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FLORIDA Y BOEDO: HOSTILIDADES Y ACUERDOS

Claudia Gilman
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.

Si los clasicistas exhibían su ingenio en los Juegos Florales y los románticos discut-
ían sus diferencias en el reducido espacio de los Salones Literarios, lejos de oídos pro-
fanos, los años locos inauguran una nueva modalidad del intercambio de opiniones: la
polémica.
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Entre los nuevos escritores que se incorporan a la vida literaria y los más antiguos
en las lides de la pluma, que por zorros o por cautos prefieren una retórica más acorde
con la seriedad de su talante, hay una gradación tan minuciosa como sutil. Lo cierto es
que el contradiscurso de la polémica se impone como retórica de época más allá de las
rencillas profundas, de los contenidos del debate o de los adversarios coyunturales.12
Quienes se agrupan alrededor del periódico Martín Fierro son los cultores más asi-
duos de esta nueva modalidad de relación. La bravata en todas sus formas preside y
estructura su discurso y se dirige con igual énfasis contra tirios y tróyanos. La amplia-
ción del público, la creciente autonomía de la esfera literaria, las diferentes enciclope-
dias circulantes entre grupos de intelectuales, hacen necesaria la redefinición del arte,
el público y el productor. El intelectual y artista acuñado en la década, viene decidido
a pensar su lugar y su función en relación con el resto de los discursos y las prácticas
sociales, en el marco de un espacio ya ocupado por cuya propiedad ocurrirán las dis-
putas. Espacio ideal para la polémica, la década propone varias, aunque en algunos
casos no se trate más que de discusiones pour la galerie o diálogos de sordos. Lo im-
portante (y tal vez su condición de posibilidad) es que se producen frente a un público
neutral, al que cada grupo tiene la misión de cautivar.
Así como el culto romántico de la biografía convierte en objeto estético la vida del
artista, este grupo de escritores da estatuto artístico a la relación entre pares, a sus dis-
putas y a los diferentes avatares por los que este vínculo transita. No es casual que este
período sea profuso en la edición de memorias y autobiografías. Deleitados por el des-
cubrimiento de su singularidad social, los escritores hacen partícipe al testigo lector

12. Hay en los diarios obreros del período un registro notablemente polémico. La Vanguardia, Bandera Pro-
letaria y La Montaña se trenzan en discusiones políticas e ideológicas que se inscriben en el marco de la lucha
sindical y política. En 1918. una escisión del Partido Socialista funda el Partido Comunista. La Revolución Rusa
se convierte en eje de importantes discusiones. También se genera un insólito espíritu polémico entre los diarios,
sobre cuestiones de política nacional. Se hace evidente el carácter "vendedor" de la polémica.

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de sus aventuras por la institución literaria, fuera de los textos, en el discurso fuerte-
mente institucional de las revistas. Ellas se autoperciben como órganos de una enun-
ciación por un lado facciosa pero por otro colectiva, cada una de las cuales funciona
como una sola voz paradójica que postula un nosotros. En estas formaciones, cada
grupo disputa con el otro la legitimidad de toda lectura, si no de la historia, al menos
de la institución literaria.
En este propósito se incluye, tanto en el redentorismo de los boedistas como en la
actitud despreciativa de los martinfierristas, la reivindicación del ejercicio de un man-
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darinato intelectual, fundado en la aristocracia de la inteligencia a la que acompaña el


ejercicio de la escritura como profesión.
La ironía, el humor amistosamente malintencionado, la burla y la injuria son el re-
gistro predominante del grupo de Martín Fierro, aunque también los de Boedo tengan
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asuntos por dirimir en otros frentes.


De todos modos, es Martín Fierro el espacio elegido por toda polémica, tanto las
sordas como las declaradas, las abortadas como las humorísticas. Las más notables del
período encontrarán lugar en sus páginas, y si bien no llegan a mayores (o no se trata
de polémicas en sentido estricto) en algunos casos se arremete contra los miembros de
la misma cofradía, atacándose recíproca y amablemente (aunque con más de una con-
secuencia desgraciada) y dándose cornadas entre bueyes. "El Parnaso Satírico" y el
"Cementerio" son las temibles secciones del periódico destinadas a epigramar contra el
prójimo, que no perdonan ni a los propios martinfierristas. Allí sucumben los presti-
gios de amigos y adversarios.13
Por los pagos de Boedo, también hay contrincantes, aunque no se usó la misma re-
tórica burlona para combatirlos. Entre los principales enemigos de los boedistas, se
encuentran los editores venales y los autores de folletín "bastardeadores y mercachifles
de la literatura". Por otra parte, se combate con igual ahínco a la lujosa y frívola ento-
nación del modernismo que inaugura la alabanza de las amadas de cuello de alabastro.
La discusión con los floridistas es una cuestión aparte. El espíritu de Boedo tiende a
rechazar el tono jocosamente polémico que entusiasma a Martin Fierro, tal vez porque
en Boedo se prefiera la "transparencia" del lenguaje de proclama, que imaginariamente
parece situarlos en el terreno de la idea, el contenido, el mensaje. El arte tiene un fin,
dicen ellos, y será revolucionario o no será nada.

13. El escritor Juan Pablo Echagüe, temeroso de la sorna martinfierrista, envía al periódico una carta lau-
datoria para salvarse de la burla. Por lo que parece, el recurso le dio resultado.
Más curioso es el caso de Güiraldes, amigo "mayor" del grupo de Martín Fierro, cuya novela Xaimaca es dura-
mente criticada por el periódico. Por tal motivo, Güiraldes responde a la crítica con una captatio benevolentiae
de este tenor: "...no pretendo que Martin Fierro me trate con guante blanco." Lo que pasa es que no hay guante
blanco para nadie.

