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EL PAPEL DE LAS VANGUARDIAS EN EL PROYECTO DE UN CABALLO DE

EUNICE ODIO

Por Mía Gallegos

Hace escasamente unos años escribí un ensayo en torno a El Tránsito de Fuego, (1)

poemario cumbre de Eunice Odio, premiado en El Salvador en 1957. En ese texto hice

referencia a los postulados de la razón poética de María Zambrano que me permitieron

comprender la obra de Odio. No obstante, el poemario es inagotable. Muy diversos

aspectos pueden ser analizados desde muchas perspectivas, tal y como lo demuestran los

estudios que académicos han realizado.

Asimismo, en el ensayo que escribí, destaqué las tradiciones herméticas que se asoman en

el libro, y es que no siempre la crítica se ha referido a la importancia que tienen la cábala, la

masonería y el pensamiento rosacruz en las obras de Odio.

Una vertiente adicional que está presente en su obra es el creacionismo, cuyo padre fue el

poeta chileno Vicente Huidobro, que a la vez las aprendió del poeta francés Pierre Reverdy,

del cubismo y otras tendencias que estaban presentes y se debatían en la Europa de su

tiempo.

Tal y como lo manifiesta el poeta y crítico chileno, Alberto Baeza Flores en su obra

Evolución de la Poesía Costarricense, Eunice Odio leyó y releyó los planteamientos

expresados en las obras de Huidobro. De manera que no es una casualidad que en la III
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parte de El Tránsito de Fuego, Proyecto de los Frutos, la escritora engendra al caballo por

medio del personaje Ion. Y, precisamente lo hace de una manera creacionista.

Ion, que es el central del poemario, ha creado el lenguaje y todo cuanto ha hecho es una

dádiva para los hombres. En el ensayo ya citado, debo señalar que Ion es una especie de

Dios, que en ocasiones recuerda a Jesús de Nazaret y en otros momentos hace que lo

evoquemos bajo la figura del Ion del filósofo griego Platón.

En esta primera parte de La Creación de los Frutos, aparece un diálogo en el que Gune y

Andros hablan con Ion y el primero dice:

Ahora desearíamos, si fueras tan benigno,

que fundaras, para todos nosotros, una bestia.

Andros continúa la idea y señala: Una bestia de cuerpo incontenible,

un animal que sea suave por dentro,

tanto como la órbita del árbol en su sombra;

y por fuera inflexible;

bien parido en todos los extremos,

las patas de marfil curvo y estrecho,

la voz larga,

que alcance sin quebranto agrícolas estrellas;

(1) Gallegos, Mía. (2018). La Presencia de lo Sagrado en el Tránsito de Fuego de Eunice Odio. Revista

Temas de Nuestro Tiempo. Universidad Nacional. San José, Costa Rica.

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montes y labradores óiganla en lo alto

Por la tarde

nuestra. (2017:77)

Llama la atención en este fragmento del poemario, así como en todos los libros de Eunice

Odio la importancia que la escritora le dio a la corporalidad. En ese sentido cabe resaltar

está cualidad en el libro Los Elementos Terrestres, tal y como lo demuestran los filólogos

Miguel Fajardo y Aracelly Bianco en el libro recién publicado, El acento corporal en los

Elementos Terrestres de Eunice Odio.

Al inicio, en el prefacio del poemario Altazor, Huidobro dice: “Lo veo todo, tengo mi

cerebro forjado en lenguas de profeta”. (2003: 5). Este renglón parece un punto de partida

para El Tránsito de Fuego, pero ¿no es cierto que en los postulados que expresa Huidobro

sobre el creacionismo y el caballo que le entrega Ion a los humanos existen semejanzas?

Para comprender el poemario de Eunice Odio un libro fue fundamental: Los hijos del Limo

de Octavio Paz. En esta obra el escritor mexicano analiza la importancia de diversos

movimientos y trayectorias poéticas en el mundo occidental: el romanticismo, el

simbolismo, el modernismo y las vanguardias, que han tenido un peso tan rotundo en el arte

de Hispanoamérica. La poesía moderna conserva la influencia de todas estas tendencias.

