

—Lo siento, quiero hacerlo, solo no así... no aquí... te amo, por favor, mi
vida, no llores —besó mis ojos y mi supresor, que era de efecto rá pido,
comenzó a funcionar, sentí mi cuerpo empezar a suprimir el calor y dar
inicio a una pesadez angustiante y al dolor de la noche anterior.

—Arny —me aferré a él desesperado, cansado, todo mi cuerpo dolía y


quería dormir—. Tuve mucho miedo, no quería mentir —me acarició el
cabello.

222
—Sé que no, amor... —nunca me había llamado «amor», no podía parar
de llorar y al mismo tiempo, sentía que perdería la consciencia en
cualquier momento.

—Creo... que voy a... dormirme —mis ojos se cerraban, quería


sostenerme pero no podía.

—Hazlo. Descansa —me acomodó en la cama.

Perdí la consciencia demasiado rá pido, con el miedo de no encontrarlo al


abrir los ojos.

Arny

Rechazar a Jae había sido lo má s difícil que había hecho en toda mi vida,
pero sabía que me arrepentiría si me dejaba llevar en ese momento, si lo
tomaba allí, en esa situació n. Lo miré perder la consciencia debido no
solo al cansancio sino a la presió n a la que seguro lo había estado
sometiendo aquella situació n, las ó rdenes de su padre. Acaricié su
cabello, su rostro cansado.

Y salí de la habitació n.

Bajé las escaleras donde el famoso actor increpaba aú n al padre de mi


omega y se negaba a dejarlo salir de allí. No podía perdonar que hubiese
tocado a Jae, pero podía entender que no había sido su culpa. Sentía al
lobo en mi interior queriendo salir, si no tuviera añ os de control me
habría transformado, habría desgarrado sus entrañ as y lo habría matado
lentamente, lo habría hecho sufrir una agonía hasta la muerte por haber
lastimado a mi amado.

—¡Déjame salir! —gritaba a Carter. Me acerqué por su espalda y sujeté


su hombro. En cuanto se volteó mi puñ o se incrustó duro como una roca
en su rostro, no contuve mi fuerza, pude escuchar su mandíbula

223
fracturá ndose, lo sujeté con la mano contraria para que no callera al
suelo y entonces hundí con fuerza mi rodilla en su estó mago, su grito
ahogado fue mú sica para mis oídos. Quería destrozarlo. Quería hacerlo
sufrir, romper todos sus huesos— ¡Maldito! ¡Suéltame!

—La policía debe estar por llegar —me avisó el actor y yo golpeé su
rostro una vez má s, un puñ etazo certero para dejarlo inconsciente.
Entonces, sin miramiento lo dejé caer al suelo en un ruido seco y observé
al alfa que me miró fijo—. No lo sabía, pensé que solo le gustaba de
verdad.

—Lo sé —podía ver que no estaba mintiendo, aun así no significaba que
la situació n me agradara—. Pero él es mi omega... quiero verlo destruido,
quiero que se pudra en algú n lugar, quiero destrozar a cualquiera que lo
haya tocado —siento el gruñ ido de mi lobo salir desde el fondo de mi
garganta y Carter me miró fijo, curioso.

—Los lobos son muy territoriales —mis ojos se abrieron mucho ¿acaso
Jae había...?—. Un amigo muy querido... es como tú . Fue un accidente que
lo descubriera pero tú ... actú as como él, me lo recuerdas —seguramente
conocía a su amigo, porque conocía a los lobos de diferentes clanes, pero
antes de que pudiera preguntar la policía apareció en el lugar, con sus
trajes azules y armas. Dejé que Carter se encargara de tratar con ellos,
era mayor de edad así que lo escucharían. Les contó lo que había
ocurrido, como Matthew Burton había usado su voz para aprovecharse y
utilizar a su hijo, có mo yo había «impedido que escapara». Me horrorizó
la facilidad con que aceptaron que yo me haría cargo de Jae, era cierto
que era casi mayor de edad, ambos lo éramos, pero Jae seguía siendo un
menor, un omega y ellos simplemente aceptaron que yo me encargaría y
se llevaron al sujeto. Carter dijo que iría con ellos para dar las
declaraciones y yo solo acepté y fui a buscar a mi omega.

224
No quería que Jae abriera los ojos y no me encontrara. Por suerte, o
desgracia, seguía dormido. Busqué sus cosas y las metí de vuelta a la
maleta sin muchos miramientos, aunque dejé un par de inyecciones
fuera para ponerlas en mi bolsillo, al alcance de mi mano. Entonces me
acerqué y lo tomé en brazos, lo sujeté bien, acomodé mi mano derecha
bajo sus glú teos y usé mi cuerpo de apoyo para poder liberar mi mano
izquierda y llevar con esta la maleta. Mi amado no pesaba mucho, me
preocupaba que su padre lo hubiese estado matando de hambre esos dos
días. Claro que no era la primera vez que lo tomaba en brazos, sabía que
su escaso peso era «normal».

Lo saqué de ese lugar, no quería que abriera los ojos en donde había
tenido que pasar un infierno. Lo subí al auto que había rentado en el
aeropuerto nada má s llegar, lo acomodé, puse el cinturó n y comencé a
conducir hacia el hotel donde mi mamá había hecho la reservació n la
noche anterior cuando la había despertado diciéndole que Jae estaba en
peligro, que había sentido su llanto de omega. Así que lo llevé allí, subí
con él a una habitació n no muy lujosa, pero limpia y bien cuidada.

—Está s a salvo —lo recosté en la cama y apreté los labios.

Debí haberlo detenido, debí haberle dicho que no quería que viniera, que
no debíamos estar lejos, debí haberle dicho que lo acompañ aría, que
vendría con él. Cuando me contó de su acoso en clases yo le había dicho
que estaría con él si lo encerraban en ese armario de nuevo, ahora lo
habían encerrado en un armario, gigante y lujoso, pero lo habían
encarcelado y yo no había estado allí con él. Debí haber venido, debí
protegerlo.

—Perdó name, Jae, perdó name —me desesperaba lo cerca que había
estado de ser tomado por alguien má s, de que alguien lo arrebatara de
mí. Su celo pudo haber provocado una desgracia.

225
Me acosté a su lado y lo envolví en mis brazos, le había prometido que lo
haría, que lo abrazaría, que no iba a dejarlo. Lo envolví y respiré de su
aroma sintiéndome enloquecer ante la idea de perderlo. Descansé mi
nariz en su cabello y cerré los ojos con fuerza mientras con una mano
apretaba su cadera y con la otra acariciaba su cuello, sobre el collar. Si no
hubiese tenido ese collar, no sé si hubiese podido contenerme, lo habría
mordido por puros celos, por pura posesividad. Habría reclamado a mi
omega, mi amado, lo habría marcado como mío en el lugar má s visible de
su cuello, para que no quedara duda alguna de que él era mío. Me aferré
incapaz de soltarlo, no creía que fuera a dejarlo nunca.

Jae

Cuando abrí los ojos pensé que tal vez había muerto. Que había muerto y
abierto los ojos en el paraíso, que alguno de los enfermos juegos de mi
padre me había matado, porque esa calidez, ese aroma... no podían ser
ciertos. Los recuerdos regresaron a mí y alcé el rostro para encontrar la
mirada despierta de mi alfa, aferrá ndome con fuerza, velando mi sueñ o.

—Arny —era lo ú nico coherente que podía decir, su nombre. Besé sus
labios, un beso breve, no quería má s que eso, solo quería sentir el confort
de su boca, de su suavidad amable y de su protecció n, lá grimas
silenciosas cayeron de mis ojos y lo abracé con fuerza, de nuevo—.
Viniste por mí.

—Siempre iré por ti, Jae, te lo dije, siempre voy a creerte —sus palabras
me reconfortaban tanto y al mismo tiempo me hacían querer entregarme
a la desesperació n del llanto que se me había negado.

Y lloré.

Lloré entre gemidos entrecortados, espasmos de dolor; lloré temblando


de nervios y con una desesperació n desgarradora. Dejé que mi garganta
ahogara sus gritos contra su ropa, que mis ojos se cerraran con fuerza,

226
con rabia y frustració n mientras mi barbilla temblaba por la vibració n de
mi dolor. Lloré y él me dejó llorar. Acarició mi espalda en total silencio, ni
siquiera dijo «shh shh», no emitió má s que caricias, no hizo nada para
contenerme, me dejó sentirlo todo, me dejó soltar toda mi frustració n y
solo me sostuvo. Pero afirmó má s que mi cuerpo, sujetó también mi
alma, me sostuvo para que no me cayera al abismo, me sostuvo para que
no perdiera demasiado de mí cuando me arrancaba lo que mi padre me
había impuesto.

—Te amo —lo miré con los ojos hinchados y enrojecidos, dolidos y secos,
él me miró con una tristeza que rivalizaba con la mía, le dolía mi dolor.
Lo sabía, podía verlo.

—Y yo te amo a ti —besó mi frente y solté un suspiro tembloroso.


Guardé silencio por un largo momento, solo respirá ndolo, calmá ndome.

—No me tomaste... aunque estaba sin supresores, en celo —no lo estaba


acusando, era solo... no lo entendía.

—No quería que nuestra primera vez fuera así, en ese lugar... —acaricié
su rostro.

—¿Quieres que sea aquí? Puedo... puedo no ponerme mi siguiente


inyecció n —quería hacerlo, quería dejar que Arny me limpiara con sus
besos y caricias, con su piel y su aroma, que me quitara cualquier rastro
de suciedad que el toque de alguien má s podía haber dejado. Quería ser
suyo, solo suyo. Pero él negó suavemente con la cabeza y mi rostro dejó
ver la decepció n que estaba sintiendo, el rechazo. Se apuró a explicar.

—Nunca he querido que nuestra primera vez sea en tu celo —no


entendía.

—¿Por qué?

227
—Porque la gente no recuerda bien lo que pasa en el celo, es decir, no las
primeras veces, es lo que he escuchado... —se sonrojó un poco—, quiero
recordarlo todo, cuando lo haga contigo, quiero recordar cada detalle,
cada lugar que bese, cada curva suave de tu cuerpo, no quiero que se
pierda nada de mi memoria... quiero estar consciente, no sumido en
feromonas —pude sentir que yo me sonrojaba también, sus motivos
eran... puros, hermosos. Me hacía sentir un pervertido por solo querer
hacerlo, aunque también era que quería que me limpiara el cuerpo, pero
también lo deseaba.

—Eso es... hermoso —se lo dije, porque lo pensaba, bajé mi mano hasta
su pecho y acaricié sobre su corazó n—. Está bien, así lo haremos
entonces... cuando lo hagamos —era extrañ o hablar de eso, no de mi
tortura, pude adivinar que Arny estaba esperando a que yo quisiera
hablar de ello, a que yo estuviera dispuesto a contarle lo que había
pasado con mi padre, no iba a preguntarme porque, leal a su naturaleza,
Arny nunca me presionaba a nada—. Pero creo... creo que no quiero
esperar tanto tiempo má s, o sea no meses... —lo miré avergonzado—,
antes pensaba que quería pero... ahora sé que quiero estar contigo.
También soy hombre, también soy un adolescente y también quiero
tener sexo con mi sensual novio. Es decir, tú no lo entiendes, pero ser
virgen con un novio tan guapo como tú ... pues no es fá cil para mis
hormonas.

—Espera, espera ¿qué se supone que no entiendo? —frunció el ceñ o y


quise rodar los ojos.

—Pues... —no quería decirlo, no quería pensar en sus parejas pasadas en


ese instante, pero de verdad parecía no entender—, lo de ser virgen y
eso...

—Jae... —me miró muy serio—, tú sí sabes que los lobos nos
emparejamos de por vida ¿verdad?

228
—Eh... ¿sí? —lo miré confundido.

—¿Y qué creías? ¿Qué anduve por ahí acostá ndome con cualquiera aun
sabiendo que no eran mi pareja, en plan «satisfacerme»? —me sonrojé
mucho.

—Oh...

—Exacto «oh»... —negó con la cabeza, aguantando una sonrisa y


poniendo cara de fingido reproche—. Me siento un poco ofendido, el
estereotipo de que el alfa no puede ser virgen y eso de que tienes tantas
ganas de hacerlo conmigo solo porque estoy guapo —sonaba todo
melodramá tico y negaba con la cabeza haciendo espavientos—, me
siento usado, ¡Un pedazo de carne, me siento!

Y me hizo reír, reír por primera vez desde el infierno y cuando me vio sus
ojos brillaron y su expresió n se volvió completamente satisfecha,
triunfal, como si hubiese ganado la copa del mundo.

—Está bien, señ or «pedazo de carne» —lo amé aú n má s en ese instante,


por bromear, por hacerme sonreír, por ser tan él, tan perfecto. Dejé un
beso suave y cargado de amor en sus labios—. Te comeré un día de estos.

É l me dio la sonrisa má s pícara, feliz y juguetona del mundo. Con todo y


hoyuelo.

—Y dicen que los lobos somos los peligrosos.

Aú n dolía. Aú n se sentía pesada una parte muy dentro. Pero con Arny a
mi lado podía soportar la carga.

•••

229
Este capítulo salió má s tarde porque me retrasé entre una cosa y otra
¡Pero fue menos de media hora! Pensé que sería má s. Espero que lo
hayan disfrutado tanto como yo.

Gracias por leer, comentar y votar (a.k.a. estrellitosear), de verdad me


animan mucho porque como escribo un capítulo al día, pues hay días que
son má s difíciles que otros. De todos modos, muchas gracias.

230
21. Había una vez un lobo bueno

Palabra del día: Fá bula

Alivió mi desesperació n a base de besos y caricias, Arny era un abrigo


constante que me ayudaba a olvidar el infierno que había vivido el
ú ltimo par de días, me apretaba contra su pecho, besaba mi frente, mis
mejillas, mis pá rpados, la punta de mi nariz. Me sentía má s querido que
en toda mi vida, en ese instante era justo lo que necesitaba, sentir que él
me quería, no importaba si el resto del mundo me odiaba por traicionar a
mi padre, por enviar a la cá rcel a su presentador favorito o, simplemente,
por ser un omega; solo sentirme casi abrumado por su amor, era
perfecto.

Pero necesitaba escucharlo, necesitaba saber qué había ocurrido, por


má s que lo deseara, no podía permanecer siempre en el mundo de las
maravillas.

—¿Qué ocurrió ? ¿Có mo me trajiste aquí? —no está bamos en el


apartamento, sino en un lugar distinto, y la verdad era que, aun cuando

231
el sitio era desconocido, no quería volver a poner pie en el apartamento
de mi padre, así que me parecía perfecto, aun así necesitaba saber có mo
había pasado todo. Arny acarició mi mejilla y cerré los ojos un momento.

—La policía llegó y se lo llevó . Carter habló para que yo me hiciera cargo
de ti y, en el auto que había rentado en el aeropuerto, te traje aquí —me
deja claras algunas cosas, aun así los nervios aceleraban mi pulso, tomé
su mano y la apreté entre las mías.

—Gracias... tenía miedo de... —apreté los labios, era extrañ o decirlo
cuando mis temores habían sido infundado— que no me creyeras —lo
miré con disculpa—, porque mentí en televisió n y pensé que nadie me
creería por haber mentido, aun cuando me dijiste que me creerías, aun
cuando en mi cabeza me repetía que tú sí creerías en mí, una parte de mí
sí tenía miedo.

—Lo siento... —negué.

—Tú no tienes que disculparte, yo desconfié y...

—Llevas una vida diciendo la verdad porque quieres que la gente te crea
—me interrumpe—, es normal que cuando rompes tu propia promesa,
tengas miedo. Yo en cambio... debí venir contigo, debí haber estado
contigo, si hubiese estado a tu lado nada de esto hubiera pasado.

—Sé que soy tu omega, pero no soy tu responsabilidad y no tenías có mo


saber... —no quería que se culpara—, yo tampoco sabía, y en cuanto pedí
ayuda dejaste todo y viniste por mí —besé sus labios un momento,
acariciá ndolos suave y largamente, luego me aparté para mirarlo a los
ojos—. Podrían haber sido diferentes muchas cosas, si yo hubiera dejado
que me mordieras en cuanto nos conocimos... tampoco habría podido
ordenarme —porque un omega enlazado solo puede obedecer a la voz de
su alfa.

232
—Lamento haberte dado ó rdenes —dijo entonces y me sorprendió , ni
siquiera había tenido tiempo de pensar en ello, había estado tan
necesitado en ese instante, con tanto miedo, que ni siquiera había
pensado en el hecho de que Arny había usado su voz conmigo, cuando él
lo hizo no se sintió como cadenas, sino como la liberació n de las que
cargaba—. Nunca quise usar mi voz de alfa contigo.

—Ni siquiera sabía que podías hacerla... —me abrazó por las caderas y
me apegó má s a su cuerpo, me dejé llevar, deseando su calor.

—Había probado antes, solo, usarla. Pero nunca en alguien y ciertamente


no quería usarla en ti pero... —negué con la cabeza.

—No lo hiciste con maldad, querías salvarme de él, no me molesta —


acaricié su espalda, apegá ndome má s—, no me enojaría por eso, lo
hiciste por mí, para salvarme.

—Odio que haya podido darte ó rdenes, que te haya usado... —solté un
suspiro tembloroso y asentí.

—Fue horrible.

Y entonces le conté. Le hablé en detalle de có mo habíamos hecho el trato,


de có mo yo pensaba que todo iba bien, de su maquillista y encargada de
vestuario, de lo que habían dicho y de có mo había ido a encararlo y de
có mo, cuando lo encaré, había comenzado la pesadilla. Le hablé de las
ó rdenes, del silencio forzado, del momento en que había llegado a casa y
el llanto de omega había salido de mí sin forzarlo siquiera, como una
necesidad. Le conté de mi deseo de ser escuchado por él, de las otras
ó rdenes para la cita, de lo mucho que lo había necesitado.

—¿Recuerdas la fá bula de «Pedro y el lobo»? —frunció un poco el ceñ o


—, el niñ o, que lo ponen a cuidar las ovejas y miente diciendo que viene

233
el lobo, para llamar la atenció n, y miente tantas veces que cuando de
verdad viene el lobo nadie le cree.

—Ah... sí, creo que la he escuchado. Lo que pasa es que en mi familia no


contamos historias con lobos de villanos, sentimos que es un falso
estereotipo que se repite demasiado en la literatura infantil —su
comentario todo serio me hace sonreír un poco.

—Oh, vaya, comprendo... —le di un beso para consolar a mi pobre lobo


incomprendido—. El caso es... que mi madre me leyó esa historia de niñ o,
cuando aú n me hacía caso, antes de la clasificació n del segundo género
—expliqué—, y se quedó muy grabada en mi mente y decidí que nunca
mentiría, que actuaría con verdad, en mis acciones incluso, porque de ese
modo, cuando yo fuera a llorar diciendo «lobo, lobo» sabrían que era
verdad, vendrían a mi rescate. Pero cuando ocurrió todo esto... —me
temblaba la barbilla, mis ojos se llenaron de lá grimas—, todo lo que
podía hacer era recordar esa fá bula y pensar que lo que deseaba era que
mi lobo viniera a buscarme, y que era mi padre, el cazador, quien era el
peligro má s real —me aferró con fuerza.

—Por eso te digo que los lobos somos inocentes —me reí un poco, má s
bien un resoplido, un amago de risa.

—Eres má s que inocente, eres un héroe, mi héroe —dejé que mis


lá grimas se perdieran en la tela de su camiseta cuando hundí mi rostro
contra él—. Esto habría pasado si te hubiera conocido o no, solo que sin
ti, no habría tenido quién me salvara —suspiré—, al final sí soy el cliché
del omega que necesita ser rescatado —lo miré con una sonrisa triste y
él negó .

—No eres un cliché, Jae, y no eres el típico omega que necesita ser
rescatado. Esos omegas suelen ser así porque confían en personas que
obviamente son malvadas o que no deberían o porque se meten en una
situació n u otra. Tú te cuidas, buscas siempre decir la verdad, cargas

234
supresores contigo, no eres ajeno a tu situació n, no ignoras tu calidad de
omega y te pones en peligro —me mira—, eres serio y cuidadoso, tomas
todas las precauciones necesarias. Solo que elegiste confiar en tu padre.
Y deberías haber podido hacerlo, deberías haber podido venir a verlo y
apoyarlo sin que todo saliera de control. No tenías có mo imaginar que
esto ocurriría —suspire—, sí, me necesitaste, pero porque la situació n
que te tocó fue algo que no podrías haber previsto.

—Ay, Arny... —besé sus labios con fuerza, mi boca chocó con la suya y un
poco me hice doler, pero es que sus palabras habían sido tales que sentí
que sus labios me atraían a ellos como imá n—. Eres demasiado perfecto.

—No, realmente no... tú eres increíble, tengo suerte de que seas mi


omega —me miró como si yo fuera lo má s increíble del mundo, era difícil
de creer cuando sentía que era él quien me fascinaba tanto a mí—, sé que
en fuerza y eso, yo gano, pero tú eres inteligente y organizado y siento
que el destino hizo demasiado bien en elegirnos, porque sé que si
hubiese sido cualquier otro, no sé, mi futuro sería un caos. Cuando má s
adelante yo no sepa qué hacer con mi vida (y puedes estar seguro que
pasará en algú n minuto), sé que tú me traerá s a tierra, que me ayudará s
a poner todo en orden, que me ayudará s a ver má s allá y mantener una
perspectiva abierta, amplia. Yo soy bueno en una lucha, pero tú liderará s
nuestro futuro.

Mi pecho se sintió tibio, él podía hacerme sentir que crecía mil tallas de
corazó n con sus palabras, porque aun cuando decía no pensar
demasiado en el futuro, había pensado esas cosas, había imaginado có mo
sería cuando él estuviera perdido, nos había imaginado juntos.

—¿Crees que lo condenen? —pregunté de pronto, cuando mis


pensamientos volvieron a mi padre.

—Supongo que sí, lo hará n, no es solo tu palabra contra la de él, es


también la mía y la de Carter, que en realidad es quien má s poder tiene

235
con eso de ser alfa y actor reconocido, su testimonio valdrá mucho... —no
quería tener que pasar mucho tiempo en juicios y demá s.

—¿Será necesario que yo declare muchas veces?

—No creo, el caso es bastante só lido así que probablemente se declare


culpable rá pidamente, lo que se verá con un juez es la posible sentencia
pero dudo que un abogado le aconseje declararse inocente, no con
testigos como los que hay —eso sería lo mejor, que se declarara culpable,
pero había algo que me molestaba.

—¿Qué pasa si hay má s omegas como yo? Unos que no tienen a un alfa
como tú , o que simplemente tuvieron que quedarse callados porque él lo
ordenó —no podía ni imaginar có mo debían de estar sufriendo si
llevaban má s tiempo en el infierno que yo sufrí solo por dos días.

—Lo má s probable es que parte de todo el proceso de determinar


sentencia será dar un comunicado pú blico diciendo que si un omega ha
sido manipulado por él, se acerque al lugar donde lo tienen detenido.
Entonces lo forzará n a liberarlos con alguna orden como «Deja de seguir
cualquier orden mía», para que así esos omegas queden liberados y
puedan declarar —esperaba que si esos omegas existían, pudieran llegar
a encontrar su libertad, deseaba que no existieran, no por el bien de mi
padre sino porque esperaba que no hubiese ninguno sufriendo de ese
modo, pero de ser así, esperaba que pudieran liberarse. Mi madre iba a
estar molesta conmigo por todo aquello, lo mencioné.

—Seguro mi madre se enojará cuando sepa que hice que metieran en


prisió n a mi padre —negué con la cabeza—, no sé có mo era él en la
universidad, pero simplemente no lo entiendo, su obsesió n por ese alfa,
por... no sé, su cuento de hadas, su lealtad hacia él, su fidelidad por
alguien que ni la mira —Arny frunció el ceñ o, no me esperaba esa
reacció n.

236
—¿De verdad no lo entiendes? —ahora yo junté mis cejas.

—Acabo decir que no...

—Yo pensaría que tú , de entre todas las personas, lo entendería —seguía


mirá ndome serio, yo no sabía de qué diablos hablaba—. Tu sangre de
lobo viene de tu madre —dijo como esperando que yo sacara mis
propias conclusiones pero no se me llegaba a prender la ampolleta—,
eso significa que ella también tiene sangre de lobo, Jae, la suya, má s
reciente que la que tienes tú , y los lobos nos emparejamos de por vida.

—¿Dices que por eso ella...? —asintió .

—Es probable, es decir, es cierto que ella no es lobo, no está despertada y


no va a ser despertada, pero parte del instinto queda ¿sabes? Es comú n
que descendientes de lobos que no se transformaron tengan solo una
pareja o de cierto modo imprimen en alguien —era informació n nueva
para mí.

—¿Aunque ella sea una beta? —asiente.

—Hay betas entre los lobos también y ellos igual encuentran su pareja
destinada, incluso alfas u omegas que encuentran su pareja destinada en
betas, porque impriman de ellos, má s allá de la conexió n de alfa y omega
—explica y yo me confundo, porque él me había dicho que sabía que su
pareja sería un omega masculino porque era gay, pero si podía imprimar
de un beta ¿por qué sabía que sería un omega?—. Veo tu confusió n, uno
siempre imprima o encuentra su pareja destinada en alguien que pueda
darle hijos. Por eso sabía que sería un omega masculino.

—Ahh... —comprendí—. Entonces... los que hay que son betas o tienen
de pareja a betas...

237
—Es porque imprimaron —explica—, no es la misma sensació n que
tiene un alfa y omega que encuentra a su pareja destinada, pero es muy
similar, la atracció n es instantá nea, o sea, como soy lobo, igual puedo
decir que imprimé contigo, para mí tú eres mi pareja destinada y mi
imprimació n —me hace sonreír saber que soy ambas—, mi abuela, por
ejemplo, es alfa, pero su pareja es un beta, hombre, ellos imprimaron. Es
decir, si lo piensas, no sería posible que todos los alfa encontraran su
pareja destinada en un omega, no dan los nú meros, los alfa somos má s
en nivel població n —me hace sonreír que sepa las estadísticas, porque...
pues yo las sabía también y me gustaba que él también las supiera.

—Tus mamá s son alfa y omega...

—Es coincidencia supongo, pero sí, mi má podría haber encontrado su


pareja en una beta, en su caso, pero encontró a mi mamá —sonríe— y
gracias a eso yo existo.

—Me alegra mucho que existas —no había nada má s cierto que eso—.
Eres increíble, y no solo porque eres mi calentador personal —quise
bromear para aligerar el ambiente, lo abracé má s para enfatizar lo
mucho que me gustaba su temperatura.

—Tu lobo 3000 perfecto para la temporada de invierno —me reí cuando
me siguió el juego—. Por cierto, Carter sabe que soy lobo —saqué el
rostro de su cuello, sorprendido.

—¿Qué? Yo no le dije... —asiente, está má s relajado de lo que debería


considerando que alguien tan famoso conoce su secreto y podría
decírselo al mundo.

—Sé que no le dijiste, él se dio cuenta, por có mo reaccioné, al parecer


uno de sus amigos es lobo y le recordé a él —Carter seguía
sorprendiendo y sorprendiendo.

238
—Vaya... hay que reconocerlo, no es mal tipo, a pesar de que creyó en mi
padre —suspiré—, pero lo mismo podría decirse de la gente porque
dudo que todos quienes lo miraban y amaban su show fueran malas
personas, solo se dejaron engañ ar porque él miente demasiado bien.

—Eso creo y sí, no es mal sujeto, pero si no te vuelve a tocar nunca me


sentiré mucho mejor —su posesividad debería molestarme pero había
estado a punto de tomarme, aun cuando desconocía la situació n en que
yo estaba en ese momento, entendía el descontento de Arny.

—Procuraré que no ocurra —quería darle calma, no discutir sobre si él


podía o no dictaminar quién me tocaba y quién no, porque la verdad se
merecía que le diera paz después de todo lo que había hecho y porque,
siendo honestos, tampoco es que yo quisiera que cualquiera que no fuera
Arny me tocara.

De pronto mis pensamientos volvieron a mi madre, supongo que lo


entendía, ella... no deseaba que cualquiera que no fuera mi padre la
tocara. Para ella, mi padre era su Arny, y por eso su obsesió n y su
necesidad, pero ella no estaba enlazada (no podía enlazarse siendo beta)
y estaba yo... deseaba que me hubiese querido tanto como a él. Yo amo a
Arny y sé que quiero pasar toda mi vida a su lado y no quiero que se
aparte nunca, creo que sin él seguir la vida sería una tortura. Pero si
tuviera hijos, si tuviera nuestros cachorros, seguiría adelante por ellos,
creo que me levantaría y buscaría hacerlos felices, porque ellos serían lo
que tengo de él, del hombre que má s amo.

Mi madre no se había sentido de ese modo, ni siquiera cuando había


similitudes tan claras entre mi padre y yo. Aunque tal vez lo entendía
ahora, tal vez en el fondo ella siempre supo que mi padre no era bueno y
por eso mi similitud física con él no le agradaba sino que todo lo
contrario. Aunque... si sentía aquello ¿por qué no podía dejar de buscarlo
en tv? ¿Por qué no podía seguir adelante? Era difícil, demasiado difícil

239
entenderla y realmente no tengo idea de có mo reaccionará . Quisiera que
lo hiciera con lealtad hacia mí, pero no estoy seguro de que realmente
esa lealtad exista.

—Quiero dormir abrazado a ti... —dije de pronto y me aferré con má s


fuerza—, quiero dormir a tu lado y no mirar teléfono ni redes sociales
hasta mañ ana, quiero ser solo tú y yo y olvidarnos del mundo, por el
momento —me besó la frente.

—Ya le avisé a mis madres que está bamos a salvo así que puedo hacerlo.
Esperemos a mañ ana, podemos tomarnos el día de hoy para descansar
antes de enfrentarnos contra el mundo.

Buscó mis labios. Amaba cuando él me besaba, porque siempre lo hacía


primero dá ndome un beso breve y suave, como un saludo a mis labios,
un pequeñ o «hola» de cortesía antes de tomar mi labio inferior con su
boca y succionarlo suave, tirarlo un poco, invitá ndome a que le abra
paso. Y cuando yo respondo entonces nuestro aliento se mezcla, su
lengua me atrapa en una sensació n electrizante, me frota, me acaricia
despacio y con cuidado, la punta de su lengua juega a recorrer la mía
hasta lo má s hondo que llega y entonces se regresa, simulando una suave
penetració n. Sus besos son increíbles y me dejan derretido y con las
piernas débiles. Era una suerte que yo no estuviera de pie.

Nos besamos hasta caer dormidos.

Era curioso que aquella fue la primera noche que dormimos juntos. Tan
lejos de casa, solos en un hotel, con mi celo suprimido por supresores.
Fue solo dormir, y a pesar de eso, fue completamente íntimo.

•••

Espero que les gustara, lo siento si se me pasaron má s dedazos de lo


usual, hoy no estaba en casa así que no pude hacer la típica lectura en

240
voz alta de chequeo y también tenía bastante sueñ o. De todos modos,
ojalá disfrutaran este capítulo.

Gracias por leer, comentar y estrellitosear (votar), me alegra que la


historia la conozca má s gente cada vez porque realmente le he puesto
cariñ o. Gracias a todos ustedes, los que se hacen notar y los que guardan
silencio c:

241
22. Lo que veo cuando te miro

Palabra del día: Olor

Fui despertado por besos, besos suaves en mi mejilla, en mi frente, en mi


cabeza, pequeñ as caricias que reconocí de inmediato porque venían de
un aroma que me llenaba de calidez y seguridad. Cuando abrí los ojos ya
sabía a quién encontraría, estaba Arny, a mi lado, con una bandeja que al
parecer tenía comida.

—Pedí desayuno —me acomodé en la cama, sentá ndome con las piernas
como buda y él se sentó frente a mí, con la bandeja entre ambos, había
leche con chocolate, huevos y galletas— ¿Có mo está s? —esa burbuja que
habíamos creado era muy agradable, me sentía seguro con él, tal vez
sería así cuando viviéramos juntos, si íbamos a la misma universidad y
compartíamos piso... quería que fuera así, turnarnos para hacer el
desayuno, que me despertara con sus besos.

—Bien, algo acalorado —era probablemente mi celo—. ¿Me pasas uno de


mis supresores?

242
—Claro —sacó la inyecció n de mi maleta abierta y yo me la puse sin má s
miramientos en el hombro. Luego continuamos con el desayuno.

—Te despertaste muy temprano... —comí una galleta y Arny sonrió .

—Pues... no debería ser sorpresa, siempre llego a clases antes que tú —


me reí.

—Eso es cierto —alguien tocó la puerta, Arny frunció el ceñ o, lo que me


dejó saber que no esperaba a nadie, se puso de pie para abrir y cuando lo
hizo, Saskia estaba del otro lado con una expresió n alarmada.

—Má ... —mi novio estaba muy sorprendido, ella entró al cuarto y le besó
la mejilla.

—Tu mamá estaba muy preocupada, siendo honesta, yo también —fue la


explicació n que dio mientras entraba y se dirigía directo a donde estaba
yo, me abrazó y aquello me atrapó por sorpresa porque Amelia era má s
cercana conmigo. Sin embargo, tal vez porque se parecía tanto a Arny,
ese abrazo no me hizo sentir incó modo, sino apreciado—. ¿Có mo está s?

—Mucho mejor, gracias por enviar a Arny por mí —sabía que mi novio
no tenía dinero, era de sus madres—, él me salvó .

—¿Có mo podríamos haberlo ignorado? Estabas en peligro —Arny se


aceró a la cama de vuelta y se sentó en el lugar de antes, su má se quedó
de pie junto a la cama y lo miró orgullosa—. Hiciste bien.

—Me alegra que vinieras, hoy seguro tendremos que ir a dar


declaraciones —tenía razó n, sería má s fá cil si teníamos una «adulta» con
nosotros, ademá s una alfa.

—¿Usó mucho su voz de alfa contigo? —los ojos de Saskia eran casi
iguales a los de Arny, tal vez un par de tonos má s oscuros, solo tal vez,

243
algo quizá imperceptible. En ese momento lucía muy seria, se notaba que
lo que me había ocurrido le molestaba.

—Sí, me dio muchas ó rdenes —se acercó entonces y acarició mi cabello,


pero con la misma expresió n de molestia, sabía que no era por mí, sino
por lo que había vivido.

—Voy a hablar con tu tío Arend —si recordaba bien, Arend era el
hermano de Saskia, el tío de Arny, el cual lo apreciaba, porque era un tío
genial, pero al mismo tiempo lo resentía porque Arend significaba
«á guila» y Arnulf significaba «á guila» y «lobo». Sus madres habían
elegido su nombre para honrar su naturaleza y al hermano que Saskia
tanto apreciaba... así que obviamente Arny lo resentía por no tener un
nombre má s fá cil y menos «aburrido», porque estaba inconforme con el
suyo. Sin embargo, no recordaba má s de él, ademá s de que estaba en el
consejo de ancianos del clan y era el padre de Dalia.

—No sabía que estaba en la ciudad... —Arny bebió de su leche


chocolatada, mi suegra (qué raro sonaba pensar eso) sacaba su teléfono.

—Ayer le hablé para comentarle que estarías aquí por una emergencia y
dijo que él había venido hace un par de días por trabajo, pero que si
necesitabas algo, ayudaría —entonces Saskia me miró para explicar—.
Arend es abogado, si vamos a ver lo de declaraciones y demá s, es mejor
ir con uno.

—Gracias... —ella se sentó en el silló n junto a la cama, yo tomé otra


galleta y la comí lentamente mientras Arny la miraba escribir en el
celular.

—¿Hablaste con tu mamá ? —me tomó un momento darme cuenta de que


me preguntaba a mí, no sabía qué responderle.

244
—No, mi madre solo me dijo que viniera a ayudar a mi padre, en
realidad, vine por ella, no por él. No le he hablado porque no sé có mo va
a reaccionar cuando sepa que ahora él fue detenido por mi culpa... —no
quería enfrentar su enojo aú n.

—No fue tu culpa, él usó su voz de alfa contra ti, Jae, él rompió la ley y tú
eres su hijo, se supone que debía protegerte, él a ti, no tú a él —podía ver
la determinació n y molestia en su rostro, me hacía sentir que le
importaba, y era extrañ o porque en muchos momentos de mi vida había
sentido que no le importaba a nadie, y ahora tenía a Arny, y su familia, y
una certeza que para mí era extrañ a, de que estaban de mi lado. Con mi
madre esa certeza era inexistente.

—No sé si ella vaya a verlo del mismo modo —honestamente lo dudaba.

Terminamos de desayunar, me vestí y salimos en el auto que Arny había


rentado, solo que nosotros nos sentamos juntos atrá s mientras su madre
conducía. Al parecer, el «tío Arend» había avisado que se encontraría con
nosotros en la estació n de policía donde estaban procesando todo. De
algú n modo lo había averiguado. Cuando llegamos allí, el que Arny
sujetara mi mano tan firmemente me ayudaba, Saskia caminaba frente a
nosotros y, antes de que pudiéramos acercarnos al mesó n, un hombre
que solo podía ser Arend se acercó a nosotros. No era que se pareciera
mucho físicamente, su piel era tostada, su cabello castañ o, su rostro
bastante duro y de facciones distintas a su hermana y sobrino. Pero sus
ojos... sus ojos eran los mismos, debía ser ilegal que todos tuvieran esos
ojos ambarinos. Era un sujeto alto, un poco má s alto que Arny, estaba
muy serio.

—Hola —su rostro no se mostraba feliz.

—Arend, gracias por venir, este es Jae —me presentó , apreté la mano de
Arny sintiéndome nervioso cuando me observó tan serio, estaba frente a

245
un lobo después de todo, pero él solo lucía molesto con algo, no con
nosotros.

—Un gusto. Tenemos un problema —sentí un escalofrío helado


recorrerme de pies a cabeza—. Su abogado está poniendo como defensa
que tú eres inestable —me miró —, está diciendo que tuvo que darte las
ó rdenes por tu propio bien, para que tú te comportaras mejor y
estuvieras bien contigo mismo —sentí que temblaba.

—Pero eso no es verdad, pueden preguntarle a cualquiera, eso no es


verdad —él apretó los labios.

—Al parecer el abogado contactó a tu madre, tu padre está convencido


de que ella va a testificar a su favor sobre tu estado mental, la mandó a
traer. La policía y el abogado del estado está n esperando a que ella llegue
y haga su declaració n antes de presentar los cargos —mi mundo se
detuvo ¿podía ser cierto? ¿De verdad mi madre iba a llegar a ese lugar
solo para testificar en mi contra? ¿De verdad iba a mentir por él? No
sabía qué decir, me quedé sin palabras.

—¿Qué hay de la declaració n de Carter? É l estaba ahí, sabe que Matthew


le ordenó que se comportara de cierta forma con él —el abogado apretó
los labios cuando Arny increpó aquello.

—Eso ayudó mucho a que no lo soltaran, pero el abogado está alegando


que Carter no conoce realmente a Jae, que solo lo vio un par de veces y,
de todos modos, que hizo todo esto porque deseaba que Jae encontrara
un buen alfa que quisiera cuidarlo por su condició n —aquello era
totalmente increíble, literalmente, no podía creerlo, me dolía todo el
cuerpo de solo pensar en esa situació n.

—Pero ellos pueden hablar conmigo ¿verdad? Yo puedo hablar con ellos,
demostrar que estoy bien mentalmente, que no es verdad...

246
—Yo también puedo declarar —agregó Arny y su tío negó suave con la
cabeza.

—Eso ayudará , pero en esta situació n, hemos llegado a un punto en que


es tu palabra contra la suya y, lamentablemente, aunque tú digas la
verdad, él es un alfa y tú un omega —el temor oprimió mi pecho—, odio
este aspecto de la sociedad, pero la realidad es que en una situació n
como esta es muy complicado saber quién saldrá ganando, muchos
tienen problemas con omegas. Quien puede cambiar todo esto es tu
madre, ella es el testigo imparcial que está n esperando, es con quien has
vivido todos estos añ os, se supone que ella es quien te conoce mejor. Su
testimonio será el má s importante, el que determinará que se presenten
los cargos o no —me miró fijo— ¿crees que ella hablará contra ti?

—No lo sé.

Porque no tenía idea de qué madre era la que se iba a presentar a esa
estació n de policía ¿la madre que me había leído cuentos de niñ o? ¿La
que, con once añ os, me había mandado a pasar mi cumpleañ os en la
biblioteca con ó rdenes estrictas de volver después de las cinco para que
ella pudiera pasar la mayor parte del día sola con mi padre? ¿La que
regaba las plantas con dedicació n infinita y cuando niñ o me contaba
historias de cada una de ellas? ¿La que miraba a mi padre en televisió n
todas las noches? ¿Cuá l? ¿Mi madre o la mujer enamorada de Matthew
Burton?

El abogado de la policía junto con un oficial, se encargaron de tomar mi


declaració n, les conté todo, no me permitieron tener a Arny conmigo
pero me forcé a mantener mis nervios en calma. Luego hicieron unas
preguntas para ver mi estado mental, les conté que tenía excelentes
calificaciones, que estaba estudiando para rendir el ECN un añ o antes,
esperaba que esas cosas ayudaran. Cuando salí encontré a Arny
diciéndole algo a mi madre. Me sorprendió verla, llevaba un vestido

247
formal, azul, que destacaba sus ojos, su cabello bien acomodado y un
maquillaje sutil que la hacía ver preciosa. Se sintió como una puñ alada,
porque de inmediato me di cuenta de que estaba allí para ver a mi padre.
No a mí.

—Madre...

—Jae ¿qué hiciste? —sus palabras me dolieron profundamente. Siempre


era culpa mía.

—¿Podemos hablar? —un sujeto que no había visto, de cabello canoso y


expresió n severa interrumpió la conversació n, llevaba un traje y por su
forma de hablar supuse que se trataba del abogado de mi padre.

—No, recomiendo en contra de eso, no quiero que se vea influenciada —


soltó de pronto y yo lo miré con rabia, pude notar que Arny empuñ aba
con fuerza—, señ ora Seaver, al señ or Matthew le gustaría verla.

—Si estoy mal de la cabeza no debería ser capaz de influenciar a nadie


¿no? —lo encaré muy serio y volví mis ojos a ella—. Madre, por favor —
ella dudó un momento, pero finalmente asintió .

—Vamos —nos apartamos del grupo y salimos afuera para conversar, la


miré con toda mi honesta tristeza.

—Te lo ruego, no me hagas esto, no vayas allí dentro y mientas por él —


su expresió n se volvió tensa, incó moda.

—Es tu padre...

—¡Y yo soy tu hijo! —mi mirada se volvió acuosa—, he vivido contigo


toda mi vida, él no ha estado nunca... sé que lo amas pero me lastimó ,
madre, me lastimó de verdad. Si Arny no llega por mí, me habría hecho
tener sexo con otro alfa, tal vez hasta hubiese terminado marcado contra

248
mi voluntad —las lá grimas cayeron por mis mejillas sin que siquiera
parpadeara— ¿te das cuenta de lo horrible que es lo que hizo? No te
estoy pidiendo que declares contra él, solo... no mientas, por favor... no
mientas.

Enfrentamos miradas por largo tiempo, cada segundo que pasaba me


sentía má s helado y ella má s lejana. Como si esa decisió n, tomara la que
tomara, nos fuera a separar el uno del otro. Porque mentir me
destrozaría y nos rompería, y si decía la verdad, una parte de ella
siempre tendría resentimientos hacia mí, por haber sido la causa de que
ella perdiera definitivamente a mi padre.

—Si hago esto, tu padre irá a prisió n y ya nunca má s volverá por mí —mi
estó mago se oprimió .

—Lo sé.

—¿Sabes por qué nunca me gustó lo mucho que lucías como él? —
aquella pregunta me atrapó desprevenido, agaché la vista, no quería
enfrentarla en ese momento.

—Pensaba que... porque soy un omega, no estabas contenta de que fuera


una... «versió n omega» de él —en lugar de haber sido la «versió n
perfecta», que era un alfa.

