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HLA Gilman Unidad 3
HLA Gilman Unidad 3
Claudia Gilman
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.
Si los clasicistas exhibían su ingenio en los Juegos Florales y los románticos discut-
ían sus diferencias en el reducido espacio de los Salones Literarios, lejos de oídos pro-
fanos, los años locos inauguran una nueva modalidad del intercambio de opiniones: la
polémica.
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
Entre los nuevos escritores que se incorporan a la vida literaria y los más antiguos
en las lides de la pluma, que por zorros o por cautos prefieren una retórica más acorde
con la seriedad de su talante, hay una gradación tan minuciosa como sutil. Lo cierto es
que el contradiscurso de la polémica se impone como retórica de época más allá de las
rencillas profundas, de los contenidos del debate o de los adversarios coyunturales.12
Quienes se agrupan alrededor del periódico Martín Fierro son los cultores más asi-
duos de esta nueva modalidad de relación. La bravata en todas sus formas preside y
estructura su discurso y se dirige con igual énfasis contra tirios y tróyanos. La amplia-
ción del público, la creciente autonomía de la esfera literaria, las diferentes enciclope-
dias circulantes entre grupos de intelectuales, hacen necesaria la redefinición del arte,
el público y el productor. El intelectual y artista acuñado en la década, viene decidido
a pensar su lugar y su función en relación con el resto de los discursos y las prácticas
sociales, en el marco de un espacio ya ocupado por cuya propiedad ocurrirán las dis-
putas. Espacio ideal para la polémica, la década propone varias, aunque en algunos
casos no se trate más que de discusiones pour la galerie o diálogos de sordos. Lo im-
portante (y tal vez su condición de posibilidad) es que se producen frente a un público
neutral, al que cada grupo tiene la misión de cautivar.
Así como el culto romántico de la biografía convierte en objeto estético la vida del
artista, este grupo de escritores da estatuto artístico a la relación entre pares, a sus dis-
putas y a los diferentes avatares por los que este vínculo transita. No es casual que este
período sea profuso en la edición de memorias y autobiografías. Deleitados por el des-
cubrimiento de su singularidad social, los escritores hacen partícipe al testigo lector
12. Hay en los diarios obreros del período un registro notablemente polémico. La Vanguardia, Bandera Pro-
letaria y La Montaña se trenzan en discusiones políticas e ideológicas que se inscriben en el marco de la lucha
sindical y política. En 1918. una escisión del Partido Socialista funda el Partido Comunista. La Revolución Rusa
se convierte en eje de importantes discusiones. También se genera un insólito espíritu polémico entre los diarios,
sobre cuestiones de política nacional. Se hace evidente el carácter "vendedor" de la polémica.
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de sus aventuras por la institución literaria, fuera de los textos, en el discurso fuerte-
mente institucional de las revistas. Ellas se autoperciben como órganos de una enun-
ciación por un lado facciosa pero por otro colectiva, cada una de las cuales funciona
como una sola voz paradójica que postula un nosotros. En estas formaciones, cada
grupo disputa con el otro la legitimidad de toda lectura, si no de la historia, al menos
de la institución literaria.
En este propósito se incluye, tanto en el redentorismo de los boedistas como en la
actitud despreciativa de los martinfierristas, la reivindicación del ejercicio de un man-
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13. El escritor Juan Pablo Echagüe, temeroso de la sorna martinfierrista, envía al periódico una carta lau-
datoria para salvarse de la burla. Por lo que parece, el recurso le dio resultado.
Más curioso es el caso de Güiraldes, amigo "mayor" del grupo de Martín Fierro, cuya novela Xaimaca es dura-
mente criticada por el periódico. Por tal motivo, Güiraldes responde a la crítica con una captatio benevolentiae
de este tenor: "...no pretendo que Martin Fierro me trate con guante blanco." Lo que pasa es que no hay guante
blanco para nadie.
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Extraño ballet actancial
ria, publicar sus poemas o asistir a un homenaje. Son las circunstancias y el espíritu
batallador más que los principios los que definen en cada caso contra quién se lucha.
