ORIENTE DE SANTIAGO REPUBLICA DE CHILE 208 REVISTA MASÓNICA DE CHILE lalp
Algunas consideraciones sobre
Selección Masónica Hemos acogido con gusto la tarea de exponer algunas reflexiones sobre el tema "Selección Masónica", no sólo porque lo consideramos de trascen- dental importancia, sino porque a ello hemos dedicado muchos momentos de meditación a través de nuestra vida masónica, y hemos sostenido no pocas luchas fraternales a fin de extremar la cautela con que, a nuestro juicio, debemos actuar los que, con mayor o menor grado, pero con igual respon- sabilidad, debemos valorar las condiciones, facultades y antecedentes de los profanos, que vienen a golpear la puerta de nuestros Templos, o de los herma- nos que solicitan un aumento de salario. Sin duda, es tarea delicada, difícil y trascendental la que nos corresponde asumir, cuando de nuestra ponderación, criterio, valentía moral y equilibrio de juicio depende el rechazo o aceptación de los anhelos o aspiraciones de un profano, de un hermano o de cualquier semejante. Qué de inquietudes y de dudas embarga nuestro espíritu cuando de nuestra actitud pende un sí o un no que afectará trascendentalmente a un hombre o a nuestra Respetable Orden. Precisamente para ayudar a resolver estos problemas de conciencia a que nos vemos a menudo abocados es que estamparemos algunas reflexiones basadas en nuestra propia observación y experiencia. Es preciso destacar, antes de continuar, que no pretenderemos dar nor- mas, pautas o leyes fijas para la selección de nuestros cuadros y oficialida - des. Ello sería imposible cuando se trata de elegir entre hombres de tan distintas condiciones, preparación y sensibilidades, que deben servir una causa común, aunque por muy diferentes caminos. Sólo queremos destacar los elementos fundamentales que deberíamos tener siempre presente, y que, a nuestro juicio, nos ubicarán en el justo punto de vista para que nuestra decisión sea acertada tanto para el elegido como para la Orden. La "Declaración de Principios" establece que la Francmasonería es una institución "fundamentalmente filosófica"; "no es una secta ni es un par - tido" ; "está formada por hombres libres", "que se dedican, usando métodos tradicionales y simbólicos, a labrar su propio perfeccionamiento, mediante el estudio de la ciencia y la investigación de la verdad", "a fin de ser útiles al progreso moral, intelectual y material de la sociedad"; "considera que el trabajo, en todas sus manifestaciones, es uno de los deberes y uno de los derechos esenciales del hombre, y el medio más eficaz para el desenvolvi- miento de la personalidad"; "combate la explotación del hombre por el hombre, los privilegios y la intolerancia". Hacemos notar que sólo hemos reproducido algunos conceptos de la "Declaración de Principios", que consideramos más importantes destacar para los fines de este trabajo. Nuestros Rituales nos señalan, por otra parte, que la Francmasonería "no es una contemplación pasiva del bien sino una lucha activa contra el mal y el error", y nos impone la tremenda responsabilidad de ser guías, ejemplo, maestro de hombres y soldados esforzados en la implacable lucha del bien contra el mal, en cada una y todas sus manifestaciones. La Francmasonería es un alma, tan grandiosa como el alma misma de Dios, que necesita de los hombres como su medio único de expresión tempo- ral y física. Cada uno de nosotros tenemos, pues, la abrumadora tarea de llegar a ser en el mundo efímero y putrecible nuestro un pequeño y mise- rable destello de su Gran Luz. REVISTA MASÓNICA DE CHILE __________________________________________________ 209 lalp
La Francmasonería "elige hombres, los educa y disciplina", para el ser-
vicio de sus fines de Libertad, Igualdad y Fraternidad, en el más amplio y estricto sentido. Pero es a nosotros, que somos la expresión tangible de la Orden, que somos el medio a través del cual debe manifestarse su verda- dero espíritu, a quienes corresponde elegir, guiar y ejemplarizar la educa- ción y disciplina de nuestros semejantes, así como hemos sido elegidos, edu- cados y disciplinados por nuestros mayores. ¿Cumplimos consciente, honrada y profundamente convencidos esta tras- cendental y grave responsabilidad de elegir, preferir, escoger entre aquéllos que posean las condiciones mínimas necesarias para la tarea de maestros y sol- dados, de guías y ejemplos que nos señala la Orden? ¿Estudiamos serena y objetivamente, libre de prejuicios y de sentimentalismos, las condiciones mora- les, intelectuales y físicas de los que contribuiremos a proponer o iniciar o a señalar para tareas y responsabilidades