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Renzo Cavani
Vitor de Paula Ramos
(Coordinadores)
Prueba y
proceso judicial
Presentación de
Daniel Mitidiero
Prólogo de
Eugenia Ariano Deho
INSTITUTO
PACÍFICO
Coordinadores
Renzo Cavani
Vitor de Paula Ramos
Copyright 2015
© Instituto Pacífico S.A.C.
ISBN : 978-612-4265-05-1
Hecho el Depósito Legal en la
Biblioteca Nacional del Perú N° : 2015-01390
Impresión a cargo de:
Pacífico Editores S.A.C.
Jr. Castrovirreyna N° 224 - Breña
Central: 330-3642
Sumario
1. Introducción.- 2. Bases teóricas.- 2.1. Distinción entre carga y deber: un pro-
blema de Teoría del Derecho.- 2.2. La importancia de la completitud del material
probatorio para la búsqueda de la verdad.- 3. Actividades probatorias de las partes
en el nuevo CPC brasileño.- 3.1. Carga de la prueba y dinamización positivada:
¿solución o problema? 3.2. La revigorización del deber de exhibir documentos, sus
límites y la revocación de la Súmula 372.- 3.2.1. El artículo 386º y la inexistencia
del derecho a la no producción de prueba contra sí mismo en el ámbito civil.- 4.
Conclusiones.- 5. Bibliografía
1. Introducción
El Derecho opera a través del lenguaje y de conceptos, de modo que
debe ser preocupación de todo y cualquier estudioso la búsqueda por la claridad.
En otra oportunidad,1 fue nuestra preocupación delimitar los contornos
del derecho fundamental a la prueba, demostrando ser un elemento indisocia-
ble del derecho al proceso justo, diferenciándolo del derecho al contradictorio
y del derecho a la amplia defensa.
En aquella oportunidad, inclusive, ya defendíamos la necesidad de la
separación de lo que comúnmente es llamado como “carga de la prueba” en
dos cosas diferentes: (i) en el deber de la parte de producción de pruebas,
cuando así es ordenado por el juez (con base en el art. 130º y 14º, V, CPC)2
y (ii) en el deber de que el juez decida conforme a la regla de decisión (en el
texto referido hablamos de regla de “distribución de riesgos” de la demanda).3
En dicha ocasión, sin embargo, no fue nuestra preocupación hacer un
análisis pormenorizada de los conceptos de carga y deber, y mucho menos
2. Bases teóricas
2.1. Distinción entre carga y deber: un problema de Teoría del Derecho
La primera importante característica de la carga (que ya llamara la aten-
ción de la doctrina desde las primeras construcciones científicas sobre el
tema4) se orienta en el sentido de que la no adopción del comportamiento
descrito por el texto normativo es tolerada por el ordenamiento jurídico, no
creándose, así, un estado contrariedad a este, de ilícito.5 De allí que, inicial-
mente, las cargas fueron tratadas como “reglas finales”6 o “deberes libres”.7
La segunda de ellas, en el sentido de que, mediante la atribución de un
“deber libre” (rectius: de una carga); el ordenamiento jurídico otorga al sujeto
pasivo la libertad de elección.8 Uniendo ambas ideas, se tiene, en otras pa-
labras, que el ordenamiento jurídico concede, con la atribución de una carga,
la posibilidad de que el sujeto pasivo escoja entre opciones igualmente lícitas de
comportamiento.
Dicha afirmación no significa, sin embargo, que la carga no implique nin-
guna vinculación respecto de la voluntad del sujeto titular de la carga:9 al final,
la regla que atribuye la carga crea una vinculación (una consecuencia jurídica)
que, sin la propia regla, no existiría.10 Basta pensar, en efecto, que lavarse o
no los dientes es una acción, en principio, libre de consecuencias jurídicas;
4 Brunetti, Giovanni. Il delitto civile; Brunetti, Giovanni. Norme e regole finali nel diritto.
5 Ibídem, p. 74.
6 Ibídem, p. 85. Corroborando haber sido Brunetti el primero en tratar científicamente sobre
la carga, cfr. Grau, Eros Roberto. Direito, conceitos e normas jurídicas, p. 115; Oberdan,
Tommaso Scozzafava. Voz: Onere (nozione). In Enciclopedia del diritto, pp. 100-110.