Se pueden apreciar tanto en la poesía de Huidobro como en la de Eunice Odio.

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Una desemejanza importante se puede observar, no obstante, en Altazor, el poemario de

Huidobro, en esta obra dios ha muerto. Eunice, en cambio nos hace vivir entre figuras

mitológicas, y como en el caso de Ion, con cualidades semejantes a las de un dios. El tema

de la muerte de dios es, según lo señala Octavio Paz en el libro citado, un pensamiento

romántico: “El tema de la muerte de Dios es un tema romántico. No es un tema filosófico,

sino religioso. Para la razón Dios existe o no existe. En el primer caso, no puede morir, y en

el segundo, ¿cómo puede morir alguien que nunca ha existido? Este razonamiento es válido

solamente desde la perspectiva del monoteísmo y del tiempo sucesivo e irreversible de

Occidente”. (sf:145)

Para Paz, la noción de poesía en los términos modernos de Occidente se presenta como una

reacción frente, hacia y en contra de la modernidad, ya que entabla una oposición a la

Ilustración, la razón crítica, el positivismo, el liberalismo y el marxismo. Se dan posiciones

que se adhieren a los movimientos revolucionarios y también rupturas. Y añade que:

En su disputa con el racionalismo moderno, los poetas redescubren una tradición tan

antigua como el hombre mismo y que, transmitida por el neoplatonismo renacentista

y las sectas y corrientes herméticas y ocultistas de los siglos XVI y XVII, atraviesa

el siglo XVIII, penetra en el XIX y llega hasta nuestros días. Me refiero a la

analogía, a la visión del universo como un sistema de correspondencias y a la visión

del lenguaje como el doble del universo. (sf:127).

¿Será que la poesía, tanto la de Huidobro como la de Eunice Odio, parten del

neoplatonismo renacentista, de las sectas herméticas y de la teoría de las correspondencias,

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que es tan propia, por ejemplo de la poesía de Charles Baudelaire? Es de esperar que la

lectura minuciosa nos permite poder desentrañar estas nociones.

Más adelante, en el libro de Paz ya mencionado este perfila la noción de analogía en los

siguientes términos:

La visión romántica del universo y del hombre: la analogía, se apoya en una

prosodia. Fue una visión más sentida que pensada y más oída que sentida. La

analogía concibe al mundo como ritmo: todo se corresponde porque todo ritma y

rima. La analogía no solo es una sintaxis cósmica: también es una prosodia. Si el

universo es un texto o tejido de signos, la rotación de esos signos está regida por el

ritmo. El mundo es un poema; a su vez, el poema es un mundo de ritmos y

símbolos. Correspondencia y analogía no son sino nombres del ritmo universal.

(sf:151)

Esta visión que aporta Paz remite de inmediato al poemario de Eunice. Si bien es cierto

que ella pensaba y estructuraba sus trabajos en forma extremadamente cuidadosa, también

es notable el ritmo, la sonoridad, el sentido de las correspondencias y el papel que juegan

las analogías.

Para Huidobro, tal y como lo describe en su Manifiesto de Manifiestos, el delirio les

pertenece a los poetas. La razón, por otra parte, se convierte en un tamiz que filtra lo

impuro. Tal parece que todo este mecanismo al crear el poema-objeto estuvo presente en

toda la creación poética de Eunice Odio.

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Ciertamente, en el poemario El Tránsito de Fuego, es posible observar que Ion es una

figura crística y, asimismo, “Altazor expresa lo siguiente en el prefacio del poemario: “Nací

a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las

hortensias y los aeroplanos de calor” (2003: 1). Si bien se refiere a la muerte de Cristo,

Altazor es, según lo anota Saúl Yurkievich en el libro Fundadores de la nueva poesía

latinoamericana, “la encarnación del poeta que baja a las honduras a la manera de Orfeo”,

uno que surge precisamente cuando Europa ha quedado devastada luego de la Primera

Guerra Mundial.

