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Paola Chinazzo
De poetas cercanos
(Primera intepretación)
Paola Chinazzo
Rosario
2021
Indice
Vinderman................................................................................pág. 51
Epílogo .......................................................................................pág. 90
a Agustín, Ariel, Eros, Guadalupe y Camila
1
Todas las citas que aparecen en el presente artículo pertenecen al
texto “Alrededor de la creación poética”, en Olga Orozco, Poesía completa,
Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2014, págs. 465-473
Sobre dicha cuestión, la escritora escribe: “Tenemos que
conformarnos con aludir a ella a través de los medios del que el poeta se
4
Olga Orozco. Poesía completa, op. cit., pág. 119.
también puede ser otros5. Puede escindirse6,
metamorfosearse. Es un yo en constante movimiento, que se
vive desde la ajenidad, tanto que alguna vez se pregunta: “¿Y
quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios
dientes?”
El desdoblamiento que remite a la división en dos nos
lleva a la segmentación del yo y, a la vez, nos hace encontrar
con el abismo que es parte fundamental de esa primera
persona:
“Lejos,
de corazón en corazón,
más allá de la copa de niebla que me aspira desde el
fondo del
vértigo,
siento el redoble con que me convocan a la tierra de
nadie. (¿Quién se levanta en
mí? ¿Quién se alza del sitial de su agonía, de su estera de
zarzas,
y camina con la memoria de mi pie?)
Dejo mi cuerpo a solas igual que una armadura de
5
Leemos en el poema “Para ser otra”: “…otras veces despierto en mi
memoria con el olor de los países / donde nunca estuve…” haciendo posible
que el yo, si es otro, pueda estar presente incluso en lugares donde no se ha
estado. En este poema aparece el acto de ver / verse en un intento de
encontrar a ese yo.
6
El yo tiene forma a partir de la división: “Me clausuran en mí. / Me
dividen en dos. / (…) Cambio bajo mi piel de perro a lobo” va describiendo
el poema “Entre perro y lobo”.
intemperie
hacia adentro
y depongo mi nombre como un arma que solamente
hiere.”7
7
Olga Orozco, Poesía Completa, op. cit., pág. 155
8
En “Lamento de Jonás” está escrito: “Alguien juega a no estar
cuando yo estoy / o me observa conmigo desde las madrigueras de cada
soledad. / Alguien simula un foso entre el sueño y la piel para que me /
deslice hasta el último abismo de los otros / o me induce a escarbar debajo
de mi sombra.”
imágenes, temas y sentidos. Por un lado, el título de la obra
poética convoca la sumatoria de dos términos que podrían
pensarse antagónicos: el “museo” como lugar donde se
preservan ciertos objetos de valor para la humanidad, sitio
donde convive el pasado, por valioso y destacado, con un
presente que custodia pero para una posteridad infinita; y lo
“salvaje” como aquello ajeno a lo civilizado y alejado de lo que
socialmente se espera tras adaptarse a ciertas reglas de
convivencia. Por otro lado, el nombre del poema nos deja
imágenes ligadas a lo libre, a lo exterior tanto como a lo
camuflado. Contrapunto, el de la obra y el poema, de lo
cerrado y lo exterior, de lo conocido y cercano a lo extraño, lo
ajeno, donde la muerte tiene una presencia absoluta:
“No puedo tocar fondo.
No consigo hacer pie dentro de esta membrana que me
aparta de mí,
que me divide en dos y me vuelca al revés bajo las
ruedas de los
carros en llamas,
bajo espumas y labios y combates,
siempre a orillas del mundo, siempre a orillas del
vértigo del
alma.
No alcanza para lobo
y le falta también para cordero.
Y no obstante me escurro entre los dos bajo esta
investidura del
abismo,
invulnerable al golpe de mi sangre y a mi pira de
huesos.”
9
El tema del animal aparece en varias ocasiones en Museo salvaje,
por ejemplo en “Parentesco animal con lo imaginario” y “Animal que
respira”. Ese costado salvaje propuesto por la poeta hace que el yo se
acerque, en ocasiones, a lo bestial en poemas como “Mis bestias”, “Esfinges
suelen ser” y también a paisajes infernales en versos de “En el bosque
sonoro”, “Tierras en erosión” y “Mi fósil”.
escondo. No hay ninguna esperanza de que me crezcan. Salgo
de este cuarto refugiada tan sólo en mi piel indefensa.” 10
12
Olga Orozco, Poesía Completa, op. cit., pág. 180
II
Juan Gelman. Grandiosa poesía
Si tomara un poema al azar de alguno de los bellos
poemarios de Juan Gelman, el lector sabrá que se encuentra
ante un gran escritor. Claro, sencillo y contundente; directo,
innovador y tierno (me permito el uso de esta palabra ligada a
los sentimientos). Ninguno de sus poemas pasará inadvertido
luego del acto de lectura y, posiblemente, muchos de ellos
permanezcan en nuestros recuerdos a través del tiempo.