Si Martín Fierro discute contra el jurado del Premio Municipal y sus abstrusas deci-
siones de consagrar al consagrado, Castelnuovo, el enemigo estético, el naturalista
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14. Martín Fierro. año I, nro. 4. "Menos mal que uno de esos escritores nuevos, de los que realmente mere-
cen estímulo, por el valor de su obra primigenia y las condiciones de su vida material, ha logrado (...) un premio.
Aludimos a Elias Castelnuovo, con Tinieblas. Felicitamos, a pesar de todo, al amigo."
15. Para una explicación de los motivos del moderatismo de la vanguardia argentina, véase: Sarlo, Beatriz.
"Vanguardia y criollismo: la aventura de Martín Fierro", en Altamirano. G. y Sarlo. B., Ensayos argentinos, Bs.
As., CEAL, 1983.
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vanguardia literaria y nuestra vanguardia política. nuestra primera generación estric-
tamente literaria.
Pero ni un grupo ni otro producen algún texto que pueda considerarse de vanguar-
dia, si nuestro modelo de vanguardia ha de ser la radicalizada vanguardia europea. En
cuanto a títulos, los de Boedo han concedido generosamente el de vanguardia a los
floridistas, porque aunque se sienten la avanzada artística del país, ceden la denomina-
ción "a quienes la disputen, por manifiesta repulsa de títulos y banderías''16. Pero ni
unos ni otros validan sus créditos en la ordalía de los textos. Entre Florida y Boedo se
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l6. Barletta, Leónidas, "Divagaciones y concretos, acerca de un presunto arte izquierdista", en La literatura
argentina, año I. número 3, NOV. 1928.
17. "El programa de MARTIN FIERRO le exige permanecer desvinculado de todo interés y asunto de índole
política, y consagrarse por entero, únicamente a los problemas literarios y artísticos". "Aclaración". en Martin
Fierro nro. 44/45. 1927.
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dad: "Nosotros afirmamos que los escritores ingénitamente geniales que han ennoble-
cido con su obra a la masa amorfa y obscura de las muchedumbres...."18. No han sa-
queado menos del Infierno dantesco los de la calle Florida cuando dicen que "no está
mal que de vez en cuando (Martín Fierro) descienda hacia la llanura mediocre donde
se debate la innumerable plebe".19
Es que ahora las diferencias se dirimen ante un público de desiguales que, habida
cuenta de la existencia de un mercado literario, es el temible arbitro de glorias y ano-
nimatos. Ambos grupos gesticulan con el mismo ademán frente al ojo de este sobera-
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Para Boedo, en cambio, se impone una cuestión de ética política e ideológica. El
arte debe ser gratuito en su circulación, esto es, nadie debe pagarlo. El carácter deside-
rativo y utópico de ambas posiciones, se estrella ante la concreta presencia de un mer-
cado que se impone por su propio peso.
La acusación mercantilista, que Martín Fierro enrostra a Boedo, tiene su contrapar-
te. Los boedistas también suponen a sus rivales interesados en sacar provecho de sus
posiciones. En este caso, como correspondería a quienes no lo necesitan, no es el di-
nero la prebenda deseada. Los de Martín Fierro, según la visión del oponente, tienen
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22. Castelnuovo, E.,Memorias, Bs. As., Ediciones Culturales Argentinas. 1974. pag 127.
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cual no podría comprenderse la ambigüedad del enfrenta-miento.
Las diferencias se dirimen a través de los órganos específicos que constituyen las
revistas, aunque el estado de las relaciones entre escritores opere como un factor de
neutralización de la polémica, de modo que se vuelven también significativos la anéc-
dota, los sobreentendidos y los vínculos a los cuales el público no tiene acceso, que se
convierten en la contracara amigable, social y gremial de la guerrilla literaria.