Eunice Odio fue enfática al declarar que en sus poemas no era partidaria ni seguidora del

surrealismo, según lo revela el poeta y crítico rumano Stephan Baciu en el libro Costa Rica

en Seis Espejos:

Debo aclarar que no estoy adherida al suprarrealismo, como dijo una crítica

venezolana. Mi poesía y mis cuentos son, por ejemplo, lo contrario de la escritura

automática. Uno y otros están pensados al centavo y superestructurados a tal punto,

que es una característica que los distingue de la literatura que hoy se escribe, en

español o en cualquier otra lengua”. (1976:133).

Luego de conocer esta enfática respuesta, es necesario seguir hurgando para encontrar cuál

fue, en realidad, la verdadera síntesis que realizó Odio en El Tránsito de Fuego.

Precisamente este fragmento del poemario permite evocar las palabras de Huidobro en las

que el poeta crea tal y como la naturaleza hace un árbol.

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Según Peter G. Earle: “La ilusión fundamental del realista es la de reproducir realidades; la

ilusi6n fundamental de Huidobro es la de inventar realidades”. Esa fue la propuesta de

Huidobro desde la publicación de su poema Adán. (sf:171)

En El Manifiesto de Manifiestos, Huidobro explica que el poema creacionista es un estado

de supraconciencia o de delirio poético. Añade, además que la supraconciencia se logra

cuando las facultades intelectuales del poeta adquieren una intensidad vibratoria superior.

En síntesis, lo que buscaba Huidobro era lograr una evolución en cada poema sin

reproducir la naturaleza, sino que en el producto final se pudiera apreciar el despliegue, es

decir que el poeta no imitara a la naturaleza, más bien que aprendiera de ella a exteriorizar

una invención.

Una posición semejante se logra percibir en El proyecto de un Caballo de Odio. Al

nombrarlo sabemos que guarda las características que le son propias al animal. Mas en este

punto debemos remitirnos al Diálogo El Crátilo o del lenguaje, obra de Platón y señala que

“el nombre debe hacer ver la naturaleza del objeto designado”. (1972: 501). Además,

aclara que se debe imitar por medio de letras y sílabas y que esa es la esencia del objeto.

Tal y como lo establece Octavio Paz, en el libro ya citado, la poesía moderna significa

ruptura y también pluralidad. Este último punto me parece oportuno destacarlo,

especialmente en la poesía de Odio. Hay un único aspecto por el que me interesa resaltar el

arduo trabajo que realiza la escritora al volver a darle vida y vigencia a los mitos. Logra,

sin duda, construir una obra que roza con lo sagrado, lo mítico tal como lo apunté en el

ensayo que escribí un año atrás.

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Para ahondar más en la noción de lo sagrado, conviene resaltar las palabras que aparecen en

la introducción de la obra que lleva el título de Lo Profano y lo Sagrado de Mircea Eliade:

El hombre entra en conocimiento de lo sagrado porque se manifiesta, porque se

muestra como algo diferente por completo de lo profano. Para denominar el acto de

esa manifestación de lo sagrado hemos propuesto el término de hierofanía, que es

cómodo, puesto que no implica ninguna precisión suplementaria: no expresa más

que lo que está implícito en su contenido etimológico, es decir, que algo sagrado se

nos muestra. (1981: 10)

La poesía de Eunice Odio es una revelación, como es revelación que Ion, el personaje

central cree el lenguaje y también al caballo. Podría decirse y en efecto se ha dicho, que

recurrir a los mitos es contrario a la poesía que se escribe en nuestros días. Sin embargo, en

este fragmento Octavio Paz dice lo siguiente:

Todos esos objetos, trátese de pinturas y esculturas o de poemas, tienen en común lo

siguiente: cualquiera que sea la civilización a que pertenezcan, su aparición en

nuestro horizonte estético significó una ruptura, un cambio. Esas novedades

centenarias o milenarias han interrumpido una vez y otra vez nuestra tradición, al

grado de que la historia del arte moderno de Occidente es también la de las

resurrecciones de las artes de muchas civilizaciones desaparecidas. Manifestaciones

de la estética de la sorpresa y de sus poderes de contagio, pero sobre todo

encarnaciones momentáneas de la negación crítica, los productos del arte arcaico y

de las civilizaciones lejanas se inscriben con naturalidad en la tradición de la

ruptura. Son una de las máscaras que ostenta la modernidad. (sf:130).