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Extraño ballet actancial

Las posiciones estéticas e ideológicas varían según el enemigo coyuntural. Quien


era blanco principal de las críticas puede convertirse en aliado en esta estructura insti-
tucional ambigua y complicada. Se trata de un ambiente "promiscuo", donde los roles
se intercambian con facilidad. Se puede combatir, por ejemplo, defendiendo a Lugones
si el oponente es Boedo o se puede combatir contra Lugones. Un amigo, bien puede
convertirse en el principal detractor, y el detractor, ceder espacio a la palabra adversa-
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ria, publicar sus poemas o asistir a un homenaje. Son las circunstancias y el espíritu
batallador más que los principios los que definen en cada caso contra quién se lucha.
Si Martín Fierro discute contra el jurado del Premio Municipal y sus abstrusas deci-
siones de consagrar al consagrado, Castelnuovo, el enemigo estético, el naturalista
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demodé, el vapuleado director de Extrema Izquierda, será el amigo a quien se felicita


de corazón por un tercer premio en narrativa.14
El odi et amo que los martinfierristas mantienen con Lugones es otro indicio de la
posición mutante que ocupan los contendientes en este espacio cultural.15 Cuando, fi-
nalmente, se trata de defender el orgullo nacional contra el imperialismo hispanista de
los escritores peninsulares que quieren coronarse con los laureles conquistados por la
cultura argentina, todos, Nosotros, Martín Fierro y Boedo, estrecharán filas defen-
diendo el patrimonio nacional por sobre la afrenta de quienes osaran proclamar a Ma-
drid el "meridiano intelectual" de Hispanoamérica. Muy a tono con el mandato her-
nandiano, jóvenes, viejos, vanguardistas, veristas, puristas, eclécticos y ultraístas se
ofenden al unísono contra el enemigo exterior.
Prima, ante todo, un fuerte esprit de corps. Porque si hay un otro del cual diferen-
ciarse, ése es el público.

Florida y Boedo: dos vanguardias que no hacen una

La polémica barrial Florida y Boedo es la más popular de nuestra literatura. Su im-


portancia se revela en el carácter de mito de origen de nuestra literatura que se le ha
adjudicado. Sus participantes enarbolan el prestigio de haber hecho tabula rasa —bien
que moderada— con la literatura anterior. De esta discusión nace a la luz muestra

14. Martín Fierro. año I, nro. 4. "Menos mal que uno de esos escritores nuevos, de los que realmente mere-
cen estímulo, por el valor de su obra primigenia y las condiciones de su vida material, ha logrado (...) un premio.
Aludimos a Elias Castelnuovo, con Tinieblas. Felicitamos, a pesar de todo, al amigo."
15. Para una explicación de los motivos del moderatismo de la vanguardia argentina, véase: Sarlo, Beatriz.
"Vanguardia y criollismo: la aventura de Martín Fierro", en Altamirano. G. y Sarlo. B., Ensayos argentinos, Bs.
As., CEAL, 1983.

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vanguardia literaria y nuestra vanguardia política. nuestra primera generación estric-
tamente literaria.
Pero ni un grupo ni otro producen algún texto que pueda considerarse de vanguar-
dia, si nuestro modelo de vanguardia ha de ser la radicalizada vanguardia europea. En
cuanto a títulos, los de Boedo han concedido generosamente el de vanguardia a los
floridistas, porque aunque se sienten la avanzada artística del país, ceden la denomina-
ción "a quienes la disputen, por manifiesta repulsa de títulos y banderías''16. Pero ni
unos ni otros validan sus créditos en la ordalía de los textos. Entre Florida y Boedo se
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reparten el botín de la vanguardia: pedazos de sí mismo, medias naranjas, argentinos


viejos e inmigrantes, príncipes y mendigos del campo intelectual, por más que se com-
plementen en semejanzas y oposiciones, la suma de sus obras queda a años luz del
modelo europeo, tanto en lo que se refiere a modernización estética como política.
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Mayoritariamente poetas los de Martín Fierro, mezcla de poetas y narradores los de


Boedo, no rompen de cuajo con ninguna tradición (gesto esperable de una vanguardia)
ni con ninguna moral. Dos estéticas diferentes y dos públicos diversos evitan una lucha
sangrienta por los espacios de consagración, por más que no se evite la disputa por la
legitimidad de posiciones frente al arte.
El pálido ultraísmo de Florida (rimando versos en muchos casos) y el realismo no-
velístico de la muchachada de Boedo sencillamente modernizan el panorama literario
argentino. Quedan las obras de Girondo y de González Tuñón. Pero Girondo, que se
permite introducir sexos partidos y pezones fosforescentes. publica sus Veinte Poemas
en 1922 y en Francia, antes de la constitución de Martín Fierro, mientras que Gonzá-
lez Tuñón adhiere al surrealismo a partir de su experiencia europea.
Si es cierto que el proyecto de la vanguardia histórica consiste en religar el arte con
la vida, renegando de la autonomía de lo estético, Martín Fierro recorta la vida de un
modo radical, limitándola a algunas costumbres cotidianas. De política ni hablar.17 En
este terreno, programáticamente, es el grupo de Boedo quien encarna el espíritu van-
guardista y es el movimiento por el cual Boedo resuelve la integración del arte en la
vida, uno de los puntos de oposición más fuerte con la vanguardia del movimiento
Martín Fierro.
La cuestión de la actitud ante el público los encuentra más semejantes que adversa-
rios: el público es la plebe iletrada a la que hay que redimir (caso Boedo) o a quien hay
que despreciar (caso Martín Fierro). Y sorprende la imaginería común con que ambos
describen la turbamulta de actores ajenos al circuito cultural. Se lee en Clari-

l6. Barletta, Leónidas, "Divagaciones y concretos, acerca de un presunto arte izquierdista", en La literatura
argentina, año I. número 3, NOV. 1928.
17. "El programa de MARTIN FIERRO le exige permanecer desvinculado de todo interés y asunto de índole
política, y consagrarse por entero, únicamente a los problemas literarios y artísticos". "Aclaración". en Martin
Fierro nro. 44/45. 1927.

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dad: "Nosotros afirmamos que los escritores ingénitamente geniales que han ennoble-
cido con su obra a la masa amorfa y obscura de las muchedumbres...."18. No han sa-
queado menos del Infierno dantesco los de la calle Florida cuando dicen que "no está
mal que de vez en cuando (Martín Fierro) descienda hacia la llanura mediocre donde
se debate la innumerable plebe".19
Es que ahora las diferencias se dirimen ante un público de desiguales que, habida
cuenta de la existencia de un mercado literario, es el temible arbitro de glorias y ano-
nimatos. Ambos grupos gesticulan con el mismo ademán frente al ojo de este sobera-
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no: es el gesto de superioridad intelectual por sobre los profanos.