Más que curioso es entonces verosímil que, desaparecida Martín Fierro, Claridad
enuncie para sí el programa contenido en el "Manifiesto" martinfierrista no solamente
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en su espíritu sino también en su letra: "Nosotros, los jóvenes de la izquierda (...) nos
complacemos en ser atropelladores turbulentos, iconoclastas. Nos reímos de todas las
honorabilidades académicas y momificadas que nada significan: despreciamos a todas
las ratas de biblioteca que ven pasar la vida con ojos miopes..."23
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El manifiesto ultraísta que Borges redacta en 1921 es publicado por Nosotros aque-
lla revista del pasado, cuyo certificado de defunción y sepelio reclamarán más tarde los
martinfierristas; lo cual no les impide publicar allí sus textos hasta que llegue el mo-
mento de poseer órganos propios. Toleran incluso sin protestar los comentarios des-
pectivos de los popes de Nosotros, al pie de su propio programa poético.26 Mucho peor
trato reciben los boedistas, sistemáticamente ignorados por quienes hacen Nosotros.
De todos modos, el espacio entre grupos y escritores es lo suficientemente estrecho
para permitir que se invite a comer por la noche a quien se ataca durante a la mañana,
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frente al ojo del público, que engorda la polémica y le confiere un carácter de seriedad
que la camaradería puede atenuar luego. Porque si las polémicas adquieren importan-
cia escritas y ante testigos, tras los telones y en ámbitos privados las relaciones perso-
nales consiguen borrar más de un diferendo y enfriar más de un encono.27 Entre salu-
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taciones más o menos irónicas, homenajes y peñas, tránsitos frecuentes de uno a otro
bando y posiciones lábiles, es la presencia de testigos neutrales la que endurece el de-
bate.28
Se trata de un juego de exclusiones, donde quien menos sabe es el público. Ilustra el
recorrido y mide la distancia que media entre el barrio de Boedo y los de Florida el
pasaje de Nicolás Olivari, de la vanguardia política a Martín Fierro. La apostasía es
relatada en estos términos:
"Se indignaron (sus compañeros de Boedo, por su poemario La Amada Infiel) y en
cierto modo me consideraron traidor al movimiento y me expulsaron sin más (...) Co-
mo en el tango, salí a la calle desconcertado, y dio la casualidad que me encontré en la
puerta de la librería a Raúl González Tuñón, quien había leído mi libro y le gustaba.
Me abrazó, y al saber de mi cuita, ya tuteándome, me dijo: 'No importa. Te llevo a
Florida'. Y así fue'.29
Al margen del carácter verdadero o falso de la anécdota, vale por su significación
simbólica. El pasaje se realiza sin mediaciones ni conflictos, sin posiciones principis-
tas sino de circunstancia. Las vías de acceso entre los dos puntos no tienen obstruccio-
26. "Con este artículo del muy joven escritor argentino Jorge Luis Borges, iniciamos una serie de estudios sobre
las escuelas de vanguardia (...) El tiempo dirá si, en efecto, en este finalizar de 1921, somos incomprensivos los
que no creemos mucho en la vitalidad y trascendencia de las nuevas escuelas." en Nosotros nro. 151, Dic., 1928.
27. "En los tiempos de Martín Fierro, felizmente, eso podía ocurrir: una hermandad intelectual podía fun-
damentarse sobre una diversidad de convicciones políticas. Quien no tenga eso en cuenta nunca lograra com-
prender episodios como esta singular y en gran parte inventada pugna entre Florida y Boedo". González Lanuza,
E., Los Martinferristas, Bs. As.. Ediciones Culturales Argentinas. 1961, pag 103.
28. Si se pudiera hurgar las bibliotecas se verían las recíprocas y elogiosas dedicatorias entre adversarios
estéticos, hasta Calvez vituperado por los martinfierristas recuerda en sus memorias que le enviaban sus libros
muy amablemente dedicados, igual que a sus compañeros de generación.
29. Olivari, N.. "Mito y realidad del grupo Martín Fierro": en Testigo, nro. 2. 1960.
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nes. No solamente es directo el trayecto sino que refiere a un mundo despoblado de
legos y extrañamente lleno de escritores.