Todos sus textos, en una treintena de libros, hacen que surja
empatía hacia la voz poética. Desde su primer libro, El violín y
otras cuestiones (1949-1956), Juan Gelman nos acerca, con un
lenguaje próximo y cotidiano, motivos que también son
conocidos y cotidianos: Buenos Aires, el ir y venir de la gente,
las calles, las plazas (expresados en poemas como “Violín”, “El
caballo de la calesita”, “Crepúsculo distinto” o “Viendo a la
gente andar”). Al mismo tiempo, de modo rotundo, Gelman
vuelve motivo de su poesía una realidad social que lo ocupa
críticamente y que tomará un lugar cada vez más
preponderante en sus escritos; por ejemplo “Oración de un
desocupado”, “Mujer encinta”, “Un viejo asunto”, “Niños: Corea
1952” son poemas que tratan de comprender una complicada
situación por la que se atravesaba, tanto a nivel local como
mundial por aquella época. Hay que mencionar que Gelman se
interna en realidades que no están delimitadas
geográficamente a nuestro país sino que envuelven al mundo
entero. Y muchas voces nos llegan a través de aquellos
poemas. La voz de un desocupado exclama:
“… ¿qué han hecho / de tu criatura, Padre? / ¿un animal
furioso / que mastica la piedra de la calle?”13
18
Juan Gelman, Poesía Reunida, Tomo I, op. cit., pág. 37
que siempre se estropea / justo ahí, ¡pero qué rabia! / el
pan / subió de nuevo, ¿eh?, ¡qué cosa seria!”19
Consciente de su rol social, el poeta se habla a sí mismo
para reconocerse sencillamente como “un hombre”:
“¡Cómo decir las cosas más simples de la vida!
Este pan, ese pájaro, la noche.
¡Cómo decir un hombre claramente!
…
De pronto un hombre es tierra conmovida.
Es la esperanza andando en pantalones.
Son las manos peleando contra el tiempo.
21
Dice Gelman en una entrevista: “Hay un elemento que permanece
en todos (mis libros): es la cotidianeidad, entendida esencialmente como
realidad. A mí me parece que la realidad se da a través de lo cotidiano,
también lo maravilloso... Esto siempre me ha obsesionado, me obsesiona y
supongo que me va a seguir obsesionando.”
jerarquía), utiliza símbolos inusuales en la escritura de sus
poemas como las barras, crea neologismos, comienza a
combinar prosa y verso, y busca decir detrás de otros
nombres firmando con heterónimos. Entran en juego su
profesión de periodista, su posición político-militante, su
historia personal y ciertos temas se le vuelven recurrentes: la
muerte, el hijo, el amor, la revolución. Si dulcemente es el
cuarto libro de poemas, escrito mientras estuvo exiliado en
Roma, hacia 1980. Compuesto por 23 poemas, podría ser
considerado también como un solo poema extenso. Julio
Cortázar, en la apertura del libro escribía:
“Tal vez pueda decirle al lector que entre en estos
poemas como se entra en un sendero… deteniéndose allí
donde el camino parece detenerse en las encrucijadas y
reanudando la marcha como lo reanuda cada poema desde el
anterior. Un solo y único poema nace de todos ellos, el último
ilumina el primero como el primero contiene el último, y cada
uno es un paso en la continuidad de la ruta.”22
22
Juan Gelman, Poesía Reunida, Tomo I, op. cit., pág. 433
“Solísimos”, “El frío de los pobres”, “Para que coma la victoria”,
“O amor al cuello”, “La suavidad que vuelve”, “A la sombra”,
“Sola”, “Alguna vez”, “Descubriendo el país”, “Sentados en mi
alma”, “Lo que desesperás”, “Todavía abrigando”, “A pobres”,
“Matando la derrota”, “Pensando sus huesitos”, “Esperan,
Esperan”, son poemas que deben ser leídos como una unidad y
siguiendo la sucesión para ver de qué manera el poeta va
cambiando de interlocutor, qué sentido le otorga a cada
poema con su título, qué significado guarda cada uno de ellos
y qué relación establecen con los demás. Es un texto que
parece no dar respiro, que conmina ser leído sin
interrupciones. Algunas constantes hilvanan los poemas de Si
dulcemente, siendo elementos compositivos en la obra poética
de Gelman:
*Abundan las referencias a sus compañeros militantes
perseguidos, torturados, muertos y desaparecidos por la
última dictadura militar que asoló a nuestro país: Paco
Urondo, Rodolfo Walsh, Haroldo Conti. La ideología