La posición ante el mercado los divide y en el fondo también los une. Como en
otros asuntos, también aquí la cuestión los encuentra sosteniendo que ni tan calvo ni
con siete pelucas. Si para la vanguardia de Florida es reprobable (señal de clase, de
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origen y de cultura) lucrar con el arte, esto es aceptar su conversión en mercancía, es


posible acusar de mercantilistas las ediciones baratas del barrio de Boedo, que en vul-
gar papel y apeñuscada tipografía, solamente sirven para que la "plebe iletrada" se alce
con tesoros mentales que no les corresponden.20
Los de Boedo, publicando ediciones populares que señalan su vocación difusionista
y didactista ante la masa, se mesan los cabellos "ante los prosistas adocenados y tantos
bastardeadores y mercachifles de la literatura". Entre los dos grupos se definen posi-
ciones desplazadas, a modo de variaciones sobre el tema de la gratuidad del arte. Por
su posición y origen de clase, por su colocación profesionalista, purista, cultora —al
menos en teoría— del arte por el arte, el rechazo del mercado en Martín Fierro hace el
arte gratuito en relación con quien lo produce. El artista gasta (las ediciones de lujo son
la señal de esta actitud dispendiosa) pero no cobra, no se contamina con dinero. El lujo,
que remite al precio pero lo disimula, la defensa encendida de la publicidad, el mito de
la "consagración" del escritor (que revela en su fondo la acción del mercado como
árbitro de tal consagración) son los modales del martinfierrismo para defenderse del
mercado sin salirse demasiado de sus reglas. La original publicidad del primer Martín
Fierro (1919) es elogiada fervorosamente por su hijastro vanguardista; Girondo prego-
na con nuevos métodos su Espantapájaros y el ultraista González Lanuza, prologa su
Aquelarre en una isotopía netamente mercantil; donde no falta el fabricante que pre-
senta su producto ante el público: "Yo rogaría a los señores libreros que hicieran cono-
cer este índice de intenciones a mis presuntos consumidores, para que ellos sepan a qué
atenerse acerca del artículo que van a comprar."21

18. "Divagaciones apasionadas", en Claridad nro. 155, marzo 1928.


19. "Acotaciones a un lema vital" Martin Fierro nro. 10/11, 1924.
20. "Rubén Darío, poeta plebeyo": Martín Fierro nro. 1. 1924
21. González Lanuza. E., Aquelarre, Bs. As., J. Samed ed. 1925.

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Para Boedo, en cambio, se impone una cuestión de ética política e ideológica. El
arte debe ser gratuito en su circulación, esto es, nadie debe pagarlo. El carácter deside-
rativo y utópico de ambas posiciones, se estrella ante la concreta presencia de un mer-
cado que se impone por su propio peso.
La acusación mercantilista, que Martín Fierro enrostra a Boedo, tiene su contrapar-
te. Los boedistas también suponen a sus rivales interesados en sacar provecho de sus
posiciones. En este caso, como correspondería a quienes no lo necesitan, no es el di-
nero la prebenda deseada. Los de Martín Fierro, según la visión del oponente, tienen
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otros reclamos espurios y ajenos al arte.


Si las posiciones literarias de Boedo se interpretarán como afán de un lucro indebi-
do, las posiciones políticas de Martín Fierro también parecen utilitarias a Boedo. Unos
y otros terminan reprochándose lo mismo. Cuando un grupo de martinfierristas apoya
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la candidatura presidencial de Yrigoyen, Claridad, si bien no menciona la cuestión del


lucro, subraya el carácter aprovechado de este interés político. Evidentemente, el apo-
liticismo martinfierrista se convierte en la fábula del pastorcito mentiroso, su cambio
de colocación ante las relaciones del arte y la política. El epigrama "A El Hombre",
que Claridad publica en 1928, atribuye a los martinfierristas un propósito ex-
tra-artistico: "Desfacedor de viejos y caducos regímenes/ del gran salón presidencial;/
Escucha nuestros ruegos, comprende nuestros gestos/ y dadnos consulados, cátedras y
otros puestos,/ Hombre genial y sin igual!" Y lo "firman" Jorge Luis Borges, Leopoldo
Marechal, Nicolás Olivari, Raúl González Tuñón, Pablo Rojas Paz, Francisco Luis
Bernárdez, Francisco López Merino y otras necesidades.
Si Martín Fierro rechaza de plano cierta tradición literaria que incluye, ante todo al
modernismo, no deja de admirar (con matices) a Lugones y defiende al adversario
estético Rubén Darío, de las milonguitas del barrio de Boedo y Chiclana. En su "Ma-
nifiesto", —moderadamente escandaloso— se esboza una falsa disyunción, también
muy moderada: allí se alude a la posesión de un álbum de retratos —a la manera de las
familias comme il faul— que Martín Fierro hojea, de vez en cuando, para descubrirse a
través de un antepasado o reírse de su cuello y de su corbata. El traje y la genealogía
no se ponen en cuestión.
Florida y Boedo emergen de la lucha con la mitad del botín: unos se apropian de la
vanguardia literaria, los otros de la vanguardia política. La disputa tiene la forma de un
quiasmo: "Mientras Florida sostenía que a nuevos tiempos correspondían nuevas for-
mas de arte, Boedo sostenía que a nuevos tiempos correspondían nuevas formas de
vida".22
Los contendientes de este enfrentamiento constituyen una verdadera hermandad in-
telectual, cuya existencia no se infiere a partir de los textos en que se encarna la discu-
sión, sino de las estrechas relaciones personales que conforman un texto oral sin el

22. Castelnuovo, E.,Memorias, Bs. As., Ediciones Culturales Argentinas. 1974. pag 127.

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cual no podría comprenderse la ambigüedad del enfrenta-miento.
Las diferencias se dirimen a través de los órganos específicos que constituyen las
revistas, aunque el estado de las relaciones entre escritores opere como un factor de
neutralización de la polémica, de modo que se vuelven también significativos la anéc-
dota, los sobreentendidos y los vínculos a los cuales el público no tiene acceso, que se
convierten en la contracara amigable, social y gremial de la guerrilla literaria.
Más que curioso es entonces verosímil que, desaparecida Martín Fierro, Claridad
enuncie para sí el programa contenido en el "Manifiesto" martinfierrista no solamente
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en su espíritu sino también en su letra: "Nosotros, los jóvenes de la izquierda (...) nos
complacemos en ser atropelladores turbulentos, iconoclastas. Nos reímos de todas las
honorabilidades académicas y momificadas que nada significan: despreciamos a todas
las ratas de biblioteca que ven pasar la vida con ojos miopes..."23
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Alguna vez, se dijo en Martín Fierro: "Frente a la impermeabilidad hipopotámica


del 'honorable público'. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrá-
tico que momifica cuanto toca (...) Frente a la incapacidad de contemplar la vida sin
escalar las estanterías de las bibliotecas".24
Resulta obvia la semejanza entre ambos textos.