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Está reflexión permite que se pueda apreciar, no solo el carácter de extrañamiento presente

en el poemario de Eunice, sino la revitalización completa de los mitos. La escritora logró

crear una cosmogonía, una poesía de hondas raíces espirituales y metafísicas en las cuales

los dioses y semidioses crean la vida. El Tránsito de Fuego, en su momento de aparición,

también significó una ruptura. En realidad, se separó de la poesía que se escribía en esos

momentos en América Latina. Vale decir que a Eunice Odio nunca le habrían dado el

Premio Stalin…por así decirlo.

Al respecto, cabe incluir un fragmento de la creación del caballo, en un diálogo que

sostienen Ion y Dédalo:

Ion: Ellos necesitan un animal.

A lo que Dédalo responde:

Hace ya mucho tiempo, estando en la campiña,

vi pasar un destello, largo como las sílabas de dios

y fuerte como el día. Corrí para alcanzarlo;

quería saber cuál es su figura.

No fue posible con mis pasos.

Él llegaba después de su velocidad.

Mas desaté mi paso

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desterrándolo al paso de la luz, y ascendí hasta su pecho de espuma edificada,

levantada en sí misma como el fuego,

que de su propia llama se levanta.

Y lo así, lo miré más allá del sonido,

desde la luz apenas refrenaba su cuerpo incontenible. (2017: 79)

Se puede observar aquí, que primero surge el animal y después se le da un nombre. Al

respecto, en el libro El Arpa y la Lira de Octavio Paz, este dice lo siguiente:

La primera actitud del hombre ante el lenguaje fue la confianza: el signo y el objeto

representado eran lo mismo. La escultura era un doble del modelo; la fórmula ritual

una reproducción de la realidad, capaz de reengendrarla. Hablar era recrear el objeto

aludido. La exacta pronunciación de las palabras mágicas era una de las primeras

condiciones de su eficacia. (1982: 29)

Sin duda existe un ideal del caballo, una idea platónica; luego el signo y el objeto

representan lo mismo. Al respecto, se señala lo que dice Ion:

No podría ser. Todo es según su vocablo.

Nada cabría en sus sílabas que no fuera un caballo.

Venas y vísceras sobrantes irían al espacio vacío.

¡Ve a buscarlo! (2017: 83)

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De nuevo aquí vale la pena citar el diálogo Crátilo de Platón. ¿Los nombres son producto

de una convención? ¿Son los dioses quienes ponen los nombres? Precisamente en ese

diálogo, se le da al “legislador” el atributo de la determinación de los nombres. Es

necesario aclarar en qué consiste la noción de “legislador”. Este sin más es juzgado por el

dialéctico, ya que él dirige su trabajo.

Para resumirlo, lo expongo a continuación: el “legislador” pone sus ojos en el nombre en sí

para imponer a los sonidos y a las sílabas la forma apropiada a cada objeto. Sin embargo, el

punto más importante es el papel que juegan quienes se han de servir del objeto y su

nombre. En este caso, el caballo ha de servir a los hombres. En todo caso, el “dialéctico”

aquí es el propio Ion.

Se puede apreciar, asimismo, que Eunice Odio recurre a la ley de las correspondencias tal y

como lo explica Octavio Paz respecto de la huella presente del romanticismo en la poesía

de vanguardia.

Mas aquí es necesario comprender a qué se refieren las leyes trazadas por Emanuel

Swedenborg y que han sido estudiadas por poetas en diferentes períodos, en cuenta Jorge

Luis Borges en el siglo XX.