determinadas? La respuesta la encontramos a menudo, y la vemos como un índice acu- sador en las largas listas del "Boletín", en que aparecen siempre innumera- bles rechazos de insinuaciones por "malos antecedentes", "malos informes", "falta de condiciones" o cuando leemos la lista de los eliminados por "falta de interés", por "inasistencia", y no pocos por delitos cometidos en contra de nuestros principios más preciados. Y muchos son también los que vemos en el mundo profano olvidar nuestros postulados y obligaciones más ele- mentales, cuando no actúan en sentido totalmente opuesto, sin que ello merezca de nuestra parte más que un comentario displicente o irritado, pero sin mayor trascendencia, o un silencio más o una actitud de falsa tolerancia, que más encubre una cobardía que una virtud. ¿Dónde está el principio y fundamento de los anotados males? Sin duda, que la base de nuestra poca operancia, que el desgano o temor de asumir una activa lucha contra el mal y el error, que la aplicación de una tolerancia mal entendida y cómplice, la debemos encontrar en la poco profunda y seria selección de nuestras huestes, en la que todos y cada uno tenemos una grave responsabilidad. Es penoso constatarlo, pero todos los males, deficiencias, inoperancias de nuestra acción, tanto interna como externa, tienen como causa primera, si no única, la selección poco profunda y estudiada de los hombres, para su iniciación en nuestras prácticas y doctrinas como para la obtención d e grados, responsabilidades y prerrogativas en la escala progresiva de nues- tras enseñanzas. Seguramente, no hay ninguno entre nosotros que no haya criticado más de una vez la inercia de nuestra acción como institución, al contemplar angustiado como día a día resurgen y se acrecientan a nuestro rededor las fuerzas de la ignorancia y el error, la maldad y la hipocresía. Ninguno de nosotros habrá dejado, en una ocasión, de lamentar la actitud profana o masónica de algún hermano, pero hay muchos que no han pensado que en todo ello tenemos directa y personalmente una seria responsabilidad, que no siempre hemos asumido con entereza viril y con criterio libre e impersonal, cuando tenemos que poner fin al mal, remediar su efecto, evitar que se repita, fortalecer al débil o castigar al culpable, o elegir buenos soldados para nuestra grandiosa causa. Si hemos comprendido que el éxito de nuestra cruzada depende en parte principal de una buena selección, veamos qué condiciones mínimas debe reunir un profano para merecer que las puertas del Templo le sean abiertas. Nuestra Orden es una institución "fundamentalmente filosófica", vale decir, que sus principios y métodos atañen directamente a la filosofía. En otras palabras, nuestra institución fundamentalmente practica las ciencias de las causas y primeros principios, estudia las leyes de la naturaleza y ana- liza la bondad o malicia de las acciones humanas, para educar y disciplinar a sus adeptos y hacerlos eficaces en la lucha contra el mal y el error y elementos últimos al progreso moral, intelectual y material de la sociedad. 210 REVISTA MASÓNICA DE CHILE lalp
Desde luego, esta condición esencial de nuestra institución ya exige de
todos y cada uno de sus miembros una naturaleza inquieta y desp ierta a todos los problemas del espíritu y del intelecto, y obliga a poseer una cultura mínima general, que haya hecho posible despertar la inquietud intelectual. La torpeza mental, la pura contemplación pasiva de los fenóme - nos naturales y espirituales, la impermeabilidad a todo lo met afísico, sin duda, son condiciones total y absolutamente negativas para estudiar, com- prender y divulgar nuestras doctrinas. No se necesitan sabios ni filósofos profundos, pero sí hombres capaces de llegar a comprender los fundamentos filosóficos de nuestra Orden, y hacerlos realidad en la órbita de nuestro pequeño mundo personal, al menos. La Francmasonería "no es una secta ni es un partido", "está compuesta por hombres libres". Esto nos impone la obligación de elegir entre aquéllos que ya en su vida profana hayan dado muestras de independencia moral y de comprensión amplia; entre aquéllos que ya hayan iniciado de algún modo su propia liberación de los prejuicios vulgares de que hacen presa al hombre las sectas oficiales y dogmáticas, los partidos políticos intransigentes y caducos, o la educación de leyes fijas y añejadas. No se puede esperar que un profano que jamás haya tratado de buscar libremente su propia verdad, que no haya manifestado poseer un senti - miento inclinado a la justicia y la equidad, adquiera estas condiciones, por el solo hecho de ejercitar