El mundo era un pañuelo

No es necesario leer a Córdova Iturburu25 para comprender la formación de la


"vanguardia": ignorantes de los movimientos rupturistas europeos, estos jóvenes aún
admiraban y repetían de memoria los versos de Lugones, de Enrique Banchs y de
Fernández Moreno. Por otra parte, la encuesta de Nosotros sobre la existencia de una
nueva generación literaria en la Argentina, muestra a las claras la jerarquía de consa-
grados que establecen los jóvenes, curiosamente coincidente con la del panteón oficial.
Los jóvenes de Boedo, en su mayoría hijos de inmigrantes de escasos recursos, son
autodidactas, ignoran las lenguas de la "gran literatura" y emplean sus energías en ob-
tener una formación intelectual que pueda superar el abismo profundo de una escola-
ridad casi nula. Como se ve, por ese lado tampoco hay posibilidades de participar de la
renovación en las letras que viene produciéndose en este momento.
Los órganos de difusión de la literatura pertenecen a Nosotros; antes de reunirse
con los pares, los nuevos tienen que negociar con adversarios.

23. Barletta L., op. cit.


24. "Manifiesto de 'MARTN FIERRO'" nro. 4. Mayo 1924.
25. Córdova Iturburu, Cayetano, La Revolución Martinferrista, Bs. As. Ediciones Culturales Argentinas.
1962.

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El manifiesto ultraísta que Borges redacta en 1921 es publicado por Nosotros aque-
lla revista del pasado, cuyo certificado de defunción y sepelio reclamarán más tarde los
martinfierristas; lo cual no les impide publicar allí sus textos hasta que llegue el mo-
mento de poseer órganos propios. Toleran incluso sin protestar los comentarios des-
pectivos de los popes de Nosotros, al pie de su propio programa poético.26 Mucho peor
trato reciben los boedistas, sistemáticamente ignorados por quienes hacen Nosotros.
De todos modos, el espacio entre grupos y escritores es lo suficientemente estrecho
para permitir que se invite a comer por la noche a quien se ataca durante a la mañana,
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frente al ojo del público, que engorda la polémica y le confiere un carácter de seriedad
que la camaradería puede atenuar luego. Porque si las polémicas adquieren importan-
cia escritas y ante testigos, tras los telones y en ámbitos privados las relaciones perso-
nales consiguen borrar más de un diferendo y enfriar más de un encono.27 Entre salu-
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taciones más o menos irónicas, homenajes y peñas, tránsitos frecuentes de uno a otro
bando y posiciones lábiles, es la presencia de testigos neutrales la que endurece el de-
bate.28
Se trata de un juego de exclusiones, donde quien menos sabe es el público. Ilustra el
recorrido y mide la distancia que media entre el barrio de Boedo y los de Florida el
pasaje de Nicolás Olivari, de la vanguardia política a Martín Fierro. La apostasía es
relatada en estos términos:
"Se indignaron (sus compañeros de Boedo, por su poemario La Amada Infiel) y en
cierto modo me consideraron traidor al movimiento y me expulsaron sin más (...) Co-
mo en el tango, salí a la calle desconcertado, y dio la casualidad que me encontré en la
puerta de la librería a Raúl González Tuñón, quien había leído mi libro y le gustaba.
Me abrazó, y al saber de mi cuita, ya tuteándome, me dijo: 'No importa. Te llevo a
Florida'. Y así fue'.29
Al margen del carácter verdadero o falso de la anécdota, vale por su significación
simbólica. El pasaje se realiza sin mediaciones ni conflictos, sin posiciones principis-
tas sino de circunstancia. Las vías de acceso entre los dos puntos no tienen obstruccio-

26. "Con este artículo del muy joven escritor argentino Jorge Luis Borges, iniciamos una serie de estudios sobre
las escuelas de vanguardia (...) El tiempo dirá si, en efecto, en este finalizar de 1921, somos incomprensivos los
que no creemos mucho en la vitalidad y trascendencia de las nuevas escuelas." en Nosotros nro. 151, Dic., 1928.
27. "En los tiempos de Martín Fierro, felizmente, eso podía ocurrir: una hermandad intelectual podía fun-
damentarse sobre una diversidad de convicciones políticas. Quien no tenga eso en cuenta nunca lograra com-
prender episodios como esta singular y en gran parte inventada pugna entre Florida y Boedo". González Lanuza,
E., Los Martinferristas, Bs. As.. Ediciones Culturales Argentinas. 1961, pag 103.
28. Si se pudiera hurgar las bibliotecas se verían las recíprocas y elogiosas dedicatorias entre adversarios
estéticos, hasta Calvez vituperado por los martinfierristas recuerda en sus memorias que le enviaban sus libros
muy amablemente dedicados, igual que a sus compañeros de generación.
29. Olivari, N.. "Mito y realidad del grupo Martín Fierro": en Testigo, nro. 2. 1960.

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nes. No solamente es directo el trayecto sino que refiere a un mundo despoblado de
legos y extrañamente lleno de escritores.

La declaración de hostilidades

Las versiones sobre el acto inaugural de la polémica son contradictorias incluso en-
tre aliados. Lo cierto es que al margen de burlas martinfierristas y discusiones priva-
das, la polémica como documento escrito se inaugura a partir de una carta de Mariani30
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donde acusa a Martín Fierro por su falta de rebeldía, por su posición condescendiente
hacia Lugones (en la época de su declarado fascismo), su "ilegítima" apropiación del
criollismo y su ausencia de combatividad política, textualmente, su "centrismo" ide-
ológico. Encabeza la carta el subtítulo "La Extrema Izquierda" y teniendo en cuenta
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que un periódico del mismo nombre saldría a la calle poco después, sería ingenuo
descartar cierta función propagandística (frente al público de Martín Fierro) a la "co-
laboración" del polemista.
Como los floridistas están al acecho de cualquier intercambio de opiniones, su res-
puesta es inmediata. Una tarea principal de su contestación se orienta a definir los su-
jetos de la polémica, que el texto de Mariani deja pendiente. Pese al Martín Fierro y yo
(que Mariani posteriormente reivindicará para cerrar la polémica), con sagaz lectura
Martín Fierro colectiviza al oponente, por más que su blanco expreso (y el objeto de
su burla) sea Mariani, y se lanza a disputarle el espacio del progresismo. Pero la discu-
sión está liquidada de antemano: progresismo político y progresismo estético están
adjudicados por unanimidad entre unos y otros.
Un rasgo que define a la polémica como forma discursiva, es un terreno común de
entendimiento. En este caso, falta ese terreno y lo que se produce es un diálogo de
sordos a una delimitación pacífica de los territorios en disputa. Por otra parte, ningún
neutral arbitra.
Ni Martín Fierro está dispuesto a debatir la función social del arte (tópico impres-
cindible para Boedo) ni mucho menos a aceptar una categoría estética que lo deja ab-
solutamente indiferente: forma y contenido, abecé estético del oponente. Por su parte,
tampoco Boedo descarta el valor de la transformación de los recursos expresivos del
arte y la renovación de la técnica poética, cuestiones vitales para la petición de los
principios vanguardistas que proclama Martín Fierro.
Lo que a nadie interesa es debatir la importancia de la renovación del mundo de la
representación en la literatura. Los narradores de Boedo introducen la temática obrera,
la representación del submundo y la marginalidad. Martín Fierro está ciego frente a esa
novedad: procede, después de todo, de un modelo extranjero pero poco prestigioso y
además, demodé. No interesa que en su caso los modelos sean extranjeros y poco radi-