—No —busqué su rostro, sorprendido—. No me gustaba porque siempre


que te veía recordaba que él no estaba conmigo, los videos del show eran
una cosa, porque podía verlo trabajando, ocupado, había un motivo para
estar lejos y ademá s podía fingir que en esa televisió n, él estaba conmigo
—soltó un suspiro cansado y negó con la cabeza—. Pero verte a ti, era
como ver una clase de fantasma de él, algo que estaba allí pero al mismo
tiempo no. Un recuerdo constante de su ausencia —no sabía qué decirle,
no tenía forma de responder a su desolació n, su añ oranza, no tenía nada

249
que ofrecer—. Si hago esto, no sé si podré mirarte de nuevo, Jae. Mirarte
sabiendo que él de verdad nunca volverá ... dolería demasiado.

—No me verá s entonces... —era lo que podía darle, mi ú nica respuesta y


consuelo para ella—, puedo marcharme de casa. Ir a la casa de acogida
de Roscoe... te daré tiempo, el que necesites. Solo... di la verdad.

Cerró los ojos, respiró hondo y finalmente asintió .

—Está bien.

Entramos de vuelta, ella se dirigió hacia los detectives y se fue con ellos y
el abogado de la policía para hacer su declaració n, dejando de lado al
abogado de mi padre. Arny se acercó a mí, tomo mi mano y entrelazó
nuestros dedos. Yo solo lo sentí, porque en ningú n momento aparté los
ojos de mi madre, la observé hasta que desapareció con los policías.

—Ahora estoy huérfano —porque había perdido a mi padre cuando se


divorciaron y ahora la perdía a ella.

—¿Qué pasó ? —busqué la seguridad de esa mirada ambarina, pero no


era suficiente, me abracé a él con fuerza y respiré de su cuerpo para
sentirme seguro, busqué el calor que iba má s allá de su temperatura
corporal, Arny podría haber sido una serpiente de sangre fría, pero
seguiría siendo cá lido, porque su presencia me daba calidez, su bondad,
su tenacidad, su preocupació n... su personalidad entera.

—Dirá la verdad —lo sentí suspirar aliviado—, pero no cree que sea
capaz de verme de nuevo luego de esto, le dolerá demasiado —sus
brazos afianzaron el agarre a mi alrededor—. Así que cuando volvamos
pensaba ir a la casa de acogida, no queda tanto del añ o escolar, será n
solo un par de meses y luego del ECN podré postular a la universidad,
obtener una beca, trabajar mientras estudio también es una opció n, seré
menor de edad la primera mitad del semestre pero podré hacerlo.

250
—Espera, espera —me apartó para mirarme a los ojos— ¿te echó de
casa?

—No realmente —me limpié las lá grimas—, pero hará esto por mí y lo
que yo puedo hacer por ella, es irme.

—Ven —me llevó hasta su madre y su tío—. Su madre declarará la


verdad, pero a cambio Jae debe dejar su casa —Saskia se mostró en
shock, sus cejas se levantaron y luego se fruncieron hasta casi juntarse.

—Dime que no es en serio.

—Es que le pondrá triste verme —traté de justificarla, Arend en cambio


parecía estar pensando.

—¿Cuá ntos añ os tienes?

—Diecisiete, los cumplí este añ o, eso sí —aclaré porque Arny tenía


diecisiete también pero en cosa de días cumpliría dieciocho.

—Está s en edad de emanciparte legalmente —miró a su hermana y esta


asintió .

—Pensaba solo ir a la casa de acogida de Roscoe.

—Tonterías, te quedará s con nosotros, eres parte de nuestra familia, Jae,


aun si ustedes no se enlazan todavía, es seguro que en un futuro lo hará n,
y Arny envió la petició n por ti a su abuela. Eres uno de los nuestros,
cuidaremos de ti —nunca había tenido alguien con quien contar.
Regresaba hacia unos meses atrá s, cuando aú n creía en mi futuro
solitario, jamá s hubiese imaginado que encontraría no solo a Arny, sino
que también una familia entera dispuesta a apoyarme.

251
—No podría soportar que estés en otro lugar, Jae, necesito saber que
estará s seguro, te necesito cerca.

—Amelia se enojará si no vienes a casa con nosotros, Jae y, créeme, no


quieres verla enojada —me advirtió Saskia con cara de circunstancia y
algo de miedo que indicaba que no era broma.

—¿Có mo funciona lo de la emancipació n? —busqué al abogado y este


señ aló una silla para que nos sentá ramos.

—Ahora te lo explico.

Y el proceso, gracias a mi edad y la situació n en que estaba, no sería


difícil, solo necesitaba la firma de mi madre, que podían conseguir ahora
mismo y la de un abogado de justicia, y Arend creía que podía hablar con
el abogado de la policía para que firmara. Podía conseguir una forma
legal aquí mismo, así que fue en busca de ella. Saskia se apartó para
llamar a Amelia e informarle todo. Arny y yo quedamos solos un
momento, sentados uno junto al otro, tomados de la mano.

—¿No deseas justo ahora que te hubiese tocado un omega menos


complicado? —apoyé mi cabeza en su hombro y él respondió el gesto
apoyá ndose también en mí.

—No. Las complicaciones son parte de la vida, cualquiera hubiese tenido


algunas complicaciones. Soy feliz de haberme enamorado de ti, no por
nuestro destino, sino por quien eres —siempre sabía qué decir, acaricié
su mano—. Lo que desearía es que hubieses tenido mejores padres... o
habernos encontrado muchos añ os antes —mi corazó n se aceleró —.
Desearía que no hubieses pasado tantos añ os solo, desearía que hubieses
tenido a alguien que te hubiera dado la certeza de que estaría de tu lado,
que te apoyaría incondicionalmente —llevó nuestras manos
entrelazadas a su rostro y besó mi dedos—, desearía que te hubieran
amado como mereces.

252
Dejé que mis lá grimas cayeran en silencio y él sujetó mi mano con fuerza,
pero acariciá ndola suave. Me di cuenta de que tenía razó n. De que toda
mi vida, yo había deseado exactamente lo mismo, y dolía, joder, dolía
demasiado que él deseara aquello, porque eso significaba que había visto
lo que me había faltado, que yo no lo imaginé, que fue real. É l también
podía ver que yo no había sido amado... dolía que me confirmara que era
real, cuando durante tanto tiempo quise convencerme de que no era
cierto.

Dentro de mi dolor lo amé un poco má s por eso, por su honestidad.

Quiero que él y nuestros futuros cachorros nunca sientan lo que yo sentí,


aun si no me habían educado en amor, aprendería má s, estudiaría del
amor que recibía ahora tan abundantemente. Podía hacerlo, porque la
vida me había emparejado con el má s increíble experto.

•••

Hey, lamento lo tarde que salió este capi, una hora >< podría darles una
explicació n muy larga, pero solo diré que estoy en Chile y entre una cosa
y otra me atrasé.

Gracias por leer, comentar y estrellitosear, espero que ese capítulo les
gustara, fue un poco má s serio creo que algunos otros, pero me pareció
necesario. Gracias por querer a Jae y Arny tanto como yo, en serio.
Gracias por tanto.

253
23. No pienso ordenar tu ropa

Palabra del día: Atracció n

Mi padre tuvo que declararse culpable.

El testimonio de mi madre había sido claro y definitivo. Yo estaba bien y


Matthew estaba mintiendo. Sin otra posible defensa no le había quedado
má s que aceptar su culpabilidad en espera de que el juez fuera
magná nimo. Luego de declarar, mi madre salió de allí sin mirar atrá s, sin
voltearse a mirarme, de no ser porque Arend la detuvo para que firmara
mi emancipació n frente al abogado de la justicia, probablemente no
habría sido capaz de verla má s de un par de segundos. Pero mientras
firmaba, con su rictus impenetrable, su mandíbula tensa, sus manos
blancas... pude guardarla en mi memoria en ese instante, porque no sabía
cuá ndo la vería de nuevo ¿Cuá ndo fuera a buscar mis cosas?
Probablemente sería mejor hacerlo cuando ella estuviera trabajando. Lo
había prometido.

254
Así que me grabé su silueta, su cabello, su tristeza que se había
empeñ ado en hacer mía, que me había enseñ ado a creer y yo ahora me
esforzaba por desaprender.

Lo siguiente lo recuerdo como una serie de imá genes y confusió n. Como


mi padre había sido declarado culpable de «Uso indebido de voz de alfa
contra un omega con intenció n de abuso y propio beneficio», la ley
estipulaba que debía hacerse una declaració n pú blica para que cualquier
omega se acercara a recibir una contra-orden que los liberara de esta.
Bá sicamente lo que Arny había dicho. La prensa estaba teniendo un
festín con la noticia, se pasaban videos míos en su show, se preguntaban
a quién má s Matthew Burton habría lastimado o si simplemente había
hecho una excepció n con su hijo. Había quienes condenaban sus
acciones, otros (una minoría) que pensaban que yo era un hijo ingrato
que debió obedecer callado solo porque las ó rdenes de un padre alfa a su
hijo omega siempre debían obedecerse. Había quienes me insultaban y
deseaban lo peor por haberles quitado a su presentador favorito.

Carter había ayudado en cierta medida, había alzado la voz diciendo que
yo tenía su apoyo, que lo que mi padre había hecho era totalmente
reprochable y que esperaba que la justicia no fuera indulgente con él,
porque esos crímenes no debían ser tomados a la ligera.

Sus otras víctimas ciertamente le dieron la razó n.

Yo no sabía qué sentir. Eran solo dos, ambas mujeres omega y, por
suerte, ninguna había sufrido abusos sexuales de él (ya era bastante
horrible que mi padre usara su voz de ese modo, que fuera un violador
habría sido demasiado), pero sí había abusado de su poder para usarlas,
en un momento u otro, a su conveniencia, pidiéndoles que se quedaran
calladas por alguna situació n. Los cargos que ellas agregarían como
víctimas no eran tan graves como el mío, pero sentaban un precedente y,
sumá ndolas a ellas y a mí, éramos tres, lo que lo volvía un agresor

255
repetitivo (serial). Esto aumentó su sentencia de diez añ os a un mínimo
de veinticinco.

El juez le dio cuarenta añ os sin posibilidad de salir antes. Y le quitó la


voz. Como su voz de alfa había sido su arma, lo condenaron a perderla.
Cuando aplicaban esta sentencia lo que hacían era inyectar químicos en
la lengua, químicos que mataban ciertas zonas del mú sculo, de modo que
podía mover la lengua rudimentariamente para comer, pero no había
forma de que pudiera hablar y alguien le entendiese. No podría dar una
orden nunca má s, ni hablar directamente con nadie: nunca. No iría a una
prisió n comú n, claro, sino una de aquellas donde iban criminales de
cuello blanco, pero aun así. Pasaría su vida encerrado, silenciado, sin
poder pedir ayuda.

Ni me alegraba ni me entristecía, no tuve tiempo para aquellos


sentimientos, la prensa no dejaba de perseguirme en busca de una
declaració n y Arend me había informado que, parte de la sentencia, era
que las víctimas de mi padre, y yo, en mayor medida, recibiríamos una
compensació n monetaria por el agravio. Esta sería quitada de las cuentas
de mi padre, cuentas que, iró nicamente, por su estado legal y siendo que
no estaba casado con mi madre, pasaban a ser mías, por ser su ú nico
heredero. Ante su estado penal y habiéndome emancipado yo era
legalmente responsable de todas sus propiedades y cuentas. Arend me
preguntó que quería hacer con ello.

—Aceptaré la compensació n —porque me correspondía legalmente,


como su víctima, pero lo otro... lo otro era por ser su hijo y yo no me
sentía hijo suyo—. Lo demá s liquídalo, vende todo al mejor postor y que
todo el dinero sea donado a organizaciones que ayuden a omegas, o
niñ os abandonados —a él le pareció bien, no me criticó por mi decisió n y
Arny tampoco.

256
La sentencia había sido relá mpago. Aun así sentía que llevá bamos
demasiados días en Orville, quería volver a Roscoe, no me agradaba la
atenció n de las cá maras, quería quitá rmelas de encima, que me dejaran
en paz, no quería su persecució n o preguntas. Al tercer día allí, íbamos a
tomar desayuno a un café cercano. Nos persiguieron periodistas y
tuvimos que regresar al hotel.

—Creo que tienes que dar una declaració n —Arny me miró casi con
disculpa—. De ese modo podrá s responder unas cuantas preguntas,
decir que no contestará s má s y que te dejen tranquilo.

No quería aparecer ante las cá maras de nuevo, pero sabía lo que le


preocupaba, que nos siguieran a casa, que mi secretismo solo atrajera
má s la atenció n a nosotros y eso pusiera en peligro su secreto. Para peor,
el consejo no veía con buenos ojos toda la atenció n que yo estaba
recibiendo, no era un buen momento para algo como eso mientras
estaban analizando mi caso.

—Tienes razó n —solté un suspiro—, tal vez Carter pueda ayudar —


apretó los labios, aunque había sido má s que bueno con nosotros (aú n se
sentía mal por lo que casi había ocurrido conmigo) Arny no estaba muy
có modo con él—. ¿Podrías hablarle tú ? —sabía que se sentiría mejor si
era él quien llevaba el contacto y a mí no me importaba. En cualquier
otra situació n aquello sería molesto, pero sabía que Arny no lo hacía por
un deseo alfa de dominarme o algo así, simplemente deseaba protegerme
y no sería tan duro si no me hubiese visto en peligro, con el alfa al que
ahora debía llamar.

—Bien, lo haré.

—Quiero irme pronto, no me gusta que perdamos clases —y quería estar


con mis libros, con mis cosas, abrazado a Arny mucho tiempo cerca del
bosque, donde nadie nos molestaría ni perseguiría. Donde podría ver a

257
Arny transformarse y rascarlo hasta cansarme y apoyar mi cabeza en su
pelaje y dormir junto a mi lobo, mi amado lobo.

—Curioso, yo pienso que eso es lo ú nico bueno de toda esta situació n —


lo miré con reproche y me regaló su mejor sonrisa de chico travieso.

—Qué haré contigo —pregunté sin esperar respuesta y me acerqué para


besarle los labios.

—Amarme mucho... —me abrazó por la cintura.

—Eso ya lo hago —respiré de él, mi siguiente celo quería pasarlo juntos,


aú n no se lo decía, pero era así. Quería hacer un nido con su ropa y pasar
el celo con él, como una pareja. Ya para ese momento habríamos rendido
el ECN, estaríamos en vacaciones.

Arny terminó hablando con Carter quien le dijo que lo mejor sería que yo
fuera a responder preguntas a un show y que esa fuera considerada mi
declaració n oficial. Con sus contactos me consiguió una entrevista con un
show de la tarde, lo cual era perfecto porque no quería aparecer en uno
nocturno de nuevo y, mejor aú n, el Show de Zellen, ella era muy querida
por todos y realmente hacía muchas cosas buenas, así que no me
molestaba ser entrevistado por ella.

Esta vez aparecí con mi ropa comú n, mis jeans negros, mi suéter azul con
rombos, Arny se ofreció a aparecer conmigo pero le dije que no era
necesario, sabía que solo lo decía para apoyarme pero lo mejor para
nosotros era que yo fuera solo. Así que saludé a la presentadora que me
recibió con una sonrisa y me ofreció sentarme en uno de sus sofá
blancos.

—Bienvenido Jae ¿está s muy nervioso? —miré al pú blico en vivo, a la


presentadora, sentía que estaba pá lido, ahora no había pasado por
ninguna clase de maquillista, era solo mi yo comú n sentado allí. Asentí

258
como respuesta—, es entendible, la ú ltima vez que apareciste frente a las
cá maras no eras tú mismo...

—No... —ella me miró con comprensió n.

—¿Está s conforme con la sentencia que recibió tu padre? —necesitaba


ser fuerte, mostrar má s entereza y lo sabía, no podía encogerme, debía
ser el novio que Arny merecía. Miré a la presentadora y asentí.

—Lo que hizo no estuvo bien, sé que muchas personas no pueden


entenderlo, no saben có mo se siente ser silenciado dentro de tu propio
cuerpo, no poder decir lo que deseas ni aunque te esfuerces, sentir que
tu cuerpo, tu voz... dice cosas que tú no dirías, no poder controlarlo —
negué con la cabeza—. No fue un crimen menor, me arrebató má s que
solo voluntad y me parece justo que ahora él sabrá lo que es ser
silenciado por la fuerza.

—Comprendo... —miró unas tarjetas—, su relació n no es cercana ¿por


qué viniste?

—Mi madre... yo no quería venir, pero vine porque ella me lo pidió . Por
supuesto que ella no sabía que esto pasaría solo... supongo que no creyó
que haría algo así —no quería hablar mucho de mi madre, sabía que no
le agradaría nada que la mencionara en televisió n.

—Hay gente que dice que hiciste esto para quedarte con el dinero de tu
padre ¿qué piensas de eso? —no había malicia en su voz. Solo me estaba
dando la oportunidad de aclararlo.

—Pienso que está n equivocados. El ú nico dinero que conservaré será el


que me asignó el juez ¿por qué querría dinero por ser su hijo? No soy su
hijo —mi voz salió firme, determinada—, que compartamos sangre no lo
hace mi padre, no estuvo nunca en mi vida, lo veía solo un día al añ o. No.

259
El dinero y las propiedades será n liquidadas y donadas a instituciones de
ayuda, no voy a quedá rmelo, no lo quiero.

—Tengo una pregunta de nuestra audiencia má s joven —sonrió un poco


—, tú y Carter... él fue quien contactó para conseguirte este espacio, al
parecer algunas de sus fans online ya disfrutaban de la idea de que
ustedes estuvieran juntos —mis mejillas se sonrojaron, pude sentir el
calor en ellas.

—Me halagan, pero no veo a Carter de ese modo, me ha ayudado y lo


agradezco, deseo que algú n día encuentre a alguien para él. Yo he
encontrado a mi persona. Tengo un novio y lo amo —el pú blico soltó un
«awww» en ese instante y sentí que me avergonzaba má s. Zellen sonrió y
puso cara de sorpresa.

—¿Alguien que le gane a Carter Nox? Quisiera verlo —negué.

—No, no...

—¿Lo quieres para ti solo?

—Sí —lo dije directo, honesto—, ya es incomprensible para mí el que


todos quienes lo conozcan no se enamoren de él al instante ¿có mo es
posible que no lo ame todo el mundo cuando es tan genial? No lo
entiendo, pero eso hace mi vida má s fá cil, no quiero exponerlo y que
medio país se enamore de él —ella se rió .

—Te entiendo, yo tampoco comprendo có mo es que todo el mundo no se


enamora de Porshia —me aliviaba que compartiera el sentimiento. Hizo
una pequeñ a pausa y me miró —. Esto ha sido genial, pero antes de que
vayamos al break ¿hay algo que quieras decirle a quienes nos ven?

—Sí —miré a la cá mara—, por favor, no me persigan, soy solo un omega


al que le gusta leer libros, no hay nada má s interesante sobre mí, ademá s

260
de lo que hizo mi padre y eso se ha terminado. Les pido que me dejen
tener una vida tranquila, no tengo interés de buscar fama en ningú n caso.
Espero que esto respondiera sus dudas.

—Muchas gracias por tu honestidad, Jae —ella miró a la cá mara—. Ya


volvemos.

Cortaron a comercial y ella me dedicó una sonrisa mientras alguien se


acercaba a quitarme el micró fono.

—Lo hiciste muy bien.

—Gracias... espero que fuera suficiente, solo quiero volver a casa —Arny
salió de detrá s de escena (ahora que ya no estaban filmando podía) y
tomó mi mano.

—Tú debes ser el novio —él sonrió todo hoyuelo y orgullo.

—Sí.

—Pues Jae tenía razó n, no tienes nada que envidiarle a Carter, les deseo
lo mejor a ambos.

—Gracias —lo dijimos al mismo tiempo, me hizo reír.

—Oh, por dios, son adorables...

—Jae hace la mayor parte del trabajo, es demasiado bello —nos


marchamos antes de que me siguiera diciendo cosas que me hacían
sonrojar. Se suponía que tendría que quedarme má s tiempo en la ciudad
viendo lo de los papeles y demá s, pero al final Arend se ofreció a
ayudarme con eso y con un poder notarial quedó legalizado que él
estaría a cargo de las finanzas de los bienes de Matthew. Al fin podíamos
regresar.

261
El viaje de vuelta fue mucho má s fá cil en compañ ía de Saskia y Arny.
Cuando llegamos Amelia y V nos esperaban en el jeep, V estaba en el
asiento de atrá s, medio agachado. Me alegró ver a Amelia, ella nos abrazó
a todos y en cuanto nos sentamos atrá s, V se subió sobre las piernas de
Arny y comenzó a picarle la cara y molestarlo, lo que por supuesto
provocó que Arny lo picara de vuelta, comportá ndose como si el niñ o
fuera él, y terminaron mordiéndose y arañ á ndose.

Pero me hacía sonreír, su naturalidad para tratarse, sus bromas,


disfrutaba de su actitud de niñ os y de có mo ambos decían «él empezó »
cuando los regañ aba su mamá .

—Jae, fui por tus cosas... ya está n en casa —Amelia me sorprendió con
esa informació n cuando estacionó en mi «nuevo hogar», esperó a que los
demá s entraran (Arny y V se habían bajado corriendo con el grito «yo
entro primero»).

—Gracias... —ella tomó mi mano y la apretó .

—No es fá cil ser omega —no lo era, ella lo entendía.

—Quiero que sepas que eres parte de nuestra familia. No solo porque
haces a mi hijo tan inmensamente feliz, sino porque en todos estos
meses te he tomado mucho cariñ o. Estoy feliz de poder cuidarte —mis
ojos se llenaron de lá grimas y ella me abrazó .

—Gracias.

Era triste, pero nunca había sentido que mi madre tuviera un aroma
maternal, pero cuando Amelia me abrazó , me llevó hasta las lá grimas,
porque olía como una madre y la añ oré má s que nunca. La abracé con
fuerza y ella me sujetó por un tiempo, hasta que finalmente se apartó y
me limpió las lá grimas con sus manos.

262
—Vamos dentro antes de que Arny piense que te rapté —asentí y
entramos a la casa.

Amelia me mostró có mo habían acomodado mis cosas en el cuarto de


Arny y eso me sorprendió , Arny estaba que no se sostenía las mejillas de
sonreír tanto.

—Te habríamos puesto en tu propio cuarto, pero el ú nico disponible era


en la casa de invitados, afuera, y no quería ponerte fuera de la casa y,
ademá s, no soy tonta, donde sea que te hubiera hecho dormir, Arny
habría terminado yendo a acompañ arte a mitad de la noche —me
sonrojé un poco pero entendía que tenía razó n. Ademá s, estos días
habíamos estado durmiendo juntos y había sido muy agradable, una
parte de mí no quería dejarlo.

—Mamá , qué inteligente que eres —Arny la abrazó por los hombros y
empezó a darle besos en plan molestoso y ella lo apartó dá ndole
palmazos como quien mata un mosquito.

—Esto no es excusa para no te comportes ¿eh? —lo amenazó con el dedo


y él asintió .

—Claro que no...

—No molestes a Jae... estudia con él, no lo distraigas —asentía como niñ o
bueno y me causaba mucha gracia. Amelia puso los ojos en blanco al
notar que su hijo no tomaba las cosas muy en serio. Entonces me miró a
mí—, si te molesta mucho me dices y yo lo disciplino.

—Claro que sí, Amelia —ella sonrió .

—Puedes llamarme mamá —y con eso salió de la habitació n. Con el


corazó n apretado me acerqué al nuevo closet que había agregado y miré

263
mi ropa dentro, perfectamente ordenada. Sonreí, Arny me abrazó por la
espalda.

—Quedémonos mañ ana aquí... —me giré en el abrazo a mirarlo.

—Ya hemos perdido muchas clases —hizo un puchero pero no cedí, en


cambio dejé un beso sobre él—, pasaremos mucho má s tiempo juntos
que antes... te está s poniendo muy consentido.

—Me gusta que me consientas —y como queriendo demostrarlo agachó


la cabeza para que yo le rascara suave con los dedos tras la oreja. Sonreí.

—Eres muy mimado —caminamos hasta la cama, yo me senté y él se


recostó apoyando su cabeza en mis piernas para dejar que siguiera
acariciando su cabello y rascando donde le gustaba.

—Es culpa de tus manos má gicas, deberías ser masajista —tenía los ojos
cerrados pero aun así frunció el ceñ o, se me hizo divertido su ligero
mohín—, no, mejor no, tus manos son solo mías.

—Va-ya —me sorprendía a veces comportá ndose de ese modo, pero


incluso esas actitudes me parecían adorables—. No me creo a veces que
seas mayor —y hablando de eso...— por cierto ¿qué querrá s para tu
cumpleañ os?

—Ahora que estará s aquí, no necesito nada má s —no era difícil


ganá rselo, pero tampoco es que yo tuviera con qué comprarle algo. Había
decidido que el dinero adjudicado por el juez lo guardaría para la
universidad, así que no podía costear nada. Pero había algo que yo sí
quería pedirle, tal vez, un regalo para los dos. El día siguiente era jueves,
lo haría el viernes.

264
—Estaba pensando ¿crees que afectará mucho mi aparició n en televisió n
y todo eso a la decisió n del consejo? —abrió los ojos y se sentó en la
cama, me atrajo contra su pecho.

—Espero que no, pero sinceramente no sé, como te dije, nunca he visto
que hagan este proceso en el clan porque no había aparecido alguien con
la sangre de lobo no despierta como pareja destinada en todo este
tiempo, no es tan comú n que ocurra —paseó sus dedos por mi espalda y
me estremecí agradablemente. Decidí que era mi turno de caricias y me
apreté un poco contra él para que hiciera su trabajo de calentador
mimador portá til—. Ciertamente ayuda que le agradaras al tío Arend, él
está en el concejo así que tienes un aliado.

—¿Le agradé? —no podría estar seguro, siempre había estado muy serio
cuando lo veíamos, aunque era cierto que solo habíamos hablado de
trabajo cuando nos topamos.

—Le agradaste, confía en mí —era un alivio—. Lo que pasa es que estaba


muy enfocado pero en realidad tiene un buen sentido del humor, ya lo
verá s en algú n momento en una situació n menos formal. También
quisiera que conocieras a Dalia, es muy divertida, y a su hermano mayor,
Cris —esperaba conocerlos algú n día— él es má s serio pero somos muy
amigos y es el mayor de los primos.

—¿Ellos tienen pareja? —me apretó un poco má s.

—No, así que probablemente me tengan algo de envidia cuando nos


veamos de nuevo. Para Cris está siendo algo urgente, él tiene 25 —
recordaba lo que debería hacer si no encontraba su pareja destinada,
suponía que Cris enfrentaba esa realidad y la veía cada vez má s cercana.

—Ojalá le encuentre pronto —Arny asintió .

265
—Tuve demasiada suerte —besó mis labios—, tengo el mejor novio del
mundo.

—El afortunado soy yo.

Realmente lo era. Arny me había dado un mundo nuevo, una vida nueva.
Aun si el consejo no me aceptaba, eso no cambiaría, él estaría siempre a
mi lado. Lo había comprobado con hechos, que iría a mi rescate cuando
lo necesitara, que no me dejaría cuando tuviera miedo. Pasaría mi vida
entera haciéndolo feliz, estaba seguro. Sería capaz de dejar mi biblioteca
para acompañ arlo por el mundo si eso era lo que deseaba. Como Arny
me había dicho alguna vez: encontraríamos la forma.

Una parte de mí me hacía sentir asustado por enfrentar a mis


compañ eros, pero la otra lo tomaba con una avasalladora calma, yo había
perdido a mis padres en cosa de días y seguía entero. Era gracias a que
Arny estaba conmigo. Si podía sobrevivir eso, podía sobrevivir lo que
fuera.

•••

Hoy salió algo má s temprano el capi, tuve un poco má s de tiempo. Espero


que lo disfrutaran. Gracias por leer, comentar y estrellitosear. Son
geniales por todo el apoyo y ojalá todos tengan/consigan un Arny o Jae
en sus vidas <3

266
24. El lugar de las fauces

Palabra del día: Histó rico

Me había acostumbrado rá pidamente a despertar junto a él mientras


está bamos en el hotel, pero me había despertado con besos y caricias,
ahora me despertó su alarma, que sonaba antes que la mía. Me
sorprendió lo rá pido que abrió los ojos y se levantó como si nada, yo
remoloneaba un poco má s en la cama, no andaba medio dormido pero
disfrutaba de un par de segundos má s, él definitivamente era un hombre
de acció n. Apagó la alarma y salió de la cama, se levantó y se volteó a
dejar un beso sobre mi mejilla.

—Vamos, a desayunar —asentí.

Fue una experiencia. Salí con él del cuarto y lo vi ir a buscar a V para


llevarlo cargado en su hombro como si fuera un saco de harina o algo así,
el pequeñ o iba dormido y cuando lo sentó en la silla de la cocina seguía
entre dormido y despierto, con una gran dificultad para mantener su
cabeza en alto. Empezó a preparar el desayuno y lo ayudé, al rato llegó

267
Saskia que llevaba de la mano a Amelia, la sentó al lado de V y juntos
preparamos el desayuno para todos. Era extrañ o, un desayuno en familia
y la explicació n de Saskia «no se despiertan hasta que no han comido»,
comer con todos se sentía bien. Ademá s, después de la ducha pude ver a
Arny elegir su ropa del día, yo tenía mi ropa del jueves, pero quería
descubrir su método para seleccionar su atuendo.

Resulta que su método consistía de agarrar la primera camiseta del


closet y cualquier pantaló n que estuviera en sus cajones. No importaba,
se veía bien con lo que fuera y... de cierto modo me gustaba su lado
despreocupado. Fuimos a clase con la promesa de llamar si ocurría
alguna cosa.

El día fue definitivamente extrañ o, alguna gente pasaba a mi lado en los


pasillos y murmuraba cosas como «aprovechado» u «omega resentido»,
pero la gran mayoría solo quería hablarme, preguntarme có mo había
rechazado a Carter Nox (o sea, como si no hubiesen visto lo guapo que
Arny es) y que si les daba su nú mero. Pero logré dar respuestas lo
suficientemente cortas y secas como para que me dejaran comer
tranquilo con mi novio. Cuando volvimos a casa estudiamos lo que nos
habíamos perdido durante el escá ndalo, por suerte muchos de los
profesores seguían los libros de texto así que no era tan difícil ponerse al
día con las materias y, de todos modos, había tenido a Arny repasando
muchos temas desde antes, para cuando rindiéramos el ECN, así que
está bamos medianamente bien.

También ayudé a V con sus estudios de literatura, en realidad, lo que hice


fue sentarme con él y leerle un libro de aventuras que pensé que podría
gustarle, al parecer las historias no eran tanto lo suyo. Como sus madres
estaban má s enfocadas en ciencia, él también, pero le gustó la novela que
comencé a leerle y acordamos que leeríamos juntos después. Arny se
puso algo celoso y terminaron transformá ndose para echar una carrera
afuera y ver quién ganaba, lo cual me parecía algo infantil de parte de

268
Arny porque... él es má s grande y puede recorrer mayores distancias en
poco tiempo, pero no había quién los detuviera. Así que los dejé y ayudé
a Amelia (mamá ) en el laboratorio porque quería conversar un poco con
ella antes de la cena (que Saskia estaba preparando).

—No sé qué regalarle a Arny para su cumpleañ os, es el domingo y con


todo lo que ocurrió realmente no tuve tiempo y tampoco es que pueda
comprar nada... —anotaba los nú meros de unos frascos en la
computadora mientras mamá clasificaba alguna cosa verde que yo
desconocía.

—Es Arny, seguro se conforma con que lo beses... —sonrió divertida y yo


suspiré.

—¿Qué le diste tú a Saskia en su primer cumpleañ os juntas? —ella me


miró un momento con algo de diversió n y luego volvió sus ojos hacia los
frascos de vidrio.

—Arny...

—¿Eh?

—Le dije que podía embarazarme —me sonrojé nada má s escucharla.

—Oh... —ella se rió , probablemente de mi cara—. Bueno, nosotros somos


algo jó venes y no creo que sea un regalo apropiado —o sea, me
agradaban mucho sus mamá s pero se me hacía extrañ o dar un bebé
como regalo.

—Te conté que había tenido a Arny joven, no era mucho mayor que tú ...
—no me estaba presionando, lo sabía, pero me dio curiosidad de todos
modos.

269
—Pensé que era tal vez fue cuando salieron de la universidad o algo —
ella negó .

—No, está bamos en la universidad, primer añ o, pero Saskia realmente


quería un bebé y yo no quería hacerla esperar tanto —era sorprendente
y algo preocupante.

—¿Pero no fue difícil cuidar de él mientras estaban en la universidad y


mantenerlo econó micamente? —la casa que tenían era grande pero no
sabía realmente de la situació n econó mica de ellos.

—No tanto, fuimos a la universidad de Silvius, allí es donde está la base


del clan, o sea, nos conocimos allí, pero luego de que Saskia y yo nos
enlazamos me mudé con ella sin muchos miramientos, y lo de tener
descendencia es muy inculcado en el clan, así que nos apoyaron mucho.
En ese tiempo la mamá de Saskia ya era la jefa del clan —siempre me
enteraba de cosas nuevas cuando hablaba con Amelia, se me hacía
impresionante su historia—, nos ayudaron mucho al inicio cuidando de
Arny, ademá s, es ideal que lo cuide un lobo también, ya que a veces se
transformaba, así que fueron de gran ayuda y... el clan maneja muchas
propiedades en diferentes lugares, ellos se encargaron principalmente
de la parte monetaria, es una de las cosas que hacen para las parejas
jó venes.

—¿Me está s diciendo que le regale un hijo a Arny? —ella se rió y negó
con la cabeza.

—No, te estoy contando lo que yo le regalé a Saskia y te lo digo porque


de todos modos es bueno que sepas, sé que te gusta planear las cosas
pero si algú n día tienen un accidente, debes saber que el clan los ayudará
sin duda alguna y nosotras también —sus ojos se iluminaron un poco—,
qué lindo sería un bebé de ustedes dos, seguro tendrá n hijos preciosos...

270
—Todo eso es muy interesante, pero sigo sin saber qué regalarle... —o
sea, eran cosas importantes para considerar en el futuro, sobre todo si
tendríamos que tener en cuenta que quien nos ayudara a cuidar al bebé
debía ser lobo, pero suponía que faltaba mucho para eso... y bien, que
hubiesen ido a la universidad de Silvius era impresionante, era una de las
mejores universidades del país, estaba en la ciudad de Silvius, que se
conocía como «la ciudad del bosque», tenía muchas á reas verdes y
jardines dentro de la misma ciudad, era una ciudad universitaria
precisamente por el campus que allí había. Me preguntaba si Arny
querría asistir a esta, después de todo, era su legado. Pero nada de eso
ayudaba con lo del regalo.

—Lo que quiero decir es... lo importante es que estés con él y que elijas
algo que nazca de ti, de lo que tú quieres darle, lo que sientes que
necesita o simplemente lo que crees que expresará tus sentimientos —
no sé si eso realmente ayudaba pero nos llamaron a comer. No tenía
mucho tiempo para preparar algo y realmente quería darle alguna cosa,
aun si no era mucho. Cuando subimos Saskia estaba sirviendo los platos,
Arny tenía una sonrisa amplia y presumida y V tenía los brazos cruzados
y sus mejillas regorditas infladas por el mohín que estaba haciendo.

—Oh... imagino que ganaste —comenté aguantá ndome de poner los ojos
en blanco por có mo molestaba a su hermanito.

—¡Me hizo trampa! —Arny puso cara de ofendido.

—¡Mentira! ¡Te caíste solo!

—¡Me empujaste! —iban a seguir protestando pero Amelia se sentó y


con una sola mirada se callaron.

—Sin gritos en la mesa —se los recordó con una voz suave. Saskia
apareció detrá s de ella y le besó la mejilla.

271
—Exacto, nada de gritos, ademá s, todos sabemos que el lobo má s veloz
soy yo —la sonrisa de Arny se borró y me reí porque ahora lucía muy
parecido a V y Saskia se veía todo presumida. Me senté junto a Arny y me
serví un poco del estofado de carne.

—Eso es porque má hace trampa... —supuse que era algo que ya habían
discutido antes porque Amelia no lucía nada impresionada con aquello.

—Podemos armar una competencia justa el otro fin de semana, Jae y yo


haremos de á rbitro —sentenció entonces y eso pareció zanjar aquello
por el momento.

—Cambiando el tema... tu abuela viene para tu cumpleañ os —los ojos de


Arny brillaron emocionados mientras miraba a Saskia.

—¿De verdad? —mastiqué lentamente mientras veía a su má beber algo


de jugo y asentir.

—Síp, dijo que solo porque yo era una hija ingrata que se llevaba a su
terroncito lejos de ella todo el tiempo, no significaba que iba a perderse a
su nieto cumpliendo la mayoría de edad —Arny se rió y enseñ ó todos los
dientes.

—Genial ¿y el abuelo? —no hablaban mucho de él, aunque sí sabía que


era un beta por lo que Arny me había comentado.

—Puede que venga, si no tiene clase el lunes —comentó con una sonrisa
e imaginé que era profesor.

—Ademá s, es una buena oportunidad para que te conozca antes de que


veas al consejo —tomó mi mano un momento, conocería a su abuela, la
líder del clan, me la imaginaba como Saskia, alta, imponente, aú n
viéndose muy joven y quizá hasta con musculatura.

272
—Espero agradarle...

—¿Bromeas? Le encantará s —aseguró Amelia.

—Es verdad, es imposible no amarte —Arny me hacía sonrojar, por


supuesto, Saskia asintió estando de acuerdo con su esposa y V me miró
con una de sus adorables sonrisas.

—A mí me gustas mucho.

—Cuidado enano, es mío —ahora sí rodé los ojos porque mi novio


exageraba.

—También me gustas, V —él dejó de fruncir sus rubias cejas y asintió


conforme.

—¿Me lees otro capítulo de la historia antes de dormir?

—Claro.

—¡Hey! Pensé que solo me leías a mí —a veces Arny era como un niñ o.

—Me gusta leer historias —con eso terminamos de cenar, mi novio y yo


lavamos y secamos los platos, le leí a V, lo que me dio una idea para el
regalo de Arny y finalmente fui al cuarto, donde él ya estaba en la cama.
Busqué mi pijama y me cambié en el bañ o (porque no estoy tan
conforme con mi desnudez como él) y me metí en la cama a acurrucarme
en los brazos que ya estaban abiertos para mí, hundí mi nariz en su
pecho, respiré hondo su agradable aroma y cerré los ojos preparado para
dormir.

—Jae...

—¿Mh? —se sentía tan bien entre sus brazos, era tan tibio, una cosa era
clara, aun si no cambiaba a lobo, jamá s volvería a tener pies fríos en la

273
noche. Acaricié mis pies con los suyos y entonces abrí los ojos de la
sorpresa porque sus labios me dieron un beso breve, pero demandante...
con sabor a pasta dental por parte de ambos. Habría preguntado por qué
lo hizo, pero de verdad tenía sueñ o y a estas alturas ya sabía que era
porque, por absurdo que fuera, quería recordarse que yo era suyo y no
de su hermanito—. Te amo —susurré para calmarlo y entregarme al
mundo de los sueñ os.

Viernes y sá bado trabajé en el regalo de Arny, no fue fá cil porque quería


que fuera sorpresa, por suerte pude convencer a Saskia de ayudarme
sacá ndolo a correr por el bosque y me excusé también trabajando en el
cuarto de V, que me estaba ayudando con los materiales. Para el sá bado
por la noche ya lo tenía listo y escondido. Nos acostamos y esperé a que
Arny se durmiera, pasé las horas mirando mi teléfono y cuando
finalmente dieron las doce y fue oficialmente domingo, comencé a besar
su frente y mejilla, despertá ndolo como él hacía conmigo. Lo miré abrir
los ojos todo somnoliento en la semi oscuridad, iluminados por la luz de
la Luna de afuera.

—¿Qué pasa? —sonreí y le di otro beso.

—Feliz cumpleañ os, quería ser el primero en decírtelo —sonrió a pesar


de su inicial confusió n y yo aproveché para encender la luz. É l achicó los
ojos un momento y yo también, pero en poco tiempo me acostumbré y
fui a buscar la bolsa de regalo que había hecho con papel café—. Espero
que te guste —estaba nervioso, no era la gran cosa pero cargaba mucho
amor. Arny se había sentado en la cama y se mostraba emocionado.

—Veamos... —abrió la bolsa y su sonrisa se volvió algo curiosa, cuando


sacó el pequeñ o libro sus ojos se pusieron brillantes y me sonrió , mi
corazó n se aceleró nada má s ver la sonrisa— ¿hiciste un libro para mí?

—Un cuento... no soy experto en dibujo pero... recordé que dijiste que no
conocías realmente la historia de Pedro y el lobo por lo de que los lobos

274
eran los villanos en las historias infantiles —expliqué y me senté a su
lado mirando la portada que había sido dibujada y pintada por mí, el
dibujo era algo rudimentario, pero se entendía, y lo había pintado con
colores cá lidos—, así que pensé en escribir mi propia versió n con un
lobo bueno.

—«El lobo y el niñ o pequeñ o» —sonreía ampliamente y me sentía


demasiado feliz de que le gustara, porque sabía que no estaba fingiendo
—, me encanta ¿me lo lees?

—Claro —primero se acomodó en la cama, yo me senté sobre sus


piernas, de lado, para que pudiera ir mirando los dibujos mientras leía.
Abrí la primera hoja donde salía la ilustració n de un niñ o pequeñ o de
cabello castañ o y ojos azules, junto a unas ovejas— Había una vez un
niño pequeño, más pequeño que los demás. Ninguno de los niños quería ser
su amigo, pero como no usaba ese tiempo para jugar, su familia lo mandó
a cuidar las ovejas en la gran pradera del campo —pasé la pá gina y se
veía al mismo niñ o con un lobo negro de ojos amarillos, el lobo estaba
junto al niñ o que rascaba su oreja— Un día, un lobo muy simpático pasó
por la pradera, corriendo y jugando. El niño pequeño tuvo miedo, pero el
lobo no atacó a las ovejas, solo quería acortar camino a casa corriendo por
el prado. —en la siguiente pá gina un papá , una mamá y un grupo de
pueblerinos salían regañ ando al niñ o que estaba serio y cruzado de
brazos— Esa misma noche uno de los pastores le contó a su familia que el
niño había visto al lobo y no había gritado. La familia se enojó, pero el niño
pequeño les dijo que el lobo era bueno, que no tenía intención alguna de
comerse al ganado. Nadie podía creerle, todos pensaban que el lobo era
malo. —la siguiente ilustració n mostraba al niñ o en un peñ asco y al lobo
mordiéndolo de la ropa y llevá ndolo con su hocico hacia arriba— Hasta
que un día, el niño pequeño que jugaba solo en la fiesta del pueblo se cayó
por el peñasco, y el lobo apareció y logró tomarlo de sus ropas, subirlo y
rescatarlo. El lobo había escuchado al niño defenderlo y quiso ayudarlo. —
la ú ltima pá gina salía el niñ o abrazando al lobo y el lobo lamiendo su

275
mejilla en un bonito prado en flor— Las personas del pueblo admitieron
que se habían equivocado, y el niño pequeño aprendió que la honestidad
podía darle el mejor de los regalos, porque desde ese día, él niño pequeño y
el lobo nunca se separaron. —allí terminaba la historia, cerré el libro y lo
miré—. Quise entregar má s o menos el mismo mensaje, pero en lugar de
enseñ ar desde el miedo y lo negativo, ya sabes «si mientes pasan cosas
malas, así que no lo hagas», pensé enseñ ar desde lo positivo «decir la
verdad trae cosas buenas, hazlo» —busqué sus ojos ambarinos— ¿de
verdad te gusta? Sé que no soy el mejor dibujante de la vida pero... —me
interrumpió con un beso intenso, apretá ndome contra su cuerpo hasta
lograr que yo dejara el libro a un lado para abrazarlo también. Me besó
hasta que me quedé sin aire y tuve que apartarme para respirar, aun
cuando quería seguir sintiendo su lengua jugar con la mía y sus labios
atacar los míos.

—Me encanta, es increíble —me seguía dando un beso tras otro, se


sentía genial, pero había algo má s que quería decirle.

—Hay algo má s... —se detuvo.

—¿Má s? —asentí.

—Esto no es un regalo de cumpleañ os —me apuré a aclararle y él fingió


un puchero y yo sonreí—, de hecho es algo que yo quiero pedirte a ti.