compartida con ellos hace que se plante un enemigo y se
remita a la revolución, a veces con decepción, a veces con
cierta esperanza. El primer poema dice:
“…el enemigo
fue burlado y un poco de la humillación general
se rescató / con coraje / con sueño / tendidos
en todo eso los compañeros / mudos”23
23
Juan Gelman, Poesía Reunida, Tomo I, op. cit., pág. 439
En “Nada diciendo” podemos leer:
“…/ alzada el alma
revolucionaria como alta de Dios / transparente / ya
suave
mano de unión en esta noche / donde
los compañeros que probaron
se derramasen probando otra vez”
III
Amelia Biagioni y el cántaro quebrado
“Nosotros, los artistas en la sociedad actual, no somos
más que cántaros quebrados”
25
En “La escuchante” del libro El humo, el yo se reconocería
eventualmente en dos necesidades básicas del hombre y en lo terrenal y
supraterrenal. “Si soy la sed y el hambre / es para estarme siempre /
bebiendo y royendo, / hasta con los cabellos y las uñas, / el oculto clamor /
a tierra tumultuosa, / a infierno y cielo y sus legiones, / donde comienza tu
mano solitaria, / la que escribe.” Y como leemos en el poema “La llovizna”,
el yo puede ser ese elemento: “… yo, a veces, mientras limo tristes mármoles
/ y herrumbro amantes, pienso que en la tierra / no existo, que tan sólo voy
cayendo, / así, de la nostalgia de un poema”. En ambos casos, nuevamente, la
voz poética culmina en el ser-poesía.
Hay, en el frío de su espera grave,
llama que en aire intemporal delira,
y hay la verdad, porque la llave sabe
amar, que es entregarse sin mentira.
Arqueóloga en mí hundiéndome,
excavo mi porción de ayer
busco en mi fosa descubriendo
lo que ya fue o no fue
soy predadora de mis restos.
Mientras me desentierro y me descifro
y recuento mi
antigüedad,
pasa arriba mi presente y lo pierdo.
28
Amelia Biagioni, Poesía Completa, op. cit., pág. 519
Otras veces
me desencorvo con olvido
pierdo el pasado y soy la nómada.
Y a extremas veces
mientras sobrecavándome
descubro al fondo de mi
fulgor inmóvil ojo
de cerradura inmemorial,
soy avellave en el cenit
ejerciendo
mi remolino.”
IV
Conociendo a Paulina Vinderman
Al incursionar en la poética de Paulina Vinderman
inevitablemente tendremos que recuperar algunas palabras
fundantes y determinantes en su escritura: realidad, mundo,
imaginación, sueño, ficción, palabra, objetos, comprensión.
Cada una de ellas establece fuertes lazos con una idea de
poesía: para Paulina Vinderman la poesía intenta, en una
búsqueda incesante, vislumbrar, iluminar, ayudar a
comprender. En ocasiones, cada una aparece ligada a otra para
procurarnos un mundo paralelo, escrito y tan contundente
como el mundo sensual, subjetivo y casi etéreo que rodea a la
poeta. Además, deberemos reconocer la constante aparición
de ciertos referentes (la luna, la ciudad) como así también de
algunos temas que, a través de los años, permanecen en los
poemas (la escritura, el dolor, la espera, la ausencia) para
poder apreciar una creación extensa y recóndita, cimentada
en la imaginación sin dejar de lado la presencia de lo
cotidiano.
Paulina Vinderman comenzó su labor escrituraria
desde la más temprana edad: a los ocho años escribía cuentos
y a los diez, poesía. Sin embargo, sus obras comenzaron a ser
publicadas a partir de sus treinta y cuatro años. Desde
entonces no cesó de satisfacer a los lectores con una gran obra
que va desde 1978 hasta hace pocos años. En plena dictadura
militar publicó Los espejos y los puentes reflejando lo
asfixiante de la época; al respecto Vinderman comenta:
“Empezar a publicar en los ´70 fue salir de la oscuridad del
cajón del escritorio a otra oscuridad más temible y feroz. En
ese país resquebrajado busqué a mis referentes (Edgar Bayley,
Raúl G. Aguirre, Antonio Requeni, Joaquín Gianuzzi) y a mis
pares. Y, de manera inmediata y muy reparadora, encontré el
sello de la apuesta a la poesía (ese corazón del lenguaje…): su
resistencia, su dignidad, más necesarias que nunca en tiempos
sombríos.”29
En 1980, aparece La otra ciudad y en 1982, La mirada
de los héroes, ambas publicadas por Editorial Botella al Mar.
