Está en la página 1de 230

SELECCIÓN,TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE

GUZMAN
GUILLERMO OROZCO,
MINISTROJUBILADO DE LA
SUPREMA
CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
C e n t r o de C o n s u l t e de
I n f o r m a c i ó n Jurídica

Biblioteca q667?
'¡)o
<= <áio.1 f:t
T.:31.flóf
-tf· 2> Genaro David Góngora Pimentel
Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y
del Consejo de la Judicatura Federal

Juan U;oberto Cob� Zárátj!


�cre1ario de la C��loría .y-tle Gestión Administrativa
'::� --
¿" -
Gé�,:do Lave,aga --- -·· ;-: :
fuire�torG���Ld�.eomu_ni.;,/ón Social
. �.'::'�, ...---
..,,,. ,,¡- 1"'

l'�aGufieri�i: · ..
.
Patri"ci;i �

Sergio Rodrígüéz
H
S

"\

Redacción

Edición:
DIRECCIÓN GENERAL DE COMUNICACIÓN SOCIAL,
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN
Ptlmet11 ediclón, noviembre de 2000
Derechos reservados conforme a la ley
IMPRESO EN MÉXICO-PRINTED IN MEXICO
ISBN 978-607-630-677-2
Índice
Presentación

Prólogo

Parte 1
Revisión judicial (Constitucionalidad de leyes)
United States v. Álvarez Machain (1992)
United States v. René Martin Verdugo Urqufdez (1990)
Chimel v. California (1969)
Flast v. Cohen (1968)
Hoffa v. United States (1966)
Baker v. Carr (1962)
Joint Anti-Fascist Refugee Comitee v. McGrath (1951)
Luther v. Borden (1849)
Charles River Bridge Co. v. Warren Bridge Co. (1837)
Cohens v. Virginia (1821)
Marbury v. Madison (1803)

Parte 11
Problemas relacionados con el Federalismo
Watkins v. United States (1957)
Ullman v. United States (1955)
Youngstown Sheet & Tube Co,, et al. v. Sawyer (1952)
McCollum v. Board of Education (1948)
Southern Pacific Co. v. Arizona (1945)
United States v, Pink (1942)
Edwards v. California (1941)
Humprey's Executor v. United States (1935)
Myers v. United States (1926)
Missouri v. Holland U.S. Game Warden (1920)
United States v. E.C. Knight Co. (1895)
Collector v. Day (1871)
McCulloch v. Maryland (1819)

Parte 111
Salvaguardas de la libertad y la propiedad
Roe v. Wade (1973)
Brandemburg v. Ohio (1969)
Amalgamated Food Emp. U. Local 590 v. Logan Valley
Plaza (1969)
Tinker v. Des Moines School District (1969)
Time, Inc. v. Hill (1967)
Katz v. United States (1967)
Adderley v. Florida (1967)
Miranda v. Arizona (1966)
Ralph Ginzburg et al. v. United States (1966)
Freedman v. Maryland (1965)
Malloy v. Hogan (1964)
National Association for the Advancement of Colored
People v. Alabama (1958)
United States v, Rabinowitz (1950)
Railway Express Agency v. New York (1949)
Terminiello v. Chicago (1949)
Shelley v. Kraemer (1948)
Cantwell v. Connecticut (1940)
Meyer v. Nebraska (1923)
Schenek v. United States (1919)
Presentación
La salvaguarda del Estado de Derecho de cualquier nación
depende, en gran medida, de la labor realizada por los órganos
encargados del control constitucional. Desde hace muchos años -y
en muchos sentidos-, el quehacer de la Suprema Corte de Justicia
de Estados Unidos se ha convertido en paradigma del control de la
constitucionalidad de las leyes. Fallos hist6ricos de la Suprema Corte
de Estados Unidos de América reúne la síntesis de una variedad de
casos que el Máximo Tribunal de ese país ha resuelto desde el siglo
pasado.
Los más de treinta fallos reunidos en esta obra fueron seleccio-
nados, sintetizados y traducidos por Guillermo Guzmán Orozco, Mi-
nistro de la Suprema Corte de Justicia de México quien, en el desem-
peño de su cargo, siempre se distinguió por la originalidad de sus
planteamientos. En una ocasión se le preguntó cómo podía llegar a
conclusiones tan lúcidas, a lo que él respondió que le gustaba leer
las sentencias de la Corte de Estados Unidos. Este volumen aborda,
en primer término, el tema del federalismo, materia sobre la que los
Justices se pronunciaron en casos tales como McCollum v. Board of
Education y United States v. Pink. Además, analiza la salvaguarda de
la libertad y la propiedad, garantías sobre las que se resolvieron
casos tan memorables como Miranda v. Arizona. Incluye, asimismo,
el rubro de la revisión judicial, que dio origen a interesantes dis-
putas en la resolución de casos muy celebres, como, por ejemplo,
United States v. Alvarez Machain y Marbury v. Madison. En cualquier
caso, la lectura de este texto dará una idea de cómo un problema
puede enfocarse desde diversos puntos de vista para su resolución.

Genaro David Góngora Pimentel


Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Naci6n
y del Consejo de la Judicatura Federal
Prólogo
Los Justices de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos
son juristas que cuentan con un profundo conocimiento del
Derecho Constitucional. Lo han adquirido a través de años de estu-
dio de la doctrina y del profundo análisis de innumerables casos que
se han sometido a la Corte para su resolución.
Considero que, quien se aboque a leer y analizar las sentencias
emitidas por el Máximo Tribunal estadounidense, puede adquirir
conocimientos valiosos y útiles tanto para cuestiones teóricas como
prácticas, Ello obedece a que los conflictos que se llegan a plantear
ante los tribunales, rara vez pueden ser resueltos a la luz de un
Derecho Constitucional de tipo meramente academico.
Espero que la traducción de los extractos de las sentencias que
integran esta obra, pueda ser de tanta utilidad al lector como lo fue
para mí.
Por último, quisiera expresar un sincero reconocimiento al
Justice William Orville Douglas, de feliz memoria, profundo y tenaz
enamorado de la justicia y la libertad, quien, en alguna ocasión,
escribió: "La función principal de la Constitución y de la Suprema
Corte es evitar que el gobierno abuse del pueblo."

Guillermo Guzmán Orozco


PARTEI
REVISIÓN JUDICIAL
(CONSTITUCIONALIDADDE LEYES)
UNITED STATES v. ÁLVAREZMACHAIN
(1992)

ANTECEDENTES:
Un ciudadano y residente de México, que fue secuestrado de su
casa por la fuerza y llevado en avión ~rivadoa Texas, donde fue
arrestado por su participación en el secuestro y asesinato, en Mé-
xico, de un agente de la DEA y de su piloto, interpuso una demanda
por el delito de secuestro. Después de concluir que agentes de la
DEA efectivamente fueron responsables del secuestro, un tribunal
de Distrito de Estados Unidos desechó la acusación en contra del
mexicano, argumentando que se había violado el tratado de extradi.
ción entre Estados Unidos y México, y ordenó su repatriación. El
tribunal de Apelaciones confirmó dicha resolución, Basado en una
de sus decisiones previas, el tribunal encontró que, dado que Estados
Unidos autorizó el secuestro y dado que el gobierno mexicano había
protestado la violación, se carecía de jurisdicción.
Se sostuvo que el secuestro del promovente no evitó que fuera
juzgado en Estados Unidos por violaciones a sus leyes penales.
Un acusado no puede ser procesado, si ello implica una viola-
ción a los t6rminos de un tratado de extradición. Así lo resolvió la
Corte en Estados Unidos u. Rauscher, Sin embargo, en Kerr v. Illinois
resolvió que, cuando un tratado no ha sido invocado, un tribunal
puede correctamente ejercer jurisdicción, aun cuando la presencia
del acusado sea obtenida por medio de la fuerza. Así, si el tratado de
extradición no prohibía el secuestro del promovente, la regla de
Kerr era aplicable y la jurisdicción correcta.
El tratado nada decía respecto de que ambos países se abs-
tuvieran de secuestrar personas del territorio del otro, ni de las
consecuencias en caso de que ocurriera un secuestro. Además,
aunque el gobierno de México tuvo conocimiento de la doctrina
Kerr desde 1906, y un texto para limitar a Kem fue redactado des.
de 1935, la versión actual del tratado no contenia esa cláusula en
ese momento.
Los principios generales del Derecho Internacional no propor-
cionan una base para interpretar el tratado de manera que incluya
un término implícito que prohiba los secuestros ínternacionales.
Iría más allá de los precedentes establecidos y de la práctica el de-
ducir tal cosa del tratado, con base en el argumento del prorno.
vente de que los secuestros estaban tan claramente prohibidos en
el Derecho Internacional, que no había razón para incluir la pro.
hibición en el tratado mismo. La práctica de las naciones con
respecto a los tratados de extradición fue lo que constituyó la base
para la decisión de la Corte en Rauscher, para tener por implícito
una expresión en el tratado de extradición entre Estados Unidos e
Inglaterra.
Pero el argumento del promovente exigía un salto mucho más
largo para inferir la prohibición, con s61o los principios más ge-
nerales de Derecho Internacional para apoyarla. Aunque era cierto
que el promovente tenía razón en que su secuestro fue ofensivo y
violatorio de los principios generales del Derecho Internacional, la
decisión de si debía ser regresado a México, como una cuestión
fuera del tratado, correspondía al Poder Ejecutivo. Por ello, la
Corte decidió revocar y reenviar.
El Chief Justice Rehnquist formuló la opinión de la Corte, a la
que se adhirieron los Justices White, Scalia, Kennedy, Souter y
Thomas. Stevens formuló un voto particular que se da a conti-
nuación, al que se adhirieron los Justices Blackmun y O'Connor.
"La Corte observa correctamente que, en este caso, surge una
cuestión singular. El caso es único por varias razones. No involucra
un secuestro ordinario por una persona privada, ni por un cazador
de recompensas, como en Kerr v . Illinois, ni se trata de la aprehen-
si6n de un fugitivo estadounidense que hubiese cometido un cri-
men en un estado y buscado asilo en otro, como en Frisbie v.
Collins. Más bien se trata del secuestro que hizo un país de un ciu-
dadano de otro. Por ello, también se involucra una violación de la
integridad territorial de ese otro país, con el que ha firmado un
tratado de extradición,
"Un ciudadano mexicano fue secuestrado en México y acusado
por un crimen cometido en México. Su delito, se dice, violó ambas
leyes, la mexicana y la estadounidense. México ha solicitado for+
malmente, por lo menos en dos ocasiones, que el ciudadano sea re*
gresado a México y ha manifestado que será ~rocesadoy castigado
por los delitos que se le atribuyen. Es claro que la petición de
México debe ser aceptada si este secuestro oficial violó el tratado de
extradición celebrado en 1978 entre Estados Unidos y México.
"El tratado de extradición con México es un documento amplio
que contiene 23 artículos y un apéndice que enumera las ofensas
extraditables que cubre el acuerdo. Las partes anunciaron en el pre-
ámbulo que los dos gobiernos deseaban cooperar más estrecha-
mente en la lucha contra el crimen y, para este fin, prestarse mejor
asistencia mutua en materia de extradición. Desde el preámbulo
hasta la descripción de las obligaciones de las partes con respecto a
los delitos cometidos tanto dentro como fuera del territorio de la
parte que pidió la extradición, la delineación de los procedimientos
y los requisitos de prueba para la extradición, las estipulaciones
especiales para las ofensas políticas y la pena capital, y otros
detalles, el tratado parece haber sido diseñado para cubrir toda la
materia de extradición. Así, el artículo 22, llamado Alcance de la
Aplicación, declara que el tratado se aplicará a los delitos especifica-
dos en el artículo 2, cometidos antes y después de que el propio
tratado entrara en vigor, y el artículo 2 establece que la extradición
tendrá lugar, sujeta a este Tratado, por actos voluntarios que caigan
dentro de los delitos extraditables listados en las cláusulas del
Apéndice. Más aún, como lo notó la Corte, el artículo 9 expresa-
mente establece que ninguna de las partes contratantes esta obliga-
da a entregar a sus propios nacionales, aunque puede hacerlo discre-
cionalmente, pero que, si no lo hace, someterá el caso a sus autori-
dades competentes para el efecto del procesamiento.
"La pretensión del promovente de que el tratado no excluye,
sino que permite a un gobierno secuestrar por la fuerza, transfor-
maría esas y otras estipulaciones en poco más que palabrerfa. Por
ejemplo, las estipulaciones que exigen suficiente prueba para otorgar
la extradición, que excluyen extradición por delitos políticos o mi-
litares, que excluyen la extradición cuando la persona buscada ya ha
sido juzgada, que excluyen la extradición cuando ha operado la pres-
cripción, y que conceden al país al que se hace la solicitud la facul-
tad discrecional para negar la extradición de una persona que podría
enfrentarse a la pena de muerte en el país solicitante, servirían de
poco si el país solicitante pudiera sencillamente secuestrar a la per-
sona.
"Como lo reconoció el tribunal de Apelaciones en un caso simi-
lar, cada una de esas estipulaciones sería obsoleta si se sostuviera
que el secuestro es una 'conducta gubernamental permisible'.
Además, todas esas estipulaciones 's610 tienen sentido si se las
entiende como exigiendo que cada signatario del tratado cumpla
esos procedimientos siempre que desee obtener jurisdicción sobre
una persona que se encuentra en la otra nación signataria'.
"Es cierto, como lo hace notar la Corte, que no hay promesa
expresa de ninguna de las partes de abstenerse de efectuar secues-
tros por la fuerza en el territorio de la otra nación, Apoyándose en
esa omisión, en efecto, la Corte concluye que el tratado solamente
crea un método opcional para obtener jurisdicción sobre los pre-
tendidos delincuentes, y que las partes silenciosamente se reser-
varon el derecho de acudir a sus propios medios cuando estimaran
más expedita la fuerza que el procedimiento legal. Si Estados
Unidos, por ejemplo, pensara que sería más expedito torturar o sim-
plemente ejecutar a una persona, más que intentar su extradición,
estas opciones serían igualmente utilizables, porque ellas tampoco
fueron explícitamente prohibidas por el tratado. Sin embargo, ésa
es una interpretación poco adecuada de un acuerdo consensual, que
a primera vista parece haber tenido la intención de establecer reglas
comprensibles y claras en lo relativo a la extradición. En mi opi-
nión, 'el objeto y el alcance manifiesto del tratado mismo' clara-
mente implica una mutua intención de respetar la integridad te-
rritorial de la otra parte contratante, Esa opinión es confirmada
por una consideración del 'contexto legal' en que el Tratado fue
negociado.
"En Rauscher, la Corte interpretó un tratado de extradición que
era mucho menos comprensivo que el tratado de 1978 celebrado
con México. El tratado de 1842 celebrado con Gran Bretaña deter-
minaba la frontera entre Estados Unidos y Canadá, establecía la
supresión del comercio de esclavos de África y también contenía un
párrafo autorizando la extradición de los fugitivos 'en ciertos casos'.
En el artículo X, cada nación convenía en 'entregar a la justicia a
todas las personas' adecuadamente acusadas de cualquiera de siete
delitos específicos, incluyendo el de homicidio. Después de que
Rauscher había sido extraditado por homicidio, se le acusó del deli-
to menor de haber infligido un castigo cruel e inusitado a un miem-
bro de la tripulación de un navío en altamar. Aunque el tratado no
estableció un límite a la jurisdicción del Estado que pidió la
extradición después de adquirir la custodia de un fugitivo, la Corte
sostuvo que no podía ser juzgado por otro delito diferente del homi-
cidio, Así, el tratado constituía el único medio por el cual Estados
Unidos podía obtener jurisdicción sobre un acusado dentro de la
jurisdicción territorial de Gran Bretaña.
"La Corte notó que el tratado incluía varias estipulaciones espe-
cíficas, tales como los delitos por los que una persona podía ser
extraditada, el procedimiento para efectuar la extradición y hasta
las pruebas que deberían presentarse. Concluyó que 'el propósito
del tratado es que la persona sea entregada para ser juzgada por ese
delito y por ningún otro'. El razonamiento de la Corte fue que no
tenía sentido que el tratado estipulara tales puntos específicos, sólo
para que la persona pasase a manos del país que la acusa del delito,
dejando a éste en libertad respecto de todos los requisitos y justas
implicaciones del tratado bajo el cual tuvo lugar la entrega de esa
persona. Interpretar el tratado de un modo contrario significaría
que un país puede solicitar la extradición de una persona por uno
de 10s siete delitos previstos en el tratado y después juzgarla por otro
delito, tal como un delito polltico, que claramente no estaba
previsto en el tratado. La Corte concluyó que este resultado era
claramente contrario a la intención de las partes y al propósito del
tratado.
"Rechazando el argumento de que el único propósito del artícu-
lo X era proporcionar un procedimiento para transferir a un indi-
viduo de la jurisdicción de un Estado soberano al otro, la Corte
declaró que 'ninguna interpretación semejante de un tratado
solemne entre las grandes naciones de la tierra puede ser sustentada
por un tribunal llamado a interpretarlo'.
"La Corte agregó que se ha intentado sostener el punto de vista
contrario, con base en que no hay ninguna limitación expresa en el
tratado del derecho del país en que se cometió el delito para que la
persona sea juzgada únicamente por el delito por el que fue extradi-
tada, y que ya estando en la jurisdicción de ese país, sin que importe
qué artimaña, fraude o pretensión de imputarle un delito previsto
por el tratado de extradición haya sido utilizado para traerlo a su
jurisdicción, esa persona, ya estando en Estados Unidos, puede ser
juzgada por cualquiera ofensa contra las leyes, como si hubiese sido
arrestada en el país, La ausencia de una restricción expresa en el
tratado respecto del derecho a juzgar a una persona por otros delitos
distintos a aquél por el que fue extraditada, no va de acuerdo al
alcance y al objeto manifiestos del tratado mismo.
"Así, el tratado de extradición, como se ha entendido en el con-
texto de casos semejantes, es suficiente para proteger al acusado de
la acusación, a pesar de la ausencia de un lenguaje expreso en el
tratado mismo que tenga por objeto limitar la potestad de esta
nación para procesar al acusado sobre el que legalmente adquirió
jurisdicción.
"Aunque la opinión de la Corre en Razascher tuvo apoyo en va-
rios precedentes judiciales, lo que se sostuvo en esos casos no fue tan
uniforme, con mucho, como el consenso de la opinión internacional
que condena que una nación viole la integridad territorial de un
vecino amistoso. Llama la atención que una de las partes en un
tratado de extradición pueda creer que se ha reservado secretamente
el derecho a secuestrar a ciudadanos en el territorio de la otra. El
Justice Story encontró escandaloso que Estados Unidos tratara de
justificar el secuestro de una nave extranjera e n un puerto
español, Aun suponiendo, por un momento, que nuestras leyes
exigieran el apoderamiento del Apollon en su tránsito, jse en-
tiende con ello que el poder para detenerlo quiso extenderse
después de que había entrado al territorio exclusivo de una na-
ción extranjera? Creemos que no. Sería monstruoso suponer que
nuestras autoridades fiscales están autorizadas para entrar a puer-
tos y territorios extranjeros para posesionarse de navíos que
hayan violado nuestras leyes. No puede presumirse que el
Congreso pudiera voluntariamente justificar una violación tan
clara del derecho de las naciones.
"El derecho de las naciones, como lo entendió el Justice Story
en 1824, no ha cambiado, Así, Oppenhheim, importante tratadista
del Derecho Internacional, explica: 'Un Estado no debe realizar
actos de soberanía en el territorio de otro Estado. Es una violación
del Derecho Internacional que un Estado envíe sus agentes al terri.
torio de otro Estado para aprehender a personas acusadas de haber
cometido un delito. AdemQsde otra satisfacción, el primer deber
del Estado ofensor es entregar a la persona de que se trata al Estado
en cuyo territorio fue aprehendida.'
"Comentando la cuestión precisa que se plantea en este caso, un
alto funcionario del Instituto de Derecho Americano para el Estabieci-
miento de las Relaciones Exteriores usó un lenguaje que recuerda la
calificación del Justice Story, respecto del secuestro oficial en una
jurisdicción extranjera, como 'monstruoso': 'Cuando se hace sin el
consentimiento del gobierno extranjero, secuestrar a una persona
en un país extranjero constituye una grave violación al Derecho
Internacional Y una gran falta de respeto a una norma altamente
valorada en opinión de la humanidad. Es una violaci6n evidente de
la integridad territorial de otro Estado, que aniquila el sistema de
extradición establecido por una comprensiva red de tratados que
involucra virtualmente a todos los Estadoc,'
"En el caso Rauscher, el contexto legal que apoyaba la decisión
de invocar un convenio para no procesar por una ofensa diferente
de aquélla por la que se concedió la extradición, era mucho menos
claro que la regla que prohibe invadir la integridad territorial de la
otra parte que firmó el tratado y que apoya la posición de México
en este caso. Si Rauscher fue correctamente resuelto -y yo estoy
convencido de que sí lo fue-, su fundamento legal claramente
dicta un resultado comparable en este caso.
"Una falla substancial afecta la sentencia de toda la Corte.
Omite distinguir entre la conducta de ciudadanos particulares que
no viola preceptos del tratado, y la conducta expresamente auto-
rizada por el Poder Ejecutivo del gobierno, que indudablemente
constituye una flagrante violación del Derecho Internacional y, en
mi opinión, también constituye una violación de las obligaciones
que nos impone el tratado. Así, al principio de la sentencia se
declara que la cuestión es 'si un acusado, secuestrado hacia Estados
Unidos desde una nación con la cual ha celebrado un tratado de
extradición, adquiere por ello una defensa ante los tribunales de
Estados Unidos'. Por supuesto, Csa es la cuestión resuelta en Ker v.
Illinois, Sin embargo, no es la cuestión que se presenta para la sen-
tencia que ahora se dicta.
"La importancia de la distinción entre el ejercicio de jurisdic-
ción de un tribunal sobre una persona o propiedad que ha sido in-
debidamente secuestrada por un ciudadano privado, o aun por un
agente de autoridad estatal, y el intento de ejercer jurisdicción
sobre la base de un secuestro efectuado por autoridades federales,
actuando más allá de las facultades que les confiere un tratado, es
explicada por el Justice Brandeis en su opinión en Cook v. United
Scates. b e caso, que data de 1933, involucró la interpretación de un
tratado &e la $poca de la prohibición, con Gran Bretaña, que auto*
picaba a los agentes estadounidenses a abordar ciertas naves británi-
cas paga av.9giguar si estaban dedicándose a importar bebidas
alcab&li@as,U,na nave británica fue abordada 11 millas y media
£uwa de b aoEt%de Massachusetts. Se enco tr6 que llevaba bebidas
'@runa corte jii;t,cia de 14 Nsci
alcohólicas no declaradas y fue llevada a puerto. La autoridad adua-
nal impuso una pena que intentó hacer efectiva con el cargamento
y la nave capturada.
"La Corte sostuvo que la captura no estaba autorizada por el
tratado, porque ocurrió a más de diez millas de la costa. El
alegó que la ilegalidad de la captura era irrelevante porque, como
en Ker, la jurisdicción de la Corte estaba apoyada por la posesión,
aun cuando la captura fuera indebida. E1 Justice Brandeis reconoció
que el argumento sería bueno si la captura hubiese sido hecha por
personas privadas, sin autoridad para actuar en nombre del gobier-
no, pero que prevalecía una regla diferente cuando el gobierno
mismo carecía de la facultad de secuestrar. Apoyándose en Rauscher
y distinguiendo los casos para la aplicación de Ker, explicó lo si-
guiente: 'Como el Mazel TOV fue capturado sin autoridad legal para
ello, las demandas fueron correctamente desestimadas. El gobierno
argumenta que la ilegalidad que se alega respecto de la captura es
irrelevante. Argumenta que los hechos probados muestran una vio-
lación de nuestra ley, para la cual se prescribe la pena de decomiso;
que Estados Unidos puede, al formular una demanda para el
decomiso, ratificar lo que de otro modo hubiera sido una captura
ilegal; que al haber sido traída la nave capturada al Puerto de
Providencia, la Corte Federal de Rhode Island adquirió jurisdic-
ción; y que, más aún, cuando el reclamante contestó en cuanto al
fondo, renunció a todo derecho para objetar la imposición de las
penas. El argumento descansa en una mala concepción de las cosas.
Es cierto que cuando Estados Unidos, teniendo la posesión de un
bien, promueve una demanda para hacer efectivo un decomiso
como resultado de una violación a sus leyes, el hecho de que la po+
sesión haya sido adquirida por un acto indebido es irrelevante. Esa
doctrina descansa en las reglas del Derecho Común de que cual-
quier persona puede, a su riesgo, apoderarse de bienes que hayan
sido decomisados o sean decomisables por el gobierno; y que los
procedimientos emprendidos por el gobierno para hacer efectivo un
decomiso ratifican un secuestro de bienes hecho por una persona
sin autoridad, ya que la ratificación es equivalente a la previa dele-
gación de facultades para secuestrar. Pero esa doctrina no es aplica-
ble aquí. La objeción al secuestro o captura no se hace consistir en
que fue indebido solamente por haber sido hecho por alguien a
quien el gobierno no había conferido facultades para ello en el
lugar en que fue efectuada la captura. La objeción es que el gobier-
no mismo carecía de facultades para capturar o secuestrar, ya que
mediante el tratado había impuesto una limitación territorial a su
propia autoridad. Una autolimitación a un derecho. El tratado
establece las condiciones bajo las cuales una nave puede ser cap-
turada y llevada a puerto en Estados Unidos, sus territorios o pose-
siones, para adjudicación conforme a las leyes aplicables, Por ende,
Gran Bretaña convino en que la adjudicación podría seguir a una
captura legal. Al carecer nuestro gobierno de la potestad de cap-
turar, por raz6n del tratado, carecía de potestad para someter la
nave a nuestras leyes. Sostener que la adjudicación podría seguir a
una captura indebida, sería ir lejos para anular el propósito y los
efectos del tratado.
''El mismo razonamiento fue empleado por el Justice Miller para
explicar por qué lo que se sostuvo en Rauscher no era aplicable en el
caso Ker. El oficial que efectuó el arresto en Ker no pretendió estar
actuando en su calidad oficial cuando realizó el secuestro. Como lo
hizo notar el Justice Miller: 'Los hechos muestran que fue un caso
claro de secuestro dentro del territorio de Perú, sin ninguna preten-
sión de facultades para ello concedidas por el tratado o por el go-
bierno de Estados Unidos.' Exactamente lo contrario es cierto en
este caso, como lo era en Cook.
"La función de la Corte consiste en diferenciar entre secuestros
privados e invasiones oficiales de la soberanía de otro país. Tam-
bién explica su pretendido apoyo en la propuesta hecha en 1935
por el Comid Consultivo sobre Investigación en Derecho Internacional.
Conforme al texto de esa propuesta, se hubiera rechazado la regla
dada en el caso Ker, El error de na aceptar esa recomendación no se
relaciona con la cuestión que la Corte decide hoy.
"Como lo hace notar la Corte al principio de su opinión, hay
razón para creer que el promovente participó en el asesinato, espe-
cialmente brutal, de un funcionario estadounidense. Ese hecho, si
es cierto, puede explicar el intenso interés del Ejecutivo en castigar
al promovente en los tribunales estadounidenses. Tal explicación,
sin embargo, no justifica que se desatiendan las normas jurídicas
que la Corte tiene el deber de hacer respetar. Que el Ejecutivo
pueda desear reinterpretar el tratado, para permitir una acción que
dicho tratado de ninguna manera autoriza, no debe influir en la
interpretación de la Corte. Ciertamente, el deseo de venganza ejerce
'una especie de presión hidráulica, ante la cual aun los principios
legales bien establecidos cederán', pero es precisamente en tales
momentos cuando se debe recordar el deber y seguirlo 'para formular
una resolución equitativa y desapasionada conforme a Derecho,
como cada uno puede en su entender discernirlo y aplicarlo'. La
manera como se cumpla con ese deber en un caso como éste, pone
un ejemplo que otros tribunales en otros países seguramente
seguirán.
"La trascendencia de los precedentes de la Corte es ilustrada
por una decisión reciente del Tribunal de Apelaciones de la Re-
pública de Sudáfrica. Basado en la comprensión del significado de
las resoluciones de la Corte de Estados Unidos, incluyendo la
decisión emitida en Ker u. Illinois, aquel tribunal sostuvo que el
juicio de un acusado secuestrado por agentes de Sudáfrica en otro
país debía ser sobreseído. El Tribunal de Apelaciones de Sudáfrica
y quizá la mayoría de los tribunales en todo el mundo civilizado,
serán profundamente perturbados por la 'monstruosa' decisión que
la Corre de Estados Unidos anuncie hoy. Pues cualquier nación
que tenga interés en preservar la regla de Derecho es afectada,
directa o indirectamente, por una decisión de esta naturaleza.
Como 10 advirtió Thomas Paine: una 'avidez en castigar es siempre
peligrosa para la libertad', porque lleva a una nación a 'retorcer,
malinterpretar Y aplicar erróneamente la mejor de las leyes'+
También comentó que 'quien quiera asegurar su propia libertad,
debe guardar aun a su enemigo contra la opresión; pues si viola
este deber, sienta un precedente que lo alcanzará a él mismo'."
Por todo lo anterior, el Justice Stevens disintió respetuosa-
mente.
UNITED STATES V. RENÉ MARTÍN
VERDUGO URQUÍDEZ
(1990)

ANTECEDENTES:
El acusado fue aprehendido en México y entregado a los agentes
estadounidenses en la frontera. En Estados Unidos fue ~rocesado
por haber violado, en México, las leyes penales estadounidenses.
Durante su proceso, los agentes estadounidenses se comunicaron
con sus compañeros en México y éstos se pusieron en contacto con
la policía mexicana. En esas condiciones, se practicó un cateo
secreto en el que no se levantó inventario de los objetos confisca-
dos, ni se dio recibo de ellos a nadie. Posteriormente, se ofrecieron
como prueba al juez estadounidense unos documentos que se
dijeron recabados en el cateo, para probar el contrabando de drogas
a Estados Unidos.
El juez de la causa desechó la prueba, porque se violó la garantía
de la cuarta enmienda constitucional, que protege al pueblo en su
persona y pertenencias contra cateos que no hayan sido ordenados
por una autoridad judicial. Además, tampoco se probó la causa
probable.
El tribunal de apelación confirmó la resolución porque no hubo
mandato judicial, sin estudiar si hubo o no causa probable.
La Suprema Corte revocó el auto del juez, en votación dividida,
en la que seis Justices opinaron que debía revocarse, mientras que
tres consideraron que debería confirmarse la resolución del juez,
El ChiefJustice Renhquist formuló la sentencia de la Corte,
A la opinión mayoritaria se adhirieron los Justices White,
O'Connor y Scalia. En dicha opinión, se establecid que la garantía
prevista en la cuarta enmienda constitucional está dirigida al
pueblo estadounidense en particular, no a las personas en general,
Que a veces se ha reconocido que los extranjeros son personas y tie-
nen garantías esenciales del prdceso, pero sólo cuando legal y vo-
hntariamente residen en Estados Unidos. Que sería muy molesto
para los estadounidenses que, cuando invaden países extranjeros
para hacer cumplir sus leyes, tuvieran que recabar órdenes de cateo,
y que el acusado, extranjero residente en el extranjero, no podía
invocar la cuarta enmienda constitucional. Y que los agentes esta-
dounidenses en el extranjero no están limitados por su propia
Constitución, sino sólo por su propio gobierno y sus tratados.
El Jwtice Kennedy pensó que la garantía de la cuarta enmienda
constitucional protege a las personas en general, pero que la orden
judicial de cateo no puede pedirse normalmente a un país extran-
jero, por lo que no debió ser exigida. Por ello, él votó por la revo-
cación del auto,
El JwticeStevens dijo que un juez estadounidense no tiene juris-
dicción para analizar cateos en el extranjero porque, si bien el acu-
sado era residente en Estados Unidos, al estar procesado ahí, sólo
podía pedirse que hubiera causa probable para el cateo, y que la
intervención de la policía mexicana bastaba para satisfacer este re-
quisito, por lo que votó por la revocación.
El Justice Brennan formuló un voto disidente, al que se adhirió
el Justice Marshall, Dijo que ni el lenguaje, ni la historia de la
cuarta enmienda constitucional, justificaban que se aplicase sólo
al pueblo angloamericano; que los casos de cateo en guerra no
están comprendidos en la cuarta enmienda constitucional, pero sí
el caso presente, porque el acusado estaba legalmente en Estados
Unidos, ya que había sido detenido y procesado ahí, lo que hacía
que el propio gobierno de aquel país hubiera hecho legal su
estancia. Que los jueces estadounidenses sí pueden aplicar sus
leyes a actos realizados por extranjeros en sus paises, pero que
éstos quedan protegidos por las garantías constitucionales, inclui-
da la cuarta enmienda constitucional, Que aunque pudiera ser
contrario al Derecho Internacional, para los efectos de la inter.
pretación y aplicación de las leyes estadounidenses, esto no tiene
importancia y los jueces estadounidenses sí ~ u e d e nordenar cateos
e n países extranjeros, cuando se relacionan con personas
detenidas y procesadas en Estados Unidos. Que si se obliga a los
extranjeros a respetar la legislación estadounidense en sus países,
también se debe obligar a ello a la policía y agentes estadounidenses,
para no dar mal ejemplo y que la cuestiBn de si hubo o no causa
justa, no pudo analizarse en la Corte, porque no la analizó el tri-
bunal de Apelaciones, y que, de ser roce den te, habría que devolver
el asunto para que se analizara el punto, Pero que como un juez esta-
dounidense ~ u d oy debió ordenar el cateo, y no lo hizo, debería con-
firmarse el auto que desechó la prueba.
El Justice Blackmun dijo en su voto disidente que la garantía de
la cuarta enmienda constitucional sí protegía al acusado. Que el
juez estadounidense no pudo ordenar un cateo en México, por lo
que sólo habría que ver si había causa probable para efectuar el
cateo, y que las constancias de autos no contenían elementos para
acreditar la causa probable, por lo que habría que confirmar al auto.
Dijo también que el acusado estaba legal, aunque involuntaria-
mente, en Estados Unidos.
CHIMEL v. CALIFORNIA
(1969)

ANTECEDENTES:
Este caso plantea cuestiones básicas en relación con la amplitud
que la cuarta enmienda constitucional prevé para la búsqueda inci-
dental a un arresto legal.
Los hechos relevantes no están esencialmente sujetos a dis-
cusión. La tarde del 13 de septiembre de 1965, tres policías llegaron
a la casa del promovente en Santa Ana, California, con una orden
de aprehensión por el robo cometido en una tienda de monedas.
Los oficiales llamaron a la puerta, se identificaron ante la esposa del
sospechoso y preguntaron si podían entrar. Cuando el hombre en-
tró a la casa, uno de los oficiales le entregó la orden de arresto y
pidió permiso para "inspeccionar1'.A pesar de habérsele negado el
permiso, el oficial dijo que, "con base en la aprehensión legal", se
efectuaría la búsqueda de todas maneras. No se había expedido
orden de cateo.
Los oficiales buscaron en toda la casa - d e tres recámaras-,
incluyendo el ático, el garaje y un pequeño taller. En algunos cuar-
tos la búsqueda fue relativamente superficial. Sin embargo, en la
recámara principal y en el cuarto de costura, los oficiales ordenaron
a la esposa del promovente abrir cajones y "mover físicamente el
contenido de los cajones de lado a lado, para poder ver cualesquiera
objetos que pudieran proceder del robo". Después de completar la
búsqueda, recogieron numerosos objetos, principalmente monedas,
pero también algunas medallas y prendas. La operación policiaca
duró entre 45 minutos y una hora.
El Justice Stewart formuló la opinión de la Corte.
"En el proceso legal seguido al acusado, los objetos tomados de
su casa fueron admitidos como pruebas en su contra, desestimando
su objeción de que habían sido inconstitucionalmente confiscados.
"La aprobación de una búsqueda sin previa orden, incidental a
un arresto legal, parece haber sido aceptada primeramente por la
Corte en 1914, en el caso Week v. United States. En esa ocasión, la
Corte declaró: '¿En qué consiste, entonces, el presente caso? Antes
de contestar específicamente esa pregunta, bien ~ u e d e~rocederse
por exclusión a afirmar qué puntos no lo constituyen. No se trata
de sostener un derecho del gobierno, reconocido siempre por la ley
inglesa y estadounidense, de catear la persona del acusado cuando
es legalmente detenido, para descubrir y asegurar los frutos o prue-
bas del delito.'
"Esa afirmación no hacía referencia a ningún derecho de catear
el lugar donde acontece el arresto, sino que se limitaba al derecho
de revisar a la persona, Once años más tarde, el caso Carroll v.
United States generó la siguiente ampliación de la tesis de Weeks:
'Cuando un hombre es legalmente arrestado por un delito, todo lo
que se halle sobre su persona o bajo su control, y que n o le sea lícito
tener y que pueda ser usado para probar el delito, puede ser confis-
cado y tenido como prueba en el proceso.'
"Esa afirmación estaba todavía lejos de una pretensión de que el
lugar donde una persona es arrestada puede ser cateado, si el arresto
rs válido. Sin embargo, unos meses después, en Agnello v. United
States se resolvió que 'no se debe dudar del derecho a revisar a las
personas legalmente arrestadas cuando cometan un delito, y a
catear el lugar donde fue hecho el arresto, con el objeto de encone
trar y asegurar las cosas relacionadas con el deliro, como sus frutos o
los medios por los cuales fue cometido, así como armas u otros obje-
tos utilizables para escapar a la aprehensión'.
"En Mawon v. United States, dos años después, la resolución del
caso Agnello apareció como el fundamento de la decisión de la Cor.
te. En ese caso, agentes federales habían obtenido una orden de ca-
teo que autorizaba el aseguramiento de licor y de ciertos artículos
utilizados en su manufactura. Cuando llegaron al lugar que debería
ser cateado, vieron que 'el lugar era usado para la venta indebida de
licores intoxicantes'. Ellos procedieron a arrestar a la persona a car-
go Y a ejecutar la orden. Al buscar en un clóset los &jetos listados
en la orden, encontraron una libreta incriminadora, que no estaba
incluida en la orden, y también la aseguraron. La Corte declaró
válido el aseguramiento de la libreta, sosteniendo que, dado que los
agentes habían efectuado un arresto legal, 'tenían derecho a buscar
simultáneamente el lugar, sin una orden, para encontrar y asegurar
las cosas utilizadas para llevar a cabo la actividad delictiva.'
"Sin embargo, pocos años después, pareció claro en Go-Bart
Importing Co. v. United States y en United States v. Lefkowitz, que la
opinión en Mawon no significaba todo lo que parecía querer decir.
En cada uno de esos casos, la opinión de la Corre fue escrita por el
Justice Butler, autor de la opinión en Marron. En Go-Bart, los agen-
tes habían buscado en la oficina de personas a quienes habían
arrestado legalmente y habían tomado varios papeles de un escrito-
rio, una caja fuerte y otros objetos de la oficina, La Corte hizo notar
que ningún delito había sido cometido en presencia de los agentes y
que, aunque el agente a cargo de la operación tuvo tiempo e infor-
mación abundantes para obtener una orden de cateo, no lo había
hecho. Al afirmar que la búsqueda y el aseguramiento eran ilegales,
la Corte sostuvo: 'El presente caso es claramente diferente de
Marron v. United States. En éste, los oficiales que ejecutaban una
orden de cateo para buscar licores intoxicantes encontraron y arres-
taron a un tal Birdsall que estaba dedicado a administrar un bar.
Como incidental al arresto, aseguraron una libreta encontrada en
un clóset donde se guardaba el licor o parte de él, y algunas notas
de cargo, a un lado de la caja registradora. Estas cosas estaban visi-
bles, eran accesibles y estaban en la custodia inmediata del delin-
cuente, No hubo amenaza de fuerza o una búsqueda o registro ge-
neral del lugar.'
"Esta caracterización limitada de Marron fue reiterada en Lef-
kowitz, un caso en el que la Corte declaró ilegal una búsqueda en
los cajones de un escritorio y en un gabinete, a pesar de que esa
búsqueda había acompañado a un arresto legal,
"Los puntos de vista más estrechos expresados en Go-Bart y Lef-
lcowitz fueron olvidados. Sin embargo, en Harris v. United States,
resuelto en 1947, los oficiales liabfan obtenido una orden para el
arresto de Harris, por considerarlo involucrado en el cobro y trasla-
do de un cheque falsificadode un estado a otro. Harris fue arrestado
en la sala de su departamento de cuatro habitaciones en un intento
por recobrar dos cheques cancelados que se creyó habían sido usa-
dos para hacer la falsificación. Los oficiales emprendieron una
búsqueda exhaustiva de todo el apartamento. Dentro de un cajón
de escritorio encontraron un sobre cerrado que decía: 'George
Harris. Papeles personales.' Roto el sobre, se encontró'que contenía
documentos alterados que fueron fundamentales para obtener la
condena de Harris por violación a una ley de 1940. La Corte recha-
zó la reclamación de Harris, quien adujo que la búsqueda fue 'inci.
dental al arresto'.
"Sin embargo, apenas un año después de Harris, el pCndulo vol-
vió a oscilar. En Tmpiano u. United States, los agentes irrumpieron
en una destilería ilícita, vieron a uno de varios conspiradores ope-
rando el alambique y lo arrestaron, asegurando simultáneamente la
destilería. La Corte sostuvo que ese arresto y otros efectuados subse-
cuentemente habian sido v6lidos, pero que la omisión injustificada
de los agentes para obtener una orden de cateo, pues habían tenido
tiempo suficiente para ello, provocaba que el cateo fuera ilegal,
"En esta ocasión, la Corte resolvió: 'Es una regla fundamental
que, al asegurar bienes y artículos, la autoridad debe obtener órde-
nes de cateo, siempre que sea razonablemente posible. Esta regla
descansa en que es de desear que sean magistrados y no agentes de
la policía quienes determinen cuándo los cateos y las aprehensiones
son permisibles y qué limitaciones se deben imponer a esas activi-
dades. Para proporcionar la seguridad necesaria contra intromi.
siones irrazonables en la vida privada de los individuos, los fore
jadores de la cuarta enmienda constitucional exigieron sumisión a
10s procedimientos judiciales, siempre que fuera posible, La historia
subsecuente ha confirmado la sabiduría de esa exigencia.'
"Un cateo 0 un aseguramiento sin orden judicial, como inciden-
tales a un arresto legal, siempre han sido considerados como un
derecho estrictamente limitado. Surge de las necesidades inherentes
a la situación en el momento del arresto. Pero, por vía de necesi-
dad, debe haber algo más que un simple arresto legal'.
"En 1950, dos años después de Trupiano, vino United States v .
Rabinowitz, que es el precedente en que se apoya básicamente
California en el presente caso. En Rabinowitz, las autoridades fede-
rales habían sido informadas de que el acusado comerciaba con
estampillas falsificadas, Con base en esa información, obtuvieron
una orden para su arresto, la que ejecutaron en su oficina de un solo
cuarto, Durante el arresto, los agentes buscaron en el escritorio, la
caja fuerte y los archiveros de la oficina durante una hora y media,
aproximadamente, y aseguraron 573 estampillas alteradas. Éstas
fueron admitidas como prueba en el juicio y la Corte confirmó la
condena, rechazando el alegato de que el cateo sin orden había sido
ilegal. La Corte sostuvo que el cateo cayó dentro del supuesto que da
a los agentes el derecho a registrar el lugar donde se efectúa el arresto
para encontrar y asegurar cosas relacionadas con el delito. Se consi*
deró que Harris era un amplio precedente para llegar a esa con-
clusi6n. La opinión rechazó la regla de Trupiano de que, al asegurar
bienes y objetos, los agentes de la autoridad deben obtener órdenes
de cateo, siempre que ello sea razonablemente posible, Lo impor-
tante, dijo la Corte, 'no consiste en determinar si es razonable obte-
ner una orden de cateo, sino determinar si el cateo es razonable'.
"Rabinowitz ha venido a establecer la regla de que un cateo sin
orden judicial, 'incidental a un arresto legal', puede extenderse en
general al área que se considera estar en la posesión o bajo el con*
trol de la persona arrestada. Y fue con base en esa proposición que
los tribunales de California declararon válido el cateo de toda la
casa del promovente. Esa tesis, sin embargo, al menos en el sentido
amplio en que fue aplicada en este caso por los.tribunales de
California, no resiste un análisis histórico ni racional.
"Aun limitada a sus propios hechos, la decisión Rabinowitz no
fue apoyada por una línea impecable de precedentes. El enfoque
adoptado en casos como GoeBart, Lejkowitz y Trupiano fue esencial-
mente soslayado por la Corte en Rabinowitz.
"Un examen razonado de los antecedentes y propósitos de la
cuarta enmienda tampoco sirve de apoyo al argumento del Estado
para sustentar la validez del cateo de la casa del peticionario. El
Justice Frankfurter sabiamente hizo notar, en su voto articular
en Rabinowitz, que la prohibición de la enmienda respecto de
cateos y aseguramientos o aprehensiones debe entenderse a la luz
de la historia que dio nacimiento a las palabras, una historia de
abusos tan hondamente resentidos por las colonias, que fue una
de las causas poderosas de la revolución. La enmienda constitu.
cional fue, en mucho, una reacción a las órdenes generales y con-
tra las aprehensiones o aseguramientos sin orden judicial, que
tanto ayudaron a apresurar el movimiento por la independencia.
En el plan de la enmienda, por tanto, el requisito de que 'no se
expedirá ninguna orden, si n o es con causa probable', juega un
papel fundamental. Lo anterior lo expresó la Corte e n McDonald
v. Unites States: 'No estamos manejando formalismos. La presen-
cia de una orden de careo sirve a una alta función. Esto n o se
hizo para escudar criminales, ni para hacer del hogar un refugio
seguro para actividades ilegales, Se hizo para que una mente
objetiva pueda sopesar la necesidad de invadir esa privacidad a
fin de imponer la ley. El derecho a la privacidad fue estimado
demasiado precioso para confiarlo a la discreción de aquéllos
cuyo trabajo consiste e n descubrir el crimen y arrestar a los
criminales. Así, la Constitución exige que un funcionario del
Poder Judicial examine los deseos de la policía, antes de que ésta
viole la privacidad del hogar. No podemos ser fieles a esa exigen*
cia constitucional y excusar la falta de una orden de cateo sin
que aquéllos que buscan una exención del mandato cons.
titucional muestren que las exigencias de la situación hacen
imperativo ese camino.'
"Aun en el caso Agnello, la Corte se apoyó en la regla de que 'la
~reenciade que un objeto que se busca está escondido en una casa
ocupada, no proporciona una justificación para catear el lugar sin
una orden. Tales cateos sin orden son declarados ilegales sin que
obste la existencia de hechos que incuestionablemente muestren
una causa probable'.
"Es claro que el requisito general de que sea obtenida una orden
de cateo no debe ser soslayado a la ligera, y 'la carga de la prueba la
tienen quienes buscan una excepción al requisito de mostrar la
necesidad para ello'.
"Apenas en el periodo anterior de sesiones, en Teny v. Ohio, la
Corte enfatizó en que 'la policía debe, siempre que sea posible,
obtener aprobación judicial previa de cateos y aprehensiones o ase-
guramientos por medio del procedimiento adecuado', y que el 'obje-
to de un cateo debe estar estrechamente vinculado a y justificado
por las circunstancias que hicieron su iniciación permisible'. La
búsqueda personal, efectuada por el agente en ese caso, se encontró
legal, porque no era más que una 'búsqueda protectora de armas'.
Pero en un caso similar, Sibron v. New York, se aplicó el mismo cri-
terio llegando a un resultado contrario, sosteniendo que la acción
de un policía al meter la mano en el bolsillo de un sospechoso no
había sido motivada por ni limitada a un propósito de protección.
Más bien, la búsqueda fue para encontrar narcóticos, que de hecho
no fueron encontrados.
"Un análisis similar yace bajo el principio de 'búsqueda inciden-
tal a un arresto', y señala su alcance correcto. Cuando se efectúa un
arresto, es razonable que el agente que lo hace registre a la persona
arrestada para quitarle cualquier arma que ésta pudiera usar para
resistirse al arresto o para escapar. De otro modo, la seguridad del
agente puede ser puesta en peligro y frustrado el arresto mismo.
Además, es totalmente razonable que el agente que hace el arresto
busque y asegure cualquier prueba en la persona del arrestado, para
prevenir su sustracción a la justicia o destrucción. Y el área dentro
de la cual quien es arrestado puede tener alcance para tomar un are
ma u objetos probatorios debe ser regida, por supuesto, por una
regla semejante. Una pistola en una mesa o cajón enfrente de quien
es detenido, puede ser tan peligrosa para el agente aprehensor como
una escondida en la ropa de la persona aprehendida. Hay, por
tanto, amplia justificación para un registro de la persona arrestada Y
una búsqueda en el área 'dentro de su control inmediato', enten-
diendo por esta frase el área dentro de la cual ~ u e d etomar posesión
de un arma o de pruebas destruibles.
"Pero no hay una justificación semejante para una búsqueda de
rutina en otras habitaciones diferentes de aquélla en que tiene lugar
la aprehensión ni e n todos los cajones de escritorio o e n otros
lugares ocultos en la misma habitación. Tales búsquedas, en la
ausencia de excepciones bien establecidas, pueden ser hechas sólo
bajo la autoridad de una orden de cateo. El 'ajustarse a procedi-
mientos judiciales', ordenados por la cuarta enmienda constitu-
cional, no exige menos.
"6ste es el principio que yace en la decisión de Preston o. United
States. En ese caso, tres hombres habían sido arrestados en un auto
estacionado, que después fue arrastrado a un garaje y registrado por
la policía, La búsqueda fue ilegal bajo la cuarta enmienda constitu-
cional, a pesar del alegato de que había sido incidental a una apre-
hensión válida. El razonamiento fue directo: 'La regla que permite
búsquedas simultáneas se justifica, por ejemplo, por la necesidad de
asegurar armas y otras cosas que pudieran ser utilizadas para atacar
al agente o para escapar, así como por la necesidad de evitar la
destrucción de pruebas del delito, cosas que fácilmente podrían
ocurrir cuando el arma o las pruebas están en la persona aprehendi-
da o bajo su control inmediato. Pero estas justificaciones no existen
cuando la búsqueda es lejana, en tiempo o lugar, a la aprehensión.'
"En el presente caso se alega que es 'razonable' efectuar un cateo
de la casa de un hombre cuando ha sido aprehendido e n ella. Pero el
argumento se funda en poco más que un punto de vista subjetivo
respecto de la aceptabilidad de cierta clase de conducta policiaca, no
en consideraciones relevantes para el interés de la cuarta enmienda
constitucional, Bajo un análisis así, la protección de la cuarta
enmienda en esta área se acercaría al punto de evaporación. No es
fácil explicar Por qué, por ejemplo, es menos 'razonable' catear la
casa de un hombre cuando es arrestado en el jardín delantero de su
casa o en la calle, frente a ella, que cuando está en su casa en el
momento de la aprehensión.
"El Justice Frankfurter comentb: 'Decir que la búsqueda debe ser
razonable requiere algún criterio de razón. No sirve de guía, ni al
jurado, ni al juez de distrito, ni a la policía, decir que est6 prohibida
una 'busca irrazonable' o que la búsqueda debe ser razonable. ~ C U ~ I
es el criterio para que una búsqueda sea razonable? Es la razón que
yace bajo la cuarta enmienda constitucional y está expresada en
ella: la historia y la experiencia que encierra y la salvaguarda que
proporciona contra los males a los que dio respuesta.' (United States
v. Rabinowitz)
"Así, aunque 'las preguntas recurrentes sobre lo razonable de las
búsquedas' dependan 'de los hechos y circunstancias del ambiente
total del caso', en opinión de la Corte, esos hechos y circunstancias
deben ser vistos a la luz de los principios establecidos en la cuarta
enmienda constitucional.
"Sería posible, por supuesto, hacer una distinción entre Rabino-
witz y Hani.s,.por una parte, y el presente caso, por otra. Pues Ra-
binowitz involucró una sola habitación y Harris un apartamento de
cuatro habitaciones, mientras que en el presente caso se cateó toda
una casa, Pero esa distinción sería muy artificial. El razonamiento
que permitió las búsquedas y aseguramientos en Rabinowitz y Harris
permitiría las búsquedas y aseguramientos en este caso. Ninguna
consideración relevante para la cuarta enmienda constitucional
sugiere un punto racional de limitación una vez que se permite que
la búsqueda vaya más allá del área dentro de la cual la persona apre-
hendida pueda obtener armas u objetos probatorios. La única dis-
tinción razonada es la que se hace entre la búsqueda sobre la per-
sona arrestada y el área a su alcance, por una parte, y búsquedas más
extensivas, por otra.
"El promovente señaló correctamente que una de las consecuen-
cias de decisiones como la enmienda Rabinowitz y Harris, es dar a
los agentes de la autoridad la oportunidad de emprender cateos no
justificados por una causa probable, por el sencillo procedimiento
de arrestar a los sospechosos en su hogar e n vez de hacerlo en otra
parte. No sugerimos que el promovente tenga necesariamente razón
en su afirmación de que tal estrategia se utilizó en este caso, pero
queda en pie el hecho de que, si hubiese sido arrestado más tempra-
no en su lugar de trabajo, en vez de serlo en su hogar, ningún cateo
de su casa se podría haber efectuado sin una orden judicial. En todo
caso, y aun independientemente de las tácticas policiacas, el punto
general tan sólidamente expuesto por el juez de apelación e n United
States o. Kirshenblatt permanece: 'Después de arrestar a u n hombre
en su casa, hurgar libremente entre sus apeles en busca de cualquier
cosa que pudiera condenarlo, nos parece indistinguible de lo que
podría ser hecho bajo una orden general de cateo. Más aún, la
orden daría más protección, pues es de suponer que seria dada por
un magistrado. Es cierto que, hipotéticamente, la facultad de hacer-
lo no existiría si el supuesto delincuente no fuese encontrado en el
lugar; pero es un consuelo saber que nuestros papeles sólo están
seguros cuando no estamos en casa.'
"Rabinowits y Harris han sido objeto de comentarios crlticos du-
rante muchos años, y han servido de apoyo cada vez menos a las
decisiones. Ya es hora de sostener, por las razones dadas, que esos
precedentes ya no deben ser consultados.
"La aplicación de los principios de la cuarta enmienda constitu-
cional a los hechos del caso, llevan a un resultado claro. El cateo
fue mucho más allá de la persona del promovente y del área dentro
de la cual pudo haber alcanzado un arma o alguna cosa que pudiera
haber sido usada como prueba en su contra. N o había justificación
constitucional, en la ausencia de una orden de cateo, para extender
la búsqueda más allá de esa área. El alcance del cateo fue, por tanto,
'irrazonable' bajo la decimocuarta enmienda constitucional, y la
condena del peticionario no pudo ser coilfirinada."
E1Jwtice Harlan hizo un pequefio voto concurrenre,
Los Jwtices White y Black disintieion.
FLAST V. COHEN
(1968)