—Lo que quieras, mi vida —mi corazó n latía siempre má s rá pido cuando
me llamaba de ese modo.

—Quiero que me muerdas —sus ojos se abrieron aú n má s que antes—,


ya me lo habías ofrecido y yo te había dicho que quería esperar a que
viviéramos juntos pero ahora ya lo hacemos y, siendo honesto: lo amo,
amo dormir contigo, despertar contigo, no imagino que vayamos a
separarnos, sea como sea quiero que vayamos a la misma universidad y...
quiero estar enlazado contigo —quería explicarlo bien—, y como dije, no

276
es un regalo de cumpleañ os, porque no lo estoy haciendo porque quiera
dá rtelo o me sienta presionado o algo así. He pensado bastante sobre
esto y, estamos destinados, quiero permanecer siempre junto a ti y...
quiero poder dejar de usar supresores para que tú puedas sentir mi
aroma siempre, tal como yo siento el tuyo —acaricié su mejilla con mi
pulgar— y pues... siento que este es el día má s especial que existe,
porque es el día en que tú llegaste a este mundo. Y si vamos a enlazarnos,
debería ser en un día especial.

Su mirada se había vuelto muy intensa, parecía leerme el alma con sus
ojos ambarinos.

—Te amo —me besó .

—Te amo —sonrió y luego miró mi cuello descubierto, yo me quitaba el


collar para dormir. Acarició con su mano bajo mi oreja izquierda.

—¿Dó nde debería hacerlo? —la marca podía ser hecha desde la nuca
hasta la parte lateral del cuello, se decía que trazando una línea recta
desde el costado externo de los ojos hacia abajo, hasta allí era donde se
encontraban las glá ndulas que permitían que la mordida fuera efectiva
—. Será doloroso...

—Eso no importa...

—Má s doloroso que una mordida comú n, porque soy un lobo y debe
durar má s, una mordida normal dura un momento, yo necesito morderte
hasta que sienta que nuestra conexió n se ha completado, que tu vida se
ha vinculado a la mía, eso puede tardar un momento o hasta una hora —
pero nada de eso me asustaba, estaba listo para ser marcado.

—Está bien, Arny, quiero que lo hagas... ¿dó nde quieres poner la marca
tú ? —Amelia la tenía en su nuca, lo suponía porque no se veía a los
costados de su cuello, así que solo podía ser su nuca. Entendía que esa

277
era la forma má s discreta, una parte de mí quería eso... pero la otra, la
que de hecho estaba ganando, quería que se viera, quería que se supiera
nada má s verme que tenía a mi alfa.

—Aquí —acarició de nuevo mi costado izquierdo y sonreí.

—Perfecto —me levanté un poco para poder acomodarme mejor sobre


sus piernas, esta vez me senté a horcajadas sobre él, apoyé las manos en
sus hombros y lo miré a los ojos antes de sucumbir a sus labios y
entregarme a un beso suave, podía sentir el amor en cada caricia de sus
labios, en la delicada sensualidad con que se movía su lengua. Cuando
nos separamos estaba listo. Estiré el cuello para dejarle espacio, lo vi
cambiar, pude sentir su lado má s salvaje apoderarse de él, sus colmillos
crecieron, sus mú sculos se tensaron y su aroma se volvió mucho má s
intenso.

Ahogué un grito cuando sus dientes se enterraron en mi cuello. El dolor


era punzante e intenso, jadeé y cerré los ojos con fuerza mientras
enterraba mis propios dedos en sus hombros. Todo mi cuerpo tembló ,
podía sentirlo, mi conexió n con él volviéndose má s intensa, mi corazó n
acelerado al mismo ritmo que el suyo, mis células cambiando para
envejecer como las suyas, mi cuerpo sometiéndose a sus deseos, mi
necesidad amarrá ndose a la de él, todo lo suyo volviéndose mío, lo mío
suyo, fuimos uno en ese instante, no podía pensar en nada má s, sentir
nada má s, era increíble. Era mi alfa, mío, mío, mío, por siempre mío. La
mezcla de placer y dolor era intensa, pulsaba con tanta fuerza en mi
cuello que sentía que se adormecía la zona y se extendía má s y má s, pero
no quería apartarme, no quería separarme nunca de él, mi necesidad de
sentirlo se multiplicó por mil en ese instante, todo el mundo tenía
sentido ahora, está bamos hechos para esto, para estar juntos y
pertenecernos.

278
Cuando se apartó no tenía ni idea de cuá nto tiempo había pasado, podía
sentir la sangre escurriendo de mi herida, él pasó su lengua por mi piel
varias veces, estremeciéndome, haciéndome ahogar un gemido mientras
él lamía y lamía con su á spera humedad hasta que la sangre dejó de
correr. Entonces me miró , podía reconocer al lobo que tenía en frente.

—Eres mío —eran má s gruñ idos que palabras. Yo asentí, desesperado


por complacerlo, añ orá ndolo como nunca antes.

—Sí, solo tuyo —ese fue un beso intenso, mi lengua fue reclamada, y yo
busqué adueñ arme de su aliento. Me aferré a su espalda mientras él me
sujetaba por los muslos, intenso. Cuando necesitó respirar lo miré fijo, su
á mbar contra mi cielo—. Tú eres mío.

Verlo asentir fue mi propio regalo.

•••

El capi salió má s tarde, en toda honestidad, fue porque me tardé en elegir


el regalo para Arny, no sabía bien qué hacerle. Tenía claro lo de la
mordida, pero el regalo a dar no y me tardé mucho y me atrasé. Sin
embargo, espero que valiera la pena para ustedes. Gracias por leer,
comentar y estrellitosear, son geniales.

279
25. Me salió «vale otro»

Nota: este capítulo contiene +18, si usted es la hermana menor de la


autora, puede saltarse esa parte.

Palabra del día: Libertad

Nos hubiéramos besado por horas, tal vez nos habríamos dejado llevar
incluso má s allá de eso, todo mi cuerpo tenía una necesidad imperiosa de
él, quería ser suyo, quería arañ ar su espalda, abrir mis piernas, besarlo,
probar todos los lugares de su piel que no había besado por vergü enza o
falta de oportunidad. Pero un mal movimiento de mi cuello me hizo
soltar un quejido. Arny me lamió de nuevo para que la sangre parara y
para la segunda vez que mi herida nos interrumpió fue má s que evidente
que no podríamos hacer eso, no hasta que mi marca hubiese cerrado un
poco, o al menos la sangre hubiese coagulado en la superficie. Suspiré y
miré sus labios con algo de mi sangre en ellos, se veía má s salvaje de lo
comú n.

280
—Creo que necesito un vendaje —ahora el puchero lo hice yo, quería
seguir besá ndolo, no quería separarme de él ni por un momento, ni
siquiera para caminar e ir al bañ o. Arny tal vez me leyó la mente porque
asintió , me sujetó con fuerza de los muslos y se puso en pie caminando
conmigo. Sonreí mientras me afirmaba en él, me sentía adormecido, no
por sueñ o sino por él, por su aroma, tan claro, tan intenso y penetrante.

Entramos al bañ o y él me sentó sobre la tapa del inodoro mientras


buscaba un botiquín, jadeé cuando se apartó pero me tomó de la mano
para no separarnos mientras buscaba, finalmente sacó una caja blanca y
la dejó sobre mis piernas. Le sonreí aunque la herida me dolía y
palpitaba, miré entonces al espejo y pude verlo, las marcas rojas en mi
cuello, el lugar donde sus dientes habían cortado la piel, hundido en mi
cuello, era una mordida muy grande y la sangre salía principalmente del
lugar donde sus colmillos se habían enterrado, el resto de los dientes
sangraban má s en la superficie. Primero sacó alguna clase de líquido
para limpiar mi herida, no ardió cuando la pasó sobre la sangre, eso fue
bueno, la limpió entonces y luego sacó una especie de parche grande que
parecía plá stico y tenía pegamento a los costados o algo así.

—Qué raro... —él no respondió , solo miraba serio mi cuello y puso el


parche sobre él con todo el cuidado del mundo, procurando cubrir toda
la mordida, que se seguía viendo porque el parche era transparente,
luego pasó los dedos sobre el plá stico, me estremecí porque dolió un
poco y su expresió n se llenó de culpa.

—Lo siento —le sonreí.

—Estoy bien, sanará en nada de tiempo —estiré las manos para tomar su
rostro con ellas, acuné sus mejillas y las acaricié con mis dedos— ¿te
gustó ? —pude sentir su sonrisa contra mi piel.

—Mucho.

281
—A mí también... —el parche parecía sellar la herida de algú n modo, así
que había dejado de sangrar, estiré los brazos y me cargó de vuelta a la
habitació n, aú n era de noche, cuando llegamos a la cama disfruté de
recostarme a su lado y le acaricié el cabello despacio, nos acostamos de
costado, mirá ndonos el uno al otro—. Cuando mi herida sane un poco
má s... quiero hacerlo, tengamos sexo —su sorpresa se volvió satisfacció n,
no pude evitar mis mejillas sonrojadas.

—Claro, mi vida, complaceré a mi hermoso novio —sonreí y le besé la


mejilla.

—Vamos a dormir o estará s todo el día con sueñ o —me acurrucó contra
su pecho y descansé en él, hasta que el cansancio de no haber dormido se
hizo cargo de mí. Por la mañ ana despertamos con una canció n de
cumpleañ os, toda la familia apareció en el dormitorio con un muffin rojo
y una vela sobre este, cantando «cumpleañ os feliz». Sonreí y comencé a
cantar con ellos mientras Arny se sentaba y soplaba la vela luego de
terminada la canció n.

—El pastel será má s tarde —mamá besó su frente y Arny sonrió


contento—. Felicidades, tesoro.

—Felicidades —Saskia le revolvió el cabello y V se lanzó sobre su cuello


y le dejó un beso medio baboseado en la mejilla.

—¿Viste el regalo de Jae? Yo ayudé —V estaba contento, pasó su pequeñ o


dedo por la crema del muffin y se lo llevó a los labios, sonriendo.

—Es verdad, V me ayudó —me había prestado los colores y el papel y


había acompañ ado mientras hacía las ilustraciones.

—Me encantó —V saltó hacia mí para celebrarlo y me abrazó por el


cuello logrando que soltara un quejido. Arny se asustó de inmediato—.
Cuidado enano, cuidado... —me lo sacó de encima y V miró mi cuello,

282
donde estaba la marca, como habían estado enfocados en Arny, no
habían visto el parche.

—¿Qué te pasó ? —el pequeñ o me miró preocupado y yo sonreí.

—No es nada, Arny me mordió —V le frunció el ceñ o a su hermano y le


dio un palmazo en el hombro.

—Arny malo —yo negué y traté de detenerlo mientras observaba las


miradas de sorpresa y felicidad de sus madres.

—No, V, está bien, le pedí que me mordiera —no se veía muy seguro
pero finalmente Arny se lo echó al hombro.

—Vamos a desayunar —se puso de pie y lo seguí, de inmediato me dio su


mano y me agradó porque lo necesitaba, me preguntaba si esa sensació n
de necesidad desaparecería, necesitaba estar tocá ndolo y él también.
Entrelazamos nuestros dedos y al llegar a la cocina el desayuno estaba
servido, Arny y yo apegamos nuestras sillas casi al mismo tiempo y
cuando nos sentamos procuré acomodarme junto a él de modo que
estuviéramos tocá ndonos. No podía mirarlo y no sonreír.

—Felicidades —Saskia sonreía entretenida y alzó su taza de café hacia


nosotros como si hiciese un «salud», mamá Amelia me miró con afecto.

—¿Te duele? —le sonreí antes de beber un poco de mi leche con


chocolate, sintiéndome reconfortado por el calor del cuerpo de Arny a mi
lado.

—No mucho, anoche un poco má s, pero ahora casi nada, solo si muevo el
cuello muy bruscamente —ella asintió conforme con eso.

—¿Te lamió ? Nuestra saliva ayuda —Saskia cortaba los bordes de su


tostada.

283
—Claro que lo lamí —Arny sonaba casi ofendido y yo sonreí, apoyando
un momento mi hombro en el suyo. De verdad quería saber si nuestra
necesidad de cercanía era normal, o si era solo porque acabá bamos de
unirnos, o si desde ahora en adelante sería siempre así y cuando
estuviéramos lejos tendría que aprender a vivir con mi necesidad de él,
como mañ ana, cuando tuviéramos clases.

—¿Es normal la necesidad de estar juntos? O sea, siempre quiero estar


con Arny pero ahora siento que necesito el contacto todo el tiempo.

—Lo es los primeros días, a algunas personas les dura má s, a otras


menos, pero es así al principio —Saskia me contestó tranquila mientras
peinaba con su mano el cabello de V hacia atrá s para que no ensuciara su
pelo rubio con mermelada. Las clases iban a ser un reto. Pero por el
momento no necesitaba pensar demasiado en ello, Arny estaba junto a
mí y no iba a separarse. Giré el rostro lento para dejarle un beso en la
mejilla y maravillarme por esa sonrisa tan suya y su hoyuelo... ah... me
iba a pasar la vida disfrutando de su rostro sonriente.

—Me alegra que se enlazaran, si necesitas algo para el dolor, avísame —


me sentía muy cuidado, sin embargo no quería que el día se tratara de
mí, era sobre Arny. Pero no alcancé a decir nada porque escuchamos un
vehículo estacionar afuera, Arny se puso de pie y tomó mi mano
mientras V corría a la puerta, lo seguimos y vimos como abría para
encontrar a una pareja.

Fue una sorpresa.

Me imaginaba a su abuela totalmente diferente. Frente a mí vi a una


señ ora bajita y delgada, tal vez un par de centímetros má s baja que yo,
con el cabello teñ ido de un rosa fuerte, casi magenta, largo y suelto. Su
rostro era suave, tenía algunas arrugas que mostraban su edad, pero
sentía que era un alma joven, por su actitud, la forma en que se paraba.
Su piel se veía clara y sí, ella era la de los ojos amarillos ultra

284
penetrantes. El hombre a su lado, sin embargo era alto, má s alto que
Arny y que Saskia, su piel era tostada, sus ojos negros y su cabello
también, las facciones de Arny se parecían a las suyas, tenía unas pocas
arrugas a los lados de los ojos y vestía una camisa a cuadros celeste y un
pantaló n café, a diferencia de su esposa que llevaba un vestido largo y
florido.

—¡ABU! —V saltó a sus brazos sin miramiento alguno y, sin dificultad


alguna ella lo sujetó y lo levantó mientras sonreía.

—Aquí está mi pequeñ o V, dale un beso a tu Abu —no tenían que


pedírselo dos veces, V le dejó un beso en la mejilla todo contento y de
inmediato empezó a estirar los brazos hacia su abuelo que lo tomó con
una sonrisa de felicidad amable y moderada.

—Hola pequeñ o —su voz era grave y V parecía contentísimo de ver el


mundo desde las alturas.

—¿Dó nde está mi cumpleañ ero? —su abuela buscó a Arny y cuando lo
encontró fue hasta él y lo abrazó por el cuello, Arny devolvió el abrazo lo
que significó que nos soltamos de la mano, eso me causó algo de
ansiedad pero podía manejarlo.

—Gracias por venir Abu... —Arny miró a su abuelo—, y a ti también


abuelo, pensé que tal vez no vendrías.

—Dejé mis clases de mañ ana a cargo de mi ayudante —él le sonrió con
mucha amabilidad mientras su abuela tomaba el rostro de mi novio.

—Mira lo hermoso que está s, está s tan grande, guapísimo, me acuerdo


cuando eras un bebé —hablaba con una voz algo rasposa, pero no
molesta. Arny sonreía. Entonces puso sus ojos de á guila en mí—. Tú
debes ser Jae.

285
—Sí, es un gusto —estaba nervioso, aun cuando era bajita y delgada, su
presencia podía llenar una habitació n entera, no era para nada como me
la había imaginado, pero sentía su fuerza, en su forma de pararse, en su
sonrisa, en su mirada perspicaz, ella era quien alzaba la voz en una
habitació n, ella era la líder de su manada y se podía sentir en cada
centímetro de su pequeñ o cuerpo.

—Mi nombre es Laurie, pero puedes llamarme Abu, nunca me llames


Laurie —era casi una amenaza y asentí de inmediato—, mi adorado
esposo es Frederick, a él le llamamos «abuelo».

—Muy bien, Abu —ella al fin soltó el rostro de Arny y se acercó a mí, sus
ojos se detuvieron solo un segundo en la marca parchada en mi cuello y
sonrió .

—Veo que ya te uniste a la familia ¡Muy bien! Estas cosas no hay que
hacerlas esperar demasiado tiempo —Arny tomó mi mano y sentí que
me regresaba la cordura un poco, mucha seguridad y tranquilidad llegó
de ese contacto.

—Mamá , deja de agobiarlos —Saskia se acercó a Abu y le besó la mejilla


antes de agacharse para abrazarla y luego ir hasta Frederick—, papá , me
alegra verte.

—Y a mí ¿Có mo va su investigació n? Amelia ¿có mo está s? —se veía como


un hombre muy tranquilo y pacífico, supongo que por eso no lo habían
mencionado antes, su esposa acaparaba la atenció n, me parecían una
pareja muy distinta y, sin embargo, se notaba que estaban en mucha
armonía el uno con el otro. É l era calma porque su esposa era tormenta.

—Muy bien, está bamos desayunando ¿por qué no vamos a la cocina? —


Amelia probablemente quería que V terminara de comer, el menor de la
familia había estado todo el tiempo hablá ndole sin parar a su abuelo.

286
—Y Jae hizo un cuento para Arny por su cumpleañ os y yo le ayudé a
elegir los colores —escuché que le contaba y sentí un sonrojo llenarme
las mejillas mientras el abuelo me miraba y me dedicaba su amabilidad,
Arny igual había escuchado.

—Fue un regalo muy lindo —admitió mi novio y volvimos a sentarnos,


Amelia buscó un par de bancas plegables para acomodarnos a todos y yo
agradecí la oportunidad de apegarme aú n má s a Arny mientras Saskia
servía café a sus padres.

—A Jae le gustan mucho los libros, estamos contentas con él porque hace
que Arny estudie —Amelia me halagaba.

—Arny es muy inteligente, casi no necesita estudiar —quería defenderlo


un poco, él me besó la frente para luego terminarse medio pan de un solo
bocado.

—De todos modos nos gusta que esté tomando sus estudios má s en serio
—apoyó Saskia y yo sonreí, también me gustaba.

—¿Está s en el mismo añ o que Arny? —Frederick me habló con calma


mientras le acariciaba el cabello a V sentado en sus piernas.

—No, un añ o menos, aunque no estamos tan lejanos de edad, pero por


suerte llevaba muchos créditos avanzados así que arreglé para rendir el
ECN ahora con él, quiero que idealmente entremos juntos a la
universidad —él asintió suavemente, me daba la impresió n de que todos
sus gestos eran calmos.

—Eso es bueno ¿han considerado la universidad de Silvius? Yo enseñ o a


los alumnos de historia allí, como Arny es un legado, no le sería difícil
entrar y tenemos becas exclusivas para omegas —bebí de mi leche que
se enfriaba en lo que Arny contestaba.

287
—Queremos tener los resultados primero antes de decidir...

—Sin contar que si te transformamos no podrá s estar en pú blico por un


añ o —eso me sorprendió , a mí y a toda la mesa, miré a Abu que se
mostraba tranquila y cuando vio nuestras caras de sorpresa frunció las
cejas— ¿qué me miran así?

—¿Por qué no va a poder salir a pú blico? —mamá mantenía la calma.

—Porque el primer añ o es un poco como un niñ o, nosotros aprendemos


con la edad a ir controlando la transformació n, pero, como Jae sería
nuevo en esto, aun cuando es casi un adulto, no sabe manejarlo, algunos
sentimientos podrían hacerlo cambiar, como le pasa a los niñ os, porque
no estará acostumbrado... toma entre medio añ o y un añ o manejarlo para
un caso como el suyo, para estar seguros lo ideal es que permanezca un
añ o fuera del pú blico para que no se vaya a exponer y su naturaleza.

—Vaya, o sea que si me terminan aceptando y todo sale bien, me atrasaré


igual —miré a Arny, me había adelantado para estar con él, pero suponía
que podía acompañ arlo a la ciudad que él fuera y recibirlo por un añ o
hasta que fuera a casa.

—Si tú no puedes ir yo no iré —apreté su mano.

—Eso no es necesario, aú n no sabemos si pasará y si ocurre, puedo ir a la


ciudad que vayas y dedicarme a estudiar y hacerte compañ ía... puedo
postular el otro añ o —pero él negó .

—No quiero adelantarme sin ti, puedo practicar mi fotografía mientras


tanto, estudiar solo, puedo postular después también —iba a rebatirle
pero el abuelo nos interrumpió .

288
—Siempre pueden postular este añ o si sus resultados son buenos y si
son aceptados, al menos en Silvius, tenemos un sistema que permite que
retrasen su admisió n hasta el añ o siguiente —eso no sonaba tan mal.

—Y si fueran a Silvius pueden quedarse con nosotros —Abu sonreía ante


la expectativa, ciertamente era una buena universidad, pero todo
dependería de nuestros ECN y muchas otras decisiones—. Me alegra que
tengas sangre de lobo, Jae, estamos tomando muy en serio la solicitud,
ademá s, Arny es el primero de mis nietos en encontrar a su pareja, me
hace feliz que fuera tan pronto.

—Yo soy quien está má s feliz con él —no pude haber sido má s honesto.

Terminamos de desayunar y nos sentamos en el saló n, donde Arny fue a


buscar el libro que le hice e, invocando su poder de «chico del
cumpleañ os» pidió que lo leyera para todos, me avergoncé pero lo hice y
me felicitaron mucho por este. Mi adorado (y malvado) novio me dio un
beso para premiarme por lo bien que leía. Má s tarde comimos pastel y la
abuela de Arny me llevó aparte un momento, me miró con aquellos ojos
amarillos que ya reconocía y que podía imaginar puestos como farolas en
los hijos que tendríamos algú n día.

—¿Por qué quieres ser un lobo? —la pregunta me tomó por sorpresa y al
mismo tiempo no.

—Quiero acompañ ar a Arny mientras corre por el bosque, quiero poder


acompañ arlo mientras aú lla a la Luna cuando está llena, quiero poder
compartir con él cada una de sus formas y quiero que nuestros hijos sean
lobos, quiero estar con él y nuestros cachorros... —le dediqué una
sonrisa—, estaré bien si no pasa, Arny va a seguir amá ndome y yo lo
seguiré amando, es solo que quiero estar con él también y... saber que
esa sangre está en mí me hace pensar que tal vez es parte de mi
naturaleza, me hace creer que es uno de los motivos por los que Arny y

289
yo somos una pareja destinada, tal vez era el destino que yo recuperara
mi linaje de lobo, para poder acompañ arlo.

—¿Lo amas? —esa era la pregunta má s fá cil de todas. Sonreí.

—Muchísimo —y entonces apareció como si lo hubiéramos invocado,


está bamos sentados afuera, en la terraza trasera y él llegó para sentarse
a mi lado y abrazarme contra su pecho. De inmediato una angustia que
casi ni notaba que había estado sintiendo se calmó y le besé el cuello.

—Me hace muy feliz verte tan contento, cachorro —ella me miró con
algo que me pareció aprobació n, Arny se mostró orgulloso, yo no podía
imaginar alguna época donde Arny no hubiese estado contento, para mí
él era siempre sonrisas.

—Jae me hace feliz, nunca me he sentido tan ligado a una persona y al


mismo tiempo tan libre —me habló , mirá ndome a los ojos y logrando
que me sonrojara—, de algú n modo antes siempre estuve atado a ideas o
lo que otros pensaran, visiones sobre mí, pero desde que conocí a Jae, es
como si el mundo pasara a segundo plano, somos libres, él y yo, estando
juntos, todo estará bien —no pude evitarlo, tuve que besar sus labios,
aun si era frente a su abuela, un beso corto pero sentido, mi boca chocó
con la suya.

—Te amo —y sonrió de nuevo como niñ o pequeñ o y mi corazó n se


estremeció . Un día iba a necesitar un trasplante para soportar tantas
emociones, pero habrá valido la pena por una vida junto a él.

—Muy bien, mucho romanticismo, cachorro, vamos a echar una carrera


por tu mayoría de edad —se puso de pie de inmediato— ¡Saskia, V! —
Abu gritó y aparecieron todos. Mamá se sentó en el asiento junto al mío,
V estaba subido a los hombros de su abuelo medio escalá ndolo, era una
imagen extrañ a, me daba la impresió n de que el caos siempre rodeaba a
Frederick pero este se las ingeniaba para mantenerse en total calma en

290
medio de la entropía que lo envolvía. De algú n modo era relajante
mirarlo, con su tranquilidad inamovible. Dejó a V en el suelo y se fue a
sentar junto a Amelia, entonces entendí que él tampoco era un lobo.

V y Saskia entraron a la casa y salieron como lobos, Arny hizo lo mismo y


pude sentirlo, sentir su fuerza gracias a la conexió n que teníamos ahora,
porque nuestros corazones estaban conectados y de pronto no es que
latiera má s rá pido o má s lento, pero sí má s fuerte, como si aquel mú sculo
empujara la sangre con una determinació n que gritaba «estoy vivo».
Tenía curiosidad por Abu, como su cabello estaba teñ ido no me
imaginaba su color natural, aunque V era rubio platino y su pelaje era
blanco como lobo. Cuando ella salió vi una loba un poco má s pequeñ a
que Arny, su pelaje era de un café muy, muy claro, sin embargo, era como
en persona, podía ver como su presencia afectaba a los demá s a su
alrededor, no solía ver a Arny sumiso, y ahora tampoco es que lo
estuviera, pero la seguía, como esperando sus ó rdenes. Y finalmente ella
caminó hacia el bosque... y los cuatro echaron a correr.

Sentí mi pulso acelerarse, me llevé la mano al pecho añ orá ndolo y al


mismo tiempo deseando que corriera, que disfrutara de lo que me
parecía un ritual importante.

—Es su primera carrera como adulto —me explicó mamá sin la


necesidad de que preguntara—. Es apropiado que la haga con la líder del
clan.

—Arny es increíble.

Aunque no era posible sentía como si mis huesos temblaran. Cuando


regresó recibí a mi lobo y lo abracé. V se subió sobre Amelia que
acariciaba a su cachorro y a su esposa, Abu solo apoyó la cabeza en las
piernas de Frederick que la dejó descansar mirá ndola con amor. Yo besé
el pelaje de mi amado y le susurré contra el cuello lo mucho que lo
amaba.

291
Te amo, te amo tanto...

Hubiese querido que los abuelos se quedaran algo má s de tiempo,


conversar con ellos, hacerles preguntas, pero se marcharon por la
mañ ana luego de desayunar, dejá ndole a Arny un jeep de regalo, era má s
pequeñ o que el de la familia, pero al parecer era increíble por motivos
que escapaban de mi comprensió n. De sus madres recibió una cá mara
fotográ fica y de V, la promesa de que no lo mordería por una semana.
Había sido un día hermoso, caó tico, y aunque a ratos me dolía el cuello,
fue increíble y deseé que no se terminara, en especial porque al día
siguiente teníamos clases.

Y por supuesto que nos volvimos el chisme del instituto porque nuestro
enlace era má s que evidente en mi cuello, pero no me importaba. Era
realmente difícil estar en clases lejos de él y por primera vez me planteé
seriamente faltar solo para estar abrazado a él, pero logré resistirlo de
algú n modo, en los recesos nos buscá bamos para tomarnos de la mano,
compartir un beso. Má s de alguna persona nos felicitó , pero yo solo
quería estar con él, mucho má s.

Llevá bamos tres días ya enlazados y nuestra necesidad aú n no se


calmaba, mi herida ya no se abría con los movimientos y dolía muy poco.
Cuando volvimos a casa hicimos lo de siempre, estudiar, comer, pero
cuando llegó la noche no podía má s.

—Vamos a la cabañ a de invitados —mis dedos estaban entrelazados a


los suyos, salimos de la casa por la puerta de su habitació n y él me tomó
en brazos para que no mojara mis pies desnudos con el rocío de la noche
en el pasto. La cabañ a era pequeñ a, pero bien equipada. El cuarto miraba
hacia el bosque, como los otros. Mi corazó n me palpitaba en los oídos, o
tal vez era el de Arny, no podía estar seguro, lo ú nico que sabía era que
quería estar con él, que si no me dejaba abrazar por él, estallaría de la
necesidad.

292
No tuve que decirle nada.

De pronto chocamos, mi boca encontró la suya y lo recibí con mi lengua


lista para explorarlo, la humedad y el calor de su aliento me hicieron
gemir haciendo que nuestro beso vibrara, me apegué a su cuerpo
mientras luchaba por quitarle la camiseta y por no caerme al sentir que
mis piernas se debilitaban ante el toque de sus manos que apretaban mis
glú teos. Mi pecho subía y bajaba acelerado. Me depositó en la cama y se
terminó de sacar la camiseta arrojá ndola lejos, bajo la luz de la media
luna entrando por la ventana su cuerpo me pareció el de alguna
escultura. Sus mú sculos firmes me hicieron temblar, mis feromonas se
liberaron y mi entrada palpitaba mientras mi erecció n comenzaba a
crecer bajo el pijama de forma muy evidente.

Desnudé mi cuerpo, no quería ocultarle nada a él. Me removí los


pantalones de franela arrojá ndolos con mi pie y me quité la camiseta que
cayó en algú n lado, pude sentirme como si fuese maravilloso por la
forma en que me miraba.

—Eres hermoso —el calor de sus manos tocando mi piel me hizo


endurecer de forma casi dolorosa por lo rá pido que ocurrió . Mi cuerpo
quería el suyo, lo necesitaba. Se quitó los pantalones y pude verlo, duro,
casi por completo, antes su pene me había asustado, tal vez en el fondo
de mi cabeza aú n sonaba la voz de mis nalgas asustá ndose un poquito.
Pero en ese instante solo me relamí los labios al pensar que todo él era
mío, solo mío, que con él me sentiría increíblemente lleno. Era grande,
grueso e imponente. Puso su cuerpo sobre el mío en la cama y yo abrí las
piernas.

Ardía cuando nos tocamos, cuando mi cuerpo abrazó el suyo y toda


nuestra piel, joder, había tanta piel, tanto calor que ardía y no quemaba,
que abrazaba pero no asfixiaba. Era increíble, su boca y la mía no querían
darse tregua pero entonces comenzó a bajar, a besar mi cuello y la piel

293
sensible de mis pezones que rá pidamente se pusieron duros por la
humedad de aquella lengua que los frotaba y chupaba. Gemí alto, quería
que me escuchara, no quería contenerme, quería que todo en nuestra
primera vez fuera honesto. Empujé mi erecció n contra la suya y el
temblor que me recorrió de pies a cabeza fue intenso, lo suficiente como
para pensar que tal vez sí podía quedarme ciego de placer.

—Arny —clamé su nombre porque estaba seguro de que se volvería mi


mantra esa noche. Mis dedos se metieron en su cabello revolviéndolo por
completo, abrí mis piernas para dejarle má s lugar, para que se
acomodara allí, para que encontrara el lugar a donde definitivamente
pertenecía.

—Te amo —miré con fascinació n como chupaba dos dedos sin dejar de
mirarme, incluso eso era eró tico. Lo sentí tantear mi entrada y eché el
cuello hacia atrá s mientras sentía mi esfínter palpitar de la ansiedad.
Cuando sus dedos entraron yo estaba hú medo. Lo necesitaba, quería
rogarle que entrara, que me abriera por primera vez solo con su
miembro pero sabía que eso me rompería y Arny nunca iba a
perdoná rselo. Me conformé con esos dedos, abriéndome, tomá ndome,
pude sentir mis paredes succioná ndolos, queriendo tragarlos por
completo, llená ndolos de mi lubricació n y llenando la habitació n del
sonido pegajoso cuando los metía y sacaba, cuando los abría buscando
expandir mis paredes.

Yo necesitaba sentirlo má s, lamí mi mano derecha para luego bajarla


hasta su pene, mi palma no podía rodearlo por completo pero no me
importaba, comencé a masturbarlo, lento, queriendo sentirlo con mi piel
y grabarme cada protuberancia de su hombría. Con mi brazo izquierdo
agarré su cuello para subirlo má s sobre mí, quería su peso, su fuerza,
enterré mi lengua en su boca casi como una insinuació n. Ardía, lo
necesitaba, mis dedos bajaron desde su cuello para sujetar sus hombros
firmes, me resbalaba en sus mú sculos, mi mano se movía en su falo que

294
ardía bajo mi piel y mi cabeza explotaba... explotaba por la necesidad de
consumir cada detalle, la fiereza de sus ojos, la necesidad en sus jadeos,
la forma en que me abría y mis propias sensaciones, mi cuerpo
estremeciéndose en oleadas de placer por có mo me tocaba.

Entonces lo hizo.

Sus dedos tocaron un punto dentro de mí que me hizo gritar y temblar,


mis ojos se abrieron inmensos y gemí empujando mis caderas hacia él,
logrando que lo tocara de nuevo, me deshice entero, perdí la cordura, me
estremecí y su sonrisa fue tan satisfecha, tan pervertida... pensaba que no
me quedaban sonrisas por descubrir pero estaba equivocado. Su sonrisa
ladeada se volvió depredadora, increíble, me hizo pensar que iba a
correrme allí mismo.

—Allí está ...

—No... —negué cuando empujó sus dedos de nuevo y mis caderas se


alzaron desesperadas, buscando algo lo que fuera que pudiera
satisfacerme y liberara la necesidad de mi miembro— voy a correrme...
no quiero correrme, debe ser contigo —y podía ver en sus ojos que
luchaba, luchaba contra sus ganas de hacer que yo explotara y me
volviera un desastre en el primero del que serían muchos orgasmos
increíbles en mi vida... y luchaba contra la certeza absoluta de que eso
era importante para mí, que yo quería correrme con él dentro, que
quería hacerlo de ese modo a como diera lugar.

—Vale, aguanta, mi vida —me besó má s lento tratando de calmarme.


Metió entonces un tercer dedo, apurando su necesidad de abrirme y yo
bajé las manos para masturbarlo con ambas manos y que pudiera
penetrarme. Porque lo quería... necesitaba que nos uniéramos pronto,
sentirlo palpitante, grande, intenso, dentro de mí.

295
Y me abrió con sus dedos mientras me besaba y yo no soportaba el beso
lento así que empecé a besarlo má s rá pido, chupando su lengua,
mordiendo su labio, lo quería, era demasiado intenso.

Y llegó el momento.

Sacó sus dedos de mi entrada y jadeé ante el vacío de mi canal abierto,


levantó mis caderas y su glande ardió cuando se puso contra mí. Sus ojos
me miraban fijo, buscando alguna duda, alguna señ al de que debía
detenerse, pero no la había, lo quería, lo necesitaba, empujé mis caderas
hacia él para incitarlo y entonces lo hizo. Entró , comenzó a abrirme y
abrí la boca, un jadeo nació desde el fondo de mi garganta. Era muy
diferente de sus dedos. Podía sentirlo expandiendo mis paredes hasta lo
imposible, llená ndome demasiado, me estremecí porque estaba lleno,
nunca había sentido algo como eso, ardía dentro, dolía y al mismo tiempo
era increíble porque su pene estaba empujando contra todos mis puntos
de placer y sentía que me volvería loco, en ese instante podría dibujar las
venas de su miembro de memoria.

Lo sentía, chillé desesperado porque mi propio pene soltaba líquido


preseminal de solo sentirlo. Me temblaron los dedos, las manos, los
brazos, temblé entero y se siguió empujando hasta chocar contra mí y me
di cuenta que él también temblaba y me encontré fascinado, porque
conocí una nueva expresió n en él, un placer que nunca pude imaginar, su
rostro se había distorsionado en un rostro increíble. No parecía él
mismo, estaba encantado, fascinado. Y me enamoré aú n má s.

—Dios, Jae, se siente... tan bien, joder... joder... eres increíble —tendría
que haber esperado pero quería que se moviera, empujé mis caderas, no
podía hablar, no tenía cerebro para eso, no me acordaba ni de con qué
letra empezaba mi nombre. Se empujó entonces, salió solo un poco y
entró de nuevo y yo jadeé. No. No aguantaría mucho. Mi respiració n se
volvió corta y acelerada. Mis manos se aferraron a su espalda sudorosa,

296
se resbalaban y comencé a empujarme contra él mientras se movía, las
estocadas eran cortas pero rá pidas, apenas entraba y salía pero me
estremecía entero, arañ é para afirmarme, quería besarlo pero no
coordinaba afirmarme y besarlo con todo el placer que estaba sintiendo.

—Voy... Arny... voy a... —joder, era demasiado rá pido, demasiado. Pero él
asintió y se empujó de nuevo, se empujó hondo y cuando sentí el calor de
su semilla llená ndome me dejé ir.

Exploté entre ambos mientras él disparaba en mi interior, mi semilla


manchó su pecho y él me llenó , empujó sus caderas con fuerza en un
sonido de aplauso ensordecedor mientras me mordía el labio y lo tiraba.
Mi cuerpo no dejaba de estremecerse, mi entrada lo succionaba má s
hondo tratando de atraparlo dentro, de consumir hasta la ú ltima gota de
su semen, yo temblaba de placer sin poder imaginar que aquello estaba
ocurriendo. Nunca me sentí tan perfecto, yo era perfecto en ese instante,
perfecto porque estaba con él, perfecto en mi mismo, hecho para esa
comunió n de nuestros cuerpos. Se quedó dentro de mí, llená ndome, mi
orgasmo me había dejado viendo luces de colores, desesperado,
amá ndolo, intenso.

Comenzamos a besarnos cuando logré recuperar el aire, un beso lento


pero necesitado. É ramos uno, al fin habíamos sido uno, él se había
coronado en mis entrañ as y yo lo había guardado dentro. Nada se sentía
tan perfecto como aquello. De pronto entendía por qué vivir era algo
maravilloso, porque esta era la forma ideal de crear vida, y deseaba que
cada vida del mundo fuera creada de este modo, entre inconcebible
placer, en una unió n tan perfecta que la vida que se formaba fuera una
celebració n del placer que sentíamos. Ahora no está bamos haciendo un
hijo pero entendía que eso era lo que hacía esto hermoso, que nos
está bamos uniendo. Lo abracé con fuerza, brazos, pierna y boca, lo besé
con pasió n y me miró sonriendo.

297
—Eso fue rá pido... —su voz sonaba ronca, algo avergonzada, me reí
suave porque era cierto. Pero era de esperarse, suponía, habiendo sido
ambos vírgenes, era un milagro casi que hubiese logrado ponerlo dentro
y no correrse de inmediato.

—Está bien... —me salió entrecortado, decidí besarlo de nuevo—, es cosa


de... prá ctica —sonreí y él se rió un poco y frotó su frente sudorosa
contra la mía.

—Te amo... eres perfecto —besé su nariz y sonreí también.

—Te amo —lamí su labio inferior. Está bamos pegajosos, hú medos, y ese
fue nuestro «te amo» má s hermoso hasta ahora. Le acaricié la nuca y me
bañ é en su sonrisa.

Sí, había sido rá pido, y torpe. Pero no me importaba, había sido con él y
eso lo hacía perfecto.

Ademá s... somos adolescentes, nuestra calentura es de otro mundo.

—Hagá moslo de nuevo.

Y la sonrisa de Arny me hizo saber que estaba má s que de acuerdo.

•••

Me disculpo por la nota-spoiler al inicio del capi, pero mi hermana menor


lee esta historia así que tenía que advertir. Dicho eso, ya sé que volví a
atrasarme, no es tanto tiempo, aú n así perdó n, intentaré que no salgan
tan tarde los capis, es que entre una cosa y otra que ha pasado, me
atraso, sé que es una hora y algo a lo mucho, pero aú n así me sabe mal.
Gracias por su paciencia.

298
Sobre el capi, espero que lo disfrutaran, a mí me gustó escribirlo, llevaba
un tiempo sin escribir trecetreceo de este modo, me lamento si no salió
muy sexy. De verdad, muchísimas gracias por leer, comentar y
estrellitosear, de verdad me pone contenta que le hayan dado una
oportunidad y que la disfruten tanto. Nos queda poco <3

EDIT: De verdad quiero que Wattpad se arregle, no sé a ustedes pero a


mí me ha andado pésimo ¡Dejó de notificarme los comentarios! Ya no me
aparece cuando ustedes comentan en las notificaciones así que me toca
ir capítulo por capítulo viendo si comentaron o abriendo todos los hilos
para ver y antes era mucho má s fá cil cuando me llegaba a la notificació n
y me gusta responderles a todos pero si se me pasa algú n comentario, es
por eso. Ojalá se arregle pronto ¿han tenido problemas ustedes?

299
26. He visto cuatro futuros posibles y
todos son contigo

Palabra del día: Eró tico

Lo hicimos muchísimo mejor la segunda vez, en especial porque pude


moverme con má s facilidad y contribuir al ritmo que llevá bamos. Para la
tercera eso sí ya estaba má s cansado, claramente necesitaba ejercitarme
má s, pero me gustó porque lo hicimos mucho má s lento, los besos fueron
menos desesperados, má s sentidos y el orgasmo mucho má s largo. Para
el final Arny se había dormido y yo no quise moverme tampoco a pesar
de lo pegajoso que estaba. Aquello había sido bastante así que me dejé ir
también, me acurruqué contra su cuerpo y disfruté de dormir desnudo a
su lado.

Por la mañ ana fue otro asunto.

Cuando desperté me sentía pegajoso, en especial en mi entrada y entre


las piernas, sabía que cuando los hombres comunes lo hacían de este

300
modo, si no se limpiaban luego sufrían dolor de estó mago, pero como yo
soy omega realmente no me dolía porque mi cuerpo estaba técnicamente
hecho para recibir semen, tenía un canal dentro de mí para ello, pero aun
así la sensació n pegajosa no era muy agradable. Sin embargo, detuve ese
pensamiento para mirar a Arny.

No solía verlo dormir. Despertá bamos al mismo tiempo o él lo hacía


antes y se levantaba de inmediato, me senté ignorando la incomodidad
de mi espalda y lo observé con cuidado. La luz de la mañ ana entraba por
la ventaba y él estaba desnudo sobre la cama, el calor del verano
acercá ndose se estaba haciendo notar. Arny dormía boca arriba, con un
brazo sobre su abdomen y el otro estirado hacia mí, donde yo había
descansado usá ndolo de almohada. Me fascinó la juventud de su cuerpo,
la madurez de sus mú sculos, las pequeñ as marcas de lo que habíamos
hecho, los besos que había dejado sobre su piel, la pequeñ a mordida en
su hombro izquierdo. Era totalmente hermoso, eró tico y mío. No iba a
despertarlo, no era como si ese día pudiésemos ir a clases,
probablemente esa sería una sorpresa en sí misma, pero no sentía que
pudiera apartarme de mi amado el día de hoy. Quería pasar las horas
abrazá ndolo, incluso estudiando, pero que fuera juntos. El instituto era
una tortura constante al estar lejos.

Me dejé fascinar por su suave respiració n, dando gracias al cielo o a


cualquier magia que existiera que él respiraba, que estaba vivo, que
existía en este mundo. Sabía lo que quería ahora, si todo salía bien en
nuestra vida: había armado un plan en mi cabeza, así que me permití a
mi mismo dejar de pensar y planear para solo disfrutar del momento, del
espectá culo que era mi alfa desparramado de forma tan relajada en esa
cama. Llené mis ojos de él hasta que comenzó a removerse y finalmente
abrió los pá rpados y estiró los brazos, desesperezá ndose. Me miró con
una sonrisa de satisfacció n absoluta y se la devolví, se sentó entonces y
me atrapó en un abrazo, acomodá ndome entre sus piernas y besando
mis hombros.

301
—¿Y las clases? —negué con la cabeza.

—Hoy no quiero estar lejos de ti —alzó ambas cejas, sorprendido, pero


rá pidamente asintió conforme, tal vez con algo de miedo a que yo
cambiara de idea.

—Perfecto, apoyo la moció n —me reí suave.

—Quiero un bebé —me dio la impresió n de que aú n estaba medio


dormido y se lo tomó a broma, porque acarició mi abdomen con una
mano y asintió sin reproche o consulta alguna.