En 1984, La balada de Cordelia, uno de sus libros más
queridos30. En 1988, con Rojo junio, Paulina Vinderman
“encuentra su voz, o acaso la identifica más firmemente” 31. La
poeta reconoce en una entrevista que:
“En Rojo junio me abrí a una respiración más amplia y,
al mismo tiempo, más precisa. Creo que la ansiada llegada de
la democracia tuvo mucho que ver. Una época de plenitud en
mi vida… Se nota en mis versos más largos, en la acentuación
del “jugar a narrar” para encontrar una epifanía, en una
29
Paolantonio, Jorge, “La poesía es descorrer las cortinas de lo real”,
revista “Autopista del sur”, Abril 2004. Allí también sostiene la poeta: “En
mis primeros libros el verso es más corto y más cifrado. Hay una asfixia
notable...”
30
Paulina Vinderman responde en la entrevista realizada por Jorge
Paolantonio (“La poesía es descorrer las cortinas de lo real”): “...siento un
extraño y especial cariño por «La balada de Cordelia». Una rara avis en mi
escritura: un poemario único dividido en cantos como las antiguas baladas”.
31
Malusardi, María, “Palabras que tocan el silencio”, “Caras y
Caretas”, Febrero, 2013
mayor calidez. Creo que es mi libro más cálido.” 32
32
Munaro, Augusto, “La poesía, un juego mayor” en “Gramma”,
Universidad de El Salvador, 2011. En una extensa entrevista, el periodista
rescata importantes reflexiones sobre la escritura poética de Paulina
Vinderman.
33
Montanaro, Pablo, “El poema es un relámpago de percepción” en
“La Guillotina”, Noviembre 2000- Marzo 2001
versos anteriores) en otros poemas, y la cuestión de la figura
del padre. En primer lugar, una división denominada Vivir
para contarlo, que consta de 4 poemas, se extenderá en el
libro inmediatamente posterior, El muelle (2003). En la
primera parte de este último, titulada bajo el mismo nombre,
continúa esa idea de “Cuando el otoño llegue va a empezar la
novela, dice, / y señala en el aire un café como quien señala el
destino…”; además en la segunda parte denominada El pacto
(vivir para contarlo), con 19 poemas, “ironiza el itinerario de
una mujer que quiere escribir una novela y se ve asaltada por
el poema”34. En segundo lugar, “Bulgaria”, un extenso poema,
toma como personaje al padre para pintarlo -cargado de
metáforas, entre la intención repetitiva de la hija por
expresar sus sueños y palabras, la imposibilidad de su decir y
el muro cuajado del padre- distante y adusto, quien
reaparecerá en Hospital de veteranos35 (2006). Esta última,
separada en Pisadas sobre el vidrio, con 25 poemas, y
Hospital de veteranos, que contiene 13 poemas, nos acerca a
un mundo donde la espera va de la mano, muchas veces, del
dolor, donde son personajes la soledad y la muerte, donde
reina lo sombrío y todo se ve inundado por un halo de
abatimiento inevitable, por la limitación y el abandono,
culminando con la presencia de una hija en el hospital, atenta
34
Paolantonio, Jorge, “La poesía es descorrer las cortinas de lo real”,
op. cit.
35
Libro premiado por la Academia Argentina de Letras en el año
2006
a la enfermedad del padre, a su cuidado y, por último,
asistiendo a su muerte.
En Bote negro (2010) con 35 poemas Paulina
Vinderman pone en el centro de la escena la palabra, la
escritura, la poesía, la comprensión. Sus últimas obras son La
epigrafista (2012), Ciruelo (2014), Cuaderno de dibujo (2016)
y Tocar el cielo oscuro. Obra reunida (2019).
37
Los títulos aparecen abreviados: Escalera de incendio EI, Bulgaria
B, El muelle EM, Hospital de veteranos HV, Bote Negro BN, La epigrafista LE
el / la que “Pasa por el pueblo apartado / y se mezcla sin
querer en su fiesta principal” es quien dice “Podría quedarme,
por qué no, para siempre”, “Este es el mundo: / una raíz
oscura, la canción de un lugar” y se mete en el poema con su
discurso (“Fundaciones”, EM); o “Salgo del correo…/ -No tiene
carta –ha dicho recién una boca amable / bajo unos anteojos
de marco grande.” (“Poste Restante”). También, hay un
despliegue de distintas personas gramaticales, que va desde
una primera persona plural a una primera en singular:
“Hemos decidido permanecer hasta la boda. / Anoche enhebré
el collar de cuentas verdes…” (HV).