30 Mariani, R., "Martín Fierro y yo: Roberto Mariani'' en Martín Fierra nro. 7, Julio 1924.

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cales. Por más que no sea una estética "ultra", no es lo mismo admirar e imitar a Lar-
baud, Morand o Gómez de la Serna, que producen aquí y ahora, que adherir al realis-
mo del siglo pasado.
La polémica es pobre. Al carecer de grandes argumentos, es más fácil recurrir a la
injuria o a la descalificación personal. Ocurre el raro fenómeno de que si bien están
dadas las condiciones para que se produzca el debate, no lo están para que se profun-
dice. Huellas de esta superficialidad son las marcas lábiles, movibles y hasta ambiguas
que deja la polémica en la memoria de sus protagonistas. De todos modos, hasta en el
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recuerdo, las posiciones opuestas tienden a mantenerse. Los apolíticos martinfierristas,


insisten en despolitizar y hasta trivializar la discusión, revistiéndola de carácter ficcio-
nal. Los boedistas, por su parte, insisten en rescatar la polémica como un hecho de la
política cultural. Es evidente que antes y después, cada cual está hablando desde luga-
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res diferentes.
La indiferencia acompaña este diálogo de sordos: los neutrales a quien pre-
suntamente hay que seducir permanecen al margen, como señal de desvalorización de
un enfrentamiento que sin muchos argumentos, sin citas de autoridades, sin funda-
mentos teóricos explícitos, persiste en renovar su agostamiento. Esta polémica es más
un espectáculo desplegado ante un público indiferente. Mientras dura, tiene como
efecto la suspensión de la política, entendida en términos partidarios. Cuando la histo-
ria interpela con su peso material, el golpe del '30 los encontrará unidos y dominados.
Allí las diferencias tienen un fugaz punto de cruce: martinfierristas y boedistas apo-
yarán a Uriburu y su "revolución popular", al igual que otra figura que tiene con am-
bos grupos complejas relaciones: Lugones.
En verdad, la polémica excede con mucho la localización barrial y sus sujetos son
más extensos de lo que haría suponer el debate puntual. Cada grupo inscribe su pro-
clama en un discurso obsesivo y programático que no tiene interlocutor estable ni
blanco fijo. Por eso, Castelnuovo puede preguntarse, refiriéndose a José Ingenieros, lo
que podría preguntar también a los martinfierristas:
"¿O es que le negaría a todos esos artistas procedentes de la clase trabajadora la ca-
pacidad de renovar el arte, y le confería, en cambio, a esa misma clase trabajadora la
capacidad de renovar el mundo?"31
Más que polémica en sentido estricto, el encontronazo Florida-Boedo enarbola más
retórica que ideas. Mientras que Martín Fierro ofende, parodia, cita con intención des-
calificadora y ridiculiza al adversario, Extrema Izquierda, describe míticamente un origen
de clase ligado a una definición de lo sexual.32 Orientado en este registro, la oposición
que plantea es la de "maricones" contra "hombres". La cuestión de la virilidad, asocia-

31. Castelnuovo, E., op. cit. pag. 119.


32. "Algunos comentarios elogiosos que mereció el primer número de Extrema Izquierda", en Extrema Iz-
quierda, nro. 2,Oct. 1924.

53
da al mundo del trabajo y la izquierda política se convierte en argumento de la legiti-
midad de una lectura y una escritura.
Al tiempo que polemizan, los de Boedo se resisten a conceder al adversario la con-
dición de par. A su juicio, la discusión es frívola porque en definitiva, pretende ser
interpretada desde el terreno de la literatura. Definido como crucial, el objetivo políti-
co del arte, no puede ponerse en el tapete y su obviedad lo exime de presentar pruebas:
"En cuanto a la 'vanguardia' literaria no hay mucho que decir, no precisamente por-
que sus teóricos agotaran el tema, sino porque reviste escaso interés". "Izquierda y
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vanguardia política no son conceptos opuestos que equivalgan en importancia".33


El diálogo de sordos ha sido definido por los propios polemistas.
De la polémica Florida-Boedo ya se ha dicho, que ha sido en serio y que ha sido en
broma. Tal vez pueda sostenerse la verdad de ambas afirmaciones. Hay dos progra-
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mas, dos estéticas, dos empresas culturales y dos públicos que se complementan más
de los que se superponen.
Como un neutral privilegiado, que encarna simbólicamente a ese testigo al que se
busca convencer, queda Roberto Arlt para ocupar el lugar de la manzana de la discor-
dia: como un eco residual de la polémica se desarrolla una lucha por considerar a Arlt
como uno de los "nuestros". La disputa, vaciada de sus contenidos estéti-
co-ideológicos, sedimenta en la propiedad de un Arlt-trofeo.34

El vuelo del Zeppelin

Martín Fierro tiene una prehistoria política. Su nacimiento se propone resucitar a un


abuelo: el periódico del mismo nombre, fundado en 1919. El primer número de este
diario bimensual, tiene apenas una nota dedicada a la literatura; la Semana Trágica se
extiende sobre el resto. La política y la historia son el objeto de la publicación que
Martín Fierro exhibe como antepasado. Ni una palabra de concursos literarios. En el
Martín Fierro de 1919, hay sí tonos burlones y satíricos, pero la preocupación por el
arte es allí un convidado de piedra.
¿Resucitar a Martín Fierro implica que hay en Martín Fierro un propósito político?
Tal vez así lo indique la repetición de una proclama antiguamente publicada en el mo-
delo y que resulta extraña al Martín Fierro posterior al cuarto número.

33. Soto. L E., "Izquierda y vanguardia literaria" en Los Pensadores, nro. 115, Nov. 1925
34. Recuérdese la afirmación permanente de González Tuñón proclamando el martinfierrismo de Arlt, y la
opuesta de Castelnuovo. cuyas palabras remiren a la polémica por más que se trate del "tema Arlt'": '"Le dije (a
Arlt) que así como estaba. De la Vida Puerca, no se podía publicar. Que era menester arreglar y pasar en limpio
los originales. Él le llevó la obra a Ricardo Güiraldes, quien se encargó de proceder a su profilaxis con tal rigor que
hasta le cambió un título claro y contundente, de proyección social por otro bastante turbio, carente por completo de
claridad y de contundencia " Castelnuovo. E., op. cit., pag. 134.