ANTECEDENTES:
La pregunta de si una persona que paga impuestos tiene interés
legítimo en que los fondos del Estado no se gasten en la ejecución
de leyes inconstitucionales, fue contestada en forma negativa en
Frothingham v. Mellon, en 1923.
"En Frothingham se ignoró la necesidad básica de asegurar que la
legislación nula no permanezca inmune a la impugnación constitu-
cional. Si un causante carece de legitimación, ello significa, en la
práctica, que las adjudicaciones del Congreso nunca pueden ser
sujetas a impugnación judicial. Así, aunque el Congreso provea de
fondos para escuelas vinculadas a una Iglesia, en violación a la pri-
mera enmienda constitucional, no existe medio práctico, bajo Fro-
thingham, por el cual su acción pueda ser combatida en los tribuna-
les. Para evitar ese resultado, la Corte modificó la doctrina
Frothingham en F h t v. Cohen, donde se sostuvo la legitimación de
un causante para impugnar gastos del Congreso, argumentando que
violaba la primera enmienda constitucional.
"En F h t , la Corte no sostuvo que un causante tenga siempre le-
gitimación. Para que ella exista, se deben satisfacer dos requisitos:
(1)la impugnación del causante debe ser contra un gasto autorizado
por el Congreso, bajo la cláusula de imposición y gastos; y (2) el
causante debe demostrar que el gasto impugnado excede una limi-
tación constitucional específica sobre la potestad de gravar y gastar.
En United States v. Richardson se muestra que, cuando no se
satisfacen los dos criterios de Flast, la falta de legitimación del
causante federal queda en pie, El actor en Richardson demandó
como causante federal, impugnando la constitucionalidad de la Ley
de la Agencia Central de Inteligencia, que le permitía dar cuenta de
sus gastos 'con la sola certificación del Director', Alegó que Ia ley
violaba el requisito del artículo 1, sección 9, de una declaración
regular dando cuenta de todos los gastos públicos. La Corte sostuvo

S
DE J U ~ C I ADE m A W S U
%LI.OS H i s r d ~ O 3 SDE Lh SUPREMA ~ D R M N I ~
que el actor carecía de interés jurídico. Su impugnación no estaba
dirigida a la facultad de gravar y gastar, sino a la ley que regula los
procedimientos para dar cuentas y hacer reportes. No había un ne-
xo lógico entre su situación como causante y la alegada omisión del
Congreso al no exigir reportes más detallados de los gastos. Cuando
un causante no alcanza a satisfacer los criterios de legitimación de
Flast, cae dentro de lo sostenido en el caso Frothingham, que per-
maneció válido para tales casos.
"La Corte determinó que los criterios de F h t no son aplicables
a los casos que no son de causantes. Fuera del contexto de las
demandas de causantes, la Corte no ha exigido este tipo de nexo
sujeto-materia entre el derecho invocado y el daño alegado. Para
establecer la legitimación de un actor no causante, éste sólo debe
alegar un daño y un nexo causal entre el daño y la conducta impug-
nada; no necesita demostrar una conexión entre el daño que recla-
ma y los derechos constitucionales invocados."
HOFFA v. UNITED STATES
(1966)

ANTECEDENTES:
En el otoño de 1962, tuvo lugar en un tribunal federal en Nash-
ville, Tennessee, un juicio en el que se acusó y condenó a James
Hoffa por intentar sobornar a los miembros del jurado. Dicha con-
dena fue confirmada por un tribunal de apelaciones. Fue determi-
nante el testimonio de Edward Partin, ofrecido como prueba por el
gobierno. Partin declaró que la acusación era fundada, pues los
hechos imputados habían ocurrido en su presencia. La Corte inter-
vino para determinar la validez del testimonio de Partin.
Entre e1 22 de octubre y el 23 de diciembre de 1962, James Hoffa
fue Presidente de la Hermandad Internacional de Camioneros
(Intemational Brotherhood of Teamsters). Durante el curso del juicio
ocupó una suite de tres cuartos en el Hotel Andrew Jackson, en
Nashville. Uno de sus compañeros constantes a lo largo del juicio
fue King, Presidente local del Sindicato de Camioneros. Edward Par-
tin, residente de Baton Rouge, Louisiana, y funcionario local del
Sindicato de Camioneros, hizo varias visitas a Nashville durante el pe-
riodo del juicio. En estas visitas frecuentó la suite del hotel de Hoffa.
Partin rindió reportes frecuentes a un agente federal llamado
Sheridan, sobre las conversaciones que Hoffa y King habían
sostenido con él y entre ellos, revelando los intentos para sobornar a
los miembros del jurado. Se partió del supuesto de que Partin era un
informador del gobierno desde que llegó primeramente a Nashville y
que el gobierno le pagó por sus servicios. Es bajo este supuesto que se
consideraron las cuestiones constitucionales planteadas.
"Se alega que sólo violando los derechos previstos en la cuarta
enmienda constitucional, pudo Partin escuchar las declaraciones
incriminatorias en la suite del hotel, y que, por tanto, su testimonio
era inadmisible conforme a la regla de exclusión de prueba, estipula*
da en Weelcs v . United States, El argumento es que la omisión de
Partin, al no revelar su papel como informador del gobierno, vició el
consentimiento que el peticionario dio para las repetidas entradas de
Partin a la suite, y que, al escuchar las afirmaciones del peticionario,
Partin realizó una búsqueda ilegal de pruebas verbales.
"Los pasos preliminares de este argumento pisan tierra firme.
U n cuarto de hotel, ciertamente, puede ser objeto de la ~rotección
de la cuarta enmienda constitucional, tanto como una casa o una
oficina. Es claro que la cuarta enmienda constitucional ~ u e d eser
violada por intrusiones engañosas, tanto como forzadas, a un área
constitucionalmente protegida. Y las protecciones de la cuarta
enmienda, ciertamente, no se limitan a cosas tangibles, sino que
pueden extenderse a declaraciones orales, tal como lo resolvió la
Corte en Silvemn v. United States.
"Sin embargo, en el presente caso es evidente que no está invo-
lucrado ningún interés ~rotegidopor la cuarta enmienda. ES obvio
que el promovente no confiaba en la seguridad de su suite de hotel
cuando hizo las declaraciones incriminatorias a Partin, o en su pre-
sencia. Partin no entró en la suite por fuerza, ni subrepticiamente.
No era un escucha subrepticio. Estaba en la suite por invitación y
todas las conversaciones que oyó estaban dirigidas a él o se efectua-
ron en su presencia. En una palabra, el promovente no estaba con+
fiado en la seguridad de su cuarto de hotel.
"Ni la Corte, ni miembro alguno de ella, ha expresado jamás la
opinión de que la cuarta enmienda constitucional protege la equi-
vocada confianza que un violador de la ley coloca e n una persona a
la que voluntariamente le confía sus ilícitos. De hecho, la Corte
rechazó por unanimidad esa pretensión cuatro años antes, en Lópes
v. United States. En aquel caso, el promovente había sido condena*
do por intento de soborno de un funcionario llamado Davis. La
Corte se dividió con respecto a la admisibilidad como prueba de la
grabación electrónica subrepticia de una conversación incrimi-
nadara que López había tenido en su oficina privada con Davis.
Pero no hubo disenso alguno en cuanto al punto de vista de que el
testimonio de la conversación, rendido por Davis mismo, era clara*
mente admisible.
"Ha habido puntos de vista totalmente diferentes dentro de la
Corte, en cuanto al alcance tiltimo del derecho otorgado por la
quinta enmienda, contra la auto-incriminación compelida. Así, en
el caso Miranda v. Arizona, que trata del impacto de la quinta en-
mienda constitucional sobre el interrogatorio policiaco a personas
detenidas, la Corte bas6 su decisión en la conclusión de que 'sin sal-
vaguardas adecuadas, el proceso interrogatorio a personas detenidas,
sospechosas o acusadas de haber cometido un crimen, contiene en
forma inherente presiones que debilitan la voluntad del individuo
para resistir, y lo fuerzan a hablar cuando en otras condiciones no lo
hubiera hecho libremente',
"En el presente caso, no se ha alegado, ni podría alegarse, que
las declaraciones acusatorias del peticionario fuesen producto de
alguna clase de coerción, legal o de hecho. Las conversaciones con
Partin y las sostenidas en su presencia fueron totalmente volun-
tarias. Por esa sola razón, si faltara otra, resulta claro que ningún
derecho protegido por el privilegio de la quinta enmienda contra la
autoincriminación forzada, fue violado en este caso.
"El segundo argumento del promovente, apoyado en la sexta
enmienda, no requiere una discusión extendida. Ese argumento sos.
tuvo que, a más tardar el 25 de octubre de 1962, el gobierno tuvo
base suficiente para detener al promovente y acusarlo por intentos
de intromisión con el jurado en Test Fleet. Si el gobierno lo hubie-
se hecho, no hubiera podido seguir interrogando al promovente sin
respetar el derecho que le otorgaba la sexta enmienda constitu-
cional. Por tanto, concluyó el argumento, las declaraciones hechas
por el promovente despues del 25 de octubre eran inadmisibles
como prueba, ya que el gobierno s610 adquiri6 esa prueba burlando
el derecho del promovente a tener asistencia legal.
"Nada en Messiah, ni en Escobedo, ni en otro caso consultado, su.
giere ni remotamente esta nueva y paradójica tesis constitucional y
se rechaza aceptarla ahora, No existe un derecho constitucional a
ser arrestado, No se requiere que la policía adivine, a su riesgo, en
qu6 inomento tiene causa probable para arrestar a un sospechoso,
con riesgo de violar la cuarta enmienda si se actúa demasiado pron-
to, y de violar la sexta enmienda (derecho a un juicio rápido) si se
espera demasiado. La autoridad no tiene un deber constitucional de
detener una investigación criminal en el momento e n que tenga las
pruebas mínimas para establecer una causa probable."
Por todo lo anterior, la decisión de la Corte fue la de confirmar.
Los Justices White y Fortas n o participaron; el Chief Justice
Warren disintió y los Justices Clark y Douglas habrían desechado el
recurso por haber sido concedido indebidamente.

F A LHIST~RICXX
~
3+
DE LA SUPREMA C!ORTE DE ]USTICIA DE ESTADOS UNIDOS
BAKER V. CARR
(1962)

ANTECEDENTES:
Los promoventes demandaron ante un tribunal federal de Dis-
trito de Tennessee, con fundamento en la Ley de Derechos Civiks de
1875, la restauración de derechos constitucionales aparentemente
violados. Alegaron que una ley de Tennessee de 1901 repartió, en
forma arbitraria, los escaños de la Asamblea General entre los 95
condados del estado. Dicha repartición les negó la protección igual
de las leyes garantizada por la decimocuarta enmienda constitucio-
nal. El tribunal de Distrito desechó la demanda, argumentando que
carecía de jurisdicción para analizarla y que no había una recla-
mación sobre la cual pudiera otorgarse un remedio judicial. La
Suprema Corte revocó.
El Justice Brennan formuló la sentencia de la Corte,
"Entre 1901 y 1961, Tennessee experimentó un crecimiento sus-
tancial y una redistribución de su población. En 1901, la población
era de 2'020,616 habitantes, de los cuales 487,380 podían votar. El
censo federal de 1960 reportó que la población era de 3'567,089
habitantes, de los cuales 2'092,891 podían votar, La situación rela-
tiva de los condados, en términos de electores calificados, había
cambiado significativamente. Es por ello que la aplicación de la
Ley de Distribución de 1901 era, precisamente, lo que dio lugar a la
controversia.
"En la demanda se argumentó que la ley de 1901, aun en la
época de su expedición, no hacía un reparto de Diputados y
Senadores de acuerdo con la fórmula constitucional, sino que, en
forma arbitraria y caprichosa, repartía representantes en el Senado
y en la Cdmara Baja, sin referencia a absolutamente ninguna fór-
mula lógica o razonable, Además, se alegó que dados los cambios
de la población desde 1901, y la omisión de la legislatura para
redistribuirse a sí misma desde entonces, la ley de 1901 se volvió
inconstitucional y obsoleta. Los promoventes también alegaron
que, dada la composición de la legislatura realizada aquel año, la
restitución en la forma de una enmienda a la Constitución del esta-
do o de un cambio en todo el mecanismo para redistribuir, O cual-
quier otro cambio semejante, resultaba difícil o imposible.
"Dado que en este caso se trataba de una apelación contra una
resolución de desechamiento, admitida aquélla a moción de 10s
apelantes, la identificación precisa de las cuestiones enfrentadas
exigía una exposición clara de las bases en que el tribunal de Dis-
trito se apoyó para desechar el caso.
"El tribunal de Distrito estaba incierto respecto de si los casos
que negaban la restitución judicial se apoyaban en una falta de juris.
dicción federal, o en lo inadecuado de la materia para una conside.
ración judicial, lo que la Corte había llamado 'no justiciabilidad'.
La diferencia entre ambas cosas era significativa. En el caso de no
justiciabilidad, la consideración del asunto no estaba total e inme-
diatamente descartada. El análisis de la Corte prosiguió necesaria-
mente hasta el punto de decidir si el deber afirmado puede ser iden-
tificado judicialmente, si su violación puede ser judicialmente de-
terminada y si se puede diseñar judicialmente la protecci6n para el
derecho afirmado. En el caso de falta de jurisdicción, o bien el
asunto no 'surgió bajo' la Constitución Federal, las leyes y los trata-
dos, no se trataba de un caso o controversia dentro del significado
de esa sección; o el asunto no quedaba comprendido en ninguna ley
jurisdiccional. La conclusión de la Corte en el sentido de que este
caso no presentaba 'cuestiones polfticas' no justiciables, aclaró la
única duda posible sobre si se trataba de un caso o controversia.
Bajo el encabezado 'Jurisdicción sobre la materia planteada', única.
mente se sostuvo que la cuestión planteada e n la demanda surgió
efectivamente bajo la Constitución.
"En la demanda se argumentó que la ley de 1901 prevela una
distribución que privaba a los apelantes de la protección igual de
las leyes, en violación a la decimocuarta enmienda constitucional.
El desechamiento de la demanda con base en la falta de jurisdic*
ci6n sobre la materia planteada podría, por tanto, estar justificado
únicamente si esa demanda fuese 'débil e insustancial como para
carecer absolutamente de fundamento'. Dado que el tribunal de
Distrito, obvia y correctamente, no consideró que la reclamación
constitucional presentada fuese frívola y carente de sustancia, no
debió haber desechado la demanda por falta de jurisdicción sobre la
materia planteada,
"La Corte sostuvo que los promoventes estaban legitimados para
promover el juicio. Decisiones anteriores apoyaban claramente
dicha conclusión. Muchos de los casos habían supuesto, más que
articulado, tal premisa al resolver por sus reclamaciones similares.
En Cokgrove v. Green, se sostuvo que los votantes que argumenta-
ban hechos que mostraban desventaja para ellos como individuos,
estaban legitimados para demandar.
"El solo hecho de que la demanda buscara la protección de un
derecho político, no significaba que se tratara de una cuestión polí-
tica. Tal objeción 'era poco más que un juego de palabras'. Más bien
se argumentaba que los casos de distribución, sean cuales fueren las
palabras empleadas en la demanda, no podían involucrar ningún
derecho constitucional, a excepción del que descansaba en una for-
ma republicana de gobierno, y que se había sostenido en que las pre-
tensiones deducidas con base en esa cláusula presentaban cuestiones
políticas que no eran susceptibles de someterse a la justicia.
"Se dijo a la Corte que la pretensión planteada no descansaba
en la cláusula de garantía, y que, por tanto, la posibilidad de ser juz-
gados n o quedaba excluida por las decisiones emitidas en casos rela-
tivos a esa cláusula, El tribunal de Distrito interpretó mal Colegrove
u. Green y otras decisiones de la Corte, en las cuales se apoyó, La
reclamación de los apelantes, de que les había sido negada la proe
tección igual, era susceptible de ser juzgada, y si 'la discriminación
era probada suficientemente, el derecho a la reparación bajo la
cláusula de protección igual no disminuía por el hecho de que la
discriminación se refería a derechos políticos'. Para mostrar por qué
se rechazaba el Rrgumento basado en la cláusula de garantía, se
debieron examinar los precedentes relativos. Pero, dado que hay

@
FALLOS~1~rdniCOS DE JUSTICIADE ESTAWS UNIWC
DE LA SUPREMA CORTB
cierta incertidumbre respecto de por qué esos casos presentaron
cuestiones y específicamente de si este caso es como
aquéllos, se consideró necesario analizar el contenido de la doctrina
sobre la 'cuestión política'.
"Es claro que varias maneras de expresar la cuestión, que a su
vez variaba ligeramente de acuerdo con el marco en que surgió,
podían describir lo que era una cuestión política, aunque cada una
de ellas tenía uno o más elementos que la identificaban esencial-
mente como una función de la separación de poderes. En la super-
ficie de cualquier caso en que está involucrada una cuestión políti-
ca, se encuentra un otorgamiento constitucional, textualmente
demostrable, de aspectos relacionados con una institución política;
o a la imposibilidad de encontrar y establecer estándares para
resolver la cuestión; o la imposibilidad de resolver sin una determi-
nación política inicial de una clase que claramente no comulga
con el criterio judicial; o a la imposibilidad de que un tribunal
adopte una resolución independiente, sin que ello implique una
falta al respeto debido a los ramos coordinados del gobierno; o a
una inusual necesidad de adherirse incondicionalmente a una
decisión política ya hecha; o a la posible confusión por múltiples
pronunciamientos hechos por varias autoridades, sobre una misma
cuestión,
"A menos de que una de esas circunstancias esté inseparable-
mente unida al caso, no debería desecharse por la presencia de una
cuestión política. La doctrina es de 'cuestiones políticas', no de 'ca.
sos políticos'. Los tribunales no pueden rechazar y considerar 'como
no sujeta a proceso', una controversia de buena fe, si cierta acción
denominada 'política' excede facultades constitucionales.
"En el caso Luther v. Borden la Corte consideró que ciertos fac.
tores hacían que la cuestión ahí fuese 'política': el otorgamiento a
otros ramos de la facultad para decidir cuál es el gobierno legal de
un Estado; la acción sin ambigüedad del Presidente en reconocer al
gobierno constitucional como la autoridad legal; la necesidad de
definitividad en la decisión del ejecutivo; y la falta de criterios
mediante los cuales un tribunal pudiera determinar qué forma de
gobierno era republicana.
"Pero el único significado que Luther podría tener para propósitos
inmediatos, consistía en que la cláusula de garantía no era un depósi-
to de estándares judicialmente utilizables que un tribunal podía usar
en forma independiente para identificar al gobierno legal de un
Estado. La Corte ya se había rehusado a utilizar la cláusula de garan-
tía única que había sido invocada para el propósito, como fuente de
un esthdar constitucional para invalidar acciones estatales.
"Si los precedentes en cuanto a lo que constituye una 'cuestión
política' no susceptible de ser juzgada, hacían que el caso quedase
incluido en esa doctrina, una manera natural de empezar consistía
en observar si alguna de las características comunes identificadas se
encontraba presente. No existía ninguna: la cuestión se refería a'si
la acción estatal era congruente con la Constitución Federal. No se
estaba frente a ninguna cuestión decidida, o que debiera ser decidi-
da, por una rama política del gobierno igual a la Suprema Corte,
Tampoco se corría el riesgo de entorpecer al gobierno en el exte-
rior, o de crear un grave disturbio interno si se enfrentaba el asunto
con Tennessee con respecto a la constitucionalidad de la acción
tampoco impugnada, Para que los promoventes tuvieran éxito en la
acción, tampoco necesitaban pedir a la Corte que entrara en deter-
minaciones políticas para las que no existían estándares judicial-
mente manejables, Los estándares judiciales bajo la cláusula de pro-
tección igual estaban bien desarrollados y eran familiares, y desde la
expedición de la decimocuarta enmienda constitucional siempre
había estado abierto para la Corte el determinar si, en los hechos
particulares que revisaba, una discriminación no reflejaba política
alguna, sino simplemente una acción arbitraria y caprichosa.
"Este caso trató de la distribución del poder político dentro de
un Estado y se podía pensar que los apelantes añadieron una pre4
tensión bajo la cláusula de garantía. Por supuesto, cualquier apoyo
en esa cláusula podía ser útil. Pero del hecho de que el apoyo en la
cláusula de garantía no había rosp pera do, no se derivó que los
apelantes no pudieran ser oídos en la pretensión de protección igual
que formularon. Ciertamente, debió quedar claro que la recla-
mación basada en la decimocuarta enmienda constitucional no
debió estar tan entreverada con aquellos elementos de la cuestión
política que hacían que las reclamaciones apoyadas en la cláusula
de garantía no fueran susceptibles de ser juzgadas. Pero se encontró
que no fue ése el caso.
"Se concluyó que la reclamaciones que se apoyaban e n la
cláusula de garantías n o eran susceptibles de ser juzgadas, que
tales reclamaciones envolvían cuestiones que se pensaron políti-
cas y que no trascendieron a la reclamación presentada, con base
en la protección igual. Únicamente involucrando los elementos
que definirían cuestiones políticas en la reclamación basada en
cláusula de garantías, se pudo lograr que las pretensiones deduci-
das no fueran susceptibles de ser juzgadas, Específicamente, se sos-
tuvo que tales reclamaciones n o eran susceptibles de ser juzgadas
porque tocaban cuestiones relativas a la organización del gobierno
estatal.
"El articulo primero, secciones 2, 4 y 5 y la decimocuarta en-
mienda constitucional, sección 2, se referían únicamente a las elec.
ciones del Congreso y no regulaban, obviamente, la distribución de
las legislaturas estatales. En todo caso, era claro que las decisiones
de la Corte no prestaban ningún apoyo a la conclusión del tribunal
de Distrito en el sentido de que la materia de la controversia pre-
sentaba un tinte político. De hecho, la negativa a otorgar el reme*
dio en Colegrooe fue resultado, principalmente, del punto de vista
de una falta de equidad,
"La Corte concluyó que los argumentos de la demanda sobre
una denegación o la protección igual presentó una causa de acción
constitucionalmente justiciable, con respecto a la cual los apelantes
tenían derecho a un juicio. El derecho que se invocó estaba dentro
del alcance de la protección judicial bajo la decimocuarta enmien*
da constitucional. Por ello, la Corre decidió reenviar."
ElJustice Whitralcer no participó.
El Justice Frankfurter votó en disenso, al que se unió el Justice
Harlan:
"La Corte, hoy, cambia un curso uniforme de decisiones. La
autoridad de la Corte, que no está en posesión 'de la bolsa ni de la
espada', descansa en último lugar en una continua confianza públi-
ca en su sanción moral. Tal sentimiento debe ser alimentado por la
continua separación de la Corte, de hecho y en apariencia, de los
embrollos políticos, y por la necesidad de no inmiscuirse en el cho-
que de las fuerzas y los arreglos políticos.
"Se dice que la Corte no debe preocuparse por la clase de reme-
dio que un tribunal pudiera diseñar, porque las legislaturas aten-
derían la instrucción de la Corte. Esto no es Gnicamente un deseo.
No existe bajo nuestra Constitución un remedio judicial para cada
entuerto político, para cada ejercicio indeseable del Poder Legisla-
tivo. Los Constituyentes, cuidadosamente y con previsi6n delibera-
da, rehusaron entronizar así al Poder Judicial, Se debe apelar a unos
electores informados, cívicamente militantes.''
Los Jus tices Douglas y Stewart concurrieron,
El Justice Clark concurrió y agregó lo siguiente:
"Aunque encuentro que la ley de distribución de Tennessee
viola la cláusula de protección igual, no aprobaría la intervención
de esta Corte en un terreno tan delicado, si hubiera otro remedio
accesible al pueblo de Tennessee, Pero la mayoría del pueblo de
Tennessee no tiene 'oportunidades prácticas para ejercer su peso
político en las votaciones', para corregir la 'discriminación inequi-
tativa' existente. Tennessee no tiene iniciativa ni referéndum, La
mayoría de los votantes han quedado atrapados en una camisa de
fuerza legislativa. Tennessee 'tiene un cuerpo de electores informa-
do y civilmente militante' y una 'airada conciencia popular', pero
ello no afecta 'la conciencia de los representantes del pueblo'.
Como dijo John Rutledge hace 175 años en la Convenci6n Constitu-
cional, una función principal de la Corte es asegurar los derechos
nacionales. Su decisión apoya hoy en día la propuesta por la cual
nuestros ancestros lucharon y murieron, Es decir, que 'para
conformarse completamente al principio de derecho, la forma de
gobierno debe ser representativa,' Esa es la piedra angular sobre la
que nuestro gobierno fue fundado y sin la cual ninguna república
puede sobrevivir. Bien está que esta Corte practique la auto-restric-
ción y la disciplina en la adjudicación constitucional, pero nunca
en su historia han sido sancionados esos principios cuando los dere-
chos nacionales de tantos han sido tan claramente violados por
tanto tiempo. El respeto nacional a los tribunales es realzado más
por la necesidad de hacer respetar en forma directa esos derechos,
que por hacerlos nugatorios mediante la interposición de subterfu-
gios. En mi opinión, la decisión última que hoy se formula está den-
tro de la más grande tradición de esta Corte."
JOINT ANTI-FASCIST REFUGEE COMITEE V. McGRATH
(1951)

ANTECEDENTES:
El Comité Unido de Refugiados Antifascistas (Joint Anti-Fascist
Refugee Comitee) y otras organizaciones fueron listadas como
subversivas por el Procurador General de Estados Unidos, sin aviso
ni audiencia previa. La lista se publicó por orden del Presidente
Truman en 1947 y fue utilizada por el Consejo de Revisión de la
Lealtad (Loyalty Review Board) para determinar la deslealtad de
empleados del gobierno. Los promoventes alegaron que se dedica-
ban únicamente a actividades caritativas o de seguros, y que la
inclusión en la referida lista obstaculizaba su labor. Demandaron a
McGrath, Procurador General, y solicitaron que sus organizaciones
fuesen borradas de la lista. Un tribunal de Distrito desechó la de-
manda y un tribunal de Apelación confirmó. La Corte admitió el
recurso presentado por el Consejo.
El Justice Burton elaboró la sentencia de la Corte y formuló la
siguiente opinión, con la cual concurrió el Justice Douglas:
"En cada uno de estos casos se plantea la misma cuestión: deter-
minar si, con vista en los hechos alegados, el procurador está auto-
rizado a incluir al Consejo en una lista de organizaciones designadas
discrecionalmente como comunistas. Por su parte, el procurador
argumentó que está facultado para ello por un decreto presidencial
de mayo de 1947.
"Dicho decreto no contiene ninguna disposición que expresa o
implícitamente conceda la potestad para actuar arbitraria o capri-
chosamente. El decreto prevé, en los propósitos del programa del
presidente, no sólo la protección de Estados Unidos contra los
empleados desleales, sino también la 'igual protección' a los emplea-
dos leales contra acusaciones infundadas de deslealtad. Los están-
dares para designar o remover a un empleado requieren que, 'con
todas las pruebas, existan bases razonables para creer que la persona
involucrada es desleal'. El decreto establece que cada designación
del Procurador General en una lista tal será hecha sólo después de
una 'determinación apropiada', Una 'determinación' guberna-
mental 'apropiada' debe ser el resultado de un proceso de razona-
miento. No puede ser una decisión arbitraria, contraria a 10s hechos
conocidos. Esto es inherente al significado de 'determinación'. Está
implícito en un gobierno de leyes, no de hombres. Cuando el acto
de una autoridad cae fuera del ámbito de sus facultades, no ~ u e d e
convertirlo en legal por el hecho de efectuarlo y después invocar la
doctrina de la interpretación administrativa para cubrirlo.
"La inclusión de cualquiera de las organizaciones actoras en la
lista, con base únicamente en los hechos alegados en las demandas,
que deben ser la base de la decisión, es un acto arbitrario y sin SUS-
tento legal. La situación es comparable a la que se crearía si el
Procurador General, bajo circunstancias semejantes, hubiera de
designar a la Cruz Roja Nacional Estadounidense como una organi-
zación comunista. El carácter de esa organización como caritativa y
leal es incuestionable, ante la ausencia de toda pretensión deducida
en contra.
"La doctrina de la interpretación administrativa nunca ha sido
llevada tan lejos como para permitir que la discreción administrati.
va opere sin restricciones, Si se aplica a este caso y se combina con
la suposición de que el decreto del Presidente fue formulado para él
por su Procurador General, la conclusión descansaría en la premisa
de que el Procurador General intentó delegarse a sí mismo la facul-
tad de actuar arbitrariamente. No podemos atribuir esa intención al
funcionario más alto encargado de hacer respetar la ley en la
nación, como tampoco podríamos atribuirla a su Presidente.
"Al enfatizar así un límite externo a lo que puede ser considera*
do como una designación autorizada para una organización, bajo el
decreto1 10s casos presentes tienen un propósito valioso, Demues.
tran que el decreto no autoriza, ni mucho menos impone el ejerci.
cio de un poder absoluto que pudiera permitir la inclusidn, en la
lista del Procurador General, de una designacidn que es patente*
n~entearbitraria o contraria a los hechos.
"Nada de lo que se ha dicho equivale a una afirmación del ale-
gato de los peticionarios de que no son comunistas. Hemos partido
del supuesto de que las designaciones hechas por el Procurador
General son arbitrarias, porque estamos obligados a partir de ese
supuesto en virtud de que las promociones han solicitado que sean
desestimadas las quejas. Ver si las organizaciones quejosas son
comunistas, o si el Procurador General posee información de la cual
podría razonablemente encontrar que lo son, es cuestión que debe
esperar a ser determinada por el juez de Distrito en reenvío.
"Por estas razones, encontramos necesario revocar las resolu-
ciones del tribunal de Apelaciones en los casos respectivos y reen-
viar cada caso al tribunal de Distrito, con instrucciones de negar la
moción de los promoventes de que la queja sea desechada por no
haberse expuesto una pretensión respecto de la cual pudiera otor-
garse remedio."
E1 Justice Clark no tomó parte en la consideración y decisión de
estos casos.
El Justice Black, concurriendo, manifestó lo siguiente:
"En el presente clima de la opinión pública, parece ser entera*
mente cierto que las muy publicitadas conclusiones del Procurador
General, independientemente de que sean verdaderas o falsas,
equivalen prácticamente a sentencias de confiscación y de muerte
para cualquier organización puesta en la lista negra y que no posea,
en grado extraordinario, recursos financieros, políticos, o prestigio
religioso e influencia.
"En mi opinión, el ejecutivo no tiene autoridad constitucional,
con o sin audiencia, para preparar y publicar las listas impugnadas
por los promoventes. En primer lugar, el sistema adoptado castiga
con efectividad a muchas organizaciones y a sus miembros, simple*
mente por sus creencias politicas y sus expresiones, y, en este aspec-
to, tiene el sabor del más perverso tipo de censura. Esto no puede
ser reconciliado con la primera enmienda, como yo la entiendo.
Más aún, las listas negras ~ r e ~ a r a d ya sproclamadas por el gobierno
tienen toda la calidad de leyes privativas, cuyo uso fue prohibido

-st
FALLO3 H i s r d DE~ i.4~ DE ESTADOGUNIDOG
SUPREMA CORTEDE JUSTICIA
desde el principio tanto al gobierno federal como a los gobiernos
estatales.
"Se argumenta que la potestad del ejecutivo para expedir estas
seudodleyes privativas está implícita en el indudable poder del go-
bierno para nombrar y cesar empleados, y para protegerse a sí
mismo contra la traición de individuos u organizaciones. Sin
embargo, nuestra ley básica, sabiamente, limitó la autoridad para
recurrir a las investigaciones ejecutivas, condenas y listas negras,
como un sustituto de las imposiciones de penas de tipo legal por los
tribunales, precedidas de un juicio y condena de acuerdo con las
salvaguardas procesales previstas en el Bill of Rights."
El Justice Douglas y el Justice Jackson escribieron votos concu-
rrentes.
El Justice Reed formuló un voto particular al que se adhirieron
el Chief Justice Vinson y el Justice Minton.
LUTHER v. BORDEN
(1849)

ANTECEDENTES:
El estado de Rhode Island fue escenario de la guerra civil. El
promovente de este caso alegó que el demandado había allanado su
domicilio. Éste, de apellido Borden, aleg6 que, como miembro de la
milicia estatal, intentaba cumplir 6rdenes legales de arrestar
rebeldes. El tribunal resolvió a su favor, exhonerándolo de todo
cargo. Acto seguido, Luther interpuso un recurso ante la Corte y
ésta lo aceptó.
El ChiefJustice Taney formuló la sentencia de la Corte.
"Durante algunos años, muchos ciudadanos llegaron a estar
insatisfechos con el gobierno y particularmente con las restric-
ciones al derecho al voto. Se dirigieron a la legislatura, exigiendo
justicia y la necesidad de una regla más extensa y liberal. Pero no
lograron el efecto deseado. Entonces, comenzaron a celebrar reu-
niones integradas por quienes estaban a favor de un derecho más
amplio al voto, que finalmente tuvieron como resultado la elección
de una convención para elaborar una nueva Constitución y some-
terla al pueblo para su adopción o rechazo.
"Las personas así elegidas se reunieron y elaboraron un proyecto
de Constitución, en el cual el derecho al voto se hizo extensivo a
todos los ciudadanos varones de veintiún años de edad que hubiesen
residido en el estado durante, al menos, un año y seis meses, en la
población donde fueran a votar. La convención tambi6n prescribió
la manera en que el proyecto debería ser sometido a la decisión del
pueblo: permitiendo votar a cualquiera que fuese ciudadano anglo-
americano, de veintiún años de edad y que tuviera un hogar o resi*
dencia permanente en el estado, e indicando que los votos deberían
ser regresados a la convención.
A la entrega de los votos, la convención declaró que la Consti-
tución había sido adoptada y ratificada por una mayoría y que era la
ley suprema y Constitución de Rhode Island. Enseguida comunicó
esta decisión al que era Gobernador bajo la Carta de Gobierno, a
fin de que fuese presentada a la legislatura y de que se celebrasen
elecciones para Gobernador, miembros de la legislatura y otros fun-
cionarios, bajo la nueva Constitución. En consecuencia, se celebra-
ron esas elecciones y el Gobernador, el Subgobernador, el Secretario
de Estado y los senadores y representantes así elegidos, se reunieron
en la ciudad de Providence el 3 de mayo de 1842. Procedieron a
organizar el nuevo gobierno, designando a los funcionarios y
aprobando las leyes necesarias para aquel fin.
"El gobierno anterior no admitió, la validez de esos roce di-
mientos y no se sometió a ellos, Por el contrario, en enero de 1842,
cuando esta nueva Constitución fue comunicada al Gobernador y
presentada por él ante la legislatura, expidió resoluciones declaran-
do que todos los actos realizados con el propósito de imponer esa
Constitución al estado implicaban asumir los poderes de gobierno
con violación de los derechos del gobierno existente y del pueblo
en general; y que mantendría su autoridad y defenderia los derechos
legales y constitucionales del pueblo.
"Pero, a pesar de la determinación del gobierno y de quienes lo
apoyaron de mantener su autoridad, Thomas W. Don, quien habla
sido electo Gobernador bajo la nueva Constitución, se preparó para
afirmar por la fuerza la autoridad de ese gobierno, y muchos ciu-
dadanos se levantaron en armas para apoyarlo. Con ese motivo, el
gobierno legítimo aprobó una ley declarando la ley marcial en el
estado y, al mismo tiempo, mandó llamar a la milicia para rechazar
la amenaza de ataque y someter a quienes se enfrascaran en él. En
este estado de lucha, el domicilio del promovente, quien apoyaba al
nuevo gobierno, fue allanado por la fuerza para proceder al arresto.
Los demandados estaban, en ese tiempo, al servicio militar del viejo
gobierno, por lo que contaban con armas.
"La cuestión que el promovente expuso y acredit6 con diversos
testimonios, no fue reconocida en ninguno de 10s tribunales estata-
les. Al elaborar las constituciones de los diferentes estados, después
de la Didaración de lndependencia y en 10s diferentes cambios y

$3
FALLOSHlSl6NCUS DE LA SUPREMA CORTEDEJUSTICIA 06 ESTADOS UNIDOS
modificaciones que se les han hecho desde entonces, la rama políti-
ca ha determinado siempre si la Constitución o las enmiendas pro-
puestas han sido ratificadas o no por el pueblo del estado. El Poder
Judicial siempre lo respetó. En Rhode Island la cuestión ha sido
decidida directamente. Ahí se iniciaron persecuciones contra algu-
nas de las personas que habían estado activas en la oposición por la
fuerza al gobierno antiguo. Y, en más de un caso, las pruebas ofreci-
das por la defensa fueron semejantes al testimonio ofrecido en el
tribunal de Circuito, y para el mismo propósito; es decir, para de-
mostrar que la Constitución propuesta había sido adoptada por el
pueblo de Rhode Island y se había, por tanto, convertido en el go-
bierno establecido y que, en consecuencia, las personas acusadas no
hacían más que cumplir con su deber al apoyarlo.
"Así pues, la Corte resolvió que la controversia planteada ya ha-
bía sido resuelta por los tribunales de Rhode Island. La cuestión se
refiere, al mismo tiempo, a la Constitución y a las leyes de ese esta-
do. Es una regla bien establecida en la Corte que los tribunales de
Estados Unidos adopten y sigan las decisiones de los tribunales
estatales en asuntos que conciernen Únicamente a las constitu-
ciones y a las leyes del estado.
''¿Con qué base podría el tribunal de Circuito de Estados Unidos
que juzgó este caso, haberse separado de esta regla y haber desesti-
mado y derogado las decisiones de los tribunales de Rhode Island?
Sin duda, los tribunales federales de Estados Unidos tienen ciertas
facultades bajo la Constitución y las leyes de Estados Unidos, que
no pertenecen a los tribunales estatales, Pero el poder de determi.
nar que el gobierno de un estado ha sido legalmente establecido no
es uno de ellos. Respecto de un asunto tal, los tribunales federales
están obligados a aceptar las decisiones de los tribunales estatales y
ver al gobierno legal como el gobierno legitimo y establecido
durante el tiempo que dure el conflicto.
"Además, si el tribunal de Circuito entra a este análisis, lbajo
qué regla pudo haber determinado la califícación de los votantes
sobre la adopción o rechazo de la Constitución propuesta, a menos
que hubiese una ley previa del estado para guiarlo? Es facultad de
un tribunal interpretar la ley, pero no elaborarla. Y ciertamente no
es parte de la función judicial de ningún tribunal de Estados Unidos
señalar las calificaciones de los votantes en un estado, concediendo
el derecho a aquellos a quienes les es negado por la Constitución
escrita y establecida de un estado y por sus leyes, o privar de él a
aquellos a quienes les es otorgado. Tampoco tienen en los tribu-
nales derecho a determinar a qué privilegios políticos tienen dere-
cho los ciudadanos de un estado, a menos que haya una Constitu-
ción o ley establecida para gobernar su decisión.
"La Constitución de Estados Unidos, en cuanto ha provisto para
una emergencia de esta clase y autorizado al gobierno general a inter-
ferir en los problemas domésticos de un estado, ha tratado la cuestión
como de naturaleza política y ha depositado el poder en ese ramo.
"La cuarta sección de la cuarta enmienda constitucional esta-
blece que Estados Unidos garantizará a cada estado de la Unión una
forma republicana de gobierno, y protegerá a cada uno de ellos con-
tra invasiones; y, a petición de la legislatura o del Ejecutivo, contra
la violencia doméstica.
"De conformidad con lo previsto en dicho precepto constitu.
cional, corresponde al Congreso decidir cuál gobierno es el estable.
cid0 en un estado. Pues así como Estados Unidos garantiza a cada
estado un gobierno republicano, el Congreso debe necesariamente
decidir cuál es el gobierno establecido en el estado antes de determi-
nar si es republicano o no. Y cuando los senadores y representantes
de un estado son admitidos a las asambleas de la Unión, la autoridad
del gobierno bajo el cual son designados, así como su carácter repu-
blicano, es reconocido por la autoridad constitucional adecuada. Y
su decisión es vinculatoria para cualquier otro departamento del
gobierno, y no podría ser cuestionada por un tribunal, Es verdad que
la contienda, en este caso, no duró lo bastante para elegir a 10s legis-
ladores, bajo la autoridad del gobierno encabezado por el Sr, Dorr.
Por ello, el Congreso no fue llamado a decidir la controvercia. Sin
embargo, ahí está el derecho a decidir. No en 10s tribunales.
"Asimismo, en lo que se refiere a la cláusula en el articulo arriba
mencionado, relativo a los casos de violencia doméstica, también se
previó que el Congreso sería quien determinaría los medios adecua-
dos para ser adoptados para cumplir dicha garantía.
"Si lo hubiesen considerado como lo más aconsejable, hubieran
podido conceder a los tribunales la facultad de decidir cuándo se esta-
ba en presencia de una contingencia que requiriese la intervención
del gobierno federal. Pero el Congreso pensó de otra manera, y sin du-
da sabiamente. Estableció que 'en caso de una insurrección en cual-
quier estado contra el gobierno local, el Presidente de Estados Unidos
podrá, a petición de la legislatura de ese estado o del Ejecutivo, cuan-
do la legislatura no pueda ser convocada, llamar a la milicia de
cualquier otro estado o estados para suprimir esa insurrección'.
"Mediante esta ley, se da al Presidente de Estados Unidos la
potestad de decidir si ha surgido la exigencia e n la cual el gobierno
federal debe intervenir. Él debe actuar ante la petición de la Iegis-
latura o del ejecutivo y, en consecuencia, debe determinar qué
grupo de hombres integran la legislatura y quién es el gobernador,
antes de poder actuar. El hecho de que ambas partes reclamen el
derecho al gobierno n o puede alterar la situaci6n, pues n o pueden
ambas tener ese derecho. Si hay un conflicto armado, como el que
ocurrió, se trata de un caso de violencia doméstica, y una de las
partes debe estar en insurrección contra el gobierno legítimo. El
Presidente debe, necesariamente, decidir cuál es el gobierno y cuál
es la parte ilegalmente levantada contra él, antes de poder cumplir
con el deber que le impone la ley del Congreso,
"Se dice que depositar dicha facultad en el Presidente es peli-
groso para la libertad, pues podría abusar de ella. Todo ~ o d e puede
r
ser materia de abuso si se pone en manos indignas, Pero la Corte
considera dificil señalar cualesquiera otras manos en las que ese
poder estuviese más seguro y fuese al mismo tiempo igualmente
efectivo. Cuando los ciudadanos de un estado se levantan e n
armas unos contra otros, y las autoridades constituidas no son
capaces de ejecutar las leyes, la intervención de Estados Unidos
debe ser rápida, o serviría de poco. El curso ordinario de 10s pro-
cedimientos en un tribunal de justicia sería grandemente inade-
cuado e n una crisis de esa índole. Y e l elevado cargo del
Presidente, electo como lo es por el ~ u e b l ode Estados Unidos, y la
elevada responsabilidad que no podría menos que sentir al actuar
en un caso de tal trascendencia, parecen proporcionar una fuerte
salvaguarda contra un voluntarioso abuso de ~ o d e r tan , sólida
como podrían proporcionarla la previsión y la prudencia humanas.
En todo caso, el poder le es conferido a él por la Constitución y las
leyes de Estados Unidos y debe, por tanto, ser respetado e instru.
mentado en sus tribunales judiciales.
"Gran parte del argumento del promovente versó sobre derechos
y cuestiones políticas, sobre las cuales se exigió a la Corte expresar
una opinión. La Corte declinó hacerlo, pues le había sido conferido
el alto poder de juzgar los actos de los poderes ejecutivos y legisla.
tivos estatales y federales, así como determinar si se encontraban
más allá de los límites del poder señalados para ellas, respectiva.
mente, por la Constitución de Estados Unidos. Por tanto, la Corte
consideró que debería ser la última en rebasar los linderos que limi-
tan su propia jurisdicción, Asimismo, opinó que la obligación del
ejecutivo era estar siempre preparado para enfrentar cualquier
cuestión que le fuera confiada por la Constitución. Y, a efecto de
no ir más allá de su esfera apropiada de acción, no involucrarse en
discusiones que pertenecen a otros foros.
"La Corte consideró que nadie ha puesto nunca en duda la pro-
puesta de que, de acuerdo con las instituciones del país, la sobera.
ní3 en cada estado reside en su pueblo y que éste puede modificar su
forma de gobierno. Pero determinar si lo ha cambiado o no, abo.
liendo un gobierno anterior y estableciendo uno nuevo en su lugar,
es una cuestión que debe resolver el poder político, Y cuando ese
poder ha tomado una decisión, los tribunales están obligados a
tomar nota de su decisión, y a seguirla."
La sentencia del tribunal de Circuito fue confirmada,
El Justice Woodbury formuló un voto particular,
CHARLES RIVER BRIDGE Co. v. WARREN BRIDGE Co.
(1837)