En otros textos podemos identificar al interlocutor: en
un poema sobre el tiempo, donde la voz poética dice “El
pasado es un país extranjero, donde no sé nombrar / mi
desajuste con el mundo ni los árboles frondosos / de la ribera
de los ríos secretos…”, y sobre el futuro “No, no hablaré del
porvenir: es un cuarto oscuro / donde sólo puedo votar por la
muerte…”, una voz pregunta “¿Y el presente?” a lo que la voz
poética responde: “ Ah, María, el presente es una piedra azul,
opaca, libre, / cubierta de polvo, que me recuerda al poema /
balbuceando anoche en mi libreta, que deshilaché después, /
sin fiebre y sin compasión.” (12, BN). El poema también deja
oír su voz en el centro mismo del poema: “”No tengo más que
ofrecerte”, parece decir, / “nada más que dejarte; te queda el
cielo, / te quedan palabras a mitad de camino.”””
Una recurso reiterado utilizado por la poeta es ir
hilvanando con distintos poemas una misma historia,
podríamos decir, o también una misma voz. En el primer
poema de La epigrafista una tercera persona se apropia de la
voz: “Esa mujer (tierna, inestable) / va detrás de la sombra de
un perro más viejo que el mundo…” y en los últimos versos
aparece otra voz, desde un segundo plano, entre paréntesis
“(La última vez que nos vimos/ ibas a contarme una historia,
dice)”. La voz de esa mujer toma protagonismo en el tercer
poema, desde el comienzo: “La última vez que nos vimos
ibas / a contarme una historia.” Y en él se refiere a un
nosotros y se expresa sobre “nuestro amor demorado”,
“nuestra fe en la belleza de la incertidumbre”, “quedamos
congelados” (LE).
Lo narrativo
Al ingresar a la poesía de Vinderman reconocemos ese
tono narrativo del que nos habla la poeta en muchas
ocasiones:
“Sin darme cuenta, uso un tono narrativo que va
llevando a una epifanía, a una revelación o a una
intensificación del pensamiento, o a un interrogante que arde
más que si fuera una revelación.”
V
La metaforización de la escritura en Paulina
Vinderman
39
En el poema “El tulipán” leemos que la escritura del poema se va
armando a partir de pares aparentemente opuestos: escribir-no escribir,
ficción-realidad, integración-desintegración, hueco-lleno-vacío: “Escribo el
poema en el revés del día, / sin escribirlo, dejando la ficción para después /
mientras los puentes parecen devolverme la ciudad…/ Hay una poética en la
integración, hay otra / en la desintegración…/ Una supervivencia
concentrada / en un enfoque: / del hueco que se llena de sol y se vacía…”
barniz / (y no respira)”.
40
En el poema 7 leemos: “Voy a escribir un sueño, pensaba, / y
¿ cómo se hace para escribir un sueño / sin traicionar su lengua, su luna
vieja, / el verdadero desierto de su aliento?”. La voz poética va estableciendo
una relación potente entre la escritura, el sueño-la imaginación con lo cual
“Abro las puertas imaginarias de esta ciudad /
desconocida / como quien avanza a tientas en la noche, /
tropezando con los vidrios rotos y los sueños intactos / y los
ojos turbios de los serenos.../ me cargo de lenguaje para
buscar fantasmas culposos / en el mapa”41.
acentúa ese ámbito donde lo concreto se deshace para dar lugar a lo que
podría ser. El poema 10 dice: “La única poesía que ilumina es la que arde / y
ningún mar será más extenso que mi imaginación. /… no conocen el dolor /
de la palabra árbol.”
41
En este Poema 6 el motivo del viaje está íntimamente ligado a la
escritura como lo leemos también en el poema 13: “Viajaré por la página de
la noche sin mentirte, / viajaré otra vez por mi río barroso que se cree
mar…”
42
Poema 8.
Además, el poema dice del poeta más de lo que el poeta pueda decir
del poema: “Qué dice el poema de mí, mortífera armadura. / En esta
pesadilla el bosque avanza /… La vida no traiciona… / Las piedritas del
fondo son lo que importa, / y no como amuletos: sólo como piedras… /
¿Alcanza el poema a descifrar esta oscuridad / reseca que preanuncia el
alba? / ¿Alcanza a decirte que ya no hay interrupción?” (poema 17)
reconocemos un intenso trabajo con el lenguaje, lo que puede
generar en los lectores, entre otras cosas, una incertidumbre
que se vuelve interesante intentar desentrañar, siendo
conscientes que nos toparemos con una diversidad de
sentidos, con novedosas relaciones semánticas mediante
metáforas, comparaciones, personificaciones e imágenes. Sin
embargo, es el poemario Bote negro (2010) donde quizás
llegue a su máxima expresión, obra en la cual la
metaforización de la escritura copa totalmente sus versos. La
palabra, la escritura, el poema, la mesa de trabajo, la página, el
cuaderno, la poesía como óleo, estampa, memoria, el poeta
como viajero son, entre otros, constantes de aquel libro. La
correspondencia de lo escrito con algún referente material 43,
la escritura no sólo como labor del poeta sino casi como una
imposición44, el peso de la palabra 45, lo relevante de la ficción 46
43
El primer poema reza: “Es también un balcón minúsculo y este
será / un poema minúsculo….”