54
La nota editorial que encabeza el Martín Fierro "vanguardista" tira cables hacia el
pasado y se propone influir en "el desenvolvimiento de la vida argentina". Pero la lite-
ratura hace metástasis en el resucitado, por más que quien, como dice, ''opinar sobre
los hechos, las obras y los hombres". Si hay alguna jerarquía de propósitos en esta
tríada, pronto los hechos pertenecerán mayoritariamente al mundo de lo artístico. La
Semana Trágica es apenas un recuerdo y estos jóvenes, que piensan que demoler ya no
es posible, canjean política por literatura. Semana Trágica por el vuelo del Zeppelin.
La tónica de 1919 puede recuperarse, no sus contenidos. Es así que —tardíamente—
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Martín Fierro se da su manifiesto y copado por los ultraístas, prescindirá de toda vin-
culación con la política. Es natural, si como dice González Lanuza, de todos los acon-
tecimientos de la historia mundial lo que más conmovió a los martinfierristas fue, de-
ntro de los acontecimientos extra artísticos, el vuelo del Zeppelin.35
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Si cada bando tiene entonces un hecho histórico como estandarte, entre Florida y
Boedo, combaten y se enfrentan el globo volador con la Revolución Rusa. Es evidente
que ni planteado en la estética, ni cimentado en la política, el enfrentamiento no puede
pasar de una interlocución fallida.
Paradójicamente, es la política la que aniquila a Martín Fierro o más precisamente
su voluntad de prescindir de ella. Es la única polémica que no puede mantener. Liqui-
dados los frentes externos, la política pone fin a la carrera del periódico. El último
número se cierra con el editorial de Evar Méndez (con mucho de polémico) que se di-
rige no ya contra los enemigos históricos del martinfierrismo sino contra una fracción
de los propios, los traidores a la causa del purismo estético que proponen apoyar orgá-
nicamente la candidatura de Yrigoyen a presidente sin darse cuenta, según el Director,
de que "es indigna de intelectuales la política". Llegado este momento, nadie responde
al reto.

Lugones: el venerable maestro

Con su ansiedad por encontrar oponentes, un artículo publicado por Lugones sirve
de pretexto para discutir con el gran vate sobre eruditas cuestiones de teoría poética.
Ya antes, una proclama martinfierrista avisaba a quien correspondiera "Si Ud. juzga
que a Lugones se le debe contestar con insultos, no lea MARTÍN FIERRO". Definición
de oponente, pero también de una modalidad de trato que se acerca a los buenos mo-
dales, este consejo imperativo elige respetar ciertas jerarquías y desecha el insulto y la
injuria.
Es cierto que el artículo de Lugones podía resultar molesto para los versolibristas.
Si la nota implica lanzar al aire la primera piedra, la disputa es sorda, disimulada. Sin

35. González Lanuza, E., 1961, pag. 15

55
definir un blanco, desaloja del reino de la poesía, a toda aquella que no se haga con
métrica rimada, en un texto sustentado sobre la erudición como prueba última de toda
legitimidad.36
Pero sus consideraciones acerca de la rima no se realizan en el vacío: se trata de una
bibliografía laudatoria nada menos que del poemario de un colaborador martinfierrista,
por supuesto que rimador. El hecho de que Marechal, quien carga sobre sus espaldas la
responsabilidad de polemizar con Lugones, componga más tarde poesía rimada y que
su adversario coyuntural haga luego una defensa del versolibrismo, revela una verdad
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de este debate: hay algo de querella entre Antiguos y Modernos en esta discusión. Si-
tuado en el terreno estricto de la literatura, el intercambio, se orienta a definir la legi-
timidad exclusiva de la propia producción. Se trata de saber quién compone con dere-
cho propio poesía y quién no. La disyunción, tal como se plantea aquí, es excluyente.
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Leopoldo Marechal contesta a Lugones con respeto, convirtiéndolo textualmente en


un abuelo (recordar el álbum de retratos del manifiesto martinfierrista: colocar aquí la
foto de Lugones) aclarando por las dudas que él es insospechable de lugonofobia, co-
mo para discriminarse de Boedo.
La situación es complicada: Lugones marca los límites entre los dos grupos, sepa-
rarse de él no será fácil. Pero sin embargo, si ante Boedo se lo defiende por sus posi-
ciones estéticas (jamás por su ideología, dirán) ¿por qué discutir en el terreno literario?
Y entonces, si se lo defiende, ¿por qué se lo defiende?
En realidad, se está discutiendo con un consagrado, que por otra parte ya no es un
enemigo literario militante. Para Lugones, quien no pierde ocasión de dirigir las aguas
al molino de su preocupación política, hasta los temas literarios son útiles para atacar
al comunismo. Su pensamiento opera analógicamente: la rima es disciplina, orden,
fascismo; el verso libre la anarquía, el socialismo, el reino de los soviets. (Martín Fie-
rro, por supuesto, no responde a este argumento). La teoría poética deviene argumento
político.
En su respuesta37, Marechal se coloca —con orgullo— en el mismo terreno erudito
del maestro. Insiste con el argumento que también Borges usaría38: la rima es previa a
la escritura, mero registro mnemotécnico y no, como pretende el cordobés, el principio
constructivo del discurso poético. La audacia discutidora de Marechal es netamente
palinódica:
"Eso tenía que decir, y lo digo en prosa deshilachada y un tanto pedante. Alzamos
una voz nueva y abusamos de ella, quizás, como el niño glorioso de poseer un nuevo
tambor".
El niño y lo nuevo piden perdón por discutir con un grande. No hay injuria, ni
blanco, ni discurso polémico. Autoridades sí y muchas: Nietzsche, Whitman, Saint

36. Lugones, L.. "Versos de Horacio Rega Molina" en 1M .Nación, 15 de Noviembre de 1925.
37. Marechal L.. "Retruque de Leopoldo Lugones" en Martin Fierro aro. 26, Dic. 1925.
38. Borges, J. L.. El tamaño de mi esperanza, Bs. As. Proa, 1926.

