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Universidad Jaguellónica
de Cracovia
EL ARCO Y LA LIRA, DE
OCTAVIO PAZ: ENTRE EL
ENSAYO Y LA LÍRICA
Al escribir sobre este tema aparece una primera tentación: la de copiar diferentes frag
mentos del libro de Octavio Paz, ordenarlos y conducirlos hacia el fin que nos interesa
y dejar que hablen por sí solos, sin más ayuda del que suscribe este artículo que la de
presentarlos a los ojos del lector. Bajo la influencia de las obras tratadas, olvido incluso
el afán más o menos científico que me empuja a la escritura de este texto. Pero me es
cudo -y excuso- en lo siguiente: si Octavio Paz defiende que le es imposible hablar de
poesía desde la prosa, yo asimismo tampoco puedo hablar de este libro de ensayos líri
cos sin demorarme, dar vueltas -más de las necesarias-, apelar a los sentimientos en
lugar de a la razón -impropio de la ensayística- y adomar el texto más allá del certero
adjetivo y la clara frase.
Tras esta advertencia, presento el tema del artículo dentro del conjunto en el que va
inmerso: un monográfico sobre los géneros inclasificables, géneros en la frontera de su
definición; on the edge, como gustan decir los anglofilos.
El principal objeto de este trabajo debería ser hablar sobre las diferencias entre lo
poético y lo prosístico en esta obra de Octavio Paz. Lo primero como ámbito de lo
emocional, lo segundo de lo referencial. Y por ello, a lo poético le corresponde el ám
bito de lo atemporal -y por ende eterno- y a lo prosístico lo temporal. Lo prosístico
está destinado a morir, por definición, pues todo lo que es temporal está condenado
a ello. Lo atemporal, sin embargo, está exento de tal trato: simplemente no está en su
naturaleza morir. La prosa pertenece al dominio de lo útil, la poesía al de lo necesario.
Y como dice Alfonso Reyes en La experiencia literaria, “la prosa se escribe, no se ha
bla”. La prosa es el menos humano de los actos de habla. La prosa pretende sólo dar
información, de forma unívoca, sin buscar más efectos, mientras que la poesía apela
constantemente a las emociones humanas, como siempre que en el lenguaje diario nos
dirigimos a otra persona. El ensayo, en tanto que actividad prosística, es un género ca
duco porque al aparecer uno nuevo en el que la información dada sea rebatida, supera
da o incluso despreciada, su razón de ser habrá dejado de existir. La poesía no está su
jeta a tales arbitrariedades. Paradójicamente, el que puede parecer como el más ajeno
a la arbitrariedad porque aspira a la pura objetividad, es el género que después habrá de
sufrirla en mayor medida. En estos ensayos recogidos dentro del libro El arco y la lira
(1956), Octavio Paz pretende ir más allá de las clasificaciones habituales y traspasar la
frontera de ambos géneros, utilizando para ello el elemento del ritmo, verdadero con
formador de lo poético. Lo rítmico como elemento vertebrador y constituyente de lo
12 Femando Bravo García
Cf. edición: Garcilaso de la Vega y Juan Boscán, Poesías completas, prólogo de Dámaso Alon
so, México, Porrúa, 1984; o: Obras completas, edición y prólogo de Carlos Clavería Laguarda, Ma
drid, Tumer, 1995.
En esta época también Fray Luis de León y San Juan de la Cruz utilizaban este tipo de estrofa
muy frecuentemente. Más información sobre este tema se puede encontrar, entre otras fuentes, en
Métrica española, de Antonio Quilis, Barcelona, 1984 (edición corregida y aumentada) Ariel.
El arco y la lira, de Octavio Paz: entre el ensayo y la lírica 13
con sus elementos de hermetismo, de libres y arbitrarias asociaciones, etc. Pero entre
su paso por el Surrealismo y la escritura de estos textos ha pasado suficiente tiempo
como para que sus ideas sobre la poesía hayan cambiado y haya llegado a otras conclu
siones o posiciones. O por lo contrario se trata de lo siguiente: el Surrealismo no es
“oscuro” ni hermético, sino que se atreve a hablar en el lenguaje de la modernidad,
siendo ésta incomprensible para el hombre.