44
En el poema 3 leemos: “¿Qué terror es este, enraizado en la
escritura / como oficio y deber, como espinas en la niebla de marzo / que
ella no puede quitar y sin embargo...”
45
Podemos hallar esta valoración de la palabra en versos como:
“Ahora, tarde en la tarde, marzo sonará en la / palabra púrpura, al borde de
la métrica, / inclinada en su terraplén…” (poema 5). Asimismo, en los
siguientes versos, los que retoman a su vez un lugar idílico: “…En el país de
la memoria la idea de eternidad / es una flor abierta, voluptuosa como una
orquídea. / En mi cuaderno aparecen casuarinas / que lloran-en mi lugar-
sobre los adjetivos.” (poema 6)
46
“Una última tardía mariposa sobre el gomero parece / una ficción.
Yo misma no soy más que una ficción, / contra los alambrados del verano
vuelven a los poemas con total contundencia.
Así, podemos leer en los versos de Vinderman una
proyección hacia la exterioridad y es allí donde, junto a los
objetos cotidianos, se deben rescatar las palabras. El poema 8
expresa:
“También en este poema va a anochecer. / Debo cazar
rápido las palabras: mundo, árbol, lágrima, / va a anochecer y
aún no he comprendido el día. / Esperaba al mundo, lo
esperaba todo… / y allí estaban las palabras para darme
aire: / noche, duelo, frío. / Letras de humo letras de cartón”
VI
Juan L Ortiz, un escritor del paisaje
52
Alfredo Veiravé es uno de los escritores más importantes de la
literatura del litoral argentino. Nacido en Gualeguay (Entre Ríos) hacia
1928, se dedicó a escribir poemas, ensayos y críticas literarias; también a la
docencia. Falleció en Resistencia en 1991. Su obra literaria puede
enmarcarse entre los años 1951- 1990.
Veiravé, con su obra Juan L. Ortiz. La experiencia poética, fue quien
realizó la aproximación más profunda a la obra de Juan L. En la dedicatoria
escribió: “Dedico este libro a la memoria de Manuel P. Veiravé, mi padre, de
quien heredé la amistad de Juan L. y una vocación que marcaron mi destino”.
En él hay un conocimiento íntimo del hombre y de la obra.
53
Juan L. Ortiz Obra Completa, Ediciones UNL, Santa Fe, 2013, pág.
1101
de cuatro años de la publicación de su último libro, De las
raíces y del cielo (1958), Ortiz ya cuenta con gran parte de El
junco y la corriente: “El junco y la corriente” que en ese
entonces fuera el conjunto de poemas chinos, los tres largos
poemas del territorio y “Los homenajes” que hoy
consideramos como los poemas argentinos. Por otro lado, nos
deja el dato de que La orilla que se abisma ya estaba
compuesta pero en cambio El Gualeguay (“nuestro río”) se
hallaba en proceso de composición. También es notable que
Juan L. no mencionara dos de los poemas que también
incluimos como los del territorio « Al Villaguay» y «Villaguay»
con lo cual los suponemos escritos con posterioridad a la
fecha de la carta.
Al leer la carta de Juan L. a Veiravé y luego de conocer la
estructura de En el aura del sauce, reconocemos el afán
labrioso del poeta en su producción literaria, exhaustivo no
sólo durante el tiempo de la escritura sino también llegado el
momento de la edición. Ortiz vuelve no solamente a sus
poemas hasta consideraros acabados, momento en el cual ya
dejan de pertenecerles, sino que además se dedica a la ardua
labor de organizar y decidir la disposición de sus poemas en
lo que sería el libro a editar54.
Volviendo a la carta podemos preguntarnos: ¿por qué
Juan L. Ortiz, en el proceso de organización de El junco y la
54
Con respecto a esta cuestión, Sergio Delgado escribe en la
Introducción a la Obra Completa que Ortiz “ensayaba variaciones sobre
distintas copias de un mismo poema”, pág. 1071
corriente, piensa en conjunto a los poemas largos?, ¿por qué
en la edición de En el aura del sauce aparecen dos poemas de
los cuales no tenemos noticias en 1962?, ¿cuál es el hilo que
fluye y conecta a esos cinco poemas entre sí y en relación con
los demás? La última etapa poética de Ortiz, en la cual se
encarga de encriptar cada vez más sus poemas, nos enfrenta a
muchos interrogantes y nos desafía a una lectura atenta de la
obra dentro de la obra, es decir, a leer El junco y la corriente en
vinculación con En el aura del sauce55.