—Deja de tomar anticonceptivos y te hago uno ahora mismo —soltó


como si nada y yo me giré, me senté de rodillas para mirarlo de frente.

—Hablo en serio, cuando rindamos el ECN, si me aceptan y me


transformo en lobo... hagá moslo —ahora sí se había despertado, se rascó
la nuca y esperé su reacció n.

—¿Por qué? Pensé que querías esperar ¿y la universidad? O sea, no me


malentiendas —soltó de inmediato—, si por mí fuera tendríamos un
chocló n de hijos justo ahora y luego veríamos có mo los mantenemos a
todos y có mo resolvemos lo demá s, es decir, hasta me entusiasmaría la
idea de andar siempre desnudos y correr con los cachorros por el bosque
en total libertad, pero siendo tú , pues no eres así... así que dudo que lo
tuyo sea el plan de la desnudez y eso —me gustaba que me conociera
tanto y en parte su actitud salvaje y el chocló n de hijos me parecían una
idea adorable, poco factible, pero adorable.

—Porque calza perfecto, luego de rendir el ECN, si nos va bien...

—Nos irá bien —me interrumpió , lo besé por su optimismo y seguí


explicando.

302
—Tendremos tres meses de vacaciones de verano, luego empezaría el
añ o escolar y demá s —comencé a explicar—. Pero si me transforman,
inmediatamente después de que rindamos el ECN, tendré que estar un
añ o sin andar mucho en pú blico ¿cierto?

—Cierto —confirmó mientras me peinaba con sus dedos el cabello hacia


atrá s, traté de no distraerme por su caricia.

—Eso significa que tendríamos todas nuestras vacaciones de verano, el


añ o académico y luego las vacaciones de verano siguientes antes de
entrar a clases, bá sicamente entre catorce y quince meses libres ¿cuá ndo
má s en la vida podremos tomarnos tanto tiempo? Y mi siguiente celo es
al poco tiempo después de que rendiremos el ECN, así que... si me
transforman en lobo, luego podemos pasar mi celo juntos, como de todos
modos no podré salir, podremos dedicarnos al embarazo, tomarnos con
calma todo el tiempo que queramos, porque yo de todos modos no podré
salir —hice una pausa y apoyé mis manos en sus hombros— imagina
eso, me embarazas y luego de los nueve meses, tendremos bá sicamente
entre cinco y seis meses para solo estar con el bebé, hay madres con
postnatal que no reciben tanto tiempo, y si fuéramos a Silvius... —en eso
me adelantaba un poco pero desde su cumpleañ os no podía dejar de
pensar en la idea—, tu abuela podría ayudarnos a cuidar al bebé y
volveríamos a casa a estar con él, podríamos coordinar nuestras clases
para dejar bastante tiempo con nuestro cachorro... —lo miré emocionado
— ¿no te parece perfecto? Porque de no ser así, tendremos que esperar
hasta que salgamos de la universidad, porque será difícil estar
embarazado mientras vamos a clases, luego en el trabajo sí podré tomar
el tiempo reglamentario, y cuando queramos má s cachorros podremos
hacerlo de ese modo si ya estamos trabajando, pero... si vamos a tener
que estar un añ o fuera de la vista del mundo, siento que es una
oportunidad perfecta Arny ¿en qué otra época podremos tomarnos un
añ o completo sabá tico solo para tener un bebé? Ademá s, si somos

303
discretos, tal vez podríamos viajar un poco los primeros meses, como tú
querías —apreté su mano.

—Me convenciste, hagá moslo, tengamos un cachorro —me abrazó con


fuerza y me reí un poco. A veces me asustaba la facilidad con que
aceptaba las cosas, otra persona (yo) habría tenido muchísimas
preguntas para hacer, sobre si algo salía mal, sobre las dificultades de
criar una criatura... Arny simplemente se emocionaba y aceptaba sin
má s.

—Eres demasiado impulsivo...

—Lo bueno es que mi novio planea todo, así que puedo saltar a lo que
sea porque él me conoce y tendrá un plan de contingencia —negué con la
cabeza, pero riéndome, era tan fá cil con él.

—¿De verdad no tienes ninguna duda? ¿Petició n? —achicó los ojos como
si pensara muy fuerte.

—Solo una petició n...

—¿Cuá l?

—Nada de nombres raros para nuestros hijos —solté una carcajada y


metí mis dedos en su cabello antes de dejarle un beso en los labios.

—Hecho.

Nos besamos, se sintió como si sellá ramos el trato con nuestros labios,
pero rá pidamente lo de estar pegajoso se volvió mucho para mí así que
usamos el bañ o de la cabañ a para tomar una ducha. Fue la primera vez
que hacíamos eso juntos pero yo necesitaba la ayuda ya que mis caderas
estaban un poco má s débiles de lo que me atrevía a admitir. Mis nalgas
se habían equivocado y no se habían partido con la monstruosidad que

304
Arny tenía entre las piernas, pero eso no significaba que no necesitara
má s prá ctica para poder recibirlo y andar bien al día siguiente.

Volver a la casa principal fue má s vergonzoso, llegamos en nuestros


pijamas pues no habíamos llevado ropa a la cabañ a, ya había pasado la
hora del desayuno, encontramos a Saskia enseñ á ndole matemá ticas a V
en el saló n, nos miró con una sonrisa de circunstancia.

—Haciendo novillos... de Arny me lo espero, pero de ti, Jae... —negó con


la cabeza y me sonrojé un poco.

—Oh, vamos má , no molestes, por una vez no pasa nada...

—¿Puedo hacer novillos también? —V miró a su má con esperanza y yo


sonreí.

—Nosotros no iremos al instituto pero de todos modos vamos a


estudiar...

—¿Qué? —Arny me observó con ojos de traició n y yo le puse mi mejor


cara de «¿qué esperabas? ¿Flojear todo el día?», sus ojos me
respondieron «sí, flojear todo el día», pero eso no funcionaba, porque si
queríamos que nuestro plan fuera un éxito tenía que irnos bien en el
ECN.

—Fantá stico, entonces ustedes se quedan a cargo de V, yo voy a


acompañ ar a mi esposa —Saskia se puso de pie sonriendo contenta.

—¿Eh? Espera ¿dó nde está mamá ? —Arny la miró confuso y ella ya iba
camino a la puerta.

—Fue a tomar unas muestras al bosque y yo voy a encontrarla —V


seguía con los ojos a su má , ella se detuvo antes de salir por la puerta—.
Tesoro... quedas a cargo de tu hermano...

305
—Buuuuu —soltó V, Saskia abrió la puerta y antes de marcharse de
volteó y me miró .

—Espera, mejor no. Jae está a cargo de ambos...

—Yeeeeey —V alzó los brazos y con eso ella salió de la casa y nos
quedamos los tres. Miré al par de hermanos, V sonreía con cara de
querer hacer maldades y Arny tenía cara de querer aceptar el desafío.

—No te vayas a poner revoltoso —advirtió mi novio y V le sacó la lengua.

—Má dijo que Jae está a cargo, no tú —mi novio, el que la noche anterior
se había comportado tan adulto y sensual... pues le hizo caretas y sacó
también la lengua a su hermano menor de tan solo siete añ os, como si el
niñ o fuera él.

—Igual soy mayor y me tienes que hacer caso.

—No-o...

—Sí-í... —ambos empezaron a repetir eso en tono cantarín, no pude


evitarlo, puse los ojos en blanco.

—Vamos, vamos, no se peleen...

—¡É l empezó ! —y lo dijeron al mismo tiempo, era difícil resistirse a V


porque se parecía mucho a Arny, tal vez no físicamente pero sus gestos
eran iguales, la forma en que fruncían las cejas, en que hacían mohines.

—Arny, trae nuestro material de estudio, V, deja que me siento contigo y


veo tus ejercicios, me preguntas si no entiendes algo... —lo mejor en ese
caso parecía tenerlos entretenidos en algo que no fuera el otro, así que
decidí que era dividir y vencer.

306
Pronto mi amado volvió con nuestros libros y pruebas de ensayo del
ECN, pero antes de sentarse a estudiar conmigo fue a la cocina para
volver con jugo y huevos revueltos. Los acomodó en la mesa de centro y
nos sentamos a estudiar. Agradecí el aperitivo con toda honestidad
porque no me había dado cuenta del hambre que tenía. Pasamos la
mañ ana estudiando y cerca del medio día aparecieron las madres de la
familia, Saskia con mucha satisfacció n, Amelia con una caja con muestras
y el cabello alborotado.

—Prepararé el almuerzo —anunció Saskia y yo no quise hacer


especulaciones sobre su expresió n satisfecha, solo sonreí a Amelia que se
acercó a revisar los ejercicios que V había hecho por la mañ ana, aunque
entre Arny y yo habíamos estado supervisando que fuera bien.

—Está muy bien y avanzaste mucho —ella me miró con una sonrisa—.
Sé que tú los mantuviste a raya, gracias Jae.

—Diría que ayudé, pero sin Jae no habríamos hecho nada —reconoce
Arny y me reí. Podía imaginarlo, porque su primera pelea habría
desencadenado rá pidamente en una competencia y habrían terminado
transformá ndose y saliendo a correr.

—Pues me alegro, pueden tomarse un descanso... —ella les cedió aquello


y rá pidamente V se puso de pie y arrojó su camiseta lejos.

—¡Carrera!

—¡No hagas trampa, enano! —y salieron corriendo hacia afuera y Amelia


suspiró antes de gritar.

—¡No se alejen mucho porque deben almorzar! —no me gustaba tener a


Arny lejos, pero sabía que volvería pronto, él también me necesitaba y
desde que habíamos hecho el amor era un poco má s fá cil (solo un poco)
la distancia. Ella volvió a mirarme—, gracias por mantenerlos en línea.

307
—No fue nada... —me pregunté si sería adecuado hacerle la pregunta
ahora, no era como si quisiera ocultarle mis planes y aquello no sería
algo que tomaríamos a la ligera, y realmente era importante—. Mamá ...
con Arny lo conversamos, si yo cambio a lobo, como sería un añ o fuera
de pú blico, me parece una buena oportunidad para tener un bebé, no
creo que en otro momento de mi vida pueda tomarme tanto tiempo libre,
o tal vez sí, no lo sé, pero... me parece una oportunidad perfecta —se
mostró sinceramente sorprendida pero no empezó a negarse en redondo
ni nada, yo no esperaba que lo hiciera.

—Vaya...

—Es que creo que si lo hacemos después de los exá menes y la


transformació n, tendremos mucho tiempo para el embarazo y luego para
estar con el cachorro los primeros meses, será má s fá cil que hacerlo
mientras estudiamos o trabajamos, al menos para el primero —ella
asintió .

—Pues sí, es cierto, puedes sacar provecho del tiempo que tendrá s de
reclusió n...

—Por lo mismo, pase lo del lobo o no, me gustaría comenzar a tomar


vitaminas prenatales —la miré fijo—, para prepararme, por si acaso, si
luego no cambio a lobo, pues simplemente puedo dejar el tratamiento,
entraremos a la universidad y podemos tener un bebé má s tarde, pero si
me transformo, quisiera embarazarme casi inmediatamente después, en
mi siguiente celo... y quiero estar preparado —ella parecía aprobarlo.

—Me parece una excelente idea —y me abrazó . Me gustaban mucho sus


abrazos, lo devolví y ella me acarició el cabello con una sonrisa—. No
diré que el título de abuela me entusiasma, pero sí que me gustaría ver
un cachorrito de ustedes dos —me reí—. Es bueno que te hayas
emancipado o necesitaríamos permiso de un padre para pedir esas cosas
en un hospital. Solicitaré una hora para ti e iremos a una consulta. Seguro

308
van a haber miradas raras porque siendo tan joven quieras un bebé, pero
los ignoraremos a todos.

—Perfecto —podía imaginarlo, una niñ a o niñ o, con los ojos de Arny, con
su cabello oscuro, una pequeñ a bolita de felicidad y sonrisas.

—También llamaré a Abu para contarle —aquello me sorprendió .

—¿Por qué?

—Para que así coordine bien la fecha de tu reunió n con el consejo. Antes
pensaba que podía ser cualquier fecha después de que rindieran el ECN,
pero ahora es ideal que sea después del ECN pero antes de tu celo ¿no?
Entonces es importante que ella sepa para coordinar fechas —no había
pensado en eso.

—Te diré entonces cuando es cada cosa —segú n mis cá lculos mi celo
debía llegar unas dos semanas después de haber rendido el ECN, má s o
menos, como esta vez se había adelantado un poco cuando ocurrió lo de
mi padre, no estaba tan seguro, pero rondaba esa fecha.

Saskia asomó la cabeza desde la cocina.

—Amor, llama a los monstruos ¿quieres? Esto ya va a estar —mamá se


puso de pie y salió de casa. Algú n día yo llamaría a mis propios
monstruitos, lobos impulsivos como su padre, que se revelarían contra la
ropa y saltarían sobre nuestra cama apenas saliera el sol.

Arny entró a casa subiéndose los pantalones que había dejado tirados
antes en la entrada, me tomó en sus brazos y giró conmigo en el aire. Esa
era mi vida ahora, una vida con lobos, gritos, peleas de hermanos,
sonrisas có mplices, comida hecha en casa, estudio y abrazos por milló n.

309
El tiempo comenzó a pasar y me acostumbré a esa nueva rutina que
siempre tenía algú n detalle nuevo, ya fuera por las visitas sorpresa de V a
la cabañ a de invitados (donde Arny y yo dormíamos ahora
permanentemente) o simplemente por las peleas de ambos, por las
bromas de má Saskia o los intentos fallidos de cocinar algo que no fuera
repostería de mamá Amelia. Incluso tuve mi primera pelea con Arny un
día que se enfermó y no me dejaba cuidarlo, al parecer uno de sus
síntomas al ponerse enfermo era que empezaba a ser estú pidamente
testarudo y macho alfa en plan «yo me puedo cuidar solo», lo cual era
francamente sorprendente porque el resto del tiempo era
increíblemente mimado. No quería que nadie lo tocara, que nadie lo
ayudara, todo él lo podía hacer «solo». La pelea duró poco tiempo, dos
horas y diecisiete minutos para ser exactos. Y es que primero me enojé
también y lo dejé solo para que se las arreglara, molesto por su actitud,
pero luego ya volví porque no soportaba dejarlo en ese estado y, cuando
lo encontré, el tiempo había sido suficiente también para que él
reflexionara y se disculpara por actuar de ese modo. Aun así, toda una
experiencia.

Y entonces llegó el momento de rendir el ECN.

Estaba nervioso, má s considerando que teníamos todos en la familia las


maletas empacadas para viajar a Silvius luego del examen, pues
tendríamos la reunió n con el consejo en tres días y lo ideal era llegar un
par de días antes. Pero me forcé a no pensar en eso, me forcé a
concentrarme en las fó rmulas, en todo lo que había estudiado, en los
muchos conocimientos que había repasado para esa prueba. El examen
duraba ocho horas, tenía cuatro sesiones de 120 minutos cada una,
dentro de esos 120 minutos se consideraban 20 minutos de descanso
entre sesió n y sesió n. Así que en realidad cada prueba tenía un má ximo
de una 1 hora y 40 minutos de tiempo. Apreté la mano de Arny.
Está bamos en salones diferentes para rendir el examen y aunque estar
lejos de él seguía sin gustarme, hacía semanas que ya no era algo

310
imperioso, sino una necesidad en el fondo de mí ser que suponía que no
me dejaría nunca. Pero tal vez era mejor porque así no podría distraerme
con su presencia.

—Estamos a quince minutos de dar inicio del Examen de Calificació n


Nacional, pueden iniciar el ingreso a sus salones —anunció una voz por
el megá fono. El examen se rendía en nuestro instituto porque era el
colegio pú blico de la ciudad, pero había allí personas del colegio privado
y chicos que estudiaban desde casa, diferentes personas que no
conocíamos. Miré a Arny y compartimos un beso breve, le peiné el
cabello, me acarició la mejilla.

—Te amo, lo hará s genial —sonreí.

—Tú también, te amo, nos vemos del otro lado.

Creo que nunca exprimí tanto mis neuronas como en esas ocho horas. No
era solo los ejercicios, problemas y preguntas, era seguir la estrategia.
Tenía un tiempo determinado para responder cada pregunta, si notaba
que me demoraba demasiado en una, pasaba a la siguiente y dejaba esa
marcada para contestarla luego si me sobraba el tiempo. Me moví por
diferentes temas y para cuando llegué al ú ltimo (ciencias), ya estaba
cansado y no quería pensar má s, pero sabía que esos ú ltimos 100
minutos eran lo que me separaba de mi libertad y que no podía hacerlo
mal allí porque mis dos suegras eran científicas y tenía que hacerlas
sentir orgullosas.

Dios, ojalá Arny esté concentrado también.

Revisé las preguntas en que había tenido dudas de nuevo. Quedaban diez
minutos y no había nada má s que pudiera hacer. Había dado todo de mí y
tocaba ver cuá les serían los resultados. Si me iba bien y me transformaba
en lobo, podría ser aceptado en Silvius, posponer mi ingreso hasta el añ o
siguiente y nos enfocaríamos solo en nuestro bebé. Si me iba mal y me

311
transformaba en lobo, podía rendir el ECN de nuevo, estudiar durante el
añ o junto a Arny y dividir el tiempo entre el estudio y el bebé. Si me iba
bien y no me transformaba en lobo, Arny y yo ingresaríamos a Silvius y
empezaríamos a estudiar. Si me iba mal y no me transformaba en lobo,
Arny y yo dedicaríamos un tiempo a viajar y luego a estudiar para rendir
el ECN de nuevo.

No son malas opciones.

Me lo repetí en la cabeza, ninguna era una mala opció n, podía entregar


ese examen y sentirme conforme, porque cualquiera fuera el futuro, no
sería malo, porque Arny estaría conmigo. Me puse en pie. Le entregué la
prueba al profesor, me despedí con una sonrisa y salí de allí. Fui a mi
punto de encuentro acordado con Arny, me di cuenta que no estaba allí,
así que aú n no había terminado. Esperé allí afuera, junto a la puerta del
instituto, vi las personas salir, hablá ndose unos a otros sobre una
pregunta que yo también recordaba y que me habían parecido igual de
dudosas las alternativas de respuesta. Quería verlo, los minutos pasaban.

Y entonces salió , buscá ndome con la mirada y yo me moví por inercia a


sus brazos, me atrapó por la cintura con ellos y yo cerré los míos tras su
nuca. Cualquiera fuera el resultado, ya estaba hecho, ya había pasado,
está bamos libres hasta nuevo aviso, hasta que salieran los puntajes.

—¿Qué tal? —me miró con una sonrisa tentativa. Yo le sonreí de vuelta.

—Creo que bien —me permití ser positivo, había omitido realmente muy
poco, en letras aunque había tenido algunas dudas pero no había omitido
nada—. ¿Y tú ?

—Creo lo mismo —mi sonrisa se volvió amplia y sincera y lo besé


entusiasmado, perdiéndome en su lengua por un instante maravilloso. Su
humedad era increíble, el sabor totalmente exquisito. Podría haberlo

312
besado por horas si no es porque un carraspeo conocido nos hizo
separarnos. Era má .

—Tenemos que ir yendo... el camino es largo —señ aló el jeep junto al


que yo había visto a Arny el primer día, podía divisar a V en el asiento
trasero y a Amelia en el de chofer, íbamos a conducir porque nos
quedaríamos varios días y ellas querían poder recorrer con el vehículo
tranquilas. Eran 16 horas de conducció n así que no era un viaje menor.

—Vamos —mi alfa entrelazó su mano a la mía, cuando nos subimos V


protestó diciendo que él quería ir a mi lado, Arny dijo que yo debía estar
junto a él, que para algo era su novio... así que terminé en medio.

El vehículo se puso en marcha y Saskia quiso de inmediato saber có mo


nos sentíamos por el examen. La respuesta era una sola: cansados. El
agotamiento mental era real, y lo cierto es que no alcancé a decirle
mucho má s antes de quedarme dormido.

Cuando despertara de nuevo estaría en la sede del clan. Nuestro clan.

•••

¡Hoy no salió tan tarde! (al menos salió antes de las 12) Siento que
entramos a la cuenta regresiva, con esto solo quedan 5 capítulos para el
final, es tan extrañ o, ya casi un mes, es difícil creer todo lo que pasó en
este tiempo. Este capítulo tal vez fue má s de transició n, pero me gustó
escribirlo, me encanta narrarlos en cotidianeidad y sobretodo me gusta
mucho escribir los cá lculos mentales de Jae para todo, amo que sea tan
organizado y Arny tan lanzado a la vida.

Gracias a todos por leer, comentar y estrellitosear, a los que está n desde
el inicio o que se han sumado ahora. Gracias por querer a Jae y Arny, en
serio, sé que lo repito cada capítulo o en cada comentario pero es que de
verdad me pone feliz que todos ustedes lean y disfruten esta historia.

313
Ojalá hubiera otra palabra, para variar un poco y no sonar repetitiva,
pero esa es la ú nica que tengo: gracias.

314
27. El consejo de ancianos no (solo)
tiene ancianos

Palabra del día: Lobos

Me equivoqué. Abrí los ojos un par de veces durante el camino, cuando


Amelia y Saskia cambiaron de lugar para conducir, cuando V se acomodó
y cuando paramos por comida. Dormir dentro del jeep no era tan
có modo pero el cansancio no perdonaba. Desperté definitivamente
mientras entrá bamos a la ciudad. Mis ojos observaron por la ventana
mientras trataba de mover mis piernas entumecidas y adoloridas por el
tiempo que llevaba sentado. V tenía su cabeza en mis piernas y Arny en
mi hombro. Acaricié el pelo de mi adorable cuñ ado mientras veía las
casas que comenzá bamos a dejar atrá s.

—Imagino que la sede no está en la ciudad —era un lugar pintoresco, eso


sí, las casas se veían algo antiguas pero bien cuidadas. Había muchas
paredes de ladrillo, colores cá lidos. Mamá iba sentada de copiloto ahora
y volteó a mirarme.

315
—Sí, está en medio del bosque, como la casa en Roscoe pero má s grande.

—Nos gusta estar en el bosque, estamos má s seguros allí, má s en casa y


de todos modos es parte de nuestra identidad como clan —comentó
Saskia en lo que se desviaba hacia un camino má s a las afueras de la
ciudad.

—¿Por qué de su identidad? —la curiosidad se apoderó de mí.

—¿Recuerdas cuá l era el nombre del clan de tu bisabuelo? —había visto


ese á rbol muchísimas veces luego de descubrirlo, temiendo que me
pidieran nombrar a los miembros del antiguo clan para probarme o algo.

—Viento Nocturno —contesté de inmediato.

—Ese era un clan que prefería las montañ as, pies de montañ as o cimas,
definitivamente las alturas. Todos tenemos debilidad por el bosque —
Saskia giró en un camino de tierra que casi no se veía desde la carretera
y comenzó a avanzar por allí—. Pero ese clan gustaba mucho de las
alturas, del exterior. Nosotros somos «Guardia del Bosque» —me
preguntaba por qué Arny no me había contado aquello ¡Este chucho que
no me informa bien! El jeep se removía lento por el camino algo
disparejo—. En el mismo nombre lo dice, nos gustan los bosques, los
protegemos, por eso muchos del clan nos dedicamos a cuidar la
naturaleza, nos sentimos especialmente ligados a esta.

—Vaya —quería preguntar algo má s pero mamá volteó a mirar atrá s de


nuevo.

—Despierten —subió la voz para que ellos abrieran los ojos, yo primero
removí suave a V para que despertara y este abrió los ojos, apenas, como
si los pá rpados le pesaran y mirando a todos lados confundido.

—¿Ya llegamos?

316
—Ya casi —comencé a acariciar la mejilla de Arny y traté que levantara
el rostro.

—Vida... despierta —le besé la frente y abrió los ojos. Nada má s verme se
le dibujó una sonrisa en el rostro. Esas eran la clase de cosas que me
hacían saber que un día mi corazó n no podría con tanta emoció n.

—Hey... —saludó y yo comencé a acomodarle el cabello con las manos


porque el suyo era un desastre má s desastroso de lo habitual.

—Ya casi llegamos —recordó Amelia y entonces vi la casa, era de tres


pisos, y se podía describir como impresionante. Podía notar las ventanas
grandes y la amplia puerta principal que era curva arriba pero en el resto
de las paredes estaba cubierta por enredaderas, el bosque estaba mucho
má s cerca de la casa que en Roscoe porque la mansió n, aun en su
inmenso tamañ o, parecía fundirse con la naturaleza. Estacionamos frente
a esta y al momento de hacerlo salió una muchacha.

Era hermosa, tenía la piel tostada, como Frederick, pero los ojos verdes
claro, su cabello estaba teñ ido de blanco, era largo y liso, le llegaba a los
codos y lo llevaba suelto, su cara era de facciones marcadas pero bien
proporcionadas, sus labios un poco carnosos, su nariz pequeñ a. Su
cuerpo estaba generosamente proporcionado, su sonrisa era ancha y
muy parecida a la de Arny. Este se bajó de inmediato y ella, que no era ni
muy alta ni muy baja, lo abrazó con fuerza por el cuello.

—¡Có mo has crecido! ¡Maldito! —él se reía.

—Dalia, no sabía que estarías aquí.

Pude escuchar a mi mente decir: Ahhhhhhh... ella es Dalia.

—¡Vinimos todos! Cris también está —V se bajó del jeep tras de mí,
mirando a su prima.

317
—¿Está Azalea? —Dalia le sonrió .

—Claro que está Azalea.

—Wiiiii —entró corriendo a la casa, segú n mi memoria, Azalea era la


menor de esa triada de hermanos y tenía once añ os, así que era la má s
cercana en edad a V.

—Dalia —Arny se volteó hacia mí y tomó mi mano—, este es Jae, mi


novio —ella me observó un momento largo, mirá ndome con calma, como
evaluá ndome, me sentí algo cohibido.

—Te había visto en tv... —apreté la mano de Arny y este me acarició el


dorso con el pulgar—, fue un evento muy desafortunado, qué bueno que
está s bien.

—Gracias, Arny me ha hablado de ti —ella sonrió hacia mi novio.

—No le creas mucho de lo que te haya dicho, yo gané la pelea de cuando


niñ os.

—¡Gané yo! —me pareció que iba a empezar una discusió n, pero Saskia
pasó entre ellos.

—No empiecen con esto de nuevo, estamos cansados y queremos entrar


a saludar y acomodar las cosas —los miró con advertencia—, es un gusto
verte Dalia.

—Y a ti, tía.

Al final Dalia nos ayudó a entrar las maletas, dentro la casa era de
madera, olía a bosque y la temperatura era agradablemente templada.
Subimos al segundo piso donde Dalia nos señ aló una habitació n que yo
compartiría con Arny, dentro había una cama matrimonial con un marco

318
metá lico, era muy mullida al tacto y la ventana miraba, como no, al
bosque.

—Es precioso... —comenté mientras dejaba la maleta junto al closet para


ordenarla después. Arny sonrió .

—Vamos, quiero que conozcas a Cris —bajamos las escaleras tomados


de la mano y atravesamos una puerta para encontrar un saló n grande
con sillones celestes, con algunas mantas café y rojas por sobre ellos,
ademá s de cojines en el suelo donde V ya estaba sentado con una niñ a
muy linda de piel tostada y cabello negro que le trenzaba el pelo.
También había muchos estantes de madera con libros que se notaban
antiguos, y un par de cuadros de la Luna colgados en las paredes,
diferentes interpretaciones.

Había varias personas allí, estaba Abu, el abuelo Frederick, Arend, la que
debía ser su esposa, por la forma en que sonreía alegre a su lado, una
mujer de cabello rubio y ojos verdes, con un rostro algo circular y un
muchacho alto, má s alto que Arny, rubio también, con los ojos verdes de
su madre. Tenía facciones de superman, una mandíbula firme, cuerpo
bien ejercitado, se acercó a nosotros con una sonrisa. Ese seguro era...

—Cris —Arny me soltó para abrazarlo, era mayor que nosotros pero
tenía un espíritu joven, en realidad, hasta ahora los lobos que había
conocido todos se sentían así.

—El alfa má s suertudo de la historia —saludó a mi novio con una voz


ronca y le revolvió el cabello para luego apartarse y extenderme la mano.

—Hola, soy Cris, he oído mucho de ti —estreché su mano.

—Jae, un gusto —él sonrió má s mirando a Arny.

319
—Es muy bonito y bien educado ¿está s seguro que es tu destinado?
Porque no lo entiendo —Arny le dio un empujó n.

—Cá llate, claro que lo es —Cris soltó una carcajada y luego ya pudimos
saludar a Abu, Frederick, Arend y su esposa, Zafiro. Nos sentamos en un
sofá con Cris. Frente a Abu y Frederick. Mamá y má no estaban, pero
considerando que habían conducido mucho supuse que se habían ido a
tomar una siesta.

—Mi hermana llega mañ ana —comentó Abu después de preguntarnos


como había sido el viaje—, con ella aquí estará el consejo completo y
podrá s tener tu audiencia y vamos a deliberar.

—Gracias Abu, sé que pedí que lo apuraran...

—Sí, yo quería estar para esto, así que tuvimos que venir justo después
de que rindiera el ECN, por suerte nosotros estamos má s cerca pero
ustedes no ¿por qué el apuro? —Dalia nos miró con curiosidad, no se me
había ocurrido que teniendo la edad de Arny e igual habría rendido el
examen el día anterior. Me sonrojé un poco, supongo que como había
sido idea mía, tenía que explicarlo yo.

—Pues si todo sale como esperamos y me transformo, no podré estar en


pú blico por un añ o... —sentía todos los ojos en mí, Arny apretó mi mano
—, entonces como tendremos todo ese añ o vacío, nos pareció una
oportunidad perfecta para tener un bebé —escuché un «oh» de sorpresa
de casi todos—, apuramos la reunió n porque mi celo será pronto y si me
transforman, podré embarazarme casi inmediatamente después, lo que
nos dejaría al final del embarazo bastante tiempo con nuestro cachorro
—Dalia tenía ambas cejas alzadas y pasó sus ojos de mí hacia mi novio.

—Eso no lo planeaste tú —él se rió .

320
—No, fue idea de Jae, él es el organizado, pero yo estoy má s que contento
con el plan —Cris negó con la cabeza.

—Estoy tan celoso justo ahora, no solo encontraste tu destinado ultra


joven, él es organizado, bonito, tiene sangre de lobo y quiere tener
cachorros pronto ¡Es el omega perfecto! —me sonrojé, se me hacía
extrañ o que dijera eso de mí. Arny solo sonreía todo orgulloso y me pasó
el brazo por el hombro, atrayéndome hacia él.

—También le gusta leer... —soltó y Cris terminó riendo.

—Ya está , deja de presumir, nos vamos a una carrera... —se puso en pie y
Arny lo siguió de inmediato.

—¡Carrera! —V llegó junto a Azalea nada má s escuchar aquello y pude


verla bien, tenía el mismo rostro algo circular de su mamá , pero era la
ú nica de sus hermanos con los ojos amarillos de Arend y de la líder del
clan, se veía algo má s seria pero igual sonreía.

—Vale, vamos todos a correr —Abu se puso en pie y los lobos de la


familia sonrieron—, pero nada de trampas, nada de empujones —noté
que Zafiro no se ponía en pie, también era humana, Arny me miró , tal vez
pensando que no quería abandonarme, pero que realmente quería ir a
correr con todos, le sonreí para animarlo.

—Anda, gá nales a todos —lo animé y él ensanchó su sonrisa.

—Por supuesto, mi vida —se inclinó a besarme y luego Dalia se puso


junto a él.

—No le mientas, te recuerdo que soy má s veloz que tú ... —ella sonreía.

—Yo soy má s grande ahora, así que veremos... —salieron probablemente


para encargarse de su ropa y me quedé solo con Frederick y Zafiro.

321
—Espero que todo salga bien con el consejo, Jae —Frederick me dedicó
una de sus sonrisas calmas y yo se la respondí.

—Igual yo...

—Si te transforman tus hijos serían los primeros en mucho tiempo en


nacer de dos lobos dentro del clan —la voz de Zafiro era algo aguda, pero
muy dulce y amable—, tener la sangre de lobo en el linaje no es
especialmente comú n y los lobos no son tantos así que suelen imprimar
má s seguido de humanos —ella explicaba todo con mucha calma y
paciencia, me pregunté si sería profesora también, como Frederick.

—No lo sabía ¿significa algo distinto para ellos? —Zafiro asintió .

—Los hijos de dos lobos suelen ser má s fuertes y en las reuniones con
otros clanes son má s respetados, porque se consideran má s «puros» —
todo eso de puros me sonaba demasiado a «sangre pura» y «sangre
sucia». Suponía que sería bueno si les daría un estatus y no
discriminació n, pero no me gustaría que mis cachorros se pusieran
engreídos por algo como eso. Aunque me estaba adelantando, aú n ni
sabía qué iba a pasar.

—Todo lo que me importará es que estén sanos, lo demá s es lo de menos


—ella sonrió complacida.

—Muy de acuerdo —se puso en pie y pude notar que era má s o menos
del mismo tamañ o que Dalia, má s alta que yo pero no altísima—. Vamos.

Frederick se puso también en pie y los seguí por una puerta que, claro,
daba a la parte de atrá s de casa, había asientos, muy parecido a la casa en
Roscoe, nos sentamos a esperar que nuestros lobos volvieran, aunque
antes yo recogí y doblé la ropa que reconocí como de mi novio. El
primero en aparecer solo podía ser Cris, no imaginaba a ninguno de los
otros siendo completamente blanco, seguro él y V eran los ú nicos lobos

322
blancos de la manada. Me sorprendió porque era má s grande que Arny,
que hasta ahora era el má s grande de los lobos que había visto. É l corrió
hasta su madre que había bajado al pasto a recibirlo.

—Ese es mi chico —Zafiro lo acarició .

Pero yo podía ver al mío, solo un poco detrá s de él, también bajé a
recibirlo y me puse de rodillas para dejar que llegara hasta mí y me
lamiera como hacía siempre, lo abracé sonriendo y vi llegar a la que
suponía era Dalia, junto a su padre. Ambos de un café oscuro, se
acercaron a Zafiro, Dalia gruñ endo como enfurruñ ada por su tercer lugar
y Arend simplemente conforme de ir a acompañ ar a su esposa. Má s atrá s
apareció muy tranquila Abu junto a V y una loba un poco má s grande que
él, color negro, Azalea, la que me faltaba ver. Ella corrió también hacia su
mamá y pude ver a Zafiro rodeada de sus cuatro lobos, acariciá ndolos a
todos, dejá ndoles besos y diciéndole a Dalia que lo había hecho bien. V en
cambio corrió hasta su abuelo que lo recibió con caricias y mimos
mientras Abu descansaba la cabeza en él.

—Estuviste muy bien —le besé el pelaje y él gruñ ó disconforme y casi


pude escucharlo diciendo «pero no gané»—. Para mí sigues siendo el
mejor de todos —le rasqué tras la oreja y me lamió la mejilla. Amaba a
mi lobo, me lamió la marca en el cuello, ahora estaba roja, pasaría má s
tiempo hasta que se pusiera blanca pero ya estaba completamente
cicatrizada, ese fue solo un gesto de amor.

Me dediqué a acariciarlo (no lo rasqué en la panza porque no quería


avergonzarlo frente a los otros lobos), al rato apareció V, se subió a mis
piernas y se puso patas arriba, a él sí podía rascarlo así que lo hice,
aunque Arny trató de agarrarlo y sacarlo pero no lo dejé. Me quedé con
los dos lobos que estaban a mi lado y le entregué una mano y mimos a
cada uno.

323
Cuando fue momento de entrar de vuelta porque... honestamente tenía
hambre y ellos también deberían tenerla. Era la hora de almorzar. Arny
agarró su ropa con su hocico y fue al bosque para volver humano y
vestido, a V lo ayudé allí mismo a vestirse porque era pequeñ o y su
desnudez no era tan grave.

Arend y Saskia habían tomado control de la cocina para hacer el


almuerzo (mamá y má se levantaron también llamadas por el hambre).
En esa tarde me enteré de que Cris se había graduado de abogado y que
trabajaba con Arend en su firma por los derechos del medio ambiente.
Dalia quería estudiar arquitectura en Silvius y especializarse en
construcciones verdes y ecoló gicas. Su mamá , Zafiro, resultó ser doctora.

Era toda una experiencia verlos. Nos sentamos en una mesa larga con
Abu y el abuelo sentados a la cabeza de la mesa. Todos hablaban a la vez,
conversaban de una cosa y otra, se reían, disfrutaban, eran una manada,
sí, pero eran má s una familia. Y yo era parte de ellos ahora, aun si no me
convertía, lo era, porque Arny me había mordido. Como humano o como
lobo estaría entre ellos.

Por la tarde solo conversamos, má s con Dalia y Cris, de la universidad, de


las clases, del ECN. Pero ya luego de una temprana merienda no podía
má s, el viaje había sido largo y aunque había dormido en el jeep no había
sido especialmente có modo. Arny tenía solo un poco má s de energía que
yo, pero V ya se había dormido sobre un cojín en el suelo. Nos
despedimos y nos excusamos para ir a dormir. Me senté sobre la cama
sin fuerza para sacarme ni los zapatos y, Arny, mi amado Arny, se agachó
y los quitó por mí. Lo miré con mi rostro adormilado y sonriente.

—Te amo, eres mi héroe —me ayudó a quitarme la ropa con una risa
asomando en el fondo de su garganta.

—Nah, es que me gusta desnudarte —solté un resoplido de risa que


habría sido má s entusiasta, estaba tan agotado, el ECN, el viaje, conocer a

324
su familia y lo que se venía al día siguiente, realmente solo quería
dormirme.

—Te amo aun así, aunque seas pervertido —me encontré en sus brazos
no sé có mo, pero era el mejor lugar del mundo para descansar.

Cuando abrí los ojos el sol había salido hacía poco, Arny me estaba
acariciando y dejando besos para despertarme. Me sentía mucho mejor
que el día anterior, realmente había dormido bien a pesar de que no
estaba en la casa de siempre. Supongo que una de las cosas positivas de
estar enlazado con tu pareja destinada es que cualquier lugar se siente
como tu hogar si tu hermoso novio ultra guapo y fuerte está contigo.

—Vamos, ya llegó la tía Merel —reconocí el nombre de la hermana de su


abuela.

—Voy —me senté y busqué con la mirada la maleta que al final no había
desempacado el día anterior— ¿qué debería ponerme? ¿El suéter del
viernes? —o sea, era un clá sico. Arny negó y me entregó lo que parecía
una toga blanca o má s bien, una de las capas con que vestían los
profesores de Hogwarts, solo que en versió n desteñ ida.

—La reunió n con el consejo es ahora —si es que quedaba sueñ o en mí,
eso lo terminó de echar y prá cticamente salté de la cama.

—Pensé que sería en la noche —Arny asintió buscando unos pantalones


cortos en su maleta, sacó unos de jean negro demasiado grandes para él,
se los puso sin ropa interior.

—Yo también lo creía, o sea, suena ló gico, las reuniones con otros clanes
son siempre de noche, pero al parecer la reunió n con el consejo se hace
de mañ ana para que, si se aceptan, te preparen durante el día para
convertirte en la noche —o sea que la noche que había pasado podría

325
haber sido la ú ltima que viví como humano. Tampoco había estado mal,
había dormido muy bien.

Me puse la tú nica blanca no sin que me costara un poco ver có mo iba


pero finalmente me encontré con esta puesta y descalzo, al parecer así
debía ser. Miré a Arny.

—¿Por qué solo llevas ese short que te queda inmenso? —no entendía.

—Los miembros del clan que estén presentes pueden asistir a tu reunió n
con el consejo pero no pueden hablar ni a tu favor ni en tu contra, solo
ser espectadores a menos que, como excepció n, el consejo les de la
palabra. A mí puede que me pidan hablar. La condició n eso sí, es que
debemos hacerlo como lobos, así que debo ir en mi otra forma —el
recuerdo de un V como lobo humanizado me vino a la mente y entendí.
De pronto mi novio estaba cambiando, su cuerpo creció , sus piernas se
volvieron amplias y se cubrió por completo del cabello oscuro que lo
caracterizaba. Solo que ahora medía como medio metro má s y lucía
grande, inmenso y letal. Su cabeza era como dos veces la mía.

—Vaya —me tomó la mano con su mano/garra y salimos del cuarto.


Sentí los nervios removerme entero. Mi pecho palpitaba muy rá pido y
me encontré helado, pá lido. Salimos afuera y mis pies se mojaron por el
rocío de la mañ ana, caminamos hacia el bosque, me di cuenta de que
nunca olvidaría la fuerza con que Arny me sujetaba mientras me guiaba
por los á rboles hasta un pequeñ o prado circular, donde encontré un
círculo de la versió n humana de los lobos que había conocido el día
anterior... y los hombres llevaban pantalones como Arny, las mujeres
togas blancas que má s bien parecían del estilo romano, amarradas en
uno de sus hombros. Reconocí el pelaje oscuro de Saskia a la espera, en
la parte donde el círculo estaba abierto. No estaban V ni Azalea, supuse
que eran muy pequeñ os.

326
Nos acercamos al círculo, al centro estaban, Abu, Arend y una loba de
pelaje café muy parecido al de Abu que debía ser Merel. Antes de entrar
miré a Arny, o esa versió n de mi Arny, me pregunté si así se sintió Bella
mirando a la Bestia, amá ndolo aun en esa forma tan extrañ a, yo amaba a
mi lobo en todas sus formas, tal vez no me había regalado una biblioteca
pero me había dado su calor, su compañ ía, la promesa de su futuro y
amor infinito. Eso valía má s que todos los libros.

—Te amo —me dijo con una voz medio gruñ ida y yo le sonreí. Era mi
Arny de siempre.

—Y yo te amo a ti.

Entré al círculo y caminé al centro, Arny se quedó junto a su madre y


Dalia, cerrá ndolo. Abu estaba al centro, frente a mí, transformada con su
toga blanca al hombro. A la derecha tenía a Arend, a la izquierda a Merel.

—Revela tu nombre —ordenó con una voz menos grave que la de Arny
pero igual de gruñ ida.

—Jae Seaver.

—¿La sangre de quién deseas que despertemos? —tragué duro y miré


aquellos ojos amarillos que me fulminaban muy seriamente, pero a mí
los ojos ambarinos no me daban miedo, no podían, se parecían
demasiado a los de mi Arny. Así que respiré hondo para calmarme,
recordarme que aun si salía mal, lo tendría a él.

—Claude Lowell, del clan Viento Nocturno —recité sintiéndome má s


calmado.

—¿Sabes por qué pereció el clan del Viento Nocturno? —hasta ahora,
solo Abu había hablado, yo asentí.

327
—Se negaban a estar con nadie que no fuera su pareja destinada. Su líder
falleció sin encontrarla y sin elegir un sucesor. Los que quedaron se
dispersaron y el clan se disolvió .

—Tu bisabuelo fue el ú ltimo omega de su clan, se casó con tu abuela por
amor —me pregunté có mo habían conseguido esa informació n, tal vez
habían consultado a otros clanes—, no era su destinada, pero sabemos
que la quería. Sin embargo, cuando los lobos tenemos hijos con alguien
que no es nuestra imprimació n, es má s probable que nazcan humanos y
no lobos, fue lo que ocurrió en el caso de tu abuela, Paris —extrañ aba a
mi abuela, mi pecho se apretó al recordarla—, si hubiese sido nuestro
clan, habríamos despertado la sangre del bebé al poco de haber nacido,
pero tu bisabuelo carecía del conocimiento y, aunque podría haberlo
pedido a otro clan, no lo hizo ¿por qué crees que tomó esa decisió n? —
medité antes de contestar.

—Creo que porque no tenía una manada —miré a los costados, el grupo
que estaba allí—, no puedo saber realmente lo que se siente ser un lobo,
no lo he experimentado nunca, pero sé lo que se siente ser de una familia
porque ustedes me lo han enseñ ado, sobretodo Arny, V, mamá y má —
expliqué—. Creo que si los perdiera mi corazó n dolería má s de lo que
puedo expresar en palabras —me llevé una mano al pecho—. Pienso que
tal vez, Claude Lowell sentía eso por su manada y, al haberla perdido, no
quiso que mi abuela se convirtiera en una loba si no iba a poder ser
recibida en la manada que fue su familia. Prefirió que tuviese una vida
comú n, como humana —sonreí—, pero no puedo hablar por mi
bisabuelo, solo puedo especular los motivos desde mi propia
experiencia... y gracias a mi experiencia, eso es lo que creo.