La declaración de hostilidades
Las versiones sobre el acto inaugural de la polémica son contradictorias incluso en-
tre aliados. Lo cierto es que al margen de burlas martinfierristas y discusiones priva-
das, la polémica como documento escrito se inaugura a partir de una carta de Mariani30
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donde acusa a Martín Fierro por su falta de rebeldía, por su posición condescendiente
hacia Lugones (en la época de su declarado fascismo), su "ilegítima" apropiación del
criollismo y su ausencia de combatividad política, textualmente, su "centrismo" ide-
ológico. Encabeza la carta el subtítulo "La Extrema Izquierda" y teniendo en cuenta
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que un periódico del mismo nombre saldría a la calle poco después, sería ingenuo
descartar cierta función propagandística (frente al público de Martín Fierro) a la "co-
laboración" del polemista.
Como los floridistas están al acecho de cualquier intercambio de opiniones, su res-
puesta es inmediata. Una tarea principal de su contestación se orienta a definir los su-
jetos de la polémica, que el texto de Mariani deja pendiente. Pese al Martín Fierro y yo
(que Mariani posteriormente reivindicará para cerrar la polémica), con sagaz lectura
Martín Fierro colectiviza al oponente, por más que su blanco expreso (y el objeto de
su burla) sea Mariani, y se lanza a disputarle el espacio del progresismo. Pero la discu-
sión está liquidada de antemano: progresismo político y progresismo estético están
adjudicados por unanimidad entre unos y otros.
Un rasgo que define a la polémica como forma discursiva, es un terreno común de
entendimiento. En este caso, falta ese terreno y lo que se produce es un diálogo de
sordos a una delimitación pacífica de los territorios en disputa. Por otra parte, ningún
neutral arbitra.
Ni Martín Fierro está dispuesto a debatir la función social del arte (tópico impres-
cindible para Boedo) ni mucho menos a aceptar una categoría estética que lo deja ab-
solutamente indiferente: forma y contenido, abecé estético del oponente. Por su parte,
tampoco Boedo descarta el valor de la transformación de los recursos expresivos del
arte y la renovación de la técnica poética, cuestiones vitales para la petición de los
principios vanguardistas que proclama Martín Fierro.
Lo que a nadie interesa es debatir la importancia de la renovación del mundo de la
representación en la literatura. Los narradores de Boedo introducen la temática obrera,
la representación del submundo y la marginalidad. Martín Fierro está ciego frente a esa
novedad: procede, después de todo, de un modelo extranjero pero poco prestigioso y
además, demodé. No interesa que en su caso los modelos sean extranjeros y poco radi-
30 Mariani, R., "Martín Fierro y yo: Roberto Mariani'' en Martín Fierra nro. 7, Julio 1924.
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cales. Por más que no sea una estética "ultra", no es lo mismo admirar e imitar a Lar-
baud, Morand o Gómez de la Serna, que producen aquí y ahora, que adherir al realis-
mo del siglo pasado.
La polémica es pobre. Al carecer de grandes argumentos, es más fácil recurrir a la
injuria o a la descalificación personal. Ocurre el raro fenómeno de que si bien están
dadas las condiciones para que se produzca el debate, no lo están para que se profun-
dice. Huellas de esta superficialidad son las marcas lábiles, movibles y hasta ambiguas
que deja la polémica en la memoria de sus protagonistas. De todos modos, hasta en el
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res diferentes.
La indiferencia acompaña este diálogo de sordos: los neutrales a quien pre-
suntamente hay que seducir permanecen al margen, como señal de desvalorización de
un enfrentamiento que sin muchos argumentos, sin citas de autoridades, sin funda-
mentos teóricos explícitos, persiste en renovar su agostamiento. Esta polémica es más
un espectáculo desplegado ante un público indiferente. Mientras dura, tiene como
efecto la suspensión de la política, entendida en términos partidarios. Cuando la histo-
ria interpela con su peso material, el golpe del '30 los encontrará unidos y dominados.
Allí las diferencias tienen un fugaz punto de cruce: martinfierristas y boedistas apo-
yarán a Uriburu y su "revolución popular", al igual que otra figura que tiene con am-
bos grupos complejas relaciones: Lugones.