55
La obra de Ortiz aparece gradualmente: unos poemas son
editados por la revista Claridad hacia el año 1930; en 1933, edita su primer
libro El agua y la noche que contiene poemas escritos desde 1924; en 1937
publica El alba sube y en 1938, El ángel inclinado; la AIAPE le publica en
1940 La rama hacia el este; en 1948 y 1949 publica El álamo y el viento y El
aire conmovido respectivamente; en 1951, La brisa profunda y en 1957 El
alma y las colinas.
la elegía. Pero esta elegía es en general clara y armoniosa
como el paisaje de Entre Ríos, una punzante sensación, sin
duda, de infinito ondulado, de calidad casi musical...”56
56
Ortiz, Juan L., “Algunas expresiones de la poesía entrerriana
última” en Juan L. Ortiz Obra Completa, Ediciones UNL, op. cit., págs. 1069-
1071
57
La provincia de Entre Ríos, por sus límites políticos, es semejante
a un laúd. Es lo que sostiene Pedrazzoli, probablemente de una idea
retomada de las charlas que mantenía con el poeta Juan L. Ortiz, según la
opinión de Sergio Delgado. Así es como sostiene que: “(...) al sauce, que
desde su forma confiere un significado al “Entre Ríos” (“su movimiento se
parece a una confluencia de corrientes”), le suceden, entonces, el laúd y la
lira”. El laúd sería dibujado por los dos ríos que delimitan la provincia, el
Paraná y el Uruguay. La lira también sería una metáfora-símbolo de Entre
Ríos dibujado esta vez por los ríos que interiormente la recorren y simulan
sus cuerdas: el Gualeguay, Gualeguaychú, el Villaguay. Esto se encuentra
detallado en “Notas”, Juan L. Ortiz Obra Completa, op. cit., págs. 879-937
58
Palabras dichas por Ortiz en un reportaje realizado por Juana
Bignozzi, en 1968, incluido en el libro Juanele. Poesías, Carlos Pérez Editor,
Buenos Aires, 1969
Y podemos decir que uno de los instrumentos utilizados
exhaustivamente por el poeta para proyectar la musicalidad
en sus versos es el signo de puntuación: comas, punto y coma,
puntos suspensivos, signos de interrogación al final de las
oraciones son diseminados a lo largo de los poemas,
mostrando el fino trabajo realizado con lo prosódico. Así
parece ir pulverizándose, de algún modo, el sentido
“completo”, final o determinante de un verso o estrofa que
tendrían a partir del uso de los signos de puntuación: lejos de
ser concebidos como una herramienta para definir, interrogar,
afirmar o negar, concluir determinadas expresiones, son
utilizados para que lo musical quede resonando antes de
comenzar el poema y al culminar este.
Como mencionamos antes, la cuestión del paisaje-río es
definitoria en los poemas de Juan L.. En El alba sube (1933-
1936), por ejemplo, nos encontramos con que ese paisaje que
rodea al poeta es un “río rosado aún en la noche”, un río pleno.
En el artículo “El paisaje en los últimos poetas entrerrianos”,
Juan L. menciona que:
“...en la poesía auténtica el lugar en que vive el poeta, el
paisaje circundante, lo profundo o la presencia inefable de
este paisaje, su radiación, diríamos, el cuerpo astral del que
hablan los teósofos, no puede dejar de estar presente. Más
aún, es lo que a veces la define y le da características
especiales, bien sutiles, por cierto.”59
64
Las citas que siguen sobre poesía fueron extraídas de Una poesía
del futuro. Conversaciones con Juan L. Ortiz, Editorial Mansalva, Buenos
Aires, 2008
más radiante que uno lo haya sentido.”
65
Sergio Delgado en su artículo “El nombre innombrable. Garibaldi o
el tema del héore en Juan L. Ortiz” sostiene la siguiente idea: “Las
referencias a personajes históricos concretos de la escena regional, como
Artigas o Ramírez, o de la gran historia, como Garibaldi... son más bien
rastros borrados. Se trata siempre de la misma tachadura, incesante
negación de todo nombre de héroe”. Se podría decir, sin embargo, que Ortiz
deja pistas para arrivar a esos nombres, dejando que el lector llegue a un
develamiento.