—Bien —aprobó Abu, aunque tal vez no lo aprobó , era difícil saberlo con
esa voz, con su rostro de loba que, aunque tenía má s expresiones que en
su forma de lobo completa, no lograba leer. Entonces volteó a su
izquierda y Merel dio un paso adelante.

328
—Jae, saliste en televisió n hace un tiempo, nuestra raza es un secreto —
su voz era má s seca, estricta, un tono má s arriba que la de abu—, ¿có mo
planeas lidiar con esa fama?

—Mi tiempo en televisió n fue breve —expresé—, creo que a día de hoy la
gente pierde el interés fá cilmente si no les das má s de qué hablar. Hace
casi tres meses de ocurrido esto y ni siquiera cuando la noticia estaba
fresca me siguieron a Roscoe, creo que si mantengo mi discreció n se
olvidará n de mí, no tengo interés alguno de fama.

—¿Te avergü enza lo que tu padre hizo? —su voz era de reproche, mi
mandíbula se tensó .

—Me duele y odio sus acciones, porque yo fui también su víctima —mis
palabras salieron frías, podrían haberme congelado la lengua.

—Pero él lastimó a otra gente y tú eres su hijo —no había una pregunta
allí.

—No puedo cambiar de quien soy hijo, no está en mi control. Si sirve de


algo, diré que no lo considero mi padre y lo dije frente a todo el mundo.
É l es un abusador y yo fui una de sus víctimas, nada má s —no me
gustaba hablar de eso, mi padre era algo que quería dejar atrá s.

—Pero...

—Merel, Jae tiene razó n, sabemos que no ha sido criado por ese hombre
y no estamos aquí para juzgarlo por los crímenes de su padre —Merel
agachó la cabeza y dio un paso atrá s. Internamente sentí un poco de
alivio, entonces Arend dio un paso adelante luego de recibir la mirada de
su madre y líder.

—Jae, he visto de primera mano tu capacidad para tomar decisiones y


có mo planeas para el futuro. Estoy seguro de que en la forma que tengas,

329
será s un aporte para el clan. Lo que quiero saber es ¿qué planeas hacer
en un futuro? Conocemos tus planes de un bebé si te transformas en lobo
—su voz era grave, pero de los tres, era el que tenía mejor dicció n, sus
palabras sonaban menos como gruñ idos—, pero quisiera saber có mo
planeas ganarte la vida o en qué te ocupará s, si es que decidieras no
trabajar.

—Si me hubiese preguntado eso hace un añ o atrá s, hubiese dicho que


quería trabajar como bibliotecario en una biblioteca, tener un gato negro
llamado Salem y vivir una vida tranquila.

—Nos gusta cuando nuestros miembros viven vidas tranquilas, llaman


menos la atenció n —comentó Arend—, pero suena a que ese no es el
plan ya ¿qué cambió ?

—Me di cuenta de que ese sueñ o estaba muy ligado a mi deseo de


aislamiento por el miedo a compañ ía. Ya no tengo ese miedo —volteé un
momento para encontrar los ojos de Arny fijos en mí. Me volteé hacia
Arend entonces—. Y me permitió darme cuenta de que aunque sí amo los
libros y trabajar en una biblioteca es algo que puedo verme haciendo tal
vez a una edad má s avanzada, lo que realmente me apasiona son las
historias, contar historias —sonreí, me encantaba hablar de eso, ademá s
a Arny le gustaba mucho la idea—, mi alfa quiere moverse por el mundo
fotografiando la naturaleza, tomando fotos y videos para documentar los
bosques que vale la pena hacer visibles, para que el mundo los salve. Mi
deseo es dedicarme al fomento lector a su lado —expliqué—, donde sea
que vayamos, deseo acercarme a los grupos vulnerables o, simplemente,
a los niñ os má s pequeñ os, y enseñ arles el apasionante mundo de las
historias, la fantasía... enseñ arles una forma de soñ ar. Quiero ser un
cuenta cuentos internacional —y viajaría con mi amado para realizarlo.

—Suena muy noble.

330
—V me hizo darme cuenta de cuá nto me gusta entusiasmar a otros por la
literatura —creo que casi pude ver una sonrisa en el lobo.

—Ciertamente, es un mundo fascinante el de las historias y sí, parece que


su visió n cambió mucho —sonreí y ladeé un poco el rostro.

—Bueno... aú n me gusta la idea del gato —Arend soltó algo parecido a


una risa, má s como un gruñ ido con humor.

—Recomiendo que lo pienses bien, Dalia se comió un gato una vez, le


causó indigestió n —la risa/gruñ ido se extendió por todo el círculo y
quise gritar que nadie se iba a comer a Salem, pero claramente no era el
momento. Arend dio un paso atrá s. Abu volvió a dirigirse a mí.

—¿Algo que quieras agregar? —mi corazó n palpitó con fuerza.

—Estaré orgulloso si puedo ser parte de ustedes como lobo, pero aun si
no es posible, prometo que siempre cuidaré de Arny —Abu asintió .

—Gracias. Arnulf —llamó entonces y me giré a verlo— ¿qué quieres


decir a favor de tu destinado?

—Solo que lo amo y deseo aullar a la Luna a su lado —sonreí por su voz
gruñ ida, su presencia increíble.

—Muy bien. Jae, por favor sal del círculo, te llamaremos cuando la
decisió n esté tomada —me volteé para salir y pasar junto a Arny, apreté
su mano con la mía antes de quedar fuera del círculo. En cuanto salí pude
escuchar gruñ idos pero no entendía nada, dos á rboles má s allá apoyé la
espalda y si no me senté fue solo porque no quería ensuciar la tú nica tan
blanca.

Los gruñ idos continuaron mientras yo miraba al cielo que se aclaraba


má s y má s. Cuando finalmente llamaron mi nombre Arny me dejó pasar

331
al interior del círculo nuevamente, me encontré de pie frente al consejo y
la mirada muy seria de Abu.

—Jae Seaver, ya te hemos dado la bienvenida a nuestra familia, pero hoy


te recibiremos también como lobo —no puede ser—, el consejo acepta tu
solicitud. Despertaremos tu sangre licana —me giré de inmediato hacia
Arny, no sé si estaba permitido o no pero salté y me abracé de él.

Vamos a aullar a la Luna.

•••

Sigo atrasá ndome, siento que me atraso capítulo por medio. Disculpen
las demoras, sé que no es por mucho, pero como les he dicho antes, igual
me sabe mal. Este capítulo fue un poco largo y má s informativo. Espero
que lo disfrutaran. Yo terminé haciéndome un diagrama en Word de los
miembros de la familia para no perderme. Por cierto, un dato extra del
capi de hoy, todos los hijos de Arend y Zafiro tienen nombre de flores, el
nombre de Cris es Crisantemo, pero sufre del mismo mal que Arny y su
nombre no le gusta, por lo mismo, solo se presenta como Cris.

Gracias a todos por leer, comentar y estrellitosear. Gracias a los que se


suman a la historia ahora y los que estaban má s de antes o se pusieron a
la mitad. Gracias simplemente por haberle dedicado tiempo. Nos quedan
ahora 4 capítulos para completar el mes y llegar al final. Mil cariñ os a
todos ustedes.

332
28. La raíz de nuestra herencia

Palabra del día: Fantasía

Iba a convertirme en lobo, correría con Arny como había soñ ado, cuando
nuestros hijos salieran al bosque lo haríamos todos juntos. Besé la
mejilla de mi lobo que me mantenía cargado, lamió el costado de mi cara
y me aferré con fuerza a su cuello.

—Vamos, vamos, anunciemos a los que nos esperan en casa —Arend


pasó a palmear el hombro de Arny y él en lugar de bajarme al suelo me
cargó con un solo brazo, en esa forma sus brazos eran gigantes y quedé
medio sentado sobre su antebrazo, me afirmé de sus hombros mientras
el círculo se deshacía. Busqué con mis ojos a Abu.

—¿Có mo funcionará ? —no protesté para que Arny me bajara porque


sentía que en ese momento no era capaz y yo tampoco quería apartarme.
La líder me sonrió , era tan extrañ o verlos a todos de ese modo, tan «en
medio» no como lobos comunes, sino humanos lobo, que hablaban y
caminaban en dos pies.

333
—Lo hablaremos después de comer —regresamos a casa y fuera nos
esperaban Amelia, Zafiro, Frederick, V y Azalea. Nos acercamos y Arny
me bajó frente a mamá .

—¿Có mo te fue? —le sonreí y solo con eso ella ya sabía la respuesta, me
abrazó .

—Seré un lobo.

—Felicidades —V comenzó a saltar.

—¡Jae será lobo! —me reí y le acaricié el cabello.

—Ustedes, vayan a vestirse —mamá le dio unas palmaditas a Arny para


hacerlo entrar a casa y le sonrió a má —, seguro está n hambrientos.

Todos los lobos entraron a casa para cambiarse y Frederick se acercó y


me apretó el hombro con afecto.

—Estoy seguro que todo saldrá bien —era fá cil creerle cuando decía las
cosas con tanta calma. Entramos a casa y Zafiro se me acercó también.

—Felicidades —me abrazó y sonreí. Los acompañ é a poner la mesa para


comer lo que sería mitad desayuno, mitad almuerzo, pero los lobos no
funcionaban bien con hambre así que era mejor alimentarlos bien. Miré a
Zafiro, de algú n modo entendía por qué Cris era má s grande y fuerte, aun
si ella no se veía tan intimidante, era una alfa. Cris, Dalia, Azalea, eran
hijos de dos alfa, lo que explicaba un poco el tamañ o de Cris y la
presencia dominante de Dalia. Azalea seguramente también se
manifestaría como una alfa formidable. La niñ a era tranquila, me daba
una sensació n muy parecida a la de Frederick, miraba todo con mucha
atenció n y hablaba lo justo y necesario, pero se notaba era cuidadosa y
responsable porque tenía una paciencia infinita con V y lo peinaba cada

334
que podía, lo que decía bastante porque los niñ os de su edad no tenían
por qué ser pacientes.

Nuestros lobos regresaron como humanos y pude ver por primera vez a
Merel. Llevaba pantalones de tela negros y una blusa gris. Su cabello
blanco y grisá ceo por las canas estaba trenzado a un costado de su rostro
y caía largo hasta casi su cintura. Sus ojos eran café, su rostro algo
cuadrado y aunque podía ver que debía de ser má s joven que Abu, su
mirada estricta me hizo sentir que estaba frente a alguien mucho mayor.
Me acerqué para presentarme.

—Hola, sé que nos vimos ya afuera, pero quería presentarme de nuevo,


soy Jae —ella estrechó la mano que extendía y asintió una sola vez.

—Espero que entiendas que tenía que hacerte preguntas difíciles, lo que
tu padre hizo no fue algo menor —asentí, no me hacía sentir que fuera
una mala persona, solo realmente estricta.

—Lo sé, lo viví en carne propia y gracias a Arny fue solo por unos días,
me duele imaginar lo que deben haber sentido las omegas silenciadas
por tanto tiempo —apoyó su palma sobre mi pecho.

—Tu corazó n está en el lugar adecuado —y con eso fue a sentarse y yo


busqué a Arny con la mirada en espera de que tal vez me explicara un
poco sobre su tía-abuela, pero mi amado novio estaba todo distraído
peleando con V para ver quien se podía comer má s galletas de vainilla al
mismo tiempo, ambos estaban con los cachetes inflados así que solo
suspiré bajito y me acerqué con dos vasos de jugo, justo a tiempo para
cuando empezaron a toser. Les palmeé la espalda a ambos.

—Gracias —soltó luego de beber todo el contenido del vaso de una sola
vez, yo le acaricié la espalda.

—Por nada —Dalia lo miraba y se reía.

335
—Yo me habría comido má s... —estaba seguro de que Arny iba a ponerse
en plan competitivo de nuevo pero Abu habló dejando a la mesa en
silencio.

—Basta, siéntense a comer —nadie se habría atrevido a llevarle la


contraria. Arny y Dalia se hicieron caras de burla mientras yo me sentaba
entre él y V porque si se ponían juntos empezarían a pelear de nuevo,
estar entre tanto lobo creo que despertaba su competitividad má s de lo
comú n.

Estaban má s silenciosos que el día anterior. Merel se encontraba sentada


en la otra cabeza de la mesa y Abu y Frederick juntos en la de siempre,
como el día anterior. Má intentaba entablar conversació n.

—Tía ¿có mo está Milena? No he hablado con ella hace tiempo —suponía
que se trataría de una hija o nieta suya, Merel le dedicó una sonrisa
cortés a má .

—Bien, le habría gustado venir pero su viaje ya estaba programado —


Saskia notó que yo estaba prestando atenció n así que me miró para
explicar.

—Milena es mi prima, también es científica, fuimos a la universidad


juntas —o sea, una relació n parecida a la de Arny y Dalia, o eso
imaginaba—, ella se dedica a los estudios hídricos eso sí. Viaja mucho
este ú ltimo tiempo por la cantidad de sequías que ha habido, está
haciendo lo mejor que puede para ayudar —realmente cada uno de ellos
aportaba como podía al medio ambiente.

Me di cuenta que para el día siguiente ya no sería humano, que tal vez
debería estarme dejando llevar por los nervios, no probar bocado por el
nudo de mi estó mago. Pero la verdad es que no me sentía así, estaba muy
tranquilo, quizá por Arny, pero me daba la impresió n de que era porque
la decisió n ya estaba tomada y una parte de mí sentía que eso era lo

336
correcto, que esa transformació n era mi destino tanto como lo había sido
conocer a Arny y enamorarme de él. Lo má s extrañ o era seguir con la
tú nica blanca cuando todos los demá s ahora vestían normal, pero Abu no
me había dicho que me cambiara.

Faltaban quince minutos para las doce y está bamos haciendo sobremesa,
comiendo las ú ltimas cosas cuando Abu se paró y me miró fijo.

—Vamos Jae —me puse de pie para seguirla y solo entonces me fijé que
ella también llevaba una especie de toga, solo que de un azul oscuro con
pequeñ as líneas en amarillo. El comedor había quedado en total silencio,
ella se volteó antes de que saliéramos por la puerta—. No volveremos
hasta después de las doce de la noche. No entren al bosque.

Y con eso sí sentí los nervios recorrerme entero, doce horas sin tocar a
Arny era la mayor cantidad de tiempo que había pasado sin él desde que
nos habíamos enlazado. Lo miré anhelante y él me dio unos ojos que
entregaban solo seguridad. Me impresionaba lo mucho que sabía ser
fuerte cuando yo lo necesitaba. Asentí y salí con Abu. No me sorprendió
que nos adentrá ramos al bosque, mis pies seguían descalzos, pisaba la
tierra hú meda, rocas, pasto, alguna que otra rama pequeñ a, pero no era
tan incó modo, al poco tiempo me acostumbré.

—¿En qué piensas? —por supuesto que ella habló primero.

—En que es la primera vez desde que nos enlazamos que pasaré tantas
horas lejos de Arny, la otra fue hace poco, en el ECN, pero esas ocho
horas son el récord —y había tenido la certeza que de necesitarlo podía
solo cruzar un par de pasillos y encontrarlo. Abu sonrió mientras
avanzaba, ella también iba descalza, se movía por el bosque con
habilidad, totalmente en su elemento.

—Sí, estar lejos de nuestra pareja es una habilidad que solo se


perfecciona con el tiempo —ni ganas de perfeccionarla, prefería tener a

337
Arny a mi lado, aun cuando sabía que eso no era posible todo el tiempo.
Guardó silencio un momento y luego me sonrió — ¿te contó Arny que
vivimos má s que los humanos comunes?

—Sí —y empezaba a pensar que había sido un milagro porque, lo amo


mucho, pero es muy malo recordando contarme las cosas.

—¿Y que cuando mordemos a nuestra pareja esta alarga su vida para
igualarla a la nuestra?

—Sí —ella asintió conforme.

—Por eso los lobos siempre mordemos a nuestra pareja si esta es


humano, sea alfa, beta u omega, los mordemos, claro que en el caso de los
alfa y omega el lugar está designado —miró por un segundo la marca en
mi cuello—, los demá s podemos darnos el lujo de ser má s discretos —
comentó y me imaginé que eso significaba que ella había mordido a
Frederick, aun cuando este era un beta, y lo mismo podría decir Arend,
aunque su esposa fuera alfa, debían de haberles mordido—. Ese es el
primer paso de la transformació n.

—¿La mordida? —asiente.

—¿Por qué crees que nuestra pareja humana vive má s? Lo de los


hombres lobo que muerden para transformar no viene de cualquier sitio,
cuando mordemos a nuestras parejas los «infectamos» de nuestra
licantropía —cuando lo explicaba así, tenía mucho sentido—, y claro,
toman algunas características, lo bá sico es que viven tanto como
nosotros, pero algunos han logrado también ser un poco má s á giles o
mejorar su olfato —seguíamos avanzando por el bosque, no había un
camino definido, solo nos movíamos por entre los á rboles sin un rumbo
aparente, aunque confiaba en que Abu sabía hacia dó nde ir—, pero aun
así, nuestra mordida sola no los transformará en lobos, porque la nuestra

338
es una condició n heredada, para que la infecció n te transforme tiene que
haber sangre de lobo en ti, relativamente reciente.

—Pero no puedo cambiar a lobo solo con la mordida de Arny —me


parecía obvio, de ser así, ya habría estado corriendo con él por los
bosques desde su cumpleañ os.

—No, necesitas un empujó n má s, debe ayudarte el líder de la manada —


o sea ella, me preguntaba có mo—. Este es un cambio irreversible, como
una cuncuna que se transforma en mariposa, aun si le arrancan las alas,
nunca volverá a ser cuncuna, en tu caso, el lobo siempre estará contigo,
aun si luego eligieras no volver a transformarte en lobo por algú n
motivo, no dejarías de serlo, no dejará s de oler como lo hacen los lobos,
sentir como sentimos, conectar con la naturaleza como conectamos. La
habilidad de transformarte estará allí, la necesidad de aullar a la Luna
estará —me mira seria—. No es fá cil, Jae, si tu cuerpo no resiste el
cambio podrías sucumbir y una vez iniciado aun si veo que no lo está s
soportando, no podré detenerlo, sería como intentar sacar a una cuncuna
de su capullo a la mitad de su incubació n, una vez que entras, debe
llevarse el cambio hasta el final, aun si te mata.

Recordé a Arny, diciéndome que no había querido mencionarme la


posibilidad de cambiar, porque tenía miedo de perderme. Pensé en todas
las veces que había sido fuerte por mí, que había enfrentado dificultades
sin pensarlo siquiera, lanzá ndose a la vida, al peligro. Yo podía hacerlo
también, podía enfrentar el desafío, aprendería de la fuerza de mi amado.
No iba a tener miedo.

—Puedo hacerlo, lo lograré —tenía que tener confianza. Abu me miró


conforme con esas palabras, era bajita pero en ese momento me pareció
muy enorme. No habíamos dejado de caminar en ningú n momento.
Alcanzamos un á rbol inmenso entonces, increíblemente ancho y alto, era
unas diez veces má s ancho que yo y no podía ver su copa.

339
—Este á rbol es el corazó n del bosque —lo acarició con la mano y sonrió
un momento. Me miró entonces—. Parte de lo que somos tiene que ver
con la naturaleza, un poco algo fantá stico y mítico, má gico dirían algunos,
a mí me gusta creer que es el poder de la naturaleza y de mi gente ¿por
qué crees que solo puedo ayudarte yo y no un lobo solitario, sin manada?
—dudé un momento y descansé la mano sobre el gran tronco, parecía
que palpitaba. Podría haberme inventado algú n motivo, pero eso habría
sido deshonesto.

—No lo sé.

—Un lobo solitario no podría hacerlo porque no tiene la fuerza de sus


miembros. Yo los guío, es cierto, pero ellos me levantan, un líder no es
nada si su manada no está de su lado —me miró fijo—, su fuerza es la
mía, sus corazones latiendo entregan poder al mío. Gracias a ellos, mi
conexió n con nuestros poderes es la má s fuerte —de pronto sus ojos
brillaron má s amarillos de lo que nunca los había visto, se movió rá pido
contra mí. Era un ataque, mi pecho se apretó , mi pulso comenzó a correr
y sentí el miedo estremecerme, ella me acorraló contra el á rbol con una
fuerza increíble, enterró las garras de su mano derecha en mi cuello
haciéndome gritar, las enterró en mi marca, la marca de Arny, sentí la
sangre escurrir por mi piel, el calor ardiente.

No podía moverme, estaba totalmente paralizado, no podía luchar contra


su mirada aterradora, ella siempre me había parecido amable, en ese
momento daba miedo. Puso su mano izquierda sobre mi corazó n y
enterró sus garras allí, a través de la tela, contra mi piel, el rojo de mi
sangre manchó la blanca tú nica. Mis mú sculos estaban tensionados, la
sangre salía acelerada, sentía mi corazó n palpitando en mis oídos, en mi
cabeza, mis ojos distorsionaban la realidad, todo mi cuerpo ardía.

—¡Despierta! —mis rodillas cayeron, o tal vez ella me había empujado al


suelo, caí boca arriba, rígido, sus manos seguían enterrá ndose en mi,

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hundiéndose en mi carne, se puso sobre mi cuerpo, no podía parpadear,
no podía dejar de verla— ¡DESPIERTA! —y entonces la vi cambiar, y sus
manos se transformaron en garras reales, fuertes, inmensas y de pronto
el lobo que era se encontró con sus patas sobre mí, empujá ndome,
inmovilizá ndome, sus garras enterraron en mi piel tanto como antes
mientras sus fauces me enseñ aban todos sus colmillos, parecía odiarme.
Y entonces el gruñ ido má s fuerte que podría haber escuchado salió
desde su garganta y podía entenderlo aun de ese modo.

¡Despierta!

Y cuando su cabeza se abalanzó contra mi cuerpo, dispuesta a matarme,


entonces lo sentí. Todo mi cuerpo reaccionando. El calor quemá ndome,
el grito al fin salió de mi garganta y me removí por completo, todo mi
cuerpo convulsionó . Mi boca chillaba, mis manos arañ aban mi propia piel
y esta se caía a pedazos, se estaba derritiendo, ardía. El dolor era
demasiado grande. El mundo no existía, nada existía, solo dolor. No
dejaría de gritar nunca, nunca iba a dejar de doler, mi vida se había
vuelto una tortura eterna que no terminaría jamá s. Las uñ as se me caían,
mis pestañ as se habían quemado tanto como el cabello en mi cabeza, mi
lengua estaba seca y respirar se había vuelto imposible.

¡PARA, POR FAVOR PARA!

Me estaba despedazando. Mis huesos se estaban calcinando desde su


médula y mi boca no podía cerrarse porque sangraba, toda mi piel se
caía, se rompía. Quería morir, quería morir y acabarlo todo, si no moría
esa tortura no iba a terminar nunca.

Má tenme, por favor má tenme.

Mis ojos no veían nada, se habían secado, estaba ciego, la oscuridad


habría sido un consuelo pero incluso en mi ceguera veía solo rojo,
sangre. Iban a explotar, iba a sentir el líquido de mis globos oculares

341
reventarse y escurrir por la carne viva de mi rostro. Tenía que parar,
necesitaba que parara. No podía soportar esa tortura, era imposible.

¡JAE!

Aun con la sangre saliendo de mis oídos habría podido oírlo. Porque su
grito era má s que sonidos a la distancia, su voz vibraba en el aire, en cada
una de mis células.

No.

No voy a morir.

Aun si debía soportar mi vida en torturas no moriría. No iba a dejarlo


solo. Comencé a resistirme, resistirme al dolor de mi carne quemada, de
mis huesos rotos, de mis uñ as arrancadas, de la sangre y mi ceguera. Me
rebelé contra la sequedad de mis labios enterrando mi boca con dientes
que se caían en la tierra.

No voy a morir.

Mi nombre se repetía, una y otra vez, fuerte, claro. Tenía que llegar a él
aun si debía arrastrarme por todo el bosque dejando mis tripas en el
camino, aun si manchaba cada tramo con mi sangre.

No voy a morir.

El peso de la loba dejó mi cuerpo y comencé a arrastrarme, a ciegas,


siguiendo un instinto, mis huesos protestaban mi piel derretida... dolía a
cada pequeñ o movimiento. Pero debía seguirlo.

Debía llegar hasta Arny.

Entonces cambió . Mi cuerpo empezó a fortalecerse, mis huesos se


recuperaron, crecieron. Sentí crecer las uñ as en mis manos,

342
enterrá ndose en la tierra, mi piel se volvió gruesa, fuerte. Yo era fuerte.
Mis piernas pudieron levantarme, mis manos lograron sostenerme.
Podía oler la humedad, la sangre, mi sangre, la tierra, el bosque. Mis ojos
miraron de nuevo.

El bosque estaba vivo.

Aun en la oscuridad de la noche, podía verlo con claridad, los colores, los
movimientos, la luz de las estrellas, la Luna brillando en el manto
nocturno. Mis oídos lo escuchaban todo, hasta el ú ltimo movimiento de
las hojas que temblaban por el viento. Y escuchaba a Arny. Dentro de mí,
vibrando, llamá ndome, necesitá ndome.

Eché a correr sin pensarlo, sin mirar atrá s, no necesitaba una guía,
conocía el camino, mis manos y pies apenas tocaban el suelo, mis ojos
miraron hacia arriba y la Luna reclamó un aullido desde el fondo de mi
garganta que estremeció hasta lo má s hondo del bosque.

Arny, Arny, Arny.

Tenía que alcanzarlo. Podía sentirlo, cada vez má s cerca. Mi Arny, mi alfa.
El bosque no podía contra mí, los á rboles no iban a detenerme, los
aromas no iban a confundirme. Corrí sintiendo la fuerza de mi pulso
palpitando en el pecho, con potencia, con rabia. Pude verlo, el final del
bosque, la línea donde estaba la casa.

Arny.

Mi lobo. Esperá ndome.

Inmenso, imponente, dominante, nunca entendí su fuerza hasta ese


momento. Salté hasta él, hundí mis fauces en su cuello, mi nariz lo olía, lo
reclamaba mientras él respiraba de mí, lamía mi pelaje, ardía, empujaba
su cuerpo contra el mío, llená ndome de su aroma, marcá ndome. Lamió

343
entre mis ojos, luego mi mejilla, el calor de su lengua era increíble. Sus
ojos me miraron con anhelo y devoció n.

«Está s bien».

Podía entenderlo, aun si no gruñ ía, aun si no decía nada, podía entender
lo que me decía.

«Estoy contigo».

Respondí, sentí su gruñ ido contra mi piel, la vibració n de su garganta. Me


apegué a su cuerpo, no quería volver a separarme nunca. Nunca má s.
Escuché los pasos que me seguían, que venían del bosque, acercá ndose,
me giré y me puse frente a Arny, mis patas delanteras firmes, mis fauces
abiertas dispuesto a defenderlo de quien fuera, incluso de ella. Había
tratado de matarme.

Pero no pude soltar ni un gruñ ido. Lo entendí entonces de una forma que
nunca había hecho como humano. Aquella presencia que había sentido
antes no era nada comparado con lo que veía ahora. Ella era fortaleza en
sí misma, ella era el bosque, el centro, la familia entera. Ella era la líder,
mi líder. Nada podía oponerse a ella. Era guardia y verdugo. Se acercó a
mí, el miedo de su ataque aú n estaba fresco. Pero no había intenció n de
hacer dañ o, podía respirarlo. Su mirada enfrentó la mía y pude
entenderla, pude ver muy claro una sonrisa en su semblante.

«Bien hecho».

Su rostro se acercó , su mejilla se frotó contra la mía y su calidez me dio la


bienvenida mientras entraba a la casa. Lo entendí entonces.

Soy un lobo.

344
Había funcionado. Había cambiado. No había muerto. Arny me había
traído de vuelta. Busqué olerlo má s, su aroma era muy intenso de este
modo.

—Quiero ver, déjenme ver —me sorprendió escucharlo, la voz de V, sus


pequeñ os pasos acercá ndose a la puerta, lo oí antes de que llegara
siquiera.

—V, déjalo un momento a solas con... —pero V ya había salido y la voz de


má no logró detenerlo— Arny.

Lucían diferentes. Podía verlos má s claro, su aroma me picaba en las


narices y cuando mamá apareció tras ellos... fue la primera humana que
vi. Era distinta, lo notaba en su olor, en el calor que emanaba, mucho má s
suave que el de má y V.

—¡Jae sí cambiaste! —me abrazó por el cuello y pude olerlo, su olor era
realmente distinto, fuerte, pero inocente. Mamá se acercó también y ella
me acarició , sus manos se sentían algo frías, pero agradables en mi
pelaje.

—Eres un lobo hermoso, Jae, muy hermoso —froté mi cabeza contra su


mano. No tenía idea de có mo lucía, aú n no sentía que hubiese recuperado
mi consciencia o mis sentidos, todo era demasiado intenso.

—Arny, llévalo a su cuarto. Ayú dalo a cambiar... —má hablaba má s grave


de lo que recordaba.

—Pero quiero jugar con Jae —má tomó a V en sus brazos.

—No por hoy, tesoro, es mucho para él, acaba de cambiar, necesita
descansar —má nos miró —. Arny, llévalo arriba.

345
Y con eso mi alfa empujó su hocico contra mi cuello y me llamó a
seguirlo.

«Ven».

No había forma de que yo me negara. Lo seguí al interior de la casa que


ya conocía pero que ahora me parecía tan diferente, má s cá lida, má s
repleta de olores que me distraían. Pero me enfoqué en mi lobo, mi
amado. Lo seguí escaleras arriba, antes no había notado que las escaleras
tenían una pequeñ a línea de goma en el borde de los peldañ os de
madera. Para no resbalar, pensé. Entramos a nuestra habitació n, bañ ada
de su aroma y el mío. Arny se transformó a humano. Lo vi tal como era,
hermoso, increíble, me acerqué a lamer su mano.

—Tenía miedo de que no volvieras, pero luego decidí solo creer... creer
que llegarías —me abrazó así, desnudo como estaba. Encendió la luz y
me señ aló el espejo de pie que había en la puerta del closet—. Mírate.

Me acerqué al cristal sorprendido de que aquel reflejo se moviera


conmigo. El animal allí parecía una fantasía. En el espejo había un lobo,
má s delgado de lo que habría sido Arny o Saskia, pelaje distinto a todos
los que había visto, era café, sí, pero un café má s profundo, parecía tener
destellos rojizos, como si el pelaje ardiera, un color má s cercano al fuego.
Y los ojos que me miraban eran celestes, un celeste claro, parecido a la
plata. Me giré hacia Arny. No lucía muy fuerte, pero las proporciones
estaban bien, las orejas y la nariz eran del tamañ o justo.

«¿De verdad soy yo?»

—Claro que eres tú —se sentó en el suelo y me abrazó , como yo había


hecho con él tantas veces en su forma de lobo—. Ven, siéntate —me
senté en mi trasero, entre sus piernas, él abrazó mi cuerpo y miramos
ambos el espejo—. Quiero que te relajes y recuerdes tu cuerpo —inhalé
el aire que contenía su aroma y traté de seguir sus instrucciones—,

346
piensa en tu piel clara y suave... en tu rostro hermoso, en tus piernas
largas... tu trasero tan suave pero firme que cuando lo aprietas...

Le gruñ í.

¿Quería ayudarme o excitarme?

—Perdó n —pude ver la sonrisa en su reflejo—. Piensa en tus piernas, en


tus brazos, en los dedos de tus manos, recuerda có mo se sentía cuando
tus pies tocaban el suelo —cerré los ojos intentando recordar, había
tanto en el aire, tanto en el ambiente capaz de distraerme, pero me
esforcé. Mis manos pequeñ as, mis piernas delgadas, mi piel lisa. Me era
má s fá cil si recordaba có mo se sentía cuando abrazaba a Arny, el
contraste contra su piel cá lida, la suavidad cuando nos tocá bamos. Mi
pulso palpitando suave cuando respiraba contra mí.

Sentí mi cuerpo encogerse. El cabello que me cubría desapareció y


cuando abrí los ojos me encontré desnudo, entre los brazos de Arny,
frente al espejo. El miedo de la transformació n me atacó por un segundo
y miré mi pecho, mi cuello... pero no había ninguna marca allí, no estaban
las garras que se habían hundido, mi piel seguía limpia, sin herida
alguna, mi mordida estaba cerrada.

—Jae —giré para verlo. Me miró con los ojos brillantes, podía olerlo
mucho, aun cuando no estaba como lobo. Tomó mi rostro entre sus
manos y yo metí mis dedos en su cabello, sorprendido de que tenían
uñ as, de que la piel no se me había caído.

—Arny —me abrazó con fuerza y me aferré a su cuerpo. Creo que él lo


sabía... sabía que casi había muerto. Respiré de mi alfa, besé sus labios
despacio, temblando no de frío sino de desesperació n.

—Está s bien, está s bien —me lo decía para que lo creyera. Acarició mi
espalda y me levantó del suelo para llevarme hasta la cama, abrió las

347
sá banas con una sola mano y se metió entre ellas conmigo, abrazá ndome,
recostá ndome a mí sobre su cuerpo entero. Me dejé llevar por él.

—Te amo —acarició mi cabello, mis manos se arrastraron debajo de sus


hombros para poder abrazar su espalda—. Tú me trajiste de vuelta.

—No, Jae, fue tu amor por mí, tu fuerza... este es tu logro, no mío —alcé la
cabeza, apoyé mi barbilla en su pecho para poder mirarlo—. Tú fuiste el
fuerte, el valiente, tú me amaste lo suficiente para lograrlo. Si no lo
hubieses hecho, no estarías aquí. No te traje de vuelta, no fue mi
esfuerzo, tú regresaste —mi corazó n se aceleró y sonreí... él siempre me
haría sonreír.

—Fuimos los dos —porque yo no podría amarlo tanto si él no fuera tan


increíble, destino o no destino. Me besó , despacio, suave, sus labios
acariciaron los míos con mucha ternura y delicadeza, busqué su lengua,
la acaricié, frotá ndola despacio.

Me aferró con fuerza, podía sentir que no iba a dejarme nunca. Me di


cuenta, recién entonces, que mi cuerpo estaba tibio, no por Arny (un
poco por Arny) pero por mí mismo.

—No tengo frío —me aparté de sus labios para comentarlo y él soltó un
resoplido de risa y besó mi frente.

—¿Vas a decirme que ahora no me necesitas? —me reí y negué.

—Jamá s, siempre voy a necesitarte, eres mi sol, calentito, agradable —


besé su mejilla mientras mis piernas se enredaban en las suyas. Y
entonces guardamos silencio, me dejé mecer por su respiració n, aú n sin
la intenció n de dormir. Su mano se movía suavemente por mi espalda, de
arriba abajo, como contando las vértebras de mi columna con sus dedos.

—¿Dolió ?

348
—Mucho —no iba a empezar a mentirle ahora. Entendía por qué solo lo
hacían si era el destinado de alguien quien tenía la sangre de lobo, para
que su pareja pudiera llamarlo de vuelta, no veía có mo alguien podría no
elegir la muerte si no tenía un ancla que lo llamara de regreso. Deslicé mi
nariz por su pecho, dejé un beso en uno de los huesos sobresalientes de
su clavícula—. ¿Có mo pueden hacerle eso a bebés? —se suponía que su
clan, si un bebé nacía sin ser lobo, llamaban su sangre, como conmigo,
imagino que usaban la conexió n con sus padres para que regresara, pero
no veía có mo.

—No estoy muy seguro de lo que ocurre, solo sé que duele, pero he
escuchado que con los bebés es má s fá cil, la fuerza de la naturaleza no es
tan dura con ellos, no los pone a prueba como con adultos y, como está n
recién formá ndose, aú n creciendo... el cambio es mucho má s fá cil y
rá pido —aun así. Aun si no fueran a recordarlo, no me imaginaba
haciendo a mis hijos pasar por aquello. Claro que ahora eso no ocurriría,
nuestros hijos serían lobos, cuando mi siguiente celo llegara, Arny iba a
llenar mi vientre y tendríamos un cachorro o cachorra juntos.

—¿Fue muy difícil la discusió n sobre aceptarme o no? —no sabía si el


tiempo que habían tardado era normal.

—Tía Merel era la que estaba má s opuesta, tenían que aceptar los tres o
rechazar los tres, debía ser uná nime, así que fue un ir y venir de
argumentos hasta que ella también aceptó —recordé lo dura que había
sido conmigo, pero luego cuando hablamos en el comedor, aunque fue
breve, no me había parecido malintencionada.

—¿Por qué? —me removí para subir de su pecho y poder descansar la


mejilla en su hombro.

—Porque Abu es algo má s liberal con las reglas, la tía Merel es má s


estricta con ellas y con las tradiciones. Segú n me cuenta má , antes no era

349
tanto pero desde lo de la tía Vera, se puso má s exigente con todo —
levanté la cabeza para verlo.

—¿Quién es la tía Vera? No te había escuchado mencionarla... —¿sería


una de las hijas de Merel?

—La hermana mayor de má —en serio que Arny necesitaba contarme


estas cosas antes—, son tres hijos, Arend el mayor, luego viene la tía
Vera y al final má .

—¿Y por qué nunca había escuchado de ella? —era raro porque en
general hablaban mucho de ellos como familia.

—Porque está alejada del clan, no está fuera pero sí alejada. Má me


cuenta que la tía Merel piensa que tendrían que haberla echado y como
Abu se negó , pues eso es lo que creó algo de roce entre ellas y, desde
entonces, cuando hay que tomar decisiones para el clan, la tía Merel se
pone mucho má s estricta con las reglas, le preocupa la seguridad del clan
y eso —apreté los labios.

—¿Por qué creía que deberían haberla echado?

—Porque no quiso tener hijos —mi boca se abrió en un pequeñ o «oh».

—¿Es que no encontró a...? —Arny negó .

—No es eso, igual es lo que a tía Merel le molesta, que la tía Vera
encontró a su destinado, Stephan, y decidió no tener descendencia —
recordaba nuestra primera conversació n al respecto. Cuando me había
dicho lo importante que era para ellos, que era una regla.

—Y Abu no quiso echarla por eso —era su hija, después de todo.

350
—Es que es una regla antigua que está puesta en el clan, para asegurar
que no muera y no se ha quitado, y la seguimos porque es importante.
Por mi parte yo siempre quise tener hijos. Pero la tía Vera era distinta, no
quería, Abu no veía nada de malo en eso. Es decir, está n el tío Arend, mi
mamá , la tía Melanie, los otros hijos de tía Merel que sí querían hijos, no
es como si el clan peligrara realmente con desaparecer... no la íbamos a
echar por eso —asentí—, pero la tía Merel decía que había que seguir las
reglas, que no era solo para que el clan no desapareciera sino para que el
clan fuera má s fuerte.

—¿Má s fuerte? —su mano subió y comenzó a acariciar mi cabello, se


sentía muy bien y ahora que ambos teníamos temperatura má s alta,
abrazarnos era un cú mulo de calidez demasiado agradable.

—Sí, porque los clanes má s grandes son los que son má s fuertes, porque
el o la líder encuentran su fuerza de sus miembros. Mientras má s
numeroso el clan, má s fuerte —recordaba el libro de clanes, había visto
unos que continuaban por pá ginas y pá ginas, muchas ramificaciones—.
El nuestro siempre ha sido un clan relativamente pequeñ o, a pesar de
que es de los originales y má s antiguos.

—Suena a que hay má s que contarme... —me levanté un poco má s,


apoyando las manos en la cama, sabía que debía tener sueñ o, que
debería estar muy cansado, que las caricias en mi cabello eran un intento
de hacerme dormir, pero tal vez por la adrenalina del día estaba
demasiado despierto.

—Vale, te cuento —se sentó y me dejó sentarme sobre sus piernas, de


lado, cubiertos por la sá bana, podía mirarlo y encontrar sus ojos que se
preparaban para contar una historia—. Viste los á rboles genealó gicos así
que sabes que los clanes se forman de muchas familias, en este momento,
nuestro clan tiene dos familias principales, de los hijos de Abu y de tía

351
Merel, y estos tienen sus pequeñ as familias, pero todos somos parte del
mismo clan ¿me sigues?

—Te sigo.

—Con tantos añ os existiendo el clan debería ser muchísimo má s grande,


pero nuestro clan suele perder miembros —lo miré con curiosidad.

—¿Por qué? —apretó los labios.

—Mejor empiezo desde el principio... —me reí.

—Suena a un buen lugar, sí —me picó el costado con el dedo,


haciéndome saltar.

—Cuenta la leyenda, algunos clanes dicen que es falso, que es pura


fantasía, pero se supone que la leyenda dice que el inicio de nosotros,
ocurrió hace cientos de añ os. Un dios lobo, guardiá n de la naturaleza, se
enamoró de una humana, una mujer de belleza sin igual que solía
recolectar plantas en el bosque —sonaba como una de las novelas que
me gustaba leer—. Se enamoraron y ella dio a luz a cuatro hijos. Tres
niñ os y una niñ a, todos fuertes e impresionantes y capaces de cambiar
entre lobo y humano, los primeros en su especie —me tenía muy
atrapado, puede que yo quisiera ser cuentacuentos, pero él también
relataba muy bien. O tal vez era que lo amaba mucho y me interesaba
todo lo que decía, pero no, seguro era lo primero—. Los hermanos
crecieron peleando, jugando, haciendo lo típico que hacen los hermanos,
pero cuando llegaron a la edad adulta cada uno tenía sus propias parejas,
familia e hijos y seguían a su madre y padre. A su madre como humanos,
a su padre como lobos. Perlo la vida de su madre se agotaba y cuando
ella falleció , el dios lobo decidió que se iría para siempre de este mundo,
para seguir su alma y permanecer juntos. Ya que un lobo solo puede
existir con una ú nica pareja en vida o muerte —busqué su mano y
entrelacé nuestros dedos. É l movió su pulgar en mi espalda—. Les dijo a

352
sus hijos que debían cuidar de la tierra, que quedaban a cargo para
liderar en comunió n y proteger todo lo que era precioso de este mundo.

—Pero las cosas no funcionaron —era lo que siempre pasaba en las


historias. Arny asintió .

—Exacto. Los hermanos tenían diferentes formas de ver las cosas y


chocaban demasiado. Así que decidieron dejar de ser un solo clan y
separarse en cuatro clanes diferentes. Guardia de la Montañ a, Guardia
del Océano, Guardia del desierto y Guardia del Bosque.

—Oh, nuestro clan —asintió .

—¿Te había dicho el nombre? —preguntó achicando los ojos.

—No, nunca me cuentas nada —se rió sin tomarme en serio.

—Es que se me olvida, deja que sigo —me callé mis protestas para
dejarlo continuar—. La ú nica hermana se convirtió en la líder de Guardia
del Bosque. En el fondo, los clanes representan los cuatro elementos,
Viento, agua, fuego y tierra. Y se dice que estos cuatro clanes son los
originales y má s antiguos de todos los que hay —me entraban dudas.

—Pero si se supone que estos son los clanes originales ¿de dó nde
salieron los otros? —me besó los labios.

—Buena pregunta —sonreí—, los otros clanes vienen (se supone) de


estos mismos clanes. Dime, si Dalia y yo no nos llevá ramos mal, pero yo
no la considerara apta para ser la líder, y Dalia se convirtiera finalmente
en la líder del clan, y yo decidiera que no quiero estar bajo su liderazgo
¿qué crees que pasaría? —apreté los labios.

—Pues... ¿tendrías que desafiarla?

353
—Lo hacen en otros clanes, no es nuestra costumbre... —achiqué los ojos
—. Irme, Jae, siempre está la opció n de marcharse. Tendría que irme
contigo y nuestros cachorros. Si me marché en buenos términos,
formaría mi propio clan, con un nuevo nombre y nos convertiríamos en
un clan casi hermano a este, en buenas relaciones, pero clan aparte.

—Y así se supone que surgieron los otros clanes —asintió .

—Sí, algunos porque durante los añ os desafiaron a su líder, perdieron y


tuvieron que marcharse y formaron su propio clan, otros porque lo
hicieron por voluntad propia... desacuerdos, cosas por el estilo —me
mira—, tu bisabuelo era del clan Viento nocturno, esta historia nos haría
creer que probablemente sus antepasados pertenecieron al clan Guardia
de la montañ a, antes de que se marcharan y fundaran el propio —sonaba
muy interesante.