En verdad, la polémica excede con mucho la localización barrial y sus sujetos son
más extensos de lo que haría suponer el debate puntual. Cada grupo inscribe su pro-
clama en un discurso obsesivo y programático que no tiene interlocutor estable ni
blanco fijo. Por eso, Castelnuovo puede preguntarse, refiriéndose a José Ingenieros, lo
que podría preguntar también a los martinfierristas:
"¿O es que le negaría a todos esos artistas procedentes de la clase trabajadora la ca-
pacidad de renovar el arte, y le confería, en cambio, a esa misma clase trabajadora la
capacidad de renovar el mundo?"31
Más que polémica en sentido estricto, el encontronazo Florida-Boedo enarbola más
retórica que ideas. Mientras que Martín Fierro ofende, parodia, cita con intención des-
calificadora y ridiculiza al adversario, Extrema Izquierda, describe míticamente un origen
de clase ligado a una definición de lo sexual.32 Orientado en este registro, la oposición
que plantea es la de "maricones" contra "hombres". La cuestión de la virilidad, asocia-
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da al mundo del trabajo y la izquierda política se convierte en argumento de la legiti-
midad de una lectura y una escritura.
Al tiempo que polemizan, los de Boedo se resisten a conceder al adversario la con-
dición de par. A su juicio, la discusión es frívola porque en definitiva, pretende ser
interpretada desde el terreno de la literatura. Definido como crucial, el objetivo políti-
co del arte, no puede ponerse en el tapete y su obviedad lo exime de presentar pruebas:
"En cuanto a la 'vanguardia' literaria no hay mucho que decir, no precisamente por-
que sus teóricos agotaran el tema, sino porque reviste escaso interés". "Izquierda y
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mas, dos estéticas, dos empresas culturales y dos públicos que se complementan más
de los que se superponen.
Como un neutral privilegiado, que encarna simbólicamente a ese testigo al que se
busca convencer, queda Roberto Arlt para ocupar el lugar de la manzana de la discor-
dia: como un eco residual de la polémica se desarrolla una lucha por considerar a Arlt
como uno de los "nuestros". La disputa, vaciada de sus contenidos estéti-
co-ideológicos, sedimenta en la propiedad de un Arlt-trofeo.34
33. Soto. L E., "Izquierda y vanguardia literaria" en Los Pensadores, nro. 115, Nov. 1925
34. Recuérdese la afirmación permanente de González Tuñón proclamando el martinfierrismo de Arlt, y la
opuesta de Castelnuovo. cuyas palabras remiren a la polémica por más que se trate del "tema Arlt'": '"Le dije (a
Arlt) que así como estaba. De la Vida Puerca, no se podía publicar. Que era menester arreglar y pasar en limpio
los originales. Él le llevó la obra a Ricardo Güiraldes, quien se encargó de proceder a su profilaxis con tal rigor que
hasta le cambió un título claro y contundente, de proyección social por otro bastante turbio, carente por completo de
claridad y de contundencia " Castelnuovo. E., op. cit., pag. 134.
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La nota editorial que encabeza el Martín Fierro "vanguardista" tira cables hacia el
pasado y se propone influir en "el desenvolvimiento de la vida argentina". Pero la lite-
ratura hace metástasis en el resucitado, por más que quien, como dice, ''opinar sobre
los hechos, las obras y los hombres". Si hay alguna jerarquía de propósitos en esta
tríada, pronto los hechos pertenecerán mayoritariamente al mundo de lo artístico. La
Semana Trágica es apenas un recuerdo y estos jóvenes, que piensan que demoler ya no
es posible, canjean política por literatura. Semana Trágica por el vuelo del Zeppelin.
La tónica de 1919 puede recuperarse, no sus contenidos. Es así que —tardíamente—
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Martín Fierro se da su manifiesto y copado por los ultraístas, prescindirá de toda vin-
culación con la política. Es natural, si como dice González Lanuza, de todos los acon-
tecimientos de la historia mundial lo que más conmovió a los martinfierristas fue, de-
ntro de los acontecimientos extra artísticos, el vuelo del Zeppelin.35
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
Si cada bando tiene entonces un hecho histórico como estandarte, entre Florida y
Boedo, combaten y se enfrentan el globo volador con la Revolución Rusa. Es evidente
que ni planteado en la estética, ni cimentado en la política, el enfrentamiento no puede
pasar de una interlocución fallida.