En 1785, para superar el inconveniente del transporte por trans-


bordador, la legislatura de Massachusetts otorgó una concesión para
construir un puente entre Charleston y Boston. En la concesión
autorizó a la empresa Charles Bridge River Co. a cobrar cuotas de
peaje durante cuarenta años, que después se extendieron a setenta.
La concesión dejó sin validez un derecho exclusivo, otorgado a
Harvard College en 1650 sobre un transbordador. Harvard, por ello,
exigía recibir una compensación, por el perjuicio sufrido en su fran-
quicia. El puente del Río Charles fue construido con un gran riesgo
financiero, pero resultó un negocio extraordinariamente prove-
choso. Sin embargo, la política se involucró en la administración
del monopolio del puente y en 1828 la legislatura del estado autori-
zó a la Wamn Bridge Company la construcción de otro puente muy
cerca del ya existente.
Una vez cubierto el costo de la construcción o al final de un
período máximo de seis años, se dejarian de cobrar cuotas de peaje.
La Charles Bridge Company buscó una orden judicial para evitar la
construcción del puente Wawen y luego, después de que el puente
fue construido, buscó una indemnización alegando que el Congreso,
al autorizar el nuevo puente, violó lo previsto en la Consrituci6n en
materia de contratos, El tribunal superior del estado de Massachu-
setts rechazó la demanda y el promovente acudió ante la Suprema
Corte.
El Chief Justice Taney formuló la sentencia de la Corte.
"Las cuestiones involucradas en el caso fueron de naturaleza
grave, por lo que la Corte les dio la más cuidadosa y deliberada con-
sideración. El valor dal derecho reclamado por los actores era de
elevada cuantía y, sin duda, muchas personas se verían seriamente
afectadas en sus intereses pecuniarios por cualquier decisión que la
Corte pronunciara.
«Las cuestiones que se plantearon con respecto a la facultad de
los estados para conceder concesiones, estaban cargadas de conse+
cuencias importantes. No sólo para los individuos relacionados con
las franquicias, sino para las comunidades en las que aquéllas se
otorgaban.
"Los promoventes hicieron énfasis en dos puntos principales:
primero, que por virtud de la concesión de 1650, Harvard College
tenía derecho a perpetuidad, a operar un transbordador entre Char-
leston y Boston; que dicho derecho era exclusivo; que el Congreso
no tenía facultades para autorizar la existencia de otro transborda-
dor en la misma línea, porque eso hubiera lesionado los derechos
del colegio; y que al construir el puente, bajo la concesión de 1875,
en el lugar del transbordador, esos derechos fueron transferidos y
otorgados a los propietarios del puente del Río Charles, afectando
los derechos del transbordador. Segundo, que, independientemente
de los derechos del transbordador, los decretos del Congreso de
Massachusetts de 1785 y 1792, por su recta interpretación, implica.
ban necesariamente que la legislatura no autorizaría otro puente,
especialmente uno libre de cuota, al lado de éste y ubicado en la
misma línea de transportación, con lo que la franquicia otorgada a
los propietarios del puente del Río Charles pudiese quedar sin
valor. Asimismo, los promoventes argumentaron que tanto la con.
cesión del transbordador otorgada a Harvard College, como la
concesión otorgada a los propietarios del puente, eran ambos con-
tratos celebrados por el estado; y que la ley que autorizó la construc-
ción del Puente Warren en 1828 lesionó o perjudicó la obligación
nacida de uno o de ambos contratos.
"Pero jcon qué base podían los actores promoventes alegar que
los derechos de Harvard College sobre el transbordador habían sido
transferidos a 10s dueños del puente? Si lo hubieran sido, ello debía
haber acaecido por algún modo de transferencia conocido por el de.
recho, Y la prueba de ello pudo ser señalada en el expediente. $6.
m0 fue transferido? NO se habla sugerido que hubiese una cesión
hecha Por el Harvard College a la compañía del puente, ¿Había
alguna prueba en el expediente de que, bajo principios legales, se
pudiera presumir esa cesión? Los testimonios rendidos ante el tri-
bunal, lejos de fundar tal presunción, la rechazaron. La petición
hecha a la legislatura en 1785, sobre la cual se otorgó la concesión,
no contenía ningún acuerdo, ni consentimiento, para ceder por
parte del colegio. Tampoco aparecía que los solicitantes hubieran
considerado, en forma alguna, que los deseos de esa institución fue-
sen necesarios para asegurar el éxito. Ellos fundaron su solicitud
únicamente en consideraciones de conveniencia y de interés públi-
cos, y en las grandes ventajas de una comunicación sobre el Río
Charles por medio de un puente, e n lugar de un transbordador.
"El decreto del Congreso de Massachusetts de 1785 nombró a
los promoventes con el nombre 'Los Propietarios del Puente del Río
Charles'; y es aquí, como también en el decreto de 1792, que pro.
longó su concesión, donde se debió buscar la extensión y naturaleza
de la franquicia concedida a los promoventes,
"Mucho se alegó acerca de los principios de interpretación por
medio de los cuales se debía analizar el derecho en este caso, y de
las garantías implícitas concedidas por parte del estado. La Corte
opinó que no podía haber una dificultad seria por esta parte. Se
trataba del otorgamiento de ciertas franquicias, hechas por el públi-
co a una empresa privada, en un asunto que concierne al interés
público, La regla de interpretación en tales casos estaba bien esta-
blecida tanto en Inglaterra como en las decisiones de tribunales de
Estados Unidos. Estaba también claramente establecida en el senti-
do de que cualquier ambigüedad en los términos del contrato debía
operar en contra de los aventureros y a favor del público, y los
actores no podían reclamar nada que no les hubiera sido claramente
otorgado en el decreto.
"La Corte consideró que el objeto y fin de todo gobierno es pro-
mover la felicidad y pros~eridhtdde la comunidad que lo ha elegido;
y nunca se puede presumir que el gobierno intentó disminuir el
poder que se le dio para alcanzar el fin para el que fue creado, En el
país, libre, activo, emprendedor y en continuo avance en número y
riquezas, diariamente se encuentran como necesarias nuevas vías de
comunicación, para los viajes y el comercio, y son esenciales para, la
comodidad, la conveniencia y la prosperidad del ~ueblo.Nunca se
debe presumir que un estado ha renunciado a este ~ o d e porque,r
como en el caso del poder fiscal, toda la comunidad tiene interés en
preservarlo sin disminución. Cuando una empresa alega que un
estado ha renunciado por setenta años a su deber de mejorar y aten.
der las necesidades públicas, en una importante vía de comuni-
cación, por la cual debe pasar diariamente un gran número de
ciudadanos, la comunidad tiene derecho a insistir en que este
abandono no debe ser presumido, en un caso en que el propósito
deliberado de abandonar, por parte del estado, no aparece.
"Agregó que la existencia continua de un gobierno carecería de
valor si, por implicaciones y presunciones, se le retirasen los pode-
res necesarios para llevar a cabo los fines para los que fue creado y si
las funciones cuya ejecución se le destinó fuesen transferidas a ma.
nos de empresas privadas, Nadie discutirá que el interés del pueblo
del estado sería afectado, en este caso, por la entrega de una impor-
tante vía de comunicación a una sola empresa, con derecho exclu.
sivo durante setenta años para cobrar peajes. Aunque los derechos
de la propiedad privada son sagradamente guardados, no se debe
olvidar que la comunidad también tiene derechos, y que el bienes.
tar y la felicidad de cada ciudadano depende de la completa preser-
vación de aquéllos.
"Adoptando la anterior regla de interpretación como una clara.
mente aceptada, la Corte procedió a aplicarla al decreto de 1785,
expedido a favor de los propietarios del puente del Río Charles.
Dicho decreto de concesión tenía la forma usual y los privilegios
eran 10s comúnmente otorgados a empresas de ese tipo. Les confería
las facultades ordinarias de una empresa, para el propósito de cons.
m i r el puente; Y autorizaba eI monto de ciertas cuotas que la env
Presa estaba autorizada a cobrar. En eso consistió la
Ningún privilegio exclusivo se otorgó sobre las aguas del Río
Charles, encima o debajo de su puente. No se les dio derecho a
construir otro puente, ni a evitar que otras personas lo hicieran. No
existía ningún compromiso del Estado a que no se construiría otro
puente; y ningún compromiso de no autorizar la competencia, ni de
no hacer mejoras que pudieran disminuir el monto de sus utilidades.
Sobre todo lo anterior, la concesión no hacía mención alguna. Tam-
poco nada se previó respecto de una línea de transporte, ni se uti-
lizaron palabras de las que pudiera inferirse la intención de otorgar
ninguno de esos derechos. Si el promovente tiene derecho a ellos,
deberían inferirse, simplemente, de la naturaleza de la concesión y
no podían inferirse de ella por las palabras mediante las cuales se
concedió.
"Una vez que la Corte describió la posición del Puente Warren,
determinó que no interrumpe el paso sobre el puente del Río Char-
les, ni hace más inconveniente la entrada y salida a través de él. Nin-
guna de las franquicias o derechos otorgados a la empresa habían
sido revocados por el Congreso; y el derecho a cobrar las cuotas
autorizadas por la concesión permaneció inalterado. En resumen,
todas las franquicias y los derechos de propiedad enumerados en la
concesión, y que en ella se dicen otorgados, permanecieron inalte-
rados. Pero sus utilidades fueron anuladas por el Puente Warren
que, al ser gratuito, privaba de valor a la franquicia. Éste es el fondo
de la demanda. Pues no se argumenta que la construcción del Puente
Warren les hubiera causado daño, o afectado en manera alguna su
derecho de propiedad, sino que hubiese disminuido el monto de sus
cuotas. Así pues, en opinidn de la Corte, para establecer su derecho a
una indemnización, era necesario probar que el Congreso se compro-
metió a no realizar el acto del que se quejan, y que lesionó o violó ese
Conhato con la construcción del Puente Warren.
"La cuestión, por tanto, radicaba en si la concesión prevela tal
obligación contractual por parte del estado. ¿Se encontraba tal
estipulación en la concesión?Se debió admitir que no habla ni una
palabra que se relacionara siquiera con otro puente, o con la dis-
minución de sus ingresos, o con la línea de transporte. Si se ~ o d í a
sacar de la concesión una obligacidn contractual en esta cuestidn,
tendría que serlo implícitamente, y ello no resultaba de las palabras
empleadas. ¿Podía ser implícito un convenio tal? La regla de inter-
pretación antes enunciada era una respuesta a esa pregunta. En
concesiones de este tipo, no se priva al ~ u e b l ode derecho alguno
para otorgarlo a una empresa. Por ende, la Corte consideró que no
había palabras que significaran tal obligación contractual, como
pretenden los promoventes, y ninguna obligación podría estimarse
implícita.
"Los usos y prácticas de casi todos los estados de la Unión, eran
opuestos a la doctrina invocada por los promoventes. S e habían
construido sucesivos caminos de cuota sobre la misma línea, de
modo que los posteriores interferían materialmente con las utili.
dades del primero. En algunos casos, las empresas habían sido arrui-
nadas por la introducción de medios de transporte más nuevos y
eficientes. En algunos casos, los ferrocarriles habían hecho tan
inútiles los caminos de cuota sobre la misma línea de transporte,
que no valía la pena preservar la franquicia de la empresa de esos
caminos. Sin embargo, e n ninguno de esos casos las empresas
supusieron que hubo invasión de sus privilegios, o violación con.
tractual por parte del estado,
"Durante los últimos cuarenta o cincuenta años, éste fue el
primer caso en que se pretendió un contrato implícito de esa natu.
raleza, y en que se acudió a la Corte para inferirlo de u n decreto
ordinario de incorporación que no contenía más que las estipula.
ciones y provisiones ordinarias que se encontraban en todos esos
decretos. La ausencia de una controversia semejante, cuando debía
haber habido muchas ocasiones para que surgiese, probaba que ni
los estados, ni los individuos, ni las empresas, imaginaron nunca
que tal obligación contractual pudiera ser derivada implicitamente
de tales concesiones. Los hombres que votaron por esos decretos
nunca imaginaron estar celebrando un contrato tal; y si la Corre
sostenía que 10 hicieron, debía creerlo mediante una ficción legal,
en oposición a la verdad y a los hechos y a la intención obvia de la
parte. No podían tratarse así los derechos reservados a los estados, Y
mediante atribuciones legales de significado y mero razonamiento
técnico, quitarles una porción del poder sobre su propia política y
desarrollo internos, tan necesarios para su bienestar y prosperidad.
"Por todo lo anterior, la Corte resolvió que el fallo del Tribunal
Superior de Justicia de Massachusetts, negando la petición de los
promoventes, debía ser confirmado."
El Justice McLean escribió una opinión estimando que la deman-
da debió haber sido desechada por falta de jurisdicción. Creyó, sin
embargo, que la pretensión de los promoventes era fundada.
El Justice Story, en disenso, manifestó lo siguiente:
"Yo sostengo, bajo los principios de la razón común y de la
interpretación legal, que la presente concesión implica necesaria-
mente que la legislatura no hará nada para destruir o perjudicar
esencialmente la franquicia. Que, como correctamente 10 expresá
uno de los jueces del tribunal local, hay un acuerdo implícito del
estado para conceder el uso del puente y sus cuotas sin perturbacio-
nes, por lo que hace a sus propios actos o de cualquier persona que
actúe bajo su autoridad. En otras palabras, el estado, implícitamente,
se compromete a no otorgar más concesiones, o a realizar actos que
perjudiquen o destruyan su concesión, Sostengo que n o se ha
establecido ningún precedente ni principio en relación con las con-
cesiones de la corona o de las legislaturas, que no admita y justi-
fique esta doctrina. Cuando se da una cosa, también se dan las cosas
incidentales sin las cuales no puede ser disfrutada. Sostengo que
una doctrina diferente es realmente repugnante a todos los princi-
pios del Derecho Común aplicable a todas las franquicias de natu-
raleza semejante, y que deberíamos dejar sin efecto algunas de las
mejores seguridades para los derechos d e propiedad, antes de
establecerla. Sostengo que, bajo los principios del Derecho Común,
el Congreso de Massachusetts no tiene más derecho para erigir el
Puente Warren y arruinar la franquicia del puente del Río Charles,
que para transferir la primera franquicia a la segunda empresa, o
para autorizar a ésta a demoler el Puente Charles. Si el Congreso no
quiere en su concesión otorgar derechos exclusivos, que lo diga en
forma expresa y directa, y en términos que no admitan malas inter-
pretaciones.
"Mi juicio se forma sobre los términos de la concesión, su natu-
raleza y objeto, su elaboración y obligaciones; y en su interpretación
no busco principios nuevos, sino que aplico los que son tan antiguos
como los rudimentos mismos del Derecho Común.
"En conjunto, estimo que el decreto del Congreso de Massa-
chusetts, otorgando la concesión del Puente Warren, es un acto que
lesiona las obligaciones de un contrato y concesión anterior, otor-
gado a los propietarios del puente del Río Charles; y, por tanto, es
absolutamente nulo de acuerdo con la Constitución de Estados
Unidos. Yo voto por que se revoque el fallo del tribunal estatal,
declarando infundada la demanda, y para que se reenvíe el asunto
para continuar el procedimiento, como proceda conforme al dere.
cho y a la justicia."
El Justice Thompson concurrió con esta última opinión.
COHENS v. VIRGINIA
(1821)

ANTECEDENTES:
El Congreso autorizó al Distrito de Columbia a celebrar juegos
de lotería para costear obras públicas. Por su parte, el estado de
Virginia prohibía la venta de billetes de lotería que no fuesen del
estado. Por ello, un hombre de apellido Cohen fue arrestado e n
Virginia. Se le acusó y condenó por vender billetes de lotería de
Washington en Virginia. Se llevó el caso a la Suprema Corte, cuya
jurisdicción aceptó Virginia porque quería un criterio al respecto.
Lo importante del fallo es el argumento del Justice Marshall sobre
la facultad de la Suprema Corte para revisar la resolución del tri-
bunal de Virginia,
El Justice Marshall formuló la sentencia de la Corte.
Marshall manifestó que las cuestiones planteadas a la Corte son
de gran importancia, pues afectan mucho al país. Se excluyó de
ellas el análisis sobre si la Constitución y las leyes de Estados
Unidos fueron violadas por la sentencia. La corrección de dicha
violación no fue constituida facultad del gobierno federal. La Corte
sostuvo que la Constitución de Estados Unidos no ha creado tri-
bunal alguno para la interpretación última de sí misma, o de las
leyes o tratados de la nación, sino que dicha potestad puede ser
ejercida en última instancia por los tribunales de cada estado de la
Unión. Asimismo, determinó que la Constitución, las leyes y los
tratados, pueden ser interpretados libremente por los estados.
La primera cuestión analizada por la Corte fue si su jurisdicción
quedaba excluida por el carácter de las partes, una de las cuales era
un estado y la otra, un ciudadano de ese estado.
La segunda sección de la tercera enmienda constitucional, relati-
va al Poder Judicial, otorga jurisdicción a los tribunales de la Unión
en dos tipos de casos. En el primero, su jurisdicción depende de la
naturaleza del caso, sean cuales fueren las partes. Dicho tipo de casos
comprendía todos aquellos que, en derecho y equidad, surjan bajo la

??E
FALLOS HIST~RIMSDE L4 SUPREMA CORT!~DE]USTICIA DE ESTAWC UNIDOS
Constitución, las leyes de Estados Unidos y los tratados celebrados
o por celebrar, bajo su autoridad. El precepto extiende la jurisdic-
ción de la Corte a todos los casos descritos, sin que en sus términos
se hiciera excepción alguna y sin atención a la naturaleza de las
partes. Si hubiere una excepción, tendría que deducirse implícita-
mente contra las palabras expresas del artículo.
En el segundo tipo de casos, la jurisdicción depende entera-
mente de la naturaleza de las partes. En dicha clase quedan com-
prendidas las controversias entre dos o más estados, entre un estado
y ciudadanos de otro estado, y entre un estado y estados extran-
jeros, y sus ciudadanos. Si estas son las partes, carece de importan-
cia cuál sea la materia de la controversia. Sea la que fuere, esas par-
tes tienen el derecho constitucional de acudir ante los tribunales.
La Corte consideró que si un caso, surgido bajo la Constitución o
la ley, tuviera que ser uno en el que una parte acude al tribunal a
demandar algo que le fue conferido por la Constitución o por la ley,
esa interpretación sería demasiado estrecha.
Como la jurisdicción de la Corte se extiende conforme a lo pre.
visto en la Constitución, a todos los casos que surjan de cuestiones
previstas en ella o en las leyes de Estados Unidos, quien quiera sus.
traer cualquier caso de ese tipo de tal jurisdicción, debe apoyar la
excepción que aduce en el espíritu y en el verdadero significado de
la Constitución,
Los abogados de la parte demandada han afirmado que un esta-
do soberano sólo es demandable previo su propio consentimiento
para ello.
La Corte no analizó dicha afirmación, pero determinb que
dicho consentimiento n o es requerido e n cada caso particular.
Agregó que puede ser otorgado en una ley general. Y si un estado
ha cedido una parte de SU soberania, la cuestión de estar sujeto a ser
d m ~ ~ n d a deno juicio es parte de esa porción cedida, Depende del
instrumento por medio del cual se hizo la cesión, Si, bajo una
interpretación de ese documento, el estado ha aceptado ser
demandado, entonces se ha desprendido de su derecho de

72
CORTE DI]UST~CIA DE ESTACOSU N I ~
FALLOSHlSrdRlrnSDE LA SUPREMA
juzgar en cada caso sobre la justicia de sus propias pretensiones, y
ha confiado esa facultad a un tribunal en cuya imparcialidad confía.
El pueblo estadounidense ha creído siempre que una Unión
cerrada y firme es esencial para lograr la libertad y la felicidad.
Si pudiera ponerse en duda que, por su naturaleza, sea suprema
en todos los casos en que se le facultó para actuar, esa duda desa-
parecería por la declaración de que la Constitución, y las leyes de
Estados Unidos que sean expedidas de acuerdo con ella, y todos los
tratados celebrados, o que en el futuro se celebraran bajo la autori-
dad de Estados Unidos, serían la ley suprema del país. Los jueces de
cada estado estarían vinculados por ellos, sin que obste en contrario
cualquier cosa contenida en la Constitución o leyes de cualquier
estado.
La Corte sostuvo que uno de los propósitos por los que se esta-
bleció el Poder Judicial, fue el de otorgarle la facultad para dirimir
controversias entre los estados, y entre un estado y los individuos.
La sola circunstancia de que un estado fuera parte, le daba jurisdic-
ción a la Corte. ¿Cómo, entonces, puede alegarse que el mismo
instrumento, en el mismo exacto precepto, debiera interpretarse de
manera que esta misma circunstancia pudiera excluir un caso de la
jurisdicción de la Corte, en que se supone que han sido violadas la
Constitución o las leyes de Estados Unidos? La Constitución dio a
toda persona que tenga una reclamación contra un estado, el dere-
cho a someter el caso ante la Corte de la nación. Por poco impor-
tante que su reclamación pueda ser, por pequeño que sea el inter6s
de la comunidad en su decisión, los constituyentes pensaron que
era necesario para los propósitos de la justicia proporcionar un tria
bunal por encima de toda influencia .
Agregó que molestas consecuencias de la interpretación que se
pretende por parte del estado de Virginia, también merecen gran
consideración. Lo anterior en virtud de que postraría al gobierno
federal y sus leyes, a los pies de todos los estados de la Unión. ¿No
sería éste su efecto? ¿Qué ~ o d e delr gobierno federal ~ o d r í aser
cumplido por sus propios medios, en cualquier estado dispuesto a

FALLOS
a
W I ~ R I C C I GDti M SUPRBW C ~ R T
DQ UNIWS
BJ ~ ~ S ~ CRBMESTAWS
resistir su cumplimiento por medio de la legislación? Las leyes
deben ser cumplidas por individuos actuando dentro de los estados.
Si estos individuos pueden ser expuestos a sanciones, y si los tri-
bunales de la Unión no pueden corregir las sentencias por las cuales
esas sanciones son impuestas, la marcha del gobierno federal puede
ser detenida, en cualquier momento, por la voluntad de uno de sus
miembros. Cada miembro poseerá un derecho de veto sobre la vo-
luntad del todo.
Estos conflictos pueden aparecer en tiempos en que no haya una
conmoción extraordinaria. Pero una Constitución se estructura
para épocas futuras y se diseña para aproximarse a la inmortalidad
hasta donde las instituciones humanas puedan acercársele. Ningún
gobierno debe ser tan deficiente en su organización como para no
llevar en sí mismo los medios para asegurar la ejecución de sus leyes
contra todo peligro distinto de los que acaecen cada día. Los tri-
bunales de justicia son los medios empleados más usualmente; y es
razonable esperar que un gobierno descanse en sus propios tri-
bunales, más que en otros. Ciertamente, n o hay nada en las
circunstancias en que se formó'la Constitución; nada en la historia
de los tiempos que pudiera justificar la opinión de que la confianza
depositada en los estados fuese tan implícita como para dejarles a
ellos y a sus tribunales la facultad de oponerse o de anular, me-
diante leyes, las legítimas medidas de la Unión.
Si la jurisdicción dependiese totalmente de la naturaleza de las
partes, y no se otorgase cuando las partes no tienen un derecho ori-
ginario de acudir a la Corte, aquella parte de la segunda sección de
la tercera enmienda constitucional, que extiende el Poder Judicial a
todos los casos que surjan bajo la Constitución y las leyes de Estados
Unidos, saldría sobrando. Es para otorgar jurisdicción cuando la na-
turaleza de las partes no la daría, que precisamente se insertó dicha
importante parte de la norma. Puede ser cierto que no se tomó en
cuenta la parcialidad de los tribunales de los estados en las contro*
versias ordinarias entre un estado y sus ciudadanos, y que, por ende,
no se extendió a tales casos la jurisdicción de los tribunales de la
Unión, pero ése no fue el único, ni el principal objeto para el cual
se creó este Poder. Un objetivo más importante, mucho más intere-
sante, fue la preservación de la Constitución y de las leyes del país,
en cuanto pueden ser preservadas por la autoridad judicial; y por
ello la jurisdicción de los tribunales de la Unión se extendió a todos
los casos que surgieran bajo esa Constitución y esas leyes. Si la
Constitución y sus leyes fuesen violadas mediante procedimientos
establecidos por un estado contra sus propios ciudadanos, y si la
violación fuese de tal naturaleza que afectara esencialmente la
Constitución y las leyes, tal como para detener la marcha del go-
bierno en su ruta constitucional, ¿por qué habrían de quedar excep-
tuados esos casos de la norma que extiende expresamente la potes-
tad judicial de la Unión a todos los casos que surjan bajo la
Constitución y sus leyes?
La Corte afirmó que no aceptará su jurisdicción cuando no deba
hacerlo; pero es igualmente cierto que debe aceptar su jurisdicción
cuando procede hacerlo. El Poder Judicial no puede, como puede
hacerlo el Legislativo, eludir tomar una medida que se acerque a los
límites de la Constitución. No se puede soslayar simplemente por ser
dudosa. Con cualquier duda o dificultad, un caso puede ser atendido
y se debe resolver, si se plantea ante la Corte. No tiene la Corte más
derecho a declinar el ejercicio de la jurisdicción que se le ha ororga-
do, que a usurpar la que no le ha sido dada. Una cosa u otra, sería
traición a la Constitución. Pueden surgir cuestiones que con gusto se
evitarían; pero no se puede evadirlas. Todo lo que la Corte puede
hacer es ejercer su mejor juicio y cumplir con su deber a conciencia.
Al hacerlo en este caso, encontró al tribunal investido con la juris-
dicción de apelación en todos los casos que surjan bajo la Constitu-
ción y las leyes de Estados Unidos.
Lo anterior llevó a la Corre a analizar la decimoprimera en-
mienda constitucional, que establece que no se interpretará que la
potestad judicial de Estados Unidos se extienda a ningún juicio en
ley o en equidad iniciado o proseguido contra uno de los estados
de la Unión, por ciudadanos de otro estado, o por ciudadanos o
súbditos de ningún Estado extranjero.
Es parte de la historia el hecho de que, al ser adoptada la C2ons-
titución, todos los estados estaban muy endeudados; y el temor de
que dichas deudas pudieran ser enjuiciadas en los tribunales fede-
rales, constituyó una objeción muy seria a la aprobación de tal
instrumento. Se promovieron juicios y la Corte sostuvo su jurisdic-
ción. La alarma fue general y, para aquietar los temores tan exten-
samente mantenidos, se propuso la enmienda en el Congreso y fue
probada por las legislaturas de los estados. De los términos de la
enmienda constitucional puede inferirse que su propósito no fue
mantener alejada la soberanía de un estado de la degradación que
suponía atender una comparecencia compulsiva ante el tribunal de
la nación. La enmienda no incluye controversias entre dos estados, O
entre un estado y una nación extranjera. La jurisdicción de la Corte
se extiende aun a estos casos y, en ellos, un estado puede ser de-
mandado, Por tanto, la Corte consideró que debía atribuir la enmien.
da a alguna otra causa distinta a la dignidad de los estados. No hay
dificultad en encontrarla. Quienes quedan impedidos de interponer
una demanda en contra de un estado, o de proseguir alguna que
pudiera haberse iniciado antes de la adopción de la enmienda, eran
personas que probablemente fueran sus acreedores. No había muchas
razones para creer que naciones soberanas o estados hermanos
pudieran ser acreedores por ninguna cantidad considerable, y había
motivos para retener la jurisdicción de la Corte en esos casos, ya que
podía ser esencial para la conservación de la paz. La enmienda cons.
titucional, por tanto, se extendía a las demandas iniciadas o prose-
guidas por individuos, pero no a aquellas planteadas por los estados.
Bien puede sentirse un interés general en dejar a un estado la
potestad completa de consultar su conveniencia para ajustar sus
deudas, u otras reclamaciones contra él; pero no sentirse
ningún interés en cambiar a tal punto las relaciones entre el todo y
sus Partes, como para despojar al gobierno federal de los medios
Para Proteger, mediante la instrumentalidad de sus tribunales, la
Constitución Y SUS leyes contra una violación activa.
Cuando un estado obtiene una decisión contra un individuo y
el tribunal local, al tomar esa decisión viola una defensa establecida
por la Constitución o las leyes de Estados Unidos, el traslado de
este expediente a la Suprema Corte, para el solo propósito de inves-
tigar si la resolución viola la Constitución o las leyes de Estados
Unidos, no puede ser llamado propiamente una demanda presenta-
da o proseguida contra el estado cuya resolución es revisada.
Nada se demanda del estado. No se afirma ni prosigue ninguna
clase de reclamación. A la parte promovente no se la reintegra en
la posesión de nada. Es, esencialmente, una apelación sobre un
punto concreto y nunca se dice que el demandado que apela una
resolución que le fue contraria, comience o prosiga una demanda
contra el demandante que obtuvo la sentencia
Es, por tanto, opinión de la Corte que el hecho de que el deman-
dado traslade a ella la sentencia dictada en su contra por un tribunal
estatal, con el propósito de que la Corte revise si esa sentencia violó
la Constitución o las leyes de Estados Unidos, no implica el inicio o
la persecución de una demanda contra los estados.
La segunda objeción a la jurisdicción de la Corte consistió en
que la potestad de apelación no puede ser ejercida, en ningún caso,
sobre la sentencia de un tribunal estatal.
La objeción se apoya, ~rincipalmente,en argumentos derivados
de la supuesta separación total del Poder Judicial de un estado
respecto del Poder Judicial de la Federación, y de la total indepen-
dencia de uno con otro, El argumento considera al Poder Judicial
de la Federación como completamente ajeno al de un estado; y sin
que haya más conexión entre ellos que con un tribunal de un
Estado extranjero. Si esta hipbtesis es cierta, también lo es el argu-
mento fundado en ella; pero si la hipótesis no esti apoyada por la
Constitución, el argumento cae junto con ella.
Esta hipótesis no se funda en palabra alguna de la Constitución
que pareciera apoyarla, sino en lo irrazonable de dar una inter.
pretaci6n contraria a palabras que parecieran requeriría; y en la
incompatibilidad de la aplicación de la jurisdicción de apelación a
las sentencias de los tribunales estatales, con aquella relación cons-
titucional que subsiste entre el gobierno federal y los estatales.
Dicha afirmación resulta irrazonable, El hecho de que Estados
Unidos represente una sola nación, no ha sido aún negado. En esta-
do de guerra, es un solo pueblo. Al hacer la paz, es un solo ~ueblo.
En todas las regulaciones comerciales es un solo y único pueblo. En
muchos otros aspectos, los estadounidenses son uno; y el gobierno,
que por sí solo es capaz de controlar y manejar sus intereses en
todos esos aspectos, es el gobierno de la Unión. Estados Unidos ha
elegido ser, en muchos aspectos y para muchos propósitos, una
nación; y para todos esos propósitos, su gobierno es completo; tiene
competencia para todos esos objetivos. El pueblo h a declarado que
es supremo en el ejercicio de todos los poderes otorgados para esos
objetivos. Puede, por tanto, al buscar esos objetivos, controlar legí-
timamente a todos los individuos o gobiernos dentro del territorio
estadounidense. La Constitución y las leyes de un estado, en cuanto
sean contrarias a la Constitución y a las leyes de Estados Unidos,
son absolutamente nulas. Esos estados son parte constitutiva de
Estados Unidos. Son miembros soberanos de un gran imperio, para
algunos propósitos, y subordinados para otros,
¿NOes razonable que, en un gobierno así constituido, el Poder
Judicial sea competente para dar eficacia a las leyes constitu-
cionales de la legislatura? Ese Poder puede decidir sobre la validez
de la Constitución o de las leyes de un estado, si son contrarias a la
Constitución o a las leyes de Estados Unidos. ¿NOserá razonable
que también pudiera estar facultado para resolver sobre la sentencia
de un tribunal estatal que imponga esa ley inconstitucional? ¿NOes
razonable atribuirle una justificación para controlar las palabras de
la Constitucibn?
La Corte consideró que no es inconsistente que en un
reconocido como supremo con respecto a objetivos vitales de la
nación, pueda reconocer la supremacía de todos sus poderes. La
Corte cree que es esencial el ejercicio de la jurisdicción de apela.
~ i ó sobre
n sentencias emitidas por los tribunales de los estados, que
puedan contravenir a la Constitución o a las leyes de Estados
Unidos.
La Corte considera que, hasta ahora, no se ha puesto en duda lo
adecuado de haber confiado la interpretación de la Constitución, y
de las Ieyes expedidas conforme a ella, al Poder Judicial. Parece ser
que es un corolario de este axioma político que los tribunales fe-
derales debieran poseer ya sea la jurisdicción exclusiva en tales
casos, o una facultad para revisar las sentencias directas en ellos por
los tribunales de los estados. Si los tribunales federales y estatales
tienen jurisdicción concurrente en todos los casos que surgen bajo
la Constitución, leyes y tratados de Estados Unidos; y si un caso de
este tipo planteado en un tribunal estatal no le puede ser sustraído
antes de la sentencia, ni revisado después de ella, entonces la inter-
pretación de la ConstitucicSn, leyes y tratados de Estados Unidos no
estaría confiada particularmente a su Poder Judicial, sino confiada
también igualmente a ese Poder y a los tribunales de los estados,
con independencia de cómo estuviesen constituidos. "Trece tri-
bunales independientes", dice un connotado estadista, "de jurisdic-
ción final sobre los mismos procedimientos, surgidos bajo las mis-
mas leyes, es una hidra gubernamental, de la que no saldría nada,
sino contradicciones y confusión."
Haciendo de lado la desagradable sugerencia de que puedan
influir sobre un Estado o sus tribunales cualesquiera motivos que no
puedan ser sinceramente admitidos, o que no debieran existir, la
necesidad de uniformidad, así como el acierto en la interpretación
de la Constitución y de las leyes de Estados Unidos, por sí mismos
sugerirían lo adecuado de investir en un solo tribunal la facultad de
decidir, en última instancia, todos los casos en que estén involu-
cradas.
Por tanto, la Corte no esta impedida por las relaciones políticas
entre el gobierno federal y los estatales para interpretar en su ver-
dadero sentido las palabras de la Constitución.
Ellas otorgan a la Suprema Corte jurisdicción de apelación en
todos los casos que surjan bajo la Constitución, leyes y tratados de
Estados Unidos. Las palabras son suficientemente amplias para
incluir todos los casos de esta descripción, sea cual fuere el tribunal
en que puedan ser resueltos.
Naturalmente, los constituyentes examinarían el estado de
cosas existente en ese tiempo; y su obra daría testimonio suficiente
de que así lo hicieron. Todo parece indicar que se reunieron con el
propósito de fortalecer la confederación, ampliando los poderes del
gobierno, y dando eficacia a aquellos que poseían con anterioridad,
pero que no podían ejercer. Ellos mismos nos informan, e n el docu-
mento que presentaron al ~ueblo,que uno de sus objetivos era for-
mar una unión más ~erfecta.En tales circunstancias, ciertamente
no esperaría la Corte encontrar en ese instrumento una disminu-
ción de los poderes del actual gobierno.
La sentencia de este caso se extendió demasiado como para per.
mitir que se entre a un examen particular de las variqs formas en
que los abogados que adujeron este punto han presentado su alegato
a la Corte, con gran ingenio, El argumento, en todas sus formas, es
el mismo. Se funda no en las palabras de la Constitución, sino en su
espíritu extraído no de las palabras sino del punto de vista sobre la
naturaleza de la Unión y de los grandes principios fundamentales
que la cimientan.
La Corte determinó considerar la naturaleza y objetivos de la
Unión; examinar los grandes principios fundamentales en que está
cimentada; y creer que el resultado debe ser que n o hay nada de
extravagante ni de absurdo en dar a la Corte la potestad de revisar
las decisiones de los tribunales locales en cuestiones que afectan a
la nación, ni para exigir que las palabras que implican esa potestad
debieran ser restringidas mediante una interpretación forzada.
MARBURY v, MADISON
(1803)

ANTECEDENTES:
John Marshall era un ardiente federalista que había visto que su
partido, bajo el liderazgo de John Adams, ganó por poco margen la
presidencia de la República en 1796, La mayor oposición a la políti-
ca del Partido Federalista provenía del Partido Republicano, dirigido
por Jefferson. Los federalistas querían un gobierno nacional fuerte y
desconfiaban de la capacidad del pueblo para autogobernarse. Los
jeffersonianos, por su parte, desconfiaban de la autoridad nacional
centralizada y tenían más fe en las masas.
En la elección de 1800 ganó la presidencia Thomas Jefferson,
pero antes de que tomara posesión en 1801, los federalistas bus-
caron posiciones para su gente leal, En enero de 1801, el Presidente
Adams nombró a su Secretario de Estado, John Marshall, Presi-
dente de la Suprema Corte de Estados Unidos. El Congreso saliente
dictó ese año una ley que, entre otras cosas, facultó al Presidente
Adams para nombrar a cuarenta y dos jueces de paz para el Distrito
de Columbia. Por supuesto, se designaron federalistas leales, pero el
tiempo fue corto, y algunos de los nombramientos de los jueces no
fueron firmados por el Presidente Adams sino hasta la medianoche
del 3 de marzo de 1801. Como resultado, muchos nombramientos
estaban e n la oficina de John Marshall, el Secretario de Estado
saliente, esperando ser entregados cuando Jefferson tomó posesión
como Presidente. Jefferson ordenó a su nuevo Secretario de Estado,
James Madison, no entregar algunos de los nombramientos a los
"designados de medianoche".
William Marbury fue uno de esos designados a quienes no se les
entregó el nombramiento, gl y otras tres personas demandaron ante
la Suprema Corte que se ordenase al Secretario de Estado, Madison,
que entregase los nombramientos, Lo anterior, mediante un recurso
en virtud del cual se puede pedir a los tribunales que obliguen a una
autoridad a cumplir con un deber legal. La opini6n re vale cien te
era que Marshall ordenaría la entrega del nombramiento e iniciaría
una lucha entre la Corte y el Poder Ejecutivo. Pero Marshall no
hizo tal cosa, aunque llamó la atención a Madison. La demanda se
apoyó en la ley que creó los tribunales, que daba competencia a la
Suprema Corte para dirimir el conflicto. Marshall dijo que esa ley
era inconstitucional, porque la Constitución n o da competencia en
única instancia a la Corte en esos casos.
Madison alegó que el nombramiento n o surtía efectos sin haber
sido entregado.
La sentencia de la Corte fue elaborada por el Chief Justice
Marshall.
"El primer objeto de la investigación fue determinar si el
demandante tenía derecho al nombramiento que reclamaba. La
Corte encontró que, como el nombramiento de Marbury estaba
completo, tenía derecho a él. La segunda cuestión fue determinar si
las leyes preveían qué debía hacerse en este tipo de casos. La Corte
determinó que sí existía un remedio, recurso o medio de defensa.
Para ejercerlo, debía verificar si el promovente tenía derecho a eje-
cutarlo. Ello dependía de la naturaleza de la acción y de las facul.
tades de la Corte.
"La naturaleza de la acción sí lo justificaba, En cuanto a lo
segundo, la Constitución confiere el Poder Judicial de Estados
Unidos a una Suprema Corte y a los tribunales inferiores que el
Congreso, de tiempo e n tiempo, ordene y establezca. Este poder se
extiende expresamente a todos los casos que surjan bajo las leyes de
Estados Unidos y, en consecuencia, en alguna forma puede ser ejer-
cido en el presente caso, ya que el derecho que se reclama está dado
por una ley de Estados Unidos.
"En la distribución de este poder se declaró que la Suprema
Corte tendría jurisdicci6n original en todos 10s casos que afecten a
10s embajadores, a otros ministros públicos y cdnsuleS, y a aquellos
que tomen Parte de la estructura estatal. En todos 10s demás casos,
la Suprema Corte tendrA jurisdicción de apelacidn. Si se hubiese
tenido la intención de dejar a la discreción de la legislatura dividir
el Poder Judicial entre la Suprema Corte y los tribunales inferiores,
conforme a la voluntad de ese órgano, ciertamente hubiese sido
inútil seguir más allá de la definición del Poder Judicial y de los tri-
bunales en que se depositaba.
"La parte siguiente del precepto sería un exceso totalmente sin
significado, si tal fuere la interpretación adecuada. Si el Congreso
quedaba e n libertad de dar a la Corte jurisdicción de apelación
donde la Constitución ha declarado que su jurisdicción sea original,
y jurisdicción original donde la Constitución declara que debía ser
d e apelación, la distribución de jurisdicciones hecha e n la
Constitución sería forma sin substancia. Por tanto, para que la Corte
esté capacitada para expedir una orden como la solicitada, se debe
mostrar que lo hace en ejercicio de una jurisdicción de apelación, o
que es necesario para posibilitar el ejercicio de la jurisdicción de
apelación. El criterio esencial de la jurisdicción de apelación es que
revisa y corrige los procedimientos en una causa ya instituida, sin
crear ese proceso. Así pues, aunque una orden como la solicitada
puede ser dirigida a los tribunales, expedir esa orden a un agente de
autoridad, para la entrega de un documento, es lo mismo que acoger
una acción original por ese documento y, por tanto, parece no co-
rresponder a la jurisdicción de apelación, sino a la original.
"Tampoco sería necesario, en un caso como éste, facultar a la
Corte para ejercer su jurisdicción de apelación. Por tanto, la autori-
dad dada a la Suprema Corte por la ley que estableció los tribunales
de Estados Unidos, para expedir órdenes a los agentes de autoridad,
parece no otorgada por la Constitución y se hace necesario analizar
si una jurisdicción así otorgada ~ u e d ser
e ejercitada.
"La cuestión de si una ley contraria a la Constitución puede lle-
gar a ser una ley del país, es una cuestión que interesa profunda-
mente a Estados Unidos. Afortunadamente, no es de una compli-
cación proporcionada a su interés. Parece ser que sólo es necesario
reconocer cierros principios, que se suponen bien establecidos de
tiempo atrás. El que el pueblo tenga un derecho originario a
establecer para su futuro gobierno los principios que en su opinión
sean adecuados para llevarlo a su propia felicidad, es la base en la
que todo el edificio estadounidense ha sido erigido. El ejercicio de
este derecho originario es un esfuerzo muy grande. N o debe, ni
puede, ser frecuentemente repetido. Por tanto, los principios así
establecidos se consideran fundamentales; y como la autoridad de la
que proceden es suprema y rara vez puede actuar, están destinados a
ser permanentes.
"La Corte consideró que esta voluntad suprema y originaria orga-
niza al gobierno y asigna a las diversas dependencias sus respectivas
facultades. Puede detenerse ahí o establecer ciertos límites que no
deben ser pasados por esas dependencias. El gobierno de Estados Uni.
dos pertenece a esta última idea. Las facultades de la legislatura están
definidas y limitadas; y para que esos límites no se confundan, ni olvi-
den, se escribió la Constitución. ¿Con qué propósito se limitaron esas
facultades, y con qué propósito se asentaron esos límites por escrito, si
en cualquier tiempo pudieran ser traspasados por aquellos a quienes se
intentó restringir? La distinción entre un gobierno, con límites o sin
ellos, queda abolida si esos límites no constriñen a las personas a
quienes se les imponen, y si tanto las leyes permitidas como las pro.
hibidas son igualmente obligatorias. Es una disyuntiva demasiado
clara para ser controvertida, que o bien la Constitución prevalece
sobre todo acto legislativo que la contraría, o bien que la legislanira
puede modificar la Constitución mediante una ley ordinaria.
"Entre esas alternativas no hay término medio. O la Consti-
tución es una ley suprema que n o puede ser modificada por medios
ordinarios, o está al mismo nivel que las leyes ordinarias y, como
cualquiera otra ley, se puede cambiar cuando le parezca a la legis+
latura. Si el primer tCrmino de la alternativa es cierto, enronces un
acto legislati\ro, contrario a la Constitución, no es ley. Si el segun-
do término es cierto, entonces las constituciones escritas son inten-
tos ~bsurdos({el pueblo para limitar un poder que, por naturaleza,
no es limitahle.
'Ciertamente, todos 10s que han estructurado constituciones
escritas las ven como la ley fundamental y suprema de la naci6n y,

84
E A L L HISTÓRICOS
~ AEnAaxU
DE LA SUPRBMACORTE ~ E J U S ~ I C IDE ~ i m
consecuentemente, la teoría de todos esos gobiernos debe ser que
una ley contraria a la Constitución es nula, Esta teoría está esen-
cialmente unida a una Constitución escrita y debe ser, conse-
cuentemente, considerada por la Corte como uno de los principios
fundamentales de nuestra sociedad. Por tanto, no se la debe perder
de vista en las siguientes consideraciones.
"Se debe enfatizar que es competencia y deber del Poder Judicial
decir qué es la ley. Los que aplican la norma a los casos particulares
deben, necesariamente, exponer e interpretar esa norma. Si dos
leyes entran en conflicto, los tribunales deben decidir sobre los efec-
tos de cada una. Así, si una ley está en oposición a la Constitución,
y si tanto la ley como la Constitución se aplican a un caso particu-
lar, la Corte debe resolver ya sea ajustándose a la ley, sin atender a la
Constitución, o ajustándose a la Constitución, sin atender a la ley,
cuál de las normas en conflicto prevalece. Ésta es la esencia del
deber judicial. Si, entonces, los tribunales deben atender a la
Constitución, y ésta es superior a cualquier ley, es aquélla, y no ésta,
la que debe regular el caso al que ambas se aplican.
"Por ende, aquellos que discuten el principio de que la Cons-
titución debe ser considerada en los tribunales como la ley supre-
ma, quedan reducidos a la necesidad de sostener que los tribunales
deben cerrar los ojos a la Constitución y mirar sólo la ley. Esta
doctrina declararía que una ley que, de acuerdo con los principios
y la teoría del gobierno, es nula, sería sin embargo, e n la práctica,
absolutamente obligatoria. Declararía que, si la legislatura hace lo
que le está expresamente prohibido, su ley, no obstante la prohibi-
ción expresa, es una realidad efectiva. Daría a la legislatura una
omnipotencia real y práctica, con el mismo aliento con que profe-
sa restringir sus facultades e n límites estrechos. Sería señalar
límites y declarar que ~ u e d e nser violados a vo1unt;ad. Que esto
reduzca a la nada lo que la Corte ha considerado el mayor avance
en las instituciones políticas, la Constitución escrita sería suficiente
en Esrados Unidos, donde las constituciones escritas han sido vistas
con tanta reverencia, para rechazar esa interpretación.
"Pero hay expresiones peculiares en la Constitución de Estados
Unidos que suministran argumentos adicionales a favor de ese re-
chazo. El Poder Judicial de Estados Unidos se extiende a todos los
casos que surgen bajo la Constitución. ¿Podría ser la intención de
quienes le dieron esa facultad decir que, al usarla, no habría que
fijarse en la Constitución? ¿Un caso que surge bajo la Constitución
debe ser resuelto sin examinar el documento bajo el cual surge?
Esto es demasiado extravagante para ser sostenido. En consecuen-
cia, en algunos casos los jueces deben fijarse en la Constitución,
pero, ¿quéparte les está prohibido leer u obedecer?
"Hay muchas otras partes de la Constitución que sirven para
ilustrar esta materia. Se declara que ningún impuesto o derecho se
impondrá sobre artículos exportados de ningún estado. Supongamos
que se establece un derecho sobre la exportación de algodón, taba-
co o harina, y que se sigue un juicio para obtener la devolución de
lo pagado. ¿Debejuzgarse el caso? ¿Debenlos jueces cerrar los ojos a
la Constitución y considerar sólo la ley?
"La Constitución declara que no se aprobaran leyes que cas-
tiguen con posterioridad al hecho. Es decir, tipificando retroactiva-
mente los delitos, Si, a pesar de ello, se aprueba o tipifica una de
esas figuras, y una persona es juzgada bajo ella, ¿debe la Corte con8
denar a muerte a esas víctimas que la Constitución quiere proteger?
'"Ninguna persona', dice la Constitución, 'será condenada por
traición, si no es bajo el testimonio de dos testigos respecto al
mismo acto, o por confesión en tribunal público.' Aquí, el lenguaje
de la Constitución se dirige especialmente a los tribunales.
Prescribe, para ellos, una regla de prueba de la que no se deben
apartar. Si la legislatura cambiara esa regla y declarase que un solo
testigo, o una confesión extrajudicial, son suficientes para una cong
dena, debe el principio constitucional ceder ante la ley?
"De estas y de otras citas que pueden hacerse resulta claro que
quienes hicieron la Constitución contemplaron ese instrumento
como una norma para regular a los tributiales, lo mismo que a la
legislatura, ¿Por que, si no, indica que los jueces debe11 jurar

86
FALLOS
kllSTd~lCX%DE LA SUPREMA CORn DE]USTIClh DE E;\TAADOS UNlaOS
respetarla? Este juramento se aplica, de manera especial, al deseme
peño de su conducta en su carácter oficial. ;Qué inmoral sería
imponerles ese juramento si debieran ser usados como instrumen-
tos, e instrumentos conscientes, para violar lo que juran respetar!
"El juramento de cargo, impuesto por la legislatura, es completa-
mente demostrativo de la opinión legislativa en esta cuestión, Se
formula en estas palabras: (Turo solemnemente que administraré jus-
ticia, sin consideración de las personas, y satisfaré por igual el dere-
cho del pobre que el del rico; y que desempeñaré fiel e imparcial-
mente todos los deberes que me correspondan conforme a lo mejor
de mi capacidad y entendimiento, conforme a la Constitución y a
las leyes de Estados Unidos.'
"¿Para qué jura un juez desempeñar sus funciones de acuerdo
con la Constitución de Estados Unidos, si esa Constitución no
constituye una norma para su actuación, si está cerrada para él y no
puede analizarla? Si tal fuese el esrado real de las cosas, ello sería
peor que una burla solemne. Ordenar ese juramento, o prestarlo,
resultaría igualmente criminal,
"También la Corte mencionó que, al declarar cuál es la ley
suprema del país, la Constitución se menciona a sí misma en primer
lugar, y que no todas las leyes de Estados Unidos, tienen ese rango,
sino sólo las que se expidan conforme a la Constitución.
"En consecuencia, la fraseología particular de la Constitución
de Estados Unidos confirma y refuerza el principio que se supone
esencial e n todas las constituciones escritas, de que una ley con-
traria a la Constitución es nula, y que los tribunales, igual que las
demás dependencias, están vinculados por ese instrumento."
Se resolvió que la norma debía ser desestimada.
PARTE11
PROBLEMAS RELACIONADOS
CON EL FEDERALISMO
WATKINS v. UNITED STATES
(1957)

ANTECEDENTES:
Watkins, empleado del gobierno e n cuestiones laborales, fue lla-
mado a comparecer ante el Comité de Actividades Antiamericanas de h
Cámara de Representantes, Admitió haber cooperado en el pasado con
el Partido Comunista, pero se negó a proporcionar los nombres de sus
miembros, manifestando que no creía que el Comité tuviese faculta-
des para exhibir públicamente a las personas por actividades realiza-
das en el pasado. Por negarse a lo solicitado, el Comitk lo declaró en
desacato. Por su parte, el Departamento de Justicia procedió judicial-
mente en su contra y logró que se le impusiera una multa de cien
dólares y se le enviara a prisión durante un año. Posteriormente se sus-
pendió la condena y se le dej6 en libertad condicional, U n tribunal
de apelaciones confirmó la condena y la Suprema Corte la revocó.
El Chief Justice Warren formuló la sentencia de la Corte.
"La Corte comenzó con varias premisas básicas sobre las que ha-
bía acuerdo general. La potestad del Congreso para llevar a cabo
investigaciones es inherente al proceso legislativo. Esa es
amplia. Comprende tanto las investigaciones relativas a la adminis-
tración de las leyes existentes, como a las leyes propuestas o posi.
blemente necesarias. Incluye el examen de defectos e n los sistemas
social, económico y político, a fin de que el Congreso esté en posi-
bilidad de remediarlos. Incluye sondeos en los departamentos del
gobierno federal para exponer la corrupción, la ineficiencia o el
desperdicio. Pero, amplio como es este poder de investigación, no
es ilimitado. No hay autoridad general para exponer los asuntos pri-
vados de los individuos, sin una justificación e n términos de las
funciones del Congreso, Lo anterior fue aceptado por el Procurador
General en su informe sobre el caso.
''Tampoco es el Congreso una autoridad destinada a imporier la
ley ni a abrir juicios. Esas son funciones de las ramas ejecutiva Y
judicial del gobierno, Ninguna investigación es un fin en sí misma.
Debe estar relacionada con una tarea legítima del Congreso y debe
ayudar a realizarla. Las investigaciones conducidas solamente para
el engrandecimiento personal de los investigadores, o para 'castigar'
a los investigados, son indefendibles.
"Indudablemente, es deber de todos los ciudadanos cooperar
con el Congreso en sus esfuerzos por obtener los datos que necesita
para una acción legislativa inteligente. Es su obligación responder a
las órdenes de comparecencia, respetar la dignidad del Congreso y
de sus comités, y testificar con respecto a las cuestiones que estén
dentro del marco de una investigación adecuada. Por supuesto, esto
da por sentado que los derechos constitucionales de los testigos
serán respetados por el Congreso, como lo son en un tribunal de
justicia. La Carta de Derechos se aplica a las investigaciones, al igual
que a todas las formas de acción gubernamental. No se puede coac-
cionar a los testigos para que den testimonio contra sí mismos. No
pueden ser sometidos a cateos, búsquedas o arrestos irrazonables.
Tampoco pueden ser restringidas las libertades de expresión, pren-
sa, religión y asociación política.
"En la década que siguió a la Segunda Guerra Mundial, surgió la
idea de crear uno o varios comités cuyos miembros pudieran actuar
como auxiliares de la Cámara de Representantes. Su funci61i con-
sistiría en recabar información para propósitos legislativos, actuan-
do como los ojos y oídos del Congreso, y obtener datos que la legis-
latura requería conocer para actuar en consecuencia. Para llevar a
cabo dicha misión, el Comité estaría dotado del poder pleno de la
Cámara para exigir un testimonio.
"Una premisa esencial en esta situación era que la Cámara de
Representantes -o de Senadores- instruyera a los miembros de
un Comité sobre lo que tenían que hacer con el poder que les era
delegado, y vigilaría que dicho poder fuera empleado adecuada-
mente. Todo ello debía estar incluido en un documento que, a su
vez, fuera la carta constitutiva del Comité, Cuando dichos docu-
mentos eran redactados con al abras imprecisas, le otorgaba a los
investigadores una gran facultad discrecional. Cuanto más vaga era