—¿Y por qué somos un clan «relativamente pequeñ o» si somos uno tan
antiguo? —repetí su expresió n y él me miró .

—Porque solemos tener líderes femeninas —abrí la boca sorprendido—.


No me pone muy orgulloso, pero los lobos le damos mucha importancia a
lo de la fuerza ¿sabes? Y las mujeres lobo por una cosa física no suelen
ser tan fuertes como los hombres lobo. En nuestro clan pues... no le
damos tanta importancia, hay cosas mucho má s importantes, la vocació n
para liderar, la preocupació n por la manada, la sabiduría —explica—,
pero a lo largo de la historia, pues... tú sabes como es la cosa con las
mujeres, las discriminan como a los omegas masculinos. A lo largo de la
historia, con las mentalidades de ciertas épocas, nuestro clan perdió
miembros que no querían estar en un clan liderados por una mujer,
consideraban que no sería un clan lo suficientemente fuerte —eso daba
bastante rabia, siendo honesto—. Pero aun así, nuestro clan ha
prevalecido por generaciones y generaciones, hemos tenido líderes
hombre, pero no por algo como su poder físico sino porque eran los má s

354
indicados. Sin embargo, por nuestra historia, sí preferimos seguir la
tradició n y tener líderes femeninas.

—Ya veo...

—Y por eso tía Merel considera imperativo lo de los hijos, porque somos
un clan má s pequeñ o que los otros en familia, la mayoría no tiene solo
dos principales sino má s. Tienen tres o cuatro familias principales, o
tienen muchas familias pequeñ as —qué increíble sonaba todo—. En el
pasado, que nuestros miembros tuviesen hijos era una regla só lida,
porque así asegurá bamos que el clan no muriera o se desintegrara por
los miembros que perdíamos, pero a día de hoy... o sea, no es como antes
¿sabes? Muchos en otros clanes aú n piensan así, pero en nuestro clan no,
no es como si el tío Arend o V o yo fuéramos a marcharnos un día porque
Dalia se convierta en la líder. No es así. De todos modos, a la tía Merel le
preocupa y consideró un riesgo y una traició n hacia el bienestar y la
seguridad del clan, permitir que la tía Vera no tuviera hijos. Pero Abu
cree que esos tiempos han pasado, cree que creceremos má s como clan y
seguiremos siendo pró speros con o sin la regla —hizo una pausa y
acercó su rostro al mío, abriendo mucho los ojos—. Y esa es la historia.

—Es una gran historia, debiste contá rmela antes —le dejé un beso en los
labios.

—Se me olvidó .

—Se me olvidó —repetí poniendo los ojos en blanco—, amor, eres un


despistado —le acaricié el cabello—. Supongo que entiendo el miedo de
Merel, pero también a Vera.

—Sí, es difícil de todos modos para ella, no está fuera del clan, pero sabe
que creó conflicto entre Abu y su hermana, así que no vuelve mucho.
Ademá s má la apoya bastante pero el tío Arend... —movió sus labios a un
costado, pensando—, no es que la rechace, pero sí le hubiese gustado que

355
tuviese hijos. No la hubiera echado por no tenerlos, pero no aprueba del
todo su decisió n, aunque no se lo enrostraría ni nada, al final es cosa de
ella.

—Claro...

—En parte creo que es porque al tío Arend le gustan mucho los niñ os y
quería má s sobrinos —me reí.

—¿Es en serio? —asintió .

—Ahora mismo tiene muchísima envidia de que má va a ser abuela


primero que él, o sea, él tiene al mayor de los primos, Cris debería haber
sido el primero en tener bebés y aunque yo te encontré pronto, somos
jó venes, sería lo normal que esperá ramos un tiempo, pero como los
tendremos ahora por lo de tu transformació n —me besó lamiendo mi
labio superior—, pues seremos los primeros y él quería ser abuelo
primero. Aunque, claro, igual hará de abuelo para nuestra cría.

—Vaya... —tal vez por eso Cris había dicho que yo era el omega perfecto,
porque quería tener hijos pronto, él estaba cada vez má s cerca de su
fecha límite.

—Y ahora sí, a dormir —besó la marca en mi cuello—, fue un día muy


intenso, mi vida, debes descansar —le besé los labios.

—Te amo —se recostó de nuevo arrastrá ndome otra vez sobre su
cuerpo, haciéndome descansar sobre él.

—Yo también, buenas noches —me palmeó la cabeza, bostezó


pegá ndome el bostezo a mí.

Finalmente pude dormir.

356
Al día siguiente me desperté como lobo sobre Arny. Había cambiado
durante la noche. É l me ayudó a cambiar de vuelta y ese día pude correr
y andar como lobo con el resto de la manada. Se sentía distinto, ir en el
bosque con ellos, podía identificar la fuerza de Cris, la agilidad de Dalia,
la diversió n y curiosidad de V. Me fui adaptando poco a poco, Abu
ayudaba mucho. La tía Merel se marchó a los dos días de haber llegado,
pero nosotros nos quedaríamos má s. Después de una semana, mamá y
má regresaron a Roscoe, pero dejaron a V con nosotros para que pasara
un tiempo con sus abuelos. Iban a tomarse unas semanas para recolectar
las muestras que faltaban para su investigació n y pensaban iniciar la
siguiente en Silvius, puesto que nosotros nos quedaríamos por aquí, si
los resultados del ECN iban bien, permanentemente. Y querían estar
cerca para cuando su primer nieto o nieta naciera.

Fue bueno que ellas volvieran a Roscoe, porque así pudieron enviarnos
nuestra ropa y cosas antes de la llegada de mi celo. Sabía que necesitaría
toda la ropa posible de Arny para hacer mi nido y él no había traído
mucha. Pasaríamos mi celo en una cabañ a que tenían en el bosque,
alejada de la casa, para estas ocasiones. Ya la estaban llenando de
provisiones. En cuanto llegaron nuestras cosas yo me apuré a llevar la
ropa de Arny allí, faltaba muy poco para el día y quería estar listo.

Ahora que era un lobo y desde que había dejado de usar supresores era
mucho má s sensible a los cambios en mi cuerpo y podía sentirlo: mi celo
estaba cerca.

•••

Hasta ahora, este es el capítulo má s largo de toda la historia. Hoy me


atrasé porque terminé el capítulo casi una hora antes de las doce (hora
de mi país) pero tardé una hora en revisarlo completo. Espero que lo
disfrutaran mucho, me gustó en serio escribir la transformació n, la
historia de los lobos y los clanes. Imagino que tal vez a algunos les

357
aburrió (?), pero yo de verdad me entretuve en ello. Y en los tres capis
que nos quedan veremos má s pareja.

Gracias a todos por leer, comentar y estrellitosear. No sé si se dieron


cuenta pero ¡Hoy entramos al top 100 en el ranking «Original»! No pensé
que sería posible, estamos en el nú mero 92. Muchísimas gracias porque
no sería posible sin todo el apoyo que me han dado. Espero que todos
tengan siempre un ancla que los traiga de vuelta en los momentos
oscuros, un Arny para su Jae interno. Mil cariñ os para ustedes <3

358
29. No llego tarde, genero expectativa

Nota: este capítulo contiene +18, la hermana menor de la autora ya sabe


lo que debe hacer.

Palabra del día: Bebé

—Siempre te quejas y pides que me vista, ahora no me está s dejando


nada de ropa que ponerme —si hubiese sonado aunque sea lo mínimo de
enojado le habría devuelto su camiseta, pero parecía divertido, ni ganas
de regresarla, a él le gustaba andar sin ropa, esta camiseta era mía. La
llevé contra mi nariz y boca, respiré hondo.

Huele tan bien.

Dejé la ú ltima prenda que Arny iba a ponerse en el bulto de ropa que
había apilado sobre las sá banas de la cama.

—Amor... en serio, necesito aunque sea unos pantalones cortos —lo


miré, llevaba solo unos bó xers verde oscuro. Me volteé y envolví toda la

359
ropa con las sá banas formando un saco con ellas y me lo cargué al
hombro.

—No.

—¿No? —volteé a mirarlo, parecía entre sorprendido, divertido y un


poco escandalizado (solo un poco).

—No.

Bajé las escaleras rá pidamente con mi saco de la ú ltima ropa que había
recolectado y escuché sus pasos seguirme.

—¿Quieres que te ayude a llevar eso?

—No.

—Algunos omegas se ponen caprichosos en su celo —escuché que le


decía Dalia y no me volteé a gruñ irle nada má s porque tenía cosas má s
importantes que hacer.

Lo de ser lobo era ú til cuando tenías que correr bosque adentro, incluso
como persona era má s fá cil que antes, mi cuerpo era má s fuerte y
resistente. De todos modos terminé transformá ndome a mi forma
humanizada de lobo, no lo pude controlar. Mi camiseta y pantalones se
rompieron. Lo bueno es que no llevaba zapatillas porque con las
transformaciones simplemente había dejado de usarlas. Me importaba
poco la ropa que había roto ¿quién la necesitaba? Ya tenía toda la ropa de
mi alfa, no tenía por qué volver a la casa principal. Llegué a la cabañ a,
estaba entre unos á rboles, cubierta por vegetació n y tenía solo unas
ventanas pequeñ as en la cocina y bañ o. Abrí la ú nica puerta que entraba
directo a la cocina, donde había un refrigerador, muebles con algunos
utensilios, una mesa pequeñ a y redonda con dos sillas. Pasé de largo
hasta el cuarto y cerré la puerta tras de mí.

360
La habitació n era pequeñ a. Solo había una cama grande, matrimonial con
una fuerte estructura de metal. No había muebles, ni ventanas. Solo la
cama en medio y tres puertas. Una que daba al bañ o, la de la cocina y una
que llevaba a un pequeñ o walking closet que nadie tenía intenció n de
usar. Era perfecta. Encendí la luz. Me encantaba, era pequeñ a, cerrada, el
aroma de Arny iba a condensarse allí dentro, no iba a escaparse a ningú n
lado. Me concentré para volver a mi forma humana, probablemente me
habría molestado mi propia desnudez, pero en ese mismo instante era lo
de menos. Al fin tenía todo lo que había querido para mi nido. La noche
anterior apenas había podido dormir de la angustia, necesitaba que mi
nido estuviera listo ¡Era importante!

Comencé por las paredes primero doblé los pantalones cortos y largos de
Arny para que funcionaran como ladrillos. Los apilé y amarré usando las
camisetas, creando paredes, cubrí el suelo de mi pequeñ o «iglú » con un
par de camisetas má s y el techo lo creé extendiendo la sá bana en la que
habíamos dormido sobre las paredes. Luego, la ú ltima camiseta que Arny
había usado la puse a un cojín y con eso entré dentro de mi nido y me
maravillé con su aroma. Me abracé a la almohada y me acurruqué allí
dentro. Se sentía increíble, en especial porque estaba bien hecho.

Porque si iba a hacer un nido lo haría bien, nada de solo desparramar la


ropa y ya. El aire en el interior era increíble, podía respirar a mi alfa,
pero de todos modos me abracé a la almohada con su camiseta. Estaba
muchísimo má s có modo y seguro allí dentro, al fin podría dormir lo que
no había logrado la noche anterior. Inhalé profundo y me permití
relajarme, allí era perfecto, envuelto, rodeado por completo de ese
aroma a fuerza y seguridad. Me dormí no sé por cuá nto tiempo, la
carencia de ventanas ayudaba a perder la noció n del pasar de las horas,
pero terminé despertá ndome cuando comencé a sentir que el calor de mi
cuerpo aumentaba y que alguien entraba a la cabañ a. Supe que era Arny
de inmediato. Entró a la habitació n y escuché un resoplido de risa.

361
—Solo mi Jae podría hacer algo así —susurró por lo bajo pero lo oí—,
amor ¿puedo entrar? —abracé mi almohada.

—Pero no lo destroces —era pequeñ o para los dos, así que asomó su
cabeza levantando la sá bana que cubría la «puerta» de mi pequeñ o iglú .

—Te quedó muy bien —sus ojos brillaban, seguía solo en bó xers—.
Hueles exquisito.

—Está por llegar, no te vayas —mi voz salió brusca, no era una petició n,
era una orden. Acercó su rostro al mío, yo estrujé má s la almohada que
estaba sujetando.

—No me atrevería —me besó y yo abrí la boca de inmediato para


morder su labio, lo chupe y cuando su lengua salió quise apoderarme de
ella. Comencé a tentarla con la mía para que entrara en mi boca y
entonces cerré los labios para atraparla y no dejarla ir, chupá ndola
desesperado queriendo comerme todo su sabor. Solté la almohada para
abrazar su espalda y adentrarlo má s en mi nido. Sus manos se
enterraron en mis caderas. Se apartó a la fuerza de mi boca, jadeando,
buscando aire. Fruncí el ceñ o y gruñ í.

—Mío.

No tenía derecho de apartarse, todo él era mío. Me pertenecía solo a mí,


su lengua, su cuerpo, su aire.

—Joder, Jae... —sonreía—, está s tan... —su aroma ardió en mi nariz, sus
feromonas liberá ndose en respuesta, el calor de su entrepierna
aumentando. Comencé a respirar audiblemente, quería consumir todas
las partículas de aire que salían de él, no se las entregaría a nadie.

Mi celo no fue una sorpresa, lo sentí nacer desde el fondo de mi vientre,


extenderse por todo mi cuerpo en un pá lpito esperado. Mis feromonas se

362
liberaron, el calor se volvió abrazador y mi necesidad de él totalmente
incontenible y real. Mi entrada palpitaba, hú meda, ardiente. Lo quería, lo
necesitaba.

—Arny —sus ojos se volvieron negros de deseo y mi sonrisa se volvió


amplia y depredadora, me relamí los labios. Lo sentía, podía verlo,
creciendo, perdiendo la razó n, dejá ndose llevar. Lo quería enloquecido,
lo quería desquiciado de deseo, quería el Arny que nadie había visto, el
alfa que por el resto de la vida solo me pertenecería a mí. Quería su
violencia, su animal, puro instinto.

—Tú eres mío —me calenté con su voz rasposa. Sus manos grandes se
apoderaron de mis nalgas y las abrieron sin compasió n alguna. Chillé de
gusto mientras me jalaba hasta sus caderas, se arrancó el bó xer
destrozá ndolo. Su pene estaba duro, venoso, caliente, podía sentir su
calor aun cuando todavía no me tocaba. Mi entrada se abría y cerraba de
las ganas de recibirlo, mis paredes internas se arremetían en pequeñ os
espasmos buscando estimular al miembro que aú n no la profanaba,
soltando lubricació n que resbalaba por mis muslos. Gemí desesperado.
Lo necesitaba dentro, su falo era mío, su semilla era mía, solo mía.

Puso su pene contra mi entrada y no me dio tiempo ni de respirar, sujetó


mis caderas y se empujó con fuerza y sin consideració n alguna, tal fuerza
que las paredes de mi nido cayeron algunas al costado de la cama, al
suelo, otras sobre la cama misma. Su estocada me sacudió entero. Estaba
lleno, su pene me había abierto las entrañ as, palpitaba dentro de mí y
todo mi interior se sacudía de dolor y gusto. Estiré las piernas y las
levanté para cerrarlas en su espalda. Con la lengua afuera sacudió la mía
desesperado, nos enredamos hambrientos.

Caliente, anhelante, sucio.

—Lléname... má s... má s... —sacudió sus caderas contra mí. Mi espalda se


arqueó y el placer me nubló el cerebro. Lo quería. Iba a estimularlo hasta

363
que me llenara, hasta que derramara todo dentro de mí y ninguna gota
de su semen se escapara de mi interior.

—Voy a follarte hasta que tu culo tenga la forma de mi pene —joder.

—¡Sí, sí, sí! —asentí desesperado, enterré mis manos en su espalda, se


empujó dentro de nuevo, sin piedad y todo mi cuerpo se sacudió por su
violencia.

—Ruégame —su orden me calentó , mi entrada se apretó , mi pene palpitó


de gusto, ansioso, necesitado. É l se detuvo, dejó de embestir para
torturarme. Jalé su rostro con las manos, enterré mi lengua en su boca
para frotarle el paladar, chupar su lengua, beberme toda su saliva, quería
todos sus fluidos, estiré su labio con mis dientes.

—Por favor... —lloriqueé desesperado, empujé mis caderas contra las


suyas, buscando la penetració n, pero me sujetaba con fuerza, no lograba
que el movimiento fuera suficiente—... muévete, lléname, por favor...
penétrame, destró zame —la lubricació n escurría allí donde nuestros
cuerpos se unían. Sonrió dichoso, satisfecho, caliente y sá dico como
nunca lo había visto.

Mi alfa, mi alfa.

—Lo quieres... —apretó mis glú teos y me levantó , no salió de mi interior


en cambio se puso de pie cargá ndome para luego recostarse en la cama
con la espalda contra el colchó n, me dejó sobre su cuerpo, yo sentado
sobre sus caderas, empalado en su falo que palpitaba ardiente dentro de
mí— ¡Salta!

No tenía que pedírmelo dos veces.

Afirmé las manos en su pecho y levanté mis caderas solo hasta la mitad
de su extensió n y luego me senté con fuerza, lo miré a los ojos sonriendo,

364
hambriento de él, ansioso de má s y Arny fascinado mirá ndome; mi
rostro, mi entrada, tan caliente por él. Incluso el sonido pegajoso de su
pene saliendo y entrando me excitaba, empujé mis caderas con fuerza.
Mis gemidos comenzaron a llenar el pequeñ o cuarto, sus feromonas y las
mías eran excitantes, se mezclaban como nunca antes, nuestros cuerpos
aplaudían, colapsaban. Yo me movía desesperado, mis ojos no se
apartaban de los suyos, no quería perderme nada de él, nada de su
rostro, de su cuerpo. Estaba desesperado, quería tocarme. Dejé de
afirmarme con ambas manos y bajé la derecha para masturbarme y él
gruñ ó .

—No —dejó de sujetar mi cadera para apartar mi mano de allí—. Te


correrá s solo con mi pene.

Gemí cuando sujetó mis nalgas de vuelta y me empujó hacia la cama,


abrió mis piernas aú n má s, me sujetó por las corvas y comenzó a
penetrarme rá pido y sin compasió n, violento, empuñ é las sá banas
mientras no me daba tiempo ni de hablar porque en cada embestida me
hacía soltar otro gemido, estimulando todos mis puntos de placer.

—Mío, mío —cada vez que entraba lo repetía. Se empujó dentro de mí


como un animal. Yo no podía detenerlo. No quería detenerlo, quería que
continuara, cuando creció pude sentir todo mi instinto de omega
liberarse, mis feromonas se extendieron aú n má s y él comenzó a salir
solo unos centímetros para luego entrar de nuevo. Las penetraciones se
volvieron cortas, rá pidas, fuertes, mis gritos de placer rebotaban en las
paredes junto a sus gruñ idos—. Préñ ate, préñ ate.

—¡Sí, préñ ame! ¡Lléname por completo! —lo quería, lo necesitaba, tenía
que arder dentro de mí, todo mi cuerpo pedía el orgasmo, necesitaba
tocarme, estaba a punto de explotar, él iba a derretirme por completo.
Estaba por llegar, lo sentía, crecía má s, se empujaba dentro, sus bolas
chocaban contra mis nalgas duras y llenas, su contenido era mío. MÍO.

365
—¡Ten mis crías, ten mis malditas crías! —se enterró en mi interior y lo
sentí, llená ndome, dispará ndose en mi interior. Su nudo creció dentro de
mí y me quedé sin aire cuando el bulto en la cabeza de su pene se atoró
en la puerta de mi vientre y comenzó a expulsar su semilla dentro,
ardiendo, sin descanso. Mi propio orgasmo me sacudió entero, me
derramé sobre mi propio pecho, él se inclinó a morder mi hombro
mientras su pene palpitaba en mi interior, derramá ndose má s y má s. Mi
orgasmo seguía sacudiéndome, mis entrañ as palpitaban estimulá ndolo
por solo estar dentro de mí, para que siguiera, para que no dejara de
derramarse hasta que yo hiciera lo que mi cuerpo había nacido para
hacer.

—Préñ ate —repitió contra mis labios y yo asentí, ansioso por


complacerlo, no se trataba de que quisiera un hijo (aun si lo quería) en
ese instante estaba nublado por el instinto, todo lo que deseaba era ser
omega, su omega, era llenarme hasta el fondo del ardor de su semilla que
se disparaba dentro de mí sin parar y no dejaría de derramarse hasta
que bajara el nudo. Me abrazó sin poder salirse y se sentó ,
acomodá ndome sobre él, abrazá ndome.

—Dá melos —me abracé con fuerza a su cuello— dame tus cachorros —
el chorro de semen dispará ndose dentro me hizo temblar.

El celo fluctuaba, como olas. Un momento la ola golpeaba y luego se


retraía para golpear de nuevo. Así funcionaban las feromonas, luego de
golpear fuerte bajaban de nivel, permitiéndonos pensar, tomar agua y no
morir de inanició n, si fueran feromonas al tope todo el tiempo a los tres
días moriría de deshidratació n y cansancio extremo. Pero en ese mismo
instante no quería que mis feromonas bajaran, quería ser llenado a tope.
Que mi vientre se hinchara de su semilla, me daba igual si terminaba
como pavo de navidad.

366
—Mío —gruñ ó . Lo besé desesperado, aferrá ndome a su cuerpo.
Desesperado por consumir todo de él, quería hasta el sonido de su voz
tragarlo, lo quería todo de él dentro, que me penetrara con su lengua, su
aire, todo. Sus manos apretaron mis nalgas, las masajearon haciéndome
estremecer, jugaron a abrirlas y cerrarlas mientras yo gemía y me
estremecía de sentirlo. Cuando su nudo terminó de bajarse, cuando soltó
el ú ltimo chorro de su semilla dentro de mí tendría que haberlo dejado
salir pero no quise permitirlo.

—No. Se derramará —gruñ í, necesitado, ansioso, no iba a desperdiciar


nada de lo que había dejado dentro. Arny me sonrió .

—Jae... —se lamió el labio superior, yo empujé mis caderas contra él,
jadeando mi pecho, él se inclinó a morder mis pezones y yo me
estremecí.

—Hazlo de nuevo —supliqué.

Y mi cuerpo se estremeció de satisfacció n cuando se endureció por


segunda vez.

El primer día no lo dejé descansar. Mi mente nublada por el celo no


permitía la idea de que su semen se escapara de mí y no me detuve hasta
que caí inconsciente con él aú n dentro. El segundo día lo empezamos
bebiendo agua, comiendo los emparedados que habían preparado para
nosotros y guardado en el refrigerador con anticipació n; ahora,
terminamos ese día rompiendo la cama, el catre cedió a nuestra violencia
y los fierros terminaron en el suelo. Desde que yo era un lobo Arny no
necesitaba contener su fuerza y violencia, yo no iba a romperme, podía
soportarlo. El tercer día follamos a intervalos, lo hicimos contra la pared
arañ é y destrocé todo el papel tapiz, lo cabalgué de nuevo y terminamos
de noche, en la cocina, donde podíamos ver la Luna que alumbraba alto
en el cielo por la ventana, lo recibí sobre la mesa que terminamos

367
rompiendo y al final descansamos en el colchó n que había acabado en el
suelo entre la ropa desparramada.

A la mañ ana del cuarto día mi consciencia regresó a mi cuerpo, mis


mú sculos se sentían pesados, mis caderas débiles, la adrenalina había
desaparecido. Ya no estaba en celo. Miré a mi lado para ver a Arny y lo
encontré despierto, mirá ndome con tanto amor que me sentí
sobrecogido. Tenía su mano sobre mi vientre y cuando sus ojos me
miraron ese amarillo brilló má s que las estrellas.

—Hey —su voz salió ronca por lo mucho que la había usado. Sonreí,
nervioso, él me arrastró hacia su cuerpo para darme de su calor, aun si
ya no lo necesitaba, hundí mi nariz en su cuello, mi boca descansó contra
la piel de allí y deseé dormir con mis fauces siempre en ese lugar
preciado.

—Hey —respondí y mis sonidos también salieron rasposos. Mi primer


celo vivido como tal. Había sido... fuerte, violento, intenso, increíble,
maravilloso.

—Espero que no quieras echarte para atrá s con lo de los hijos, porque
creo que te hice como cinco —sabía que bromeaba, aun así me sobresalté
un poco y aparté mi rostro de aquel lugar increíble para mirarlo.

—¡No tendré cinco! —él me enseñ ó todos los dientes, sonriendo, hoyuelo
en mejilla, picardía en los ojos, cejas levantadas.

—Nunca se sabe... —negué con la cabeza.

—Está s loco, te castro si son cinco —era broma. No podría, me gustaba


demasiado esa parte de él. Acarició mi espalda baja y me estremecí al
sentir una puntada de incomodidad.

—Perdó n ¿te duele? —sus ojos me buscaron preocupados.

368
—Solo un poco, es má s cansancio, y estoy todo pegajoso —él también lo
estaba, sudor y fluidos de ambos por todos nuestros cuerpos, nos
habíamos revolcado en nosotros y en la ropa, habíamos estropeado todo.
Pobre Arny, seguía sin tener ropa para usar porque la habíamos
ensuciado toda. Lo que me recordaba—. Fui medio rudo contigo, al
inicio...

—Me gustó ese Jae caprichoso —comentó divertido—, no sueles pedir


mucho y cuando pides cosas son totalmente razonables y para ambos o
por el bien de nosotros. Me gustó que por una vez te pusieras en plan «yo
primero» —solo a él podía gustarle mi lado egoísta por un motivo como
aquel.

—Te amo —besé sus labios despacio y él me respondió , apegá ndome a


su cuerpo.

—Y yo a ti —susurró cuando nos apartamos y subió una mano hasta mi


cabello para peinarlo hacia atrá s—. Fuera de bromas... creo que
definitivamente lo logramos Jae —se veía tan feliz, tan genuinamente
contento, ni una pizca de nerviosismo, absolutamente nada de miedo.

Hacía que yo me sintiera confiado también.

—Igual lo creo —y sonreí de felicidad, de desear que hubiese una vida


palpitando dentro de mí, o incluso cinco si su locura se volvía cierta. No
me importaba mientras fuera un bebé sano, mientras fuera suyo, mío,
nuestro.

Esperamos dos semanas para comprobarlo, oriné sobre la prueba de


embarazo aunque pensaba que era solo por formalidad, de algú n modo
lo sentía, que era cierto, que había vida creciendo dentro de mí, que mi
cuerpo estaba cambiando de nuevo. Dentro del bañ o sujetaba el palito
ante la mirada expectante de Arny y cuando finalmente vimos la raya
positiva aun cuando ya lo sabía, me sentí lleno de jú bilo. Arny me levantó

369
en sus brazos y giró conmigo. Salió sin bajarme del bañ o y afuera estaba
media familia.

—¡Seremos padres! —gritó feliz de alegría. Me dejó en el suelo y me


encontré abrazado por mamá , por má , felicitá ndome, V pegó su oreja a
mi estó mago intentando escuchar algo. Frederick me felicitó con una
caricia y Abu me abrazó para luego anunciar que llamaría a Zafiro de
inmediato. Como ella era médico obstetra, había supervisado ya
embarazos en la familia, el de mamá con Arny, aunque ese había sido a
medias porque ella igual estaba embarazada en ese tiempo y luego el de
V.

Mes 1

Como yo no tenía total libertad para viajar por mi transformació n,


habíamos tenido que conseguir una má quina de ultrasonido portá til y
había tardado en llegar, así que recién íbamos a tener el primer
ultrasonido. Zafiro puso el gel sobre mi abdomen, Arny entrelazó sus
dedos con los míos mientras mirá bamos al monitor. De verdad me ponía
nervioso que fueran a ser cinco bebés, no podían ser cinco, no había
prá cticamente nada de registro de embarazos mú ltiples en nuestras
familias.

—¿Nerviosos? —Zafiro nos miró y yo asentí, Arny solo me apretó la


mano—. Veamos a ese cachorrito —la pantalla empezó a mostrar una
imagen, a blanco y negro que parecía pues... cualquier cosa, y entonces—
allí está —Zafiro congeló la imagen y nos señ aló con el dedo—, ese de allí
—señ aló una cosa minú scula—, ese es su bebé.

—¿Solo uno? —ella se rió .

—Sí, es solo uno.

370
—Dios... menos mal —solté sin poder contenerlo y ambos se rieron—, o
sea, los habría amado a todos si eran má s de uno, pero...

—Sí, es mejor cuando no te superan en nú mero, créeme —comentó ella y


yo me reí, con sus tres hijos, podía decir que sabía de lo que estaba
hablando.

—Igual querremos má s en el futuro —miré hacia Arny que asintió sin


duda alguna—, pero por ahora solo uno está bien.

—Voy a imprimir esta foto —habíamos tardado en conseguir la má quina


precisamente porque habíamos querido una donde se pudiera hacer eso,
así que sonreí má s que contento cuando pude tener la foto en la mano.
Zafiro me limpió el gel del abdomen—. Es algo pronto para ver el latido
del corazó n, pero todo se ve en orden —no podía dejar de mirar la
imagen, aun cuando era má s pequeñ o que una uva, era nuestra uva—.
Voy a venir para su siguiente chequeo, pero si pasa cualquier cosa, si
tiene alguna duda, saben que estoy a una hora se distancia... —hizo una
pausa— y si Arend conduce, a 35 minutos.

—Gracias Zafiro.

—Recuerda tomar tus vitaminas y seguir tu dieta, tendrá s algunos


antojos probablemente pero intenta que no desordenen mucho tu
comida. Es importante que sigas tu régimen nutricional —había hecho
un calendario con las comidas que podía comer cada día, los horarios e
incluso un horario para las vitaminas. Le había puesto colores, me sentía
bastante orgulloso de él.

—Lo tengo organizado —ella asintió con aprobació n.

—Genial, nos veremos pronto.

371
Salió del cuarto y yo aú n miraba la foto. Arny me acarició el abdomen y
besó mi frente.

—Vamos a enmarcarla —mi corazó n palpitó con fuerza.

—Estaba pensando lo mismo ¿seguro que no me lees la mente? —se rió .

—Es que nuestro bebé es demasiado hermoso, hay que exhibirlo.

Cuando Arny tenía razó n, tenía razó n.

Mes 2

—De verdad no entiendo el sentido de esto —en medio del bosque y solo
usando unos pantalones de jeans, Arny me hacía posar apoyado en un
á rbol, con las manos en las caderas.

—El mes pasado aceptaste —se puso frente a mí con su cá mara, tomó
una foto de frente y luego fue a mi costado—. Mira hacia acá .

—Pensé que era cosa de una sola vez...

—¡Tenemos que hacerlo todos los meses! —alcé las cejas.

—¿Es que está s loco? —Arny sabía que no era amante de las fotografías.

—Míralo así ¿có mo le voy a explicar a nuestro bebé que su papá es


fotó grafo y que no le sacó fotos mientras estaba cociná ndose en el
horno? —solté un resoplido de risa, no solo porque la expresió n me
hacía gracia sino porque Arny era demasiado adorable y sabía que sentía
aquello de verdad, que de verdad era una preocupació n real para él
¿có mo podría decirle que no?

—Bien —acepté y sonrió para seguir tomá ndome fotos, escuchaba el


sonido de la cá mara dispará ndose—. Pero siento que elegiste el día de

372
hoy porque sabías que estaría de buen humor por los resultados del ECN
—después de todo, Arny siempre había tenido una confianza ciega de
que lo haríamos bien. Y había estado en lo cierto, con nuestro puntaje
nos aceptarían de seguro en Silvius y con las conexiones, no tendríamos
problemas para posponer la aceptació n y conseguir beca, al menos yo,
que la necesitaba.

—No sé de qué me hablas —se hizo el desentendido y se acercó entonces


a darme un beso.

—¿No deberías aparecer también tú en estas fotos? —si yo tenía que


pasar por aquello, me parecía lo má s justo.

—Tienes razó n —puso la cá mara en un trípode. Programó para tomar la


foto y corrió a ponerse detrá s de mí, en mi espalda, apoyó su cabeza en
mi hombro, mirando a la cá mara y abrazó mi vientre. Sonreí por tenerlo
a mi lado, la cá mara tomó la foto y yo me giré para mirarlo.

—Ni siquiera se me nota —aunque mi abdomen sí estaba «duro», era


una sensació n muy rara.

—Se nota un poquito —me dediqué a besarlo, era la mejor solució n.

Mes 3

Eran las tres de la mañ ana. Arny dormía como si no tuviera ni una
preocupació n en el mundo y yo me encontraba despierto, mirando el
techo, con las manos sobre un abdomen que empezaba a notarse.
Hambriento. Miré a mi amado ¿es que acaso no se daba cuenta que tenía
hambre? ¿No le preocupaba que nos podíamos morir de inanició n?
¿Có mo podía dormir tan plá cidamente cuando yo tenía tanto antojo?

—Arny... —le piqué el costado. Nada—. Arny... —removí su hombro un


poco má s fuerte y al fin abrió los ojos. Me miró confundido.

373
—¿Qué pasa? ¿Está s bien? —se rascó el cabello, revolviéndolo por
completo.

—Quiero comer pepino —lucía muy confundido, miró hacia su


entrepierna.

—¿Quieres sexo ahora? —puse los ojos en blanco tan fuerte, que creo
que fueron hasta mi crá neo y regresaron.

—¡No! Quiero pepino, la ensalada, con limó n... —al fin pareció despertar
de verdad.

—Oh... un antojo... —asentí.

—Realmente quiero comerlo... mucho —apreté los labios y sentí mis ojos
llenarse de lá grimas ¡Estú pidas hormonas! Yo no era así de lloró n.

—Vale, vale, no llores, lo conseguiré —mi garganta se sentía cerrada.

—Es que abajo no hay —me limpié las lá grimas mientras lo miraba
ponerse los pantalones, rá pido, y luego tomar una camiseta cualquiera.

—Lo conseguiré —entonces se inclinó hacia mi abdomen y besó mi


vientre en un gesto que se había vuelto ya costumbre—. Dada te
conseguirá tu ensalada, tesoro, ya vengo —dicho eso, me besó a mí—. No
me tardo.

—Papá nos traerá algo rico, ya verá s —le hablé también y luego abracé
la almohada de Arny para poder respirar su aroma. Aú n no decidíamos
quién sería dada y quien papá , así que nos turná bamos con los nombres.

No sé có mo logró conseguir pepinos tan rá pido, mucho menos a esa hora,


pero media hora después estaba en la habitació n con una ensalada que

374
engullí completamente contento y satisfecho y má s enamorado de él,
porque me enamoraba un poquito má s todos los días, en especial ahora.

Y claro, lo amé también cuando me acarició la espalda y sujetó mi frente


mientras vomitaba esos preciosos pepinos al rato después.

Mes 4

Habíamos cumplido cuatro meses de embarazo y, técnicamente, ya se


podía saber el sexo del bebé. Había estado hecho una preciosura en cada
una de sus fotos anteriores y las habíamos guardado todas en un libro
que íbamos llenando con las ecografías y las fotos que Arny tomaba de
mi panza, ademá s de algunas notas. A V le entusiasmaba mucho porque
lo dejá bamos hacer dibujos en los má rgenes. Pero ahora podíamos saber
qué era nuestro bebé, si es que queríamos. Mamá y má decían que era
mejor que fuera sorpresa, Abu decía que saber no cambiaría nada y
Frederick que decidiéramos la opció n que nos haría felices.

Yo quería saber.

Arny quería saber.

Una de esas cosas en que coincidíamos. Aunque Arny quería porque era
un impaciente y no se aguantaba la duda y yo porque quería planear las
cosas acorde a eso.

—¿Sabremos qué es? —Zafiro removía el instrumento sobre mi


abdomen ya má s notorio. Arny y yo nos miramos un segundo, como si
quisiéramos comprobar que está bamos de acuerdo. É l contestó por
ambos.

—Sí, queremos saber —ella sonrió y enfocó .

375
—Qué bueno, porque sino Arend me iba a molestar muchísimo para que
le dijera y por cuestiones de confidencialidad doctor-paciente no le
habría podido decir —me reí y mi panza se removió un poco—. Vamos a
ver... —Zafiro sonrió enfocando algo que yo ni idea de qué era—.
Felicidades —puso sus ojos verdes en nosotros—, es una niñ a.

Nunca habíamos hablado de una preferencia sobre un sexo u otro y, sin


embargo, escuchar aquello me hizo inmensamente feliz. Creo que habría
sido igual de saber que era niñ o, era solo... conocer algo má s de nuestro
bebé... nuestra bebé. Miré a Arny y tenía los ojos acuosos, me sorprendió
mucho. Me besó intenso y primero me resistí porque estaba Zafi al frente
pero luego me dejé llevar y le respondí el beso.

—Tendremos una niñ a —dijo contra mis labios y yo asentí, sus lá grimas
se me contagiaron y terminé llorando también. Creía que tenía eso de las
hormonas ya má s controlado pero al parecer no tanto. Nos besamos un
poco má s y me abrazó con fuerza luego—. Te amo, gracias, gracias...

—Gracias a ti, tonto —le besé la mejilla y luego ya dejamos que Zafiro
terminara el examen, la bebé iba bien en su crecimiento, todo se veía
normal. Esas eran las cosas que calmaban mi alma cuando me las decía.
Que todo estaba bien.

Cuando salimos a contarle a la familia que tendríamos una niñ a la


reacció n fue má s que esperada, todos celebraron, nos felicitaron. Dalia
estaba de visita porque había empezado sus clases y dijo que se pondría
a comprar ropa pero ya. El ú nico un poco decepcionado era V, que
cumpliendo sus ocho añ os hacía tan poco deseaba que el bebé que
esperaba fuera un sobrino al que pudiera enseñ ar y con quien jugar, pero
se recuperó pronto de la decepció n. Le hicimos saber que su sobrina
también podría jugar con él cuando creciera, que ella también
aprendería todo lo que él le enseñ ara.

Mes 5

376
—Mi vida, no puedo má s —hice un puchero nada má s escucharlo y
comencé a acariciarle el pecho desnudo, dejando besos sobre su cuello.

—Por favor... tengo muchas ganas —él suspiró .

—Amor, de verdad estoy muy cansado, no me has dejado dormir casi


nada...

—Durante el celo lo hicimos tres días seguidos —ahora solo llevá bamos
apenas dos ¿có mo podía haberse cansado?

—Durante el celo estaba muy afectado por tus feromonas, yo entré en


celo gracias a ellas. Ahora no estamos en celo y de verdad, amor, debes
saber, para que yo me niegue a tener sexo es que de verdad no puedo
má s —bajé mi mano por su pecho hasta alcanzar su pene, hacía nada
había estado dentro de mí, pero es que tenía demasiadas ganas.

—Por favor...

—Jae —soltó en protesta aunque sabía que si seguía podría lograrlo.

—Amor...

—Estoy seco...

—Una vez má s —mi voz era suplicante y él finalmente cedió . Me sujetó


de las caderas y me acomodó sobre su cuerpo.

—Vale, pero lento y tú arriba. No quiero aplastar a la bebé o que termine


todo revuelta por tanto movimiento —me reí.

—No creo que eso sea posible —él negó con la cabeza.

—No quiero averiguarlo.

377
Mes 6

No lograba subir el cierre del pantaló n. Gruñ í molesto luego de intentarlo


por cuarta vez y fallar miserablemente, me dejé caer hacia atrá s en la
cama.

—¡ARNY! —sentía que me había vuelto muy demandante. No quería ser


así, de verdad que no. Es que en este ú ltimo tiempo lo necesitaba mucho
má s, lo necesitaba a mi lado. Menos mal que habíamos decidido hacer
eso cuando ambos está bamos disponibles, no habría podido estar en
clase o trabajando en este estado, necesitaba estar con él. Llegó a la
habitació n al poco tiempo. Llevaba pantalones de jeans sucios y una
camiseta sin mangas. Estaban construyendo una «extensió n» a la casa.
Bá sicamente una casa má s pequeñ a, junto a la principal y conectada por
una puerta, pero relativamente aparte, para que pudiéramos vivir allí
cuando la bebé llegara y tener má s privacidad. Arny se levantaba
temprano para ir a ayudar y yo dormía hasta má s tarde porque esto del
embarazo me daba mucho sueñ o.

—¿Qué ocurre, Jae? —lo miré de cabeza porque estaba acostado en el


lado opuesto de la cama, él rodeó el catre para ponerse frente a mí y me
ayudó a sentarme.

—No me entran los pantalones...

—¿Tus pantalones? —los miró y yo negué.

—No. No me entran los tuyos ¿sabes lo gordo que tengo que estar para
que no me entren tus pantalones? —me miró con unos ojos curiosos que
no entendí, como si estuviera decidiendo có mo reaccionar a aquello.

—¿Me está s diciendo gordo? —no me esperaba eso.

—¡Sabes lo que quiero decir! —él sonrió y me besó la mejilla.

378
—Tú también sabes, no está s gordo, está s embarazado y si mis
pantalones no te entran es porque no son de paternidad, y tu panza ha
crecido porque nuestra hija está creciendo y eso es maravilloso —
respiré muy hondo y estiré los brazos para recibir el abrazo que tanto
necesitaba—. Y planeaste para esto ¿sabes? —me acarició la espalda
mientras yo hundía mi nariz en su pecho—. Sabías que esto pasaría, eres
mi novio que lo planea todo y mandaste comprar ropa para cuando esto
ocurriera —se apartó solo cuando yo aflojé un poco el abrazo, haciéndole
saber que había tenido buena cantidad de su amor— ¿dó nde está esa
ropa? —señ alé la caja sobre el closet que yo ya no alcanzaba.

Sacó la ropa que sí, yo mismo había elegido y, sin que tuviera que decirle
nada, sacó unos pantalones de paternidad de una tela de algodó n muy
suave y elá stica en la cintura. Me quitó los jeans a medio poner y los
bó xer que me apretaban y cortaban un poco la circulació n. Me puso la
otra ropa de paternidad hecha especialmente para omegas. Los bó xer
con elasticidad especial y los pantalones que afirmaban la barriga. Eran
tan có modos, se sentían tan bien... los había comprado hacia tanto
tiempo que había olvidado todas las cosas que leí sobre ellos. De todos
modos, aun có modo. Necesitaba má s de Arny.

—¿Te quedas conmigo? Necesito má s abrazos —sonrió , me envolvió con


su cuerpo y besó mi frente.

—Estaré a tu lado siempre.

Y por todo ese día no se despegó de mi lado.

Mes 7

Me desperté a media noche, la incomodidad, el calor, las pataditas o,


simplemente, las ganas de orinar, eran de los motivos comunes de mis
noches interrumpidas. Esta vez había sido el calor. Abrí los ojos solo para
encontrar que Arny estaba despierto, hablá ndole a mi barriga.

379
—Y allí estaba yo, peleando contra tu tía Dalia, ella es unos meses mayor
que yo ¿sabes? Cuando uno es cachorro esas cosas se notan, así que era
má s grande, pero aun así la vencí —sonreí, aú n no se daba cuenta de que
me había despertado, tenía su mano sobre mi barriga—, y no es por decir
que una loba sea má s débil que un lobo, claro que no, las lobas son muy
fuertes, esto es sobre tu tía Dalia, que seguro algú n día querrá decirte
que ella ganó nuestra pelea, pero quien ganó fue tu papá ¿sí? No le vayas
a creer cuando te diga otra cosa. Y sí, las lobas son muy fuertes, pero ese
es mi punto, tu tía Dalia pesaba como dos kilos má s que yo en ese
entonces, era má s grande y aun así gané yo —lo contaba tan orgulloso,
tan entretenido, no pude evitar soltar una pequeñ a risa.

—Dalia dice que para ese entonces ustedes tenían ya el mismo tamañ o
—se sobresaltó al notar que yo estaba despierto y me miró luego con
ojos traicionados.

—No es verdad, ella solo quiere justificar su derrota —besó mi panza—


¿te desperté? —negué con la cabeza.

—Fue el calor... ¿por qué le hablas a nuestra hija a esta hora? —aunque sí
ayudaba porque a ella le gustaba patear bastante y se calmaba cuando
escuchaba a Arny.