Paradójicamente, es la política la que aniquila a Martín Fierro o más precisamente
su voluntad de prescindir de ella. Es la única polémica que no puede mantener. Liqui-
dados los frentes externos, la política pone fin a la carrera del periódico. El último
número se cierra con el editorial de Evar Méndez (con mucho de polémico) que se di-
rige no ya contra los enemigos históricos del martinfierrismo sino contra una fracción
de los propios, los traidores a la causa del purismo estético que proponen apoyar orgá-
nicamente la candidatura de Yrigoyen a presidente sin darse cuenta, según el Director,
de que "es indigna de intelectuales la política". Llegado este momento, nadie responde
al reto.
Con su ansiedad por encontrar oponentes, un artículo publicado por Lugones sirve
de pretexto para discutir con el gran vate sobre eruditas cuestiones de teoría poética.
Ya antes, una proclama martinfierrista avisaba a quien correspondiera "Si Ud. juzga
que a Lugones se le debe contestar con insultos, no lea MARTÍN FIERRO". Definición
de oponente, pero también de una modalidad de trato que se acerca a los buenos mo-
dales, este consejo imperativo elige respetar ciertas jerarquías y desecha el insulto y la
injuria.
Es cierto que el artículo de Lugones podía resultar molesto para los versolibristas.
Si la nota implica lanzar al aire la primera piedra, la disputa es sorda, disimulada. Sin
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definir un blanco, desaloja del reino de la poesía, a toda aquella que no se haga con
métrica rimada, en un texto sustentado sobre la erudición como prueba última de toda
legitimidad.36
Pero sus consideraciones acerca de la rima no se realizan en el vacío: se trata de una
bibliografía laudatoria nada menos que del poemario de un colaborador martinfierrista,
por supuesto que rimador. El hecho de que Marechal, quien carga sobre sus espaldas la
responsabilidad de polemizar con Lugones, componga más tarde poesía rimada y que
su adversario coyuntural haga luego una defensa del versolibrismo, revela una verdad
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de este debate: hay algo de querella entre Antiguos y Modernos en esta discusión. Si-
tuado en el terreno estricto de la literatura, el intercambio, se orienta a definir la legi-
timidad exclusiva de la propia producción. Se trata de saber quién compone con dere-
cho propio poesía y quién no. La disyunción, tal como se plantea aquí, es excluyente.
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
36. Lugones, L.. "Versos de Horacio Rega Molina" en 1M .Nación, 15 de Noviembre de 1925.
37. Marechal L.. "Retruque de Leopoldo Lugones" en Martin Fierro aro. 26, Dic. 1925.
38. Borges, J. L.. El tamaño de mi esperanza, Bs. As. Proa, 1926.
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John Perse, Andreief, Ortega. Los nuevos demuestran su saber ante el maestro. Cierto
es que Borges, cuando critica el Romancero agrede y sobra, pero también es cierto que
luego se arrepiente.39 Lo que se busca es la palmada aprobatoria, el reconocimiento de
una cierta paridad. Permiso para escribir. Pero el ademán de Lugones (el dedo en alto;
el vocativo, jovencito) es contraatacar desde lo alto: en su artículo-respuesta a Mare-
chal40, apenas si menciona a "un joven escritor", que "declarábase, el otro día, no más,
gran poeta, sin advertir que al glorificar el verso sin ritmo y sin rima estaba haciendo
la apología de la prosa". Marechal no sabe qué es más humillante: si la argumentación
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en contra, la insignificancia que Lugones concede a su nombre o tener que darse por
respondido sin que medie alusión explícita. Un adversario ninguneado no es un buen
interlocutor y mucho menos, un interlocutor polémico. Marechal se resigna al anoni-
mato y se resigna a dar el physique du rol del joven poeta que ayer no más decía.