¿De dónde surge esta defensa apasionada del cuerpo? Esta surge, en mi opinión,
a consecuencia de que él la ve como la primera frontera entre los géneros. Desde el ár
bol de la ciencia del bien y del mal del Génesis hasta Arbol de la ciencia de Pío Baroja,
vemos constantes ejemplos en la literatura de la incompatibilidad entre cuerpo y mente;
la misma incompatibilidad que se le atribuye a la prosa y la poesía: si es una no puede
ser otra. Pero el genio creador no se puede constreñir dentro de tales estructuras y aspi
ra a liberarse de ellas, y provoca el paso de unas a otras, juega con esas categorías y las
desmonta, las gira, las pervierte, y todo ello para dotarlas de vida. Parte de ello respon
de al principio lúdico del arte, tal y como sabiamente expone Johan Huizinga , un prin
cipio que atenta frontalmente contra el principio de utilidad.
Octavio Paz constantemente bordea la frontera entre lo prosístico -el ensayo- y lo
poético, haciendo que las figuras retóricas pueblen todas las páginas de sus ensayos. Su
alusión constante a la magia viene dada por la que él constantemente llama dimensión
mágica de la poesía, inasible por medio del método académico. Nos encontramos ante
numerosas paradojas, inconcebibles en el género ensayístico; una de las más relevantes
para la discusión que nos ocupa es: el poema es poesía... Estos conceptos acostumbran
a no estar bien definidos y a entremezclarse. Para una gran mayoría, la diferencia entre
ambos aspectos es inexistente; podría decirse, acaso, que el poema es una cierta forma
y que la poesía es lo que la llena; que uno es continente y lo otro contenido. Pero Octa
vio Paz advierte que “no todo poema -o para ser exactos: no toda obra construida bajo
las leyes del metro- contiene poesía”. Se habla a menudo de versificadores pero no de
poetas, ya que los primeros son sólo artesanos, “constructores de artefactos literarios”,
y los segundos, verdaderos creadores. ¿Está queriendo decir que lo que no es poesía es
prosa? No está claro, en cualquier caso. Octavio Paz no acierta a clarificar estos as
pectos; escribe un libro para poetas, por así decirlo. Deja entrever algo, insinúa mucho,
propone más, pero es incapaz de dar una definición clara sobre tales aspectos, algo que
no se le puede reprochar, no obstante, dada la naturaleza de su investigación. Cuando
habla de la poesía propone fórmulas como: “es y no es”, “es algo más”, “está entre esto
y aquello”, “es lo que queda de la tensión entre dos fuerzas...”. Cuando habla del ritmo
dice: “el ritmo no es filosofía, sino imagen del mundo, es decir, aquello en que se apo
yan las filosofías” (p. 61). O bien, “el lenguaje, por propia inclinación, tiende a ser rit
mo. Como si obedeciesen a una misteriosa ley de gravedad, las palabras vuelven a la
poesía espontáneamente”. Al leer este texto, se tiene la impresión de leer poesía: certe
ra pero inasible. La poesía, por su atemporalidad, no está sujeta a la categoría del tiem
po, una de las dos principales coordenadas en la que se sitúa la experiencia humana,
junto con el espacio. El gran “fracaso” de Heidegger fue el de no ser capaz de huir
Sobre todo en su famoso libro Homo ludens (1938), trad. cast. de Eugenio Imaz, Madrid, Alian
za, 2001 (ed. orig. 1954).
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a esa categoría, batalla que libra en su El Ser y el Tiempo. Sospecha el filósofo, sin
embargo, que hay un ámbito que se le escapa: el de la poesía. El Ser está sometido a la
temporalidad, pero la poesía es capaz de salvarla. Intenta explicar al Ser desde la filo
sofía, y ahí radica su error: la filosofía es posterior a la poesía; la filosofía es discurso
(aunque los diálogos platónicos nos hagan dudar de esta afirmación). La poesía es ante
rior, pertenece a la época mítica -y mágica- del hombre, a la prehistoria, al tiempo fue
ra del tiempo.