7 Brunetti, Giovanni. Norme e regole finali nel diritto, p. 73. La contradictio in adjecto de la
expresión “deber-libre” fue apuntada por Bobbio, Norberto. Teoria della norma giuridica,
p. 163. En el mismo sentido, cfr. Irti, Natalino. “La perfezione degli atti giuridici e il con-
cettodi onere”. In Saggi di teoria generale del diritto, pp. 107-164, esp. p. 124; Grau, Eros
Roberto. Direito, conceitos e normas jurídicas, p. 117.
8 Brunetti, Giovanni. Norme e regole finali nel diritto, p. 75.
9 En sentido contrario, como ya fue anotado, cfr. Augenti, Giacomo Primo. L’onere della
prova, p. 137.
10 Carnelutti, Francesco. Teoria generale del diritto, 3ª ed., p. 173. La referencia a “deber”,
también a cargo del titular de la carga, entra en la crítica ya formulada, respecto de la im-
posibilidad de un “deber-libre”.
por otro lado, apelar o no una sentencia son actitudes con resultados jurídicos
diferentes.
La carga, por consiguiente, y al contrario de lo que podría imaginarse,11
opera, al fin y al cabo, también con “intereses” (rectius: fines) públicos:12 se
trata de “una forma indirecta de protección de intereses [fines] privados, o (…)
una forma de protección mediata de intereses [fines] públicos, o (…) al mismo
tiempo ambas cosas”;13 o, inclusive, en otras palabras, de una “técnica sutil y cier-
tamente menos autoritaria que el deber para que las personas hagan o no ciertas
las cosas, conservando, inclusive, la sensación indudablemente agradable, de
ser libres”.14 Tutelar de manera mediata un fin público y, al mismo tiempo, de
manera indirecta un fin privado es, en efecto, perfectamente posible.
Carga, en resumen, puede ser definido de la siguiente forma: (a) es una
situación pasiva subjetiva, con estado de sujeción “blando”; (b) atribuido por
una regla jurídica imperativa; (c) que describe un comportamiento (positivo o
negativo) “apreciado” por el Derecho, pero no categóricamente exigido; (d)
que da al sujeto titular de la carga la posibilidad de elección entre opciones
igualmente lícitas, haciendo que la no adopción del comportamiento “deseado”
no sea, por tanto, ilícita; (e) que no permite que el Derecho utilice su fuerza,
sea mediante técnicas coercitivas, sea mediante técnicas subrogatorias,
para forzar al sujeto que adopte el comportamiento “deseado”, ya que (f) la
consecuencia jurídica para la adopción o no adopción del comportamiento
está prevista en la propia regla.
El deber jurídico, por otro lado, ocurriría cuando el ordenamiento jurídico
vincula “a la conducta opuesta un acto de coerción dirigido a la persona que
así se conduce”.15 De esa forma, una “conducta que no es jurídica prohibida
es –en este sentido negativo– jurídica permitida”.16 Para dicha corriente, la
existencia o no de sanción sería central para la definición de la existencia o no
de un deber. “El individuo cuya conducta es el presupuesto al que está ligada
17 Ibídem, p. 131.
18 Ibídem, idem. Dicha idea dio ocasión a un amplio debate doctrinario, viniendo a ser criti-
cada por Hart, una vez que este defendía la diferencia entre alguien que “fue obligado”
y alguien que “tenía un deber”. Para la crítica, cfr. Hart, Herbert Lionel. The Concept of
Law, 1ª ed., 10ª reimpresión, p. 80.