Y en “Notas” a El junco y la corriente sostiene que Juan L. Ortiz se
acerca a la figura de Mao Tse-tung de manera ambivalente probablemente
por “las distintas alternativas del ejercicio del poder por parte de Mao”,
cuando “los excesos del líder chino se ven traducidos en pérdidas de vida y
de libertades individuales”. El borramiento o la encriptación del nombre
Mao Tse-tung se da hacia el interior de El junco y la corriente, nunca se lo
menciona pero sí se alude a él.
lenta expansión de significados, un “decir infinito” 66 en
relación al nombre. Aunque parezca una paradoja, en Ortiz se
conjugan, a partir de aquellos poemas, la cuestión del decir y
del no decir, haciendo oscilar el nombre entre un aparecer y
un ocultarse. De esta manera, el poeta se encuentra ante la
necesidad de decirlo y nombrarlo todo y el reconocimiento de
la dificultad para llevar a cabo esa tarea. Es así como, desde
una escritura morosa, hiperfracturada, encriptada se va
complejizando la construcción poética alrededor de los
nombres “Entre Ríos”, “Argentina” y “Villaguay”, en estos
poemas que tienen como motivo el paisaje entendido como
territorio. Por ello, podemos hipotetizar que los tres largos
poemas de El junco y la corriente son pensados como conjunto
en plena coherencia ya que:
*en el poema «Entre Ríos», la voz poética plantea el
modo de abordar y referirse al nombre; el cómo y la respuesta
a esta cuestión
*en el poema «Al Paraná», muestra la posibilidad de
conocimiento /desconocimiento del nombre y abarcar
poéticamente la materialidad a la cual se refiere
*en «A la Argentina», caracteriza al nombre desde una
potencialidad; se lo llena de atributos sin realizar ninguna
predicación sobre él.
66
Roberto Retamoso en su artículo “Juan L. Ortiz. Sobre la orilla que
se abisma” aduce que la sintaxis orticiana es inconclusa porque es abierta,
con estructuras complejas subordinadas y coordinadas que se expanden.
Por ello, el decir se vuelve infinito.
Retomemos los primeros versos de cada poema:
“Cómo podría decirte, oh tú, el que no puede decirse
alma, ahora, del sauce:
el sauce que Michaux hubo de comprender, al parecer,
recién en Pekín?” («Entre Ríos»)
67
Idea de Francisco Bitar expresada en Introducción a El junco y la
corriente, op. cit.
naciendo en el este de Esperanza atraviesa seis
departamentos de la provincia de Entre Ríos hasta llegar al río
Ibicuy.
Sin embargo, más allá de la voluntad de
hipernominalización prima el silencio. Al final de este poema,
la voz poética así lo inscribe:
“y perdón, otra vez,
oh, tú, el que no puede decirse...
perdón por haber querido decirte,
gravitando tan largamente, tan largamente, sobre tu
silencio de espera,
cuando sólo, en verdad, cabía,
evocarte a través de tu mismo silencio,
haciendo oír tu silencio...”
68
Si bien algunos recursos han estado presente en obras anteriores,
a partir de los poemas mencionados podemos decir que son explotados al
máximo.
Con respecto a los estudios críticos sobre la retórica orticiana se
consultaron los artículos “Juan L. Ortiz”, de Héctor A Piccoli y Roberto
Retamoso y “Juan L. Ortiz: un léxico, un sistema, una clave”, de Daniel
Helder.
componen sino con las otras cosas con lo que está relacionado
no solamente de las sensaciones...”69.
69
Idea extraída de Una poesía del futuro. Conversaciones con Juan L.
Ortiz, Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008
70
Esa “parecería ser la utopía de la escritura orticiana, como si la
mismidad del ser solamente pudiera decirse repitiendo, en innumerables
series diferenciales, las variaciones de las imágenes que muestran las
versos de El Gualeguay y La orilla que se abisma71. De este
último, en poemas sobre el río, como por ejemplo «El río»,
«Del otro lado», «Un río» y «Me has sorprendido», se logra
percibir la perfecta amalgama entre paisaje contemplado y
poesía reveladora.
El río está ligado íntegramente al tiempo, como
podemos leerlo en los poemas del territorio, existiendo
gracias a él; un tiempo relacionado con lo cíclico de meses que
se suceden y estaciones que perpetuamente marcan la vida y
los seres que lo habitan. Pero ese río también es música, “... un
ir de flauta...”, que conduce a sí mismo, “un irse, mejor, a un
nacimiento, al parecer, / de él mismo...”, un ir y un irse, un
movimiento lleva a ese río hacia afuera y, además, hacia una
interioridad. Río que se vuelve interlocutor para dialogar con
quien se considera amigo, para decirle “seca, amigo, tu
vigilia...”, “enjuga el desvelo”, ya que:
Epílogo
Algunos de estos textos surgieron luego de haber presenciado
distintos Seminarios en la facultad de Humanidades y Artes
(UNR) y el Taller Literario “La palabra desnuda” (Instituto
Superior Olga Cossettini), dirigido por el poeta y profesor
Jorge Isaías y la profesora María Cristina Renard.
La lectura y la reflexión realizadas en aquel momento
constituyen un primer acercamiento a diferentes poetas de la
literatura argentina cuyos textos fueron abordados desde una
perspectiva personal. Considero que los artículos que nacieron
en aquella oportunidad pueden ampliarse y profundizarse con
nuevas lecturas y miradas.