$1
FALLOSHIST~R~COS
De LA SUPREMACORTE DE JU5TCIA DE ESTAWSU N I ~
la carta constitutiva de un Comité, tanto mayor resultaba la posi-
bilidad de que sus acciones específicas no estuvieran de acuerdo con
la voluntad de la Cámara que lo integró.
"La autorización que creó el Comité de Actividades Antiameri-
canas fue expedida en 1938, cuando un Comité selecto, bajo la
presidencia del representante Dies, fue creado. Algunos años más
tarde, se hizo del Comité un órgano permanente de la Cámara de
Representantes, con el mismo mandato. Se definió la autoridad del
Comité de la siguiente manera: 'El Comité de Actividades
Antiamericanas está autorizado para efectuar, de cuando en cuando,
investigaciones sobre la extensión, carácter y objetivos de las acti-
vidades de propaganda antiamericana, en Estados Unidos; la di-
fusión dentro del país de propaganda subversiva y antiamericana
instigada desde el interior del pais o desde el extranjero, y que
ataque el principio de la forma de gobierno garantizada por la
Constitución; y todas las demás cuestiones relacionadas con las
anteriores, que pudieran ayudar al Congreso a elaborar las leyes ne.
cesarias para remediar los problemas existentes sobre el particular.'
"La Corte manifestó que sería difícil imaginar una resolución
menos explícita. ¿Quién puede definir el significado de 'antiameri.
cano'? ¿Cuál es ese solitario y singular 'principio de la forma de go.
bierno garantizada por la Constitución'? Sin embargo, no es nece-
sario limitarse a cuestiones lingüísticas. Tal vez en alguna época la
resolución pudo ser interpretada estrechamente para confinar al
Comité al tema de la propaganda. Los sucesos acaecidos en los
quince años anteriores al interrogatorio del promovente, hacen tal
interpretación imposible.
"Los miembros del Comité han demostrado claramente que de
ninguna manera se sienten restringidos a la propaganda, en el sentido
estricto de la palabra. SUobjetivo eran las actividades antiamericanas,
sin importar cómo o dónde se manifestaran, La Cámara de Represen-
tantes prorogó la vigencia del Comité en cinco ocasiones. Después,
hizo que sus integrantes conformaran un comité permanente de la
Un año después, el acta de creación del Coinité se incluyó
en la Ley de Reorganización Legislativa y en innumerables ocasiones
se han aprobado gastos para permitir que el Comité continúe sus
labores.
"Combinando el lenguaje de la resolución con la interpretación
que se le ha dado, es evidente que el control preliminar ejercido por
la CQmarade Representantes es superficial o inexisrente. Del acta,
nadie podría deducir la clase de investigación que se había enco-
mendado al Comité. Como resultado, se pide a la Corte que se
enfrasque e n un proceso de racionalización retroactiva. Se le pide
que apoye las acciones del Comité, a menos que parezca claramente
que no fueron autorizadas por el acta. Como corolario de dicho en-
foque invertido, el gobierno apremia a la Corte a que vea la cuestión
amigablemente respecto del poder del Congreso, en el sentido de
que, si existe algún propósito legislativo que pudiera haber sido ayu-
dado por la clase de información que se busca, el testigo debe ser
castigado por retenerla.
"El gobierno alega que el interés público, que está en el centro
de las investigaciones del Comité de Actividades Antiamencanas, es la
necesidad que tiene el Congreso de ser informado de los esfuerzos
para derrocar al gobierno por medio de la fuerza y la violencia. Sin
embargo, el Comité se puede extender en forma ilimitada hacia
cualquier tema que estime relacionado de alguna manera con la in-
surrección armada. Los límites externos de este dominio son cono-
cidos únicamente por el significado de 'actividades antiamericanas'.
La lejanía del tema ~ u e d agravarse
e mediante un sondeo en profun-
didad de los detalles que se encuentran aún más lejos de la base de
cualquiera actuación legislativa. Y se añade una tercera dimensión:
cuando los investigadores dirigen su atención al pasado, para
recabar minucias en temas remotos sobre la hipótesis de que el
pasado puede reflejarse en el presente.
"Las consecuencias que brotan de esta situación son múltiples.
En primer lugar, un tribunal es incapaz de formular la clase de
juicio hecho por la Corte en United States v . Rumely. En esencia, se
permite al Comité definir su propia autoridad, escoger la dirección y
el objetivo de sus actividades. Al decidir qué hacer con el ~ o d e que
r
les ha sido conferido, los miembros del Comité pueden actuar de
acuerdo con motivos que ellos consideran importantes. Sin embar-
go, sus decisiones pueden llevar a la exposición despiadada de vidas
privadas, a fin de obtener datos que ni son deseados por el Congreso
ni le son útiles. Y a pesar de ello, en estas circunstancias, con las li-
bertades constitucionales e n peligro, es imposible declarar que el
Comité ha actuado más allá del campo que le fue autorizado por la
asamblea que lo creó, porque sus límites están poco demarcados.
"Pero, más fundamental y más importante que eso, aísla a la Cá.
mara que autorizó la investigación de los testigos sometidos a las
sanciones del procedimiento compulsivo. Hay una brecha muy am-
plia entre la responsabilidad por el uso del poder de investigación y
el uso actual de ese poder. Ésta es una consideración especialmente
vital para asegurar el respeto a las libertades constitucionales. Éstas
no deberían ser puestas en peligro ante la ausencia de una determi-
nación clara, por la Cámara de Representantes o por el Senado, de
que una investigación particular se justifica por una necesidad le.
gislativa específica.
"Por supuesto, no es la función de la Corte prescribir reglas rígi-
das para que las siga el Congreso al redactar las resoluciones que
crean los comités. Ésa es una materia que cae dentro del dominio de
la legislatura, y sus decisiones serán aceptadas por los tribunales
hasta el punto en que su propio deber de hacer respetar los derechos
constitucionalmente protegidos de los individuos sea afectado. El
acta constitutiva de un Comité, que sea demasiado amplia, como 10
es la del Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de
Representantes, coloca a los tribunales en una posición insosreni*
ble, si han de señalar el balance entre la necesidad pública de un
interrogatorio particular y el derecho de los ciudadanos a manejar
sus asuntos libres de la interferencia innecesaria del gobierno. En
una situación así, es imposible determinar si algún propósito legisla-
tivo justifica la información buscada y, si 10 hace, la iinportancia
que esa información tenga para el Congreso, para ayudarlo en su
función legislativa. La razón por la que ningún tribunal puede hacer
ese juicio crítico es que la misma Cámara de Representantes nunca
lo ha hecho. S610 la asamblea legislativa que inicia una investi-
gación puede evaluar la necesidad relativa de informaciones pri-
vadas específicas.
"El problema se ubica en sus proporciones cuando es enfocado
desde el punto de vista del testigo que comparece ante un Comité del
Congreso. El testigo debe decidir, al serle formuladas las preguntas, si
contesta o no. Es obvio que una persona obligada a hacer esta elec-
ción tiene derecho a conocer las cuestiones respecto de las cuales se
considera pertinente el interrogatorio. Ese conocimiento debe ser
asequible con el mismo grado de claridad que el principio del debido
proceso requiere para la formulación de cualquier elemento de un
delito. El 'vicio de vaguedad' debe ser evitado. Sin embargo, este caso
demuestra que, a menudo, existe duda al respecto.
"La Corte desconocía el tema sobre el que se estaban formulan-
do las preguntas al promovente. Ciertamente, si el punto es así de
oscuro después del juicio y la apelación, no le fue revelado ade-
cuadamente al promovente, cuando tuvo que decidir si contestar o
no. La equidad más elemental exige que no se obligue a un testigo a
tomar esa determinación con tan poca información. A menos que
la cuestión de que se trata se muestre con indiscutible claridad, es
obligación del cuerpo investigador describir cuál es el tema investi-
gado y el razonamiento por el cual las preguntas precisas formuladas
se relacionan y conectan con él.
"La declaración del presidente del Comité, en este caso, en res-
puesta a la protesta del promovente, fue lamentablemente inade-
cuada para proporcionar suficiente información, ya que no le dio a
aquél la oportunidad de determinar si estaba en su derecho a
rehusarse a contestar. Por ello, la condena resulta nula.
"La Corre está consciente de las complejidades del gobierno mo-
derno y de la amplitud del campo que debe dejarse al Congreso como
depositario único del poder legislativo. Asimismo, está consciente de
lo indispensables que son para el ejercicio de ese poder las investi-

%
FALLDS~ l ~ r d DE
~ LA
l m ~
SUPREMA CORTEDEJOS~CIADE m A D O S U N I B
gaciones que el Congreso continúe ordenando. La conclusión a que
h a llegado en este caso, no evitará que el Congreso siga recabando
la información que necesite para el desempeño adecuado de su fun-
ción. El Congreso es libre para determinar la clase de datos que
deben ser obtenidos. Son únicamente aquellas investigaciones que
se llevan a cabo mediante el uso de un procedimiento compulsivo,
las que hacen surgir la necesidad de proteger los derechos de los
individuos en contra de una invasión ilegal. Esa protección puede
ser alcanzada mediante procedimientos que respeten los requisitos
constitucionales de justicia para los testigos. Sería suficiente que la
Cámara de Representantes y el Senado fueran más cuidadosos al
autorizar el uso del procedimiento compulsivo y, los comités, al
ejercerlo. De alguna manera se podrían mantener los principios de
un gobierno limitado, constitucional, sin restringir la ~otestaddel
Congreso para obtener información.
"Por lo anterior, la Corte decidió revocar la sentencia del tribu-
nal de Apelaciones y reenviar el caso al tribunal de Distrito, con
instrucciones de absolver."
Los Justices Burton y Whittaker 90 tomaron parte en el caso. El
Justice Frankfurter formuló una opinión concurrente.
El Justice Clark, en disenso, manifestó lo siguiente:
"Como yo veo las cosas, el defecto principal de la opinión de la
mayoría es torcer equívocamente la función del Congreso de infor.
marse. Aunque no soy versado en sus procedimientos, mi experien.
cia en la rama ejecutiva del gobierno me lleva a creer que los requid
sitos señalados e n la opinión para la operación del sistema de
comités de investigación son tan innecesarios como imposibles, La
mayoría ha puesto al Poder Judicial como gran inquisidor y supervi-
sor de las investigaciones del Congreso,ll
ULLMAN v. UNITED STATES
(1955)

ANTECEDENTES:
Se impugnó una ley que establecía que en casos de seguridad
nacional se ~ o d í compeler
a a una persona a contestar todas las pre-
guntas que se le formularan, siempre y cuando se le otorgara inmu-
nidad penal. U n tribunal de Distrito declaró válida la ley y un tri-
bunal de Circuito confirmó, La Suprema Corte también confirmó,
Se trataba de dar nombres de comunistas. Los Justices Douglas y
Black votaron en contra.
Ellustice Frankfurter formuló la sentencia de la Corte.
"Cuando la quinta enmienda constitucional establece que
'ninguna persona será obligada en ningún caso penal a ser testigo
contra sí misma', se registra un adelanto importante en el desa.
rrollo de la libertad. Dicho derecho constitucional n o debe ser
interpretado de una manera hostil o negativa, sino como una
protección a quienes violan la ley. Con demasiada facilidad supo-
nen que quien invoca el privilegio es culpable de un delito, o
comete perjurio al invocarlo. Este punto de vista hace poco
honor a los patriotas que apoyaron el Bill of Rights como una
condición para que la Constitución fuera aceptada y ratificada
por los estados.
"En casos anteriores, la Corte examinó y rechazó los argumentos
del promovente, quien sostenía que una ley que exige la existencia
del testimonio, pero protege al testigo contra una acción penal por
sus declaraciones, no viola el ~rivilegiode la quinta enmienda con-
tra la autoincriminación. Sin embargo, el promovente, Ullman,
alega que su caso es diferente porque los obstáculos o incapacidades
para ocupar un puesto o cargo, impuestos por las autoridades fede-
rales y estatales y por el ~úblicoen general, tales como ~érdidade
empleo, expulsión de sindicatos, investigación estatal y el oprobio
público general, son tan opresivos que la ley no le otorga una ver.
dadera inmunidad.
"La Corte consideró que la historia del derecho previsto en la
quinta enmienda constitucional establece no solamente que no se
le debe interpretar en forma literal, sino también que su única preo-
cupación es respecto del peligro de que un testigo se vea forzado a
rendir un testimonio que lo lleve a la imposición de penas 'señala-
das para los delitos'. La inmunidad elimina ese peligro y, una vez
que la razón de ser del derecho constitucional cesa, termina éste.
Por ende, la Corte decidi6 confirmar."
E1Justice Reed formuló voto concurrente.
El Justice Douglas formuló voto disidente, al que se adhirió el
Justice Black, quien manifestó lo siguiente:
"Yo revocaría la condena. La basaría en Boyd v. United States, O
dejaría sin efecto el precedente de cinco votos contra cuatro en
Brown v. Walker. Hay muchos impedimentos creados por la ley fe-
deral para aquellas personas que son comunistas. Estos impedimen-
tos incluyen la inelegibilidad para un empleo en el gobierno federal
y en los organismos de defensa, descalificación para un pasaporte, el
riesgo de privación de libertad, el riesgo de perder el empleo como
estibador, por mencionar sólo algunos. Estos impedimentos,
impuestos por la ley federal, están tan protegidos por la quinta
enmienda constitucional, como el proceso penal mismo. Pero no
hay precepto alguno en la Ley de Inmunidad que otorgue protección
contra esos impedimentos. La mayoría no dir6 que sí la hay. Yo
pienso que debe interpretarse como el otorgamiento de tan sólo una
inmunidad parcial, y no completa. Sin embargo, una ley de inmu.
nidad, para ser válida, debe 'proporcionar una protección completa
contra todos los peligros respecto de los cuales se quiso proteger con
la prohibición constitucional'.
"En el caso Boyd v. United States, se trataba de un procedimien#
to para establecer un decomiso de bienes que supuestamente eran
fraudulentamente importados sin el pago de derecllos, Los recla-
mantes se resistieron a una orden que requería la exhibición de una
factura que sería utilizada contra ellos en los de
confiscación. En una opinión farmulacla por el Justice Bradley, la
Corte mantuvo la defensa de la quinta enmienda constitucional, y
dijo: 'Un testigo, como una de las partes, está protegido por la ley
para no ser obligado a declarar algo que pueda incriminarlo, o
provocar el decomiso de bienes de su propiedad.'
"El decomiso de propiedad, basado en un testimonio obligado,
no es más reprobable que la pérdida de derechos de ciudadanía.
Cualquier pérdida de derechos, como resultado de un testimonio
obligado, contraviene la quinta enmienda constitucional.
"Aparentemente, la Corte distingue el caso Boyd con base en
que el decomiso de la propiedad era una pena impuesta a quien
cometía un acto criminal. La pérdida de un empleo y la inelegibili-
dad para obtener un pasaporte también son penas que sancionan la
comisión de un acto criminal. Si hubo una pena en el caso Boyd,
también hay penas aquí. Ambas están vinculadas a actos crimi-
nales. La Constitución no coloca e n un plano más alto los derechos
de propiedad involucrados en Boyd, que los derechos de ciudadanía
involucrados aquí.
"Se debería aplicar al presente caso el principio del caso Boyd y
sostener que, dado que no hay protección en la Ley de Inmunidad
contra la pérdida de derechos de ciudadanía, la inmunidad otorgada
es menor que la proporcionada por la Constitución.
"En segundo lugar, por lo que hace a Brow v. Walker, la dificul-
tad que yo encuentro en aquella decisión y con la mayoría de la
Corte en la presente, es que le agregan un importante requisito a la
quinta enmienda constitucional. La garantía es que ninguna per-
sona 'será forzada e n ningún caso penal a ser testigo contra sí
misma'. La mayoría no aplica la garantía como está escrita, sino que
la califica al agregarle un requisito. Sabiamente o no, la quinta
enmienda constitucional protege contra la autoincriminación de
un delito, realizada bajo presión.
"La revelacibn forzada de hechos puede abrir amplios hori-
zontes para el acusador, con indicaciones hacia numerosas acusa-
ciones que estarían fuera del campo de la pregunta y la respuesta.
¿Qué delitos pueden ser revelados mediante pistas proporcionadas

FALLOSH I ~ R I W DE LA SUPREMA DE ESTADOSUNIDOS


CORTE DE JUSTICIA
por la confesión? ¿Qué tan remoto debe ser el delito antes de que la
inmunidad deje de protegerlo? ¿Qué tanto deberá durar un juicio
para poder determinarlo? ¿Cuál será la reacción del más alto tri-
bunal cuando lleguen ante él los hechos del caso?
"Una de las funciones protectoras de la quinta enmienda consti-
tucional es automáticamente suprimida cuando la garantía contra
la autoincriminación es calificada de la manera en que lo es hoy.
"El pivilegio del silencio es sustituido por una inmunidad par-
cial, indefinida y vaga. Ello significa que el Congreso ha otorgado
mucho menos de lo que ha quitado. La garantía contra la autoin-
criminación contenida en la quinta enmienda no es únicamente
una protección contra una condena y procesamiento, sino también
una salvaguarda de la conciencia, la dignidad humana y la libertad
de expresión. Mi punto de vista es que los constituyentes fueron
más allá de las facultades del Congreso al obligar a alguien a confe-
sar sus delitos. El mal contra el que había que cuidarse era en parte
la autoincriminación por obligación. Pero eso era sólo una parte del
mal. La conciencia y la dignidad del hombre también están involu-
cradas. También lo está su derecho a la libertad de expresión garan.
tizado en la primera enmienda constitucional,
"Hay gran infamia involucrada en el presente caso, aparte de la
pérdida de derechos de ciudadanía bajo la ley federal, El hacer
público que una persona es comunista, la excomulga prácticamente
de la sociedad. Y no es respuesta decir que un testigo que hace USO
del derecho al silencio, que le confiere la quinta enmienda consti*
tucional, y permanece callado, también puede acarrear la pérdida
de su reputación.
"El punto crítico es que la Constitución coloca el derecho al
silencio fuera del alcance del gobierno, La quinta enmienda se erige
entre el ciudadano y SU gobierno. Cuando alguien es expuesto como
comunista, el gobierno trae la infamia sobre la cabeza del testigo, al
obligarlo a declarar. Eso es, precisamente, lo que la quinta enmien*
da constitucional prohibe."
YOUNGSTOWN SHEET & TUBE Co., ET AL. V. SAWYER
(1952)

ANTECEDENTES:
En diciembre de 1951, los trabajadores de la empresa Acero
Unido de América (CIO) emplazaron a una huelga que estallaría el
31 d e diciembre d e ese año. El Servicio Federal de Mediación y
Conciliación intervino inmediatamente, pero no logró que las partes
llegaran a un arreglo. Entonces, la disputa fue llevada ante la
Comisión Federal de Estabilización de Salarios, que tampoco logró que
se negociara un convenio. El 4 de abril de 1952, el sindicato anun-
ció que una huelga nacional estallaría el 9 de abril. Unas horas
antes del estallamiento, el Presidente Truman expidió una orden
autorizando al Secretario de Comercio a tomar posesión de las ace-
reras y continuar con la producción,
La orden del presidente no estaba fundada en ninguna auto-
rización de ley. Orden6 el aseguramiento porque la huelga anuncia-
da hubiera puesto seriamente e n peligro la defensa nacional, ya que
e n ese tiempo las tropas estadounidenses estaban peleando en
Corea y requerían de armas fabricadas con acero. La Secretaría de
Comercio dictó las órdenes pertinentes para tomar posesión de las
acereras en nombre del gobierno de Estados Unidos. El Presidente
Truman reportó al Congreso el aseguramiento e n dos mensajes
separados, pero el Congreso n o actuó. Las compañías acereras
acataron el aseguramiento bajo protesta y acudieron ante un tri-
bunal federal de Distrito para intentar impedir la actuación del
Secretario de Comercio.
El 30 de abril, el tribunal de Distrito expidió una orden provi-
sional para impedir al Secretario de Comercio "seguir con el asegu-
ramiento y posesión de las plantas". El mismo día, el tribunal de
apelaciones confirmó la orden del tribunal de Distrito, En atención
a que la disputa planteaba cuestiones de importancia vital para la
Nación, la Suprema Corte actuó prontamente, accediendo a revisar
el caso.
El Justice Black formuló la sentencia de la Corte.
"Se solicitó a la Corte que decidiera si el Presidente estaba
actuando dentro de sus facultades constitucionales, cuando expidió
la orden para que el Secretario de Comercio tomara posesión y
operase la mayoría de las acereras de la nación. Los propietarios
argumentaron que la orden presidencial equivalía a legislar, una
función que la Constitución ha confiado expresamente al Congreso
y no al Presidente. La posición del gobierno era que la orden se
dictó con base en que el Presidente tuvo elementos para estimar
que su acción era necesaria para evitar una catástrofe nacional, 10
que hubiera resultado inevitablemente de una detención en la pro-
ducción de acero, y que al enfrentar esta emergencia el Presidente
actuaba coino titular del Poder Ejecutivo y como Comandante en
Jefe de las Fuerzas Armadas.
"La Corte determinó que las facultades del Presidente deben
emanar de una ley del Congreso o de la Constituci6n misma. No
hay ninguna ley que autorice expresamente al Presidente para
tomar posesión de la propiedad como lo hizo en este caso. Ni se ha
traído a colación ninguna ley del Congreso en la cual pueda estar
razonablemente implícita esa potestad. Ciertamente, el gobierno no
se apoya en una autorización legal para el aseguramiento, Existen
dos leyes que sí autorizan al Presidente a apoderarse de propiedad
privada bajo ciertas condiciones: la Ley de Servicio Selectivo de 1948
y la Ley de Producción para la Defensa, de 1950. Sin embargo, el go*
bierno admitió que esas condiciones no se dieron y que la orden
presidencial no estaba fundada en alguna de esas leyes.
"Más aún, el uso de la técnica del aseguramiento para resolver
disputas laborales, a fin de evitar paros laborales, no s610 no estaba
autorizado por ninguna ley del Congreso, sino que, con aliterioridad,
el Congreso se había negado a adoptar ese metodo para resolver dis*
Putas hborales. Cuando la Ley Taft-W¿lrtley estaba siendo considera.
da en 1947, el Congreso rechazó una enmienda que habría autoriza*
do tales aseguramientos gubernamentales en casos de e~~~~rgeiicia.
Parece ser que se pend que la tecnica del aseguramiento, como la
del arbitraje obligatorio, podría interferir con el proceso de nego-
ciación colectiva. En consecuencia, el plan adoptado por el Con-
greso en esa ley no previó el aseguramiento bajo ninguna circuns-
tancia. En vez de eso, el plan busco llegar a arreglos por el uso de los
sistemas acostumbrados de mediación, conciliación e investigación.
En algunos casos se autorizaron órdenes judiciales temporales para
permitir que la situación se calmara. En caso de fallar todo ello, los
sindicatos eran libres de ir a la huelga después de un voto secreto de
los trabajadores, respecto de si deseaban aceptar la oferta final del
patrbn.
"Resulta claro que si el Presidente tenía facultades para expedir
la orden que emitió, debería ser encontrada en alguna disposición
de la Constitución. Y no se pretende que el lenguaje constitucional
expreso otorgue esa facultad al Presidente. Lo que se pretende es
que la facultad presidencial debería deducirse como implícita en el
conjunto de sus facultades constitucionales.
"La orden no puede ser sostenida como un ejercicio del poder
presidencial como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, ya
que, en tal carácter, no puede tomar posesión de una propiedad pri-
vada para evitar que las disputas laborales detengan la producción.
"Tampoco se podría sostener que la orden de aseguramiento se
basó e n las diversas disposiciones constitucionales que otorgan
poder ejecutivo al Presidente. En el marco de la Constitución, el
poder del Presidente para velar por el cumplimiento de las leyes,
rechaza la idea de que él deba ser legislador. La Constitución limita
sus funciones en el proceso legislativo a la recomendación de las
leyes que le parezcan prudentes y al veto de las que considere malas.
"La orden del Presidente no indica que una política del Congreso
sea ejecutada de una manera señalada por éste. Indica que una políti-
ca presidencial debe ser ejecutada en una forma señalada por el
Presidente. El preámbulo de la orden misma, como el de tantas leyes,
establece las razones por las que el Presidente cree que se debe adop-
tar cierta política, la proclama como regla de conducta a seguir y,
otra vez como una ley, autoriza a un funcionario gubernamental para
promulgar reglas adicionales y reglamentaciones congruentes con la
política proclamada y necesarias para su ejecución. El poder del
Congreso para adoptar políticas públicas como la proclamada en la
orden, está fuera de duda. El Congreso puede autorizar el
apoderamiento de propiedad privada para uso público. Puede hacer
leyes que regulen las relaciones entre patrones y trabajadores, que
establezcan reglas destinadas a resolver las disputas laborales, que
fijen los salarios y las condiciones de trabajo e n ciertos campos de
nuestra economía. La Constitución no somete este poder legislativo
del Congreso a la supervisión o al control presidencial o militar.
"Se dice que otros presidentes tomaron posesión de empresas
mercantiles privadas, sin apoyo en leyes del Congreso, para com+
poner disputas laborales. Pero, aunque esto fuese cierto, n o por ello
el Congreso ha perdido su autoridad constitucional exclusiva para
expedir las leyes necesarias y adecuadas para el desempeño de los
poderes que otorga la Constitución 'al gobierno de Estados Unidos
o a cualquier departamento o funcionario de ellos'.
"Por todo lo anterior, la Corte resolvió que la orden de apodera.
miento emitida por el presidente no es válida. La resolución del tri-
bunal de Distrito fue confirmada,"
Emitieron opiniones concurrentes los Justices Frankfurter, Jack-
son, Burton, Clark y Douglas.
El Chief Justice Vinson, a quien se unieron los Justices Reed y
Minton, formuló opinión disidente.
McCOLLUM v, BOARD OF EDUCATION
(1948)

ANTECEDENTES:
El caso versó sobre la validez de un programa en virtud del cual
se pretendía impartir instrucción religiosa a los alumnos de las es.
cuelas públicas de Champaign, Illinois. El juicio se originó con la
demanda interpuesta por el padre de un alumno que pretendió, sin
éxito, que los tribunales de Illinois prohibiesen el uso de las instala-
ciones escolares parta la implementación del programa.
El Justice Black formuló la sentencia de la Corte.
"El caso se relaciona con la facultad de un estado para utilizar
las escuelas públicas para apoyar la instrucción religiosa, a pesar de
que esa facultad podría estar restringida por la primera y deci-
mocuarta enmiendas constitucionales.
"La primera enmienda constitucional prevé que el Congreso no
expedirá ninguna ley para el establecimiento de una religión o para
prohibir su ejercicio. La decimocuarta enmienda constitucional
establece que ningún estado emitirá una ley que derogue los privile-
gios e inmunidades de los ciudadanos de Estados Unidos; ni privará
a persona alguna de la vida, libertad o propiedad, sin el debido pro.
ceso legal; ni negará a persona alguna, en su jurisdicción, la protec-
ción igual de las leyes.
"El promovente alegó que los ~rofesoresque imparten religión,
contratados por grupos religiosos privados, erari autorizados a acudir
semanalmente a los edificios de las escuelas públicas, durante las
horas regulares destinadas a la enseñanza secular, y ahí, durante
treinta minutos, sustituían Csta por la enseñanza religiosa.
"Aunque hay disputa entre las partes en cuanto a las inferencias
que pueden correctamente sacarse de las pruebas que conciernen al
programa religioso, los siguientes hechos son mostrados, sin disputa,
por el expediente. En 1940, miembros de la fe judía, de la católica
romana y unos cuantos protestantes, formaron una asociación lla-
mada Consejo de Champaign para la Educación Religiosa. Obtuvieron
permiso de la directiva del colegio para ofrecer instrucción religiosa
a los alumnos de las escuelas públicas, del cuarto al noveno grado,
inclusive. Los grupos se formaban con los alumnos cuyos padres
firmaban solicitudes pidiendo que se permitiera a sus hijos asistir.
Las clases se impartían semanalmente y tenían una duración de
treinta minutos para los grados inferiores y cuarenta y cinco para
los superiores.
"El Consejo empleó profesores religiosos sin costo para las
autoridades escolares, pero los instructores estaban sujetos a la
aprobación y supervisión de los directores de las escuelas. Las clases
se impartían en tres grupos religiosos separados, por profesores
protestantes, sacerdotes católicos y un rabino judío, aunque en los
últimos años, aparentemente, no había habido clases sobre la
religión judía. Las clases se impartían en los salones del edificio
escolar. Los alumnos que no optaban por recibir la instrucción reli-
giosa, no quedaban liberados de los deberes de la escuela pública; se
les pedía abandonar el salón e ir a otra parte del edificio escolar
para proseguir sus estudios seculares. Por otra parte, a los alumnos
relevados del estudio secular para atender la instrucci6n religiosa, se
les exigía estar presentes en las clases de religión. Se hacían re.
portes de su asistencia, que luego eran entregados a los profesores
seculares.
"Los hechos anteriores, sin referencia a otros que aparecen en el
expediente, muestran el uso de instalaciones sostenidas con im.
puestos, para instrucción religiosa, y la cooperación estrecha entre
las autoridades escolares y el Consejo, para promover la educación
religiosa. Los alumnos que, por ley, debían ir a la escuela para reci.
bir educación secular, eran parcialmente liberados de su deber legal,
con la condición de que asistieran a clases de religión. Esto es, sin
duda, una utilización del sistema de escuelas públicas, establecido Y
apo-yado por impuestos, para ayudar a grupos religiosos a difundir
su fe. Y eso cae directamente bajo la prohibición de la primera
enmienda constitucional, tal como ya lo había resuelto la Corte en
el caso Eoerson u. Board of Education. En esa ocasióii, la Corte
resolvió que 'ni el Gobierno Federal, ni alguno de los estados,
puede establecer una Iglesia. Ninguno puede forzar a una persona,
ni influir sobre ella, para que asista a un templo o se abstenga de
ello, contra su voluntad, ni forzarlo a profesar una creencia en
cualquier religión, ni a dejar de profesarla. Ninguna persona puede
ser castigada por mantener o profesar creencias religiosas, o por
dejar de hacerlo, ni por asistir a los templos o dejar de hacerlo.
Ningún impuesto, de ningún monto, grande o pequeño, puede ser
exigido para apoyar ninguna institución o actividad religiosa, o
cualquiera que sea la forma que adopte para enseñar o practicar la
religión. Ni el gobierno federal, ni estado alguno, puede, abierta o
secretamente, participar en los asuntos de ningún grupo u organi-
zación religiosa y viceversa', En las palabras de Jefferson, la cl6usula
contra el establecimiento de la religión por ley fue diseñada para
erigir 'un muro de separación entre la Iglesia y el Estado'.
"Sostener que un estado n o puede, sin violar las enmiendas
primera y decimocuarta, utilizar su sistema de escuelas públicas para
ayudar a alguna o a todas las religiones o sectas en la diseminación
de sus doctrinas e ideales, no implica, como lo sugiere la parte
interesada, una hostilidad del gobierno hacia la religión o Ia
enseñanza religiosa. Una manifestación de hostilidad estaría en pug-
na con nuestra tradición nacional imbuida en la garantía de la pri-
mera enmienda constitucional, respecto del libre ejercicio de la re-
ligión. La primera enmienda constitucional descansa en la premisa
de que tanto la religión como el gobierno trabajan mejor para
alcanzar sus elevadas metas, si a cada uno se le deja libre del otro en
su respectiva esfera. Tal como lo dijo la Corte en el caso Eoerson, la
primera enmienda h a levantado un muro entre la Iglesia y el
Estado, que debe ser mantenido alto e inexpugnable.
"En este caso no sólo se usan los edificios de las escuelas públi-
cas, mantenidos con impuestos, para la diseminación de doctrinas
religiosas. El Estado también proporciona a grupos sectarios una
ayuda invaluable, al proporcionarles alumnos para sus clases reli-
giosas. Esto no es separación entre la Iglesia y el Estado.
((Por ello, se revocó la decisión y se reenvió el asunto al Tri.
bunal Superior del estado para que se procediera conforme a la
opinión anterior."
El Justice Frankfurter formuló una opinión concurrente, a la que
se adhirieron 1osJustices Jackson, Rutledge y Burton.
El Justice Jackson también escribió una opinión concurrente por
separado.
El Justice Reed disintió y manifestó lo siguiente:
"La frase 'establecer una religión' puede haber sido ~ e n s a d apor
el Congreso para dirigirse únicamente a una Iglesia de Estado.
Cuando la primera enmienda estaba pendiente en el Congreso, SUS-
tancialmente en su forma actual, 'el Sr. Madison dijo que entendía
que el sentido de las al abras era que el Congreso no debería esta.
blecer una religión y obligar por ley a su observancia, ni compeler a
los hombres a adorar a Dios de ninguna manera contraria a su con-
ciencia'. El pasar de los años, sin embargo, h a traído la aceptación
de un significado más amplio, aunque creo que nunca hasta ahora
ha ampliado esta Corte su interpretación a tal grado que se sostenga
que el reconocimiento del interés de nuestra nación en la religión,
mediante e1 otorgamiento de una oportunidad para presentar la
religión como una materia opcional, durante el tiempo libre en los
edificios de una escuela pública, sea equivalente al establecimiento
de una religión. Una lectura de las declaraciones de eminentes esta.
distas de tiempos pasados, a que se hace mención en las opiniones
de este caso y en Everson v. Board of Education, mostrará que las cir.
cunstancias de este caso estaban muy lejos del pensamiento de sus
autores. Las palabras y el espíritu de esas declaraciones pueden ser
aceptadas de todo corazón, sin impugnar e n lo más mínimo el juicio
del estado de Illinois.
"Me parece claro que la 'ayuda' a que se refirió la Corte en el
caso Everson no pudo referirse a esas ventajas incidentales que 10s
grupos religiosos, c o n otros grupos situados similarmente,
obtknen como u n producto lateral de la sociedad orgai~izada.
Esto explica el hecho bien conocido d e que todas las iglesias
reciben 'ayuda' del gobierno en la forma de exención de im-
puestos.
"La misma decisión de Everson justificó el transporte de niños a
escuelas religiosas, por parte del estado de New Jersey, por razones
de seguridad. Concuerda con Cochran v. Louisiana State Board of
Education, e n que la Corte sostuvo la validez de una ley de Louisia-
na respecto a textos gratuitos, ante la acusación de que ayudaba a
las escuelas privadas, basándose para ello la Corte en que los libros
eran para la educación de los niños, no para ayudar a las escuelas
religiosas. En forma semejante, la Ley Nacional de los Almuerzos
Escolares ayuda a todos los escolares que asisten a escuelas que no
pagan impuestos. En Bradfield u. Roberts la Corte sostuvo que era
correcto el pago de dinero por el gobierno federal para construir
una ampliación a u n hospital, sostenido por personas que eran
miembros de una hermandad de monjas, que operaba bajo los aus-
picios de la Iglesia Católica Romana. Esto se hizo pasando sobre la
objeción de que se ayudaba al establecimiento de una religión.
Aunque, obviamente, en esos casos las respectivas iglesias eran en
cierto sentido ayudadas, la Corte nunca sostuvo que tal 'ayuda'
fuese violatoria de las enmiendas primera o decimocuarta.
"Las prácticas del gobierno federal ofrecen muchos ejemplos de
esta clase de 'ayuda' del Estado a la religión. El Congreso de Estados
Unidos tiene un capellán para cada Cámara del Congreso, que in-
voca diariamente las bendiciones y la guía divinas para los procedi-
mientos. Las fuerzas armadas tienen comisionados capellanes desde
hace mucho tiempo. Ellos conducen los servicios públicos de acuer-
do con los requerimientos litúrgicos de sus respectivas creencias, en
tierra y en mar, empleando para ese propósito bienes ~ r o ~ i e d aded
Estados Unidos y dedicados a los servicios de la religión. Bajo la Ley
de Reajuste de los Miembros del Instituto A d o , de 1944, los vetera-
nos pueden recibir instrucción para el ministerio, a costa del
no, en escuelas confesionales, Las escuelas del Distrito de C ~ l m ~ b i a
tienen ejercicios iniciales que 'incluyen una lectura de la Biblia, sin
notas o comentarios, y la oración del Padre Nuestro'.
"En la Academia Naval y en la Academia Militar de Estados Uni-
dos, escuelas totalmente sostenidas y controladas por el gobierno
federal, hay varias actividades religiosas. Hay Capellanes asignados
a ambas escuelas. La asistencia a los servicios de la iglesia el domin-
go es obligatoria, tanto en la Academia Militar como en la Academia
Naval, En West Point los servicios protestantes se celebran en la
capilla de los cadetes, los católicos en la capilla católica y los judíos
en la antigua capilla de los cadetes. En Annapolis, sólo los servicios
protestantes se prestan en el recinto y los guardias marinos de otras
religiones asisten a las iglesias de la ciudad. Estos hechos indican
que, desde sus inicios, ambas escuelas han mantenido e impuesto un
patrón de participación en el culto formal.
"Con las declaraciones generales en las opiniones relativas al
requisito constitucional de que la nación y los estados, por virtud de
la primera y decimocuarta enmiendas constitucionales, 'no pueden
expedir ninguna ley en relación con el establecimiento de una
religión', estoy de acuerdo. Pero, a la luz del significado dado a esas
palabras por los precedentes, costumbres y prácticas que he detalla-
do arriba, no puedo estar de acuerdo con la conclusión de que, cuan.
do los alumnos obligados por ley a ir a la escuela para educación se-
cular, son liberados de la escuela para asistir a clases de religión, se
ayuda inconstitucionalmente a las iglesias.
"La prohibición de expedir leyes respecto del establecimiento de
la religión, no prohibe todo gesto amistoso entre la Iglesia y el
Estado. La Corte no puede ser demasiado cautelosa al trastornar
prácticas arraigadas en nuestra sociedad por muchos años de
experiencia. Un estado debe tener libertad amplia en su legislación
cuando trata con problemas sociales importantes de su población.
Debe establecerse una violación definitiva de los límites legisla-
tivos. La Constitución no debe ser forzada para prohibir costumbres
~~acionalesde la manera en que los tribunales las abordan. La devo-
ción al gran principio de la libertad religiosa no debe llevarnos a
una interpretación rígida de la garantía constitucional, que entre en
conflicto con 10s hábitos aceptados por el pueblo. Este es un caso
en el que, para mí, la historia de las prácticas pasadas determina el
sentido de una disposición constitucional y no es sólo una decorosa
introducción al estudio de su texto. La resolución debió ser confir-
mada,"
SOUTHERN PACIFIC Co. v. ARIZONA
í1945)

ANTECEDENTES:
Una ley de Arizona de 1912 prohibió operar ferrocarriles con
más de catorce vagones de pasajeros o más de setenta vagones de
carga, La promovente acudió ante los tribunales, intentando im-
pugnar la ley, El tribunal local de primera instancia fa116 a su favor,
pero el Tribunal Superior del estado revocó la sentencia. La empre.
sa apeló ante la Suprema Corte.
El Justice Stone formuló la sentencia de la Corte.
"Aunque el gobierno federal está facultado para regular el co-
mercio, ello no implica que pueda despojar a los estados de SU facul-
tad para regular el comercio que se realiza en su territorio. La Corte
expresó que siempre se ha reconocido, desde Wilson v. ~lackbird
hasta Creek Marsh Co. y Cooley u. Board of Wardens, que en ausen-
cia de la ley aplicable emitida por el Congreso, los estados pueden
expedir leyes que controlen cuestiones de interés local, como po.
dría serlo el comercio interestatal. Así, los estados pueden regla-
mentar materias que, debido a su número y diversidad, nunca serían
legisladas adecuadamente por el Congreso.
"A pesar de lo anterior, desde Gibbons v. Ogden no se había esti.
mado que los estados pudieran impedir sustancialmente el libre
flujo de comercio de un estado a otro, o para reglamentar esas fases
del comercio nacional que, debido a la necesidad de uniformidad,
exigen que su reglamentación esté a cargo de una sola autoridad.
"Durante cien años se ha aceptado la doctrina de que la cláusula
constitucional relativa al comercio nacional lo apoya y defiende de
legislación estatal hostil, Por ello, a falta de ley aplicable, es la
Corte y no la legislatura local el árbitro final,
"En virtud de lo anterior, se ha dejado a los estados un campo
amplio para la reglamentación de cuestiones de interés local, aun-
que en alguna medida afecte al comercio.
"La Única limitación consiste en que no debería reseingirse el
flujo libre de comercio a través de las fronteras estatales, o interferir
e n aspectos en que la uniformidad de la reglamentación sea de
interés nacional.
"Si un estado puede reglamentar la longitud de los trenes, tam-
bién pueden hacerlo los demás, y no están obligados, en aras de la
seguridad, a establecer la misma limitación como máximo. El efecto
práctico de tal reglamentación es controlar la operación de los trenes
más allá de las fronteras del estado, por la necesidad de separar y
reunir los trenes largos. El impedimento serio al libre flujo de comer-
cio por la reglamentación local de la longitud de los trenes, y la
necesidad práctica de que tal reglamentación, si la hay, debe ser de-
terminada por un solo órgano con autoridad nacional, son evidentes.
"En virtud de lo anterior, la Corte decidió revocar la sentencia
recurrida."
Votaron en contra los Justices Rutledge, Douglas y Black, Este
último manifestó, en su voto particular, lo siguiente:
"En Hennington v. Georgia, un caso que involucró la potestad de
un estado para regular el tráfico interestatal, la Corte dijo: 'Toda la
teoría de nuestro gobierno, federal y estatal, es contraria a la idea de
que las cuestiones de autoridad legislativa puedan depender de las
opiniones de los jueces en cuanto a la sabiduría o a la falta de ella
en la expedición de leyes bajo poderes claramente otorgados a la
legislatura.' Lo que la Corte decide ahora es que reglamentar la lon-
gitud de los trenes n o es una ~olíticagubernamental inteligente.
Por tanto, estoy constreñido a hacer notar mi disentimiento."
UNITED STATES v. PINK
(1942)

ANTECEDENTES:
El Presidente se ha liberado de la necesidad de que el Senado
apruebe, en algunos casos, los tratados. Ello lo logró utilizando 10s
acuerdos presidenciales. A pesar de que dichos acuerdos no
requerían la aprobación del Senado, la Suprema Corte resolvió, en
United States v. Belmont en 1937, que tienen el mismo efecto legal
que los tratados federales. El principio emitido en el caso Belmont
fue confirmado en United States v. Pink.
E1Justice Douglas formuló la sentencia de la Corte.
"La acción fue ejercitada por Estados Unidos para recobrar los
activos de la sucursal en Nueva York de la Primera Compañía Rusa
de Seguros (First Russian Insurance, Co.), que permanecían en ~ o d e r
del demandado después del pago a todos los acreedores del pafs. El
contenido de los alegatos de la demanda era, en resumen, el si.
guiente:
La Primera Compañía Rusa de Seguros, organizada bajo las leyes
del antiguo Imperio Ruso, estableció una sucursal en Nueva York
en 1907. Depositó, de acuerdo con las leyes de Nueva York, cier-
tos activos para asegurar el pago de las reclamaciones que resul-
taran contra su sucursal en dicha ciudad, Por medio de leyes,
decretos y resoluciones, el gobierno ruso nacionalizó, en 1918 Y
1919, las empresas de seguros y todas las propiedades, dondequiera
que estuvieran situadas, de todas las compañías rusas de seguros.
Asimismo, anuló y cancel6 todas las deudas de dichas compañías
y los derechos de los accionistas en sus propiedades, La sucursal de
la Primera Compañía Rusa de Seguros situada en Nueva York con.
tinuó haciendo negocios en la ciudad hasta 1925. En ese tiempo,
la parte demandada, de acuerdo con una orden del ~ r i b u n a l
Superior del estado, tomó posesión de sus activos para una evalua*
ción y dictamen sobre las reclamaciones de los asegurados y acre*
dores en el pafs,
"Acto seguido, todas Ias reclamaciones realizadas por acreedores
estadounidenses fueron pagadas por la parte demandada, dejando
en sus manos un balance de mas de un millón de dólares.
"En 1931, el Tribunal de Apelaciones de Nueva York ordenó a
la parte demandada disponer de ese balance en la siguiente forma:
en primer lugar, para pagar las reclamaciones de acreedores extran-
jeros que habían demandado el aseguramiento antes del proce-
dimiento de liquidación y las reclamaciones que hubieren sido for-
muladas antes de la orden judicial por la que se ordenó a los acree-
dores aceptar una remisidn o quita. Y, en segundo lugar, para pagar
cualquier excedente al Consejo de Administración de la compañía.
En acatamiento de esa orden, el demandado procedió a la liqui-
daci6n de las reclamaciones de los acreedores extranjeros,
"Algunos pagos se hicieron, pero la mayor parte de las reclama.
ciones n o fue pagada, al haberse concedido una suspensión mien-
tras se resolvía la reclamación formulada por Estados Unidos. El 16
de noviembre de 1933, Estados Unidos reconoció a la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas como el gobierno legítimo de
Rusia y aceptó la asignación de ciertas reclamaciones, en un docu-
mento conocido como la Asignación Litvinov. Ésta se dio en forma
de una carta, fechada el 16 de noviembre de 1933, dirigida al presi-
dente de Estados Unidos por Maxim Litvinov, Comisario del
Pueblo para Relaciones Exteriores, que decía:
"De acuerdo con nuestras conversaciones, tengo el honor de
informarle que el gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas está de acuerdo en que, como preparación para un arre-
glo final de las reclamaciones y contrareclamaciones entre su go-
bierno y Estados Unidos, y de las reclamaciones de sus nacionales,
el gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas no da-
rá paso alguno para hacer cumplir sentencias de los tribunales, O
para iniciar nuevos litigios por las cantidades admitidas como adeu-
dadas o que puedan ser encontradas como adeudadas a él, como su*
cesor de los anteriores gobiernos de Rusia, o de otra manera, por par-
te de nacionales estadounidenses, así como la reclamación contra
Estados Unidos por parte de la Flota de Voluntarios Rusos, actual-
mente en litigio en el tribunal de reclamaciones, órgano jurisdic.
cional encargado de resolver reclamaciones hechas por o en contra
del gobierno estadounidense. Tampoco objetará que tales canti-
dades sean asignadas, y ahora libera y asigna todas esas cantidades
al gobierno de Estados Unidos, debiendo notificarse debidamente al
gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en cada
caso, de cualquier cantidad utilizada por el gobierno esta*
dounidense, de tal liberación y asignación.
"El gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
está de acuerdo, además, como cuestión preparatoria al arreglo
antes referido, en no hacer ninguna reclamación con respecto a:
"a) Sentencias dictadas o que se dicten por los tribunales esta-
dounidenses en cuanto se refieran a la propiedad, o a los derechos,
o a intereses relacionados, en las cuales la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas o sus nacionales hayan tenido o puedan pre-
tender tener interés; o
"b) Actos o arreglos realizados por o con el gobierno de Estados
Unidos, o funcionarios públicos de dicho país, o sus nacionales,
relativos a propiedad, créditos u obligaciones de cualquier gobierno
de Rusia o de sus nacionales.
"Lo anterior fue aceptado por el Presidente en la misma fecha.
La acepración, después de describir los términos de la asignación,
concluyó \-le la siguiente manera:
"Me alegro de tener estas promesas de su gobierno y con gusto le
notificaré de cualquier cantidad liquidada por el gobierno de
Estados Unidos, de la renuncia y asignación hechos a su favor,
respecto de las cantidades que se reconocen adeudadas, o que
puedan resultar adeudadas al gobierno de la Unión de Repúblicas
Socialistas Sc)viéticas, y de las cantidades que se encuentren adeu-
dadas por la reclamación de la Flota de Voluntarios Rusos.
"El 14 de noviembre de 1934, Estados Unidos ejercit6 una
acci61-1ante el Tribunal Federal de Distrito de Nueva York, deman.
dando n?.cobrar 10s valores en posesión del demandado. El tribunal
sostuvo, en United States v. Banlc of New Yorlc B T. Co., que los
bien sentados 'principios que gobiernan la conveniente y ordenada
administración de justicia requieren que sea respetada la jurisdic-
ción del tribunal estatal'; y que cualquiera que fuese el 'efecto del
reconocimiento' del gobierno ruso no ponía fin a los procedimien-
tos estatales. El gobierno de Estados Unidos fue remitido al tribunal
estatal para la resolución de su reclamación, sin insinuar opinión
alguna sobre el fondo. Entonces, Estados Unidos solicitó autori-
zación para intervenir en los procedimientos de liquidación. Su
solicitud fue negada 'sin perjuicio de la forma de acción aceptada
por costumbre'. Dicha resolución fue confirmada en apelación.
''P~~teriorrnente, se presentó un recurso ante el Tribunal
Superior. Aducía, entre otras cosas, que Estados Unidos debería ser
tenido por el único y exclusivo propietario con derecho inmediato
a la posesión de todo el fondo sobrante, en manos del demandado.
"Éste negó que la titularidad sobre los fondos fuera de Estados
Unidos y que los decretos rusos tuvieran ese efecto. También expuso
que la o d e n de distribución derivada de la resolución dictada por el
Tribunal de Apelaciones de Nueva York en 1931, no podía ser afec-
tada por la Asignaci6n Litvinov; que esta no era ejecutable porque
estaba condicionada a un arreglo flnal de las reclamaciones y contra-
'reclamaciones; que bajo la ley rusa los decretos de nacionalizació~~
en disputa no producían efectos sobre la propiedad sobre la que no
hubiera tomado posesión el ruso con anterioridad al 22 de
mayo de 1922; que los decretos no tenían efectos extraterritoriales,
conforme a la ley rusa; que si se diesen efectos extraterritoriales a los
decretos, serían confiscatorios y su reconocimiento sería inconstitu-
cional y contrario a la política pública de Estados Unidos y del esta-
do de Nueva York; y que este país, bajo la Asignación Litvinov, actua.
ba meramente como una agencia cobradora del gobierno ruso. Por
tanto, en su opinión, Estados Unidos estaba impedido para pre-
tender título alguno sobre la propiedad en cuestión,
La coritestación se presentó en marzo de 1938. En abril de 1939,
4 Tribunal de Apelaciones de Nueva York emitió SU resolución en
el juicio Moscow F. Ins. Co. v. Bank of New York B T. Co. En
mayo de 1939, el demandado solicitó se desechara la demanda y se
siguiera un juicio sumario, en virtud de que los hechos en el caso
Moscow F. Ins. Co. y el presente, en cuanto al material relevante,
eran 'paralelos', lo mismo que los decretos rusos; y que el caso
Moscow F. Ins. Co. sentó los principios jurídicos que deberían go-
bernar el presente caso. En junio 29 de 1939, el Tribunal Superior
de Nueva York accedió a la moción y desechó la demanda después
de estudiar el fondo, mencionando sólo el caso Moscow F. Ins. CO.
en apoyo de su actuación. El 2 de septiembre de 1939, se sometió
dicho caso ante la Suprema Corte. La sentencia, en ese caso, fue
confirmada por una Corte igualmente dividida. Subsecuentemente,
la división de apelación del Tribunal Superior de Nueva York con-
firmó la orden de desechamiento. El tribunal de Apelaciones con-
firmó, y la Suprema Corte accedió a analizar el caso.
"El Tribunal de Apelaciones de Nueva York sostuvo en Moscow
F. Ins. Co. que los decretos rusos en cuestión no surtían efectos
extraterritoriales. De ser cierto eso, sería decisivo en la presente
controversia. En efecto, Estados Unidos adquirió, bajo la Asignacibn
Litvinov, sólo aquellos derechos que Rusia tenía. Si los decretos
rusos no afectaron los activos de las compañías rusas de seguros en
Nueva York, entonces Rusia no tenía nada que asignar en Estados
Unidos. Pero esa cuestión de Derecho Internacional no puede ser
determinada exclusivamente por el tribunal de un estado. La recla.
mación de Estados Unidos, fundada en la Asignación Litvinov,
plantea una cuestión federal, según el precedente en United States
v. Belmont. La Corte revisar6 o determinará, en forma indepen-
diente, todas las cuestiones de las que en forma necesaria dependa
un derecho federal. En este caso, el título adquirido bajo la Asigna-
ciSn Litvinov depende de una correcta interpretación de la ley rusa.
El decreto ruso comprende los depósitos del First Russian lnsurance
.
Co en Nueva York,
"La cuestión de si se deben dar efectos extraterritoriales al
decreto es un tema diferente. La primera cuestión planteada a ese
respecto es si, bajo el sistema constitucional, se puede permitir que
la legislación de Nueva York se interponga en el camino.
"La decisión del Tribunal de Apelaciones de Nueva York, en el
caso Moscow F. Ins. Co., es inequívoca. Sostuvo que 'bajo la ley de
este estado, tales decretos confiscatorios no afectan las propiedades
reclamadas aquí'; que las propiedades de la sucursal de Nueva York
adquirieron 'un carácter propio' que era 'dependiente' de la ley de
Nueva York; que ninguna 'regla establecida en la costumbre de
respetar los precedentes no obligatorios de otro tribunal, y ninguna
ley del gobierno de Estados Unidos, obliga al estado a abandonar
parte alguna de su control o a compartirlo con un Estado extran-
jero'.
"Esa potestad le fue negada a Nueva York en el caso United
States v. Belmont. Con una diferencia que debe ser notada, el caso
Belmont es determinante en la presente controversia. Ello obedece a
que involucró el derecho de Estados Unidos a recobrar, bajo la
Asignacidn Litvinov, de un depositario o accionista en Nueva York,
los fondos que habían sido nacionalizados por los decretos rusos.
"Por tanto, el criterio del caso Belmont es determinante en la
presente controversia, a menos que el derecho de los acreedores
extranjeros en este procedimiento de liquidación y las disposiciones
que Nueva York ha decretado para su protección, exijan un resulta-
do diferente.
"El caso Belmont anula toda ayuda a la empresa rusa, En ese
caso, la Corte sostuvo que 'Constitución, leyes y política no operan
extraterritorialmente, excepto cuando se trata de los propios ciu-
dadanos estadounidenses. Lo que otro país haya hecho para privar
de propiedades a sus ciudadanos, y especialmente a sus empresas, no
es materia de consideración judicial en Estados Unidos. Esos ciu-
dadanos deben dirigirse a su propio gobierno para cualquier recu-
peración a que pudieran tener derecho'.
"A pesar de lo anterior, se alega que se aplican consideraciones
diferentes en el caso de acreedores extranjeros a quienes el Tribunal
de Apelaciones de Nueva York ordenó la distribución de esos fondos.
El argumento es que el derecho sobre esos fondos fue otorgado por el
decreto de Nueva York y que privarlos de la ~ropiedadviolaría la
quinta enmienda constitucional, que extiende su protección a los
extranjeros. También se argumentó que la Asignación Litvinov no
puede privar a Nueva York de su potestad de administrar el balance
del fondo, de acuerdo con sus leyes, para beneficio de esos acreedores.
"Desde luego, debe hacerse notar que, según parece, todos los
acreedores cuyas reclamaciones surgieron de tratos con la sucursal de
Nueva York fueron pagados. Por tanto, la Corte no se enfrenta a la
cuestión de si la política de Nueva York, de proteger a los llamados
acreedores locales, dándoles ~rioridaden los fondos depositados den-
tro del estado, debiera ser reconocida conforme a la regla establecida
en Clmk v. Willard. El conflicto es entre Estados Unidos y los acree-
dores de la empresa rusa, quienes, suponemos, no son ciudadanos del
país y cuyas reclamaciones no se originaron en transacciones con la
sucursal de Nueva York. En Estados Unidos busca proteger no s61o
sus propias reclamaciones, sino también las reclamaciones de sus
ciudadanos, y éstas no surgieron de transacciones con la empresa
rusa, sino que son contra Rusia o sus ciudadanos.
"La existencia de las reclamaciones y la falta de su pago han
sido, por años, uno de los obstCiculos para el reconocimiento del
régimen de la Unión Soviética por parte del Poder Ejecutivo. El
Congreso reconoció tácitamente esa política, Actuando en pre-
visión de la disposición de los fondos bajo la Asignaci6n Litvinov,
autorizó el nombramiento de un Comisionado para analizar las
reclamaciones de los ciudadanos estadounidenses contra el gobier-
no soviético, en la resolución conjunta del 4 de agosto de 1939.
"Si bien es cierto que la quinta enmienda no impide dar validez
y efectos totales a la Asignación Litvinov, tambiCn lo es que la
decimocuarta enmienda constitucional no impide a los estados con-
ceder prioridad a los acreedores locales sobre los acreedores extran*
jeros y cuyas reclamaciones surgieron en el extranjero (Disconeo
Geselbchaft v. Umheit). Por la misma razón, el gobierno federal no
esta impedido Por la quinta enmienda para asegurar prioridad para
sí mismo y para sus nacionales, frente a tales acreedores. Y no
importa que el procedimiento adoptado por el gobierno federal sea
global e implique una reagrupación de bienes.
"No hay ninguna razón constitucional para que el gobierno
tenga que actuar como agente cobrador de los extranjeros, cuando
da pasos para protegerse a sí mismo o a sus propios nacionales con
respecto a deudas externas. No hay razón alguna por la cual no
pueda asegurar, mediante instrumentos como la Asignación Litwinow,
los bienes ubicados e n Estados Unidos, antes de que vayan al
extranjero a satisfacer reclamaciones de extranjeros propuestas en
otras partes y en las que no se incurrió en conexión con negocios
celebrados en el país. El hecho de que Nueva York haya protegido
las reclamaciones de acreedores extranjeros involucradas en el
asunto, y autorizado su pago, no les da inmunidad frente a aquella
regla general.
"La potestad de reconocimiento puede ser anulada o seriamente
diluida. No se puede poner un obstáculo semejante en el camino de
la rehabilitación de las relaciones entre el país y otra nación, a
menos que la concepción histórica de las facultades y responsabili-
dades del Presidente, en la conducción de los asuntos extranjeros,
sea drásticamente revisada. Fue decisión del poder político que el
completo reconocimiento del gobierno soviCtico requería el ajuste
de todos los problemas importantes, incluyendo las reclamaciones de
los nacionales de Estados Unidos. El reconocimiento y la Asiwción
Litwinow fueron interdependientes. La Corte usurparía funciones del
Ejecutivo si sostuviera que esa decisión no fue final y concluyente
en los tribunales,
"Imponer la política de Nueva York, como la formuló en el caso
de Mosccí, entraría e n conflicto con la ~ o l í t i c afederal y la
reduciría, además de que renovaría algunos de los motivos de
irritación que hablan afectado mucho tiempo las relaciones entre
las dos naciones.
"La Corte determinó que las políticas de los estados vienen a ser
totalmente irrelevantes para el análisis judicial cuando Estados
Unidos, actuando dentro de su esfera constitucional, busca la
aplicación de su política económica en los tribunales. Por ello, el
Justice Sutherland declaró en United States v. Belmont lo siguiente:
'Con respecto a todas las negociaciones y convenios interna*
cionales, y con respecto a nuestras relaciones exteriores en gene-
ral, las líneas estatales desaparecen. Para tales efectos, el estado de
Nueva York no existe.'
"Asimismo, la Corte sostuvo que el derecho sobre los fondos O
propiedades en cuestión quedó otorgado al gobierno soviético como
sucesor de la First Russian Insurance Co.; que dichos derechos
pasaron a Estados Unidos bajo la Asignaci6n Litvinov; y que el país
tiene derecho a la ~ropiedadfrente a la empresa y a los acreedores
extranjeros. Por tanto, resolvió revocar la sentencia y reenviar el
caso al Tribunal Superior de Nueva York, para reponer el proce-
dimiento de manera que no sea inconsistente con esta sentencia."
El Justice Reed y el Justice Jackson no participaron en la dis-
cusión y decisión del caso.
E1Justice Stone, en disenso, manifestó lo siguiente:
"Creo que la sentencia debería ser confirmada. La única
cuestión a resolver consiste en determinar si Nueva York tiene
autoridad constitucional para adoptar sus propias reglas para definir
los derechos sobre propiedades localizadas en ese estado; y, en ese
caso, determinar si esa autoridad ha sido limitada por el ejercicio de
una potestad federal superior mediante el reconocimiento del go+
biemo soviético y la aceptación de su asignación a Estados Unidos
de las reclamaciones contra los nacionales estadounidenses,
incluyendo las propiedades en Nueva York.
"Resulta claro que, bajo la ley de Nueva York, quienes reclaman
en este caso, tanto los acreedores como quienes alegan derechos de
la compañía aseguradora, tienen derechos exigibles sobre las
propiedades localizadas ahí, que han sido reconocidos, aunque no
creados, por las sentencias de sus tribunales. La conclusión ineludi*
ble es que, si no hubiese habido asignación y esta demanda hubiese
sido mantenida por el gobierno sovi6tico luego del reconocimiento,
o por un individuo privado reclamando, con apoyo en una asig.
nación de ese gobierno, la sentencia del tribunal de Nueva York no
hubiera tenido materia revisable aquí.
"No hay nada que se nos señale en los documentos, ni en la co-
rrespondencia diplomática, que sugiera siquiera que Estados Unidos
estuviera e n mejor posición con respecto a la reclamación que
ahora presenta, de la que hubieran podido tener el gobierno soviéti.
co y sus ciudadanos.
"La única obligación que se puede encontrar en la asignación y
su reconocimiento por el Presidente es la de Estados Unidos, que ya
se mencionó, de reportar las cantidades cobradas. Esto, difícil.
mente, puede llamarse asumir una responsabilidad para anular las
defensas válidas que fueron promovidas contra las reclamaciones
asignadas. Los tratados, para no hablar de los acuerdos del Ejecutivo
y de las asignaciones que son mera transferencia de derechos, se
han interpretado hasta ahora de manera que prevalecen sobre la ley
o la política estatales, a menos que sea razonablemente evidente
que ésa fue su intención. Las consecuencias prácticas de la presente
decisión parecerían ser, en cualquier caso, de reconocimiento de un
gobierno extranjero, transferir subrepticiamente al Ejecutivo la
responsabilidad de subordinar la ley estatal a la ley extranjera, con
intención o sin ella, a menos que tal propósito sea explícitamente
descartado."
El Justice Roberts se adhirió a esta opinión.
EDWARDS v. CALIFORNIA
(1941)