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fierristas, boedistas y los de Nosotros se unen en el rechazo categórico de la propuesta
"imperialista". Según palabras de un testigo:
"...se produjo un revuelo semejante al que hubiera podido suscitar una proposición
de reimplantar el Virreinato, todo el mundo adujo sus razones en contra de la infortu-
nada propuesta y en el tono de seriedad de la mayoría de las respuestas, entre las que
aparecían confundidas las firmas de los de Boedo con los de Florida, como si hubiese
llegado el momento de peligro que exigía la Unión Nacional."42 Las razones son, en
efecto, expuestas en el tono de seriedad que requiere semejante oposición: nada menos
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que la Madre Patria y no condice con el espíritu juerguista de Martín Fierro; excepto
por el célebre texto que concluye "Che meridiano: hacéte a un lao que voy a escupir".
Los demás necesitan explicar de antemano el amor que sienten hacia España, no quie-
ren sentirse forasteros en la Madre Patria y muy disciplinadamente afirman que noso-
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tros (ellos) son muchísimo mejores que los escritores españoles. Desde Nosotros se
establecen alianzas tácticas con la argentinidad humillada de los jóvenes. Todavía más
serios y eruditos (discuten con la misma retórica lugoniana), los argentinos mayores
citan a Leibniz, Newton, Calderón, Enrique VII, Benedetto Croce, las leyes de Indias,
Vélez Sarsfield y muchos más para negar los lazos con España en materia política,
jurídica y estética. El argumento es devolver la humillación: los españoles no son el
meridiano de nadie. Pero lejos de suponer que no tenemos meridiano en otra parte,
Nosotros lo buscará en la larga tradición europea no hispánica, que se ha hecho cargo
de la Argentina desde que España "abandonó sus derechos de madre y permitió que se
amamantase con leche de nodrizas"43.
Se piensa diferente en Martín Fierro: se devuelve imperialismo por imperialismo,
meridiano por meridiano. El rechazo último de la propuesta española se sostiene en el
convencimiento de la grandeza de la renovación martinfierrista. Es Buenos Aires, por
lo tanto, quien dirige el rumbo de la modernidad cultural en América. La infortunada
propuesta española ignora la altura intelectual argentina o pretende robarle sus laure-
les.
La lamentable consecuencia de la polémica —tan módica como de costumbre—
perjudicó al uruguayo polemista Ildefonso Pereda Valdés, hasta los días del meridiano,
docente de historia universal en el colegio Negrotto. La directora, una española patrio-
ta, se sintió obligada a defender a su patria y despidió de su puesto al libertario.
Los locos años del alvearismo van llegando a su fin. Más tarde, la década infame
inaugurará otro tipo de relaciones: el espíritu rebelde de Martín Fierro consumará una
de sus últimas metamorfosis. Luego vendrán Sur, el paredón y el después.
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PREMIOS, DINERO Y ESCÁNDALO
texto complementario
tres años. El monto de estos premios no es alto sino altísimo: 30.000 para el primero,
20.000 para el segundo y 10.000 para el tercero. Con lo que había en juego (el dinero,
el prestigio, la publicidad y la consiguiente venta del libro, la nominación para jurados
el próximo año) y la elección de evaluadores que sólo satisfacía a unos pocos, no hubo
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un año en que el fallo no estuviera sometido a discusión por los participantes, los di-
versos grupos intelectuales o políticos o por todos en general.
Por lo común, los reclamos que se hacen están relacionados con la falta de claridad
de la reglamentación, que crea confusión acerca de que si lo que se premia es el libro
aparecido ese año o la producción global de un escritor a lo largo de varios años. En
todo caso, queda claro que los que recibirán el premio (al que hay que presentarse) o
los aspirantes deben ser intelectuales consagrados, reservándose para los jóvenes el
premio municipal (estímulo) creado en 1919 por ordenanza del Consejo Deliberante y
cuyos montos son 5.000 pesos para el primer premio, 3.000 para el segundo y 2.000
para el tercero.
En 1927 se entregan los Premios Nacionales a la producción del año 1925 y el
ránking es el siguiente: primer premio para Hugo Wast (pseudónimo de Martínez Zu-
viría) y segundo para Roberto J. Payró. El resultado provoca un verdadero escándalo
entre los escritores que no admiten el primer premio para Martínez Zuviría y lo recla-
man para Payró. Se implementan proclamas públicas en apoyo a Payró así como actos
de desagravio y rechazo a Martínez Zuviría, aunque nada logra anular un fallo que
ponía en primer lugar a un nacionalista católico perteneciente a la oligarquía provin-
ciana y que repartió su tiempo entre la política y la "moralización" del pueblo por me-
dio de sus folletines.