Precisamente, el escritor argentino, en un ensayo sobre Swedenborg, advierte que Jesús, en

una aparición le dijo a Swedenborg que le encomendaba la misión de renovar la Iglesia y

que le sería permitido visitar el otro mundo. Se trataba de un mundo con innumerables

cielos e infiernos. Asimismo, Jesús le dijo que debía estudiar las Sagradas Escrituras y

Swedenborg lo hizo y creyó encontrar en estas el fundamento de su doctrina un poco a la

manera cabalística.

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Borges señala en dicha conferencia que para Swedenborg, ni los ángeles ni los demonios

han sido creados por Dios. Ambos ascienden: a unos les pertenece el cielo, a los otros, el

infierno en virtud de lo que hayan escogido. Por otra parte, el cielo que vislumbra

Swedenborg es un cielo de amor y sobre todo de trabajo, es altruista.

Mas también existe el caballo angélico, tal y como el místico sueco lo destaca en su libro El

Cielo y El infierno, cuando en la introducción menciona al Caballo Blanco que aparece en

el Apocalipsis.

La conferencia de Jorge Luis Borges sobre Swedenborg permite una comprensión de la ley

de las correspondencias, de manera que se cita a continuación: “Yo tengo para mí que él

ideó esas correspondencias para encontrar sus doctrinas en la Biblia. Él dice que cada

palabra en la Biblia tiene por lo menos dos sentidos. Dante creía que había cuatro sentidos

para cada pasaje”. (2018:489)

Añade Borges, además que el sistema de las correspondencias se asemeja a la de los

cabalistas, porque la luz, por ejemplo, es para Swedenborg el símbolo evidente de la

verdad. Por otra parte, el caballo significa la inteligencia, puesto que el animal traslada al

hombre de un lugar a otro.

Cito a continuación a Gersom Scholem, quien en su libro Los Orígenes de la Cábala,

señala que el judaísmo rabínico se cristalizó en medio de un gran fermento religioso y se

afianzó dentro de diferentes corrientes del judaísmo. De tal manera que algunos de estos

escritos contienen instrucciones para alcanzar una visión extática de las regiones celestiales

tal y como se presentan en la Merkabá.

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Scholem dice que:

Describen las peregrinaciones del extático por estas regiones: los siete cielos y los

siete palacios o templos, las Hejalot, a través de los cuales viaja el místico de la

Merkabá́ antes de llegar al trono de Dios. El viajero atraviesa por una serie de

revelaciones relativas a las cosas celestiales y los secretos de la Creación, la

jerarquía de los ángeles y las practicas mágicas de la teúrgia. Cuando ha ascendido

hasta el nivel más alto, se sitúa ante el trono y contempla una visión de la figura

mística de la divinidad, en el símbolo de la <semejanza> con la apariencia de un

hombre, que el profeta Ezequiel pudo ver sobre el trono de la Merkabá́. Allí́ recibe

la revelación de <las medidas del cuerpo>, en hebreo Shi'ur comá, es decir, una

descripción antropomórfica de la divinidad, que surge como el hombre primordial

pero también como el amante del Cantar de los Cantares, junto con los nombres

místicos de sus miembros. (2001:20).

Después de hacer todas estas disquisiciones, Swedenborg cree que todo en el mundo está

basado en correspondencias. La creación, para él, es una escritura secreta. Eunice Odio

habla de la gran balada. El Tránsito de Fuego fue una revelación.

De manera que Odio en este poemario combina lo antiguo con lo moderno, me refiero al

concepto de antiguo en las nociones mitológicas, a las correspondencias, al pensamiento

platónico unido con la escritura característica de las vanguardias, en este caso en particular,

al creacionismo.

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Cabe señalar que con el creacionismo y otros movimientos de vanguardia, tanto en la

poesía como en la pintura, los creadores no intentan imitar a la naturaleza, su anhelo es

otro: crear como lo hace Dios. Para Huidobro, por ejemplo, las obras debían nacer no de la

copia de la naturaleza, sino del espíritu. Es así como vemos también en Eunice Odio ha

plasmado el caballo del que da cuenta en La Creación de Los Frutos.