ANTECEDENTES:
Un hombre de apellido Edwards fue condenado por violar una
ley de California que establecía que cualquier persona, autoridad o
empresa que ayudara a un indigente, que no fuese residente del
estado, a ingresar y permanecer en él, incurriría en una infracción.
La decimocuarta enmienda constitucional establece, entre otras
cosas, que ningún estado expedirá ley alguna que disminuya los
privilegios e inmunidades de los ciudadanos de Estados Unidos.
El Justice Byrnes formuló la sentencia de la Corte, que revocó la
sentencia del Tribunal Superior del condado de Yucuba, que había
confirmado la condena.
E1Justice Jackson manifestó, en su voto particular, lo siguiente:
"La Corte debería sostener frontalmente que es un privilegio de
la ciudadanía entrar a cualquier estado de la Unión, ya sea para
residir temporal o permanente, o para obtener la ciudadanía local.
"Aquí encontramos la esencia del caso. ¿Acaso la 'indigencia',
como la define por su aplicación la ley de California, constituye
una base para restringir la libertad de un ciudadano, de la misma
manera que un delito o una enfermedad contagiosa autorizan su
restricción?Debemos decir ahora, y no en términos inciertos, que la
mera situación económica de un hombre, sin más, no puede ser uti-
lizada por un estado para probar, calificar o limitar sus derechos
como ciudadano del país. La 'indigencia', en sí misma, no es una
fuente de derechos, ni un fundamento para negarlos. El simple
hecho de carecer de dinero es constitucionalmente irrelevante,
como la raza, las creencias o el color. Estoy de acuerdo con lo que
entiendo que sostiene la Corte como una derogación de los casos
que pudieran indicar lo contrario.
"Cualquier medida que dividiese a nuestros ciudadanos, con
base en el patrimonio, entre una clase que tiene derecho a moverse
de un estado a otro Y otra clase que está ligada por la pobreza al
lugar donde ha sufrido infortunio, no s61o está en contra de la cos-
tumbre y hábitos con que el país se ha extendido, sino que también
es u n golpe miope a la seguridad de la propiedad misma. La
propiedad no tiene ningún enemigo más peligroso, aunque involun-
tario, que aquél que haría de su posesión un pretexto para derechos
civiles desiguales o exclusivos. En virtud de que esos derechos
derivan de la ciudadanía nacional, ningún estado puede imponer
esa limitación, y la Corte no ha sido consultada para decidir si el
Congreso podría hacerlo.
"Creo que California no tenía derecho alguno a cuestionar la
situación económica del hombre a quien el promovente ayudó a
entrar a California, sin prueba alguna de que hubiese violado algu-
na ley o política social que lo hubiera causado, como base para
excluirlo o para castigar a quien le ofreció ayuda."
El Jwtice Douglas también escribió un voto particular, al que se
adhirieron los Justices Black y Murphy. En él dijo que estaba de
acuerdo con el Justice Jackson, en sostener que el derecho a
trasladarse libremente de un estado a otro deriva de la ciudadanía
nacional, protegida por los privilegios e inmunidades de la deci-
mocuarta enmienda constitucional.
HUMPHREY'S EXECUTOR v. UNITED STATES
(1935)

ANTECEDENTES:
En la Ley de Comercio Federal, el Congreso estableció que los
Comisionados designados por el Presidente, por un término de siete
años, con consentimiento del Senado, podrían ser cesados por él,
en caso de ineficiencia, negligencia en el cumplimiento del deber o
conducta ilegal. El Presidente Roosevelt pidió la renuncia prematu-
ra de H u m p h r e ~para nombrar un Comisionado cuyos puntos de
vista armonizaran con los suyos. Humphrey se negó a renunciar y el
Presidente lo cesó. Acto seguido, el funcionario cesado llevó el
asunto al Tribunal de Reclamaciones, el cual, a su vez, consultó la
opinión de la Corte.
El Justice Sutherland formuló la sentencia de la Corte.
"La Comisi6n o agrupación integrada por los Comisionados no
debe ser partidista. Por la naturaleza de los deberes de éstos, debe
actuar con entera imparcialidad. No tiene a su cargo la aplicación
de ninguna política que n o sea la prevista en la ley. Sus obliga-
ciones no son ni políticas ni ejecutivas, sino predominantemente
cuasi-judiciales y cuasi-legislativas, Tal es el caso de la Comisión de
Comercio Interestatal, cuyos miembros son llamados a proporcionar
la opinión de un grupo de expertos 'designados por ley e informados
por la experiencia'.
"Los reportes legislativos, e n ambas Cámaras del Congreso,
reflejan claramente el punto de vista de que era necesario un térmi.
no fijo para la administración justa y eficiente de la ley, Los debates
en ambas Cámaras muestran que el punto de vista prevaleciente era
que la Comisi6n no debería estar 'sujeta a nadie en el gobierno,
sino sólo al pueblo de Estados Unidos'; libre de 'control o dominio
político', o de la 'probabilidad o posibilidad de tal cosa'; para estar
'separada y alejada de cualquier departamento existente del gobier-
no, no sujeto a las 6rdenes del Presidenre'. Aunque la regla general
excluye el uso de debates para explicar el significado de las palabras
de la ley, se puede considerar que reflejan luz sobre su propósito
general y sobre los males que se busca remediar.
"Así, el lenguaje de la ley, los reportes legislativos y los propósi-
tos generales de la legislación, como se reflejan en los debates, se
combinan para mostrar la intención del Congreso al crear un cuer-
po de expertos que ganarían experiencia por la duración del servi-
cio; un cuerpo que sería independiente del ejecutivo, excepto en su
selección, y libre de ejercer su juicio sin el visto bueno o el estorbo
de ningún otro funcionario o de ningún departamento del gobier-
no. Para la realización de estos propósitos, es claro que el Congreso
era de opinión que la duración y certeza del cargo contribuirían en
forma vital. Y sostener que, no obstante, los miembros del comité
continúan en su cargo por la sola voluntad del presidente, sería
deformar, en gran medida, los fines mismos que el Congreso buscó
actualizar al fijar definitivamente el término del cargo.
"Por ello, la Corte sostuvo que la intención de la ley es limitar
la potestad de cese del ejecutivo a las causas enumeradas, cuya exis-
tencia no está siendo sujeto de discusión.
"Para apoyar su alegato, el gobierno se basó principalmente en
Myers o. United States, caso que fue decidido poco tiempo antes y
en el que las opiniones mayoritarias y disidentes revisaron a fondo
la potestad del Ejecutivo para cesar a los funcionarios de referencia.
Una mayor discusión añadiría poco al material ahí reunido. Esas
opiniones examinan con detalle los datos históricos, legislativos y
judiciales que tratan la cuestión, empezando por lo que es llamado
'la decisión de 1789' en el primer Congreso y llegando casi hasta el
día en que las opiniones fueron formuladas. El punto que se decidió
fue únicamente si el Presidente tenía el poder para cesar a un fun-
cionario de correos de primera clase, sin la opinión y el consen-
timiento del Senado, requeridos por la ley del Congreso, En la sen-
tencia de la Corte se encuentran opiniones que tienden a sostener
la pretensión del gobierno, pero éstas están más al15 del punto
involucrado y, por tanto, no caen dentro de la regla de estar a lo
decidido y respetar los precedentes.
"El cargo de un funcionario de correos es tan esencialmente
diferente del caso que ahora analiza la Corte, que la decisión en el
caso Myers no puede ser aceptada para influir en la decisión de este
caso. U n funcionario de correos es un funcionario ejecutivo
restringido a la ejecución de funciones ejecutivas. No se le ha
encargado absolutamente ningún deber relacionado con los poderes
Legislativo ni Judicial. La decisión dada en el caso Myers encuentra
apoyo en la teoría de que un funcionario tal es 5610 una de las
unidades en el departamento ejecutivo y, por tanto, inherente-
mente sujeto al poder ilimitable de cese por el Jefe del Ejecutivo, de
quien es subordinado y ayudante. Haciendo a un lado los criterios
expresados en la sentencia, que pueden ser seguidos si son suficien-
temente persuasivos pero que no obligan, la decisión alcanza a
incluir a todos los funcionarios puramente ejecutivos. No va más
allá; mucho menos incluye a un oficial que no ocupa lugar alguno
en el departamento ejecutivo y que no ejerce parte alguna del
poder Ejecutivo conferido por la Constitución al Presidente.
"La Comisión Federal de Comercio es un cuerpo administrativo
creado por el Congreso para llevar a cabo políticas legislativas con-
tenidas en la ley, de acuerdo con el estándar legislativo que ahí se
señala, y para realizar otras labores específicas como auxiliar en las
tareas legislativas o judiciales. Sus labores se realizan sin licencia del
Ejecutivo y, conforme a la ley, debe estar libre del control de éste.
Al aplicar las disposiciones de la ley con respecto a 'los métodos
inequitativos de competición', es decir, al completar y administrar
los detalles incluidos en aquel estándar general, la Comisión actúa
en parte en forma cuasi-legislativa y en parte en forma cuasi-judicial.
"Si el Congreso no tiene autoridad para señalar las causas por
las que se podría cesar a algún miembro de la Comisión de Comercio
y para limitar, consecuentemente, la facultad de cese del Ejecu-
tivo, esta facultad se convierte automáticamente en absoluta res-
pecto de todos los funcionarios civiles, con la excepción de los jue-
ces, establecida por la Constitución. En el tribunal, el Procurador
General, con encomiable franqueza, reconociendo aparentemente
que esto es cierto, estuvo de acuerdo en que su punto de vista con
respecto a la posibilidad de cesar a los miembros de la Comisión
Federal de Comercio exigía un punto de vista semejante respecto de
la Comisidn de Comercio Interestatal y del Tribunal de Reclamaciones.
Así, la Corte se enfrenta a la seria cuestión de si no sólo los miem-
bros de esos organismos cuasi-legislativos y cuasi-judiciales, sino
también los jueces del Tribunal de Reclamaciones, pueden conti-
nuar en su cargo sólo cuando así lo decida el Presidente.
"La Corte considerd que queda claro, bajo la Constitución, que
el poder ilimitado de cesar no pertenece al Presidente de la Repú-
blica respecto de los funcionarios de la calidad de aquellos men-
cionados. La autoridad del Congreso, al crear organismos cuasi-le-
gislativos o cuasi-judiciales, para exigirles que ejerzan sus funciones
independientemente del control ejecutivo, no puede ser puesta en
duda. Esa autoridad incluye, como un incidente apropiado, la facul-
tad de fijar el periodo durante el cual han de fungir y de prohibir su
cese sin causa justificada, Es evidente que quien mantiene su cargo
únicamente mientras otro lo desea, es alguien de quien no se puede
esperar que tenga una actitud de independencia contra la voluntad
de aquel otro.
"La necesidad fundamental de mantener a cada uno de los tres
órganos primarios del gobierno enteramente libres del control de
una influencia coercitiva, directa o indirecta, por parte de cualquie-
ra de los otros, ha sido enfatizada a menudo y difícilmente estará
abierta a seria duda.
"Determinar si la facultad del Presidente de cesar a un funciona-
rio debe prevalecer sobre la autoridad del Congreso, para condi-
cionar aquella facultad fijando un término definido y ~rohibiendola
remocidn excepto por causa justificada, dependerá de la naturaleza
del cargo, La decisión Myers, sosteniendo la facultad del Presidente
a efectuar por sí mismo el cese, se limita a los funcionarios pura-
mente ejecutivos, Por lo que hace a los funcionarios de la naturaleza
que ahora la Corte considera, ésta sostiene que no puede efectuarse
u11 cese durante el término prescrito para el cual fue designado el
funcionario, excepto por una o más de las causas señaladas en la
ley aplicable."
MYERS v. UNITED STATES
(1926)

ANTECEDENTES:
En 1917, Frank S. Myers fue nombrado por el Presidente
Wilson administrador de correos de Portland, Oregon, por un tér-
mino de cuatro años. Aproximadamente tres años después, Myers
fue cesado por el Presidente, sin el consentimiento del Senado. La
ley de 1876, bajo la cual Myers fue designado, establecía que los ad-
ministradores de correos podrían ser cesados por el Presidente "sólo
con conocimiento y consentimiento del Senado". Durante el cese,
Wilson hizo un nombramiento para ocupar el puesto, pero el Sena-
do nunca lo confirmó. Entretanto, Myers protestó su cese y se negó
a ocupar otro cargo. Cuando expiró el término de cuatro años para
el cual había sido designado, demandó ante el Tribunal de Recla-
maciones de Estados Unidos el salario que se le adeudaba, que
ascendía a $8,838.71. El tribunal falló en contra de Myers, soste-
niendo que había prescrito su derecho a demandar. Estando pen-
diente el litigio, murió Myers. Su viuda llevó el caso ante la
Suprema Corte.
U n interesante aspecto de este caso es que 1osJustices Brandeis y
McReynolds, así como Holmes, disintieron ampliamente de la opi-
nión del Chief Jus tice Taft,
El ChiefJustice Taft formuló la sentencia de la Corte.
"El caso presenta la cuestión de si, bajo la Constitución,el Presidente
tiene el poder exclusivo de cesar a los funcionarios ejecutivos del país, a
los que ha designado con el conocimiento y consentimiento del Senado.
"No hay ningún precepto expreso en la Constitución respecto de
10s ceses, salvo en cuanto a la sección cuarta del artículo segundo, que
prevé la remoción del funcionario en caso de que sea sometido a un
juicio político.
"En la Cáinara de Representantes del primer Congreso, el mar-
tes 18 de mayo de 1789, Madison propuso en el Comité Plenario
que deberían espablecerse tres departamentos ejecutivos, uno de
Relaciones Exteriores, otro del Tesoro y un tercero de Guerra, y
que a la cabeza de cada uno de ellos debería haber un secretario
nombrado por el Presidente con el conocimiento y consentimiento
del Senado, y que podría ser cesado por el Presidente. El Comité
convino en el establecimiento de un Departamento de Relaciones
Exteriores, pero surgió una discusión en cuanto a la facultad del
Presidente para removerlo.
"Madison y los demás involucrados en la discusión pusieron
énfasis en la necesidad de interpretar el artículo segundo en forma
tal que se diera al Presidente el ~ o d e de
r remoción, dada su respon-
sabilidad para conducir la rama ejecutiva. Apoyaron su postura
enfatizando en el deber del Presidente, expresamente declarado en
la sección tercera, de 'velar por que las leyes fueran fielmente ejecu-
tadas',
"Depositar el Poder Ejecutivo en el Presidente fue esencial-
mente el otorgamiento del poder para ejecutar las leyes. Pero el
Presidente, solo y sin ayuda, no podría. Debe hacerlo con la asisten-
cia de subordinados. Este punto de vista ha sido sostenido repetida-
mente por la Corte. Dado que el Presidente debe velar por que las
leyes sean fielmente ejecutadas, debe poder escoger a aquellos que
lo asisten en dicha tarea. Y la siguiente implicación debe ser que,
como su selección de los funcionarios administrativos es esencial,
también debe serlo su poder de remover a aquellos por quienes no
pueda continuar siendo responsable. Se insistió en que el sentido
natural de la expresión Poder Ejecutivo, otorgado al Presidente,
incluía la designación y remoción de sus subordinados ejecutivos.
"Se señaló en el gran debate de 1789 que el poder de remoción
es diferente, en su naturaleza, al de designación. Un veto del Sena*
do, respecto de las remociones, es una limitación mucho mayor
para la rama ejecutiva y una intervención más seria del Legislativo
sobre el Ejecutivo, que el rechazo de un nombramiento propuesto.
"El poder para evitar la remoción de un funcionario que ha servi.
do bajo las órdenes del Presidente, es diferente de la autoridad para
aceptar o rechazar su designación. Cuando se hace una designación,
se puede suponer que el Senado está, o puede estar, tan bien infor-
mado respecto de si el candidato es adecuado como puede estarlo el
Presidente. Pero e n el orden natural las deficiencias en la habilidad,
en la inteligencia, o e n la lealtad en la administración de las leyes,
por parte de quien ha actuado como funcionario bajo las órdenes
del Presidente, son hechos respecto de los cuales éste, o sus subordi-
nados de confianza, deben estar mejor informados que el Senado y,
en consecuencia, el poder para removerlo debe considerarse deposi-
tado, por razones sólidas y prácticas, en la autoridad que tiene el
control administrativo. El poder de remover deriva del poder de
designar, n o del poder de conocer y consentir la designación, y
cuando el otorgamiento del poder ejecutivo se refuerza por el
mandato expreso de cuidar que las leyes sean fielmente ejecutadas,
se enfatiza la necesidad de incluir dentro del Poder Ejecutivo, en la
forma conferida, el poder exclusivo de remover.
Referir el poder completo de remover a la legislación general
del Congreso, no está de acuerdo con el plan de gobierno previsto
por los autores de la Constitución. Nunca pudo pretenderse dejar al
Congreso una discreción ilimitada para variar fundamentalmente la
actuación de la gran rama independiente de gobierno que es la eje-
cutiva, y así debilitarla seriamente. La inclusicin de la remoción de
funcionarios ejecutivos en el poder otorgado al Presidente en el
artículo segundo, de acuerdo con su definición usual, y la impli-
cación de derivar su poder de remoción de tales funcionarios de la
disposición de la sección segunda, que expresamente le reconoce el
poder de nombrarlos, son una fuente mucho más natural y apropia-
da del poder de remover.
Es razonable suponer tambien que, si se hubiese querido dar al
Congreso el poder para regular o controlar las remociones de la
manera sugerida, se hubiera incluido entre los poderes legislativos
específicamente enunciados en el artículo primero, o en las limita-
ciones especificadas para el Poder Ejecutivo en el artículo segundo.
La diferencia entre el Poder Legislativo otorgado al Congreso por el
artículo primero, que está limitado a los poderes ahí enumerados, Y
el otorgamiento más general del Poder Ejecutivo al Presidente en el
artículo segundo, es significativa.
"El hecho de que no se haya puesto ningún límite expreso en el
poder de remoción del Ejecutivo, es una indicación convincente de
que no se intentó poner ningún límite.
"Un argumento fuertemente sostenido en la demanda, consistió
en que el caso concierne únicamente a un administrador de correos,
que es un funcionario inferior, que ese cargo no estaba incluido en
la decisión legislativa de 1789, que se refería sólo a los altos fun-
cionarios que deberían ser designados por el Presidente con el
conocimiento y consentimiento del Senado.
"La Corte manifestó que, mientras el Congreso no reglamente
las remociones, como accesoria al ejercicio de su facultad constitu-
cional para otorgar nombramientos de los funcionarios menores a
los titulares de los departamentos, el poder de remoción debe per-
manecer donde la Constitución lo coloca: en el Presidente, de
acuerdo con la decisión legislativa de 1789.
"Por tanto, por las razones expuestas, la Corte sostuvo que la
estipulación de la ley de 1876, por la cual el poder irrestricto de
remover a los administradores de correos de primera clase es negado
al Presidente, es violatoria de la Constitución y, por lo tanto, invá-
lida. Así, confirmó la resolución del tribunal de reclamaciones."
El Justice Holmes manifestó lo siguiente:
"Los Justices McReynolds y Brandeis han discutido la cuestión
que se nos presenta, con una investigación exhaustiva, y yo digo unas
cuantas palabras sólo para enfatizar mi aceptación de su conclusión.
"Se trata de una oficina que debe su existencia al Congreso y que
éste puede suprimir mañana. Su duración y el salario de sus miem.
bros dependen únicamente del Congreso. Éste confirió al Presidente
la facultad de nombrar al titular y puede, en cualquier tiempo, pasar-
la a otras manos. Con tal poder sobre su propia creación, lo mismo
puedo aceptar que el Congreso haga el cargo vitalicio, libre de cual-
quiera interferencia, como puedo aceptar la potestad indudable del
Congreso para ponerle fin. Tampoco tengo para aceptar su
poder para prolongar el cargo, hasta que el Congreso o el Senado
consientan en su remoción. El deber del Presidente de ver que las
leyes sean ejecutadas es un deber que no va más allá de las propias
leyes, ni le exige que logre más de lo que el Congreso piense dejar
dentro de sus facultades."
Por su parte, ellustice McReynolds manifestó lo siguiente:
"No se debe olvidar la larga lucha para alcanzar una reforma del
servicio civil y una legislación destinada a dar cierta seguridad a los
cargos oficiales. Una y otra vez, el Congreso ha expedido leyes para
restringir las remociones y, al aprobarlas, muchos Presidentes han
confirmado que tienen poder para hacerlo.
"Más allá de toda discusión, se podría investir al Presidente con
una autoridad fuera del control del Congreso para cesar arbitraria-
mente a todos los funcionarios que designa, con excepción de unos
cuantos jueces, No existen tales palabras en la Constitución.
"Hace mucho que el Congreso ha sostenido vigorosamente su
derecho a restringir las remociones, y n o hay ninguna práctica
ejecutiva basada en un punto de vista contrario. El Presidente ha
cesado frecuentemente a funcionarios, y se ha admitido que puede
hacerlo, con el consentimiento expreso o implícito del Congreso;
pero la presente teoría es que puede pasar sobre la voluntad declara-
da de ese cuerpo, Esto va más allá de cualquier práctica aprobada o
seguida hasta ahora. Entra en conflicto con la historia de la Consti-
tución, con las reglas ordinarias de interpretación, y con la inter-
pretación aprobada desde el principio por el Congreso y enfática-
mente sostenida por esta Corte.
"En cualquier búsqueda racional de respuestas para las preguntas
que surgen de este expediente, es importante no olvidar que &te es
un gobierno de facultades limitadas, enumeradas en forma definida
Y otorgadas por una Constituci6n escrita; que la Constitución debe
ser interpretada atribuyendo a sus al abras el significado que tenían
al tiempo de su adopción y conforme a las reglas de interpretación
comúnmente aceptadas, a su historia, a las prácticas largo tiempo
continuadas bajo ella, y a las opiniones relevantes de esta Corte;
que la Constitución dota al Congreso de plenos poderes para
establecer oficinas y caminos de correos; que ejercitando esos
poderes durante los años de 1789 a 1836, el Congreso estableció las
administraciones de correos y depositó la facultad de nombrar y
remover a quienes estarían al fiente de ellas, al administrador ge-
neral; que la Constitución no contiene palabras que específica-
mente otorguen al Presidente la facultad de remover a 10s fun-
cionarios debidamente designados. Y es un hecho definitivamente
aclarado que no ~ u e d eremover a aquellos que no ha nombrado,
quienes ciertamente sólo pueden ser removidos en la forma en que
el Congreso lo permita; y que los administradores de correos son
funcionarios menores, dentro del significado del artículo segundo,
sección segunda, de la Constitución."
El Justice Brandeis disintió y manifestó lo siguiente:
"La separación de los poderes de gobierno no hizo a cada ramo
completamente autónomo. Dejó a cada uno, en alguna medida,
dependiente de los otros, así como dejó a cada poder, en algunos
aspectos, el ejercicio de funciones que en su naturaleza son ejecuti-
vas, legislativas y judiciales. Es obvio que el Presidente no puede ase-
gurar la completa ejecución de las leyes si el Congreso le niega los
medios adecuados para ello. La ejecución completa puede ser impe-
dida si el Congreso se niega a crear los cargos indispensables para
ese propósito. O porque, habiéndoles creado, se niega a hacer la
indispensable dotación de fondos. O porque, habiendo creado el
cargo y habiéndole hecho la asignación correspondiente, impone
restricciones que impidan la designación de los funcionarios cuya
calidad y carácter sean indispensables para la ejecución eficiente de
la ley. Si en alguna de esas maneras se niegan al Presidente los
medios adecuados, la culpa recaerá e n el Congreso. El Presidente
ejecuta cabalmente su deber constitucional si, con los medios e
instrumentos proporcionados por el Congreso, y dentro de las limi-
taciones prescritas por éste, hace su mejor esfuerzo para asegurar la
fiel ejecución de las leyes expedidas,
"La doctrina de separación de poderes fue adoptada por la
Convención de 1787, no con el fin de promover eficiencia, sino de
evitar el ejercicio del poder arbitrario. El propósito no fue evitar
fricción, sino, por medio de la inevitable fricción ajena a la dis-
tribución de los poderes de gobierno en tres ramos, salvar al pueblo
de la autocracia. Con el objeto de prevenir la acción ejecutiva arbi-
traria, la Constitución estableció en sus términos que las designa-
ciones presidenciales fuesen hechas con el consentimiento del
Senado, a menos que el Congreso dispusiera otra cosa."
MISSOURI v. HOLLAND, U.S. GAME WARDEN
(1920)

ANTECEDENTES:
El Estado de Missouri interpuso una demanda para evitar que un
guardabosques de Estados Unidos tratara de imponer la Ley del
Tratado de Aves Migratonas del 3 de julio de 1918, y las disposiciones
dictadas conforme al mismo por el Secretario de Agricultura. La
demanda se basó en que la reglamentación viola la soberanía de los
estados.
El 8 de diciembre de 1916 se celebró un tratado entre Estados
Unidos y Gran Bretaña. En él se decía que muchas especies de aves,
en su migración anual, atraviesan partes de Estados Unidos y de
Canadá. Dichas aves tienen un gran valor, pues destruyen insectos
que dañan la vegetación, pero estaban en peligro de exterminio por
falta de una protección adecuada. Por tanto, el tratado preveía san.
ciones específicas y otras formas de protección, y establecía que las
dos potencias propondrían a sus cuerpos legislativos las medidas
necesarias para cumplir el tratado, La ley antes mencionada, del 3
de julio de 1918, prohibía matar, capturar o vender algunas de las
aves migratoiias incluidas en los términos del tratado, salvo en la
medida en que lo permitieran las disposiciones compatibles con
esos términos y expedidas por el Secretario de Agricultura. La
cuestión planteada era si el tratado y la ley son nulos por interferir
con los derechos reservados a los estados.
E1Justice Holmes formuló la sentencia de la Corte,
"La Corte determinó que, para resolver el caso, no basta refe-
rirse a la décima enmienda constitucional, que reserva a los estados
las facultades no delegadas al gobierno federal pues, conforme al
artículo segundo, sección segunda, la facultad para celebrar tratados
se delega expresamente a la Unión y, según el artículo sexto, los
tratados celebrados bajo la autoridad de Estados Unidos, junto con
la Constitución y las leyes de dicho país, que sean acordes a aquélla,
se declaran ley suprema del país.
"Si e1 tratado es válido, no puede haber discusión sobre la validez
de la ley, bajo el artículo primero, sección octava, como una manera
necesaria y adecuada para ejercitar las facultades del gobierno.
Como el lenguaje de la Constitución en cuanto a la supremacía de
los tratados es general, la cuestión a resolver se reduce a un análisis
de los fundamentos que se dan a la presente supuesta excepción.
"Se dice que un tratado no puede ser válido si viola la Consti-
tución; que, por tanto, hay límites a la facultad de celebrar tratados;
y que uno de esos límites es que lo que una ley del Congreso, por sí
sola, no puede hacer en derogación de las facultades reservadas a los
estados, tampoco puede hacerlo un tratado. Una ley anterior del
Congreso que trató por sí misma, sin ser expedida en cumplimiento
de un tratado, de regular Ia caza de aves migratorias dentro de los
estados, fue declarada inválida por un tribunal de Distrito. Esas
decisiones se apoyaron en el argumento de que las aves migratorias
eran propiedad de los estados, para beneficio de sus pueblos, y en
que en casos como Greer v . Connecticut, ese control era algo que el
Congreso no podía tocar. El mismo razonamiento se aplica ahora,
con igual fuerza.
"lndependientemerzte de que esos dos casos hubieran sido
resueltos correctamente o no, las leyes del Congreso son la ley
suprema del país sólo cuando se hacen d e acuerdo c o n la
Constitución, mientras que los tratados declaran ser tales bajo la
autoridad de Estados Unidos. Queda por resolver la cuestión de si la
autoridad de Estados Unidos significa más que los actos formales
prescritos para celebrar el convenio. La Corte no quiere decir que
no haya límites a la facultad de celebrar tratados; pero deben ser
señalados de diferente manera. Es obvio que puede haber asuntos
de la más grave exigencia para el bienestar nacional con los que no
podrfa emplearse una ley del Congreso, pero sí podrían manejarse
por un tratado seguido de una ley, y no se debe suponer a la ligera
que, en asuntos que requieren una acción nacional, no se encuentre
una potestad que debe pertenecer a todo gobierno civilizado y
residir en alguna parte de él.
"Todavía no se está discutiendo el presente caso, sino sólo con.
siderando la validez de la medida o prueba señalada. Al respecto, se
debe añadir que, cuando se trata de palabras que también son un
acta constitutiva, como la Constitución del país, hay que entender
que crearon un ente cuyo desarrollo no pudo haber sido completa-
mente previsto. El caso debe ser analizado a la luz de toda la ex-
periencia de la Corte, y no simplemente a la luz de lo que se dijo
cien años atrás. El tratado en cuestión no contraviene ningún texto
prohibitivo que se encuentre en la Constitución. La única cuestión
es determinar si está prohibido, por alguna cuestión que no resulte
evidente, de los términos generales de la décima enmienda consti-
tucional. Por ello, la Corte debe considerar lo que el país ha llegado
a ser, al decidir qué es lo que la enmienda ha reservado,
"El estado, como lo hemos dicho, funda su pretensión de autorid
dad exclusiva en un derecho a las aves migratorias, un derecho
establecido en una ley. No hay duda de que, por lo que concierne al
estado y a sus habitantes, aquél puede reglamentar la caza y venta
de tales aves, pero de ello no se sigue que su autoridad excluya a los
poderes supremos. Las aves en estado salvaje no son posesión de
nadie; y la posesión es el comienzo de la propiedad. Todo el funda-
mento del derecho del estado es la presencia, en su jurisdicción, de
aves que ayer no habían llegado, que mañana pueden estar en otro
estado, y en una semana a muchas millas de distancia.
"La Corte determinó que en el caso está involucrado un interés
nacional casi de primera magnitud; sólo puede ser protegido por
una actuación nacional. La materia del tratado está sólo transito-
riamente dentro del estado, y no tiene ahí un hábitat permanente.
A no ser por el tratado y por la ley, pronto podría ya no haber aves
a reglamentar por ninguna potestad. Además, determin6 que no
encontró nada en la Constitución que obligue al gobierno a no
actuar mientras una especie se extingue y son destruidos los pro-
tectores de nuestros bosques y de nuestras cosechas, No basta dejar
el asunto a los estados,"
Los Justices Van Devanter y Pitney disintieron,
UNITED STATES v. E. C. KNIGHT Co.
(1895)

ANTECEDENTES:
La empresa American Sugar Refining Co. obtuvo el control casi
completo de la elaboración y distribución de azúcar refinada al
comprar las acciones de E.C. Knight Co. y de otras tres refinerías de
Filadelfia. El gobierno demandó la cancelación del contrato, en
base a la Ley Sherman Antimonopolios, de 1890, alegando que consti-
tuía una combinación que restringía el comercio entre los estados.
Los tribunales federales inferiores negaron la solicitud y la Corte
confirmó la resolución.
Cabe señalar que la sección 8 , inciso 3, del artículo primero de
la Constitución federal, establece que el Congreso tendrá potestad
para regular el comercio con las naciones exteriores, entre estados y
con las tribus indias,
El ChiefJustice Fuller formuló la sentencia de la Corte.
"La cuestión fundamental es si, concediendo que la existencia
de un monopolio está probada, ese monopolio puede ser suprimido
directamente, en base a la ley del Congreso.
"NO se puede negar que la ~otestadde un estado para proteger
la vida, salud y prosperidad de sus ciudadanos; para preservar el
buen orden y la moral ~ública;y para gobernar a los hombres y los
bienes dentro de los límites de su territorio, es un poder originario
de los estados, que no ha sido cedido por ellos al gobierno federal,
ni restringido por la Constitución del país. Se dejó a los estados vi-
gilar a sus ciudadanos respecto de las cargas de un monopolio y de
los males resultantes de la restricción del comercio; y la Corte ha
reconocido que es de ellos esa potestad, hasta el punto de sostener
que, cuando un empleo o negociación pertenecientes a individuos
privados lleguen a participar de un asunto de gran importancia e
interes público, seguirá estando sujeto a la ~otestadregulativa de la
legislación estatal. Por otra parte, la ~otestaddel Congreso para
regular el comercio entre los diversos estados es también exclusiva.
"La Corte resolvió que la facultad para tratar directamente el
caso de un monopolio puede ser ejercido por el gobierno federal,
siempre que el comercio interestatal o internacional puedan ser
afectados. Para viciar un contrato, no es esencial que su resultado
sea un monopolio completo: es suficiente que tienda realmente a
ese fin y que prive al público de las ventajas que fluyen de la libre
competencia. Por tanto, el Congreso no intentó ejercer su potestad
de tratar con el monopolio directamente como tal. Es cierto que se
alega que los productos de esas refinerías eran vendidos y distribui-
dos entre los diversos estados, pero esto no es más que decir que el
intercambio y el comercio ayudaron a la producción a servir su fun-
ción, Por ello, la Corte resolvió confirmar."
El Justice Harlan, en disenso, manifestó lo siguiente:
"Esta Corte parte de la base de que, de acuerdo con el expe-
diente, el resultado de la transacción a que se refieren la demanda y
las pruebas fue la creación de un monopolio en la manufactura de
un artículo necesario para la vida. Si esta combinación afecta direc-
ta o necesariamente el comercio interestatal, no puede ser restringi-
da o suprimida bajo alguna potestad otorgada al Congreso. Deberá
lamentarse que los estadistas patriotas que elaboraron la Cons.
titución no hubieran previsto la necesidad de investir al gobierno
federal con poder para tratar con los monopolios gigantescos que
tienen en sus manos, y de manera injuriosa controlan, para su pro-
pio interés, todo el comercio entre estados, de productos alimenti-
cios que son esenciales para los hogares del país.
"¿Qué es el comercio entre estados?Las decisiones de esta Corte
contestan plenamente la pregunta: 'El comercio es indudablemente
tráfico, pero es algo más: es intercambio.' No incluye el tráfico
completamente interior de los respectivos estados, el que es
efectuado entre hombres en un estado, o entre diferentes partes del
mismo estado, y que no se extiende ni afecta a otros estados, pero sí
incluye toda especie de intercambio comercial entre Estados
Unidos y las naciones extranjeras y entre los estados; por tanto,
incluye todo tráfico o intercambio, venta, compra e intercambio de
productos, en cuanto afecta directamente el interés del pueblo de
Estados Unidos. Tal como la palabra se usa en la Constitución, el
comercio es una unidad, y no puede detenerse en la frontera exter-
na de cada estado, sino que puede ser introducido al interior.
"Pareciera indiscutible que ninguna combinación de empresas o
individuos puede, e n derecho, imponer restricciones ilegales al
comercio interestatal, ya sea en el transporte o en el tráfico o inter-
cambio interestatal que rece de la transportación, como tampoco
puede, en derecho, imponer restricciones irrazonables al tráfico
completamente interno de un estado."

143
F A L L ~HIST~RI(SS
S DE W SUpllEMA CORTE VE JUSTICIA DE &TAM<: U N I ~
COLLECTOR v. DAY
(1871)

ANTECEDENTES:
Varias leyes expedidas por el Congreso en 1864 preveían un
impuesto del 5% sobre todos los ingresos superiores a $1,000. Day,
juez de un condado en Massachusetts pagó el impuesto bajo protes-
ta y luego acudió ante el tribunal de Circuito para recuperar lo pa-
gado. Contra la sentencia favorable a Day, el gobierno federal
interpuso un recurso ante la Corte.
El caso plantea la cuestión de si el Congreso está o no facultado,
bajo la Constitución de Estados Unidos, para obligar al pago de un
impuesto sobre el salario de un funcionario judicial de un estado.
La Corte concedió que el poder impositivo de los estados se
limitaba a un poder similar al del gobierno de la Unión; que los
estados lo conservaban y que debería ser ejercido concurrentemente
por los dos gobiernos; y, también, que no había una disposición
constitucional que expresamente prohibiera a los estados establecer
impuestos a cargo de los medios u organismos del gobierno federal.
Pero sostuvo que lo anterior estaba prohibido en forma implícita. Y
que, de otra manera, los estados podrían gravar en una forma que
entorpeciese, si no anulase del todo, las operaciones de las autori-
dades federales cuando actúan dentro de su esfera apropiada.
En el caso Dobbins v. The Commissioners of Ene, la Corte deter-
minó que estaba prohibido a los estados, en una interpretación co-
rrecta de la Constitución, gravar los salarios o emolumenros de un
funcionario del gobierno de Estados Unidos, Bajo la misma inter-
pretación, y por razones semejantes, al gobierno le está prohibido
gravar el salario de un funcionario estatal,
Es una regla general de interpretación de la Constitución federal
que los gobiernos de los estados permanecieran inalterados, excepto
cuando ciertas facultades fueran conferidas al gobierno de Estados
Unidos. Para que la intención de los constituyentes en este aspecto
no fuera a ser malinterpretada,esta regla se declarb expresamente en
la décima enmienda constitucional, como sigue: "Los poderes no
delegados a Estados Unidos se reservan a los estados, o al pueblo,
respectivamente.''
En consecuencia, el gobierno de Estados Unidos no puede recia-
mar facultades que no le han sido otorgadas por la Constitución, y
las facultades otorgadas de hecho deben ser aquellas que están
expresamente dadas, o que están dadas por implicación necesaria.
El gobierno federal y los estados son soberanías distintas y sepa-
radas, que actúan en forma distinta y separada una de otra, dentro de
sus respectivas esferas. El gobierno federal, en su esfera separada, es
supremo; pero los estados, dentro de los límites de los poderes no
otorgados, o que se han "reservado" en el lenguaje de la décima en-
mienda constitucional,son tan independientes del gobierno federal co-
mo ese gobierno es, dentro de su esfera, independiente de los estados.
Las relaciones que existen entre los dos gobiernos han sido bien
expresadas por el ChiefJustice Chase en el caso de Lane County v.
Oregon: "Tanto los estados como Estados Unidos", hizo notar,
"existían antes de la Constitución, El pueblo, a través de ese instru-
mento, estableció una unión más ~erfecta,al instituir un gobierno
nacional que actuase con amplios poderes directamente sobre los
ciudadanos, en lugar de un gobierno confederado que actuaba, con
poderes muy restringidos, únicamente sobre los estados. Pero, en
muchos de los artículos de la Constitución, la necesaria existencia
de los estados, y su autoridad independiente dentro de sus esferas
propias, han sido claramente reconocidos. A ellos ha sido entregada
o reservada casi toda la carga de la reglamentación interior. A ellos
y al pueblo han sido reservados todos los poderes que no han sido
expresamente delegados al gobierno federal," Examinando la
Constitución, se encontrar6 que sólo algunos de los artículos de ese
instrumento podrían ser llevados a efectos prácticos sin la existen-
cia de los estados.
Por lo tanto, la supremacía del gobierno federal, en que tanto se
apoyan los promoventes respecto de la cuestión que se nos plantea,
no puede ser sostenido. Los dos gobiernos están en igualdad, y la
cuestión es si la facultad para imponer y cobrar impuestos permite
al gobierno federal gravar el salario de un funcionario judicial del
estado, funcionario que representa un medio o instrumento emplea-
do para llevar a cabo la ejecución de una de sus funciones más
importantes, que es la aplicación de las leyes, y que concierne a un
derecho reservado a los estados.
Por lo anterior, la Corte decidió confirmar la sentencia.
E1Justice Bradley se manifest6 e n contra:
"Disiento e n este caso de la opinión de la Corte, porque me
parece que el gobierno federal tiene la misma facultad de gravar los
ingresos de los funcionarios de los estados, que de gravar a sus pro-
pios funcionarios. Es el gobierno común de todos y se presume que
todo ciudadano confía en su propio gobierno e n materia de
impuestos. Nadie deja de ser un ciudadano de Estados Unidos por
ser funcionario de un gobierno estatal. No puedo aceptar la doctri-
na de que el gobierno federal deba ser visto en forma alguna como
extraño o antagónico a los gobiernos de los estados, a sus funciona-
rios o a su pueblo. Tampoco puedo aceptar que se admita la presun-
ción de que el gobierno federal pueda actuar de una manera hostil
con respecto a la existencia o funciones de los gobiernos estatales,
que son partes constitutivas del sistema o cuerpo político que forma
la base en que el gobierno federal se funda. Que los gobiernos de los
estados graven a los empleados del gobierno federal, en ejercicio de
sus facultades, es cosa diferente.
"Tal facultad impositiva involucra una interferencia con las fa-
cultades de un gobierno en el que los otros estados y sus ciudadanos
están igualmente interesados, junto con el estado que establezca el
impuesto. A mi juicio, la limitacirjn a la facultad impositiva del
gobierno federal, que la presente decisirjn establece, será muy difícil
de controlar. ¿Dónde debemos detenernos al enumerar las funcio-
nes de los gobiernos estatales con las que interferiría un impuesto
federal? Si un estado incorpoia un ferrocarril para llevar a cabo sus
propósitos de mejoría interna, o un banco para apoyar su situacicin
financiera, reservando al vez un porcentaje de las acciones o utili-
dades para proveer a su propio tesoro, jestarán las acciones o bonos
de tal institución libres de impuestos federales? ¿Cómo podemos
predecir ahora cuál será el efecto de esta decisión? No puedo sino
encontrarlo fundado en una falacia, que llevará a malas consecuen-
cias. Me opongo tanto como el que más a cualquier interferencia
del gobierno federal con las facultades justas de los gobiernos
estatales. Pero no ~ u e d etraerse a la mente fácilmente ninguna de
las facultades justas del gobierno federal. Por tanto, considero mi
deber dejar al menos constancia de mi disenso cuando aparezca que
se h a hecho una concesión tal. Una discusión extensa del asunto
no serviría a ningún propósito útil."
McCULLOCH V. MARYLAND
(1819)

ANTECEDENTES:
En 1817 se estableció en Baltimore una sucursal del Banco de
Estados Unidos, el segundo banco del país. U n año después,
Maryland expidió una ley gravando con cierto impuesto a los ban-
cos que no hubieran sido concesionados por el estado. Los tri-
bunales de Maryland sostuvieron la validez del impuesto. El banco
llevó el caso ante la Suprema Corte.
El Justice Marshall formuló la sentencia de la Corte.
"Un estado soberano niega la obligatoriedad de una ley expedi-
da por el Congreso de la Unión, y el promovente impugna la
validez de una ley expedida por la legislatura de ese estado. Se debe
analizar la Constitución de nuestro país en una de sus partes más
interesantes y vitales: cuando el conflicto de poderes entre el go-
bierno federal y los gobiernos estatales está a discusión. Entonces, la
Corte debe emitir una sentencia, que muy posiblemente influirá en
las relaciones entre ambos.
"La primera cuestión a analizar es si el Congreso tiene facul-
tades para concesionar un banco,
"Si alguna afirmación merece la aprobación universal de la
humanidad, es que el gobierno de la Unión, aunque limitado en sus
facultades, es supremo en su esfera de acción. Esto pareciera resultar
necesariamente de su naturaleza. Es el gobierno de todos: sus po-
deres o facultades son delegados por todos; representa a todos, y
actúa por todos. Aunque cualquier estado puede aspirar a controlar
sus operaciones, ninguno está dispuesto a permitir que otros lo con-
trolen. La nación, en aquellas materias en las que puede actuar,
debe necesariamente vincular a sus partes componentes. Pero esta
cuestión no se deja sólo a la razón: el pueblo ha decidido que la
Constitución y las leyes de Estados Unidos, que sean expedidas de
acuerdo con ella, sean la ley suprema del país, Por ello ha exigido
que los miembros de las legislaturas de los estados, y las autoridades

148
FALLOS ~ l s T d R l C 0DE~ U\ SUPRE~IA
CORTE. DE JUSTICIADE ESTACOS UNIDC'S
de las ramas ejecutiva y judicial de los mismos, le ofrezcan el jura-
mento de fidelidad.
"Por tanto, el gobierno de Estados Unidos, aunque limitado en
sus facultades, es supremo; y sus leyes, cuando son acordes con la
Constitución, son la ley suprema del país.
"Entre las facultades expresas no se encontró la de establecer un
banco o concesionar una empresa. Pero no hay ninguna frase que
excluya las facultades incidentales o implícitas; o que exija que toda
facultad otorgada esté descrita expresamente y en detalle. Inclusive,
la décima enmienda constitucional omite la palabra "expresamen-
te", y sólo declara que las facultades no delegadas a Estados Unidos,
ni prohibidas a los estados, se reservan a éstos o al pueblo, De esta
manera dejó que la cuestión de si una facultad o potestad en parti-
cular, que esté sujeta a controverii- había sido delegada a un go-
bierno o prohibida al otro, dependa de una correcta interpretación
de todo el documento,
"Si una Constitución previera detalladamente todas las subdivi-
siones posibles de sus grandes facultades, y de todos los medios por
los cuales pudieran ser ejecutadas, participaría de la prolijidad de un
Código legal, y difícilmente ~ o d r í aser dominada por la mente
humana, Probablemente nunca sería entendida por el pueblo. Por
tanto, su naturaleza requiere que s610 sus grandes lineamientos sean
establecidos, sus objetivos importantes señalados, y que los ingre-
dientes menores que componen esos objetivos sean deducidos de SU
naturaleza misma.
"Aunque entre las facultades enumeradas del gobierno no se
encontraron las palabras banco o concesión, sí se encontraron las
amplias facultades para establecer y cobrar impuestos; para ~ e d i r
dinero prestado; para regular el comercio; para declarar y conducir
una guerra; y para levantar y sostener ejércitos y armadas. Todas las
relaciones exteriores y una considerable porción de la industria de
la nación son confiados a su gobierno. Nunca ~ o d r í a re tenderse
que estos vastos poderes traen consigo otros de menor importancia,
sólo porque sean inferiores, Tal idea nunca ~ u e d eser os tu la da.