Las protestas se manifiestan aun en la institucional revista Nosotros que ve detrás de
la elección ideleológica del jurado un acto de injusticia: "... asombra que la mayoría
del jurado se haya atrevido a poner por debajo del rimero de novela popular de Hugo
Wast la obra del ilustre escritor y periodista cuyo nombre ya está ligado por siempre a
los orígenes de nuestra novela de costumbres y nuestro teatro de ideas, y a cuya vasta,
múltiple, honrada labor literaria, era debida la sola consagración del primer premio,
hasta por ser ejemplares esos cuarenta años de labor incansable, continuada valiente-
mente en la vejez, a través y a pesar de todos los padecimientos y privaciones."
El próximo escándalo se produce cuando se conoce el resultado del premio nacional
de 1929, que se entregó en 1933. El primer lugar fue para el joven y poco conocido
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poeta Ezequiel Martínez Estrada y el segundo para Manuel Gálvez. La protesta en este
caso vino por parte de Gálvez que entendió el fallo como una suerte de conspiración
de Lugones en su contra. Lugones, después de la revolución del año '30 recupera su
lugar de poeta oficial, acepta cargos y recupera a los jóvenes martinfierristas con el
seductor canto de sus textos. Martínez Estrada era devoto de Lugones quien ya lo con-
sideraba discípulo y a quien había dado varios "espaldarazos". El otorgamiento del
premio (sin contar con la paranoia galveciana) es la prueba del poder de Lugones.
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PREMIOS NACIONALES
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PREMIOS MUNICIPALES
1920:
Poesía; Alfonsina Storni por Languidez
Héctor Pedro Blomberg por A la deriva
Alfredo Búfano por Canciones de mi casa
1921:
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1922:
Poesía: Arturo Vázquez Cey por Aguas serenas
Ernesto Mario Barreda por El himno de mi trabajo
Ricardo Gutiérrez por La ciudad en ruinas
1923:
Poesía: Fernán Félix de Amador por La copa de David
Conrado Nalé Roxlo por El grillo
Luis Franco por El libro del Gay vivir
Prosa: Arturo Capdevila por Del libre albedrío
Alejandro Castiñeiras por El alma de Rusia
Elias Castelnuovo por Tinieblas
1924:
Poesía: Arturo Marasso por Poemas y coloquios
Enrique Méndez Calzada por Nuevas devociones
Fermín Estrella Gutiérrez por El cántaro de plata
Prosa: Roberto Giusti por Crítica y Polémica
Bernardo González Arrili por La Venus Calchaquí; Paisajes y Meditaciones
1925:
Poesía: Baldomero Fernández Moreno por Aldea española
Horacio Rega Molina por La víspera del buen amor
Francisco Luis Bernárdez por Alcándara
Prosa: Víctor Juan Guillot por El alma en el pozo
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Ernesto Morales por Leyendas guaraníes
Julio Aramburu por Jujuy
1926:
Poesía: Rafael Alberto Arrieta por Estío serrano
Miguel A. Camino por Chaquiras
Cayetano Córdova Iturburu por La lanza de la luna
Prosa: Nicolás Coronado por Nuevas críticas negativas
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1927:
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.
1928:
Poesía: Rafael Jijena Sánchez por Achalay
Raúl González Tuñón por Miércoles de ceniza
Miguel A. de Elía por Caminos ilesos
Prosa: Roberto Gaché por París, glosario argentino
Jorge Luis Borges por El idioma de los argentinos
Enrique González Tuñón por La rueda del molino mal pintado
1929:
Poesía: César Tiempo por Libro para la pausa del sábado
Marcos Victoria por Las voces
Ricardo Molinari por Panegírico de nuestra señora de Lujan
Prosa: Enrique Méndez Calzada por Pro y contra
Carmelo Bonet por Escolios y reflexiones sobre estética literaria
Julio Fingerit por Realismo
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