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Sin embargo deseo hacer hincapié al documento Gaudium et Spes, que enseña lo
siguiente: “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no
se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario,
en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el
mal… El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón… La conciencia es el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que esta solo con Dios, cuya voz
resuena en lo más íntimo de ella”
Por tanto considero que una de las fallas con mayor relevancia e inicio de las demás
que se pudieran añadir es el abandono del ser humano a la formación en el terreno
religioso (fe), pues este constituye el soporte seguro para que conociendo la Verdad y
viviendo la Libertad, lleguemos al Amor. Por ello, refiere un reciente documento de la
Iglesia que «la apertura a la plenitud de la verdad se impone a la conciencia moral del
hombre, el cual debe buscarla y estar dispuesto a acogerla cuando se le presente».
En tal sentido, la religión o la relación con Dios desde un punto de vista histórico, fue
una de las primeras educadoras de los grupos humanos entendiendo por educación la
asimilación subjetiva o intersubjetiva de marcos explicativos acerca de por qué la
realidad es como es y acerca de cuál es el lugar de los individuos y de la colectividad en
esa realidad. También la religión nutrió las prácticas sociales de referentes normativos
que indicaban con contundencia el carácter bueno o malo, justo o injusto de las
acciones humanas. La religión debe ser entendida como un constructo sociocultural.
Para los seres humanos la religión ha sido y sigue siendo forjadora de normas básicas
de convivencia social e imperativos morales ineludibles para las relaciones mutuas.