149
FALLOS~ ~ I S T ~ RbIECLAO SUPRE~H
S CORTEDE JUSTICIA DE ESTADOS UNIWS
Pero sí puede sostenerse, con mucha razón, que a un gobierno al
que se han confiado esos poderes tan amplios, de cuyo debido ejer-
cicio dependen tan vitalmente la felicidad y la ~ros~eridad de la
nación, también deben confiársele amplios medios para ese ejerci-
cio. Dado el poder, está en el interés de la nación facilitar su ejerci-
cio. Nunca puede ser su interés, y no se puede presumir que haya
sido su intención, entorpecer su ejercicio suprimiendo los medios
apropiados.
"La Constitución de Estados Unidos no ha dejado a la opinión
general el derecho del Congreso a emplear los medios necesarios
para la ejecución de las facultades conferidas al gobierno. A la enu.
meración de sus facultades se agrega la de expedir 'todas las leyes
que sean necesarias y adecuadas para ejecutar las facultades anterio-
res, y todas las conferidas por esta Constitución al gobierno de
Estados Unidos, o a cualquier departamento del mismo'.
"Los abogados del estado de Maryland han expresado varios
argumentos para probar que lo anterior, en realidad, es una restric-
ción de la facultad general que, de otra manera, pudiera pensarse
implícita, de seleccionar los medios para ejecutar las facultades enue
meradas.
"El resultado del análisis más cuidadoso y atento del precepto
deriva en que, si no amplía, no puede interpretarse como restrictiva
de las facultades del Congreso, o para impedir el derecho de la le-
gislatura para ejercer su mejor juicio en la selección de los medios
para llevar a ejecución las facultades constitucionales del gobierno.
Si no es posible sugerir otro motivo para su inclusión, se encuentra
uno suficiente en el deseo de quitar toda duda respecto del derecho
a legislar en esa gran masa de facultades incidentales que deben
estar involucradas en la Constitución, si es que ese instrumento no
ha de ser una espléndida trivialidad ornamental.
"Admitimos, como todos, que las facultades del gobierno son
limitadas, y que sus límites no deben ser rebasados. Pero pensamos
que una sólida interpretación de la Constitución debe conceder a la
legislatura nacional una discreción tal, con respecto a los medios
por los cuales las facultades que confiere deben ser llevadas a ejecu-
ción, que permitirá a ese cuerpo realizar los altos deberes que se le
asignan, de la manera más benéfica para el pueblo. Si el fin persegui-
do es legítimo, si está dentro del alcance de la Constitución, todos
los medios que sean adecuados, que estén claramente adaptados a
ese fin, que no estén prohibidos, sino que sean consistentes con la
letra y el espíritu de la Constitución, son constitucionales.
"Después de la más cuidadosa deliberación, la Corte resolvió por
unanimidad, que la ley que concesiona el Banco de Estados Unidos
es un acto legal realizado en acatamiento a la Constitución, que es
parte de la ley suprema del país.
"Las sucursales que proceden del mismo banco y son estableci-
das para el completo cumplimiento del objetivo, son igualmente
constitucionales. Hubiera sido impropio localizarlas en la conce-
sidn, y hubiera sido innecesariamente inconveniente emplear la
facultad legislativa para crear esos establecimientos subordinados.
Se señalan los grandes deberes del banco; esos deberes requieren
sucursales; y pensamos que al mismo banco puede ser confiada la
selecci6n de los lugares donde esas sucursales deben ser instaladas;
reservando siempre al gobierno el derecho a exigir que una sucursal
sea establecida donde se estime necesario.
"Siendo la opinión de la Corte que la concesión al banco es
constitucional y que la facultad para establecer una sucursal en el
estado de Mar~landpuede ser correctamente ejercida por el banco
mismo, se procede a analizar si el estado de Maryland puede gravar
a esa sucursal sin violar la Constitución.
"El hecho de que la facultad impositiva sea de vital importancia,
que sea retenida por los estados; que n o sea restringida por el
otorgamiento de un poder similar al gobierno de la Unidn, y que
pueda ser ejercida concurrentemente por los dos gobiernos, son ver-
dades que nunca han sido negadas. Pero es tal el carácter supremo de
la Constitucidn, que su derecho a eximir a cualquier sujeto aun del
ejercicio de esa facultad, es admitido. Está expresamente ~rohibidoa
los estados establecer cualquier impuesto sobre importaciones y

1.51
FALLOS HIST~TLXLSDii LA SUPREMA CORTE
DE ]USTICLI(. DE &TADOS U N I ~
exportaciones, con excepción de lo que puede ser absolutamente
necesario para ejecutar sus leyes de inspección. Si se debe aceptar la
validez de dicha prohibición, y se puede restringir a un estado en el
ejercicio de su facultad impositiva en exportaciones e importa-
ciones, el mismo carácter supremo pareciera restringir, como cierta-
mente puede hacerlo, a un estado de cualquier otro ejercicio de esta
facultad, que por su naturaleza sea incompatible y contradictorio
con las leyes constitucionales de la Unión.
"Que la facultad impositiva incluye la de destruir; que la facul-
tad de destruir puede derrotar y hacer inútil la facultad de crear;
que claramente repugna conferir a un gobierno la facultad de con-
trolar las medidas constitucionales de otro, son propuestas que no
pueden ser negadas.
"Si aplicáramos sobre la Constitución, en general, el principio
que pretende sostener el estado de Maryland, la Corte lo encontraría
capaz de cambiar totalmente el carácter de ese instrumento y de
detener todas las medidas del gobierno y de postrarlo al pie de los
estados. El pueblo estadounidenseha declarado que su Constitución
y las leyes que emanen de ella, son supremas; pero aquel principio
transferiría, de hecho, la supremacía a los estados,
"Si los estados pueden gravar un instrumento empleado por el
gobierno en el ejercicio de sus facultades, pueden gravar el correo,
la moneda, los derechos de patente, los documentos de las aduanas,
el procedimiento judicial; y todos los medios empleados por el go.
bierno hasta un exceso que destruiría todas sus finalidades. Esto no
fue la intención del pueblo estadounidense. No quiso hacer que su
gobierno fuese dependiente de los estados.
"Si se estableciera el poder controlador de los estados y si fuese
reconocida su supremacía en cuanto a los impuestos, ¿qué podría
detener el que ejercitasen ese control en la forma que quisieran? Su
soberanía no se limita a la facultad impositiva. $e no es el único
modo en que puede desenvolverse. Si se concede a los estados el
derecho a gravar los medios empleados por el gobierno federal, la
declaración de que la Constitución y las leyes que de ella emanan

$52
F A LHIST~RIW
~ DEJUSTICIA DE ESTAW
DO M SUPREMA CORTE UNIDOS
son la ley suprema del país, es una declaración vacía y carente de
significado.
"También se ha insistido en que, dado que se ha reconocido
como concurrente el poder impositivo del gobierno federal y de los
estados, cualquier argumento que sostenga que el gobierno federal
tiene derecho a gravar los bancos concesionados por los estados,
apoya el derecho de éstos a gravar los bancos concesionados por el
gobierno federal.
"Pero la misma razón no es aplicable en ambos casos. El pueblo
de los estados ha creado el gobierno federal y le ha conferido la fa-
cultad impositiva federal. El pueblo de todos los estados, y los esta-
dos mismos, están representados en el Congreso, y ejercen esta fa-
cultad por medio de sus representantes, Cuando gravan a las institu-
ciones concesionadas por los estados, gravan a sus electores; y esos
impuestos deben ser uniformes. Pero cuando un estado grava las
operaciones del gobierno de Estados Unidos, actúa sobre institu-
ciones que n o fueron creadas por sus electores, sino por personas
sobre las cuales no ~ u e d e nreclamar ningún control.
"Los estados no tienen facultad impositiva o de otra clase, para
retardar, impedir, poner cargas o, de cualquiera otra manera, con-
trolar la operación de las leyes constitucionales expedidas por el
Congreso para ejercer las facultades otorgadas al gobierno federal.
La Corte considera que esta es la consecuencia inevitable de aque-
lla supremacía declarada en la Constitución. Por ello, la opinión de
la Corte es que la ley expedida por la legislatura de Mar~land,que
gravó con un impuesto al Banco de Estados Unidos, es inconstitu-
cional y nula."
PARTE111
SALVAGUARDAS
DE LA LIBERTAD
Y LA PROPIEDAD
ROE v. WADE
(1973)

ANTECEDENTES:
El caso se originó cuando Jane Roe, una mujer soltera que se
encontraba embarazada y vivía en la ciudad de Dallas, demandó en
marzo de 1970 al fiscal del estado de Texas. Argumentó que el
Código Penal estatal era inconstitucional, pues violaba el derecho a
la privacidad previsto en las enmiendas primera, cuarta, quinta,
novena y decimocuarta de la Constitución Federal. En la demanda,
Roe manifestó que acudía ante los tribunales para defender sus
intereses y los de todas las mujeres que se encontraban en una
situación igual a la suya.
Roe manifestó ante los tribunales que deseaba terminar su
embarazo mediante un aborto realizado por un médico titulado
competente y en condiciones médicas seguras. En Texas no podía
hacerlo, en virtud de que los artículos 1191 a 1194 del Código
Penal estatal sólo permitían el aborto cuando resultaba necesario
para salvar la vida de la madre. Roe agregó que no podía cubrir el
costo de un viaje a otro estado en el que el aborto fuera legal.
El principal argumento de Roe consistía en que las leyes de
Texas violan un derecho que debe tener la mujer embarazada sobre
su cuerpo y, por consiguiente, sobre su embarazo. En su opinión,
este derecho forma parte de la libertad personal prevista en la deci-
mocuarta enmienda constitucional.
El Justice Blackmun elaboró la sentencia de la Corte:
"La Corte se propuso resolver el problema can un criterio cons-
titucional, libre de emociones y predilecciones, Por ello, investigó
sobre la historia del aborto, así como sobre las actitudes que en
torno a éste ha tenido el ser humano a través de los siglos.
"Los Justices revisaron actitudes antiguas acerca del aborto en
Grecia y Roma y analizaron la manera en que el tema se había tra-
tado en Inglaterra y Estados Unidos. Antiguamente, en Inglaterra
se distinguió entre el aborto cometido antes y el cometido después
de que la madre percibe el movimiento del feto. Esto ocurre entre
la semana 16 y la 18 del embarazo. S610 en el segundo caso se
cometía delito. Determinar la manera en que fue sancionado, es
algo que se desconoce, La ley escrita en Inglaterra data de 1803 y sí
prevé una división entre el momento del embarazo en que no se
siente el movimiento del feto y aquel en que dicho movimiento ya
es perceptible. Con el tiempo, ambos casos se consideraron delito,
pero las sanciones variaban. La ley escrita estadounidense siguió
este modelo en términos generales, durante casi todo el siglo XIX.
A finales de éste, el aborto fue sancionado, independientemente
del momento de la gestación en que se hubiera realizado.
"Se han dado tres razones para explicar históricamente la legis-
lación penal sobre el aborto en el siglo XIX y para justificar su con-
tinua existencia. Se ha argumentado, ocasionalmente, que esas leyes
eran producto de la preocupación victoriana por desalentar la con-
ducta sexual ilícita, Sin embargo, Texas no ofrece esa justificación
en el presente caso, y parece ser que ningún tribunal ha admitido
dicho argumento. Los apelantes y sus coadyuvantes afirman que ésa
n o es una finalidad legítima del Estado y sugieren que, si lo fuese, las
leyes de Texas son demasiado amplias en la protección de tal finali-
dad, ya que no distinguen entre madres casadas y solteras.
"Una segunda razón es de tipo médico, ya que cuando se expi-
dieron la mayoría de las primeras leyes penalizando el aborto, el
procedimiento era riesgoso para la mujer. Eso pudo haber sido cier-
to, pero las técnicas médicas modernas h a n modificado dicha
situación. Los apelantes y varios coadyuvantes hacen referencia a
los datos m6dicos que indican que el aborto en el embarazo tempra-
no, esto es, antes del fin del primer trimestre, aunque no sin riesgo,
es relativamente seguro. La tasa de mortalidad en mujeres que se
someten a abortos tempranas, donde el procedimiento es legal, es
igual o m$s baja que la tasa de mortalidad de mujeres que perecen a
causa de complicaciones en un parto, En consecuencia, cualquier
interés del Estado en proteger a la mujer de un m roce di miento ries-
gos~ ha desaparecido.
"Por supuesto, permanecen intereses importantes del Estado
para mantener ciertos estándares médicos en el área de la salud.
Tiene un interés legítimo en velar por que el aborto, como cual-
quier otro procedimiento médico, sea ~racticadobajo circunstan-
cias que garanticen un máximo de seguridad para la paciente. Este
interés se extiende al médico que practica el aborto, a sus ayu-
dantes, a las instalaciones utilizadas, a la ~osibilidadde u n cuidado
post-operatorio y a una adecuada atención de cualquier compli-
cación o emergencia que pudiera surgir. El que prevalezcan altas
tasas de mortalidad en lugares donde se realizan abortos clandesti-
nos, más que debilitar, fortalece el interés del Estado en regular las
condiciones bajo las cuales se realizan los abortos. La tercera razón
es el interés del Estado en proteger la vida del feto. Parte del argu-
mento para esta justificación descansa en la teoría de que una vida
humana está presente desde el momento de la concepción.
"La Constitución no menciona explícitamente ningún derecho
a la privacidad. Sin embargo, en una serie de sentencias, la Corte
ha reconocido que sí existe. En diferentes contextos, la Corte ha
encontrado el origen de ese derecho en la primera, cuarta, quinta,
novena y decimocuarta enmiendas constitucionales. De varias sen-
tencias emitidas en distintas épocas se infiere claramente que dere*
chos personales, considerados 'fundamentales' o 'implícitos en el
concepto de libertad ordenada', están incluidos en este derecho a la
privacidad.
"Este derecho a la privacidad es lo suficientemente amplio como
para incluir la decisión de una mujer a terminar o no su embarazo.
Las decisiones de la Corte que, a lo largo de los años, han reconoci.
do un derecho a la privacidad, tambiEn reconocen que alguna
reglamentación estatal respecto del mismo es apropiada. En virtud
de que un estado puede intervenir para salvaguardar la salud y pro.
teger la vida de quien está por nacer, el derecho a la privacidad no
puede ser considerado absoluto. Éste ha sido el criterio de la Corte
en casos comolacabson o. Massachusetts, en 1905, y Buclc o. Bell, en
1927.
"Cabe señalar que los Justices tuvieron presente la advertencia
que hizo el Justice Holmes, en 1905, en su voto particular en
Lochner v . New York, ahora reivindicado. Holmes afirmó que 'la
Constitución está hecha para personas con puntos de vista funda-
mentalmente diferentes, y el hecho accidental de que encontremos
algunas opiniones naturales, familiares, novedosas o, incluso, escan-
dalosas, no debe determinar nuestro juicio respecto de si las leyes
que las contienen están o no en conflicto con la Constitución de
Estados Unidos'.
"En virtud de que el embarazo de Roe concluyó antes de que
terminara el juicio, la Corte consideró la posibilidad de declarar
que el caso había quedado sin materia. Sin embargo, sostuvo que no
fue así y afirmó que, 'en casos de embarazo, no puede haber falta de
materia',
"La apelante pretendía que se le reconociera un derecho absolu-
to que impide al estado cualquier imposición de sanciones penales
en la materia, Por su parte, el gobierno texano argumentó que la
determinación del estado de reconocer y proteger la vida prenatal a
partir de la concepción y después de ella, constituye un interés ge-
nuino. La Corte no estuvo totalmente de acuerdo con ninguna de
las dos posiciones.
"Los Justices estuvieron de acuerdo en que la palabra 'persona',
como es usada en la decimocuarta enmienda constitucional, no
incluye a los no nacidos. Sin embargo, como esta conclusión no
contestó del todo los alegatos del gobierno texano, se pasó a otras
consideraciones.
"La mujer embarazada no puede ser aislada en su privacidad,
pues lleva dentro de sí un ser humano en proceso de formación. La
situación, por tanto, es intrínsecamente diferente de la intimidad
marital, de la posesión privada de material obsceno, de la pro-
creación o de la educación. La Corte consideró que es razonable y
adecuado para el estado decidir que en algún momento otro interés,
el de la salud de la madre o el de la vida humana en potencia, viene
a quedar significativamente involucrado. La privacidad de la mujer
ya no está aislada, y cualquier derecho que se relacione con aquélla,
debe ser considerado por el estado.
"LosJustices coincidieron en que no necesitan resolver la difícil
cuestión de cuándo empieza la vida, Si los entrenados en las respec-
tivas disciplinas de la medicina, filosofía y teología son incapaces de
llegar a un consenso, los jueces, en este punto del desarrollo del
saber humano, no están en posición de especular sobre la respuesta.
"En virtud de lo anterior, concluyeron que no están de acuerdo
en que, mediante la adopción de una teoría de la vida, Texas pueda
pasar sobre los derechos de la mujer embarazada que están en juego.
Aclararon, sin embargo, que el estado tiene un interés legítimo e
importante en conservar y proteger la salud de la mujer embarazada
que esta en juego,
"La Corte concluyó también que un estado puede regular los pro*
cedimíentos de aborto, en la medida en que la reglamentación se rela-
cione razonablemente con la conservación y protección de la salud
materna. Son ejemplos de la regulación estatal permisible en esta &ea
los requisitos relativos a las cualidades de la persona que ha de efectuar
el aborto; a la autorización de esa persona para el ejercicio; y al esta-
blecimiento en que se ha de efectuar el procedimiento, entre otros.
"En opinión de la Corte, el artículo 1196 del Código Penal de
Texas, al restringir los abortos legales a aquellos 'recomendados por
un médico con el propósito de salvar la vida de la madre', es
demasiado amplio. La ley no distingue entre abortos practicados
tempranamente durante el embarazo y aquellos que se efectúan más
tarde, y limita la justificación legal de ese procedimiento a la única
razón de 'salvar' la vida de la madre. La ley, por tanto, no puede
sobrevivir el ataque constitucional dirigido aquí contra ella."
Asimismo, los Justices determinaron que la conclusión expuesta
hizo innecesario considerar la impugnación adicional a la ley de
Texas, apoyada en la idea de vaguedad.
Hubo opiniones concurrentes del Chief Justice Burguer y de los
Justices Douglas y Stewart, y opiniones disidentes de los Justices
White y Rehnquist.
BRANDEMBURG v. OHIO
(1969)

ANTECEDENTES:
U n líder de un grupo del Ku Klwc Klan fue condenado en los
términos de la ley que regula el sindicalismo en el estado de Ohio,
por "cometer actos de sabotaje, propiciar la violencia y cometer
actos de terrorismo, como medios para lograr la reforma industrial o
política", y de "reunirse voluntariamente con cualquier sociedad,
grupo u organización para enseñar o defender las doctrinas de la
criminalidad". Fue multado con mil dólares y condenado a per-
manecer en prisión. El apelante impugnó la ley, apoyándose en la
primera y decimocuarta enmiendas constitucionales. Sin embargo,
el Tribunal de Apelaciones de Ohio confirmó la condena sin for-
mular opinión. Posteriormente, el Tribunal Superior de Ohio
desechó la apelación "porque no está planteada sustancialmente
ninguna cuestión constitucional", No redactó una opinión ni
explicó sus conclusiones. En 1968, la Suprema Corte de Estados
Unidos revisó el caso y encontró jurisdicción probable. La resolu-
ción recurrida fue revocada.
El expediente muestra que un hombre, identificado en el juicio
como el apelante, telefoneó a una estación de televisión de Cinci-
nnati para invitar a un reportero a una reunión que un grupo del
Ku Klux &n habría de realizar en un rancho ubicado en el Conda-
do de Hamilton. C o n la cooperación de los organizadores, el
reportero y un camarógrafo asistieron al mítin y filmaron el evento.
Partes de dicha filmación fueron después emitidas en la estación
local y también a nivel nacional.
La acusación se basó en la filmación y en el testimonio de una
persona que identificó al apelante como aquel que se comunicó con
el reportero y que habló en la reunión. El estado también presentó
como pruebas algunos objetos que aparecen en la filmación, entre
los que se encuentran una pistola, un rifle, municiones, una ~ibliay
una capucha roja utilizada por el orador.
La filmación mostraba doce figuras encapuchadas, algunas de las
cuales llevaban armas de fuego. Estaban reunidas alrededor de una
gran cruz de madera, que quemaron. La mayoría de las al abras ex-
presadas no se aprecian en la filmación. Sin embargo, sí se ~udieron
entender frases sueltas que eran ofensivas para los negros y, en una
ocasión, para los judíos. Otra escena muestra al apelante, con ropa
propia del Klan, dando un discurso. En éste decía: "Ésta es una
reunión de organizadores. Hemos tenido un buen número de miem-
bros aquí el día de hoy, tenemos cientos de miembros en todo el
estado de Ohio. El Klan tiene más miembros en dicho estado que
ninguna otra organización. No somos una organización vengativa,
pero si nuestro Presidente, nuestro Congreso, nuestra Suprema
Corte, continúan suprimiendo a la raza blanca caucásica, es posible
que deba cobrarse alguna venganza. Vamos a marchar ante el Con-
greso el cuatro de julio, con una fuerza de cuatrocientas mil per-
sonas, De ahí nos dividiremos en dos grupos, uno para marchar a
San Agustín, Florida, y el otro a Mississippi. Gracias.''
Una segunda filmación mostró a seis personas encapuchadas,
una de las cuales, identificada más tarde como el apelante, repetía
un discurso muy similar al grabado en el primer filme. La referencia
a la posibilidad de "venganza" fue omitida, y se agregó una frase:
"Personalmente, yo creo que los negros deberían ser devueltos al
Africa, y los judíos, devueltos a Israel."
La ley que regula el sindicalismo en el estado de Ohio fue emi-
tida en 1919. De 1917 a 1920, leyes idénticas o similares fueron
adoptadas por 20 estados y dos territorios, En 1927, e n el caso
Whitney v . Califomia, la Corte sostuvo la constitucionalidad de la
ley que regida el sindicalismo en California. Su texto es muy similar
al de la ley de Ohio. La Corte también sostuvo la validez de la ley
con base en que, sin más, "defender" medios violentos para llevar a
efecto cambios políticos y económicos involucra tal peligro a la
seguridad del Estado, que éste puede prohibirlo. Dicha resolución la
emiti6 en 1927 en el caso Fiske u. Kansas. Pero Whimey ha sido
totalmente desacreditado por decisiones posteriores.
En virtud de lo anterior, la ley que regula el sindicalismo en
Ohio no puede ser sostenida. Ni la condena, ni las instrucciones
giradas por el juez al jurado, aclararon de manera alguna la impre-
cisa definición del delito en tCrminos de mera intervención en
defensa de la incitación a una acción ilegal inminente.
En consecuencia, la Corte se encontró frente a una ley que, por
sus propias palabras y en la forma en que fue aplicada, lleva el
propósito de castigar la mera intervención en defensa de algo, y
prohibir, bajo amenaza de un castigo, reunirse con otros simple-
mente para defender el tipo de acción descrita. Esa ley cae dentro
de la condena de la primera y decimocuarta enmiendas constitu-
cionales. La enseñanza en contrario, sostenida en Whitney V.
California, antes citada, no ~ u e d eser apoyada y la decisión es, por
tanto, revocar.
El Justice ~ i a c kestuvo de acuerdo con los criterios expresados
por el Justice Douglas en este caso, en el sentido de que la doctrina
del "peligro claro y presente" no debe tener cabida en la inter-
pretación de la primera enmienda constitucional. Se adhirió a la
opinión de la Corte, que citó simplemente a Dennis v. United States,
pero no aceptó la doctrina del "peligro claro y presente".
AMALGAMATED FOOD EMP. U. LOCAL 590
v. LOGAN VALLEY PLAZA
(1969)

ANTECEDENTES:
El Logan Valley Mal1 estaba ocupado por dos negociaciones:
Weis Markets, Inc. y Sears Roebuck 6' Co. Las áreas sobre las que es-
taba ubicado el centro comercial, eran ~ropiedadde la empresa
Logan Valley Plaza, Inc., la cual retuvo el título de ~ropiedadpero
proporcionó los lugares de estacionamiento a todas las negocia-
ciones ubicadas en aquél.
El 8 de diciembre de 1965, Weis abrió sus puertas al ~úblico,
empleando a personas no sindicalizadas, Pocos días despues, miem-
bros del Sindicato de Empleados de Amalgamated Food, sección 590,
se manifestaron de manera pacífica frente a las instalaciones de
Weis. Llevaban cartelones señalando que sus empleados no recibían
"recompensas sindicales ni otros beneficios". Entre los manifes-
tantes no había ningún empleada de Weis; más bien, todos eran
empleados de sus competidores, Las manifestaciones continuaron
realizándose en el área para recoger paquetes y en la parte del lote
de estacionamiento inmediatamente adyacente, Aunque en esa
área hubo algún congestionamiento, eso fue esporádico.
El 27 de diciembre, Weis y Logan acudieron ante el Tribunal de
Causas Civiles del Condado de Blair, el cual inmediatamente expi.
di6 una orden prohibiendo "cualquier manifestación en la tienda de
Weis, el área de carga y descarga y el estacionamiento de Logan." La
resolución estableció que los manifestantes debían realizar sus plan-
tones fuera de la propiedad privada del centro comercial. Después
de una audiencia en la que se desahogaron las pruebas aportadas
por los promoventes, el tribunal sostuvo indefinidamente la pro.
hibición.
Los manifestantes apelaron la resolución ante el Tribunal Supe-
rior de Pennsylvania, el cual confirmó la resolución. La decisión
se basó en el argumento de que la conducta de los manifestantes
constituía una invasión a la propiedad privada. Posteriormente, lle-
varon el caso a la Suprema Corte.
El Justice Thunvood Marshall J. elaboró la sentencia emitida por
la Corte.
"La Corte analizó si una manifestación pacífica, realizada frente
a una empresa situada en un centro comercial, puede ser judicial-
mente impedida por considerar que constituye una invasión no
consentida de los derechos de propiedad de los dueños del terreno
en que está situado el centro comercial. Se trata del Logan Valley
Mall, propiedad de la empresa Logan Valley Phm, Inc.
"Partió de la premisa de que la manifestación pacífica llevada a
cabo en una localidad generalmente abierta al público está protegida
por la primera enmienda constitucional. La Corte había hecho notar
que una manifestación involucra elementos tanto de palabra como
de conducta, como lo es rondar un lugar, y ha indicado que, debido a
esta mezcla de elementos protegidos y desprotegidos, el rondar un
lugar puede estar sujeto a controles que no estarían constitucional.
mente permitidos en el caso de pura expresión verbal. Sin embargo,
no se puede encontrar ningún rece den te de la Corte apoyando la
aseveración de que los aspectos no verbales de una manifestación
pacífica sean tan relevantes como para hacer inaplicables del todo las
disposiciones de la primera enmienda constitucional.
"Por consiguiente, la Corte se abocó a analizar si las reglas de
Pennsylvania contra el allanamiento de propiedad privada, válidas
en términos generales, ~ u e d e nser aplicadas en estas circunstancias,
para excluir a los manifestantes de las instalaciones de Weis y
Logan. Es claro que si los locales del centro comercial no fuesen
propiedad privada, sino que formasen parte del área comercial de
un municipio, a lo que se parecen en mucho, no podría prohibirse a
los manifestantes ejercer ahí sus derechos consagrados en la primera
enmienda constitucional con base únicamente en que el título de
propiedad pertenecía a la municipalidad.
"La Corte había sostenido, en Marsh u. State of Ahbama, que
bajo ciertas circunstancias la propiedad privada ~ o d í ser
a tratada, al
menos para los efectos de la primera enmienda constitucional,
como si fuese pública. En Marsh, el apelante, un testigo de Jehová,
se dedicó a distribuir literatura religiosa en una acera, en el distrito
comercial de Chikasaw, Alabama, totalmente ~ropiedadde la em-
presa Gulf Shipbuilding Corporation. La propiedad consistía en edifi-
cios residenciales, calles, un sistema de drenaje, una ~ l a n t procesa-
a
dora de basura y un lote comercial en el que estaban situados
locales para establecimientos mercantiles. Los residentes usaban el
lote comercial como su lugar de actividades comerciales. Usaban la
calle pavimentada, propiedad de la compañía, y las aceras ubicadas a
lo largo del frente de las tiendas, para entrar y salir de ellas y de la
oficina de correos. Dos caminos propiedad de la compañía, que se
interceptaban en ambos extremos del lote comercial, llevaban a una
carretera pública de cuatro carriles, que corría paralela, a una distan.
cia de diez metros. Nada había que impidiera al tráfico de la carre-
tera entrar al lote comercial y hacer uso de las instalaciones que
había ahí. En resumen, el pueblo y su área comercial eran accesibles
al público en general, que podía libremente hacer uso de ella, y no
había nada que la distinguiera de cualquier otro pueblo y lote co.
mercial, salvo el hecho de que era propiedad de una empresa.
"A Marsh se le dijo que debía contar con un permiso para distri.
buir su literatura, y que ese permiso no le sería concedido. Cuando sos-
tuvo que la regla de la compañía no podía ser utilizada para impedirle
ejercer sus derechos concedidos por la primera enmienda cons.
titucional, se le ordenó abandonar Chickasaw. Se negó a hacerlo y fue
arrestada por violar la ley penal que sanciona el allanamiento en Ala-
bama. Al revocar su condena, la Corte sostuvo que el hecho de que el
inmueble fuese propiedad privada, no bastaba para justificar la viola.
ción de los derechos del apelante a gozar de la libertad de expresi6n.
"Las similitudes entre el lote comercial en Marsh y el centro
comercial en el presente caso, son notables. El perímetro del Logan
Valley Mall era de un poco menos de 1.76 kms.
"Adyacentes al centro comercial estaban dos carreteras con entra-
das directas a él. A lo largo de las construcciones que conformaban el
centro comercial había aceras para peatones. En las áreas de esta-
cionamiento había caminos claramente marcados para el uso del
tráfico de vehículos que entraban y salían de ahí y el público en
general tenía acceso irrestricto a la propiedad. El centro comercial
equivalía claramente, e n su función, al distrito comercial de
Chickasaw, del caso Marsh.
"Es cierto que, a diferencia de lo que pasó en Marsh, los pro-
moventes no eran dueños de los terrenos residenciales que rodea-
ban la propiedad, ni proveían ahí los servicios municipales.
"La principal diferencia entre el uso del Logan Valley Mall y
cualquier otro distrito comercial, por parte del público, es que a
aquellas personas que quisieran utilizar los terrenos del centro co-
mercial de manera contraria a los deseos de los propietarios, se les
podría impedir hacerlo,
"Lo anterior, en base a los derechos tradicionalmente asociados
con el título de la propiedad privada. Y bien puede ser que el dere-
cho de propiedad de los promoventes les dé varios derechos, bajo
las leyes de Pennsylvania, para limitar al público el uso de la
propiedad en alguna forma que no sería permisible si el dueño de la
propiedad fuese la municipalidad. Dado que el centro comercial
sirve como lugar de negocios para la comunidad 'y está abierto y es
de libre acceso para las personas de esa área y para quienes pasan
por ella' (Marsh v. State of Alabama), el Estado no ~ u e d e a, través
de sus leyes de allanamiento, delegar en los propietarios la potestad
de excluir a aquellos que deseen ejercer sus derechos consagrados
e n la primera enmienda constitucional.
"Los promoventes pretendían que la manifestación se efectuara
afuera de los terrenos del Logan Mall, como si eso fuera una re-
glamentación y no una supresión del derecho a manifestarse.
Aceptando, para el fin del análisis, quedó la pregunta de si, bajo la
primera enmienda constitucional, se trataba de una reglamentación
permitida.
"La expresión pacífica de los manifestantes estaba dirigida
solamente a un establecimiento dentro del centro comercial. LOS
montículos que rodeaban a éste estaban de 117 a 167 metros de la
tienda Weis.Los clientes entraban en automóvil. Así, los cartelones
que los manifestantes ~ensabanmostrar a los clientes de Weis
requerían ser mostrados a una distancia que permitiera su lectura
por parte de los clientes que se encontraban dentro del centro co-
mercial, o bien, mientras estuvieran ingresando a él en automóvil.
Los manifestantes eran expuestos a cierto peligro al ser forzados a
recorrer caminos en los que el tr5fico se movía constantemente a
velocidades que variaban de moderadas a altas. De la misma mane-
ra, la tarea de distribuir volantes a los automovilistas era mucho
más pesada y riesgosa que si se permitiese entregarlos a los peatones
dentro del centro comercial. Finalmente, la exigencia de que la
manifestación tuviera lugar fuega del centro comercial hacía muy
difícil, para los promoventes, limitar sus efectos solamente a Weis.
"Las restricciones impuestas a los manifestantes por los tribunales
de Pennsylvania, como el colocarse fuera del área del centro comer-
cial, impedían sustancialmente la comunicación de ideas que los
manifestantes buscaban comunicar a los clientes de Weis.Quedó per-
fecramente claro que una prohibición para allanar el centro comer-
cial impedía emitir toda palabra dentro del centro comercial, que es
lo que objetaban los manifestantes. Sin embargo, la Corte resolvió,
hace muchos años, en el caso Schnekkr v. State of New Jersey, que 'no
se puede restringir el ejercicio de la libertad de expresión en lugares
adecuados, arguyendo que puede ejercerse en algún otro lugarJ. La
única justificación que se ofrecía para interferir sustancialmente con
el efectivo ejercicio de los derechos que la primera enmienda consti-
tucional otorgaba a los manifestantes, de dar a conocer sus puntos de
vista mediante la entrega de volantes y las manifestaciones pacíficas,
era que los dueños del inmueble tienen el derecho absoluto de pro*
hibir el uso de su propiedad sin su consentimiento,
"El desarrollo económico de Estados Unidos, en los últimos
veinte años, había reforzado la opinión de la Corte sobre lo correc-
to del enfoque adoptado en Marsh. La emigración en gran escala de
la población del país, de la ciudad hacia los suburbios, había sido

-8
FAUG HisTdRiCW DE LA SUPREMA CORTE DEJuSTICI~DI! %l'AWS UNIWS
acompañada por el advenimiento de centros comerciales, que es
típicamente un cúmulo de unidades que operaban al menudeo en
un solo terreno de propiedad privada.
"La Corte sostuvo el criterio existente en Marsh v. State of
Alabama: 'La propiedad no siempre significa dominio absoluto.
Cuanto más un propietario, para su provecho, abre su propiedad
para el uso del público en general, tanto más sus derechos quedan
circunscritos por los derechos legales y constitucionales de quienes
la usan.' Logan Valley Mal1 es el equivalente de un lote comercial y,
para los efectos de la primera enmienda constitucional, debe ser
tratado de una manera semejante.
"Por ello, la Corte revocó la decisión del Tribunal Superior de
Pennsylvania y reenvió el caso para continuar el procedimiento de
manera consistente con dicha opinión."
El Justice Douglas votó a favor, elJustice Black formuló voto par-
ticular y losJustices Harlan y White disintieron.
TINKER v. DES MOINES SCHOOL DISTRICT
(1969)

ANTECEDENTES:
Como parte de una protesta contra las hostilidades en Vietnam,
tres estudiantes de una escuela pública usaron bandas negras en los
brazos, violando el reglamento escolar. El tribunal federal de Dis.
trito correspondiente desechó una demanda que pretendía impug-
nar la suspensión escolar. El tribunal de Apelaciones confirmó la
decisión. Posteriormente, el caso fue sometido ante la Corte.
E1Justice Fortas formuló la sentencia de la Corte.
"El tribunal de Distrito reconoció que usar una banda en el
brazo con el propósito de expresar ciertos puntos de vista, es el tipo
de acto simbólico que queda incluido en la cláusula de libertad de
expresión de la primera enmienda constitucional.
"Las autoridades escolares suspendieron y buscaron castigar a los
jóvenes por una expresión de opinión silenciosa, pasiva, que no iba
acompañada de ningún desorden o perturbación. No había prueba
alguna de interferencia de los promoventes con las labores de la
escuela, ni de choque con el derecho de otros estudiantes a gozar de
paz y tranquilidad. Por tanto, el caso no concernía a expresión o
acción que entrara en conflicto con las labores de la escuela o con
los derechos de otros estudiantes.
"S610 unos cuantos de los 18,000 estudiantes de la escuela
usaron las bandas negras en los brazos. Se suspendió a cinco por
usarlas. No hubo indicación de que se hubieran perturbado ni las
labores de la escuela, ni alguna clase impartida en ella. Fuera de las
aulas, algunos estudiantes hicieron manifestaciones verbales has+
tiles a los muchachos que usaban las bandas en el brazo, pero no
hubo amenazas ni actos de violencia dentro de la escuela.
"El tribunal de Distrito concluyó que la acción de las autorida-
des escolares era razonable, porque se basó en el temor a disturbios
por el uso de las bandas. Pero, en el sistema americano, el temor
indiferenciado o la previsión de disturbios no es suficiente para

170
FALLOS ~lST6~ic~s
DE LA SUPREMA
CORTE DE]u~TcIA DE ESTALWS U~iws
suprimir el derecho a una expresión libre. Cualquier alejamiento de
una reglamentación absoluta puede causar problemas. Cualquier
variación de la opinión de la mayoría puede inspirar temor.
Cualquier palabra dicha en clase, en el salón del almuerzo o en los
terrenos escolares, que se desvíe de los puntos de vista de otra per.
sona, puede empezar una discusión o crear una perturbación. Pero,
en Terminiello v. Chicago, se resolvió que la Constitución dice que
se debe correr el riesgo, y la historia dice que es este tipo de apertu-
ra lo que constituye la base de la fuerza nacional, la independencia
y el vigor de los estadounidenses que crecen y viven en una
sociedad permisiva y, a menudo, en disputas.
"Para que el Estado, por medio de las autoridades escolares,
pudiera justificar la prohibición de una expresión especial de
opinión, tenía que probar que su actuación estuviera motivada por
algo más que el simple deseo de evitar la situación incómoda y
desagradable que siempre acompaña a un punto de vista impopular.
Ciertamente, a falta de prueba, la prohibición no podía ser aceptada.
"El tribunal de Distrito encontró probada esa situación y n o
existía evidencia de que las autoridades escolares tuvieran alguna
razón para anticipar que el uso de las bandas en los brazos pudiera
interferir sustancialmente con las labores de la escuela o lesionar los
derechos de otros estudiantes. Por el contrario, la actuación de las
autoridades escolares pareció haberse basado en un deseo urgente
de eludir la controversia que ~udieraresultar de la expresión, aun
por el símbolo silencioso de las bandas en los brazos, de oposición a
la participación de la nación en la conflagración de Vietnam.
"Es relevante el hecho de que las autoridades no hayan pre-
tendido prohibir el uso de todos los símbolos de significación políti-
ca o controvertidos. Los estudiantes, en algunas de las escuelas,
usaron distintivos relacionados con campañas políticas nacionales,
y algunos usaron la Cruz de Hierro, un símbolo tradicional del
nazismo. La orden que prohibe el uso de las bandas en los brazos no
se extendió a aquéllos. En cambio, el símbolo de las bandas negras
e n los brazos, para mostrar oposición al involucramiento de la
nación en la guerra de Vietnam, fue singularizado para la prohibi-
ción. Claramente, la prohibición de la expresión de una opinión en
particular, al menos sin ~ruebasde que sea necesaria para evitar
interferencia material y sustancial con las labores escolares o con la
disciplina, no era constitucionalmentepermisible.
"Las escuelas administradas por el Estado no pueden ser
enclaves del totalitarismo. Las autoridades escolares no poseen una
autoridad absoluta sobre sus estudiantes. Los estudiantes, tanto den-
tro como fuera de la escuela, son "personas" bajo la Constitución.
Poseen derechos fundamentales que el Estado debe respetar, así
como ellos deben respetar sus obligaciones para con el Estado. A
falta de razones constitucionalmente validas para regular su palabra,
los estudiantes tienen derecho a expresar sus puntos de vista.
"Por lo anterior, la Corte resolvió que, conforme a lo previsto
en la Constitución, el Congreso y/o los Estados no pueden
restringir el derecho a la libre expresión de las ideas. Esta disposi-
ción permitió una regulación razonable de las actividades vincu-
ladas a la expresión, sólo en circunstancias cuidadosamente
restringidas. Así, se decidió revocar y reenviar,"
Los lustices Stewart y White votaron a favor y los Justices Black
y Harlan disintieron,
TIME, INC. v. HILL
(1967)

ANTECEDENTES:
U n hombre de apellido Hill demandó a la revista Life por publi-
car fotos y narrar de manera inexacta la historia de un supuesto
secuestro del que fue víctima.
ElJustice Brennan formuló la sentencia de la Corte.
"Aunque la ley de Nueva York ofrece poca protección a la pri-
vacidad de una persona que está en el centro de la noticia, ya sea
que lo esté por su decisión o involuntariamente, la ley le otorga de-
recho a actuar cuando su nombre, retrato o fotografía son objeto de
un artículo o reporte no veraz.
"La protección constitucional a la libertad de expresión y de
prensa excluyen la aplicación de la ley de Nueva York para corregir
reportes falsos en temas de interés público, en ausencia de pruebas
que demuestren que el demandado publicó el reporte con cono-
cimiento de su falsedad o con inexcusable desdén por la verdad.
"El derecho a la libertad de expresión y de prensa no están
reservadas a la expresión política o al comentario sobre los asuntos
públicos, que son esenciales para un sano gobierno. Basta tomar
cualquier periódico o revista para comprender la gran variedad de
material publicado que exhibe a las personas ante el público en
general. Dicha exhibición de una persona frente a otras, en distin-
tos grados, es concomitante a la vida en una comunidad civilizada.
El riesgo de esta exhibición es un incidente esencial de la vida en
una sociedad que concede un valor primario a la libertad de expre-
sión y de prensa.
"En el caso Thomhill u. State of Alabama, la Corte ya había re-
suelto que la libertad para intercambiar puntos de vista, si hubiera
de llenar su función histórica en la Nación, debe abarcar todas las
cuestiones acerca de las cuales se requiere o es adecuado tener in-
formación para permitir a los miembros de la sociedad enfrentar las
exigencias de su periodo. No se cuestionó que el tema del artículo
publicado en la revista Life, el estreno de una obra nueva vinculada
a un incidente actual, era una cuestión de interés público. En Win-
ters v. People of the State of New York, se resolvió que la línea que
separa la información del entretenimiento es demasiado elusiva
para la protección de la libertad de prensa. Se correría el grave ries-
go de entorpecer seriamente el servicio de una prensa libre en una
sociedad libre si se arrojara sobre la prensa la carga imposible de
verificar hasta el máximo los hechos que en un artículo de noticias
se asocian con el nombre, retrato o fotografía de una persona.
"En este contexto, las sanciones contra una afirmación equivo-
cada, inocente o negligente, presentaba el riesgo de desalentar a la
prensa en cuanto a ejercer sus garantías constitucionales. Esas
garantías no estaban destinadas tanto al beneficio de la prensa
como al beneficio de los ciudadanos. Una libertad de prensa am-
pliamente definida aseguraba la conse~acióndel sistema político y
la subsistencia de una sociedad abierta. El temor a grandes con-
denas en las demandas por daños, trattíndose de aseveraciones falsas
o incorrectas hechas inocentemente o por simple negligencia, y aun
el temor a los costos involucrados en su defensa, debían hacer
inevitablemente que los publicistas se apartaran mucho más allá de
la zona ilegal. Con ello se pretendía evitar el peligro de que las
aseveraciones legítimas fueran penalizadas.
"Pero las garantías constitucionales pueden tolerar sanciones
contra la falsedad consciente, sin detrimento de su función esen-
cial. En New York Times Co. v. Sullivan se sostuvo que la falsedad
consciente no disfruta de inmunidad, en caso de que se alegue
difamación respecto de la conducta pública de un agente de autori-
dad. De manera similar, la falsedad consciente no debe disfrutar de
inmunidad en esta situación que aquí se presenta.
"El promovente alegó que la ley debía ser declarada inconstitu-
cional. El Tribunal de Apelaciones de Nueva York, como lo demos-
tr6 la resolución emitida en un caso similar, había interpretado sise
temáticamente la ley a manera de evitar la violación de la libertad
de expresidn y de prensa. Por tanto, se esperaba que los tribunales
de Nueva York aplicarían la ley en forma congruente con el man-
dato constitucional. Cualquier posible diferencia, en cuanto a la
tendencia del mandato constitucional, estaba limitada en este caso,
estrechamente, a la decisión del juez de instruir al jurado que sólo
procedería un veredicto de responsabilidad si se probaba que hubo
conciencia o negligencia inexcusable en la publicación del artículo.
"Por lo anterior, la Corte dejó sin efectos la resolución del tri-
bunal de Apelaciones y reenvió el caso para que se repusiera el pro-
cedimiento en forma consistente con su opinión."
Hubo votos concurrentes de los Justices Black y Douglas, y
disidentes del Justice Fortas y del ChiefJustice Clark.
Los disidentes discreparon, básicamente, del reenvío.
KATZ v. UNITED STATES
(1967)

ANTECEDENTES:
Un hombre de apellido Katz fue condenado por transmitir infor-
mación sobre apuestas vía telefónica. Lo hacía llamando de Los
Ángeles a Miami y a Boston, en franca violación a una ley federal.
En el juicio, se permitió al gobierno ofrecer como pruebas unas
grabaciones de las llamadas telefónicas realizadas desde un teléfono
público. La Suprema Corte aceptó analizar si las grabaciones habían
sido realizadas en violación a la cuarta enmienda constitucional,
que prevé el derecho a la privacidad de las personas.
ElJustice Stewart formuló la sentencia de la Corte.
"El promovente fue condenado por el Tribunal de Distrito para
el Distrito Sur de Califomia. Fue acusado de ocho cargos, entre los
que destacaba la transmisión vía telefónica, desde los Ángeles a
Miami y Boston, de información sobre apuestas, violando una ley
federal.
"En el juicio se permitió al gobierno presentar pruebas obtenidas
gracias a la grabación de conversaciones telefónicas interceptadas
por agentes de la FBI, que habían adherido un aparato electr6nico a
la cabina telefónica desde la cual el acusado efectuaba sus llamadas.
Al confirmar su condena, el tribunal de Apelaciones rechazó el ale-
gato de que las grabaciones se habían obtenido en violación a la
cuarta enmienda constitucional, porque 'no hubo invasión física
del área ocupada por el promovente'.
"Dada la manera equívoca en que las cuestiones de fondo fueron
formuladas, las partes en el juicio concedieron gran importancia a
la 'caracterización' de la caseta telefónica desde la cual el pro-
movente hizo sus llamadas. El promovente había manifestado con
insistencia que la caseta es una 'área constitucionalmente protegi-
da'. Por su parte, las autoridades sostuvieron con el mismo vigor
que no lo era. Pero este esfuerzo para decidir si un área, considerada
en abstracto, estaba o no constitucionalmente protegida, desvió la
atención del problema planteado. La cuarta enmienda constitu-
cional protege personas, no lugares. Lo que una persona expone al
público, aun en su propia casa u oficina, no está sujeto a la protec-
ción de la cuarta enmienda constitucional. Pero lo que trata de
preservar como privado, aun en un área accesible al público, puede
estar constitucionalmente protegido.
"El gobierno enfatizó el hecho de que la caseta telefónica desde
la cual el promovente hizo sus llamadas, estaba construida parcial-
mente de vidrio, de manera que él era tan visible después de haber
entrado, como lo hubiera sido si hubiese permanecido afuera. Pero
10 que él quiso excluir cuando entró a la caseta no era el ojo indis-
creta, sino la oreja no invitada. Él no renunció a su derecho a ha-
cerlo simplemente por haber hecho sus llamadas desde un lugar
donde podía ser visto. No menos que un individuo en una oficina,
en el departamento de un amigo, o en un taxi, una persona en una
caseta telefónica puede confiar e n la protección de la cuarta
enmienda constitucional. Una persona que ocupa la caseta, cierra
la puerta detrás de ella y paga la tarifa que le permite hacer una Ila-
mada, tiene derecho a suponer que las palabras que dice en la boci-
na no serán publicadas al mundo. Interpretar la Constitución en
forma más estrecha es ignorar el papel vital que el teléfono público
ha venido a jugar en las comunicaciones privadas.
"El gobierno alegó que las actividades de sus agentes no debían,
en este caso, ser analizadas a la luz de los requerimientos de la cuar-
ta enmienda constitucional, porque la técnica de vigilancia que
emplearon no implicaba ingresar físicamente a la caseta desde la
cual el promovente hizo sus llamadas. Es cierto que en un tiempo se
pensó que la ausencia de tal ingreso hacía que ya no se analizara el
caso en términos de la cuarta enmienda constitucional. Se ~ensaba
que esa enmienda constitucional solamente limitaba la búsqueda y
apoderamiento de propiedad tangible. Así, aunque la Corte dividi-
da supuso en Olmstead u. United States que la vigilancia sin allana-
miento y sin apoderamiento de ningún objeto material caía fuera
del ámbito de la Constitución, desde entonces se había abandonado
el punto de vista estrecho en el que esa decisión se basó. Más aún,
se había sostenido expresamente que la cuarta enmienda constitu-
cional rige no sólo el apoderamiento de cosas tangibles, sino que se
extiende también a la grabación de conversaciones que se pueden
escuchar sin ayuda de la tecnología. Así lo resolvió la Corte en el
caso Silverman v. United States. Una vez que se aceptó esto y se
reconoció que la cuarta enmienda constitucional protege a la gente
y no simplemente lugares, contra búsquedas y apoderamientos,
quedó claro que el alcance de la enmienda constitucional no puede
depender de la presencia o ausencia de una intrusión física en un
lugar cerrado cualquiera.
"El criterio sostenido en Olmstead v. United States ha sido de tal
manera modificado por decisiones posteriores, que la tesis de la
'invasión' ya no pudo considerarse decisiva. Las actividades del go-
bierno para escuchar y grabar electrónicamente las palabras del pro-
movente violaron la privacía en que justificadamente confió cuando
usaba la caseta telefónica. El hecho de que el artefacto electrónico
utilizado para realizar la grabación no hubiera sido colocado dentro
de la caseta telefónica, no podía tener significaciónconstitucional,
"En consecuencia, la cuestión a decidir es si el proceder de la
autoridad cumplió los requisitos constitucionales. En este aspecto,
la posición del gobierno fue que sus agentes actuaron de manera
correcta, pues no realizaron la grabación sino hasta que la investi-
gación de las actividades del promovente había establecido una
fuerte probabilidad de que estaba usando el teléfono para transmitir
información de apuestas a personas en otros estados, violando una
ley federal. Los agentes limitaron su vigilancia a los breves periodos
durante los cuales el promovente usó la caseta telefónica, y tuvie-
ron mucho cuidado de sólo escuchar las conversaciones sostenidas
por él.
"Aceptando que el proceder de los agentes de la FBI efectiva-
mente fue así, un juez, adecuadamente notificado de la necesidad de
tal investigación e informado de la intromisión precisa que llevaría
consigo, hubiera podido autorizar, con las salvaguardas apropiadas,
la búsqueda y obtención de los datos necesarios para probar la
acusación.
"El gobierno sostuvo que sus agentes se apoyaron en las deci-
siones emitidas en Olmstead y no hicieron más que lo que pudieron
legalmente haber hecho con una orden judicial previa. Por ello,
solicitó que se convalidara retroactivamente la conducta de los
agentes. La Corte no pudo hacer tal cosa. Es claro que los agentes
actuaron con limitaciones en este caso. Sin embargo, era ineludible
el hecho de que esas limitaciones fueron impuestas por los agentes
mismos y no por un funcionario judicial. No estuvieron obligados a
respetar límites establecidos de antemano en una orden judicial
específica. Tampoco se les indicó que deberían, después de comple-
tar su labor, notificar detalladamente al juez que los autorizó a
realizar la grabación. Ante la ausencia de tales salvaguardas, la
Corte nunca había declarado válida una búsqueda o cateo con la
sola base de que los oficiales esperaban razonablemente encontrar
pruebas de un delito en particular, y de que voluntariamente limi-
taron sus actividades a los medios menos molestos.
"El proceder del gobierno sin órdenes judiciales había sido de-
clarado ilegal, a pesar de existir hechos que incuestionablemente
mostraban causa probable, porque la Constitución exigió que el
juicio imparcial y deliberado de un funcionario judicial se inter-
pusiera entre el ciudadano y la ~olicía.Una y otra vez, la Corte
había enfatizado el hecho de que el mandato de la cuarta enmienda
constitucional requiere acatamiento a los procedimientos judi-
ciales, y que las búsquedas o cateos realizados fuera del proce-
dimiento judicial, sin la aprobación previa de un juez, eran violato-
rios de la cuarta enmienda constitucional, que establecía que no se
violará el derecho de las personas a estar seguras en su integridad,
sus casas, papeles y objetos personales, contra aprehensiones, se-
cuestros y cateos irrazonables, salvo unas cuantas excepciones
específicamente establecidas y bien delimitadas.
"Es difícil imaginar cómo podría alguna de esas excepciones ser
aplicada a la clase de búsqueda o cateo involucrados en este caso.
"El gobierno argumentó que la vigilancia de una caseta telefóni-
ca debería estar exenta del requisito usual de la autorización previa
de un juez, y que bastaría mostrar causa probable, La Corte no
podía estar de acuerdo con ello. La omisión de esa autorización
brincaba las salvaguardas proporcionadas por una predeterminación
objetiva de causa probable, y las sustituía por el mucho menos con-
fiable procedimiento de una justificación a postenori para la búsquee
da y cateo, que muy probablemente estaría sutilmente influida por
las deficiencias de un juicio a priori.
"La Corte sostuvo que, dondequiera que un hombre este, tiene
derecho a saber que permanecerá libre de investigaciones y deten*
ciones irrazonables. Los agentes del gobierno ignoraron el proce-
dimiento de la justificación previa, que es fundamental en la cuarta
enmienda constitucional. Como la vigilancia no satisfizo esa condi-
ción y provocó la condena del promovente, la sentencia fue revoca*
da por la Corte,"
El Justice Marshall no tomó parte en la consideración o decisión
de este caso.
El Justice Douglas, a quien el Justice Brennan se adhirió, emitió
el siguiente voto:
"Aunque estoy de acuerdo con la opinión de la Corte, me siento
obligado a contestar la opinión del Justice White, la que considero
una luz verde, sin fundamento, para que el Poder Ejecutivo acuda al
espionaje electr6nico sin orden judicial en los casos en que el Poder
Ejecutivo ponga la etiqueta de 'asuntos de seguridad nacional'.
"Ni el Presidente ni el Procurador General son magistrados, En
los asuntos que ellos consideren de seguridad nacional, su partici-
pación no es desinteresada ni neutral. Un tribunal sí lo es. Bajo la
separación de poderes creada por la Constitución, no se supone que
el Poder Ejecutivo sea neutral y desinteresado, Más bien, debe
investigar vigorosamente y prevenir rupturas en la seguridad
nacional y procesar a quienes violen las leyes federales correspon-
dientes. El Presidente y el Procurador General son, adecuadamente,
parte involucrada en los casos de seguridad nacional. Pero los espías
y los saboteadores tienen derecho a la protección de la cuarta
enmienda constitucional, tanto como los apostadores, que es el
caso del promovente.
"No existe, por lo que yo entiendo de la historia constitucional,
distinción alguna bajo la cuarta enmienda constitucional entre los
diferentes tipos de delitos. Las excepciones a que la propia cuarta
enmienda constitucional se refiere, se aplican a todos los delitos y
no son peculiares a ninguno de ellos.
"Yo respetaría las presentes líneas de distinción y no improvi-
saría por el hecho de que un crimen en particular parezca especial-
mente odioso. Cuando los constituyentes dieron ese paso, como lo
hicieron con la traición, el peor crimen de todos, hicieron su
prop6sito manifiesto."
Los Justices Harlan y White concurrieron y el Justice Black di-
sintió.
ADDERLEY v. FLORIDA
(1967)