56
John Perse, Andreief, Ortega. Los nuevos demuestran su saber ante el maestro. Cierto
es que Borges, cuando critica el Romancero agrede y sobra, pero también es cierto que
luego se arrepiente.39 Lo que se busca es la palmada aprobatoria, el reconocimiento de
una cierta paridad. Permiso para escribir. Pero el ademán de Lugones (el dedo en alto;
el vocativo, jovencito) es contraatacar desde lo alto: en su artículo-respuesta a Mare-
chal40, apenas si menciona a "un joven escritor", que "declarábase, el otro día, no más,
gran poeta, sin advertir que al glorificar el verso sin ritmo y sin rima estaba haciendo
la apología de la prosa". Marechal no sabe qué es más humillante: si la argumentación
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en contra, la insignificancia que Lugones concede a su nombre o tener que darse por
respondido sin que medie alusión explícita. Un adversario ninguneado no es un buen
interlocutor y mucho menos, un interlocutor polémico. Marechal se resigna al anoni-
mato y se resigna a dar el physique du rol del joven poeta que ayer no más decía.
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Ahora quiere guerra, injuria, ataca, revela la humillación y el despecho. Lugones, su


blanco declarado, mucho más que a un silvestre cultor de la rima, encarna el mundo
hostil de los mayores. No es la defensa de la rima lo que enciende el fuego, es la indi-
ferencia.41
Pero aquí termina todo: Lugones no se da por enterado y en adelante, utiliza su es-
pacio en La Nación para abominar de la revolución de octubre y finalmente a congra-
ciarse con Güiraldes, cuyo Don Segundo Sombra elogia fervorosamente. Las hostili-
dades terminan aquí. Más tarde, en la Memoria que escriben los martinfierristas con
motivo de cumplirse los veinticinco años de la fundación del periódico, la disputa por
la rima habrá quedado en el olvido, frente a "la admiración y el respeto que le inspiran
su obra y su persona (la de Lugones)" que "le impiden dudar de la pureza que de-
mostró siempre, hasta en sus peores equivocaciones". Otra vez la política, ese perpetuo
"mal paso". Todos han aprendido la lección del maestro: defender la rima y apoyar a
Uriburu.

Los hermanos sean unidos

Consolidando definitivamente la unión de todos, la Gaceta Literaria de Madrid, ad-


vierte a las naciones latinoamericanas de los peligros de la cooptación cultural france-
sa, sajona e italiana. Según su tesitura, América es de España, si no por los virreyes, al
menos por los lazos espirituales y culturales. Frente a semejantes afirmaciones, martin-

39. La aprobación de Lugones se resuelve imaginariamente en El Hacedor, dedicado al maestro: "Si no me


engaño, usted no me malquería Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió
nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido
su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría"' Borges, J. L., Obras
completas, Bs. As., Emecé, 1974.
40. Lugones. L., "De la rima" en La Nación, 17 de Enero de 1926.
41. Marechal. L., "Filípica a Lugones y a otras especies de anteayer" en Martin Fierro nro. 32 Agosto de
1926.

57
fierristas, boedistas y los de Nosotros se unen en el rechazo categórico de la propuesta
"imperialista". Según palabras de un testigo:
"...se produjo un revuelo semejante al que hubiera podido suscitar una proposición
de reimplantar el Virreinato, todo el mundo adujo sus razones en contra de la infortu-
nada propuesta y en el tono de seriedad de la mayoría de las respuestas, entre las que
aparecían confundidas las firmas de los de Boedo con los de Florida, como si hubiese
llegado el momento de peligro que exigía la Unión Nacional."42 Las razones son, en
efecto, expuestas en el tono de seriedad que requiere semejante oposición: nada menos
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que la Madre Patria y no condice con el espíritu juerguista de Martín Fierro; excepto
por el célebre texto que concluye "Che meridiano: hacéte a un lao que voy a escupir".
Los demás necesitan explicar de antemano el amor que sienten hacia España, no quie-
ren sentirse forasteros en la Madre Patria y muy disciplinadamente afirman que noso-
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tros (ellos) son muchísimo mejores que los escritores españoles. Desde Nosotros se
establecen alianzas tácticas con la argentinidad humillada de los jóvenes. Todavía más
serios y eruditos (discuten con la misma retórica lugoniana), los argentinos mayores
citan a Leibniz, Newton, Calderón, Enrique VII, Benedetto Croce, las leyes de Indias,
Vélez Sarsfield y muchos más para negar los lazos con España en materia política,
jurídica y estética. El argumento es devolver la humillación: los españoles no son el
meridiano de nadie. Pero lejos de suponer que no tenemos meridiano en otra parte,
Nosotros lo buscará en la larga tradición europea no hispánica, que se ha hecho cargo
de la Argentina desde que España "abandonó sus derechos de madre y permitió que se
amamantase con leche de nodrizas"43.
Se piensa diferente en Martín Fierro: se devuelve imperialismo por imperialismo,
meridiano por meridiano. El rechazo último de la propuesta española se sostiene en el
convencimiento de la grandeza de la renovación martinfierrista. Es Buenos Aires, por
lo tanto, quien dirige el rumbo de la modernidad cultural en América. La infortunada
propuesta española ignora la altura intelectual argentina o pretende robarle sus laure-
les.
La lamentable consecuencia de la polémica —tan módica como de costumbre—
perjudicó al uruguayo polemista Ildefonso Pereda Valdés, hasta los días del meridiano,
docente de historia universal en el colegio Negrotto. La directora, una española patrio-
ta, se sintió obligada a defender a su patria y despidió de su puesto al libertario.
Los locos años del alvearismo van llegando a su fin. Más tarde, la década infame
inaugurará otro tipo de relaciones: el espíritu rebelde de Martín Fierro consumará una
de sus últimas metamorfosis. Luego vendrán Sur, el paredón y el después.

42. González Lanuza, E., 1961, pag. 77.


43. "Madrid, meridiano intelectual de hispano América" en Nosotros nro. 222/223, 1927.