Dice Octavio Paz:
La prosa es un género tardío, hijo de la desconfianza del pensamiento ante las tendencias natura
les del idioma. La poesía pertenece a todas las épocas: es la forma natural de expresión de los
hombres. No hay pueblos sin poesía: los hay sin prosa, (p. 68)
Y también:
(...) la función del ritmo se precisa ahora con mayor claridad: por obra de la repetición rítmica, el
mito regresa, (p. 63)
Empezamos a ver una cierta relación entre todos estos aspectos hasta ahora tan dis
persos: uno de los principales aspectos que Octavio Paz ha ido proponiendo a través de
todo el libro es, a mi entender, la unión de lo poético y lo mítico a través del ritmo. La
prosa, dirá, es modernidad. La escritura de prosa es la toma de conciencia de esa mo
dernidad, de la finitud del mundo (una vez descubierta la finitud de la Tierra). La época
de los héroes y dioses ha dado paso a la época de hombres y máquinas. En la moderni
dad somos esclavos del reloj, y el único antídoto contra ello será la vuelta al espacio
mítico, posible gracias a la poesía. Dice el autor que “modernidad es conciencia”
(p. 77). Es ésta, en cierta medida, una defensa de lo irracional del mito. La poesía pue
de verse también como el campo de batalla en el que miden sus fuerzas lo racional con
lo irracional -o quizás lo emocional-, lo anterior con lo posterior, la historia con la
prehistoria. La metáfora del título volvería a hacerse presente: la constante tensión.
Poesía es tensión, podría añadir yo, emulando al maestro; tensión entre dos mundos,
que es solo uno. La poesía como hilo conductor, como elemento permanente en el
cambio. La poesía como espina dorsal del mundo y lo que de él se explica.
Octavio Paz busca el lugar del hombre en el mundo, su lugar en el mundo, e invoca
a la poesía en su ayuda; de aquí las constantes alusiones a la magia y al cuerpo, cuyo
culto es anterior al de los dioses. Otro aspecto, relacionado con éste, que tomará espe
cial fuerza será el de la poesía como expresión de la verdad. Otro aspecto más que se
nos presenta como inasible. La unión entre aspectos tan abstractos y al mismo tiempo
tan elementales produce una divagación como la de Paz: etérea, dispersa e imprecisa.
Y es, al mismo tiempo, certera, clara, profunda y verdadera. La tensión entre estas dos
formas de enfocar tal problema es la que genera un libro como El arco y la lira, un en
sayo lírico, fundamentalmente, si es que tratamos de encontrar un nombre para este
nuevo género. Podemos, no obstante, conformamos con no clasificarlo, con dejarlo en
la frontera de los géneros, para que ejercite su libertad, ámbito en el que constante
mente se mueve la poesía.
16 Femando Bravo García
OBRAS CITADAS:
Paz, Octavio, El arco y la lira, México, 1967, Fondo de Cultura Económica (segunda edición corre
gida y aumentada). Esta edición: 1992.
Reyes, Alfonso, La experiencia literaria. Ensayos sobre experiencia, exégesis y teoría de la literatu
ra, esta edición: Barcelona, 1986, Bruguera.
Flores, Angel (Ed.). Aproximaciones a Octavio Paz. México, Joaquín Mortiz, 1974.
Ivask, Ivar (Ed.). The Perpetual Present: The Poetry artd Prose of Octavio Paz. Norman, University
of Okl ahorna Press, 1973.
Lemaitre, Monique. Octavio Paz: poesía y poética. México, UNAM, 1976.
Magis, Carlos H. La poesía hermética de Octavio Paz. México, El Colegio de México, 1978.
Martínez Torrón, Diego. Variables poéticas de Octavio Paz. Madrid, Hiperión, 1979.
Perdigó, Luisa M. La estética de Octavio Paz. Madrid, Playor, 1975.
Phillips, Rachel. The Poetic Modes of Octavio Paz. Londres, Oxford University Press, 1972, trad.
esp. Las estaciones poéticas de Octavio Paz. México, Fondo de Cultura Económica, 1976.
Rojas Guzmán, Eusebio. Reinvención de la palabra: la obra poética de Octavio Paz. México, Cos
ta-Amic, 1979.
Verani, Hugo J. Octavio Paz: bibliografía crítica. México, UNAM, 1983.
Wilson, Jason. Octavio Paz: A Study ofhis Poetics. Cambridge, Cambridge University Press, 1979.
Xirau, Ramón. Octavio Paz: el sentido de la palabra. México, Joaquín Mortiz, 1970.