19 Ibídem, ídem.
20 Ibídem, p. 86.
21 Betti, Emilio. Voz: Dovere giuridico (teoria gen.). In Enciclopedia del diritto, p. 58.
22 Frosini, Vittorio. Voz: Dovere. In Novissimo digesto italiano, p. 703.
23 Palermo, Antonio. Voz: Obbligo giuridico. In Novissimo digesto italiano, p. 703.
24 Si un policía ve un sujeto a punto de asesinar a otro debe impedirlo, aún si el ofensor afirmase
que está dispuesto a ser encarcelado después de la práctica del ilícito pretendido. Ello porque
“no matar” es un deber jurídico, y el Derecho debe usar su fuerza para impedir su práctica/
reiteración/continuación. El ejemplo es de Augenti (L’onere della prova, p. 133).
exige que el Derecho utilice su fuerza, sea mediante técnica coercitivas, sea
mediante técnicas subrogatorias, para forzar al sujeto a adoptar el comporta-
miento exigido, inclusive preventivamente, ya que (f) la consecuencia jurídica
para la adopción o no adopción del comportamiento estará no solo prevista en
la propia regla, sino también en la fuerza del Derecho.
Corresponde, finalmente, destacar que, al contrario de lo que parte de la
doctrina sustentó,25 la distinción entre carga y deber no es algo que se refiere
exclusivamente al proceso, sino un problema de Teoría del Derecho.26 La dis-
tinción aquí trazada sirve, por tanto, para el proceso civil como para el derecho
civil, tributario, etc.
25 A título ejemplificativo, cfr. Palermo, Antonio. Voz: Obbligo giuridico. In Novissimo digesto
italiano, p. 114.
26 Marinoni, Luiz Guilherme y Arenhart, Sérgio Cruz. Prova, p. 177; Leonardo, Rodrigo
Xavier. Imposição e inversão do ônus da prova, p. 53.
27 Ferrer Beltrán, Jordi. Prueba y verdad en el Derecho, 2ª ed., p. 56.
28 Ibídem, p. 37.
29 Ibídem, p. 35, nota 24.
30 Aristóteles. Metafísica, Livro IV, 7, 1011b25, p. 107.
31 Wittgenstein, Ludwig. Tractatus Logico-Philosophicus. In Major Works, p. 25.
Una vez que el Derecho tiene como una de sus funciones principales la
ordenación de conductas,32 es muy importante que el derecho probatorio esté
orientado hacia el fin de busca la verdad, o sea, que sea un instrumento para
ella;33 ello para que se aumenten las posibilidades de que la prueba refleje
aquello que realmente ocurrió en el mundo real.
De otro modo, en caso las consecuencias jurídicas estén atribuidas
aleatoriamente,34 no habría ninguna vinculación entre las conductas individua-
les y las consecuencias jurídicas, no existiendo, así, ninguna razón para que
alguien se comporte de acuerdo con lo establecido por las normas jurídicas.
El Derecho perdería su capacidad de ordenar conductas.35
De allí la importancia de que el proceso y el derecho probatorio sean
“truth-conducive”,36 “truth-oriented”.37 Caso contrario, mejor sería abolir cual-
quier medio de prueba, volviendo a métodos antiguos de resolución de conflic-
tos, más céleres y baratos, como lanzar una moneda al aire.38
La verificación adecuada de los hechos, además, es un elemento nece-
sario para que una decisión pueda ser considera como justa.39 Y considerando
que la corroboración a favor de determinada hipótesis fáctica puede ser ma-
yor o menor,40 se hace necesaria la comprehensiveness;41 esto es, la mayor
completitud posible del material probatorio, acarreando una búsqueda más
refinada de la verdad y, por tanto, un proceso tendencialmente más justo.
Ello porque “la calidad de la prueba de una persona, y, por tanto, el grado
de warrant de una asertiva suya, también depende de la cantidad de pruebas
relevantes que su prueba incluye”.42 “[U]n mayor conjunto probatorio (…) es
generalmente un mejor indicador del truth-value de una hipótesis que uno
32 Kelsen, Hans. Teoria pura do Direito, 8ª ed., p. 36; Ferrer Beltrán, Jordi. Prueba y
verdad en el Derecho, 2ª ed., p. 22. Abordando las reglas, pero mencionando expresa-
mente la necesidad de authoritative settlement, así como la determinación de aquello que
debe ser hecho, Alexander, Larry y Sherwin, Emily. The Rule of Rules. Morality, Rules,
and the Dilemmas of Law, p. 12.