58
PREMIOS, DINERO Y ESCÁNDALO

texto complementario

A partir de 1913, y como rasgo que marca la progresiva profesionalización del


campo de la cultura, se establece por ley el otorgamiento de "Premios nacionales de
literatura" que no se implementa hasta 1916 y trabaja siempre con un retraso de dos o
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tres años. El monto de estos premios no es alto sino altísimo: 30.000 para el primero,
20.000 para el segundo y 10.000 para el tercero. Con lo que había en juego (el dinero,
el prestigio, la publicidad y la consiguiente venta del libro, la nominación para jurados
el próximo año) y la elección de evaluadores que sólo satisfacía a unos pocos, no hubo
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un año en que el fallo no estuviera sometido a discusión por los participantes, los di-
versos grupos intelectuales o políticos o por todos en general.
Por lo común, los reclamos que se hacen están relacionados con la falta de claridad
de la reglamentación, que crea confusión acerca de que si lo que se premia es el libro
aparecido ese año o la producción global de un escritor a lo largo de varios años. En
todo caso, queda claro que los que recibirán el premio (al que hay que presentarse) o
los aspirantes deben ser intelectuales consagrados, reservándose para los jóvenes el
premio municipal (estímulo) creado en 1919 por ordenanza del Consejo Deliberante y
cuyos montos son 5.000 pesos para el primer premio, 3.000 para el segundo y 2.000
para el tercero.
En 1927 se entregan los Premios Nacionales a la producción del año 1925 y el
ránking es el siguiente: primer premio para Hugo Wast (pseudónimo de Martínez Zu-
viría) y segundo para Roberto J. Payró. El resultado provoca un verdadero escándalo
entre los escritores que no admiten el primer premio para Martínez Zuviría y lo recla-
man para Payró. Se implementan proclamas públicas en apoyo a Payró así como actos
de desagravio y rechazo a Martínez Zuviría, aunque nada logra anular un fallo que
ponía en primer lugar a un nacionalista católico perteneciente a la oligarquía provin-
ciana y que repartió su tiempo entre la política y la "moralización" del pueblo por me-
dio de sus folletines.
Las protestas se manifiestan aun en la institucional revista Nosotros que ve detrás de
la elección ideleológica del jurado un acto de injusticia: "... asombra que la mayoría
del jurado se haya atrevido a poner por debajo del rimero de novela popular de Hugo
Wast la obra del ilustre escritor y periodista cuyo nombre ya está ligado por siempre a
los orígenes de nuestra novela de costumbres y nuestro teatro de ideas, y a cuya vasta,
múltiple, honrada labor literaria, era debida la sola consagración del primer premio,
hasta por ser ejemplares esos cuarenta años de labor incansable, continuada valiente-
mente en la vejez, a través y a pesar de todos los padecimientos y privaciones."
El próximo escándalo se produce cuando se conoce el resultado del premio nacional
de 1929, que se entregó en 1933. El primer lugar fue para el joven y poco conocido

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poeta Ezequiel Martínez Estrada y el segundo para Manuel Gálvez. La protesta en este
caso vino por parte de Gálvez que entendió el fallo como una suerte de conspiración
de Lugones en su contra. Lugones, después de la revolución del año '30 recupera su
lugar de poeta oficial, acepta cargos y recupera a los jóvenes martinfierristas con el
seductor canto de sus textos. Martínez Estrada era devoto de Lugones quien ya lo con-
sideraba discípulo y a quien había dado varios "espaldarazos". El otorgamiento del
premio (sin contar con la paranoia galveciana) es la prueba del poder de Lugones.
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PREMIOS NACIONALES

1923: Ricardo Rojas por la Historia de la literatura argentina


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1924: Leopoldo Lugones por Estudios helénicos


El segundo premio queda desierto
Pedro Miguel Obligado por El hilo de oro

1925: Gustavo Martínez Zuviría por El desierto de piedra


Roberto J. Payró por El capitán Vergara
Rómulo Garbia por Historia de la historiografía argentina

1926: Ricardo Güiraldes por Don Segundo Sombra


Jorge Max Rohde por Las ideas estéticas en la literatura argentina
Alberto Gerchunoff por Historia y proezas de amor, El hombre que habló en la
Sorbona y Pequeñas prosas.

1927: El primer premio queda desierto


Juan B. Terán por El nacimiento de la América española, La salud de la América
española
Arturo Marasso por Retorno, La creación poética y Luis de Góngora

1928: Arturo Capdevila, por Babel y el castellano


Baldomero Fernández Moreno por Décimas
Alejandro Unsain por Legislación del trabajo

1929: Ezequiel Martínez Estrada por Humoresca y Títeres de pies ligeros


Manuel Gálvez por Humaitá, Los caminos de la muerte y Jornadas de agonía

1930: Carlos Ibarguren por Juan Manuel de Rosas


Eleuterio Tiscornia por Gramática del Martín Fierro
Carlos B. Quiroga por Los animalitos de Dios

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PREMIOS MUNICIPALES

1920:
Poesía; Alfonsina Storni por Languidez
Héctor Pedro Blomberg por A la deriva
Alfredo Búfano por Canciones de mi casa

1921:
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Poesía: Pedro M. Obligado por El ala de sombra


Fernán Félix de Amador por El ópalo escondido
Rafael de Diego por Las sombras
Prosa: Héctor Olivera Lavié por El caminante
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.

Carlos Alberto Leumann por Adriana Zumarán

1922:
Poesía: Arturo Vázquez Cey por Aguas serenas
Ernesto Mario Barreda por El himno de mi trabajo
Ricardo Gutiérrez por La ciudad en ruinas

1923:
Poesía: Fernán Félix de Amador por La copa de David
Conrado Nalé Roxlo por El grillo
Luis Franco por El libro del Gay vivir
Prosa: Arturo Capdevila por Del libre albedrío
Alejandro Castiñeiras por El alma de Rusia
Elias Castelnuovo por Tinieblas

1924:
Poesía: Arturo Marasso por Poemas y coloquios
Enrique Méndez Calzada por Nuevas devociones
Fermín Estrella Gutiérrez por El cántaro de plata
Prosa: Roberto Giusti por Crítica y Polémica
Bernardo González Arrili por La Venus Calchaquí; Paisajes y Meditaciones

1925:
Poesía: Baldomero Fernández Moreno por Aldea española
Horacio Rega Molina por La víspera del buen amor
Francisco Luis Bernárdez por Alcándara
Prosa: Víctor Juan Guillot por El alma en el pozo

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Ernesto Morales por Leyendas guaraníes
Julio Aramburu por Jujuy

1926:
Poesía: Rafael Alberto Arrieta por Estío serrano
Miguel A. Camino por Chaquiras
Cayetano Córdova Iturburu por La lanza de la luna
Prosa: Nicolás Coronado por Nuevas críticas negativas
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José Gabriel por Vindicación de las artes


Alvaro Yunque por Barcos de papel

1927:
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.

Poesía: Ezequiel Martínez Estrada por Argentina


Tomás Allende Iragorri por La Transfiguración
Horacio Schiavo por Aventura
Prosa: Aníbal Ponce por La vejez de Sarmiento
Alvaro Melián Lafinur por Las nietas de Cleopatra
Leónidas Barletta por Royal Circo

1928:
Poesía: Rafael Jijena Sánchez por Achalay
Raúl González Tuñón por Miércoles de ceniza
Miguel A. de Elía por Caminos ilesos
Prosa: Roberto Gaché por París, glosario argentino
Jorge Luis Borges por El idioma de los argentinos
Enrique González Tuñón por La rueda del molino mal pintado

1929:
Poesía: César Tiempo por Libro para la pausa del sábado
Marcos Victoria por Las voces
Ricardo Molinari por Panegírico de nuestra señora de Lujan
Prosa: Enrique Méndez Calzada por Pro y contra
Carmelo Bonet por Escolios y reflexiones sobre estética literaria
Julio Fingerit por Realismo

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