—Leí que hablarle a los bebés mientras su gestante dormía ayudaba a


crear una conexió n má s profunda con estos para que no sientan
seguridad solo con su «mamá » —hizo las comillas con las manos.

—O sea que está s tratando de quitarme mi conexió n especial con mi hija


—solté en un falso tono ofendido. É l se rió y quitó la cara de mi barriga
para besarme la mejilla.

—Así es, quiero que nuestra hija me quiera solo a mí —le acaricié el
cabello.

380
—Será lobo, me querrá má s de todos modos porque yo le daré comida —
me atrajo hasta sus brazos.

—Qué ventaja tan injusta —comentó y yo enarqué una ceja.

—Si quieres puedes intentarlo tú —porque me ardían un poco los


pechos y no era agradable. Los hombres no estaban realmente hechos
para dar pecho, por algo lo teníamos plano, así que sentir los míos un
poco hinchados (no mucho, pero sí un poco) no era especialmente
placentero. Ya sabía que no podría darle mucho de beber a nuestra hija y
necesitaría fó rmula.

—¿Has pensado nombres? —el cambio de tema fue algo brusco pero no
desagradable.

—No muchos, no se me ocurre nada, parte de mí siente que lo sabremos


al verla... que la miraremos y el nombre llegará a nosotros —se rió .

—Mientras no nos llegue un nombre como Arnulf o Volfgang —sonreí.

—Seguro se nos ocurrirá algo mejor... ¿qué tal Dante? —lo miré con
curiosidad.

—¿No es nombre de hombre? —ladeé el rostro.

—Es que me gusta...

—Lo ú nico que pedí fue nada de nombres raros... —se veía tan serio.

—No es raro...

—Pero es de hombre, no quiero que ella lo odie —rodé los ojos.

—Vale, tal vez para el siguiente entonces... —apreté los labios y traté de
pensar por un largo rato—. No se me ocurre nada ¿y a ti?

381
—Tampoco —acariciaba la estirada piel de mi abdomen distraídamente
— ¿quieres intentar dormir? —si no lo dice, no me daba cuenta del sueñ o
que tenía, a veces me sentía demasiado despistado.

—Sí —me acomodó en sus brazos, aú n sabiendo que cuando me moviera


para ir al bañ o en una hora, él se despertaría también.

Mes 8

La extensió n de la casa estaba prá cticamente lista. Solo faltaban los


toques finales. La nueva residencia estaba a diez metros de la mansió n
principal y se unía a esta con un tú nel precioso con ventanales,
totalmente cerrado. Así que estaba conectada, pero suficientemente
separada. Tenía una cocina pequeñ a, un bañ o y tres habitaciones, una
para nosotros, una para el bebé, que estaba unida a la nuestra por una
puerta y una tercera habitació n destinada a ser usada como lugar de
estudio, con un escritorio y libreros. Ahora está bamos decidiendo los
colores y decoració n para el cuarto de la pequeñ a.

—Sigo creyendo que deberíamos pintar celeste —comentó Arny y yo


miré el espacio mientras sujetaba mi panza con las manos porque ya me
pesaba bastante. Arny lo notó y me señ aló la silla mecedora que había ya
puesto en la habitació n. Me acomodé allí.

—Es que me gusta la idea de un cielo nocturno —quería pintar el techo


de un azul oscuro y tal vez poner pegatinas de esas que brillaban como
estrellas.

—Será demasiado estimulante, verá la Luna y querrá aullar —miré el


espacio.

—¿Qué tal verde? —acariciaba mi panza sintiendo có mo comenzaba a


patear, no era una señ al de nada, pateaba cada dos por tres—, si pintas

382
un bosque se sentirá como en casa... un bosque con hojas verdes y
amarillas —pareció gustarle la idea.

—Me encanta —se acercó a nosotros—. Tu dada es un genio —sonreí y


me quedé mirando aquel hermoso rostro.

—Quiero que tenga tus ojos —no se lo había dicho, él puso esas cuencas
ambarinas en mí.

—A mí me gustan los tuyos —sabía que diría eso.

—Lo sé, pero sueñ o con que tenga tus ojos amarillos. Sé que será
perfecta de cualquier modo pero es la ú nica característica física que de
verdad deseo que tenga —porque yo me había enamorado de los ojos de
su padre. Se acercó a besarme lento, frotando mi paladar con su lengua,
besando cada uno de mis labios.

—Gracias por amarme tanto.

Cuando decía cosas como esa era difícil no creer que me leía la mente.

Mes 9

Zafiro había pedido vacaciones y se encontraba en la mansió n con


nosotros con todas las cosas que posiblemente podríamos necesitar para
el parto. No nos está bamos quedando en la nueva extensió n de la casa a
pesar de que estaba lista porque por cualquier cosa era mejor estar
donde todos pudieran ayudarnos. Nuestra pequeñ a podía querer nacer
en cualquier minuto. Mamá y má estaban con nosotros porque no
querían perdérselo, yo estaba emocionado por la idea de ya tenerla en
mis brazos. Es decir, sentirla moviéndose dentro de mí, activa, revoltosa,
viva, era toda una experiencia. Nuestra pequeñ a alienígena. Pero de
verdad quería conocerla, ver su cabello, su piel, sus pequeñ as manos y
pies, sus ojos.

383
Obviamente también quería que dejara de pesar. Con nueve meses
cumplidos me sentía má s que enorme, necesitaba la ayuda de Arny
cuando quería orinar porque... pues no me veía el pene. Y todo aquello
aunque sí había aumentado nuestra intimidad y confianza no me hacía
sentir del todo bien. Me gustaba ser má s independiente.

—Llegará pronto —Arny me acariciaba la panza, como siempre,


dejá ndome besos en el cuello porque sabía que eso me aliviaba bastante.

—Ojalá que sí, quiero verla, sostenerla...

—Yo también —sonaba tan sincero y confiado—. Y estoy seguro de que


ella también debe querer nacer. Seguro quiere conocer a su papá —
habíamos decidido que él sería papá y yo dada.

Tenía razó n ¿quién no querría nacer para conocerlo?

Mes 10

Cumplía diez meses, diez meses embarazado. Estaba sentado en el sofá


del saló n porque aunque quería dormir una siesta después de desayunar,
no pensaba subir las escaleras de nuevo.

—¿Por qué no quiere salir? —quería llorar, en serio que sí—, hija mía, te
prometo que tu papá es guapo, anda, sale, ven a conocerlo... —mamá me
acariciaba el cabello tratando de consolarme.

—A veces esto tarda... —V se acercó a mi panza también a hablarle a su


sobrina. En el transcurso de los días que habían avanzado todos lo
habían intentado, menos él.

—Sobrina... —él le decía así porque le encantaba su título de «tío»—, ven


para que juguemos, anda, sale...

384
Y entonces pasó algo increíble.

—Creo que rompí agua... —no podía ni mirarme bien entre las piernas—
¡ARNY! —estaba en la cocina, llegó corriendo solo para encontrar a
mamá mirando y confirmando.

—Sí, rompiste agua, voy a buscar a Zafiro —mi corazó n latía acelerado
de la emoció n. Miré a mi amado, estaba pá lido, sonriente, má s nervioso
de lo que jamá s lo había visto.

—¿De verdad? —asentí y estiré los brazos.

—Vamos, llévame —habíamos habilitado una habitació n con todo lo


necesario en el primer piso. Arny me cargó con rapidez y V nos miraba a
ambos.

—¿Me hizo caso? —volví mis ojos hasta él y le sonreí.

—Parece que sí —y él corrió contento a buscar a má para contá rselo


mientras Arny me llevaba a la habitació n.

Comparado con todo el embarazo, el parto fue sencillísimo. Sí, las


contracciones dolían, mi cuerpo estirá ndose, doliendo... no era algo fá cil,
pero sí fue rá pido, Zafiro dijo que tal vez ayudaba en algo que yo fuera
lobo, ella solo había asistido y experimentado embarazos de humanas
con lobos, no de lobos con lobos. Pero aun si dolió bastante, nada se
comparaba a lo que había dolido la transformació n. Y cuando finalmente
nació , cuando salió de mi cuerpo... la sensació n fue vacío, maravilla y...
alivio, cuando la escuchamos llorar.

Gritó fuerte, su voz pareció retumbar, estaba viva, viva de verdad, Arny
no dejaba de mirarla y yo solo veía su bulto mientras Zafira la limpiaba
con la ayuda de mamá . Entonces me la entregaron, envuelta en una
mantita verde. La recibí cansado, sudoroso, pero totalmente feliz. Sin ver

385
a Arny sabía que estaba llorando, yo observé a nuestra hija, algo roja y
arrugadita, pero tan hermosa. Sus ojos estaban cerrados, pero el cabello
en su cabeza era oscuro. Aunque no sabía có mo era posible que apartara
la vista de ella miré a Arny.

—Tiene tu pelo —él se rió y estiró la mano casi con miedo para tocar con
la punta de los dedos y con extremo cuidado su cabecita, como si temiera
lastimarla.

—Lo siento, tesoro, vivirá s despeinada —dijo entonces y yo también me


reí, sujetá ndola contra mí, era tan pequeñ a, tan hermosa, se parecía a
Arny, sentía que era igual que él.

—Es igual a ti...

—No, se parece a ti —no sabía quién de los dos era el ciego, pero ni me
importaba, no podía volver a apartar mis ojos de ella.

—Es hermosa —dije y en eso él podía estar de acuerdo. Zafiro y mamá


nos miraban con los ojos en lá grimas, yo solo podía sentir que ella y Arny
eran ahora el centro de mi mundo. Ella era increíble, Arny era increíble.
Sentí sus labios sobre mi cabeza, sobre mi sien, en mi mejilla, y
finalmente en mi boca, haciéndome apartar la vista por un momento,
aunque ese beso fue hermoso y perfecto.

—Gracias —me bañ é en sus ojos emocionados y llorosos.

—Gracias a ti —volvimos a mirarla, era imposible que no lo hiciéramos.

—¿Có mo crees que se llama? —me preguntó y yo observé su precioso


rostro, sus mejillas gorditas, su cabello oscuro, sus dedos pequeñ os, su
nariz respingada.

—No tengo ni idea.

386
•••

Me vivo disculpando por tardar. La verdad es que me demoré porque me


cuesta escribir el trecetreceo, nunca siento que quede bien, o sea, no
siento que quede sexy y hot, quería que fuera de verdad excitante, pero
me cuesta.

Espero que les gustara este capítulo, lo imaginé de formas distintas, pero
me decidí por esta. Mi cabeza para el final me estaba matando de dolor,
hoy es el día que má s tarde he publicado, podría haber publicado una
hora antes sin revisar, pero es que no quería poner el capítulo sin darle
la típica relectura para que no se me pasen tantos dedazos, e igual es un
capítulo largo.

Gracias a todos por leer, comentar y votar. Me hacen feliz, en serio que sí.

387
30. El orden de los factores no altera
lo eterno

Palabra del día: Famoso

Quería llenarla de besos, besarla y embriagarme de su aroma,


memorizarlo hasta que nunca se me saliera de la nariz. Pero sabía que si
la empezá bamos a besuquear terminaría llorando. La familia entró a
conocerla y Arny sacó un gel antigérmenes no sé de dó nde y se lo dio a
todos antes de que siquiera la tocaran, quería decirle que no se pusiera
tan extremo pero al mismo tiempo no quería gérmenes en mi hija así que
luego de pensarlo me di cuenta de que no era exagerado sino mi héroe.
Mamá y má estaban muy contentas, no paraban de decir lo linda que era,
V estaba a la orilla de la cama mirá ndola fascinado, Abu y el abuelo nos
miraban a la distancia con sonrisas contentas.

—Pregunta Dalia que có mo se llamará —comentó Zafiro que se había


quitado los guantes y miraba su teléfono, al parecer había anunciado el
nacimiento en el chat grupal de la familia.

388
—Tendremos que buscar un nombre —la miré, con sus ojos cerrados, su
boquita apretada, tenía los labios algo carnosos, como Arny, se parecía
tanto a él, no podía ver má s allá de eso. Busqué la mirada de mi alfa—.
Busca en tu celular alguna pá gina con nombres y significados —le dije y
de inmediato escuché protestas.

—¿Por qué no le pones un nombre familiar? Tal vez como su bisabuela


Laurie —comentó má , señ alando a Abu esta negó .

—Seré su Abu por siempre... —comentó digna y má protestó de


inmediato.

—Pues eres su biabu, yo soy Abu ahora —protestó má y mamá se acercó


a acariciarme el cabello.

—A mí me gusta Anastasia, como la princesa de la película... —no sentía


que fuera una Anastasia.

—A mí me gusta la princesa Mérida —dijo V entusiasmado.

—No se sienten como ella —comentó Arny poniendo en palabras lo que


yo estaba pensando.

—Tal vez algo de un libro —sugirió Zafiro, pero los primeros nombres
que se me vinieron a la cabeza me llevaron a negar, porque sabía que
Arny jamá s aceptaría ponerle Hermione o Minerva a nuestra hija, y de
todos modos... no parecía una Hermione.

—Pues... —todos dejaron de hablar cuando el abuelo tomó la palabra—


¿te contó Arny la historia de los clanes? —asentí—. Abu también me la
contó cuando nos conocimos, era una historia que me fascinaba, busqué
en libros má s informació n de ellos, incluso cuando hubo reuniones logré
hablar con lobos de otros clanes para comprobar si la versió n de la

389
historia cambiaba o no. Sorprendentemente siempre permanecía igual.
El dios lobo enamorado de la humana.

—Ya veo a dó nde vas —comentó Abu con una sonrisa enamorada hacia
su compañ ero—. Esta es la primera niñ a que nace de dos lobos en
nuestro clan en muchísimos tiempo, probablemente ese sería un nombre
acorde para ella —puso sus ojos amarillos llenos de sabiduría sobre
nosotros, sobre nuestra bebé que dormitaba en mis brazos—, pero no
deben sentirse obligados a usarlo.

—¿Cuá l es? —pregunté con curiosidad.

—El nombre de la madre de todos los lobos: Selene —lo dijo con mucha
solemnidad y mi corazó n palpitó con fuerza.

—Significa «Luna» y era una titá n en la mitología griega —comentó


Frederick y yo apenas si lo escuchaba, lo sentía en mi piel, se me había
puesto de gallina. Miré a Arny y él sonreía, brillando también.

—Ese es su nombre —llevé mis labios hasta su frente y con muchísimo


cuidado le dejé un beso. La mano de Arny se estiró para acariciar su
pequeñ a cabecita nuevamente.

—Bienvenida al mundo, Selene —tenía sentido dentro de la leyenda, el


lobo que se había enamorado de la Luna. Aunque yo la entendía má s a
ella, porque sabía lo que era enamorarse de un lobo.

Nuestra hija se removió y comenzó a quejarse para luego empezar a


gritar, má s que llanto eran eso, gritos, porque no había lá grimas. Nos
dejaron solos para darnos privacidad y que yo pudiera alimentarla.
Mientras yo le daba de comer Arny no dejaba de observarnos con
aquellos ojos maravillados que solo lograban que su mirada brillara aú n
má s.

390
—Hay que decirlo, somos buenos en esto, creamos la bebé má s hermosa
del mundo, o sea, no he visto bebé má s linda que ella —sonreí mientras
la miraba, era difícil no estar de acuerdo. Había valido la pena la espera.

—Es inteligente también, se nota nada má s verla —Arny se rió .

—Ojalá que tenga tu cerebro —volteé a mirarlo y me besó por sorpresa,


respondí con un alivio inmenso de sentirlo a mi lado.

—Tú también eres listo...

—Te fue mejor que a mí en el ECN y lo rendiste un añ o antes, amor. No


me culpes por querer que nuestra hija tenga tu rigor académico —volví a
mirarla.

—Yo solo quiero que sea feliz.

—Eso está por sentado —se inclinó a besarla, ella comía y cuando
consideró que había bebido suficiente se apartó y se la entregué para que
él también pudiera tenerla en sus brazos. Arny se sentó a mi lado en la
cama con nuestra bebé y apoyé mi mejilla en su hombro, mirá ndola—.
Selene, pequeñ a, sé que hará s cosas increíbles.

Pronto aprendimos que una de las cosas má s increíbles de Selene eran


sus pulmones. En general era una niñ a tranquila, pero cuando tenía
hambre o se ensuciaba su pañ al, no conocía la piedad. No lloraba, era
muy extrañ o que lo hiciera, en cambio se «quejaba», gritaba, pero sin
llanto. Dormir era de las cosas má s difíciles de hacer y, al mismo tiempo,
estar con ella era tan jodidamente hermoso que no podíamos quejarnos.
La familia nos había visitado y todos estaban encantados con nuestra
pequeñ a, Arend y Zafiro nos habían traído tanta ropa y juguetes que era
difícil encontrar lugar para ellos. Zafiro, por supuesto, era la ú nica
calificada para convertirse en la doctora de Selene, ya que ella misma
había sido la encargada de sus hijos lobo. Eso significaría que cuando le

391
tocaran sus vacunas (para su forma humana, no le pondríamos una
antirrá bica), ella sería quien llegaría a ponérselas y le haría sus
chequeos. Por mi parte, me sentí pletó rico cuando sus ojos oscuros de
recién nacida finalmente cambiaron al á mbar profundo que yo tanto
amaba. Arny hubiese deseado que sus ojos se volvieran azules, pero yo
estaba demasiado feliz, su mirada era la misma de mi amado y su cabello
también. Se parecía muchísimo a su papá .

Fue a los dos meses que se transformó por primera vez. Yo ya no


cambiaba a lobo a menos que quisiera hacerlo, luego del embarazo me
había estabilizado y manejaba la transformació n a voluntad. Pero ese día
Arny y yo queríamos dar un paseo, no habíamos cambiado en un tiempo
y nos hacía falta, sobre todo a Arny, acostumbrado a salir y correr por la
naturaleza como parte de su rutina casi diaria. Yo me había
transformado durante el embarazo (Abu me había asegurado que no
había peligro en hacerlo) y lo había acompañ ado al principio, pero el
ú ltimo mes de embarazo se había vuelto ya imposible y luego Selene se
tardó en salir, y má s tarde no teníamos prá cticamente tiempo porque
aun cuando teníamos ayuda nos habíamos propuesto cuidar nosotros
solos lo má s que podíamos a nuestra pequeñ a, ya que luego nos tocaría
entrar a clases y pasaríamos horas sin verla.

Pero el lado lobo realmente llamaba, Arny quería salir y yo ir con él. Así
que la dejamos con Abu y V. Era un día caluroso de verano, nuestra
pequeñ a llevaba solo su pañ al y un enterito. Estaban sentados a la
sombra de la parte trasera de la casa, solo íbamos al bosque pero era
raro dejarla.

—Volveremos pronto —entramos a casa, nos desnudamos y luego


salimos por la puerta como lobos. Era la primera vez que la veía en esa
forma. Podía sentir su aroma muchísimo má s, a leche y bebé, sabía que
era un lobo, olía como uno, no como mamá o Zafiro, lo había sentido
cuando nació . Pero ahora, podía casi respirar el palpitar de su corazó n

392
fuerte. Acerqué mi hocico hasta ella y estiró sus manos para tocar el
pelaje de mi nariz, de mis mejillas. Pude ver su hermosa sonrisa sin
dientes aú n, Arny se acercó también a verla, empujó su nariz contra su
pecho y Selene palmeó su cabeza con fuerza antes de apoyar su mejilla
sobre la nariz de su padre. Ah... no íbamos a ir nunca ¿có mo podríamos
separarnos de ella? Pero Abu la apartó con cuidado y ella emitió uno de
sus quejiditos de protesta.

—Vamos, vamos... el bosque los espera —nos miramos en esa forma, él


era má s grande que yo, apegué mi cuerpo al suyo y froté mi rostro contra
él. Mi amado. Sí. Teníamos que ir.

«Ya volvemos, tesoro», pude entender que decía y yo miré a mi


pequeñ a... justo para verla cambiar.

Su quejido se volvió má s agudo y fuerte, su naricita se estiró , su cuerpo


se cubrió de pelaje oscuro como la noche, como el de su padre, y Abu
soltó una expresió n de sorpresa en lo que la ropa le quedaba ahora
grande, se la sacó como pudo, haciendo el pañ al a un lado. No podía
creerlo, pensá bamos que se transformaría mucho después, nos habían
dicho que desde má s adelante lo hacían, cinco o seis meses y me había
estado aterrando la idea de que nuestra bebé se transformara mientras
está bamos en la universidad, pero allí estaba ella, apenas de pie en el
suelo, en sus cuatro patitas, mirá ndonos con sus ojos amarillos y
acercá ndose a mí de inmediato, tratando de coordinar el movimiento de
sus piecitos.

Me di cuenta de que nuestra hija aprendería a correr antes que a gatear.

De su boca salían sonidos inentendibles, la afirmé con mi cabeza cuando


casi se cae, Arny sonreía, podía sentirlo sonriendo. Era una pequeñ a bola
de pelo oscuro, mi amado se acercó a lamerle la cabeza y ella trató de
aullar o algo así. Daba risa, nervio verla, de pie en el pasto, solo un poco
má s alta que el pasto en realidad, era diminuta. Frederick llegó desde

393
dentro de casa y cuando nos vio volvió al interior a buscar una cá mara.
Definitivamente ya no iríamos al bosque. Nos quedamos con ella en el
suelo, mirá ndola, me senté para observarla fascinado mientras Arny
seguía sus pequeñ os pasos y movimientos, mientras ponía su hocico
junto a ella para que no se cayera a un costado o al otro. Nos tomamos
una fotografía y finalmente V no soportó má s y se transformó también.

«Con cuidado», le advirtió Arny cuando el lobo blanco se acercó a ella, un


poco má s crecido que la primera vez que lo había visto, pero era
innecesario, V podía ser un niñ o pero ya era grande, entendía y adoraba
a Selene, ella también lo quería bastante, siempre se le quedaba mirando
cuando su tío le hacía caras chistosas. Arny se sentó junto a mí mientras
los mirá bamos jugar, pero me di cuenta que el tiempo pasaba, pronto
sería la hora de su comida. Cambiamos a humano pero no sabía có mo
hacerla cambiar a ella. Arny la había tomado en brazos y como lobo era
solo un poco má s grande que el tamañ o de sus manos, que sí, eran manos
grandes, pero aun así impresionaba.

—¿Có mo la hacemos cambiar? —miramos a Abu y ella ladeó el rostro.

—Pues, con mis hijos y con mis nietos, en general se transformaban un


rato y luego cambiaban solos, pero ella se quedó bastante tiempo
transformada —no era mucha respuesta—. Se supone que los lobos hijos
de lobos no son como nosotros, ellos no necesitan un período de
«adaptació n» que dure hasta la revelació n del segundo género, no se
transforman porque pierdan el control de sus emociones cuando niñ os,
como pasa con nosotros, sino que se transforman porque quieren hacerlo
—enarqué una ceja—, pero pensaba que era una exageració n y que
simplemente controlaban má s fá cil sus emociones que lobos hijos de
humanos, pero viéndola... —negó con la cabeza—. No sé, habrá que
esperar.

394
—Vaya —miré a la pequeñ a loba hermosa que era, le acaricié—, tesoro,
Selene ¿cambias a humana? —V aú n seguía como lobo y se acercó a
nosotros—, mira a V, él va a cambiar —lo animé para que lo hiciera y él
cambió rá pido y se puso al momento su pantalones cortos— ¿ves? —
pero si había algo que había aprendido después de tenerla diez meses
dentro era que Selene no hacía las cosas porque la presionaran a
hacerlas, sino porque ella quería.

Al final cambió un poco después, a la hora de comer, imagino que porque


le dio hambre. Yo suspiré aliviado porque no sabía qué hacer o có mo
alimentarla si se quedaba como loba, o sea, le daríamos fó rmula, pero
aunque me alegraba haber podido verla cambiar, prefería, por el
momento, su forma humana, hasta que ella tuviera suficiente raciocinio
como para poder entender nuestras palabras y poder obedecer cuando le
pidiéramos que cambiara de vuelta. Arny en cambio estaba enviando la
foto de los tres al chat grupal de la familia para presumir que su hija ya
se transformaba.

—No la culpo por querer estar como loba, es decir, así al menos puede
andar, como bebé se afirma su cabeza y ya está —apreté los labios y lo
miré con reproche mientras la mecía para que durmiera luego de su
leche.

—Ese es mi punto ¿y si se transforma en su cuna sin que nos demos


cuenta y se cae o algo tratando de ir a algú n sitio? Ya sabes que no se
despierta y grita de inmediato, se despierta y espera un poco —la miré
—, me da miedo que se despierte, se transforme y se lastime por querer
salir por allí.

—Vale, veo tu punto —se la entregué para que la arrullara él porque yo


estaba cansado—. Pero creo que cambió porque está bamos nosotros
como lobos, por ahora, confiemos en que no lo hará si no estamos

395
nosotros allí con ella. Si es así, solo debemos cuidar no mostrarle nuestra
forma de lobo tan seguido, así atrasaremos un poco sus cambios.

—Bien.

Funcionó , para mi alivio. Lo que no me alivió fue iniciar las clases en la


universidad. Parte de mí deseaba retrasar todo un añ o má s, quedarme
con Arny en casa, junto a nuestra bebé, no separarnos nunca. Pero sabía
que no podíamos, debíamos continuar nuestra vida, teníamos que
estudiar, sacar títulos, demostrarle a nuestra hija que sus padres no eran
estú pidos, que tenían carreras, que podía estar orgullosa. Aun así, el
primer día fue una tortura. No había dimensionado el hecho de que no
solo iba a estar lejos de ella, sino de Arny, separado de los dos cuando
había pasado los ú ltimos quince meses pegado a ellos las veinticuatro
horas del día y ahora debía ir a clases y concentrarme y era horrible.
Cuando llegó la hora de almorzar no corrí má s rá pido solo porque no
podía, por suerte Arny ya me estaba esperando y lo abracé con tanta
fuerza como si hubiésemos estado una eternidad lejos.

—Volvamos a casa, siento que Selene nos necesita —me dijo y yo asentí
porque me parecía una idea brillante.

—No van a ninguna parte, mi sobrina está perfectamente —la voz de


Dalia interrumpió mi angustia y dejé de abrazar a Arny para saludarla
aunque no solté su mano, ella señ aló su teléfono y un pequeñ o video
donde salía má con Selene en los brazos, sonriendo y eructando luego de
su leche. Había escrito «La nieta má s linda del mundo»—. Lo envió la tía
hace menos de quince minutos, así que traten de mantener la entereza,
joder, que la pequeñ a está perfecto.

—Hola Dalia —saludé, recordando de pronto que ella igual estudiaba en


esta universidad.

396
—Hola Jae, por favor no dejes que Arny te convenza —negó con la
cabeza—, se supone que eres el responsable de los dos. Será difícil al
principio, no puedo decir que lo entiendo, no tengo hijos, pero en serio,
mi sobrina se merece unos padres que terminen la universidad.

—Ella tiene razó n —miré a Arny que me puso sus ojos traicionados, pero
traté de mantenerme firme—. Si algo le pasa, nos lo hará n saber... está
con má por la mañ ana y luego llegará mamá , y está Abu y V—el abuelo
no porque él estaba en la universidad también, haciendo clases—, no le
falta compañ ía.

—Exacto, y la verá n muy pronto —Arny apretó los labios.

—No me gusta, mi cachorrita me necesita... —Dalia comenzó a empujarlo


hacia unas mesas, habíamos llevado nuestro propio almuerzo.

—Tu cachorrita necesita un papá que pueda pagarle los pañ ales a ella y
sus futuros hermanos, anda —logró convencerlo, fue una suerte que
estuviera ella porque yo no habría tenido la entereza ni las ganas de
lograrlo, pero gracias a Dalia nos encontramos los tres disfrutando de la
comida, aunque Arny y yo no dejá bamos de mirar el celular para ver si
había noticias de nuestra pequeñ a.

Pero no hubo. Y aunque al regresar a casa sí nos dijeron que al momento


de la comida se había puesto imposible porque no quería recibir su
mamadera de nadie (suponían que quería que se la diéramos Arny o yo,
como siempre), al final había aceptado a V, que como buen tío había
acudido a cuidar de su sobrina. Cuando la pusimos a dormir V se había
despedido de ella todo orgulloso antes de marcharse. Luego de la
primera semana de clases, V, luego de nosotros, se había vuelto su
favorito y ese fin de semana, mientras los mirá bamos jugar (má s bien V
enseñ á ndole colores a Selene), parecía má s que obvio.

397
—Algú n día cuando Selene traiga a alguien a casa, V seguro va a
oponerse a quien sea —hombre o mujer, seguro nadie sería lo
suficientemente bueno para su sobrinita. Arny se rió .

—Creo que es al revés, cariñ o, creo que es Selene quien no va a aceptar


ninguna chica que V pueda traer —me reí, sí, en realidad, ella parecía
má s posesiva que V, pero considerando que eran niñ os, era comú n,
mientras creciera le iríamos enseñ ando la importancia de compartir.
Suponía que alguien podría creer que serían una pareja, después de todo,
cuando fueran adultos, ocho añ os no parecería una diferencia de edad
tan escandalosa, pero por mi inquietud Arny me había contado que no se
imprimaba entre familia, o sea, no cuando la sangre era tan cercana.
Todo un alivio. Su relació n era puramente «tío favorito» y «sobrina
favorita».

Con el pasar de las semanas ir a la universidad no se volvió má s fá cil,


pero nos acostumbramos al dolor desgarrador de dejar a nuestra
cachorra. Y como nos habíamos acostumbrado, cuando llegó la Luna
Llena decidimos, por primera vez desde que ella había nacido, que
saldríamos con la manada. Antes nos habíamos quedado dentro y había
sido bastante horrible no salir a cumplir la tradició n, parecía sentir un
cosquilleo en los huesos que nos pedía salir. Pero habíamos descubierto
que sí podíamos pasar algunas horas sin ella, así que acordamos dejarla
con mamá , con la instrucció n de que ella no nos viera porque sino
terminaría cambiando a lobo.

Y salimos a correr. Con Abu, má , V, Dalia y Arny. Ya había salido en los


primeros meses de embarazo pero me fascinaba de todos modos.
Corríamos durante el día, corríamos jugando, era una celebració n de los
sentidos, una celebració n de la llegada de la Luna llena. Nunca éramos
tan libres como en ese momento, corriendo con toda nuestra fuerza,
nuestras fauces llenas del bosque, la tierra, la fuerza de la naturaleza
vibrando en nuestros cuerpos. Corriendo libres y partes te todo, partes

398
de la manada, partes de un todo mucho má s inmenso e increíble.
Regresar a comer habría sido má s difícil si nuestra hija no nos hubiera
estado esperando, porque era difícil salir del estado de jú bilo que
recorría todo nuestro cuerpo cuando experimentá bamos la celebració n,
la tierra vibrando a nuestros pies. Pero regresamos, cenamos,
alimentamos a nuestra pequeñ a y la pusimos a dormir antes de salir a
correr de nuevo.

La noche caía, la Luna alumbraba, mi garganta ardía de la necesidad de


aullarle y cuando Abu unificó nuestras voces, el bosque entero pareció
temblar ante el grito de los lobos, ante los guardianes del bosque que
anunciaban su presencia, que alababan a su madre. Era má s que solo
adrenalina, era magia estremeciéndome por completo, era la sensació n
de que cada uno de los miembros de la manada vibraba conmigo, era
sentir a Arny a mi lado. Siempre a mi lado.

Regresamos a casa como lobos, entramos a nuestra habitació n y nos


transformamos. Miré su increíble cuerpo y lo abracé de inmediato, nunca
iba a cansarme de él.

—Jae —hundí mi boca en su cuello, joder, como amaba su cuello, tal vez
era algo sobre ser lobo, pero lo amaba, comencé a dejarle besos. No tenía
intensió n de má s, Selene estaba durmiendo en la misma habitació n, pero
quería mimarlo—, Jae —me llamó de nuevo y lo miré, sonreía.

—¿Pasa algo? —él asintió .

—Siéntate —le obedecí y lo miré desde la cama, parecía nervioso, me


preguntaba por qué, usualmente venía muy feliz y liberado después de la
Luna llena, o sea, cuando estaba embarazado y había sido seguro,
habíamos llegado a hacer el amor luego de aullar—. Mi amado Jae... —
comenzó y tomó mis manos, luego las soltó —, espera... —sacó un
cuaderno de su mesita de noche (la que estaba de su lado de la cama),
leyó algo y asintió —, ya, ahora sí... —volvió a tomarme las manos—. Mi

399
amado Jae yo... —sus ojos enfrentaron los míos y luego negó con la
cabeza—, no, ya qué —tomó mi rostro y me dio un beso, sus labios se
frotaron con los míos insistentes, algo desesperados, abrí mi boca para
recibirlo y me mantuve algo sumiso porque sentía que lo necesitaba,
dominar, mover su lengua a gusto, acariciarme y frotar su hú medo
mú sculo dentro de mí a su antojo. Cuando se apartó sus ojos brillaban
como la Luna misma y no soltó mi rostro—. Había hecho todo un plan, te
iba a leer un poema de un escritor famoso, hacerte promesas y poner mi
rodilla en el suelo, quería impresionarte demostrá ndote que yo podía
planear también, pero mirá ndote me di cuenta de que tú me has amado
tal y como soy, me amaste aun cuando yo no tengo ningú n plan. Me amas
con mi caos, mi impulsividad, mi terquedad, mi descontrol.

—No te amo «con eso» te amo «por eso» —porque esas cosas me habían
enamorado, no solo lo perfecto, no solo su comprensió n, su disposició n a
ser paciente conmigo y su amabilidad, sino también aquello má s difícil,
me había enamorado de cada detalle.

—Exacto, y me di cuenta que no necesito impresionarte, que solo


necesito ser yo, impulsivo y algo desordenado —entonces soltó mi rostro
para abrir la mesita de noche y sacar una pequeñ a cajita azul—. Así que
sin plan alguno, Jae Seavers ¿te casarías conmigo?

Considerando que ya me había mordido, que me había embarazado, que


había cambiado a lobo para estar a su lado, aquello era má s una
formalidad. Y sin embargo, se me removió todo el cuerpo, sentí mis
brazos temblar de los nervios y mi pecho ponerse increíblemente tibio al
ver que, aun cuando sabía que le diría que sí, había estado nervioso, que
había estado preparando aquello probablemente por semanas, aun si
luego, tan Arny como era, había tirado su plan por la ventana.

—Por supuesto que me casaré contigo —sonrió tanto, como si no se lo


esperara, como si no las hubiera tenido todas consigo. Y esa era otra de

400
las cosas que amaba tanto de él, nunca asumía saberlo todo, nunca
asumía que sabía todo de mí solo porque era mi alfa y yo su omega. La
cajita tenía dos anillos, uno para mí y uno para él, no tenían diamantes ni
nada por el estilo, eran dos argollas color negro, la mía tenía una línea
amarilla en medio que recorría toda la argolla, en su anillo la línea era
azul. Como nuestros ojos. Me puso el anillo y yo hice lo mismo con él. Esta
vez me contagié de su impulsividad y salté hasta él, lo abracé por el
cuello y me apropié de su boca con desesperació n y felicidad, en un beso
torpe porque no podía parar de sonreír, y sonreía, lo besaba, volvía a
sonreír y luego a besarlo de nuevo.

—Te amo —susurró contra mis labios, cuando mis besos se calmaron un
poco y nos levantó a ambos para que nos acostá ramos en la cama.

—Y yo te amo a ti —besé su mejilla y me abracé a él, para luego


descansar mi rostro en su cuello—, gracias por amarme tanto.

—Gracias por dejarme hacerlo —me aferré con má s fuerza.

A estas alturas, era un paso pequeñ o considerando todo lo que ya


habíamos hecho, pero los alfa no llevan una marca como los omega, Arny
ahora la llevaría en su dedo. Y aun si era una formalidad, era un paso má s
para nosotros, uno que indicaba lo mucho que queríamos estar juntos.
Puede que todos en nuestra familia lo entendieran sin necesidad de un
matrimonio, que los lobos amaban de por vida solo a un compañ ero,
pero ahora nuestra promesa sería conocida por el mundo entero. Porque
nos prometimos amarnos aun sin habérnoslo dicho, desde el primer
momento.

—Quiero escuchar el poema —sentía que me dormía.

—En realidad, siempre que lo miraba te imaginaba a ti leyéndolo.

401
Lo descubriría al día siguiente, porque en ese instante simplemente
deseaba descansar junto a mi lobo. Con mis piernas enredadas a la suyas,
su calor acunando mi cuerpo, no necesitaba nada má s para encontrar la
paz de una vida entera.

Te amo.

Podría jurar que lo pensamos al mismo tiempo.

•••

Solo a un capítulo del final. De verdad no lo puedo creer. No tengo


palabras, es difícil para mí creer que esto empezó hace casi un mes, que
ustedes le dieran una oportunidad a esta historia. Que ya casi se acaba.
Que todo surgió por el challenge de octubre. Espero que les gustara este
capítulo, a mí me encantó escribir cada detalle.

Gracias a todos por leer, comentar y votar. Por apoyar y por hacerme
sonreír. Espero que ustedes igual hayan sonreído leyendo.

402
31. Donde las fauces duermen

Palabra del día: Poema

En nuestra boda no hubo un lado para el alfa y el omega, su familia se


había vuelto la mía y entre su aislamiento por su naturaleza de lobo y el
mío por mi género de omega, lo que teníamos era solo eso. Familia. Una
excepció n fue Carter, que llegó acompañ ando a Cris, porque resultó que
él era el amigo lobo que Carter había conocido en la universidad, nos dio
sus felicitaciones junto con la promesa de ayudarnos si alguna vez lo
necesitá bamos.

Mentiría si dijera que no hubiese querido que mi madre estuviera allí.


Ella estaba viviendo fuera de Roscoe ahora, se había mudado a la antigua
casa de la abuela Paris, en la costa, y aunque sabía de la existencia de su
nieta y de mi matrimonio, no tenía las fuerzas para verme de nuevo. Era
muy pronto para ella, empezaba a encontrar tranquilidad en aquella
ciudad, en la casa donde había crecido, en una ciudad má s grande y
menos callada. Decidí perdonarla. Decidí perdonarla para no amarrarme
al dolor que sentía, porque odiarla habría sido solo tragar veneno. La

403
perdoné por su terquedad y su silencio, por su obsesió n y su
indiferencia. Me quedé con los recuerdos buenos y le deseé lo mejor.
Deseé que lograra seguir con su vida.

El día que nos casamos, caminamos al altar juntos, ambos de blanco. No


llevamos un ramo de flores, sino a Selene, en un precioso vestido
amarillo. Frente a Abu, que estaba certificada para realizar esas
ceremonias, no nos hicimos promesa alguna. Habíamos acordado no
prometernos nada, porque no necesitaba una promesa de su parte, no
necesitaba que me jurara fidelidad o su compañ ía en la salud y
enfermedad, no necesitaba una promesa para saber que aquellas cosas
eran ciertas y lo seguirían siendo, no queríamos volver una obligació n lo
que ya hacíamos por el simple hecho de amarnos. Así que no nos
prometimos nada, en lugar de votos hablé por ambos, con las palabras
que él había elegido, pero para yo recitarlas. Era perfecto, sus
sentimientos y los míos, sus ojos que me sonreían, mientras nuestra
hermosa hija le baboseaba el terno.

i carry your heart with me (i carry it in my heart)

Llevo tu corazó n conmigo (lo llevo en mi corazó n)

—Solo estoy diciendo, que me ofende —protesté dando vueltas por el


cuarto mientras Arny doblaba la ropa de Selene—, me hice amigo de
Gabrielle en primer añ o, taller de oratoria. Y cuando al fin, después de
casi tres añ os, logramos tener una clase juntos, Cris la conoce, y la
embaraza —puse las manos en jarra—, se robó a mi amiga, y sabes lo
que me cuesta hacer amigos, má s cuando es alguien de otra carrera —y
Gabrielle estudiaba deporte y nutrició n.

—No se la robó , imprimaron —puntualizó mi esposo ganá ndose una


mirada de reproche, quería que estuviera de mi lado, Gabi y yo nos
habíamos puesto de acuerdo para tomar esa clase de dibujo juntos y

404
ahora me tocaría tomarla solo porque ella había congelado el semestre
para tener su bebé casi al mes de conocer a Cris.

—Solo digo que de toooodas las personas en el mundo, tuvo que elegir a
mi amiga —Arny no reaccionó , me dejó seguir hablando—. Le voy a decir
a todo el mundo que no se llama Cris, sino Crisantemo —me crucé de
brazos y Arny se aguantó la risa.

—Mírale el lado positivo... —por supuesto que iba a defender a su primo


—, ahora Gabrielle sabe el secreto familiar, no debes mentirle en nada y
Selene tendrá con quien jugar —miré la puerta que daba a la habitació n
donde dormía nuestra hija. Quise ir a tomarla en brazos, pero ya sabía
que no era buena idea despertarla porque aun si esa era tarde, una vez
despertada tenía muchísima energía y podía pasarse toda la noche
jugando. Con casi tres añ os ademá s adoraba correr, jugar y contar
historias que salían de algú n lugar de su cabecita, o principalmente de lo
que le leíamos, porque escuchaba y luego mezclaba todos los cuentos y
creaba narraciones má s que interesantes. Era tan talentosa... y activa, y
risueñ a, y caprichosa también y muy, muy fuerte.

—Nosotros deberíamos darle con quien jugar... —me miró interesado,


dejó la camiseta de «abajo el patriarcado» que estaba doblando (solo
Dalia podría encontrar ropa así tamañ o niñ a) y estiró los brazos para que
yo llegara a ellos. Hundió entonces su rostro en mi abdomen y dejó un
beso allí.

—¿Quieres embarazarte? —metí mis dedos en su cabello oscuro y


comencé a acariciarlo, con él era má s fá cil, Selene tenía el cabello largo y
sus ondas oscuras y sus pocas ganas de dejar que la peinaran hacían que
su cabeza fuera un desastre (era culpa de Arny, que siempre se había
rebelado contra los peines).

—Lo he estado pensando, no quiero que siga creciendo la diferencia de


edad entre Selene y los otros hijos que vayamos a tener, idealmente me

405
habría gustado hacerlo el añ o pasado, pero estaba ocupado adelantando
cursos —al final estaba sacando el grado bá sico de bibliotecología y
haciendo una menció n en fomento lector. Sin contar los talleres de
cuentacuentos. La carrera duraba cuatro añ os, yo quería terminarla en
tres, había estado adelantando cursos desde el segundo semestre del
primer añ o y ahora podría lograr mi meta. La carrera de fotografía y
cinematografía de Arny también era cuatro añ os—. Mira, si lo planeamos
bien, me embarazo un poco antes de terminar este añ o académico, y
simplemente los ú ltimos tres meses de la universidad los pasaré
embarazado, en el primer trimestre. Y de ese modo me graduaré y sí,
tendremos que esperar un añ o má s a que tú te gradú es, pero eso
permitirá que yo esté en casa un poco má s, puedo trabajar solo a medio
tiempo en la biblioteca de la universidad, tener al bebé...

—Pero estará s embarazado aquí en casa mientras yo estoy en clase —


coló su cabeza debajo de mi camiseta para comenzar a dejar besos sobre
mi abdomen desnudo.

—Pero nos veremos mucho de todos modos y si te necesito te llamaré,


de este modo Selene tendrá un hermano o hermana para jugar má s
cercano a su edad y cuando viajemos por el mundo para que fotografíes
lugares increíbles, ella no se sentirá tan sola —aunque técnicamente
Selene, a diferencia de V o del mismo Arny, sí podría asistir a clases
porque la teoría de la transformació n hasta ahora había resultado ser
cierta, ella no cambiaba por perder el control de sus emociones (un día
había llorado a gritos porque no encontrá bamos su manta favorita y no
cambió en ningú n momento), cambiaba cuando ella quería. Pero aun así
preferíamos que estudiara en casa los primeros añ os.

—Con una condició n... —levanté mi camiseta para descubrir su rostro y


tomarlo con las manos.

—¿Cuá l?

406
—Que este tenga tus ojos —me reí.

—Sabes que eso no lo decido yo... —hizo puchero.

—Estoy convencido de que sí y por eso Selene se parece tanto a mí —


besé sus pá rpados, uno primero y luego el otro.