En su Manifiesto de Manifiesto, Huidobro señala que: “el poeta es el que sorprende la

relación oculta que existe entre las cosas más lejanas, los ocultos hilos que las unen. Hay

que pulsar aquellos hilos como las cuerdas de un arpa, y producir una resonancia que ponga

en movimiento las dos realidades lejanas”. (2003:5)

Es así como vemos que el camino que muestra el caballo es su recorrido lo remite Odio a

un destello. Es una imagen aérea, de gran movimiento y dinamismo. Aquí pueden añadirse

las palabra de Gastón Bachelard en relación con el viaje imaginario: “Pero la movilidad

verdadera, ese movilismo en sí que es el movilismo imaginado, no se suscita como es

debido con la descripción de lo real, aunque sea la descripción de un devenir de lo real. El

auténtico viaje de la imaginación es el viaje al país de lo imaginario, al dominio mismo de

éste”. (2012:13)

El caballo se desplaza entre cielo y tierra, es necesario hacerlo arrancado de las manos del

hipólogo que es su dueño para dárselo a los hombres y dice así Dédalo:

¿Y he de robarlo al dueño cuyo nombre

se aclara y multiplica con todos los acentos del caballo;

que por amarlo a él, por parecerse a él,


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es idéntico en todo a la pradera?

A lo que Ion responde:

A él has de robarlo.

Dédalo exclama:

¡Es terrible un hipólogo!

Ion responde:

¡Anda!

Dédalo continúa el diálogo y dice:

¿Pretendes que permitirá el rapto?

Ion exclama:

El caballo es de todos y sólo él lo disfruta.

Dime, además ¿qué temes? (2017:82)

Para Octavio Paz, en su libro Los Hijos del Limo, lo que caracteriza a la modernidad es la

crítica, entre otros aspectos. Pero además, en este proceso de la edad moderna, los poetas,

al escribir un poema, construyen una realidad aparte y autosuficiente. Muy lejos ha

quedado el concepto de mímesis.

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He puesto la mirada en el creacionismo y sé que detrás de las concepciones y debates de

Vicente Huidobro, se asomaban, a la manera de los afluentes de un río, otras tradiciones

que fueron adquiriendo forma, que lo influyeron a él aunque no fuera del todo consciente.

Pienso que al leer las obras de Eunice Odio, un proceso semejante ocurre. Es muy difícil

desentrañar la multitud de influjos presentes en su obra.

Me he referido a las correspondencias, a las analogías. Pero al hacerlo, necesariamente

pienso que ella era una gran conocedora de la cábala, de la teosofía, del pensamiento

rosacruz, del cual obtuvo un grado durante su estadía en México. Por otra parte, es

imposible dejar de mencionar su conocimiento de los libros bíblicos.

En relación con la influencia del hermetismo, Octavio Paz señala en el libro citado que:

La visión analógica había sido preservada como una idea por las sectas ocultistas,

herméticas y libertinas de los siglos XVII y XVIII; los poetas ingleses y alemanes

traducen esta idea del «mundo—como— ritmo», y la traducen literalmente: la

«convierten» en ritmo verbal, en poemas. Los filósofos habían pensado al mundo

como ritmo; los poetas oyeron ese ritmo. No era el lenguaje de las esferas, aunque

ellos lo creían así́, sino el de los hombres. (sf:150).

Eunice Odio hablaba de la gran balada, la sentía, sin duda. Cierto es que su obra pertenece a

la vanguardia. No hay mímesis; hay creación. Además, me parece necesario señalar que

Eunice Odio era crítica de arte y conocía a fondo los diversos movimientos pictóricos, de

ahí que la huella del cubismo también está presente. Quizás llegó a conocer este

movimiento por sí misma o por medio de las lecturas que hizo de Vicente Huidobro. Habrá

que investigar.
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Bibliografía

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