33 Taruffo, Michele. La prova dei fatti giuridici, p. 64.
34 El ejempalo y el argumento son de Ferrer Beltrán, Jordi. La valoración racional de la
prueba, p. 30.
35 Ibídem, ídem.
36 Goldman, Alvin I. Knowledge in a Social World, reimpresión, p. 29; Ho, Hock Lai. A Phi-
losophy of Evidence Law, 1ª ed., p. 101.
37 Goldman, Alvin I. Knowledge in a Social World, reimpresión, p. 281.
38 Taruffo, Michele. Uma simples verdade, pp. 215-216.
39 Taruffo, Michele. “Idee per una teoria della decisione giusta”. In Sui confini – Scritti sulla
giustizia civile, pp. 219-234, esp. p. 224.
40 Haack, Susan. Evidence and Inquiry. A Pragmatist Reconstruction of Epistemology, 2ª
ed., p. 118.
41 Ibídem, p. 132.
42 Haack, Susan. Defending Science – Within Reason, p. 68.
menor”;43” hoy, en efecto, “no parece existir duda de que en el plano epistémi-
co deba valer la regla según la cual el grado de confirmación de una hipótesis
aumenta con la obtención de pruebas ulteriores, dado que la situación óptima
es la de que todas las pruebas posibles sean obtenidas”.44
Uno de los objetivos centrales del derecho probatorio debe ser, por tanto,
la búsqueda de la verdad, propiciando, para ello, la mayor completitud posible
del material probatorio, a fin de que la decisión y, por tanto, el proceso, sean
tendencialmente más justos.
el propio nombre sugiere, estaría dirigido a las partes, como una especie de
“estímulo” dado a ellas para que traigan pruebas al proceso.48
Una vez que el sistema distribuye, teóricamente, “la carga de la prueba
sobre aquella parte que, según una regla de experiencia, utilizada por el le-
gislador, est[aría] en su posesión [de la prueba]”,49 imputando la carga a quien
posee la prueba, el legislador estaría “influencia”, “estimulando” o “incenti-
vando” a las partes a llevar pruebas al proceso, de modo a “llen[arlo] (…) con
todos los elementos necesarios para la formación de la convicción judicial”.50
La dinamización permitiría, por tanto, la corrección de distorsiones de la
regla de distribución fija, haciendo, así, que el juez pueda verificar en el caso
concreto que determinada prueba no estaría en posesión de quien el legis-
lador imaginara que pueda estar, incrementando, así, el material probatorio.
El análisis crítico del dispositivo y de las ideas subyacentes lleva a que se
cuestionen algunos datos tomados por ciertos.
En primer lugar, conviene destacar que, una vez que algún hecho queda
probado (cuando “hay elementos de corroboración suficientes”) no es necesa-
rio recurrir a la carga de la prueba. Las consecuencias jurídicas son dadas por
el derecho material. Esto es, cuando el art. 927º, CC, dice que quien cause
daño al otro será obligado a indemnizar y, en un proceso concreto, queda pro-
bado que Pedro causó un daño a Juan, la consecuencia de condenar a Pedro
será determinada por el derecho material y no por la carga de la prueba.
En segundo lugar, corresponde verificar que, cuando no hay pruebas
suficientes, no es posible confirmar ni la versión del demandante ni la del
demandado, ni cualquier otra. Basta utilizar una analogía para demostrar el
punto con una radiografía desenfocada no es posible que un médico afirme
que hubo una fractura ni que no la hubo. Él simplemente no tiene elementos
suficientes.
De la misma forma, si ninguna prueba es producida, no es posible con-
siderar probado ni que Pedro chocó el carro de Juan, ni que Pedro no chocó
el carro de Juan. Es rigurosamente lo que ocurre en cualquier otra área de la
vida humana: cuando dos equipos de fútbol empatan 0 a 0, simplemente no
es posible decir quién debe ganar.
En tercer lugar, corresponde diferenciar la actividad de probar con el re-
sultado de la prueba. La actividad, esto es, el aporte de material probatorio al
proceso puede ser hecha por cualquiera de las partes u, hoy en día (en gran
parte de los ordenamientos procesales) por determinación del juez.