—No es mi culpa amarte tanto, es culpa tuya, de tu hoyuelo,


principalmente —volteó el rostro para mostrarme su mejilla—, y de tus
mú sculos...

—¿Y mi personalidad? —fingí poner cara de pensarlo.

—Ah, sí, eso también —sonreí divertido y él atacó mis labios y me abrazó
para hacerme caer sobre la cama. El beso fue má s tierno de lo esperado,
me besó despacio, con la confianza de quien conocía los lugares que me
hacían estremecer, la forma en que su lengua me hacía disfrutar y sentir
que perdía el aliento. Se apartó luego de dejarme todo confundido y
derretido con sus labios, mirá ndome con sus ojos de pillo, brillantes y
triunfales—. Dime que me amas.

—Por supuesto que te amo —acaricié los mú sculos de su espalda—, es


imposible no enamorarse de un lobo —y entonces su sonrisa se volvió
má s divertida que antes.

—Seguro lo mismo piensa Gabrielle —calló cualquier protesta con sus


labios, pero lo cierto es que no iba a reclamar. Iba a reír.

Mi esposo siempre me hacía reír.

i am never without it (anywhere i go you go, my dear;

and whatever is done by only me is your doing, my darling)

Nunca estoy sin él (donde sea que voy vas tú , mi adorado;

407
y lo que sea que es hecho solo por mí es tú hacer, mi querido)

Nuestro hijo no se hizo esperar como su hermana, nació de noche,


mientras la Luna brillaba alto y llena, en la primera hora del día que
había sido pronosticado para su llegada. Me asustó porque a diferencia
de su hermana no lloró hasta que le dieron una pequeñ a palmada, solo
entonces soltó lá grimas y llanto. É l vino al mundo en silencio y nosotros
lo hicimos llorar. Su nacimiento fue mucho má s íntimo, nadie pensaba
que nacería esa noche, así que parte de la manada estaba aullando a la
Luna, solo está bamos nosotros y Zafiro.

—Es hermoso —Arny lo sujetó en sus brazos y yo asentí. Efectivamente


nuestro hijo era hermoso... y distinto. Tenía la piel má s oscura que
nosotros, tenía piel tostada, como Dalia, como su bisabuelo. Sus ojos
estaban cerrados y no se vería su color real hasta unos días después pero
casi podría jurar que no serían amarillos, sino azules. Pero lo má s
impresionante era su cabello, porque a pesar de que su piel era má s
oscura que la nuestra, su cabello era casi blanco, rubio.

—Es una rareza genética, pero sí pasa —nos contó Zafiro y yo lo observé,
haciéndome a un lado en la cama para que Arny se sentara junto a mí y
poder tocarlo. Abracé los brazos que lo sostenían y descansé mi mejilla
en la clavícula de Arny, para mirarlo— ¿Tienen elegido el nombre?

—Tenemos algunos —le comenté mientras lo miraba. Esta vez habíamos


buscado nombres que nos gustaban con anticipació n. Teníamos la idea
de usar el nombre de un titá n de la mitología griega. Porque Selene tenía
nombre de titá n, pensamos que sería lindo que todos los nombres de
nuestros hijos tuvieran algo en comú n, y de dó nde provenían podía ser
aquello. A Arny le gustaba uno—. No tiene cara de Atlas —le hice saber y
alcé el rostro para mirarlo.

—Creo que no, pero no sé si me convencen los que te gustan a ti —solté


un suspiro.

408
—Fue la misma razó n por la que no le pusimos Dante a Selene ¿sabías
que mi nombre sirve para hombre y mujer? —protesté despacito y él me
besó el cabello.

—Podemos ponerle Dante a él —no estaba seguro.

—Quiero que su nombre tenga relació n con el de su hermana y el de los


otros titanes para hombre no suenan bien, o sea ¿Hyperion? Tú dijiste
que no querías que nuestro hijo nos odiara —le comenté y él acomodó al
pequeñ o durmiente en sus brazos. Era má s pequeñ o de lo que Selene
había sido, pero tenía sentido porque no se había quedado má s tiempo
dentro, como había hecho su hermana.

—Tal vez Themis, que suena un poco má s unisex —aunque sí había sido
nombre de una titá n, era cierto que al escucharlo no gritaba un género,
pero ese no me parecía suficiente motivo. Necesitaba sentirlo, como
había ocurrido con Selene.

—Rhea —podía sentir la presió n al decirlo—, estoy seguro —no


necesitaba mirar a Arny para saber que él no lo estaba tanto.

—No sé, Jae... —busqué sus ojos.

—Me gusta... y tiene las mismas vocales que mi nombre solo que
ordenadas distinto —puso cara de derrota entonces y luego sonrió .

—Eso es trampa, sabes que no puedo decir que no si me dices que su


nombre se parecerá al tuyo —miró a nuestro hijo—. Que tenga dos
nombres, Rhea y Dante —sonreí muy feliz, sabía que lo hacía para que
nuestro hijo tuviera una segunda opció n si no le gustaba uno de ellos.

—Puedo vivir con eso —besé su cabecita—. Bienvenido al mundo, Rhea


Dante Hertz.

409
i fear no fate (for you are my fate, my sweet)

i want no world (for beautiful you are my world, my true)

No temo a ningú n destino (porque tú eres mi destino, mi adorado)

No quiero ningú n mundo (porque hermoso tú eres mi mundo, mi


verdad)

Mi celo no llegó .

Luego de que Rhea naciera mi celo debía llegar tres meses después, solo
una semana má s tarde de mi cumpleañ os. Mi primer instinto fue pensar
que tal vez se atrasaría unos días má s, con Selene no había ocurrido pero
entre hormonas y feromonas, estas cosas se desordenaban y un
embarazo podía cambiar el cuerpo de uno. Pero pasaron un par de días
má s y me pregunté si tal vez ocurría algo malo. Así que llamé a Zafiro
porque dentro de nada pensá bamos viajar a una localidad fuera del país
con los niñ os. Nuestro plan era quedarnos de ocho meses a un añ o, Arny
había sido contratado por un equipo que estaba armando un documental
sobre la selva que desaparecía en la zona, para trabajar con el equipo de
grabació n. Estaba contento por la oportunidad de aprender del director
que lo dirigía y de los escenarios que podría fotografiar por su cuenta. Yo
me había contactado con las autoridades locales para solicitar un espacio
pues quería implementar una «biblioteca ambulante», quería tener una
biblioteca que se moviera conmigo cuando viajara con Arny, que
funcionara como biblioteca y tuviera talleres de fomento lector también.
Ademá s quería trabajar con los funcionarios para ayudar a alguien a que,
cuando nos tocara marcharnos, se quedara a cargo de la biblioteca y no
desapareciera todo má gicamente cuando me fuera.

Necesitaba estar bien para llevar a cabo todas esas cosas. En la localidad
no apreciaban demasiado a los omegas y había costado un buen tira y
afloja conseguir sacar adelante el proyecto, en gran parte porque el

410
director del documental me había echado una mano (era conocido de
Carter) y en otra porque, aunque no apreciaban a los de mi clase,
respetaban a los omegas casados y con familia, má s si era con un alfa. Lo
que llevaba al punto positivo de todo aquello y es que me dejarían tener
a Selene y Rhea conmigo en la biblioteca. No todo el día, pero aun si eso
ocurría algunas veces, no sería problema. Como el horario de grabació n
de Arny sería bastante intermitente nos íbamos a turnar para cuidarlos,
pero era un alivio saber que podrían estar conmigo, sobre todo Rhea, que
era aú n tan pequeñ o.

Sí, me asustaba que Rhea cambiara a lobo y nos descubrieran, porque se


había transformado hace poco sin habernos visto cambiar si quiera, y era
mucho má s propenso a transformarse de lo que había sido su hermana a
su edad, me daba la impresió n de que no era que fuera como V, que lo
hacía sin controlarlo, sino que era como Selene, solo que aú n siendo un
bebé, le gustaba má s esta otra forma. Pero tendría cuidado. Selene no era
problema porque si le pedía que no cambiara, ya era una niñ a má s
grande, ella entendía.

—Solo quiero estar seguro de que nada está mal, el atraso del celo no me
había pasado nunca —o sea, yo era un sujeto muy organizado, hasta mi
celo era organizado como yo y siempre llegaba a la fecha.

—En cuanto estén los resultados de tus exá menes de sangre me van a
llamar, estoy segura que no es nada grave, estas cosas pasan a veces —
Zafiro trataba de tranquilizarme, está bamos sentados en el sofá del saló n
en la mansió n principal.

—No hueles a enfermedad, mi vida —Arny tenía a Rhea en sus brazos,


estaba tranquilo, porque estaba acostumbrado al caos. Lo miré levantar a
nuestro hijo del cuerpo y besarle el cuello para hacerlo reír, su sonrisa
me dio algo de calma. Rhea miró a su papá , tenía mis ojos... má s o menos,
eran azules, pero eran má s bien como mis ojos lucían los días de verano,

411
de un azul que dejaba su nombre para transformarse en un celeste
grisá ceo, eran preciosos sus ojos, y destacaban mucho en contraste con
su piel tostada, enmarcados por pestañ as oscuras, no entendía por qué
sus pestañ as eran oscuras si su cabello era tan claro, pero era uno de los
misterios de Rhea. Sabía que cuando creciera sería hermoso de una
forma muy exó tica.

Selene pasó corriendo frente al sofá , iba descalza, llevaba unos


pantalones cortos pú rpura y una camiseta gris con una loba (con un
moñ o rosa en la cabeza) aullando un globo de texto que decía «ROAR
POWER» ¿dó nde encontraba Dalia esas camisetas? No tengo idea, mi
teoría es que las mandaba a hacer y sus talentos artísticos se medio
desperdiciaban como arquitecta, pero toda la ropa que ella le regalaba
era la favorita de Selene. En ese momento el cabello de mi hija, largo
hasta sus hombros, era un desastre má s caó tico de lo habitual.

—Tesoro, ven que te hago una trenza, un moñ o, para que no lleves el
pelo en la cara —se volteó a mirarme, con su mirada amarilla tan
intensa, frunció sus oscuras cejas, infló sus cachetes, se parecía tanto a
Arny que era difícil no derretirse, aun cuando se enojaba.

—No quiero —solté un suspiro.

—Anda, ven aquí —le sonreí y ella me seguía mirando así, desafiante, su
cabello ondulado y oscuro apuntando a cualquier lado, su pequeñ a nariz
fruncida.

—¿Y si mejor después? —su vocesita era suave y zalamera. Puso ojos
grandes de sú plica y yo achiqué los míos.

—Está bien, pero después no te puedes quejar —era un trato entre


nosotros, podíamos posponer algo, pero ella luego no se quejaría. Selene
siempre cumplía su palabra y yo también, así que aceptó feliz y corrió a
la esquina del saló n donde estaban sus juguetes, tres añ os y siete meses

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tenía y era impresionantemente lista. Miré a Zafiro, dejando que mi
rostro mostrara mis nervios. Ella volvió a mirar su celular.

—Aú n nada, pero Jae, tú te ves bien, aun si pasara algo, sería solo un
pequeñ o desbalance en tus feromonas y podrías consultar con el doctor
que te mencioné, a menos que sea algo muy grave, no debería arruinar su
viaje, estoy segura que si pasa algo, podrá s tratarlo allá —era cierto.
Íbamos a otro país pero la regió n no era del todo «desconocida» para
Arny, era uno de los motivos por los que había buscado unirse a ese
grupo de grabació n para nuestra primera aventura. Había un clan en
buenas relaciones con el nuestro allí «Tierra de Luna», su líder y Abu se
llevaban bien, Arny había conocido a algunos de sus miembros cuando
era má s joven y tenían dos médicos y un curandero en su familia. Uno de
los médicos vivía con su manada en las cercanías y trabajaba en un
hospital de la ciudad a dos pueblos de distancia, ademá s, hacía visitas al
pueblo donde estaríamos una vez a la semana. Nos había parecido el
lugar ideal porque aunque era algo remoto y de difícil acceso,
tendríamos a uno de los nuestros cerca en caso de que le ocurriera algo a
los niñ os.

—No me gusta no saber las cosas —miré a Rhea que abría sus bonitos
labios para balbucear algo inentendible hacia su papá .

—Ya está —comentó Zafiro de pronto mirando su celular, los resultado


—. Oh...

—¿Oh? ¿Qué es «oh»? —ella tenía ambas cejas alzadas, Arny se preocupó
también y terminó de sentar a Rhea sobre sus piernas.

—No está s enfermo... —hizo una pausa, miró por un segundo a nuestro
retoñ o y luego a mí— está s embarazado.

—¿Qué? —me quedé en shock—. No puede ser.

413
No puede ser.

—Acabo de tener a Rhea ¿có mo voy a estar embarazado?, está


equivocado, el examen está mal —miré a Arny en busca de ayuda, algo, él
tenía los labios abiertos y nada salía de su boca.

—El examen de sangre es bastante infalible, Jae —el corazó n me


palpitaba en los oídos— ¿es que no esperaron el tiempo mínimo?

—¡Claro que lo esperamos! —el grito hizo a Rhea protestar y Arny


reaccionó acariciá ndole su espaldita para que no llorara, cerró los labios
y luego los abrió y miró a Zafiro confundido, tanto como yo, pero en
parte mi shock se había ido al ver el rostro compungido de mi hijo—, lo
siento, tesoro, no debí gritar —estiré las manos, Arny me lo pasó y lo
acurruqué en mis brazos. Miré a Zafiro—. Esperamos má s de dos meses
y con Rhea siendo tan pequeñ o, y Selene adaptá ndose a su hermanito...

—Pues los resultados no mienten —miré a Arny.

—Está tu cumpleañ os... —comentó y yo apreté los labios.

—Vale, sí, mi cumpleañ os, pero usamos condó n —con dos hijos y
veintidó s añ os esas cosas no deberían hacerme sonrojar, pero lo
lograban. Bajé la voz de todos modos para que Selene que estaba en el
otro extremo de la sala no escuchara esa parte.

—Pues... —Arny habló en tono de circunstancia—, técnicamente usamos


condó n al final... o sea, la parte previa... —sí, a ambos nos gustaba má s
como se sentía piel con piel y como yo aú n le estaba dando leche a Rhea
no quería tomar anticonceptivos, la solució n que habíamos encontrado
era que lo hacíamos y Arny se ponía el condó n casi al final.

—A dos muchachos adultos y educados no necesito decirles que el


presemen puede embarazar a alguien —me sonrojé aú n má s.

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—Ni siquiera estaba en celo —no sé si me estaba justificando o solo
reclamá ndome a mí mismo.

—No necesitas estar en celo, Arny es tu destinado, pueden concebir


cuando sea...

—No se corrió dentro —susurré.

—Como ya dije, el prese...

—Oh, dios —afirmé a Rhea y escondí mi rostro en el hombro de Arny, si


no hubiese tenido al pequeñ o conmigo habría ocultado la cara en mis
manos—. No puedo estar embarazado, no he planeado nada, yo lo planeo
todo —parte de mí quería llorar, parte de mí se negaba a estar triste
porque era un nuevo bebé y no quería que la criatura se sintiera
rechazada.

—Amor... —Arny me acarició la espalda y escuché su voz preocupada—


¿quieres cancelar el viaje? —sentí la presió n en el pecho, saqué el rostro
de su hombro y me enfrenté a su cara angustiada.

—No ¿por qué íbamos a cancelar el viaje? Puedo tener un bebé donde
sea —él seguía con el mismo rostro—. Hey, no pongas esa cara ¿dó nde
está el Arny aventurero y despreocupado que amo? Deberías estarme
diciendo que lo lograremos de algú n modo.

—Lo lograremos de algú n modo pero eres tú quien cargará con esto y
recién salimos de un embarazo, pensé que tal vez querrías... —negué.

—Tonterías, vamos a ir, tú sacará s increíbles fotografías y tendremos a


nuestro nuevo cachorro o cachorra allí y será una aventura —y esa
angustia se transformó en sonrisa y se sintió como un triunfo increíble.

415
—¿Por qué me haces esto? Si te amo má s, mi corazó n va a explotar —era
curioso que él lo dijera cuando yo había estado sintiendo aquello desde
que lo había conocido.

—¿Felicidades entonces? —Zafiro nos miró con una sonrisa y


terminamos por asentir. Entonces le entregué a Rhea a su padre y le besé
los labios antes de ponerme en pie.

—¿A dó nde vas?

—Tengo muchas cosas que planear.

Y fue todo un desafío pero logramos ajustar los planes, hablar con Kamil,
el médico que nos ayudaría allá . Coordinar lo que necesitaríamos, los
suplementos que teníamos, lo que nos faltarían, disculparnos con mamá
y má que casi nos matan porque «có mo es posible que vayan a
marcharse y no dejarnos ver a nuestro nuevo nieto o nieta». Pero lo
logramos y llegamos a una casa de paredes blancas, tres habitaciones y
un bañ o, los espacios eran pequeñ os, pero el lugar era acogedor y muy
fresco, lo que era un alivio en el calor hú medo que se sentía cerca de la
selva. Ademá s, si Arny hubiese venido solo, habría estado en una
habitació n con los demá s del equipo de grabació n, la casa la habíamos
conseguido gracias a mi comunicació n con las autoridades y el trabajo
«social» que yo haría allí. Está bamos bien, có modos. La primera semana
Selene y Rhea estuvieron muy enfermos pero luego ya fortalecieron el
sistema inmune y se recuperaron. La sorpresa vino semanas después.

—No puedo creerlo —volvíamos del hospital, de mi chequeo de la


semana once, íbamos en el jeep (era el vehículo de preferencia de Arny,
pero ademá s era lo que mejor andaba en ese terreno). Miré hacia atrá s
donde Rhea y Selene iban en sus respectivas sillas de infante para
comprobar que estaban dormidos—. No estaba en celo, me has rellenado
como piñ ata de hijo ú nico en mi celo no me acuerdo cuá ntas veces y esto

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no había pasado... o sea, ni siquiera te corriste dentro —la cara de culpa
que tenía antes se volvió un poco orgullosa.

—Qué puedo decir... supongo que mi semilla es poderosa todo el añ o —


se aguantó la risa y le di una palmada. Pero al final terminó riéndose y,
me contagié también, tal vez por los nervios, tal vez porque de verdad
era absurdo lo que lo hacía hilarante.

—Gemelos... —negué con la cabeza—, no puedo creer que me hiciste


gemelos.

and it's you are whatever a moon has always meant

and whatever a sun will always sing is you

Y eso es lo que eres, lo que sea que una Luna siempre pretendió

Y lo que sea que siempre cantará un Sol eres tú .

Corría por el bosque, mis patas se movían veloces tratando de alcanzar a


mi pequeñ o objetivo... ya no tan pequeñ o. Pero él tenía la desventaja
porque yo conocía ese paraje y él no. Su hermano ya había sido atrapado
y entonces tropezó con una rama, porque no había mirado a dó nde iba y
lo atrapé en mi hocico. El pequeñ o lobo de un café parecido al mío solo
que un par de tonos má s oscuro protestó en mis fauces pero con él bien
sujeto regresé a casa y entré por la puerta trasera, lo dejé en el suelo, me
transformé en humano, cerré la puerta tras de mí antes de que quisiera
escaparse de nuevo y rá pidamente me puse los pantalones en el mueble
a un lado de la puerta.

—Vamos, cambien —el lobo que había atrapado había ido a ponerse
junto a su hermano, ambos aparentemente iguales, del mismo café
oscuro, me miraban con sus desafiantes ojos ambarinos. Miré en el saló n.

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Aú n había cajas en por todas partes, eso era para nada yo, pero con
cuatro hijos, ordenar era todo un desafío.

Habíamos vuelto a casa, a Silvius, no a la mansió n, no a la pequeñ a


extensió n, sino a una casa de dos pisos, cinco habitaciones y tres bañ os
que estaba en otro extremo del bosque. Resulta que habían querido
poner esa porció n del bosque en venta, junto con la casa, que antes había
sido una cede cultural y Dalia se había encargado de que el clan la
comprara para preservar esa á rea. Luego la había remodelado para
nosotros. Ella vivía ahora en la casa principal. Abu había dejado su cargo
y Dalia había asumido como líder bajo su tutela. Nosotros habíamos
decidido regresar después de siete añ os viajando.

—Len, tesoro ¿dó nde está tu papá ? —usá bamos ese apodo para llamarla
desde que Rhea estaba aprendiendo a hablar y no podía pronunciar
«Selene», así que decía «Len», de algú n modo habíamos terminado
usá ndolo todos. Miré a mi hija que estaba sentada sobre el brazo del sofá ,
vestía jeans y una camiseta azul con letras amarillas «I ROCK». A sus diez
añ os era una niñ a hermosa, de un cuerpo delgado, pero fuerte, un rostro
que perfilaba facciones preciosas, una mezcla entre mamá y Arny en
realidad, firme pero dulces. Tenía el cabello largo hasta sus hombros
sueltos, pero al menos estaba peinada. Miraba la escena con bastante
diversió n.

—Subió a cambiarse de camiseta porque se manchó la que llevaba


puesta con comida luego de atrapar al enano —¿por qué se había puesto
a comer si íbamos a almorzar con el clan? Negué con la cabeza.

—Ya está bien. Themis, Atlas, cambien ahora o me enojaré en serio —


puse los brazos en jarra y usé mi voz de mando. Los dos cachorros
gruñ eron y terminaron cambiando para enseñ arme a los hijos que
amaba pero a veces me volvían un poco loco. Tenían la piel amielada,
pero porque tenían la piel de Arny y se habían bronceado al sol (Arny se

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bronceaba, Len y yo nos poníamos rojos), los ojos de su padre, el rostro
de su padre y mi cabello castañ o, solo que un poco má s oscuro. Me
gustaba que se parecieran tanto a él, Arny hubiese deseado má s variedad
y en general me echaba la culpa, decía que era que yo lo deseaba y por
eso ocurría. Quién sabe si eso era cierto o no, pero prefería que se
parecieran a él, me gustaba que los ojos de Rhea fueran má s claros que
los míos, porque yo sabía de quién había heredado mi cabello y mi
mirada y me gustaba que la de mis hijos fuera diferente. Pero no era
momento de esas cosas—. A vestirse.

—No nos vestimos —Themis era el que había atrapado en el bosque, a


Atlas lo había atrapado su papá .

—No queremos ropa —Atlas apoyó la moció n cruzá ndose de brazos y


sentá ndose totalmente desnudos ahí en el saló n.

—¿Por qué hay que vestirse? Queremos ir por el bosque.

—¡Sí! ¡Por el bosque! —suspiré.

—Ya les dije, no podemos ir por el bosque porque no tenemos ropa para
ponernos al llegar a casa de Abu y no van a llevar la ropa en el hocico
hasta allá porque se va a mojar y seguro se les va a caer y se ensuciará
toda. Vamos en el auto y se van a vestir —esto era culpa nuestra. Atlas y
Themis habían nacido en una ciudad con selva, con ocho meses, se
adelantaron porque no esperaban a nada, eran los que má s se parecían a
Arny en personalidad. Selene se había calmado con el tiempo, pero ellos
eran como la versió n que Arny siempre había soñ ado vivir, totalmente
salvajes, y tal vez les habíamos dado demasiadas libertades, porque
aunque habíamos regresado varias veces a Silvius nos habíamos movido
mucho, habíamos pasado al final un añ o y medio en la selva y habían
corrido entre esos á rboles como lobos. Luego habíamos estado en la
montañ a un tiempo y luego en una reserva natural. Habían pasado la

419
infancia que tenían entre á rboles y caos y los habíamos dejado ser (tal
vez) demasiado libres.

—La ropa es aburrida —declaró Themis, el menor de los gemelos, pero


el má s atrevido.

—Muy aburrida, queremos salir a correr —escuché una risita provenir


de Len. La miré sintiéndome cansado y ella alzó los brazos como
pidiendo tregua mientras yo me ponía una camiseta.

—A mí no me mires, esto no estaría pasando si tú no hubieses dejado


que papá te tocara y te hiciera a los gemelos —necesito limitar las
conversaciones entre Len y V, le enseña demasiadas cosas inapropiadas—,
ahora seríamos solo Rhea y yo, y estaríamos camino a casa de Abu.

—¿Dó nde está tu hermano? —miré a todas direcciones casi esperando


verlo salir de una de las cajas.

—Subió con papá —Rhea era el má s tranquilo de todos nuestros hijos.


Era una combinació n extrañ a entre Arny y yo, porque era tímido pero
cuando debía hacer algo se lanzaba a la vida. Estaba muy apegado a su
papá . No alcanzaba a ser un añ o mayor que los gemelos, si ellos hubieran
nacido al noveno mes, habría sido un añ o justo, en cambio eran once
meses.

—Allí está s —Arny bajó ya con sus jeans oscuros puestos y una camiseta
roja muy bonita, venía con Rhea en sus brazos. Mi pequeñ o bizcocho
puso su mirada cristalina en mí, usaba su precioso cabello rubio y liso en
un peinado corto, a diferencia de sus hermanos que todos lo usaban
largo, a Rhea le daba má s calor y lo prefería de ese modo.

—Fui con papá para que su camiseta combinara —su voz era muy dulce
y era muy apegado a Arny, solía ponerse de su lado. Le besé la mejilla.

420
—Gracias tesoro —Arny me dio una de sus sonrisas.

—¿Y para mí no hay beso?

—¡Igual queremos beso! —los gemelos seguían desnudos.

—Nada de besos para ustedes hasta que se vistan —miré a Arny en


busca de ayuda él observó a nuestros demonios con una sonrisa, pero
cuando vio mi ceja enarcada carraspeó y negó con la cabeza.

—Hey, deben vestirse, todos en la familia estamos vestidos. Es injusto


que nos hagan a todos esperar. Ademá s escaparse de casa no está bien —
se puso serio. Dios, lo amaba. Ser el padre de esos demonios no era fá cil,
y sabía que Arny hubiese preferido andar desnudo por la vida y correr
por el bosque hasta casa de Abu y ni preocuparse si allá había ropa o no,
lo sabía. Pero se ponía de mi lado, me apoyaba y disciplinaba a nuestros
hijos conmigo, nunca me hacía sentir que yo debía ser «el malo» a pesar
de lo caó tico de su personalidad.

—Ya, pequeñ ajos, yo los ayudo o no nos vamos a ir nunca y el tío V dijo
que me tenía un regalo así que quiero llegar pronto —Len se bajó del
sofá y estiró ambas manos hacia ellos. Los gemelos la miraron con
desconfianza.

—No somos pequeñ ajos...

—Yo voy a ser má s alto que tú —eso estaba por volverse una discusió n,
pero entonces habló Rhea.

—Vamos todos, yo les ayudo también —con Rhea no se peleaban nunca.


Arny lo dejó en el suelo para que él tomara la mano de sus hermanos
mientras Len los seguía animá ndolos a apurarse, sentí el palpitar fuerte
de mi pecho cuando los vi caminar a su cuarto porque aun cuando los
gemelos tenían seis añ os y medio, aun cuando Rhea era prá cticamente

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un añ o mayor que ellos, mis tres hijos menores eran prá cticamente del
mismo tamañ o.

—Piensa que V era pequeñ o y míralo ahora, el desgraciado —estaba


seguro que Arny me leía la mente. Lo abracé y le besé la mejilla para
luego asentir. Antes de la clasificació n de género mamá y má pensaron
que podría ser beta, porque Arny había sido má s grande y fuerte a su
edad. Pero resultó alfa, solo que pegó el estiró n tardíamente y ahora, a
sus dieciocho añ os era má s alto que Arny, cosa que por supuesto
provocaba competencia y riñ a entre ellos, porque con casi treinta añ os,
Arny era un niñ o cuando se trataba de discutir con su hermano.

—Sí, tienes razó n —me abrazó y acarició mi espalda, como hacía


siempre, como haría toda la vida. Alcé el rostro y besé su hoyuelo.

—Anímate, piensa que veremos a Dalia con panza —me reí.

—Cierto, no debí olvidar ese detalle.

Nuestros hijos aparecieron con pantalones cortos color verde y


camisetas, Atlas rosada y Themis celeste, hasta se habían puesto
zapatillas, todo un logro, no se habían peinado el cabello largo hasta los
codos pero eso era pedir mucho. Al fin partimos y al llegar V nos
esperaba en la puerta, con el cabello tan largo y rubio como siempre, tan
distinto de cuando lo conocí añ os atrá s. Medía casi dos metros, estaba
todo ejercitado y nada má s Arny llegar a su lado le palmeó el hombro con
aquella sonrisa de satisfacció n brillando en sus labios y ojos oscuros.

—Hola hermanito —dijo con burla y se ganó un pinchazo en las costillas.

—Hermanito, aprende a respetar a tus mayores, me da igual que hayas


crecido, siempre será s el enano —a Arny esto le hería en el orgullo así
que me alegré cuando Len saltó a los brazos de mi cuñ ado.

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—¡Tío V! —él la atrapó como si nada.

—Aquí está la sobrina má s fuerte del mundo —a Len no le gustaba que


solo la caracterizaran como «linda» cuando la saludaban, otra de las
cosas aprendidas de Dalia. V trató de saludar a los gemelos pero estos ya
estaban corriendo dentro de la casa para ir a saludar a Abu y al abuelo
Frederick. Rhea entró con nosotros.

—¿Vinieron mamá y má ? —le pregunté a V antes de que sacara el tema


de la altura de nuevo y empezara su batalla campal de siempre.

—Llegará n má s de noche, se retrasaron conduciendo hacia acá —


estaban en la ciudad vecina, V estaba aquí porque había empezado clases
en Silvius.

Entramos a casa y Arny sonrió al ver a Dalia. Como a Cris, le había


costado encontrar a su pareja, pero me alegraba que hubiese aparecido
Nate, era un hombre amable, responsable, y me gustaba que hubiese otro
omega en la familia, donde predominaban los alfa. Encontraba que Dalia
estaba media loca por haber querido que ambos se embarazaran al
mismo tiempo, porque... pues ¿quién cuidaba a quién? ¿Quién corría por
los antojos de quién? Pero había sido su idea y al parecer les iba bien.
Ella nos había contado que lo había decidido así porque quería tener sus
hijos de una sola vez, y ya luego no tener má s. El embarazo no la había
hecho menos hermosa sino todo lo contrario, su panza de seis meses le
quedaba muy bien, sentada junto a su adorado pelirrojo igual o má s
embarazado que ella.

—Qué gusto verlos —la abracé contento de verla y aunque le insistimos


que no era necesario que se levantara, lo hizo igual.

—Tonterías, puedo hacer cosas aú n —abrazó a Arny y yo aproveché de


saludar a Nate y preguntar có mo se estaba sintiendo. Rhea miró a Dalia.

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—Tía ¿viene Carter? —ella era la hija de Cris y Gabrielle, era solo unos
meses mayor que Rhea y este la apreciaba mucho porque era tranquila
como él en medio de la jauría de lobos.

—No, cariñ o, lo siento, pero vienen en un par de semanas, cuando nos


reunamos todos, viene Azalea también —a Rhea también le gustaba la
hermana menor de Dalia así que se puso contento con la noticia y luego
se fue con V y Len para que V les diera los regalos prometidos, lo que
hizo que los gemelos dejaran de molestar a sus bisabuelos y ellos se
acercaran a saludarnos. Abu seguía teniendo el cabello teñ ido de rosa, su
espíritu seguía joven pero su cara estaba má s arrugada y el abuelo
Frederick tenía ya puras canas blancas en la cabeza y se había jubilado el
añ o anterior. Nos saludaron con abrazos y besos.

—¿Cuá nto tiempo van a quedarse? —le sonreí a Abu.

—Indefinidamente —Dalia se mostraba satisfecha.

—Te dije que por eso querían la casa —Arny asintió y nos acomodamos
en el sofá para conversar.

—Queremos aprovechar que los chicos no se transforman como


nosotros, Len ya tiene diez y aunque normalmente la llevaríamos al
colegio a los doce, es muy lista, queremos que ya entre al colegio —asentí
ante las palabras de mi esposo.

—Estamos considerando poner a Rhea también, es má s tranquilo, le


gusta mucho estar como lobo —de niñ o siempre lo prefería pero no era
un lobo inquieto, nunca lo había sido—, pero si le pedimos que no
cambie no lo hará .

—Los gemelos son otro asunto —miramos a la esquina donde Len


miraba un set de herramientas para tallar, Rhea se había metido de lleno

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a leer un libro y los gemelos, probando nuestro punto, se habían
transformado y estaban escalando a V.

—Ciertamente son un desafío —Nate miraba a nuestros hijos con cara


divertida, acariciando su panza, creo que en parte quería que sus hijos
fueran así de salvajes, no sabía lo que significaba.

—No queremos dejar de viajar, pero lo hemos hecho ya por siete añ os y


con Len entrando a clases nos pareció que era el momento para tomar
una pausa —asentí y apreté la mano de Arny.

—Cuando los gemelos también vayan a clases tal vez podamos ir a algú n
lado, pero por el momento viajaremos menos, Arny tomará trabajos de
fotografía que no nos hagan marcharnos demasiado tiempo —porque lo
acompañ aría a donde fuera.

—En las vacaciones podemos irnos todos por un par de meses a algú n
lado, pero durante el añ o solo tomaré algunos proyectos que sean a lo
mucho de dos semanas, no má s, no queremos marcharnos tanto y de
todos modos Jae y yo aceptamos trabajos aquí —asentí.

—Yo estaré trabajando en la biblioteca municipal como consejero lector


tres días a la semana, y el resto del tiempo la municipalidad quiere que
me encargue de hacer talleres para los colegios, de fomento lector y que
haga talleres al menos un día en cada colegio —sonreí—, debemos armar
la logística y horarios pero ese es el proyecto.

—Y yo estaré trabajando en conjunto para campañ as de una firma de


fotografía ambientalista —Dalia sonrió .

—Pues con sus credenciales, no es raro que lo consiguieran, se han


esforzado mucho. Yo por mi parte estoy feliz de tenerlos cerca, ha sido
demasiado tiempo lejos.

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—Volvimos varias veces, quejona —Arny nunca iba a dejar de pelear con
Dalia.

—No es lo mismo, ingrato.

—Si no estuvieras embarazada te diría que lo solucionemos con una


carrera —puse los ojos en blanco mientras Arny miraba la panza de su
prima.

—¿Crees que no puedo ganarte?

—No quiero que lo pongas de excusa si pierdes...

Ay, Dios...

—¿Alguien dijo carrera? —V se acercó , con Atlas y Themis colgando de


su camiseta por los dientes. Sonriendo como el lobo que era—. Porque
desde la ú ltima vez que corrimos yo estoy má s grande y tú está s má s
viejo, hermanito.

Ya está , ya estuvo.

—Les voy a callar la boca a todos —había madurado con la paternidad,


en serio que sí, pero si provocaban tanto a mi esposo, yo tampoco podía
culparlo por reaccionar. Me puse de pie también.

—Vamos mi vida —le apreté la mano y le regalé una sonrisa feroz—. Yo


estoy en tu equipo.

Nadie molestaba a mi alfa y se salía con la suya.

here is the deepest secret nobody knows

(here is the root of the root and the bud of the bud

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and the sky of the sky of a tree called life; which grows

higher than soul can hope or mind can hide)

Aquí está el secreto má s profundo que nadie conoce

(aquí está la raíz de la raíz y el brote del brote y el cielo del cielo de un
á rbol llamado vida;

que crece má s alto de lo que el alma puede esperar o la mente puede


ocultar)

No celebro solo que sea Luna Llena.

Celebro ver a mi familia entera. Celebro la agudeza y agilidad de Selene,


la perseverancia de Rhea, la creatividad de Atlas y la valentía de Themis.
Celebro a mi alfa. Celebro que puedo salir con ellos. Que aunque eso
también habría sido hermoso, no tengo que quedarme en casa. Celebro la
Luna que brilla para nosotros.

Mi manada, nuestra manada.

Con mi hermosa loba negra, mis gemelos chocolatados y mi lobo distinto


de todos, con ese color prá cticamente dorado. Seguimos a Arny.
Corremos en el bosque, las piernas no se cansan, la adrenalina recorre mi
cuerpo, que no es solo mi cuerpo, es el de mi alfa, es el de mis crías.
Cuando alcanzamos un prado alza la cabeza y la Luna está despejada, no
hay nube que se atreva a vestirla esa noche.

Y desgarramos la garganta.

Aullamos con fuerza para la madre que nos da la fuerza de seguirlo todo,
en el bosque nuestras voces resuenan, tiemblan, dominan. Somos

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poderosos, somos manada. Y los corazones de todos ellos palpitan en el
mío.

Quiero correr contigo y aullar a tu lado.

Mi deseo no alcanzaba a cubrir lo que habíamos logrado. Aullamos hasta


que el bosque se calla al entero para escucharnos, hasta que el concierto
termina de ser digno para quien lo escucha.

Y entonces regresamos y comparto lamidas con mi lobo, el lobo que me


enamoró , que creyó , el lobo que amo tanto. Nunca soy má s suyo y él má s
mío que en esos momentos. Y es maravilloso. Porque lo seríamos
siempre, en mi infinito y el suyo, hasta que nos diera el cuerpo. É l y yo
aullaríamos sin separarnos.

Mi lobo... y yo el suyo.

and this is the wonder that's keeping the stars apart

Y esta es la maravilla que está manteniendo las estrellas separadas

Leo por quinta vez el manuscrito de mi ú ltimo libro infantil, Arny me


había motivado a escribir una serie que había titulado Los lobos buenos.
«Para que dejemos de tener mala fama», decía. Estaba en el saló n de casa
así que no debió sorprenderme que alguien me interrumpiera.
Normalmente llevaba bien el ruido, pero la casa estaba inusualmente
silenciosa así que el sonido de la puerta principal cerrá ndose me
sobresaltó . Miré llegar a mi hija. Había cumplido hacía poco quince añ os
y se había vuelto despampanantemente hermosa. Alta, delicada, con
curvas notorias pero no exageradas, con un rostro delicado y su mirada
intensa.

—Dada, está s aquí —llevaba su cabello amarrado en una coleta—. Pasé a


dejar a los demonios al club de fú tbol y a Rhea a la clase de piano.

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—Gracias tesoro —técnicamente, a su edad, debía conducir con un
adulto con licencia al lado. Pero lo hacía mejor que yo así que está bamos
abusando un poco de su disposició n para llevarse el jeep a todas partes.

—Te traje la comida del gato porque no le quedaba y sabes que no come
otra cosa —miré la bolsa que seguro debía tener esa marca de atú n que
nuestra mascota disfrutaba, era un animal exquisito, si no era de su
marca, no comía.

—Lo había olvidado, un día me lo voy a comer, en serio —me puse en pie
y tomé las latas. Len se rió .

—Tía Dalia dice que saben a diantres... pero bueno, voy saliendo —saqué
las latas de la bolsa.

—¿A dó nde vas?

—A saludar al tío V a la clase de pintura —me reí, V se estaba ganando


dinero extra haciendo clases.

—Algú n día V va a encontrar a alguien Len, no puedes impedirlo —


volteó desde la puerta a mirarme sin una pizca de culpa.

—Cuando su destinada llegue va a agradecerme que le haya espantado


todos esos bichos que se le pegan tanto ¡Yo lo he mantenido puro! —me
reí.

—Seguro que sí —y puse la comida del gato en su plato, pero claro, el


animal no estaba por ahí cerca. Así que con el plato en mano comencé a
buscarlo solo para encontrar que estaba en la biblioteca, recostado y
durmiendo sobre el pecho de Arny, que en la silla mecedora dormía una
siesta—. Hey —los desperté a ambos—. Salem, hora de comer —le dejé
el plato en el suelo y a regañ adientes se estiró , puso cara de divina
majestad y se bajó de mi amado. Aproveché para sentarme sobre sus

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piernas, de lado, y Arny me abrazó al momento—. No lo entiendo, ni
querías el gato y ahora solo se pega a ti.

—Es que entre los de pelaje negro y ojos amarillos nos entendemos —
negué con la cabeza.

—Un día de estos me lo voy a comer —hundió su nariz en mi cuello y


dejó un beso sobre mi marca.

—¿No fuiste tú el que dijo que no me podía comer a Salem? —le besé los
labios. Lento, como me gustaba, disfrutando de su sabor intenso, del
calor abrazador.

Había conseguido trabajar en la biblioteca, había conseguido publicar


libros, correr como lobo, mis cachorros y hasta el gato. Tenía má s de lo
que había soñ ado. No todo sería perfecto, debí suponer que el gato sería
malas pulgas. Me separé a mirarlo.

—Tomemos una siesta —propuso. Y yo observé la foto de nuestra boda,


donde salía leyendo el poema. Sonreí y me acomodé para hundir mi nariz
en su cuello.

A veces, no necesitá bamos decir «Te amo».

i carry your heart (i carry it in my heart)

Llevo tu corazó n (lo llevo en mi corazó n)

FIN

•••

*El poema que sale fragmentado en este ú ltimo capítulo es de E.E.


Cummings y acomodé los versos para que fuera má s fá cil de leer (o sea

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que los corté distinto del poema, pero el orden y demá s está igual). La
traducció n es mía.*

¡Hemos llegado al final! Espero que disfrutaran este ú ltimo capítulo. Yo


estoy contentísima de la buena recepció n que ha tenido esta historia, una
parte de mí todavía no puede creer que tantas personas la hayan leído.
Quiero agradecer a Dan y Romi por siempre llenarme de muchos
comentarios, sobre todo a Dan, que me leía por fb cuando sufría porque
no iba a publicar a la hora o debatía con algunos detalles, y gracias a
todos los otros que me comentaron cada capítulo y que no voy a
nombrar porque seguro se me quedaría alguien fuera. Pero los tengo en
mi corazó n. Gracias también a todos los que dejaron un voto y a los que
votaron en cada capítulo ya sea que se sumaron al inicio o al final de la
historia.

Gracias por querer tanto a Jae y Arny, gracias por apreciar esta historia
con su naturaleza tan dulce. Gracias por amarlos tanto como yo y por reír
y sufrir con ellos. Me han dicho que no quieren que la historia se termine,
pero espero que quedaran satisfechos. No descarto la posibilidad de
escribir algú n extra en el futuro (o tal vez alguna historia involucrando a
Rhea). Pero por el momento quiero descansar porque escribir todos los
días estos capítulos (que se suponía serían breves y al final no fueron
breves) no ha sido nada fá cil.

Nuevamente, un milló n de gracias por todo su apoyo y por tomarse el


tiempo de leer esta historia. Los invito a seguirme, también ¡Para que se
enteren si sale algo nuevo!

Gracias si leíste desde el inicio, desde la mitad o si está s leyendo ahora


que la historia está terminada (te entiendo porque yo odio quedarme con
la duda cuando no se termina). Gracias, mil millones de gracias.

Ya se los había dicho antes, pero se los diré de nuevo, espero que todos
encuentren/tengan un Jae o un Arny en sus vidas <3

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Fauces II y Extras
¡Hola!

¿Cuá nto tiempo sin vernos, no? Espero que estén bien y que dentro de lo
posible se estén quedando en casa y manteniendo la cuarentena.

No sé si habrá n notado que agregué Fauces I al título de este libro ¿por


qué? Porque ya está disponible la historia de Rhea.

Para leer Fauces II creo importante leer primero este libro, no es


obligació n, porque es un spin-off así que la historia se sostendrá por sí
misma y el II del título es solo cronoló gico, sin embargo, no creo que sea
obligatorio para ustedes ir a leer el segundo libro, no es la historia de Jae
y Arny, esta se cierra aquí, sino la de su hijo, Rhea. Obvio que ellos igual
aparecerá n en En mi oasis siempre hay Luna llena porque son los padres
de Rhea, pero no son los protagonistas. Así que no se sientan forzados a
ir a leerla, creo que pueden estar muy conformes con el final de Jae y
Arny que tienen aquí. Pero si quieren acompañ arme en esta nueva
aventura de su hijo, pues me haría feliz tenerlos y, como siempre, se los
agradecería mucho.

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Les mando un abrazo gigante a todos y los dejo invitados a leer Fauces II,
la historia de Rhea

En mi oasis siempre hay Luna llena

https://my.w.tt/wY3W1ih2H5

EDIT: Decidí sacar los extras que estaban antes publicados aquí. Los
publicaré de nuevo en una historia aparte para sumar también los extras
que saldrá n de personajes en la segunda parte. De este modo me será
má s fá cil tener un solo archivo que contenga los extras del universo de
Fauces.

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