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López Molina, Eduardo (2008).

Contribuciones y derivaciones desde el psicoanálisis


hacia los procesos y hechos educativos. En psicologías: de su transmisión y aplicación al
campo educativo.

Las vinculaciones establecidas entre los descubrimientos del psicoanálisis y las prácticas educativas
siguieron el ritmo de constitución de la teoría, desde una articulación plena-optimismo freudiano, dirán
algunos- hasta una contraposición acérrima basada en el hecho que lo pulsional es in-educable, el
inconsciente inasible, la sexualidad peligrosa, etc. Lo cierto es que por mucho tiempo proliferaron los
malos entendidos y las sospechas mutuas entre una teoría que en sí aparecería como inconmesurable
respecto de una práctica que no puede ejercerse si no es a través de la prescripción sobre qué enseñar,
cuándo y dónde hacerlo, cómo y a quién dirigir su influencia.

El discurso pedagógico, abrochado a su prescriptividad, se halla de parabienes en cambio con aquellas


teorías que hablan de los procesos básicos, atención, memoria, etc., o que ofrecen una sucesión
ininterrumpida de fases, períodos o etapas cronológicamente ordenadas, almanaque en mano, o con
aquellas otras que procuran medir las capacidades intelectuales superiores, etc. Mal podría llevarse
entonces con una perspectiva que trae a cuentas aquello del determinismo inconsciente, que reduce al YO a
no ser sino una simple marioneta tironeada al mismo tiempo por el ELLO, el SUPERYÓ y la realidad, y
que hace del malestar una condición indispensable para poder vivir en cultura.

No obstante no faltaron quienes-con clara vocación pedagógica y convencidos de la necesidad de controlar


y prevenir los comportamientos infantiles y adolescentes-, hurgando en la teoría procuraron quedarse con
aquello que les resultaba más digerible, esto es, con lo más parecido a una evolución y creyeron hallarlo en
las fases por las que atraviesa la libido y que-para tranquilidad del sistema todo-hace coincidir el ingreso a
la escolaridad con el período de latencia. Tales fases se transformaron en contenido privilegiado de la
formación docente-no sin algún dejo de sospecha por su exacerbado interés por lo sexual, creando la falsa
creencia de que de eso se trata el psicoanálisis y descubriendo una columna más para agregar en el célebre
cuadro de doble entrada, el más famoso descubrimiento hecho por esa concepción evolutivista el ciclo
vital, que agrupa a los más promiscuos psicólogos del desarrollo: Gesell, Carmichael, Piaget, Wallon,
Stone & Church, Spitz, Erikson, etc.; todos unidos en una camaradería conmovedora.

¡Caramba¡ si había algo que faltaba en ese sintético cuadro, era lo afectivo, magra expresión ésta con
la que se identifica a la teoría psicoanalítica.

Así, bajo este prodigioso artilugio didáctico, se abrocharon definitivamente los aspectos conductuales,
intelectuales, sociales y afectivos en una unidad monolítica por fin lograda.
Verdadera mutilación de la teoría producida por un bisturí entre psicológico-pedagógico, moral y político,
en alianza táctica –pero sobre todo ciega- con algunas hiper-analistas para los cuales los descubrimientos
freudianos sólo pueden aplicarse a la situación de análisis.

Se torna necesario entonces revisar algunas de las ideas-fuerza de esta teoría, para luego hipotetizar sobre
algunas de sus derivaciones para los ámbitos educativos, aunque de hecho sepamos-tal como dice K.
Millot-que no es posible, ni deseable, agregamos nosotros, pensar en términos de una supuesta pedagogía
analítica, y esto en razón de varios motivos:

-En primer término, porque es una disciplina de lo singular, a-prescriptiva, a-nosografía, no-evolutiva.

-En segundo término porque la pulsión no se educa, porque el inconsciente es indomable y el yo una pura
ilusión.

-En tercer término porque una pedagogía no se nutre tan sólo de una cierta concepción psicológica, por
muy consistente que ésta sea, sino que apela también a la filosofía, ala antropología, a la historia, etc.

Sin embargo dirá Millot:

<de la experiencia psicoanalítica puede deducirse una Ética en la que la Pedagogía podría
inspirarse, ética basada en la de-mitificación de la función del ideal como fundamentalmente
engañosa…-en él- amor a la verdad que implica…la posibilidad de una lúcida aprehensión de la
realidad…en el bien decir y en la renuncia a todo fantasma de dominio que el reconocimiento
de la existencia del inconsciente impone…>

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