Una parte puede llevar una prueba al proceso, que contraríe frontalmente
sus alegaciones. En ese caso, la actividad probatoria habrá sido ejercitada
por la parte, digamos, demandante, pero la causa será decidida a favor del
demandando; ello porque el resultado de la prueba indicará la corroboración
objetiva de los hechos que favorecen al demandado, independientemente de
que la actividad probatoria haya sido ejercitada por el demandante.
Es lo que ocurre, también, cuando el rebelde, que no ejercita ninguna
actividad probatoria, vence en el proceso: aún sin existir ninguna actividad
probatoria (ni siquiera de contestar la demanda) el resultado es favorable, en
dicho caso, al rebelde.
Ello porque, en el sistema brasileño, así como en diversos otros, poco
importa el origen de la prueba. No importa, para la valoración, para la corrobo-
ración de hipótesis fácticas, quién trajo la prueba al proceso. Las pruebas son
valoradas como un conjunto unitario.
De ahí que, en cuarto lugar, no parece adecuado, considerando lo que
fue dicho antes, considerar la “carga” de la prueba como una verdadera carga
jurídica, en sentido técnico. Ello justamente porque la elección de la parte, por
el sí o por el no (la actividad o la no actividad probatoria), no trae automática-
mente ninguna consecuencia jurídica.
Lo que la doctrina acordó llamar de carga imperfecta (aquel que no ten-
dría una consecuencia jurídica automática),51 además, no puede ser encua-
drado verdaderamente en la categoría de carga. Que un abogado se entre-
viste personalmente con un juez, o que la parte contrate un buen abogado,
ciertamente, son causas que contribuyen al resultado deseado de vencer una
demanda; configuran, así, un derecho, un “interés”, pero ciertamente no una
carga en sentido técnico.
De la misma forma, que un abogado diligente que vaya a entrevistarse
personalmente con los jueces aumentará las chances de triunfo, la parte que
lleva al proceso pruebas ciertamente puede aumentar sus chances de triun-
far, sin que ello, no obstante, pueda ser considerado como una carga. Puede
ser un derecho (fundamental a la prueba), un “interés”, pero no una carga en
sentido técnico.
Uniendo todas esas ideas, queda como mínimo dudosa la posibilidad de
que se pueda hablar de alguna dimensión subjetiva en la “carga de la prueba”.
Si, de un lado, en el sistema brasileño, no importa quién trajo la prueba (sino
solamente que alguien trajo la prueba) y, por otro lado, la actividad probatoria
no trae ninguna garantía de resultado favorable, ¿cómo podría el legislador
“prometer” a una parte que, mediante el ejercicio de una actividad probatoria
venza en el proceso; o, por el contrario, que sin dicho ejercicio, perdería?
Se trata, en efecto, de una falsa promesa. Conforme ya fue mencionado,
al final, alguien con actividad probatoria máxima puede ser derrotado, cuando
las hipótesis fácticas que le favorecen no queden suficientemente corrobo-
51 Dinamarco, Cândido. Instituições de direito processual civil, vol. III, 2ª ed., p. 85.
proyecto) pueda ser vista solamente como regla de decisión, como criterio de
desempate, una vez que la actividad probatoria, esto es, la exhibición de un
documento en juicio, no puede ser considerada, al mismo tiempo, una carga
y un deber.
Sea como fuere, las consecuencias del incumplimiento de dicho deber de
exhibición eran diferentes, dependiendo de si el sujeto resistente era un tercero
con relación a la demanda, o una parte. En el primer caso, según el art. 362º, le
era posible al juez la utilización de la búsqueda y aprehensión y de fuerza policial,
sin perjuicio de la configuración del delito de desobediencia; en la segunda, se-
gún el art. 359º, los hechos que se pretendían probar podrían ser considera-
dos “verdaderos” (rectius: probados), contra la parte que no exhibió.
Con relación a las consecuencias para las partes, se imaginaba, proba-
blemente, que nada podía ser peor para una parte litigante que tener, contra
sí, presumida una hipótesis fáctica que se pretendía probar.