ANTECEDENTES:
Los promoventes fueron condenados por un jurado por "invadir
con intención maliciosa" los terrenos de la cárcel municipal. Los
promoventes, aparentemente estudiantes de la Universidad Florida
A@M en Tallahassee, habían ido a protestar fiente a la cárcel por
el arresto de otros estudiantes que, a su vez, protestaron el día ante-
rior por la segregación racial existente,
La Corte consideró infundado el argumento de los promoventes
de que tienen el derecho constitucional a permanecer en esa pro-
piedad, por encima de las objeciones de los custodios de la cárcel.
Afirmaron que esta área, escogida para una manifestación pacífica
en defensa de los derechos civiles, no sólo era razonable, sino tam-
bién especialmente apropiada. Tal argumento tenía como su pre-
misa mayor, inarticulada, la suposición de que el pueblo que quiere
protestar o exponer sus puntos de vista tiene un derecho constitu-
cional para hacerlo cuando y como le plazca. Este concepto de de-
recho constitucional fue vigorosa y correctamente rechazado en dos
de los casos en que los promoventes se apoyaron. La Constitución
de Estados Unidos no prohibe a un estado controlar el uso de sus
bienes inmuebles. En tal virtud, la Corte confirmó la condena.
Voto particular del Justice Douglas:
"La primera enmienda constitucional, aplicable a los estados en
razón de la decimocuarta enmienda constitucional, establece que
'el Congreso no emitirá ley alguna respecto del derecho de la gente
de reunirse pacíficamente y de pedir al gobierno la corrección de
agravios'. Esos derechos, junto con la libertad de religión, de expres
sión y de prensa, son derechos preferentes de la Constitución.
"Una cárcel, al igual que un recinto legislativo, un tribunal o un
palacio de gobierno, es un lugar obvio para protestar. El derecho a
pedir que se enderecen entuertos tiene una historia antigua y no se
limita a escribir cartas o a enviar telegramas a un diputado; no se
limita a comparecer ante el consejo local de la ciudad, o a escribir
cartas al Presidente, al Gobernador o al Alcalde. Los métodos con-
vencionales de ~ e d i pueden
r ser, y a menudo han sido, cerrados
para grupos numerosos de ciudadanos.
"Los legisladores pueden hacerse de oídos sordos; las quejas for-
males pueden encaminarse sin fin a través de un laberinto buro-
crático; los tribunales pueden hacer girar muy lentamente las ruedas
de la justicia,
"Los que no controlan la televisión y la radio, los que no pueden
pagar inserciones en los periódicos o hacer circular panfletos elabo-
rados, tienen un tipo de acceso más limitado a los funcionarios
públicos. Sus métodos no pueden ser condenados como tácticas de
obstrucción y hostigamiento, mientras la reunión y la petición sean
pacíficas, como lo fueron éstas,
"No cabe duda de que los promoventes tenían como propósito
protestar contra la detención de estudiantes de la Universidad de
Florida ABM, quienes se habrían inconformado por actos racistas
en los teatros públicos,
"El hecho de que nadie haya pronunciado un discurso formal,
de que no se hayan distribuido volantes y de que el grupo n o estu-
viera cargado de cartelones, parece ser irrelevante. Sin embargo,
el grupo sí cantó canciones alusivas a la libertad. La historia
muestra que una canción puede ser una herramienta poderosa de
protesta, No hubo violencia ni se intentó ingresar por la fuerza a
la carcel. N o hubo ningún plan o intento d e hacer nada.
Simplemente se limitaron a protestar, Las pruebas muestran, sin
que haya elemento e n contrario, que la conducta de los pro-
moventes no alteró la rutina de la cárcel. Ésta siguió su curso nor-
mal. Nadie del grupo entr6 a la cárcel. De hecho, mantuvieron
libre la entrada, como se les indicó. No hubo empujones, ni desor-
den, ni amenaza de motín. Se dice que algunos miembros del
grupo bloquearon parte del camino que lleva a la entrada de la
cárcel. Ciertamente, el jefe de los celadores testificó que los
vehículos n o podrían haber usado ese camino. Los estudiantes
nunca se colocaron a manera de interferir con las personas o
vehículos que entraban en o salían de la cárcel.
"Se violaría la primera enmienda constitucional si se permitiera
que la 'petición para que se repare un agravio' fuera convertida en
una acusación por allanamiento. En primer lugar, los terrenos de la
cárcel no tenían señalamientos de 'No hay paso'.
"Puede haber lugares públicos tan claramente destinados a otros
propósitos, que su uso para ventilar agravios resulte anormal. Puede
haber algunos casos en que las reuniones para pedir la reparación de
agravios no sea consistente con otros fines necesarios de la pro-
piedad pública. Una reunión estruendosa ~ u e d estar
e fuera de lugar
en la serenidad de un palacio de gobierno, o con la quietud de un
tribunal. A nadie se le ocurriría sugerir, por ejemplo, que la galería
del Senado sea el lugar adecuado para una reunión vociferante de
protesta. Y en otros casos puede ser necesario ajustar el derecho de
petición de reparación de agravios a los otros intereses inherentes a
los usos a los que la propiedad pública está destinada. Pero esto es
distinto a sostener que todos los lugares públicos están fuera de
límite para la gente que siente haber sufrido un agravio. También es
distinto a sostener que la autoridad a cargo de un lugar público
pueda decidir discrecionalmente cuándo Cste puede ser utilizado
para la comunicación de ideas, especialmente para ejercer el dere-
cho constitucional de reunión y petición para solicitar que se corri-
jan agravios.
"Permitir que ello ocurra es dejar a su merced a quienes ejercen
los derechos consagrados en la primera enmienda constitucional.
Le da el terrible poder de decidir quién puede expresar sus ideas, y a
quién se le ha de negar un lugar para dirigir sus pretensiones y peti-
ciones a su gobierno. Tal potestad está en desacuerdo con todas las
decisiones de la Corte emitidas anteriormente, y en las que se ha
insistido que, antes de que pueda ser restringido un derecho de la
primera enmienda constitucional a título de aplicar una ley penal,
cualquier daño que ~ u e d aresultar colateralmente por el ejercicio
del derecho debe ser aislado y 'definido de una manera estricta' en

iIs4
FALLOSHICT~RICOS
DE IA SUPREMA CORTE UNIWS
A ~STAWS
DE J U ~ C I DE
la ley, a fin de que el poder de controlar los excesos en la conducta
no sea utilizado para suprimir el derecho constitucional mismo,
"Esa consecuencia trágica se actualiza hoy, cuando una ley con-
tra el allanamiento es utilizada para golpear a quienes pacífica-
mente ejercen un derecho consagrado en la primera enmienda
constitucional para protestar contra el gobierno por una de las
operaciones más lesivas que algunos de los estados están infligiendo
a los ciudadanos."
MIRANDA v. ARIZONA
(1966)

ANTECEDENTES:
Al revisar cuatro sentencias penales estatales emitidas en 1966,
la Suprema Corte, como en ocasiones anteriores, se enfrentó a la
cuestión de si la confesión de un acusado, hecha ante la policía
durante su detención, era constitucionalmente admisible. En
ningún caso se advirtió al acusado que tenía derecho a permanecer
callado y a consultar un abogado. Aunque los interrogatorios
tuvieron lugar durante períodos variables en cada caso, en ninguno
se alegó el uso ni la amenaza de violencia. En 1964, en el caso de
Escobedo v. Illinois, el acusado fue interrogado sin ser avisado de su
derecho a permanecer callado o a consultar un abogado, pero,
además, su petición de consultar a uno le fue negada.
Miranda consolida la decisión de esas condenas. Éstas fueron
emitidas por la comisión de los delitos de secuestro, violación, robo
y asesinato.
El ChiefJustice Warren formuló la sentencia de la Corte.
"El criterio de la Corte fue el de aplicar principios largamente
admitidos y aplicados en otros contextos. La Corte volvió a exami*
nar la decisión emitida en el caso Escobedo v. lllinois y los principios
ahí enunciados, y la confirmó. Ese caso no fue sino una explicación
de los derechos básicos consagrados en la Constitución: 'Ninguna
persona podrá ser obligada en ningún caso criminal a declarar en su
contra' y 'El acusado tendrá la asistencia de un abogado'. Estos
derechos se quebrantaron por exceso de celo oficial. Estos preciosos
derechos fueron establecidos en la Constitución después de siglos
de persecuciones y luchas. En las palabras del ChiefJustice Marshall,
fueron asegurados 'para incontables generaciones y designados para
alcanzar la inmortalidad tanto como las instituciones humanas
pueden acercársele'.
"El criterio de la Corte, brevemente expresado, fue el siguiente:
la parte acusadora no puede usar declaraciones, ni exculpatorias ni
incriminatorias, que surjan del interrogatorio de un acusado dete-
nido, a menos que demuestre haber usado los medios procesales
efectivos para proteger y asegurar el privilegio contra la autoin-
criminación. Por interrogatorio de un detenido se entiende aquel
iniciado por la autoridad, después de que una persona fue privada
de su libertad. En cuanto a la protección procesal que debe
emplearse, a menos que se encuentren otros medios totalmente
efectivos para informar a las personas acusadas de su derecho al
silencio y para asegurar una oportunidad continua para ejercerlo, se
requieren las siguientes medidas: antes de cualquier interrogatorio,
la persona debe ser advertida de que tiene derecho a permanecer en
silencio, que cualquier declaración que haga puede ser usada en su
contra y que tiene derecho a la presencia de un abogado.
"El acusado puede renunciar a esos derechos, siempre que la re-
nuncia sea hecha en forma voluntaria, consciente e inteligente. Si
en cualquier estado del proceso indica que desea consultar un abo-
gado antes de hablar, no puede haber interrogatorio alguno. De la
misma manera, si el individuo está solo e indica de alguna manera
que no desea ser interrogado, la ~olicíano puede interrogarlo. El
simple hecho de que haya contestado algunas preguntas, o formula-
do voluntariamente algunas declaraciones, es una cuestión que no
lo priva, por sí solo, del derecho a abstenerse de contestar cualquier
pregunta posterior hasta que haya consultado con un abogado y
después consienta en ser interrogado.
"La cuestión constitucional decidida en cada uno de estos casos,
es la admisibilidad de declaraciones obtenidas de un acusado que
haya sido interrogado mientras estaba detenido y privado de su li-
bertad. En cada caso, el acusado fue interrogado por oficiales de la
policía, detectives, o un abogado de la fiscalía, en un cuarto en el
que estaba separado del mundo exterior. En ninguno de esos casos
se le hizo al acusado una advertencia plena y efectiva de sus dere-
chos al inicio del interrogatorio. En todos los casos, del interrogato-
rio se derivaron afirmaciones verbales y, en tres de ellos, declara-
ciones firmadas que fueron admitidas en el curso de sus juicios. Así,
todos esos casos comparten características similares: interrogatorio
de individuos incomunicados en un ambiente dominado por la
policía, que concluyeron en confesiones sin previa advertencia de
los derechos constitucionales del interrogatorio.
"En 1961, la Comisión de Derechos Civiles encontró muchas
pruebas que indicaban que 'algunos policías aún recurren a la fuerza
física para obtener confesiones'. El uso de la brutalidad física y la
violencia no ha sido, desafortunadamente, relegado al pasado o a
alguna parte del país.
"La Corte enfatizb que la nueva práctica de interrogatorio a un
detenido se orienta más bien psicológica que físicamente. Como lo
dijo antes: 'Desde Chambers v. Florida la Corte ha reconocido que la
coerción puede ser mental o física, y que la sangre del acusado no es
la única señal de un interrogatorio inconstitucional.'
"En Bhckbum v. Alabama se concluyó que los interrogatorios
aún se realizan en privado. La privacidad se traduce en secreto, y
éste, a su vez, se transforma en una laguna en nuestro conocimiento
de lo que de hecho sucede en los cuartos del interrogatorio. Una
valiosa fuente de información acerca de las actuales prácticas poli-
ciaca~,puede ser encontrada en varios manuales y textos de la
policía, que documentan los procedimientos empleados con éxito
en el pasado y que recomiendan varias otras técnicas efectivas.
"De estos ejemplos representativos de las técnicas de interroga-
torio, aparece claro el marco prescrito en los manuales y observado
en la práctica. En esencia, se trata de lo siguiente: es esencial estar a
solas con el sujeto para evitar distracciones y para privarlo de todo
apoyo exterior. El aura de confianza en su culpabilidad mina su vo-
luntad de resistir. Él, simplemente, confirma la historia preconcebi*
da de que la policía lo quiere hacer confesar. Paciencia, persistencia
y, a veces, interrogatorio sin descanso, son empleados. Para obtener
una confesión, el interrogador debe pacientemente conducirse a sí
mismo y a su presa, a una posición en la que se puede obtener el
objeto deseado. 'Cuando los procedimientos normales no producen
el resultado requerido, la policía puede recurrir a estratagemas
engañosas, como dar falsos consejos legales. Es importante mante-
ner al sujeto fuera de balance, negociando, por ejemplo, con su
inseguridad respecto de sí mismo y del ambiente que lo rodea, La
policía, entonces, lo persuade, engaña o halaga para que renuncie al
ejercicio de sus derechos constitucionales.'
"Aun sin emplear la brutalidad, el 'tercer grado', o las estratage-
mas específicas anres descritas, el solo hecho del interrogatorio
estando detenido, pesa fuertemente en la libertad individual y la
debilidad de los individuos.
"En estos casos, la Corte puede no encontrar que las declara-
ciones de los acusados hayan sido involuntarias en términos tradi-
cionales. Pero ello no disminuye en lo más mínimo la preocupación
de la Corte por las salvaguardas adecuadas para proteger los pre-
ciosos derechos de la quinta enmienda constitucional, De hecho,
los autos no muestran coacción física abierta, ni tramas psicológicas
patentes, Pero queda en pie el hecho de que, en ninguno de estos
casos, los oficiales trataron de proporcionar salvaguardas apropiadas
al inicio del interrogatorio, para asegurar que las declaraciones fue-
sen, en verdad, fruto de una libre decisión.
"Es obvio que dicho ambiente para un interrogatorio es creado
para el único propósito de subyugar al individuo a la voluntad del
interrogador. Tiene su propio sello de intimidación. Ciertamente
no es intimidación física, pero destruye igualmente la dignidad
humana. La práctica corriente del interrogatorio e n incomuni-
cación está en pugna con uno de los principios más preciados de la
Nación: que el individuo no debe ser forzado a incriminarse a sí
mismo. A menos que se empleen medios protectores adecuados
para disipar la coerción inherente a los entornos del interrogatorio,
ninguna declaración obtenida del acusado puede ser verdadera-
mente fruto de su libre decisión.
''No hay duda de que el privilegio de la quinta enmienda consti-
tucional es utilizable fuera de los procedimientos de un tribunal penal
y sirve para proteger a las personas en cualquier circunstancia en que
sea limitada su libertad de acción, a fin de que no sean forzadas a

189
I A DE]USTICIA DE ESTAWS UNIWS
DE L4 S U P R ~CORTE
FALLOSHIST~RICDS
incriminarse a sí mismas. Sin las salvaguardas adecuadas, el proce-
dimiento de interrogar a las personas acusadas de algún crimen,
implica presiones coercitivas inherentes que debilitan la voluntad del
individuo y lo fuerzan a hablar cuando, de otra manera, no lo hubiera
hecho libremente. Para combatir esas presiones y permitir una opor-
tunidad plena para ejercer el privilegio contra la autoincriminación,
se debe advertir al acusado adecuada y efectivamente de sus derechos,
y ese ejercicio debe ser completamente respetado.
"Las circunstancias en que se realiza un interrogatorio pueden
obrar, muy rápidamente, para quebrantar la voluntad de una per-
sona a la que sólo se hizo sabedora de sus derechos por sus interro-
gadores. Por tanto, el derecho a tener un defensor presente en el
interrogatorio es indispensable para la protección del derecho con-
sagrado en la quinta enmienda constitucional. El objetivo de la
Corte es asegurar que el derecho del individuo a elegir entre el
silencio y la palabra permanezca absolutamente libre durante el
procedimiento del interrogatorio.
"En Escobedo v. Illinois, la Corte determinó que su sentencia no
intentaba estorbar la función tradicional de los oficiales de la
policía para investigar los crímenes. Cuando un individuo está
detenido por causa probable, la policía puede buscar pruebas por
doquier para usarlas contra 61 en el juicio. Tal investigación puede
incluir la de personas que no estén detenidas. El interrogatorio en
general, en la escena del crimen, o las preguntas en general a los
ciudadanos en el proceso de averiguar los hechos, no son afectados
por la sentencia. Es un acto de ciudadanía responsable dar toda la
información que puedan tener para ayudar a la aplicación de la ley,
En tales situaciones, la atmósfera de presión inherente al proce-
dimiento del interrogatorio bajo detención, no est4 necesariamente
presente.
"El hecho de que se trate de declaraciones obtenidas mediante
interrogatorio, no significa que todas las confesiones sean inadmi-
sibles. Las confesiones siguen siendo un elemento adecuado para
la aplicación de la ley, Cualquier declaración hecha libre y
voluntariamente y sin influencias es, por supuesto, admisible como
prueba. La trascendencia fundamental del privilegio, mientras un
individuo está detenido, n o consiste en la probabilidad de hablar
con la policía sin el beneficio de las advertencias y el defensor, sino
e n la de ser interrogado. No hay nada que exija que la policía
detenga a una persona que entra a una estación de policía y declara
que desea confesar un delito, ni de detener a una persona que llama
a la policía para ofrecer una confesión o cualquiera otra declaración
que desee hacer. Las declaraciones de cualquier clase, hechas vo-
luntariamente en forma espontánea, y su admisibilidad como prue-
bas, no quedan afectadas por la sentencia de hoy.
"Al anunciar estos principios, no pasan inadvertidas las cargas
que los agentes de la ley deben soportar, a veces en circunstancias
difíciles. También se reconoce plenamente la obligación de todos
los ciudadanos de contribuir a la aplicación de las leyes penales. Los
límites señalados para el procedimiento de interrogatorios n o
debieran constituir una interferencia indebida con un sistema ade-
cuado de aplicación de la ley, La sentencia de ninguna manera
impide a la policía llevar a cabo sus funciones tradicionales de
investigación."
Disintió el Justice Harlan, a quien se unieron los Justices Stewart
y White.
RALPH GINZBURG ET. AL. V. UNITED STATES
(1966)

ANTECEDENTES:
Los demandados, un individuo y tres sociedades controladas por
él, usaron el servicio postal para ditribuir literatura que se calificó
de obscena. La revista Eros, con artículos y fotografías sobre amor y
sexo, era distribuida quincenalmente con el objeto de invitar a los
lectores a "mantener el sexo como arte y evitar que se convierta en
ciencia". Lo mismo ocurría con el Manual del ama de casa sobre la
promiscuidad. Un juez, que juzgó sin jurado en el Tribunal de Dis-
trito del Este de Pennsylvania, condenó a los acusados por haber
violado la Ley Federal contra Za Obscenidad. El Tribunal de Apela-
ciones del Tercer Circuito confirmó la resolución. Posteriormente,
la Suprema Corte decidió aceptar el recurso en última instancia y
confirmó la resolución recurrida.
El Justice Brennan formuló la sentencia de la Corte.
EL Justice Black formuló voto particular, afirmando que, aunque
el castigo siempre ha sido reconocido como necesario para evitar
ciertas conductas, en este caso se está cometiendo un error, pues no
existe delito alguno que sancionar.
El Justice Black consideraba que el criterio de la mayoría de la
Corte para determinar si Ginzburg o cualquier otra persona puede
ser castigada como criminal común por publicar o circular material
obsceno, es tan vago y carente de significado que, prácticamente,
deja la suerte de dicha persona a la discreción o capricho del juez o
jurado que la juzga. Analizó por separado los tres elementos que la
mayoría de la Corte estimó fundamentales para probar la
obscenidad:
"a) Que el tema predominante en el material despierte un
interés lascivo en el sexo. Someter una cuestión como ésta a un
juez o a un jurado, prácticamente no significa sino una petición a
éstos para afirmar sus propias creencias personales respecto de si
debiera permitirse la distribución legal del material.
"b) Que el material sea 'ostensiblemente ofensivo porque re-
presente una afrenta a las costumbres de la comunidad en asuntos
sexuales'. ¿Quién es capaz de asegurar cuáles son las 'costumbres de
la comunidad' sobre un tema tan íntimo?
"c) Que el material carezca 'absolutamente de un valor social
que lo redima', Me parece que la afirmación caso por caso, de valor
social, por jueces o miembros individuales de un jurado, es una téc-
nica peligrosa para que el gobierno la utilice para determinar si un
hombre se queda dentro o fuera de la prisión.
"Es obvio que el efecto de la decisión de la Corte será hacer
extremadamente peligroso para la gente discutir, oralmente o por
escrito, cualquier cosa acerca del sexo, La censura federal no es la
respuesta. Fue precisamente por eso que se redactó y adoptó la
primera enmienda constitucional. Se debe reconocer que el sexo
forma parte de nuestra sociedad, al menos tanto como cualquier
otro aspecto de la vida, de manera que no se debe hacer un crimen
de su discusión."
Por su parte, el Justice Douglas manifestó que quien votó en
contra de la resolución de la mayoría manifestó que el uso de sím-
bolos sexuales para vender literatura, que hoy condena la Corte,
establece otra excepción a los derechos de la primera enmienda
constitucional, tan gratuita como la excepción judicialmente cons0
truida concerniente a la obscenidad.
Agregó que la primera enmienda constitucional permite que
todas las ideas sean expresadas. No es ~osibletrazar líneas entre lo
"bueno" y lo "malo", y ser al mismo tiempo fieles al mandato cons-
titucional de dejar en paz todas las ideas. Si la Constitución permi-
tiese reglamentaciones "razonables" de la libertad de expresión,
como lo hacen las constituciones de algunas naciones, se estaría en
un campo donde el Legislativo y el Judicial tendrían amplitud de
acción. Pero, bajo la Constitución de Estados Unidos, toda
reglamentación o control de la expresión están ~rohibidos,y la fun-
ciBn del gobierno no es revelar dónde está la "verdad". La gente es
lo suficientemente madura para elegir y escoger, para reconocer la

193
CORTE DE~USTICIADE ~ T A RU
~ LA SUPREMA
FAW H l ~ T d l U r r *DE X N I ~
basura cuando la ve, para ser atraída por la literatura que satisface
sus necesidades íntimas, con esperanza de que se mueva de altura en
altura, para llegar finalmente al mundo de las ideas perdurables. Es
éste el ideal de una sociedad libre escrito en la Constitución.
El Justice Stewart, quien también votó en contra, manifestó que
la mayor parte del material es vulgar y poco edificante. Pero la
primera enmienda constitucional significa que un hombre no puede
ser enviado a prisión sólo por distribuir publicaciones que ofenden
la sensibilidad estética de un juez, quienquiera que éste sea.
Aseguró que la censura refleja la falta de confianza de una
sociedad en sí misma. Que la Constitución protege la expresión
ruda lo mismo que la refinada, y la vulgaridad no menos que la ele-
gancia.
Por último, manifestó que lo más grave es que la Corte haya
asumido la potestad de negar a Ralph Ginzburg la protección de la
primera enmienda constitucional, porque reprueba su "negocio sór-
dido". Agregó que ésa es una potestad que la Corte no posee.
FREEDMAN v. MARYLAND
(1965)

ANTECEDENTES:
U n hombre de apellido Freedman quiso poner a prueba la cons-
titucionalidad de la ley de censura de películas en Maryland y
exhibió el filme Venganza al amanecer en su teatro de Baltimore, sin
someterlo previamente a la aprobación de un comité del estado,
como lo exige la sección 2 de la ley. El comité admitió que la
película no violaba los estándares legales y que hubiera recibido la
licencia si hubiese sido adecuadamente solicitada, pero el apelante
fue condenado por violación a la sección 2. Lo anterior, a pesar de
haber argumentado que la ley viola su libertad de expresión. El
Tribunal de Apelaciones de Maryland confirmó la sentencia recu-
rrida. Posteriormente, la Corte revocó la resolución de primera
instancia,
E1Justice Brennan formuló la sentencia de la Corte.
"En Times Film Corboration v . City of Chicago, la Corte analizó y
consideró válido el requisito de someter a aprobación las películas
antes de su exhibición. El tribunal de Apelaciones sostuvo, apoyán-
dose en esa decisión, que 'la ley de censura de Maryland no puede
considerarse nula por considerarse que viola las libertades protegidas
en la primera y decimocuarta enmiendas constitucionales'.
"A diferencia del promovente en Times Film, el ahora pro-
movente no alegó que la sección 2 sea inconstitucional sólo porque
puede evitar inclusive la primera exhibición de una película que
podría ser legalmente objeto de un proceso por obscenidad. Planteó
una cuestión distinta de la que se juzgó en Times Film. Aceptando
la norma dada en dicho caso, adujo que la sección 2 constituye una
restricción previa que es nula porque, en el contexto del resto de la
ley, implica el peligro de suprimir indebidamente una expresión
protegida, Se enfocó particularmente en el procedimiento en el que
el comité estatal, sin participación judicial alguna, impide la
exhibicidn de cualquier película que no considere conveniente, a
menos que quien desea exhibirla emprenda un tardado procedi-
miento de apelación ante los tribunales de Maryland y logre que la
decisión del comité sea revocada.
"De conformidad con lo previsto en la ley, quien desea exhibir
una película, tiene que someter su exhibición a consideración del
comité estatal. De conformidad con lo previsto en la sección 17 de
la ley, el comité estatal no tiene un plazo específico para emitir su
resolución. Si el filme es rechazado o requiere ser recortado, la sec-
ción 19 establece que 'la persona que somete ese filme a examen
recibirá noticia inmediata de tal modificación o rechazo, y si se
interpone apelación, tal filme será prontamente reexaminado, en
presencia de esa persona, por dos o más miembros del comité y, si es
finalmente rechazado o aprobado, después de ese segundo examen,
tendrá derecho a apelar la decisión del comité ante el tribunal de la
ciudad de Baltimore. Habrá, además, derecho de apelar la decisión
del tribunal de la ciudad de Baltimore, ante el Tribunal de Apela-
ciones de Maryland, sujeto en términos generales al tiempo y ma-
nera previstos para dicha apelación1.
"Así, no hay disposición legal alguna que prevea la partici-
pación judicial en el procedimiento que prohibe la exhibición de
un filme, ni seguridad de una pronta revisión judicial. El riesgo de
dilación existe en el procedimiento de Maryland, como lo muestra
la experiencia. En el único caso reportado, que indica el lapso
requerido para completar una apelación, la determinación judicial
inicial tomó cuatro meses y la reivindicación final del filme, en
revisión de apelación, seis.
"En el campo de la libertad de expresión, está claramente
establecido que una persona está legitimada para impugnar una
ley que otorga una discrecionalidad demasiado amplia a una
autoridad para dar su autorización, independientemente de que la
conducta de esa persona pudiera ser prohibida o no por una ley
adecuadamente redactada, e independienteniente o no de que
haya solicitado una licencia. 'Aquél que pudiera obtener ésta,
podría impugnar todo el sistema del otorgamiento de licencias, en
caso de ser ~rocesadopor no haber intentado obtenerla.' Eso fue
resuelto por la Corte en Thornhill v. Alabama. Asimismo, en
NAACP v. Button resolvió que la legitimación es reconocida en
tales casos debido al peligro de tolerar, en el campo de las libertades
de la primera enmienda constitucional, la existencia de una ley
penal susceptible de una aplicación impropia y demasiado extensiva.
"Aunque no tuvo la Corte oportunidad de decidir si el vicio de
ser demasiado amplia afecta a la ley de Maryland, consideró que la
aseveración del apelante de que existe un peligro similar en el
aparato de censura de Maryland lo legitima para hacer la impug-
nación. Su argumento es que el aparato opera en un contexto legal
e n el que la revisión judicial es demasiado tardía. La ley de
Maryland carece de suficientes salvaguardas para sujetar la acción
del comité a límites constitucionales judicialmente determinados, y
por tanro contiene el mismo vicio que una ley que delega una exce-
siva discrecionalidad administrativa.
"Aunque la Corte resolvió que las películas no están 'necesaria-
mente sujetas a las reglas precisas que gobiernan cualquier otro
método particular de expresión', en Joseph Burstyn, Inc. v. Wilson,
es tan cierto e n este aspecto como e n cualquier otra forma de
expresión que 'cualquier sistema de restricción previa de la expre-
sión llega a la Corte con la carga de una fuerte presunción contra su
validez constitucional' (Bantam Books, Inc. v. Sullivan). 'Bajo la de-
cimocuarta enmienda constitucional, un estado no es libre de adop-
tar cualquier procedimiento para impedir la obscenidad, sin atender
a las posibles consecuencias para la al abra constitucionalmente
protegida.' (Marcus v. Search Wawant)
"La administración de un sistema de censura para ~eliculaspre-
senta peligros para la libertad de expresión constitucionalmente
protegida. A diferencia de un proceso por obscenidad, un proce-
dimiento de censura arroja la carga inicial de la pmeba en quien
desea exhibir la película. Dado que la labor del comité es censurar,
hay el peligro inherente de que sea menos sensible que un tribunal
a los intereses constitucionalmente ~rotegidosen la libertad de
expresión. Y si se hace indebidamente oneroso, ya sea por dilación O
por otra causa, la opción de buscar una revisión judicial podría
provocar que la decisión del comité sea definitiva en la práctica.
"Aplicando la regla establecida en otros casos, la Corte sostuvo
que un proceso no penal, que exige la previa sumisión del filme a
un comité, sólo evita el vicio constitucional si tiene lugar bajo sal-
vaguardas procesales destinadas a evitar los peligros de un sistema
de censura. En primer lugar, la carga de probar que el filme es una
expresión no protegida debe recaer en el comité. Como lo estable-
ció la Corte en Speicer v. Randall: 'Donde el valor trascendente de la
expresión o palabra está involucrado, el debido proceso requiere
ciertamente que el estado soporte la carga de persuadir para mostrar
que los apelantes se han enfrascado en una expresión criminal.' En
segundo lugar, aunque el estado puede requerir la revisión previa de
todos los filmes, para proceder efectivamente a prohibir la muestra
de filmes no protegidos, el requerimiento no puede ser administrado
de tal manera que dé un efecto de determinación final a la decisión
del comité sobre si un filme constituye o no expresión protegida.
"La enseñanza de otros casos es que, como únicamente una
decisión judicial en un procedimiento contradictorio asegura la
necesaria sensibilidad hacia la libertad de expresión, únicamente
un procedimiento que requiera una resolución judicial es suficiente
para imponer una restricción final válida. Para ello, el exhibidor del
filme debe tener la seguridad, por ley o por interpretación judicial
obligatoria, de que el comité, dentro de un período breve y específi-
co, expedirá la licencia o acudirá ante un tribunal para impedir la
exhibición del filme.
"Cualquier restricción impuesta antes de la determinación judi-
cial final sobre los méritos, debe, de manera semejante, limitarse a
la preservación del estado de las cosas por el término fijo tnás breve,
compatible con una sólida resolución judicial, M6s a6n, después de
la expiración de una restricción tetnporal, una negativa administra-
tiva a otorgar la licencia que venga a implicar que la decisión del
comité de que el filme no está protegido, puede tener el efecto de
desalentar al exhibidor. Por tanto, el procedimiento debe asegurar
también una pronta decisión judicial final, para minimizar el efecto
disuasivo de una negativa posiblemente errónea de la autorización.
"Sin esas salvaguardas, puede resultar demasiado pesado buscar
la revisión de la decisión del comité. En el caso particular de las
películas, puede necesitarse muy poco para disuadir de la exhibición
en una localidad dada. El interés de quien desea exhibir una pelícu-
la puede ser insuficiente para soportar un litigio largo y oneroso.
Por otra parte, el distribuidor puede no estar dispuesto a aceptar las
cargas y dilaciones de un litigio en un área particular cuando, sin
tales dificultades, puede exhibir libremente su filme en la mayor
parte del resto del país. Sólo cuatro estados y un puñado de conda-
dos tienen leyes de censura.
"Fácilmente se ve que el sistema procedimental de Maryland no
satisface esos criterios. En primer lugar, una vez que el comité re-
chaza el filme, el exhibidor debe asumir la carga de instaurar pro-
cedimientos judiciales y de persuadir a los tribunales de que el filme
es expresión ~rotegida.En segundo lugar, una vez que el comité ha
actuado contra u n filme, se prohibe la exhibición durante la
revisión judicial, sin importar cuánto tarde, De acuerdo con la ley,
el apelante pudo haber sido condenado si hubiese exhibido el filme
después de haber solicitado, sin éxito, una licencia, aunque ningún
tribunal hubiese jamás juzgado sobre la obscenidad de ese filme. En
tercer lugar, queda muy claro que la ley de Maryland no da seguri-
dad alguna de una pronta determinación judicial, Por tanto, la
Corte sostuvo que debe ser revocada la condena del apelante. El sis-
tema de Maryland no prevé salvaguardas adecuadas contra la
inhibición indebida de expresión protegida, y esto hace que el re-
quisito del artículo 2, sobre la previa autorización del filme, por
parte del comité, sea una restricción previa inválida.
"Si Maryhnd incorpora las salvaguardas procesales requeridas, es
cuestión que el estado debe decidir, Pero no falta un modelo: en
Kingsley Books, Xnc. u. Brown se confirmó un procedimiento de
Nueva York, destinado a prohibir la venta de libros obscenos. Ese

199
~ SUPREMA
FhLLC6 ~ 1 s r d RDEi LA CORTE DEJUSTICIA DE ESTAWS UNIWS
procedimiento posponía cualquier restricción contra la venta hasta
que hubiera una determinación judicial de obscenidad, previa noti-
ficación y audiencia contradictoria (en un procedimiento inquisito-
rio, el juez resuelve oyendo sólo a una de las partes; en un procedi-
miento contradictorio, debe oírlas a ambas). La ley establecía una
audiencia un día después de la fijación de la litis. Por ello, el juez
debía dar su resolución dentro de los dos días siguientes a la termi-
nación de la audiencia.
"Una solución sería permitir al exhibidor o distribuidor someter
su filme con tiempo suficiente para asegurar una resolución final del
caso, antes de la fecha programada para la exhibición, con el sufi-
ciente adelanto para que el exhibidor pueda anunciar sin riesgo el
estreno de la película, Faltando tal sistema, la ley tendría que exigir
una resolución considerablemente más rápida a la manera prevista
en la ley de Maryland. De otra manera, el litigio podría ser inde-
bidamente costoso y largo, o el exhibidor triunfante podría encon-
trar que ya había pasado la oportunidad más propicia para la exhibi-
ción. La Corte no deseó establecer límites de tiempo o procedimien-
tos rígidos, sino sugerir consideraciones, al elaborar la ley, acordes
con las prácticas locales de exhibición, y que al hacerlo se evite el
efecto potencialmente disuasivo de la ley de Maryland sobre la
expresión protegida. Por ello decidió revocar."
El Justice Douglas formuló una opinión concurrente, a la que se
adhirió el Justice Black.
MALLOY V. HOGAN
(1964)

ANTECEDENTES:
El promovente fue arrestado y condenado por realizar juegos ile-
gales. En el recurso de revisión, el Tribunal Superior de un condado
le formuló preguntas relacionadas con el arresto y la condena. El
interrogado se negó a contestar, manifestando que "ello podría
incriminarlo". Acto seguido, el tribunal lo acusó de desacato y lo
envió a prisión, hasta que estuviese dispuesto a contestar, El Tribu.
nal Superior del estado de Connecticut se negó a admitir el recurso,
argumentando que el privilegio de la quinta enmienda constitu-
cional contra la autoincriminación no se exrendía, por la deci-
mocuarta enmienda constitucional, a un testigo en un proceso
local, y que no se había invocado el privilegio bajo la Constitución
del estado.
El Justice Brenan formuló la sentencia de la Corte.
"En 1922, la Corte estableció que 'ni la decimocuarta enmienda
constitucional ni otra disposición de la Constitución de Estados
Unidos impone a los estados restricciones a la libertad de expre.
sión', Tres años después, con Gitlow v. New York comenzó a emitir
una serie de decisiones que, a la fecha, sostienen que las protec-
ciones de la primera enmienda constitucional a los derechos de
expresión, prensa, religión, reunión, asociación y petición de
enmendar agravios, son inmunes contra la invasión estatal.
"En 1964, la admisibilidad de una confesión en un proceso
criminal estatal se prueba con el mismo criterio seguido en 10s pro-
cesos federales desde 1897, cuando en Bram v. United States la
Corte sostuvo que 'en los juicios penales, ninguna persona 'será
obligada a declarar contra sí misma'.
"El cambio de criterio empezó con Lisenba v. Califomia, en el
que la Corte habló 'de la libre elección del acusado para admitir,
negar, o rehusarse a contestar'. El cambio refleja el reconocimiento
de que el sistema estadounidense de proceso penal es acusatorio y
no inquisitorio, y que el ~rivilegiode la quinta enmienda constitu-
cional es su cimiento principal.
"Los gobiernos, estatal y federal, están así constitucionalmente
obligados a establecer la culpabilidad mediante pruebas obtenidas
en forma libre e independiente, y no pueden, mediante la coerción,
probar un cargo contra un acusado por declaraciones hechas por él
mismo.
"Dado que la decimocuarta enmienda constitucional prohibe a
los estados inducir a una persona a confesar mediante una simpatía
'falsamente suscitada' (Spano v. New York), o cualquier otro medio
de inducirlo, que no llegue a la tortura (Haynes v . Washington),
también está prohibido recurrir a la prisión para presionar a una
persona a contestar preguntas que podrían incriminarla. La deci-
mocuarta enmienda constitucional asegura el mismo privilegio que
la quinta enmienda constitucional garantiza contra la actuaci6n
federal: el derecho de una persona a permanecer callada, a menos
que decida hablar sin presiones, en el ejercicio de su libre voluntad
y sin sufrir pena alguna.
"Por lo que hace al gobierno federal, y al estatal, la decimocuar-
ta y quinta enmiendas constitucionales protegen la privacidad del
individuo. Por ello, las confesiones rendidas bajo presión son viola-
torias de dichos preceptos constitucionales.
"La prohibición de cateos y aprehensiones injustificados, pre-
vista en la cuarta enmienda constitucional,y el derecho a contar con
un defensor, garantizado en la sexta, deben también ser aplicados,"
NATIONAL ASSOCIATION FOR THE ADVANCEMENT OF
COLORED PEOPLE v. ALABAMA
(1958)

ANTECEDENTES:
La controversia por la segregación racial se tradujo en nume-
rosos intentos de estorbar las actividades de la NAACP (Asociación
Nacional para el Mejoramiento de la Gente de Color), una corporación
no lucrativa con sede en Nueva York. Como otros estados, Ala-
bama tenía una ley que exigía que las corporaciones de fuera del
estado se registraran y cumplieran con ciertos requisitos. La
NAACP abrió una oficina regional en Alabama, pero se consideró
exenta de registro. Un tribunal ordenó suspender las actividades de
la asociación y le exigió datos que incluían los nombres y domici-
lios de sus agentes en Alabama. La NAACP exhibió los datos pedi-
dos, con excepción de la lista de miembros, cuya entrega rehusó
con bases constitucionales. Sin embargo, se la declaró en desacato y
fue multada. El Tribunal Superior de Alabama desechó dos recur-
sos, pero la Corte sí los admitió.
El Justice Harlan formuló la sentencia de la Corte.
"La cuestión que se presentó fue determinar si Alabama, dentro
de la cl6usula de debido proceso de la decimocuarta enmienda
constitucional, podía obligar a la peticionaria que revelara al procu-
rador del estado los nombres y domicilios de todos sus miembros y
agentes en Alabama, independientemente de su posición dentro de
la asociación.
"La asociación sostenía, por una parte, que tenía derecho cons-
titucional a resistir una indagación ofícial de su lísta de miembros, y
que, por otra parte, podía deducir, en nombre de sus miembros, un
derecho personal de &tos a estar ~rotegidosde exponer al estado,
obligatoriamente, su afiliación a la asociación mediante la reve.
lación de las listas de miembros. La Corte estimó que la pro-
movente defendía adecuadamente los derechos de sus miembros, y
que su nexo con ellos era suficiente para permitirle actuar como su
representante ante la propia Corte. A l llegar a esta conclusión, ésta
rechazó el argumento del estado de que la asociación carece de
legitimación para sostener los derechos constitucionales que
pertenecen a los miembros, los que, por supuesto, no eran parte en
el litigio.
"Para limitar la amplitud de las cuestiones que se debían tratar
en un litigio particular, la Corte, generalmente, insistía en que las
partes se apoyen únicamente e n derechos personales que les
pertenezcan, Esta regla se relaciona con la doctrina más amplia de
que la adjudicación constitucional debe evitarse cuando sea posi-
ble. Ese principio no se viola cuando los derechos personales de
personas que no acuden directamente a la Corte no podrían ser
reivindicados sino mediante un representante apropiado.
"Si los socios en general están constitucionalmente legitimados
para no revelar su conexión con la Asociación, a pesar de la orden
de exhibición de las listas, es evidente que ese derecho puede ser
esgrimido por la asociación. Exigir que lo hagan valer los miembros
mismos, equivaldría a nulificar el derecho en el momento mismo de
hacerlo valer. La promovente era la parte apropiada para hacer
valer esos derechos, porque en un sentido práctico ella y sus miem-
bros eran la misma cosa. La asociación, que e n sus estatutos
establecía que 'cualquier persona que esté de acuerdo con sus prin-
cipios y política' puede ser miembro, no era sino el medio por el
cual sus miembros individuales buscan hacer más efectiva la expre-
sión de sus puntos de vista. La razonable posibilidad de que la aso-
ciación misma sea adversamente afectada por la disminución de la
membresía y del apoyo financiero si es obligada a entregar las listas,
era un factor más que robustece la conclusión de que la peticionaria
tiene legitimación para quejarse de la orden de presentación de la
lista, a nombre de sus miembros.
"Así, la Corte procedió al estudio de la pretensión de la peti-
cionaria de que la orden de entregar la lista violaba las libertades
fundamentales protegidas por la cláusula de debido proceso de la
decimocuarta enmienda constitucional. La promovente alegaba
que, en vista de los hechos y circunstancias mostrados en el expe-
diente, el efecto de entregar forzadamente las listas de sus miembros
restringiría los derechos de éstos para asociarse legalmente en apoyo
de sus creencias comunes.
"La lucha efectiva por puntos de vista tanto públicos como pri-
vados, particularmente si son controvertidos, es sin duda reforzada
por una asociación, como lo ha reconocido la Corte más de una vez
al hacer notar la relación estrecha entre las libertades de expresión
Y de reunión. La Corte consideró fuera de debate que unirse a una
asociación para la difusión de creencias e ideas es un aspecto inse-
parable de la 'libertad' asegurada por la cláusula de debido proceso
de la decimocuarta enmienda constitucional, que abarca la libertad
de expresión. Por supuesto, es irrelevante que las creencias que se
busca difundir por medio de la asociación pertenezcan al terreno
político, económico, religioso o cultural, y la acción estatal que
pueda tener como efecto restringir la libertad de asociación, está
sujeta al más estrecho escrutinio.
"Difícilmente sería una novedad percatarse de que el mostrar
forzadamente la afiliación a grupos enfrascados en la defensa de una
causa, podría constituir una restricción a la libertad de asociación.
La Corte reconoció la relación vital entre la libertad de asociación,
y la privacidad en las asociaciones de cada quien. En algunas cir-
cunstancias, la inviolabilidad de la privacidad en cuanto a la aso-
ciación en un grupo, puede ser indispensable para preservar la liber-
tad de asociación, especialmente cuando el grupo se adhiere a
creencias disidentes.
"La Corte consideró que, en los aspectos que se traen a cuenta,
tiene que considerarse razonablemeiite que la orden de entregar la
lista entrafía uiia restricción sustancial al ejercicio del derecho de
libre asociación de los miembros de la promovente. h t a robó que,
en ocasiones pasadas, la revelación de la identidad de sus miembros
en general los había expuesto a represalias económicas, pérdida de
empleo, amenaza de coerción física y otras manifestaciones de hos-
tilidad pública. En estas condiciones pareció claro que la entrega de
las listas de los miembros de la promovente en Alabama probable-
mente afectaría, en forma adversa, la capacidad de la promovente y
de sus miembros para proseguir su esfuerzo colectivo para adelantar
las creencias que, sin duda, tienen derecho a promover, en tanto
que puede inducir a los miembros a retirarse de la asociación, y a
disuadir a otros de unírsele, por miedo a que sus creencias sean
expuestas a través de sus asociaciones y por miedo a las consecuen-
cias de tal exposición.
"No fue suficiente responder, como en este caso lo hizo el esta-
do, que cualquier efecto de represión que la entrega de las listas
pudiera tener sobre los ciudadanos de Alabama por su participación
en las actividades de la promovente, no sería seguida de una
actuación estatal, sino de presiones privadas de la comunidad. El
factor crucial era la interrelación de las acciones privada y estatal,
pues es sólo después del ejercicio inicial de la potestad estatal, re-
presentado por la orden de exhibir las listas, que podía entrar en
juego la acción privada.
"Finalmente, la Corte se enfrenta a la cuestión final respecto de
si Alabama había demostrado, en la entrega de las listas que pidió a
la promovente, un interés suficiente para justificar el efecto disuasi-
vo que, según las conclusiones de la propia Corte, podría tener en
el libre ejercicio, por los miembros de la promovente, de su derecho
de asociación constitucionalmente protegido. No importó que el
estado haya actuado únicamente por medio de su Poder Judicial,
pues, sea legislativa o judicial, de todas maneras fue una aplicación
de la potestad estatal lo que se pidió que interviniera la Corte.
"Es importante tener presente que la peticionaria no afirmó
tener derecho a inmunidad absoluta respecto de una investigación
estatal, ni tener derecho a dejar de respetar las leyes de Alabama.
Como lo mostró el que sustancialmente cumplió con la orden de
exhibición, la peticionaria no negó el derecho a Alabama a obtener
de ella la información que desee a propósito de la asociación y a sus
actividades dentro del estado. La promovente no objetó divulgar la
identidad de sus miembros; son empleados suyos o directivos. Sólo
hizo valer los derechos de sus miembros ordinarios, en general. Por
tanto, este caso no fue análogo a otro que involucre el interés del
estado en proteger a sus ciudadanos en los tratos con solicitantes o
agentes de corporaciones fuereñas, y que lo autoriza a exigir su
identificación.
"La Corte sostuvo que la inmunidad de las listas de miembros, el
derecho de éstos a defender su privacía y a asociarse libremente con
otros para hacerlo, caía dentro de la protección de la decimocuarta
enmienda constitucional. Alabama no logró mostrar una justifi-
cación suficiente para el efecto disuasivo que la entrega de las listas
de miembros razonablemente tendría sobre el libre disfrute del
derecho de asociación. En consecuencia, la determinación de
desacato civil y la multa de $100,000, que resultaron de la negativa
de la promovente a acatar la orden de exhibición dada al respecto,
quedó sin efecto.
"Por las razones expuestas, la Corte resolvió que la sentencia del
Tribunal Superior de Alabama debía ser revocada, y reenviarse el
caso para reponer el procedimiento de manera que no fuera incon-
sistente con la opinión del Máximo Tribunal."
UNITED STATES v. RABINOWITZ
(1950)