nuestros rituales o sentarse entre columnas. No olvidemos que nuestra institución no es reformatorio, que no puede crear algo de la nada, que cualquiera piedra no es apta para ser pulida, que cualquier barro no es arcilla modelable. Nuestra Orden educa y disciplina sólo a aquéllos que tienen alma, espíritu e intelecto capaces de ser guiados y disciplinados. Los simplemente buenos en el sentido pequeño y vulgar de la palabra, no dejarán jamás de ser simplemente buenos hasta el fin de sus días, pero nunca serán buenos obreros de nuestro templo en construcción, nunca serán buenos soldados de activa lucha contra el mal y el error, nunca serán maestros de sus semejantes, y, por el contrario, siempre constitui rán un lastre para la marcha de nuestras huestes. Nuestra Orden es una escuela en la que sus miembros "se dedican, usando métodos tradicionales y simbólicos, a labrar su propio perfeccionamiento, mediante el estudio de la ciencia y la investigación de la verdad". ¿Basta entonces, que un amigo, un conocido, un recomendado o un semejante cual- quiera sea simplemente bueno para que las puertas del Templo le sean abiertas? Absolutamente, no. Es indispensable, es condición sine qua non que, además, posea esa inquietud de espíritu, esa capacidad de intelecto que de algún modo lo haya empujado a satisfacer sus dudas y sus angus- tias, aunque sus pasos hayan sido los de un ciego en las tinieblas. Es nece- sario que posea el sentido natural de un ser inteligente, despierto y activo, que haya nacido con las condiciones mínimas para hurgar y comprender nues- tras tradiciones, para estudiar y descifrar nuestros símbolos, que intuya, al menos, el mensaje de la ciencia y la verdad. No olvidemos que el concepto de hombre bueno de la Francmasonería es muy diferente al concepto de bondad profana. La Orden necesita y prefiere al hombre bueno convertido en tal por convicción, después del estudio d e la ciencia y la investigación de la verdad; que al bueno por pobreza de espíritu o por incapacidad de ser malo. La Orden tiene como fin hacer hombres "útiles al progreso moral, inte- lectual y material de la sociedad". ¿Qué actividad útil podemos esperar de seres tímidos o abúlicos, de intelecto torpe o ignorante, de sensibilidad em- botada o sensiblería vulgar, de preocupaciones pequeñas e intrascendentes, aunque pudieran ser considerados como buenos profanamente? ¿Cómo seres tristemente dotados por la naturaleza podrían influir activamente en el pro- greso de la sociedad? ¿En qué forma podrían inspirar útilmente a sus seme- REVISTA MASÓNICA DE CHILE lalp
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jantes y transformarse en sus maestros? ¿Qué meta podrían señalarles si
ellos mismos no vislumbran nada más allá de su mundo limitado y mezquino? Nuestra Orden "considera el trabajo en todas sus manifestaciones", "como el medio más eficaz para el desenvolvimiento de la personalidad", es decir, de la persona que se ha diferenciado de los demás por sus condiciones y aptitudes positivas, aunque su personalidad esté aún inculta e indisciplinada. En otras palabras, los elegidos deben haberse destacado entre sus seme- jantes de algún modo que indique deseos y condiciones de superación, sin egoísmos ni intereses bastardos. Los seleccionados deben haber demostrado ya en su vida profana que poseen carácter, intelecto y sensibilidad capaces de ser desenvueltos hacia una personalidad como la que busca y necesita nuestra causa, la que "combate la explotación del hombre por el hombre, los privilegios y la intolerancia". La Orden no puede ni debe elegir entre el montón de seres mediocres y obscuros que, desgraciadamente, puebla la faz de la tierra. Necesita soldados de nervio y de espíritu, que estén dotados para descubrir sus misterios y hacerlos realidad. Cualquiera puede trenzarse en un combate, pero sólo triunfarán los mejor inspirados. Nuestros soldados deben ser, pues, elegidos para cada uno y todos los puestos de combate, entre los que hayan demostrado condiciones fundamentales para ello, porque nuestra Orden tiene el imperativo de triunfar, para bien de todos los hom- bres, aún para aquéllos que no tienen condiciones para la lucha ni les inte - resa nuestro triunfo. Creemos necesario destacar otro aspecto de la selección de nuestros cuadros. Muy a menudo escuchamos o decimos que, a pesar de los grados y prerrogativas que alcanzamos en la Orden, siempre seguimos siendo apren- dices. Esta forma expresional encierra una gran verdad, si con ella quere- mos significar que siempre poseemos inquietud por aprender cada día algo nuevo, que nuestro espíritu busca