No obstante, la experiencia se mostró, como siempre, más rica que la teoría.
Primero porque, en algunos casos, no se pretendía solamente probar el “sí o no”
de un hecho, sino su contenido. Esto es, no era necesario apenas comprobar
que determinado error médico ocurrió, sino cómo ocurrió y cuál fue la dimensión
del error. Segundo, porque, en otros casos, se pasó a verificar que la presunción
de “veracidad” podría ser destruida ulteriormente por otras pruebas, de modo
que, para que el demandado que posea un documento desfavorable, siem-
pre valdría la pena correr el riesgo de luchar contra la presunción en vez de
proporcionar, inmediatamente, el material probatorio favorable al adversario.
Se pasó a pensar, por tanto, en la jurisprudencia, la posibilidad de utili-
zación de técnicas coercitivas y subrogatorias (tales como la imposición de
multa coercitiva y búsqueda y aprehensión) para darle efectividad al deber
de exhibición prometido por el legislador (y que, obviamente, tiene, en la otra
cara del deber, el derecho a la prueba de la parte contraria).
Con el pasar del tiempo, sin embargo, la jurisprudencia del STJ acabó
impidiendo que los jueces utilicen tales técnicas. Primero, expidió la súmula
372, que expresamente impidió la imposición de multa en un procedimiento de
exhibición de documentos. En seguida, impidió la utilización de la presunción
de “veracidad” en caso de demandas preparatorias. Curiosamente, sin embar-
go, en algunos casos autorizaba la búsqueda y aprehensión de documentos,
mientras que en otros casos la impedía.53
mismos fundamentos, para apartar la conminación de multa diaria para forzar a la parte a
exhibir documentos en una medida incidental en el curso de la acción ordinaria. En esta,
al contrario de lo que sucede en la acción cautelar, cabe la presunción ficta de veracidad
de los hechos que la parte adversaria pretendía comprobar con el documento (CPC, art.
359º), cuyas consecuencias serán evaluadas por el juzgador en conjunto con las demás
pruebas que constan en autos, sin perjuicio de la posibilidad de búsqueda y aprehensión
en los casos que la presunción ficta del art. 359 no sea suficiente, al prudente criterio judi-
cial (…)” (AgRg en el AREsp 260973/MG, Relator(a) Ministro Sidnei Beneti, Tercera Sala,
fecha de la decisión: 26.02.2013, fecha de publcación/Fuente DJe 19.03.2013).
54 Dice dicho texto: “Siendo necesario, puede el juez adoptar medidas coercitivas o subroga-
torias para que el documento sea exhibido”.
can), el deber de prueba hace que las pruebas que no estarían en juicio ante
una carga (o de un deber inoperante, como era el caso en el CPC de 1973
interpretado) pasen a estar gracias a un deber operante.
Con ello, el legislador del nuevo CPC está promoviendo una deseable
mejora en el procedimiento con relación a la búsqueda de la verdad. Al pro-
mover una mayor completitud del material probatorio está permitiendo que las
decisiones pueda, en mayor medida, reflejar aquello que realmente ocurre en
el mundo real. Así, el proceso se vuelve más truth-oriented, mejor equipado
tendencialmente para la producción de decisiones justas. Se vuelve, en resu-
men, en un proceso más justo.
57 Allen, Ronald J. y Mace, M. Kristin. “The Self-Incrimination Clause Explained and its
Future Predicted”. In Journal of Criminal Law and Criminology, p. 14.