ANTECEDENTES:
Un hombre de apellido Rabinowitz fue condenado por vender
timbres postales alterados, defraudando con ello a coleccionistas.
Autoridades federales, con orden de arresto, lo aprehendieron, pero
también revisaron su escritorio, caja fuerte y archiveros de su ofici-
na, sin orden de cateo. Las estampillas alteradas sirvieron de prueba
para condenarlo. Un tribunal de Apelaciones revocó la condena,
por considerar que el cateo fue ilegal y las pruebas obtenidas, inad-
misibles, en virtud de que hubiera sido posible obtener, oportuna-
mente, una orden de cateo. El gobierno federal, como parte acu-
sadora, llevó el caso a la Suprema Corte.
El Justice Minton formuló la sentencia de la Corte.
"La Corte determinó que el derecho a revisar a la persona arres.
tada siempre ha sido reconocido. Aun si la orden de aprehensión
no fuera suficiente para autorizar el arresto por la posesión de las es-
tampillas, el arresto era válido porque los oficiales tenían causa
probable para creer que se estaba cometiendo un delito en su pre-
sencia. Agregó que la búsqueda no fue general o exploratoria, bus*
cando cualquier cosa que pudiera resultar incriminatoria, sino que
se realizó la búsqueda de las estampillas ilegalmente alteradas, por
información confiable que permitía suponer su existencia. Una
búsqueda limitada como ésta, llevada a cabo incidentalmente al
arresto legal, fue un cateo razonable y válido.
"La resolución del tribunal de Distrito, que analizó el caso antes
de que &te fuera elevado ante el tribunal de Apelaciones, fue co-
rrecta. Es exacto afirmar que la búsqueda y confiscación de objetos
fue razonable y debía ser aprobada, porque: (1) fueron incidentales a
un arresto válido; (2) el lugar era un cuarto de negocios al cual el
público, incluyendo a las autoridades, era invitado; (3) el cuarto era
pequeño y estaba bajo el control completo e inmediato del
detenido; (4) la búsqueda no fue más allá del cuarto utilizado para
fines ilegales; (5) la posesión de las estampillas falsificadas y alteradas
era un delito. Agregó que las órdenes de cateo deben ser solicitadas
cuando éste sea incidental a un arresto; y que es una falacia juzgar los
eventos retrospectivamente y determinar así, considerando aislado el
elemento tiempo, que lo hubo para obtener una orden de cateo. Si
hubo tiempo o no, puede depender de otras consideraciones que el
paso de los minutos o las horas.
"No hubo duda sobre la posibilidad de realizar cateos razonables,
incidentales a la aprehensión, sin una orden judicial. Es claro que
tales cateos dependen de lo razonable que sean, tomando en cuenta
todas las circunstancias, y no de la viabilidad de obtener una orden,
ya que ésta no es requerida. Hasta el punto e n que Trupiano v .
United States requiere una orden de cateo sólo sobre la base de la
viabilidad de obtenerla, más que sobre la base de lo razonable que
resulte el cateo después de una aprehensión legal, se deroga ese
caso.
"Por lo anterior, la Corte decidió revocar."
El Justice Douglas no intervino en el caso,
El Justice Black votó en disenso, manifestando lo siguiente:
"En mi opinión, sería una política judicial más sabia adherirse a
la regla Trupiano, al menos lo suficiente para saber cómo opera. Esa
regla se basa en requisitos muy estrictos, diseñados para disminuir
las ocasiones en que los policías ~ u e d e nhacer cateos y aprehensio.
nes sin orden judicial. Es incuestionable que su aplicación permitirá
eventualmente, a una persona culpable, escapar a la condena por
una actuación apresurada o mal asesorada de parte de los agentes
del orden, Pero lo mismo puede decirse de las exigencias de la cuare
ta enmienda constitucional, para instrumentar cuál fue la regla di-
señada. Los autores de la cuarta enmienda constitucional deben
haber concluido que unos requisitos razonablemente estrictos para
una búsqueda y aseguramiento no eran un precio demasiado alto a
pagar por la protección contra los peligros incidentales a la inva-
sión de lugares y papeles privados por parte de los ~olicías,algunos
de los cuales pueden ejercer un celo exagerado y ser opresivos. Por
ello, en mi opinión, la sentencia del tribunal de apelación debe
confirmarse."
El Justice Frankfurter, a quien se adhirió el Justice Jackson, disin-
tió y manifestó lo siguiente:
"La cuestión clara a que nos enfrentamos es la siguiente: al efec-
tuar un arresto legal, ¿pueden los policías revisar, sin una orden judi-
cial para ello, no sólo a la persona bajo arresto, sino también las cosas
bajo su inmediato control físico y el lugar donde se efectúa el arresto,
aunque haya habido tiempo suficiente para obtener la orden, sin peli-
gro de que 'los papeles y efectos' &eran sustraídos o destruidos?
"El antiguo dicho de que los casos difíciles hacen mala jurispru-
dencia, tiene su base en la experiencia. Pero los casos pequeños
están aún más destinados a hacer mala jurisprudencia. El impacto
de un pequeño caso puede oscurecer las implicaciones de la genera-
lización a la que ese caso da lugar. Sólo así puedo explicarme la
falta de atenci6n a la historia plasmada en la cuarta enmienda
constitucional, y al importante lugar que ella ocupa en el sistema de
nuestras libertades, tal como ha sido reconocido y aplicado en deci-
siones unánimes por un largo período de la historia de la Corte.
"Es un resumen correcto de la historia el decir que las salva-
guardas de la libertad han sido forjadas frecuentemente en contro-
versias concernientes a gente no muy agradable. Y así, aunque aquí
tratamos con un defraudador insignificante, debemos manejar su
caso dentro del gran tema expresado por la cuarta enmienda consti-
tucional. Despreciar los materiales históricos que se encuentran
bajo la enmienda constitucional no resuelve las cuestiones.
"La justificación para la invasión de la privacidad de un hombre
debería ser determinada por un juez, sin estar influido por lo que
pudiera ser el resultado exitoso de una búsqueda de documentos,
cuyo deseo de encontrar puede ser la razón misma de la prohibición
de la cuarta enmienda constitucional. El constituyente no vio la
autorización judicial como el requerimiento formal de un pedazo de
papel. Más bien, estimó que las pertenencias de un hombre forman
parte de su personalidad y de su vida.
"En el caso ante nosotros no hay la más leve sugerencia de que
los agentes que efectuaron el aseguramiento no hubieran tenido
tiempo de obtener una orden de cateo.
"Es muy relevante que los agentes 'no tuvieran excusa para no
obtener esa orden', porque precisamente contra eso se dirigió la
cuarta enmienda constitucional: que algún juez, y no un agente de
la policía, debería determinar, si la necesidad no lo impide, quién
debería estar hurgando en mi cuarto, sea pequeño o muy grande,
sea un solo cuarto o sean dos, o tres, o cuatro.
"No se trata de que nos pidiera cambiar una doctrina molesta
que ha mostrado entorpecer la labor de quienes imponen la ley. Se
nos pide que dejemos sin efecto decisiones basadas en una larga y
continua unanimidad, derivadas de la historia y de la experiencia
legislativa, Al dejar sin efecto a Trupiano, dejamos sin efecto el
principio subyacente en toda una serie de casos recientes. No se
debe permitir que estos casos queden abandonados al garete, en la
corriente de la jurisprudencia, si dejamos sin efectos a Trupiano. No
se trata de decisiones pasadas de moda, erosionadas por el tiempo.
Aun bajo circunstancias normales, la Corte no debe dejar sin efec-
tos esa serie de decisiones de las cuales no ha surgido manifiesta-
mente ningún daño. El respeto a mantener la jurisprudencia, cuan-
do faltan razones para cambiarla, basta para exigir que nos adhira-
mos a Trupiano y a las otras decisiones. Especialmente, la Corte
debe evitar reforzar innecesariamente las inestabilidades de nuestro
tiempo, dando con ello buenas razones para pensar que la jurispru-
dencia es la expresión del azar, como, por ejemplo, de cambios ines-
perados en la composición de la Corte y en la contingencia de la
elección de sucesores."
RAILWAY EXPRESS AGENCY v. NEW YORK
(1949)

ANTECEDENTES:
El artículo 124, del Reglamento de Tránsito de la Ciudad de Nueva
York, promulgado por el Comisionado de Policía, establece que
"ninguna persona ~ o d r operar,
á o causar que sea operado, en ninguna
calle, ningún vehículo de ~ r o ~ a g a n comercial.
da Sin embargo, sí está
permitido que se coloquen anuncios en vehículos comerciales, siem-
pre que ellos sean empleados por un negocio, en el trabajo regular de
éste, y no sean empleados única o principalmente para propaganda".
El promovente se dedicaba a operar 1,900 camiones en la ciu-
dad de Nueva York, vendiendo el espacio en los lados exteriores de
esos camiones para propaganda comercial. Fue condenado y multa-
do por un tribunal. La condena fue confirmada por el tribunal de
Apelaciones. Posteriormente, se recurrió ante la Corte.
El tribunal de primera instancia concluyó que colocar anuncios
en los vehículos que circulan por las calles de la ciudad de Nueva
York constituye una distracción tanto para los conductores de
vehículos como para los peatones y, por tanto, afecta la seguridad
pública en el uso de esas calles. A juicio de las autoridades locales,
el reglamento violado tenía relación con los problemas de tránsito.
Y n o se había argumentado nada que mostrara que eso es notoria-
mente falso.
El Justice Douglas formuló la sentencia de la Corte.
"La Corte consideró que la reglamentación traza una línea entre
el anuncio de productos vendidos por el dueño del camión y el
anuncio e n términos generales. Se argumentó que el tratamiento
desigual con base en esa distinción no se justifica por el objeto y
propósiro de la reglamentación. Se dijo, por ejemplo, que uno de
los camiones del apelante que lleva un anuncio no habria de dis-
traer más a los peatones y a los conductores de vehículos, que si el
mismo anuncio fuera portado por camiones de esa compañía. Sin
embargo, la reglamentación permite a ésta hacer lo que le prohibe a
aquél, Se alegó que, por tanto, la clasificación que hace la regla.
mentación no tiene relación con el problema de tráfico, ya que la
infracción n o depende de la clase de anuncios que lleven los
camiones, sino en la propiedad del camión que los lleva.
"La Corte manifestó que ésa es una manera superficial de
analizar el problema, incluso suponiendo que se base en una inter-
pretación correcta de la reglamentación. Las autoridades locales
bien pudieron concluir que los que anuncian sus propios productos
en sus camiones no representan el mismo problema para el tráfico
e n atención a la naturaleza o extensión de los anuncios que usan. Si
aquel criterio es correcto, los anuncios permitidos tienen menos
incidencia en el tráfico que los de los promoventes.
"Agregó que no se puede decir que ese criterio no sea admisible.
Y si lo es, la clasificación tiene relación con el propósito para el que
se hizo, y no contiene la clase de discriminación que viola el princi.
pio legal que preve el derecho a la igualdad. La cuestión de protec.
ción igual debe resolverse con esas consideraciones prácticas,
basadas en la experiencia, más que por inconsistencias teóricas. El
hecho de que la ciudad de Nueva York estime adecuado eliminar
del tráfico dicha distracción, pero no toque lo que podrían ser dis-
tracciones mayores en otra categoría, como podrían ser los anuncios
de Times Square, es irrelevante. La protección igual no requiere que
se eliminen todos los males del mismo género, o ninguno.
"Por último, se adujo que la reglamentación es una carga en el
comercio interestatal, en violación a la sección octava de la primera
enmienda constitucional. Muchos de esos camiones se emplean en
entregar mercancías en el comercio interestatal de Nueva Jersey a
Nueva York. Cuando están involucrados el control del tráfico y el
uso de las carreteras, y cuando no hay conflicto con una reglamen-
tación federal, se deja mucho margen de acción a las autoridades
locales, aunque la reglamentación local interfiera de hecho con el
comercio interestatal. Por ello, la resolución se confirma."
El Justice Jackson formuló voto concurrente.

a3
FALUIGHIST~NCOSDE LA SUPREMA CORTEDEJUSTICIA DE ESTAOCUUNlCIIs
TERMINIELLO v. CHICAGO
(1949)

ANTECEDENTES:
Un hombre de apellido Terminiello fue condenado por que-
brantar la paz en Chicago, después de un discurso extremadamente
provocativo dado en un auditorio de la ciudad. Su condena fue
confirmada por el Tribunal Superior de Illinois. El asunto llegó
hasta la Corte, la cual revocó la condena.
El Justice Douglas formuló la sentencia de la Corte.
"El promovente fue encontrado culpable de conducta desorde-
nada, en violación a una ley de Chicago, y multado después de ser
juzgado por un jurado. El caso surgió después de un discurso dado a
un auditorio en Chicago y auspiciado por los Veteranos Cristianos &
América. La reunión atrajo una considerable atención pública. El
auditorio estaba totalmente lleno, con m6s de 800 personas pre-
sentes. Afuera del auditorio, una muchedumbre de cerca de mil per-
sonas se juntó para protestar contra el mitin. Se asignó un cordón
de policías para mantener el orden en el mitin; pero éstos no fueron
capaces de evitar algunos disturbios. La multitud de afuera estaba
enojada y fuera de control.
"En su discurso, el promovente condenó la conducta de la mul-
titud de afuera, y vigorosa, si no ferozmente, criticó a varios grupos
políticos y raciales, cuyas actividades denunció como enemigas del
bienestar nacional.
"El tribunal que lo juzgó estimó que 'ruptura de la paz' consiste
en cualquier 'mal comportamiento que viole la paz y el decoro
públicos'; y que el 'mal comportamiento puede constituir una rup-
tura de la paz si provoca la ira del público, invita a la disputa,
provoca inquietud o molestia a los habitantes, en perjuicio del
disfrute de la paz y quietud, por causar alarma', El promovente
sostuvo todo el tiempo que la ley, por la forma en que fue aplicada
en su caso, violaba su derecho de libre expresibn previsto en la
Constitución.
"El punto medular del caso consistía en determinar si el con-
tenido del discurso que estaba cargado de palabras despectivas, de
lucha, lo colocaba fuera del Limbito de protección de las garantías
constitucionales.
"La vitalidad de las instituciones civiles y políticas de la
sociedad depende de la libertad de discusión. Es sólo a través del
Iibre debate y del libre intercambio de ideas como el gobierno per-
manece atento a la voluntad del pueblo y se puede efectuar un cam-
bio pacífico. El derecho a hablar libremente y a promover una
diversidad de ideas y programas es, por tanto, una de las principales
características que distingue al país de los regímenes totalitarios,
"En consecuencia, una función de la libertad de palabra es, bajo
el sistema de gobierno, invitar a la disputa. Sin duda, puede servir
mejor su alto propósito cuando induce una condición de inquietud,
crea insatisfacción con las condiciones existentes o mueve a la
gente, La palabra es a menudo provocativa y retadora. Puede gol-
pear prejuicios e ideas rec concebid as, y tener un efecto profundo de
desajuste, a medida que presiona la aceptación de una idea. Por ello
es que la libertad de c al abra, aunque no es absoluta, está protegida
contra la censura o el castigo, a menos que se pruebe que puede
producir un peligro claro y presente de un mal que esté muy por
encima de la incomodidad pública, de la molestia o la intranquili-
dad, No hay lugar bajo la Constituci6n para un punto de vista más
restrictivo. Pues la alternativa llevaría a la estandarización de las
ideas, ya sea por las legislaturas, los tribunales o los grupos domi-
nantes, o comu~~itarios.
"La ley, tal como la interpretó el tribunal del proceso, invadió
seriamente este campo, Permitió la condena del promovente si su
discurso movía a la gente a la ira, invitaba a la disputa ~úblicao
provocaha una condición de intranquilidad. Una condena que des-
canse en cualquiera de esas bases, no puede subsistir.
"En virtud de lo anterior, la Corte consideró que el hecho de
que el promovente no hubiera opuesto excepciones a la instrucción
es irrelevante.
"La ley, en la forma en que fue explicada al jurado, fue aplicada y
sostenida por los tribunales de Illinois, asando sobre la objeción de
que así entendida violaba la cuarta enmienda constitucional. El
hecho de que las partes no hayan controvertido su interpretación no
hizo que la adjudicación del caso deje de estar madura para la revi-
sión de la Corte. Sólo se ~ u e d etomar la ley como los tribunales
estatales la interpretaron. Desde el punto de vista de la Corte, fue
irrelevante si el significado de la ley en cuestión fue controvertido o
aceptado. El daño causado por la ley está en su aplicación. Y ésa es la
razón que planteó el promovente. Por tanto, haber dicho que la cues-
tión, en esta fase del caso, fue determinar si el juez del proceso dio
una instrucción equivocada, es no comprender el punto a discusión.
"Se dijo, sin embargo, que, en la apelación, los tribunales de
Illinois dieron por sentado que la única conducta castigable y casti-
gada, bajo la ley, era la conducta que constituía 'palabras que
incitaban a la lucha'. El promovente no fue condenado bajo una ley
así de estrecha, Por todo lo que se sabe, fue condenado en base a
partes de la ley que, por ejemplo, hacían una ofensa del simple invi-
tar a la disputa o crear condiciones de intranquilidad. No se puede
eludir la cuestión diciendo que todo lo que Illinois hizo fue sopesar
la conducta del promovente, y no la ley, contra la Constitución. El
promovente planteó que su discurso estaba protegido por la
Constitución. La Corte estaría, por tanto, forzando tecnicismos
para concluir que la constitucionalidadde la ley, como fue interpre-
tada y aplicada al promovente, no se planteó ante los tribunales de
Illinois. El expediente probó claramente que el promovente
impugnó en todo tiempo la constitucionalidad de la ley en la forma
en que fue interpretada y aplicada a él. Por tanto, la Corte revocó
la sentencia recurrida."
El Chief lustice Vinson formuló una opinión disidente, substan-
cialmente acorde con el punto de vista del Justice Frankfurter.
El Justice Franldurcer formuló una opinión disidente.
El Justice Jackson formuló opinión disidente, a la que se adhirió
el Justice Burton,
SHELLEY v. KRAEMER
(1948)

ANTECEDENTES:
El 16 de febrero de 1911, treinta de un total de treinta y nueve
propietarios cuyos inmuebles colindaban con la Avenida Labadie,
en la ciudad de San Luis, Missouri, firmaron y registraron un con-
venio. Éste establecía que "...se restringe el uso y la ocupación de la
propiedad mencionada por el término de cincuenta años a partir de
esta fecha, de manera que se establece la condición, en todo tiempo
y para las subsecuentes transmisiones, de adherir al terreno, en
forma precedente a su venta, la condición de que ninguna parte o
fracción de dicha propiedad será ocupada, por el término men-
cionado de cincuenta años, por ninguna persona que no sea de la
raza caucssica, pues se intenta evitar el uso de la propiedad señalada
por personas de las razas negra o mongólica".
En agosto de 1945, como consecuencia de un contrato de com-
praventa, los promoventes, de raza negra, -mediante una conside-
rable suma- recibieron, de un señor Fitzgerald, una escritura en la
que se garantizaba el título de propiedad sobre parte del predio en
cuestión, El tribunal que conoció del caso encontró que los pro-
moventes no tuvieron conocimiento del convenio restrictivo al
tiempo de la compra.
En octubre de 1945, propietarios de otras partes del inmueble
sujeto a los términos del convenio restrictivo, demandaron en el
Tribunal de Circuito de la ciudad de San Luis que se impidiera a los
negros tomar posesión del predio, y que se les privara del título de
propiedad y se le revirtiera al vendedor, o a quien el tribunal deter-
minase. El tribunal negó la petición, con base en que el convenio
restrictivo en que los detenidos basaron su acción nunca lleg6 a ser
definitivo y completo, ya que fue intención de las partes que no
entraría en vigor hasta que fuese firmado por todos los propietarios
en el distrito, y nunca se obtuvieron las firmas de todos los propie-
tarios. El Tribunal Superior de Missouri revocti la resolución.

217
F A L LH~ I ~ ~ CDE S SUPREMA CORTEEJUSTICIA üE ~ A W SUNIUOS
D LA
El ChiefJusticeVinson formuló la opinión de la Corte.
"Los promoventes basaron fundamentalmente sus alegatos en
que la imposición judicial de los convenios restrictivos, en estos
casos, viola derechos garantizados a dichos promoventes por la de-
cimocuarta enmienda constitucional de la Constitución Federal y
por las leyes del Congreso expedidas en consecuencia. De manera
específica, los promoventes insistieron en que se les ha negado la
protección igual de las leyes, se les ha privado de su propiedad sin el
debido proceso legal y se les han negado los privilegios e inmu-
nidades de los ciudadanos de Estados Unidos,
"Determinar si la cláusula de protección igual, de la decimocuarta
enmienda constitucional, prohibe la interrupción judicial de los tri-
bunales estatales, en los convenios restrictivos basados en raza o color,
es una cuestión que hasta ahora no había sido planteada a la Corte.
"Procede, desde el inicio, analizar los términos de los convenios
restrictivos involucrados en estos casos. En el caso de Missouri, el
convenio establecía que ninguna porción de la propiedad afectada
sería ocupada por una persona que no fuera de la raza caucásica, ya
que se trataba de restringir el uso de dicha propiedad. La restricción
no sólo buscaba prohibir el uso y ocupación de las propiedades afec-
tadas por miembros de la clase excluida, sino que, tal como ha sido
interpretada por los tribunales de Missouri, el convenio exigía que
se perdiera el título de propiedad con violación de la restricción.
"No cabe duda de que los derechos de adquirir, disfrutar, poseer y
disponer de propiedades inmuebles, están entre los derechos civiles
que la decimocuarta enmienda constitucional trata de proteger con.
tra la acción estatal discriminatoria. La igualdad en el disfrute de los
derechos de propiedad se consideró, por quienes redactaron la
enmienda constitucional, como una precondición esencial para la
actualización de otros derechos civiles básicos y de otras libertades
que la enmienda constitucional estaba destinada a garantizar,
"Es igualmente claro que las restricciones al derecho de ocupación,
en la forma en que las establecen los convenios privados en estos
casos, no sería compatible con las disposiciones de la decimocuarta

216
FALLOSHIST~RICOSDE LA SUPREMA @RE DEJUSTICIA DE ESTAWS U N l W S
enmienda constitucional si las impusiesen una ordenanza o una
ley local.
"Pero los casos n o involucraban actuación de legislaturas
estatales o de ordenanzas del Consejo de la Ciudad. Los lineamien-
tos de la discriminación y las áreas en que operaría se determinan,
en primer lugar, por los términos de convenios entre individuos pri-
vados. La participación del estado consiste en la imposición coerci-
tiva de las restricciones así definidas. La cuestión crucial es deter-
minar si esa distinción saca a estos casos de la esfera de aplicación
de las prohibiciones establecidas en la decimocuarta enmienda
constitucional.
"Desde la decisión de la Corte en los casos de derechos civiles
de 1883, quedó firmemente establecido que la acción prohibida por
la primera sección de la decimocuarta enmienda constitucional es
únicamente aquella acción que puede, razonablemente, decirse
acción de los estados. La enmienda constitucional n o levanta una
barrera contra una conducta puramente privada, por errónea o dis-
criminatoria que pudiera ser.
"Por tanto, la Corte resolvió que los convenios restrictivos, por
sí mismos, no pueden considerarse violatorios de ninguno de los
derechos de los promoventes previstos en la decimocuarta enmien-
da constitucional. Mientras los propósitos de estos convenios se
acaten por adhesión voluntaria a sus términos, parecería claro que
no ha habido acción estatal y que las disposiciones de la enmienda
constitucional no han sido violadas.
"Pero hubo más. Éstos son casos en los que los propósitos de los
convenios se aseguraron únicamente por la imposición que los tri-
bunales estatales hicieron de los términos restrictivos de los conve-
nios. Quienes están a favor de que se cumpla el convenio alegan
que la imposición judicial de convenios ~rivadosno equivale a
acción del estado; o, en todo caso, que la participación estatal se
encuentra tan atenuada en su naturaleza, que no ~ u e d econsiderarse
acción estatal dentro del significado de la decimocuarta enmienda
coi~stitucional.Finalmente, sugieren que, aun si se considera que
los estados actuaron en el sentido constitucional, su actuación no
privó a los promoventes de derechos protegidos por la decimocuarta
enmienda constitucional.
"El que la actuación de los tribunales estatales y los funcionarios
judiciales deba ser vista como acción del Estado, dentro del signifi-
cado de la decimocuarta enmienda constitucional, es un punto que
fue aclarado por las decisiones de la Corte desde tiempo atrás. Ese
principio fue expresado en los casos que se referían a la inter-
pretación de los términos de la decimocuarta enmienda constitu-
cional,
"Pero los ejemplos de actuación judicial estatal, que han sido
declarados violatorios de la decimocuarta enmienda constitucional,
no se limitan a situaciones en que los procedimientos judiciales
fueron encontrados de alguna manera procesalmente injustos. Se
admitió que la actuación de los tribunales estatales, al aplicar una
regla sustantiva de derecho común formulada por esos tribunales,
puede venir a resultar en la denegación de derechos garantizados
por la decimocuarta enmienda constitucional, aun cuando los pro-
cedimientos judiciales, en esos casos, pudieran haber estado en
completo acuerdo con las concepciones más rigurosas del debido
proceso.
"El hecho es que, en resumen, desde el tiempo en que fue adop-
tada la decimocuarta enmienda constitucional hasta el presente, la
Corte ha afirmado reiteradamente que la actuación de los estados a
que hace referencia la enmienda constitucional incluye la
actuación de los tribunales estatales y de los funcionarios judiciales
locales. Aunque, al interpretar los términos de la decimocuarta
enmienda constitucional, de tiempo en tiempo se han expresado
diferencias en cuanto a las clases particulares de acción estatal que
pueden decirse ofensivas de las prohibiciones de la enmienda cons-
titucional, nunca se ha sugerido que la actuación de los tribunales
estatales sea inmune a la operancia de esas prohibiciones por el
solo hecho de que el acto emane de la rama judicial del gobierno
estatal.
"Frente a este panorama de interpretaci6n judicial, que se
extiende más o menos a un período de tres cuartos de siglo, se pidió
a la Corte considerar si la aplicación de convenios restrictivos por
los tribunales estatales puede ser considerada actuación de esos
estados; y, de serlo, determinar si esa actuacitjn ha negado a esos
promoventes la protecci6n igual de las leyes, que la enmienda cons-
titucional quiso asegurar.
"No existe duda de que hubo actuación estatal en los casos. Los
hechos mostraron que los promoventes fueron compradores volune
tarios de los inmuebles en los que deseaban construir hogares. Los
dueños de los inmuebles fueron vendedores voluntarios; y, por
tanto, los contratos de compraventa fueron consumados. Resulta
claro que, de no ser por la intervención activa de los tribunales
estatales, apoyados por completo por la fuerza total de la potestad
estatal, los promoventes hubieran sido libres de ocupar los inmue-
b l e ~de que se trata, sin restricción alguna.
l t ~no tson~ casos,
~ como se ha sugerido, en que los estados se
han limitado a abstenerse de actuar, dejando en libertad a los indi.
viduos privados para imponer las discriminaciones que les parezcan.
Se trata, más bien, de casos en que los estados han puesto a disposi-
ción de tales individuos toda la potestad coercitiva del gobierno para
negar a los promoventes, con base en la raza o el color, el disfrute de
los derechos de propiedad en terrenos que los promoventes quieren y
pueden adquirir y que los vendedores están dispuestos a vender. La
diferencia entre imponer en estos casos, coactivamente o no y por
vía judicial, los convenios restrictivos, significa para los pro-
moventes la diferencia entre serles negados los derechos de
propiedad asequibles a otros miembros de la comunidad y el conce-
derles el pleno disfrute de esos derechos sobre una base de igualdad.
"Al conceder la imposición coercitiva de los convenios restric-
tivos, los estados han negado a los promoventes la protección igual
de las leyes y, por tanto, la actuación de los tribunales estatales no
puede ser válida. Se ha hecho notar que la libertad contra la dis-
criminación, por parte de los estados, en el disfrute de los derechos
de propiedad, era una de las finalidades básicas que buscaron alcan-
zar los autores de la decimocuarta enmienda constitucional. En
estos casos es claro que ha ocurrido esa discriminación. Debido al
color o a la raza de los promoventes, les han sido negados derechos
de propiedad y posesión de que disfrutan, en forma normal, otros
ciudadanos de diferente raza o color,
"Sin embargo, los afectados por el incumplimiento del convenio
alegaron que, dado que los tribunales sí pueden imponer convenios
restrictivos que excluyan a personas blancas de la propiedad o po-
sesión a que dichos convenios se refieran, imponer convenios que
excluyan a personas de color no puede ser considerado como la
negación de la protección igual de las leyes a las personas de color
así afectadas. Esta pretensión no soporta el análisis. Las partes no
han traído a consideración de la Corte ningún caso en que a un tri-
bunal, estatal o federal, se le haya pedido imponer un convenio
restrictivo que excluya a miembros de la mayoría blanca, de la
propiedad o posesión de un bien inmueble, con base en raza o color.
"Los derechos creados por la primera sección de la decimocuarta
enmienda constitucional, por sus términos, se han otorgado al indi-
viduo. Los derechos establecidos son derechos personales. Por
tanto, en nada se contesta a estos promoventes diciéndoles que los
tribunales también pueden ser inducidos a negar a las personas
blancas los derechos de propiedad y posesión con base en raza o
color. La protección igual de las leyes no se logra mediante la
imposición indiscriminada de desigualdades.
"No se debe olvidar el contexto histórico en que la deci-
mocuarta enmienda constitucional pasó a formar parte de la
Constitución. Sea lo que fuere que los autores de la Constitución
quisieron también alcanzar, es claro que fue de primordial impor-
tancia el establecimiento de la igualdad en el goce de los derechos
políticos y civiles básicos, y el preservar esos derechos de toda
actuación discriminatoria por parte de los estados, basada en con-
sideraciones de raza o color. La Corte anunció, desde mediados
del siglo XIX, que las disposiciones de la enmienda constitucional
deben ser interpretadas teniendo en mente su propósito funda-
mental. La Corte concluyó que los estados han actuado negando a
los promoventes la protección igual de las leyes, garantizada por la
decimocuarta enmienda constitucional. Por ello, encontró inne-
cesario considerar si los promoventes también fueron privados de
su propiedad sin el debido proceso de las leyes, o si les han sido
negados los privilegios e inmunidades de los ciudadanos de los
Estados Unidos. Por tanto, revocó."
Los Justices Reed, Jackson y Rutledge no tomaron parte en la
consideración y decisión.
CANTWELL v. CONNECTICUT
(1940)

ANTECEDENTES:
Un hombre de apellido Cantwell y sus dos hijos, miembros de la
agrupación religiosa Testigos de Jehová, solicitaban dinero y suscrip-
ciones para su causa, en un distrito predominantemente católico. El
Tribunal Superior de Connecticut los condenó por violar la ley que
prohibía solicitar dinero para fines presuntamente religiosos sin
obtener primero autorización del Secretario del Consejo de Benefi-
cencia. Asimismo, condenó a uno de ellos a incitar a la ruptura de la
paz, por tocar un disco (que atacaba violentamente al Catolicismo
Romano) en un fonógrafo. %a Suprema Corte de Justicia revocó la
condena,
E1Justice Roberts formuló la sentencia de la Corte:
"La Corte sostuvo que la ley, tal como fue interpretada y aplica-
da a los apelantes, los privó de la libertad sin el debido proceso
legal, en violación a la decimocuarta enmienda constitucional. El
concepto fundamental de libertad, incluido en esa enmienda cons-
titucional, abarca las libertades garantizadas por la primera enmien-
da constitucional. Ésta declara que el Congreso no expedirá ley
alguna con respecto al establecimiento de una religión, ni prohi-
biendo el libre ejercicio de alguna.
"La decimocuarta enmienda constitucional ha prohibido a las
legislaturas locales y al Congreso expedir tales leyes. La prohibi-
ción constitucional de legislar en materia de religión tiene un
doble aspecto. Por una parte, prohibe que la ley obligue a la
aceptación de un credo o a la práctica de cualquier forma de culto.
La libertad de conciencia y la libertad de adherirse a la organi-
zación religiosa o a la forma de culto que el individuo elija, no
pueden ser restringidas por la ley. Por otra parte, protege el ejerci-
cio libre de la religión elegida. Así, la enmienda constitucional
abarca dos conceptos: libertad de creer y libertad de actuar. La
primera enmienda constitucional es absoluta. Dada la naturaleza de

224
FALLOSHIST~NCOSDE LA SUPREMA
CORTE DE]USTICIA DE ESTAWS UNIWS
las cosas, la segunda enmienda constitucional no puede serlo. La
conducta permanece sujeta a reglamentación, para protección de la
sociedad. La libertad de actuar debe ser apropiadamente definida
para preservar su protección. En todos los casos, la potestad para
regular debe ser ejercida de manera que, al buscar un fin permitido,
no restrinja la libertad protegida, Nadie podría objetar que un esta-
do no puede, por ley, negar totalmente el derecho a predicar o a
exponer puntos de vista religiosos. Una restricción previa tal, vio-
laría claramente los términos de la garantía. Es igualmente claro
que un estado puede, mediante una legislación general y no dis-
criminatoria, reglamentar los tiempos, lugares y la manera de solici-
tar en sus calles, y de sostener reuniones en ellas; y también puede,
en otros aspectos, salvaguardar la paz, el buen orden y el bienestar
de la comunidad, sin invadir inconstitucionalmente las libertades
protegidas por la decimocuarta enmienda constitucional. Los
apelantes tienen razón al insistir en que la ley de que se trata no es
una reglamentación así. Si se obtiene un certificado, la solicitud es
permitida sin restricciones, pero, en ausencia de un certificado, la
solicitud es del todo prohibida.
"Debe notarse que la ley requiere una solicitud al Secretario del
Consejo de Beneficencia del estado; que éste está facultado para deter-
minar si la causa es religiosa, y que la expedición del certificado
depende de su acción afirmativa. Si él encventra que la causa no es
religiosa, para ella, la solicitud se convierte en 'crimen'. Él no debe
expedir un certificado como mero trámite. Su decisión de expedirlo O
negarlo implica una apreciación de los hechos, emitir un juicio y for-
marse una opinión. Está autorizado a negar su aprobación si determi-
na que no se trata de una causa religiosa. Tal censura de la religión,
como medio para determinar su derecho a sobrevivir, es una dene-
gación de la libertad protegida por la primera enmienda constitu-
cional, e incluida en la libertad que cae dentro de la protección de la
decimocuarta enmienda constitucional.
"El estado alega que si el funcionario que otorga las licencias
actúa arbitraria, caprichosa o corruptamente, su actuación está sujeta
a corrección judicial. Su abogado se refiere a la regla que prevalece
en Connecticut, conforme a la cual la decisión de una comisión, o
de un funcionario administrativo, serán revisados si se reclama que
'causa un daño material a los derechos de un individuo o corpo-
ración, o invade o amenaza tales derechos, o es tan poco razonable
como para justificar la intervención judicial, o si no es acorde con
la justicia, o si no se ha realizado un deber legal'. Se sugiere que la
ley debe ser interpretada de manera que exige que el funcionario
expida el certificado a menos que la causa de que se trate clara-
mente no sea religiosa; y que, si viola su deber, su actuación será
corregida por un tribunal.
"Hay varias maneras de responder satisfactoriamente a esta
sugerencia. La línea divisoria entre un acto discrecional y uno
ministerial no siempre es fácil de señalar, y la ley no ha sido inter-
pretada por el tribunal estatal de manera que imponga un simple
deber ministerial al Secretario del Consejo de Beneficencia. El dere-
cho a solicitar depende de su decisión sobre la naturaleza de la causa
por la que se aboga. Más aún, disponer de un remedio judicial para
los abusos en el sistema de otorgamiento de licencias deja, de todos
modos, al sistema como uno de restricción previa, lo que en el
campo de la libertad de expresión y de prensa la Corte ha considera-
do inadmisible. Una ley que autoriza la restricción previa al ejercicio
de la libertad garantizada, mediante una decisión judicial después de
un juicio, es tan nocivo a la Constitución como el que establece una
restricción similar admitiendo una acción administrativa,
"Nada de lo dicho lleva, ni remotamente, la intención de decir
que, bajo el manto de la religión, las personas puedan impunemente
cometer fraudes contra el público. Ciertamente, las leyes penales
están ahí para castigar esa conducta, Aun el ejercicio de la religión
puede padecer alguna ligera inconveniencia, a fin de que el estado
pueda proteger de daño a sus ciudadanos. U n estado puede, sin
duda, proteger a sus ciudadanos de una solicitud fraudulenta,
exigiendo a un extraño a la comunidad, antes de permitirle solicitar
fondos públicamente para una causa, que establezca su identidad y

226
HIST~RICOSDE LA SUPREMA
FALLOS cUP.'l'E DEJUSTICIA DE ESTAOCU U N I ~
SU autoridad para actuar en nombre de la causa que dice represen-
tar, El estado tambi6n es libre de reglamentar el tiempo y la manera
de la solicitud, en interés de la seguridad, paz, bienestar o conve-
niencia públicos. Pero condicionar una licencia a la solicitud de
ayuda para la perpetuación de puntos de vista o sistemas religiosos,
equivale a poner una carga prohibida sobre el ejercicio de la liber-
tad protegida por la Constitución.
"La ofensa, conocida como ruptura de la paz, incluye una gran
variedad de conductas que destruyen o amenazan el orden y la tran-
quilidad públicos. Incluye no sólo actos violentos, sino también actos
y palabras que previsiblemente producirán violencia en otros. Nadie
tendría la audacia de sugerir que el principio de libertad de expresión
protege la incitación al motín, o que la libertad de religión incluye el
privilegio de exhortar a otros al ataque físico de quienes pertenecen a
otra secta. Cuando el peligro claro y presente de motín, desorden,
interferencia con el tránsito en las calles públicas, o alguna otra ame-
naza inmediata a la seguridad pública, a la paz o al orden aparece, la
potestad del estado para prevenir o castigar es obvia. Igualmente
obvio es que el estado no puede indebidamente suprimir la libre
comunicación de puntos de vista, religiosos o de otra naturaleza, bajo
el pretexto de conservar unas condiciones deseables. Aquí tenemos
una situación análoga a una condena bajo una ley que abarca con
demasiada amplitud a una gran variedad de conductas en una carac.
terización general e indefinida, que deja a las ramas ejecutiva y judi.
cial una discreción demasiado amplia en su aplicación.
"El disco tocado por Cantwell enmarca un ataque general a
todas las organizaciones religiosas como instrumentos de Satdn e
injuriosas para el hombre; y luego individualiza a la Iglesia Católica
Romana en una crítica adversa, concebida en términos que natu-
ralmente ofenderían no sólo a las personas de ese credo, sino tam-
bi6n a todas las demás que respeten la fe religiosa honestamente
sostenida por sus semejantes,
"La conducta de Cantwell, según el tribunal, considerada aparte
del efecto de su comunicación sobre sus oyentes, no lleg6 a ser una
ruptura de la paz, Sin embargo, una persona puede ser culpable de
la falta si comete actos o hace afirmaciones que verosímilmente
pueden provocar violencia y disturbios en el buen orden, aunque
no se tenga la intención de llegar a tal eventualidad. Las sentencias
en este aspecto son muchas, pero un examen cuidadoso revela que,
en prácticamente todos los casos, el lenguaje provocativo que se
dijo equivalente a una ruptura de la paz consistió en expresiones
irrespetuosas, indecentes o abusivas, dirigidas a la persona del
oyente, El acudir a epítetos o ultraje personal no es comunicación
en ningún sentido propio, ni información, ni opinión protegidos
por la Constitución, y su castigo como acto criminal no plantearía
ninguna cuestión bajo ese instrumento.
"La Corte no encontró que se hubiera cometido ningún ataque
o amenaza de daño corporal, ningún desplante truculento, ninguna
descortesía intencional, ningún abuso personal. Por el contrario,
sólo encontró un esfuerzo para persuadir a un escucha voluntario
para comprar un libro o para contribuir con dinero a favor de la que
Cantwell concebía como la verdadera religión, independiente-
mente de lo equivocado que estuviese en opinión de otros.
"En el terreno de la fe religiosa y en el de las creencias políticas,
surgen agudas diferencias, En ambos campos, las creencias de un
hombre pueden parecer un craso error a su vecino. Para persuadir a
otros respecto de su punto de vista, quien expone, como sabemos, a
veces recurre a la exageración, o a envilecer a hombres que han sido,
o son, prominentes en la Iglesia o en el Estado, e incluso a las aseve-
raciones falsas. Pero el pueblo de esta nación ha ordenado, a la luz
de su historia, que, a pesar de la probabilidad de excesos y abusos,
esas libertades son, a la larga, esenciales para la opinión ilusrrada y la
conducta correcta por parte de los ciudadanos de una democracia.
"La característica esencial de esas libertades es que, bajo su escu-
do, muchos tipos de vida, carácter, opinión y creencias pueden
desarrollarse sin molestia ni obstrucción. En ninguna parte es más
necesario este escudo que en Estados Unidos, para proteger a un
pueblo compuesto de muchas razas y credos. Hay límites al ejercicio

228
FALLCX HIST&ICQS DE iA SUPREMA CORTE DE JUSTICIADE ~ T UNIM'S
A ~
de estas libertades. En estos tiempos, el peligro de la actividad
coercitiva de quienes en el engaño de la soberbia racial o religiosa
podrían incitar a la violencia y a las rupturas de la paz para privar a
otros de sus derechos iguales al ejercicio de sus libertades, es enfati-
zado por eventos familiares para todos. Los estados pueden apropia-
damente castigar esas y otras transgresiones a tales límites.
"Aunque el contenido del disco naturalmente provocó animosi-
dad, la Corte consideró que, en ausencia de una ley estrechamente
diseñada para definir y castigar una conducra específica como cons-
titutiva de un peligro claro y presente a un interés sustancial del
Estado, la comunicación del promovente, considerada a la luz de las
garantías constitucionales, no provocó una tal amenaza clara y pre-
sente a la paz y el orden públicos, como para hacerlo responsable en
una condena a la ofensa de derecho común de que se trata.
"La Corte resolvió reenviar el proceso para un nuevo procedi-
miento, que no sea inconsistente con esta opinión."
MEYER v. NEBRASKA
(1923)

ANTECEDENTES:
Una ley de Nebraska de 1921 prohibió enseñar otro idioma dis.
tinto al inglés a estudiantes que no hubiesen pasado el 8" grado,
tanto en las escuelas ~úblicascomo en las privadas y las parro4
quiales.
El Justice McReynolds formuló la sentencia de la Corte.
"El ~roblemaa resolver es si la ley, como fue interpretada y apli-
cada, violó la libertad garantizada al promovente por la deci-
mocuarta enmienda constitucional.
"Aunque la Corte no ha intentado definir con exactitud la liber-
tad asi garantizada, la expresión ha recibido mucha consideración y
algunas de las cosas incluidas han quedado definitivamente
aclaradas. Fuera de duda, no denota simplemente restricción de li-
bertad corporal, sino tambi6n el derecho individual a contratar, a
emprender cualquiera de las ocupaciones comunes de la vida, a ad-
quirir conocimientos útiles, a casarse, a establecer un hogar y a edu-
car a los hijos, a adorar a Dios de acuerdo con los dictados de su pro-
pia conciencia, y a disfrutar, en general, aquellos privilegios recono-
cidos desde tiempo atrás por el Derecho Común como esenciales
para la búsqueda ordenada de la felicidad por hombres libres.
"La doctrina establecida es que no se puede interferir con esta
libertad bajo el pretexto de proteger el interés público mediante una
actuación legislativa que sea arbitraria o sin una relación razonable
con algún propósito que sea de la competencia del Estado perseguir.
"La determinación de la legislatura hacia lo que constituye el
ejercicio adecuado de la potestad de regulaciíln no es final ni con-
cluyente, sino que está sujeta a la supervisión de los tribunales. Así
lo determinó la Corte en h t o n o, Steele.
"En la práctica, la educación de los jóvenes sólo es posible en las
escuelas dirigidas por personas especialmente calificadas. La
vocación siempre ha sido considerada útil y honorable, esencial sin
duda para el bienestar público. El simple conocimiento del idioma
alemán no puede ser razonablemente considerado como dañino.
Hasta ahora, ha sido considerado útil y deseable. El promovente
enseñó este idioma en la escuela como parte de su ocupación. Así,
su derecho a enseñar y el derecho de los padres a contratarlo para
instruir así a sus hijos, están dentro de la libertad prevista en la
enmienda constitucional.
"La ley impugnada prohibe la enseñanza en la escuela de
cualquier materia, si no es en inglés. También prohibe la enseñanza
de cualquiera otra lengua hasta que el estudiante haya aprobado el
octavo grado, lo que usualmente no se logra antes de los doce años
de edad. El Tribunal Superior del estado ha sostenido que 'las lla.
madas lenguas antiguas, o muertas' no están 'dentro del espíritu o
de la finalidad de la ley.' El latín, el griego, el hebreo no están pro.
hibidos; pero el alemán, francés, español, italiano y cualquier otro
idioma extranjero quedan dentro de la prohibición, Es evidente que
la legislatura ha intentado materialmente interferir con la vocación
de los maestros de idiomas modernos, con las oportunidades de los
alumnos de adquirir conocimientos y con el poder de los padres de
controlar la educación de los suyos.
"Que el Estado puede hacer mucho, llegar sin duda muy lejos, a
fin de mejorar la igualdad de sus ciudadanos física, mental y moral-
mente, es claro. Pero el individuo tiene ciertos derechos fundamen-
tales que deben ser respetados. La protección de la Constitución se
extiende a todos, a los que hablan otros idiomas, a aquellos cuya
lengua nativa es el inglés. Quizás sería muy ventajoso si todos
entendieran claramente nuestra al abra ordinaria, pero esto no
puede ser impuesto por métodos coercitivos que entran en conflicto
con la Constitución.
"El deseo de la legislatura de promover un pueblo homogéneo
con ideales estadounidenses, preparado para entender fácilmente
las discusiones corrientes sobre cuestiones cívicas, es fgcil de apree
ciar. Experiencias desafortunadas durante la última guerra, y la
aversión hacia cualquier característica de adversarios agresivos,
fueron ciertamente suficientes para apresurar esa aspiración. Pero
los medios adoptados exceden los límites impuestos a la potestad de
los estados y entran en conflicto con derechos asegurados a los
demandantes. La interferencia es suficientemente clara y para ello
no se ha demostrado ninguna razón adecuada en tiempos de paz y
tranquilidad doméstica.
"La potestad del Estado para obligar la asistencia a alguna
escuela y para dictar reglamentaciones para todas las escuelas,
incluyendo la exigencia de que den instrucción en inglés, no se
pone en duda. Lo que nos ocupa es la prohibición aprobada por la
Suprema Corte. No ha surgido ninguna emergencia que haga que el
conocimiento que tenga un niño de otro idioma que no sea el
inglés sea tan claramente dañino como para justificar su supresión,
con la consecuente violación de derechos largamente disfrutados.
"Dado que la ley sólo se dirige a interferir con la enseñanza que
involucre a un lenguaje moderno, dejando completa libertad en
otras materias, no parece haber fundamento adecuado para sugerir
que el propósito era proteger la salud del niño, mediante la limita-
ción de sus actividades mentales. Es bien sabido que la excelencia
en el dominio de un idioma extranjero se obtiene rara vez por quien
no lo ha aprendido en una edad temprana, y la experiencia muestra
que esto no es nocivo para la salud, la moral o la comprensi6n del
niño ordinario.
"Por lo anterior, la Corte resolvió que la sentencia del tribunal
inferior debe ser revocada y el asunto reenviado para que se repon-
ga el procedimiento en forma consistente con la resolución emitida
por la propia Corte."
Votaron en contra los Justices Holmes y Sutherland.
Voto particular del Justice Holmes:
"Entiendo que estamos de acuerdo en que es deseable que
todos los ciudadanos de Estados Unidos hablen una lengua común
y que, por tanto, el fin buscado por la ley es legal y adecuado. La
única cuestión que surge es si los medios adoptados privan a los
maestros de la libertad que les asegura la decimocuarta enmienda
constitucional. Con titubeos y desgano, difiero de mis colegas con
respecto a una ley como ésta, pues no puedo convencerme de que
en ciertas circunstancias, que se dicen existentes en Nebraska, la
ley n o pueda ser considerada como un medio razonable o inclusive
necesario para alcanzar el resultado deseado. Nos concierne la parte
de la ley que se refiere a la enseñanza de los jóvenes. En la juventud
es cuando se establece la familiaridad con un lenguaje, y si existen
lugares dentro del estado donde un muchacho sólo oyera en su
hogar polaco, francés o alemán, yo no podría decir que no fuese
razonable establecer que en sus años tempranos oyera y hablara sólo
inglés e n la escuela. Pero, si es razonable, no es una restricción
indebida de la libertad del maestro ni del alumno, Nadie pondría en
duda que a un maestro se le puede prohibir enseñar muchas cosas, y
el único criterio en que puedo pensar para determinar el alcance de
su libertad constitucional es 'si, considerando la finalidad, la ley
pasa los límites de la razón y toma el carácter de algo arbitrario'.
Aprecio la objeción que se hace a la ley, pero me parece que
plantea una cuestión respecto de la cual los hombres pueden razo-
nablemente diferir, y por tanto no soy capaz de decir que la Cons-
titución de Estados Unidos ~ r o h i b eel experimento que se intenta."
El Justice Sutherland concurrió con esta opinión.
SCHENEK v. UNITED STATES
(1919)

ANTECEDENTES:
Charles T. Schenek, Secretario General del Partido Socialista y
otro miembro del ~artido,fueron consignados bajo la Ley de Espio-
naje de 1917 por enviar, a los hombres llamados al servicio militar,
15,000 panfletos invitándolos a resistirse al reclutamiento. Tras ser
condenados por un tribunal federal de Distrito, los afectados
acudieron ante la Suprema Corte.
El Justice Holmes formuló la sentencia de la Corte.
"Los acusados trajeron el caso a la Corte con fundamento en la
primera enmienda constitucional, que prohibe al Congreso expedir
leyes que limiten la libertad de expresión o de prensa. Alegaron
también otras cuestiones que deben tratarse.
"El documento en cuestión, en su anverso, citó la primera sec-
ción de la decimotercera enmienda constitucional. Estableció que
la idea encarnada en dicho precepto era violada por la ley que
prevé la obligatoriedad del servicio militar. Insinuó que el reclu-
tamiento era despotismo en su peor forma y un agravio monstruoso
contra la humanidad, en interés de unos cuantos elegidos. Decía:
'No se someta a la intimidación'; pero al menos en la forma se limi-
taba a medidas pacíficas, como una petición para que la ley fuese
abrogada.
"El reverso de la hoja estaba encabezado: 'Sostenga sus dere-
chos.' Exponía razones para afirmar que violaba la Constitución
cualquiera que se negase a reconocer 'su derecho a sostener su
oposición al reclutamiento', y añadía: 'Si usted no defiende sus
derechos, está ayudando a lesionar derechos que todos los ciu-
dadanos y residentes de Estados Unidos tienen el deber solemne de
conservar.' Describía los argumentos de la contraparte como prove-
nientes de políticos astutos y de una prensa capitalista mercenaria,
y señalaba que el consentimiento silencioso de la ley ayuda a apo-
yar una conspiración infame.

224
FALLOSHIST~RICOS
DE LA SUPREMACORTE DE ~USTCIADE &TAlXE UNIMSS
"Negaba la potestad para enviar a nuestros ciudadanos a playas
lejanas a matar a la gente de otras tierras, y añadía que no había
palabras para expresar la condena que esa sangre fría despiadada
merece. Terminaba diciendo: 'Usted debe poner de su parte para
mantener, apoyar y sostener los derechos de la gente de Estados
Unidos.' Es obvio que el documento no hubiera sido enviado sin la
intención de que produjera algún efecto, y no vemos qué otro
pudiera esperarse que tuviera sobre las personas sujetas al reclu-
tamiento, sino el de influir en ellas para obstruir su realización en
este punto.
"La Corte manifestó que, suponiendo que ésa fuese la tendencia
de la circular, está protegida por la primera enmienda constitu-
cional. Se dice que dos de las expresiones más fuertes son citas de
hombres públicos bien conocidos. Bien puede ser que la prohibi-
ción de las leyes que limitan la libertad de expresión no se circuns-
criba a restricciones previas, aunque el evitarlas haya sido su princi-
, pal propósito. La Corte admitió que, en muchos lugares y en tiem-
pos ordinarios, los acusados podrían haber estado dentro de sus
derechos constitucionales al decir todo lo que se dijo en la circular.
Pero el carácter de toda acción depende de las circunstancias en
que se realiza. La más rigurosa protección a la libertad de expresión
no protegería a un hombre que falsamente gritara '¡Fuego!' en un
teatro, y causara pánico. Ni siquiera protege a un hombre contra
un mandato judicial que le prohiba usar p al abras que puedan tener
todo el efecto de forzar.
"La cuestión, en cada caso, es determinar si las palabras usadas
provocan un peligro claro y presente que producirá los males sustan-
ciales que el Congreso tiene derecho a prevenir. Es una cuestión de
proximidad y de grado. Cuando una nación está en guerra, m c h a s
cosas que podrían ser dichas en tiempo de paz, entorpecen de tal
manera su esfuerzo, que el expresarlas no puede ser tolerado mien-
tras haya hombres combatiendo, y ningún tribunal podria conside-
rarlas protegidas por ningún derecho constitucional. Parece ser que
se admite que, si se probase una obstrucción de hecho al servicio de
reclutamiento, podría exigirse una responsabilidad por las palabras
que hubieran producido ese efecto, La ley en cuestión castiga las
conspiraciones para obstruir, lo mismo que la obstrucción de hecho.
Si hablar o circular un papel, su tendencia y la intención con que es
realizado, son lo mismo, la Corte no percibió ninguna base para
sostener que s61o el éxito autoriza que se haga de tal acto un delito.
"Por tanto, la Corte confirmó las condenas."
Este libro consta de 3,000
ejemplares y se terminó de
imprimir en diciembre de 2000
en XXX XXXXX, S.A. de C.V.

La digitalización de esta obra estuvo a


cargo del Centro de Documentación y
Análisis, Archivos y Compilación de
Leyes.

También podría gustarte