a cada momento una lección más en las inagotables enseñanzas que nos brinda la vida y la Francmasonería. Importa una gran verdad si estamos llanos a aceptar de cualquier hermano una insinuación, un consejo o una crítica bien intencionados. Es una gran verdad si reconocemos el derecho y la obligación de nuestros hermanos para señalar, sancionar y castigar nuestras faltas, negligencias o extravíos, cualquiera que sea nuestra edad masónica y nuestras prerrogativas. Esa alocución es sincera si soportamos con entereza que el proceso de selección siga vigilando nues- tros pasos. Cada día morimos un poco, pero también cada día renacemos un poco, y puede ocurrir que en una ocasión renazcamos con fuerzas perdidas o cansadas, con espíritu menos inquieto y más opaco y que hayamos perdido las condiciones necesarias para continuar en las filas de los seleccionados para la tarea en que estamos empeñados. Por desgracia, no siempre somos sinceros cuando expresamos que segui- mos siendo aprendices; muchas veces encubre una falsa modestia, pues basta que algún hermano, con la mejor intención y mayor razón nos señala un desfallecimiento o una falta para que nuestro orgullo y vanidad se rebelen, e invoquemos grados, prerrogativas o años transcurridos desde nuestra ini- ciación ritualística. Creemos que la selección que la institución hace de sus miembros no termina con la iniciación ritual, sino que es un proceso que debe renovarse cada día respecto de todos y cada uno de los hermanos. Nos conmueve profundamente todo cuanto existe y en lo más pequeño e insignificante vemos y sentimos el hálito de Dios, Sé que el ser humano está más cerca de todo lo creado de su gran espíritu. Pero estamos firmemente convencidos que todo está y debe permanecer sometido a una escala de valo- res. Cada ser y cada cosa en su justa órbita es irreemplazable, y refleja la presencia misma del Todopoderoso. Sabemos que si es posible apreciar el bien es porque existe el mal; sabemos que si hay hombres ilustres y bri- llantes es porque la mayoría somos limitados y opacos; sabemos que una manzana podrida puede podrir a muchas, y un alumno negligente atrasa el progreso de todo un curso. 212 REVISTA MASÓNICA DE CHILE lalp
No despreciamos ni subestimamos a ningún semejante, y creemos que
todos y cada uno de los hombres sirven a un destino indescifrable aún. Pero también sentimos, como un dogma de fe, que el peor crimen que podemos cometer contra un ser y los designios del Gran Arquitecto es gravar a un hombre con responsabilidades que es incapaz de afrontar, o señalarle tareas para las cuales no posee las condiciones naturales necesarias. ¿Cuántos no han llegado a golpear las puertas de nuestros Templos, con la mayor unción, con la más grande esperanza, y después, llenos de ver- güenza, temores o complejos se han alejado, por no poseer las inquietudes, la sensibilidad ni la capacidad para comprender nuestra institución, y hacer suya nuestra lucha? Una mala elección produce más daño que lo que imaginamos, tanto para el mal elegido como para nuestra Orden. Una mala elección, por negligencia, comodidad o cobardía nos debía hacer tanto o más responsables ante nuestra conciencia y ante nuestros hermanos, como cualquiera otra acción condenable. Desgraciadamente, no ocurre así, porque esta responsabilidad se diluye, se oculta o se disculpa, invocando una mal comprendida y peor ejercida tolerancia. Que estas palabras, que sólo han dictado nuestra fe en los principios de la Orden, y nuestros más fervientes deseos de justicia y comprensión humanas, nos haga meditar honda y profundamente, en que muchas de nuestras más caras aspiraciones sólo se cumplirán cuando los elegidos sean los mejores. Que estas reflexiones nos hagan meditar que es a nosotros mis- mos a quienes corresponde elegir y, por lo tanto, que de nosotros depende en parte muy importante acallar nuestras propias críticas y hacer triunfar los ideales que hemos jurado defender. E. O. S. — Resp. Lo. N.o 8.
Canción del Aprendiz
El Símbolo Masón Aprendices sigamos la senda
de la Fraternidad que trazaron Hermanos de ayer; unidos nos tendrá eternamente. porque sólo las Almas que luchan Cubiertos del Mandil son felices y encuentran el Bien. busquemos la Verdad con Ciencia y con Trabajo En las horas tortuosas profanas (humildemente. laboremos con Sello Masón, porque él nos guiará Somos en el Taller hasta el gran Cénit la Piedra a desbastar fuertes por el Amor. que sólo pulirá perfectamente Salud, Fuerza, Aprendices, el Mazo y el Cincel Salud, Fuerza y Unión. sincera Voluntad que aporta toda Inteligencia fiel. D. N. D.— Resp. Lo. N.o 61