58 Ibídem, ídem.
59 “El privilegio contra la auto-incriminación –nemo tenetur se detegere–, erigido como garan-
tía fundamental por la Constitución (…) implicó compeler al inquiridor, en la policía o en el
juicio, al deber de advertir al interrogado de su derecho al silencio: la falta de advertencia
–y de su documentación formal– hace ilícita la prueba que el imputado o acusado ofrezca
contra sí mismo en el interrogatorio formal (…)” (STF, Primera Sala, HC 80.949-9/RJ. Re-
lator: Min. Sepúlveda Pertence, decidido en 30.10.2001, D. J. 14.12.2001); “El Ministerio
Público, sin perjuicio de la fiscalización intra-orgánica y la desempeñada por el Consejo
Nacional del Ministerio Público, está permanentemente sujeto al control jurisdiccional de
los actos quepratique en el ámbito de las investigaciones penales que promueva ‘ex pro-
pria auctoritate’, no pudiendo, entre otras limitaciones de orden jurídico, no respetar el
derecho al silencio del investigado (‘nemo tenetur se detegere’), ni ordenarle la conducción
coercitiva ni obligarlo a producir prueba contra sí mismo (…)” (STF, Segunda Sala, HC
94173/BA, Rel.: Min. Celso de Mello, Decisión: 27.10.2009, Publicación: 27.11.2009).
60 Cfr., por todos, Malaquias, Roberto Antônio Darós. “Princípio nemo tenetur se detegere
no Estado Democrático de Direito”. In Revista dos tribunais, p. 145.
61 A idéntica conclusión se llegó en el II Encuentro de Jóvenes Procesalistas en Brasil, cuando
se aprobó por unanimidad el enunciado 50, que dice: “La compatibilización de lo dispuesto
en este dispositivo c/c el art. 5º, LXIII, de la CF/88, asegura a la parte, exclusivamente, el
derecho de no producir prueba contra sí en razón de reflejos en el ambiente penal”. Dis-
ponible en: https://pt.scribd.com/doc/190489212/Enunciados-e-Carta-de-Salvador . Último
acceso: 06.10.2014, 22:43.
62 Sarlet, Ingo; Marinoni, Luiz Guilherme y Mitidiero, Daniel. Curso de direito constitu-
cional, p. 393.
63 Ibídem, p. 405.
64 Friedenthal, Jack H.; Kane, Mary Kay y Miller, Arthur R. Civil Procedure, 4ª ed., p.
406.
4. Conclusiones
Primera. El proceso civil del Estado Constitucional tiene que estar preo-
cupado con la búsqueda de la verdad, así como con el desarrollo de procedi-
miento que promuevan la mayor completitud posible del material probatorio.
Segunda. Procediendo así, el proceso se vuelve más truth-oriented, más
apto para la producción tendencial de decisiones justas y, por tanto, más justo.
Tercera. La dinamización de la carga de la prueba, adoptada por el art.
380, CPC, no tiene condiciones de propiciar la mayor completitud del material
probatorio, pues (i) la actividad probatoria no puede ser considerada una car-
ga en sentido técnico; (ii) no existe razón para imaginar una dimensión subje-
tiva de la “carga de la prueba”; (iii) la regla prevista en el caput del art. 380º es
un criterio de desempate, una regla de decisión; (iv) la dinamización permitida
por el nuevo CPC significa solamente la posibilidad de que el juez altere la
regla de decisión en el caso concreto; (v) inclusive ante la dinamización, sin
embargo, considerando la actividad de probar una carga, la parte no posee
estímulos concretos para la producción de pruebas contrarias a sus “intere-
ses”; (vi) la dinamización apenas permite que las partes lleven al proceso las
pruebas que les benefician, no teniendo el poder, por tanto, de propiciar una
mayor completitud del material probatorio.
Cuarta. El deber de exhibición de documentos fue revigorizado por el
Nuevo CPC en su art. 407º, § 1, derogando de manera expresa la súmula 372
del STJ.
Quinta. Con ello, el legislador dio al juez el poder para realmente deter-
minar la incorporación de las pruebas a los autos.
Sexta. El deber de exhibición, al contrario de la dinamización, tiene con-
diciones reales de promover la mayor completitud posible del material proba-
torio, de modo que el deseable cambio está transformando el proceso civil
brasileño en un proceso más justo, en la medida en que vuelve al procedi-
miento más truth-oriented.
Séptima. Ello porque las pruebas que no serían llevadas al proceso, una
vez que son contraria a los “intereses” de una parte, ante el deber operativo,
pasarán a constar en los autos.
5. Bibliografía
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Allen, Ronald J. y Mace, M. Kristin. “The Self-Incrimination Clause Ex-
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